avignon arte # 21 octubre 2015

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L a hoja en blanco y la tinta. Una vez más me sumergen en ese pro- ceso de incertidumbre del no saber de qué manera surgirá lo necesario, eso que se va en- contrando en la medida justa de cada línea anunciada por la pluma mojada. Esa línea y ese punto que en sus discusiones, Hokusai me contaba, como un día llegan a poseer ese soplo de vida, un instante profun- do, que descubre la magia de lo indecible, el misterio de lo inexistente. En ese entretejido de negras líneas que van buscando una forma que me complazca, voy viajando por entre peque- ñas y extrañas tipografías de un idioma lejano que ya ni comprendo. Un idioma que no es de la lengua sino de la fantasía más tierna. Me des- cubro escribiendo una carta a un destinatario que se aleja en mi memoria que se enca- pricha en no olvidar. Toma y transforma en un nido de texturas y sombras, planos y fugas, aquello que jamás supe pronunciar en palabras aten- dibles para quien las quiera escuchar. Pero que de alguna manera se expresa ante quie- nes no necesitan del lenguaje explicito de todos, para leer en ese texto que es escapa de mis manos, todo lo simple y natu- ral, de crisis y angustias, viven- cias y alegrías, de intensidades y flojeras. Llueve tibiamente en ese enredo de tinta con agua de cielo gris que lava por un instante, lo duradero e intenso. También lo fugaz e indeleble. Cartas con horizontes lejanos y cielos plomizos fundidos so- bre un río que fluye y se aquie- ta. Pastos y juncos se mecen en una canción de cuna para dormir al niño amado que fui- mos y en su libertad de sueño, un mundo, brillando ahora en el papel que lo contiene. Cartas con infinidad de mari- posas de colores brillantes, aba- nican y revolotean entre trazos y flores. Llevan noticias a otro campo de verdes praderas del olvido. Todo se encuentra. Todo, se pierde en un instante. Como descubrir a un toro llorando y acariciarle el lomo para consolarlo. Cuantos errores caben en un dibujo, y sin embargo se nutre y crece con ellos. En el aire existe un gran si- lencio, de llamadas perdidas, de anuncios inconclusos, pro- mesas vacías y una vida com- partida en ese instante tan profundo. Veo las líneas que la trazan, recorriendo aquellos rincones que hoy parecen tan lejanos. Y el dibujo se va completan- do. Cada uno podrá ver lo que pueda dentro de lo que su mi- rada le permita. Todo lo que sienta, a partir de un corazón que late abierto a lo distinto. Pero nadie que se atreva a ver, podrá dejar de vivir como propia la trama que se teje tan simple en el papel. Por ahí podemos pasar todos. Vos estas allí. Cartas ARTE Avignon un puente hacia otra forma de ver # 21 OCTUBRE 2015 Publicación mensual de distribución gratuita producida por: Taller de Artes Plásticas EL PORTÓN VERDE por Walter Pugliese por Eric Fromm De la linea brotando sobre el papel. Dibujo en tinta de microfibra 0.05 sobre papel canson de Walter Pugliese. El miedo a la libertad El término normal (o sano) puede definirse de dos maneras. En primer lugar, desde la perspectiva de una sociedad en funciona- miento, una persona será llamada normal o sana si es capaz de cumplir con el papel social que le toca desempeñar dentro de la sociedad dada. En segundo lugar desde la perspectiva del indi- viduo, consideramos sana o normal a la persona que alcanza el grado óptimo de expansión y felicidad individuales. Si la estructura de una sociedad dada fuera tal que ofreciera la posibilidad óptima de la felicidad individual, coincidirían ambas perspectivas. Sin embargo, en la mayoría de las sociedades –in- cluida la nuestra- este caso no se da. Siempre hay una discrepan- cia entre el propósito de asegurar el fluido funcionamiento de la sociedad y el de promover el desarrollo pleno del individuo. Uno es regido por las necesidades sociales, el otro por las normas y valores referentes a la existencia individual. Si diferenciamos los dos conceptos de normal y neurótico de la manera indicada, llegamos a esta conclusión: la persona conside- rada normal en razón de su buena adaptación, de su eficiencia social, es a menudo menos sana que la neurótica, cuando se juzga según una escala de valores humanos. Frecuentemente está bien adaptada tan solo porque se ha despojado de su yo con el fin de transformarse, en mayor o menor grado, en el tipo de persona que cree se espera socialmente que ella deba ser. De este modo puede haberse perdido por completo la espontaneidad y la verda- dera personalidad. Por otra parte, el neurótico puede caracteri- zarse como alguien que no estuvo dispuesto a someter completa- mente su yo en esta lucha. Su intento de salvar el yo individual no tuvo éxito y, en lugar de expresar su personalidad de una manera creadora, debió buscar la salvación en los síntomas neuróticos, retrayéndose en una vida de fantasía. Sin embargo, desde el pun- to de vista de los valores humanos, este neurótico resulta menos mutilado que ese tipo de persona normal que ha perdido toda su personalidad. (continúa en la siguiente página)

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Avignon ARTE # 21 OCTUBRE 2015 Avignon ARTE un puente hacia otra forma de ver # 21 OCTUBRE 2015 revista de arte, dibujo, pintura y escultura en facebook: https://www.facebook.com/arte.avignon.5?ref=tn_tnmn email: [email protected] nuestro taller: www.tallerelportonverde.com.ar

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Page 1: Avignon ARTE # 21 OCTUBRE 2015

La hoja en blanco y la tinta. Una vez más me sumergen en ese pro-

ceso de incertidumbre del no saber de qué manera surgirá lo necesario, eso que se va en-contrando en la medida justa de cada línea anunciada por la pluma mojada. Esa línea y ese punto que en sus discusiones, Hokusai me contaba, como un día llegan a poseer ese soplo de vida, un instante profun-do, que descubre la magia de lo indecible, el misterio de lo inexistente.

En ese entretejido de negras líneas que van buscando una forma que me complazca, voy viajando por entre peque-ñas y extrañas tipografías de un idioma lejano que ya ni comprendo. Un idioma que no es de la lengua sino de la fantasía más tierna. Me des-cubro escribiendo una carta a un destinatario que se aleja en mi memoria que se enca-pricha en no olvidar. Toma y transforma en un nido de texturas y sombras, planos y fugas, aquello que jamás supe pronunciar en palabras aten-dibles para quien las quiera escuchar. Pero que de alguna manera se expresa ante quie-nes no necesitan del lenguaje

explicito de todos, para leer en ese texto que es escapa de mis manos, todo lo simple y natu-ral, de crisis y angustias, viven-cias y alegrías, de intensidades y flojeras.

Llueve tibiamente en ese enredo de tinta con agua de cielo gris que lava por un instante, lo duradero e intenso. También lo fugaz e indeleble.

Cartas con horizontes lejanos y cielos plomizos fundidos so-bre un río que fluye y se aquie-ta. Pastos y juncos se mecen en una canción de cuna para dormir al niño amado que fui-

mos y en su libertad de sueño, un mundo, brillando ahora en el papel que lo contiene.

Cartas con infinidad de mari-posas de colores brillantes, aba-

nican y revolotean entre trazos y flores. Llevan noticias a otro campo de verdes praderas del olvido. Todo se encuentra. Todo, se pierde en un instante.

Como descubrir a un toro llorando y acariciarle el lomo para consolarlo.

Cuantos errores caben en un dibujo, y sin embargo se nutre y crece con ellos.

En el aire existe un gran si-lencio, de llamadas perdidas, de anuncios inconclusos, pro-mesas vacías y una vida com-partida en ese instante tan profundo.

Veo las líneas que la trazan, recorriendo aquellos rincones que hoy parecen tan lejanos. Y el dibujo se va completan-do. Cada uno podrá ver lo que pueda dentro de lo que su mi-rada le permita. Todo lo que sienta, a partir de un corazón que late abierto a lo distinto. Pero nadie que se atreva a ver, podrá dejar de vivir como propia la trama que se teje tan simple en el papel.

Por ahí podemos pasar todos.

Vos estas allí.

Cartas

ARTE

Avignonun puente hacia otra forma de ver

#21OCTUBRE 2015

Publicación mensual de distribución gratuita

producida por: Taller de Artes Plásticas

EL PORTÓN VERDE

por Walter Pugliese

por Eric Fromm

De la linea brotando sobre el papel.

Dibujo en tinta de microfibra 0.05 sobre papel canson de Walter Pugliese.

El miedo a la libertad

El término normal (o sano) puede definirse de dos maneras. En primer lugar, desde la perspectiva de una sociedad en funciona-miento, una persona será llamada normal o sana si es capaz de cumplir con el papel social que le toca desempeñar dentro de la sociedad dada. En segundo lugar desde la perspectiva del indi-viduo, consideramos sana o normal a la persona que alcanza el grado óptimo de expansión y felicidad individuales.

Si la estructura de una sociedad dada fuera tal que ofreciera la posibilidad óptima de la felicidad individual, coincidirían ambas perspectivas. Sin embargo, en la mayoría de las sociedades –in-cluida la nuestra- este caso no se da. Siempre hay una discrepan-

cia entre el propósito de asegurar el fluido funcionamiento de la sociedad y el de promover el desarrollo pleno del individuo. Uno es regido por las necesidades sociales, el otro por las normas y valores referentes a la existencia individual.

Si diferenciamos los dos conceptos de normal y neurótico de la manera indicada, llegamos a esta conclusión: la persona conside-rada normal en razón de su buena adaptación, de su eficiencia social, es a menudo menos sana que la neurótica, cuando se juzga según una escala de valores humanos. Frecuentemente está bien adaptada tan solo porque se ha despojado de su yo con el fin de transformarse, en mayor o menor grado, en el tipo de persona

que cree se espera socialmente que ella deba ser. De este modo puede haberse perdido por completo la espontaneidad y la verda-dera personalidad. Por otra parte, el neurótico puede caracteri-zarse como alguien que no estuvo dispuesto a someter completa-mente su yo en esta lucha. Su intento de salvar el yo individual no tuvo éxito y, en lugar de expresar su personalidad de una manera creadora, debió buscar la salvación en los síntomas neuróticos, retrayéndose en una vida de fantasía. Sin embargo, desde el pun-to de vista de los valores humanos, este neurótico resulta menos mutilado que ese tipo de persona normal que ha perdido toda su personalidad.

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El segundo, representa el exterior de un café, cuya terraza está iluminada por una gran linterna de gas en la noche azul, con un rincón de cielo azul estrellado.

El tercer cuadro de esta semana es un retrato mío casi descolorido, de tonos cenicientos sobre un fondo veronés pálido.

Esta semana no he hecho absolutamente nada más que pintar, dormir y sentarme a comer. Esto significa sesiones de doce horas, de seis horas y según, y después, sueños de doce horas de un solo tirón también.

Arlès, 17 de septiembre de 1888.

Lo que puede observarse en el meollo de toda neurosis, asi como en el desarrollo normal, es la lucha por la libertad y la indepen-dencia. Para muchas personas normales esa lucha termina con el completo abandono de sus yos individuales, de manera que, habiéndose adaptado, son consideradas normales.

El mecanismo de la conformidad automática, constituye la so-lución adoptada por la mayoría de los individuos normales de la sociedad moderna. Para expresarlo en pocas palabras: el indivi-duo deja de ser él mismo; adopta por completo el tipo de perso-nalidad que le proporcionan las pautas culturales y, por lo tanto, se transforma en un ser exacta-mente igual a todo el mundo y tal como los demás esperan que él sea. La discrepancia entre el “yo” y el mundo desaparece, y con ella el miedo consciente de la soledad y la impotencia. La persona que se despoja de su yo individual y se transforma en un autómata, idéntico a los millo-nes de otros autómatas que lo circundan, ya no tiene por qué sentirse solo y angustiado. Sin embargo, el precio que paga por ello es muy alto: nada menos que la pérdida de su personalidad.

La hipótesis según la cual el método “normal” de superar la so-ledad es el de transformarse en un autómata contradice una de las ideas más difundidas concernientes al hombre de nuestra cultura. Se supone que la mayoría de nosotros somos individuos libres de pensar, sentir y obrar a nuestro placer. Evidentemente no es esta tan solo la opinión general que se sustenta con respecto al individualis-

mo de los tiempos modernos, sino también lo que todo individuo cree sinceramente en lo concerniente a sí mismo; a saber, que él es él y que sus pensamientos, sentimientos y deseos son suyos. Y, sin embargo, aunque haya entre nosotros personas que realmente son individuos, esa creencia es, en general, una ilusión, y una ilusión peligrosa por cuanto obstruye el camino que conduciría a la elimi-nación de aquellas condiciones que originan tal estado de cosas.

El hecho de que nuestros pensamientos, voluntad, emociones, no son genuinos y que su contenido se origina desde fuera, se da en medida tan vasta que surge la impresión de que tales seudoac-tos constituyen la regla general, mientras que los actos mentales genuinos o naturales represen-tan la excepción.

La supresión del pensamiento crítico generalmente empieza temprano.

El punto decisivo no es lo que piensa, sino cómo se piensa. Las ideas que resultan del pensamiento activo son siempre nuevas y originales; ellas no lo son necesariamente en el sentido de no haber sido pensadas por nadie hasta ese momento, sino en tan-to la persona que las piensa ha empleado el pensamiento como un instrumento para descubrir algo nuevo en el mundo circun-dante o en su fuero interno. Las racionalizaciones carecen, en esencia, de ese carácter de descubrimiento y revelación; ellas se limitan a confirmar los prejuicios emocionales que ya exis-ten en uno mismo.

Con el sentimiento ocurre lo mismo: debe distinguirse entre lo genuino, que se origina en nosotros mismos, y el seudosentimien-to, que en realidad no es nuestro, a pesar de que lo creemos tal.

Lo que es cierto para el pensamiento y la emoción vale también para la voluntad. La mayoría de la gente está con-vencida que, mientras no se la obligue a algo mediante la fuerza externa, sus decisiones le pertenecen, y que si quie-re algo, realmente es ella quien lo quiere. Pero se trata tan sólo de una de las grandes ilusiones que tenemos acerca de

nosotros. Gran número de nuestras decisiones no son realmente nuestras, sino que nos han sido sugeridas desde fuera; hemos logrado persua-dirnos a nosotros mismos de que ellas son obra nuestra, mientras que, en realidad, nos hemos limitado a ajustarnos a la expectativa de los demás, impulsados por el miedo al

aislamiento y por amenazas aún más directas en contra de nuestra vida, libertad y convivencia. Casi podría afirmarse que una decisión “original” es, comparativamente, un fenómeno raro en una sociedad cuya existencia se supone basada en la decisión autónoma individual.

La automatización del individuo en la sociedad moderna ha au-mentado el desamparo y la inseguridad del individuo medio. Asi éste se halla dispuesto a someterse a aquellas nuevas autoridades capaces de ofrecerle seguridad y aliviarlo de la duda.

Esculturas en piedra mármol limón de Martín Gatica (escultor, pintor y dibujante).

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El miedo a la libertad

“SI YO PINTO A MI PERRO EXACTAMENTE COMO ES, TENDRÉ DOS PERROS, PERO NO UNA OBRA DE ARTE”.

GOETHE

(continúa de la página anterior)

Terraza del café de la Place du Forum en Arles por la noche yAutorretrato. 1888. Óleos sobre tela.