la necesidad del equilibrio presupuestario · 2011-04-05 · n el mundo de la hacienda pública hay...

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99 CLM.ECONOMÍA, Nº 1, Segundo Semestre de 2002. Págs. 99-122 Una nocturna argucia neoliberal. (*) La necesidad del equilibrio presupuestario: Antonio Giménez Montero Universidad de Valencia (*) Este título alude a La larga noche neoliberal, Icaria, 1993, como homenaje póstumo a Jesús Albarracín, fallecido el 2 de marzo de 2001, y en recuerdo del curso 1970/71, en el que, además de su magisterio, disfruté de su amistad. Artículo entregado en agosto de 2002. “Que alguien tenga poder no implica que tenga razón” Galileo Galilei

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C L M . E C O N O M Í A , N º 1 , S e g u n d o S e m e s t r e d e 2 0 0 2 . P á g s . 9 9 - 1 2 2

Una nocturna argucia neoliberal.(*)

La necesidaddel equilibrio

presupuestario:

Antonio Giménez MonteroUniversidad de Valencia

(*) Este título alude a La larga noche neoliberal, Icaria, 1993, como homenaje póstumo aJesús Albarracín, fallecido el 2 de marzo de 2001, y en recuerdo del curso 1970/71,

en el que, además de su magisterio, disfruté de su amistad.Artículo entregado en agosto de 2002.

“Que alguientenga poderno implicaque tenga razón”

Galileo Galilei

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L A N E C E S I D A D D E L E Q U I L I B R I O P R E S U P U E S T A R I O : U N A N O C T U R N A A R G U C I A N E O L I B E R A L .

n el mundo de la Hacienda Pública hay pocascuestiones que originen tanta polémica como la del equi-librio presupuestario. Si para Schumpeter (1918, pág. 146) “lahistoria fiscal de un pueblo es, sobre todo una parte esencial desu propia historia general”, no parece arriesgado afirmar quela discusión sobre el déficit es una parte esencial de lahistoria de la Hacienda Pública, y que los grandes cambiosque esta disciplina ha experimentado a lo largo de los años,han sido condicionados, en buena parte, por el enfoque ytratamiento dado a ese asunto. Así sucedió con la revoluciónkeynesiana y la hacienda funcional, cuya concepción de laHacienda Pública, y del papel que podría desempeñar elSector Público, fue radicalmente distinta de la dominantehasta entonces, y se fundamentó, sobre todo, en el rechazoa muchas de las ideas previas respecto al equilibrio presu-puestario. Enfrentados a los keynesianos, los neomone-taristas de la escuela de Chicago, capitaneada por Friedman,negaron toda virtud de la política fiscal, a partir de unaconsideración diferente del déficit público y sus conse-cuencias, en un debate que dominó la escena hacendísticadurante muchos años, y que, en cierto sentido, aún semantiene vigente. Por su parte, la autodenominada escuela“liberal”, agrupada en torno a Hayek (1947), está defen-diendo, desde la fundación de la sociedad “Mont Pelèrin” enabril de 1947, la minimización del sector público, como ins-trumento idóneo para “la defensa de los valores centrales de lacivilización”. En 1965, Buchanan y Tullock fundaron la “PublicChoice Society”, heredera directa de la “escuela de Virginia”,en la que junto a otros autores, planteaban, desde unos añosantes, otra manera de enfocar el análisis del sector público,basada en buena parte en la revisión que todos ellos hacíandel déficit, la política fiscal y la deuda pública.

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A mediados de los setenta, todas estas corrientes convergenen una “casa común”, el neoliberalismo 1, cuando las sucesivas crisispetrolíferas, las convulsiones de los mercados financieros, lasalarmas creadas por la “crisis fiscal del Estado” 2, y el crecimiento dela deuda pública y los impuestos, formaron un campo especial-mente bien abonado para los que defendían la revisión de laEconomía del Bienestar y la reducción del sector público. Uno de lospilares fundamentales de esta doctrina neoliberal radica en lacondena del déficit público, detalladamente expuesta porBuchanan y Wagner (1977).

El credo neoliberal, adoptado con convicción por los gobiernosconservadores de Margaret Thatcher (1979-1990) y John Major(1990-1997) en el Reino Unido, y Ronald Reagan (1981-1989) yGeorge Bush (1989-1992) en los Estados Unidos, utilizó el equilibriopresupuestario como excusa con la que acometer importantesprocesos de privatización, desregulación y recorte de serviciospúblicos, que no vamos a analizar por ser sobradamente conocidos.El objetivo principal de este trabajo es analizar algunas cuestionesque, ocultas tras los argumentos aparentemente sencillos queutiliza el neoliberalismo para condenar el déficit público, hanservido para justificar las decisiones tomadas al respecto por laUnión Europea.

1. El entramado teórico de lacondena neoliberal del déficit.

El equilibrio presupuestario, que fue considerado un asuntocasi religioso por un laureado literato, y ocasional Ministro deHacienda español, al defender el “santo temor al déficit” 3, se havenido considerando, en la Teoría de la Hacienda Pública, como unode los “dogmas” del pensamiento económico clásico, desde que localificara así Colm (1948, pág. 192) en 1948. La corriente neoliberalha reforzado ese carácter dogmático, atribuyendo al déficit propie-

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1) Definida como “corriente de pensamiento que...en la práctica se ha concretado en un evidente conservadurismo,que ha rearmado a la derecha”. Vid. Diccionario Planeta de Economía, Planeta, Barcelona, 1980. Al edificio inicial sehan ido mudando después personajes de todo tipo, procedentes tanto de la extrema izquierda como de laderecha más cavernícola.2) Vid. O’Connor (1973) y Alcaly y Mermelstein (1977).3) Vid. la intervención del Excmo Sr. D. José Echegaray y Eizaguirre, Ministro de Hacienda, en el Congreso de losDiputados, el día 20 de noviembre de 1905. Diario de Sesiones de las Cortes, nº 29, pág. 693.

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dades casi demoníacas, y desplazando así, en buena medida, ladiscusión sobre sus ventajas e inconvenientes a un terreno meta-económico. Con ello han dado indirectamente la razón, seguro quede forma involuntaria, a Joan Robinson (1966, pág. 3), que en 1966escribía: “es imposible comprender el sistema económico en quevivimos, si tratamos de interpretarlo como un esquema racional”. Enconsecuencia, si queremos entender el mundo que nos rodea,habrá que buscar elementos extra económicos que puedan explicarpor qué las ideas neoliberales han servido de justificación a impor-tantes decisiones políticas en las últimas décadas, y por qué lacondena del déficit vuelve a ser un argumento central de éstas.

Al margen de otras razones, se puede explicar el auge experi-mentado por el neoliberalismo por las peculiares características dela lucha política interna de cada país, y por la influencia que alcanzóesta corriente en las instituciones académicas y sociales. En 1981,valorando el impacto de este fenómeno, Musgrave (1981, pág. 491)escribió: “Los acontecimientos de la pasada década han producido doscambios importantes en el ambiente intelectual. Uno es el notableascenso del conservadurismo intelectual.....Con su defensa del libremercado y de las instituciones capitalistas, esta nueva casta pone enentredicho lo que Schumpeter describió como el papel intrínsecamenteizquierdista y anticapitalista del intelectual en la sociedad. Este cambioha corrido parejo a un cierto desencanto de la izquierda para los con-troles públicos....Ambos desarrollos, particularmente el primero, handejado su huella en la consideración del papel efectivo del sectorpúblico.....El nuevo punto de vista..... contempla al sector público comoun obstáculo para el mercado. Para la nueva doctrina resulta funda-mental la proposición de que el gobierno se ha expandido demasiado yse hace necesario aprobar límites constitucionales.”.

Y el “ambiente intelectual” no mejoró mucho durante los añosochenta, a tenor de las acusaciones hechas por Bunge (1985, pág.109) en 1985: “Las teorías económicas que enseñan casi todas lasuniversidades, así como las políticas económicas que elaboran muchosgobiernos...comparten un rasgo moral: su desdén por las consecuenciassociales negativas que pueden tener las políticas y los planes econó-micos”, y por Sen (1987, pág. 25) en 1987: “la naturaleza de laeconomía moderna se ha visto sustancialmente empobrecida por eldistanciamiento que existe entre la Economía y la ética”.

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Para actualizar el trabajo de Musgrave sólo serían necesariospequeños cambios: ampliar el período a las dos últimas décadas(1981-2001), e incluir la mayor desconfianza hacia el sector públicoque, en muchos sectores, ha generado la caída del muro de Berlínen noviembre de 1989 y el posterior colapso de los países “socia-listas”. En el resto, el diagnóstico mantiene su vigencia: la ofensivaconservadora contra el sector público no ha cesado, y el anatemacontra el déficit sigue siendo uno de sus argumentos preferidos.Habría que añadir, además, la expansión del credo neoliberal y sucreciente subordinación a los intereses económicos de los paísesricos, señalada por Stiglitz: “desde el final de la guerra fría, la genteencargada de difundir por todos los remotos rincones del planeta elevangelio del mercado ha adquirido un poder tremendo. Esos econo-mistas, burócratas y funcionarios actúan en nombre de los EstadosUnidos y del resto de los países industrializados” 4. Como elementofinal, no se podría dejar de aludir a los últimos escándalos empresa-riales (Enron, Worldcom, Andersen, AOL, Kirch, Vivendi, etc.),bursátiles (múltiples acusaciones de lucro basado en informaciónconfidencial, con los mismísimos Bush y Cheney a la cabeza), ypolítico-financieros (especialmente en Alemania, que ha visto ladestitución de dos ministros federales), que han alejado todavía mása la economía de la ética, dejando al descubierto buena parte de lamiseria moral del “nuevo espíritu capitalista” 5.

Para convencer a los demás de la bondad de sus ideas, losneoliberales han acudido al viejo recurso, presente, por otra parte,en todas las épocas y formas de organización social, de disfrazar suspropios intereses con el manto del interés general, revestir susrecetas con el halo de la neutralidad, objetividad y eficiencia, einvocar la autoridad científica de los “padres fundadores”. Por lo querespecta a este último aspecto, no está de más hacer una breveincursión en el pensamiento clásico, a fin de descubrir lo que hay decierto en los habituales tópicos. Para empezar, podemos señalar quela obsesión neoliberal por reducir el gasto público no casa muy biencon lo que defendía Say (1828-1830, pág. 686): “Ninguno pensará quela economía de los gastos públicos consiste en gastar poco, sino quetodos coincidirán en que debe consistir en no gastar sino en aquello quese necesite, y en no pagar las cosas por más de su valor”. Parece que el

1044) Vid. Stiglitz (2000) y también Chang (2002).5) Vid. Boltanski y Chiapello (2000).

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de Lyon hilaba algo más fino que los neoliberales, al distinguir entrevolumen de gasto, necesidades sociales, y gestión eficaz de losrecursos. La condena del gasto público, calificándolo sistemática-mente como un “mal necesario” oculta buena parte de la visiónclásica sobre el asunto, y “no subraya debidamente la presenciapositiva del Estado reclamada por Smith” 6.

Tampoco es del todo cierta la simplificación neoliberalrespecto a las virtudes del ahorro público, o al menos no es esa laidea defendida por el fisiócrata Quesnay (1758, págs. 58-59): “queel gobierno se ocupe menos de ahorrar, y más de las operacionesnecesarias para la prosperidad del reino....como aquellas obras públicasque facilitan el acrecentamiento de las riquezas”, que muestra así sudesinterés por el superávit (ahorro), y defiende con claridad losgastos en aquellas inversiones públicas socialmente beneficiosas.

En cuanto al equilibrio presupuestario, puede afirmarse, comoya observó Burkhead (1954), que los grandes autores clásicos, conAdam Smith a la cabeza, en general no se ocuparon directamentedel déficit, sino de una de sus consecuencias: el endeudamiento 7.Ahora bien, para analizar correctamente la postura clásica respectoa la Deuda Pública, es necesario tener en cuenta dos cuestiones.

En primer lugar, que la Hacienda Clásica sólo puede enten-derse, como apuntó Fuentes Quintana (1973, pág. 212), como una“Hacienda del desarrollo económico”, y que, en la consecución deese objetivo, puede interponerse un obstáculo, la deuda pública,en tanto en cuanto ello reduzca la inversión privada. El debate sobresi ese efecto se produce o no ha sido recurrente en la literaturaeconómica 8, pero la evidencia empírica nunca ha logradodemostrar, de forma concluyente, que se haya dado en realidad tal“expulsión” (crowding-out) 9. Por otra parte, el análisis de los efectos“expulsión” no debería hacerse, como señala Aschauer (1989, pág.641), respecto a la totalidad del gasto público, sino considerando lacomposición del mismo. Otro tanto sucede con la pretensión neoli-

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6) Vid. Fuentes Quintana (1973).7) Así sucede con Adam Smith, ya que el libro V de La riqueza de las naciones, dedicado a los ingresos delsoberano, contiene un capítulo III para las deudas públicas, y ninguno para el déficit, que es superficialmentetratado en ese capítulo.8) Ver, por ejemplo, el repaso a la literatura que efectúa Arestis (1985).9) Sin necesidad de grandes estudios empíricos, parece evidente que si hubiera habido un verdadero “crowdingout” en la economía estadounidense (y, por extensión, en el resto), no hubiese existido el auge de su mercadofinanciero, basado en el espectacular crecimiento de los “bonos basura” emitidos en los ochenta, ni la “burbujatecnológica” de los noventa, a raíz de las empresas “punto com”.

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beral de culpar al déficit y la deuda pública de los problemas infla-cionistas habidos en los años setenta y ochenta. Nunca se hapodido establecer, de manera fehaciente e incontestable, dicharelación causal 10. En definitiva, culpar a la deuda pública de estosmales es una afirmación dogmática, en el sentido que da Myrdal altérmino 11, sin más valor científico que el que le otorgan ciertosmodelos económicos diseñados “ad hoc”.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta que, durante siglos,la Deuda fue, sobre todo, el medio habitual de financiar las guerrasy, que para casi todos los autores clásicos, es precisamente lafacilidad para obtener empréstitos lo que favorece tanto la apariciónde conflictos armados como su gran duración: “El crédito sólo sirvepara sostener guerras lejanas, y para prolongarlas....no se hubiese hechola guerra si no hubiese habido crédito” 12.

En realidad, la condena de la deuda era, para Adam Smith, unaforma indirecta de condenar el gasto 13 y las guerras: “Si los gastos deguerra se sufragasen siempre con ingresos obtenidos dentro delaño....las guerras se terminarían con mayor rapidez y se declararíanmenos desatentadamente” (A. Smith, 1776, pág. 813), y esta idea, queabunda a lo largo y ancho de la literatura económica clásica, puedeencontrarse cien años después, expresada con mayor vehemencia,en el español Carreras: “las deudas favorecen los proyectos de príncipessoberbios, dándoles medios indefinidos para hacer guerras desas-trosas....¡Maldito mil veces sea el crédito público, si no ha de servir másque para lanzar a los pueblos y a los gobiernos a empresas insensatas,a agitaciones sangrientas, a matanzas y depreciaciones inicuas!”(Carreras y González, 1865, pág. 443). Así pues, también en esteasunto demuestran los autores clásicos una mayor claridad de ideasque los neoliberales: no se trata de condenar sin más la deudapública, sino que es imprescindible considerar el destino dado a losfondos. Cualquiera que haya leído con detenimiento los textos delos economistas clásicos sabe de sobra que, para ellos, la deudapública es el instrumento adecuado con el que financiar las obras

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10) No deja de ser curioso que, en medio de las crisis petrolíferas iniciadas en 1973, y las sucesivas tormentasfinancieras de los ochenta, el neoliberalismo se empeñe en que la responsabilidad de los incrementos en losíndices de precios es debida, principalmente, al déficit público. Vid. Hein (1981).11) Para este autor, “los dogmas económicos son impermeables a la evidencia empírica”. Citado por Navarro, V.: “Unavictoria del neoliberalismo”, El País, 26 de mayo de 1999.12) Vid. Destutt de Tracy (1815, págs. 251-252).13) Hay que tener en cuenta que, durante el siglo XVIII, el 80 ó 90 por ciento del gasto público del Reino Unidoiba destinado a gastos de guerra y pago del servicio de la Deuda. Vid. Comín (1996, pág 113).

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públicas y demás inversiones “productivas” (que contribuyen a laformación de capital), como no podía ser menos en una “Haciendadel Desarrollo”. ¿Hubiera sido posible el desarrollo económico,desde el siglo XV hasta hoy, sin el uso del crédito y la deuda para lafinanciación de las inversiones, públicas y privadas?.

Otro aspecto crucial de la condena clásica del déficit es elámbito de las operaciones de ingresos y gastos a que se aplica. Enlas ocasiones en que aquellos autores se ocuparon explícitamentedel saldo presupuestario, defendiendo la bondad del equilibrio,éste se refiere siempre a la igualdad entre ingresos y gastos públicosordinarios. Poco se puede entender de la hacienda clásica sin hacerreferencia a su fundamental distinción entre ingresos ordinarios yextraordinarios. De forma unánime, la economía clásica considera ala deuda pública como el ingreso extraordinario por antonomasia,de suerte que, predicar la necesidad de equilibrio ordinario, no esmás que una manera adicional de reforzar la idea de bendecir ladeuda para financiar las inversiones públicas y otros gastos decapital, que tienen la consideración de extraordinarios, y condenarsu utilización para cubrir los gastos relacionados con la guerra. Endefinitiva, la condena clásica del déficit se refiere tan sólo a losingresos y gastos ordinarios, y no al conjunto de las operaciones nofinancieras. Si los neoliberales quieren defender el equilibrio presu-puestario con argumentos basados en la Hacienda clásica, nodeberían ocultar esas distinciones. Porque, como es obvio, unacosa es defender el equilibrio en el ámbito de los ingresos y gastoscorrientes, y otra muy distinta ampliar el terreno al conjunto deingresos y gastos no financieros de un ejercicio. Una cosa escondenar el uso de la deuda pública para financiar gastos impro-ductivos (y en especial la guerra), y otra extender esa condena acualquier destino que puedan tener los empréstitos. Todos estosmatices, que son esenciales a la hora de contabilizar los ingresos ygastos públicos, y que afectan directamente al propio concepto dedéficit y su condena, suelen escamotearse en el discurso neoliberal,que presenta una versión simplificada y monolítica del déficit yla deuda.

Con relación a otras cuestiones, la defensa neoliberal del equi-librio presupuestario ofrece también notorias debilidades. Asísucede con la confusión metodológica entre objetivos e instru- 107

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mentos, incluida en la defensa del “déficit cero” como meta irrenun-ciable. Imitando la afición neoliberal a invocar la autoridad científicade los escritores clásicos, podría citarse a Colm (uno de los funda-dores de la moderna Teoría de la Hacienda Pública): “Las bases de laHacienda Pública sólo pueden estar constituidas por hipótesis detrabajo, y no por dogmas inflexibles, porque ha de emplear medios e ins-trumentos para conseguir objetivos que están fuera de su propio campo.Se puede ser dogmático respecto a un objetivo, pero la conveniencia deun medio sólo puede ser juzgada en función de su utilidad” (Colm,1948, pág. 193). Recordemos, por otra parte, que, desde la formu-lación por Dalton (1922) y Pigou (1928) de los principios básicos dela Hacienda Pública actual, sus objetivos se han definido en torno alo que Musgrave (1959) sintetizó en las conocidas “tres ramas”: asig-nación, distribución y estabilización, y son aceptadosunánimemente por todos los hacendistas. En ese marco, el equi-librio presupuestario jamás ha aparecido dentro de los objetivos, dela Hacienda o el Sector Público, sino como un instrumento, que hade supeditarse, necesariamente, al logro de aquellos objetivos. Estoes especialmente obvio en el ámbito de la estabilidad económica,donde sería absurdo defender el “déficit cero” en cualquier circuns-tancia, y así lo ha entendido siempre la moderna Hacienda Pública,y lo han expresado con claridad todos sus autores, entre los quepuede citarse a Fuentes Quintana (1970, pág. 165): “carece de funda-mento la defensa del equilibrio presupuestario, lograda conindependencia de la coyuntura económica del país”.

Al poner el énfasis en el equilibrio presupuestario, elevando unmero instrumento a la categoría de objetivo, el neoliberalismotiende una trampa metodológica de gran alcance, puesto que asíintenta marginar la discusión sobre las cuestiones esenciales parael bienestar social, como son el reparto de la carga tributaria y lacomposición del gasto público, que nada tienen que ver con laexistencia o no de déficit. Detrás de cualquier presupuesto, estéequilibrado o desequilibrado, puede haber sistemas tributariosregresivos o progresivos, y puede haber gastos que benefician aunos u otros grupos sociales o individuos, y son estos asuntos losque inciden directamente sobre el bienestar, no la diferencia entrevolumen de ingresos y gastos. Defender el equilibrio por encimade cualquier otra consideración es, sencillamente, ignorar valoreséticos fundamentales, de los que se ocupó in extenso la economía108

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clásica 14, y que reivindicó claramente la Economía del bienestar: “Laforma de incrementar el bienestar económico puede reducir el bienestargeneral....[y por tanto].... la Economía del Bienestar y la ética no puedenestar separadas. Son inseparables porque la terminología del bienestares una terminología de valores” (Little, 1950, págs. 79 y 82). ¿Qué tipode ética posee un sector “público” dispuesto a supeditar el bienestarde sus ciudadanos o la justicia distributiva al logro del equilibriopresupuestario?; ¿Qué satisfacción moral puede producir el hechode que el 1 por ciento de la población más rica del mundo posea elequivalente al 57 por ciento de la población más pobre? 15.

Un último aspecto de la debilidad que afecta a la defensadel equilibrio presupuestario, lo constituye la constatación de susistemática violación práctica. Pese a predicar insistentemente locontrario, lo cierto es que la historia presupuestaria europea de lossiglos XVIII y XIX señala una habitual trasgresión de esa norma, comorefleja el citado discurso de Echegaray. La inobservancia del prin-cipio fue todavía más general en la década 1928-1939, en la que,según Dalton (1922, pág. 218), se produjo una verdadera “epidemiamundial de déficits” que, dicho sea de paso, impidió que la crisiseconómica de ese período fuera aún más grave. Un caso reciente, yllamativo, de trasgresión deliberada del credo antiintervencionistapor parte de sus partidarios, fueron las medidas adoptadas por laAdministración estadounidense y la Unión Europea tras los aconte-cimientos del 11 de septiembre de 2001. A propuesta del presidenteBush, la Cámara de Representantes autorizó más de 130 mil millonesde dólares en programas destinados a impulsar la demanda interna,de los que 15.000 eran ayudas directas a las compañías aéreas,además de prometer a las fuerzas armadas “todos los recursosnecesarios para asegurar la derrota del terrorismo”. Paralelamente, seaprobaron una serie de reducciones tributarias que, sumadas a losanteriores gastos, suponían un déficit equivalente al 1 por ciento delPIB 16. Por su parte, la Comisión Europea aprobó ayudas a lascompañías aéreas europeas, con objeto de que éstas no queden

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14) ¿Alguien puede concebir a Adam Smith sin su Teoría de los sentimientos morales, o a John Stuart Mill despre-ocupado de la situación social de los trabajadores británicos?.15) Según el Informe sobre desarrollo humano 2002, publicado por la ONU.16) Las rebajas fiscales fueron duramente criticadas en una carta abierta aparecida el 15 de noviembre, firmadapor economistas de la talla de Arrow, Blinder, Klein, Modigliani, Solow, Stiglitz, y Tobin, entre otros. El objeto prin-cipal de sus críticas es la regresividad de las medidas adoptadas, que beneficiaban principalmente a las grandesempresas y a los contribuyentes de mayor capacidad. Aparte de otras valoraciones, esto es una clara muestra deque lo verdaderamente importante es el reparto de la carga tributaria, y no el tamaño del déficit.

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perjudicadas, comparativamente, respecto a las estadounidenses,contradiciendo así de forma flagrante lo que había sido la “políticade estímulo de la competencia” generalmente defendida hastaentonces, que prohibía las ayudas públicas a este sector. Si se aceptaque estas medidas son lógicas cuando hay problemas económicos,¿por qué el sistemático ataque neoliberal hacia el keynesianismo,que, en esencia, es eso lo que propugna?; ¿por qué se sacraliza elequilibrio presupuestario y, sin embargo, cuando conviene sesacrifica en aras de los intereses de las grandes corporaciones?.

En resumen, la simplificadora idea de que el “déficit cero” es, ensí mismo, beneficioso, no deja de ser una superchería. En 1933,Jacob Viner escribió: “Es una miserable falacia que, independiente-mente de las circunstancias, el gobierno deba equilibrar su presupuestocada año. ¿Por qué no cada mes, semana, u hora?” 17. Así clasificada, noparece descabellado incluir esta idea entra las “falacias populares”identificadas por Mishan (1969): “Argumentos erróneos y falsasnociones económicas, frecuentemente aceptadas como axiomas pornumerosas personalidades públicas y políticas, que acaban por no serdebatidas, y cuya existencia se debe a la influencia de la “avanzada”ideológica liberal”. En esta apreciación coincidió años despuésJoan Robinson (1971, pág. 18), para la que este tipo de “herejíaseconómicas”, se basan “en la complacencia en el “neo-laissez-faire... yse desacreditan por la persistencia de la pobreza, e incluso el hambre,en las regiones más ricas”.

2. El equilibrio presupuestario en laconstrucción de la Unión Europea.

La influencia de la doctrina neoliberal respecto al déficitpúblico se puso de manifiesto en la redacción del Acta ÚnicaEuropea de 1986, aunque fue en el informe Delors, de 1989, dondese puede apreciar con más claridad. Las ideas básicas de dichoinforme, desarrolladas y moldeadas por la negociación política quetuvo lugar en los años posteriores a su redacción, fueron parte fun-damental del Tratado de la Unión Europea, firmado en Maastricht el7 de febrero de 1992. Como es de sobra conocido, entre los “cri-

110 17) Citado por Dalton (1922, pág. 215).

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terios para la convergencia”, de los países aspirantes a integrarse enla Unión Económica y Monetaria, el Tratado de Maastrich incluyóuna cláusula relativa al déficit presupuestario, de manera que esospaíses debían tener, en el momento que se decidiera cualespasaban a la fase siguiente 18, un déficit inferior al tres por ciento desu Producto Interior Bruto.

La preocupación comunitaria por el déficit de los paísesmiembros se acentuó con la aprobación del Pacto de Estabilidad yCrecimiento, acordado en el Consejo Europeo de Ámsterdam de 17de junio de 1997. Según el Pacto, los gobiernos nacionales que seincorporen definitivamente a la moneda única están obligados apresentar programas cuatrienales de estabilidad, con revisión anualde sus objetivos, estableciendo un procedimiento supervisor porparte de la Comisión Europea, que lleva aparejado un sistema desanciones y multas para aquellos países que sobrepasen el men-cionado límite del tres por ciento. Un año después de la entrada envigor del Euro (enero de 1999), el Consejo Europeo celebrado enjunio de 2000 en Santa María de Feira tomó acuerdos adicionalespara reforzar la “disciplina presupuestaria”, fijando 2004 como el añolímite en el que todos los Estados miembros debían alcanzar elequilibrio (o mejor aún, superávit) presupuestario. Tras la puesta encirculación del Euro en enero de 2002, el Consejo Europeo del 21 dejunio (Sevilla) confirmó tanto los términos del Pacto, como losAcuerdos del Consejo Europeo de 2000, insistiendo en la obligaciónde los países miembros de la Unión Económica y Monetaria delograr el equilibrio presupuestario en el año 2004 19. Aunque desdeoctubre de 2001 han sido varias las críticas dirigidas a este asunto(entre ellas la del mismísimo Jacques Delors, ex-presidente de laComisión Europea, que en declaraciones efectuadas en mayo de2002 dijo: “no comparto la obsesión por la rigidez respecto al déficitpresupuestario”), el Consejo (Ecofin) celebrado en Bruselas el 12 dejulio de 2002 procedió a una nueva ratificación de 2004 como añodel “déficit cero”.

En todo este largo proceso, la firmeza con la que la Comisión

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18) El 3 de mayo de 1998 se produjo la selección de los países que implantarían, en enero de 1999, la monedaúnica europea. Como se sabe, inicialmente fueron 11: Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia,Holanda, Irlanda, Italia, Luxemburgo y Portugal, a los que más tarde se unió Grecia.19) Vid. “Recomendación del Consejo de 21 de julio de 2002 sobre las orientaciones generales de políticaeconómica para los Estados miembros y la Comunidad (2002/549/CE)”. Diario Oficial de las Comunidades Europeas,11 de julio de 2002.

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Europea ha defendido la bondad del equilibrio presupuestario hafacilitado la conversión de una idea, discutible como todas, en unauténtico dogma, rehabilitando así la calificación que le otorgaraColm. Para entender este asunto, no se puede pasar por alto el com-ponente antieuropeo de los gobiernos conservadores de MargaretThatcher y John Major, ni la posición dominante en la escenaeuropea de la Alemania del canciller Helmut Kohl y su coalicióncristiano-liberal durante los años de su mandato (1982-1998), en losque Alemania afrontaba, además, las dificultades internas delcomplejo proceso de su unificación. Tampoco debería olvidarse lainsistente y ardorosa defensa que hizo el Bundesbank, durante lostres o cuatro años previos a la firma del Acta Única, de las bondadesdel equilibrio presupuestario como norma, y de la necesidad delBanco Central Europeo, como condiciones indispensables paralograr la estabilidad de precios. En un marco más general, quizássería interesante preguntarse por qué las instituciones europeas hanignorado sistemáticamente las recomendaciones contenidas en losinformes del Club de Roma (en especial los de Meadows (1972),Mesarovic-Pestel (1974) y Tinbergen (1976) en los setenta, o los deKing y Schneider (1991) y Schneider (1995) en los noventa), mientrasaceptaban, con cierto entusiasmo, las opiniones del Bundesbank.

Es probable que los motivos por los que se defiende elequilibrio presupuestario en esas instancias sean similares a los queexplican las peores actuaciones del Fondo Monetario Internacional,recientemente expuestas por Stiglitz (2000 y 2002). Como se sabe,este autor denuncia que las decisiones del FMI no resolvían losproblemas de los países destinatarios de sus recetas y programas deajuste 20, sino que eran las que mejor encajaban con los intereses ycreencias de las personas, vinculadas a la comunidad financiera, quetomaban esas decisiones. No carece de fundamento la sospecha deque algo similar ha ocurrido en el seno de la Comisión y el ConsejoEuropeos, y que el Pacto de Estabilidad primero, y los Acuerdos deSanta Maria da Feira después, responden sobre todo a las creenciase intereses políticos (quizás también financieros) de sus miembros,más que a los intereses, o al bienestar general, de la poblacióneuropea. Por otra parte, se pregunta Stiglitz cómo es posible quegente inteligente -incluso brillante- haya elaborado unas políticas

11220) En 1992 tuve la ocasión de comprobar personalmente, sobre el terreno, la veracidad de esta afirmación deStiglitz, en una Zambia sometida a los rigores del ajuste estructural recetado por el FMI.

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tan malas. Su explicación es triple: por un lado, lo anticuado y des-fasado de los modelos empleados por los economistas del FondoMonetario Internacional; por otro, el aislamiento y hermetismo deesas instituciones, totalmente cerradas a los consejos y críticas delexterior; y por último, la arrogancia en el mantenimiento de susanálisis y prescripciones, que se extiende también, según Stiglitz, alDepartamento del Tesoro estadounidense. Lo más probable es queestos vicios, u otros semejantes, afecten así mismo a la ComisiónEuropea y, por difusión, al Ecofin y al Banco Central Europeo.

Para implantar los acuerdos europeos relativos al déficit, laUnión Europea ha ido aprobando una serie de normas, reglas yprocedimientos, de los que cabe destacar algunos aspectos:

1.- Contenido conceptual del déficit. De acuerdo con los regla-mentos que aprueban y desarrollan el Sistema Europeo de Cuentas,el déficit abarca al conjunto de las operaciones no financieras detodas las Administraciones Públicas. De esta forma, la idea de “déficitcondenable” se aleja mucho de la propugnada por la economíaclásica (y por el sentido común), al incluir las inversiones y, engeneral, la formación bruta de capital fijo, en el cómputo del déficit.Por otra parte, el límite del 3 por ciento respecto al PIB, fijado en eltratado de Maastricht, fue el fruto de una decisión puramentediscrecional, puesto que no hay ningún análisis empírico que avaleesa cifra como “máximo permisible” (¿por qué el 3, y no el 3,2 o el2,8?). Finalmente, dicho límite se interpretó de la forma más rígida yestricta 21, en consonancia con el menosprecio neoliberal hacia lapolítica fiscal, y su paralela predilección por la política monetaria,que ha otorgado la exclusiva de este instrumento a una discutidainstitución como es el Banco Central Europeo.

2.- Medición y contabilidad del déficit. A medida que seacercaba el momento de pasar el “examen del euro”, algunos de lospaíses aspirantes pusieron en marcha distintos mecanismos con losque maquillar sus cuentas y alcanzar astutamente dicho límite. Asísucedió con Francia, a finales de 1996, que traspasó el fondo de pen-siones de France Telecom al Tesoro, por un valor 37.500 millones defrancos, lo que redujo su déficit en un 0,5 por ciento, aproximada-

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21) En 1996, el entonces ministro federal alemán de hacienda, Theo Waigel, máximo exponente de la aplicaciónrigurosa del Tratado, hizo numerosas declaraciones en las que afirmó literalmente que: “tres es tres, y nadamás...no es admisible ni una sola décima detrás de la coma del 3”.

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mente. Pese a las protestas de Alemania, Holanda y el Reino Unido,la Comisión Europea, avalada por la oficina comunitaria de esta-dística (Eurostat), aprobó este procedimiento, que abrió las puertasa que Portugal hiciera, meses después, otro tanto. Pero las airadasprotestas alemanas bajaron mucho de tono cuando, al añosiguiente, fue el propio gobierno alemán, y en especial su ministroWaigel, el que propuso reducir su déficit mediante la incorporación,como ingresos presupuestarios, de parte de los procedentes delajuste contable por la revalorización de las reservas de oro delBundesbank, lo que provocó la oposición frontal de esta institución.También en este caso la Comisión aceptó finalmente, de formaparcial, este ingenioso proceso contable, que abrió así la puerta aluso general de lo que entonces se llamaba “contabilidad creativa” 22,y que poco antes del 3 de mayo de 1998 había sido utilizada pormuchos de los países aspirantes a pasar a la fase siguiente de laUnión Monetaria. Por otra parte, la sustitución del sistema decuentas (SEC 79) empleado para el “examen de Maastricht” (déficitdel año 1997), por un nuevo y más riguroso sistema (SEC 95, en vigordesde julio de 2000 23), puso de manifiesto que, con los nuevoscriterios, algunos países (entre ellos España 24), habrían sobrepasadoel límite del 3 por ciento y hubieran quedado, en consecuencia,fuera de la selección.

Como era de esperar, los trucos contables no acabaron con laentrada en vigor del Euro en enero de 1999, sino que se han seguidoempleando después. Así por ejemplo, la Comisión ha admitido quealgunos países usen parte de los ingresos procedentes de lasprivatizaciones para rebajar el déficit, o que las deudas con plazo devencimiento superior a los 18 meses, que se deberían contabilizarpor su totalidad en la fecha de vencimiento, acaben prorrateándoseentre varios ejercicios. La prueba más obvia de que el maquillaje delas cuentas públicas ha sido práctica común durante años la hanofrecido las auditorias realizadas por Francia e Italia en el verano de2002, que han llevado al Comisario de Asuntos Económicos, Pedro

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22) Calificada por el Presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, Blas Calzada, como “puroengaño”, en la entrevista publicada en el diario “El País” el día 28 de julio de 2002. ¿Habrá sido éste modelo de“contabilidad creativa”el inspirador de la ola de trampas contables que ha empezado a aflorar en muchas grandesempresas tras la quiebra de Enron a finales de 2001?.23) Vid. “Reglamento (CE) Nº 1500/2000 de la Comisión, de 10 de julio de 2000, por el que se aplica el Reglamento(CE) Nº 2223/96 del Consejo en lo que se refiere a los gastos e ingresos de las administraciones públicas”, DiarioOficial de las Comunidades Europeas, 12 de julio de 200024) Según la Contabilidad Nacional de España (SEC 95), el déficit de 1997 fue equivalente al 3,2 % del PIB.

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Solbes, a decir que “la vigilancia presupuestaria no podrá funcionarcorrectamente si los Estados miembros y las oficinas estadísticas nacio-nales no prestan más atención” 25. En resumen, puesto que laComisión (y Eurostat) ha de dar el visto bueno a las cuentas públicasque remiten los países miembros, podríamos decir que, en losúltimos años, la “contabilidad ingeniosa” se ha visto acompañada deuna “contabilidad pactada”.

3.- Una aplicación discrecional de las normas. La cultura delacuerdo político entre bastidores, aplicada a la contabilidad,también se ha extendido al ámbito del “Procedimiento aplicable encaso de déficit excesivo” 26. A finales de 2001, la Comisión Europeallamó la atención de Portugal sobre la debilidad de sus políticasencaminadas a reducir el déficit, bastante próximo al límite del 3por ciento. En febrero de 2002, la Comisión apercibió a Alemania,porque estaba incumpliendo la política de reducción del déficitincluida en su programa nacional de estabilidad. El Ecofin noamonestó finalmente a esos países, como debía haber hecho,porque Alemania no estaba dispuesta a recibir una reprimendapública por esta cuestión, después de haber sido durante años lapaladina de la estricta observancia de la disciplina presupuestaria.Las presiones políticas del gobierno alemán consiguieron ademásque el asunto ni siquiera llegara a debatirse oficialmente en laCumbre de Barcelona celebrada el mes de marzo de 2002.

Sin embargo, la “diplomacia” con la que la Comisión trató esoscasos no pudo mantenerse tres meses después, ante transgresionesciertas del límite del 3 %. En efecto, la revisión de las cuentaspúblicas portuguesas condujo a que el 26 de julio de 2002 laministra de finanzas confirmase oficialmente que el déficit de su paíscorrespondiente al ejercicio 2001 era del 4,1 % del PIB. La ComisiónEuropea respondió de inmediato, iniciando, por primera vez en lahistoria, el procedimiento corrector previsto en el Tratado de laUnión. Por otra parte, la revisión de las cifras del déficit del año 2001

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25) Vid. “El País”, 27 de julio de 2002, pág. 45.26) El Reglamento 475/2000 del Consejo, de 28 de febrero, ha adaptado lo relativo a dicho procedimiento, alnuevo sistema de cuentas SEC 95.Muy simplificadamente, el sistema consta de seis fases: 1) La Comisión esinformada de que un país ha sobrepasado el límite del 3%, y propone que se active el proceso; 2) El ComitéEconómico y Financiero analiza la información contable; 3) El Ecofin recomienda al país que tome medidas; 4) Elpaís tiene cuatro meses de plazo para instrumentar las políticas necesarias; 5) El Ecofin da el visto bueno a lasmedidas adoptadas o, en caso contrario, puede exigir un depósito, sin intereses, equivalente al 0,2 % del PIB; 6)Si al cabo de dos años el déficit no se ha reducido hasta el límite, el país puede ser multado con una cuantía que,como máximo, equivaldrá al 0,5 % del PIB.

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que está efectuando la Oficina Europea de Estadística (Eurostat)conducirá, según las previsiones de la propia Comisión, a queFrancia se sitúe prácticamente en el límite, Alemania tenga undéficit aproximadamente igual al 2,7 % del PIB, e Italia alcance unporcentaje cercano al 2 %. Ante ese panorama, puede interpretarseque la decisión de la Comisión respecto a Portugal es también unaindicación de que el “procedimiento para el déficit excesivo” se va aaplicar con rigor. Lo que no se sabe aún es si ese rigor conllevarátambién una interpretación restrictiva de las “circunstancias excep-cionales”, previstas en el procedimiento 27, que no han llegado aespecificarse con exactitud, por no haber acuerdo entre los paísesmiembros de la Unión.

4.- Falta de adaptación al entorno económico. La cuestión deflexibilizar o reinterpretar el contenido del Pacto de Estabilidadadquirió especial importancia a partir del 11 de septiembre de 2001,cuando la recesión económica condujo a que los principales orga-nismos económicos (FMI, OCDE, FED, BCE, etc.) revisaran a la baja lasperspectivas de crecimiento. Aunque las reuniones mensuales delEcofin hayan mantenido desde entonces el fundamentalismopresupuestario, invocando la necesidad de mantener la disciplinapresupuestaria, las voces discrepantes no han hecho más quecrecer, tanto en lo que se refiere al cumplimiento estricto del límitedel 3 %, como por lo que respecta al obligatorio logro del equilibrioen el año 2004.

Así por ejemplo, Italia ha propuesto que no computen, en elcálculo del déficit, determinados gastos (infraestructuras, reformasestructurales); Alemania es partidaria de vincular la cuantía deldéficit con la tasa real de crecimiento de la economía; y Francia,que ha sido el país más crítico, pidió abiertamente un aplazamientode la fecha límite de 2004, y una amplia revisión del Pacto deEstabilidad, amenazando, por boca de su ministra de Industria,Nicole Fontaine, con que su gobierno llevaría a cabo y por sucuenta una “reinterpretación inteligente” de dicho Pacto. Por suparte, el ministro francés de Economía, Francis Mer, acusó a laComisión de “haber perdido el norte, y no saber muy bien para qué seestá trabajando”.

11627) Comparto la opinión de Javier Salinas, cuando califica esta cuestión como “la más polémica” del mencionadoprocedimiento sancionador. Vid. Salinas (1999, pág. 202).

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Los argumentos del gobierno francés se dirigen al corazónmismo del dogma del presupuesto equilibrado: aunque su conse-cución pueda tener sentido en momentos de prosperidadeconómica y crecimiento sostenido, no tiene ninguna justificaciónen fases descendentes del ciclo, ni en situaciones, como la actual,de crisis económica y bursátil. Tampoco parecen ser la mejor recetaa medio y largo plazo, si se tienen en cuenta los previsiblesincrementos del gasto público en sanidad y pensiones derivadosdel envejecimiento de la población europea... a menos que unocomulgue con las ideas neoliberales del economista jefe del BancoCentral europeo, el alemán Otmar Issing, para el que la crisiseconómica iniciada en septiembre de 2001, ha de resolverse“mediante más recortes en el gasto público y mayor flexibilidad laboral” 28.

La respuesta de la Comisión y del Consejo ha sido ambigua:por una parte, en la reunión del Ecofin celebrada en Bruselas el 12de julio de 2002, se acordó una fórmula de compromiso, mediantela que se incorporan, a la evaluación del cumplimiento de losprogramas nacionales de estabilidad, ciertas ponderacionesbasadas en la productividad y el empleo, en la línea apuntada ennoviembre de 2001 por el Comisario Pedro Solbes, partidario debuscar alguna medida combinada de los aspectos estructurales ycoyunturales del déficit 29. Es evidente que esto supone un primerpaso en la flexibilización de los criterios del Pacto, y un inicio deconcreción de las mencionadas “circunstancias excepcionales”.Pero, por otra parte, todas las reuniones del Ecofin celebradasdesde octubre de 2001 hasta ahora, han ratificado el manteni-miento del año 2004 como fecha límite para lograr obligadamenteel equilibrio presupuestario, confirmando las cada vez más nume-rosas acusaciones de fundamentalismo económico de que esobjeto la Comisión 30. No sólo está convirtiendo en objetivo lo queno es más que un instrumento, sino que está minimizando, quizásde forma demasiado arriesgada, las consecuencias que puedetener, para la sociedad europea, la actual crisis económica y bur-sátil, unida a la creciente desconfianza en el propio sistema que handesatado los recientes escándalos contables.

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28) Afirmaciones hechas en la conferencia pronunciada en la sede del Banco de España, Madrid, 23 de noviembrede 2001.29) Según sus declaraciones, recogidas en el diario “El País” del 27 de noviembre de 2001.30) Como muestra, vid. Torres López (2000) y Castells Oliveres (2001).

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3. Un apunte sobre la estabilidadpresupuestaria en España.

Aunque en los propósitos de este trabajo no se incluye elanálisis del caso español, acabaré haciendo unas breves referenciasal mismo. De forma muy esquemática, puede afirmarse que, dentrodel marco general impuesto por las instituciones europeas,el gobierno español ha optado por llevar hasta sus últimasconsecuencias la política del Pacto de Estabilidad, añadiéndolealgo más de rigidez y dogmatismo.

1. Se adelantó al año 2001 el logro del equilibrio presupues-tario. Lo que podía haberse interpretado como influjo de la atávicatendencia hispánica a ser más papistas que el Papa, se convirtió enuna obsesión, si atendemos a las declaraciones de los responsableseconómicos del gobierno, ignorando las numerosas voces que sepronunciaron en contra. Como muestra, valga lo dicho por FabiánEstapé (2000): “cuidado con la búsqueda del cero, cuando existentantos y tantos agujeros”, haciendo referencia a la deuda de RTVE, y alos problemas estructurales de la minería del carbón y de la flotapesquera. Si se tiene en cuenta la divergencia real con la mediaeuropea (en equipamientos e infraestructuras), y el déficit social (enservicios básicos y prestaciones) existente en el país 3 1, no es fácilencontrar justificación económica al empeño en lograr el equilibriopresupuestario, y mucho menos a querer alcanzarlo antes que lamayor parte de los países de la Unión Europea 3 2.

2. Para demostrar que cumple sus previsiones, el gobiernoespañol ha utilizado con profusión la “contabilidad ingeniosa”, altiempo que esconde la información, o retrasa en demasía su publi-cación, haciendo difícil la posibilidad de cálculos alternativos sobrela verdadera cuantía del déficit. Aunque son numerosas las autori-zadas voces que se han manifestado en este sentido, citaremoscomo ejemplo la de José Barea: “Mientras crecíamos al 4% no habíaproblema. El problema surge cuando el ciclo comienza a caer....Para el2002, el gobierno fijó una tasa de crecimiento del 2,9%, ....que estaba

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31) Navarro (2001).32) En la conferencia pronunciada por Rafael Calvo Ortega en la Universidad de Navarra el día 12 de junio de 2002,expresó su desacuerdo con “la entronización del equilibrio presupuestario, porque siempre se hace a costa de un menorgasto social. España está necesitada de inversión en sectores como la educación, la sanidad, la protección el desempleoy las ayudas a la propia actividad económica”.

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desfasada....se hizo un presupuesto como si la situación internacionalno afectara a España.....Ha caído la actividad, y el Gobierno podría decir:“voy a tener déficit”....pero como han dicho que va a ser el primer país dela UEM con déficit cero....no quiere dar su brazo a torcer....El ajuste setenía que haber hecho antes, con un Presupuesto realista, no triunfa-lista.....En el marco conceptual del déficit (SEC)... debe incluirse el EnteGestor de Infraestructuras Ferroviarias, las empresas creadas para lasinfraestructuras de regadíos, la Sociedad Estatal de ParticipacionesIndustriales....El problemón que el Gobierno tiene con el déficit es tangordo que está haciendo como el avestruz.....El déficit del Estado del año2002 será del 2,5 % sin considerar Administraciones Autonómicas niLocales...Hay un tema esencial: la transparencia....el Gobierno tiene losdatos...pero los que estamos fuera no podemos decir si este Presupuestoha crecido....en la política económica del Gobierno hay opacidad” 33.

3. El fundamentalismo económico del gobierno le conduce adespreciar tanto las opiniones contrarias como la mera discusión. Elministro de Hacienda, Cristóbal Montoro declaró que “el debate sobreel Pacto de Estabilidad es inútil y absurdo” 34,... tan sólo un mes antes deque la Comisión, debatiendo sobre ese asunto, abriera la puerta ainterpretaciones más flexibles, como ya se ha señalado.

4. Por último, el gobierno logró que las Cortes aprobaran la Ley18/2001, de 12 de diciembre, General de Estabilidad Presupuestaria,y su complementaria Ley Orgánica 5/2001, de 13 de diciembre, queobliga a Comunidades Autónomas y Corporaciones Locales aobtener el equilibrio presupuestario a partir del ejercicio 2003. Eneste caso, al dogmatismo económico se ha unido la prepotenciapolítica, que no dejó, prácticamente, resquicio para la negociacióncon esas administraciones territoriales. La consecuencia másinmediata ha sido la interposición de varios recursos de incons-titucionalidad contra esas normas, y un nuevo motivo de enfrenta-miento entre los gobiernos implicados. Sin entrar a valorar lasrazones que asisten a unos y otros, conviene señalar que, en otrospaíses (como por ejemplo Australia, en el que también existennormas de estabilidad presupuestaria y endeudamiento compar-tidas entre todas las administraciones 3 5), el procedimiento pasa

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33) En la entrevista de Juan José Morodo publica en el periódico “Cinco Días” del 17 de diciembre de 2001.34) Según recoge el diario “El País” en su edición del día 11 de junio de 2002.35) El Loan Council es la institución encargada de estos asuntos, asignando saldos presupuestarios y volúmenesde endeudamiento entre gobierno Federal y gobiernos Estatales. Su actividad e informes pueden consultarse enla página web del gobierno australiano (www.gov.au).

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siempre por la negociación y el acuerdo, que parece ser la víacivilizada y democrática de respetar y conciliar los intereses de laspartes involucradas.

5. El dogmatismo gubernamental acerca del equilibrio presu-puestario ignora la situación real en que se encuentra este país. El“desequilibrio social” denunciado por Galbraith (1958), se manifiestahoy en España con bastante claridad: según el Informe sobre des-arrollo humano 2002 de la ONU, en España el 20 % de la poblaciónmás rica obtiene el 40 % de la Renta nacional, mientras que el 20 %de la población más pobre sólo consigue el 7,5 %; de todos essabido que numerosas empresas obligan a transformar empleo fijoen falsos autónomos, descargando así el peso de las cotizacionessociales sobre los más débiles; la eventualidad laboral afecta alochenta por ciento de los jóvenes que trabajan; el paro juvenil esendémico; el recorte de prestaciones sociales a desempleados yjubilados crece año tras año; la diferencia media de salarios entre losaltos directivos y los empleados menos remunerados es ya de 30veces; la explotación laboral y social de los inmigrantes, y laeconomía sumergida, se extienden cada vez a mayor número deactividades; la “dualización” de nuestra sociedad, profusamentedenunciada por sociólogos y economistas, se consolida con mayorfuerza, etc. etc. Que frente a este panorama se defienda la necesidaddel equilibrio presupuestario, y la reducción sistemática de laactividad del sector público es, como mínimo, una contradicción,muy probablemente una argucia y, con toda seguridad, una farsa.

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