informe mercosur y nuevas negociaciones comerciales
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Coyuntura argentina y latinoamericanaTRANSCRIPT
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Índice
Resumen Ejecutivo ………………………………………………………..… 3
1. Algunos apuntes teóricos sobre la Integración Regional .…….…….… 4
2. Antecedentes y Negociaciones de un Acuerdo de Libre Comercio UE-
Mercosur …………………………………………………….…………… 9
3. Debate Libre Comercio o Desarrollo ……...………….……………..… 12
4. Conclusión: Una integración regional para el Desarrollo con
industrialización, empleo e inclusión social ………………………...… 17
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Resumen Ejecutivo
El Mercosur constituye el bloque económico, comercial y político más importante de
los cuales nuestro país forma parte. Conformado también por Brasil, Paraguay, Uruguay
y Venezuela ha visto en la ultima década modificar su visión, esquema y presentación
ante el mundo a partir del fortalecimiento del rol de los Estados como actor necesario en
el proceso regional, y restándole al mercado el supuesto control de las dinámicas y
flujos comerciales, como en principio se planteaba en su versión formal originaria.
Este cambio se ha plasmado con fuerza, entre otras cosas, en la postergación que ha
sufrido el proyecto de llevar a cabo una asociación estratégica comercial entre el
Mercosur y la Unión Europea (UE). Si bien esta propuesta viene siendo negociada
desde el año 2004, durante los últimos años, el Mercosur ha empezado a plantear una
negociación en ese ámbito desde un lugar más fortalecido, con posturas y exigencias
que en otro momento no desarrollaba.
Por otra parte, la inclusión de Venezuela y las adhesiones de Ecuador y Bolivia le
ofrecen actualmente al Mercosur una mayor fortaleza política. Esto le permite al bloque
un mejor posicionamiento en un escenario internacional con una complejidad creciente,
donde, por ejemplo se observa la irrupción de China en la región y el planeta como el
principal inversor y consumidor, o se avizora un posible acuerdo comercial entre la UE
y los Estados Unidos que de llevarse a cabo podría transformar en cierto modo la
dinámica del comercio internacional.
A lo largo de este trabajo, se desarrolla la idea sobre cuál es la mejor herramienta para el
desarrollo de los países, un bloque con aspiraciones políticas y un claro horizonte
económico de prioridades o un bloque más cercano a visiones ortodoxas donde el libre
comercio y el mercado ordenen todo el proceso.
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1. Algunos apuntes teóricos sobre la Integración Regional
La Integración Regional con sus principales características y sus modalidades son
definidas mayoritariamente a través de diversas escuelas que se sustentan casi
exclusivamente sobre la Teoría Económica Neoclásica. A partir de esto, la Integración
Regional, entendida como la conformación de Acuerdos Comerciales Regionales, como
puede ser la Unión Europea, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN) o la Comunidad Andina de Naciones (CAN), esta basada íntegramente en la
idea del Libre Mercado. En este sentido, la liberalización comercial entre los países es
planteada como la modalidad que mayor eficiencia pueden alcanzar el intercambio
comercial de los países a fin de lograr un bienestar mundial.
El “modelo por excelencia” de la constitución de bloques regionales es la consecución
de una serie de estadios de integración que deberían ser alcanzados, con la
particularidad de que en cada instancia superior implica una mayor liberalización del
comercio: Zona de libre Comercio, que permite una libre circulación de Bienes (esto es,
el no pago de ningún arancel o restricción comercial a la hora de importar un producto
desde un país miembro del bloque); Unión Aduanera (establecimiento de una Política
Comercial Común para terceros mercados denominado Arancel Externo Común),
Mercado Común (libre circulación de personas, servicios y capital), hasta alcanzar,
finalmente, a la Unión Económica y Monetaria, que elimina las monedas nacionales e
incorpora una moneda común del bloque (el mejor ejemplo, en este sentido, es el
Euro)1.
Del mismo modo, según los supuestos de la teoría la existencia de mercados perfectos -
producida mediante la liberalización del mercado- se daría lugar a un mundo
aparentemente ‘armónico’, esto es, sin la existencia de conflictos, ya que el propio
mercado se encargaría de solucionar los problemas de oferta y demanda, producción
precios y sobre todas las cosas la División Regional del Trabajo. Esto es, que país debe
dedicarse a la producción de un cierto bien, en lugar de producir otro. Y el concepto que
1Wolf, Gabriel (2011). “El MERCOSUR como un proceso de integración y desarrollo regional autóctono”. En
Fraschina, Juan Santiago (Compiladores). Los dos modelos económicos en disputa. Ed. Prometeo, Buenos Aires (pp.
543-560).
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va a proveer una respuesta a esa división de qué país produce que bien, va a ser
justamente la eficiencia, ya que el país que fabrica de un modo más eficiente, va a poder
hacerlo a un costo más bajo, en términos relativos.
Desde esta perspectiva, al integrarse los países se estarían comprometiendo a la
generación de un mercado regional justamente basado en esta racionalidad económica
liberal, donde no se producen conflictos y, por supuesto, donde no se da la intervención
de los Estados. A partir de esto, la presencia de algún conflicto -producido por alguna
medida de parte de un estado que pretenda restringir la libre circulación de mercancías
entre ambos mercados- es percibida como una ruptura de esa supuesta ‘armonía’, y
según lo pautado en los Tratados Constitutivos del Acuerdo Regional debería dar lugar
a la intervención del Tribunal de Solución de Controversias, con el fin de restablecer los
derechos del miembro que se vio perjudicado por la acción del otro socio comercial,
tanto sea obligando a retirar la restricción u otorgando algún tipo de compensación
frente al menoscabo de cierto derecho.
Cabe destacar que esta visión ideal, que suele tener como ejemplo más perfecto a la
Unión Europea (UE), en ningún momento tiene en cuenta a aquellas cuestiones ligadas
al desarrollo de los países, sino que únicamente hace referencia a la necesidad de
alcanzar un elevado nivel de eficiencia y competencia, en términos de mercado. De este
modo, esta integración basada en una racionalidad económica liberal se convierte en un
“fin en si mismo”.
Estas caracterizaciones pueden resumirse en las recientes declaraciones de la Canciller
alemana, Angela Merkel, en ocasión de celebrarse la Cumbre Unión Europea- CELAC
quien manifestó: “Tenemos que tener mercados abiertos en el sentido de libre
comercio, sin proteccionismo”.
Esta perspectiva de análisis pone el foco, justamente, en aquello que estos bloques
regionales parecieran no tener (según ese determinado tipo ideal), impidiendo en
consecuencia brindar atención a aquellas características propias de estos procesos
relacionadas con la institucionalidad, dinámica de funcionamiento e incluso sus propios
principios y valores, cuyo estudio seguramente podría permitir una mejor comprensión
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y un verdadero análisis crítico del mismo.
Un primer punto que se evidencia detrás de este tipo de afirmaciones es que se produce
una especie de naturalización de la idea de que existiría un único modelo de integración
basado en una racionalidad económica estrictamente liberal, que tiene como único eje
fundamental la liberalización del comercio; a partir de lo cual se podría alcanzar una
eficiencia en términos de mercado. De este modo, detrás de aquellas críticas negativas
habituales se está dando por sentada una orientación y una modalidad única y pre-
determinada respecto a los intereses de los países a la hora de integrarse. De este modo,
la integración regional es interpretada como un ‘fin en si mismo’2.
Un segundo elemento a destacar es que aquella perspectiva entiende a la integración
regional como un proceso de ascensión ideal, a partir del cual mediante el mero
cumplimiento de determinados requisitos (tales como la eliminación indiscriminada de
las barreras al comercio al interior de un bloque regional) y el consecuente avance en
los diversos estadios de integración, se irán generando una mayor eficiencia de los
actores económicos generando automáticamente, un mercado competitivo y eficiente. A
partir de lo cual, los países miembros del bloque podrían alcanzar los tan mentados
beneficios de la integración, mediante la siguiente fórmula automática: a mayor ascenso
en los estadios de integración, mayores los beneficios que podrán obtener aquellos
países.
A partir de esto, se suele entender que la modalidad de integración ‘fuerte’, ‘perfecta’ y
‘suficiente’ -en contra posición a la imperfecta, débil e insuficiente adjudicada al
Mercosur- es aquella que lugar ir ascendiendo en la escalera ideal de la integración
económica, mediante la generación de políticas comunes, regidas a partir de
determinado nivel, por una entidad supranacional.
Sin embargo, lo que también se evidencia detrás de esta perspectiva de la integración
regional, y que no suele ser habitualmente explicitado, es que una mayor integración de
esas características, menor resulta la participación del Estado en la aplicación de
2 Wolf, Gabriel (2011). El MERCOSUR como un proceso de construcción intersubjetivo orientado al
desarrollo. Revista Densidades Nº9; mayo 2012, p.63. ISSN 1851-832X (Versión electrónica).
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políticas comerciales. A partir de lo cual, queda claro que estos supuestos no tienen en
cuenta aquel concepto de que “si bien el mercado es competencia y que la competencia
exige eficiencia, el mercado y la competencia (por si mismas) no producen la eficiencia,
sólo la exigen.”
En tercer lugar, cabe mencionar el ya tradicional argumento de la debilidad institucional
del Mercosur, a partir de su característica modalidad intergubernamental, que se ubica a
una importante distancia del ideal kantiano-europeo de la supranacionalidad.
Justamente, podría surgir la siguiente proposición: cuanto más intensa es la
institucionalidad formal del bloque regional, en términos de supranacionalidad, (lo cual
deja las decisiones en manos de las propias instituciones del bloque) mayor será la
cesión de competencias funcionales de los Estados, y por ende menor será la
intervención de los Estados en la economía, quedando el bloque atado a algunos
tratados fundacionales, inamovibles, basados en la libre circulación de las mercaderías,
y la plena libertad de los actores económicos de comerciar. Algo así como el paraíso del
mercado.
De este modo, estamos frente a dos modelos de integración que indudablemente
persiguen objetivos muy diferentes donde el esquema clásico de la Unión Europea, por
un lado, y el del Mercosur, por el otro aparecen como fieles reflejos de uno y otro
modo: Por un lado, está aquel modelo de integración que es a partir de un paradigma
netamente comercialista-liberal entiende a la integración como un fin, que es la
eliminación de sus mercados nacionales; lo cual da lugar a la conformación de un
mercado regional unificado donde se lleva a cabo una irrestricta circulación de bienes y
servicios. Esta circunstancia les permite aplicar una división regional del trabajo, a
partir del concepto de eficiencia, y en consecuencia según la teoría Neoclásica se
generaría una reducción de los precios de los productos, favoreciendo a un supuesto
consumidor ideal. Por el otro, encontramos a un esquema regional donde la integración
es pensada como un recurso -un medio- para lograr una proyección de sus mercados
nacionales hacia un espacio regional, de modo de potenciar la producción, el desarrollo
de las industrias y, en definitiva, alcanzar más puestos de trabajo con mayor valor
agregado. En este caso, el rol de los Estados resulta esencial a la hora de implementar la
integración.
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Es por ello que la negociación de un acuerdo de libre comercio entre la UE y el
Mercosur, que viene siendo impulsado principalmente desde el viejo continente hace
caso 10 años, refleja no solo una fuerte disparidad en los principales ejes temáticos, sino
que presenta una contundente contraposición entre dos concepciones divergentes sobre
la propia definición de la Integración Regional, de sus estrategias y sus objetivos.
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2. Antecedentes y Negociaciones de un Acuerdo de Libre Comercio
UE-Mercosur
En diciembre de 1995, la Unión Europea (UE) y el Mercosur firmaron un Acuerdo
Marco de Cooperación MERCOSUR-UE, que entró en vigor el 1o de julio de 1999, que
pretendía lograr que ambos bloques estrecharan sus relaciones económicas y
comerciales, con el objetivo final de conformar una zona económica donde los
intercambios se fueran liberalizando gradualmente y de forma recíproca.
En la reunión de Jefes de Estado celebrada, en Río de Janeiro, en junio de 1999 se
planteó el compromiso de iniciar las negociaciones bilaterales, y en la primavera del año
2000, en Buenos Aires, se reunió por vez primera el Comité de Cooperación bilateral
para determinar la organización, el calendario y el contenido de las negociaciones. En
dicha reunión se definió que el Acuerdo de Asociación se basaría en tres ejes temáticos
centrales3:
1)Diálogo político: Dentro de este eje incluyeron temas como ser: procesos de paz,
terrorismo, lucha contra el tráfico de drogas, crimen organizado y lavado de dinero,
derechos humanos, el estado de derecho, prevención de conflictos, consolidación de la
democracia y desarrollo sostenible4.
2) Cooperación: En términos de cooperación se debe mencionar que durante años la UE
ha sido el donante de asistencia no reembolsable más importante del MERCOSUR.
Como otras negociaciones europeas, el bloque persiguió desplazar la competitiva
presencia de Estados Unidos en la región y priorizar las negociaciones de la UE por
encima de cualquier posible TLC celebrado por el país del Norte.
Estratégicamente, Europa persiguió siempre fortalecer el proceso de integración
regional, tratando de nivelar las disparidades asimétricas entre bloques y de esta manera
3 Wolf, Gabriel Darío, Ramírez, Carlos Javier. La integración regional en perspectiva: un estudio de los
principales procesos regionales, con énfasis en el Mercosur. 1a. ed. Buenos Aires: Temas, 2012.
Colección UADE. ISBN 978-987-1826-12-4 4Fuente: Unión Europea – MERCOSUR. El desafío de una integración regional, Montevideo. Editado
por la Delegación de la Comisión Europea en Uruguay y Paraguay, diciembre 2006.
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armonizar con mayor facilidad las reglas del multilateralismo de la OMC en el avance
de la negociación.
En este sentido, el refuerzo al programa de integración del MERCOSUR que fuera
referido fue direccionado hacia el apoyo a la institucionalización, a la implementación
del mercado interno y el aumento del comercio interregional y a la efectiva
participación de la sociedad civil en el MERCOSUR.
De esta manera y con referencia al apoyo a la institucionalidad, se crearon programas de
apoyo a la Secretaría Administrativa, a la Comisión Parlamentaria Conjunta, a la
instalación del Parlamento MERCOSUR y se aportaron contribuciones al
perfeccionamiento del sistema de solución de controversias.
Por su parte, en cuanto a la implementación del mercado interno del MERCOSUR y
aumento del comercio interregional, se incrementó la cooperación aduanera UE-
MERCOSUR, se incluyó la armonización de normas y procedimientos veterinarios y
fitosanitarios como de la producción de estadísticas; se respaldó el desarrollo regional
de la biotecnología y el apoyo a proyectos que permitieren un monitoreo de las políticas
macroeconómicas que acompañaran el proceso y su estabilización, como la generación
de desarrollo.
Por último, en lo que respecta a la participación civil en el proceso de integración
MERCOSUR, quedó comprendida la dimensión socio laboral y el apoyo al programa de
movilidad en educación superior dentro del MERCOSUR.
3) Comercio: En toda negociación de TLC se trata de proteger sectores distintivos de
cada bloque o país, se negocian eliminaciones y excepciones para diversos listados que
comprenden la casi totalidad del universo arancelario y se establecen cronogramas de
desgravación.
Primeramente, se debe definir que el 50% del volumen de exportaciones procedentes
del MERCOSUR a la UE, responde al sector agro-productor. Entonces, se delimitaron
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distintos intereses para los bloques, determinadamente asimétricos. Al MERCOSUR le
interesó en su momento incrementar y facilitar el acceso de sus productos agrícola al
mercado de la UE y a la UE le interesó siempre en ésta materia confirmar la
previsibilidad en el abastecimiento de éstos productos. A su vez, peticiona el acceso al
MERCOSUR de productos industrializados, servicios, inversiones y propiedad
intelectual. El flujo del comercio exterior a nivel mundial es acompañado por tarifas,
cuotas (cupos), restricciones no arancelarias, sanitarias y fitosanitarias y otras
dificultades impuestas por el país de importación. Estas formulaciones al comercio se
encuentran previstas por diversos Acuerdos multilaterales en el marco de la OMC y
representaron el contexto de negociación para el Acuerdo entre los dos bloques
regionales.
A la fecha, ya han transcurrido 18 años desde que surgió, en un contexto internacional y
regional completamente diferente, la pretensión de crear una Asociación Regional entre
el MERCOSUR y la UE. Y si bien se llevaron a cabo una gran cantidad de
negociaciones, que alcanzaron su máxima expresión en el 2004, la negociación
finalmente quedó congelada con la promesa de seguir discutiendo en el ámbito de la
OMC, más concretamente en la también detenida Ronda de Doha.
En suma, la Unión Europea durante todos estos años ha cooperado para que el bloque se
fortaleciera tanto institucionalmente como económicamente para llegar a una instancia
de una unión aduanera absoluta, más allá de un Tratado de Libre Comercio. Ha
fortalecido con subsidios y programas la armonización de los controles aduaneros, la
creación del Parlamento MERCOSUR, la elaboración de un Código Aduanero
MERCOSUR, y otras tantas variantes de la integración regional buscando atenuar las
evidentes asimetrías entre ambos bloques.
Sin embargo, la negociación de la Ronda de Doha se encuentra frenada y la negociación
multilateral estancada, entre otras causas por la nueva realidad política y económica que
el Mercosur vive en los últimos años y que en la reciente Cumbre entre la Unión
Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), se
dejó ver con precisión.
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3. Los nuevos aires del Mercosur
La reciente cumbre entre la CELAC y la UE la realizada a fines de enero de 2013, en
Santiago de Chile, trajo otra oportunidad para discutir el acercamiento entre ambos
bloques.
Durante el encuentro, la Canciller alemana, Angela Merkel, pidió acelerar las
negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur, que tuvieron un gran impulso en
los 90 y fueron debilitándose durante el nuevo siglo. En este sentido, la Presidenta
argentina, Cristina Fernández de Kirchner, fue quien respondió al pedido exigiendo
cambios en la propuesta elaborada en 2004, que no podía servir como base de la
negociación.
El concepto enarbolado por nuestra Presidenta fue la defensa de la emergente capacidad
industrial de algunos países, como Argentina, y el respeto hacia los socios más
pequeños como Bolivia, Paraguay y Venezuela.
Como vimos, la propuesta de área de libre comercio surgió al calor de la década de los
90, cuando la aplicación de las medidas del Consenso de Washington prometía el
crecimiento ilimitado a los países que abrieran sus economías. En ese entonces, la
Unión Europea realizó una serie de propuestas que fueron inaceptables para Argentina
en diferentes sectores.
En agricultura, la Unión Europea se negó a reducir su Política Agrícola Común (PAC)
que subsidia la producción agropecuaria de ciertos países, como Francia. Si bien el
ingreso de los países del Este a la UE indicaba una posible modificación a la PAC, esta
no se materializó. En pesca, a cambio de abrir sus mercados, la UE exigía el libre
acceso a los mares argentinos para las flotas pesqueras europeas durante diez años. Esto
significaría exportaciones sin valor agregado y, con seguridad, la depredación de los
recursos ictícolas nacionales ante una flota altamente sofisticada y extensa. Recordemos
que en 1982 Groenlandia, territorio autónomo danés, se retiró de la CE para poder
explotar libremente sus licencias de pesca. En productos cárnicos, más específicamente
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en la ampliación de la cuota Hilton que impide a Argentina exportar más de 28000
toneladas anuales, la UE se negó a negociar. Esta anacrónica y discriminatoria cláusula
instrumentada en los años 20 del siglo pasado, señalaron los europeos que "se podía
ampliar, pero era un tema para discutir en la Organización Mundial del Comercio".
En los productos primarios en los que Sudamérica es más competitiva, la UE ofrece
pocas concesiones o exige ventajas desmedidas sin eliminar las cuotas que impone. Dos
temas complican aún más la negociación: la UE exige que las concesiones sean en el
90% de los productos, mientras que el Mercosur las ofreció del 88%; y la fórmula del
"single undertaking", que impide que el acuerdo se firme hasta que haya acuerdo en
todos los temas.
¿Qué sucede en otros sectores?
Europa exigió igualdad de trato en las compras estatales. Esto es, no aplicar en su caso
particular las leyes de compra nacional, de manera que las grandes empresas europeas
pudieran competir en igualdad de condiciones con las empresas originarias de nuestros
países en todas las licitaciones del Estado.
En el sector manufacturero, donde Europa es altamente competitiva, ofrecieron
reducciones arancelarias o libre comercio directo en bienes de media y alta tecnología.
Es decir, en los sectores donde Europa ya tiene bajos aranceles. A cambio, el Mercosur
debería abrir sus mercados industriales sin obtener grandes beneficios en sus
exportaciones de bienes de baja tecnología, los que ahora mayormente exporta. Por otra
parte, la propuesta de la UE no incluyó la reducción de subsidios a la exportación o a la
producción, sean comunitarios o estatales. Además, la reducción arancelaria ofrecida
ocultaba una práctica incipiente en Europa y que hoy cada vez se extiende más: la
imposición de barreras no arancelarias a través del llamado "etiquetado verde".
A partir de regulaciones ambientales, tales como la medición de huella de carbono o la
identificación de productos agrícolas provenientes de organismos genéticamente
modificados, se establece una discriminación y por lo tanto una baja en los precios de
los productos originados en países como el nuestro.
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Como podemos ver, un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur
adquiría un rasgo reprimarizante para los países sudamericanos en general y de
Argentina en particular.
La explotación ilimitada de recursos naturales propios por parte de empresas europeas,
el mantenimiento de límites a las exportaciones primarias, la invasión de productos de
una industria más grande y subsidiada, y una falta de voluntad real de permitir el
desarrollo de los socios sudamericanos configuraban a la propuesta europea como
altamente desventajosa para la Argentina.
Es este acuerdo el que nuestra Presidenta y la de Brasil, en lo que habla de los países del
Mercosur mas grandes unidos, han rechazado manteniendo una posición de firme
defensa de la autonomía nacional para llevar a cabo un proyecto industrializador que
pone como objetivo el logro de la justicia social.
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4. Libre Comercio o Desarrollo
El argumento de que el libre comercio por sí mismo permitirá el desarrollo de un país es
similar al que se utiliza en el mercado interno para justificar la retirada del Estado: se
propone que la economía ganará en eficiencia. Sin embargo, en cualquiera de los dos
casos, la aplicación de las recetas liberales produce una victoria del más fuerte sobre el
más débil.
En el caso de los países, la instrumentación del libre comercio en economías que no son
competitivas respecto del mercado internacional, producirá una situación de invasión de
productos de una hacia otra, pudiendo existir persistentes superávits comerciales de un
lado de la frontera y déficits del otro lado.
El argumento liberal es que este desequilibrio se resolverá mediante una devaluación
que equilibre el comercio. Sin embargo, “bajo un esquema de libre comercio, un país
que no es suficientemente competitivo en el mercado global terminará cubriendo su
persistente déficit comercial con endeudamiento externo, terminará como un deudor
internacional. A la inversa, un país muy competitivo poseerá un superávit comercial y
se transformará en un acreedor internacional”.5
La evidencia empírica señala que en la historia mundial, el único país que se pudo
desarrollar en condiciones de libre comercio fue Inglaterra; los países que le siguieron
debieron proteger su industria primero y luego proclamar su adhesión a esa doctrina,
como Estados Unidos, Alemania, y más recientemente, Japón y los tigres asiáticos.6
Esto no significa rechazar el libre comercio como instrumento para el desarrollo. Por el
contrario, lo adecuado es realizar un adecuado análisis de los intereses y objetivos
5 “El verdadero secreto del libre comercio”, por Anwar Shaikh, en diario Página /12, Lunes, 5 de marzo
de 2012.
6 Se denomina “patear la escalera” a la práctica de rechazar las políticas proteccionistas una vez que el
país ha ascendido logrando el desarrollo. Para un análisis histórico del proteccionismo puede consultarse
http://www.othercanon.org/.
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nacionales para luego llevar a cabo una política de asociación con países que permitan
un crecimiento armónico.
En este marco puede entenderse las políticas de integración Sur-Sur, los acuerdos entre
países de una misma región, o las economías de mediano desarrollo como la nuestra. La
ampliación hacia mercados similares puede llevar a un progresivo mejoramiento de la
competitividad que sea un paso previo a acuerdos con economías más avanzadas.
En un sentido opuesto, la liberalización de la economía respecto de un país de mayor
tamaño relativo y sistemas productivos más avanzados terminará produciendo el
empobrecimiento de la economía más débil. Más aún, si como en el caso de Estados
Unidos o la Unión Europea, éstos no aceptan reducir los subsidios a distintas industrias
o sectores agrícolas.
Es por esto que los países latinoamericanos rechazaron la propuesta estadounidense de
unión aduanera realizada ya en 1889, comenzaron sus propios procesos a partir de la
Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y luego Asociación
Latinoamericana de Integración (ALADI). El rechazo al Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA) en Mar del Plata en 2005 fue la coronación de esta comprensión. y ls
posturas respecto a la propuesta europea por relanzar la negociación entre el Mercosur y
al UE su efecto mas reciente
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5. Conclusión: Una integración regional para el Desarrollo con
industrialización, empleo e inclusión social
La crisis económica de la región en general y de Argentina en particular luego del año
1998 hasta 2001 inauguró una nueva etapa en el país y la región donde las
características de los procesos del ciclo anterior se iban a revertir. En lo que respecta al
Mercosur a partir de ese momento ingresamos en un período donde se privilegian los
aspectos políticos y donde lo económico y comercial en el ámbito de la integración dejo
de tener una presencia casi exclusiva.
El cambio político electoral operado en varios de los países de la región y en casi todos
los socios del MERCOSUR generó una nueva ola de integración más política donde las
definiciones de la integración, la dinámica de la misma y su óptica variaron
significativamente. Los Kirchner, en Argentina, Lula da Silva, en Brasil, Tabaré
Vázquez, en Uruguay y recientemente Fernando Lugo en Paraguay sumados al
venezolano Hugo Chávez, a Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador dio a
la región un tinte político marcadamente diferente al anterior. En consecuencia, la
mirada sobre el proceso del MERCOSUR y la región fue diferente. Este cambio se
evidencia fundamentalmente en la cumbre del ALCA de Mar del Plata de 2005 que
significó sin más acabar al menos temporalmente con la iniciativa de crear una área de
libre comercio americana (ALCA) al ubicarse el MERCOSUR mas Venezuela y otros
países firmemente en desacuerdo con el compromiso de un modelo de integración
propio de los años ‘90.
Esta modificación de visión y objetivos de la integración se ve ejemplificada además en
una serie importante de acontecimientos entre los que se destacan la preocupación de
mostrarse en conjunto en los foros internacionales, atender a la asimetrías regionales,
otorgarle la legitimidad ciudadana al proceso al favorecer la creación del Parlamento del
MERCOSUR y la incorporación de los gobiernos y estados subnacionales en el
esquema institucional del bloque a lo que se suma el Tribunal arbitral, la vocación por
alcanzar cadenas productivas y el financiamiento común de proyectos.
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La incorporación de Venezuela al proceso al tiempo que se produce el agregado de las
instancias subnacionales de gobiernos a la estructura institucional también opera en la
dirección de generar más acuerdos y mayor amplitud en la base del bloque. Sumamos
también la creación de la Comisión de Representantes Permanentes del MERCOSUR
que tuvo iniciativas muy interesantes a la hora de acercar propuestas para la
profundización del proceso y actuó como una voz institucional novedosa de
características comunitarias.7
Asimismo, fueron muy interesantes los esfuerzos de las últimas cumbres por establecer
programas de estímulos a las pequeñas y medianas empresas y compromisos que
apuntan a una complementación e integración productiva más importante en el seno del
bloque.
En vísperas de una nueva reunión Cumbre del bloque y en un momento complejo de la
región y el mundo resulta importante destacar y revalorizar el valor político que
adquirió el Mercosur en los últimos años. Este bloque sumado a la UNASUR contrasta
con la vocación integradora de muchas regiones del mundo donde los aspectos
económicos y comerciales en pos de la liberalización del comercio aparecen como bases
fundamentales.
En este sentido, y como parte de la estrategia para revitalizar el Atlántico, Estados
Unidos y la Unión Europea lanzaron en junio de 2013 un ambicioso programa de
negociaciones que podría alumbrar la mayor zona de libre comercio del planeta: la
Sociedad Transatlántica de Comercio e Inversión. El acuerdo uniría a 28 países y estaría
concluido en 18 meses. El comercio entre Europa y Estados Unidos está valuado en casi
3,000 millones de dólares por día, y un pacto podría impulsar las economías de ambos
en más de 100.000 millones de dólares al año.
7 El grupo del Mercado Común, compuesto por funcionarios de ministerios de Economía y Relaciones
Exteriores de cada país, sumado al Consejo del Mercado Común, integrado por los Ejecutivos, la
Comisión de Comercio y el Parlamento, que aporta el costado legislativo son cuatro voces destacadas en
el proceso del MERCOSUR. Precisamente, la quinta voz la constituye esta Comisión, que refuerza la
visión común del proceso integrador.
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En esta región, se observa el proceso de liberalización comercial conocido como
Alianza del Pacífico integrado por Chile, Colombia, Perú y México espera que se una
en 2013 Costa Rica, y cuenta como observadores a Panamá, Uruguay, Canadá, Japón y
Guatemala. Brasil, la Unión Europea y Estados Unidos, entre otros, han manifestado su
interés en ser observadores del proceso. El bloque suma 215 millones de habitantes,
representa el 35 por ciento del Producto Interno Bruto de Latinoamérica y concentra el
50 por ciento de todo el comercio de América Latina con el mundo. Sin embargo, se
trata de economías principalmente exportadoras de materias primas, como petróleo,
minerales y alimentos.
A estos actores y procesos debemos finalmente sumar el ascenso de la República
Popular China en el escenario mundial, ubicándose como décima potencia mundial en
1990 y pasando al segundo lugar en 2011, lo que genera hace que distintos jugadores
aceleren los movimientos tendientes a mantener o mejorar su posición relativa frente al
gigante asiático.
Como se expuso en el presente informe, estamos frente a dos modelos de integración
que indudablemente persiguen objetivos muy diferentes: Por un lado, está aquel modelo
de integración que es a partir de un paradigma netamente comercialista-liberal entiende
a la integración como un fin, que es la eliminación de sus mercados nacionales; lo cual
da lugar a la conformación de un mercado regional unificado donde se lleva a cabo una
irrestricta circulación de bienes y servicios. Esta circunstancia les permite aplicar una
división regional del trabajo, a partir del concepto de eficiencia, y en consecuencia
según la teoría Neoclásica se generaría una reducción de los precios de los productos,
favoreciendo a un supuesto consumidor ideal.
Por el otro, encontramos a un esquema regional donde la integración es pensada como
un recurso -un medio- para lograr una proyección de sus mercados nacionales hacia un
espacio regional, de modo de potenciar la producción, el desarrollo de las industrias y,
en definitiva, alcanzar más puestos de trabajo con mayor valor agregado. En este caso,
el rol de los Estados resulta esencial a la hora de implementar la integración.
Es por ello que la negociación de un acuerdo de libre comercio entre la UE y el
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Mercosur, que viene siendo impulsado principalmente desde el viejo continente hace
caso 10 años, refleja no solo una fuerte disparidad en los principales ejes temáticos, sino
que presenta una contundente contraposición entre estas dos concepciones divergentes
sobre la propia definición de la Integración Regional, de sus estrategias y sus objetivos.
Afortunadamente, a pesar del contexto económico y político mundial en constante
cambios y redefinición, el Mercosur en los últimos años ha venido valiéndose de su
costado político a través de la figura de sus Estados, para ubicarse de un modo exitoso
en el escenario internacional. El camino elegido desde 2003 ha sido elegir por el
desarrollo de sus pueblos a partir de la defensa de los procesos de industrialización con
empleo genuino que conduce a la inclusión social, permitiendo de este modo cuestionar
y redefinir a las teorías ortodoxas de la integración otorgando a la integración regiuonal
una concepción más lejos del mercado y mucho más cerca del desarrollo económico y
social de los pueblos.