enseñanzas del papa francisco no 40
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Enseñanzas del Papa Francisco No. 40
Enseñanzas del Papa Francisco No. 40
El 13 de enero, entre las palabras que pronunció en su discurso de comienzos del año dijo:
- «la fraternidad se empieza a aprender en el seno de la familia», que «por vocación, debería
contagiar al mundo con su amor» y contribuir a que madure ese espíritu de servicio y
participación que construye la paz. Nos lo señala el pesebre, donde no vemos a la Sagrada Familia
sola y aislada del mundo, sino rodeada de los pastores y los magos, es decir de una comunidad abierta, en la que hay lugar para todos, pobres y
ricos, cercanos y lejanos.-
-Los ancianos son considerados como un peso,
mientras que los jóvenes no ven ante ellos perspectivas ciertas para su vida. Ancianos
y jóvenes, por el contrario, son la esperanza de la
humanidad. Los primeros aportan la sabiduría de la
experiencia; los segundos nos abren al futuro, evitando que nos encerremos en nosotros mismos.
Es sabio no marginar a los ancianos en la vida social para mantener viva la
memoria de un pueblo.Igualmente, es bueno invertir en los
jóvenes, con iniciativas adecuadas que les ayuden a encontrar trabajo y a
fundar un hogar. ¡No hay que apagar su entusiasmo!
Por desgracia, objeto de descarte no es sólo el alimento o los bienes
superfluos, sino con frecuencia los mismos seres
humanos, que vienen «descartados»
como si fueran «cosas no necesarias». Por ejemplo, suscita horror sólo el
pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz,
víctimas del aborto.
o en los que son utilizados como soldados,
violentados o asesinados en los conflictos armados,
o hechos objeto de mercadeo en esa tremenda forma de esclavitud moderna
que es la trata de seres humanos, y que es un delito contra la humanidad.
En fin, deseo mencionar otra herida a la paz, que surge de la ávida explotación de los
recursos ambientales. Si bien «la naturaleza está a nuestra
disposición», con frecuencia «no la respetamos, no la
consideramos un don gratuito que tenemos que cuidar y poner al servicio de los hermanos,
también de las generaciones futuras». También en este caso hay que apelar a la
responsabilidad de cada uno para que, con espíritu fraterno,
se persigan políticas respetuosas de nuestra tierra,
que es la casa de todos nosotros.
El 13 de enero dijo: “Es precisamente de Dios, del amor de
Dios”, “preparar los caminos… preparar
nuestras vidas, para cada uno de nosotros.
Él no nos hace cristianos por generación espontánea:
¡Él prepara! Prepara nuestro camino, prepara nuestra vida, con tiempo”.
“cuando las cosas no van bien, Él se implica en la historia y ajusta la
situación y va adelante con nosotros. Pero pensemos en la genealogía de
Jesucristo, en aquella lista: éste genera a éste,
éste genera a éste, éste genera a éste… En aquella lista de historia hay
pecadores y pecadoras.
¿Pero cómo ha hecho el Señor? Se ha implicado,
ha corregido el camino, ha regulado las cosas.
Pensemos en el gran David, un gran pecador y después un gran santo. ¡El Señor sabe! Cuando el Señor nos dice
‘Con amor eterno, Yo te he amado’ se refiere a esto.
Desde tantas generaciones el Señor ha pensado en nosotros, ¡en cada uno de
nosotros!”.
“Me agrada pensar que el Señor tenga los sentimientos de la pareja que está en espera de un hijo: lo espera. Nos espera siempre en esta historia y después nos
acompaña durante la historia. ¡Éste es el amor eterno del Señor;
eterno, pero concreto!
También un amor artesanal, porque Él va haciendo la historia, va preparando el camino a cada uno de nosotros. ¡Y éste
es el amor de Dios” que “nos ama desde siempre y jamás nos abandona! Oremos al Señor para conocer esta ternura de su corazón”.
Y esto, es “un acto de fe” y no es fácil creer esto.
No es sencillo hacer esto “porque nuestro racionalismo dice: ‘¿Cómo el Señor, con
tantas personas que tiene, piensa en mí? ¡Pero me ha preparado el camino a mí! Con
nuestras mamás, nuestras abuelas, nuestros padres, nuestros abuelos y
bisabuelos… El Señor hace así. Es éste su amor: concreto, eterno y también
artesanal”.
“Pidamos esta gracia de comprender el amor
de Dios. ¡Pero no se lo
comprende jamás! Se siente, se llora,
pero entenderlo desde acá,
no se lo entiende. También esto nos dice cuán grande es este
amor. El Señor que nos
prepara desde hace tiempo,
camina con nosotros, preparando a los
demás. ¡Está siempre con
nosotros! Pidamos la gracia de entender con
el corazón este gran amor”.
El 14 de enero el Papa Francisco dijo: El Evangelio, nos dice cuál era
"la actitud de Jesús en su catequesis", "enseñaba como quien tiene autoridad,
y no como los escribas". Estos últimos, enseñaban, predicaban,
pero ataban a la gente con muchas cosas pesadas sobre los hombros,
y la pobre gente no podía continuar".
“Y Jesús mismo les dice que ellos no movían
estas cosas ni con un dedo, ¿no? Y después,
dirá a la gente: ‘¡Hagan lo que dicen
pero no lo que hacen!’. Gente incoherente… Pero siempre estos
escribas, estos fariseos, es como si dieran
bastonadas a la gente, ¿no?
‘Deben hacer esto, esto y esto’,
a la pobre gente…
Y Jesús dice: ‘Pero así cierran –¡se lo dice a ellos!–
la puerta del Reino de los Cielos. ¡No dejan entrar, y ustedes tampoco
entran!’. Es una manera, un modo de predicar, de enseñar, de dar testimonio de la propia fe… Y así, cuantos hay que creen que la
fe es así…”.
Elí, “un pobre sacerdote, débil, tibio” que “dejaba hacer muchas cosas malas a sus
hijos”. Elí estaba sentado ante la puerta del Templo
del Señor y mira a Ana, una señora “que rezaba a su manera,
pidiendo un hijo”.
Esta mujer, “rezaba como reza la gente humilde: sencillamente, pero desde su
corazón, con angustia”. Ana “movía los labios”, como hacen “tantas buenas mujeres” “en nuestras iglesias, en
nuestros santuarios”. Rezaba así “y pedía un milagro”. Y el anciano Elí la miraba y decía: “¡Pero, esta está bebida!” y “la despreció”. Él, “era el representante de la fe, el dirigente
de la fe, pero su corazón no sentía bien y despreció a
esta señora”:
“Cuantas veces el pueblo de Dios se siente no querido por aquellos que deben dar
testimonio: por los cristianos, por los laicos cristianos, por los sacerdotes,
por los obispos… ‘Pero, pobre gente, no entiende nada... Debe hacer un curso de
teología para entender bien’.
Pero, ¿por qué tengo cierta simpatía por
este hombre? Porque en el corazón aún tenía la unción,
porque cuando la mujer le explica su
situación, Elí le dice: ‘Vete en paz, y que el
Dios de Israel te conceda lo que le has
pedido. Sale la unción
sacerdotal: pobre hombre, la había
escondido dentro y su pereza… es un tibio. Y después acaba mal,
pobrecito”.
Sus hijos, eran los que gestionaban el Templo,
“eran ladrones”. “Eran sacerdotes, pero ladrones”.
“Iban detrás del poder, detrás del dinero, explotaban a la gente, se aprovechaban de
las limosnas, de los regalos” y “el Señor les castiga fuerte”.
Esta, “es la figura del cristiano corrupto”, “del laico corrupto, del sacerdote corrupto, del obispo corrupto, que se aprovecha de su
situación, de su privilegio de la fe, de ser cristiano” y “su corazón acaba corrupto”,
como sucede a Judas. De un corazón corrupto, sale
“la traición”. Judas “traiciona a Jesús”. Los hijos de Elí son por tanto el tercer modelo
de creyente.
De Jesús la gente dice:
“Este enseña como uno que tiene
autoridad: esta es una enseñanza nueva” ¿Pero dónde está la novedad?, Es “el poder de la
santidad”, “la novedad de Jesús es que trae consigo la
Palabra de Dios, el mensaje de Dios,
es decir el amor de Dios por cada uno de
nosotros”. Jesús,
“acerca a Dios a la gente
y para hacerlo se acerca Él: está cerca de los pecadores”.
Jesús, perdona a la adúltera, “habla de teología con la Samaritana,
que no era un angelito”. Jesús, “busca el corazón de las personas, Jesús se acerca al corazón herido de las
personas. A Jesús sólo le interesa la persona, y Dios”.
Jesús, “quiere que la gente
se acerque, que le busque y se siente conmovido cuando la ve como oveja sin pastor”.
Y toda esta actitud, “es por lo que la gente
dice: ‘¡Pero, esta es una
enseñanza nueva!’”. No,
“no es una enseñanza nueva: es la manera de
hacerlo, nueva. Es la transparencia
evangélica”.
“Pidamos al Señor que cada uno en su lugar.
A no ser legalistas puros, hipócritas como los escribas y los fariseos. A no ser
corruptos como los hijos de Elí. A no ser tibios como Elí, sino a ser como
Jesús, con ese celo de buscar a la gente, de curar
a la gente, de amar a la gente y con esto decirle:
‘¡Pero si yo hago esto así, piensa cómo te ama Dios,
cómo es tu Padre!’. Esta es la enseñanza nueva que Dios nos pide. Pidamos esta
gracia”.
El 15 de enero en su catequesis sobre los Sacramentos acerca del Bautismo
dijo: "El Bautismo constituye la entrada al Pueblo de Dios, que hace discípulo y
misionero a quien lo recibe, encargado de llevar la fe por el mundo “como un
río que irriga la tierra”.
“así como de generación en generación se transmite la vida, del mismo modo también de
generación en generación, a través del renacimiento de la fuente bautismal, se transmite la gracia, y con esta gracia el
Pueblo cristiano camina en el tiempo, como un río que irriga la tierra y difunde en el
mundo la bendición de Dios”. “cada bautizado, cualquiera sea su función
en la Iglesia y el grado de instrucción de su fe, es un
sujeto activo de evangelización.
La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de todos, de
todo el Pueblo de Dios, un nuevo protagonismo de los bautizados, de cada uno de los bautizados”.“El Pueblo de Dios es un Pueblo discípulo, porque recibe la fe, y
misionero, porque transmite la fe.
Esto lo hace el Bautismo en nosotros: hace recibir la gracia. Y la fe es
transmitir la fe." Todos en la Iglesia somos discípulos y
lo somos siempre, por toda la vida; y todos somos misioneros, cada uno en
el puesto que el Señor le ha asignado”.
“Todos: el más pequeño es también misionero y aquel que parece más grande es
discípulo. “"Pero algunos de ustedes dirán: ‘Padre, los obispos no son discípulos, los obispos saben
todo. El Papa sabe todo, no es discípulo”
" Eh, también los obispos y el Papa deben ser discípulos, porque si no son discípulos,
no hacen el bien, no pueden ser misioneros, no pueden transmitir la fe ¿entendido?
¿Han entendido esto? Es importante, ¿eh? Todos nosotros:
¡discípulos y misioneros!”
“nadie se salva solo. Esto es importante. Nadie se salva solo. Somos comunidad de
creyentes, y en esta comunidad experimentamos la belleza de compartir la experiencia de un amor que nos precede a todos, pero que al mismo tiempo nos pide que seamos ‘canales’ de la gracia los unos por los
otros, no obstante nuestros límites y nuestros
pecados”.
Acerca de la historia de la comunidad cristiana en Japón, que fue duramente perseguida a comienzos del siglo XVII: “Fueron numerosos los mártires, los
miembros del clero fueron expulsados y millares de fieles fueron asesinados. No
quedó en Japón ningún sacerdote, todos fueron expulsados.
Entonces la comunidad se retiró a la clandestinidad, conservando la fe y la
oración en el ocultamiento”.
“Y cuando nacía un niño, el papá o la mamá lo
bautizaban, porque todos los fieles pueden bautizar
en circunstancias particulares. Cuando
después de aproximadamente dos
siglos y medio –250 años después– los misioneros
volvieron a Japón, millares de cristianos salieron a la luz y la
Iglesia pudo reflorecer. ¡Habían sobrevivido con la gracia de su Bautismo!
Pero esto es grande, ¿eh?
El Pueblo de Dios transmite la fe, bautiza
sus hijos y va adelante”.
“un fuerte espíritu comunitario, porque el Bautismo los había hecho transformar en un
sólo cuerpo en Cristo: estaban aislados y escondidos, pero eran siempre miembros de la Iglesia. ¡Podemos aprender tanto de esta
historia! ¡Gracias!”
El 16 de enero dijo en el mensaje que envió por la próxima 51 Jornada Mundial de
Oración por las Vocaciones: 1. El Evangelio relata que "Jesús recorría todas las ciudades y aldeas... Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas,
porque estaban extenuadas y abandonadas “como ovejas que no tienen pastor”.
Entonces dice a sus discípulos: "La mies es abundante,
pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a
su mies".
Estas palabras nos sorprenden, porque todos
sabemos que primero es necesario arar, sembrar y cultivar para poder luego, a su
debido tiempo, cosechar una mies abundante. Jesús, en cambio, afirma que "la mies es
abundante".
¿Pero quién ha trabajado para que el resultado fuese así?
La respuesta es una sola: Dios. Evidentemente el campo del cual habla Jesús es la humanidad, somos nosotros. Y la acción eficaz que es causa del "mucho fruto" es la
gracia de Dios, la comunión con él.
Por tanto, la oración que Jesús pide a la Iglesia se refiere a la petición de incrementar el número de quienes están al servicio de su
Reino. San Pablo, que fue uno de estos "colaboradores de Dios", se prodigó
incansablemente por la causa del Evangelio y de la Iglesia.
Con la conciencia de quien ha experimentado personalmente hasta qué punto es
inescrutable la voluntad salvífica de Dios, y que la iniciativa de la gracia es el origen de toda vocación, el Apóstol recuerda a los
cristianos de Corinto: "Vosotros sois campo de Dios".
Así, primero nace dentro de nuestro corazón el asombro por una mies abundante
que sólo Dios puede dar; luego, la gratitud por un amor que siempre nos
precede; por último, la adoración por la obra que él
ha hecho y que requiere nuestro libre compromiso de
actuar con él y por él.
Muchas veces hemos rezado con las palabras del salmista: "Él nos hizo y somos suyos, su
pueblo y ovejas de su rebaño" ; o también: "El Señor se escogió a Jacob, a Israel en posesión
suya" . Pues bien, nosotros somos "propiedad" de Dios no en el sentido de la
posesión que hace esclavos, sino de un vínculo fuerte que nos une a Dios y entre nosotros, según un pacto de alianza que
permanece eternamente "porque su amor es para siempre".
En el relato de la vocación del profeta Jeremías,
por ejemplo, Dios recuerda que él vela continuamente sobre cada uno para que se cumpla su Palabra en nosotros. La imagen
elegida es la rama de almendro, el primero en florecer, anunciando el renacer de la vida en
primavera.
Todo procede de él y es don suyo: el mundo, la
vida, la muerte, el presente, el futuro, pero -asegura el Apóstol- "vosotros sois
de Cristo y Cristo de Dios" .
He aquí explicado el modo de pertenecer a
Dios: a través de la relación única y personal con
Jesús, que nos confirió el
Bautismo desde el inicio de nuestro nacimiento a
la vida nueva.
Es Cristo, por lo tanto,
quien continuamente nos interpela con su Palabra
para que confiemos en él, amándole
"con todo el corazón, con todo el
entendimiento y con todo el ser" .
Por eso, toda vocación, no obstante la pluralidad de los caminos, requiere siempre
un éxodo de sí mismos para centrar la propia existencia en Cristo y en su Evangelio. Tanto en la vida conyugal, como en las formas de
consagración religiosa y en la vida sacerdotal, es necesario superar los modos de pensar y de actuar no concordes con la
voluntad de Dios. Es un "éxodo que nos conduce a un camino
de adoración al Señor y de servicio a él en los hermanos y hermanas".
Por eso, todos estamos llamados a adorar a Cristo en nuestro corazón para dejarnos
alcanzar por el impulso de la gracia que anida en la semilla de la Palabra,
que debe crecer en nosotros y transformarse en servicio concreto al prójimo.
No debemos tener miedo: Dios sigue con pasión y maestría la obra fruto
de sus manos en cada etapa de la vida. Jamás nos abandona.
Le interesa que se cumpla su proyecto en nosotros,
pero quiere conseguirlo con nuestro asentimiento
y nuestra colaboración.
También hoy Jesús vive y camina en nuestras
realidades de la vida ordinaria para acercarse a todos, comenzando por los
últimos, y curarnos de nuestros males y enfermedades.
Me dirijo ahora a aquellos que están bien dispuestos a ponerse a la escucha de
la voz de Cristo que resuena en la Iglesia,
para comprender cuál es la propia vocación.
Los invito a escuchar y seguir a Jesús, a dejarse transformar interiormente por sus
palabras que "son espíritu y vida" María, Madre de Jesús y nuestra,
nos repite también a nosotros: "Haced lo que él os diga" . Les hará bien participar con
confianza en un camino comunitario que sepa despertar en vosotros y en torno a vosotros
las mejores energías.
La vocación es un fruto que madura en el campo bien cultivado del amor recíproco que se hace servicio mutuo, en el contexto de una
auténtica vida eclesial. Ninguna vocación nace por sí misma o vive por sí misma. La vocación surge del corazón de Dios y brota en la tierra buena del pueblo
fiel, en la experiencia del amor fraterno. ¿Acaso no dijo Jesús: "En esto conocerán
todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros"?
Vivir este “alto grado” de la vida cristiana ordinaria, significa algunas veces ir a contracorriente, y comporta también
encontrarse con obstáculos, fuera y dentro de nosotros. Jesús mismo nos advierte: La buena
semilla de la Palabra de Dios a menudo es robada por el Maligno, bloqueada por las
tribulaciones, ahogada por preocupaciones y seducciones mundanas.
Todas estas
dificultades podrían desalentarnos,
replegándonos por sendas
aparentemente más cómodas. Pero la
verdadera alegría de los llamados consiste
en creer y experimentar que él,
el Señor, es fiel, y con él podemos
caminar, ser discípulos y testigos
del amor de Dios, abrir el corazón a grandes ideales, a
cosas grandes.
"Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para
pequeñeces. Id siempre más allá, hacia las cosas
grandes. Poned en juego vuestra vida por los
grandes ideales".
Dispongamos por tanto nuestro corazón a ser "terreno bueno" para escuchar, acoger y vivir la Palabra y
dar así fruto. Cuanto más nos unamos a Jesús con la
oración, la Sagrada Escritura, la Eucaristía,
los Sacramentos celebrados y vividos en la Iglesia, con la fraternidad vivida,
tanto más crecerá en nosotros la alegría de colaborar con Dios al servicio del Reino de
misericordia y de verdad, de justicia y de paz. Y la cosecha será
abundante y en la medida de la gracia que sabremos acoger con docilidad en nosotros. Con este deseo, y pidiéndoles que recéis por mí, imparto de corazón a todos la Bendición
Apostólica”.
El 16 de enero dijo: Cuando los sacerdotes son corruptos, los que
sufren son los fieles: “¡Pobre gente! ¡Pobre gente! No damos de
comer el pan de la vida; no damos de comer - en aquellos casos –
¡la verdad! Y hasta damos de comer comida envenenada, tantas veces! ‘¡Despiértate,
porque duermes Señor!’.
¡Que ésta sea nuestra oración! ‘¡Despierta! ¡No nos rechaces para
siempre! ¿Por qué escondes tu rostro?
¿Por qué olvidas nuestra miseria y
opresión?’. Pidamos al Señor no
olvidar jamás la Palabra de Dios, que es viva, que entre en nuestro corazón y no olvidar
jamás al santo pueblo fiel de Dios, ¡que nos
pide un alimento fuerte!”.
“¿Cómo es nuestra relación con Dios, con la Palabra de Dios: ¿es una relación
formal? ¿Es una relación lejana?
La Palabra de Dios entra en nuestro corazón, cambia nuestro corazón, tiene este poder o
no, es una relación formal, ¿todo bien?”
¡Pero el corazón está cerrado a aquella Palabra!
Y nos lleva a pensar en tantas cosas de la Iglesia,
en tantas derrotas del pueblo de Dios simplemente porque no siente al Señor, no
busca al Señor, ¡no se deja buscar por el Señor! Y luego
después de la tragedia, la oración: ‘Pero, Señor, ¿qué ha pasado? Nos haces el
escarnio de nuestros vecinos, todos en derredor se burlan y se ríen. Servimos de escarmiento a las naciones, y los pueblos
menean la cabeza”.
“Pero ¿nos avergonzamos? Tantos escándalos que no quiero mencionar
individualmente, pero que todos conocemos…
¡Sabemos cuáles! Escándalos, algunos que han costado tanto: ¡está bien! Se debe hacer
así…. ¡La vergüenza de la Iglesia!
¿Pero nos hemos avergonzado de aquellos escándalos,
de aquellas derrotas de sacerdotes, de obispos, de laicos?”
“La Palabra de Dios en aquellos escándalos era una cosa rara; en
aquellos hombres y en aquellas mujeres la Palabra de Dios ¡era rara! ¡No tenían un lazo con Dios!
Tenían una posición en la Iglesia, una posición de poder, también de
comodidad. ¡Pero no la Palabra de Dios!
El 17 de enero dijo: “La fidelidad del cristiano no se puede
“vender” por un mal entendido sentido de
“normalidad”, que induce a lo mundano y a olvidar
la Palabra de Dios y a vivir como si Él no existiera”.
La tentación de querer ser “normales”, cuando en cambio se es hijo de Dios.
Que en esencia quiere decir ignorar la Palabra del Padre
y seguir sólo la humana, la “palabra del propio deseo”, escogiendo en cierto modo
“vender” el don de una predilección para sumergirse en
una “uniformidad mundana”.
Esta tentación el pueblo judío del Antiguo Testamento la experimentó más de una vez, me detengo en el episodio propuesto por el pasaje del primer Libro de Samuel. En él, los jefes del pueblo piden al mismo Samuel, ya viejo, establecer para ellos un nuevo rey, de
hecho pretendiendo autogobernarse. En aquel momento,
“el pueblo rechaza a Dios: no sólo no escucha la Palabra de Dios, sino que la rechaza”.
La frase reveladora de este desapego,
es aquella proferida por los ancianos de
Israel: queremos un “rey juez”, porque así “también nosotros
seremos como todos los pueblos”.
O sea, “rechazan al Señor
del amor, rechazan la elección y buscan el camino de la
mundanidad”, de forma parecida a tantos cristianos de
hoy.
“La normalidad de la vida exige del cristiano fidelidad a su elección y no venderla para ir hacia una uniformidad mundana. Esta es la
tentación del pueblo y también la nuestra. Tantas veces,
olvidamos la Palabra de Dios, aquello que nos dice el Señor, y tomamos la palabra que está
de moda”
“ ¿No?, también aquella de la telenovela está de moda, tomemos esa, ¡es más divertida!
La apostasía es precisamente el pecado de la ruptura con el Señor, pero es clara: la
apostasía se ve claramente. Esto es más peligroso, la mundanidad, porque
es más sutil”.
“Es verdad que el cristiano debe ser
normal, como son normales
las personas”, “pero existen valores
que el cristiano no puede tomar para sí.
El cristiano debe retener sobre él la
Palabra de Dios que le dice:
‘tú eres mi hijo, tú eres elegido,
yo estoy contigo, yo camino contigo’”.
Por lo tanto resistiendo a la tentación –como en el episodio de la Biblia –
de considerarse víctimas de
“un cierto complejo de inferioridad”,
de no sentirse un “pueblo normal”.
“La tentación viene y endurece el corazón y cuando el corazón es
duro, cuando el corazón no está abierto, la Palabra de Dios no
puede entrar. Jesús decía a los de
Emaús: ‘¡Necios y lentos de corazón!’.”
“ Tenían el corazón duro,
no podían entender la Palabra de Dios. Y la
mundanidad ablanda el corazón, pero mal: un
corazón blando ¡jamás es una cosa
buena! El bueno es el corazón
abierto a la Palabra de Dios,
que la recibe. Como la Virgen,
que meditaba todas estas cosas en su
corazón, dice el Evangelio.
Recibir la Palabra de Dios
para no alejarse de la elección”.
Pidamos, entonces “la gracia de superar nuestros egoísmos:
el egoísmo de querer hacer de las mías, como yo quiero”.
“Pidamos la gracia de superarlos y pidamos la gracia de la docilidad espiritual, o sea abrir el corazón a la Palabra de Dios y no hacer como
han hecho estos nuestros hermanos, que cerraron el corazón porque se alejaron de
Dios y desde hacía tiempo no sentían y no entendían la Palabra de Dios. Que el Señor nos de la gracia de un corazón abierto para recibir la Palabra de Dios y para meditarla siempre.
Y de ahí tomar el verdadero camino”.
El 19 de enero antes del rezo del Angelus dijo: “el Bautista ve a Jesús que avanza entre la
multitud e, inspirado del alto, reconoce en Él al enviado de Dios, por esto lo
indica con estas palabras: ‘¡Este es el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo!’”.
El verbo que viene traducido con ‘quitar’, significa literalmente ‘levantar’, ‘tomar sobre
sí’. Jesús ha venido al mundo con una misión
precisa: liberarlo de la esclavitud del pecado,
cargándose las culpas de la humanidad. ¿De qué manera? Amando.
No hay otro modo de vencer el mal y el pecado que con el amor que empuja al don de la propia
vida por los demás”.
“En el testimonio de Juan el Bautista, Jesús tiene las características del Siervo del Señor,
que ‘soportó nuestros sufrimientos, y aguantó nuestros dolores’, hasta morir sobre la cruz. Él es el verdadero cordero pascual,
que se sumerge en el rio de nuestro pecado, para purificarnos”.
“El Bautista ve ante sí a un hombre que se pone en fila con los pecadores para hacerse
bautizar, si bien no teniendo necesidad.
Un hombre que Dios ha enviado al mundo como cordero inmolado”.
“En el Nuevo Testamento la palabra ‘cordero’ se repite varias veces y siempre en referencia
a Jesús. Esta imagen del cordero podría sorprender; de hecho, es un animal que no se
caracteriza ciertamente por su fuerza y robustez y se carga un peso tan oprimente.
La enorme masa del mal viene quitada y
llevada por una creatura débil y
frágil, símbolo de obediencia, docilidad y de amor indefenso,
que llega hasta el sacrificio de sí
misma. El cordero no es dominador, sino
dócil; no es agresivo, sino pacifico; no
muestra las garras o los dientes frente a cualquier ataque, sino soporta y es
remisivo”.
“¿Qué cosa significa para la Iglesia, para nosotros, hoy,
ser discípulos de Jesús Cordero de Dios? Significa poner en el lugar de la malicia la
inocencia, en el lugar de la fuerza el amor, en el lugar de
la soberbia la humildad, en el lugar del prestigio el servicio”.
“ser discípulos del Cordero significa no vivir como una ‘ciudadela asediada’,
sino como una ciudad colocada sobre el monte, abierta, acogedora y solidaria.
Quiere decir no asumir actitudes de cerrazón, sino proponer el Evangelio a todos,
testimoniando con nuestra vida que seguir a Jesús nos hace más libres y más alegres”.
En twitter dijo: El Señor llama a la puerta de nuestro
corazón. ¿Quizás hemos
colocado un pequeño cartel que
dice: “No molestar”?
Pidamos por la paz, y busquemos construirla,
comenzando desde casa.
Las guerras destrozan muchas vidas. Pienso especialmente en
los niños a los que les han robado su infancia.
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Que Dios te llene de bendiciones. Y que permanezcamos unidos en el
amor a Jesús.
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