enseñanzas del papa francisco no. 61

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Enseñanzas del Papa Francisco. No.61

Enseñanzas del Papa Francisco. No.61

El 16 de junio dijo: “Este es el tiempo de la

misericordia”, “Vayan adelante por

este camino... Y caminando así,

ayudarán a hacer crecer la compasión en el

corazón de la sociedad - que es la verdadera

revolución, aquella de la compasión y de la

ternura – a hacer crecer la

amistad en lugar de los fantasmas de la enemistad y la indiferencia”.

“Sean amigos de Dios,

de los pobres y de la paz: quien vive así,

encontrará bendición en la vida y será una

bendición para otros”.

“orar en el centro de la ciudad no significa olvidar las periferias humanas y urbanas”,

sino escuchar y acoger “el Evangelio del amor, para ir al

encuentro de nuestros hermanos y

hermanas en las periferias de la

ciudad y del mundo”.

“Cada iglesia, cada comunidad está llamada a esto en la agitada y a veces

confusa vida de la ciudad. Todo comienza con la oración. La oración preserva al

hombre anónimo de la ciudad de tentaciones que pueden ser también las

nuestras: el protagonismo por el cual todo gira a

su alrededor, la indiferencia, el victimismo”.

“La oración es la primera obra de su comunidad,

y consiste en escuchar la Palabra de Dios, este pan,

el pan que nos da fuerza, que nos hace ir hacia adelante”.

“Quien mira al Señor, ve a los demás”.El mundo necesita más oración y diálogo,

... El mundo se sofoca sin diálogo (…). Den su contribución para promover la

amistad entre las religiones”.

El 17 de junio dijo: “Papá está cansado, mamá está

cansada, van a dormir... ¡Y ellos se quedan

huérfanos!”, esta vida “deshumana” ha ocasionado

que los jóvenes no sepan “cuál dirección tomar para que la vida sea bella y para ser felices de levantarse a la mañana”.

“Surge en nuestro corazón la pregunta: ¿cómo hacemos para que nuestros hijos, nuestros jóvenes, puedan dar un sentido a su vida? Porque también ellos advierten que éste,

nuestro modo de vivir, a veces es deshumano y no saben cuál dirección tomar para que la

vida sea bella y para ser felices de levantarse a la mañana”.

Vida “deshumana”, de quien deja los hijos durmiendo a la mañana para ir al trabajo y los

reencuentra por la noche ya durmiendo. Nuestros hijos están “huérfanos de un camino seguro para recorrer, de un maestro del cual

confiarse, de ideales que les calienten el corazón, de

esperanzas que sostengan la fatiga del vivir cotidiano”. “Ellos son huérfanos, pero

conservan vivo en su corazón el deseo de todo esto”.

"¡Esta es la sociedad de los huérfanos! Huérfanos, sin memoria de familia, porque, por

ejemplo, los abuelos se han retirado en un hogar de ancianos (…). Huérfanos sin el afecto

del ‘hoy’ o un afecto ‘demasiado apurado’: papá está cansado, mamá está cansada, van a dormir... ¡Y ellos se quedan huérfanos!

¡Huérfanos de gratuidad! La gratuidad del papá y de la mamá que saben pasar el tiempo para

jugar con sus hijos”.

Sin embargo, “somos un pueblo que quiere hacer crecer a sus hijos con la

certeza de tener un padre, una familia, una madre”,

por lo que “recuperemos el sentido de la gratuidad”

en las familias, parroquias y sociedad en general.

La gratuidad humana “es como abrir el

corazón a la gracia de Dios: Todo es gratis. Él

viene y nos da su gracia”.

“Si nosotros no tenemos el sentido de la gratuidad en la familia,

en la escuela, en la parroquia, va a ser muy difícil comprender lo que es la gracia de

Dios, la gracia que no se

vende, que no se puede

comprar, que es un don, un

regalo de Dios: es Dios mismo”.

El 17 de junio dijo: “Nuestra sociedad tecnológica - como decía Pablo VI –

multiplica al infinito las ocasiones de placer, de distracción, de curiosidad,

pero no es capaz de llevar al hombre a la verdadera alegría”.

El mundo actual vive “el reino del presente” donde todo se hace

rápidamente. “Sólo este momento, y nada de tiempo”;

“como en la comunicación: luces, el momento,

el teléfono, mensaje, el lenguaje reducido”.

“Todo se hace con apuro porque somos

‘esclavos de la coyuntura’. Entonces debemos recuperar la

memoria en la paciencia de Dios, que

no tuvo prisa en su historia de salvación, y

que nos ha acompañado a lo largo

de la historia”. “para amar la vida no necesitamos llenarla

con cosas, que después se

convierten en ídolos. Se necesita sólo la mirada de Jesús”.

El 18 de junio dijo: Hablar de la Iglesia es

hablar de nuestra madre, de nuestra

familia. En efecto, la Iglesia no es una

institución con finalidad en sí misma o una

organización privada, una ONG,

ni mucho menos debe restringir su mirada al clero o al Vaticano...La

Iglesia piensa. Pero la Iglesia somos todos. …Iglesia somos todos, ¡eh! No limitarla

a los sacerdotes, a los obispos, al

Vaticano.

…El primer hecho importante es

éste: comenzando con Abraham, Dios forma un pueblo para que lleve su bendición a todas las familias de la

tierra. Y dentro de este

pueblo nació Jesús.

Es Dios que hace este pueblo, esta historia, la Iglesia

en camino. Y ahí nace Jesús: en este pueblo.

…Dios forma un pueblo con todos los que escuchan su Palabra y se ponen en camino,

confiando en Él. Ésta es la única condición, confiarse en Dios. Si tú te fías de Dios, lo escuchas y te pones

en camino, esto es hacer Iglesia.

El amor de Dios lo precede todo. Dios

está siempre primero, llega antes que nosotros, él nos

precede…Cuando nosotros

llegamos Él nos espera,

Él nos llama, Él nos hace caminar. Siempre

nos anticipa. Y esto se llama amor

porque Dios nos espera siempre.

“Dios te espera. Y si fuiste un gran pecador te espera más y te espera con tanto amor,

porque Él es el primero. ¡Es ésta la belleza de la Iglesia, que nos lleva

a este Dios que nos espera!...

…Dios no se cansa, Dios tiene paciencia, tiene tanta paciencia y en el tiempo

continúa a educar y a formar a su pueblo, como un padre con el propio hijo.

Dios camina con nosotros. Dice el profeta Oseas: “yo he caminado

contigo y te he enseñado a caminar como un papá

enseña a caminar al niño”. Hermosa figura de Dios. Y así es con

nosotros. Nos enseña a caminar.

Y es la misma actitud que mantiene con respecto a

la Iglesia. También nosotros de

hecho, aún en nuestro propósito de seguir al Señor Jesús,

tenemos experiencia cada día del egoísmo

y de la dureza de nuestro corazón.

Pero cuando nos reconocemos pecadores,

Dios nos llena de su misericordia y de su amor.

Y nos perdona, nos perdona siempre.

Y es precisamente esto que nos hace crecer

como pueblo de Dios, como Iglesia: no es nuestra habilidad,

no son nuestros méritos – somos poca cosa

nosotros ¡eh! No es esto.

Sino que es la experiencia cotidiana

de cuánto el Señor nos ama y nos cuida.

Esto es lo que nos hace sentir verdaderamente

suyos, en sus manos y nos

hace crecer en la comunión con Él y entre nosotros.

Ser Iglesia es sentirse en las manos de Dios,

que es padre y nos ama, nos acaricia, nos espera, nos hace sentir su ternura.

¡Y esto es muy bello!

Queridos amigos, este es el proyecto de Dios,

el proyecto ¿no? Cuando ha llamado a Abraham,

Dios pensaba en esto: formar un pueblo bendecido por su amor y que lleve su

bendición a todos los pueblos de la tierra. Este proyecto no cambia, es siempre vigente.

En Cristo ha tenido su cumplimiento y aún hoy Dios continúa realizándolo en la Iglesia. Pidamos entonces la gracia de permanecer

fieles a la secuela del Señor Jesús y a la escucha de su Palabra, listos a partir

cada día, como Abraham, hacia la tierra de Dios y del

hombre, nuestra verdadera patria, y así transformarnos en bendición, signo del amor

de Dios para todos sus hijos.

 Me gusta pensar que un sinónimo, otro nombre que podríamos tener nosotros

cristianos sería esto: son hombres y mujeres, gente que bendice.

El cristiano con su vida debe bendecir siempre,

bendecir a Dios y bendecir también a todos nosotros. ¡Nosotros cristianos somos gente

que bendice, que sabe bendecir! ¡Ésta es una hermosa

vocación!

El 19 de junio dijo en su homilía por la celebración

del Corpus Christi :“El Señor, tu Dios…

te dio a comer el maná, ese alimento que ni tú ni

tus padres conocían”.Estas palabras del

Deuteronomio hicieron referencia a la historia de Israel, que Dios los hizo

salir de Egipto, de la condición de esclavos, y

por cuarenta años ha guiado en el desierto

hacia la tierra prometida.

Una vez establecido en la tierra, el pueblo elegido logra una cierta autonomía,

un cierto bienestar, y corre el riesgo de olvidarse los tristes acontecimientos del

pasado, superadas gracias a la intervención de Dios y a su infinita bondad.

Las Escrituras exhortan a recordar, a hacer memoria de todo el camino hecho en el

desierto, en el tiempo de la necesidad, de la angustia.

La invitación es aquella de retornar a

lo esencial, a la experiencia de la total dependencia de

Dios, cuando la

sobrevivencia fue confiada a su mano, para que el hombre comprendiera que

“no vive sólo de pan, sino…

de todo lo que sale de la boca de Dios”.

Además del hambre física, el hombre lleva en sí otra hambre, un hambre que no puede ser saciada con el alimento ordinario. Es el hambre de vida, hambre de amor, hambre de eternidad. Y el signo del maná –como

toda la experiencia del éxodo– contenía en sí también esta dimensión: era figura de un

alimento que satisface esta hambre profunda que hay en el hombre.

Jesús nos dona este alimento, es más, es Él mismo el pan vivo que da la vida al mundo. Su Cuerpo es el verdadero alimento bajo la especie del pan; su Sangre es la verdadera bebida bajo la especie del vino. No es un

simple alimento con el cual saciamos nuestros cuerpos, como el maná.

El Cuerpo de Cristo es el Pan de los últimos tiempos,

capaz de dar vida, y vida eterna, porque la sustancia de este pan es Amor.

En la Eucaristía se comunica el amor del Señor por nosotros: un amor así grande que nos nutre con Sí mismo; un amor gratuito,

siempre a disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar sus

propias fuerzas. Vivir la experiencia de la fe significa dejarse

nutrir por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales,

sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo.

Si nos miramos entorno, nos damos cuenta que hay tantos ofrecimientos de

alimentos que no vienen del Señor y que aparentemente satisfacen más.

Algunos se nutren con el dinero, otros con el éxito y la vanidad, otros con el

poder y el orgullo.

¡Pero el alimento que nos nutre realmente y que sacia es solamente el

que nos da el Señor! El alimento que nos ofrece el Señor es

diferente de los otros, y quizás no parece así tan gustoso como ciertas comidas que nos ofrece el mundo.

Y así, soñamos otras comidas, como los hebreos en el desierto, que añoraban la carne

y las cebollas que comían en Egipto, pero olvidaban que aquellas comidas las comían en

la mesa de la esclavitud. Ellos, en esos momentos de tentación, tenían memoria, pero una memoria enferma, una memoria selectiva, una memoria esclava, no libre.

Cada uno de nosotros, hoy puede preguntarse, ¿Y yo? ¿Dónde quiero comer? ¿En torno a qué

mesa me quiero nutrir? ¿En la mesa del Señor? ¿O sueño con comer alimentos gustos,

pero en la esclavitud? ¿Cuál es mi memoria? ¿Aquella del Señor que me salva?, ¿O aquella del ajo y de las cebollas de la esclavitud? ¿Con cuál

memoria yo sacio mi alma?

El Padre nos dice: “Te he nutrido con maná que tú no conocías”. Recuperemos la

memoria. Ésta es la tarea: ¡Recuperemos la memoria!, y aprendamos a reconocer el pan falso que nos ilusiona y corrompe, porque es fruto del egoísmo, de la autosuficiencia y del

pecado.

... Jesús, realmente presente en la Eucaristía. La Hostia es nuestro maná, mediante el cual el

Señor se nos dona a sí mismo. A Él nos dirigimos con fe:

Jesús, defiéndenos de las tentaciones del alimento mundano que nos hace esclavos,

purifica nuestra memoria, para que no quede prisionera en la selectividad egoísta y

mundana, pero sea memoria viva de tu presencia por toda la historia de tu pueblo, memoria que se hace

“memorial” de tu gesto de amor redentor. Amén

El 21 de junio dijo: “Celebramos a Jesús “pan vivo bajado del cielo” (Jn.6,51) alimento para nuestra hambre de vida eterna, fuerza para

nuestro camino….hoy predomina la acción de gracias y la adoración. Y de hecho, es

tradicional en este día la procesión con el Santísimo Sacramento.

Adorar a Jesús Eucaristía y caminar con Él. Estos son los dos aspectos inseparables de la fiesta de hoy, dos aspectos que dan huella a toda la vida del pueblo cristiano: un pueblo

que adora a Dios y un pueblo que camina, que no está detenido, camina.

Ante todo nosotros somos un pueblo que

adora a Dios. Nosotros adoramos a Dios que es amor, que en Jesucristo se ha dado a sí mismo por nosotros, se ha ofrecido en la cruz

para expiar nuestros pecados, y por el

poder de este amor resucitó de la muerte y vive en su Iglesia.

¡Nosotros no tenemos otro Dios

fuera de Él!

Cuando la adoración del señor se sustituye por la adoración del dinero,

se abre camino al pecado, a los intereses personales y al abuso.

Cuando no se adora a Dios, el Señor, se convierten en adoradores del mal como lo son aquellos que viven de

deshonestidad y de violencia.

Hoy lo confesamos con la mirada dirigida al Corpus Domini, al Sacramento del altar. Y por

esta fe, nosotros renunciamos a Satanás y a todas

sus seducciones; renunciamos a los ídolos del dinero, de la vanidad,

del orgullo, del poder, de la violencia.

Nosotros cristianos no queremos adorar a nada ni a nadie en este mundo sino a

Jesucristo, que está presente en la santa Eucaristía. Tal vez, no siempre nos damos realmente cuenta de lo que esto significa, qué consecuencias tiene o debería tener

nuestra profesión de fe.

Esta fe nuestra en la presencia real de Jesucristo,

verdadero Dios y verdadero Hombre, en el pan y en el vino consagrados,

es auténtica si nosotros nos comprometemos a caminar detrás de Él y con Él. Adorar y

caminar.

¡Un pueblo que adora es un pueblo que camina!

Caminar con Él y detrás de Él tratando de poner en práctica Su mandamiento, aquél que dio a sus discípulos justamente en la Última Cena: “Así como yo los he amado, ámense también

ustedes los unos a los otros”. (Jn.13,34). El pueblo que adora a Dios en la Eucaristía es el pueblo que camina en la caridad. Adorar a Dios en la Eucaristía, caminar con Dios en la

caridad fraterna.

Les animo a todos ustedes a testimoniar la solidaridad concreta con

los hermanos, especialmente con los

que tienen más necesidad de justicia,

de esperanza, de ternura.

La ternura de Jesús, la ternura Eucarística:

aquel amor tan delicado, tan fraterno, tan puro.

Gracias a Dios hay tantos signos de esperanza en

sus familias, en las parroquias, en las

asociaciones, en los movimientos eclesiales. ¡El Señor Jesús no deja de suscitar gestos de

caridad en su Pueblo en camino!

Queridos hermanos y hermanas, la Eucaristía nos ha reunido. El Cuerpo del Señor hace de nosotros una sola cosa,

una sola familia, el Pueblo de Dios reunido entorno a Jesús, Pan de Vida.

María, nuestra Madre, Mujer Eucarística,

que ustedes veneran en tantos Santuarios, los precede en este

peregrinaje de la fe. Que Ella los ayude,

los ayude siempre a permanecer unidos para

que, también a través de su

testimonio, el Señor pueda continuar a dar la vida al mundo. Así sea.

El 22 de junio dijo al presidir hoy el rezo del

Ángelus: …“Jesús señala que no vino a este mundo para

dar algo, sino para darse a sí mismo, para dar su

vida como alimento para los que tienen fe en Él. Esta comunión nuestra

con el Señor nos compromete a nosotros,

sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra existencia, de

nuestros comportamientos, pan

partido para los demás, como el Maestro partió el pan que es realmente su

carne”.

“Para nosotros, en cambio, son los comportamientos generosos con el

prójimo que demuestran la postura de partir la vida por los demás”.

“cada vez que participamos en la Misa y nos alimentamos con el Cuerpo de Cristo, la

presencia de Jesús y del Espíritu Santo obra en nosotros, da forma a nuestro corazón, nos comunica actitudes internas que se

traducen en comportamientos de acuerdo con el Evangelio.

En primer lugar, la docilidad a la Palabra de Dios, después la hermandad entre nosotros, el valor del testimonio cristiano, la fantasía de la caridad, la capacidad de dar esperanza

a los desesperados, de acoger a los excluidos”.

“De este modo, la Eucaristía hace madurar en nosotros un estilo de vida cristiano. La caridad de Cristo, recibida con el corazón abierto, nos cambia, nos transforma, nos

hace capaces de amar, no a nivel humano, siempre limitado, sino de acuerdo a la medida

de Dios, es decir, sin medida”.

“¿Y cuál es la medida de Dios? ¡Sin medida! La medida de Dios es sin medida. ¡Todo!

¡Todo! ¡Todo! No se puede medir el amor de Dios: ¡es sin

medida! Y entonces llegamos a ser capaces de amar incluso a los que no nos aman, y esto no es

fácil, ¿eh?”.

“amar a quienes no nos ama... ¡No es fácil! Porque si sabemos que una persona no nos

quiere, también tenemos nosotros el deseo de no

quererla. Pues no. ¡Hemos de amar incluso a los que no

nos aman! Oponernos al mal con el bien, a perdonar,

a compartir, a acoger a los demás”.

“Gracias a Jesús y su Espíritu, también nuestra vida se convierte en ‘pan partido’

para nuestros hermanos. ¡Y viviendo así, descubrimos la verdadera

alegría! La alegría de convertirse en don, de devolver el gran don que recibimos por primera vez,

sin nuestro mérito”.

“es hermoso esto: ¡nuestra vida se

convierte en don! Esto es imitar a

Jesús. Yo quisiera

recordar estas dos cosas.

En primer lugar, la medida del amor de Dios es amar sin

medida. ¿Está claro esto?”.

“Y nuestra vida, con el amor de Jesús, recibiendo la Eucaristía, se hace don.

Tal como fue la vida de Jesús. No olviden estas dos cosas:

la medida del amor de Dios es amar sin medida.

Y siguiendo a Jesús, nosotros -con la Eucaristía- hacemos de nuestra vida un don”.

“Jesús, el Pan de vida eterna, bajó del cielo

y se hizo carne gracias a la fe de María Santísima”.

“Después de haberlo llevado con Ella, con

amor inefable, lo siguió fielmente hasta la Cruz y la

Resurrección. Pidamos a la Virgen

que nos ayude a redescubrir la belleza de la Eucaristía, para que sea el centro de

nuestra vida, especialmente en la

Misa dominical y en la adoración”.

El 20 de junio dijo: “No acumulen para ustedes tesoros en la

tierra”, el consejo de Cristo de no acumular tesoros en la tierra es una invitación a la prudencia, porque lo que ofrece el mundo no es seguro, sino que se arruina o es arrebatado por los

ladrones…

"Este es el mensaje de Jesús: Pero si tu tesoro está en la riqueza, la vanidad, el poder, en el orgullo, tu corazón quedará encadenado allí!

Tu corazón quedará esclavizado por la riqueza, la vanidad, el orgullo.

¡Y lo que Jesús quiere es que tengamos un corazón libre! Este es el mensaje de hoy. ‘¡Pero, por favor, tengan un corazón libre!’,

nos dice Jesús”.

“ la libertad del corazón. Y tener un corazón libre sólo se puede tener con los tesoros del

cielo: el amor, la paciencia, el servicio a los demás, la adoración a Dios.

¡Éstas son las verdaderas riquezas que no son robadas!

¡Las otras riquezas gravan el corazón. Pesan sobre el corazón: lo encadenan, no le dan la

libertad!”.

Un “corazón esclavo no es un corazón luminoso:

será tenebroso”. Si nosotros acumulamos tesoros de la tierra “acumulamos tinieblas,

¡que no sirven!”, no dan alegría “sobre todo no nos dan

libertad”. En cambio, “un corazón libre es un corazón luminoso, que ilumina a los otros, que hace

ver el camino que lleva a Dios”.

"Un corazón luminoso, que no está encadenado,

un corazón que va hacia adelante y que envejece bien, porque envejece como el buen

vino: cuando el buen vino envejece es un buen vino de crianza.

En cambio, el corazón que no brilla es como el vino malo: el tiempo pasa y lo estropea, lo

vuelve vinagre”.

Por ello, que Cristo “nos dé esta prudencia espiritual, para entender bien

dónde está mi corazón, al lado de qué tesoro está unido mi corazón.

Y que nos dé también la fuerza para desencadenarlo,

si está encadenado, para que sea libre, luminoso y nos dé esta hermosa felicidad de hijos de Dios: la verdadera libertad”.

El 21 de junio dijo a reclusos en la cárcel: “el primer gesto de mi

visita pastoral es el encuentro con

ustedes, en esta cárcel de

Castrovillari”, para así “expresar la

cercanía del Papa y de la Iglesia a cada

hombre y cada mujer que está en la cárcel,

en cada parte del mundo”.

“Jesús ha dicho ‘yo estaba en la cárcel y vinisteis a verme’”.

…Dios perdona “siempre”, “incluso en las cosas pequeñas. Cuando vamos a confesarnos, el Señor nos dice: ‘yo te

perdono. Pero ahora tú vienes conmigo’. Y Él nos ayuda a retomar el camino.

Nunca condena, nunca perdona solamente, sino que perdona y

acompaña”.

“Porque somos frágiles y tenemos que retornar a la confesión, todos. Pero él no se

cansa. Siempre nos toma de la mano. Este es el amor de Dios ¡y nosotros debemos imitarlo!

La sociedad debe imitarlo. Hacer este camino”.

“una verdadera y plena reinserción de la persona no ocurre como fin de un camino

solamente humano. En este camino entra también el encuentro

con Dios, la capacidad de dejarnos mirar por Dios que

nos ama”.

“es más difícil dejarse mirar por Dios que mirar a

Dios. Es más difícil

dejarse encontrar por Dios que

encontrar a Dios, porque en

nosotros siempre hay una

resistencia”.

“Y Él te espera, Él nos mira,

Él está siempre cerca. Este Dios que nos ama,

que es capaz de comprendernos,

perdonando nuestros errores.

El Señor es un maestro de la reintegración: nos toma de la mano

y nos lleva de nuevo a la comunidad”.

“el Señor siempre perdona, siempre acompaña,

siempre entiende; a nosotros corresponde dejarnos entender, dejarnos perdonar,

dejarnos acompañar”.

“Deseo que cada uno de ustedes en este tiempo no se vaya a perder, sino que pueda

ser un tiempo precioso, durante el cual pedir y obtener de Dios esta

gracia. Haciendo esto, contribuirán a sacar lo mejor de ustedes mismos, y al mismo tiempo

también la comunidad, porque, en el bien y en el mal, nuestras acciones influyen en los

demás, y a toda la familia humana”.

“De corazón los bendigo a todos y los encomiendo a la protección de la Virgen

María, nuestra Madre. Y por favor, les pido que recen por mí, porque yo también tengo

mis errores y debo hacer penitencia. Gracias”.

En twitter dijo:Que el Señor bendiga a la familia

y la haga fuerte en este tiempo de crisis.

A veces descartamos a los ancianos, pero ellos son un tesoro precioso: descartarlos es

injusto y una pérdida irreparable.

Nunca hay motivos para perder la esperanza. Jesús dice: «Yo estoy con ustedes hasta el fin

del mundo».

Hay mucha indiferencia ante el sufrimiento. Esta indiferencia debe ser contrastada con actos concretos

de caridad.

Si deseas recibir mails, relacionados con la Iglesia: que contienen diapositivas, vida de Santos,

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con el título suscripciones . Servicio Gratuito.

Que Dios te llene de bendiciones. Y que permanezcamos unidos en el

amor a Jesús.

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