de beaugrande dressler - introduccion a la linguistica del texto

30
Robert-Alain. de Beaugrande Wolfgang Ulrich Dressler Introducción la lingüística del texto Ver s ión española y estudio preliminar de SEBASTIAN BONILLA EditoriaI Ariel SA Barcelona

Upload: valeska-andrea-riquelme-nunez

Post on 14-Aug-2015

414 views

Category:

Documents


43 download

TRANSCRIPT

Page 1: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

Robert-Alain. de Beaugrande Wolfgang Ulrich Dressler

Introducción la

lingüística del texto

Versión española y estudio preliminar de SEBASTIAN BONILLA

EditoriaI Ariel SA

Barcelona

Page 2: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

SEBASTIÁN BONILLA

Seceión de Lingüística Departamento de Traducción y Filología Universidad Rompen Fabra La Rambla, 30-32 08002 Barcelona

Voz: 93-542 24 49 (desde España) 34-3-542 24 94 (internacional) Fax: 93-542 23 02 (desde España) 43-3-542 23 02 (internacional) Correo electrónico: [email protected]

Page 3: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

ESTUDIO PRELIMINAR

Qué es un texto, o cristalización Versus urbanismo

Especulemos un poco. Supongamos que los textos se organizan sigu iendo un procedimiento

pa rec ido a l de l a c r i s ta l izac ión minera l .

El fenómeno de la c ri s ta l izac ión consis te , en esenc ia , en que una reunión caótica de

elementos independientes se convierte en una estruc tura máximamente ordenada . El lo es

posible grac ias a la conjunción de miríadas de actividades microscópicas e inconexas entre sí,

las cuales, en el interior de un medio mineral , van creando, poco a poco, zonas c rec i entemente

cohes ionadas de coherenc ia que se van ampliando de manera sucesiva hasta completar la

reorganización estructural to tal del medio.

Aunque haya pocas cosas en e l universo tan e jemplarmente orde n nadas como un cr i s ta l

observado a t ravés de un mic roscopio , no se puede aceptar que la metá fora de la

c r i s ta l izac ión s i r v a corro base de un modelo textual explicativo, a causa de una razón obvia : la

cristalización consiste en un fenómeno natural no intencionado y, por lo tanto, no resulta

pertinente apl icarlo en el análisis de la actividad comunica t iva humana , p ro to t íp i camente

cul tura l e intenc ionada .

No o b s t a n t e , e l f e nómeno d e l a c r i s t a l i z a c i ó n pu ede u t i l i z a r s e como argumento en

contra e la idea, demasiado extendida, según la cual para que un t e x to e s té ordenado basta

simplemente con que esté cohesionado y sea coherente. Si no se quiere reducir el texto a un per-

fecto pero muy poco interesante ente mineral cristal izado, se ha de entender que la cohesión y

l a coherenc ia que l o ca rac te r izan son producto de una Act ividad cul tural intencionada , y

que , por lo tanto, ambas propiedades son inseparables de la intenciona l idad.

Antes de continuar , una aclaración pertinente con respecto al concepto de intenc ional idad.

Parece obvio que es imposible ( re)conocer la intención última, recóndita, que mueve a un

hablante O a un escritor a producir un texto. Pero no es a eso a lo que nos estamos refiriendo aquí,

sino más bien a tina concepción intersubjetiva de la intención. En la vida cotidiana, cuando alguien

produce un texto está muy interesado en que sus receptores lo entiendan, en el sentido de que reco-

nozcan la intención que transmite. Tal y como se demuestra en el ejemplo siguiente que aparece en

casi todos los manuales de pragmática, cuando alguien nos aborda en la calle y nos dice «¡,tiene hora?»,

habitualmente entendemos ese enunciado, no corno una pregunta literal que haya de responderse con

un «sí» o Un «no», sino Como una petición que requiere una respuesta informativa (puesto que

hemos reconocida la intención con la que ha sido producida). Se trata de devolver el aura mediocritas a

la intencionalidad, de desalojarla de su prolongada estancia en la filosofía hermenéutica y

trasladarla al contexto de la interacción comunicativa cotidiana, ya despojada de cualquier tipo de

especulación. En su manual, Beaugrande y Dressler tratan la problemática que plantea la

Page 4: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

intencionalidad en el contexto amplio y suficientemente explorado por la ciencia cognitiva de los

planes y de las metas.

Sigamos especulando. Supongamos que los textos se organizan siguiendo un procedimiento

parecido al de la urbanización efe un territorio.

El urbanista ha de resolver los mismos problemas que se plantean en la organización de cualquier

otro espacio semiótico, como, por ejemplo, un texto (Zunzunegui, 1990). El entramado urbano será

recorrido por transeúntes y por vehículos (el texto será interpretado por sus receptores), y, por esa

razón, el urbanista ha ele prever sus movimientos interpretativos, proyectando la estructura de los

lugares efe tránsito y ele los lugares de encuentro, amueblándolos con elementos de naturaleza

interactiva, en forma de carteles, letreros, indicadores, etc., que informen, propicien o exijan

determinados comportamientos a sus usuarios (como, por ejemplo, imponer un límite de

velocidad a los automóviles, obligar a los transeúntes a cruzar la carretera por un determinado lugar

señalizado con un paso cebra o bien organizar los movimientos de entrada y de salida de los usuarios

en los transportes públicos). EA transeúnte o el conductor respetuosos con la urbanización prevista

del territorio realizarán tina descodificación adecuada del texto urbano, asegurándose el éxito de

sus movimientos (interpretativos). Una descodificación aberrante (por ejemplo, cruzar por donde

no está previsto o aparcar el coche en la zona de los peatones) es una infracción. De igual manera, el

productor textual ha de prever los movimientos ele sus receptores potenciales, incluyendo en su texto in-

formación interactiva (presentada prototípicamente por los conectores y los marcadores

discursivos) que guíe la trayec tor ia interpretativa de los usuarios textuales.

En este sentido, un texto se parece más a un espacio urbano que a un mineral cristalizado.

Al igual que los espacios urbanísticos, los textos están modelados para dirigir la actividad

interpretativa ele sus usuarios (ambos suelen estar cohesionados, ser coherentes y son un producto

intencionado e interactivo). Como sucede en la trama urbana, los textos toleran un cierto nivel de

entropía, de desorden relativo, siempre que el receptor (o el transeúnte del texto) acepte realizar

un esfuerzo adicional de procesamiento para compensar sus errores c imperfecciones formales y para

recuperar la información elidida e implícita (Beaugrande y Dressler denominan a este fenómeno

«aceptabilidad»). Dando una última vuelta de tuerca a la analogía, de manera parecida a como una

nueva plaza ha de enlabiar con los edificios del entorno un diálogo urbanístico, cada nuevo texto ha

de relacionarse intertextualmente con los textos previos que lo han hecho posible.

Dada la compatibilidad del urodelo que Beaugrande y Dressler presentan en este manual con lá

metáfora del urbanismo, puede afirmarse que ésta sirve como base intuitiva para fundamentar un

modelo de texto centrado en las ideas de construcción de un espacio formal y conceptualmente

homogéneo (cohesión y coherencia), ele actividad productiva e interpretativa (intencionalidad y

Page 5: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

aceptabilidad), de interacción con el entorno a causa de su localización física y conceptual

(situacionalidad e intertextualidad) y de calidad (nivel de informatividad, eficacia, efectividad y

adecuación).

Un p r o b l ema p r e v i o d e t e rm i no l o g í a s i n a p ena s

impo r t a n c i a

El cronista de la evolución de las disciplinas científicas debería reservar siempre un espacio para

los chistes privados. Por ejemplo, se han impreso muchas páginas y se han dedicado muchas horas de

discusión a la pasión inútil de establecer las supuestas diferencias existentes entre «texto» y «discurso».

Quien escribe estas líneas no tiene noticia de ningún caso equiparable en otros ámbitos del

conocimiento: lo que unos lingüistas llaman «texto» es, precisamente, lo que otros denominan

«discurso» y viceversa. Existe unanimidad en el desacuerdo.

Tcun A. van Dijk comentó recientemente que los investigadores alemanes y holandeses que trabajaron,

a principios de los años setenta, en la fundamentación científica de la lingüística del texto, no

disponían en SUS propias lenguas de un concepto transparente de discurso, por lo que optaron por

utilizar de manera unánime el término «texto», que les era más familiar, empleando «discurso»,

cuando escribían en inglés, para referirse a una entidad marcadamente abstracta. Si se sigue la

trayectoria de las publicaciones de Van Dijk, puede comprobarse que en sus trabajos anteriores a 1981

utiliza el concepto «texto», mientras que en los aparecidos a partir de esa fecha emplea el término

«discurso», ya de manera sistemática, aunque en ambos casos y desde enfoques distintos, Van Dijk

esté tratando, en esencia, el mismo objeto básico de estudio. En el caso de las publicaciones huís

recientes de Robert de Beaugrande, el problema terminológico sencillamente desaparece, puesto que

suele utilizar de manera habitual el sintagma «texto y discurso». Pero acaso donde se advierta mejor la

escasa importancia de este quizá seudoproblema terminológico algo sobredimensionado es en la

relativa coincidencia entre el contenido de la mayor parte ole los trabajos de lingüística del texto y de

análisis del discurso (compárese, por ejemplo, los trabajos «textuales» de Van Dijk, 1980, Beaugrande

y Dressler; 1981, o Halliday y Hasan, 1976, con los trabajos «discursivos» de Brown y Yule, 1983,

Stubbs, 1987, o Schiffrin, 1994).

A modo de presentación de la Introducción de Beaugrande y Dressler

Resulta cuanto menos paradójico el hecho de que un conocido grupo británico de música pop haya

grabado su último disco compacto utilizando la tecnología digital más avanzada precisamente para

simular el ruido ole fondo que la aguja del tocadiscos producía en su roce con los antiguos discos

Page 6: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

analógicos ole vinilo; por toda explicación, el líder del grupo declaró a los medios e comunicación

que quería obtener un «sonido clásico».

Con la traducción de este libro, quince años después de su primera edición, se intenta recuperar y

reivindicar el sonido clásico, genuino, de la lingüística del texto.. En cualquier otra disciplina científica

resultaría una rareza que hayan pasado tantos años antes de disponer de una versión en castellano de

un manual que sigue y seguirá siendo de cita obligada en la práctica totalidad de los trabajos

especializados en temas textuales. Esta versión en castellano pretende acabar con esta suerte de

extravagancia.

Quizá la razón última que pueda justificar la iniciativa de traducir' ahora este libro haya sido que el

paso de los años ha situado a la lingüística del texto en un lugar privilegiado. Quienes, a principios de

los años setenta, se aventuraron en la investigación de lo que sucedía más a l lá del inundo conoc ido

de l os l ím i tes de l a o rac ión , p robab lemente no imaginaron nunca que, a lgunos años

después, los temas estrel la de la discipl ina textual ( la cohesión y la coherencia) estarían

incluidos en los programas of ic iales tanto de la enseñanza secundaria como de la

universi taria .

De entre las muchas maneras posibles de presenta r es te manual clásico de la lingüística

del texto, en este estudio preliminar se ha preferido el procedimiento de seleccionar algunos

aspectos relevantes que caracterizan el concepto clave de «textualidad», para comentar el tra-

tamiento (breve, pero cas i siempre original , cuando no revelador) que les apl ican

Beaugrande y Dressler .

Con la excepc ión hecha de la r e tó r ica c lá s ica ( entendida , en su a c epc i ón no r e s t r i ng ida ,

como l a f o rmac ión de c omunicadores expertos) , de la es ti l ís t ica l i teraria y de la tradición

didáctica de la enseñanza de la lec tura y de la escri tura, los ob je tos de es tudio de las

d iversas d isc ip l inas l ingü ís t i ca s han s ido cas i s iempre , o bi en la pa labra , o bien la orac ión.

Desde e l punto de vi s ta de la l ingü ís t i ca del texto, es un lugar común af irmar que lo que

hace que un texto sea un texto no es su gramaticalidad, sino su textual idad . Un texto no es sim-

plemente una suma de palabras, orac iones o párrafos ; un tex to tampoco e s una supe rorac ión

de g ran l ong i tud c ompues ta pa rc i a lmen te po r o r a c i one s b i en f o rmada s y c o l oc ada s en

s e cuenc i a l óg i ca (p a r a una exposic ión de las d i ferenc ias ent re tex to y orac ión, puede

consu l ta r s e en l a b i b l i og ra f ía en i ng l é s Ha l l i day y ¡ t a san , 1976 , y Van Di jk , 1978 ; en

i ta l iano , Conte , 1977 ; en e spaño l , Petof i y Garc ía Berrio, 1978, Bernárdez, 1982, Mederos,

1988, y Fuentes , 1996b; en cata lán. Rigau, 1988 , y Caste l lá , 1992) . Bien es verdad que, como

seña la Beaugrande (1997) , entre 1965 y 1975, en la época de las denominadas gramaticas

textuales de base generatiiva, se consideraba que las d i f e renc ia s t eó r i ca s en t r e una o rac ión y

un tex to e ran úni camente cuanti tativas. Culminando esta l ínea argumentativa generativa, se

hipotet izó con escasa for tuna acerca de la ex i s tenc ia de un supuesto «pr inc ip io de

suplementac ión» según e l cua l , para expl icar la es truc tura de un tex to , ba s taba con añadir

t ina s reglas t ex tua l es nuevas a los s i s temas de reglas y demás formali smos oraciona les ya

Page 7: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

conoc idos . Esta vía de investigación, que hoy se considera si tuada en los le janos inic ios d e la

disc ip l ina tex tual , renunc iaba expl íc i tamente a la idea de que e l tex to fuese una unidad

l ingü ís t i ca e spec í f i ca y di fe renc iada de la oración. 'Todas las teor ías tex tuales posteriores a

esa epoca fundac iona l dan por sentado, inc luso como s i fuera t ina t r iv ia l idad, que e l t e x to

no e s ne c e sa r i amen t e una un i dad l i n gü í s t i c a sup rao ra c i o na l (una pa labra , co rno

«PEL IGRO» , o un enunc iado , como «Abróchense los c inturones» , debidamente

contextua l izados , también son textos) , sino que se trata de una unidad comunicativa

cualitativamente distinta.

Aun a riesgo de que parezca una afirmación que invita a la polémica, puede suponerse que las

unidades lingüísticas denominadas «palabra» y «oración» se han establecido mediante la

aplicación de unos planteamientos teóricos que contrastan de manera evidente Con la realidad (le la

comunicación, ya que, sin ir más lejos, los mismos lingüistas que estudian de manera exclusiva la

oración producen, reciben e intercambian continuamente, tanto en su vida cotidiana como en su vida

académica, textos genuinos monologados y conversacionales. Que no se interesen científicamente en

ellos quizá sea consecuencia de una elección metodológica basada en dos suposiciones: la primera,

que todo lo que de interesante hay en un texto está contenido necesariamente en las oraciones que lo

componen y, la segunda, que más allá de la oración no se puede aplicar seriamente el método científico,

ni se pueden obtener resultados respetables. En este manual introductorio, la apuesta de Beaugrande y

Dressler es, precisamente, demostrar la inconsistencia de ambas suposiciones.

Basándose en la idea de que los comunicadores producen y reciben textos siguiendo

intencionadamente unos planes cuyo cumplimiento les permitirá alcanzar las metas deseadas (éste

sería el motivo no ingenuo que movería a los interlocutores a participar de manera cooperativa en las

interacciones comunicativas), Beaugrande y Dressler proponen un modelo de procesamiento textual

muy exigente, en el sentido de que ha de cumplir rigurosamente muchos requisitos de control,

modelo que coloca a la lingüística del texto en la posición de columna vertebral interdisciplinaria

encargada de regular las relaciones entre la lingüística, la ciencia cognitiva y la inteligencia artificial.

En el modelo propuesto en este manual, cualquier texto ha de cumplir siete normas

(interrelacionadas entre sí mediante restricciones) y tres principios reguladores de la comunicación

textual. De entre los siete criterios de textualidad aludidos, hay dos de tipo lingüístico (cohesión

y coherencia), dos psicolingüísticos (intencionalidad y aceptabilidad), dos sociolingüísticos

(situacionalidad e intertextualidad) y uno de tipo computacional (informatividad); los tres principios

comunicativos son eficacia, efectividad y adecuación. Según este modelo interdisciplinario, la

cohesión consiste en que las secuencias oracionales que componen la superficie textual están

interconectadas a través de relaciones gramaticales, como la repetición, las formas pronominales, la

correferencia, la elisión o la conexión. Un texto posee coherencia cuando los conceptos

Page 8: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

(configuraciones de conocimiento) que componen su universo del discurso están interconectados a

través de relaclones de diversa naturaleza, por ejemplo, de causalidad. La roten. cionalidad consiste

en que la organización cohesiva y coherente de texto sigue un plan dirigido hacia el

cumplimiento de una meta, ha bitualmente extralingüística. La aceptabilidad se manifiesta cuando un

receptor reconoce que una secuencia de enunciados constituye un texto cohesionado, coherente e

intencionado porque lo que se comunica es, a su juicio, relevante. La situacionalidad se refiere a

los factores, que hacen que un texto sea pertinente en un determinado contexto dc recepción. La

intertextualidad indaga en el hecho de que la interpretación de un texto dependa del conocimiento

que se tenga de textos anteriores. La informatividad es el factor de novedad que motiva el interés

por la recepción de un texto. En cuanto a los principios regulativos de la comunicación textual, la

eficacia de un texto depende de que quienes intervengan en su intercambio obtengan los mejores

resultados comunicativos posibles invirtiendo en esa tarea un esfuerzo mínimo. La efectividad está en

relación con la intensidad del impacto comunicativo que el texto provoca en sus receptores. la

adecuación es cl equilibrio óptimo que se consigue en un texto entre el grado de actualización de los

criterios de textualidad, por un lado, y la satisfacción de las demandas comunicativas, por otro. A

continuación se señalan, sin afán de exhaustividad, algunos problemas relevantes que plantea el

funcionamiento de esas normas y de esos principios.

La cohesión representa la función comunicativa de la sintaxis. Beaugrande y Dressler

demuestran, mediante un sistema de análisis dinámico basado en redes cognitivas, que la cohesión,

en contra de lo que prevén otros enfoques más estáticos (como, por ejemplo, cl de Halliday y Hasan,

1976), no consiste únicamente en un conjunto de relaciones superficiales que interconecta

gramaticalmente los diversos componentes textuales, sino que cada elemento lingüístico dirige y

mediatiza la operación de acceso a otros elementos lingüísticos con los que se interrelacionan.

De esta manera, el modelo de procesamiento de la cohesión que proponen Beaugrande y Dressler no

cae en la falacia (señalada convenientemente por Brown y Yule, 1983: 236-46) de otros modelos

textuales no cognitivos de cuyo funcionamiento SC deduce, por ejemplo, que cuando el receptor

encuentra un pronombre, ha de retroceder en cl texto hasta que encuentra su referencia. Sobre este

punto en concreto, la explicación que ofrecen Beaugrande y Dressler es que la cohesión funciona

asegurando que se mantenga activada en la memoria la información relevante, de manera que

cuando aparezca un elemento pronominal, el receptor no tenga que trasladar su atención

físicamente hacia atrás en el texto, sino que bastará con que recupere en su memoria activa esa

información. Precisiones de este tipo son las que permiten entender, por ejemplo, que un lector

pueda comprender en tiempo real el texto que está leyendo o que un oyente entienda a su interlocutor a

la vez que éste le está hablando: la cohesión textual le asegura a ese lector o a ese oyente la

disponibilidad de la información que sea relevante en cada momento.

Page 9: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

Bien es verdad que la propuesta de Beaugrande y Dressler de representar gráficamente las

relaciones de cohesión y de coherencia textuales mediante redes cognilivas repletas de etiquetas y de

trayectorias (véanse los capítulos IV, V y 1X) puede parecer compleja y desanimar a más de uno.

Ahora bien, se ha de tener en cuenta que este tipo de visualización cartografía de una manera bastante

reveladora interrelaciones textuales muy abstractas que serían muy difíciles de clarificar mediante otros

procedimientos. En cualquier caso, Beaugrande y Dressler consideran que este tipo de redes

cognitivas constituye un mal menor a falta de otro sistema de análisis más conveniente: en efecto,

pese a su aparente complejidad, simplifican enormemente las representaciones mentales auténticas

que construyen los receptores textuales mediante operaciones inferenciales tan extraordinariamente

complejas y veloces de ejecución como la de aplicar el conocimiento 'previo del mundo almacenado

en su mente a la comprensión del tex-

to que están procesando en ese momento en tiempo real (véase, por ejemplo, la figura 14).

Una de las ideas que desmantelan Beaugrande y Dressler en su manual es la de que la cohesión y la

coherencia (esta última se encarga de asegurar la continuidad del sentido y la interconectividad del

contenido textual) son propiedades _intrínsecas de los textos y responsabilidad absoluta de quien

los produce. En un giro copernicano, Beaugrande y Dressler' proponen que la cohesión y la

coherencia son, por un lado, restricciones inscritas en el texto por el productor, encargadas de

orientar los procesos cognitivos interpretativos que han de poner en funcionamiento los

receptores; y, por otro, ambas propiedades constituyen el producto de esa misma actividad

interpretativa. Sólo un planteamiento similar a éste podría explicar el hecho clave e que un texto

con imperfecciones formales, que presente un deterioro más o menos grave en su cohesión o en su

coherencia, pueda ser interpretado sin problemas (aunque sí con dificultades) por los receptores

textuales. En este sentido, el mantenimiento de la cohesión y de la coherencia textuales se apoya (y,

en ocasiones, se suple) con la actividad interpretativa de los receptores; es decir, con la «aceptación»

del texto por parte del receptor; con la realización de sus propias contribuciones al mismo y con la

sistemática aportación de inferencias reparadoras de la superficie y del sentido textuales. Desde este

punto de vista, si en el primer apartado de este estudio preliminar se apuntaba la interrelación entre

cohesión, coherencia e intencionalidad, ha de asociarse necesariamente a esos tres fenómenos el de

la aceptabiIidad.

13I carácterter interactive de la cohesión y de la coherencia se advierte con claridad cuando se

examina el funcionamiento de la elisión textual. Si bien la mayor parte de los modelos textuales se

centran, de manera casi exclusiva, en la posibilidad de borrar de la superficie textual la información

conocida y los elementos redundantes, para potenciar así la presencia de la información relevante,

Beaugrande y Dressler proponen que se preste atención sobre lodo a la utilización estratégica de la

elisión: cuando el productor elide un elemento textual está, en realidad, propiciando que cl

Page 10: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

receptor lo reponga mediante su propia actividad interpretativa. De esta manera —que en el ámbito

de la política se calificaría sin duda de «maquiavélica»— el productor obliga a que el receptor se

implique en el proceso de reconstrucción textual. Aunque pueda parecer paradójico, un texto

completo, acabado, cerrado en sí mismo, minimiza, cuando no repele, la actividad receptora; por el

contrario, un texto con zonas de elisión, la potencia. En este punto, sólo es de lamentar que en

muchos manuales de composición se enseñe a escribir, pero no a no escribir lo que conviene elidir

para implicar de una manera efectiva al lector en el texto.

El nivel de informatividad textual plantea siempre una especie de dilema interactivo similar al de

la mayor parte de los juegos de estrategia. Un texto que posea un bajo nivel de informatividad (es

decir, que sea predecible y esté compuesto por información conocida) requiere un esfuerzo

mínimo de procesamiento, pero carece totalmente de interés para el receptor (por ejemplo, en los

aviones, nadie atiende a las instrucciones de la tripulación sobre cómo colocarse cl chaleco salvavidas,

excepto si se tiene tina motivación especial, como la de ser fatalista o la de haber viajado poco en ese

medio de transporte). Un texto con un nivel alto de informatividad (es decir; que sea sorprendente

y contenga información nueva) requiere un esfuerzo elevado de procesamiento, pero promete que

no defraudará el interés que el receptor ponga en su interpretación (por ejemplo, un mensaje en clave

que contenga información sobre movimientos de tropas del ejército enemigo). Habitualmente, los

textos reales poseen zonas de diferente nivel de informatividad; no obstante, lejos de buscar un

equilibrio en el nivel de informatividad del conjunto del texto, como parece aconsejar la lógica,

Beaugrande y Dressler postulan que para potenciar la efectividad textual, el productor ha de

decantarse sin duda por proporcionar el mayor nivel de informiatividad posible a su texto en la

promesa de que el receptor invertirá un mayor esfuerzo, pero obtendrá un mayor beneficio

cognitivo: comunicarse con eficacia exige, por lo tanto, correr un riesgo (calculable). Suele ser una

tendencia bastante habitual en lingüística intentar demostrar la validez de una hipótesis mediante

complejas demostraciones teóricas, cuando, en ocasiones, se plantean problemas que ya han sido

resueltos en el contexto de la comunicación en la vida real. Por ejemplo, la existencia de una

interrelación necesaria entre texto y situación todavía es motivo de especulación y de discusión entre

lingüistas, cuando ese problema ya ha sido resuelto en la práctica por los ayuntamientos que alquilan el

espacio público a empresas que quieren anunciarse en vallas publicitarias: la tarifa se establece de

acuerdo con dos parámetos, teniendo en cuenta las dimensiones del anuncio (es decir; el tamaño

físico del signo), y, sobre todo, el contexto, el lugar (situacionalidad) en que se va a colocar el texto

propagandístico. Resulta obvio el hecho de que la situacionalidad multiplica o disminuye el impacto

persuasivo de una valla publicitaria; un texto colocado en una ubicación privilegiada incrementa su

valor comunicativo; un texto situado en un lugar periférico, lo disminuye. La situacionalidad

relativiza los conceptos de cohesión y de coherencia: un texto puede ser coherente en una situación e

incoherente en otra (precisamente en este juego se basa el mecanismo principal del humor).

Page 11: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

Para finalizar esta breve presentación, parece oportuno recordar; mediante un ejemplo, la

elegancia explicativa que caracteriza a este manual. Para explicar en qué consiste la intertextualidad,

Beaugrande y Dressler utilizan la metáfora de las señales de tráfico. Si un conductor encuentra en

la carretera una señal de tráfico en la que se marca el final de la limitación de velocidad, eso quiere

decir que kilómetros antes encontró otra señal que limitaba la velocidad. No se trata de que un

elemento remita a otro espacialmente, sino de que un elemento activa un determinado conocimiento

almacenado previamente en la memoria. La relación entre ambas señales de tráfico es intertextual, es

decir; no se puede interpretar una sin hacer referencia a la otra. En este punto, Beaugrande y

Dressler levantan la sospecha de que quizá ningún texto pueda interpretarse de otra manera si no es en

clave intertextual al.

Prospectiva

Desde el año 1981, en que se publicó originalmente esta introducción, hasta la fecha, han ido

apareciendo nuevos enfoques y se han propuesto nuevos tratamientos de las cuestiones textuales más

significativas, especialmente desde tina disciplina, el análisis del discurso, llamada a integral; entre

otras, las aportaciones de la lingüística del texto y de la pragmática. Con la intención de

complementar de un modo modesto el trabajo de Beaugrande y Dressler, esta prospectiva,

necesariamente breve, deja a un lado la crónica de la evolución reciente de la disciplina textual y se

centra en el tratamiento de tres temas, dos e ellos prototípicos (la tipolotía textual y los conectores) y

uno tan novedoso que, en el momento de publicar este estudio preliminar, todavía no existen trabajos

específicamente lingüísticos sobre el mismo (la hipertextualidad).

El afán por reducir a la máxima sencillez. lo que es extremadamente complejo Ira llevado a

simplificar, de manera abusiva, la cuestión de las tipologías textuales. tan contraste con la

orientación empírica, característica e la disciplina textual desde sus orígenes, la actividad en este

terreno se ha circunscrito de manera casi monotemática a la elaboración de inventarios clasificatorios

de tipos puros e ideales de texto, cuando la realidad comunicativa ofrece textos complejos, que bien

podrían denominarse, provisionalmente y de manera hipotetica, «intertipologicos». En un trabajo

reciente, que reorienta la discusión de una manera quizá definitiva, uno de los especialistas en el

tema, Adam (1992), demuestra que no existen textos tipológicamente puros, sino textos en donde

se integran secuencias prototípicas de naturaleza diversa (descriptivas, argumentativas, explicativas,

narrativas, etc.). Por lo tanto, desde esta nueva perspectiva, lo interesante es analizar empíricamente

cómo se ensamblan en un mismo texto secuencias prototípicas distintas, y, ya desde una perspectiva

teórica, estudiar cómo funciona la intertipologicidad.

El tema discursivo de moda en estos últimos años de fin de siglo es, sin duda, los conectores y

Page 12: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

los marcadores del discurso, o por lo menos eso parece a la vista del creciente número de

publicaciones, de la cantidad de tesis doctorales que se están realizando y del inusitado interés que

despierta actualmente el lema entre los Iingüístas.

Retando la concepción de Saussure de que el signo lingüístico posee un significante y un

significado, los conectores parecen requerir una estrategia de tratamiento bastante distinta. No ha

servido de mucho colocarlos, como ha sido habitual durante varios siglos de pensamiento gramatical,

en el limbo evanescente de las partículas y de los elementos de relación. Ha resultado. muy fácil llevar a

cabo la tarea de ubicar los conectores en cuadros clasificatorios, pero muy problemático mantener

esas clasificaciones cuando en ellas se ha introducido un bisturí crítico. El primer dato obvio acerca

de este tipo de elementos que se ha de tener en cuenta es que un conector relaciona cognitivamente al

menos dos elementos informativos (ya sean textuales y/o contextuales) y que, por lo tanto, no parece

que sea una buena estrategia de investigación analizarlo aisladamente de su entorno y de sus

condiciones de uso. Junto con otras teorías pragmáticas recientes (corno la de la argumentac ión

f rancesa , por e j emplo ) , la t eo r ía de l a r e l evanc ia ( Sperber y Wi l son , 1996 2 , y Wi l son y

Spe rbe r , 1 990 ; v éas e tambi én Esp ina l , 1988, Garr ido , 1990 , Leonett i , 1993, Sánchez de

Zavala , 1994 , Escandell , 1996 2 , Bonilla , 1992, 1996, y Montol lo, 1992, 1997) ha sentado las bases

para un nuevo tra tamiento de los conec tores. En esta l ínea d e inves t igac ión des t a can sobre

todo lo s t raba jos de B lakemore ( 1987 ) y Blass (1990) . Copio punto de partida puede

anal izarse el t rabajo de Blass sobre el funcionamiento de los conectores a y I c a de la lengua

sissala (hablada en Burkina-Faso) , en principio equivalentes a la conjunción and inglesa o y

española . En esencia, a se util iza cuando el acontec imiento que se descr ibe en e l segundo

miembro de la coordina c i ón suc ede de una manera no rma l , m i en t r a s que k a s e emp lea

cuando e l segundo a contec imiento ocurre de una manera e spec i a l , anormal o inesperada .

Así , por e jemplo , la di f erenc ia en tre

X iba paseando por la calle y ( a ) se encontró a Z X iba paseando por la

calle y ( ka ) se encontró a Z

radica en que a seña la que e l enunc iado que le s igue ha de in terpre tarse según e l guión

estandarizado con respec to a ese t ipo de s i tuac iones cot idianas (un encuent ro casua l en la

ca l le ) , mientras que , por su parte, I c a da tina instrucción de procesamiento especial, que

sugiere que el encuentro se ha producido de un modo inhabi tual (por e jemplo, que B estaba

herido en el suelo o que A se ha asustado al ver a B porque pensaba que estaba muerto) . Es ta

idea de que hay e lementos cuya ' func ión no es tanto l a de codi f i c a r un concep to o la de

marca r una relación, como la de indicar de qué manera ha de procesarse una secuenc ia , juega

un papel dec is ivo en e l ta tamiento de los conec tores que proponen las ú l t imas l íneas de

inves t igac ión sobre e l tema.

En e l a ce rcamiento exp l ic a t ivo de l a t eo r ía de l a r e l evanc ia sobre e l func ionamiento

Page 13: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

de los conec to res d i scurs ivos se mane ja la h ipó tes i s de que lo s enunc iados poseen dos

t ipos bás i cos de in fo rmac ión : por un lado, contienen in f ormac i ón c onc ep tua l , es decir;

información gramatical acerca del contenido conceptual del enunciado, y, por otro, transmiten

in f ormac i ón c omputac i ona l , esto es, información pragmática acerca de cómo ha de

p rocesa rse e l contenido conceptua l del enunc iado.

Blakemore (1987) ya hab ía formulado esta idea cuando argumentó que l o s enunc iados

cont i enen « cons t r i c c iones de p rocesamiento» que guían la trayectoria interpretativa de los

mismos. En este sentido, cuando un hablante ut i l i za un conec tor e s tá indicando e l t ipo de pro -

cesamiento que espera que ponga en marcha e l oyente , reduc iendo as í el gasto de energía

que éste ha de emplear en sus operaciones menta. l e s de in te rpre tac ión. Así , por E j emplo ,

cuando e l hablante in troduce su enunc iado con una secuenc ia conec t iva de l t ipo «ahora en

ser io» , es tá invi tando a que su interlocutor interprete lo que sigue a cont inuac ión en una

c l ave de te rminada , neu t ra l i zando ma lentendidos y ahorrándole t iempo de procesamiento .

Desde el punto de vista de la teoría de la relevancia, los conectores no con t r i buyen a l

con ten ido semán t i c o de l o s enunc iados ent re l o s que aparecen insertos, es decir , su

presencia no aporta información conceptual a lguna; ahora bien, sí transmiten una val iosa

información computacional , que repercute directamente en la minimización del esfuerzo de

procesamiento que ha de invertir el receptor en la interpretación de los enunciados

conec tados.

En c on t r a de l o que s e p r e supone en a l gunos t r a ba jo s s ob r e e l tema, la ex is tencia de

conexión formal no crea por s í sola la relación textua l (que , en rea l idad, preex is te a l

conec tor) , aunque s í cont r ibuye a hacer la más explíc i ta . Así , por e jemplo , en la secuenc ia

(A) El delantero chutó mal el balón, [pero] (B) el portero no pudo evitar el gol

la relac ión semántica que se es tablece entre las dos proposic iones (A) y (B) exige la

presencia de un conector de t ipo adversativo o contrargumenta t ivo . De ahí lo

anómalo que resul ta , desde un punto de vista pragmático, usar en ese contexto un

conector de tipo, por ejemplo, conclusivo:El delantero chutó vial el balón, [por lo Tanto] el

pollero no pudo evitar el gol

A pesa r de haberse i nse r tado un conec to r ( «por l o tanto» ) , una marca explíc i ta de

relación, , no se ha podido crear automáticamente, mediante ese procedimiento forzado, una

relación conclusiva entre las dos secuencias presuntamente conectadas. En realidad, la relación

establ ec ida ent re ambas secuenc ias no se modi f i ca de manera sus tancial, haya o no haya

nexo entre ambas

El delantero chut() mal el balón; el portero no pudo evitar el gol

o s i e l nexo es inadecuado (prec isamente porque l a re lac ión semánti ca , como se di jo antes

es previa e l nexo, puede advert i rse cuándo se está uti l izando incorrec tamente un conec tor) .

Ahora bien, la venta ja evidente de usar el conector pertinente es la de hacer expl íc i ta la re-

Page 14: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

lac ión cohesiva que mant ienen ambas secuenc ias . El receptor que ha de interpretar t ti texto

puede apoyarse en la guía que le proporcionan los conectores, entendiendo que funcionan a modo

de indicios relevantes que restringen y señalan la-dirección en que es pertinente procesar la

información. La presencia del conector adecuado, de la información computacional precisa,

multiplica la eficiencia interpretativa del receptor; ya que reduce al mínimo el esfuerzo, y con ello,

el gasto de energía de procesamiento. En consecuencia, que se utilicen conectores no sólo es una

manifestación como se afirma por doquier de que los comunicadores intentan organizar formalmente

sus enunciados, proporcionándoles cohesión, sino de que intentan ser máximamente relevantes para

que el receptor acceda a la interpretación mas adecuada a un coste mínimo que rentabilice el

esfuerzo empleado en la interacción comunicativa.

A causa de la reciente invasión de los teléfonos móviles, ya puede decirse que hoy día casi todos

los lugares habitados por seres humanos del planeta 'fierra están intercomunicados mediante el

teléfono. La red Internet utiliza esa misma infraestructura telefónica, sólo que en cada extremo de

la línea hay un ordenador que permite intercambiar con otros ordenadores no sólo sonido, sino

también imágenes y texto. Citando, después de unas maniobras e navegación por el ciberespacio

(universo virtual formado por los ordenadores que están interconectados entre sí en una red

telemática), un internauta entra en un documento (cuyo emplazamiento físico puede residir en un

ordenador situado en las antípodas geográficas), se encuentra con un hipertexto.

Como explica Codina (1996), un hipertexto es un texto digital (un documento electrónico) con

múltiples enlaces asociativos que remiten a otros textos digitales. Mientras que un texto analógico

se estructura de acuerdo con el orden lineal de lectura previsto, un hipertexto digital es un conjunto

de elementos informativos interconectados en forma de red y que aprovecha las ventajas de acceso

aleatorio a la información que facilitan los ordenadores. Aunque pueda leerse de la manera

tradicional, es decir; en forma secuencial, la modalidad típica de desplazamiento hipertextual es la

lectura navegacional (no ha de olvidarse que el texto analógico también posee herramientas propias

de navegación, como los índices temáticos,, de autores o de contenidos, las remisiones internas,

las referencias bibliográficas, etc.). Navegar por la información supone tina liberación de las

restricciones impuestas por la secuencialidad textual, ya que se aplican criterios de búsqueda basados

en asociaciones que incluyen potencialmente cualquier tipo de relación que pueda imaginarse entre

dos elementos textuales. En este sentido, la navegación por la información digital es responsable

de buena parte de la interactividad característica del hipertexto: el navegante va construyendo con

sus movimientos y decisiones un texto virtual nuevo. Congo señalan Rouct et al. (1996), la

hipertextualidad plantea un nuevo objeto de estudio, 110 sólo a la ciencia cognitiva, sino también

a la lingüística. La perspectiva que se abre ante el investigador es apasionante: ¿cómo

Page 15: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto

tratar, en cl seno del hipertexto cl fenómeno multidimensional de la conexión virtual?, ¿qué

modificaciones pueden sufrir nuestros viejos conceptos analógicos de cohesión y de

coherencia en el marco de la hipertextualidad digital?, ¿de qué manera se verá afectado el

problema de la situacionalidad en el contexto del hiperespacio virtual?, ¿qué sorpresas

deparará la revisión del concepto, ya algo añejo, de intertextualidad en este nuevo

planteamiento digital?, ¿qué tipo de tratamiento analí tico se aplicará al nuevo protocolo de

procesamiento de la información que plantea el fenómeno de la navegación hipertextual? El

lector tiene ahora en sus manos una introducción a la lingüística del texto y, desde este

apartado titulado «prospectiva» que aquí concluye, se le invita a imaginar cómo sería una

hipotética introducción a la lingüística del hipertexto.

Page 16: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 17: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 18: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 19: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 20: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 21: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 22: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 23: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 24: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 25: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 26: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 27: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 28: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 29: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto
Page 30: De Beaugrande Dressler - Introduccion a La Linguistica Del Texto