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COMUNICACIÓN EN TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA. BOSQUEJO DE UNA EPISTEMOLOGÍA CIBERNÉTICA. (*) CAPÍTULO 2: PRAGMATICA DE LA COMUNICACION HUMANA. La PCH fue desarrollada por P. Watzlawick y un grupo de investigadores del Mental Research Institute en Palo Alto, California (Grupo MRI) durante la segunda mitad de los años 60. Siguiendo los planteamientos previos de Bateson y utilizando la Teoría General de los Sistemas de von Bertalanffy y la Teoría de los Tipos Lógicos de Russell y Whitehead como referentes teóricos principales, Watzlawick, Beavin y Jackson (1967), postularon cinco axiomas básicos para la comunicación humana y, al mismo tiempo, las formas en que estos procesos comunicativos pueden verse alterados, dando origen a trastornos o patologías que se manifiestan en la convivencia cotidiana de las personas. Sin embargo, Pragmática de la Comunicación Humana no representa sólo una teoría más acerca de la comunicación humana. Hasta el momento de su aparición en 1967, las formulaciones previas en esta materia constituían todas, representaciones de una epistemología lineal-causal respecto de la conducta humana. Esta teoría constituye un cambio de paradigma en el entendimiento de los procesos comunicativos, pues forma parte de una nueva epistemología, discontinua con la anterior: aquella en que lo central es la circularidad, las relaciones y la interacción. A continuación, se revisan algunos de dichos fundamentos. 2.1 BASES EPISTEMOLÓGICAS DE LA PRAGMÁTICA DE LA COMUNICACIÓN. Las teorías previas a la Pragmática de la Comunicación en dicho campo (Retórica, Teoría de la Información, Teoría de D. Berlo) compartían un mismo entendimiento epistemológico básico: estaban basadas en la lógica aristotélica y la física newtoniana. En el caso de las dos últimas, extrapolaron el modelo clásico de las ciencias exactas y como conjunto, conceptualizaron la comunicación como un proceso unidireccional . Dicha conceptualización describe el proceso comunicativo como una secuencia de hechos temporalmente ordenados, que se inicia con la acción de un emisor que envía un mensaje y concluye con la recepción de dicho mensaje por parte de un receptor. El entendimiento lineal y unidireccional, supone que una persona actúa sobre otra y que esta última reacciona a lo que aquella ha hecho inicialmente; dichas reacciones se consideran como una variable dependiente del comportamiento inicial del primero. Si se invierte el proceso (como se hace al decir que el receptor también tiene, a continuación, la posibilidad de actuar como emisor), no hay ningún cambio sustancial en el modelo porque el entendimiento en sí, es monádico; es decir, la unidad de análisis sigue siendo el individuo. Cualquiera sea la dirección del proceso, cada evento (*) Guido Demicheli M. Comunicación en Terapia Familiar Sistémica. Bosquejo de una epistemología cibernética. Universidad de Valparaíso-Editorial. 1995.

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COMUNICACIÓN EN TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA. BOSQUEJO DE UNA EPISTEMOLOGÍA CIBERNÉTICA.(*)

CAPÍTULO 2: PRAGMATICA DE LA COMUNICACION HUMANA. La PCH fue desarrollada por P. Watzlawick y un grupo de investigadores del Mental

Research Institute en Palo Alto, California (Grupo MRI) durante la segunda mitad de los años 60.

Siguiendo los planteamientos previos de Bateson y utilizando la Teoría General de los

Sistemas de von Bertalanffy y la Teoría de los Tipos Lógicos de Russell y Whitehead como referentes teóricos principales, Watzlawick, Beavin y Jackson (1967), postularon cinco axiomas básicos para la comunicación humana y, al mismo tiempo, las formas en que estos procesos comunicativos pueden verse alterados, dando origen a trastornos o patologías que se manifiestan en la convivencia cotidiana de las personas . Sin embargo, Pragmática de la Comunicación Humana no representa sólo una teoría más acerca de la comunicación humana. Hasta el momento de su aparición en 1967, las formulaciones previas en esta materia constituían todas, representaciones de una epistemología lineal-causal respecto de la conducta humana. Esta teoría constituye un cambio de paradigma en el entendimiento de los procesos comunicativos, pues forma parte de una nueva epistemología, discontinua con la anterior: aquella en que lo central es la circularidad, las relaciones y la interacción. A continuación, se revisan algunos de dichos fundamentos.

2.1 BASES EPISTEMOLÓGICAS DE LA PRAGMÁTICA DE LA COMUNICACIÓN. Las teorías previas a la Pragmática de la Comunicación en dicho campo (Retórica, Teoría de la Información, Teoría de D. Berlo) compartían un mismo entendimiento epistemológico básico: estaban basadas en la lógica aristotélica y la física newtoniana. En el caso de las dos últimas, extrapolaron el modelo clásico de las ciencias exactas y como conjunto, conceptualizaron la comunicación como un proceso unidireccional .

Dicha conceptualización describe el proceso comunicativo como una secuencia de hechos temporalmente ordenados, que se inicia con la acción de un emisor que envía

un mensaje y concluye con la recepción de dicho mensaje por parte de un receptor.

El entendimiento lineal y unidireccional, supone que una persona actúa sobre otra y que esta última reacciona a lo que aquella ha hecho inicialmente; dichas reacciones se consideran como una variable dependiente del comportamiento inicial del primero. Si se invierte el proceso (como se hace al decir que el receptor también tiene, a continuación, la posibilidad de actuar como emisor), no hay ningún cambio sustancial

en el modelo porque el entendimiento en sí, es monádico; es decir, la unidad de análisis sigue siendo el individuo. Cualquiera sea la dirección del proceso, cada evento (*) Guido Demicheli M. Comunicación en Terapia Familiar Sistémica. Bosquejo de una epistemología cibernética.

Universidad de Valparaíso-Editorial. 1995.

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es ordenado como parte de una secuencia que implica una relación lineal-causal entre emisor y receptor.

La Pragmática de la Comunicación, por su parte, se desarrolló fundada en los

planteamientos de la Teoría General de los Sistemas y en la Cibernética. Ello proporcionó un soporte epistemológico radicalmente distinto para todos sus

planteamientos.

Desde el entendimiento sistémico-cibernético, la comunicación es conceptualizada como un proceso predominantemente circular, que no puede ser comprendido a partir

de cada uno de los individuos que participan en ella, sino a partir de la interacción y las relaciones que ellos establecen. Eso hace que la unidad mínima de análisis en esta perspectiva sea la díada. A diferencia de la epistemología newtoniana que adscribe realidad a las cosas

excluyendo el contexto y las relaciones, la epistemología sistémica aplicada a la comunicación examina las relaciones y el contexto, más allá de las cosas mismas (en

este caso, los contenidos).

En los procesos de comunicación humana, los mensajes y los contenidos de éstos, en última instancia dependen del contexto en que se dan y del tipo de relación

establecida entre los comunicantes.

Dado lo anterior, es que la Pragmática de la Comunicación focaliza su atención en los efectos que la conducta comunicativa de alguien (en interacción), tiene sobre el

comportamiento de otro (s). Asimismo, considera que la comunicación (en su sentido más global) está gobernada por reglas, de una manera análoga a cómo el lenguaje está

determinado por su gramática y su sintaxis .

Dichas reglas estarían, usualmente, fuera de la percatación de quienes se comunican, pero al igual como el conocimiento formal de la gramática no hace menos

determinante su papel en los actos lingüísticos entre las personas, los principios básicos de la pragmática comunicacional estarían presentes en todo intercambio comunicativo humano. En consecuencia con lo anterior, la Pragmática de la Comunicación postula cinco axiomas básicos que vienen a ser las reglas operativas fundamentales, que guían la acción de todo comunicante en interacción.

2.2 AXIOMAS DE LA PRAGMÁTICA DE LA COMUNICACIÓN HUMANA. 2.2.1 No es posible no comunicar (se).

Este axioma está basado en una premisa inapelable: no hay nada contrario a comportarse; en otras palabras, no existe el no-comportamiento. Si además se acepta

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que en situaciones de interacción, toda conducta tiene un valor de mensaje, resulta que aun intentándolo, la comunicación no se puede evitar.

Ello ocurre porque, en última instancia, dicho acontecer no tiene que ver con las

intenciones de que ello ocurra o no por parte de los interactuantes, sino con la condición que, participando éstos de una realidad compartida, resulta de hecho,

imposible no hacerlo. Desde esta perspectiva y dentro de un contexto interaccional, conducta y comunicación se entienden entonces como sinónimos.

Todo gesto, toda forma de comportamiento en una instancia compartida con otras

personas, constituye una forma de comunicación; no importa que no haya palabras. El silencio, el acercamiento o el alejamiento, la sonrisa o la indiferencia en presencia de otro (s), tienen un valor comunicativo y se manifiestan en tanto tales, es decir, operan como conductas y generan conductas en un entrelazamiento que sólo tiene fin, cuando alguno de los participantes abandona transitoria o definitivamente la situación.

Resulta difícil entonces, pretender que "no hay comunicación" en situaciones de

convivencia cotidiana. La vida diaria de una persona en los distintos sistemas sociales en los que participa, se realiza inevitablemente en el lenguaje y la comunicación.

2.2.2 Toda comunicación tiene un aspecto de contenido y un aspecto de relación,

tales que el segundo clasifica al primero, y es por ende una metacomunicación.

El presente axioma asume que la comunicación humana no se presenta en un solo nivel, sino que conlleva operaciones en dos niveles distintos. Uno que alude al

contenido de lo comunicado y que se realiza mediante el uso de diversos sistemas de signos (en el caso humano, predominantemente lingüísticos) y otro, que refiere a la

relación entre los comunicantes; dicho aspecto relacional opera como un 'calificador' que da un cierto marco de entendimiento a todo aquello que se expresa en el

contenido de lo comunicado.

El nivel del contenido corresponde al nivel denotativo simple o, en otras palabras, a lo que es explícito dentro de un cierto mensaje. Incluye, entonces, todo lo que es comunicable, más allá de que sea cierto o no, válido o preciso. En el caso humano, se expresa por lo general a través de palabras o de lo que globalmente se denomina 'discurso', pudiendo ser éste hablado o escrito. Puede decirse, por tanto, que el nivel de contenido en la comunicación humana, principalmente trasmite información. En lo relacional, por otra parte, aun cuando también hay trasmisión de información, ésta corresponde a otro orden lógico (superior), pues se trata de información acerca de la información; es decir, son 'instrucciones' respecto del cómo debe entenderse la información. Este aspecto está centrado en la relación entre los comunicantes. Acorde como ella se defina, se entenderá lo comunicado entre los interactuantes .

Lo relacional no es habitualmente explícito, sino por el contrario, corresponde a un aspecto metacomunicacional del cual no se es consciente la generalidad de las veces.

No por ello la relación entre los comunicantes (cualquiera sea su forma o tipo), no se

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manifiesta, sino que es omnipresente en todo intercambio comunicativo humano, sea éste de la naturaleza que sea.

Las distintas formas que constantemente asumen las relaciones entre las personas,

producto de las diversas definiciones que de dichas relaciones hacen quienes participan en intercambios comunicativos de breve o prolongada duración, hacen que

todo lo dicho o comunicado de cualquier modo, resulte en un cierto tono que matiza todo aquello que ocurre en la reciprocidad del convivir.

Así, aquellas relaciones definidas como de cooperación mutua, tiñen todo intercambio

conductual comunicativo con esa coloración y generan un sistema de convivencia particular, mientras se mantenga dicha definición de relación. Si cambia, por ejemplo, por una definición de relación competitiva, consecuente y contingentemente la calificación de todo lo dicho o hecho también cambia y el patrón global de interacción y comunicación se modifica.

Por tanto, la forma en que las personas llegan a definir sus relaciones de convivencia

con aquellos que le rodean, no es un mero agregado a dicho convivir, sino que resulta ser un aspecto medular que señala los confines dentro de los cuales se entenderá la

generalidad de los intercambios propios del compartir un espacio social, cualquiera que sea (trabajo, familia, escuela, grupo de amigos, club social, iglesia, etc) .

2.2.3 Los seres humanos se comunican tanto digital, como analógicamente. El

lenguaje digital cuenta con una sintaxis lógica compleja y poderosa, pero carece de una semántica adecuada en el campo de la relación, mientras que el lenguaje

analógico posee la semántica, pero no una sintaxis adecuada para la definición de relaciones.

La tercera proposición axiomática de la teoría aquí revisada, se refiere a las dos

grandes modalidades mediante las cuales se realiza el proceso de comunicación humana: lo digital, que se refiere a texto, palabras, discurso, etc. en última instancia

contenido propiamente dicho y lo analógico, que alude a todas aquellas formas comunicativas distintas de lo que se quiere decir, diferentes de la temática, el contenido o el discurso. Lo digital se circunscribe al qué de la comunicación, independientemente de que sea materializado mediante signos lingüísticos hablados o escritos, e incluso mediante señas particulares, como en la utilización de ciertos códigos específicos, al modo del utilizado por los sordomudos. Lo analógico, remite al espacio del cómo de los procesos comunicativos y guarda relación por tanto, con la diversidad de manifestaciones que acompañan --pero no en un sentido secundario--, a aquello expresado como contenido, ya sea mediante la verbalización, o el uso de cualquier otro código particular.

De la misma manera en que puede observarse que lo digital se halla estrechamente

ligado a lo denotativo del intercambio comunicacional, es visible también que lo

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analógico se vincula con la dinámica de la connotación de todo mensaje intercambiado. Al mismo tiempo y por lo general, lo digital asume aquella parte del

comunicarse que tiene que ver con la transmisión de los contenidos, en tanto que lo analógico se hace cargo de transportar los aspectos vinculados al tipo de relación

existente entre los comunicantes, pudiendo ocasionalmente ser a la inversa.

La comunicación digital corresponde a un mayor nivel de abstracción que la analógica (ligada a lo presente y lo concreto) y se rige por principios lógicos de no contradicción.

Esto permite mayor versatilidad y complejidad al mensaje digital. En tanto la lógica misma es producto de lo lingüístico (digital) esta modalidad conlleva la posibilidad de

representar términos como 'no', 'si', 'dado que', 'y', 'o', 'ninguno', etc. y permite dar cuenta de conceptos que no tienen un referente concreto, tales como 'sabiduría', 'valor', 'fe', etc. En lo analógico, en cambio, nada de lo anteriormente descrito es posible, o sólo lo es

dentro de márgenes muy restringidos. En dicho espacio, todo se define positivamente, es decir, a través de comportamientos. No existe el no-comportamiento y, por lo

tanto, la negación sólo es posible en el lenguaje digital.

En el modo analógico, la negación sólo se puede representar mediante la realización (primeramente) de aquello que se quiere negar o a través de la ejecución de una

conducta claramente antagónica. Ambas formas pueden resultar ambiguas o confusas, pues el lenguaje analógico carece de los calificadores explícitos del lenguaje digital,

para indicar cuál es el significado implícito. Por su parte, el modo digital no posee expresiones propiamente adecuadas para definir el aspecto relacional .

2.2.4 Todos los intercambios comunicacionales son simétricos o complementarios,

según estén basados en la igualdad o en la diferencia.

Dentro de la diversidad de tipos de relaciones que pueden establecer personas que interactúan y se comunican (circunstancial o regularmente), la Pragmática de la

Comunicación postula dos grandes categorías agrupadoras: las relaciones simétricas y las relaciones complementarias. Las primeras, conllevan una definición de relación que hace que ambos interactuantes realicen, o puedan realizar, el mismo tipo de comportamiento, y de hecho, están basadas en esa modalidad de intercambio. Quienes participan de ella, pueden jugarse bromas, llamarse la atención, realizar tareas domésticas, etc. Por otra parte, las segundas, se basan en una definición de relación que implica comportamientos disímiles de ambas partes, y si así no fuera, la relación (o comunicación) no podría tener lugar. Los participantes en ella, deben aportar un comportamiento diferencial respecto del otro comunicante, de modo tal que la conducta de éste último, pueda tener lugar y sentido. Así, alguien ha de aceptar ser "regaloneado", para que otro alguien pueda expresar cuán cariñoso es. Algunos han de

querer seguir directrices y permitir que otro tome la iniciativa, para que la conducta de liderar de éste último, pueda tener lugar y su liderazgo pueda, a la vez, tener algún

sentido.

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Si bien las relaciones complementarias implican la existencia de dos posiciones

distintas, ello no debe considerarse como indicativo de una posición superior (positiva, buena, etc.) y otra inferior (negativa, mala, etc.). Este tipo de relaciones pueden

constituirse a partir de convenciones sociales (médico-paciente, entrenador-jugadores), o del particular modo de relación de dos partes en interacción (amigos,

pololos). Sin embargo, lo medular de la complementariedad consiste en que cada uno aporta a la relación, aceptando de un modo u otro, la definición que ambos hacen de

ella.

2.2.5 La naturaleza de una relación depende de la puntuación de las secuencias de comunicación entre los comunicantes. El quinto axioma aquí revisado, considera la comunicación como una secuencia ininterrumpida de hechos, mientras dos interactuantes permanezcan compartiendo

una situación. Al ser de este modo, la interacción humana puede dar cabida a versiones parciales, pero igualmente válidas, de parte de cada uno de quienes

participan de una cierta relación.

Cada individuo puede tener un entendimiento particular de las relaciones o realidades en que participa, a partir del punto o momento en que éste realiza su particular

"lectura" de ellas, proceso al que globalmente se denomina puntuación. De hecho ésta no es buena ni mala, pero evidentemente 'organiza' los hechos en que las personas

participan, y por lo tanto, resulta crucial para el curso que sigue la interacción entre ellas. Como se verá en la siguiente parte (2.3), las divergencias en el modo de puntuar

la secuencia de hechos, se encuentran a la base de una gran parte de los conflictos en las relaciones interpersonales.

Así, la naturaleza o tipo de relaciones que se desarrollan, van siendo determinadas por

la puntuación que los interactuantes realizan, acerca de los intercambios que están teniendo lugar en el proceso comunicativo global en que participan.

2.3 LOS AXIOMAS DE LA COMUNICACIÓN Y SU PATOLOGÍA.

Dado su carácter de tales, los axiomas que se han descrito precedentemente, se suponen principios fundamentales e ineludibles en el proceso de comunicación

humana. Del mismo modo, las teóricos de la Pragmática de la Comunicación postulan que dichos axiomas conllevan la posibilidad de generar dificultades de distinto orden y

grado, que se manifiestan en una comunicación conflictiva o patológica entre las personas.

2.3.1 La imposibilidad de no comunicarse.

Lo más medular de este axioma, consiste en afirmar que las personas no pueden evitar la comunicación, cuando comparten una situación de interacción.

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Sin embargo, quienes interactúan pueden intentar, y de hecho realizar, una serie de maniobras tendientes a transgredir este principio pragmático.

Cuando en una situación social cualquiera de interacción obligada (es decir que, por lo

menos transitoriamente, no permite el abandono), alguien (A) toma la iniciativa de conversar con otra persona (B), la alternativa menos conflictiva y no tendiente a

transgredir el axioma por parte de B, es aceptar la conversación y comportarse en consecuencia; sin embargo, existen también tres gruesas maneras de pretender evitar

el compromiso que trae consigo el comunicarse: a) Rechazar la comunicación: esto es, señalar explícitamente a quien ha tomado la

iniciativa, que no se desea conversar. Sin embargo, dada la condición de obligatoriedad situacional, ello no evita la comunicación, sino que genera una relación incómoda y tensa entre ambos, que se mantendrá mientras la interacción prosiga y no se pueda abandonar la situación.

b) Descalificar la comunicación: esto es, acceder a conversar, pero de un modo tal

que lo dicho por él mismo B o por A, vaya siendo invalidado en el mismo proceso de conversar. Existen variadas formas de descalificación

comunicacional; por ejemplo, malentender, literalizar lo metafórico, metaforizar lo literal, cambiar de tema, usar formas idiomáticas rebuscadas o

modismos poco comprensibles para el otro, etc. c) Usar síntomas como comunicadores: esto es, invocar algún tipo de deficiencia o

dificultad como condición imposibilitante para poder comunicarse (sueño, malestar, sordera, etc.); este recurso en cualquiera de sus formas, trasmite

siempre un mensaje similar: yo conversaría, pero algo que no depende de mí, me lo impide. Al igual que las anteriores, esta modalidad tampoco permite,

efectivamente, evitar la comunicación; quien la emplea, sabe que está fingiendo y, por lo tanto, debe mantenerse cuidadosamente atento a seguir

comunicándose de manera congruente con lo expresado inicialmente como justificación.

Otra posibilidad es que la persona que utiliza el ardid, entre en efectiva

correspondencia con la excusa; por ejemplo, que verdaderamente se duerma (para no conversar), se desmaye (por no presenciar algo) o paralice sus piernas (para no concurrir). En una dimensión más dramática, algunas de las formas comunicativas presentes en la esquizofrenia, pueden ser entendidas como un intento de doblegar este imperativo comunicacional. Puesto en la circunstancia de no querer comunicarse, como resultado de otras dinámicas que no es del caso detallar aquí, el esquizofrénico se ve enfrentado a la vez, al problema de no poder dejar de comunicarse. Entonces, para negar que la negativa a comunicarse es también comunicación, adquiere sentido la proclama del esquizofrénico, por ejemplo, en orden a que no es él quien realmente habla, sino Dios o cualquier otro ente superior, quien lo hace a través suyo. Un lenguaje ininteligible, plagado de disgregaciones y neologismos, puede también servir al mismo intento. Una

postura catatónica y un comportamiento autista global, pueden pretender comunicar que ni siquiera se está allí y que la situación no existe.

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2.3.2 El contenido y la relación.

El axioma referido a estos aspectos de la comunicación, destaca que ambos están estrechamente ligados en su dimensión pragmática, y que es el aspecto relacional el

que porta información indicativa acerca de cómo debe entenderse el contenido.

Existen seis posibilidades relativas al modo en que los interactuantes pueden manejar los aspectos de contenido y relación durante sus intercambios comunicativos :

a) La más favorable, es aquella en que los interactuantes están de acuerdo, tanto en lo relativo al contenido de sus comunicaciones, como en la definición de su

relación. b) Una de favorabilidad predominante, en que los interactuantes no están de

acuerdo en el nivel del contenido de sus comunicaciones, pero sí concuerdan en la definición de su relación.

c) Una de desfavorabilidad (potencial) predominante, en que los interactuantes

están de acuerdo en el contenido, pero no en la definición de relación. Esto da origen a situaciones de frágil estabilidad, que terminan apenas desaparece la

necesidad de seguir estando de acuerdo respecto al contenido. d) La más desfavorable, en que los interactuantes muestran desacuerdo, tanto a

nivel del contenido, como en lo relativo a su definición de relación. e) En la interacción, también pueden presentarse confusiones respecto de los

niveles de contenido y relación. Los interactuantes pueden intentar resolver problemas de relación en el nivel donde no existen (el del contenido), o

pretender manejar un desacuerdo de contenido mediante una maniobra relacional.

f) Una última posibilidad es que una persona se vea obligada de un modo u otro, a dudar de sus propias percepciones en el nivel del contenido, para no poner

en peligro una relación vital con otra persona. Esto implica el tipo de comunicación paradójica que se revisará en 2.4 Por otra parte, toda expresión

de un contenido conlleva una propuesta de relación; es decir, cada vez que alguien manifiesta algo a otra persona, conjuntamente le propone una

definición de relación entre ambos, respecto de la cual el segundo debe pronunciarse.

En el nivel relacional, las personas no comunican nada relativo a hechos externos a la relación, sino que proponen definiciones acerca de esa relación, y por implicación, de sí mismos. El mensaje metacomunicativo es siempre del tipo "así me veo yo, en relación a ti en esta situación". Ante el imperativo de pronunciarse frente a cada proposición de definición de relación inherente a todo intercambio comunicativo, existen tres posibilidades concretas de manejo:

a) Confirmar la definición que el otro hace de la relación y de sí mismo, lo cual constituye el factor básico para que la comunicación humana se haya

desarrollado en sus actuales dimensiones. b) Rechazar la definición que el otro hace de la relación y de sí mismo, lo cual

aunque resulte conflictivo, no niega la realidad de la imagen que aquél tiene de

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sí, pues el rechazo supone un reconocimiento, aunque sea limitado, de lo que se rechaza.

c) Desconfirmar al otro, negando la realidad (o validez) que éste tiene como posible fuente de definición de relaciones. Esta posibilidad es la más

significativa desde el punto de vista psicopatológico, pues dice relación con la pérdida de 'mismidad', es decir, con la alienación.

2.3.3 Lo digital y lo analógico.

Además de la simultaneidad de ambas formas y de la exclusividad de dicho fenómeno

en el género humano, este axioma hace ver las dificultades que encierra el hecho de contar con ambos 'lenguajes' en la comunicación humana. En tanto el ser humano es el único que utiliza ambos modos de comunicación, requiere inevitablemente hacer traducciones permanentes de uno a otro. Esto presenta

dificultades como la pérdida de información al traducir de lo digital a lo analógico, o la cosificación al hacerlo desde lo analógico a lo digital. En este último caso, como

ejemplificó Haley (1966), cuando algo fundamentalmente analógico como el galanteo, se digitaliza con el matrimonio, la definición inequívoca acerca de su relación, se

vuelve, de hecho, más problemática para los miembros de la pareja. Ya no pueden tener certeza de estar juntos solamente porque así lo quieren. En efecto, los trastornos

de la comunicación referidos a lo digital y lo analógico, se relacionan principalmente con errores de traducción de un modo a otro.

Digitalizar lo analógico, por ejemplo, presenta una dificultad de base: el material de los

mensajes analógicos es de por sí ambiguo. Esto abre la posibilidad que, al traducir, cualquiera de los interactuantes digitalice de modo tal, que lo comunicado

(analógicamente) por el otro, calce con la propia apreciación que el que traduce tiene de la relación entre ambos. Por ejemplo, alguien puede realizar cierto acto como un

gesto de cortesía; el otro lo puede traducir como un intento de comprometerlo.

Por otra parte, al intentar traducir el material digital al modo analógico, se está ante la dificultad de encontrar expresiones adecuadas de ese tipo, para conceptos que no poseen referentes concretos. Cuando se pierde o se encuentra bloqueada la capacidad de hablar acerca de la relación (metacomunicarse digitalmente), el trastorno comunicacional se expresa recurriendo a la somatización (modo analógico) de ciertos contenidos digitales, como los expuestos en 2.3.1, c). 2.3.4 Simetría y complementariedad. El axioma relativo a estos aspectos, enfatiza que la naturaleza misma de la relación entre los comunicantes depende de si éstos realizan intercambios de igual o distinto

tipo.

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Una de las formas en que la comunicación entre dos personas (instituciones o países) puede adquirir ribetes patológicos, es aquella en que uno de los interactuantes

considera (a partir de su particular puntuación de los hechos o de la relación misma), que se encuentra en una posición de desmedro respecto del otro e inicia, a partir de

allí, la realización de conductas destinadas a 'equiparar' su posición o, en otras palabras, a establecer una relación simétrica entre ambos.

Al mismo tiempo, el otro interactuante realiza una puntuación exactamente igual, pero

opuesta: considera que la relación es simétrica, que no hay nada que equiparar y que es él quien quedará en una posición desmejorada, como consecuencia de las

maniobras del otro. Por lo tanto, reacciona con comportamientos destinados a restablecer la 'verdadera' simetría, que a su vez el otro interpretará como un nuevo intento por superarlo. Y así sucesivamente, ad infinitum. Esta progresión, teóricamente sin fin, es lo que se ha denominado escalada simétrica.

El otro posible trastorno comunicacional vinculado a este axioma, se presenta cuando la forma en que ha sido definida (y aceptada) una relación durante un cierto período o

etapa de la relación, deja de ser adaptativa porque las circunstancias han cambiado, o porque alguno de los interactuantes ya no quiere mantener la definición pretérita.

En dicha circunstancia, un interactuante A pretende (y exige) que B lo confirme en su

propia definición, aun cuando éste último no está de acuerdo en cómo A se ve a sí mismo en su relación con él. Por ejemplo, un padre que insiste en brindar protección a

un hijo, que a la vez siente que ya no la requiere.

En esta disyuntiva, para que la relación (complementaria) pueda seguir su curso (y evitar así el conflicto), B debe modificar la propia definición que tiene de sí mismo,

corroborando la definición que A tiene de sí y de la relación con B.

Esta dificultad relacional y comunicativa se denomina complementariedad rígida, en tanto tiende a la conservación poco flexible de patrones interactivos y

comunicacionales, que en virtud de las circunstancias dejaron de ser los más apropiados. 2.3.5 La puntuación de la secuencia de hechos. Este axioma destaca el hecho que la naturaleza misma de la relación entre los comunicantes va siendo determinada, según la forma en que cada uno ellos puntúen las distintas realidades que comparten. Una de las dificultades que trae consigo este principio pragmático, es que uno de los interactuantes (A) puede contar con distinta cantidad de información respecto de un cierto asunto, en comparación con B, y al mismo tiempo no saberlo. A partir de eso, evidentemente A puntuará los hechos en correspondencia con su supuesto; esto es,

que el otro tiene la misma información. Consecuentemente, atribuirá intención y significación a la (s) conducta (s) del otro, basado en dicha premisa. Es fácil, entonces,

que en el desconocimiento de la diferencia de información que ambos tienen, A haga

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atribuciones erróneas e intérprete de un modo equivocado todas y cada una de las conductas de B de allí en adelante.

Por otra parte, sin duda la conducta de A resultará inexplicable para B, lo cual no

evitará que éste último, a su vez, responda a ellas, basándose en su propia puntuación. El conflicto, que en virtud de su origen puede permanecer implícito o silencioso, se

mantendrá indefinidamente, hasta que por decisión de ellos mismos, o por alguna circunstancia, descubran o decidan averiguar qué pasó.

Maniobrar en este último sentido, implica de parte de los interactuantes, la capacidad

de salir del círculo vicioso y colocar la comunicación misma como tema de comunicación; en otras palabras, se requiere que ellos puedan meta-comunicarse. Otro aspecto que está en la base de una parte considerable de las dificultades comunicacionales humanas, es la tendencia de las personas a organizar (puntuar)

secuencialmente los hechos en términos de causa y efecto. Es decir, las personas tienden a ordenar de manera lineal las secuencias comunicativas, en vez de

considerarlas como partes de un proceso circular, donde causa y efecto resultan, en última instancia, indistinguibles.

Al tener este entendimiento en relación a los procesos interaccionales y comunicativos

en que participan, las personas quedan en una disposición predominante para ver sus propios actos comunicativos sólo como una reacción ante ciertas formas de conducta

(o comunicación) de los demás, soslayando (sin que sea su deliberada intención) la condición de estímulo (o causa), que su propio comportamiento tiene, a la vez, en

relación a los demás.

Esta perspectiva de no considerar los procesos comunicativos e interaccionales en su naturaleza circular o sistémica, se vincula estrechamente con la disposición a

considerar que existe una sola realidad, que en tanto tal, ha de ser compartida por todos. Dicho tipo de creencia o convicción genera, también, una parte considerable de

los conflictos interpersonales y comunicativos, que las personas, ignorantes de su propia cosmovisión, vivencian como incomprensión (hacia o desde el otro), maldad, o en última instancia, enfermedad mental y locura. Finalmente, otra forma en que las dificultades provenientes de la puntuación se manifiestan, es mediante la llamada profecía que se cumple a sí misma. Este fenómeno interaccional y comunicativo es también un problema de puntuación, dado que se origina en la creencia --ya descrita-- que una persona tiene, en cuanto a estar 'solamente' reaccionando frente a las formas de comunicación o conducta de los demás, sin alcanzar a percatarse que una o más de sus formas conductuales tienen incidencia (actuando como estímulo) en que las otras personas manifiesten hacia él ciertas formas de conducta, que son las que él visualiza, a su vez, como generadoras de la propia, sin alcanzar a darse cuenta de la contribución que él mismo hace al ciclo.

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Desde otro punto de vista, puede decirse que las profecías que se cumplen a sí mismas constituyen una forma de relación complementaria, es decir, invariablemente

requieren de una contraparte que posibilite que lleguen a manifestarse.

Un ejemplo recurrente en la vida cotidiana es aquel de las personas celosas. Dado cierto guión particular de historia de vida, quienes sufren celos inician sus relaciones

de pareja predispuestos a que, en uno u otro momento, serán engañados por la otra persona. En consecuencia con su convicción, duda, revisa, husmea, interroga, acosa,

sin percatarse que con su propia conducta genera dos posibles efectos en la relación, ambos aumentadores de la posibilidad que su pareja, efectivamente, se vincule a

un/una tercera. 1) Cualquier otra persona resulta --dentro de un cierto plazo-- más atractiva o

grata, que alguien que duda, revisa, husmea, interroga y acosa. 2) Si las conductas controladoras --como suele suceder al inicio de una relación--

son gratuitas e infundadas, no deja de ser una buena alternativa para el/la

perseguido (a), descargar su molestia, involucrándose con un (a) tercero (a), cuando se presente la oportunidad.

No es difícil visualizar que cualquiera sea el fundamento que permita la materialización

de la infidelidad, cuando ello ocurre, para el que había 'profetizado' el engaño, no es sino la confirmación de lo predicho. Y aquí radica, probablemente, la parte más

dramática de las profecías que se cumplen a sí mismas; esto es, que además de ser recurrentes, son recursivas, es decir, no sólo iteran en el tiempo, sino que cada evento

al ser confirmativo, profundiza la creencia de la persona, disponiéndola más firmemente que antes en la misma dirección para situaciones análogas futuras.

Afortunadamente, el hacer profecías no discrimina signo, por tanto, el ejemplo anterior puede ser contrarrestado con facilidad por uno más positivo, como aquel de

las personas autoafirmativas, que consolidan progresivamente su seguridad en sí mismas con cada una de sus actuaciones.