la batalla del copernicanismo

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La batalla del copernicanismo En septiembre de 1610, Galileo se estableció en Florencia, donde, salvo breves estancias en otras ciudades italianas, había de transcurrir la última etapa de su vida. En 1611 un jesuita alemán, Christof Scheiner, publicó bajo seudónimo un libro acerca de las manchas solares que había descubierto en sus observaciones. Por las mismas fechas Galileo, que ya las había observado con anterioridad, las hizo ver a diversos personajes durante su estancia en Roma, con ocasión de un viaje que se calificó de triunfal y que sirvió, entre otras cosas, para que Federico Cesi le hiciera miembro de la Accademia dei Lincei, que el propio Cesi había fundado en 1603 y que fue la primera sociedad científica de una importancia perdurable. Bajo sus auspicios se publicó en 1613 la Historia y demostraciones sobre las manchas solares y sus accidentes , donde Galileo salía al paso de la interpretación de Scheiner, quien pretendía que las manchas eran un fenómeno extrasolar («estrellas» próximas al Sol que se interponían entre éste y la Tierra). El texto desencadenó una polémica acerca de la prioridad en el descubrimiento que se prolongó durante años e hizo del jesuita uno de los más encarnizados enemigos de Galileo, lo cual no dejaría de tener consecuencias en el proceso que había de seguirle la Inquisición. Por lo demás, fue allí donde, por primera y única vez, Galileo dio a la imprenta una prueba inequívoca de su adhesión a la astronomía copernicana, que ya había comunicado en una carta a Kepler en 1597. Ante los ataques de sus adversarios académicos y las primeras muestras de que sus opiniones podían tener consecuencias conflictivas con la autoridad eclesiástica, la postura adoptada por Galileo fue la de defender (en diversos escritos entre los que destaca la Carta a la señora Cristina de Lorena, gran duquesa de Toscana , 1615) que, aun admitiendo que no podía existir ninguna contradicción entre las Sagradas Escrituras y la ciencia, era preciso establecer la absoluta independencia entre la fe católica y los hechos científicos. Ahora bien, como hizo notar el cardenal Belarmino, no podía decirse que se dispusiera de una prueba científica concluyente en favor del movimiento de la Tierra, el cual, por otra parte, estaba en contradicción con las enseñanzas bíblicas; en

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La Batalla Del Copernicanismo

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La batalla del copernicanismoEn septiembre de 1610, Galileo se estableci en Florencia, donde, salvo breves estancias en otras ciudades italianas, haba de transcurrir la ltima etapa de su vida. En 1611 un jesuita alemn, Christof Scheiner, public bajo seudnimo un libro acerca de las manchas solares que haba descubierto en sus observaciones. Por las mismas fechas Galileo, que ya las haba observado con anterioridad, las hizo ver a diversos personajes durante su estancia en Roma, con ocasin de un viaje que se calific de triunfal y que sirvi, entre otras cosas, para que Federico Cesi le hiciera miembro de la Accademia dei Lincei, que el propio Cesi haba fundado en 1603 y que fue la primera sociedad cientfica de una importancia perdurable.Bajo sus auspicios se public en 1613 laHistoria y demostraciones sobre las manchas solares y sus accidentes, donde Galileo sala al paso de la interpretacin de Scheiner, quien pretenda que las manchas eran un fenmeno extrasolar (estrellas prximas al Sol que se interponan entre ste y la Tierra). El texto desencaden una polmica acerca de la prioridad en el descubrimiento que se prolong durante aos e hizo del jesuita uno de los ms encarnizados enemigos de Galileo, lo cual no dejara de tener consecuencias en el proceso que haba de seguirle la Inquisicin. Por lo dems, fue all donde, por primera y nica vez, Galileo dio a la imprenta una prueba inequvoca de su adhesin a la astronoma copernicana, que ya haba comunicado en una carta a Kepler en 1597.

Ante los ataques de sus adversarios acadmicos y las primeras muestras de que sus opiniones podan tener consecuencias conflictivas con la autoridad eclesistica, la postura adoptada por Galileo fue la de defender (en diversos escritos entre los que destaca laCarta a la seora Cristina de Lorena, gran duquesa de Toscana, 1615) que, aun admitiendo que no poda existir ninguna contradiccin entre las Sagradas Escrituras y la ciencia, era preciso establecer la absoluta independencia entre la fe catlica y los hechos cientficos. Ahora bien, como hizo notar el cardenal Belarmino, no poda decirse que se dispusiera de una prueba cientfica concluyente en favor del movimiento de la Tierra, el cual, por otra parte, estaba en contradiccin con las enseanzas bblicas; en consecuencia, no caba sino entender el sistema copernicano como hipottico