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X. Congreso Español de Sociología Grupo de trabajo 27. Sociología del Tiempo Comunicación definitiva El tiempo como ámbito de intervención: potencialidad, desarrollo y alcance de las políticas de tiempo desde una perspectiva de género 1 . Matxalen Legarreta Iza. Universidad del País Vasco [email protected] Hablar de tiempo, en vez de horario, como lo hacemos en la propuesta de ley de iniciativa popular Las mujeres cambian los tiempos, no es una sutil distinción filosófica. Cordoni (1993:221) Introducción Las políticas de tiempo nacen en Italia a finales de 1980, a partir de una propuesta de ley desarrollada y promovida por las mujeres del Partido Comunista. La iniciativa marca un hito en este terreno; no hay texto ni conferencia donde se hable de políticas de tiempo que no haga mención a ella. No obstante, las diferentes experiencias que se han llevado a cabo en este sentido, tanto en Italia como en el resto de Europa, se caracterizan por tener una trayectoria relativamente corta, fragmentaria y desigual. Se puede afirmar, por tanto, que las políticas de tiempo no han desarrollado todo el potencial que engloba la propuesta inicial para avanzar hacia unas relaciones sociales más equitativas e igualitarias. Por ello, resulta oportuno ofrecer una reflexión sobre su origen y trayectoria, puesto que todavía puede parecer costoso percibir todas las posibilidades que ofrece el tiempo como ámbito de intervención. 1 Agradezco a Mitxel Villacorta que haya compartido su pasión por el tiempo conmigo, sus reflexiones y sugerencias me han ayudado a clarificar y desarrollar algunas de mis intuiciones y me han servido de gran ayuda a la hora de afinar y depurar algunas partes de este texto. Quiero dar las gracias, asimismo, a los participantes de la red de intercambio Instinto Precario que me han asesorado con las traducciones. No obstante, la responsabilidad última de lo presentado es exclusivamente mía. 1

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Page 1: X. Congreso Español de Sociología Grupo de trabajo … · X. Congreso Español de Sociología Grupo de trabajo 27. Sociología del Tiempo Comunicación definitiva El tiempo como

X. Congreso Español de Sociología

Grupo de trabajo 27. Sociología del Tiempo

Comunicación definitiva

El tiempo como ámbito de intervención: potencialidad, desarrollo y alcance de

las políticas de tiempo desde una perspectiva de género1.

Matxalen Legarreta Iza. Universidad del País Vasco

[email protected]

Hablar de tiempo, en vez de horario, como lo hacemos en la propuesta de ley de

iniciativa popular Las mujeres cambian los tiempos, no es una sutil distinción filosófica.

Cordoni (1993:221)

Introducción

Las políticas de tiempo nacen en Italia a finales de 1980, a partir de una

propuesta de ley desarrollada y promovida por las mujeres del Partido

Comunista. La iniciativa marca un hito en este terreno; no hay texto ni

conferencia donde se hable de políticas de tiempo que no haga mención a ella.

No obstante, las diferentes experiencias que se han llevado a cabo en este

sentido, tanto en Italia como en el resto de Europa, se caracterizan por tener una

trayectoria relativamente corta, fragmentaria y desigual. Se puede afirmar, por

tanto, que las políticas de tiempo no han desarrollado todo el potencial que

engloba la propuesta inicial para avanzar hacia unas relaciones sociales más

equitativas e igualitarias. Por ello, resulta oportuno ofrecer una reflexión sobre

su origen y trayectoria, puesto que todavía puede parecer costoso percibir todas

las posibilidades que ofrece el tiempo como ámbito de intervención.

1 Agradezco a Mitxel Villacorta que haya compartido su pasión por el tiempo conmigo, sus reflexiones y sugerencias me han ayudado a clarificar y desarrollar algunas de mis intuiciones y me han servido de gran ayuda a la hora de afinar y depurar algunas partes de este texto. Quiero dar las gracias, asimismo, a los participantes de la red de intercambio Instinto Precario que me han asesorado con las traducciones. No obstante, la responsabilidad última de lo presentado es exclusivamente mía.

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La comunicación que se presenta a continuación, nace de la inquietud que

plantea esta constatación y surge con el objetivo de realizar un esfuerzo por

sacar a la luz, en la mayor media posible, el potencial y las posibilidades que

ofrecen las políticas de tiempo desde una perspectiva de género. En esta línea, se

sostiene que la propuesta de ley italiana presenta una riqueza y un potencial que

no han sido suficientemente reconocidos ni desarrollados hasta el momento y,

por consiguiente, se propone una relectura de la misma, a partir de las

posibilidades que ofrece, principalmente, en relación a la redistribución y

valoración del trabajo doméstico y de cuidados.

Con esta finalidad, el texto se divide en cuatro apartados. El primero analiza

la propuesta de ley Las mujeres cambian los tiempos, que se halla en el origen

de las políticas de tiempo, incidiendo en los tres aspectos temporales que abarca:

el tiempo en el arco de la vida, el tiempo en el trabajo y el tiempo en la ciudad.

En el segundo epígrafe se aborda el desarrollo de la propuesta en Italia y la

puesta en marcha de políticas de tiempo en el conjunto de Europa, para analizar

el desarrollo práctico que ha tenido el planteamiento italiano. El tercer apartado,

se detiene en una experiencia concreta relacionada con las políticas de tiempo, el

banco de tiempo, por ser probablemente la que mayor impacto ha tenido tanto en

nuestro contexto más cercano como a nivel internacional. El cuatro, tiene como

objetivo subrayar la importancia de las políticas de tiempo en el contexto actual,

mostrando la riqueza analítica y conceptual de la propuesta italiana, así como su

gran potencial para la intervención política y social con perspectiva de género.

Por último, se ofrece una reflexión final a modo de conclusión.

Antecedentes: la propuesta de ley Las mujeres cambian los tiempos

La mujeres cambian los tiempos (Le donne cambiano il tempo) es una

propuesta de ley de iniciativa popular impulsada por las mujeres del Partido

Comunista Italiano a finales de los años 80. Se termina de redactar el 4 de Abril

de 1990 y cinco días después, da comienzo la recogida de firmas para llevarlas

ante el Congreso. La iniciativa logra un eco importante en la sociedad italiana y

en octubre del mismo año se presentan 300.000 rubricas. La acción tiene como

objetivo último incentivar un proceso debate sobre los fundamentos en los que

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se basa la estructura social para, de esta forma, convertirse en una “hipótesis de

cambio” de la manera de entender el tiempo, el trabajo y las funciones de

hombres y mujeres en la sociedad (Cordoni, 1993:223). Por primera vez, se

reconoce que el tiempo es un problema político: la definición de tiempo y la

configuración social de la ordenación temporal vigente se problematizan,

poniendo de manifiesto las relaciones de poder sobre las que descansan, así

como su carácter social, histórico y contextual. El tiempo se identifica como una

construcción social sobre la que se puede intervenir. La iniciativa se convierte,

de esta forma, en la antesala de las políticas de tiempo.

La propuesta de ley promueve un reparto igualitario de derechos y deberes en

la sociedad, partiendo de la relevancia de las actividades desarrolladas

tradicionalmente de forma no remunerada por las mujeres en el entorno

doméstico-familiar. Con ello, se pretende sacar a la luz dichas ocupaciones, para

darles la centralidad que se merecen en la vida social, económica y política y

dotarlos, de esta forma, de valor y reconocimiento. Desde esta perspectiva, se

reclama una nueva organización social y económica basada en un renovado

pacto social que promueva el equilibrio entre hombres y mujeres en todos los

ámbitos de la vida. Asimismo, se cuestiona una ordenación temporal

fundamentada en la centralidad del trabajo retribuido que, reemplazando los

ritmos circadianos, estructura el día de forma lineal y predecible, en una

secuencia dividida en tres momentos: ocho horas de trabajo, ocho horas de

tiempo libre y ocho horas de descanso.

Esta organización temporal invisibiliza la existencia de otros tiempos -no tan

fácilmente programables ni previsibles (Legarreta, 2008 y 2009)- dedicados a la

reproducción de la vida: a cubrir las demandas y necesidades del ámbito

doméstico-familiar. Por eso, la propuesta de ley reclama tiempo de vida, como

una reivindicación política que conlleva un cambio radical de la organización

social y de su cosmovisión temporal hegemónica, que en la actualidad se

fundamenta sobre una estricta división de los roles de género: el hombre

participa en el mercado laboral, mientras la mujer se hace cargo del trabajo

doméstico y de cuidados en el hogar y, si desempeña también un trabajo

remunerado, éste es considerado como subsidiario. El planteamiento de las

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italianas apuesta por “afirmar la dignidad de todos los tiempos y revalorar la

vida cotidiana, modificando actitudes, comportamientos y relaciones de poder

entre hombres y mujeres” (Cordoni, 1993:225).

Dicha reivindicación trastoca la división de roles, de tareas, de

responsabilidades y, sobre todo, de tiempos, así como su jerarquización. De esta

forma, se subraya el valor social de los cuidados, para proponer una relación

bidireccional en torno a ellos: todas las personas en todos los momentos de la

vida tienen el derecho de prestar y recibir cuidados. Éste se constituye como un

derecho universal de toda la población, y se erige como un aspecto medular de la

ciudadanía, desestabilizando así la centralidad y los privilegios de la población

con empleo. Desde esta perspectiva, se proclama el derecho y la capacidad de

todas las personas de dar y recibir cuidados, en todas las etapas del ciclo vital y

se dota de voz propia a la población más frágil (niños y niñas, población

anciana, y otras personas que precisan especial atención) que, hasta el momento,

“han sido representadas por medio de las mujeres” (Cordoni, 1993:225).

Asimismo, a partir de este postulado se pone en tela de juicio la dicotomía que

se establece en torno a la autonomía y la dependencia, pudiéndose entrever

cierta relación entre la propuesta italiana y los debates más actuales y novedosos

que se están desarrollando hoy en día entorno al care2, que apelan a una noción

extensa e inclusiva de vulnerabilidad, rompiendo así con el mito de la autonomía

plena (Paperman, 2004; Adan, 2010).

Desde esta perspectiva, se reivindica el derecho de todas las personas de

hacer uso de la capacidad para decidir y negociar sobre su propio tiempo. De

modo que se pretende superar la actual organización social que conlleva una

vida a “tiempo único” regida por las demandas y necesidades del mercado en el

caso de los hombres y por las exigencias del entorno doméstico-familiar en el

caso de las mujeres. La autogestión del tiempo propio se convierte en un potente

2 El concepto care (una noción que hace referencia a los cuidados pero que, por los matices que contiene, es de difícil traducción a otros idiomas) hace referencia a una línea de investigación que nace en el ámbito anglosajón pero que está teniendo un amplio calado también en otros países, de modo que se ha llegado a afirmar que el care “pertenece ahora al lenguaje comunitario europeo” (Letablier, 2007: 65). Se ofrece una reflexión interesante sobre la conceptualización del care y su evolución en Europa en Letablier, 2007.

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postulado político, puesto que lo que está en juego es la capacidad de acción y

empoderamiento de todas las personas, sea cual sea su situación vital.

Los fundamentos en los que se concreta la propuesta de ley se dividen en tres

apartados que engloban un total de 32 artículos. Cada apartado, o Título, hace

referencia a un ámbito de intervención concreto: el tiempo en el arco de la vida,

el tiempo en el trabajo y el tiempo en la ciudad. Se puede constatar, por tanto,

que cada Título se constituye sobre una concepción de tiempo diferente, pero

complementaria con el resto, de modo que la propuesta apela a una definición

del tiempo amplia y multidimensional. De este modo, se abordan desde los

aspectos temporales más íntimos y personales, hasta los externos y estructurales,

pasando por un nivel intermedio en el que el tiempo se concibe como un recurso

del que eventualmente se dispone para poder obrar. La propuesta de ley aborda,

por tanto, el tiempo desde tres perspectivas diferentes3:

a) El tiempo encarnado: es el tiempo del cuerpo, relacionado con la edad

y el ciclo vital.

b) El tiempo como recurso: es un tiempo del que se dispone (o no) para

poder hacer con él lo que se quiera (o pueda): comprarlo, venderlo,

regalarlo, compartirlo, donarlo…

c) Y, por último, el tiempo como marco: es el tiempo percibido como

algo externo, impuesto, ajeno a las personas y a las relaciones entre

ellas, pero que estructura y posibilita su cotidianidad.

A continuación, se aborda cada uno de los Títulos de la propuesta de ley, con

la intención de mostrar la diversidad y riqueza de los planteamientos que

engloban.

3 Estas tres perspectivas (tiempo como recurso, tiempo como marco y tiempo encarnado) se desarrollan con más precisión en la propuesta tiempo donado, una apuesta conceptual que pretende ofrecer aperturas analíticas para el estudio del trabajo doméstico y de cuidados desde la centralidad del tiempo, superando antagonismos metodológicos, aparentemente irreconciliables, entre la perspectiva distributiva y la estructural (Legarreta, 2008, y 2009).

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“El tiempo en el arco de la vida”

El primer Título de la ley se denomina “El tiempo en el arco de la vida”. En

él se cuestiona la linealidad del modelo de desarrollo vital que se articula desde

la centralidad del tiempo dedicado al mercado. El tiempo de trabajo remunerado

es el que estructura la trayectoria vital masculina, de modo que el ciclo vital se

estructura según una ordenación temporal lineal que, desde la centralidad de la

lógica mercantil, define una secuencia (previsible) compuesta de tres etapas

vitales: niñez y juventud-formación (preparación para el mercado laboral), edad

adulta-participación en el mercado laboral y vejez-jubilación (retirada del

mercado laboral). Esta perspectiva no contempla el tiempo dedicado al ámbito

doméstico-familiar, ni la importancia de los ritmos biológicos, como por

ejemplo, la edad reproductiva de las mujeres. Este enfoque además, omite que

las experiencias de las mujeres en relación al mercado no se definen por su

linealidad, sino por la intermitencia, por las entradas y salidas, y la necesidad de

compatibilizar (simultanear, sincronizar) constantemente los tiempos laborales y

los tiempos de cuidados.

Por todo ello, la ley contempla la necesidad de poner el foco de atención en

las edades y el ciclo vital, subrayando la importancia de todas las etapas de la

vida: desde el momento del nacimiento hasta la vejez. Se coincide, de esta forma

con otros trabajos que subrayan que los ritmos del cuerpo son inseparables del

ser humano, del bienestar y de los ritmos sociales de la vida cotidiana (Adam,

1999:45). Este apartado de la propuesta de ley tomo como eje vertebrador el

tiempo del cuerpo, un tiempo encarnado, incorporado, que es parte esencial del

ser humano. Es el nivel más micro al que hace referencia la propuesta. El Título

se configura, asimismo, a partir del derecho universal de dar y recibir cuidados,

de forma que se reconoce el derecho a prestar cuidados también a las personas

que no tienen una relación formal con el mercado laboral. Para ello, se propone

una renta básica garantizada por el Estado.

Teniendo en cuenta todo ello, la propuesta defiende un modelo de trayectoria

vital en el que sea posible compaginar la etapa escolar y el trabajo retribuido, y

en el que se puedan tener momentos para la formación y el estudio, excedencias

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parentales y familiares y por asuntos propios en el trascurso de la vida laboral.

Con esta finalidad se proclama el derecho de hombres y mujeres a separase

temporalmente del mercado, para estudiar, para ocuparse de las hijas y los hijos,

para cuidar de una persona enferma, para el trabajo comunitario o, simplemente,

para tener más tiempo para sí. No obstante, con el fin de que estas medidas no

reproduzcan ni refuercen los roles de género, ni el papel de la mujer como

responsable del ámbito doméstico-familiar, la propuesta de ley plantea,

paralelamente, la necesidad de idear propuestas y actuaciones que favorezcan el

desarrollo de una revolución cultural que posibilite un reparto equitativo de los

cuidados entre hombres y mujeres.

“El tiempo en el trabajo”

El segundo Título es el llamado “El tiempo en el trabajo”. Aborda la gestión

de los horarios y de las jornadas laborales, subrayando que el remunerado es tan

sólo uno de los trabajos sobre los que se sostiene la sociedad. Las reformas

propuestas en relación al tiempo dedicado al mercado laboral vienen aquí de la

mano de una redistribución del trabajo doméstico y de cuidados, basado en la

corresponsabilidad. Se puede afirmar que, desde esta perspectiva, el tiempo es

considerado un recurso que se vende y se compra en el mercado laboral, pero

que interactúa inevitablemente en el día a día con un tiempo de trabajo

doméstico y de cuidados que opera en una lógica distinta (pero no

necesariamente opuesta) a la del mercado4. Se reivindica así la existencia de un

tiempo de cuidado que, en el caso de las mujeres, no debe ser identificado como

tiempo libre, pues el cuidado es ante todo trabajo.

4 En otros trabajos (Legarreta, 2008 y 2009), se propone que el ámbito doméstico opera según una lógica más cercana a la reciprocidad y el intercambio que conlleva el don. Una relación que se sostiene sobre una paradoja, pues supone que bajo la forma de regalos realizados aparentemente de forma altruista, la circulación de dones (intercambio de tiempo de trabajo doméstico y de cuidados, en este caso) tiene carácter obligatorio y supone un interés. Lo que se dona es aquello que no se vende, ni se compra, pero tampoco se regala: el don comporta aceptación y retorno. Conceptualizar el tiempo de trabajo doméstico y de cuidados como tiempo donado permite realizar un análisis de las relaciones del entorno doméstico-familiar desde la centralidad del tiempo, a partir de una concepción amplia y multidimensional que incluye aspectos que escapan a la cronometrización y que, por tanto, no se pueden estudiar a través de otros medios, como por ejemplo, las Encuestas de Empleo del Tiempo: responsabilidad, disponibilidad, implicación, tiempo de presencia, aspectos morales, relacionales, afectivos y relaciones de poder, entre otros.

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Partiendo de este enfoque, se propone la reducción de las horas de trabajo

remunerado, así como la flexibilización y articulación de las jornadas laborales

tanto para mujeres como para hombres, de modo que ambos puedan disponer de

más tiempo para los cuidados, y no sólo con el fin de lograr más tiempo de ocio

o tiempo libre. En este sentido, una vez más, se insiste en que la flexibilización y

articulación de las jornadas laborales debe ir acompañada de medidas

encaminadas hacia un reparto equitativo del trabajo doméstico y de cuidados,

que promueva la corresponsabilidad en el hogar, para evitar que se reproduzcan

y refuercen los roles tradicionales de género.

La propuesta toma en consideración también la proliferación, en las

sociedades de servicios, de trabajos remunerados con jornadas no estandarizadas

(horarios nocturnos y jornadas laborales de fin de semana, por ejemplo) y sus

demandas específicas. Por ello, propone la mejora en la calidad de las

condiciones de trabajo de dichos empleos, a través de una regulación más

adecuada de las jornadas laborales: alternar los horarios de noche con horarios

de día y una jubilación anticipada para las personas con ocupaciones

especialmente fatigosas y pesadas, entre otros. Subraya asimismo, que el trabajo

extraordinario ha de ser una excepción y no la regla, y que ha de tener

ineludiblemente carácter voluntario. Las medidas que se engloban bajo este

Título conllevan no sólo la liberación de un tiempo para el no mercado, sino

también la creación de empleo. Todo ello, sin descuidar el papel de los

sindicatos como mediadores entre los empleados y empleadas y la patronal, a la

hora de impulsar un mayor equilibrio entre los derechos individuales y

colectivos de los hombres y las mujeres con empleo.

Desde esta perspectiva, se descartan como solución otras estrategias que

proliferan principalmente en los países del norte de Europa, como el part-time o

el job-sharing5, por considerar que este tipo de empleo, fundamentalmente

femenino, no es más que una vía para que las mujeres puedan conciliar el trabajo

5 El part-time hace referencia al empleo a tiempo parcial. El job-sharing, por su parte, es una modalidad de empleo en la que dos personas que trabajan a tiempo parcial comparten el mismo puesto de trabajo y realizan el trabajo que desempeñaría una persona con una jornada completa, en este caso, la remuneración es también compartida. A menudo, en este tipo de empleos la reducción de tiempo de trabajo viene acompañada de una reducción del salario y de los derechos y beneficios laborales.

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remunerado y sus responsabilidades doméstico-familiares. La propuesta de ley

va más allá en sus planteamientos pues tiene como objetivo “la superación de

la hipótesis de la conciliación de los papeles y, por tanto, de la concepción de la

familia como lugar elegido para satisfacer, a través del trabajo invisible y

gratuito de las mujeres, las necesidades y los derechos no reconocidos”

(Cordoni, 1993:225; la cursiva es mía).

0.1. “El tiempo en la ciudad”

El tercer y último Título se denomina “El tiempo en la ciudad” y trata los

aspectos temporales desde una perspectiva que va más allá del empleo que las

personas hacen del tiempo. En la ciudad los ritmos colectivos cobran vida propia

y se desligan de las individualidades que las componen. Por ello, se puede

representar el tiempo de la ciudad siguiendo la imagen de un marco o un

entorno en el que se desenvuelve la vida cotidiana. Es un tiempo externo,

impuesto, que organiza y ordena, y que permite a las personas, con mayor o

menor éxito, planear y regular su vida diaria en él. Este Título, por lo tanto, se

ocupa de la planificación y organización de los tiempos de las ciudades y otorga

el poder de regularlos a los Ayuntamientos locales.

La propuesta parte de la constatación de que la desincronización de los

horarios de los servicios y la falta de correspondencia entre éstos y los horarios

laborales, afecta de forma más acusada a las mujeres que a los hombres. Son

ellas las que, al asumir tradicionalmente las responsabilidades doméstico-

familiares y de cuidados, se hacen cargo de la mediación entre las demandas y

necesidades de los miembros de la familia y los servicios públicos y privados

que las cubren. Se convierten así en protagonistas de la gestión y coordinación

de los diferentes horarios de la ciudad, y ésta se organiza sobre el hecho de que

ellas se hacen cargo de dicha mediación como parte de sus ocupaciones y

deberes doméstico-familiares. De esta forma, se naturaliza tanto el papel de las

mujeres como mediadoras entre la familia y los servicios, como la asunción por

parte de ellas de las ocupaciones, deberes y responsabilidades del entorno

domésico-familiar, al tiempo que no se toma en consideración que, cada vez en

mayor medida, participan también en el mercado laboral.

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La propuesta de ley critica también la falta de coordinación entre los diversos

agentes que participan en la toma de decisiones en torno a los horarios de los

servicios públicos y privados: guarderías, medios de transporte, oficinas

administrativas y servicios sanitarios, entre otros. Por ello, propone que se

otorgue a los Ayuntamientos el poder de ordenar y coordinar los horarios que

regulan las actividades y el ritmo de la ciudad, a través de los planes de

ordenación de los tiempos. Asimismo, se apunta que dichos planes deben tener

en consideración las opiniones y demandas de todas las partes implicadas

(administración pública, comercio, empresas privadas, sindicatos, ciudadanos y

ciudadanas…) a través de la creación de una comisión para la consulta

permanente sobre tiempo, que garantice que los derechos de la población

involucrada no sean vulnerados. Se establece que las mujeres han de tener un

protagonismo especial en dichos foros porque, hoy por hoy, siguen asumiendo

su tradicional función de mediación entre las familias y los servicios.

La propuesta de ley plantea también otra serie de medidas que contemplan,

entre otras, agilizar los trámites administrativos, así como la posibilidad de que

los Ayuntamientos cobren tasas para mejorar y ampliar los servicios que ofrece

la ciudad, y que dichas tasas puedan ser abonadas por la ciudadanía, al menos en

parte, en términos de tiempo y no de dinero (por ejemplo, realizando algún

trabajo que aporte un beneficio a la comunidad).

Desarrollo y alcance de las políticas de tiempo

La propuesta italiana no llega a constituirse como ley en su totalidad, pero

sirve para impulsar interesantes experiencias y normativas, tanto en Italia como

en el conjunto de Europa, en relación, sobre todo, a las políticas de tiempo de la

ciudad. Una de las primeras es la iniciativa llevada a cabo en 1987 en la ciudad

de Módena por su alcaldesa, que cuenta con medidas destinadas a la mejora de

algunos horarios de la ciudad, como por ejemplo, de las guarderías (Recio,

2009:40-41). Tres años después, se aprueba en Italia, la ley 142/90 que conlleva

una reforma de las autonomías locales y que, en el artículo 36, reconoce a los

alcaldes y alcaldesas la posibilidad de administrar de forma autónoma los

horarios públicos y privados de su ciudad, según las exigencias de la ciudadanía.

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Ciudades como Florencia, Milán, Roma o Turín activan este tipo de planes

(Bonfiglioli, 2008:94; Boccia, 2003:5)

Asimismo, el 8 de Marzo del año 2000, Livia Turco, una de las personas

determinantes a la hora de elaborar e impulsar la propuesta de ley, logra aprobar

en calidad de ministra de lo social, la Ley 53/00, conocida también como Ley

Turco. Dicha ley regula tres aspectos básicos de la vida cotidiana, que se

incluyen por primera vez en una misma normativa: las bajas por maternidad y

paternidad, las bajas por derechos al cuidado y a la formación, y la coordinación

de los horarios dentro de las ciudades. A partir de este momento, se instituyen

las oficinas del tiempo en todas las ciudades italianas mayores de 30.000

habitantes, y se promueven los bancos de tiempo. Se puede afirmar que la Ley

Turco fija las bases del desarrollo de las políticas de tiempo en Italia. A partir de

ella, se le suman a la legislación de ámbito nacional las leyes regionales,

principalmente, en zonas del centro-norte del país, la mayor parte de ellas

inciden en el tercer Título de la propuesta de ley (el tiempo en la ciudad) y no

actúan de forma transversal6.

Las políticas de tiempo se desarrollan también en el resto de Europa, si bien

de momento, no se puedan encontrar iniciativas que abarquen en su totalidad la

riqueza y potencialidad de la propuesta Las mujeres cambian los tiempos.

Siguiendo otros trabajos7, se puede afirmar que, las políticas de tiempo en

Europa se caracterizan por un desarrollo parcial y desigual. No todas las

experiencias que se han llevado a cabo en este terreno cumplen de forma integral

con los objetivos con los que nacen dichas políticas, ni contemplan la

perspectiva de género.

El enfoque relacionado con el ciclo vital ha sido el que ha tenido un arranque

más tardío y, en la actualidad, se concreta únicamente en el ámbito de la

investigación y el estudio, y no tanto en la puesta en marcha de actuaciones y

medidas específicas. El ejemplo paradigmático en este sentido lo constituye la

6 Se ofrece una relación de las leyes aprobadas en Italia en Bonfiglioli (2008:94-95).7 Se realiza un análisis más exhaustiva del desarrollo y alcance de las políticas de tiempo en Europa en: Boccia (2003), Bonfiglioli (2008 y 2009), Boulin y Mückenberger (1999), Boulin (2006), Mückenberger (2007 y 2008), Recio (2009) y Torns, Borrás, Moreno y Recío (2008), entre otros.

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línea de investigación que se crea bajo el auspicio de la Fundación Europea para

la Mejora de las Condiciones de Vida y Trabajo (EUROFOUND) que, hasta el

momento, se ha traducido en la materialización de en cinco informes (Klammer,

Muffels y Wilthagen, 2008). Dichas investigaciones se fundamentan en una

perspectiva diacrónica del tiempo de trabajo remunerado y de las trayectorias

laborales, tomando como punto de referencia la mención que se hace en el

acuerdo de Lisboa del año 2000 a la necesidad de repensar la distribución de los

periodos de trabajo, ocio, formación y cuidado de las personas durante el ciclo

de vida laboral. Se ha de advertir que las propuestas que se desarrollan en esta

línea no siempre se identifican como políticas de tiempo, ni coinciden

necesariamente con los ejes de actuación desarrollados por la propuesta de ley

italiana. Pese a ello, su relevancia reside en que incorporan al análisis una

dimensión temporal relacionada con el ciclo vital con el fin de procurar una

mejora en la calidad de vida y el bienestar a la población empleada (Torns,

Borrás, Moreno, y Recio, 2008:83).

Las políticas de tiempo de trabajo, han tenido una trayectoria mucho más

dilatada, que se concreta en normativas y medidas implementadas tanto a escala

nacional (la semana de 35 horas en Francia, el modelo Finlandés 6+6 y las

medidas Work & Life Balance en el Reino Unido, por ejemplo) como a nivel

europeo (las políticas de conciliación). En otros trabajos (Torns, Borrás, Moreno

y Recio, 2008: 79-80) se pone de manifiesto que, en la mayor parte de los casos,

dichas políticas, no han tenido el éxito esperado, porque tropiezan con esquemas

y representaciones mentales que priman una cultura del trabajo presencial y una

reducción de la jornada laboral diacrónica y acumulativa, frente a la disminución

sincrónica y cotidiana de horas8. Asimismo, se subraya que las iniciativas no

ponen en tela de juicio la centralidad del tiempo dedicado al mercado ni su

carácter cronométrico y, en este sentido, están dirigidas a la regulación de las

jornadas laborales de la población con empleo y repercuten principalmente en

aquella parte de la población asalariada que goza de mayor estabilidad y mejores

condiciones laborales.8 Una reducción de la jornada laboral sincrónica y cotidiana puede suponer, por ejemplo, trabajar una hora menos al día durante toda la semana, de lunes a viernes; mientras que una reducción de la jornada diacrónica y acumulativa puede conllevar, trabajar las mismas horas todos los días pero librar viernes, sábado y domingo (o trabajar también el viernes pero tener más días de vacaciones).

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Las políticas relacionadas con el tiempo de la ciudad, por su parte, se

desarrollan en Europa en los últimos años con cierto éxito, llegando a

consolidarse en Barcelona, en febrero de 2009, una Red de Ciudades Europeas,

con el fin de avanzar hacia una definición conjunta de políticas de tiempo y su

implementación9. Se puede afirmar, por tanto, que son las que han logrado tener

un mayor impacto, aunque no cuentan con el nivel de desarrollo que se observa

en Italia, pues a menudo se trata de proyectos piloto que, por diferentes razones,

no llegan a implementarse de forma definitiva (Mückenberger, 2007: 16). Las

propuestas y proyectos son diversos y no en todos los casos se crean en

condiciones similares, ni se desenvuelven en la misma dirección10.

Este tipo de iniciativas parten de una concepción del bienestar cotidiano

fundamentado en un modelo urbano caracterizado por la proximidad y la

accesibilidad, y tienen como objetivo avanzar hacia la consecución de una

mayor armonía y sincronización entre los ritmos colectivos de la ciudad y los

ritmos individuales de sus habitantes. Por ello, se puede afirmar que, en cierta

medida, superan el determinismo mercantil que caracteriza a las políticas de

tiempo de trabajo, si bien a la hora de evaluar su impacto efectivo, se ha puesto

de manifiesto que las políticas urbanas de tiempo no consiguen romper con la

división sexual del trabajo ni con las desigualdades de género, sobre todo en

relación al reparto de la carga global de trabajo (Torns, Borrás, Moreno y Recio,

2008:83). No plantean medidas específicas destinadas a promover un reparto

equitativo del trabajo doméstico y de cuidados entre hombres y mujeres basado

en la corresponsabilidad. Además, no siempre nacen con la pretensión con la que

se constituyen en la propuesta de ley de Italia y, a menudo, su desarrollo no

9 En la reunión fundacional de la Red de Ciudades Europeas participan más de cincuenta representantes provenientes principalmente de ciudades y regiones de Italia y Francia, pero también de Holanda, así como de numerosos ayuntamientos españoles (sobre todo catalanes). Se ofrece más información sobre este encuentro en la siguiente página web: http://www.jornadausosdeltemps.net/es/red_ciudades.10 En Alemania, por ejemplo, ciudades como Bremen o Hamburgo cuentan con iniciativas de este tipo; en Francia, se despliegan más de cien programas en el marco del proyecto Eurexter; también en Holanda y, en cierta medida, en el Estado español se han comenzado a desarrollar políticas en esta dirección (Boulin, 2006: 193-206, Mückenberger, 2007). No obstante, no en todos los países se implementan de igual manera ni con la misma orientación. En Alemania han sido promovidos principalmente desde la sociedad civil, mientras que en Francia se han apoyado en mayor medida en las decisiones políticas, y en Holanda, si bien siguen una línea fundamentalmente vertical en su comienzo, han sido acompañadas paulatinamente de iniciativas impulsadas por la sociedad civil (Mückenberger, 2007: 15-17).

13

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depende tanto del éxito efectivo que hayan podido tener sino de otros factores

externos, como por ejemplo, las fuentes de financiación (Mückenberger, 2008).

En el Estado español, las políticas de tiempo han tenido un desarrollo tardío.

La Ley Orgánica de 3/2007, de 22 de Marzo, para la igualdad efectiva de

hombres y mujeres, en el Artículo 22, otorga a las corporaciones locales el poder

de establecer Planes Municipales de organización del tiempo de la ciudad, para

avanzar hacia un reparto equitativo de los tiempos entre mujeres y hombres. En

este sentido, según la ley, el Estado podrá prestar asistencia técnica para la

elaboración de estos planes. La mención a esta disposición supone una

invitación explícita a la implementación de políticas de tiempo y un primer paso

para su desarrollo. No obstante, el Estado español cuenta todavía con una

trayectoria exigua en este campo, pues no son muchas las ciudades o

Comunidades Autónomas que realicen una gestión sensible a la dimensión

temporal11. La excepción más representativa en este sentido, la constituye la

Concejalía Nuevos Usos Sociales del Tiempo (NUST) de Barcelona, creada a

finales de 2003, la primera concejalía de tiempo que existe en el Estado12.

Los bancos de tiempo

Los bancos de tiempo se constituyen probablemente como las iniciativas que

mayor eco han tenido en el marco de las políticas de tiempo, tanto en nuestro

contexto más cercano, como a nivel internacional. Son sistemas locales de

intercambio que toman como unidad de valor y de cambio el tiempo y se

instituyen como experiencias desarrolladas por un conjunto de personas, que

participan en los mismos con el fin de intercambiar prestaciones y servicios. El

valor del trueque se establece en relación al tiempo empleado para desempeñar

la actividad. Los primeros bancos de tiempo comienzan a funcionar en Estados

11 Se realiza una reflexión más exhaustiva sobre las políticas de tiempo en el Estado español en (Legarreta, en prensa)12 En sus siete años de andadura, la Concejalía NUST ha llevado a cabo diversas experiencias que han tenido muy buena acogida tanto en la ciudad como a nivel regional. No obstante, cabe señalar que las investigaciones, experiencias piloto y medidas de intervención que ha desarrollado se engloban en dos ámbitos de actuación principales: las relacionadas con el tiempo de la ciudad y las que tienen que ver con el tiempo de trabajo en las empresas. No se desarrolla la perspectiva temporal relacionada con el ciclo vital. Para más información sobre la Concejalía NUST, se puede visitar su página web: http://www.laboratorideltemps.org/

14

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Unidos en la década de los 80 tomando como referente la idea de dólar de

tiempo (time dollar) de Edgar Cahn. En Europa, Italia ha sido pionera en este

sentido13, pero los bancos de tiempo también se han extendido por el Reino

Unido y Portugal. En el contexto español, los primeros se crean en Barcelona y,

en los últimos años, se pueden encontrar cada vez más experiencias de este tipo

a lo largo de todo el Estado que, en algunos casos, constan de financiación

europea y están enmarcadas dentro de proyectos EQUAL (Méndez y Altés,

2009:61, 67).

El banco de tiempo es un recurso que está al alcance de todas las personas y,

por ello, se caracteriza por una forma de funcionar que no presenta grandes

dificultades14, pues se basan en la idea de que cualquier persona, sean cuales

sean sus capacidades y cualidades, puede ofrecer alguna prestación o servicio.

La edad, el lugar de procedencia o el nivel de estudios son características que no

inciden a la hora de participar en estas redes de intercambio; se disuelven, por

tanto, las diferencias y desigualdades entre personas y grupos sociales. Este tipo

de experiencias pretende fomentar una relación basada en la paridad y, al mismo

tiempo, promover la reciprocidad y la solidaridad social. Personas que han

quedado fuera de la economía de mercado, por no generar recursos económicos,

ni contar con una capacidad de consumo relevante, pueden ser acogidas en estas

redes de reconocimiento mutuo (Gisbert, 2009). La población mayor o la

adolescente, personas con diversidad funcional, población desempleada o

población inmigrante, entre otras, pueden redefinirse a sí mismas como

productoras y contribuyentes, y no simplemente como receptoras de ayuda.

A través de los bancos de tiempo se promueve, por tanto, la capacitación y el

empoderamiento de todas las personas, pues se fomenta la idea de que todos y

todas realizamos una contribución a la comunidad. Partiendo de este mismo

principio, se promueve también otro aspecto importante: el reconocimiento de la

13 Los bancos de tiempo se han consolidado en Italia de tal forma que hoy en día cuentan con un observatorio nacional: Observatorio Nazionalle sulla Banche del Tempo (www.tempomat.it)14 El intercambio de tiempo se lleva a cabo generalmente a través de un talonario personal de cheques con el que cada persona obtiene los servicios y prestaciones de otras. Para ello, las personas que participan en los bancos de tiempo tienen a su disposición un listado informativo con las ofertas y demandas de los y las demás participantes para poder seleccionar los servicios a su disposición, identificar a quienes los ofrecen, ponerse en contacto con ellos, y concretar un intercambio (Méndez y Altés, 2009:64-65).

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propia vulnerabilidad, que sale a luz a la hora de demandar una prestación o

servicio, pues no siempre resulta fácil pedir ayuda. Mediante estas experiencias

se desdibujan las líneas de demarcación y las jerarquías entre la autonomía y la

dependencia.

Estas iniciativas sirven, asimismo, para reforzar los vínculos comunitarios,

generando una actividad situada y contextualizada, que se desarrolla en estrecha

relación con el entorno en el que se establece. Se fomenta un proyecto

comunitario de participación común, abierto a todas las personas. En este

sentido, cabe subrayar el potencial de los bancos de tiempo como herramienta

para impulsar la integración de la población en situaciones difíciles como, por

ejemplo, la población inmigrante, sobre todo en relación a las mujeres, así como

para promover las relaciones intergeneracionales15. Las edades y el ciclo vital

cobran todavía especial relevancia en nuestras sociedades a la hora de clasificar

y estructurar la población, por ello, con este tipo de iniciativas se pretende

incentivar también la diversidad y las relaciones de intercambio de prestaciones,

servicios, conocimientos y saberes entre géneros y generaciones.

A través de los bancos de tiempo se logra también una mejora de la calidad

de vida, de la autoestima y la autorrealización, porque mediante este sistema no

se intercambian únicamente actividades necesarias para la vida cotidiana, sino

también aquellas que proporcionan bienestar y satisfacción (Méndez y Altés,

2009:63), como por ejemplo, hacer la manicura o dar un masaje.

Con estas experiencias, además, se disuelven las desigualdades y jerarquías

entre los tiempos, las actividades y las ocupaciones. Al emplear una magnitud

estandarizada de tiempo como unidad de intercambio (las horas) se dota a todas

las prestaciones y servicios del mismo valor. Todas las actividades y

ocupaciones se intercambian por el tiempo (como magnitud cuantificable) que se

tarda en llevarlas a cabo. Mediante los bancos de tiempo, el trabajo doméstico y

los cuidados cobran el mismo valor que las actividades que tienen mayor

reconocimiento desde una perspectiva productivista-mercantil (relacionadas,

15 Pueden servir de ejemplo la experiencia de la Asociación Socio-Cultural Ibn Batuta en Barcelona o el banco de tiempo de la Universidad de Sevilla que cuenta con un voluntariado de “abuelos/as adoptivos/as”.

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entre otros, con la formación, asesoría y gestión). Recoger a una niña o a un niño

del colegio, o cocinar un guiso, tienen el mismo valor que hacer la declaración

de la renta o dar una clase de informática. Se logra, de esta forma, hacer visible

el trabajo desempeñado tradicionalmente por las mujeres de forma gratuita en el

ámbito doméstico-familiar, y dotarlo de valor y reconocimiento social.

Cabe señalar, no obstante, que es importante que los intercambios que se

desarrollen tengan carácter eventual, pues con estas iniciativas no se pretende

reemplazar la labor de los servicios sociales. Se trata de una relación de trueque

que no requiere profesionalización por parte de las personas que prestan los

servicios, ya que el objetivo final es reforzar los lazos sociales y revalorizar las

actividades de la vida cotidiana. Por ello, los intercambios tienen carácter

multilateral y multirecíproco, lo que significa que las personas participantes en

el banco de tiempo ofrecen uno o varios servicios a la totalidad de participantes

y solicitan el servicio que necesitan a la persona que lo ofrece, sin ser

necesariamente la misma de la que ha recibido un servicio anteriormente

(Méndez y Altés, 2009:64).

En este sentido, se ha de subrayar que los bancos de tiempo no se crean como

un objetivo en sí mismo, sino que se definen por su carácter instrumental. Esto

es, se han de entender como una herramienta cuyo funcionamiento ayuda a

lograr otros objetivos como: crear y reforzar lazos sociales (interculturales e

intergeneracionales, entre otros) promoviendo la reciprocidad y la paridad;

fomentar la capacitación y el empoderamiento de la población a través del

reconocimiento de la propia vulnerabilidad; y dotar del mismo valor y

reconocimiento a todas las actividades y ocupaciones de la vida cotidiana,

poniendo de manifiesto la relevancia del trabajo doméstico y de cuidados en la

sociedad.

A pesar de todo ello, cabe advertir que los bancos de tiempo descansan

sobre una paradoja: se crean como un modo alternativo de intercambio que

funciona al margen del mercado, pero la concepción de tiempo sobre la que

descansan está ineludiblemente ligada a la lógica productivista-mercantil. En los

bancos de tiempo el intercambio se realiza tomando como unidad de valor y de

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cambio la duración de las actividades, y ésta se concreta en un tiempo

cronométrico (magnitud cuantificable). El tiempo que se toma como referencia

para el intercambio es, por lo tanto, una unidad abstracta y estandariza, muy

arraigada en las sociedades occidentales contemporáneas, familiar y fácilmente

reconocible por cualquier persona: horas y minutos. De esta forma, se facilita y

promueve la participación de todas las personas en los bancos de tiempo, sea

cual sea su situación vital, pues se toma como referencia para el intercambio

algo que es por todos y todas conocido, y habitualmente utilizado.

Esta concepción de tiempo, sin embargo, no es universal ni a-histórica, sino

que surge y se consolida a través de un desarrollo histórico concreto y

contextualizado -esencial en la trayectoria de las sociedades occidentales

contemporáneas- como parte constituyente de los procesos de industrialización y

urbanización del siglo XIX, y del avance y afianzamiento del capitalismo

industrial. Supone una forma de pensar y utilizar el tiempo que responde a una

concepción mercantilista del trabajo, de la economía y, por extensión, de las

relaciones sociales.

A través de una identificación metonímica aparentemente sencilla16, el

tiempo se instituye como “un valor de cambio abstracto, descontextualizado y

asituacional que permite que el trabajo sea traducido en dinero” (Adam, 1999:9).

El trabajo se reduce a actividad, la actividad a tiempo y el tiempo a dinero y,

puesto que el dinero es un medio cuantitativo, el tiempo que se intercambia por

dinero ha de ser, inexorablemente, de tipo cuantitativo. Este proceso conlleva

una doble implicación: por un lado, la reducción del trabajo a dinero (trabajo

igual a empleo) y, por otro, la identificación del tiempo con el dinero a través de

su relación con el trabajo-empleo (“el tiempo es oro”). De esta forma, siguiendo

esta lógica, las actividades que conforman el trabajo se desligan de quienes las

realizan y del contexto en el que se realizan, pues se identifican con el tiempo

que se emplea en llevarlas a cabo, un tiempo que ha sido previamente vaciado de

16 La consolidación del tiempo cronométrico en las sociedades industriales modernas tiene lugar a través de un desarrollo gradual y no siempre armónico. Las disputas entre mercaderes y clérigos en la Baja Edad Media representan las primeras desavenencias de un proceso que además de la cronometrización, supone una “laicización del tiempo”: la Iglesia acusa al mercader de usura porque considera que vende el tiempo, que según las creencias teológicas, sólo pertenece a Dios (Le Goff, 1983).

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contenido y, por consiguiente, es predecible, programable, homogéneo y

estandarizado17.

No obstante, a pesar del ineludible sesgo que conlleva la cuantificación, la

utilización del tiempo cronométrico como unidad de valor y de cambio, resulta

la forma más factible de poder establecer relaciones de intercambio no

jerarquizadas y en términos de equidad, pues al emplear una unidad de tiempo

abstracta, homogénea y estandarizada para cuantificar el valor de todas las

actividades, se neutralizan los matices con los que nacen y se desarrollan, así

como sus particularidades, y se disuelven las jerarquías entre tiempos y

actividades. Recurrir a una concepción de tiempo cuantitativa y cronométrica

plantea, por tanto, un dilema de difícil solución18: por un lado, surge el peligro

de naturalizar esta forma de concebir el tiempo, limitando así la posibilidad de

pensar otras temporalidades y otras formas de temporalizar las relaciones

sociales, más allá de la lógica productivista-mercantil; pero, por otro lado, sólo

recurriendo a la cuantificación se hace viable equiparar los tiempos de trabajo

doméstico y de cuidado con otros tiempos de mayor prestigio social para poder

avanzar hacia su revalorización y reconocimiento social, económico, y político.

1. Potencialidad de las políticas de tiempo

Las políticas de tiempo se constituyen como una forma de intervención muy

interesante y con un alto potencial que, por su relativamente reciente formación

y corta trayectoria, no han sido suficientemente desarrolladas todavía. Como se

ha expuesto anteriormente, han tenido un corto desarrollo y se han

implementado de forma desigual en unos países y otros; no obstante, en su

origen emergen como una propuesta con una gran riqueza analítica y conceptual

y con un gran potencial político y social. La propuesta inicial, por tanto, puede

17 En este sentido, resulta muy sugerente la reflexión de Mitxel Villacorta en relación a la idea de intervalo. Villacorta sostiene que la manera de concebir el tiempo en el modelo social moderno-industrial se tipifica en la idea de intervalo: la unidad que hace del tiempo un espacio vacío y medible entre un principio y su finalidad (telos) de modo que lo que sucede en él se hace programable. Esto es: al vaciarlo (desposibilitarlo) de otro contenido que no sea el previsto, el tiempo y la acción que subsume se hacen controlables y, por lo tanto, susceptibles a ser inscritos con arreglo a un programa.18 Esta misma disyuntiva emerge al analizar el empleo que se hace de las Encuestas de Usos de Tiempo para cuantificar el volumen de trabajo doméstico y de cuidados que se realiza en un determinado contexto, y su desigual distribución (Legarreta, 2005, 2008, 2009 y en prensa).

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servir de ejemplo para completar y mejorar las experiencias que se han llevado a

cabo en este terreno hasta el momento.

Las políticas de tiempo surgen con el objetivo final de avanzar hacia una

distribución más equitativa del tiempo, que supere el esquema tradicional de

jerarquización establecido por la división sexual del trabajo en torno a las

dicotomías producción/reproducción, público/privado, masculino/femenino, y

que tome en cuenta las distintas necesidades de mujeres y hombres a lo largo de

todo el ciclo vital. Con esta finalidad, promueven una intervención trasversal,

que atraviesa todos los aspectos de la vida cotidiana, cuestionando la centralidad

del tiempo del mercado como eje estructurador. De esta forma, parten de una

definición amplia de lo temporal que contempla tanto la edad y el ciclo vital,

como el tiempo de trabajo (remunerado y no remunerado) y los ritmos

colectivos de la ciudad. En este sentido, van más allá de las políticas de

conciliación de la vida laboral y familiar, y no sería correcto reducirlas a este

ámbito.

La conciliación parte de una perspectiva que prioriza el mercado, y dirige la

intervención a la regulación de la jornada laboral. Se fundamenta, por tanto, en

una definición de trabajo y de tiempo marcadamente mercantilista: el trabajo se

reduce a empleo y el tiempo a su dimensión cronométrica. Como se ha

argumentado en otros análisis, las políticas de conciliación se constituyen

principalmente con el objetivo de fomentar el empleo femenino (en un contexto

de flexibilización y desregularización laboral) y de incentivar la natalidad entre

la población ocupada, para paliar la baja fecundidad que afecta a los países de la

Unión Europea (Torns, 2005:15-33 y Torns, Borrás, Moreno y Recio, 2008:77-

84). Están dirigidas principalmente a las mujeres con empleo, y no a la

población en su conjunto, puesto que son ellas las que, desde este enfoque,

tienen problemas para compatibilizar el tiempo dedicado al mercado laboral y el

empleado en el ámbito doméstico-familiar. En este sentido, no ponen en tela de

juicio la división sexual del trabajo ni los roles tradicionales de género: son las

mujeres las que deben asumir la responsabilidad de procurar y garantizar el

bienestar familiar.

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Las políticas de conciliación, por tanto, no promueven un reparto de tiempos

y de trabajos equitativo en el ámbito doméstico-familiar ni fomentan la

corresponsabilidad. Las políticas de tiempo, sin embargo, nacen precisamente

con esa pretensión: lograr una mayor igualdad y equidad de género en todos los

ámbitos y en todos los momentos de la vida. Con este objetivo, parten de una

definición amplia del trabajo (que incluye el trabajo doméstico y de cuidados) y

una perspectiva multifacética de tiempo (que no se ciñe a la gestión de horarios),

de forma que ponen el foco de atención en las necesidades de todas las personas

(independientemente de su relación con el mercado laboral) y, especialmente, en

las demandas de mujeres, criaturas, población mayor y otras personas frágiles.

Procuran así alejar al mercado de su posición privilegiada.

En esta línea, las políticas de tiempo se desarrollan en una doble dirección,

para avanzar hacia una redistribución equitativa del trabajo doméstico y de

cuidados tanto en los hogares (nivel micro) como entre la sociedad, el mercado y

el Estado (nivel macro). Para ello, plantean la necesidad de diseñar actuaciones y

medidas que fomenten la corresponsabilidad entre géneros y generaciones en el

ámbito doméstico-familiar y, paralelamente, proponen el aumento y

universalización de los servicios y recursos dirigidos a cubrir la demanda de

cuidados, así como una organización más flexible de la jornada laboral que

permita a la población con empleo disponer de más tiempo para el ámbito

doméstico-familiar. Se constituyen, de esta forma, como una intervención que

reivindica la centralidad de los cuidados y su relevancia social, económica y

política y, en este sentido, se puede observar cierta similitud con las propuestas

más recientes y novedosas desarrolladas en torno al concepto social care19. El

social care, rompe con la identificación del cuidado como actividad adscrita al

ámbito privado, para reivindicar su carácter social, y propone una aproximación

que contempla también una doble vertiente: el nivel macro, por un lado, que

pone el acento en la división del trabajo, de la responsabilidad y de los costes del

cuidado entre la familia, el mercado, el Estado y la comunidad (sociedad civil), y

el nivel micro, por otro, que arroja luz sobre el contenido y el contexto del

19 Social care (que puede ser traducido como cuidado social) es un concepto acuñado por Jane Lewis que se define como las actividades implicadas en satisfacer la demandas físicas y emocionales de adultos/as y niños/as, así como la normatividad, los costes y los contextos sociales dentro de los cuales este trabajo es asignado y llevado a cabo (Lewis, 1998:6).

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trabajo realizado en los hogares principalmente por las mujeres, así como sobre

la distribución del trabajo doméstico y de cuidados entre hombres y mujeres y

las condiciones en las que se lleva a cabo (Lewis, 1998:7). En esta línea, tanto

desde una perspectiva del social care como de las políticas de tiempo, se apela

al derecho y a la capacidad de todas las personas de prestar y recibir cuidados.

A través de las políticas de tiempo, se dota de protagonismo a la población

más frágil (criaturas, población mayor y personas que precisan una atención

especial) y se redefine su papel en la sociedad, ya no como sujetos dependientes,

pasivos, sino como agentes sociales activos, con capacitación y con voz propia.

En este sentido, las políticas de tiempo se sitúan en la misma línea que los

actuales debates sobre el care que subrayan la necesidad de desdibujar las líneas

de demarcación entre la autonomía y la dependencia, para “reconocer de manera

más realista de lo que lo hacen las teorías sociales y morales «mayoritarias» que

la dependencia y la vulnerabilidad no son accidentes del camino, que solo les

pasan a los demás (a los «otros»)”, sino que son rasgos inherentes a la condición

humana (Paperman, 2004:427). Una perspectiva del tiempo diacrónica como la

que se plantea en las políticas de tiempo, que contempla el ciclo vital y los

ritmos biológicos (el tiempo del cuerpo), permite aprehender algunos aspectos

relevantes del care que resulta complicado percibir desde una perspectiva

sincrónica, puesto que, tal y como subrayan otras autoras, “las relaciones

sociales establecidas en torno a la dependencia y la vulnerabilidad se despliegan

a través de un tiempo prolongado, a menudo el tiempo de toda una vida”

(Dammame, 2009).

Asimismo, las políticas de tiempo se constituyen, como políticas de

participación, porque activan procesos de debate, de negociación y de acuerdo

entre las necesidades personales y las exigencias colectivas, y actúan

transversalmente en todos los aspectos de la vida cotidiana, entremezclando

distintos ámbitos y diferentes formas de declinar las vivencias de los diversos

grupos sociales (Boccia, 2003:4). En este sentido, se dirigen hacia la creación y

consolidación de tiempos colectivos y de sociabilidad, para superar la

desincronización característica de las sociedades contemporáneas. Se ha llegado

a afirmar además, que por su carácter trasversal, así como por la relevancia que

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otorgan al diálogo social, se convierten en elementos clave para avanzar hacia

una “nueva forma de gobernabilidad” (Boulin, 2006:201). Son políticas que

buscan el consenso social, e impulsan la sensibilización a través de procesos de

debate y negociación, para crear formas más democráticas de pensar y vivir el

tiempo, así como de temporalizar las relaciones sociales.

En este sentido, algunos trabajos apuntan también el potencial que encierran

las políticas de tiempo de la ciudad para el desarrollo de nuevas redes europeas

de intercambio de buenas prácticas y de cooperación. Las trasformaciones del

Estado de Bienestar pueden llegar a originar nuevas formas de cohesión social y

de gobierno, basadas particularmente en una nueva relación entre el espacio y el

tiempo. En este contexto, las políticas urbanas de tiempo pueden constituir un

componente muy significativo de la “Europa de las regiones” o de la “Europa

como proceso de aprendizaje” y, en gran medida, representan una alternativa a

la Unión Europea concebida meramente como entidad burocrática, como

mercado, o como moneda única (Boulin, 1999:6-7). En este sentido, resultan

representativas la creación de la Red Europea de Ciudades, citada anteriormente,

y la constitución de una red de universidades que trabajan aspectos relacionados

con las políticas de tiempo de forma interdisciplinar (Boccia, 2003:7,

Bonfiglioli, 2008:94).

Por todo lo expuesto hasta el momento, se puede asegurar, por tanto,

parafraseando a Teresa Torns, que las políticas de tiempo se presentan en la

actualidad, como “un nuevo reto para el Estado de Bienestar” (Torns, 2004).

2. A modo de conclusión…

Para finalizar, únicamente queda subrayar que el tiempo, por su carácter

multifacético y trasversal, constituye un ámbito de intervención con un alto

potencial transformador que, hasta el momento, no se ha llegado a desarrollar en

su totalidad. Por ello, resulta conveniente volver al origen de las políticas de

tiempo y profundizar en sus múltiples facetas pues, como se ha observado en la

práctica, a menudo, se confunde la parte con el todo y se identifican como

políticas de tiempo sólo aquellas que tienen que ver con los tiempos en la

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ciudad, sin tomar en consideración que, en su origen, emergen con la pretensión

de abordar el tiempo desde una perspectiva multidimensional (ciclo vital, tiempo

de trabajo remunerado y no remunerado, y tiempo de la ciudad), para avanzar

hacia una nueva organización temporal más equitativa e igualitaria entre géneros

y generaciones, tanto en el entorno laboral y de participación social, como en el

ámbito privado y en el doméstico-familiar.

24

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