conciencias libres n 11
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LA POLTICA NO HA ENSEADO NUNCA A NADIE EL MEDIO DE
GANAR HONRADAMENTE SU PAN
A.BELLEGARRIGUEN 11ENERO 2012
A
DOCE PRUEBAS DE LA INEXISTENCIA DE DIOS
PRIMERA SERIE DE ARGUMENTOS
El gesto creador es inadmisible.
Qu se entiende por crear?
Qu es crear?
Es tomar los materiales esparcidos, separados,pero existentes, luego, utilizando ciertos principios
experimentados, aplicando ciertas reglas conocidas,
reunir, agrupar, asociar, ajustar estos materiales,
con el fin de hacer de ellos algo?
No. Esto no es crear. Ejemplo: puede decirse de
una casa que ella ha sido creada? No. Ha sido
construida. Puede decirse de un mueble que ha
sido creado? No. Ha sido fabricado. Puede
decirse de un libro que ha sido creado? - No. Hasido compuesto, impreso.
Luego, tomar estos materiales existentes y hacer de
ellos algo, eso no es crear.
Qu es, pues, crear?
Crear Me encuentro, a fe ma, muy perplejo para
explicar lo inexplicable, para definir lo indefinido.
Sin embargo voy a hacerme comprender:
Crear, es sacar algo de nada. Es hacer con nada
alguna cosa. Es llamar la nada a ser.
Eso supuesto, imagino que no se encuentra ni una
sola persona dotada de razn que pueda concebir y
admitir que de nada se pueda sacar algo, que con
nada sea posible hacer alguna cosa.
Imaginad a un matemtico, elegid al calculador ms
eminente, colocad detrs de l un enorme cuadro
negro. Rogadle que trace sobre ese cuadro ceros y
ms ceros: podr esforzarse en sumar, en
multiplicar, en librarse todas las operaciones de las
matemticas, y no alcanzar jams a extraer de la
acumulacin de esos ceros una unidad. Con nada,
no se hace nada; con nada no se puede hacer nada.
El famoso aforismo de Lucrecio ex nihilo nihil queda
como la expresin de una verdad y de una evidencia
manifiestas. (continuar)
S.Faure
COMUNA DE PARIS - 1871
LA MALDAD, COMO ARGUMENTO RETARDATARIOEL NICO REMEDIO
La maldad por excelencia, radica en el Poder, que
envilece tanto al que lo ejerce, como al que lo sufre. El
Estado mantiene al pueblo indefenso, atado de pies y
manos ante la provocacin y el despojo del capitalismo.
Constrie al individuo en la ignorancia, o en una
institucin sectaria y falsa, peor que la ignorancia misma.
Le ofrece el opio de las creencias y el aturdimiento del
alcohol, hacindolo vegetar en la abyeccin fsica y moral
de la miseria. Lo hace sucumbir al yugo de la familia,
fomentando la reproduccin y premiando las proles
numerosas. Todo, como quisiera a toda costa cultivar la
maldad del carcter, para justificar sus instituciones
represivas, y lograr que pase desapercibida la maldad
organizada, consustancial con el sistema
El remedio es la Libertad; la Educacin, la cultura y la
Ciencia libres de tutelas. En una palabra: el Anarquismo.
Isaac Puente
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PSICOLOGA DE LA REVOLUCIN (V)
VAMOS A LA REVOLUCIN (I)
17 Octubre 1848
Ciudadanos:
Cuando nuestros amigos de la
Repblica democrtica, inquietos por
nuestras ideas y nuestras tendencias,
se lamentan de la calificacin de
socialistas que nosotros juntamos a la
de demcratas, Qu reprueban?
Reprueban no ser revolucionarios.
Veamos, pues, de una vez quin entre
ellos y nosotros es tradicionalista, quin
entre ellos y nosotros ejerce la
verdadera prctica revolucionaria.
Y cuando nuestros enemigos de la
burguesa, inquietos por la suerte de
sus privilegios, vierten sobre nosotros
la calumnia y el ultraje, cul es el
pretexto de su acusacin? Este es: que
queremos destruir todo y todo
perderlo; propiedad, familia,
civilizacin.
Veamos, pues, quien entre nosotros y
nuestros adversarios merece mejor la
calificacin de conservadores.
Las revoluciones son manifestaciones
sucesivas de justicia en la sociedad. Por
eso ocurre que toda revolucin tiene su
punto de partida en otra revolucin
anterior.
Quien dice revolucin, dice, pues
necesariamente progreso, y dice al
mismo tiempo conservacin. De aqu
resulta que la revolucin es
permanente en la historia, y que
precisando, no son muchas
revoluciones, sino es una sola, misma y
perpetua revolucin.
La revolucin hace diez y ocho siglos
se llamaba Evangelio, la Buena
Nueva. Su dogma fundamental se
llamaba unidad de Dios, su divisa la
igualdad de todos los hombres delante
de Dios. La esclavitud antigua reposaba
en el antagonismo y la desigualdad de
los dioses, o sea en la inferioridad
relativa de las razas bajo el estado de
guerra. El cristianismo cre el derechode gentes, la fraternidad de los
pueblos; fue por la fuerza de su dogma
y de su divisa por lo que quedaron
simultneamente abolidas la idolatra y
la esclavitud.
Cierto que no se negar hoy que los
cristianos, estos revolucionarios que
combatan con la palabra y el martirio
no fuesen hombres de progreso;
aadiremos an, que eran hombres
conservadores.
La iniciacin politesta, despus de
haber civilizado a los primeros
hombres, despus de haber convertido
estos hombres de los bosques,
silvestres homines como dice el poeta
en hombres de ciudad, en
ciudadanos, volva a ella misma, por
causa del sensualismo y del privilegio,
un principio de corrupcin y de
servilismo. La humanidad estaba ya
perdida, cuando surge para salvarla
Cristo, el que por esta misin gloriosa
recibe el doble ttulo de Salvador y
Redentor, como quien dice en nuestro
lenguaje poltico, conservador y
revolucionario.
Tal fue el carcter de la primera y ms
grande de las revoluciones: ella renov
el mundo, y renovndolo lo conserv.
Ms por cuanto esta revolucin fuesesobrenatural y espiritual, no significaba
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otra cosa que el lado ms material de la
justicia, la liberacin del cuerpo, la
abolicin de la esclavitud. Teniendo por
fundamento la fe, dej esclavo el
pensamiento: no bastaba a la
emancipacin del hombre, que escuerpo y alma; materia e inteligencia:
as ella misma vena a suscitar otra
nueva revolucin. Mil aos despus de
la venida de Cristo, empezaba, en el
seno mismo de la religin que haba
fundado, una agitacin inconsciente,
preludio de un nuevo progreso. Los
escolsticos llevaban en su seno,
acatando la autoridad de la Iglesia y de
la Escritura, la autoridad de la razn!
Ved; en el siglo XVIII, la revolucin
estall. La revolucin de esta poca, sin
abandonar su primer fruto, sin renegar
de s misma, toma otro nombre,
nombre ya clebre; se llam Filosofa.
Tiene por dogma la libertad de la razn
y por divisa (bien podemos decir esto,
porque una cosa es consecuencia
inmediata de la otra) tiene igualdad de
todos ante la razn.
He aqu el hombre declarado
inviolable y libre en su doble esencia de
alma y cuerpo!
Era esto un progreso? Quin otro que
un tirano puede negarlo?Era
conservacin? Esto no necesita
respuesta.
El destino del hombre, ha dicho un
sabio, es contemplar la obra de dios..
Despus de haber conocido el hombre
a dios a travs del corazn por la fe, era
preciso para el hombre conocerlo a
travs de la razn. El Evangelio era para
la humanidad una especie de
enseanza infantil; luego que la
humanidad fue adulta, se hizo precisa
una enseanza superior, bajo pena de
caer en el idiotismo y en la servidumbre
que le sigue.
As los Galileo, los Arnaldo de Brescia,
los Giordano Bruno, los Descartes, losLutero, toda esa plyade de sabios, de
pensadores y de artistas que brillaron
en el quince, diez y seis y diez y siete
siglos, todos estos grandes
revolucionarios, fueron al mismo
tiempo los conservadores de la
sociedad, los heraldos de la civilizacin.Ellos prosiguieron en contra de los
representantes de Cristo el movimiento
empezado por Cristo, aunque a ellos no
molestaron las persecuciones y
martirios.
Ved cul fue la segunda revolucin, la
segunda gran revolucin de la justicia.
As ella rejuveneciendo el mundo, lo
salv.
Perola filosofa, juntando su conquista a
la del Evangelio, no terminaba el
programa de esta eterna justicia,;
faltaba algo. La libertad trada de Cristo
al seno de Dios, no era todava ms que
una libertad individual. Se haca preciso
llevarla en el interior; precisaba llevarla
en la conciencia y hacerla entrar en la
ley.
Hacia la mitad del siglo pasado empez
una segunda elaboracin; y como la
primera revolucin fue religiosa, la
segunda fue filosfica y la tercera
poltica. Llamse el Contrato social.
Tom por dogma la soberana del
pueblo; contraposicin del dogma
cristiano la unidad de Dios.
Su divisa fue igualdad ante la Ley; era el
corolario de las otras, porque la
revolucin haba ya escrito sobre su
bandera: igualdad ante dios e igualdad
ante la razn.
As, en cualquier revolucin, la libertad
aparece siempre como el instrumento
de la justicia, la igualdad como la
medida de la justicia misma. El tercer
trmino es el fin de la justicia. Este fin,
siempre perseguido, siempre cercado,
es la fraternidad. No perdan nunca de
vista el orden seguido por el
movimiento revolucionario.
Testimoniado por la historia, lafraternidad, fin supremo de la
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revolucin, no se impone; tiene como
condicin primeramente la libertad,
despus la igualdad. Igualmente que si
la justicia dijera: Hombres, seis libres;
ciudadanos debis ser iguales; y
despus, hermanos, abrazaos.Quin osar negar que la revolucin
empezada hace sesenta aos por
nuestros padres, cuyo heroico recuerdo
hace vibrar nuestros corazones con
tanta violencia que casi toca al
sentimiento de nuestros propios
deberes; quin negar, pregunto yo,
que esta revolucin fue un progreso?
Nadie. Y bien, yo pregunto: no es,
pues, cierto que tanto como fue
progresiva, fue tambin conservadora?
Era entonces posible que la sociedad
continuase viviendo bajo el antiguo
despotismo, con su nobleza envilecida,
su clero corrompido, sus parlamentos
egostas, indisciplinados, entregada a la
intriga, con un pueblo de desastrados,
con una especie de gente tabernaria?
Pero para qu hemos de iluminar el
sol y demostrar la evidencia? La
revolucin del 89 fue la salvacin de la
humanidad; por esto merece el ttulo
de revolucin.
Pero, ciudadanos, si nuestros padres
han hecho mucho por la libertad e
igualdad, si han excavado en el camino
de la fraternidad, han dejado todava
mucho que desear.
La justicia no ha dicho su ltima palabra
en el 89, y quin sabe todava cuando la
dir. No somos nosotros testimonios,
nosotros generacin de 1848, de una
corrupcin peor todava que aquella de
los ms terribles das de la historia; de
una miseria igual a la de los tiempos
feudales, de una opresin del espritu y
de la conciencia, de un
embrutecimiento de toda la facultad
humana, ms bajo que todo cuanto se
ha visto en la poca de la barbarie? De
qu sirven la conquista del pasado, lareligin, la filosofa, la constitucin y los
cdigos, cuando en virtud de los
derechos mismos que garantizan esta
constitucin y estos cdigos, nos
encontramos desposedos de la
naturaleza, incomunicados con el
gnero humano? Qu es entonces lapoltica, cuando comemos pan,,
viniendo precisamente desechados del
trabajo que procura el pan? Qu
importa la libertad de ir y venir, la
libertad de pensar y de no pensar, la
garanta de la ley, el espectculo de las
maravillas de la civilizacin y la estril
enseanza que se hace, cuando por la
falta de todo aquello sobre que puede
ejercerse la actividad humana, nos
vemos sumergidos en el vaco absoluto;
cuando al llamamiento de nuestros
sentidos, de nuestro corazn, de
nuestra razn, el universo y la sociedad
responden: Nada!
Ciudadanos, yo lo juro por Cristo y por
nuestros padres. La justicia ha dado el
toque de cuarta hora, y desgraciados
de aquellos que no le han atendido-
-Revolucin de 1848, cmo te
llamas?
-Me llamo Derecho al trabajo.
-Cul es tu bandera?
-LaAsociacin.
-Tu divisa?
-La igualdad ante la riqueza.
-Dnde te conduce?
-A la Fraternidad.
-Yo te saludo, oh, Revolucin!
Yo te servir como sirvo a Dios,
como sirvo a la Filosofa y a la
Libertad, de todo corazn, con
toda mi alma, con toda mi
inteligencia, con todo mi valor, y
no tendr otra regla ni otra
soberana que t.
La revolucin, despus de ser de una
vez a otra, religiosa, filosfica, poltica,
se vuelve econmica. Y como todas las
revoluciones precedentes, viene a traer
una contradiccin al pasado, unaespecie de revuelta en el orden
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establecido. Sin esta mudanza
completa de los principios y de las
creencias, no hay revolucin; es slo
una mistificacin. Continuemos,
ciudadanos, interrogando la historia.
Bajo el imperio del politesmo estabaestablecido y se perpetuaba la
esclavitud. Pero en nombre de que
principio? En el de la religin. Despus
la venida de Cristo aboli la esclavitud
precisamente en nombre de la religin.
El cristianismo a su vez subyuga la
razn a la fe, la Filosofa despus
resuelve este orden, y subordin la fe a
la razn.
El feudalismo, en nombre de la poltica
hace siervo a todo el mundo,
sometiendo el obrero al burgus, el
burgus al noble; el noble al rey, el rey
al sacerdote, el sacerdote a una letra
muerta. El 89 somete todo el mundo a
la ley, y no reconoce en todos los
hombres ms que ciudadanos.
Hoy el trabajo est a discrecin del
capital. Y bien. La revolucin trata de
mudar este orden; es el capital el que
debe reconocer la preponderancia del
trabajo, el instrumento que debe
ponerse a disposicin del obrero.
Tal es esta revolucin, a la cual el
sarcasmo y la calumnia, as como las
persecuciones, no faltarn, as como no
han faltado a las otras revoluciones.
Pero as como las otras, la revolucin
de Febrero ser ms profunda por la
sangre de sus mrtires. Sanguis
martyrum, semen christianorum
gritaba uno de los grandes
revolucionarios del tiempo pasado, el
indomable Tertuliano. Sangre de
republicanos, simiente de republicanos.
Quien no osa confesar esta fe
consagrada con la sangre de nuestros
hermanos, no es un revolucionario; es
un infiel. Quien la disimula, es un
renegado. Separar la repblica del
socialismo, es querer concordar lalibertad del espritu con la esclavitud de
los sentidos, el ejercicio del derecho
pblico con la institucin del derecho
civil; es contradictorio; es absurdo.
Ved, ciudadanos, la genealoga de las
ideas sociales; estamos nosotros, o no
estamos en la tradicin republicana? Setrata ahora de saber si nosotros lo
mantenemos de la misma manera en la
prctica; si, como nuestros padres, no
somos hombres conservadores,
adems de los hombres de progreso;
porque no es ms que por este doble
ttulo por lo que nos llamamos hombres
de revolucin.
Profesamos el principio revolucionario,
el dogma revolucionario, la divisa
revolucionaria. Qu nos faltar para
cumplir la obra que la providencia ha
confiado a nuestras manos? Una sola
cosa: la prctica revolucionaria.
Ahora cul es esta prctica que en
tiempos ordinarios distnguese de las
pocas de revoluciones?
Lo que constituye la prctica
revolucionaria es esto: que no procede
por detalles ni diversidades, o por
transiciones imprescriptibles, sino por
simplificaciones y asaltos.
Se coloca encima, con sus largas
ecuaciones, cuyo trmino medio
conseguido de las costumbres y
sentido comn, cuya aplicacin debi
hacerse, normalmente, en perodos
anteriores, si no lo hubiese impedido el
egosmo de los felices y la inercia de los
gobernantes.
Esta gran mudanza de principios. Esta
transicin gigantesca en las
costumbres, tienen todava sus leyes;
nada menos arbitrario, menos casual,
que la prctica de la revolucin.
Pero, cul es, por fin, esta prctica?
Yo supongo que los hombres de Estado
que hemos visto en el poder despus
del 24 de Febrero, que estos polticos
cortos de vista, de medios pequeos,
de restringida y meticulosa inteligencia,se encontraron en el lugar de
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apstoles; pregunto a vosotros: qu
fueron capaces de hacer?
Ellos, en conferencias privadas, en
concilibulos secretos, acordaron con
los innovadores que la pluralidad de los
dioses era una cosa absurda. Ellosdijeron, como Cicern, que no podan
concebir que dos augures se pudieran
mirar a la cara sin rer. Ellos
condenaron muy filosficamente y en
voz baja la esclavitud.
Ms protestaron contra aquella
propaganda temeraria, que negando
los dioses y todo aquello que la
sociedad tena de ms sagrado, se
suscitaba contra toda supersticin y
todos los intereses; creyeron acto de
buena poltica, en vez de atacar las
viejas creencias, interpretarlas;
quisieron que en vez de abolir el culto,
se purificase. Se inclinaron ante
Mercurio el ladrn, ante Venus la
impdica, Jpiter el incestuoso.
Hablaron con respeto de lo juegos
florales y de las bacanales.
Sobrepusieron una filosofa de
politesmo, contada la historia de los
dioses, renovado el personal de los
templos, publicados los reglamentos
para los sacrificios y las fiestas pblicas,
concordaron, en cuanto podan, la
razn y la moral con la impura tradicin
de los padres, a fuerza de miras,
complacencia y respetos humanos; y en
lugar de salvar al mundo lo perdieron.
En el primer siglo de la era cristiana una
secta,, un partido potente, por genio y
por elocuencia, de frente a la
revolucin cristiana, se propuso
continuar la idolatra desde el punto de
vista de una Repblica moderada y
progresiva; fueron los neoplatnicos, a
los que se agrega Apolonio y el
emperador Juliano. Precisamente como
ciertos predicadores que hemos visto
con nuestros mismos ojos, los cuales
tienden a la renovacin del catolicismo,
interpretando sus smbolos desde el
punto de vista de las ideas modernas.
Vana tentativa. La prediccin cristiana,
o sea la prctica revolucionaria, alej a
todos los dioses y a todos sus
adoradores. Y Juliano, el mayor polticoy el ms bello espritu de su tiempo,
por oponerse locamente a la justicia
evanglica, permanece deshonrado en
la historia bajo el nombre deApstata.
Citemos ahora un ejemplo.
Supongamos que en el 89 los
consejeros prudentes del despotismo,
los espritus iluminados de la nobleza,
los tolerantes del clero, los sabios de la
burguesa, los pacientes del pueblo;
supongamos, digo, que esta porcin de
ciudadanos de las ms rectas miras, de
las ms sanas ideas, de las intenciones
filantrpicas, pero penetrados todos
del peligro de las bruscas innovaciones,
se encuentran forzados a conducir a
buen fin, segn las reglas de alta
poltica, la transicin y la libertad; Qu
habran hecho?
Habran votado, despus de larga
discusin y madura deliberacin, y
entre artculo y artculo habran
tardado lo menos diez aos de
intervalo, concedindose un estatuto;
habran negociado con el Papa,
adaptndose a toda especie de
sumisiones, la constitucin civil del
clero; habran tratado con los
conventos amigablemente el rescate de
sus bienes, habran abierto una
informacin sobre el valor de los
derechos feudales, sobre la indemnidad
de reconciliarse con los seores;
habran colmado de compensaciones a
los privilegios, en cambio de los
derechos concedidos al pueblo. Y as
hubieran hecho durar mil aos una
revolucin que la prctica
revolucionaria hubiera hecho en una
sola noche.
Y todo esto no es del todo una vanahiptesis; no faltaron hombres el 89
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que obraron con acuerdo de esta falsa
sabidura revolucionaria.
El primero de todos fue Luis XVI; Lus
XVI, revolucionario por sentimiento y
por teora, an cuando ninguno ms
incapaz de comprender que se hacapreciso serlo igualmente en la prctica.
Luis XVI se meti a comerciar y a tirar
sobre todo, tanto y tan bien, que la
revolucin impaciente lo volc.
Esto es lo que yo entiendo por prctica
revolucionaria.
La revolucin de Febrero ha
proclamado el derecho al trabajo, esto
es, la preponderancia del trabajo sobre
el capital.
Partiendo de este principio, afirmamos
que antes de pasar a cualquier otra
forma, debemos sobre todo, ocuparnos
de una institucin de orden general que
exprese la subordinacin del capital al
trabajo bajo todos los puntos de la
economa social; que en lugar de
mandar al obrero como vanguardia del
capital, sea el primero, rbitro y patrn
del segundo; una institucin que
cambie las relaciones que existen hoy
entre el capital y el trabajo, esas dos
grandes potencias econmicas y de la
cual se derive enseguida, por fuerza de
la consecuencia, todas las otras
reformas. (continuar)
P.J.Proudhon
Banderola seccin lionesa AIT
SINCERIDADEs un espectculo triste el de nuestros
das. La mentira pblica y privada
corroe las entraas de la sociedad. Elvicio gana a los hombres y a las
mujeres, a los ancianos y a los nios. La
vanidad desvanece al cerebro.
Hipcritas y fatuos, embusteros y
degradados, corremos tres miserables
fines de pasajero goce.
Invadidos por la epidemia del
escepticismo ms repugnante
pisoteamos la conciencia,
despreciamos la personalidad. Todo es
igual si cuidadosos aparentamos
cualidades que ni nosotros mismos ni
nadie nos reconoce.
Hemos firmado un compromiso con las
apariencias rindindonos a la maldad.
Nuestra educacin poltica, nuestra
educacin social, nuestra mentalidad,
nuestra efectividad, todo,
absolutamente todo, descansa en ese
compromiso. No es esto pesimismo de
escuela ni pesimismo de tendencia
orgnica. Es la expresin de la realidad
que se impone por doquier.Contemplamos a un hombre
OPTIMISMONo culpis las Ideas, son los hombres
los falsos, veleidosos y mudables.
Que sin sentir el fuego de la Idea,
quiz sean rebeldes, quiz audaces
Son los mismos de siempre los que gritan,
los que hablan de luchar y verter sangre,
los que huyen del peligro, los traidores
a sus propias palabras, los cobardes.
Otros son los valientes abnegados
que viven para amar sus ideales
Y, ay del da que al mundo estos locos,
soadores le falten!
Solano Palacio
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cualquiera, sean las que fueren sus
ideas y sus sentimientos y de pronto
salta la mentira, salta el fingimiento,
salta la vanidad. Los escpticos
declarados se confiesan o excusan.
Quien se excusa se acusa, le no sdonde. Los que tienen o parecen tener
ideas, aspiraciones, velan lo mejor
posible su propia insania. Provocadlos,
y os ensearn ms mentiras que
verdades, ms vanidad que ciencia
propia, ms hipocresa. La lnea recta es
el egosmo estrecho de las ms diversas
concupiscencias. No faltan los que
cnicamente ostentan la perversidad de
la moderna vida social.
Estamos en plena crisis de todo un
mundo que amenaza prxima ruina.
Desgraciados los resortes de la vida
moral, del idealismo trascendental, de
la poltica rancia, pero el mundo se
entrega a las ms bajas pasiones. La
ambicin se desborda: ambicin
mezquina, pobre, deleznable. El
egosmo cristaliza; egosmo raqutico,
anmico. Todas las cualidades nobles
de la personalidad bailan una danza
macabra y se prosternan en el altar de
la concupiscencia. Se ponen las ideas,
los sentimientos, al servicio de la
pasin. Es menester arrastrarse para
subir, como hacen las orugas, a lo largo
de una estaca. En vano (Dumont) un
hombre reflexivo y sensato querr
permanecer inmvil en su condicin,
hacer consistir su lujo y su
independencia y gozar descanso y
reposo: no se le dejar tranquilo. El
desinters, la vida simple y con
severidad independiente, son artculos
pasados ya de moda y objeto de un
desdn general.
Se miente religiosidad, se miente amor
al prjimo, se miente abnegacin, se
miente sinceridad. La cucaa
tentadora, la cucaa poltica, la cucaa
de la riqueza, la cucaa del renombre,la cucaa del aplauso: he ah todo. Hay
que trepar aunque se arrastrndose
como los insectos ms repugnantes.
Trepad, pues, hombres del da. Trepad
los que aspiris a gobernar, los que
queris dirigir, los que sois con brillos
de efmero deslumbre; trepad los
ambiciosos, los glotones de la riqueza;
trepad los que os creis elegidos,
predestinados a una hegemona
literaria, poltica, cientfica o social;
trepad todos a porfa, que la masa
estulta os ayudar placentera,
creyendo o aparentando creer en
vuestras promesas de gloria o de
bienestar o de grandeza; en vuestros
mentidos servicios; en vuestra necia
superioridad.
Las pestes se vencen a fuerza de
higiene. La higiene social tiene un
nombre; verdad.La verdad ser el gran reactivo que nos
devuelva al dominio de nosotros
mismos. Digamos, impongamos la
verdad tercamente, sin arredrarnos por
nada, hasta con los puos, si es
necesarioLa verdad nos emancipar.
(Accin Libertaria, n22 . Madrid 17-octubre1913) Ricardo Mella
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