1. ubicación de la lof temulemu · 2018-05-17 · organización institucional vs ancestral las lof...

18
CHILE Lof Temulemu y la legitimidad de la lucha mapuche “fue un gran triunfo a pesar de que el gobierno trataba de decir que era un regalo: no, era una parte de tierra mapuche que se nos estaba devolviendo” Carlos Pichún 1. Ubicación de la Lof Temulemu La Lof o Comunidad Mapuche de Temulemu se encuentra en la precordillera de la costa chilena, enmarcada en la zona rural del municipio o comuna de Traiguén que tiene cerca de 19.000 habitantes. El estado chileno se divide actualmente en 15 regiones. Temulemu está ubicado en la Novena Región más común y antiguamente llamada Región de la Araucanía, que tiene una población estimada de 960.000 personas de las cuales aproximadamente el 45% tiene identidad mapuche. La Araucanía, a su vez, se divide en dos provincias: al sur Cautín y al norte Malleco. La comunidad protagonista de este estudio se encuentra en la provincia de Malleco, a un poco menos de dos horas al norte de Temuco, capital de la Araucanía y a aproximadamente once horas al sur de Santiago de Chile, capital del país, entre las coordinadas de latitud: 38.297829 y longitud: 72.835823.

Upload: others

Post on 15-Apr-2020

7 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

CHILE

Lof Temulemu y la legitimidad de la lucha mapuche

“fue un gran triunfo a pesar de que el gobierno trataba de decir que era un regalo: no, era una parte

de tierra mapuche que se nos estaba devolviendo” Carlos Pichún

1. Ubicación de la Lof Temulemu

La Lof o Comunidad Mapuche de Temulemu se encuentra en la

precordillera de la costa chilena, enmarcada en la zona rural del municipio

o comuna de Traiguén que tiene cerca de 19.000 habitantes. El estado

chileno se divide actualmente en 15 regiones. Temulemu está ubicado en la

Novena Región más común y antiguamente llamada Región de la

Araucanía, que tiene una población estimada de 960.000 personas de las

cuales aproximadamente el 45% tiene identidad mapuche. La Araucanía, a

su vez, se divide en dos provincias: al sur Cautín y al norte Malleco. La

comunidad protagonista de este estudio se encuentra en la provincia de

Malleco, a un poco menos de dos horas al norte de Temuco, capital de la

Araucanía y a aproximadamente once horas al sur de Santiago de Chile, capital del país, entre las

coordinadas de latitud: 38.297829 y longitud: 72.835823.

CHILE

2. Clasificación del caso

En mapudungun, la lengua mapuche, lemu significa loma y el temu es un tipo de árbol nativo del

territorio. Lof, en mapuzungun, podría ser interpretado a la lengua castellana como la comunidad

que vive en un territorio con una identidad concreta. De modo que interpretado en lengua

castellana, estaríamos hablando de la comunidad de la Loma de los Temus. De este modo, la Lof

Temulemu está conformada hoy por 45 familias del pueblo originario mapuche que viven en 1.800

hectáreas dedicadas principalmente a la ganadería y la agricultura. Es una comunidad autóctona y

ancestral del lugar que habita con una identidad territorial como Nagche –“gente del valle” en

mapudungun- que vive en Temulemu desde hace muchas generaciones.

Jamelia Pichún, pedagoga mapuche original de Temulemu, explica que “como Nagche, como gente

del valle o gente de abajo, tenemos nuestra forma de llevar a la práctica nuestro guillatun, por

ejemplo, que será distinto a la de otras identidades territoriales igual que algunas palabras del

mapudungun que cambian”. El guillatun es la ceremonia sagrada más importante del pueblo

mapuche, que en Temulemu se mantiene y se celebra anualmente a pesar de que hay comunidades

en las que ya se ha perdido esta tradición o que la celebran solo cada cuatro años. El guillatún es una

ceremonia de agradecimiento, en la que se pide por el bienestar y la unión de la comunidad, a través

de la compensación de las fuerzas del bien y del mal. “A mi parecer la comunidad de Temulemu es

una comunidad muy unida, porque cualquier cosa que te pase la gente está ahí, por mal que te

lleves, por eso se destaca entre otras comunidades, por la unión, por el sentimiento identitario”,

asegura Ingrid Márquez Inal, comunera de Temulemu.

La Lof Temulemu es una de las comunidades mapuche más icónicas de Chile debido a la victoria que

obtuvo en el proceso de recuperación de parte de su territorio ancestral después de 15 años de

resistencia comunitaria y lucha contra la antigua propietaria legal de la tierra, la empresa forestal

Mininco, y las políticas represivas del Estado chileno. Las mujeres, hombres, mayores y jóvenes de

Temulemu, acompañados también de las comunidades mapuche vecinas de Didaico y Pantano, que

resistieron en esta pelea contra la lógica neoliberal extractivista que llenó durante décadas su

territorio de monocultivo extensivo de pino y eucalipto, son las y los protagonistas de este caso. La

victoria de esta comunidad no fue sólo lograr recuperar algunas hectáreas de su territorio ancestral

sino traer consigo la legitimidad de la lucha mapuche, estigmatizada, criminalizada y judicializada

constantemente hasta hoy, ante la sociedad chilena y el mundo. Por ese motivo se trata de un

proceso ejemplar.

CHILE Los actores principales del conflicto son: las familias de Temulemu, en representación del pueblo

mapuche y su cosmovisión propia; la empresa Mininco y otras forestales, representando la lógica

extractivista de despojo territorial; y el Estado chileno, representando un modelo capitalista

neoliberal global. Los protagonistas, sin embargo, como afirma el logko o autoridad tradicional

mapuche de la Lof Temulemu, Juan Pichún, son “nuestros abuelos, nuestras abuelas, nuestros

padres, nuestras madres, nuestros hermanos y hoy día también están participando nuestros hijos en

este proceso de recuperación”. Siendo la mapuche una cultura habitualmente de herencia

patrilineal, el logko actual de Temulemu es el hijo mayor del reconocido Logko Pascuál Pichún, líder

mapuche y figura ampliamente reconocida en Chile que lideró este proceso de recuperación de

tierra y que murió a los 59 años en 2013. El actual Logko, Juan Pichún, es el mayor de siete

hermanos y hermanas quienes, junto a sus primos, primas, tíos, tías, hijos e hijas, representan el

núcleo fuerte de esta comunidad mapuche.

3. Características demográficas y culturales

Contexto: la colonización del Wallmapu La nación mapuche, con múltiples identidades diferentes según la altitud en las montañas, praderas

y valles y la cercanía al océano Pacífico y a los lagos de sus distintos territorios pero con un tronco

lingüístico y cosmogónico compartidos, ha vivido ancestralmente en el Wallmapu o Wajmapu. Éste

territorio se sitúa en una amplia región del llamado Cono Sur de América Latina, a lado y lado de la

cordillera de los Andes. Considerando la cordillera sagrada el eje divisorio, la parte Este del

Wallmapu se denomina Puelmapu y la parte Oeste Ngulumapu, hoy comprendidas respectivamente

en Argentina y Chile. Como la mayor parte de los pueblos originarios de América, el pueblo mapuche

ha sido y es aún víctima de una colonización que lo perjudica de múltiples maneras.

En este caso, los estados-nación que nacen de las guerras de independencia contra la colonia

española, Argentina y Chile, han sido, según este pueblo, antropólogos e historiadores, mucho más

nocivos que la propia colonia que, en un caso bastante excepcional aunque no único, optó, después

de años de guerra y resistencia opuestos por el rebelde pueblo mapuche, por reconocer un territorio

autónomo indígena que perduró por más de 200 años. La invasión y el genocidio más contundentes

contra el Wallmapu se dan ya en el siglo XIX con las llamadas Conquista del desierto de Julio A. Roca

en Argentina y la “Pacificación” de la Araucanía en Chile.

A través de estos dos momentos históricos, el despojo territorial y cultural fueron devastadores a

pesar de que resisten hasta hoy cientos de comunidades mapuche a ambos lados de la cordillera. Y

una de las esferas que más se ha visto perjudicada ha sido precisamente la del acceso y uso de la

tierra. Como dice Jimena Pichinao, escritora mapuche, en el libro Violencias coloniales en el

Wajmapu, “al tornarse mercancía, la tierra se asocia intrínsecamente al dinero, se vuelve propiedad

CHILE de personas; es tratada como un objeto, es despojada de su significado e identidad originales (…) el

mercantilismo quiebra radicalmente la continuidad en la relación personas-naturaleza”.

Además, Pichinao explica el proceso de división constante y en todos los sentidos que han sufrido

las comunidades mapuche y que, en el caso del Ngulumapu, vivió un auge con el decreto ley 2568 de

1979 que significaba la liberación de tierras mapuche al mercado económico y con el que se

subdividieron en régimen de pequeñas propiedades privadas los pocos territorios colectivos

indígenas que aún quedaban: “hasta 1990 se aplica una sistemática división de las comunidades

mapuche en Chile”, que de 1979 al 1986 conlleva una disminución de su territorio de 30.000

hectáreas, según su artículo.

La colonización en Temulemu

La población de la lof Temulemu no se libró de todos estos obstáculos. “En el proceso de pacificación

nuestra gente fue violentada, quemada, engañada, y les fue usurpada su tierra y después hubo un

tiempo en el que el latifundio se apodera de la tierra y reduce a la población mapuche al mínimo y

nos desplaza hacia la cordillera de la costa o hacia los Andes, y todo el litoral y el valle central, las

mejores tierras, quedan en mano de los colonos extranjeros”, relata el logko Juan Pichún. De hecho,

hasta hoy día las comunidades mapuche son categorizadas como reducciones. “Nosotros quedamos

acá encajonados”, añade Pichún.

María Collonao, dueña de casa y una de las dos esposas del finado logko Pascuál Pichún, nació en

Temulemu en 1952. “Cuando yo era niña acá era puro nativo y no había ni un pino, había boldo,

canelo y todo eso”, asegura la mayora. “La tierra daba harto, sembrábamos sobre todo trigo y mi

papi trabajaba en la casa de un gringo, arreglando cercos por ejemplo”, relata. “Recién estaban

plantando pino cuando Juan nació”, recuerda Collonao, revelando que fue en los años 70, cuando

nació el actual logko de la comunidad, que llegó el monocultivo de las forestales, “eso hace mucho

daño a la tierra, al agua y a los animales”, asegura doña María. Con un castellano aprendido que se

nota que no es la lengua en la que piensa ni en la que entiende el mundo, Collonao explica que sus

papás hablaban sólo mapuzungun y que “en esa época todo esto no era tierra chilena, era tierra

mapuche, pero los viejitos eran engañados hasta que vendieron sus tierras a los chilenos”.

En estas últimas décadas, como anota el logko de la comunidad, el conflicto en Temulemu ha sido

por un lado externo, con los terratenientes, las empresas forestales y el mismo Estado, y por otro

lado interno, con malestares al interior de la comunidad a veces por relaciones de poder creadas por

la misma colonización cultural y también entre distintas posiciones dentro la comunidad frente la

lucha por recuperar tierra. Después de que en tres ocasiones algunos grupos de familias decidieran

irse de Temulemu hacia otras regiones, las 45 familias que forman parte hoy de la comunidad son

las que resistieron históricamente en este territorio.

CHILE “Realmente hubo una inteligencia única para poder alcanzar lo que queríamos, se buscó una

estrategia. Y es que hay que tener firmeza psicológica, no todos los mapuche tienen ese

fortalecimiento, sea por el miedo a ser detenido, por el miedo a morir, incluso porque algunos

tienen apellido mapuche pero no tienen identidad mapuche; hay que saber qué significa Ser

Mapuche, saber que es la consciencia mapuche. Muchos se fueron de acá y optaron por que la

CONADI –Corporación Nacional de Desarrollo Indígena- les comprara tierra para otro lado y se

fueron, no respetando en mi opinión su identidad territorial. Los que se quedaron creyeron en todos

los newen –las fuerzas- de su tierra, en no abandonar donde están sus ancestros, cada linaje

mapuche tiene sus fuerzas”. Cuenta, con carácter, Jamelia Pichún, también hija del logko Pascual

Pichún.

Si a finales de los 90, como sigue contando Jamelia, “vivíamos unas 400 familias en como 900

hectáreas”, hoy, después de años de lucha, persecución, estrategias bien logradas de división por

parte del estado y otros distintos hechos que han transformado la comunidad, son 45 las familias

que viven en Temulemu en esas 900 hectáreas –aunque aproximadamente 100 hectáreas siguen

siendo propiedad de familias que se fueron y que dejaron su parcela sembrada con monocultivos

dañinos de eucaliptus o pino- más las nuevas 858 hectáreas que se lograron anexar al territorio de

la comunidad después de 15 años de pelea que se narran en el siguiente apartado.

Organización institucional vs ancestral

Las lof mapuche han tenido ancestralmente una manera tradicional de organizarse que

seguramente variaba según la identidad territorial, la familia etc. Sin embargo, tanto a un lado como

al otro de la cordillera las lofs mapuche siguen teniendo tres cargos de autoridad tradicional muy

claros al interior de la comunidad: el logko, guía político y cultural de la comunidad, el werken,

mensajero y vocero de la comunidad hacia el interior y hacia el exterior y la machi, guía espiritual de

la comunidad. Sin embargo, debido a la convivencia con el Estado chileno y sus estructuras, las

comunidades mapuche han tenido que crear una forma paralela de organización de acuerdo a la

legislación chilena vigente. De este modo lo cuenta Jamelia Pichún:

“El logko es el que da la última palabra pero siempre respetando a la comunidad, y esa es la forma

de organizarse por la parte cultural. Aparte, hay la personalidad jurídica (PJ) que es la que tiene un

presidente, un secretario y un fiscal, pero esa es una herramienta para tratar con el estado, para

bajar recursos del estado. Las ceremonias y celebraciones culturales se hacen a través del logko, en

cambio las reuniones mensuales en las que vienen representantes de todas las familias son

coordinadas por el presidente de la PJ.” Carlos Pichún, uno de los más jóvenes hermanos Pichún, es

actualmente presidente de la comunidad o la PJ como la mayoría acostumbra a llamar a este espacio

CHILE organizativo. “La comunidad siempre da su opinión en las reuniones y la idea es llegar a un

consenso, por eso a veces estamos cuatro o cinco horas reunidos”, cuenta Carlos.

Educación formal vs cultura ancestral

“Con este sistema educativo chileno te lavan tanto el cerebro que te cuentan solo una historia que ni

siquiera tienes la posibilidad y la creatividad de buscar si es verdadera, te encierran en una forma

de pensamiento. Por suerte aquí vino otra gente mapuche que se había dado cuenta de esos

atropellos a sensibilizarnos.” Así introduce Jamelia una división fundamental entre la educación

formal que el estado chileno a través de sus escuelas con su currículo académico de lógica occidental

da a todos los niños y niñas del país y la educación no formal basada en la cultura y la cosmovisión

mapuche que en este caso se da a través de la familia, los mayores y mayoras, los líderes y lideresas

y las organizaciones mapuche que se han aproximado a Temulemu. “Nosotros fuimos educados por

el lado mapuche y por el lado formal, en la forma de vida de nuestros papás y en el sistema

occidental que da una educación totalmente cerrada, una educación que trató de quitarnos nuestro

conocimiento mapuche, nos decían que no servía para nada, una educación que nos quería convertir

en seres productivos, como esclavos”, asegura la pedagoga mapuche.

Dentro de la comunidad de Temulemu hay un jardín de infancia al que atienden actualmente 17

infantes y una escuela rural en la que se forman 30 niños y niñas. A pesar de reñirse al currículo

académico formal, que incluye inclusive la asignatura de religión y que es impartido

mayoritariamente por profesores no mapuches que no residen en la comunidad, tanto en el hogar

de infantes como en la escuela se están dando contenidos en mapudungun. La potencial

transformación está por llegar con la jubilación del actual director de la escuela, quien lleva más de

30 años en el cargo, y la posible asunción de hasta ahora la única profesora mapuche como nueva

directora. Más allá de la escuela primaria, para cursar la educación secundaria los adolescentes

tienen que irse a la zona urbana de Traiguén y para la educación superior les toca irse a Temuco o a

otras grandes ciudades.

Como siempre, la permanencia de los jóvenes en el territorio se plantea en Temulemu como un

desafió a pesar de que hasta hoy no ha sido tan grande el éxodo a las ciudades en busca de

posibilidades diferentes a las que ofrece el campo. “Nosotros, por ejemplo, somos siete hermanos y

es uno solo el que está fuera a parte de mi hermana que vive en Traiguén pero viene todos los fines

de semana, y eso es porque tomamos conciencia y seguimos recuperando tierra. Así es como nos

crió nuestro padre: “ustedes salgan, estudien, pero regresen”, y así mismo haré con mi hijo de 15

años. Todo depende de cómo nosotros eduquemos a nuestros hijos”, testimonia Jamelia. En este

sentido, en Temulemu se han mantenido prácticas culturales mapuche como la ceremonia del

Guillatun o el We Txipantu –o año nuevo mapuche- a las que acuden gente de otras comunidades en

CHILE celebraciones multitudinarias que ayudan a seguir construyendo la realidad comunitaria desde los

pilares de la tradición mapuche.

Sigue la lucha, hoy por el agua

La realidad del acceso al agua se presenta hoy en Temulemu como un motivo para continuar

luchando por la recuperación de su territorio más amplio: “Siguen habiendo muchas forestales

alrededor de la comunidad, la que más nos afecta ahora es la Cautín. Hoy día, sobre todo los más

jóvenes, tienen claro que hay que recuperar eso porque gran parte de nuestra agua nace ahí donde

Cautín siembra eucalipto que seca el agua”, denuncia Jamelia. Actualmente, algunas familias aún

tienen sus pozos o vertientes próximas a sus casas pero inevitablemente el acceso a agua ya se ha

convertido en un gran problema porque, como sigue contando la hija del antiguo Logko Pascual

Pichún, “en la zona que recuperamos en 2011 aún tenemos agua pero donde está la escuela y la

posta de salud no hay, tienen que ir a dejar agua en tanques ahí.” De modo que la lucha por ampliar

el territorio se convierte, en estos tiempos de escasez de agua, en lucha por su recurso hídrico.

“Lo que pasa es que esa forestal Cautín tiene puras plantaciones de eucaliptus y el problema más

grande es que son vecinos de acá de la comunidad y todas las napas o fuentes de agua salen des de

sus tierras”, cuenta Ingrid Márquez. Frente a ese gran problema los más jóvenes ya se han puesto las

pilas: “Muchos jóvenes quedaron fuera de la compra del terreno que se recuperó, incluida yo, y estos

jóvenes estamos organizados y estamos dando una nueva lucha para echar a la forestal Cautín”,

asegura rotunda. En este sentido ya ha habido acciones directas en el terreno de la empresa forestal

y esta ya se vio obligada a sentarse a negociar con la comunidad junto al gobierno.

“Con la fuerza que ya tiene Temulemu, pudimos sentarnos rápidamente con representantes de la

empresa y les dijimos que si no llegábamos a un acuerdo no dejaríamos que entraran más sus

trabajadores a las 170 hectáreas que queremos y ellos nos ofrecieron trabajo en la forestal para los

jóvenes y las mujeres y recompensar a los menores de edad en ayudas para los estudios. Los tres

representantes que fuimos luego nos juntamos con todo el grupo de jóvenes y la respuesta fue no,

que nosotros no vamos a estar recibiendo migajas de nadie”. Actualmente están pendientes de cómo

sigue la negociación. “No hay que dejar que la forestal siembre más eucaliptus, hay que parar la

faena, de manera directa, como se ha hecho en todas las recuperaciones, y eso significa

enfrentamiento como siempre, y son poquitos lo que le harán a eso”, dicen Jamelia.

4. Historia de la demanda y estrategia de acceso

Después de colonizaciones, guerras, pacificaciones, despojos y dictaduras, a mediados de la década

de los 90 la comunidad mapuche de Temulemu tuvo un pequeño espacio para repensarse. Tal como

CHILE lo relata la autoridad cultural actual de este territorio, “se vivió ese proceso de estar apretados,

encajonados hasta un momento en que llega una generación nueva, tal vez con una mentalidad

distinta y empieza a recordar, con la gente mayor, <<¿de quién era esa tierra? Pero si esa tierra era

nuestra! Y se unía con la de los peñis –hermano en mapudungun- de más allá! Pero en medio no

había ningún fundo…>> Resulta que aún en la memoria permanecía esa tierra que era libre.

Solamente fue impulsar y recordar para preguntarnos, ¿Por qué estamos reducidos en este espacio?

Por qué vivimos 400 personas en pocas hectáreas y hay un tipo que tiene 3.000 hectáreas? 3.000

hectáreas para uno solo!”, exclama Juan Pichún. “El hecho de estar encajonados también generó este

conflicto social interno y eso, ¿cómo lo podíamos superar? Recuperando nuestro espacio del

latifundista y las empresas forestales.”

Las 58 hectáreas que acabaron siendo 2.400

De este modo, en 1995, con Pascual Pichún como logko de la lof, figura popularmente conocida y

respetada en todo el país, empezó en primer lugar un proceso de revalorización cultural gracias a la

creación de vínculos con organizaciones mapuche como fue ADMAPU. “Así, con mi papá, se fue

haciendo un trabajo interno de hormiga y la gente empezó a validarse como mapuche, con su

lengua”, relata Juan Pichún. A través de ese trabajo y de irse familiarizando con el concepto de

recuperación territorial, se encontró un documento en el que un Juzgado de los Indios de la década

de los 30 reconocía 58 hectáreas como parte de la comunidad Temulemu que en la práctica los

terratenientes nunca entregaron. “Ese predio de 58 hectáreas estaba usurpado inclusive desde

dentro de la ley de ellos!”, exclama Pichún. Con esta primera excusa en mano, se empezó a construir

una estrategia de recuperación territorial frente la propietaria legal de su territorio ancestral, la

empresa forestal Mininco de CMPC del grupo Matte, la cual junto a Arauco, grupo empresarial de la

familia Angelini, forman un vasto duopolio de la propiedad de la tierra en Chile. La victoria tardaría

15 años pero llegaría.

“Con el apoyo de mucha otra gente nos convertimos en un actor importante en el Wallmapu, un

ejemplo de lucha, empezamos a generar relaciones y también fuimos partícipes de la creación del

proceso de la CAM”, sigue Pichún. La Coordinadora Arauco Malleco (CAM), por el nombre de la

provincia de la región de la Araucanía donde tiene escenario su actuación, nació el año 1997 y fue y

es hasta hoy la herramienta principal del pueblo mapuche restricto en territorio chileno para

reivindicar sus derechos, su territorio, su cultura y su cosmovisión. El grito central de su lucha es

hasta hoy la autodeterminación del Wallmapu y la nación mapuche. Lucha contra la que el estado

chileno ha respondido con persecución y criminalización aplicando, frente cualquier acción o

conflicto, una Ley Antiterrorista que tiene actualmente más de 100 presos mapuche en las cárceles

chilenas. Previo a la CAM, se habían creado otras organizaciones mapuche, entre ellas el Consejo de

Todas las Tierras que, según Juan Pichún, “también reivindicaban las tierras pero de una forma

simbólica, así que se analizó que eso desgastaba mucho la gente sin ningún avance y la CAM llega

con una postura más radical que añadía la resistencia, haciendo frente a los desalojos con control

CHILE territorial.” La CAM pronto se convirtió en la coordinación de comunidades mapuche que se

declaraban en conflicto.

Viendo que la forestal no entregaba las 58 hectáreas que eran no sólo legítima sino también

legalmente propias, Temulemu se alió con dos comunidades vecinas, Didaico y Pantano, para

reivindicar, ahora sí, 2.400 hectáreas, contiguas a las 58 de un inicio, en conjunto. En 1999 a través

de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), el Estado compraba –por segunda vez,

pues en los años 30 ya se había comprado ese mismo predio- las 58 hectáreas reivindicadas en un

inicio, “pero era sólo con el objetivo de frenar la lucha por los 2.400 hectáreas”, resuelve Juan

Pichún. “Así que nosotros continuamos el proceso a por el resto”.

15 años de dura resistencia

Las formas de resistencia fueron varias: por un lado “no dejar entrar a ningún personaje de la

forestal, no dejar entrar ni un pino más”, por el otro “empezar a cultivar la misma tierra, a ponerle

semilla”, explica Pichún. Otro eje principal de la resistencia fue el cultural: la celebración de

Guillatunes y Tragunes, ceremonias tradicionales mapuche, le dieron fuerza al territorio en disputa.

Obviamente, la represión conjunta del estado chileno y la empresa forestal no tardó en llegar. “Lo

que hacían los pacos –así llamada comúnmente la policía en Chile- era echar químico a nuestros

cultivos” y por otro lado, como también recuerda Juan, admitiendo que no fue fácil, “el Estado te

quiere dividir, te quiere bajar, te quiere hechizar, te encarcela, hay allanamientos, infiltrados…”.

Los desalojos se encaraban de manera solidaria entre las distintas comunidades de la CAM. “Se

peleaba con piedra, palo, boleadora”, cuenta Pichún. “A menudo las mujeres juntábamos piedras”,

recuerda Jamelia Pichún, que aclara que “al principio no era ni con la policía, venían los guardias

forestales privados que la Mininco tenía contratados en esa época y ellos nos amenazaban con sus

armas, se paseaban por la comunidad con sus vehículos, molestaban la gente que pasaba por el

camino, provocando, insultando, con agresiones físicas a veces”.

Hubieron dos golpes especialmente duros durante los años de resistencia. En primer lugar la

división de un grupo de familias mayoritariamente evangélicas de Temulemu que el año 2000

crearon una personería jurídica propia y postularon también a través de la CONADI a tierras

consiguiendo 600 hectáreas en otro lado: un logro dentro de la estrategia estatal de dividir. Poco

después, en 2001, se dio la persecución y el encarcelamiento de los tres principales líderes del

proceso de recuperación, el logko Pascual Pichún de Temulemu, el logko Aniceto Norín Catrimán de

Didaico y “La Chepa”, Patricia Troncoso, activista chilena por los derechos del pueblo mapuche,

condenados a 5 años y un días cada uno por delitos de “carácter terrorista” en aplicación de una Ley

Antiterrorista aprobada por la junta militar del régimen de Augusto Pinchet: otro logro de la

estrategia estatal de perseguir al pueblo mapuche y criminalizarlo delante la opinión pública. “En el

primer juicio salieron absueltos y en el segundo, con las mismas pruebas y testigos protegidos

anónimos, los condenaron a 5 años y un día”, cuenta Juan Pichún.

CHILE A partir de ese momento la lucha por las 2.400 hectáreas no aceptó ni una negociación más, había

una única condición: la libertad de los logkos. Ésta llegó, después de cumplir la injusta condena, en

2007. A partir de ahí continuaron los llamados mingakos o jornadas de resistencia colectiva y

continuaron los desalojos con represión por parte de la gendarmería pero paralelamente los logkos

se sentaron en la mesa a negociar con la CONADI y las forestales. “La CONADI busca los mecanismos

para que la empresa acabe vendiendo”, explica Juan Pichún, “y la empresa al final se rindió, perdió el

control sobre la tierra, fue todo a base de la organización y el apoyo de otra gente que estaba

también en ese proceso a quien nosotros también apoyamos”. El año 2011 llegó la negociación final,

la compra de las 2.400 hectáreas por parte de la CONADI y la entrega del título de la tierra.

El predio se dividió entre las tres comunidades mapuche que protagonizaron la lucha territorial:

Temulemu, Pantano y Didaico. 800 de esas hectáreas se sumaron, como propiedad colectiva

comunitaria, a las 900 que ya habitaba la comunidad de Temulemuy las 58 logradas en el 1999.

Todas las tierras que se logran a través de la CONADI llegan con un título del predio de carácter

legal indivisible por un término mínimo de 25 años, la propietaria del cual es la comunidad con

personería jurídica formalmente registrada. En Temulemu, como en la mayoría de comunidades

mapuche que logran tierra a través de procesos de lucha territorial o a veces a través de simples

postulaciones por tierra con la CONADI, el uso de estas 800 hectáreas se dividió en partes iguales

entre las 45 familias que habitan la comunidad. Las 900 hectáreas en las que ya habitaba la

comunidad con anterioridad al proceso de recuperación territorial no se tocaron, existiendo éstas

en distintos títulos de propiedad individual de estas mismas familias conseguidos según cada caso

por procesos históricos diferentes.

“En ese momento uno se ponía a mirar hacia atrás y se acordaba de todos los allanamientos, los

encarcelamientos, gente que estuvo en el hospital, por herida de bala incluso; fue un gran triunfo a

pesar de que el gobierno trataba de decir que era un regalo: no, era una parte de tierra mapuche que

se nos estaba devolviendo”, testimonia Carlos Pichún, que al ser el menor de los hijos del logko

Pascual Pichún estuvo siempre a su lado en la lucha.

La mayor victoria: la legitimidad

Según Jamelia Pichún, el mayor momento de logro fue “cuando se ganó la tierra, eso fue para toda la

familia un orgullo. Como 15 años ocupando la tierra de manera ilegal, podría decirse, y luego por

ironía de la vida lo logramos legalizar durante un gobierno de Piñera, cuando esperábamos que

fuera durante un gobierno más social digamos, pero ellos –el gobierno anterior de Michelle

Bachelet- como que se burlaban de nosotros, nos llamaban a reuniones y más reuniones y servía de

nada, con ellos no se pudo”. “Cuando se entregó la tierra en 2011 se hizo una ceremonia grande, un

guillatún y llegaron como 500 personas”, sigue Jamelia que, con mucho orgullo de su comunidad

CHILE asegura que “Temulemu es una comunidad que hizo un gran aporte, que trajo, con su victoria, un

cambio en la mentalidad y en la manera que el resto de la sociedad nos mira a los mapuche. Antes

era tanta la discriminación que a todos les daba vergüenza decir que son mapuche, y el aporte que

hizo Temulemu fue a nivel cultural, de identidad, hizo que se respetase a nuestro pueblo, después de

la victoria ya todo el mundo quería ser mapuche!”, afirma Jamelia entusiasmada. “yo sentí mucha

discriminación de pequeña, pero a mí nunca me ha dado vergüenza ser mapuche, tendría que darles

vergüenza a ellos los que tienen descendencia mapuche y no se reconocen”, sentencia la joven

mapuche que confiesa que no se siente chilena.

Un poco antes de la victoria territorial final de Temulemu, en 2010, otro de los hermanos Pichún de

nombre Pascual como su padre, fue detenido y encarcelado después de haber estado clandestino

durante una temporada y refugiado en Argentina durante algunos años, siempre perseguido por la

Ley Antiterrorista, acusado por un supuesto delito de incendio, y en definitiva por su lucha como

mapuche. El 24 de junio de 2010, Pascual Pichún Collonao escribe una carta titulada Prisión Política

Mapuche, perspectivas de un comunicador, de la que se destacan a continuación algunos fragmentos

significativos:

“En esta misma cárcel –la de Traiguén-, mi padre, el Logko Pascual Pichún y mi hermano Rafael

cumplieron condenas, también de cinco años. Es posible que por aquí también pasen mis sobrinos si no

cambia el espíritu invasor del Estado chileno. (…) Es una triste realidad que cruza a cada uno de los

peñi presos y sus familias, porque en definitiva no se encarcela sólo al individuo, sino también a su

gente, a su comunidad e incluso a todo el Pueblo Mapuche. Frente a este escenario el camino sigue

siendo la lucha por reconquistar nuestra autonomía, por la liberación de nuestra nación ante el

sometimiento y empobrecimiento de nuestras comunidades, es nuestro derecho y nuestro deber

histórico que heredamos de nuestros antepasados. Como dice el famoso dicho, “la única derrota para

un Pueblo es no seguir luchando” y tengan por seguro que el Pueblo Mapuche ha dado y seguirá dando

honor a esa filosofía”.

El día en que su hijo salió de la cárcel, el 29 de septiembre de 2011, en logko Pascual Pichún

pronunciaba estas palabras: “el mapuche reclama sus derechos, sus tierras, porque se le ha robado.

Porque somos dueños de las tierras, éstas deben ser recuperadas, y por eso nos llaman terroristas” .

A pesar de que siguen habiendo, como ya se ha dicho, aproximadamente un centenar de presos

políticos mapuche en las cárceles de este país, hay un segmento de la sociedad chilena que,

concientizada de la persecución y criminalización a las que el Estado ha sometido este pueblo, ya ha

hecho una transformación en su mirada hacia la nación mapuche. “Anteriormente había habido

comunidades que entraban a recuperar tierra pero no lo llevaban hasta al fin, porque hay que ser

constante y Temulemu llevó la delantera haciendo articulación con otras comunidades y eso creó un

nuevo paradigma entre el Estado chileno y el pueblo mapuche en el que el Logko Pichún tuvo un

liderazgo muy importante”, asegura Jamelia Pichún.

CHILE A pesar de ese nuevo paradigma, realmente palpable en varios segmentos de la sociedad chilena, a

través de los medios de comunicación convencionales y especialmente entre la población

santiagueña, sigue habiendo un estigma y un nivel de desinformación sobre la situación del pueblo

mapuche y la realidad social del territorio que habita muy altos.

Línea de tiempo

1995 Inicio de la revalorización cultural

mapuche y del proceso de

recuperación territorial en

Temulemu

Encuentran un fallo del

Tribunal de los Indios de

1931 donde se le conceden 58

hectáreas a Temulemu

1996

1997 Temulemu participa del proceso de

creación de la Coordinadora

Arauco Malleco (CAM)

Logran las 58 hectáreas

iniciales pero se unen con

más comunidades para

recuperar 2.400

1999

CHILE

2001 Inicio juicios contra Lonkos Pichún

y Aniceto y La Chepa por Ley

Antiterrorista

Libertad Lonkos: se fortalece

la resistencia e inician

negociaciones con la CONADI

y la empresa forestal Mininco

2007

2011 Victoria después de 15 años de

lucha. Se suman 800 hectáreas a la

comunidad de Temulemu

5. Aspectos legales del acceso y control de la tierra, conflictos, otros

actores

La comunidad mapuche de Temulemu, como la gran mayoría de comunidades indígenas, se vio

obligada a adaptarse al modelo de Estado-nación chileno después de la irónicamente llamada

pacificación de la Araucanía, entre 1861 y 1883. Un conjunto de parlamentos, leyes, decretos –

combinados con masacres, invasiones y humillaciones- determinaron poco a poco y a medida que

quedaban cada vez menos territorios y poblaciones “por civilizar”, la manera de organizarse y de

vivir de las familias mapuche. En este sentido, a pesar de existir como lof desde hace siglos, dentro

de los parámetros occidentales, Temulemu se constituyó formalmente como comunidad indígena

CHILE con una personería jurídica propia en el año 1994. Esa PJ les permitió como comunidad acceder a

programas del Estado chileno como el que a inicios del año 2000 entregó viviendas a gran parte de

la comunidad.

Dos años antes de la formalización de Temulemu, el 28 de septiembre de 1992, se fundaba la

Corporación Nacional de Desarrollo Indígena, CONADI, hoy enmarcada en el Ministerio de

Desarrollo Social chileno, por medio de la Ley Indígena 19253. La CONADI nace con los objetivos de

promover, coordinar y ejecutar planes de desarrollo de las personas de pertenencia a los pueblos

indígenas de Chile. Es a través de ésta que cualquier grupo de más de 15 personas que acrediten ser

indígenas y se configuren con una personería jurídica pueden postular para acceder a tierra y

programas agropecuarios, de vivienda, educativos etc. Es por este último hecho que muchas veces

en lo que ha ayudado más la CONADI es en dividir a las comunidades, como sucedió en Temulemu.

Además, el actuar de ese órgano público en beneficio real de las comunidades indígenas ha sido

cuestionado muchas veces, tanto que se lo conoce popularmente como “La ConNadie”.

Un ejemplo práctico e ilustrativo de esta realidad se encuentra en la nueva lucha que afrontan los y

las jóvenes de la comunidad de Temulemu contra la forestal Cautín. Para que este grupo -que, como

contábamos en el tercer apartado, no obtuvo tierras a nivel personal dentro de la recuperación de

tierras de 2011- pueda avanzar en la negociación con la empresa dueña de las 170 hectáreas que

reivindica, tendrá que constituirse como una comunidad aparte. Como cuenta Ingrid Márquez,

“nosotros somos conscientes de que llegar a un acuerdo de compra con la forestal es un proceso que

se demora porque eso significa que nosotros tenemos que sacar una personalidad jurídica propia, ir

a la CONADI para que nos haga la burocracia etc.” De modo que, a pesar de seguir formando parte de

la Lof Temulemu, los y las jóvenes de Temulemu se ven obligados a conformarse legalmente como

otra comunidad para seguir en la lucha, hecho que puede llevar varias consecuencias no siempre

deseadas.

Acceso a tierra

Durante el proceso de recuperación de tierras la relación entre la comunidad de Temulemu y el

Estado fue siempre hostil, pues este último llegó básicamente a reprimir con sus fuerzas del orden

público o gendarmería las acciones directas de los y las mapuche, cometió allanamientos indebidos

a hogares indefensos y, en definitiva, se colocó siempre al lado de las forestales propietarias del

territorio en disputa. No es sino al final del proceso en el año 2007 que la Lof Temulemu, con el

lokgo Pascual Pichún recién salido de la cárcel como representante legal, hace la demanda oficial de

tierras a la CONADI y empiezan los encuentros y las negociaciones con la empresa forestal Mininco.

Cabe remarcar que la victoria en 2011 se entiende en términos de que una comunidad mapuche

reducida y acorralada a un pequeño territorio, accede de nuevo a parte de su territorio ancestral,

CHILE pero en todos los procesos de recuperación de tierras a través de la CONADI el Estado compra el

número de hectáreas que se haya acordado a la empresa forestal propietaria, de modo que ésta no

está perdiendo absolutamente nada.

Las 858 hectáreas que se lograron en Temulemu se dividieron entre las 45 familias a partes

equitativas, tocando aproximadamente 15 hectáreas por familia ya que una pequeña parte del

territorio logrado es considerado comunitario por albergar zonas verdes, bosques nativos y

nacientes de quebradas. “Hay que dejar claro que esa tierra no es de la comunidad, porque pasa a

ser de la comunidad después de 25 años de que la CONADI lo concedió”, explica Ingrid, refiriéndose

al hecho de que sí existe un título de la tierra que ya está en posesión de la Lof Temulemu pero que

legalmente no es posible dividir la tierra en lotes para la propiedad particular de cada familia hasta

pasados 20 años de la entrega. “A la familia solo se le da un goce, que se llama, que es para que

ocupen la tierra y puedan postular a programas del Estado”. Este mecanismo, que no siempre es del

agrado de las comunidades, se da principalmente como medida de precaución para que

comunidades mapuche no soliciten tierras a la CONADI solo con la intención de venderlas después.

Otro mecanismo de protección de la tierra indígena es el que cuenta Carlos Pichún, el presidente de

la PJ de Temulemu. “Lo único bueno que hizo la CONADI fue una ley que prohíbe que la tierra

mapuche pueda ser vendida a un chileno, a un huinka, solamente entre mapuches se puede comprar

y vender tierra”, asegurando así, teóricamente, la preexistencia del territorio indígena. Esta es, en

realidad, la misma Ley Indígena 19253 de 1993. Sin embargo, como dice bromeando el logko Juan

Pichún “la Ley chilena muchas veces lo que escribe lo borra con el codo”.

6. Gestión de la tierra y el territorio

La población de la Lof Temulemu vive principalmente de la agricultura y la ganadería. Sin embargo

el sistema capitalista y las lógicas del Estado chileno hacen cada vez más difícil a la población rural

vivir de su campo.

De la agricultura al sobrevivir

En este sentido existen, por ahora, varios subsidios del Estado que tal vez facilitan algunos aspectos

de la vida rural, creando, a su vez, una dependencia importante de las comunidades hacia éste y

unos límites en cuanto a capacidad de decisión. Sin embargo, no todos están dispuestos a dejarse

someter. “Nosotros como familia no aceptamos la ayuda del Estado porque al final es tan poco lo

que dan que es como reírse de la gente. Por ejemplo, nosotros mismos nos construimos la casa como

pudimos en la tierra recuperada, hay varias familias que tocaron tierra pero les ha faltado recursos

CHILE para poder habitarla”, denuncia Ingrid Márquez junto a su compañero Carlos Pichún, y sus dos hijos

en su bonita casa de madera. De este modo, se hace evidente que la capacidad de acceso a la tierra

no siempre viene junta con la posibilidad de habitarla.

“El Estado en el momento que entregó las tierras lo mostró todo lindo con que iban a hacer la

devolución de las tierras, iban a prestar ayuda para poder trabajar en la agricultura y eso nunca fue

así porque la tierra está tan dañada por tantos años con pinos y eucaliptus que para poder trabajar

hay que ponerle plata y eso es lo que uno no tiene.” El trabajo al que se refiere Ingrid y que ha sido el

más común en Temulemu en las últimas décadas es el de la siembra de avena y trigo anualmente

entre abril y mayo. Pero las técnicas de rehabilitación de la tierra que se piensan en éste territorio

siguen siendo a base de productos químicos y, por lo tanto, “para poder hacer una siembra grande

es difícil porque se necesitan recursos”, explica Ingrid.

La población rural de la Araucanía en general viene denunciando hace unos años que ya no sale a

cuenta sembrar trigo y avena debido al incremento del precio de los abonos e insecticidas que

consideran imprescindibles para que crezcan estos cereales y la rebaja del precio de venta al

mercado del la materia primera. “Si tu vienes diez años atrás, toda la comunidad vivía de la

agricultura, de la avena y el trigo, sembraban harto para alimentarse y para vender. Pero acá, como

una familia es dueña de la mitad de Chile, fueron subiendo los fertilizantes de precio y ya no te sale a

cuenta sembrar porque vas a gastar más de lo que cosechas. Ahora ya se siembra solo para el

consumo, hay peñis que para no estar comprando trigo siembran una hectárea para guardar para

hacer pan todo el año, pero ya no se vende”, relata Carlos Pichún.

Y como substituyeron la actividad económica que suponía la siembra de cereales en mayores

extensiones? “Sobreviviendo”, contesta con seriedad, Carlos. La ganadería ha ayudado bastante y la

venta de hortalizas y frutas silvestres en mercados locales es la otra manera de sostener la familia.

La comercialización se da de manera reducida y puntual, principalmente en “la vega de Traiguén del

día sábado que es donde hartas lamienes de distintas comunidades llevan sus productos propios a

vender, y luego en la feria de Traiguén que es donde se venden los animales”, cuenta Ingrid.

“Lo poco que puedes hacer en la tierra maltratada por las forestales es tener tu propia huerta para

el consumo de la casa”. En general, todas las familias de la comunidad tienen su huerta para el

autoconsumo. En esta esfera sí entran en juego los abonos orgánicos que se usan de manera

tradicional, es decir como siempre lo han hecho los mayores. “Abonos orgánicos se usan pero en la

huerta namás, en la siembra grande no: se le pone tierra de hojas, el guano de los animales y eso

hace que la tierra sea más fértil”, explica Ingrid. Más allá de una bonita huerta, en sus 15 hectáreas

recuperadas Ingrid y Carlos trabajan con ganado pero su principal ingreso económico proviene de

trabajos que realizan fuera de su parcela: ella trabaja en la posta de salud de la comunidad y él

maneja una camioneta escolar.

CHILE

Mingakos y menokos en proyección

“Los menokos que son los sitios con plantas medicinales y los bosques nativos son tierras

comunitarias y es la mayor fuente de agua así que está prohibido, por consenso de la comunidad, de

explotarlas”, cuenta Ingrid. Según Carlos Pichún dentro de la lof Temulemu hay aproximadamente

60 hectáreas de bosque nativo consideradas tierra comunitaria. “Si no hubieran esos espacios de

plantes medicinales nuestras lamienes –hermanas en mapuzungun- machi tendrían que ir a otras

comunidades a buscar sus medicinas”, asegura Ingrid.

La realidad es que son ya muy pocas las zonas de bosque nativo y por eso Carlos explica que “la idea

es hacer jornadas de trabajo colectivo, que llamamos mingakos, para reforestar, esa es una iniciativa

para el futuro, eso y cuidarlo entre todos”. Los mingakos, otra tradición en peligro de extinción, se

siguen dando ocasionalmente por ejemplo en la construcción de casas, en preparación de velorios o

en grandes siembra de papas. “En este caso, por ejemplo, el dueño de la siembra da almuercito a

todos y otro día otro tiene que cercar la parcela y llama a los peñis para que le den una mano”.

500 años de colonización y pacificación, 15 años de lucha por la tierra y algunos más de obstáculos

neoliberales no han podido con esta comunidad mapuche que sigue en permanente resistencia.

Referencias bibliográficas - El libro de Mapuexpress, desde Wallmapu, por la libredeterminación de los Pueblos, Mapuexpress, 2014.

- Violencias coloniales en el Wajmapu, Ediciones Comunidad de Historia Mapuche

- Tayin Mapuche Kimün, Epistemología mapuche, Juan Ñanculef Huaiquinao, Universidad de Chile, 2016

- Plantar pobreza, el negocio forestal en chile, documental audiovisual de Periodico Resumen, 2014

CHILE

Agradecimientos

Los hermanos y hermanas Pichún

María Collonao

Ingrid Marquez Inal

Alejandrina Ramírez

Millaray Painemal

Alfredo Seguel

Créditos

Familias de la Lof Temulemu, representadas por el actual Logko, Juan Pichún

Sistematizado por Berta Camprubí

Fotografías de Berta Camprubí

Lof Temulemu, mayo de 2018