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Universidad Católica del Uruguay Facultad de Psicología PSICOLOGÍA POSITIVA Y RESILIENCIA: Un corolario particular en pro de la salud y el bienestar humano. Memoria de Grado presentada para obtener el grado de Licenciado en Psicología por: Viviana del Valle Valdéz Arteaga Tutor: Dra. Lilian Daset Carretto Noviembre, 2009 Montevideo, Uruguay

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Universidad Católica del Uruguay

Facultad de Psicología

PSICOLOGÍA POSITIVA Y RESILIENCIA:

Un corolario particular en pro de la salud y el bienestar humano.

Memoria de Grado presentada para obtener el grado de Licenciado en Psicología por:

Viviana del Valle Valdéz Arteaga

Tutor: Dra. Lilian Daset Carretto

Noviembre, 2009

Montevideo, Uruguay

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RESUMEN

La presente memoria de grado muestra un breve recorrido acerca del Enfoque Salugénico, hasta

llegar a dos temáticas particulares como la Resiliencia y la Psicología Positiva, dada la

importancia de los mismos. Primero, se introducen los aspectos relevantes de cada unos de ellos,

se visualizan sus raíces profundas y nos encaminamos a asir los puntos de convergencia y

divergencia, que derivan a su vez en los aportes en pro de la salud y el bienestar. Segundo,

encontramos puntos de convergencia entre Psicología Positiva y Resiliencia, entre ellos: a)

ambos son desarrollos en Psicología con un notable matiz salugénico; b) sus resultados finales o

últimos (que implican favorecer, potenciar la salud mental y emocional, el bienestar psicológico

y el crecimiento, así como el logro de una mejor calidad de vida de las personas); c) a la visión

del hombre (como un ser bio-psico-social, con una orientación positiva; en busca de sentido y

propósito, y bienestar) y del rol del profesional (como explorador, catalizador de aspectos

positivos, fortalezas, virtudes); d) a nivel conceptual: particularmente lo vinculado a los aspectos

individuales (los factores protectores – Resiliencia-; y las fortalezas del carácter, las virtudes, las

emociones positivas – Psicología Positiva-) pero también sobre los aspectos interpersonales, del

contexto (como son los factores protectores externos – Resiliencia-; y los temas situacionales o

habilitadores –Psicología Positiva-). Paralelamente, encontramos puntos de divergencia entre las

temáticas de interés, que atañe a sus raíces; a los riesgos y se plantea lo que denominamos punto

de encuentro, que nos lleva a las conclusiones. Por último, se concluye que el Enfoque de la

Resiliencia se construye entre el individuo y su entorno, frente al alto riesgo; centrando su interés

en actuar sobre los factores protectores o resilientes por sobre los factores de riesgo; de allí las

derivaciones de la práctica y su mayor eficacia en los resultados de prevención y promoción de

la salud. Mientras que el paradigma, el modelo explicativo complementario: la Psicología

Positiva, se ocupa de las emociones positivas, de los rasgos positivos individuales (las fortalezas

y virtudes) y de las instituciones positivas (que fomentan las virtudes y las emociones positivas),

en busca del bienestar y la felicidad, de alcanzar una buena vida. Asimismo, los efectos

salugénicos de la PP se amplían, ya que promueve y habilita la Resiliencia, y fortalece a los

individuos frente a las dificultades inevitables de la vida; derivando así en un punto de encuentro

entre los enfoques de interés. Esto revela que la PP incluye el estudio de la resiliencia como un

factor más de protección y salud, y plantea nuevos caminos y desafíos a los profesionales

de la salud, en particular de la salud mental.

Palabras claves: Psicología Positiva, Resiliencia psicológica, Modelo biopsicosocial, Enfoque

Salugénico, promoción de la salud, prevención, salud mental.

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A mi mamá, Ana.

A Jean-Pierre.

A mis hermanos y hermanita. A mis sobrinos adorados, Noelia y Nahuel.

A todas mis amigas y amigos.

A todos aquellos con quienes tengo la dicha de compartir el camino.

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AGRADECIMIENTOS

Antes de desarrollar este trabajo, quiero agradecer especialmente a la Universidad

Católica del Uruguay, al rector y a sus docentes, particularmente al Dr. Ariel Cuadro y a Mara

Gonzalez, por su ayuda en mi retorno a la universidad.

A mi tutora, Lilian, por su guía, sus comentarios y su disposición (ya que gran parte del

trabajo debió ser realizado a la distancia, a través de internet); y por ser un honor para mí contar

con su tutoría siendo ella representante de la Comisión Iberoamericana de Psicología Positiva.

A James Pawelski, por sus aportes y su disposición.

A mi esposo, Jean Pierre, por su amor, su apoyo y generosidad.

A toda mi familia, en especial, a mi madre que aunque ya no está con nosotros, ha dejado

una huella en mí; al enseñarme acerca de la bondad y la generosidad, de ayudar a otros como lo

más dignificante y enriquecedor en la vida.

A mis hermanos, Eduardo, Guillermo, Luis y Mariana, por su cariño, apoyo y paciencia.

A mis primas, especialmente a Karen y a Fernanda por sus ánimos.

A mis amigas y compañeras de ruta a lo largo de mi paso por la facultad y en este país, y

ellas son Anabel Alfano, Andrea Arotce, Fabiana Albernaz, Federica Billig, Karina Horta,

Lorena Dieguez, Emilia Segredo, Inés Canedo, y a sus respectivas familias; por su maravillosa

amistad, por su apoyo, por ser ejemplo de la solidaridad y del buen corazón uruguayo. A Denise

Del Arca y Lilian Rué, por su amistad e invalorable apoyo. A Cecilia, Luly y Carolina, por su

amistad y ánimos. A mis otros amigos, en Tucumán y en Córdoba, entre ellos especialmente,

Magui, Fátima, María José, Silvia, Mirta; que siempre estuvieron presentes.

A todas aquellas personas que de una forma u otra me enseñaron, me ayudaron, me

acompañaron para que llegase a concretar mi carrera, este trabajo, y en consecuencia, mi sueño

de poder ser psicóloga…gracias.

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ÍNDICE

RESUMEN...................................................................................................................................................I

DEDICATORIA .........................................................................................................................................II

AGRADECIMIENTOS .............................................................................................................................III

INDICE ……………………………………………………………………………………..……...........IV

LISTA DE ABREVIACIONES..................................................................................................................V

INTRODUCCIÓN.....................................................................................................................................VI

PRIMERA PARTE

MARCO TEORICO

CAPÍTULO 1: EL ENFOQUE SALUGÉNICO …….................................................................................02

1.1 Algunos antecedentes del Enfoque Salugénico ...........................................................................02

1.1.1 Organismos Internacionales interesados en el bienestar y la salud de las personas: ONU,

OPS, OMS .....................................................................................................................................02

1.1.2 OMS: Definición de Salud, Prevención y Promoción de la Salud ......................................03

La Declaración de Alma Ata ............................................................................................03

La Carta de Ottawa ...........................................................................................................04

Calidad de vida..................................................................................................................05

1.2 Paso del Modelo Médico al Salugénico.........................................................................................05

1.2.1 El Modelo Médico: aspectos relevantes y críticas ...............................................................05

1.2.2 El Modelo Biopsicosocial o Integral de la salud ..................................................................06

1.3. El Enfoque Salugénico …………………………………………................................................06

1.3.1 La Psicología y el Enfoque Salugénico.................................................................................07

Psicología Humanista .......................................................................................................07

Psicología de la Salud ......................................................................................................08

1.3.1 El Modelo Salutogénico de Antonovski ..............................................................................08

CAPÍTULO 2: PSICOLOGÍA POSITIVA..................................................................................................09

2.1 Una breve revisión acerca la Psicología Positiva enfocada en el plano temporal y con énfasis

en aspectos relevantes ……………………………………………………...………….……...........09

2.1.1 Plano retrospectivo ...............................................................................................................09

2.1.2 Plano actual...........................................................................................................................11

2.1.3 Plano prospectivo .................................................................................................................13

2.2 La Psicología Positiva y algunos conceptos fundamentales ………….……………….…....…..14

2.2.1 Definición de Psicología Positiva ……………………………….………………………...14

2.2.2 Una visión positiva acerca del Bienestar y la Felicidad …..…….…………………….......15

2.3 Carácter, Fortalezas del Carácter y Emociones Positivas …………….…………………….…..16

2.3.1 Carácter ………………………………………………………….…………………….…..16

2.3.2 Fortalezas humanas ……………………………………………….…………………….....17

Virtudes y Fortalezas del carácter ………………………..……...……………………...17

Temas Situacionales …………………………………….………………………….......18

Emociones Positivas …………………………………….………....…….……………..18

2.4 Algunos hallazgos y evidencia empírica a favor de las fortalezas del carácter y las emociones

positivas …………………………………………………………….……………………………....20

2.4.1 Algunos hallazgos y evidencia empírica a favor de las Fortalezas del Carácter ……........20

2.4.2 Algunos hallazgos y evidencia empírica a favor de las Emociones Positivas …………....22

2.5 Inventarios, cuestionarios positivos …………………………………………………………....22

2.6 Críticas a la Psicología Positiva ………………………………………………………………..23

CAPÍTULO 3: RESILIENCIA ……………………......................................................................................25

3.1 Una revisión acerca del origen y desarrollo de la Resiliencia desde el punto de vista

psicológico……………………………………………………………………………………….....25

3.1.1 La Resiliencia: etimología del concepto ……………………………………..……...........25

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3.1.2 Desarrollo histórico y teórico de la Resiliencia ligado a la investigación …..……….........25

Vulnerabilidad ………………………………………………………………………........26

Invulnerabildad ………………………………………………………………………......26

Modelo de la Resiliencia y los Factores de Protección …………………………….….....27

Dos generaciones de investigadores ……………………………………………….…….27

3.2 Perspectivas actuales en relación a la Resiliencia …………………………………………........29

3.2.1 Perspectivas, corrientes acerca de la Resiliencia ………………… ………………….......29

3.2.2 ¿La resiliencia un rasgo o un proceso? …………………………. …………………........30

3. 3. Aspectos centrales y principales hallazgos sobre Resiliencia Psicológica ………...…….........31

3.3.1 Definición general de Resiliencia……………………………………..………….………..31

3.3.2. Algunos conceptos claves vinculados a la Resiliencia Psicológica ………………………32

3.3.3 Los factores resilientes, los factores protectores y principales hallazgos sobre la

resiliencia…………………………………………………………………………….………….34

En niños y Adolescentes …………………………………………...…………………..35

Adultos ………………………………………………………………………………....36

A lo largo del ciclo vital;;………………………………………………………………37

En distintos dominios y situaciones de alto riesgo y estrés ……………………….......38

3. 5 Evaluación y medición de la Resiliencia ……………………………………………………...39

3.6 Críticas acerca de la Resiliencia ……………………………………………………………….39

SEGUNDA PARTE

UN COROLARIO PARTICULAR

CAPÍTULO 4: EN BUSCA DE PUNTOS DE CONVERGENCIA Y DIVERGENCIA ENTRE

PSICOLOGÍA POSITIVA Y RESILIENCIA ………………….....................................................................42

5.1 Puntos de Convergencia entre Psicología Positiva y Resiliencia ………………………………..….42

Como enfoques desarrollados en Psicología, con un notable matiz salugénico………...............42

Respecto a la visión del hombre ………………………………………………………….…….43

En relación a la prevención y promoción de la salud …………………………………………..43

Convergencia a nivel conceptual: particularmente sobre los aspectos individuales pero también

sobre los aspectos interpersonales, del contexto…………………………………………….….44

Respecto del rol del profesional………………………………………………………….……..46

Respecto a sus resultados finales o últimos……………………………………………………..48

5.2 Puntos de Divergencia entre Psicología Positiva y Resiliencia……………………………………..48

Respecto de sus raíces………………………………………………………………………......48

Respecto de los riesgos …………………………………………………………………….......49

5.3 Un Punto de Encuentro entre Psicología Positiva y Resiliencia…….…………………………...….50

CONCLUSIONES ………………..……………………..……………….....………………………......51

GLOSARIO .............................................................................................................................................56

BIBLIOGRAFIA …………………….....................................................................................................58

FUENTES DE INTERNET .....................................................................................................................65

ANEXO ………………….......................................................................................................................67

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LISTA DE ABREVIACIONES

APA American Psychological Asociation

Encyclopédie du CEDJE Enciclopedia acerca del desarrollo de los niños pequeños

(Encyclopédie sur le développement des jeunes enfants)

perteneciente al Centro de Excelencia para el desarrollo de niños

pequeños (Centre d‟excellence pour le développement des jeunes

enfants, CEDJE). GRIP-Université de Montréal, Canadá

IPPA International Positive Psychology Association

ONU Organización de las Naciones Unidas

OMS/WHO Organización Mundial de la Salud/World Health Organization

OPS Organización Panamericana de la Salud

PP Psicología Positiva

UNICEF Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia

VIA-IS Values in Action Inventory of Strengths, o Cuestionario de

Fortalezas Personales

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INTRODUCCIÓN

Desde el nacimiento de la psicología como ciencia, en el siglo XIX; gran parte de su

acervo teórico y práctico redundaba en torno a la patología y la urgencia de su tratamiento

(Seligman, 2003), en la categorización de lo anterior; en un lenguaje impregnado por el modelo

médico, y en una visión del hombre matizada por el determinismo. Aunque ya existían

desarrollos que abarcaban otros aspectos más positivos, estos fueron levemente olvidados en la

comprensión del ser humano; posteriormente emergen con fuerza los abordajes orientados a lo

salugénico.

Desde hace más de cinco décadas, el estudio y la investigación acerca de las fortalezas,

los potenciales del ser humano así como de su capacidad de recuperación ante traumas, alto

riesgo (Luthar, 2006; en Yates, 2006); ha sido de interés para distintas disciplinas y en particular

para la psicología. Dada la relevancia de los desarrollos teóricos y prácticos cuyo eje gira

alrededor de lo salugénico; su incidencia ha sido muy importante en la investigación, en las

teorías explicativas, en el rol y quehacer profesional de la psicología enfocado particularmente

durante mucho tiempo, en el tratamiento de trastornos, patologías. Hasta ir avanzando y

comenzar a desarrollar la prevención y la promoción de la salud, la búsqueda de una mejor

calidad de vida. En la presente memoria de grado, a través de una investigación bibliográfica,

intentaré profundizar acercar de dos temáticas centrales en la actualidad de la psicología, la

Psicología Positiva1 y la Resiliencia.

El motivo de esta elección se articula además con mis propios intereses e inquietudes.

Asimismo, un motivo de justificación relevante y al mismo tiempo apremiante, de la presente

memoria; radica en los informes y datos más recientes de la Organización Mundial de la Salud

(OMS, 2001, 2004, 2005, 2007), la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2005, 2007a),

los cuales destacan a nivel mundial el incremento de patologías, la escasez y negligencia en

materia de salud (World Health Organization, 2001). Siguiendo en la misma dirección en materia

de salud mental, en América Latina y el Caribe se incrementarán notablemente los trastornos

mentales (Kohn et al, 2005; OPS, 2005). Se estima que el número de personas con trastornos

mentales en la Región de las Américas aumentará de 114 millones en 1990 a 176 millones en el

2010 según Roses Periago (2005, en OPS, 2005). Conjuntamente, “ya en el año 2000, este tipo

de trastornos representaba un 24% de la carga de enfermedades en la Región, siendo la depresión

el principal componente de esa carga”. A su vez, este trastorno está clasificado como la causa

más importante de discapacidad a nivel mundial (OMS, 2009a).

1 En adelante, se usa “PP” para referirnos a la Psicología Positiva.

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Kohn et al (2005, 238) señalan que “del campo de la salud mental se espera que

desempeñe un papel cada vez más importante en la prevención y el tratamiento de las

enfermedades crónicas y emergentes”, trayendo a los profesionales de la salud mental una mayor

conciencia acerca del desafío que implica el ejercicio de su profesión en el contexto y en las

circunstancias en que se despliega. Por lo tanto, las acciones en pro de la prevención y de la

promoción de la salud, incumben no sólo al sector sanitario sino también a la comunidad, lo cual

a su vez permitirá hacer frente a las necesidades actuales y futuras de una manera más eficaz

(OPS, 2005).

Respecto de Uruguay, los datos más fehacientes con los que contamos corresponden a

aquellos de la OMS (2005) que revelaban las carencias en materia de salud mental.

Recientemente, desde la OPS (2008), se escuchan voces optimistas, y resaltan que Uruguay

progresa en el desarrollo de sus servicios de salud mental, esto se visualiza en la incorporación

de la salud mental en el nuevo Sistema Nacional Integrado de Salud; en especial, en impulsar el

desarrollo de servicios de salud mental en hospitales generales y centros de atención primaria, así

como sistematizar labores intersectoriales. Además, se está trabajando para la elaboración de un

nuevo plan de salud mental y en la redacción del anteproyecto de ley nacional de salud mental, al

mismo tiempo sobre desarrollos a nivel de promoción de la salud; pero que aún son insuficientes.

Dado lo anterior, las preguntas que guían mi labor, giran en torno a las dos grandes

temáticas de interés. En un primer momento, de forma introductoria, me pregunto acerca de

cómo se da el paso del Modelo Médico organicista (Daset Carretto, 2005) al Enfoque

Salugénico, qué aspectos relevantes del mismo nos permiten tener un panorama más amplio y

sus consecuencias en desarrollos posteriores como son los que nos ocupan en la presente

memoria. Acerca de la PP, las preguntas se refieren a: ¿es un movimiento de corte científico o

una moda pasajera? ¿Cuál es su origen, y su posible desarrollo? ¿Cuáles son sus objetivos? ¿Qué

aspectos en los que se centra, pueden servir de base para la promoción de lo salugénico en los

individuos partiendo de nuestro quehacer como psicólogos, como terapeutas?. Respecto de la

Resiliencia, las preguntas giran acerca de: ¿Qué es y cómo se define la Resiliencia psicológica?

¿Cuáles son los modelos o abordajes teóricos relevantes sobre Resiliencia?. ¿Cuáles son los

factores que permiten que las personas se sobrepongan ante las adversidades?. Dichos factores

sustentados por evidencia empírica, ¿son permeables, modificables o inmodificables?, ¿es

posible desarrollarlos?. Dando un paso más en este cuestionamiento, aparecen otros

interrogantes; es decir, tanto el paradigma, la ciencia de la PP y el enfoque de Resiliencia:

¿tienen objetivos, propósitos dispares o reconciliables?. ¿Existen puntos de convergencia o

divergencia entre ambos, y qué pueden aportar tanto la Resiliencia como la PP a quienes se

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ocupan de la salud, en particular la salud mental?. Añadimos, la cuestión que hoy está bastante

allanada que es: ¿la PP incluye el estudio de la resiliencia como un factor más de protección y

salud?. Estas preguntas, van modelando el camino; y me propongo como objetivo el indagar a

través de la mayor parte de la bibliografía disponible, profundizar acerca de aspectos centrales y

generales de la PP y la Resiliencia.

El trabajo llevado a cabo en esta memoria de grado, fue todo un desafío, por la amplitud y

la complejidad de los temas elegidos. Una limitación respecto al desarrollo general, es centrarse

en aspectos de tipo psicológico, clínico por sobre otras áreas del quehacer del psicólogo.

Primero, porque la importancia y la evolución de la Resiliencia en las ciencias psicológicas,

amerita abordarlo como un único contenido de una memoria de grado. Segundo, en relación el

tema de la PP, me resultó difícil ahondar en todos los tópicos en forma equitativa. Por lo cual

prioricé aquellos que consideré necesarios aunque quizás no suficientes para explicarla en su

totalidad; y que se corresponden a aspectos relevantes y apoyados en investigaciones empíricas,

en trabajos reconocidos a nivel científico en diferentes idiomas (español, inglés, francés,

portugués).

Esta memoria de grado está dirigida a todos los profesionales del ámbito de la salud, y a

todos aquellos interesados en conocer acerca de la PP (como paradigma, como modelo

explicativo complementario al abordaje de la psicología tradicional) y la Resiliencia (como

enfoque) que poseen con un fuerte matiz salugénico. Puede ser también de interés y utilidad para

los profesionales de la salud mental; en especial para aquellos que desde la práctica clínica están

interesados en la prevención y en la promoción de la salud.

En la primera parte, nos ocupamos de introducir el Enfoque Salugénico y otros temas

asociados, evidenciando la relación con desarrollos posteriores; y así también de responder a las

preguntas acerca de la Resiliencia, de la PP. Presentamos el desarrollo histórico, definición y

conceptos esenciales de cada enfoque, así como investigaciones que avalan sus aportes. Lo

anterior, nos lleva al desarrollo de la segunda parte, dedicada a la búsqueda de puntos de

divergencia y convergencia entre la PP y la Resiliencia en pro de la salud y el bienestar.

Finalmente, elaboramos unas conclusiones acerca de las temáticas que nos ocupan, de nuestro

trabajo en sí. A continuación, nos embarcamos en el desarrollo de la presente memoria.

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PRIMERA PARTE

MARCO TEÓRICO

El disfrute del mayor nivel de salud alcanzable

es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano

sin distinción de raza, religión, convicción política, condición económica o social.

OMS, 1998.

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CAPÍTULO I

EL ENFOQUE SALUGÉNICO

En este capítulo, abordaremos un enfoque que actualmente es foco de interés en el ámbito

de la salud en general, y es el Enfoque Salugénico; el cual se vincula a aquellos desarrollos que

tienen en común un interés en la salud, particularmente en generar y proteger, promover e

incrementar la salud, basándose en una visión integral de la misma. A su vez, trasciende

ampliamente los planteos de Antonovski (1979, 1987, 1996) o de la Psicología de la Salud; y

abarca a distintas disciplinas, entre ellas la psicología.

1.1 Algunos antecedentes del Enfoque Salugénico.

Nos centramos en el desarrollo acerca de algunos antecedentes del Enfoque Salugénico

con el simple fin de tener un panorama general, reconociendo su brevedad dado que excede los

objetivos de la presente memoria.

1.1.1 Organismos Internacionales interesados en el bienestar y la salud de las personas:

ONU, OPS, OMS

Existen distintos hechos o sucesos que a lo largo de la historia de la humanidad puedan

asociarse a indicios del enfoque salugénico en el devenir del hombre, en las ciencias en general.

Lo cual a su vez llevaría a diferentes posturas y tal vez largas discusiones. Sin embargo, nos

centramos particularmente en un hecho que azotó a la humanidad entera, y nos referimos a la

Segunda Guerra Mundial; dado el horror y los desmanes que conllevó y sus posteriores

consecuencias en distintos niveles del quehacer humano, sea científico, legal, social, cultural,

comunitario. Un punto de referencia, una consecuencia de lo anterior, se refleja en la creación

de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para fomentar la paz, llegar a acuerdos

internacionales y solucionar los conflictos por vías pacíficas, intentando la unidad entre todos los

pueblos del mundo.

Desde 1902, la OPS ya se ocupaba de temas vinculados a la salud, y es la organización de

salud pública más antigua del mundo. Sin embargo, años posteriores, fue fundada la OMS

(1948), el cual es un organismo especializado dentro de la Carta de las Naciones Unidas. La

OMS representa la culminación de los esfuerzos de cooperación internacional en materia de

salud (OMS, 1998) desde hace más de cien años y al mismo tiempo, en respuesta al apremio del

contexto y las circunstancias.

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1.1.2 OMS: Definición de Salud, Prevención y Promoción de la salud

Nos parece oportuno, retomar la definición de salud planteada en la Constitución de la

OMS (1948), concebida como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no

solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Dicha definición puede ser criticada por su

contenido utópico, sin embargo es un aporte innovador dada la época en que fue concebido. A

partir de tal definición de la salud, surgen dos estrategias principales que son la Prevención y la

Promoción de la salud; ambas tienen como meta capacitar a los individuos y a la comunidad

para controlar los determinantes de la salud (es decir, el comportamiento y el medio ambiente,

tanto físico como social). La prevención se ocupa de reducir o eliminar aquellas conductas que

suponen riesgo para nuestra salud, así como modificando los factores ambientales que pueden

ponerla en peligro, mientras que la promoción de la salud busca instaurar o incrementar los

comportamientos asociados positivamente con la salud (Barriga Jimenez et al, 2004; en Herrera

Sanchez et al, 2004).

Al hablar de promoción de la salud, incluimos y enfatizamos el papel de la salud mental.

La salud mental se define como un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de

sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de

forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad (OMS,

2009a). Cabe agregar que el énfasis en la promoción de la salud mental no implica que la

prevención de trastornos mentales no sea importante o necesario, sino que estas actividades son

complementarias y parcialmente superpuestas, pero sin embargo basadas en paradigmas

diferentes (Funk et al, 2005; en WHO, 2005). Asimismo, Nutbeam (2000, 11) sostiene que

“existe evidencia considerable que demuestra que las estrategias de promoción de la salud

mental han reducido la depresión, las tasas de suicidios y los problemas de conducta”, lo que

remarca la eficacia de la promoción de la salud es notable, generando beneficios sanitarios,

sociales y económicos (WHO, 2004, 2005). En consecuencia, lo anterior nos señala la urgencia

del desarrollo y particularmente, la aplicación de programas eficaces en promoción de la salud

mental.

Lo anterior, nos lleva a considerar, algunas de las grandes acciones en pro de la salud,

bajo la dirección de la OMS; retomamos particularmente la declaración de Alma Ata (1978)

vinculada a la prevención; y la Carta de Ottawa (1986) siendo la primera conferencia vinculada

especialmente a la promoción de la salud.

La Declaración de Alma Ata. La Conferencia Internacional sobre Atención Primaria

en 1978, derivó en lo que se conoce como la Declaración de Alma Ata, que revelaba la urgencia

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de acciones por parte de todos los gobiernos, trabajadores de la salud y la comunidad

internacional, para proteger y promover el modelo de atención primaria de salud para todos los

individuos en el mundo. Se hacía hincapié en la salud como un derecho fundamental, en la

necesidad de una intervención articulada entre todos los sectores (sean sociales y económicos)

conjuntamente al sector de la salud. Además, se señala la “grave desigualdad existente en el

estado de salud da la población, especialmente entre los países en desarrollo y los desarrollados,

así como dentro de cada país” (OPS, 2009). Sin embargo, aún en nuestros días las brechas

permanecen y tienden a acentuarse, dada la falta de puesta en práctica de los objetivos

planteados en la declaración citada (Chan, 2008).

La Carta de Ottawa. La primera conferencia internacional para la promoción de la

salud fue celebrada en Canadá, de la cual se desprende la Carta de Ottawa (1986), que aporta una

definición consensuada de promoción de salud como el proceso que permite a las personas

incrementar el control sobre su salud para mejorarla. La definición anterior, implica considerar a

los determinantes de la salud (conjunto de factores personales, sociales, económicos y

ambientales) como aquello que condiciona el estado de salud de los individuos o poblaciones.

Esta primera carta de promoción de la salud, trae como aporte el identificar tres estrategias

básicas para la promoción de la salud. Éstas son la abogacía por la salud con el fin de crear las

condiciones sanitarias esenciales antes indicadas; facilitar que todas las personas puedan

desarrollar su completo potencial de salud; y mediar a favor de la salud entre los distintos

intereses encontrados en la sociedad. Dichas estrategias básicas a su vez derivan en cinco áreas

de acción prioritarias centradas en la promoción de la salud: 1) establecer una política pública

saludable, 2) crear entornos que apoyen la salud, 3) fortalecer la acción comunitaria para la

salud, 4)desarrollar las habilidades personales, y, 5)reorientar los servicios sanitarios. La Carta

de Ottawa, marca un “hito en el desarrollo de las estrategias de promoción de salud” (Gancedo,

2008a, 16), y estos esfuerzos siguen fortaleciéndose a través de sucesivas conferencias

internacionales en pro de la salud (OMS, 2009).

Adherimos al planteo de Manciaux, Lecomte, Vanistendael, Schweizer (2003, en

Manciaux, 2003), esta carta nos inspira como ciudadanos y profesionales. En su declaración

final, se retoma el concepto de salud y añade que la salud es un recurso de la vida cotidiana, no

el objetivo de la vida. Es también un concepto positivo que subraya los recursos sociales y

personales así como las capacidades físicas (OMS, 1986). Por lo tanto, la salud mental está

incluida en tal definición, destacándose su dimensión esencial (WHO, 2007).

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Calidad de vida. Siguiendo en la misma línea, un concepto de interés, es el de calidad de

vida, que la OMS intentó operativizar y desarrollar instrumentos de medida del mismo (Vázquez

y Hervás, 2008), así como fomentar su inclusión en la agenda de la salud mundial, ya que los

ámbitos de la salud y la calidad de vida son complementarios y están entrelazados. Resaltamos la

principal contribución de este concepto, es la importancia en la evaluación de los resultados en

salud, pero además el considerar la percepción del paciente, sus deseos y motivaciones en el

proceso de toma de decisiones en salud así como en la evaluación de la calidad de la asistencia

sanitaria (Schwarztmann, 2003).

1.2 Paso del Modelo Médico al Modelo Salugénico

Los desarrollos desde los organismos internacionales abocados a la salud, como la OMS;

desterraron al Modelo Médico organicista (Daset Carretto, 2005), hegemónico por mucho

tiempo en las Ciencias de la Salud; al señalar sus falencias y la necesidad de nuevas acciones,

nuevas estrategias. Paralelamente, nos ocupamos del paso del Modelo Médico al Modelo

Salugénico, y de otras cuestiones relacionadas este último y a la psicología en sí.

1.2.1 El Modelo Médico: aspectos relevantes y críticas

El Modelo Médico imperante en gran parte del siglo pasado, sienta sus bases en el

pensamiento cartesiano, que ha dominado las ciencias, y que plantea una separación entre mente

y cuerpo; y además plantea un reduccionismo de tipo biológico (Becoña y Oblitas, 2004; León

Rubio et al, 2004) que se resume así: “todos los fenómenos biológicos son reducibles a procesos

bioquímicos básicos”(Becoña y Oblitas, 2004, 4). Estos supuestos derivan en algunas

consecuencias como concebir la salud como algo estático, como un problema debido a una única

causa; hacer hincapié en la curación de la enfermedad olvidando la prevención y el fomento de la

salud. Asimismo, este modelo médico genera relaciones autoritarias entre los proveedores de

salud y los usuarios e impedía los abordajes interdisciplinarios (Cohen, 1998; León Rubio et al,

2004).

Sumando a los planteos anteriores, Bishop (1994; en Becoña y Oblitas, 2004; Oblitas,

2007) señala tres factores: 1) el cambio en la prevalencia de enfermedades infecciosas a

enfermedades crónicas; 2) el coste elevado de los cuidados de salud; y, 3) un mayor énfasis en la

calidad de vida; que profundizaron la urgencia de una mirada distinta a la del Modelo Médico o

biologicista.

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De este Modelo Médico y a partir de los trabajos de Kraepelin (1896), se sientan las bases

de la Psicopatología de tipo categorial que desde el 1800 hasta hace pocas décadas dominaba las

concepciones en salud mental (Daset Carretto, 2005).

1.2.2 El Modelo Biopsicosocial o Modelo Integral de la salud.

Distintos autores y de distintas áreas que se ocupan de la salud, advierten de la necesidad

de un nuevo modelo que permita avanzar en la comprensión y control de la enfermedad (Brody,

1973; Engel, 1977; Jasnoski y Schwartz, 1985; en Becoña y Oblitas, 2004). Engel (1977)

introduce un nuevo modelo médico, y este se denomina Modelo Biopsicosocial. Dicho modelo

pondera el peso y la importancia de los factores biológicos, psicológicos y conductuales, y

sociales en la salud y en la enfermedad (Becoña y Oblitas, 2004; León Rubio et al, 2004), es

decir sus causas son múltiples y su tratamiento es afín a múltiples intervenciones (Cohen, 1998).

Daset Carretto (comunicación personal, 7 de octubre, 2009) propone agregar lo axiológico,

constituyendo así un Modelo Biopsicosocialaxiológico, donde cada vez más los valores son un

elemento relevante a la hora de considerar la salud. En tanto cada vez se pone más de manifiesto

que los grupos humanos y las personas en forma individual, conceptúan su salud en base a un

grupo de creencias que les son propias, desconocer este aspecto sería no atender a la realidad que

nos circunda (Daset Carretto, comunicación personal, 23 de octubre, 2009).

Conjuntamente, el Modelo Biopsicosocial o Integral de la salud revitaliza la relación

médico-paciente que antes era distante, tendiendo hacia una relación más empática (Cohen,

1998). En suma, podemos afirmar que este nuevo modelo humaniza a las Ciencias de la Salud,

sin embargo tanto el Modelo Biopsicosocial como el Médico organicista se vinculan a la

atención de los problemas de salud de los individuos (Colomer y Alvarez-Dardet, 2000).

Revisando el camino recorrido hasta este momento, adherimos al planteo de Antonvoski

(1996) quien afirma que aún continuamos atados al ámbito de la prevención de enfermedades.

1.3 El Enfoque Salugénico

1.3.1 La Psicología y el Enfoque Salugénico

Según distintos autores (Rodin y Stone, Stone, 1979; en Oblitas, 2007), los psicólogos se

han interesado por cuestiones de salud desde los inicios del siglo pasado, un ejemplo de ello son

los trabajos de Hall (1904; en Oblitas, 2007) y James (1922, en Oblitas, 2007; Pawelski, 2003);

pero sólo cobra vida tal interés, en los años posteriores a los sesenta.

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El cambio de visión en psicología y de ciencias afines, hacia lo salugénico, se fue

gestando desde tiempos anteriores. En primer lugar, destacamos a la Psicología Humanista,

cuyo fundador fue Abraham Maslow, y quien propone que la Psicología estudie el

comportamiento y la mente humana a partir de sus capacidades y no solamente sus falencias

(Gancedo, 2008a). Gancedo (2008a, 19) refiere que “la Psicología Humanista equipara, salud

psíquica a desarrollo de potencialidades del psiquismo con conceptos tales como el de

autoactualización, de Maslow (2007), y de funcionamiento óptimo de la personalidad, de Carl

Rogers (1971)”. Destacamos que tales conceptos resultaron novedosos, ya que se apartaban de

los planteos teóricos dominantes de la época teñidos por una visión pesimista de la psique, de la

salud. Sin embargo, se destaca que tal psicología; no logró desarrollarse e imponerse en el medio

académico, dada su falta de ajuste o adhesión al paradigma científico preponderante (Seligman y

Csikszentmihalyi, 2000; Seligman, 2003), mas no desmerecemos sus invalorables aportes a la

clínica, en particular la psicoterapia, y asimismo, el introducir explícitamente los aspectos

salugénicos y potenciales del ser humano en la psicología.

En la misma época, que los desarrollos humanistas se abrían espacio en el terreno

dominado por el Psicoanálisis y el Conductismo, la APA (American Psychological Asociation)

crea la División 38, conocida como Psicología de la Salud.

La Psicología de la Salud se define como una disciplina (Matarazzo; 1980; citado en

Remor, 2008; Becoña y Oblitas, 2004) o un campo de especialización (Carrobles, 1993; en León

Rubio et al, 2004) de la psicología. Esta psicología se apoya en el Modelo Biopsicosocial y se

rige por los estándares científicos rigurosos a los que adhiere la Psicología científica, esto influye

a su vez en sus objetivos e intereses. La Psicología de la Salud tiene como objetivo prioritario la

prevención (Becoña y Oblitas, 2004; León Rubio et al, 2004), se ocupa del ámbito de los

problemas de la salud, a nivel físico o médico (Carrobles, 1993; en León Rubio et al, 2004), o

más específicamente modificando las conductas determinantes de la salud y la enfermedad,

como son los hábitos y estilos de vida inadecuados de los individuos (Becoña y Oblitas, 2004).

Destacamos sus aportes significativos en materia de prevención de tabaquismo, adicciones, y

otras enfermedades (León Rubio et al, 2004; Remor, 2008), y el abrir un nuevo campo de acción

para los psicólogos. En consecuencia, la Psicología de la Salud, a pesar de su nombre, aún

guarda una estrecha relación con la enfermedad y es menor el énfasis en la salud propiamente

dicha.

1.3.2 La Orientación “Salutogénica”

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Desde el ámbito de la Sociología de la Medicina, Antonovski (1979,1987) postula la

Orientación Salutogénica con fuerte influencia en el Modelo de Promoción de la Salud y en el

Enfoque Salugénico (Gancedo, 2008a; Eriksson y Lindström, 2008). Nos remite a una

concepción de la salud así como la enfermedad, situados a lo largo de de un continuo dejando de

lado la vieja concepción de tipo dicotómica, y se interesa por estudiar aquellos factores

vinculados a la salud por sobre los factores de riesgo (Antonovski, 1996).

Antonovski (1987, 1996) aporta, entre otros, los conceptos de recursos generalizados de

resistencia y sentido de coherencia. Este último como una orientación global del ser humano que

expresa el grado en que posee sentimientos de confianza acerca de: a) los hechos que le toca

vivir; b) los recursos con los que cuenta para responder a los estímulos de dichos hechos; y c)

el desafío permanente que resulta del solo hecho de vivir (Gancedo, 2008a). Por lo tanto, el

modelo de salutogénico es un marco más viable para la promoción de la salud (Antonovski,

1996); contribuye al mantenimiento y el desarrollo de salud, y la calidad de vida (Eriksson y

Lindström, 2008).

De esta forma, cerramos este apartado con un panorama un poco más amplio, con una

esperanza que se cuela definitivamente en desarrollos salugénicos, como son la PP y la

Resiliencia de los que nos ocuparemos más adelante.

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CAPÍTULO II

PSICOLOGÍA POSITIVA

Seligman (2000a, 2003) afirma que la psicología después de la Segunda Guerra Mundial,

se convirtió en una ciencia abocada a curar, a reparar daños; sustentándose en un modelo de

enfermedad del funcionamiento humano. Siguiendo a dicho autor, se destaca que antes de tal

acontecimiento; la psicología tenía tres misiones: curar trastornos mentales, hacer la vida de las

personas más productivas y feliz, e identificar y crear talentos. La psicología se ha enfocado en

sólo una parte de su quehacer, en la comprensión del ser humano, y esta es la cura de patologías,

en reparar daños, evidenciando así el predominio del modelo médico en su mirada y en sus

acciones, como afirma Seligman (2003) y lo ha logrado con éxito, ya que contamos con un acervo

de técnicas, tratamientos y manuales para lograr eficazmente tal cometido. Sin embargo, las otras

dos misiones de la psicología, los aspectos positivos y salugénicos, las fortalezas, las

potencialidades de los seres humanos quedaron en un segundo plano, dada las urgencias del

contexto y del momento. Un ejemplo de ello es la escasez de modelos sobre el bienestar humano

(Vázquez & Hervás, 2008) en contraposición de la abundancia de teorías e investigaciones acerca

de los trastornos, del sufrimiento.

En este capítulo, nos ocupamos de la PP; se desarrolla una breve revisión desde su origen

hasta la actualidad, se incluyen definiciones y conceptos relevantes de la misma así como

intervenciones, cuestionarios y algunas de las críticas que se le hicieron; en orden a alcanzar un

panorama más amplio acerca de esta.

2.1 Una breve revisión acerca la Psicología Positiva enfocada en el plano temporal y con

énfasis en aspectos relevantes de la misma

Buscamos en este apartado, realizar una breve revisión acerca de la PP desplegada en una

línea temporal, que dividimos a su vez en distintos cortes, que denominamos, plano temporal

retrospectivo, actual y prospectivo, sin embargo dada la vida relativamente corta de este

movimiento científico, observamos que estos se rozan o se confunden. Por lo tanto, este es un

intento de poner un orden en la presentación y a su vez remarcamos su carácter provisorio, ya

que la PP está en una constante y sostenida expansión.

2.1.1 Plano Retrospectivo

Al referirnos al plano retrospectivo acerca de la PP, nos centramos en su origen y antecedentes, y

los aportes de distintos autores acerca de este tema.

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El nacimiento o el punto de partida explícito de la PP, se vincula al discurso inaugural de

Martín Seligman (1998) como presidente de la American Psychological Asociation (APA).

Gancedo (2008a) destaca que en tal discurso, Seligman afirma que centrar el interés en una

Psicología más positiva será la misión que guiará su mandato como presidente. Según Seligman

(1998, 2000, 7): “La Psicología no es sólo el estudio de la debilidad y el daño, es también el

estudio de la fortaleza y la virtud. El tratamiento no es solo arreglar lo que está roto, es también

alimentar lo mejor de nosotros”.

Se rastrean sus bases en otras ramas de las Ciencias Sociales, y particularmente en la

Psicología Humanista (Gancedo, 2008a; Posek, 2006; Seligman, 2003). Seligman y

Csikszentmihalyi (2000), plantean que la PP es una concepción con larga trayectoria, con raíces

en desarrollos previos que fracasaron en su intento en abrirse un espacio y un lugar o que fueron

abandonados en la psicología científica.

Seligman (2003) refiere que la PP se centra en el estudio de las emociones positivas, de

los rasgos positivos individuales (las fortalezas y virtudes) y de las instituciones positivas (las

cuales generan y propugnan las virtudes y las emociones positivas anteriormente mencionadas).

Es decir, se valoran aquellos aspectos positivos del ser humano, sin embargo ello no implica

dejar de lado o negar los aspectos negativos que también le incumben, le definen. La felicidad o

–en términos psicológicos- el bienestar psíquico subjetivo, son “los resultados que desea

obtener la PP”, según Seligman (2003, 346). Siguiendo a dicho autor, remarcamos que plantea

un marco que incluye tres vías (vida placentera, comprometida y significativa; que

desarrollaremos más adelante) que parecen encaminarnos al bienestar y felicidad (Vazquez,

Hervás y Ho, 2006), a una buena vida; al mismo tiempo permitía en los inicios orientar la

investigación realizada en este campo y de proyectarla hacia el futuro (Duckworth, Steen y

Seligman, 2005).

El propósito de la PP es ampliar el foco de la Psicología Clínica más allá del sufrimiento

y su consecuente alivio (Duckworth, Steen y Seligman, 2005). Asimismo, como señalan distintos

autores (Peterson y Seligman, 2004; Lopez y Snyder, 2003; en Vazquez, Hervás y Ho, 2006),

contamos con instrumentos válidos que nos permiten evaluar síntomas y trastornos; pero muy

pocos para evaluar capacidades, bienestar y fortalezas a nivel psicológico. Por lo tanto, esto se

vincula a las temáticas de interés para la PP como son la felicidad, la creatividad, el optimismo,

la Resiliencia, el humor, la sabiduría, entre otras; y proporcionar un marco teórico sistemático y

estructurado a partir del cual, evaluarlas y desarrollarlas.

Seligman es uno de los exponentes más notables por su labor de divulgación así como de

investigación científica vinculada a la PP (Gancedo, 2008a; Posek, 2006). La obra introductoria

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a esta nueva ciencia, es por excelencia, “La auténtica felicidad”, publicado en varios idiomas. La

aparición en el año 2000 de un artículo en la revista “American Psychologyst”, y luego la

aparición del “Journal of Positive Psychology”(2000), revista científica que está destinada

específicamente al estudio e investigaciones acerca de la PP; de esta forma se va consolidando su

presencia en el ámbito científico.

La PP representa un nuevo paradigma de reflexión teórica y metodológica (Casullo,

2000). Según Gancedo (2008a, 13), el aporte de Seligman se centra en “identificarla, nombrarla

y adaptarla a los cánones ortodoxos de la ciencia, organizarla en una estructura programática e

impulsar su investigación y difusión”. Otros autores coinciden y anticipaban esta afirmación

(Casullo, 2006b; en Carlos, 2007; Keegan, 2007), y agregan que este movimiento científico

deber ser concebido como una contribución al avance general del conocimiento experto (Serroni,

2006; en Carlos, 2007).

2.1.2 Plano actual

Nos adentramos en este plano, más bien recientes acerca de los desarrollos y avances

vigentes de la PP. Según distintos autores (Gancedo, 2008a; Linley et al, 2006; Paludo y Koller,

2007; Pawelski, 2008), se constata a nivel internacional una gran y creciente cantidad de

investigaciones y publicaciones, conferencias, seminarios, páginas web, cursos introductorios o

de postgrado, y otros tipo de actividades dedicadas a difundir lo relacionado con la PP. Esta

cuenta con su propia red, llamada International Positive Psychology Association (IPPA),

fundada en 2007, y dedicada a promover la ciencia y práctica de la PP, buscando facilitar la

colaboración y comunicación entre investigadores, docentes, estudiantes y profesionales en todo

el mundo. Existen además, otros centros dedicados al área aplicada de la PP en otras latitudes

como por ejemplo en Inglaterra (Linley, 2007); y en España (Vázquez, 2006), pero todos

estrechamente vinculados entre sí (Daset Carretto, comunicación personal, 23 de octubre, 2009).

En el plano actual, destacamos la búsqueda de crear una clasificación y un sistema de

medición fidedignos de las fortalezas humanas, siendo dicha clasificación la contraparte del

DSM2 (Seligman, 2003; Pawelski, 2004). Lo anterior, se cristaliza en el manual de sanidades

3

conocido como “Character Strengths and Virtues, A handbook of Positive Psychology” de

Seligman y Peterson (2004), que va dejando poco de lado la imposición del modelo médico y su

terminología, abriendo paso al surgimiento de términos positivos, de una cosmovisión

compartida en la que se revaloriza una perspectiva impregnada por las fortalezas y virtudes de

2 Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM) publicado por la Asociación Americana de

Psiquiatría (American Psychiatric Association). 3 También conocido como UN-DSM-I, por ser el opuesto al DSM.

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las personas, así como el aumento del bienestar de las mismas, en los distintos contextos en que

se desarrolla su vida. Agregamos también la publicación de dos libros acerca de la PP y su

aplicación, llevado a cabo por dos referentes iberoamericanos, como son Casullo (2008) y

Vázquez (2008), quienes nos aportan en su compilación, valiosas herramientas teóricas y

prácticas dentro de este marco positivo.

Zingman (2008) señala que el estudio del bienestar psicológico, las fortalezas y virtudes,

los valores humanos, el humor, entre otros constructos positivos, “resultan muchas veces el

motor del cambio psicológico y la llave de una mejor calidad de vida”; remarcando y

vigorizando así el interés vigente y el aporte de la PP. Según Castro Solano (2008), la PP no

busca de sustituir el estudio de los aspectos negativos por aspectos positivos, sino integrarlos en

un “esquema de trabajo doble”, es decir, “por un lado, tratar de aliviar el sufrimiento humano

y, por el otro, fomentar aquellas fortalezas que poseen las personas”.

Cabe considerar en este momento, las técnicas y las intervenciones en relación a la PP.

Por un lado, se destaca la existencia de instrumentos de evaluación de aspectos positivos como

son las fortalezas, virtudes, emociones positivas que se desarrollan más detenidamente en otro

apartado. Por otro lado, Vázquez, Hervás, y Ho (2006) señalan que “las intervenciones clínicas

basadas en la PP están ya apareciendo en la literatura científica”, lo cual se asocia a su mayor

solidez y consistencia como campo práctico de la psicología. Afirman además, que las

intervenciones positivas (como se denominan las intervenciones bajo este modelo) en el área

clínica, deberían estar sólidamente guiadas por los datos empíricos referidos a la abundante

investigación sobre felicidad y bienestar psicológico. La cristalización de lo anterior, se puede

ejemplificar en el desarrollo de estrategias e intervenciones positivas y de un tipo de

Psicoterapia Positiva (Seligman, Rashid y Parks, 2006), como lo es la Terapia del Bienestar

(Fava, 1999; Fava y Ruini, 2003; Berrocal, Ruini y Fava, 2008, citados en Vázquez y Hervás,

2008), o la terapia Dialéctica Cognitivo Conductual (Linehan, 2003; Mombelli y Boggiano,

2008; Pechon y Fabris, 2008) y la terapia de Aceptación y Compromiso (Mombelli y Boggiano,

2008). La puesta en marcha de intervenciones que abarcan los rasgos individuales positivos

como ser el optimismo (Seligman, 1999; 2003; Seligman, Schulman y Tryon, 2007) la capacidad

de perdón (Enright, Mullet y Fitzgibbons, 2001; Harris et al, 2001; citado en Seligman, 2003;

Worthington, 2001; citado en Seligman, 2003), el humor (Jáuregui, 2008; en Vázquez y Hervás,

2008), las experiencias de flujo (Csikszentmihalyi, 2007), gratitud (Emmons y McCullough,

2003), la esperanza (Cheavens, Feldman, Woodward y Snyder, 2006; Klausner, Snyder y

Cheavens, 2000), entre otros. Gran parte de estas intervenciones positivas incrementan el

bienestar y asimismo, se perfilan como una herramienta efectiva para reducir la sintomatología

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depresiva (Hervás, Sanchez y Vázquez, 2008; en Vázquez y Hervás, 2008; Sin y Lyubomirsky,

2009). Destacamos que gran parte de estos desarrollos son recientes, y aún se precisan de más

comprobación empírica y mayor sustento científico que los avalen, sin por ello opacar su

contribución invalorable a la práctica profesional.

El concepto Salud Positiva y sus implicancias en el marco de la PP, nos llevan a

considerar fugazmente dicho término. El hablar de salud positiva conlleva incorporar los

aspectos salugénicos y no solo de los vinculados a la enfermedad o a su simple ausencia, en

relación a la salud en general, implica incluir en la labor de los profesionales de la salud, no sólo

el tratamiento y la prevención de los trastornos, sino también la promoción de la salud (Vázquez

y Hervás, 2008). La postura general de la PP hacia la prevención (Buchanan, Gardenswartz y

Seligman, 1999; Seligman, 2000; Seligman y Csiskzentmihalyi, 2000; Seligman y Peterson,

2007; en Aspinwall y Satudinger, 2007; Seligman, Schulman y Tryon, 2007) implica considerar

un conjunto de amortiguadores contra la psicopatología, es decir, las tendencias humanas

positivas y la lista de la clasificación de fortalezas y virtudes. Dicha clasificación a su vez se

convertirá en los pilares científicos básicos (Seligman y Peterson, 2007; en Aspinwall y

Satudinger, 2007) de la prevención propiamente dicha. Otro término asociado a salud positiva, es

el de bienestar psicológico y sus implicancias, sobre el cual también se han desarrollado planteos

desde la PP (Ryff y Singer, 1996; en Vázquez y Hervás, 2008; Seligman, 2003), que

retomaremos más adelante.

Otro tema importante, es el desarrollo de intervenciones dedicadas a promover

Instituciones Positivas, en particular en organizaciones y escuelas, como es el caso de los

trabajos que realiza Linley y sus colaboradores (2006) en Inglaterra, un ejemplo de ello es la

gestión positiva de recursos humanos (Page et al, 2008; en Vázquez y Hervás, 2008); y las

relaciones saludables en el lugar de trabajo (Turner, Barling y Zacharatou, 2002; en Paludo y

Koller, 2007) “que impiden que los riesgos conocidos que presenta, como el estrés y la depresión

y al mismo tiempo, promover el bienestar psicológico y físico” (Paludo y Koller, 2007, 10).

2.1.3 Plano prospectivo

Provisoriamente damos por acabado algunos de los más recientes desarrollos y avances

en relación a la PP, para incursionar en algunas cuestiones más bien prospectivas sobre la misma.

La PP, según Vázquez (2006), promoverá e investigará como hasta ahora lo viene haciendo,

aquellos aspectos relacionados con el bienestar y la felicidad humana. En la misma línea,

Mischel y Mendoza-Denton (2007; en Aspinwall y Staudinger, 2007) afirman que el desafío de

la “será iluminar aquellos procesos psicológicos que conduzcan al funcionamiento positivo u

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óptimo, a la fortaleza y al bienestar” (p. 345), y agregamos adhiriendo a métodos comprobables

y rigurosos, adaptados a la cultura y al contexto de su aplicación.

Casullo (2008) afirma que la PP al momento de su desarrollo teórico y metodológico, se

debate entre ser un área más de la Psicología o integrarse a la misma, y a otras disciplinas afines

como la Sociología, Antropología, Economía, Neurociencias. Gancedo (2008b) añade que la PP

será “absorbida como „subsistema común‟ a todos los enfoques vigentes -Gestalt, Psicoanálisis,

humanístico, Cognitivismo, entre otros-”, resultando en “dos campos autónomos y

complementarios dentro de la psicología general”. Una muestra de lo anterior, se manifiesta en

un simposio acerca de la PP y distintas escuelas de psicoterapia y sus implicancias, entre ellas el

Psicoanálisis (Imbriano, 2008), Psicoterapia Sistémica (Ceberio, 2008b), Logoterapia (Oro,

2008), Psicoterapia Cognitiva (Bregman, 2008) y Gestalt (Cohen, 2008) en el Tercer Encuentro

de PP en Buenos Aires.

Seligman y Peterson (2007; 411) plantean algunos criterios acerca del impacto futuro

de la PP, en orden a ser concebido como fructífero o no. El primer criterio implica un

“establecimiento de un descubrimiento científico serio”; no solo basado en los desarrollos o

especulaciones teóricas, así como la necesidad de un modelo epistemológico unificado y

coherente que organice, sistematice y guíe el conocimiento acerca del bienestar psíquico

(Gancedo, 2008b). El segundo criterio conlleva “el desarrollo de una bien aceptada

clasificación de los aspectos de la excelencia humana y de los medios válidos y confiables de

medir sus posibilidades”. El último criterio señalado por Seligman y Peterson (2007; en

Aspinwall y Staudinger, 2007), implica la “aplicación útil y bien conocida” en los distintos

dominios de la vida, a saber; en la industria, en la familia, en la educación, en la comunicación y

en la clínica. Los autores citados señalan su posición optimista acerca del progreso de la ciencia

de la PP.

2.2 La Psicología Positiva y algunos conceptos fundamentales

2.2.1 Definición de Psicología Positiva

Distintos autores (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000; Sheldon, Fredrickson, Rathunde,

Csikszentmihalyi, 2000; en Pawelski, 2003; Sheldon y King, 2001, en Vázquez y Hervás, 2008;

Gable y Haidt, 2005; en Amoros Gómez, 2007; Editorial, The Journal of Positive Psychology,

2005; en Linley, Harrington y Word, 2006) plantean similares definiciones acerca de la PP,

intentan identificar su objetivo, su propósito. Gancedo (2008a, 24) cita la definición de PP que

sigue los lineamientos aportados por Linley y sus colaboradores (2006), que abarca y resume

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claramente los planteos anteriores, y es la siguiente:

“La PP es el estudio científico del funcionamiento psíquico óptimo. Desde un nivel meta-

psicológico, intenta corregir el desbalance histórico en la investigación y la práctica

psicológica llamando la atención sobre los aspectos positivos del funcionamiento y la

experiencia humana. En un nivel pragmático, se trata de entender las condiciones, los

procesos y los mecanismos que llevan a aquellos estados subjetivos, sociales y culturales

que caracterizan una buena vida”.

Esta definición resume en gran medida lo que es la PP en sí, y su concepción más actual.

Retomamos las palabras de dicho autor quien afirma que “necesitamos de una psicología que

este a la altura de las circunstancias, porque esa es la pieza que falta en el rompecabezas de la

predicción del comportamiento humano” (Seligman, 2003, 29), es aquí donde una vez más, se

refleja el aporte que renueva y potencia la PP.

2.2.2 Una visión positiva acerca del Bienestar y la Felicidad

Presentamos brevemente el encuadre positivo acerca del Bienestar Psicológico, y uno de

los modelos explicativos. Seguimos a Seligman (2003), quien concibe la investigación sobre el

bienestar en enfoques de tipo hedonistas (centrados en la emoción) y enfoques eudemónicos

(centrados en el pleno funcionamiento de la persona), adhiriendo a este último.

Siguiendo a Vázquez y Hervás (2008) quienes citan los distintos modelos psicológicos

acerca del bienestar con un matiz positivo, como el Modelo de Carol Ryff (Ryff y Singer, 1996;

en Vázquez y Hervás, 2008). Este modelo trae como principal aporte el delimitar dimensiones

básicas (autoaceptación, relaciones positivas, autonomía, dominio del entorno, propósito en la

vida, y crecimiento personal) que reflejan la salud mental en las personas.

Seligman (2003) plantea que existen tres vías fundamentales que conducirían a la

felicidad: la vida placentera (pleasant life), que incluiría aumentar las emociones positivas

sobre el pasado, el presente y el futuro; la vida comprometida (engaged life), que se refiere a la

puesta en práctica cotidiana de las fortalezas personales con el objetivo de desarrollar un mayor

número de experiencias óptimas (flow); y la vida significativa (meaningful life), que incluiría el

sentido vital y el desarrollo de objetivos que van más allá de uno mismo. Tanto la vida

comprometida como la significativa, se asocian más a la satisfacción con la vida. Seligman

(2003) agrega que las tres vidas, no son incompatibles, y en cierta forma nos desafía a

procurarlas y a su vez esto sirvió de base para dar origen a estrategias e intervenciones cuya meta

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es incrementar el bienestar en los tres niveles o vidas. Un ejemplo de lo anterior, buscando

aumentar el nivel de “flow”, se propone un ejercicio que consiste en pensar cómo usar más a

menudo en el día a día cotidiano sus fortalezas personales (Vazquez, Hervás y Ho, 2006).

2.3 Carácter, Fortalezas del Carácter y Emociones Positivas

2.3.1 Carácter

El Carácter es un término de la Psicología de la Personalidad, que fue abandonado por

su falta de objetividad, su fuerte carga de moralidad; y dificultad en la medición (Seligman,

2003). El Carácter como concepto implica además, la noción de rasgo y a su vez, la influencia

del entorno y al mismo tiempo, abre la posibilidad de aprendizajes.

Seligman (2003) señala que existe una naturaleza humana de tipo positiva buscando

desterrar el dogma imperante en la mirada psicológica, acerca de que buenas acciones provienen

de intentos por reprimir impulsos o instintos inaceptables o negativos. Dicho autor añade que “la

acción deriva del carácter, que el carácter se manifiesta de dos maneras, ambas igualmente

fundamentales: el mal carácter y el carácter bueno o virtuoso4 (good character)” (Seligman,

2003,173). Asimismo, toda ciencia que busque explicar y comprender la actividad humana debe

recurrir a la noción de Carácter, o al menos explicar acertadamente el carácter y la capacidad de

elección (Seligman, 2003). De allí, que el interés se dirige hacia la creación de una taxonomía

del buen carácter, de cómo medirlo para luego ir deslizándose hacia la tarea de intervención para

mejorar el carácter.

En desarrollos más recientes, el Carácter se entiende como un conjunto, “una familia de

características positivas reflejadas en sentimientos, pensamientos, y acciones, cada una de las

cuales se extienden a lo largo de un continuo” (Park y Peterson, 2009, 3). De esta manera, el

carácter implicaría un compendio de rasgos positivos (Martines Martí, 2006), en suma se concibe

como un “umbrella term” (Seligman, 2004).

El buen carácter está en función de las virtudes centrales de las que se ocupa la PP

(Seligman, 2003; Pawelski, 2004). Seligman (2003) afirma que considerar que una persona

virtuosa es aquella que sólo posee todas las virtudes (de interés para la PP), es un “criterio

demasiado estricto para los pobres mortales”. Dicho autor, añade que concibe al carácter como

“algo plural, y la existencia de actividad no virtuosa con respecto a una fortaleza no significa que

esa persona no pueda tener y mostrar otras fortalezas, o que no pueda ser una persona

virtuosa”.Como Park y Peterson (2009), señalan, el buen carácter es multidimensional, y para

4 Se utiliza las expresiones “carácter bueno o virtuoso” o “buen carácter” como sinónimos.

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evidenciar tal particularidad, se define por sus componentes que son las fortalezas del carácter.

Dichos autores, advierten que tal tipo de carácter se captura mejor a través de un perfil, más que

sólo por un simple indicador o presencia de una fortaleza. Por ejemplo, una persona puede ser

muy amable u optimista pero no posee otros elementos del buen carácter; se describe como tal

pero esto no implica que posea dicho carácter.

2.3.2 Fortalezas Humanas

Desde la PP, se consideran tres niveles conceptuales en la clasificación de las fortalezas

humanas, y estos son: las Virtudes, las Fortalezas del Carácter, y los Temas Situacionales, y así

también nos ocupamos de las Emociones Positivas.

Virtudes y Fortalezas del Carácter. Una fortaleza es un rasgo, por ende se despliega en

distintas situaciones y a lo largo del tiempo; es valorada por derecho propio y frecuentemente sus

consecuencias son positivas (Seligman, 2003). Desde la PP, nos centramos en las Fortalezas

Personales o del Carácter, que son vías para alcanzar la Virtud (Seligman y Peterson, 2001; en

Carr, 2007), y son a su vez mensurables y adquiribles (Seligman, 2003).

En 2004, Seligman y Peterson, publican los resultados de investigaciones acerca de las

fortalezas del carácter o personales que derivan en un compendio acerca de las mismas (ya citado

anteriormente), el cual a su vez es provisional y seguirá ampliándose a medida que aumenten los

desarrollos teóricos y prácticos al respecto. Según Seligman (2003) tales fortalezas son

seleccionadas según tres criterios: a) que se valoren en prácticamente todas las culturas; b) que se

valoren por derecho propio, no como medio para alcanzar otros fines; y c) que sean maleables.

La elección de cada una de las fortalezas y virtudes de la clasificación siguió un proceso donde

se citan algunos aportes de la filosofía, las religiones y la psicología (Seligman, 2003; Gancedo,

2008a); finalmente, se recogen aquellas fortalezas y virtudes consideradas al menos ubicuas u

omnipresentes.

Se priorizan 24 fortalezas del carácter (Peterson y Seligman, 2004; Seligman, 2003), que

derivan en categorías compuestas por seis virtudes, que han probado consenso a través de

culturas y de los tiempos, y se presentan en la tabla No. 1. Tales fortalezas y virtudes hacen a la

personalidad positiva, y promueven en esta las emociones de orden positivo. Las fortalezas y las

virtudes actúan a modo de barrera contra la desgracia y los trastornos psicológicos y pueden ser

clave para aumentar la capacidad de recuperación, la Resiliencia (Masten, 2001; Scales, Benson,

Leffer y Blyth, 2000; Taylor et al, 2000).

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Desde la PP (Seligman, 2003; Seligman, Steen, Park, y Peterson, 2005; Park y Peterson,

2009) se plantea que la verdadera felicidad o el funcionamiento óptimo; deriva de la

identificación y el cultivo de la fortalezas distintivas de la persona, y de su uso cotidiano en el

trabajo, el amor, el ocio y la educación de los hijos. Lo anterior, se asocia a una de las vías

fundamentales (la vida comprometida o engaged life), hacia la felicidad según Seligman (2003).

En resumen, esta clasificación de fortalezas humanas refleja que: “las fortalezas de la

realidad psíquica humana existen per se – no como defensas o derivados de enfermedades-,

pueden observarse en la conducta, y pueden ser estudiadas en profundidad por la ciencia

psicológica” (Gancedo, 2008a, 27). A su vez, trae una perspectiva optimista acerca de la visión

del hombre. Seligman (2003) afirma que la PP se apoya en la capacidad de elección y la

voluntad del ser humano. Siguiendo en esta línea, el hombre es un ser con aspectos positivos y

negativos, con fortalezas y debilidades, con cierto determinismo que pesa sobre sus espaldas;

pero a la vez con cierta libertad en sus pensamientos y acciones (Pawelski, 2003), con

posibilidad de crecimiento. Asimismo, Peterson y Seligman (2004) refieren en forma optimista

que esperan, con esta clasificación de las fortalezas del carácter; abrir a los psicólogos los

caminos de profundización e investigación sobre los mismos.

Temas Situacionales. Los Temas Situacionales o habilitadores son “factores que hacen

que una persona manifieste unas fuerzas dadas en una situaciones concretas y, en consecuencia,

contribuyen al logro de las virtudes” (Peterson y Seligman, 2001, en Carr, 2007). Según Carr

(2007, 83), las condiciones habilitadoras pueden ser contar con “oportunidades educativas y

profesionales, gozar de un entorno familiar sólido y de unas escuelas seguras, y vivir en una

situación de estabilidad política y de democracia”. Dicho autor agrega además como condiciones

habilitadoras a los otros, los vínculos interpersonales, como ser la presencia de mentores,

modelos de roles y buenos compañeros en la familia inmediata o fuera de ella. Otros aspectos

situacionales pueden fomentar fortalezas y virtudes como, por ejemplo, aspectos del entorno

físico y del social es decir la previsibilidad y la capacidad de control o la novedad de los mismos

(Carr, 2007).

Emociones Positivas. Seguimos a Fredrickson (1998, 2001), quien plantea que las

emociones positivas amplían los repertorios de pensamiento y acción, y construyen los recursos

personales (sean físicos, intelectuales, psicológicos y sociales). Simultáneamente, debemos

recordar que las emociones positivas están ligadas a factores genéticos, pero hay una parte

importante que depende de circunstancias vitales y; sobre todo, de factores controlables

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intencionalmente (Lyubomirsky et al, 2005) abriendo la posibilidad de intervención en este

nivel.

Según Seligman (2003), las emociones positivas pueden centrarse en el pasado, el

presente o el futuro, y hacen parte de la vida placentera (pleasant life), es decir, es una de las vías

hacia la felicidad, el bienestar. Las emociones positivas respecto al futuro son el optimismo, la

esperanza, la fe y la confianza. Las relacionadas con el presente son la alegría, el éxtasis, la

tranquilidad, el entusiasmo, la euforia, el placer y -la más importante- la fluidez o flow (en

inglés). Las emociones positivas sobre el pasado incluyen la satisfacción, la gratitud, la

realización personal, el orgullo y la serenidad. Nos abocamos a algunas de las emociones

positivas citadas, entre ellas, la esperanza, la fluidez y la gratitud; como ejemplos sucintos que

así también cuentan con una notable evidencia empírica a su favor.

La esperanza es el proceso cognitivo que lleva a los sujetos a persistir en sus objetivos

hasta alcanzarlos (Cheavens, Feldman, Woodward y Snyder, 2006). Este es un concepto

fuertemente ligado al optimismo, dada la perspectiva de futuro que les incumbe. Según Snyder

(2000) la esperanza implica la capacidad de planificación de vías o rutas para alcanzar objetivos

deseados a pesar de los obstáculos y una agencia o motivación para seguirlas. Por lo tanto, “las

emociones positivas y negativas son el resultado de un pensamiento esperanzado o

desesperanzado dirigido a objetivos” (Carr, 2007, 123). Destacamos que existe una gran cantidad

de evidencia empírica a favor de la esperanza y el optimismo, como predictores de buena salud

física y mental (Peterson, 2000, Scheier et al, 2000; citado en Carr, 2007; Taylor et al, 2000).

Csikszentmihalyi (2007) denomina fluidez o flow, al estado psicológico particular que

surge al realizar tareas o actividades que son difíciles pero controlables, que requieren de

motivación intrínseca y de cierta capacidad para realizarlas. A su vez tales tareas implican metas

claras y retroalimentación inmediata, una notable concentración y además se altera la percepción

del tiempo (los minutos parecen horas, y las horas parecen minutos). Las experiencias de fluidez

pueden ocurrir por ejemplo al practicar deportes, al leer, en actividades creativas (artísticas y

musicales), así como en la realización de ciertos trabajos, un ejemplo de ello podría ser la tarea

de los psicólogos al acompañar a sus pacientes en un proceso terapéutico. Al experimentar

fluidez, los individuos experimentan un crecimiento de la personalidad, es decir, trascendencia;

disfrute y un mejoramiento en la calidad de vida.

La gratitud concebida como una emoción, es aquella que se experimenta cuando las

personas reciben un regalo valioso o un favor que fue intencionalmente dado por otro

(McCullough et al, 2001). La gratitud contribuye a aumentar la satisfacción con la vida ya que

ensancha los recuerdos positivos sobre el pasado: su intensidad, su frecuencia y las etiquetas de

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estos (Seligman, 2003). Fomentar la gratitud incrementa el funcionamiento óptimo y el bienestar

(Emmons y McCullough, 2003; Sheldon y Lyubomirsky, 2006), es un poderosa emoción para

afrontar la adversidad (Fredrickson, 2004, en Emmons y McCullough, 2004); y promueve las

conductas prosociales dando lugar a un enorme altruismo (Nowack y Roch, 2007).

2.4 Algunos hallazgos y evidencia empírica a favor de las fortalezas del carácter y las

emociones positivas

2.4.1 Algunos hallazgos y evidencia empírica a favor de algunas fortalezas del carácter

El optimismo es una de las fortalezas de carácter con mayor sustento científico, y apoyo

teórico. Definido como característica psicológica disposicional (Scheier y Carver, 1993, citado

en Vázquez y Hervás, 2008), ha sido relacionado en numerosos estudios con el éxito personal, la

salud física y el bienestar psicológico (Avia y Vazquez, 1998; citado en Vázquez y Hervás,

2008). El optimismo, conceptualizado y evaluado de muchas maneras, ha sido vinculado al

humor positivo; a la perseverancia y solución eficaz de los problemas; al éxito académico,

atlético, militar, ocupacional, y político; a la buena salud; y también a la vida larga y a la

liberación del trauma (Peterson, 2000; Snyder, 2000; citado en Carr, 2007). El optimismo en los

inicios de la adultez predice una salud mejor en la madurez, durante períodos de hasta más de

treinta años (Peterson et al, citado en Carr, 2007).

La vitalidad como fortaleza de carácter que implica pasión por las cosas, entusiasmo,

vigor, energía habituales frente a la vida; predice aquellos que conciben su trabajo como una

vocación, y se vincula a la satisfacción laboral y satisfacción con la vida en general. Estudios

recientes, indican que esta fortaleza es el mayor factor predictivo de trabajo como una vocación

(Peterson et al, 2009), lo cual abre un panorama optimista en relación al área laboral.

El perdón es una de las fortalezas del carácter que se ha sido más estigmatizada, o

relegada a lo religioso, o tratada desde una óptica naïve, desde nuestra opinión. Desde una

perspectiva psicológica, el perdón está asociado a un mayor bienestar físico y psicológico, a una

mayor satisfacción marital, a una menor criminalidad y a un mejor ajuste a la muerte de un ser

querido (McCullough, Pagarment y Thoresen, 2000; McCullough y Witvliet, 2002; Oyen et al,

2001; citado en Carr, 2007). Además, las intervenciones que incrementan el perdón refuerzan el

bienestar psicológico y físico (Friedman et al, 1986; en Carr, 2007) y se asocia a disminución de

sentimientos de aflicción y dolor (Coyle y Enright, 1997), de síntomas depresivos (Mauger,

Perry, Freeman, Grove y McKinney, 1992; citado en Casullo y Fernandez Liporace, 2006) y

estados ansiosos (Freedman y Enright, 1996; citado en Casullo y Fernandez Liporace, 2006). El

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perdón cumple una función importante en la psicoterapia individual y de pareja (Carr, 2007;

Ripley y Worthington, 2002).

Otras fortalezas de carácter que se inscriben en la virtud de trascendencia, son el humor y

la espiritualidad (religiosidad, fé, propósito). El uso del humor que adquiere diversos sentidos:

como promoción del humor, como estilo cognitivo de pensamiento, como actividad salutógena

promotora de estado de ánimos positivos (Klein y Simonton, 2002; citado en Vázquez y Hervás,

2008) y emociones positivas (Jauregui, 2008; en Vázquez y Hervás). El uso intencionado o

espontáneo del humor en el marco de una psicoterapia para facilitar el insight del paciente

(Franzini, 2001; en Vázquez y Hervás, 2008), puede facilitar y mejorar el vínculo terapéutico

(Salameh, 1987; citado en Camacho, 2004). Además, permite tener una nueva perspectiva de una

situación dolorosa o difícil, asimismo facilita el proceso de cambio (Dunkelblau, McRay y

McFadden, 2001; citado en Camacho, 2004).

La espiritualidad, la religiosidad, la fe, y las instituciones que las promueven traen

beneficios a la salud de las personas. “Al proporcionar un marco moral claro, ayudan a construir

significado y ofrecen un sentido de propósito, esperanza y apoyo emocional” (Dull y Skokan,

1995; Maton y Pargament, 1987; en Martinez Martí, 2006).

La religión es relevante en el afrontamiento de duelos (Yoffe, 2006), la enfermedad y el

estrés psicológico (Handal, Black-Lopez y Moergen, 1989; Williams, Larson, Buckler,

Heckmann y Pyle, 1991; Pargament, 1997; citado en Martines Martí, 2006). La religión también

está asociada a la capacidad de perdonar (Rye et al, 2000, en Martines Martí, 2006); y la

compasión (Wuthnow, 1991; en Martines Martí, 2006); y la implicación en la iglesia es a

menudo un predictor de altruismo, voluntariado y filantropía (Hodgkinson, Weitzman y Kirsch,

1990; Schervish, 1990; Regnerus, Smith y Sikkink, 1998; Smith, Fabricatore y Peyrot, 1999;

Mattis et al, 2000, citado en Martines Martí, 2006). Por último, la religión se considera como un

elemento potencialmente protector de salud mental (Shafranske, 1996; en Yoffe, 2008), que

fomenta el autocontrol o la autorregulación (McCullough y Willoughby, 2009).

Según datos de distintas investigaciones (Park y Peterson, 2009), las fortalezas de

carácter consistentemente relacionadas con la Satisfacción con la vida -un indicador importante

del bienestar personal- son la gratitud, la esperanza, el entusiasmo, la curiosidad, y el más

importante, el amor (Park y Peterson, 2006; Park, Peterson, y Seligman, 2004; en citado en Park

y Peterson, 2009). Dado lo anterior, se hace hincapié en que los individuos tienen que cultivar

estas fuerzas para lograr una buena vida a nivel psicológico (Park y Peterson, 2009). En

resumen, gran parte de las fortalezas de carácter cuentan con sólido apoyo científico, y acumulan

crecientemente cada vez más evidencia en su haber, gran parte de ellas se vinculan al bienestar,

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la salud física y psicológica, tanto a nivel individual como de toda la sociedad (Park y Peterson,

2009).

2.4.2 Algunos hallazgos y evidencia empírica a favor de las emociones positivas

Las investigaciones sobre las emociones positivas y su función adaptativa, en el marco de

la PP (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000) son numerosas, y sus aportes son muy importantes

para los profesionales de la salud. Las emociones positivas incrementan los recursos

intelectuales, físicos (predice el estado de salud y la longevidad) y sociales (fomenta una vida

social rica y plena), según distintos autores (Fredrickson, 1998, 2001, 2003; Salovey et al, 2000).

Asimismo, tales emociones mejoran la capacidad de afrontamiento ante situaciones adversas ya

que fomenta la Resiliencia psicológica en las personas (Aspinwall y Staudinger, 2007;

Fredrickson, 2001, 2003; Lyubomirsky, King y Diener, 2005; Tugade et al, 2004). Isen (1987;

en Aspinwall y Staudinger, 2007) agrega que las emociones positivas promueven la capacidad de

ayuda, generosidad y responsabilidad social.

2.5 Inventarios, cuestionarios positivos

En el marco de la PP, encontramos una creciente batería de inventarios, escalas positivas.

Uno de ellos, es el cuestionario comúnmente conocido como VIA-IS (Values in Action Inventory

of Strengths) o Cuestionario de Fortalezas Personales. Según Seligman (2002; en Carr, 2007)

cada persona tiene sus fortalezas distintivas o principales, son las fortalezas del carácter

definidas y evaluables según el cuestionario de fortalezas personales en las que una persona

obtiene puntuaciones especialmente elevadas (Carr, 2007).

El cuestionario consta de 240 ítems, es autoadministrado y puede realizarse vía internet,

y el tiempo requerido para su realización es de 30 minutos aproximadamente. Al completar el

cuestionario, se obtiene un perfil donde el orden de las fortalezas refleja las puntuaciones

globales en las 24 fortalezas del cuestionario, es decir, en qué grado están presentes cada una de

ellas en el evaluado. Las cinco primeras fortalezas, son las fortalezas personales principales, y

son estas las que desde la PP se recomienda de poner en práctica más frecuentemente para

incrementar el bienestar y la felicidad (Seligman, 2003; Seligman, Steen, Park, y Peterson,

2005). Las subescalas de fuerzas del carácter del VIA-IS presentan una buena fiabilidad (Carr,

2007, Linley et al, 2007) y una consistencia interna aceptable (α > 0.70). En la actualidad, el

cuestionario se encuentra en proceso de validación (Carr, 2007; Gancedo, 2008a; Park y

Peterson, 2005).

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Seguimos a Gancedo (2008a), y citamos algunos de los cuestionarios sobre fortalezas y

virtudes bajo el marco de la PP: 1) Values in Action Inventory of Strengths (VIA-IS; inventario

para adultos, se correlaciona con las medidas de bienestar subjetivo y la felicidad); 2)Values in

Action Rising to de Occasion Inventory (VIA- RTO; indaga sobre la respuesta a situaciones que

podrían poner en juego las fortalezas del carácter); 3) Values in Action Inventory for Youth (VIA-

Youth; inventario similar al VIA-IS para ser administrado en niños y adolescentes entre 10 y 17

años); y, 4)Values in Action (VIA) Structured interview (cuestionario para administrar en

entrevista individual que indaga la manera como el entrevistado actúa habitualmente ante

situaciones que corresponden a cada fortaleza del carácter en particular). Tales instrumentos

positivos, han sido traducidos a otros idiomas (como español, chino, etc.). Se muestran muy

promisorios para la obtención de datos que podrían ayudar en un futuro, a realizar diagnósticos e

intervenciones desde la perspectiva de la PP (Gancedo, 2008a; Linley et al, 2007; Park, Peterson

y Seligman, 2004; Park y Peterson, 2009) así como propulsar investigaciones sobre las

interacciones etiológicas de las fortalezas humanas con los trastornos clínicos (Seligman y

Peterson, 2007; en Aspinwall y Staudinger, 2007).

2.6 Críticas a la Psicología Positiva

Desarrollamos algunas de las críticas hechas a la PP, particularmente en relación a su

denominación (que ya fue señalada anteriormente), a la creencia errónea de que este movimiento

científico es una filosofía o una simple moda, por el contrario y dado lo reseñado en este trabajo,

afirmamos que es una ciencia propiamente dicha, es la ciencia de la PP (Seligman, 2003; Posek,

2006; Seligman y Peterson, 2007; en Aspinwall y Staudinger, 2007) es además un modelo

explicativo complementario al modelo tradicional centrado en el déficit. Lo anterior se asocia

al origen de la PP, vinculado al paso del Modelo Médico dominante de tono más organicista

en la psicología a un Enfoque Salugénico (Daset Carretto, comunicación personal, 12 de febrero,

2009). Otra de las críticas, gira en torno a exaltar una visión dualista y dicotómica de la realidad

(Gancedo, 2008a); donde se privilegian los aspectos positivos, se descalifican o ignoran los

negativos (Held, 2002,2004; en Casullo, 2008). Lo anterior, refleja la influencia de la

idiosincrasia americana, donde el optimismo y el pragmatismo son centrales, y a los cuales

parecería dárseles la categoría de verdad científica (Held, 2002, 2004; en Casullo, 2008),

corriendo el riesgo de caer en una visión dicotómica del ser humano enfocada sólo en lo positivo

(Gancedo, 2008a), y de alguna forma caer en errores ya cometidos en psicología y la tendencia a

la fragmentación de la experiencia y las vivencias humanas. Finalmente, consideramos el peso de

la impronta cultural de su creador y de sus promotores en todo el cuerpo teórico y práctico de la

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PP, sin embargo, esto se ve cada vez más acotado, dado a los trabajos de investigación y de

aplicación en países iberoamericanos, por nombrar algunos de ellos, que ejemplifican una

apropiación y adaptación de los planteos de la PP. Sin embargo, la necesidad de una mayor

evidencia y eficacia de las intervenciones bajo el marco de la PP, se hace necesario con el fin de

su inclusión en la práctica clínica y no-clínica (como son las escuelas o las organizaciones) en

otros países además de su lugar de origen.

Cerramos este capítulo, afirmando optimistamente que la PP es una ciencia con raíces

profundas en desarrollos anteriores, que crece a pasos agigantados. En el próximo capítulo,

abordaremos otro Enfoque Salugénico, la Resiliencia y ciertos aspectos relevantes del mismo.

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CAPÍTULO III

RESILIENCIA

La Resiliencia psicológica en el mundo actual, cambiante y complejo, en el que vivimos;

es cada vez más importante ya que humaniza y amplía la mirada sobre el ser humano y su modo

de enfrentar la adversidad; y al ubicarnos desde una perspectiva salugénica esto se vislumbra aún

más. En cierta forma, buscamos comprender y aprender acerca de la resiliencia, lo cual lleve a su

vez al desarrollo de estrategias de prevención y promoción de los factores que la fomenten

(Sameroff, 2006, en Encyclopédie du CEDJE; Yates y Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004),

trayendo así un poco más de esperanza en las ciencias psicológicas (Cyrulnik, 2006).

En este tercer capítulo, atendiendo a las preguntas iniciales en esta memoria sobre la

Resiliencia; realizamos una revisión acerca del origen y desarrollo de la Resiliencia desde el

punto de vista psicológico, incluyendo la etimología del concepto, su definición hasta algunas

perspectivas actuales en relación a la Resiliencia como la perspectiva del desarrollo, ecológica, y

así también de fortalezas. Nos ocupamos de una pregunta particular: ¿la Resiliencia es un rasgo o

un proceso?. Continuamos con los aspectos centrales y principales hallazgos sobre Resiliencia,

como los factores resilientes o protectores en relación a diferentes etapas del ciclo vital (niños,

adolescentes, adultos, entre otros). Y por último, nos ocupamos de la evaluación y medición de

la Resiliencia así como de las críticas acerca de la misma.

3.1 Una revisión acerca del origen y desarrollo de la Resiliencia desde el punto de vista

psicológico

3.1.1 La Resiliencia: etimología del concepto

El vocablo Resiliencia tiene su origen en el idioma latín, en el término resilio que

significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar (Diccionario Esencial Vox, 1999).

Resiliencia es un concepto que proviene de la Física, el cual denota la propiedad de un material

para retornar a su forma original luego de ser expuesto a una presión alta o deformadora. Por lo

tanto, este concepto es tomado de la Física, y adaptado a las Ciencias de la Salud, en particular,

la psicología.

Según Kalawaski y Haz (2003) el término fue usado, explícitamente, por primera vez en

Psicología y en Psiquiatría en 1942. Sin embargo, solo unas décadas más tarde, se afianza en las

ciencias psicológicas de la mano de la investigación empírica como veremos más adelante.

3.1.2 Desarrollo histórico y teórico de la Resiliencia ligado a la investigación

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La investigación en Resiliencia psicológica data desde hace más de treinta años (Infante,

2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001; Luthar, 2006; en Yates, 2006; Masten y Reed, 2002;

Yates y Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004).

En los años 70, Anthony realizó investigaciones centradas en niños de alto riesgo,

enfocadas en la observación de su desarrollo antes de que surgiese la patología, e intentaba

indagar acerca de qué y cómo está dada la vulnerabilidad y la inmunidad del niño frente a los

riesgos, y su vez cómo afrontaba exitosamente los mismos. Posteriormente, tales resultados

derivaron en la introducción del concepto de Vulnerabilidad, y el admitir que cada persona es

vulnerable en distinto grado frente al riesgo.

Distintas investigaciones se ponen en marcha en torno a la vulnerabilidad en niños en

situación de alto riesgo. Una de las investigaciones citadas en la mayoría de la literatura sobre

Resiliencia, es la de Werner y Smith (1992), quienes realizaron un estudio epidemiológico

social y longitudinal, donde se registra durante treinta años la vida de una cohorte de quinientas

personas en la Isla de Kauai (Hawai), desde su nacimiento en 1955 hasta su adultez. Dicha

población atravesó a lo largo de su vida por múltiples situaciones de riesgo: pobreza extrema,

maltrato, abuso, alcoholismo, disolución de los vínculos familiares, etc. Sobre un total de 201 de

los niños de dicho cohorte, considerados a la edad de dos años y en relación a una serie de

indicadores, como altamente susceptibles de desarrollar trastornos de conducta; alrededor de 70

niños evolucionaron favorablemente sin intervención terapéutica y se convirtieron en jóvenes

competentes y bien integrados. Posteriormente, de aquellos sujetos no resilientes en la

adolescencia, lo lograron en la adultez, por lo tanto; cerca del 80% evolucionó positivamente

(Manciaux, 2001).

En el mismo tiempo, aparece el concepto de Invulnerabilidad, denominándose como

invulnerables (Anthony, 1974; citado en Manciaux, 2003), invencibles (Garmezy, 1985; citado

en Manciaux, 2003) a aquellos niños que no desarrollaban patologías en contextos de alto riesgo.

Asimismo dicho concepto, no revelaba el por qué de aquellos que superaban los riesgos, la

adversidad. Rutter (1993, en Manciaux, 2003) realiza unas críticas a la invulnerabilidad como

concepto contrastado con la Resiliencia, y señala que la primera implica una resistencia absoluta

al daño, lo cual no es posible ya que cada persona es resistente, pero con ciertos límites. El autor

citado añade que dicha resistencia absoluta se revelaría frente a todas las circunstancias de

riesgo, lo cual es imposible dada las características de la Resiliencia, es decir que varía frente a

los sucesos de riesgo. Por último, la Invulnerabilidad supone una característica intrínseca e

invariable del individuo, lo cual es refutado; dado que la Resiliencia se origina en un proceso

que incumbe al individuo y al contexto, y a su vez está atravesada por las características del

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desarrollo, es decir, los cambios en uno (desarrollo) influirán en los cambios en otro aspecto

(Resiliencia). Por lo tanto, el Modelo de Invulnerabilidad es dejado de lado.

Observamos un movimiento desde la Vulnerabilidad hacia la Invulnerabilidad, hasta

encontrar un punto de equilibrio, entre estas posturas extremas; y es el estudio de las

competencias de los niños en situación de alto riesgo que no sucumben a la patología, de las

capacidades de afrontamiento y de ajuste (coping). Lo anterior, dio lugar a otro modelo de

explicación, el Modelo de la Resiliencia y los Factores de Protección (Theis, 2003; en

Manciaux, 2003). Tal modelo enfatiza la reducción del riesgo y el fomento de las competencias.

A esto se suma, lo señalado por Tomkiewicz (2004, 44): “el concepto de Resiliencia, ha puesto

fin a la dictadura y a los desvíos del concepto de vulnerabilidad”.

Retomamos el estudio citado, de Werner y Smith (1992), donde se observó que muchos

de los sujetos lograban sobreponerse a las adversidades y desarrollaban potencialidades para

reconstruir su vida. A partir de esta comprobación, dichos investigadores realizan un estudio

sobre cuáles son las características de la población que sostiene su desarrollo óptimo y

denominan a dichas características: Pilares de la Resiliencia. Rutter (1987; citado en Grotberg,

2006) investigó acerca de la dinámica de la Resiliencia, y señala la importancia de los

mecanismos protectores. Dicho autor denomina mecanismo protector al devenir de una

trayectoria que en principio era de riesgo, en el desarrollo propiamente dicho; y la cual se torna

positiva y con una mayor probabilidad de resultado adaptativo. Tanto Rutter como Grotberg

(1995), introducen la noción dinámica de la Resiliencia.

Infante (2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001) refiere que existe un acuerdo explícito

entre los expertos, acerca de la existencia de dos generaciones de investigadores sobre

Resiliencia (Masten, 1999; en Masten, 2001; Luthar, Cicchetti y Becker, 2000; Kaplan, 1999; en

Melillo y Suaréz Ojeda, 2001). La primera generación, inicia sus trabajos cerca de la década de los

setenta, y según Infante (2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001) adscriben al Modelo triádico de

la Resiliencia, que implica organizar los factores resilientes y de riesgo en tres niveles: el

individual (los atributos individuales), el familiar y el del ambiente en que está inmerso

(interesan las características del mismo, por ejemplo nivel socioeconómico, grado de violencia e

inseguridad del entorno, entre otros). Siguiendo un poco más, en la década de los noventa, se

divulgan los trabajos de la segunda generación de investigadores (Infante, 2001; en Melillo y

Suaréz Ojeda, 2001). El interés gira en torno al estudio de la dinámica entre factores que están en

la base de la adaptación resiliente; retomando el legado de la primera generación vinculado a

“inferir qué factores están presentes en aquellos individuos en alto riesgo social que se adaptan

positivamente a la sociedad” (Infante, 2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001). Los autores

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destacados de esta segunda generación son Rutter, Grotberg, y más actuales, encontramos a

Luthar y Cushing (1999, en Luthar, Cicchetti y Becker, 2000), Masten (1999; en Masten, 2001)

y Kaplan (1999; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001).

La presentación anterior ordena el desarrollo histórico de la Resiliencia en la psicología,

y permite introducirnos en ella con un nuevo y mayor entendimiento acerca de esta temática.

Resumiendo, varios autores (Infante, 2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001; Masten y Reed,

2002; Theis, 2003; en Manciaux; Yates y Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004) señalan que

el enfoque de la Resiliencia tiene su origen en la investigación del riesgo y de la vulnerabilidad,

en el afán de comprender las causas y evolución de psicopatología. Lo anterior, dio lugar al

surgimiento de la psicopatología del desarrollo (Cicchetti, 1984; Masten, 1989, Sroufe y Rutter,

1984; en Yates y Masten, 2004); destacándose así el valor del enfoque de la Resiliencia para

explicar y comprender tanto el desarrollo normal como patológico en estudios acerca del proceso

de desarrollo bajo condiciones extraordinarias (Yates y Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004).

Gran parte de las investigaciones en Resiliencia, se han centrado en población infantil y

adolescente y, actualmente, poco a poco se incrementa el número de investigaciones acerca de

cómo la Resiliencia se manifiesta en la edad adulta (Beardslee y Podorefsky, 1988; Norman,

2000; Wagnild y Young, 2007, entre otros).

Cabe agregar, según Luthar, Cicchetti y Becker (2000); que el significado y la definición

operacional de Resiliencia han sido sujeto de muchas controversias y debates a lo largo de los

años, haciendo hincapié en la importancia de tal hecho para una mayor consistencia de la misma

tanto en la teoría como en la práctica.

3.2 Perspectivas actuales en relación a la Resiliencia

Las perspectivas actuales de la Resiliencia se subdividen en dos partes para clarificar la

presentación; pero debemos tener presente que se encuentran íntimamente interrelacionados.

3.2.1 Perspectivas, corrientes acerca de la Resiliencia:

Greene (2002) plantea que existe una gran cantidad de perspectivas acerca de la

Resiliencia desde la investigación en el campo del trabajo social, lo que no es distinto a lo

observado en las Ciencias Psicológicas; entre ellas se destacan la Perspectiva del Desarrollo y

la Ecológica. Esta última perspectiva, se sustenta en los desarrollos de Bronfenbrenner (1979,

1994). Dicho autor propone que el desarrollo humano es un proceso dinámico, bidireccional y

recíproco; donde el individuo influye sobre el entorno, las situaciones adversas; y al mismo

tiempo es influenciado por estos. El eje de este modelo gira en torno a los sistemas, como ser el

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microsistema (es el individuo y medio inmediato), mesosistema (implica la relación entre dos o

más microsistemas, por ejemplo la familia y la escuela), ecosistema (refiere a estructuras sociales

que afectan pero no incluyen al individuo), macrosistemas (es el nivel más distante, y consiste en

valores culturales, creencias e ideologías), y por último, el cronosistema (refiere al tiempo o

momento cronológico del desarrollo). Cualquier cambio afecta a un sistema interconectado y

cualquier persona influye sobre las otras personas de su familia o de su grupo en el marco de un

contexto.

Recientemente, Suaréz Ojeda (2006; en Melillo, Suaréz Ojeda y Rodríguez, 2006),

plantea tres corrientes en relación a la Resiliencia como concepto, una de ellas es la

norteamericana (particularmente conductista, pragmática y centrada en lo individual), la

europea (cuya gran mayoría es de tipo psicoanalítico y con una perspectiva ética) y por último,

la latinoamericana (mayormente enfocada en la comunidad, lo social como respuesta a los

problemas del contexto). Esta última adhiere, en gran parte, a los planteos del modelo ecológico

de Bronfenbrenner (1994).

Otra perspectiva que tiene particularmente presencia en el área de trabajo social y

Resiliencia, es la Perspectiva de las Fortalezas (Norman, 2000; Saleebey, 1996; citado en

Manciaux, Lecomte, Vanistendael y Schweizer, 2003), la cual se asocia a paso del Modelo

Médico al Modelo Salugénico, con énfasis en la promoción de la salud.

Consideramos además, la visión acerca de la Resiliencia y la prevención y la

promoción de la salud, que trasciende ampliamente distintas teorías, posturas. Distintos autores

(Estamatti, 2001; Infante, 2001; Ravazzola, 2001, en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001; Melillo y

Suaréz Ojeda, 2001; Yates y Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004) afirman que el enfoque de

Resiliencia se erige como un cambio de paradigma, del Modelo Médico Tradicional hacia una

perspectiva que abarca aspectos positivos, de afrontamiento y de recuperación de las personas

Grotberg (2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001) señala que prevención y promoción

son diferentes conceptos en relación con la Resiliencia. El Modelo de Prevención es consistente

con el Modelo epidemiológico de salud pública, tomando como eje la prevención de trastornos, y

así también la prevención de la violencia, drogodependencia, abuso sexual infantil y embarazo

adolescente, entre otras cuestiones. Puede considerarse, que el Modelo de Promoción es más

consistente con el de Resiliencia, según diferentes autores (Grotberg, 2001; Infante, 2001; en

Melillo y Suaréz Ojeda, 2001; Melillo, Soriano, Méndez y Pinto, 2006; en Melillo, Suaréz

Ojeda, Rodríguez, 2006), puesto que se vincula al interés en los factores resilientes, los

comportamientos resilientes y el alcanzar resultados positivos, incluyendo además el incremento

del bienestar y de la calidad de vida de los individuos, las poblaciones desfavorecidas (Grotberg,

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2001; Infante, 2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001). Asimismo, como abordaje complementa

las intervenciones basadas en el Modelo Médico o centrados en el déficit (Yates y Masten, 2004;

en Linley y Joseph, 2004).

3.2.2 ¿La Resiliencia un rasgo o un proceso?

Una pregunta que merece ser revisada explícitamente es la de concebir la Resiliencia

como: ¿un rasgo o un proceso?, ya que nos permite comprender un poco más esta temática y sus

consecuencias.

En un primer momento, la Resiliencia se definía como un rasgo o un atributo de

personalidad, particularmente asociada a los desarrollos de autores que planteaban el concepto de

invulnerabilidad. Otros autores, le denominan Egoresiliencia o Resiliencia individual (Block y

Block, 1980; Block y Turula, 1963; Chodoff, 1968; Kneff, Bodensteiner, Vodde y Gynther,

1969; Peller 1954; Wiggins, 1966; citados en Jourdan-Ionescu, 2001; Block y Kremen, 1996;

Infante, 2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001; Seligman y Peterson, 2004). Siguiendo en esta

línea, la Resiliencia se define como “la capacidad de afrontar eficazmente y adaptarse ante la

pérdida, la dificultad o la adversidad”5, por lo tanto, los individuos resilientes son capaces de

afrontar los estressores de la vida y prosperar, crecer a pesar de ellos (Block y Kremen, 1996).

Consideramos que la idea de Resiliencia como rasgo, atendiendo a las características de

este último, es decir, ser más estable y menos modificable; revelaba cierta rigidez y por ende

reducía la posibilidad de intervención; así como también reforzaba la visión sesgada de la

existencia de una dicotomía sumamente deshumanizante, personas invulnerables y de otras

vulnerables. Actualmente, como señalamos anteriormente, la gran mayoría de los autores

conciben la Resiliencia como un proceso y no como un atributo de personalidad (Garmezy,

1990; Greco, Morelato y Ison, 2006; Infante, 2001; Kotliarenco, 1997; Luthar y Zigler, 1991;

citado en Luthar, Cicchetti y Becker, 2000; Masten, 2001; Rutter, 1987; en Grotberg, 2006; entre

otros).

Brevemente, la Resiliencia considerada como proceso implica la dinámica interacción de

factores intrínsecos y factores externos, siguiendo el modelo propuesto por Greco, Morelato

yIson (2006). Los factores intrínsecos o internos se vinculan a los aspectos biológicos (como por

ejemplo el temperamento, la genética) y psicológicos (apego seguro, autoconcepto, capacidades

cognitivas y afectivas). Los factores externos se refieren a las características del contexto

familiar, social, cultural en que está inmerso el individuo.

5 Traducción propia.

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La Resiliencia es un proceso de tipo multidimensional (Masten et al, 2004;Yates y

Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004), por lo cual debemos atender a los nexos entre los

distintos aspectos de la adaptación exitosa6 (según sea la Resiliencia en situaciones de alto

riesgo, o sea la competencia en situaciones de menor riesgo), sin olvidar la dimensión temporal y

según cada contexto en particular en que el proceso se pone en marcha.

Añadimos otros aspectos relacionados; primero que la Resiliencia nunca es absoluta, es

variable en función de los riesgos, variable en el tiempo (Manciaux, 2004; Tomkiewicz, 2004; en

Cyrulnik et al, 2004) y siempre de origen simultáneamente intrínseco y epigenético (Rutter,

1993; citado en Tomkiewicz, 2004). El modelo de Resiliencia ofrece dos mensaje importantes: la

adversidad no conduce por sí misma a la disfunción e incluso una reacción inicial disfuncional

puede mejorar con el tiempo y originar factores protectores (Henderson y Milstein, 2003).

Seguimos a Masten (2000a; 2000b; 2001) quien afirma que la Resiliencia está hecha de

magia ordinaria, es decir, la Resiliencia es algo común, es ordinaria, y no extraordinaria; lo que

denota su cualidad puramente humana y genérica y al mismo tiempo la posibilidad de ser

desarrollada en todas las personas.

Finalmente, destacamos que la definición de Resiliencia, está guiada por el marco teórico

y de investigación en el que se inscribe. Actualmente y dado los desarrollos precedentes,

algunos autores (Masten et al, 2004; Luthar, 2006; en Yates, 2006; Luthar, Cicchetti y Becker

2000; Sameroff, 2006, Zimmerman y Arunkumar, 1994; Yates y Masten, 2004; en Linley y

Joseph, 2004), hayamos un consenso y se destaca el aspecto multidimensional de la Resiliencia

como concepto y fenómeno, y como proceso es dinámico, específico al contexto e implica

cambios a lo largo del desarrollo. No obstante, parecería ir conformando una característica de

la persona a lo largo de su vida y de cara al enfrentamiento de las distintas crisis vitales y

accidentales (Daset Carretto, comunicación personal, 23 de octubre, 2009).

3. 3. Aspectos centrales y principales hallazgos sobre Resiliencia Psicológica

Nos ocupamos en este momento de definir la Resiliencia psicológica, desde la

perspectiva del desarrollo.

3.3.1 Definición general de Resiliencia.

Debemos señalar la dificultad en concebir una definición acabada de Resiliencia, dada la

complejidad del constructo, y como algunos autores señalan es “un problema continuo”

(Kaufman, Cook, Arny, Jones y Pittinsky, 1994, en Grotberg, 1997).

6 Se usa la expresión “adaptación exitosa” (Masten et al, 2004; Yates & Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004)

que refiere al logro de buenos resultados a pesar de la adversidad en distintos contextos.

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Según Grotberg (2001, 2006), la Resiliencia es la capacidad del ser humano para hacer

frente a las adversidades de la vida, aprender de ellas, superarlas e inclusive, ser transformados

por estas. Nadie escapa de las adversidades. Dicha autora (2003) señala que la mayoría de las

definiciones de Resiliencia son ampliaciones de esta. La metas de la Resiliencia según Grotberg

(2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001) son la salud mental y emocional; que se vinculan a

ciertos resultados como son el incremento del sentido de bienestar y el logro de una mejor de

calidad de vida.

Desde la PP, destacamos que Yates y Masten (2004; en Linley y Joseph, 2004), plantean

que la Resiliencia es “el proceso, la capacidad para, o resultado de la adaptación exitosa a

pesar de circunstancias difíciles o adversas”. Por lo tanto, la Resiliencia se basa en la exposición

a la amenaza significativa o la adversidad, y en el logro de buenos resultados a pesar de esta

exposición o en otras palabras, no sucumbe a la patología, despliega un funcionamiento óptimo.

Siguiendo a dichos autores, la perspectiva de Resiliencia acentúa la importancia de promover

competencias, con el fin de reducir o mejorar los efectos de la adversidad en los niños,

podríamos generalizar de todas las personas.

Los autores citados destacan, la adhesión a la visión de la Resiliencia una cualidad

humana, incluyen el afrontar adversidades y a su vez el alcanzar buenos resultados (más allá del

nivel presente de funcionamiento) o que superan a los esperados en situación de riesgo o

vulnerabilidad, y deslizan también la importancia de las competencias (Yates y Masten, 2004; en

Linley y Joseph, 2004; Theis, 2003; en Manciaux, 2003) en este panorama. De todos los planteos

teóricos sobre Resiliencia, adscribimos más a este, por entender que amplía la posibilidad de

explicación y permite integrar diferentes abordajes.

3.3.2. Algunos conceptos claves vinculados a la Resiliencia psicológica

Seguimos a Yates y Masten (2004; en Linley y Joseph, 2004), por lo tanto debemos

considerar algunos conceptos claves para entender la Resiliencia, es decir, el desarrollo, las

competencias, el riesgo, los factores intrincados (de riesgo y de protección).

Desarrollo: retomamos de forma breve este concepto, el cual está íntimamente

relacionado con la Resiliencia, y es esencial para su compresión y articulación con la práctica

profesional. Un término asociado al desarrollo normal, es el de desarrollo óptimo o positivo,

sobre el cual aún no existe acuerdo acerca de su definición, parece vincularse a aspectos

positivos y no patológicos, al funcionamiento individual y contextual en interacción, desde una

visión holística del desarrollo, según Magnusson y Mahoney (2007; en Aspinwall y Tugade,

2007).

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Retomamos la relación del desarrollo y la Resiliencia. La Resiliencia está ligada al

desarrollo y al crecimiento humano, incluyendo diferencias etarias y de género, según Grotberg

(2001). Según Sroufe et al. (2005; citado en Sameroff, 2006), los enfoques del desarrollo

permiten considerar que la Resiliencia depende de la historia individual de adaptación anterior y

exitosa en condiciones de estrés, y agregamos en condiciones de alto riesgo. Según Rutter (2005,

citado en Sameroff, 2006), la adaptación a estresores anteriores y de tipo benignos puede

inocular a los niños contra los efectos de estresores más graves en el futuro. Esta afirmación es

congruente y asimismo refuerza los planteos de Yates y Masten (2004; en Linley y Joseph,

2004).

Riesgo: este es específico a cada situación y sujeto, la naturaleza del mismo puede ser de

diferentes clases (violencia, pobreza, catástrofes, guerras, etc.) según Greco, Morelato y Ison

(2006), y de distinto grado (agudo o crónico). “La Resiliencia puede ser promovida no

necesariamente debido a la adversidad, pero ciertamente, puede ser desarrollada en previsión de

adversidades inevitables” (Grotberg, 1997,3).

Competencias: Los estudios sobre Resiliencia y competencia están íntimamente ligados

según Sameroff (2006; en Encyclopédie du CEDJE, 2006), sin embargo encontramos visiones

dispares al respecto de la Resiliencia y la competencia. Algunos autores (Masten, 2001) definen

a ambos conceptos cercanos entre sí, y como parte de la adaptación. Las Competencias son

concebidas como el uso adaptativo de los recursos, tanto internos como externos del organismo,

buscando alcanzar los logros esperados de una etapa del desarrollo y alcanzar resultados

positivos (Waters y Sroufe, 1983). Manciaux, Vanistendael, Lecomte y Cyrulnik (2003, 18)

aseveran que “lo que ha permitido avances decisivos es sin duda identificar las competencias e

insistir en ellas”. En esta línea, Yates y Masten (2004; en Linley y Joseph, 2004), refieren que la

perspectiva de la Resiliencia acentúa la importancia de la promoción de competencias por

modelos positivos de intervención y cambio, introduciendo explícitamente a la PP y su

abordaje. Según Sameroff (2006; en Encyclopédie du CEDJE, 2006), la mejora y el incremento

de la competencia individual constituye una estrategia importante cuando es imposible

modificar las circunstancias sociales; señalando además que el énfasis debe estar no sólo en

factores individuales sino también contextuales, lo cual incrementa los resultados positivos.

Cabe destacar que algunos autores (Grotberg, 2006; Yates y Masten, 2004; en Linley y

Joseph, 2004) señalan la importancia de intervenir en aquellos momentos del desarrollo que

conllevan crisis o desafíos para fomentar la Resiliencia en las personas y alcanzar un desarrollo

óptimo, es decir no solo se limita a situaciones de riesgo sino se advierte la posibilidad de

prevención de trastornos. A lo anterior, se suman hallazgos referidos al desarrollo y a la

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Resiliencia (Masten et al, 2004) acerca de que la presencia de determinados factores protectores

en la infancia (buena capacidad cognitiva, apego seguro, relaciones tempranas positivas, buen

status socioeconómico) actúan como barreras de protección. En la adolescencia, en la transición

a la adultez (Masten et al, 2004; Yates y Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004), puede

sobrevenir una “emergencia tardía de la Resiliencia” psicológica (Masten et al, 2004, 22).

Factores protectores y los factores de riesgo: respecto de ellos, Rutter (1987; citado en

Grotberg, 2006) señala que no son fijos que pueden comportarse como protector en una persona

y en un determinado contexto pero de forma contraria en otro. Vanistendael y Lecomte (2006,

163) plantean que es “preferible discernir en cada situación, lo que es riesgo y lo que es

protección, utilizando criterios adaptados al contexto y a las personas implicadas”. Lo cual indica

lo improductivo de realizar una distinción fija y rígida entre factores de riesgo y factores de

protección, dada la ambigüedad y la variedad de los mismos.

Siguiendo los modelos téoricos de Garmezy y Rutter, Luthar (1991) aporta una

diferenciación en relación a los factores vinculados a la Resiliencia, distingue entre factores

compensatorios (relacionados directamente con la competencia) y factores protectores y de

riesgo (los cuales interactúan con el estrés e influenciando en la Competencia).

Según Radke-Yarrow y Sherman (1990; en Kotliarenco, 1997) los factores de riesgo y de

protección no son universales, para lograr su adecuada comprensión tal vez sea necesario atender

a las características de las personas, sus capacidades cognitivas y emocionales, que mediatizan la

interpretación de los sucesos estresores y por ende inciden en su protección o vulnerabilidad ante

ellos. Añadimos además, que distintos autores (Rutter, 1993; citado en Manciaux, 2003;

Kotliarenco, 1997, Theis, 2003; en Manciaux, 2003) sostienen que debe existir cierta dosis de

riesgo (“alto riesgo”) para que la persona ponga en juego su capacidad resiliente. Sin embargo,

como bien señalan Masten y Reed (2002) que no es posible prevenir todos los peligros, los

riesgos, sin embargo lo que se busca es aprender cómo podemos preservar, proteger y restaurar

una adaptación y un desarrollo óptimo o positivo, y esto debería o deberá ser la guía para los

estudios en Resiliencia psicológica.

Resumiendo, los conceptos claves vinculados a la Resiliencia son generales, pero se

materializan y se deben especificar y adaptar frente a cada nuevo reto, nuevo intento de

aplicación, sin embargo debemos tener presente que aún necesitamos conocer más acerca del

proceso implicado en la Resiliencia (Yates y Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004).

3.3.3 Los factores resilientes, los factores protectores y principales hallazgos sobre la

Resiliencia

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Al introducirnos en la Resiliencia, priorizamos los factores resilientes, los factores

protectores que se han encontrado respecto de los individuos en sus diferentes etapas, y que se

asocian a su vez a determinados aspectos y resultados positivos.

a) Los factores resilientes, los factores protectores y principales hallazgos sobre la

Resiliencia en niños y adolescentes

Nos ocupamos en los factores resilientes comunes encontrados distintas investigaciones

en torno a niños y adolescentes frente a situaciones de riesgo. En un estudio acerca de

adolescentes en situación de alto riesgo, Luthar (1991) encontró que el desarrollo del self es

considerado como factor compensatorio contra el estrés, mientras que competencias internas y

sociales son factores protectores, además que la inteligencia y los eventos positivos están

implicados con el proceso de vulnerabilidad.

Salgado Levano (2005) delimita algunos factores personales de Resiliencia, en niños

peruanos, de 7 a 12 años, siendo estos; la autoestima, la empatía, la autonomía, el humor y la

creatividad.

Kotliarenko (1995) pone de relieve algunos rasgos diferenciales por edad, siendo

destacable que los niños de 2 a 5 años evidencian, entre otras características resilientes, que son

autónomos y competentes en situaciones frustrantes; los de nivel escolar poseen locus de control

interno, creen que pueden influir sobre su ambiente positivamente y se interesan por el mundo

que los rodea; y los adolescentes reafirman su locus de control, tienen autoconcepto positivo y

tienen una clara y ordenada escala de valores. La autora en un artículo posterior (1997), añade en

forma general, que los factores protectores que dan lugar a la Resiliencia son la autoestima

consistente, la introspección, independencia, capacidad para relacionarse, iniciativa, humor,

creatividad, moralidad, y pensamiento crítico.

Vanistendael (1997; citado en Kalawaski y Haz, 2003; 2005) define cinco dimensiones de

la Resiliencia. Dicho autor señala el vínculo y el sentido (capacidad para descubrir o dar un

sentido a las experiencias, a la adversidad), que son elementos claves de la Resiliencia, son la

base y agrega otros que son útiles, como son la autoestima, la presencia de aptitudes y

competencias (humanas, sociales, profesionales), el humor (humor constructivo, distinto de la

ironía o el sarcasmo) y experimentar emociones positivas.

Grotberg (1995, 1997) realiza una clasificación de los factores resilientes, en tres grupos:

yo soy y yo estoy (que refieren a fortalezas interiores), yo tengo (refiere al apoyo externo) y yo

puedo (capacidades interpersonales y de resolución de conflictos). Los factores protectores

anteriormente nombrados, a la hora de enfrentar una circunstancia adversa, se combinan todos

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tomando de cada categoría según se necesiten. Resumiendo, podemos señalar que los factores

propuestos por Grotberg (1995) se vinculan a atributos o fortalezas personales como ser

inteligencia, autoestima, y otras competencias, como capacidad para resolver problemas o

competencia social; y los une al soporte externo, vinculados con la familia; y la comunidad en

que están inmersos. Grotberg (2006) agrega además que el primer factor de Resiliencia y

transversal a todas las edades, desde el punto de vista del desarrollo, es la confianza.

Distintos autores y algunos de ellos adscriben a la PP (Dumont y Provost, 1999; Masten

y Coatsworth,1998; en Manciaux, 2003; Masten y Reed, 2002; Yates y Masten, 2004) citan los

factores protectores observados en niños, pero también en adolescentes, retomamos algunos de

ellos, y estos son: una historia de adaptación positiva, exitosa (que implica apego seguro,

relaciones positivas y estrategias de efectivas de regulación emocional y conductual), una visión

positiva de sí mismo (por ejemplo, autoconfianza, autoestima, autoeficacia, esperanza), una

adecuada autorregulación de emociones e impulsos, buenas habilidades cognitivas (incluyendo

buen nivel intelectual, capacidad de resolución de problemas), talentos valorados por la persona

pero también por la sociedad, y buen sentido del humor.

Varios autores (Manciaux, Vanistendael, Lecomte y Cyrulnik, 2003; Masten y

Coastworth, 1998; citados en Manciaux, 2003; Masten y Reed, 2002; Luthar, 2000b; Yates y

Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004) citan los factores protectores vinculados al entorno,

generalmente asociados a la niñez y adolescencia; y se destacan:

a) Factores de protección en la familia: tener una buena relación al menos con uno de los padres

o con un miembro de la familia próxima; padres competentes y con una buena educación. Otro

tema asociado es la Resiliencia familiar, que enfatiza los aspectos “sanos” en vez de los

desajustes del grupo familiar (Yunes, 2002).

b)Factores de protección en el ambiente: un apoyo social fuera de la familia puede proteger

contra la adversidad, como ser pares, profesores, vecinos, terapeutas, es lo que Cyrulink (2001)

denomina “tutores de Resiliencia”. Inclusión en organizaciones prosociales como la escuela y la

participación en actividades religiosas o culturales o humanitarias, tienen en común el proveer y

fijar normas, de ser un ambiente abierto y positivo. Respecto de la comunidad, Yates y Masten

(2004; en Linley y Joseph, 2004), señalan: vecindarios “seguros” (es decir, bajo nivel de

violencia, ausencia de tráfico de drogas) y presencia de organizaciones prosociales (como las ya

citadas anteriormente).

b) Los factores resilientes, los factores protectores y principales hallazgos sobre la

Resiliencia en adultos

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En la transición a la adultez (Masten et al, 2004; Yates y Masten, 2004; en Linley y

Joseph, 2004), en dominios como la educación, el trabajo, y las relaciones interpersonales, como

el apoyo del cónyuge y la capacidad romántica (Masten et al, 2004; Obradović, Burt y Masten,

2006) son caminos hacia la Resiliencia

Según Staudinger, Marsiske y Baltes (1995), la adultez tardía es considerada como un

período a lo largo de la vida, que no se caracteriza por ser muy resiliente, dada las pérdidas y

cambios negativos, por ejemplo a nivel cognitivo. Sin embargo, dichos autores remarcan que la

Resiliencia puede ser desarrollada en esta etapa; donde voluntariamente, la persona puede poner

en juego sus capacidades y potencialidades para maximizar sus aspectos más resilientes (Daset

Carretto, comunicación personal, 23 de octubre, 2009).

En un estudio cualitativo acerca de mujeres satisfactoriamente ajustadas, que habían

afrontado distintas adversidades; se identificaron algunos temas subyacentes: ecuanimidad,

independencia, soledad existencial, perseverancia y sentido (Wagnild y Young, 2007). Lo

anterior, se vincula a planteamientos de autores franceses y la dimensión existencial de la

Resiliencia (Manciaux et al, 2003), y de la necesidad de indagar más acerca de cómo se expresa

la Resiliencia en la adultez tardía.

En distintas investigaciones, se hallaron que altos niveles de autoeficacia, apoyo

percibido conyugal caracterizaban a los adultos mayores resilientes (Simi, 2005), así también las

emociones positivas ayudan a recuperarse eficazmente de las tensiones de la vida diaria (Ong,

Bergeman, Bisconti y Wallace, 2007). Según Jimenez Ambriz (2008), la identidad positiva, el

control personal, la autoeficacia, la autoestima, las emociones positivas, el optimismo, el

afrontamiento y el apoyo social, se ubican entre los recursos más citados que potencian la

Resiliencia en la vejez.

c) Los factores resilientes, los factores protectores y principales hallazgos sobre la

Resiliencia a lo largo de la vida

Manciaux, Vanistendael, Lecomte y Cyulnik (2003, 23), citan los factores resilientes en

relación al sujeto resiliente, y son “la autoestima, la sociabilidad, el don de inspirar simpatía,

sentido del humor, un proyecto de vida” (este último asociado a una dimensión existencial en la

Resiliencia según estos autores). Otros factores resilientes, se añaden, y son el locus de control

interno, altas expectativas de autoeficacia (Major, Cooper, Cozzarelli y Zubek, 1998; Morán

Astorga, 2002). La empatía, la autonomía, y el sentido del humor positivo, así como habilidades

sociales (Fonagy et al, 1994; Grotberg, 1995; Kotliarenco et al, 1997; Salgado, 2005;

Vanistendael, 2005).

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Según Norman (2000), existen algunos factores que promueven la Resiliencia en todas

las edades, y estos son: mantener relaciones positivas y afectuosas, una familia positiva u otro

entorno íntimo de relaciones positivas, como formar parte de organizaciones con actividades

sociales y lúdicas, religiosas, entre otras (Rutter y Quinton, 1984, Werner, 1995, Masten y

Coatsworth, 1998, en Manciaux, 2003). El participar en actividades de la comunidad fomenta

talentos individuales y contribuye a fortalecer el sentido de competencia, eficacia, autoestima y

bienestar (Masten y Coatsworth, 1998, en Manciaux, 2003).

En suma, podemos señalar que los factores resilientes, protectores presentes a lo largo de

la vida en la literatura sobre Resiliencia, son aquellos asociados al individuo, a los otros (lo

interpersonal), y al entorno. Destacamos además que la aplicación, las intervenciones y

programas de Resiliencia en la escuela (Murtag, 2001; Paladini et al, 2001; en Melillo y Suaréz

Ojeda, 2001; entre otros), en las comunidades (particularmente en Latinoamérica), en las

organizaciones; es vasta y muy productiva.

d) Los factores resilientes, los factores protectores y principales hallazgos sobre la

Resiliencia en distintos dominios y situaciones de alto riesgo y estrés

Destacamos además los factores resilientes encontrados distintas investigaciones en torno

a otras situaciones de riesgo, de estrés, y que tienen algunos ítems en común con los ya citados

anteriormente. Hiew et al. (2000) descubrieron que las personas resilientes eran capaces de

enfrentar situaciones estresantes y adversas y al mismo tiempo disminuir la intensidad de la

situación de estrés y disminuir la expresión de síntomas negativos producto del stress, como por

ejemplo la ansiedad, la depresión, la rabia; al mismo tiempo que aumenta la creatividad, la

curiosidad y la salud emocional. Dicho autor afirma que la Resiliencia es efectiva no solo para

enfrentar adversidades sino también para promover la salud mental y emocional.

Morán Astorga (2002) refiere que un perfil de personalidad resiliente frente al Síndrome

de Burnout coincidente vinculada a diferentes ocupaciones; implicaba estabilidad emocional

(bajo neuroticismo) y extraversión unido a una alta autoestima, locus de control interno, altas

expectativas de autoeficacia, estrategias de afrontamiento centradas en el problema (y no en el

escape o evitación).

Bajo el marco de la PP, citamos diferentes autores y sus aportes. Según Tugade et al.

(2004), distintos documentos teóricos sobre la Resiliencia han indicado que los individuos

resistentes se caracterizan por la alta emotividad positiva (Block y Kremen, 1996; Klohnen,

1996; Wolin y Wolin, 1993) y por la capacidad para rebotar frente a circunstancias negativas

para el individuo (Block y Block, 1980; Lazarus, 1993; Masten, 2001). Greco, Morelato y Ison

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(2006) hacen referencia a otros estudios sobre Resiliencia que revelan, que algunas

características estables de la personalidad como la esperanza y optimismo mediatizan el

impacto de estímulos estresantes (Abrahmson et al, 2000, Peterson, 2000).

3. 4 Evaluación y medición de la Resiliencia

En la actualidad, existe un número importante y a la vez en aumento de escalas, pruebas

psicométricas que evalúan y miden la Resiliencia, aunque difieren en su definición (como

proceso y como rasgo, en forma general) y sus componentes; y la población (niños,

adolescentes, adultos) a la que apuntan. Seguimos a Ospina (2007), quien reseña algunas escalas,

con soporte empírico; entre ellas se encuentra la escala de Egoresiliencia (ER 89 o “Ego-

Resiliency Scale”, Block y Kremen, 1996); como habilidad individual, otro instrumento

conocido es “Connor-Davidson Resilience Scale” (CD-RISC, Connor y Davidson, 2003), o “the

Resilience Scale” (RS, Wagnild y Young, 1987), se aplican en adolescentes y adultos. Cabe

destacar, la escala breve de afrontamiento resiliente o “Brief Resilient Coping Scale” (BRCS),

desarrollada por Sinclair y Walston (2004); y otra escala, que evalúa factores protectores como

es “The Individual Protective Factors Index” (IPFI, Sprinter y Philips, 1995).

En Latinoamérica, particularmente en Perú, se destaca el "Inventario de Factores

Personales de Resiliencia" con el objetivo de evaluar como su nombre lo indica los factores

personales de esta variable: autoestima, empatía, autonomía, humor y creatividad, en niños de 7

a 12 años (Salgado Levano, 2005).

3.5 Críticas acerca de la Resiliencia

Las críticas acerca de la Resiliencia, como citamos en este apartado, giran en torno a la

idea de la falta de consenso sobre su definición y de algunos conceptos vinculados a ella; como

por ejemplo: los factores protectores o de riesgo; la adaptación positiva, exitosa. Sobre esta

última, Infante (2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001) destaca que se ha definido lo que una

adaptación positiva según investigaciones y resultados de poblaciones de países desarrollados,

queda pendiente la definición de la misma en contextos desfavorecidos. Agregamos, la dificultad

en operativizar el término y el proceso de Resiliencia, que señalan tanto investigadores como

estudiosos.

En este capítulo, acerca de la Resiliencia psicológica, nos encontramos con sus diferentes

concepciones y principalmente nos percatamos de su veta dinámica, compleja y salugénica. A su

vez, poco a poco se visualiza su conexión con la PP, que veremos en detalle en la segunda parte

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de esta memoria. La Resiliencia es más que resistir, es también aprender a vivir (Cyrulnik,

2006), y desde nuestro rol como profesionales de la salud mental, el poder potenciar las

fortalezas, los aspectos protectores en las personas nos llevará a promover la Resiliencia en cada

una de ellas. Teniendo en cuenta las investigaciones citadas, se observa que una persona con

potencial resiliente contaría una autoestima (positiva, alta), autoconfianza, percepción de

autoeficacia, las creencias, estilo de afrontamiento y atribucional, expectativas, metas y otras

características (como ser creatividad, humor, optimismo, curiosidad, autocontrol o self

regulation, entre otras).

Finalmente, como bien señala Cyrulnik (2006), los conocimientos adquiridos en el

terreno y en laboratorio serán útiles para nuestra vida cotidiana, ya que todos somos resilientes,

puesto que ninguno de nosotros ha tenido la suerte de ignorar el sufrimiento.

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SEGUNDA PARTE

UN COROLARIO PARTICULAR

Los mejores terapeutas no sólo curan los daños,

sino que ayudan a la persona a identificar y desarrollar sus fortalezas y virtudes.

Seligman, 2003.

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CAPÍTULO IV

EN BUSCA DE PUNTOS DE CONVERGENCIA Y DIVERGENCIA ENTRE LA PSICOLOGÍA

POSITIVA Y LA RESILIENCIA

En este capítulo, a partir de la investigación bibliográfica realizada, intentaremos

encontrar los vínculos, la relación entre la PP y la Resiliencia. Buscamos los puntos de

convergencia y de divergencia entre ambas, para delinear así algunos de los aportes que traen a

quienes se ocupan de la salud, en particular la salud mental; en favor de la salud y del bienestar.

5.1 Puntos de Convergencia entre PP y Resiliencia

Como enfoques desarrollados en Psicología, con un notable matiz salugénico. El

primer capítulo de esta memoria, sustenta este punto. Desde los organismos internacionales

abocados a la salud, como la OMS, OPS, se gestó un cambio trascendental en referencia a la

salud. Partiendo desde la definición de salud más integral, se incluye así la salud mental; y

destacamos su cualidad positiva y primordial. Siguiendo por los desarrollos referidos a la

prevención y la promoción de la salud; y a su vez influye a las ciencias que se ocupan de la

salud.

El paso del Modelo Médico al Modelo Biopsicológico de la salud, conlleva un

concepción y un abordaje de la salud de tipo integral, que considera otros factores relevantes

(factores biológicos, psicológicos, conductuales, y sociales) en la salud y en la enfermedad

(Becoña y Oblitas, 2004; León Rubio et al, 2004). Algunos autores (Gancedo, 2008a; Posek,

2006; Seligman, 2003) plantean que es la Psicología Humanista y su interés explícito en

aspectos positivos y otros desarrollos, que inaugura el Enfoque Salugénico en psicología. Sin

embargo, esta no prospera por su falta de adhesión a las exigencias de la psicología científica

(Seligman y Csikszentmihalyi, 2000; Seligman, 2003).

Como exponente actual del Enfoque Salugénico en la psicología, ubicamos a la PP dado

sus objetivos, sus desarrollos; y al mismo tiempo, se considera como representante de un nuevo

paradigma de reflexión teórica y metodológica (Casullo, 2000).

Distintos autores (Estamatti, 2001; Infante, 2001; Ravazzola, 2001, en Melillo y Suaréz

Ojeda, 2001; Melillo y Suaréz Ojeda, 2001; Yates y Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004)

afirman que el enfoque de Resiliencia se erige como un cambio de paradigma, del Modelo

Médico tradicional hacia una perspectiva que abarca aspectos positivos, de afrontamiento y de

recuperación de las personas. Remarcamos que el enfoque de Resiliencia conlleva un cambio de

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perspectiva antes focalizada en la patología y la vulnerabilidad, ahora implicada también en el

desarrollo y crecimiento de las personas; trayendo una brisa de esperanza a la psicología y a su

labor en pro de un incremento del sentido de bienestar y de una mejora en la calidad de vida de

las personas, las poblaciones desfavorecidas (Grotberg, 2001; Infante, 2001; en Melillo y Suaréz

Ojeda, 2001). Asimismo, complementa los abordajes enfocados desde el Modelo Médico,

centrados en el déficit (Yates y Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004).

Podríamos sintetizar, en dos aspectos generales como la mirada y el accionar de la PP

(como paradigma y modelo explicativo complementario a la psicología tradicional) y el enfoque

de Resiliencia; que podemos expresar en el interés por la comprensión (¿por qué?) y el desarrollo

(¿cómo?) de los aspectos salugénicos y positivos en las personas. En suma, tanto la Resiliencia

como la PP comparten un matiz salugénico, que de distintas maneras complementan el Modelo

Médico organicista, los abordajes tradicionales en psicología.

En relación a la prevención y promoción de la salud. Como se señaló anteriormente, la

PP tiene como misión completar, ensanchar la mirada y el accionar de los profesionales de la

salud ocupándose de los recursos y aspectos potenciales de las personas en su quehacer, en su

abordaje. Siguiendo con el planteo anterior, se destaca rol preventivo de amortiguadores contra

trastornos físicos como psicológicos (Buchanan, Gardenswartz y Seligman, 1999; Seligman,

2000; Seligman y Csiskzentmihalyi, 2000; Seligman y Peterson, 2007; en Aspinwall y

Satudinger, 2007; Seligman, Schulman y Tryon, 2007), es decir, a través de intervenciones que

enfatizan el desarrollo e incremento de las tendencias humanas positivas, las fortalezas y las

virtudes (PP) y extendemos también a los denominados factores resilientes o protectores

(Resiliencia). Tales planteos se vinculan a la urgencia y necesidad de acciones frente al

panorama preocupante de salud mental, de la depresión (citados en otro apartado).

El Modelo de Resiliencia es consistente con el Modelo de Promoción (Grotberg, 2001;

Infante, 2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001; Melillo, Soriano, Méndez y Pinto, 2006; en

Melillo, Suaréz Ojeda, Rodríguez, 2006). Establecida la relación entre el Modelo de Promoción

de la salud y la Resiliencia; a su vez podemos establecer un puente más entre ellos, el cual nos

dirige a la PP, y su interés en el florecimiento y un funcionamiento óptimo de las personas, de

las familias, de la sociedad.

Respecto a la visión del hombre. Dada la lectura realizada, los aportes de distintos

autores; nos aventuramos a plantear que tanto la Resiliencia como la PP, implícitamente parecen

adherir a una visión del hombre, como ser bio-psico-social, con una orientación positiva; en

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busca de sentido y propósito, y bienestar. Se suavizan determinismos y se acentúa la

responsabilidad, la libertad (cierto grado de libertad) y la esperanza en su devenir al abrir

caminos de recuperación, de intervención.

Convergencia a nivel conceptual: particularmente sobre los aspectos individuales pero

también sobre los aspectos interpersonales, del contexto.

Primero, planteamos que la mayoría de los autores destacados sobre la materia, conciben la

Resiliencia como un proceso, es complejo, dinámico y multidimensional; no es consumado para

siempre, es decir, se construye y se reconstruye a lo largo de la vida y ante distintos sucesos en

cada persona, en cada comunidad. Lo anterior, a su vez habilita a su promoción, al desarrollo de

intervenciones... eso en forma muy resumida.

Segundo, debemos considerar algunas cuestiones al hablar de Resiliencia y vamos

enlazándola a la PP. Nos ocupamos de la Resiliencia como término general y abarcador, como

rasgo y como proceso:

Al ser un término abarcador (que incluye fortalezas, competencias, habilidades), Seligman

(2004) refiere que debería ser más considerado como un umbrella term, así como ellos

conciben el tema del carácter. Al hablar de las virtudes y su desarrollo, consecuencias

positivas; algunos autores (Seligman, 2004; Seligman y Peterson, 2004) si los enlazan con la

Resiliencia, como resultado de un proceso. Es aquí donde claramente la Resiliencia se integra

a la PP, como un factor de protección de la salud.

Desde la PP, Yates y Masten (2004; en Linley y Joseph, 2004), refieren que la perspectiva de

la Resiliencia acentúa la importancia de la promoción de competencias por modelos positivos

de intervención y cambio, introduciendo a la PP y su abordaje, este sería un nuevo punto de

convergencia. Además, se convierte en una estrategia posible ante las dificultades externas,

del entorno.

Al ser un rasgo de personalidad o un atributo de la misma, lo que algunos autores denominan

“Egoresiliencia” (Block y Block, 1980; Block y Turula,1963; Chodoff, 1968; Kneff,

Bodensteiner, Vodde y Gynther, 1969; Peller 1954; Wiggins,1966; citados en Jourdan-

Ionescu, 2001; Block y Kremen, 1996; Infante, 2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001;

Seligman y Peterson, 2004), es más estable y menos modificable, por ende cómo promoverlo,

desarrollarlo?, si esto es así una puerta en este camino y en este momento, se cierra.

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Al concebir la Resiliencia como proceso, Yates y Masten (2004; en Linley y Joseph, 2004),

plantean que la Resiliencia es “el proceso, la capacidad para, o resultado de la adaptación

exitosa a pesar de circunstancias difíciles o adversas”. Por lo tanto, la Resiliencia se basa en

la exposición a la amenaza significativa o la adversidad, y en el logro de buenos resultados a

pesar de esta exposición. Atendiendo al modelo de proceso de Greco, Morelato y Ison (2006),

el proceso resiliente implica factores individuales (particularmente aquellas capacidades

cognitivas y emocionales, que median en la interpretación de los estresores, y por ende

influyen en la protección o en el aumento de la vulnerabilidad de la persona) y del ambiente;

donde la posibilidad de intervención es viable. Sin embargo, como bien señalan Masten y

Reed (2002) que no es posible prevenir todos los peligros, los riesgos, sin embargo lo que se

busca es aprender cómo podemos preservar, proteger y restaurar una adaptación y un

desarrollo óptimo o positivo, pero no nos limitamos a una sola etapa del ciclo vital. Al

revisar distintos planteamientos teóricos, en particular sobre los factores que permiten que las

personas desarrollen su Resiliencia o se vuelvan resilientes, una luz de esperanza nos guía en

este camino. Manciaux (2003) refiere que a priori, la combinación de factores de protección

es positiva. Es importante destacar que nos ajustamos a los factores que promueven

Resiliencia frente a un determinado factor de riesgo (Kalawaski y Haz, 2003), y no caemos en

la falacia de que determinados factores de protección son válidos para todos los riesgos. Nos

adentramos así, en un terreno fértil, el de los factores protectores, en particular el de los

factores intrínsecos vinculados a las personas, retomamos aquellos citados en las

investigaciones que hacen a las conductas resilientes que generan efectos positivos en las

personas y en su afrontamiento ante situaciones adversas y que son paralelos a los planteos de

la PP en materia de virtudes y fortalezas del carácter.

En la presente memoria, a partir de las investigaciones citadas, de la evidencia empírica a

favor de los factores resilientes, de las emociones positivas (en relación al presente, al pasado,

al futuro, ya desarrolladas anteriormente), de las fortalezas del carácter (como el optimismo,

la vitalidad, el perdón, el humor, la espiritualidad, por ejemplo). Se observa que una persona

con potencial resiliente contaría con ciertos activos (denotando la calidad de aquello que se

posee, y en cierta medida se relaciona a la noción contable de activo y pasivo), lo cual se usa

como metáfora, por lo tanto lo que buscamos incrementar son los activos del patrimonio

personal en especial aquellos que hacen a la Resiliencia psicológica. Estos son: autoestima

(positiva, alta), autoconfianza, percepción de autoeficacia, las creencias, estilo de

afrontamiento y atribucional, expectativas, metas y otras características (como ser creatividad,

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humor, optimismo, curiosidad, autocontrol o self regulation, entre otras). Cabe señalar que la

mayoría de las personas ya poseen algunos de estos factores resilientes o activos, sin embargo

algunas de ellas no poseen los suficientes o tal vez, desconocen cómo utilizarlos, o son

resilientes en determinadas situaciones y en otras no. En el nivel de factores protectores

externos, se pueden emprender acciones que vinculen la comunidad, las organizaciones

prosociales, tanto las escuelas (en caso de niños) así como la iglesia, asociaciones solidarias

sin fines de lucro. Lo anterior, refleja un punto de convergencia, ya que lo que en la PP se

denomina como Temas Situacionales o Habilitadores y las Instituciones Positivas; son

congruentes a los que factores resilientes que bloquean los riesgos de la depresión, del estrés,

que incluyen los otros, el entorno, como generadores de Resiliencia, de bienestar. Lo anterior,

es un esbozo de corte teórico y general, de inclusión de los aportes de la PP y la

Resiliencia, que va abriendo una tarea humanizadora y desafiante; es decir, promover la

Resiliencia concebida como proceso vinculada a la aplicación práctica de la PP y desde

nuestro rol de profesionales de la salud; a través de intervenciones, de fomentar el bienestar

y una mejor calidad de vida de las personas.

Señalamos como recomendaciones, que es esencial tener presente que se debe partir de los

aspectos positivos existentes en la persona, y dar un paso más, en potenciar y desarrollar

aquellos aspectos latentes o tal vez deficitarios o insuficientes en el aquí y ahora. Otra

recomendación, que no es menor, incluye adaptar cada nuevo programa, cada nueva

intervención; las características de los individuos, a su género, edad, cultura. Ya que

desconocer estos aspectos implica un grave error teórico y práctico, descuidando las

diferencias individuales y culturales.

Respecto del rol del profesional. Escudriñar el rol del psicólogo desde su origen hasta

hoy, bajo la lupa clínica o salugénica implicaría un cuantioso y arduo estudio. Por ello, solo

remarcamos que como los psicólogos nos preocupamos y contribuimos a la salud de las personas

en todo el mundo de distintas maneras, en distintos contextos (Holtzman et al, 1987; Oblitas,

2007). El psicólogo es su propia herramienta de trabajo, de allí que debamos prestarle especial

atención y cuidado. Consideramos que la evolución desde el Modelo Médico organicista al

Enfoque Salugénico marca a su vez otro cambio, en el rol y quehacer del profesional de la salud,

que paulatinamente cobra mayor empuje y fuerza en la psicología. Un modo de asir esta

evolución, es el planteo de Saleebey (1996; citado en Manciaux, Lecomte,Vanistendael y

Schweizer, 2003), de donde destacamos: a) se define la persona como única: los rasgos de

personalidad, las aptitudes y los recursos se suman para formar fuerzas; b) la terapia se centra en

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las posibilidades; c) la pieza central del proceso terapéutico son las aspiraciones del individuo, de

la familia y de la comunidad, y los profesionales; y, d) los puntos fuertes, las capacidades y las

competencias adaptativas del individuo, y el apoyo de la familia y de la comunidad son también

recursos útiles para el tratamiento.

Tanto la Resiliencia como la PP; nos invitan indudablemente a repensar el rol y la labor

del terapeuta, del profesional de la salud mental, por este motivo lo ubicamos como un nuevo y

esencial punto de convergencia que debemos revisar. Algunos autores retoman estos planteos, y

comienzan a debatir y a hacernos reflexionar sobre ello. Vanistendael (2005) señala que las

competencias profesionales son necesarias pero insuficientes, y aclara que “no depende

únicamente de lo que hacemos sino de cómo lo hacemos”. Lo anterior, nos lleva a privilegiar la

calidad de la relación, la mirada positiva y realista sobre el otro, la empatía, asimismo el ampliar

el rango de evaluación y diagnóstico, es decir no solo limitarse a los síntomas, a los trastornos,

sino también a investigar, identificar, explorar los recursos, las fortalezas para intentar

ampliarlos.

No debemos olvidar los determinismos, los límites; y seguimos a Manciaux,

Vanistendael, Lecomte y Cyrulnik (2003, 23) quienes afirman que “aunque la genética y la

biología determinen los límites de lo posible, eso no impide un alto grado de libertad y un

margen de maniobra para que intervengan los recursos personales y profesionales”. En la misma

línea, Seligman (2003) afirma que la PP se apoya en la capacidad de elección y la voluntad del

ser humano.

Manciaux, Vanistendael, Lecomte y Cyrulnik (2003, 24) afirman que “tanto para el

profesional como para el entorno, este cambio de modo de ver a los demás, implica cuestionar

muchas „evidencias‟ y actitudes personales, corporales, culturales e institucionales”.

Podemos afirmar que, el terapeuta amplía su rol de sanador, de experto en técnicas y

diagnóstico de trastornos, hacia un rol de catalizador (Tomkiewicz, 2003) de aspectos positivos,

fortalezas, virtudes del paciente, de las personas; a quienes brinda su ayuda y su asesoramiento.

Planteamos que puede también ocupar el rol de explorador de tales aspectos que quedaron

sumidos en la ceguera o en la amnesia de la misma persona, de otros quienes intentaron ayudarle

basándose en un modelo tradicional (cuya prioridad se centra en reparar daños, en sólo tratar

síntomas). Manciaux (2004; en Cyrulnik et al, 2004) afirma que los profesionales pueden

convertirse en tutores de Resiliencia de un determinado cliente, y a su vez expandiendo el

alcance de sus acciones a otros niveles de la comunidad.

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En suma, el rol del profesional de la salud, la tarea y el dominio en el que despliega su

profesión; se enriquece y adquiere una connotación positiva, un impulso esperanzador, dirigido

a incrementar el bienestar psicológico, el crecimiento y florecimiento de las personas.

Respecto a sus resultados “finales o últimos”. En relación al enfoque de Resiliencia,

puede identificarse su interés en salud mental y emocional; que se vinculan a ciertos resultados

como son el incremento del sentido de bienestar y de mejoramiento de calidad de vida (Grotberg,

2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001). Seguimos a Seligman (2003, 346) quien plantea que “la

felicidad y el bienestar son los resultados que desea obtener la PP”. De esta forma, un punto de

convergencia entre las temáticas de interés dada la lectura realizada, podría condensarse en el

buscar favorecer, potenciar la salud mental y emocional, el bienestar psicológico y el

crecimiento, así como el logro de una mejor calidad de vida de las personas; de las familias, la

comunidad. Añadimos que lo anterior, se ve reforzado por el énfasis en los factores que

promueven la salud tanto en el enfoque de Resiliencia como en la PP, por sobre los factores de

riesgo, o aquellos que conducen a la patología.

5.2 Puntos de Divergencia entre PP y Resiliencia

Encontramos, como puntos de divergencia entre PP y Resiliencia: “sus raíces” y la

“población objetivo” y los “riesgos” que se adjudican a cada una respectivamente.

Respecto de “sus raíces”, es decir, lo vinculado a su nacimiento o su origen. La

Resiliencia psicológica tiene como particularidad, su nacimiento a partir de investigaciones

centradas en el riesgo y de la vulnerabilidad (Infante, 2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001;

Masten y Reed, 2002; Theis, 2003; en Manciaux; Yates y Masten, 2004; en Linley y Joseph,

2004), tratando de comprender las causas y evolución de psicopatología, de por qué algunas

personas sucumben y otras no. Mientras que la PP, es una noción y un modo de hacer con raíces

profundas en desarrollos previos como la Psicología Humanista (Gancedo, 2008a; Posek, 2006;

Seligman, 2003; Seligman y Csikszentmihalyi, 2000) que no logró abrirse camino por su falta de

adhesión a la psicología científica; y así también en otros desarrollos centrados en la salud dentro

de la psicología en sí (citados anteriormente).

Respecto de los riesgos. Implica tomar ligeramente los desarrollos sobre Resiliencia, ya

que esta es común a todos los seres humanos y podrán desarrollar sus aspectos resilientes, de

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alguna forma abandonarlas a su suerte sin políticas de prevención y promoción de salud mental.

Así como la estigmatización de aquellos que no desarrollan su Resiliencia y sucumben ante la

adversidad, olvidando las diferencias individuales en el afrontamiento y el vivenciar de los

eventos adversos, y que también parte de nuestra labor está dirigida a brindar ayuda profesional

en el sufrimiento, en el padecimiento. Por último, el hecho del entusiasmo en desarrollar

mayoritariamente programas y políticas de intervención centrados en las fortalezas, olvidando el

valor y la importancia de la prevención para fomentar el bienestar de las personas, de los niños;

como por ejemplo sería la prevención de enfermedades, de la violencia (Masten, 2002).

Acerca de los riesgos de la PP, de destacan que sea percibida como enfoque centrado

exclusivamente en lo positivo de la vida, el bienestar y la salud, por lo contrario; la práctica

como profesionales de la salud implica también abordar el sufrimiento, los trastornos. Así la

propuesta de la PP es un abordaje que complementa el modelo tradicional, un “esquema doble de

trabajo” (Castro Solano, 2008) que renueva el interés por las fortalezas humanas, la felicidad y el

bienestar.

Un concepto relevante en PP, es el del carácter. La PP se interesa a su vez por el buen

carácter, y este es multidimensional y se capta mejor desde un perfil, y no por el simple hecho

de poseer una o dos fortalezas del carácter según Park y Peterson (2009, 3). Cabe señalar que

ninguna fortaleza es mejor o peor que otra simplemente son fortalezas humanas que son vías

para alcanzar la virtud (Seligman y Peterson, 2001; en Carr, 2007). El riesgo parece ubicarse en

los planteos extremos de si poseer todas o dos fortalezas del carácter indicaría que la persona

posee un buen carácter, es decir, en intentos de crear categorías de personas. Esto abre la

posibilidad de discriminaciones entre las personas por poseer o no tal fortaleza, perdiendo el

objetivo central que es el de identificarlas para aplicarlas en los distintos dominios de la vida, en

pro de incrementar el bienestar, el funcionamiento óptimo (Seligman, 2003; Seligman, Steen,

Park, y Peterson, 2005).

En suma, enfatizamos que los puntos de divergencia y convergencia señalados no son

únicos o fijos, por el contrario están en constante ampliación dada la naturaleza y las

características de los enfoques que nos ocupan y buscamos generar nuevos interrogantes en pro

de una mayor profundización de la temática.

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5.3 Un Punto de Encuentro entre PP y Resiliencia

Dado el desarrollo de la presente memoria, consideramos que tanto el paradigma de la PP

y el enfoque de la Resiliencia tienen objetivos, propósitos dispares o más bien particulares de

cada uno; sin embargo, resumimos que son reconciliables, o pueden aliarse; en lo que llamamos

punto de encuentro. Podemos señalar que el enfoque de la Resiliencia se construye entre el

individuo y su entorno, frente al alto riesgo; centrando su interés en actuar sobre los factores

protectores o resilientes por sobre los factores de riesgo; de allí las derivaciones de la práctica y

su mayor eficacia en los resultados de prevención y promoción de la salud. Mientras que la PP,

se ocupa de las emociones positivas, de los rasgos positivos individuales (las fortalezas y

virtudes) y de las instituciones positivas (las cuales generan y propugnan las virtudes y las

emociones positivas), en busca del bienestar y la felicidad (Seligman, 2003). Esto genera a su

vez “un terreno favorable al surgimiento de la Resiliencia” (Aspinwall y Staudinger, 2007;

Fredrickson, 2001, 2003; Lyubomirsky, King y Diener, 2005; Manciaux, 2003; Masten, 2001;

Park y Peterson, 2009; Scales, Benson, Leffer y Blyth, 2000; Taylor et al, 2000),

manifestándose así otro punto de convergencia entre ambos enfoques, o más bien un punto de

encuentro. Por lo tanto, “el enfoque de resiliencia está maduro para un papel activo en la

práctica aplicada de la psicología positiva” (Yates y Masten, 2004; en Linley y Joseph, 2004,

527), en pro de la salud y el bienestar humano.

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CONCLUSIONES

En este último apartado, nos ocupamos de retomar los aspectos relevantes de la presente

memoria y de señalar algunas conclusiones al respecto.

Según informes oficiales acerca de la salud, se incrementarán notablemente los trastornos

mentales en América Latina y el Caribe (Kohn et al, 2005; OPS, 2005) en consonancia con las

previsiones mundiales (OMS, 2005), lo cual lleva a la urgencia e importancia de acciones e

intervenciones multidisciplinarias, y particularmente el profesional de la salud mental ocupa una

posición relevante ante tal panorama.

Los grandes avances y aportes desarrollados en la presente memoria, desde las acciones

de la OMS, en la vía de la prevención de trastornos y la promoción de la salud; tienen sus

notables implicaciones en las ciencias remitidas a la salud, como la medicina, la psicología; lo

cual se va manifestando en una visión integral de la salud. El resultado de estos pasos que dio la

humanidad en materia legal, social, sanitaria; se puede vislumbrar indicios claros del Enfoque

Salugénico y su visión más optimista del hombre, y en un nuevo rol del profesional de la salud,

particularmente el de la salud mental. Sin embargo, aún hoy quedan acciones inconclusas,

cambios necesarios de ser implementados, y como profesionales de la salud y así también otros

agentes sanitarios, nos llaman a la colaboración y la movilización de recursos, al actuar como

catalizadores de la promoción de la salud, por ejemplo, permitiendo el acceso a la información

sanitaria, facilitando el desarrollo de habilidades personales y apoyando el acceso a los procesos

políticos que configuran las políticas públicas que afectan la salud (OMS, 1998).

El paso del Modelo Médico de corte organicista al Modelo Biopsicosocial, y los aportes

del Enfoque Salugénico, parecen ser todavía de tipo conceptual dado que en la práctica aún

priman las viejas costumbres. Se observan aún hoy grandes contrastes, dado que la medicina y la

psicología, por ejemplo; aún centran sus intervenciones sanitarias en torno a problemas

emergentes más que en la prevención y promoción de la salud (Vázquez y Hervás, 2008).

Nos apoyamos en los desarrollos teóricos como el Enfoque Salugénico, la concepción

integral de salud, la Psicología Humanista y su interés explícito en aspectos positivos y otros

desarrollos, que son las raíces y terreno previo que fue influyendo a los nuevos desarrollos en

psicología, como es la Resiliencia y especialmente la PP. Todo nuevo desarrollo teórico y

práctico tiene sus antecedentes, y en ello nos detuvimos en la primera parte de esta memoria,

buscando una mayor comprensión del paso de un Modelo Médico a un Modelo Salugénico en las

Ciencias de la Salud, y en particular, en la psicología y comprobamos la veta salugénica presente

en las temáticas desarrolladas más detenidamente.

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La PP se constituye como un paradigma, una ciencia y un modelo explicativo; que busca

complementar y ensanchar la mirada de la psicología, en gran parte dirigida a lo negativo, a la

patología y a la disminución del malestar o sufrimiento en orden a abarcar otros aspectos, como

es lo positivo, las fortalezas y virtudes, las potencialidades y el florecimiento de todo ser

humano, de toda la sociedad. La PP se define como el estudio científico del funcionamiento

psíquico óptimo que puede entenderse desde dos niveles, uno meta-psicológico y otro

pragmático. Desde un nivel meta-psicológico, intenta corregir el desbalance histórico en la

investigación y la práctica psicológica llamando la atención sobre los aspectos positivos del

funcionamiento y la experiencia humana. En un nivel pragmático, se trata de entender las

condiciones, los procesos y los mecanismos que llevan a aquellos estados subjetivos, sociales y

culturales que caracterizan una buena vida. Asimismo, remarcamos que la PP trascendió las

fronteras de su lugar de origen, y llega a distintos rincones del planeta, como Europa, Asia, e

Iberoamérica.

Desarrollamos la clasificación de las fortalezas humanas en el marco de la PP, entre

ellos; las virtudes, las fortalezas del carácter, los temas situacionales, y las emociones positivas.

Las fortalezas personales o del carácter son rutas de acceso a las virtudes, y ambas son parte de

la esencia de la personalidad positiva, y promueven en ésta las emociones de orden positivo.

Tales fortalezas humanas se erigen como escudos protectores frente a la adversidad, los

trastornos y contribuyen a la Resiliencia de las personas, de la comunidad. Este punto revela la

conexión entre la PP y la Resiliencia, donde fomentar las fortalezas conduce a desarrollar la

Resiliencia en las personas; lo cual no es menor en nuestro medio y en la práctica profesional.

Las fortalezas de carácter cuentan con sólido apoyo científico, y acumulan crecientemente cada

vez más evidencia en su haber, gran parte de ellas se vinculan a la satisfacción con la vida, al

bienestar, la salud física y psicológica, tanto a nivel individual como grupal. Los temas

situacionales o habilitadores contribuyen al logro de las virtudes, y las emociones positivas

generan efectos beneficiosos en la salud física y mental. Destacamos firmemente la importancia

de cultivar emociones positivas, de identificar las fortalezas personales o distintivas y aplicarlas

de nuevas formas en la propia vida y en otros dominios donde nos desempeñamos derivando en

mayor bienestar y florecimiento de las personas, de la comunidad. Dada la revisión bibliográfica

realizada y los datos encontrados, concluimos que esta clasificación de fortalezas humanas nos

abre una perspectiva optimista, positiva; ya que las mismas son inherentes a la naturaleza

humana, pueden medirse y evaluarse, y desarrollarse a través de intervenciones positivas.

La PP cuenta además con un acopio creciente y en expansión de modelos (como por

ejemplo acerca del bienestar psicológico), técnicas (como el VIA-IS o Cuestionario de Fortalezas

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Personales, entre otras) e intervenciones positivas, así como el desarrollo de la terapia positiva

(como por ejemplo la terapia del Bienestar, la terapia Dialéctica Cognitivo Conductual y la

terapia de Aceptación y Compromiso). Gran parte de las intervenciones positivas citadas en esta

memoria, incrementan el bienestar y son una herramienta efectiva para reducir la

sintomatología depresiva (Hervás, Sanchez y Vázquez, 2008; en Vázquez y Hervás, 2008; Sin y

Lyubomirsky, 2009), lo cual es relevante dado los datos preocupantes de los organismos de

salud y los desafíos actuales que la sociedad y sus padecimientos nos plantean. Destacamos

también que gran parte de estos desarrollos son recientes, y aún se precisan de más

comprobación empírica y mayor sustento científico que los avalen, sin por ello socavar su

contribución invalorable a la práctica profesional. Remarcamos, la necesidad de acumular

evidencias sobre los efectos en el tiempo y la validez de los mismos, pero así también en otros

contextos como ser en Latinoamérica; y así también ajustar los instrumentos para que superen la

deseabilidad social en las respuestas.

Respecto de la Resiliencia, retomamos a Grotberg (2001, 2006) quien la define como la

capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, aprender de ellas,

superarlas e inclusive, ser transformados por estas. Dicha autora (2003) señala que la mayoría de

las definiciones de Resiliencia son ampliaciones de esta. La metas de la Resiliencia según

Grotberg (2001; en Melillo y Suaréz Ojeda, 2001) son la salud mental y emocional; que se

vinculan a ciertos resultados como son el incremento del sentido de bienestar y el logro de una

mejor de calidad de vida. Desde la PP, Yates y Masten (2004; en Linley y Joseph, 2004),

plantean que la Resiliencia es “el proceso, la capacidad para, o resultado de la adaptación

exitosa a pesar de circunstancias difíciles o adversas”. Por lo tanto, la Resiliencia se basa en la

exposición a la amenaza significativa o la adversidad, y en el logro de buenos resultados (más

allá del nivel presente de funcionamiento); que sean socialmente aceptables, y a pesar de esta

exposición. Siguiendo a dichos autores, la perspectiva de Resiliencia acentúa la importancia de

promover competencias, con el fin de reducir o mejorar los efectos de la adversidad en los niños,

podríamos generalizar de todas las personas.

Remarcamos que la definición de Resiliencia, está guiada por el marco teórico y de

investigación en el que se inscribe. Actualmente y dado los desarrollos precedentes,

encontramos un consenso y se destaca el aspecto multidimensional de la Resiliencia como

concepto y como fenómeno, que además está íntimamente ligado al contexto e implica cambios

a lo largo del desarrollo, del ciclo vital. Muchas cuestiones de la Resiliencia como constructo,

como modelo y proceso, dada su naturaleza compleja, aún no tienen un acuerdo firme en el

campo de la Psicología, en el área de investigación. Sin embargo, podemos afirmar que todos los

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profesionales abocados a ella, tanto en lo teórico como en la práctica; enfatizan que el papel de la

Resiliencia es fundamental en el ámbito de la prevención y de la promoción de la salud.

Existe un número importante y a la vez creciente de escalas, pruebas psicológicas que

evalúan la Resiliencia, aunque difieren en su definición (como proceso y como rasgo) y sus

componentes; pero tienen en común el fuerte interés por evaluar este constructo y aproximarse al

desarrollo de mejores y eficaces intervenciones vinculadas a generar la Resiliencia.

Encontramos puntos de convergencia entre PP y Resiliencia respecto a que ambos son

desarrollos en Psicología con un notable matiz salugénico; a sus resultados; a la visión del

hombre y del rol del profesional; a nivel conceptual: particularmente los aspectos individuales

(los factores protectores -Resiliencia- y las fortalezas del carácter, las virtudes, las emociones

positivas -PP-) pero también sobre los aspectos interpersonales, del contexto. Planteamos además

un esbozo breve, de corte teórico y general; acerca de la integración de los aportes de la PP y la

Resiliencia, con unas escuetas recomendaciones. Paralelamente, encontramos puntos de

divergencia entre estos enfoques que atañe a sus raíces; a los riesgos que se les atribuye.

Respecto de los puntos de convergencia y divergencia de la Resiliencia y la PP; son

predominantemente conceptuales. Destacamos que tanto la divergencia como la convergencia

señaladas, se basan en los desarrollos al momento presente de la Resiliencia y de la PP, por lo

tanto, pueden seguir ampliándose o nutriéndose a nivel teórico como aplicado.

Todo lo anterior, nos lleva a lo que denominamos punto de encuentro, que esclarece el

papel y los aportes de la PP y la Resiliencia en pro de la salud y el bienestar humano.

Recapitulando, el enfoque de la Resiliencia se construye entre el individuo y su entorno, frente

al alto riesgo; centrando su interés en actuar sobre los factores protectores o resilientes por sobre

los factores de riesgo; de allí las derivaciones de la práctica y su mayor eficacia en los resultados

de prevención y promoción de la salud. Mientras que el enfoque de la PP, se ocupa de las

emociones positivas, de los rasgos positivos individuales (las fortalezas y virtudes) y de las

instituciones positivas (las cuales generan y propugnan las virtudes y las emociones positivas),

en busca del bienestar y la felicidad, de alcanzar una buena vida. Asimismo, los efectos

salugénicos de la PP se amplían, ya que promueve y habilita la Resiliencia, y fortalece a los

individuos frente a las dificultades inevitables de la vida; derivando así en un punto de encuentro

que refleja expresamente que la PP incluye el estudio de la resiliencia como un factor más de

protección y salud. Concluimos que tanto la Resiliencia como la PP, abren nuevos desafíos,

nuevas oportunidades en el quehacer profesional donde el fomento de las fortalezas humanas, se

convertirá en el pilar de todo tratamiento, ya que reducen los síntomas, incrementan la salud

física y mental, y mejoran la calidad de vida.

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La presente memoria intenta abrir nuevos cuestionamientos, nuevas investigaciones.

Señalamos que aún faltan estudios, investigaciones de campo que avalen los beneficios de los

constructos e intervenciones positivas en contextos de adversidad, en nuestro medio; tal vez sea

el punto donde ambos enfoques, pueden nutrirse en pro del bienestar y una mejor calidad de vida

de las personas. Las intervenciones, que incluyen la promoción de la salud, la prevención y el

desarrollar y robustecer las fortalezas humanas a nivel individual, organizacional, comunitario,

requieren de acciones de distintos sectores, como el de la salud, el social, el educacional y el

político, que visen la elaboración e implementación de programas eficaces que urgen en nuestro

medio.

Otro aspecto a considerar, es el cambio en el rol profesional… tal vez sea posible,

disminuir la carga del síndrome de burnout y aumentar el compromiso y el crecimiento del

profesional, ya que consideramos que el trabajo desde las posibilidades, las fortalezas aliviana la

tarea del profesional y del propio paciente, consultante… es de alguna forma cambiar el vidrio

de los lentes, cambiar los oscuros por unos más claros… Sin embargo, debemos remarcar que no

se debe confundir con soluciones mágicas, con un optimismo ciego, supone dejar de lado la

omnipotencia y acercarse en el continuo que va desde la anterior pasando por la impotencia,

hasta llegar a la potencia… ese tal vez sea un punto de anclaje para los profesionales de la salud

que se adentran en la PP, la Resiliencia.

Más allá de la prevención y de la promoción de la salud, de la dicotomía de lo tradicional

y lo salugénico, hay un interés común en las ciencias psicológicas que nos mueve en pro de una

mayor realización y funcionamiento óptimo en distintos planos y en el transcurso de la vida, para

todos los seres humanos.

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GLOSARIO

Calidad de vida: es la percepción del individuo sobre su posición en la vida dentro del contexto cultural

y el sistema de valores en el que vive y con respecto a sus metas, expectativas, normas y preocupaciones.

Es un concepto extenso y complejo que engloba la salud física, el estado psicológico, el nivel de

independencia, las relaciones sociales, las creencias personales y la relación con las características

sobresalientes del entorno (Fuente: Evaluación de la Calidad de Vida, Grupo WHOQOL, 1994. ¿Por qué

Calidad de vida?, Grupo WHOQOL. En: Foro Mundial de la Salud, OMS, Ginebra, 1996).

Bienestar psicológico: es la plena realización del propio potencial psicológico (Carr, 2007).

Bienestar social: es la actuación óptima dentro de la propia red social y de la propia comunidad (Carr,

2007).

Bienestar subjetivo: equivalente a felicidad (Carr, 2007).

Buena vida: consiste en obtener una felicidad auténtica empleando las fortalezas características todos los

días en los principales ámbitos (Seligman, 2003; Park y Peterson, 2009).

Cohorte: es un conjunto, número, serie (Real Academia Española, 2009). Es un grupo de personas que

nacieron y vivieron durante un mismo período histórico (Garbarino y Abramvitz, 1992; citado en Yunes,

2000).

Eudemónico: el enfoque Eudemónico en el estudio del bienestar define la felicidad y la buena vida en

función de realizar plenamente el propio potencial (Carr, 2007).

Epigenético: refiere a la forma según la cual nuestro ambiente, entorno influye en la expresión genética

vinculada a la Resiliencia.

Felicidad: estado psicológico positivo caracterizado por un nivel elevado de satisfacción con la vida, un

nivel elevado de afecto positivo y un bajo nivel de afecto negativo (Carr, 2007).

Fortalezas del carácter: son rasgos personales que actúan como vías para alcanzar virtudes, por ejemplo,

la curiosidad es una fuerza asociada a la virtud asociada a la sabiduría.

Fuerzas distintivas: son las fortalezas del carácter (definidas según el VIA-IS) en las que una persona

obtiene puntuaciones especialmente elevadas (Carr, 2007).

Hedónico: el enfoque hedónico en el estudio del bienestar define la felicidad y la buena vida en función

de la búsqueda de placer y la evitación del dolor (Carr, 2007).

Prevención de la enfermedad (Disease prevention): La prevención de la enfermedad abarca las

medidas destinadas no solamente a prevenir la aparición de la enfermedad, tales como la reducción de los

factores de riesgo, sino también a detener su avance y atenuar sus consecuencias una vez establecida

(Adaptada del Glosario de Términos utilizado en la serie Salud para Todos, 1984, Ginebra: OMS).

La prevención primaria está dirigida a evitar la aparición inicial de una enfermedad o dolencia. La

prevención secundaria y terciaria, ambas tienen por objeto detener o retardar la enfermedad ya presente y

sus efectos mediante la detección precoz y el tratamiento adecuado o reducir los casos de recidivas y el

establecimiento de la cronicidad, por ejemplo, mediante una rehabilitación eficaz.

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La prevención de la enfermedad se utiliza a veces como término complementario de la promoción de la

salud. Pese a que a menudo se produce una superposición del contenido y de las estrategias, la prevención

de la enfermedad se define como una actividad distinta. En este contexto, la prevención de la enfermedad

es la acción que normalmente emana del sector sanitario, y que considera a los individuos y las

poblaciones como expuestos a factores de riesgo identificables que suelen estar a menudo asociados a

diferentes comportamientos de riesgo (Fuente: Nueva versión del Glosario de Promoción de la Salud,

1998, Ginebra: OMS).

Promoción de la salud (Health promotion): constituye un proceso político y social global que abarca no

solamente las acciones dirigidas directamente a fortalecer las habilidades y capacidades de los individuos,

sino también las dirigidas a modificar las condiciones sociales, ambientales y económicas, con el fin de

mitigar su impacto en la salud pública e individual. La promoción de la salud es el proceso que permite a

las personas incrementar su control sobre los determinantes de la salud y en consecuencia, mejorarla. La

participación es esencial para sostener la acción en materia de promoción de la salud. (Fuente: Nueva

versión del Glosario de Promoción de la Salud, 1998, Ginebra: OMS).

Ubicuidad: que se valoran en casi todas las culturas del mundo (Seligman, 2003).

Virtud: (del latín “virtus”, “-ūtis”) 1. f. Actividad o fuerza de las cosas para producir o causar sus

efectos. 2. f. Eficacia de una cosa para conservar o restablecer la salud corporal.3. f. Fuerza, vigor o

valor.4. f. Poder o potestad de obrar.5. f. Integridad de ánimo y bondad de vida. 6. f. Disposición

constante del alma para las acciones conformes a la ley moral.7. f. Acción virtuosa o recto modo de

proceder (Real Academia Española, 2009).

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ANEXO

A. Cuadro de Virtudes y Fortalezas del Carácter (Adaptado de Peterson y Seligman, 2004;

Seligman, 2003)

FFOORRTTAALLEEZZAASS

DDEELL CCAARRÁÁCCTTEERR

DDEESSCCRRIIPPCCIIOONN

GGEENNEERRAALL

Sabiduría

y

sapiencia

Creatividad (originalidad, inventiva); curiosidad

(interés por el mundo, búsqueda de novedad, apertura

a la experiencia); mentalidad abierta (capacidad de

juicio, pensamiento crítico); amor por el conocimiento

y el aprendizaje; perspectiva (sabiduría).

Son capacidades

cognitivas que implican

la adquisición y uso del

conocimiento.

Coraje

Valentía (valor); persistencia (perseverancia,

diligencia); integridad (autenticidad, honestidad);

vitalidad (pasión por las cosas, entusiasmo, vigor,

energía).

Son fortalezas

emocionales que

implican el ejercicio de

la voluntad para

alcanzar las metas

frente a las dificultades

tanto interna como

externa.

VV VII I R

R RTT T

UU UDD D

EE ESS S

Humanidad

Amor; bondad o benevolencia (generosidad, calidez,

cuidado, compasión, amor altruista, amabilidad);

inteligencia social (inteligencia emocional, inteligencia

personal).

Son fortalezas

interpersonales que

implican la tendencia

hacia y aliarse a los

otros.

Justicia

Civismo (responsabilidad social, lealtad, trabajo en

equipo); equidad; liderazgo.

Son fortalezas cívicas

que subyacen a la vida

en una comunidad

saludable.

Templanza

Capacidad de perdonar y misericordia; humildad y

modestia; prudencia; auto-regulación (auto-control).

Son fortalezas que

protegen contra los

excesos

Trascendencia

Apreciación de la belleza y la excelencia (capacidad de

asombro, admiración, elevación); gratitud; esperanza

(optimismo, proyección de futuro, orientación hacia el

futuro); sentido del humor (humor positivo);

espiritualidad (religiosidad, fé, propósito).

Son fortalezas que

forjan conexiones con el

universo y proporcionan

sentido, significado.