folleto curico

36

Upload: fernando-perez-urrutia

Post on 18-Feb-2015

55 views

Category:

Documents


7 download

TRANSCRIPT

3

an José de Buena Vista de Curicó.

Seguramente sentado en una banqueta de piedra y con la vista perdida por no querer mirar los muros, en una cárcel de Barcelona, don José Antonio Manso de Velasco, Conde Poblaciones y Marqués de Superunda, se acordó de Curicó. De San José de Buena Vista de Curicó.

E l había fundado, durante su estadía como Gobernador de Chile, allá por los años de 1743. El rey le había pagado tantos servicios a la Corona española con títulos y medallas.

Pero don José Antonio tuvo la mala suerte de encontrarse en Cuba, cuando iba de viaje a un feliz descanso en su tierra natal, en el momento en que los ingleses atacaron la Isla. Como viejo militar organizó la defensa de La Habana, pero tras 67 días de sitio, se rindió con todas sus banderas a los piratas ingleses. Llegado a España, el mismo

Rey que lo había honrado, le quitó las medallas, las condecoraciones y los títulos de nobleza y lo encerró en una prisión para traidores.

Sin duda pensaría, en alguna ocasión, en las praderas y en los cerros cubiertos de matorrales y de arboledas medianas, en la torrecita de la iglesia

de los franciscanos y en las aguas oscuras de los ríos con nombres de indios.

El antiguo fundador de Curicó murió en el olvido. Las ciudades por él fundadas siguen g o z a n d o d e b u e n a salud. Tanto Santa Cruz

de Triana (Rancagua) como San Felipe El Real, San José de Logroño (Melipilla), Nuestra Señora de Tutubén (Cauquenes), San Francisco de la Selva (Copiapó) y San José de Buena Vista de Curicó, fueron pasando de caseríos a poblados y después a ciudades. Hoy en día, cada una de ellas supera en algo los cien mil habitantes.

S

4

on Antonio Poblete, cura devoto del Carmen.

Cien años después, por esos mismos lugares, un ex fraile franciscano llamado don Antonio Poblete andaba r e c o g i e n d o m a d e r a s y limosnas para levantar un templo a la Virgen del Carmen. En el fondo de su corazón era uno de los que defendía, lo mismo que los lugareños de la zona central del país, que la Virgen del Carmen era “nacida y criada en Chile”. Con un cariño descomunal a la Virgen Carmelita, don Antonio Poblete, en 1858, levantó, metro a metro, un templo bastante capaz, con casa para futuros capellanes, un huerto y, además, creó una cofradía piadosa para sostener el culto mariano.

De ese templo, algunos dijeron que era un bodegón sin mucho estilo, y otros, como el historiador René León Echáiz, , aseguró que era “una hermosa y artística contextura construida por don Daniel Barros Grez”. No lo sabemos hoy a ciencia cierta.

Lo que sí sabemos es que el Cura Poblete dejó cláusula testamentaria cediendo la

capilla y el local (las dos casitas edificadas a los costados del

templo, la plazuela de su frontis, una pequeña viña

adjunta y otra casa (en calle san Francisco) a los misioneros Hijos d e l C o r a z ó n d e María, cláusula que debería cumplirse a

su fa l lec imiento. La condición era que se diera

perpetuamente culto a la Virgen del Carmen en dicho

templo. Así, cuando el cura Poblete falleció, precisamente en el mes de julio, mes de la Virgen del Carmen, de 1879, los misioneros se encontraron con este regalo y con esta obligación.

De buenas a primeras, el superior general de la congregación respondió con un rotundo NO.

Pero ¿quiénes eran esos misioneros en los que don Antonio Poblete había confiado su mayor tesoro?

D

5

os Hijos del Corazón de María llegan a Chile.

Por 1869, un cura de la capital de Chile, don Santiago de la Peña, quien también había levantado una capilla y había creado una cofradía de insoportables beatas, en la calle Dieciocho, se había ido a Roma para invitar a alguna comunidad religiosa que viniera a atender esa capellanía. Prometía dejarle la capilla y la casita adjunta. Se entrevistó con el arzobispo Claret, que en esos días participaba en el Concilio Vaticano I, y después se reunió con el superior general de los Misioneros Hijos del Corazón de María. Tanto el superior, Padre José Xifré,

como toda su congregación, estaban radicados en el sur de Francia, por haber sido expulsados de Cataluña a causa de la revolución liberal. El P. Xifré, que era hombre de energía y de contundencia, escuchó al cura chileno que le pedía tres religiosos para atender su capellanía al otro lado del mundo. En el contrato que firmaron ese día, el P. Xifré se comprometía a enviar no tres sino siete misioneros y el cura De la Peña aceptaba que no estuvieran limitados a una capellanía sino que se abrieran al enorme campo de las misiones populares.

L

Comunidad de Curicó hacia 1920.

6

Los Hijos del Corazón de María llegaron una mañana del 22 de enero de 1870 a Santiago y cinco años después ya tenían sobre el terreno 30 misioneros, todos jóvenes y entregados en cuerpo y alma a la evangelización popular por medio de misiones, catequesis, ejercicios espirituales y predicación.

En realidad había una gran necesidad de misioneros en la Iglesia chilena de esos años. En el país estaban establecidas solamente las cuatro antiguas y venerables Ordenes monásticas desde los tiempos de la invasión española: mercedarios, dominicos, franciscanos y agustinos.

E n 1 8 3 4 h a b í a n llegado a Chile los sa-cerdotes de Picpus, Sagrados Corazones, provenientes de Francia y de paso a la Polinesia. Por problemas de embar-caciones y asuntos legales se quedaron en Valparaíso y fundaron colegio en esa ciudad y después en Santiago.

También tenían una pequeña presencia los de la Congregación de la Misión (lazaristas), pero se dedicaban a atender como capellanes a las Monjas de la Caridad de San Vicente de Paul y servir un templo llamado de San Francisco de Borja, en la Alameda de Santiago.

Por otra parte, en la zona de la frontera con las comunidades mapuche estaban los Capuchinos italianos.

Los jesuitas habían iniciado lentamente su reorganización después de la expulsión sufrida en tiempos del rey Carlos III, y su presencia no era significativa aunque ciertamente se manifestaba en algunos puntos importantes de culto y dirección espiritual.

Por todo esto, la llegada de una con-gregación netamente mis ionera y con el encargo carismático de ser “fuertes auxiliares de los obispos” en la evangelización popular mediante el anuncio de la Palabra, fue recibida como un regalo del cielo.

L o s H i j o s d e l

Corazón de María abrieron comunidad en Santiago (1870), La Serena (1873), Valparaíso (1873 y 1880) y Curicó (1880). Después de Curicó vinieron las fundaciones de Linares, Andacollo, Antofagasta, Temuco, Coquimbo, Ovalle, también en Bolivia y en el Perú, en Santiago sur, Talagante, Talca, Yáquil, Tocopilla, Curanilahue, Peñalolén, Población La Bandera, La Pintana y Copiapó.

Antigua casa de los misioneros.

7

os misioneros en Curicó. LLa primera reacción del superior general

Padre Xifré, al conocer el testamento del cura Poblete, fue negativa; dijo que no tenía personal para tanta fundación de comunidades. Pero visitando la zona y la ciudad de Curicó, el mismo año de 1879, quedó gratamente impresionado de la amabilidad de las gentes, de la posición estratégica 200 km al sur de la capital y con buena vía férrea. Creyó que desde allí se podía abarcar un inmenso espacio de poblados, caseríos, ciudades diminutas y fundos o haciendas.

Así, una tarde del 12 de agosto de 1880, se instalaron los misioneros en Curicó. En realidad, esta zona central de Chile ya había conocido la actividad apostólica de estos

predicadores desde varios años antes. En 1874 había sido célebre una misión predicada en la única parroquia frente a la plaza mayor por los padres Santiago Sánchez, Jaime Heras y Mariano Avellana, en la que llegaron a confesar a 3.000 personas; en realidad, mucha gente para un pueblo grande como Curicó que apenas se elevaba por sobre los diez mil habitantes.

La misión debió causar gran impacto, porque, además, dos de los tres misioneros eran hombres de muchas agallas; el P. Santiago Sánchez, unos años después debió salir del país y volver a España porque un dueño de carnicería, en Santiago, le había puesto precio a su cabeza. Parece que el padrecito llamaba pan al pan y vino al vino

Vista general de Curicó

8

y en esos años era muy escandaloso que un carnicero viviera con la señora de un vecino apocado. El padre Sánchez lo denunció públicamente como bígamo. Por su parte, el P. Mariano Avellana, estaba en la flor de sus 35 años, con una estatura notable, un genio de mil demonios que le costaba dominar y un vozarrón con el que dicen “despernucó” a un perro que lo quiso atacar. Cuentos que corrían por el pueblo, que nadie podía comprobar pero a los que todos le añadían algo al contárselo al siguiente.

Al instalarse, la primera comunidad estuvo formada por los misiosneros José Coma, Jaime Heras, José Pruns, José Escríu y Francisco Gasull.

En 1880, Curicó, que dependía del arzobispado de Santiago, contaba con una sola parroquia en la ciudad:

-“tiene un solo cura para 20.000 habitantes en todo el curato. De ellos, 5.000 viven en la ciudad. Hay también un capellán para el hospital, otro para el Buen Pastor; la comunidad mercedaria consiste en un padre de 71 años que es sordo. Nosotros apenas somos cuatro sacerdotes y dos Hermanos religiosos.” (Anales de la Congregación).

El convento franciscano contaba solamente con dos frailes ya muy mayores.

Pronto comenzó el recorrido misionero como también las obras de transformación del templo que se había recibido como un enorme galpón cubierto de teja vana y pavimento de

tierra, y que tenía 42 mts. de largo por 17.20 de ancho. En su interior

tenía un magnífico altar a la patrona de Chile y dos

altares colaterales: a la derecha un Calvario

con tres veneradas imágenes, y a l a i z q u i e r d a el Tránsito de Nuestra Señora. Se trajeron adoquines

de ciprés desde la zona de Temuco,

se recubrieron las columnas centrales,

se hizo coro y se puso decorado.

9

En los años inmediatamente siguientes se hicieron trabajos de transformación en el templo (adornos y molduras realizadas por los Hermanos Miguel Xancó y José Mas) dos nuevos altares dedicados al Corazón de Jesús y al Corazón de María que ocuparon los espacios que antes tenían el Calvario y el Tránsito de María. En 1886 se construyó la capilla de hombres. En fin, hubo arreglos también en la plazoleta del frontis, un espacio de 34 metros por 17, que tenía “cuatro bonitas palmeras y dieciocho olivos tiernos”.

En cuanto al terreno, “la espaciosa huerta con viñedo, por el lado sur, tiene 74 metros por 64”.

Las impresiones de los misioneros en relación con la nueva posición evangelizadora quedó anotada en “Anales de la Congregación”, por carta del P. Jaime Pros, el 1 de septiembre de 1893:

“Queridos hermanos: el nombre de Curicó parece no tener aquella resonancia que tienen otros nombres y que por sí mismos vienen a dar prestigio y fama a las cosas. Curicó es nombre oscuro, humilde, tal vez desagradable a los oídos finos de los filólogos y hablistas; remeda algo el sonido agreste de los indios. Sin embargo, puede asegurarse que es una de las poblaciones que figuran como importantes en Chile; es ciudad y cabeza de toda una provincia, con Intendencia y Gobernación; sus calles, anchas y espaciosas, simétricas y muy alineadas; la plaza, adornada de gigantescos árboles con su pequeño parque en el centro...con artística fuente. Tiene seis iglesias, cuatro conventos y grandioso hospital... Como si fuera una necesidad para la vida social de estos tiempos, una línea férrea; tenemos este medio de traslación con notable ventaja puesto que recorre de norte a sur lo más céntrico e importante de Chile. Pero ¿qué hago? ¿En qué me ocupo? Curicó es grande porque posee un tesoro no de la tierra sino del cielo: es la Virgen santísima...”

En esa relación se comprueba que los misioneros iniciaron desde el comienzo una verdadera competencia apostólica con los de la comunidad de Santiago: la de Curicó se esforzaba una y otra vez en probar que llevaba más campañas misionales, más ejercicios espirituales, más confesiones y comuniones, según los criterios absolutamente sacramentalistas de la época.

-“Confesamos a más no poder, como se dice, a troche y moche, y siempre parece haber la misma gente”.

Ciertamente la necesidad de evangelizadores era inmensa.

10

as misiones rurales.

Sin duda que el principal apostolado eran las misiones en las zonas rurales. Era un servicio sacrificado. Un viaje desde Santiago a Constitución demoraba tres días y se ocupaba tren, carruaje, bote y caballos.

Los misioneros debían viajar para jornadas misioneras que duraban meses: entre septiembre y marzo de cada año, salían de casa para unos recorridos enormes, de dos en dos o de tres en tres, pasando por todos los curatos rurales predicando misión.

Siempre las misiones eran dadas en equipo. Nunca tuvieron el nombre de “misión” las actividades realizadas por un solo misionero. Además, deberían ser de 10 a 15 días y tenía que llegarse a todos los estamentos sociales, organizaciones asistenciales o de justicia: cárcel, hospital, cofradías, capillas, escuelas. La atención a los niños era primordial: ellos recibían la doctrina y eran los más eficaces propagandistas de la misión en sus casas, calles y escuelas.

Los actos principales de toda misión eran la celebración de la Misa en las mañanas, con explicación litúrgica y catequesis apropiada (no se puede olvidar que se trataba de misas en latín que el común de la gente seguía a duras penas rezando el rosario o leyendo devociones), y la reunión al anochecer para la predicación de los sermones “morales” y “doctrinales”, además de las oraciones clásicas como el rezo del Rosario.

La predicación “doctrinal” buscaba ilustrar las mentes con las verdades del Evangelio. En cambio, el sermón “moral” pretendía remecer las conciencias llamando a la conversión.

Las verdades eternas, la apologética, la explicación de las parábolas, la devoción a la Virgen María en la figura de su Corazón Inmaculado, los deberes morales, el llamado a la perseverancia, la crítica desnuda a los vicios locales... todo iba pasando en los días de la misión.

L

11

Ya en 1872, recién llegado al país, el padre Vallier escribía un reglamento para tiempos de misión, siguiendo el modelo de las misiones en España: levantarse a las cuatro de la madrugada, oración en común, celebración de las misas... Por la noche se autorizaba a confesar hombres “hasta las nueve, no más”, para retirarse a descansar a las diez. Cada tres misiones, el equipo debería tener un día de retiro espiritual.

Con el tiempo, este Reglamento fue reformado, ateniéndose más a la realidad chilena.

De todos modos, el tipo de misión se podía dividir en cuatro niveles:

• las de la ciudad de Santiago “que corren a cuenta de los curas de las respectivas parroquias”;

• las de la Curia, que lleva misiones a curatos fuera de la capital;

• las del centro Apostólico de misiones, organización que ponía f o n d o s p a r a l l e v a r misiones a lugares pobres, apartados y marginados, cuyos párrocos no podían financiar los costos de viajes de los misioneros, su estadía y los materiales propios de la misión;

• finalmente las misiones de “las haciendas particulares, que piden y recompensan generosamente sus dueños a favor de sus inquilinos”.

En los primeros veinte años, los misioneros se dedicaron casi exclu-sivamente a las misiones organizadas por el Centro Apostólico y también a aquéllas pedidas directamente por la Curia arzobispal; eran las más sacrificadas y difíciles. En la última década del siglo XIX ya se empezaron a aceptar las “misiones de haciendas” o de “fundos”, asunto resistido por el visionario padre Ramón Genover, superior de los misioneros a comienzos del siglo XX: le parecía que el misionero quedaba marcado a favor de los poderosos hacendados al aceptar hospedaje en sus casonas y palacetes, sentarse a su mesa y codearse con lo más rancio de la burguesía local y nacional.

12

os ejercicios espirituales o retiros masivos. Por otra parte, los ejercicios espirituales a toda clase de personas

fue también característica del servicio misionero. El método ya estaba establecido en el país a su llegada a Chile y se sintieron muy en familia con un servicio eminentemente evangelizador. No solamente las llamadas “casas de ejercicios” eran lugares apropiados; también se dieron en las cárceles, hospitales, los seminarios diocesanos y los conventos religiosos.

Asombra conocer la cantidad de personas que acudían cada vez a las denominadas “tandas de ejercicios”: ¡300, 600 y hasta 1.300 ejercitantes de una sola vez!

El ingreso a los ejercicios tenía todo un rito, especialmente en el mundo campesino: pañuelo blanco sobre la cabeza y el libro del catecismo en las manos. El tipo de predicación era tremendamente impactante. El ejercicio de “la disciplina”, en que cada participante castigaba su cuerpo con latigazos, en la penumbra del templo mientras se cantaban “saetas” y el predicador recordaba “las verdades eternas”, era un elemento principal, como afirma el padre Mariano Cidad en carta publicada en Anales de la Congregación y fechada el 10 de junio de 1895:

L

En primer plano la Casa de

Ejercicios de Curicó.

13

“ El efecto es impactante. Las mujeres salen de la iglesia, y se

quedan de rodillas en la plaza del frente, unas con los brazos en

cruz, y todas haciendo penitencias para que el Señor las reciba en

satisfacción de sus culpas y de los pecados de sus maridos e hijos

que se quedan en el templo para la disciplina. Se empieza con una

entusiasta exhortación en la que se les alienta a castigar los cuerpos

por lo mucho que lo hemos regalado en ofensas contra Dios y se

advierte que nadie empiece la disciplina hasta hacer la señal. A las

pocas palabras del Director, copiosas lágrimas corren por las mejillas

de aquellos penitentes; todos levantan su brazo y enarbolan el azote,

y tan movidos se hallan ya a los primeros instantes, que duramente

empiezan a descargar los azotes sobre sus carnes antes de hacer la

señal de la campanilla. Pero al dejarse ésta oír, es un furor por azotarse;

el canto triste del Miserere apenas se percibe por los golpes que se dan

y por los quejidos de dolor corporal y de contrición espiritual...”

Era toda una liturgia especialmente preparada para doblegar al más reacio. “Misión sin disciplina, es media misión, no más”, era una máxima sin discusión ni crítica. El ejercitante salía de esa experiencia, purificado.

Ciertamente, como acota el historiador Gonzalo Vial, imparcial en este tipo de asuntos, los ejercicios y también las misiones fueron el gran medio para mantener en el país una fe básica en medio de una tremolina de situaciones que iban llevando la historia por derroteros cada vez más independientes de la influencia de la Iglesia.

14

a ciudad en crecimiento.

El poblado fundado por Manso de Velasco en 1743 siguió su crecimiento al ritmo de las carretas tiradas por bueyes de los campesinos de la zona central: un paso lento pero sostenido, un avance poco visible en lo inmediato pero notable con el paso de los años.

Hay algunas fechas para la historia: allá por 1826, los sueños federalistas crearon la gran provincia de Colchagua-Curicó-Talca, siendo Curicó su capital. Eso indignó a los talquinos que se rebelaron hasta con fusiles y tropas. En 1840, Curicó deja de ser capital de provincia. El 1865, el presidente de la república don José Joaquín Pérez, que había sido diputado por Curicó, crea la Provincia de Curicó con dos departamentos: el de Curicó y el de Vichuquén. La ciudad vivió su momento de gloria: las calles quedaron iluminadas con lámparas de aceite, que poco después pasaron a ser faroles a parafina. En 1874 el agua potable de la ciudad se sacaba del estero Guaiquillo o se alimentaba de norias. A partir de 1890 se sacaría del río Teno. Cerca de la plaza principal, un concesionario estaba obligado a vender nieve durante el verano y debía pagar un peso de multa por cada hora que no tuviera nieve a disposición de la clientela. La alameda que ciertamente había sido de álamos, a fines del siglo XIX ya

era de gigantescos olmos.El antiguo templo parroquial reconstruido

en 1846, estaba terminado en 1854, pero en 1872 estaba de nuevo en ruinas. La siguiente reconstrucción terminó en 1881.

En 1904 a la Provincia curicana se le agrega la zona y ciudad de Santa Cruz. Las palmeras de la plaza fueron plantadas en 1910. En 1912 se levantó el monumento a Luis Cruz Martinez en la Alameda.

Por esos años, un concurso público organizado por los diarios locales, llamó a ponerle un nombre al cerro mediano al pie del cual se levantaba la ciudad. Unos querían llamarlo “Cerro San José”, para recordar el nombre primitivo. Otros querían denominarlo “Cerro Condell” en homenaje al comandante

L

15

de marina que había sido héroe local. Un argumento tumbativo definió la cuestión y los votantes quedaron convencidos: un artículo en un diario señaló que al comandante Carlos Condell todos los habían visto caminando por esas calles; en cambio, a San José nadie lo había visto por esos lados desde que se tenía memoria.

El peor momento que vivió Curicó en su historia fue por 1927 cuando el coronel Carlos Ibáñez del Campo, se encaramó al gobierno como presidente de Chile y anexó esa zona a Talca, quitándole su titularidad de Provincia. Las protestas fueron múltiples y con características de desobediencia civil. Fue entonces cuando el gobierno de Ibáñez, que como toda dictadura andaba temerosa

de la organización popular, ordenó abrir en la Intendencia un “Libro de Rumores”. Allí se debería anotar el nombre de los que criticaban al gobierno y de continuar en su rebeldía, deberían ser enviados a las cárceles en Santiago.

Diez años depués, ya caída la dictadura de mi coronel, el presidente Arturo Alessandri Palma, quien había sido seis veces diputado por la zona curicana, le devolvió la nominación de Provincia.

Con la regionalización de 1976, Curicó quedó como una de las cuatro provincias de la Región del Maule, cuya capital es Talca.

Los curicanos siguen masticando pero no tragando esa situación que les parece humillante.

16

vangelización, servicios y organización social.

Los misioneros supieron combinar bien el servicio cultural del santuario del Carmen, las misiones populares en todos los curatos de la zona y la atención a los más marginados sociales: los presos de la cárcel, los enfermos del hospital y los campesinos dependientes del sistema de haciendas o fundos. A fines del siglo XIX y hasta bien entrado el siglo XX participaron también muy activamente en la organización de los círculos obreros, especialmente en la Sociedad Católica Obrera, cuyos estatutos habían escrito el entonces presbítero don Ramón Angel Jara y el presidente del partido Conservador don Abdón Cifuentes. Cuando esta Sociedad se unificó con la Sociedad Obreros de San José, los misioneros entraron de lleno como capellanes y directores de sus centros y círculos de base.

En el templo, el culto carme-litano conoció un crecimiento notable. El santuario se trans-formó en un centro mariano de primera categoría, no solamente por el título del Carmen sino tam-bién por la devoción al Corazón de María. Las novenas, procesiones, triduos, celebraciones marianas conocieron días de gran esplendor. En el campo, tras las misiones, se organizó con fuerza la llamada “visita circulante” en la que una imagen del Corazón de María, llevada en una urna de madera con la consabida ranura para las limosnas y una hoja de oraciones, pasaba de casa en casa, de familia en familia, en una visita permanente de tres o cuatro días. Junto a esa imagen

E

Grupo actual de acólitos del Santuario.

17

se reunía la familia para hacer oración y sentirse bendecida por la mano cariñosa de la mamá de Jesús.

Con el paso del tiempo y las nuevas metodologías pastorales venidas del centro de Europa, por los años previos y posteriores al Vaticano II, esa costumbre desapareció, hasta que ahora ha sido revivida con otro nombre y con la patente de Shöenstatt como una novedad pastoral.

La labor de atención del enorme hospital local es una tarea que ha permanecido h a s t a h o y. E s e c e n t r o asistencial construido en 1863 en el sitio que actualmente ocupa, quedó cercano a la casa de los misioneros que se ubicada en la calle San Martín esquina Maipú (desde 1900 llamada calle Carmen). René León Echáiz, historiador, deja constancia que en 1882 se atendieron 1.200 enfermos (promedio de 100 diarios) generalmente afectados de tifus, viruela y cólera morbo. Desde 1882, las monjas de la Caridad sirvieron ese hospital con su espíritu característico.

Otro de los apostolados que los misioneros realizaron en los comienzos fue la atención de la cárcel local. Era un edificio construido en 1873 pero que tuvo que ser reedificado quince años después, en 1888, por estar ya muy deteriorado.

Punto aparte merece el apostolado obrero.

Torres del antiguo hospital y del Templo del Carmen.

18

os Socios de San José. desconfiaba mucho de esas asociaciones que hablaban de la redención del obrero, de sus derechos, de su organización de base, para enfrentar los abusos y prepotencias patronales. Desconfiaba, porque en los tiempos de cristiandad que todavía se vivían, todo lo que alejara a la niñez, a la juventud, al obrero, del templo, de la catequesis, de los sacramentos, era visto como anárquico y anticristiano. Además, el discurso socialista era agresivo. Y ya se sabe: cuando empiezan las palabras duras, nadie calcula hasta dónde se puede llegar: para el socialismo la Iglesia católica representaba una rémora

Una de las tareas que los misioneros asumieron con grandes ilusiones y en determinado momento con mucho éxito fue un tipo de pastoral obrera y campesina que se mezclaba con elementos de organización de base, preocupación por la moral y el cumplimiento con los sacramentos y también con cierta orientación política.

Precisamente en Curicó se pudo organizar masivamente a los Obreros de San José: una respuesta desde la Iglesia católica a la organización obrera que iba naciendo en sindicatos, comunales y mancomunales de inspiración socialista. La jerarquía

L

19

en el avance de los derechos obreros. Para los jerarcas de la Iglesia, el socialismo era una mentira monstruosa que engañaba al pueblo con promesas ilusorias y con odios reconcentrados. Con esos prejuicios, nunca podrían entenderse.

Unos curas de Santiago, encabezados por el presbítero Juan Ignacio González Eyzaguirre, después benemérito arzobispo de Santiago, crearon la institución de los Obreros de San José. Los misioneros claretianos colaboraron con entusiasmo y en todas sus comunidades se abrieron inscripciones de organizaron grupos. En la zona de Curicó se llegó a contar con poco más de 1.600 trabajadores agrícolas organizados. Un número así no iba a pasar oculto a las apetencias de los políticos. El partido Conservador, precisamente el partido de los banqueros y los terratenientes, que se consideraba no solamente aliado con los intereses de la Curia sino el brazo derecho y político de la Iglesia, se frotó las manos. Ser socio de San José y votar por los conservadores llegó a ser una sola cosa.

En 1906, por ejemplo, las crónicas dicen que hubo gran fiesta de los Obreros de San José en Curicó, en la casa de Ejercicios espirituales. Vinieron delegaciones de Molina, Lontué y todos los fundos de alrededor. Más de mil recibieron la comunión en la misa de la mañana. Asistieron autoridades eclesiásticas, civiles y militares. Se estrenó el Himno de los obreros de San José: un himno de batalla, de tambor y corneta de guerra, un himno que

debía salir al paso de los himnos socialistas que precedieron a la Internacional. Pero...el clero y los conservadores no tenían las herramientas para entusiasmar al pueblo obrero. El Himno decía en sus estrofas más agresivas:

-“Obreros cristianos, soldados de fe,las huellas sigamos del casto José....... No creas al hombre doblado y falazque busca tu ruinaen huelga fatal....Evidentemente con ese cantito no iban a

ganar ninguna batalla. De hecho, la historia apenas recuerda a los Obreros de San José y a lo más, los considera como una organización “amarilla” que se puso del lado patronal al condenar las huelgas, las presiones salariales y la lucha de clases.

Algunos puntos a favor tuvo esa sociedad de obreros, sin embargo. Más allá de la mera reunión en el sindicato para jugar a las cartas y tomar chicha, los Obreros de San José trabajaban por erradicar el alcohol en sus reuniones, tenían unas incipientes bibliotecas, organizaban “veladas” o representaciones teatrales, crearon una Banda de música y también crearon, en 1907, el club de fútbol Chile-España, que duró pocos años y quizá haya sido de los primeros en la zona. Quizá el abuelo del actual Deportes Curicó. Valdría la pena investigarlo.

20

n proyecto educativo.Si el fundador de la congregación, Antonio

Claret, quería que sus hijos emplearan todos los medios más aptos para la evangelización del pueblo, los misioneros empezaron en Curicó a abrigar la idea de crear un colegio de enseñanza formal. Ya los misioneros habían abierto escuela pública en Temuco y en Antofagasta. ¿Por qué no en Curicó?

El alma del proyecto fue el Padre Mariano Cidad, hombre de grandes empresas, aunque en realidad, fue el cura párroco don Luciano Vargas quien reunió a unos cuantos vecinos, en julio de 1907, para “llevar a la práctica la idea de fundar un colegio de instrucción su-perior, tomando c o m o b a s e l a buena voluntad manifestada por el superior general de los Misioneros d e l C o r a z ó n d e María...”(Acta oficial).

Se creó una comisión y se logró que los misioneros cedieran parte de su propia casa para que empezaran a funcionar allí en forma provisoria, los primeros cursos, mientras se edificaba en el terreno que vendía la señora Higinia Merino, en la esquina de las calles

UCarmen y San Martín, precisamente frente al templo del Carmen.

El nombre elegido fue Instituto Católico, aunque también se le llamó Instituto de Humanidades y también Instituto del Corazón de María.

Pero ciertamente que los misioneros no eran una congregación con tradición educativa. Ellos estaban para la predicación

popular. Sin embargo, se fueron a visitar centros de enseñanza en Santiago,

tomaron por modelo el de los jesuitas ya que la idea

era que los colegiales de Curicó siguieran

después sus estudios en San Ignacio de Santiago “deseo manifestado repe-tidas veces por los padres de familia”.

El primer año h u b o s o l a m e nte

curso elemental o segunda preparatoria

para niños de 8 a 12 años. “Todos los alumnos deben asistir

formados a misa los domingos y días festivos en la iglesia del Instituto. Pensión de 5 pesos mensuales pagados semestralmente: al ingresar (marzo) y en agosto. Serán motivos de expulsión, la irreligión, la inmoralidad, la

21

pereza incorregible, la insubordinación y la falta de asistencia injustificada. Mariano Cidad, superior.” (La Estrella , tomo III, p. 58).

En 1908 el obispo titular de Legione, don Miguel Claro, viajó desde Santiago a Curicó para bendecir la primera piedra del nuevo edificio. En esa ocasión habló el Padre Mariano Cidad:

-“Levantar un grandioso edificio por iniciativa propia y con el concurso generoso de los particulares, erigir un centro de educación superior de enseñanza y colocarlo bajo el ala abrigadora de la religión para que la ciencia instruya y la religión eduque y forme el corazón de los niños en los sanos principios de la moral cristiana...Como curicanos y como católicos debemos congratularnos de este paso gigantesco dado en el camino de la cultura intelectual. Como curicanos es verdaderamente satisfactorio que en un tiempo y en un país en donde todo se espera del Estado, se levante por iniciativa privada, un hogar, hoy modesto, pero que mañana será palacio para las ciencias, las artes y las letras...”

Tres años después, el Instituto estaba en crisis. Contaba apenas con 50 alumnos. Según una carta publicada en La Prensa de Curicó (4 de mayo de 1912), el colegio no abrió sus puertas en 1911 porque “quienes lo habían tomado a su cargo, los padres del Corazón de María, haciendo grandes sacrificios, son exclusivamente misioneros y no educacionistas y hubieron de dejar la dirección y enseñanza del establecimiento...”

En realidad, los misioneros que no querían tener ni parroquias para no sentirse amarrados a un solo lugar, se debieron encontrar peor que un cóndor encerrado en una jaula de loros, en las salas de clase. Entonces la Sociedad creada como fundadora del colegio y que había comprado los terrenos lo entregó a los Maristas, una congregación educadora y con amplio prestigio entonces y ahora. Corría 1912. El colegio volvió a abrir sus puertas con otro nombre: Instituto San Martín, tomando el nombre de la calle y del prócer sudamericano nacido en los territorios jesuitas a orillas del Río Uruguay y forjador de la independencia de Argentina, Chile y Perú.

22

os años hacia dentro.

Hacia 1940, los misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María empezaron a ser llamados también “misioneros claretianos”. Unos años antes había sido beatificado el P. Claret y su apellido empezó a marcar la pertenencia de familia.

Un dato curioso es el relacionado con los nombres que iban recibiendo los misioneros a medida que se fueron haciendo conocidos. Ya en los comienzos, en Santiago, fueron llamados “los padres de Belén”. Por su parte, la gente ilustrada se refería a los misioneros como “los reverendos padres claretes”, seguramente la primera referencia dada en Chile que los relacionaba con el apellido del fundador (Archivo claretiano chileno).

A l e s t a b l e ce r s e e n Linares, en 1895, el mismo obispo de Concepción don Plácido Labarca se felicitaba por tener en su diócesis a los “padres maristas”. Decía: -“Los padres maristas son muy de nuestro agrado y contribuirán poderosamente con su celo y su ardiente caridad a la salvación de las almas de la parroquia de Linares. Dios

sea bendito y permita esta fundación”. Con el tiempo se popularizó el de “cordimarianos”, sintetizando el de “Hijos del Inmaculado Corazón de la Bienaventurada Virgen María” especialmente en las esferas clericales y religiosas, aunque en 1919 la Revista Católica

hablaba de los “padres claretistas”; y a partir de la beatificación y

posterior canonización del fundador, empezó a ganar

terreno el de “claretianos” que es el que hoy día es más común.

Volviendo a nuestra historia, los misioneros en Curicó continuaron hasta

bien entrada la segunda mitad del siglo XX con las

actividades propias que los llegó a identificar en la zona: misiones populares y rurales, culto en el templo del Carmen, ejercic ios

espirituales a toda clase de personas y capellanías de asociaciones y del hospital local. Los nombres de los misioneros que marcaron época quedaron grabados en el corazón de mucha gente por varias generaciones. Después, el paso del tiempo le fue añadiendo pátina: ahí estaban los PP.

L

Venerable P. Mariano Avellana, superior de la comunidad en 18XX y apóstol de enfermos y encarcelados.

23

Mariano Avellana, santo misionero que está a un paso de ser beatificado y declarado “santo” para la iglesia universal; el P. Gumersindo Vilahur, el Hermano Francisco Gasull y muchísimos otros.

Cada año se fueron repitiendo la anual procesión de las espigas, organizada por la Adoración Nocturna y que reunía a miles de personas; la clásica novena del Carmen que terminaba con la grandiosa procesión de toda la ciudad; la atención a los socios de San José y a las archicofrades del Corazón de María; la asesoría de los centros de juventud católica, ésa que cantaba a todo pulmón:

“Adelante, cristianas legiones,Que el clarín de la marcha sonó.Es la voz del Señor que nos llamaA luchar por la patria y por Dios...”

Continuaron también los ejercicios espirituales a los hombres, particularmente campesinos, que por 1950 todavía en número considerable de 150 a 200 valientes se encerraban precisamente en los días de fiestas patrias para una semana de oración, penitencia y formación cristiana. Algo de heroico tiene la anotación dejada en el libro de Crónica:

- “En los días de fiestas patrias ha habido gran número de ejercitantes, con muy buen comportamiento, lo cual es tanto más de alabar cuanto que, a pesar de las justas reclamaciones

del Padre Superior, se pusieron las ramadas en la esquina de la Casa de Ejercicios, de modo que al hacer el Via Crucis por los corredores, llegaban claros y tentadores hasta ellos los aires alegres de las cuecas...”

La acción social se limitaba al desayuno a los pobres algunos días en el año y el reparto constante de abrigo por medio del Ropero del Corazón de María.

Se tuvo también, por algunos años, la Hora católica radial, con el apoyo de los alumnos Maristas, y que consistía en un programa muy variado que integraba literatura, música,

24

explicación catequética, consultorio moral y mensajes a la juventud.

Otro de los aspectos que marcó a la comunidad de misioneros y al templo del Carmen fue, en esos años, la presencia de la Colonia española de la que los claretianos fueron capellanes: casi todos los centros de la Acción Católica llegaron a tener su clon en la colectividad hispana; en 1944 se bendijo el altar de la Virgen del Pilar, con asistencia del embajador de España, el marqués de Arcos; en 1955 se hizo con gran solemnidad la consagración de la Colonia española de Curicó al Corazón de María; la llamada Fiesta de la Raza fue tomando ribetes de apoteosis nacionalista, cuanto más que tras el triunfo de las tropas franquistas en la guerra civil española, el “generalísimo” tuvo que enfrentar una orquestada repulsa mundial animada por todos los que combatían sus ideas, su dictadura y su persona.

Uno de ellos era precisamente el obispo de la diócesis, don Manuel Larraín Errázuriz. Hombre de criterio amplio y libertario, el obispo debió ver con disgusto que el templo del

Carmen se convirtiera en un púlpito franquista. Los misioneros acusaron el gesto y las relaciones entre ellos y el obispo se fueron distanciando y enfriando. Esto no fue obstáculo para que don Manuel Larraín mantuviera buenas relaciones con algunos de los misioneros (Padres Salvador Badía, Alfonso Repiso) y que, incluso, hiciera gestos notables de acercamiento; por ejemplo, a petición del Padre Repiso, dedicó un año la colecta, un día 8 de diciembre, de todos los templos del obispado para ayudar a la construcción del templo votivo internacional al Corazón de María en Roma.

Pero algo impedía una relación más cordial y afectuosa entre el obispo y los claretianos. La historia es así y no se puede obviar una situación que marcó a los “padres del Carmen” como capellanes de la Colonia española, dedicados al culto en su templo, sin mucha relación con la diócesis.

Los acontecimientos nos dicen que a partir de 1978, la situación varió absolutamente. De eso hablaremos después.

25

os hitos más importantes de esos años. Dos son los acontecimientos mayores

del período que historiamos: uno fue la consagración del hospital de Curicó al Corazón de María en 1948, y, particularmente, la gran misión de la ciudad, en 1955, como actividad celebratoria de los 75 años de la presencia claretiana en Curicó.

La gran misión fue ideada y organizada por el P. Salvador Badía, entonces encar-gado del área de apostolado de los claretianos en Chile. El P. Salvador era hombre de grandes sueños, grandes empresas y grandes hechos.

Venciendo los temores iniciales de los curas de la ciudad, que preferían un congreso católico en lugar de una “misión” que les sonaba ya como algo para campesinos, se formaron comisiones integrando a personajes de la sociedad, de la educación y de la prensa local. Por ejemplo, la comisión de Finanzas, estuvo a cargo de los presidentes de las tres Colonias existentes en la ciudad: la española, la italiana y la árabe. Las otras comisiones fueron la de Hospedaje, la de Secretaría y Propaganda, la de Canto y Culto y la de Catequesis.

La fecha fue del 30 de agosto al 11 de septiembre de 1955.

Los alumnos del Instituto San Martín empapelaron la ciudad con afiches, repartieron estratégicamente los carteles

L

26

diseñados e impresos en España con el lema: “Santa Misión: La hora de Dios en Curicó”, y se quedaron con las ganas de tirar desde las nubles 18.000 volantes ya que el permiso para que volara una avioneta de propaganda nunca llegó.

El día del inicio, los misioneros fueron recibidos en la estación de trenes, en medio de una lluvia torrencial, por inmenso gentío que llevaba banderas y estandartes, acompañando todo la banda instrumental del Regimiento. Los misioneros se prepararon con un día de retiro pre-dicado por el P. Badía en el Carmen, y se dio comienzo al gran evento re l i g i o s o. L a mis ión a los militares, en el regimiento, estu-vo a cargo del P. Eduardo Olea; la de los hombres intelectuales y profesionales, en el centro Español, a cargo del mismo P. Olea; la de las mujeres profesionales y oficinistas, en el Liceo de Niñas, con el P. Hernán Ramírez; la de las “mujeres en general” , en la parroquia de la plaza, a cargo del P. Badía; la de las alumnas y juventud femenina, en el Liceo de Niñas, con el P. Jorge Cacharós; la de los alumnos y jóvenes varones, en el Liceo de Hombres, con el P. Paz Porras; la

de las empleadas, en la Merced, con el P. Manuel Lerena; la de los obreros y artesanos, en la Unión de Artesanos, a cargo del P. Manuel Escalona; la misión radial y para los enfermos, desde los estudios de Radio Condell, a cargo del P. Antonio Hernández.

Mientras tanto, el P. Gregorio Vera daba misión en el Hospicio y el Asilo, el P. Badía en el Buen Pastor, el P. José M. Pou en la cárcel y el hospital. El P. José Silva dio misión en el local de la feria.

Una síntesis aparecida en la Crónica señala que los misioneros claretianos fueron cerca

de veinte, “con una edad media de 50 años redondos, todos

en plenitud, si bien adolecieron, como era

lógico, de falta de entrenamiento en su actuación como equipo”.

Las normas di-rectivas decían que

todos los misioneros deberían llevar “sobre-

todo, crucifijo al pecho y tricornio. Este uniforme será

obligatorio en todas las actuaciones... Los misioneros no dejen sin visitar personalmente todos los hogares, los

centros de trabajo y los centros de diversión...”El día final, diez mil curicanos se concentraron

frente a la iglesia parroquial de la plaza, para participar en la misa final presidida por el Nuncio papal don Sebastián Baggio, en la que consagró Curicó al Corazón de María.

P. Salvador Badía y grupo de Juventud Católica Española

27

os años hacia fuera.

Hacia fines de la década del 70, los claretianos de Curicó empezaron una política de apertura hacia la diócesis. La llegada de misioneros con un fuerte sentido eclesial, con otra mirada más amplia, con métodos más modernos, ayudó a ir cambiando la vieja figura de capillismo. El Carmen empezó a abrirse al pueblo y a la iglesia local. En enero de 1978 asumió como superior de la comunidad el P. Mario Calvo González, hombre de fuerte sentido pastoral y que estuvo acompañado del P. Gaspar Quintana Jorquera, quien en 1979 fue su sucesor en la animación de la comunidad. En esa época, ambos misioneros ya estaban colaborando estrechamente con el obispo de Copiapó, don Fernando Ariztía, en todo lo relacionado con la religiosidad popular en el santuario de la Candelaria. Ahora, en Curicó, iban a aplicar también una nueva noción evangelizadora para el santuario del Carmen.

L

De iz. A der: P.P. Mario Calvo, Juan Escalona, Hno. “Lucho”

González, PP. Gaspar Quintana y Demetrio San Román.

28

El 12 de marzo de ese año se entrevistaron con el obispo diocesano don Carlos González Cruchaga y allí comenzó un acercamiento que ha dado muchos y buenos frutos. Los misioneros pusieron a disposición de la pastoral diocesana los antiguos locales del convento claretiano y el obispo pidió que se abriera allí un verdadero centro de formación laical. Tres días después, ambos misioneros participaron en Constitución en el encuentro del clero curicano con el obispo y en abril se tuvo en el santuario del Carmen la gran vigilia de oración de todos los catequistas de la zona tras la cual el obispo González hizo el “envío” para que asumieran sus tareas.

Con rapidez se empezó a hablar otro lenguaje y a asumir otras tareas: una pastoral de santuario para el Carmen, la no aceptación para que el santuario fuera también parroquia (lo que amarraría a los misioneros a un determinado servicio de oficina y de papeleos), la superación de la mera capellanía para la Colonia española, el apoyo al proyecto diocesano del Seminario Campesino en Alto Las Cruces, responsabilidad de clases en la Escuela de Educación de la sede curicana de la U. Católica, la organización, junto con el Instituto San Martín, de Jornadas pastorales y de reflexión en las que participó el teólogo Segundo Galilea, la aceptación de llevar las charlas y la pastoral de novios de toda la ciudad, por expreso encargo del equipo pastoral de la zona de Curicó.

A mitad de 1979 se agrega a la comunidad el P. Juan Escalona González, que hasta ese año había sido Vicario general del arzobispado de Antofagasta. Así, con este enorme e inteligente refuerzo, unido a los PP. Calvo y Quintana, la comunidad claretiana pasó de su labor intimista y de aislamiento diocesano a una fuerte colaboración con la iglesia local, que dio su paso mayor cuando se firmó el acuerdo con el obispado para que se asumiera la extensa parroquia rural de Cordillerilla, además de llevar todo el funcionamiento señalado y el haber convertido a El Carmen en un centro muy dinámico de pastoral zonal.

P. Mario Calvo, impulzor de un nuevo modo de servicio misionero en Curicó.

29

El 15 de agosto de 1980, el obispo Carlos González con el clero de la ciudad, ministros, agentes pastorales y cerca de mil participantes, celebraron con la comunidad los 100 años de presencia claretiana en Curicó. Ese mismo día el obispo bendijo el Centro de Formación pastoral tras la acomodación y reparación de los antiguos espacios del viejo convento misionero. Para esa ocasión,

el P. Juan Escalona asistió ya como superior mayor, y el P. Mario Calvo como ecónomo administrador, de los claretianos de Chile, cargos a los que habían sido recién elegidos.

En 1985 asumió como superior del grupo el P. Jesús Pastor Gil quien al año siguiente sería nombrado Vicario episcopal para toda la ciudad de Curicó. En 1990 llegó el P. Iván Herrera Maturana como superior de la comunidad, rector del santuario y párroco de Cordillerilla, y posteriormente asumieron esa responsabilidad los PP. Jesús Ros Lander, Jorge Ramírez Yáñez y Francisco Javier Cartes Aburto. Numerosos misioneros llevaron las tareas pastorales y formaron parte

de esta comunidad claretiana en algún momento de sus vidas. Entre ellos, es un deber mencionar al Hermano “Lucho” González, cuya figura todavía se recuerda por las calles y en el templo y que fue una verdadera reliquia histórica que cultivó su devoción a la Virgen del Carmen; también los Hnos. Antonio González y Bernardo Vidal, los padres Demetrio San Román, Renato Torres, Eduardo Huerta, Agustín Monroy, Julio González y Luis Tapia.

Dos generaciones: el P. Luis Tapia (90 años) y el Hno. Daniel Ortiz, actualmente misionero en China.

P. Jesús Pastor, quien fue vicario

episcopal de Curicó.

P. Julio González.

30

n el año del aniversario.EAl momento de los 125 años, la comunidad

está formada por los misioneros Francisco Javier Cartes, Luis Tapia, Julio González y Carlos Vargas Urquieta.

Se ha logrado un afiatado equi-po de laicos y laicas que llevan la organización y los servicios del santuario del Carmen.

Nos encontramos una mañana con el presidente del Consejo pastoral, don Víctor Castro y no nos perdemos esta oportunidad para preguntar algunas cosas.

-¿Cuánta gente está involucrada en la pastoral del santuario?

- En el santuario y con la orientación del P. Cartes y de los otros misioneros, existen numerosos grupos de animación, oración y servicios evangelizadores: la pastoral juvenil, a la que se integra el equipo de acólitos, siempre atentos al quehacer litúrgico para que se realice con dignidad, solemnidad y cercanía comunitaria, y el equipo de auxiliares de catequesis. La pastoral solidaria que entre sus tareas atiende diariamente el comedor para los estudiantes que, al venir desde la zona rural a la ciudad para sus clases, reciben esta atención de alimentación segura, sana y gratuita. Carlos Vargas ordenado

presbítero. Lo acompaña P. Mario Calvo.

Misa de jueves santo en El Carmen. P. Cartes

en el altar preparado por el P. Carlos Vargas.

31

-¿Quién lo financia? -La generosidad de la gente. Es un milagro

de solidaridad. Se atienden 80, 100, almuerzos diarios y la cocina funciona con voluntarias, las mesas son preparadas por las manos maternas de las damas voluntarias, los alimentos vienen de alguna empresa o algún almacén o de personas que colaboran compartiendo su pan con el que lo necesita, como dice el Evangelio.

-¿Hay más grupos? - Ciertamente. También

en pastoral solidaria están los visitadores de personas enfermas o solas. Hay diversos grupos de pastoral familiar, con catequesis de novios, de baustismo y de preparación a la Comunión y catecumendo de adultos. Tenemos grupos misioneros y grupos de oración. Están organizados los seglares claretianos, los numerosos ministros de comunión y de servicio litúrgico, los equipos del 1% llamado también de la Contribución a la Iglesia (CALI). Un grupo especial es el de los “anderos” del Carmen, numeroso grupo de personas que se encargan de preparar, conducir y organizar parte de las festividades del

carmen cada año, celebración que reúnen a unas 50.000 personas y que es la gran fiesta religiosa de todo el obispado.

- ¿Se colabora también con la parroquia de Cordillerilla?

- Sí . S on dos ser vic ios d i v e r s o s q u e l l e va l a

comunidad de misioneros claretianos. Pero desde el santuario muchos agentes pastorales están

motivados y colaboran en acciones pastorales

en Cordillerilla. Allí hay 25 capillas o centros comunitarios y entre los de allá y los de acá

contamos con ministros de la palabra, de la comunión, diácono y un programa mensual de celebraciones religiosas.

-Todo esto requiere una buena organización.

- To d o e s to n o s e r í a posible sin un buen Consejo de pastoral cuya principal tarea es ser una efectiva

instancia de integración de consagrados y laicos,

que recoge las inquietudes y necesidades de cada comunidad que trabaja en el Santuario y busca la forma de de resolver estas inquietudes y necesidades;

Srta. Aurea Lozano, eficaz animadora pastoral

de Cordillerilla.

Parroquia de Cordillerilla.

32

del mismo modo identifica necesidades de formación de los agentes pastorales del Santuario. Adicionalmente existe un Consejo Ampliado en que participan todos los agentes pastorales del Santuario y que se reúne mensualmente para dar a conocer las actividades de cada Pastoral y coordinar las actividades generales del Santuario.

- ¿Y toda esta inmensa actividad la llevan los misioneros?

- La llevamos todos. Y desde hace años. Los misioneros de ahora son herederos de los anteriores. Y ninguno de ellos hubiera podido trabajar solo. Ni antes ni ahora. Tenga en cuenta que el buen padre Luis Tapia tiene ya 90 años y sigue de capellán del hospital y con los mismos bríos de cuando era “guaina”. El P. Julio González está con la salud debilitada. El P. Carlos Vargas recibió el presbiterado hace unos pocos meses. El P. Francisco Cartes, aunque atendiera todos los frentes, no podría llevar solo esta obra; por eso los laicos y laicas hemos asumido con fuerza estas tareas: por vocación de laicos que nos sentimos responsables de nuestra iglesia y por compartir trabajos con nuestros curas.

- ¿Y qué me puede decir de la fiesta del Carmen? -Comentario aparte merece la festividad de la Virgen

del Carmen. Su novena y el día de su celebración es la fiesta religiosa de mayor participación ciudadana en la región. Estas actividades están organizadas con la ayuda de todos los agentes pastorales del Santuario, destacándose en la procesión ( que es la fiesta masiva) el gran trabajo que cumplen los Anderos del Carmen y la Pastoral Juvenil. En términos de organización, ésta se delega en un grupo que coordina y asigna todas las tareas propias de la novena y procesión, entre las cuales se puede mencionar: confección de

P. Francisco Cartes en su ordenación de diácono, (con el P. Haroldo Zepeda). Hoy tiene la responsabilidad de rector del Santuario.

33

guiones para las celebraciones, confección de afiches para la Novena, coordinación con Carabineros, relaciones con los medios de comunicación, invitaciones a autoridades de la ciudad, coordinaciones con los participantes en la procesión propiamente tal, y muchas otras actividades. Los coordinadores de la Novena comienzan su trabajo con un mes de anticipación y se reúnen semanalmente o con mayor frecuencia si es necesario. Es decir, todo un plan de trabajo que se realiza año a año cada vez con mayor aceptación”.

En la procesión del Carmen del año pasado (2004) desfilaron ante la Virgen del Carmen

todas las instituciones vivas de Curicó. La más llamativa siempre ha sido la de

los campesinos montados en caballos briosos y engalanados: 1.246 jinetes que le ponen color, paisaje campesino, ruido sonoro de cascos sobre el pavimento.

Desde la altura de su tarima hermosa, María del Carmen los ve

pasar y los bendice. A los jinetes, al pueblo reunido, a todos los que han

hecho posible su fiesta, a la diócesis y sus agentes pastorales encabezados por su obispo

D. Horacio Valenzuela.Cuando todo termina, los misioneros Hijos de su

Corazón, cansados y contentos, también agradecen el haber sido llamados para una vocación de apostolado.

En la punta de la torre del santuario, el gallo que anuncia los vientos sigue con su canto madrugador para animar a que comiencen de nuevo las tareas del día.

De todos los días.

34

árrocos claretianos de N. Sra. De Lourdes de Cordillerilla

P. Gaspar Quintana Jorquera (1980-1984)

P. Jesús Pastor Gil (1985-1989)

P. Iván Herrera Maturana (1990-1996)

P. Jesús Ros Lander (1997-1998)

P. Jorge Ramírez Yánez (1999-2000)

Pbro. Jorge Aliaga Verdugo (2001-2002)

P. Francisco Cartes Aburto (2003-2006)

Iván Herrera en Capilla San Alberto (1994)

P

Gaspar Quintana

Francisco Cartes