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Separata Semana Santa

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ESPECIAL SEMANA SANTACICLO B

PRESENTACIÓNPonemos, para su ayuda, ESTA EDICIÓN ESPECIAL PARA LA SEMANA SANTA 2012, que corresponde al año litúrgico del ciclo B. En ella encontrará cuatro elementos fundamentales que le servirán de apoyo: LA EXÉGESIS, LA LITURGIA, LA HOMILÉ-TICA Y REFLEXIONES PASTORALES.

Este subsidio a sido elaborado por el equipo de la MISIÓN CONTINENTAL, la DELE-GACIÓN ARZOBISPAL PARA LA LITURGIA y el DEPARTAMENTO DE LA PAS-TORAL DE LAS COMUNICACIONES.

“Mirad a Jesús, el Mesías, que llegada la hora y montado a lomos de un asno, se acerca humilde a la Ciudad Santa extendiendo su mano, sabedor del sufrimiento y la muerte que le aguarda para resucitar por nosotros”.

Estamos terminando la Cuaresma. Son días en los que nos preparamos para celebrar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, y con ella se intensifican los preparativos para brindar un espacio de reflexión y meditación apropiados para que todas las personas, que participen de las celebraciones, vivan una experiencia intensa de encuentro con Cristo Resucitado.

Tenemos la confianza que este subsidio permitirá una mejor preparación y vivencia de este tiempo santo. Para beneficio nuestro, que tenemos la gran responsabilidad de pre-parar y presidir las celebraciones, como de aquellos que asisten a vivir cada una de los momentos litúrgicos.

INTRODUCCIÓN

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CICLO B

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ExégesisPablo Andres Palacio Montoya, Pbro.

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DOMINGO DE RAMOS

Isaías 50, 4 – 7 El tercer cántico del siervo sufriente1 puede ser dividido en tres secciones: 1) Los vv. 4 – 5a lo presen-tan como alguien que ha aprendido a leer desde la fe la dolorosa experien-cia del exilio (Cf. la expresión “lengua del que aprende” con Is 29, 9 – 24) y quiere levantar a los “fatigados”, ex-presión que en Isaías hace referencia a los idólatras (40,1). 2) Desde los vv. 5b – 7 se de-duce que, en medio del rechazo y el castigo físico, nunca abandonó a Dios; de hecho, expresiones como “rebelar-se” y “echarse atrás” manifiestan el hecho de alejarse de Dios (Cf. Dt 1,26. 43; 9,7. 23. 24 y Is 42,17; Sof 1,6). 3) Los vv. 8 – 9, por su parte, hablan de un contexto jurídico, dados los térmi-nos: “defensor – acusador – compa-recer – acusar – condenar”. El orante está seguro de la acción de su defensor que no es otro, sino Dios, quien puede declararlo inocente y absolverlo. En síntesis, el siervo, viviendo en el exilio y siendo acusado y castigado por su fe en Dios, no se ha dejado tentar por los ídolos extranjeros y ha permanecido fiel.

Salmo 22 (21) Si bien el inicio del salmo es un grito de súplica, su composición evidencia tres partes que no se agotan simplemente en la desolación; de ahí que, como afirma Ravasi: “según la praxis judía, Jesús, citando el comien-zo del canto, aludía implícitamente a toda su estructura y, por tanto, abraza-ba también los toques finales hechos de alegría y de esperanza”2 . Observe-mos, pues, los tres movimientos de la obra: En la gran lamentación de los vv. 2 – 22, el orante, desconsolado, descubre la ausencia de Dios y su si-lencio, de modo que trata de llamar su

atención, no sólo recordando el glorio-so pasado de sus padres (vv. 4 – 12), sino describiendo su dignidad pisotea-da por los enemigos que lo persiguen, aún a pesar de que la enfermedad lo ha llevado casi a la agonía (vv. 13 – 22). En el segundo movimiento (vv. 23 – 27) el salmista se muestra confia-do ante la intervención liberadora de Dios, quien se pone de parte de aque-llos que no tienen otro defensor (v. 25). La alegría de la salvación obteni-da lo lleva a convertirse en misionero del amor divino (v. 26). El tercero, por su parte celebra el señorío universal de Dios: vv. 28 – 32. Así, “termina en un cres-cendo entusiasta, un Salmo que había estallado en un crescendo dramático. Termina en la pascua un salmo nacido en la pasión”3 . Ciertamente Jesús, Siervo Sufriente, sintió en la Cruz haber lle-gado a lo más hondo que puede llegar el ser humano; pero es verdad, igual-mente, que en medio del dolor, supo esperar en el Abbá, quien, resucitán-dolo, demostró no haberlo abandona-do.

Filipenses 2, 6 – 11 La comunidad de Filipos fue sumamente solidaria con Pablo mien-tras estuvo en prisión; sin embargo, poco a poco comenzaron a presentarse entre los hermanos ciertos brotes de división que debían ser controlados cuanto antes (Cf. 4,2). Es por eso que desde los vv. 2 – 4 el Apóstol los ex-hortará a una vida fraterna en la que a la rivalidad y vanagloria se contrapo-nen dos actitudes que el mismo Cris-to vivió: la humildad y el considerar como superiores a los demás, cosa que se traduce en una opción por los inte-reses del hermano (vv. 3 - 4). Ahora bien: si el mejor ejemplo es aquel de

Cristo abajado, Pablo pasa a demos-trar cómo Él vivió las virtudes apenas mencionadas: en efecto, del Salvador se afirma que “se vació a sí mismo” (verbo “kenóō”); en otras palabras: Él no se vació de nada (por ejemplo, de su condición divina), sino que se derramó a sí mismo, se entregó a sí mismo. Digamos aún más: Cristo no renunció a su divinidad, sino a los be-neficios que su condición implicaba, tales como la ausencia de toda limita-ción y sufrimiento. El himno conclu-ye (vv. 9 – 11) declarando que, como consecuencia de dicha acción, Jesús es llamado “Señor”, es decir, considera-do Dios mismo: porque ha hecho vi-sible su divinidad en la humillación y en la entrega, ahora puede ser también reconocida esa divinidad en la exalta-ción. De ahí que sólo ante Él se deba doblar la rodilla, acción que en aquel entonces se reservaba realizar sólo ante el emperador. Así, sólo el rey es-clavo merece toda honra y honor.

Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos (15, 1 – 39: forma breve) La predicación del Reino, programa fundamental de Jesús desde el inicio del Evangelio (1, 14 – 15), no fue bien acogido por todos: para las autoridades judías, alguien que no cumplía plenamente la ley, que se atrevía a cuestionar el templo (11, 15 – 17) y que se acercaba a los marginados de la sociedad era digno de sospecha; para los romanos, por su parte, un per-sonaje que predicaba un reino y que contaba con un grupo de seguidores, representaba una potencial amenaza. Los judíos lo cuestionan y acusan a ni-vel religioso y los romanos centran su atención en las repercusiones políti-cas: unos y otros se equivocan y prue-ba de ello será la Pasión y Muerte del Salvador. Vamos a detenernos en dos

1 Para el comentario de esta lectura, y del cuarto cántico del siervo sufriente, que proclamaremos el Viernes Santo, seguimos la propuesta del exégeta argentino HORACIO SIMIAN-YOFRE en su obra “Sofferenza del Uomo e Silenzio di Dio”. Nell’Antico Testamento e nella Letteratura del Vicino Oriente Antico (Studia Biblica 2; Roma 2005).2 Cf. su obra “Una Comunidad lee los Salmos”, Bogotá, San Pablo 2011, p. 98.3 Ibid, p. 100.

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aspectos ya subrayados ampliamente por el evangelista: la progresiva pre-sentación de Jesús como Hijo de Dios y el discipulado. 1) Marcos afirma que su obra es “El Evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios” (1,1), título que reaparece en labios del centurión romano al con-templar al crucificado (15,39), signo de los gentiles que abrazan la fe. Es interesante, entonces, que tanto al ini-cio como al final del Evangelio Jesús sea llamado así; y, si en el primer ca-pítulo lo encontramos cercano a los que sufren4 , al final se nos presenta como Aquel que ha querido sufrir hasta el extremo la más humillante de las muertes conocidas en aquel en-tonces. En la cruz, pues, se encuentra lo inexplicable del Salvador: Él se revela en el dolor, en el abajamiento, en la muerte. Su divinidad no se ha demostrado en las ansias desmedidas de poder y maquinaciones, propias de las autoridades de su época, sino en la

solidaridad con los postergados lleva-da al extremo; Él es el verdadero “bar Abbá” (15,7), el verdadero Hijo del Padre. Él es Rey, tal como preguntaba Pilato, pero un rey esclavo. Desde esta perspectiva, el repetido mandato de si-lencio a cuantos eran beneficiarios de sus acciones o a quienes reconocían su esencia (3,11), no ha tenido otra fina-lidad sino mostrar que es en la Cruz donde se revela su ser Dios. 2) Hemos visto en comenta-rios precedentes cómo uno de los te-mas preferidos por Marcos es el disci-pulado, al que ha dedicado una buena parte de su obra, dando cuenta de la instrucción de Jesús a sus amigos en el camino a Jerusalén (caps. 8 al 10). Pues bien, todos ellos lo habían dejado solo y en el trecho final, ya llegando al Gólgota, aparece un hombre de la diáspora judía que, sin haberlo planea-do, cumple el imperativo pronunciado por el Maestro en 8,34: «Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue

4 Cf. los comentarios a los Domingos IV y V del presente ciclo.

con su cruz y me siga»; si un Simón, aquel que había prometido serle fiel (14,29) lo había negado (14, 68. 70. 71), ahora otro Simón se disponía a seguirlo. No es posible determinar con exactitud qué ocurrió después con el Cireneo; pero que sea recordado jun-to con sus hijos, cuyos nombres, entre otras cosas reflejan un ambiente gen-til, puede dar a entender que fueron personajes apreciados en las primeras comunidades cristianas. Hoy el Hijo de Dios se mues-tra solidario a más no poder en el dolor y en las adversidades; hoy, “vaciado de sí mismo”, nos enseña a ser fie-les como Él, siervo sufriente; hoy lo aclamamos con ramos de olivo porque reconocemos en Él el auténtico para-digma de vida. Sólo así llegaremos a ser sus verdaderos discípulos, toman-do la cruz de cada día y caminando, no delante suyo, como muchas veces pretendemos hacerlo, sino detrás de Él para seguir sus pasos.

Éxodo 12,1-8. 11-14 El capítulo 12 del libro del Éxodo es el texto fundamental sobre la fiesta de la Pascua. El texto puede ser dividido en dos partes: vv. 2 – 11: los ritos del sacrificio y comida de la víctima pascual; vv. 12 – 14: una ex-plicación de estos ritos teniendo en cuenta su relación con la historia de la décima plaga. El primer mes, el de “Abib”, mes de la espiga y de la primavera, después del destierro será llamado “Nisán”; esto será significativo, ya que es la época del año en que la natu-raleza se renueva. En este contexto, un cordero es sacrificado, recordando un antiguo rito de los pastores nómadas, quienes, antes de iniciar la trashuman-cia, inmolaban dicho animal suplican-do la fertilidad para sus ganados, al mismo tiempo que pedían la protec-ción contra los malos espíritus (de ahí que sea necesario rociar los dinteles de las puertas). Así pues, todo el ritual de la cena recuerda aquellas comidas que

los nómadas realizaban cuando hacían un alto en el camino: cocción rápida en una lumbre improvisada, hierbas comestibles, pero no cultivadas (tales como la lechuga silvestre), vestidos y equipajes de pastores itinerantes. En todo caso, dichas comidas, revestían un aspecto sagrado en cuanto se daba gracias a Dios por los beneficios reci-bidos, implorando al mismo tiempo su protección. Todos estos elementos, ya conocidos por el pueblo de Israel, da-das las condiciones de nomadismo en las que vivieron sus antepasados, son ahora actualizados en la liberación de Egipto: los itinerantes van en busca del mejor pasto para sus rebaños, que es la tierra prometida; y son liberados, no ya de los malos espíritus, sino del enemigo opresor. Así pues, en medio de una comida el pueblo de Israel aprendió a celebrar el más grande acontecimiento conocido en el Antiguo Testamento, del cual hablaremos en las lecturas de

JUEVES SANTOPascua. Precisamente ese “paso” de la esclavitud a la libertad, de la muer-te a la vida, es celebrado en torno a la mesa. ¿No debería cada eucaristía hacernos vivir lo mismo que experi-mentó Israel? ¿No deberíamos hacer de la Santa Misa un momento en el cual todos los que participan tengan la oportunidad de verse liberados pro-gresivamente de sus esclavitudes?

Salmo 116 (115) Proclamamos hoy la segunda parte de este himno (vv. 12 – 19), que se caracteriza ante todo por represen-tar una gozosa liturgia de acción de gracias en la que se bendice a Dios porque ha cambiado la penosa situa-ción descrita por el orante en los vv. 3 al 11. Todo comienza con un re-conocimiento de aquello que Dios ha obrado en la vida del salmista y se ha-bla de “beneficios”: este sustantivo en hebreo, proveniente de la raíz “gml” indica sobre todo la acción salvífica

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del Señor en la historia del pueblo. La gratitud se enmarca en un sacrificio de acción de gracias (v. 17), al cual seguía un banquete; por eso se habla de “la copa de la salvación”. El orante se siente movido a “invocar el nom-bre del Señor”, hecho ya mencionado en el v. 4; pero mientras allí se trataba de una súplica estando ya cercano a la muerte, ahora se trata de celebrar que su presencia lo ha salvado. Es por eso que la gratitud se mueve en dos direc-ciones: + En el v. 15 encontramos un resumen de todo el salmo: el salmista, que parecía un moribundo, ha sido sal-vado y comprende que Dios no quiere la muerte del justo, ya que no escucha-ría más su alabanza. + Después de haber sido arrebatado del terrible amo, que es la muerte, el orante se transforma en siervo del Señor, tal como era costum-bre para los hijos de esclavos ya al servicio de un dueño. Su más ardiente deseo es consagrar su vida por entero a Aquel que le ha dado nuevamente la vida. Es posible deducir que el salmista personifica al pueblo de Is-rael que ha pasado de la muerte a la vida, de la esclavitud (“rompiste mis cadenas”) a la libertad y que a partir de aquel momento llega a comprender que su vida depende sólo de Dios, su único Señor, su único amo. La expe-riencia de la vida recobrada, de la cual la Pascua es el más grande signo, es lo que nos debe mover a dar la vida por los demás, de modo que muchos moribundos tengan aún esperanzas de alabar a Dios por todo el bien que les ha hecho.

1 Corintios 11, 23 – 26 En los versículos precedentes (17 – 22) Pablo se muestra seriamente preocupado por la situación que se vive en la comunidad de Corinto con respecto a la Cena del Señor. Tengamos presente que una gran mayoría de sus miembros eran personas sencillas, obreros del puer-to y jornaleros pobres, que compartían la experiencia salvadora de Cristo con gente acomodada y de buenos recursos. Ahora

bien: el gravísimo problema es que cuan-do se reunían a celebrar la Eucaristía, que se daba en el contexto de una comida, los primeros en llegar eran los ricos o los que no debían trabajar; estos llevaban los ali-mentos para la cena y los consumían antes de que llegasen los pobres, a quienes espe-raban sólo para cumplir con el gesto sobre el pan y sobre el vino. Vemos pues, cómo la actitud de los pudientes en la comunidad era de total indiferencia hacia los necesitados, quienes apenas podían disfrutar de una comida digna el Día del Señor; pero aquellos los dejaban sin nada: «pues cada uno se ade-lanta a comer la propia cena, y hay quien se queda con hambre y quien se embria-ga» (11,21). Lo que incomoda a Pablo es que el ritual sobre el pan y el vino se ha independizado totalmente del hecho de comer juntos: algunos sólo pensaban en sí mismos, olvidándose de los que no contaban en la sociedad. Es por esto que el Apóstol encuentra la solución a esta di-visión remontándose a lo que hizo Jesús en la cena de despedida; detengámonos brevemente en dos aspectos: + Lo que Jesús hizo indica el verdadero orden que deben seguir quienes celebran la Eucaristía: gesto sobre el pan – cena – gesto sobre el vino. Los ricos de Corinto cenaban antes de hacer los gestos respectivos, tergiversando así las acciones originales del Señor. Con la estructura in-dicada por el Apóstol, se invita a la comu-nidad a esperar a los pobres para compartir juntos la fracción del pan. + Las acciones de Jesús en la última cena son expresión profunda de su entrega y donación: el pan es su cuerpo, en el cáliz se contiene su sangre. Cristo nunca vivió para sí, nunca buscó su pro-vecho personal. Él fue pan partido para todos los hombres, Él fue sangre derra-mada en alianza de amor y perdón. Así pues, quienes celebran la Eucaristía, dice Pablo, hacen memoria de su donación, de ese gastarse por el bien de los necesitados. No se puede celebrar la Cena del Señor en medio de divisiones; esto contradice el más hondo significado de lo que Jesús quiso enseñarnos. Jueves Santo, día por excelencia para afianzar nuestra piedad eucarística.

Hoy debemos cuestionarnos profunda-mente en lo que se refiere al eco de nuestra celebración: ¿Cuando comulgo, cuando recibo el Cuerpo y la Sangre de Cristo, soy capaz de partir mi vida como alimento para los demás, soy capaz de derramar mi sangre como expresión de la nueva alianza que Dios ha sellado en su Hijo?

Juan 13, 1 – 15 Comienza la segunda parte del Evangelio: la “Hora de Jesús”. Todo se da en el contexto de una cena5 , elemento esencial dentro de la mentalidad hebrea, ya que es allí donde se comparten ideas y se entra en comunión de sentimientos6. ¿Cuáles son, pues, los sentimientos que el Salvador quiere infundir en el corazón de sus discípulos? Hay un dato que no admite ambigüedad y es el hecho de que lavar los pies es signo de servicio; pero centremos nuestra atención en un detalle particular que se refiere al manto: antes del lavatorio Jesús se lo quita (v. 4) y después lo toma nuevamente (v. 12). Es interesante notar cómo los verbos empleados para dichas acciones: “títhēmi” y “lambánō” son los mismos que aparecen en 10, 17 – 18 con la vida como objeto directo: «Tengo poder para darla y para recobrarla»7 . En este or-den de ideas es posible entender el alcan-ce del gesto simbólico que ocupa nuestra atención, ya que, obrándose durante la cena (¡interrumpiéndola!) y no antes, como era habitual (Lc 7,44; Gen 18,4ss), habla por sí solo: aquello que va a ocurrir es trascendental y decisivo. Hay, pues, un sentimiento que en el marco de una cena Jesús desea comunicar a sus amigos: el abajamiento y el servicio han de llegar al extremo de dar la vida si es necesario. Pedro, y quizás los demás, no comprendían aún la enseñanza de Jesús: su visión miope les impedía aceptar la idea de que “el Maestro y el Señor” (v. 13) pudiese sufrir; pero la invitación no es sólo aceptar sin problemas, sino asumir en la vida la misma actitud del Dios abajado (v. 15). Celebrando el primer día del Triduo Pascual, permitamos que nuestra Eucaristía sea realmente una comunión con la voluntad de Cristo, haciéndonos pan vivo para que podamos alimentar a los demás.

5 No de Pascua, ya que 13,1 es enfático en afirmar que ocurre antes de la misma.6 Cf. XAVIER LEON-DUFOUR en su obra “Lectura del Evangelio de Juan III”. Salamanca, Sígueme 1995, p. 24.7 Ibid. p.31.

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Is 52,13 – 53,12 Comparado con los otros tres cánticos, este también nos habla del sufrimiento; sin embargo, la no-vedad radica en tratar de responder a la pregunta «¿qué sentido tiene el sufrimiento, si es que tiene alguno?» El cuarto cántico no dice que el siervo haya cometido pecado que mereciese el castigo físico; es más: en 53,9 se dice: «nunca hizo maldad ni hubo en-gaño en su boca». Es posible pensar entonces, en una nueva idea de retri-bución que une los dolores a las fal-tas de la comunidad. y se llega a una imagen completamente novedosa: el siervo sufre por el bien de los demás; hablamos así de “sufrimiento vica-rio”8 . Pero otra novedad igualmente interesante con respecto a la menta-lidad hebrea, tiene que ver con la ley del talión: el siervo no responde mal por mal, sino que ante sus agresores, calla (v. 7). Puede ser que esta mudez se deba a deficiencias somáticas, pero no se puede olvidar que su silencio es igualmente expresión de obediencia: el siervo nunca buscó sufrir, es más: aún siendo bueno, fue elegido por Dios como ofrenda de expiación: «sus heridas nos han curado» (v. 5). Con su silencio el siervo acepta sufrir incluso por aquellos que lo han rechazado y despreciado; no responde al mal con mal, ni siquiera se defiende, como normalmente se esperaría; su actitud refleja la consciencia que tiene de asu-mir el pecado de muchos para salvar-los con la ofrenda de su vida. Vemos pues, cómo el Cuarto Cántico anticipa y prefigura ya la per-sona de Jesús, quien sufrió por noso-tros y llegó incluso a perdonar a sus verdugos: he ahí el misterio de la Cruz que hoy celebramos.

Salmo 31 (30) Diversos géneros literarios se dan cita en este salmo, compuesto pro-bablemente por un grupo espiritual del judaísmo postexílico llamado “hasi-

dim”, aquellos que se comprometían a observar la alianza con Dios y a man-tenerse fieles a sus leyes. La primera estrofa (vv. 2 – 9) tiene como línea transversal la confianza, caracterizada por símbolos tales como la roca, el re-fugio, el muro de protección, la peña, etc. y cuyo vértice es el versículo 6, con el que hoy aclamamos: «En tus manos, Señor, encomiendo mi espí-ritu», palabras que asume Jesús en la Cruz (Lc 23,46). La segunda parte (vv. 10 – 19) puede ser titulada “el canto del do-lor” y tiene como nota característica los males que debe afrontar el orante: muchos lo calumnian y se encuentra destruido tanto a nivel moral como fí-sico. Desde el v. 12 se puede deducir que se trata de un enfermo, tal vez cer-cano a la muerte –y por tanto imposi-bilitado para participar del culto en el templo–, de modo que pide al Señor “haga brillar la luz de su rostro” ex-presión elaborada que dentro del sal-terio hace alusión al culto como lugar de encuentro con Dios. Llegamos así a la tercera sec-ción (vv. 20 – 25), donde encontramos la alegría del agradecimiento. Tal como el protagonista del Salmo 22, proclama-do el Domingo pasado, el orante no ha permitido que la cercanía de la muerte y el desprecio de los que lo rodean dis-minuyan su fe en el Señor, sino que, aún siendo un justo perseguido, espera con paciencia el día en que cantará las ala-banzas de su Salvador

Hebreos 4, 14 – 16; 5, 7 – 9 Explicábamos el quinto Do-mingo de Cuaresma que, ante las in-quietudes de la comunidad cristiana sobre el sacerdocio de Cristo, el autor de este sermón dedica gran parte de su obra a demostrar dicha realidad. Un aspecto es trascendental: para obrar como mediador eficaz en el encuentro de los fieles con Dios todo sacerdote debía ser digno de fe en lo que respec-ta a su relación con Él; de otro modo,

no sería capaz de solicitar la salvación para sus hermanos. Pero también es verdad que si un sacerdote tuviese buenas relaciones con Dios pero no fuese solidario con los demás hom-bres, no estaría en disposición de co-municarles los frutos de su mediación salvífica. De ahí que, para demostrar la solidaridad de Cristo con el géne-ro humano, el autor comienza expli-cando su causa: fueron sobre todo las pruebas que debió afrontar en su exis-tencia terrena las que le permitieron unirse a las dificultades de sus herma-nos (4,15); ciertamente fue tentado, tal como hemos visto el primer domingo de Cuaresma, pero nunca cedió, nunca rechazó al Padre, nunca se dejó divi-dir, nunca pecó. Ahora bien: la segunda parte de la lectura de hoy ratifica lo que acaba-mos de afirmar. Retomemos la reflexión del Papa Benedicto XVI al respecto: él enseña que Hb 5, 7ss es un texto simi-lar al que los sinópticos nos regalan de Getsemaní, pero que se extiende hasta la misma crucifixión. Llama la atención el hecho de que el sufrimiento, expresado en “gritos y lágrimas” (v. 7) esté enmar-cado en una actitud sin igual: la oración: «precisamente en su gritar, llorar y orar, Jesús hace lo que es propio del sumo sa-cerdote: Él lleva la zozobra del ser hom-bre hacia lo alto, hacia Dios»9 .Hay en el Salvador, entonces, dos actitu-des que lo constituyen sacerdote: 1) La mencionada función de “llevar ante Dios”, “llevar a lo alto” (v. 7). 2) El Cardenal Albert Vanho-ye, citado por el Papa, afirma que la ex-presión “hacer perfecto” (v. 9) aparece en el Pentateuco referido a la consagra-ción sacerdotal. De esta forma, su actitud ante las pruebas, el dolor y la muerte nos enseñan que su sacerdocio pasa por la solidaridad con el género humano hasta las últimas consecuencias. Contemplemos, pues, en la Pasión según San Juan, al Sumo Sacer-dote, al Cordero inmolado, capaz de ofre-cer su propia vida.

VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

8 Expresado básicamente en tres elementos: 1) “Cargar las iniquidades de otros” (v.11): designa cómo un inocente (hombre, Ex 28,38; o animal, Lv 16,22) carga las culpas de la comunidad y así la purifica; en Lv 16 e Is 53 esto se da por medio del sufrimiento. 2) Una expresión similar a la anterior es “llevar los pecados de otros” (v. 12), que en Ez 23,49 implica asumir el proceso del pecado, castigo y consecuencias. 3) En Is 53,10: el siervo presenta su propia vida como “āšām”, es decir, ofrenda de expiación (Lev 5,7. 12).9 En su libro “Jesús de Nazaret: desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección”, Bogotá, Planeta 2011, p. 193.

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SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN 10(Jn 18,1 – 19,42) La particularidad del relato joaneo es presentar los acontecimien-tos de la Pasión como un drama triun-fal en el que se manifiesta la gloria del crucificado. Observemos algunos detalles que permiten corroborar esta afirmación: - El evangelista, que evita ha-blar de la agonía de Cristo en Getsema-ní, prefiere mostrar su autonomía frente a los agresores, llegando incluso a pre-ocuparse por el bienestar de sus discípu-los. - En los interrogatorios de Anás y Pilatos Jesús muestra una absoluta firmeza y soberanía, revelando así quién es el verdade-ro Rey del universo frente a las autoridades político-religiosas de la época.

- Este aspecto real se deja ver aún más en la flagelación, coronación de espinas y revestimiento con la púr-pura, donde el aspecto de entroniza-ción es más relevante que la burla y humillación. - Jesús carga solo la cruz, sin la ayuda de nadie. - Despojado de todo, el Sal-vador tiene aún mucho que dar desde la cruz: nos regala su Madre, ejemplo de discipulado fiel hasta las últimas consecuencias, y nos ofrece igualmen-te los sacramentos que nos acercan a Él, pues de su costado abierto brota sangre y agua, signos del bautismo y la eucaristía. Jesús fue condenado a la muerte más humillante y aterradora de la época, la muerte de los esclavos y de lo más bajo de la sociedad; sin em-bargo, allí donde todo parecía abocado

al fracaso, la cruz emerge como signo de victoria, ya que en ella, como cul-men de la Pasión y teniendo en cuenta el propósito del evangelista, Cristo se muestra como el Rey y Soberano que paradójicamente ha elegido con liber-tad el camino del sufrimiento y de la entrega: Aquel que se había agachado a lavar los pies de sus discípulos elige como trono un madero, hace la opción de no sostener un cetro, ya que sus manos están clavadas, y se deja coro-nar no con el oro, sino con espinas. Su realeza pasa por la donación absolu-ta de sí mismo: he ahí el llamado que recibimos en este día santo para que, imitando a María, permanezcamos fir-mes al pie de la Cruz y hagamos de nuestra vida una “pro existencia”11, un don para los demás.

SOLEMNE VIGILIA PASCUAL Génesis 1,1 – 2,2 Hoy en día la mayoría de los estudiosos afirman que el primer capítulo del Génesis fue compuesto durante o inmediatamente después del exilio, dado el evidente influjo del pensamiento mesopotámico12; pero observemos ahora aspectos que reve-lan la novedad bíblica con respecto al pensamiento de Babilonia : + Gran parte de las divinidades de Mesopotamia eran identificadas con los astros: el dios Shamash era el sol, el dios Sin era la luna, la diosa Istar era el plane-ta Venus, etc. Ahora bien: si Dios crea los astros el cuarto día (1, 14 – 19), es porque existe antes que ellos y le da consistencia; los elementos del cielo, entonces, no son dioses, sino simples creaturas. + Con el fin de animar la espe-ranza de tantos israelitas que pensaban que todo había terminado con el exilio, el au-tor sagrado demuestra que el mal no hace parte del plan divino: el mundo creado es eminentemente positivo, tanto así que el texto no contiene ninguna negación, sino que repite siete veces que todo lo creado era bueno.

+ Frente a la soberbia de los babilonios, quienes por su poder y fuerza se consideraban únicos y absolutos, Gen 1,26 afirma en forma tajante que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios, hecho que invita a la igualdad y fraternidad entre los seres humanos. Vemos pues, cómo el proyec-to creador de Dios sólo encierra bon-dad: la corrupción y el mal no hacen parte de sus designios; ahora bien: si la maldad ha llegado a la historia de la humanidad haciendo incluso que Israel en el exilio perdiera toda espe-ranza de futuro, el relato de la creación que hoy proclamamos enseña, ante todo, que Dios es capaz de restaurar el proyecto tergiversado por sus hijos, permitiendo así una “nueva creación”, una “resurrección” en la que toda rea-lidad vuelve a sus orígenes de pureza.

Salmo 104 (103) Este bellísimo himno a la creación presenta al Creador, las crea-turas y el ser humano en un ambien-te festivo y de alegría, mientras los

pecadores son eliminados (v. 35); se presenta así una visión santa del cos-mos que recuerda ya el estribillo de Génesis 1: «Y vio Dios que todo era bueno…», texto con en cual coincide en cuanto buscar el sentido último de la realidad: Dios, que es vida, ha que-rido multiplicarla en sus obras, que precisamente gracias a su respiro, a su Espíritu, son recreadas, conservadas, renovadas. El alma es invitad a alabar y bendecir a Dios (v. 1): de este modo, el hombre se convierte en “sacerdote del universo”, porque él lo presenta a Dios después de haberlo recibido de sus manos. La luz, expresión simbólica de la trascendencia divina, presenta a Dios como un soberano revestido de esplendor y majestad, que vence las tinieblas y el caos (vv. 1 – 2). La victoria sobre este último queda rati-ficada en la descripción arquitectónica del universo descrito, según los vv. 5-6, como una plataforma terrestre ubicada sobre inmensas columnas que descansan sobre el abismo. Las aguas

10 Seguimos muy de cerca el análisis de HERNÁN CARDONA y FIDEL OÑORO en su obra “Jesús de Nazareth en el Evangelio de Marcos” Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana 2008, pp. 115 – 11611 Término adoptado por el Papa Benedicto XVI (o.c. 160) a propósito de la Eucaristía.12 Así, el mundo es presentado en sus orígenes como un “caos acuático”: un universo cubierto por las aguas, hecho que hace alusión a las constantes inundaciones de los ríos Tigris y Eúfrates

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del abismo, que suben como en un in-finito diluvio cubriendo toda la super-ficie terrestre y superando incluso las montañas, quedan bloqueadas por la voz divina. Todo es “cosmos” es decir, armonía plena. Según el v. 13 la providencia divina, en una creación continuada, dispone todo para la conservación del ser: Dios sacia sus creaturas por medio de otras creaturas, como el agua, y así aparece el ser humano en el centro de la escena: con su trabajo extrae de la tierra el fruto fundamental para poder vivir. El v. 24 representa una pausa que da lugar al estupor y a la contem-plación: todas las obras de Dios están selladas por la sabiduría, es decir, de la armonía del ser, de modo que pue-dan participar del ser por excelencia, que es Dios. Sin embargo, el v. 35 nos aclara que sólo el hombre pecador pue-de tergiversar la creación: los impíos, con su mal e injusticias atentan contra la perfección y la alegría cósmica, son como una sombra de la gloria del Se-ñor, ofuscan la luz de esta obra de arte que es el creado: por eso se pide que el mundo vuelva a su proyecto original: que toda la creación obedezca al de-signio divino. Para tal fin es necesaria la presencia del Espíritu que es capaz de renovar la faz de la tierra; es decir, sólo con su acción vivificadora puede hacer que toda la creación, con el ser humano al centro, viva para dar gloria al Creador.

Éxodo 14,15 – 15,1 Nuestra interpretación de este relato pretende mostrar sus co-nexiones con el desarrollo de la Vigi-lia Pascual14. El paso del mar contiene unas indicaciones a nivel geográfico y temporal que nos permiten compren-der mejor su relación con la Resurrec-ción de Cristo y de los creyentes. Es importante observar en primer lugar que, como afirman los relatos pascua-les, la Resurrección es constatada el primer día de la semana en la mañana, dando a entender que Jesús es el sol que, luego de hacer su recorrido “de muerte” (oriente – occidente), ha cum-

plido ahora la segunda parte de su ci-clo, aquella que no se ve, de occidente a oriente15, donde aparece la vida que nunca acaba. Algo similar se percibe en la liberación de Israel, ya que ocurre en la noche y acaba al amanecer (14, 20-21. 27). Pero hay una interesante indicación geográfica: los antiguos esclavos viajan de occidente a orien-te, entraron en el mar como esclavos temerosos (Ex 14, 10b-12), salieron de él libres y creyentes (14,31). Así, el Israel que sale del mar ha sido trans-formado y regenerado por completo: ya no teme al faraón, sino al Señor; ya no tiene miedo, sino que cree en el Señor y en Moisés. Todo esto lo actua-lizamos en la Vigilia Pascual, ya que comenzamos fuera del templo, en os-curidad, y, haciendo un recorrido con el cirio pascual de occidente a oriente, hacia el altar, nos asemejamos a los is-raelitas que atravesaron el mar en la noche. El cirio nos recuerda a Cristo, sol que vence las tinieblas, y el agua bautismal se convierte así en imagen del verdadero paso de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, tal como dirá San Pablo en la Epístola. Hay que resaltar que el final del texto indica cuál fue la actitud de Israel: creyeron en el Señor y en su siervo, Moisés (14,31) y, como dirá más adelante el libro del Éxodo, dicha adhesión se hará patente en la alianza. Jesús, por su parte, antes de vivir su propia Pascua exhorta a los discípu-los a que crean en el Padre y en Él (Jn 14,1), al mismo tiempo que sanciona la observancia de sus mandamientos para que la unión sea efectiva (15,10). Se entiende entonces, la Pascua, como un itinerario de fe: no basta sólo con experimentar la alegría de la libera-ción; es necesario entregar nuestro co-razón al Señor, de modo que no se nos ocurra regresar a Egipto.

Salmo: Éxodo 15,1ss Nos encontramos las prime-ras palabras del pueblo liberado: un verdadero himno de alabanza a Dios salvador. El pensamiento fundamen-tal es que los egipcios perecieron en el agua y ese es precisamente el mila-

gro: los hombres pueden vencer a sus enemigos en el campo de batalla, pero no hay poder humano, por fuerte que sea, capaz de aniquilar al adversario, hundiéndolo hasta el fondo del abis-mo, como se hunden las piedras o el plomo. Así pues, la convicción más profunda del poeta es darnos a en-tender que todo es gracia de Dios: «mi fuerza y mi poder es el Señor, Él fue mi salvación». Ya en el paso del mar el autor ha enseñado que no son las armas los carruajes o la capaci-dad humana lo que da la victoria, ya que Dios es capaz de desbaratar toda la maquinaria y recursos terrenos: el pueblo fue liberado de Egipto por pura condescendencia divina. La última estrofa del cántico (vv. 17 – 18) anticipa ya lo que será el ingreso a la tierra prometida: los hijos de Israel no tienen que seguir mendi-gando para vivir en un lugar propio: el paso del mar constituye no sólo el fin de la esclavitud y opresión, el “opro-bio del Egipto”, sino la oportunidad para vivir como una verdadera nación, con una tierra propia, una identidad firme y un culto establecido en honor a Aquel que reina por siempre jamás.

Isaías 54, 5 - 14 La catastrófica situación del exilio no significó necesariamente la desaparición de la esperanza. De he-cho, el tema de este capítulo 54 es la reconstrucción de Jerusalén, realidad expresada por medio de cinco imáge-nes que describen la relación de Dios con su pueblo: la mujer estéril que podrá tener muchos hijos (vv. 1 – 3), la viuda que vuelve a encontrar mari-do (vv. 4 – 5), la mujer repudiada y abandonada recuperada por su marido (vv. 6 – 10), la ciudad destruida y re-construida (vv. 11 – 13) y finalmen-te, la ciudad asediada liberada de sus enemigos (vv. 14 – 17). Resaltemos en medio de las estrofas la alusión al di-luvio (v. 8), calamidad comparada con el exilio: así como las aguas no volve-rán a cubrir la tierra, el Señor promete a Israel no volver a hacerlo cautivo. Pascua es ante todo la fiesta de la espe-

14 Seguimos muy de cerca la propuesta de JEAN-LOUIS SKA en su obra “El Camino y la Casa: Itinerarios Bíblicos”. Estella, Verbo Divino 2005, pp. 28 – 39.15 Algunos de nuestros templos fueron pensados así desde el punto de vista arquitectónico, de modo que la entrada se ubica al occidente y el altar al oriente. Entrar en ellos, significa, por tanto, realizar un recorrido de resurrección.

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ranza: es estar convencidos que Dios nos asegura un futuro lleno de alegría, ya que, como Israel, no sólo recons-truiremos nuestra existencia, sino que exultaremos de gozo experimentando el amor del Esposo que nos regala su perdón.

Salmo 30 (29) Este salmo se articula en cin-co estrofas que, con base en extremos o “polarismos”, recogen todo el sen-tido de la existencia: “vida – muerte” (vv. 2 – 4), “cólera de un instante – bondad eterna”, que equivale a “oscu-ridad – tinieblas” o “llanto – alegría” (vv. 5 – 6), “estabilidad – vacilar” (vv. 7 – 9), donde el énfasis recae en el pecado perdonado; aparece de nuevo en la cuarta estrofa la antítesis “vida – muerte” (vv. 10 – 11), mientras que en la última encontramos una vez más “llanto – alegría” (vv. 12 – 13). Todos estos elementos extre-mos se resumen en aquella oposición que celebramos esta noche: el paso de la muerte a la vida. El orante ha expe-rimentado el “sheol”, pero Dios lo ha sacado de la fosa y es por eso que este milagro, totalmente incomparable, hace que la gratitud sea el distintivo del orante; no en vano el título hebreo del salmo lo une a la reconsagración del templo de Jerusalén hecha por Ju-das Macabeo en el 167 a.C., momento de vida y resurrección para Israel, no en vano hoy lo proclamamos llenos de alegría, porque estamos seguros que estas palabras, llegando a su plenitud en la Pascua de Cristo, nos alcanzan también a quienes hemos sido sepulta-dos con Él.

Ez 36, 16 - 28 En medio de los sufrimientos del exilio, Dios denuncia el pecado de su pueblo, especialmente la idolatría (v. 18), motivo por el cual los expul-só de su tierra. Este hecho provocó que los gentiles profanaran el nombre santo de Dios, tal como aparece en el salmo 42: «¿dónde está tu Dios?». Es por eso que el Señor promete reunir a sus hijos dispersos: con su victoria, los pueblos paganos comprenderán que Él

es el único Dios. Pero la intención di-vina va más allá: no se trata solamente de “santificar su nombre” profanado, sino que se propone renovar comple-tamente su relación con el pueblo in-fiel. A los idólatras y desobe-dientes, Dios promete purificarlos dándoles un corazón nuevo y un espí-ritu nuevo. El corazón es la sede del pensamiento y del amor; la invitación entonces, es aprender a contemplar la vida desde la perspectiva de Dios. El espíritu, elemento fundamental para la relación con Dios, es así mismo sanado, de modo que la consecuencia inevitable de todo este proceso es re-novar la alianza: el pueblo estará así dispuesto a cumplir los preceptos di-vinos, y Dios se compromete a estar siempre con ellos: “Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios”. De esta forma, observamos cómo Dios fue capaz de dar una nueva oportunidad a quienes se habían ale-jado completamente de Él: aquellos que por sus pecados se apartaron de Dios, ahora comenzarán a sentir una profunda sed de su presencia (como nos lo dirá el salmo 42), hasta el punto que serán capacitados para nunca más abandonarlo. La esperanza continúa; es por eso que en el capítulo siguiente se hablará de la resurrección del pue-blo.

Salmo 42 (41) Aunque divididos, los sal-mos 42 y 43 forman realmente una sola composición, dando inicio a la segunda parte del salterio (del 42 al 72)16 La apertura consiste en una comparación con la cierva que, des-pués de haber buscado el lugar del desierto por el cual a veces pasan to-rrentes de agua (llamado “wadí”), lo encuentra completamente seco. En el grito de la cierva sedienta, el salmista ve reflejada su tragedia personal: se encuentra aislado y lejano de la fuente de vida que es el templo; con base en el léxico usado, se puede pensar que se trata de un sacerdote o un levita, obligado a residir, no se sabe por cuál

motivo, en la alta Galilea (42,7 – 8), o en Babilonia (dada la expresión de los adversarios “¿dónde está tu Dios?”), lejano del centro de su amor, de su ra-zón de existir. Significativa es la expresión “venir y ver el rostro del Señor”: el primer verbo expresa la subida pro-cesional hacia el santuario de Sión; el segundo, por su parte, es la clásica expresión para indicar el ingreso so-lemne del pueblo al templo (Sal 11,7; 1,11; 17,15) El culto, para un hebreo, era el ideal de toda la existencia, era alegría, paz, libertad: la maldición más grande de un muerto era precisamente no poder participar en la liturgia: «el sheol no te alaba, ni la muerte te can-ta himnos; el viviente, el viviente te agradece como hago y hoy» (Is 38,.18 -19). El orante del salmo 43 se siente, entonces, como un muerto, excluido de la vida y de la alegría. Sin embargo, la oración está llena de esperanza, porque se tiene la certeza que Dios va a actuar: la luz y la verdad, que son sus atributos per-sonales (Sal 25,21), aparecen delante del orante en el itinerario de regreso a Sión y, bajo su guía, el fiel reen-contrará el monte santo, el templo, el altar, en fin, la presencia misma de Dios. Todo entonces se transforma en profunda alegría, en canto en música, tanto así que Dios es llamado “el Dios de mi alegría”, a Quien hoy cantamos gozosos porque nos ha hecho renacer de la muerte a la vida.

Romanos 6, 3 – 11 En esta sección de la carta Pablo pretende demostrar la absolu-ta incongruencia entre un verdadero creyente en Cristo (aquel que se ha adherido a Él por la fe, según los capí-tulos anteriores) y el pecado; en otras palabras, lo que el Apóstol quiere ar-gumentar es que para un hombre de fe, el pecado debe ser una realidad com-pletamente ajena. La primera prueba es pre-sentada en 6,1 – 14: se recuerda que el bautismo es una muerte al pecado para resucitar con Cristo; en efecto, quien se ha sumergido en Él es capaz

16 En efecto, la tradición hebrea ha organizado estos himnos en una especie de “Pentateuco Sálmico”: a los cinco libros de la torah-palabra corresponden los cinco libros de los salmos, palabra del ser humano a Dios.

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de hacer una opción por la transforma-ción de la vida. No en vano la liturgia bautismal dentro de la Vigilia Pascual nos invita a centrar nuestra atención en dicha realidad: “el que entra en las aguas bautismales es prisionero de las fuerzas del pecado, muere y es sepul-tado con Cristo; a continuación, sale de las aguas redimido y renovado, re-sucita con Cristo para entrar en la vida nueva del resucitado”17 Hay que aclarar, en todo caso, que Pablo no pretende decir que los bautizados nunca conocerán debi-lidades, ni que estarán exentos de todo tipo de tentación, sino que ya no esta-rán dominados por el pecado como si fuesen sus prisioneros. Así pues, el paso del mar es actualizado en esta celebración y es por eso que renovamos nuestros com-promisos bautismales, manifestando de esta manera el gran deseo de vivir como nuevas creaturas.

Salmo 118 (117)18 Nos encontramos ante un texto que canta la salvación de Dios después del exilio: el pueblo, agrade-cido, se acerca al templo reconstruido para dar gracias a Dios por su inter-vención milagrosa. Todo se desarrolla en un ambiente cultual. Distinguimos tres partes:

Solemne Invitatorio (vv. 1 – 4) Cada alabanza y oración pura brotan de una constatación: la bon-dad del Señor y su “hésed”, es decir, su amor “visceral” son eternos: en la nueva alianza anunciada por Dios (Jer 31, 31-34) se ha inaugurado una unión inquebrantable entre Dios y su pueblo. ¿Quiénes son invitados a reconocer la magnitud de este acontecimiento? En primer lugar encontramos “la casa de Israel”, es decir, la sociedad civil del pueblo elegido; a ellos se suman “la casa de Aarón”, o sea, la clase sacer-dotal y los piadosos que gastan toda su vida en observar la alianza, más cono-cidos como “hasîdîm”.

Primer himno de acción de gracias (vv. 5 – 18): + Angustia y liberación (v. 5): la situación del orante se expre-sa por medio de un término que sólo aparece una vez en a Biblia: “mēsar”, que, desde el paralelo con los v. 17 – 18 puede ser visto como un lugar infernal, como el sheol. Desde allí el salmista ha gritado a Dios y Éste lo ha colocado en un lugar espacioso, signo de libertad. + Fe en Dios (vv. 6 – 9): la frase “el Señor está conmigo” remite a la confesión de fe paulina: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?» (Rm 8,31). En la antítesis aparece el hombre, el “adam”, palabra que hace alusión a la tierra y se mues-tra así en su dimensión limitada. En la segunda declaración el hombre es sustituido por “el adversario” y se pre-senta así a Dios como quien combate a favor del orante. En la tercera se con-traponen dos tipos de fe: la del que se refugia en Dios y la del que confía en el hombre, algo así como aquello que decíamos a propósito de los carruajes egipcios. + La victoria en el nombre de Dios (vv. 10 – 13): el orante expone ahora el gran resultado que produce la fe en Dios: los enemigos atacaban al salmista, pero él ya había encontrado su fuerza en Dios: «en el nombre del Señor los rechacé» + La fe en la diestra de Dios (vv. 14 – 16): el orante proclama una antífona litúrgica que une el cántico de Moisés (Ex 15,2) y un texto de Isaías que retoma dicho cántico (Is 12,2) y que pretende hacer referencia al segundo éxodo, el retorno de Babi-lonia. Una voz de júbilo proviene de las tiendas de los justos y el objeto de la alegría es “la diestra de Dios”. En el lenguaje bíblico el brazo derecho es siempre signo de fuerza y victoria; tres veces se habla de este signo para dar a entender que Dios es verdadera-mente poderoso en cuanto salva de los enemigos. + Muerte y liberación (vv. 17 – 18): en el fondo de esta pequeña

sección, que habla de la muerte, hay una clara referencia a la dolorosa ex-periencia del exilio, en la que se quie-re enfatizar una finalidad disciplinar o pedagógica por parte de Dios quien ha intervenido, no para aniquilar, sino para purificar. El renacimiento de Is-rael es ahora celebrado gozosamente en el templo de Jerusalén.

Segundo himno de acción de gracias (v. 19 – 29): La procesión ha llegado a las puertas del templo y se inicia así un diálogo entre los fieles y los sacerdo-tes o levitas y, una vez abierto el ingre-so, inicia en el lugar santo la solemne liturgia de acción de gracias. Se reto-ma entonces, en el v. 21 el tema del cumplimiento de la salvación, del que se ha hablado en los vv. 5; 17 – 18. El tema fundamental será “la piedra”, que hace referencia a Israel, el templo y Dios mismo: durante el tiempo del exilio, el pueblo elegido había sido ol-vidado entre las piedras de Babilonia, el templo había sido reducido a ruinas y Dios había sido ofendido por blasfe-mias. En sentido cristológico, encon-tramos una clara alusión a la muerte y resurrección de Nuestro Señor. El salmista está convencido que todo es gracia de Dios (v. 23) y por eso reconoce que “el día del Se-ñor”, anunciado ya por los profetas, día de victoria sobre los enemigos, es un día actual: Dios ha hecho maravi-llas en favor de su pueblo liberándolo de la esclavitud; este día será digno de recuerdo en todo Israel, de modo que todas las generaciones puedan espe-rar la salvación de Dios. La salvación obrada por Dios se suplica entonces para todos los momentos de la vida por medio de una expresión común para todos nosotros: “Hosanna”, que resulta de la unión entre el verbo yš‘ en imperativo (hôšî‘āh) y la interjec-ción “nāۥ”, que indica urgencia; es como si se dijese: “Sálvanos pronto”. Todo concluye con la bendi-ción sacerdotal, dirigida a quienes han entrado procesionalmente al templo para expresar su acción de gracias a

17 Citamos de nuevo a JEAN-LOUIS SKA en su obra “El Camino y la Casa: Itinerarios Bíblicos”. Estella, Verbo Divino 2005, pp. 33 – 34.18 Teniendo en cuenta las repetidas apariciones de este salmo en los días siguientes, presentamos aquí un completo comentario con base en la monumental obra de G. RAVASI “Il Libro dei Salmi” Volume III, Bologna, Edizioni Dehoniane, 2002, pp. 407 – 432.

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Dios que libera y salva. La alabanza se expresa exteriormente por medio de una procesión con ramos en torno al altar. No estamos lejos de la fiesta de las tiendas (Lv 23,10), que se celebra-ba en otoño, cuando se recolectaban los frutos del campo en medio de una gran alegría. Así pues, los israelitas, en medio de una fiesta gozosa, celebra-ban la bondad de Dios para con su pueblo: ya no eran esclavos como en Babilonia, sino que poseían su propia tierra, tierra que abundaba en cose-chas. Frente a la inmensa bondad de Dios que había permitido la recons-trucción del templo, no quedaba otra cosa sino agradecer en medio de una espléndida liturgia.

Marcos 16, 1 – 7 Hoy en día la gran mayoría de estudiosos concuerda en afirmar que este es el final primitivo del Evan-gelio de Marcos y que los versículos siguientes se añadieron poco des-pués19 . Lo que más llama la atención en estos versículos es la actitud de las mujeres: ellas se dirigen al sepulcro pensando en un muerto y por eso se aprovisionan de todo lo necesario para ungirlo; por otra parte, una vez han re-cibido el anuncio de la Resurrección y la misión de reunir a los discípulos,

salen del sepulcro temblando de mie-do y no dicen nada a nadie. Con respecto a la primera es-cena, las mujeres no sabían que ya el sol había salido (v. 2), referencia clara a Jesús, “sol que nace de lo alto” (Lc 1,78): la vida ya llenaba la tierra, pero ellas estaban apenas a punto de descu-brirlo. Centremos nuestra atención ahora en el encargo del ángel: comu-nicar a los discípulos que deben en-contrarse con Él en Galilea. Dos ele-mentos fundamentales se destacan en esta escena: el perdón y el regreso a los orígenes. El sentido común diría que Cristo debía haber elegido nue-vos discípulos, más comprometidos y fieles; pero no fue así: es que “el sentido común de Dios” es completa-mente diverso al nuestro! El Resuci-tado enseña, entonces, que en la vida nueva no hay razón para rencores ni divisiones, tanto así que aparece aquí la mención de quien lo había negado. Por otra parte, dirigirse a Galilea tie-ne en sí un hondo sentido, ya que fue allí donde los pescadores y otros más recibieron el llamado. Lo que Cristo pretende, entonces, es permitir que ha-gan una relectura de todo lo que com-partieron a su lado, pero a la luz de la Resurrección: ahora sí, cada gesto,

cada palabra, cobrarán sentido y ellos serán capaces de aceptar el camino del servicio y la entrega que Él les había enseñado a lo largo del camino hacia Jerusalén. No deja de extrañar, en todo caso, que mientras al inicio del Evan-gelio muchas personas divulgaban lo que Jesús había hecho con ellas aún a pesar de que Él se lo prohibiera (1,44ss; 7,36ss), las mujeres al salir de la tumba guarden silencio. La obra quedaría, de esta forma, inconclusa y con un final brusco; pero he ahí la ge-nialidad del Evangelista, quien, ante un mandato no realizado, pide a gritos que alguien tome la decisión de pro-clamarlo y es entonces donde aparece la figura del lector. En efecto, todo el que lea estás últimas líneas tendrá la opción de huir como las mujeres, o sa-lir a predicar a pesar del miedo. Qué buena estrategia la de Marcos! Cada día el Sol que nace de lo alto nos visita, cada día podemos experimentar que la vida está ven-ciendo la muerte, cada día podemos retornar a Galilea para deshacer nues-tros pasos del primer encuentro con Jesús; pero vamos aún más allá, cada día Cristo nos invita a vencer nuestros más grandes temores y convertirnos así en testigos de su Resurrección.

19 No es del caso en estas líneas ahondar dicho tema. Para tal fin remitimos al análisis de DAVID KAPKIN en su obra “Marcos: Historia humana del Hijo de Dios” pp. 710 – 711.

Hechos 10, 34. 37 – 43 Luego de la visión que ha te-nido el centurión romano Cornelio y de la visita de Pedro en la que se ha percatado cómo Dios no hace acep-ción de personas, el Apóstol expone un kerigma, que va desde el versículo 34 al 43, al que sigue un bautismo ge-neral. La primera parte del kerigma (vv. 34 – 38) hace referencia a Jesu-cristo como portador de paz. En efec-to, Él es el Ungido de Dios, el Mesías, y toda su actividad queda resumida en la frase «pasó haciendo el bien y cu-rando a los oprimidos por el diablo». La segunda parte del kerigma procla-

mado por Pedro insiste en dos elemen-tos fundamentales: + A pesar de su muerte igno-miniosa, Dios resucitó a Jesús de en-tre los muertos. La autoridad de este anuncio radica en el hecho de que los mismos apóstoles se reunieron a com-partir la mesa con Él después de su Resurrección. + Quien se adhiera a Él por la fe, recibirá el perdón de los peca-dos. Este elemento cobra vital impor-tancia si se lo entiende desde lo que han vivido los apóstoles: ellos lo ha-bían dejado solo en el momento más dramático de su existencia, lo habían defraudado, lo abandonaron; sin em-

bargo, el Resucitado no quiso escoger nuevos discípulos, valientes y leales, sino que quiso seguir confiando en aquellos hombres. El hecho de haber compartido la mesa con ellos, repre-sentaba ya el más hondo sentimiento de perdón que les regalaba, al mismo tiempo que los invitaba a predicar esa experiencia: todo el que crea en Él lo-grará la plena reconciliación con Dios. Así pues, vemos que el ele-mento central de esta lectura lo cons-tituye la palabra “Kerygma”, que en griego significa “anuncio” (y que ya hemos asimilado a propósito de la Mi-sión Continental) y que nos invita a pensar qué es lo que debemos anunciar

Domingo de Pascua

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20 En el comentario a Juan que será citado en el Evangelio (p. 686).21 Seguimos aquí la propuesta del exégeta canadiense ROBERTO MERCIER en su obra “El Evangelio del Discípulo a quien Jesús amaba” Tomo II. Santa Fe de Bogotá, San Pablo 1995. Pp. 661 – 684.

los cristianos convencidos de haber celebrado la Pascua: en primer lugar, se anuncia el cumplimiento de todas las promesas en Jesús: Él es el Mesías, en quien el Padre nos ha regalado toda su bondad; se anuncia, además, que la muerte no lo ha vencido y que si triun-fó sobre la muerte, es capaz de destruir nuestros pecados. Queda así planteado el compromiso al que debemos llegar al final de esta Semana Santa.

Salmo 118 (Remitimos al comentario hecho en la Vigilia Pascual)

Colosenses 3, 1 – 4 La comunidad de Colosas tuvo que hacer frente a diversos pro-blemas, tales como doctrinas que pro-ponían la influencia de seres celestes sobre el gobierno físico y moral del mundo (2,8). Por otra parte, algunos seguían obedeciendo los preceptos de la ley con respecto a alimentos. Es en este contexto en el que Pablo escribe enfáticamente que solo Cristo vale, ya que la nueva creación ha comenzado precisamente con su Resurrección, de la que participan también aquellos que se han adherido a Él y lo hacen en la medida en que, relativizando lo terreno, ponen su corazón en los valo-res trascendentes. Ciertamente, como afirma Mercier20: “la transformación operada en el fondo de nuestro ser no es perceptible desde afuera. Toda su consistencia está en Dios que perma-nece invisible. La vida verdadera del hombre ya miembro de Cristo por el Bautismo ‘está oculta con Cristo en Dios’. De esa invisible realidad brotan fuerzas espirituales que capacitan al bautizado para llegar a la vida a través de todo obstáculo. Con otras palabras, el creyente está liberado, aunque no se vea todavía, de toda atadura de muer-te. De ello debe ser testigo”.

Juan 20, 1 – 9 El v. 42 del capítulo 19 termi-naba con una tajante alusión a la sepul-tura de Jesús. Todo parecía abocado al fracaso, a la muerte; sin embargo, justo al inicio de la siguiente unidad,

la conjunción “de” crea un vínculo de oposición: “Jesús ha sido sepultado, PERO (“de”) HA RESUCITADO, tal como se verá en las narraciones que van a ser presentadas”. Tengamos en cuenta que, jus-to en la madrugada, cuando aún estaba oscuro, el Resucitado se muestra ya como la LUZ del mundo (8,12); pero es necesario, aparte de vencer las ti-nieblas de la muerte, derrotar aquellas de la incredulidad. En efecto, no fue extraño que circulasen en Jerusalén ciertos rumores según los cuales Jesús no habría resucitado, sino que todo se trataba de un fraude (Cf. Mt 27, 62 – 66), preocupación que se deja ver en las palabras de la Magdalena: «se han llevado del sepulcro al Señor y no sa-bemos dónde lo han puesto» (v. 2). Es por eso que los vv. 1 – 18 no tienen otra finalidad sino la de argumentar que no se ha tratado de un robo sino que algo extraordinario ocurrió en el sepulcro (vv. 1 – 10), tanto así que el Resucitado se aparece y encomienda la misión de anunciar su victoria sobre la muerte (vv. 11 – 18). Pero prestemos atención ahora a lo que ocurre con el discípu-lo amado, quien “vio y creyó” (v. 8): ¿cómo es posible que llegase a creer en la Resurrección por el simple hecho de ver los vestidos con que el Salvador había sido sepultado? Para encontrar una respuesta, es necesario detenerse en una correcta traducción de los tér-minos empleados21 : en primer lugar se dice que vio no las vendas (¡como si se tratase de una momia egipcia!), sino el lienzo (“othónion”), que es-taba, no “por el suelo”, como dicen algunas traducciones, sino más bien “allanado”, como si hubiese caído bajo su propio peso (este es el sentido del verbo “keimai”, aquí empleado). Por otra parte, ve el sudario, que se utilizaba para cerrar la boca del difun-to aún enrollado! Y no en “un lugar aparte”, sino más bien “en su propio lugar”, como si no se hubiese movido de allí! (esta es la mejor traducción de la frase “eis éna tópon”). Así pues, los primeros hallazgos en la tumba vacía nos dan a entender que algo extraordi-

nario ocurrió allí, algo inexplicable y sólo logra contemplarlo quien ha sen-tido el gran amor de Dios en su vida (v. 8). Lo extraordinario es que Jesús no movió las ropas fúnebres cuando resucitó, sino que se conservaban en el mismo estado que tenían el día de la sepultura! Un ladrón no habría podido hacer semejante cosa, ni mucho me-nos llevarse el cuerpo sin vestidos. Observando, pues, los signos de la Pascua, el discípulo amado creyó y se convirtió así en el primer dichoso en creer sin haber visto al Resucitado (20,29), privilegio que correspondería en primer lugar a la Magdalena. También en nuestros días muchos consideran que Cristo no re-sucitó y que “vana es nuestra fe”; es ahí donde los creyentes hemos de pe-dirle a Él nos regale una mirada con-templativa de la realidad, de modo que podamos descubrir los innume-rables signos de su victoria, al mismo tiempo que tengamos el vivo deseo de ser nosotros mismos signo vivo y pal-pable de su Resurrección.

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Liturgia

Arquidiocesana (PALIA)

Muriel Mejía Pbro.

Uribe Castrillón Pbro.

Juan David Diego Alberto

Equipo Pastoral Litúrgica

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Nota histórica:• El Domingo de ramos es quizá la

última de las memorias en torno a la pascua que se introdujo en la tradición litúrgica.

• La noticia de su celebración la encontramos en el texto Itine-rarium (cap. 31) de la peregrina Egeria, peregrina española que estuvo en Jerusalén hacia el si-glo IV.

• San León Magno nos habla en sus Sermones de Passione Do-mini que en Roma se leía la pa-sión el domingo, el miércoles, el viernes y el sábado antes de pascua.

• Ya en el Sacramentario Gelasiano Vetus se llama Dominica in palmas de Passione Domini.

• Se introdujo plenamente en la tra-dición romana con el Ordo de die palmarum del PGR (XCIX 162-206) como una mímesis, es decir, con un carácter altamente repre-sentativo.

• Habían quedado unidos así el sentido de la pasión del Señor y el carácter láudico de las y pal-mas!

La liturgia hoy: Como todos los domingos del año, también en el Domingo de Ramos se celebra de un modo especial la Resurrección del Señor, la gran vic-toria sobre la muerte. La procesión es como una aclamación que proclama la victoria del Señor, que la Iglesia tam-bién anuncia y celebra cada domingo. Las palmas y los ramos, sig-nos populares de victoria, ponen de relieve que la muerte en la cruz es ca-mino de victoria, porque esta muerte destruyó la muerte. La narración de la Pasión pone de manifiesto la intensi-dad del amor de Dios que nos es reve-lada en Cristo, quien generosamente se entrega por nosotros para darnos nueva vida. El color rojo de las vestiduras litúrgicas que se utilizan este día, busca realzar la muerte del Glorioso Mártir y

su Victoria sobre dicha muerte. En este día no podemos olvi-dar que deben ser bendecidos ramos verdaderos, y que estos signos no pue-den sustituirse por banderas o bombas. La liturgia prescribe ramos de árboles, tolerándose hasta flores. Lo importan-te es destacar este signo. Ya en años pasados se llegó a un acuerdo con el Ministerio del Medio Ambiente en Colombia, que autoriza algunas de-terminadas plantas para este uso y nos han indicado las especies vegetales que sí se pueden emplear, evitando el daño de lo que debe conservarse. No olvidemos que los Ramos se bendicen para aclamar a Cristo en la procesión. Si no hay procesión no se bendecirán los ramos, pero debe ha-cerse la entrada solemne en todas las misas, incluso desde el Sábado. Por otro lado, es preciso advertir que no se puede cambiar el Evangelio de la Misa por el de la En-trada de Jesús a Jerusalén. Se debe leer siempre la Pa-sión, en todas las misas, escogiendo, si es preciso, la forma breve. No se deberían omitir las dos Lecturas y el Salmo.

Lo que hay que preparar:• El Misal Romano bien registrado.• En el lugar de la bendición y para

la marcha una buena amplifica-ción.

• El Leccionario con el texto de San Marcos,

• Los cantores y los cantos apro-piados

• Los ornamentos rojos, si se quie-re capa pluvial roja, si hay diá-conos estos podrán usar la Dal-mática en la Procesión.

• Los ramos, el agua bendita, el incensario para la proclamación del Evangelio.

• El atril para colocar el Evan-geliario.

• La cruz procesional se adorna con sencillez y belleza con ra-mos, ya que ella abre la proce-sión y la preside.

• No se deben utilizar animales vivos en esta celebración. Estas criaturas irracionales no están en condiciones de observar las nor-mas litúrgicas y, por no poderlas instruir ni controlar debidamen-te, suelen provocar incidentes que desdicen del decoro debido en los actos del culto.

• Deben prepararse para la lectura de la Pasión tres textos totalmen-te exactos con las indicaciones para los que la proclaman: Cris-to, Sanedrín, Relator o cronista.

La Procesión y la Misa de la Pasión: El Misal Romano propone tres posibilidades para esta procesión. a. La procesión: Es la forma más expresiva y prevé un espacio dig-no para iniciarla, bien dispuesto y bien decorado: la Cruz, el Atril cubierto para el Evangelio, el sonido. Desde el lugar donde se bendicen los ramos, se acompaña procesionalmente al celebrante, que representa a Cristo, con palmas y ramos en las manos y entonando cantos de victoria, hasta la Iglesia donde se va a celebrar la Eu-caristía. b. La entrada solemne: Si no se dispone de un lugar adecuado, dis-tinto de la Iglesia, se puede recurrir a esta modalidad. En un espacio de la misma Iglesia se bendicen los ramos y se lee el Evangelio de la entrada en Jerusalén, y desde allí el sacerdote ce-lebrante, con los ministros y algunos fieles, marchan en procesión hacia el altar. Los demás fieles siguen desde sus puestos con cantos de aclamación esta marcha. c. La entrada sencilla: Si no se puede hacer ni la procesión desde fuera ni la entrada solemne desde otro espacio de la Iglesia, se debe al menos dar un relieve especial al canto de en-trada de la Misa. A través del canto y de las moniciones los fieles deben ser invitados a aclamar al Señor victorio-so que inaugura su Misterio Pascual. Se podría también hacer que el sacerdote, después del saludo, leye-

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ra solemnemente la antífona de entra-da del Misal, junto con el salmo 23, Salmo que da sentido a la fiesta: las puertas de la Iglesia que se abren para recibir al Señor. En cualquiera de estas tres formas hay otro aspecto que no con-vendría olvidar: el papel de los jóve-nes y de los niños. Así como a Jesús ellos le aclamaron en Jerusalén, es muy antigua la tradición en la Iglesia de que el canto y el protagonismo de los niños sean evidentes en esta cele-bración. A la llegada a la Iglesia, si el celebrante lleva la Pluvial la deja y re-viste la Casulla, del mismo modo si, por alguna razón los diáconos no han llevado la dalmática en la procesión la revisten ahora. Hecho el ingreso solemne, con cánticos y batir de las palmas, su-cede de inmediato la Oración Colecta y la Liturgia de la Palabra.

Nota Pastoral: Las lecturas forman una maravillosa unidad con la Pasión, y aunque el libro litúrgico admite que alguna vez se pudieran suprimir con-vendría no descuidarlas. El tercer can-to del Siervo, en la lectura de Isaías, y el himno pascual de Pablo en la carta a los Filipenses, centran de modo ad-mirable lo que va a ser el camino de Jesús, a través de la muerte, hacia la victoria de la Pascua. Pero sobre todo la procla-mación de la Pasión es un momento privilegiado de la Celebración del Do-mingo de Ramos. Algo que no debe faltar por ningún motivo es la homilía que, aunque tenga que ser más breve, es un factor que ayuda a toda la comu-nidad a recoger y sintetizar el mensaje que al comienzo de la Semana Santa le ofrece la Iglesia.

El Canto Litúrgico: El canto es uno de los ele-mentos que tiene un papel importan-te en la celebración del Domingo de Ramos. Así pues que el escoger los cantos más adecuados es ayudar a la asamblea para que capte la fuerza sig-nificativa del misterio celebrado. Para la entrada: Hacia ti,

morada santa, Que alegría cuando me dijeron, Hosanna al Hijo de Da-vid, Anunciaremos tu Reino, Señor, Pueblo de Reyes, Tu Reino es vida, Vamos a bendecir al Señor, Alabaré, Hossana hey. En este momento es suma-mente oportuno cantar el ya famoso y muy bello Hosanna, que en algunas partes utilizan indebidamente para sustituir el Sanctus de la misa. Tam-bién puede intercalarse entre las es-trofas del salmo la segunda parte del Santo de la Misa, en sus varias versio-nes, desde donde dice: Bendito el que viene... Convendría poder cantar el Salmo responsorial o al menos la res-puesta: Dios mío, Dios mío, ¿por qué-me has abandonado? Antes del Evangelio: puede cantarse algo antifonal como: Tu Pa-labra me da vida, Victoria tu reinarás, Gloria y honor a ti, leyendo en el cen-tro el versículo del Leccionario. Comunión: Acuérdate de Je-sucristo, Alma mía recobra tu calma, Ved la cruz de la salvación, Oh Rostro ensangrentado, Oh cruz te adoramos.

Comentarios: Comentario a la Bendición y Procesión con los Ramos:(Tomado del Misal Romano)Queridos hermanos: Ya desde el principio de la Cuaresma nos venimos preparando con la oración y con obras de peniten-cia y caridad. Hoy nos reunimos para iniciar con toda la Iglesia la celebra-ción anual del misterio pascual: la pa-sión, muerte y resurrección del Señor. Estos misterios santos em-pezaron con la entrada de Jesús a Je-rusalén. Con fe y devoción hagamos memoria de esta entrada triunfal: acompañemos al Señor en su pasión y en su cruz para tener parte en su triun-fo sobre la muerte.

Comentario Inicial: Nos hemos reunido como discípulos alrededor de Jesús para aceptar su Reino y acompañarlo en su ingreso definitivo a Jerusalén, cum-pliendo la obra del Padre con la fuer-za del Espíritu Santo. Él, el Mesías

esperado, abre también para nosotros las puertas de la Ciudad Santa, la Jeru-salén celeste. Ahora nosotros, llevan-do los ramos en las manos, venimos a agitarlos proclamando su llegada con las mismas palabras de los niños hebreos: “Hosanna al Hijo de David, bendito el que vienen en el nombre del Señor. ¡Hosanna en el Cielo!” Acompañemos con fe y es-peranza al Maestro que se abaja para enseñarnos la humildad y llevar a cabo el proyecto salvífico del Padre.

Comentario a las lecturas: Las lecturas de este día nos introducen en el Misterio de salvación que celebramos: cómo por medio del sufrimiento del Hijo, Rey y Mesías, alcanzamos el perdón del Padre y la restauración de toda la humanidad. La proclamación de la Pasión del Señor según San Marcos dibujan el contraste entre el Rey victorioso que ingresa a Jerusalén en medio de cantos y el Sier-vo sufriente humillado por los gritos que aclaman su muerte. Escuchemos con fe.Acción de Gracias: Te damos gracias Padre por Jesucristo, tu Hijo y tu Enviado. Él ha venido a nosotros y en cada uno ha hecho su morada. Permítenos unir nuestras vidas plenamente en los mis-terios de nuestra salvación que desde hoy nos disponemos a celebrar.

Oración de los fieles:

El Presidente: Oremos a Dios Padre, que en su amor creó al hombre y con su mi-sericordia lo ha redimido por la sangre de su Hijo, y pidámosle que escuche nuestras oraciones:

R/ Por la Pasión de tu Hijo, escúcha-nos Señor.

• Para que Dios conceda a la Igle-sia un conocimiento cada día más profundo del misterio de la muerte del Señor y ayude a los fieles a manifestarlo en sus pro-pias vidas. Roguemos al Señor.

• Para que, por el misterio de la muerte del Señor, los pecadores obtengan el perdón, los débiles

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se sientan fortalecidos, los tris-tes, consolados, y los agonizan-tes encuentren la fuerza que ne-cesitan en su tránsito. Roguemos al Señor.

• Por todos aquellos que no creen en Dios, para que como el cen-turión al pie de la cruz, vean en la muerte redentora de Cristo el

signo incontrastable de la gloria divina. Roguemos al Señor.

• Para que, al acercarse las fiestas

de Pascua, crezca en nosotros el deseo de celebrar debidamente el misterio de la resurrección del Señor. Roguemos al Señor.

Presidente: Acoge, Padre Santo, nuestras súplicas que con un corazón confiado te hemos presentado, por intercesión de Je-sucristo, tu Hijo, Nuestro Señor. Amén.

LUNES, MARTES Y MIÉRCOLES SANTOSEstos días son grandes e importantes ferias de Cuaresma, como lo es el Jue-ves, hasta la tarde (en la Liturgia de las Horas, hasta Nona). La Sabiduría de la Liturgia ha ubicado en estos días unos textos privilegiados del Profeta Isaías, unos salmos y unos Evangelios que nos van llevando hacia el misterio Pascual, resaltando la persona adora-ble de Cristo, Siervo doliente y glo-rioso. Por ello no pueden omitirse ni cambiarse jamás. Debe atenderse con mucho cuidado la celebración del Sacramento de la Penitencia, poniendo especial in-terés en las celebraciones comunitarias, siguiendo el Ritual del Sacramento de la Penitencia, con la advertencia obvia de no impartir la absolución general. La reconciliación de los Peni-tentes debe hacerse de modo individual, siempre en la sede propia del sacramen-to, recordando que los penitentes tienen el derecho a no ser vistos y por lo tanto el derecho al uso de la reja.

Lo que debe prepararse: La Iglesia debe expresar aus-teridad y recogimiento. No se ponen flores, si es posible se retiran o cubren las imágenes o, como lo recomienda la Instrucción de 1988, se exponen algu-nos pasajes de la Pasión. No se tienen devociones es-peciales (Lunes del Señor de las mi-sericordias, Martes de María Auxilia-dora…) pues no es posible celebrar misas votivas. Las vestiduras litúrgicas son de color morado. Si es posible se dis-pone una sencilla ambientación que tenga por tema la cruz, la penitencia, o incluso disponer, sencillamente, algu-na imagen que recuerde el texto evan-gélico que se ha de proclamar. Los actos de Piedad, que ge-neralmente consisten en procesiones penitenciales, han de ser sobrios y sencillos. Las Imágenes Sagradas que ilustran bellamente estas procesiones

han de ser conducidas con respeto y devoción, recordando que las proce-siones han de ser siempre un preludio de la Celebración Eucarística. Es de desear que, si hay alguna agrupación musical que las acompañe, la música debe ser piadosa, solemne, por lo que se omitirán las coreografías, las piezas profanas que se intercalan en las mar-chas, y todo lo que desluzca del espíri-tu del tiempo.

El canto Sagrado Durante estos días el canto debe responder a lo que el Misal pide: austeridad, sencillez, clima peniten-cial y de preparación a la gran fiesta pascual, por lo que se omite el aleluya, como en el resto de la cuaresma y se prefieren aquellas composiciones que enfaticen el sentido penitencial de es-tas fechas: Perdona a tu pueblo, Dios es fiel, y algunos salmos.

JUEVES SANTONota histórica: - Hasta el siglo VII para la Iglesia romana este jueves marca el fin de la Cuaresma y del ayuno peniten-cial, y el inicio, con el Viernes santo, del ayuno infra-pascual en la espera inmediata de la resurrección. - Hasta el siglo VII Roma conoce en la mañana de este jueves el rito de la reconciliación de los peni-tentes (La eucaristía se celebra sólo en la Vigilia pascual). - Después del siglo VII Roma conoce la celebración de 3 misas: una en la mañana, otra al mediodía – la

misa crismal, sin celebración de la Pa-labra y sin comunión pero con la ben-dición de los Óleos – y una en la tarde. - El rito del lavatorio de los pies lo encontramos en Jerusalén en la mitad del siglo V proveniente de usos monásticos. - Para el Pontifical Romano del siglo X ya sólo existen 2 misas: la Crismal y la de la tarde. - Entre los siglos XIII-XV comienza la tradición del traslado solemne de lo que resta de las santas especies en un tabernáculo provisorio para la comunión del día siguiente,

con un desarrollo ritual de cara al na-cimiento de las fiestas de la Eucaristía, con el culmen del Corpus Christi del Papa Urbano IV, el 11 de agosto de 1264, y con simbolismos posteriores y desafortunados como la reserva iden-tificada con el sepulcro o la cárcel, que repercutieron en la manera de desnu-dar el altar (ad modum furentis) y en la concepción de la reserva. - La reforma de 1955 retornó a la antiquísima tradición de la Eucaristía en la tarde a la hora de su institución. - El Vaticano II introduce la 1ª lectura del Exodo (antes 2ª del viernes

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santo), el salmo (antes el gradual era Fil. 2, 4 ss) y deja la 2ª y el evangelio; el aparato ritual del Pater y las oraciones después del lavatorio ceden paso al ofertorio y al canto de la antífona Ubi cáritas. - El Prefacio de la Cruz cede paso al Prefacio De la Eucaristía I. De nuevo se reintroduce el dona nobis pa-cem del Agnus Dei y el rito de la paz que estaban suprimidos. La liturgia hoy: Se recuerda que en el Jueves Santo no existe en el misal un texto que se llame “misa de enfermos”, y si acaso se va a ofrecer este sacramen-to, prefiérase celebrarlo el martes o el miércoles, para que se de prelación al signo de la Comunión llevada por el Sacerdote a cada enfermo. Recuérdese con toda dili-gencia que las “misas de Sanación” fueron definitivamente reguladas por unas normas muy precisas dadas por disposición del Papa y por la Congre-gación para la Doctrina de la Fe el 14 de septiembre de 2000. Iniciando el Triduo pascual, es bueno que recordemos que todas las celebraciones de este tiempo son Pro Populo, por lo tanto no se pueden celebrar por intenciones particulares. Vale la pena recordar, ade-más, que la dignidad y verdad de las celebraciones exige que las celebra-ciones respeten el horario en que se han de celebrar, así:

• La Cena del Señor en la tarde del Jueves Santo.

• La muerte del Señor en la tarde del Viernes, después de las 3.00 pm.

• La Vigilia Pascual entrada la no-che del Sábado.

Los momentos no litúrgicos deberán programarse de modo que no separen a los fieles de la Participación en los actos litúrgicos y que, ojalá no excedan en tiempo a aquellos. El Papa Benedicto XVI nos ilustra este día en su catequesis del 19 de Marzo de 2008: “Hemos llegado a la vigilia del Triduo pascual. Los próximos tres días se suelen llamar “santos” porque nos hacen revivir el acontecimiento central de nuestra Redención; nos re-

miten de nuevo al núcleo esencial de la fe cristiana: la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Son días que podríamos considerar como un único día: constituyen el corazón y el fulcro de todo el año litúrgico, así como de la vida de la Iglesia. Al final del itinerario cuaresmal, también no-sotros nos disponemos a entrar en el mismo clima que Jesús vivió entonces en Jerusalén. Queremos volver a des-pertar en nosotros la memoria viva de los sufrimientos que el Señor padeció por nosotros y prepararnos para cele-brar con alegría, el próximo domingo, «la verdadera Pascua, que la sangre de Cristo ha cubierto de gloria, la Pascua en la que la Iglesia celebra la fiesta que constituye el origen de todas las fies-tas», como dice el Prefacio para el día de Pascua en el rito ambrosiano. El, Jueves santo, la Iglesia hace memoria de la última Cena, du-rante la cual el Señor, en la víspera de su pasión y muerte, instituyó el sacramento de la Eucaristía, y el del sacerdocio ministerial. En esa misma noche, Jesús nos dejó el mandamien-to nuevo, mandatum novum, el man-damiento del amor fraterno. Antes de entrar en el Triduo santo, aunque ya en íntima relación con él, mañana por la mañana tendrá lugar en cada comu-nidad diocesana la misa Crismal, du-rante la cual el obispo y los sacerdotes del presbiterio diocesano renuevan las promesas de su ordenación. También se bendicen los óleos para la celebra-ción de los sacramentos: el óleo de los catecúmenos, el óleo de los enfermos y el santo crisma. Es un momento muy importante para la vida de cada comu-nidad diocesana que, reunida en torno a su pastor, reafirma su unidad y su fi-delidad a Cristo, único sumo y eterno Sacerdote. Por la tarde, en la misa in Cena Domini se hace memoria de la última Cena, cuando Cristo se nos en-tregó a todos como alimento de salva-ción, como medicina de inmortalidad: es el misterio de la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana. En este sacramento de salvación, el Señor ha ofrecido y realizado para todos aque-llos que creen en él la unión más íntima posible entre nuestra vida y su vida.

Con el gesto humilde pero sumamente expresivo del lavatorio de los pies, se nos invita a recordar lo que el Señor hizo a sus Apóstoles: al lavarles los pies proclamó de manera concreta el primado del amor, un amor que se hace servicio hasta la entrega de sí mismos, anticipando también así el sacrificio su-premo de su vida que se consumará al día siguiente, en el Calvario. Según una hermosa tradición, los fieles concluyen el Jueves santo con una vigilia de ora-ción y adoración eucarística para revivir más íntimamente la agonía de Jesús en Getsemaní” .

Las normas son muy precisas para este día: Hay que ser muy fieles con la verdad de los signos. Por ello no se puede consagrar cualquier pan o cual-quier vino, sino las hostias y el vino aprobados para la misa. Como se indi-cará más adelante, está prohibido arre-glar el altar como una cena, colocando allí copas, panes, frutas y adornos que ni siquiera se toleraban en la tradición hebrea. No se pueden poner copas con vino servido, ni mucho menos repar-tirlas en la Iglesia ni en ese momento o después. No se ha de olvidar que, por la veracidad del signo, para el lavato-rio se tendrán solo doce varones, ma-yores o niños a los que se ha prohi-bido revestir o disfrazar y que por su colocación en el lugar establecido no den la apariencia alguna de participar como conclebrantes. El Monumento ha de ser so-brio, sencillo. Está prohibido desde hace mucho tiempo que parezca una cárcel. No se puede exponer el Santí-simo Sacramento en la Custodia. En el monumento no se pueden poner imágenes de Cristo prisionero. Tam-poco se pueden colocar imágenes de la Virgen María, como lo indican las normas de la ya antes citada Carta so-bre las Fiestas Pascuales. En el Monumento debe haber siempre un sagrario con llave, no sim-plemente un arreglo elegante. Debe expresarse de todos modos el carácter de la Reserva.

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Lo que debe prepararse: En un lugar seguro de la sa-cristía o en la casa cural ha de dispo-nerse un espacio con un sagrario con llave, bien asegurado, para guardar los copones con la reserva del Santísimo Sacramento. Allí se tendrá un cor-poral, un purificador y un vasito con agua para purificar los dedos y si se ocurre, los copones y patenas.

Para la santa misa:• Ornamentos Blancos.• El Misal Romano. • El Leccionario.• Incensario y naveta. • Hostias suficientes para jueves y

viernes, vino de consagrar. • Los asientos para los doce varones

que participan en el Lavatorio, • La jofaina y la jarra para el la-

vatorio con sus toallas, para el sacerdote se prepara una toalla muy larga que se ha de atar al modo de la estola diaconal.

• El Lavabo. • Sería muy conveniente pedir a

los que representan a los após-toles, que serán siempre varo-nes, como lo exige la verdad del signo, que lleven sandalias, facilitando así el lavado. No se permite que los que representan a los Apóstoles lleven vestiduras litúrgicas o se vistan como en la época.

• Para la Procesión al monumen-to: el Palio o dosel, la capa plu-vial blanca o al menos el Velo humeral.

En una respuesta de la Con-gregación del Culto Divino de 2001 en la que se preguntaba sobre la disposi-ción del altar para el Jueves Santo, se ha recordado que está prohibido co-locar sobre el altar lo que no se ha de usar como materia de la Eucaristía. Por eso no se pueden poner copas, panes, frutas y elementos que hagan parecer el altar una mesa para una cena. Si se hace alguna represen-tación ilustrativa de la cena con las imágenes sagradas, hágase fuera del presbiterio. Sólo se puede disponer sobre el altar la Ofrenda, esto es la Patena, los copones con las hostias y el Cáliz y, como está mandado por la

instrucción general del misal romano, los candeleros y la cruz que podrían disponerse alrededor del altar o muy cerca de él. Nunca se debe repartir el arreglo de la cena a los “apóstoles” ni en la Iglesia, ni mucho menos dentro de la misa. Si acaso se acostumbra algo así, hágase fuera de la Iglesia y en un momento oportuno. Tampoco se debe ofrecer vino a quienes hacen de apóstoles.

Notas pastorales:

LA SOLEMNIDAD DE LA CENA: Sin que opaque la solemni-dad de la Pascua, la Misa de la Cena, solemne y bien preparada, debe hacer evidente que se ha iniciado el Triduo Pascual, que es el comienzo de una gran celebración que llega a su ple-nitud en la noche Pascual. Con la debida autorización, se puede cele-brar otra Misa en la mañana o hacia el medio día, pero sin solemnidad, no celebrando por ningún motivo la Misa con los textos o de la Misa crismal o de la Misa en la Cena del Señor, y no dándole apelativos: misa de enfermos, misa de las familias, misa de los gru-pos apostólicos, etc…

EL LAVATORIO DE LOS PIES: Este gesto ha sido insertado en el conjunto de celebraciones de la Misa. No se puede separar de la Santa Misa, ni mucho menos realizarse apar-te, pues sería una reminiscencia de cosas ya superadas en la tradición li-túrgica. En este gesto ve el evangelista Juan, la inauguración del camino pas-cual de Cristo. Con el gesto del lavato-rio, el Señor adelantó con un signo de humildad y de entrega, la ofrenda de su vida en la cruz. Los varones escogidos han de representar la comunidad de los Apóstoles. Por ello, como lo indica el Misal, no pueden ser escogidas otras personas (religiosas, señoras, niñas) y los gestos han de ser elocuentes y sen-cillos, evitando la teatralidad. No pue-de dejarse de entonar el conjunto de Antífonas que acompaña en el Misal este sagrado momento o algunos can-tos que se inspiren en su contenido.

LA LITURGIA EUCARÍSTICA: La procesión de los dones debe poner en evidencia que el pan y el vino fueron los alimentos escogidos por Cristo por su auto donación, con un canto que acompañe la procesión (Señor te ofrecemos. Te presentamos el vino y el pan, Etc). El momento de la colecta debe mostrar hoy particular-mente un sentido de solidaridad para con los más necesitados. La Plegaria Eucarística es elocuentísima este día. Sería muy bue-no preferir el Canon Romano, aunque las glosas especiales que traen la II y III Plegarias, deben ser pronunciados con atención. Es muy oportuno advertir aquí que hay que observar en los ritos una especial fidelidad. No se puede partir la Hostia al decir “lo Partió y lo dió”, no se pueden intercalar ni oraciones, ni ala-banzas en medio del relato de la Con-sagración, no se deben hacer “acom-pañamientos” musicales a las Palabras Sagradas de este momento. Conforme a lo indicado en la Ordenación General del Misal Roma-no 43 , se puede conservar la tradición de permanecer de rodillas durante la Plegaria Eucarística.

TRASLADO Y RESERVA DE LA EUCARISTIA: Debe hacerse con solemne sencillez. Es un movimiento que su-braya precisamente lo que cotidiana-mente hacemos en la celebración Eu-carística: reservar el Pan Eucarístico consagrado. Lo hacemos pensando en los enfermos, los moribundos, o los que no han podido participar en la ce-lebración. Se hace en Jueves Santo porque el Viernes Santo no hay Euca-ristía; se reserva el Cuerpo de Cristo consagrado hoy para comulgar maña-na. Es de una honda belleza la medita-ción que hizo sobre esta procesión el Papa Benedicto en la solemnidad del Corpus Christi de 2005: “En aquella noche, Jesús sale y se entrega en las manos del traidor, del exterminador y, precisamente así, ven-ce la noche, vence las tinieblas del mal. Sólo así el don de la Eucaristía, institui-

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da en el Cenáculo, se realiza en plenitud: Jesús da realmente su cuerpo y su sangre. Cruzando el umbral de la muerte, se convierte en Pan vivo, ver-dadero maná, alimento inagotable a lo largo de los siglos. La carne se con-vierte en pan de vida. En la procesión del Jueves santo la Iglesia acompaña a Jesús al monte de los Olivos: la Igle-sia orante desea vivamente velar con Jesús, no dejarlo solo en la noche del mundo, en la noche de la traición, en la noche de la indiferencia de muchos. En la fiesta del Corpus Christi reanu-damos esta procesión, pero con la ale-gría de la Resurrección. El Señor ha resucitado y va delante de nosotros.” . Evítese todo lo que pueda pa-recer una procesión fúnebre, pero reál-cese el espíritu de oración que debe acompañarla.

NOCHE DE ADORACION AL SANTISIMO SACRAMENTO: Durante las horas que quedan del Jueves Santo es bueno aprovechar para que los fieles, tanto en forma per-sonal como comunitariamente hagan momentos de oración ante el Santísi-mo Sacramento. La reserva del Jueves Santo se convierte en una ocasión ex-celente para que la comunidad cristia-na dedique su atención contemplativa-adoradora, a ese Cristo que ha querido ser alimento para nosotros y ha pen-sado donarnos en este sacramento su Cuerpo y su Sangre. Como se ha hecho popular la Visita a los monumentos, sería muy bueno que se ubicara cerca al monu-mento una oportuna catequesis, en una cartelera o de otro modo, indicando el sentido de esas visitas. Lo ideal fuera ofrecer un pequeño texto para la ora-ción, y evitar el ambiente de distrac-ción que tantas veces se ve en las Igle-sias en estas visitas. Recordar que el Misal man-da que a media noche se prosigue la adoración sin solemnidad. El Viernes Santo sólo se debería encender en el monumento los dos cirios que se usa-rán luego para la acción litúrgica.

LOS ACTOS DE PIEDAD POPULAR: Es de venerable tradición la

Procesión llamada del Prendimiento. Se ha de desarrollar con sobria solem-nidad, teniendo en cuenta que se pue-de ubicar, bien sea antes de la llamada Hora Santa, como camino hacia la adoración eucarística, o también des-pués de esta con carácter de procesión penitencial, más aún como marcha del silencio. No olvidar que las imágenes que se llevan deben representar la ora-ción en el Huerto o la prisión de Jesús. Puede llevarse, si se quiere, la imagen de la Virgen Santísima. Las vestiduras litúrgicas, estola y capa pluvial, pue-den ser blancas o rojas. Los Ornamen-tos Negros están prohibidos en estos días de Semana Santa, pues han sido destinados ad libitum sólo para las exequias.

El Canto Sagrado: Entrada: En memoria del Se-ñor, Amémonos de corazón.Gloria a Dios en el cielo cantado y so-lemne (a partir de lo cual cesan las campanas y se utilizará sobriamente el acompañamiento musical)|Responsorial: El cáliz que bendecimos. Obviamente no hay Alelu-ya y el canto interleccional ha de ser tomado del Leccionario o buscar uno semejante al que allí se indica. Durante el Lavatorio: Un mandamiento nuevo, Donde hay amor, allí está Dios, Danos un corazón grande para amar, Donde hay caridad y amor. Comunión: El Señor es mi Pastor, Como brotes de olivo, Eucaris-tía Milagro de amor, Oh Buen Jesús, No podemos caminar, Acerquémonos todos al altar, Dios nos da su pan.Traslado y reserva: Cantemos al amor de los amores, Pange Lingua, Tantum ergo.

NOCHE DEL JUEVES SANTOADORACIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO Durante las horas que quedan del Jueves Santo es bueno aprovechar para que los fieles, tanto en forma per-sonal como comunitariamente hagan momentos de oración ante el Santísi-mo Sacramento. La reserva del Jueves Santo se convierte en una ocasión ex-celente para que la comunidad cristia-

na dedique su atención contemplativa-adoradora, a ese Cristo que ha querido ser alimento para nosotros y ha pen-sado donarnos en este sacramento su Cuerpo y su Sangre. Como se ha hecho popular la Visita a los monumentos, sería muy bueno que se ubicara cerca al monu-mento una oportuna catequesis, en una cartelera o de otro modo, indicando el sentido de esas visitas. Lo ideal fuera ofrecer un pequeño texto para la ora-ción, y evitar el ambiente de distrac-ción que tantas veces se ve en las Igle-sias en estas visitas. Recordar que el Misal man-da que a media noche se prosigue la adoración sin solemnidad. El Viernes Santo sólo se deberían encender en el monumento los dos cirios que se usa-rán luego para la acción litúrgica.

Comentarios:

ENTRADA La Cena del Señor es la puer-ta por la cual damos entrada al miste-rio Pascual. Es Cristo quien como cor-dero se inmola para la salvación de los suyos. Esta celebración solemne hace memorial de la Cena de Cristo con sus Doce y la institución del Sacerdocio como mandato al amor fraterno. Su presencia real se ha quedado con no-sotros en el sacramento admirable del Altar, con el cual buscamos configu-rarnos como verdaderos discípulos del Señor.

LECTURAS La primera celebración Pas-cual del pueblo de Israel está marcada con un tinte de esperanza ante la bús-queda desesperada por salir de Egipto. Su travesía nos muestra como los dis-cípulos misioneros estamos llamados a marchar por la salvación de todos. San Pablo, por su parte, nos relata como la Eucaristía es para el cristiano una presencia cercana del Señor con nosotros. Y San Juan nos pone unas condiciones esenciales para que aquel que, con el ejemplo de caridad de los creyentes, haga posible la edificación de una Iglesia que nace del amor de Dios.

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LAVATORIO DE LOS PIES El gesto del lavatorio de los pies nos recuerda aquellas palabras del Maestro “Yo he venido a servir y no a ser servido” y “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Allí es donde el discípulo se hace conoce-dor para los demás, en el acto mismo del servicio y del amor verdadero por sus hermanos. Este gesto nos devuelve la esencia de nuestra Iglesia: El servi-cio a Dios en los hermanos.

PROCESION DE OFRENDASPan y vino: Estas especies del pan y del vino, Jesucristo ha querido elevarlas a la categoría de sacramento y misterio, para hacer eficaz sus palabras “pues yo estaré con ustedes hasta el fin de la historia”. Demos gracias y glorifique-mos el cuerpo y la sangre redentora de Cristo que nos traerán la salvación.

PROCESIÓN AL MONUMENTO Traslademos con piedad y amor el Santísimo Sacramento al mo-

numento. Allí estará el Maestro es-perando por nosotros. Dispongamos nuestro corazón al silencio para que en este ambiente, bajo la especie del pan, sea Él nuestro consuelo y espe-ranza. Unámonos a este momento de adoración y pidámosle al Señor nos haga verdaderos discípulos misione-ros capaces de escuchar, pero también capaces de anunciarlo a todas las gen-tes y así ser sus fieles servidores.

ORACIÓN DE LOS FIELESPresidente: Llegada la hora de pasar de este mundo al Padre, el Señor Jesús nos ha dejado el testamento de su amor en el humilde gesto del lavatorio de los pies y en el don supremo de la Eucaristía. Conscientes de que el Pa-dre lo ha puesto todo en sus manos, di-rijamos a Él nuestra oración para que la presente por nosotros:

R/ Señor, escúchanos! 1. Oremos por la iglesia para que siempre ofrezca a sus hijos el pan de la vida y la copa de la salvación. Roguemos al Señor.

2. Oremos por todos los go-bernantes de las naciones para que nunca falte el pan y el alimento a los hombres, los hijos de Dios. Roguemos al Señor. 3. Oremos por la paz en nuestro mundo injusto y violento. Que la sangre de Cristo derramada para vencer el mal sea semilla de justicia, paz y redención para todos. Roguemos al Señor. 4 .Oremos por todos noso-tros, los aquí reunidos, para que a ejemplo de Cristo, seamos servidores del único ministerio: el del servicio y la generosidad. Roguemos al Señor. 5. Oremos por nuestros seres queridos que duermen en el Señor para que los despierte a la vida y los siente en el banquete nuevo y eterno del Reino de los cielos. Roguemos al Señor. Padre, en esta hora suprema en que Cristo nos llama como amigos a comer la Pascua con Él, haznos dig-nos de ser herederos y comensales de su gloria en el banquete eterno. Por Jesucristo Nuestro Señor.

R/ Amén.

Nota histórica:• La antigua liturgia jerosolimita-

na, bajo testimonio de Egeria en su Itinerarium (s. IV), conoce una liturgia de la Palabra al es-tilo de la liturgia de la mañana sinagogal judía, con una adora-ción de la cruz igual a la nuestra hoy.

• Roma conoce una liturgia de la Palabra en la mañana del viernes santo con la estructura de lectu-ras, cantos, homilía, oraciones solemnes como la gran Oración universal actual. Había una pos-tración del obispo, oración en silencio, 1ª. Lectura, Tractus, Canto de la Pasión, oraciones solemnes (Ordines XVI, XVII, XXIII, XXIV, XXXB de fin del siglo VII), y adoración de la Vera crux. El influjo de la liturgia oriental se debe a la presencia de papas orientales al momento de

la adopción de la liturgia: Juan V (685-686) y Zacarías (741-752).

• En los ss. VIII y IX aparecen antífonas que acompañan la adoratio: Ecce lignum crucis, Salva nos Christe, Crucem tuam adoramus, Pange lingua – crux fidelis (850-890), el Trisagio y los Improperios (s. IX).

• La comunión aparece en Roma después del s. VII y se conservan las dos especies, con usanzas de-plorables como la consagración “por contacto” (consagración del vino al contacto con especies de pan consagrado), ¡Que dura 4 siglos!

• La comunión era sólo Papal (s. XIII), o sólo el celebrante (hasta 1955).

• La reforma del 55 devolvió la ce-lebración a la tarde y la comunión a todos los fieles, cosa que por prudencia pastoral el Concilio Va-

ticano II no rechaza, aun cuando la teología del ayuno pascual tien-da hacia otro camino.

La liturgia hoy: El Viernes Santo está cen-trado en la Cruz del Señor. Vuelve el Papa Benedicto XVI a Instruirnos: “El Viernes santo es el día en que se conmemora la pasión, cru-cifixión y muerte de Jesús. En este día, la liturgia de la Iglesia no prevé la celebración de la santa misa, pero la asamblea cristiana se reúne para me-ditar en el gran misterio del mal y del pecado que oprimen a la humanidad, para recordar, a la luz de la palabra de Dios y con la ayuda de conmovedores gestos litúrgicos, los sufrimientos del Señor que expían este mal. Después de escuchar el relato de la pasión de Cristo, la comunidad ora por todas las necesidades de la Iglesia y del mundo, adora la cruz y recibe la Eucaristía,

VIERNES SANTO

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La adoración de Cruz: Junto con la lectura de la Pasión y de la Oración Universal, la adoración de la Cruz ocupa un lugar culminante. La comunidad cristiana expresa sus sentimientos de contem-plación y adoración de la Cruz como principio de la Pascua. Para la presentación de la Cruz, se puede hacer o todo en el presbiterio, sin procesión, o bien con una marcha lenta desde el fondo de la Iglesia, haciendo en ambos casos unas aclamaciones a la Cruz y unos mo-mentos de silencio para la adoración personal de rodillas. Es conveniente que toda la comunidad tenga la posibilidad de acercarse a besar la Cruz, organizando la marcha del modo más adecuado a las posibilidades de la Iglesia. No es recomendable una adoración colecti-va, aunque pareciera necesaria por la cantidad excesiva de feligreses. Es importante que la misma Cruz, grande, hermosa y expresiva, quede para toda la jornada de hoy y mañana, como centro de atención de toda la comunidad. Estos dos días se hace genuflexión ante ella, como los demás días se hace ante el sagrario. Luego de la adoración sería necesario ambientar y realizar con todo afecto la colecta para los Santos Lugares. La dolorosa situación de la Tierra Santa nos obliga en caridad a ser solidarios con la Iglesia Madre que está muy necesitada.

La comunión: Como indican las rúbricas del Misal, la distribución de la comunión debe tener un carácter de sobriedad, es en silencio, o con un canto muy so-brio, o preferiblemente en oración. No se olvide que una vez concluida ya no debe distribuirse si no es en forma de viático.

El canto sagrado: Como es un día de silencio y de oración, los cantos deben apropiar-se de este espíritu: hoy no se acompa-ña el canto con ningún instrumento, ni guitarras ni órgano, el canto llano es el más indicado. No olvidemos que en la ac-

consumiendo las especies eucarísticas conservadas desde la misa in Cena Domini del día anterior. Como invi-tación ulterior a meditar en la pasión y muerte del Redentor y para expre-sar el amor y la participación de los fieles en los sufrimientos de Cristo, la tradición cristiana ha dado vida a dife-rentes manifestaciones de piedad po-pular, procesiones y representaciones sagradas, orientadas a imprimir cada vez más profundamente en el corazón de los fieles sentimientos de auténtica participación en el sacrificio redentor de Cristo. Entre esas manifestaciones destaca el vía crucis, práctica de pie-dad que a lo largo de los años se ha ido enriqueciendo con múltiples expresio-nes espirituales y artísticas vinculadas a la sensibilidad de las diferentes cul-turas. Así, han surgido en muchos países santuarios con el nombre de “Calvario” hasta los que se llega a través de una cues-ta empinada, que recuerda el camino dolo-roso de la Pasión, permitiendo a los fieles participar en la subida del Señor al monte de la Cruz, al monte del Amor llevado has-ta el extremo.” La celebración central de este día es la de la Muerte del Señor. Debe, donde sea posible, ambientarse y celebrarse solemnemente el Oficio Divino, sobre todo el oficio de Lectura y las Laudes, con la participación del Pueblo de Dios. No se olvide que no deben hacerse representaciones en vivo den-tro de la Iglesia.

Lo que hay que preparar:• Para la acción litúrgica• El altar estará sin manteles. • Ojalá los celebrantes nos pudiése-

mos postrar sobre el suelo mismo.• Ornamentos rojos: Estolas, Casu-

lla para el presidente, Dalmáticas.• Misal romano, • Tres leccionarios o tres copias

exactas de la Pasión según san Juan.

• El texto de la Oración Universal en dos ejemplares.

• El Crucifijo para la adoración con su velo rojo.

• Los cirios que acompañan este rito.

• Una mesa adornada sobriamente para colocar el crucifijo durante la adoración.

Para la sagrada comunión• El velo humeral para traer la re-

serva desde el monumento que será siempre blanco, aunque las demás vestiduras sean rojas.

• Dos cirios para acompañar este traslado y los candeleros para ponerlos luego junto al altar.

• El mantel para el altar y el cor-poral, el vasito para purificar, si es preciso, el Copón que se lleva al altar.

Nota litúrgica y pastoral: Según la costumbre, se con-voca a la comunidad hacia las tres de la tarde para la celebración. Hay que relevar el sentido del Silencio de la procesión de entrada. No hay canto inicial, sólo el caminar de los cele-brantes, y luego la postración delante del altar sin manteles. Luego la ora-ción del día. La Palabra de Dios se ha de introducir con un brevísimo comen-tario. Es una bellísima síntesis del Misterio de la Pasión del Señor y de su Muerte Gloriosa. No deben omitir-se las lecturas. La lectura de la Pasión (según San Juan) es el centro de la ce-lebración de este día. No debe dejarse jamás la Homilía.

La oración universal: Hoy es el día en que la ora-ción Universal tiene un carácter espe-cial, es muy distinta a la forma cotidia-na. Es la ocasión en la que, como dice el Misal, los fieles al responder ejer-cen su oficio sacerdotal, al implorar por la humanidad entera. La forma de la oración es a la vez diaconal y pre-sidencial, el diácono desde el ambón, proclama las intenciones y después de un momento de silencio, el presidente desde la sede, dice la oración. Si no hay un diácono, la primera parte de la Oración puede ser propuesta por una persona bien preparada.

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ción litúrgica no hay canto de entrada. Antes de la lectura del evangelio se puede entonar una estrofa de un canto apropiado: Victoria tú reinarás, Gloria y honor a ti, Tu cruz adoramos Señor. En la Adoración de la Cruz, una vez proclamados o cantados los Improperios, se pueden entonar al-gunos cantos como: Postrado ante la Cruz, Oh Cruz te adoramos; e incluso puede recitarse algún himno de los que trae el Misal o el breviario para estos días como: No me mueve mi Dios para quererte, las banderas reales se adelantan, etc… LOS ACTOS DE PIEDAD. LA VÍA CRUCISDe antemano ha de precisarse el texto a usarse. No se olvide que no hay Vía Crucis viejo o nuevo. En algunos años se han propuesto otras estaciones ins-piradas más en el relato bíblico que en la tradición popular. Debe hacerse con sencillez y ojala con agilidad. No es necesario prolongarlo con larguísimas medita-ciones que, unidas a la hora en que se acostumbra, lo hacen pesado. No olvidemos incluir siempre en cada es-tación una motivación para la oración. Pueden alternarse con los cantos tradi-cionales de las Estaciones, tan bellos y poéticos y cuyo texto no debería cam-biarse nunca, algunos cantos sencillos. Dispónganse las Imáge-nes Sagradas que ilustran este Santo Ejercicio, explicando, como lo trae el Compendio del Catecismo , el sentido que tienen.

LAS SIETE PALABRAS Han de valorarse por el ca-rácter pedagógico y evangelizador que puede imprimirse a este ejercicio piadoso. Debe tenerse presente enco-mendarlas a personas bien preparadas, con un único tema, revisar lo que se ha de decir, evitar que sean utilizadas para fines distintos de los que de ver-dad tienen. Por ello lo más recomen-dable es que sean predicadas por los Sacerdotes o los Diáconos.

Las vestiduras sagradas son rojas. Donde se tiene costumbre, consérvese la bella tradición de ir

apagando siete cirios, cada uno al fin de cada una de las reflexiones. Nada obsta que pueda usarse el incienso al inicio y al final. Es costumbre dar un senti-do al Descendimiento de la imagen del Señor. Que este gesto se haga con piedad y resaltando su relación con la gloria de la Resurrección que la Igle-sia aguarda con fe. Como dato prácti-co, para evitar el deterioro de las imá-genes sagradas, evítese la “unción”. Los perfumes a base de alcohol las deterioran.

LA PROCESIÓN DEL SANTO SEPULCRO Hágase, donde se tiene, con piedad, solemnidad y con una cate-quesis oportuna. Que sea ocasión de oración. Reiteramos la prohibición de usar ornamentos Negros, pues no se trata de un rito exequial. Es verdadera-mente absurdo y se opone a la verdad del hecho, llevar la imagen del Señor en un Coche fúnebre o Carroza, ya suficientemente prohibida desde hace mucho tiempo, y mucho menos anun-ciar el momento con carteles como si se tratara de un difunto.

ComentariosComentario inicial: Hermanos. en la celebración litúrgica de este día, único en todo el año en que la Iglesia no celebra la Eucaristía, nos reunimos para acom-pañar el padecimiento y la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, muestra fehaciente del amor y la bondad que sólo de Dios pueden provenir, y que nos alienta a amarle de la misma ma-nera como Él nos ha amado: dando su vida por todos nosotros, para que de la misma manera le ofrezcamos nosotros la vida a Él.

Comentario a las lecturas: Las lecturas de esta celebra-ción nos narran el padecimiento del siervo fiel de Dios que, descubriéndo-se en la cruz, se entrega sin medida a la muerte, sufriendo el dolor del des-precio de los hombres al amor divino. Con fe y espíritu devoto sigamos esta historia de amor.

Comentario a la oración universal: A quien nos ama tanto que no ha dudado en entregarnos la vida de su propio Hijo, le dirigimos nuestras súplicas, seguros de que no nos negará nada de todo aquello que necesitamos. Es en este momento donde la Iglesia entera se une en una misma suplica que eleva al Padre celestial confiada en su infinita misericordia.

Comentario a la adoración de la Santa Cruz: Sólo el gran amor de Dios pudo convertir un instrumento de odio y de dolor en su arma para sal-var a la humanidad. Con la adoración al madero santo, reconocemos la gra-cia de Dios que por este instrumento nos salvó. Acercarse a ella es captar el misterio del amor de Dios con toda intensidad. En ella Cristo reina sereno y compasivo. En ella renovamos la es-peranza.

Comentario final: A partir de este momento co-mienza la Iglesia una espera silenciosa en la que confiada en el consuelo del Padre aguarda la resurrección gloriosa de Cristo. Confiemos pues hermanos en que el dolor que hoy experimenta-mos por la muerte de nuestro Señor, se ha de transformar en alegría al ver el esplendor de la luz que derrota a la oscuridad.

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Nota histórica:• La Vigilia fue llamada por los

Padres Mater omnium vigilia-rum (S. Agustín Serm. 219)

• Tertuliano (De Ieiunio 2, 14) e Hipólito (Traditio 33) dan noticias de un ayuno preparatorio a la no-che pascual en la espera de la re-surrección. El primer documento que detalla una Vigilia pascual es la Didascalia apostolorum (s. III), después la Traditio en el ámbito de la Iniciación cristiana y los sacra-mentarios, con un esquema que permanece casi inalterado: vigilia de lecturas, liturgia bautismal-iniciática, celebración eucarística.

• En el medioevo aparecen, pro-venientes de los usos civiles, la bendición del fuego y el canto del lumen Christi. Todos estos ritos (agua - luz) atienden a los efectos de la redención: mímesis de la creación.

• El Exsultet aparece al final del s. IV y sólo tardíamente en la li-turgia romana en el s. XI (Ordo XXIII), tal vez por la acusación de ser un “canto frívolo”, hecha por San Jerónimo (Carta a Presi-dio – 384).

Nota litúrgica – pastoral: Esta es la Gran Fiesta de la familia creyente, de toda la comuni-dad Parroquial unida en la misma fe y en la misma festiva celebración de la Resurrección del Señor. Y es en la misma Catequesis del año pasado en la que el Papa Benedicto XVI nos ilustra para esta solemnidad: “Este Sábado de silencio, de meditación, de perdón, de reconcilia-ción, desemboca en la Vigilia pascual, que introduce el domingo más impor-tante de la historia, el domingo de la Pascua de Cristo. La Iglesia vela junto al fuego nuevo bendecido y medita en la gran promesa, contenida en el Anti-guo y en el Nuevo Testamento, de la liberación definitiva de la antigua es-clavitud del pecado y de la muerte. En

la oscuridad de la noche, con el fuego nuevo se enciende el cirio pascual, símbolo de Cristo que resucita glorio-so. Cristo, luz de la humanidad, disipa las tinieblas del corazón y del espíritu e ilumina a todo hombre que viene al mundo. Junto al cirio pascual resuena en la Iglesia el gran anuncio pascual: Cristo ha resucitado verdaderamente, la muerte ya no tiene poder sobre él. Con su muerte, ha derrotado el mal para siempre y ha donado a todos los hombres la vida misma de Dios. Según una antigua tradición, durante la Vigilia pascual, los catecú-menos reciben el bautismo para po-ner de relieve la participación de los cristianos en el misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo. Desde la esplendorosa noche de Pascua, la alegría, la luz y la paz de Cristo se di-funden en la vida de los fieles de toda comunidad cristiana y llegan a todos los puntos del espacio y del tiempo”. Sería bueno que durante la Cuaresma se fuera aludiendo a los contenidos sacramentales de la Vigi-lia, (Bautismo, Confirmación, Euca-ristía), a su visión de la Historia de la Salvación, al gozoso anuncio de la Pascua del Señor y a nuestra participa-ción en ella. “Según una antiquísima tra-dición, ésta es una noche de vela en honor del Señor (Ex 12,42). Los fieles, tal como lo recomienda el evangelio (Lc 12,35-36), deben asemejarse a los criados que, con las lámparas encendi-das en sus manos, esperan el retorno de su Señor, para que cuando llegue les encuentre en vela y los invite a sen-tarse a su mesa”

VIGILIA PASCUAL Y COMUNIÓN PASCUAL La Vigilia pascual es el cora-zón del año litúrgico. En ella, la celebra-ción de la Eucaristía es el «punto culmi-nante, porque es el sacramento pascual por excelencia, memorial del sacrificio de la cruz, presencia de Cristo resucita-do, consumación de la iniciación cristia-

na y pregustación de la Pascua eterna» (Carta fiestas pascuales, 90). Al recomendar no celebrar de prisa la liturgia eucarística durante la Vi-gilia pascual, sino tener cuidado de que todos los ritos y palabras alcancen la máxima fuerza de expresión, especial-mente la comunión eucarística, momen-to de plena participación en el misterio celebrado en esta noche santa, es de desear —remitiendo a los ordinarios de los diferentes lugares la estimación de la oportunidad y las circunstancias, en el pleno respeto de las normas litúrgicas: cf. Redemptionis Sacramentum, n. 100-107— que se alcance la plenitud del sig-no eucarístico recibiendo en la Vigilia pascual la comunión bajo las especies del pan y del vino (cf. Carta fiestas pas-cuales, 91 y 92). Durante el tiempo pascual, los pastores recuerden el significado del precepto de la Iglesia de recibir la Santa Comunión en este período (cf. CDC, 920), procurando que tal precepto no se perciba de modo mi-nimalista, sino como el punto firme e imprescindible de una participación eucarística que atañe a toda la vida y se expresa regularmente al menos to-dos los domingos.

SUGERENCIAS PARA LA CELEBRACIÓN La Noche pascual, es noche de vela para la comunidad cristiana, hay razones claras para que la cele-bración no se inicie antes de que haya comenzado de la noche:

• La autenticidad: Los textos insis-ten en hablar de “la noche”, pre-cisamente en esta celebración que es la “madre de todas las vigilias”.

• La pedagogía del signo: De to-dos los signos que se emplean (la luz, el cirio, el agua...) el pri-mero es el más simbólico: la os-curidad de la noche; la Pascua es el paso de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida, del peca-do a la vida nueva.

SOLEMNE VIGILIA PASCUAL DOMINGO DE PASCUA EN LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

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Es una celebración de la Unidad Pa-rroquial, por lo que ha de congregarse toda la comunidad de comunidades que es la Parroquia, en una celebra-ción alegre y bien preparada.

RITMO DE LA CELEBRACION Hay que tener en cuenta que la Vigilia tiene dos partes centrales, que son: la liturgia de la Palabra (esta noche abundante) y la liturgia sacra-mental (Eucaristía y sacramentos de iniciación si los hay); el esquema de la celebración el Misal lo presenta de la siguiente manera:

• Solemne inicio: el Lucernario, con el Pregón.

• Liturgia de la Palabra.• Liturgia bautismal.• Liturgia eucarística.

Es decir, la sucesión de los grandes signos de esta noche: Luz, Palabra, Agua Bautismal, Pan y vino eucarístico, una sucesión in crescen-do, que debe quedar dinámicamente orientada hacia el punto culminante de la Eucaristía como memorial de la Pascua del Señor.

Lo que hay que preparar• Los Ornamentos más bellos y so-

lemnes.• La Iglesia se decora lo más festi-

vamente posible. • Flores nuevas, no sobras del mo-

numento. • Luces que se encienden en el

Gloria, • El altar ya ha de estar vestido de

fiesta, junto a él las flores y los candeleros para las luces (sería muy bueno recordar que ojalá no se pongan sobre el altar mismo, sino cerca de él, para destacar el signo de la mesa sobre la que se ofrece el Sacrificio Eucarístico).

• El sagrario vacío y abierto y listo para guardar allí la reserva que ha de ser nueva.

• El texto completo del Pregón Pascual que es un Pregón, no una canción más (no olvidar el signo de los instrumentos musi-cales que sólo entran en el canto del Gloria, por lo que el Pregón no debería estar acompañado por ningún instrumento, o al me-

nos que si no hay más remedio que usarlo, éste sólo sirva de dis-creto sustento de la voz y sólo lo perciba el cantor).

• Para los sacramentos de Inicia-ción y la Misa:

• Incensario, Naveta. • El Leccionario y las lecturas

bien determinadas.• Coincidiendo con las lecturas, se

toman las oraciones del Misal. • Se debe tener lista la ilumina-

ción festiva del altar para el can-to del Gloria.

• La fuente Bautismal se debe adornar este día.

• Allí se dispone también el Ace-tre y el hisopo para la aspersión y un cirio pequeño que se intro-duce en el agua cuando no puede hacerse este gesto con el cirio Pascual.

• Ritual y todo lo necesario para la celebración del Bautismo (y si es el caso la Confirmación)

• Las ofrendas de Pan y Vino. • El sagrario bien dispuesto para reci-

bir la Reserva al final de la misa.• El Cirio ha de ser nuevo cada

año, elegante y a ser posible ad-quirido en forma comunitaria, con lo que resultará más signi-ficativa la expresión del Pregón: “acepta, Padre Santo, este sa-crificio de alabanza que la san-ta Iglesia te ofrece por medio de sus ministros en la solemne ofrenda de este cirio” . Debe ser un Cirio grande, bien adornado, como signo de Cristo, con la sig-nación adecuada según el misal y los granos de incienso.

EL PREGÓN PASCUAL: El Pregón junto con el Cirio, constituyen el rito de entrada. Com-parados con lo que sigue, la Palabra, son elementos secundarios. El conte-nido del Pregón podría resumirse así:

• Invitatorio: Alegría de la fiesta y motivo de esta alegría (Victoria de Cristo).

• Síntesis de la Historia de Salva-ción pascual: La Pascua profeti-zada en el A. T. Y realizada en el N. T.

• Himno de la Noche Santa: En

la que Cristo resucita, Israel es liberado, la Iglesia santificada y los fieles llenos de dones.

• Proyección al futuro, Pascua y Parusía. Para que este Pregón sea en verdad una introducción emotiva y dinámica de la Vigi-lia, lo más conveniente es que sea cantado. No hace falta que sea el presidente, o un ministro ordenado el que lo cante, pero si hace falta que el cantor, ade-más de ensayarlo bien, sienta de veras su contenido. La melodía gregoriana que no es la única, es la más elocuente porque permite captar el sentido pleno del texto.

• Hay ya nuevas melodías, llenas de belleza y de gozo, sobre todo las que resaltan la participación del Pueblo de Dios.

LA LITURGIA DE LA PALABRA: Esta noche la comunidad cristiana se detiene más de lo ordina-rio en la proclamación de la Palabra. En esa noche, tanto el A. T. como el N. T, es decir, toda la Biblia, hablan de Cristo e iluminan la Historia de la Sal-vación y el sentido de los sacramentos pascuales, hay un diálogo entre Dios que habla (lecturas) y el Pueblo que responde (Salmos y oraciones).Las lecturas de la Vigilia tienen una coherencia y un ritmo entre ellas. La mejor clave es la que dio el mismo Cristo: “todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cum-plirse”, “y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó (a los discípulos de Emaús) lo que se refería a él en toda la Escritura”. La homilía final debe ayudar a todos a captar el sentido de la noche en su totalidad, que va desde la creación hasta la Resurrección. También debe resaltar la unidad que forma el Triduo Pascual, la resurrección del Señor se entiende desde la celebración del Vier-nes, son su Muerte en Cruz, y tiene su prolongación en nuestro Bautismo y en la Eucaristía. Una homilía que sea más entusiasta, contemplativa y kerigmática que recuerde a la comunidad creyente que nuestra fe se apoya en el anuncio gozoso de la Resurrección del Señor.

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LA LITURGIA BAUTISMAL: La noche de Pascua es el momento más indicado para los sa-cramentos de iniciación cristiana. Después de un camino catecumenal, personal si es el caso de adultos, y de familia si es el caso de niños. El signo de la inmersión, quiere ser la expre-sión sacramental de cómo una persona se incorpora a Cristo en su paso de la muerte a la vida. Como dice el Misal, si se trata de adultos, esta noche tiene ple-no sentido que luego del Bautismo se celebre la Confirmación, para quedar plenamente integrados a la comunidad eucarística, haciendo visible de esta manera la unidad de los sacramentos de iniciación. La liturgia bautismal y de la confirmación debe celebrarse como lo prevé el ritual de los Sacramentos. No olvidar que el Bautismo de los Adul-tos sólo lo administra el Presbítero, previa delegación del Vicario General, pues incluye el Sacramento de la Con-firmación. Seguidamente la renovación de las promesas bautismales, luego la aspersión a toda la asamblea, signo que se extenderá a toda la cincuente-na pascual. La oración Universal está situada después del Bautismo o de su recuerdo.

LA EUCARISTÍA: La celebración eucarística es la culminación de toda la Noche Pas-cual. Es la Eucaristía central de todo el año, más importante que la Navidad o la del Jueves Santo. Cristo el Señor ha resucitado, y nos hace partícipes de su Carne y de su Sangre, como memorial de su Pascua.

• En el ofertorio, si hay neófitos adultos, deberían llevar los do-nes.

• El sacerdote debería gastar aquí su mejor voz para cantar el pre-facio pascual.

• Se puede escoger el Canon Ro-mano, en razón de las glosas que tiene para esta noche. Es conve-niente que la comunión sea bajo las dos especies.

• La despedida cantada con el do-ble aleluya, debe terminar con

un tono de festividad; y recordar las palabras finales: que esta no-che empieza una fiesta que dura cincuenta días.

• Sería bueno que la celebración terminara en un lugar adjunto al templo, con un ágape que dé ocasión a la convivencia entre los participantes.

En el Domingo de Pascua, proyec-ción festiva y gozosa de esta fiesta, no puede faltar una bella ejecución de la Secuencia Victimæ Paschalis, cantada también en nuestra lengua. En la tarde la memoria de los peregrinos de Emaús no puede faltar de algún modo en la Eucaristía Ves-pertina en la que, si es posible partici-parán los recién bautizados

Los actos de Piedad Solo tenemos entre nosotros el “encuentro de la Madre del Señor con el Resucitado” que está perfectamente au-torizado y recomendado en el Directorio de Liturgia y piedad popular: “La piedad popular ha intui-do que la asociación del Hijo con la Madre es permanente: en la hora del dolor y de la muerte, en la hora de la alegría y de la Resurrección. La afirmación litúrgica de que Dios ha colmado de alegría a la Virgen en la Resurrección del Hijo, ha sido, por decirlo de algún modo, traducida y representada por la piedad popular en el Encuentro de la Madre con el Hijo resucitado: la mañana de Pascua dos procesiones, una con la imagen de la Madre dolorosa, otra con la de Cristo resucitado, se encuentran para signifi-car que la Virgen fue la primera que participó, y plenamente, del misterio de la Resurrección del Hijo” . Ojalá que se pudiera hacer en la Procesión Pascua y que esta Proce-sión pudiera realizarse después de la Vigilia Pascual, portando el Cirio pas-cual.

El Canto Sagrado: Ha de ser especialmente ale-gre y solemne, ojalá todos los textos cantables de la celebración pudiesen ser ejecutados con especial maestría, para recalcar el gozo de esta noche santísima y del Día de Pascua. El

Pregón, los salmos, El Gloria, el gran Aleluya, los cantos Bautismales, el Ofertorio, todo lleno de un ambiente festivo, emotivo, de verdadera cele-bración. Posibles cantos: Resucitó, aleluya pascual, Luz que vence a la sombra, Hoy el Señor resucitó, Porque Cristo nuestro hermano, Andando por el camino, Hoy el Señor resucitó. Que nuestras fiestas Pascua-les, revitalizando nuestra vida, puedan ser vividas con fe, con piedad y como expresión de nuestra realidad de com-prometidos con el anuncio de la espe-ranza y de la paz.

Y para concluir:• ¿Ya pedimos las necesarias luces

en la oración, para celebrar estos días con alegría y esperanza,

• ¿Ya tenemos preparada una ex-presión de gratitud para cuantos nos han ayudado?

• ¿Ya tenemos lista una notica de gratitud para las Autoridades Ci-viles, de Policía, de asistencia social, que nos han colaborado?

• ¿Ya hemos pensado en los que nadie piensa en estos días: Tra-bajadoras de las Casas Curales, Secretarias, empleadas del Aseo, trabajadores, para ofrecerles una palabra de gratitud y de estímulo?

• ¿Ya hemos dispuesto un estí-mulo sencillo, cordial, fraterno para quienes se han entregado con generosidad en estos días: Sacerdotes, Diáconos, Semina-ristas, Religiosos, Cantores, Sa-cristanes…?

• ¿Ya pensamos en un momento para evaluar las Fiestas Pascuales?

Comentarios:BENDICIÓN DEL FUEGO Siguiendo el mandato del Señor (Lc 12, 35), llevando en nues-tras manos las lámparas, debemos asemejarnos a los siervos que aguar-dan vigilantes el retorno de su Señor, para que a su regreso, nos encuentre en vela y nos haga sentar a su mesa. Es la bendición del fuego, la que invita a todos los hijos de Dios dispersos a congregarse en su Iglesia y reconocer a Cristo como Luz y misionero por excelencia del Padre.

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¡Pascua sagrada, victoria de la cruz!¡Pascua sagrada, eterna novedad! Cristo ha triunfado definiti-vamente, pues “una vez resucitado de entre los muertos ya no muere más” (1 Cor 15). Es el cirio pascual, que ilu-mina y precede, el que nos hace seguir a Cristo que sale resplandeciente del sepulcro. Su victoria final transcurre todo el tiempo de la Iglesia, durante el cual los cristianos tienen como tarea fundamental apoderarse de la victo-ria de Cristo a través de una vivencia de fe, esperanza y amor, alimentada constantemente en la vida sacramen-tal, y testificar al mundo las maravillas que el Señor realiza sobre nosotros.

LITURGIA BAUTISMAL Los bienes de la salvación se hacen efectivos en el hombre princi-palmente con el bautismo. Antigua-mente este sacramento era como una marca del que había creído en el Señor Jesús y había cambiado de vida. Por él todo cristiano penetra en la nueva vida y se incorpora a Cristo de una manera viva y total. La iglesia creyente revive hoy la responsabilidad y consecuencia del bautismo y es exigente consigo misma y con los nuevos hijos en que se demuestren esas realidades a los hombres de nuestra época.

ACCIÓN DE GRACIAS Gracias Señor Jesucristo, que con tu resurrección renovaste la crea-ción y el hombre, gracias por tu espíritu de amor en nosotros que nos hace amar como tú nos amaste y, ser así, testigos de la vida nueva que por el bautismo hiciste brotar en nuestros corazones.

ORACIÓN DE LOS FIELES Presidente: Esta noche, he-mos contemplado su victoria. El alma antes entristecida se nos rebosa de la alegría de la resurrección. Pedimos a Dios Padre que esa alegría, la verda-dera Alegría, nos acompañe siempre. Respondemos diciendo:R./ DANOS, SEÑOR, TU ALEGRÍA.

OREMOS 1. Por el Papa Benedicto XVI, obispos y sacerdotes para que si-gan siendo constantes en la alegría de la predicación de Cristo resucitado.

OREMOS 2. Por los dirigentes de las naciones para que su principal objeti-vo sea la construcción de tu Reino de Paz y Justicia.

OREMOS 3. Por todos los habitantes del planeta, para que reciban y acojan la alegría de Cristo resucitado.

OREMOS 4. Por los que van a recibir esta noche el bautismo y todos aque-llos que recibirán algún sacramento en los próximos meses, para que den frutos de santidad y discipulado.

OREMOS 5. Por los que se alejaron del camino, para que la alegría que expe-rimentaron junto a ti les haga retornar a la casa del Padre.

OREMOS 6. Por los desamparados y los que viven en la necesidad, para que encuentren en nosotros una mano que les atienda y una sonrisa que les conforte.

OREMOS 7. Por los que celebramos la alegría de la resurrección, para que nuestra vida refleje lo que hoy hemos visto.

OREMOSPresidente: Señor, que la visión del se-pulcro vacío remueva nuestro interior y lo dirija hacia la alegría de la resu-rrección. Y que esta alegría inunde cada uno de los días de nuestra vida. Por Jesucristo Nuestro Señor Amén.

BIBLIOGRAFIA

- BERGAMINI A., Triduo pascual, en Nuevo Diccionario de Liturgia, ed. Sarto-re D. – Triacca A. – Cibien C., San Pablo, Milán 2001, 2028-2037.

- NOCENT A., il Triduo pasquale e la Settimana Santa, in Anámnesis, vol. 6, L’anno liturgico, Marietti, Genova 32002, 93-115.

- ORDÓÑEZ J., Teología y espiritualidad del Año litúrgico, BAC, Madrid 1978, 274-324.

- SCHMIDT A., Hebdomada Sancta, vol. 1, fontes historici – commentarius histori-cus, Herder, Roma 1957.

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MONICION INICIAL

Hoy es el gran Domingo de la Resu-rrección, en el que celebramos con fe y esperanza la victoria de Jesucristo nuestro Señor sobre la muerte. Duran-te esta Cuaresma, buscamos en nues-tros corazones las piedras y obstácu-los que nos impedían experimentar la vida de la resurrección, la gran fiesta de nuestra fe. Ahora, Jesús ha hecho rodar la piedra para que podamos en-trar en una vida de libertad y esperan-za, Jesucristo ha resucitado, nuestro Dios está vivo y está con nosotros.

Con alegría y gozo dispongámonos para iniciar la celebración eucarística.

MONICION A LA PRIMERA LECTURA. (Hch 10, 34a.37-43)

San Pedro en su actuar se muestra transformado por la resurrección del Señor y da testimonio público de ella. Escuchemos con atención este testi-monio de la resurrección que nos narra el libro de los Hechos de los apóstoles.

MONICION A LA SEGUNDA LECTURA (Col 3, 1-4)

San Pablo nos invita a vivir y a obrar según la vida nueva que recibimos en nuestro bautismo y que renovamos en la Vigilia Pascual. Escuchemos aten-tamente

MONICION AL EVANGELIO (Jn 20, 1-9)

El evangelio de San Juan nos presenta el testimonio de María Magdalena y de los apóstoles Pedro y Juan, acerca de la resurrección del Señor: Ahora ellos comprenden las Escrituras, se-gún las cuales El había de resucitar de entre los muertos. Escuchemos.

ORACION DE LOS FIELES(Sacerdote)Hermanos:ha llegado el día de la graciaque tan ansiosamente esperábamospara nosotros y para todo el género humano: imploremos, entonces, la di-vina omnipotenciacon unánime y fer-viente oración

R: CRISTO RESUCITADO, ESCUCHANOS

Por el Papa, los obispos y sacerdotes, pastores del pueblo de Dios, para que el Señor les dé fuerza y valor para mostrar siempre el rostro de Jesús Re-sucitado.

OREMOS

Por la Iglesia cuerpo visible de Cris-to en el mundo, para que el Señor la ilumine con su Palabra, a fin de que quienes la escuchan encuentren en ella luz para sus vidas.

OREMOS

Para que Jesucristo Resucitado, con-suele a quienes sufren en el cuerpo y en el alma y les dé fuerza para afron-tar con valor sus padecimientos.

OREMOS

Por esta comunidad parroquial que alegre celebra la fiesta de la resurrec-ción, para que el Señor nos bendiga, nos proteja y nos guarde, y seamos su pueblo y Él nuestro único Dios.

OREMOS(Sacerdote)Padre misericordiosoconcédenos por el admirable sacra-mento de la Pascua que nuestras pe-ticiones te sean gratas y que nuestra vida corresponda a la fe que profesa-mos en el Bautismo.Por Jesucristo nuestro Señor.Amen.MONICION FINAL

La resurrección es el centro de nues-tra fe cristiana, de la fe que la Iglesia proclama en el aleluya pascual, y eso significa: Que está presente en la Igle-sia, que es Él quien bautiza cuando la Iglesia bautiza; que es Él quien perdo-na cuando la Iglesia perdona; que es Él quien ordena sus ministros cuando la Iglesia los ordena, que continua en-tre nosotros hecho Eucaristía, que su amor une a las parejas, que salva hoy y seguirá salvando. Aleluya.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

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HomilíasBedoya Bonilla. Pbro.Diego AlonsoVélez Ruiz. Pbro.

Isaza Velásquez. Pbro.Juan Carlos

Diego Fernando

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La conmemoración festiva de la entra-da de Jesús en la ciudad santa de Je-rusalén ofrece un maravilloso marco celebrativo a la semana mayor, porque nos brinda una perfecta síntesis de los sentimientos que deben brotar del co-razón de los creyentes en estos días. Sentimientos que son los mismos de Cristo Jesús quien se entregó hasta la muerte y una muerte de cruz, como lo afirma san Pablo en la carta a los fili-penses.

Pareciera contradictorio que siendo domingo de Ramos, la liturgia no nos permita leer en la Eucaristía el episo-dio de la entrada humilde de Jesús en Jerusalén montado en un burrito, sino que nos pide la proclamación del re-lato de la pasión del Señor. Único do-mingo en todo el año que podemos ha-cer una larga y prolongada meditación de los últimos y decisivos eventos de la vida de Jesús, los cuales consuman su entrega al Padre para la salvación del mundo. De esta manera entende-mos que este domingo de gozo y can-tos, proclama de manera anticipada la victoria de la Pascua, que se asoma desde ya con el reconocimiento del mesianismo de Jesús y el cual llega a su climax con su muerte gloriosa.

Este año, la providencia amorosa de Dios nos ofrece la lectura de la pasión del Señor según san Marcos; sin duda el relato más humano y dramático de todos los evangelistas porque busca entregarnos la historia humana del Hijo de Dios que tiene como punto de llegada su sacrificio en la cruz. Sacrifi-cio que por la fuerza del amor extremo ha abierto para todos las puertas de la vida.

Podríamos afirmar, sin riesgo a equi-vocarnos, que el Evangelio de san Marcos es un evangelio de la cruz, porque todo lo que está escrito allí re-

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASION DEL SEÑORcibe su luz del Calvario donde se da la plena revelación del amor de Dios. Sin la cruz, Marcos sería sólo una cró-nica de la vida y el desenlace fatídico de un líder religioso, fracasado. Sin la cruz, estaríamos simplemente frente a la historia de un personaje que dejó un llamativo legado, pero cuya existencia terminó con la de todos los mortales, en una tumba olvidada a las afueras de Jerusalén. Por esto, todos como discí-pulos somos invitados a fijar los ojos en la cruz de Jesús para que podamos recibir la sobreabundancia del amor infinito de Dios manifestado en su Hijo entregado por todos.

Para facilitar la reflexión, y como no es posible decirlo todo en una espacio como este, meditemos tres elementos de todos los posibles en este día.

1. El relato de la pasión de san Marcos es la narración creyente de la fidelidad silenciosa de Jesús, el Siervo de Dios.

2. Getsemaní y el Calvario, lugares donde acontece Dios en medio del su-frimiento y del dolor humano de Jesús.

3. El grito victorioso de quien amando salva al mundo del sinsentido y de la muerte.

El Evangelio de san Marcos leído después del texto Isaías pareciera el cumplimiento en la pasión del Señor, de las palabras del profeta. Segura-mente la comunidad cristiana de los orígenes, que leía con fe las Escrituras del Antiguo Testamento, se apoyó en la figura misteriosa del Sirvo de Yavé que sufre por el pueblo y se hace cau-sa de salvación para todos, para com-prender lo sucedido con Jesús de Na-zaret. Jesús es el Siervo fiel, varón de dolores, que experimentó el repudio y la tortura. Pero un sufrimiento con sentido, vivido en el silencio de quien

lo espera todo de Dios. Es llamativo el hecho de que Jesús en su pasión sólo abra su boca para pronunciar palabras de confianza en su Padre. El silencio de su sacrificio es suficientemente elo-cuente. Dios habla en su vida donada toda por sus hermanos.

En este contexto, se explica la agonía en el huerto y el grito de abandono en el calvario. Quien está sufriendo no es un fantasma; es hombre como no-sotros. Y aunque la duda lo asalta y está latente la posibilidad de escapar y cuidar la propia vida, Jesús asume, no sin dolor o angustia la causa de su Padre hasta las últimas consecuencias. Se hace la voluntad de Dios entrando en el abismo oscuro del abandono hu-mano y el silencio de Dios, pero con la fe de que al final el Padre triunfará.Y aquí entra el último elemento enun-ciado. El grito de victoria del Crucifi-cado. Marcos es el único evangelista que no pone en labios de Jesús una pa-labra, sino un grito. A simple vista, pu-diera ser el grito desesperado de quien muere decepcionado. Pero en el caso de Jesús no es así. De la misma ma-nera que los atletas griegos gritaban su triunfo cuando llegaban a la meta, Jesús, el Crucificado, muere gritando su victoria. Esta muerte es la vida de la humanidad. Este sacrificio es libe-ración del pecado y de la muerte. Se puede gritar, porque se llegó hasta el final, y esta fidelidad redime a los se-res humanos de todos los impedimen-tos y ataduras para vivir plenamente la vida misma de Dios. Un grito que des-de este domingo nos hace vislumbrar la luz pascual. AMÉN.

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En Betania, en medio de la cena, cerca de los conocidos y compartiendo no sólo unos alimentos sino la enseñan-za que brota de la experiencia vivida; inclusive poco después de asegurarnos que la vida del Pastor es cuidar a sus ovejas, y adelantándose posiblemente a los sucesos inminentes de su partida, Jesús nos confronta con una realidad latente en sus discípulos: la conviven-cia de hermanos y hermanas que de-ben caminar juntos hacia ese Reino de Dios que tan insistentemente les mos-tró. Miembros de una comunidad que están llamados a superar los normales tropiezos y dificultades a la luz de las enseñanzas del Maestro.Tal vez las insinuaciones de Judas son evidencias de inconvenientes comuni-

hacer algo productivo por la sociedad, a aportar desde nuestras convicciones de fe para superar los maltratos a la vida, los excesos, las marginaciones, los malos tratos a los hermanos y co-menzar de buena vez a entender que sólo si caminamos juntos como discí-pulos podremos llegar a ser merece-dores de ese preciado don del Reino de Dios.La Virgen Santísima nos ayude, con su prudencia y fidelidad, a ser cada día mejores anunciadores vivos de la caridad cristiana, a superar a la luz del evangelio los tropiezos humanos y a ser proactivos en una comunidad que se convierta en nuestro lugar de sal-vación.

tarios. Pueden ser síntomas de un co-razón que se fija primero en las nece-sidades materiales y por esto excluye a sus hermanos discípulos, olvidando-que el mismo Jesús fue insistente en llamar a los alejados y marginados. Entendemos, entonces, la respuesta fuerte de Jesús hacia el Iscariote, pero que enseña a todos los que se encuen-tran allí en aquella cena: quien quie-ra ser discípulo de Jesús debe vivir el amor a los hermanos, el perdón, la misericordia y la responsabilidad para con los otros para formar una comuni-dad de discípulos, una familia. En medio de una sociedad tal vez en-ferma, con síntomas parecidos a la de los discípulos en Betania, nuestra convicción cristiana debe arrojarnos a

LUNES SANTO

MARTES SANTO

MIÉRCOLES SANTO

La cena es, en definitiva, el lugar más co-mún del encuentro de Jesús con sus dis-cípulos por estos días que preludian los misterios de la pasión del Hijo de Dios. Es allí donde Jesús enseña, donde da sus últi-mas palabras, donde Jesús reprende, pero, sobre todo, hoy somos testigos de cómo Jesús da señales a aquellos que Él sabe no tienen su corazón en paz, que están segu-ramente sumergidos en la ambición, en el poder y en la superficialidad. El maestro hoy quiere dar una oportunidad más a aquellas ovejas que se han salido del redil, que poco a poco se van a apartando hacia los llamativos cami-nos de la codicia, de la envidia y del mal.

Jesús le habla primero a Judas, preocupa-do por la posibilidad de su engaño y, sus insinuaciones, son señales de un Maestro que quiere amar y que desea perdonar, pero que necesita que su discípulo en-frente la realidad y busque la conversión, aquella que ha predicado a su lado durante mucho tiempo. Luego Jesús le habla a Pe-dro, incómodo con su superficialidad que necesita apartar, a fin que su discipulado se cimiente sobre la roca y no sobre la are-na. En un mundo en el cual expe-rimentamos cómo el pecado nos aborda en todos los sentidos, cómo el mal puede llegar a inundar nuestro corazón y cómo

la superficialidad hace a cristianos tibios, seguros, apáticos a la salvación, Jesús nos sigue dando signos para leer desde la fe. Sean estos días santos espacios propicios a la conversión, que tal vez algún discípulo de Jesús no supo descifrar, y que segura-mente otros muchos aprendieron a trasfor-mar en hechos firmes que hoy son testigos para nosotros del anuncio del Reino de Dios. Señor, ayúdanos a descifrar en esta sociedad enferma tu misericordia latente en el indigente, en el enfermo, en el desam-parado para que nuestra acción cristiana sea un signo encontrado por nosotros los discí-pulos que nos dejamos tocar por tu llamado.

Cuando el maestro y sus discípulos andan ocupados buscando la manera de prepa-rar dígnamente la celebración de la cena pascual, el mal anda tramando propuestas a aquellos que están apartados. Mientras algunos con agrado buscan el lugar del en-cuentro de la cena, hacen los preparativos, buscan las especias, reúnen los detalles, hay otros que están escuchando la pro-puesta del mal, de la traición, de la decep-ción que envuelve a quienes dejan caer su corazón en la tentación, en palabras más sencillas, están permitiendo que ese cora-zón de carne que Dios ha proporcionado se esté transformado en un frío y vacío corazón de roca.

Podríamos incluso pensar que en estos mismos momentos mientras algunos se preparan de la mejor manera para la ce-lebración de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, puede existir quienes se están alejando; mientras el sacramento de la reconciliación, más disponible que muchos otros días, nos prepara para celebrar con un gozo mani-fiesto la Resurrección de Jesús, hay otros que ocupan estos días en superficialidades. Ser discípulos de Jesús significa cultivar en nuestro corazón misericordia, justicia, solidaridad, compasión; ser discípulos de Jesús significa aceptar la propuesta de Dios trasformadora de vidas y rechazar di-

rectamente cualquier propuesta que con-lleve pasar por encima del hermano y su dignidad.Al ir culminando la cuaresma, permíte-nos Señor, vivir más intensamente en tu compañía. Aceptar cada día tu propuesta de salvación, vivir más intensamente tu discipulado, para que estas celebraciones pascuales trasformen nuestra vida, ilumi-nen nuestro corazón y nos empujen a la acción cristiana de la misericordia con los necesitados, para tener vida en ti, siendo misioneros y portadores de ese anuncio salvador del Reino.

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JUEVES SANTOEl ritual de la Pascua judía comen-zaba con una pregunta que los niños hebreos hacían al padre antes de sen-tarse a la mesa: ¿Por qué esta noche no es como las otras? A lo que el pa-dre de familia respondía lleno de gozo narrando el memorial de las acciones salvíficas de Dios en favor de su pue-blo. Un Dios que comprometido con un grupo de esclavos a punto de des-aparecer en medio del sistema opresor de los egipcios, intervino con mano poderosa y brazo extendido para otor-garles el don de la libertad.

Hoy podemos hacer la misma pregun-ta, sentados la mesa con Jesús quien ha preparado esta cena pascual con especial afecto. ¿Por qué esta tarde no es como las otras? Y el mismo Señor nos dará con su vida y con sus actos la respuesta: porque es la tarde del amor extremo, en la que en una comida fra-terna Él mismo se da como alimento de salvación y nos deja el memorial vivo de su sacrificio en la cruz.

Estamos entrando en la hora de Jesús, como lo afirmaba san Juan en el Evan-gelio proclamado en este jueves santo. Esta hora es el punto culminante de la historia de Jesús. Una historia que es el don definitivo de Dios, la plena re-velación de su misterio de entrega y salvación. Por eso con fe contemple-mos las palabras y los gestos que Jesús realizó sobre el pan y sobre el vino en la última cena, para que desde el cená-culo, pasando por la pasión y llegando hasta la cruz participemos del ofre-cimiento generoso y sin medida del amor del Padre. Amor que se actualiza cada vez que nos reunimos como Igle-sia para celebrar la Eucaristía.

Aunque la carta a los Corintios que hemos leído es el testimonio más anti-guo sobre la celebración eucarística en las comunidades apostólicas, y nos da cuenta de la manera como celebraban los cristianos repitiendo los gestos de Jesús en la última cena, sin embargo, la pedagogía de la Iglesia nos direc-

ciones por una vía diferente pero en sintonía con la de Pablo, para que en-tendamos el misterio central de nues-tra fe. Y ese camino es la hora de la entrega de Jesús y el gesto inaudito del lavatorio de los pies.

Todo acontece en el contexto de una cena íntima. La última que Jesús cele-brará antes de padecer. Y en ambiente cercanoy familiar, donde el amor en-cuentra su mayor expresión. El amor del Padre por el Hijo y el amor del Hijo por el Padre y los suyos: amor gratuito y total que tiene forma de cruz. Y para mostrar este amor sin medida, Jesús lava los pies de sus amigos. Los dos verbos que aparecen nos ex-plican suficientemente el hecho: Jesús “se quita” los vestidos como signo de que ofrece su vida en un acto supremo de servicio para dársela a los suyos, a sus ovejas. Se comporta como un es-clavo, revelando a un Dios humilde, que se pone a disposición de todo ser humano y que muestra su fuerza y su libertad en la debilidad. Y el otro ver-bo es “volver a ponerse” los vestidos, en señal de que Él libremente da su vida, pero también la retoma gloriosa en la Pascua.

Que bello saber que en lugar de la institución de la Eucaristía, Juan haya puesto este gesto del Maestro para mostrar lo que significa celebrar el banquete pascual. Más que detenerse en lo sucedido en la cena, que ya era bien conocido por los demás evange-lios, Juan quiere enfatizar el compro-miso eucarístico: amor y servicio sin condiciones, como el que expresa un esclavo a los pies de su amo.

Hermanos y hermanas: nunca será suficiente con asistir a la misa. Será indispensable tener los sen-timientos del Señor, para ser fieles a su mandato de hacer lo mismo de aquella cena y de tendernos en el suelo a la-varnos los pies unos a otros. No basta comer físicamente el pan eucarístico en la celebración; es preciso participar

del estilo de vida de Jesús. Participar del cuerpo y de la sangre de Cris-to significa recibir de él un corazón amoroso, humilde, entregado, capaz de tener misericordia, de compartir no sólo el pan de la vida sino también el pan terreno, capaz de darse sin medi-da hasta el final. Sólo en ese momento podremos decir que hemos celebrado de manera auténtica la Eucaristía, y no habrá sido sólo un rito vacío o una celebración rutinaria sin que nada su-ceda en la vida de las personas o de las comunidades que dicen hacer la me-moria del Señor.

Es hermoso pensar que lo que noso-tros celebramos todos los días, sobre todo los domingos, es que aquello que Jesús mismo es y que reveló con sus palabras y con sus obras; lo mismo que celebró con sus discípulos aque-llo noche santa en la que él se quedó nuestro para siempre.

La Eucaristía tiene que ser el ambien-te vital donde sea posible crear una sociedad nueva, con un estilo de vida alternativo, el mismo del Maestro, en medio de un mundo viejo que se de-rrumba por los esquemas macabros del egoísmo y la autosuficiencia vio-lenta. Entre quienes participan de la mesa de Jesús se deben erradicar las diferencias y se deben derrumbar la barreras de segregación y separación; todos formando un solo corazón, lle-nos de alegría, dándose sin medida como lo hizo primero Jesús hasta la cruz; entrega que se anticipa en este día y se prolonga en el tiempo cada vez que una comunidad creyente parte el pan en su nombre y ama como él amó. AMÉN.

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VIERNES SANTOEl sufrimiento sin sentido, sin salida, sin fin, lleva a los humanos a buscar a Dios a gritos, incluso, a desesperar de Dios.

Nos preguntamos: si existe Dios ¿Por qué todo este sufrimiento? Y pensa-mos en Dios como en una fuerza cie-ga e insensible que no se preocupa de nada ni de nadie. Pareciera como si a Dios le diera lo mismo que mueran ni-ños en las guerras y en los tugurios de América Latina; como si no se conmo-viera frente a las catástrofes naturales que azotan el planeta o las injusticias que dejan tantas víctimas. No se pre-ocupa por ellos. ¿Cómo puede Dios permitir todo esto? ¿Está lejos de no-sotros, ausente, guardado en el cielo?Seguramente como personas de fe, de inmediato, frente a la crudeza de estas preguntas, responderíamos que no, pero en la realidad siguen abiertos los interrogantes: ¿Cuál es, entonces, la actitud de Dios frente al proble-ma del mal, tan vivamente palpado y experimentado? ¿Tiene la fe alguna respuesta satisfactoria o al menos una luz? Y obviamente la respuesta no nos ha venido de la filosofía ni de la teo-logía; la respuesta nos la ha dado Dios en Jesús crucificado, poniéndose de modo incondicional al lado de las víc-timas frente al mal que los oprime. La vida de Jesús nos ha demostrado que su intención es oponerse a las fuerzas del mal. Su presencia libera la hom-bre tanto de la miseria radical que lo oprime, el pecado, como de sus con-secuencias: la enfermedad, el hambre, el desprecio. Su misión ha sido traer la buena noticia de que Dios está pre-sente, con su amor y su poder, para salvar a todos; a todos, sin excepción. La vida misma de Jesús es, entonces, la respuesta de Dios, por eso Él y su palabra son el único posible horizonte de sentido y de esperanza para el hom-bre que sufre.

Por eso, reunidos como Iglesia, en este viernes silencioso, de la cruz bro-ta todo el sentido y las respuestas que

esperamos. Fijemos entonces nuestra mirada de fe en el Crucificado y de su aparente fracaso, dejemos que brote toda luz que nuestros corazones afli-gidos esperan.

Ahora, continuando con los interro-gantes, viene uno después de esta ma-ravillosa certeza: ¿Cómo vence Jesús nuestro mal y sus consecuencias, si lo que ven nuestros ojos es a un vencido y un derrotado? A partir de los evan-gelios descubrimos que lo hace con las mismas opciones de Dios: asumiendo la miseria humana para redimirla; vol-cándose completamente en favor de las víctimas de los sistemas opresores, dignificando a los que ama, promo-viéndolos hacia mejores condiciones de vida, de vida en abundancia. Jesús libera del mal perdonando el pecado, curando enfermedades, comiendo con los pecadores: trae el anuncio de parte de Dios, del “no” radical a la historia del dolor humano. Donde él está des-aparece la tristeza y la angustia. El mal está ahí como dimensión ineludible de nuestra finitud; lo único que cabe es tratar de combatirlo y remediarlo. Y esto es lo que vemos hacer a Dios en Jesús, con la entrega de un amor in-sospechado, sin límite alguno. Jesús tiene un corazón sensible a todo dolor humano. Ante la miseria de sus her-manos no se hacía el fuerte, como si fuera alguien superior, a quien no lle-gan las pequeñeces diarias de los hu-manos. El nunca se presenta haciendo gala de superioridad ni humillando con su postura a nadie. Conoce y pe-netra con simpatía todos los corazo-nes, especialmente los que sufren, los que se sienten pequeños o fracasados en la vida. Su corazón siempre tiende a mirar la mejor parte, a disculpar, a perdonar, a compartir.

Y hay todavía algo más profundo: esto no lo hace por simple altruismo o des-de el ámbito de la divinidad impasi-ble que no conoce el sufrimiento. El misterio de la encarnación nos asegura que Jesús es hombre como todos; por

lo tanto fue cercado y mordido por la finitud, experimentando en su propia carne la dureza de la vida y la limi-tación. En Jesús, sobre todo en su cruz, se re-vela la actitud radical de Dios frente al dolor del hombre: un Dios que partici-pa de manera real en ese dolor y que por lo mismo, concentra todo su inte-rés en que sea vencido y eliminado. La cruz de Jesús es la demostración más acabada del inmenso amor de Dios a los crucificados. La cruz de Jesús dice, de un modo creíble, que Dios ama a los hombres, y que él mismo se dice y se da como amor y como salvación. En la cruz Dios ha pasado la prueba del amor, para que después podamos también creer en su poder, el poder triunfador de su resurrección.

Quienes claman hoy al cielo pueden descubrir que comparten el grito mor-tal del crucificado; descubren en el Jesús sufriente al Dios compasivo que sufre con ellos y los entiende, porque Dios en Jesús llegó a ser el Dios hu-mano, soberanamente humano, que clama con nosotros y en nosotros.

Quien cree en este Dios del Calvario que sufre con nosotros, reconoce su sufrimiento en Dios y a Dios en su sufrimiento, encontrando en la comu-nión con Él la fuerza que le permite permanecer firme en el dolor y la tris-teza sin derrumbarse, ya que se nos ha revelado cómo Jesús en su muerte ha hecho de nuestra vida una parte de su vida y de nuestros sufrimientos los suyos propios. Comprendemos así, cómo llegan a plenitud las palabras del segundo Isaías: “Sus heridas nos han curado” (Is 53). AMÉN.

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Primera palabra de Jesús en la Cruz. Del Evangelio de San Lucas Lc. 23, 34.«Jesús dijo:—Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.»

Concluido el escándalo de los insultos, cuando la cumbre del cal-vario comenzó a quedarse sola, por-que los pocos curiosos que estaban se habían marchado al ver frustradas sus ansias de algo espectacular y milagro-so, empezó el momento de la oración. Jesús que había evitado hablar cuando lo acusaban, que había esquivado todo tipo de respuesta polémica o hiriente, se vuelve ahora a su gran soledad inte-rior para hablar con su Padre, como lo había hecho permanentemente durante toda su vida. Todo podía temblar y hasta fallar, menos su gran certeza de que el Padre le escuchaba. ¡Había enseñado tantas veces a orar a sus discípulos, levantando el corazón a Dios! Ahora quería aprovechar sus últimos minutos de vida para practicar lo que había en-señado. No oraba por sí mismo. Casi nunca lo había hecho en su vida. Hu-biera podido pedir ser quitado de la cruz; cuando menos, que la muerte llegara pronto. Hubiera podido supli-car por su madre o sus amigos a los que dejaba solos; tal vez hubiera ora-do por la continuidad de su obra que dejaba en las manos de unos humildes y débiles pescadores. Hubiera podido mendigar ser comprendido por su ene-migos. Pedía, sí, por ellos, sus enemi-gos, pero no para que lo entendieran sino para ser perdonados. En realidad, no hacía otra cosa que poner en práctica lo que tantas veces había predicado. “Amad - había dicho - a vuestros enemigos y rogad por quienes os persiguen” (Mt 5, 44). “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odien” (Lc 6, 27-35). Ahora Jesús aprovechaba estos últimos momentos para realizar esa oración y ese amor.

No es posible hacer la expe-riencia de la misericordia de Dios sin aprender el gusto del perdón. Una persona incapaz de per-donar no sólo es incapaz de amar, ni siquiera sabe que es amada y perdona-da por Dios. Hablando del perdón, nos limitamos a subrayar la dificultad y hasta el heroísmo que requiere. Debe-ríamos, sobre todo, descubrir en él la belleza y su dimensión de novedad. Quien perdona es un revo-lucionario. Rehúsa hacer siempre lo mismo. El mundo está enfermo de costumbres. Solamente hemos apren-dido a repetir determinadas acciones, como jugadores de un juego aburrido. Tu me has hecho esto, yo hago lo mis-mo. Tú obras así, yo te respondo de la misma manera. Qué aburridos son nuestros círculos viciosos de ofensa y reparaciones, nuestros indeterminados espirales de rencores, agresiones, ri-ñas, resentimientos, susceptibilidades. En un momento dado apare-ce un individuo que no está dispuesto a meterse en este juego y a sus reglas codificadas por la pereza y el interés. Un revolucionario. Un valiente que salta por encima de todos gritando: ¡yo no juego! ¡es un juego demasiado fácil, decididamente estúpido, además de inútil! E introduce en el viejo juego de los mutuos despechos el elemento novedad que echa todo a rodar: el per-dón. Tú me haces daño. Yo respondo amándote. Quien perdona, inventa si-tuaciones nuevas, soluciones inéditas, crea relaciones distintas, tiene imagi-nación, no se resigna a imitar lo que hacen los demás. Hagamos algo nuevo, tenga-mos iniciativa como el Padre celes-tial. Seamos misericordiosos, seamos creadores. Sonriamos a quien nos vol-tea la cara, ayudemos a quien nos de la espalda: estos son actos creadores, libres. Existe un mundo viejo, que se derrumba. Es el mundo del odio, del hastío, de las rendiciones de cuen-

tas, de las injusticias vividas y sufri-das que hay que reparar, de las ofen-sas cuidadosamente guardadas en la memoria. El mundo decrépito de las revanchas. Quien perdona reconoce que este mundo no se puede vivir. Sabe que la mayor contaminación es la del odio y todas sus múltiples formas, siendo la peor de ellas la indiferencia. Por eso, se encarga personalmente, de construir un mundo nuevo y la materia prima es el perdón. En este mundo nuevo, insóli-to, tiene razón quien ama más, vence quien es manso, es fuerte quien perdo-na: se cambia la escala de valores de la sociedad moderna. Es preciso la libertad de obrar de otra manera. La libertad de sorprender al adversario con una reac-ción de paz que él no había previsto en absoluto. Este mundo nuevo es un anti-cipo, un pedacito del Reino de Dios. Procura no excluir a nadie de tu perdón. No condenar a nadie al infierno que supone la separación de tu corazón. Perdona a todos. También a aquella persona que se te hace inso-portable, aburrida, petulante, mezqui-na. También a aquel que se ha apro-vechado miserablemente de ti. Aquel compañero que te ha desilusionado con su comportamiento. A todos aque-llos contra quienes tendrías suficientes motivos para estar enojado. No dejes a nadie fuera de tu perdón. Si alguno queda fuera, el corazón se encoge. Nosotros, los seguidores de Jesús debemos hacer lo mismo que Él hizo en la cruz: ofrecer el perdón, para recibir la paz. Sólo con la fuerza del amor extremo podemos vencer y eli-minar el mal del mundo. Sólo con la saturación del Amor entregado sin re-servas, podemos superar la saturación del pecado, de la codicia, del rencor, del odio que carcome el alma. En la medida en que, invadidos por el amor de Dios, seamos capaces de transpa-rentarlo con nuestras actitudes y esti-lo de vida, podremos cambiar nuestra

SIETE PALABRAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

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historia, haciendo que los enemigos se den la mano, los adversarios se re-concilien y al ruido de las armas, le sigan los cantos de la paz; es cuestión de hacer del enemigo un prójimo y del prójimo un hermano, viviendo los cristianos como una nueva sociedad, una familia contraste, en medio de tantas estructuras de guerra y muerte, jalonados por el Amor expresado en el perdón, como única fuerza que trans-forma el mundo.

Segunda palabra de Jesús en la Cruz. Del evangelio de San Lucas: Lc. 23, 39-43.

«Uno de los malhechores colgados lo insultaba :¿ No eres tú el Mesías? —sálvate a ti y a nosotros.El otro le reprendía:—y tú, que sufres la misma pena ¿no respetas a Dios?. Lo nuestro es justopues recibimos la paga de nuestros delitos,este , en cambio no ha cometido nin-gún crimen.Y añadió: —Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reno.Jesús le contesto:—Te lo aseguro que hoy estarás con-migo en el paraíso.»

Tres cruces recortan sus si-luetas sobre el cielo sombrío de Je-rusalén. Sobre la colina del Calvario las tres cruces parecen idénticas. A los ojos ofrecen el mismo horrible espec-táculo. La misma tragedia. Gritaban los dos crucificados con Jesús. Vivían su muerte a la vez en soledad y compañía. Se mezclaban sus sangres, se mezclaban sus quejas. Quizá quienes decidieron esta triple ejecución trataron de su-mergir la muerte de Jesús en medio de otras anónimas, pero lo que de hecho lograron es que esas dos muertes gri-ses tomaran también la más alta tras-cendencia y se convirtieran en símbo-lo del destino humano. Uniendo las tres muertes no lograron hundir en el olvido la de Jesús: rescataron del ol-vido y plantaron en la historia las otras dos.

Dios se hace promotor de un encuentro para regalarle el perdón al pecador.Los enfermos eran llevados a Jesús para que lo curase. Pero a los pecado-res, va él a buscarlos. Va a su encuen-tro. Ni a la hora de su muerte qui-so despegarse Jesús de los seres huma-nos. Durante todo el camino re-corrido en su predicación Jesús amó a los hombres y mujeres, sobre todo los caídos y pisoteados; optó por los más marginados: los débiles, los pecado-res, los niños, las mujeres; por quienes tenían amenazada su dignidad o la ha-bían perdido; por quienes a causa de la ley y la religión se les impedía el acceso a Dios; por los despreciados y excluidos de las estructuras de domi-nio. Esta opción preferencial, pero no excluyente, la hizo Jesús, no porque amara su marginación, sino porque movido por entrañas de misericordia quiso agacharse hasta su miseria y le-vantarlos rehabilitándoles su dignidad de Hijos de Dios. Todo este mundo de víctimas y sufrientes se recuperó a través de la relación personal, direc-ta, hecha de comprensión, confianza y discreción. Jesús aparece comple-tamente volcado sobre el dolor del hombre, acercándose a los apestados sociales. Jesús está en la cruz por tener el coraje, la osadía de enfrentarse a la miseria humana poniéndose del lado de las víctimas. El ladrón de la derecha ha hecho de su dolor un momento fecun-do. Al borde de la muerte había sido capaz de escuchar la voz de Dios. Buscó reconstruir su vida en el últi-mo momento, reconociéndose culpa-ble e intentando examinar, conocer y comprender a Jesús, su compañero de suplicio desde el juicio ante Pilatos. La seguridad que veía en Jesús no era de este mundo. No había blasfemado de Dios, no renegaba de la vida. Se mostraba sereno y tranquilo. Era, evi-dentemente, un hombre bueno, justo. Y ahora el ladrón dice unas palabras nuevamente asombrosas: “Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino “. No se sabe qué admirar más: si la senci-llez de sus palabras, si la ausencia de

ambiciones o su inmensa fe; fe que le empujaba a creer, sin la menor vaci-lación, que este moribundo acabaría triunfando. Sabe que los dos van a morir, pero espera en un Reino des-pués de la muerte. Y ante tal petición, Jesús hace lo que solía hacer: salir a su encuentro, aunque fuera sólo con su mirada; identificar su sufrimiento, acompañar su dolor y dar la vida por su angustia: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. “Estarás” dice en tiempo futuro. Hay que pasar aún momentos atroces de tormentos. Pero ese futuro es ya un presente. En realidad el ver-dadero premio que promete Jesús al ladrón no está en la palabra “paraíso”, aunque lo incluye, sino en la palabra “Conmigo”. Este buen ladrón ya esta-ba en el Paraíso al estar en la cruz con Jesús; ya hacía parte del Reinado de Dios, por el hecho de estar al lado de aquel que encarna el Reino de Dios en la historia y le ofrecía sin condiciones el perdón. Sin reproches, sin mira-mientos, sin penitencias. Y es que así actúa Dios; no tiene memoria para nuestros pecados. Sólo le importamos nosotros y nuestro deseo de comenzar de nuevo, aunque aparentemente parezca tarde. El ladrón arrepentido al hacer camino con Jesús, el más espeluznan-te, vivió la conversión y experimentó el Reino que es la cercanía de Jesús y le fue prometido el paraíso que es la presencia del Padre. El ladrón le pidió un pensa-miento, un recuerdo y Jesús se va con todo prometiéndole mucho más, la presencia absoluta de Dios. Jesús no abandona al ser humano y no quiere ni por instante que sienta la soledad de Dios. Este momento se tornó para el ladrón en el momento de la esperan-za, de la apertura al futuro, momento de “buenas noticias”. La noticia del perdón. El perdón es la auténtica fuerza que elimina el mal en el mundo. El perdón es el antídoto que impide que el mal se siga reproduciendo; es el cortocircuito del mal, que erradica su presencia destructora y que ofrece un nuevo espacio donde hacer germinar una nueva relación.

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Jesús no sólo habló del per-dón de Dios. El mismo supo dar ejemplo de perdón. Y aquí en la cruz, el ladrón ha experimentado en su vida el perdón ilimitado de Dios quien lo invita a participar, ahora mismo, del Paraíso que se presenta cuando estalla el amor y la bondad. Acojamos la maravillosa y desconcertante revelación que nos hace Jesús de la misericordia infinita de su Padre, quien también es nuestro Padre, para poder decirle al mundo que por el amor ya estamos en el Pa-raíso.

Tercera palabra de Jesús en la Cruz.Del Evangelio según san Juan:Juan 19

“ Junto a la cruz de Jesús estaban su Madre, la hermana de su Madre, María de Cleofás y María la Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al lado al discípulo predilecto, dice a su Madre: —Mujer: Ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo,— ahí tienes a tu Madre.”

A esta hora se ha alejado el grupo de los curiosos. Gran parte de los enemigos se ha ido también. Que-dan únicamente los soldados y el pe-queño grupo de los fieles conformado por un grupo de mujeres y el discípulo amado Lo que Jesús vio desde la cruz no fue una mujer desmayada. Ella, desgarrada por el dolor, esta-ba allí entera, despierta para intentar entender con el corazón lo que estaba aconteciendo. Está de pié; fiel hasta el último momento. María, la Madre, había vis-to crecer a su hijo, y por esto conoce hasta los detalles más pequeños de su ser. Se había formado cuidadosamente en sus entrañas, lo había alimentado y cuidado; le había enseñado a caminar y lo elemental de la vida; le había en-señado a orar ya amar al Dios de Is-rael. En su hogar, Jesús se había hecho un hombre, a la sombra silenciosa y fiel de una madre solícita y dedicada. Pero hoy, todo este conocimiento es

inútil, en medio del espectáculo del dolor. La Madre hubiera querido bajar hasta el fondo de los ojos de su hijo crucificado, pero se perdía en el mis-terio de esta horrible muerte. No sabía decir nada; sólo sabía amar y repetir en su corazón: ¡hijo! ¡Hijo de mi alma! ¡corazón de mi corazón!, ¿porqué todo esto? ¿dónde, cómo, cuándo, elegirás librarte de todo esto? Tal vez, se sentía desilusiona-da, porque hubiera querido defenderlo en su juicio; quizás le hubiese gustado estar a su lado y limpiar cada gota de sudor y sangre en medio del camino hacia la cruz. Pero aquí, a los pies del madero, ¿qué puede hacer? Sólo ofre-cerle el esfuerzo por contener las lá-grimas, y aunque sea con un pequeño gesto, hacerle sentir que estaba con él, como lo había estado siempre. Su hijo estaba muriendo, mientras ella seguía viva. Cuánta angustia sentía al ver su sangre resbalar carne abajo hasta los pies, y gotear sonando silenciosa en el silencio de la tarde. Cómo hubiera deseado la madre que los ojos del hijo se posaran en ella aunque fuera unos instantes; pero también comprendía que en este momento Jesús estaba todo volcado hacia su Padre y hacia los seres hu-manos por quienes moría. Hasta tuvo que entender que cuando el Maestro se dirigió a ella fue para hablarle de los hombres y mujeres de este mundo.María ha entrado en la noche de la fe y qué profundas es. Ni una sola venta-na con luz; sólo restaba esperar, creer, cerrar los ojos. Ya no hay ángeles ni veces del cielo. Sólo la muerte lenta que se avecina y el sonar de los latigazos en los oídos y las blasfemias y risas que se habían grabado en su corazón. Jesús se dirige a su Madre unas palabras, para introducirla mis-teriosamente en el corazón del drama de la salvación del mundo. Ella parti-cipará de la misión de su Hijo con el mismo oficio que tuvo desde el origen: el de Madre. Madre de la humanidad entera, de la Iglesia representada en Juan. Ahora, no un ángel, sino su pro-pio Hijo le encomienda una tarea gi-gante: la de recibir como hijos a todos los seres humanos, incluso a los asesi-

nos de su primogénito. El mismo dolor que ahora meditamos, en la madre del Señor, se repite en las madres de los secuestra-dos hace varios años y a los cuales ya casi nadie recuerda. Ese mismo dolor se repite en la de las víctimas de los atentados terroristas que horrorizan el mundo entero. Las Madres en medio de esta guerra siguen siendo esa palabra dulce que reclama el respeto de la vida de sus hijos: Tenemos que pedir perdón en esta noche de oración a todas las madres que no son escuchadas y que ven ahogados sus gritos de clemencia por sus hijos condenados por la indi-ferencia de la Sociedad, de la Iglesia o del Estado. La muerte del Maestro con-sagra y santifica esos suaves y precio-sos valores de la tierra que enternecen y cautivan este mundo. La palabra madre reclama un significado ineludi-ble: Defensa de la Vida. ¿Qué contem-pla el discípulo en ella sino su dolor? Esa misma invitación del crucificado a volver el rostro y el alma hacia la madre dolorosa resuena hoy para to-dos los comprometidos en esta guerra colombiana: sean paramilitares, sean guerrilleros, sean los responsables le-gítimos del Estado, sean los dueños de los medios de producción. Paremos este dolor: miren las familias que no tienen un hijo alterno que les pueda acoger en su casa. Miren la cantidad de hogares doloridos por la muerte y el hambre de ser un desplazado o un desempleado. Miren la cara sucia, el vestido viejo, el no futuro que todos hemos construido. También la palabra Madre indica el significado de Mujer. Rendi-mos un homenaje a todas las mujeres que han sido el pilar de la vida familiar en tantos hogares colombianos. Pocos son los que pueden contar que no fue la madre la que mantuvo con tesón los vínculos familiares, muchas veces con dolor y sabor de crucificada. Pero ellas, por sus hijos, se mantuvieron fir-mes abriendo para todos las puertas de la esperanza. “Desde aquel momento el discípulo la acogió en su casa”. El dis-cípulo le ofreció el calor de una casa.

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Ella entregó al discípulo el calor de un corazón materno. No nos podemos resistir a la invitación de Jesús para que la mujer asuma un papel más pro-tagónico en la sociedad y en la Igle-sia. Necesitamos que las mujeres nos lideren en los procesos de la reconci-liación porque la mujer se muestra hoy día como más fuerte, más abierta a la fidelidad y la honestidad. Madre del Crucificado, en ti vemos reflejado el dolor de todas las madres. El dolor de aquellas que como tú tienes que contemplar el cuer-po desgarrado y torturado de sus hijos, víctimas de la violencia, de la injus-ticia social, de los comerciantes de drogas, de los comerciantes de armas y de los comerciantes de poder. Tú entiendes el dolor de tantas mujeres y hermanas, madres y viudas de desapa-recidos que claman por justicia al cie-lo. Tú conoces el dolor de las familias que abrazan con dolor el recuerdo de un hijo, que por defender la patria, cae víctima de las balas miserables y mal-ditas de quienes la guerra es su único argumento y bandera. Ruega por nosotros, tus hijos, y que junto a la cruz de tu Hijo, en las cruces de nuestras vidas, encontremos siempre tu valerosa figura de Mujer Integra y de Madre de Misericordia.

Cuarta Palabra de Jesús en la Cruz.Del evangelio de San Marcos.Mc. 15,34.

«A media tarde Jesús gritó con voz potente:—Eloí, eloí, lemá sabaktani.Que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿porqué me abandonaste?».

El sufrimiento sin sentido, sin salida, sin fin, lleva a los humanos a buscar a Dios a gritos , incluso, a desesperar de Dios. Nos preguntamos: si existe Dios ¿Por qué todo este sufrimiento? Y pensamos en Dios como en una fuerza ciega e insensible que no se preocupa de nada. A Dios le da lo mismo que mueran niños en las guerras y en los tugurios de América Latina. No se

preocupa por ellos. ¿Cómo puede Dios permitir todo esto? ¿Está lejos de nosotros, ausente, guardado en el cie-lo? ¿Cuál es, entonces, la actitud de Dios frente al problema del mal, tan vivamente palpado y experimentado? El Padre está, de modo incondicio-nal, al lado de las víctimas frente al mal que los oprime. La vida de Jesús nos ha demostrado que su intención es oponerse a las fuerzas del mal. Su presencia libera la hombre tanto de la miseria radical que lo oprime (el peca-do) como de sus consecuencias (la en-fermedad, el hambre, el desprecio). Su misión es traer la buena noticia de que Dios está presente, con su amor y su poder, para salvar a todos. A todos, sin excepción; en la lógica del Evangelio primero y principalmente a los exclui-dos de la salvación, a los “pobres”, los que no pueden defender sus propios derechos, los excluidos, incluso por los hombres, de la Alianza con Dios. Jesús libera del mal perdo-nando el pecado, curando enfermeda-des, comiendo con los pecadores: trae el anuncio de parte de Dios, del “no” radical a la historia del dolor humano. Donde él está desaparece la tristeza y la angustia. El mal está ahí como di-mensión ineludible de nuestra finitud; lo único que cabe es tratar de com-batirlo y remediarlo. Y esto es lo que vemos hacer a Dios en Jesús, con la entrega de un amor insospechado, sin límite alguno. Jesús es hombre como todos; ni siquiera asumida por Dios nuestra finitud pude dejar de sentir el cinturón de hierro de la limitación ni escapar a la terrible mordedura del mal. Todo lo que hace Jesús, es Dios mismo quien lo hace. En la du-reza de la vida, Jesús siguió hasta el fin la voluntad del Padre, no su pro-pio egoísmo; pero, al hacerlo, no se le ahorró nada de dificultad, nada del sufrimiento que todo ser humano debe afrontar, hasta el de la muerte expresa-do en este grito de abandono. La Encarnación es tomar carne concreta de hombre para vivir en ella, a partir de ella. El Verbo de Dios no hizo una experiencia de hom-bre, sino que se hizo hombre. Carne

de pesebre y de cruz, carne de ternura y coraje, carne de trabajo y descanso, carne de hombre que ahora muere. A pesar del grito desesperado de Jesús, en Él se hace visible que el dolor no tiene la última palabra; que más allá de la tristeza del ser limitados y de experimentar el sufrimiento, nos espera la felicidad infinita del proyec-to de Dios sobre nosotros. En Jesús se revela la acti-tud radical de Dios frente al dolor del hombre: un Dios que participa de ma-nera real en ese dolor y que por lo mis-mo, concentra todo su interés en que sea vencido y eliminado. El Dios que se revela en Je-sús es un Dios que se conmueve con la miseria de los hombres. El Dios de Jesús no es in-sensible ante los dolores humanos. El ha querido libremente ser en realidad misericordioso y compasivo. Dios, por amor, participa del sufrimiento humano, sin perder nada por ello de su dignidad divina. Todo lo contrario. La enseñanza insistente de Jesús sobre la compasión de Dios hacia los hom-bres muestra que, en su omnipotencia, Dios tiene poder para exponerse libre-mente por amor a experimentar en sí un eco vivo del sufrimiento del otro. Jesús tiene un corazón sensi-ble a todo dolor humano. Ante la mi-seria de sus hermanos no se hacía el fuerte, como si fuera alguien superior, a quien no llegan las pequeñeces dia-rias de los humanos. Él nunca se pre-senta haciendo gala de superioridad ni humillando con su postura a nadie. Conoce y penetra con simpatía todos los corazones, especialmente los que sufren, los que se sienten pequeños o fracasados en la vida. Su corazón siempre tiende a mirar la mejor parte, a disculpar, a perdonar, a compartir. Por eso todos los que sufren se sienten acogidos por él y las multi-tudes se le acercan confiadas. Los po-bres, los niños, los pecadores ven en él un amigo que les entiende. ¡En verdad que en este hom-bre se manifestó la bondad y la com-pasión de nuestro Dios!. La cruz de Jesús es la demos-tración más acabada del inmenso amor de Dios a los crucificados. La cruz de

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Jesús dice, de un modo creíble, que Dios ama a los hombres, y que él mis-mo se dice y se da como amor y como salvación. En la cruz Dios ha pasado la prueba del amor, para que después podamos también creer en su poder, el poder triunfador de su resurrección. Quienes claman hoy a Dios pueden descubrir que comparten el grito mortal del crucificado; des-cubren en el Cristo sufriente al Dios compasivo que sufre con ellos y los entiende. Dios en Jesús llegó a ser el Dios humano, soberanamente humano que clama con nosotros y en nosotros. El Dios amoroso revelado en la cruz de Jesús ha hecho de nuestra vida una parte de su vida y de nuestros sufri-mientos los suyos propios. Quien cree en el Dios que sufre con nosotros, reconoce su sufri-miento en Dios y a Dios en su sufri-miento, encontrando en la comunión con Él la fuerza que le permite perma-necer firme en el dolor y la tristeza sin derrumbarse. Señor, solitario de la cruz, haz que comprendamos que sin fe y sin valores evangélicos no podemos sobrevivir; haz que sintamos tu pre-sencia salvadora en nuestra sociedad destrozada y angustiada. Permite que tu grito de crucificado nos comprome-ta en la construcción de una sociedad equilibrada y madura, de una Iglesia viva y presente, que siente a su Señor cercano en sus sufrimientos.

Quinta Palabra de Jesús en la cruz.Del Evangelio según san Juan 19, 28b.

«Tengo sed».

El alborear del tercer milenio da la sensación de estar marcado por el signo de la desesperanza. Es ya con-senso general decir que asistimos y somos protagonistas de una verdadera crisis de esperanza y que los hombres y mujeres de hoy se sienten cada vez más desilusionados, unas veces, por-que colocan, quizás sin darse cuenta, su esperanza en el lugar o en las per-sonas equivocadas y, otras, porque sus justas aspiraciones de un mundo me-jor, más fraterno y con igualdad de po-sibilidades para todos, parece que se

aleja cada vez más. Gracias a los medios de co-municación social, a la globalización de la economía, de las ideas y de las culturas y al fenómeno de la urbani-zación, el mundo se ha convertido en una «aldea global». Se trata del fenó-meno de la “globalización” como uni-versalización de la conciencia humana y nuevo paradigma de comprensión e interpretación del mundo, que provoca un nuevo modo de percibir las cosas, de actuar y de valorar, que va condu-ciendo, a su vez, a una nueva cultura con rasgos de universalidad. Este fenómeno de la globa-lización ha traído consecuencias des-iguales en una y otra parte del planeta, con la característica general de afec-tar negativamente a las sociedades y culturas más pobres de la tierra. Los ideales humanos de gran alcance, las utopías de la justicia y la redención de la humanidad, se han quedado en suspenso, dejándolo todo en manos del mercado, del que se esperaba que por sí solo instaurara la soñada igualdad y justicia y que, finalmente, sólo ha provocado crisis, decepción y desesperanza porque las injusticias y desigualdades son cada vez mayores y más profundas: hoy se da una mayor producción y riqueza mundial, aunque cada día peor distribuida; una mayor interdependencia e intercambio entre las naciones del mundo, pero de una manera asimétrica; un mayor cono-cimiento y dominio de la naturaleza, pero privilegiando a pequeñas elites y, en la mayoría de los casos, degradan-do los ecosistemas; una mayor, mejor y más rápida comunicación interconti-nental, la conquista del espacio y del átomo, aunque sin beneficio real para grandes mayorías, que viven “desco-nectados”; la lucha contra las enfer-medades y desastres naturales es cada día mayor, aunque todavía con una falta enorme de equidad hacia los pue-blos más vulnerables; se dan grandes avances de la cultura y el arte, pero con desigual distribución de benefi-cios y, a veces, con graves deterioros culturales; se da una mayor insistencia en los derechos humanos universales, pero quizás sin una clara y adecuada base de valores y principios éticos.

En definitiva, podemos decir que, fi-nalmente, la globalización para algu-nos pocos ha significado vida y crea-tividad, avance y realización, mientras que para una gran mayoría ha signi-ficado exclusión, frustración, muerte y, por último, una profunda desespe-ranza. A todo esto va unido el he-cho de que el terrorismo mundial ha hechos que pasemos de un clima de confianza y seguridad a un régimen de inseguridad y desconfianza. Vivimos hoy una situación internacional de violencia, desasosiego e intranquili-dad que ha ahondado la desilusión y la desesperanza ante la imposibilidad de construir un mundo fraterno y en paz. Y el panorama se completa cuando pensamos en las consecuen-cias que estos hechos suponen para nuestro país, se presentan entre noso-tros, las graves consecuencias ocasio-nadas por la corrupción, la violencia, el narcotráfico y el conflicto armado en el que está sumida nuestra nación desde hace ya un buen rato. Pobreza y miseria, abandono de las tierras, des-plazamientos forzados, daños ecológi-cos irreparables, secuelas y patologías de todo tipo en las personas y en la so-ciedad, son entre otros, la resultante de la compleja situación que vivimos. Todo este escenario ha termi-nado por generalizar una experiencia común: la crisis, la conmoción y la desesperanza. Hoy se habla, por do-quier, de un mundo y de un país en crisis, conmovido y desesperanzado. Es la pérdida de la esperanza provoca-da por estos fenómenos, y cuyas con-secuencias no han permitido, todavía, dar a luz una sociedad justa, igualita-ria, fraterna, solidaria y en paz como la soñamos todos. Lo único que de verdad hay globalizada es la miseria y este círculo infernal de pobreza y ex-clusión. Toda esa masa de “sobrantes” como los califican hoy, de, marginados y excluidos, lanzados a vivir la vida en la inhumanidad, está clamando, y cada vez con más fuerza, por su inclusión en la vida económica y social, con la esperanza de que algún día el mundo escuche su lamento. Ellos son los nue-vos crucificados sedientos de justicia. Vale la pena, entonces, preguntarse:

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¿será posible reconstruir y devolver-le la esperanza, ya no sólo a los po-bres que claman por la liberación de estructuras injustas y opresivas, sino también a los excluidos del sistema del mercado y el consumo, condena-dos al olvido, a la miseria absoluta y a la muerte? ¿Qué instancia podría de-cirles una palabra y realizar acciones a través de las cuales ellos se sintieran “incluidos”? Nuestra Iglesia, que por op-ción y estilo de vida heredado de su fundador, debe ponerse de parte de las víctimas de la sociedad, está coloca-da ante el reto de impulsar y animar procesos que conduzcan a la globa-lización de la solidaridad y la espe-ranza. Humanizar la globalización y apropiarse de lo mejor de ella para forjar una sociedad y una cultura pro-fundamente comunitaria y solidaria, que no permita que haya más pobres ni excluidos sobre la tierra y que con-tribuya a la dignificación e igualdad entre todos los hombres, es una de las labores prioritarias hoy en la Iglesia. Se trata de la búsqueda del estableci-miento de la justicia internacional, del aseguramiento del respeto de los de-rechos humanos, y de una solidaridad comunitaria en y en todo lo humano. Para el logro de este fin es urgente, por una parte, elaborar una reflexión e impulsar una praxis que tenga como punto de partida el valor de la persona humana como principio y fin de toda institución social, y que haga de ella, especialmente de los más pobres, el centro del desarrollo; y, por otra par-te, buscar un consenso ético universal en torno a los derechos humanos y al logro de la justicia en favor de los po-bres y excluidos. La presencia activa de la Iglesia en todas estas realidades su-pone, por un lado, una espiritualidad de Solidaridad, como el fruto más maduro de la comunión vivida ecle-sialmente y, por otro, una pastoral ali-mentada por la esperanza y generado-ra de esperanza. La espiritualidad de la solidaridad tiene su fundamento en el amor misericordioso de Dios por la humanidad. Ella encuentra su urgen-cia en unas entrañas de misericordia, que sienten en carne propia el dolor

del hermano y que impulsan a trans-formar la sociedad, porque propone un mundo con sabor a Reino de Dios.Una pastoral alimentada por la espe-ranza, tiene su fundamento en la con-fianza en el Espíritu del Señor que, como artífice de la esperanza, desplie-ga este don en la comunidad creyen-te. Y es generadora de esperanza, en cuanto empuja a los creyentes a luchar contra toda forma de exclusión, a libe-rar de los miedos que esclavizan, y a romper las cadenas de la pobreza y la marginación, creando condiciones de promoción personal y colectiva. Definitivamente la sed de Je-sús en la cruz va más allá de una sed física, Jesús expresa una sed más pro-funda. La sed, el anhelo de su corazón. La sed de una nueva sociedad de her-manos y hermanas; sed de solidaridad con los crucificados de este mundo. Jesús quiere que los defendamos, les ayudemos a abrir los ojos y organizar-se, eliminando todo lo que los rebaja, asumiendo la causa de su liberación, que es la causa del Reino de Dios.

Sexta Palabra de Jesús en la cruz. Del Evangelio según san Juan: Jn, 19, 30.

“ Todo está consumado”

El crucificado, puede vol-verse serenamente hacia su Padre, en medio de los tormentos de su suplicio. En su interior existe una gran paz que le permite nuevamente regresar al diá-logo sereno con el Abbá, quien fue el centro absoluto de su vida. No piensa en su muerte como realización de sí mismo. Lo decisivo para Él es que esa muerte es la cima de la realización de la voluntad de su Padre. He aquí una muerte plena; he aquí una muerte que es, más que nin-guna otra, un destino realizado como ninguno otro. La de Jesús fue una vida llena. No precisaba un día más. Todo estaba consumado, todo estaba cumplido. Al contemplarte, Jesús, des-figurado y hecho un despojo humano, queremos decirte: ¡Qué orgullosos es-tamos de tu obra! ¡Qué bien lo hiciste

todo, Señor! El mensaje del reino, anun-ciado por ti, Jesús, fue y es “evange-lio”: la noticia más hermosa y decisiva que pueda comunicarse. Tú nos revelaste que el rei-no es iniciativa de Dios, gracia suya. Es Él quien lo otorga porque así lo ha querido. Más aún, es su Reino porque lo que otorga no es otra cosa que a sí mismo como fuente de vida feliz; no sólo da sino que ha resuelto darse, ha-cerse para siempre Dios-con-nosotros. La gente del pueblo percibió que en tí pasaba Dios amorosamente. En tus palabras y tus signos de miseri-cordia, en tu presencia, sentían el en-tusiasmo de quien siente en su corazón la presencia desbordante de Dios. Para la gente, tu presencia, Jesús, abría po-sibilidades inéditas. Tu eras el mismo Dios tocando al débil en su propia miseria; el lugar donde Dios tocaba la enfermedad, la pobreza, el olvido, la locura, la invalidez, el pecado, la muerte. No lo hiciste desde arriba sino poniéndote boca abajo, debajo del dé-bil para levantarlo, para llevarlo enci-ma. Eras, Jesús, la mano de Dios que se responsabiliza del dolor humano. A través de tu entrega servi-cial, humilde y fuerte, todos percibían que Dios se hacía presente llenándolos de energías de vida, de un dinamismo esperanzado, de sentido, de la fuerza de su amor. En verdad, Jesús, eres el hombre-de-Dios constituido en el “Hombre-para-los-demás” por la fuer-za y el poder de Dios que habita en ti de un modo nuevo. Para ti vivir es vi-vir para los otros, servir a otros. Tu vida, Señor, nunca estuvo centrada en ti mismo, sino en tu Padre. Y justamente tu vivencia del Padre Dios es la que te convierte en servidor incondicional de los hijos del Padre, tus hermanos. Ese ser para otros y la convicción de que en eso se corres-ponde a Dios es la experiencia funda-mental de tu existencia. Fuiste un hombre abierto a todos. No conociste lo que era el ren-cor, la hipocresía o las segundas inten-ciones. A nadie cerraste tu corazón. Como tú Jesús, queremos abrirnos al acontecer amoroso de Dios

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en nuestro corazón y así seremos más hermanos aprendiendo a servir y ser útiles al prójimo. En la medida en que nos vaciemos del egoísmo y dejemos sitio en el corazón para todo el que ne-cesite de nosotros. Solamente cuando se ha te-nido una experiencia muy honda de Dios, como la tuya, Señor Jesús, sólo entonces seremos capaces de salir de nuestro aislamiento de egoísmo, para abrirnos, como tú, hacia los otros. Por todo esto, pudiste decir en la cruz, con absoluta serenidad: todo está cumplido. Se cumplió el plan de amor de Dios; su corazón que-dó revelado y abierto a todos y en tu vida nos dejaste el proyecto de exis-tencia realmente humana; gracias, Se-ñor, porque, en ti, todo está cumplido. Pero lo cumplido no anula nuestro compromiso. Somos respon-sables de hacer extender la novedad del Reino. El “todo está cumplido” de Jesús como ser humano, señala nues-tro “todo comienza” porque ahora so-mos las manos, los pies, los ojos de Dios para comunicar y hacer presente aquello que él soñó y de lo cual somos constructores. Queremos, Señor, poder de-cir como tú al final de nuestra vida: Todo está, con tu ayuda, cumplido.

Séptima Palabra de Jesús en la cruz.Del Evangelio según san Lucas:Lucas 23,46.

“ Dando un fuerte grito, dijo:Padre: En tus manos encomiendo mi espíritu.”

Ya sólo faltaba morir, des-pedirse del mundo, encomendarse al Padre, morir. El hombre teme a la muerte. Se pasa la vida huyéndole. Y sin em-bargo es tan sencillo. Para el que cree en Dios, morir no es nada trágico; no es saltar en el vacío, ni entrar en la no-che. En realidad es sólo que ponemos la cabeza en su sitio, en las manos del Padre. Las manos de Dios son sal-vación. No están hechas para conde-nar, sino para salvar. Las manos de Dios son Resurrección. El no es Dios

de muertos, sino de vivos. Él no sabe dar muerte, sino vida. Como Cris-to. Porque las manos de Dios son las manos del Padre. Y digo PADRE con mayúscula, porque Dios no es como un padre. Dios es Padre, se dedica a ser Padre, es “sólo” Padre, sobre todo Padre, ante todo Padre. Esta fue la gran Revelación de Jesús. Realmen-te para esto vino Jesús al mundo. Si quitamos esta verdad nada queda del Evangelio. Pongámosla y todo el mensaje evangélico adquiere sentido. Por eso Jesús muere tranquilo: sabe bien dónde pone su cabeza. Acabó su combate, es hora de descansar. El está colgado en esa cruz por fidelidad amorosa y obediencia a su Padre. La fidelidad de Jesús al amor de su Padre y al proyecto revelador de su amor a los hombres llevó a que sus enemigos decidieran condenarlo a muerte. En la cruz se revela cuanto ama Jesús al Padre y, a la vez, en la misma cruz se revela cuánto aman el Padre al Hijo y a los hombres: en la cruz la comunión entre le Padre y el Hijo toma la forma de amor, un amor entregado, sacrifica-do por los hombres, amor que culmina en el entero vaciamiento de Jesús y en la donación amorosa del Espíritu, revelándose y autocomunicándose, de esta manera, el amor de la Trinidad por los hombres. La historia de Dios es, de esta manera, la historia trinitaria revelada en la cruz: el Padre que entre-ga a Jesús, el Hijo que se entrega y el Espíritu que es Entregado por el Hijo al Padre: “Padre, en tus manso enco-miendo mi Espíritu”. En la cruz se revela esplen-dorosamente la Trinidad. En el calva-rio se consuma de forma suprema la entrega de Jesús al Padre por amor a nosotros y en lugar de nosotros; y su entrega tiene la densidad de una ofrenda dolorosa sellada con sangre. A la entrega que Jesús hace de sí mismo para reconciliar el mundo con Dios, corresponde la entrega del Padre. Dios entrega a su Hijo por amor ex-tremo a los hombres: “Tanto amó Dios la mundo que le entregó a su propio Hijo para que se salve por su medio” (Jn 3). Entregando a su propio Hijo, el Padre perdona el pecado del mundo y demuestra la grandeza de su amor

misericordioso. La cruz es también entrega del Espíritu. El crucificado en-trega al Padre el Espíritu que el Padre le había entregado y que le será dado en plenitud el día de la Resurrección; el viernes santo, día de la entrega que el Hijo hace de sí mismo al Padre y que el Padre hace del Hijo a la muerte por los pecadores, es le día en el que el Espíritu es entregado por el Hijo al Padre, para que el crucificado quede abandonado con los pecadores y los pueda reconciliar con Dios. Todo este misterio de entrega trinitaria es lo que posibilita que el hombre sea salvado. Como Jesús, hoy ponemos en tus manos de Padre nuestras vidas y proyectos; en tus manos nuestras fa-milias y sus dificultades; nuestro país, nuestro mundo y su cruda situación de violencia y muerte. En tus manos las esperanzas y el futuro de los niños; los sueños de ideales de los jóvenes, los buenos deseos de todos los hom-bre y mujeres que quieren construir un mundo nuevo, un mundo de her-manos. Lo hacemos porque sabemos que tus manos son como las manos de la madre que acarician para despertar la vida. En ellas todo dolor es suave, todo es luz, seguridad y abrigo. Nos abandonamos en ti, se-guros de que nuestra esperanza no quedará frustrada y que después de los nubarrones negros de la incertidumbre y le dolor de la muerte, aparecerá un amanecer nuevo, lleno de la claridad de tu presencia. Por esto con Jesús, agradecidos por la salvación y la vida que nos diste por su sangre, te decimos:Padre: nos ponemos en tus manos, haz de nosotros lo que quieras. Sea lo que sea, te damos gracias. Lo aceptamos todo con tal que tu voluntad se cum-pla en nosotros y en todas tus criatu-ras. No deseamos nada más Padre; te ofrecemos nuestras vidas y te las da-mos con todo el amor de que somos capaces. Porque deseamos darnos, ponernos en tus manos sin medida, con infinita confianza, porque tú eres nuestro Padre.

Suena el silencio de la tarde. Muere. Ha muerto.

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¡Oh noche maravillosa, oh noche santa que te hace día el Me-sías”. Con estas hermosas palabras del pregón pascual con el que anun-ciábamos gozosos la Resurrección de Cristo, comenzamos nuestra reflexión en esta solemne Vigilia pascual, en la que las palabras son innecesarias, por-que todo habla al corazón y proclama la victoria de la vida sobre la muerte. Sin lugar a dudas esta noche es distinta a las demás; es una noche llena de vida y de fiesta, porque el Pa-dre del amor infinito nos ha regalado de manera definitiva la vida nueva en su Hijo amado, Resucitado de entre los muertos. Esta es la noche de la vida y del amor. La noche en que Dios nos demuestra lo enamorado que está de la humanidad.

Después de haber vivido la tragedia de una muerte cruel y brutal, la gran noticia que esta noche se nos ofrece es: ¡Cristo está vivo, Dios lo ha resucitado! Así pues, la muerte no ha podido con Jesús; el Crucificado está vivo con la misma vida de su Padre Dios. Es acá donde la experiencia de la fe que transforma la existencia, so-brepasa toda lógica y toda razón hu-manas, pues Dios no se ha quedado pasivo ante la muerte de su Hijo; lo siguió hasta la cruz y hoy ha bajado hasta el abismo, ha entrado en el país de los muertos donde todo es silencio, oscuridad y soledad para arrebatar de las garras de la muerte al amor de sus amores. A partir de este magnífico acontecimiento, Dios nos ha incluido a todos de manera eterna en su cora-zón enamorado. Hoy se han abierto las puertas de su corazón, que es el cielo, para que entremos llenos de amor y de alegría a compartir la vida que nos hace plenos. Mientras muchos pregonan en nuestra sociedad las voces de la muerte y de la perdición, Dios se vuel-ve con todo su amor para decirnos que no es la muerte, el sin sentido y la nada lo que le espera a sus hijos. De ningu-

na manera: es la vida, la vida plena y feliz que no se agota en lo efímero y pasajero, sino que fluye sin agotarse hasta la eternidad. Esta es la noche de la gran esperanza. La esperanza que garan-tiza que la vida del ser humano ya no está en las manos del dolor, de la tristeza, de la soledad y del fracaso. Nuestra existencia y la de todos los seres humanos, está en las manos de Dios, quien es Padre misericordioso y el cual hoy, instaura en este mundo su Reinado. La vida vale la pena vivirse a partir de esta noche festiva y pas-cual. Más allá de todas las lágrimas, de todos los sufrimientos y de todo el dolor que podamos sentir, el Dios de la vida abre ante nosotros su infinita capacidad de darnos salvación, pues lo ha apostado todo por cada uno de nosotros. Hermanos y hermanas, a par-tir de este momento podemos contem-plar el futuro con esperanza, pues la muerte ha sido vencida de una vez y para siempre. Aunque las apariencias digan todo lo contario, el triunfo es de la vida, el triunfo es de Dios; la últi-ma palabra la ha tenido Él y ha sido de salvación para todos. En el corazón mismo de este proceso esta el Padre inspirando su búsqueda. Él ilumina nuestras preguntas, va desvaneciendo nuestras dudas y va despertando nues-tra fe hacia los horizontes del amor y de la vida sin límites. El Dios de Jesús, que es el Padre lleno de amor y de ternura por cada uno de nosotros, nos pide esta noche que nos dejemos llenar de esta certeza de vida. Nos pide que seamos hombres y mujeres libres para llevar a todos, su buena noticia. Nos pide dejar atrás las arcaicas estructuras sociales y religiosas para poder entrar definiti-vamente en la vida del evangelio; nos pide tener un corazón más amplio para que podamos amar a todos sin límites; nos pide que seamos comunidad que muestre a Jesús resucitado en todo. Vale la pena ser cristiano,

vale la pena creer en el Dios de la vida, de la ternura y de la misericordia. Esto es lo decisivo: Jesús está vivo y está con nosotros. Por eso, más allá de una doctrina, de unas normas, de unas rú-bricas y de un cumplimiento, lo que implica la resurrección es todo un compromiso radical con la vida nueva mirada desde Dios. Esta celebración debe suscitar discípulos y discípulas que aprendan a vivir desde Jesús, el Cristo glorioso que hoy nos congrega y se desborda en nosotros. Cristo, el Hijo de Dios, está vivo. Su resurrección y glorificación son el gran don que nuestro Padre nos hace. Salgamos ahora a proclamar la Buena Noticia de salvación a todos los corazones, para que el mundo explote de dicha como nosotros, que exultamos gozosos porque el Resuci-tado destella su luz en nuestras almas. AMÉN. Hoy, Domingo de Pascua de Resurrección, proclamamos la única verdad digna de ser proclamada: Cris-to ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado. Millones de personas creen en Dios, creen en otra vida, viven la regla de oro –no hagáis a los demás lo que no queréis que os hagan a voso-tros- pero sólo los cristianos creemos en Jesús Resucitado. La Palabra de Dios es real y escucharla en este día solemne es confirmar nuestra fe en Aquel que nos sigue fortaleciendo: Cristo resucitado. Este DÍA, el más luminoso de todos los días, irrumpe sin que nada ni nadie pueda detenerlo en el panora-ma de la vida cristiana para que, como decía San Pablo, no seamos los más miserables de los hombres ni sea vana nuestra fe. El sepulcro vacío, sin ca-dáver, es una llamada a la esperanza y a lo que debe ser el estilo de vida cristiano, un estilo de vida que tiene por norte un HOMBRE RESUCITA-DO, porque el Dios cristiano no es un Dios de muertos, sino de vivos, un Dios que quiere que los hombres sean felices y gocen y rían; un Dios que

SOLEMNE VIGILIA PASCUAL

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quiere que los hombres sean hombres de verdad, capaces de comprender al mismo hombre, de compartir con él la alegría y el dolor, la escasez y la abun-dancia, los proyectos y las decepcio-nes; un Dios que quiere que vivamos en una espléndida libertad porque su Hijo vivió y murió precisamente para que seamos libres.Ésta es nuestra fe, nuestras señales de identidad. Sólo los que creen en Cristo Resucitado son cristianos. En este primer día de la se-mana como los discípulos nosotros también acudimos a donde está el Se-ñor para poner en El toda nuestra es-peranza y para llenar nuestra vida del gozo que produce la alegría de la fe en Cristo Resucitado. La losa quitada del sepulcro es la definitiva acción de Dios que en Cristo nos quita todo aquello que nos envilece en el pecado y que nos inun-da de su luz maravillosa haciendo nue-va nuestra existencia. Como los primeros discípu-los corremos en busca de la verdad que nos plenifica en este día de Pascua para comprobar por nuestros propios sentidos las hazañas maravillosas de nuestro Dios y de esta manera se pro-duzca en nosotros la alegría de ver y creer; de salir y de contar lo que las sa-gradas escrituras nos confirman cons-tantemente: ¡Cristo ha resucitado! Las palabras del apóstol Pedro, de este Día solemne y bello nos sorprende con su intenso realis-mo. Dice: “comimos y bebimos con él, después que resucitó de entre los muertos”. La primera y fundamental afirmación de este Día grande es que el Cuerpo del Resucitado es real. Su Cuerpo es real, realísimo, y por eso sabemos que su Resurrección es real, realísima. A los que hemos venido ven-ciendo el mal a fuerza del bien tene-mos que entender que ningún daño definitivo se puede causar a los que arriesgan radicalmente por el bien, incluso más allá de su propia vida, entendemos también la enseñanza del Apóstol, en la segunda lectura de hoy: hemos resucitado con Cristo, tenemos ya una razón profunda y una fuerza in-vencible que nos permiten “buscar los

bienes de allá arriba”. Si la vida sin esperanza es un largo prefacio de in-fierno, la vida con la esperanza puesta en el Resucitado es una degustación de cielo. Nuestra Iglesia nos hace y nos seguirá haciendo un llamado per-manente a ser discípulos misioneros: aquel que profesa con su vida y sus palabras que Cristo ha resucitado, aquel que en su vida y en sus obras es presencia discipular, profeta activo de la verdad, misionero del amor y la justicia y testigo fehaciente de la vida en comunidad. Solo quien ha vivido el auténtico encuentro con Cristo y se ha transformado en Él, será testimonio de una legítima conversión, de una vida ejemplar, de ser hermano entre los hermanos y de comunicar el reino de Dios y su justicia. Como el discípulo amado hoy somos invitados todos a ver y creer. Palpemos a través de los testi-gos inmediatos, gocemos a través de sus ojos asombrados, y cantemos a través de su voz jubilosa: Es verdad; ha resucitado; ¡aleluya!, ¡aleluya! La resurrección necesitó testigos en su momento; los necesita hoy también: los cristianos. Pero sólo según viva-mos, nuestro testimonio será fiable. AMÉN.

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Reflexiones Equipo Misión Continental

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Antífona: Hosanna al Hijo de David, ben-dito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel. ¡Hosanna en el cielo! Queridos hermanos: Ya des-de el principio de Cuaresma nos ve-nimos preparando con obras de peni-tencia y caridad. Hoy, cercana ya la Noche Santa de la Pascua, nos dispo-nemos a inaugurar, en comunión con toda la iglesia, la celebración anual de los misterios de la Pasión y Resu-rrección de Jesucristo, misterios que empezaron con la solemne entrada del Señor en Jerusalén. Por ello, recordan-do con fe y devoción la entrada triun-fal de Jesucristo en la ciudad santa, le acompañaremos con nuestros cantos, para que participando ahora de su cruz, merezcamos un día tener parte en su resurrección. Oremos. Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición +estos ra-mos, y a cuantos vamos a acompañar a Cristo aclamándole con cantos, con-cédenos, por él, entrar en la Jerusalén del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. + LECTURA DEL SANTO EVAN-GELIO SEGÚN SAN MATEO. Cuando se acercaban a Je-rusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles: “Id a la aldea de enfrente, encontraréis ensegui-da una borrica atada con un pollino, desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto”. Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta: “Decid a la hija de Sión: Mira a su rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila.” Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la bo-rrica y el pollino, echaron encima sus mantos y Jesús se montó. La multitud extendió sus mantos por el camino;

algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba: “¡Viva el Hijo de David!” “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” “¡Viva el Altísimo!” Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada: “¿Quién es éste? La gente que venía con él decía: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea.”Palabra del Señor.

(1) Con el Domingo de Ra-mos comienza la Semana Santa. En este día debemos reflexionar sobre la Pasión del Señor y tomar concien-cia de nuestro ser de discípulos, pues cada uno ha tenido la oportunidad de Escuchar al Señor y vivirlo a partir de la fe. No olvidemos que hoy se nos hace una invitación con la fuerza del Espíritu Santo para salir al encuentro del Mesías. El Papa Benedicto XVI en Aparecida – Brasil, ha manifesta-do al mundo entero que “¡La Iglesia es nuestra casa! ¡Esta es nuestra casa! ¡En la Iglesia Católica tenemos todo lo que es bueno, todo lo que es moti-vo de seguridad y de consuelo! ¡Quien acepta a Cristo, Verdad y Vida, en su totalidad, tiene garantizada la paz y la felicidad, en esta y en la otra vida!” (Aparecida, 12 de mayo de 2007). La procesión de hoy nos lleva por un proceso de fe para vivir una conversión en Jesucristo vivo. Es gracias a este encuentro de vida, como nosotros comenzamos a tomar con-ciencia de lo que somos y representa-mos en nuestra Iglesia católica. Para Jesús todos somos importantes; que tal, si asumimos el reto de la Misión Continental y empezamos por hacer de esta Semana Santa un tiempo pro-videncial para convertirnos en verda-deros discípulos misioneros. Necesi-tamos hacer de nuestra Parroquia una comunidad de comunidades para vivir en Cristo Rey de reyes. Pensemos: ¿Tenemos a Jesús como nuestro verdadero Rey? ¿En Él estamos encontrando la respuesta a to-das nuestras necesidades?

Vale la pena recobrar nuestra cercanía con Dios para sentirnos comunidad y comprometernos con nuestra Parro-quia. (Se reza con devoción tres Gloria al Padre…) (2) Una procesión en la fe, nos permite un encuentro de amor con Dios; peregrinar en Dios, nos ayuda a vivir un encuentro de fe con Jesucristo; y un encuentro espi-ritual con quien es camino, verdad y vida, nos ayuda a construir la unidad con la fuerza del Espíritu Santo. Bus-quemos a Jesús, salgamos a su en-cuentro y sintámonos sus discípulos. El numeral 278 del Documento de Aparecida nos dice: “Quienes serán sus discípulos ya lo buscan (cf. Jn 1, 38), pero es el Señor quien los llama: “Sígueme” (Mc 1, 14; Mt 9, 9). Se ha de descubrir el sentido más hondo de la búsqueda, y se ha de propiciar el en-cuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana”. Todos estamos llamados a dar testimonio a partir de lo que somos y vivimos; necesitamos como buenos cristianos que somos, recibir el anun-cio del Kerigma, vivirlo, hacerlo ex-presión de fe y parte de nuestra vida espiritual. Cristo murió y resucitó por ti y por mí; ha llegado la hora de ser más consecuentes con el Evangelio y tener una identidad cristiana tan firme que podamos afrontar los retos de la vida y mantenernos fieles a Dios. Con la Misión Continental podemos decir-te: vale la pena ser creyente, vale la pena creer en Cristo, vale la pena ser sus discípulos misioneros, y finalmen-te, vale la pena este encuentro para acercarnos a la realidad de Dios. Pensemos: ¿Nuestra identi-dad cristiana es tan firme, que el Señor Jesús se siente orgulloso de nosotros?(Se reza con devoción un Padre Nues-tro)

(3) Salmo 23Digamos todos: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!¡Hosanna en el cielo!

DOMINGO DE RAMOS

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• Del Señor es la tierra y cuánto la llena, el orbe y todos sus habi-tantes. Él la fundó sobre los ma-res, él la afianzó sobre los ríos. ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sagrado?

• El hombre de manos inocentes, y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará jus-ticia el Dios de salvación. Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

• ¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas com-puertas: va a entrar el Rey de la Gloria. ¿Quién es ese Rey de la Gloria? El Señor, héroe valero-so; el Señor, héroe de la guerra.

• ¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas com-puertas: va a entrar el Rey de la Gloria. ¿Quién es ese Rey de la Gloria? El Señor, Dios de los Ejércitos: Él es el Rey de la Glo-ria.

• Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el Principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

(4) “Ibas como va el sol a un ocaso de Gloria; cantaban ya tu muer-te al cantar tu victoria. Pero tú eres el Rey, el Señor, el Dios fuerte, la vida que renace del fondo de la muerte”. Hoy, todos nosotros en co-munidad, iniciamos con alabanza, gloria y honor la Semana Santa. Esta procesión nos debe llevar a decirle a Dios: Gracias por tu luz, bondad, es-peranza y paz. En esta semana debe-mos tener compromisos de vida para con Dios Padre; Él nos ha enviado a su Hijo para que nos anuncie la bue-na nueva; para que nos lleve por el camino del bien y para vencer toda enemistad; “no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti.” Jesús rompe con la maldad para que seamos artífices de paz. Jesús ama sin condición para que su mensaje tenga eco en nuestro corazón. Jesús se so-lidariza con nosotros, porque conoce nuestra condición humana. Jesús nos

da la mano para que no caigamos en la maldad y Jesús es un ejemplo de amor y de perdón para que no nos olvide-mos de nuestro prójimo. La Misión Continental nos pedirá llevar la Buena Nueva de la salvación a nuestros hermanos. “Dis-cipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva (cf. Hch 4, 12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro” (DA 146).Pensemos: ¿Qué nos está faltando para salir al encuentro del Señor y sen-tirnos fieles a su palabra y servidores de su Evangelio? Continuemos caminando con nuestro Mesías y Señor, porque Él nos hace un llamado para convertirnos en discípulos misioneros.(Se reza el credo) (5) “Tú, que amas a Israel y bendices sus cantos, complácete en nosotros, el pueblo de los santos; Dios de toda bondad que acoges en tu seno cuanto hay entre hombres sencilla-mente bueno”. Nuestra procesión de Domin-go de Ramos, es un camino de vida que centra nuestra atención en el amor, la misericordia y la gracia de Dios. No es difícil pensar que a mu-chos de nosotros nos acompaña el ago-bio, la tensión o el miedo por muchas cosas, pero vale la pena asumir el reto y salir al encuentro del Señor, quien con su gracia, bendición y luz, nos invita a recoger nuestros dolores, flaquezas y li-mitaciones. Necesitamos ser fuertes en el Señor Jesús y valorarlo en su dignidad de Mesías, Salvador y Rey. No nos dejemos tentar por el odio, el rencor, el orgullo y la soberbia. Caminemos con Jesús hacia lo nuevo; tengamos en cuenta que Él todo lo hizo nuevo… Entremos triunfantes con Jesús y asumamos la vida con valentía, esme-ro, perseverancia y dedicación. El Docu-mento de Aparecida en el numeral 144 nos dice: “Al llamar a los suyos para que lo sigan, les da un encargo muy preciso: Anunciar el Evangelio del reino a todas las naciones. Por esto, todo discípulo es misionero, pues Jesús lo hace partícipe

de su misión, al mismo tiempo que lo vincula a Él como amigo y hermano. De esta manera, como Él es testigo del misterio del Padre, así los discípulos son testigos de la muerte y resurrección del Señor hasta que Él vuelva. Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la vocación misma.” Marchemos con Jesús y al pro-clamarlo como el Hijo de Dios que vino a salvarnos, revistámonos del hombre nuevo. Jesús no nos defrauda, Él asume el camino con esperanza y humildad, para que nosotros hagamos lo mismo y seamos bienaventurados. Al marchar con Jesús podemos madurar en nuestra fe, enaltecer nuestro espíritu, confiar fer-vientemente en su Palabra y hacer parte de su Gloria. No perdamos la oportunidad de conocer más sobre Jesús, acojamos sus mandatos, dejemos que su amor de frutos en nuestro corazón y convirtámonos en verdaderos discípulos misioneros. Pensemos: ¿Le estoy dedi-cando a Dios el tiempo suficiente como para tomar conciencia que soy su hijo y debo vivir a ejemplo de Jesucristo? Jesús es nuestro salvador y nuestro guía. ¡Caminemos con Jesús!(Se reza con devoción tres Glorias al Padre…) (6) Esta procesión es, ante todo, un testimonio gozoso que damos de Jesucristo, en el que se nos ha he-cho visible el rostro de Dios y gracias al cual, el corazón de Dios se nos ha abierto a todos. La procesión de Ra-mos es una procesión con Cristo Rey: Profesamos la realeza de Jesucristo, reconocemos a Jesús como el Señor de señores, como el Rey de la paz y como el Señor de la Justicia. El Domingo de Ramos es ca-mino de justicia y paz en Cristo. Re-conocer a Jesús como Rey, significa aceptarlo como Aquel que nos indica el camino; Aquel del cual nos fiamos y al que seguimos. Significa aceptar día a día su palabra y convertirla en una escuela orante que nos dé un criterio válido para engrandecer nuestra vida, pues en Él está la verdad. El Domingo de Ramos es testimonio de vida y comunión con el

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Evangelio de Cristo. Es como sucedió en aquella ocasión a sus discípulos-, expresión de alegría, porque podemos conocer algo más de Jesús, porque Él nos llama a ser sus amigos y porque nos da esperanza para asumir los retos de la vida. Esta procesión es un segui-miento a Cristo; es un poner nuestro ser de cristianos en tónica de salva-ción; es vivir una profesión de fe que nos pone en fidelidad a Dios, siendo fieles a Jesucristo. El Documento de Apareci-da en el numeral 377 nos dice: “Los discípulos, quienes por esencia somos misioneros en virtud del Bautismo y la Confirmación, nos formamos con un corazón universal, abierto a todas las culturas y a todas las verdades, cultivando nuestra capacidad de con-tacto humano y de diálogo. Estamos dispuestos con la valentía que nos da el Espíritu, a anunciar a Cristo donde no es aceptado, con nuestra vida, con nuestra acción, con nuestra profesión de fe y con su Palabra.” Aprendamos a caminar con Jesús y comencemos por ser sus testi-gos fieles. Pensemos: ¿Por qué nuestra fe no nos ayuda a tener identidad cristiana y a vivir según los designios de Dios? Vivamos la Semana Santa como verdaderos discípulos misioneros.(Se reza con devoción un Padre Nuestro) (7) Los niños hebreos ex-tendían mantos por el camino y acla-maban: “Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor”.

Salmo 46.Decimos todos: ¡GLORIA Y ALABANZA AL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR!

• Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de jú-bilo: Porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.

• Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones; Él nos es-cogió por heredad suya: Gloria a Jacob, su amado”

• Dios asciende entre aclamacio-

nes, el Señor al son de trompeta: Tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad; porque Dios es Rey del mundo: tocad con maestría.

• Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagra-do: Los príncipes de los gentiles se reúnen con el Pueblo del Dios de Abrahán, porque de Dios son los grandes e la tierra y él es ex-celso.

• Gloria al Padre y al Hijo y al espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

(8) “Como el pueblo oyese que Jesús llegaba a Jerusalén, salió a su encuentro, proclamando con ramos de palmas: Hosanna en el cielo.” Esta procesión es un camino de vida; Jesucristo está en el centro, es en Él en quien nosotros debemos con-fiar, porque con su testimonio, entrega, mensajes y milagros, nos quiere acercar a la realidad del Reino de los Cielos. Je-sús es el amigo incansable de la verdad, el perdón y el amor. Hoy nosotros recor-damos su entrada triunfal a Jerusalén, pidiéndole que entre de manera triunfal a nuestras vidas y nos haga partícipes de su misión para convertirnos en verdade-ros discípulos.Podemos meditar con fe aquellas pala-bras que retumbaron en la entrada de Jerusalén: “Hosanna al Hijo de David”. Jesús es el Señor de la vida, porque nos muestra su ideal de esperanza y de amor. El camino de Jesús en medio de sus dis-cípulos es permanente, como permanen-te ha de ser nuestra Misión Continental. Necesitamos cristianos comprometi-dos y creyentes que sigan los pasos del Maestro, es así como nos hacemos dis-cípulos y servidores del Evangelio sin ningún interés. Tomemos conciencia que so-mos una Iglesia unida y que entre to-dos podemos hacer posible un camino de evangelización, donde cada perso-na sea importante y cada comunidad viva según el mandato de Dios. Jesús conoce nuestras necesidades, nues-tras flaquezas y nuestras limitaciones; su mensaje, al ser actual, nos permi-te evaluarnos y hacer el esfuerzo por cambiar todo aquello que nos aparta

de la unidad y de la comunión fraterna. “La maduración en el segui-miento de Jesús y la pasión por anun-ciarlo requieren que la Iglesia particular se renueve constantemente en su vida y ardor misionero. Sólo así puede ser, para todos los bautizados, casa y escuela de comunión, de participación y solidari-dad. En su realidad social concreta, el discípulo hace la experiencia del en-cuentro con Jesucristo vivo, madura su vocación cristiana, descubre la riqueza y la gracia de ser misionero y anuncia la Palabra con alegría.” (DA 167). Pensemos: ¿Me considero un buen cristiano y promotor de la unidad y de la fraternidad? Necesitamos cristianos fieles al Evangelio y seguidores de Jesucristo. (Se reza con devoción un Gloria al Padre y un Padre Nuestro). (9) “Hoy queremos acompa-ñar a Cristo y aclamarlo con cantos porque Él es el Señor de la Gloria. Concédenos entrar en la Jerusalén del cielo acompañado por Jesús nuestro Rey y Señor”. Cada procesión debe invitar-nos a una conversión personal que nos permita adherirnos a Jesucristo y anun-ciarlo con nuestra propia vida. Es un camino de fe para elevar una plegaria a Dios; es un camino de unidad para reno-var nuestras comunidades con la gracia del Espíritu Santo. Somos una Iglesia creyente donde todo camino espiritual nos debe ayudar a conformar esas pe-queñas comunidades en las cuales Jesu-cristo esté en el centro. Jesús desea que salgamos de la rutina, que demos un paso adelante, que redescubramos lo maravillosa que es la vida, que trascendamos las pe-numbras revestidas de odio, venganza, rencor, etc. Caminar hacia Jerusalén significa caminar hacia la esperanza, la luz y el encuentro con Dios. Aparecida en el numeral 552 nos dice: “Recobremos, el fervor espiritual. Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo – como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia

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de la Iglesia- con ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea esta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá el mundo ac-tual- que busca a veces con angustia, a veces con esperanza- pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evan-gelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibi-do, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo”.Hagamos de nuestra procesión un en-cuentro con nosotros mismos y con nuestro ideal de fe. Digámosle hoy a Dios: Señor ayúdanos a reconocerte como nuestro Rey y Señor. Pensemos: ¿Somos capaces de asumir el reto de convertirnos en discí-pulos misioneros de Jesucristo para que nuestra comunidad en él tenga vida? No esperemos que los demás cambien, trabajemos por nuestra pro-pia conversión personal.(Se reza con devoción tres Gloria al Padre…)

(10) HIMNO A CRISTO REY ¡Gloria, alabanza y honor! ¡Gritad Hosanna, y haceos como los niños hebreos al paso del Redentor ¡Gloria y honor al que viene en el nombre del Señor!Decimos todos:¡Bendito el que viene en nombre del Señor!¡Hosanna en el cielo!

• Como Jerusalén con su traje festivo, vestida de palmeras, coronada de olivos, viene la cristiandad en son de romería a inaugurar tu Pascua con himnos de alegría.

• Ibas como va el sol a un acaso de Gloria; cantaban ya tu muerte al cantar tu victoria. Pero Tú eres el Rey, el Señor, el Dios fuerte, la vida que renace del fondo de la Muerte.

• Tú que amas a Israel y bendices sus cantos, complácete en no-sotros, el pueblo de los santos; Dios de toda bondad que acoges

en tu seno cuanto hay entre los hombres sencillamente bueno.

• Al entrar el Señor en la ciudad santa, los niños hebreos profe-tizaban la resurrección de Cris-to, proclamando con ramos de palmas, “Hosanna en el cielo”, “Hosanna en el cielo”.

• Como el pueblo oyese que Je-sús llegaba a Jerusalén, salió a su encuentro: Proclamando con ramos de palmas, Hosanna en el cielo. Hosanna en el cielo.

Hora SantaLa Eucaristía nos abre la puerta de la fe Motivación. La ornamentación del tem-plo con el Monumento nos regala un ambiente propicio para invitar nuestra comunidad a la oración, la meditación, el encuentro espiritual y el compromi-so para ser verdaderos pregoneros del Evangelio. Es un momento providen-cial para entender la grandeza de la Eucaristía y todo lo que ella represen-ta para aumentar nuestra fe. Dispon-gámonos para la Hora santa y comen-cemos creando un ambiente espiritual que nos ayude a vivir el Misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, teniendo en cuenta que muchas personas que están en el Templo, son feligreses de paso que necesitan un mensaje de vida que les ayude a tomar conciencia de su ser de cristianos. Ha-gamos de la Hora Santa un encuentro de fe con Dios y con nosotros mismos.

Comencemos con un canto apropiado.

Monición inicial Esta hermosa costumbre de nuestra Iglesia tiene un profundo sen-tido: queremos valorar en nuestros Templos la presencia del Señor en la Eucaristía, y desde allí, que nuestro corazón se impregne de esta experien-cia humana y divina. Esa presencia invade toda nuestra existencia como cristianos y nos hace contemplar el sacerdocio de Cristo al presentarse como sacrificio y banquete. Es Jueves Santo. Momento denso de amor y cercanía con Cristo; el amor surge sin pretenderlo. Jesús

nos susurra y nos invita a crecer en la fe y nos deja la presencia misma de su amor en la Eucaristía. Es por ello, que nos inclinamos para honrar a Jesús ante el Santísimo Sacramento. Estar aquí nos ayuda a vivir un momento de confianza, amor y es-peranza, donde adoramos la presencia de Cristo. Es la experiencia cargada de calor sagrado, donde la bondad divina se abre para movernos y transformar-nos a su imagen.

Oremos todos juntos Al estar en este momen-to de contemplación,Ilumina Señor mi mente para entender y atender tu Palabra;quita de mi vida lo que me oprime y reanímame con la Eucaristía para llevar paz a mí corazón. Que en estos momentos donde la oscuridad, el individualismo, el egoísmo y la envi-dia, me hacen perder la confianza en ti y en los seres que amo, sea tu presen-cia la queme ilumine y me dé fortaleza en los momentos de dolor, angustia y soledad. Haz presencia en mí oh Dios y orienta mi vida para ser tu discípu-lo misionero y aportar a la justicia, la verdad y la paz.

Canto mensaje Del santo Evangelio según San Juan 6, 51-58 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo. Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verda-dera comida, y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Pa-dre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros pa-dres, y murieron; el que coma de este pan vivirá para siempre.

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Reflexionemos…

1. La Eucaristía va unida a la feTanto la eucaristía como la fe van intrínsecamente unidas, ya que entre más crece el contacto entre ellas, crece más la necesidad de buscar los bienes eternos. Jesús, presente en este pan, es capaz de darle vida a esta sociedad que ha perdido el sentido por el vivir. Él es capaz de dar vida a lo que estaba muerto. Nadie está del todo perdido, nadie puede perder la esperanza, por-que la esperanza está allí como un sol que alumbra el horizonte. Redescu-bramos el valor de la Eucaristía y re-novemos nuestra fe para ser la Iglesia unida que vive en Dios.Oremos por quienes han perdido la fe en Dios.

Un canto mensaje.

2. La fe nace de un encuentro con Dios Jesús es el Dios que alimenta a su pueblo, como lo hizo en el pasado por medio de Moisés; pero a diferencia de él, ofrece un Pan que es capaz de dar-nos Vida Eterna. Es un misterio cuan-do se nos habla del Pan glorioso, y es precisamente este pan el que nos lleva a contemplar el amor de Dios y su luz que llega a nosotros. La fe nace de una experiencia personal con Dios, la cual se va fortaleciendo en la medida en que reconozco a Jesús como el alimento que da vida al hombre. Sólo cuando soy ca-paz de dar pasos hacia el encuentro con Jesús, entiendo el valor de la Eucaristía

para discernir el amor de Dios y el mis-terio de la salvación.(Oremos por quie-nes no valoran la Santa Misa y dicen que van cuando les nace).

Un canto mensaje.

3. Abramos la puerta del corazón con la llave de la fe.Necesitamos abrir las puertas del co-razón con la llave de la fe, pues la Eu-caristía sin la fe no se entiende, ni la fe sin Eucaristía se sostiene. La Eucaris-tía es la presencia del Reino de los Cie-los en la Iglesia, se experimenta como la mano de Dios que se abaja a la rea-lidad del hombre, lo alimenta y lo hace un ser santo y noble para Dios. La fe es lo que hace activa la Eucaristía en el cristiano, es lo que lleva a abrir puer-tas para quienes estaban cansados, es la que no sólo me hace un creyente, sino que me lleva a actuar en bien de los demás. La fe es la que me lleva a reconocer a Cristo en la Eucaristía, me mueve y me hace un agente activo y vivo para la Iglesia. “Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso públi-co. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este ‘estar con él’ nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente por-que es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree”. (BENEDICTO XVI,

Carta Apostólica Porta Fidei, N° 10). Oremos por quienes gastan su vida atacando la obra de Dios.Un canto mensaje.

4. La fe crece cuando se vive una ex-periencia de amorEn la Carta Apostólica Porta Fidei del Papa Benedicto XVI convocando el año de la fe, nos dice en el numeral 7: “La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experien-cia de gracia y gozo. Nos hace fecun-dos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para aco-ger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, ‘los creyentes se fortalecen creyendo’.” Oremos por los hogares que han olvidado a Dios.

Un canto mensaje.

Oración final: “Haced esto en memo-ria mía” (1Cor 11, 24).Abre nuestros ojos, para reconocer tu presencia oh Dios;ya que superas la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y palabras;enséñanos a comprender la grandeza y a la vez la bondad de este Pan Sagrado.Que esta experiencia de Cristo, nos lleve a buscar la conversión de nuestros cora-zones y servir a la Iglesia misterio de Cristo, con fidelidad, bondad y miseri-cordia. Amén.

ANTÍFONA DE ENTRADANosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo: en él está nuestra salvación, vida y resu-rrección, Él nos ha salvado y liberado. Sabemos Señor que tu ternura y tu mi-sericordia son eternas; santifícanos y protégenos de toda adversidad.

Respondemos todos:

MISERICORDIA, DIOS MÍO, POR TU BONDAD.

Misericordia, Dios mío, por tu bondadpor tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todomi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,tengo siempre mi pecado:contra ti, contra ti sólo pequé,cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,en el juicio brillará tu rectitud.

mira, que en la culpa nací,pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,y en mi interior me inculcas sabiduría. rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,que se alegren los huesos quebranta-dos. Aparta de mi pecado tu vista,borra en mí toda culpa.

PROCESIÓN PRENDIMIENTO

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Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro,no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,afiánzame con espíritu generoso:enseñaré a los malvados tus caminos,los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!y cantará mi lengua tu justicia.señor, me abrirás los labios,y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no me satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.mi sacrificio es un espíritu quebranta-do: un corazón quebrantado y humi-llado tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,reconstruye las murallas de Jerusalén:entonces aceptarás los sacrificios ri-tuales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el Principio, ahora y siempre,Por los siglos de los siglos. Amén

+ LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO Todavía estaba hablando Je-sús, cuando Judas, uno de los doce dis-cípulos, llegó acompañado de mucha gente armada con espadas y con palos. Iban de parte de los jefes de los sacer-dotes y de los ancianos del pueblo. Judas, el traidor, les había dado una contraseña, diciéndoles: “al que yo bese, ese es; arréstenlo. Así que, acer-cándose a Jesús, dijo: ¡Buenas noches, Maestro! Y lo besó. Jesús le contestó: Amigo, adelante con tus planes. En-tonces los otros se acercaron, echaron mano a Jesús y lo arrestaron. En eso, uno de los que estaban con Jesús sacó su espada y le cortó una oreja al cria-do del sumo sacerdote. Jesús le dijo: Guarda tu espada en su lugar. Porque

todos los que pelean con la espada, también a espada morirán. ¿No sabes que yo podría rogarle a mi Padre, y él me mandaría ahora mismo más de doce ejércitos de ángeles? Pero en ese caso, ¿cómo se cumplirán las Escritu-ras, que dicen que debe suceder así? Enseguida Jesús preguntó a la gente: ¿Por qué han venido ustedes con es-padas y palos a arrestarme, como si yo fuera un bandido? Todos los días he estado enseñando en el templo, y nun-ca me arrestaron. Pero todo esto suce-de para que se cumpla lo que dijeron los profetas en las Escrituras. En aquel momento, todos los discípulos dejaron solo a Jesús y huyeron.Palabra del Señor. EL PRENDIMIENTO DE JESÚS

La noche ha caído sobre la Ciudad Santa y también sobre noso-tros. En el huerto esta el Señor. Gotas de sudor, como de sangre circundan su rostro dolorido ante el drama de la cruz que se avecina. Una cruz que nos invita a ser comunidad de comunida-des.Oh señor del prendimiento: Cuánto dolor te hemos causado con nuestras culpas. No te hemos buscado para amarte, sino que venimos con esta tur-ba insolente a prenderte en el huerto. A llevarte hasta la casa de Caifás, de Anás, de Herodes y de Pilatos. Quere-mos ser diferentes, ser esas antorchas de esperanza que necesita nuestra Pa-rroquia para convertirnos en discípu-los fieles a tu doctrina y mensajeros de la evangelización y la esperanza.Señor, esta hora de intensa amargura queremos confiarla a tu misericordia. Venimos con la intención de iniciar una marcha de fe, de penitencia, de si-lencio y oración, para llevarte hasta lo hondo de nuestro corazón, para que te quedes prisionero de amor en nuestras almas, en nuestras vidas, en nuestro corazón sediento de un huésped di-vino como tú, que nos ame, que nos redima con su gracia, que nos enseñe el camino de los justos y la verdad que nos hace libres y santos.Señor del Prendimiento: Una noche como esta, un beso traidor marco tú mejilla, siendo la más dolorosa de las

entregas. Hoy queremos acercarnos espiritualmente a ti, a tu rostro glorio-so, a tu infinita hermosura para hacer de nuestra Parroquia el lugar del en-cuentro y de la Nueva Evangelización. Queremos contigo remar mar adentro.Besar hoy tus plantas, tu corazón, tus manos santísimas, es sentir la inten-sidad de tu presencia, de tu amor sin límites. Es tomar el puesto que nos corresponde de discípulos misioneros.Por eso venimos hasta ti con fe, con sed de amor y de perdón, con sed que solo apaga la fuente inagotable que esta brotando de tu corazón. Venimos fortalecidos por tu anuncio para trans-formar nuestra vida en una escuela orante capaz de llevar paz a nuestra familia y comunidad. Mi Señor del Getsemaní, mi Dios atado a las groseras cadenas y la-zos de nuestra impiedad: Te pedimos perdón. Te suplicamos que escuches el grito de cada uno de nosotros que quiere romper con tu gracia las cade-nas del egoísmo, los lazos de los vi-cios y las ataduras del pecado. Mi Señor del Huerto, nos aferramos a ti, no nos soltaremos de los dulces lazos de tu amor y de tu per-dón. Queremos subirnos en la barca que nos dejaste: La Iglesia. Nos com-prometemos para ser pregoneros de la justicia, el amor y la paz. Queremos vivir para ti, queremos marchar con-tigo hasta el final de nuestras vidas, queremos abrazarnos en el fuego de tu amor sin límites, queremos abrazarnos a tu cruz redentora y a tu resurrección que nos salva. Vamos contigo, Señor. Va-mos a atravesar en esta noche las ca-lles de nuestra ciudad, vamos a rogarte que a tu paso silencioso y taciturno, derrames dulzura y perdón en cada casa, en cada alma y en cada corazón.Señor del silencio y de la infinita dulzura: Te amamos, te bendecimos, te glorificamos. Llévanos contigo y permítenos ser fieles a tu Evangelio haciendo a un lado los odios, el rencor y la indiferencia ante todo lo que Tú nos presentas. De tu mano hemos iniciado este peregrinar, estamos ya en camino hacia la Misión Continental; deseamos hacer vida las propuestas de la Iglesia

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que pone en tus manos su camino de fe. Queremos tener un cono-cimiento profundo y vivencial de tu Palabra; que ella se convierta en ali-mento y en fortaleza para cada uno de nosotros; que nos mantengamos fieles a tus enseñanzas y seamos verdaderos cristianos con compromisos serios de vida, fe, esperanza y caridad. Concé-denos la gloria y la dicha de renunciar a las obras de las tinieblas y de aceptar las obras de la luz, las que tú realizas aún en la noche de tu prendimiento. Virgen dulcísima, interce-de por nosotros y permítenos con tu ejemplo seguir los pasos de Jesús y mantenernos fieles en nuestra fe. Amén. REFLEXIONES PARA LA PROCESIÓN (1) En esta noche de silencio y contemplación, estamos invitados por Dios Padre para acompañar a Jesús en el Huerto, lugar donde la oración está opa-cada por el miedo ante el odio despiada-do de aquellos que se han olvidado del mandamiento del amor y ven en Jesús una amenaza a sus proyectos. “Como discípulos misioneros, estamos llama-dos a intensificar nuestra respuesta de fe y a anunciar que Cristo ha redimido todos los pecados y males de la huma-nidad. En el aspecto más paradójico de su misterio, la hora de la cruz. El grito de Jesús: ‘Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?’ (Mc 15, 34) no delata la angustia de un desesperado, sino la oración del Hijo que ofrece su vida al Padre en el amor para la salva-ción de todos.” (DA 134)Pensemos: Cuántas veces nosotros he-mos infundido miedo a personas que su único interés es servir a la gente. Con esto dañamos el sentir de los de-más y opacamos la fuerza y el valor del Evangelio.

SEÑOR DEL HUERTO: Ayúdanos a ser tus discípulos misioneros para vivir en paz y armo-nía con quienes nos rodean. (2) Los soldados enviados por los fariseos van en busca de Je-sús como si fuera un delincuente, y con ello nos damos cuenta que los

no virtuosos emplean su poder para manipular la conciencia de los débi-les e ingenuos. Jesús con autoridad pregunta: ¿A quién buscáis? Y cuando responden: “A Jesús, el Nazareno”, Jesús les dice: “Soy yo”. Vemos cómo la autoridad de Jesús es un ejemplo para nosotros, pues sabiendo lo que viene, no se esconde y afronta esta realidad de la Pasión. Todos necesi-tamos imitar a Jesús, por ser una es-cuela de vida; estamos urgidos de un encuentro con Jesucristo vivo, siendo un camino de auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad. Nosotros, como los discípulos de Je-sús, debemos anhelar nutrirnos del Pan de su Palabra. “La oración perso-nal y comunitaria es el lugar donde el discípulo, alimentado por la Palabra y la Eucaristía, cultiva una relación de profunda amistad con Jesucristo y procura asumir la voluntad del Padre. La oración diaria es un signo del pri-mado de la gracia en el itinerario del discípulo misionero. Por eso, es nece-sario aprender a orar, volviendo siem-pre de nuevo a aprender este arte de los labios del Maestro” (DA 255).Pensemos: ¿Afrontamos con valentía los sacrificios? Cuántas veces nosotros hemos dado un paso atrás cuando ve-mos que el sacrificio o el dolor se ave-cinan y optamos por retroceder y no le ayudamos a la gente, al humillado, al pobre y todo, porque nos llenamos de miedos.

SEÑOR DEL HUERTO: Ayúdanos a pensar en los de-más y a solidarizarnos a tu ejemplo y semejanza, siendo una comunidad de discípulos misioneros. (3) Es una noche para pe-regrinar con Jesús y acompañarlo en este camino de entrega y sacrificio por el hombre. Jesús le dice a su padre: “Si quieres aparta de mí este cáliz”. Pero luego le dice a su Padre que se haga su voluntad. Nos encontramos con un Jesús obediente, amante de la huma-nidad y cumplidor de su misión. Jesús sabe que por encima de todo está su Padre y él a ninguno defraudada ni abandona. El misionero, debe imitar en todo a Jesús, cuántas personas an-

cianas y enfermas cercanas a nosotros, “han gastado su vida por el bien de su familia y de su comunidad, desde su lugar y vocación. Muchos son verda-deros discípulos misioneros de Jesús por su testimonio y sus obras. Mere-cen ser reconocidos como hijos e hi-jas de Dios, llamados a compartir la plenitud del amor, y a ser queridos, en particular, por la cruz de sus do-lencias, la capacidad disminuida o la soledad. La familia no debe mirar sólo las dificultades que trae el convivir con ellos o el atenderlos. La sociedad no puede considerarlos como un peso o una carga” (DA 449). Necesitamos sentirnos una familia, una comunidad de verdaderos discípulos misioneros.Pensemos: ¿Cuántas veces nos ha dado miedo afrontar una responsabilidad? ¡Cuántas veces en vez de hacerle fren-te a nuestras tareas damos un paso atrás y no llegamos a nuestros ideales, metas o sueños?

SEÑOR DEL HUERTO: Ayúdanos a imitarte y afron-tar con confianza en Dios Padre nues-tras responsabilidades, sin dejar nues-tras tareas a mitad de camino. (4) Hoy estamos caminando en torno al prendimiento de Jesús; un momento desconcertante en la historia de la salvación, porque la humanidad, representada en unos pocos, quiere estar por encima de Dios y plantear leyes humanas como si fueran leyes divinas… La humanidad se equivo-co y nada más y nada menos que con Dios. Estamos en deuda con la divi-nidad y no podemos seguir haciendo lo contrario a su Evangelio, olvidamos sus enseñanzas, sus mandatos y su llamado al Reino de los Cielos. “Re-cobremos el fervor espiritual. Conser-vemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagá-moslo con un ímpetu interior que na-die ni nada sea capaz de extinguir. Sea esta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá el mundo actual pueda así recibir la Buena nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evan-

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gelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anun-ciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo.” (DA 552)Pensemos: Muchas veces por conve-niencia, le damos más credibilidad a las circunstancias humanas y sus le-yes y nos olvidamos de la Providencia divina, la cual, busca el bien y la paz de los hombres.

SEÑOR DEL HUERTO: Permítenos ser valientes como tú y ayúdanos a confiar genero-samente en la voluntad de Dios Padre, para tener un corazón más alegre.

(5) En el monte de los Oli-vos hay silencio, Getsemaní escribe en su oscuridad la historia del pecado del hombre y la generosidad del amor de Dios; la traición es protagonista y la so-ledad pareciera ser el único consuelo de Jesús. Ciertamente la historia de Jesús es una escuela de vida, incluso en su dolor, angustias y sufrimiento, pues sigue pen-sando en los suyos y pide que deje ir a sus discípulos, pues a quien buscan es a Él. “Desde la primera evangelización hasta los tiempos recientes, la iglesia ha experimentado luces y sombras. Escri-bió páginas de nuestra historia de gran sabiduría y santidad. Sufrió también tiempos difíciles, tanto por acosos y per-secuciones, como por las debilidades, compromisos mundanos e incoheren-cias, en otras palabras, por el pecado de sus hijos, que desdibujaron la novedad del Evangelio, la luminosidad de la ver-dad y la práctica de la justicia y de la ca-ridad. Sin embargo, lo más decisivo en la Iglesia es siempre la acción santa de su Señor.” (DA 5)

Pensemos: Cuántas veces frente al peligro buscamos salvar nuestro prestigio, nues-tra fama, nuestra dignidad. Más fácil im-plicamos a otros e inculpamos personas inocentes con tal de no implicarnos o vernos comprometidos en algo que no nos gusta.

SEÑOR DEL HUERTO: Ayúdanos a ser amigos de la verdad y a no poner en peligro la inte-gridad de la gente inocente.

(6) En esta noche que marca el regreso del Triduo Pascual, que-remos renovar nuestra fe, queremos encender la llama de nuestro corazón para alumbrar nuestros caminos con tu luz, verdad y gracia. Al Señor de la luz lo han apresado en la noche en Getse-maní. Jesús se ve acompañado por el amor de su Padre, mientras los sumos sacerdotes y fariseos compraban con-ciencias para poder salir adelante con las suyas, cuyo fin era la destrucción, la indignación, el insulto, la humilla-ción y lo peor de todo, la muerte del Mesías. Es duro saber que la maldad no respeta los límites y su creatividad hace arrogante al que la impone. “La fe nos enseña que Dios vive en la ciu-dad, en medio de sus alegrías, anhelos y esperanzas, como también en sus dolores y sufrimientos. Las sombras que marcan lo cotidiano de las ciu-dades, como por ejemplo, violencia, pobreza, individualismo y exclusión, no pueden impedirnos que busquemos y contemplemos al Dios de la vida también en los ambientes urbanos. Las ciudades son lugares de libertad y oportunidad. En ellas las personas tienen la posibilidad de conocer a más personas, interactuar y convivir con ellas. En las ciudades es posible expe-rimentar vínculos de fraternidad, soli-daridad y universalidad. En ella el ser humano es llamado constantemente a caminar siempre más al encuentro del otro, convivir con el diferente, acep-tarlo y ser aceptado por él.” (DA 514)Pensemos: ¿Cuántas veces nos hemos aliado con los amigos de la maldad y la injusticia para juzgar a los demás, sabiendo que el juzgar es sólo un atri-buto que le corresponde a Dios?

SEÑOR DEL HUERTO: Permítenos acompañarte como discípulos misioneros y ser lea-les a tu amor y tu verdad; ayúdanos a no juzgar a los demás, a convivir con el diferente y a poner en práctica el Evan-gelio de la fraternidad, el amor y la paz.

(7) Señor de la paz, no quere-mos la guerra y mucho menos la injusticia, porque ella es generadora de división, po-breza y dolor. Queremos ser los servidores fieles de tu Evangelio para anunciar tu Rei-no. Queremos ser amigos de la oración, la abnegación y confianza en la voluntad de Dios Padre; de un Padre que le da liber-tad al hombre, incluso hasta para llevar al pretorio a su propio Hijo. Continuemos nuestra marcha con Jesús y dejemos que su sacrificio impregne nuestra conciencia para valorar su misión. Su sacrificio no ha sido en vano, todo lo ha hecho bien y con plena obediencia a su Padre. “El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, también posee una altísima dignidad que no podemos pisotear y que estamos llamados a respetar y promover. La vida es regalo gratuito de Dios, don y tarea que debemos cuidar desde la concepción, en todas sus etapas, y hasta la muerte natural, sin relativismos.” (DA 464)Pensemos: No son pocas las veces que nosotros experimentamos ambientes de soledad; pero esos momentos los humanizamos cuando los impregna-mos del amor de Dios. No es justo ex-cluir al hombre y poner el valor de la vida en un segundo plano. El hombre no es un medio, sino un fin en sí mis-mo. Vale la pena descubrir en el hom-bre el rostro de Dios.

SEÑOR DEL HUERTO: Déjanos acompañarte y so-lidarizarnos con tu dolor como una ofrenda grande para acrecentar nuestra hermandad. Déjanos tomar conciencia que el hombre está por encima de las cosas y que todos nos merecemos una oportunidad para experimentar nues-tra conversión personal. (8) Señor Jesús, no queremos que tu soledad apague nuestras ilusiones y no queremos que nuestros silencios minen tu sacrificio. Tú eres el Señor de la Gloria, capaz de convertir el odio en amor, la desilusión en esperanza, la de-solación en armonía, la soledad en com-pañía y el rencor en perdón. Este camino Señor es un camino de dolor, pero tam-bién es para nosotros un sendero hacia la gratitud para contigo, pues no te le qui-tas al suplicio y mucho menos a la sen-

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tencia de muerte que se fragua contra ti. Todo lo asumes con bondad, porque eres consciente que necesitas liberarnos de nuestros pecados. “La cultura actual tiende a proponer estilos de ser y de vi-vir contrarios a la naturaleza y dignidad del ser humano. El impacto dominante de los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero se han transformado, por encima del valor de la persona, en la norma máxima de funcionamiento y el criterio decisivo en la organización social. Ante esta realidad, anunciamos, una vez más, el valor supremo de cada hombre y de cada mujer. El Creador, en efecto, al poner todo lo creado al servi-cio del ser humano, manifiesta la dig-nidad de la persona humana e invita a respetarla.” (DA 387)

Pensemos: ¿Por qué dejamos que los momentos de dolor nos manejen? ¿Por qué nos escondemos cuando las pruebas nos atropellan y limitan nues-tra espiritualidad? ¿Por qué tantos miedos? Santa Teresa de Jesús decía: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La pacien-cia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta”.

SEÑOR DEL HUERTO: Danos paz en nuestro cora-zón y renuévanos con tu fuerza para caminar hacia tu Gloria. (9) En esta procesión de prendimiento, debemos ser las luces encendidas que acompañan el pe-regrinar de Jesús hacia su calvario, como monumento del sacrificio y del desprendimiento de su propia vida, en aras de nuestra salvación. Jesús se da

completamente y sin condiciones, su agonía comienza porque un puñado de hombres no se ha dejado cauti-var por su mensaje de liberación y han preferido seguir en el mal de la esclavitud. “Para convertirnos en una Iglesia llena de ímpetu y audacia evangelizadora, tenemos que ser de nuevo evangelizados y fieles discípu-los. Conscientes de nuestra respon-sabilidad por los bautizados que han dejado esa gracia de participación en el misterio pascual y de incorporación en el Cuerpo de Cristo bajo una capa de indiferencia y olvido, se necesita cuidar el tesoro de la religiosidad po-pular de nuestros pueblos, para que resplandezca cada vez más en ella ‘la perla preciosa’ que es Jesucristo, y sea siempre nuevamente evangelizada en la fe de la Iglesia y por su vida sacra-mental.” (DA 549)

Pensemos: ¿Cuántas veces nos han ten-dido la mano para vencer algún mal y debido a nuestro orgullo, nos empe-cinamos en seguir respirando escla-vitud y discordias? Es triste constatar que debido a nuestra frialdad en la fe, es que estamos viviendo la desolación de nuestros pueblos. Nos ha llegado el tiempo con la Misión Continental de volver a Jesucristo vivo.

SEÑOR DEL HUERTO: Danos tu gracia y tu paz para sentir tu mensaje de salvación y poder afrontar con sabiduría los retos que se nos presenten. Ayúdanos a vivir, creer y crecer con identidad cristiana. (10) Señor de la gracia y de la vida, no queremos en la soledad de

esta noche, olvidarnos de ti. Queremos con nuestra peregrinación, aumentar nuestra fe, escucharte desde lo profun-do de nuestro ser y comprometernos verdaderamente con tu mensaje, tu vo-luntad y tu llamado a la salvación. De-seamos configurarnos contigo y pedir la fuerza del Espíritu Santo para seguir tu camino y fortalecernos en el amor. Somos conscientes que “el Espíritu Santo, que el Padre nos regala, nos identifica con Jesús – Camino, abrién-donos a su misterio de salvación para que seamos hijos suyos y hermanos unos de otros; nos identifica con Jesús – Verdad, enseñándonos a renunciar a nuestras mentiras y propias ambicio-nes, y nos identifica con Jesús – Vida, permitiéndonos abrazar su plan de amor y entregarnos para que otros ten-gan vida en Él.” (DA 137)

Pensemos: ¿Cuántas veces por falta de fe nos quedamos en los caminos de la desesperación y nos olvidamos de las cosas importantes de la vida? ¿Cuán-tas veces por falta de fe decaemos en el amor y perdemos el valor de tu palabra y tu llamado al Reino de los Cielos?

SEÑOR DEL HUERTO: Auméntanos la fe y permíte-nos vivir en tu luz, gracia, esperanza y paz, para convertirnos en verdade-ros discípulos misioneros, buscando que nuestras comunidades en ti tengan vida en abundancia.

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“…Jesús se marchó a Gali-lea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.» Marcos 1, 14. Introducción.Del santo evangelio según san Marcos:Marcos 14, 1-18. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo lle-varon y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:«¿Eres tú el rey de los ju-díos?» Él respondió: «Tú lo dices.»Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le pregun-tó de nuevo: «¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?». Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entre-gado por envidia. Pero los sumos sa-cerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que lla-máis rey de los judíos?»Ellos gritaron de nuevo: «¡Crucifícalo!»Pilato les dijo:«Pues qué mal ha hecho?»Ellos gritaron más fuerte:«¡Crucifícalo!»Y Pilato, queriendo dar gusto a la gen-te, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y reunieron a toda la compa-ñía. Lo vistieron de púrpura, le pusie-ron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:«¡Salve, rey de los judíos!»Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se

postraban ante él.Palabra del Señor.R. Te alabamos, Señor. Meditación inicial. Un rey avanza en el camino de cada Via Crucis. Es el mismo Rey de hace casi dos mil años, el mismo que en Jerusalén fue el centro del anuncio que acabamos de escuchar. Para el mundo en el que vi-vimos, anunciar el reinado de Jesús puede parecer extraño. Estamos habi-tuados a los reinos y a los reyes de este mundo, estamos habituados al imperio de las cosas, a la dinastía de seres pa-sajeros que atraviesan la historia con sus acciones, con sus recuerdos, tan-tas veces amargos.En cambio hoy sale esta corte de hermanos a caminar con su rey por las calles, por las veredas, por los caminos del mundo. San Marcos, el evangelista que acompaña este año nuestro ca-mino, abrió la narración de la vida de Jesús invitándonos a abrir el corazón al Reinado del Señor de la vida, a su imperio de misericordia, a su dinastía de discípulos que siembran la semilla de la esperanza, regándola muchas ve-ces con su sangre y con sus lágrimas Este es el día del triunfo de nuestro rey porque hoy es su gran ba-talla. Ha asomado a nuestras calles la bandera del Reino, la Cruz, canta-mos al paso del Señor los que hemos querido aceptar su propuesta de vida, pidiéndole que nos ayude a reconocer nuestra vida como un gran via-crucis en el que también hay sentencia y cruz, caídas y cireneos, verónicas y gentes de esta nueva Jerusalén que es el mundo, esperando el paso de los discípulos del Rey que quieren con-tarle a la historia de la humanidad el amor con el que nuestro Señor ha que-rido acercarse hasta el dolor de todos para levantarnos y para darnos vida. Aceptemos el reto de cami-nar con Jesús. Seamos Discípulos que siguen al Maestro y ponen, sobre ca-mino de la humanidad, la sombra de la cruz catorce veces proyectada sobre

el arido desierto del corazón humano, para que florezca allí, en cada dolor la luz del Reino de la Esperanza y de la Justicia, de la Verdad y del amor. La Madre del Rey nos aguar-da a la vera del camino para mostrar-nos en su Hijo al que hoy aclamamos como Señor de la misericordia y de la esperanza. Procedamos en paz. Primera estación. Jesús es condenado a muerte.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Del evangelio según San Juan.18, 37.“En aquel tiempo dijo Pilato “¿Luego tú eres Rey?”Respondió Jesús:”Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimo-nio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”

Meditación: Los reinos del mundo pasan, se esfuman, crecen y se extinguen. El Reino que Jesús ha venido a inaugurar es eterno, no pasa, se proyecta en el tiempo como un camino de esperanza, como una oportunidad única y mara-villosa de convocar a cuantos quieran acoger la llamada del mismo Jesús a una vida simple, generosa, iluminada por la misericordia. Ante Cristo rey, coronado con las espinas, vestido con la púrpura de su sangre, se silencian los reinados pasajeros de este mundo porque con-templan como lo único verdadero, lo que llena plenamente el corazón de la humanidad es el amor generoso que hace de Jesús un Rey lleno de miseri-cordia, el pastor amoroso de un rebaño apacentado con el cayado del amor y de la paz.

Oración: Jesús de la Sentencia, ensé-

VIACRUCIS

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ñanos el camino de la verdad, haz que comprendamos que tu reino no es de este mundo, que tu reino es la vida y la esperanza. Que la Misión Continental nos ayude a los Discípulos Misioneros a sembrar en el mundo la semilla de la verdad. ¡Venga a nosotros tu reino, Señor¡ Amén.

SEGUNDA ESTACIÓN.JESÚS TOMA LA CRUZ.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Del evangelio según San Marcos. 8,34.“El que quiera venir en pos de mi, que se niegue a si mismo, que cargue con su cruz y me siga”

Meditación: Todos los reinos del mundo han diseñado una bandera que los re-presenta e identifica. No podía faltar al Reino de Jesús una bandera que fuera el estandarte de la esperanza y la se-ñal que permita reconocer a los que siguen al maestro y al Pastor. Esta bandera a la que Jesús se abraza en esta segunda estación de su camino de dolor es la Cruz. Entrecru-za las esperanzas del mundo y el amor que lo ha de redimir todo, levantada sobre el mundo será señal de una vic-toria, cargada sobre los hombros del Señor es expresión de un amor tan grande que abre caminos y que condu-ce hacia la vida verdadera, hacia la paz que el mundo no puede ofrecer, hacia la alegría que llena de verdad el cora-zón.

Oración: Jesús, Pastor bondadoso que llevas la cruz, enseña a los Discípu-los Misioneros a levantar con honor y alegría esta bandera de esperanza a la que tú te abrazas. Enséñanos que la Cruz ha dejado de ser la tortura de los crueles para hacerse camino de vida y de verdad, ayúdanos a tomar la cruz de la vida con corazón generoso, haz que amemos la bandera con la que

anuncias la paz y la alegría. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor¡ Amén.

TERCERA ESTACIÓN.JESÚS CAE POR VEZ PRIMERA.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según San Marcos. 8. 35.“Quien quiera ganar su vida la perde-rá, pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”.

Meditación. Las caídas de Jesús en el ca-mino hacia el Calvario se deducen del dramático espectáculo de un hombre que se doblega bajo el peso del made-ro en el que ha de entregar su vida. Son en si mismas la expresión de la solida-ridad de todo un Dios que se acerca al fondo mismo donde ha descendido su creatura más amada para tender, con generosa bondad, una mano de espe-ranza a cuantos yacen en el dolor, en el pecado, en la muerte. Dar la vida, incluso, perder la vida por el Evangelio, es arriesgarse a sembrar el Reino de la misericor-dia en el campo agreste de un mundo sin amor, es aprender a bajar hasta el drama de la humanidad para mostrar, como lo hizo Jesús, que no todo está perdido, que quien cae se puede levan-tar, que quien piensa que lo ha perdido todo puede volver a ver la luz de la alegría.

Oración: Jesús Caído, ayuda a que los Discípulos Misioneros que has lla-mado por amor, comprendamos que nuestra misión es unir a tus manos do-lientes y misericordiosas nuestro com-promiso de rescatar al que yace en el dolor, nuestra decisión de ser, como tú, buena noticia que levanta, redime e ilumina a quienes han caído en el do-lor, en el pecado, en la muerte.¡Venga a nosotros tu Reino, Señor¡ Amén.

CUARTA ESTACIÓN.JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE.

Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio de San Marcos: 6,2b-3.“ ¿qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿No es este el carpintero, el Hijo de María?

Meditación: Hay entre los discípulos de Jesús una discípula excepcional, úni-ca, diríamos, diversa y a la vez cerca-na. Elegida y privilegiada con extraor-dinarias gracias, pero también llena de humanidad y de bondad: es María, la Madre, la Virgen fiel, la que sale al en-cuentro del que pasa por las calles de la Ciudad de Sion, llevando sobre sí todo el dolor del mundo. Jesús, el Hijo de María, así le llama san Marcos, sabe que en su camino no está solo, que sus pasos son seguidos de cerca por la mater-nal dulzura de quien se ha constituido en modelo y testimonio para cuantos queremos seguirlo. Ella avanza ense-ñándonos que su Sí de la Anunciación comprendía también este dolor, este encuentro con el Martirio con el que su Hijo habría de salvar a los que em-pezamos a ser sus hermanos.

Oración: Jesús, Hijo de María Virgen, que sigamos recordando que sólo po-demos ser Discípulos Misioneros en tu Reino si aprendemos a encontrarte, como lo hizo tu Madre, nuestra Ma-dre, en el camino de la cruz que tu sigues recorriendo en todos los que sufren. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor¡ Amén.

QUINTA ESTACIÓN.JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRENEO.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio de San Marcos 15,21.“Pasaba uno que volvía del campo, Si-món de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, y lo obligan a llevar la cruz.”

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Meditación: En el camino de la cruz un hombre, extranjero, por demás, es comprometido en el doloroso martirio de Jesús. Le piden que lleve la cruz, le mandan a cargar el madero de un condenado que se agota en el tormento de un camino dramático. Hasta sus hi-jos, luego también discípulos, son in-cluidos en la referencia del Evangelio, porque el gesto de Simón lo unió para siempre a Aquel maestro encontrado en las calles de Jerusalén. Queremos ser, entonces, discípulos misioneros que puedan seguirte, que puedan com-partir la carga de tantos dolores con los que sufren y nos recuerdan que tus dolores recogen y santifican el dolor del mundo.

Oración: Señor, tu Evangelio de mi-sericordia nos enseña a vivir la soli-daridad y la caridad como signo de la llegada de tu Reino, pues sabemos que también tú, Maestro bueno, has querido llevar nuestras culpas y has soportado nuestras penas con amor. Ayúdanos, te rogamos, a ser de verdad tus Discípulos Misioneros, capaces de asumir la cruz del mundo y de sobre-llevar las cargas de nuestros compañe-ros de camino.

¡Venga a nosotros tu Reino, Señor¡ Amén. SEXTA ESTACIÓN.JESÚS Y LA VERÓNICA.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Del libro de los Salmos 26, 8-9 “Oigo en mi corazón: «Buscad mi ros-tro». Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación”.Meditación: Cuánto hemos añorado co-nocer, reproducir, ver el Rostro de quien nos mostró en su humanidad el esplendor de la Divinidad. Sin embar-

go Dios escogió un camino extraño para revelarnos su imagen al ofrecer-nos la misteriosa belleza del Siervo Doliente, reflejo viviente del dolor del mundo, de las afrentas que sufre el hombre de ayer y de hoy. Grabado en nuestras vidas, el rostro humano de Dios que es Cristo, nos ayude a seguir-lo encontrando en cada dolor humano, para que, como aquella mujer a quien llamamos Verónica , podamos mostrar al mundo la imagen doliente y serena del amor más vivo y de la generosidad que se hace ofrenda de la vida.

Oración: Cristo Señor, rostro humano de Dios, rostro divino del hombre, no permitas que olvidemos que tu sigues clamando nuestro amor desde el rostro doliente de tantos hermanos. Que en la imagen del dolor de tantos, sepamos leer una vez más cuánto nos amas, cuánto entregaste para que aprendiéra-mos a ser Discípulos Misioneros que buscan y encuentran en sus hermanos la imagen del dolor que ha de ser re-dimido, la imagen de la esperanza que ha de ser colmada con nuestro amor más sincero.

¡Venga a nosotros tu Reino, Señor¡ Amén.

SÉPTIMA ESTACIÓNJESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del libro del profeta Isaías 53, 4-6 Él soportó nuestros sufri-mientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, heri-do de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nues-tros crímenes.

Meditación: Otra caída, otra vez el dolor, otra vez el amor puesto a los pies de la

humanidad en el camino del Martirio del Pastor, del Maestro, del Señor.Jesús busca al que ha caído bajando hasta el mismo fondo en el que se ha-lla postrado el que ha perdido la amis-tad con Dios y con sus hermanos. El Reino que Jesús anuncia es también la capacidad de tender la mano, la gene-rosidad que extiende una mano amiga al que ha perdido el rumbo. Construi-remos un mundo nuevo cuando sea-mos capaces de bajar con Jesús hasta donde yace la humanidad, para hacer lo que El hizo: levantar al que ha pe-cado, romper las cadenas, sacudir el yugo del mal, elevar al hermano a su original dignidad.

Oración: Jesús Caído, ayúdanos a encontrar en tu cruz el apoyo para levantarnos y levantar a cuantos han caído. Que los Discípulos Misioneros sintamos que es nuestra la tarea que tú comenzaste al venir al encuentro de la humanidad caída. Que seamos, como tú, Maestro bueno, signos de reconci-liación y de esperanza. ¡Venga a noso-tros tu Reino, Señor¡ Amén. OCTAVA ESTACIÓN.JESÚS CONSUELA LAS MUJERES DE JERUSALÉN.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Lucas. 23, 27-31 Lo seguía un gran gentío del puebloy de mujeres que se daban gol-pes y lanzaban lamentos por él.Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:”Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí,llorad por vosotras y por vuestros hijos.

Meditación: Dios ha puesto en el cora-zón de la mujer los sentimientos más puros, más delicados, más nobles, más bellos. Jesús quiso contar con ellas para inaugurar su Reino y por eso las acogió con amor, las hizo sus discípulas, las formó en la verdad, las comprometió a seguir trabajando con amor generoso, las hizo misioneras y

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las colmó de bendiciones al hacerlas privilegiadas mensajeras de su pascua, pues las consoló en el camino de la cruz y las envió a anunciar su Victo-ria. Dichosas hijas de Jerusalén, di-chosas también las que vinieron desde Galilea, dichosas todas las que en el transcurso de la historia, han sido Dis-cípulas Misioneras, fieles, valerosas, dadoras de vida y constructoras de es-peranza.

Oración: Maestro bueno, tu que hiciste de las Mujeres discípulas fieles y mo-delo de generosidad y de esperanza, concede a todo tu pueblo la alegría de imitar la valerosa actitud de aquellas que en tu camino de la cruz supieron acercarse a tu corazón y encontraron consuelo y paz para ser luego testimo-nios de tu entrega y de tu amor. Ayú-danos a entender cuánto necesita el mundo del amor noble y de la dulzura del corazón que ha encontrado en ti su luz y su esperanza.¡Venga a nosotros tu Reino, Señor¡ Amén. NOVENA ESTACIÓN.JESÚS CAE POR TERCERA VEZ.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

De la Carta del Apóstol san Pablo a los Filipenses. 2,6-8.“Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de sier-vo haciéndose semejante a los hom-bres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo obe-deciendo hasta la muerte y muerte de cruz”

Meditación:Jesús en su tercera caída es un Maestro que sigue enseñando con una sin igual sabiduría. El volver constantemente su mirada hacia el Discípulo hace que el Maestro siga regalando a los que llama la certeza de su amor generoso y la alegría de saber que no todo se ha perdido, que el pecador encontrará un

oasis para calmar su sed, pero también una llamada constante para no dejarse postrar nuevamente por el peso de sus culpas. Cristo, el Señor, hizo de su humillación un camino de salvación, y de su obediencia una lección constan-te para que el hombre caído descubra cómo y cuándo puede levantarse para no caer jamás.

Oración: Señor Jesús, muchas veces, sumidos en el drama de nuestras caí-das, hemos perdido la esperanza. Con-cédenos a quienes recorremos contigo este camino de la cruz la alegría de volver a encontrar en tu entrega ge-nerosa el perdón y la paz que necesi-tamos. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor¡ Amén.

DÉCIMA ESTACIÓN.JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDOS.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del evangelio según San Marcos.15, 24.“ y se reparten sus ropas a ver lo que se llevaba cada uno”

Meditación: El suplicio de la crucifixión implicaba no pocas humillaciones. Jesús, despojado de sus vestidos hace suya la dolorosa pasión del Justo con-tada ya por el Salmo 21(22), ya por el poema del Siervo Doliente de Isaías (Isaías 53). Es esta también la pasión de la humanidad, asumida por Cristo con amor generoso, recogiendo en sus gestos también los muchos despojos de que ha sido victima el ser humano a lo largo de los siglos. Él sabe que sus vestidos sorteados nos alertan para que estemos atentos al dolor huma-no, para que aprendamos a cubrir con misericordia a quienes han quedado abandonados en sus angustias. Vis-tamos con el manto del amor tantas amarguras, cubramos con la verdadera caridad todos los despojos.

Oración: Jesús despojado, hoy tus Dis-cípulos Misioneros, leyendo con fe la historia de la humanidad, te hemos rencontrado en tantos sufrimientos, en tantos rostros que reflejan la crueldad del mundo. Danos la inmensa alegría de poder cubrir con nuestro amor ge-neroso los despojados de este mundo, para que llegue de verdad el Reino de la esperanza y el Reino de la vida. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor¡ Amén.

UNDÉCIMA ESTACIÓN:JESÚS ES CLAVADO A LA CRUZ.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Marcos. 15, 25.“Era la hora tercia cuando lo cruci-ficaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: El Rey de los Judíos”.

Meditación: La crucifixión tiene tanto de exaltación. Levantar sobre el mundo la nueva bandera del Reino de la vida es mostrar sobre el madero al Señor de la historia, al Rey que, finalmente, atraerá a todos hacia su trono insólito y maravilloso a la vez. Los reinos hu-manos han puesto tanto interés en con-solidar el trono de sus monarcas. Jesús eligió, libremente, este trono singular para mostrar que su Reino no es de este mundo, que su victoria será la del amor, que su Reinado estará apoyado en la simplicidad de sus discípulos y no en la violencia. Es esta la verdadera proclamación del señorío de nuestro Salvador, es esta la gloriosa manifes-tación de un amor que, clavado a una cruz, se vuelve libertad y esperanza.Oración: Jesús Crucificado, haz que los Discípulos Misioneros que sigues llamando, puedan mostrar al mundo el nuevo camino por el que se llega a la gloria más verdadera. Haz que en-tendamos que al mirarte “clavado en una cruz y escarnecido”, podremos

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comprender el alcance del amor más puro y podamos comprometernos en tu causa de misericordia y de esperan-za. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor¡ Amén. DECIMOSEGUNDA ESTACIÓN, JESÚS MUERE EN LA CRUZ.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Mar-cos. 16, 37-39.Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expira-do, dijo: «Realmente este hombre era Hijo de Dios.»

Meditación: Verdaderamente este hombre es Hijo de Dios, decimos nosotros hoy inspirados por la palabra de un paga-no, el Centurión. Lo hacemos porque la gran tarea de Jesús, su gran misión fue la de anunciar que Dios es nuestro Padre, que somos hijos con Él, que él, bajando de su gloria, nos ha elevado a nosotros a la gloria, que, despojándose de todo, hasta de su propia vida, nos ha conquistado la dignidad y la alegría de ser con él y en él hijos de Dios. Es este el gran secreto que se nos revela en la muerte del Señor: que el Reino de Jesús, el que se inaugura con su Pascua, es un reino de Hijos en el que Él, el primero, nos abre las puertas de una nueva condi-ción, la de ser la familia de los hijos del Padre Misericordioso.

Oración: Jesús de la agonía, ahora si que hablas claro, ahora sí que los Dis-cípulos Misioneros que has convocado al pie de la cruz podemos reconocer nuestra nueva condición. En tu muer-te nos ha revelado que tenemos Padre y que tu, el primero de los Hijos, nos abres ahora la puerta del Reino en el que seremos la única familia, la de los hermanos rescatados con tu amor en-tregado. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor¡ Amén.

DECIMOTERCERA ESTACIÓN.JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.Lectura del Evangelio según San Marcos. 15, 42-43“Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; armándose de valor, se presentó ante Pilato y le pidió el cuer-po de Jesús”.

Meditación. Un miembro noble del Sane-drín, que también aguardaba el Reino, aprendió como ninguno la lección de misericordia. No pide el cuerpo de un amigo, simplemente, pide el cuerpo de su Rey, del que lo llamó a la esperanza del Reino, del que sembró en su co-razón la semilla de la verdadera ale-gría. Cuando el Señor nos convence y nos conquista, nos decidimos a poner por obra su mensaje y su Evangelio. A Jesús, rey de la gloria, le aguardan los brazos y el corazón de María y de un pequeño grupo de discípulos; en el mundo nos esperan tantos que aguar-dan la llegada del Reino y necesitan del arrojo y la decisión de José de Arimatea, para comprometerse en el anuncio de la verdad y de la esperan-za.

Oración: Jesús, descendido de la Cruz, te rogamos que nosotros, que quere-mos ser de corazón los Discípulos Mi-sioneros que anuncian tu Reino, poda-mos llevar al corazón de la humanidad la Palabra de la Verdad, la luz de la esperanza, la alegría que nos ha sido conquistada en tu Sacrificio Pascual.¡Venga a nosotros tu Reino, Señor¡ Amén.

DECIMOCUARTA ESTACIÓN.JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO.Te adoramos, Oh Cristo, y te bende-cimos,R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Marcos15,44-47.“Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centu-rión, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana y, bajando a Je-sús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del se-pulcro.María Magdalena y María la de José observaban dónde lo ponían”.

Meditación: Para los que han perdido la esperanza, la sepultura es el final. Nada sigue en el corazón del que no tiene fe. Pero para nosotros, los que hemos visto en el sacrificio Pascual de Cristo el triunfo de la vida, la Se-pultura del Señor es sólo el breve paso en el que la tierra se honra con el gra-no de trigo que molido dará su fruto de vida y de paz. El silencio sagrado del Sepulcro de Cristo es desde ahora hasta la aurora de la Pascua, el tiempo en el que la humanidad, sumida tam-bién en el silencio, aguarda a su Rey, lo contempla en la consumación de su entrega, pero empieza a comprender que la Vida resurgirá, que la noche será vencida por la luz, que la victoria del Maestro será el estímulo para los Discípulos Misioneros, los que serán testigos del triunfo del amor y de la victoria de la verdad y de la vida.

Oración. Jesús, desde el silencio del Sepulcro, enséñanos a proclamar tu victoria y ayúdanos a decirle al mun-do, sepultado en las sombras del pe-cado, que tú eres nuestra única espe-ranza, que tu victoria es el comienzo de la nueva creación, que tu Resurrec-ción inaugura el reino de la vida y de la verdad. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor¡ Amén.

Conclusión.Señor Jesús.Rostro Humano de Dios, Rostro divi-no del Hombre: Este camino que recorremos los discípulos misioneros, nos ha re-cordado que Tu Reino, el reino de la

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vida, se inaugura con la fuerza del amor, con la luz que nace de la cruz, con la alegría que irradia el amor ge-neroso que te movió a darlo todo y a comprometerlo todo por nosotros. Ayúdanos a hacer de cada experiencia evangelizadora, de la Mi-

sión Continental y de cada una de las iniciativas que proclaman tu victoria y que establecen tu Reino, el camino para que todos te encontre-mos como nuestro Salvador, a que todos te sigamos como Maestro, para que todos te acojamos como Her-

mano, para que todos te celebremos como Señor, para que todos en ti seamos hijos del único Padre, el que contigo vive y rei-na en la Unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los Siglos. Amén.P. Diego Alberto Uribe Castrillón. MMXII.

MEDITEMOS LOS SIETE DO-LORES DE MARÍA SANTÍSIMA1. LA PROFECÍA DE SIMEÓN (Lc 2, 25-35). Madre tierna, por la lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al oír, de los labios del Santo Profe-ta Simeón, que una “espada de dolor iba a atravesar tu corazón”, haz que te ame cada día más y que cuando me to-que presentarme ante el Tronco divino para dar cuenta de mi vida, oiga a Je-sucristo, Juez universal, decirme tier-namente: “He oído a mi Madre hablar de ti”.Ave María

2. LA PERSECUCIÓN DE HERO-DES Y LA HUIDA A EGIPTO (Mt 2,13-15) Madre fuerte, por las lágri-mas que derramaste y el dolor que sentiste al tener que huir a Egipto con Jesús Niño y con José, haz que tenga un corazón atento para huir de todas las ocasiones de pecado y que la Sa-grada Familia sea, en mi hogar, el ejemplo a seguir.Ave María

3. JESÚS PERDIDO EN EL TEMPLO (Lc 2,41-50) Madre de la esperanza, por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste cuando perdieron por tres días a Jesús, de doce años, en el Tem-plo de Jerusalén, llévame siempre de tu mano, como a un niño, para que no me pierda. Y si alguna vez, por mis errores, me alejo de ustedes, no des-canse hasta encontrarlos nuevamen-te y poder hacer una buena y sincera Confesión, fuente de Gracia y de Di-vina Misericordia.Ave María

4. SU ENCUENTRO CON JESÚS CARGADO CON LA CRUZ (Lc 23 , 26-31) Madre de consuelo, por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al encontrara a tu querido Hijo con la Cruz acuestas en la calle de la amargura, ayúdame a cambiar mi co-razón para no aumentar más el peso de su Cruz con nuevas ofensas y pecados, causas de su muerte y de su tristeza. Que pueda ser, para Jesús, otro Cire-neo.Ave María

5. LA CRUCIFIXIÓN Y MUERTE DE NUESTRO SEÑOR (Jn 19,17-30) Madre dolorosa, por las lá-grimas que derramaste y el dolor in-menso que sentiste cuando contem-plabas a tu Hijo clavado en la Cruz, enséñame a aceptar, con paciencia, todas las cruces que estoy viviendo y las que me toquen vivir en el futuro, ofreciéndoselas con mucho amor por la conversión de los pecadores.Ave María

6. MARÍA RECIBE A JESÚS BAJADO DE LA CRUZ (Mc.15, 42-46) Madre del perdón, por esas lágrimas que se mezclaron con la Sangre de tu Hijo cuando lo recibiste muerto en tus brazos maternales, sé mi fortaleza para que pueda sostener con mi entrega a todos los que necesitan de mí, dándoles mi tiempo, mi cariño y todo mi amor.Ave María

7. LA SEPULTURA DE JESÚS (Jn 19, 38-42)Madre de amor eterno, por las lágri-mas que derramaste y el dolor que sentiste en tu soledad al dejar el cuer-po de tu Divino Hijo en el sepulcro, haz que estando de paso en este mun-

do, comprenda que lo importante es tener en mi vida la claridad del Reino de los Cielos. Que encuentre el amor y la compañía de los míos para aspirar a la Vida Eterna en Dios.Ave MaríaReflexiones para laprocesión de soledad (1) La vida hoy nos brinda la oportunidad en nuestra procesión de so-ledad, para elevar una plegaria a Dios y orar por todas aquellas personas que por circunstancias de la vida, han sido sometidas a la denigrante situación del secuestro. El dolor que se padece cuan-do se nos priva de la libertad, no tiene nivel de comparación; ante la impoten-cia, humillación y angustia, bien vale la pena elevar una plegaria a Dios para que les de fortaleza, y a la luz de la esperan-za, les permita tomar nuevas fuerzas en espera de un mañana en compañía de los suyos. Hoy los secuestrados necesi-tan de nuestra solidaridad para alcanzar su libertad. En el numeral 78 del Docu-mento de aparecida se nos dice que “la vida social, en convivencia armónica y pacífica, se está deteriorando gravemen-te en muchos países de América latina y el Caribe por el crecimiento de la vio-lencia, que se manifiesta en robos, asal-tos, secuestros, y lo que es más grave, en asesinatos que cada día destruyen más vidas humanas y llenan de dolor a las familias y a la sociedad entera”. Virgen dolorosa, danos la ca-pacidad de mirar hacia Dios y revestir-nos de tu amor para poner en tus santas manos a quienes están secuestrados y a sus familias que viven el dolor de no tener en sus casas a sus seres queridos. Pon, Virgen Santa, la gracia de la paz en nuestros hogares.Se entonan siete Avemarías (2) El desempleo hace que impere la pobreza y la desigualdad, lo

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cual afecta la convivencia y el desarro-llo de nuestros pueblos. El desempleo y la falta de oportunidades no deberían hacer parte de nuestra querida Colom-bia, somos hermanos en el bautismo y lamentablemente, no hacemos gala de nuestra vida de fe, sino que nos en-cerramos en nuestro propio bienestar que nos hacen perder el sentido co-mún, el valor de la justicia y el respeto por la dignidad humana. El desempleo no es escuela de progreso, por el con-trario, es el deterioro sistemático de la familia y la sociedad. La indiferencia es el cáncer de la sociedad y cuando dejo de pensar en el bienestar del otro, comienzo a desestabilizar mi entorno y a opacar el futuro de nuestros hijos. Hoy las personas que están desem-pleadas necesitan de nuestra oración para encontrar un trabajo digno que les permita una mayor calidad de vida con los suyos. En el Documento de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe se afir-ma: “Damos gracias a Dios porque su palabra nos enseña que, a pesar de la fatiga que muchas veces acompaña al trabajo, el cristiano sabe que éste, uni-do a la oración, sirve no sólo al pro-greso terreno, sino también a la san-tificación personal y a la construcción del Reino de Dios. El desempleo, la injusta remuneración del trabajo y el vivir sin querer trabajar son contrarios al designio de Dios. El discípulo y mi-sionero, respondiendo a este designio, promueven la dignidad del trabajador y del trabajo, el justo reconocimien-to de sus derechos y de sus deberes, y desarrollan la cultura del trabajo y denuncian toda injusticia.” (DA 121)Virgen Dolorosa, tú que intercedes por nosotros y acompañas en el amor a tu Hijo, permítenos depositar bajo tu intercesión, a aquellas personas que están desempleadas para que encuen-tren una luz que les permita acceder al mundo laboral y llevar a todos los suyos mayor bienestar. Se entonan siete Avemarías.(3) Esta procesión de Soledad, nos in-vita a poner nuestro corazón en aque-llos que se están sintiendo olvidados por nuestra sociedad… nuestros cam-pos deben ser el oxigeno de nuestros

pueblos y no el cementerio de quienes están damnificados. No son pocas las familias que se sienten agobiadas al ver que sus seres queridos lo han per-dido todo; las enfermedades, la sole-dad, el hambre, la pérdida de la vivien-da, el daño de los cultivos, la pérdida del ganado, etc., los ha empobrecido y los ha llevado a la desesperación. Ne-cesitamos elevar una luz de esperanza por todos los damnificados de nuestro País, rogándole a Dios que puedan en-contrar en nuestras instituciones legí-timas, un camino de solidaridad y de bienestar con todos los suyos. Hoy los damnificados necesitan de la solidari-dad y la justicia para hallar esperanza en su desestabilización.En el Documento de Aparecida se afirma que “América Latina posee los acuíferos más abundantes del planeta, junto con grandes extensiones de terri-torio selvático, que son pulmones de la humanidad. Así, se dan gratuitamente al mundo servicios ambientales que no son reconocidos económicamente. La región se ve afectada por el reca-lentamiento de la tierra y el cambio climático provocado principalmente por el estilo de vida no sostenible de los países industrializados”. (DA 66)Virgen de los Dolores, ayúdanos a ser solidarios con aquellos hermanos nuestros que fruto de las inclemencias del tiempo, lo han perdido todo. No dejes que la indiferencia se apodere de nosotros, antes bien, llévanos con tu gracia y entrega a poner todo nuestro empeño para que impere el orden, la justicia, la armonía y la paz en nuestra sociedad. Se entonan siete Avemarías. (4) El vicio es un mal social que amenaza, hiere y mata sin discri-minación, siendo gravemente contra-rio a la justicia, la convivencia y la paz. No es justo que nuestros medios de comunicación se ocupen de aspec-tos que van en contra de la dignidad humana y la integridad de las perso-nas. El vicioso daña la paz de nuestros pueblos y pone en peligro el bienestar de las familias. ¿A quién de nosotros le gustaría que nuestras familias se vieran afectadas por el flagelo del vi-cio? La justicia nos pide acoger al ser humano a la luz de su dignidad y velar

porque las rehabilitaciones le permi-tan reintegrarse nuevamente a nuestra sociedad. Hoy las personas viciosas necesitan de la solidaridad y la educa-ción para poder encontrar fuerzas que les ayuden a valorarse y a darse una nueva oportunidad. “El problema de la droga es como una mancha de aceite que inva-de todo. No reconoce fronteras, ni geo-gráficas ni humanas. Ataca por igual a países ricos y pobres, a niños, jóvenes, adultos y ancianos, a hombres y mu-jeres. La Iglesia no puede permanecer indiferente ante este flagelo que está destruyendo a la humanidad, espe-cialmente a las nuevas generaciones. Su labor se dirige especialmente en tres direcciones: prevención, acom-pañamiento y sostén de las políticas gubernamentales para reprimir esta pandemia. En la prevención, insiste en la educación en los valores que de-ben conducir a las nuevas generacio-nes, especialmente el valor de la vida y del amor, la propia responsabilidad y la dignidad humana de los hijos de Dios.” (DA 422) Virgen Dolorosa, ayúdanos a decirle no a los vicios y permítenos confiar mayormente en Dios para hacer a un lado todo aquello que nos esclaviza y nos hace perder el valor de la vida.Se entonan siete Avemarías. (5) El individualismo es una tortura sistemática que lleva a toda persona a perder su dignidad, liber-tad y amor propio. Cuando una per-sona piensa sólo en él y se olvida de su entorno, de la necesidad del otro y de la oportunidad que le brinda la vida para relacionarse con los demás, castiga sistemáticamente la esperanza y la justicia de los buenos e intimida la capacidad de los demás para hacer algo productivo, justo y equitativo por los demás. El individualista termina por encerrarse en su propio mundo y odiar lo que lleve a un bien común y al respeto por la persona. No es jus-to que en nuestra sociedad muchos se separen de la realidad del otro ayu-dados de falsas ideologías, pensando que sólo lo de ellos es lo que vale y tiene sentido… Nosotros no podemos ver al hermano como un medio para deleitarme en mis vicios, prejuicios o

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quien nos invitó a no hacerle a los de-más lo que no nos gustaría que nos hi-cieran a cada uno de nosotros. El robo es un acto injusto que nos genera anti valores y nos aparta de la misericordia y del respeto por el otro. Hoy necesi-tamos encontrar referentes de paz para que el robo cese en nuestras calles y tomemos conciencia del valor de Dios en nuestras vidas. Con el robo no se construye el Reino de Dios. El Documento Conclusivo de la V Conferencia celebrada en Apa-recida, en el numeral 546 nos dice: “Al enfrentar tan graves desafíos nos alientan las palabras del Santo Padre: No hay duda de que las condiciones para establecer una paz verdadera son la restauración de la justicia, la recon-ciliación y el perdón. De esta toma de conciencia, nace la voluntad de trans-formar también las estructuras injus-tas para establecer respeto de la dig-nidad del hombre creado a imagen y semejanza de Dios… Como he tenido ocasión de afirmar, la Iglesia no tiene como tarea propia emprender una ba-talla política, sin embargo, tampoco puede ni debe quedarse al margen de la lucha por la justicia”. Virgen de los Dolores, ayú-danos en vivir en la justicia y la her-mandad; que todos podamos contri-buir a la construcción del Reino de los Cielos y con tu ejemplo, alimentemos la esperanza, la confianza y el cumpli-miento de la voluntad de Dios. Se entonan siete Avemarías. (7) En este caminar con la Virgen María, podemos reflexionar de cuán importante es para todos noso-tros, el respeto a la persona desvalida y enferma. Cada persona merece te-ner calidad de vida y esto lo logramos

arrogancias. Todos somos Iglesia y es-tamos llamados a vivir en comunidad.En el Documento de Aparecida, nu-meral 479 se nos dice: “Recae, por tanto, sobre el individuo toda la res-ponsabilidad de construir su persona-lidad y plasmar su identidad social. Así tenemos por un lado, la emergen-cia de la subjetividad, el respeto a la dignidad y a la libertad de cada uno, sin duda una importante conquista de la humanidad. Por otro lado, este mismo pluralismo de orden cultural y religioso, propagado fuertemente por una cultura globalizada, acaba por eri-gir el individualismo como caracterís-tica dominante de la actual sociedad, responsable del relativismo ético y la crisis de la familia.” Virgen de los Dolores, cami-nando bajo tu amparo, te pedimos nos ayudes a despertar en nuestros corazo-nes el valor de la persona, la familia y la sociedad. Que la indiferencia no se apodere de nosotros y juntos podamos llevar a nuestras gentes el sentido de lo que significa vivir en comunidad.Se entonan siete Avemarías. (6) La paz debe ser busca-da por todos… El respeto por el otro nos pide abrir caminos de justicia y de convivencia. No podemos hacer del robo el sustento para nuestras fami-lias; no podemos valernos de aquello que no nos pertenece, so pretexto de querer llevar a nuestros hogares el pan cotidiano. El robo es el flagelo de la sociedad y el medio para que el dinero fácil lleve a la zozobra y desestabili-zación a nuestros barrios. El valor de la justicia es indispensable en nuestra comunidad y qué mejor que ponerla a depender de la persona de Jesucristo

cuando valoramos su dignidad y lo acompañamos con el respeto y el amor que se merece. La enfermedad no puede ser causa de olvido y maltrato a la felicidad de la persona; necesitamos humanizar la realidad del doliente y entender que es en los momentos difí-ciles cuando uno debe estar a la altura de la calidad de vida de quienes nos necesitan. Debemos estar preparados para asumir con madurez y espíritu cristiano los momentos difíciles, de dolor o de sacrificio. Al enfermo lo debemos rodear de afecto, ternura y, revistiéndonos de paciencia, podemos llevar a su condición frágil y doliente, signos de fortaleza, confianza, espe-ranza y alegría. No podemos ponerle al dolor pensamientos enfermos, antes bien, confianza en Dios y seguridad en lo que somos y representamos para nuestros seres queridos. El Documento de Aparecida en el numeral 417 nos dice: “La Iglesia ha hecho una opción por la vida. Esta nos proyecta necesariamente hacia las periferias más hondas de la existencia: el nacer y el morir, el niño y el ancia-no, el sano y el enfermo. San Ireneo nos dice que ‘la gloria de Dios es el hombre viviente’, aun el débil, el recién concebi-do, el gastado por los años y el enfermo. Cristo envió a sus apóstoles a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos, verdaderas catedrales del encuentro con el Señor Jesús.” Virgen Dolorosa acoge nues-tras oraciones por quienes están enfer-mos, dales luz y esperanza para que mirando hacia el rostro de Jesús, en-cuentren en él fortaleza y puedan, ayu-dados en su fe, llenarse de serenidad y confianza en Dios.Se entonan siete Avemarías.

PR

PROCESIÓN DE RESURRECCIÓN (1) La Pascua es un paso de la muerte a la vida que nos pone en tónica de escucha, servicio y com-promiso de fe. Somos privilegiados, la vida ha vencido a la muerte y es-tamos alegres; tomemos conciencia que este día maravilloso es un camino de luz donde cada uno de nosotros se debe sentir comprometido con Jesús

para tomar su Evangelio y llevarlo a todas las personas de buena voluntad. ¡Ha resucitado! “Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo”.

• Vivamos la Resurrección de Cristo como el mejor aconteci-miento de nuestra Fe.

• Vivamos nuestra Fe como la fuerza de la Resurrección y de la esperanza puesta en Dios.

• Cristo ha resucitado y con este acontecimiento de luz, de espe-ranza y de vida, nos ha permi-tido vivir de cerca su Misterio Pascual.

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• Comprometámonos con Cristo, tomemos la Palabra de Dios, hagamos Lectio Divina, reci-bamos el anuncio del Kerigma y convirtámonos en discípulos misioneros.

Respondemos todos:

R// EL SEÑOR HA RESUCITADO. ALELUYA!

Las banderas reales se adelantany la cruz misteriosa en ellas brilla:la cruz en que la vida sufrió la muertey en que, sufriendo muerte, nos dio vida.R// EL SEÑOR HA RESUCITADO. ALELUYA!

Ella sostuvo el sacrosanto cuerpoque, al ser herido por la lanza dura,derramó sangre y agua en abundanciapara lavar con ellas nuestras culpas.

R// EL SEÑOR HA RESUCITADO. ALELUYA!

En ella se cumplió perfectamentelo que David profetizó en su verso,cuando dijo a los pueblos de la tierra:nuestro Dios reinará desde un madero.

R// EL SEÑOR HA RESUCITADO. ALELUYA!

“La vida en comunidad es esencial a la vocación cristiana. El discipulado y la misión siempre suponen la perte-nencia a una comunidad” (DA 164).

(2) La Pascua es un acontecimiento divino, porque nos muestra la fuerza de Dios y su amor por los hombres. Con este acontecimiento de resurrec-ción se abren las puertas de un acto celebrativo que debemos acoger con alegría y júbilo, haciendo de este día un gran Domingo, donde Cristo reina vestido de majestad y se convierte en primicia de todos los que han muerto, pues gracias a Él impera la vida.

• La Pascua nos lleva a elevar nuestro espíritu, a confiar en Dios y a saber que la muerte ha sido vencida definitivamente.

• La Pascua no es el final de la misión de Jesús, sino el comien-zo de la historia de la Salvación para que caminemos hacia una vida misionera.

• Vivamos la Resurrección de Cristo y renovemos nuestra Fe para vencer la desesperación, la angustia y el sin sentido de la vida.

• Resucitemos con Cristo y haga-mos de la Fe nuestro peregrinar en compañía de Dios, para que nuestros pueblos crean y seamos esos verdaderos discípulos que necesita nuestra Parroquia.

Respondemos todos:

R// LA VICTORIA DE CRISTO ES NUESTRA VICTORIA

¡Árbol lleno de luz, árbol hermoso,Árbol ornado con la regia púrpura,Y destinado a que su tronco dignoSintiera el roce de la carne pura.

R// LA VICTORIA DE CRISTO ES NUESTRA VICTORIA

¡Dichosa cruz que con tus brazos firmes,En que estuvo colgado nuestro precio,Fuiste balanza para el cuerpo santoQue arrebató su presa a los infiernos!

R// LA VICTORIA DE CRISTO ES NUESTRA VICTORIA

A ti, que eres la única esperanza,Te ensalzamos, oh cruz, y te rogamosQue acrecientes la gracia de los justosY borre los delitos de los malos.

“En el Pueblo de Dios, la comunión y la misión están profundamente unidas entre sí. La comunión es misionera y la misión es para la comunión” (DA 163).

(3) Celebremos este día de la Pascua don-de Cristo, luz del mundo, nos invita a darlo todo por el Evangelio. La Pascua nos ayu-da a dejar atrás el hombre viejo y hacerlo todo nuevo a ejemplo de Cristo. Celebrar la Pascua es ponerle luz a nuestra vida, es colmarlo todo de la suficiente esperanza, donde el Evangelio nos lleva a compromi-sos de fe. Con la Pascua hay que ponerle

actitud a la vida y ser consecuentes con la gracia de Dios.

• Necesitamos discípulos misioneros, que haciendo parte de la Nueva Evan-gelización, nos pongan a todos en es-tado de Misión Permanente.

• Acojamos la luz Pascual y profese-mos con entusiasmo y vitalidad la Buena Nueva de Cristo, quien hoy ha Resucitado para darnos vida.

• Con la Resurrección de Cristo no-sotros los laicos y laicas estamos lla-mados a transformar la realidad de nuestras familias con el anuncio del Evangelio y la fuerza del Kerigma: ¡Cristo ha muerto y ha Resucitado!

¡Hoy estamos de fiesta! Cristo ha Resu-citado y con su Resurrección nos está lla-mando a renovar nuestra fe a través de una conversión personal. Necesitamos hacer parte de la Misión Continental.Respondemos todos:

R// PERMÍTENOS SER TUS DISCÍPULOS MISIONEROS

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti ma-drugo, mi alma está sedienta de ti;mi carne tiene ansia de ti,

R// PERMÍTENOS SER TUS DISCÍPULOS MISIONEROS

¡Cómo te contemplaba en el santuarioviendo tu fuerza y tu gloria!Tu gracia vale más que la vida,te alabarán mis labios.

R// PERMÍTENOS SER TUS DISCÍPULOS MISIONEROS

Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos.

R// PERMÍTENOS SER TUS DISCÍPULOS MISIONEROS

En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti,porque fuiste mi auxilio,y a la sombra de tus alas canto conjúbilo; mi alma está unida a ti,y tu diestra me sostiene.

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R// PERMÍTENOS SER TUS DISCÍPULOS MISIONEROS

“La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” (DA 370). (4) Hoy estamos celebrando la victoria de nuestro Señor Jesucris-to, mostrándonos que no somos una religión de muertos, sino de vivos. La Pascua no es una fiesta cualquiera, es la fiesta de las fiestas, la solemnidad de solemnidades. Estamos ante la ce-lebración más importante para noso-tros los cristianos porque en Dios todo se puede y todo se espera. Tenemos un Dios que nos bendice, nos acompaña y nos salva.

• La muerte ha sido vencida!• La esclavitud del pecado ya es pasado!• La oscuridad tiene una nueva

lectura y la confianza puesta en Dios es actualidad. El Kerigma se nos anuncia, Cristo venció la muerte.

• Hoy nosotros podemos renovar nuestro bautismo y hacer de nuestra Fe una nueva alianza para caminar hacia el Reino de los cielos.

• Jesucristo es el gran promotor de la paz y el servidor del amor.

• Con la Pascua Jesucristo quiere vibrar en nuestras vidas y llevar-nos hacia la Misión Continental por convicción.

Respondemos todos:

R// SI CRISTO NO HUBIERA RESUCITADO VANA SERÍA NUESTRA FE.

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.

R// SI CRISTO NO HUBIERA RESUCITADO VANA SERÍA NUESTRA FE.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;

ejércitos del Señor, bendecid al Señor.Sol y luna, bendecid al Señor;astros del cielo, bendecid al Señor.

R// SI CRISTO NO HUBIERA RESUCITADO VANA SERÍA NUESTRA FE.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;vientos todos, bendecid al Señor.Fuego y calor, bendecid al Señor;fríos y heladas, bendecid al Señor.

R// SI CRISTO NO HUBIERA RESUCITADO VANA SERÍA NUESTRA FE.

Rocíos y nevadas, bendecid al señor;témpanos y hielos, bendecid al Señor.Escarchas y nieves, bendecid al Señor;noche y día, bendecid al Señor.

R// SI CRISTO NO HUBIERA RESUCITADO VANA SERÍA NUESTRA FE.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;rayos y nubes, bendecid al Señor.Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.

“La renovación de la Parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos y en los sacerdotes que están al servicio de ella. La primera exigencia es que el párroco sea un auténtico discípulo de Jesucristo, porque sólo un sacerdote enamorado del Señor puede renovar una Parroquia” (DA 201).

(5) Con la Resurrección nuestra fami-lia como Iglesia doméstica debe refle-jar el espíritu de la Pascua, el espíri-tu de la alegría y la victoria de Jesús nuestro Señor. Hay muchas formas de festejar este día de la Resurrección: decorando nuestra casa con flores, lla-mando a nuestros amigos para desear-les unas Felices Pascuas, hacer una cena especial, darle alegría a la casa con música de júbilo, leer el pasaje de la Biblia donde se narra el aconteci-miento de la Resurrección, vestirnos con la mejor ropa, y lo más importan-te, participar de la Santa Misa y recibir la Sagrada Comunión.

• La Resurrección es un aconteci-miento de Fe y de vida que fun-damenta nuestra creencia y nos lleva a esperar continuamente en Dios, siendo discípulos misione-ros.

• Lo cierto es que Dios es nues-tro Padre y nuestro creador y él quiere para nosotros lo más preciado que nos puede dar: el Reino de los cielos. Vivamos con alegría nuestra vida de cris-tianos.

• Con la Resurrección de Cristo el Reino de los Cielos se hace cer-cano y nos permite esperar en él, incluso después de la muerte.

• Con la Resurrección, las Pala-bras de Jesús se hacen contun-dentes porque su vida divina se convierte en un gran referente para nuestra vida humana.

Respondemos todos:

R// Aleluya. Ha resucitado el Señor.Hijos de los hombres, bendecid al Señor;bendiga Israel al Señor.Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;siervos del Señor, bendecid al Señor.

R// Aleluya. Ha resucitado el Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;santos y humildes de corazón, bendecid al Señor. Bendigamos al Padre, al Hijo y al Es-píritu Santo, Ensalcémoslo con himnos por los siglos,

R// Aleluya. Ha resucitado el Señor.

Bendiga la tierra al Señor,ensálcelo con himnos por los siglos.Bendito el Señor en la bóveda del cielo,alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

“El discípulo, a medida que cono-ce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y re-sucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más ne-cesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios” (DA 278, e).

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(6) Esta festividad Pascual es un acontecimiento de fe sin prece-dentes; la resurrección de Cristo es un camino de vida que nos ayuda a tomar conciencia de lo que somos y de lo que Dios espera de todos. Este día no pue-de verse como un día igual a los de-más. Si celebramos el Nacimiento de Jesús en Navidad, significando el prin-cipio de su presencia en nuestras vidas, ¡con mayor razón debemos celebrar su Gloriosa Resurrección que nos regala la Vida Eterna! Vivamos nuestra Fies-ta Pascual, renovemos nuestra Parro-quia, sintámonos parte vital de ella y como buenos Discípulos, anunciemos la Gran Noticia: ¡Cristo ha Resucitado para darnos nueva vida!

• La vida hoy nos brinda la opor-tunidad de caminar con Cristo victorioso y ponernos al servicio de nuestra comunidad.

• La Resurrección rompe con el esquema de la muerte y nos pone en tónica de vida, de encuentro, de fe, y lo más importante, en camino hacia una vida plena en Cristo.

• Hagamos de la resurrección de Cristo un sendero de Fe y bus-quemos con la luz divina un pro-ceso de amor, confianza y vida eterna.

• Vivamos la Pascua con espíritu de Misión y preocupémonos por llevar nuevas ideas de Pascua a nuestros grupos apostólicos y a nuestras familias.

Respondemos todos:

R// ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR: SEA ÉL NUESTRA ALEGRÍA Y NUES-TRO GOZO. ALELUYA.

Cantad al Señor un cántico nuevo,resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se legre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.

R// ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR: SEA ÉL NUESTRA ALEGRÍA Y NUES-TRO GOZO. ALELUYA.

Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras;porque el Señor ama a su puebloy adorna con la victoria a los humildes.

R// ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR: SEA ÉL NUESTRA ALEGRÍA Y NUES-TRO GOZO. ALELUYA.

Que los fieles festejen su gloriay canten jubilosos en filas: Con vítores a Dios en la bocay espadas de dos filos en las manos:

R// ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR: SEA ÉL NUESTRA ALEGRÍA Y NUES-TRO GOZO. ALELUYA.

Para tomar venganza de los pueblosy aplicar el castigo a las naciones,sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.

R// ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR: SEA ÉL NUESTRA ALEGRÍA Y NUES-TRO GOZO. ALELUYA.

Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.

R// ESTE ES EL DÍA EN QUE AC-TUÓ EL SEÑOR: SEA ÉL NUES-TRA ALEGRÍA Y NUESTRO GOZO. ALELUYA.

“La misión en inseparable del disci-pulado, por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la forma-ción, aunque se la realice de diversas maneras de acuerdo a la vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se encuentra la per-sona” (DA 278, e). (7) En el libro de los Hechos de los Apóstoles se nos dice: “Dios re-sucitó a Jesús al tercer día e hizo que se apareciese no a todo el pueblo, sino a nosotros, que somos los testigos ele-gidos de antemano por Dios. Nosotros hemos comido y bebido con él, des-pués que Dios lo resucitó de entre los muertos. Y él nos mandó predicar al Pueblo y atestiguar que ha sido cons-

tituido por Dios juez de vivos y muer-tos. De él hablan todos los profetas y aseguran que cuantos tengan fe en él recibirán por su nombre el perdón de sus pecados” (Hechos 10, 40-43).

• Gracias Señor por esta Pascua que nos has permitido vivir con la gracia de ser elegidos por ti para ser discípulos misioneros.

• Gracias por nuestra Parroquia y todos los que en ella nos permi-tieron acercarnos a tu Palabra de Vida y a tu mensaje de salvación siendo verdaderos cristianos.

• Gracias por nuestra Iglesia Ca-tólica y por el anuncio que en ella recibimos para vivir nuestro encuentro con Jesucristo, la con-versión como cristianos, el disci-pulado como llamado, la comu-nión como Iglesia que somos y la Misión como tarea para anun-ciar lo que creemos y vivimos.

• Gracias por mostrarnos un cami-no pastoral para hacer parte de la Misión Continental y conver-tirnos en Discípulos Misioneros para que nuestra comunidad en Él tenga vida en abundancia.

• Gracias por ser en nuestra vida de Fe ese camino que debemos recorrer, esa verdad que debe-mos acoger y esa vida que debe-mos imitar y aspirar para tener un encuentro Glorioso con nues-tro Padre Dios.

• Gracias Señor por hacernos ver-daderos cristianos pregoneros de la justicia, el amor y la paz.

Respondemos todos:

R// GRACIAS SEÑOR POR LA VIDAAbridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.Esta es la puerta del Señor: Los vencedores entrarán por ella.

R// GRACIAS SEÑOR POR LA VIDATe doy gracias porque me escuchastey fuiste mi salvación.La piedra que desecharon los arquitec-tos es ahora la piedra angular.

R// GRACIAS SEÑOR POR LA VIDAEs el Señor quien lo ha hecho,

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EDICIÓN ESPECIAL SEMANA SANTACICLO B

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ha sido un milagro patente.Este es el día en que actuó el Señor:Sea nuestra alegría y nuestro gozo.

R// GRACIAS SEÑOR POR LA VIDASeñor, danos la salvación;Señor, danos prosperidad.Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios: Él nos ilumina.

R// GRACIAS SEÑOR POR LA VIDAOrdenan una procesión con ramoshasta los ángulos del altar.Tú eres mi Dios, te doy gracias;Dios mío, yo te ensalzo.

R// GRACIAS SEÑOR POR LA VIDADad gracias al Señor porque es bueno,porque es eterna su misericordia. “Siguiendo el ejemplo de la primera comunidad cristiana (Hch 2, 46-47), la comunidad parroquial se reúne para partir el pan de la Palabra y de la Eucaristía y perseverar en la cate-quesis, en la vida sacramental y en la práctica de la caridad. En la celebra-ción eucarística, ella renueva su vida en Cristo” (DA 175).

DiseÒo, diagramaciÛn y publicaciÛn

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