unos pies de cine

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Unos pies Se aproxima cada vez más la época estival y la temporada de sacar los deditos fuera para lucir sandalias. Es ahora cuando empezamos a mimar nuestros pies para que luzcan bonitos al enseñarlos. Ni el corazón, ni el ce- rebro: en cuanto a mecánica, el elemento más complejo del cuerpo humano es el pie. O lo que es lo mismo, una excelsa obra de ingeniería compuesta por 26 huesos, 33 articulaciones, 19 músculos y más de 100 tendones que lo convierten en un todoterreno capaz de adaptarse a cualquier superficie que pise y de recorrer miles de kilómetros a lo largo de nuestra vida. Al cabo del día, una persona da de media entre 8.000 y 10.000 pasos, lo que en un año supone más de 3 millones de pasos. Pues bien, la forma en que se den esos pasos reviste su importancia para la salud. Porque más allá de servir para que nos movamos de un lugar a otro, los pies soportan el peso del cuerpo y lo hacen de tal modo que constituyen su principal punto de apoyo. Nadie po- dría discutir, llegados aquí, que los pies merecen un poco más de atención. a Asociación Española de Medi- cina y Cirugía del Pie asegura que un 70% de la población padece en nuestro país alguna enfermedad podal, pronóstico que amplían los laboratorios Cinfa, que calculan que el 85% de los españoles sufren al menos una vez en la vida problemas en los pies. Un calzado adecuado es el primer paso para evitarlos. Dejamos a veces que la mera estética, el seguir los patrones de la moda y el precio competitivo pesen demasiado en la compra del calzado, y arrinconamos dos aspectos esenciales, muy obvios: funcionalidad, y comodidad. Rozaduras, uñeros, juanetes y callosidades son las repercusiones más comunes y visibles de calzar un zapato inadecuado. Pero no sólo sufren los pies: co- lumna, cadera, rodillas y articulaciones padecen tanto o más que los pies las consecuencias de utilizar calza- do muy ajustado, pequeño, con tacones elevados o de mala calidad. Se aconseja dedicar tiempo suficiente a la compra del calzado, pensar en la función que se le va a asignar (deporte, ocio, trabajo, vida urbana, fiesta, verano) y no comprar simplemente el que más nos atraiga en un primer momento. Hay que tener en cuenta, al menos, estas cuatro cuestiones objetivas: calidad del material, flexibilidad del empeine, comodidad del uso y altura del tacón, si lo tiene. Sí, el zapato, además de su fun- ción primaria cumple otras funciones, de carácter esté- tico y simbólico, si bien casi lo mismo puede decirse de buena parte de los artículos de consumo. Se predica de los tacones altos que estilizan la figu- ra y trasmiten sensualidad; además, no es que siempre L de cine acaben volviendo a ponerse de moda, sino que nunca dejan de estarlo. El problema es que todo lo que pue- dan tener de bonitos lo tienen de inicialmente incó- modos y poco saludables. A dominarlos, e incluso a llevarlos con estilo, se aprende con la insistencia y con el paso de los años. Pero no hay tacón alto que no perjudique la salud de quien lo calza con frecuencia. Veamos por qué. La parte delantera del pie y, sobre todo, el talón soportan el peso del cuerpo, y con el uso de tacones elevamos la altura del talón, con lo que la distribución del peso cambia: cuanto más alto es el tacón, más se carga la zona delantera. De modo que con tacones de diez o más centímetros, casi todo el peso del cuerpo se ejerce sobre los dedos del pie, lo que acabará causando pro- blemas a las usuarias. Además, es frecuente que el zapato de tacón alto sea abierto y de empeine bajo, lo que hace que muchas mujeres elijan una talla más pequeña de la habitual con el fin de que ‘no baile’ el pie. El zapato se fija mejor, sin duda, pero al encontrarse tan prieto aumenta la presión que reciben los pies. Esta irregular distribución de los esfuerzos del pie origina, además, una sobrecarga en el antepié, a lo que hay que añadir uñeros, juanetes y dolores en la planta del pie. Pero, de todos modos, el perjuicio más grave cau- sado por los zapatos de mucho tacón es que rodillas y caderas se articulan en semiflexión y cuando se inten- ta mantener estática la columna se produce una fuerte lordosis (excesiva curvatura del cuerpo) que derivará con el paso de tiempo en lumbalgias y artrosis vertebra- les. Tampoco en el otro extremo, los zapatos del todo planos, está la solución. Las hoy casi imprescindibles bailarinas o francesitas propician calambres, dolores musculares y contracturas por su nula elevación sobre el suelo. Calzado infantil Los pies de los niños precisan especial cuidado y atención para asegurar un crecimiento adecuado, pre- venir lesiones y reducir el riesgo de malformaciones fu- turas. Además, un buen calzado contribuye a que la es- tructura ósea se mantenga equilibrada cuando lleguen a adultos. Los padres no saben si el zapato es de la talla adecuada cuando el niño aún no habla, y su pie crece de 7 a 8 milímetros cada tres meses. Si el niño se quita el zapato con frecuencia o llora a menudo cuando los lleva puestos, señal de que le incomoda. Se puede comprobar si tiene en sus pies marcas de calcetines, costuras u hebillas, o rojeces en la piel por presiones inadecuadas. Si fuera el caso, habría que cambiar de zapatitos o zapatillas. No siempre es fiable guiarse por las tallas, ya que varían de una marca a otra e, incluso, entre estilos de calzado. Diabéticos: zapatos para altos riesgos Quienes padecen problemas circulatorios, como la diabetes, deben extremar el cuidado de sus pies y elegir con mucho criterio sus zapatos. La razón es que son propensos a sufrir problemas en los pies debido a que algunas complicaciones de esta enfermedad ocasionan daños en vasos sanguíneos y nervios que, a su vez, pue- den propiciar una disminución de la sensibilidad a la presión o a los traumatismos en los pies, por lo que una lesión puede pasar inadvertida hasta que se convierta en infección grave. Se recomienda que los diabéticos utilicen zapatos que protejan bien los pies, para evitar heridas o cor- tes que puedan complicarse. Revisar el interior de los zapatos en busca de áreas ásperas, piedras pequeñas o partes desprendidas que puedan causar erosión es un hábito que deben seguir. Y elegir siempre modelos có- modos que se ajusten bien al pie. A evitar: sandalias de tiras o con costuras duras que puedan causar puntos de presión. Por la misma razón, mejor cambiar de zapatos cada 5 horas de uso, para equilibrar las zonas sobre las que se ejerce presión. TACÓN Debe medir entre dos y cuatro centímetros, nunca más de seis si vamos a caminar mucho con ellos. HEBILLAS Ayuda tener alguna sujeción en el empeine, pero nunca demasiado fuerte ni muy flojas. SUELA Será resistente pero flexible, para permitir el correcto movimiento de todas las articulaciones del pie. CONTRAFUERTE Ha de fabricarse con un material rígido, para que sujete bien el talón justo por debajo de la articulación del tobillo. ¿Qué zapato me llevo? Al no tener suela ni tacón suficiente, no ofrecen el adecuado soporte ni reducen el impacto de amortiguación. Pueden provocar dolor en las rodillas, caderas y zona lumbar porque no amortigüan el paso. Si vas a usarlas, mejor con hebillas. Su uso excesivo produce hipersudoración, lo que favorece la aparición de hongos. ¡Evítalas en verano! Su puntera muy estrecha comprime los dedos en exceso y pueden ocasionar problemas desagradables en las uñas. No tienen suela consistente ni ofrecen una sujeción adecuada al tobillo, lo que puede derivar en problemas articulares. Rozaduras, uñeros y callosidades son las repercusiones más comunes y visibles de calzar un zapato inadecuado 4 5 SALUD Mundo Femenino Un 85% de la población española padece alguna enfermedad podal en algún momento de su vida Más en mundofemenino.es/salud

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Reportaje con infografías realizado para la asignatura de Edición Digital en la licenciatura de Periodismo de la Universidad de Málaga en el curso 2011-2012.

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Page 1: Unos pies de cine

Unos piesSe aproxima cada vez más la época estival y la temporada de sacar los deditos fuera para lucir sandalias. Es ahora cuando empezamos a mimar nuestros pies para que luzcan bonitos al enseñarlos. Ni el corazón, ni el ce-rebro: en cuanto a mecánica, el elemento más complejo del cuerpo humano es el pie. O lo que es lo mismo, una excelsa obra de ingeniería compuesta por 26 huesos, 33 articulaciones, 19 músculos y más de 100 tendones que lo convierten en un todoterreno capaz de adaptarse a cualquier superficie que

pise y de recorrer miles de kilómetros a lo largo de nuestra vida. Al cabo del día, una persona da de media entre 8.000 y 10.000 pasos, lo que en un año supone más de 3 millones de pasos. Pues bien, la forma en que se den esos pasos reviste su importancia para la salud. Porque más allá de servir para que nos movamos de un lugar a otro, los pies soportan el peso del cuerpo y lo hacen de tal modo que constituyen su principal punto de apoyo. Nadie po-dría discutir, llegados aquí, que los pies merecen un poco más de atención.

a Asociación Española de Medi-cina y Cirugía del Pie asegura que un 70% de la población padece en nuestro país alguna enfermedad podal, pronóstico que amplían los laboratorios Cinfa, que calculan que

el 85% de los españoles sufren al menos una vez en la vida problemas en los pies. Un calzado adecuado es el primer paso para evitarlos.

Dejamos a veces que la mera estética, el seguir los patrones de la moda y el precio competitivo pesen demasiado en la compra del calzado, y arrinconamos dos aspectos esenciales, muy obvios: funcionalidad, y comodidad.

Rozaduras, uñeros, juanetes y callosidades son las repercusiones más comunes y visibles de calzar un zapato inadecuado. Pero no sólo sufren los pies: co-lumna, cadera, rodillas y articulaciones padecen tanto o más que los pies las consecuencias de utilizar calza-do muy ajustado, pequeño, con tacones elevados o de mala calidad.

Se aconseja dedicar tiempo suficiente a la compra del calzado, pensar en la función que se le va a asignar (deporte, ocio, trabajo, vida urbana, fiesta, verano) y no comprar simplemente el que más nos atraiga en un primer momento. Hay que tener en cuenta, al menos, estas cuatro cuestiones objetivas: calidad del material, flexibilidad del empeine, comodidad del uso y altura del tacón, si lo tiene. Sí, el zapato, además de su fun-ción primaria cumple otras funciones, de carácter esté-tico y simbólico, si bien casi lo mismo puede decirse de buena parte de los artículos de consumo.

Se predica de los tacones altos que estilizan la figu-ra y trasmiten sensualidad; además, no es que siempre

L

de cineacaben volviendo a ponerse de moda, sino que nunca dejan de estarlo. El problema es que todo lo que pue-dan tener de bonitos lo tienen de inicialmente incó-modos y poco saludables. A dominarlos, e incluso a llevarlos con estilo, se aprende con la insistencia y con el paso de los años.

Pero no hay tacón alto que no perjudique la salud de quien lo calza con frecuencia. Veamos por qué. La parte delantera del pie y, sobre todo, el talón soportan el peso del cuerpo, y con el uso de tacones elevamos la altura del talón, con lo que la distribución del peso cambia: cuanto más alto es el tacón, más se carga la zona delantera. De modo que con tacones de diez o más centímetros, casi todo el peso del cuerpo se ejerce sobre los dedos del pie, lo que acabará causando pro-blemas a las usuarias.

Además, es frecuente que el zapato de tacón alto sea abierto y de empeine bajo, lo que hace que muchas mujeres elijan una talla más pequeña de la habitual con el fin de que ‘no baile’ el pie. El zapato se fija mejor, sin duda, pero al encontrarse tan prieto aumenta la presión que reciben los pies. Esta irregular distribución de los esfuerzos del pie origina, además, una sobrecarga en el antepié, a lo que hay que añadir uñeros, juanetes y dolores en la planta del pie.

Pero, de todos modos, el perjuicio más grave cau-sado por los zapatos de mucho tacón es que rodillas y caderas se articulan en semiflexión y cuando se inten-ta mantener estática la columna se produce una fuerte lordosis (excesiva curvatura del cuerpo) que derivará con el paso de tiempo en lumbalgias y artrosis vertebra-les. Tampoco en el otro extremo, los zapatos del todo planos, está la solución. Las hoy casi imprescindibles bailarinas o francesitas propician calambres, dolores musculares y contracturas por su nula elevación sobre el suelo. Calzado infantil

Los pies de los niños precisan especial cuidado y atención para asegurar un crecimiento adecuado, pre-venir lesiones y reducir el riesgo de malformaciones fu-turas. Además, un buen calzado contribuye a que la es-tructura ósea se mantenga equilibrada cuando lleguen

a adultos. Los padres no saben si el zapato es de la talla adecuada cuando el niño aún no habla, y su pie crece de 7 a 8 milímetros cada tres meses. Si el niño se quita el zapato con frecuencia o llora a menudo cuando los lleva puestos, señal de que le incomoda.

Se puede comprobar si tiene en sus pies marcas de calcetines, costuras u hebillas, o rojeces en la piel por presiones inadecuadas. Si fuera el caso, habría que cambiar de zapatitos o zapatillas. No siempre es fiable guiarse por las tallas, ya que varían de una marca a otra e, incluso, entre estilos de calzado.Diabéticos: zapatos para altos riesgos

Quienes padecen problemas circulatorios, como la diabetes, deben extremar el cuidado de sus pies y elegir con mucho criterio sus zapatos. La razón es que son propensos a sufrir problemas en los pies debido a que algunas complicaciones de esta enfermedad ocasionan

daños en vasos sanguíneos y nervios que, a su vez, pue-den propiciar una disminución de la sensibilidad a la presión o a los traumatismos en los pies, por lo que una lesión puede pasar inadvertida hasta que se convierta en infección grave.

Se recomienda que los diabéticos utilicen zapatos que protejan bien los pies, para evitar heridas o cor-tes que puedan complicarse. Revisar el interior de los zapatos en busca de áreas ásperas, piedras pequeñas o partes desprendidas que puedan causar erosión es un hábito que deben seguir. Y elegir siempre modelos có-modos que se ajusten bien al pie. A evitar: sandalias de tiras o con costuras duras que puedan causar puntos de presión. Por la misma razón, mejor cambiar de zapatos cada 5 horas de uso, para equilibrar las zonas sobre las que se ejerce presión.

TACÓNDebe medir entre dos y cuatro centímetros, nunca más de seis si vamos a caminar mucho con ellos.

HEBILLASAyuda tener alguna sujeción en el empeine, pero nunca demasiado fuerte ni muy flojas.

SUELASerá resistente pero flexible, para permitir el correcto movimiento de todas las articulaciones del pie.

CONTRAFUERTEHa de fabricarse con un material rígido, para que sujete bien el talón justo por debajo de la articulación del tobillo.

¿Qué zapato me llevo?

Al no tener suela ni tacón suficiente, no ofrecen el adecuado soporte ni reducen el impacto de amortiguación.

Pueden provocar dolor en las rodillas, caderas y zona lumbar porque no amortigüan el paso. Si vas a usarlas, mejor con hebillas.

Su uso excesivo produce hipersudoración, lo que favorece la aparición de hongos. ¡Evítalas en verano!

Su puntera muy estrecha comprime los dedos en exceso y pueden ocasionar problemas desagradables en las uñas.

No tienen suela consistente ni ofrecen una sujeción adecuada al tobillo, lo que puede derivar en problemas articulares.

Rozaduras, uñeros y callosidades son

las repercusiones más comunes y

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Un 85% de la población española

padece alguna enfermedad podal en

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