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TERCERA PARTE:

LA FRESA COMO EJEMPLO DEL MODELO ALIMENTARIO GLOBALIZADO1

La Globalización contra la seguridad y la soberanía alimentarias

Pilar Galindo.

Centro de Asesoría y Estudios Sociales Páginas 143-180

Pocos cultivos simbolizan la globalización alimentaria como el cultivo de la fresa de Huelva. Su desarrollo ha seguido todas y cada una de las propuestas de la agricultura industrial. El ciclo de producción, distribución y consumo de la fresa, reúne prácticamente todos los requisitos que caracterizan la agricultura industrializada para el mercado global. En el movimiento que describe esta fruta-mercancía, desde el laboratorio hasta la mesa, podemos visualizar tanto las características del modelo alimentario globalizado como sus nefastas consecuencias. PRODUCCIÓN Y DISTRIBUCIÓN A GRAN ESCALA: Se trata de una producción altamente especializada, en la que el ciclo de producción-distribución recorre la geografía planetaria, aprovechando las ventajas competitivas que las multinacionales alimentarias encuentran en cada lugar. En el caso de la fresa, la investigación y producción de variedades se desarrolla en California, los semilleros en Valladolid y el cultivo en Huelva (segundo productor mundial de fresa, tras EEUU), en forma de monocultivo a lo largo de 7.000 hectáreas concentradas en unos cuantos municipios. Emplea mayoritariamente mano de obra inmigrante, contratada en origen en Ecuador, Polonia y Rumania, previo desplazamiento de jornaleros magrebíes que sustituyeron, a su vez, a los jornaleros andaluces. Una vez recolectada, la fresa se distribuye, con vistas a ser consumida, en los mercados de alto poder adquisitivo de Europa situados en Francia, Alemania y Reino Unido. AGRICULTURA INTENSIVA EN CAPITAL: Debido al alto consumo de fertilizantes, plásticos, pesticidas y mano de obra, este cultivo requiere un importante volumen de capital que se moviliza en cada campaña, siendo financiado una parte importante del mismo, en el caso de las explotaciones más pequeñas, por los bancos. LOS PRECIOS SE IMPONEN A LAS NECESIDADES ALIMENTARIAS DE LA POBLACIÓN: Controlados por los grandes distribuidores en los mercados-destino, los precios varían fuertemente a lo largo de la temporada. Existe, además, una gran diferencia entre el precio pagado por l@s consumidor@s, muy por encima de los costes de transporte, almacenamiento y conservación, y el percibido por l@s agricultor@s. Al igual que los productos de huerta y casi todos los alimentos frescos, la vida efímera del producto y el alto poder adquisitivo de amplias clases medias de los países ricos, cada vez más acostumbradas y dispuestas a pagar por tener frutas y verduras de cualquier temporada durante todo el año, explican la inflación estacional de los precios de la fresa. Al comienzo, los precios al productor están altos pudiendo cubrir ampliamente los costes. Según avanza la campaña y concurren más productores de distintas zonas, la distribución comienza a negociar precios más bajos. El margen temporal del productor/a, con la fresa en el campo o ya en el almacén, es escaso. No avenirse a las condiciones impuestas por la distribución

1 Tercera parte del libro ¡Qué hace esa fresa en tu mesa!. VVAA Coedición Atrapasueños, Sindicato de Obreros del Campo, Autonomía Sur, Oficina de Derechos Sociales y CAES. Sevilla 2006. 180 páginas.

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puede suponer, para el productor, tener que tirar producto una vez cosechado. Al final de la campaña, los precios pueden ser tan bajos que, a pesar de los gastos ya realizados y las deudas contraídas, no compensen el coste adicional de recogida y sea más rentable no recoger. Es decir, si hay más producción de la que absorbe el mercado a unos precios que cubran los costes, la campaña puede finalizar antes de lo previsto. Eso significa, para el productor, la destrucción del producto que aún queda en campo cuando los precios caen por debajo de coste. Un coste de por sí elevado, más aún si ha sido fiado por un banco para ser devuelto tras la cosecha2. VIOLENCIA COMPETITIVA: La dinámica descrita produce una fuerte competencia entre agricultores y entre regiones productivas que pugnan entre sí por llevar antes su producto al mercado, cuando la escasez de oferta permite un precio más elevado. Obtener ventajas competitivas requiere mayor inversión en variedades más tempranas y adelantar el cultivo, asumiendo también mayor riesgo de condiciones climáticas adversas (heladas). Estos esfuerzos pueden verse arruinados con la aparición en el mercado de fresas procedentes de climas más benignos, que se adelantan de forma natural, sin ese sobrecoste. Junto a la horticultura intensiva, la fresa es uno de los cultivos que, debido a la estacionalidad y a la intensidad del trabajo humano, descarga los problemas de competitividad sobre la explotación y precarización de l@s trabajador@s del campo (reducción de salario, alargamiento de jornada, destajo, incumplimiento de los convenios), vulnerando las leyes y aprovechando la indefensión de las personas inmigrantes, especialmente las mujeres contratadas en origen. Este modelo tiende a extenderse al resto de las contrataciones de trabajos agrícolas temporales. RUINA DE LAS PEQUEÑAS EXPLOTACIONES. DESLOCALIZACIÓN. MIGRACIONES: La competencia del mercado internacional provoca la sustitución de las zonas de cultivo tradicional por las de mayor ventaja para los mercados internacionales: de Aranjuez o California a Huelva y de Huelva a Marruecos. La producción se concentra en las empresas agrícolas más grandes y con mayor capacidad financiera, que negocian los precios de la zona en nombre de todos los productores. Bajo la mano experta de los más grandes y más competitivos, la asociación entre productores unifica los intereses de todos ante los grandes operadores de la gran distribución mundial. Pero éstos ya han movilizado sus capitales a las nuevas regiones productoras, contribuyendo así a la bajada de los precios y al excedente de producción. TRAS BENEFICIOS INMENSOS, LAS GRANDES EMPRESAS PIDEN AYUDA: ¿Qué pasará en el campo de Huelva cuando el cultivo de la fresa ya no sea negocio? A pesar de tratarse de una de las producciones “modelos” de la agricultura industrial para el mercado mundial o precisamente por ello, desde hace unos años los empresarios freseros se quejan de que el negocio va mal. ¿Cómo puede ser que uno de los cultivos más punteros en tecnología, que más explota la tierra y el trabajo y que es demandado como alimento por los consumidores de mayor poder adquisitivo esté en crisis? La Asociación de Empresarios Freseros, FRESHUELVA, dice que las pérdidas que se producen al final de campaña, estimadas en unos 45 millones de euros (a razón de 6000 euros por hectárea) en 2003, se deben por un lado, a la nueva competencia de Marruecos (donde ya hay unas 3000 hectáreas en producción)3; por otro lado, a que la administración no autoriza todos los contratos de 2 En mayo comenzaba la época tradicional de consumo de fresa y fresón en nuestro país y duraba algo más de un mes. Su sabor era exquisito. El mercado mundial ha proporcionado la sensación de que es posible ampliar la temporada aprovechando condiciones climatológicas más benignas, pero la ampliación del calendario procede de: 1) la selección de variedades más tempranas, más robustas y más insípidas; 2) el descenso de la calidad nutritiva y saludable del producto y la contaminación de aguas y suelos por el empleo de fertilizantes, herbicidas e insecticidas químicos y 3) el sobrecoste y la destrucción del suelo por el monocultivo, compensado a corto plazo por la explotación del trabajo. Aun así, para que la fresa tenga un precio razonable para el consumidor, hay que comprarla en plena temporada. 3 Vidal Maté “El sector de la fresa reclama un pan estratégico para mejorar las explotaciones”. El País, 12-05-2003. Los datos de campaña en 2003 aportados en dicho artículo son: producción prevista en las 7.100 hectáreas de Huelva,

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trabajo en origen para conseguir una mano de obra que se pliegue mejor a las condiciones de trabajo. FRESHUELVA reclama de la administración un plan estratégico que mejore las superficies y estructuras de cultivo actuales y logre una posición más competitiva. Exige a la administración un plan de reconversión para un monocultivo que está agotando sus posibilidades y que basa su negocio en la explotación de l@s trabajador@s y la esquilmación del territorio, contaminando el suelo y las aguas y dejando residuos tóxicos en los alimentos. Pero la solución demandada forma parte del problema. Ni el problema puede entenderse mirando únicamente al interior de la producción fresera y su mercado, ni la solución pueden proporcionarla, en una espiral sin fin, las mismas condiciones que reproducen dichos problemas. Para buscar verdaderamente una solución estratégica y no una solución que forma parte del problema, es necesario hacernos una pregunta clave: ¿qué está pasando con la agricultura y la alimentación? LA GLOBALIZACIÓN ES INCOMPATIBLE CON LA SEGURIDAD Y LA SOBERANÍA ALIMENTARIAS 1.- INSEGURIDAD ALIMENTARIA EN LA AGRICULTURA INDUSTRIAL GLOBALIZADA El aumento de la desconfianza de la población hacia los alimentos es un hecho. Con cada escándalo crecen las dudas sobre la seguridad alimentaria. Los factores de inseguridad son diversos y creciente su complejidad.

1) Los nuevos “ingredientes”: dioxinas en los pollos, virus de la gripe en las aves, priones locos en las vacas, antibióticos para el engorde, transgénicos.

2) Las condiciones de producción en el campo y en las industrias de transformación: se fuerza a la naturaleza, mediante la intensificación de los cultivos y la ganadería, y se fuerza a las personas que trabajan, mediante las condiciones de esclavitud en los invernaderos y la precariedad en las industrias de transformación.

3) Las formas de distribución y consumo: concentración de empresas transnacionales que controlan la totalidad del ciclo producción-distribución-consumo; competitividad entre agricultor@s y rebaja constante de los costes de producción; predominio de grandes superficies que ofertan gran variedad de alimentos importados a bajo coste y que emplean a jóvenes mediante contratos basura; proliferación de restaurantes de comida rápida, tiendas de todo a 100; generalización de hábitos alimentarios basados en el exceso de carnes, sal y azúcar y el déficit de frutas, verduras y cereales integrales.

Esta desconfianza se debe a que el modelo actual de producción, distribución y consumo de alimentos persigue maximizar los beneficios empresariales en detrimento de una alimentación sana, suficiente y segura para toda la población. Los consumidores carecen de la madurez cultural, política y organizativa para enfrentarse al poder y la manipulación de las multinacionales alimentarias, apoyadas y consentidas por gobiernos, partidos y sindicatos. 2.- LOS RASGOS DE LA AGRICULTURA INDUSTRIAL GLOBALIZADA La lógica del beneficio económico en la producción de alimentos exige reducir el trabajo necesario en la agricultura y extraer el máximo rendimiento inmediato de la tierra y del ganado. Esta dinámica

280.000 toneladas; pérdidas por condiciones climatológicas adversas: 20.000 toneladas. Los contratos de trabajo en origen: 18.000 solicitados y 12.000 autorizados. Los precios pasaron de 3 euros/kg a comienzos de campaña a 0,60 euros kilo al final de campaña, mientras que los costes de recogida se estimaba que no bajaban de 0,40 euros/kg.

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coloca en el puesto de mando la competitividad y el beneficio económico, desconsiderando todos los límites humanos, sociales, ecológicos, territoriales y culturales. Es la misma lógica que fuerza a la población rural a abandonar el campo, a contratarse como asalariada y a depender del mercado, tanto para vender su fuerza de trabajo como para conseguir sus medios de subsistencia, impulsando al tiempo la concentración creciente de la población en las ciudades y la expansión del modo de vida urbano, incluso en el campo4. Este modelo de producción, distribución y consumo de alimentos se caracteriza por:

1) Colocación de la eficiencia económica y la competitividad como la finalidad que rige la producción de alimentos.

2) Aplicación en la agricultura del paradigma productivista de la industria, el aumento constante de la escala de la producción y la orientación hacia la exportación.

3) Especialización y fragmentación del proceso productivo en unidades distintas. Por ejemplo, en el caso de la fresa, producción de la semilla en California, de la planta en Valladolid y del cultivo en Huelva y en el caso del cerdo, cría, engorde y cebadero en granjas distribuidas entre Cataluña y Holanda.

4) Elevado consumo de energía5, no renovable y de fuera de la explotación6 y uso intenso de tecnología en la producción agraria (maquinaria; irrigación; semillas y razas híbridas, inseminación artificial, clonación y transgénicos; fertilización y pesticidas químicos; antibióticos y hormonas para engorde; seguimiento por satélite de agricultura de alta precisión, etc.) y en el procesado y la conservación de los alimentos.

5) Deslocalización de la producción alimentaria a territorios con mayores ventajas competitivas para las grandes empresas del “agribusiness”7.

6) Sustitución cultural de la figura del campesino, que produce alimentos sanos para las personas, por la del empresario agrícola que produce mercancías alimentarias para el mercado y cuya única finalidad es ganar dinero.

7) La desconsideración por ineficientes, en términos de beneficio económico inmediato, de las formas tradicionales y los conocimientos campesinos asociados al manejo de suelos, agua, semillas, cultivos, ganadería y bosques de cada territorio y cultura, aunque resuelven mejor los problemas de manejo de recursos naturales, eficiencia energética, equilibrio ecológico y territorial y proporcionan mayor seguridad y soberanía alimentarias a las poblaciones locales.

La “Revolución Verde”8 es la extensión de este modelo a los países empobrecidos por unas relaciones de dominio y esquilmación colonial y se lleva a cabo gracias a la Organización Mundial

4 El Informe sobre la Salud en el Mundo en 2002, de la OMS (Organización Mundial para la Salud de Naciones Unidas) titulado “Reducir los riesgos y promover una vida sana”, revela que, en los países denominados en vías de desarrollo, cuyo patrón nutricional está en transición hacia los países industrializados (bajas tasas de mortalidad y principales riesgos de muerte por consumo de tabaco, alcohol, hipertensión arterial, colesterolemia, obesidad y sedentarismo) están creciendo sus tasas de obesidad en población adulta de las barriadas urbanas pobres –por la ingesta de comida basura- y en las clases acomodadas de las zonas rurales que adoptan patrones culturales y alimentarios urbanos (Recuadro 4.10. Transición sana de los factores de riesgo, pag. 94). 5 Muy por encima de la que aportan los alimentos producidos y cada vez con un balance energético más negativo. 6 El aporte energético desde el exterior es diverso: en la forma de combustibles, pero también de fertilizantes, pesticidas químicos y alimentos para el ganado. Todos ellos tienen un alto coste energético en su producción y transporte. 7 En inglés “Agribusiness”: negocio de la producción agroalimentaria 8 Probablemente recibió ese nombre porque además de simbolizar una transformación del campo sin precedentes pretendía, a juicio de sus impulsores, resolver los problemas de los desheredados de la tierra mejor que cualquier revolución social. De hecho, ha servido para contraponer a la reforma agraria requerida por las organizaciones campesinas, con la promesa de que la modernización del campo bajo el patrocinio de las instituciones internacionales, podía ser una mejor solución –más rápida y pacífica- al hambre y la pobreza de l@s pequeñ@s campesin@s y sin necesidad de enfrentarse con el poder de los terratenientes, cuyo precio tenía y tiene aún como contrapartida, la represión y la muerte de l@s líderes campesin@s e indígenas que se atreven a desafiar dicho poder y a organizar la lucha por la tierra.

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para la Alimentación (FAO), el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y mediante convenios bilaterales o multilaterales de comercio en los que agricultura y alimentación son la moneda de cambio. Esta nueva colonización alimentaria a través del mercado y garantizada con las armas, se presenta como la salida de un subdesarrollo, promovido por los mismos que ahora pretenden ayudar a superarlo. 3.- LAS CONSECUENCIAS DE LA AGRICULTURA INDUSTRIAL GLOBALIZADA La mercantilización de los alimentos basada en el abaratamiento de los costes y la competitividad, tiene como consecuencias:

1) Enfrentar a productor@s y consumidor@s de alimentos en intereses contrapuestos y enormemente alejados en una cadena de distribución planetaria. Cada productor pugna por reducir sus costes de producción para derrotar al resto de productores y vender lo más caro posible. Cada consumidor busca el precio más bajo desentendiéndose de la suerte de los productores, del resto de consumidores y de su propia seguridad alimentaria.

2) Eliminar a la pequeña producción agroalimentaria y campesina9, reemplazando ambas por empresas o sociedades anónimas que concentran la producción y la distribución donde les es más ventajoso para el comercio internacional.

3) Arruinar a los mercados locales y al pequeño comercio mediante la presión competitiva de las grandes superficies y los supermercados, en manos del capital multinacional, o en franquicia10 con pequeños inversores locales11.

4) Desvalorizar el oficio y habilidad del agricultor/a y su conocimiento de la naturaleza y convertir a la agricultura y ganadería en una factoría industrial, regulada por la organización científica de la producción en serie.

9 No es lo mismo “pequeña producción” que “producción campesina”, aunque una de las características de esta última sea su pequeña escala. El modelo de producción, distribución y consumo de alimentos dirigido al mercado global, arranca consumidores a la pequeña explotación. Esta no puede competir con la producción y distribución a gran escala, aunque resalte como atributos propios la calidad y la artesanía que le permiten un precio superior. El modelo de alimentación global ejerce sobre la producción campesina una presión cualitativa, destruyendo los fundamentos sobre los que opera: un modo de vida, cuya racionalidad no es el beneficio económico, sino la satisfacción de las necesidades de grupos sociales cercanos, considerando el mercado local como un medio y no como un fin. La agricultura capitalista, especialmente en los países occidentales, ha incorporado la agricultura familiar a la lógica industrial proponiendo como único camino a sus dificultades en un mercado global, la competencia entre ellos mismos mediante la modernización de la explotación. A pesar de tal transformación, la agricultura familiar, una vez modernizada, sólo permanece haciéndose menos familiar y de mayor escala, recurriendo a créditos, externalizando los trabajos temporales y trasladando los ajustes de las subvenciones y de los precios de sus productos, a las condiciones laborales de sus asalariad@s. Para la economía de mercado es preciso que desaparezca completamente la producción campesina para el autoconsumo. Entre los “éxitos” de la globalización alimentaria está el arrasamiento de la producción campesina en todos los lugares donde mantiene una cierta autonomía respecto al mercado global. La ruina campesina es condición para el desarrollo del mercado global, que se nutre de ex-campesin@s desplazad@s por la violencia competitiva de un mercado controlado por los más fuertes, de personas necesitadas de cualquier empleo y convertidas en nuevas consumidoras, que reclaman alimentos asequibles a sus escasos ingresos. 10 El sistema de franquicias se apoya en pequeños capitalistas que abren un establecimiento bajo condiciones establecidas por una gran marca de capital, frecuentemente multinacional, que impone diseño de imagen corporativa, establecimiento, suministradores y precios, exige un porcentaje de beneficios y se desentiende de todos los riesgos, incluso de la competencia, hasta la ruina, que puedan ejercer nuevos franquiciados de la misma marca al establecer un local en las inmediaciones. 11 Las ventajas competitivas de estas grandes cadenas de distribución se basan en la concentración del volumen de compra pero, sobre todo, en la imposición de precios y condiciones de pago a franquiciados y suministradores (incluidas exigencias de descuento y costeo de la publicidad, de reformas de establecimientos o de financiación de nuevas aperturas), el uso de marcas blancas, las ofertas bajo coste de productos de gran consumo –lácteos, bebidas, azúcar, aceite, productos de limpieza y aseo- para aumentar ventas y captar clientes, y la temporalidad, bajos salarios y recorte de derechos laborales y sindicales a sus plantillas. A veces las administraciones públicas financian, vía reducción de impuestos u otras fórmulas de subvención de las instalaciones, la apertura de otras nuevas.

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5) Tratar a los animales como máquinas productoras de carne, leche o huevos, con los riesgos ya conocidos de alteración del ciclo natural, la introducción de contaminantes en los alimentos (dioxinas en los pollos), la generación de nuevas enfermedades como la EEB (vacas locas) o la exportación internacional de enfermedades animales de unos lugares a otros y su transmisión a humanos (gripe del pollo).

6) Confundir la calidad de los alimentos con el cumplimiento de la legalidad: informar en las etiquetas, no incorporar productos prohibidos o en dosis no autorizadas.

7) Asumir cínicamente que es imposible el riesgo cero en la alimentación industrial globalizada. La seguridad alimentaria se reduce a un sistema de alerta, que se activa al denunciarse alimentos contaminados, para detectar su origen, retirar de la cadena alimentaria las unidades afectadas y lanzar un mensaje tranquilizador a la población, minimizando la desconfianza mediante el control de la información pública12.

8) Impedir el derecho a la soberanía alimentaria como “derecho de los pueblos a definir su propia política agraria y alimentaria”, mientras impone patentes sobre la vida y semillas estériles13 que ponen la seguridad alimentaria y la salud de la población en manos de las multinacionales.

9) Esquilmar y privatizar territorios, recursos naturales, agua, suelo, semillas, etc., provocando una contaminación y desertización crecientes que aumentan el hambre, el desarraigo y la emigración forzosa.

4.- LA GLOBALIZACIÓN ALIMENTARIA PRODUCE LA INSEGURIDAD ALIMENTARIA La mercantilización de los alimentos a nivel mundial ha demostrado su incapacidad para proteger la seguridad alimentaria. Por el contrario, su despliegue aumenta la inseguridad en todo el planeta. Sus consecuencias y contradicciones son cada vez más evidentes: a) desnutrición, obesidad y enfermedades achacables a la alimentación, es decir, hambre y comida basura; b) medicalización por falta de alimentos o por exceso; c) despoblamiento en el campo y hacinamiento en las ciudades; d) desarraigo, emigración, exclusión y nueva esclavitud en países del centro y de la periferia; e) destrucción ecológica, pérdida de suelo fértil y de biodiversidad agrícola, catástrofes “naturales” recurrentes, contaminación de aguas, suelos y atmósfera; f) intoxicación y envenenamiento de especies, enfermedades y trastornos hormonales derivados del uso de pesticidas; g) riesgo de epidemias humanas activadas por la transferencia genética de enfermedades animales (gripe del pollo); h) riesgos de difícil evaluación futura por el uso imparable de OMGs14. Hambre y comida basura son producto de la lógica del beneficio capitalista en la alimentación. La concentración creciente de la población en las ciudades y la expansión de un modo de vida urbano cada vez menos sostenible y más enfermante, son resultado de la misma lógica. El negocio de la producción mundial de alimentos priva de sus propios recursos a las poblaciones campesinas de los países del Sur y genera las migraciones de masas a los países del Norte en busca de una vida mejor. Quienes superan la travesía de la muerte hacia los países ricos, sufren la persecución como personas sin papeles y se convierten en mano de obra irregular, sin derechos laborales ni condiciones humanas de vida. Esta indefensión explica la competitividad de los cultivos hortícolas intensivos para la exportación. 12 Aún así no se eliminan los problemas, las enfermedades e incluso las muertes por contaminación alimentaria: como ejemplo, las dioxinas en los pollos cocinados de la empresa SADA que causaron un muerto y multitud de afectados, antes de su retirada del mercado. La contaminación se originó en unas instalaciones nuevas, dotadas con las más modernas tecnologías y que habían sido inspeccionadas dos días antes de la salida de los lotes contaminados. 13 Son semillas que han sido amputadas de su capacidad de reproducción a través de Tecnologías de Restricción de Uso Genético (TRUG), más conocidas como Terminator. Consiste en producir semillas incapaces de reproducirse o que sólo pueden hacerlo mediante una sustancia química propiedad de la misma empresa. 14 OMGs: Organismos Modificados Genéticamente.

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A pesar de sus consecuencias catastróficas, no se pone fin a este modelo porque es el más eficiente para generar beneficios económicos. Las necesidades humanas que no se expresan mediante las reglas y los precios del mercado global desaparecen. Las personas que no tienen medios o solvencia económica para satisfacer sus necesidades más básicas, entre ellas la alimentación y el cuidado de la salud, quedan abandonadas en medio de una inmensa riqueza. AGRICULTURA “QUÍMICA” Y “TRANSGÉNICA” SON DOS VARIANTES DE LA MISMA AGRICULTURA INDUSTRIAL 1.- LOS PESTICIDAS, EL “INGREDIENTE” MÁS ENVENENADO DE LA AGRICULTURA INDUSTRIAL El uso de productos químicos en abonos y tratamientos para “resolver” problemas diversos de los cultivos y el ganado es un rasgo fundamental de la producción industrial de alimentos. Este uso se extiende posteriormente al procesado, almacenamiento y conservación. El empleo de los productos químicos ha introducido a la agricultura en la lógica industrial, haciendo cada vez más dependientes a los agricultores de los desarrollos tecnológicos y del capital necesario para implementarlos. La adopción por parte de la agricultura de los parámetros de la industria comienza con el despliegue industrial en el siglo XIX. Pero se suele identificar la industrialización de la agricultura, entendida falazmente como “modernización”, con el momento en que se empiezan a utilizar semillas híbridas y agroquímicos15, como si fuera el rasgo definitorio y fundante de la agricultura industrial. Por eso, habitualmente se denomina agricultura química a la agricultura industrial. Entre otras razones, porque se visualiza mejor su asimilación a dicha lógica y por el impulso que recibe, desde los años 50, de instituciones y políticas internacionales, para el despliegue de sus propios fines. El FMI y el BM condicionan los créditos al desarrollo a unos planes de ajuste estructural que exigen la “modernización” del campo y de la agricultura y su incorporación al comercio internacional. Este fomento forzado de la industrialización de la agricultura y la alimentación con el objetivo de ampliar y profundizar el mercado global alimentario, considerado inevitable y bueno para los países empobrecidos, en la UE se había iniciado con la PAC16 que reducía, entonces y ahora, las políticas agrarias a las ayudas para dirigir la producción agroalimentaria a la modernización y al mercado mundial, condicionándolas a la penetración de los agroquímicos y otros desarrollos tecnológicos. Según la FAO17, los pesticidas son “sustancias o mezclas de sustancias destinadas a prevenir, destruir o controlar cualquier plaga, incluyendo los vectores de enfermedades humanas (como la malaria) o de los animales, las especies no deseadas de plantas o animales que causan perjuicio o que interfieren de cualquier forma en la producción, elaboración, almacenamiento, transporte o comercialización de alimentos, productos agrícolas, madera y productos de madera o alimentos para animales, o que pueden suministrarse a animales para combatir insectos, arácnidos u otras plagas sobre sus cuerpos. El término incluye las sustancias destinadas a utilizarse como reguladoras del crecimiento de las plantas, defoliantes, desecantes, agentes para reducir la densidad o evitar la caída prematura de la fruta y las sustancias aplicadas a los cultivos para proteger el producto contra el deterioro durante el almacenamiento y transporte”. Esta definición excluye a los fertilizantes del

15 La secuencia cronológica es la siguiente: a partir de 1930 en los países punteros, desde 1950 en Europa y desde 1970 en el resto del mundo. 16 PAC: Política Agraria Común, que se inicia en 1958 con el desarrollo de los objetivos que para la producción de alimentos fija el Tratado de Roma, entonces para los 6 países miembros de la CEE: Bélgica, Francia, Holanda, Italia, Luxemburgo y República Federal de Alemania. 17 Ver FAO: “Código internacional de conducta para la distribución y utilización de pesticidas”. Roma: Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, 1986.

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suelo, aunque también son químicos. Los pesticidas se usan tanto en la agricultura como en la salud pública en la lucha contra los vectores18 de enfermedades transmisibles. Pero es en agricultura y ganadería donde se usan más y en mayor cantidad, aunque también se desarrollan en el sector forestal, en jardinería, en la desinsectación de edificios, etc. La definición de la FAO concede a la industria química el papel clave para la solución de los problemas de la agricultura y ganadería. Se han ido desarrollando pesticidas para casi todos los problemas de ámbito agrario o no, que tienen que ver con organismos vivos: 1) insecticidas, 2) acaricidas19, 3) fungicidas20, 4) fumigantes del suelo y nematocidas21, 5) herbicidas, 6) desecantes, defoliantes22 y destructores de rastrojos, 7) rodenticidas23, 8) molusquicidas, etc. A pesar de que son biocidas, es decir atacan la vida, la industria química y sus científicos voceros han ocultado, y enmascarado -cuando no impedido- la evaluación de los daños, para evitar que pudieran probarse los efectos sobre la salud de trabajador@s y consumidor@s. Y lo siguen haciendo. Para evitar cualquier identificación negativa, se evita el nombre de pesticida o plaguicida, sustituido por términos que enmascaran su verdadera naturaleza, como “productos fitosanitarios” o “protectores de plantas”, conminando a los agricultores a emplearlos, no sólo desde las empresas productoras de agroquímicos, sino también desde las Universidades y las Instituciones. El propio Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en su página web afirma que “los productos fitosanitarios son medios imprescindibles24 para la producción agrícola”. 2.- CON EL USO DE SUSTANCIAS QUÍMICAS Y DE PESTICIDAS, AUMENTAN LOS PROBLEMAS QUE ELLOS MISMOS DICEN COMBATIR El aumento del uso de agrotóxicos ha ido en paralelo al crecimiento de la producción de sustancias químicas, también para otros usos, de tal manera que la extensión de químicos hoy constituye una amenaza para nuestra salud y la del ecosistema, de la que la producción de alimentos no es ajena. El uso de las sustancias químicas es muy diverso, no sólo en la producción agraria. La producción mundial de sustancias y preparados químicos ha pasado de un millón de toneladas en 1930 a 400 millones en la actualidad. No sólo cuenta su cantidad, también la diversidad de sustancias, sus aplicaciones y los efectos de las mismas en la naturaleza y en la salud humana. De los más de 25 millones de sustancias químicas distintas existentes en el mundo, en la UE están registradas y se comercializan 100.195 sustancias25. Según la “Estrategia para la futura política europea en materia de sustancias y preparados químicos” (2001), las empresas emplean habitualmente 30.000 sustancias (10.000 en cantidades superiores a 10 toneladas y 20.000 en cantidades comprendidas entre 1 y 10 toneladas). De entre ellas, unas 20.000 sustancias químicas se usan habitualmente sin haber sido objeto de pruebas toxicológicas completas y sistemáticas para evaluar los daños sobre la salud y el 21% de las producidas en alto volumen, no disponen de datos toxicológicos de ningún tipo. Del conjunto de sustancias con toxicología conocida, 350 son carcinógenas26 y 3000

18 Vectores: agentes que transmiten la enfermedad. En el caso de la malaria, el vector transmisor es el mosquito anófeles que habita en zonas húmedas. 19 Contra ácaros. 20 Contra hongos. 21 Contra gusanos. 22 Atacan la estructura celular de las hojas. 23 Contra los roedores. 24 El subrayado es mío. 25 Datos del “Inventario Europeo de Sustancias Químicas Existentes” (EINECS) compilado por la industria química europea en 1981. Desde entonces se calcula que han aparecido 3000 nuevas sustancias producidas o importadas al mercado europeo, según la Comisión Europea. 26 Cancerígenas.

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alérgenos27 declarados. Sin embargo, todas ellas se siguen produciendo y utilizando, con lo que aumentan los riesgos y los accidentes. Los colectivos más expuestos son l@s trabajador@s que producen tales sustancias, seguidos de quienes las utilizan y aplican. La estimación de la exposición de l@s trabajador@s europe@s a agentes químicos oscila entre 20 y 44% del total.28 Las enfermedades degenerativas derivadas de la exposición habitual a agentes químicos son más importantes y frecuentes que los accidentes de trabajo según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Dicha organización estima que de los 2 millones de muertes anuales que se producen en el mundo directamente vinculadas con actividades laborales, 440.000 son resultado de la exposición de trabajador@s a agentes químicos. En 1945, los pesticidas apenas se usaban en la producción agraria. Sesenta años después, se emplean 2,6 millones de toneladas/año, de las que más de 40.000 t. se dispersan en los campos españoles y más de 300.000 t. en la UE. Sólo EEUU emplea 500.000 toneladas29. España es uno de los países europeos con mayor consumo, junto con Francia, Alemania e Italia, aunque en densidad por hectárea nos superan Holanda, Bélgica, Francia e Italia. En España y según las cifras manejadas por AEPLA30, las ventas alcanzaron, en 2003, los 450 millones de euros, con un crecimiento anual, en los últimos 5 años, del 10%. En volumen se ha pasado de 92.000 toneladas en 1997 a 112.000 toneladas en 2003. En volumen de negocio, los pesticidas más vendidos son herbicidas (34%), seguido de insecticidas (31%) y fungicidas (28%), pero en volumen de producto se venden más fungicidas (28%) que herbicidas (25%) e insecticidas (20%). Andalucía es la CCAA que más gasta en pesticidas (34%), seguido de C.Valenciana (16%) Murcia (11%) y Cataluña (8%). Es decir, destacan el arco mediterráneo y los cultivos intensivos. De 112.000 toneladas de pesticidas empleados en 2003, Andalucía usó 40.000 (36%), la Cdad. Valenciana 18.000 (16%), Murcia 10.000 (9) y Cataluña 8.000 (7%). La evolución de consumo de fertilizantes entre 1992 y 2000, también es positiva, creciendo a su vez, la aplicación por hectárea: en fertilizantes nitrogenados pasó de 56,9 a 78,1 toneladas/hectárea; en fosfatos de 28 a 35 toneladas/hectárea; y en potasas de 20 a 29 toneladas/hectárea. Los costes de aplicación de pesticidas en cultivos hortícolas al aire libre y en invernadero supusieron en 2001 el 8,65% y 11,58% respectivamente. Los costes de aplicación de fertilizantes fueron el 11,12% y 10,69%. Es decir, conjuntamente rondan el 20% de los costes, siendo ligeramente superiores en invernadero. Estos costes, cada vez más elevados y con menor solución para los problemas del cultivo31, no contemplan las enfermedades profesionales, los problemas de salud de la población residente en el entorno o consumidora de estos productos. Tampoco el deterioro ecológico de suelos, agua y aire. Las consecuencias en la salud humana y el ecosistema por la introducción de los pesticidas dan un rango principal a esta dimensión de la agricultura industrial, hasta el punto de que puede parecer

27 Productores de alergias. 28 Risk and Policy Analysts Limited. “Assessment of the Impact of the New Chemicals Policy on Occupational Health, Final Report prepared for European Commission. Environment Directorate-General 2003 March. http://europa.eu.int/comm/environment/chemicals/pdf/finrep_occ_health.pdf . 29 Estas cifras son bajas, comparadas con las que aporta la propia industria española, pero son más generales y las proporciona el Documento de la Comisión al Consejo, al Parlamento y al Consejo Económico y Social. “Hacia una estrategia temática para el uso sostenible de los plaguicidas”. COM (2002) 349 final, p 26. 30 Asociación Española de Plaguicidas 31 Los problemas de resistencias de insectos y hierbas a los pesticidas son cada vez mayores, lo que obliga a más gastos y nuevos productos químicos. Igualmente, el empleo prolongado de químicos deteriora las condiciones del suelo, impide que mantenga su fertilidad y le dificulta la defensa frente a virus y hongos que debilitan la planta. La destrucción de la materia orgánica impide un mejor aprovechamiento del agua que se desaprovecha al infiltrarse, contaminada por químicos, a las capas inferiores del suelo. La espiral es cada vez más insostenible, exige mayores gastos en aplicaciones químicas y soluciones “tecnológicas”, reduciendo los márgenes económicos. Este mecanismo ahoga a las explotaciones más pequeñas, obliga a incrementar la productividad y a competir más ferozmente, si cabe, en el mercado.

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que eliminando los químicos se resuelven todos los problemas propiciados por este modelo de producción y distribución de alimentos. 3.- EL “PRINCIPIO DE PRECAUCIÓN”32 A FAVOR DE LAS MULTINACIONALES AGROQUÍMICAS A comienzos de los noventa, la Unión Europea (UE) inició, a través de la Directiva 91/414, un proceso de revisión de los pesticidas autorizados, muchos de los cuales habían salido al mercado careciendo de estudios pormenorizados de sus efectos tóxicos sobre el ser humano, animales, plantas y naturaleza en general. Incluso, seguían utilizándose, a veces con sospechas, otras con evidencias de sus perjuicios33, sin evaluar el impacto toxicológico –sobre la salud humana- y ecotoxicológico –sobre la salud del ecosistema-34. Dicha revisión comienza después de décadas en las que se han ido acumulando pruebas de los daños ciertos de los pesticidas: alergias e irritación de las vías respiratorias, secuelas irreversibles en sistema nervioso, endocrino e inmunológico, cáncer de diversos tipos e intolerancia de por vida a la presencia de sustancias químicas, etc. Tras la presión, a nivel mundial, de diversas organizaciones35 que están documentando dichas pruebas y exigiendo la responsabilidad de las empresas y los Gobiernos, se revisa la legislación europea de autorización de pesticidas, iniciando, en paralelo, un programa de revisión de las sustancias en uso. A principios de los noventa se sabe que los daños por exposición a pesticidas afectan no sólo a las personas que los aplican en el campo y en la desinfección de edificios, sino también al resto de trabajador@s expuest@s, sus familias, vecin@s y población en general, incluidos l@s hij@s engendrad@s con posterioridad al contacto o ingesta del pesticida36. También se conoce que son especialmente sensibles bebes, niñ@s, adolescentes, ancian@s, enferm@s, mujeres y madres gestantes o expuestas un tiempo antes de la gestación y progenitores masculinos, no sólo por esterilidad o reducción de espermatozoides, sino también por la transferencia a su descendencia de daños vinculados a una exposición a pesticidas. Los daños se producen incluso en dosis inferiores a las autorizadas37. Los factores que agravan el riesgo tienen que ver con las condiciones físicas de la

32 El principio de precaución supone que antes de la utilización de cualquier tecnología o la autorización de cualquier producto, sus productores deben acreditar, debidamente, que no constituyen ningún riesgo, presente o futuro. 33 Se ha demostrado la peligrosidad de los pesticidas organoclorados, que se caracterizan por su persistencia, acumulación y transferencia a lo ancho del planeta y a lo largo de la cadena alimentaria. Recomendamos el estudio dirigido por Miquel Porta, Profesor del Instituto Municipal de Investigación Médica y de la Universidad de Barcelona “Concentraciones de compuestos tóxicos persistentes en la población española: el rompecabezas sin piezas y la protección de la salud pública”. Descargado de la página www.doyma.es el 16/1/2006. 34 Mientras que, en el conjunto de sustancias químicas, la Comisión reconoce, con cifras, la escasa evaluación de los riesgos, en la revisión de los pesticidas hay un silencio absoluto y toda la información relevante que se publica aparece en ingles, impidiendo el acceso público a dicha información. 35 Destacamos la Alianza para la Acción en Pesticidas, conocida como PAN (Pesticide Action Network en inglés) y especialmente su versión latinoamericana, RAP-AL (Red de Acción en Plaguicidas y sus alternativas en América Latina), con abundante información en castellano en su espacio web www.rap-al.org. 36 Según la Profesora Ana Mª García, del Dpto. de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia, en las zonas próximas a la Albufera de Valencia y como resultado de las fumigaciones aéreas para los cítricos, se han encontrado pesticidas organofosforados en la sangre de los habitantes de la zona. Y continúa “se han descrito enfermedades crónicas neurológicas debidas a la exposición mantenida a estos pesticidas y también secuelas a largo plazo después de intoxicación aguda” (El País, “Pesticidas en frutas y verduras” 8-2-05) 37 Los límites máximos de residuos autorizados en alimentos o en agua potable no garantizan la ausencia del riesgo por varias razones: 1) porque la cantidad de dosis diaria recomendable ha sido cuestionada al aparecer pesticidas que provocan disrupciones hormonales –ver más adelante-, en dosis muy inferiores a las legales; 2) porque las dosis se calculan para varones adultos y sanos, que admiten niveles más altos que enferm@s, mujeres y niñ@s; 3) porque hay que tener en cuenta la combinación de exposición a diversas sustancias químicas, el periodo de exposición y su acumulación. Una dosis legal puede no ser perjudicial durante una temporada corta, pero el efecto puede variar si se

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persona: etapas cruciales en el desarrollo hormonal, una mayor ingesta en proporción al peso –en la infancia, sobre todo en los más pequeños-, estado de debilidad o enfermedad previo; pero también con el uso prolongado de un número cada vez mayor, en cantidad y diversidad, de sustancias pesticidas a lo ancho del planeta y durante más de 50 años, cuya extensión y acumulación en agua, aire, suelo y tejidos grasos de animales y seres humanos, constituye una situación de contaminación generalizada a la que se aportan nuevas emisiones cada año y en un nivel creciente38. Pero la demostración no siempre es posible. Las relaciones causa-efecto por una intoxicación aguda tras un envenenamiento o exposición directa son fácilmente identificables, porque se producen inmediatamente o a las pocas horas. Más difícil es demostrar la aparición de un trastorno o enfermedad provocada por intoxicación crónica, debida a varios años de contacto profesional (a lo largo de un periodo prolongado o toda la vida). Igualmente es dificultoso probar que se debe a haber permanecido, de forma casual o recurrente, en espacios cerrados o jardines que han sido tratados. Tanto o más complicado es demostrar que ha sido causado por el consumo de alimentos y aguas contaminadas por pesticidas, incluso por debajo de los límites autorizados. Pueden pasan años entre la exposición y el inicio de la enfermedad. Esta es la situación más habitual en casos de exposición inadvertida, crónica, contaminación alimentaria, exposición de los progenitores antes de la concepción o de la madre durante el embarazo o ingesta a través de la lactancia materna. Tienen que multiplicarse los casos de enfermedad o muerte para que se observe una tasa superior a la normal y alguien empiece a investigar. A veces se demuestra la relación, pero los resultados no son significativos y se rechazan desde una posición científica. La dificultad probatoria entre causa y efecto, facilita que las empresas productoras de pesticidas no sólo esquiven su responsabilidad cuando causan daños reales, sino que presionen a las administraciones para impedir que prohíban su producción o, al menos, les autoricen “usos críticos”39. Aunque la Comisión Europea se vanagloria de haber introducido el principio de precaución en la letra de la Directiva, el hecho es que, en la práctica, brilla por su ausencia.40

prolonga o si el individuo tiene toda la vida por delante –caso de los cánceres- y desarrollarse 10 o 15 años después. 4) porque, en relación a los residuos en alimentos, depende de la dieta. No es lo mismo un alimento que se consume poco, que si forma parte de la dieta diaria y se ingiere en cantidades importantes. Estas cuestiones no son contempladas al calcular los límites máximos autorizados. 38 Un estudio finalizado por un equipo de investigadores del Colegio de Médicos de Familia de Ontario (Canadá-2004) y basado en la revisión de la bibliografía científica producida, a nivel mundial y en los últimos 10 años, sobre la relación entre pesticidas y diversos tipos de cáncer, malformaciones genéticas, trastornos del sistema endocrino, neurológico y mental, revela que el uso de pesticidas está provocando un mayor número de enfermos de estas dolencias, reduciendo la esperanza de vida de la población y la vida saludable. En la revisión han discriminado tanto la validez científica como la significación estadística de los hallazgos, destacando aquellos estudios de prospectiva sobre una muestra amplia y un seguimiento a largo plazo. Esta discriminación otorga un mayor rigor a sus conclusiones. En la mayoría de los casos, la existencia de la enfermedad se produce por la propia profesión o la de sus padres y madres, pero concluye que la transmisión por la exposición ambiental o alimentaria ha sido menos estudiada y resulta más difícil su evaluación. Pone especial énfasis en los daños sobre la infancia y adolescencia, precisamente por su vulnerabilidad y mayor probabilidad de desarrollar la enfermedad a lo largo de su vida. En aquellas enfermedades donde las investigaciones han sido capaces de demostrar una mayor tasa de aparición ante la exposición a pesticidas –diversos cánceres, Linfoma-No-Hodking y leucemia-, se pronuncian a favor de evitar totalmente la exposición de la población en general, lo que significa prohibir su uso o reducirlo a situaciones muy excepcionales. 39 Se emplea este término para seguir autorizando el uso de sustancias de probada peligrosidad, argumentando que no existe otra forma posible de resolver el problema para el que ha sido diseñado. Por ejemplo, el uso del bromuro de metilo en la desinfección de suelos para la producción de fresa. Existen otras alternativas, incluso sin variar el modelo intensivo de producción (como la solarización para evitar los hongos en el suelo). Además, conviene plantearse la causa del uso de pesticidas en la forma industrial de producción de alimentos, cuyos métodos destruyen cualquier defensa natural del suelo, plantas y animales ante las enfermedades o la competencia con otros seres vivos. La alta patogenicidad del virus de la gripe aviar es un buen ejemplo. El hacinamiento provoca la bajada del sistema inmunitario y la enfermedad penetra en la fábrica. Un caldo de cultivo favorecido por la densidad y cantidad de animales, propaga más rápidamente la enfermedad y el virus encuentra las condiciones para mutar y hacerse más virulento. Las aves migratorias y de corral no propagan la enfermedad, son sólo sus víctimas. Sin embargo, son perseguidas y encerradas,

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El proceso de revisión de la totalidad de pesticidas autorizados y en uso antes de 1992, contemplaba un horizonte inicial de 12 años. Dicho plazo ha sido superado y ampliado a 2008. Inicialmente y hasta el año 2001 se contabilizaban 834 pesticidas existentes, que fueron clasificados en 4 listas en función de su uso y peligrosidad. Actualmente la cifra ha aumentado a 984 sin que haya explicación alguna en los informes de seguimiento –el último fechado en abril de 2005-. Las listas 1 y 2 (con 90 y 149 sustancias respectivamente) contenían los pesticidas más preocupantes, de mayor uso o aquellos para los que la industria decía poder facilitar con rapidez los expedientes que contenían su propia evaluación de toxicidad y ecotoxicidad. La revisión de estos pesticidas debería haber finalizado en 2003. Pero en marzo de 2006, quedan aún 11 sustancias pendientes de concluir la evaluación en la lista más prioritaria y 50 en la segunda lista. Los trabajos de la 3ª y 4ª lista aún van más atrasados. Esto significa que tales sustancias siguen utilizándose, incluso cuando debieran haberse prohibido. Este es el caso del endosulfan, considerado un potente disruptor endocrino41 y que se acumula en el suelo, el aire, los plásticos de invernadero, el agua y los alimentos, pasando a la sangre y a los tejidos grasos. La relación del endosulfan con el cancer de mama y con malformaciones en el aparato reproductor masculino en niños y bebés expuestos ha sido ampliamente documentada42. También en España, que es uno de los principales consumidores de endosulfan de la UE 43. Estas investigaciones deberían haber bastado para prohibir el endosulfan con el fin de evitar nuevos casos y proteger la salud de la población. Todo lo contrario, la revisión del endosulfan sigue dilatándose. El primer informe de la Comisión44 sobre la revisión de sustancias existentes, preveía la retirada de unas 500 sustancias. Sin embargo, hasta la fecha45 sólo han sido retiradas 370, de las cuales, una veintena han obtenido autorización para “usos esenciales”. Con autorización plena figuran algunas sustancias muy preocupantes. Este es el caso del herbicida Paraquat46. Se trata de un producto

mientras nadie parece preocuparse por lo que pasa dentro de las factorías de pollos. Cuando no se impugna el modelo industrial, todas las soluciones forman parte del problema. 40 “Esta directiva fue uno de los primeros actos legislativos en contar tanto con el principio de subsidiariedad, como con el principio de precaución. Colocó explícitamente la protección de la salud humana y del medio ambiente por encima de las necesidades de la producción agraria.” Informe de la Comisión al Parlamento y al Consejo COM/2001/0444 final */ 41 En palabras de Nicolás Olea: “El término disruptor endocrino sirve, en la actualidad, para definir a cualquier compuesto químico, contaminante medio ambiental que, una vez incorporado a un organismo vivo, afecta al equilibrio hormonal. ” Extraído de su “Informe Agricultura y salud”. Nicolás Olea es catedrático de medicina interna de la Universidad de Granada y Jefe de la Unidad de Radiología del Hospital Clínico de Granada. En definitiva, la disrupción hormonal provoca alteraciones que desequilibran el funcionamiento del sistema endocrino y, durante el embarazo y en edades cruciales, pueden provocar malformaciones genéticas y perjudicar el normal desarrollo del aparato reproductivo. 42 Citamos sólo un estudio realizado en España “Factores de riesgo de criptorquidia”, a cargo de la Dra. Maria Teresa Rueda Domingo, del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, de la Facultad de Medicina de Granada y publicado en la Gaceta Sanitaria en 2001. En dicho estudio realizado a niños nacidos en el Hospital Universitario San Cecilio de Granada, entre 1992 y 1999, se documenta la influencia del lugar de residencia y la profesión de los padres para este trastorno –dificultad de descenso testicular- en los bebes varones que puede producir esterilidad y cáncer de testículos en la edad adulta. Extraído de la página www.doyma.es el 16/1/2001. 43 Nicolás Olea informa de la persistencia de endosulfan en los plásticos de los invernaderos almerienses, en las aguas de los ríos andaluces, en el aire del Pirineo –por la proximidad a la industria productora- y en la sangre y los tejidos grasos de los niños en Murcia. Esta contaminación se relaciona, en diversos estudios, con el cancer de mama y la dificultad de descenso testicular de bebes varones según el citado Informe Agricultura y Salud. 44 Informe de la Comisión al Parlamento y al Consejo COM/2001/0444 Final */ 45 8 de marzo de 2006 es la última modificación de la lista de sustancias existentes de las listas 1 y 2. Pero para el conjunto de sustancias existentes y las nuevas, empleamos los datos del informe de abril de 2005. 46 Paracuat lleva utilizándose más de 60 años en más de 120 países. Es un herbicida considerado entre los 12 más toxicos ya en los años ochenta. En la terminología fitosanitaria se le califica como de amplio espectro y acción rápida. Se emplea para eliminar hierbas porque destruye el tejido verde de estas plantas por contacto. Colapsa la estructura de sus células, alterando la fotosíntesis y provoca con ello la desecación de la planta. Se aplica en más de 50 cultivos y para controlar hierbas en áreas no cultivadas. Se usa principalmente en cultivos de maíz, orquídeas, soja, arroz,

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altamente toxico47. Desde 1985, la Red PAN despliega una campaña para difundir los peligros de seguir empleando los 12 pesticidas más tóxicos, la denominada “docena sucia”, que busca la prohibición de tales sustancias. En 2002 se inició una campaña específica para este pesticida, “STOP Paraquat”, que condicionó la prohibición total o el uso restringido en 13 países, 4 de ellos miembros de la UE48. A pesar todo, la UE ha dado un espaldarazo a este pesticida a finales de 2003. Como en el caso de la mayoría de autorizaciones de transgénicos, la decisión fue muy controvertida49 y la argumentación contraria de Suecia, con el apoyo de Finlandia, Luxemburgo y Dinamarca no se tuvo en cuenta50. La autorización exige unas precauciones de protección de los operarios, costosas económicamente e imposibles de cumplir en caso de elevadas temperaturas y una evaluación anual de daños sobre los trabajadores y la fauna terrestre en las zonas donde se aplique51. Es decir, reconoce la peligrosidad, pero en lugar de evitarla, aplicando el principio de precaución, acepta las condiciones de la empresa (Sygenta) y subordina la protección de la salud de trabajador@s y medio ambiente a los intereses económicos de la industria agroquímica. Además, la autorización en la UE ha neutralizado los efectos positivos de las campañas de sensibilización, frenando el proceso de prohibición del paraquat en países del Sur, a pesar de la imposibilidad de adoptar los niveles de protección de los operarios de los países ricos. En definitiva, la UE no está aplicando el principio de precaución para proteger a la población y al medio ambiente de los efectos negativos de los pesticidas. Su programa de revisión es una máscara para seguir actuando en beneficio de la industria química. No se prohíben todas las sustancias más peligrosas y cuyos daños han sido probados. No se suspenden aquellas sobre las que hay estudios que señalan su peligrosidad, aunque no alcancen significación científica, hasta tanto demuestren su inocuidad, como debería hacerse en ejercicio del principio de precaución. Las prohibiciones a veces son simulacros porque siguen utilizándose bajo la forma de “usos esenciales”. Desde 1992 se ha solicitado la inclusión de un centenar de pesticidas nuevos que vienen a relevar a los anteriores y, según la Agencia Europea de Medio Ambiente, son “más tóxicos, aunque más específicos y más eficaces” (hasta que aparezcan nuevas resistencias de las plagas reduzcan su efectividad)52. El control de plagas no es un problema reducible a la química porque es agroecológico. Las plagas y enfermedades son resultado de agrosistemas desequilibrados. El empleo de grandes cantidades de agrotóxicos de amplio espectro acaba fracasando y creando nuevos problemas. La mejor manera de hortalizas, algodón y palma (de aceite). A pesar de ser uno de los herbicidas más toxicos es el tercero más usado en todo el mundo. Syngenta es la multinacional que lo comercializa bajo el nombre comercial de GRAMOXONE. Sus ventas anuales se estiman en 25.000 toneladas, vendidas el 70% en países “pobres”. Actualmente Syngenta promociona Gramoxone para tratar las supermalezas que no pueden ser eliminadas con glifosato por haber desarrollado resistencia a este herbicida a partir del cultivo de soja transgénica de Monsanto (cuya propiedad es la resistencia al glifosato). 47 Clasificado como moderado por ingesta oral, pero alto por inhalación, según los estudios de toxicidad existentes. 17 mg/kg pueden matar a una persona. La muerte por envenenamiento puede ocurrir hasta un mes después, lo que agrava el sufrimiento. No existe antídoto. También puede provocar: daños irreversibles en pulmones, corazón, riñones, glándulas adrenales, sistema nervioso central, músculos y bazo; problemas agudos y crónicos: dermatitis severa, quemaduras de 2º grado, hemorragias nasales, taquicardias, fallos renales y respiratorios. Se asocia con defectos reproductivos y de desarrollo, cáncer de piel y parkinson. 48 Está prohibido en Finlandia (1986), Austria (1993), Suecia (1993) y Dinamarca (1995). Alemania restringió su uso en 1993 y Hungría en 1991. 49 Se aplazó la decisión en 4 ocasiones en el Comité Permanente de la Cadena Alimentaria y Salud Animal y su aprobación se hizo por una mayoría cualificada que daba un escaso margen de conformidad, (con 16 votos en contra y 5 abstenciones, el 3-10-2003) 50 Suecia emitió el siguiente voto particular: “La inclusión de paraquat en el anexo 1 de la directiva 91/414 en nuestra opinión no sigue el principio de precaución. Es una sustancia extremadamente peligrosa que puede causar daños severos e irreversibles en humanos. Tanto los modelos de exposición simulados como los estudios de campo indican un margen de seguridad inaceptablemente bajo. Debido a la toxicidad característica del paraquat, los accidentes podrían tener por resultado, daños fatales que no pueden ser contrarrestados con ningún antídoto conocido (...) somos de la opinión de que hay una responsabilidad global, tenemos en cuenta el resultado de su uso en los países en desarrollo y las señales contradictorias que una inclusión de esta sustancia podría dar”. 51 Directiva 2003/112/CE. D.O.U.E L 321 de 6-12-2003. 52 EEA: Environmental Signals 2000, Copenhague, febrero 2000, cap 6 “agriculture”

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combatir las plagas es recuperar el equilibrio de los agrosistemas y el mantenimiento de la biodiversidad. Por otro lado, la UE, secundada por los gobiernos, resta importancia a la contaminación por pesticidas que contienen los alimentos, a pesar de hacer controles periódicos. “De cada 100 verduras que consume ciudadano europeo, 60 están completamente limpias de pesticidas, 36 tienen restos en dosis inferiores al máximo tolerado y 4 están contaminadas por encima de estas dosis”53. El 40 % contienen restos y aunque en su mayoría estén por debajo de los límites autorizados, comienzan a acumularse las pruebas de que pequeñas dosis durante mucho tiempo pueden ser más perniciosas que altas dosis de una sola vez. A su vez, una dieta equilibrada, con alto consumo de frutas, verduras y cereales, contendría niveles de pesticidas superiores a los recomendados según un estudio realizado en Barcelona a través de más de mil muestras recogidas en los comercios54. 4.- LOS TRANSGÉNICOS, UNA FORMA MÁS ACABADA DE AGRICULTURA INDUSTRIAL El desarrollo de la agricultura industrial ha llevado a los transgénicos como un proceso necesario. Las transformaciones en la agricultura y ganadería orientándose al mercado, urbano en primera instancia y global después, han perseguido el incremento del rendimiento (volumen producido por hectárea o animal) y de la productividad (volumen producido por unidad de trabajo), desconsiderando las desventajas para agricultor@s y trabajador@s agrícolas55 más allá del beneficio económico inmediato para l@s primer@s. Los resultados han sido: a) agotamiento y contaminación de la tierra, del agua, de las semillas y de los animales; b) eliminación de trabajo en el campo y emigración forzosa a la ciudad; c) acaparamiento de la tierra en menos propietarios; d) necesidad cada vez mayor de capital y tierra para obtener el mismo resultado económico y por tanto, ruina y subsiguiente emigración de l@s pequeñ@s agricultor@s; e) pérdida del control sobre las consecuencias de la incorporación de las tecnologías y métodos industriales en la producción agraria y en el ecosistema; y d) nuevos problemas o agravamiento de los anteriores, que aumentan la dependencia y el gasto en soluciones tecnológicas en manos de las industrias productoras de semillas, maquinaria, fertilizantes, fitosanitarios, etc. Por un lado, el mayor problema procede de que el único factor que se considera racional es la intensificación de la producción. Las soluciones propuestas son exclusivamente tecnológicas y exportan los problemas hacia fuera del proceso productivo y hacia el futuro, agravándolos en lugar de resolverlos. Por otro lado, se olvida permanentemente que dicha intensificación no busca resolver las necesidades y los problemas de agricultor@s y trabajador@s del campo y las necesidades alimentarias de la ciudad, sino la articulación de la agricultura con la industria y la dependencia del mercado para suministros y para vender lo producido, con el único afán de obtener un beneficio en la operación. Las necesidades de las familias rurales, para ser satisfechas, tienen que pasar por el mercado y las soluciones a sus problemas “técnicos” dependen, cada vez más, del beneficio de la industria agroquímica. Y las nuevas respuestas, en un circuito de cada vez más dependencia, vienen nuevamente de la industria agroquímica, ahora agro-químico-biotecnológica.

53 El Pais, 8-2-05. 54 Estudio realizado por la Agencia de Salud Pública de Barcelona, bajo la dirección de José Ramón Villarbí, con la colaboración de otros profesionales médicos de distintas instituciones sanitarias y de investigación de Cataluña. Resumen del estudio “Plaguicidas en la dieta: aportando piezas al rompecabezas”. Descargado de la página www.doyma.es el 16-1-2006. 55 El aumento de rendimientos y productividad no ha tenido ningún beneficio para l@s jornaler@s y trabajador@s del campo. Al contrario, en una situación de amplias capas de campesin@s sin tierras, son ellos los que contribuyen al ahorro de costes de la modernización. La mayor productividad de la tierra o del trabajo significa reducción de peonadas y más trabajo por el mismo salario o por menos, al haber más jornaleros desocupados.

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Pero los beneficios económicos de esta industria crecen cuando también lo hacen los problemas de l@s agricultor@s. Coloquialmente llamamos transgénicos a los organismos modificados genéticamente (OMGs). Se fabrican en un laboratorio como producto de añadir a un ser vivo genes que no pertenecen a su especie. Las multinacionales que los producen solicita una patente56 sobre el nuevo material genético y pretenden además, desarrollar de forma comercial la esterilización de semillas, hasta ahora bloqueadas por una moratoria. De este modo, no sólo se aseguran el beneficio, también el control de la producción mundial de alimentos, vinculando las necesidades alimentarias mundiales a sus intereses. El control absoluto de la alimentación por parte de las multinacionales pone en peligro la autonomía, la seguridad y la soberanía alimentaria de campesin@s, consumidor@s y, en definitiva, de toda la población. Con una retórica que dice superar los problemas creados por la agricultura industrial, los alimentos transgénicos son una supuesta solución tecnológica que, orientada radicalmente al aumento de la productividad, se presenta como la solución al hambre en el mundo. Por el contrario, es la dificultad de acceso -cuando no el robo o la expropiación a los campesinos- a recursos productivos como la tierra, el agua, las semillas y otros medios de producción, lo que atenta contra la seguridad alimentaria. Las semillas transgénicas que se cultivan en el mundo57 han sido manipuladas para ser resistentes a determinados herbicidas químicos, con lo que aumenta su uso. También para segregar la toxina Bt contra el gusano en el maíz y en el algodón, pero ya han empezado dichos gusanos a hacerse resistentes. Por último, les incorporan genes que inutilizan los efectos de los antibióticos, lo que implica que, a medio plazo, los antibióticos utilizados con estas semillas serán inservibles como medicamentos para las personas y para los animales. En un círculo vicioso, los transgénicos agudizan los problemas que prometen resolver: abuso de agroquímicos, crecimiento de plagas, resistencia a los productos que combaten las plagas, aumento de la contaminación de aguas y suelos, pérdida de fertilidad de la tierra, menores rendimientos de los cultivos. Acrecientan la incapacidad de los agricultores para resolver sus problemas “técnicos” y, con ello, su dependencia del “agrobussines”. Las relaciones entre los nuevos genes y los antiguos no son predecibles porque nunca han interactuado unos y otros en el mismo organismo. No podemos determinar qué pasará en las generaciones futuras de dichos organismos58. Uno de los problemas reconocidos es la inestabilidad de los genes implantados. Es inevitable que los cultivos transgénicos, en el caso del maíz a través de la polinización cruzada, transfieran los nuevos genes de unas plantas a otras, de unos campos a otros y a lo largo de la cadena alimentaria. Con ello aumentan los riesgos sobre la salud de las personas y del propio ecosistema del que los campos de cultivo y el ganado forman parte. Por lo tanto, admitir la coexistencia normalizada de los cultivos transgénicos con los no transgénicos, supone aceptar una contaminación segura y la transferencia de genes resistentes a antibióticos y pesticidas59, desde las semillas transgénicas a otras plantas y seres vivos. Una vez que se acepta la contaminación como inevitable, se invoca el “principio de precaución” en vano y la 56 Derechos de propiedad exclusivos sobre el organismo nuevo o el procedimiento empleado, que obliga a agricultores e investigadores a pagar por usar las semillas o plantas transgénicas para el cultivo o para la investigación. 57 Por el momento, maíz, soja y algodón. En el caso de la Unión Europea, el maíz. Aunque existen muchos otros cultivos en experimentación a campo abierto. 58 La investigación de riesgos sobre la salud humana por ingestión de organismos con genes modificados genéticamente es muy escasa y se reduce a las pruebas con animales en el laboratorio realizadas, precisamente, por las multinacionales biotecnológicas interesadas en la comercialización de los transgénicos. 59 El método que se emplea para insertar los nuevos genes en el organismo receptor, utiliza genes de resistencia a antibióticos y a pesticidas para garantizar el éxito de la operación.

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normativa se limita a regular dicha contaminación mediante soluciones que forman parte del problema: 1) medidas correctoras que intentan minimizar la contaminación; 2) seguimiento para comprobar fallos, insuficiencia de las medidas correctoras y evolución de la contaminación; 3) suspensión de autorizaciones caso de probarse daños inaceptables o irreparables; y 4) sistema de responsabilidad económica ante daños probados. En las elecciones generales de marzo de 2004, la victoria precaria del PSOE y el cambio de gobierno supuso el tránsito de la política activa a favor de los transgénicos del PP, a una política de aceptación ambigua. Este cambio también afectó a la respuesta de las organizaciones y colectivos sociales a la política gubernamental en transgénicos. Aunque la iniciativa de ambos gobiernos de regular una coexistencia de los cultivos transgénicos con los no transgénicos se hacía con contenidos semejantes, los movimientos sociales han pasado de exigir al gobierno del PP una moratoria60 y la prohibición de los cultivos autorizados, en aplicación del principio de precaución, a aceptar la coexistencia y una inevitable contaminación, a cambio de pactar unos “contenidos mínimos” con el Gobierno del PSOE 61. Las ONGs ecologistas con dependencias ideológicas, políticas e incluso económicas, del bloque institucional socialdemócrata, justifican su cambio de posición en base a “ampliar los apoyos sociales y mejorar la capacidad negociadora con el Gobierno”. El resultado ha sido el fortalecimiento de la política transgénica del Gobierno62 y un movimiento de lucha contra los transgénicos rebajado en sus contenidos y con una posición más débil para enfrentar la imposición de los mismos63. Las consecuencias del cambio de estrategia a favor del PSOE han producido en los movimientos sociales el aislamiento de los colectivos que hemos denunciado la inconveniencia de este retroceso en la defensa de una agricultura y alimentación sin transgénicos64. 5.- TERMINAR CON LA TECNOLOGÍA TERMINATOR Durante milenios, l@s campesin@s han garantizado la agrobiodiversidad y la seguridad alimentaria, adaptando y mejorando semillas y plantas de origen silvestre a las diferentes condiciones climatológicas, ecológicas, sociales y culturales. Nunca reclamaron ningún derecho sobre una actividad de enorme importancia social cuya materia prima habían tomado prestada de la naturaleza. Con el despliegue de la agricultura industrial para el mercado global, el producto de esta actividad milenaria, colectiva y de uso público, ha ido privatizándose en beneficio de multinacionales que impiden a l@s agricultor@s reproducir e intercambiar semillas libremente y les exigen pagar por usar semillas que son fruto de la experiencia secular de sus antepasados. Sobre el robo y el expolio del patrimonio común de semillas, se alzan los “derechos exclusivos” de estas empresas, que nos prometen acabar con el hambre en el mundo a través del crecimiento de su cuenta de resultados. El saqueo se legaliza con normativas nacionales e internacionales suscritas por los gobiernos globalizadores o “alterglobalizadores”, que convierten estas prácticas en necesarias e inevitables para el funcionamiento de la economía, a la vez que criminalizan las acciones de

60 Moratoria: suspensión cautelar de los transgénicos en aplicación del principio de precaución. 61 “Consideraciones básicas a incluir en las normas españolas sobre coexistencia entre cultivos modificados genéticamente, cultivos convencionales y ecológicos” 30 de marzo de 2005. 62 El gobierno del PSOE elaboró en julio’05 un nuevo borrador de coexistencia, semejante al anterior (nov’04) que había retirado en marzo y respaldado por la Ministra de Medio Ambiente. También ha registrado 14 nuevas variedades de maíz transgénico de Monsanto (incluso después de hacerse públicas las pruebas experimentales que demostraban los daños sobre la salud humana de este maíz). 63 Ver la última iniciativa en la “Carta a Zapatero sobre su política de transgénicos” en respuesta a la reafirmación del Gobierno del PSOE en la política a favor de los transgénicos http://www.nodo50.org/caes/articulo.php?p=515&more=1&c=1 64 Para un análisis más detallado, P. Galindo: “La unidad de izquierda y los transgénicos: una victoria pírrica”. El Viejo Topo, julio-agosto 2005.

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campesin@s, ecologistas y consumidor@s que tratan de impedir, en la práctica, el robo del patrimonio común y la contaminación genética y química de semillas, naturaleza y alimentación. Las semillas transgénicas y estériles son la forma más desarrollada de la agricultura industrial para el mercado global. Este modelo ha convertido el proceso de producción, distribución y consumo de alimentos en una actividad económica activada únicamente para dar beneficios al capital y no para atender las necesidades de los seres humanos. La tecnología Terminator es contraria al espíritu del Convenio de Diversidad Biológica de Naciones Unidas (NNUU). Por eso, la “Conferencia de las Partes” acordó, en el año 2000, una moratoria en el despliegue de estas semillas. Sin embargo, en la reunión del “grupo de trabajo sobre los derechos de pequeños campesinos e indígenas” (Granada–España, 23/I-3/II de 2006), los Gobiernos de Canadá, Australia y Nueva Zelanda han conseguido introducir en la resolución final el mismo planteamiento que, tras la caída de la moratoria de transgénicos en la Unión Europea (UE), preside la política de transgénicos a nivel mundial. Dicho planteamiento no considera que este tipo de tecnologías contengan, en sus fundamentos, en su forma de aplicación y en los intereses que las regulan, un peligro del que hay que protegerse. Tampoco asume la evidencia de que agudizan los problemas que prometen resolver. Por el contrario, impone una aceptación general, a cambio de una “evaluación caso por caso” de los problemas que se detecten. Al limitarse a exigir la demostración científica del daño en casos aislados, el principio de precaución es desplazado a una posición decorativa porque pierde su carácter preventivo. Con estas reglas del juego, las multinacionales, que cuentan con científicos en nómina para investigar, con resultados decididos de antemano, y que disponen de medios para presionar a la opinión pública y a las instituciones, imponen sus intereses sobre los derechos de ciudadan@s y de campesin@s, más vulnerados cuanto más pobres. Con la introducción de la “evaluación caso por caso”, se prepara la finalización de la moratoria de las semillas Terminator en la “8ª Conferencia de las Partes” que tendrá lugar en Brasil, del 20 al 31 de marzo de 2006. Otros dos hechos recientes abonan un contexto propicio para acabar con la moratoria. Por un lado, la condena que la UE ha recibido de la Organización Mundial de Comercio (OMC) por los 6 años de moratoria en la autorización de nuevos transgénicos, al considerar esta medida de precaución como un obstáculo al “libre comercio”. Por otro lado, el acuerdo entre Brasil y EEUU para introducir en el Convenio de Bioseguridad de NNUU la obligación a escala mundial del etiquetado de los alimentos transgénicos, que al quedar neutralizado el principio de precaución, realmente supone un maquillaje de transparencia para que l@s consumidor@s, presuntamente perjudicad@s en el futuro, no puedan protestar, ya que ellos mismos eligieron el producto. El fin de la moratoria de las semillas Terminator serviría, además, -como ya ha ocurrido al levantarse la moratoria de transgénicos en la UE-, para romper la unidad de los movimientos sociales y con ello, debilitar su fuerza. Los colectivos y organizaciones defensoras de la agroecología, el consumo responsable, la seguridad y soberanía alimentarias, así como cualquier consumidor individual, nos veremos obligados a aportar pruebas de daños, “caso por caso”. Esto supone un crecimiento sin límite de los cultivos transgénicos y la reducción de la “agricultura libre de transgénicos” a zonas acotadas y marginales. Con los transgénicos, avanzan el resto de tecnologías vinculadas a la globalización de la alimentación industrializada para el mercado mundial. Se desarrolla el libre comercio de alimentos transgénicos procedentes de semillas estériles, aunque debidamente etiquetados. La etiqueta garantiza al consumidor de alto poder adquisitivo su derecho a elegir alimentos no transgénicos, aunque este derecho no alcance a la mayoría de la población, que sólo puede “elegir” una comida basada en químicos y transgénicos. Queda demostrado, una vez más, que los gobiernos sólo defienden la salud y seguridad alimentaria de la población, mientras no interfiera con las reglas del libre comercio.

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6.- NO ES SUFICIENTE RECLAMAR EL “DERECHO A DECIDIR” UNA AGRICULTURA “LIBRE DE TRANSGÉNICOS” El planteamiento dominante en el movimiento contra los transgénicos que lideran las ONGs ecologistas y sus socios, a favor de la coexistencia “pacífica” ante la imposición de cultivos y alimentos transgénicos, se confirma como insuficiente para abordar los problemas de inseguridad alimentaria, por varias razones: 1) Está encerrado en la lógica interna de los transgénicos y dedicado a responder puntualmente a cada legalización, cada normativa, cada caso de contaminación, lo que impide enfrentar los problemas de la agricultura y la alimentación buscando una salida estratégica. 2) Señala la contaminación transgénica sobre la agricultura convencional, desvinculándola de la contaminación química de ésta última sobre el medio ambiente y la salud humana, cuyos daños llevan 50 años mostrándose, aunque ocurre como en los transgénicos, a medio y largo plazo y por acumulación. 3) El único argumento de participación esgrimido frente a la imposición de los transgénicos es el “derecho a decidir”. Aunque la propaganda de la industria biotecnológica simula lo contrario, los transgénicos son el desarrollo necesario de la agricultura química en una forma más acabada de despliegue de la agricultura industrial. En comparación a los parámetros de la agricultura química, se presentan como la alternativa65 a algunos de los problemas generados por ésta (contaminación por químicos, salinidad y erosión de suelos, resistencia de las plagas a los pesticidas, pérdida de cosechas, etc). La concepción de “química” y “transgénica” como formas -anterior y posterior- de la misma agricultura y alimentación industrial, en su proceso de desarrollo del mercado global, permite identificar mejor los problemas de la agricultura y alimentación actual y la necesidad de abordarlos desde perspectivas agroecológicas: a) independientes de la tecnología de las multinacionales, b) que incorporan los conocimientos campesinos tradicionales, c) más accesibles a l@s pequeñ@s agricultor@s y campesin@s pobres y d) basadas en el diálogo con la naturaleza y con las necesidades de la seguridad y la soberanía alimentarias de toda la población y no sólo de los sectores con solvencia económica. No podemos enfrentar la problemática de los transgénicos separada de la agricultura química. Mucho menos, pretender el fomento de una agricultura respetuosa, responsable, ecológica y agroecológica, sin afrontar los problemas de una alimentación industrializada. A su vez, la reducción del debate de los transgénicos a la “coexistencia”, nos hará cada vez más impotentes para resolver dichos problemas y reducirá igualmente la defensa de nuestra seguridad alimentaria, presente y futura, a la aportación de pruebas de sus riesgos y daños, de una en una. Una forma de evitar esa impotencia es mostrar los límites de nuestros planteamientos actuales y articular, a la vez, estrategias de fomento de una agricultura y una alimentación agroecológicas y responsables al margen del mercado global, que incluyan la sensibilización y la participación de personas y colectivos para involucrarse en algo más que rechazar los transgénicos. GLOBALIZACIÓN Y ALTERGLOBALIZACION ALIMENTARIAS, DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA La generalización de la comida basura tiene que ver con la proliferación de trabajos basura y de una vida basura para mucha gente. Mientras crece el despilfarro de recursos naturales y la

65 No elimina el uso de químicos, sólo asevera que se reducen la necesidad de algunos herbicidas e insecticidas, lo cual, hasta la fecha, no es cierto. Además, el uso de genes resistentes a algunos herbicidas, abona precisamente la tesis contraria, que aumentará su uso, en la práctica de la agricultura transgénica.

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contaminación, también crece la pobreza y la falta de condiciones de vida digna para muchas personas. La industrialización y mercantilización de la agricultura y la alimentación ha demostrado ya que no es capaz de alimentar a toda la población. Aunque se propone como la solución, agudiza el problema y nos incapacita para abordar soluciones. Los problemas causados por el mercado no se resuelven con más mercado. Nuestras formas de consumir tienen mucho que ver con estos problemas. El nivel de consumo de las sociedades desarrolladas, suponiendo que fuera deseable, no se puede generalizar a toda la población. El consumismo desaforado de mil millones de incluidos supone la desigualdad y la exclusión de la mayoría de la humanidad. En principio, la producción y el consumo de alimentos ecológicos y/o saludables no cuestionan la lógica mercantil que está en el origen de la agricultura industrial. Este modelo de producción y consumo, “progre” e individualista, se desentiende del modelo industrial dominante y acepta la coexistencia con químicos y transgénicos y la distribución global como forma de desarrollo del consumo ecológico. No integra la pobreza y la falta de acceso a los alimentos de la mayor parte de la población, ni la desaparición de la agricultura campesina y familiar. Por el contrario, fomenta alimentos ecológicos sólo para ricos y en base a las multinacionales de la distribución. El mercado, integrador y democrático, asume las contradicciones de esta nueva demanda: productor@s ecológic@s de menor escala en busca de mercados de consumidor@s ecológic@s muy solventes y/o solidari@s que les permitan mantenerse. La “ficción” ecoyuppy desemboca en la generalización del consumo ecológico a través de las multinacionales de la alimentación, que acaban suministrando los insumos66 y la tecnología, a unos productores ecológicos cada vez de mayor escala y distribuyendo en circuitos mundiales sus productos ecológicos, más competitivos. El despliegue de la productividad, la competitividad y la escala productiva se da también en el interior de la producción ecológica. La colonización del mercado mundial por parte de la producción etiquetada como ecológica acabará siendo una mera sustitución de tratamientos químicos por biológicos. La producción certificada como ecológica no contempla criterios de sostenibilidad que deberían incluirse (origen de la materia prima utilizada, consumo de agua, tecnologías culturalmente apropiadas, escala de producción, canales y formas de comercialización, distancia a los mercados), pero tampoco criterios sociales, económicos y culturales que tienen que ver con las formas de explotación de las personas y la naturaleza, con los derechos humanos, la salud y la seguridad alimentaria, con una vida más segura para todas las personas que habitan el planeta y no sólo para los que puedan pagar un precio superior al de los productos de la agricultura industrializada. En esa nivelación violenta de condiciones de producción, l@s pequeñ@s productor@s ecológic@s tienden a desaparecer por el mismo mecanismo que l@s agricultor@s convencionales de la agricultura química. Los alimentos no son ecológicos, sino que se certifican como ecológicos. Su bondad de no utilizar químicos queda empequeñecida frente a su contribución al deterioro ecológico en calidad de producción distribuida y consumida globalmente en la que no se distingue ni un ápice de los alimentos producidos en base a química (consumo de combustibles para su transporte, refrigeración, envases, embalajes, etc. por mencionar solamente elementos netamente ecológicos). La coexistencia “pacífica” con la producción industrial de alimentos y con los transgénicos reduce las posibilidades de zonas libres de contaminación genética y química. La falta de interés sobre las 66 Insumos: son todos los medios necesarios para la producción (energía, maquinaria, herramientas, semillas, fertilizantes, fitosanitarios, etc.) que no están en la propia explotación y por tanto, deben comprarse en el mercado.

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consecuencias sociales y medioambientales de la producción y distribución de alimentos ecológicos, facilita su asimilación por parte de la lógica económica globalizada. Apostar por la agricultura ecológica para quien pueda pagarlo, además de insuficiente, es injusto para la mayoría. La generalización de alimentos ecológicos en base a las grandes cadenas de distribución global es una falsa solución manejada por los que apuestan por democratizar la alimentación saludable, sin tener en cuenta las causas que han originado la agricultura y alimentación industrial. El desarrollo de la agricultura y alimentación ecológicas como un nicho comercial para consumidores con alto poder adquisitivo, en base a las multinacionales de la alimentación e incorporando la lógica del mercado global –competitividad, productividad y escala productiva para abaratamiento de costes- es una falsa solución a los problemas generados por la globalización alimentaria de la agricultura industrial. No sólo no la impugna, sino que coexiste pacíficamente con ella, beneficiándose de su ventaja comparativa en los segmentos de mercado de alto poder adquisitivo y facilitando así la coartada a los gobiernos globalizadores, que aparentan resolver los problemas de inseguridad alimentaria. La alimentación ecológica alterglobalizada, se desentiende de los problemas de la seguridad y la soberanía alimentarias y pasa a formar parte de la globalización de la alimentación en manos de las multinacionales. No combate el hambre ni elimina la comida basura, sino que, por el contrario, las necesita para diferenciarse. AGROECOLOGÍA Y CONSUMO RESPONSABLE: LOS DOS ASPECTOS DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA Agroecología no es “agricultura sostenible” para los campesinos en los países pobres, ni para los campesinos pobres de todos los países. La agroecología es una forma de producir alimentos contando con la naturaleza y no contra ella. Se apoya en un conocimiento secular anclado en la sabiduría y racionalidad campesina67. La modernización capitalista ha desterrado este conocimiento popular del ámbito de la producción porque no es competitivo en términos de mercado. Agroecología es: 1) agricultura inserta en el territorio; 2) mediante tecnologías apropiadas (variedades autóctonas y prácticas de protección del ecosistema en su conjunto); 3) contando con los conocimientos tradicionales; y 4) partiendo de un principio de austeridad en el uso de insumos, especialmente energéticos. La Agroecología campesina necesita de un Consumo responsable que persiga la superación de la sociedad de mercado y de un individuo limitado a producir y consumir como única forma de pertenencia social. Un consumo responsable es la contraparte necesaria que construye redes de consumidores en las ciudades en legítima defensa de su seguridad alimentaria y se compromete directamente con productor@s agroecológic@s. Este compromiso implica: 1) reconocer, en términos horizontales, las necesidades de ambas partes; 2) buscar la reciprocidad y la equivalencia, promoviendo el apoyo mutuo para producir y consumir alimentos sanos; 3) establecer mediante el

67 A diferencia del empresario/a que busca enriquecerse al producir alimentos y extraer la máxima productividad inmediata de la tierra y el trabajo empleados, l@s campesin@s agroecológic@s cultivan plantas y/o cuida ganado para obtener alimentos sanos respetando los ciclos de la naturaleza y procurando aumentar la fertilidad del suelo para los años venideros. No producen ilimitadamente sino hasta satisfacer las necesidades del grupo familiar. La familia campesina no escatima trabajo, porque no se emplea en términos de mercado, sino como medio necesario para cuidar de la familia. Si destinan su producción al intercambio, esperan una remuneración económica y social suficiente para vivir dignamente y transmitir a las generaciones futuras sus conocimientos y experiencia, integrados con los de sus antecesor@s en su cultura campesina. Esta es la racionalidad ecológica campesina, totalmente diferente a la racionalidad económica empresarial.

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diálogo, un precio justo que remunere adecuadamente el trabajo de los productores rurales, en lugar de permitir que los precios los establezca el mercado68; 4) interrogarse también sobre lo necesario y lo superfluo; y 5) apostar por los alimentos de temporada, la proximidad, la reutilización de envases y unas condiciones dignas de vida y trabajo de quienes los producen. Es decir, el consumo responsable mira más allá de la cantidad, la calidad y el precio de los alimentos. Desde esta relación –agroecología campesina y consumo responsable-, luchar contra la inseguridad alimentaria, es oponerse a la contaminación y destrucción ecológicas, a la indefensión y pérdida de autonomía de los pueblos en el cuidado de recursos indispensables para la vida pero, sobre todo, a la globalización capitalista que las origina. La soberanía alimentaria es la autodeterminación de los pueblos para ejercer su derecho a la alimentación desde sus propios medios económicos, ecológicos, sociales y culturales. La economía al servicio del mercado global impide este derecho porque sólo se preocupa de engordar los beneficios de un capital cada vez más concentrado, mientras arranca de sus condiciones tradicionales de vida a una porción cada vez mayor de personas y las condena a la pobreza. La afirmación de que es posible una “soberanía alimentaria en el mercado global” es una proposición irracional de los “alterglobalizadores”. La soberanía alimentaria requiere condiciones específicas: A) una producción y distribución alimentaria orientadas al consumo local y no a los mercados internacionales. B) una agricultura basada en el principio de precaución, fundamento de la seguridad alimentaria. C) unas políticas alimentarias que garanticen el derecho fundamental a una alimentación sana, suficiente, asequible para tod@s y respetuosa con la naturaleza, el patrimonio biogenético y con la vida digna en el campo. Sin embargo, no basta con clarificar la responsabilidad de gobiernos y multinacionales en la producción, distribución y consumo global de alimentos. Sin oponernos como consumidor@s a la modernización capitalista de la agricultura y la alimentación para el mercado global, no hay alternativa al hambre y la comida basura. Una dimensión de la globalización alimentaria es la producción a gran escala, pero la otra es la distribución y el consumo. La primera la deciden los consejos de administración y sus políticos jornaleros, pero la segunda, más allá de un nivel de subsistencia digna, depende de los deseos y los hábitos de cada un@ de nosotr@s. Crear las condiciones para el desarrollo de una soberanía alimentaria popular implica asumir nuestra responsabilidad con la forma actual de alimentación y promover una alianza estratégica entre productor@s del campo y consumidor@s de las ciudades. La seguridad alimentaria resultante consistirá, no sólo en la necesidad de comer alimentos sanos y en la capacidad para organizar su producción, distribución y consumo, sino también, en el dialogo con las necesidades de tod@s en múltiples direcciones: campo-ciudad; campesin@s-consumidor@s; autócton@s-inmigrantes; Sur-Norte; naturaleza-especie humana, producción-cuidados, etc. Una soberanía alimentaria popular necesita articular la cooperación y el diálogo entre redes de campesinos agroecológicos y redes de consumo responsable en las ciudades. Estas redes no deben limitarse a resolver sus propias necesidades. Si lo hacen, el poder les cooptará para sofocar el potencial movimiento asociativo. Para evitarlo, deben tener la voluntad de sumar a otras redes constituyéndose en movimiento social y vinculándose con otros movimientos sociales. Sólo así podrán superar la subordinación del trabajo y la vida en el campo al trabajo y la vida en la ciudad, de los pueblos del sur a los pueblos del norte y de todos ellos a la lógica del capital.

68 Los precios dialogados son estables y justos, mientras que los precios del mercado son inasequibles a comienzos de temporada para los consumidores modestos, e insuficientes, para los pequeños productores, cuando la oferta es abundante.

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Los factores de competitividad e industrialización que rigen la producción de alimentos exigen contrapesos políticos y culturales. El rechazo social a las políticas de producción de alimentos para el mercado global y a los políticos que las impulsan, requieren la información y la sensibilización de amplios sectores sociales. Esta actividad no será posible sin un potente movimiento social a favor de la agroecología y el consumo responsable cuyos principios se basen en: a) la defensa del consumo local y la distribución en circuitos cortos; b) la alianza entre redes de consumidor@s responsables de las ciudades y productor@s agroecológic@s rurales; c) la investigación, el conocimiento y la difusión de los daños de la globalización en la comida, la salud, el trabajo, la vida y el conjunto de relaciones sociales; d) la capacidad para sobreponerse al control que la red clientelar de la izquierda “alterglobalizadora” ejerce sobre los movimientos sociales. Un movimiento popular que integre las luchas contra todos los daños que la globalización produce, debe contener un movimiento de consumidor@s agroecológic@s. Esta apuesta es más necesaria que nunca en una coyuntura como la actual, en la que el PSOE en el Gobierno quiere la interlocución con el sector de producción y alimentación ecológica con el fin de legitimar un Plan Estratégico de agricultura ecológica “alterglobalizada” para consumidor@s ecoyuppies, que coexista pacíficamente con el modelo de alimentación globalizada que produce hambre y comida basura para la mayoría. Quienes apostamos por una agricultura ecológica y un consumo responsable enfrentados con los daños de la globalización alimentaria, necesitamos cooperar entre nosotros. Las organizaciones más grandes y con vocación de interlocución institucional, sometidas a fuertes presiones económicas y de cooptación desde las instituciones, para defender lo mejor de sí mismas, necesitan cooperar con los colectivos y redes cuya actividad y discurso está fuera de esas lógicas. Ocultar las dinámicas mercantiles y de poder que les atraviesan, es un acto de represión interior, que se externaliza mediante la represión de quienes optan por mantenerse en las posiciones declaradas, ahora convertidas, para algunos, en un obstáculo para crecer. A su vez, los grupos de consumo agroecológico autogestionados necesitamos de las organizaciones grandes para extender la cultura de la agroecología y el consumo responsable a capas sociales más amplias. También las necesitamos para superar las pulsiones sectarias y narcisistas que, tras la máscara de una militancia de ratos libres y del derecho a la pereza, convierten nuestra actuación en un gueto voluntario y a veces en una tortura para quienes, en el campo, se la juegan produciendo alimentos ecológicos. Para que esta pluralidad sea productiva, necesitamos reconocer esta diversidad y fomentar la alianza con las organizaciones de productores ecológicos que defienden esta relación directa y de apoyo mutuo. Nosotros aceptamos dicha pluralidad. Sin embargo, en algunas de las organizaciones más grandes y en las burocracias que controlan la representación de las ONGs ecologistas, ávidas de atajos para salir de la “marginalidad”, se practica la exclusión de quien discrepa de las políticas de “unidad de la izquierda” en torno al PSOE69.

P. Galindo, CAES marzo 2006

69 Ver http://www.nodo50.org/caes/articulo.php?p=410&more=1&c=1