el adalid de cristo rey reinado social de xto

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El Adalid de Cristo Rey 1 El Reinado Social de Jesucristo El Adalid de Cristo Rey Al presentar la Madre Nazaria “El Adalid (1) de Cristo Rey” decía en el número 1: “El motivo y fin de nuestra Revista, te lo diré, en pocas palabras: Hacer comprender la Doctrina de Cristo; hacerla amar; y, sobre todo, hacerla practicar: Entronizar este Divino Rey no sólo en el hogar, sino en el corazón de la criatura, enseñándole a sostener íntimas relaciones con su Creador” A Cristo Rey le dedica esta empresa en un hermoso poema: Jesús mio… Si para extender tu reino de mi has querido valerte, como me lo estás diciendo: Dispuesta estoy al combate, a morir estoy dispuesta. Y el grito de ¡CRISTO REINA! Será mi mote de guerra. ¿Lo quieres? Pues escuadrones sabré formarte y en ellos corazones femeninos tendrán viriles arrestos. ¿Cómo quieres que se llame? ¡Ponle tú el nombre, Maestro! ¿Qué dices? ese es su nombre, colma Señor mi deseo. Oirá el mundo ese nombre, y no sabrá comprenderlo: “EL ADALID DE CRISTO REY” Trabajará con denuedo porque reines en la tierra como reinas en el cielo. Y si el mundo nos moteja de ilusas y noveleras, por tu amor Jesús divino, soportaré sus afrentas. ¿Señor acaso deliro?

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Nazaria Ignacia

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El Adalid de Cristo Rey

1 El Reinado Social de Jesucristo

El Adalid de Cristo Rey

Al presentar la Madre Nazaria “El Adalid (1) de Cristo Rey” decía en el número 1: “El motivo y fin de nuestra Revista, te lo diré, en pocas palabras: Hacer comprender la Doctrina de Cristo; hacerla amar; y, sobre todo, hacerla practicar: Entronizar este Di-vino Rey no sólo en el hogar, sino en el corazón de la criatura, enseñándole a soste-ner íntimas relaciones con su Creador” A Cristo Rey le dedica esta empresa en un hermoso poema:

Jesús mio…Si para extender tu reinode mi has querido valerte,como me lo estás diciendo:Dispuesta estoy al combate,a morir estoy dispuesta.Y el grito de ¡CRISTO REINA!Será mi mote de guerra.

¿Lo quieres? Pues escuadronessabré formarte y en elloscorazones femeninostendrán viriles arrestos.

¿Cómo quieres que se llame?¡Ponle tú el nombre, Maestro!¿Qué dices? ese es su nombre,colma Señor mi deseo.Oirá el mundo ese nombre,y no sabrá comprenderlo:“EL ADALID DE CRISTO REY”Trabajará con denuedoporque reines en la tierracomo reinas en el cielo.Y si el mundo nos motejade ilusas y noveleras,por tu amor Jesús divino,soportaré sus afrentas.

¿Señor acaso deliro?¿Estoy dormida o despierta?¡Es la cruzada Pontificiala que lleva esa bandera!

Hermanas nuestros amoresen un grito condensemos.¡VIVA CRISTO REY! digamosen la tierra y en el cielo.

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El Adalid de Cristo Rey

2 El Reinado Social de Jesucristo

La revista tenía cinco partes, a la segunda de las cuales la llamó: Reinado Social de Jesucristo.En este apartado, la figura de la Madre Nazaria, surge como una visionaria, adelan-tada a su tiempo. Con el seudónimo de “Sor Victoria de la Cruz”, por una parte nos abre su corazón regalándonos su profunda espiritualidad, y por otra se nos muestra como una mujer valerosa, comprometida con su tiempo.Se nos presenta como una escritora mística, expresándonos maravillosamente su íntima experiencia de unión con Dios. Al estilo de los místicos españoles Nazaria asume también una misión en la tierra dedicada al servicio de Dios. El místico espa-ñol, por lo general no se encierra en su celda, ajeno de la realidad que lo rodea, sino que vive inmerso en ella. Prueba de esto son, por ejemplo, las vidas activas de San Juan de la Cruz y Santa Teresa cuya actividad constante viajando, fundando con-ventos, etc. no disminuyó su dedicación a la vida contemplativa. Aparece también Nazaria como una experta apologeta (2), exponiendo con claridad y defendiendo los fundamentos de las verdades de la fe cristiana.

Con el fin de colaborar con los objetivos planteados por su fundadora, me he pro-puesto transcribir los artículos de la segunda parte de la revista referidos a “EL REI-NADO SOCIAL DE JESUCRISTO”. Me he permitido introducir algunas notas, que a mi juicio pueden contribuir para que el lector logre una mejor comprensión tanto de la delicadeza y sensibilidad del espíri-tu de la Madre Nazaria, como de su visión e ideales como mujer de su época.Estas notas son de dos tipos, contextuales: ubicando las situaciones que describe en el entorno socio religioso de su tiempo y lingüísticas: explicando el significado de algunos términos hoy en desuso o traduciendo frases del latín.Deseo que la meditación de estos textos sea para el lector, como lo han sido para mi, una contribución al mayor conocimiento de la espiritualidad y la obra de esta ve-nerable religiosa, como así también incremente en los lectores el deseo de seguir a los pasos de Jesús, Nuestro Rey, en el seno de su Iglesia. Sea todo a mayor gloria de Dios.

Juan Gastaldo

Notas del transcriptor:(1) adalid: Antiguamente en España se llamaba así al jefe del ejército. La voz adalid deriva de la árabe dalil, que significa mostrador, porque enseñaba el camino e iba adelante para acometer al enemigo.(2) apologeta: persona que cultiva la apologética (parte de la teología que se ocupa de demostrar y defender la verdad de los dogmas del cristianismo.

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3 El Reinado Social de Jesucristo

31 de marzo de 1929 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 2)

Era un día del mes de Abril, que en nada se parecía a los días de este florido mes.El cielo azulado y transparente hasta la tarde del día anterior, estaba en éste carga-do de negros nubarrones, que, bajando hasta la altura del pináculo del templo, opri-mían el ánimo de cuantos llenaban las calles de Jerusalén, en las vísperas de la gran Fiesta de la Pascua. Del Mar Muerto seguían subiendo oleadas de espesísimas nieblas, que, apiñándose sobre las vecinas cuestas, reducían por todas partes el cercano horizonte. Los piadosos israelitas revolvían en el arcón de sus recuerdos, y no podían menos de pensar en la lluvia de azufre encendido que aniquiló las ciuda-des nefandas (1), o en la nube preñada de rallos que envolvía la cumbre del Sinaí, cuando la promulgación de la Ley. Sin duda Jehová estaba airado con su pueblo, y los elementos sorteaban las posiciones para cuando recibieran la orden de vengan-za.

En una plaza de la Ciudad Santa, se ha congregado tumultuosamente una grande multitud; hay entre ellos, griegos y romanos, pues son en corto número: son casi to-dos judíos de Jerusalén y sus alrededores; también hay muchos que han llegado de Galilea y Samaría y del otro lado del Jordán. De pie están, frente al pretorio del Pro-curador romano, comentando los sucesos del aprisionamiento del Rabí de Nazaret, a quien los otros rabí de Jerusalén, han acusado de blasfemo de haberse proclama-do Rey, y aguardan, llenos de inquieta curiosidad ver la resolución que sobre El toma el representante del César. De acá para allá, están corriendo los escribas y fa-riseos, mezclándose en todos los corrillos y convenciendo a todos de que es nece-sario desagraviar el poderío de Roma.Jesús de Nazaret, se ha proclamado Rey de Israel.Aquella Pascua, va a ser tristemente memorable.

Mientras esto propalaban los directores del pueblo Judío, Pilatos, en el interior del pretorio, ha tenido una conversación con Jesús, que lo ha llenado de profunda admi-ración: ¿Con que tú eres Rey? Bien dices que soy Rey, y a eso vine al mundo, y a dar testimonio de la verdad… Jesús habla, y su rostro resplandece con divina majestad.Sus ojos son puros y candorosos como los lirios del campo; toda su persona exhala mística fragancia; nada valen en su comparación los perfumes orientales y las rosas del Jericó.Pilatos se siente irresistiblemente atraído por la superioridad de aquel hombre, y quiere libertarle. Fuera la turba, continúa inquieta y alborotada. De pronto, aparece en lo alto Pilatos, y la escena que allí tiene lugar la llevamos clavada en el corazón con clavos que manan sangre cuantos de veras amamos al bonísimo Jesús."Aquí tenéis dos presos'' exclama el Presidente "Jesús de Nazaret vuestro profeta y vuestro Rey, y Barrabás el ladrón homicida. ¿A quién queréis que os suelte?” ¡A Barrabás!- vomitan aquellas voces de infierno. ¿Que haré de vuestro Rey? ¡Crucifícalo! Sigue rugiendo la turba. ¿A vuestro Rey he de crucificar? ¿Que mal ha hecho?Nosotros no queremos otro Rey que al César. ¡Crucifícalo!

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4 El Reinado Social de Jesucristo

Las negras nubes que encapotaban el cielo, saltan, de picacho (2) en picacho, arre-molinándose y retorciéndose unas contra otras, como un desesperado a quién un poder irresistible, invisible estorba poner en práctica sus más ardientes deseos de venganza.No hay duda, Jehová volverá cumplidamente por el Trono y el Honor de su Hijo, des-de entonces allá en la mente del Eterno se engendró una de esas almas gigantes como las cumbres de los altos montes, que al frente de una inmensa legión de al-mas valientes y generosas lucharan con denuedo por el honor y gloria del Reinado de Cristo.

Pasaron los días. Los rudos pescadores galileos, se reparten el mundo entero para sojuzgarlo a la obediencia de su Maestro, y el mundo, con todo lo que en si contiene de más noble y estimado, rinde vasallaje y pleitesía al Rey que los Sanedritas creían muerto y sepultado.Las Artes que el genio de Grecia y Roma habían llevado al más alto grado de es-plendor, mudan súbitamente el manantial de sus inspiraciones, la escultura y la pintu-ra dejan de representar divinidades del Olimpo, para dar forma plástica y perpetuar todos los momentos del Divino Rey ajusticiado. La arquitectura se olvida de las vie-jas Pirámides y levanta estupendas Basílicas, y monumentales Catedrales para el culto de Jesús Nazareno Rey. La Poesía y la música se elevan a excelsitudes antes insospechables traduciendo los divinos arrobamientos de las esposas de Cristo Rey o magnificando los sublimes gestos de los héroes del Cristianismo.La Filosofía y la Elocuencia se ponen humildes y sumisas al servicio de la nueva doctrina que Jesús Rey trajo al mundo; Agustín bautiza a Platón, y el genio incompa-rable del Angélico Doctor Tomás de Aquino construye con los sillares labrados por Aristóteles el alcanzar majestuoso, donde toda la sabiduría antigua se da cita y con-curre a sentar plaza de voluntaria en defensa de cuanto dijo Jesús Nazareno Rey.Lo más selecto de la humanidad, deja todo lo que antes estimaba en algo, honores, poderíos, placeres y riquezas, por consagrarse más enteramente al servicio del Gran Rey.Savonarola, el grande y fervoroso dominico, en un momento de sublime exaltación religiosa, hace que los florentinos le proclamen su único Rey y soberano Señor.En una plaza pública y a voz en grito, quiso la aristocrática Florencia borrar la afren-ta que a Jesús Rey infiriera la ciudad deicida. Pero esto no basta. Día llegará, en que la reparación hecha por los piadosos florentinos, será universal. El mundo ente-ro proclamará a Cristo por su Rey, en justo desquite de aquel día tenebroso y lúgu-bre en que un pueblo proscrito renegó de la soberanía de nuestro Rey. Si, llegará pronto ese día luminoso y claro en que todos celebraremos la divina Realeza, día en que los órganos de nuestras Catedrales, la voz de nuestros predicadores y las subli-midades de nuestra Liturgia, estarán exclusivamente consagradas a pregonar y can-tar que Cristo vence, que Cristo reina, que Cristo impera.Ese será el día de nuestra mayor alegría.

Era el 31 de diciembre del año del Señor de 1925.Soberanos, grandes de la tierra, aldeanos, obreros, religiosos y religiosas de todas las Órdenes, gentes de todos los pueblos, sin distinción de clases sociales, de razas o de lenguas, han afluido a Roma, a proclamar la Soberanía de su divino Maestro. Los pueblos del universo, los gobernantes de la tierra, con más interés que nunca han vuelto a Roma su mirada, y allí en la grandiosa Basílica del Vaticano, aquella in-mensa multitud agrupada en torno del Soberano Pontífice y de su corte Pontificia, re-

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5 El Reinado Social de Jesucristo

petían fervorosamente las palabras augustas, pleito (3) homenaje al Rey inmortal de los siglos. ¡Cristo vence! ¡Cristo reina! ¡Cristo impera! decían, confundiendo sus aclamaciones con el estruendoso repique de las campanas y con los magníficos acordes de las trompetas de plata, y de las regiones celestes llegaba una voz que pletórica de entusiasmo repetía: ¡Christus vincit! ¡Christus regnat! ¡Christus imperat (4)!

J. M. D. C.

Notas del transcriptor:(1) nefandas: indigno, torpe, de que no se puede hablar sin repugnancia u horror.(2) picacho: punta aguda de algunos montes.(3) pleito: juramento de fidelidad al rey o al señor(4) Christus vincit, Christus regna, Christus imperat: Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera

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6 El Reinado Social de Jesucristo

30 de abril de 1929 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 3)

Viendo el desenvolvimiento del Reinado Social de Cristo que tanto lo pregonó Pila-tos en aquel Viernes Santo como demostramos en el artículo anterior: Proclamado en 1925, Cristo Rey por su augusto Representante, podemos todos con el alma hen-chida de júbilo, llena de satisfacción, rebosando en alegría santa decir con todo en-tusiasmo ¡Cristo reina!Y robando de los labios del Ilmo. y Rmo. Obispo Auxiliar de Granada Mons. Manuel Medina Olmos, las hermosas frases que pronunciara con motivo de las Bodas de Oro del Instituto Español de las Hijas de Cristo Rey digo: “Que es Cristo Rey, y por que es Rey, reina”.Que Cristo es Rey, no necesitáis que os lo demuestre; pues aun prescindiendo de los títulos que por herencia legítima le corresponden; porque el reinado verdadero está en las manos del Criador a cuya imagen se hizo al hombre, de cuyo poder bro-taron todas las cosas, sobre los que tienen pleno dominio y soberanía, no ya de Rey, sino de Señor absoluto, aun prescindiendo, repito de que es Rey Universal, no solo de la tierra y de los hombres, sino de los cielos y de los ángeles, que es el Verbo eterno, la sabiduría del Padre; aun prescindiendo de todo esto, digo Cristo es Rey, como Hijo de María, como Hijo de Dios, que vino a tomar, nuestra naturaleza, encar-nado en las entrañas de la Virgen Sma y que nacido humilde en Belén; murió des-amparado en el Calvario.Y ahora voy a probar que Cristo es Rey por las confesiones que El mismo hizo de-clarándose Rey.Acusáronle los judíos delante de Herodes y Pilatos, diciendo que debía ser castiga-do porque se había hecho a si mismo rey, y al preguntarle Pilatos ¿Luego tú eres Rey? Jesucristo respondió: Tú lo has dicho. Soy Rey porque he nacido en este oficio de rey y vengo siendo Rey desde el momento en que aparecí sobre la faz de la tie-rra. Advertid que mientras los reyes del mundo tienen trono de marfil y oro y están colocados en sitio preferente, deslumbrando con su magnificencia, el Hijo de Dios, no necesita de ninguno de estos ornamentos, porque es Rey de naturaleza y coloca-do sobre pobres pajas en un humilde pesebre, descendieron los ángeles del cielo para adorarle y vinieron desde Oriente los Stos. Reyes, para ofrecer al Rey de reyes como dones oro, incienso y mirra.¡Rey de reyes! Y Rey y Señor de todos, a pesar de los malos y del infierno, reina en los buenos, llevándolos a su corazón y gobernándolos como pastor amante, recos-tándoles sobre su pecho, dándoles de su propia mano el pan que han de comer mo-jado en su sangre.¡Cruzadas Pontificias! vuestra misión en la tierra y el espíritu del Instituto consiste en que Cristo reine, que reine el Hijo de Dios humanado, el Hijo de la Virgen, el que na-ció en Belén, el que buscó a la Samaritana, el que dio vista a los ciegos, sanó a los enfermos, curó a los sordos y a los paralíticos, cojos, y resucitó a los muertos, y so-bre todo lavó las almas en las aguas del perdón y de la misericordia. Pero no quiero terminar, sin recordaros cual es el reino de Cristo.AI ser requerido Jesús por el gobernador de Judea Poncio Pilatos preguntándole si era Rey, le dijo que si, pero que su reino, no era de este mundo.¿Cual es su reino entonces? ¿Será por ventura el reino, de Cristo, impalpable, invisi-ble, imaginario, abstracto, escondido entre nubes?La Historia nos lo ofrece como rey solo dos veces, en momentos solemnes de la pa-sión de Cristo que nos lo presenta ante la vista con toda claridad. Concluida la flage-

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lación, en aquella cámara donde entregaron el Señor a los soldados, por entreteni-miento, por burla, le cubrieron con un pedazo de púrpura roja colocándole en la mano un cetro de caña, y tejiendo una corona de espinas la pusieron sobre su cabe-za. "Ese es Rey” ¿No os agrada? ¿Queréis un Rey coronado de rosas, servido de pajes viviendo en palacios? – “Su reino no es de este mundo''. Esa magnificencia se que-da para reyes como Salomón.El reinado de Cristo es de cetro de caña, para demostrar que todas las grandezas y vanidades del mundo son dignas del desprecio; su vestido es de púrpura roja, aun-que su mejor vestido es su propia sangre, que ha cubierto todo su cuerpo, y su coro-na de espinas es para darnos ejemplo; pues coronados de espinas nacimos, vivimos y morimos, y los que se glorían con Cristo en ser coronados de espinas, éstas se convertirán luego en flores hermosísimas que son mas dulces a nuestra alma que to-dos los deleites que pueda imaginar el entendimiento humano. Que este es Rey, lo dice el Eterno Padre por boca del representante del César, Pila-tos; que sacándole en este estado a la azotea del palacio para que le viera el pue-blo, dijo el Espíritu Santo, por la boca de aquel inicuo Juez a todas las generaciones. "Ese es vuestroRey"Ese es el Rey de dolores, el que en medio de aquellos tormentos, anhelaba derra-mar su sangre toda, por salvar el mundo.Ese es el Rey ¿Y que hemos de hacer nosotros? Pedir lo que los judíos pidieron desde la plaza; pero con distinto espíritu, "que su sangre caiga sobre nosotros" dije-ron ellos en sentido de maldición, y nosotros en sentido de bendición, pediremos “que su sangre caiga y llene nuestros corazones," para reanimarlos en su indolencia, para vivificarlos, para que llenos de su caridad vayamos a incendiar en ese místico fuego que El vino a prender en la tierra.Pero Pilatos parece no estar tranquilo, si no escribe el nombramiento que acaba de dar a Jesucristo, y por segunda vez aparece Rey.Pilatos, escribe en una tabla. “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”", y manda poner-la sobre la Cruz.¡Todo ha sido consumado! ha dicho Jesús, antes de expirar e inclinar su cabeza y morir.Horas más tarde todo ha desaparecido del Calvario, Jesús está sepultado. La Cruz sola se levanta erguida, ostentando el título de la realeza del Señor.Han pasado veinte siglos y Jesús ha sido de nuevo proclamado Rey: En todos los idiomas y en todas partes se ha escrito de nuevo, el título que le dio Pilatos.¡CRISTO REY!

¡CRUZADAS PONTIFICIAS!Felices nosotras, jóvenes bolivianas, que nacimos ese año santo de 1925, siete me-ses antes que fuera proclamado Cristo Rey por el Soberano Pontífice.¿Como no dedicar a El, las primicias de nuestras ineptas plumas; cómo no dedicar a El los entusiasmos de nuestros femeninos corazones?No sé por qué me he sentido muy feliz, al ver que "Cristo Rey" ha querido aceptar mis servicios y en el Adalid, me ha dejado esta sección confiada a la pobreza de mi pluma.¡Dirígela Tú Cristo Rey¡ y recibe con el amor que te dedica, estos ensayos, tu fiel soldado.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

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31 de mayo de 1929 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 4)

!Paray le Monial! (1) ¡Manresa! (2)Al nombrarlo he sentido salir de mi pecho, ese nombre como un suspiro ardiente.Paray, es el lugar preferido por Jesús para hacer las grandes revelaciones de su amor a una joven religiosa de veintiocho años.Margarita era su nombre.¿No os habéis fijado alguna vez en la sencilla belleza de esa flor misteriosa que se llama margarita? Rodeada de hojas, ella se levanta sola, esbelta, sin arrimo; lleva una aureola blanca, bien cortada, y al centro un botón de oro. No tiene aroma, su be-lleza consiste en el recorte de su aureola y en lo dorado de su botón.Tal es el alma escogida por Jesús para ser el Apóstol de su Divino Corazón la pre-cursora del reinado de su Corazón divino.La belleza mística de esa Margarita del claustro de Paray tiene sus resplandores, la sencillez, es la aureola especial que la circunda, y esos recortes de la flor cuyo nom-bre tiene, representados están en los mil sufrimientos y humillaciones, que la despe-dazan, más delicadamente, cuanto que son "manos santas", las que así la recortan; pues siempre ha sido es y será el hombre, el que con motivo o sin el; pretende medir a Dios por su corto criterio; no creyendo pueda el valerse de las criaturas, aun de las más insignificantes para obras de su gloria.Y sobre todo descuella en Margarita María como en la simbólica flor de su nombre, ese botón dorado; ese amor purísimo, más dorado y puro cuanto más largo ha sido el tiempo de su purificación y de su martirio.

Es ella la que empieza a trabajar en estos últimos tiempos, con toda decisión y em-peño en la obra del reinado social de Jesucristo.Conoce bien el Señor, es la fibra más delicada del hombre el corazón, y que ganado este, la victoria está decidida y helo aquí que coronado de espinas se muestran a La humilde Virgen de Paray le dice “Mira este Corazón que tanto ha amado a los hom-bres”.

¿Y podremos nosotros ver ese corazón, lleno de llamas y no abrasarnos en ellas cual místicas mariposas? ¿Y podemos oír esta su declaración amorosa, sin arrojar-nos a sus plantas, y pecho por tierra, hacerle a El, esas oblaciones de mayor estima y momento que el Gran Ignacio de Loyola, el gran soldado de Cristo quiere oír del novel que el ha ejercitado y que quisiera ver rendido a los pies de su Divino Rey? No me extraña que sea un hijo suyo el R. P. de la Colombière (3), el que dirija a Marga-rita María en esa su vida tan sobrenatural y tan divina. Y que un día vea Margarita el Corazón Divino y cerca de él, dos corazones que se abrasaban con sus llamas, el de su director y el suyo, puesto que yo veo a San Ignacio, como uno de los primeros adalides de la causa de Cristo Rey.

Allá en las obscuridades de la cueva histórica de Manresa, el soldado Loyola vislum-bra el Reinado de Cristo Rey, y antes que nadie iza su bandera, bendecida por Ma-ría y prepara en su mente, una milicia escogida a la que da el nombre militar de Compañía, y cuando aquellos planes se hicieron reales, lleva a sus caballeros, a los caballeros de Cristo, a los pies del Papa, al lado de la Iglesia de la dulce Esposa de Cristo, y haciéndoles jurar obediencia al Sumo Pontífice, le da soldados de primer

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El Adalid de Cristo Rey

9 El Reinado Social de Jesucristo

orden que sean los paladines de su gloria, pues su lema es "Ad majorem Dei glo-riam" (4) les da capitanes de mil atrevidas empresas, y son ellos, los que fomentan-do en la meditación del Reino de Cristo arrestos militares, en las almas generosas, las levantan a izar nuevos pendones yendo atrevidas a la conquista de otras.¡Paray le Monial! ¡Manresa! Ese claustro bendito, esa cueva devota, esos nombres, hablan a mi alma de Cristo Rey de su reinado. Pero Jesús lo dijo a Pilatos, mi reino no es de este mundo.¡Cruz llamas, espinas!

Así lo vio Margarita María y así te veo Jesús hoy, tu cruz en la mano, es el invicto pendón, pendón a que me acojo. En tus llamas quiero abrasarme e incendiada en ellas volar por el mundo cual chispa candente abrasándolo en tu amor. Y esas espi-nas son el lecho nupcial de tus amores, déjame arrojarme en ese lecho, sentir sus punzadas mas crueles; con tal que a ti no te lleguen esos ecos de indiferencia, esas voces de un pueblo loco que repite la sentencia que pedía contra ti el deicida de Je-rusalén. No, ya no debes ser crucificado; debes reinar Jesús, eres Rey. Ya tienes tus soldados y también tras de ti está esta escuadra femenina, que formada en este mar proceloso (5) de la vida, está dispuesta fijos los ojos en María, a luchar por tu causa santa por tu reinado social.Corazón SantoTu reinarástu nuestro Reylo eres ya.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Paray le Monial: (Francia) lugar donde se apareció Cristo a Santa Margarita Ma-ría Alacoque en el siglo XVII, que dio origen a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.(2) Manresa: Cataluña (España), en este lugar, según la tradición San Ignacio de Lo-yola escribió los Ejercicios Espirituales entre 1522 y 1523 (3) de la Colombière: se refiere a San Claudio de la Colombière (1641-1682), jesuita francés, director espiritual de Santa Margarita María Alacoque, ardiente promotor de la devoción al Sagrado Corazón.(4) “Ad majorem Dei gloriam”: “para la mayor gloria de Dios”. Lema de San Ignacio de Loyola(5) proceloso: borrascoso, tormentoso, tempestuoso

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10 El Reinado Social de Jesucristo

Oruro, 30 de junio de 1929 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 5)

Escribo estas líneas en nuestro Noviciado de La Paz dos días después de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. No sabía a la verdad, qué cosa estampar en estas cuartillas, no porque faltaran ideas en mi mente, al contrario, eran tantas las que bu-llían en mi alma y pululaban por salir al papel que tenga que volverme medio enoja-da y decirles, ¡chitón! (1) la que sea más buena, esa saldrá.

No hace mucho veía convertido en hecho una verdad muy comprobada ¡Dios se suele valer de ordinario de muy viles instrumentos, para obras muy grandes! si veía este hecho cierto.Delante de mis ojos tenía un cuadro interesantísimo, era Jesús debía ser a orillas del lago de Genesaret. Estaba sentado sobre una piedra, tres pobres, pescadores de oficio le rodeaban todos estaban ocupados según parecía en componer las redes. Jesús tenía levantados los ojos y fijos en el rostro del más anciano, parecía haberle interrogado, tenía su mano oprimiendo las de él.Se leía, “desde hoy os haré pescadores de hombres”. El hecho se reproducía.En una pobrísima casa de la ciudad del Pagador (2) el 16 de este mes de Junio, hace cuatro años, el de 1925, una pobre religiosa rodeada de pobres niñas, daba principio a una obra de grande significación social y religiosa. Nacía esta obra entre el desprecio y la risa de la mayoría, cómo nació Jesús en Belén, entre el desprecio y el abandono de todos los suyos, pero no dudo que ahora cómo entonces, los ánge-les del cielo volaron a donde estaban las almas sencillas, anunciándoles la buena nueva, la fundación del primer Instituto Nacional de Religiosas Misioneras de la Cru-zada Pontificia.Y llegaron, llegaron los primeros los pastores, después los Reyes; La historia de siempre, los sencillos son los primeros en torno de la cuna de Jesús, son los prime-ros en reconocerle y adorarle, después los del gran mundo... Los mismos sacerdotes de Israel aclaran las dudas de los Reyes del Oriente, y sin embargo, ellos no van a buscar al niño...¡Que terrible misterio! ellos no recocieron al Mesías. ¿Por qué? la respuesta se nos dará a todos en el valle de Josafat (3).

Bien burlada, bien reída, el Señor no apartaba su mano creadora del humilde institu-to.Seríamos en realidad más qué ingratas al no reconocer el desarrollo de la obra en estos cuatro años, sus progresos.Parece el Corazón divino, tomando las manos de las noveles Misioneras, les ha de-jado: “Yo os haré pescadoras de almas”. ¿Que más podemos apetecer Cruzadas Pontificias, que cooperar al Reinado Social de Jesucristo?En la noche víspera del Sagrado Corazón nuestra humilde Capilla estaba hermosísi-ma. Jesús en su Custodia era el centro de nuestros amores. Cuarenta y siete novi-cias, le rodeaban como precioso y grandioso bouquet de azucenas.Estábamos haciendo la Hora Santa.No sé si fue sueño, visión o realidad, pero sí que vi abrirse la Hostia y aparecer una grande cruz que venía a caer sobre todas nosotras. Mi naturaleza se estremeció y

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El Adalid de Cristo Rey

11 El Reinado Social de Jesucristo

prorrumpí en las palabras de Cristo en el Huerto: “Si es posible pase esta cruz sin caer… mas no se haga mi voluntad sino la vuestra” añadí enseguida como temiendo que por las primeras nos la retiraran…¿Como huir de la Cruz cuando Jesús nos la enviaba como el más precioso regalo de su Corazón Eucarístico?¡Nunca! Podrá la naturaleza al primer momento temblar, huir, pero el corazón la arrastrará a los pies de Cristo Rey ante el cual la Misionera Cruzada Pontificia, hará esas oblaciones tan hermosas, que San Ignacio quiere oír de los labios del Ejercitan-te en su hermosa meditación del Reino de Cristo.Eran las cuatro y media de la tarde de ese hermoso día del Sagrado Corazón.Todas escuchábamos la voz del Ministro del Señor que nos hablaba del Corazón de Cristo, como de único amigo verdadero que contar puede el del hombre. Si después de cometido el horrible sacrilegio, Jesús no tiene asco del corazón de Judas, y per-mite que le bese de nuevo, y que se aproxime a él y le abrace y llevando, el heroís-mo de su caridad, le llama amigo ¿Como no dejará de consolar a las almas, que su-fren y que son suyas?Pero hubo un punto culminante en su plática que siento no poder repetir entero. Je-sús nos dejaba todo hasta sus enemigos. Magistralmente lo desarrolló. A mi me emocionó al extremo, recordé el sueño o visión de la noche anterior.... ¿Serían los anuncios de una tempestad...?¡¡Por su gloria, todo por los intereses de Cristo por la Santa Iglesia!! Nada nos asus-ta.Si morimos, si nos deshacen. ¿No es todo esto la mayor dicha a que puede aspirar una Misionera?Por extender el Reinado Social de Jesucristo gustosísima firmaría esta crónica no, con tinta sino con toda la sangre de mis venas.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) chitón: interjección que se utiliza para imponer silencio(2) ciudad del Pagador: se refiere a la ciudad de Oruro (rebelión de Oruro, Sebastián Pagador)(3) valle de Josafat: lugar donde según el libro de Joel, Dios juzgará a las naciones del mundo (Jl 4, 2)

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Oruro, 31 de julio de 1929 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 6)

En el último número mi pluma enlazó dos nombres. Paray le Monial y Manresa (1). Ignacio y Margarita, dos apóstoles del Reinado Social de Jesucristo.El día 22 de Julio de 1647 nació Margarita María. Mañana 31 de julio, la Santa Igle-sia celebra la gran fiesta de San Ignacio de Loyola.A esas dos almas las he amado siempre de un modo singular, de ambos he recibido gracias muy especiales por eso dejo correr mi pluma en su honor ya que encuentro en sus vidas puntos muy prácticos, ejemplos muy al caso, para esta sección de Rei-nado Social de Jesucristo.

Allá muy lejos, en nuestra querida Madre Patria, en España, Ignacio de Loyola; el jo-ven y apuesto militar encuéntrase herido, por la defensa del castillo de Pamplona.Me parece verlo en su cuarto, rodeado de amigos, de bravos y briosos militares que comentan y adulan el heroico valor de Ignacio, en la defensa del famoso Castillo.

Era la hora del atardecer, solo está el joven herido, fatigado de tanta charla, preten-de descansar, pero inútilmente. Entonces llama y pide le traigan un libro de caballe-ría, no se encuentra otro en la casa, que el de la vida de varios Santos, Ignacio lo coge píamente para entretener sus ocios, y empieza a leer sus gloriosos hechos.Ignacio que posee un corazón de fuego una alma grande y generosa, con un enten-dimiento despejado; se prende aquella lectura, le parece no sentir dolor alguno, una dulzura y luz paradisíaca, le cerca y ve al gran Apóstol San Pedro, que se le acerca, le toca y le cura.Solo en la Iglesia el fino y galante militar ha rendido las armas, al pie de su celestial Dama, de la Virgen Santísima, y allí las vela.La divina Señora agradece las atenciones del joven y sin duda aquella noche alcan-zó de su Divino Hijo, fuera él, el Capitán aguerrido de esa legión gloria de la Iglesia Católica que se llama Compañía de Jesús.En Italia, en esa tierra hermosa del Dante, se ve de nuevo a Ignacio, pálido dema-crado poniendo a los pies del Papa, su Compañía dispuesto a morir en defensa de la Sta Iglesia. El ha visto en la famosa cueva de Manresa a Cristo Rey que llama a to-dos los que tienen pechos generosos a la conquista, y él, heroico militar no puede permanecer frío a ese llamado, va el primero pero no va solo encendido en amor a causa tan justa y santa, recluta a un sin número de hombres que día por día, año por año, van aumentándose, siendo hoy el escuadrón más numeroso de la Iglesia, que se distingue por su adhesión a la Santa Sede.La mayor gloria de Dios es su lema, y el mundo entero es chico para contener los in-cendios de su alma, pues en la persona de sus hijos lo recorre todo, conquistándolo para su Divino Rey.

Margarita María había respirado largo tiempo, por el feliz momento de verse unida irrevocablemente al Esposo de las Vírgenes mediante la Profesión religiosa. Este momento llegó por fin: el día 6 de Noviembre de 1672 en el coro de la Visitación de Paray, la joven novicia, pálida de emoción y de amor, Margarita María, después de haber llamado por testigos de su consagración al cielo y a la tierra, pronunció con voz conmovida pero firme y con seráfico ardor sus tres votos religiosos.

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Aquel día dice Margarita, fue cuando mi divino Dueño, se dignó recibirme por espo-sa, pero de un modo que yo no puedo absolutamente explicar. Solamente diré que me atavió y regaló como a una esposa del Tabor. Esto fue para mi, mas doloroso que la muerte, pues veía que así no me asemejaba a mi divino Esposo a quién mira-ba del todo atormentado y desfigurado en el Calvario, pero una voz interior me de-cía: Déjame hacer cada cosa a su tiempo, pues quiero seas ahora el juguete de mi amor que se agrada en jugar contigo como los niños con sus muñecos. Es preciso que te entregues a mi voluntad sin miras propias, ni resistencias, dejándome gozar a costa tuya segura de que nada perderás.

Era el 27 de Diciembre de 1673 día de Sn. Juan Evangelista. Margarita María lleva-ba un año y un mes de Profesa. La joven religiosa está en dulcísimo éxtasis hace varias horas, recostada sobre el pecho de Jesús.Pasadas estas, aparece el Corazón Divino, por vez primera a su apóstol, en un trono de llamas, más radiante que el sol y transparente corno el cristal, mostrándole su adorable llaga. Circundábale una corona de espinas…Jesús le manifiesta entonces, cómo quiere sea ella el adalid de este nuevo reinado de amor, cómo quiere favorecer a los hombres con este nuevo linaje de redención amorosa, para sustraerlos del imperio de Satanás, el caudillo de Babilonia, para que gocen con él la dulcísima libertad del imperio de su amor en la Jerusalén celestial. Margarita cae anonadada, humillada, a los pies de aquél que quiere ser Rey, que se le aparece en un trono, y coronado, diciéndole ¡Dios mió y Señor mío!Margarita reconoce a Cristo por Dios y por Señor. Rey de amor.

¡Gloria a los dos Apóstoles del Reinado Social de Jesucristo!Humilde Margarita de los claustros de Paray tu nos enseñas a extender el reinado social de Cristo, por medio de la oración, del sacrificio, enseña a las almas ocultas a trabajar por la causa de El.Ínclito (2) militar de Loyola, General heroico que trabajaste con tanta valentía en la conquista del mundo para hacer reinar en él a Cristo Rey, tu que fuiste el primero en presentarlo con este nombre tan atrayente, en tu hermosa meditación del Reino de Cristo (3), tú que en ella y en la de las dos Banderas (4), diste vida, a esta nueva ins-titución religiosa de la Cruzada Pontificia, bendícela hoy desde el cielo, y haz que ella sea la gloria de la Iglesia y la honorificencia de esa tierra boliviana en donde vio la luz.¡Gloria de nuevo a estos dos Apóstoles del Reinado social de Jesucristo!

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Paray le Monial: (Francia) lugar donde se apareció Cristo a Santa Margarita Ma-ría Alacoque el siglo XVII, que dio origen a la devoción al Sagrado Corazón de Je-sús.Manresa: Cataluña (España), en este lugar, según la tradición San Ignacio de Loyola escribió los Ejercicios Espirituales entre 1522 y 1523.(2) ínclito: ilustre, esclarecido, afamado.(3 y 4) meditaciones del “Reino de Cristo” y de las “dos Banderas”: hace referencia a dos de las meditaciones de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.

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Oruro, 31 de agosto de 1929 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 7)

Tomo la pluma impresionada aún con la gran fiesta de nuestro amadísimo Instituto (San Pedro ad vincula) (1)Ignoraba nuestra fundadora, aún, los designios de Dios, sobre la libertad del Papa (2), cuando escribió en un borrador de nuestras constituciones el año 1925 “El dos de Agosto será nuestra gran fiesta, la libertad de San Pedro, la libertad del Papa. Es ese el gran sueño de la Cruzada Pontificia…Lo que entonces era solo un deseo inmenso ya no solo para nosotros, sino para to-dos los católicos es una hermosa realidad.¡¡El Papa ha sido libertado!! y todos a boca llena y con todo el aire que puedan hen-chir nuestros pulmones, podemos gritar ¡¡Viva, viva el Papa Rey!!

¿Y cómo no hablar de Pedro, de ese Pedro, piedra sobre la que se funda nuestra Iglesia?Tiernísima es la relación Evangélica que nos detalla su consagración, de lo más su-blime y patética sus circunstancias. Cuando una sociedad fuerte, quiere dar un cargo importante a un hombre, le exige una caución, una fianza, le pide seguridades. El Di-vino Pastor que acaba de derramar su sangre por salvar a sus ovejas, estaba a pun-to de separarse de ellas; pero antes de entregar a Pedro su precioso rebaño, pídele seguridades quiere le dé una caución una fianza, ¡Más! ¿qué fianza podrá darle un pobre pescador ignorante y sin otros bienes que su barquichuelo y sus redes? La más grande y segura que puede dar un hombre, es el amor; pero el amor que llega hasta el heroísmo, el amor pronto a inmolarse, por su dueño y por los intereses que le están encomendados.Tal es el sentido de estas admirables palabras, tres veces repetidas: “Simón hijo de Juan ¿me amas?” Solo después de haber obtenido la seguridad de este amor a toda prueba, el divino Pastor dice a Pedro: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ove-jas”.¡Cuánto hay de paternal afecto en el poder! toda la filial humildad de la obediencia, y por consiguiente toda la indisolubilidad de los lazos sociales, están contenidas en esta consagración-modelo, del primero de todos los Obispos.

En una oscura cárcel cargado de cadenas, preso dentro de una mazmorra, se en-cuentra Pedro algunos años después. El amor al Pastor Divino y a las ovejas que le confiara lo tienen ahí más preso que los grillos y cadenas de hierro que sujetan su pobre cuerpo.Es la media noche, el silencio reina, el Apóstol parece dormitar... Pero allá en las Catacumbas, los cristianos todos, claman, formando una sola voz por la libertad de Pedro…Tanta fuerza tiene esa voz, ese ruego incesante que penetra su eco, allá en las ele-vadísimas regiones celestes en donde habita Ntro. Señor Jesucristo. “Las ovejas pi-den la libertad de su Pastor, y es muy justo se despache ese ruego”, exclama Cristo; y un ángel cual chispa eléctrica cruza los espacios, se interna en la tierra, llega al ca-labozo oscuro do está el Apóstol; y las pesadas cadenas que oprimían los pies y las manos del viejo pescador de Tiberiades caen por si solas, y rogándole le siga el án-gel libertador, le coloca libre en las puertas de la ciudad…He ahí reseñada brevemente la fiesta conmemorada el 2 de Agosto.

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Acabamos de presenciar la misma escena.Después de un cautiverio si no tan triste materialmente a la simple vista, pero mucho más a la doble del corazón católico puesto que las mismas ovejas habían apresado al Pastor, al clamor continuo de 59 años, de lágrimas, oraciones y penitencias des-ciende de nuevo el Ángel libertador, y acercándose a un hombre, inspira a su cora-zón la hermosa idea de solucionar la cuestión romana, dando libertad al Papa, pro-clamándole Soberano y ese hombre, cuyo nombre bendeciremos siempre los católi-cos, abre las puertas del Vaticano y pone en libertad, aclamándolo Rey, al cautivo Papa.

Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella…¡Iglesia Santa! aquí a tus pies las Cruzadas Pontificias, las hijas tuyas que se pre-cian de serlo, con el corazón henchido de entusiasmo desde este rincón de Sud América, adornadas con esos triples colores que ostenta su bandera, "rojo, amarillo, verde" que quieren decir en su emblemático lenguaje, "sangre, amor, y esperanza" se disputan fervorosas, cantar el himno marcial de tu victoria, no importándoles de-rramar hasta la última gota de su “sangre” llenas de “amor” con la “esperanza” de ex-tender tu pontificia bandera, redoblando tus glorias por la conquista sobre el mundo entero.Muchas veces ¿por qué no decirlo? hemos sentido envidia, lo confesamos al ver que en otras partes, la mujer valiente, esforzada, luchaba a tu lado, llegando, hasta la cumbre de los altares, por qué América solo una Rosa (3) tiene sobre ellos, y una azucena la de Quito (4) que aspiramos verla con ese honor? ¿Por qué nos hemos quedado atrás mujeres del Sud…? La contestación no la sufre nuestros corazones salga a los labios porque la ahoga el deseo inmenso de escalar no los altares, pero sí el primer puesto entre las filas que luchan por Cristo. Bolivia ha formado un grupo, las primeras Cruzadas Pontificias; que llevan con orgullo sobre su pecho de mujer americana, el escudo santo de la Iglesia. Ellas han tomado tu bandera ¡madre santa! y con la suya patria te han puesto el más significativo marco, en que revelan por su triple color, el programa todo de su vida misionera. Si hasta ahora hemos quedado atrás, ¡te lo juran! escalar el primer puesto, en los campos del trabajo apostólico; se-rá el ideal constante de la mujer sudamericana.Así lo hemos prometido el día 2 ante la hermosa imagen de Sn. Pedro, del Primer Papa; que se venera en ese querido rinconcito, llamado Oruro en donde como mina de grandísimo porvenir para la Iglesia, se erigió nuestro humilde Instituto el 12 de Febrero de 1927.

Lo sabemos; nos esperan luchas, sentimos ya el tiroteo, que viene la mayoría de las veces, de donde menos podíamos esperarlo… ¿Como temer al lado de Cristo Rey? Con El nos sentimos esforzadas y valientes, entusiastas y orgullosas de tener tal Ca-pitán, y dispuestas por El a derramar hasta la última gota de nuestra sangre a darle ¡vida por vida! peleando por conquistar el mundo entero, hasta el último confín gri-tando siempre entre la oración y la acción ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Papa Rey!El, que no se deja vencer en generosidad, al ser proclamado Rey por la Sta, Iglesia, como esposo amantísimo de ella, la toma enseguida de la mano, pues nada son cuatro años, para el que vive en los siglos eternos, y deposita sobre sus sienes la corona de reina y la hace reconocer como soberana por todas las naciones del mun-do. ¡¡Magníficat ánima mea Dómino (5)!!

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¡Alentémonos Cruzadas Pontificias! trabajemos muy unidas, valientes y esforzadas por nuestros grandes ideales; no nos acobarde nuestra pobreza y debilidad que el Señor exalta a los humildes, les da su gracia, mientras resiste a los soberbios.Enarbolando la cruz; por aureola la bandera pontificia por pedestal, las jóvenes boli-vianas, envueltas en los pliegues de su bandera tricolor, se presenta ante el mundo la Cruzada Pontificia, apoyada en Cristo, dispuesta a vencer o sucumbir, pero jamás a huir ni a retroceder, mientras vuelven a gritar con toda la fuerza de sus juveniles corazones las primeras estrofas de su himno marcial.Frente del enemigojuremos lealtad,juremos la bandera…Misioneras ¡a luchar!

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) San Pedro ad vincula o in vincoli: hace referencia a la fiesta de San Pedro enca-denado (Hech. 5, 12-19)(2) la libertad del Papa: para comprender el sentido de estos párrafos es necesario mencionar el tema conocido como la “cuestión romana” que fue una disputa políti-ca entre el gobierno italiano y el papado desde 1861 hasta 1929. Comenzó con el in-tento por parte de Italia de anexionarse Roma y la consiguiente extinción del poder temporal de la Santa Sede, y terminó con los pactos de Letrán firmados en 1929 por el gobierno de Mussolini y el Papa Pío XI. Durante este periodo los papas se consi-deraban a sí mismos (según las palabras de Pio IX) “prisioneros en el Vaticano” (3) Rosa: hace referencia a Santa Rosa de Lima(4) azucena de Quito: se refiere a Mariana de Jesús, beatificada en 1853 y canoniza-da en 1950(5) Magníficat ánima mea Dómino: engrandece mi alma al Señor

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30 se septiembre de 1929 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 8)

Estamos ahora en una hermosa época de trabajo religioso, de unión con Cristo con su cabeza visible el Papa. La barquilla de Pedro flota tranquila sobre ese mar embra-vecido de las pasiones humanas.El Catolicismo resulta hoy la piedra angular de toda la filosofía. Lejos de ser una cosa accesoria en el mundo es por el contrario, alma de todo; eje espiritual en que gira todo él. Así como el Sol atrae a todos los astros y los hace rodar alrededor de su inmensa órbita; la Religión verdadera, sol de la creación, arrastra en su movimiento, los imperios, los reyes los pueblos, y esa infinita variedad de causas próximas o re-motas que contribuyen a la formación o a la disolución de las monarquías, como las artes, las ciencias, la literatura la paz, la guerra, las victorias las derrotas, y para de-cirlo de una vez, los hombres con sus virtudes, sus pasiones y su vida entera; de suerte que el Catolicismo es hoy la última expresión de todas las cosas.Jesucristo Señor nuestro; lejos de ser un monarca destronado que no merece consi-deración, ni respeto, ni obediencia; es el Rey inmortal de los siglos; que es El, quien ensalza y humilla los imperios, el que los conserva y glorifica, si son dóciles a sus le-yes o los rompe como vasos de arcilla, si se atreven a decirle como los judíos “No queremos que reines sobre nosotros”Con la historia en la mano podemos demostrar el puntual y riguroso cumplimiento de esta ley.Desde el pueblo judío hasta el imperio francés veremos constantemente que los pueblos son dichosos, mientras reconocen a Jesucristo por Rey, y desgraciados desde el instante en que se rebelan contra El.Hay un cuadro imponente en la historia contemporánea de aquel hombre poderoso (1) que no ha mucho hacía temblar al mundo con solo su nombre. Llamado por Dios para dar un poco de vida al pueblo francés, este hombre concentra en su robusta mano, los elementos dispersos de la antigua monarquía: reedifica el santuario, triun-fa y crece, en tanto que se muestra vencedor del gran Señor que le ha hecho venir; más después que tropieza con la Piedra, su estrella se anubla, su poder le abando-na, inmensos desastres marchitan sus laureles. Despojado de todo hasta de su ca-rácter de hombre va a expiar en medio del Océano, el crimen de su rebelión, contra el Cordero dominador; y desde lo alto de su roca solitaria, grita a los reyes y a los pueblos.Aprended de mi ejemplo; nadie es tan fuerte como Dios, sed dóciles instrumentos del Señor y de su Cristo; o de lo contrario seréis quebrados como yo.Ved aquí como en todos los siglos, se muestra el real poder de Jesucristo, y como los imperios y sus monarcas, quieran o no quieran tienen que ser tributarios de su corona.Si son dóciles a sus leyes, si los sirven con fidelidad, los conserva y glorifica, y su fe-licidad consolida su imperio, enseñando a todos amarle; mas si se atreven a rebelar-se contra El los destruye, y el estruendo de su ruina y el espectáculo de los males que les abruman consolida su reino enseñando a otros a temblar delante de El.Jesucristo quiere ser Rey, ha querido que su Representante, lo llame así; y ensegui-da, ha dispuesto, que a su Pontífice, se le proclame, y se le reconozca, en el univer-so todo con ese título de Papa Rey (2).Si es pequeñísimo, el reino material de que dispone en la ciudad Vaticana ¿pero hay algún rey que tenga de súbditos trescientos cuarenta y cinco millones? (Razón y Fe (3) tomo 81. 268)

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18 El Reinado Social de Jesucristo

Su reino no es de este mundo; ya lo dijo Jesús a Pilatos, y por lo mismo elige, para extender su reinado, para ser sus adalides, a los instrumentos según el mundo, más débiles e ineptos. El siempre empuña el cetro de caña, así reinará siempre ese Di-vino Rey.En Francia elige a una humilde religiosa de la Visitación Sta. Margarita de Alacoque, y en España, a un delicado joven apenas salido de las aulas escolares de la Compa-ñía de Jesús. Quiere ser Rey por eso le dice a Bernardo de Hoyos (4), “Reinare, rei-nare en España”.Era el 6 de Mayo de 1.733 cuando el joven Jesuita, al leer en el P. Galliffet (5) en el tomo Cultu Cordis Dei Jesu, (6) el origen del culto al S. Corazón de Jesús, sintió en su espíritu una intensa emoción, él dice así “era un movimiento extraordinario, fuer-te, suave y nada arrebatado ni impetuoso, con el cual me fui luego, al punto delante del Señor Sacramentado a ofrecerme a su Corazón para cooperar en cuanto pudie-se, a lo menos con oraciones a la extensión de su culto”. El día de la Ascensión 14 de Mayo se le repetía una visión que ya había tenido an-tes, pero no tan rica en detalles misteriosos.Vio al S. Corazón de Jesús rodeado con la corona de espinas y una cruz en la extre-midad de arriba. También vio la herida y oyó una voz que le invitaba a entrar en ella y a meter allí su corazón, y como el suyo arrebatado en amor quisiese entrar por la amorosa abertura, le dijo el Señor “¿No ves Bernardo, las espinas que la rodean y te punzaran?” irritado más el corazón del fervoroso joven, se introdujo por ella, y expe-rimentó eran rosas las espinas, y su alma extasiada exclamaba “¡Este será mi repo-so para siempre aquí habitaré en donde he deseado y elegido!”Pedíale el fervoroso joven se extendiera su reinado en su patria amada, donde casi no se le conocía, en su S. Corazón, y entonces Jesús le dijo "Si reinaré en España y con más veneración que en otras partes”.Sí reinarás Corazón divino, y no solo en la madre Patria sino en esta hija de España en Bolivia, tú quieres ser Rey, pues ¡reinarás!Escribo estas líneas el 21 de Agosto, día en que vino al mundo en Torrelobatón, villa distante cuatro leguas de Valladolid (España) el angelical y extraordinario Bernardo Francisco de Hoyos; no se que he sentido en mi alma al leer algunas páginas de su vida tan sobrenatural; he sentido celos, si de que reines en todas partes de que en todas haya habido corazones que no sintieran miedo de penetrar por la herida del tuyo, Jesús amado; aunque las espinas que lo rodean los punzaran ¿por qué yo no me arriesgo a entrar?No se si es atrevimiento, pero si sé que siempre has perdonado a los corazones que han sido amantes y generosos; pues mira con todo el amor y generosidad, de esa sincera que se agita en mi pecho, te lo digo Sagrado Corazón, aquí estamos las Cru-zadas Pontificias para trabajar por la extensión de tu reinado, cumpliendo su quinto voto de trabajar con todas sus fuerzas por la extensión de la Sta. Iglesia.Las jóvenes bolivianas que sienten en su pecho, latir con la sangre de su raza, la in-trépida del león de Castilla unidas en un solo ideal se arrojan como Bernardo en la abertura de tu pecho, a la hoguera que arde dentro de tu corazón, para morir allí en mística muerte, y resucitar trasformadas, para llevar tu nombre por todos a ámbitos del mundo colocándote, oh Sagrado Corazón; sobre todos los poderes, para poder decir a todos los humanos: ¡¡Ecce Rex vester!! (7)Y la Cruzada Pontificia, no contenta con esto trabajará por poner a tu lado a tu espo-sa santa "la Iglesia" para exclamar, llamando a los hombres todos,¡¡He aquí a nuestra madre!!...

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

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19 El Reinado Social de Jesucristo

Notas del transcriptor:(1) hombre poderos: todo este párrafo se refiere a Napoleón III (1808-1873)(2) Papa Rey: para comprender el sentido de estos párrafos es necesario mencionar el tema conocido como la cuestión romana que fue una disputa política entre el go-bierno italiano y el papado desde 1861 hasta 1929. Comenzó con el intento por parte de Italia de anexionarse Roma y la consiguiente extinción del poder temporal de la Santa Sede, y terminó con los pactos de Letrán firmados en 1929 por el gobierno de Mussolini y el Papa Pío XI. Durante este periodo los papas se consideraban a sí mis-mos (según las palabras de Pio IX) “prisioneros en el Vaticano” (3) Razón y Fe: revista de cultura fundada por los jesuitas en España en 1901. Con-tinúa editándose(4) Bernardo de Hoyos: sacerdote jesuita, primer y principal apóstol en España de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús (1711-1735). Fue beatificado en 2010(5) Gallifet: se refiere al sacerdote jesuita Joseph de Gallifet (1663-1749), confesor de Santa Margarita María Alacoque.(6) Cultu Cordis Dei Jesu: se refiere al libro De Cultu Sacrosancti Cordis Dei ac Do-mini nostri Jesu Christi (Sobre el culto del sacrosanto Corazón de Jesús) del P. Galli-fet editado en 1726. En dicho libro el autor hace un alegato en favor de la creación de una fiesta para el Sagrado Corazón, lo cual se concretó recién en 1765(7) Ecce Rex vester: He aqui vuestro Rey

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30 de octubre de 1929 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 9)

Al empezar este mes de Octubre lleno en héroes del reinado social de Jesucristo aparece en primer término, pues su fiesta se celebraba el cuatro, el Seráfico Francisco de Asís

En el centro de Umbría, sobre una de las primeras estribaciones de los Apeninos y en lugar pintoresco, se eleva una antigua ciudad amurallada, que el Dante inmortalizó en su poema. El Paraíso. Suspendida de los flancos del monte Subasio, ofrece a la vista un paisaje de incomparable hermosura. Se extiende a sus pies un valle ancho y alegre, poblado de verdes olivos y de vides sin número que pasan de árbol en árbol, formando guirnaldas y regado por el Chiascio y el Topino (1), que en hilos de plata corren entre álamos y cipreses por sus feracísimos (2) campos. Vegetación tan exuberante no puede menos de sorprender y alegrar al viajero que llega después de atravesar la triste y austera soledad de la campiña romana.Asís, dormida en ese valle delicioso, el 26 de Septiembre de 1.182 recibía en sus brazos, al hijo de su seno, al Seráfico Francisco.Mil bellísimas leyendas, rodean ese primer instante de su vida, leyendas sabrosísimas, la rodean toda, como las innumerables estrellas que el cielo, en noche serena.Francisco de Asís en 1.209 ciñe las aureolas de Apóstol y de fundador; empieza su vida pública, y los pobres, los ricos, los sabios e ignorantes, todos siguen aquel hombre extraordinario, formándose un grupo inmenso de ellos, que lucharon por la fe, por la reforma de las costumbres.Hermosísima es la escena en que Francisco a los pies de Inocencio III implora la aprobación de sus reglas.El Papa sin duda impresionado, y recordando, a los fingidos pobres de Lyon, cuyos crímenes, turbaban entonces el Mediodía de Francia, tomó aquel hombre raquítico por un pobre importuno, y le despidió sin quererlo oír.Aquella noche un sueño misterioso, impresionó al Papa quién a la mañana siguiente, mandó buscar al pobrecito de Asís, quién fue hallado en una sala del Hospital de Sn. Antonio: Lo recibió benignísimamente, lo escuchó y cuando, después de oír la preciosa parábola con que Francisco, le significaba, la protección que Dios dispensaría a su Instituto, lo aprobó; admitiéndolo a la profesión; Francisco, feliz oyó al Papa que le decía a él y a sus once compañeros “Id y predicad por doquiera penitencia según, os inspire el Señor; y cuando se haya aumentado vuestra pequeña sociedad, volved aquí que Nos os concederemos más amplios favores", y dándoles la bendición apostólica los despidió.Corrió sin miedo Francisco, por los espaciosos caminos que su celo le abría, ya bendecidos por el Sumo Pontífice, a quien había jurado adhesión firmísima y constante.Allá, en la confluencia del Tiber y la Nera (3) enfrente de Orte, en el lindo valle abrigado por el monte Cimíno desde Orte a Orvieto (4), infestado, por la herejía, Francisco y sus compañeros, tuvieron la dicha de volver al redil de La Iglesia a un número crecido de extraviados.Duda, Francisco: si hacer la vida de ermitaños o de Apóstoles, vivir en la soledad o en las ciudades. Lo consulta en la oración, Francisco opto por lo segundo, Ganar almas para Dios.¡¡Apóstol Misionero!!

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21 El Reinado Social de Jesucristo

Oh, Seráfico Serafín de Asís, ¡¡quien me diera amar como tu, trabajar y morir como tu, crucificada llagada por el amor de tu Cristo y el mío!!

Ávila, cuna de Teresa de Jesús, mece con dulces arrullos, el sueño de la gran virgen avilesa ¡15 de Octubre!¿Cómo no hablar siquiera dos palabras de ella, de esa mujer incomparable, que llegó hasta robar el corazón de su Dios; quien le dice: “Si no hubiera creado el cielo, por ti sola lo creara”.Joven, bella, con un corazón amante y una imaginación volcánica, presa del amor divino sueña con tierra de infieles con derramar su sangre, con dar su vida inclinando su cabeza ante la afilada espada del moro.Dios que la quería para que fuera, no solo mártir sino que consumiéndose en martirios más sublimes empuñando la cítara, pudiese ostentar en su blanca frente, las diademas de gloria eterna embellecidas por la borla de Doctora, con las flores de la virginidad y maternidad espiritual enlazadas conserva aquella vida que debe gastarse en la gloriosa conquista de almas.Teresa de Jesús, blanco de las burlas de unos y otros, llamada visionaria, “loca”, andariega y censurada por los mismos religiosos, intrépida sin hacer caso de dimes ni diretes, continúa su camino de fundadora, con la mirada fija en Dios.Sublime, aparece ante mis ojos, cuando desdeñada de todos, sola a los pies de Jesús el único que la comprendía, exclamaba: "Ay muero porque no muero", abrasada en sus divinos amores.Teresa de Jesús se revela apóstol, misionera, como se deja ver en sus abrasadores escritos.¡Como quisiera imitarte! Puesta al frente de nuestra obra de la Cruzada Pontificia las misioneras todas, el centenar de almas que la componen, te proclaman su Madre, su Abogada, su Protectora.Siguiendo tus pasos, queremos como tu derramar hasta la última gota de nuestra sangre, por Cristo, por la Iglesia, por las almas.Él mundo se ahoga porque, una ola inmensa de barro, anega la inteligencia y el corazón del hombre. Las Cruzadas Pontificias, quieren deshacerlo, con su sacrificio. ¿Que importa el morir?Dichosa muerte si esta muerte es a fuerza del amor divino. Dichosa la Misionera Pontificia, si logra morir abrazada a su bandera, envuelta entre sus pliegues de nieve y oro y exclamando como Teresa de Jesús¡¡Soy hija de la Sta. Iglesia!!

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Chiascio y el Topino: rios de la Umbría (Italia Central)(2) feracísimo: (superlativo de feraz) muy fértil(3) Tiber y la Nera: ríos de la región Central (Italia)(4) Orte y Orvieto: ciudades de la región Central (Italia)

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22 El Reinado Social de Jesucristo

30 de noviembre de 1929 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 10)

Tomo la pluma recién acabados los Stos. Ejercicios, y a pesar de que vi algunos y algunas de los lectores del Adalid, al ver esos arranques de mi pluma, temieron ver una tempestad en ciernes, pero terrible que amenazaba la Cruzada Pontificia, inco-rregible cuando se trata de dejar correr la pluma cuando la maneja el corazón, vuel-vo a las andadas, ya que es dicho muy cierto, que genio y figura hasta la sepultura; siéndome en estos días, más difícil que nunca contener mi imaginación y los arran-ques de mi pecho, después de haber pasado nueve días de Ejercicios, dejo a mi plu-ma correr.Era la caída de la tarde del Domingo 3 de este mes de Noviembre: escombros, vigas piedras todo andaba diseminado en ese primer patio que fuera el Beaterío de Oruro, no había a la verdad un sitio por donde pasar con desahogo.Treinta y tres almas fervorosas, allá en la parte interior del terreno que acabamos de describir, en la severa construcción que se levantara en el fondo, pasean recogidas por la hermosa galería en donde artísticamente colocado, se ve una devotísima ima-gen de Jesús Crucificado… Acaba de romper el silencio, una campanada seguida de quince golpes que al reper-cutir en el sagrado bronce, cual si fueran mágicos sonidos, ha reunido a todas en un instante, viéndoselas entrar en la Capilla, devotísima, preparada para los Stos. Ejer-cicios.¿Que pasaba por cada alma? ¡Si yo supiera escribir! ¡oh! trasladaría a este papel, lo que yo veía, y adivinaba en cada una de ellas. Me parecía el Señor se derramaba en luces interiores, en gracias espacialísimas, que doblegaban aquellas treinta y tres cabecitas, que envueltas en tocas y velos monjiles, descansaban, ocultas entre las manos, como temerosas de que les robaran las mil perlas, llamadas tan vulgarmente lágrimas, que eran y debían ser solo vistas y recogidas por Jesús, ya que su amor eran solo la causa de ellas…¡Escápate, pluma mía y vuela! sueña, escribe, canta ¿cómo podré yo contenerte, si mi corazón es el primero en hacerte correr por este pliego empujándote, ¡vuela plu-ma mía, vuela!...Sueño, realidad, visión ¡no lo sé! Ignacio de Loyola me llevaba de la mano, él me ha-bía descrito a Cristo Rey, y lo vi, lo vi como él nos lo representa en su hermosísima meditación del Reino de Cristo; arengando a sus soldados, diciéndoles, él sería el primero en las vigilias, en las luchas… La faz de Cristo era hermosa, llena de paz, de mansedumbre, sus ojos divinos, se fijaron en mí, porque S. Ignacio me había conducido a sus pies y allí arrodillada, con mis ojos fijos en el cielo de los suyos, le protestaba con todo el ardor de mi alma, vivir solo para El, negarme a mi misma lo primero, y después... después… ¡ oh ! que recuerdos, deshecha mi alma en fervores le prometí trabajar, trabajar con todas mis fuerzas por extender su Reino entre todas las almas, conquistarle aún a costa de mi vida el mundo entero… Y vi, vi todo poner-se en contra mía... mi naturaleza repugnaba el sacrificio... pero sobre ella se levanta-ba la gracia... y S. Ignacio con dulce majestad me invitaba hacer esas oblaciones de mayor estima y momento... y volví, volví con el corazón más lleno de amor y gratitud a prometerle ser fiel, costara lo que me costara, estar siempre en primera fila, implo-rando su ayuda, su gracia divina, porque sin ella, yo caería más miserablemente, que después de tantas promesas cayó el pobre Pedro.

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Sí, triste experiencia tenía, y por eso arrojándome a los pies de mi Rey le pedía su mano porque con más razón que S. Felipe Neri, podía yo decir, si no me la tendéis, Felipe os hará traición. Y volvía a reproducirse la escena. Era el día séptimo...Dos campos, dos adalides, dos banderas.De mano del Gran Capitán, de Ignacio de Loyola, recorro el campo de Luzbel; todo es allí confusión, algazara (1), humo, desacuerdo; bandera negra flamea por doquie-ra. Abandonando aquel campo de horror, me lleva de Babilonia a Jerusalén, allí está Jesús; todo es orden, paz, unión, blanca bandera, ondea en su mano... Caigo de ro-dillas, pecho por tierra, como hace caer al ejercitante S. Ignacio, para besar con la boca llena de promesas, los pies descalzos del Rey Celestial.No sé lo que pasó, solo recuerdo, que la bandera que Jesús tenía en su mano, Igna-cio de Loyola, la puso en la mía. Estaba este santo Conquistador, feliz siempre militar de cuerpo entero al vencer y hacer caer el castillo de mis vanidades, a los pies de su Rey, triunfante puso su ban-dera sobre él. Los dos me miran, y esas miradas, nuevos balazos de amor deshacen mi pobre alma, con esos arranques que vienen del cielo, prorrumpe entre lágrimas y suspiros, en el juramento más solemne que pronunciara en mi vida.Juré aquella bandera, juré morir entre sus pliegues, juré defender hasta morir, a la Iglesia Santa, y vi, vi a esta humilde congregación compuesta hoy de un centenar de almas juveniles, extenderse por todo el mundo, bajo la sombra de la bandera pontifi-cia.Pero ¿a donde has ido pluma mía...? ¡detente! detente ya...

Que dichosa me he considerado en estos Stos. Ejercicios, de ser Cruzada Pontificia; con qué amor esa noche del día séptimo, delante de Jesús Sacramentado, como te-nemos por costumbre en todas nuestras casas hacerlo, juré la bandera, la estreché contra mi pecho.Al Profesar en este nuestro amadísimo Instituto pronunciamos nuestros cinco votos envueltas en nuestra bandera Pontificia; y al morir también esta santa bandera, nos cobijará entre sus pliegues. Si, nos sentimos orgullosas de ser soldados de Cristo y de su Iglesia; bien conoce-mos nuestra pequeñez y miseria, pero ese S. Ignacio de Loyola, que toma a una, y le hace ver tan claro que nada es, después que ese conocimiento lo ha penetrado bien en el alma, la lleva a esa sublime contemplación de amor, en la que una queda perdida en Dios, no vive sino en El, no respira sino en El, y exclamar puede con S. Pablo: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi”.Y terminaron esos santos días, y vi sobre aquellos escombros, piedras, adobes y pa-los, salir intrépidas, aquel grupo de treinta y tres almas jóvenes, dispuestas a luchar por Cristo, por su reinado social, primero haciéndolo triunfar en sus corazones, por la negación absoluta de sí mismas, y después, después en todos los que viven separa-dos de Cristo, en ese campo de Babilonia en donde flamea la bandera negruzca de Luzbel.Sí Jesús mío, Rey de Paz...tu reinarás en nuestro suelo, en nuestra Patria,en el Orbe todo, tu reinarásmi vida entera, mi sangre todapor tí yo quiero, hasta la última gota derramar,

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con tal que Tú y la Iglesia Santa,de los hombres todos os hagáis amar.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) algazara: ruido, griterío, bullicio

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31 de diciembre de 1929 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 11)

Noche de invierno, fría, lloviznosa, húmeda, noche que jamás han olvidado, ni los cielos ni la tierra. En las afueras del histórico pueblo de Belén, en humilde establo entre frías pajas, era depositado, la noche del 25, por las manos virginales de María, sobre ellas, envuelto en pañales, el tierno cuerpecito, del Rey de Reyes, de Jesús.

Habían pasado diez y nueve siglos desde aquella noche memorable era el 25 de Di-ciembre de 1900, último año de ese siglo.Allá, en una ciudad rodeada de azahares, que vive siempre recostada entre las azu-ladas aguas de su bellísimo río, del Guadalquivir, existía un célico vergel do bellísi-mas plantas crecían lozanas y esbeltas, cuidadas por las puras manos de vírgenes esposas del Señor. Era un colegio escogido, no se cuidaban del número de sus alumnas, pues solo se permitían quince, pero sí, y mucho de la formación y educa-ción de esas niñas.Era llamado Colegio de Niñas Nobles (1), bien podían ser pobres, pero sí se exigía, la nobleza de la sangre, de la estirpe.Aquella noche los ángeles del cielo, bajaban presurosos al recinto sagrado, para acompañar, aquel grupo de serafines terrestres, que emulaban con ellos, en amar a su Rey y Señor.Aquel coro de las Comendadoras del Sancti Spíritus (2) de majestad catedralicia, es-taba hermosísimo, lleno de luces, las que hacían resaltar más hermosos los bellísi-mos mantos azules de las fervorosas Comendadoras.Un grupo angelical de niñas, vestidas al igual que ellas, completaban la belleza mís-tica de aquel interesantísimo cuadro religioso.Han terminado los solemnes Maitines de Navidad, la Iglesia reluciente, con sus cinco altares dorados, llenos de luces, brilla como un ascua de oro. Los ángeles creen en-contrarse en Sevilla con un pedacito desprendido de su cielo celestial y no se equi-vocan, añadiría alguna andaluza, al oír, si es que hubiera llegado a sus oídos, los comentarios angélicos.En efecto un pedazo de cielo era aquella Iglesia, aquel coro, y sobre todo, aquellos corazones tan ardientes, tan bien preparados y dispuestos para recibir a Jesús.Y llegó ese momento en que en realidad, la tierra se convierte en cielo, el Verbo, Je-sucristo baja a ella, por las palabras de la consagración, y la hostia queda consagra-da, y Jesús se eleva en manos de su ministro… minutos después, se abaja aun más, hasta el pecho de sus criaturas, en su locura de amor, se humilló una vez más, hasta hacer su morada, en aquellos pechos virginales, pero al fin humanos… Al es-tar entre ellas y reposar en sus corazones, Jesús se escoge a tres de aquellas niñas para esposas suyas; El quiere ser honrado como Dios, como hombre y como Rey, y a cada una le pide, la ofrenda que como a tal, El exige de ellas, incienso como a Dios, mirra como a Hombre, oro como a Rey…Las tres venturosas escogidas, doblegan sus cabezas, envueltas en el blanco velo monjil, y pronuncian ese Fiat (3)... que es la entrega total del alma a los designios di-vinos.

Transcurrieron 25 años…En ese mismo colegio, pero no ya en él, sino en la enfermería del Convento, yace postrada en cama una de las niñas, ya religiosa de 36 años de edad, víctima de su

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heroísmo. Llegábase la hora de ofrecer al Dios Hombre, el ramo de mirra, expiaba los pecados de los hombres, ella, la inocente y pura Sor María de S. Juan de Dios...No sé lo que tiene el sufrimiento, pero sé que es el sello nobilísimo de las almas san-tas, y que el Señor cuando lo ve en un alma, como cosa suya, se la lleva muy pronto al cielo…Quedaron en la tierra el incienso y el oro…Tres días más tarde, de la muerte de esta religiosa, acaecida el 9 de Febrero de 1925, ella que era misionera de corazón, alcanzaba de su esposo, se le adorase como Rey en la tierra; se formaría por una de sus compañeras, seis meses antes de que la Sta Iglesia le proclame como tal (4), la Cruzada Pontificia, la guardia que de-bía cercar el trono del Eterno Rey.No es hora todavía, de descorrer los velos todos, que cubren esta obra, pero ante el deber de la gratitud, se rasgan algo, porque en Sevilla, se quema el incienso de la oración diariamente, por este humilde Instituto, grano de trigo que nació en ese sue-lo de la bella hispalia (5).No me he equivocado al decir, que el incienso vive todavía en la tierra, pues de Sevi-lla, hemos recibido hermosísima carta, de la que el año 1900, era fervorosa colegiala y hoy es la Abadesa de las fervientes comendadoras del Sacti Spíritus, dice así: “La primera oración que hacemos en comunidad después de invocar al Espíritu Santo, es la que se lee en nuestro escudo ¡Charitas Christi urget nos! (6) Enseguida acude a nuestra mente nuestra amada Cruzada Pontificia, y al veros a vosotras, tomar cuantos medios hay para llevar las almas a Dios, ganando todas las que pueden para El, nos unimos a vuestros activos trabajos, yo me pongo en el altar del sacrifi-cio, renovando mi entrega a Dios, y me siento dichosa al rogar al Señor por Uds. que haga de mí y conmigo todas las destrucciones que su voluntad quiera.Todo y siempre por la salvación de las almas. Así amadísimas procuro dar gloria a Dios y a vosotras prestar un poco de apoyo…”

Junto a la cuna del niño Rey, evocamos estos recuerdos dulcísimos, de fechas, im-borrables para nuestro amadísimo Instituto.Sí, su reinado social se extiende, se extiende como suavísima corriente de amor que abarca toda la vida del Dios hombre, desde el Pesebre hasta la Cruz. Sí, tu reinas ya, el sueño de aquellas cinco niñas las “Misioneras Ocultas de tu Sagrado Corazón”, que fue como el preludio dulcísimo de este Instituto, se ve ya hoy realizado en esta tierra boliviana, que si durmió tanto tiempo sin dar un fruto propio a la Iglesia, hoy feliz, le muestra en el corto espacio de tres años, que cuenta en Fe-brero, de su Erección Canónica, a cien jóvenes, que al despertar de su letargo reli-gioso, llenas de fervoroso celo, se arrojan sobre los campos cargados de dorada mies, para ofrecer al Niño Rey, los frutos sabrosos de ese trigo boliviano con el cual El podrá hacer hostias puras y abnegadas.Habiéndonos tocado aquella noche memorable del año 1.900, ofrendar al Niño Rey, el oro; queremos abrasadas en la caridad, consumirnos y consumir, quemarnos y quemar, abrasar al mundo en las llamas del Corazón de Cristo, que nos dice mos-trándonos los campos ya dorados de hermoso trigo ¿que quiero sino que arda?

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Colegio de Niñas Nobles: Colegio de Sevilla, estuvo, desde sus orígenes, vincu-lado estrechamente al Convento del Espíritu Santo (Monasterio perteneciente a la Orden del mismo nombre fundado en el año 1538).

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El Colegio cuyo proyecto, realización y mantenimiento fue obra del Cardenal Manuel de Arias y Porres, (Arzobispo de Sevilla entre 1702 y 1717), fue inaugurado el 5 de Agosto de 1711.Según las disposiciones del fundador, las colegialas habían de ser doce, tener cum-plido los siete años y no exceder de diez, ser de conocida nobleza y pobres: estarían en el Colegio hasta los diecisiete años en cuyo tiempo, si deseasen ser religiosas se les proporcionaría la dote.Este Colegio se mantuvo durante casi tres siglos, hasta que la merma de los bienes heredados hizo impracticable su continuidad, tal como lo concibiera su fundador. Así, hacia el año 1997, aproximadamente, dejó de existir. Entre las alumnas insignes que por pasaron por él, se destacan espíritus selectos no sólo en las virtudes humanas y ciencias académicas, sino también en su vivencia cristiana. Hubo bastantes que se consagraron a Dios en la vida religiosa y entre ellas cabe destacar a la fundadora de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, hoy Beata Nazaria Ignacia March y Mesa.(2) Comendadoras del Sancti Spiritus: orden religiosa que regenteaba el Colegio de Niñas Nobles de Sevilla.(3) fiat: hágase, en referencia a la frase de María en la Anunciación (Lc. 1, 38) (4) hace referencia a la encíclica Quas Primas del Papa Pío XI, del 11 de diciembre de 1925, por la que se establece la fiesta litúrgica de Cristo Rey (5) hispalia: sevillana(6) Charitas Christi urget nos: la caridad de Cristo nos apremia

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31 de enero de 1930 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 12)

Celebramos el día seis de Enero, la primera fiesta de Jesús Rey, la Adoración de los Stos. Reyes, y digo la primera fiesta de Cristo Rey, porque según los textos santos, al ofrecerle los Magos sus presentes, en el oro significaron la dignidad real de Jesu-cristo. José y María se hallaban aún en Belén, cuando deseando Dios, demostrar que su Hijo era en verdad, según los vaticinios de los Profetas, el Deseado de las Naciones, y el Salvador de todos los hombres, hizo brillar en el cielo, una estrella extraordina-ria; astro milagroso que había sido anunciado a los gentiles, más de doce siglos an-tes, bajo el nombre de la estrella de Jacob.Apareció en Oriente; unos magos, la reconocieron, y comprendiendo que había en-trado en el mundo el Mesías tan deseado, decidieron buscarle.Una tradición constante nos enseña que los Magos eran Reyes, y en número de tres; y el nombre de Magos quiere decir sabios. Apenas vieron la estrella, dóciles a la gracia, se pusieron en camino hacia la Judea. Conducidos por aquel guía celes-tial, llegaron a Jerusalén en la época que reinaba Herodes. ¿Donde está el Rey de los Judíos que acaba de nacer? preguntaron; porque hemos visto su estrella en Oriente y hemos venido a adorarle.Grande fue la turbación de Herodes y de toda Jerusalén al oírles; y habiendo aquél reunido los Príncipes de los sacerdotes y los Escribas de la Nación, les preguntó donde debía nacer el Cristo. Enterados por las profecías, no vacilaron un instante y le dijeron: En Belén de Judá, porque he aquí lo que escribió el Profeta: “Y tú Belén tierra de Judá, no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, pues de ti saldrá el caudillo que gobernará a mi pueblo de Israel”Herodes que unía a la crueldad del tigre, la astucia del zorro, resolvió entonces des-hacerse del nuevo Rey: mandó por consiguiente llamar a los Magos, se informó se-cretamente de cuándo habían visto aparecer la estrella, y enviándolos a Belén les dijo: Marchad, informaos cuidadosamente del Niño, y cuando le hayáis hallado, avi-sádmelo para que vaya yo también a adorarle. Los Magos, almas buenas, se mar-charon sin desconfianza, y dispuestos a satisfacer sus deseos: y la estrella que ha-bían visto en Oriente volvió a aparecer, y continuó su curso delante de ellos, hasta que se paro sobre el lugar donde estaba el Niño. Allí le encontraron con María su madre, y postrándose le adoraron. Abrieron después sus tesoros, le ofrecieron rega-los de oro, incienso y mirra; y los vaticinios de los Profetas acerca del Mesías, se ve-rificaron en el Niño de Belén. "Los reyes de Tarso y de Sabá dicen, le ofrecerán pre-sentes, y le darán oro de la Arabia"Los presentes eran misteriosos; los Magos reconocían con el oro la dignidad real de Jesucristo, con el incienso su divinidad, y con la mirra que servía para embalsamar los cuerpos, su humanidad en una carne pasible y mortal.Magos fueron nuestras primicias y la vocación de los gentiles, comienza con ellos, de lo cual procede, la inmensa alegría conque celebramos esta fiesta de la Epifanía.

Si para todos es de gran significación, lo es mucho más, para los religiosos, y espe-cialmente para las Misioneras de la Cruzada Pontificia, y me explicaré.Dejando como siempre correr mi pluma, con la confianza de que nuestros amables lectores y lectoras, perdonarán una vez más, los entusiasmos de este corazón por donde circula la sangre hirviente del hispano león... con la soñadora de nuestra raza.

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Noche lloviznosa y triste ha sido este año la última de el. No se por qué se deshacía el cielo, en continuo chorreo de agua, y cuando no llovía, en negruzcas nieblas, aun-que es verdad que algunos ratillos brilló el sol, pues parece que este astro no puede pasar sin mirar, a la hermosa ciudad que duerme a la falda del Illimani (1).Triste fue esa noche del 31 de Diciembre de 1929 por lo que toca a que la naturale-za se cubrió de luto, pero por lo que toca a nuestras fervorosas Novicias, fue la no-che más feliz del año 1929…Toda la noche estuvo expuesto el Señor, en la devota Capilla del Noviciado…Entonces recordé una página de nuestra historia, un trozo de memorias íntimas…Se hablaba mucho de la nueva Institución... en bien y en mal... sumergida en mil perplejidades se encontraba un alma que deseaba ardientemente, tomar parte en ella. Un día, mucho tiempo antes, la estrella de la inspiración divina, había lucido os-tentosa en el cielo puro de su alma, ella había soñado, con ser Misionera, y empezar entre los suyos que veía alejados de Cristo, su apostólica labor. Veía hecho ahora realidad el ensueño de su alma, pero la estrella se había ocultado…Todos opinarían en contra, no era obra de Dios, obra que se veía, trazada con infor-mes líneas. Sin duda olvidaban estas personas, que Dios escribe derecho con líneas torcidas. Fatigada, sin saber en qué terreno ponía su pie, se encaminó a obscuras, al humilde Belén, y allí volvió a ver la estrella, y encontró a Dios, en la humildad de aquella nueva obra.Y hoy, arrodillada gozosa, con el mismo entusiasmo de la noche del 31 de Diciem-bre, presentó a su Dios Eucaristía, los dones mismos de los Magos.El oro como a Rey; si por eso digo que esta fiesta, habla mucho a la Cruzada Pontifi-cia, que de un modo especial, reconoce a Cristo Rey como a su titular. El oro, que significa caridad, el lema de su escudo ¡Charitas Christi urget nos! (2) El incienso de la oración, ¡qué fervorosa sentía subir hasta el trono Eucarístico de Jesús, la de esas fervorosas novicias, que en grupo de sesenta, rodeaban el altar, a las cuales se unía ella! ¡Mirra! ¡Mortificación! Era el don hecho a la humanidad del Verbo, reconocién-dole verdadero Dios y verdadero hombre, y también ese don, ofrecía con ellas al Verbo hecho carne, la mortificación, que es la quinta esencia de la vocación Misione-ra Cruzada Pontificia. Es necesaria, necesarísima esa virtud en nosotras, sin ella no podría brillar esa Cari-dad que deseamos se ostente en nuestro escudo, como lema nuestro, sin el aceite de la mortificación, no luciría la llama de la Caridad, eso bien lo sabe la Cruzada Pontificia, y por eso esa noche que evoco por traer tan gratos recuerdos a mi alma, le prometí a Jesús, ser oro, ser incienso y ser mirra. Oro por mi amor a El, incienso, por ese espíritu de oración que El quiere, sea la savia que vivifique todos mis actos; y la mirra, la mortificación que debe ser como esos glóbulos rojos, que robustecen la sangre… ¡ah Jesús, qué bien he entendido, todo lo que tu quieres de esta pobre alma que solo ansia darte gloria, extender tu reinado social! ¡Rey mío! y que siente no sé qué, al dejar en estas cuartillas, los jirones de su alma, que ella desearía fuesen centellas chispeantes que abrasasen la tierra en las llamas purísimas y deli-ciosas de tu amor.No me digas más ¿qué quiero sino que arda? Si tu querer es hacer ¿por qué no arde la tierra toda, y hecha cenizas queda tu

SOR VICTORIA DF LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Illimani: montaña ubicada cerca de la Ciudad de La Paz (Bolivia)(2) Charitas Christi urget nos: la caridad de Cristo nos apremia

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12 de febrero de 1930 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 13)

Sólo habían pasado cuarenta días, desde aquella noche, en que por vez primera se derramaban las primeras lágrimas redentoras de Jesús en el humilde establo de Belén, cuando ansioso de verter cuanto antes su sangre por las almas es presentado en el templo a su Eterno Padre, como víctima que voluntariamente se ofrecía a satisfacer su divina Justicia, tomando sobre sí, nuestros pecados y el rigor de la ira de Dios, airado con enojo infinito contra la humanidad culpable y prevaricadora (1).¡Blanco!... como un copo de nieve en el regazo de su dulce Madre, parece un velloncito de armiño, posado sobre el cáliz virginal de una azucena.En éxtasis las legiones angélicas, le forman con sus alas regio dosel, mientras abatiendo sus frentes hasta el polvo, le adoran con reverencia, mudas de admiración; y como si temieran turbar su tranquilo sueño, apenas se atreven a pulsar las cuerdas de sus liras y arpas de oro, que suavísimas vibran con respeto, modulando arpegios celestiales, en notas casi imperceptibles, pero tan dulces, y tan llenas de armonía, que embelesan y arrebatan de amor al mismo Dios en el empíreo (2). De pronto aparece en las gradas del altar la figura venerable de un santo anciano: es Simeón el profeta destinado por Dios para ser el primer sacerdote que ofrezca la sangre de Jesús en cruento sacrificio, por la redención del mundo. En efecto, aunque traspasada de dolor, la Virgen Santísima, sostiene con sus propias manos al tierno niño, mientras el anciano sacerdote lo circuncida; pronto aquel copo de nieve, y de azahares, se ve enrojecido por las primicias, de la sangre, que 33 años más tarde, sin que quede una sola gota en sus venas, será derramada en el calvario, por los hombres. ¡Oh espectáculo conmovedor!... ver a una madre, la más dulce y amorosa de las madres, entregando aquel tierno trocito de su alma a la cuchilla que ha de inmolarle, como a un inocente corderito. ¡Misterios insondables! ¡Arcanos (3) incomprensibles de los decretos soberanos del Señor! ¿Quién puede intentar penetrarlos sin verse aplastado, bajo el peso de su inmensidad y de su gloria?… ¿Quién se atreve a mirar el sol de hito en hito, sin quedar a oscuras deslumbrado por su brillo?... Aquí son los brazos de María, la primera "Cruz" donde el Salvador del mundo se ofrece a su Eterno Padre, por la redención de sus hermanos… más tarde serán los brazos de Jesús, extendidos sobre un patíbulo, la "Cruz" donde se inmolará María, transida de dolor, al contemplar la pasión de su Divino Hijo; y a su vez ella será ocasión del mayor de los dolores de Jesús y hará desbordar el cáliz de su amargura; pues como dicen varios autores, la más acerba (4) de las penas del Señor fue, la de ver a su afligidísima madre, traspasada de dolor, padeciendo en el alma cuantos martirios El sufría en el cuerpo; y que fue este dolor principalmente, el que rompiendo sus venas, hizo brotar a raudales su sangre, que escapándose por los poros corrió hasta bañar la tierra, en el huerto de los olivos.

¡Gloria a nuestro Rey infante! ¡Gloria al Divino Corazón! ¡Que postrado a sus pies el universo todo, rendido, con humildad sincera le ofrezca profunda adoración…! Y nosotras hermanas amadísimas, formémosle una verdadera Cruzada de almas Misioneras; una legión de corazones de fuego, y convertidas en apóstoles, vamos por el mundo, y conquistémoslo para El... Que de una vez tremole universal la Bandera de su Reino; lo hemos prometido con voto solemne, trabajar por su causa..., no omitamos sacrificios..., inmolémonos, en martirio continuo, negando

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nuestra propia voluntad y nuestro juicio, y en incesantes vencimientos, ofrezcamos nuestra sangre, aquella que se derrama gota a gota del corazón, por el constante esfuerzo de la lucha, a fin de verle proclamado presto, de polo a polo "REY DE AMOR"

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) prevaricadora: que pervierte e incita a alguien a faltar a las obligaciones de su ofi-cio(2) empíreo: cielo, paraíso (3) arcanos: misterios, secretos de difícil conocimiento(4) acerba: áspero al gusto, cruel, desagradable

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31 de marzo de 1930 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 14)

“Mi Reino no es de este mundo” repetía el Señor, al presidente Pilatos aquella tarde tan triste, en que vilipendiado, preso y con cadenas, aparecía el humilde Nazareno ante el tribunal romano. Sí, el Reinado de Jesús, no era un reinado material.El no había de ceñir en su paso por la tierra, sino la dolorosa corona de espinas, ni empuñar su mano otro cetro, que el de una caña hueca.¿Y tú eres Rey? le interroga el Tribuno: Jesús, clava su mirada llena de dulce majes-tad, en el rostro de Pilatos, y responde “tu lo dices”Jesús es Rey, El lo dijo, y la Sta. Iglesia lo proclamó como tal, estableciendo el año 1925 la fiesta de Cristo Rey (1). Y aquél rey de burla, cubierto con vil pedazo de púr-pura, hace veinte siglos domina al mundo con el dulce imperio de su amor. Con esa caña hueca, moviliza a un sin número de almas, que soñando, con ser del número de sus vasallos, aspiran a ser condecorados con la cruz y las espinas, los clavos y la lanza.Este mes de Marzo, esta santa Cuaresma, no puede por menos que inspirar mi plu-ma, en los sufrimientos, en las afrentas, de ese Jesús, varón de dolores, como le lla-mara el Profeta.No sé que tiene el Señor para mí, en el huerto de los olivos, en esa tristísima sole-dad del Getsemaní... Allí el Señor está sólo… ¡sólo! ni su Madre amorosísima pene-tró en ese huerto... Sufre sin consuelo, Dios es, pero también verdadero hombre, y por eso ante la representación vivísima, de la pasión, ante esa hora terrible del po-der de las tinieblas, exclama ¡Padre si es posible pase de mi este cáliz, más no se haga mi voluntad sino la vuestra! Sí dulcísimo Jesús, no te arredre tanta amargura, ¡bebe! sí bebe ese cáliz, porque ¿qué sería de nosotros si dejarais Señor de beber-lo?¡Yo veo que llevas ese cáliz a tus labios y lo apuras hasta las heces (2)! Ángel Santo apártalo de los labios del Señor, y dámelo a mi, ¡quiero yo beberlo! Quiero hartarme hasta la embriaguez, de ese licor de su cáliz divino, para llenarme hasta rebosar de Jesucristo, de su doctrina, de amor y de sacrificio... para salir luego por las plazas, por las calles, ebria de ese amor y comunicarlo luego a todas las almas en mis pala-bras, en mis acciones, en mis movimientos y hasta en la expresión de mis sonrisas... ¡Basta Señor mío! deja esas amarguras y esas hieles para estas tus Cruzadas Ponti-ficias, que quieren amar hasta la locura, hasta el delirio, hasta la insensatez divina de la cruz, del sacrificio, del heroísmo, de la negación de sí mismas, para hacerte vi-vir en las almas, para entronizarte en ellas, como Rey para extender tu poderío uni-versal en todo el mundo, de modo que no quede sobre la tierra criatura alguna que no te conozca y no te ame.Esa tu doctrina, de negación y de sacrificio, queremos sea amada y practicada, por los hombres combatiendo esas devociones sentimentalistas, que carecen de subs-tancia y de fondo ¡Sí Divino Maestro! queremos extender tu doctrina, sólida, comba-tiendo esa otra falsa piedad, en que se busca las emociones de los sentidos. Te lo prometemos Divino Agonizante de Getsemaní, tú reinarás, y reinarás siempre coronado de espinas, movilizando tus súbditos, con la vara hueca, con cetro de ca-ña; tú reinas ya. Mira Divino Señor, cómo las naciones y los hogares te han levanta-do tronos; sobre altos montes de la tierra tu estatua divina aparece bendiciendo a los hombres, y en el hogar, allí donde anidan los amores santos bendecidos por tu Igle-

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sia aparece tu retrato, junto a la cuna del nuevo vástago, con que tú bendices “el ho-gar cristiano.” Y en el salón donde se reúnen la familia y los amigos apareces tú, en-tronizado como Rey; mostrando tu Corazón siempre adornado de espinas rodeado de llamas, por remate la cruz…Te entiendo Señor y Maestro, y te lo prometo, si falté alguna vez, ¡perdón!Combatiré esa falsa y empalagosa piedad, romántica y sentimentalista, que quiere aficionarnos a las exterioridades, al mero sentimentalismo, que embellece con las flores más hermosas del misticismo, meciéndolas en los enervantes vapores de los sentidos y logra con sus engañadoras apariencias, ocultar a las almas, el vacío ab-soluto que encubre, de suerte que apenas, si se dan cuenta muchas veces de que ya no tienen, más que exterioridades de piedad y que están muy lejos de la virtud.Si, tu reinas ya, y reinas en tu cruz, pues lo dijiste “cuando yo sea suspendido, todo lo atraeré hacia mi…”¡Salve oh Rey nuestro!Tu bandera divina tremola en nuestras manos. Sobre nuestros pechos de Cruzadas Pontificias, ostentamos orgullosas, la cruz ¡el Sto Crucifijo! Sí, él en los momentos de prueba, nos ayuda y fortalece al decirnos: “mi reino no es de este mundo” ¡sufre! ¡combate! ¡pelea!Te lo prometo Señor y Dios mío al pie de tu Cruz... Quiero conquistarte el mundo en-tero, sufrir, combatir, pelear, para llevar con todo derecho mi hermoso nombre de

SOR VICTORIA DF LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) hace referencia a la encíclica Quas Primas del Papa Pío XI, del 11 de diciembre de 1925, por la que se establece la fiesta litúrgica de Cristo Rey(2) heces: en las preparaciones líquidas, parte de desperdicio que se deposita en el fondo del recipiente

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31 de abril de 1930 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 15)

Dedicado a las cuatro novicias que hicieron su profesión religiosa en nuestra inolvi-dable casa cuna del Instituto en Oruro el 25 de marzo de 1930

A vosotras Elena de la Cruz, Mercedes de Jesús Crucificado, Virginia de Jesús Sa-cramentado y Julia del S. Corazón, dirijo hoy los arranques de mi pluma, al ver a Cristo resucitado al cantar ¡¡Aleluya, aleluya…!! Sí os he visto salir intrépidas del No-viciado, tomar la bandera pontificia, en la cuna do empezó nuestra Cruzada, y jurar con ella sobre el pecho, fidelidad a Cristo Rey, morir antes, que cobardes huir.Pero sabéis amadas jóvenes ¿qué habéis prometido? Vuestro Capitán y vuestro Rey no os señala otra investidura que ese negro velo, que habéis cambiado por el blanco y gracioso de novicia, que por su mismo color os habla de muerte..., no os da otras amas, que un crucifijo, otro galardón, que esa blanca corona, otra sepultura gloriosa, que esa bandera que levantabais tan alto…¿Lo habéis pensado bien?Sí; me responderéis las cuatro a una sola voz. ¡Resurrexit (1)! hemos resucitado con Cristo, puesto que morimos con El y por El ¡¡Aleluya!!Gozaos amadísimas y fervorosas jóvenes cantad siempre el aleluya de hoy. Ven-drán negras sombras a turbar el cielo de vuestra dicha, pero no temáis, Dios estará con vosotras.No perdáis nunca el entusiasmo de hoy, sostenido por la humildad y la oración.Apóstoles de Cristo que acabáis de salir del Noviciado, salid, llevando cual otros Tar-cisios (2), a Jesús Hostia, en vuestros encendidos pechos a esos pobres pecadores, presos en sus mismas miserias, llevadles a Jesús ¡Salid… Apóstoles de Cristo Hos-tia, salid en su nombre por todas partes, enseñando más con vuestras obras, que con vuestras palabras y de todos les modos que os sugiera el Espíritu Santo, esta grande y consoladora verdad. Que Jesús está realmente presente, no sólo en los Sagrarios, sino en todas las almas en gracia, y en la vida de los que comulgan cada día!Que vuestras conversaciones, vuestros procederes y hasta vuestros gestos, llenos de apacibilidad y de dulzura, sean en cada hora del día, continuos e incesantes apostolados del Jesús que por la mañana entró en vuestras almas.¡Oh sí! mostrad al mundo que Jesucristo presente en vuestros corazones por el modo de vuestro vivir, de vuestro hablar, de vuestro sentir, de vuestro pensar, de vuestro perdonar, en vuestro querer, en vuestro desear, en vuestro sufrir, en vuestro hacer y en vuestro dar.¡Oh! cuánta falta hace en el mundo, en el seno de las familias, en las mismas Comu-nidades, este apostolado!...¡Almas que comulgáis cada mañana!... id, y enseñad el Evangelio vivo... el Catecis-mo vivo... Estas palabras del Ilustrísimo Obispo de Málaga invitando a todas las al-mas de buena voluntad han despertado en mi corazón un verdadero deseo de con-sagrar a vosotras estas humildes líneas, ya que con más confianza podré así, dejar que se derramen espontáneamente, los rebalses de mi corazón encendido en las lla-mas de un volcán de fuego, de entusiasmos, de ansias y anhelos misioneros… Y a la verdad, ¿quién mejor que vosotras podrá comprenderme?... ¿y ante quién con

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mayor franqueza se derramará mi corazón, que ante vosotras mis hermanas en reli-gión en vocación, en ideales?"Símile eum símile gaudet (3)" Sí, yo que conozco muy bien vuestros corazones, yo que los he visto más de una vez, latir con violencia a impulso de los grandes ideales de Apostolado y de Misión... yo que muchas veces os he visto derramar lágrimas ar-dientes a los pies de Jesús Hostia, pidiéndole, “almas” y gracia para trabajar por ellas, si es preciso, hasta dar la vida y derramar la última gota de vuestra sangre... yo que os he oído exclamar cien y mil veces llenas de una vehemencia santa... Lle-vemos la luz del catecismo, a los niños, a los indios,... a todos los hombres que no conocen a Dios... he sentido repito verdadera, necesidad de expansionar mi alma con vosotras, por medio de estas líneas.Felices y mil veces dichosas vosotras llamadas a trabajar como apóstoles... como misioneras en el campo bendito de la Iglesia nuestra dulce Madre. Pero no olvide-mos las hermosas palabras del R. P. Chautard (4). “Las obras de celo no deben ser otra cosa que el desborde exuberante de la vida interior”; y estas otras no menos hermosísimas del Cardenal Mermillod (5). “Jesús debe ser la vida de mis obras de celo”Guardadas las debidas proporciones, el modo de obrar divino debe ser la regla y el modo de nuestro obrar.Dios no contento de colmar al hombre de sus gracias y favores exteriores, le da ade-más su Verbo pero aún en este acto de suprema generosidad, Dios no renuncia, ni puede renunciar en nada a la integridad de su naturaleza; dándonos a nosotros a su Divino Hijo, siempre le conserva en sí mismo.Por los sacramentos y especialmente por la Eucaristía, Jesucristo nos enriquece con sus gracias, las derrama sobre nosotras sin medida, porque El es el Océano inson-dable cuyas avenidas caen sobre todos los hombres, sin que jamás se pueda ago-tar. De un modo semejante debemos proceder nosotras en el desempeño nobilísimo de nuestras obras misionales y catequísticas. Darnos a las criaturas, haciéndonos como el apóstol S. Pablo, cada una, toda para todos, a fin de ganarlos a todos para Cristo… pero sin alejarnos de nosotras mismas, sin apartarnos de esa vida interior, que debe ser el espíritu que de vida, y continuamente fecundice en las almas, el ger-men de nuestras palabras y enseñanzas. Nuestro verbo debe ser el espíritu interior, la vida de unión con Dios, que al darse al prójimo por medio de las obras de celo y de caridad se quede a la vez con nosotras mismas, como dice el R. P. Chautard.La vida interior del apóstol ha de ser como el tronco de un árbol lleno de savia robus-ta, y sus obras de celo han de constituir sus brotes, su verdor y lozanía, efecto de su exuberante fecundidad.El alma del apóstol debe estar inundada e inflamada por el amor a fin de que pueda luego encender las almas de los demás.Para que sea fecunda la vida activa, debe proceder de la vida contemplativa, es de-cir de la vida Interior, de un espíritu abrasado en las llamas del amor de Dios, cuyos rebalses se desbordan incontenibles en manifestaciones de celo, en obras misiona-les, catequísticas, etc., etc... Si sois sabios procurad ser más bien depósitos que canales, decía S. Bernardo; el canal deja correr toda el agua que recibe sin guardarse una sola gota, mientras que el depósito se llena primeramente, y después sin vaciarse del todo, vierte los rebal-ses del agua que contiene, en los campos que fertiliza.Por otra parte, así como el amor de Dios se da a conocer por los actos de la vida in-terior, del mismo modo el amor del prójimo se manifiesta por las operaciones de la

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vida exterior y por consiguiente siendo inseparables estos Dos amores no puede subsistir la vida activa sin la interior, ni esta sin aquella puede ser del todo perfecta.Llamadas nosotras a la gran Obra de la Cruzada Pontificia, para trabajar infatigables como misioneras, en el campo vastísimo de nuestra patria, primeramente, y después en el mundo todo, impregnémonos bien de estas enseñanzas que nos dan autores sabios y santos, para poder llenar plenamente los fines e ideales altísimos de nues-tra vocación.Y termino cantando de nuevo ¡¡Aleluya!! ¡aleluya! pues ha resucitado Cristo en noso-tras, en todas nosotras, puesto que las Cruzadas Pontificias, no deben ser sino nue-vos Cristos.¡¡RESURREXIT!!

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) resurrexit: resucitó(2) Tarcisio o Tarsicio: con referencia a San Tarsicio, joven “mártir de la Eucaristía”, el cual fue sacrificado mientras llevaba la comunión a los cristianos que estaban pri-sioneros por proclamar su fe en Cristo.(3) Símile eum símile gaudet: como el, la misma alegría(4) Chautard: menciona al a Dom Jean Baptiste Chautard, (1858-1935), monje tra-pense que escribió el libro “Apostolado de la vida interior y el catecismo” (1907). Hace hincapié en maneras de mantener la vida interior mediante la oración, la litur-gia, la mortificación(5) Mermillod: se refiere al libro “De la vida sobrenatural en las almas” del Cardenal Gaspard Mermillod (1824-1892)

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31 de mayo de 1930 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 16)

(Con motivo del primer centenario de la Hora Santa)

No sé, qué tiene para mí esta hora, verdaderamente en todo concepto ¡santa!...No sé, con qué, lenguaje misterioso habla a mi alma, que la eleva... la transporta... la sumerge en un océano infinito donde se contemplan misterios de dulzura inenarra-ble. Fue en una de estas horas, a las sombras apacibles del Sagrario donde por vez pri-mera, se abrió el cáliz de mi corazón, cual tierna florecita, al amor divino de Jesús Eucaristía.Aun recuerdo cual un sueño dulcísimo, la primera Hora Santa de mi vida…Era apenas una niña de nueve años: arrodillada al lado de mi incomparable madre fi-jos mis ojos en la custodia, donde se destacaba blanca más que la nieve la Hostia Divina... permanecí de rodillas absorta embelesada... No comprendía es verdad, las ceremonias que veía, ni las profundas reflexiones que en voz alta, hacia el Padre, sobre los puntos de la meditación pero en cambio Jesús hablaba a mi alma, con un lenguaje, tan sencillo,... tan tierno que mi infantil corazoncito; estalló en sollozos de fervor exclamando: “¡Hazme toda tuya oh Dios mío!..” “¡Hazme solo tuya!...” Desde aquella hora, cuánto amé a Jesús…¡Cuánto amé su divino Corazón!...Nunca he conocido otro cariño, y mi vida de infancia se deslizó feliz siempre a la sombra del Sagrario.No fue, su primera mirada a mi alma, ni su primer encuentro con ella esta Hora San-ta; pues ya, mucho tiempo antes había recibido pruebas muy particulares, de sus amorosos designios para conmigo pero sí fue, la primera vez que despertó en el fon-do de mi corazón de un modo apremiante…, decisivo... el deseo de pertenecerle por completo, toda entera, a El sólo, para siempre…Pasaron los años, y con ellos, aquellos tiernos consuelos, de dulzura y de fervor sensible con que Jesús regalaba mi corazoncito aun muy tierno para hacerme gustar en cambio, un manjar mucho más sólido; ¡El pan del Dolor y de la Prueba! (manjar de sus escogidos).Noches oscuras sucedieron a la claridad diáfana y sin sombras de aquellas horas fe-lices de “Hora Santa”... ¡Densos nubarrones ocultaban a mis ojos, la figura tiernísima de Jesús, que sin duda me miraba con amor desde la Hostia, que tantas veces ha-bía buscado entre sollozos y lágrimas!...Torturas indecibles oprimían mi corazón y bien presto comencé a saborear los tedios de Getsemaní y del Calvario…¡Mis Horas Santas, antes horas de cielo... de felicidad y de dicha, se convirtieron en Horas de penosa agonía!...¡Ah!... era que Jesús preparaba mi corazón, en esas horas sublimes de dolor para recibir la gracia más grande de mi vida. Iba amaestrándome en la lucha, pues quería hacerme misionera, en un Instituto de espíritu belicoso y guerrero, llamado a luchar aguerrido y valiente en poderosa Cruzada, contra los enemigos de su Vicario y de su Iglesia.Hoy Misionera de la Cruzada Pontificia, estrechando sobre mi toca mi crucifijo, que declara a la faz del mundo que sólo a su Corazón pertenezco; y llevando sobre mi

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corazón el escudo del Papa, hago mi hora santa todas las noches del jueves al vier-nes; pero ahora ya no sola,... sino rodeada de cien almas ardientes y fervorosas que envuelven a Jesús en una ola de cariño ferviente... apasionado… Allí en esas horas de silencio, delicioso, a los pies del Sagrario, renovamos nuestras promesas y jura-mentos de fidelidad a nuestro Capitán y Rey juramos luchar por su causa; trabajar por su Iglesia, e ir hasta el fin del mundo si es preciso por conquistarle almas.Es al calor de esas Horas , donde caldeamos nuestros corazones, en el fuego del Corazón, de Cristo Misionero, y entonces suspiramos, por la Magdalena, por el pu-blicano, por el leproso y la Samaritana y se hacen inconcebibles nuestras ansias, de lanzarnos por las regiones más remotas en busca de gentiles y pecadoras; entonces las cárceles se nos convierten en lugares de recreo, y el pasar entre los presos lle-vándoles el pan y la doctrina, en horas de verdadero solaz y de alegría... entonces los Asilos y las niñas pobres constituyen nuestro contento.Bendita sea mil veces la Hora Santa; y tu Corazón Dulcísimo, mi Buen Jesús que por medio de ella conquistaste para siempre el amante corazón de tu

SOR VICTORIA DE L A CRUZ M. C. P.

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31 de agosto de 1930 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 18)

¡Sueño! ¡Ilusión! ¡Realidad!

Hay en el silencio una fuente de felicidad, un maná escondido.Y se explica, porque el alma que calla siente sólo la voz misteriosa de Dios, que ha-bla cuando el clamoreo de las pasiones del mundo y de los negocios calla.¡Cuán elocuente es el silencio del alma replegada sobre sí misma para contemplar en sí la imagen divina de su Dios humanado, afrentado, crucificado por su amor!¡Callar como la esfinge del desierto que junto a las pirámides de Egipto, ve pasar sin conmoverse, por encinta de su misteriosa cabeza, el torbellino de arena o simún (1) del desierto!¡Estarse inmóvil y silenciosa! como un cauce que ve pasar por encima de si, las olas tumultuosas del torrente o del río sin conmoverse…Y así me quedé abstraída de las cosas materiales, escondida en el santuario silen-cioso de la propia conciencia. "Lejos del mundanal ruido"¡Qué de visiones se pueden ver en el silencio recogido del alma!Al cerrar los ojos del cuerpo, parece que el alma, abre los suyos y escudriña con ellos el porvenir…Ello es un hecho que estos ensueños del silencio, requieren como el dormir de nues-tro cuerpo fatigado cerrar los ojos, y yo los cerré y vi lo que algunos de mis lectores creerán “sueño”, otros “ilusión” y otros lo llamarán “realidad”…Soñaba yo, ¡miren si es sueño! como dijera el peregrino de la capucha (2), que esta vida era un destierro y que en ella peregrinábamos los tristes hijos de Eva. Peregri-nando, peregrinando llegué yo a las faldas del Tepeyac (3), y subí al hermoso cerrito en donde se levanta el gran templo de la Reina mejicana, de la Virgen de Guadalu-pe, iba a despedirme, para continuar mi peregrinación por el mundo. Allí a los pies de María, no sé qué sentí; la milagrosa pintura estampada en la tilma (4) del dichoso Juan Diego, me pareció se salía del cuadro y me decía ¡pobre desterrada, pídeme lo que quieras! Llena de fe y confianza exclamé: ¡Madre adorada, seguir a tu Hijo di-vino, lo más cerca que pueda una humana criatura! y vi que la Virgen, la Reina del Tepeyac despachó favorablemente mi súplica, y salí de su santuario feliz de poner mis plantas sobre las huellas ensangrentadas que en la tierra dejara el Hijo de Ma-ría. Y anduve, anduve hasta muy lejos, y en una ciudad llamada la ninfa del Medite-rráneo, consagrada a María, después de dos años de cielo, en un oasis situado en las tierras de Castilla la vieja, me embarqué de nuevo acompañada de criaturas an-gelicales entre las cuales había aprendido, lo que es verdadero sacrificio, la verda-dera caridad, y peregrinando, peregrinando, llegué a Bolivia; pasaron catorce o quin-ce años, cuando la Reina del Tepeyac, creyó oportuno, llegada la hora, de que si-guiese las pisadas de su Hijo. Era preciso dejar aquella vida de cielo y vi, vi una po-bre casa, miserable, y en esa casa vi la deshonra, la calumnia, la aparente aposta-sía, como nubes terroríficas, cercar ese pobre tugurio, y sentí el dolor que produce la sospecha, el alejamiento de los buenos, esas espinas que clavaron los sacerdotes y fariseos, por las manos del ignorante pueblo hebraico, en las sienes de Jesús... y so-ñé que dejé “mi cielo” y bajé a ese tugurio, donde rodeada de pobres pañales, sin padre en la tierra, nacía, una obra llamada a transformar el mundo, motivo fue de

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risa, su nacimiento... pero Dios que la dirigía le hacía crecer delante de su presencia y la vista de los hombres.La Sta. Iglesia después de esa misteriosa circuncisión, la llamó con el nombre con que se le designó en el cielo: ¡Cruzada Pontificia!¡Una espada do dos filos atravesará tu alma, este Hijo será la salvación y la ruina de muchos!... exclamó Sineón al ver al hermoso niño de Belén, en los brazos de su ma-dre… Y soñando vi la obra crecer… vi el entusiasmo que despertaba en todos los pechos nobles, la doctrina celestial de la Cruzada, que no era otra que la Doctrina de Cristo... vi, vi sus triunfos… Tres años de labor pública habían transcurrido... las pi-sadas del Hijo de la Virgen, son ya llenas de sangre... las envidias de los sacerdotes y fariseos que especulan, la miserable avaricia de un discípulo, y que acobardan los entusiasmos de otro, hacen que Jesús, sea vendido y negado, por sus mismos discí-pulos. Y entonces ellos se gozan, y cantan a voces que las locuras del Nazareno y su afán de gloria, va a quedar presto bien humillada, puesto que sus discípulos mis-mos lo traicionan ¡Cuan corta es la vista del hombre, en donde ellos ven el fracaso empiezan los triunfos de Dios! Y vi, vi la Cruzada Pontificia, seguir esos mismos pa-sos, sentí el beso traidor, y la negación de Pedro, vi, vi que iba de tribunal en tribu-nal, civiles... religiosos... vi la cruz pesada que entreví el año pasado, caer sobre mis hombros... vi, vi ese camino del Calvario… y en su cima, me vi abandonada de to-dos, aún del Padre Celestial, sólo la Sta. Iglesia la vi siempre a mi lado...ella como la Virgen Sma. no abandonó al Hijo Crucificado, la Sta. Iglesia, ella, verda-dera madre de esta obra, no la abandonó jamás. Y sentí la lanzada terrible... que partió mi corazón de parte a parte, y me vi “muerta en la ignominia” y vi sobre la cruz de mi aparente desgracia, el letrero de la burla “Ecce… (5)” Y esa visión, sueño o realidad, me llenó de nuevos entusiasmos mi pecho se conmovía, padeciendo an-sias de muerte, por beber ese cáliz, por seguir paso a paso las pisadas ensangrenta-das de Jesús… Y allá, en mi místico ensueño oía la voz del Maestro Divino que re-petía: “Bienaventurados los pobres de espíritu... los mansos… los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpio de corazón, los pacífi-cos, los que padecen persecución por la justicia… y aun ahora me parece resonar en mis oídos, esas dulces palabras… Y sentía que gozan de estas bienaventuran-zas, especialmente los apóstoles de vida activa los que trabajan por extender el rei-nado social de Jesucristo.Sí Cruzadas Pontificias, poniendo vuestros pies, sobre las huellas que dejó Cristo al recorrer la Judea, continuando vosotras, la obra de su apostolado encontraréis un rico venero (6) de felicidad; pero amadas mías para encontrarlo, es preciso trabajar, ahondar en el suelo del sacrificio, como trabaja y ahonda el minero en las entrañas de la tierra. El bien hecho a los demás tiene esto de especial, que en lugar de debili-tarse, como todo reflejo vuelve a nosotras más radiante.La felicidad eterna, en su grado aquilatado, se compra con gotas de sudor y lágrimas de sacrificio. Ella siempre sigue al apóstol como rico galardón que dispensa Dios a quién trabaja sin intereses humanos.Las almas apóstoles son siempre las mas felices.¡Basta Señor basta! exclamaba el apóstol de las Indias (7) cuando rendido de cans-ancio, postrado en el suelo, sentía el aluvión de la felicidad que se precipitaba sobre su pecho, con peligro de romper el frágil vaso de su cuerpo…¿Y cómo podría ser de otro modo? sentí una voz que más que en mis oídos repercu-tía en mi corazón, y ante mis ojos apareció la figura de un ángel, vestido de sacerdo-te con el monograma de Jesús sobre el pecho, que me decía... La Cruzada Pontifi-cia; toda alma apóstol “lleva a Dios y Dios respira en ella”

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El apóstol lucha por el bien, por una causa santa, lleva a Dios y Dios respira en él y Dios es felicidad.Y abrí los ojos miré a mi alrededor, el corazón de Cristo apareció en hermoso cuadro ante mis ojos, parecía decirme:“Mi reino no tendrá fin, donde los hombres ven el fracaso empiezan mis triunfos... en la traición de uno, en la negación de otro, entre la mofa y la risa, en el artículo breve pero ignominioso que se escribió sobre mi cabeza.”Abrí más los ojos y vi que no sólo tenía un crucifijo delante de ellos, a la derecha otro, y otro a la izquierda y en dos sitios la Sta. Faz del Señor, me arrodillé en el sue-lo, tomé el que tenía sobre mi pecho, y mirando a la Virgen Dolorosa cuyo hermoso rostro esta al pie del Crucifijo repetí con toda mi alma mi petición del Tepeyac.¡Madre adorada quiero seguir las pisadas de tu Hijo Divino más cerca que ninguna humana criatura! y no sé si todo fue sueño, ilusión o realidad, di tu lo que quieras mientras que yo continuo soñando que este mundo es un destierro en donde vive peregrinando con todos los hijos de Eva tu

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) simún: viento abrasador(2) el peregrino de la capucha: hace referencia a Fray Ambrosio de Valencina (1859-1914), fundador en 1900 de la revista “El Adalid Seráfico”, que aun continúa editán-dose.(3) Tepeyac: cerro ubicado al norte de la Ciudad de México, donde se apareció la Virgen de Guadalupe.(4) tilma: manta de algodón que llevaban los hombres del campo a modo de capa, anudada sobre un hombro(5) Ecce: he aquí(6) venero: manantial(7) el apóstol de las Indias: en referencia a San Francisco Javier (1506-1552), amigo y colaborador de San Ignacio de Loyola

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30 de septiembre de 1930 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 19)

En este mes que acaba de finalizar hemos celebrado el XV centenario de S. Agustín.Educada en uno de sus Colegios allá en la histórica España; amo al gran Agustino, aquel corazón africano lleno de fuego, y por eso al tocarme el turno de escribir hoy, recuerdo ese noble Adalid de Cristo Rey, esa figura simpatiquísima del reinado so-cial de Jesucristo, en África.¡África! ¡África! Realmente el África proconsular, había sido émula de Roma, en már-tires y confesores admirables, como Teógones, San Seberino, los Stos mártires de Abitinia, Montano, San Victoriano, Arcadio Nemesiano, Alipio, Optato Saturo, Manfa-mo, los mártires de Turbuto y exilitanos, la masa llamada candida y los cuatro mil trescientos setenta y cinco compañeros de San Féliz: en vírgenes y santas como Marciana Perpetua y Felicitas, Julia Oliva, Mónica Máxima, Crispina y Dionisia y en santos Pontífices, como San Melquíades y Gelosio Por otra parte sus SS. PP. Tertu-liano, San Cipriano, San Agustín y S. Fulgencio de Ruspe son lumbreras de primera magnitud en el firmamento de la Patrologia latina, como dice el R. P. José Zameza (1) S. J. ¡oh! África querida qué grandes glorías encierras, pero también ¡qué tristes, pues desde el siglo VII estabas alejada del rebaño del Pastor Divino! Pero hoy pare-ce que frente a tu ardiente sol africano se ha puesto otro sol, el Sol Eucarístico, que tan gloriosamente, ha sido festejado en el Congreso (2) último.Allí en efecto pudo contemplar el gran Agustino aquellas muchedumbres de 15.000, 30.000, 80.000, 120.000 hombres naturales del país y venidos de toda Europa, Amé-rica Española, Estados Unidos, Canadá, Egipto, Asia Menor y Australia aclamando y vitoreando a Jesús Sacramentado, en pleno país mahometano, país que por más de ocho siglos fue el terror de la Cristiandad; y eso lo mismo en la plaza de la catedral de Túnez como entre las ruinas del anfiteatro y los escombros de las antiguas basíli-cas cartagineses, a pleno sol africano y sin más refrigerio, continúa el P. Zameza que las ansias del tiempo de la Eucaristía sobre los 150.000.000 de infieles africa-nos.¡Como gozaría el Santo desde el cielo!Hubo un detalle que tanto el P. Vilariño (3) S. J. como el ya aludido P. Zamesa, apre-cian en sus narraciones, en el justo y conmovedor significado que tiene; y fue la feliz ocurrencia, de hacer desfilar, los ocho mil niños que comulgaron por el anfiteatro lu-ciendo hermosas palmas y vitoreando a Jesús, era el nuevo germen de futura cristia-nización africana, que arrojaba Dios en aquel surco ya fecundado por la sangre de tantos mártires.Al contemplar Hipona (4) continua el Padre Zamesa, a mí personalmente me sedu-cía, por su atracción misionera. Allí en efecto a la vista de aquel golfo plácido e in-menso a la sombra de aquellos árboles exuberantes de lozanía y verdor, y en aque-llos sus amables y ricos paseos costeros tal como le representa al Santo la tierna le-yenda del ángel (5), había meditado San Agustín por más de 39 años consecutivos (391, 430) las grandes líneas de su Teología Misional que como ráfagas de luz y en riquísimo venero (6) se encuentran en casi todas sus obras desde su epistolario y sermonario más sencillo hasta su menudo tratado contra los judíos, por no citar por conocidas, todo el cúmulo de sus obras magistrales cuya cumbre apologética y mi-sionera sobresale en los XXII libros de la Ciudad de Dios.

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La matización y grados del alborear de la fe en los neófitos; el procedo psicológico en las distintas etapas de la conversión: el método con que deben enseñarse a los adultos a cristianos las verdades de la religión; la esterilidad absoluta de todas las religiones falsas y de las filosofías racionalistas en orden a dar con las fuentes del verdadero culto y de la verdadera moral; la posición del Cristianismo, todo luz y ver-dad ante el paganismo, todo tinieblas y error; la sublime transformación por la fe, y de la gracia de la gran meretriz, cual es el paganismo en la divida y bellísima virgen que es la Iglesia en fin los seculares antagonismos de las dos ciudades, que hace de-terminar en el fin de los siglos con el triunfo decisivo del Rey y Príncipe de los bue-nos Cristo Jesús, son para el genio del Santo Doctor manantial de profundas medita-ciones providenciales y de inspiradas páginas que nunca perderán nada ni de su ac-tualidad perenne ni de su joven lozanía. Y es así en efecto, Agustín con una claridad divina, anuncia el triunfo de Cristo Rey. Ya la Iglesia lo ha proclamado Rey y ya se le reconoce por tal, y como a tal se le levantan monumentos, se forman sus tropas, no ya sólo de hombres sino de mujeres intrépidas entre ellas nuestra Cruzada Pontifi-cia, nacida seis meses antes de que la Santa Iglesia, le proclamase Rey universal (7).Es Él; el Rey Divino, el que preside en nuestras Capillas, su tropa, su compañía, es el que da vida esta humilde revista hija de nuestro amor y adhesión a El, es El, el Rey Divino, El quién reanima nuestro valor cuando las fuerzas materiales nos aban-donan, es El, el todo de nuestra vida, el que empuja y hace florecer, este naciente Instituto que ya sueña, con cruzar los mares, en busca de almas que alistar bajo su bandera de oro y nieve, bajo la enseña Pontificia.Y vuelvo de nuevo a ti los ojos, Doctor admirable, muy niña aprendí tu nombre, tras-plantada del mundo tuve la dicha como Teresa de Jesús, de crecer en los campos agustinos, en donde al cultivar las ciencias humanas aprendí también las divinas, allí conocí a Dios, y le amé, le amé con toda la ternura de mi alma.Aún recuerdo los ensueños de entonces al través de las rejas de aquel coro de ma-jestad catedralicia, en donde tú ocupabas un puesto de honor. Hermosa imagen te representaba un corazón lleno de fuego tenías en una mano, en la otra, un pequeño convento de plata: tu imagen procesionalmente la llevan al colegio la noche del 28 de Agosto, y al entrar recuerdo el último año que estuve, la mitra cargada de ricos bordados de oro y piedras preciosas cayó con galanura sobre tu espalda. jOh! Santo Doctor, mientras las niñas al vernos saludadas con tal gentil manera rompimos en ví-tores a nuestro Padre San Agustín.Hoy en tu XV Centenario, me uno allende el mar a tus hijas las Comendadoras del Santi Spíritus (8) y desde aquí entono aquel, “¡Magne Pater Agustine!” (9) etc. Sí grande Doctor. Corazón misionero, profeta del reinado social de Cristo; se levantan como siempre “esas dos ciudades” la lucha es terrible, interpón allá en la celeste es-fera, tu intercesión poderosa, tú que moriste afligido, al contemplar los terribles es-tragos que iban a asolar tu amada Sede. ¡Ten piedad de nosotros! Mira a Bolivia la patria amada el campo que el Señor ha puesto a nuestro cuidado al darnos la vocación misionera de Cruzada Pontificia protégela de las turbas anticris-tianas y enciende nuestros corazones para que no sólo se abrase sino que abrasen toda esa mala semilla, que pretende aniquilar la cosecha de almas con que sueña el gran Padre de familias, y la humilde sierva suya.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:

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(1) Zameza: se refiere al R. P. José Zameza S. J. (1886-1957), fundador y director de publicaciones como “Los Nuevos Cruzado”, “Cien fascículos Misionales” y “Los Ejercicios de San Ignacio a la luz de la doctrina de San Agustín”(2) Congreso: con referencia al Congreso Eucarístico de Cartago de 1930(3) Vilariño: en referencia al Padre Remigio Vilariño Ugarte S. J (1865-1939), director de la revista “El Mensajero del Corazón de Jesús” y fundador de Sal Tarrae(4) Hipona: ciudad donde vivió, fue obispo y murió San Agustín(5) leyenda del ángel: cuanta la historia que un día Agustín paseaba por la playa mientras iba reflexionando sobre el misterio de la Santísima Trinidad. Trataba de comprender, cómo era posible que tres Personas diferentes (Padre, Hijo y Espíri-tu Santo) pudieran constituir un único Dios. En ese momento encontró a un niñito que había excavado un pequeño pozo en la arena y trataba de llenarlo con agua del mar. El niñito corría hacia el mar y recogía un poquito de agua en una concha mari-na. Después regresaba corriendo a verter el líquido en el pozo, repitiendo esto una y otra vez. Aquello llamó la atención del santo, quien lleno de curiosidad le preguntó al niño sobre lo que hacía: –Intento meter toda el agua del océano en este hoyo –le respondió el niñito. –Pero eso es imposible, replicó el teólogo, ¿cómo piensas meter toda el agua del océano que es tan inmenso en un hoyo tan pequeñito? – Al igual que tú, que pretendes comprender con tu mente finita el misterio de Dios que es infi-nito… Y en ese instante el niñito desapareció.(6) venero: manantial de agua(7) Hace referencia a la encíclica Quas Primas del Papa Pío XI, del 11 de diciembre de 1925, por la que se establece la fiesta litúrgica de Cristo Rey(8) Menciona a la orden religiosa que regenteaba el Colegio de Niñas Nobles de Se-villa, donde estudió la Madre Nazaria.(9) Magne Pater Agustine: Himno en honor al Gran Padre Agustín.

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31 de octubre de 1930 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 20)

Sursum corda (1)¡¡Cristo Rey!!En este mes celebramos su gran fiesta, la fiesta especial de la Cruzada Pontificia, puesto que el reinado social de Jesucristo es el sueño, de la Cruzada¡¡Sursum corda!!¡Arriba los corazones valientes! ¡Arriba las almas generosas!Es preciso armarnos caballeros de Cristo, cruzados valientes dispuestos a luchar por el Divino Rey, por Jesús de Nazaret.Y existe un peligro, veo tejerse una tela de araña en la cual caen las almas incautas, veo sociedades con fines humanitarios, pero en las cuales no se ve el nombre de Je-sús Rey… y he temblado porque cual incautas avecillas, muchas almas están hoy prendidas en esas telas de araña, por eso mi grito de hoy es ¡¡Sursum corda!! ¡¡Arri-ba los corazones valientes!! ¡¡Arriba las almas generosas!!Los Cruzados de Cristo no tienen por qué hoy ocultarse, nuestra causa es santa es justa, nuestra sociedad, es pública no secreta.Entre sonidos de campanas, haciendo circular invitaciones, abiertas de par en par las puertas del Templo la joven que sueña con su Cruzada Pontificia, cubierta de ri-cas telas y gasas, sube al altar y allí ofrenda todo su ser en el místico "bouquet" que deposita al pie del Tabernáculo, y allí extiende sus brazos ante el Pontífice, para re-cibir de sus manos la vestidura de Cruzada y desciende del altar estrechándola so-bre su pecho. Y vuelve ya cubierta con su investidura santa, y pasa dos años, y vuel-ve al Templo, y resuelta a seguir a su Rey Divino izando su blanca bandera envuelta entre su amarillo celaje (2) hace el juramento solemne. Juramento de amor.Acabo de leer el juramento que se exige en una sociedad secreta a sus adeptos, y qué terribles son las expresiones con que ellos piden ser execrados si no lo cum-plen; qué distinto de nuestra Cruzada, fiadas en Dios, terminamos, nuestro santo ju-ramento pidiéndole gracia para cumplirlo, como nos la dio para desearlo y la mano del Pontífice se eleva y bendice a la Cruzada que abrazada a su bandera quiere vivir y morir con ella.¡¡Sursum Corda!!¡Arriba los corazones valientes! ¡Arriba las almas valerosas! ¡Arriba los soldados de Cristo Rey! Arriba los que están unidos por una misma fe y unos mismos ideales.Y vi surgir la figura de Teresa de Jesús, allá en la histórica y vieja ciudad de Ávila, la vi soñando, con ir a tierra de moros, buscando la corona del martirio y luego como una visión de paz, levantarse cual la ligera nubecilla que vio Elías, del Carmelo, y la vi agrandarse su figura, y vi como los, pechos mezquinos, la llamaban loca e ilusa, y la seguían como chacales amenazándola con sus aullidos de cólera y envidia; pero Teresa no siente miedo ella lo dice no soy nada mujer y sigue cada vez más animo-sa cantando Nada me turba, nada me espanta, quién a Dios tiene nada le falta.¡Sólo Dios basta!y Teresa continua su marcha de heroína y funda mil conventos y a las plantas del Rey Celestial, Teresa lleva millones y millones de almas, y para que nada le falte a su corona de gloria toma la pluma y describe el famoso Castillo (3), con sus misterio-

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sas moradas, y allí deja al Rey con su amada, en la última de ellas y canta como ter -minación de su culminante estudio místico aquel "Muero porque no muero" inimitable canto de Teresa de Jesús.¿Y no sentís ganas de imitar a Teresa y de levantaros de esa postración, de esa vida soñolienta, y deshacer esas telas de araña que se tejen en lo secreto y oscuro, y que llevan por programa, Destruir el Catolicismo?Huid de todas esas sociedades, que no llevan el nombre de Cristo, mirad, que son famosas telas de araña en la que se aprisionan cual las moscas las pobrecillas al-mas incautas, que no ven nada malo en ellas; pues solo llevan por fin ideas humani-tarias.¡¡Sursum corda!! Arriba corazones entusiastas, defended los derechos de Cristo Rey, que son nuestros propios derechos; del hombre libre, según Dios no según los instintos naturales, pues estos son los que le hacen esclavos, nunca la vida sobrena-tural que lo lleva y lo eleva hasta Dios. Y para que podáis sostener en esas alturas vuestros corazones, sabed que solo el alma que vive en Dios y para Dios es feliz…¡Oh Felicidad! contigo sueñan todos, pero solo los santos que vivieron en Dios, su-pieron alcanzarla.Mirad a Francisco de Borja ante el cadáver de la más hermosa mujer de su época, de la Emperatriz Isabel. El mimado de la suerte, el favorito del Emperador, cómo se estremece ante la caducidad, de lo terreno, y jura allí mismo, no servir ya a otros se-ñores que se puedan morir (4).Oh no está la felicidad esa hada misteriosa que el Criador ha colocado en las regio-nes etéreas para derramar sobre este valle de lágrimas las sonrisas de los astros, las claridades de la luna, y esas ansias misteriosas que parecen volar sobre las alas de los céfiros (5) y bajar a la tierra escondidas en las gotas del rocío o envueltas en el manto de la noche. Ángel de esplendorosas y púrpuras alas, que está cerniéndo-se sobre el mundo como el Espíritu de Dios un tiempo se cernía sobre las aguas, oh no está en la vida material y grosera de los sentidos. No hay una palabra ni una defi-nición que pueda en su estrecho molde aprisionar, definir, esa palabra ¡Felicidad! Solo nada en sus anchas en el pecho de Dios, inmenso océano de ella.Pues ¡Sursum corda! Arriba corazones valientes, almas generosas, aprended a vivir al lado de Cristo, y sentiréis hermosa transformación en los mismos dolores de vues-tra vida. Sí yo lo confieso en estas páginas tan íntimas de mi corazón, la felicidad muchas veces es el sabroso fruto de copiosas y amargas lágrimas.Agrupémonos al lado de la bandera de Cristo Rey, trabajemos en pro de su santa causa, y veréis, veréis cómo vuestros corazones se desprenden de la tierra, cómo se suben al cielo, cómo todas las cosas y peripecias de la vida os sirven de pelda-ños, para alejaros de la tierra, y llegaros a Dios, y en ese Dios que es todo amor, aprenderéis lo que es la felicidad, se encuentra su principio en la fe, su camino es el ejercicio de la virtud, su cima en Dios. Y allí se goza de la felicidad absoluta en sus tres grados:1 En la plenitud de la satisfacción.2 En la quietud en la plenitud.3 En la seguridad en esta quietud.La cual no pertenece a este mundo. Es la felicidad de los bienaventurados, plena, tranquila, segura.Pero yo creo que un alma, que vive en Dios relativamente posee aun en la tierra, esa bienaventuranza. Todo lo ve en El, el sufrimiento casi es para ella una frase compuesta "sufro-miento" En realidad de verdad, desde que aprendí a vivir en Dios,

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mi vida en la tierra es un cielo, vivo por El en la quietud de la plenitud de mi peque-ñez.En la seguridad confiada en El, pues como dijera el Salmista. In te Domine speravi non confundar… (6)Y en la "quietud" de la satisfacción, al ver que al mirar el Todopoderoso la pequeñez de su sierva ha hecho en ella cosas grandes… (7)¡¡Sursum corda!! Arriba los corazones grandes, las almas animosas; formémonos tras de Cristo Rey, el triunfo es nuestro.La Iglesia triunfará: pronto, muy pronto habrá un solo rebaño un solo Pastor, una so-ciedad pública, en la cual todos los hombres vivirán unidos en un solo ideal en un solo credo.Oh Rey Divino, toma a tu Cruzada Pontificia ármala a tu lado, ella quiere vivir para tu gloria y morir por tu pendón

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) sursum corda: levantemos los corazones(2) celaje: presagio, anuncio de lo que se espera o desea(3) Castillo: hace referencia al libro de Sant Teresa de Jesús “Las Moradas del Casti-llo Interior” (1577). Las Moradas son una alegoría de los grados de la vida espiritual, yendo desde la ascética hasta la mística.(4) Francisco de Borja (1510-1572), dejó todas sus posesiones e ingresó a la Com-pañía de Jesús(5) céfiros: vientos suaves y apacibles(6) in te domine speravi non confundar: “confío en ti Señor, no quede avergonzado”. Salmo 25 (24)(7) en referencia al cántico de la Virgen María. Lc. 1, 48

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30 de noviembre de 1930 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 21)

Y en vergel delicioso crecían tres flores... Inés, Rosa, Margarita.El Rey del cielo, tenía sus amores en aquel oasis delicioso cercado con altos muros y sendos torreones…Era el 21 de Noviembre de 1898 y las tres flores, unidas en unos mismos ideales, en un mismo idilio eucarístico de amor, te juraron fidelidad…¿Te acuerdas Jesús?Aquella mañana tú les habías dicho, allá en el fondo del alma “Olvida tu pueblo la casa de tus padres ¡Ven paloma mía! el Rey Divino ha codiciado tu hermosura…” (1)Y aquellas tres flores, se inclinaron ante el Rey Eternal (2) y pronunciaron un jura-mento sagrado, un voto santo… Sí, desde aquel día fueron siempre tuyas.¡Cuantas veces soñando con conquistar para tu reino, la tierra toda; sintiendo en sus venas correr, la sangre de los famosos conquistadores de la edad media, hablaron de luchas y de gloriosas reconquistas!En las tardes calurosas del estío aquel terceto misionero, seguido del grupo deMisioneras Ocultas, jugaban, y corrían por el jardín de aquel Colegio (3) nido de los santos ideales que abrigaban, llevando en sus zapatitos, piedras, sufriendo esas mo-lestias dolorosas, para que los Misioneros, no las sintiesen en sus pies, y llenos de vigor espiritual, pudieran correr tras las almas…Tú sabes Jesús, todo, todos aquellos ensueños de misiones, de mártires, de lágri-mas, de sangre.Y es el amanecer del 11 de Febrero de 1925.Han transcurrido veintisiete años…Entramos en el mismo vergel…, una de las flores que componían nuestro fervoroso terceto místico, acaba de expirar Inés...Sor María de San Juan de Dios, cual blanca azucena recién cortada, exhala el sua-vísimo olor, de la virtud heroica de una abnegación y sufrimiento admirable. ¡Había muerto!Al llegar al cielo y recibir de Jesús la corona prometida, la pura azucena Inés, modu-ló una plegaria ¿por qué no se hacia realidad en la tierra el ensueño de Colegio? ¿Por qué las almas no seguirán el cortejo de Jesús Rey? y ¡tantas! tantas iban tras de Satán. Aguijoneada por estos pensamientos, volvió a repetir la súplica, y el Señor al estrecharla entre sus brazos, acudió a lo que pedía su joven esposa…Y multitud de ángeles se pusieron en movimiento: Jesús entregó a la fervorosa supli-cante, una bandera blanca y dorada, se leía en ella ¡CRUZADA PONTIFICIA! ¡El amor al Sto. Padre!, en realidad no podía el Señor, buscar lazo de unión entre las al-mas de los humanos que el amor a su ¡Representante en la tierra! Feliz se retira la observante Comendadora del Sancti Spiritus (4), el sueño del Cole-gio se convertirá en la tierra en hermosa realidad…El día 12, al día siguiente de su muerte, se tiraban los primeros trazos de esa obra de Dios en la tierra.¡Oh que hermosa es la Comunión de los Santos!No he querido dejar la ocasión que me presenta, la gran festividad de la Iglesia triun-fante (5), para dedicar un recuerdo a la que hoy creo en el cielo, y a la vez hablar de

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la íntima protección que se dispensan los miembros del cuerpo místico de Cristo, en la Iglesia Santa.Cómo yo quisiera escribir lo que entendí sobre esto el día de Todos los Santos, cuando en silenciosa contemplación, arrodillada ante tu altar hace varios años, tú me diste luces Jesús mío, que nunca jamás podré olvidar.Como las cosas del espíritu son tan difíciles de describir con las frases humanas, permíteme ¡Señor mío! ya que tú así lo quieres, que use ejemplos materiales, para poder explicar cuanto deba decir para el provecho de las almas en este asunto que desearía fuese para todos deliciosamente agradable.Acabo de ver un cuadro al final de la galería donde está mi celda. Es la parábola del «Buen Samaritano» Un campo hermoso, allí entre montón de piedras un hombre mal herido, después de haber sido saqueado por los ladrones, a su lado el buen Samari-tano... (6)Para mi está aquí retratada la acción espiritual de la Comunión de los Santos.Una pebre alma rica en virtudes, cae en poder de esos ladrones espirituales, que se llaman, mundo, demonio y carne, quienes la dejan desnuda, herida, deshecha en los campos de la vida.Allá quizás muy lejos, una alma fervorosa, ora intensamente, se sacrifica rogando a Dios, que alguna pobrecilla, que en esos instantes, haya perdido su gracia, la recu-pere a costa suya. El Señor oye la oración, y manda de buen Samaritano, envuelto en un libro, en un consejo, en una acción noble, que cure aquella pobre alma, y sus ángeles vuelan, y le prestan sus brazos para llevarla, a donde la puedan atender, a donde recobre la salud, y las fuerzas espirituales perdidas.¡Qué ajena está la pobrecilla que todo su bien se lo debe, no a la Misionera que pre-dica, sino a la humilde hermana que lavando platos rogaba por ella! como dijera el famoso P. Rodríguez.No hace mucho tiempo vi un pobre enfermo casi exánime; pero se le puso una in-yección, momentos después recobradas las fuerzas parecía sano, contento feliz. Así ocurre cada día en el cuerpo místico de la Iglesia, se encuentra tal vez un miembro caído, exánime, pero vino a su favor una inyección poderosa, de oraciones y sacrifi-cios, y al momento, se reanima, recobra sus fuerzas, parece otro.¡Que poder tiene la gracia! y cómo deberíamos nosotros, trabajar en ese campo in-menso, que casi nadie cultiva, y en el cual podríamos adquirir inmensas riquezas es-pirituales y hacer que otros también las adquiriesen, especialmente en la Iglesia Mili-tante.Hoy todos trabajan en sociedad ¿por qué sólo los que nos preciamos de ser católi-cos apostólicos y romanos, dejamos a un lado, los beneficiosos resultados que nos daría el estudiar a fondo, esa ciencia nuestra de la Comunión de los Santos? Es ver-dad ciertamente, que aunque no lo sepamos siquiera; como el fluir y refluir de la san-gre en nuestro corazón, de lo cual ni nos apercibimos todos los que estamos en gra-cia de Dios, participamos de los bienes espirituales de los otros, como miembros de un mismo cuerpo. ¿Pero no es justo que así como reconocemos los beneficios de la Creación, Redención y Justificación, también pongamos en sitio preferente este de la Comunión de los Santos, casi ignorado de muchos? ¡Cómo siento que se acabe esta ocasión propicia; este pliego de papel, círculo pe-queño que la obediencia nos marca para explayar las mil ideas de este mi corazón medio africano! (7)¡Jesús! tú que en un momento diste luz a los ojos de aquel ciego, sólo con ponerle saliva y barro, haz un nuevo milagro.

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Haz que estas líneas interrumpidas mil veces; quizás sin coordinación en sus ideas, pero rebosantes, de ingenuos sentimientos, den luz a muchas almas, vean ese gran beneficio tuyo, esa vena de vida espiritual que tienen al participar de los mismos mé-ritos tuyos y de tus Santos.¡Oh, si pudiera decir lo que veo, lo que siento sobre este hermoso punto dogmático de nuestra tan hermosa y consoladora religión!¡Bendita seas Iglesia Santa, bendita seas!¿Cómo explicarte mi amor intenso, mi deseo de servirte hasta morir, de vivir sólo para darte gloria? Tú lo sabes Jesús tú lo sabes muy bien, por ti y por ella, dejé todo lo que más amaba, aquel rinconcito oculto, aquellos viejos queridos, aquellos ánge-les abnegados, aquel paraíso en la tierra (8) y sufrí y luché sola, ¿pero que digo sola? Tú y tus santos me ayudaron y ahora espero esa misma ayuda para realizar el sueño de mis sueños, ser en tu Iglesia la verdadera

VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Salmo 45(2) eternal: que no tiene fin(3) Colegio de Niñas Nobles de Sevilla(4) Comendadoras del Sancti Spiritus: orden religiosa que regenteaba el Colegio de Niñas Nobles de Sevilla.(5) festividad de la iglesia triunfante: Fiesta de Todos los Santos (1 de noviembre)(6) Lc. 10, 29(7) corazón medio africano: hace referencia a su devoción a San Agustín(8) hace mención anterior pertenencia a la congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados

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30 de diciembre de 1930 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 22)

Y como siempre soñando, soñando me acerqué al humilde portalito, y vi la obra de Dios, nacer como todos los suyos, entre el abatimiento, el desprecio, el frío, la sole-dad…Su reino no es de este mundo… Una joven casi niña, arrodillada, absorta en Dios, las manos cruzadas sobre su pe-cho, los ojos elevados al cielo, a ese cielo que debía abrirse y llover al esperado…A su alrededor, miseria, frió, ¡sola! sola porque el benditísimo Patriarca (1), buscaba fuera del humilde establo, leña para encender una hoguera y calentar, el rinconcito elegido por el Señor de los Señores, por el Rey de Reyes, para hacer su entrada en el mundo, en ese mundo, en el cual El quería establecer su reino, reino que no ten-drá fin.En un instante se ve iluminada la cabaña, rayo de luz divina, emanación del corazón del Padre Celestial, se ha desprendido: “El Verbo hecho carne habita ya entre noso-tros” (2). Sobre los pliegues del azul manto de la Virgen, el Arcángel San Miguel deposita aquel tesoro divino y humano, la rica joya de los cielos, engastada (3) de su cuerpe-cito de azucena, al Divino Niño Jesús… y la Virgen Inmaculada, lo toma entre sus brazos y aprieta sobre su pecho, y el Niño prendido en ellos asemeja hermosísima perla encerrada en nacarina concha (4). ¡Qué visión de pureza y de amor! Imposible, me es, separar ni un instante, al pensar en María, su pureza de su maternidad, porque María es toda pura porque es madre de Dios y es madre Dios porque es toda pura…En su imagen de la Inmaculada, me parece riquísimo estuche cerrado “ocultando su perla” pues siempre aparece entre nosotros con sus brazos apretados suavemente sobre su corazón, y al verla en Belén, con su Niño divino, entre ellos es para mí ce-leste estuche abierto, mostrándonos, la perla, fruto bendito, de ella…Oh Clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen y Reina, Santa Madre de Dios, ruega, ruega por nosotros… y soñando, soñando terminé amalgamando las salutaciones de la salve, con los ruegos de la oración hermosa, que empezada por el ángel, la termi-nó la santa Iglesia… y repitiendo ruega, ruega… volví a ver el pesebre más no ya el de Belén, sino aquel otro, en que nació la Cruzada Pontificia (5), vi la soledad, la po-breza, el desprecio, que la rodeó, en sus primeros instantes, y sentí que apareciendo el Niño Divino, lo tomó en sus brazos y le dijo, “tienes mi mismo sello, eres mía…”Yo confundida al ver como Dios ama sus obras, desde ese instante, amé también con toda mi alma a la Cruzada Pontificia, y cuando la voz de sus enemigos hería más mis oídos que mi corazón, al tratar de “deshonrarla” porque era pobre abatida, repercutía allá muy dentro, de mi alma la voz de Jesús. “Tiene mi sello, es mía”.Desde entonces es para mí dulcísima melodía, el desprecio, la burla, la risa, porque Jesús me repite en suavísimo dúo “Tiene mi sello, es mía”Y qué feliz soy al poder imitar a María, ocultando “mi perla”, viviendo pura, sola, en-tera para mi Dios. El no me deja apoyarme en nada, ni en nadie, ¡sólo en El!, pero aún esto de un modo sin modo, inexplicable, indescriptible… El me sostiene, me ale-ja del pecado, porque la verdadera virginidad del alma, sólo florece, cuando no hay en ella, asomo de mancha: ¡Qué dulce es la seguridad del amor, sostenido, por el te-

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mor santo de Dios! Y así vivo yo desde que vivo soñando, con mi vocación misione-ra, que ha marcado la hora, de una renovación completa en mi ser…Desde que dije ¡Ecce ancilla… fiat…! (6) fue necesario no ya ocultar mi vocación, sino mostrarla entre mis brazos como la perla más querida de mi corazón, que soña-ba desde niña, ser tuya, ser Misionera.¡Misionera! oh dicha mía, ya lo soy. Vivo, más no yo, tu Jesús mío vives en mí, pues-to que solo vivo, pienso, obro, por ti y en ti…Junto a su cuna, junto a esas pajas en donde por vez primera se izó la bandera pon-tificia, pues fue el fuego de tu corazón y la blancura de tu ley los que dieron color, a la bandera de tu representante terrestre, blancura, pureza, con nimbo (7) de oro, de amor, de sacrificio. Esa es tu Iglesia Santa, que no admite mancha, ¡pura! sacrificada, ella, da su vida por las almas pues su vida eres Tú. Jesús querido, y cada día te sacrifica en la Hos-tia Santa Pura é Inmaculada. Como quisiera imitarla siendo pura, sin mancha de pe-cado: sacrificada como Tú, sin tener donde reclinar mi cabeza…¿Por qué siento en mí esos deseos, de ser Víctima, Hostia, como tú Niño adorado? Porque Tú quieres que lo sea, porque esa perla de mi vocación de Cruzada Pontifi-cia, Tu quieres que la ostente, para atraerte almas, porque la Cruzada Pontificia, tie-ne que ser imán, que atraiga, que arrastre, al mundo entero al pie de esa cuna, de ese pesebre en donde se manifiesta el Rey Divino. Más que nunca la noche del 25, me he sentido orgullosa, de ser soldado de este rey pequeño que con las armas de su ojos y los hechizos de sus labios, tiene así con-quistado a millares de corazones.Sí Niño Divino reinarás, y tu reino será eterno, reinarás en todo el mundo, y más aquí en Bolivia, en cuyos tres de los más principales Departamentos, tu imagen divi-na, con su corazón de fuego se levanta, en sus cerros, como estrella polar, que los guía como columna misteriosa que los protege y ampara…Si, Bolivia te ama, aquí se ha levantado este grito: “Por la Iglesia, por el Papa” y mul-titud de jóvenes se han enrolado, en nuestras filas, y este grito nacido en Bolivia ha repercutido, en los corazones generosos, de las mujeres sudamericanas, y en las hi-jas esforzadas y valientes de la península Ibérica de la madre patria, y ya han reco-rrido las peruanas primero, largas leguas de camino, para ofrecer a tus pies, sus co-razones piadosos y amantes como los de las Rosas de Lima, sus inteligencias, todo su ser, y han seguido las argentinas y las españolas. España, la primera en presen-tarse, en cuanto se habla de Dios y del Papa, no se hacen atrás, y lo mismo Italia; ya cuenta la Cruzada con una italiana, la primera Cruzada Pontificia, la distinguida Sita. Antonia Casagrande, que muy en breve, en compañía de dos españolas, vesti-rá nuestro hábito. Alégrate Niño Divino, tus conquistas continúan, tu amor sigue prendiendo en los pe-chos femeninos, y ellas te demostrarán que cuando tu amor los enciende, y tus fuer-zas, las empujan, son siempre tus primeros soldados, los que a pesar de su debili -dad, se sienten vigorosos, para seguirte en el Calvario, y para trasportar la pesada losa del sepulcro.Más déjame seguir soñando Jesús, quiero tomarte entre mis brazos como a mi her-manito y jurarte, que quiero ser tu concha, tu estuche, que deseo morir como los ino-centes ¡presa! por que tú vivas en las almas, porque nazcas y crezcas en ellas…No sé porqué me ahoga ya la atmósfera de la tierra, ese vaho de materialismo, de inmoralidad, de egoísmo y de soberbia, por eso me acerco a tu cuna, porque ahí se respira, espíritu, pureza, desinterés, humildad. Me ahogo, Jesús mío, mi corazón tiende a reventar, a dilatarse, y sólo a tus plantas, respira y descansa.

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Acoge mis ansias, no te pido la muerte, aunque la ansío, viviré por ti y para ti: pero dame almas que trabajen, almas que se sacrifiquen, almas verdaderas Cruzadas Pontificias, que ante el grito por la Iglesia, por el Papa se formen en un solo cuerpo para batallar por su santa causa.Y en el pórtico mismo de la gloria, de la muerte cantando la victoria,en viva llama de amor deshecha,con un himno triunfal despertaría:¡Cantándolo a ti, Iglesia mía!

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Patriarca: en referencia a San José(2) Jn 1, 14(3) engastada: engarzada(4) nacarina concha: estuche de nácar(5) en referencia al “Beaterio”(6) Ecce ancilla… fiat…: he aquí la esclava… hágase… Lc. 1. 38(7) nimbo: aureola

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31 de enero de 1931 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 23)

Y tomo la pluma después de las grandes festividades de la Circuncisión, del Santo Nombre de Jesús, y la de los Santos Reyes.Como siempre, tomando todas las ideas de mi propio corazón dejo correr mi pluma chorreando sangre, amor, fuego, puesto que estas festividades religiosas al meditar-las en el silencioso rincón de nuestra capilla, hacen deshacerse el alma sangrando por amor y consumiéndola en ese fuego misterioso, que Dios hizo bajar del cielo, para consumar el sacrificio de su sacerdote, según nos refiere la historia bíblica ¡¡Consumatum est!! (1)Y tranquila aunque con el corazón destrozado, he bajado como la Virgen Dolorosa desde el alto, de esos misterios, a la vida ordinaria, al cumplimiento de los sagrados deberes que me he impuesto, como religiosa de la Cruzada Pontificia, obligada con dulcísimo voto a trabajar por la extensión del Reinado de Jesucristo.¡¡Cómo gozo al tener que llenar estas cuartillas, con lo que pienso, con lo que de-seo, con lo que amo..!!Y era preciso cumplir la ley de Moisés, el Niño tenía que llevar un nombre, que sería sobre todos los nombres, pero ese nombre tenía que costarle sangre, lágrimas y no solamente a El, sino a María, a José. Terrible es cuando Dios, el ¡deber de concien-cia! se meten por medio, y obligan a tomar el cuchillo y circuncidar… y más cuando se sabe que es inocente, que es Jesús, que sólo por El y en El, lo hemos amado.Me parece ver a S. José temblando, pero con firmeza divina empuñar el frío acero y cortar hiriendo la carne divina del Dios hecho hombre... y circuncidado parece cual-quier hijo de Adán, lleva el sello de los pecadores... “Y se le puso por nombre Jesús...”¡Salvador! si El tenía que librarnos del pecado, del cautiverio del demonio.¡El Nombre! recuerdo que nacida en la hidalga y caballerosa tierra castellana, al be-sar mi frente de niña, mi padre siempre me decía, “tú como todos mis hijos tienes que honrar mi nombre” y esos besos sagrados, estampados en mi frente, me dieron tal aprecio del honor de mi apellido que recuerdo, en esa edad, en que todavía no conocía a Dios, no osaba cometer ninguna acción menos digna, por temor de man-char, ese nombre de mi padre tan querido…El dulcísimo nombre de Jesús, dice toda la acción nobilísima del Verbo hecho carne, en El está encerrado toda la grandiosa epopeya de su vida.Eso sueño yo, que toda la historia de la mía, se condense en mi nombre “Misionera Cruzada Pontificia.”“Misionera” hoy es ese el dulce ensueño de todas las almas que aman a Cristo, a su Iglesia Santa.Trabajar por extender su reinado, por conquistarle el mundo entero, por llevar a to-dos a los pies de Jesús, mostrándoles que El sólo es el camino la verdad y la vida.¡Cruzada! La edad media, esa época gloriosa, de valor y caballerosidad cristiana, viene a mi mente cada vez que oigo ese dulcísimo nombre, belicoso, marcial…¡Pontificia! oh si yo pudiera dejar correr mi pluma, sería interminable explayando mis afectos, mis amores con el Cristo terrestre, con la Sta. Iglesia...Me siento verdadera hija suya y me glorío de pertenecer a este Instituto para mí mil veces bendito, que tiene por bandera la del Papa, por escudo el pontificio.

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El Adalid de Cristo Rey

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Ese nombre repercute en mis oídos, cuando el mundo, el demonio y la carne, vienen a presentarme combate... y lucho, y por la bondad de Dios, no me atrevo a cometer la menor obra, que pudiera empañar, ese nombre brillante, que con orgullo santo os-tento.Y no lo ocultaré porque es cierto, un cuchillo doloroso circuncidó lo que para mí, era lo más amado en la tierra (2), la sangre y las lágrimas corrieron en abundancia y después de ese bautismo, me llamé Misionera Cruzada Pontificia.

Y luego una estrella apareció en el Oriente... y el Texto Evangélico, con su severa sencillez nos describe, la Adoración de los Stos. Reyes (3).Esta fiesta a mí me entusiasma, porque es la primera manifestación del reinado de Cristo, Los Reyes le adoraron y le ofrecieron presentes: oro, incienso, mirra…¡Si yo pudiera escribir,! si yo pudiera escribir, dejando correr a mi corazón, como mo-tor misterioso que impulsara mi inepta pluma, volaría por estas hojas de papel, que-mándolas con ese fuego intenso que arde en mí alma y que consume mi vida, ¿Por qué huimos de Jesús? ¡Ah! Porque nuestra oculta soberbia nos precipita a los ba-rrancos del pecado, porque no queremos guiarnos por la estrella misteriosa, que nos exige el sacrificio de nuestra fe, el sacrificio de nuestra voluntad…, Y cuando una sa-crifica todo esto ante la humilde cuna del Niño de Belén ¡qué destellos celestiales ilu-minan el alma! y transformada con ellos repite una y mil veces “Yo ya no vivo, Cristo vive en mi” (4).Y el reinado social de Cristo se extiende; y es hoy el Papa quien tiene más embaja-dores en todos los estados, puesto que el mundo parece sentir la dulce necesidad de formarse un hogar; y por eso al Papa hoy más que nunca se le quiere, se le res-peta, se le venera y se le proclama de nuevo Papa y Rey (5), Y veo a los demonios reunirse y formar en su centro infernal, tenebroso, conciliábulos luciferinos para de-rrotar la Iglesia; pero ¡ánimo, valor, Cruzadas Pontificias! La victoria es nuestra, las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella (6). Se repite el movimiento de vein-te siglos de luchas, de pruebas; pero cesarán todas y al fin de los tiempos habrá “un sólo rebaño y un solo pastor (7)”¡Que felicidad la nuestra! reunidas en un sólo ideal, en nuestra querida Bolivia, he-mos izado el pabellón pontificio, y ya formadas en un numeroso grupo, trabajamos con todo el ardor de nuestros juveniles corazones, en pro de la Santa Iglesia, del dulcísimo Cristo terrestre.Es preciso terminar por hoy; pero al hacerlo repito con toda la fuerza de mis pulmo-nes, que la Cruzada Pontificia ante sus ideales derramará su sangre toda por Dios, la Iglesia y el Papa; y que la fe de Bolivia la defenderán, aunque tengan que expirar entre atroces tormentos, pues el mayor de todos sería para ellas el ver pisoteadas las leyes de la Iglesia; y esa fe juran conservarla hasta la muerte las mujeres bolivia-nas, la Cruzada Pontificia, ofrendando ante su Rey Divino oro de amor eterno, in-cienso de oración humilde y perseverante y mirra de mortificación, y lágrima de peni-tencia, exclamando ante esa cunita adorada del Verbo hecho carne,Salva a Bolivia,Oh Rey Divino,que el enemigoal frente está.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Consumatum est: todo de ha cumplido. Jn. 19, 30

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(2) hace mención anterior pertenencia a la congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados(3) Ver Mt. 2(4) Ver Gál. 2, 20(5) Papa Rey: para comprender el sentido de estos párrafos es necesario mencionar el tema conocido como la cuestión romana que fue una disputa política entre el go-bierno italiano y el papado desde 1861 hasta 1929. Comenzó con el intento por parte de Italia de anexionarse Roma y la consiguiente extinción del poder temporal de la Santa Sede, y terminó con los pactos de Letrán firmados en 1929 por el gobierno de Mussolini y el Papa Pío XI. Durante este periodo los papas se consideraban a sí mis-mos (según las palabras de Pio IX) “prisioneros en el Vaticano”. Al momento de es-cribir la Madre Nazaria este artículo, ya se había firmado el Tratado de Letrán y se había constituido el estado Vaticano. (6) Ver Mt. 16, 18(7) Ver Jn 10, 16

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28 de febrero de 1931 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 24)

Recordaba el mes pasado, la Circuncisión del Niño Dios, la Adoración de los Santos Reyes, y bajo la dulce impresión de esas fiestas meditadas, en el rinconcito querido de nuestra Capilla, tomé la pluma y escribí como siempre lo que me dicta este cora-zón oprimido, por la corteza humana que lo envuelve y hoy hago lo misino.Yo vi el templo de Jerusalén, y allí a Jesús, María y José. Envuelto entre las sacer-dotales vestiduras un santo anciano.¡Que escena! Una víctima inmolada que heroicamente, ofrenda lo más sagrado que tiene, un hombre justísimo, anonadado, ante la profética espada, que envuelta entre las palabras de un santo sacerdote atraviesa el corazón de su dulce esposa, y que, a la vez inmola aquel su hijo adoptivo.

Era el 2 de Febrero de 1925, allá en el antiguo Uru-Uru de los incas, que los españo-les llamaron Real Villa de San Felipe se renovaba la escena, sino toda, en partes.En una provisional capilla, arreglada con esmero, se celebraba el Sto. Sacrificio... llegó el momento de la Comunión ¡que recuerdos! la sagrada Hostia, penetró en el pecho de una religiosa, y al tocar aquel corazón de tierra, el Corazón divino de Dios, una chispa, encendida en ese instante de la suprema unión eucarística, produjo un verdadero incendio... Jesús habló entonces, con ese lenguaje mudo, interno y clarí-simo, con que El sabe hacerlo pidiéndole el sacrificio más grande...Era preciso, entregarle, aquella vida, dulce en sus secretos sacrificios le pedía aban-donarlo “todo” y exponerse a “todo” para alcanzar ese “todo” que quería...Como esposa suya, ella no podía negarle a ser su instrumento... ¡Que terriblemente divinas, son esas operaciones, que traen consigo tan divinas transformaciones!La voz de un sacerdote resuena más que en sus oídos en su corazón “Una espada de dos filos, traspasará tu alma y esa obra será la salvación de muchos...” (1) Terrible momento, ese en que los nimbos (2) de virgen se tiñen con la sangre del martirio...Y se inmoló la víctima y se pronunció el fiat (3) y la cruel espada traspasó de parte a parte el corazón de la religiosa.Siempre es así, tras la purificación, viene siempre la presentación del alma, que ya en los brazos de su Dios, se hace instrumento de sus designios.Es la divina historia de siempre.

Y de nuevo abrí los ojos y vi en el rinconcito de esa mi capilla querida, y en el cual yo estaba; vi, que Jesús me hablaba de sacrificios de inmolaciones de luchas.Su reino social tenía que extenderse, pero a fuerza de esa sangre del alma, que ver-tida hilo a hilo, día por día, tenía que ir abriendo en este mundo el camino de su con-quista espiritual...Su Reino; ese es el ensueño de la Cruzada Pontificia, para extenderlo hemos sacrifi-cado, todo, todo. Que Cristo reine, y reine pronto en toda la tierra. Esa tierra que El marcó con sus plantas divinas, reconquistarla, fueron los ensueños de las célebres Cruzadas de la Edad media: hoy estas nuevas Cruzadas tienen por ensueño, el re-conquistar las almas todas, tierra más preciosa, cuanto que El mismo ha dicho “mis delicias son estar con los Hijos de los hombres.” (4)

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Y estarás Jesús, y tu serás el Rey de nuestras sociedades; ¡Reinarás! y tus Cruza-das Pontificias deshechas, destrozadas si necesario es quedar así en la lucha, serán ellas mismas, así lo sueñan, el más glorioso pedestal para tu trono.No importa Jesús, que el alma esté destrozada de parte a parte que esa espada de dos filos, al menor movimiento la haga sangrar ¡no importa! Tú reinarás... Solo en tu diestra está todo mi apoyo, en ti mi fortaleza, y por eso no dudo, cantar ¡Victoria, el triunfo es nuestro!Tu lo has dicho las puertas del infierno no prevalecerán contra tu Iglesia... ¿Pero cuando será ese día glorioso de tu triunfo?¡No importa! Jesús esperaremos, esperaremos firmes con tu apoyo; decididas fervo-rosas, luchando; sin mirar siquiera nuestras heridas, los destrozos de nuestro pobre corazón, que al fin humano sangrará muchas veces.En pie, empuñando esa bandera, con la cual, ante tus altares, juramos extender tu reinado; defenderemos tu causa, que es la causa de tu Iglesia Santa, y si es preciso morir, por centésima vez, te lo repito ¡Jesús moriremos, pero levantando muy alto, esa bandera querida, blanca como los sueños de una virgen, dorada, como el tribu-to elevado a un Rey…!Y los nimbos de virgen y madre orlaron las sienes de María, junto con los rojos del martirio.No sé lo que al verla así, experimentó mi corazón pero la encontré más divina que nunca... cuando después de la Purificación bajó del Templo de Jerusalén para en-carnarse en su nido, donde, por treinta años iba a disfrutar de su tesoro...Y pensé que así también yo, podía retirarme de ese rinconcito de la capilla, gozán-dome con llevar a mi tesoro a todos lados viviendo con El, que es el imán de mi vida, la vida de mi corazón.Y quisiera salir de esta capilla, también con los nimbos de virgen esposa de Cristo; de madre espiritual de las almas, y de mártir, que consuma su sacrificio, en esa ne-gación diaria de su voluntad, de su ser entero, en aras de la obediencia, de la inmo-lación secreta e intensa de los Votos religiosos.Y salí del recinto sagrado, como envuelta entre ideales, entre recuerdos que empa-pados en lágrimas guardo en el relicario de mi corazón...Salí; dispuesta a todos los sacrificios, a todas las purificaciones, puesto que mi ser entero, estaba ya ofrendado al Padre Eterno por la causa de su Cristo.Y me pareció entonces que desprendida de la tierra sin nada que humanamente me ligara a ella, podía libremente levantar mi brazo y apoyada en El ¡solo en El! izar con más vigor la emblemática bandera de la Cruzada Pontificia bajo cuyos pliegues mi-les de almas se acogerán.Y ¡detente pluma!: no reveles los secretos de este corazón que conquistado por Cristo, solo ansia extender ese su reinado hasta los confines de la tierra y no morir ni gozar del cielo hasta, que no haya un hombre en la tierra, que no sea su amoroso súbdito, su fiel vasallo.¡Señor! ¿hasta cuándo no me darás ese corazón de apóstol, esa alma de fuego, para incendiar ese mundo, que tu quieres que arda?.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Ver Lc. 2, 35(2) nimbos: aureolas(3) fiat: hágase(4) Ver Prov. 8, 31

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Oruro, 31 de marzo de 1931 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 25)

Y su Reino no tendrá fin… he cantado con todos mis pulmones, al recordar la gran fecha del 25 de Marzo, día de la Encarnación del Verbo…El primer año en que pasó esta fiesta vestida de religiosa, no sé qué sentí al oír en el Evangelio de S. Juan esas hermosas palabras, “el Verbo se hizo carne y habitó en-tre nosotros” (1), y hoy lo mismo me ha pasado al cantar en el Credo “Cujus Regni non erit finis” (2).Ya en la tierra pocas testas vemos coronadas, y las que aún la sostienen parece se las ve bambolear, y cuando tronos e imperios caen por un lado y por otro, el venera-do Anciano del Vaticano, sube al trono y todas las dinastías y presidencias de la tie-rra, le reconocen Pontífice, Rey... (3)“Cujus regni non erit finis”Y su reino no tendrá fin, y así tenía que ser, pues Dios amó tanto al mundo que dio su Unigénito (4), y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (5). Oh prodigio y amor de amores ¿y todavía titubearemos en tomar su bandera?¡Oh, no! ya no: lo hemos jurado, y aunque cueste sangre y lágrimas, iremos tras Él; tras ese Rey descrito con tanta bizarría por el penitente de Manresa (6).Sí seremos contentas, dichosísimas de seguirle en ese camino de calvario, de afren-tas y humillaciones.¡Cujus regni non erit finís!Y su reino no tendrá fin: podrán azotar nuevos vendavales la barquilla de Pedro, po-drá la herejía, el cisma, el indiferentismo, amenazarla, podrán los hijos de la Iglesia, atemorizados clamar al cielo ¡Sálvanos Señor que perecemos! (7) pero la barquilla, desafiando la borrasca llegara al puerto.¡Cujus regni non erit linis!Y su reino no tendrá fin: vendrá la persecución, la calumnia a cebarse en la persona de la Santa Iglesia, porque como a esposa de Cristo la odia de muerte el infierno, porque ella, debe con sus hijos fíeles, llenar del cielo las sillas vacías que esos caí-dos ángeles dejaron; pero sus tenebrosas puertas, no prevalecerán contra ella…¡Cujus regni non erit finis!Y su reino no tendrá fin: pasará todo eso y la Iglesia triunfante toda, penetrará al fin de los tiempos en los alcázares eternos para unirse con Jesucristo, al ver realizada ya esa anhelada profecía. Habrá un solo rebaño, un solo pastor (9).¡Cujus regni non erit finis!Y su reino no tendrá fin: y en esas mansiones de eterna paz, Jesucristo Rey Eterno de los siglos, será proclamado soberano absoluto, y el cielo y el infierno lo adorarán como a su Señor y a su Dios.¡Cujus regni non erit finís!Su reino no tendrá fin: y esos ecos, de triunfo repercuten en mis oídos, cuando veo a las hordas luciferinas, reunirse para luchar contra la Iglesia Santa, y mi ánimo crece, y siento felicidad inmensa de haber tomado parte, en un Instituto que se precia de seguir a este Rey. .¡Cujus regni non erit finis!Siento que al habitar en la Cruzada Pontificia, debo vivir una vida de negación, de lu-cha continua, primero conmigo misma, con mi yo, puesto que donde está él, no está

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Dios, es preciso ganar esta pequeña porción de mi alma, proclamarlo Rey de ella para poder cantar con más intensidad que hoy.¡Cujus regni non erit finis!Su reino no tendrá fin: que ese reino se extienda día a día, que el universo todo lo proclame Rey, es el ideal de la Cruzada Pontificia, es el móvil que persiguen sus reli-giosas y para esto se utiliza todo, todo, porque es preciso enrolar a todos, al servicio del Rey Divino.¡Cujus regni non erit finís!¡Y su reino no tendrá fin!“Que vengan a mí todos los que están sufridos, pobres y enfermos (10)” dijo Jesús: “Venid a mi” Y eso dice la Cruzada Pontificia al extender sus brazos morales a todas las almas: “Venid iremos a El”.¡Cuyus regni non erit finis!Su reino no tendrá fin; y por eso empuñamos la pluma, porque Jesús dijo a sus apóstoles, “id y predicad el Evangelio a todas las naciones; y vosotros aún haréis mayores cosas que yo he hecho” (11)No os escandalicéis, pues, si veis a humildes religiosas recorrer la ciudad de conti-nuo, para buscar un pan para los pobres que sostienen. Si toman la pluma y escri-ben, lo que sienten en su alma, las ansias de su corazón, con esto pretenden ganar otras almas, que al oír sus endechas, queden cautivas del altísimo ideal que ellas persiguen, y se unan a su trabajo y se pongan bajo su bandera.El Papa León XIII decía que el periódico católico es una misión continua, y cuando las que lo dirigen, no tienen otros medios de ayuda que los pobrísimos suyos ¿deja-rá de hacerse esa misión? No, no os escandalicéis, si tomando agua de su cisterna se da de beber a otras almas sedientas de ideales, el Señor ha bendecido y ofrecido nada menos que el cielo, a los que dan un vaso de agua en su nombre…, (12) y solo, solo por El se escribe esta revista, se cuenta lo que hacemos.¡Dejad, dejad que se empuñe la espada como se pueda, que es por la causa del Se-ñor!El mismo quiso que los niños cantaran sus alabanzas, y El tan humilde, dijo, "si los hacéis callar, las piedras cantarán…” (13)Sí; cantamos a El solo, llenas de fervorosos anhelos, queremos cantar como cantan las avecillas, como susurran los árboles, como lo hacen los Santos.¡¡Cujus regni non erit finis!!

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Ver Jn. 1, 14(2) Cujus regni non erit finís: su reino no tendrá fin Ver credo niceno constantinopoli-tano y también Lc. 1, 3(3) Pontífice Rey: para comprender el sentido de estos párrafos es necesario men-cionar el tema conocido como la cuestión romana que fue una disputa política entre el gobierno italiano y el papado desde 1861 hasta 1929. Comenzó con el intento por parte de Italia de anexionarse Roma y la consiguiente extinción del poder tempo-ral de la Santa Sede, y terminó con los pactos de Letrán firmados en 1929 por el go-bierno de Mussolini y el Papa Pío XI. Durante este periodo los papas se considera-ban a sí mismos (según las palabras de Pio IX) “prisioneros en el Vaticano”. Al mo-mento de escribir la Madre Nazaria este artículo, ya se había firmado el Tratado de Letrán y se había constituido el estado Vaticano. (4) Dios amó tanto al mundo…: Ver Jn 3, 16

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(5) Ver Jn. 1, 14(6) penitente de Manresa: en referencia a San Ignacio de Loyola(8) Ven Mt. 8, 25(9) Ver Jn. 10, 16(10) Ver Mt. 11, 28(11) Ver Mc. 16, 15(12) Ver Mt. 10, 42(13) Ver Lc. 19, 40

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Oruro, 30 de abril de 1931 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 26)

Recuerdo cuando por vez primera leí la historia de la Virgen de Siena (1), la honda y dulcísima impresión que produjo en mi alma, la mujer singularísima del siglo XIV.Desde que la conocí la amé, y fue ella la que inspiró el nombre, los ideales de la Cruzada Pontificia.Ella amó a Cristo hasta el delirio, y al Papa hasta el martirio; sí; martirizó su alma ese amor al Cristo terrestre…Es su historia la epopeya del amor y del dolor. Desprecia el amor de las criaturas para entregarlo todo al Criador; deja su dulce retiro, para defender la Iglesia santa, ya con su pluma que amenaza, grita, llora, suplica, y ordena, como con su palabra; espada que hiere purifica y sana, combate y alcanza el triunfo, llevando al Papa a Roma.Sus epístolas llenas de algo divino hacen olvidar que es una mujer la que escribe, parece ángel, destello de fuego y luz, siempre divina, puesto que Catalina de Siena nada tiene de terreno, es una inteligencia celeste, envuelta en la figura de una virgen dominicana.Recuerdo la escena en que deshecha por la enfermedad al darle la Eucaristía Fray Raimundo (2) su confesor, la mira asombrado, preguntándose a si mismo ¿Quién esta mujer? de pronto la cara de Catalina se trasforma en la de Cristo y le responde “Yo soy el que soy”. El religioso lleno de temor santo al lado de la criatura reflejo del Criador, la contempla, admirando los prodigios del Señor, en aquella alma extraordi-naria. No es extraño esa vida divina en ella, desde que solo vive de Eucaristía, de Dios. Oh si nosotros, los tristes hijos de Eva, aprendiéramos, la doctrina celestial, que Catalina bebió de la Iglesia, como embriagadas en sus divinales torrentes, sería-mos también trasformados en Cristo.

Hoy otra página de esa su vida extraordinaria que viene a mi memoria, llena de esa atmosfera, de bizarra (3) poesía, que se admira en todas las que componen su histo-ria.Catalina en una entrevista con el Papa, le recuerda el voto secreto, que el había he-cho, pero que a nadie había confiado, de volver su silla a Roma, el Papa quedó im-presionadísimo, y resuelto a cumplirlo, pero teme las iras del populacho exaltado. Catalina, le habla, y su verbo nervioso, lleno de fuego divino, anima al Sto. Padre que al fin disfrazado penetra en Roma, donde Catalina ha ido para preparar su en-trada llevando a todos sus discípulos. Hombres, jóvenes y viejos; mujeres y donce-llas, rodean a la extraordinaria mujer del siglo XIV que levantándose, cual visión de ultratumba distingue en su estancia al Sto. Padre que disfrazado acababa de entrar ¿De donde a mi que Su Santidad venga a mi humilde morada? y la figura trasparen-te, cae de rodillas a los pies del Papa cuya mano se eleva al cielo para bendecir a la gran defensora del Papado.Ha pasado el tiempo, el Papa manda a Catalina como su embajadora, a una corte corrompida; sólo la noticia de que Catalina es la Embajadora, arregla casi, la corte, que no logró la dicha de ver a la Virgen de Siena, porque en el cielo se la disputaban ya, para rendirle los honores de esposa de Cristo.

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En la tierra todos sus ensueños los vio coronados, por la mas hermosa realidad, solo faltó, el formar una “Cruzada de Amor” alrededor del Cristo terrestre, deseo ardentí-simo que salió de sus labios cuando ya no tuvo tiempo sino para responder al llama-miento del Divino Esposo.Ese deseo encontró eco, en nuestros tiempos, la voz de Catalina de Siena, re percu-tió en Bolivia, y la Cruzada de amor, se inició alrededor del Cristo terrestre, el Papa.

Y al mirar el título del Reinado Social de Jesucristo, no he creído apartarme de mi sección querida, vi dibujar a grandes trazos sobre estas páginas, la figura grandiosa de la mujer más grande del siglo XIV Catalina de Siena. Ella sostuvo con sus débiles manos, la silla de Pedro, fijándola en Roma de donde la habían movido. Catalina de Siena debe mirar sonriente a su amada Italia en donde al Papa, se le ha devuelto el poder temporal (4), en el preciso momento histórico en que las testas coronadas, casi todas caen por tierra.

El Reinado Social de Jesucristo, avanza a pesar de los vaivenes sociales, avanza a pesar de los esfuerzos infernales, por derribarlo.Las palabras de Cristo se cumplen y se cumplirán a pesar de todos los pesares.Y lo veremos, lo veremos en el cielo, veremos a Cristo reunir, a todas las almas bajo la bandera de su Iglesia, hasta formar, con todos los pueblos de la tierra un solo Re-baño y solo Pastor.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Virgen de Siena: se refiere a Santa Catalina de Siena, religiosa dominica (1347-1380). Se destacó como escritora mística y contribuyó al retorno del papado a Roma, tras el exilio de Avión. (2) Fray Raimundo: se refiere a fray Raimundo de las Viñas, confesor y biógrafo de Santa Catalina, y uno de sus principales seguidores.(3) bizarra: valiente, lúcida, espléndida. (4) Ver el tema de la “cuestión romana”, Tratado de Letrán.

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Oruro, 30 de junio de 1931 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 27)

Después de hacer la meditación de las Dos Banderas en los santos ejercicios, que-da el corazón inflamado por un fuego militaresco, belicoso, que habla de guerra, de batalla, y de combate. Despierta el alma a buenos y grandes ideales, de conquista, de triunfos y de gloria; de lucha y de victoria. Si siempre se ha amado a Jesús, si siempre hemos considerado nuestros sus intereses, si ha sido su gloria y el triunfo del reinado de su Corazón en todos los corazones, en todos los pueblos, en todas las naciones y en el universo entero, la ambición más grande de nuestras almas, al hacer esta meditación de las Dos Banderas se convierte esa ambición, en un volcán incontenible de ansias, de deseos, de anhelos insaciables de padecer y de sufrir..., de luchar, y si es preciso morir por conseguir enarbolar y tenerla siempre sostenida en alto la Bandera de Cristo, blanca como la nieve, blanca como la gloria, blanca como la pureza de su amor, hacia las almas blancas. Nuestro glorioso padre San Ig-nacio describe en los siguientes términos tan característicos y genuinos de su espíri-tu, guerrero y siempre militar hasta en la santidad la meditación inmortal de las Dos Banderas y dice así:“Imaginarse que veo sentado a Lucifer como caudillo o capitán en aquél gran campo de Babilonia como en una cátedra de fuego y humo, en figura horrible y espantosa llamando a innumerables demonios y los esparce por el mundo, unos a una ciudad y otros a otra, sin dejar provincia, ni lugar, ni persona donde no los mande.Escuchar la arenga, con que los anima y el calor con que los exhorta a echar a todos los hombres redes y cadenas encargando que desde luego los tienten de codicia de riquezas para que más fácilmente vengan a dar en el vano aplauso del mundo y des-pués a crecida soberbia, y de aquí precipítalos a todos los vicios.”Al hacer estas reflexiones se nos presenta al vivo en esta pintura la índole y condi-ción de Satanás, sus torcidas y malignas intenciones... Babilonia, cátedra, humo, fuego… es decir confusión, orgullo, vanidad, concupiscencia, obscuridad, agitación y tristeza.Por el contrario dice San Ignacio; “consideremos cómo Cristo Nuestro Rey y Capi-tán, lleno de gracia y hermosura se pone en el campo de la región de Jerusalén, en lugar ameno, humilde y gracioso.Enseguida consideremos, como el Señor escoge apóstoles y discípulos y los envía por todo el mundo para que siembren y propaguen su sagrada doctrina, en toda suerte de estados y condiciones donde resplandece su infinita caridad; pues deseo-so de la gloria de Dios y la salvación de las almas, en todo tiempo manda a los su-yos hasta las regiones más remotas de la tierra con la luz de su santo Evangelio, y donde no alcanza la voz de sus ministros llega la inspiración y poder de su gracia”.Por último, dice San Ignacio, “consideremos, como exhorta el Divino Capitán a los que envía a está gloriosa jornada, encargándoles que enseñen y ayuden a todos los hombres, trayéndoles primero a pobreza espiritual o desapego de los bienes de la tierra y no menos a la real y efectiva, cuando su Divina Majestad fuere servido elegir-los para ella, y después a estima y deseos de menosprecios y oprobios, ambas co-sas fundamento de humildad, de manera que sean también como tres grados o es-

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calones, pobreza contra el apetito de riqueza, menosprecio contra el honor mun-dano, y humildad contra soberbia, de los cuales se sigan todas las demás virtudes”.Arduo es esto; más ¿quién no se ofrecerá gustoso al ver tremolar en alto la Bandera de su piadoso Rey…? ¿Quién no siente el poder de su gracia y la fuerza de su ejem-plo…? ¿Quién no sabe que el servir en esta milicia es honorífico, el trabajo leve y el premio sin fin…?Yo por mi parte, como todas las Misioneras de la Cruzada Pontificia, nos ofrecemos, felices y llenas de entusiasmo, para seguir siempre a nuestro Divino Capitán, luchan-do a su lado y por su causa, hasta morir si es necesario en el campo de batalla ento-nando sin cesar las hermosas estrofas de “Nuestro Himno”.Jesús es nuestro Rey,Jesús nuestro Adalid,Jesús nuestra Corona.Vencer o sucumbir

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

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Oruro, julio agosto de 1931 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 28)

IMPORTANCIA DEL CATECISMO

Y más de un inspirado poeta, lo mismo que graves filósofos y los más caracterizados autores, genios eximios del pincel y de la pluma, han proclamado a la faz del mundo entero, que la vida es para el hombre, lo que el mar, muchas veces borrascoso y re-vuelto, para una frágil y débil barquilla amenazada a cada instante a ser devorada por sus gigantescas olas.Y así como en los momentos de suprema angustia, constituye para el piloto y tripu-lantes su mayor esperanza la brújula y el faro, también el hombre, en su agitada tra-vesía por el mundo, mar muchas veces más borrascoso y revuelto que el océano, necesita de un sostén que le sirva de apoyo y de aliento; que en sus horas negras de dolor y tempestad sea su FARO, su BRUJULA, su ESPERANZA SUPREMA, y este FARO, esta BRUJULA, es LA FE, pero una fe sólida, profunda, hondamente arraigada en el corazón. Es necesario que esta fe, esté de tal manera impresa en el alma, que no haya vientos ni huracanes, torrentes ni tempestades capaces de arran-carla o hacerla vacilar.Y ¿por qué medio conseguiremos afianzar esta fe, ya infusa en el alma, por la gracia del santo bautismo y luego robustecida por el sacramento de la confirmación?... Ah... no puede ser por otro, que por el aprendizaje práctico del catecismo, pequeño libro de oro de minúsculas páginas, pero que compendia en sí, en cada una de sus pala-bras, toda la doctrina, las enseñanzas de Cristo, sus consejos evangélicos, sus man-damientos, sus promesas y anatemas en una palabra, todos los más sólidos trata-dos filosóficos, morales, teológicos y sociales.¿Por qué hoy dia, se encuentra la humanidad sumergida en un abismo de dudas y recelos...? ¿Por qué todo esto, repito…?Ah...es que al quitarse a DIOS, de todos los centros y actividades sociales de la vida, de las leyes, de la escuela, y hasta del seno mismo del hogar, se ha arrancado del corazón del hombre, ese Faro, ese Foco de Luz Divina que le daba la esperanza de un más allá... de una eternidad que será el premio de sus trabajos, de un Dios que mira y cuenta sus sufrimientos, y que será ÉI mismo, su recompensa. En suma, se ha quitado la fe de su alma...Y ¿qué extraño es ahora verle hundido en un abis-mo... desorientado… agitándose en un caos de continuas rebeliones y luchas, ebrio de anarquía… comunismo y ambición?“DE HOMBRE A HOMBRE, VA CERO...” grita. ¿Por qué gobernantes?... ¿Porqué superiores?... ¿Porqué la insufrible desigualdad de ricos y pobres?... ¿Porqué unos, señores, y otros arrastrando siempre el yugo del trabajo, condenados a comer cada día, el pedazo de pan negro mojado en el sudor de su frente?...Si no hay un mas allá... ¿por qué no gozar aquí cuanto se pueda?... si no hay un DIOS a quien temer, ¿por qué no valerse de cualquier medio para beber la copa de la dicha y el placer?...Y envuelta la humanidad en el fango de una ola de materialismo, el mas grosero, ya no ve para sí, otro porvenir que los bienes deleznables de la tierra, el lujo, el dinero, las vastas propiedades, los suntuosos palacios, los regios carruajes, los opíparos

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banquetes, las mil formas de diversiones, espectáculos, cines, teatros, paseos y via-jes de sport.Enferma por falta de Dios en su conciencia, de esperanza en sus trabajos, de aliento en sus caídas, languidece enervada, bajo el sopor de quiméricos ideales y fantásti-cas doctrinas que no conducen a nada si no es al desorden y al desequilibrio univer-sal que hoy agita al mudo.Si después de pocos años de existencia, bajamos al polvo de la NADA, desapare-ciendo para siempre aún de la memoria de los seres más queridos, tras el frío de la placa de mármol o losa que cierra nuestra tumba...Si lo más que puede tributar el mundo a la memoria de las acciones más heroicas y nobles es levantar una estatua de bronce o un monumento de piedra de granito, que recibirá de vez en cuando, en las fechas históricas, las cuatro palabras más o menos elegantes o poéticas de un discurso que NO OYE, y la lluvia de ramilletes de unas flores que NO VE... y se marchitan, y vuelven como él, al caos de la nada... ¿Porqué sufrir en esta vida? Y he aquí la sociedad, los pueblos, las naciones, el mundo ente-ro, agitado por uno de esos problemas que solo el poder omnipotente del brazo de Dios puede resolver, volviéndole la Fe, por medio de su DOCTRINA SALVADORA.He ahí, la causa, el motivo, el ideal que impulsa a la Misionera de la Cruzada Pontifi-cia, a prepararse en el estudio del Catecismo, llamado con cariño por todas ellas, el libro de “LA CIENCIA DE LAS CIENCIAS” para luego volar en auxilio de tantos po-brecitos niños, huérfanos de FE y hambrientos del pan de la verdad y poder salvar-los por este medio, el mas genuino y propio de nuestra Vocación (la enseñanza del catecismo), del común naufragio que amenaza al mundo, por falta de este sólido manjar del alma, LA FE.FE en Cristo, FE en su doctrina, FE en las enseñanzas de su Iglesia.Y vedlas, infatigables, recorriendo las calles y las plazas, las cárceles y los suburbios mas apartados en busca del infeliz proletario, hambriento, mas que de pan, de Fe y de esperanza.A cada paso surgen mil doctrinas, bajo los nombres mas llamativos y seductores: “LA REDENCION DEL PROLETARIO”. “NI DIOS EN EL CIELO NI AMOS EN LA TIERRA”. “LA IGUALDAD DE HOMBRE A HOMBRE ES UN AXIOMA INDISCUTI-BLE”, luego no hay razón de la diferencia de clases sociales, de gremios profesio-nales, de bienes de fortuna; y la masa indigentes cada vez más desconcertada, más aturdida, descentrada, ebria, se precipita fuera de sí, a todos los errores, a todos los excesos, a todos los vicios... y desorientada al dudar de Dios, duda de si misma, y va y viene cual un enfurecido oleaje, en el océano sepultando unos errores bajo el empuje de otros mayores, e inconsciente… fascinada... anhelante… ESPERA...Jesús, ella espera su redención; La redención de la esclavitud de tantos errores en que yace, y de la que nadie podrá libertarla sino Tú.¿Quién al contemplar desapasionadamente el estado actual de nuestro siglo no cla-ma como en otro tiempo los Apóstoles, a la vista del peligro de un inminente naufra-gio: ¡SEÑOR SALVANOS QUE PERECEMOS!?Si; Jesús, sálvanos que perecemos… Tú, el verdadero Redentor del proletario, redímelo con tu doctrina de paz, de con-suelo y de verdad. Muestra a ésos pobrecitos desdichados, que ya no pueden soportar el yugo del tra-bajo, tus manos divinas encallecidas, tu hermoso cuerpo encorvado bajo el peso de la fatiga y del cansancio en un taller de carpintero; muéstrales los troncos de made-ra, bañados con el sudor de tu divina frente, muéstrales que también Tú, el humilde y DIVINO ARTESANO, ganaste como ellos tu sustento y el de tu Santísima Madre,

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con el trabajo de tus manos para enseñarnos que el trabajo dignifica, ennoblece, ele-va y que la pobreza es el camino más seguro para llegar al cielo. Haz sentir en el fondo de esos corazones desalentados, la eficacia de tu palabra in-falible, que llamó bienaventurados a los pobres, a los que lloran, a los que sufren, a los que han hambre y sed de justicia; haz que esta palabra divina, resuene en sus almas volviéndoles la paz que la falta de Fe, les ha arrebatado.Oh si, cuando Cristo reine en lodos los corazones, en los hogares, en las sociedades en los pueblos, en las naciones todas, volverá junto con su reino de amor y de paz, la tranquilidad al mundo.CORAZÓN BENDITO DE JESÚS,VENGANOS TU REINO.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

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septiembre-octubre de 1931 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 29)

“Mi reino no es de este mundo” Jn. 18, 36

Cuando en el desencadenado huracán del amanecer de aquel día, testigo de la tra-gedia que en el transcurso de los siglos jamás se volvería a ver; cuando bajoel influjo de las fatídicas convulsiones del corazón humano la tierra se estremecía llena de pavor; cuando entre los primeros lampos (1) de luz se veían hombres furi-bundos, llevando en sus crispados cabellos, en sus frentes taciturnas, en sus ojos hechos ascuas (2) avérnitas (3), en su rechinar de dientes y en sus tétricas siluetas, la enormidad de su crimen, y entre el desorden que a semejanza de un tremendo ca-taclismo, parecía que la misma atmósfera se hallaba contaminada del temblor con que los pueblos se agitan, cuando para éstos si no ha desaparecido por completo el faro de la fe, a lo menos se ha eclipsado, aparece entonces un personaje divino cuya voz debía hallar eco en los mismos confines del universo y perdurar a través de las edades: éste era Cristo, cuyo solo nombre es un conjunto de armonías que en-cierra para aquellas almas que a manera de cristalinas fuentes reciben fielmente las reverberaciones del rey de los astros, mis armonías digo, de cuantas encierra el orbe entero.El momento más solemne ha llegado… Unos instantes de silencio… Aquel cuadro horripilante de terror, se ofusca ante los nimbos de infinita paz y serenidad... la at-mósfera cargada por la audacia salvaje del deicidio se purifica al contacto de esa su-blime majestad... todo enmudece... la misma brisa espera trémula el desenvolvi-miento del misterioso drama... Uno de los individuos, Pilato habla... y, al mirar a Cris-to se detiene... ve en el mirar profundo de su divino Interlocutor un misterio, el miste-rio del amor de un Dios por los humanos y por sus mismos verdugos... Le interroga turbado e inquieto... le habla de un reino temporal... Atónito... sobrecogido... lleno de espanto espera la respuesta...Todo acalla y la eterna Verdad responde: “Mi reino no es de este mundo”... Oh, sí, por cierto, el reino de Cristo no era ni podía ser ese reino de tinieblas, de errores y de vicios con que la humanidad casi entera gemía, esa humanidad miniatura de aquella otra, que hoy se agita voluntariamente bajo el vértigo del vicio y de la impie-dad; no, éste no podía ser el reino de Cristo; porque el reino de Cristo es reino de paz y no de convulsiones, es reino de luz y no de tinieblas, es reino de amor y no de odio y sobre todo del odio que bajo el enmascaraje (4) de amor libre, cuya conse-cuencia no es otra que la del divorcio absoluto tan discutido en nuestros días, no pretende otra cosa que destrozar a los individuos, a las familias, y a los pueblos.El reino de Cristo es desconocido para aquellos que supinamente (5) dicen, que sólo existe la materia para ahogar, pero en vano, el formidable grito de la conciencia que con voz más retumbante que la del trueno les reprocha su pecado y les hace ver con luz más que meridiana la existencia del alma con la vida sobrenatural superior a cualquiera otra.Es indiscutiblemente sabido que cada individuo compendia en sí el universo con to-das sus bellezas y armonías, constituyendo un reino superior a todos los reinos tem-porales; pero más indiscutiblemente sabido es que, en aquellos que se entregan y

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dejan arrastrar por el vergonzoso capricho de sus pasiones, desaparecen las belle-zas y armonías y vienen a ser sus corazones un caos de errores y tinieblas, luego, el rey de ésos no puede ser otro que el príncipe de ellas: Satanás el mismo que lo fue-ra de aquellos en el inmemorable día del primer viernes santosMas en los otros corazones que como el águila real se complacen contemplando de lleno la luz del sol y bajo su influjo caminan por el austero sendero de la virtud, de la verdad y del amor comprendido en su verdadero sentido y no como las viles pasio-nes que los seres depravados pretenden, son en realidad los reinos en que Cristo reina e impera, transmitiéndoles hasta en sus mismos semblantes la paz y la sereni-dad imperturbables que dan la verdadera felicidad.El reino de Cristo es, en fin, el corazón de aquellas almas que siguiendo sus huellas se purifican y transforman en otros Cristos por el dolor.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) lampos: resplandores o brillos(2) ascuas: Pedazo de cualquier materia sólida y combustible que por la acción del fuego se pone incandescente y sin llama.(3) avérnitas: infernales(4) enmascaraje: cubrir el rostro con una máscara(5) supinamente: ignorancia que procede de negligencia en aprender o indagar lo que puede y debe saberse.

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noviembre-diciembre de 1931 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 30)

Muy lejos me han llevado mis recuerdos... Treinta y tres años atrás... Sevilla, que la distancia y el tiempo la rodean, aparece ante mis ojos entre festones de cielo; su río, su Alcázar y como dedo señalador su bellísima Giralda que con sus mil torrecillas aparece como visión caprichosa, llena de recuerdos en mi mente donde ya la madu-rez de los años te han quitado si, los albores y los brillos fascinadores, pero no la vi-veza ni la intensidad de la realidad dulcísima, vivida en los años de una infancia y adolescencia feliz.Sevilla al atardecer del 20 Noviembre de 1898 aparece allá en mi mente... Cierro los ojos... y la veo acercarse más... y más; no creo hablar de un pasado; sino de un pre-sente hermoso que lo vivo... que lo siento...En la víspera del día más grande de la vida, como dijera Bonaparte, la víspera de mi Primera Comunión. Las Religiosas del Sancti Spiritus (1), cubiertas con sus bellísi-mos mantos azules, rodeadas de nubes de incienso, en aquel coro de tintes catedra-licios, cantan los salmos de Maitines, mientras un grupo de quince niñas, cual si fue-ran el botón de aquella flor mística en el centro de la nave, acompañan con trinos melodiosos de aves, las voces de cincuenta religiosas unidas en dulce salmodia.Sentada con mis compañeras de colegio la ultima, por ser la menor de la fila, presa el alma de esas emociones infinitas de cielo, ahogada mi voz por los sollozos, sentía que hilo a hilo mis lágrimas corrían sobre mi pecho.Las palabras de los salmos me parecía entenderlas... el corazón de David repercutía en ellas y en el mío de nueve años; a veces lleno de consuelo; otras, de miedo pedía auxilio; otras, rotas las fibras de la humana naturaleza, parecía en el cielo el Rey Profeta; yo presentía las dulzuras de la vida religiosa regocijándome, como él, en los Tabernáculos del Señor...Hace treinta y tres años y siento aún lo que sentía en aquel entonces, al recordar hoy, aquellos himnos, aquellos salmos.La noche cubrió de sombras a Sevilla; el silencio reinó en aquel coro que tan al vivo me lo han hecho ver mis recuerdos, al escribir estas líneas.En el dormitorio del colegio al parecer todas dormíamos; pero no; las felices que te-níamos que hacer nuestra Primera Comunión, recostadas en nuestros lechos, espe-rábamos se retirara la doncella vigilante, para arrojarnos al suelo y en él arrodilladas pasar, recogidas la noche en dulce éxtasis de amor. En nuestra inocencia no contá-bamos con los terribles asaltos de Morfeo... (2)Sin duda al caer en sus brazos soñé que Jesús empezaba la vía dolorosa; yo le se-guía paso a paso; El nada me decía, pero sus ojos divinos me lo decían todo, y re-percutía en mi alma aquel: “Sígueme” del Evangelio. Lo veía en el pretorio al tomar la cruz; al caer primera, segunda y tercera vez; al lado de su Madre; con Simón Ciri-neo; al enjugarle el rostro la Verónica; al consolar a las Hijas de Jerusalén; al ser desnudado, crucificado y muerto, mirarme siempre con aquellos ojos que al mirar matan, diciendo: Sígueme...Y tú lo sabes Jesús, tú sabes que a pesar del mundo, del demonio y de la carne, siempre te he seguido, aunque, ¡qué recuerdo tan triste! alguna vez bien desde le-

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jos... pero te seguía; y ¿cómo no seguirte si tú has sido el único Rey de mi corazón...?Y al recordar los treinta y tres años de esa fecha memorable, al ver a Jesús claván-dome siempre sus ojos y al repercutir día por día, año por año, Sígueme, olvidé todo; me llamaron loca, perjura, infiel, soberbia... ¡qué se yo! pero entonces era feliz, porque me encontraba más cerca de ti, de tus afrentas de tus injurias de tu muerte...Con mi cruz tras de ti voy, el ánimo de ti lo espero, Sólo Jesús pagarte quiero lo que al comulgar recibí. Por eso loca de tus amores, con la bandera izada quiero ser en tu Cruzada, la primera en el sufrir, la primera en el luchar, porque no tengo más ensue-ño que verte a ti reinar.¿Pero, te olvidas pluma mía que escribes para que otros lean, y que pueden criticar tus arrebatos...? En verdad que a mí ya no me importa, gracias a la bondad divina, tanto me he acostumbrado a que hablen que ya mi alma no sufre con esos ruidos... Por otra parte al mirar ya en vísperas de Navidad, a ese Niño encanto de los cielos hecho un pedacito de nieve y rosas por puro amor a sus criaturas, haciendo tama-ñas locuras y he de sentir yo el que crean las hago por El.Sígneme, me dijo entonces, hace treinta y tres años, Sígueme, me repite ahora, me repite siempre.Pues Jesús te seguiré, te seguiré aunque me llamen loca, soñadora, te seguiré en ese sacrificio que tu sabes, en esa vía dolorosa que tú mismo me has marcado, en ese despojo de todo, de todo, que me pides. Se que así reinarás tú, mientras más desaparezca, tú más aparecerás.Tu reinado social tiene que empezar por el reinado individual de cada alma, tus Cru-zadas Pontificias quieren las primeras ser tus tronos, tus coronas, y en su sed in-saciable de verte reinar, se gozan al verse despreciadas con tal de que ese despre-cio que a ellas las aniquila, a ti te eleve, porque tú subes cuando la vanidad baja, y ellas, te lo repito en sus nombres, quieren ser tu trono, tu pedestal.Si, soy feliz, feliz de estar en el portalito de Belén en este Instituto, que siento te ha de dar mucha gloria, porque va siguiendo tus pisadas. Tú sonríes entre las pajas, tú te das a los pastorcitos, a los pequeños, a los pobres, y al verte tan pequeñín, tan dulce en el Portalito de tus ensueños como Dios-Hombre, siento en mi pecho una alegría inmensa, porque lo presumo, mira si estoy convencida que nos amas, creo que en la noche del 25 tu primera mirada será para la Cruzada Pontificia, para ben-decir nuestros pequeños esfuerzos del año, para perdonar nuestras faltitas, te lo digo Jesús, hijas de nuestra ignorancia, jamás, jamás de malicia.Y te seguiré... te seguiremos. Esos tus ojos que llevo ya treinta y tres años clavados en el alma, me empujarán tras de ti.Te seguiremos... te seguiré....

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Religiosas del Sancti Spiritus: orden religiosa que regenteaba el Colegio de Niñas Nobles de Sevilla.(2) Morfeo: en la mitología griega, es el hijo del dios de los sueños, encargado se su-mergir en el sueño a los hombres

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enero de 1932 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 31)

1932 años han transcurrido desde el día feliz en que apareció Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.Al leer la historia de esos mil novecientos treinta y dos años he sentido en mi alma, un no se qué, mezcla de alegrías y de tristezas, veía en cada siglo, levantarse, nue-vos Herodes que disputaban el trono al Hijo de Dios, y veía consolidarse ese trono, con la sangré de los inocentes; y transcurrían nuevos siglos, nuevos años, y de nue-vo la soberbia humana, se alzaba contra el Divino Rey del cetro de caña, y de nuevo caía a sus pies derrotada por esa frase solemne ¡Soy yo! que derrumbó a la turba que venía a prenderle la noche del Jueves Santo...Hoy se repite la misma historia, la soberbia, la lujuria, la avaricia vestidas con tal o cual traje, y coronados por el ciego populacho levantan el grito, y bajo hipócrita más-cara, repiten, también nosotros queremos adorarle, blandiendo la oculta espada, con que pretenden destronarle. La historia de hoy, es la historia de siempre.Jesús pasa entre las sociedades, en su Iglesia, en sus obras y el mundo aleve (1) y traidor, desconoce su mano bienhechora y levanta las suyas airadas gritando: no queremos más Rey que al César.En una casa antigua donde no se respira más que pobreza, en donde a fuer de ban-cos en el gran patio deshecho se ven sólo piedras, dentro de una humilde habita-ción, un grupo de once jóvenes vestidas de negro deliberan impulsadas por alegre noticia.Sus ensueños van a ser una hermosa realidad, ellas, ya autorizadas por la Santa Iglesia, aparecerán como un nuevo cuerpo religioso para defender los derechos de Cristo Rey.El 18 de Enero de aquel año de 1927 se había recibido la noticia, de que Roma aprobaba la Erección del Instituto... El nombre que abarcaba todos los ideales, ya era conocido de todos ¡¡Cruzarla Pontificia!!El 12 de Febrero día de la coronación del Santo Padre reinante, de Pío XI, la Iglesia de Bolivia; daría a luz la primera institución nacida en su seno.Como todas las obras de Dios, venía a la tierra con su sello divino, la pobreza, el abatimiento, el desprecio, ¿Puede ser Hijo de Dios, aquel pobre carpintero hijo de José?Igual pregunta, se oía por entonces, entre el grupo de personas que sonreían, des-preciativamente, ante el nacimiento de aquella nueva institución, que humilde en to-dos sentidos, se levantaba, con tan gran nombre, ¡Cruzada Pontificia! ¿Puede ser de Dios obra nacida con tan humildes, y despreciables principios? ¡Acaso no las cono-cemos! Sí, lo que en realidad parecían desconocer, era los medios ordinarios de que se vale Dios para hacer sus grandes obras. Un pobre obrero, una mujer sencilla en apariencia, aunque santísima, en la realidad, un establo, un taller, un grupo de po-bres e ignorantes pescadores, uno de ellos, publicano, un patíbulo, y por Coronación el fracaso más ruidoso, pues los mismos que le seguían, le abandonan después de tres años de noviciado con el Maestro Divino, uno le vende, otro le niega y todos me-nos uno, le abandonan.

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Esos son los caminos de Dios, en ellos muestra la grandeza de su poder. De la nada, El acostumbra hacerlo todo ¡todo!Más volvamos a la humilde habitación, y a nuestras humildes fundadoras.¿Que piensan hacer?¡Delirios! diría cualquiera de las personas, que tan mal pensaban del naciente Insti-tuto, ¡delirios! ¿qué pueden hacer? Humanamente tenían razón; muchísima razón, pero en estos casos, cuando son de Dios El las compone, las arregla y las hace, cómo y cuándo quiere.Nada menos que pensaban, reconquistar el mundo entero, llevarlo a los pies del dul-ce Cristo terrestre; enrolándolo en sus filas, izar la bandera de Cristo, que Ignacio de Loyola, desplegara en la cueva de Manresa, proclamando al Señor de los Señores, y al Rey de todos los que dominan, como único Soberano de lo que existe. ¿Y con qué armas? Con las mismas que empleó Cristo “El ejemplo, la doctrina”. Dar todo, ayudar a todos, vivir de sacrificio, entonces el Catecismo, su arma especialísima, conquistaría, al mundo.Tuve la suerte de estar en ese primer grupo, y sin duda debí presentir, la carcajada horrísona (2), que debió conmover al infierno ante nuestro programa de reconquista.Yo se que algo sentimos todas, porque vimos el furor del infierno que quería, desha-cer el grupo de las primeras, no sólo entonces sino en el lapso de los cinco años qué recién cumplimos el 12 Febrero. La humilde rosa, compuesta de once almas, bajo un solo cuerpo, un solo nombre, se ha sostenido entre el fragor horrible de olas bien embravecidas, sí cayó algún pedacito, volviose a unir con más fuerza en el reflujo de las olas. Hoy la humilde rosa se ha dividido en nueve casas (se alude a las dos fun-daciones aceptadas, cuyo personal está nombrado) con almas entusiastas dispues-tas a trabajar por el Papa hasta el delirio, porque aman a Cristo hasta el martirio las casi doscientas cruzadas, que llevan sobre su pecho las armas pontificias.Se repetirán las escenas de siempre, el mundo loco, pedirá la Crucifixión de Cristo, la desaparición de la Iglesia, pero de nuevo, la sangre inocente, sostendrá su trono. Cristo reinará, porque su gracia sostendrá nuestra debilidad y cuando las pasiones ahogando los hombres, les hagan gritar no queremos más rey que el Cesar, el hu-milde grupo de mujeres que le siguió hasta el pie de la Cruz formadas en escuadro-nes de miles, serán las primeras en anunciar las glorias de su triunfo.¡ResurrexitCujus regni non erit finis (3)

SOR VICTORIA DE L A CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) aleve: desleal, que comete un delito con cauela.(2) horrísona: que con su sonido causa horor y espanto.(3) Resurrexit, Cujus regni non erit finis: resucitó, su reino no tendrá fin

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febrero de 1932 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 32)

Cierro los ojos, y lo veo a Él mi Rey, mi Dios, coronado de espinas, por cetro una ca-ña en sus Manos. El desprecio, la burla, la crítica, el sarcasmo, son siempre los que rodean las obras de Dios, y, no encuentro obra más gloriosamente suya que la Re-dención del hombre, la Encarnación, Pasión y Muerte del Verbo.Y abro los ojos y veo de lejos, la humilde casita de Oruro, en donde nació la obra de Dios, rodeada de ese aparato de humildad, que es siempre el mejor resplandor de las obras divinas.Sí, escombros y basuras había en el desmantelado Beaterío de las Nazarenas, eran sin duda moralmente el mejor pedestal de donde debía levantarse la obra de Dios, como sin duda fue, el mejor trono para su gloria el desmantelado y sucio establo de Belén.Así sabe siempre extenderse el reinado social de Jesucristo, el triunfa en donde otros fracasan; que no fue el Tabor, sino el Calvario el que preludió su triunfo social.Y se repite siempre la misma escena cuando la barquilla de Pedro parece hundirse, sale de entre las encrespadas olas, más bellamente enjaezada, porque purificado el espíritu con la prueba, sale de ella como divinizado. Así ocurrió en Oruro el 12 de Febrero de 1927 a durísima prueba fue sometida la obra de Dios.Todos vaticinaron su destrucción, ¡fundar en estas épocas y con tales elementos! Vaya, perdonable todo a un cerebro tan quijotesco como el de Sor Nazaria, auguró que salida en Junio en el mes de Octubre, todas las famosas fundadoras de la tan ri-sible obra del Beaterío, estarían en sus casas, bien planchadas, con su fracaso. Pero Dios sostenía nuestra debilidad, aunque así ¿fuera acaso no es una dicha, y un éxito, el pasar una hora, un día, venciendo a la naturaleza, en los atrios del Señor? ¿Acaso todo no se ha de acabar, y todo hasta nuestra propia vida?Nunca nos asustó el fracaso, ni nos entusiasmó el éxito, sólo una cosa nos sostenía y nos llenaba de vida: Cumplir la voluntad de Dios.Pero llegó el momento ansiado; la Iglesia recibió, reconoció la obra por suya y la lla-mó como el cielo quería: Cruzada Pontificia.Era 12 de Febrero de 1927... Han transcurrido cinco años de esa fecha memorable en qué nuestro amadísimo Pastor y Padre en nombre de la Iglesia Mons. Abel I. Antezana nos daba el nombre de Cruzadas Pontificias en la humilde Iglesia del Beaterío. Me parece aún sentir las dulces emociones de aquel día inolvidable en las páginas de nuestra humilde Historia; al robustecerse el espíritu de la Cruzada, siento en mí y en mis doscientas hermanas después de cinco años de luchas sostenidas por el nombre del Señor.Sí, El reina y su reinado social se extiende... y la humilde obra nacida en uno de los sitios más altos y fríos de Bolivia se enardece con bélicos deseos, siente estar atada a femeniles ataduras pues ansia con ansias de muerte, salvar al mundo.Nacida la Cruzada Pontificia, en un campo de guerra, allá donde el santo militar Iñi-go lleva a los que le siguen; se siente valiente, cuando se asoma el momento de la lucha, por su caudillo por su “Adalid” Cristo.

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¿Y no son naturales estos deseos, de salvar al mundo, en una verdadera hija de la Sta. Iglesia?Cuando postrada en cama, víctima de los trabajos tenidos, en la educación y crianza de los hijos, se ve a la Madre querida, ¿No es verdad que los buenos hijos rodean el lecho de ella, le prodigan auxilios, y tratan de levantarla material y moralmente?Este es el espíritu de la Cruzada Pontificia, con respecto a la Sta. Iglesia, en los mo-mentos actuales en que se separan de su lado, los hijos, engañados, por los silbos de la sierpe maldita, acercarse más que todos a la Madre querida, prodigarle todas las ternuras filiales, correr en pos de los hijos descarriados, llevarlos a los pies del Papa, empujarlos a sus brazos, y marchar tranquila después de ver selladas sus frentes con el ósculo de paz, en busca de otros y de otros... Para esto es necesario, almas fervorosísimas, corazones de fuego, pechos de apóstol, que no sueñen, sino con las glorias del martirio, y los nimbos sombríos del Calvario. Jesús lo ha dicho, al fin de los tiempos habrá un sólo rebaño y un sólo Pastor.¿Por qué no hacer lo posible por acercarles ese feliz momento? he aquí lo que aspi-ra Cruzada Pontificia. ¿Que es mucha pretensión? pudiera ser; pero yo digo que siendo Divino el Fundador de la Iglesia, es sólo Él , el que la sostiene, por lo tanto no necesita de grandes Columnas que la apoyen, sino que le ha bastado “una caña”, para hacerla triunfar de todos sus enemigos |Ohl no debe causar extrañeza a nadie, que esa misma mano, que empuñó el cetro de caña, se valga para derribar el mundo viciado e indiferente, materialista y ateo de nuestros días, del sexo débil para ame-drentar a los fuertes de Moab (1), ni que se ayude de “cañas” cuando los cerebros masculinos, y los distinguidos de nuestro sexo, se desentienden de las obras de Dios, más glorioso será su triunfo y más afrentosa la ignominia de Luzbel, cuando se diga que mujeres humildes, jóvenes, casi niñas han derribado su trono, y arrojándo-se intrépidas ante la abundantísima mies, que se les descubre no tienen otro fin que llevarlos a los brazos del Padre amadísimo, al Representante de Cristo en la tierra para que habiendo un sólo Padre y Pastor en ella reine la paz, esa paz dulcísima que nuestro buen Jesús, dejó por herencia a los suyos.Este es nuestro espíritu guerrero, filial, nada de cobardías, todo amores, amor sobre todo a Cristo, y a Cristo en todos. Repartirse entre los pobres, animar a los tristes, dar la mano a los caídos, enseñar a hijas del pueblo, partir su pan con él, en fin dar toda su vida, su ser entero por Cristo y su Iglesia las almas.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Moab: en la antigüedad, pueblo que frecuentemente estaba en conflicto con sus vecinos los israelitas

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abril-mayo de 1932 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 33)

Lo he mirado, una, dos, tres, e infinitas veces, y siempre lo he visto, en la cruz como trono, como nimbo, su ignominia, la corona de espinas como señal de su divina rea-leza..., así es como siempre he visto a mi Rey tan divino como Hermoso, tan grande como humilde.Nacida un Viernes en la hora santa y bendita, en que El dejó su trono del Calvario, era muy justo que habiéndome escogido por esposa suya, me dejara heredera de aquel trono; pero quiso firmar ese contrato místico de boda y de corona, con su san-gre divina que yo también debía rubricar, con la humana y miserable mía. Recuerdo que al coronarme las vírgenes del Señor en la fecha memorable del esponsalicio, años más tarde, con sencilla guirnalda de flores en mi cabeza, sentí el dolor vivísimo de punzada dolorosa. Lo entendí todo Jesús, y por eso callé mi deliciosa aventura, “sería tu esposa de sangre”. Han pasado muchos años felices, porque los he vivido a tu lado, siguiendo tus pisa-das; despreciada por unos y por otros, juzgada como loca, soberbia, usurpadora, como Tú de un título que no me pertenecía.En el Tribunal eclesiástico, te acusan porque te has llamado Hijo de Dios, ¡blasfemo! ¿Como osaré yo seguir hablando, si veo en tus mejillas la huella cárdena(1) de la te-rrible bofetada de Malco (2), pretendiendo alagar al Pontífice? cuando tu voz en son de triste reproche y queja, le pregunta—Si mal hablé muéstrame en qué, y si no ¿por qué me hieres?, ¿por qué? Permíteme que yo te conteste Jesús, porque Tú has di-cho la verdad, y esa verdad es amarga, y nadie la quiere oír, por eso mismo se abo-fetea en tribunales públicos y privados, a tu santa Iglesia, a tus ministros, porque di-cen la verdad y por eso tus pobres esposas también hemos sentido el bofetón ira-cundo de Malco. Y se repetían las acusaciones y Jesús callaba,.. ¡Qué hermosa es la virginidad del dolor qué fecunda! ella hace más conquistas que largas conferen-cias.No se que aroma despide, “ese silencio”, pero las almas, cercan a “la víctima” y se agrupan a su lado, y cual racimo místico de uvas se ofrecen doradas por el amor, al mismo martirio a la misma ignominia.Unas horas más y el Rey burlado y escarnecido en la cima del Gólgota, se hará terri-ble a sus enemigos que bajarán golpeando sus pechos, y diciendo ¡verdaderamente este era el Hijo de Dios!Su reinado social comenzaba y avanzaba rápidamente.Tarde o temprano es así, la inocencia es proclamada; Jesús nuestro Rey lo dijo a los discípulos y fariseos escandalizados por la acción de la pródiga Magdalena; por to-das partes este Evangelio será publicado y será en alabanza de esta mujer que ha hecho conmigo lo que Uds. no han hecho, no me disteis agua para lavarme los pies, y ella me los ha lavado...Que alientos para nosotras, ¡Señor!, que tu tomes nuestra defensa, pues tu Cruzada Pontificia quiere como la pródiga Magdalena, “lavar tus pies”, que son en la Iglesia Santa los pobrecitos pecadores, las almas de los caídos, derramar como ungüento oloroso, todo su ser en tu honor. Quieren entre lágrimas de dolor y de penitencia,

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romper el vaso de sus ataduras mortales, para perfumar tu casa tu Iglesia Santa, quieren ser, mira Señor si tu amor las empuja alto, el honor y la magnificencia de tu casa, no queriendo que nadie las gane, cuando se trate de ignominias, afrentas y cruces padecidas por tu causa y tu nombre. Ya han resonado las aleluyas en el Templo Santo jResurrexit! El ha resucitado. Vírgenes santas, coros angélicos, Pa-triarcas y Profetas salid a recibir á vuestro Rey que viene coronado de gloria.Y las puertas del cielo se abren y el Mártir Divino del Calvario, el Rey Eterno de los siglos, avanza... pero al entrar en el Paraíso se detiene, ha salido virtud de Él y pre-gunta ¿quién me ha tocado? es una humilde violeta, flor de la tierra que se ha pren-dido en la orla de su túnica, el Señor sonríe la toma entre sus manos, y en dulce ca-ricia la mete dentro de su corazón, luego la saca llena de sangre y la deja caer sua-vemente, sobre la tierra que abandona; es la joya preciosa que deja como, herencia a la Cruzada Pontificia nacida a sus pies.¿Habéis entendido todo esto jóvenes que ambicionáis ceñiros con los colores de nuestra bandera? La herencia que nos dejó nuestro Rey, es la humillación de Belén y del Calvario, los martirios de la circuncisión, del huerto, de los azotes y las espinas, el abandono de los mismos discípulos, la traición de uno, la negación de otro, la co-bardía de todos.¿Os atraen esos nimbos obscuros de dolores, vergüenzas y sangre? pues entonces ¡adelante! adelante apóstoles de Cristo. Es preciso su reinado social avance, y avan-zará si ponemos nuestros pies en las huellas que nos dejara en su camino, de dolor nuestro Rey y Capitán. Y con más alegría y entusiasmo, que nunca cantaremos con toda las fuerzas de nuestra alma al ver tantas fervorosas alistadas bajo nuestro sim-bólico pabellón Pontificio.Vencer o Sucumbir

SOR VICTORIA DE L A CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) cárdena: amoratada(2) Malco: sirviente del sumo sacerdote que colaboró en el arresto de Jesús, y al cual Pedro le cortó la oreja. Ver Jn. 18, 10

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junio de 1932 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 34)

Acabo de leer el artículo, tan hermosamente instructivo de Sor Clara (1), y un pensa-miento, ha venido a mi mente al pensar en la idea simbólica, con que termina su sección catequística.La paloma dormida en el S. Corazón en el nido que le brinda, los labios de su herida ensangrentada...exclama ¡Cuan dulce es mi sueño en tu seno Amado Dueño…! y paréceme en los lectores del Adalid, notar un movimiento, o mejor dicho pensamien-to de sorpresa, ¿puede Sor Victoria de la Cruz hablar de sueño y de descanso, cuando en todas las páginas de su sección, hasta ahora solo ha hablado, de guerra, lucha, sangre y muerte?... Comprendo la sorpresa; yo misma he pensado así; si en-tiendo que el Señor ha venido a iniciar esta lucha, tanto más dolorosa cuanto mas íntima ¿por qué olvidando que su reinado social, se basa en ella, he de hablar hoy de sueño y de descanso, cuando ese parece no puede existir en el alma apóstol? Eso parece a simple vista, y este contra sentido, es el sentido mas exacto, del espíri-tu evangélico, “En mi hallareis, la paz y el descanso de vuestras almas... en mi que he venido, no atraer la paz sino la guerra…” (2) Son frases suyas: ¿Me entendéis? siento que sí; si me entendéis vosotras almas escogidas, que vivís en una atmósfera más alta y más pura que la natural, vosotras, que sabéis agarraros bien al árbol de la cruz entenderéis muy bien lo que deciros quiero. “Hay lucha en que se encuentra el descanso, y un descanso, en el que no hay mas remedio que vivir en lucha”: es lo mismo que morir para vivir, en el sentido evangélico, Aquel que ama su vida la per-derá (3).Al pie de la imagen del S. Corazón ¡cuan bien se entiende todo este lenguaje tan suyo como tan Divino¡ El verdadero Hombre y verdadero Dios, sabía muy bien, lo que es sentir ansias infinitas, de sufrir, de padecer y por otra parte, sentir también, el horror de la naturaleza que exclama, al tener que apurar ese cáliz rebosante de amarga hiel tan soñado, como deseado al pie del Tabernáculo santo. “Sí es posible aparta de mi ese cáliz; pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (4). Ese es el gran secreto en que se apoya el descanso espiritual del alma ¡¡Voluntad de Dios!! Y esa voluntad de Dios, es la que hace al alma, vivir tranquila suspendida en su Providen-cia, dormir más profundamente, mientras el aquilón (5) es más fuerte, y balancea más el ideal en que se apoya su vida...Nunca he podido ver sin emoción la hermosísima estampa, que representa la lancha pescadora de Pedro azotada por la furiosa tempestad; la desconfianza en todos los rostros pintada, el Maestro despertado por ellos se queja de su falta de fe... mientras que con su mano levantada ordena a las olas encrespadas vuelvan tranquilas a su lecho silencioso.Cuanta pena debe sentir el Corazón Divino del Hombre-Dios cuando después de tanto tiempo aun no le conocemos... aun dudamos de las trazas de su amor...Me encanta, y debe encantar al Señor, un alma que jamás desconfía de su Provi-dencia, que hecha jirones en el cuerpo y en el alma, siempre valiente y esforzada, está dispuesta a todo cuanto se trate de su gloria, que todo lo que sufre por su Rey divino le parece nada, y que con la sonrisa en los labios, y el corazón lleno de fuego

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repita siempre: Señor ¡¡más..., más no consuelos, ni dulzuras; sino sacrificios; cru-ces, calumnias, vituperios, muerte pero a cambio de almas, almas, almas...!!Es preciso que su reinado social avance... pero pronto.Tu Cruzada Pontificia está dispuesta a la lucha, ya hemos sentido los primeros tiros de ella, ya la sangre vertida por tu causa santa ha teñido la blancura de nuestras to-cas... pero estos prenuncios (6) de batallas, de luchas, no han hecho más que en-cender nuestros bélicos arrestos, que nos empujan al combate por la gloria de tu nombre...¿Pero a donde voy? ¡Detente pluma, que movida por el corazón, corres por estas hojas de papel que lle-garán a manos, que sueñen como yo, por luchar, en la causa de este gran Rey! Pre-parémonos para ese momento santo, sea el primer campo de batalla, nuestro propio corazón, que aliado siempre con la imaginación, tienden, a materializar nuestra vida, a desterrar el reinado de Cristo, esa “vida los cimientos, de su trono en las almas so-brenatural” que es en la que se apoyan.Con ella, tú que esto lees, podrás gozar de la paz, que produce sueño dulcísimo, en esa simbólica paloma que dentro de la llaga del Corazón Divino de Jesús, exclama: ¡Cuan dulce es mi sueño, en tu seno, Amado Dueño!Pruébalo por experiencia, no permitas que las pasiones te dominen, ni los juicios, ni las aprensiones; disfruta de la vida pero de esa “vida sobrenatural”, que es la vida verdadera. La que se lleva, la material que se vive hoy en la tierra, es más muerte que vida, todo es angustia, miedo, decepción. ¡Bendita, bendita mil veces la hora en que abriste los ojos de mi alma, en que cono-cí, que el verdadero éxito, es el fracaso dé la Cruz... la verdadera gloria, las sombras del Calvario y el verdadero descanso, el que se disfruta, en la desnudez de si mis-ma, en los brazos de la Providencia.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Sor Clara: seudónimo con que están firmados los artículos de la “Sección Doctri-nal Catequística” de la Revista El Adalid de Cristo Rey (2) Ver Lc. 13, 51(3) Ver Jn. 12, 25(4) Ver Lc. 22, 42(5) aquilón: viento procedente del norte(6) prenuncios: Anuncios anticipados, presagios

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junio de 1932 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 34)

A SAN IGNACIO DE LOYOLA

Te he visto muchas veces y te conozco porque en sueños dulcísimos te he visto, como el heroico defensor, no ya del castillo de Pamplona, sino como el incansable Adalid de la Mayor Gloria de Dios.Un día, día que jamás se borrará de mi memoria, henchida el alma de deseos de servir al Señor, de colocarme en primera fila, entre los que defienden su causa, de sufrir por su nombre por salvar las almas, te vi a mi lado...Una blanca bandera tremolabas (1) con arranque militar, tus ojos buscaban a los que querían seguir a Cristo más de cerca. De pronto tu pupila iluminada de fuego ce-lestial se fija en mi pequeña figura, y sonriéndome en aquel Sueño misterioso me alargaste la bandera... diciéndome: “sea tu divisa La Mayor Gloria de Dios.”Y desde entonces en mi alma sólo existe esta divina pasión. “Glorificar a Dios” es el sueño de mi vida, la vida de mis ensueños.Soñé entonces, recorrer el mundo conquistando almas, formando un escuadrón,¡seria poco! mil escuadrones, cuyo número igualase al incontable de las estrellas, solo con la idea de salvar almas, de “Glorificar a Dios”Y soñé, soñé desde entonces vivir en el sacrificio, sostenida por la hiel de amargas decepciones, vivir en la cruz de mi ignorado Calvario, morir infamada por los mismos a quienes había dado el ser, día por día en el oculto holocausto, de una vida sellada a cada minuto por la sangre de mi corazón, ¡al fin humano! ante la idea de salvar al-mas, de Glorificar a Dios. Y soñé, soñé desde entonces llevar muy alto ese pendón que recibí de tu mano, mo-rir en la lucha cubierta con él, siendo mi divisa en la tierra y en el cielo, esas frase que encierran todo mi ensueño.A Mayor Gloria de DiosY al despertar oí lejanas voces que repetían...Cruzada Pontificia corre a la lid….

NAZARIA IGNACIA DE STA. TERESA DE JESÚS

Notas del transcriptor:(1) tremolabas: enarbolabas los pendones, moviéndolos en el aire

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julio, agosto, septiembre de 1932 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 35)

No conozco Pamplona, ni su famoso castillo, en donde Iñigo (1) demostró sus brios militares, pero en mi imaginación, lo he visto mil veces y en él a nuestro militar, caí-do, herido ensangrentado; pero valiente levantarse para no caer nunca, jamás. Dejó la espada, cuyas victorias duran tan poco; y tomó por arma la Cruz cuyas conquistas son eternas, la izó en aquel siglo de hidalgos paladines, y miles de caballeros, se en-rolaron en sus filas y empezaron la conquista soñada en su mente iluminada por ful-gores divinos, la que describe en la meditación del Reinado de Cristo y no menos, la deja planteada en la de las dos banderas; va a Monserrat, a los pies de la Señora que ama, deja su espada, se desnuda de los atavíos militares, pero sale revestido de la librea de los soldados de Cristo.Levanta su voz y al grito de ¡Todo a Mayor Gloria de Dios! se renueva la lucha de los “dos campos”. La blanca bandera llevada por Ignacio, gana terreno, y en menos de lo que soñara su mente conquistadora, el mundo entero, lo han ganado sus hijos, los brazos anhelantes de Ignacio lo han estrechado todo, al no ambicionar sino la gloria de Dios... Satanás empuja a los suyos, sus negros crespones, al sol enlutan ya, es un momento terrible que dura siglos; en éste, ha logrado dispersar la Compañía en su cuna, en la noble España, pero esto en vez de deshacerla, la estrechará y exten-derá más, esa herida hecha a la Compañía de Jesús no es de muerte, sangra es cierto, pero esa sangre derramada por su adhesión al Papa, no la debilita, la robus-tece, pues al caer de su pecho, es riego, para nuevas semillas, que robustecerán esa legión de valientes y de héroes al incorporarse a ella... Si, ellos extenderán el Reinado de Cristo, y tras sus pisadas, marcharemos, los que tenemos sus mismos ideales, los que resumimos todos los nuestros en el de Loyola.¡¡Todo a Mayor Gloria de Dios!!¿Como no cantar entre los Adalides del Reinado Social de Cristo al Doctor de la Iglesia, al sublime africano, al Águila Agustina? (2)Educada en uno de sus planteles de enseñanza lo vi siempre, con el corazón en la mano, la pluma y el libio. San Agustín, corazón de fuego inteligencia de ángel, com-prende al fin después de haber gustado todas las copas que el mundo sabe servir en los festines de una vida licenciosa, lo vil que vuelven a la criatura, esos néctares, que embriagándola, por un momento, la enloquecen para arrancarle el corazón que al fin queda siempre destrozado, al ser juguete de las criaturas. Agustín lo compren-de, y lucha titánicamente por arrancar esa víscera, del pecho humano en que la de-positó y ayudado de la fortaleza que Dios le imprime por medio de la voz de la Conti-nencia, que se le aparece llena de sobriedad y belleza, rodeada de muchedumbre de personas de toda clase, edad y sexo, que le decía ¿Y tú no podrás lo que éstas y éstos pudieron? Agustín ante estas voces arranca su corazón del pecho de la que amaba, y se lo tenía robado, y lo deposita para siempre en la Belleza siempre anti-gua y siempre nueva de Dios, y en ese océano inmenso se dilata, su inteligencia lim-pia de errores, se eleva, y con ella su pluma, encendida, en el fuego de divina inspi-ración, imprime en sus libros, los candentes sonidos de chispas, que hieren, queman y curan, haciendo en los que las leen estragos de amor... y sabios y vírgenes tras él

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van a Dios. ¡Ah! Hermosura siempre antigua y siempre nueva cuan tarde te conocí... pero ya es tuyo mi corazón, y estos corazones, conquistados con mi pluma..,Continua desde el cielo, tus conquistas, mira grande a la Iglesia de Cristo que tu tan-to amaste, tan perseguida por la ignorancia, haz brillar en las inteligencias, la luz que iluminó la tuya, y entonces, se renovará “la faz de la tierra”.Y he mirado al cielo y allí he visto, al Príncipe de la Milicia Celestial arrojando a los espíritus rebeldes que querían levantarse contra Dios.¡Siempre la lucha! lucha en todas las edades, en todas las clases y posiciones. En Pamplona (3) es el hombre que lucha con el hombre en defensa de ese castillo; en Cartago (4) es el hombre que lucha con la pasión; en el cielo es un espíritu que lu-cha con Dios.Siempre la lucha...Comprendo que los corazones débiles, tiemblen, pero no los valientes. Sin lucha no hay victoria. Y con ella he soñado desde niña, desde que supe, era la vida del hom-bre sobre la tierra una lucha continuada.Recuerdo que un varón de Dios, me profetizó siendo aún muy niña, que debería su-frir mucho, y sola, siempre sola; el me dio por vez primera el pan de los fuertes di-ciéndome había de andar un largo camino...y lo comí, y ése alimento vigorizó mi co-razón, tus enseñanzas ¡Dios mío! templaron mi espíritu, comprendí el valor de la lu-cha, y que apoyada en tu brazo sería invencible... Miré de nuevo al cielo y me sentí cambiada al ver que la herida de Ignacio decidió el tiempo de la gracia, y la lucha bajo la encina, fue la victoria de la virtud, contra el vicio.En el cielo también triunfó el ángel sobre el demonio. ¡Sí, reinara Dios! en la tierra y en el cielo, su reino no tendrá fin.

Y termino estas páginas, en vísperas del ocho de Septiembre precisamente ante la cuna de María.Oh Madre querida, tu natividad gloriosa, es ya prenuncio (5) de victoria; tras tu divina aurora, vendrá el sol de justicia Cristo Jesús... Que brille ya Madre querida, que la Cruzada Pontificia nacida junto a tu cuna trabaje por adelantar el remado de Cristo, puesto que para qué queremos la vida, sino para trabajar por su gloría.¿Qué podremos ambicionar Madre querida? Solo glorificar a Dios, en esta vida, en la otra y siempre, siempre cantando con San Ignacio, todo, todo a Mayor Gloría de Dios.Y volvamos a la lucha, por Cristo, para Cristo y en Cristo, pues queremos vencer o sucumbir.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Iñigo: se refiere a San Ignacio de Loyola(2) Águila Agustina: en referencia a San Agustín(3) Pamplona: respecto del combate de San Ignacio(4) Cartago: referente a la lucha de San Agustín(5) prenuncio: presagio

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octubre, noviembre y diciembre de1932 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 36)

Fiesta de Cristo ReyEn esta fiesta que celebramos cada año con mayor entusiasmo (1), no puede decir-se que es nueva porque Jesús como Autor de todo lo creado, es Rey por derecho propio, y Señor absoluto de todo lo que existe; pero la Iglesia lo ha declarado así só-lo desde hace pocos años, para rendirle el homenaje debido, en un tiempo en que el mundo parece olvidar la obligación de honrarle, y los gobiernos de la tierra, en con-fusión lamentable se apartan mas y mas del espíritu de justicia y amor, que enseñó el Divino Maestro y Legislador Supremo, Jesucristo.Los que seguimos su doctrina, y especialmente los que estamos consagrados a El, debemos procurar su gloria, velando por sus derechos y trabajando por la extensión de su reinado; y para esto nada mejor que procurar que todos los corazones sean suyos, que el dulce Jesús reine en las almas que tan caro le costaron en el martirio de su santísima Pasión. SI, Jesús no quiere el reinado material de las naciones; no desea un poder que con tan insensato afán se disputan los hombres; lo que Él quie-re, es el reinado del amor a través de las almas; el respeto a su doctrina que es la única verdad, y el sólo medio de encontrar esa felicidad tan buscada, y que se encie-rra en aquella sublime frase: “Amaos los unos a los otros”... (2) Ah, ¿si comprendié-ramos y practicáramos esta doctrina, no hallaríamos acaso la felicidad?Pero los corazones de los hombres se endurecen con la soberbia de la vida, y has-tiados, con la sencillez evangélica, como los israelitas con el maná en el desierto, buscan el bien por caminos complicados que sólo los conducen al error.Procuremos pues nosotros, hacer de nuestros corazones, el primer trono al Rey del Amor, Jesucristo, conquistándonos a nosotros mismos, día a día, para, que nuestra alma con sus potencias, y nuestro cuerpo con sus sentidos, le sean vasallos fidelísi-mos, que sólo vivan y se muevan en armonía con su divina voluntad y esta será nuestra primera y mas difícil victoria en la cruzada que ha de conquistar el mundo entero, porque si nuestro yo, no está del todo rendido a Jesucristo, en vano intenta-remos convencer a los demás de una sumisión que no aceptamos. En cambio logra-da ésta por amor; viviendo sólo por El, conquistaremos, aun sin quererlo, las almas que nos rodean, y así se extenderá en el mundo el reinado del Amor, y Cristo será Rey universal.Acabo de oír de labios de un sacerdote, Verdadero apóstol de Cristo, una plática be-llamente desarrollada sobre el amor. Procuraré en lo posible recordar lo que ha dicho.Dios es amor (3): por tanto, no tenemos nada mejor para encontrarle, nada mejor para agradarle, nada mejor para unirnos a Él, que el amor.¿Cómo debe ser este amor? De correspondencia de reparación y de unión: El amor de Dios hacia sus criaturas, es un amor misterioso, que nosotros pobres seres crea-dos nunca podremos comprender, como jamás llegaremos a penetrar su Ser infinito; estamos en las manos de Dios como en un mar profundo en el que cuanto mas bus-quemos mas tesoros habremos de encontrar; no tenemos mas que perdernos en ese océano insondable para gustar sus delicias...

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El amor de predilección de que gozan algunas almas es algo incomprensible, que abisma el pensamiento del hombre sin llegar a encontrar la causa de tan inmerecida ternura, y sacude el corazón con un deseo violento de corresponderle. No es el amor de que hablamos, aquel sentimiento natural y legítimo que experimentamos, hacia los seres que nos están unidos por los lazos de la sangre o de la gratitud; es algo más puro, mas desinteresado; algo que sobrepasa todos los afectos concebibles; que irradia en el alma como visión Celeste, y que la penetra dando vida a nuestros sentimientos mas hondos con fuerza sobrenatural.Consideremos por un momento a Dios Creando todos los seres desde los sistemas solares incontables que pueblan los espacios, y que asombran a los astrónomos que los contemplan, haciéndoles doblar la rodilla en muda adoración ante aquella mano invisible que los ha formado, hasta los diminutos seres que ni la visión microscópica puede percibir... Y pensemos que Dios ha podido darnos la existencia en cualquiera de ellos, sin hacernos en modo alguno agravio; es decir que con perfecta justicia el Creador y dueño absoluto de todo lo que existe podía habernos negado la facultad maravillosa que llamamos conciencia, la mas hermosa prerrogativa de que puede gozar un ser. Reflexionemos todavía en todos los seres humanos: ¡cuántos que no conocen a su Dios; cuántos que lo conocen mal entre las tinieblas del error; cuántos que niegan a Cristo y que carecen de la gracia eficaz de sus Sacramentos; Cuántos que no tienen el Consuelo dulcísimo de la devoción a la Virgen Santísima; cuántos que carecen de la unidad de la fe, en la obediencia al Santo sucesor de Pedro! ¡Si pensamos que hemos podido nacer en un pueblo pagano… o quizás en el pueblo escogido, pero hace miles de años, antes de la venida de Cristo, y que no habría-mos gustado la fuerza, y ternura inefable de la Sagrada Eucaristía! Y en el mundo, ¡a cuántos les basta el amor natural que dan las criaturas! ¡Cuántos tienen lleno el corazón con el pobre afecto humano! ¿Por qué entonces hemos sido llamados, escogidos entre tantos millones de seres, con una vocación tan grande que ni nosotros mismos la podemos apreciar? ¿Qué ha habido en nosotros para que el Autor de la Vida nos haya separado de las demás almas con tan tierna predilec-ción, y haya ungido las nuestras con suavísimo amor, como esposas del esposo Místico?Pensemos en el amor de reparación que debemos a este Señor. No es que Jesu-cristo necesite del consuelo que le podemos dar porque Él sufra actualmente ence-rrado por amor nuestro en el sagrario; eso seria un error que no podemos admitir, pues desde que resucitó glorioso, no puede ya sufrir y goza en todas partes de bien-aventuranza. ¿Por qué entonces nuestros sacrificios, nuestros actos de reparación nuestras ofrendas de dolor? Ah, es porque allá cuando Jesús en la hora terrible de la agonía del Huerto, al verse victima de las abominaciones de los hombres, al prepa-rarse a beber el cáliz amargo de la Pasión sintió estremecerse su Humanidad Santí-sima y en ese momento de desolación, pidió a su Eterno Padre que si era su Volun-tad, apartase de Él el tremendo sacrificio. Y Dios le envió un ángel que le reconforta-ra ¿con que? Piadosamente podemos creer que el Señor, vio en ese momento a to-das las almas que habían de amarle, a todos los corazones que habían de sacrificar-se por Él en inmolación continua ante su Corazón prisionero en la Hostia Santa…, que vio a cada uno de nosotros y aceptó el consuelo de nuestro amor que en ese instante único en la historia del Mundo fuimos agua purísima para sus divinos labios amargados y secos por todos los dolores, por todos los desprecios y las profanacio-nes de los hombres.Vio sobre todo a las almas consagradas a El; vio a los niños inocentes que habían de recibirle con amor en sus candidas almitas; vio a los religiosos y religiosas que

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continuamente se le ofrecerían en adoración perpetua por los pecados de los que no le aman.Todas las almas Misioneras de la Cruzada, fueron entonces bálsamo suavísimo para su Santísimo Corazón, oprimido por la infinita angustia, ¿cómo quisiéramos haber aparecido en ese momento ante los ojos del dulcísimo Jesús? Ah, ¿si Dios desco-rriera el velo que oculta el misterio de nuestra vocación, podríamos resistir su vista?Amen a Jesús más que todas las almas juntas; digámosle a cada instante que le amamos, para que en nuestros corazones reine en nombre de todos los que no pue-den o no quieren amarle; hasta que suprimiendo las palabras, nuestro amor sea un acto puro de nuestra voluntad en adoración ante el Divino Amor.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Se refiere a la festividad litúrgica de Cristo Rey, establecida por el Papa Pío XI mediante su Encíclica “Quas Primas”, del 11 de diciembre de 1925.(2) Ver Jn. 13, 34 y Jn 15, 12(3) Ver 1 Jn. 2, 8

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octubre, noviembre y diciembre de1932 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 36)

TERESA DE JESUSEntre las maravillas que obra la gracia en el mundo espiritual, en el que tienen vida las almas, se destaca con vigor sorprendente, la de una figura admirable...Grandes santos se han formado con la doctrina de Jesús en el seno de su Iglesia; innumerables caracteres, siguiendo cada uno el camino misterioso, por el que inte-riormente los guía el impulso divino han llegado a la perfección evangélica; e incon-tables y diversas son las almas que en el insondable seno del Cielo, participan de la felicidad infinita, llamadas por diversos atractivos hacia su Dios. Y en medio de esa celeste pléyade de bienaventurados; brilla singularmente, la gran reformadora, la su-blime mística y santa Madre: ¡Teresa de Jesús!¡Qué decir de ella que ya no se haya dicho! Todas las virtudes florecieron en la hu-mildad incomparable de su corazón con vigor divino, y la sencillez sublime que em-plea para explicar la ciencia de la vida sobrenatural en el humano espíritu, bien se ve que es en ella una nueva manifestación de la gracia, acercando lo perecedero a lo inmortal, en su eterno trabajo de sublimizar al hombre, para hacerle participante de sus secretos, llevándole así a su último fin.Se adelanta en entender las inspiraciones divinas, a muchos santos, y varones espi-rituales de su tiempo, que no podían acabar de comprender su doctrina; y las inter-preta con tanta claridad, como haría un niño obediente que escucha de los labios de su madre, los consejos que le dicta su corazón...Guiada por el Señor, llegó a beber en la misma fuente, la abundancia del AguaViva que tan maravillosamente abrasaba su corazón, inundaba de luz su espíritu, y fortalecía su voluntad, en el dolor tanto como en el gozo, para la lucha de todas las horas que fue su vida, especialmente en el tiempo de la Reforma; y complacido Dios en la generosidad de alma de la Santa, como un artista se complace en su obra, la llevaba a gustar en continuos éxtasis todas las dulzuras del cielo, y le mostraba mas y mas en la oración, el sendero espiritual en el que fue maestra; comprendió así Te-resa que todas las virtudes pueden florecer en un alma, pero que si no las acompa-ña una profunda humillación voluntaria, son como flores sin raíces porque sólo la hu-mildad profundiza el corazón, y es la única que lo fija y sostiene en Dios.Su alma grande y generosa como pocas, tuvo un temple divino para la lucha en pro del ideal que fue la aspiración de su vida, y por el realizó la más ardua empresa que un carácter noble y varonil pudiera: dar gusto al Amado, en todo momento sin repa-rar en sacrificios. Y es maravilla, que una mujer, hija mimada de un hogar regalado, abrazara no sólo las privaciones de la vida religiosa, sino que encendido su corazón con el fuego inextinguible del amor de Cristo, llegara pobre y sola, a triunfar de tal modo en su empeño, que logró arrastrar innumerables almas, para entregarse a las austeridades de una vida de inmolación continua en el Carmelo, en un período de ti-bieza espiritual como era aquél; teniendo que luchar con una perseverancia increí-ble, contra la oposición de todos los que la rodeaban, sostenida únicamente por su entusiasmo sublime expresado en su hermosa frase:O padecer o morir.

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Y no sólo es Teresa, gloria de la Iglesia, sino también de las letras españolas; por que no es menos admirable por su claro y singular Ingenio, y su castizo decir, que hace deleitable la lectura de sus escritos; y así el que no la admire como Santa, se verá obligado a reconocerla como maestra eximia en el arte lleno de gracia de su es-tilo. Sus libros se conocen en todos los idiomas; y en sus poesías son tan altos los conceptos y tal la delicadeza y corrección de la forma, que difícilmente podrán igua-larla cuando dice:Vivo sin vivir en míY tan alta vida espero,Que muero porque no muero.

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

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noviembre de1933 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 37)

Escribo estas líneas presa mi alma de una emoción intensa, en vísperas de la gran fiesta que encierra todos los ideales de este nuevo Instituto, que se titula Cruzada Pontificia. ¡La fiesta de Cristo Rey! su fiesta especialísima. ¡El reinado social de Je-sucristo! ese es el sueño de nuestros ensueños; el cumplimiento de la divina prome-sa ¡Reinaré! Es el ansia de nuestras almas investidas ya con sus insignias de triunfo: ¡la Cruz! ¡la corona de espinas!Cierro los ojos en este momento de dulce abandono en sus promesas, y en mi ansia infinita lo veo reinar sobre toda la sociedad humana que lo maldice porque no lo co-noce, lo desprecia porque no lo comprende... sí, sobre esa sociedad humana exten-dida de Norte a Sur, de Oriente a Occidente: que rotas las ligaduras morales anda sin rumbo, empujada por manos infernales, tras una ilusión de dicha, que mientras más se apresura alcanzar y hacerla el ídolo de su corazón, más y más se aleja de sus manos... ¡lo veo reinar! veo y sigo viendo antes de que su reinado de paz se es-tablezca en todo el orbe, cómo la presente sociedad criada sin Dios y empujada a la hecatombe mayor que presenciaran los siglos por el frenético empuje de sus pasio-nes, va cayendo en la sima (1), de la más cruel de las desilusiones, al verse deshe-cha y perdida por los mismos que la engañaron llamándola “libre de las prensistas ataduras de viejas creencias”. Cuando en el fondo de su desgracia inmensa, se vea atada de pies y manos, por la inacción que trae al espíritu, la falta de vida sobrenatu-ral: Cristo, el Rey inmortal de los siglos, bajando de su trono de gloria, y mostrándole su Corazón Divino, preso en las llamas de su amor cual lo presentara a Margarita María, la flor más preciosa de Paray (2), le dirá: “Mirad este Corazón que tanto os ha amado...”He aquí el comienzo del triunfo, del Reinado Social de Jesucristo, la declaración de este amor, Jesús lo ha hecho ya al hombre, ahora sólo lo que falta, es que el hom-bre se declare conquistado por su amor... y ese es nuestro trabajo, el que debemos hacer para acelerar el cumplimiento de la tan esperada promesa...Y esa es nuestra misión hermosísima, Cruzadas Pontificias..., hacer conocer al hom-bre el mensaje de Dios, de Dios que le ama. Para esto es menester ir al hombre, ba-jar a su nivel, para desde él tomarlo y llevarlo a Dios, a Jesucristo, Nuestro Señor y Rey. ¡Oh sí!, cuando el lo sepa y se convenza que Dios le ama, no lo dudo ni un mo-mento, él amará a Dios y entonces, entonces comenzará el Reinado Social de Jesu-cristo. Me parece andamos perdiendo lastimosamente el tiempo si no "bajamos a la calle", como me dijera hace pocos días y muy significativamente un hombre de Dios, nacido allá en la atrayente Francia, cuna de Margarita María y Juana de Arco, ¡Oh sí! yo entendí cuanto quería decirme en frase tan significativa, pues era lo mismo a que nos empuja nuestra vocación de acción social... Sí, es preciso, almas fervorosas que leéis estas páginas con el ansia de siempre, es preciso que "bajemos a la calle", y que tomemos a los hombres de las manos y, sobre todo de la cabeza y del cora-zón, y haciéndoles mirar al cielo, los convenzamos que no son hechos para este mundo terrestre, sino para otro inmortal que escondido a la materia a la carne, se descubre tan hermoso y atrayente a los del espíritu... ¿Pero, cómo bajar? me pre-

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guntáis vosotras jóvenes religiosas, tan inocentes como puras, y os oigo exclamar con un dejo de tristeza: ¡es tan fácil mancharse!... Sí, estáis en lo cierto. Pero, ¿no habéis visto el rayo de sol que desciende al charco de cieno y después de penetrado hasta el fondo vuelve a recogerse al sol sin haberse roto ni manchado? Ese es el misterioso secreto, la perla de vida que Nuestro Rey me ha regalado hoy, con motivo de nuestra gran fiesta, y que yo también os regalo a vosotras, almas ansiosas de tra-bajar por Dios, y que por otra parte sentís como yo misma he sentido miedo, asco, así como asfixia, al sentir el vaho de la calle; porque a la calle se echa de ordinario lo que no hace falta, lo inútil, lo sucio... y ahí, entre todo eso, Cruzadas Pontificias, están las perlas que Jesús busca, los hombres que él tanto ha amado. Y os entrego mi secreto "al bajar a la calle", no soltéis las dos manos de la escala, una extendedla al Criador, otra estiradla a la criatura. Si con las dos tomáis a ésta, estáis perdidas, caeréis con su peso, y enlodadas con ellas os arrastraría la misma inmunda corrien-te... Entendedlo bien: una mano siempre en la escala, en Cristo, y la otra en el traba-jo de la reconquista de los hombres. Descender pero no caer, daos pero no os entre-guéis. En el momento en que nos desprendamos de Cristo, en el instante en que no vivamos de El y por El, el desastre sería horroroso, pero si nos afianzamos en su brazo, si nos apoyamos en El como San Pablo, podremos decir con él, este brazo es mi fuerza. Yo no podría nunca explicaros, lo que se experimenta al estar apoyada sólo en Cristo... ¡cómo una se vivifica y se fortifica, al servir de canal entre Dios y los hombres, de lazo de unión, de escala entre Cristo y sus semejantes. Revestirse de Dios!... quizás es atrevida mi frase, pero no encuentro otra cosa en estos momentos en que deseo intensamente a las almas que ávidas de beber el espíritu de nuestro Instituto me lean; es esto altísimo, pero a mi entender facilísimo, cuando ese amor el que nos hace, al vivir de Dios, revestirnos, transformarnos en El, perdemos como la gotita de agua en la inmensidad del océano. Pero entendedme, no es un amor sensi-tivo, el que nos hace vivir de esa vida divina, ese amor a mi parecer, siempre es bajo. No, es un amor basado en fe pura, sin consuelo ni luces, es un amor operativo que transforma el dolor que mata, dando vida. Pero, pluma mía, ¿cómo te atreves a describir lo indescriptible? mas, sin duda que sentís mis mismas ansias...Bajemos, "bajemos a la calle", pero como baja el rayo del sol, como los ángeles des-cienden del cielo, como el mismo Verbo de Dios bajó del seno del Padre, a la tierra. Tendamos nuestras manos a esos pobrecitos descaminados (3), pero sin olvidar mi consejo: teniendo siempre una mano bien sujeta de Dios Nuestro Señor, y la otra en pos de esos hermanos nuestros, menos afortunados que nosotros, que heridos por la misma horda satánica que les arrancó sus creencias, van a dar, si vuestra mano, vuestra acción social no lo impide, con sus cuerpos y sus almas a la cloaca en don-de serán sepultados eternamente, los miserables despojos de los hombres sin Dios y sin ley. ¿Qué hacemos si ya los vemos caer? Corramos, corramos sin miedo, insis-to, pero muy Unidas a Cristo por la oración, la mortificación, sobre todo la obedien-cia. Tenemos ya en nuestras manos las armas del triunfo: la Cruz y la Corona, pero ésta de espinas, las mismas que cual perlas ciñeron la frente divina de Nuestro Rey.Vayamos unidas bajo el mismo ideal, no importa que nos rodee como hasta ahora, en vez de nimbos de gloria, los cebajes (4) desgarrados del desprecio, de la burla, que nos miren como débiles cañas sin fuerza ni preparación, sin nada de lo que se llama necesario para alcanzar la victoria según el mundo... ¡No importa! No os aco-bardéis, vamos con Cristo, vamos a decir a los hombres que su Corazón Divino los ama... Conquistémosle sus corazones, y rendidos a sus pies los hombres todos del Universo, felices de verse conquistados por amor, cantarán a coro con la Iglesia Santa:

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¡Y su reino no tendrá fin...!¡¡Venciste, Rey eterno!!¡¡Reinas ya!!

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.Notas del transcriptor:(1) sima: cavidad grande y muy profunda en la tierra(2) Paray: se refiere a “Paray le Monial” (Francia) lugar donde se apareció Cristo a Santa Margarita María Alacoque en el siglo XVII, que dio origen a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús(3) descaminado: equivocado, mal orientado(4) cebajes: encarnizados

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1934 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 38)

En medio del bullicio que produce el mundo, como deseoso de ahogar en sus aleg-rías efímeras, la realidad de su dolor y la deformidad de sus errores, suena una dul-ce voz que es la expresión de la verdad y de las promesas eternas... ¿Quién podrá resistirse a ella? Su acento tiene la pureza, la diafanidad y la sutileza de la luz, y por eso penetra to-das las sombras; se abre paso por los senderos más inaccesibles y llega al corazón que busca con tanta suavidad y firmeza que, el corazón escucha claramente el acento purísimo que le nombra, con palabras desconocidas hasta entonces, un mun-do nuevo, un ideal tan puro, no soñado, que fascina porque muestra su poder de lle-nar aun las ambiciones infinitas; que fija los anhelos con esa seguridad que da lo in-mutable; porque oyéndolo y sintiéndolo puede decir el ama: ¡Tú eres la verdad!¡La verdad que señala el camino, la luz, la eterna vida. Luz que se oculta algunas veces para fortalecer en la oscura prueba la voluntad, pero que volverá a brillar más esplendorosa cada vez para no apagarse nunca en esa atmósfera celeste, que no pueden percibir los sentidos, inextinguible, porque es el hálito inmortal de Dios!¡Oh acento suavísimo del Esposo y del Amigo!; oh! voz divina del Divino Maestro, en palabra encendida de Cristo, capitán que congrega las almas escogidas en el ejérci-to de los predestinados! ¡Quién fuera fiel a tu llamado y diera sin contradicciones ni cobardías, la vida en la batalla que libras en tolos los siglos!Qué dulce es combatir teniéndote por guía: sintiéndote cerca el corazón; recibiendo siempre valor de tu mirada que penetra lo más profundo del alma, aunque los ojos no te vean, y esperando como premio la plenitud de tu amor, que comunicas aún en esta vida, como fuerza invencible que renueva el alma a su contacto. Vives así todavía en medio del mundo, ¡ah Jesús! aunque el mundo no te conozca como en otro tiempo en Galilea y en Jerusalén; esperas en el sendero por el que han de pasar tus elegidos y los invitas a seguirte; si es preciso les reclamas la limos-na de su fe como mendigo; les sigues hasta hacerles gustar el vino de tu amor inefa-ble que ya no olvidarán jamás, y les ganas para armarles caballeros en la lucha en la que conquistarán su reino interior: fortaleza por la que cada uno llegará al de la glo-ria. Y formas también las legiones que necesitas no sólo para ganar el mundo com-batiendo el error, sino para ganar, a ejemplo tuyo, cada corazón por la paciente es-pera, cada alma por la luz de su palabra que la penetrará Y en tanto las manos de los tuyos les sirven, las mismas viven unidas a Ti, en ora-ción continua que te pide más y más gracia...Oh sí Jesús, más gracia, más amor!Tus almas, las que Tú conquistaste, quieren servirte sin desmayos, quieren ofrecerte a costa de cualquier sacrificio todos los corazones que Tú creaste para la libertad de los hijos de Dios, para morada santa tuya, y que se obstinan en no verte, cegados por las tinieblas de las dichas terrenas. Gracia para rendirles a fuerza de misericor-dia y de favores; gracia para obligarlos a mirarte; gracia para que caigan abrumados por ella a tus divinos pies... ¡Y amor! ¿Quién podrá vencer en la lucha si tu amor se empeña en ganarla?¿Quién podrá contra Ti, si pendiente de la Cruz, Tú el Omnipotente estás a merced de la debilidad y de la malicia del hombre? Sí, Jesús mío, danos a tus Misioneras,

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ese amor y esa generosidad que prodigaste en tu martirio para envolver al mundo en sus llamas, para encender cada corazón con la luz de una estrella en el cielo espiri-tual del que Tú eres el Centro. Puesto el oído en la herida de tu divino pecho, se per-ciben rumores celestiales, ecos que se escapan desde el cielo por esa carne desga-rrada, que misericordiosamente abrió tu amor para que viéndolo a hurtadillas (1), nos empeñáramos en robarlo a fuerza de perdón. Danos Jesús, sí, el poder de acer-car a todas las almas a mirar esa gloria que se ofrece pródigamente al mundo; da-nos el poder de acercarlas a ti un solo memento, y tu amor hará lo demás. Danos ese poder a cambio de nuestra sangre, que te ofrecemos hasta la última gota. Toda la malicia del hombre se perderá en el mar infinito de tu amor misericordioso. ¿Y quién escapará entonces de él?

SOR VICTORIA DE LA CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) a hurtadillas: furtivamente, sin que nadie lo note

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PAX CHRISTI IN REGNO CHRISTI (1)

Bajo la inmutable mirada de Dios, se desenvuelven y pasan con el tiempo todas las cosas. ¡Él con prodigalidad divina, forma el Universo inconmensurable, que nuestra mente no puede abarcar porque escapa a su limitado poder. Él prodiga en la tierra miles de semillas que se pierden, junto a la única que será germen de una nueva planta; Él permite que en los océanos una cantidad reducida de seres, sobreviva a los millones que podían lograr el desarrollo de su vida; Él, en los espacios, para dar-nos un sol proporcionado a nuestra pequeñez, ha esparcido innúmeras estrellas, centros de infinitos sistemas; y como se complace en lo pequeño, ha escogido este planeta, insignificante en la extensión inmensa, para morada santa suya; y en las al-mas, entre los millones que han llegado y llegan a la vida, señaló el número de los escogidos en los que ha de vivir particularísimamente y a los que ha de proteger la ternura de su amor! Oh, ¡misterio incomprensible de la predestinación!Así, este Dios eterno, Señor absoluto de sus criaturas, que vino a habitar entre los hombres como Verbo humanado, y que se recrea en estar anonadado en el Pan Eu-carístico, tiene una familia en la que quiere reinar con predilección, una familia a la que ama particularmente... A ella desea el Señor que vayan todos los hombres, pero que vayan por amor… a buscarlo, como buscan los hijos al padre en el hogar; y esta familia es su Santa Iglesia. En ella está la gracia creadora del Padre; en ella vive Cristo; en ella está el Espíritu de Amor que la dirige y que la anima. Diecinueve si -glos han pasado desde que Jesús habitó la tierra para ser mártir en manos de los hombres, y durante este tiempo aún no se ha cansado de estar entre ellos y de lla-marlos a su grey. Todavía acoge a sus polluelos, bajo el calor de sus divinas alas, procurando que participen de su vida inmortal. Y Jesús no sólo está velando por ellos en el cielo y en la Eucaristía, sino que quiere que le encuentren humanamente, en la persona del jefe de su Iglesia en la Tierra, el Sumo Pontífice. Por eso en los si-glos de vida que tiene la Iglesia Católica, no le ha faltado la protección visible en ella, del "dulce Cristo en la tierra"; el gobierno suave del padre que prevé, que se anticipa a ellas y que remedia las necesidades de sus hijos. ¡Cuántos Pontífices ilustres por su santidad, por su talento y por su ciencia, como imagen de Cristo cada uno, han gobernado la Iglesia! Desde el bienaventurado Pedro, el desfile glorioso de los Urba-nos, Clementes, Alejandros, Sixtos, Leones, Píos, Benedictos, hacen la fuerte cade-na, que llega a nuestro actual Pontífice Santo Pío XI.A este feliz soberano del reino de Dios, en la tierra, le ha tocado durante su reinado extender la paz de Cristo en las almas según lo indica su lema "La paz de Cristo en el reino de Cristo". En un período de profunda crisis moral y material que continúa después de la desolación que dejó en el mundo la Gran Guerra (2), es trabajo ímpro-bo el de hacer imperar esa paz que parece ahogada entre terribles odios e injusti-cias, no sólo entre los gobiernos del mundo, sino principalmente en los corazones que parecen faltos de todo orden, flotando a impulsos de deseos sin rumbo. Pero Dios prepara sus almas, para las horas supremas, y ha dado a la Iglesia en la perso-na de Pío XI, un Papa hecho para este tiempo: de acción, de gran carácter y que,

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con intuición sobrenatural del momento en el que fue designado de lo alto para rei-nar, ha trazado y desarrollado un programa del que el catolicismo recogerá siempre los frutos.Animado el Santo Pontífice por una caridad inmensa, casi puede decirse que no ha habido desgracia de importancia en cualquier parte del mundo, a la que no haya acudido siempre su mano misericordiosa, con oportuno alivio, uniendo así al auxilio espiritual, el del dinero, que parece multiplicarse en sus manos para remediar todas las necesidades a pesar de las continuas crisis económicas que se han sucedido en el mundo.Como sus predecesores más ilustres, Pío XI interviene en todas las manifestaciones elevadas de la actividad humana: las Ciencias y las Bellas Artes han recibido de Él la influencia de su espíritu: prueba de ello las Universidades y Escuelas, los Círculos de estudios, las Bibliotecas, la Prensa; y bajo el aspecto religioso, la Arqueología cristiana, la Música y Oratoria sagradas, la enseñanza religiosa en general, los Se-minarios e Institutos de cultura eclesiástica; las Asambleas y Congresos sociales ca-tólicos, aún femeniles, en Europa y las Américas; la Obra de los Ejercicios espiritua-les entre el pueblo, todos, todos han recibido aliento y dirección de su iniciativa.Son incontables las peregrinaciones a las que ha concedido Audiencias y por miles se cuentan los corazones que le han visto de cerca y han oído su voz paternal, im-portantes y numerosos los centenarios de Santos “los hijos ilustres de la Iglesia", que ha celebrado, procurando la mayor solemnidad en ellos, para gloria de Dios, y provecho de los fieles que en esas ocasiones renuevan su piedad. Pero una de las obras más eficaces, si no la más importante, del pontificado de Pío XI es “La Acción Católica", porque es el medio práctico, para realizar la proposición de su lema, ha-ciendo comprender al mundo que la justicia debe descansar en la caridad; procuran-do que los que disfrutan de los halagos de la fortuna, no olviden que es una realidad muy dolorosa, la miseria, con todas sus horribles consecuencias, en que viven otros seres humanos, con iguales derechos que ellos, pero más débiles e indefensos para alcanzarlos. Esta caridad es la luz que debe iluminar las mentes y dirigir los corazo-nes para que la paz de Cristo impere en el mundo; para que llegue a ser una verdad social; y la acción Católica tiene por fin lograrla, difundiendo los principios religiosos que han de restaurar la vida cristiana.A los deseos de Pío XI, ha respondido entusiasta el mundo, y el movimiento social católico, ha resurgido animado por su espíritu de fe intrépida y su soberana autori-dad.Está acción Católica intensa supone lucha como ya lo ha experimentado, pero cuan-to mayor sea ésta, mayores serán las probabilidades de éxito qué tendrá la Iglesia, tanto sobre sus enemigos, como de triunfo positivo conquistando las almas y las na-ciones para el reinado de la paz de Cristo.Como los Estados no pueden prescindir de la Iglesia, Pío XI ha continuado la sabia política de sus antecesores, en sus relaciones con todos los países del mundo, lo-grando su diplomacia, no sólo continuarlas en feliz armonía, sino alcanzar señaladas conquistas: la mayor de ellas el arreglo de la Cuestión Romana, con el Tratado de Letrán que lo reconoce soberano, con todos los derechos y libertades que le corres-ponden como a tal.Otra de las obras que ama el Pontífice, y prefiere, para ganarle, almas a Cristo, es la propagación de las Misiones, medio el más eficaz para llevar a Cristo los millones de infieles que, ignorantes de la palabra del Señor, viven en las tinieblas del paganismo. Y aunque es grande el número de los religiosos que se sacrifican en las "batallas del Señor" en lucha contra los poderes infernales, faltan aún medios y faltan operarios

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en relación al considerable número de pueblos que viven en la barbarie. El gran co-razón de Pío XI, deseoso de remediar tan terrible daño, busca en las obras misione-ras el remedio único para lograrlo; por eso se ocupa de las misiones con particular amor y pide al mundo entero que coopere a su extensión con toda clase de auxilios, y Él es el primero que contribuye a su sostenimiento, procurando con toda su alma que se salven muchas por este medio heroico.Es digno de notar cómo, al mismo tiempo que subía al pontificado este soberano, al que podríamos llamar "el Papa de las Misiones", porque heredando el ideal misione-ro de sus inmediatos antecesores, ha procurado su florecimiento no sólo por medios espirituales, sino de propaganda activa y con su ayuda material; surgía en estas tie-rras, la obra misionera de la Cruzada Pontificia, sin más auxilio al principio que el de Dios, como una respuesta amorosísima de su poder divino, al ferviente clamor de su representante en la tierra.Ante esta gran figura del Pontífice hecha para la época; ante este jefe de la Santa Iglesia, inspirado por Dios para gobernarla, y al que visiblemente le prodiga una pro-tección especial; ante este corazón de padre, cuya generosidad no conoce límites para construirlo todo, repararlo todo, unirlo todo en Dios y bendecirlo en Él; ante este hombre humilde en sí mismo y el más grande sobre la tierra, por su dignidad y los especiales designios del Señor, señalado por su prodigalidad divina, como decíamos al principio, como el único entre la inmensa familia de sus hijos; entre sus santos y sus víctimas, entre sus soldados fidelísimos y sus amigos predilectos, para ejemplo de todos ellos, como su padre, su verdadero protector y su guía seguro. Ante Pío XI doblamos la rodilla, y viendo en El a Cristo en la Tierra, le veneramos como a Padre, le reconocemos como a Jefe; y el pequeño pero valiente ejército de la Cruzada Pontificia, le ofrece contribuir en la medida de nuestras débiles fuerzas, pero con el ardor sin límites de nuestros corazones, al triunfo completo y pronto de la paz de Cristo en su Reino. Sí, no tememos ni al mundo ni al demonio, porque nues-tro ideal, fundado en lo que el mundo desprecia es “la Voluntad divina e incluye to-dos los sacrificios todos los esfuerzos, la misma muerte... para que Cristo triunfe, rei-ne, impere”. Seremos víctimas, nosotras, las almas escogidas por Dios, porque nuestra gloria es el Amor divino; seremos víctimas para que los corazones que se afanen en perder-se, comprendan la belleza del Bien y lo amen; para que la Luz del mundo destruya sus tinieblas y conozcan el camino del Amor, por el que deben llegar a la felicidad que es la paz de Cristo.

SOR VICTORIA D E L A CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) pax Christi in regno Christi: la paz de Cristo en el reino de Cristo. Lema del escu-do del Papa Pío XI(2) se refiere a la Primera Guerra Mundial

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marzo de 1934 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 39)

Verte reinar Jesús en este mundo por la caridad infinita que nace de tu corazón que es todo amor. Que grandiosa y dulcísima perspectiva para el alma que elevándose de la tierra, mira más allá de las miserias humanas y dedica todas sus energías al solo fin de lograr esa felicidad encerrada en la enseñanza divina “Amaos los unos a los otros” (1)Amarte a Ti es amar a la humanidad entera, y amar a la humanidad, a los pobreci-tos, a los pecadores; es desear que reines en cada corazón con esa paz tuya, con esa paz única que nos anticipa la bienaventuranza eterna. Ideal que anima a la Cruzada Pontificia, meta de sus aspiraciones y de sus sacrifi-cios; aguijón que la impulsa a avanzar cada día por el duro camino de su vocación, porque te ama con amor que te hará arrostrar (2) todo, por verte reinar un día en el mundo entero con la dulcísima fuerza de tu ley. Si por salvar una sola alma nos parece poco dar la Vida, ¿qué no daríamos por con-quistarte el mundo entero? Allí donde la sociedad arroja con desprecio la miseria material y la moral que no puede cubrirse de oro; allí principalmente busca la Cruza-da Pontificia el tesoro escondido de las almas redimidas con la sangre de Cristo, para hacerlas brillar de nuevo al roce vigoroso de la penitencia y del dolor que las purifica y aquilata. Lleno el corazón de misericordia que da en doctrina y llenas de pan las manos deseosas de calmar el hambre, principio de tantos males irremedia-bles, avanza la Misionera en nombre del amor, feliz de poder practicar tu divino evangelio, para ganar las turbas al bando de tu paz salvadora.Y logra el fin que persigue a costa de tantos sacrificios. Sí, ¡cuántas almas robadas al mundo y al infierno: cuánta paz derramada en ellas; cuántas miserias aliviadas; cuántos corazoncitos infantiles abiertos por primera vez como cálices fragantes a la luz del amor de Cristo; cuántos caminos enderezados a la ley del Señor! ¿Su fuerza? ¡El amor! El amor que todo lo puede porque rompe los límites del tiem-po, y te ve con el deseo reinar en la pureza de cada alma, reino inmortal que tanto anhelas, El amor alimentado por la oración. Alma unida a Ti en vida interior, alma que recibe de tu corazón energías para luchar y vencer. Y la Cruzada Pontificia es alma que de Ti vive y sólo cuenta contigo, Jesús misericordioso, para conquistarte el mundo.Y Tú, no defraudarás sus esperanzas. La acompañarás en cada instante respon-diendo tu divina piedad al deseo de su pobre corazón. Ya no vivirá la criatura mise-rable…¡Tú, Cristo, tú la harás fuerte, tú vivirás en ella!

SOR VICTORIA D E L A CRUZ M. C. P.

Notas del transcriptor:(1) Ver Jn. 14, 34(2) arrostrar: resistir a las calamidades o peligros sin dar muestras de cobardía

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marzo de 1934 (El Adalid de Cristo Rey, Nº 39)

¡COMO NO AMARTE…!¡Cómo no amarte Cristo clavado en el madero redentor!¡Cómo no amarte Esencia Divina hecha carne para sufrir por amor!¡Cómo no amarte emblema de todos los martirios plasmados en la realidad de tu inocente cuerpo desgarrado y hecho uno con tu cruz!Tú me muestras con la elocuencia de la verdad que llena de golpe nuestra razón in-dagadora, que para mantener puro nuestro pobre corazón de tierra, hay que fijarlo con los clavos del dolor en la negación de todos los sentidos.Y el espíritu que siente como una sed inmensa, el ansia de volar hacia el ideal del bien sin límites; el espíritu que se siente atraído por fuerza imponderable que siente el empuje de sus alas, presas en la miseria de su carne; ve en esa cruz la única vida digna de ser eternizada, y con todo el ímpetu de su deseo se abraza a Ti para fundir su locura con la tuya divina en latido uno solo e infinito de amor.Oh Dios que clavado en el madero de tu cruz, ves desfilar los siglos a tus pies. Ye-rran la senda, los que horrorizados huyen de la Vida cuando ven que el camino que conduce a ella, lo alumbran las señales sangrientas del Calvario. ¡Pobres almas có-mo ignoran la dulzura de poner nuestros pobres pies sobre tus huellas divinas…! Oh Dios ¿Cómo ignoran la dulzura que las vibraciones eternas de tu Verbo imprimen en lo recóndito del alma que le escucha? Los que cierran los ojos del espíritu para no mirarte mas que humanamente, como un símbolo de inimitable generosidad, cómo se cierran a la luz inefable qué irradia de tu pupila divina en las almas que te miran con amor; encendiendo en ellas ese fuego inextinguible que sólo de Ti viene y que arde con celo inmortal.Los que te dejan sin querer comprenderte; los que temen llegarse a Ti, y los que mueren sin participar de tu agonía; ¡no los dejes, no permitas que le alejen para siempre sin gustar del dolor que fortalece y hace grandes almas; no los dejes porque no se arrancarán nunca de las miserias terrenas; nunca volarán a Ti; nunca sabrán de esa paz inalterable que nace de tu amor al pie de la cruz!

SOR VICTORIA D E L A CRUZ M. C. P.

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