183783968 cuentos de horror en la historia nicolas lopez cruz 2013

34

Upload: z-cordovez-cordovez

Post on 19-Jan-2016

62 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

Page 1: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013
Page 2: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

----------------------------------------------------------------------------------

Nicolás López Cruz

CUENTOS

DE HORROR

EN LA

HISTORIA

HUACHICHIL

----------------------------------------------------------------------------------

Page 3: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

ÍNDICE

LA CABEZA DEL PADRE--------------------------------3

CUANDO EL ABUELO SE FUE DE MOJADO------------11

LA PRIMERA VEZ---------------------------------------22

FRAGMENTOS DEL LIBRO DE LOS ZIUMITECAS---26

Canción muda 26

Los conquistadores 26

De Las misiones en el norte de la Nueva España 27 Origen del día y de la noche 27

Origen de las canciones 28

Origen de los humanos 29

La bruja 29

Del diario de viajes del pintor Leandro Izaguirre 30

Canción 33 Cantos fúnebres y arrullos ziumitecas 34

EL RETO DE LOS DOCE PARES DE FRANCIA--------36

SANTA MUERTE Y SAN LA MUERTE-----------------48 Una leyenda de San la Muerte 48

Una leyenda de la Santa Muerte 49

Tomasito Herrera 51 Malverde 52

Gauchito Gil 58

NOTAS-----------------------------------------------------61

PORTADA: Estandarte El Doliente de Hidalgo, capturado en 1812 por el ejército español. Fue enarbolado por el Regimiento de la Muerte, cuya principal misión era vengar al cura Miguel Hidalgo. CONTRAPORTADA: Tortura de Cuauhtémoc (1892), óleo sobre tela de Leandro Izaguirre.

LA CABEZA DEL PADRE

Durante la madrugada, cuando más suena el viento de otoño,

no hay que pasar por ahí, dice la gente, pues se oyen risotadas y

voces fantasmales, y ni santiguándose se les hace callar. En eso

pensaba una mujer que caminaba por la calle con miedo,

arrepentida de no haber rodeado la manzana, sin atreverse a

voltear hacia arriba, donde la luna, grande y blanca como un

cráneo, iluminaba los muros de la alhóndiga de Granaditas,

dejando ver claramente las jaulas que colgaban en las cuatro

esquinas, y su podrido contenido: las cabezas cercenadas de los

malogrados líderes de la rebelión, expuestas a la vista de todos

como escarnio y advertencia.

-jajajajjajaajaaaa!

La carcajada cayó desde la azotea y la mujer huyó corriendo

de aquel lugar maldito.

Por más que sabía que reírse así no es propio de un muerto

con educación, la cabeza del que había sido en vida el general

Allende no podía contenerse.

-¡jajajaaj! Para ser curita, vuestra merced dice muchas

majaderías.

-Vaya, ¿otra vez criticando?- Se oyó desde lejos la voz del

que alguna vez fue Aldama-. Siga con vuestra historieta, padre.

-…Pues me acerqué para ver de que se reían aquellos

soldados, y uno que entendía de letras le leía a los otros los versos

que estaban escritos en el muro:

En la lengua portuguesa

al ojo le llaman cri,

y aquel que pronuncia así

aquesta lengua profesa.

En la nación holandesa

ollo le llaman al culo

y así con gran disimulo,

3

Page 4: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

juntando el cri con el ollo

lo mismo es decir cri-ollo

que decir ojo de culo.

Bastardos, por qué no han tapado aquel insulto, les grité a

mis hombres, y cuando estos se apartaron casquibajos, pude leer

otra décima, que con distinta mano y pintura aún fresca, acababa

de escribir alguno de los nuestros bajo la primera, como

contestación:

Gachu en arábigo hablar

es en castellano mula;

pin la Guinea articula

y en su lengua dice dar;

de donde vengo a sacar

que este nombre gachupín

es un muladar sin fin,

donde el criollo siendo culo

bien puede sin disimulo

cagarse en cosa tan ruin.

Las cuatro cabezas volvieron a reír en coro, y aquellas risas

huecas, salidas de bocas sin garganta ni pulmón alguno, se

extendieron como cuervos de mal agüero por todo Guanajuato,

llenando los sueños de los durmientes con hermosas pesadillas.

Perdidas sus últimas batallas, fusilados y luego decapitados

sus cuerpos, las cabezas de los iniciadores del levantamiento

contra los españoles, Allende, Aldama, Jiménez e Hidalgo,

despertadas por los ventarrones de octubre, se entretenían del

largo tedio que significa estar muerto contándose chistes y

anécdotas de guerra.

Para dejar de oír ese viento que no los dejaba dormir, la

cabeza del cura Hidalgo quiso declamar a sus compañeros unos

tristísimos versos de su amado Ovidio, Barbarus hic ego sum,

quia non intellegorulli, que sabía de memoria desde sus años de

bachiller. Pero curiosamente no recordaba ninguno y sólo pudo

UU

4

decir esos intercambios de insultos en décimas, como si los

estuviera leyendo en ese momento, escritos en aquel muro de

Guadalajara frente al cual había pasado una y otra vez. Los había

perdonado de ser borrados (al fin de cuentas, en su pobre ejército,

ahora tan trozado y disperso como su cuerpo, casi nadie sabía leer)

en simpatía con el desconocido que los escribió y al que se

imaginaba similar a él mismo: fracasado como poeta, como

creyente y como guerrero, bueno sólo para burlas y rencores.

¿Cómo se verán desde la calle sus cabezas, encerradas en

esas jaulas de pájaros? De seguro grotescas y ridículas, como aves

demasiado gordas para volar, listas para ser desplumadas y

metidas a la olla.

-Todavía me pregunto -la voz de Jiménez, traída por el

viento, interrumpió sus pensamientos- por qué, estando muertos y

con nuestros cuerpos tan lejos, pudriéndose bajo tierra, tenemos

aun conciencia. Antes pensaba que es castigo divino, por intentar

liberar a un pueblo que por designio de Dios será siempre esclavo.

Pero luego pensé que quizá es para que podamos ver desde acá

arriba cuando nuestro ejército triunfe.

-Pues lo verán vosotros, que yo no veo nada ya –contestó

Allende-. Estos cuervos parecen gachupines, que me han comido

los ojos.

-Vos, que sois sacerdote y estáis más enterado de estas

chanzas sobrenaturales, ¿qué nos podéis decir?-Preguntó Aldama.

Pero la cabeza del padre, siempre dispuesta a contestar

cuando se hablaba en broma, se quedó ahora callada. Había

descubierto que su memoria se evaporaba y que pronto se quedaría

sin recuerdos. ¿Qué más había olvidado ya? ¿Recordaba siquiera

cómo lo mataron?

Pidió le trajeran los dulces que algún alma caritativa le

envió, y los repartió entre la tropa que lo iba a fusilar:

-Esta mano derecha con la que les doy esto, la misma que

pondré sobre mi pecho, será, hijos míos, el blanco seguro a que

habéis de dirigiros.

5

Page 5: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

La mano estaba vendada, pues días antes, en horrible

ceremonia, después de degradarlo y excomulgarlo, con un cuchillo

le rasparon yemas y palmas hasta los huesos, para que no pudiera

volver a dar la bendición.

Logró que no lo sentaran de espaldas-como era costumbre

con los traidores-, pero no pudo evitar que le vendaran los ojos.

Los balazos volvieron a manchar de sangre la venda de su

mano, colocada sobre su corazón. Dos descargas de fusilería no

pudieron matarlo, Tuvieron que darle el tiro de gracia. Casi

sesenta años de vida tenía su cuerpo y correoso se negaba a morir.

Aún después de muerto, no dejó este mundo, cosa que no le

asombró, tan pecadoramente se aferraba a él. Por ese mismo

pecado había practicado tantos oficios contradictorios, aprendido

tantas lenguas, provocado tantos pleitos y hasta guerras, fornicado

tantas veces hasta que le doliera el miembro, buscado tantos

amigos y enemigos.

Sintió cuando un machete le cortó la cabeza de un solo tajo.

Aun tenía en la momificada lengua el sabor a la sal en que habían

transportado su cabeza desde Chihuahua hasta acá, para hacerle

compañía a las de sus compañeros, que habían sufrido suerte

similar un mes atrás.

A los pocos días, dejó de sentir ese sabor en la lengua, por

que los cuervos se la comieron. Y también los ojos. Entre más se

descomponían las cabezas, menos chachareras eran, más se

encerraban en sí mismas, el sopor de la muerte era más fuerte y

más grande el olvido de la pasada vida. Entraban en profundos

sueños cada vez más largos, de los que sólo salían por breves

momentos, despertadas por el helado viento nocturno o por el

asedio diurno del enjambre de moscas.

Los otros, fusilados un mes antes, no respondían ya a sus

preguntas ni reían con sus chanzas. La cabeza de Allende, cuando

podía pensar, pensaba en su hijo: el cabrón de Indalecio. Vio como

lo mataron el mismo día que lo atraparon a él, por intentar

UUUUU

6

resistirse. ¿Dónde estará su cabeza? ¿También se la cortaron? Y

todo por culpa de este curita bribón, por tomar decisiones militares

que no le correspondían, por no dejar actuar a los que saben. Y

cuando la cabeza de Hidalgo le hablaba, aunque escuchara, se

hacía el sordo, enojado. Luego ya no fue necesario hacerse el

sordo, pues se durmió y no volvió a despertar.

El último pensamiento de la cabeza de Aldama fue para su

sombrero blanco, al que extrañaba para protegerse del sol y el frío.

Y el de Jiménez, para su viuda y para aquel pocillo con chocolate

que había rechazado, apresurado, el mismo día que los apresaron.

Y así fueron asustando cada vez menos a los caminantes,

quienes se acostumbraron a ver aquellos cráneos semidescarnados

como si fueran adornos de cornisa.

Un día, la cabeza de Hidalgo fue despertada por un ruido

pequeño y familiar, que le trajo gratos recuerdos.

Escuchó un rato con nostalgia y cariño. Era el mismo ruido

que se oía en aquellas noches en Dolores, cuando los gusanos de

seda devoraban sin parar hojas de morera. Ese ruido lo hacían

todas las noches mientras eran larvas. Cuando dejaba de oírse,

significaba que con su saliva habían tejido su capullo y ya eran

silenciosas pupas en metamorfosis.

Entonces se cometía un crimen. No dejaban que las pupas

acabaran su natural ciclo y salieran como animales alados, pues

romperían el capullo y con él los hilos de seda. Metían todos los

capullos a hervir para matar a las indefensas pupas y luego separar

cuidadosamente el hilo de seda sin estropearlo.

Bueno, pensó el cura, ahora la naturaleza se venga de mí,

pues esto que oigo, sin duda, es el ruido de los gusanos que me

están comiendo el cerebro.

Y así era. Tanto le comieron que se le dificultó cada vez más

el pensar y regresó al sueño que se supone eterno.

Digo se supone, por que poco después volvió a ser

despertado, ahora por unos picotazos en la frente. Era un cuervo

UU

7

Page 6: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

que le intentaba arrancar algo de seca piel.

-Vaya, hola cuervo. Hijo, no tenías que pegar tan duro, me

despertaste.

-Hola. No eres buena comida.

-Ya que estás comiendo mis restos, quiero pedirte algo.

Algún pariente tuyo, si no tú, calmó su hambre con mis ojos, y

nada puedo ver. ¿Podrías hacerme el favor de contar cómo van las

cosas en el reino de los vivos?

-Magníficamente. Son los mejores tiempos que he conocido.

De tanta tragazón, me duele la panza todo el tiempo. Hay más

cadáveres regados por las calles de los que podemos consumir.

Sólo las moscas se la pasan tan bien. Sin duda son tiempos de

prosperidad y abundancia.

Diez años duraron expuestas las cabezas, hasta quedar sólo

los cráneos pelados. En 1921, ganada al fin la guerra, las bajaron

de la Alhóndiga de Granaditas. Despertó nada más el cráneo de

Hidalgo, quien no entendió por qué tanto barullo, y se volvió a

dormir.

El país recién nacido quiso reunir las cuatro cabezas con el

resto de sus esqueletos-que yacían en territorios lejanos, donde

habían muerto-, y los enterraron juntos bajo el altar de los Reyes

en la Catedral de la Ciudad de México. O al menos eso se creyó.

La verdad, a falta de técnicas adecuadas para reconocerlos,

enterraron ahí un montón de cadáveres, revueltos los de los cuatro

hombres con los de otros, incluyendo algunos que habían luchado

hasta su muerte en el ejército contrario. Y entre el relajo de los

papeleos y el transporte, el cráneo de Hidalgo fue confundido con

el de un soldado anónimo, lo desecharon y quedó sepultado en un

terreno sin nombre de la ancha fosa común que es el mundo,

donde por fin pudo descansar a gusto, al menos por unos años,

hasta que el olor a sangre lo volvió a despertar.

-¿Qué pasa?-Preguntó el cráneo somnoliento.

-Me mataron-le contestó el cadáver que se encontraba arriba

de él.

8

-¿Quién?

-Los franceses.

-¿Los franceses?

-Sí. Nos invadieron desde hace varios años, pusieron un

nuevo emperador, y no hallamos como sacarlos.

-Vaya, ¿y no han pedido ayuda a los Estados Unidos?

-¿Estados Unidos? No me haga usted reír, se ve que lleva

mucho tiempo muerto. Esos nos invadieron antes y nos quitaron la

mitad del territorio. Si les pedimos ayuda, de seguro nos quitan el

resto, ¿y a dónde nos vamos a ir a vivir?

-Tú y yo, a ninguna parte ya, hijo. A ninguna parte.

Primero España, luego los gringos, ahora los franceses.

¿Siempre seremos esclavos? ¿Tenía razón Jiménez en eso de la

maldición?

Si así va a ser, ¿para qué despertar? concluyó, y volvió a

sumirse en el olvido. En una de sus cuencas se rompió una semilla

y empezó a nacer un árbol. El árbol creció, sus raíces removían de

vez en cuando la tierra, haciendo que la cabeza despertara de

nuevo y, sin salir del duermevela, se volviera a dormir. Luego el

árbol fue talado, y por decenas de años, aparte de uno que otro

terremoto, nada la molestó.

Pero, al parecer, el descanso eterno no estaba reservado para

sus pobres huesos. Alguien desenterró el cráneo. Lo limpiaron, lo

movieron de un lado a otro, lo analizaron, lo midieron y lo

volvieron a analizar.

-¿Y ahora qué pasa?-Volvió a preguntar el cráneo. No sabía

que el resto de su esqueleto fue trasladado a la catedral y luego a

un monumento llamado El Ángel de la Independencia; que habían

pasado más de dos siglos desde su muerte y que, como parte de las

celebraciones del bicentenario de la independencia, aprovecharon

las técnicas modernas para reconocer bien los restos, y se

volvieron a equivocar. Pero años después volvieron a sacarlos para

analizarlos, y por fin descubrieron el error, que tenían los despojos

uu

9

Page 7: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

del que fue en vida Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y

Costilla Gallaga Mondarte Villaseñor, pero no su cabeza.

Después de mucho tiempo de creerla perdida para siempre,

un día la encontraron casualmente, y ahora sí, la llevaban entre

honores máximos a reunirse con su esqueleto, pues aquel país, que

tenía mucho menos tiempo de existir que los edificios construidos

en su interior, se sentía huérfano y culpable de haber dispersado y

dejados solos en el mundo los huesos de su padre.

Oyó los redobles de tambor, los viva Hidalgo y pensó vaya,

parece que me homenajean, qué bien. Creyendo que todo era un

sueño, volvió al sueño, pero un ruido extraño lo despertó de

nuevo. No conocía los automóviles ni el escándalo que hacen,

pensó que ese estruendo era el de las trompetas del fin del mundo.

-¿Me escuchan? ¿Hay alguien ahí?

Pero el monumento en que lo habían sepultado estaba en

medio de la calle más ancha de la Ciudad y entre tantos coches,

cláxones, silbatos, gritos, anuncios y demás, era imposible que

alguien lo escuchara.

10

CUANDO EL ABUELO

SE FUE DE MOJADO

El abuelo Teófilo era famoso por ser tan excelente narrador

de historias como astronauta. Es cierto que su voz era medio

gangosa, pero eso le daba a su conversación un sabor particular. Y

que era tartamudo, pero eso no importaba mucho. Y que tenía muy

avanzado el alzhéimer, pero teniendo en cuenta lo aburridas de sus

historias, eso era una virtud y no un defecto. También es cierto

que era mudo, pero ahora que recuerdo, me estoy equivocando de

abuelo, pues el mudo y tartamudo era el abuelo Filemón. ¿O era el

abuelo Canuto? Bueno, el abuelo Teófilo también se volvió mudo,

pero eso fue hasta que cumplió los noventa años, cuando murió

envenenado misteriosamente, porque antes de eso no dejó de

jodernos con su cháchara irritante.

La verdad, esperábamos con ansia que dieran las ocho de la

noche, hora en que el abuelo nos reunía a sus seiscientos sesenta y

seis nietos y contaba sus entretenidísimas aventuras, y

esperábamos con ansia porque eso significaba que ya sólo le

faltaba una hora para dormirse y dejar de chingarnos la existencia.

Todas sus historias giraban en torno a su viaje ilegal a los

Estados Unidos. El resto de su vida, según contaba, había sido

sosa y aburrida, dedicándose a oficios tan tediosos como el de

corredor de autos de carreras, traficante narcosatánico, agente

secreto de la CIA, homicida integrante de la secta de Charly

Manson e intérprete de canciones de Palito Ortega.

-Así es, queridos nietos-Platicaba, allá en su departamento

de Matamoros, ante nuestras enternecedoras miradas-. Un día me

fui de Matamoros para nunca más volver, a probar fortuna al otro

lado. Luego de dos días y seis noches en un camión guajolotero,

llegué a la terminal de Ciudad Juárez y apenas bajé fui hacia una

cantina, como me lo recomendó mi compadre, para buscar un

uuuu

11

Page 8: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

coyote. Ustedes, que aún son inocentes y limpios de pecado,

seguro no saben que para entrar a otro país se necesitan unos

papeles… mmmh… ¿cómo les explicaré?...

-¿Te refieres al pasaporte, abuelito? –Preguntó

candorosamente mi prima Eufrasia.

-Y la Visa- acompletó Miguelito-.

-Bueno, bueno –continuó el abuelo-, pues yo llegué tarde a

la repartición de picaportes…

-Pasaporte. Se llama pasaporte- aclaró Eufrasia. Mi abuelo

se hizo el sordo y continuó su historia: -…y los coyotes, según mi

compadre, que ya se había ido de mojado, se encargan de hacer

pasar al otro lado a la gente que no tiene…

-¡Pasaporte, abue! ¡Visaaa!…

-Eso pues, chingao. El caso es que mi compadre me dijo que

encontraría a esos coyotes en las cantinas. Se les reconoce porque

andan con sombrero texano, camisa texana, pantalón texano y

bigotes de texano copiándole a Pedro Infante. Me metí a una

cantina, y luego a otra, y a otra, y nada. Vi a un chingo de fulanos

que vestían así, pero ninguno que fuera coyote, puros changos y

uno que otro con cara de tlacuache bodeguero. Y me dije ah qué

mi compadre, pa qué le hago caso, si bien sé yo donde encontrar

verdaderos coyotes.

Allá en las granjas de las afueras de los pueblos, allí

seguritito te encuentras un coyote, y como les dije, que soy

profeta, apenas llevaba un rato caminando por una granja

colindante con el desierto pelón, buscando donde vaciar tantas

chelas que me había metido, y ahí los vi, tres coyotes se peleaban

por una gallina que de seguro se acababan de robar.

-Oigan-les dije-, a ustedes los buscaba.

Los coyotes dejaron de pelear y se me quedaron mirando,

saqué unos billetes y se los enseñé:

-¿Quién de ustedes me puede pasar al otro lado? Miren,

tengo pa pagar.

Pero no contestaron, nomás se quedaban mirándome, ay San

12

Dimas, de seguro no es suficiente varo, pensé, saqué el resto de mi

fortuna y agité el fajo de billetes frente a sus hocicotes.

-Es todo lo que tengo-les dije.

No debía ser suficiente, porque se me lanzaron los tres a la

vez y no sólo destrozaron a mordiscos mis billetes, también se

cobraron con dos de mis dedos, que me arrancó el perro más

grandote, miren.

El abuelo nos enseñó su mano derecha, con sólo tres dedos.

-Abuelo, estás doblando los otros dos dedos, no te hagas-

Dijo mi primito Leonardín.

-¿Ah sí?-contestó mi abuelo-. Miren, pos si es cierto, ya me

había olvidado que me los volvieron a pegar después, aunque les

diré que estos dos dedos no son míos, porque a los míos los

cagaron los coyotes, estos dedos eran de otro cristiano, pero la

historia de cómo se los gané en el dominó y cómo logré que un

matasanos me los pegara, se las cuento después, que ya estamos a

punto de entrar en la parte romántica de la historia.

Cuando acabaron su fiesta, se fueron los desgraciados

animales, dejándome sin un quinto y todo lleno de mordidas, con

el pellejo tan agujereado que se me cayeron algunas tripas, carajo,

con razón me dijo mi compadre que buscara a los que van

vestidos, deben ser más educados, pensé, y me fui llorando a ver el

río que separaba mi país del de los güeros, porque me había

quedado sin un quinto y lejos de mi tierra, y tanto me había

acercado a la frontera para nada.

Ahí, a orillas del Río Bravo, me senté a llorar mis penas.

Apenas era luna nueva, no se veía mucho, pero poco a poco

distinguí que no estaba sólo, otras gentes, al igual que yo, miraban

pal río y pal otro lado, admirando en silencio la noche y las

estrellas que se reflejaban en el agua.

Luego noté que no eran reflejos de estrellas, sino calvas, las

que brillaban y se movían en el río. La gente se lanzaba clavados y

nadaba hacia Gringolandia. Eran montones de cristianos,

metiéndose al agua en manadas, unos tras otros, parecían los

yyyyy

13

Page 9: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

pingüinos que salen en la tele, y me cae que el agua estaba igual

de helada que la del polo norte, lo sé porque de repente me vi

dentro del río, ni recuerdo cuando salté pal charco, y es que ya no

quedaba nadie en la orilla, todos se habían ido nadando y me dio

miedo quedarme sólo entre tanta oscuridad. Lo bueno es que la

oscuridad no duró mucho, prendieron unos faros en la otra orilla y

nos iluminaron con ellos, que buenos son los gringos, pensé, esos

sí que saben tratar al turista, y madres, empezaron a disparar con

metralletas, parecía que una máquina de coser gigante se acercaba

a nosotros agujereando el río, pasaba por encima de alguno que

otro nadador y lo dejaba tieso y cosido de balas. Estuvieron

pegando tiros mucho tiempo. De milagro llegué hasta la otra

orilla. Ahí había unos uniformados esperando a los que alcanzaban

tierra e intentaban salir, y les disparaban a quemarropa. Me quedé

escondido bajo el agua, aferrado al fango de la orilla. Por suerte

llevaba el popote de un Jarrito de tamarindo que me había echado

en la mañana y un empaque de papitas. El empaque no me sirvió

pa nada, pero al popote lo usé como en las películas de Rambo,

respirando a través de él, sorbiendo el aire de fuera mientras yo me

la pasaba bajo el agua, y así esperé muchas horas. No se dejaba de

oír la balacera. Antes me quedé dormido. Me despertó un

chingadazo en la choya, ya me quebraron, pensé, ya me llevó la

recogida, pero no, era un zopilote grandotote, encima de mí, que

me miraba. Me había tirado un picotazo, y al darse cuenta que no

era aún carroña, se fue volando.

Me asomé fuera del agua: se habían ido los gringos,

zopilotes de todos los tamaños picoteaban a los cadáveres, que

flotaban en el agua como llantas de camión. Jijos de la guayaba,

les dije a los pájaros pelones, ustedes fueron los ganones. De

repente, sentí que me jalaban la greña y los cadáveres y los

zopilotes al sobres de ellos se hicieron cada vez más chiquitos,

porque un pajarraco más grande que todos los demás me llevaba

de los pelos y ya me había subido hartos kilómetros…

-Yaaa, que mentiroso es usted, abuelo -dijimos al unísono

uuu

14

los setecientos setenta y siete mozalbetes y damitas-. Si está más

gordo que una vaca, abuelo, ningún zopilote puede cargar tanto.

-Es que este no era zopilote, sino zopilota, y aunque ustedes

no me lo crean, debido a su falta de experiencia, así fue, mis

inocentes engendros, una zopilota me llevaba por los aires

mientras yo le gritaba: suéltame, pinche supertiñosa, aún no he

muerto y estoy demasiado fresco pa tu podrido estómago, y ella

me contestaba: cruarrrrrr!

Y sé bien que era zopilota, porque un zopilote que andaba

por ahí, también volando, nos vio y ni tardo ni perezoso se le lanzó

a la hembra, se le montó encima y… bueno, no están ustedes pa

escucharlo ni yo pa contárselos, porque luego me regañan sus

mamases, pero esos dos se pusieron a jugar en el aire y algo le

debió de haber hecho el zopilote a mi avioneta de plumas, porque

esta pegó un gritotote, abrió sus garras y me dejó caer, ya se había

olvidado de mí la condenada.

Fui a caer, para mi buena suerte, arriba de un nopal lleno de

frescas y jugosas tunas, y después que me saqué las espinas

clavadas por todo el cuerpo y que me quité la camisa y la hice

trozos pa hacerme vendas y parar un poco los chorrotes de sangre,

llené mis bolsillos con las tunas que pude, pues comprendí que ya

estaba del otro lado, ese era el famoso desierto onde se muere la

gente que lo intenta cruzar, necesitaría comida y líquidos pal largo

camino.

Allá arriba seguían refocilando las carroñeras, cada vez más

lejos se veían, hasta parecer palomas y luego moscas y luego cacas

de moscas y luego nada, ya se van, pinchis zopilotes, pensé, ojalá

se vayan a rechingar a la hermana de su tía.

Me puse a caminar. Más allá me esperaban las ciudades de

los gringos, esos güeros que hablan tan raro, como si fueran

inditos.

No es un moco de pavo cruzar un desierto, no señor. A cada

rato me encontraba esqueletos de vaca y de vez en diario alguno

de humano. A ver si no acabo como estos, con mis tristes huesos

uu

15

Page 10: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

blanqueándose al sol. En eso pensaba, cuando se atravesó en mi

camino un león, cerrándome el paso.

-¡Noooooo, abuelo!- Protestamos al mismo tiempo los

ochocientos ochenta y ocho pequeños espantajos – ¡Eso ya es

mucha mentira!

-¿Qué? Les digo que era un león, igualito a los de la tele: un

gato grandote como caballo, amarillo como diente de viejo,

melenudo como jipi y con el aliento del tío Eufonías cuando

amanece crudo…

-Pero si en el continente no hay leones, abuelo, son de

África, no de acá.

-Aaaah, ya entendí, mis lindos monstruitos, es que ya estoy

viejo, se me mezclan los recuerdos y confundí mi viaje a los

Estates Quietos con el que hice al África.

-Vooy, ¿A poco también fue a África?

-A huevo, tengo más de ochenta años caminando por este

mundo. ¿A poco en ese tiempo ustedes no hubieran llegado con

los ojos cerrados a África, y más allá?

Ante tal argumento, callamos y le dejamos seguir, aunque no

dejamos de mirarlo feo, como juez al acusado sin dinero.

-Bueno –continuó-. Estaba en Gring…en África, y que se

me pone enfrente ese leonsote, ladrándome y mirándome así de

feo como ustedes, y rápido me trepo a un mezquite...

-¡Oh, abuelo! En África no hay mezquites, y además los

leones no ladran, rujen.

-¿Qué no hay mezquites en África?

-¡Nooooo!-Gritamos a coro, como si cantáramos el himno

nacional.

-¿Pos ya ven como sí estaba hablando de mi viaje a Estados

Unidos? Porque a lo que me subí fue a un mezquite, y punto.

-¡Pero si los leones no ladran!

-¿Ustedes conocen leones que no sean de África, sino de

acá?

-¡Nooooo!

16

-Pues yo sí, así que yo soy quien sabe que ruido hacen, y ya

no anden interrumpiendo, condenados cagadores de pañales,

respeten a sus mayores y déjenme acabar mi historia.

Bueno, me quedé dos días subido al mezquite, hasta que el

león se cansó de esperar y se fue a buscar presas menos rejegas,

entonces pude bajar.

Lo malo es que me había comido las tunas y hasta las vainas

del mezquite, no hallaba nada más que comer ni beber. Mi

estómago rugía de lo lindo, como león africano. Escuchaba el

concierto de mis tripas cuando se oyó un rugido mucho más

grande y horrible, como salido de la caverna que sirve de entrada a

los infiernos.

Los novecientos noventa y nueve nietos gritamos a la vez,

porque en realidad escuchamos ese rugido. Luego comprendimos

que el abuelo sufría uno de sus célebres ataques estomacales, en

los que salían de su panza ruidos de tal magnitud y densidad que

los vecinos salían corriendo del edificio creyendo que temblaba.

Incluso una vecina del piso de arriba se había suicidado tirándose

por la ventana, para no seguir escuchando aquel estruendo, que

parecía el lamento de todas las gallinas, vacas y cerdos que mi

abuelo se había zampado a lo largo de sus más de ochenta años de

existencia.

Poco a poco se fue calmando el escándalo y el abuelo,

después de dejar el baño más apestoso que Irak tras una batalla,

pudo continuar con su relato:

-Les decía que me sorprendió un ruido más fuerte que el que

acaban de escuchar. Volteé pa ver de dónde provenía y entonces vi

que se acercaba un animal de tamaño enorme, más grande que la

torre latino. Parecía un pez. Se movía lentamente, impulsándose

con sus aletas. Se detenía un rato, resoplaba un poco y luego

volvía a arrastrarse, derrumbando a su paso cactus y huizaches. Se

notaba que era extremadamente viejo. Su piel estaba llena de

arrugas, como la de una tortuga caguamera, o como su abuelita, y

tan cubierta de polvo que daba lástima verla. De sus ojos escurría

uuuu

17

Page 11: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

sal, a falta de suficiente líquido para hacer lágrimas, y colgaban

lagañas del tamaño de cerdos bien cebados.

-¿Quién eres tú- Le pregunté.

-¿Yo? Una ballena, ¿qué no ves?

-¡Abuelito, las ballenas viven en el mar, no en los desiertos!-

dijeron los primitos más pequeñitos, que aún no se cansaban de

contradecir al viejo. El resto de nosotros suspiramos sin decir

nada.

-Eso mismo le dije a aquella bestia, mis demoníacos

querubines, y me contestó que no era su culpa vivir en un desierto,

que allí antes era un mar, pero el sol se había bebido toda el agua,

convirtiendo su paraíso marino en arena seca y caliente.

-Mis hermanos peces y yo nos quedamos atrapados aquí-

platicó tristemente la ballena-, no quedó más remedio que

acostumbrarnos a la vida del desierto.

-¿Entonces hay más tipos raros como tú, arrastrándose por

aquí?-Pregunté. Secretamente pensaba en una mojarra frita al

ajillo.

-No, sólo quedo yo.

-¿Qué se hizo de los otros?

-Me los comí.

-¿Te los comiste? ¿A todos? ¿No dejaste ni unos charalitos?

-Es que tengo muuucha hambre.

Y después de decir esto me tragó de un bocado, sin avisar

agua va ni nada, la muy cabrona.

Después del natural momento de pánico, me resigné a mi

suerte. Total, pensé, qué más da si muero de hambre y sed o si

muero digerido.

La oscuridad era total, como en el vientre materno. Aún no

me moría, así que saqué y prendí mi lámpara de pilas, que le robé

a un esqueleto olvidado en el desierto, y que hasta entonces me

había servido pa quitarme las pulgas y pinacates que se me subían

en las noches.

Ya iluminado, dentro no se veía tan mal la cosa. El costillar

18

de la ballena parecía el interior de una iglesia. Caminé por mi

nueva tumba, paseando, esperando el momento en que vinieran los

ácidos digestivos a convertir mi cuerpo en mierda.

Después de andar unos metros, el rayo de mi lámpara

iluminó algo que me pareció un espejismo, por lo maravilloso e

inesperado: frente a mí, el conjunto de alimentos más grande que

he visto en mi vida, y eso que he ido al mercado de la Merced.

Carnes de todos los tipos se apilaban unas sobre otras: reses,

carneros, gallinas ya desplumadas, cerdos completos o trozados y

procesados, chorizos, jamones ahumados, longaniza, moronga,

peces y mariscos de todo tipo, incluso venados, juntos formaban

una montaña más alta que el monumento a la independencia, y

más gorda que su tía Espergencia. Al lado, otra montaña, esta de

manzanas, papayas, melones, plátanos, duraznos, fresas, mangos,

limones, naranjas, berenjenas, higos, aguacates, zanahorias,

lechugas y cuanta planta comestible se les ocurra.

Hacia la oscuridad que no llegaba a iluminar mi lámpara, se

extendían filas de barriles que imaginé llenos de vino, caguamas

de cerveza, botellas de leche, refrescos y garrafones de agua.

Custodiaban las hileras de bebidas altísimas torres de quesos,

dulces de leche y demás preparados.

Mis pies estaban empapados con tanta baba que salía de mi

boca. En medio de esos manjares, se encontraba una mesa con una

silla vacía. Sobre la mesa se posaban varios platillos cocinados y

humeantes, y sobre ellos me lancé. No sé cuánto tiempo estuve

tragando, masticando y digiriendo tanta cosa, porque no tenía reloj

para medir el tiempo, pero sospecho con el pecho y calculo con el

pie derecho, que comí y bebí sin parar por más de una semana. Ni

sueño me daba, tenía el hambre tan acumulada de años, que no

podía dejar la tragazón. Ha sido el banquete más grande de mi

vida.

Unas lágrimas recorrieron la celulítica faz del abuelo. Le

daba más sentimiento recordar aquel festín que a su primer mujer,

ya muerta, o que a sus padres, ya vueltos polvo. Después de

uuuuuu

19

Page 12: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

suspirar como si fuera la última vez que tragara aire, continuó:

-Mientras pegaba eructos más gordos que bebe de rico,

pensé vaya, con razón nos morimos de hambre allá en mi tierra, si

esta pinche bestia se ha comido todo, no dejó ni los huesos pa

chuparles el tuétano, y ahora me comió a mí, este es el final del

camino, viejo, no porque Pinocho y Jonás se salvaron te vas a

salvar tú. Me tendí sobre la carne viva de la ballena y me puse a

dormir, dormir y dormir, soñando que nunca tendría que volver a

despertar, pero era sólo un sueño, porque un ruido me hizo

levantar, un ruido que conocía bien, el de las tripas cuando están a

punto de descomer, sólo que dentro de aquel cuerpo parecía el

ruido del cielo al romperse y desplomarse sobre los vivos.

Es algo muy sabio eso de que sólo se cague a la materia

muerta, porque se siente de la chingada ser cagado vivo, sientes

que te ahogas en un océano de mierda, que se te mete por todos tus

agujeros, lo único bueno es que no puedes olerla, porque te tapa

las narices.

Después de días de escarbar, pude salir de aquel lodo y

encandilarme con la luz del sol. Había nacido por segunda vez. Al

alejarme lo suficiente para ver completa la gigantesca montaña de

caca de la que salí, entendí por fin como se había creado el

Popocatépetl y porqué se le había bautizado con tan poético

nombre.

Caminé unos días por el desierto sin tener que meterme nada

al estómago, tan lleno lo tenía, pero más pronto de lo deseado

regresaron el hambre y la sed.

Había nacido por segunda vez, y eso significaba la

chingadera de tener que conseguir de nuevo el pan y el agua.

Me había internado demasiado en el desierto. Ya no se veían

nopales ni mezquites, ninguna planta, nada de donde sacar un

poco de corteza que masticar, un poco de saliva vegetal que beber.

Cada vez que me topaba con un esqueleto humano, me parecía que

me topaba conmigo mismo. Por más que caminaba no encontraba

ninguna ciudad, ninguna huella del hombre que no fueran sus

huesos.

20

Mucho tiempo después, cuando salí de aquel infierno, me

enteré que ni siquiera estaba en Estados Unidos. La culera zopilota

me había traído volando de regreso a México y caminé por el

desierto chihuahuense durante varios meses. Ni siquiera pude

cruzar al otro lado, qué poca madre. Pero eso aún no lo sabía, me

imaginaba en gringolandia, me parecía que la tierra y el aire

hablaban en inglés.

No sé cuánto tiempo estuve vagando, era imposible salir del

desierto. Las suelas de mis tenis se gastaron y rompieron, continué

a raíz pelona. De mis pies sangrantes salía lo poco que me

quedaba de líquido.

Bajo la peor de las horas, en pleno mediodía, cuando ni

siquiera el propio cuerpo tiene sombra, caí en la arena, dispuesto a

convertirme en esqueleto. Más bien no estaba dispuesto a nada,

sólo quería olvidarme de mí. Un ruido lejano y conocido me

despertó a los pocos minutos de haber caído. Con mis últimas

fuerzas, me levanté y corrí hacia aquel ruido. Después de algunas

horas la vi, allá estaba, la ballena, dejando tras de sí un surco en la

arena, más ancho que la carretera panamericana. Después de otras

tantas horas de correr la alcancé y me puse frente a ella.

-Ballena, cómeme de nuevo-le dije.

-No.

-Anda, hazme parito.

-No.

-¿Qué no somos cuates?

-Cuates mis huevos, y no se hablan-Contestó.

-¿Por qué no quieres comerme?

-¿A poco tú te comes lo que cagas?

-Pos claro que no.

-Pos yo tampoco.

21

Page 13: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

LA PRIMERA VEZ

De aquella cantina al final de la calle salía la escasa luz que

iluminaba la noche y también soldados, alguna que otra pareja, un

borracho que iba hacía una saludable meada y música norteña, que

se mezclaba con los ruidos de los grillos.

Dentro de la cantina, teniendo como fondo el último éxito de

Los Capos de Durango, el cabo Gaudencio se esforzaba en hacer

escuchar sus profundas reflexiones a tres jóvenes rasos:

-...Y aún así, todavía no eres un hombre.... y podrás tragarte

veinte litros de alcohol del 96 sin cagar los intestinos, y aún así,

todavía no eres un hombre....y ni aunque mates a un cabrón....aún

te sigue faltando una cosa para ser hombre, mientras, por más que

le hagas, vas a seguir siendo un....un...

-¿Un maricón?

-Un virgencito.

-Un chavo del ocho.

-Un chaquetón.

-Un “sólo-pa-miar” –Propusieron en filosófica lluvia de

ideas los rasos Ramón y Jaime, mientras los escuchaba con mirada

de borracho Pedro, el más joven de los milicos.

-Un putón, pues – Concluyó el cabo, mirando fijamente a

Pedro-. Y conste que nosotros te lo decimos por tu bien. Pero esta

noche, te vuelves hombre por que te vuelves.

-¿De qué te sirven tantas gallinas, si no tienes huevos pa

empollar?- dijo Jaime haciendo el ademán de un presentador de

circo cuando anuncia a los elefantes: ficheras gorditas, un soldado

bailando con una pintadita que intentaba esconder su morenía bajo

un pastel de cosméticos, otros dos soldados abrazándose, como

viejos amigos…

-¿Ya vieron las nalgas de esa vieja?-preguntó Jaime,

mientras se preparaba otra cuba con coca-cola y bacardí-. Y a ti, chavo del ocho, ¿No te gusta ninguna?

22

-Él es puto. Orita anda picado allá, viendo los huevos del

coronel -Contestó Gaudencio, y las miradas fueron del trasero de

la bailarina a la entrepierna empantalonada y ostentosamente

abierta del oficial sentado en la mesa de enfrente.

-Tú también andas picado viéndolos, güey, si no, ¿por qué lo

dices?-dijo Jaime, y Ramón: -Uuuhh, andabas chingando a este

bato con quesque se hiciera hombre, y ya mejor él te pegó lo joto.

-No mamen, estoy viendo a la vieja que anda con él, esa sí

que está bien, pa que vean.

Las miradas fueron de la entrepierna masculina a la

entrepierna femenina -pudorosamente cerrada- que estaba a su

lado, y luego hacia arriba, hasta la cara de la joven que platicaba

con el coronel. Al sentirse observada, volteó un instante hacia el

grupo y sonrió.

-Está mirando pa'cá, ya le gusté -Dijo el cabo, y los rasos:

-¡Que le vas a gustar!, le está haciendo ojitos al chavo del

ocho.

-Huy, pero con esta te fregaste, es la pintadita del Coronel.

-Con esa te metes y ya no vas a ser chaquetón, sino capón.

El coronel y su acompañante se acabaron sus tragos, se

levantaron de la mesa y se dirigieron a la salida de la cantina,

seguidos por la mirada de los cuatro soldados. Después de un

momento, Gaudencio se levantó decidido, ceremonioso,

cayéndose de borracho.

-¡Un momento, señores!...orita regreso....orita hablo con el

coronel y lo convenzo de que...pus de que le dé su chance a este

cabrón, pa que se haga hombre.

-¡Estás loco, güey!

-Siéntate, ya estás pedo.

-Ni madres-continuó el cabo-. Yo no me siento con este

güey hasta que se haga hombre… O tú dejas de ser puto esta

noche o yo....yo....

-…O tú te haces puto también.

23

Page 14: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

Digno, sin contestar, Gaudencio se movió hacia la salida a

tropezones, entre las risas de Jaime y Ramón, quienes se rieron

más al ver la cara de Pedro, se le notaba que se cagaba de miedo.

La pareja que bailaba dejó de hacerlo y empezó a discutir

ruidosamente. Casi todas las mesas estaban vacías. Nadie puso

otra canción en la rockola. Pasado un rato, entró Gaudencio y se

acercó muy parsimonioso, como si supiera que chingaos significa

eso.

Se paró frente a los rasos, tambaleándose y frotándose

exhibitoriamente las manos.

-Lixto.

-¿Listooo?

-Listo, el coronel dice que no hay pedo.

-¿Pero, cómo? ¿Dice que no hay Porrum?- Preguntó Jaime.

-Al contrario. Dice que él quiere hacer cosas más

interesantes esta noche, así que mejor ora que le toque a este

cabrón, a ver si así se hace hombre... ¡Amos, güey!

Riendo, agarraron a Pedro, que se resistía tímidamente, y

abandonaron la mesa y el bar. Al contacto con el aire exterior se

les subió más la peda. Pedro caminaba forzado, agarrado por

Ramón y Jaime. Gaudencio iba adelante, riendo, marchando en

burla y gritando cómicas instrucciones militares que por un

instante hacían guardar silencio a los grillos.

-¡Órale, apúrenle!

-¡Pérense!, si yo...-balbuceó Pedro, siendo rápidamente

interrumpido por un “¡Cállese güey!”

Al pasar frente a un altar callejero con una imagen de la

Virgen, Pedro gritó “¡Esperen!” con tal decisión que los otros

soldados lo soltaron y se detuvieron.

Se quedaron mirando la imagen de yeso, la alcancía que

estaba a su lado, las flores marchitas que se pudrían en unas latas

oxidadas. Pedro se persignó. Ya no se veía asustado. Al parecer, se

le había bajado la borrachera.

-Amos, pues.

24

Caminaron más allá de los límites del pueblo. Se detuvieron

frente a una pequeña construcción de blocks grises, sin pintar y sin

ventanas. Adentro, sólo oscuridad, en la que se coló una leve luz

nocturna cuando se abrió la puerta. Gaudencio prendió una

lámpara de mano y alumbró a Pedro, que parpadeaba encandilado.

Luego dirigió la luz hacia el fondo de la estancia, iluminando una

sombra que respiraba agitadamente.

Era un hombre moreno, con las manos encadenadas a una

viga de cemento, desnudo del torso y los pies, lleno de cardenales

y moretones. Tenía los ojos vendados y los pantalones y el cuerpo

manchados de mierda y sangre.

La luz de la lámpara recorrió el suelo, mostrando lo que

había ahí: tubos, cables, ganchos de ropa, una cubeta con mierda,

mojones.... El haz de luz se detuvo en algo. Eran unas pinzas.

Gaudencio las agarró y las puso en las manos de Pedro, que las

recibió sin mirarlas, como zombi, sus ojos fijamente clavados en

la sombra encadenada.

Empezaba a clarear. Salieron de la construcción Jaime,

Ramón y Gaudencio. Después de cerrar la puerta, el cabo ordenó a

Ramón:

-Tú quédate aquí, vigilando. Ahí le echas una mano si

necesita ayuda, recuerda que es su primera vez y no queremos

matar todavía a ese pinche indio.

En algún lugar habían prendido la radio. Mientras

Gaudencio y Jaime se alejaban, se escuchaba a lo lejos una triste

canción:

Cuando se ama por vez primera

no hay que forjarse vana ilusión,

tú buscas flores de primavera;

yo busco el alma, yo busco el alma

y el corazón.....

25

Page 15: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

FRAGMENTOS DEL LIBRO

DE LOS ZIUMITECAS

CANCIÓN MUDA

Se acerca el ejército enemigo. Ya se asientan como polvo

sus ruidos sobre nuestros ruidos, y no podemos distinguir unos de

otros: el canto de un gallo parece grito de niño, el maullido de un

gato, grito femenino; el aullido de un perro, lamento de muerto; y

si grita un humano nadie puede oírlo.

Así como un animal escondido se delata por sus ruidos,

visitantes e invasores nos hallan guiándose por nuestros cantos.

Por eso no cantamos en voz alta ni baja, ni con música triste ni

alegre. Usamos un aparato que alguien trajo del extranjero, lo

llaman alfabeto, y atrapa la canción en un papel que todos nos

vamos pasando, leyéndolo en silencio.

Acostumbrábamos cantar un himno antes de empezar

cualquier batalla, pero ahora nuestro himno se pasa al enemigo y

es un soldado más entre sus filas.

Que nadie cante nunca estas canciones, que nadie las ocupe

con sonido.

LOS CONQUISTADORES

Hacen ritos en honor de caracoles y cangrejos. Creen que los

crustáceos son superiores al hombre porque nuestro esqueleto no

se hace exterior y protege al cuerpo, sino que se entierra y esconde

en la piel, asustado, por eso los imitan poniéndose cascos en las

cabezas.

Llevan con ellos unos pájaros negros del tamaño de niños de

diez años, que se alimentan de carroña. Al llegar a un pueblo los

sueltan y los pájaros vuelan sobre los que morirán ese día,

ryyyyyyr

26

imprimiendo con las alas extendidas su sombra en forma de cruz,

y usan esa sombra como símbolo y emblema.

Con una parte del botín les pagan a los cantantes vencidos

por recolectar las canciones del pueblo dominado y trozarlas

después para hacer con los mejores versos, ya esparcidos y

revueltos, cosiéndolos como retazos, una loa al conquistador, que

el pueblo dominado no tarda en aprenderse de memoria y en

cantar con gusto.

De Las misiones en el norte de la Nueva España,

de Fr. Juan de Zamarripa, 1722:

…Los ziumitecas (hombres búho en cristiano) son los indios

más salvajes, brutos, infieles, blasfemos y sucios de estos lares.

Temen al agua, a la que creen un demonio. Se bañan con arena

del desierto y beben zumo de tuna y lechuguilla. Comen lagartijas,

vinagrillos y tijeretas, pero su alimento preferido son sus propios

hijos, a los que devoran para poder andar más rápido de un lado

a otro, pues son nómadas. Se cubren sólo con rayones y pinturas,

y llevan los cabellos a media espalda. Enviamos hermanos

misioneros para enseñarles la palabra del señor. Días después,

los indios dijeron que les agradó la verdadera doctrina, pero que,

en cambio, la carne de misionero se les hizo dura y pellejuda,

como la del zopilote. De los santos nombres de la Biblia, su

preferido es Satanás, pues como ellos le declaró la guerra al dios

de los blancos. Su desnudez y violencia hacen pensar en el

hombre después de la caída.

ORIGEN DEL DÍA Y DE LA NOCHE

Según contaban los ziumitecas, la tierra es un animal con

cientos de ojos, bocas y narices que, huyendo de los cazadores, se

perdió en un bosque negro con el resto de su manada. Mucho

uyyyu

27

Page 16: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

tiempo caminó sin encontrar que comer, hasta que enloqueció de

hambre y se comió a todos sus hermanos: los huesos que dejó

tirados son los otros planetas del sistema solar. Para poder saciar

su hambre, sin encontrar otro alimento ya, se arranca desde

entonces pequeños trozos de sí misma que pone a secar al sol para

atenuar lo amargo y no notar que saben a ella, luego adereza con

la sal de sus costas, y se los zampa. Estos pedazos son los seres

vivos, a quienes chupa la sangre lentamente, como jugo de goma,

lo que los va envejeciendo y haciendo polvo. Cuando la tierra

encuentra la salida del oscuro bosque, se hace de día, pero en la

luz también están sus cazadores, y ella regresa huyendo a la

oscuridad.

ORIGEN DE LAS CANCIONES

Antes, las canciones eran animales tan pequeños como los

escarabajos ciervo. Híbridos de insecto y ave, recibían a cambio

de su música semillas y frutos. Pero en medio de una hambruna, al

hablar con una lombriz que vivía dentro del cadáver de una tuza,

vieron que era más fácil conseguir alimento pegadas como

parásitos a otro cuerpo, y así, por gula o hambre, cambiaron su

forma de vida. A imitación de aquella lombriz, adelgazaron y se

arrancaron las patas, porque ya no necesitaban correr.

Abandonaron luego sus ojos, pues no hay luz dentro de un cuerpo.

Se quitaron los pulmones para sorber el aire a través de la garganta

de su anfitrión, como los fetos, que respiran a través del cordón

umbilical. Se amputaron los brazos, tiraron a la basura su

esqueleto y se fueron despojando uno a uno de todos sus

miembros, hasta quedarse sólo con la voz, para usarla como

huevecillos, saliendo por la boca de un humano para meterse por

los oídos a otro. Desde entonces van quedando mientras mueren

aquellos que las escuchan y cantan, y se va llenando el mundo de

canciones mientras se va vaciando de nosotros.

28

ORIGEN DE LOS HUMANOS

Cuando este desierto aún era mar, se reunieron en su fondo

los que en él vivían -moluscos, medusas, peces abisales- porque el

sol, sediento, bebía agua sin parar, escupiendo nubes que se iban

lejos, a llover en otros lados. El mar se secaba y bajaba de nivel

rápidamente, pronto quedarían tirados en el planeta vacío de agua,

donde no se puede respirar, habitado sólo por rayos y el

desgreñado dios del viento.

Acordaron juntar barro del lecho marino y con él construir

grandes muñecos huecos, armaduras que se desmoronaban,

escafandras para sumergirse en el aire e ir a buscar otros mares

que habitar. Cada cuerpo artificial iba relleno de agua fresca y

latía en su interior toda una tribu. Y de ese ejército de vasijas de

barro que salió del mar para rodear la tierra y andar por ella,

descienden los indios ziumitecas.

LA BRUJA

En una casa vivía una vieja que, según contaban, era bruja y

tenía más de trescientos años de edad.

Durante esos tres siglos, tiempo mísero para la piedra pero

larguísimo para la carne, su piel y músculos se habían gastado y

desintegrado, dejando sólo un armazón de huesos secos.

Por eso, cada vez que necesitaba salir de su casa se construía

un cuerpo falso, masticando pulpa de manzana y revolviéndola

con su saliva, hasta formar una masa con la que modelaba sobre su

viejo esqueleto un cuerpo blanco y joven, que le duraba pocas

horas, pues rápido se oxidaba.

Otras veces molía frijoles hervidos para hacer con la masa

un cuerpo moreno que le duraba tres días, hasta que lo invadía la

telaraña blanca del moho.

Cada fin de semana, la vieja se hacía visitar por alguno de

uuu 29

Page 17: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

sus tatataranietos y tatatataranietos, dizque para cuidarla en su

paralítica vejez. Y es que su platillo favorito era la carne humana y

llamaba a sus familiares para comérselos de uno en uno, hasta que

exterminó a toda su descendencia. Tras devorar al último de ellos,

salió de su casa bien envuelta en su rebozo, y no se le ha vuelto a

ver.

Del diario de viajes del pintor Leandro Izaguirre:

Mapimí, 11 Agosto 1906

En este desierto hay una cordillera de montañas enanas que

de lejos parece una caravana de mamuts u otros animales

prehistóricos, muertos y fosilizados hace siglos, pero cuya

gusanera no murió, pues en su interior hierve la vida. Son los

nidos de las termitas, tan duros y resistentes que hace falta la

dinamita para derrumbarlos, aunque fueron construidos

mezclando sólo arena con saliva de insectos.

Sus habitantes, como otros seres que se la pasan

ocultándose de la luz, son ciegos y albinos.

Olvidé traer suficiente agua. Calmé un poco la sed con los

garambullos que arranqué de un cactus en forma de candelabro.

De los paisajes que El mundo ilustrado me ha encargado copiar,

este es el que menos me agrada. Odio el calor.

Las escasas plantas que hay por aquí son exageradamente

raquíticas y saladas a fuerza de sorber la arena de un seco mar

precámbrico, inútil para la siembra y el ganado. Por eso los

termes son parte importante de la dieta de los ziumitecas-únicos

pobladores humanos de la región-, quienes los llaman “corazones

de pájaros”.

No muy lejos de la ciudad de los insectos se encuentran las

ruinas de un antiguo caserío cuyas viviendas fueron edificadas

con pedazos de termitero, aprovechando su dureza. Las historias

yyyyy 30

que cuentan los indígenas sobre esas ruinas son muy extrañas.

Sus niños no se acercan a ellas, por más que sean promesa de

buenos escondites para el juego, porque creen que esas casas,

aunque humanas en su diseño, fueron fabricadas no por hombres,

sino por los mismos termes.

Se puede recaudar más información sobre las lagartijas

que se asolean en las paredes de esas ruinas, que sobre la gente

que las construyó. Ni siquiera sobre los mismos ziumitecas, indios

burdos y nómadas, pude enterarme de mucho. Se sabe que en la

colonia se unieron a las sanguinarias revueltas de los tepehuanes

y los huachichiles, prontamente reprimidas. Actualmente, se

encuentran pocos descendientes que recuerden alguna de sus

costumbres o supersticiones, y ninguno que hable su dialecto

original. Desnudos y llenos de polvo, deambulan de un lado a otro

sin rumbo aparente, como esos pájaros negros que son las únicas

aves habitantes de este espacio.

Del derrumbe de otros pueblos quedaron sólo piedras y un

puñado de leyendas, de este no queda ni una anécdota completa,

sólo fragmentos ínfimos, dispersos y contradictorios. No se puede

salvar el recuerdo de un pueblo con dos o tres explicaciones de

sus ancianos sobre porqué cagan los pájaros encima de los

humanos o de dónde salieron los pinches tlaconetes, dos o tres

lloros de viudas sobre guerras perdidas y dos o tres chismes de

misioneros ignorantes. Así se logra, cuando mucho, un cuento de

hadas para asustar en la noche a los niños, y casi siempre ni eso.

La historia se parece demasiado a los cuentos de terror

como para tomarla en serio y acaba siempre repitiéndose en

muertes y muertes, como una rima demasiado gastada.

Caminando entre las ruinas, me topé con un espectáculo

extraño: un pájaro enfermo o herido se arrastraba por el suelo de

forma anormal, impulsándose con torpes aleteos. Al observarlo

con detenimiento, noté que sus cuencas tenían telarañitas en vez

de ojos, que su cuerpo sin color parecía más hecho de tierra que

de carne. Obviamente estaba muerto, pero aun así se movía, como uuuu

31

Page 18: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

un hierro atraído por un imán. Lo agarré y se me deshizo entre las

manos, y de aquella arena con huesillos y plumas resecas salieron

decenas de termitas que huyeron corriendo, esparciéndose por mi

cuerpo, y que me quité a manotazos.

Asqueado, me alejé rápidamente de aquel lugar. El aire

estaba tan caliente, quemándome la cara, que era como si

caminara dentro de un estomago. Vomité algo morado, del color

de los frutos que comí suponiendo que eran garambullos, pero tal

vez me confundí, comí algo tóxico, y eso fue lo que me causó

mareos y retorcijones. Entré en una zona de cactáceas con tonos

azules en sus cortezas. Me recargué en lo primero que pude y

unas espinas largas y gordas, de una imposible blancura, se

clavaron en la palma de mi mano. La sangre brotó, empapó la

planta y fue absorbida por ella con vampírico apetito. La

intoxicación debía de estar avanzando, probablemente tenía

fiebre, sentí nauseas al ver los vegetales que me rodeaban:

biznagas, cactus híbridos de víscera y planta, el mezquite de

espinosa armadura y el huizache con su piel de hormigas, el

ocotillo con sus flores rojas y pequeñas como gotas de sangre,

lechuguillas, cardenches, matehualas, candelillas…

Arranqué el brazo seco de un nopal; me asombré al ver que

la parte del cactus recién expuesta al sol latía como el corazón de

un animal. Luego noté que lo que me parecieron latidos era el

moverse apresurado de termitas. Sentí que también mi agitado

latido era falso, que termes, y no sangre, se movían bajo mi piel,

que en vez de músculos tenía celulosa. Tuve que sentarme para no

volver a vomitar. Estaba muy mareado, como después de varias

botellas de tequila.

Al intentarme levantar no pude, y al ver de nuevo esas

plantas, igual de paralíticas y feas que yo, igual de intoxicadas y

drogadas por la enfermedad de aquella tierra, mi asco se trocó en

piedad y solidaridad. Me pareció oír como las raíces masticaban

arena del desierto, los estómagos vegetales rumiaban avaros la

poca agua que le robaron al rocío y las espinas murmuraban con

uuu

32

rencor mientras intentaban pinchar al astro rey, quien, entonces

me pareció evidente, no tiene nada de astro ni de rey, es sólo una

gigantesca garrapata de vientre colorado, gorda de tanto bajar en

las noches a chuparle la sangre a los enfermos, quienes amanecen

llenos de moretones y con una herida pequeña en la frente, como

si les hubiera mordido hasta sangrar y trozar el cráneo una mujer

de dientes pequeños y hermosos.

A veces el sol tiene tanta hambre que no se conforma con

sangre, quiere carne. Entonces hace como los quebrantahuesos:

escoge animales jóvenes o heridos y los ataca picoteándoles ojos,

labios y zona anal; de manera que la presa resulta

progresivamente indefensa hasta que, finalmente, muere y es

consumida.

Si no me esforzaba en levantarme y moverme, pensé,

vendría el crepúsculo y luego la noche. Sin abrigo alguno, moriría

de frío. Al fin me funcionaron las piernas y, después de un

segundo ataque de vómito en el que eché hasta mis huesos, se me

bajó un poco la intoxicación.

Caminé sin parar hasta encontrar unas vías de tren que me

condujeron a una solitaria casucha de adobe, donde bebí sotol

caliente y amargo, pues no tenían agua.

Y esa fue la sagrada y estúpida revelación que tuve este día.

CANCIÓN

Más allá de las fronteras del imperio, oscuras como el

interior de un animal, hace incursión de vez en cuando un batallón.

Imitando a los soldados, los camaleones y los insectos palo

se funden con la hierba, en camuflaje. Incluso aquellos que no

saben practicar el mimetismo, después de un bombardeo aprenden

a disfrazarse de carroña.

Al ocupar un pueblo, los soldados ocupan también cada

habitante. Cada cuerpo es su casa, su palacio, donde pueden entrar

y salir cuando les plazca.

33

Page 19: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

Los anteriores pobladores pueden escoger entre quedarse o

exiliarse: Se va el pulmón a excavar su madriguera en otro cuerpo,

se va el latido a atormentar otros oídos, se van los dos ojos

enamorados, cargando de equipaje sólo su maldición de mirar lo

demás y no poderse mirar el uno al otro; y se va hasta el último el

dolor, azotando la puerta tras de sí.

Y si se quedan y oponen resistencia, somos feos, hermanitos,

les dice el corazón, como el caracol, a la luz del sol nos

deshacemos, y tenemos que vivir ocultos en el cuerpo, termitero

sin reina ni soldados. Los nuevos dueños nos cambian a su gusto

de lugar, como a unos muebles. Mejor dejemos de ser órganos,

que nos rellenen de estopa, y así al menos no sufrir cuando nos

toquen.

Donde hubo una ciudad se alza el desierto, habitado sólo por

lagartijas que escupen sangre para desorientar al enemigo: las

llorasangre. Por los camaleones, que se volverían locos en un

campo de flores.

Ni las orugas se deciden a fabricar sus capullos, temerosas

de ser ciegas e indefensas pupas, y se quedan arrastrándose, sin

conocer el sexo ni tener progenie. Ni las piedras se deciden a

endurecerse y se quedan en algo parecido a queso mal cuajado.

CANTOS FÚNEBRES Y ARRULLOS ZIUMITECAS

Cada vez que alguien nacía, su madre le cantaba para

acostumbrarlo a vivir solo, sin ayuda de la tripa materna:

Paraíso es la imagen del vientre en la madre,

la expulsión es el parto, y la sangre su ángel.

Si naciste, a mi interior ya no regreses.

La casa infantil se hizo en tu ausencia trampa,

el recuerdo es el sebo que lleva prendido,

la mujer que te recibe se comió a tu madre

y se ha puesto su rostro para comerse a su hijo.

34

Cada vez que alguien moría, los ziumitecas lo enterraban

dentro de sí mismos entre tragos de aguardiente y de tesgüino,

mientras los más viejos cantaban la Oración de los huesos

blancos:

Los que nacieron antes o conmigo ya murieron;

no tengo padres ya, como si viviera sin haber nacido.

Quien está solo, sólo está consigo mismo;

quien ha muerto, hasta por sí mismo ha sido abandonado.

Mi corazón, ¿qué es?, es alimento,

como los de codornices que he comido.

Mis huesos quieren salir, noto sus ganas,

tantos años llevo embarazada de ellos.

Esconderán mis restos con la misma vergüenza

con que una niña esconde las manchas de su regla.

Oh, huesos blancos dispersos por el suelo,

ya se olvidaron del cuerpo que usaron como ropa.

Y sin embargo oro a ustedes, porque una vez él los guardó

como una jarra guarda el licor en su interior.

Acabado el festín, formaban con los huesos figuras

mágicas sobre la tierra, dejaban las tripas para los zopilotes y se

iban de aquel sitio para nunca más volver.

35

Page 20: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

EL RETO DE LOS DOCE PARES

DE FRANCIA

Primer día

En Semana Santa, Dios está muerto y el diablo camina

libremente sobre la tierra. El fuerte viento que sopla en esos días

es su aliento. Se divierte dándoles palizas a los niños, por eso las

madres no dejan salir a sus hijos solos, hasta el Domingo de

Resurrección.

En esa creencia pensaba don Antonio Martínez Tetzotzomoc

mientras buscaba su sombrero, arrancado por el viento. Al fin lo

encontró entre la maleza, manchado de lodo, y continuó su camino

llevándolo en la mano.

Desde la muerte de su padre, don Antonio era considerado el

más importante de los directores de “El Reto de los doce pares de

Francia”, representación de la guerra entre moros y cristianos que

se realiza en algunos pueblos de Morelos durante la Semana Santa.

Fastuosa mezcla de danza, teatro, música y ceremonia

religiosa, unión de los antiguos misterios medievales, de los autos

sacramentales y de los cantares de gesta europeos con los ritos

prehispánicos, “El Reto” dura tres días, desde el mediodía del

Viernes Santo hasta bien avanzada la noche del Domingo de

Resurrección.

Los maestros directores de “El Reto” son muy respetados

por su ancestral oficio y por su responsabilidad en el éxito de las

fiestas de Semana Santa. Los mayordomos encargados de costear

esas fiestas acostumbran visitarlos y llenarlos de regalos para

convencerlos de que vayan a su pueblo a dirigir la ceremonia.

Don Antonio solía dirigir cada año “El Reto” de Temoac.

Ahí los actores -llamados vasallos- representan las batallas

montados en caballos barrocamente adornados, acompañados de

yyy 36

una numerosa banda de metales y tambores. Pero esta ocasión, por

una razón desconocida, prefirió dirigir el del humilde pueblo de

Itztlacahua, donde en vez de experimentados jinetes los vasallos

son niños y jóvenes desobedientes, acompañados de una pequeña

banda integrada por sólo cuatro músicos.

En Itztlacahua, cuyo “Reto” dirigió su padre antes de

volverse famoso, don Antonio vivió parte de su niñez. Ahora se

hospedaba a las afueras del pueblo y tenía que recorrer este lodoso

camino todos los días.

En la iglesia lo esperaban los músicos. Muy temprano, antes

de la representación principal, la banda de música desfila por el

pueblo tocando “La tregua”, que llama a moros y cristianos a

marchar juntos. Al escucharla, los vasallos salen bailando de sus

casas y forman dos filas: Los moros visten trajes y capas rojos,

adornos de oro falso y dos máscaras: una en la cara, mirando hacia

el frente, y otra en la nuca, ya que, supuestamente, el demonio les

dio el don de poder mirar a sus espaldas. Los cristianos lucen

trajes azules, capas bordadas con chaquira formando la imagen de

la Virgen de Guadalupe y sombreros con largas plumas.

Al medio día llegaron los vasallos a la plaza principal y ahí

se inició “El Reto” propiamente dicho, la leyenda del

enfrentamiento durante la época de las cruzadas entre los

principales caballeros al servicio de Carlomagno y el ejército

musulmán dirigido por el rey de Alejandría. La obra se inicia

cuando los moros roban la imagen de la Virgen, interpretada por

una niña de cuatro años. El soldado Oliveros es enviado en

embajada para negociar el regreso de la imagen. Su viaje es una

danza que simboliza el largo camino hacia otro mundo y los

monstruos y prodigios que enfrenta.

Para los habitantes de Itztlacahua, medio oriente es un lugar

más de mito que de realidad y los moros son gigantes de varios

metros de estatura que viven en torres de oro cuyas alturas golpean

blasfemamente los cielos y cuya red de sótanos y cámaras

subterráneas desciende hasta avecinarse con el mismo infierno, del

yy

37

Page 21: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

cual, con la ayuda de cientos de diablejos, extraen el oro con el

que construyen sus ciudades y adornan sus ropas.

Como la obra es muy larga y los vasallos no son actores

profesionales, sino voluntarios creyentes, el director la hace de

apuntador, y es aquí donde demuestra su maestría: cambia e

improvisa diálogos; alarga, acorta o suprime escenas; interrumpe a

los músicos o los hace tocar por más tiempo, según las reacciones

del público y las pulsaciones de su propio instinto.

Entre los diálogos se suceden coreografiadas batallas donde

los machetes sacan chispas al chocar entre sí o al raspar el suelo de

cemento. En algún momento, ambos bandos lanzan cohetes

voladores, zumbadores, fuegos pirotécnicos, causando un aparente

caos de humo y estampidos mientras caen muertos soldados que

derraman serpentinas rojas como si fueran chorros de sangre.

Los actos de magia de los moros, que vuelan o desaparecen

en medio de bombas de humo, las continuas marchas fúnebres por

cada guerrero caído, al que sus compañeros cargan desfilando

alrededor de la plaza, trasladan al espectador a otro tiempo, no al

de las verdaderas cruzadas, sino a un tiempo eterno y sólido, el de

los poemas épicos y las tragedias griegas.

En la guerra escenificada se desdibujan o trastocan los roles

de buenos y malos, los cristianos traicionan y los musulmanes se

sacrifican por defender su territorio. Ambos bandos son meras

piezas del juego de ajedrez de los dioses, que suele acabar con un

rey muerto y otro rey solo y sin súbditos que gobernar.

Al regresar a la casa donde se hospedaba, don Antonio

encontró cenando a Jesús, su anfitrión.

-Órale don Antonio, éntrele a las conchas.

Tomaba café con canela, pero el maestro director prefirió un

champurrado, para no perder el sueño.

Le sirvió la novia de Jesús. Planeaban casarse dentro de un

par de meses. Al escuchar su plática, don Antonio notó que su

uuuu

38

anfitrión estaba algo tomado. De vez en cuando sacaba una

botellita sin etiqueta y le echaba piquete a su café. Tendría

alrededor de treinta años. De familia pobre, siendo casi un niño se

fue a trabajar a la Ciudad de México y hacía un año que se regresó

a Morelos para poner en Cuernavaca un negocio de lavado de

autos y comprarse esa casa en Itztlacahua, su pueblo natal.

Viajaba de uno a otro poblado en una moto negra de la que

hablaba con tanto cariño como un caporal de su caballo favorito.

Don Antonio vio varias veces a la máquina en el patio, y aunque

no sabía nada de motos, no podía dejar de admirar la belleza de

aquel trasto, que de noche parecía un potro de obsidiana, un

animal fabuloso, como los unicornios y los dragones.

Desde niño, su anfitrión participó en “El Reto” haciéndola

de Fierabrás, y antes solía regresar cada Semana Santa a su pueblo

para interpretar ese papel, hasta que una enfermedad de la

garganta le apartó de su humilde carrera actoral. Por ello apreciaba

y respetaba a los que intervenían en la ceremonia, y trataba a Don

Antonio como si fuera su padre.

Según contó, no iba a “El Reto” por vergüenza de que los

demás vieran como le salían las de cocodrilo, de pura nostalgia e

impotencia. Don Antonio le creyó, conocía bien aquel sentimiento.

Ya avanzada la plática y los tragos, Jesús se puso a

balbucear sobre quién sabe qué traición y el viejo maestro se fue a

su cuarto a descansar.

En su cama, Don Antonio pensó que le agradaban los

grandes y tristes ojos de su anfitrión. De seguro tenía verdadera

sangre árabe. Lo imaginó descendiente de la princesa Floripes. En

cambio, su novia parecía una princesa azteca.

Qué lástima que no le hubiera tocado dirigir a aquel joven,

tenía el porte necesario para interpretar a Fierabrás, el más valiente

y honorable de los moros, cuya trágica muerte era de las más

lloradas por los espectadores. Era el papel perfecto para un

hombre que había trabajado toda su vida y ahora se disponía a

disfrutar de lo conseguido.

39

Page 22: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

Muy distinto a mí, siguió pensando don Antonio, pues lo

que tengo no se lo debo al trabajo honrado, sino al peor pecado

que un cristiano puede cometer.

Dentro de dos días se cumplirían sesenta años desde aquella

noche en que su padre lo despertó y llevó hasta un barranco, a

unos kilómetros de Temoac.

Ahí los esperaba un tipo cuya cara se ocultaba en la

oscuridad de la madrugada.

-Vaya, Antonio, creí que no llegarías a nuestra cita –Le dijo

el extraño a su padre, y luego señaló con el dedo hacia un machete

clavado en la tierra, a un par de metros de ellos-. Adelante. Antes

de que amanezca debo atender otros negocios.

Entonces su padre se arrodilló llorando frente a aquel

hombre y le rogó que le permitiera aplazar o cambiar el pago de la

deuda.

-Sabía que, aparte de envidioso y traidor, eres un cobarde,

pero no me imaginaba que tanto-Dijo despreciativa la sombra, y

luego se dirigió a Antonio niño:

-Tú, escuincle, deja de llorar y escucha. Está bien que tengas

miedo, pero no de mí, es de ese que llamas “papá” del que debes

tenerlo. ¿Sabes qué te ha hecho? Tu padre es un don nadie que,

envidioso de su propio maestro, hizo un pacto conmigo para

robarle su talento, su trabajo y hasta su mujer, y aceptó darme a su

primogénito, a ti, a cambio de mi favor.

-¡Perdóname, hijito! ¡Hijo! –Chilló Antonio grande. Antonio

hijo vio que el machete clavado en la tierra se movía, primero

como un carrizo en medio del temporal y luego como una

serpiente, hasta que logró arrancarse por sí solo de donde estaba

incrustado y se arrastró por el suelo hacia él, como si fuera un ser

vivo.

-¿Quieres vivir, niño? Tú padre te trajo hasta aquí para

matarte, ahora llora por cobardía, no por amor, pronto se lanzará

hacia ti y te despedazará si no reaccionas a tiempo. Toma esa arma

y defiéndete mientras puedas.

40

Al oír esas palabras, Antonio grande interrumpió su llanto.

Miró a su hijo con ojos extraños, de desconocido, y se le abalanzó

aullando como lobo.

El niño no supo lo que hizo entonces, sólo recordó después a

la cabeza de su padre rodando y cayendo por el barranco, sin dejar

de aullar, y al cuerpo decapitado que cayó sobre él, bañándolo con

su tibia sangre.

-Tu alma me pertenece- le dijo la sombra-, porque tu propio

padre me la entregó y porque has cometido parricidio. Pero gracias

a la cobardía de ese despojo, tienes una oportunidad de salvarte.

La deuda de él pasará a ti. Ahora tienes seis años. Una vez que

cumplas los sesenta y seis, el doble de la edad de tu dios cuando

murió y la misma que tenía tu padre cuando lo mataste, deberás

entregarme a tu primogénito el último día de “El Reto”. Ya viste

qué pasará si no lo haces. A cambio, serás el mejor maestro

director que haya existido, y tendrás a la mujer que quieras.

La sombra se esfumó ante sus ojos, ya no se veía cuando se

escuchó en el aire: “¡No olvides!”...

La policía concluyó que los dos Antonios fueron atacados

por maleantes y que el niño no podía declarar por el shock

causado al presenciar el asesinato de su padre. Nadie sospechó de

él, creció y se cumplió lo que dijo el demonio.

Pero de poco le sirvió lo que aquel le otorgó: Los tiempos

cambiaron, disminuyó el respeto de la gente por su oficio, y la

habilidad que le dio fama y fortuna a su padre, ahora no bastaba ni

para asegurar la comida. Además, decidió nunca tener esposa ni

hijos, para no entregarlos ni pasarles aquella maldición.

De aquel encuentro no sacó nada bueno, sólo heredó el pacto

y la deuda de otro desgraciado. Evidentemente, era víctima de un

timo sobrenatural. Con el tiempo, le pareció como si aquello

nunca hubiera pasado.

Después de cumplir los sesenta y seis años, don Antonio se

fue a Itztlacahua para no morir en el mismo lugar donde lo hizo su

padre y para regresar a donde fue feliz por un corto tiempo, antes

uu

41

Page 23: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

de que aquella pesadilla invadiera su vida, acabando de una vez y

para siempre con su niñez y su inocencia. “Dos días” dijo para sí

el viejo maestro, y luego buscó olvido en el sueño.

Segundo día

Lo despertó un grito en medio de la madrugada. Era sólo el

canto de un gallo, pero ya no pudo dormir. Asomado a la ventana,

esperó que amaneciera. No se veía a la moto en el patio, de seguro

Jesús y su novia se fueron a un bailongo después de cenar.

Al mediodía continuó la representación de “El Reto” donde

se quedó el día anterior: la princesa Floripes, hija del rey de los

moros, se enamora de Oliveros y le ayuda a él y al resto de los

cristianos presos a escapar, pero son descubiertos.

Los moros cuelgan a los fugitivos a las afueras de la ciudad,

para que el enemigo vea cómo los cadáveres de sus compañeros

son devorados por las aves carroñeras.

El segundo día de “El Reto” acaba cuando los cristianos, que

han logrado que los moros les entreguen a sus muertos, desfilan

cargando a estos alrededor de la plaza, acompañados por una

marcha fúnebre.

En medio del desfile mortuorio empezó a llover. Don

Antonio ordenó que no parara la ceremonia y le dijo a los músicos

que tocaran más fuerte. Se dice que en esas fechas llueve mucho

porque Dios Padre llora la muerte de su hijo, y al ver a los vasallos

empapados, cansados, sucios de lodo, con los rostros cubiertos de

gotas que parecían lágrimas, algunos espectadores empezaron a

llorar también, aunque no se notó, porque el llanto se mezcló y

confundió con la lluvia.

Don Antonio acabó igual o más cansado que sus actores, y

al caminar de regreso a su hospedaje, alumbrado por las

luciérnagas y la luna, pensaba únicamente en una muda de ropa

seca, un jarrito con chocolate caliente y una cama tibia.

42

Antes de que se viera la casa de su anfitrión, notó que uno de

los vasallos disfrazados de moro corría tras él, como si intentara

alcanzarlo. Don Antonio se detuvo para esperarlo. El vasallo no

contestó a su saludo, lo rebasó unos dos metros y se detuvo sin

dejar de darle la espalda, mostrando la máscara que le cubría la

nuca. Por su gran altura, don Antonio supo que no era ninguno de

sus actores. Alguien gritó a lo lejos. Dándole siempre la espalda,

el enmascarado avanzó hacia él, caminando hacia atrás. Los ojos

pintados sobre el rostro de madera parecían mirarlo fijamente. De

la máscara salía un ruido leve y extraño, a medio camino entre la

respiración y el silbido, con grumosos chasquidos y chapaleos,

como si alguien intentara articular palabras con la boca reventada

o llena de saliva. Era un sonido francamente repulsivo, más

teniendo en cuenta que parecía salir no de la cara, sino de la nuca

del vasallo, y que fue subiendo de volumen al mismo tiempo que

el desconocido avanzaba a grandes zancadas, estirando un brazo

de forma antinatural, hasta casi tocar al viejo maestro, y sacando

con el otro brazo lo que a la luz de la luna se definió como un

machete. El maestro salió de la vereda y corrió hacia los

sembradíos. Sin mirar atrás, huyó arrebasando durante varios

minutos siluetas de árboles y ruidos de grillos.

Corrió y corrió, como alma que lleva el diablo. Se detuvo a

la puerta de la casa: una sombra que le recordaba demasiado a

alguien estaba parada ahí, como si lo esperara.

El director se calmó cuando notó que la sombra era Jesús. Se

acercó para saludarle, pero lo paró en seco una voz de anciano:

-¿Es usted el maestro Antonio Martínez?

A la luz del foco de la entrada, la sombra se convirtió en un

cuerpo. Era Jesús, pero su cara era ahora ceniza y llena de arrugas,

como si hubiera envejecido cincuenta años en unas cuantas horas.

-Soy el padre de Jesús- dijo el anciano, y un suspiro de

alivio salió de don Antonio.

-Lo esperaba para decirle que puede quedarse en esta su casa

el tiempo que desee. Eso es lo que hubiera querido mi hijo.

Don Antonio se quedó callado, sin entender.

43

Page 24: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

-Mi hijo murió ayer en la noche. Se estrelló en su moto, allá

en la carretera a Cuautla.

Luego de un rato de silencio, el padre de Jesús volvió a

hablar:

-Tenga las llaves. En este papel escribí la dirección de mi

miscelánea, para que me las regrese cuando se marche.

El anciano agarró aire, y continuó hablando:

-Quedó tan jodido el pobre, que decidimos velarlo de una

vez e incinerarlo, para que su alma no sufriera repartida en tantos

pedazos de cuerpo. En el coche tengo sus cenizas. Ahí también

está Erika, su novia. No quiso salir del coche ni entrar a la casa.

Yo si tuve que entrar, por unos papeles que pidieron los del

gobierno y para esperarlo a usted. Dios quiso…

Pero no acabó la frase. El padre de Jesús caminó hacia su

auto. Antes de llegar se detuvo.

-¿Sabe qué no entiendo? ¿Por qué mi hijo, al que le puse el

nombre de Nuestro Señor para que me lo protegiera, tenía que

morir en estos días, como Él? ¿No le parece algo así como una

burla?

Aquella noche llovió a cántaros. El agua se coló por las

ventanas cerradas e inundó la casa, que ahora sólo habitaban él,

los alacranes y los fantasmas.

Tuvo pesadillas demasiado nítidas, coloridas y sentidas,

como las que se tienen en noches de cruda. Soñó que alguien

zarandeaba su cama y que él, paralizado, no podía ver quién era.

Luego se vio en medio de una representación de “El Reto”.

Vasallos disfrazados de musulmanes rendían homenaje a un dios,

pero no a su Alá; sino a otro, a un dios sentado en un trono que

llevaban cargando varios moros. Era parecido a un humano, joven

y desnudo, pero nada bello, porque su estatura era monstruosa,

irreal, de más de tres metros de alto. Blandía un gigantesco

machete y con él se rebanaba continuamente a sí mismo, cortaba

pequeños trozos de su carne. Estaba cubierto de llagas y heridas de

las que manaba abundante sangre formando apestosos charcos de

y

44

rojo oscuro. Mientras se inmolaba, la gente a su alrededor rezaba y

cantaba oh, nuestro señor el purulento, oh señor de las llagas que

se vuelven a abrir, oh señor llagado.

Lo despertó el silencio cuando dejó de llover, ya muy

entrada la madrugada. Se quedó un rato en medio de la oscuridad,

sin pensar en nada, con la mente vacía. Echarse agua fresca en la

cara, eso le vendría bien. Salió del cuarto y bajó las escaleras sin

prisas. Abajo lo esperaba algo que tenía los rasgos y voz de su

madre anciana, pero que no era ella, porque su santa madre llevaba

mucho tiempo enterrada bajo tierra.

-¿Santa? Si fue tan santa como crees, ¿por qué se la están

cogiendo ahora los míos?

-Hijo de tu chingada madre -dijo con furia don Antonio, sin

hacer caso a las venenosas palabras -. ¿Cómo pudiste causar la

muerte de ese joven, nomás para reírte de Nuestro Señor? Dios te

castigará por eso…

-¿Y cómo me va a castigar? ¿Mandándome al infierno?

Mira, no vine a chismorrear, sino a avisarte algo: No porque no

hayas tenido hijos, vas a poder huir de tus compromisos. Bien

sabes quién sirve de suplente para el chamaco que no tuviste los

huevos de hacer.

-No te atrevas, hijo de la…

-Ahora, voy a darte una probadita de lo que te espera si no

me cumples.

Apenas dejó de hablar la caricatura de su madre, don

Antonio cayó al suelo y se retorció de dolor como lombriz sacada

de la tierra y se puso a gritar como mujer pariendo. Nadie le

escuchó ni vino en su ayuda. Cuando se pudo levantar, hacía

mucho tiempo que aquello se había ido.

Tercer día

El último día de “El Reto” hay una batalla sobre un río,

representado por largas telas azules que agitan doncellas

yyyyyyyy

45

Page 25: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

disfrazadas de seres marinos.

Los cristianos toman el puente Mantible y matan a todos los

moros, excepto a Fierabrás y a la giganta Miota. Esta última

asesina a sus hijos para que no sean bautizados y luego se enfrenta

y mata a todos los cristianos, a excepción de Carlomagno, que

logra vencerla atravesándole el corazón con su machete.

Al verse solo entre tanto cadáver, Carlomagno llora y reza a

su Dios, quien le concede el milagro de revivir a los cristianos.

Para vencer al gigante Fierabrás, es necesario que los doce

pares de Francia le encajen sus lanzas, todos a la vez. Serpentinas

rojas son lanzadas desde la panza del gigante, como sangre que

mana de sus heridas mortales, y un concierto de cohetes anuncia la

derrota del enemigo.

Acabada la guerra, Dios revive también a los moros y todos

juntos, moros y cristianos, bailan la última danza. Después, es

costumbre que se meta a la plaza un torito hecho de carrizos y

retacado de cohetes, e ilumine la noche con su lluvia de luces,

zumbidos y tronidos.

Algo salió mal en esta ocasión. Le encargaron la tarea a unos

coheteros inexpertos y el torito empezó a disparar su arsenal

contra vasallos y espectadores, que huyeron corriendo o se

escondieron donde pudieron.

Cuando controlaron al torito, los espectadores regresaron a

sus lugares riendo y festejando. Una mujer gritaba preocupada:

-¡Mi hija! ¡¿Dónde está mi hija?!

Quien gritaba era la madre de la niñita que representaba a la

imagen de la Virgen. Algunos dijeron haber visto a un hombre que

corría hacia los cerros con una niña en brazos, y hacia allá se

dirigió una turba de gente enfurecida.

Al sentirse perseguido, apretó el paso. En las afueras de

Itztlacahua, al pie de un pequeño cerro, un burro pastaba

tranquilamente, meneando su cola sin parar. Don Antonio se paró

frente al animal, lo observó un momento y decidió dejar ahí a la

yy

46

niña, enfrentarse a su destino solo.

Estaba a punto de hacerlo cuando los ojos del borrico se

llenaron de fuego y la bestia le habló:

-¿Qué, eres igual de cobarde que tu padre?

Hallaron a la niña arriba del cerro. Había sido decapitada.

Nunca encontraron su cabeza. Cerca de ella, don Antonio,

empapado de sangre, lloraba como un niño.

Lo llevaron arrastrando hasta el pueblo. En la misma plaza

donde se presentó “El Reto” lo golpearon, apalearon y

machetearon. Aún le quedaba un pequeño aliento de vida cuando

le rociaron gasolina y le prendieron fuego.

Al cadáver, completamente negro y chamuscado (a

excepción de los ojos, que brillaban como si aún estuvieran vivos),

lo tiraron junto a un montón de basura.

Horas después llegaron los policías. Cuando los del forense

se acercaron para recoger el cuerpo, se encontraron con un

espectáculo horrendo: Una cabra enorme, del tamaño de un

caballo, devoraba el cadáver. De un mordisco arrancó el ojo

izquierdo y se lo comió sin prisas, saboreándolo. Luego hizo lo

mismo con el otro ojo. Al acabar su festín, se alejó tranquilamente,

perdiéndose en la oscuridad de la noche.

47

Page 26: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

SANTA MUERTE Y SAN LA

MUERTE

UNA LEYENDA DE SAN LA MUERTE

Voy al más allá,

joven San la Muerte,

quiero morir ya

sólo para verte.

Aquellos que son sietemesinos, que al nacer causaron la

muerte de su madre, que tienen alguna deformidad o que nacieron

en luna llena, pueden llegar a ser brujos capaces de hablar con los

muertos, de domar al lobo, al rayo y a la lluvia; de curar o causar

enfermedades; pero antes, para lograr ese poder, hay que pasar

algunas pruebas.

La primera prueba es la de internarse en un bosque sin

decirle a nadie adónde se va, encontrar un río, ponerse en cuclillas

junto a él y permanecer siete días sin comer, beber, moverse ni

hablar.

La última prueba es la de viajar al inframundo y regresar.

Se cuenta la historia de un joven que, teniendo tres de las

marcas sagradas, decidió hacerse brujo. Al despedirse de su

prometida, esta le suplicó, creyendo que la abandonaba, y el joven

le confesó que sólo iba al bosque a realizar la primera prueba.

Pasaron los siete días de la prueba, luego otros siete, el joven

no regresaba y la novia salió en su búsqueda.

Al llegar al río, se encontró con lo que quedaba de él. Había

aguantado el hambre y la sed, soportado sin moverse ni hablar las

visitas de los espíritus seductores y de los demonios, pero falló la

prueba desde el principio, al contarle a ella sus planes, así que los

demonios le sorbieron la vida, las hormigas devoraron su carne, la

yyy

48

lluvia lavó sus huesos y la novia halló sólo un blanco esqueleto en

cuclillas.

Después de llorarle, tomó una falange del cadáver

descarnado y la guardó en su bolso.

Cuando regresó a su pueblo, se encontró a su madre

enferma, al borde de la muerte. La joven, apretando el hueso con

sus dos manos, rogó al novio que le ayudara desde el más allá, y la

madre se curó inmediatamente. Desde entonces se sabe que los

huesos humanos tienen el poder de sanar a los enfermos y los

artesanos hacen tallas en madera que representan a San la Muerte

como un esqueleto en cuclillas. Para que la escultura tenga algún

poder, debe tener incrustado un verdadero hueso humano o

hacerse con la madera de un árbol tocado por el rayo.

UNA LEYENDA DE LA SANTA MUERTE

Santísima muerte de mi adoración,

no me desampares de tu protección.

En la Biblia está escrito: “Y mandó Jehová Dios al hombre,

diciendo: De todo árbol del huerto comerás; menos del árbol de

ciencia del bien y del mal, porque el día que de él comieres,

morirás”. Eva y Adán desobedecieron la orden, comieron del árbol

del conocimiento y Jehová los condenó: “con el sudor de tu frente

conseguirás el pan de cada día hasta que vuelvas a la tierra, polvo

eres, y al polvo serás tornado”.

Cuenta la leyenda que, para llevar a cabo el castigo

impuesto, Dios escogió un ángel menor y le entregó una guadaña

para segar la vida de los mortales.

A diferencia de los demás ángeles, que eran bellos y amados

por los hombres, el Ángel de la Muerte, con su rostro descarnado

y sus alas negras, inspiraba sólo horror y espanto. Su tarea era

muy dura y nunca descansaba. Su alma se fue amargando, se hizo

yy

49

Page 27: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

cada vez más parecida a la de los vivos que castigaba y más lejana

de su divino origen, hasta que dejó de ser ángel y se quedó en algo

menos que demonio. Entonces decidió coronarse emperadora de la

tierra y salió a dar batalla campal para extender y consolidar su

imperio. Muchos sabios, brujos y reyes quisieron resistírsele,

ganarle su cetro y huir del filo de su guadaña. Pero ni la magia, ni

la sabiduría, ni el ejército más poderoso, pudieron detener a la

Muerte.

Pasaron los siglos. Jehová decidió perdonar al hombre y

mandó para ello a su hijo, quien con su sacrificio borró la afrenta

humana y con su resurrección fue el primero en vencer a la

Muerte. Esta, al ver al justo varón vencerle sin armas, sin magia y

sin ejércitos, recordó el cielo que abandonó por su misión en la

tierra, se arrepintió de su vanidad, rompió su corona y su cetro y se

arrodilló a los pies del Señor.

“Levántate”, le dijo Jesús, “y continúa con la misión que te

dio mi padre, mantén el equilibrio sobre la tierra hasta que yo

regrese y se imponga el nuevo reino y la vida eterna, entonces

podrás morir y descansar de tu pesada carga”.

Desde entonces la Muerte, sin ser ya ni ángel ni rey, lleva a

cabo su tarea esperando el momento del juicio final y de su

merecido descanso, pues nadie en la tierra trabaja tanto ni es más

justo que la Muerte.

Esta es la leyenda que vi pintada en el retablo de una capilla

dedicada a la Santa Muerte, en la colonia Morelos.

50

TOMASITO HERRERA

Tomasito Herrera

le dijo a su madre:

“Allá por la sierra

me mató mi padre,

ve por mi cadáver

y entiérralo bien,

porque si no, mi alma

se va a aparecer”.

No se sabe si alguien las deja ahí o si simplemente aparecen,

pero cada día son más las personas que en la banca de una estación

de autobuses, en un baño público, en un cajero automático, se

encuentran alguna de las estampitas de Tomasito Herrera, espíritu

del más allá.

De un lado se ve en blanco y negro el retrato del niño

fantasma, tan borroso que no se sabe si es fotografía o pintura, si

lo que tiene en la mano izquierda es una pelota o una bola de luz.

Del otro lado está escrita la Invocación al espíritu de

Tomasito Herrera:

“Oh, Dios Todopoderoso, permite al espíritu puro de

Tomasito que se aparezca y sea mi protector, y que me aparte de

peligros, fracasos, pesares, dificultades, conflictos, enfermedades

y pleitos. Oh, Tomasito, ven y retira toda clase de maldades de mi

mente y pensamiento, y protégeme de mis enemigos y fracasos. Al

hacer mi petición, Dios de bondad, tengo en mi mano la Reliquia

consagrada del niño Tomasito Herrera, la cual desde hoy portaré

con toda Fe y Amor”.

Si uno lee en voz alta esa invocación, acaso el espíritu se

aparezca y le llene de riquezas, le entregue aquello que siempre ha

deseado o le dé el secreto para vivir muchos años. Tal vez se lo

lleve al purgatorio jalándolo de las patas o le rompa los tímpanos

yy

51

Page 28: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

con su llanto sepulcral. Tal vez no pase absolutamente nada.

Varias veces, desde que me encontré la estampita por casualidad o

destino, he tenido la tentación de leer esa invocación en voz alta.

Pero hasta ahora no me he atrevido.

MALVERDE

Jesús se murió en la cruz,

en la cruz crucificado;

Jesús Malverde murió

en un mezquite colgado.

Aquí, en la tierra que quedó sepultada bajo este suelo de

cemento, estaba el árbol donde colgaron a Malverde. Eso dijo el

viejo, mientras golpeaba con la bota el lugar al que se refería.

Después de unas fumadas se puso a toser, y continuó su historia

envuelto por el humo de la mariguana. Según él, todo empezó en

una cantina. Para los borrachos y para los corridos, todas las

tragedias empiezan ahí.

Malverde se echó unos tragos y un desconocido le invitó

otros más. Despertó al día siguiente dentro de un vagón de tren,

con la nueva de que se había endeudado a lo grande y firmado

unos papeles que lo comprometían a irse de obrero, a tierras

lejanas y desconocidas, a trabajar en el tendido de vías férreas.

Para poder regresar a Culiacán gastó sus fuerzas juveniles

colocando cientos de kilómetros de vías de la línea de Ferrocarril

Sud-Pacífico desde un desierto extranjero hasta aquí. Diez años

después de haberla dejado, Jesús volvió a su casa. Encontró a sus

padres acostados en su cama. Sus cuerpos estaban tan limpios por

la falta de alimento que no se habían descompuesto, aunque

llevaban mucho tiempo muertos. Años atrás, se tumbaron para

guardar fuerzas y el hambre chupó sus músculos y vísceras hasta

dejarlas sin jugo. Los gusanos no encontraron que comer, sólo

yyyy

52

huesos y piel tensada sobre ellos como un tambor.

Como eran muy viejos, nadie los recordaba ni visitaba, así

que nadie le pudo decir al hijo cuándo murieron. Jesús prendió

fuego al jacal y a los sembradíos que la Culiacán Irrigation

Company tenía en la tierra de su familia, y se fue para el monte

perseguido por la policía rural, la acordada. Ahí se hizo más

bravo que un gato cimarrón y formó una banda para trasquilar a

los nuevos dueños de Sinaloa.

Robaban haciendas y casonas de ricos en los alrededores de

Culiacán; asaltaban los carruajes que pasaban por los caminos a

Quilá, Mocorito, Tacuichamona, Aguaruto, La Pipima y Navolato,

y a los trenes cuyas vías ayudó a construir.

Decían que era imposible darle caza, que tenía trato con el

maligno. La verdad es que él y su banda se disfrazaban

cubriéndose con grandes hojas de plátano, así podían meterse y

escabullirse en cualquier lado. Así, a mitad de una persecución, se

esfumaban casi frente a los ojos de los rurales. Sus perseguidores

podían ver una fogata prendida, acercarse y no encontrar a nadie

por más que buscaran. Podían oír a los bandidos, pero no verlos.

Empezaron a temerles como a una banda de fantasmas, por eso ya

le decían el ánima a Malverde, mucho antes de que lo ahorcaran.

Fueron sus víctimas las familias más poderosas de Culiacán:

los Redo, los Fernández, los Martínez de Castro, los de la Rocha.

Pero su blanco preferido era el gobernador de Sinaloa, el general

Francisco Cañedo, amigo del presidente Díaz y socio de la

Culiacán Irrigation Company.

Una tarde, le llegó una carta al gobernador. Con mucha

educación y faltas de ortografía, el remitente le anunciaba que se

metería a desvalijarle la casa, agregaba la fecha de la visita, 3 de

mayo, y acababa firmando “Sullo, Jesús Malverde”.

El día prometido, sin importar la vigilancia puesta,

penetraron en la mansión y la saquearon. Nadie notó la presencia

de los ladrones, ni los perros. Lo que más le pudo a Cañedo fue el

robo de una espada con joyas incrustadas que Don Porfirio le

yyyyy

53

Page 29: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

había regalado y que supuestamente perteneció al emperador

Maximiliano.

A los pocos días, tapizaron Culiacán con carteles que

prometían la recompensa de veinte pesos para aquel que entregara

a Malverde, vivo o muerto.

Al parecer, la oferta era tacaña, porque nadie lo entregó. Su

banda era famosa por repartir el botín con gente pobre. Tal vez a

eso se debió el que pudiera vivir otro año y repetir el siguiente 3

de mayo, carta mediante, su visita a la casa del general Cañedo.

Esa noche, entre otras cosas, se llevaron el cinturón con hebilla de

oro que el gobernador, poco antes de acostarse, dejó en una silla

junto a su lecho.

La ciudad fue tapizada con carteles que ofrecían cien pesos

por la captura de Malverde, vivo o muerto, además de prometer

jugosas pagas para quienes dieran informes sobre su paradero y el

de sus compañeros.

Casi un año después, a inicios de la primavera, hubo una

balacera entre rurales y bandoleros en la que murió gente de

ambos lados.

Gracias a sus disfraces de planta, los ladrones pudieron

esconderse en el monte, con las balas zumbando en sus oídos y

rozándoles los cráneos, y llegar hasta su escondite, en una cueva

que se localizaba rumbo a Mocorito. Ahí notaron que de unas

hojas de plátano brotaba sangre humana: habían herido a

Malverde. Estuvo guardado un rato en su escondite. Le pegó la

gangrena en una pierna y se extendió rápido. Cuando notó que

empezaba a oler a cadáver, bajó al pueblo en su caballo y le dijo a

un viejo que lo entregara para cobrar la recompensa.

Le quebraron los huesos a culatazos hasta que las suelas de

los rurales quedaron llenas de sangre y la porquería coagulada en

el suelo atrajo a todas las moscas de Sinaloa, pero no confesó

donde estaban la espada y los demás tesoros del gobernador.

La mañana del 3 de mayo, la misma fecha de los dos robos a

la mansión Cañedo, lo colgaron de un mezquite en los arrabales de

yy

54

la ciudad, cerca de las vías de tren. Cuando dejó de patalear, lo

degollaron para asegurarse de su muerte.

Se prohibió descolgar su cuerpo o enterrarlo, con la orden de

ahorcar en ese mismo árbol a quien lo intentara. Debía dejársele

podrir en la cuerda, a la intemperie, y que se lo comieran los

cuervos.

Al parecer, el fallecimiento de Jesús Malverde no fue razón

suficiente para que faltara a su tercera cita con el gobernador, y

entre los objetos de valor que robaron esa misma noche de su

mansión, estaba su pistola de plata, que había ocultado bajo su

almohada antes de acostarse.

Un año después de la muerte de Malverde, seres invisibles

se metieron por cuarta vez en la mansión de los Cañedo y esta vez

se llevaron hasta el anillo de bodas de la señora, que ella no se

quitaba nunca, ni para dormir.

Al día siguiente, la señora Cañedo se fue de la casa con sus

dos hijos. El gobernador se negó a huir y a dejarse vencer por un

fantasma ladrón, y se quedó solo.

Dos años después de la muerte de Malverde, se metieron por

quinta vez en la casa. Nadie supo bien qué pasó durante la noche,

pero al otro día encontraron al gobernador diciendo incoherencias

y disparando a todo lo que se moviera. Antes de que pudieran

controlarlo, mató a dos de sus propios hombres.

Se esparció el chisme de que al gobernador se le apareció el

ánima de Malverde, con el rostro comido por los animales

carroñeros, pero limpia y elegantemente vestida, como le gustaba

en vida, y luciendo los tesoros robados al general: su pistola de

plata, su espada, su cinturón con hebilla de oro y hasta el anillo de

bodas de la señora Cañedo, que el ánima usaba para ahorcar el

negro paliacate que tenía alrededor del cuello, ocultando las

marcas de cuerda.

Lo cierto es que el general quedó loco, y no volvió a

recuperar la cordura. Fue recluido en el Hospital Psiquiátrico de

Sinaloa. Un par de meses después amaneció tirado al lado de su

yyy

55

Page 30: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

cama, con los ojos muy abiertos, como si le hubieran cortado los

párpados. La noche anterior le habían robado su vida, lo último de

valor que le quedaba.

El cuerpo de Malverde se columpió durante unos meses en

el mezquite, hasta que la cuerda se pudrió y cayó siendo ya puro

esqueleto, aves y gusanos se habían comido todo lo blando. En el

suelo, los huesos se mancharon con la negra y olorosa miel que

suele manar del mezquite y salpicar a la tierra bajo su copa. Las

hormigas devoraron los escasos pellejos que aún quedaban.

Pero, como al mezquite en que lo mataron, a Malverde no se

le hacía desaparecer con facilidad. Los mezquites pueden ser

quemados, arrancados de cuajo; pero vuelven a crecer, a veces de

una raíz olvidada o de una vaina lanzada por los vientos de junio.

En una ocasión, un viejo campesino llegó hasta los restos del

bandido buscando a su mula, su única posesión de valor, que

llevaba horas extraviada.

-¡Tú que en vida me ayudaste, ayúdame a encontrar mi

mula!- Le dijo a los huesos. A los pocos minutos apareció el

animal, rumiando y meneando el rabo. Agradecido, el hombre

colocó tres piedras sobre el cadáver, y al regresar al pueblo contó

el milagro. Fue entonces cuando la gente empezó a visitar a

Malverde para hacerle algún pedido y arrojarle una piedra por

cada milagro concedido. Si bien estaba prohibido enterrarlo, nada

se había dicho de empedrarlo. Así lo fueron sepultando poco a

poco, cubriéndolo con una montaña de piedras.

Luego empezaron a dejar velas y flores, y al fin

construyeron una capilla en el lugar. Sus devotos le atribuyen la

protección de los que cruzan ilegalmente a Estados Unidos y de

los pobres que enfrentan causas penales, siendo, como San Judas

Tadeo, patrono de las causas perdidas. También ayuda a encontrar

lo perdido y lo robado. Las pirujitas le rezan para que regresen sus

mejores clientes. Los campesinos le piden que el ejército no

yyyyyy

56

queme sus cultivos de amapola y marihuana, y los traficantes de

droga solicitan su ayuda para pasar mercancía al otro lado.

Pasaron los años. Cerca de la antigua estación de ferrocarril

construyeron primero un nuevo Palacio de Gobierno y luego la

Ciudad Judicial, y aprovecharon para destruir la capilla de

Malverde. Intentando acabar con su culto, tumbaron el mezquite y

taparon el suelo santo con cemento.

No se debe de hacer eso, la tierra es vida concentrada en

polvo, como la leche en polvo, como una raya de coca. Debe estar

al descubierto, no sepultada como un muerto bajo la piedra

artificial, ni bajo el chapopote, negro y apestoso como el diablo, al

cubrir con eso la tierra es como si el demonio se la montara. Por

eso tiembla a cada rato en las ciudades y las grietas que entonces

se abren se tragan a tantos que no se les vuelve a ver.

La gente construyó de nuevo la capilla en otro lado, ahí es

donde hasta hoy van a rezarle y a darle regalos. Pero no es en su

capilla actual donde están los restos de Malverde, sino aquí, en el

terreno sobre el que construyeron el estacionamiento de la Ciudad

Judicial. Aquí, en la mera cueva del lobo, en la casa de Judas, bajo

esa montaña de piedras que se ve tan mal y dificulta el paso a los

coches, pero aún así nadie se atreve a quitarla.

El cuidador sonrío mostrando sus dientes podridos. Se sacó

el escapulario que llevaba pegado al cuerpo y me lo presumió:

–Siempre cargo su imagen- dijo. –Le pido que no me

agarren los milicos, que no me cachen mi chicle motita. Le pido

que me proteja, pues a mariguanos como yo son a los que les

cortan la cabeza pa decorar puentes. Yo sólo soy un pinche

franelero. Eso sí, todos me conocen y nadie me molesta si de vez

en cuando me fumo mi churrito pa las reumas, hasta vienen los

uniformados para que me moche o para que les venda.

Algunos se asombran al ver tamaño montón de piedras en

medio del estacionamiento, y es que pocos saben que aquí estaba

el santo mezquite donde lo colgaron, pocos vienen a dejarle su flor

y su piedra.

57

Page 31: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

Cada vez que hay cambio de comandante, mandan quitar las

piedras. Pero ningún policía se atreve a tocarlas, menos lo haré yo.

Luego me llega de la mala, cocuda y húmeda, pero esa que

le vendí es de la que fuma el Papa ¿A poco no pone en chinga?

Ocúltesela en los huevos, no quiero que se la jallen, y váyase

rápido de este lugar, que está lleno de tiras. Anda, váyase ya.

GAUCHITO GIL

En esa cruz del camino,

mojón de vida y de muerte,

degollaron al Gauchito,

custodio fiel de tu suerte.

A orillas de la carretera están esparcidas las capillitas rojas

dedicadas al Gauchito Gil. Parecen las gotas de sangre que

derramó el gigante Ñandeyará al pelear con Cristo.

Se dice que Antonio Gil podía curar con las manos e

hipnotizar con la mirada. Participó en la guerra de la Triple

Alianza, que dio la cosecha de ochocientos mil cadáveres -entre

ellos, más de la mitad de la población paraguaya-, y acabó cuando

los brasileños cruzaron la frontera de Paraguay, entraron a la casa

del presidente y lo asesinaron.

Cuando de nuevo llamaron al Gauchito para otra guerra, esta

vez entre colorados y celestes, se le apareció en sueños

Ñandeyará, aquel que había creado a los seres humanos, y le dijo

que ya estaba bueno de matar hermanos, así que el Gauchito huyó

para el monte, donde sobrevivió haciéndola de cuatrero hasta que

lo pescaron y mandaron maniatado a Goya para ser juzgado por

deserción y robo.

Era sabido que los prisioneros que tenían ese destino jamás

llegaban a Goya. Para no hacer el camino completo, los soldados

aplicaban a los presos la ley fuga: los incitaban a huir y les

yyyyyyy 58

acribillaban por la espalda.

Un 8 de enero, un sargento, tres soldados y un preso

amarrado, al llegar al cruce de las picadas, al norte de Mercedes,

se detuvieron dizque a comer.

-No me matés, porque la orden de perdón viene en camino -

Dijo el Gauchito al sargento.

-De esta no te salvás.

-No, si yo sé que lo mismo me vas a degollar. Pero te digo

más: Cuando llegues esta noche a Mercedes, junto con la orden de

mi perdón te van a dar la noticia de que tu hijo se está muriendo de

mala enfermedad, y como vos vas a derramar sangre de un

inocente, invócame para que yo interceda ante Dios Nuestro

Señor, porque es sabido que la sangre del inocente sirve para hacer

milagros...

Los militares se burlaron y lo amarraron a un algarrobo. Le

dispararon varias veces, pero ninguna de las balas entró a su

cuerpo porque el Gauchito llevaba un amuleto de San la Muerte,

que sirve para alejar las balas, así que el sargento ordenó que lo

colgaran boca abajo y, sin nunca verle los ojos para no quedar

hipnotizado, lo degolló como a las vacas y cerdos.

Al regresar en la noche a su pueblo, el sargento se encontró

con dos noticias: la primera, que veinte personas notables de

Mercedes habían firmado una petición de perdón para el Gauchito,

famoso por su bondad y sus poderes, y el perdón había sido

concedido por el coronel Salazar.

La segunda, que el menor de sus hijos estaba muy grave, con

fiebre altísima, y el médico lo había desahuciado. Entonces el

sargento se arrodilló y le pidió al ánima del Gauchito que

intercediera ante Dios para salvar la vida de su hijo. Al llegar la

madrugada el milagro se había hecho y el niño se había salvado.

Entonces el sargento construyó con sus propias manos una cruz

con ramas de espinillo o ñandubay, la cargó sobre sus hombros y

caminando la llevó hasta el lugar donde había asesinado a Antonio

Gil. Colocó la cruz, pidió perdón y agradeció. Aún está en ese

yyyy

59

Page 32: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

lugar el santuario dedicado al Gauchito, rodeado de un ejército de

banderas rojas.

Rojas son también las veladoras que se le prenden y las

cintas que atan en las ramas de árboles a orillas de los caminos, así

como los pequeños altares dedicados a su memoria, que abundan

en las carreteras como cruces de muertos en accidentes. Se dice

que, al pasar cerca de alguno de esos altares, los automovilistas

deben tocar su claxon para llegar a buen destino.

También se dice que, lo mismo al mediodía, cuando las

casas se derriten bajo el sol correntino, que en la madrugada,

cuando el reflejo de la luna cae al lago chapoteando como la

cabeza de un decapitado, se puede ver al ánima del Gauchito Gil

con su vincha, pañuelo y cinto rojos, caminando junto a su

compadre San la Muerte, que esconde su descarnada huesa bajo un

poncho de pelo de llama. Se ve que discuten larga y tendidamente

de algo, pero desaparecen de repente, antes de que alguien pueda

oír de qué.

60

NOTAS

LA CABEZA DEL PADRE

-Después de nueve meses de guerra, Ignacio Allende, Juan Aldama y

Mariano Jiménez fueron fusilados en Chihuahua el 26 de junio de 1911.

El cura Miguel Hidalgo fue fusilado el 30 de julio del mismo año. Los cuerpos de los cuatro hombres fueron decapitados, y sus cabezas

llevadas a Guanajuato y colocadas en jaulas de hierro en cada una de las

esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, de donde se retiraron en 1821 para enterrarlas junto a sus cuerpos bajo el altar de los Reyes en la

Catedral de la Ciudad de México. En 1925 los restos fueron llevados a la

Columna de la Independencia, en donde reposaron hasta el 30 de mayo de 2010, fecha en la que, con motivo del bicentenario de la

independencia y centenario de la revolución, fueron trasladados al

Museo Nacional de Historia para su análisis y autentificación.

-Las décimas fueron sacadas de la antología Ómnibus de poesía mexicana, con presentación, compilación y notas de Gabriel Zaid,

editorial Siglo XXI.

FRAGMENTOS DEL LIBRO DE LOS ZIUMITECAS

-Irritilas, huachichiles, zacatecos, huamares, tecuexes, pames, yaquis,

pápagos, mayos, acaxes, sauaripas, seris, tarahumaras, sinaloas, cuampes, tobosos, huicholes, tepehuanes y decenas de pueblos más, casi

todos extintos actualmente, han sido habitantes del norte mexicano.

Distintos entre sí, fueron amontonados por los aztecas en la palabra

chichimēcah y por los españoles en su equivalente “bárbaros”. La ignorancia y el desprecio, máscaras de la avaricia, condenaron a la

destrucción y al olvido a casi todos estos pueblos y a su cultura.

-“Su desnudez y violencia hacen pensar en el hombre después de la caída”. Eso escribió el padre Pérez de Ribas de los chichimecas en su

Historia de los triunfos de Nuestra Santa Fe (México, 1944. p. 599).

-Leandro Izaguirre (1867 - 1941). Nació y murió en la Ciudad de

México. Pintor, ilustrador y profesor mexicano. Se dedicó, como otros de sus contemporáneos, a la pintura de temas históricos, en un intento

por crear una escuela mexicana de pintura. Izaguirre es quizás el artista

yy 61

Page 33: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

más conocido de ese movimiento, precursor del muralismo mexicano,

por su realista Tortura de Cuauhtémoc (1892), que expuso en Filadelfia,

ganando un premio. Fue profesor en la academia de San Carlos y entre sus alumnos se

encontraba Saturnino Herrán. Vivió en Europa de 1904 a 1906 y trabajó

como ilustrador para El mundo ilustrado.

EL RETO DE LOS DOCE PARES DE FRANCIA

-Durante la Semana Santa, El Reto de los Doce Pares de Francia se

representa con distintas variantes en algunos pueblos de Morelos y de otros estados del país.

SANTA MUERTE Y SAN LA MUERTE

-El santoral es vano intento por democratizar la dictadura del

monoteísmo. De California a Tierra del Fuego, en carreteras y calles

abundan las capillas y altares dedicados a santos paganos, no aceptados por la iglesia de Roma.

-De origen guaraní, San La Muerte es venerado en Paraguay,

Argentina y Brasil. Las similitudes entre su culto y el que se le rinde a la

Santa Muerte en Centroamérica, así como las existentes entre dos bandidos generosos vueltos santos: Gauchito Gil, de Corrientes,

Argentina; y Jesús Malverde, de Sinaloa, México; hacen pensar que el

sueño de Bolívar, aquel de unir a Latinoamérica en una sola nación, es desde hace mucho tiempo una realidad en lo mítico y en lo espiritual.

-La invasión europea no acabó con la veneración a la muerte en México.

En la época de la colonia fueron adorados clandestinamente varios dioses prehispánicos, no sólo del inframundo. Durante el siglo XIX y

principios del XX se supo de esqueletos a los que se les rendía culto en

diversos lugares de la república, como Zacatecas, Hidalgo y Chiapas.

Pero es después de los años 70 cuando la creencia en la Santa Muerte, de ser secreta y casi exclusiva de brujos, se popularizó y se extendió

hasta Centroamérica y Estados Unidos.

-Poco se sabe de Tomasito Herrera, espíritu que el Niño Fidencio invocó varias veces, imagen de un infante muerto que circula en estampitas y

veladoras, ánima que se le aparece a místicos y curanderos.

yy 62

-Durante su gobierno, que duró de 1877 hasta su muerte, en 1909, con

breves interrupciones en que subieron a la gubernatura peleles suyos, el

general Francisco Cañedo, compadre de Porfirio Díaz, les entregó Sinaloa a los gringos: Les regaló terrenos, les condonó impuestos, les

puso en charola de plata la mano de obra. El hacendado podía encarcelar

o eliminar a sus trabajadores sin previa investigación. Mirar a los ojos del patrón era una grosería que se pagaba a varazos. Los peones

quedaban endeudados de por vida y por varias generaciones gracias a los

enganchamientos y a las tiendas de raya. En resumidas cuentas, todo

estaba más o menos como ahora. Es en ese contexto de injusticia y mal gobierno que nace la leyenda de Jesús Malverde, inspiradora de

películas como Ahí viene Martín Corona, de obras de teatro como El

jinete de la divina providencia (de Oscar Liera). Su culto se extendió de Sinaloa hasta más allá de las fronteras de México, a Estados Unidos y

Colombia, al ser adoptado por narcos y pequeños delincuentes como

santo patrón. Protector del lumpen, de los despreciados, Malverde es

Chucho el roto y Robin Hood, es Martín Corona y El Rey del Barrio. El párrafo donde se habla del mezquite y la información para esta nota

fueron tomados de Jesús Malverde, Artículo del historiador Luis Omar

Montoya Arias publicado en palabrasmalditas.net.

63

Page 34: 183783968 Cuentos de Horror en La Historia Nicolas Lopez Cruz 2013

Editorial HUACHICHIL

[email protected] México, 2013

EL BLOG DE LA MUERTE http://puroshuesos.blogspot.mx/