cuentos para el andén nº25
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En Cuentos para el andén este mes estamos de celebraciones: estrenamos nueva modalidad de convocatoria abierta con 100x500, estamos a punto de estrenar web, y celebramos nuestro primer cumpleaños de edición 100% digital con la llegada de este número redondo, el nº25. Ya sólo nos quedan 75 para las tres cifras. No te quitamos más tiempo, esperamos que lo disfrutes.TRANSCRIPT
pormotivosajenos [26]
José Mercé
metroligero [25]
brevemente [20]
Relatos en cadena
dindondin [18]
entrecocheyandén [23]
Crash, Rocío Vaquero Monje
andéntres [13]
El fin de semana estaré bien, Liliana Colanzi
andéndos [10]
Dos microrrelatos de José Óscar López
elmuro [3]
Edita: grupo andén comunicación
C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid | [email protected] | www.grupoanden.com
Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Asesor de contenidos: Sergi Bellver.
Publicidad: [email protected] | Diseño: www.jastenfrojen.com
Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com
Ilustración portada e interior: © Daniele Diella | Blog: danielediella.blogspot.com
decamino [19]
100x500 [16]
Sigo soñando, Adriana Jardon
marzo 2014nº25
Con la colaboración de:
andénuno [5]
Testimonio, Ricardo Doménech
nove
dade
s
Publicamos en este número el relato ganador de la convocatoria abierta
100x500 en la que seleccionamos sobre los primeros 100 relatos recibidos.
¡Llegaron en menos de 36 horas!
nueva estación
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En Cuentos para el andén este mes
estamos de celebraciones: estrenamos nueva
modalidad de convocatoria abierta con
100x500, estamos a punto de estrenar web, y
celebramos nuestro primer cumpleaños de
edición 100% digital con la llegada de este
número redondo, el nº25. Ya sólo nos quedan
75 para las tres cifras. No te quitamos más
tiempo, esperamos que lo disfrutes.
Cuentos para el andén
@cuentosanden
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Te escuchamos:
Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a [email protected]
tw grupo andén comunicación
Consulta las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.com
Tema del próximo mes: Andenes
elmuro
Tema: Ruinas Ganador: Por dentro. Rafael Plaza (Madrid)
Finalistas:
Ausencias - Diana Torres (Barcelona)
Sin título - Ismael Álvarez (Madrid)
Torreon de Peñerudes - César Casatañón (Oviedo)
andénuno
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TestimonioRicardo Doménech
AL principio fui de los que no le dieron excesiva importan-
cia. Más tarde, de los que pensaron que no hay mal que cien
años dure. Hoy creo, sinceramente, que esto no terminará
nunca.
Lo que más me inquieta, en el fondo, es que nos hemos
acostumbrado a ellas de tal manera que ni siquiera les presta-
mos atención. Esta mañana, por ejemplo, me he encontrado
al profesor Rodrigo, hombre culto y sensible si los hay. Iba a
mostrarme su reciente edición crítica de las Saturnales, de
Macrobio, cuando, al abrir la cartera de mano, súbitamente,
han salido disparadas un montón de ellas, buena parte de las
cuales han quedado prendidas en nuestras ropas. He podido
advertir que él se las sacudía sin ningún gesto que denotara
repugnancia, o al menos desagrado. Se las sacudía distraída,
maquinalmente. Es lo que hace todo el mundo, lo sé. Pero
que lo hagan hombres como él...
¡Qué distinto era todo al comienzo! Todavía estoy viendo la
expresión descompuesta, los ojos alucinados de una vecina
mía, Pilar, abandonando como loca su casa en el momento en
que yo salía del ascensor. Llevaba en brazos a su hijo, de pocos
meses, y el espanto la enmudecía. Entré en su piso... Qué esce-
na tan horrible... Habían anidado en la cuna: allí estaban, tan
felices y tranquilas, ni siquiera se molestaban en huir. Lo que
más impresión me produjo no fue que estuvieran en un sitio
como aquél, y en tan gran cantidad, sino su manera de estar:
6
andénuno
orgullosas e indiferentes. Pues bien, el otro día fuimos mi
mujer y yo a casa de Pilar, y he comprobado que no siente nin-
gún asco, ni ninguna sorpresa, ante el hecho de que su piso,
como la mayor parte de las viviendas de nuestra ciudad, esté
literalmente plagado de ellas, hasta el punto de que es mate-
rialmente imposible dar dos pasos seguidos sin que, de forma
involuntaria, aplastemos media docena en el suelo, produ-
ciéndose entonces ese chasquido tan característico, al cual, la
verdad, no logro habituarme.
Sí, qué diferente era todo al principio. En la prensa, en las
conversaciones privadas, se hablaba, se discutía constante-
mente del asunto. Recuerdo aquellos monótonos comunica-
dos oficiales -primero, del Ayuntamiento; después, del
Gobierno- que querían ser tranquilizadores, a fuerza de hipó-
critas. Que no había peligro de invasión, decían. Que se habí-
an tomado urgentes medidas de salubridad, tales como la
fumigación de algunos parques, decían. Que se habían hecho
estudios del subsuelo, decían. Que se había realizado el exa-
men médico, preventivo, de personas residentes en las zonas
más afectadas, decían... Decían, sí, decían muchas cosas. Y es
curioso que hasta se puedan echar de menos aquellas decla-
raciones. En la actualidad, el Gobierno no se molesta en tran-
quilizar a nadie, porque nadie está intranquilo. La fuerza de la
costumbre es muy grande, y hoy podemos dormir despreo-
cupados, sabiendo que una gran cantidad de ellas duermen
con nosotros, buscando el calorcillo interior de la cama, o
paseándose por encima de nuestros rostros apaciblemente
dormidos.
Sí, qué diferente era todo al principio de la invasión. Me
acuerdo de aquellos atardeceres, cuando las veíamos salir de
sus escondrijos subterráneos y trepar aisladamente -una aquí,
dos o tres más allá- por la fachada de nuestras casas. En esa
época, las combatíamos valientemente. Primero, con insecti-
7
andénuno
cidas; después, con aceite hirviendo; finalmente, con palos y
con escobas, con lo que fuera. Me pregunto qué ocurriría si
volviéramos a intentar una acción de este tipo, pues quizá nos
hemos dado por vencidos antes de tiempo. Es verdad que ni
los rociados de piretro, ni el clordano, ni el DDT, ni las batidas
de la policía y el ejército pudieron con ellas, como tampoco
las batidas que, espontáneamente, organizaron las comunida-
des de vecinos. Hay que reconocer que no hacíamos sino dar
palos de ciego, desde el momento en que se demostró que
fracasaban nuestra ciencia y nuestra técnica. Pero sería intere-
sante saber cómo se produjeron las primeras deserciones,
averiguar quiénes fueron los primeros en decir -y con qué
palabras- que era posible seguir existiendo como antes de la
invasión y a pesar de ésta. No fueron los periódicos, desde
luego. Cuando en éstos se empezaron a registrar síntomas
acomodaticios a las nuevas circunstancias, se trataba de un
sentir muy generalizado ya entre la población.
En rigor, poco o nada sabíamos entonces de ellas, y bien
poco es lo que sabemos hoy. Más con ánimo lucrativo que
con el deseo de satisfacer la curiosidad que todos sentíamos
al comienzo, se publicaron en seguida muchos libros de
redacción apresurada, pseudocientíficos, pseudodivulgado-
res, con títulos llamativos, que inundaron librerías y quioscos;
también el cine y la televisión hicieron su agosto. Recuerdo
que me sorprendió el que, paulatinamente, dejaron de decir-
nos cómo nos podíamos librar de ellas y se pusieron a aleccio-
narnos acerca de cómo convivir con ellas. Por lo demás, los
científicos sólo supieron explicarnos que estábamos ante un
cambio brusco, radical e inesperado de la Naturaleza; que, con
toda probabilidad, estábamos ante los comienzos de una
nueva era. Pero poco a poco llegamos a perder la curiosidad,
y ningún científico, ningún escritor, ningún periodista osaría
hablar de este tema en la actualidad. Alguna vez he oído decir
andénuno
8
tw Del libro La pirámide de Khéops. Ed. Salto de Página, 2011.Ricardo Doménech (Murcia, 1938 - Madrid, 2010). Desarrolló una extensa obra teóri-ca y académica en el ámbito del teatro español del siglo XX. Ha escrito numerosasobras de ficción breve como Figuraciones (1977), Tiempos (1980), La pirámide deKhéops (1980) o El espacio escarlata (1989).
que es un silencio dirigido, desde las esferas del poder, a fin de
evitar situaciones alarmistas, actitudes desesperadas... Ojalá
fuera así, pues eso demostraría que, al menos, y aunque laten-
te, nos quedaba una cierta capacidad de respuesta... Pero yo
pienso que se debe a la apatía y a la indiferencia de todos.
Esa indiferencia y esa apatía nuestras pueden, desde luego,
explicarse. Ciertamente, ellas están ahí, delante de nosotros, y
no cabe ignorarlas. Pero sí cabe familiarizarse con su presen-
cia hasta el punto de que ya no causen extrañeza, repugnan-
cia o temor. La experiencia ha demostrado, además, que son
pacíficas, que no atacan. El peligro de que propaguen epide-
mias se da por descartado; en este sentido, no son diferentes
de los animales domésticos. Por lo demás, observándolas y
observándonos, se advierte que son perfectamente compati-
bles con nuestros hábitos y costumbres. Seguimos disfrutan-
do de nuestro televisor, de nuestro frigorífico y de nuestra
lavadora; disfrutamos de nuestro automóvil, de nuestros fines
de semana en el campo, de nuestras vacaciones pagadas... No
han alterado en nada nuestra manera de vivir. Simplemente,
están ahí: delante de nosotros, con nosotros... Pero en ocasio-
nes parece que nos miran, ¿comprendéis?
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andéndos
El club de la siesta
EMPEZÓ como una suerte de costumbre compartida por
azar y ha acabado asemejándose a una reivindicación. Des-
pués de comer, todos venimos provistos de una almohada
de viaje y con un gato entre los brazos. El gato es nuestro
animal fetiche, por su naturaleza sesteante. Vamos distribu-
yéndonos por los rincones del cuarto de estar que, en el
reparto de las tardes, corresponda cada vez. También nos
repartimos sofás y cojines grandes por turnos: camas y cuar-
tos separados se prohíben para evitar la tentación de escar-
ceos carnales que desvirtuarían nuestro club. También todo
tipo de sustancia que induzca al sueño. Definitivamente,
están prohibidos los narcóticos y el sexo, así como las tim-
bas o la conversación; también faltar a las obligaciones que
cada uno tenga por la tarde.
Sabemos que los otros echan en soledad sus sies-
tas. Bueno, en realidad, la mayoría. Pronto comprenderán
que, aunque seamos minoría, la unión hace la fuerza y, des-
velados por tal inquietud, ya no podrán dormir. Con los ojos
abiertos y desde sus camas o sus sofás, mirando al techo o,
peor, a sus televisores, intentarán imaginar qué planeamos
justo entonces; qué operación a gran escala, mortal, defini-
tiva. En todo ello pensarán mientras nosotros, dulcemente
abrazados a nuestros gatos y nuestras almohadas, en silen-
ciosa paz, echamos nuestra siesta.
Dos microrrelatos de José Óscar López
tw Del libro Los monos insomnes. Ed. Chiado, Lisboa, 2013.José Óscar López (Murcia, 1973). Como narrador es autor de los libros de relatos Los monosinsomnes y Nosotros, los telépatas (plaquette en formato electrónico, Suburbano, Miami, 2013).Ha publicado tres poemarios, va camino del cuarto, y ha colaborado como crítico y ensayista endiversas revistas y antologías colectivas.
Pasa un avión
PASA un avión y deja una estela
igual que la de un barco. Comprendes
que el mundo está sumergido.
andéndos
13
andéntres
El fin de semana estaré bienLiliana Colanzi
UN día, después de que pasara lo que pasó, Diego dijo que
yo tenía el carácter caprichoso de los hijos únicos. Hacía
mucho calor y el aire acondicionado no servía y jugábamos a
derretir cubitos de hielo sobre nuestras frentes. Por entonces
el daño estaba hecho y lo que quería era alejarme de él a toda
velocidad, como si eso fuera posible. Hacía calor y era de día y
estábamos desnudos. En la tele pasaban canales pornográfi-
cos que ya no nos causaban risa, así que solo nos quedaba el
refugio de la música, una cumbia villera sobre una niña a la
que violan y matan en un descampado.
No soy hija única, dije, y apagué la radio.
¿Entonces?
No me pasa nada.
No te lo voy a volver a preguntar. Me emputa que las muje-
res se hagan las interesantes. ¿Estás enojada?
No.
Ya te pedí disculpas por lo de la otra vez. Estaba borracho.
Y ya te dije que está olvidado.
Las mujeres no son como los hombres. Nunca perdonan
de verdad. Admitilo.
Diego se paseaba por el cuarto enseñando su cuerpo
duro y flaco. Parecés una muertita, me había dicho un rato
antes, y yo había intentado moverme y hacer ruidos y pasar-
la bien. Nada funcionaba, aunque él me besara en los luga-
res en los que nadie más presta atención, como en los pár-
pados y en el interior de las muñecas. Olvidate, dijo de
repente, y se levantó de la cama para buscar una cerveza en
andéntres
14
el minibar. Yo traté de cubrirme con la punta de la sábana.
Así había comenzado todo.
El doctor me advirtió que podría tener calambres de vez en
cuando. Pero la verdad es que no sentí nada, ni entonces ni
después. No como antes, cuando Diego venía a buscarme
para reconciliarnos y acabábamos haciéndonos acusaciones
espantosas por puro aburrimiento. Sos la cosa más linda, me
decía Diego cada vez que lo hacíamos en ese motel demasia-
do grande y demasiado triste y demasiado feo que pagába-
mos a medias. Y yo sonreía y no decía nada, y cuando Diego
me preguntaba en qué pensaba me daba vergüenza decirle
la verdad, que estaba contenta dentro de mi propia piel. Una
noche incendiamos todos los basureros del barrio. Cuando
nos emborrachábamos se nos daba por quemar cosas. Esa
vez llegó la policía. Era para morirse de risa, tres patrullas para
apagar unos tristes basureros. Nos tuvieron encerrados toda la
noche y la pasamos increíble. Al día siguiente llamó mi padre,
que estaba en Chile haciéndose examinar el corazón, y me
dijo que lo que había hecho era serio y que tenía suerte de
que no hubiera acabado peor. Hacía tiempo de eso. No le
teníamos miedo a nada. Pero si Diego se enteraba de lo otro,
estaba segura de que todo sería distinto.
Debe ser el calor, dije finalmente. Seguro es el calor.
Huevadas, dijo él, herido, y nos callamos, los ojos fijos en las
aspas sucias del ventilador.
Faltan quince minutos, dije. ¿Nos quedamos otra hora?
¿Para qué?
Qué sé yo. Para quedarnos.
Ya no es igual cuando estamos juntos. Me siento mal y no
sé por qué.
¿Es por mí?
No sé lo que es. No sirvo para estas cosas, dijo Diego, y
marcó el número de servicio del motel.
15
andéntres
Tráigame la cuenta, ordenó, y empezó a vestirse dándome
la espalda. Tan delgado que sus jeans eran de la misma talla
que los míos. Nos gustaba intercambiarlos. A veces, también,
me dejaba cortarle el pelo con una tijera de cocina.
Nunca le dije que fui yo la que encontró a mi hermano y la
que tuvo que descolgarlo. Tampoco le hablé sobre lo otro. No
sé por qué, pero me habría gustado que supiera que no era,
no había sido, hija única. Mi hermano nunca me llamaba por
mi nombre, me decía pitufa, marciana, pingüino. Mi hermano,
que me había enseñado a disparar una pistola de balines y a
jugar póker y a aguantar la respiración debajo del agua, con el
que me quedaba viendo tele cuando mis padres salían, con el
que los veía llegar tarde, borrachos, insultándose. Pero ahora
ya era tarde para decir esas cosas, para decir nada.
Esta vez pago yo, dijo Diego cuando escuchamos el golpe-
cito del mozo al otro lado de la ventana giratoria. Sacó un par
de billetes arrugados de su billetera y los dejó en la charolita
plateada. No se atrevía a hablar mirándome a la cara.
Te llamo el fin de semana, dijo luego, y yo asentí y empecé
a buscar mi ropa, todavía cubierta a medias por la sábana,
mientras él esperaba sentado al borde de la cama, vestido y
dándome la espalda. El fin de semana voy a estar bien, pensé,
y vamos a beber y a divertirnos y todo va a volver a ser como
antes. Solo tengo que estar bien el fin de semana.
Pero no llamó ese fin de semana ni el siguiente. Y yo nunca
le hablé a nadie de mi hermano ni de lo otro, y no volví a
ponerme bien. Y pasó el tiempo. Una vez, en una fiesta, al-
guien incluso nos presentó, como si no nos conociéramos.
tw Del libro Vacaciones permanentes. Tropo Editores, 2012Liliana Colanzi (Santa Cruz, Bolivia, 1981), ganadora del concurso nacional de microrrelato(Bolivia, 2004). Coeditó la antología de no-ficción Conductas erráticas (Alfaguara, 2009). Suscuentos y textos de no-ficción han aparecido en varias antologías y revistas iberoamericanas.Es columnista del diario chileno The Clinic.
100x500 Es una
convocatoria internacional
de relatos. Los 100
primeros textos recibidos.
500 Palabras.
100x500
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EN la oscuridad todas las personas podemos llegar a ser sinceras. Me suspen-
dieron el servicio de luz hace un tiempo -diez meses para ser más específicos-
pero como puede darse cuenta vivir en tinieblas no es tan malo como parece. La
luz de las velas acaricia los sentidos. Siempre es bueno verse proyectado en las
paredes o en el suelo para no olvidarnos de que estamos vivos y condenados.
Su visita la esperaba hace rato. Mi deseo era que usted mismo se percatara de
que el inmueble está en perfectas condiciones a pesar de que mi esposa ya no
está para procurarlo. Me tomé la libertad de contratar a una sirvienta para que
hiciera la limpieza. Tal vez piense que la luz de los candelabros disfraza los escom-
bros que dejó el desdichado mes de abril, pero no es así. Hace unos días mandé a
pulir el piso, concéntrese bien y verá cómo brilla, al mismo tiempo desprende un
olor a caoba maravilloso, como el que le gustaba a mi Teresa.
-Ya lo había percibido desde mi llegada. No cabe duda que usted se ha encar-
gado perfectamente de todo. Aunque, no me lo vaya tomar a mal, pero de pron-
to me siento en medio de una pesadilla.
-No tenga cuidado, es difícil acostumbrarse a la penumbra. Podría pensarse
que la tristeza no se manifiesta en los objetos inanimados pero los muebles pare-
cen estar encantados. Rechinan aunque se les ponga aceite y hay ocasiones en
que las puertas se niegan a cerrar. Así es esto.
-No veo por ninguna parte su radio antiguo, ¿acaso se descompuso?
-No, lo vendí. La música ya no me apetece y por lo mismo de su antigüedad,
recibí una buena cantidad de dinero.
-Discúlpeme de nuevo, pero es que me gana la curiosidad, ¿por qué le corta-
ron la luz si parece que a usted no le falta el dinero? Me disculpo de nuevo por el
atrevimiento.
-Mire, señor Montez, desde que murió mi esposa no he podido plantar mis
pies sobre el asfalto. Empaqué mi apellido, mis hábitos y los poquitos anhelos que
me quedaban. Ella me hacía emocionar aunque ya me encontraba en la edad de
la decadencia. Era mi calor natural, mismo que estas velas no pueden igualar por
mucho que trate. Su mirada reemplazaba los escenarios más bonitos que un ser
viajero puede presenciar.
Como usted lo mencionó antes, vivo una pesadilla y la oscuridad la hace aún
más real. No me tengo que enfrentar a nada ni a nadie, sólo la espero a ella. Sigo
soñando.
Sigo soñandoAdriana JardonCiudad de México. México
dindondin
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Concurso de cortometrajes del Festival de cine de Alicante
Hasta el 30 de abril
http://www.festivaldealicante.com
Para ser exactos… Los mayas y sus matemáticas (Infantil)Galería del Palacio Nacional. México D.F. Hasta el 27 de abril
http://www.mexicoescultura.com
enPAREDarteConcurso de paredes comestibles Madrid Hasta el 30 de abril
http://espaciotrapezio.org
Concurso de cuentos de cienciaHasta el 13 de abril
http://www.educaixa.com
19
decamino
tw eSpectacularKids se centrará próximamente en el desarrollo de la parte educativa del producto, con lageneración de guías educativas (para padres y también para colegios) que ayuden a sacar el mejor pro-vecho y permitan optar al aprendizaje de los idiomas a través de shows interactivos y con subtítulos.También están ampliando catálogo y su cartera de partners | [email protected]
“
”
eSpectacularKids es una videoteca online de espectáculos infantiles multilingües de calidadpara visualizar en streaming. Su objetivo es ofrecer una alternativa a niños de entre 2 y 9años donde aprendan mientras disfrutan y se entretienen con espectáculos de cuentacuen-tos, magia y teatro -las opciones disponibles actualmente en eSpectacularKids, aunque másadelante la empresa tiene en mente añadir todo tipo de artes escénicas, como circo, títe-res,musicales…- representados por profesionales con recorrido. eSpectacularKids se presen-ta como una solución para familias con poco tiempo o presupuesto para consumir espectá-culos culturales regularmente, así como para colegios.
http://espectacularkids.com/es/
febr
ero
marzo
El anfitriónSemana 17 de concurso: 19 de febrero de 2014Ganador: Francisco Victoria Cánovas
Y allí sigue, en silencio, acumulando polvo, junto al pro-
yector de cine, el barco pirata y la nave espacial.
Acumulándolo a manos llenas, infatigable, impaciente por
tener terminada cuanto antes la isla donde poder dar cabi-
da a tanto visitante inesperado.
Adiós y holaSemana 18 de concurso: 5 de marzo de 2014Ganadora: Lidia Sanchis Sorribes
Tanto visitante inesperado me llenó de zozobra. Mi
padre, hombre algo tosco y de pocas palabras, nunca tuvo
muchos amigos. Pero entre aquel grupo de gente que había
acudido al tanatorio a despedirse de él y a darnos el pésa-
me a mi madre y a mí, había bastantes rostros desconoci-
dos: algunos hombres que supuse amigos de la mili o de la
infancia, una mujer rubia y llorosa, otras que la consolaban.
De pronto, alguien me puso una mano en el hombro. Me
volví y vi a un joven que tenía mis mismos ojos. Nuestros
mismos ojos.
20
brevemente
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brevemente
Traición Semana 19 de concurso: 12 de marzo de 2014Ganador: Florencio Meler Murillo
Nuestros mismos ojos le delataron. Estábamos jugando
en el suelo cuando la puerta estalló. El hombre que entró por
ella nos agarró del pescuezo y casi escupiéndonos gritó:
¡¿Dónde se esconde?! Entonces, el miedo de uno, o quizá el
de todos, dejó escapar una mirada hacia la pared falsa. Luego
todo fue muy rápido, en menos de tres minutos se habían lle-
vado a nuestro padre. La vergüenza que nos ganamos aque-
lla noche, en cambio, nos acompañaría para siempre.
Ofensa Semana 20 de concurso: 19 de marzo de 2014Ganadora: Ana Sarrias Oteiza
"La vergüenza que nos ganamos aquella noche, en cam-
bio, nos acompañaría para siempre". Cerró el libro. Si algo
odiaba eran esos finales con moralina. Se levantó. Se tomó
el tiempo de meter la camisa del pijama por dentro del pan-
talón y cargó la pistola. Luego cruzó el pasillo, bajo al sóta-
no y mató al prisionero.
tw Relatos finalistas de febrero y marzo, del concurso Relatos en Cadena, organizadopor la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes saber quién ganó y consultar lasbases en www.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.
23
entrecocheyandén
ERAN las cuatro de la tarde y estaba trabajando en la gasoli-
nera. Cuarenta grados. Agosto.
El aire sabía a viejo. Era como si ya lo hubieran respirado
antes. Era tan denso que daba sombra. En cambio, todas las
canciones que salían de mi guitarra parecían pajaritos recién
nacidos, que se caen del nido y se estrellan sobre el asfalto. Plaff.
Miré mi reflejo en el cristal del escaparate, entre el expositor
de chicles y las pilas de petaca; estaba gorda. Me giré y de per-
fil también estaba gorda. Había comprado una bicicleta estáti-
ca para momentos como esos, pero sudaba sólo con mirarla así
que tenía que conformarme; coca cola sin azúcar, sacarina y un
abanico con el toro de Osborne, ras, ras, moviendo el calor.
Estaba sonando Johnny Cash, ey Johnny, cántame otra, cómo
me gustaría ser como tú y andar separando el mundo con los
pasos. Sin embargo yo no separaba el mundo, estaba gorda,
sudaba, y de mi guitarra nacían pájaros desplumados.
Se había estropeado el aire acondicionado hacía dos sema-
nas y creía que iba a estallar de calor. No hay peligro de incen-
dio -pensaba- no queda una pizca de material incendiable en
mi alma. Soy blanda, soy maleable, soy homogénea como un
chicle mascado.
Parece una tontería pero la guitarra era lo único que me
hacía sentir bien.
No entraba nadie en la gasolinera porque la gente no se
mete en coches ardientes a las cuatro de la tarde así que dejé la
guitarra en el suelo y fui a mear. Salía del baño, secándome las
manos con un trozo de papel higiénico reciclado, cuando vi la
rata. Gris, de cola larga, una auténtica rata de cloaca, fea, enor-
me, corriendo por mi impoluto suelo de gasolinera vacía sin el
más mínimo respeto. Y ahí, delante de mí, entre paquetes de
CrashRocío Vaquero MonjeAlumna del Taller de relatos del Patio Maravillas
24
tw Rocío Vaquero Monje. Narro todo el tiempo, en el metro, en la cola del super, mientras mehablan... Cuando no me cabe más, lo escribo. Descubrí el taller del Patio Maravillas dondeestoy aprendiendo a socializar mis letras. Y sí, compartido es mejor.
pan tostado, periódicos, revistas deportivas, galletitas saladas…
entre todas las cosas apetecibles que puede haber en una gaso-
linera, eligió y se puso a roer las cuerdas de mi guitarra. Casi podía
oír cómo se reía. Más lista, más rápida, más hábil que yo.
Entoces: Crack. Siempre me había preguntado cómo sonaría
el cambio. Me había pasado la vida intentando cambiar; con
revistas femeninas, con libros de autoayuda, con cassettes, con
reuniones, con clases de aeróbic y con cremas de extracto de
papaya. Pero no, el cambio es precisamente así, como ocurrió
aquel día. Suena: crack, dentro de tu cabeza, crack que baja por
la espalda, crak que sacude los dedos de los pies. Crack: ahí está,
el cambio.
En todas las gasolineras se guarda una pistola debajo del
mostrador. Bordeé a la rata gris comedora de cuerdas de guita-
rra, que hincaba sus dientecillos en el Mi con insultante confian-
za, cogí la pistola con la mano derecha y alargué el brazo. Tenía
el cuerpo tan tenso que no temblaba, no me bamboleaba de
un lado al otro como un montón de gelatina dubitativa, era un
cuerpo fuerte y compacto, como un arco guiando una flecha.
Disparé: Bam. Justo, justo en el centro. El pellejo gris salió volan-
do y aterrizó entre un montón de cds del Fari. Bam. Maravilloso.
Orgásmico. La sangre le calaba la piel del pecho que se sacudía
como si tuviera calambres. Disparé otra vez, desde arriba, muy
cerca: Bam.
Me miré en el reflejo del cristal, exactamente entre el expo-
sitor de chicle y las pilas de petaca, de pie, con la pistola apun-
tando en línea recta al suelo, la sonrisa ladeada a la derecha.
Sublime.
Aún sonreía mientras fregaba la sangre y al acabar, guardé la
pistola en el sujetador.
entrecocheyandén
25
metroligero - holakokoro
tw Kokoro es un personaje singular, que se cuela en CpA, para contarte historias en pocas palabras.
© Jasten Fröjen
26
P- ¿En qué tren estás subido ahora?R- Haciendo una antología de flamenco que creo que en
año y medio pueda estar lista y un disco de cantautores
con la Sinfónica, que espero esté ya en octubre.
P- ¿Cuál es el peor aprieto en el que te has encontrado? R- La verdad es que hay muchos, pero el más grande la
pérdida de mi hijo, lo demás es secundario.
P- ¿El concierto con que más te has divertido? R- Trato de disfrutar muchísimo en todos, siempre que
en mis conciertos hay gente joven, me divierto mucho y
lo paso muy bien.
P- Completa la frase: yo para ser feliz… R- Necesito muy poca cosa, levantarme todos los días, ver
a mi familia bien. El día que yo me levante por la mañana
y me digan que ya no hay paro en España, ese sería uno
de los días más felices de mi vida. Hoy por hoy lo veo
como una utopía, la verdad.
P- Los trenes que se pierden ¿vuelven a pasar? R- Creo que es difícil, yo soy de los que dicen que "el
que tiene la moneda, la cambia".
P- Lo breve si bueno… R- Lo breve si es bueno es tres veces bueno. En la cultura
del flamenco decimos que "cortito y flamenco".
P- ¿Qué libro te ha marcado? R- El Principito. Lo leí en un autobús, íbamos viajando con
Antonio Gades. También soy un fan de toda la obra de
Miguel Hernández.
P- ¿Qué libro estás leyendo ahora?R- La reina descalza, de Ildefonso Falcones.
P- Cuéntanos un truco infalible R- Los problemas, todos tienen solución menos la muerte.
Mi truco es saber que "mañana será otro día".
P- ¿Cuál es la mejor forma de contar un cuento?R- Que el cuento tenga mucha verdad.
P- ¿Un medio de transporte que prefieras? R- Mi medio favorito es el coche. Me encanta conducir,
me sirve de relax.
P- ¿Hacia dónde te orientas cuando buscas refugio?R- Hacia mi compañera, mi familia, mi gente. Y siempre
un buen amigo es importante, que no hay tantos.
P- ¿Cuál es la ciudad donde te encuentras mejor?¿Qué es lo que más te gusta de ella? R- Mi ciudad es Madrid, me gusta el asfalto, me siento
muy feliz en Madrid, me siento un madrileño más.
tw El próximo 4 de abril, José Mercé actúa en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Madrid enconcierto benéfico contra la ceguera y la mortalidad infantil. Todo lo recaudado irá destinado a laasociación humanitaria The International Help Alliance (IHA) para combatir la falta de Vitamina Aque provoca ceguera a los niños malnutridos y para la construcción de un orfanato en Kenia.
Lo breve si bueno… tres veces
bueno
pormotivosajenosJosé Mercé12/03/14