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LECTURA 1 Tomado de: MUCCHINELI,M.(1988). Las Motivaciones . Barcelona: PAIDOBIDO Centro de Reproducción de Documentación de la USMP Material Didáctico para uso exclusivo en clase LAS DIFERENTES CONCEPCIONES DE LAS MOTIVACIONES Mucchineli, Alex * Vamos a presentar rápidamente un determinado número de concepciones de las motivaciones. Estas concepciones se reagrupan de una manera esquemática en cuatro grandes corrientes. Cada una de estas corrientes favorece un punto de vista. Ninguna de estas corrientes exagera la sistematización hasta negar la existencia de los elementos privilegiados por las demás corrientes y estas teorías se completan mutuamente. Esta presentación sólo es una manera cómoda de sobrevotar el conjunto de las teorías sobre las motivaciones.

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LECTURA 1

Tomado de: MUCCHINELI,M.(1988). Las Motivaciones. Barcelona: PAIDOBIDO

Centro de Reproducción de Documentación de la USMP Material Didáctico para uso exclusivo en clase

LAS DIFERENTES CONCEPCIONES DE LAS MOTIVACIONESMucchineli, Alex *

Vamos a presentar rápidamente un determinado número de concepciones de las motivaciones. Estas concepciones se reagrupan de una manera esquemática en cuatro grandes corrientes. Cada una de estas corrientes favorece un punto de vista. Ninguna de estas corrientes exagera la sistematización hasta negar la existencia de los elementos privilegiados por las demás corrientes y estas teorías se completan mutuamente. Esta presentación sólo es una manera cómoda de sobrevotar el conjunto de las teorías sobre las motivaciones.

I.- Las concepciones innatistas de las motivaciones

El acento se pone sobre los factores internos, inscritos desde el nacimiento en el individuo. Esta corriente es la continuación moderna de la corriente filosófica llamada "innatista" constitucionalista que de Platón a Aristóteles defendía la innateidad de las ideas. Para los partidarios de esta concepción, existen en el individuo características fundamentales, constitutivas de la "naturaleza humana" que determinan el comportamiento.

Las dificultades comienzan cuando se trata de hacer un inventario completo de estas motivaciones innatas. Descartes proponía cinco pasiones: la admiración, el amor, el odio, la alegría y la tristeza. De estas cinco pasiones primitivas resultaban todas las demás. Freud

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(1920), en su segundo tema, proponía dos grandes pulsiones: la pulsión de vida (eros) y la pulsión de muerte (thanatos). Además, otros mecanismos innatos funcionaban conjuntamente con estas pulsiones: los fantasmas primitivos y los mecanismos de defensa del yo contra la angustia (cf. p. 42). Pierón (1935) distingue dos niveles en las necesidades fundamentales del hombre: las necesidades viscerogénicas (necesidades de aire, de agua, de alimento, de equilibrio térmico, de excretar, de dormir, de dar de mamar, de alejar el dolor, de actividad) y las necesidades fisiológicas ( de alerta, sexual, de agresión, de seguridad, de bienestar, de competición, de comunicación).

Murray (1938) es quien da la lista más larga: necesidad de dominación, de sumisión, de autonomía, de agresión, de humillación, de realización sexual, de sensaciones, de exhibición, de juego, de afiliación, de rechazo, de socorro, de proteger, de evitar la censura, de evitar la inferioridad, de defenderse, de evitar el sufrimiento, de orden, de comprensión. Murray precisa que estas necesidades fundamentales, latentes en el hombre, están mas o menos desarrolladas según las experiencias personales de cada individuo.

En esta corrientes innatista, A. Maslov (Motivatión and peronality, Harper 1954) propone la teoría de los niveles jerárquicos de las necesidades. Para él, las necesidades humanas están organizadas en niveles. en el nivel más bajo se encuentran las necesidades fisiológicas (hambre, sed, sexo...) que deben ser satisfechas para que el hombre pueda consagrarse a la satisfacción de las necesidades de seguridad (protección contra los peligros, las privaciones..)Cuando las necesidades fisiológicas y las necesidades de seguridad están satisfechas, aparecen otras necesidades: las necesidades sociales (tercer nivel) que son las necesidades de adhesión, de asociación, de estima, de comunicación...Cuando a su vez todas estas necesidades están satisfechas, el hombre intenta entonces satisfacer las necesidades de autonomía e independencia. Viene luego el último nivel con las necesidades de realización de uno mismo (necesidad de triunfar, de saber, de expansión personal, de confianza en sí mismo ...).

Para Maslow, contrariamente a las necesidades de los niveles inferiores, las necesidades de los últimos niveles raramente son satisfechas y el hombre intenta indefinidamente colmarlas. Estas últimas necesidades funcionan, pues, como aspiraciones perpetuas, mientras que las otras funcionan de acuerdo con el modelo homeostático, es decir, que la necesidad puede ser satisfecha y desaparecer el estado de tensión. Las necesidades de un determinado nivel no aparecen antes de que las necesidades del nivel inmediato inferior hayan sido satisfechas. Esto permite explicar por que las necesidades de autonomía y de realización de uno mismo son las necesidades fundamentales de los hombres de nuestro tiempo. El estado de la sociedad, en efecto, permite hoy satisfacer automáticamente las necesidades de los niveles inferiores. Esta teoría ha dado aplicaciones en psicología industrial. Mc Gregor (la dimensión humaine des entreprises, Gauthier-Villars, 1963) deduce de ello lógicamente que, de ahora en adelante, para motivar a los trabajadores, es necesario permitirles tomar responsabilidades (necesidad de autonomía) y hacer un trabajo en el que pueden realizarse (necesidad de realización de uno mismo). De ahí concretamente la creación de equipos autónomos y la dirección participativa por objetivos (DPPO).

Actualmente, la necesidad de realización de uno mismo es considerada como la necesidad humana fundamental. Todo el mundo, sin embargo, no entiende lo mismo por necesidad de realización de uno mismo.

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Para los rogerianos, la realización de uno mismo es la consecución de la "congruencia", es decir, de "la posibilidad de ser lo que es en lo más profundo de sí" (Rogers, Le développement de la personne, Dunod, 1968, p. 39). Lo que uno es en lo más profundo de si es lo más personal. Pero también es lo más general que hay (op. cit. p. 24). Se llega así a las orientaciones generales del "empuje hacia el ser" definido por Maslow (Vers une psychologie de I'etre, Fayard, 1972) a partir del análisis de las experiencias paroxísticas de plenitud de la identidad, es decir, de los estados de éxtasis. el empuje hacia el ser es orientado hacia los "valores del Ser" que son: la integridad, la perfección, la terminación, la justicia, la vida, la riqueza (en el sentido de complejidad, la simplicidad, la belleza, la unicidad, la facilidad, el juego, la verdad, la autonomía (op. cit. p. 95). Estos valores forman el núcleo fundamental y constante de las aspiraciones humanas. La corriente innatista desemboca así en un espiritualismo.

II. La concepción situacionista de las motivaciones

En esta óptica, la fuente de los comportamiento es exterior al individuo. El hombre está determinado a actuar de una determinada manera por el conjunto de las presiones ambientales que se ejercen sobre él. Estas presiones son de dos tipos: las presiones materiales, las presiones sociales normativas.

Hay que precisar que tradicionalmente todo lo que se refiere a esta concepción situacionista no se considera dentro del estudio de las motivaciones. Si citamos aquí este tipo de concepción es porque parece difícil, si se quiere hablar de todas las motivaciones, no tener en cuenta las presiones situacionales. En muchos casos, estas presiones son desconocidas por los individuos y en este sentido intervienen como motivaciones.

En su forma pura, esta concepción recibe el nombre de sociologismo. Para el sociologismo, el actor social es un sujeto pasivo cuyo comportamiento es el efecto de causas sociales exteriores. Durkheim, en su célebre obra sobre el suicidio, muestra como esta conducta individual es tributaria de variables que caracterizan a la sociedad: en especial el egoísmo y la anomia. El desarrollo del egoísmo de dejar que el individuo se preocupe de determinar el cuidado de su existencia. Pero esa libertad es fuente de una angustia que le empuja al suicidio. Por lo demás, cuando las normas sociales se hacen dudosas (anomia), los deseos individuales alcanzan un nivel inaccesible. Estos deseos, por lo tanto, no podrán ser realizados, de aquí la decepción e insatisfacción que empujan al suicidio. Durkheim concluye de todos los hechos que acumula que "resulta que la tasa social de los suicidios sólo se explica sociológicamente. Es la constitución moral de la sociedad quien fija en cada instante el contingente de los muertos voluntarios. Existe, pues, para cada pueblo una fuerza colectiva, de una energía determinada, que empuja a los hombres a matarse". En cierta manera, aunque algunos autores como Gurvith y Lefebrvre lo refutan, también el marxismo es un sociologismo. El texto de Marx que siempre se cita para apoyar esta tesis es un párrafo del prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política. "En la producción social de su existencia, los hombres entablan relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado del desarrollo de sus fuerzas productivas

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materiales. El conjunto de estas relaciones forma la estructura económica de la sociedad, los cimientos reales sobre los cuales se levanta un edificio jurídico y político, y a la cual responden unas formas determinadas de la conciencia social, política e intelectual. No es la conciencia de los hombres lo que determina su existencia, es, al contrario, su existencia social lo que determina su conciencia. En un determinado estadio de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes o con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales se habían movido hasta entonces, y que no son más que su expresión jurídica.

Todavía hay formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas condiciones se transforman en pesados obstáculos. Entonces comienza una era de revolución social...(la conciencia que una época tiene de si misma) se explicará más por las contrariedades de la vida material, por el conflicto que opone las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción...". Como subraya R. Aron (Les étapes de la pensée sociologique, Gallimard 1967, p. 153) en este texto se encuentran todas las ideas esenciales de la interpretación económica de la historia. En especial, respecto a lo que nosotros nos interesa, la idea de que la forma global de la orientación de las conductas humanas es la lucha. Esta lucha es debida a la contradicción esencial entre las fuerzas de producción y las relaciones de producción. La finalidad de esta lucha entre los propietarios y los capitalistas es la de hacer que cese esta contradicción (así como otras contradicciones de la sociedad capitalista) para alcanzar la última etapa del desarrollo histórico.

Si se consideran atentamente las dos concepciones precedentes, advertimos que los autores, para explicar las acciones colectivas, ciertamente ponen el acento sobre las instituciones sociales, pero siempre postulan implícitamente fenómenos psicológicos internos para sus actores. Para Durkheim, es por una parte la angustia y por otra el sentimiento de frustración los que intervienen como motor de la acción. Para Marx, son también los sentimientos los que intervienen en último término: la conciencia de clase y el sentimiento de alineación. Todas las interpretaciones "sociologistas" de la conducta humana reclaman finalmente, a escondidas, un "resorte profundo e interno del alma humana".

La idea común a todas estas concepciones situacionistas es que el entorno está estructurado y que así impone vías obligadas de paso a los comportamientos de los individuos. El individuo está aprisionado por obligaciones exteriores, no puede escapar de ellas ni influir sobre ellas.

Para Crozier, la búsqueda de poder aparece como la motivación única de los actores sociales (L'acteur et le systeme Seuil 1977). Pero si los hombres mantienen un comportamiento así es porque están en un "campo estructurado" en torno a relaciones jerárquicas y relaciones de influencia. En efecto, en una empresa por ejemplo, cada hombre, para su trabajo está obligado a tener relaciones con diferentes compañeros. Estas relaciones se basan en influencia recíproca. Como le gusta decir a Crozier, el jefe tiene un poder sobre el Subordinado pero, a cambio el subordinado también lo tiene sobre su jefe, ya que el jefe tiene necesidad de él para que se haga el trabajo. Es esta estructuración de las relaciones, impuestas por la existencia misma de la organización, la que induce a la lucha por el poder. Como cada uno está en una relación de poder, no puede dejar de comportarse

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con relación al poder. En una organización, además, siempre hay fallos en el sistema de obligaciones establecido (zonas de incertidumbre). La existencia de estos fallos reforzará la preocupación por el poder. En efecto, todos o cada grupo va a ver allí una posibilidad de extender su poder aumentando las zonas de incertidumbre que le conciernen y reduciendo las zonas de incertidumbre de los demás. Esta lucha por el poder se hace, además, aplicando las reglas del juego, es decir, respetando las normas de relación de la organización. Un último elemento interviene entonces: los intereses de los actores sociales y su concepción de la organización; intereses y concepción que se esforzarán en promover en el curso de la negociación permanente que es la participación en el trabajo colectivo. Con las obligaciones de organización y las zonas de incertidumbre que definen la estructuración de la situación, con las normas de comportamiento que definen los golpes permitidos y con los intereses de cada actor que definen lo que tiene valor para él, se puede prever el comportamiento (principio de la racionalidad limitada). En efecto, cada actor se esfuerza en maximizar su posición en este sistema. Crozier demuestra claramente la preponderancia respecto a las conductas de las organizaciones de los elementos externos. Pero no puede prescindir de un "motor interno" que es lo que él llama "la cabeza", es decir, la voluntad de influir en el organismo para hacer pasar sus "intereses". Sin esta actitud fundamental ya no hay lucha por el poder y tampoco hay lucha si los "intereses", es decir, los valores, son comunes.

R. Boudon (La logique du social, Hachette, 1979) es quien ha formalizado mejor esta concepción de la preponderancia de los elementos externos sobre la conducta humana. La vocación de la sociología, dice, es la de poner en evidencia los determinismos sociales que restringen la autonomía de los individuos, o mejor; la de elaborar una teoría de la acción, más general que la que utiliza el economista, es decir, que también dará cuenta de las acciones no lógicas. Para ello, la sociología utilizar dos tipos de paradigmas (R. Boudon, Effets pervers et ordre social, PUF, 1977, p. 190); los paradigmas deterministas y los paradigmas interaccionistas.

En los paradigmas deterministas la explicación del "comportamiento" se obtiene a partir de elementos anteriores (ejemplo, M.X., un industrial importante que, según los testigos, parecía que estaba muy achispado cuando abandonó el restaurante después de una comida de negocios, ha chocado contra un árbol con su vehículo. La explicación del accidente se ha obtenido al relacionar el accidente con los estados que lo han precedido). En los paradigmas interaccionistas, "la acción" es descrita como la composición de las intenciones de los actores y de las estructura de sus interacciones (ejemplo: los dos automovilistas que habían quedados enfrentados cara a cara en el carril central de la carretera de tres carriles, según los testigos, se han hecho repetidas señales con las luces. El choque frontal no ha podido evitarse. En este caso, el accidente es debido a que cada uno de los automovilistas ha tratado de vencer en un juego (indicando que no aceptaría ceder). En lo que respecta al estudio de las motivaciones sólo nos interesa el segundo tipo de paradigma. En efecto, tanto en la estructura de la interacción como en las intenciones de los actores, se podrán encontrar los determinantes no conocidos y "no lógicos" de la acción.

Para construir un modelo interaccionista de la acción es necesario, según Boudon, en primer lugar, analizar las obligaciones del entorno (la "estructura del sistema de interacción") en el cual se encuentra el individuo. Se tiene que adoptar después el

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"postulado del individualismo metodológico", es decir, suponer que los actores intentan optimizar sus decisiones en el sistema de obligaciones. Tomemos un ejemplo para ilustrar esto (R. Boudon, 1977, p. 222). La conducta de los estudiantes inscribiéndose masivamente en la universidad y trabajando en ella cada vez menos. Es evidente que los títulos están depreciados. Por término medio, el nivel de remuneración continúa ligado al nivel de los estudios, pero, desde 1965, esta ventaja ligada al nivel de los estudios es mucho menos evidente e importante. Todavía hay interés en inscribirse en la universidad, hay ahora un riego mayor de quedar decepcionado que antes. Es en esta estructura donde los estudiantes han tratado de maximizar su interés. Lo han conseguido por una redistribución de su presupuesto - tiempo: reduciendo el tiempo dedicado al estudio y a la preparación de sus exámenes y aumentando su tiempo de dedicación en trabajos remunerados exteriores. Se convierten incluso en estudiantes a horas, jugando al mismo tiempo la carta de otros estudiantes paralelos o, con más frecuencia, un trabajo a horas que les permite una posibilidad de inserción social preparando ya el porvenir profesional. Se ve como la conducta aquí resulta de las obligaciones sociales y del interés individualista de los actor5es.

El modelo propuesto por R. Boudon es de un gran alcance general. Abandona la corriente situacionista si se reemplaza el postulado del individualismo metodológico (búsqueda de la maximización del interés) por el postulado del individualismo psicológico que considera que cada cual intenta maximizar su satisfacción en relación a sus sistema de valores psicológicos. Se tiene entonces un modelo interaccionista (cf. p. 21).

III. Las concepciones empiristas de las motivaciones

Estas concepción se opone directamente a la concepción innatista. El hombre no nace con los instintos y las pulsiones inscritos en él. Al contrario, todas sus necesidades, y tendencias son formados por el medio. al nacer, el hombre no es más que una fábula rasa. Son las experiencias de la vida las que escribirán sobre esta página virgen y formarán al individuo que será después el resultado condicionado de su pasado. Esta concepción es profundamente psicológica. Vamos a ver como está implícita en todos los grandes teóricos de la sicología. Trataremos después de formalizar los postulados de una teoría genética de las motivaciones fundada en esta concepción.

Cada teórico ha propuesto dar preponderancia a una situación afectiva fundamental, situación que determina la mayoría de las conductas ulteriores del individuo.

Para Freud, el problema fundamental de la existencia humana es la situación edipiana. Situación vivida por los humanos sea cual sea la cultura a la que pertenecen. La manera como ha sido resuelta (o no) esta situación juega un papel fundamental en la estructura de la vida afectiva ulterior y determina las conductas frente a la autoridad, al amor y a las relaciones sexuales. La situación edipiana es la situación afectiva del niño de tres a cinco años o menos, que se aparecer los deseos amorosos hacia el padre del sexo opuesto y, por otra parte, una hostilidad celosa, con deseos de muerte, hacia el padre del mismo sexo. A esta situación edipiana va ligada después la situación de castración o situación de temor de punición de los deseos culpables. De la resolución de esta situación

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de punición salen las actitudes del adulto frente a su propio sexo, frente a sus acciones y a la posibilidad de afirmación de sí.

Para Adler, la situación fundamenta de la infancia que marca definitivamente a todos los niños es la situación de inferioridad. El niño es dependiente, débil, librado sin defensa a las manipulaciones de los adultos. Experimenta un sentimiento de inferioridad. Pero Adler pone además en evidencia la facultad de compensación que posee un organismo disminuido. El organismo disminuido hace siempre un esfuerzo vital para superar su insuficiencia o su anomalía funcional. Adler extiende esta propiedad a los fenómenos psicológicos, muchos de los cuales van a aparecer como compensaciones, es decir, esfuerzos vitales defensivos con respecto a la inferioridad. La situación fundamental de inferioridad imprime en el hombre el sentimiento de su inconclusión. Pero el proceso de la compensación se pone en marcha y el hombre va a luchar toda su vida para superar esta inferioridad vivida. Incluso adulto, nos dice Adler, " el individuo está constantemente lleno de un sentimiento de inferioridad y estimulado por él". Adler funda toda su "sicología individual" en este mecanismo fundamental que es la compensación y sobre la voluntad de poder que está ligada a él. La lucha pro la superioridad (compensación del sentimiento de inferioridad integrado en la infancia) se manifiesta de manera diferente en cada uno.

Para K. Horney (La personnalité névrotique de notre temps, 1937, Ed. de I'Arche, 1953), nuestra cultura actual propone a los hombres un mismo tipo de situaciones a base de competición, fracaso, sociedad afectiva y desafío. Este tipo de situación crea en todos los hombre una ansiedad interaccional de base. Frente a este tipo de situaciones que le propone sin descanso su cultura, nuestro contemporáneo adquiere el miedo al fracaso de sus relaciones afectivistas. Para hacer frente a estas situaciones, el hombre ha desarrollado actitudes "neuróticas". Neuróticas porque no participan de su verdadera naturaleza y le provocan malestar. Estas actitudes fundamentales se refieren a: el don y la búsqueda de afecto; la estima por uno mismo; la agresión; la afirmación de sí. Las neurosis son, para ella, estrategias para evitar la "angustia fundamental" que hace nacer la situación de competición y de fracaso. Para hacerle frente, se desarrollarán "necesidades neuróticas"; la necesidad neurótica de afecto y de aprobación, la necesidad de ser cuidado, la necesidad neurótica de retirarse de la vida, la necesidad neurótica de poder, la necesidad neurótica de explotar a los demás , la necesidad neurótica de prestigio, de admiración, de indiscutibilidad. Para E.Fromm(1941, La peur de la liberté Buchet Chastel, 1963), la situación fundamental creada por nuestra sociedad es el aislamiento afectivo. El hombre moderno, nos dice E. Fromm, ha ganado en autonomía, en libertad, en elecciones posibles...pero esto se ha hecho en detrimento de los "lazos primarios", es decir, del afecto - participativo - en el grupo. El hombre moderno es un aislado, es decir, un ser sin amor y, por tanto, inseguro. El individuo, pues, va a intentar escaparse de este aislamiento fundamental. Para ello desarrolla "mecanismos de evasión". Entre estos mecanismos hay algunos que son positivos, pues van a permitir al Yo "reconciliarse con el mundo gracias al amor y al trabajo" y hay otros que son negativos. Estos últimos hacen que el individuo se hunda en el círculo vicioso: por su comportamiento cree que encuentra una "seguridad y una dignidad nuevas" de las cuales no hace otra cosa que alejarse todavía más. En efecto, no puede encontrar una seguridad auténtica en los "lazos secundarios" (adhesión a una comunidad que no permite realmente la identificación). Estos mecanismos negativos no son más que elementos compensadores de la debilidad del Yo y nunca podrán hacer

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reencontrar la quietud perdida. Las formas fundamentales de estos mecanismos de evasión son: el "autoritarismo", la "destrucción" y el "conformismo de los autómatas".

Las situaciones fundamentales propuestas por estos teóricos no son las mismas. Esto remite sin duda a las observaciones diferentes y a las distintas personalidades de estos autores. (Se sabe que respecto a Freud, su sensibilidad con relación a las situación edipiana viene de su propio completo de Edipo). Pero, más allá de estas diferencias, los principios de referencia de estas sicologías son los mismos. Se pueden formular así:

1. Todo individuo se encuentra con situaciones que van marcarle (postulado de la existencia de situaciones de huella).

2. Estas situaciones dejan huellas afectivas indelebles (postulado de la huella afectiva).

3. Las huellas afectivas dejadas orientan su percepción del mundo, sus actitudes y sus reacciones ulteriores (postulado de la proyección afectiva).

Para formular mejor la tercera regla vamos a evocar la aportación de la escuela culturalista en la formación de la personalidad. Para esta escuela, es el conjunto de las situaciones en las que está inmerso el individuo desde su nacimiento lo que labra sus motivaciones, es decir, sus actitudes, sus valores psicológicos, sus maneras fundamentales de ser.... Hay tres niveles en estas influencias: el nivel humano, el nivel cultural, el nivel individual.

El nivel humano está constituido por el conjunto de las situaciones comunes a todos los hombres (existencia de diferencias de edad, de sexo...). Estas situaciones son vividas sensiblemente de la misma manera por todos los hombres, sea cual sea la cultura a la que pertenecen. Dejan, pues, el mismo tipo de huella. Aquí está el origen (además de algunas necesidades psicológicas innatas) de las necesidades humanas fundamentales (Linton). Tomemos por ejemplo la "necesidad de afirmación de uno mismo" (o necesidad de poder, de dominación, de realización de sí, de compensación...). Esta necesidad, en todas las culturas, está mucho más desarrolladas en los hombres que en las mujeres. Margaret Mead (L'un et I'autre sexe, Ed. Denoel, 1966. p. 148) demuestra que esto se debe a la diferencia entre la situación vivida por la niña y el niño en su relación con la madre. La niña puede identificarse muy rápidamente con su madre. Su ejecución encuentra inmediatamente la imagen de su realización. Para el niño, la situación es muy diferente. Se da cuenta de que es diferente de su madre y que para existir tiene que diferenciarse de ella. Debe crear su identidad fuera de ella. De aquí esta especie de conclusión psicológica, base de la necesidad de afirmación de sí, sacada por los niños: "Es necesario que haga mis pruebas para existir".

El nivel cultural está constituido por el conjunto de las situaciones comunes y típicas de una cultura. En cada cultura, por ejemplo, existe un conjunto de "instituciones primarias" comunes que intervienen de la misma manera sobre los individuos. Citemos por ejemplo técnicas de maternidad de los niños de pecho, de educación de los niños (familia, escuela...), de socialización de los individuos (sistema de recompensa - castigo, normas e instituciones que las aplican...). En todos los individuos de una misma cultura,

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estas influencias comunes dan forma a un conjunto de valores - actitudes y de esquemas de comportamiento que forman la "personalidad de base". La personalidad de base, es pues, lo que hay de común entre los miembros de una sociedad, es la formulación social del comportamiento humano por el cauce de las instituciones. Se manifiesta por un determinado estilo de vida sobre el cual los individuos bordan sus variantes singulares. En pocas palabras, por ello todo los comanches son comanches, todos los franceses, (kardiner) (cf. p. 67). Aquí mismo evocamos uno de los elementos del "carácter" balinés, G. Bateson (Vers une écologie de I'esprit. Seuli, 1977, p. 125-138) muestra como la inclinación por el equilibrio (el valor estabilidad) que ocupa un lugar tan importante en la vida de los balineses ha sido "incorporado en la estructura del carácter durante la infancia". En efecto, durante la infancia, todo lo que conduce a una excitación, a un paroxismo es rechazado desdeñosamente por los educadores. De aquí la conclusión psicológica extraída por el niño y que queda en el adulto "que es necesaria la mesura en todo" (porque de otro modo quedas decepcionado y frustrado).

El nivel individual está constituido por las situaciones destacadas vividas por cada individuo en particular en particular. Bien puede ser, como acabamos de ver, una situación edipiana o una situación de culpabilización a raíz del encuentro con prohibiciones. Volveremos sobre estas situaciones que modelan motivaciones propias de cada individuo al hablar de los complejos personales (cf. p. 64).

Podemos ahora completar el tercer postulado de la concepción empirista de las motivaciones diciendo:

4. Las huellas afectivas dejadas por las situaciones vividas son más o menos comunes a los individuos. Determinan los niveles de las motivaciones humanas, culturales e individuales (postulado de los niveles de las motivaciones).

5. Estas huellas afectivas pueden formularse bajo forma de regla de vida o creencia, generan entonces todas las conductas (postulado de la formulación axiomática de las motivaciones).

6. Estas reglas de vida son las conclusiones psicológicas extraídas por el individuo de las situaciones vividas (postulado de la formación por inducción generalizante afectiva de las motivaciones).

III. La concepción interaccionista de las motivaciones

En esta óptica, el origen de la "motivación" no es ni únicamente externo, ni únicamente interno. La motivación nace del encuentro del sujeto y del objeto, ya que los dos tienen características que interactúan unas sobre otras.

Para K. Lewin, la motivación es el resultado del surgimiento, en el universo psicológico del sujeto, de una valencia y de una fuerza psicológica. Valencia y fuerza han salido del encuentro del individuo y de su entorno. Son las necesidades del individuo las

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que atribuyen las valencias a los elementos del entorno. Así, todo el pasado del individuo está presente en su conducta, pero no es necesario conocer este pasado. Sólo importan las valencias y las fuerzas psicológicas. El campo de vida de un sujeto se estructura, pues, en zonas más o menos atractivas o repulsivas. El comportamiento resultante está en función de la situación global tal como es vivida a consecuencia de la distribución de las valencias. Cojamos por ejemplo un niño (E) que desea un objeto (O). Una fuerza sociológica de atracción (F o) aparece en su campo de vida. Pero al mismo tiempo parece una barrera debido a la falta de dinero (A") y la fuerza psicológica (F A), atribuida a la valencia negativa de la falta de dinero, se opone a la fuerza de atracción del objeto. El sujeto está inmóvil. Piensa entonces en su madre que puede proporcionarle la suma necesaria. Su campo de vida integra a su madre con una valencia positiva y la nueva fuerza de atracción (F M) rompe el equilibrio y desencadena el comportamiento de acercamiento de la madre, etapa preliminar a la adquisición del objeto.

Es un tipo de modelo que utiliza la publicidad con el modelo de la ruptura de equilibrio entre las motivaciones y los frenos (H. Joannis, De I'etude de motivations a la creation piblicitaire....; Dunod, 1972). Tomemos por ejemplo los elementos psicológicos que pueden tenerse en cuenta en la compra de una cámara. Del lado de las "motivaciones": fijar el recuerdo, crear composiciones personales, montar sus realizaciones, ser estimado (rico ,moderno, etc.).Del lado de los frenos: el hecho de que el artista, el amante de los recuerdos no sean siempre muy valorados, el miedo a las complicaciones técnicas, al precio elevado, la existencia de otros medios de fijar los recuerdos (fotografías en color). El arte del publicitario consiste en reforzar las motivaciones, es decir, las significaciones positivas, y en minimizar los frenos.

Muchos autores contemporáneos se alían a este modelo interaccionista. Todos postulan una o varias necesidades fundamentales y examinan como pueden realizarse o no en la estructura de las obligaciones del entorno. Se puede ver en esta concepción la combinación de las dos ideologías dominantes de nuestro tiempo: el freudianismo (existencia de pulsiones y de deseos) y el marxismo (existencia de presiones alienantes).

En primer lugar debemos evocar al mismo K. Lewin, con sus famosas experiencias sobre los "climas pedagógicos". En sus experiencias demuestra, entre otras cosas, que los individuos situados en las obligaciones de un trabajo en grupo "autocrático" o "democrático" no "reaccionan" de la misma forma En el primer caso, los individuos son dependientes respecto al jefe, poco cooperantes, poco afectuosos entre ellos y poco creativos; en el segundo caso, los individuos son más dinámicos y joviales, más cooperativos, creativos y menos agresivos, aunque el trabajo se haga menos de prisa y quizá con menos precisión. La conclusión de Lewin es que las presiones psicológicas inducen, independientemente de las personalidades, a comportamientos precisos porque las "necesidades sociales" (necesidad de comunicación, de participación..) encuentran la manera o no de realizarse, son o no frustradas. La conclusión ideológica extraída - y que tiene una gran influencia sobre la concepción del "buen jefe"- es que el estilo de leadership democrático es infinitamente preferible al estilo autocrático.

Para los antipsiquiatras, la enfermedad mental es una reacción defensiva vital del individuo. En efecto, éste ve como la familia o la sociedad le proponen un conjunto de

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obligaciones que indudablemente, pone trabas a su necesidad fundamental de realizarse. La esquizofrenia, por ejemplo, es la reacción de tratamiento y de inhibición de un individuo que ve como su familia le ofrece una definición mutilada e inaceptable de sí mismo. La identidad propuesta es encerrarse en una definición infantil que dispone la familia. Esta familia en patológica y preserva así su equilibrio (cf. p. 84). Pero esto va en contra del empuje del desarrollo de la personalidad. La esquizofrenia es un refugio (lLaing y Esterson, L'equilibre mental, la folie et la familie, Maspero 1974).

La forma más elaborada de la concepción interacción de las motivaciones es la de J. Nuttin (1962). El individuo y el mundo tienen cada uno su estructura propia. La estructura del individuo es tener relaciones biológicas, psicológicas y espirituales con el mundo. Ahí existen formas a prori vacías de contenido pero orientadas hacia el mundo. Los intercambios individuo - mundo se realizan. Son guiados por la estructura del mundo. Se organizan poco a poco a consecuencia de la experiencia, de las adaptaciones, de los éxitos y fracasos. Entonces éstos toman formas concretas. Estas formas concretas son el conjunto estabilizado de las interacciones típicas del individuo con su entorno. Estas interacciones responden a las "necesidades" del individuo y participan en un equilibrio. Si resulta que no son posibles, el individuo se siente desadaptado en su juego funcional y trata de restablecer estas interacciones por medio de nuevas acomodaciones. Las formas concretas de las motivaciones son, pues, tipos de interacciones habituales construidas por el individuo con su medio. La motivación es la búsqueda de esta interacción satisfactoria. Esta interesante concepción concilia finalmente el innatismo (existencia de la necesidad de interacciones a diferentes niveles), el empirismo (existencia de aprendizaje) y el situacionismo (la estructura del mundo orienta las formas concretas de satisfacción). Esta concepción desemboca sobre una visión nueva de la búsqueda de las motivaciones y más allá de toda la sicología social. Lo que es importante y debe ser objeto de análisis no son ni las "necesidades" ni las "estructuras de obligaciones", sino las formas específicas de las interacciones individuo - mundo, los guiones reconocibles y repetitivos de los intercambios de los hombres con su entorno.

V. Conclusión

Cada una de las concepciones que acabamos de ver tienen su interés y delimita una parte de la realidad, pero ninguna de ellas es en sí misma suficiente.

No se puede explicar todo por las "necesidades" muy a menudo creadas para dar cuenta a posteriori de los fenómenos. Remitir todo comportamiento a una causa tan abstracta, es remitir la explicación a un nivel desconocido. Por otro lado, es muy evidente que se han de tener en cuenta, por una parte los condicionamientos afectivos y sociales que modulan ampliamente las "necesidades fundamentales" - si estas existen" y por otro lado, las presiones del entorno que no permiten encontrar cualquier vía de realización a estas necesidades.

De las misma forma no se pueden explicar todas las conductas por las presiones del entorno. En primer lugar porque estas presiones son "percibidas" por los hombres, es decir, no son interpretadas de la misma manera, lo que les resta una gran parte de su existencia objetiva, tan necesaria en este tipo de análisis. Además, no debemos olvidar que el hombre

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actúa e intervienen sobre su entorno. una gran parte de las acciones humanas tiene como objetivo trastornar estas presiones.

Las concepción empirista tienen también sus límites. El hombre está determinado por su pasado. Toda su vida, en definitiva, va a repetir su pasado. Concepción "arqueológica" del determinismo humano que niega las posibles superaciones debidas a la toma de conciencia, al esfuerzo voluntario o al impulso de valores espirituales. Ahora bien, estas superaciones existen, la vida cotidiana nos ofrece ejemplos tanto en las curaciones psicológicas como en las conversiones espirituales.

El modelo integracionista se nos presenta como el más integrado. No obstante, está encerrado en una petición de principio que le impide definir tanto la estructura de las presiones como las necesidades o aspiraciones que se expresan. En efecto, por la manera como proceden, estas dos realidades no son independientes: dada una, la otra está determinada. Si seda un medio exterior "presionante" (como en los ejemplos sacados de Lewin y Laing) entonces necesariamente son frustradas las "necesidades de expresión"; si se da un medio exterior "abierto y fluido", entonces nos veremos obligados a razonar a partir de3 las "necesidades" de afiliación (o de seguridad, de comunicación...). La necesidad tomada como necesidad de referencia define la estructura de las presiones al mismo tiempo que la "visión" de esta estructura implica la necesidad tomada como referencia. Por tanto, ninguno de estos modelos es plenamente satisfactorio. Podemos esperar que combinándolos desembocaremos en un modelo más sintético? Podremos contestar a esta pregunta cuando hayamos examinado con detalle todos los elementos considerados habitualmente como "motivaciones".

MUCCHINELLI ALEX (1988). Las Motivaciones. Barcelona: PAIDOBIDO

Cuestionario1. ¿Cuáles son las principales características de las concepciones innatistas de las motivaciones?2. Mencione los principales representantes de la concepción situacionista de la motivación.3. ¿Cuál es la importancia de la concepción empirista de las motivaciones4. Analice críticamente las concepciones interaccionistas de las motivaciones5. Realice un esquema de la lectura realizada