memento mori (cámara oscura) - muestra de teatro alicante · 2015-11-05 · vuelven una mentira...
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MEMENTO MORI
(Cámara oscura)
Borja Ortiz de Gondra
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Para Cristina Rota,
memoria viva y valentía,
dentro y fuera de la escena.
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PERSONAJES
Sofía, 60 años.
Irene, 35 años.
Carlota, 30 años
David, 31 años
Óscar, 50 años
Sara, 25 años
El marido muerto, 25 años
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PRÓLOGO
En oscuro, escuchamos primero el ruido de un grifo que gotea.
Poco a poco, de la oscuridad van surgiendo, proyectadas, invadiendo todo el
espacio, las fotos de los cadáveres de Carlota e Irene, al tiempo que se oyen las
primeras frases en off del recuerdo entrecortado de Sofía.
VOZ EN OFF DE SOFIA: - …Ninguna imagen me devolverá el pasado... y todas se
vuelven una mentira contra el tiempo... Un memento mori para ayudarme a vivir…
Sin ti, sin ellas, ya para siempre sola…
Según la luz va iluminando el escenario, las imágenes sobreimpresionadas van
desapareciendo y lo que vemos es, con muy poca luz, el jardín del Centro con Sara al
fondo y los bultos de los cuerpos de Carlota e Irene.
En primer término, Sofía habla directamente al marido muerto.
SOFÍA: -…No quería mirar… y en realidad, no supe ver… No vi que eran como tú…
Que en sus ojos había la misma mirada que en los tuyos aquella última tarde…
Traté de protegerlas y no lo logré… Ya ves: ni siquiera cumplir lo que te prometí he
podido … ¿Y qué me queda ahora sino este recordar, recordar para que no
desaparezcáis, recordar para que me perdones, recordar contra el olvido, recordar
lo que nadie querrá ya oír, recordar contra la muerte, recordarte que lo intenté con
todas mis fuerzas…?
El marido muerto entrega a Sofía una cámara de fotos. Un flash fotográfico
congela esa imagen unos segundos.
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ESCENA I
En Europa. Salón-comedor en casa de Carlota y David. Carlota e Irene están
poniendo la mesa para cuatro personas.
CARLOTA: - A ti no te gusta.
IRENE: - Yo no he dicho eso.
CARLOTA: - No te gustó desde el primer momento, desde que la viste por primera
vez.
IRENE: - Es buena, eso no se puede negar.
CARLOTA: - Pero…
IRENE: - Pero, ¿qué?
CARLOTA: - Si tú dices “es buena”, es que tienes un pero.
IRENE: - Fría, me parece.
CARLOTA: - ¿Fría?
IRENE: - Que no se vea nada… nadie, quiero decir…
CARLOTA: - Bueno, el jurado dijo precisamente que esa ausencia…
IRENE (interrumpiéndola): - Ellos sabrán.
CARLOTA: - A mí me parece... no sé... sutil.
IRENE: - Eso sí: siempre ha detestado la obviedad.
CARLOTA: - La amenaza está ahí, aunque no se vea.
IRENE (irónica): - Sutil sí que es. Sutilísima. Vamos, que podrías colgarla en la sala
de espera de un dentista y quedaría perfecta.
CARLOTA (con una sonrisa forzada): - ¡Ni se te ocurra decir eso delante de Sofía!
IRENE: - Tan sutil como el hilo musical.
CARLOTA: - No era eso lo que yo quería decir.
IRENE: - ¡Pero lo piensas, no me digas que no!
CARLOTA: - ¡Ni hablar! Y tú tampoco. Las dos nos alegramos del premio y punto.
IRENE (conciliadora): - Alegrarme, lo que se dice alegrarme…
CARLOTA: - Te alegras, Irene. Y has venido a celebrarlo.
IRENE: - Lo que tú digas.
Siguen poniendo la mesa un momento en silencio.
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IRENE: - ¿Cuándo os iríais?
CARLOTA: - No te parece bien ¿verdad?
IRENE: - ¿Por qué dices eso?
CARLOTA: - ¿Qué es lo que no te parece bien: el puesto o que me vaya con él?
IRENE: - Es tu pareja, tú sabrás.
CARLOTA: - Es una oportunidad estupenda.
IRENE: - Para él, sin duda.
CARLOTA: - De todos modos, yo iba a dejar las prácticas.
IRENE: - ¿Ahora? ¿Por qué?
Carlota duda un momento antes de contestar.
CARLOTA: - No hay que hacerse ilusiones, todavía es demasiado pronto, pero esta
vez parece que sí.
IRENE (sorprendida): - ¿En serio?
CARLOTA: - El ginecólogo me ha mandado reposo absoluto: nada de estrés.
IRENE: - Me alegro mucho. Y David, ¿qué piensa?
CARLOTA: - Nada. No se lo he contado.
IRENE: - ¿Cómo que no?
CARLOTA: - Ni a él, ni a Sofía, ni a nadie. Así que no se te ocurra abrir la boca.
IRENE: - ¿Cuándo se lo vas a decir a David?
CARLOTA: - Ahora, no. Si se entera, no acepta el puesto.
IRENE: - Pero no te puedes ir con él.
CARLOTA: - ¡Claro que sí!
IRENE: - ¡Tú qué sabes en qué condiciones estarán allí los hospitales!
CARLOTA: - No sé para qué te lo he contado.
IRENE: - ¡Joder, que acaban de salir de una guerra!
CARLOTA: - No se te ocurra decirle nada a nadie.
IRENE: - Que sepas que te estás equivocando.
CARLOTA: - ¡No es tu marido!
IRENE: - ¡Ni falta que me hace!
CARLOTA: - A mí tampoco me parece bien lo de Afganistán.
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IRENE: - No es lo mismo.
CARLOTA: - ¡Claro que no es lo mismo! ¿Qué haces tú trayéndote una niña que ni
sabes de dónde ha salido?
IRENE: - Lo dices como si me trajera un souvenir.
CARLOTA: - Es que a lo mejor es un souvenir.
IRENE: - ¿Qué prefieres? ¿Que salga a la calle y me embarace del primero que
encuentre?
Se escucha a David entrando por la puerta de la calle.
CARLOTA: - Ni una palabra, ¿eh?
Entra David cargado con bolsas de compra y botellas de vino. David y Carlota
se besan.
DAVID: - Hola, Irene.
IRENE: - Hola, David. Enhorabuena por la gran noticia.
Carlota mira alarmada a Irene, que se apresura a añadir:
IRENE: - ¡África te espera!
DAVID (sorprendido, a Carlota): - ¿Se lo has contado?
CARLOTA: - Sí.
DAVID (a Irene): - Es que todavía no es oficial. Me lo propusieron ayer.
IRENE: - Estarás contento, ¿no?
DAVID (a Irene): - Muchísimo, sí. (A Carlota) ¿Y a vuestra madre también se lo has
dicho?
CARLOTA: - No, pero cuanto antes lo hagamos, mejor.
DAVID: - Esta noche, no. Ya sabes lo quisquillosa que es, no quiero que piense que
la cena es una encerrona para contárselo.
IRENE: - ¿Cuándo te irías?
DAVID: - En dos o tres semanas, como muy tarde.
CARLOTA (a Irene): - En el Ministerio tienen prisa.
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IRENE: - ¡No me extraña!
CARLOTA (a Irene): - Es lógico que nombren al nuevo cuanto antes, ¿no? Y por lo
menos, saben que David no va a ir por ahí aceptando sobres.
DAVID (a Irene, irónico): - Con Carlota, ya no nos hace falta un jefe de prensa que
nos defienda.
IRENE (a David): - Para ti es una oportunidad fantástica.
DAVID: - Y que no me esperaba para nada, si te digo la verdad.
IRENE: - ¿Y de qué irías, exactamente?
CARLOTA (adelantándose a David): - De coordinador de la ayuda al desarrollo.
DAVID: - Eso. Pero con rango de agregado de Embajada.
IRENE (irónica): - Tú siempre preocupándote de los pobres…
CARLOTA: - En fin, de los que ayudan a los pobres.
DAVID: - Bueno, es la nueva línea del Ministerio: menos ayuda directa y más
colaboración con la sociedad civil, que ellos mismos decidan sus proyectos.
IRENE (irónica): - Ya, ya se sabe el amor que tiene ese Ministro por el bien de la
humanidad…
CARLOTA: - Irene, déjalo.
DAVID: - Lo que pretendemos es impulsar programas de comercio justo.
IRENE: - ¿Justo para quién? ¿Qué nos venden ellos?
DAVID: - Lo que pueden.
IRENE: - ¿Qué? ¿Abalorios de colores?
DAVID: - Desde la guerra, prácticamente no exportan nada. Por eso queremos
lanzar esos programas.
IRENE: - Algo tendrán que nos interese.
DAVID: - Antes había madera y rutilo, pero la mayoría de las explotaciones están
cerradas, por el embargo.
CARLOTA: - ¿Madera y qué?
DAVID: - Rutilo. Un mineral.
IRENE: - Y en cuanto dejan de pegar tiros, vamos nosotros y reabrimos la
Embajada. Y una oficina comercial, ¿no?
CARLOTA: - Irene: política esta noche, no, por favor.
DAVID: - La guerra terminó hace meses, es lógico que volvamos.
IRENE: - ¿Para qué sirve el rutilo?
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DAVID: - Para fabricar titanio.
CARLOTA: - ¿Queréis dejarlo de una vez?
DAVID: - ¿El comercio justo no te parece bien?
IRENE: - ¿Cambiarles estampitas del niño Jesús por titanio? ¡Me parece perfecto!
DAVID: - Con esos programas certificamos que no se utiliza trabajo infantil, que se
pagan salarios dignos...
IRENE: - ¿Dignos de quién?
Suena el timbre de la puerta.
CARLOTA: - ¡Se acabó! ¿Me habéis oído? ¡Esta noche no! ¡Esta noche celebramos el
premio en paz y no habláis ni una sola palabra más de política!
DAVID: - Está bien. Voy a abrir.
David sale a abrir. Carlota empieza a servir las copas.
CARLOTA: - No dejarás a David en paz nunca, ¿eh? No puedes parar de ser
periodista ni por una noche.
IRENE: - ¿Con este gobierno? ¡Ni un segundo!
CARLOTA: - David no es el Ministro.
IRENE: - No, es simplemente la cara nueva que necesitan para que la gente se
olvide de que el agregado anterior se estaba llenando los bolsillos…
Entra Sofía acompañada de David. Trae una botella de champán en la mano.
La agita, la descorcha y ducha a todos con el champán. David trata de acercarle las
copas.
SOFÍA (irónica): - ¡Vengan esas copas! ¡Alegría, alegría! ¡A celebrar que un jurado
de tarados ha escogido la peor foto que he hecho en mi vida! ¡Y la última de mi
carrera! ¡Vivan el arte y los críticos neoyorquinos!
IRENE: - ¡Sofía, qué haces!
DAVID: - Todos los fotógrafos del mundo matarían por conseguir ese premio...
SOFÍA: - ¡Matarían por los cien mil dólares!
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DAVID: - Pero es una imagen excelente...
SOFÍA (irónica, amarga): - Excelente, sí... ¡La mejor fotografía del año! ¡No ha
habido ninguna mejor en todo 1993!
DAVID (intercambiando una mirada con Carlota): - A mí me parece sutil.
SOFÍA: - Sutilísima… ¡para publicarla en un periódico y envolver con ella el
pescado!
DAVID: - La tensión está en lo que intuyes al mirarla, en lo que no ves.
CARLOTA: - Exacto. Y el hecho de que sea en blanco y negro… no sé, ayuda a dar
esa sensación irreal…
DAVID: - …un poco extraña, ¿verdad?
CARLOTA: - Sabes que va a ocurrir algo en cualquier momento, aunque en la
propia foto no lo veas. Algo está a punto de estallar.
DAVID: - Hay una impresión de pesadilla, como de falsa calma. Esa ausencia, la
rueda de la bici... Son indicios de lo que va ocurrir.
SOFÍA (irónica): - ¡Deberíais leer menos catálogos de arte!
IRENE: - ¡Qué ausencia ni qué coño! ¿Por qué no vemos a la niña?
DAVID: - Es que el zapato, precisamente…
IRENE: - Ya, otra bonita abstracción... ¡Pero estamos hablando de una guerra!
SOFÍA: - Estamos hablando de una visión artística. Dame esa copa.
IRENE: - Que convierte la guerra en una imagen para la sala de espera de un
dentista.
CARLOTA: - ¡Irene!
IRENE: - O para el suplemento dominical: sin riesgo, sin sangre, sin un solo rostro.
CARLOTA: - ¡Con tanto riesgo como tú en Afganistán!
IRENE: - ¡Yo no iba rodeada de cascos azules!
CARLOTA: - En la calle, cuando hizo la foto, podían haberle pegado un tiro, no iban
mirando quién era serbio y quién no.
SOFÍA: - Déjalo, Carlota, ya sabes que Irene tiene la exclusiva de las guerras.
DAVID (a Sofía, tratando de cambiar de conversación): - Y ahora, ¿en qué estás
trabajando?
SOFÍA: - Ahí está la ironía. Desde que regresé de Bosnia, no he podido ni empuñar
una cámara. ¡Con este premio me retiro! (Con ironía) ¡O más bien, me retiran!
DAVID: - Eso es el éxito, que te paraliza.
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SOFÍA: - Lo dudo.
DAVID: - Les pasa a todos los grandes. Después de un premio como ése, no se
puede dejar de pensar: “y ahora, ¿qué?”.
SOFÍA: - ¿Ahora? Entrevistas y más entrevistas repitiendo los mismos tópicos. Por
cierto, a las diez me van a llamar para entrar en directo en la radio, uno de esos
programas culturales, alguien importante, creo.
IRENE: - ¿A las diez? Será Magda Martín.
DAVID: - ¿La conoces?
IRENE: - Desde que la echaron de Internacional está ahí, haciendo esos
programitas de cultura.
SOFÍA: - Otra que me hará las mismas preguntas idiotas que todos los demás para
que yo repita las mismas obviedades. ¡Un coñazo!
IRENE: - ¡Pero si te encanta!
DAVID (a Irene): - ¡Como te encantaría a ti, si te llamaran!
IRENE: - ¡Qué diplomático!
DAVID: - Es que aún no he tomado posesión.
IRENE: - Avísame en cuanto empieces.
DAVID: - ¡Por valija diplomática! ¡Serás la primera en saberlo!
Irene toma una de las copas y brinda con ella.
IRENE: - ¡Por el futuro diplomático!
SOFÍA: - ¿A qué viene todo esto?
CARLOTA (a Irene): - ¡No podías estarte callada!, ¿verdad? (A Sofía). En tres
semanas nos vamos a África.
SOFÍA: - ¿África?
La pregunta de Sofía se funde con los sonidos africanos.
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ESCENA II
En África. En el jardín de la residencia del agregado de la Embajada, David está
solo, empapado en sudor, practicando su puntería con una pistola y una hilera de
latas. Cerca tiene una toalla con la que de vez en cuando se seca. No es un buen
tirador; se enfada y jura cada vez que yerra el tiro hasta que por fin consigue
alcanzar una lata. Sobre un banco, un teléfono inalámbrico. Al cabo de un momento,
entra Sofía.
SOFÍA: - ¿Has visto a Carlota?
DAVID: - Creo que sigue arriba, en la habitación.
SOFÍA: - ¿Está con Irene?
DAVID: - No tengo ni idea de lo que hace Irene.
Sofía va a salir de nuevo, pero se detiene ante la pregunta de David.
DAVID: - ¿Has hablado con Carlota?
SOFÍA: - No, aún no.
DAVID: - Convéncela; si no se vuelve con vosotras, ya no habrá manera de que se
vaya.
Suena el teléfono inalámbrico que hay sobre el banco. Sofía espera a que
David descuelgue, pero él no hace intención de ello.
SOFÍA: - ¿No lo coges?
DAVID: - Ahora, no.
El teléfono deja de sonar.
DAVID: - Yo ya no sé cómo decírselo, se pone imposible.
SOFÍA: - Es que no es tan fácil.
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DAVID: - Lo digo sólo por su salud. Unos meses, hasta que esté mejor. Ya ves lo que
dice su médico. Y tampoco sabemos cómo va a acabar esto. Si la guerrilla sigue con
los atentados…
SOFÍA: - ¿Por qué tuviste que soltarle lo del psicólogo?
DAVID: - La depresión se trata, no entiendo dónde está el problema.
SOFÍA: - ¿No te das cuenta de que bastante culpable se siente ya?
DAVID: - No veo porqué. Perder un hijo es un proceso biológico, no es culpa suya.
SOFÍA: - Si no te la hubieses traído, nada de esto habría ocurrido.
DAVID: - Yo no me la traje. Fue ella la que se empeñó en venir y en ocultarme lo
que le pasaba.
SOFÍA: - Y tú el que se empeñó en aceptar a pesar de todo lo que te dijimos
DAVID: - Irene también le insistió en que se quedara y no le hizo caso.
SOFÍA: - ¿Qué fácil, no? Que Irene se coja un avión y venga a resolverte la papeleta.
DAVID: - ¿Qué te molestó? ¿Que no te llamara a ti?
Vuelve a sonar el teléfono inalámbrico que hay sobre el banco y de nuevo,
David no lo descuelga.
SOFÍA: - ¡Quieres contestar de una vez!
DAVID: - No en mi día libre.
David vuelve a disparar a las latas, pero no consigue dar a ninguna. En medio
de una tanda de disparos, entra Carlota.
SOFÍA: - ¿Cómo estás hoy?
CARLOTA (tensa): - Bien, estoy bien.
DAVID: - ¿No estarías mejor en la cama?
CARLOTA: - No, no estaría mejor. No estoy enferma. (Irritada) ¿Quieres dejar de
pegar tiros de una vez?
David deja la pistola sobre el banco, junto al teléfono.
CARLOTA: - ¿Habéis visto a Irene?
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DAVID: - Yo no.
CARLOTA: - Queríamos ir a la ciudad.
DAVID: - Que os lleven en el coche oficial.
CARLOTA: - ¡Pero si sólo vamos al mercado antiguo!
DAVID: - Ya visteis los tiroteos que hubo ayer. No quiero que andéis por ahí.
CARLOTA: - Pues tú no paras de andar por ahí, con todos esos empresarios y con el
Embajador.
DAVID: - Porque es mi trabajo.
CARLOTA (a Sofía): - ¿Te vienes con nosotras?
Suena de nuevo el teléfono inalámbrico. Carlota lo mira irritada. David se
apresura a cogerlo y descolgar.
DAVID (por el teléfono): - ¿Hola? (…) Sí, un momento, por favor. (A Sofía y Carlota)
Es el Embajador, voy a hablar dentro.
CARLOTA: - Puedes hablar delante de nosotras.
DAVID: - No, mejor voy dentro.
David sale.
SOFÍA: - ¿Cómo estás?
CARLOTA: - Perfectamente. No era el momento y ya está, no hay que darle más
vueltas.
SOFÍA: - Ven aquí.
CARLOTA: - Cuando el cuerpo no quiere, por algo será.
SOFÍA: - Ven.
Sofía abraza a su hija. Pero al cabo de un momento, incómoda, Carlota
deshace el abrazo.
CARLOTA: - He tirado todas las ecografías. No quiero imágenes familiares, igual
que tú.
SOFÍA: - No es lo mismo.
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CARLOTA: - Aquí la mitad de los niños muere antes de los tres años. Nadie les hace
fotografías.
SOFÍA: - Vuélvete con nosotras.
CARLOTA: - Deben de pensar como tú.
SOFÍA: - Una temporada, hasta que estés mejor.
CARLOTA: - No me has escuchado. Estoy perfectamente.
SOFÍA: - No, no estás perfectamente.
CARLOTA: - Al niño tampoco le hubieras hecho ningún retrato, ¿verdad?
SOFÍA: - ¡Claro que no!
CARLOTA: - David no lo ha entendido nunca.
SOFÍA: - ¡Y a mí qué me importa! No tengo que ir dándole explicaciones a él
también.
CARLOTA: - Tú nunca has dado explicaciones a nadie.
SOFÍA: - Siempre os conté todo lo que podíais entender.
CARLOTA: - Nos dijiste que no podías hacerlas y punto. No nos explicaste nada.
SOFÍA: - ¡Vosotras no me vais a decir qué fotografías tengo que hacer!
CARLOTA: - Cuando me desperté, vi pasar a una mujer con una caja de cartón.
David cree que lo invento, que no puede ser, que es el efecto de la anestesia. Pero
yo sé que la vi. La conocía de las visitas que había hecho al ginecólogo, estábamos
más o menos del mismo tiempo. Pasó con una caja de cartón donde llevaba el feto
muerto. A mí no me dejaron ver el mío. ¿Y sabes lo que pensé? Pensé en la
fotografía que habrías hecho tú. La caja de cartón, las manos aferrándola, un
fragmento del vestido. Pero no la cara de la mujer. Tal vez los trapos
ensangrentados que había por el suelo. Pero no la cara. Eso no.
SOFÍA: - Hacer retratos no es lo mío.
CARLOTA: - Si hubieras visto esos rostros que yo vi…
SOFÍA: - No habría cambiado nada.
CARLOTA: -… Si tú retrataras la realidad de este país, si mostrases a esas mujeres…
SOFÍA: - ¿Qué? ¿Iba a cambiar su vida, por eso?
CARLOTA: - A lo mejor, sí.
SOFÍA: - Pero, ¿quiénes somos nosotras para inmiscuirnos?
CARLOTA: - No puedo olvidar esas caras…
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SOFÍA: - ¡Por favor! ¿Qué te crees que pintas tú aquí, en este país, del que hace unos
meses no sabías ni dónde estaba en el mapa?
CARLOTA: - ¿Y qué pintaba allí?
SOFÍA: - Tenías una carrera que no deberías haber abandonado.
CARLOTA: - ¿Y qué querías, que dejase a David venirse solo?
SOFÍA: - David no tenía ninguna necesidad de venir.
CARLOTA: - Pero vino. Y yo también. Y ahora que estoy aquí, me doy cuenta de que
lo que no tenía ningún sentido era aquello. La realidad está aquí.
SOFÍA: - Ya. ¡Metida en esta Embajada y casada con un diplomático!
CARLOTA: - Precisamente. No voy a seguir encerrada entre estas cuatro paredes.
SOFÍA: - No. Lo que vas a hacer es coger ese avión y venirte con nosotras.
CARLOTA: - Lo que voy a hacer es un buscar un trabajo aquí.
SOFÍA: - ¡Si tienes un problema que resolver, lo resuelves en Europa y luego ya
vendrás a hacer caridad, pero no te equivoques!
CARLOTA: - No tengo ningún problema que resolver. Allí es donde estaba el
problema, donde yo no era nadie.
SOFÍA: - ¿Y quién eres aquí?
CARLOTA: - Alguien que ha escuchado a esas mujeres.
SOFÍA: - ¡Muy bien! ¿Y de qué te sirve eso a ti?
CARLOTA: - Me sirve para saber porqué pierden a sus hijos y siguen teniendo
otros, cómo se los arrancaba de las manos la guerrilla con cinco, con ocho años
para llevárselos…
SOFÍA: - Y ahora que lo sabes, ¿qué vas a hacer? ¿Contarlo en un periódico, como
Irene?
CARLOTA: - ¡No entiendes nada!
SOFÍA: - ¡Tú eres la que no entiendes nada! Lo que necesitan esas mujeres no son
mis imágenes, ni que tú las escuches. Lo que necesitan ellas, ese hospital, los
dispensarios es dinero, no compasión y buena conciencia.
CARLOTA: - ¡Qué fácil!
SOFÍA: - No: qué realista. Ni tú ni nadie va a cambiar este país.
CARLOTA: - Esa orden religiosa, la que lleva el hospital y los orfanatos, sí que está
cambiando algo.
SOFÍA: - Pues entonces, entrégales un donativo y déjales que hagan su labor.
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CARLOTA: - No. Ya no.
SOFÍA: - ¿Te parecen suficientes cien mil dólares, lo que gané con el premio? Dime
cómo se llama esa orden, les entrego el cheque y nos volvemos a Europa.
CARLOTA: - A ti te da lo mismo África que Bosnia, nunca ves a las personas. Y a mí,
menos que a ninguna.
SOFÍA: - ¡No te voy a dejar en un sitio donde mañana puedes aparecer cosida a
machetazos en una cuneta porque sí! ¡Te vuelves con nosotras, lo quieras o no!
CARLOTA: - Ya lo veremos.
Sin una palabra más, Carlota se va. De pronto, Sofía toma la pistola y
fríamente, descarga una tanda de disparos con puntería deslumbrante: cada disparo
hace saltar una de las latas.
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EL RECUERDO
Habitación de Sofía en la residencia del agregado de la Embajada. Sofía juega
con un mechero que acerca a una fotografía. Escuchamos en off su pensamiento.
VOZ EN OFF DE SOFÍA: - Solomon... Solomon Yambash... Doce años... Al parecer, el
propio miliciano que asesinó a sus padres se lo llevó con él... La guerrilla se convirtió
entonces en su familia... Doce años... No sintió nada cuando disparó por primera vez a
un hombre... No sintió nada porque ya había visto muchos muertos en su aldea...
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ESCENA III
En un destartalado bar africano. Una vieja radio transmite música local. Sofía,
agobiada por el calor y las moscas, espera con impaciencia, abanicándose
nerviosamente con un sobre que tiene en la mano y consultando a cada momento su
reloj. Al cabo de un buen rato, se levanta para irse. Entonces aparece una joven
africana con una enorme cicatriz que le cruza la cara.
SARA: - Tome, para usted.
Sara tiende a Sofía un extraño colgante, formado con plumas y algo que parece
un cuerno. Sofía la toma por una vendedora local.
SOFÍA: - No, gracias, no quiero souvenirs.
SARA: - Es un yu- yu. (Pausa). Un amuleto.
SOFÍA (nerviosa): - Ya, pero es que no lo quiero.
SARA: - ¿No es usted Sofía?
SOFÍA (sorprendida): - Sí.
SARA: - Óscar lo hizo especialmente para usted.
SOFÍA: - ¿Óscar?
SARA: - Sí.
SOFÍA: - ¿Lo conoces?
SARA: - Claro.
SOFÍA: - ¿Dónde está?
SARA: - En el Centro, con los niños.
SOFÍA: - Habíamos quedado hace una hora.
SARA: - El yu-yu no estaba terminado.
SOFÍA: - ¿Cuándo va a venir?
SARA: - No sé.
SOFÍA: - Pero va a venir.
SARA: - Si termina lo que estaba haciendo.
SOFÍA: - Tenía una cita conmigo.
SARA: - Sí, ya lo sabe.
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SOFÍA: - No puedo seguir esperándolo.
SARA: - Bueno. (Tendiéndole el amuleto) Tome, lléveselo.
SOFÍA: - No puedo aceptarlo, gracias.
SARA: - Aquí le va a hacer falta.
Sara coloca el colgante alrededor del cuello de Sofía, que se deja hacer, algo
incómoda.
SOFÍA: - Dile que le volveré a llamar.
SARA: - ¿Es la primera vez que viene a África?
SOFÍA: - Sí. Bueno, da igual, dile que no me voy a quedar mucho, tendríamos que
vernos mañana o pasado.
SARA: - ¿Y qué le parece?
SOFÍA (sin prestar demasiada atención): - Bien. Mañana podría ir yo al Centro, si me
da la dirección.
SARA: - Mañana no sé si habrá terminado.
SOFÍA: - Me basta con una hora. Me explica la labor que está haciendo, veo a los
niños y le entrego el cheque.
SARA: - Yo puedo explicarle todo lo que quiera saber.
SOFÍA: - Prefiero que me lo explique el Director.
SARA: - La Directora soy yo.
SOFÍA (desconcertada): - Pero me habían dicho que Óscar... perdona, no lo sabía.
SARA: - La Directora adjunta. Yo empecé a reunir a los primeros huérfanos, cuando
atacaron nuestra aldea.
SOFÍA: - Lo siento.
SARA: - Luego Óscar nos ayudó a conseguir el Centro. Era el único cura que se
había quedado durante la guerra.
De pronto, la emisora deja de emitir música africana y se escucha un pitido
agudo y prolongado. Sofía y Sara callan, sorprendidas. Finalmente, el pitido se
interrumpe y la radio empieza a emitir música militar. Luego, comienza una arenga
en la lengua local.
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SOFÍA: - ¿Qué es eso?
SARA (preocupada): - El Presidente.
SOFÍA: - ¿Qué dice?
SARA: - Mentiras.
SOFÍA: - Pero, ¿qué?
SARA: - Las mismas de siempre.
SOFÍA: - ¿Dice algo del ataque de ayer?
SARA: - Sí.
SOFÍA: - ¿Qué?
Sara escucha un momento la arenga. Luego, intenta traducir
simultáneamente con dificultad, tratando reproducir las palabras exactas.
SARA: - ...la guerrilla no respeta los acuerdos… los acuerdos de paz… el tiempo de
los machetes ya pasó… es la hora de… la hora de construir y no de destruir… este
Gobierno... este Gobierno no se… no se quedará de brazos cruzados… la sangre
derramada … años de paz… ahora y siempre…
La arenga termina y recomienza la música militar.
SOFÍA: - En todas partes son iguales.
SARA: - ¿Quiénes?
SOFÍA: - Los militares.
SARA: - El Presidente no es militar.
SOFÍA (desconcertada, tratando de cambiar de conversación): - Bueno, dile a Oscar
que en cuanto haya visitado el Centro, le entrego el cheque.
SARA: - ¿Qué quiere a cambio?
SOFÍA: - Nada.
SARA: - Nadie da nada a cambio de nada.
SOFÍA: - Me han dicho que hacéis una labor estupenda con esos niños.
SARA: - Cien mil dólares es mucho dinero para darlo gratis.
SOFÍA: - No haré fotografías. Me basta con verlos.
SARA: - Óscar no quiere que los vean.
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SOFÍA: - ¿Por qué?
SARA: - Él sabe lo que más conviene.
SOFÍA: - Pero yo tengo que ver dónde va ese dinero.
SARA: - No necesita ver a los niños para confiar en Oscar.
SOFÍA: - ¡No voy a entregar un cheque a ciegas!
SARA: - Entonces, sí que quiere algo a cambio.
SOFÍA: - Será mejor que hable directamente con Oscar, él me entenderá.
SARA: - Nadie entra en mi Centro.
SOFÍA: - Si no veo a esos niños, no hay donativo.
SARA: - Bueno.
SOFÍA: - Ya veremos si él dice lo mismo.
Sara se encoge de hombros, sin una palabra. Fuera, suena repetidamente un
claxon.
SOFÍA: - Es mi coche, me están esperando, tengo que irme.
Sofía se quita el colgante del cuello y lo tiende a Sara.
SOFÍA: - Dile que no me gusta que me hagan perder el tiempo y tampoco quiero
hacerle perder el suyo. Que lo decida él.
SARA (refiriéndose al colgante): - Quédeselo. Lo va a necesitar.
SOFÍA (agitando el sobre con el que se ha estado abanicando): - Vosotros sois los
que necesitáis este sobre.
SARA: - No esté tan segura.
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ESCENA IV
En la residencia del agregado de la Embajada. Dormitorio de Irene. Frente a su
ordenador portátil, Irene termina de leer a Carlota el reportaje que escribió en
Afganistán.
IRENE (leyendo del ordenador): - “El otro hombre, el que hasta entonces había
estado callado, de pronto desenfundó su pistola, se la metió en la boca y comenzó a
gritar. Nadie se movió, ninguno hicimos nada. Su mano temblaba con el dedo en el
gatillo. Yo estaba justo frente a él, sus ojos clavados en los míos, y lo que pensé fue
que si se disparaba allí mismo, me mancharía. Él no apartaba su vista de mí, hacía
mucho calor, yo estaba cansada, sudando. Únicamente deseaba que cuando por fin
apretase el gatillo, su sangre no me salpicara. No podía pensar en nada más. En
nada. Ya me daba igual todo. Sólo veía frente a mí su turbante azul, la barba, la
mano que temblaba, las uñas sucias. “Irene: has cruzado el límite”, pensé esperando
el disparo. Afortunadamente, el otro afgano, el del Kalashnikov, entró gritando y se lo
impidió”.
(Un silencio).
IRENE: - Bueno, así terminaba.
CARLOTA: - Tampoco es la primera crónica que no te publican, no le des más
importancia.
Sofía sale del baño con una toalla enrollada, después de darse una ducha. A lo
largo de la escena, se va vistiendo y se pone el amuleto.
SOFÍA (a Carlota): - ¿Cuándo van a arreglar mi ducha?
CARLOTA: - ¡Quién sabe!
SOFÍA: - Pero habéis avisado.
CARLOTA: - Aquí las cosas se arreglan... cuando se arreglan. O nunca.
IRENE (a Carlota): - No es la crónica. Es que me quitan los viajes.
CARLOTA: - ¿Por qué?
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IRENE: - “Hay que recortar”, “se acabó el presupuesto para viajes”, “internacional
no le interesa a nadie”…
SOFÍA: - Eso es verdad.
IRENE: - ¡Eso es una mierda!
SOFÍA: - Será una mierda, pero es cierto. Nadie se compra el periódico para saber
lo que pasa en el culo del mundo.
IRENE: - Porque cada vez hay menos periodistas que lo cuenten de primera mano.
SOFÍA: - O menos interesados en leerlo.
IRENE: - Lo que quieren ahora es tenernos sentaditos en la redacción, pegando
fotos a los textos que envían las agencias.
CARLOTA: - Pero irte así, dando un portazo…
IRENE: - No es el único periódico del mundo.
SOFÍA: - No, claro, porque los demás están contratando a gente a espuertas para
que viajen durante meses y pagarles hoteles y dietas.
CARLOTA: - ¿Y cómo vas a mantener a la niña, si te la dan?
SOFÍA: - ¿Ya está decidido?
IRENE: - ¿Tú también crees que es un souvenir?
SOFÍA: - Yo pienso que es una idea excelente que tengas tu propia familia.
IRENE: - A Carlota le parece una locura.
CARLOTA: - Eso era antes. Ahora… a lo mejor yo termino haciendo lo mismo.
SOFÍA: - ¿Y David?
CARLOTA: - David sólo piensa en mandarme a casa.
SOFÍA: - Nos ha pedido que te convenzamos.
CARLOTA: - Ya lo sé.
IRENE: - ¿Te lo ha dicho?
CARLOTA: - Será diplomático, pero conmigo no sabe guardar un secreto.
IRENE: - El siempre tiene solución para todo.
SOFÍA (a Irene): - ¿Tú no crees que es lo mejor?
IRENE (a Sofía): - ¿Y por qué no se lo pregunta a ella? ¡No tiene cinco años!
CARLOTA (a Sofía): - No empieces otra vez: no me voy a marchar.
SOFÍA: - ¿Qué te crees que vas a hacer aquí?
CARLOTA: - Trabajar en uno de esos orfanatos, por ejemplo.
SOFÍA: - ¿Para qué? Ya viste lo que pasó cuando intenté dar ese cheque.
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IRENE (a Sofía): - ¿No te han contestado todavía?
SOFÍA: - Ni creo que lo hagan.
IRENE: - No pensé que les sobrara el dinero.
CARLOTA: - Y no les sobra. Según David, sin la ayuda oficial que les llega por la
Embajada, tendrían que cerrar.
IRENE: - Muy seguro tiene que estar entonces el Director de lo que está haciendo.
SOFÍA: - O no enterarse en absoluto. Yo no he conseguido hablar con él.
CARLOTA: - ¿Pero no te dio una cita?
SOFÍA: - No él directamente, por teléfono hablé con otro hombre. Luego se
presenta esa chica, me dice que es la Directora y me da esta porquería (refiriéndose
al amuleto).
IRENE: - A mí me gusta. (Irónica) Me refiero al amuleto.
CARLOTA (a Irene): - ¿Sabes lo que significa?
SOFÍA: - No.
CARLOTA (riendo): - ¡Lo mismo sirve para quitarte un mal de ojo que para
encontrarte un hombre!
IRENE (a Sofía): - ¿Qué vas a hacer, entonces?
SOFÍA: - Olvidarme de esa ONG y emplearlo en un sitio en el que sí sepa dónde
acaba mi dinero.
CARLOTA: - Te equivocas. Hacen una labor estupenda. En el hospital en el que
estuve…
SOFÍA (interrumpiéndola): - Ya, pero ¿quién me asegura que el cheque llega íntegro
a ese orfanato, eh? (Refiriéndose al colgante) A mí no me compran con porquerías
como ésta.
CARLOTA: - Quédatelo, a lo mejor te quita el mal de ojo y vuelves a hacer otras
fotos de premio.
IRENE: - En Afganistán, yo he visto cómo disparaban a niños para lisiarlos y cobrar
las ayudas que daban las ONG.
CARLOTA: - Aquí las cosas funcionan así, los sobornos son parte de la cultura local.
SOFÍA: - Como los niños mutilados y las violaciones, ¿no? Forman parte de la
cultura de los negros.
CARLOTA: - No se pueden cambiar las cosas de golpe y porrazo.
SOFÍA: - ¡Lo que no se puede es aceptarlas!
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CARLOTA: - Tú no has vivido aquí.
SOFÍA: - Estoy segura de que el cura ése, el Director, prefiere el cheque entero. ¡Y
seguro que no me manda un amuleto!
CARLOTA: - Lleva años aquí, él sí sabe cómo funcionan las cosas, a lo mejor
precisamente quien no quiere verte es él.
SOFÍA: - No creo.
CARLOTA: - A lo mejor sabe que aceptando intermediarios, le llega una parte del
cheque. Y si no, no llega ni un céntimo. Tal vez para verlo a él tengas que hablar
primero con algún funcionario.
SOFÍA: - Entonces prefiero que no llegue ni un céntimo.
IRENE: - ¡Y que esos niños se queden sin ninguna ayuda!
SOFÍA: - Pero, ¿qué ayuda ni qué ayuda? ¡Por favor! ¿Te crees que por adoptar críos
del Tercer Mundo vas a resolver algún problema?
CARLOTA: - Es bastante mejor que entregar un cheque y lavarse las manos, ¿no?
IRENE (a Sofía): - Y mucho más ético.
SOFÍA: - A mí no me des lecciones de ética.
CARLOTA (amarga): - No, a ti nadie te puede dar lecciones de nada…
SOFÍA: - Cuando hayáis pasado lo que yo pasé, podréis decirme algo.
IRENE: - Pero, ¿qué sabes tú lo que hemos pasado nosotras?
SOFÍA: - Nada, no habéis pasado nada.
IRENE: - No lo dirás por mí…
SOFÍA: - Sí, por ti también.
IRENE: - ¡Qué sabes tú lo que yo he vivido!
SOFÍA: - No es lo mismo informar sobre una guerra que vivirla.
IRENE (refiriéndose al reportaje que leyó al principio): - ¿Qué te crees, que esto era
turismo?
SOFÍA: - ¡Después de ese reportaje, tú te volviste tranquilamente a tu casa, pero no
tienes ni idea de lo que significa no tener adónde volver!
CARLOTA: - ¿Y por eso, ahora nosotras tenemos que cruzarnos de brazos y no
hacer nada?
SOFÍA: - Pero, ¿qué quieres hacer? ¿Poner cuatro inyecciones en un dispensario
africano y sentirte que estás cambiando el mundo?
CARLOTA: - Lo que quiero es no mirar para otra parte.
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SOFÍA: - ¡Pues entonces deja a David, deja esta Embajada y vete a vivir como ellos!
CARLOTA: - Mamá, por favor.
SOFÍA: - No eres capaz, ¿verdad? Compromiso, sí; pero tanto, no.
IRENE: - ¿Y tú? ¿Qué haces tú?
SOFÍA: - Seguir viviendo. Y tomar las imágenes que tengo que tomar.
IRENE: - ¿Y nada más?
SOFÍA: - Nada más.
IRENE: - O sea, que todo lo que hicisteis hace treinta años ya no sirve para nada.
CARLOTA: - Murió para nada.
SOFÍA: - ¡No, no murió para nada, pero se equivocó! ¡Ningún sacrificio vale la pena!
CARLOTA: - ¿Y qué es lo que vale la pena?
SOFÍA: - ¡Estar viva, aquí, ahora, con vosotras! Haciendo honestamente las
imágenes que tengo que hacer.
IRENE: - Viva… y mirando para otro lado.
CARLOTA: - Fotografiando objetos en lugar de personas.
IRENE: - Una bicicleta y un zapato. ¿Eso es todo lo que hay que mirar?
CARLOTA: - Nunca un rostro.
Durante el final de la discusión, ha entrado el marido muerto. Sólo Sofía ha
percibido su presencia.
SOFÍA (al marido muerto): - No pude hacer nada. Me quedé mirando el rastro de
sangre, encuadrándolo, buscando el ángulo bueno... La bicicleta caída por el suelo...
una rueda que seguía girando sola... el zapato a través de los radios... era el
encuadre perfecto... Pero sonaron disparos otra vez. Entonces bajé la cámara. Dejé
de mirar por el objetivo. Y de nuevo, por primera vez en muchos años, desde que
tú… Volví a ver de verdad, ¿entiendes? Dejé de mirar por el visor. Era una niña.
Estaba muerta. No había nada que hacer; no había nada más, eso era lo que estaba
pasando. Y entonces, no yo, mis manos, ellas solas, como autómatas, mis manos
levantaron la cámara ¿comprendes?, estaban disparando y las manos de la
fotógrafa, no las mías, no yo, las manos de la fotógrafa levantaban la cámara, la
pusieron delante de mis ojos, mis dedos empezaron a disparar y todo encajó de
nuevo en su sitio, el momento desapareció en el tiempo y yo comencé a disparar,
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no al cuerpo, ¡cómo iba disparar a la niña!, no, disparé a lo que había que mostrar;
disparé al charco de sangre, al zapato roto, cada vez más cerca, a través de la rueda
que seguía girando y borraba la realidad, el miedo a la muerte, la guerra, el tiempo,
sobre todo el tiempo, hasta hacer de todo aquello otra imagen más: la muñeca
caída, el zapato, los casquillos... Quien ve esa fotografía ve la verdad de aquel
momento. Mi verdad. Lo que tú nunca quisiste entender, y ellas tampoco.
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EL RECUERDO
Habitación de Sofía en la residencia del agregado de la Embajada. Sofía
prende fuego a la fotografía. Escuchamos en off su pensamiento.
VOZ EN OFF DE SOFÍA: - ...Solomon sabía que los niños que iban a la escuela pasaban
hambre... En cambio él, con su fusil, podía conseguir comida que robaba a los
campesinos... Pero antes, había que matarlos... Y no era tan fácil si no se había metido
crack de cocaína... No era fácil porque en el último momento, te miraban a los ojos...
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ESCENA V
En el jardín de la residencia del agregado de Embajada. Mientras hablan, David
termina de limpiar meticulosamente su pistola.
DAVID: - Cómo administren ese orfanato es asunto suyo. Ni siquiera nosotros
sabemos muy bien lo que pasa allí dentro.
IRENE: - A mí me da que los donativos se esfuman.
DAVID: - Los nuestros, no. Eso es seguro.
IRENE: - ¿Alguien los audita?
DAVID: - La Embajada.
IRENE: - ¿Quién, en la Embajada?
DAVID: - En parte, yo. A mí me toca revisar los pagos a las ONG.
IRENE: - Entonces podrías abrirles una investigación.
DAVID: - ¿Por qué? ¿Porque no han querido aceptar un donativo?
IRENE: - Son cien mil dólares.
DAVID: - Es asunto suyo. El año pasado no recibieron ayuda y un montón de niños
se quedaron en la calle. Al Gobierno le dio exactamente igual; de todos modos, la
mitad no llegarán a adultos.
IRENE: - No sé, podríais amenazar con retirar la subvención a esa Orden.
DAVID: - Si quieres una noticia interesante de verdad, no sigas por ahí. Ese Centro
no le importa a nadie.
IRENE: - A Carlota y a mí, sí.
DAVID: - ¿Qué importancia tienen unos dólares más o menos, al lado de lo que
roban el Presidente del Gobierno y la mitad de los ministros? ¡Todos tienen
cuentas en Suiza!
IRENE: - ¡Vaya novedad!
DAVID: - De este país podrías contar cosas mucho más interesantes.
IRENE: - ¿Qué? ¿El tráfico de armas?
DAVID: - No, con la Comisión de Desarme, ese tema ya está zanjado.
IRENE: - ¿Entonces?
DAVID: - Convence a tu hermana.
IRENE: - ¿No crees que ya es una adulta?
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DAVID: - A ti te hará caso. Que se tome ese avión con tu madre.
IRENE: - ¿Y yo?
DAVID: - Tú… tal vez deberías hacer un viaje al norte, a la frontera.
IRENE: - Lejos de aquí y de la que va a estallar.
DAVID: - Precisamente. Si yo fuera tú, trataría de averiguar porqué solo está en
calma la zona de las minas de rutilo.
IRENE: - Mientras el Embajador y tú os quedáis aquí a solas tratando de pacificar a
los negritos…
DAVID: - Tratando de evitar otro baño de sangre.
IRENE: - Para lo que hay que sostener al Gobierno…
DAVID: - En familia no hablo de asuntos oficiales
IRENE: - …cueste lo que cueste.
DAVID: - Piénsalo bien: tú convences a Carlota y yo te consigo un visado para viajar
a los tres países de la frontera.
IRENE: - ¿Qué va a pasar aquí, David?
DAVID: - Nadie lo sabe.
IRENE: - ¿El Embajador tampoco?
Suena el teléfono inalámbrico. David no contesta. Irene lo mira interrogativa.
IRENE: - ¿Por qué no se lo preguntas?
DAVID (con ironía): - Nunca haría eso delante de la prensa.
IRENE: - Entonces déjame que le pregunte yo si son ciertos los rumores de golpe
de Estado.
DAVID: - No deberías leer tanta prensa local.
El teléfono deja de sonar.
IRENE: - A lo mejor quien debería leerla eres tú.
Entran Carlota y Sofía, que vienen de la calle, sudorosas, cansadas. Sofía lleva
varias cámaras fotográficas colgando. Carlota besa a David.
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DAVID: - ¿Qué te ha dicho el ginecólogo?
CARLOTA: - Lo de siempre: reposo.
DAVID: - Pues aquí, reposar, no reposas mucho.
SOFÍA: - Eso mismo le he dicho yo.
CARLOTA: - ¿Queréis dejarlo de una vez?
IRENE: - ¿Has vuelto a tener alguna pérdida?
CARLOTA: - No, parece que ya ha cicatrizado definitivamente.
DAVID: - Yo me quedaría más tranquilo si te vieran en otro sitio, ese hospital no me
gusta nada.
CARLOTA: - ¡No hace ninguna falta!
DAVID: - Lo que hace falta es que te vuelvas una temporada y descanses todo lo
que sea necesario.
SOFÍA (a Carlota): - Luego ya tendrás tiempo de regresar.
DAVID: - Aquí no te vas a terminar de recuperar nunca.
CARLOTA: - ¡Y dale!
DAVID: - Además, ¿quién sabe cuándo tiempo me voy a quedar yo en este país?
Como las cosas sigan poniéndose feas, a lo mejor el que se vuelve soy yo.
SOFÍA (a David): - Es lo mejor que podrías hacer.
DAVID (a Carlota): - Y antes de lo que te imaginas.
CARLOTA (irónica): - Pues envíame una postal… porque yo me quedo.
SOFÍA: - Consíguenos una visita a ese orfanato y ya verás cómo se le quita esa idea
de la cabeza.
DAVID: - Ya os he dicho que eso no puedo hacerlo.
SOFÍA: - Yo solo quiero conocer al Director, saber si realmente ha recibido mi
oferta.
CARLOTA: - A mí no me sorprende que la haya rechazado.
SOFÍA: - No la ha rechazado: no ha contestado, que no es lo mismo.
DAVID (a Sofía): - Olvídate de ese Centro. Si lo que quieres es tirar el cheque a la
basura, hay muchos otros sitios con negritos esperando.
CARLOTA: - ¡Qué bruto eres! (A Sofía) Ya has visto cómo está el hospital, allí sí que
lo necesitarían.
SOFÍA (a David): - ¿Tú los has visto?
DAVID: - ¿A quienes?
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SOFÍA: - A los niños de ese orfanato.
DAVID: - No, ya te he dicho que no dejan entrar a nadie.
SOFÍA: - O sea, que subvencionas con fondos públicos un centro que nunca has
visitado donde se trata a unos niños que nadie ha visto.
DAVID: - Son sus normas y nosotros no nos inmiscuimos.
SOFÍA: - ¿Quién decide qué niños van a ese Centro? ¿Hay fichas de cada uno?
¿Cuántos se colocan con familias?
DAVID: - Sofía: esto es África, las cosas no funcionan así.
CARLOTA: - ¡La mayoría de esos niños ni siquiera están inscritos en el registro,
nacieron durante la guerra, no existen!
DAVID: - La guerrilla entraba en las aldeas y degollaba a todo el que se les ponía
por delante. A machetazos. Esos niños son los que pudieron escapar, nadie sabe
cuántos ni quiénes son.
SOFÍA: - ¿Cuántos se venden a adoptantes extranjeros?
DAVID: - Sofía, no hay ningún tráfico de niños. ¡Por Dios!
CARLOTA (a Sofía): - ¿De dónde te has sacado eso?
SOFÍA: - Nadie lo ha investigado.
DAVID: - ¡Porque no hace falta!
CARLOTA: - ¿Y qué, si lo hubiera? ¿Tú estás segura de que en ese Centro están
mejor? ¿Qué sabes tú lo que prefieren ellos?
IRENE: - O lo que hubieran preferido sus padres. En algunos sitios, las familias
están dispuestas a vender a una hija si con eso dan de comer a sus hermanos.
DAVID: - Aquí son los padres los que roban a sus propios hijos para comer.
CARLOTA: - El dinero que les daba esa ONG para pagar la matrícula de la escuela se
lo gastaban en semillas. ¿Es que no entiendes que aquí las cosas son muy distintas?
SOFÍA: - No, no lo entiendo y no me da la gana de entenderlo. Me voy a dar una
ducha. ¿Se sabe algo de cuándo van a arreglar el grifo?
DAVID: - La semana que viene, si tenemos suerte.
CARLOTA: - O nunca.
SOFÍA: - ¡Estupendo!
CARLOTA: - Ahora subo yo también.
Sofía sale.
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IRENE (a Carlota): - ¿Qué, ha hecho alguna fotito en el mercado?
CARLOTA: - ¡Qué va! Sigue pesadísima con lo de su bloqueo. Se ha quedado una
hora mirando los montones de calabazas, boniatos y sandalias de plástico. ¡Puro
arte contemporáneo! Pero luego, ni ha desenfundado la cámara.
DAVID (acariciando a Carlota): - ¿Y tú, no has hecho ninguna?
CARLOTA: - ¡Nunca se me ocurriría tocar una de sus cámaras! Ya sabéis cómo se
pone.
IRENE: - ¡Y que ni le hablen de la fotografía digital!
DAVID: - Debe de ser cosa de familia: ¡a ninguna se os puede decir nada!
CARLOTA: - Nada… que no queramos oír.
DAVID: - Ya hablaremos.
CARLOTA (escapando): - Creo que me voy a duchar…
DAVID (a Carlota): - Dile a vuestra madre que se olvide de ese Centro. Si no se
puede entrar, no se entra.
IRENE: - ¡Que me dé el cheque a mí, ahora que me voy a ir al paro!
Carlota sale.
DAVID: - Convéncela tú. No me digas que no estará mejor allí.
IRENE: - Tendrías que ofrecerme algo mejor que ese viaje al norte…
Suena de nuevo el teléfono. David no responde.
IRENE: - ¿No lo coges? A lo mejor si escucho algo que me interese…
El teléfono sigue sonando mientras David duda. Por último, termina por
descolgar mirando a Irene.
DAVID (por el teléfono): - Hola (…). Sí, Embajador (…).
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ESCENA VI
El Centro de acogida de niños: vemos el porche de entrada y el jardín, en el que
hay algunos restos oxidados de bicicletas infantiles y un enorme generador
compuesto con todo tipo de piezas heterogéneas.
Óscar, vestido con ropa africana y ligeramente ebrio, trabaja afanosamente en
el generador, sudando y dando tragos de vez en cuando de una botella sucia. Lleva un
crucifijo bastante grande colgando del cuello y lo retiene entre los dientes para que
no le moleste en su faena. Procedentes del interior del Centro, se escuchan voces de
niños alborotando.
Entra Carlota en el jardín, cargando con bultos de ropa.
CARLOTA: - ¿Dónde dejo esto?
OSCAR: - Entre ahí dentro y pregúntele a Sara. (Gritando hacia la entrada del
Centro) ¡Sara!
Sara aparece en el porche.
OSCAR (en lengua local) : - Dile dónde poner todo eso.
CARLOTA (a Sara, en lengua local) : - ¿Dónde quiere que lo deje?
SARA (en lengua local): - Venga conmigo.
Carlota desaparece dentro del Centro con Sara. Durante un momento, Óscar
sigue trabajando en silencio. Al cabo de un rato, Irene sale al porche. Enciende un
cigarrillo. Fuma. Un tiempo, mientras observa a Óscar, que sigue trabajando, cada
vez con más dificultad por su estado. Hace varios intentos con el generador, pero éste
no arranca.
OSCAR: - Dios estará en los detalles, ¡pero hoy se está cagando en mi puta madre
con el generador de los cojones!
IRENE: - ¿Quiere que le ayude?
OSCAR: - ¿Sabes algo de generadores tú, o qué?
IRENE: - Algo.
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OSCAR: - ¿Ah, sí? ¿Dónde has visto uno? ¿Mientras ibas de safari?
IRENE: - No exactamente…
Óscar sigue trabajando un momento.
IRENE (por el generador): - Si quiere que le eche un vistazo...
Irene apaga el cigarrillo y se acerca al generador. Óscar, incrédulo, irónico, le
tiende la llave inglesa y se hace a un lado.
OSCAR: - ¿De verdad es tan famosa, tu jefa?
IRENE: - Bastante. (Señalando la botella de la que bebe Oscar) ¿Me invita?
OSCAR: - No es agua precisamente…
IRENE: - Igual quitará la sed…
OSCAR: - Es malambá.
IRENE: - ¿Y eso qué es?
OSCAR: - Aguardiente de palmera.
IRENE: - Ah.
Oscar entrega la botella a Irene, que bebe un trago con dificultad y se la
devuelve.
IRENE: - Fuertecillo, ¿eh? ¡Alcohol puro!
OSCAR: - ¡Pues aquí no se puede vivir sin él!
IRENE: - Ya me lo imagino.
OSCAR: - ¡Qué os vais a imaginar vosotras! No tenéis ni puta idea de lo que se ve
aquí.
IRENE: - Haciendo fotos por el mundo se ven muchas cosas…
OSCAR: - ¿Has visto morir a alguien de cerca, desangrado? ¿Lo has visto eso, tú?
IRENE: - Sofía hizo algunas fotos en Bosnia que…
OSCAR (interrumpiéndola, sin hacerle caso): - ¡Si quiere violencia de verdad, aquí sí
que tendría imágenes! Díselo, díselo. (Da un trago largo a la botella). El tableteo de
las ametralladoras… Los aullidos… Cuando agarran los machetes o empiezan a
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romper botellas y a rajar cuellos… el aguardiente se les sube a la cabeza, ese
colocón que les da matar… no hay forma de pararlos... Y tú ahí, viendo cómo se va a
la mierda el trabajo que has hecho todo este tiempo... y venga machetazos y caras
rajadas... como si estos cuatro años no hubieran servido para nada...
IRENE (súbitamente interesada, aun sin entender muy bien de qué habla Óscar): -
Las guerrillas son iguales en todas partes…
OSCAR (embalado, sin hacerle caso): - … críos chillando con las tripas fuera… niñas
violadas hasta desangrarlas… ¡Y a la mierda el programa de recuperación!… ¡A la
mierda Father Oscar y su puta madre!... ¿A quién cojones le importan esos críos?
¿No han destrozado a machetazos a personas humanas? ¡Pues ahora, que se jodan!
El Arzobispo reza por nosotros. ¡Pero que nos den! “No podemos… blablablá…
asuntos del país… blablablá ”. ¡Y a seguir dando misas tranquilo!
IRENE: - ¿El Arzobispo?
OSCAR: - ¿A quién coño te crees que le hemos pedido ayuda? Id a verlo vosotras y
chupadle el culo, a ver si os hace más caso.
IRENE: - Lo que es chupar... preferirá que se la chupe un monaguillo. Mándele uno
de sus negritos, a lo mejor le gustan más.
Oscar se queda sorprendido. Luego ríe francamente.
OSCAR: - Me estás cayendo bien.
IRENE: - ¿Porque sé de mecánica?
OSCAR: - O porque estoy borracho…. Así que te voy a hacer un regalito.
Irene sigue trabajando sin responder.
OSCAR: - ¡Mírame cuando te hablo!
Irene levanta la mirada hacia Oscar.
OSCAR: - ¡Llevaos uno!
Irene, totalmente sorprendida, se queda mirando a Óscar de hito en hito.
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OSCAR: - ¿No es famosa, tu jefa? ¿No quiere un niño africano, como todas?
(Sacando un sobre arrugado del bolsillo y ondeándolo). ¿No es para eso este cheque?
IRENE: - ¿Eso es lo que cuesta uno?
OSCAR (indicando el Centro con la cabeza): - ¡Esos niños de ahí adentro no valen
nada!
IRENE: - ¿Porque están lisiados?
OSCAR: - ¡Porque los van a terminar matando y a nadie le importa una mierda!
¡Llevaos uno y haced algo con él! ¡Por lo menos uno! Ven aquí.
Oscar se acerca a Irene. Ella, creyendo detectar en Oscar una intención que en
realidad él no lleva, se mantiene en guardia. Pero Oscar realmente pretende contarle
algo que cree importante.
OSCAR: - Ha conseguido entrar, ¿no? Ha logrado ver a los negritos que no había
visto nadie, ¿no? ¡Pues no son figuritas para jugar a las muñecas! ¡Mucho cuidado!
IRENE (incómoda, sin hacerle demasiado caso): - Lo tendremos, descuide.
OSCAR: - ¿No me crees? Uno de esos muñequitos te rajaría la cara en un segundo si
se lo volvieran a ordenar.
IRENE (incómoda): - Dudo que un niño haga eso…
OSCAR: - ¡Joder, qué bruta eres! Bastaría con que el cabrón se lo pidiese…
IRENE: - ¿Quién?
OSCAR (refiriéndose al generador): - Anda, déjalo que lo vas a estropear más.
Oscar aparta bruscamente a Irene y reanuda su trabajo en el generador.
IRENE: - Esos huérfanos no tienen ninguna pinta de…
OSCAR (interrumpiéndola violentamente): - ¡Ni huérfanos ni hostias! Eran
combatientes. Peores que los adultos. Porque no temían nada. Mataban como si
fuera un juego. Pero ahora ya no les conviene... ¿Por qué te crees que nos atacaron
la semana pasada? Porque justo ahora...
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Óscar se calla abruptamente. Golpea el generador con furia. Tropieza y cae al
suelo.
OSCAR: - ¡Ay, cojones!
IRENE: - ¿Qué no conviene?
OSCAR: - Ayúdame, coño.
Irene ayuda a Oscar a levantarse.
IRENE: - ¿Qué ha querido decir?
OSCAR: - Nada…
IRENE: - ¿Quién es el cabrón?
OSCAR: - ¡Un tío con cuarenta y dos mujeres y un cargo en el Gobierno!
Sara y Carlota salen del Centro para atravesar el jardín hacia la salida. Al
verlas, Óscar se calla e indica silencio a Irene con un gesto.
SARA (en lengua local): - Vamos a por el resto.
OSCAR (en lengua local) : - Ve.
CARLOTA (en lengua local): - No queda ya mucho.
Cuando han salido Sara y Carlota, Irene continúa preguntando a Óscar.
IRENE: - Pero, ¿quién es el cabrón?
OSCAR (dándose cuenta de que quizás está hablando demasiado): - Ya basta. Voto de
silencio, como dice el Papa. Y tú también estarías mejor con esa boquita cerrada…
IRENE: - ¡No me joda!
OSCAR (riendo): - Eso… tampoco. ¡Voto de castidad, lo manda el Vaticano!
IRENE: - Entonces, hágale caso al Papa: calladitos es como mejor están.
Irene se aleja para salir por el jardín, hacia donde han ido Carlota y Sara.
Óscar reanuda su trabajo, pero antes de que Irene haya salido por completo,
bruscamente deja lo que está haciendo y la llama. Ella se detiene.
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OSCAR: - ¡Espera!
IRENE: - ¿Qué quiere?
OSCAR: - Es que soy gilipollas. ¡Durante cuatro años, he sido un gilipollas completo!
Me he creído que estando calladito, escondido, no haciendo ruido, ese cabrón se
olvidaría de nosotros, que los niños se olvidarían de la guerra y serían normales
otra vez. ¡Un gilipollas! Pero se acabó... Ven aquí.
Irene permanece a distancia.
OSCAR: - Ven, joder, que no te voy a hacer nada.
Irene sigue sin acercarse, mientras Oscar extrae con dificultad un sobre del
bolsillo del pantalón.
OSCAR (arrugando el sobre): - No es este cheque lo que necesitamos.
IRENE: - ¿Ya no le interesa nuestro dinero?
OSCAR: - Devuélveselo.
IRENE: - ¿No es suficiente?
OSCAR: - ¿No eres su ayudante? ¡Pues llévaselo y dile que venga!
IRENE: - Dígaselo usted.
OSCAR: - ¡Mira lo que hago, cojones!
Oscar rompe el sobre en pedazos.
IRENE: - Me temo que a alguien no le va a gustar nada eso.
OSCAR: - ¡Y a mí qué me importa!
IRENE: - A todos lo que fueron aceptando sobres para traernos hasta aquí sí que
les va a importar, y mucho, que usted les deje sin negocio. Sobre todo al Director de
cierto hospital.
OSCAR: - ¡A todos esos los vamos a joder de lo bien! ¿No es tan famosa la fotógrafa
esa? ¡Pues va a sacar a esos niños! ¡Eso es lo que va a hacer! ¡Meterse el cheque por
donde quiera y empezar a retratarlos!
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IRENE: - Sofía no hace retratos.
OSCAR: - ¡Que los vea todo el mundo, que se enteren de esas caras rajadas y vean lo
que hicieron con sus ametralladoras y sus machetes! ¡Que haga una exposición,
que los saque en los periódicos! ¡A tomar por culo el Arzobispo, el Gobierno, la
guerrilla y todos los demás! ¡Quieres venir aquí, coño!
Irene se acerca con reservas a Oscar. Cuando por fin está junto a él, Óscar la
agarra violentamente por el cuello y la inmoviliza.
OSCAR (muy violento, apretando a Irene contra él): - Ahora vais a hacer lo que yo os
diga.
IRENE (asustada, ante la situación que se va de las manos): - ¿Qué?
OSCAR: - ¡Las fotos que no quieren ver publicadas! ¡Se va a estar callado su puta
madre!
IRENE: - ¡Quíteme las manos de encima!
OSCAR: - ¡Aprende cómo son las cosas aquí! Y dile a tu jefa que retrate la verdad.
IRENE: - ¿Qué verdad?
OSCAR: - ¡Que cuando estaban en la guerrilla, esos cabrones utilizaron niños
soldados! ¡Y ahora que forman parte del Gobierno, los quieren borrar del mapa
mandándonos a esos matones! Y que un gilipollas como yo ha estado tratando de
rehabilitarlos en silencio, pero se le han hinchado las narices.
IRENE: - ¿Se cree que cuatro fotos van a servir para algo?
OSCAR: - ¿No es tan famosa Sofía?
IRENE: - ¿A quién coño le importa un orfanato en África?
OSCAR: - ¡Un orfanato, a nadie! Pero unos niños soldado pueden hacer mucho daño
al cabrón del Presidente y joderle un montón de negocios en Europa. ¡Vamos!
Oscar e Irene salen en la misma dirección en la que se fueron Sara y Carlota.
El escenario permanece vacío hasta que entra el marido muerto. Luego, Sofía sale del
Centro con una cámara fotográfica al cuello y se dirige a él.
SOFÍA (al marido muerto): - ¿Esto era lo que querías? ¿Que los mirara de frente, a
los ojos? Pues ya está, ya he hecho esos retratos. Pero sólo sale miedo en sus
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rostros, entérate; miedo porque saben que no tienen futuro, que nada valdrá para
nada… El miedo que tú no tuviste… Si me hubieras hecho caso… No necesitábamos
un héroe, necesitábamos que siguieses vivo…
Un flash fotográfico cegador, seguido de unos segundos de oscuridad y el
sonido del grifo goteando hasta que se hace la luz roja en el laboratorio improvisado
en el dormitorio de Irene.
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ESCENA VII
En su dormitorio, convertido ahora en un improvisado laboratorio fotográfico
(cubetas con agua, luz roja y una cuerda tendida de lado a lado de la habitación),
Irene va colgando a secar las fotografías que su madre extrae del baño de fijador.
SOFÍA (refiriéndose a la fotografía que Irene mira atentamente entre sus manos): -
Ese no es ni siquiera adolescente.
IRENE: - Si te fijas sólo en los ojos, todos tienen mirada de adultos.
SOFÍA: - Tiene siete años. Me lo dijo Oscar al salir.
IRENE: - Esos ojos se te quedan grabados, no puedes dejar de seguir viéndolos...
SOFÍA: - Los miro y es como si ellos me estuvieran fotografiando a mí...
Irene cuelga la fotografía sin dejar de mirarla. Sofía sigue trabajando en
silencio.
IRENE: - Lo que han debido de ver esos ojos cuando ametrallaban, cuando daban
machetazos, cuando la sangre les salpicaba… ¿Y qué puedes hacer tú contra eso?
SOFÍA: - Nada.
IRENE: - ¿Y si Óscar tuviese razón?
SOFÍA: - No lo vas a hacer.
IRENE: - ¿Por qué no?
SOFÍA: - ¿Tú has perdido la cabeza?
IRENE: - ¿Para ti este niño y este fusil son sólo una imagen?
SOFÍA: - ¿Cómo lo piensas sacar del país? ¡No es un souvenir que te llevas en la
maleta!
IRENE: - David me lo podría arreglar.
SOFÍA: - ¡No le vas a pedir eso!
IRENE: - ¿Por qué no te implicas nunca con la gente a la que fotografías?
SOFÍA: - Yo no soy fotógrafa de prensa.
IRENE: - La usas como objetos, fragmentos que salen en tus imágenes y luego,
¡adiós muy buenas!
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SOFÍA:- ¿Y tú? ¿A cuánta de esa gente sobre la que escribes has conocido
realmente? ¡Vas por todos esos países y te crees que por entrevistar a cuatro
personas, vas a cambiar algo!
IRENE: - Eso no es verdad.
SOFÍA: - ¡Cuatro personas que por unos dólares te dicen lo que quieres oír! Pero,
¿cuántas veces te has quedado una vez que se había acabado la noticia?
IRENE: - ¡No se puede ser objetiva si no tienes distancia!
SOFÍA: - A ti tampoco te interesa la gente. Te interesa la noticia. Por eso estás sola.
IRENE: - Porque no necesito a nadie.
SOFÍA: - Después de todas esas crónicas, tú te vuelves a casa sola. Y ahí empiezan
tus problemas.
Irene, dolida por primera vez, se queda un tiempo sin saber qué contestar. Un
momento de silencio entre ambas mientras Sofía trabaja.
IRENE: - Vale, es cierto, yo estaré sola. Pero ahora, lo importante es que estas
fotografías se publiquen.
SOFÍA: - No son buenas.
IRENE: - ¡A quién le importa la calidad!
SOFÍA: - A mí me importa.
IRENE: - ¿Y qué piensas hacer? ¿Guardarlas en un cajón?
SOFÍA: - Seguramente.
IRENE:- ¿Por qué le engañaste a Oscar? ¿Para qué las hiciste?
SOFÍA: - Tú no sabes lo que significan para mí. No me hace falta que las vea nadie.
IRENE: - Pero a Óscar sí que le hace falta.
SOFÍA: - Yo no voy a andar resolviéndole sus problemas. Y estas imágenes las tomé
para mí.
IRENE: - Las tomaste porque creíste que serían un buen material.
SOFÍA: - ¡Las tomé porque creía que no sería capaz y necesitaba saberlo! ¡No había
cogido una cámara desde el viaje a Bosnia! ¡Y no había hecho retratos en treinta
años! ¡Pero no tienen ningún valor! ¡Las podría destruir ahora mismo!
IRENE: - ¿Ah, sí?
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Irene enciende un mechero y lo acerca a la foto que sostiene entre las manos,
sin llegar a quemarla.
IRENE: - Si tan mala es…
SOFÍA: - Quémala, si quieres.
IRENE: - De acuerdo.
SOFÍA: - Esa foto no vale nada.
Pero Irene ha dejado de escuchar a su madre. Al acercar el mechero a la
fotografía ha descubierto algo en ella que ha llamado su atención.
IRENE: - El fusil que tiene este niño...
SOFÍA: - ¿Qué?
IRENE: - Mira la marca.
Irene muestra la fotografía a su madre a la luz del mechero.
SOFÍA: - Dámela.
IRENE: - No puedes guardarte estas fotografías para ti.
SOFÍA: - Trae. Nadie sabe que las he hecho.
IRENE: - Tú sabes lo que significa este fusil. (Tratando de ver las demás imágenes)
Déjame ver los otros.
SOFÍA: - ¿A quién le importa?
IRENE: - A mí. Y seguramente, a muchos lectores.
SOFÍA: - Dámela.
IRENE: - Y a David. A David le va a interesar muchísimo cómo ha llegado este fusil a
las manos de este niño.
SOFÍA: - A David no le vas a decir nada. Menos que a nadie.
IRENE: - No, es David el que va a tener que explicarnos todo esto.
SOFÍA: - ¡Deja a David en paz!
IRENE: - Entonces, díselo a Carlota. Dile que en ese orfanato hay fusiles fabricados
en nuestro país. A ver qué le parece. Y que se lo pregunte ella a su marido.
SOFÍA: - ¡No le va a preguntar nada!
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IRENE: - ¿A quién te crees que estás protegiendo?
SOFÍA: - ¡No le va a preguntar nada porque ni tú ni yo vamos a decir nada!
IRENE: - ¿No le vas a contar a Carlota que a lo mejor David está haciendo lo mismo
que su antecesor?
SOFÍA: - No le vamos a contar nada porque no sabemos nada.
IRENE: - ¡Estas imágenes son bien claras!
SOFÍA: - ¿Qué sabes tú de dónde ha salido ese fusil? ¿Qué sabes si David está al
corriente?
IRENE: - ¡Pregúntaselo, entonces! Pregúntale a él si sabe algo o no sabe nada.
SOFÍA: - Por una noticia eres capaz de cualquier cosa…
IRENE: - ¿Y tú qué prefieres? ¿Que Carlota no sepa con quién está casada?
SOFÍA: - ¡Pero es que no estamos seguras!
IRENE: - No; lo que pasa es que tú no quieres verlo.
SOFÍA: - O que tú ves enseguida lo que quieres ver. Ese fusil puede haber llegado
aquí de mil maneras.
IRENE: - No te engañes: hay un embargo de armas, a este país no se las podemos
vender.
SOFÍA: - ¿Y porque David trabaje en la Embajada tiene que estar involucrado?
IRENE: - Eso es precisamente lo que voy a averiguar.
SOFÍA: - ¡No, no vas a averiguar nada! ¡Nadie va a usar estas imágenes para
destruir a mi familia! ¡Otra vez, no!
Sofía arranca violentamente las fotografías que colgaban y las rompe en
pedazos.
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EL RECUERDO
Habitación de Sofía en la residencia del agregado de la Embajada. Sofía
contempla cómo arde la fotografía. Escuchamos en off su pensamiento.
VOZ EN OFF DE SOFÍA: - ... Tenía entonces ocho años... El comandante de su unidad le
dio crack de cocaína... luego le tendió el machete y le dijo: “Solomon, corta esa
mano”... El prisionero le miró aterrado, pero él no sentía nada... Si no lo miraba a los
ojos... Solomon le cortó la mano de un machetazo y la sangre le salpicó.... Esa noche,
le dieron una ración extra de arroz...
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ESCENA VIII
En el jardín de la residencia del agregado de la Embajada.
IRENE: - Pregúntaselo tú.
CARLOTA: - ¡No le voy a preguntar nada!
IRENE: - ¿A ti te da lo mismo que lo sepa o no?
CARLOTA: - Yo confío en él.
IRENE: - Entonces, ¿dónde está el problema en preguntárselo?
CARLOTA: - ¡Bastantes preocupaciones tiene ya como para que encima vaya yo con
eso!
IRENE: - O sea, igual que mamá: prefieres mirar para otro lado.
CARLOTA: - Si David lo hubiera sabido, me lo habría contado y habría dejado el
puesto al día siguiente. Él nunca haría algo así.
CARLOTA: - Él no, pero ¿qué sabemos lo que están haciendo en la Embajada?
IRENE: - Además, él se ocupa de las ONG, ¿qué tiene eso que ver con el tráfico de
armas?
Entran David y Sofía juntos.
CARLOTA: - ¿Se sabe algo?
DAVID: - No hay anuncios oficiales todavía, hasta que el Presidente hable esta
noche. Pero al parecer, ha sido otra carnicería de la guerrilla.
SOFÍA: - Así que hay que tomarse un avión cuanto antes.
DAVID: - Ahora sí, no tenéis tiempo que perder. Esto estalla en cualquier momento.
IRENE: - ¿De donde saca las armas la guerrilla?
CARLOTA: - ¡Irene!
DAVID: - No lo sabemos.
IRENE: - ¿Y la Comisión de Desarme?
DAVID: - Ya ves, no parece que sirva para mucho.
SOFÍA: - ¿Qué dice el Embajador?
DAVID: - ¿Qué quieres que diga? ¡Nada!
SOFÍA: - Pues algo tendría que hacer, ¿no?
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DAVID: - Es un problema interno de este país.
IRENE: - No: esa Comisión es internacional.
DAVID: - Precisamente: si hay un control internacional, nosotros no nos metemos
en nada.
SOFÍA: - Ametrallan un hospital que se había construido íntegramente con fondos
vuestros y no os metéis en nada.
DAVID: - Habrá una nota de protesta diplomática.
SOFÍA: - Y ya está.
DAVID: - ¿Qué más quieres que hagamos? Es un asunto interno entre el Gobierno y
la guerrilla.
IRENE: - ¿Y no pensáis averiguar de dónde sacó esas ametralladoras la guerrilla?
DAVID: - ¡Bastante tenemos con mantener abierta la Embajada!
IRENE: - Y mirar para otro lado.
DAVID: - Pues sí, mientras no haya muertos ni heridos que sean ciudadanos
nuestros, nos callamos y miramos para otro lado.
IRENE: - ¡Estupendo!
DAVID: - Así es cómo funcionan las cosas aquí. Y siguiendo esa política, hemos
podido hacer la labor que hemos hecho hasta ahora.
IRENE: - ¿A qué precio?
CARLOTA: - Si ellos no hubieran abierto la Embajada, no habría habido ni hospital
ni dispensarios ni orfanatos.
DAVID: - Exactamente.
IRENE: - Ni negocios.
SOFÍA: - ¡Irene, cállate!
DAVID (a Irene): - Ni negocios, sí. ¿Qué tiene eso de malo?
IRENE: - Nada, si los negocios son legales.
DAVID: - ¿Quieres decir de una vez lo que estás insinuando?
IRENE: - Que a lo mejor las armas de la guerrilla vienen directamente de donde tú
sabes.
DAVID: - No tengo ni idea de dónde sacan esas armas, pero desde luego, no de
nuestro país, si es eso lo que quieres decir.
CARLOTA: - ¿Ves?
IRENE: - Yo no estaría tan segura.
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DAVID: - ¿Por qué?
IRENE: - ¿No lo sabes?
CARLOTA: - ¡Irene!
DAVID (a Irene): - Si tienes algo que decir, dímelo.
IRENE: - Sus fusiles están fabricados el año pasado, así que tienen que haber
entrado en el país en estos meses, a pesar del embargo.
DAVID: - ¿Qué pruebas tienes de eso?
Irene mira a Sofía.
SOFÍA (a David): - ¿Estamos vendiendo armas a pesar del embargo?
DAVID: - No.
IRENE: - ¿Estás diciendo la verdad?
CARLOTA: - ¡Claro que está diciendo la verdad!
DAVID: - Pero, ¿a qué viene todo esto? ¿De dónde os habéis sacado esa idea?
IRENE: - Basta con salir ahí afuera y abrir los ojos.
DAVID: - ¡Pues precisamente no quiero que andéis por ahí! ¡Ahora menos que
nunca!
IRENE: - Prefieres que nos estemos quietitas y calladitas, ¿verdad?
DAVID: - Si tú prefieres salir ahí afuera y que te peguen cuatro tiros por una noticia
que no sé ni de dónde te has sacado, ¡adelante! Pero yo no quiero que a Carlota ni a
Sofía les pase nada. ¿Está claro?
Irene no contesta. Un momento de tensión.
DAVID: - Así que ya lo sabéis. Me voy a hablar con el Embajador.
David sale.
CARLOTA (a Irene): - ¿Estarás contenta, no? ¡Nunca puedes estarte callada! Desde
que lo conociste, siempre has tenido que… No le perdonas el puesto que tiene y
nunca le vas a creer, te diga lo que diga.
SOFÍA: - Carlota…
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CARLOTA: - ¡Dejadnos en paz!
Carlota sale tras David.
SOFÍA: - ¡Ves lo que has conseguido! David no lo sabía.
IRENE: - Está mintiendo. Es imposible que no lo supiera.
SOFÍA: - ¡David se ocupa de las ONG!
IRENE: - David cena con todos los empresarios que vienen a hacer negocios y es la
mano derecha del Embajador.
SOFÍA: - ¡Él no tiene porqué estar involucrado!
IRENE: - Enséñale esas imágenes y ya veremos lo que dice.
SOFÍA: - ¡No le voy a enseñar nada! ¡Nos vamos a tomar ese avión las tres y se
acabó!
IRENE: - ¿A ti no importa que lo supiera?
SOFÍA: - ¡A mí me importa que Carlota regrese con nosotras y no se quede aquí con
él!
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ESCENA IX
El exterior del Centro de acogida. Óscar, vestido ahora de clergyman y
perfectamente aseado, hace varios viajes entre el edificio y un extremo del jardín,
sacando grandes cajas que apila en la puerta de entrada.
Entra en el jardín Sofía y observa las cajas apiladas. Óscar sale al porche con
una caja y se da cuenta de su presencia.
OSCAR: - Váyase.
SOFÍA: - ¿Qué es esto?
OSCAR: - Déjenos en paz.
SOFÍA: - ¿Qué está haciendo?
OSCAR: - ¿A qué viene? ¿Le ha mandado el Arzobispo a comprobar si me voy
realmente o no? Pues ahí tiene todas mis cosas, haga una foto y mándesela.
SOFÍA: - ¡Yo no tengo nada que ver con el Arzobispo!
OSCAR: - Y yo tengo mucho que hacer antes de irme, déjeme en paz.
SOFÍA: - ¿Irse a dónde?
Oscar apila la caja que tenía entre manos sobre las demás.
OSCAR: - ¿Qué le importará a usted? ¿No le basta con que sus fotografías nos hayan
jodido la vida?
SOFÍA: - ¡Mis imágenes no hacen daño a nadie!
OSCAR: - ¿Ah, no? ¿Por qué se cree entonces que me quitan de en medio? ¿Y por
qué se piensa que Solomon tuvo que huir?
SOFÍA: - ¿Quién?
OSCAR: - El niño al que fotografió.
SOFÍA: - ¡Porque tenía un fusil nuevo que había robado a alguien!
OSCAR: - ¡No! ¡Porque vinieron a buscarlo! ¡Y vinieron a buscarlo porque alguien
avisó de que existían fotografías!
SOFÍA: - ¿Quién avisó?
OSCAR: - Usted sabrá a quién sobornó para entrar aquí.
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SOFÍA: - ¡Usted quería que yo fotografiase a esos niños! Dijo que había que
mostrarlos.
OSCAR: - No se engañe. Fue usted quien hizo esas fotografías antes de pedirme
permiso. Y quien me mintió haciéndome creer que venía con una ayudante y no
con una periodista.
SOFÍA: - ¿De dónde sacó el fusil ese niño?
OSCAR: - ¿Qué va a hacer? ¿Denunciarlo?¿A qué coño ha venido?
SOFÍA: - Dígamelo y no tendrá que irse.
OSCAR: - ¿Cómo se cree que va a arreglarlo?
SOFÍA: - Le daré los negativos.
OSCAR: - En la parroquia a la que me mandan no me van a servir de mucho.
SOFÍA: - Entrégueselos al Arzobispo.
OSCAR: - ¿A qué ha venido realmente? ¿A confesarse? ¡Pues vaya buscándose otro
cura!
SOFÍA: - Dígame como consiguió el niño ese fusil y le entrego los negativos. Todos.
OSCAR: - ¿Qué fácil, no? Nos entrega esas imágenes y se cree que así repara todo el
daño que han hecho. Pues entérese: ¿sabe lo que le pasará a ese niño tan guapo que
fotografió, ese angelito de calendario? Cuando lo encuentren, le cortarán las manos
y los pies. Para que no pueda huir ni volver a disparar. Por su culpa.
SOFÍA: - ¡La culpa es de usted, por no controlarlos! Ese niño robó el fusil cuando
estaba bajo su custodia, usted es el responsable.
SOFÍA: - ¡Cállese!
OSCAR: - ¡Usted no los ha protegido de verdad!
OSCAR: - ¿Qué sabrá usted?
SOFÍA: - ¡Lo que ha hecho aquí no ha servido para nada! ¡Váyase, lárguese ahora
corriendo en lugar de ocuparse de ellos! ¡Tome todas sus cosas y lléveselas!
Sofía, furiosa, tira de un manotazo las cajas apiladas. De una de ellas caen un
copón, un crucifijo y ornamentos litúrgicos.
SOFÍA: - ¿Qué va a hacer con todo esto? ¿Decir misas por esos niños, como el
Arzobispo?
OSCAR: - No toque eso.
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SOFÍA: - Todo esto no significa nada para usted.
OSCAR: - ¡Mucho más de lo que usted se cree! ¿Cómo piensa que se puede aguantar
aquí si no se tiene fe?
SOFÍA: - No hace falta fe para hacer lo que usted hace.
OSCAR: - ¿A qué ha venido? ¿A darme lecciones?
SOFÍA: - Necesito saber cómo llegó ese fusil hasta aquí.
OSCAR: - ¿Por qué se lo iba a decir yo a usted?
SOFÍA: - Porque puedo ayudarlo.
OSCAR: - Mire de lo que le ha servido a Solomon su ayuda.
SOFÍA: - Ese fusil está fabricado el año pasado en nuestro país.
OSCAR: - ¿Cómo lo sabe?
SOFÍA: - He visto la marca y el modelo.
OSCAR: - Pues entonces ya sabe quién se los vende a estos negros.
SOFÍA: - ¿Cómo entró ese fusil aquí? ¿Por qué lo tenía ese niño?
OSCAR: - Dios escribe recto con renglones torcidos. Ahora, si me deja, tengo mucho
que hacer todavía.
Sofía corta el paso a Óscar.
SOFÍA: - Usted es cómplice de ese tráfico. Les esconde aquí esas armas hasta que
las necesiten. Pero ahora van a tener que buscarse otro sitio.
OSCAR (furioso): - ¿Cómo se atreve?
SOFÍA: - ¿A quién está encubriendo?
OSCAR: - ¡Cállese!
SOFÍA: - Esos niños no son más que una tapadera que usted ha utilizado mientras
le eran útiles.
OSCAR: - ¡No sabe lo que está diciendo!
SOFÍA: - Sé perfectamente lo que estoy diciendo.
OSCAR: - ¿Ah, sí? ¡Pues en la Embajada le han informado mal! ¿Quiere saber la
verdad? ¡Pregúntesela al Presidente de la Comisión de Desarme, ya que lo conoce!
¡Pregúntele quiénes nos atacaron la semana pasada y por qué llevaban esas armas!
¡Que le explique quiénes se las siguen vendiendo a cambio de los contratos de
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rutilo! ¡A lo mejor entonces entiende porqué Solomon le rajó el cuello al
comandante, le arrebató ese fusil y lo descargó entero contra el cadáver!
Un momento de silencio, mientras Sofía digiere la noticia. Luego, muy
nerviosa, saca los negativos y se los tiende a Oscar, con prisa por irse.
SOFÍA: - Tome. Adiós.
OSCAR: - Quédese sus imágenes.
SOFÍA: - Entregue estos negativos y siga haciendo su labor.
OSCAR: - Demasiado tarde.
SOFÍA: - Quédeselos, algo podrá hacer por ese niño.
OSCAR: - No se puede hacer ya nada.
SOFÍA: - ¡Inténtelo!
De pronto, se escucha una fuerte explosión fuera, seguida de un tiroteo.
OSCAR: - ¡Adentro, rápido!
Óscar y Sofía se refugian precipitadamente dentro del Centro. El jardín
permanece vacío mientras se escuchan los tiroteos.
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ESCENA X
El despacho de David.
CARLOTA: - ¿Y eso qué tiene que ver con tu puesto?
DAVID: - Me lo pidió el Embajador, a mí nadie me conocía, la guerrilla y el Gobierno
se fiarían de mí, las negociaciones tenían que ser secretas. Pero esos energúmenos
no entienden de acuerdos ni de entrega de armas ni de hacer concesiones...
CARLOTA: - Entonces sabes perfectamente de dónde salen todos esos fusiles.
DAVID: - ¿Qué es mejor: que sigan recibiendo algunas armas y a cambio permitan a
las ONG hacer su labor o que las expulsen del país? ¡Sé realista!
CARLOTA: - Presides la Comisión de Desarme y dejas que sigamos vendiéndoles
armas.
DAVID: - No puedo hacer otra cosa.
CARLOTA: - ¡Claro que puedes hacer otra cosa! Renunciar y marcharte.
DAVID: - ¿Por qué has tenido que mirar esos papeles?
CARLOTA: - ¿Por qué no me lo dijiste?
DAVID: - Porque me lo pidió a los quince días de llegar. ¡Cómo te iba a contar eso
con lo que tú tenías!
CARLOTA: - ¿Qué más no me has contado?
DAVID: - La nota de protesta, ¿la has visto también?
CARLOTA: - Ahí no figuran sus nombres.
DAVID: - ¿Y cuánto tiempo te crees que van a tardar en averiguarlos? En cuanto los
consigan, dictarán una orden de expulsión. ¿Tú sabes el conflicto que eso me crea a
mí?
CARLOTA (irónica): - ¿Para eso no tienes cheque?
DAVID (cada vez más enfadado): - ¡Es una nota diplomática de protesta! ¿Tú
entiendes lo que significa eso?
CARLOTA (amarga): -No, ya sabes que soy la que nunca se entera de nada…
DAVID: - ¿Cuántas veces dije que no se entraba en ese Centro? ¿Cuántas?
CARLOTA: - ¿Cómo averiguaron que se hicieron esas fotografías?
DAVID: - ¿En dónde te crees que estás viviendo? ¡A los cinco minutos alguien había
informado ya de que había unas periodistas merodeando por allí!
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CARLOTA: - ¿Y qué problema hay con esas imágenes?
DAVID: - ¡No lo sé y no me importa saberlo! Si su Gobierno no quiere que las vea
nadie, ¡pues no las ve nadie! Así que le dices a tu madre que las destruya y se coja
el primer avión.
CARLOTA: - No puedo pedirle eso.
DAVID: - Tiene cientos de imágenes, acaban de darle el premio ése, ¿qué más coño
quiere? ¡Sólo son unas fotos!
CARLOTA: - Para ella, no.
DAVID: - Entonces consíguelas tú.
CARLOTA: - ¿Me estás pidiendo que se las quite?
DAVID: - Ayúdame ahora y en un año, o antes, me marcho de aquí. Regresamos a
Europa, me voy a la empresa privada y tenemos una vida normal. Venir aquí fue
una equivocación.
CARLOTA: - Para ti tal vez, no para mí.
DAVID: - Olvida todo esto y regresa con ellas. Puedes volver al hospital, hacer tus
prácticas. Yo iré en cuanto pueda. Y si lo necesitas, te vas a ver a un profesional,
alguien que te ayude.
CARLOTA: - Yo ya no necesito ver a nadie.
DAVID: - No he dicho que lo veas. Sólo si te hiciera falta, si volviesen los síntomas.
CARLOTA: - Me vuelvo si tú te vienes conmigo.
DAVID: - Ahora no puedo.
CARLOTA: - ¡Claro que puedes! ¡Puedes dejar este despacho, ese puesto y lo que
estás haciendo, porque no es lo que viniste a hacer!
DAVID: - Lo que estoy haciendo, lo hago por ti. Entérate.
CARLOTA: - No, por mí no.
DAVID: - Sí, por ti, por lo que tu madre y tu hermana no quieren aceptar.
CARLOTA: - A ellas no las metas en esto.
DAVID: - ¿Sabes lo que ha conseguido Sofía haciendo esas fotos? Que el Gobierno
desmantele ese Centro y expulse a esa orden. ¿Eso es lo que queréis?
CARLOTA: - ¿Y a ti no te importa lo que pasa con esas armas?
DAVID: - ¡Claro que me importa! Tanto como a ti.
CARLOTA: - No, tú nunca has querido visitar el orfanato, no has visto a uno solo de
esos niños destrozados por las minas antipersona.
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DAVID: - ¡Por supuesto que los he visto, y se me revuelve el estómago más que a ti
de tener que hacer esto! ¿Tú crees que yo no he tenido dudas? ¿Que esa decisión la
tomé así como así? ¡Pues no! ¿Pero con quién podía hablar yo, si tú no querías
enterarte de nada? Claro, es mucho más fácil estar deprimida y vivir en una
burbuja.
CARLOTA: - ¡No me digas eso!
DAVID: - Sí, Carlota, entérate de la verdad. Ese cura que tanto admiras pudo hacer
lo que hacía gracias a que todos los que estuvieron antes de mí aceptaron
mancharse las manos. Y yo también. Y si para eso hay que cerrar los ojos, pues se
cierran
CARLOTA: - O no.
DAVID: - ¡En mi lugar, tú hubieras hecho lo mismo! Sólo que es muy fácil hablar
cuando no estás entre la espada y la pared.
CARLOTA: - Lo fácil es aceptar un sobre y creerte que no hay otra salida.
DAVID: - ¿Y cual hay? ¿Cuál? ¿Marcharnos y dejarles que se maten entre ellos,
como pasó durante la guerra?
CARLOTA: - Cualquiera es mejor que ser cómplice.
DAVID: - ¿Ah, sí? ¡Pues vete y pregúntaselo a ese cura! ¡Pregúntale si prefería lo
que ha hecho todos estos años o lo que le va a pasar ahora por culpa de tu madre!
¡Vete ahí afuera y entérate de cómo funcionan de verdad las cosas en África, ya que
tanto te interesan!
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EL RECUERDO
Habitación de Sofía en la residencia del agregado de la Embajada. Sofía estruja
en sus manos los restos de los negativos quemados. Escuchamos en off su
pensamiento.
VOZ EN OFF DE SOFÍA: - ... Por eso, cuando Solomon volvió a ver a ese comandante, la
semana pasada… cuando lo vio entrar en el Centro, se fue derecho hacia él… Y no le
tembló la mano al rajarle el cuello... Ni tampoco al descargar todo el fusil contra su
cadáver... Pero después se echó a llorar... Solomon es un crío, solo tiene doce años... Y
creyó entonces que la pesadilla había acabado por fin... Pero los malos sueños
siempre vuelven... Vuelven, porque nada los puede borrar…
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ESCENA XI
El jardín de la residencia. Es de noche, un par de farolillos alumbran
débilmente, se escuchan los rumores nocturnos y a lo lejos, disparos aislados. Sofía,
sentada en un banco, juega con una pistola. Parece desesperada. A su lado, todas sus
maletas.
Un tiempo.
Aparece en el jardín el marido muerto y avanza hacia Sofía. Se sienta junto a
ella.
SOFÍA (al marido muerto): - Te lo dije… te lo repetí tantas veces… un retrato
siempre es un arma cargada… un arma que termina por matar a alguien… Pero tú
necesitabas un recuerdo… ¡Pues te equivocaste!
De pronto, Sofía levanta el brazo en alto y dispara contra el cielo. Al cabo de
un momento, entra David a la carrera, muy nervioso.
DAVID: - ¿Qué ha pasado?
SOFÍA: - Nada.
DAVID: - Trae esa pistola.
SOFÍA: - ¿Llegaremos?
DAVID: - Si os dais prisa, sí. Dámela.
SOFÍA: - ¿Qué hace Carlota?
DAVID: - ¡No sé, ahora bajará!
SOFÍA: - ¿Y el coche?
DAVID: - Llega en cinco minutos. Pase lo que pase, el chófer tiene orden de no
parar hasta el aeropuerto. (Refiriéndose a la pistola). ¡Dámela, no quiero ni una
tontería más mientras esté aquí el Embajador!
Sofía entrega a David la pistola.
DAVID: - ¡Marchaos ya y no paréis hasta el aeropuerto!
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David sale.
Sofía se enfrenta cara a cara con el marido muerto.
SOFÍA: - …Tú ya no me escuchabas… Y por eso me quedé sola con ellas… Encargada
de que no les pasara nada… De llevármelas y empezar a vivir sin ti, lejos de todo
aquello, como una familia normal… Una familia sin imágenes, pero viva…
El marido muerto la besa con ternura en la frente y termina por salir.
Sofía queda pensativa.
Un tiempo.
Luego, entra Irene con una cámara fotográfica en sus manos.
SOFÍA: - ¿Dónde estabas? ¿Dónde están tus maletas? (Reparando en la cámara que
lleva Irene en la mano) ¿Qué haces con esa cámara?
IRENE: - ¿Dónde está la fotografía?
SOFÍA: - Dámela ahora mismo.
IRENE: - ¿Dónde está?
SOFÍA: - La hice yo, no era tuya. Trae.
IRENE: - ¿Qué has hecho con ella?
SOFÍA: - No es asunto tuyo. Baja tus maletas y vámonos.
IRENE: - ¡Ahora es cuando la necesitamos!
SOFÍA: - ¡Lo que necesitamos es salir inmediatamente para el aeropuerto!
IRENE: - ¿No te importa lo que les ha pasado?
SOFÍA: - Carlota tenía razón: ¡qué sabemos nosotras cómo funcionan las cosas
aquí! ¡Vámonos ya!
IRENE: - ¡Pero esas fotos tienen que servir para algo!
SOFÍA: - ¡Si yo no las hubiera hecho, ese niño no habría muerto! ¡Eso es lo que pasa
por meterte donde no debes!
IRENE: - Dámelas. No publicaré tu nombre.
SOFÍA: - ¡Nadie va a publicar nada! Nos montamos en ese avión y nos olvidamos de
lo que ha pasado aquí.
IRENE: - ¿África no te ha enseñado nada?
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SOFÍA: - ¡Sí, lo que tu padre nunca quiso aceptar: que un retrato siempre termina
por matarnos! ¡Eso es lo único que importa! ¡Y seguir viviendo!
IRENE: - Lo que importa es la verdad, eso es lo que decía él siempre.
SOFÍA: - ¡Qué sabrás tú!
IRENE: - Lo que tú nos has querido contar.
SOFÍA: - ¡Por empeñarse en la verdad le pasó lo que le pasó!
IRENE: - ¡Qué más da eso ahora! Lo que importa es que esas fotografías aún
pueden servir para algo.
SOFÍA: - No sirven para nada porque ya no existen. ¡Baja tus maletas!
IRENE: - ¿Qué has hecho?
SOFÍA: - Lo que tenías que haber hecho tú cuando las vimos por primera vez.
Venga.
IRENE: - ¿Has quemado los negativos?
SOFÍA: - ¡Sí, los acabo de quemar! No hay imagen, no hay noticia, no hay otra cosa
que llegar al aeropuerto antes de que lo cierren. (Por la cámara) Dame ahora
mismo esa cámara.
Carlota ha entrado con sus maletas durante las palabras de Sofía y las ha
escuchado.
IRENE: - ¿Cómo has sido capaz?
SOFÍA (a Irene): - ¡Esa cámara no la toca nadie! Trae.
IRENE: - No.
SOFÍA: - ¡Nadie toca mis cámaras! ¡Y esa menos que ninguna! ¡Dámela ahora
mismo!
Sofía forcejea con Irene para quitarle la cámara, hasta que ésta cae al suelo y
se rompe en pedazos. Sofía, furiosa, empieza a golpear ciegamente a Irene. En ese
momento y al ver lo que ocurre, Carlota deja rápidamente sus maletas en el suelo y
trata de contener a Sofía.
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SOFÍA (a Irene): - ¡Eres igual que tu padre! ¡Por una idea, no os importa quién
muera! ¡Pues entérate: lo difícil es vivir! ¡Para eso hace falta ser valiente! ¡Y si hoy
estáis aquí, es gracias a mí! ¡Fui yo la que logró salvaros, no él! (A Carlota) ¡Déjame!
Sofía se zafa de Carlota. Recoge los pedazos de la cámara con un extraño
dolor.
CARLOTA: - ¿Cómo has podido quemarlos?
SOFÍA: - ¡Esa imagen ya había matado a un niño!
CARLOTA: - Entonces, ¿el sacrificio de Óscar no vale para nada?
SOFÍA: - ¡Lo que vale es seguir viviendo! ¿Qué queréis? ¿Que sigan matando a todos
los demás?
IRENE: - ¡Los seguirán matando mientras tengan armas con que matarlos!
SOFÍA: - ¡Los seguirán matando mientras África sea África!
CARLOTA: - ¡Y nosotras sigamos mirando para otro lado!
IRENE: - Hay que volver allí.
SOFÍA: - ¿Estáis locas? ¡Ahora mismo nos vamos al aeropuerto!
IRENE: - Id vosotras, yo me quedo.
SOFÍA: - ¡Nadie se va a quedar aquí!
Suena fuera la bocina del coche que viene a recogerlas.
IRENE (a Carlota): - Coge ese coche y vete con ella, yo trataré de salir mañana.
CARLOTA: - No, yo voy contigo.
SOFÍA: - ¡No vais a ir a ninguna parte! ¡Os montáis ahora mismo en ese coche!
CARLOTA: - Móntate tú si quieres, pero yo no me voy sin esas imágenes.
IRENE (a Carlota): - ¿Quién nos puede llevar?
CARLOTA: - ¡Tenemos que coger el coche de David!
SOFÍA: - ¡Vosotras no salís de aquí!
IRENE (a Carlota): - ¿Dónde está David?
CARLOTA (a Irene): - Dentro, con el Embajador; corre, no hay tiempo que perder.
Fuera, sigue sonando la bocina, cada vez más insistente.
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SOFÍA: - ¡Hay un toque de queda, no podéis ir!
CARLOTA (a Irene): - ¡Voy a por las llaves, espérame atrás!
Sofía trata inútilmente de retenerlas.
SOFÍA: - ¡Nadie sale de aquí si no es para ir al aeropuerto! ¡Nadie! ¡No dejé que os
mataran entonces y no voy a dejar que os maten ahora! (Llamándolo) ¡David!
¡David!
Desesperada, Sofía corre en busca de David, mientras Irene y Carlota salen en
dirección opuesta
La escena se funde con sonidos de tiroteos y las imágenes del Centro
destrozado.
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EPÍLOGO
En el jardín del Centro todo está destrozado. En un extremo, unos bultos
envueltos en trapos sanguinolentos. Sara los destapa y Sofía empieza a fotografiar
los cadáveres de Irene y Carlota, al tiempo que se van proyectando sobre el escenario
las imágenes que toma.
Cuando ha terminado sus fotos, Sofía entrega al marido la cámara. Poco a
poco, las imágenes que acaba de tomar Sofía van invadiendo todo el escenario,
mientra ella habla con el marido muerto.
SOFÍA: - …No logré protegerlas… Y ya ves, ahora me he quedado sola, sola para
siempre, una muerta en vida… Condenada a repetir una y otra vez este recuerdo
congelado de un mal sueño… la pesadilla que se repite y se repite hasta el infinito…
No quiero mirar…
En el escenario se va haciendo progresivamente el oscuro mientras la voz de la
actriz se va fundiendo con la voz en off de Sofía.
VOZ EN OFF DE SOFÍA: - …No quiero mirar, no quiero, pero los ojos ya no se cierran…
África me mantiene los párpados abiertos… Y ahora sé que esto ha ocurrido, que
ocurrió y que ocurrirá siempre…
En oscuro total, escuchamos el sonido de un grifo que gotea.