romeo redeemed - stacey jay

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Segundo libro de la Saga Juliet Inmortal

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Shakespeare, Romeo y Julieta.

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5 La traducción de este libro es un proyecto del Foro My Adicción Perfecta.

No es, ni pretende ser o sustituir al original y no tiene ninguna relación con

la editorial oficial.

Ningún colaborador: Traductor, Corrector, Recopilador, Diseñador— ha

recibido retribución material por su trabajo. Ningún miembro de este foro

es remunerado por estas producciones y se prohíbe estrictamente a todo

usuario del foro el uso de dichas producciones con fines lucrativos.

My Adicción Perfecta anima a los lectores que quieran disfrutar de esta

traducción a adquirir el libro original y confía, basándose en experiencias

anteriores, en que no se restarán ventas al autor, sino que aumentará el

disfrute de los lectores que hayan comprado el libro.

My Adicción Perfecta realiza estas traducciones, porque determinados

libros no salen en español y quiere incentivar a los lectores a leer libros

que las editoriales no han publicado. Aun así, impulsa a dichos lectores a

adquirir los libros una vez que las editoriales los han publicado. En ningún

momento se intenta entorpecer el trabajo de la editorial, sino que el

trabajo se realiza de fans a fans, pura y exclusivamente por amor a la

lectura.

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Cubierta. . . . . . . . . . . 1

Título del libro. . . . . . 2

Dedicatoria. . . . . . . . . 3

Aclaración. . . . . . . . . . 5

Contenido. . . . . . . . . . 6

Agradecimientos. . . . . . 8

Descubre a Julieta. . . . . 9

Epílogo. . . . . . . . . . . . . 407

Staff My Adicción. . . . . 414

Acerca del Autor. . . . . .415

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Capítulo Uno. . . . . . . 10 Capítulo Seis. . . . . . 96

Capítulo Dos. . . . . . . 23 Capítulo Siete. . . . . 114

Capítulo Tres. . . . . . . 35 Capítulo Ocho. . . . . 131

Capítulo Cuatro. . . . . 54 Capítulo Nueve. . . . . 145

Capítulo Cinco. . . . . . 75 Intermezzo Dos. . . . . 160

Intermezzo Uno. . . . . 90 Capítulo Diez. . . . . . 168

Capítulo Once. . . . . 186 Capítulo Diecinueve. . . . . 285

Capítulo Doce. . . . . . 200 Capítulo Veinte. . . . . . 297

Capítulo Trece. . . . . 212 Capítulo Veintiuno. . . . . 311

Capítulo Catorce. . . . . 223 Capítulo Veintidós. . . . . 324

Capítulo Quince. . . . . . 235 Capítulo Veintitrés. . . . . 338

Capítulo Dieciséis. . . . . 242 Capítulo Veinticuatro. . . . . 354

Capítulo Diecisiete. . . . . . 254 Capítulo Veinticinco. . . . . . 366

Capítulo Dieciocho. . . . . 260 Capítulo Veintiséis. . . . . 381

Intermezzo Tres. . . . . . 272 Capítulo Veintisiete. . . . . 390

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Como siempre, muchas gracias a todo el equipo en

Delacorte Press, en especial a mis editores, Michelle Poploff

y Rebecca Short, por su orientación, apoyo y entusiasmo.

Gracias a el Bardo por la inspiración, Julie Linker por la

crítica (tenías razón, como siempre), y los debutantes del año

2009 por su amistad y apoyo. Gracias a las librerías que

han trabajado tan duro para mis libros en tiempos difíciles.

Gracias a la universidad de Ithaca Departamento de

Teatro de Londres Center, por los recorridos a pie, por los

garitos de Shakespeare —¡los dedos de los pies congelados se lo

merecen! E incluso las más grandes gracias a mis lectores.

Ustedes me inspiran todos los días.

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egamos a la cima de una colina solitaria justo cuando el sol se pone sobre Verona. La luz dorada sangra en una mancha carmesí que se extiende por toda la ciudad, sumergiéndose en cada lugar secreto,

marcando cada sombra. Al igual que su sangre se filtraba desde el pecho hacia fuera... para cubrir las piedras de la tumba. Las piedras frías, silenciosas.

Se mantendrá mi terrible secreto. Julieta ha muerto y su sangre está en mis manos. Les escondo debajo de mi capa, pero puedo sentir que su muerte se aferra a mi piel. Caliente, pegajosa y resbaladiza, por lo que es difícil mantener el cuchillo, que Fray Lorenzo insistió en que llevara. Este lío es todo lo que queda de la chica a la que amaba. La chica que me destruyó.

Mi corazón se retuerce dentro de mí, pero no hago ningún ruido. No merezco llorarle. Me merezco esta miseria y más. Me merezco sufrir por toda la eternidad.

Ll

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Y así sigo al fraile través de la colina azotada por el viento, hasta el lugar donde los pobres y los impíos entierran a sus muertos. Yo sigo, aunque estoy seguro de que ahora el hombre que confió la vida de mi amor es un mentiroso y un demonio.

Quizás aún peor. Tal vez, he hecho un trato con Lucifer mismo.

—Mueve las piedras. Hay un cuerpo aquí que se adaptará a su propósito.

El fraile gruñe mientras se hunde en la hierba húmeda en la tumba. Es la tumba de un campesino, marcado sólo por una pila de rocas que la familia del difunto amontonó encima de su cadáver para mantener a los animales lejos.

—En el principio, es más fácil si el cuerpo está fresco.

Dejé el cuchillo a sus pies y comencé a cambiar las piedras, manteniendo mis ojos en mis manos manchadas mientras trabajo.

Sangre. Sangre de Julieta, secándose en un marrón de grietas y escamas, con mis dedos flexibles y liberados. El viento corre por la colina, soplando un pedazo de su distancia, y el horror me golpea de nuevo.

¿Cómo pude haber hecho esto? ¿Cómo he podido ser tan tonto?

El fraile juró que mi traición sería una bendición. Prometió que Julieta bailaría con los ángeles. Vería las puertas del cielo abiertas, y sé que mi sacrificio le había entregado a la tierra de la eterna primavera. Ella lloraría por recorrerle, pero amarme tanto para pagar su pasaje.

Pensé que estaba haciendo una elección noble. Julieta y yo estábamos sin dinero, sin amigos. La muerte nos estaba esperando. Si no está en el camino de Mantua, a continuación en los tugurios de los pobres en esa ciudad desconocida.

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Hemos nacido nobles y no sabíamos nada de cómo hacer nuestro propio camino. Nunca he llenado mi propio baño, y mucho menos me ganaba la vida. No tengo habilidades, gremiales, no, ni siquiera una cabra o una parcela de tierra para trabajar. La muerte era una certeza. Nos hubiéramos muerto de hambre, o habríamos sido asesinados en nuestro sueño.

El fraile de acuerdo en que la mayor bondad que podría mostrar a mi esposa, era poner fin a su sufrimiento antes de que comenzara, y dejarla aquí para ser enterrada junto a su familia.

Pero debí haber dudado, temido.

No lo hice, no hasta que la sostuve mientras sacaba sus últimos suspiros. No había felicidad en sus ojos, sólo agonía, el aguijón de la traición, y una chispa ominosa, cuando el odio se incendió y comenzó a arder en su interior.

Julieta murió odiándome, y sólo Dios sabe dónde está ahora.

Desde que era un chico, me enseñaron que el suicidio es un pecado, y que aquellos que se quitan la vida son condenados. Yo debería haber escuchado a las enseñanzas de la Iglesia, no a un fraile loco que hablaba abiertamente de la magia negra y el final de los tiempos.

¿Cómo pude haber tomado ese riesgo con el alma de mi amor? ¿Cómo podría haberla engañado a pensar que estaba muerto, en la creencia de que la conducción de un cuchillo a través de su propio corazón, era su única esperanza de unirse a mí en el mundo del más allá?

Una parte de mí ora por que haga una diferencia, que Julieta fuera engañada para quitarse la vida. El resto de mí sabe, que orar es inútil.

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Yo estoy más allá del alcance de cualquier santo, mi suerte firmemente fue

tirada con los Mercenarios del Apocalipsis, los magos oscuros que juraron traer el caos al mundo. He hecho el sacrificio de sangre y quitado la vida a lo que yo apreciaba más. Ahora sólo quedan los votos.

—Date prisa— dice el fraile. —El Guardia del príncipe pasará por aquí después del anochecer. Tenemos que estar terminando para entonces.

Echo mano a otra piedra. Estoy listo. Voy a ser la abominación inmortal, en el que me ha engañado para convertirme, y tal vez de alguna manera, voy a ser capaz de reparar lo que he hecho. Es lo que Julieta querría. Ella querría que luchara contra la oscuridad que Fray Lorenzo ha despertado dentro de mí, y devolver algo del pequeño honor a mi vida. O mi muerte. Yo soy el siguiente en morir. Voy a tomar los votos, hacer las marcas mortales, y enviar

mi alma en el cuerpo de otro muerto. Es la manera Mercenaria a habitar entre los muertos, y una cosa más que el fraile no mencionó hasta que Julieta se había ido y no había vuelta atrás.

No hay vuelta atrás...

Uno, dos, tres, cuatro... el montón de piedras crece al lado de la tumba mientras descubro mi destino con las manos temblorosas. La primera capa se ha ido, y el olor es horrible. La dulzura repugnante mezcla de decaimiento con aceite de entierro picante y el olor de un hombre de largo sin lavar, que me conduce al borde de la enfermedad, incluso antes de levantar la roca grande y plana que cubre la cabeza.

Jadeo y tiro mis manos. La cara es de color negro con la putrefacción. Hinchado, monstruoso e infestada de insectos. Un escarabajo sale de lo que queda de la nariz del hombre, y me tropiezo hacia atrás, la bilis graba un rastro de mi corazón a mis labios.

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El fraile se ríe. —Vamos, Romeo. No es tan malo como es. Una vez que hayas tomado los votos, tendrás la facultad de devolver ese cuerpo a su antigua gloria.

—Él se inclina para mirar a la cara del hombre, asiente con la cabeza—. Sí. Esa es la única. Prometo que el chico era guapo en vida.

Me trago mi enfermedad, pero no puedo dar un paso más cerca del horror que he descubierto.

— ¿Sabía usted... lo conoce?

—Es una manera de hablar—. Sonríe. —Yo lo maté. —Su tono es fácil, amable, como si estuviera hablando de lo que vamos a tener para la cena, cuando esta diligencia se haga. Mis labios se separan, pero las palabras no vienen. Estoy estupefacto, aunque sé que no debería estarlo. Él reveló su verdadera naturaleza en la tumba.

Cómo se deleitaba en el sufrimiento de Julieta, riendo cuando él me separó de su cuerpo moribundo. Su dolor era un placer para él, con la sangre de un convite más tentador que el vino. No me habría sorprendido al verlo caer de rodillas y beber de su esencia desde el suelo.

—Le corté la garganta cinco días antes— continúa—. Para estar seguro de que tenía un huésped adecuado.

Cinco días pasados. — ¿Tanto tiempo? Incluso entonces, usted sabía que yo...

Que traicionaría la única cosa hermosa que he conocido, que iba a arriesgar su alma eterna por un puñado de promesas.

—Sabía el momento en que viniste a mi celda, con la fiebre de otra nueva pasión ardiendo en tu pecho.

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—Encuentra mi mirada y me veo a mí mismo a través de sus ojos. Veo el blanco fácil que era, lo que es un enfermo de amor, lleno de lujuria, un chico egoísta, crédulo. Sonríe de nuevo, lo que confirma mi visión condenatoria, y me hace señas para que me acerque a la tumba recién abierta.

—Eso vas a hacer. Serás capaz de deshacerse de la última de las piedras una vez que estés habitando el cuerpo.

Se levanta y viene a mi lado, dándome palmadas en la espalda con una familiaridad que me hace temblar.

—Como un Mercenario serás más fuerte que cualquier hombre mortal que camina sobre la tierra. Tienes el poder para hacer que los muertos parezcan vivir tanto tiempo como tu alma habite la carne, y el poder de reparar todo, pero el daño más grave a su forma tomada es prestado.

Me aclaro la garganta, tratando de mantener la calma cuando se inclina y toma el cuchillo.

— ¿Así que voy a ser capaz de morir, entonces? ¿No voy a ser verdaderamente inmortal?

Se señala a la manga de su túnica para revelar su brazo oscuro veteado.

—Vas a ser tan inmortal, como se requiere para llevar a cabo tus funciones en la causa.

— ¿Y qué derechos son esos?— dijo el fraile que los Mercenario s traen dolor y sufrimiento a los malvados, allanando el camino para la destrucción final de la vida como el hombre lo sabe.

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La vida como el hombre sabe parecía cruel y sin sentido para mí una vez, pero ahora...

No dejo de ver la cara de Fray Lorenzo al ver sangrar a Julieta. Ella no era mala, y sin embargo, la forma en que disfrutó su angustia.

¿Y si ha mentido sobre mis deberes también? Si voy a ser el encargado de asesinar a inocentes, entonces el sacrificio de mi alma será para nada. —Vas a tener un lugar especial en nuestras filas. — El fraile señala a la punta del cuchillo por su brazo interior y el fluido más cerca al negro que al rojo, sube a la superficie de su piel. Mi propia sangre grita por correr, correr por las puertas de la ciudad y tirarme en la misericordia del príncipe. Aunque él me mate por violar los términos de mi destierro, será un final mejor que esto.

— ¿Especial de qué manera?

—Todo a su tiempo. —El fraile presiona el cuchillo en mi mano—. Habla de los votos, haz las marcas mortales, y todo se aclarará.

Mis dedos están fríos, entumecidos. El cuchillo cae al suelo.

—No— le susurro.

— ¿No?

—No. — Mi voz es más fuerte, pero no me atrevo a mirarlo.

— ¿Tengo que recordarte que tu esposa está muerta?— me pregunta—. Traicionaste y asesinaste a una joven inocente, cuyo único defecto era que ella te amaba mucho.

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Derramaste su sangre, por la oportunidad de unirte a nosotros, ¿y ahora tienes dudas? ¿Ahora que está muerta y enterrada y ningún acto de los dioses, o los hombres pueden deshacer lo que has hecho?

—Lo hice por ella. — Me ahogo con el sollozo creciendo en mi garganta—. Estoy desterrado y se habría arruinado. Yo... yo quería que ella estuviera segura.

—Y ella está a salvo. — Él suena tan cariñoso, tan sabio, como lo ha hecho en las últimas semanas. Levanto los ojos y encuentro su rostro serio a centímetros del mío—. O lo estará, siempre y cuando honres tu promesa. Si

te vuelves ahora... bueno, me temo lo que pasará con Julieta sin nuestra magia para ayudarla a alcanzar el paraíso. Me temo que su alma se perderá, y ella nunca va a entender el gran sacrificio que has hecho por su felicidad.

Está mintiendo. No hay nada que pueda hacer para o por Julieta ahora.

Siento que esa es la verdad en mis entrañas, en el fondo de mi corazón, donde la pena me destroza. Siento su mentira, y yo trato de decirle que sí, pero no puedo mover mis labios, no puede girar mis ojos lejos de los suyos. Estoy paralizado, hipnotizado por el consuelo que él ofrece. Quiero confiar en sus palabras suaves, pero hay una razón por la que no debería.

Alguna razón...

Cierro los ojos y veo las manos de Julieta en la empuñadura del cuchillo, conduciéndolo hacia su pecho. Veo sus minutos más tarde, después de haber resucitado de la tierra, demostrándole que la engañé. La veo luchando para sacar el arma de su carne con las manos temblorosas. Si hubiera tenido fuerzas, la habría arrancado de su corazón y clavado en el mío.

—Pero Julieta... ella no...

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— ¿Sí, hijo mío?

—Ella me odiaba— le digo—. Podía verlo. Y no había luz en la tumba, no había ningún canto de los ángeles, dándole la bienvenida a los cielos.

—Ah. Ya veo. — Él asiente sabiamente—. Tienes dudas.

Suspiro. Él entiende. ¿Cómo podía haber pensado de otra manera?

—Thomas tenía dudas. Al igual que Job. Los grandes hombres siempre han sido atormentados por la duda. — El cuchillo está de vuelta en mi mano. No recuerdo al fraile agacharse para arrancarlo desde el suelo, pero él debe haberlo hecho. Ahora, con el mango calentando mis dedos, me llena de esperanza, y propósito—. Pero no hay necesidad de temer. Tomar los votos y cumplir la promesa que hiciste a tu Julieta. Y a mí, el que sería tu hermano.

—Yo tenía un hermano. — Mi voz es extrañamente distante, como si una parte de mí ya hubiera dejado mi cuerpo atrás—. Él murió cuando éramos chicos. Mi padre nunca fue el mismo.

—Entiendo. — El fraile se sube la manga de la túnica con las manos del paciente—. Él era cruel contigo.

—Él me va a matar si vuelvo. Él me culpa por la muerte de mi madre dos días después. Dice que mi destierro le robó su voluntad de vivir, pero era él— le digo, con los brazos temblando—. Lo tomó de ella. Hace mucho tiempo. ¡No fue mi culpa!

—Shh. — La mano del fraile descansa en mi hombro, y me da fuerzas—. Pronto estarás más allá del dolor o arrepentimiento.

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Asiento con la cabeza, y miro mi mano derecha levantar el cuchillo. Es casi como si alguien más estuviera controlando mi brazo, pero no me preocupa.

—Pronto no sentirás nada en absoluto. — La voz del fraile se apodera de mí, una ola cálida y reconfortante.

Nada en absoluto. Suena... maravilloso. No hay dolor, no hay vergüenza.

No es el dolor más profundo de mi alma en el lugar en el que Julieta era una parte de mí, el lugar que es oscuro y atormentado ahora que ella se ha ido. Ahora que la he matado, engañado a tomar su propia vida. Lo hice, y nunca voy a estar fuera del alcance de esa verdad horrible.

La niebla creada por la magia del fraile se aclara, y mi mente es mi propia mente una vez más. Mi mano se aprieta en la empuñadura del cuchillo. Este

Mercenario se equivoca acerca de mí, y será su ruina. Me convertiré en uno de ellos, aprenderé sus secretos, y encontrare una manera de utilizar mi nuevo poder para el bien.

Y voy a hacer todo por ella.

Julieta.

Su nombre resuena a través de mí ser, mientras señalo la hoja hacia abajo al brazo. Su cara se cierne en el aire delante de mí, mientras yo hablo los votos. Su voz susurra palabras de fortaleza en mi oído mientras mi alma es arrancada de mi cuerpo.

Y entonces, de repente, estoy en otro lugar.

En algún lugar oscuro y tranquilo que se hincha a llenar como el gas venenoso, presionando en los bordes de mi nueva carne, la búsqueda de los límites que me separan del mundo.

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Pero es diferente. Soy consciente de los brazos y las piernas y el vientre y el corazón y todas las piezas que componen un hombre, pero puedo sentir... nada. No es el calor o el frío o las piedras que están aplastando fuertemente mi pecho, o el viento que sopla a través de la colina. Me pongo en un respiro, pero está vacío también. El olor del cadáver se ha ido.

Abro los ojos, parpadeando hacia el cielo de Verona está a la vista.

Es púrpura, el rojo y el azul se fusionaron para crear una explosión de color glorioso, pasado antes de la noche.

Pero incluso eso es más plano de lo que debería ser, como si estuviera mirando a una pintura mal prestada, en vez de un gran techo que cubre la tierra

El fraile aparece encima de mí, rodeado por una nube negra que flota en el aire a su alrededor. Con mis nuevos ojos, puedo ver el grado de oscuridad y el mal de su alma como verdaderamente es, y tengo miedo, pero no es el miedo como yo lo he conocido antes. Es algo más grande y más pequeño, al mismo tiempo, un grito de muerte encerrado en piedra que ningún oído oirá siempre.

—No puedo... no puedo sentir....

—Por supuesto que no puedes. — Con los ojos desapasionados él me observa luchar para liberarme de la última de las piedras—. ¿No te dije que pronto no se sentiría nada?

Su sentido golpea, y estoy seguro de que mi nuevo corazón da un vuelco, pero no puedo sentir eso, tampoco. Yo grito y desgarro el camino de la tumba, pero mi verdadera prisión es ineludible. Estoy atrapado en el cuerpo de un hombre muerto. No importa qué tan entero y vivo el brazo que tengo en frente de mi cara parece, sigue Muerto. Mal.

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Podrido desde adentro hacia afuera. La magnitud de mi locura se instala alrededor de mis hombros, y sé que mi alma está condenada, pero todavía no siento... nada.

Nada. Nada. Nada.

Durante décadas, nada, sólo fantasmas del miedo y el dolor y cortes en dos dimensiones del amor que una vez sintió.

En el momento en que encontré el alma de Julieta en el cuerpo de otra de

niña, cincuenta años después, cuando mi misión para los Mercenarios fue revelada por fin y me dijeron que lucharía con mi ex esposa por las almas de los amantes verdaderos, la nada se había hecho tan grande, que disfruté de la oportunidad de luchar contra ella.

Lastimarla. Hacerla que llore cuando convencí a un hombre de cortarle el

cuello a su amante y unirse a los Mercenarios. Su dolor todavía toco algo dentro de mí, me hizo recordar el chico que era antes de que desarrollara una pasión por el derramamiento de sangre.

Otros siete siglos, y decenas de batallas con la Julieta que se convirtió en guerrero, me deslizó por una nube de maldad, pero aún la miseria me alcanzo.

Aun cuando, entre sus misiones, salió de la tierra y regresó a las brumas del olvido, yo podía sentirla por ahí, perdida en el vacío gris, y me trajo placer. Ella era mi pájaro en una jaula, y yo era un monstruo loco y dañado. Pero cuando la tuve entre mis pensamientos, era lo suficientemente fuerte como para conspirar y planear, concebir una salida.

Yo no la amaba más, pero la necesitaba.

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Había robado un hechizo de los Mercenario s y encontré un camino para que podamos recuperar nuestras formas verdaderas y escapar al servicio de los seres inmortales que nos habían engañado.

No hay cielo o infierno, no hay fuerza gobernante, pero la fría lógica del universo, que exige que todas las ecuaciones sean equilibradas. Los

Mercenarios del Apocalipsis y los Embajadores de Luz, sabían la verdad y hacían dioses de sí mismos. Julieta y yo podríamos haber hecho lo mismo.

Podría tenerla…si no se hubiera enamorado de ese chico del siglo veinte.

Si el fraile no hubiera descubierto mi plan y mandado que volviera a Julieta de vuelta a la oscuridad. Si no me hubiera visto obligado a matar a mi amor por segunda vez, para protegerla de un destino peor que la muerte. Si el fraile no me hubiera castigado por mostrarme que hay cosas peores que olvidar cómo se siente.

No estaría recordando.

Traducido por Jesica

Corregido por Mayte008

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e agacho en las sombras en la esquina de la estación del tren—abandonada, contemplando la lenta luz de la mañana en los nidos de las aves cerca del techo, sujetando la manta que he

robado de uno de los drogadictos que llamó al condenado edificio—hogar.

Había cinco de ellos, un Mercenario, a juzgar por la oscuridad que se cierne en su aura. Ellos corrieron gritando cuando me metí por la puerta, con las manos esqueléticas, arañando las tablas cubiertas de mierda de pájaros, la carne podrida que gotea es un rastro de horror detrás de mí. Incluso el

Mercenario corrió. Él sabía lo que yo era, vio en lo que me he convertido, y teme que la maldición que he adquirido, pueda ser contagiosa.

Maldito, maldito.

Es cierto, he sufrido mucho en las semanas posteriores a lo que pasó, la segunda vez con lo de Julieta. Mis sentidos han vuelto, para que sepa que huelo como un pozo de plaga y me vean como un monstruo.

M

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Para que pueda sentir el dolor en el pecho golpeando, resonando en mi cerebro, con cada paso que doy. Soy realmente una cosa de la oscuridad ahora, soy tan miserable, que no puedo hacer otra cosa que esconderme en los rincones de la humanidad, luchando para mantenerme caliente, mientras el viento silba a través de mis huesos.

La única cosa que me impide tomar lo que queda de mi triste vida, es la advertencia del fraile que si lo hago, me convertiré en un fantasma, sin voz ni forma.

¿Cómo crees que serán de agradables unos pocos millones de años, tales como lo que pasará? ¿Cuando eres invisible y nadie puede oír tus gritos? Los grandes mentirosos siempre dicen la verdad cuando les sea posible. Todo

lo demás que dijo se ha hecho realidad. He sido expulsado de los Mercenarios y forzado en el espectro de mi alma, una parodia cruel de mi verdadero cuerpo, devastado por las atrocidades que he cometido.

¿Qué pasaría si el resto es cierto? ¿Qué pasa si mi alma se mantendrá, incluso después de que este cuerpo se haya ido? Incluso esto tiene que ser preferible. Algo preferible a la nada, a la tortura de una voz sin un oído, a la existencia sin confirmación. Incluso un grito cuando la gente huye es algo.... Sollozos roncos rompen el silencio, un lamento de un animal herido en el sol, se transmite a través de la pared. He llorado más en las últimas semanas, que en toda mi vida y él más allá combinados.

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Los fantasmas que me atormentaban cuando era un mensajero de los Mercenario s contra mí interior, desplazándome con remordimiento.

Arrepentimiento. Odio. Miedo. Amor...

La ame por tanto tiempo. No me di cuenta de lo mucho que la amaba, hasta que me arrastró de nuevo al lugar donde murió la segunda ocasión y le toque la mano sin vida, lloraba por sus grandes ojos sin ver.

Julieta.

Su alma se ha ido para siempre ahora. Puedo sentir la diferencia en el universo, su ausencia que es en un mundo, con un punto menos de luz. Traté de salvarla. Espero, de alguna manera, finalmente lo haya hecho. Espero que esté en paz en la niebla... o donde sea que la buena gente va. Espero que ese chico que amaba esté allí con ella. No lloré por él, pero me sentía triste por su pérdida.

Por primera vez en cientos de años, me hubiera gustado que hubiera tenido alguna otra opción, que pudiera haber salvado a los dos. Pero no podía dominar al fraile, y su amor no hubiera sobrevivido a su tortura. Lo mejor que podía hacer era matarlos, y me ofrecí en su lugar. Tal vez algún día me arrepienta de mi decisión, cuando estas semanas de agonía se conviertan en siglos y, finalmente, no sea más que polvo, e incluso el lujo de las lágrimas se me niegue.

Lo mejor es llorar, mientras todavía tenga ojos.

Mis sollozos golpean el silencio, moviendo a los pájaros de sus nidos. Saltan al aire, las alas se rompen como las hojas se ponían a secar al viento, tan fuerte que me encorvo bajo mi manta, tapándome los oídos. Hay cientos de ellos, tantos que el piso, esta con montículos de residuos, zumbando con moscas.

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Este agujero no es apto para cualquier ser humano para vivir, es perfecto para mí.

—Estas aquí. Te he estado buscando.

La voz viene de la puerta, una melodía de notas agudas que pican lo que queda de mi piel. Es una mujer, una bella pelirroja con carne tan pálida, que se ve el azul de sus venas, las que se muestran a través de sus sienes y debajo de sus ojos marrones oscuros.

—Esa es una pista la que dejaste. — Ella me sonríe, el arco de sus labios curvados con determinación dura.

Así que ha venido a regodearse. Yo había pensado que los Embajadores anteriores, tenían placeres tan pequeños, pero ella es definitivamente uno de ellos. Uno de los dorados. Su aura es tan brillante, que brilla más que el sol de la mañana, me hace entrecerrar los ojos, mientras cruza la habitación y se pone en cuclillas a mi lado.

—Ahora bien, Romeo. ¿Cómo encuentras tu jubilación?

Corté mis ojos y mis silbidos, retorciéndome la lengua ennegrecida, con lo que queda de mis dientes. Ella se ríe, una risa suave que me asegura que soy un muy pequeño monstruo tonto por cierto.

— ¿Tan bueno es?— asiente con la cabeza—. Pensé que quizás no podría ser el caso. No me imaginaba que esto era lo que tenías en mente, cuando tentaste a mi Julieta con la eternidad en la tierra.

Así que es ella, la Enfermera de Julieta. Supongo que debo tener miedo, pero

¿qué puede hacerme? Ahora que me trajo tan bajo, incluso las moscas se niegan a poner sus huevos en mi carne

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—Por eso he venido. Para ofrecerle una salida.

Una salida. No me he permitido la posibilidad, de que entre en lo que queda de mi mente. No hay manera de salir. Esta es la forma en que va a terminar. Este es el pozo ineludible en el extremo de la última calle.

Pero tal vez...

— ¿Por qué?

Solté desconfiado de un Embajador con uno de sus primos oscuros.

Embajadores y Mercenarios son criaturas similares en muchos aspectos. Ambos recogen los conversos de los débiles, usan la energía vital que los convierte para generar actos de bondad o de maldad, para mantener su eternidad en sus territorios alternativos. Una vez ellos eran miembros de una misma secta, antes de que un hechizo, les dividiera en dos.

Esta —salida— podría muy bien ser una —forma de— una molestia aún mayor.

—Los Mercenario s han estado robando nuestros convertidos durante siglos. —

La Enfermera de Julieta, jalo el borde de la manta, hasta que mi cabeza quedo libre—. Algunos de mis colegas no están de acuerdo, pero no veo por qué no podemos hacer lo mismo. Un cambio completo de la lealtad, genera un gran poder. Lo necesitamos ahora, cuando tantos de nuestros seres altos se han perdido.

No perdidos, asesinados.

Asesinados por Mercenarios que luchan sucio, que matan por lo que quieren, que no se detendrán, hasta que los incendios sean la única luz tóxica que arda en el fin del mundo.

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— ¿Es algo que tu considerarías?— pregunta—. ¿Llegar a ser uno de nosotros?

Sé muy poco sobre el funcionamiento interno de los Embajadores, pero sé de

los Mercenarios. Y sé que van a ganar. Los Embajadores son débiles, con las manos atadas por la bondad que requiere de su magia. Convertirse en un Embajador, sería un suicidio.

Sonrío y asiento, ansioso como un cachorrito. Sí, voy a cambiar mi lealtad.

Sí, voy a servir a los Embajadores. Sí, voy a comerciar esta miseria durante años sin sentido en la niebla y los días largos en los cuerpos que puedan sentir. Sí, serviré sin embargo por muchos cientos de años que necesiten, y luego voy a ser libre. Para morir como ella murió.

Los Embajadores no lanzaron a Julieta, en el espectro de su alma. Cuando su servicio a ellos había terminado y ella se negó a renovar sus votos, la dejaron morir de muerte natural. Es más de lo que podía haber esperado, si me hubiera atrevido a dejar que esa cosa con plumas tomara gallinero en esta jaula.

—Excelente.

Ella tomo mi barbilla en su mano como si no fuera vil, como si fuera algo precioso que está sacando de las aguas, antes de que la corriente se lo lleve.

—Pero tienes que demostrar que eres verdadero, Romeo. Tú debes demostrar tu compromiso con nosotros por encima de todo lo demás. Si lo haces, vendré a ti y administrare los votos de una fuerza de paz, uno de nuestros servidores más valiosos. Si no es así, la magia que te presto se seca y te encontrarás de nuevo en este cuerpo, sin una sola esperanza en el mundo.

Mi cabeza se meneo, una y otra vez, rozando su mano, manchando mi muerte en los dedos limpios. Voy a ser verdadero, voy a ser fiel.

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Voy a servir como un Embajador que no ha servido alguna vez, porque no hay Embajador que haya conocido el horror de ser lo que soy.

—Bien. Esto es lo que debes hacer.

Se inclinó cerca, susurrando en mi oído, diciéndome cosas imposibles, haciendo girar un escenario improbable, atando todo con la promesa de venir a buscarme al final, cuando haya salvado una vida y tal vez incluso el mundo.

Yo. Romeo. Voy a salvar el mundo. O al menos, una versión del mundo.

Un extraño sonido, raspo en mi garganta. Tome un momento para darme cuenta de que era una risa. Cuando me di cuenta, me reí de nuevo, para ver si ella se apartaba, si iba a reconocer, lo que era la cosa rota que soy. Pero sólo acaricio mi espalda encorvada e inclino su cara hacia la mía.

— ¿Harás lo que te digo? ¿Vas a luchar por mí? ¿Amaras por mí?— sonreí.

—Cuando haya terminado, la muchacha va a creer que el sol— es la luna, y las estrellas en el cielo. Ella va a pensar mi nombre y con el dolor de lo maravilloso que es amar. Y ser amado. Sostendrá un tesoro en la mano.

La Enfermera de Julieta se rió. —Bien. Ariel requerirá todo tu encanto extraordinario.

Ariel.

Pero ella está muerta. Maté a ese cuerpo, el que acogió el alma de Julieta. Puse una bala en su cerebro, para poner a Julieta fuera del alcance del fraile.

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La Enfermera de pie, miro mi cara de alguna manera, leyó mi temor en los restos de piel que se aferraban a mis mejillas y a la barbilla.

—Sé lo que hiciste. Por eso sólo tú puedes deshacerlo. Nuestras elecciones crean muchas realidades. Puedo enviarte a una realidad con un pasado diferente, te daré la oportunidad de hacer otra elección y crear un lugar para Ariel en el mundo.

Yo deje caer la manta de los hombros. —Estoy listo. Envíame ahora.

—Paciencia— dice, incluso mientras aprieta sus manos, convocando una luz tan brillante que me quema los ojos—. Tengo que enviarte de vuelta al cuerpo que llevabas cuando mataste a Ariel, en un momento en que el destino de Dylan Stroud, se dividió en dos direcciones diferentes.

—Muy bien. Él servirá a mi propósito. —El cuerpo de Dylan me venía muy bien durante mi último turno. El chico era guapo, imprudente, dañado por todas las cosas que a las chicas les gusta, antes de que crezcan lo suficientemente sabias, como para darse cuenta de que no es inteligente jugar con fuego. Pero Ariel es joven. Ella se sentirá atraída por él, seducida por las llamas. Sonreí al pensar en sus grandes ojos azules, y su pelo rubio.

Esto podría no ser una tarea después de todo.

—Recuerda, debes hacerle creer en el amor— advierte la Enfermera, moviendo las manos más separadas, construyendo un nudo de poder que se mantuvo hasta los ronquidos de aire con la energía potencial, de la magia—. No importa lo que uno siente o no sienta, pero hay que hacer que te amé, inculca en ella la fe inquebrantable, de que el corazón humano vale la pena luchar por él. Destierra la oscuridad dentro de ella y la pondrás en su camino verdadero.

Agito una mano esquelética en el aire.

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—Hecho.

Curvó los labios de nuevo, pero esta vez había algo depredador en su sonrisa—. Entonces ve y hazlo bien, Romeo. Saca el máximo partido de tu primera y única oportunidad.

Sus manos caen a los lados, y el balón de oro vuela a mí, golpeándome en la cara. El mundo estalla en una lluvia de chispas. Estoy en fuego, caigo en un pozo de fuego, un lugar tortuoso fundido, donde no hay aire para respirar, sin piedad me encuentra. Ardo por lo que parece horas. Y entonces, de repente, se acabó. Estoy en otro cuerpo, en un camino oscuro, pasando por una noche de primavera. Las corrientes de aire frío a través de las ventanas abiertas, llevando olores de la noche, de hojas perennes de los árboles, hierva recién cortada, romero que crece silvestre en las colinas, y la leve insinuación de estiércol de vaca.

Es... glorioso.

Mis dedos se encrespan alrededor del volante cálido, el viento en el pelo, haciendo estallar el mundo exterior—es todo lo que pensé que nunca tendría

otra vez. Es la vida. La vida real, no las sombras en las que he estado atrapado durante tanto tiempo. Aspiro y mantengo la respiración hasta que me duelen los pulmones, antes de dejar que se fuera con un suspiro de satisfacción.

Desde el asiento del pasajero llega un sonido cercano a un gruñido. Yo no soy el único aquí. Vuelvo la cabeza y me encuentro con los imposiblemente grandes ojos azules de Ariel Dragland. Ella se acurruca en el asiento junto a mí, mirándome con odio velado, con los brazos cruzados, esos dedos largos, araña el roce en el cuello de su camisa. Siento los recuerdos de Dylan bañándome por dentro, una sensación extraña después de tantos años en los cuerpos vacíos de los muertos.

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Como Mercenario, yo vivía en un centenar o más cadáveres, pero cada uno era el mismo. Eran prisiones solitarias que me impedían el mundo. Ahora no sólo tengo sentidos que me permiten experimentar mi humanidad, tengo acceso a los pensamientos y sentimientos del cuerpo que me han prestado.

Mi última ocupación de su cuerpo termino en la muerte, pero esta versión de Dylan sigue vivo, y volverá a su forma física, cuando mi trabajo haya terminado. Hasta entonces, va a pasear por las brumas del olvido, ese lugar fuera del tiempo en el cual habitaré entre mis misiones, para los portadores de la bondad y la luz.

Si me consigo el favor de la Enfermera y los otros Embajadores. Lo haré.

No puedo volver a ser una cosa muerta. No lo haré.

Me centro, buscando los recuerdos de Dylan. Odiaba a Ariel por su debilidad, por ser una víctima voluntaria, un blanco fácil. Pero él pensaba que la camisa que llevaba puesta esta noche, la hizo más bonita, hacía menos de una tarea a cumplir, la apuesta que había hecho y seducir al monstruo de la escuela. Él casi tuvo éxito también, a punto de ganar quinientos dólares. Si Jasón no le hubiera enviado mensajes de texto, si Ariel no los hubiera visto...

Pero lo hizo. Y ella se enfureció lo suficiente, para asustar incluso a un joven villano como Stroud. Le preocupaba que Ariel realmente pudiera hacer una locura. Echo un vistazo hacia ella desde el rabillo del ojo. Loco es relativo. Desde mi punto de vista, Ariel está bastante cuerda.

Pero esta ciertamente enfadada. Y más rápido de lo que uno piensa.

Apenas tengo tiempo para retroceder, antes de que el volante este en sus manos.

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Ella tira a la derecha y maldigo por debajo de mi aliento, entiendo la sonrisa

dura de la Embajadora, ya que el coche se precipita hacia el barranco, donde la otra versión de Dylan murió y entré por primera vez su cuerpo. Me ha enviado atrás en el tiempo a cortejar a una chica que odia el cuerpo en que he sido introducido.

Incluso si sobrevivimos a este accidente, estoy condenado. Ella nunca me amara.

No, a ella nunca le va a encantar Dylan. Es un monstruo diferente, con palabras suaves y las manos suaves. A veces suave, a veces no.

Echo mano al volante, arrancándolo de las manos de Ariel, girando el coche, que ofrece suficiente resistencia para frenar nuestro giro. Llegamos a la barandilla y salta de nuevo en la carretera, el extremo de la cola del coche derrapa al otro lado de la línea central, antes de que se detenga en la carretera desierta.

Por un momento, el silencio sólo es roto por la respiración rápida dibujada, la estrechez de nuestro escape, roba todas nuestras palabras. Ariel es la primera en recuperarse.

—Te odio. Te destruiré, Dylan Stroud. ¡Sólo espera y verás!

Y entonces ella está fuera de la puerta, corriendo por la carretera hacia Los Olivos, el cabello plateado brillando en la luz de la luna. La veo correr por el espejo retrovisor, una sonrisa inesperada arrastrándose a través de mi cara.

Ella es gloriosa en su odio.

Es una pena que tengo que apagar ese fuego especial, ahogar con la prensa dulce de un beso de amor verdadero.

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—El verdadero beso de amor. Verdadero. De amor. ¡Beso!

Paso las palabras en una canción, como girando el volante y tirando alrededor, en dirección a la chica que no tiene ni idea, de que me va a amar.

Traducción Mayte008

Corrección Vericity

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dio, le odio, le odio a él. Mis pies golpean al ritmo y mis pensamientos gritan las palabras.

Odio a Dylan Stroud. No puedo creer que dejé que me tocara. Yo debería haber sabido mejor. Las cosas nunca van a cambiar. Nunca va a

cambiar. Yo siempre seré el Monstruo con las cicatrices, incluso cuando finalmente lo hacen de esta ciudad.

Esta noche lo demuestro. Soy estúpida. Loca. Estoy rota. Y siempre lo estaré. ¿Qué otra cosa podría haber pensado, que me estaba enamorando de él? Debería haberme dado cuenta que era una broma. Pero no lo hice, y al día siguiente toda la escuela sabrá que Dylan y yo casi lo hicimos. O tal vez les dirá a todos que lo hicimos. No me sorprendería. Entonces van a tener una cosa más conmigo, compadeciéndose de la chica que perdió su virginidad en una apuesta. Tal vez incluso Dylan les dirá a sus amigos, que tomé el dinero que ofrecen, y Hannah y Natalie y todas las otras chicas que me miran como su peor pesadilla hecha realidad, pensarán que soy una puta, además de ser la perdedora más patética en el planeta.

Chica estúpida, Monstruo Estúpido, Chica Estúpida, Monstruo Estúpido.

O

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Saco un suspiro y me ahogo en él. Me hubiera gustado haber salido de la carretera. Me gustaría que ambos estuviéramos muertos. Sentí un gusto a sal en la parte posterior de la garganta. Las lágrimas queman mis ojos. Quiero dejar de correr, descansar en medio de la carretera, y esperar a otra persona inocente me atropelle. Pero no puedo.

Debido a que el único coche en la carretera es su coche, y no voy a darle la satisfacción. Si quiere pegarme, él tendrá que tirarme sobre el hombro.

Los faros detrás de mí se vuelven más brillantes, una mirada lenta progresiva que me hace sentir desnuda. Quiero agacharme y cubrir mi cabeza con mis brazos, pero no lo hago. Sigo corriendo, mirando hacia adelante. Incluso cuando el coche de Dylan se detiene a mi lado y la ventana del pasajero zumba hacia abajo, no me vuelvo a mirar. No voy a dejarle ver que me ha hecho llorar. Una vez más.

— ¿Por qué no te subes de vuelta en el coche?

¿Por qué no te ahogas con tu lengua y mueres?

—Por favor, Ariel. Sólo quiero hablar — dice—. Creo que ha habido un malentendido...

Me tropiezo, pero no caigo. Eso no era lo que esperaba que dijera. Me imaginaba palabras airadas y amenazas y tal vez algo arrojado desde el coche mientras corría. Pero lo que sea. La ira, falsas—disculpas, ¿cuál es la diferencia? Todo va a terminar de la misma manera, con Dylan en control, porque él sabe que yo estaba enamorada horriblemente de él y creía todo lo falso que decía y hacía. Incluso me creía que estaba tan nervioso, acerca de nuestro primer beso como yo. Yo creía que le hacía doler y desear como yo lo deseaba.

Estúpida. Perdedora.

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Ya no es así. —Déjame en paz.

—Ariel, por favor. Escucha. Yo…

—Déjame en paz. — Corro más rápido. Mis ojos escudriñan el bosque al lado de la carretera. Me pregunto si vale la pena correr en la oscuridad para escapar de él.

—No. No puedo dejarte sola.

No puedo dejarte sola.

Lo dice con su voz sexy, la que usaba cuando me llamó para preguntarme

sobre esta Cita de Broma. Él está tratando de engañarme de nuevo, y yo lo odio por ello. Casi tanto, como me odio a mí misma por notar lo bonito que hace que todo suene. Escuchar hablar a Dylan es casi tan bueno como escucharlo cantar.

Su voz es lo que me atrajo desde el principio, la forma en que cantaba —Bring

It On Home to Me— como si supiera lo que se siente amar a alguien tanto, que daría cualquier cosa por estar con ella. Cada vez que los miembros del coro practicaban para sus actuaciones durante la primavera, yo tenía que dejar de pintar el telón de fondo, cerrar los ojos y dejar que la voz de Dylan penetrara en mi alma.

Y entonces un día los abrí y encontré que estaba cantando, bien para mí.

Nuestros ojos se encontraron y se mantuvieron, y ninguno de nosotros podía apartar la mirada hasta que la canción había terminado. Al final, mi corazón latía tan rápido, que tenía miedo de desmayarme. Ya lo había confirmado. Yo sólo sabía que él sentía lo mismo que yo sentía. Obligado. Seducido. Encantado. Era como yo siempre había soñado que sería. Enamorarme.

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Entonces vi el texto de Jasón, y Dylan, le ofreció cincuenta dólares para hacerle tomar lo que quería en el asiento trasero de su coche, y mis sueños románticos estaban en fuego.

Me gustaría poderle prender fuego. Quiero castigarlo. Pero, ¿cómo? ¿Qué puedo hacer para asegurarme de que sufra?

He pasado toda mi vida ocultando mis sentimientos, demasiado miedo de mostrar a nadie lo enfadada que estoy a veces. Ahora me muero de ganas de demostrarlo. Quiero gritar y gritar y arrancar a Dylan Stroud aparte con mis propias manos. Si pensara que mi cerebro loco me dejaría, yo podría volver a su coche y probar. Pero no lo hare. Si dejo que me enfade mucho, voy a tener un episodio. Siempre lo hago. El frío se apresurará a través de mi piel, mis huesos se bloquearán y mis entrañas se volverán líquidas, y todas las voces airadas y lamentos darán rienda suelta en mi cabeza. Ellas gritaran tan fuerte, que no puedo entender lo que están diciendo, pero sé lo que sienten.

Desesperación. La desesperación tan profunda y amplia que no hay ninguna esperanza de volver a la costa. Sólo hay miseria que sangra por dentro, cuando las voces me llenan con su dolor, hasta que el mundo se oscurece. Y cuando me despierto, mis pantalones están mojados desde donde he perdido el control, y mis huesos magullados de la paliza en el suelo.

No es epilepsia, no es una manifestación clásica de un determinado tipo de locura, es algo que los médicos no saben cómo tratar y ni siquiera el psiquiatra que vi cuando era más joven y quería hablar poco después. A nadie le gustan las cosas que no pueden entender.

A nadie le gusta un bicho raro.

Es por eso que mantengo todo adentro, especialmente alrededor de la gente. No quiero que nadie me vea así.

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La única vez fue suficiente. Ya han pasado ocho años, y todavía todos los que estaban en el patio de recreo en el cuarto grado se acuerdan de lo que pasó. Todavía me miran divertidos, y se apartan cuando camino por delante de ellos en los pasillos. Todavía susurrar la historia a cada chico nuevo que se muda a la ciudad, lo que garantiza que siempre seré una extraña.

Gemma es la única que nunca me dio una oportunidad, y ahora mi única amiga se ha ido. Ella está corriendo. O tal vez está muerta. Los volantes de desaparición de sus padres publicados por toda la ciudad lo hacen parecer como si pudiera ser, pero apuesto a que se escapó con uno de sus muchos novios y simplemente no se molestó en decirme al respecto.

Ella debe haberse por fin dado cuenta de lo extraño que era que seamos amigas. Gemma es rica y hermosa, salvaje y divertida y siempre tiene un chico o tres que morirían para estar con ella. Y yo... yo, la chica pálida con las cicatrices que es demasiado tímida para hablar en clase y nunca había besado a un chico antes de esta noche. Yo nunca le importe a Gemma. O a cualquier persona, en verdad. Creo que hasta mi mamá se aliviaría si no tiene que preocuparse por mí.

Si los reflejos de Dylan no fueran tan rápidos, yo podría haber estado fuera del camino de todos. Supongo que podría ser, pero va a tomar valor, mucho más. Era fácil llegar a ese volante. No va a ser solo fácil, y lo odio por eso.

—Por favor. Te voy a dar un paseo — dice—. No puedes correr todo el camino de regreso a tu casa.

—Sí puedo.

—Me gustaría que no lo hicieras. —Parece tan sincero, tan triste—. Realmente lo siento.

—No, no lo sientes.

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—Lo estoy. Deja de correr, y te lo voy a demostrar.

No respondo. Corro.

Paso la mayor parte del tiempo sentada en un escritorio de dibujo, o sentada en un taburete con mis pinturas, pero no estoy sin aliento.

Me siento como que podría funcionar para siempre, sólo salir corriendo y desaparecer en el aire.

—Vamos. Por lo menos te voy a dar tu bolso.

Me detengo. Mi bolso. Mis llaves están ahí. Mi mamá no sale de su turno en el hospital hasta las once. Si no recibo mis llaves, voy a estar sentada frente a mi casa durante horas. Y entonces voy a tener que decirle lo que pasó y ver lo decepcionada que esta de que he fallado en ser una niña normal. Una vez más. Y luego habrá una conferencia sobre esforzarme más y tener confianza y conseguir mi cabeza fuera de las nubes, y así sucesivamente hasta que me den ganas de gritar. Yo haría cualquier cosa para evitar otra de esas conversaciones.

Me detengo. Dylan frena a mi lado. Deteniendo el coche se convierte en un sonajero, y el olor de los gases del escape se desplazan hacia mi nariz. Olfateo, me limpio las lágrimas de las mejillas con la manga, y me abrazo a mí misma. Voy a agarrar el bolso y empezar a correr de nuevo. No voy a dejar que me afecte. No voy a caer en cualquier trampa que esté tratando de jugar.

Me dirijo, camino los tres pasos a la ventanilla del copiloto, y extiendo mi mano. Dylan se inclina sobre el asiento y presiona mi celular en mi palma. Fijo la mirada en él por un largo segundo antes de darme cuenta que no es lo que vine a buscar.

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—Dame el bolso, por favor— le digo, contenta de que mi voz se mantiene estable y uniforme.

—Todavía no. — Dylan me mira, sus ojos oscuros brillando—. Prepárate para grabar.

—Sólo dame…

—Prepárate para grabar. No vas a querer perderte esto. —Él guiña el ojo, y sonríe.

Antes de que pueda pensar en cómo responder, él cerró la puerta detrás de él. Tiene mi bolso en la mano mientras se mueve a la parte delantera del coche, y luego la deja caer y se aleja hasta las luces recortadas de la oscuridad. Las luces son tan brillantes, puedo ver el contorno de la camiseta debajo de su botón azul debajo. Su piel es tan pálida que brilla.

Es casi tan blanca como la mía, pero el pelo marrón oscuro con las ondas sobre la frente y los ojos marrones casi negros, lo hacen parecer dramáticamente pálido, en lugar de descolorido y llano. Si estuviera en su lugar, el pelo y la piel se mezclarían, y mis ojos azules se decolorarían a gris. Sería aún más fea de lo habitual.

Pero Dylan es muy guapo. Él es él. No hay que negarlo, no importa cuánto lo odio.

—Estoy empezando. —Él apoyo sus manos en las caderas. Cruzo los brazos y miro al suelo.

—Dijiste que querías destruirme— dice—. Estoy a punto de darte todo lo que necesitas para hacerlo. Si no le das grabar, vas a patearte a ti misma.

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Suspiro, abro el teléfono y enciendo la cámara. No sé lo que se trae entre manos, pero es obvio que no me va a dar mi bolso—o mi—llaves hasta que juegue.

Golpeé el botón de grabación y fije la vista en el pequeño Dylan en la pantalla. Será más fácil salir de esto si mantengo mis ojos en el mini—Dylan. Voy a fingir que estoy viendo una película, y el chico mirando a la lente es un actor, no un mentiroso que tenía sus manos sobre mí.

No es el chico que me dio mi primer beso. No es la persona que me hizo esperar cosas que nunca tendré.

— ¿Estas grabando?— pregunta. Asiento con la cabeza. Me niego a hablar o reaccionar o hacer algo para que esta nueva broma sea más agradable para él—. Hola, soy Dylan Stroud. Esta noche me fui a mi primera cita con Ariel. Y podría ser nuestra última cita, porque... soy un idiota—. Se ríe, pero no es un sonido alegre—. Hice una apuesta estúpida con algunos imbéciles estúpidos demás, y... me arruinó algo que no quería arruinar.

El chico en la pantalla se detiene. Sus ojos brillan con sentimiento. Sabía que Dylan era un cantante talentoso, pero no tenía ni idea de que podía actuar. Está poniendo en duda todo un espectáculo. Si no lo supiera, creería que estaba devastado por haber perdido su oportunidad conmigo. Pero sé mejor, y su rendimiento es asqueroso.

Muevo mi dedo pulgar para detener la grabación, pero vuelve a hablar, y dudo.

—Ariel, yo sé que lo que hice es imperdonable, pero yo... yo...— él toma una respiración entrecortada—. Yo he estado observándote durante semanas, y pienso en ti todo el tiempo.

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Acerca de la forma en que hueles a flores y pintura, y la forma de inclinar la cabeza hacia un lado cuando dibujas, y la manera de cerrar los ojos cuando estás escuchando una canción que realmente te gusta.

Aprieto mis labios. El hecho de que él haya notado cosas de mí, no quiere decir que sea sincero. Todo esto es parte de su plan para hacerme volver al coche y entrar en mis pantalones, y mañana por la mañana recoger su premio.

—Pienso en la forma en que te escondes detrás de tu pelo cuando entras a la clase, y lo mucho que quiero que mires a tu lado. Una vez, casi lo dije en tu cara, pero no lo hice. Yo quería, pero... —su arrugas de la frente y su elevación de barbilla.

—Soy un cobarde. Es por eso que deje que Jasón Tanner me convenciera de hacer esa apuesta. Pero no quería hacerlo. Te juro que no. Y esta noche, cuando por fin llegué a besarte, yo... yo no quería parar.

Su voz es ronca, como si estuviera recordando todas las formas en las que encajábamos entre sí, cuando se presionó contra mí. Mis mejillas se calientan, y es más difícil mantener mi atención en el mini—Dylan. Mi mano está temblando. La tentación de mirar hacia arriba y encontrarlo con los ojos mirando tan fijamente en la lente de la cámara es más grande de lo que pensé que sería.

—Y no era por nada ni nadie más que por ti— él dice—. Me gustas. Mucho. Y yo haría cualquier cosa por la oportunidad de hacer que te gustara de nuevo también.

Wow. Dale al chico un premio de la Academia.

No sólo por haber dicho todo lo correcto en la forma correcta, sino por ocultar lo listo que es, todos los años que lo conozco.

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No es que pensaba que era estúpido, que hace buenas notas, teniendo en cuenta lo poco que intentó, pero no habría pensado que Dylan Stroud era capaz de pronunciar un discurso igual a este, en el fragor del momento. Él debería considerar actuar si la carrera de cantante no funcionaba. O tal vez política. Esa es una buena profesión para los mentirosos dotados. Él es un mentiroso. Yo lo sé. Todavía no me lo creo, pero podría. Si escucho mucho más tiempo, yo podría, demostrar que realmente soy la más tonta chica en el planeta.

— ¿Has terminado?

Sus hombros se hunden. —No lo sé. ¿Soy yo? Cómo puedo... ¿Puedo tener una segunda oportunidad?

—No.

Es una palabra, con voz suave, pero actúa como si hubiera disparado una flecha en su corazón. Se tambalea un paso atrás, y su cara se vuelve aún más blanca. Su expresión es de dolor, miedo, desesperación. Mirándolo ahora, me gustaría creer que acababa de aprender que nunca cantará de nuevo.

Después de la graduación de Dylan, el plan es convertirse en una estrella de rock. Él y Kim Jasón tienen una banda y tocan en cafés y unos pocos lugares para todas las edades en Santa Bárbara los fines de semana. Ellos van a mudarse a Los Ángeles juntos, después de graduarse y conseguir un descubrimiento profesional. Gemma les vio una vez y dijo que su guitarra era malísimo, pero incluso ella tuvo que admitir que Dylan puede cantar.

—Por favor. —Levanta las manos, con las palmas hacia arriba—. ¿Qué tengo que decir?

Pero es exigente con lo que va a cantar en público.

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Le oí discutir con la señora Mullens, la maestra del coro, sobre su canción para el desempeño primavera formal. Todos los otros chicos están haciendo números musicales, pero quería hacer una versión de rock inspirada en una vieja canción de Sam Cooke. Agregó que no sería atrapado sino es muerto cantando —la mierda de Broadway.

—Ariel, escúchame. Yo…

—Quiero que cantes.

Sus cejas se levantan. — ¿Cantar?

—Quiero que cantes esa canción de West Side Story. Logan está en un canto al menos formal.

Él se enderezó, y curva los labios. He visto sonreír antes a Dylan, pero por alguna razón se ve diferente ahora. Más suave alrededor de los labios y más duro en sus ojos o... algo. Deben ser los faros.

— ¿Te refieres a 'María'?

—Sí. Esa. Canta para mí.

Abre la boca y saca el aliento, pero lo detengo antes de que pueda iniciar.

—Desnudo.

— ¿Desnudo?

La forma en que dice la palabra me hace sonrojar, pero lo ignoro. Él no puede verme. Yo, sin embargo, puedo verlo. Y también todos en la escuela si decido mostrar este video.

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Me dijo que quería que me diera todo lo que necesitaba para acabar con él. Pronto veremos lo serio que fue en eso.

—Sí. Canta para mí desnudo — le digo, sorprendida por la forma en que controlo el sonido. Nunca he dicho la palabra desnudo en voz alta que yo recuerde. Y mucho menos a un chico. Pero mi voz no vacila. Incluso cuando agrego —y haz un poco de baile.

— ¿Cantar y bailar para ti desnudo? ¿Aquí mismo? ¿En el lado de la carretera?

—Justo aquí. Y mientras más tonto te veas, más me voy a creer que no estás lleno de mierda.

Espero que me diga que estoy loca, que admita que todo lo que decía era mentira y todo lo que realmente quería era ganar la apuesta y recoger su dinero en efectivo.

Espero que rompa y me diga la apuesta no vale la pena. No valgo la pena. En cambio, sus dedos se mueven al botón superior de la camisa y empieza a cantar.

—Ariel. Acabo de conocer a una chica llamada Ariel.

Mis mejillas se calientan y cierro los ojos. Él está usando mi nombre en lugar de María. Yo casi le digo que pare, pero cuando abro los ojos, él ya está fuera de su botón de abajo y tirando de su camiseta hacia arriba para exponer más de él de lo que he visto hasta ahora. He sentido su cuerpo contra el mío, pero mirándole es otra cosa completamente. Está incluso más guapo sin ropa.

Se me olvida cómo hablar. Su camisa limpia su cabeza y cae al suelo mientras realiza una nota alta, dulce, perfecta. Sus caderas comienzan a balancearse y sus manos se mueven a la hebilla de su cinturón, enviando a mi estómago a bucear en mis entrañas.

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El balanceo de cadera está en la parte superior, y por el tiempo está fuera de sus pantalones y vestido sólo con calzoncillos, bailando la canción, a la vez más allá del reino de la nada romántica o sexy. Está haciendo el ridículo, dando vueltas en círculos como una bailarina, dándose en la espalda y nalgadas a sí mismo y añadiendo pequeños gruñidos extraños entre las palabras. Sin embargo, cuando se engancha los dedos en la parte superior de su bóxer, la sangre se eleva a mi cabeza y hace girar la noche.

— ¡Alto!— grito y apago la cámara—. Ya es suficiente.

Se vuelve, confusión en su rostro.

— ¿No estaba haciendo un buen trabajo?

Me aclaro la garganta. —Hiciste un gran trabajo.

—Pero yo no estoy desnudo todavía.

—Estás desnudo, lo suficiente.

— ¿Lo estoy?— sonríe, una sonrisa maliciosa que es inesperadamente... encantadora.

Me muerdo el interior de mi labio, me niego a devolverle la sonrisa. No importa cómo él mismo se avergüence, yo no confío en él.

—Ponte la ropa. — Por primera vez desde nuestra inmersión cerca por el acantilado, me siento tímida, incierta.

Se ríe—. ¿Teniendo un tiempo difícil, resistiéndote a mí después de ese baile?

—Ese baile fue...— finjo gran interés en mis pulgares, como puedo enviar el archivo de video a mi correo electrónico y cerrar el teléfono.

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— ¿Irresistible? ¿Sensual? ¿Seductor?

— ¿Nauseabundo?— palabras duras, pero me suenan como que estoy coqueteando con él. No estoy segura de que jamás haya coqueteado con nadie. Incluso con él. Las pocas veces que hablamos, estaba demasiado nerviosa para decir mucho de nada más allá de lo necesario —sí— y —no— y no hicimos mucho por hablar antes de esta noche besándonos.

Él sonríe y coge sus vaqueros, mirándome fijamente mientras él abrocha los botones y su cremallera, haciendo caer mis ojos en el suelo, nerviosa de nuevo.

—Yo no creo que el baile tenga la culpa—. Da un paso en sus zapatos y alcanza su camiseta—. Probablemente tienes hambre. Vamos a buscar algo de comer.

Miro hacia arriba. — ¿Quieres ir a comer algo?

—No, quiero llevarte a conseguir algo de comer.

Él tira de la camisa y se pasa la mano por el pelo. Está sobresaliendo en algunos lugares, pero el desorden sólo lo hace más lindo. O tal vez es la expresión de su rostro. Se ve tan sinceramente emocionado por la idea de pasar más tiempo juntos.

—Quiero conquistarte con la comida, ahora que te he cortejado con palabras, canciones, y la magia de mi danza interpretativa.

Me río. No puedo ayudarme a mí misma.

—La señorita se ríe— susurra.

Mi sonrisa se desvanece, huyendo de la seguridad mientras meto mi teléfono en mi bolsillo.

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Esto es una locura, pero por lo menos tengo munición. Si ese video sale, Dylan nunca lo olvidara. Él no es el tipo de persona que está bien con hacer un tonto de sí mismo. Generalmente no. Y tal vez, si partimos el pan y declaramos una tregua—el mantendrá la boca cerrada acerca de lo que casi sucedió entre nosotros. Por lo menos, vale la pena intentarlo, y una hora más o menos en su compañía.

—Está bien— le digo—. Vamos a buscar algo de comer.

Se encoge de hombros en su botón de cierre, pero lo deja abierto mientras agarra el bolso del suelo y camina hacia mí. No se detiene hasta que esté más cerca de manera que tiene que ser para entregarme la bolsa. Levanto la barbilla, me niego a dar un paso atrás, porque no quería que él supiera de sus asuntos de proximidad.

—Gracias. — Él se inclina hacia abajo hasta que su frente casi toca la mía.

—No te arrepentirás. Te lo prometo.

Agarro la correa de mi bolso, ignorando la forma en que mi estómago se agita. No me importa lo lindo que está siendo. No hay manera de que me vaya a permitir que Dylan me toque. Nunca. De nuevo.

— ¿A dónde quieres ir?— me pregunta.

Faros aparecen en la distancia. Se vuelve a mirar por encima del hombro. Hay que ponerse en marcha. Una gran cantidad de gente de la escuela, se va a una fiesta esta noche en la playa, y no quiero toparme con alguien que sepa sobre la estúpida apuesta de Dylan.

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—Donde sea. La casa de panqueques en Solvang está abierta hasta las once.

Él resopla—. Eres demasiado buena para una casa de panqueques. Vamos a algún lugar con comida de verdad. Ha pasado demasiado tiempo desde que he tenido un bistec.

— ¿Demasiado tiempo?

¿Qué le pasa, de repente? Cuando Dylan ha dicho nunca cosas como:

¿demasiado tiempo?

—Mucho, mucho tiempo. — Da un paso más cerca. Me mantengo firme en mi terreno, luchando contra el impulso de inquietarme.

—Está bien— dije con un encogimiento de hombros—. Mientras que tú pagues. No puedo permitirme carne.

—Por supuesto que pago. Quiero hacer algo bueno por ti.

Él mete mi pelo detrás de la oreja con una ternura que no he notado en él antes. La sorpresa del toque suave, me hace dudar cuando por lo general me doy prisa para voltear el pelo hacia atrás por encima del hombro para ocultar las cicatrices en el cuello y la mandíbula.

—Eres muy bonita.

—Estas completamente fuera de esto.

—No, no lo estoy.

Nuestros ojos se encuentran, y sé que él está pensando en besarme de nuevo, lo lleva escrito en la cara.

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Por un momento de locura, creo que podría dejarlo, pero gracias a Dios, las luces más brillantes me dan una excusa para entrecerrar los ojos y levantar una mano entre nosotros. El coche que se acercaba sé para al lado de Dylan. Una mujer mayor con el pelo teñido de un implacable negro se asoma por la ventana abierta.

— ¿Están bien chicos?

—Estamos bien. Simplemente revisando una de las llantas. Pero gracias, señora — dice Dylan—. Aprecio que parara.

—Está bien, entonces—. Ella sonríe, obviamente halagada por la demostración de Dylan de buenos modales—. Buenas noches.

—A usted también, señora.

Él saluda mientras ella se aleja, entusiasta mueve su mano, que me recuerda a los anuncios de servicio público de 1950 que vimos en Ciencias Políticas. Es un saludo inocente. Un saludo feliz. Una saludo raro.

— ¿Señora?— repito secamente.

—Sí, señora. Creo que le debo al mundo en general un poco de respeto después de la forma en que me comporté esta noche.

Parpadeo. Él parece muy sincero, pero la idea de que él podría deberle nada a nadie, no es tan Dylan. Lo tenía muy mal por él, pero nunca me imaginé que era el tipo de persona que piensa acerca a otras personas, incluso la mitad de lo que pensaba en sí mismo. En ese momento, eso no me molesta. Era halagador tener a alguien tan guapo y talentoso y sí, engreído, prestándome tanta atención. Pero ahora...bueno, es bueno darse cuenta de que al menos puede pretender que se preocupa por los demás.

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—Menos mal que no vino antes.

Dylan se cruza de brazos y se apoya contra el coche de un modo que hace hincapié en lo cómodo que está en su cuerpo. No puedo evitar sentir envidia, deseando que mi propia piel no se sintiera demasiado apretada y mis huesos demasiado flojos.

—O mi pequeña canción y la danza interpretativa, hubieran sido aún más vergonzosos.

—Nada podría haberlo hecho más vergonzoso.

Se ríe. —Ese fue el punto, ¿no?

—Lo fue. —Vacilo antes de ofrecer un cuidadoso—: Gracias.

—De nada. —Él sonríe, una sonrisa dulce, casi tímida—. Yo pensé que merecías un poco de munición buena.

—Sí, bueno. Yo... te lo agradezco.

Si dices la verdad, si lo hiciste porque realmente lo siente y no planea algo aún peor que lo que hizo la primera vez, silenciosamente añadí, mi estómago revuelto mientras mi mente se inicia en torno a unas pocas —o peores— opciones . Miro hacia arriba, buscando en su rostro por alguna pista sobre lo que esta invitación de cena es realmente.

—Quiero darte de comer, Ariel. No hay agenda oculta — dice—. ¿Qué tienes que perder?

Nada. No tengo nada que perder. Hace veinte minutos que estaba deseando que estuviera muerta.

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¿Quién soy yo para estar preocupada por lo que pueda pasar en la próxima hora y media? Estoy viviendo un tiempo prestado.

Y así es él.

Él abre la puerta y me deslizo en el coche, confiando en que recuerda que casi me lo envió de buceo a la muerte, y que va a actuar en consecuencia.

Traducido por Dracanea

Corregido por Mayte008

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arne. Carne gloriosa, gloriosa. Suculenta, rojo jugoso, y con sangre, sazonada con mantequilla y hierbas, cada bocado mejor que el anterior. La miríada de sabores explotar en mi lengua, brillan a

través de mi boca, mis papilas gustativas abofeteadas y llamarlos sucios bastardos, me encanta.

Amor. He muerto he ido al cielo, y es esta fiesta en mi plato. Voy a quejarme, y recojo un bocado de queso crema y cebollino con puré de papas.

A mi lado, en nuestro stand de la esquina, Ariel se ríe entre dientes.

— ¿Eso es bueno?

—Mejor. Estoy teniendo una experiencia religiosa.

—Dios es un filete mignon.

—No. Filete mignon es Dios. —Doy otro mordisco y levanto los labios—. Pruébalo.

Ella vacila un momento antes de abrir la boca y atrapar la carne entre sus dientes pequeños y blancos.

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La veo masticar y tragar, el placer de ver crecer sus mejillas rosadas cuanto más veo. Ella realmente es una maravilla, y mucho más traviesa de lo que yo esperaba.

Desde luego, no había anticipado que estaría bailando en la noche casi desnuda.

Ella perdió su coraje ahí al final, pero no antes de probar a sí misma, que es mucho más entretenida que su amiga Gemma, me ha llevado a creer la última vez que habitaba el cuerpo de Dylan. Pero tal vez Ariel es un poco diferente en esta realidad. De acuerdo a las memorias de Dylan, varias cosas son. Gemma se ha escapado de casa, no ha llovido en las últimas semanas, y en lugar de ir a West Side Story, voy a cantar un solo en una escuela de baile en la noche del viernes.

Estoy aliviado. No sé si yo podría ir en esa etapa de teatro otra vez, al lugar donde me apuñaló Julieta y se puso sobre ella cuando comenzó a sangrar. Era el alma de Julieta que sufrió, pero eran los ojos de Ariel los que se cerraron en el dolor. Sólo hemos cumplido, pero esta chica ya tiene una historia trágica. Debería doler mirarla, pero no es así.

Ariel no es Julieta, y está viva. Todo lo que siento cuando la miro a ella, es un alivio desesperado. Hace unas horas, yo era una criatura condenada sin esperanza en el mundo. Ahora soy un hombre joven y guapo, como una buena cena con una chica hermosa. Más pruebas de que el destino es una amante caprichosa de hecho. Sólo en caso de que la perra voluble decida cambiar de opinión una vez más, me tomo una cucharada más de la pasta del plato de Ariel.

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— ¿Te gusta la carne? —Hago estallar los ñoquis en mi boca y tengo un escalofrío de placer. Éxtasis. Nunca aprecié lo que es un regalo al gusto, hasta que no puedes tenerlo.

—Sí, es muy bueno.

— ¿Bueno? Es orgásmico.

—Correcto —murmura, cepillándose el pelo sobre su hombro para ocultar su rostro.

En el cálido resplandor de la luz de las velas del restaurante, su pelo es de color miel en lugar de plata. Estoy tentado a pasar mis dedos a través de él y decirle lo hermosa que es, pero busco un rollo en su lugar. Todo a su tiempo. Nadie aprecia todo lo que es muy fácil de conseguir, y ya he jugado al joven amante embrutecido una vez esta noche.

Y un espectáculo impresionante que era. Tomé las pocas cosas que recuerdo

de Dylan, me habló de Ariel y giró en oro romántico. Si la Enfermera de Julieta lo había visto, se habría administrado el mantenimiento de los votos de paz en el acto. Sería una locura dejar que un talento como el mío, no fuera reclamado por las fuerzas de la bondad y la luz.

La bondad y la luz. La noción es todavía vagamente repulsiva. Por suerte, soy más experto en la seducción de lo que voy a ser un buen chico.

— ¿Ustedes dos van a necesitar algo más? —Se pasa el camarero en el borde de la mesa. El restaurante en Los Olivos estaba casi vacío cuando Ariel y yo llegamos. Ahora somos los únicos que todavía están sentados, y este hombre de la coleta y perilla irregular está listo para terminar la noche.

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— ¿Algo más para ti, querida? —pregunto.

Ariel arquea una ceja, pero puedo ver una parte de su lengua jugando con cariño en la mejilla.

—No, gracias —dice ella—. Estoy llena.

—La señorita está llena. —Me vuelvo hacia el camarero con una sonrisa—. Y quiero que tome el resto de su cena y lo envuelva para llevar y la cuenta.

Espero hasta que desaparece en la cocina con el plato de Ariel, antes de deslizarme de la silla, cruzo a la barra, y agarro una botella abierta de vino tinto. El vino no hace daño a un nuevo amor, y me muero de ganas de ver, si su sabor es tan maravilloso como lo recuerdo. Regreso hacia atrás junto a Ariel, y pongo la botella entre las rodillas, y la cubro con el mantel, justo cuando el mesero vuelve. Por suerte, Ariel no dijo una palabra mientras saco mi billetera y pago por la cena.

—Todo fue maravilloso. Quédese con el cambio. —Le entrego la carpeta de cuero negro al camarero y pongo un brazo alrededor de los hombros de Ariel—. ¿Lista?

—No —me susurra cuando el mesero se vuelve de nuevo a la cocina—. ¿Qué estás haciendo?

—Nos llevamos algo para beber. Y salvar a alguien de un vaso de vino rancio por la mañana. Sabrá horrible, después de que se deja abierto toda la noche.

—Estás robando.

—Estoy apropiándome.

—Somos menores de edad.

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—Es por eso que tengo que consignármelo, en lugar de comprar esta botella. Las leyes miopes que restringen de beber a adolescentes, me han obligado a esto —le digo—. Es con el hombre con quien deberías estar enojada, Ariel. Yo soy inocente.

Ella levanta una ceja sardónica.

—Inocente no es una palabra que yo usaría.

— ¿Qué palabra usarías? Espera —Tengo una mano entre nosotros—. No respondas a eso. No hasta que haya tenido una copa de vino y creo que soy bastante nuevo.

Ella hace un gruñido medio sonoro, la mitad risita de nerviosa.

—En serio. —Ella se inclina hacia adelante, observando ansiosamente la puerta donde nuestro camarero desapareció—. Si te pillan, pueden llamar a la policía.

—Todo es parte de la diversión. —Le guiño y deslizo la botella bajo mi camisa—. Tú primero, y voy a esconderme detrás. En caso de que la anfitriona este todavía en el vestíbulo.

—Estás loco.

—Por ti. Hacemos un gran equipo.

Ariel rueda los ojos, pero cuando salimos de la cabina, ella camina al frente. Lo hacemos a través del restaurante—más allá de la anfitriona, que nos desea buenas noches y hacia fuera en el aire fresco sin ser descubiertos. Mientras caminamos hacia el coche, me da un codazo Ariel en las costillas, con un codo huesudo. Vuelvo a coger una chispa inesperada en sus ojos.

— ¿Qué? —pregunto.

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—Lo hicimos.

—Lo hicimos.

—Eso fue... un poco divertido. —Su sonrisa tiene un toque de maldad que me hace reír.

—Lo fue.

Ella mira por encima del hombro antes de susurrar: —Yo nunca he robado nada antes.

—Todavía no. Pero deberías intentarlo alguna vez. Gran prisa. No hay productos químicos necesarios.

—Eres una mala influencia —dice ella, con un ronroneo de aprobación al acecho detrás de las palabras.

—Me comprometo a ser bueno... si realmente tú, quieres que lo sea.

Su sonrisa se marchita. — ¿Qué se supone que significa eso?

—Una broma —digo, dándose cuenta de que he tomado la broma demasiado lejos para mi delicada princesa de cabellos plateados—. Sólo una broma.

—No es gracioso.

—Lo siento. —Me arruga la frente, haciendo mi mejor impresión de ser una persona decente, capaz de sentir profundo—. Honestamente. Lo siento. ¿De acuerdo?

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—Está bien —dice ella, pero se necesita un buen rato para que se relaje. Al acercarse a la mitad de la acera, me advierto a mí mismo a ser más cuidadoso.

—Linda noche —le digo. Una música débil de piano, se desplaza desde el hotel al otro lado de la calle, pero por lo demás, la noche es tranquila. Aun. Hermosa. Doy otra inspiración. Flores y humo de madera y la primavera que estalla hacia fuera en los árboles, y docenas de otros olores que no puedo identificar—. Maravilloso.

—Lo es —Ariel dice, aún permanecía una nota cautelosa en su voz—. Me encanta la primavera.

—Amo la vida. —Cojo su mano, pero ella se aleja.

Ella se detiene, y deja escapar un suspiro tembloroso. —Está bien. Bien. Lo siento, ¿de acuerdo?

— ¿Por qué?

—Porque... ya sabes.

—Yo soy el que debería decir lo siento. Y lo siento. —Empujo el corcho de la botella y lo huelo. Hm. Eso está muy bien. Oporto. Más fuerte que el vino, pero igual de delicioso. Mi boca se hace agua, y yo debatía, si tomar un trago disminuirá el impacto de mis palabras tranquilizadoras.

—Pero podría haberte matado... —Ariel me pilla oliendo y mira de reojo críticamente en mi dirección.

Dejé la botella, a la deriva de nuevo a mi lado y trato de actuar como si estuviera preocupado por cosas como las tendencias homicidas/suicidas.

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—Pero no lo hiciste. —Aclaro la voz en señal de respeto por lo terrible de la seriedad del tema—. Y no vas a hacer nada de como eso nunca más.

Ella niega con la cabeza. —No. No lo haré. Yo... no.

Resisto el impulso de reír. —Podrías sonar más convincente.

—Honestamente, no puedo creer que lo hice —dice ella—. Pero en ese momento, y justo después... estaba tan enojada, me hubiera gustado que los dos...

Deslizo mi brazo alrededor de su cintura. Ella se estremece, pero no se aparta.

—Puedo entender por qué me quieres muerto. —Me inclino hacia abajo hasta que su olor se abre paso dentro de mí. Ella huele incluso mejor que la noche. Adorable. Intoxicante. Mi brazo se tensa, la respiración se atrapa, y susurro mis próximas palabras a centímetros de sus labios—. Pero no se te ocurra ponerte en peligro otra vez. No por mí. No por cualquiera. Te mereces una vida larga y feliz.

— ¿Eso crees?

—Lo sé. Eres una buena persona —le digo, pensando lo orgulloso que la Enfermera de Julieta estaría al escucharme hablar a Ariel, y darle dirección hacia una mejor naturaleza.

—Hm. —El sonido es escéptico—. Pensé que habías dicho que estaba loca. —Sus manos empujan ligeramente en el pecho, pero no la liberó.

—Puede ser una locura buena. Todas las mejores personas están locas. Yo estoy loco, y soy muy aficionado a mí mismo.

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—Obviamente. —Ella arruga la nariz. Es adorable, la curva de su cintura se siente bien. Muy bonito.

—Así que... —La acerco, y puedo oler el rastro de la cena en su aliento y pensar acerca de cuánto tiempo ha pasado desde que he probado una mujer—. ¿Crees que sería loco como para que me beses otra vez?

Antes de que pueda parpadear, ella se retorció las caderas y se escapó de mis brazos. —Esta noche no.

Bueno. No se puede culpar a un hombre privado por largo tiempo de intentarlo.

— ¿Mañana por la noche? —pido con un guiño.

Ella no dice una palabra, sólo se cruza de brazos y me mira fijamente con sus grandes ojos azules que parecen tan fuera de lugar en su joven rostro. Ella es casi una niña, todas las extremidades desgarbadas y bordes redondeados que no se han asentado en los planos de la edad adulta, pero sus ojos son... viejos. Tan antiguos como Julieta, aunque no tan antiguos como los míos. He visto más que cualquier otra criatura alguna vez debería. Yo soy un viejo, viejo, viejo hombre.

Si Ariel supiera cuántos años tengo, ella no me dejaría cerca de ella. Incluso en el caso de un minuto. Este cuerpo podría ser de dieciocho años, pero mi alma tiene la edad suficiente para ser su bisabuelo tátara—tátara—tátara—abuelo. Seria rechazado.

O tal vez ella no lo haría. Tal vez ella lo entendería, que mis siglos atrapados en la oscuridad parecen una pesadilla de la que sólo he empezado a despertarme.

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Traicione a Julieta cuando apenas tenía dieciséis años, y, a pesar de todo lo que he vivido, una parte de mí se siente como un hombre joven todavía. Ariel podría entender algo así. Ella parece saber una cosa o dos acerca de las pesadillas, la chica con los ojos embrujados.

—No —ella dice, impresionada con lo que ha visto en la cara.

— ¿Por qué no?

—No confío en ti.

Y no debería. No siempre.

Asiento con la cabeza. —Comprensible. Lamentable, pero es comprensible.

Una arruga se forma sobre el puente de su nariz. —Lamentable.

—Lamentable, triste, digno de mucho lamento, llanto, crujir de dientes. —Sonrío, listo para poner el momento serio detrás de nosotros.

—Sé lo que significa. Es sólo que no sé dónde has estado escondiendo el vocabulario.

—En mis calzoncillos bóxer —digo con una sonrisa tonta—. Si me dejaras quitármelos, verías por ti misma.

La risa de ella baila toda la noche, lo que hace brillar a las estrellas más brillantes. La felicidad en ello me sorprende. Creo que son sus sorpresas también. Ella saca una respiración, deglutiendo un sonido.

La ausencia de la diversión hace el silencio... parece más vacío de lo que era antes.

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—Sí, bueno... Así que... —Ella le da al vino en mi puño una mirada mordaz—. ¿Vas a beber o no?

—Sólo si te me unes.

—Claro —dice, sorprendiéndome de nuevo. Después de su conferencia en el restaurante, me esperaba algo más de resistencia.

Saco las llaves en el bolsillo. —Pues bien, ¿voy a conducir mientras que tú bebes?

—No. No hay que beber en el coche. Conozco un lugar donde podemos ir. Está desierto por la noche —dice ella, y rápidamente añade— pero hay casas cerca. La gente va a escuchar si hablamos más que en un susurro.

—Bien. —Asiento con la cabeza pensativo—. Así que si tú tratas de tomar ventaja, alguien me va a escuchar cuando grite.

—Ja, ja. —Su sonrisa no se fía, evaluándome, pero aun así, una sonrisa—. Muy divertido.

—Soy incluso más divertido después de un par de copas.

Ladea la cabeza y levanta un hombro alegremente. —Ya veremos.

La sigo cruzando la calle, lejos de la avenida principal. Las tiendas de antigüedades y lámparas de gas desaparecen, sustituido por farolas normales y una mezcla ecléctica de casas, casas victorianas restauradas con esmero, patios con cajas desvencijadas llenas con juguetes, y un bungalow con esculturas de hierro que brotan de los macizos de flores.

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Después de unos minutos, gira a la izquierda hasta una suave colina. En la cima hay un parque rodeado por una valla metálica, iluminado por el mismo proyector. Ariel llega hasta la puerta y llega a más de abrirla desde el interior.

—Gemma y yo solíamos venir aquí —dice—. Nunca hay nadie a su alrededor en la oscuridad.

—Es perfecto. —Dejo la botella a medida que avanzamos a través de la grava hacia el patio. Ah, dulce y potente.

Ariel sube la escalera a una plataforma con un toldo con forma de nave espacial y se sienta en la parte superior de la cima. Me acomodo a su lado y paso el vino, estudio su perfil cuando toma un sorbo cauteloso.

—Wow. —Su lengua se mueve para atrapar una gota que se escapa por el cuello de la botella—. Está muy bueno.

—Oh, vamos. Has tenido un buen vino antes. ¿No es el padre de Gemma algún tipo de señor de los viñedos? —reclamo la botella y la apunto hacia abajo.

—Sí. Pero siempre he estado demasiado nerviosa para beber en las “balandras”.

— ¿Por qué?

—Por el padre de Gemma... da bastante miedo. A veces, Gemma y yo robamos una copa de chardonnay de la nevera en mi casa, cuando mi madre estaba trabajando hasta tarde, pero no sabía nada como esto.

Hay tristeza en su voz. No es difícil adivinar la causa. Puse mi cara de preocupación y puse a prueba mi empatía recién redescubierta.

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—Estás preocupada por ella. Por Gemma.

—Sí. —Ella toma la botella, pero no bebe—. A veces pienso que está bien y apenas escapó de vengarse de su padre, pero a veces tengo miedo de que algo le pase a ella.

—Ella está bien.

Puse mi brazo alrededor de sus hombros delgados, deseando poder decirle que tengo la autoridad de un Embajador, que Gemma y su alma gemela Mike, están a salvo y profunda y asquerosamente enamorados.

—Apuesto a que ella se fugó con un hombre joven apuesto, y ya está a medio camino del vivieron felices para siempre.

—Así es. —Ella toma un largo trago y pone la botella de nuevo entre nosotros—. ¿Hablas así de esto alrededor de tus amigos?

— ¿Cómo qué? —Se encoge de hombros.

—No lo sé. El vocabulario y las... cosas anticuadas.

—Anticuadas, ¿eh? Bueno, he estado leyendo mucho últimamente de poesía.

Sus grandes ojos se ponen todavía más grandes. —La poesía —dice, claramente dudosa—. ¿Cómo a quién?

—William Cullen Bryant, Sir Walter Raleigh —digo, echando fuera los grandes góticos que vienen primero a mi mente—. Y Shakespeare, por supuesto. Soneto 138 es uno de mis favoritos. Por lo tanto dormiré con ella y ella conmigo, y en nuestras faltas por mentiras nos halagamos —cito, saboreando las palabras, más bien sorprendido de que pueda recordar.

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Pero entonces—. Siempre he disfrutado de los poemas escritos a su Dama Oscura.

—Me encantan todos los sonetos —dice ella—. Me gusta Shakespeare juega mucho, pero me encantan los sonetos.

—A mí también.

—Eso es... difícil de creer.

—Lo creas o no. —Me muevo rápidamente más cerca, mientras ella toma otro sorbo. Sospecho que debería de esforzarme más, para comportarme como Dylan. Dylan, pero es un bruto superficial y tan encantador como si pisara una mierda caliente. Ariel disfruta de su cara bonita, pero para ganar su corazón, voy a necesitar más que una apariencia. Voy a necesitar ingenio y encanto, cosas que son difíciles de conseguir por si solas, me quedo completamente fiel a la personalidad de Dylan.

Además, la Enfermera no me dijo que tenía que hacerme pasar con éxito por Dylan Stroud, ella dijo, que tenía que hacer que Ariel creyera en el amor, y nunca he sido bueno para ir por encima y más allá del llamado del deber.

— ¿Mi entusiasmo por la poesía te ofende? —le pregunto, aunque sé muy bien que he ganado varios puntos de bonificación románticos.

— ¡No! No, en absoluto. —Ella trata de disimular su entusiasmo con otra copa, pero ya es demasiado tarde. Sonrío, y tomo la botella cuando ella me ofrece—. Estaba pensando en lo que dirían tus amigos.

—Mis amigos son unos idiotas. —Retiro la botella, sorprendido por la cantidad de vacío que se siente. Los sorbos de Ariel, debieron ser tragos grandes. Me pregunto si debería haberle advertido de que el oporto es más fuerte, que el vino de mesa, pero decido que una Ariel suave, podía trabajar en mi favor.

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Ella se pierda más fácilmente, y para mi será más fácil atravesar sus defensas—. Pero tú sabes lo que quiero decir. Estoy seguro de que Gemma está bien, y no pasara sus noches sola.

—Tal vez.

Resoplo. —Los dos sabemos que no tiene problemas para encontrar compañía.

Los ojos de Ariel se estrechan. — ¿Qué se supone que significa eso?

—Nada. —Sé que no debo decir una palabra, acerca de las experiencias personales de Dylan con Gemma. Según sus memorias, Dylan y Gemma son “amigos con beneficios” una relación de una cosa que es lo mismo en esta realidad, como en la otra. Ariel, sin embargo, no tiene ni idea de que su mejor amiga, solía disfrutar de los barrios bajos con Dylan Stroud en el colchón en el suelo de su sucio dormitorio el otoño pasado. Lo mejor es que siga siendo así.

—Definitivamente fue algo —dice Ariel.

La abrazo más cerca. —Ella tiene una reputación —le digo suavemente—. Tú lo sabes. Se vuelve hacia mí, quitando un poco mi brazo, mientras se mueve. —Si ella fuera un chico, tú podrías pensar que su reputación era genial.

—Yo no creo que sea genial o no genial —digo, sin entender por qué, de repente parece tan enojada. Sonrío, con la esperanza de calmarla—. No me importa si Gemma duerme con ovejas. Tú eres la que me importa.

— ¿Por qué? ¿Porque soy por la que estás apostando? —Ella está de pie, balanceándose sobre sus pies, tropezando y agarrando la barandilla deslizante para mantener el equilibrio.

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Dulce Dionisio. Ella no puede estar tan borracha, ¿verdad? Pero entonces, ella no pesa mucho, y confesó haber tenido poca experiencia con el alcohol.

—Ariel, hemos hablado ya de esto —digo—. No eres una apuesta más. Te lo prometo. —Me levanto y llego a sostenerla, pero ella toca mi mano.

— ¿Cómo sabías que yo era virgen, de todos modos?

En verdad, Gemma le dijo a Dylan. Se habían reído de lo extraña que era Ariel, y hacían apuestas sobre a los cuántos años tendría que tener antes de que llegara a su primer beso, por no hablar de cualquier otra cosa más. Y fue la conversación que despertó su interés, quería hacer algo con Ariel y la quería echar a perder.

Pero, por supuesto, no podía decirle eso. Me encogí de hombros.

—Tu falta de una vida amorosa no es un secreto. Y lo sé…

—No lo sabes. Tú no me conoces. Podría tener una vida completamente distinta. Podría tener secretos —ella dice, arrastrando la última palabra.

— Podría tener secretos oscuros y temibles.

—Podrías. —Estuve de acuerdo, divertido. Ella era gloriosa cuando se enfadaba, pero era francamente bonita, cuando estaba borracha y beligerante—. ¿Tienes secretos oscuros de miedo? Me encantaría escucharlos.

Ella señala con un dedo tembloroso en mi nariz. —No te burles de mí.

—No lo hago. Estoy fascinado. Genuinamente. —Doy un paso más cerca. Se tropieza y casi cae por el tobogán, pero la capturo antes de que se caiga y la acerco hacia mí.

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Tiene todos los lugares en donde una niña es suave y un chico no deben presionarse juntos, y una nueva conciencia crepita en el aire entre nosotros. Creo que es la chispa de la verdadera atracción y sé que ella lo siente demasiado. Sus labios, mi cabeza da vueltas, y me pregunto si tal vez estoy más borracho de lo que pensaba.

Pero, de nuevo, no es de extrañar que una chica guapa me esté afectando, a la manera en que las chicas guapas siempre lo hacían cuando estaba vivo. Debería de tomar ventaja de la atracción de Ariel y las defensas bajas por el vino. Cuan celestial como el vino sabía deslizarse por mi garganta, la sensación de piel con piel con Ariel, sangre corriendo, como me perdí en ella, hacia al cielo pálido en comparación. Con una presión poco seductora, podía tenerla, podría saciar la lujuria que ella me inspiraba cuando su cuerpo se desplaza contra el mío.

Incline la cabeza, dejando que mis labios se situaran cerca del lóbulo de la oreja.

—Yo tengo secretos oscuros de miedo —le susurro, la emoción del reto hizo mi pulso rápido en una carrera.

—Vamos a compartir nuestros secretos, ¿de acuerdo? Te mostraré el mío... si me enseñas el tuyo.

Ella se puso rígida, y me di cuenta demasiado tarde, de que podría haber mejor evitado la insinuación.

—No puedo creerlo. —Ella trata de alejarme pero tropezó de nuevo—. Piensas que había que emborracharme y que ¡haría todo lo que querías!

—No lo hice. —Por lo menos, no al principio.

— ¡Lo hiciste! —Ella me empujo los brazos, pero la sostenía con fuerza.

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—No compelo a las chicas, embriagándolas con el fin de convencerlas para dormir conmigo, Ariel. Y no lo haría nunca…

— ¿En serio? —Ella dejo de luchar, pero pude sentir la tensión que seguía latente bajo su piel— ¿Así que supongo que has tenido un montón de chicas?

—Las he tenido... unas pocas. —Mi tono es prudente, cauteloso, pero no lo suficiente.

—Entonces, ¿por qué no te vas a encontrar a una de ellas? y…. ¡Vete! ¡Déjame! —Ella lanzo su peso sobre mí, empujando tan fuerte, que me tambalee de la plataforma, y caí por las escaleras. Mis brazos volaron, me capture del pasamanos hasta la mitad, pero no fue fácil detener mi impulso. Me acalambre los dedos y los músculos de mis brazos me temblaban, y apenas pude evitar un buen golpe sobre el pavimento.

Maldije cuando finalmente recupere el equilibrio. El corazón me golpeaba en el pecho, en el momento inesperado por la debilidad de mi sangre por el miedo cuando hiso una carrera.

Como un Mercenario, tenía una fuerza sobrehumana y la habilidad de sanar insidiosamente. Sé que los Embajadores conversos, no son tan fuertes, pero Julieta se contuvo en su propia pelea. Ella era sin duda más fuerte que una chica normal, e incluso ella no había sido capaz de empujarme.

Un sabor amargo me llenó la boca. ¡Esa bruja pelirroja me engañó! La Enfermera de Julieta me envió aquí, sin la verdadera fuerza de un Embajador. ¿Cómo voy a defenderme? ¿Qué pasa si me encuentro con Mercenario s? Ellos verán la luz dorada en mi aura y sabrán en lo que me he convertido, y una vez que lo hagan, no se detendrán ante nada para destruirme.

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¿Cómo voy a luchar, contra un guerrero inmortal de la oscuridad, con este cuerpo humano insignificante?

— ¡Mierda! —Patee la escalera de metal, recordando demasiado tarde que tenía un público. Una muy importante, un público muy enfadado.

—Yo sabía que estabas mintiendo. —La voz de Ariel soltó, y sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas—. ¡Lo sabía!

—No. No lo entiendes. Yo…

— ¡Entiendo perfectamente! —gritó—. ¡Y te odio!

—Por favor. —Puse mis manos en señal de rendición—. Escucha, yo…

—No. No voy a escuchar. Y nunca… —Ella se interrumpió, los ojos se centraron en algo en la distancia. Lo que ella vio, la aturdió inmovilizándola, en la quietud híper—alerta como de los conejos y otros animales acostumbrados a su papel de presas. Por un momento se congelo, y luego, de repente, se acurruco en sí misma como una hoja incendiada. Antes de que pudiera acudir a ver lo que la asustaba, antes de que pudiera preguntarle si estaba bien, se sumergió por el tobogán.

— ¡No me sigas! —Ella sacudió el metal, al golpear el suelo en la parte inferior, y brinco para la puerta, como si estuviera siendo perseguida por el mismo diablo. Me gire, explorando el patio y la calle más allá, pero no había nada, ni nadie. Estábamos tan solos, como estábamos hace un momento.

Voy corriendo por las escaleras y cruzo el patio. — ¡Ariel, espera!

— ¡No me sigas! —grita de nuevo mientras corre por el camino oscuro.

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Unas pocas casas abajo, un perro comienza a ladrar y parpadea una luz del porche de enfrente. Los ignoro y continúo en la persecución detrás de ella. Está borracha y vio cosas, y no puedo darme el lujo de arriesgarla y ser atropellados. La necesito viva, y su amor conmigo. La necesito…

Los faros de un coche aparcado en la calle, llaman a la vida. Patino en una parada, levantando los brazos, entrecerrando los ojos por el resplandor áspero. No oí que un coche tirara hacia arriba, mientras que Ariel y yo estábamos en el patio de recreo. Debió de haber estado aquí por un tiempo. La puerta del coche se abre, y me preparo para un altercado con algún ciudadano preocupado que ha visto correr a Ariel y algo peor.

Dejo caer mis brazos y pongo mi expresión más afectada. Le diré esto, es que mi novia se acaba de enterar que estaba embarazada, y estábamos peleando por si debía poner al bebé en adopción. Quiero que lo mantenga, pero ella dice que somos demasiado jóvenes. Pero, ¿existe tal cosa? Voy a preguntar. ¿Ser demasiado joven para amar a un chico?

La mentira esta ya cosquilleando en los labios, cuando una silueta larga, esbelta, rodea el coche se convierte en una persona que puedo ver. Una persona que reconozco. Aprieto la mandíbula.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

—Creo que yo debería hacer esa pregunta. —La Enfermera de Julieta, pone las manos en las caderas.

Pongo mis manos en puños, dispuesto a luchar, aunque sé que no va a hacer ningún bien. Esta mujer tiene magia increíble. Podía lanzar otra bola de luz a mi camino, y yo estaría acabado, desterrado de nuevo en mi cuerpo monstruoso.

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Pero no voy a irme en silencio. No voy a hacérselo más fácil para ella. Nunca he hecho nada fácil para nadie.

—Métete en el coche —dice ella.

No me atrevo, una parte loca de mí está gritando que debía correr.

—Métete en el coche, Romeo —ella pide de nuevo—. O me vas a dejar decepciona y comenzare a estar enojada.

—Pero Ariel esta…

—Ariel está actualmente, más allá de tu alcance. Si quieres que eso cambie, ven conmigo. —Ella se da la vuelta y camina hacia el coche. Con una última mirada en el futuro, la sigo. Si tengo la esperanza de ganar un lugar entre los Embajadores, no tengo otra opción.

El gusto y el tacto y la sensación renovada a un lado, sigo siendo un esclavo y debo obedecer.

Traducción Mayte008

Corrección Aldebarán

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stoy corriendo de nuevo, pero esta vez no hay palabras, ni lenguaje, pero el lenguaje del miedo: el chunda—chunda—chunda de mi pulso saltando en mi garganta, jadeos desesperados por respirar, gemidos

que vibran mis costillas mientras la cosa que me asusta se acerca.

Las estrellas giran, mientras que por debajo, la noche es afilada y terrible. Me lanzo por una calle oscura y luego otra y luego a través de un campo abierto donde la hierba tiesa se arruga bajo mis zapatos. Me tambaleo en una zanja y vuelvo a salir, luego hacia abajo una fila de una viña recién plantada, estúpidamente pensando que puedo correr más rápido que mi propia locura. Pero no puedo. El monstruo está dentro de mí, un producto de mi mente enferma. Esa es la verdad. No importa lo que yo piense que había visto en el patio.

Ondulaciones en el aire... garras invisibles agujeros en la noche...

Debo haber imaginado las ondas. Estoy borracha. No estoy pensando con claridad. Era una alucinación. Un espejismo. No estoy siendo perseguida, estoy asumiendo el control. No pensé que estuviera lo suficientemente enojada como para provocar un episodio, pero obviamente me equivoqué.

E

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Es una noche para estar equivocada, una noche en la que todo lo bueno se vuelve horrible.

Yo tropiezo con algo que no puedo ver en la luz de la luna y caigo al suelo. Huelo la suciedad y el toque de fertilizante, y luego me golpea. El frío golpea en la espalda, se clava en mi piel como cuchillos tallados en hielo.

Mi espalda se arquea, y cada músculo tira fuerte mientras mi cuerpo trata de expulsar el dolor, pero es imposible. El frío ya está robando mi espalda con los pies hechos de hojas de afeitar, una hemorragia en el cerebro, despejando el camino para que las cosas que grite y gima.

No yo. No yo. ¡No yo!

Algo dentro de mí grita, y por un segundo me pregunto cosas aún más locas. ¿Qué sucede si realmente vi esas ondas? ¿Y si el vino relajó mis defensas y me dejó ver algo que nunca había pensado que debía buscar antes? Tal vez las historias de personas que se poseen son verdaderas. Tal vez las voces pertenecen a otra persona, otra cosa.

Un espíritu maligno, o un fantasma, o un demonio, o…

Los gritos se apresuran como un huracán que golpea la costa, ahogando mis pensamientos. Ecos de gritos desesperados en las paredes de mi mente, los sonidos de tristeza infinita se vierten en mí como un vaso de agua arrojados a un dedal. Desbordada caigo en la inconsciencia, tomando la miseria conmigo hacia abajo en la oscuridad.

Romeo

Nos dirigimos en silencio, a las montañas, dejando atrás los viñedos.

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Pasado un lago y bosques de robles nudosos, sobre un estrecho camino de tierra que serpentea a través de acres de pastos abandonados. Es un camino a ninguna parte, el lugar perfecto para deshacerse de un cuerpo.

Yo lo sabría. He eliminado mi parte.

Se siente como si hubiéramos estado conduciendo durante horas, pero estoy seguro de que ha sido mucho menos. Tal vez quince minutos, media hora. Es difícil mantener un control sobre el tiempo.

Sigo viendo mi cuerpo en ruinas, sigo recordando el olor y el tacto de mi cuerpo en descomposición a mí alrededor. Era peor que el infierno. Ninguna criatura debe ser forzada a vivir a través de su propia descomposición.

Ni siquiera un demonio como yo.

—No entiendo— digo cuando no puedo soportar el silencio un segundo más. —Pensé que estaba haciendo un buen comienzo.

— ¿Con la chica tan borracha que apenas podía caminar?— la voz del

Embajadora es glacial.

—No tenía la intención de emborracharla. Me pareció que el vino podía ayudarla a relajarse.

—Los estados alterados de conciencia no son seguros para Ariel. La has abierto a una gran cantidad de dolor y perdiste lo que podrías haber ganado.

— ¿Exactamente como de problemática es ella?— espero una respuesta que no llega, y finalmente empiezo a sentir algo más que miedo. —Si ella es tan delicadamente equilibrada, debería haber sido advertido. Es culpa mía que…

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La Embajadora frena en seco. Mi cuerpo se inclina hacia adelante, pero su mano destella antes de que mi cabeza golpee el parabrisas. Agarra mi camisa y me tira de ella, en una nube de perfume de vainilla. Es un olor agradable, pero aterrador de todos modos. Podía oler mortal—hogareño, incluso, pero esta mujer es una criatura sobrenatural de una fuerza increíble. Lo puedo sentir en la forma en que me levanta de mi asiento con un hueco de su codo.

—Escúchame y escucha bien— susurra. —Si no puedes ganar el corazón de Ariel y guiarla por el camino de la paz, no será culpa de nadie, solamente tuya. Le habrás fallado al mundo y me pondrás en ridículo a los ojos de mis compañeros. Si eso llega a pasar, voy a estar muy, muy disgustada.

—No quise decir…

—Y te devolveré a tu espectro alma. De inmediato— dijo ella—. No creas que voy a ser compasiva y ahorrarte ese horror, porque yo no lo haré—. Ella me tiro más cerca, hasta que su aliento me besa en la mejilla. Hace calor, pero lucho contra el impulso de temblar.

—Envenenaste la mente de Julieta en mi contra. He perdido a un Embajador listo para ascender a un nivel superior de servicio, y la chica me importaba. A pesar de mis votos para dañar ninguna criatura, no voy a estar preocupada por tu sufrimiento, Romeo. Lo voy a disfrutar.

Dirijo la mirada hacia abajo. Yo no envenene la mente de Julieta. Le dije la verdad por una vez en mi triste existencia, y no me arrepiento. Julieta es libre en la muerte como nunca lo fue cuando se unió a la causa de esta mujer.

Pero no me atrevo a contradecir a la Embajadora. Mi deseo de evitar el sufrimiento es mayor que mi necesidad de decir la verdad nada más. La promesa del cielo es fuerte, pero la amenaza del infierno es siempre más fuerte.

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—Entiendo— le digo—. No te fallaré. O avergonzaré. —Hago una pausa, sopesando mis próximas palabras. Al final decido que debo hablar. Si me matan, porque ella me ha dejado vulnerable en el trabajo, está tan ansiosa de que lo haga, se deshará de mí. —Pero no va a ser fácil, sin la verdadera fuerza de un Embajador.

—No se necesita fuerza sobrenatural, se requiere encanto sobrenatural. — Ella me tira en mi asiento con un movimiento de su muñeca. —Tu éxito con Julieta, me llevó a creer que aún posees eso en abundancia.

Era verdad era el encanto, lo que convenció a Julieta que me escuchase

acerca de los Embajadores y los Mercenarios, pero la Enfermera de Julieta no estaba muy interesada en las verdades que no se alineaban con sus opiniones.

Inclino mi cabeza, dejando que crea que ha ganado el punto, antes de añadir—: Pero el encanto no me protegerá si soy atacado por Mercenario s.

—Hay pocos Oscuros, en este valle. — Ella regresa las manos al volante y pisa el

acelerador, guiando el coche más lejos en el camino. —Y no hay Mercenarios en la escuela, donde tendrás que pasar la mayor parte de tu tiempo.

—Incluso algunos ya es demasiado. Si ven en lo que me he convertido, me van a destruir— le digo, mirando con ansiedad, cuando se vuelve a la izquierda por un— camino —que no es mucho más que un par de surcos en la hierba alta.

¿Dónde me está llevando? ¿Y por qué?

—No vas a saber lo que eres o lo que has sido— dice ella—. Te he dado sólo una pequeña parte de mi poder. Te falta una gran fuerza, pero también careces de suficiente magia para alterar el color de tu aura. Estarás a salvo.

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— Ella tira el coche al lado de la carretera y lo apaga antes de volverse hacia mí—. A menos que por supuesto, sigas fracasando tan espectacularmente como lo hiciste esta noche.

— ¿Cómo iba yo a saber que el vino le afectaría de esa manera?— mi tono es sumiso, pero no me pierdo el endurecimiento de sus labios.

Al parecer, yo soy incapaz de agradar a cualquier hembra de la especie esta noche. Cubro mi suspiro con el golpe de la puerta del coche y sigo a la

Enfermera cuando ella comienza por un camino sombreado por árboles, que lleva aún más arriba en la montaña.

—Pero ahora lo sé— digo, decidiendo que los aseguramientos me servirán mejor que argumentos—. Voy a ganar su confianza de nuevo. Las cosas iban muy bien antes del vino.

— ¿Muy?— ella lanza por encima del hombro.

—Muy, muy.

—Tan confiado como siempre, ya veo.

—No hay ninguna razón para no serlo. — Pienso en cómo Ariel me dejó tenerla, cómo su corazón latía con fuerza en la garganta cuando nos tocamos. La tenía cerca a rendirse por horas. A finales de mes, va a ser mía. —Ella está a punto de caer en el amor. Lo puedo sentir. No tienes nada de qué preocuparte.

—Excelente. ¿Entonces confío en que tres días serán suficientes?

— ¿Tres días?— freno en seco, pero ella sigue caminando, y yo tengo que correr para ponerme al día.

¿Está loca? ¿Tres días? ¿Tres malditos días?

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—Está apresurando las cosas un poco, ¿no?

—Tal vez. — Levanta un hombro y lo deja caer—. Tres días fueron suficientes para Benjamín Luna, para ganar el corazón de Julieta. —Lucho contra el impulso de gruñir.

—Ariel no es Julieta.

—No importa. Tres días es todo lo que puedo ofrecer. Tienes hasta el viernes a la medianoche.

— ¿Y por qué es eso?

—En esta realidad, las almas gemelas tú y Julieta fueron enviadas a proteger,

han hecho su compromiso, y el Mercenario y el Embajador, enviados a luchar por ellos se han ido.

— Ella levanta una rama baja y la sostiene para que yo pase por debajo, antes de continuar hasta el sendero. —Pero Ariel es importante para el destino del

mundo para ambas partes. Si los Mercenarios supieran como de importante es, la protegerían contra de nuestra influencia.

—Pero no es así.

—No. Todavía no. Los Oscuros no pueden ver la naturaleza circular del tiempo, de la manera que podemos nosotros. Es nuestra mejor arma contra ellos. No van a sentir lo importante que Ariel es, hasta que su corazón comience a abrirse. Es sólo cuando empiecen a perder su alma, que se darán cuenta de lo importante que es para su causa.

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—Lo dijiste antes, en la estación— le digo. — ¿Pero cómo puede una chica ser tan importante? Esta guerra ha estado ocurriendo durante miles de años.

—Y va a continuar por muchos más— dice ella —suponiendo que se influya a Ariel hacia la luz.

—Y si no... ¿Los Mercenarios ganaran?— mi pulso aumenta mientras espero su

respuesta. Yo soy un traidor. Si los Mercenarios llegaran al poder, no hay duda de que voy a pagar por mi traición. No me puedo imaginar un destino peor que estar atrapado en el interior del fantasma de mi alma, pero estoy seguro

de que los Mercenarios pueden. Y lo harán. Si no lo consigo, voy a experimentar la tortura que me harán vivir en un cuerpo moribundo, parecía un dulce sueño.

—Entonces nadie gana— dice la Embajadora. —Si los Mercenario s tienen éxito en la eliminación de la luz del mundo, ellos se eliminan. Sin equilibrio, hay caos, y ni siquiera los proveedores del caos, serán capaz de gobernar.

Le creo, la naturaleza del hechizo que creó a los Embajadores y Mercenarios, insiste en la luz y la oscuridad.

Nunca he entendido por qué los Mercenarios creen que han crecido lo suficientemente potentes, como para hacer caso omiso de ese hecho de suma importancia. Sin embargo, tengo que saber si va a haber un período de gobierno Mercenario, antes que el mundo se vaya al infierno literalmente.

— ¿Pero si no lo consigo, los Mercenarios tomaran el control?

—Durante mucho tiempo—. Ella se da vuelta por un camino más ancho. Somos capaces de caminar al día sin ramas de árboles tirando de mi camisa, y pronto el camino se abre hacia un claro. Un centenar de metros más adelante, en la parte superior de la montaña, en medio de una cabaña se acurruca en una reunión de piedras.

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—Si los Mercenarios ganan a Ariel a su lado, con el tiempo van a llorar victoria sobre todas las permutaciones de la realidad.

—Y este es el momento que inclinas la balanza a tu favor.

Ella asiente con la cabeza, lo que confirma mis temores. —La humanidad ya hubiera sido condenada, pero la primera vez que las condiciones estaban

dadas para la victoria Mercenaria, Ariel fue asesinada antes de que pudiera cometer sus atrocidades en el futuro.

Trato de imaginar a Ariel, cometer —atrocidades— y fallar. Está enfadada y confusa, pero ella es sólo una niña. Sólo una triste y confundida chica como cientos de miles de niñas como ella. E incluso en el poco tiempo que hemos pasado juntos, he escuchado su risa, mal visto en sus ojos, y la ternura en su sonrisa. Es difícil de creer que alguien que hizo a Dylan pagar por su crueldad con algo tan benigno, como una serenata desnudo, es capaz de verdadero mal.

—Es difícil de creer— murmuro, haciendo eco de las palabras de Ariel en el patio de recreo.

—Cree. Si no se controlan los actos de Ariel las tinieblas harán que los más crueles dictadores del mundo, se vean como chicos traviesos.

Pues bien. Ariel. Es una chica sorprendente, en todos los frentes. —Entonces, supongo que te hice un favor la última vez. Cuando puse una bala en su cerebro.

—Era mejor para ella morir, que vivir para convertirse en un monstruo— ella

está de acuerdo, sorprendiéndome. Los Embajadores han jurado preservar la vida, y sin embargo, esta mujer está lista para dignar el asesinato, como un mal necesario. Más que nada se ha dicho hasta ahora, el pronunciamiento final me convence de que el destino de Ariel determinará el nuestro.

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—Suponiendo que gane su corazón— le digo—. ¿Será eso suficiente? si, como has dicho, hay docenas y docenas de realidades, entonces…

—No para esta chica. Su nacimiento fue difícil. En todos menos dos versiones del mundo, murió antes de que pudiera sacar su primer aliento. Si ella está a cargo de este caso, el peligro que Ariel Dragland plantea, será eliminado.

Cuidado. Peligro. Eliminada.

—Si no te conociera, pensaría...

—Reza para que no lleguemos a eso— dice ella, reduciendo a medida que nos acercamos a la casa abandonada. —Es el mejor en última instancia, para que ella viva y se convierta en un defensor de la paz.

Me detengo sosteniéndome en la tierra, cuando la Enfermera continúa por el lado de la cabina. Ahora que estamos más cerca, puedo sentir una energía inquietante que emana de este lugar. Hay aquí algo antinatural, algo que hace que la comida y el vino en el estómago se revuelvan.

La Embajadora se gira, esperando a que yo siguiera. —Ven.

—Pero... hay algo... me siento...

—No hay nada que temer. Todavía no. — Ella me hace señas para que me una a ella. Yo también, pero poco a poco, cada paso es una batalla ganada, contra el impulso cada vez más exigente de correr, de huir de este lugar, como Ariel huyó del campo de juego. No sé lo qué Ariel vio hace un rato, pero sé lo que

siento en estos momentos. Tengo la sensación de magia Mercenaria, el pinchazo frío del mal a través de mi piel. Pero debo estar equivocado. La Enfermera de Julieta me necesita. Ella no me entregaría en manos Mercenarias.

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— ¿Qué pasa después?— le pregunto, tratando de mantener mi mente fuera del temor, haciendo que cada pelo de mi cuerpo se erice. — ¿Cuándo volverá el alma de Dylan?

—Voy a resolver ese problema. Cuando llegue el momento.

—Es cruel. Él no se preocupa por Ariel. Él va a deshacer todo mi duro trabajo — le digo, al ver una abertura. Unas pocas horas de vida me han hecho ávido de más. —Tal vez sería mejor si me quedara con ella sobre una base más permanente. Podría ser... su protector.

La Enfermera sonríe, divertida por mi estratagema obvia, pero no puedo devolverle la sonrisa. La energía es aún peor detrás de la cabina. Árboles sin hojas y lianas marrones, anudados en cuclillas en la hierba, centinelas retorcidos que protegen el rostro negro de un acantilado que se eleva, otros cincuenta metros antes de que la montaña termine en una perilla calva de espesor. Yo fallé otra vez, sin querer ir un paso más cerca de esa roca hirviente.

—No puedo quedarme. — Ella toma mi mano y me empuja adelante.

Quiero arrancarla pero encojo los dedos alrededor de los suyos en su lugar, dejando que me lleve a través de las zarzas a nuestros pies.

—Si haces bien tu trabajo, no habrá ninguna posibilidad de que el alma de

Ariel se de vuelta a la Oscuridad, y los Embajadores no podemos perder la magia de un alma ya ganada. Cuando el trabajo esté terminado, voy a administrar el mantenimiento de los votos de la paz e irás a la niebla, hasta que te necesiten para servir a la causa de nuevo.

—Pero…

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—Los Embajadores son Mercenarios blancos. Ya lo sabes, Romeo. Tan pronto como tomes los votos, tu aura se marcará como uno de nosotros y serás vulnerable. Pero sin los votos, volverás al fantasma de tu alma y la putrefacción.

Suspiro a la lógica ineludible.

—Los Mercenario s querrán su venganza— dice mientras coge su camino alrededor de un árbol petrificado, llevándonos lo suficientemente cerca del acantilado, para mí ver una barra oscura en el centro. Una cueva. El mal enhebrado a través del aire, que viene desde el interior. Prácticamente puedo

olerlo. —Cualquier Embajador, todavía aquí cuando lleguen, estarán en riesgo.

— ¿Y qué pasa con Ariel?— saco mi mano de la de ella, incapaz de dar un paso más.

— ¿Qué pasa con ella?

—Los Mercenarios, la matarán antes que dejarla vivir para convertirse en una fuerza para el amor y la luz— le digo, escupiendo las últimas palabras. —Si me gano su corazón y la dejo, la voy a llevar a morir.

La Embajadora coloca una mano sobre mi hombro. — ¿Te importa?

¿Es así? El nudo de ira en mi interior, la forma en que mis dedos quieren envolverse alrededor de la garganta de esta mujer y exprimir como castigo por no pensar en su plan a través, me hace pensar que podría. Por lo menos un poco. Mi apetito por el asesinato se ha desvanecido, lo que hace que me

pregunte si alguna vez fue mío, para empezar. Tal vez fue la magia Mercenaria dentro de mí, que anhelaba la muerte y la destrucción, y no mi propia alma en lo absoluto.

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—Ya la he matado una vez— digo finalmente—. No quiero ser la razón, por la que muera por segunda vez.

La Enfermera asintió con la cabeza. —Estoy sorprendida. Gratamente.

—Yo vivo a favor, mi señora.

Sus labios se curvaron. —Guárdalo para Ariel, mi muchacho. Soy inmune a tus encantos.

Suspiro. —Sólo quiero asegurarme de que ella…

—Voy a cuidar de la niña.

—Pero…

—Agradezco tu preocupación— dice bruscamente—. Sin embargo, tu atención debería centrarse en hacer lo que sea para ganar a Ariel, en corazón y en alma.

—Lo que sea necesario— repito, la aprehensión aprieta la parte de atrás de mi cuello.

—Mentir, engañar, robar. Incluso matar si es necesario. — El mordisco en su voz hace que mis ojos deriven a sus pequeños dientes afilados. —Es por eso

que estás aquí Romeo, en lugar de algún Embajador digno. Puedes hacer cosas que nosotros no podemos.

Yo estoy más recto apretando la mandíbula, preparándome a mí mismo, contra la repulsión creciente dentro de mí. He matado antes. Si tengo que hacerlo, puedo volver a matar. Debo hacerlo.

— ¿A quién hay que matar?

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—A cualquiera que se interponga entre tú y tú meta.

Niego con la cabeza, desterrando de mi mente la imagen de Ariel, con un agujero de bala entre los ojos. Esa era otra realidad. Esta realidad no tiene por qué terminar en la misma forma sangrienta.

—Dudo que sea necesario.

—Lo más probable es que no. Pero es importante que entiendas hasta qué punto estoy dispuesta a ir a proteger el futuro.

Miro por encima del hombro, incapaz de mantener los ojos en la abertura de la cueva. La energía mal aún susurra allí. La cueva es un monstruo, y estamos bastante cerca para oír como respira.

—Pero yo... no es por eso que hemos tomado este camino.

—Creo que es importante que veas algo así. — Ella me coge de nuevo. Aprieto mis puños.

—Todo lo que está ahí, no quiero verlo.

—Lo que quieres no importa. Al igual que lo que sientes no importa— dice, su voz es cruel por su tono tranquilo y paciente. —Nadie se preocupa por ti, Romeo. Eres un medio para un fin. Si no puedes serme útil, no le importas a nadie, salvo a aquellos que te torturaran para su entretenimiento.

Enseño mis dientes en una sonrisa horrible, con la esperanza que todavía haya suficiente Mercenario en mí para asustarla.

—Supongo que es mejor para sus otros conversos.

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—Te he dado una oportunidad de salvación. No sé qué puedo ser mucho más agradable. Excepto quizás para ofrecerte la motivación adecuada. — Ella me agarra del brazo y tira de mí a lo largo como si yo fuera un chico que se ha extraviado en la calle.

Se refiere a hacerme daño. No tengo ninguna duda de eso. Yo era un tonto

al creer que los Embajadores serían diferentes de los Mercenario s. Durante casi mil años que fui gobernado por el dolor y el miedo, y mi nuevo amo es tan cruel como mi viejo. Los portadores de la luz simplemente tienen mejores beneficios.

Aunque el gusto y el tacto y el olfato puede ser tu propio castigo...

He aprendido mucho en las últimas semanas que estuve atrapado en el

fantasma de mi alma. En esa pesadilla sintiendo, oliendo a podrido—un cuerpo que me enseñó nuevas maneras de sufrir. Sólo el olor de él, fue suficiente para volver a un hombre loco.

El olor. El olor.

El hedor me inunda a la entrada de la cueva, por lo que me ahogo.

Yo trato de arrancarme el brazo libre, pero la Embajadora me agarra, me obliga inexorablemente hacia delante, hacia lo que está gruñendo en la oscuridad, la bestia ha sido encarcelada con su magia y me llevó a visitarla.

Para recordarme lo fácil que será para ella, quitarme lo que está dando, para asegurarme de que soy su criatura y que debo jugar con sus reglas...

O no jugar en lo absoluto.

Traducido por Jesica

Corregido por Malú

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a otra vida es una pesadilla. El infierno es saber, que nunca podría despertar. La piedra hizo moretones debajo de mi columna, mis dedos pulsan en donde se han arrancado las uñas, tratando de abrir la tapa del sarcófago.

Dibujo en el aire rancio, acre con el hedor del cuerpo de Teobaldo pudriéndose en su lecho de muerte propia, a unos pasos de distancia, pero me falta aún el lujo de amordazar el hedor. Ya estoy de vuelta en mi sarcófago, enterrada viva, atrapada para morir en la oscuridad.

Una vez más. Una vez más.

Me digo que es sólo un sueño, pero no puedo abrir los ojos. No me puedo mover, no puedo levantar una mano para empujar la placa de mármol que cubre mi cara, no puedo separarme de mis labios para gritar y pedir ayuda.

Siento el veneno que el fraile me dio para ayudarme a fingir mi muerte pulsar perversamente por mis venas, que se retuerce en mi cerebro como un gusano alimentándose, dejando a su paso una locura.

L

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Soy vagamente consciente de los latidos de mi corazón, mi piel suda febrilmente a pesar del frío en la tumba, pero mi alma permanece separada de mi cuerpo, perdida y vagando en un mundo lleno de terror del que nunca se puede volver.

Tal vez este es el trabajo de la enfermera. Tal vez ella me mando a este infierno por negarme a unirme a la causa Embajador.

Tal vez me quedaré aquí, sepultada viva y soñando en la oscuridad, hasta el final de los tiempos. Me abro paso a través de paisajes oníricos poblados por cadáveres, con los dientes negros salvajes desnudos, un centenar de Romeos

muertos, cada uno más podrido y peor que el anterior, todos con un hambre gustosa por mi corazón.

Se abalanza sobre mí desde las sombras, se eleva desde el barro bajo mis pies, ojos color rojo como un demonio enviado a tirar de mí hacia las llamas. Son manos con garras que agarran mi tobillo y me arrastran hacia abajo, me ahogo en tierra líquida. Lodo fluye en mi nariz y corre por mi garganta, cortando toda esperanza de aliento. Mi corazón se desacelera, mis pensamientos afilados por el miedo son difusos, y algo más profundo que el sueño me atrae cerca.

Por un momento, creo que realmente me voy en paz, más allá del alcance de

Romeo y de los Mercenarios y mi Enfermera que me ha traicionado, y el dolor de saber que Ben está muerto.

Ben.

El recuerdo de su cara al final, maltratada y golpeada por los puños de Romeo, amenaza con destruir lo que queda de mi corazón. Mi Ben, mi chico hermoso y triste, a quien yo no creía ni por un momento sin aliento que podría hacerlo feliz y completo. Pero no hay felicidad en el mundo, y pronto no voy a saber el significado de todo.

Mi corazón chisporrotea a la vida y las pesadillas comienzan de nuevo, incluso más horrible esta vez. Veo la transformación del cadáver de Romeo,

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convirtiéndose hermoso y lleno de luz. Lo veo tomar los votos de Embajador y seguir adelante para encontrar la paz en el servicio, mientras yo me quedo aquí perdida y sola, y de alguna manera, sé que es real.

He sido castigada por mi negativa a servir a los Embajadores por más tiempo, mientras que Romeo, el más malvado ser que yo haya conocido, es recompensado.

Será recompensado.

Esto no ha sucedido todavía. Pero lo hará. Yo sé que lo hará. Esta es una visión, no un sueño, y me dan ganas de gritar hasta que la sangre fluya por mi garganta. La vida nunca fue justa. No sé por qué pensé que la otra vida sería diferente, pero lo hice.

Que Dios me ayude, lo hice.

Pero no lo es y estoy demostrando ser la más trágica, raza torturada de tontos. Trato de cerrar los ojos, abrirlos, para obligar a mí mismo sueño, a alejarse de la visión de la belleza dorada de Romeo, o forzarme a dormir para despertar.

Pero no puedo hacer nada. Yo no soy nada.

Estoy más perdida e impotente de lo que estaba antes. Incluso como Embajador. Incluso en la niebla.

Algo se rompe dentro de mí, una fisura hasta el centro de mí ser, que permite a las pesadillas hundir sus garras en lo más profundo. El regreso del monstruo de Romeo, acompañado por todos los hombres de terror jamás imaginados, arrastrándose sobre ensangrentadas garras, arrastrando cuerpos hinchados con el mal, a través de los campos de la muerte y la decadencia.

Corro, pies descalzos que aplastan la putrefacción, los aullidos de dolor de los muertos vivientes, convirtiéndose en un rugido que se precipita dentro, me vacía de todo, excepto el miedo puro y sin adulterar.

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Hay susurros en el aire. Derivan desde el cielo sangrando, flotando como plumas sobre mi piel.

Es la voz de la Enfermera tratando de calmar mi terror, pero estoy demasiado lejos. Perdida. Sin sentido. Su promesa de venir por mí, su insistencia en que el tiempo es un círculo, no una línea, con la seguridad de que mi destino está entrelazado con Romeo, pero puedo escapar y encontrar la salvación, no tiene mucho sentido para mí. Las palabras son sólo sonidos, toques de tambor dentro de mi cráneo que me confunden con su ritmo irregular.

Corro hasta mi sueño inclinándome hacia adelante en el agotamiento, y cuando me caigo. Y caigo y caigo, como la tinta a través del espacio sin fin, hasta que aterrizo con una sacudida dentro de mi cuerpo.

Mi cuerpo real, no un caparazón prestado, no el cuerpo de Ariel Dragland. Mío. Tengo sed y estoy temblando y sudando veneno, y soy más débil de lo que puedo recordar estando en mi vida o la vida futura, pero soy yo misma.

Y me siento... viva.

Mis párpados pegajosos luchan para abrirse camino. Todavía hay sólo oscuridad, pero sé que no es el oscuro trenzado de mis sueños. Esto es real. Estoy realmente en la tumba. Dios... ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo? ¿He viajado en el tiempo? Y si es así, ¿hasta dónde? ¿Cuánto tiempo he estado aquí? Y lo más importante, ¿cuánto tiempo tengo hasta que Romeo y el fraile, lleguen a mí como lo hicieron la primera vez que estaba en este hoyo?

No sé. Pero no es suficiente. Tengo que salir.

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Paso mi lengua hinchada, dolorida por mis labios secos. Tomo una bocanada de aire para gritar y entonces oigo una voz. Llamar a mi nombre desde la distancia. La tumba Capuleto es grande, con veinte escalones que llevan bajo tierra y espacio para las generaciones de Capuleto, para tumbarse al lado del otro en la cama de piedra gigante, pero todavía puedo distinguir las palabras que el hombre habla, y sé quién es esa voz.

— ¡Julieta! ¿Estás ahí?

Él está haciendo todo lo posible por parecer amable, pero no me dejo

engañar por un momento. Es el fraile, el Mercenario en posesión del cuerpo de fray Lorenzo. Ha venido por mí, y estoy muy débil. Ya no soy un

Embajador y aun si lo fuera, no tendría la fuerza para luchar contra uno de los más altos y ganar.

Él es uno de los más fuertes, los Mercenarios más antiguos. Y él me matará. Ahora.

Me estremezco, muerdo mi labio, siento mi lengua acalambrarse en la parte posterior de mi garganta mientras mi cuerpo vacío trata de estar enfermo y falla.

No, él va a hacer algo peor que matarme. Mucho peor. Incluso Romeo sabía, y se compadeció de mí lo suficiente, como para intentar hacer mi muerte rápida. Pero él no me concederá esa pequeña misericordia. El fraile tendrá su tortura, mi muerte lenta para disfrutar, y no puedo hacer nada más que quedarme aquí y esperar a que lo haga.

Esperar. Desamparada. Desamparada. Desamparada.

Furia ciega en su intensidad, arde en mi pecho. Mis ojos ruedan atrás y cierro mis párpados y me deslizo con agradecimiento de nuevo en el mundo de pesadilla.

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Es mejor. Es mejor dormir en el sueño de horro, que permanecer despierta para recibir al mal de la vida real que se arrastra en la tumba, ávido de sangre y dolor.

Traducido por Jesica

Corregido por Nhayely

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o sé cuánto tiempo pasó, pero cuando me despierto con mi cara en la tierra, se sentía tarde. Demasiado tarde.

Mamá me va a matar.

Les digo a mis manos que empujen en el suelo para levantarme, pero lo único que logran hacer es agitar la tierra. Mis nervios gritan y el vértigo regresa a mi estómago en líquido. Es como si cada vez que lo soñara estuviera cerca de fallar, pero es peor por un centenar de veces. Estoy en mal. Tan estropeada. Yo siempre estoy mal, pero esto es peor que nunca. Me siento hueca, como las cosas si comí estuvieran gritando en mi interior y estuvieran dentro de un caparazón. Como una linterna sin una vela, sin chispa para mí la luz.

Mi pecho se siente firme. Quizás esta vez sea la última vez. Tal vez esta sea la locura de la que nunca seré capaz de salir. Tal vez la pieza dañada de mí, finalmente ha destruido la parte que puede imaginar una vida mejor, y ahora estoy finalmente y completamente rota.

Siento la humedad en mis mejillas y dejo de tratar de moverme. Me quedo quieta, aspirando el olor reconfortante de la hierba y la tierra, tratando de permitir que mi mente y mi cuerpo se conecten por su cuenta. Voy a estar bien.

N

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Todavía estoy pensando con claridad. Todavía puedo preocuparme de meterme en problemas con mi mamá y sentirme avergonzada por la forma en que las cosas terminaron con Dylan.

No recuerdo lo que le dije, pero supongo que hice el ridículo. Estoy bastante segura de que se lo merecía y sin embargo sé que discutí, pero ojalá hubiera tenido más control.

Me emborraché tan rápido. En un segundo yo estaba bien, y al siguiente todo me daba vueltas, y descifrar el significado de sus palabras era como tratar de traducir una lengua extranjera. Estúpida. Debería haber tenido más cuidado. Incluso un sorbo o dos, es suficiente para hacerme sentir floja y tonta. Debería haberme dado cuenta de que compartir una botella casi llena era una mala idea. Yo, obviamente, no puedo manejar el licor.

Tú no puedes manejar la vida.

Cierro los ojos, demasiado cansada como para no estar de acuerdo conmigo misma. Además, la voz en mi cabeza esta en lo correcto. No puedo soportar la vida. Ni siquiera puedo controlar mi cuerpo. Estoy tirada en el suelo con la cara en el barro, y mis piernas están frías y húmedas de donde me he mojado, y ni siquiera puedo hablar a mis manos para que me ayuden a levantarme.

No. No puedo. Tengo que hacerlo. Porque no hay nadie aquí que me ayude.

Una parte de mí está muy agradecida, por lo menos Dylan no me vio así, pero la otra parte está decepcionada estúpidamente. ¿Por qué no me siguió? Estaba tratando muy duro de actuar como si le importara, o al menos se preocupó lo suficiente para mantenerme viva, hasta que ganara su apuesta.

¿No debería haberse asegurado de que llegara a casa de manera segura?

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Él tenía que saber que estaba borracha. Sí, los rumores alrededor de la escuela es que se cree que Dylan tiene bastante experiencia con sustancias controladas para saber cuándo alguien está en mal estado.

Pero tal vez lo intentó. Recuerdo que venía corriendo tras de mí, llamándome por mi nombre, pero luego todo se vuelve borroso. No me acuerdo de quedarme en los Olivos, o lo cerca que estaba de casa antes de que me derrumbara.

Sé que estoy en un viñedo, pero hay docenas de viñedos cerca de la ciudad. Podría estar en cualquier parte. Espero que no esté muy lejos de: El Camino Road. Tengo que llegar a casa antes de que mi mamá se vuelva loca y llame a la policía. Ella estará trabajando hasta tarde, así que al menos que está eso a mi favor. Ella no baja de su turno hasta las once, no llegara a casa, hasta las once y media, y probablemente no va a estar realmente asustada de que haya salido hasta después de la medianoche.

Nunca hemos hablado de un toque de queda, nunca he fichado y Gemma y yo normalmente pasábamos el rato en mi casa, en las noches cuando Gemma no hubiera salido con quien estuviera saliendo, pero conozco lo suficientemente bien a mi mamá como para saber que no estará genial para ella, con mi estancia fuera más tarde de la medianoche, en una noche de escuela. Me sorprendió que ella quisiera que dijera que sí a la invitación de Dylan, en martes por la noche en el primer lugar. Pero probablemente me habría dado permiso para abandonar la escuela, tomar roofies, y tener sexo pervertido con Dylan todo el día en mi habitación, si le hubiera preguntado. Estaba encantada de que por fin, estuviera haciendo algo normal.

Era patético, de verdad, lo emocionada que estaba.

Yo sé que mamá se culpa por la falta de romance en mi vida.

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Dejó caer un pote de grasa cuando yo tenía seis años y me provocó las

cicatrices que ella cree que causó mi "trágicamente baja auto—estima." Le dije que la perdono. Incluso me dio a entender que hay razones por las que soy repulsiva a los niños que no tienen nada que ver con mi desordenada y blanca piel. Pero ella no me cree, y yo sé que ella piensa que voy a estar sola para siempre, si algo no cambia.

Yo pensaba que el nuevo Dylan podría ser el inicio de ese cambio. Él se burlaba de mí en la secundaria, pero desde luego no ha actuado como si fuera repulsiva últimamente. No antes y no después.

Antes y después.

Antes de que tratara de matarlo, y después de que él me persiguiera por el lado de la carretera y se pusiera en ridículo por la oportunidad de llevarme a cenar. ¿Cuál es el verdadero Dylan? ¿El que se acordó de tomar la virginidad

de la Freak por dinero, o el que dijo que yo era una buena persona y merecía una vida feliz? ¿El que se desnudó y cantó para mí o el que infiere que mi mejor amiga era una puta?

No tengo ni idea, pero quiero averiguarlo, y eso no va a pasar si no llego a casa pronto. Mamá nunca me dejará salir de la casa de nuevo si me arrastro después de la medianoche.

Trato de comunicarme con mis brazos otra vez. Esta vez, mis dedos tiemblan y ondulan, y, por último, centímetro a centímetro, arrastro mis manos a través de la tierra y me levanto a mí misma, al agitar los brazos. Por el momento me pongo de pie, me tiembla todo el cuerpo y siento como que podría estar enferma, pero me mantengo en pie. Levanto la barbilla, inhalo fresco y calmante aire, y echo un vistazo sobre las copas de los viñedos. Sólo necesito un segundo para detectar las torres del Parque del Castillo.

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Por último. Alguna suerte. El campo de juego está a sólo unas pocas cuadras de mi casa. Estaré en casa en diez minutos si mis piernas aguantan.

Tropezando sólo unas pocas veces, camino por la hilera de vides y corto a través del campo de fútbol cerca de la zona de juegos. Las torres y los puentes delicados que van de una pieza de equipo para la próxima imagen mágica en la luz de la luna, y estoy impresionada por la idea de que debería haber tomado a Dylan, aquí en lugar del parque cohete en Los Olivos. Pero tengo malos recuerdos de este lugar, fantasmas que gritan mientras me apresuro hacia el camino.

Mamá me trajo aquí cuando era pequeña, unos pocos meses después del accidente, cuando mi piel era de color rojo vivo brillante y mi pelo de sólo unos pocos centímetros de largo. Se había quemado de un lado, cuando mamá derramó la grasa, y tuvo que ser cortado. No tenía nada para esconder detrás, no tenía una cortina para tirar, cuando los niños miraban y una chica gritó que había un troll bajo el puente.

Creo que ella estaba tratando de iniciar un juego, fingiendo más que siendo cruel, pero mi madre todavía lo perdió. Ella gritó a la muchacha, y entonces la mamá de la niña le gritó a mi mamá, y entonces mamá me apartó. Nunca fuimos a la zona de juegos durante el día otra vez. Ella me hizo esperar hasta después de la cena, cuando casi no había otros niños en el parque. Dijo que quería proteger a mis cicatrices del sol, pero yo sabía que no. Estaba abrumada por la tarea de la maternidad del monstruo. Yo ya tenía los episodios para entonces, ya habían pasado dos y tenía citas tres tardes durante la semana con un psicólogo infantil. Mi madre no pudo soportar más la interacción negativa. Era más fácil ocultarme en casa que salir y enfrentarse al mundo grande y malo.

Decidí en ese momento no decirle lo de la apuesta. No quiero su lástima, y no quiero ser protegida de Dylan como ella me protegió cuando era una niña. Las malas noticias o no, Dylan es... interesante para mí.

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Creo que todavía podría odiarlo, y existe la posibilidad de que vaya a terminar evitándolo como la peste por el resto de último año de secundaria, pero esa es una decisión que yo quiero hacer por mí misma.

El pensamiento me hace sentir más fuerte, más controlada, y para cuando la casa azul está a la vista, me siento lo suficientemente bien como para recorrer los últimos cincuenta metros a un trote. El coche de mamá ya está en el garaje. No sé cuánto tiempo ha estado en casa, pero espero que haya llegado a tiempo. Al menos no hay patrullas de la policía en la entrada. Esa es una buena señal.

Me apresuro a subir las escaleras, pero más despacio, abriendo la puerta de tela metálica con cuidado. Las luces están encendidas en la cocina. No estoy sorprendida de encontrar a mamá esperándome, pero pensé que estaría

poniéndose al día con sus episodios de Anatomía de Grey o algo así, no a mi acecho, junto a la puerta de la cochera. Tomo un segundo, alisando el pelo cepillándolo y quitando algo de la suciedad de mi camisa. Sin embargo no hay ayuda para secar el pis en mis pantalones vaqueros. O el olor.

Las voces que gritan no me tomarán más a menudo nunca más, y cuando lo hagan me aseguraré de que estoy sola en mi habitación, pero mamá sabe por qué yo solía hacerme pis cuando era pequeña. Tenía que venir a recogerme en el día en que me avergonzaba en la escuela, y ella se sentaba conmigo cuando me encogía en el consultorio del psiquiatra por el deslizamiento en un episodio. Ella va a adivinar lo que pasó, y voy a estar de vuelta en el encogimiento de nuevo, antes de que pueda decir—: Voy a explicarte.

Me aprieta la garganta. Estoy de vuelta por las escaleras. Tal vez pueda colarme en mi ventana. Tal vez si meto mi ropa debajo de mi cama y me meto en la ducha antes.

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— ¿Ariel? ¿Eres tú? —Mamá parece preocupada, pero no se asusta. No debe ser tan tarde. No es que importe ahora. Dios. ¿Por qué no pensé en cómo me veo? ¿Por qué no tengo la sensación de dar la vuelta de nuevo tan pronto como vi la luz de la cocina?

— ¿Ariel? —Mamá aparece en la puerta de tela metálica, mirando estrechamente y está en bata blanca con las flores grises—. ¿Por qué te quedas afuera, cariño?

—Yo... yo pensé que podrías estar dormida.

—Yo quería esperar y escuchar acerca de tu cita. —Ella sonríe—. Entra. Está haciendo frío.

Camino por las escaleras. No hay forma de evitarlo ahora. Bien podría tomar mi medicina. Tan pronto como estoy en la puerta, se arruga la nariz de mi mamá y su atención se reduce a las piernas. Cierro los ojos e imagino mi cuerpo en una bola pequeña y rodando por el pasillo a mi habitación, mis oídos y la cara y todo, todo puré juntos, así que no puedo oír lo que va a decir.

—Oh, Ariel. ¿Qué ha pasado? —pregunta mientras cierra la puerta detrás de mí—. ¿Dónde está Dylan? ¿Dónde está tu bolso?

—Yo... — ¿Qué quiero decir? ¿Una mentira o la verdad o algo intermedio? ¿O es que me atrevo a decirle que no se meta en mis asuntos de una vez? Esta es mi vida y voy a llevar el peso de lo patético por mi cuenta?

— ¿Qué? Háblame.

—He perdido mi cartera. —Miro al suelo y corro antes de que pueda empezar a sermonearme sobre la pérdida de mi celular, un delito capital sobre ¨tenemos un presupuesto¨.

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— Dylan y yo nos emborrachamos en el parque de Los Olivos, y empecé a caminar a casa porque yo no creí que él debía conducir —le digo, decidiendo que es lo suficientemente cerca de la verdad, mientras que ojalá me salve de la psiquiatra—. Tuve un accidente antes de que pudiera llegar a casa. Yo no quería ir al baño afuera, y traté de mantenerlo por mucho tiempo.

—Oh mi dios —suspira, pero no suena enojada. Me arriesgo a mirar hacia arriba—. ¿Por qué no me llamaste para venir a recogerte?

—Pensé que te ibas a enojar. Perdí mi monedero. Yo habría tenido que pagar por llamar.

—Puedes llamar a cobro revertido en cualquier momento. Y no estoy feliz de que hayas perdido tu cartera, y que tenga que pagar por un nuevo teléfono celular, tú misma lo harás de tus ahorros, pero... —Ella se encoge de hombros, y parece que la frustración que oí en su voz cuando ella mencionó el teléfono celular dreno hacia fuera de ella.

—Pero sé que los chicos de tu edad beben. Tienes dieciocho años, y eso es lo suficientemente mayor para tomar una copa de vino de vez en cuando. Me gustaría mucho que lo hicieran aquí en la casa y mantenerte responsable. Al igual que una o dos copas, no es suficiente para conseguir borrachearte y tomar decisiones imprudentes.

Wow. Eso fue inesperado. No sé qué decir. Ella ha de ser tan... frío. Yo sé que ella haría cualquier cosa para verme actuar "normal", pero no me esperaba que fuera tan comprensiva acerca de mi error.

—Yo... yo no lo sabía.

—Bueno, ahora lo sabes —dice con una mirada suave—. Entonces, ¿cómo estuvo la cita? Con excepción del final, obviamente, no tan agradable.

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—Bien, supongo.

— ¿Bien? —Arruga la frente—. Entonces, ¿por qué Dylan te permitió caminar sola a casa?

—Él sólo... tenía que volver a casa.

Me ocupo de los molinos de viento pintados en los gabinetes y muevo mis pies, resistiendo el impulso de decirle más sobre mi noche confusa. No importa lo genial que está siendo, aún no parece ser una buena idea.

—Realmente me gustaría tomar una ducha y cambiarme, mamá. Me siento bruta. Y estúpida.

Ella asiente con la cabeza y da un paso atrás, pero luego se acerca a acariciar mi hombro, un rápido pat—pat—pat que es difícil pero bastante agradable.

—No te sientas estúpida. Pero no se emborrachan y pasean por su cuenta una vez más tampoco. Algo terrible pudo haber pasado, y nunca me he hubiera perdonado. Me preocupo por ti ya que... ya sabes.

Desde Gemma, quiere decir. Ella mencionó los volantes, pero no hemos hablado mucho sobre ello. Yo realmente no quiero hablar de eso ahora tampoco, pero aprecio que ella está preocupada por mí.

Incluso si su preocupación no hará nada para mantener la locura a distancia.

—Voy a tener cuidado —le digo, y entonces me encuentro inesperadamente agregando:

—Pero si algo pasa, no sería culpa tuya, ya sabes. Tengo dieciocho años. Tengo edad suficiente para cuidar de mí misma.

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—Lo sé, pero yo... te quiero. Tú eres la persona más importante en mi vida. Ya lo sabes, ¿verdad?

—Sí —digo, a pesar de que, hasta ese instante no estaba completamente segura. Pero, de repente parece tan claro, una verdad evidente, de que de alguna manera he logrado pasarla por alto.

Es como los azulejos de color rosa en la pared en el cuarto de baño. Nunca me di cuenta de que tenían flores en ellos, hasta que Gemma se burló de ellos por ser de mal gusto.

Yo crecí en esta casa y los tiempos utilizados en el baño varias veces al día durante diecisiete años, y nunca me di cuenta. Ahora no puedo entrar ahí sin mirar. Una vez has visto algo, no puedes dejarlo de ver. Me quedo mirando esas flores mucho y me pregunto qué otras cosas obvias me podrían estar faltando.

Nunca me imaginé la cantidad en que me ama mamá, fuera una de ellas.

—Lo siento si no te lo he dicho lo suficiente —dice ella, haciendo que mi garganta se apriete de nuevo.

—Lo dices un montón.

— ¿Estás segura? Me preocupa no haberlo hecho, que no he sido el tipo de mamá que necesitas que sea.

Una extraña sensación de déjàvu, crepita en el aire entre nosotros. Yo sé que ella nunca ha dicho nada de esto a mí antes, pero se siente como que lo hubiera hecho. Es inquietante y hace temblar mi voz cuando se lo prometo,

—Eres genial. Estoy bien.

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— ¿En serio? —pregunta, duda en sus ojos.

Son un azul más claro que los míos, pero por lo demás Mamá y yo parecemos hermanas. Pelo blanco flacucho igual de largo, lo mismo con los codos que son demasiado grandes para los brazos, los mismos labios delgados que se muerden cuando estamos preocupadas. Ella me tuvo cuando no era mucho mayor de lo que soy ahora. Solo, después de que mi padre biológico le dijo que se hiciera un aborto y echó el cerrojo. Por primera vez, la realidad de esto se instala dentro de mí, miedo pesado e imponente. No puedo creer que casi destruyó la persona que trabajó tan duro para mantener con vida. ¿Cómo podía haber pensado que era algo bueno matarme, mamá se sentiría aliviada?

Tal vez debería regresar al psiquiatra. Tal vez estoy más loca de lo que pensaba.

—Ha sido genial —le digo, la presión está detrás de los ojos—. Te quiero, mamá.

Llego hacia ella, envolviendo mis brazos alrededor de sus hombros, mientras ella me agarra por la cintura. Nos abrazamos apretado durante mucho tiempo. Lo suficiente como para darme cuenta de que la parte superior de su cabeza, viene solamente a mi pómulo. Soy más alta que ella, por un par de pulgadas. Otra cosa obvia que he echado de ver.

Finalmente, ella se aleja con una sonrisa.

—Buena charla.

—Sí. —Miro al suelo, sintiéndome incómoda, pero no en el mal sentido—. Gracias.

—Muy bien, ¿por qué no te vas a lavar?—dice ella—. Deja la ropa en el pasillo y voy a poner una carga de ropa.

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—No, está bien. —Ella no ha hecho mi ropa desde que tenía doce años, y yo soy demasiado mayor para que ella tenga alguna obligación de tocar mis empapados pantalones vaqueros de pis. Además, sé que debe estar agotada—. Mis jeans son pesados. No tienes que…

—Soy una enfermera, cariño. Puedo manejar muchas cosas peor cada día, y tengo que hacer un montón de bultos de todos modos. Voy a tener todo lavado y en la secadora, y podemos doblarlo mañana.

—Está bien. —Comienzo a salir de la habitación, pero ella me detiene antes de llegar a la sala.

—Espera un segundo —dice ella, chasqueando los dedos como lo hace cuando se ha olvidado algo—. Quería decirte: Wendy me va a llevar a trabajar mañana. Para que puedas dormir un poco más adelante y llevarte el coche a la escuela, si quieres.

Gemma solía llevarme a la escuela. En los diez días desde que se ha ido, he estado levantándome temprano para ir andando y evitar el horror del bus. Nadie sobre la edad de dieciséis, sube al colectivo, y no podía soportar la idea de todas esas filas de chicos en la parada mirándome, ya que subí a bordo.

No pensé que mamá se hubiera dado cuenta de mi salida anticipada, pero creo que ella lo hiso.

—Gracias. —Espero que ella sepa qué quiero decir, más que por el coche.

—De nada. —Ella sonríe—. Sólo trata de no despertarme en la salida. Voy a tener que trabajar una mañana de parejas, así que me voy a dormir hasta las nueve o así.

Asiento con la cabeza y me doy prisa por el pasillo hasta el cuarto de baño.

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Empiezo la ducha y me quito la ropa sucia, la tiro fuera de la puerta y la cerro de nuevo. Entonces me paro ahí, esperando a que el vapor que será señal de que el agua esta finalmente, lo suficientemente caliente. Se toma un tiempo. Como siempre. Paso el tiempo mirando las baldosas de color rosa y sus decoraciones florales.

Cuarenta minutos más tarde, después de una larga ducha caliente, envuelvo mi toalla alrededor de mi pecho y voy de puntillas a mi habitación. La secadora está en funcionamiento y la puerta de mamá esta oscura. Ella esta probablemente en el sueño, como debería ser. Es casi la una de la mañana.

Yo sólo voy a conseguir seis horas para descansar, y eso si me duermo pronto, pongo mi cabeza en la almohada. Después de todo lo que pasó, sé que debería estar agotada, pero no lo estoy. Estoy inquieta, e incluso después de que me he cambiado a mis pantalones de pijama a rayas no apague la luz.

En su lugar, camino a mi caballete y compruebo el lienzo preparado de esta tarde. Se ve bien. Voy a ser capaz de iniciar mañana el hada que he estado dibujando. O tal vez voy a hacer algo diferente. He estado en dibujando una mítica criatura—, pero estoy empezando a sentir que podría ser el momento para un retrato. Tal vez un autorretrato. Nunca he sido lo suficientemente valiente para intentarlo. No creo que pueda soportar mirarme en el espejo, es mucho, pero tal vez me sea posible. Tal vez incluso encontrare algo dentro de mí, que me he perdido.

Cosas que no he visto.

La idea me golpea extraña. Siento un tirón en la parte posterior de mi cerebro, la sospecha persistente de que he olvidado algo importante.

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¿Algo que vi, o algo que oí? No puedo recordar. Pero está ahí, al acecho debajo de la superficie de mi mente.

Me dirijo a la lona para la pared de mi galería. Todas las mejores cosas que he pintado desde que tenía doce años, están colgando aquí. Es la visión que siempre me hace sentir optimista, y es mi mejor lugar para pensar. Doy un paso atrás y dejo que mis ojos se fijen en el árbol en la montaña, con el chico de la colina, en el unicornio morir por el agua, mi mente se calma y pienso con más claridad.

Por lo general. No esta noche.

Cuando llego al unicornio, me sale una sensación de malestar, brinca, como el déjàvu en la cocina, pero cien veces peor. Algo está mal.

Me acerco más, levanto los dedos a la boca del unicornio, el que yo pasaba horas pintando justo y siento un escalofrío. Nada se ve diferente, pero de alguna manera, sé que alguien ha estado en mi habitación, mirando a esta pintura. No fue mamá. Un desconocido. Alguien a quien no conozco ha estado aquí, tocando y buscando y hurgando, metiendo la nariz en las partes más privadas de mi vida.

Giro lejos de la pared, escaneando el resto de la habitación. Todo está todavía en el lugar que estaba cuando me fui. Mis tareas se apilan en mi escritorio, la puerta del armario, está medio abierta, y mi edredón explota en horribles volantes a excepción de una abolladura en el lado derecho, donde me senté mientras me ponía mis zapatos. Cruzo la habitación, echo un vistazo al armario, abro los cajones de la cómoda, incluso me tiro al piso y miro debajo de la cama. Nada esta diferente, pero la sensación de que alguien ha estado aquí, sólo se hace más fuerte. Sé que estoy siendo rara, pero me parece que no puedo calmarme.

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Finalmente, después de una búsqueda infructuosa de mi mochila y escritorio, me obligo a apagar la luz y meterme en la cama, pero lo irracional sólo se pone peor. Juraría que alguien ha estado durmiendo en mi cama, tumbado con la cabeza en la almohada, soñando sus sueños en este lugar que se supone que es el mío.

Mío. No el mío. Las voces... ¿Y si no son lo que siempre he pensado que eran?

Es el núcleo de pensamiento que he estado esperando para estallar abierto, y eso me tranquiliza. Llego a la revista junto a mi cama, la que yo uso para escribir y dibujar las cosas que sueño y no quiero olvidar antes de que me despierte.

Me vuelvo más allá de una línea de dibujo rápido de la escuela secundaria desmoronándose en ruinas bajo una noche llena de estrellas amenazantes, y encuentro una página en blanco.

Fantasma, demonios, una especie de posesión, escribo. Ondulaciones en el aire, garras desgarrando el mundo abierto a encontrar a una persona que va a escuchar el grito de voces.

Cierro el libro alrededor de la pluma y la pongo sobre mi mesa de noche, antes de acurrucarme bajo las sábanas de franela suave. Nunca he sido capaz de escuchar a las voces. Me abruman antes de que pueda pensar en tratar de entenderlas, pero a lo mejor no he estado intentando lo suficiente. Si de verdad son fantasmas o algo así, puede ser que quiera escuchar. Los fantasmas en las historias, siempre necesitan la vida para que interceda en su nombre, a buscar la justicia o un derecho o hacer algo mal, que ponga su alma a descansar.

Cosas que gritar como que están más allá del descanso.

Pero no lo soy. Todavía no. Estoy segura, mis ojos son pesados, y mis músculos están doloridos por el cansancio.

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Por último, incluso la sensación inquietante de que alguien ha estado en mi habitación, no es suficiente para mantenerme despierta. Duermo y sueño con el chico de mi pintura, el de la colina solitaria donde el cielo como la noche, es asesinado por el día.

El viento está castigando los rizos castaños del chico soplan alrededor de su cabeza, volando en sus ojos oscuros, pero sé que los cabellos inquietos no son la razón de las lágrimas que corrían por sus mejillas. Esta triste, tan triste, que una persona como yo he visto, tan triste como mi propia reflexión sobre los días en que me pregunto, si voy a hacerlo a través de otro día.

Aun así, es hermoso. Como un ángel caído del cielo. Cuando levanta sus ojos a los míos, no puedo respirar. Su dolor y la belleza del abrigo alrededor de mis costillas se exprime.

Yo te perdono, quiero decir, aunque no sé por qué. Pero antes de que me arme de valor para hablar, un hombre con una túnica marrón, aparece detrás del muchacho y divide la hierba entre nosotros.

La tierra se abre como la boca de un pajarito hambriento, y el hombre toca al chico entre los hombros. El chico cae en el hoyo recién formado, y yo grito, pero no hay sonido. No hay nada más que el viento y la tierra hambrienta devorando a medida que rueda sobre el niño como el agua. Caigo al suelo y agarro la hierba, pero ya es demasiado tarde. Se ha ido. Me siento como si tuviera un cuchillo metido en mi corazón.

—Te perdono —me dice el hombre de la túnica, el eco de mi propio pensamiento, que me hace levantar los ojos. Los suyos son de un azul tan pálido que se ven diluidos, pero eso no hace que la mirada perdida en ellos sea menos aterradora. Esta no es la primera vez que él ha matado. O la segunda, o la tercera, o la centésima.

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—Ven conmigo. —Se dirige a mí, se apresura a pie. Su mano está demasiado limpia. Debería estar cubierta de polvo y sangre. Debe estar marcado por lo que ha hecho.

Mis pensamientos se apoderan de los sueños y cavo profundo. Observo con satisfacción horrorizada, como la carne del hombre se despega de sus dedos. Veo los músculos y los huesos y todas las cosas ocultas que se miraban en mi libro de anatomía para aprender las verdades de los órganos que dibujo, y pronto su mano no es más que el tejido crudo que envía sangre a llover sobre la hierba.

Pero el hombre de la túnica no parece sentir ningún dolor.

—Y tampoco tú, querida —dice—. La paz será tuya si te pones en mi custodia.

Llega a mí otra vez, pero esta vez su mano es la mano de un gigante. Sus dedos llegan fuera, fuera, fuera, hasta que se arquean sobre mí como las vigas de una casa construida de pesadillas. La lluvia de sangre cae sobre mi cara, se desliza entre mis labios y me caigo al suelo gritando. Pero no porque tenga miedo ni horror. Sino porque la sangre es dulce y quiero más. Quiero inclinar la cabeza hacia atrás y dejar que fluya en mi garganta.

Quiero reír y bailar y celebrar la seguridad de llegar a ser uno con la oscuridad.

Me despierto en medio de una respiración profunda y apenas tengo el grito empujando en mis labios. Trago y tiemblo y trato de calmar mi corazón que latía con fuerza.

La luz de la mañana brilla en mi ventana, y los volantes del amarillo en la cama es suave algodón de azúcar como sol flotando en medio de mi habitación. No hay nada que temer. Fue sólo un sueño horrible. No hay sangre, no hay monje malo o lo que fuera, ningún niño muerto.

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Me froto los ojos y vuelvo a mirar a la galería, teniendo la comodidad de ver el niño de pie sobre su colina, pensando que tal vez lo voy a pintar de nuevo. Pero de cerca esta vez. De cerca con algo en sus ojos que no sea el dolor. Tal vez la esperanza o la risa o... el amor.

El pensamiento me hace sonrojar y miro hacia otro lado, como si el niño fuera una persona real que podría ser capaz de leer en mi cara, las cosas tontas que estoy pensando. Es ridículo, pero se siente bien sonreír, tan bueno, que la estupidez secreta sigue frunciendo mis labios cuando miro por la ventana.

Y veo la cara de Dylan. Y grito el grito que pensé que había tragado.

Traducido por….Mayte008

Corregido por Maia8

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aldita sea! Atrapado. Muevo mis manos y sostengo el bolso de Ariel, tratando de que deje de gritar antes de que su madre venga corriendo. Debí haberme agachado en el segundo que abrió los

ojos, pero no pude resistir la tentación de ver su estela. Ella esta extrañamente convincente, toda suave con el sueño, el pelo enmarañado y

confusa, sonriendo, con esa sonrisa.... esa sonrisa, la que la hace verse tan joven e inocente y buena.

Ahí de pie, con el rocío que empapa mis zapatos, yo estaba poseído por el deseo de asegurarme de que siga siendo así, que nunca sepa lo que se siente, el ser envenenado por tus propios errores. La necesidad provenía de un lugar genuino, aparte del miedo que me mantuvo despierto casi toda la noche, reviviendo cada paso aterrador en la cueva.

Ahora el miedo ha vuelto.

Tengo sólo tres días. Tres días para transformar la visión de mí, de algo que hace gritar a Ariel, a algo que la haga sonreír. Puede ser que sea imposible, pero tengo que intentarlo. Tengo que hacer algo más que intentarlo. Tengo que tener éxito, o estaré perdido, y el mundo conmigo.

¡M

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Que se atornille el mundo, pero creo, que la idea no se siente tan cierta, como lo hizo una vez. No quiero que los mercenarios ganen, sé que es mucho.

—He venido a traer tu bolso. Sólo quiero hablar —, le susurro, con la esperanza de que Ariel me puede escuchar a través de la ventana. El vidrio es grueso, pero no me dan ganas de gritar y arriesgarme a molestar a su madre si ella no ha sido alertada. —Lo siento —, muevo la boca.

Se aprieta la mano sobre sus labios y mira a la puerta de su dormitorio, observando por un momento, antes de tirar las mantas y salir de la cama. Lleva una camisa blanca con tirantes finos apretados que revelan las cicatrices en su brazo, y pantalones sueltos a rayas. Los pantalones holgados bajo las caderas, dejando al descubierto una franja de piel pálida y la curva de su estómago. El trozo de piel que me fascina. No puedo evitar imaginar lo que sería pasar mis manos sobre su cuerpo de ensueño, esos largos brazos, uno perfectamente liso, uno bonito pero dañado.

Ella realmente es hermosa. A pesar de las cicatrices. O tal vez... gracias a ellas. Es un recordatorio de cómo la vida puede ser y camina preciosa y fugaz. No tiene la suerte de estar en una misma respiración que debería tomar por sentado. Nadie debe contenerse cuando puede alcanzar lo que quiera con las dos manos.

Quiero… estoy de pronto ahogado en ella. Quiero tocarla, es tan malo que me duele, que hace que mi lengua sea lenta, y me chisporroteo cuando deja abierta la ventana.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — exige.

—Yo, yo...

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—Quiero tocarte. Quiero acurrucarme en la cama al lado tuyo y ver si me puedes enseñar a soñar con algo que no va a hacer que me despierte gritando.

—Yo... —niego con la cabeza, esperando que empuje unas palabras, que en realidad pueda hablar. —Yo, yo…

Ella agarra el bolso de mi mano y lo coloca en el interior del piso. —Mi mamá se asustaría si te ve fuera de mi ventana —, susurra, echando otra mirada ansiosa sobre su hombro antes de volverse hacia mí. —Hay un bloqueo en la puerta de la cerca. ¿Cómo has entrado?

Respiro. Concentrado. —la subí. —Me quedo en un punto por encima del hombro y aprisiono la última debilidad ridícula. No recuerdo haberme sentido nunca, tan condenadamente necesitado, incluso cuando era un niño y mi padre me llevaba a la guardería después de la muerte de mi hermano.

El doctor de la plaga dijo a mis padres, que hirviera todo en agua caliente para evitar que la infección se propague. En cambio, mi padre quemó todo. Cada pieza de mobiliario en nuestro vivero que compartimos, cada prenda de vestir, cada silbato de madera y bloque y todos los animales tallados de mi hermano. Incluso las mantas azules que nuestra madre había bordado. Habíamos ido a dormir con ellas todas las noches, desde el día en que nacimos. ¡Cómo me dolió por la manta cuando ya no estaba! Casi tanto como, sufría por mi hermano. Me fui a dormir cada noche después del incendio, con los puños diminutos presionados contra mi pecho, preguntándome si iba a morir por el dolor.

Pero incluso eso no fue tan fuerte como el deseo de envolver mis brazos alrededor de la cintura de Ariel, presionar mi cara en su estómago, y pedir algún tipo de consuelo.

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Patético. Débil. Estoy perdiendo lo que queda de mi mente.

Tengo que concentrarme. No puedo dejar que esta repentina necesidad de contacto humano me distraiga de mi curso. Habrá oportunidad para la conexión en todas sus formas, en una cita posterior, en otro cuerpo, después de haber ganado mi lugar entre los embajadores. Sé que Julieta tenía cuidado de no usar sus cuerpos prestados para los placeres egoístas, pero no tengo que hacer lo mismo. Tan pronto como este seguro, puedo encontrar una docena de chicas tan hermosas como Ariel o una más hermosa, que me sostenga en sus brazos. El pensamiento debe ofrecerme consuelo, pero no es así.

Lamo mis labios, el sabor de mi propia desesperación, y espero que ella no pueda ver lo cerca que estoy del borde.

—Necesitaba verte.

— ¿Por qué?

—Estaba preocupado de que no pudieras haber llegado a casa.

—Lo hice. Obviamente. Yo... —sus ojos se reducen a la hierba húmeda en mis pies. —Todo está bien.

Todo lo que no está bien. Tú tienes el destino del mundo en tus manos, y la persona que enviaron a ayudarte se está comiendo vivo por su propio miedo. Maldita enfermera de Julieta. Yo estaba bien antes de que ella me obligara a ir a esa cueva. Su "motivación" sólo me ha acercado al fracaso.

—No, no lo estoy —le digo. —Estás enojada conmigo.

—No estoy enojada contigo. —Ella no suena convincente.

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— ¿Estás segura? No estabas muy contenta conmigo, cuando te fuiste anoche.

—Yo... no puedo recordar. —Sus ojos se encuentran con los míos, temerosos, inseguros. —Sé que estuve, y tengo la sensación de que todavía debería estar enojada contigo por algo, pero... es confuso.

Me tomo un respiro, finalmente sintiendo que es seguro volver a sonreír. Ella no lo recuerda. Gracias misericordia por los pequeños favores.

—Lo siento. Debo estar loco. Esto es mi culpa —, le digo, echando en ellas el encanto que parecía estar funcionando antes de que yo cometiera el error de introducir alcohol en la ecuación. —Estábamos bebiendo. Es una bebida fuerte, mucho más fuerte que el vino normal. Debería haberte advertido.

—Oh. —Sus dedos tiran de un pelo enmarañado. —Yo no lo sabía.

—Una vez más, mi culpa. ¿Me perdonas?

El borde de una curvatura de labios. —Tú no me pusiste una pistola en la cabeza y me hiciste beber.

—Pero tampoco te seguí y me asegure de que llegaras a casa.

Recargue mis manos en el alféizar de la ventana, inclinando mi cabeza hacia atrás para mirar hacia ella, sorprendido por lo mucho que este momento me recordaba a la noche en que estaba al pie de balcón de Julieta.

Tal vez por eso soy un desastre inútil. Esa fue una de mis últimas noches como un chico relativamente inocente en el amor. El fraile y yo hablamos al otro día, y comenzó a filtrar lentamente el veneno en mi corazón. Incluso ahora, los efectos perduran, lo que me obliga a mentir y engañar, fingir un amor que no siento por una chica que se merece algo mejor que esto.

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Mejor que yo.

— ¿Estás bien? — pregunta. Las yemas de sus dedos, rozan la palma de mi mano, incitando a una ola de placer y dolor, que brinca por mi piel. El placer de ser tocado, dolor de saber que soy tan indigno de su compasión.

—Estoy bien. —No muy bien. Pero no puedo recordar la última vez que bien, era una palabra que se aplicaba a mi existencia.

—Debes tener frío. —Ella se asoma por encima del hombro por última vez. —Entra.

—Gracias. —Yo me tiro hacia arriba del travesaño y salto a su lado, lo suficientemente cerca como para sentir el calor de su cuerpo, para oler la lavanda persistente en el pelo. —Lo siento mucho — le susurro, no queriendo asustarla lejos. —Casi no podía dormir. Yo estaba preocupado por ti.

—Está bien — dice ella, moviéndose más cerca. Aguanto la respiración, la posibilidad de que pudiera rozarme hace que mi corazón lata más rápido. —Yo también lo siento.

— ¿Por qué? —Yo muevo su pelo sobre su hombro, dejando que mis dedos revoloteen cerca de la piel en el cuello. Sostengo su mirada, esperando su permiso para tocarla de nuevo.

Su garganta y parte de los labios y su boca, van a la deriva cerca de la mía, y por un momento vertiginoso, creo que podría darme un beso. En cambio, deja escapar una risa entrecortada y sacude el pelo alrededor de su cara.

—Por ser extraño.

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Da un paso hacia atrás, cruzando los brazos, como si de repente se incomodara en su parte superior delgada de la ropa, por los tirantes más delgados. —Vamos a olvidarnos de ello.

—Olvidarlo —. Dejo caer mi mano y forzó una sonrisa amistosa. — ¿Quieres ir a desayunar? —Espero conseguir a Ariel fuera de esta habitación y me ayudará a reponerme. —Estoy anhelando algo frito y cubierto de azúcar, tal vez con un poco de jarabe en la parte superior.

—Me parece saludable.

—Somos jóvenes. ¿A quién le importa?

Su boca se curva de nuevo. —Yo podría comer. ¿Dónde quieres ir?

—Donde sea. Es tu elección.

—No me importa, pero no en El Molino de Viento. —Ella capta el mismo mechón de pelo y le da otro tirón. —No quiero ver a nadie que pueda saber sobre... ya sabes.

No quiere ver a nadie que pueda saber sobre la apuesta. Asiento con la cabeza.

—Vamos a ir a otro lugar. Y antes de que el día haya terminado, voy a hacer que todo el mundo entienda que la apuesta está fuera y yo soy un idiota. Especialmente la parte de un Idiota.

Su sonrisa se trata de estirar, pero ella la atrapa con sus dientes. —Me parece bien.

—Entonces vamos a comer.

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—Tengo que vestirme primero. ¿Quieres esperarme afuera?

No. No quiero estar lejos de ella por un momento, no hasta que sepa que estamos firmemente de nuevo en marcha. —Me voy a dar la vuelta. No voy a mirar.

Ella levanta una ceja dudosa, pero no veo la chispa de la angustia de la noche anterior en sus ojos. — ¿Lo prometes?

— ¿Quieres que yo... lo prometa?

—Sí — dice, mientras sus ojos brillan un “no”.

—Quiero que me lo prometas.

— ¿Confías en mí lo suficiente como para tomar mi palabra?

Ella inclina la cabeza hacia un lado, teniendo en cuenta que me cuesta enfocarme por su nariz de botón. —Acerca de esto. Incluso si la rompes, ya te he visto desnudo, así que... —Sus hombros se elevan, con un rollo de seducción que alude a la naturaleza sensual que ha estado demasiado protegida para disfrutar, desde que descubrió que su cita con Dylan era una broma.

—Sólo me has visto casi desnudo — es cierto, deseando tener más que recuerdos robados de estar enredado con Ariel. —Pero no voy a faltar a mi palabra. Incluso si me lo permites.

Sus labios tiemblan. —Voy a tratar de controlarme.

Sonrío. —Tienes una racha de sarcasmo.

—Yo.

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—Quisiera.

—Pensé que podrías hacerlo. —Su tono juguetón me da ganas de agarrarla y hacerle cosquillas hasta que ella chille. No he hecho cosquillas a una chica en siglos, y es una buena excusa para conseguir sus manos se pongan en donde no se supone que se pongan....

— ¿Dylan?

Primero sus costillas. Luego, cuando ella se inclina hacia adelante, me gustaría rodear su cintura con mis dedos, encontrar el lugar justo donde sus cosquillas…

— ¿Dylan? —Ella tiene sus manos en las caderas.

— ¿Sí? —Parpadeo, desterrando mi fantasía relativamente inocente.

— ¿Estás divagando?

Su sonrisa me hace sospechar que ella adivinó la dirección de mis pensamientos. Es una sonrisa de descubrimiento, tímida, pero con un sentido creciente de energía, la sonrisa de una niña aprendiendo la influencia que tiene sobre un niño. No fue lo que se propuso lograr esta mañana, pero yo lo disfruto. A Ariel le vendría bien un poco de poder, y puedo usar cualquier cosa que haga el tiempo suficiente para que ella se enamore de mí.

—Dar vueltas, y girando. —Le ofrezco mi espalda, dándole privacidad, distrayéndome de los pensamientos de vestidos y, más importante, desvestidos, mediante el estudio de las pinturas en la pared. El color y la línea audaz, hábil, que mi cerebro se retuerce agradablemente.

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Su trabajo es técnicamente excelente, con un caprichoso, y ligeramente tema morboso, que yo por mi parte, encuentro encantador. —Son maravillosos.

—Gracias. —Ella suena nerviosa, pero contenta. —Algunos son muy viejos, de cuando yo tenía doce años. Huelen mal, pero los mantengo allí. Me recuerdan lo mucho que he aprendido.

—Me gustan todos.

Yo sabía que Ariel era un artista, desde mi última vuelta a través de su vida, pero no me acuerdo que su trabajo sea tan evocador. Mis ojos mercenarios funcionaban, ¿Pero que fue, lo vieron?

Supongo que la respuesta es no. Si lo hicieran, no habría pasado por alto la pintura en la parte inferior izquierda. Lo recuerdo de cuando yo estaba en esta habitación antes, acechando en las sombras, esperando a Julieta, pero no se señaló a la manera de lo que soy ahora. Cruzo para estar delante del paisaje, la familiaridad de la colina azotada por el viento me golpea como un puñetazo en el estómago. Se parece tanto a mi colina, aquella en la que el ser humano Romeo muere y el monstruo se levantó en su lugar.

Y el chico...

Me inclino más cerca, inspecciono los remolinos delicados de pintura que forman su cabello y su capa simple. La cara es demasiado pequeña como para ser reconocible, pero podría ser el mío, cuando yo nací con él, un cuerpo que está en este momento atrapado por la magia del embajador en esa cueva de la montaña, podrido y delirando, con sus huesos que se muestran a través de su piel, y se deteriora rápidamente.

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Ahora que mi alma ha abandonado el espectro, es una vez más impulsado por la necesidad de darme caza, para tomar mi mano en la suya y reunir a mi cuerpo y el espíritu.

Él es una parte de mí mismo, restos de lo que habría sido, influenciado por lo que me he convertido, y obligado por fuerzas primarias más allá de la comprensión humana para equilibrar la ecuación cósmica que desequilibra, cuando me convertí en un mercenario. El espectro es una cosa horrible, porque mi alma es miserable. Nunca esperé que me vea de otra manera, nunca más.

Pero ahora...

— ¿Quién es éste? ¿En el cuadro? —Me vuelvo a encontrar a Ariel que esta abrochandose los vaqueros. Nuestras miradas se cruzan, y la conciencia espesa del aire entre nosotros, antes de girar de nuevo por ahí con un rápido —Perdóname.

—Está bien. Sé que no lo hiciste... —Se aclara la garganta. —Él no es nadie. Sólo un chico que imaginaba.

Un chico que imaginaba. Un niño con un manto perdido en una colina solitaria, los hombros se inclinaron por la vergüenza y el dolor. Es probable que sea una coincidencia. ¿Qué otra cosa podría ser? Aun así, es difícil apartar la mirada, incluso cuando un golpe viene a la puerta y las órdenes de Ariel con urgencia hacia mí —debajo de la cama. ¡Date prisa!

—Dile que estás enferma. Llévala a llamar a la escuela —, le susurro, la inspiración llamando. —Vamos a ir al museo de arte en Santa Bárbara.

— ¿Qué?

—Jugar al enfermo, y vamos a hacer novillos. Quiero ver cosas hermosas juntos.

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Ella niega con la cabeza, pero puedo ver que ella está tentada. —No puedo. Yo…

—Ariel —, dice su mamá quien llama desde fuera del cuarto. — ¿Estás despierta? Son las siete y cuarto.

—Un segundo mama, —Ariel llama. —Debajo de la cama. ¡Por favor! —Ella mueve la boca a mí, mientras se aleja. Me tumbo al suelo y ruedo sobre la alfombra polvorienta debajo de la cama, justo cuando la puerta se abre y Ariel suena somnolienta para su madre —Buenos días.

—Buenos días.

—Pensé que ibas a dormir hasta tarde mamá…

—Iba, pero algo me despertó. Me sentía descansada, así que decidí levantarme. —Hace una pausa antes de dejar escapar un sorprendido—: ¡tú bolso! Pensé que habías dicho que lo habías perdido.

—Um, no. —Los pies de Ariel cambiaron a medida que presumiblemente volvía a mirar a la cartera en un bulto marrón, caído por la ventana. —Lo encontré en el piso la noche pasada. Debo haberme olvidado de llevarlo conmigo.

—Bueno, eso es una buena noticia. —Suspira su mamá. —Ahora no voy a tener que llamar a la compañía telefónica durante mi descanso. Una de las cosas de mi lista.

—Sí —, dice Ariel con una tos.

—Entonces, ¿cómo estás? te ves pálida. ¿Cansada después de su gran noche?

—Sí, un poco. Cansada y un poco de... enferma del estómago.

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Debajo de la cama, me sonrió. Cuanto más tiempo paso con esta chica, más me gusta. Está llena de sorpresas. Incluso teniendo en cuenta que algunos de ellas no son agradables, voy a tener que ser más sorprendentemente predecible en cualquier momento.

—Probablemente sea resaca —, dice su madre.

—Yo no lo creo. Me siento mareada. Al igual que con la gripe o algo así.

—Eso es lo que se siente en una resaca, Ariel. Es por eso que debes beber un vaso de vino, no cuatro. —La madre no suena divertida, simpática o particular. —No vas a salir más en las noches de la escuela, si esto es lo que sucede el día después.

—Lo sé, mamá. Lo siento. —Su voz es tan pequeña y arrepentida, que estoy seguro de que ha decidido renunciar a nuestra aventura. Pero entonces ella tose. Y se aclara la garganta y huele una enfermiza aspiración. —Yo... yo realmente no me siento bien. ¿Puedo quedarme en casa hoy? ¿Sólo por esta vez?

Su madre suspira, una exhalación cansada con la derrota. Sonrío, sintiendo que la batalla está ganada. —Está bien. Dado que no has perdido un día en todo el año.

—Muchas gracias.

—Pero si esto sucede otra vez, no habrá más citas entre semana y vamos a tener que hablar de un toque de queda.

—Entiendo. Gracias, mamá. Eres la mejor.

—Cierto, cierto. —Se ríe entre dientes. —Sigue adelante y vuelve a tu pijama. Voy a llamar a la escuela y decirles que no estarás ahí hoy.

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—Está bien.

—Y voy a llamar a Wendy para decirle que no me va a recoger, ya que no vas a necesitar el coche.

Veo los pies de la madre alejarse antes de detenerse en la puerta y volver atrás. —¿Hay algo que necesites antes de que me vaya?

—No — dice Ariel. —Voy a volver a dormir. Puedo calentar un poco de sopa si me da hambre más tarde.

—Está bien. Yo también podría salir y agarrar un par de cosas en la tienda. Llama a mi celular si se te ofrece algo que quieras que traiga a casa esta noche. Sólo recuerda que probablemente no volveré hasta después de las once.

—Así es. Gracias, mamá. Yo... yo realmente aprecio esto. Y lo de ayer por la noche.

—De nada. Llámame más tarde. Te quiero.

—Yo también te quiero.

Mi próximo aliento se siente fuerte en mis pulmones. Te quiero. Las palabras son dulces cuando ella las dice, pero una parte de mí ya está temiendo el día en que vaya a decirme a mí. Necesito su amor, pero mentir es cada vez más difícil de lo que solía ser, sobre todo sin saber qué va a pasar cuando haya cumplido mi misión. La Enfermera de Julieta, dijo que se haría cargo de Ariel, pero ¿cómo puedo confiar en ella? La mujer que hablaba con tanta facilidad acerca de la naturaleza afortunada del asesinato de Ariel en la otra realidad?

Al revés de Ariel, un rostro aparece a mi izquierda, mirando en mi escondite. Me apresuro a desterrar mi ceño fruncido.

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—Me siento muy mal —, susurra. —No me gusta mentir.

—Es por una buena causa. —Me quedo donde estoy, viendo como ella se acuesta en su vientre y se escabulle debajo de la cama junto a mí. Me imagino que la diferencia de cómo se sentiría si estuviéramos los dos, en la parte superior de la cama en vez de por debajo de ella, la facilidad con algo infantil, podría aumentar las posibilidades para los adultos. Me aclaro la garganta.

—Además, es un museo, es dos veces más esclarecedor que cualquier cosa que sucede en la escuela.

—Verdadero —. Ella sonríe. —Y he estado muriendo por ir. No he ido en casi un año.

—Nunca he sido. Esta será mi primera vez.

—No te preocupes. Voy a ser amable —, dice ella, con un rubor que le hace broma, casi insoportablemente lindo.

—Traviesa.

Su sonrojo se profundiza. —Sí, bueno. Me imagino que si no puedes con ellos...

Me río, una verdadera risa que alivia la sensación de distancia aguda en el pecho. —Eso está bien. No tienes que ser suave. Me gusta a la intemperie. Eso sí, no hagas ninguna apuesta que involucre mi virtud. Sólo los desechos de la carne hacen cosas como esas.

—No eres un desperdicio —, murmura.

— ¿Sólo estúpido?

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—No eres estúpido, tampoco. —Ella me considera con una intensidad que me hace feliz, ya que estoy oculto en las sombras. —Eso es lo que hace que sea tan difícil de entender.

— ¿Entender qué?

— ¿Por qué hiciste la apuesta en primer lugar.

Me encojo de hombros. —Tal vez soy estúpido.

—O tal vez eres una persona diferente.

Me acuesto completamente inmóvil, pero pongo la curva de mis dedos en la alfombra polvorienta.

¿Podría saberlo? ¿En algún nivel se dio cuenta de la verdad?

—Quiero decir, eres una persona diferente en la escuela con tus amigos. Prácticamente me ignoraste la semana pasada, excepto en el ensayo, —dice ella. —Y luego, cuando estamos solos, eres completamente diferente. Incluso la manera de caminar es diferente.

Ah. No es la verdad, sino que se está poniendo más caliente. —Tienes razón.

—Entonces, ¿cuál es el verdadero Dylan?

Tampoco lo sé. El verdadero Dylan ha abandonado el edificio. Está atrapado en mí, el ladrón de corazones, y lo siento por eso. Más de lo que pensé que podría ser.

—No sé — le digo en su lugar. —Pero me gustaría tener más tiempo como la persona que soy cuando estoy contigo. —La mire a los ojos, pero no puede reunir una sonrisa cursi. Las bonitas mentiras suenan feas esta mañana.

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—Gracias por perdonarme.

—Gracias por perdonarme de nuevo.

Hay una sensación de hormigueo en la garganta, un salto en el ritmo de mi pulso. Me siento ¿culpable...? Sí, creo que eso es todo. Sé que debería llegar, tomar su mano, disfrutar al máximo de este momento escondido en las sombras bajo la cama, cuando está feliz y abierta a un gesto romántico. Pero no puedo. Yo sólo puedo asentir con la cabeza y preguntar: — ¿Cuándo nos vamos?

—En treinta minutos. Tal vez una hora. Tan pronto como mi mamá se vaya a trabajar.

Ella se cruza de brazos y apoya la mejilla en la parte superior. Yo hago lo mismo, obligándome a mirarla mientras me mira, a susurrar y planificar, y pretender que el calor cada vez mayor entre nosotros, no es alimentado por el engaño.

Traducción Mayte008

Corregido por Nhayely

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o puedo creer esto. Nada de eso.

Las últimas catorce horas son un sueño, que se pone cada vez más extraño. Primero me entero de la apuesta, entonces el casi desastre en el coche, después Dylan actuando como si él me quisiera, tal vez incluso demasiado, tal vez incluso de

verdad. Y ahora, este escape fácil de mi rutina aplastante. No lo puedo creer.

No puedo creer que me desnudé con Dylan en la misma habitación.

No puedo creer que haya estado coqueteando como si fuera mi nuevo trabajo. No puedo creer que engañara a mi madre, o que esté faltando a la escuela o que llamara a la oficina y me hiciera pasar por la novia del papá de Dylan, para que él evitara el arresto. No puedo creer que Dylan y yo, compartimos un café grande y tres anillos de espuma adhesiva de color rosa, o que hemos escuchado sus listas de canciones favoritas y hablamos de música durante todo el camino hasta Santa Bárbara, o que él me ha hecho sonreír más en unas pocas horas, de lo que lo he hecho en meses. Tal vez más.

Si no fuera por el episodio de anoche y esta mañana la pesadilla, pensaría que todo esto era un sueño bonito, del que voy a despertar de un momento a otro.

N

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Pero no lo es. Es real.

Estoy de pie aquí, en el ala de las obras en papel. Dylan Stroud está realmente revoloteando por encima de mi hombro derecho, mirando una pintura de Egon Schiele de un hombre enjuto, de mejillas hundidas y piernas sin pies.

Él está realmente lo suficientemente cerca de mí, para sentir el olor del detergente en su ceñida camiseta gris. Lo suficientemente cerca, para que su aliento bese mi cuello cuando habla.

—Me gusta esto. — Su voz es baja. Es como si él sintiera la carga que me da directamente al corazón, cada vez que veo algo por un maestro. ¿Quién lo hubiera imaginado?

Supongo que lo habría hecho. Antes, cuando él cantó esa canción para mí en el ensayo formal de primavera, lo hice. Yo creía que él sentía lo que sentía, de que los libros y la música y el arte, se clavaron en sus entrañas y han reorganizado sus moléculas y parecía más real de lo que la vida real lo hace. Y tal vez yo tenía razón. Tal vez la forma en que actúa en la escuela, es una tapadera para ocultar esa parte de sí mismo que otras personas no entenderían. Porque la mayoría de la gente no ve el mundo como lo vemos. Nosotros.

¿Podríamos ser nosotros...? Quizás. Hoy les digo... tal vez.

Sigo sin confiar en él. No del todo. Él es muy diferente. Me mira como a un extraño, como alguien que no se ha sentado en el pasillo junto a mí, desde el primer grado. Estamos teniendo un gran momento, pero una voz en mi cabeza me advierte que tenga cuidado, que mantenga mi distancia. Sin embargo, la distancia no es fácil. Mirando sólo el arte, siempre ha sido una experiencia que me transporta, pero ver el arte con Dylan es completamente... sexy.

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Cierro mis ojos y mi cara entera comienza a arder. Nunca he pensado en esa palabra, pero desde el momento en que Dylan se arrastró a través de mi ventana esta mañana lo he estado sintiendo. Todos mis sentidos se agudizan y conspiran contra mí.

La luz del sol oblicua a través de la habitación, el olor caliente y jabonoso de Dylan se mezclaba con el viejo libro y el olor de la pintura, más el viejo arte, el toque de café flotando por las escaleras de la cafetería, y toda la emoción cruda colgada en las paredes.

Es sensual, embriagadora. Sexy.

Me dan ganas de dar la vuelta, envolver mis brazos alrededor de su cuello, y presionar contra él como lo hice anoche. Quiero que me bese otra vez. Sé que sería mejor de lo que fue la primera vez. Más auténtico. Tal vez incluso lo más auténtico que he sentido.

— ¿Qué te parece?— me pregunta.

—Me encanta. — Vuelvo la cabeza y encuentro sus labios a escasos centímetros de mi mejilla. No sé si debo contener la respiración o respirar profundo, dar marcha atrás o ceder.

— ¿No crees que sea feo? ¿Inquietante?— Sus ojos oscuros fijos en mis labios. Yo sé que él está pensando en besarme también, y me empiezo a preocupar de que mi corazón podría lesionarse de todos los portazos que está haciendo, detrás de mis costillas.

Niego con la cabeza. —No. Es real. Es hermoso.

—Eres hermosa.

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Bajo mi barbilla, dejando caer mi pelo sobre mi mejilla arruinada. Por un segundo realmente, me había olvidado de las cicatrices. Nunca me olvido de ellas. Nunca. Es por eso que estoy usando una camisa azul ondulante de manga larga y pantalones vaqueros, aunque sé que va a hacer en calor hoy.

Siempre cubro las cicatrices en los brazos, siempre tengo mi cabello arreglado para ocultar tanto de mi cara como me sea posible. No puedo creer que bajara la guardia. Incluso por un segundo.

—No lo hagas. — Sus dedos se arrastran hasta mi garganta, y me estremezco, soltando el aliento de una manera que no deja lugar a dudas, acerca de lo que me hace sentir. Una parte de mí se siente avergonzada, y exige correr antes de que Dylan se ría y confiese que todo esto es una broma.

Pero otra parte se pregunta...

Miro hacia arriba. Él no se está riendo. —No te ocultes. No hay ninguna razón para hacerlo.

—Sí, la hay— le susurro. —La gente mira.

— ¿Has pensado alguna vez, que están mirando por una razón diferente?— Sus dedos se encrespan alrededor de la parte trasera de mi cuello, y mi cuerpo vibra como si me tocara por todas partes, todo a la vez. — ¿Porque eres demasiado hermosa como para mirarte fijamente?

—No. — Trago, muy consciente de que sus labios se mueven lentamente más cerca. —No lo hago.

—Bueno— susurra. —Tal vez eres demasiado tonta de lo que pareces.

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Y luego me besa, un suave roce de sus labios contra los míos. Es ligero como una pluma y fugaz, y que se ha ido antes de que pueda pensar en besarlo de nuevo, pero no importa. Todavía se siente como si mi alma fuera a estallar, como si me fuera a romper en mil pedazos y de todos ellos crecerán alas y volare salvaje a través de la habitación.

—Vamos. Quiero ver más. — Toma mi mano. Después de dudar un solo instante, lo dejo. —Vamos a ver la exhibición especial.

—No podemos. No se abre hasta este fin de semana. — Estuve a la vez decepcionada y aliviada, cuando había leído las fechas en la señal de la planta baja. Me encanta el trabajo de Schiele1, pero mucho de ello está en el lado... erótico.

Quiero dejar de caminar hacia la puerta cerrada a la exhibición, aun cuando Dylan está sujetando mi brazo y le da un tirón.

—En serio. No está abierto al público.

— ¿Y?

—Vamos a meternos en problemas si nos metemos dentro. Puede ser que tengan una alarma en la puerta.

—Podrían. — Me ve por encima del hombro, con los ojos brillantes. —Nunca lo sabremos a menos que lo abra.

Algo en mi pecho retumba, como una moto acelerando. Emocionante, salvaje, y demasiado similar a lo que sentí anoche, cuando nos robamos la botella de vino. La audacia es estimulante, pero también puede ser peligrosa.

—La última vez que rompimos las reglas, terminé borracha y olvidando las cosas.

1 Egon Schiele: Fue un pintor y grabador austriaco, uno de los grandes artistas figurativos de principios

del siglo XX y junto con Oskar Kokoschka conformaron lo que se conoce por expresionismo austriaco.

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—No, la última vez que rompiste las reglas, llegaste a tener un coche bonito y comer unas rosquillas con rosa adicional— dice, instándome más cerca de la puerta.

—Nos pusimos de acuerdo para olvidarnos de la otra vez que ni siquiera puedo recordar, porque me he olvidado de él por completo.

Alcanza la manija, y la rebelde dentro de mí, se alza en un rugido. Miro por encima de mi hombro, notando la falta de cámaras cerca del techo, medio deseando que el guardia del museo que vimos en la otra habitación entre y me impida ceder a este lado imprudente de mí misma. Pero no lo hace, y cuando la puerta se abre con un chirrido y no hay alarma, Dylan me atrae dentro de la habitación suavemente iluminada.

Los cortes de la puerta se cerraron detrás de nosotros, sellándonos en un silencio más íntimo que el del resto del museo. Esto es nuestro, no debe ser compartido. Esto hace que el aire sepa mejor.

— ¿Ves? No hay nada de qué preocuparse.

Dylan mantiene el asimiento de mi mano, mientras caminamos hacia el primer conjunto de pinturas, obras más antiguas que se asemejan a la del tutor de Schiele, Gustav Klimt2. Hay una mujer hermosa con el pelo rojo y ojos penetrantes, y varios paisajes melancólicos crepusculares. Los llevo adentro, tratando de actuar como esto es normal, de la mano de un chico, siendo uno de dos.

—Y estos son... muy agradables— dice.

Me río de su tono decepcionado. —Lo son.

Lo llevo a la manera más profunda en la habitación. La exposición se organiza en orden cronológico, y sé que el trabajo más oscuro de Schiele, vino después. 2 Gustav Klimt: un pintor simbolista austríaco, y uno de los más conspicuos representantes del

movimiento modernista de la secesión vienesa. Sus obras están dotadas de una intensa energía sensual, reflejada con especial claridad en sus numerosos apuntes y esbozos a lápiz.

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Todavía estoy nerviosa, pero ahora que estamos dentro, estoy emocionada también. Mirando el arte, de manera cercana y personal, es mucho mejor que verlo en un libro.

—Pero creo que te gustara más su trabajo posterior.

— ¿Por qué piensas eso?

Me encojo de hombros. —Es sólo una corazonada.

Nos detenemos frente a una serie de retratos de mujeres. Uno es la celebración de su falda agrupada en sus manos, dejando al descubierto un largo tramo de muslo. Otro se sienta con las piernas abiertas y la barbilla apoyada en su rodilla, tanto provocativo e inocente al mismo tiempo. El último es de dos mujeres, una desnuda, otra en un vestido rojo. Están abrazadas, obviamente, amantes, pero no es sexy. Es triste. Furtiva y solitaria. Puedo sentir el dolor que la mujer del vestido rojo siente. Su vida ha sido dura, y ahora su corazón está en peligro. Esta podría ser la última vez que ella tenga a la persona que ama en sus brazos. Doy un suspiro tembloroso, sintiendo pesadez detrás de mis ojos.

—Tu corazonada es correcta. — Dylan me aprieta la mano. —Ellos me recuerdan a ti.

— ¿En serio?— Me dirijo a él, la sorpresa destierra la oleada de emoción. — ¿Por qué?

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—No lo sé. —Acerca su cuerpo más al mío. — ¿Por qué tienes miedo? ¿Por qué tienes los ojos tan viejos y tristes, niña bonita?

Mis labios se separan, y por un momento pienso en la mentira. Pero no puedo, no cuando él se toma la molestia de verme realmente. No puedo recordar la última vez que alguien hizo eso, si alguien lo ha logrado.

—Creo que he visto más de lo que debería. — O escuchado más, me sentí más.

Trago, tratando de no pensar en las cosas que gritan, o en mi mente destrozada. No quiero estar rota y extraña hoy. Quiero ser feliz, una niña de la mano de un niño.

—Esto no se trata sólo de la casualidad, cuando eras pequeña, ¿verdad?— Él me mira con preocupación, pero no lástima. Me alegro. La preocupación es bastante difícil de manejar.

Miro hacia atrás en las pinturas. —En realidad no, pero que está relacionado, supongo. Lo otro comenzó justo después del accidente, cuando estaba en el hospital tratando de mejorar.

—Otras cosas.

—Empecé a... escuchar voces. Que nadie más podía oír. Los doctores pensaron que estaba teniendo una mala reacción a la morfina, pero incluso después de que me quitaron la medicina, las voces no se fueron.

Cruzo mis brazos y miro a la chica con la cabeza sobre sus rodillas. No puede tener más de quince años, pero que ha visto su parte de las cosas malas. Que puedo decir. Ella sabe lo que siento y me da el coraje de decir—: Todavía oigo voces a veces, si me da mucha rabia.

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— ¿Qué es lo que dicen?

—No lo sé. No puedo entender. — Me siento muy incómoda pero me parece que no puede dejar de decir la verdad, ahora que he comenzado. —Ellos simplemente gritan. No suenan humanos.

Me arriesgo a echar un vistazo a él, desde el rabillo del ojo, esperando verlo alejándose de la chica loca. Pero sigue estando cerca. Demasiado cerca. Cojo otra bocanada del olor de Dylan, y las cosas empiezan a doler dentro de mí.

Podría acostumbrarme a esto. Que podría llegar a contar con él, estando a mi lado, en tener a alguien con quien realmente pueda hablar. Podría llegar a la atención y necesidad, y tal vez incluso al amor, y luego cuando se entere de cómo de mal realmente estoy, el dolor de perderlo será horrible. Insoportable.

Es mejor que se haga a la idea del hecho de que yo soy el monstruo, que los niños en la escuela piensan que soy, y acabar de una vez.

—Yo los llamo mis episodios— le digo, mi voz es frágil ya que me obligo a romper esta cosa frágil que quiere aferrarse a tanto. —Tuve uno la última noche. Me pareció ver algo en el patio, como un fantasma o... algo. Y entonces me puse fría como antes de empezar a oír las voces. Así que corrí. Lo hice a un viñedo, antes de que los gritos comenzaran. Caí al suelo y perdí el conocimiento en el barro, y cuando me desperté...

Mi diapositiva de ojos se cerró. Siento que voy a vomitar, pero no estoy acabada. Le diré todo, y entonces puedo ir andando a la estación de autobuses y empezar a tratar de averiguar, cómo llegar a mi estúpida y monstruosa casa.

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—Cuando me desperté, me mojé los pantalones. —Escupo las palabras como semillas. Rápidamente. Eficiente. —Al igual que en el cuarto grado. ¿Te acuerdas, verdad? Todo el mundo conoce la historia de cómo me convertí en el Monstruo. En Monstruo.

Él no dice nada. Ni una palabra. Nada, por tanto tiempo, que la nada se siente como un peso, que me va a aplastar en su jugo, a Ariel en el suelo.

Abro los ojos y me preparó para una burla o una risa o palabras que me hagan sentir más pequeña de lo que ya lo hacen.

Pero él no dijo nada. Él sólo me mira fijamente, una mirada en su cara que no puedo precisar. Tal vez incredulidad. Quizás me teme. Tal vez tenga un caso realmente malo de déjà vu.

Tengo algo de eso otra vez hoy. Tan maravilloso como esta mañana ha sido, también ha sido espeluznante. Es como si yo lo he vivido antes, y una parte de mí sabe que Dylan y yo, no vamos a terminar bien. Es por eso que me he hecho decir lo que dije. Sé que algo va a salir mal, y mejor que ocurra más temprano que tarde.

Espero que los ojos de Dylan me dieran una idea más clara, de lo que está pensando, pero es como si fuera una parte del museo en exposición, está congelado en el tiempo, para no cambiar. Por último tengo que romper el silencio.

—Así que supongo que piensas que estoy loca de verdad ahora.

Se estremece, se pasa la lengua entre los labios, y luego hace lo último que me esperaba. Toma mi mano de nuevo, y me agarra firmemente.

—No creo que estés loca. Yo...

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— ¿Qué?

—Las cosas que gritan. — Dice las palabras como si dijera silla o coche o donas, como algo que pudiera indicar en un cuadro, algo que él entiende.

Me aferro a la mano, la sensación de que algo está a punto de nacer en el espacio entre nosotros, haciendo que mi corazón se acelere.

¿Qué va a decir? ¿Hay alguna manera de que él pudiera entender? Nadie lo ha logrado. Supuse que nadie podría nunca, pero tal vez... Sus ojos se encuentran con los míos, y yo no sé si reír o llorar, para celebrar que he encontrado una criatura similar, o para llorar el hecho de que hay una persona viva con los ojos más tristes que los míos.

—Quiero decirte algo. — Se lame los labios—. Pero yo...

—Me puedes decir. — Yo le tomo la otra mano, y quisiera tener las agallas para poner mis brazos alrededor de él de la manera que quiero. —No voy a pensar menos de ti.

Niega con la cabeza. —Sí, lo harás. Tu…

Antes de que pueda terminar, la puerta de la exposición chirría abierta y una voz impaciente exige:

— ¿Qué están haciendo aquí chicos? Se trata de una exposición cerrada.

Es un hombre de cabello castaño gris veteado, vistiendo un traje marrón. Él no es el guardia del museo que vimos antes, pero es obviamente algún oficial. Y enojado. Me alejo de Dylan, dejando caer las manos, como si no le tocara de alguna manera, se reducirá la cantidad de problemas que estamos a punto de tener.

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Dylan se para en frente de mí. —Lo siento. No nos dimos cuenta.

—El letrero en la puerta dice: No Entre. — El hombre entorna los ojos y da un paso más en la habitación. — ¿Por qué no estáis en la escuela?

— ¿Vamos a la universidad?— El terror inspirado por la posibilidad de conseguir ser cogidos, hace que mi mentira salga como una pregunta.

El hombre resopla. —Te ves como si estuvieras doce años.

—Somos estudiantes de primer año— dice Dylan, su mentira más suave que la mía. —Grandes historia del arte. Es por eso que quería ver la exposición.

— ¿Así que son algunos niños del Profesor King?

—Así es. — Dylan asiente. —El profesor es un gran fan de Schiele.

El hombre sonríe, petulante, condescendiente, una persona que me hace sentir cerca de tres años. —No hay ningún Profesor King. Y estoy llamando a sus padres.

Mi estómago se convierte en plomo, y me parece que oigo maldecir a Dylan en voz baja, pero no puedo estar segura. Mi corazón está latiendo muy fuerte en mis oídos. Mi mamá me va a matar. De verdad, me matará. Estaba fresco anoche y esta mañana, pero no va a ser Cool, con el hecho de que le mentí y jugué a la enferma, para no ir a la escuela e ir a Santa Bárbara.

Soy una chica muerta viviente. Todo lo que queda para mi mamá es venir a recuperar mi cuerpo.

El hombre nos guía hacia la puerta. —Síganme a la oficina. Vamos a llamar a sus padres y…

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— ¡Corre!— Dylan me agarra del brazo y me arrastra en la dirección opuesta.

Tropiezo, pero me ayuda a lo largo de su lado hasta que encuentro el equilibrio. Cuando lo hago, no tengo ninguna duda. Yo corro, a la par con él ya que me lanza a la salida de emergencia en el otro lado de la habitación.

El hombre de traje nos grita—: ¡Alto!— para que paremos, pero no lo hacemos. Nos lanzamos alrededor de las vitrinas mostrando algunas esculturas me gustaría poder analizarlas. No sabía que Schiele había esculpido y detrás de nosotros oigo zapatos de vestir que comienzan a golpear el piso de madera.

Tengo una fracción de segundo para preguntarme qué va a pasar, si el hombre de traje nos atrapa, y entonces Dylan se lanza hacia la puerta con las rayas rojas y blancas en el mango.

Resuena una alarma, pero no lo dudo. ¿A quién le importa la alarma? Ya estamos atrapados. No podemos entrar en problemas peores, y que sólo podría escapar. Estas escaleras que conducen a alguna parte.

Dylan agarra a la barandilla negra oscilando en torno al primer rellano, mirando por encima del hombro para asegurarme de que yo estoy muy cerca,

antes de golpear abajo de los pasos concretos con un bum—bum—bum—bum que resuena en la escalera.

Lo sigo, dejando que mis pies vuelen sin pensar en el siguiente paso, llevada por la adrenalina y la prisa deliciosa, huyendo de algo que en realidad tengo la oportunidad de escapar. Es estimulante, un alto que me hace querer más, más, más rápido, más rápido.

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Alcanzo a Dylan y lo paso en el segundo piso. Se ríe mientras le gano en la planta principal, y me río como una loca por la carrera por un pasillo brillante, mosaico, hacia un conjunto de puertas dobles de cristal con luz del sol y la hierba verde en el otro lado.

Vagamente oigo al hombre del traje gritar de nuevo, pero su voz está muy lejos, y estamos casi, casi, casi…

—Libre— grito cuando irrumpo en la luz, otra risa burbujeando cuando me giro para ver a Dylan corriendo por la puerta detrás de mí.

Él me agarra por la cintura y me balancea en círculos, presionando un beso sin aliento en mi mejilla. Mis pies golpean el suelo de nuevo, pero por dentro estoy flotando inmóvil.

—Vamos. — Él tira de mí hacia la calle State. —Antes de que él envíe a alguien en mejor forma.

Corro tras él, aferrándome a su mano, el beso ardiente a través de mi piel y me prende en llamas cuando me doy cuenta que, por primera vez en mi vida, no estoy corriendo sola.

Traducido Jesica

Corrección Mayte008

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na Coca—Cola, por favor — le digo al hombre que trabaja en la choza de aperitivos de la playa.

Se pasa por encima de la bebida y cuatro tacos de pescado con salsa extra, y pongo lo último de mi dinero en su mano, feliz de que me he gastado todo el dinero en efectivo de Dylan en los placeres del alma y la carne.

Alimentos, arte y una hermosa niña. Es... bueno.

Puedo explorar la playa, y encontrar a Ariel extendiendo el saco de dormir, que sacamos del maletero de Dylan. Ella me mira y sonríe, y yo tengo que

hacer una pausa para recuperar el aliento. Ella esta... Ella... Ella brilla. Sus ojos azules son brillantes y claros y el sol del atardecer se atrapa en su pelo y lo hace girar en oro. La punta de su nariz y su boca, son de color rosa por nuestro paseo hasta el muelle y la espalda, y cuando nos besamos con los pies en el agua, pude probar el sol en sus labios.

También es... bueno. Más que bueno. Y yo la estoy cortejando, ganándola.

Apenas un día, y ella está ya tan cerca de amarme. Lo puedo sentir cuando ella me toma la mano, cuando ella mira mi cara, cuando ella piensa que estoy viendo el camino, cuando llega a tomar la caja de tacos, y nuestro dedos se rozan y sonríe con esa sonrisa fácil que se ve tan bien en ella. Te juro que casi se puede sentir el amor burbujeando en su interior.

U

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—Gracias. —Ella se escabulle, dejando espacio para mí en la tela verde manchada.

—Bienvenido. —Me acomodo a su lado, tan cerca, que nuestras rodillas se tocan. Incluso ese pequeño contacto es suficiente para hacer que mi fiebre de sangre sea más rápida. En algún momento entre la mañana y la cena

temprano en la playa, me he ido del seductor al seducido. No sé si es porque los de ella son los primeros labios en tocar los míos en setecientos años, o si es la idiotez de la capacidad de besar, pero al parecer los calificados labios de Ariel, se están convirtiendo rápidamente en una adicción. Una compulsión.

Le robo un beso mientras agarra un taco de la caja, me sorprendió sentir una sacudida eléctrica a través de mi corazón en respuesta. No dejo de pensar, que lo he imaginado, la forma en que me afecta.

—Sólo tenía suficiente dinero para una bebida — le digo mientras le paso la Coca—Cola. — Espero que no te importen los gérmenes.

—No me importa — dice ella. —Creo que tengo tus gérmenes ahora.

Mi sonrisa se desliza, y estuve a punto de dejar mi taco en mi regazo. Julieta dijo algo muy similar, cuando llevaba este cuerpo. Y entonces ella me besó como si fuéramos jóvenes y enamorados, y no hubiera nada en el mundo, excepto nosotros y el sentimiento más crudo que dos cuerpos podían tener.

En ese momento, la miseria de mi carne muerta, cortó más profundo de lo que lo había hecho en siglos. Hubiera vendido mi alma por unos labios que pudieran sentir. Incluso si el beso fuera una mentira, para proteger al niño que Julieta realmente amaba. Aunque yo no tenía un alma para vender.

— ¿Dylan? — Ariel tocó mi muñeca, sus dedos eran frescos a pesar del calor del día. — ¿Estás bien?

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—Maravilloso. —Miro hacia arriba, y trato de mirar.

Ella levanta la barbilla, entrecerrando los ojos contra el sol, cuando ella me considera. —No.

— ¿No?

—No. —Ella desenvuelve mi taco, re—envasados tan sólo uno de los extremos está expuesto, y lo coloca de nuevo en mi mano, y de repente me dan ganas de llorar de nuevo. Agacho mi cabeza y en lugar de eso río, pero mi risa suena desesperada, triste.

Ariel vuelve a su cena, pela cuidadosamente el envoltorio plateado, y me da un momento antes de que ella diga —nunca me dijiste lo que ibas a decir en el museo.

—No, no lo hice. —Yo tomo un bocado, centrándome en la explosión de la cal y el sabor terroso de pescado ahumado. No quiero pensar en las cosas que gritan y gritan sin ser escuchadas.

Bueno, los Mercenarios suponen que no pueden ser escuchados. Pero Ariel oye... algo. Quizá tenga razón y las voces en su cabeza, son un producto de la locura. O tal vez las almas perdidas, han encontrado un oído que oye. De

acuerdo con el fraile, fue el primer Mercenario marginado en ser desterrado al fantasma de su alma. Ha habido otros a lo largo de los siglos. Muchos de sus cuerpos deben haberse convertido en polvo por ahora, dejando nada más que su espíritu detrás. El fraile me aseguró, que para convertirse en un alma pérdida no debía haber ninguna forma de interactuar con el mundo.

Pero ¿y si se equivoca? Y si...

— ¿Vas a decirme?

—Tal vez. —Yo tomo otro bocado, saboreando el sabor. —Si vas a jugar con ellos.

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— ¿Jugar qué? — pregunta, precaución ribetea en su tono de voz, por primera vez en horas.

—Dime la verdad. Nos turnamos contándonos otras cosas que nunca he dicho a nadie — le digo, inventando el juego a medida que avanzo. Nada une a las personas como un buen secreto.

—Y la última persona que se quede sin secretos es el ganador.

— ¿Qué voy a ganar?

Me río mientras tomo mi segundo taco de la caja. —Yo no estaría tan seguro de ti misma. Tengo un montón de secretos.

—Está bien. Entonces vas primero — dice ella. —Ya te dije un secreto en el museo.

— ¿Nunca le has dicho a nadie sobre los... gritos?

Ella niega con la cabeza. —No. No, si no se tiene en cuenta a mi mamá. O mi psiquiatra.

—Las mamás y los psiquiatras nunca cuentan. —Lamo una gota de salsa de mi pulgar, y me pregunto cuál de los secretos de Dylan debería compartir. Cojo uno al azar que creo que se adapte a la ocasión, pero cuando abro la boca, algo inesperado sale.

—Yo tenía un hermano.

Parpadeo. ¿De dónde viene eso? Hasta esta mañana, yo no había pensado en

Nicolo... en siglos. Si le hubieras preguntado a mi Mercenario si alguna vez tuvo un hermano, no creo que hubiera sabido a ciencia cierta. Desde luego, no le habría importado. Pero ahora... Pensando en ese niño perdido, hace a mi comida pegarse en la garganta.

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— ¿En serio? —Ariel pide. —Yo no lo sabía.

Me tomo un momento, comprobando memorias de Dylan, lo que hace que mi historia no está de acuerdo con los antecedentes que Ariel podría tener en cuenta. No. Dylan y su padre no se mudaron a Solvang hasta que Dylan estaba en primer grado, y desde entonces Dylan y Ariel, no han hablado más que un par de veces. Desde luego, no han compartido los secretos de la familia. Es seguro para mí, para decir a Ariel acerca de Nicolo, aunque no tengo ni idea de por qué quiero hacerlo.

Supongo que simplemente quiero contárselo a alguien. Antes de que sea demasiado tarde. Nunca he hablado de mi hermano a nadie, ni siquiera a Julieta. En el momento en que la conocí, Nicolo había muerto hacía diez años, y había aprendido a fingir que no lo echaba de menos como una parte necesaria de la que me había separado.

—En serio. —Miro hacia el mar espumoso, no estoy seguro que puedo mirar a los ojos de Ariel, mientras le cuento esta historia antigua, que de repente se siente tan fresca. —Él era mi hermano gemelo. Él murió cuando tenía cinco años.

—Lo siento mucho. —Su mano fría se encuentra la mía. — ¿Qué pasó?

—Tenía fiebre. —Cierro mis ojos, y te juro que puedo ver, la forma en que miraba al final, con la cara roja y los ojos vidriosos y divagando sobre los monstruos que nadie más podía ver. —Nada podía bajarla. Estuvo muerto en dos días.

Ella me aprieta la mano. — ¿Cuál era su nombre?

—Nicolo. —Suelto un suspiro tembloroso. Es tan maravillosamente horrible a decir su nombre en voz alta. ¿Cómo podía haberme olvidado de él?, ¿cómo podría haber traicionado a su memoria durante tanto tiempo?

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— ¿Cómo era él? — pregunta, como si sintiera cuánto tengo que hablar de él.

—Era maravilloso, el favorito de mi padre. Los dos estábamos tan poco, pero ya estaba claro quién iba a ser el mejor hermano. Nicolo era brillante y bueno. Aun cuando nadie estaba mirando. —Me muerdo el interior de mi mejilla, negándome a perder el control. Yo no lo merezco. —Él me daba su postre en cualquier momento que se lo pedía, y me dejaba montar el pony que compartimos primero a pesar de que el animal me odiaba. Le clavé los talones con demasiada fuerza y tiré de la melena de Nissi. Ella sólo me toleraba por amor a Nicolo. —Hago una pausa antes de añadir, en lo más parecido a un tono de broma que puedo manejar —mi padre tenía mucho en común con el caballo.

— ¿Así que las cosas estaban mal después? — pregunta. — ¿Con tu papá?

Asiento con la cabeza. —Él me odiaba. Por vivir, cuando debería haber sido el que muriera.

Tomo una respiración profunda. Deje salir el aire lentamente. Me gustaría poder decirle más. Me gustaría poder decirle lo frío que mi padre era con mi madre después de la muerte de Nicolo, como si él la culpara, también. Me gustaría poder decirle cómo, después de una década de la crueldad de mi padre, mi madre se convirtió en una sombra de su antiguo ser, cómo murió el día en que fui desterrado, como mi Padre me culpa por eso.

Pero no puedo. Hay aspectos de mi historia, que no encajan con la vida de Dylan Stroud. Y hay verdades demasiado dolorosas para hablar.

Estamos en silencio por un momento, los dos mirando el mar y los pájaros blancos que bajan en picada hacia arriba y hacia abajo, en el viento salado. Por último, susurra: —Lo siento.

— ¿No vas a decirme que estoy loco? ¿Eso por supuesto, porque mi padre desea que estuviera muerto en lugar de mi hermano?

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—Podrías estar loco. —Ella pone la caja de tacos en el suelo, su segundo sin tocarse. Este juego ha matado a mi apetito. Lanzo lo último de mi cena sin comer en la caja al lado de la de ella.

—Quiero decir, sé que he subestimado lo mucho que mi mamá me ama, así que me gustaría pensar... pero... he oído algunas cosas sobre tu padre.

El papá de Dylan es un borracho con los puños ansiosos, pero yo lo llevaría sobre mi algún día. Dylan tiene algunos buenos recuerdos de su padre, viajes a la playa cuando era pequeño, cervezas compartidas en el sofá viendo la Copa Stanley, su decimosexto cumpleaños, cuando su padre le dio un coche y la libertad que él sabía que Dylan necesitaba. Mi propio padre fue simplemente brutal.

Él me enseñó a luchar, pero casi me mata con su espada. Sobreviví a vivir con él, aprendiendo a ser rápido con una mentira, para decir lo que él quería oír antes de que me desterrara a mi habitación por un día o más, con órdenes que prohibían a mi madre o a los servidores, que me llevaran comida.

Él me enseñó que el infierno podría ser un lugar en la tierra y que el diablo era un hombre con una espesa barba marrón y los ojos que disfrutaba de mi dolor.

Me encantó Julieta, pero estaría mintiendo si dijera, que el hecho de que ella era la hija del peor enemigo de mi padre, no era parte de la razón por la que me enamoré de ella tan rápidamente. Sabía que casarse con una Capuleto, llevaría a mi padre a la locura.

Julieta y yo fantaseábamos con su madre fría y mi padre miserable, cayendo muertos del shock, cuando se enteraran de lo que habíamos hecho. Nos imaginamos cuánto mejor sería la vida cuando sólo su padre se fuera, la forma en que el corazón de mi madre sanaría, cuando yo fuera el nuevo señor de la finca Montague. Si no lo hubiera matado el primo de Julieta, quizás nuestros sueños se hubieran hecho realidad.

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En lugar de eso la traicioné y resulte tan monstruoso, como el hombre que me engendró.

—Lo siento. Por decir algo acerca de tu padre — dice Ariel, por lo que me doy cuenta de que he estado en silencio demasiado tiempo. — ¿Estás loco?

—Por supuesto que no —. Me encojo de hombros. —Se correría la voz en una pequeña ciudad.

—Sí. Así es. —Ella se escabulle más cerca, presiona un beso en mi mejilla, y susurra—: Si quieres escapar, puedes venir a mi casa. En cualquier momento. No importa lo que pase.

Antes de darme cuenta de lo que está pasando, antes de que pueda hablar, lágrimas pinchan en mis ojos. Es un poco de bondad, sino que se siente mucho más. Se siente como ser llevado en el frío. Es la prueba de que Ariel es la persona que veo cuando la miro a ella, alguien bueno. El embajador está mal.

Esta chica nunca podría ser mala. Nunca.

Me vuelvo hacia ella, lleno de una emoción que no puedo nombrar. ¿Gratitud? ¿Respeto? ¿Familiaridad? Mis labios se separan, pero no puedo pensar en las palabras para decirle que siento... algo por ella. Algo real. Tan imposible como parece.

— ¿Estás llorando? —Tenía los ojos abiertos. —Lo siento mucho. No era mi intención…

—No te arrepientas. —Tomo su rostro entre mis manos y tiro de ella hacia mí, besándola con todo ese sentimiento que no puedo nombrar.

Mi lengua se desliza más allá de sus labios, y pruebo la salsa y algo fuerte y dulce que es el gusto de Ariel, y entonces estoy más allá del gusto o el olfato o el tacto incluso.

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Ella envuelve sus brazos alrededor de mi cuello, tirando fuerte de mí, y te juro que siento que mi alma cepilla contra la suya. Expandiéndose más allá de los límites del cuerpo de Dylan, hasta que estoy fuera de las olas rompiendo en la playa, el sol brillando en su pelo, el viento que barre a través de nuestra piel. Yo soy todo y nada, sólo existo porque esta niña aprieta su corazón al mío.

Mi pecho está insoportablemente apretado, y por un momento sin aliento, siento como Ariel cambia sus muslos y se desliza en mi regazo. Siento que podría morir a causa de la belleza de estar tan cerca de ella, de la belleza de sus dedos enroscados por mi pelo, su peso instalándose en el mío, sus labios se movían a mi garganta, donde ella besa el lugar donde mi pulso se precipita por debajo de mi piel.

—Dios, Te amo — le susurro, y viene estrellándose de nuevo en mi cuerpo con una rapidez que me hace jadear.

No sé lo que es más sorprendente, que he nombrado al Dios en el que no creo, o que la mentira que le dije se sintió tan parecida a la verdad.

Al menos, en este momento, lo hizo. Ahora, mirándola fijamente a su cara, mirando la sospecha desterrar el rubor de sus mejillas, soy muy consciente de mi engaño. Siento cierta sensación suave por ella, pero yo no la quiero. No amo nada, ni la forma en que una persona real lo hace. Yo soy un egoísta, una criatura amarga, desagradable para salvar su propio pellejo. Lo que yo siento, es sin duda nacido del egoísmo y del miedo, con una abundante dosis de lujuria en la mezcla. Y Ariel es demasiado inteligente para creer mi mentira.

Ella se desliza fuera de mi regazo, pasando el dorso de la mano por los labios para limpiar mi sabor. Ella sacude su pelo alrededor de sus hombros y baja su barbilla, dibujando una cortina entre nosotros como su puño se aprieta sobre su regazo.

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Maldigo por debajo de mi respiración. Debería haber esperado, debería haber tenido el cuidado de mí mismo ritmo y la progresión de nuestro romance falso. Ahora podría haber arruinado todo, y todo porque dejé al placer abrumar mi propósito. Soy como un niño hormonal, arrastrado por un beso.

—Lo siento — le digo, sabiendo que tengo que decir algo.

— ¿Por qué estás haciendo esto? —Encorva sus hombros, y por un segundo creo que ella va a llorar. En cambio, cuando sus palabras vienen, son frías y duras con bordes que se me cortarían si las escucho muy de cerca.

— ¿Por qué has venido a mi casa esta mañana? ¿Por qué estamos aquí en este momento? ¿Qué es lo que quieres?

—Quiero estar contigo.

— ¿Por qué? ¿Por qué ahora? —Levanta la vista y sus ojos me dejan sin aliento de nuevo.

Ella esta tan... completamente sola. Me quedé mirando ese rostro durante horas, cuando Julieta estaba habitando el cuerpo de Ariel, pero es como mirar a una persona diferente. Nunca me di cuenta de la gran diferencia que un alma podía hacer, aunque debería haberlo hecho. No importa lo que el cuerpo llevaba, siempre supe que Julieta estaba a la vista. No necesitaba la luz dorada flotando en su aura, para señalar mi antiguo amor entre la multitud. Estoy empezando a pensar, que sería de esa manera con Ariel, que aun cuando ella me miré con otros ojos, de una piel diferente, yo la conozco.

Y le temo un poco, incluso si ella no toma mi futuro en sus manos. Hay algo en ella que me hace sentir, que no soy tan inteligente como me gustaría creer. La chica... llega a mí.

— ¿Por qué? —Ella exige de nuevo.

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—Porque me gustas. —Lo hace. Me gusta. Me gusta la manera en que ella besa mi mejilla, suavemente un momento y me fija con su mirada implacable al siguiente. Me gusta la forma en que ella me hace seguro de que es una cosa frágil que necesita protección, y luego se da la vuelta y me llena de risa atolondrada y temor sin nombre.

—Eso no es lo que acabas de decir —susurra.

—Lo sé. —Cojo una servilleta, ganando tiempo limpiándome los dedos mientras pienso en qué decir. Necesito una mentira bonita, pero lo único que se me ocurre es la verdad. —Me gusta besarte demasiado. Mis labios se escaparon de mí.

—Así que no me amas.

—Quizás no. No sé. Yo... yo nunca he sentido de esta manera antes.

La miro a los ojos, tratando de evaluar si la rutina confusa de amante me está volviendo a comprar un cierto grado de confianza, y la encuentro, me estudiaba con una intensidad que me hace luchar contra el impulso de retorcerme.

— ¿Qué hay de ti?

— ¿De mí? — pregunta, desconfiada, como la última noche en el patio.

Mierda. Me mojé los labios y trate de reír, pero fracase y termine cubriendo mi torpeza con un encogimiento de hombros.

—Nada. No importa. —Yo fuerzo una sonrisa. —Sólo quería saber si vas a ir al baile conmigo el viernes.

Ahora es su turno de parpadear. — ¿Quieres ir al baile?

—Quiero ir a bailar contigo — le corrijo. —Podría ser divertido, ¿verdad?

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—Pero pensé que tú... —estudia sus manos. —Te he oído hablar a Jasón en la práctica. Pensé que ustedes dos se iban a ir justo después de cantar tu solo. ¿No tienes un concierto?

—Voy a cancelar. Si, ya sabes... —La miro, pero no da ninguna señal de si estoy en el camino correcto. Tomo un respiro y lo suelto, sin saber qué otra cosa hacer. —Yo sería feliz de cancelarlo si puedes aguantarme con pisar tus pies durante toda una noche.

Ella entrecierra sus ojos. —Esto no es una cosa Carrie, ¿verdad?

— ¿Quién? — ¿Carrie? Busco memorias de Dylan, pero no puedo encontrar ninguna información sobre una niña llamada Carrie. Pero ha tenido su cuota de encuentros casuales. Hay una posibilidad de que él estuviera con una Carrie y no recuerde su nombre. Mierda de nuevo. Niego con la cabeza, no teniendo más remedio que confesar mi ignorancia.

—No sé quién es Carrie. ¿Es un amigo tuyo?

—No ella, ¿realmente no conoces a Carrie? —Sus labios delgados y curvos. Estoy muy contento de ver su sonrisa, que no podía importar menos que yo sea el origen de su diversión.

—No.

—Carrie — dice ella, como si la repetición penetrará mi grosor. —Ya sabes, el libro de Stephen King, sobre la chica monstruo que va al baile con un chico guapo, pero es todo una broma y la sangre de los chicos populares es volcada en todo su cuerpo y ella acaba matando a la gente con sus poderes mentales

—Nunca lo leí.

— ¿En serio?

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—Dejé de leer libros hace un tiempo.

Al igual que, doscientos años atrás, cuando mi capacidad de sentir empatía con la condición del hombre se deterioró, hasta el punto en que no podía entender por qué los personajes estaban haciendo las elecciones que hicieron, o por qué me debe importar si vivían o morían o se encontraban su final feliz. Para mí, la felicidad era el momento eléctrico antes de que un

nuevo converso Mercenario pusiera su cuchillo en la garganta de su ser querido, ese brillo instantáneo cuando yo no era la criatura más terrible en la habitación.

—Pero suena bien —. Empujo los oscuros recuerdos a distancia. No hay nada que pueda hacer para cambiar mi pasado. Vivir en él es una pérdida de tiempo.

—Es bueno. Triste, pero bueno — dice ella. —Hay una vieja película, también. Yo la tengo en mi casa. Mi madre y yo solíamos verla cada Halloween. Puedes pedírmela prestada si lo deseas.

—Vamos a ir a verla ahora. —Agarro la caja de los tacos y tiro la última de nuestra basura dentro.

—Todavía tenemos tiempo antes de que tu mamá vuelva a casa. —Estoy de pie, pero Ariel se queda sentada, mirando hacia mí en confusión. — ¿Qué?

—Nunca respondiste a mi pregunta — dice ella.

—Nunca respondiste a las mías, y pregunté primero.

Ella se lame los labios, y luego los presiona juntos. Por un segundo pienso que ella va a decir que no, y la decepción inesperada destella a través de mí. Le pregunté a fin de desviar la atención de nuestra conversación sobre el amor, pero no puedo negar que me gusta la idea de balancearme en la oscuridad con ella. Sería una buena manera de pasar las últimas horas antes de salir de mi cuerpo prestado.

—Está bien — dice.

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— ¿Eso es un sí?

—Sí. Voy a ir al baile contigo — dice ella. —Pero si es una broma, lo juro que yo…

—No es una broma. —Me pongo de rodillas a su lado y la miro profundamente a los ojos, asegurándome de que no haya manera de que pueda faltar a la verdad que voy a hablar.

—Tú no eres un bicho raro. Eres hermosa e inteligente y muy agradable para estar contigo. Cuando no estás enojada conmigo.

Ella pone los ojos en blanco. —Bien, pero…

—Y yo no soy una de las personas brillantes — le digo, negándome a dejar que me aleje de ella. —Soy un idiota del coro, que lleva un montón de negro y conduce un coche de mierda.

—Nadie piensa que eres un idiota.

—No, creo que soy un chico malo con un papá que me llama la vuelta y el líder de una banda llamada Demon Biscuit. Y esa fue mi idea. Me pareció que era genial — le digo, sonriendo cuando se ríe. —Soy un monstruo más grande de lo que nunca serás. Sinceramente, no sé por qué no estoy condenado al ostracismo por la humanidad.

—Lo hago. Eres seguro y un gran cantante... y el tío más bueno en la escuela.

Vuelvo a sentarme, la necesidad de estar junto a ella es una compulsión que no quiero resistir. — ¿Crees que soy sexy?

—Duh — susurra, luego agrega con un rubor: —Y eres un increíble besador.

—Toma uno a uno.

—Así es. —Sus soplos de risa en mis labios, lo que me duele, pero no cerrar la distancia entre nosotros.

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La única cosa mejor que besar a Ariel, es estar esperando para besarla, esos momentos de deliciosa anticipación, cuando yo sé que ella está a punto de barrer a través de mí, y me vacía de todo, excepto la luz y el deseo.

—Soy una besadora inexperta —. Sus pestañas se extienden por sus mejillas rosadas, y apenas resisto la tentación de besar sus párpados. Quiero besarla por todas partes, saborear cada centímetro de su piel, memorizar cada curva del codo nudoso y suave.

—Anoche fue mi primer beso.

— ¿Conmigo, dime la verdad? —Ella asiente con la cabeza, y yo levanto mi mano en su pelo, corriendo un candado a través de mis dedos, maravillándome de lo suave que es.

—Así que es mi turno de nuevo. —Ella ladea la cabeza hacia atrás, una invitación silenciosa a besarla. Puedo llevar mi boca a la suya, pero me detengo justo antes de tocarla, susurro mi mentira contra sus labios. —No me importa si no vuelves a besar a nadie más — le digo, negándome a sentirme culpable, sabiendo que estoy haciéndola feliz. —Tú eres...

— ¿Qué? —Susurra.

—Una revelación. —Y esa parte no es una mentira. Ella es una revelación.

Cuando ella me besa, me gusta de verdad, la belleza y todas las cosas buenas que estaba seguro estaban más allá de mi alcance. Pero no es así, no con ella. Con ella, yo soy... mejor. Aun así no es bueno, pero más lejos de lo malo. La rodeo con mis brazos y tiro hacia sí, y por primera vez, me pregunto si tal vez... si yo tuviera el tiempo... y la oportunidad...

Tal vez en realidad podría ser digno de su amor.

Traducido por Jesica

Corregido por Nhayely

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as pesadillas desgarran mi cordura con las garras de demonios diminutos, pero todavía lucho para permanecer dormida. Lucho, pero ni en sueños me llega el olor, el dulce olor a humedad, mineral

de salvación.

Agua. Agua.

Me despierto con un sobresalto que envía disparos de agonía a través de mis músculos rígidos.

El mundo interior de la tumba sigue siendo tan negro como la brea, y mis huesos doloridos aúllan cuando ruedo en el lado derecho de mi prisión, pero no dejo que el miedo o el dolor me distraiga. Extiendo la mano, encontrando el goteo de agua a través del mármol con dedos temblorosos, y presiono mi boca a la piedra. Estoy tan débil, mi alma se aferra a mi cuerpo por unos pocos hilos, que están desentrañándose rápidamente, pero el agua es una fuente de inspiración.

Dirijo mi lengua a través de la esperanza de roca y el gusto.

L

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Me mojo mis labios y los chupo, codiciosos y sin vergüenza, hasta que el silencio fuera de mi tumba, se rompe con una risa cerca de la fuente del agua vivificante que bebo.

Que da vida... si el fraile no lo ha envenenado.

Yo me hundo al otro lado de la tumba, presionando mis manos sobre mi boca, ahogando el grito de hinchazón dentro de mí. Me pongo mis piernas en mi pecho, rozando mis rodillas mientras me muevo. Sólo hay espacio suficiente para que yo baile de mi cuerpo en posición fetal, a buscar protección en el más primitivo camino indefenso, que el ser humano puede.

— ¿Julieta? —Mi nombre se convierte en una cosa sucia cuando él habla. Su maldad impregna la piedra, lava mi cuerpo en olas aceitosas que me hacen temblar—. Háblame, querida. Déjame saber que estás bien.

Yo meto mi cabeza, aprieto los ojos cerrados, y oro por el sueño. Pero el sueño está lejos de mí ahora. Las cosas del juego del agua en movimiento en mi mente, dice que no será tan fácil callar.

—Pensé que tendrías sed. He tratado de mover la piedra, pero es demasiado pesada para un hombre viejo —dice—. Hay que esperar a Romeo.

Romeo.

La primera vez que viví el día de hoy, el fraile me sacó de la tumba para presenciar el cuerpo aparentemente sin vida de Romeo, desplomado en el suelo de la sala de la tumba. El fraile dijo que el mensajero había extraviado en el camino, y Romeo nunca habían recibido nuestra carta. Romeo no había tenido conocimiento del plan de fingir mi muerte y había asumido que prefería emborracharme realmente de veneno, en vez de estar casada con Paris. Es por eso que él había tomado veneno así, y yacía muerto en el suelo frío.

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Recuerdo la rabia y el dolor y el sufrimiento y la impotencia que sentía. Puedo recordar cómo el mundo parecía vacío sin la luz de mi amor, con qué facilidad se tomó la decisión, la suavidad con la daga se deslizó de su vaina.

Empujé la hoja en mi pecho sin la menor vacilación. La agonía de mi corazón estallando dentro de mí, fue una bendición cruel. Entonces, la muerte parecía la única opción.

¿Sigue siendo su plan? Para Romeo hacerse el muerto y engañarme a mí ¿para cometer suicidio? Si es así, entonces ¿por qué el fraile está aquí ahora? ¿Por qué fingir que carece de la fuerza necesaria para mover la piedra? Él es

un Mercenario. Tiene la fuerza para levantar mi sarcófago todo el piso. ¿Entonces por qué ...?

—Julieta. Por favor... Sé que estás despierta. Te oigo llorar. —Me muerdo la lengua, calmando los sollozos que no me había dado cuenta escapaban—. Temo por ti, mi niña. Me temo que tu mente ha sido tocada por este terrible riesgo que hemos tomado.

Recojo en la piel descamada en los labios, la picadura mientras saco un trozo de carne muerta libre, que ayuda a concentrarme en mi miedo. El plan debe haber cambiado. Él y Romeo deben tener un complot diferente. Pero esta vez voy a estar lista para ellos. No voy a entrar en silencio. No voy a entrar en lo absoluto.

Voy a vivir para traer la bondad que pueda para el mundo. Es lo que Ben hubiera querido.

Ben, que nunca me haría daño o engañaría, que me amó tan bien en tan poco tiempo, que llevo en mi corazón cuando el terror amenaza con superarme.

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Me pongo la cara hacia el frente de mi mente, y me imagino que estoy mirando a los ojos mientras le susurro—: Estoy despierta. —Mi voz es ronca y pequeña, pero el fraile me oye. Sé que lo hace.

— ¿Julieta?

¿Quién más podría ser, monstruo? ¿Cuántas chicas has enterrado viva esta semana? Me gustan mis uñas en las palmas de mis manos y dejo escapar un suspiro tembloroso, sorprendida por la proximidad de las palabras que llegaron a saltar de mi boca.

No puedo dejar, que se dé cuenta, de que sé lo que es. Debo dejarlo asumir que sigo siendo una joven inocente y confiada en mi confesor durante un tiempo. Tengo que usar su ignorancia de mi experiencia fiel a mi favor. Es mi única arma, mi única esperanza.

—Sí, padre —le digo, temblando—. Estoy muy asustada.

—No tengas miedo, hija mía. Yo estoy aquí. Me quedaré contigo y te seguro de que saldrás de esta miseria. —Dice las palabras correctas, pero he oído la advertencia en su tono. Él siente que algo no está bien, puedo sentirlo.

No soy más una Embajadora, pero hay algo sobrenatural dejado dentro mí. Agarro mis rodillas con más fuerza, me imagino una nuez con cáscara dura lo suficiente para proteger mis secretos.

—Por favor —gimo, tratando de pensar en otra cosa, que lo que pensé cuando me encontraba en este lugar por primera vez. Me aterra que mi duplicidad será el color de mi voz—. Sácame. Por favor.

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—No puedo. Me falta la fuerza. Pero Romeo me ayudará. Él debería estar aquí pronto. A menos que...

— ¿A menos qué? —sollozo, con el corazón acelerado. Esto es todo. Todo lo que dice a continuación, es mi idea de cómo evitar la muerte en la tumba por segunda vez.

— ¿Sabes cómo comunicarte con él, Julieta? ¿Después de que te fuiste con el somnífero?

—No —le digo sin dudarlo un segundo. Es la verdad. No he hablado con nadie después de mi confesión final al fraile. Fui a mi habitación, me puse el vestido azul que llevaba el día que Romeo y yo nos casamos, dije una oración final, y tomé el veneno.

Los gruñidos del fraile. ¿Un sonido de consternación? ¿O incredulidad?

—Yo no lo hice. Se lo juro. ¿Qué ha pasado? ¿Está bien? —le pregunto, sabiendo que el bienestar de Romeo seguía siendo lo máximo en mi mente, incluso ahora, cuando estoy enterrada viva.

Después de una breve pausa, el fraile dice—: No lo sé. Teníamos que reunirnos en la madrugada en la carretera fuera de Verona. Pero cuando llegué, él no estaba allí.

— ¿Qué? —Es una mentira. ¿No es así?

—He esperado durante varias horas —dice—. Pero Romeo nunca llegó. Pregunté por él en la taberna y en la plaza donde sus amigos suelen quedarse de brazos cruzados, pero nadie tenía la palabra. Envié un segundo mensajero a donde dijo que estaría escondido, haciendo una oferta a Romeo, para llegar directamente a la tumba Capuleto, pero han pasado ahora varias horas, y... me temo que algo le ha sucedido al muchacho.

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—Oh no. ¡No! —Entierro mi cara entre mis manos, las lágrimas viniendo fácilmente. Mi mente y mi cuerpo son frágiles, y tengo un montón de cosas que llorar, aunque no me podría importar menos si Romeo ha abandonado al fraile.

Si Romeo ha llegado a sus sentidos en esta nueva versión del pasado y huyó

de los Mercenarios, es mejor para todos. Bueno, todo el mundo... excepto yo. Pero voy a encontrar una manera de escapar. Debo hacerlo. Porque incluso

si Romeo se ha ido y la misión del fraile para convertir un Mercenario ha fallado, él no me puso en libertad. Me dejó morir aquí. Para su propio entretenimiento, si no otra cosa.

—Lo siento, hija. Pero todavía puede haber esperanza. Tal vez…

—No, no hay ninguna esperanza —le digo, la amargura espesa en mi voz. Mi plan es a medio formar e impulsivo, pero no hay tiempo para las conjeturas—. Se ha ido. Lamenta nuestro matrimonio. Me lo dijo por la mañana después de... la mañana... —me rompo, sollozando histéricamente.

Hay agua apenas suficiente en mi cuerpo para que produzca lágrimas, pero no dejo que eso me detenga. Lloro cuando una traición, una violación de la peor manera que un amante puede violar a otro. Lloro como si Romeo hubiera robado mi corazón y lo hubiera arrojado a un lado de la carretera, una cosa de poco valor tal, no es digno del espacio que ocupa en su alforja.

—Shh, shh, mi niña. Seguramente estás equivocada. Romeo te ama. En verdad. Con todo su corazón y alma.

—No, él no está listo para el matrimonio. Me lo confesó —le digo—. Pensé que iba a entrar en razón cuando vio que yo estaba dispuesta a tentar a la muerte para permanecer fieles a nuestros votos, pero...

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— ¿Esto es verdad, Julieta?

—Así es. —Hago un desesperado grito, en parte sonido, en parte sollozo, en parte dolor—. ¡Y me gustaría poder matarlo por ello!

Me disuelvo en lágrimas otra vez, pero esta vez en voz más baja, tratando de escuchar la respuesta del fraile, preguntándome si muerde el anzuelo.

Él ha estado cortejando a Romeo, Romeo cree que, entre los dos, el más difícil de desviar al asesinato. Pero podría servir a su propósito igual de bien, si estoy dispuesta a matar a mi alma gemela, para matar a Romeo y jurar a mí misma a los Mercenarios.

Para que yo haga el bien, tengo que liberarme. Y cuando lo haga, voy a encontrar un camino a la seguridad. Puedo hacerlo. Si me mantengo

rodeada de gente, no va a tener la oportunidad de matarme. Los Mercenarios no se revelarán en un lugar público. Prefieren conducir sus negocios y su tortura en privado.

—Es un pecado incluso pensar esas cosas —dice finalmente.

—No me importa. —Convoco pasión tanto como sea posible, aunque mi cuerpo tiembla por el agotamiento—. ¡Yo no lo hago!

—Julieta, tranquila. Te vas a lastimar.

—No. Voy a hacerle daño. Encuentre a alguien para levantar la piedra. Voy a darle caza y…

—Silencio. —El odio repentino en su tono me hace estremecer—. Te siento, chica. Siento tus mentiras.

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Mi piel se enfría. — ¿Q—qué?

— ¿Dónde está? Sabes dónde está —sisea el fraile—. Y si quieres vivir para ver otro amanecer, me lo dirás. Ahora.

Me estremezco, deseando poder filtrarme en la piedra debajo de mí y desaparecer. Porque no tengo nada que decirle, nada más que un pedazo de una pesadilla que amenaza con disolver por completo si lo examinan muy de cerca.

Pero es todo lo que tengo. Mi única oportunidad.

Y entonces, hago otra confesión a este sacerdote oscuro.

—He visto a Romeo en una visión —le susurro —. Él te traicionó. La Enfermera hizo de él un Embajador.

Traducción Dracanea

Corrección Vericity

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stoy medio despierta, medio dormida, flotando en ese lugar intermedio cuando estás despierto lo suficiente para saber que estás soñando, pero dormido lo suficiente para que el sueño perezca real.

Estoy con el chico hermoso en la colina. Esta vez estamos solos, acostado al lado del otro, con las manos, y las piernas desnudas enredadas en la hierba, cosquilleando en la garganta. El sol es cálido en la cara y el aire es dulce y fresco, y estoy muy contenta, no estoy segura de que soy capaz de ser feliz. Quiero quedarme aquí para siempre, en esta ladera, nuestro pedacito de cielo.

O de infierno.

El hombre de la túnica, y su gigante con los dedos ensangrentados, relampaguean a través de mi mente. Recuerdo la forma en que la tierra se abrió y sacó al muchacho debajo. El miedo trato de romper a través de la bienaventuranza. Sé que debo advertirle, pero mis labios no se mueven. Estoy congelada, hipnotizada por el tacto de sus dedos, curvados alrededor de mi pantorrilla. Nunca he tocado a otra persona así, tan fácil y relajado, pero sensual al mismo tiempo.

Me pregunto si esto es lo que se siente al tener un amante, y mi vientre palpita.

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Me digo que es sólo un pie y una pierna, no es gran cosa, pero mi cuerpo no me escucha. Mi piel zumba y mis entrañas, como derritiendo el pulgar que frota de un lado a otro, a través de la palma de mi mano.

Aguanto la respiración, rezando para que lo devuelva y me bese, me presiona en la hierba con su peso hasta que estemos aún más enredados en sí y me olvido de que existen cosas terribles.

—Me encanta estar contigo— le susurro—. No quiero volver a salir.

—Te amo. — Las palabras hacen rodar mi cabeza con la suya. Cuando lo hago, no estoy sorprendida de ver los ojos de Dylan en la cara del chico. Mi mente está mezclándolos juntos. La mano del muchacho se siente como la de Dylan también, y su voz es el murmullo ronco del mismo. —Sí, ya sabes. Aunque yo no lo sé todavía.

Sonrío. —Eres un sueño.

— ¿Lo soy?— se pregunta, un brillo en sus ojos. —Tal vez tú eres el sueño.

—No me importa quién está soñando, siempre y cuando no nos despertemos.

—De acuerdo. — Me lanza una mirada que me hace temblar, y de repente no puede esperar a que venga a mí. Me doy la vuelta, mi pelo derramándose alrededor de su cara mientras me encuentren sus labios. Lo beso, y él gime en mi boca, mientras su mano se desliza por mi espalda, deteniéndose en mi cintura, apretándome la cadera, por lo que me gustaría ser lo suficientemente valiente, como para dejar que la necesidad que siento cuando me toque, abra el camino. Quiero sacar mi suave vestido gris sobre mi cabeza, mientras me mira desde su lugar en el suelo y decide en qué parte de mí se va a…

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— ¿Ariel? ¿Estás despierta? —Una voz resuena distante a través de la montaña.

El mundo de los sueños se ve borroso en los bordes. La hierba y el sol se desvanecen, hasta que sólo tengo el negro detrás de mis ojos. Me sentiré triste por dejar al chico, pero es difícil sentirse triste cuando estoy tan caliente y mi sangre está corriendo tan rápido y me despierto para encontrar los labios de Dylan en los míos.

O supongo que mis labios están en los suyos.

Está tirado en el sofá, y estoy a medio camino encima de él, las piernas entrelazadas, con la mano en la parte baja de mi espalda, mi mano deslizándose bajo su camisa. Siento su piel desnuda caliente contra mis dedos y rompo el beso con un suspiro tembloroso.

La habitación esta oscura, y a unos pocos pies de distancia, están los créditos rodando al final de Carrie3. Debemos habernos quedado dormidos.

— ¿Estás…

—Sí— le susurro. —Estoy despierta.

—Pero tú no lo estabas hace un segundo.

Saco mi mano de debajo de su camisa, mi cara esta tan caliente, que temo que voy a incendiarme. —No. No lo estaba.

Él sonríe. —Tú estabas en el sueño besando.

3 Carrie: es la primera novela publicada del escritor estadounidense Stephen King, publicada en 1974. Es

uno de los libros más censurados en las escuelas de EE.UU. y la película incluso estuvo prohibida en Finlandia. La mayoría del libro está escrito con una estructura epistolar en forma de recortes de noticias, cartas, extractos de libros, etc.

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—Creo. — Estoy híper—nerviosa de lo cerca que estamos, pero sin saber cómo desconectarnos correctamente. Si tuviera más experiencia, estoy despierta en la parte superior de un niño precioso. O más experiencia para estar tan cerca de una persona del sexo opuesto, y punto.

—Lo sé— dice—. Nunca dejé de decir tu nombre y no respondiste, y entonces...

— ¿Entonces qué?

—Nada. — Él se encoge de hombros. —No es gran cosa.

—Dime. O voy a estar aún más avergonzada.

—No deberías estar avergonzada. — Él envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, me abraza cuando trato de alejarme. Después de un momento, me relaja. Su cuerpo se siente demasiado bueno para pelear, y debajo de la torpeza hay una inesperada... familiaridad. Nos ajustamos, Dylan y yo.

—Por favor, quiero saberlo.

—Me mordiste— dice, con la voz ronca. —Sólo un poco. En mi cuello.

—Ay dios mío. — Miro hacia abajo para ver la huella tenue de marcas de dientes en su piel, y la humillación me roba el aliento. O tal vez es la forma en que me mira, con esa luz en sus ojos, que me dice que no soy la única que piensa que encajamos muy bien, esto hace que sea difícil respirar. —Lo siento mucho.

—Yo no lo siento. — Sus manos se deslizan bajo el dobladillo de mi camisa.

—Me puedes morder en cualquier momento.

— ¿Te gusta ser mordido?

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—Me gusta todo lo que me haces.

Oh mi... lamo mis labios. —Yo estaba dormida. Nunca he mordido a nadie.

— ¿Así que no creo que tengas ninguna tendencia sádica latente?—dejé escapar una risa temblorosa mientras sus manos se deslizan por mi cintura hasta la base de las costillas.

—Pareces decepcionado— murmuro, mi boca a la deriva cerca de la suya.

—Bueno...— su sonrisa maliciosa hace que mis nervios chisporroteen. —Yo te dije que me gustaba, ¿no?

— ¿Perdón?— Viene una voz sorprendida de la cocina, provocando la respuesta de broma en sus labios. Mi mamá. Ella está en casa. ¡Oh dios!

— ¿Ariel? ¿Qué está pasando aquí?

Me asomo sobre el respaldo del sofá y trato de parecer inocente de como yo sutilmente descanso mis piernas en Dylan.

—Hola, mamá. Llegas temprano. —Sueno culpable, y los brazos de mamá, se cruzan de manera que sus dedos están excavando en su uniforme amarillo, no es una buena señal.

A mi lado, Dylan baja los pies al suelo y tira de su camiseta gris que se había subido a su espalda poniéndola en su cintura.

Una mano rápida a través de su pelo, y nadie diría que ha estado haciendo lo que hemos estado haciendo. Si yo pudiera decir lo mismo.

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Puedo sentir mi pelo alborotado alrededor de mi cabeza, y mis labios están calientes e hinchados. Mi madre no sale mucho, pero estoy segura, de que ella recuerda lo que una chica puede haber estado haciendo.

Oh hombre. Esto va a ser malo. ¿Qué le digo? ¿Cómo explicar lo que había oído?

Me pongo en un respiro, pero antes de que pueda hablar, Dylan se para y gira alrededor del sillón, con la mano extendida.

—Hola, señora Dragland. Soy Dylan. Ariel y yo salimos anoche. Siento no haber llegado dentro a conocerle antes.

Mamá toma su mano, pero ella no parece feliz por eso, y termina el movimiento después de un segundo apenas cortés.

—Me acuerdo de ti, Dylan. Tú eres el que hiso que mi hija se emborrache y dejó que hiciera su camino a casa sola.

—Sí. Yo... estaba en mal estado. — Agacha la cabeza. —Me preocupe cuando Ariel no estaba en la escuela. Es por eso que vine a ver cómo está. Quería asegurarme de que estaba bien, y hacerle saber cuánto lo sentía.

—Y obviamente, te perdonó. — Los arcos superciliares de mamá apuntando en mi dirección. Estoy, debatiendo si me siento lo suficientemente valiente como para cruzar al otro lado de la habitación.

—Ha tenido que arrastrarme sobre el vientre a través del piso de la cocina, pero valió la pena— dice. —Y su piso está un poco más limpio, así que...

Él sonríe, pero mamá no se divierte con la broma de limpiar el piso. Recojo mi coraje y me apuro alrededor del sofá. —Es mi culpa— le digo.

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Me sentía sola después de estar sola todo el día, así que le pregunté a Dylan si podía quedarse y ver una película. Estábamos viendo Carrie y me dormí.

—No me parecía que estabas durmiendo— dice ella, me recordaba que se vengaba por mi vena sarcástica honestamente.

Abro mi boca, pero no sale nada. Estoy muy avergonzada. Miro al suelo y se retuercen mis dedos de los pies en la alfombra, deseando tener mis zapatos. Me sentiría mucho menos vulnerable con los zapatos. Y tal vez un suéter y una armadura, con una reflejo de desviación –hacia mamá y un campo de fuerza.

—Nos acabamos de despertar— dice Dylan. —No hicimos nada malo, se lo prometo.

—Mi definición de malo y la tuya pueden ser diferentes, Dylan. Me gustaría que te vayas, por favor.

—Está bien. — El dolor en su voz me hace querer estrangular a mi madre. ¿Por qué está haciendo esto? Frente al primer chico que alguna vez se haya atrevido dar un paso en la casa de la Freaki?

— ¿Está bien si llevo a Ariel a la escuela mañana?

—Yo voy a llevarla a la escuela. — Mamá toma otra mirada estrecha a mí. —Si ella se siente lo suficientemente bien como para ir, por supuesto.

—Oh... está bien. — Dylan da un paso hacia la puerta, pero luego se vuelve de nuevo a mi mamá con un suspiro. —Escuche, sé que está enojada, y sé que probablemente nos oyó bromear, y no era la clase de broma que una madre quiere oír, pero me preocupo por Ariel. De verdad.

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—Estoy segura que sí. — La condescendencia en la voz de mamá me hace temblar.

Si sigue tratándolo como un niño pequeño, me voy a morir. O Desearía estar muerta si me da por estar demasiado enojada. No puedo soportar otro episodio esta noche, no dos noches seguidas, no después de este día tan hermoso, que me tiene soñando cosas que nunca me he atrevido a soñar. Dylan no cree que sea un bicho raro. Él sabe de las cosas gritando y todo lo demás, y todavía me besó y me abrazó, actuó como si yo fuera una chica normal. Tal vez pueda ser normal. Con él.

Si mi mamá no lo arruina todo, ¿porque establece la ley paterna, la única vez que no necesito su ayuda?

En lugar de retroceder, Dylan da pasos más cerca. —Yo siento que hemos empezado con mal pie, señora Dragland, pero espero que me dé la oportunidad de demostrar que soy bueno para Ariel. Le prometo que nunca haría nada para lastimarla.

Las cejas de mamá se dibujan juntas, pero no dice nada de inmediato. No puedo decidir si eso es una buena señal o mala. Por lo general, ella es bastante rápida para reaccionar. Tal vez, está realmente pensando en lo que dijo Dylan. O tal vez está pensando en el tiempo que le llevará agarrar la

0.22 de mi abuelo de su armario. Dylan tiene: Peligro, escrito sobre él. Pero claro, eso es la parte de lo que me gusta sobre él.

¿Qué más, como que...?

No. Apenas ha pasado un día, desde que me entere de la apuesta. Yo sería una tonta para confiar en él completamente. Incluso cuando él está diciendo las palabras correctas, hay algo apagado en la forma en que las dice.

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No creo que esté mintiendo, pero no creo que él esté diciendo toda la verdad, tampoco. Quiero saber qué esconde. Que lo está frenando, cuando ha estado tan abierto acerca de otras cosas. Su honestidad es dolorosa hoy en día, pero incluso la historia de su hermano, no rompe esa pared final entre él y la verdad.

Sin embargo, cuando mira a mí, no veo nada falso en sus ojos. Él quiere estar conmigo. Y lo quiere tanto como para ponerse de pie y hablar de esto con mi mamá, cuando sería mucho más fácil para él, salir por la puerta.

—Esa es una gran promesa, Dylan — mamá dice finalmente. —Especialmente para un chico de diecisiete años de edad.

—Tengo dieciocho— dice Dylan, un toque atrevido juguetón en su tono. —Un bebé de Diciembre.

Mamá no sonríe. —Estoy seguro de que sabes lo que quiero decir. A veces hacemos daño sin querer a la gente, sobre todo cuando somos jóvenes.

—Lo sé. Pero yo quería decir lo que dije.

Mamá le considera por un momento antes de asentir, sólo una vez. —Está bien, pero vamos a tener algunas reglas básicas. — Ella se vuelve hacia mí. —Ninguna compañía si se supone que debes estar en casa enferma. ¿Entiendes?

Yo asiento con la cabeza. —Sí, mamá. Lo siento. Yo ni siquiera pensé en eso.

—Y a partir de ahora, tienen un toque de queda de medianoche los fines de semana y once en las noches de escuela— dice ella—. Hablé con las chicas en el trabajo, y esa es la hora en que sus hijos adolescentes tienen que estar, así que no me digas que estoy siendo injusta.

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Asiento con la cabeza otra vez, me alegro de que no va a prohibirme ver a Dylan, que ni siquiera me detengo a pensar acerca de lo que es justo o injusto.

—Y si se convierte en un problema— dice, —espero que ustedes dos quieran utilizar métodos anticonceptivos. Las píldoras anticonceptivas y condones para protegerse contra las enfermedades.

Oh. Mi. Dios.

Mis ojos se cerraron exprimiéndose, y mi corazón se arruga como una pasa de vergüenza, quema. Si yo no sabía lo que era antes la vergüenza, luego de hacer esto la conocí. ¿Cómo podía? ¿Justo aquí, justo ahora? ¿Frente a Dylan?

—Sí señora— murmura Dylan. Él está mirando a sus pies, con la cara roja brillante. Grande. Ahora él está mortificado también. Disparo a mamá unos ojos amplios — ¡En el nombre de Dios, que estás haciendo!— Mirar.

—Lo siento. — Su encogimiento de hombros ocasional, deja en claro que ella no lo siente. En todas. —Soy una enfermera, y no creo en dejar las cosas no dichas, que podrían afectar a los dos por el resto de sus vidas. He visto a demasiadas jóvenes embarazadas de secundaria. — Ella cuelga su bolso en el gancho de la puerta y se quita los zapatos, lo que demuestra lo cómodo que esta con esta línea de discusión. Te lo juro, yo creo que ella está disfrutando de lo que nos retorcermos. —Esas chicas están casi siempre solas, y los chicos que se comprometieron a no hacerles daño, se han ido de largo.

Dylan mira hacia arriba. —Entiendo.

—Yo no creo que lo hagas. — Mamá pone las manos en las caderas. Ella no suena enojada, sólo dice cosas que son un—hecho, pero eso no hace que la atmósfera a nuestro lado de la habitación sea menos estresante.

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—Tuve a Ariel, cuando tenía diecinueve años, pero quiero que ella tenga tiempo de aprender quién es ella, antes de que tenga que aprender a ser mamá.

—Yo también— dice Dylan, su voz suave, casi... nostálgica.

Tiene esa mirada triste en su cara otra vez, la misma que tenía cuando hablaba de su hermano. Me pregunto si él está pensando en él. O tal vez está pensando en su madre, que, según los rumores, salió corriendo y dejó a Dylan y a su padre, justo antes de que se mudara aquí. De cualquier manera, me gustaría estar a su lado, sosteniendo su mano.

Entonces hazlo. Se puso ahí, y lo único que ha hecho, es tratar de adaptarse.

Derecha. Obligo a mis piernas tambaleantes a moverse, llegando a Dylan y deslizando mi mano en la suya. Él mira hacia mí, sorprendido. Luego sonríe, y de repente no me siento incómoda o avergonzada, o no segura nunca más. Cualesquiera que fuesen sus secretos, Dylan me necesita. Tal vez todo lo que él necesita. Tal vez aún más.

—Bueno, entonces. Supongo que todos estamos en la misma página. —Mamá suspira un pequeño suspiro gracioso. Levanto la vista para ver por el arco que conduce a la habitación de la familia, nos mira con una leve sonrisa. — ¿Tienes toda tu tarea para mañana?

Asiento con la cabeza. —Por lo que yo sé.

—Está bien. A continuación, pueden ver la televisión los dos, un poco más si quieres. Pero Dylan se habrá ido a las diez y media, y tú estarás en la cama a las once, Ariel. Necesitas descansar un poco.

—Está bien.

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—Voy a estar en mi habitación con la puerta entreabierta, y voy a ser capaz de oír todo— dice—. Encantada de conocerlo, Dylan.

—Encantado de conocerle también, señora Dragland. Gracias.

Ella sonríe. —De nada.

Después de que ella se ha ido, Dylan y yo estamos tomados de las manos en la oscuridad a la espera, la banda de sonido de la pantalla del menú del DVD de Carrie, tocando suavemente detrás de nosotros. A pesar de la música espeluznante, de repente me dan ganas de reír.

Lo hicimos. Hemos sobrevivido. Y Dylan todavía está aquí.

Pero cuando me dirijo a él, esperando verlo tan aliviado como me siento—su sonrisa se desvaneció y se ha quedado triste de nuevo.

— ¿Qué pasa?— Pregunto.

—Yo tengo... miedo.

— ¿Por qué?

—No quiero echar a perder esto— susurra.

—No lo hiciste. Ella no está más loca, que puedo decir.

—No me refiero a eso. Yo... —él saca su mano de la mía. — No quiero hacerte daño.

—Entonces no me lo hagas— le digo, sintiéndolo rígido y nervioso, ahora que ya no estamos conectados.

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—Las cosas no son tan simples. — Él coloca sus manos en el respaldo del sofá, con los hombros encorvados. —Hay cosas que no puedo controlar.

Oh. Ya veo. Yo debería haber sabido que no podía seguir así, tan fácil y cómodo. Estaremos de vuelta en el mundo real mañana, y mi vida sigue siendo tan cutre, como siempre lo ha sido. Aun así, no hay razón, Dylan tiene que bajar y regodearse conmigo.

— ¿Es por la escuela?— Pregunto. —Porque si lo es, yo... no tenemos que actuar como si... ya sabes.

Estaba a punto de decir que no tiene que actuar como si estuviéramos juntos, pero no hemos hablado acerca de estar juntos, y no me gusta la idea de fingir que no significa nada para mí, que yo no significan nada para él. Me muerdo el labio. —Quiero decir, si tú estás preocupado acerca de lo que tus amigos crean, yo…

—No. — Él se da vuelta, sacudiendo la cabeza—. Te lo dije, no me importan mis amigos. Es... algo de lo que no puedo hablar.

Él mira hacia otro lado, centrándose en un punto por encima de mi hombro, como me he dado cuenta de que hace cuando está nervioso. Yo sé mucho más sobre él, de lo que lo hice esta mañana, pero quiero saber más. Tengo que saber lo que se esconde.

— ¿Por qué no?— Pregunto. —Hemos hablado de muchas cosas.

—Nada como esto. Tú pensarás... —sus ojos se encuentran con los míos durante un segundo, antes de cambiar de nuevo. —No sé lo que vayas a pensar.

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—Pruébame— le susurro.

Se queda en la cocina, como si estuviera buscando en nuestros gabinetes descoloridos por la respuesta, a alguna pregunta no formulada. —Tal vez lo haga— dice finalmente. —Pero no ahora.

Me hundo, sintiendo como si me hubieran dado positivo en un test. — ¿Dame una pista?

— ¿Una pista?

—Sí. Sólo para que...

Así sé que no estás ocultando algo horrible de mí. Así que sé que no voy a descubrir que todo lo que pienso acerca de ti es incorrecto. Para que pueda seguir creyendo en ti y saber que está bien, porque en este momento no estoy seguro de que pueda parar.

—Me voy a dormir mejor— le digo en su lugar.

—Yo no estoy tan seguro de eso. — Vacila, y estoy empezando a pensar que he escuchado su última palabra sobre el tema cuando me pregunta — ¿Crees en la magia?

— ¿Qué clase de magia?

—El tipo que tiene el poder de cambiar el futuro. Los hechizos que hacen que el pueblo de Dios y de los esclavos y monstruos. Ese tipo de magia. Magia real.

Él no está jugando. Que puedo decir.

—No lo sé— le digo, pensando seriamente en lo que ha dicho. —Siempre he querido creer en la magia, pero...— pienso en mi vida, sobre el dolor y la injusticia y la monotonía rota, sólo por momentos en los que estoy muy perdida en mi arte y la atención.

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Pienso en mi amiga desaparecida, con la excusa miserable para su padre y desordenado ir y venir en la vida de Dylan, y la gente elitista en esta ciudad, que nunca dio a mi mamá, la oportunidad de encajar, pienso en los políticos corruptos y en el calentamiento global, la codicia y el egoísmo, la apatía y el odio, la garantía de mí, cada vez más que no hay manera de salir a un lugar mejor, en estos tiempos oscuros y suspiro.

—No, no lo creo.

— ¿En serio?— Suena sorprendido.

—No veo mucha evidencia para apoyar la creencia en la magia.

— ¿No encuentras tu vida mágica?

Casi me río. Tiene que ser una broma. —No, no lo creo. ¿Hay algo en mi vida, que se encuentra especialmente mágico?

—Más de lo que crees.

— ¿Cómo qué?

—Más de lo que puedo decir en este momento— dice, todavía frustrantemente impreciso. —Pero voy a decir esto: Yo creo en la magia. Sé que existe, y sé que algunos son buenos, y parte de ella es sin reservas del mal.

La forma en que dice que del mal, hace que mi piel pique, como si pudiera sentir todas las cosas malas en el mundo, dando vueltas a mí alrededor, acercándose más y más. Pienso en mi sueño y en el hombre de la túnica, y me da escalofrío.

— ¿Cómo lo sabes?

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—Yo te lo diré. Pronto.

Él levanta un dedo y lo arrastra hasta el lugar en mi mejilla, donde se convierte en suave, lleno de baches. Incluso esta mañana me he encogido, pero ahora su toque único, que hace que mi corazón lata más rápido. Él realmente cree que soy hermosa. Eso por sí solo, es casi suficiente para hacerme pensar en la existencia de la magia.

—Pero mientras tanto, ten cuidado— dice. —Y no me enojo si puedes evitarlo.

— ¿Por qué?

—No creo que estés loco. — Él asiente con su cabeza, llevando sus labios a los míos. —Creo que esas cosas que oyes son reales, el resultado de una mala magia, y conectado a unos seres muy peligrosos.

—No bromees— le digo—. No es por eso.

—No lo estoy. Lo digo en serio. Por si acaso yo también estoy bien, es más seguro si no atraes su atención.

Niego con la cabeza, demasiado abrumada para saber qué pensar, o que de las decenas de preguntas en carrera a través de mi mente, para preguntarle primero. Antes de que pueda decidir, Dylan me detiene con un dedo en los labios.

—Te prometo que voy a decirte más. Ahora necesitas descansar un poco.

— ¿Crees que puedo descansar? Después de... —mis manos sacan el aire, recogiendo todo lo que ha dicho. — Acabas de decirme que crees que estoy maldita, o algo así. O estás bromeando, o estás loco. O bien. —Hago una pausa, evaluándolo. —No hay tal cosa como la magia.

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—Me gustaría que estuvieras en lo correcto.

Mi piel siente espinas. Me estoy acercando a su secreto. Lo puedo sentir. — ¿Cómo lo sabes? ¿De dónde Dylan Stroud, aprende mucho acerca de lo sobrenatural?

—Una mejor pregunta sería, ¿qué pasa si no soy Dylan Stroud?

¿Qué? ¿Qué diablos significa eso?

— ¿No has oído que no se debe juzgar un libro por su portada?— pregunta—. ¿Especialmente si todas las palabras en el interior son diferentes?

Sus palabras saltan a través de la superficie a mi cerebro, dejando ondas perturbadoras atrás. Si hago caso del sentido común, casi puedo ver la imagen de las ondas que se están formando, un mapa que fluye a guiarme por los cambios que he notado en Dylan y la razón de ellos. Pero no puedo. Está demasiado lejos para viajar. Si empiezo por ese camino... si hasta me dejo tener en cuenta...

—Es una locura— le susurro.

—Sí. Sin embargo, algo en que pensar. — Sonríe. — ¿Crees que tu madre me dejaría que te lleve a la escuela mañana? ¿Ahora que todos somos amigos y somos unidos por la creencia en el uso cuidadoso de los métodos anticonceptivos? —Mis mejillas arden, el recuerdo del comportamiento humillante de mi madre, me distrae por un momento.

—Sí— murmuro. —Creo que sí.

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—Bien. Te paso a buscar mañana por la mañana. Siete en punto. Vamos a tomar el desayuno. —Me besa la frente, y se mueve hacia la puerta.

Por un segundo pienso en rogándole que se quedara, pero no lo hago. Me paro y lo veo caer en la noche, preguntándome cuál de los dos está más loco, para establecer dicha posibilidad de locura, ¿o me paro a pensar acerca de creer eso?

Traducción Mayte008

Corrección Aldebarán

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l girar en el camino de entrada a las seis y cuarenta y cinco, Ariel ya está esperando fuera, con la mochila colgada sobre un hombro.

—Estás preciosa esta mañana. — Ella trae— una camisa blanca de gasa, pantalones oscuros y largas trenzas blancas, atadas con cuero en los extremos. —Como una princesa india muy pálida.

Ella sonríe y dice —gracias— se desliza en el asiento del pasajero. —Llegas temprano.

—No puede dormir. Necesitaba volver a verte.

—No pude dormir tampoco. — Cierra la puerta y camina por la calzada, hacia el coche de Dylan. —He estado desde las dos, trabajando en una nueva pintura. Creo que en realidad puede ser que necesite un poco de café por primera vez.

—Eso se puede arreglar— le digo, esperando a que aparezca el tema, que debe estar azotando su mente.

Pero ella no dice ni una palabra acerca de mis advertencias crípticas de anoche. Comenta que el día es extraordinariamente hermoso, me pregunta por la tarea de inglés que no me he tomado la molestia de completar, y me pregunta si estoy listo para el último ensayo para el festival de primavera formal, después de la escuela.

A

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—Por supuesto.

—Por supuesto— hace eco con un giro de ojos. —No estás nervioso en lo absoluto, ¿verdad?

—Yo no me pongo nervioso, a menos que sea una cuestión de vida o muerte— le digo, las palabras salen más pesadas de lo que pensaba.

Dos días. Sólo dos días más. Dos, dos, dos, dos.

Yo desterré el mantra inquietante con una sonrisa. —Además, es un tono bajo. Una canción sobre y fuera del escenario que en cinco minutos—la tendré y el resto de la noche libre para estar contigo. Tenemos que usar nuestra propia ropa, así que ni siquiera tendré que cambiarme de traje.

Extiendo la mano, rechazando el calor. De repente se siente más caliente con Ariel dentro del coche. —Lo que me recuerda que tengo que ir de compras. Un viaje a la tienda de segunda mano esta tarde.

—Por supuesto.

—Estoy pensando en un esmoquin vintage. Algo en pastel a ver si lo podemos encontrar.

—Está bien— dice con una sonrisa. —Suena divertido. — Y luego ella toma mi mano y la mantiene hasta el final de la calle en Solvang, y yo estoy... roto.

¿Es mejor fingir, que nunca di a entender, que soy un alma en el cuerpo de Dylan? El cambio en Ariel después de sólo un día de atención romántica es notable. Quizás continuó simple, una presión banal romántica, será suficiente para salvar mi pellejo.

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Pero, ¿puedo confiarme —tal vez— en un momento como este? ¿Cuándo tengo menos de cuarenta y ocho horas? y permaneceré en el infierno que me espera si fracaso, ¿O debo seguir mis instintos y decir a Ariel, la muy resumida versión editada de forma creativa, y falsa en gran parte, de mi triste historia?

Mi instinto me dice que Romeo Montague, uno de los más famosos amantes trágicos de la historia, tendrá una mejor oportunidad de ganar el corazón de Ariel, en el tiempo que nos queda de voluntad en Dylan Stroud. He usado mis tiempos incontables de identidad reales en el pasado, para torcer el

corazón humano y doblar un converso potencial a Mercenario a mi voluntad. Es increíble lo rápido que un ser humano, de otro modo perfectamente racional, cree lo extraordinario en el nombre, de ser parte de una historia de amor épica.

Y la preocupación persistente sigue viniendo, ¿qué va a pasar con Ariel cuando surja el alma de Dylan, si no le digo alguna versión de mi verdad?

¿Cómo pueden tener la confianza los Embajadores, de que Ariel seguirá creyendo en el amor, si la persona que ha tocado su corazón vuelve a las andadas y es desagradable?

Sí, Dylan conserva algunos de mis recuerdos de seducir a Ariel, menos los

detalles acerca de los Embajadores y de los Mercenarios, pero él no la ama. Yo estoy fingiendo cuidarla para salvar mi propio pellejo.

¿Por qué creen que estaba fingiendo? ¿Qué historia fabricara su mente enferma, para llenar los huecos hechos por el cuerpo, después de haber habitado el alma de otra persona? ¿Y esa historia de destruir la fe de Ariel, en el poder del amor? ¿Podrá su fe mantenerse fuerte, y su luz se apagara por los Mercenarios, una vez que ya no sea útil a su causa? ¿A quién le importa?

Los Mercenarios podrían matarla, pero al menos estará libre para morir una muerte normal. No puedo decir lo mismo.

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Mantén tu cabeza, o la encontrarás llena de podredumbre antes de que salga el sol por la mañana del sábado.

— ¿Dylan?— Ariel le da a mi brazo un movimiento suave. — ¿Vamos a desayunar?

—Sí— digo golpeado y luego me doy cuenta de lo que he hecho y digo en una suave voz. —Sí. No se puede afrontar un día de aprendizaje, con el estómago vacío.

—Está bien. — Ella suena prudente, cautelosa, sin dejar ninguna duda de que ella escuchó la ira en mi voz. —Bueno, ya pasó la crepería hace dos cuadras atrás, así que...

—Pensé que querías ir a la panadería, por un café y un croissant de chocolate o cinco. Yo invito. —Me pongo en un lugar del estacionamiento en la calle, sólo unas cuantas puertas más abajo de la panadería Windmill.

—No, yo quiero comprarlo— dice ella, la vacilación en su voz. —Pagaste la cena de la otra noche y todo lo de ayer.

Muevo su preocupación a la distancia y salto para abrir la puerta. —Gane un poco de dinero de mi papá. — Tomo su brazo y la ayudo a salir del coche. —Soy un hombre rico.

— ¿No lo necesitas para más tarde?—Pregunta, arrastrando sus pies a medida que sube la acera. — ¿Para la tienda de segunda mano?

—No te preocupes. Tengo todo bajo control—. Lo hago. No voy a dejar que el miedo o la preocupación o cualquier otra cosa me desvíen de mi curso.

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Tengo que coger a esta chica con todo lo que pueda, como una araña atrapa a una mosca. Y la araña no deja que la preocupación por algo, la desvié de su curso, la araña hace lo que debe para sobrevivir.

—Espera— dice Ariel, deteniéndose bruscamente en la entrada de la panadería, tirando de su brazo al mío. —No puedo.

— ¿Por qué? ¿Qué?

—Simplemente no puedo. Ya te dije ayer que no quería venir aquí. —Ella retrocede cuando la puerta detrás de mí se abre con un sonido tintineante. Echo un vistazo por encima de mi hombro, y veo exactamente lo que tiene a mi mosca, tan terriblemente molesta.

— ¡Oh, hombre! De ninguna manera. Ya he gastado sesenta dólares. — La voz masculina fuerte, es seguida por un coro de más malas risas fuertes, masculinas. —Chúpate esa, Stroud.

Tres chicos larguiruchos y uno más corto, el más sólido de los chicos con pelo de punta negro y una sonrisa cruel, salió de la panadería. Acecharon al otro lado de la acera, como chacales oliendo una presa fácil. Me detengo, congelado en el lugar, viendo los ojos despiadados del chico más corto. Jasón Kim. Los recuerdos de la manera en que él se echó a reír mientras me

torturaban, por traicionar los secretos de los Mercenarios dentro de mí, llenándome la boca con el sabor de la sangre y el miedo.

Mi creador, Fray Lorenzo, habitaba el cuerpo de este niño en mi primera vuelta en este momento. Fue su culpa, de que me viera obligado a matar a Julieta y su nuevo amor. Él no me dejó otra opción, y luego me dejó sin ninguna salida, desterrando a mí alma fantasma, y a condenarme a más miseria y horror.

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Mis puños se hacen una bola, y algo dentro de mí, hace rizos en un nudo

venenoso. ¿Y si es él otra vez? ¿Y si él todavía está al acecho, en el cuerpo de Jasón?

¿Me conoce? Y si lo hace, ¿qué hará? ¿Va a llevarme ahora, me desterrara de mi

fantasma, y robara mi segunda oportunidad y el futuro de Ariel? Si es él, va a tratar de convertirla. Y si no la detiene, él la va a matarla, y yo seré incapaz de impedírselo.

Impotente, como un perro pisándole los tobillos, de los que tienen el poder.

Decido en ese momento que tengo que decirle a Ariel lo que sea necesario para mantenerla a salvo. Tengo que hacerle creer en mis mentiras antes que nadie pueda hacerle daño con las suyas. Mis mentiras la protegerán. Las suyas van a robar su alma inmortal y hacerla un monstruo. Al igual que yo.

— ¿Por qué no me llamaste ayer, amigo? Pensé que la Freaki se había reducido a la basura o algo así. —La voz de Jasón es más alta de lo que recuerdo, y su sonrisa hace marcas en las mejillas regordetas. Mejillas suaves, sin memoria de lo que se siente tener un mal antiguo, que trabaja debajo de los músculos. Y sus ojos... son crueles, pero no malévolos.

Mi fabricante, no se encuentra en ese cuerpo. No es el fraile, es sólo un chico. Respiro profundo, volviendo a mí mismo lo suficiente como para darme cuenta de que Ariel ya no está a mi lado.

—Quinientos dólares, hermano— Jasón continúa. —Esto es muy dulce. Una vez que todo el mundo page, podemos obtener los nuevos amplificadores. —Llega una mano para estrechar la de Dylan en la victoria. Me quedo mirando la palma blanca y los gruesos dedos, pensando que me gustaría poder cortarles el paso, y luego darle la espalda a él. No tiene importancia.

Pero Ariel importa.

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La encuentro a una cuadra de la calle, trenzas rubias balanceándose en retirada. Me ha complacido, que ella se hubiera recogido el pelo hacia atrás esta mañana, y dejara el escudo en que se esconde detrás. Pero al verla ahora encorvada y rota, bullendo en el dolor—no me complace nada. Maldito Jasón y los otros chicos. Maldito Dylan.

Maldita sea yo mismo.

— ¡Ariel, espera!— Mi grito hace eco de las voces burlonas a tres secuaces de Jasón, sombras patéticas con nombres como Craig, Tanner y Brodie, nombres que no significan nada para mí. Pero que significan algo para Ariel. Puedo verlo en su expresión cuando se da vuelta, con una mezcla de miedo y desesperación, y la ira tirando a la cara.

Estos muchachos la han tratado como carne de sub—humano para su propia diversión. Ellos son los que nunca, dejan olvidar que ella está dañada, que han dicho una y otra vez la historia de sus cicatrices y el día en que se orinó en el patio, hasta que se convirtió en una leyenda urbana, que vive de los niños con risa tonta y de los niños que temen que haya alguien más inteligente.

La han encerrado en una jaula invisible con la advertencia de no alimentar al monstruo, y ella los odia por ello. Ella les odia y les teme, y se le niega incluso, el placer de desatar su ira, por las cosas gritando que serán convocadas por su furia.

Es... el infierno. Le han hecho pasar un infierno. Y yo les odio por eso. Los odio.

Y se siente maravilloso, fuerte y caliente y felizmente sin complicaciones. Esto es lo que sé. Sentimientos de ternura y preocupación, son las emociones extrañas que no puedo manejar. Pero sé exactamente qué hacer con mi odio.

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Me giro con mi puño en alto en el ángulo perfecto, mis siglos como un comerciante de la violencia y en el derramamiento de sangre, me sirven bien.

Cojo el pelirrojo Craig por la mandíbula y hace un satisfactorio ruido, y el chico de la camisa de franela verde—Tanner o Brodie, no me importa lo suficiente como para buscar en los recuerdos de Dylan, para averiguar que—y le conecto por encima de la oreja izquierda. Los aullidos del segundo chico en el dolor, y alguien en el otro lado de la calle nos pide a gritos que parara, pero apenas me doy cuenta.

Esto es perfecto y mágico.

La oscuridad que fue mi compañera constante en mi vida de Mercenario surge a la superficie, un amigo que me recibe con los brazos abiertos y con los puños apretados. Me precipito hacia adelante, golpeando al tercer chico, dos veces en la espalda cuando se escapa, golpe, golpe, justo encima de los riñones, donde sé que duele como el infierno. Cae al suelo gimiendo, retorciéndose y me giro para mirar a Jasón con una sonrisa en mi cara. Este será un placer, unos moretones en la piel, romper unos dientes, será un placer.

Me tardo sólo unos minutos para encontrarlo. Él no ha tenido la sensación de correr por la calle. En cambio, está acurrucado en la puerta de una tienda de juguetes cerrada, con sus escaparates a la distancia, gimiendo, tal vez incluso…

— ¡Dime que no estás llorando!— Grito cuando avanzo por la acera. Veo los ojos de Ariel por un momento—veo la curva débil de sus labios, y la rectitud de su columna vertebral, y una gran satisfacción se eleva, aún más alto. La he complacido, la defendí. Ella me ama ahora. Sálvame. ¡Ella tiene que hacerlo!

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—Deberías estar avergonzado de ti mismo— gruño. —Eres una patética excusa de…

Una mano me agarra el codo. Me giro con el puño cerrado, esperando encontrar a uno de los otros chicos que vuelvan por más. En cambio, veo... un fantasma. Mi brazo cae a mi lado y mi cara se afloja. No, no es un fantasma. Él está vivo. Sus dedos son cálidos, sus ojos brillan con ira, y puedo oírle respirar antes de que él me diga—: Retrocede, hombre.

— ¿Benvolio?— suelto, incredulidad apretando mi garganta. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo? Mi primo murió hace cientos de años.

Pero a pesar de las modernas ropas que viste pantalones vaqueros y una camiseta negra, no hay duda es Benvolio, no alguien parecido en el siglo 21. Sé que es mi primo. Yo crecí con este muchacho, pase quince años de mi vida, con él como mi mejor amigo.

Suelta mi brazo con un movimiento cauteloso de su muñeca. — ¿Te conozco?

—Soy yo. Romeo — le susurro—. Benvolio, soy yo.

—Ben— dice—. Sólo... Ben.

—Ben.

—Ben Luna.

No. No, esto no puede... No se trata de...

—Entré a la escuela la semana pasada. — Eche un vistazo por encima de mi hombro. —Tengo un gimnasio con ese tipo. — Me vuelvo a ver a Jasón que se echa a pique en la calle, aprovechando mi distracción para escapar de la paliza.

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Creo que debería estar enojado. Creo que lo debería seguir. Creo que debería asegurarme de Ariel. Pero lo único que puedo hacer: es cambiar mi mirada de nuevo a Benvolio, y ver que sus labios se movían, y luchan contra la ola de pánico surgiendo dentro de mí.

—Entiendo por qué te gustaría golpear su cara, pero ninguno de estos chicos estaban haciendo nada— dice—. Y mi hermano va a estar aquí en unos minutos, para tomar un café conmigo. Es un policía, así que... —él se encoge de hombros—. Pensé que preferirías evitar ser arrestado.

—Sí. Me gustaría. Gracias... Ben.

No es Ben. Es Benvolio. Este es mi primo, no el chico que se enamoró de Julieta. Le falta la sinceridad malhumorada, que me hizo querer apuñalar a Benjamín Luna en el intestino, algunas docenas de veces sólo para darle algo por ser tan condenadamente trágico. Este es Benvolio. Desde el alma, a su piel, y a la forma en que hace en como sostiene las manos en las caderas, de una manera vagamente amenazador.

Pero él parece creer que es Benjamín Luna. ¿Qué significa eso? ¿Qué demonios significa eso? ¿Y dónde está el verdadero Ben?

—No hay problema— dice. — ¿Cuál es tu nombre?

—Dylan.

Sus ojos se estrechan, y veo a mi primo inteligente, que es quien se asoma de repente sospechoso. —Eso no es lo que dijiste la primera vez.

Yo nunca podría engañar a Benvolio. No puedo engañarlo ahora, aunque evidentemente lo he engañado. O alguien le ha engañado. Alguien o algo.

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El Embajador me ha enviado atrás en el tiempo a una realidad diferente. ¿Quizás alguna fuerza sobrenatural ha enviado a Benvolio adelante en el tiempo? Pero ¿por qué? ¿Para qué? Si Benvolio estaban aquí para hacerme daño, él me haría daño. Justo aquí, justo ahora. Benvolio no es nada si no es sencillo y al grano. Así que tal vez no tiene sentido. Tal vez esto no es más que una coincidencia extraña, cósmica.

Fuerzo una sonrisa. —Te confundí con otra persona, un amigo que hacía teatro con el verano pasado. Su papel era Benvolio. Yo era Romeo.

— ¿Sí?— Él sabe que estoy mintiendo. — ¿Qué obra es esa?

—El de Romeo…— le digo, perdiendo la paciencia. — ¿Romeo y Julieta?

Él reconoce mi tono con una ceja levantada. —Nunca he oído hablar de él.

— ¿Nunca has oído hablar de Romeo y Julieta? ¿Vives bajo una roca? —Tengo la sensación de movimiento por el rabillo de mi ojo. Ariel arrastra cautelosamente a mi lado.

Mierda. Yo prácticamente me había olvidado de ella, un error que no puedo pagar, no importa lo alucinante que es tener una conversación con mi primo de seiscientos y tantos años, después de que se haya convertido en polvo.

Sonrío, y envuelvo un brazo alrededor de su cintura.

— ¿Estás bien?— Pregunta.

—Perfecto. ¿Tu?— Asiente con la cabeza y le dispara a Ben una mirada nerviosa. Mi brazo se tensa, atrayéndola más cerca, deseando que no haya duda en Ben / Benvolio, que se dé cuenta de que estamos juntos. El otro Ben Luna, definitivamente tenía algo con las rubias esbeltas—como ésta en particular.

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—Ariel, este es Ben. Ben, Ariel.

—Mucho gusto— dice con una calidez que me dan ganas de aplastar su sonrisa con dientes. Este no es Ben Luna sonriendo, es la sonrisa de Benvolio, el que habría ganado más de algunos corazones, cuando éramos jóvenes si no hubiera sido demasiado honorable para manipular la virtud de una chica.

—Ben me decía que nunca había oído hablar de Romeo y Julieta. — Dejo caer un beso, en la parte superior de la cabeza de Ariel, marcándola como mía.

—Oh. — Ella parece distraída, tensa. Probablemente quería hablar de la pelea, para darme las gracias por defenderla. — ¿Qué es eso? ¿Una banda?

—Una obra de teatro— dice Benvolio. —No te sientas mal. Yo no sabía lo que era tampoco.

No sabía lo que era. Lo que es... sospecha, enfermedad insidiosa, se agita en mi interior y me pregunto... Y entonces me pregunto un poco más.... entonces yo sé que tengo que llegar a una biblioteca. Inmediatamente.

—Lo siento Ben, pero tenemos que irnos. A un negocio en la biblioteca del colegio — le digo, tirando a Ariel hacia el coche.

—Está bien. — Su mirada se mueve entre Ariel y yo, como si tratara de juzgar si es una compañera dispuesta o cautiva. Apenas resisto la tentación de desnudar mis dientes y silbar en contra de él.

En lugar de eso, sonrió y digo—: Ya nos veremos— antes de volverme a Ariel. —Lo siento. Sé que te prometí el café y el desayuno, pero yo…

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—Está bien—. Ella saca su mano de la mía, cruzando los brazos al caminar. —No tengo hambre.

Me detengo frente a su puerta, obligándome a no precipitarme en el coche. Ella parece molesta, y no puedo darme el lujo de perder terreno.

— ¿Por qué? ¿He hecho algo malo?— Cuelgo mi cabeza, tratando de parecer avergonzado correctamente. —Lo siento si te asusté. No pude controlarme. Yo quería que ellos sepan que no pueden hacerte daño.

—No tenía miedo. Yo... me encantó. — Levanta la vista, su mina a lo ancho, ansiosa reúne sus ojos con los míos. —Me encantó ver que te les fuiste encima. Estaba triste, cuando ese otro tipo te detuvo. —Ella traga, y luego añade en un susurro horrorizado—: quería que los hubieras hecho sangrar, sobre todo a Jasón Kim. Mucho.

Parpadeo, sorprendido. Y contento, aunque sé que no debería ser. Se supone que debo estar cambiando a Ariel, lejos de su lado oscuro, no complaciendo su gusto por el derramamiento de sangre. Pero claro, no creía que ella tuviera uno. Ella parece tan buena conmigo. Por lo menos, la mayoría del tiempo. Cuando no está tratando de cometer un asesinato / o suicidio por la conducción de un coche en la carretera o proclamando su odio eterno.

—Está bien. — Señalo hacia sí, tomando su barbilla. —Creo que es normal que te sientas eso por alguien que te haga daño.

— ¿En serio?

Suspiro. —Bueno, tal vez no normal. Pero... lo entiendo.

—Ya lo sé. —Apoya su mejilla en mi pecho, y deja escapar un largo suspiro. —Gracias.

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Mis brazos aprietan. —No me lo agradezcas. Yo... lo siento.

Ella inclina la cabeza hacia atrás. — ¿Por qué?

—No lo sé. Yo... —no puedo mirarla a los ojos. Miro por encima de su cabeza y frunzo el ceño. Ben aún está allí de pie, mirando a nosotros, aunque él finge mirar la calle. Me alejo y alcanzo la puerta del coche. —Vámonos. Hablaremos en el coche. No necesito una audiencia.

—Yo tampoco. Hay algo extraño acerca de ese tipo — susurra mientras se desliza en el coche, poniendo una inesperada sonrisa en mi cara.

Ah, Ariel. Algunos podrían decir que ella tiene mal gusto, pero no puedo dejar de sentirme halagado.

Toma eso, caballero de brillante armadura. Esta señora prefiere el bribón.

Doy mi más repugnante sonrisa a Benvolio, mientras saco el coche y con destino a él libro en que pondré mis temores.

Traducción y Corrección Mayte008

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e aferro con fuerza a la mano de Dylan mientras se apresura por la pasarela hacia el grupo, de cuclillas por los edificios marrones que forman Solvang High. Es otro hermoso día, y la mayor parte

de la escuela no está tomando el sol de la mañana en el césped, o tomando el desayuno o colgando en los bancos que bordean el camino, antes de ir a salón. Todo el mundo parece estar en un estado de ánimo inusualmente alegre, pero las conversaciones en voz alta y estallidos de risa se desvanecen mientras Dylan y yo pasamos corriendo.

Vuelven la cabeza, y las voces de caen en un susurro. La gente obviamente se sorprenden al vernos juntos, el chico malo de la escuela y el monstruo tímido y extraño. Puedo sentir su atención como dedos hurgando en mi piel, dejando atrás los lugares sensibles. Me arriesgo a un vistazo a nuestra audiencia desde detrás de mis trenzas. La mayoría de la gente mira curiosa, o escéptica, o divertida, pero algunas de las chicas sonríen con brillo en sus ojos.

Parecen felices. Por mí. Es una locura. Imposible.

Apenas puedo creer que esto es real, que hace veinte minutos, Dylan golpeó la cara de sus amigos por mí. Que él me defendió y mantuvo su promesa de hacer que todo el mundo sepa que le importo.

M

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Se perturba mi mente, me hace sentir mareada y fuera de centro mientras del se desvía el camino hacia la biblioteca.

Ni en mis más secretas fantasías cursis, románticas, nunca dejé avivar algo como esto.

Inclino mi cabeza hacia abajo ocultando una sonrisa que no puedo controlar. Esto es una locura. Este es un cuento de hadas. Esta es mi vida. Tengo el conocimiento hermético dentro de mí, dejando que arda hasta que siento que mi corazón se está incendiando. Pero en el buen sentido. No puedo imaginar estar fría, sola o asustada otra vez.

No mientras la mano de Dylan este en la mía y seamos nosotros.

Somos nosotros. Yo no creo que haya ninguna duda sobre eso después de lo que acaba de suceder, pero también podríamos hacerlo oficial.

—Entonces— le susurro mientras Dylan entra a la biblioteca y se detiene a analizar los estantes—. Creo que somos... ¨ ¿novio—novia?¨ ¿Citas? tal vez sólo ¨ ¿Juntos?¨

Dylan hace un sonido vago entre dientes mientras cruza a la sección de drama. Mi sonrisa se cuaja. Ha estado tan distraído desde que salimos del molino de viento. Él dijo que él se olvidó una tarea y tenía que llegar a la biblioteca antes de la clase, pero es difícil creer que la tarea haya inspirado tanta urgencia.

Anteriormente actuó como si no le importa nada que dijera desde nuestra asignación de inglés, y nunca ha sido lo que cualquiera llamaría un estudiante diligente.

Como si sintiera mi preocupación, él se acerca y le da a mi trenza un suave tirón.

—Sólo será un segundo.

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Él deja caer su mochila en el suelo y pasa una mano sobre el lomo de los enlaces de la biblioteca gastados, hasta que llega a un libro especialmente grande que arranca con un gruñido.

No tengo tiempo para ver que ha elegido las obras completas de Shakespeare, antes de que mueva de un tirón el libro abierto a la tabla de contenido. Rastreando con su dedo abajo a una columna de obras de teatro y luego en el otro, deteniéndose en el último título de la lista. Su cara se cae y sé que algo terrible ha sucedido. No puedo imaginar qué. Toco su espalda, pero él se estremece y me dispara una extraña mirada, como si no estuviera seguro de quién soy.

Dejo caer mi mochila al lado de la suya. — ¿Estás bien?

Se mueve de un tirón a través de las páginas, moviéndolas tan rápido, que se rompen. —Esto es imposible. Tiene que haber un error.

— ¿Qué es? ¿Qué tiene de malo?

—Obras completas, mi culo. —Él cierra el libro y lo empuja de nuevo en el estante. — ¿Estás segura de que nunca has oído hablar de Romeo y Julieta? ¿La obra de Shakespeare? ¿La historia de amor más trágica jamás contada?

Me muerdo el labio. —Me encanta Shakespeare, pero no he leído todas las obras. Podría habérmelo perdido…

—No. No podrías haberte perdido a Romeo y Julieta. Se han hecho decenas de películas y libros, y musicales inspiradas por…— se interrumpe y se vuelve hacia mí, señalando con el dedo a mi pecho, con una sonrisa un poco maníaca en su rostro. — ¡West Side Story! Has oído hablar de eso. Está basada en Romeo y Julieta. El personaje de Tony es Romeo y María es Julieta.

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Su tono optimista se convierte en un toque impaciente. —Recuerdas. 'María'. Es la canción que me pediste que cantara la noche que nos conocimos.

—Nos conocimos en el primer grado.

Las palabras son verdaderas, pero se sienten como una mentira. Puede que haya conocido a Dylan casi toda mi vida, pero sólo he conocido a este Dylan un par de días. Tal vez por eso no estoy totalmente asustada, cuando él toma mi mano entre las suyas y me susurra—: Los dos sabemos que no es verdad. Tú me conoces, Ariel, y tú sabes que yo no soy él.

No tengo ni idea de qué decir a eso. Lo único que me viene a la mente es "Tristán e Isolda".

— ¿Qué?

—Tristán e Isolda. Esa es la leyenda en la que se basa West Side Story.

La última insinuación de esperanza drena de su rostro, hasta que está tan pálido que parece enfermo. —Tristán e Isolda. ¿La historia irlandesa, sobre el caballero?

Asiento con la cabeza. —El caballero que está tomando a la princesa Isolda, del hogar de su rey. Se supone que se casara con el rey, pero ella y Tristán beben una poción de amor en el camino de regreso y se enamoran para siempre. Fue entonces cuando Tristán, Tony en el musical, canta la canción de María.

Su mano cae a su lado, y mis dedos se deslizan a través de él. La pérdida de contacto me sacude, pero a pesar de mis nervios me acerco a él, de la misma manera que vino a mí, cuando estaba molesta después de la pelea. No voy a dejar que el miedo me lo impida. Él me quiere. Él me necesita, puedo sentirlo.

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Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, atrayéndolo cerca. En un primer momento en que se queda tieso, y mi miedo amenaza con convertirse en terror.

¿Qué pasa si me equivoco? ¿Y si esto sigue siendo sólo una broma enorme?

Estoy tan acostumbrada a esperar lo peor, que es casi imposible relajarme y creer. La esperanza es peligrosa, un agujero en la armadura de mi alma. Puedo sentir el pulso en un lugar vulnerable y dolor, rogándome que me calle antes de que sea demasiado tarde. Pero luego, poco a poco, los brazos de Dylan vienen alrededor de mi cintura.

Deja caer la cabeza en la curva de mi cuello y exhala su aliento cálido en mi piel. Siento su alivio. Es mi alivio también. Mis brazos vibran con él.

—Ariel— suspira—. Estoy en problemas, creo.

— ¿Por qué?

—Yo... no estoy seguro de que exista— murmura en mi pelo—. O si lo hiciera, las cosas no suceden como lo hacían antes. No sé lo que significa.

Yo le tiro más cerca. Suena loco, pero entonces, yo sé lo que se siente al ser tildado de loco sin mi historia está escuchando.

¿Qué podría decir? ¿Su hermano gemelo sigue vivo? ¿Ha entrado de alguna manera en lugar de Dylan y se ha apoderado de su vida? Parecen cosas de las telenovelas, pero no se puede negar, que el Dylan que tengo en mis brazos es muy, muy diferente al que yo conocía hasta las nueve el martes por la noche.

—No entiendo— le digo—. Pero quiero. Me puedes decir... lo que sea.

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—Realmente no me vas a creer ahora— dice—. Nunca has oído la historia. Puede que no haya una historia.

—Me dijiste que las cosas que escucho, los gritos podrían ser causados por arte de magia, y todavía estaba en el coche contigo esta mañana. Y estoy aquí contigo ahora, y yo... — lamo mis labios, pero me encuentro con que todavía tengo miedo de decirlo en voz alta lo mucho que me importa, no importa qué tan real sea la emoción que estoy empezando a sentir.

—Quiero ayudarte. Sólo... pruébame. Creo que es obvio que no soy tu media escéptica.

Me mira por un largo rato, dejando caer sus defensas hasta que estoy mirando directamente a su alma. Por último. En este lugar, las paredes están abajo. Estoy a punto de descubrir la verdad.

—Érase una vez, en la ciudad de Verona; Italia, hace mucho tiempo, mucho tiempo, había un chico llamado Romeo— él dice, la captura de su voz, me dice que esto no es un cuento de hadas. Esta es una historia más, que las lágrimas en él van a salir. —Tenía dieciséis años y estaba muy enfadado con su padre, con el mundo y con Dios, aunque había crecido temiendo demasiado a la Iglesia, temía confesarlo, incluso a sí mismo.

—Era de una familia acomodada y tenía más que su parte justa de tiempo libre para dedicar a la vivienda de su ira. Y cuando Romeo no estaba enojado, estaba desconsolado. Se imaginaba a sí mismo como un trágico amante—. Él se ríe mientras escanea la fila en la que dejó de lado las obras completas de Shakespeare.

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—Se enamoró por lo menos, una vez a la quincena y siempre terminaba con desesperación. Ninguna muchacha era siempre tan perfecta como él se imaginaba, hasta que una chica lo capturo por completo. Ella era de una familia muy estricta.

— ¿Cuál era su nombre? — le pregunto, más curiosa de lo que probablemente debería estar.

—Rosaline— dice—. Ella y Romeo se llevaban muy bien. Hablaban durante horas y daban largos paseos en el país, acompañados de su niñera, un gigante con una pierna infectada que respiraba con dificultad y olía a vinagre e incluso asesinaba la idea del romance. — Su nariz se arruga, pero la sonrisa en su rostro se desvanece rápidamente. —Un día, Romeo convenció a Rosaline, de encontrarse detrás de los establos de su padre. Pero en lugar de los besos calientes que el muchacho estaba esperando, Rosaline le dijo que se había comprometido a permanecer casta y tenía la intención de dedicar su vida a la Iglesia. Ella le pidió al muchacho que no recurriera a ella nunca más, y le negó incluso un solo beso.

—Entonces— le digo, sintiendo que la historia no ha terminado—. ¿Qué hizo el muchacho?

—Salió con su primo Benvolio y se puso muy borracho, se estrelló contra el partido del enemigo jurado de su padre. Era un baile de disfraces, y fácil de ocultar a la vista. Él y su primo, bebieron vino de su enemigo, se comieron su comida y bailaron con sus mujeres. Y entonces, el reloj marcaba las diez y una chica de belleza inimaginable apareció en la escalera, y Romeo se enamoró de nuevo. Sólo así. La chica era... el sol, y ella lo dejó ciego.

Él miraba fijamente a la distancia, como si estuviera viendo a la chica y en la búsqueda de la belleza tan dolorosa como siempre.

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Algo dentro de mí, la parte infantil que piensa en hadas y unicornios y todo tipo de cosas mágicas puedan ser reales, si creyéramos en ellas, como la forma en que creo en bombas y en Internet, sabe que esta historia es verdad. La verdad de Dylan. O... la verdad de alguien.

Tal vez la verdad de un chico llamado Romeo.

—Se llamaba Julieta— dice—. Ella era la hija del enemigo de Romeo, pero no importaba. Estar con ella era mágico. Ella era tan buena y apasionada, dulce y cariñosa de una manera que nadie lo había sido. Debería haber sido feliz. — Ahora las palabras venían en ráfagas, forzadas a salir. —Pero no lo era, y él cometió el mayor error de su vida. Él la había traicionado. Sus intenciones eran buenas, por lo menos se convenció de que lo eran, pero él era un cobarde y... —él suelta el aliento, pero sólo parece tenerlo más molesto. — Él estaba maldito, destinado a vagar por el mundo para la eternidad haciendo cosas terribles. No había amor en él, y él estaba seguro, de que nunca lo habría. Y Julieta... murió. Y fue su culpa.

—Lo siento mucho.

—Yo no merezco tu compasión— dice, su voz se quiebra.

—No me importa. —Estoy de pie de puntillas para darle un beso en los labios tristes.

Por un segundo está dudando todavía, pero luego me besa, profundo y desesperadamente, como si mi boca contuviera el oxígeno que no podía encontrar en el aire. Sus brazos se envuelven apretados a mí alrededor y me aprietan, y puedo sentir el eco de su latido en mi pecho. Él me besa hasta que mis labios están amoratados y mi cabeza gira, mi pulso se acelera y me empiezo a sentir... peligrosamente cerca.

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Sería tan fácil deslizarme fuera de mi piel y filtrarme en la suya. Podría perderme en él, pasar por la puerta que se mantiene abierta y nunca encontrar el camino de vuelta. Yo podría…

— ¿Dylan? ¿Ariel? — Mrs. Lorado suena más sorprendida que escandalizada, pero su interrupción todavía tiene el mismo efecto.

Dylan y yo saltamos aparte respirando profundamente, con las manos temblando.

Me dirijo a la Sra. Lorado, pero es difícil concentrarme en su rostro lechoso, con sus labios fruncidos. Todo lo que veo es una falta de definición blanca delante de mí, y una explosión de color por debajo de su cuello. Ella es famosa por vestir suéteres incómodos, con personajes de dibujos animados, o de cachorros de ojos saltones, o Santa Claus y sus renos, meses después de que Navidad ha terminado.

Cuando la vi por primera vez, pensé que los suéteres eran una señal de que era adorablemente peculiar, como mi maestra de sexto grado, quien entregaba tarjetas de cumpleaños todos los viernes.

Pero la señora Lorado no es adorable, y no se da cuenta que es peculiar, y me da la sensación de que ella odia los besos en la biblioteca, tanto como odia las bebidas y la comida, y hablar en susurros.

—Esto es inaceptable— dice cuando los segundos se estiran en una palabra mía o de Dylan. — ¿Qué tienen que decir de ustedes mismos?

— ¿Lo siento? —creo que debo añadir algo más, pero no se me ocurre qué. Todo lo que puedo pensar es en la historia de Dylan, sobre Romeo y Julieta, y las posibilidades mágicas e inimaginables, que sin embargo se pueden imaginar. Con bastante facilidad.

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—Lo siento no es suficiente, Ariel. Es este tipo de cosas las que llevan a que la biblioteca se cierre hasta que el bibliotecario esté aquí para abrir— dice preparándose al modo de conferencia completa. —Y ustedes saben que no están permitidas las demostraciones públicas de afecto en cualquier lugar en el campus. Está en el manual. Dos veces.

— ¿Alguien realmente lee el manual? — pregunta Dylan.

—No sea insolente, Sr. Stroud—. Mrs. Lorado se cruza de brazos, haciendo que los ojos del gato persa en su suéter, se estrechen amenazadoramente. —Consideren esto su advertencia. La próxima vez que les pille haciendo otra cosa que no sea leer en la biblioteca, se marcharan directamente a la oficina del director. Ahora vayan al salón de clases.

Dylan y yo murmuramos —lo siento— unas cuantas veces más, cogimos las mochilas, y nos apresuramos hacia la puerta de la biblioteca cuando la primera campanada suena. Salimos a la luz del sol, pero no se siente tan caliente como lo hacía, y la nube feliz que me lleva a lo largo de la ruta de acceso ha impresionado. Me dirijo hacia mi casillero, pero no puedo reunir el paseo de velocidad que se requiere, si voy a ir allí y de regreso a

Construcción Cuatro antes de la segunda campana. Este mundo no parece tan urgente, no con la historia de Dylan que persiste en mi mente, tan grande y sin terminar.

—Esa fue una historia real— digo sin aliento, aunque apenas he alcanzado la velocidad de paseo. — ¿No?

—Es mi historia. Sé que suena loco, pero…

— ¿Es así como aprendiste sobre la magia? — pregunto, haciéndole saber que no va a perder su tiempo con hablar, de cómo las cosas locas también pueden ser verdad.

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Conozco la locura. Y lo verdadero. Y reconozco una verdad loca, cuando la oigo. — ¿Estabas realmente maldito?

—Lo estaba. Un hombre me engañó para que firmara por mi alma, y me pasé cientos de años atrapado en mi propio infierno. —Hago un sonido, pero él me interrumpe. —No lo hagas. Quise decir lo que dije. Yo no merezco piedad. Yo era... muy egoísta. Y un cobarde.

Tomo su mano. Un par de chicas corren por nuestra izquierda, pero su prisa no nos infecta. En todo caso, andamos más despacio.

—Tú no eres esa persona ahora.

—No lo sé. Tal vez lo soy. —Él se detiene y se vuelve hacia mí. —Pero realmente me preocupo por ti, probablemente más de lo que me he preocupado por nadie ya que…

—Julieta— término, sorprendida de que no estoy celosa. Ni siquiera un poco. Estoy... mareada. Él no ha dicho que me ama, pero podría hacerlo también.

—Sí. Desde Julieta.

—Así que tú eres... Romeo—. Él asiente con la cabeza. — ¿Pero cómo? ¿Y por qué? ¿Y... Shakespeare?

—Lo conocí.

— ¿Conocías a Shakespeare? Ese Shakespeare—. Mi dios. Es antiguo. Su historia me hizo pensar que podría ser, pero... Shakespeare. Es atormentador pensar acerca de lo viejo que es.

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—Le dije una versión de la historia que te conté, y él la convirtió en una obra de teatro. Había oído la leyenda antes, simplemente llamé su atención hacia su potencial dramático. — Se detiene frente a un aula a oscuras, una de las

Salas de Recursos, que no se utilizan hasta más tarde en el día. —Te dije lo más fácil. El resto es una historia más larga. — Él mira por el camino antes de llegar a la puerta.

Una voz susurra en mi cabeza que no puedo quedarme aquí con él, mi mamá no va a estar contenta si recibe una llamada porque falté a clase, pero no hago caso de la voz y dejo que me tire en la habitación en penumbra. Voy a llegar a casa antes de mamá y borrar la grabación.

Incluso si no lo hago, ¿a quién le importa? Hay magia en el mundo.

Hay chicos malditos y secretos peligrosos y tal vez respuestas y esperanzas, y los finales felices. Por lo que sé, podría haber unicornios y hadas también, y no hay manera que voy a dejar que la vida real meta su nariz fea, cubierta de verrugas en este momento.

Traducido por Jesica

Corregido por Mayte008

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an pronto como el pestillo se cierra detrás de nosotros, Romeo abre el camino a una esquina oscura que no puede ser visto desde la ventana rectangular en la puerta.

Se instala con las piernas cruzadas en la alfombra azul . Me siento junto a él, sintiéndome como una niña otra vez. Es como el círculo del tiempo, cuando volveríamos a ir por ahí y compartir lo que habíamos traído para mostrar y contar, pero mil veces más emocionante, sin nada de la terrible presión de tener que hablar cuando llegue mi turno.

Él se acerca y toma mis manos. —Esta no es una historia feliz— advierte, mirando hacia abajo a los lugares en los que estamos vinculados. —Yo sabía que me unía a un grupo oscuro de personas. Como ya he dicho, yo no era el mejor chico. Yo estaba enojado y era egoísta, y pensé que había un montón de gente en el mundo que merecían sufrir.

Pienso sobre Jasón y el verdadero Dylan y todos los demás chicos que hicieron la apuesta. Pienso en Hannah y las chicas que me han evitado como si mis cicatrices fueran una plaga que contagiosa, y me encogí de hombros.

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—Estabas en lo cierto.

Niega con la cabeza. —Nadie se merece lo que hacen estas personas. Son absolutamente malas. No tenía ni idea de lo malo que era, hasta que prometí mi lealtad a ellos. Tan pronto como lo hice, supe que había cometido un terrible error, pero ya era demasiado tarde. No había forma de salir. La forma en que obligan a sus adeptos a vivir... —el trata de sacar sus manos de las mías. Yo lo sostengo apretado, deseando que sepa que estoy con él.

—Yo vivía en el interior de los muertos.

— ¿Qué quieres decir?

—Mi alma entraba en el cuerpo de mi elección, con la magia de las personas que sirvo, lo hacían parecer real. Pero aun así era un cuerpo muerto. Todavía se sentía... —él mira hacia arriba. Trato de mantener pensamientos de zombies y monstruos de películas de terror fuera de mi cara. Me las arreglo, pero entonces otro relampagueo de miedo a través de mi mente.

— ¿Está Dylan muerto?— Pregunto—. Es por eso que…

—No. Su cuerpo está vivo, y su alma está descansando en otro lugar. Este cambio es diferente. Esta es mi primera vez en la vida, sintiendo la forma en cientos de años. Antes de la noche del martes, no pude probar ni tocar ni oler. E hice cosas terribles. Cosas indecibles, pero... yo puedo hablar de ello. Si quieres que lo haga.

Quiero decirle que está bien y no es necesario que lo escuche. Que quién es él ahora, es todo lo que importa. Pero yo sé que no es tan fácil, y realmente no quiero que lo sea.

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— ¿Cuán terrible eras?

—Yo era un monstruo. — Él pone las palabras como a un veredicto. Embotado. Ineludible. Lo que quiere decir: asesinatos y cosas peores que la muerte, que yo no quiero ni pensar, pero por alguna razón eso no cambia lo que siento.

—Pero tú lo tomarías todo de nuevo si pudieras— digo—. Eres diferente ahora.

Él asiente con la cabeza, inundaciones de alivio a los ojos. —Yo soy diferente. Te lo juro.

— ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué estás aquí? No estás aquí para hacerme algo terrible a mí, ¿verdad?

Duda un segundo demasiado largo. —No.

— ¿Estás seguro?— Me siento como que tengo que preguntar, pero todavía no estoy asustada. No de él. Estoy siendo perseguida por la sensación, de que Dylan y yo…Romeo y yo—vamos a terminar mal, pero ya no creo que sea por nada de lo que voy a hacer.

—Yo no tenía la intención de hacerte daño. Hace poco tiempo, hice algo ligeramente noble, que llamó la atención de una magia diferente. Magia buena. —Él arruga la nariz. — O mejor magia, por lo menos. Me dieron la oportunidad de... — suspira—. Esto es difícil.

—No he huido todavía.

—Yo... has oído el cuento de La Sirenita.

Asiento con la cabeza, no me sorprendió el brusco cambio de rumbo. En este punto, no estoy segura de cualquier cosa que diga podría sorprenderme.

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—Sí. Tengo el mismo nombre que el personaje en la versión de Disney. Pero mi mamá me nombro así por el arcángel.

—El ángel de la ira y de la creación. Se adapta a ti. —Él hace una impresión decente de su sonrisa divertida. —Entonces sabes que la sirena cambió su voz por las piernas, y fue incapaz de decir por qué el príncipe es arrastrado hasta las costas de su reino, o lo que se requiere para poder quedarse.

—Así que... ¿estás diciendo que no puedes decirme por qué estás aquí?— Él asiente con la cabeza—. Y tú no puedes decirme lo que necesitas de mí para quedarte. — Él asiente con la cabeza otra vez, haciendo que mi vientre vacío queme. —Pero necesitas algo. Y tú... quieres quedarte.

—Daría cualquier cosa para que me quedara— dice—. Pero la jugada me preocupa.

— ¿Qué hace el juego?

—Nunca he vivido en un mundo, donde no existía Romeo y Julieta. No sé lo que significa. La obra se ha ido. ¿Eso significa que simplemente nunca hable con Shakespeare en esta realidad, o es algo más?

Mi mente chisporrotea, hipo durante la última pieza de su rompecabezas que ha sacudido a cabo tan a la ligera.

— ¿Quieres decir que hay otras realidades...?— Las células de mi cerebro se alejan, se extendió como la expansión del universo, dejándome tambaleante y menos sólida en mi interior. — ¿Cómo... cosas que suceden al mismo tiempo, pero en diferentes espacios? ...— no estoy segura de que he sentido, pero él parece entender.

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—Las hay— dice, lo que confirma la existencia de algo que me resulta difícil de creer, que la historia de la maldición o de otra alma viviente en el cuerpo de Dylan. Pero la magia siempre me ha parecido más real para mí, que la ciencia. Sólo de pensar en cómo nuestros cuerpos están compuestos de partículas diminutas, carreras con su propia vida interna, es suficiente para darme un mal caso de los pelos de punta, si insisto en ello demasiado.

—Sólo he pasado por dos— continúa—. Pero me han asegurado que hay más, el mundo se ramifica en versiones paralelas de sí mismo, cuando las personas toman decisiones que alteran el curso del futuro.

—Eso es... salvaje. — Las mismas personas. Negocios diferentes. Esto me hace preguntarme... ¿Qué pasa si hay una razón para que tu historia no sea tan imposible de creer como debe ser? ¿Qué pasaría si... — tenemos...? ¿Te he visto antes? ¿En otra realidad?

Sus ojos se encuentran con los míos y me siento luchando, pero no sé si es porque las cosas, que está prohibido decir o de su propia renuencia a responder a la pregunta.

—Sí— dice, haciendo que mi corazón se detuviera. —Y no. —Vuelve a latir de nuevo, con un brusco golpe. —Yo te vi, pero nunca hablamos. Estaba en ese mundo en una misión para los magos oscuros, a los que pertenecía desde hace más de setecientos años.

—Pero tú eres libre.

—Estoy disfrutando de un respiro— dice. —Pero puedo haber sido engañado. La mujer que me prestó el poder para tomar prestado el cuerpo de Dylan... no confío en ella.

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— ¿Es una bruja?

—Más bien como una bruja— dice, con una sonrisa irónica levantando un lado de la boca.

—Una bruja. — Sé que significa mucho más que su capacidad de hacer

magia. —Al igual que la bruja del mar de La Sirenita. — Suena tonto cuando lo digo en voz alta.

En este cuarto oscuro, encorvados juntos en la alfombra, se siente como si estuviéramos jugando a un complicado juego de ficción. Pero esto no es fingir. Esta es la vida de Romeo, y tal vez su muerte si lo estoy entendiendo

correctamente. En la historia original de La Sirenita, se volvió a la espuma del mar, porque el príncipe no tenía la sensación de amarla.

Creo que me gusta Romeo, pero es muy difícil saber a ciencia cierta. Nunca había sentido nada parecido a lo que me hace sentir, esta mezcla abrumadora de terror y de alegría, felicidad y aprensión.

Y hay otra cosa que me molesta. Mucho.

—Has dicho que el alma de Dylan está en otro lugar, y que estás pidiendo prestado su cuerpo. —Suspira, y sé que la respuesta a mi pregunta antes de que me pregunte. —Él va a volver. ¿No es así?

—Sí.

Oh dios. Dylan. ¿No es el Dylan que me ama, o se pone de pie para mí, o me besa como si yo fuera la heroína en una vieja película de 1980. Es otro Dylan. El que tomó apuestas sobre si, con él que me iba a ir a dormir con él y cree que soy una perdedora—freak para burlarse.

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—Lo siento. — Da un ligero tirón Romeo al final de mi trenza. — ¿Me odias?

Miro hacia arriba. — ¿Por qué odiarte?

—No tenemos mucho tiempo. Tal vez hubiera sido mejor... —sus ojos escudriñan mi cara, como si quisiera memorizar cada parte. —Yo no quiero que pienses que te estoy utilizando. Estoy aquí porque me importas, pero tal vez habría sido mejor si te hubiera dejado sola.

—No. — Las palabras me dan fortaleza con sorpresa. — ¿Cuánto tiempo tenemos? ¿Para averiguar qué hacer?

Romeo saca la mano de los labios y susurra contra mi piel —si la bruja guarda su palabra, hasta el viernes a la medianoche. Tres días a partir de cuando llegué en el cuerpo de Dylan.

Tres días. Eso significa que podría terminar todo mañana por la noche. Si no encontrara la manera de ayudarle, entonces... ¿qué pasa después? No sé. Pero puedo adivinar que va a ser malo. Desgarradoramente malo.

El pensamiento apenas pasó por mi mente, antes de que yo llegara a él. No puedo hablar. No puedo pensar en él muriendo o algo peor. No puedo pensar en estar sola sin él. Lo necesito cerca, mientras él todavía tiene un cuerpo que mostrar cómo se siente.

Él viene a mí, moviéndose sobre mí, mientras me tumba en la alfombra. Sus manos acunan mi cara y sus labios se encuentran con los míos, y me besa con todo el dolor y el amor y la desesperación que yo estoy sintiendo. Mi corazón está tan lleno, que siento que podría explotar, pero las partículas dentro de mí se siguen propagando, extendiendo la mano, en la búsqueda de un espacio que no estaba allí antes.

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Encontrando la esperanza que se siente más como una mirilla a otro mundo, que una grieta en mi armadura.

—Lo voy a averiguar— le susurro—. Voy a encontrar una manera. No voy a dejarte ir.

—Sólo prométeme una cosa.— Sus dedos cepillan mi mejilla, hasta que el toque es lo suficientemente pequeño como para que mi corazón se acelere más rápido. —Prométeme que nunca vas a olvidar lo que sientes.

—Te lo prometo. — Sería imposible de olvidar. Si se ha ido mañana por la noche, voy a pasar el resto de mi vida repitiendo cada segundo con él, esta persona que me encaja perfectamente más de lo que imaginaba posible.

—Y quiero... si no podemos estar juntos, quiero que encuentres a alguien más. Deja que otra persona te amé tanto como me gustaría poder hacerlo.

Amor.

Él lo dijo. O por lo menos eso dijo que él deseaba poderme amar, que es prácticamente la misma cosa. ¿No es así? No sé. Sólo sé que —no quiero a nadie más.

Lagrimas suben a mis ojos, una inundación de escozor, que me niego a liberar.

—Y nadie me quiere. No soy nadie.

—Tú no eres nadie— dice—. No eres para mí.

Y entonces él me besa de nuevo, y le beso de vuelta, y me mantengo besándolo.

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Aun cuando suene la campana, señalando el final en el aula, fuera de la sala se llena con los sonidos de la gente hablando y riendo, dando portazos a las taquillas.

Todo eso es distante e irreal, de otro mundo. He entrado en mi propia realidad alternativa, una en la que soy valiente y no tengo miedo de luchar por lo que quiero.

Misión casi cumplida. Debería estar contento.

Ariel está tan cerca de amarme. Lo puedo sentir en la forma en que sus labios se movían contra los míos, en las manos ansiosas que tiran para cerrarla. Casi he ganado su corazón y preparó el camino para mi partida.

Cuando Dylan vuelva a este cuerpo, no va a estar sorprendida o herida.

Ella será capaz de aferrarse a la memoria de nuestro tiempo juntos y superar las consecuencias. Incluso he plantado la semilla para un futuro lleno de amor, con mi solicitud noble de encontrar a alguien más, si no soy capaz de quedarme.

A pesar de la extraña ausencia de Romeo y Julieta en este mundo, yo sé que debería estar felicitándome a mí mismo.

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Dar a mí mismo un trastorno mental, los cinco en alto y un golpe de puño explotando y lanzando fuera, la preocupación que se ha sentido como si fuera a comerlo vivo.

Ariel es una cosa segura. Yo nunca tendré que volver a mi cadáver podrido.

Voy a ser un Embajador. El mundo se salva, al menos por el momento y los

Embajadores y Mercenarios, seguirán al a cabo para el control de la realidad, sin embargo hay un tiempo, por mucho que se les permita. Es exactamente lo que yo esperaba, y ¿si tuviera que pintar la verdad para ganar Ariel a la luz, a quién le importa? Es lo mejor para todos, si ella nunca se entera de su capacidad para el mal.

Entonces, ¿por qué su toque me llena de dolor? ¿Por qué son los labios lo más

agridulce que he probado en mi vida?

Porque ella es una mujer muerta. No. Una joven muerta, y tú lo sabes, cobarde sin valor, sin fe. Es cierto. Pero he sabido desde el principio, que a lo que me enviaron aquí a hacer, sería poner la vida de Ariel en riesgo. En

un principio, la promesa del Embajador de —cuidar de ella— era suficiente para establecer mi culpabilidad a un lado. Pero de repente, no lo es. No tanto.

Mira la forma en que el Embajador —se encargó de— Julieta. A ella la esclavizó en la ignorancia durante siglos, y luego la abandonó para ser asesinada por los Mercenarios.

¿Cómo puedo arriesgarme a dejar a Ariel a un destino así? ¿Cómo se puede justificar lo que he hecho, no importa lo bueno que saldrá de esto?

No sé. Todo lo que sé es que aquí en sus brazos, con sus huesos descansando en los míos y su acelerado pulso bajo mis labios, no puedo imaginar nada peor que una realidad sin Ariel en ella.

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Entonces haz algo. Toma medidas, antes de mañana por la noche.

Lo haré. Debo hacerlo. Por lo menos, puedo advertir a Ariel más

específicamente, asegurarme de que está preparada para el mal Mercenario, tanto como un ser humano puede estar.

Tal conocimiento puede salvarla. Y si no...

Entonces voy a hacer lo que tengo que hacer. Al igual que el Embajador dijo:

Yo no soy uno de ellos todavía. Todavía puedo mentir y engañar y matar para conseguir lo que quiero, y lo que quiero es a Ariel viva.

Traducido por Dracanea

Corregido Mayte008

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u voz sigue siendo hermosa, aún más bella, aunque no habría pensado que fuera posible hace unos días, pero no es Dylan. Es más alto, más dulce y tan puro, que hace que mis huesos cosquilleen, y el vello de

mis brazos se erice. Escuchar a Romeo cantar es una experiencia de cuerpo completo. Lo sería incluso si no hubiera pasado el día soñando acerca de cómo quiero pasar, lo que pido no sea nuestra última noche entera juntos.

Mis dedos se doblan en mis zapatos y mis manos tiemblan mientras cargo mis herramientas para pintar en el carro, voy a rodar de nuevo a la sala de arte mañana por la mañana. Casi no puedo esperar a que baje del escenario, tome mi mano, y corra conmigo hasta encontrar algún lugar donde podamos estar solos. Juntos.

Juntos, juntos. Yo y Romeo. Esta noche.

Sólo pensar en ello es suficiente para hacerme dar vueltas en círculos vertiginosos. No puedo decidir si estoy más aterrada o emocionada, pero todo lo que sé, acerca de maldiciones en los cuentos de hadas, esto apunta como una posible solución.

S

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En los cuentos, el amor es siempre la respuesta. El amor rompe el hechizo y convierte a la rana en un príncipe, la bestia en un hombre, y se habría mantenido la Sirenita en tierra con las piernas, si el hombre de sus sueños, si el príncipe idiota, no se hubiera enamorado de otra persona.

Romeo y yo hemos compartido sin duda un beso de amor verdadero, lo compartimos en el primer período de hecho, y conseguimos ser gritados por el Sr. Stark por llegar tarde a inglés, pero todavía no he dicho las palabras.

No puedo. Todavía no.

Hay una parte de mí que se niega a creer que esto es real, una voz interior sarcástica, que insiste finalmente en que me he ido por las paredes. Pero sé cómo silenciar esa voz. Esta noche, cuando Romeo este tan cerca de mí como ninguna otra persona ha estado, cuando lo mire a los ojos y vea directamente en su alma, sabré que no hay razón para retenerlo.

Le diré entonces. Que yo... lo amo. Porque lo hago, realmente creo que lo hago.

Estar con Romeo me hace sentir más viva de lo que me he sentido en toda mi vida. Antes de que me encontrara con él, era como si mi piel estuviera completamente compuesta de cicatrices, una concha entumecida con miedo de dar placer a una oportunidad. Pero ahora mi piel está despierta y salvaje, y tan decidida como el resto de mí.

Levanto mis ojos, lo encuentro de pie el centro del escenario, al mando de la atención de la sala. Su última nota flota en el aire, llenando la cafetería, en la captura y celebración de todos los oyentes cautivos.

El resto del coro permanece inmóvil en la base de la etapa, las damas de la cafetería han dejado su limpieza después de la escuela en los cuartos traseros, y los profesores y estudiantes del comité de trabajo de decoración para el baile se congelan, son las flores de tejido y chismes olvidados.

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En el silencio, después la música se desvanece, estamos tan tranquilos como los residentes de un cementerio por un momento, sin aliento antes de la primera persona y a continuación otra, suspire con alivio. Es horrible que todo ha terminado, pero de una manera que nos alegramos. Puede ser doloroso escuchar algo tan perfecto durante mucho tiempo.

El silencio da paso a un entusiasta aplauso y un —whuau, whuau— de alguien en el coro, pero Romeo no se da cuenta de los efectos que ha tenido, o no le importa. Simplemente desliza el micrófono de nuevo en el candelero, mira a la señora Mullens, que le da un tembloroso dedo pulgar hacia arriba, y toma su chaqueta del suelo del escenario. Se apresura por las escaleras, cuando yo meto el último cepillo limpio en el carro.

—Hey. — Su voz es la misma maravilla que me ha hecho sentir como si estuviera flotando a pocos metros del suelo durante todo el día.

—Hey—. Sonrío.

— ¿Estás lista?— Él extiende su mano.

—Completamente. —Entrelazo mis dedos con los de él y le dejo mostrarme la manera de salir de la cafetería, sintiéndome más segura de mi decisión a cada paso. Su mano se siente tan bien en la mía.

Sé que todo lo demás se sentirá igual de bien. Perfecto. Tan mágico como el propio Romeo.

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al vez deberíamos esperar antes de ir de compras. ¿Seguro de que incluso quieres ir al baile? — Me pregunta Ariel. Ella vacila a mi lado mientras cruzamos el estacionamiento, tan decididamente anti—

emocionada por nuestra misión, como estaba hace diez minutos cuando apunté el coche hacia la tienda Goodwill por la carretera 101. —No tenemos que ir, ya sabes. Yo no…

—Claro que sí— le digo. —Los bailes son divertidos.

—No, no lo son— dice ella inexpresiva, la planitud en su tono me hace reír.

Le agarro la mano y la paso a través de mi brazo. — ¿Has estado alguna vez en un baile?

—No.

—Allí ves. No sabes si son divertidos. — Me paré en frente de la tienda y giré hacia ella, una sonrisa vacila en la mirada de sus ojos. Es la misma mirada que tenía todo el tiempo que está pintando, la que no deja ninguna duda de lo que está pensando. Y sabiendo que ella está pensando, hace que sea imposible para mí dejar de pensar en eso. Acerca de sus largos dedos en los botones de mi camisa, mis manos tirando la blusa por encima de su cabeza, sus labios en los míos, mientras comienzo a trabajar en los tirantes y desabrochar…

—Así que. Sí. — Me aclaro la garganta y escaneo el estacionamiento, fingiendo que estoy comprobando donde aparqué el coche mientras me repongo.

Ayer mismo estaba decidido a disfrutar de mí mismo con Ariel, si se presentaba la oportunidad, pero ahora es diferente.

T

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No importa lo mucho que quiero estar con ella, se siente que no es correcto. Me iré mañana por la noche. Esa es la verdad, no importa las falsas esperanzas que me he permitido, ella se aferrara en nombre de hacer que nuestro corto tiempo juntos sea feliz.

Y cuando Dylan vuelva, no quiero que esté en posesión de alguno de los tipos de recuerdos. Yo no quiero que tenga municiones, que podía utilizar

para lastimar a Ariel. Aún más importante, no quiero compartirla. No quiero que otro niño, incluso uno—cuyo cuerpo estoy usando para mis propios fines, conozca a Ariel de esa manera. Estoy seguro de que eventualmente va a pasar con ella con el tiempo, cuando nuestros días juntos sean una memoria débil, surrealista, pero voy a estar en la niebla para entonces, esperando mi

llamada al servicio de los Embajadores, a salvo de la certeza de que ella ha encontrado a alguien más.

—Además— le digo con voz falsamente optimista. —Quiero ir al baile.

— ¿Quieres ir?— repite—. Yo no…

—Quiero ir contigo— me corrijo, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura. —Quiero tenerte cerca e inhalar el aroma mágico de flores pegadas calientes de fieltro y burritos viejos, y niños que llevan demasiada colonia barata. — Ella pone los ojos, pero puedo sentir su relajación. —Y quiero recordarte tan hermosa, como yo sé que estarás mañana por la noche.

Deja caer la barbilla contra el pecho. Les puedo decir que está pensando en que mañana por la noche es nuestra última noche, pero por suerte ella no dice una palabra. Si me pregunta acerca de eso de nuevo, puede ser que le diga la verdad, y la verdad no es buena para nadie.

Ella me odiaría, si se entera de que Julieta no sólo murió, sino que fue engañada para suicidarse.

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Que yo soy el que hizo el engañó, y que he sido enviado aquí para engañarla, de la misma manera. Ella va a estar enojada, horrorizada. Ciertamente, no hará que me quiera, o gire su corazón hacia la luz. Desahogar mi conciencia sería un acto totalmente egoísta.

Entonces, ¿por qué me siento tan obligado a contarle todo?

No sé. Pero una racha de locura profunda en mis huesos, insta a que me tire de espaldas al coche, llevándola hasta la cueva de la montaña, donde el fantasma de mi alma delira en su prisión, y confesar cada sórdido detalle vergonzoso de mí pasado. Supongo que una parte de mí piensa que ella podría ser capaz de perdonarme. Y si me puede perdonar, entonces tal vez... tal vez...

No merezco perdón. El suyo, o de cualquier otra persona.

—Está bien— dice Ariel, llamándome detrás de los oscuros rincones de mi mente. —Pero yo no sé si voy a encontrar un vestido aquí. Por lo general no tienen mucho de mí tamaño.

—Vamos a encontrar algo. No te preocupes. — Le insto hacia la entrada—. Además de mi encanto asesino e inquietante voz para cantar, resulta que tengo un buen ojo para la moda.

Ella sonríe. —Por supuesto que sí.

—Sin lugar a dudas. — Hago señas al pequeño conjunto tristes de vaqueros que saqué del armario oscuro de Dylan, un botón de color caqui rodó de las mangas y un chaleco del suéter de color burdeos que encontré en una caja. Sospecho que el chaleco era de su madre, pero me lo puse de todos modos. —Quiero decir, mírame.

—Magnifico—. Ella pellica mi estómago mientras camina. —Y tan modesto.

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—La modestia es para los hombres menores. — Sostengo la puerta abierta ya que pasa a través. En el interior, el aire es caliente y picante con el olor de ropa vieja y polvorienta. Es fuerte, como el olor persistente en un granero, y no puedo evitar que se me arrugue la nariz.

Ariel se ríe entre dientes. —Potente, ¿no es así?

—Vamos a lavar todo dos veces. Tres veces si es necesario.

—Cierto. Pero ya sabes... bueno, no me gustaría llevarlo, pero a mí me gusta el olor. — Ella está a la cabeza en la parte trasera de la tienda, los pasillos anteriores de jeans azules desteñidos y percheros circulares rellenos de suéteres caídos. —Me recuerda a cuando yo era pequeña. Mi madre y yo no comprábamos en otro sitio, hasta que estaba en la secundaria. Todavía nos venimos una vez al mes más o menos.

—Así que ya sabes la posición de la tierra.

—Lo hago. — Ella sonríe, y se remonta a reclamar mi mano. —No te preocupes, yo te mostraré el camino.

Sus palabras envían un chisporroteo de electricidad a través de mi piel. Trato de ignorarlo, pero es condenadamente difícil. Todo lo que quiero hacer es tocarla. Estar cerca de ella se ha vuelto terriblemente imprescindible. Estoy demasiado cerca cuando nos lanzamos a través de una rejilla de horribles trajes. Mis dedos pellizcan su cintura desnuda, cuando se ella estira para deslizar un vestido rojo de la percha, y aprieto sus caderas a través de sus pantalones vaqueros cuando agarra unas botas brillantes de cuero blanco del suelo.

En el momento en que vamos a la sala de vestidores, sus brazos están llenos de ropa maloliente en varios tonos desagradables, apenas puedo resistir la tentación de tomarla en las cortinas conmigo.

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No hay cortina para chica y cortina de chico, pero la anciana que trabaja en la caja registradora tiene gafas de una pulgada de grosor y un audífono del tamaño de un pedazo de coliflor, que salen de cada oído. Ella no se dará cuenta si me colara con Ariel.

Y mirándola vestirse y desvestirse, y sabiendo que no se puede tocar, no va a ser una tortura. No, en absoluto.

—Disfruto un poco de tortura de vez en cuando— susurro, visiones de mis dedos tirando de cremalleras arriba y abajo por Ariel, hace que mi boca se seque.

Ariel se vuelve, una mano deteniéndose en la cortina del espacio de chicas.

— ¿Qué?

—Digo que tienes que salir y mostrarme todo.

—Tú también. Sobre todo quiero ver la tela escocesa. —Ella sonríe con esa sonrisa malvada que hace que sus delgados labios sean aún más delgados. Lo que me hace querer besarla. Pero entonces... ¿por qué no?

Maldición. Tengo que dejar de pensar en la tentación, y no habrá duda de que voy a ceder, sólo cuando.

Me meto en el vestuario, decidido a lograr un cierto nivel de control. Mi elección de vestuario ayuda. Los trajes que he recogido son deliberadamente horribles. Mi lema de la moda es: Si no puedes permitirte el lujo de hacer una elección elegante, haz una ridícula. De ahí la chaqueta a cuadros, los pantalones plisados de color verde oliva con el jersey de camuflaje, y los vaqueros lavados con ácido ceñidos con la camiseta de —Jesús Rocks My World.

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Todos ellos consiguen una risa en Ariel, pero cuando salgo en un esmoquin azul acampanado con ribetes de color marrón y el cuello con volantes, sé que he encontrado un ganador.

— ¿Me estás tomando el pelo?— Su risa brota de lo más profundo de dentro ella, y una sonrisa tonta florece en mi cara.

Su risa. Me hace tan estúpidamente feliz. Como un niño pequeño. O un perro.

Debería estar avergonzado de mí mismo, por disfrutar tanto, cuando lo único que he hecho es mentir y poner en peligro su vida, pero no lo hago. Necesito esto, sólo una o dos horas para saborear el placer inocente de su compañía.

—Es solo de 1695— dije con un aleteo de mis pestañas.

— ¿Hablas en serio?

Apoyo mis manos en mi cintura y sobresaco la cadera, una pose digna de una supermodelo. —Mírame. ¿No me veo serio?

Se desploma en la silla fuera del vestidor en un ataque de risa tan lindo que hacen mis entrañas burbujeen. — ¡No! Debes parar—dice.

— ¿Por qué?— Camino por un pasillo de ropa interior amarilla, girando las caderas, golpeando sujetadores con gestos de los dedos. —Voy a ser el rey de la disco. Seré…—me giro y golpeo otra pose. —Una fuente de inspiración.

Ella huele y golpea sus ojos. —El verdadero Dylan moriría antes de que le vean en público en algo como eso.

—El verdadero Dylan es aburrido. — Yo apoyo mis manos en los brazos de su silla y me inclino hacia abajo hasta que nuestros rostros están a un susurro de distancia. —Y no es una cuarta parte del besador que soy.

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— ¿Es eso cierto?— Sus labios se fruncen.

—Sabes lo que es.

Su sonrisa se derrite y su respiración viene más rápido. —Sí. Lo hago.

—Así que ni siquiera pienses en besarlo otra vez después de que me haya ido. — Me las arreglo para mantener mi tono juguetón, pero a duras penas. —Vas a estar muy decepcionada.

Ella exhala, y lo último de su alegría se aleja flotando. —Yo no quiero besar a nadie más. Yo no quiero que te vayas.

—No me quiero ir. — Mi voz es tan áspera como las cicatrices en su rostro. Inclino mi cabeza y presiono un beso en la mejilla.

Sus brazos se enroscan alrededor de mi cuello. —Por favor... ¿no me puedes decir algo? Ayúdame a ayudarte.

—Ojalá...— agacho la cabeza, sabiendo que las mentiras vendrán más fáciles, si yo no estoy mirándola a sus ojos. —No puedo decir ni una palabra, o la magia que me mantiene en el cuerpo de Dylan se desvanecerá.

Sus dedos fríos se clavan en mi piel. —No me gusta la mujer que hizo esto.

—No la odies a ella. No odies a nadie. — Beso otra mejilla. —Eres demasiado hermosa para el odio.

—Te das cuenta de que eres el único que piensa que soy bonita, ¿verdad?

—Yo no he dicho bonita; dije hermosa. Y no me refiero a la forma en que te ves. Estoy hablando de lo que eres.

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Ella me mira, con los labios entreabiertos, pero esta vez yo sé que ella no quiere un beso. Ella quiere saber si lo digo en serio.

Me detengo, miro profundamente en esos desnudos ojos azules y me doy cuenta... Lo digo en serio.

—He dicho muchas mentiras en mi tiempo— le digo, esperando que pueda ver que estoy hablando de lo que queda de mi corazón. —Y soy muy, muy bueno en hacer que la gente las crea. Pero no voy a mentir acerca de lo que veo en ti. Eres única y maravillosa, poderosa y si te dejas, algún día serás valiente. Vas a cambiar el mundo. Hacerlo mejor.

Y me gustaría poder estar allí para verlo.

—Si lo hago— ella susurra —será debido a ti. — Besa mi frente, y yo muero un poco. No soy digno de su respeto o afecto y nunca lo seré. —Está bien—. Ella me pasa la mano por el pelo cariñosamente, por lo que el dolor es un poco peor. —Me alegro de que estés usando esta monstruosidad.

Trago saliva, luchando por mantener el auto—odio de mi expresión. — ¿Por qué?

—Es difícil estar completamente triste cuando llevas tantos volantes. — Ella voltea el cuello antes de levantarse y cruzar a su camerino. —Así que ya que has escogido tú... comunica. Ahora tienes que ayudarme a encontrar algo.

Me dejo caer en la silla, cruzo los brazos y hago un puchero, decidido a recuperar nuestro estado de ánimo juguetón. — ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cuándo no modelas alguno de ellos para mí?

—No podía. El vestido rojo era demasiado grande, y no voy a tener tiempo para modificarlo antes de mañana por la noche.

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El de color rosa es demasiado corto, y muy feo, y me hizo quedar como que tuviera diez años. La falda a cuadros y un suéter estaban bien, y ellos habrían igualado la chaqueta escocesa, pero llevas un esmoquin azul...

—Espera un segundo. — Un recuerdo de la ventana de la tienda parpadea a través de mi mente. —Entra ahí y desnúdate— le digo, en dirección a la parte delantera de la tienda.

—Ahora, eso es lo que he estado esperando para oír. — Las palabras son pronunciadas en voz baja, aunque un poco tímidas, pero no hay ninguna ausencia de nota sensual en su tono.

Traducción por Jesica

Corrección Mayte008

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uelvo a encontrármela mirándome con esa mirada en sus ojos, un hambre que me pone aún más hambriento.

Chica inocente, mi culo.

No me importa si ella tuvo su primer beso hace solo dos días. Ariel es una seductora, y yo soy débil... debilidad, me debilita—miento.

Camino de vuelta a ella, sintiendo el aumento del peligro a cada paso.

– ¿Qué se supone que significa eso?

–Creo que lo sabes– ella dice–. Pero te puedo decir si no lo haces.

–No– le digo, no estoy seguro que pueda oírla dec ir las palabras en voz alta. –Yo no creo que sea una buena idea. Dylan va a volver a este cuerpo.

–Tal vez.

V

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–Lo más probable. Y no sé lo que va a recordar. Sí. Sí. Él recordará que estaba contigo, porque él se enamoró de ti. O podrá recordar que estuvo contigo por alguna otra razón. Incluyendo esa apuesta.

–No me importa lo que él recuerde.

—Me importa– le digo—. No quiero herirte.

–Ya me duele más si no me escuchas. —Ella puso sus palmas sobre mi corazón, haciéndolo latir más rápido. –Quiero hacer todo lo que pueda contigo en el tiempo que nos queda. Quiero ir a mi primer baile y cocinar mi primer cena, e ir a nadar desnudos y todo lo demás que puede encajar.

Nadar desnudos. ¿Qué está tratando de hacerme?

–Afuera hace frío.

–Conozco unas aguas termales, camino fuera en el país cerca de donde mis abuelos solían vivir. Es cálido todo el año, y muy

privado. —Ella se pone de puntillas, llevando sus labios a los míos. –Vamos a llevar un picnic. Y las toallas y mantas para envolver todo después. Será perfecto.

Mantas. Después. Perfecto.

Cierro los ojos, pero los abro inmediatamente, al no encontrar resistencia en las imágenes destellantes detrás de mis párpados cerrados.

–Estaba serio esta mañana. He caminado sobre la tierra durante más de setecientos años. La mayor parte de ese tiempo es un borrón, y todavía me siento como un hombre joven, pero lo que siento no importa. La realidad es que soy un viejo repulsivo.

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Ella ladea la cabeza, como si hubiera dicho algo estúpidamente adorable.

–No creo que seas repulsivo.

–No sabes todo sobre mí. En muchos sentidos, sigo siendo un monstruo.

– ¿Estás tratando de asustarme?

¿Soy yo? Debería estar incitándola a amar en todas sus formas, no te haría ir lejos de mí. Pero no quiero mentir más y no sé si puedo evitar decir la verdad si estamos piel con piel.

–Tal vez. Tal vez deberías tener miedo .

–Tu maldición no me asusta, ¿Por qué debería hacerlo tu edad?

–Porque yo soy... –balbuceo y vuelvo a intentarlo–. Es que... yo...

Ella toma mi mano. –Cuando te miro, no veo un monstruo.

–Tú no me ves. Tú ves un cuerpo de he…

–Te veo– dice, con una seguridad que me calla por un momento. –Y

me preocupo por ti. ¿No es eso lo que importa?– Sus dedos se enlazan con los míos, por lo que mi garganta se siente apretada.

Cuidado. Ella aún no ha dicho que me quiere. Tengo que terminar el trabajo de ganármela, no importa lo que cueste. No puedo permitirme seguir presionando su distancia, pero parece que no puedo parar.

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–Asuntos de cuidado. Pero ¿y si la mujer en el registro fuera un hombre, un anciano con el pelo en lugares extraños y flacidez de la piel y una nariz roja gigante y oídos que tocan los hombros y el olor que la gente casi—muerta, llegara después de una vida de comer mucha carne? ¿Qué le dirías entonces?

–Yo diría que es bastante asqueroso.

–Exactamente. Ahora multiplica eso por diez y tendrás una idea de cómo realmente de indeseable soy.

Ella me para con un beso que se convierte en una sonrisa y otro beso. En el momento en que ella se aleja, estoy sonriendo de nuevo. No puedo ayudarme a mí mismo. Ella... hace cosas para mí. Esta chica.

–Eres tan romántico– dice ella.

–No estoy tratando de ser romántico– frunzo el ceño.

–Lo cual es muy romántico. A tu modo– dice—. Pero tiene sentido. Quiero lo que quiero, y no tengo palabras para convencerme de que no lo quiero. — Y entonces su brazo alrededor de mi cintura y ella me besa de nuevo, un beso largo y persistente , que hace que mi cuerpo zumbe y mi alma duela, y me hace anhelar levantar un puño y golpear a la razón mucho más débil con un solo golpe.

Suspiro con ella y abandono la lucha. Mis dedos a través de su cabello, tirando de ella más cerca, sabiendo que nunca voy a tener suficiente de ella. Me embriaga, pero no de la manera que deja a un hombre sin sentido. Me levanta como un soplo de aire dulce, como el sol en mi piel, como... dios.

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No, no es dios.

Igual que la idea de dios, el que yo imaginaba cuando era un niño, antes de que mi padre rompiera la fe de mi madre y el espíritu, cuando ella contaba historias del señor misericordioso que amaba a mí y a mi hermano no importaba qué. A través de sus ojos, vi algo más grande que yo, más grande que cualquier problema que nunca me encontraría.

Era intoxicante, la idea de ser amado tanto, y haber recibido un regalo. Dar un regalo.

¿Podría? ¿Quizás? ¿Podría yo... amar a Ariel? ¿Es por eso que me hace sentir de esta manera?

Mentiroso. Una gran mentira, te has engañado.

Me estremezco y el ritmo de nuestro beso vacila por un momento. De acuerdo. Yo no la quiero. Yo nunca habría hablado tanto como su nombre, si no la necesitara para salvarme de un destino peor que la muerte.

Esto no es amor. Es gratitud.

Y lujuria, por supuesto. Es la lujuria que hace que algo dentro de mí primitivo, insista en que esta chica es mía y de nadie más. Se siente como más, pero no lo es. Julieta encontró una segunda alma gemela, pero si yo fuera capaz de ver mi propia aura, sé que no podría ruborizar la rosa del amor verdadero. Yo soy una maldita cosa en el limbo, ni de la luz ni la oscuridad, y mi alma está demasiado contaminada para sentir alguna vez algo inocente o verdadero.

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Pero aun así... la necesito, y la necesidad hace cortes tan profundos, que me hace marear. No sé por qué. No sé nada más. Estoy perdido y confundido y ahogándome en mi propio vomito de pensamientos.

Me alejo, respirando rápido.

–No sé lo que es. –Niego con la cabeza. –Me haces sentir...

– ¿Como si tuvieras dieciocho años?

Miro su cara amistosa, su todo de nuevo. Cada vez que pienso que tengo un cuadro completo de Ariel dibujado en mi mente, ella hace algo que me sorprende, para difuminar los bordes , para formar algo nuevo, una imagen más compleja e intrigante de lo que era antes.

–Supongo que sí. Nunca llegue a los dieciocho, pero...

–Y me haces sentir normal. —Ella apoya su cabeza en mi pecho y mis brazos van a su alrededor. No hay duda de que lo haremos. –Nunca me he sentido normal, y no sé cuánto tiempo pasará hasta que me sienta de esta manera otra vez. Si nunca. Pero contigo, yo estoy… y es... perfecto. Entonces sólo tienes que ir conmigo. ¿De acuerdo?

No estoy seguro de lo que estoy prometiendo, pero me parece que no me importa. No quiero pensar, quiero sentir. Como ella, quiero sentirme normal, aunque sólo sea por un momento robado, que me tiene que durar toda la eternidad. Además, yo nunca he sido el "

tipo bueno”. No hay razón para empezar ahora, sobre todo cuando Ariel está prácticamente pidiéndome a gritos que sea malo.

–Está bien– le digo.

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Ella me mira. – ¿Sí?

–Sí.

Su sonrisa es la más hermosa que he visto.

–Bueno.

No es bueno. Pero ya es demasiado tarde para echarse atrás ahora.

–Vuelve a los vestuarios. Voy a traerte algo perfecto .

–Y luego vamos a salir de aquí– dice.

–Y luego vamos a salir de aquí.

–E ir a donde quiero ir.

–A donde quieras ir.

–Y hacer lo que quiero hacer.

Tomo un respiro. –Todo lo que quieras hacer. Lo que sea .

Ella sonríe y camina tranquilamente al vestuario. Me tomo un momento, apreciando cada paso, muy consciente de cómo me gusta ver que se vaya.

Traducido Je_tatica

Corregido GiovannaAMV

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a magnitud del futuro cercano zumba entre nosotros a medida que pasamos por la casa de Ariel para saludar a su madre y tener un rápido picnic, se vuelve más fuerte y disperso mientras que

manejamos al otro lado de la ciudad por sabanas y toallas.

El padre de Dylan todavía estará en el trabajo –o en el bar al final de la calle– e incluso si me atrapa saliendo con unas toallas y un edredón, probablemente no me haga ninguna pregunta. A diferencia de la madre de Ariel, quien fue un poco curiosa sobre nuestros planes para el picnic, e incluso hecho un vistazo a nuestra canasta cuando pensaba que no estábamos mirando.

Por suerte eso fue antes de que Ariel metiera en la parte inferior la protección que compramos en la estación de gas.

Protección. Si tan solo fuera tan fácil protegerla de todos los peligros en su vida.

– ¿Estás bien?– preguntó.

–Bien– dije, empujando mis temores al fondo de mi mente, haciendo todo lo posible para mantener mi parte de la conversación.

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Hablamos un poco del baile y sobre Gemma y Mike y lo que Ariel prometió hacer por ellos mañana, pero pronto el silencio cayo de nuevo. Nuestras preparaciones estaban casi completas. El momento está muy cerca, y el momento es muy importante para charlar.

Setecientos años de pensar, anhelar y recordar, están a punto de llegar a su fin. Han sido setecientos años desde que estuve con una chica. No ha habido

nadie desde Julieta. Trate una o dos veces en mi tiempo de Mercenario, pero la inhabilidad de sentir lo hizo imposible. Presionar mi piel contra la de otra persona y no sentir nada, fue mucho, mucho peor que no sentir nada por mi cuenta. Solo hacia la soledad peor. Incluso las seducciones que realice como un Mercenario, se detuvieron antes de llegar a la puerta del dormitorio.

No es que Ariel quiera una cama. O una puerta. Ella quiere nadar desnuda a la luz de la luna, toda ella al descubierto todo para mí, desnuda y cubierta en gotitas de agua y…

– ¿Estás seguro que estas bien?– El más ligero toque de sus dedos en mi brazo hacen que mi respiración salga apresuradamente con un sonido estrangulado.

–No lo sé– estaciono el auto en una calle a unas casas de la de Dylan, y apago el motor, pero no me muevo para salir. –Estoy... ha pasado tanto tiempo desde... –

–Desde... ¡Oh, en serio!

Asentí, pero no me atrevo a mirarla. –Un largo tiempo. No estoy seguro de que yo...

– ¿Estas bromeando?

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Sacudo mi cabeza, deseando estar bromeando, deseando no sentirme como un niño en la noche de su boda.

Me besa en la mejilla. –Serás perfecto.

– ¿No se supone que sea yo el que te tranquilice?

–No necesito que me tranquilices, pero si lo haces... podemos ir a nadar. Si eso es lo que quieres.

–No es lo que quiero. Te quiero a ti. – Lo hago. La quiero. –Pero yo...

–Nada de peros…

–Pero.

–No. Peros.

–Oh los habrá. ¿Alguna vez has visto el trasero de un hombre en la vida real? Horrible. Especialmente el de Dylan. Pálido, con pelos como hierba irregular y…

Ella se ríe, la risa alta y pura de ella, que hace navegar cosas dentro de mí.

–Hablo en serio– digo.

–Eres gracioso– dice, la risa calienta sus ojos. –Y no tengo miedo de ninguna parte tuya.

Quiero decirle que yo sí. Quiero decirle que tengo miedo de la oscuridad y el pasado y las mentiras y el mal en el mundo. Tengo miedo de su belleza y su humildad y la manera en que sostiene mi mano como si yo fuera digno de su toque.

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Tengo miedo que los dedos, que hilo entre los míos, sean doblados y rotos a

medida que un Mercenario la tortura mientras que no puedo hacer nada para protegerla.

Nada. Es por lo que soy conocido. He sido nada por mucho tiempo. ¿Cómo puedo cambiar eso ahora, cuando el curso de mi destino fue determinado hace tiempo?

Todo lo que es que tengo un tiempo difícil negándola, especialmente cuando la deseo tanto, apenas recuerdo lo que se supone que debo buscar en el cuarto de Dylan.

No digo ni una palabra. Solo la beso y le prometo. –Ya regreso.

Salgo rápido al frio aire, y atravieso el patio del vecino, dirigiéndome por la parte trasera a la pequeña descuidada casa de Dylan, donde la puerta está siempre sin llave. ¿Para qué molestarse en trabarla? No es como si los Strouds, tuvieran algo valioso que robar. La televisión ha tenido mejore días, y el resto de los muebles son demasiados lamentables para la buena voluntad de donarlos. Hasta su computadora es una cosa antigua, que tarda una eternidad en iniciar y aún más para conectar a la Web.

Pero aun... tal vez haya tiempo suficiente.

No he sido capaz de llegar a una computadora en todo el día, y todavía estoy preocupado por la desaparición de Romeo y Julieta. Tal vez no es nada. Tal vez Shakespeare simplemente decidió no dramatizar la historia de un joven hombre con problemas, le dijo un hombre en un bar a altas horas de la noche. Julieta y yo hemos vivido por cientos de años, antes de que Shakespeare naciera. No sería extraño que nuestra historia desapareciera en la oscuridad sin la influencia de Bard manteniéndola viva.

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Pero nuestra historia fue popular entre los viajantes ambulantes de nuestros días. Puede que todavía haya alguna mención de la historia de Romeo y Julieta en la historia, si una persona fuera buscándola.

Y luego está este chico que cree que es Benjamín Luna. Debería descubrir lo que pueda sobre Ben/Benvolio. Ese misterio es muy extraño para ser ignorado.

Mientras hago mi camino hasta la sala, veo que la computadora ya está encendida. Tomo mi decisión. Pongo a conectarla, y para cuando encuentro dos toallas en su mayoría limpias, saco la sabana de la cama, el motor de búsqueda se ha puesto en marcha. Me deslizo en la silla, escribo Benjamín Luna, y espero los treinta segundos infinitos que toma a los resultados de búsqueda en cargar.

Cuando lo hace, no hay mucho para ver.

No hay página de Facebook. Ningún chisme jugoso o blog confesional. Solo una honorable mención en un torneo de futbol, y en un breve cameo en la necrología de su madre. Cambio los resultados para que solo muestre imágenes, y soy recompensado con fotos escolares cutres, proporcionado para artículos del diario sobre sus esfuerzos atléticos. Todavía se ve como el Benvolio que recuerdo tan bien.

–Patético. –Le digo al chico. El viejo Benvolio era mucho más interesante. Escribo Romeo y Julieta y apretó enter.

No parece haber nada por lo que preocuparse donde a Benjamín se refiere. El verdadero problema es, ¿Por qué Ben se ve como Benvolio? Y más importante aún.

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–No. –Mi voz es fuerte en la habitación por lo demás silenciosa. Desplazo para bajo la primera página en busca de resultados y luego la segunda y tercera. No hay nada. Nada. Trato agregando Verona en la búsqueda, y luego el año 1304, pero todavía nada.

El corazón me late en la garganta, dedos rígidos, escribo Julieta Capuleto, y soy recompensado con una sola mención en un sitio de genealogía: Julieta Capuleto, 1290 – 1304, enterrada en Verona, Italia. No hay mención de cómo murió a la tierna edad de catorce, ningún drama rodeando su muerte. Trato con Romeo Montague, y Verona, Italia y espero y espero, forzándome a no entrar en pánico mientras me desplazo a través de los resultados. Al final de quinta página, soy al fin recompensado por mi paciencia.

Ahí, susurro, clickeando el link, pero el alivio que siento al encontrar una mención de mí mismo, desaparece rápidamente. El sitio web es italiano –no Italiano medieval, la versión moderna que no es tan familiar– pero puedo descifrarla lo suficientemente bien para saber, que lo que estoy leyendo no es bueno.

Es un paseo por algunos de los lugares históricos más oscuros de Verona, incluyendo la iglesia y el cementerio donde Julieta está enterrada. Mi nombre es mencionado solo una vez, en un párrafo junto a una foto de la iglesia:

En 1304, la iglesia original se quemó. Las llamas se contuvieron antes que se propagara en el cementerio, pero una significante porción de la nave fue destruida.

Fue reconstruida en 1306 con donaciones de Benvolio Montague, un rico terrateniente cuyo primo Romeo Montague, murió en el incendio, junto con el

párroco. Una estatua de su benefactor se sitúa en el borde del patio, cuidando las tumbas. Luego de dejar la iglesia, gire a izquierda al central Sarcophagi y proceda al norte cincuenta pasos para ver la estatua, como así también el más viejo marcador en

el cementerio y...

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No puedo leer más.

Cierro el navegador y apago la computadora, como si eso hiciera de alguna manera que esta nueva historia desapareciera. Tiene que ser la historia. Ficción. Como la obra de Shakespeare. No morí en un incendio más de lo que morí en el piso de la tumba de Julieta. No morí en absoluto. Estoy aquí, en el cuerpo de este chico. Que por sí solo es prueba de que la historia es falsa, o al menos operando bajo falsas suposiciones.

Era una cascara vacía lo que descubrieron esa gente antigua; mi alma ya había seguido adelante. Eso hubiera explicado porque el cuerpo del fraile fue encontrado también. Esa forma había sobrevivido a su utilidad y el Mercenario lo abandono para buscar otra.

¿Pero por qué encontraron a dos de nosotros juntos en la iglesia? ¿Se llevó el mi cuerpo allí luego de separarnos en la colina? Luego me tropecé en el campo; caminando día y noche por semanas; luchando por escapar de mi inescapable prisión; para morir, a pesar de estar ya he muerto; para cansarme hasta el cansancio, a pesar de empezar a darme cuenta de que dormir también se me negaría...

–No importa. –Empuje la silla con más fuerza de la necesaria. –No cambia nada.

Pero lo hacía.

La historia de Romeo y Julieta se fue, y esta mención de una línea en un

folleto de viajes es todo lo que queda de mí. El Mercenario que fui nunca hubiera permitido tal cosa. Si Shakespeare no hubiera estado interesado, yo hubiera encontrado otro bardo para inmortalizar mi tragedia.

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Necesitaba mi fama, tome placer perverso en generaciones de gente joven siendo obligada a estudiarme en el colegio. Sabiendo que cada alma en el mundo occidental conocía mi historia –o una versión, de todas formas– era mi único alivio. Me dio una conexión que no requería, toque o sabor u olor. Siguió la chispa de cordura vivía en mi enferma mente.

No hubiera dejado esto pasar. No hubiera dejado mi corta vida humana desvanecerse.

Al reunir las toallas y la sabana y escurrirme por la puerta trasera, No puedo dejar de pensar sobre el incendio en la iglesia, en cómo se sentiría morir quemado. Casi puedo oler el humo, sentir el calor en mi piel a medida que me apuro hacia el auto. Estoy tan distraído que no veo el camión en la entrada de coches, o me doy cuenta quien viene a saludarme, hasta que el padre de Dylan se mete en mi camino.

– ¿Qué demonios crees que estás haciendo?– la palma de su mano golpea mi esternón, empujándome hacia atrás, haciéndome toser mientras inspiro mi siguiente respiración.

–Me voy a la casa de un amigo– digo –Pijamada– trato de caminar a su alrededor –calculando que mientras menos diga, mejor– pero él me detiene con otro empujón. Este es lo suficientemente fuerte como para hacerme tropezar. Las toallas y sabanas caen al suelo como mis brazos giran hacia afuera para recuperar el equilibrio. Antes de encontrarme en pie, me está golpeando contra la puerta del garaje.

–Sé que tomaste mi dinero, pedazo de mierda. Lo quiero de vuelta. Todo. –Su cara esta roja, sus ojos brillando e inyectados de sangre.

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Aun cuando carezco del sentido del olfato, sé que él estuvo bebiendo. Con una nariz trabajando, el olor a whiskey en su aliento es suficiente para hacer mi barriga rugir.

O tal vez mi barriga simplemente anticipa el malestar que la mano carnosa infligirá, cuando me golpee en el medio.

El padre de Dylan "deshace su ira" en mi una vez durante mi primera visita, pero en ese tiempo, no era capaz de sentir nada. Sus golpes solo me hicieron reír como la criatura loca que soy. Ahora ambos, mi cuerpo y espíritu, prefieren evitar una pelea. Ariel está en el auto. No quiero que ella vea esto.

–No tome tu dinero. – Mentí en mi voz más calmante.

–Mierda. – Su palma abierta se cierra en un puño.

–Pero si necesitas dinero, tengo algo en mi mochila– me apresuro–. Puedo ir a buscarlo y regresar en un minuto.

–No quiero “algo de dinero”. – Su desprecio es para ser burlón, pero su mala pronunciación elimina el efecto. Él es una broma, y si Ariel no estuviera a unos pocos metros de distancia, le diría que lo es y correría. Los habituales lugares seguros de Dylan, estarán fuera de límites ahora que he enajenado a sus amigos, pero…

–Puedes venir a mi casa. En cualquier momento. No importa que.

Las palabras de Ariel en la playa. Las había dicho antes de saber que no era Dylan, antes de saber que yo no era la persona que transformo su corazón en una broma. Y aun así ella ofreció santuario, compasión. La mayoría del tiempo, ella es una buena persona. Realmente buena, en una manera que la mayoría de las personas no lo son.

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Pero un poco de tiempo...

Cojo una visión de ella sobre el hombro del padre de Dylan. Ella estaba parada al final de la calle, con una llave de tuerca del camión de Dylan en su mano y una peligrosa expresión en su cara. Sus ojos azules queman con fuego frio, ya había visto esa mirada una vez antes, un momento antes de que ella se zambullera por el volante del auto de Dylan, y tratara de empujarnos a los dos a nuestra muerte.

Si no calmo la situación, Ariel le mostrara al padre de Dylan su lado malo, tal vez hasta su lado asesino. No es que no lo merezca, pero es mi trabajo convertirla en la mejor parte de su naturaleza, y la última cosa que quiero ver es su enojo. Si estoy en lo correcto y las cosas que escucha gritar son almas perdidas, lo mejor es no llamar su atención. No creo que las almas perdidas

informen a los Mercenarios –ellos han sido arrojados, castigados, de ahí perdió antes el alma– pero no hay razón para tomar oportunidades estúpidas.

–De acuerdo. Traeré el dinero. – Levanto mis manos en señal de rendición, mirándolo fijamente a los ojos, esperando que él no se de vuelta. No sé qué hará si ve a Ariel. Mi barriga dice que el Sr. Stroud, no tocaría al hijo de otra persona –especialmente una chica– y su puño de frustración está reservado para su propia descendencia, pero no estoy listo para poner mi barriga en prueba. El mero pensamiento de Ariel ensangrentada y magullada, me hace querer saltar a este hombre y arrancarle su nariz con mis dientes.

–Déjame buscar mi mochila. Está en la casa.

–No en casa, mi casa– grita mientras Ariel se arrastra más cerca, y yo sacudo mi cabeza tan sutilmente como puedo, deseando que se fuera al coche. En cambio, ella aprieta su agarre al arma.

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–Yo pague todo, mientras tú te sientas en tu huesudo trasero.

–Page por los conciertos con mi banda– digo, esperando así calmarlo. –Puedo pagarte en unos pocos...

–No quiero que me pagues. Quiero que muevas el trasero y consigas un trabajo de verdad– bramo, su cara poniéndose más roja con cada palabra. – ¡Cuando yo tenía tu edad, mantenía a mis padres!– Más rojo, más rojo, y el puño a su lado empiezan a temblar. –Pero te deje quedarte aquí gratis. ¿Y cómo me agradeces por eso? ¡Me robas!

Todo sucede a la vez. Tira el golpe, mis brazos se mueven para bloquear el golpe, y la llave cae de la mano de Ariel con un penetrante ruido. El señor Stroud gira, tambaleándose a tiempo para ver los ojos de Ariel que ruedan y sus rodillas se retuercen.

– ¿Qué demonios?– grita.

Lo empujo a un lado y corro, acercándome a Ariel en segundos antes que su cabeza golpee el pavimento. Pongo sus hombros en mi regazo, planeando recogerla en mis brazos y escapar al auto, pero luego lo siento. El frio.

Debajo de su piel, un frio que se cuela por mis huesos y congela tanto que pienso que podría hacerme añicos. Es el frio del hielo de los polos, azul y viejo con piezas de cabellos de mamut atascado en las grietas, el frio de las cosas que han sido congeladas durante tanto tiempo, que no pueden recordar cómo ser fluidos. Tan frio que quema, hirviendo el amor y esperanza, y felicidad en el tempano del hielo terrible.

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Vagamente oigo al padre de Dylan preguntar. – ¿Esta ella bien?– y maldecir cuando Ariel comienza a temblar y retorcerse, pero no puedo responder.

No estoy más en el cuerpo de Dylan. Estoy perdido en el frio, tan sorprendido por la miseria bullendo dentro de Ariel y todo lo que puedo hacer es mirar a la asustada cara del señor Stroud, mientras se arrodilla a mi lado y empuja un palo del patio en mi mano inerte. –Si sigue temblando, mete esto entre sus dientes, iré a llamar al 911.

Se vuelve y tropieza hacia la puerta principal. Quiero decirle que se detenga, que una ambulancia no la ayudara, pero cuando abro mi boca, todo lo que sale es un grito. Un largo y solitario grito, como los que se lamentan en su interior.

Las almas perdidas están gritando y yo debo gritar con ellos, porque soy su hermano. Mi magia prestada y cuerpo vivo no importan. Abajo en el centro, donde el verdadero Romeo se acurruco en un rincón, soy todavía una criatura de la oscuridad.

Y jamás escapare. Este es el modo en que terminare, como una de las cosas que grita, perdido y solo excepto por estos breves momentos, en que puedo precipitarme dentro de alguien como Ariel, y –por unos preciosos pocos minutos– mi miseria ha de ser escuchada.

Traducido por secrethummingbird

Corregido por GiovannaAMV

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o. No. ¡No! ¡Fuera!

Mis ojos se cierran presionando, y mi cuerpo se retuerce mientras peleo con los monstros que trituran mis entrañas con sus dientes

afilados. Ahora no hay ninguna duda. Las cosas gritando sus alaridos de banshee4 en mi mente no vienen de mí. Yo sé que los vi, ondas en el aire con dedos nudosos, que llegan a mi segundos antes de que el frio golpee, tan feroz y espantoso como nunca antes.

Más espantoso.

Romeo está ahí afuera. En problemas. Trato de calmar el enojo y mantenerlo apretado, pero cuando el padre de Dylan levanto su puño, lo perdí. Ese momento, él era cada matón que alguna vez había empujado a alguien, y yo quería castigarlo. Me imagino el crujido que sus huesos harían, cuando llevara la llave sobre su cabeza. Pensé en la manera que su sangre brotaría para cubrir la calzada, y algo dentro de mí, grito con satisfacción, un grito tan familiar que sabía que solo era cuestión de tiempo.

4 Banshees: forman parte del folclore irlandés desde el siglo VIII. Son espíritus femeninos que, según la

leyenda, al aparecerse ante un irlandés, anunciaba con sus gemidos la muerte cercana de un pariente. Son consideradas hadas y mensajeras del otro mundo.

N

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Y ahora el dolor rige mi cuerpo y las cosas que gritan aúllan en mi cerebro. Es miseria, tortura... pero no insoportable. Por primera vez aguanto, aferrándome a la conciencia, después de usualmente caer en la oscuridad. Hay algo diferente. Un ruido. No es un grito de las cosas, pero no…

Estoy aquí. Aquí. Aquí.

El canto es suave, pero una vez que lo oigo, es imposible ignorarlo. Me enfoco en la verdad de la voz que repite una palabra una y otra vez, como un mantra que sostiene el mundo. Es Romeo. Él está aquí conmigo, y realmente le importo. Tanto como él me importa a mí. Tal vez más. Porque él sabe lo que es estar tan perdido que él está seguro que jamás será encontrado.

Pero está equivocado. Lo encontrare. Lo…

Perdona. Te perdono.

No sé porque son esas las palabras que el debe oír, pero lo son. Lo siento. Y sé que en el momento el me oye. Su alma se estremece y luego se fue, llevando las cosas que gritan con él. Es como el viento que barre por mí ser, llevándose el frio.

Mis ojos se abren a un tenue cielo azul con el claro de la noche arrastrándose. Romeo me sostiene en su regazo con su cabeza gacha.

—No puedes perdonarme.

—Escuchaste...— lamo mis labios — ¿Me escuchaste?

Él asiente pero no levanta sus ojos. —Pero tú no puedes.

Peino el cabello de su frente con dedos temblorosos. —Lo hago. — Mi voz es áspera, pero puedo hablar y moverme, y por primera vez supere un episodio sin perder el control.

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Es gracias a él. De alguna manera, él retuvo las cosas. Si necesitaba más prueba que tenía magia dentro de él, esa era.

—No. No sabes todo. — susurra —. Si lo hicieras, nunca podrías perdonarme. — Sus hombros se inclinan un poco más, y de pronto soy golpeada por cuanto el me recuerda al chico de la pintura.

El chico que pinte años antes de conocer a Romeo. El chico en mis sueños, en cuyo porta retrato, he trabajado cuando debí estar durmiendo. Pero tengo miedo de dormir. A veces sueño con el chico, pero más seguido sueños con el hombre con la túnica marrón. Él dice que me perdona y me concede la paz. Él es aterrador, pero en mis sueños, necesito su perdón. He hecho algo horrible que pienso que nadie podría perdonarme jamás, y sé que jamás me perdonare a mí misma. Es solo un sueño, pero entiendo cómo se siente creer que estas más allá de la redención.

Envuelvo con mis brazos en Romeo y me levanto, hasta que puedo susurrar en la curva de su cuello.

—Lo que sea que hayas hecho, no lo puedes cambiar. Todo lo que puedes hacer es ser mejor, y creo que lo eres. Te perdono.

No dice una palabra, solo besa mi hombro antes de bajarme de su regazo y levantarse tambaleándose sobre sus pies. —Necesito detener al padre de Dylan de llamar a los paramédicos. — Se aclara la garganta, pasa una mano temblorosa por su cabello. —No necesitamos gastar tiempo en el hospital cuando no hay nada que puedan hacer.

—No— digo, arrodillándome. —Él es peligroso, yo…

—Estaré bien. Quédate.

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Camina a través de la hierba marrón, hasta el porche, y a través de la puerta abierta. Me paro, determinada a seguirlo para asegurarme que está a salvo, pero antes de llegar a los escalones, él está de vuelta.

Se detiene en la puerta, estudiándome con una ceja levantada. —Eso no se parece a nada a quedarse.

—No te dejare solo con él. Mi heroína. — cierra la puerta y baja los escalones con el fantasma de su usual sonrisa maliciosa. —Esta desmayado. Pareciera que no llego al teléfono. Podemos irnos. — Agarra las toallas y sabanas de la calzada y camina hacia el auto.

Recojo la barra de hierro, reprimiendo la pregunto que crece dentro de mí, hasta que Romeo fue empujado fuera de la acera.

—Los sentiste ¿no? Las cosas que escucho.

—Los sentí. Debería. Yo vengo de la misma fuente.

— ¿Qué?— pregunto, seguro que lo abre escuchado mal.

—Si fallo en cumplir mi misión, tal vez sea uno de ellos algún día— dice, la certeza en sus palabras hacen a mi estómago sacudirse. —Son almas perdidas. Han sido maldecidas para vagar en el mundo humano, hasta que sus cuerpos se transformen en polvo, y ahora ellos están atrapados para siempre en el plano terrenal sin manera de expresar su miseria. Los humanos no pueden verlos o escucharlos.

Retuerzo la base de mi remera hasta que la tela araña mi piel.

—Yo los escucho. — No puedo pensar sobre la primera parte. Romeo transformándose en una de las cosas que me caza es demasiado horrible para imaginar. — ¿Porque? ¿Porque yo…?

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—No lo sé. — Sus labios se retuercen. —Tal vez tienes suerte.

—Claro. — Dejo salir el aire que sostiene una imposible pista de risa. Aun puedo reír. Minutos luego de un episodio, y puedo reír. Para mí, eso es razón suficiente para no renunciar. —Que se joda la suerte. Haremos nuestra propia suerte.

— ¿Cómo lo haremos?

—Volvamos a mi casa. Quiero mostrarte algo. Creo que será importante. Mi mama debe haber ido al trabajo, así que no tendremos que preocuparnos por su espionaje.

— ¿Qué es?

—Es mejor si te lo muestro.

Ajusta el agarre del volante. —De acuerdo.

—Está bien. — Pongo una mano en su pierna cuando gira hacia mi casa. —Lo haremos bien.

Suspira, pero el silencio que sigue es cómodo. Me encuentro disfrutando el viaje por la ciudad, cuando la noche cae y las lámparas antiguas llamean con vida. Incluso la silueta del Castillo del patio de recreos, negro contra el cielo oscuro, no me molesta. Sonrió, y giro encontrando a Romeo mirándome con una mirada suave en su cara.

—Me sorprendes. — Dice. Mis cachetes se calientan.

—No hay nada sorprendente en mí.

—Ruego diferir.

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—No debes rogar. — Me apoyo y presiono un beso en el lugar, donde su pulso cardiaco está corriendo. —Y no tienes que irte a casa. Estaciona a unas cuadras de mi casa. Mi mama no regresara hasta tarde. Ella no verá tu coche, y nos aseguraremos de cerrar la puerta de mi habitación.

Sus cejas se levantan. — ¿Estas pidiéndome que me quede a dormir?

Me encojo, de repente nerviosa. —Eso es lo que le dijiste a tu padre, qué harías, ¿no?

Se vuelve hacia, El Camino, su expresión oscureciéndose mientras se estaciona en frente de la casa con las vacas de cerámicas en la ventana.

—No me gusto verte con un arma en la mano.

—No iba a dejarlo lastimarte. — Golpeo la puerta detrás de mí, tomando la mano que él me ofrece, antes de comenzar a bajar la calle. —Incluso si hubiera sido el viejo Dylan a punto de recibir su rostro destrozado, no podía simplemente sentarme allí y ver que sucedía.

—Pudiste haber buscado ayuda.

—Había pedido ayuda antes. Nadie puede ayudarme. Es tiempo de ayudarme a mí misma. — No me doy cuenta de lo mucho que significan las palabras hasta que están fuera. Es hora de ayudarme a mí misma. Y a Romeo. No voy a esperar y ser débil o tener miedo nunca más.

—Entonces ayúdate. — Él para antes de llegar a la cochera. —No te preocupes por mí. O por Dylan.

—No me preocupare. — Digo, acomodándolo en la casa. —Yo ganare.

Traducido secrethummingbird

Corregido Mayte008

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i pudiera haber fingido sueño y darme la vuelta, lo habría hecho, pero

la magia del Embajador me llama, me hace picar la sangre en mis venas. Después de sólo un momento, deslice mi hombro libre, deslice la

pierna de debajo de Ariel, y me senté en la cama. Ella murmura en sueños y se enrosca más entre las sábanas, pero pronto se tranquiliza. Me tomo un momento, sumergiéndome en la vista de ella, la lucha contra la horrible sensación de que esta es la última vez que verá su sueño.

Tal vez incluso la última vez que voy a verla en absoluto.

Me esfuerzo mientras camino hacia la ventana, decidido a no dejar que la

Enfermera de Julieta sepa mi secreto, hasta que esté seguro de que mi tiempo es realmente para arriba. Ella no estará feliz cuando se entere de que estoy planeando rechazar su oferta. Ella dijo que el cambio de mi fidelidad, traería

a los Embajadores de gran poder. Mi decisión de volver a un cadáver podrido en lugar de jurar a su servicio, no va a ir bien.

El pensamiento hace que sea más fácil devolver su sonrisa, mientras subo la ventana, dejando que el olor de la noche de primavera y su perfume de vainilla a la deriva en la habitación.

— ¿A qué debo el placer?

S

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—Realmente no tienes vergüenza. — Su mirada se dirige hacia abajo y atrás de nuevo, recordándome que estoy tan desnudo como el día en que Dylan nació. Sonrío más amplio, apoyando las manos en las caderas.

—Si no se siente cómoda, puedo ponerme algo encima.

Se ríe entre dientes. —Estoy a miles y miles de años, Romeo. Recuerdo un momento en que todos los seres humanos andaban sin ropa.

—Muchos miles. — Guardo la información para más tarde. —Siempre pensé

que tú y los Mercenarios eran más jóvenes. Las leyendas dicen que eran griegos.

—Las legendas evolucionan. Ellas cambian para adaptarse a las necesidades y la comprensión de las personas que las escuchan.

—Al igual que la mentira.

Ella ladea la cabeza, concediendo el punto. —Supongo.

— ¿Así pues, que mentiras vas a decirme ahora?

—Los Embajadores no mienten, Romeo. Lo sabes. — Ella se cruza de brazos, acogedores en el jersey verde oscuro, la luz dorada brilla todavía de sus manos haciendo su mirada como si estuviera acurrucada sobre un fuego de campamento. —He venido a felicitarte. Lo has conseguido en tiempo récord. Ariel está enamorada. Sentí el cambio en su espíritu esta tarde, un peso que se levanta oscuro.

Mi corazón se cae. Lo sabía. Sabía que el silencio de Ariel no importaría.

—Su corazón está seguro— continúa—. Ella nunca se convertirá en una fuerza de la oscuridad. Puedes venir conmigo ahora, y tomar tu lugar entre los Embajadores.

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Doy un paso fuera de la ventana. —Pero yo... tengo que quedarme y protegerla.

—Sabes que eso es imposible. — Su voz es suave pero firme.

—Nada es imposible.

—Está bien. No es imposible, pero imprudente penalmente. Si yo fuera a permitir que te quedes en el cuerpo de Dylan, tú y Dylan ambos estarían muertos dentro de unos días. Su vida se desperdicia innecesariamente.

—No puedes saber eso. Yo podría ser capaz de escapar de ellos, ser más astuto que ellos. Yo…

—Esto no está en discusión. — Su expresión se endurece. Ha hecho le siguiera la corriente. —Tienes que venir conmigo. Ahora.

—Pero yo...— miro por encima de mi hombro, mi intestino se retuerce ante la visión de Ariel acurrucada bajo las sábanas. —Yo la amo.

—Lo sé. Tengo que admitir, esto es una sorpresa. Tú eres una criatura extraordinaria, Romeo Montesco. El cambio en ti hará un activo aún más valioso para nuestra causa.

Me vuelvo hacia ella.

—Yo no soy una criatura o un bien. Yo soy un hombre, y esto es lo a lo que mi cara se solía parecer. — Señalo el retrato en la esquina y veo un atisbo de

emoción sin vigilancia parpadeando en los ojos del Embajador. Es sólo por un momento, se rompió lejos, tan rápidamente como un cuchillo en la mano de un niño, pero yo lo vi. No esperaba esto. No sé si alentarme o asustarme.

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—Ariel pinto esto. No por nada de lo que le decía, sino de lo que vio en un sueño. Este es el segundo retrato. El primero lo terminó hace años. — Yo arranque la pintura de la pared y la lleve hasta la ventana. —Es mi viejo cuerpo, en la colina donde tomé mis votos Mercenarios.

La miro, esperando a ver que esto lo cambie todo, pero ella sólo me mira con esa misma calma recogida, una expresión ligeramente divertida. Me dan ganas de estrangularla más ahora que nunca antes.

— ¿Cómo explicas esto?— Pregunto a través de los dientes apretados.

Levanta un hombro. —No puedo.

— ¿Ni siquiera vas a intentarlo?

—No veo ninguna razón para hacerlo. Hemos logrado lo que había que hacer y nadie, humano o inmortal, ha comprendido plenamente la magia de los sueños.

—Bueno, es posible que desees probar— hago como que cuelgo la pintura en la parte posterior en la pared. —Debido a que el fraile ha llegado a ella en sus sueños.

— ¿Qué?

—El fraile. El vino a ella en su sueño. — Tomo la satisfacción fría en el ceño

de su frente. Embajador estúpido. Pero tan gratificante como lo es, para romper su seguridad engreída, es igualmente escalofriante. Esta mujer es la única cosa que se interpone entre Ariel y la maldad pura y está muy mal preparada.

—Él ha prometido que la perdonara y le concederá la paz que ha estado buscando— continúo.

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—Le advertí que no confiara en él, pero no puedo decir con certeza que ella va a estar a salvo de su influencia. Ella sufre de estos ataques extraños. Creía que era una enferma mental, pero yo la sujetaba cuando fue derribada hoy.

Estaba llena de energía Mercenaria. No sé cómo, pero las almas de los parias

Mercenarios son capaces de entrar en su mente. Por lo general, cuando se enfada, pero estoy seguro de que el fraile podría disponer que los ataques fueran cada vez más frecuentes.

—Estoy segura de que él podría— dice después de un momento. —Una vez que ciertas barreras se rompen, muchas cosas inusuales se vuelven posibles.

— ¿Qué tipo de barreras? ¿Pueden ser reconstruidas?

—No que yo sepa. Las personas que están abiertas a nuestra magia por lo general han sufrido un trauma importante. El trauma erosiona las barreras naturales que mantienen la mente protegida. Sin esos escudos, los seres humanos son vulnerables a todo tipo de invasión. Las almas perdidas son sólo una de las muchas cosas que pueden encontrar su camino en una mente delicada como Ariel. Por eso era tan importante para ti…

—Su mente no es delicada. Está bajo ataque— le digo, incapaz de disimular mi enojo. —Ella está siendo atormentada por cosas que ni siquiera pueden entender. Ella se merece…

—Exactamente. Ella no puede entender, y aunque si pudiera, no tendría sentido explicarle. No hay manera de devolver lo que ha perdido. Su mente ha abierto una puerta que debería haber permanecido cerrada, y una vez que algunas cosas se saben, no pueden ser desconocidos. —Ella echa una mirada significativa en mi dirección, y luego por encima de mi hombro a donde Ariel se encuentra en la cama. —Estoy segura de que lo entiendes. Después de esta noche.

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—Si estás tratando de hacerme sentir culpable habrás fracasado— le digo. —Estar con Ariel no fue un error. El único error sería dejarla indefensa.

— ¿Y cómo crees que has adquirido una conciencia después de todos estos años?— Ella aprieta sus brillantes manos sobre el alféizar y entrecierra los ojos, y me muestra un indicio de la crueldad oculta bajo su belleza. Su expresión acentúa las líneas finas alrededor de la boca, por lo que me imagino que para la primera vez que la edad de su cuerpo está más cerca de los cuarenta que de los treinta. —Debido a la magia que te di. No eres nada mejor de lo que eras antes. Sin mi ayuda, nunca habrías tenido la oportunidad de sentir cariño por esta chica, y mucho menos la indignación por el hecho de que ella no está siendo atendida como mejor le parezca.

—Ella no están sintiendo cariño por ella en absoluto— me agarre la ventana, imitando su postura de batalla. —Cuando me vaya, la matarán. Dices que vas a cuidar de ella, pero yo no veo que nada se puede hacer de voluntad.

—Tienes razón— dice ella, sorprendiéndome en silencio. —Yo no era consciente de que el fraile estaba llegando a ella en sus sueños. Sólo soy capaz de tocar las mentes dormidas de mis propios conversos. No me di cuenta que una conexión tan profunda era posible con un ser humano al margen de nuestra magia.

—Lo es— le aseguro. —Ella lo describe perfectamente.

Ella suspira. —Si es así, si él ya está entrando en su mente subconsciente, entonces él finalmente…

—La volverá loca— término, la sangre se me enfría cuando ella asiente con la cabeza, lo que confirma mi miedo.

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—Y los locos son incapaces de amor verdadero. Uno debe tener la posesión de su mente para tener posesión de su corazón— dice.

—No...— Niego con la cabeza, negándome a creer que la he entendido bien. —Eso no puede ser. Tenemos que detenerlo. ¡Esto no puede haber sido para nada!

—Shhh— advierte Ariel cuando gime en sueños antes de quedar tranquila una vez más. —Esto no ha sido en vano—susurro. —Ha sido traída a la luz.

—Yo... no es suficiente. — Mi cuerpo entero se hunde. Es el momento en el árbol de nuevo, cuando Julieta y Ben estaban a merced del fraile y no había esperanza, sino destruirlos antes de que él lo hiciera. Pero no puedo destruir a Ariel. Ni siquiera para salvarla de un destino peor que la muerte. La amo demasiado. Lo que es más, yo la respeto. Esta es su vida, y hay algunas decisiones que no se deben hacerse por otra persona, no importa como noble sean sus razones para levantar tu arma.

La realización golpea duro. Tal vez el Embajador tiene razón. Sé que no hice ningún favor a Julieta engañándola para que se quitase la vida por primera vez, pero ¿que si me equivoqué al tomar su vida bajo ese árbol también? ¿Qué pasa si yo no veía con claridad? ¿Y si había posibilidades para su futuro que no podía comprender?

Posibilidades...

—Romeo y Julieta— le digo, de repente recuerdo los cambios en este mundo. —La obra de Shakespeare se ha desvanecido. Julieta es un obituario de una línea, y me he convertido en una mención en un folleto turístico. Dicen que morí en un incendio de la iglesia.

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El Embajador no se ve terriblemente sorprendido por el cambio de tema, o mi revelación. —Esta es una realidad diferente. Muchas cosas pueden cambiar.

Es lo que yo sospechaba, pero por alguna razón, la explicación aún no se sienta bien. —Benjamín Luna, sin duda ha cambiado. Lo vi hoy. Él no es el mismo niño.

—Como he dicho, las elecciones realizadas en el pasado…

—Se parece a mi primo Benvolio Montague. Exactamente como él.

Ella vacila. — ¿Te acuerdas de su cara tan bien?

—Fue como un hermano para mí después de que mi propio hermano muriera. Tenía siete años y yo tenía cinco años. Crecimos juntos. Mientras estaba vivo, pasé más tiempo mirando su rostro que el mío. Era Benvolio, hablé con él hoy, a pesar de que creía que era Benjamín Luna. — Hago una pausa, esperando, pero ella no dice nada. —Te lo juro— insisto. —Era Benvolio, en cuerpo y alma. Aquí, en esta ciudad, setecientos años después de que mi primo viviera y muriera. ¿Cómo es eso posible?

Ella me da una mirada compasiva. — ¿Eras muy cercano a él?

—Él era el único miembro de mi familia que no era cruel, demencial, o estaba tras el dinero de mi padre. Pero eso no importa. Yo sé lo que vi.

—A veces lo que queremos ver puede ser un poderoso…

—Yo no estaba viendo lo que quería ver. — Aprieto la mandíbula, luchando por mantener mi frustración en jaque. —Vi lo que estaba allí.

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—Estoy segura de que mucha gente se parece a su primo. Él era un chico normal, si no recuerdo mal. Pero...— se da vuelta a la imagen en la esquina. —No hay duda de que ése es un guapo joven. Ariel tiene un talento.

Y eso es todo. Mi preocupación ha sido despedida. Pero no lo dejo tan fácilmente.

— ¿Si se trataba de Benvolio o no, no entiendes lo que esto significa? Si hubiéramos sido convocados a esta versión del mundo, Julieta nunca hubiera conocido al verdadero Ben Luna, o enamorarse él. Ella todavía podría ser un Embajador, trabajando para tu causa.

—Sí, ella todavía podría estar viva— dice ella—. No podrías haberle disparado, o robado una preciosa alma del mundo.

Mi pecho se aprieta cuando surgen, los ojos moribundos de Julieta en mi mente. El dolor es peor ahora. Era el alma de Julieta, pero esos eran los ojos de Ariel. Ahora que he mirado su rostro y visto el amor a diferencia de cualquier cosa que yo pensé que había, supe más, es aún más difícil de digerir lo que hice. Aunque sentía que no tenía otra opción.

—Sí— le susurro.

—Incluso podría estar aquí en tu lugar. — La voz de la Enfermera es dura, despiadada. —Pero no lo está. Tú lo estás. Y las coincidencias de confundir aparte, lo más importante es evitar que Ariel se convierta.

—No puedo matarla— me ahogo, mi garganta dolorida. —No puedo.

Su mano se posa sobre la mía. —Puede que sea la única forma de salvarla.

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—Por favor, no— le ruego, a sabiendas de que va a encontrar a alguien más para hacer el trabajo si me niego. —Por favor. Tiene que haber otra manera.

—Puede haber algo...— echa otra mirada hacia la cama. Hay una suavidad alrededor de la boca que me da un poco de consuelo. Tal vez Ariel no es simplemente un medio para un fin o una manera de salvar el mundo.

—Déjame consultar a los otros Embajadores. Si los mercenarios pueden entrar en sus sueños, puede haber una manera de que podamos también. Si es así, podemos ofrecer su protección.

—Voy a ayudar. De cualquier manera que pueda.

—No hay nada que puedas hacer. No puede haber nada que se puedas hacer—advierte. —Pero... a la luz de esta noticia, no creo que sea seguro para que dejes a Ariel todavía.

Mi respiración se apresura, la fuerza de mi alivio hacer agitar mis brazos.

—Gracias.

—Quédate con ella, no dejes su lado. Me pondré en contacto contigo mañana.

Ella da un paso fuera de la ventana, y la luz que emana de sus manos se atenúa. —Si no sabes de mí al atardecer, nos vemos en la cueva en la cima de la montaña a la medianoche.

— ¿Podríamos vernos en otro lugar, cerca de la ciudad? Prometí que llevaría a Ariel al baile. Ella levanta una ceja incrédula. —Sé que suena ridículo, pero es importante para ella. Y para mí. Yo sé que no puedo quedarme, pero si pudiéramos tener una noche más, un par de horas para compartir algo al menos, ella puede recordar...

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—Ella va a recordar. Y recordará lo suficiente— dice ella—. Julieta decidió olvidar ciertas cosas, pero tendrá una opción. No somos crueles, Romeo. A diferencia de tus antiguos amos, nos preocupamos por nuestros conversos y no los enviamos a la niebla si tenemos el poder para mantenerlos en la tierra. No vamos a robar su mente o sus recuerdos. Va a guiar su propio destino, tanto como cualquier alma que sirve a un propósito más alto.

A un propósito superior. Hace unos días, la idea me hubiera hecho reír. Pero

ahora tengo la intención de servir a uno. Eso sí, no es lo que la Enfermera de Julieta tiene en mente...

—Eso es bueno saberlo— le digo, fingiendo ser agradecido por sus amables palabras, aunque sé que no las necesitare. No voy a ir a la niebla. Volveré a alojarme aquí. Con Ariel. —En ese caso, otra memoria de ella sería incluso más apreciada.

—Muy bien. — Extiende la mano. Luz salta entre nosotros. Sus picaduras de magia, hacen mareas por debajo de mi piel, pero no está tan mal como lo hizo la primera vez. Cuando se acabó, me siento recargado, como si hubiera dormido todas las horas que pasé mirando al techo, memorizando la sensación del cuerpo de Ariel contra el mío.

—El poder que te he dado te mantendrá en este cuerpo hasta la medianoche de mañana. No un momento después. Si no has tomado tus votos para mí por aquel entonces, te devolveré al fantasma de tu alma y vivirás el resto de tus días en un cadáver podrido.

—Medianoche. Como la Cenicienta— digo.

—Tú siempre me recuerdas a Cenicienta. — Su tono seco me hace sonreír a pesar de mí mismo. — ¿Me entiendes?

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—Entiendo. — Sus labios se curvan. —Bien.

Bien hecho. Asiento con la cabeza y me comprometo a reunirme con ella a las once y media en el bosque detrás de la escuela, aun cuando comienzo a planear mi escape de la misericordia que estaba dispuesto a matar por unos días atrás.

La Enfermera se pierde en la noche, y me vuelvo a la cama y subo junto a Ariel. Las cubiertas son cálidas y su olor teje a través de mí, calmando todo mi dolor. Nunca olvidaré el olor de su piel. Incluso cuando mi nariz se quema con el hedor de mi propia decadencia.

Tan pronto como me acuesto, ella cambia en su sueño, con la cabeza para encontrar mi hombro, su mano suavizada a través de mi pecho hasta que descansa sobre mi corazón. Puedo sentir el amor en su contacto, incluso cuando está lejos de mí en cualquier sueño que esté soñando.

Me mantengo cerca, beso la parte superior de su cabeza, y espero que su sueño sea uno dulce.

Y a continuación, me quedo mirando al techo, trabajando en los detalles, tratando de ignorar la presión aplastante mientras mi nuevo corazón aprende a romperse.

Traducido Jesica

Corrección Mayte008

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i Enfermera va a hacer un Embajador a Romeo— digo otra vez, sabiendo que mi destino depende de: si el fraile cree esta mentira no estoy del todo segura que es una mentira. Yo vi algo en mis sueños. Vi a Romeo bañado en luz dorada, llenando de magia de

Embajador. —Ella lo va a robar a los Mercenarios.

—Imposible.

Pero lo oigo dejar de caminar a pie. Se detiene, y yo tiemblo. Si se va, voy a morir en este agujero. Pero no hasta que sufra por uno o dos días, antes de que la deshidratación reclame mi vida.

— ¿Cómo sabes acerca de los Embajadores?

— ¿Es importante? Lo sé, y tuve una visión de lo que la Enfermera planificó.

—Sólo los altos Embajadores, tienen verdaderas visiones del futuro— dice—. Y no eres uno de esos, chica. Has sido tocado por la magia, pero…

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—Mi Enfermera es capaz de ponerse en contacto conmigo. En mis sueños.

Juraría que oí la voz de la Enfermera mientras estaba durmiendo, haciendo eco a través de los cielos de mis pesadillas.

—Ella me mostró lo que va a suceder.

— ¿Y por qué iba a hacer eso?

—Para castigarme. — Tal vez sea cierto. Tal vez no lo es, pero no hay duda en mi mente, lo suficiente para hacer que suene como que estoy constatando un hecho. —Ella quiere que yo sufra. Es por eso que me envió aquí.

—Viniste a la tumba en la parte posterior de un carro. Lo he visto con mí…

—No, no, aquí. No es la tumba. Esta vez. Yo estaba en el futuro. Yo era un

Embajador. Desde hace más de setecientos años. — Puedo sentir el cambio en el aire mientras hablo.

Él está intrigado, finalmente me preguntaba si valdría la pena la pesca desde su trampa.

—Romeo y yo vivimos para convertirnos en enemigos. Por siglos. Y entonces me capturaron y les desafió. Trató de salvarme de la tortura, pero fracasó y de alguna manera mi Enfermera me ha enviado aquí.

—Estás mintiendo— dice, pero su certeza se resbala.

—Usted dijo, que yo era una mala mentirosa. Usted debe saber que no estoy mintiendo ahora. — Pido que mi mezcla de realidad y ficción, esté trabajando a mi favor.

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La Enfermera me envió aquí para morir por negarme a renovar mis votos de

Embajador, pero prefiero vivir. Voy a matar por ti, juro mi lealtad, lo que sea para sobrevivir y hacer pagar por dar a Romeo un lugar en su mundo, cuando él se merece nada más que dolor.

—Hmmm.

Es casi una risa, pero no lo es. No sé qué hacer con él, así que permanezco en silencio, esperando a que él hable de nuevo.

—Si lo que has dicho es verdad— dice, con la voz cada vez más claro a medida que se acerca —si tu visión es acertada y son del futuro, entonces Romeo está

más allá de nuestro alcance, seguro en otro momento. La magia Mercenaria, está limitada por el tiempo y el lugar. Me pareció que era lo mismo para los

Embajadores, pero... esto no está ni aquí ni allá. — Él gruñe mientras se inclina para susurrarme a través de la ranura en la piedra. —La triste verdad es que no te puedo enviar al futuro en busca de Romeo con tu cuchillo. Así que... ¿qué me ofreces? ¿Cómo sacrificio?

—Mi padre. —Ignoro el bulto que se levanta en la garganta. —No es tan querido para mí como Romeo lo era, pero lo amo.

—Tu padre— repite, sin dejarse impresionar.

—Yo no lo he visto en siglos. Quiero sus brazos alrededor de mí más que a nada en el mundo. — El nudo en la garganta crece, se convierte en un puño que se siente como si fuera a cortar el aire a mis pulmones. —Pero yo le desgarraría— me ahogo. —Si me deja salir.

Es tranquilo por lo que se siente como una eternidad. En el silencio tengo tiempo para pensar seriamente en mis palabras. Estoy atrapada en la oscuridad en mi propia suciedad, la sed y el hambre y el terror destrozan mi mente.

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¿Mataría por ser libre? ¿Violaría mi creencia de que nada bueno puede venir de asesinato? ¿Cualquier asesinato? ¿Incluso el asesinato del hermano, un hombre que no ha hecho nada malo, pero se extendió por la tierra durante cientos de años? No. No puedo. Ben tenía razón. Matar no va a hacer nada mejor, sólo me hará peor. Pero mentiras... estoy en paz con mentiras. Y voy a decir muchas de ellas ya que debo escapar de este infierno.

— ¿Te gustaría convertirte en un Mercenario?— dice el fraile, con un tono plano, sin emociones, ilegible.

—No, yo no lo haría. Pero lo haré, si es la única manera de tener mi venganza.

Él tararea en voz baja. — ¿Harías eso? ¿Podrías combatir al Embajador en el que Romeo se convertirá?

Asiento con la cabeza en la oscuridad, mis manos en puños, y susurro—: Sí.

—Muy bien— dijo después de un momento. —Supongo que tu padre va a servir a nuestro propósito.

Me estremezco como el roce áspero de la piedra sobre piedra llena el aire, la vibración de las paredes de lo que habría sido mi lecho de muerte. La luz gris de los pinchazos tumba en mis ojos, el aire un poco menos viciado de las ráfagas del mausoleo sobre mi rostro, y mi sangre debilitada corre con alivio. Incluso los brazos del monstruo que llegan a mí arrancándome desde la oscuridad, es mejor que la muerte larga y tortuosa que me esperaba.

Y voy a escapar de esos brazos. Voy a encontrar una manera.

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— ¿Estás lista?— Los dedos del fraile cavan en la carne magullada en mi cadera. Yo trato de alejarme, pero hebilla mis rodillas y me veo obligada a inclinar mi peso contra él. No soy lo suficientemente fuerte para soportarme yo sola. Pero lo voy a ser. Pronto. Me tiene que reanimar. No podría matar a un mosquito en mi estado actual, por no hablar de mi padre, y cuando lo haga, voy a correr, esconderme.

—Estoy lista.

Vuelvo la cara hacia las escaleras que conducen al cementerio, desesperada por un soplo de aire fresco realmente.

—Entonces espero que todo lo que has dicho sea cierto— dice el fraile con un empuje fuerte de su brazo.

Fuego en mi vientre se inflama y se propaga con una intensidad implacable. Mis manos vuelan a mi medio para sentir el calor pegajoso de mi propia sangre derramándose a través de mis dedos. Tengo una fracción de segundo para darme cuenta de lo que ha hecho, y luego me voy a caer. Me arrugo a un montón de faldas hediondas a sus pies, lo último de mi esperanza quemada por el tiempo cayó al suelo.

Él sabía que yo estaba mintiendo. Él ganó. Una vez más. Siempre. Para siempre.

Se arrodilla junto a mí. Cierro los ojos para protegerme de su cara vil.

—Si ella te ha enviado aquí, vendré por ti— dice—. La Enfermera no es cruel. Ella va a querer darte otra oportunidad. Pero cuando ella llegue, te descubrirá muerta y me esperara. A continuación, voy a averiguar si el tiempo es tan fácil de recorrer como piensas, mi hija.

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Abro los ojos, con ganas de decirle que está equivocado, que a la Enfermera no le importa lo que me pase a mí ahora, que ya no soy uno de sus esclavos, pero se ha ido ya, moviéndose rápidamente a través del mausoleo y sube las escaleras, fuera en la noche. O por la mañana. No sé cuál, y ahora nunca lo haré. Veo que se va, mira sus pies un paso fuera de la vista, ya que me cuesta respirar más allá de la agonía difundiéndose a través de mi centro.

Esto es todo. Después de todos los siglos, después de todo, la lucha y el sacrificio y las lecciones aprendidas, y ahora…

Ella viene de las sombras al otro lado de la tumba, saliendo de detrás de él más antiguo de sarcófagos de mi familia, arrastrando los pies a través del espacio entre nosotros con una rápida mirada por encima del hombro, a donde el fraile desapareció. Su capa se tensa alrededor de su pelo gris y su cara es más pálida de lo que recuerdo, pero reconozco a la anciana inmediatamente.

—Enfermera—: jadeo.

—Mi dulce niña. —Sus ásperas manos con trabajo encuentran mi cara, cepillan el pelo de mis ojos. —No hay mucho tiempo— susurra. —Debes renovar sus votos. Déjame salvar tu alma por segunda vez, Julieta.

No Enfermera. El Embajador que habita a la Enfermera. Ha estado aquí todo el tiempo, viendo al fraile atormentándome con la forma en que miraba a Romeo engañarme la primera vez que me sacó de mi tumba.

—No. — Pestañeo su mano lejos con sangre manchándole los dedos. —Enviarme aquí no ha cambiado mi decisión.

Sus labios se abren con sorpresa.

—Yo no te he enviado aquí. Te juro que no lo hice.

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No respondo. Ella es una gran mentirosa como fray Lorenzo.

—Creo que tal vez el universo te ha enviado, sin duda un poder mayor que

cualquier Mercenario o Embajador. — Ella se inclina cerca, rozando sus labios en mi frente, haciéndome temblar de indignación. —Ustedes están destinados a recorrer este camino, Julieta. Estás destinada a ser algo más grande que una chica mortal viviendo una vida mortal. Estoy tan feliz de haberte encontrado.

— ¿Cómo?— Lamo mis labios, luchando por hablar más allá del dolor de torsión a través de mi estómago. — ¿Cómo me has encontrado?

—Después de que te fuiste del cuerpo de Ariel, el tejido de la realidad fue alterado. Los lugares donde tú y Romeo tocaron el futuro y el pasado cambio. Yo soy capaz de ver las posibilidades de nuestro planeta, realizar un seguimiento del tiempo y el espacio, ya que se ve alterado por las decisiones del hombre y por la influencia sobrenatural. Hubo un cambio drástico en todas las versiones del mundo poco después de tu turno final. No era difícil ver lo que causó esos cambios y desde allí, darse cuenta de lo que tenía que hacer para traerte de vuelta a tu verdadero lugar.

—Así que es cierto. Has hecho un Embajador a Romeo.

—Lo viste...— suspira. —Yo no tenía intención de revelar eso. Me refería sólo a enviar pensamientos reconfortantes mientras dormías. — Ella miro hacia otro lado, por encima del hombro, como comprobando para ver si el fraile se está arrastrando hacia abajo por las escaleras, pero puedo sentir su escondite de mí.

—Pero no. Yo no. Sólo le he dado una oportunidad.

— ¿Por qué?

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Ella se da vuelta, con un brillo extraño en los ojos. — ¿No crees que las personas merecen una segunda oportunidad?

—No lo sé.

Ella sonríe. —Estoy de acuerdo, pero su destino y el tuyo están entrelazados. Tuve que quitar a Romeo a partir de la ecuación, para que su destino se cumpla. Si yo no lo había puesto en camino hacia el exterior existente tiempo, nunca habría llegado a ser uno de nosotros.

—Nunca voy a ser... Nunca.

—Julieta. Por favor... —La Enfermera toma mi mano, echa una mirada triste a donde la sangre empapa mi vestido. —Te estás muriendo.

—Me moría antes— le susurro, resulta más difícil hablar. —Y entonces me desperté aquí. Voy a ver dónde me levanto la próxima vez.

—No hay…— echa otra mirada nerviosa hacia la entrada de la tumba. —Ahora es diferente. No habrá una próxima vez.

Cierro los ojos, deseando que se fuera, deseando que el fraile vuelva y darle algo de verdad de qué preocuparse.

— ¡Mírame!— empuja el hombro, enviando una punzada de dolor intermitente a través de mi estómago y en mi espina dorsal. —Yo hice esto.

—Pensé... dijiste...

—Yo no te envié aquí, pero las cosas cambiaron cuando puse a Romeo en un camino diferente. — Ahueca mi barbilla y se apoya cerca, hasta que puedo sentir su aliento en mis labios.

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—Fuiste enviada aquí para tener otra oportunidad en la vida, y si yo no hubiera intervenido, la habrías encontrado. Podrías haber encontrado al amor en un hombre y formar una familia. Podrías haber muerto cuando tuvieras sesenta y tres de una infección en la sangre. Lo vi todo, la vida humana trágicamente breve que habrías vivido si no hubiera tomado medidas.

Niego con la cabeza. ¿Qué está diciendo? Sí que...

—Entonces... ¿por qué...

—Para que puedas vivir esa vida, Romeo también fue traído de vuelta y teniendo en cuenta la felicidad— dice ella—. Una vida larga con una mujer a la que amaba. Un niño. Cinco nietos. Veinte bisnietos, doce de los cuales vivió para ver traídos a este mundo. En ese futuro posible que él tenía casi cien años cuando murió pacíficamente. En su sueño.

Su labio se rizo.

—Claramente parece una eternidad de servicio a los Embajadores, es demasiado buen destino para gente como él. ¿Puedes imaginar la alternativa? ¿Todas las bendiciones que se hubieran obtenido si no hubiera intervenido? ¿Mientras que murieron sin la oportunidad de cambiar el mundo para mejor?— La risa es una de los más duras sonidos que he escuchado. —No podía permitir que eso suceda.

—Así que... ¿tomaste mi felicidad lejos?— Mis ojos arden, pero yo estoy demasiado vacía para llorar. — ¿Para prevenir a Romeo de encontrar la suya?

—No, mi amor. — Ella me acaricia el pelo como si fuera una mascota favorita.

Me pregunto si eso es todo lo que siempre fue para ella. Una mascota. Si hubiera habido algo más, ella no habría jugado con mi corazón como lo ha hecho.

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—No he tomado nada. Te he dado una oportunidad para mucho más. Cualquier chica puede casarse y tener hijos. No cualquier chica puede cambiar el curso de la historia, salvar al mundo, a la causa de amor y luz a través de los siglos. Eres especial.

Una lágrima se desliza imposible por mi mejilla. —No.

—Julieta, algunos de nosotros estamos llamados a servir a una causa mayor.

—No hay una causa más elevada que el amor. — El latido de mi conveniencia resuena en mis oídos. —Después de todos los siglos, en la defensa, que te crees... de todas las personas. — Me aparto de ella, rodando mi cabeza débilmente en el suelo duro. —Pero no eres una persona.

—No. Ya no es así. —Ella saca su mano de mi frente. —Pero tengo un corazón.

No voy a dejar Romeo convertirse en un Embajador. He encontrado a alguien para eliminarlo— dice ella—. Para ti.

—Nunca he hecho... nada... para mí.

Estoy jadeando, apenas capaz de formar palabras. El fin está cerca. Puedo sentirlo en la electricidad que destella a través de mi cerebro, haciendo que parte de lo que me convierte en Julieta explote. Estrellas que salen, se queman, mueren.

Ella suspira. —Pero mi interés personal también está en el mejor interés del mundo. ¿Puedes decir lo mismo? Julieta... me esperaba mucho más. — Ella crece todavía, tan inmóvil como las tumbas que nos rodean, algunas de ellas vacías y en espera de sus cargos, algunos con los vientres llenos de muertos.

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Conocía a algunos de esos huesos, me encantaron algunos de ellos. Tybalt y abuela, y el bebé de mi prima Louisa, que murió antes de que ella tuviera tres años. Tal vez yo los vea cuando abra los ojos en el más allá.

Puedo dejarme ir ahora. Puedo sentir lo fácil que sería. Pero por alguna

razón no puedo dejar de pensar en esa otra vida, que la Enfermera me dijo que podría haber tenido si no hubiera interferido, esta felicidad con un marido y niños, y otros cincuenta años de vida humana. Es difícil imaginar a alguien cariñoso, pero Ben, pero...

Ben. Si tan sólo hubiera podido mantenerlo una última vez...

Volteo y veo su rostro y mi miedo se desvanece. Él está conmigo. Él siempre estará conmigo.

—Sólo necesito más tiempo. — La Enfermera me saca de mi paz con mano firme a mi lado.

En primer lugar está el dolor agudo suficiente para hacerme jadear, pero luego disminuye sus impulsos de energía a través de mi piel y el dolor. Me quito el aliento por primera vez en muchos minutos, pero antes de que pueda maravillarme de lo que ha hecho, me está levantando en el aire, llevando conmigo a pocos pasos a la tumba, y por dentro de mí.

Interior. De vuelta al interior de la tumba. No. ¡No!

—No— me ahogo. Gritaría si pudiera, pero no tengo fuerzas para gritar o luchar. Ni siquiera soy lo suficientemente fuerte como para levantar mis manos en señal de protesta, mientras la piedra se desliza lentamente en su lugar.

—Volveré por ti— susurra a través del agujero donde el fraile vierte el agua.

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—En un par de horas. No más. Yo pondré fin a mi negocio con Romeo y vendré directamente aquí. Voy a tener un nuevo cuerpo, pero me conocerás. Como siempre lo haces.

—El fraile... he...

—No va a hacerte daño— dice ella. —Te está utilizando como cebo, pero yo soy el tendido de la línea. Voy a mantenernos a salvo a las dos y finalmente, deshacerme de él. Ya lo verás. Vamos a vivir Julieta, nuestros próximos 700 años serán diferentes. Tendrás un gran poder. Vamos a ganar de nuevo este

mundo de los Mercenarios y llevar la paz a la humanidad. Juntas, creo que podemos.

Y entonces ella se ha ido.

En el exterior, oigo un golpe sordo cuando el cuerpo que dejó atrás cae al

suelo duro. Enfermera es una anciana, con dolor en la espalda y las piernas. Sin magia sobrenatural corriendo a través de ella, sufriría una caída así. Pero no haría ruido.

—Enfermera—llamo tan fuerte como me atrevo. — ¡Enfermera!

Ella no responde. Sólo hay silencio en el exterior, ninguna respiración, no

agitación en el piso de la tumba. Sospecho que la Enfermera estaba muerta,

antes de que el Embajador utilizara su cuerpo para llegar a mí. Los

Mercenarios. Sólo se supone que habitan a los muertos. Los Embajadores se supone que están por encima de tal profanación.

Los Embajadores no deben robar vidas o jugar al juez, jurado y verdugo. No se supone que los Embajadores tramen asesinatos, o entierren a la gente viva.

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Si esto es a lo que el lado —bueno— ha venido, me temo que no sólo por mí y Romeo, donde quiera que esté, sino por el mundo.

Traducción Jesica

Corrección Mayte008

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l sol de la mañana inunda la ventana, vertiginosa, pura y perfecta, el cielo está sonriendo en mi habitación, aprobándonos a Romeo y a mí. Romeo y yo. Es una mañana hermosa, pero incluso si fuera

oscura y gris y del cielo lloviera ranas - langostas y fuego, no me arrepiento de lo que hicimos.

Yo lo amo. Me encanta amarlo.

Si pensaba que podía salirse con la suya, me gustaría portarme mal otra vez, ocultar a Romeo en el armario hasta que mi mamá se vaya a trabajar, y mantenerlo en la cama conmigo todo el día. Nada más que sábanas revueltas y su piel caliente contra la mía, y nuestro ser se extienda a los demás mientras susurramos debajo de las sábanas.

–Quédate. –Sostengo apretado a su brazo mientras levanta la ventana. –Sólo por unos minutos.

–No hay tiempo.

–Tenemos una hora antes de la escuela.

E

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Él me mira, el sol creando un halo alrededor de su cabello desordenado, haciéndole parecer el más sexy ángel caído del mundo. Decido en ese momento que lo pintare como ahora, con un pie fuera de mi ventana, atrapado entre nosotros y el mundo.

–No puedo– dice, pero puedo sentirlo vacilante.

–Tú puedes. – Estoy de pie de puntillas y lo beso, haciendo girar mi cabeza.

Pensé que sus besos serían más fáciles después de anoche, pero sólo hizo su efecto peor en mí. Es como si mi cuerpo entero estuviera atrapado en un torbellino de tiro a través de un rayo. Estoy mareada y cargada eléctricamente y viva y tan feliz. No quiero volver a dejarlo ir, ni siquiera por unos minutos.

–Vuelve a la cama– murmuro contra su boca, el corazón late más rápido mientras su mano se desliza más allá de mi mejilla en mi pelo.

–Estás haciendo esto muy difícil– respira mientras él saca su pierna de nuevo en la habitación.

Sonrío. –No. Tú estás haciendo esto muy difícil.

–Me tengo que ir. Nos vemos en una hora, tal vez menos. Pero esto ha de hacerse. Es importante. –Hay un borde en su voz que no estaba allí antes. Está preocupado, tal vez incluso asustado.

– ¿Se trata de...?– No sé el nombre de la bruja, pero yo no lo diría aunque lo supiera. No quiero dejarla entrar en esta mañana. Este momento es mío y de Romeo y de nadie más.

–Es algo que va a ser bueno para nosotros. Para ti.

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–Entonces déjame ayudarte. Espera un segundo. Voy a ir contigo. –Agarro mis jeans del suelo, lleva la misma ropa; bien podría también. Meto una pierna y luego la otra, moviéndome tan rápido, que tropiezo. Él extiende la mano para agarrar mi brazo, haciendo que mi piel hormiguee mientras abrocho mis jeans y tiro hacia arriba de la cremallera.

–Tengo que hacer esto solo– dice.

–Pero yo…

–No hay peros. No en esta. Necesito que estés a salvo. Ve directamente a la escuela, entonces directamente a la clase, y no hables con extraños. – Regresa de nuevo a la ventana, pero se detiene antes de que él tire su pierna por encima del alféizar. –Mejor aún, no hables con nadie, ni siquiera tu madre si puedes evitarlo.

–Está bien. –Cruzo mis brazos, de repente fríos, aunque se sintieran lo suficientemente calientes hace un segundo. Pero me acuerdo de lo que dijo

anoche Romeo. El hombre de mis sueños es uno de los Mercenarios, y podría venir por mí en otra forma, incluso en el cuerpo de mi madre o de uno de mis maestros. Si mata a alguien que conozco, él podría hacerse cargo de ellos y puede ser que lo descubra cuando ya es demasiado tarde. No hay nadie en quien pueda confiar. Excepto Romeo.

– ¿Realmente crees que mamá está en peligro?– Pregunto, el corazón late más rápido. – ¿No hay nada que pueda hacer para mantenerla a salvo?

Él suspira.

–Me gustaría decirte que no te preocuparas, pero... – Toma mi mano, envolviendo mis dedos fríos en los suyos cálidos.

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–Ten cuidado y te prometo que haré todo lo que pueda para mantener a tu madre y a todos los presentes a salvo. Te veré en clase.

–Está bien. –Saco mi mano de la suya. –Ten cuidado. Llámame si me necesitas. Voy a tener mi teléfono.

–Toma el coche de tu madre si es posible. O el bus. No estoy seguro de que caminar sea seguro.

Se balancea por la ventana, cayendo al suelo con un gruñido suave. Lo veo pasar por la hierba, mi corazón se eleva cuando se detiene y se da vuelta. Me alegro de que no se pueda ir andando a pie. Realmente me alegra.

– ¿Ariel?

– ¿Sí?

–Yo... Te Amo.

–También Te Amo.

Nuestros ojos se atrapan y se mantienen, y por un momento no hay más que Romeo y yo, y una brillante luz dorada. Y luego se da la vuelta y se aleja. Miro hasta que llega a la valla y se sube encima con un tirón simple de sus brazos, y trato de no sentir como todo lo bueno ha desaparecido detrás de los tableros grises descoloridos.

Pero cuando vuelvo a mi habitación, el mundo parece más desgastado de lo que lo hacía antes. Yo enderezo mi cama con un rápido movimiento de las cubiertas, a continuación, saco mis jeans y los tiro en el cesto de la ropa sucia. Tengo una hora libre antes de empezar la escuela. Puede ser que también tome una ducha y haga un esfuerzo por lucir bien.

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Agarro unos pantalones vaqueros y un jersey fresco pegajoso rojo con una V profunda en la frente que nunca me he atrevido a usar antes, y me dirijo al cuarto de baño. Me baño, visto, me seco el pelo, e incluso me tomo el tiempo para poner en las capas de maquillaje que sé que a Romeo no le importa si estoy usando. Sin embargo, me encuentro a mí misma vestida con veinte minutos para matar antes de tener que salir de casa.

Camino a mi habitación, tratando de pensar en algo más que hacer para mantener mis manos ocupadas. Más ocupadas las manos, más tranquila mi mente. Me temo que si me detengo, voy a ahogarme en la inundación de la preocupación.

¿Y si no vuelvo a ver otra vez Romeo? ¿Cómo iba a dejar que se vaya a ninguna parte sin mí? ¿Cómo voy a conseguir cosas de Gemma desde su casa si yo no tengo que hablar con nadie? ¿Qué voy a hacer si no hay nada que pueda hacer para salvar a la gente que quiero, para salvar a Romeo? ¿Para salvarme a mí misma?

Voy a morir sin él. Al menos, sé que le quiero. Incluso la idea de pasar un solo día me pone enferma del estómago, y mucho menos el resto de mi vida. Sin embargo, tengo que comer algo. Tal vez panqueques cero. O crepas. Algo que requiera tiempo y atención y dejará menos espacio en el cerebro para todas las preguntas de miedo.

Me dirijo a la cocina, mentalmente pensando en los ingredientes que necesitaré para las crepas, con la esperanza de que tengamos los huevos que quedan en la nevera. Pero mientras camino por la puerta, yo veo un destello de verde en la mesa de la cocina, tropiezo con mis propios pies, y apenas mantengo mis gritos

Gemma levanta sus manos en el aire.

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–No te asustes. Yo sé dónde se oculta la llave, y me estaba muriendo por el café. La mierda en el hotel era asquerosa, y tenía miedo de que alguien me reconociera si me veía a través de un autoservicio. Iba a decirte que estaba aquí, pero estabas en la ducha.

Aprieto la mano sobre mi corazón acelerado y mirando fijamente a Gemma.

Ella tiene el mismo aspecto, más informal de lo habitual en su camiseta verde y pantalones vaqueros rasgados, con el pelo ondulado y sin maquillaje delineador salvo, pero manchada de ayer que no quiere decir nada. Todavía podía ser el enemigo. No se puede ser demasiado cuidadoso.

– ¿Qué estás haciendo aquí?– Me quedo donde estoy, demasiado nerviosa para dar un paso más en la cocina.

–Wow– Gemma da uno o dos parpadeos exagerados. –Gracias, Ree. No creo que nunca me haya sentido tan bienvenida–. Ella empuja su silla hacia atrás. – ¿Quieres que me vaya?

–No, por supuesto que no– le digo, tratando de actuar normal. Si está realmente es Gemma, no quiero herir sus sentimientos. –Lo siento. Me has sorprendido. Pensé que iba a encontrarte en tu hotel a las cuatro.

–Vosotros sois. Quiero decir, supongo que eres. Yo sólo... – agarra su café y envuelve sus dedos alrededor de la taza. –Quería hablar contigo antes de esa hora, sin Mike alrededor.

– ¿Por qué? ¿Están ustedes bien?

–Estamos muy bien. –Su sonrisa ilumina la cocina oscura.

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–Estamos locos de amor, y estoy feliz en Sésamo Street. Debería haberme casado hace años. Mis padres me hubieran prometido a los doce años y se hubieran salvado de un montón de dinero en terapeutas de mierda.

–Así es. –Mis labios se contraen. –Si eso no fuera ilegal. Y bruto.

–No hay nada bruto sobre el amor, querida Ree. –Gemma abraza su taza humeante en el pecho. –El amor es felicidad envuelta en un burrito con azúcar espolvoreada y cubierto con salsa impresionante.

Me río, y la última de las preocupaciones se filtra de mis hombros. Esta es Gemma, no cabe duda. Yo no conozco a nadie más que envuelve las cosas en burritos metafóricos.

–Estás en lo cierto. –Me dirijo hacia el café que ella ha hecho. No suelo beber café, pero estoy confusa esta mañana. Romeo y yo no pudimos dormir mucho.

Romeo.

Sus labios, sus manos, su... todo. Los recuerdos sensoriales corren a través de mí mientras vierto la mitad de una taza y lleno el resto de leche, haciéndome sonreír mi nueva sonrisa, tonta.

– ¿Qué pasa contigo?– Gemma pregunta mientras me acomodo en la silla frente a ella.

–Nada. Simplemente estoy feliz.

Ella me estudia por encima del borde de su taza, con los ojos repentinamente

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Cubro mis dudas con un largo sorbo de café.

¿Qué debo decirle? La verdad es imposible.

Gemma no cree en los cuentos de hadas o maldiciones. Dudo que ni siquiera su propio vivieron felices para siempre, después ha cambiado eso. –Me alegro de verte. Eso es todo. Me alegro de que tú y Mike estén tan bien juntos.

–Mierda. –Ella deja su café abajo con un golpe fuerte. –Nadie sonríe porque alguien que les importa tiene sexo. Sonríen así porque se echaron un polvo.

–Gemma–Me sonrojo y lanzo una mirada furtiva hacia la puerta.

Afortunadamente, todavía estamos en paz. Si mamá entra en otra conversación como la que oyó la otra noche, voy a estar en mi camino a

Planificación Familiar, para una receta de control de la natalidad antes de que puedas decir sexo seguro. Los condones que Romeo y yo usamos no son suficiente seguridad para mi madre.

– ¿Qué? Estoy en lo cierto, ¿no? Hiciste, el hecho. –Su tono es plano y siniestro, como si estuviera pronunciando una sentencia de muerte.

Me ruborizo más duro y encogiéndome de hombros. –Tal vez.

–Oh, Dios–entierra su cara en sus manos, amortiguando el suave. –Mierda– que es su siguiente palabra sobre el tema.

– ¿Qué hay de malo en eso?– Le pregunto, empezando a irritarme por el drama. –Pensé que serías feliz. Tú eres la que dijo que yo era demasiado antigua por no haber visto a un chico desnudo en la vida real.

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Y empezaste a acostarte con chicos de octavo grado, añado silenciosamente, pero sé que no debo decirlo en voz alta.

–Sí. Lo estoy– dice ella. –Sería, de todos modos. Si hubieras elegido un chico diferente.

Suspiro. Lo entiendo. Se trata de Dylan y lo mucho que lo odia. No puedo culparla. Si aún estuviera Dylan, yo lo odiaría. Tal vez incluso le odiaré más, si Romeo se va y el viejo Dylan vuelve a presumir de lo que hicimos anoche.

Pero aun cuando la desagradable posibilidad pasa a través de mi cerebro, no puedo dejar de pensar en la forma en que Romeo me abrazó, como la cosa más preciosa que jamás había tocado. No importa lo que pase, no me arrepiento de mi decisión. Una noche con el chico que me gusta, vale más que cien días de tortura de Dylan Stroud.

–Entiendo– le digo. —Pero no te preocupes. Puedo manejar a Dylan.

–Um... no, no puedes. Lo siento, Ree. Te amo y eres súper-lista y probablemente podrías ser un doctor o algo, si te despertaras y te dieras cuenta de tu verdadero nivel de genialidad, pero no puedes manejar a Dylan. Está loco.

–Yo también lo estoy. –Puedo forzar una sonrisa. – ¿No está todo el mundo loco?

–No como él. Está mal, Ree.

–Él no es…

–Él es un mentiroso compulsivo. Es tan bueno en eso, él puede hacer que cualquier persona creer cualquier cosa.

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Gemma apoya los codos en la mesa y me da una mirada súper-intensa que hace que todas mis protestas fáciles parezcan insuficientes. Esto no era lo que yo esperaba.

–En serio. Lo que sea. Yo creo que hasta él se cree sus propias mentiras por un tiempo, pero luego se acuerda de que todo se pretende y se convierte de nuevo en la misma persona horrible que era antes. Salvo peor, porque sabe que juega con tu cerebro y gana.

Mis dedos se aprietan alrededor de mi taza. Yo no voy a permitir que Gemma me hagan dudar de Romeo, pero no puedo evitar ser molestada por lo que ella ha dicho. Realmente molesta.

– ¿Desde cuándo sabes tanto de Dylan? Pensé que lo odiabas.

–Sí. ¿Te has preguntado por qué?

Niego con la cabeza. –Pensé que... sé que piensas que su banda es poca cosa.

–Amiga, esto va mucho más allá de algo estúpido como eso. –Gemma ríe

con una risa triste, y reconozco su “preparando para decir cosas que no quiere

decir” la cara.

– ¿Te acuerdas de cuando estaba pasando mucho el rato en Santa Bárbara? ¿En ese bar que no necesitaban identificación?

–Sí.

–Bueno yo no estaba pasando solo el rato. Dylan se presentó una noche después de que ya había tenido un par de cervezas, y se acercó a mi mesa.

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Ella mira hacia abajo a sus dedos, pellizcando la piel alrededor de su cutícula. Por primera vez me doy cuenta de lo ásperas que sus manos se ven.

Nunca he visto a Gemma cuando ella se ha ido más de una semana desde su manicura anterior. Su madre tiene una mujer que viene a su casa para hacer manicuras y pedicuras y tratamientos faciales cada domingo por la tarde, y Gemma siempre parecía perfecta los lunes por la mañana. Ahora, al ver sus manos ordinarias, me siento más cerca de ella de lo que lo hice en mucho tiempo. Pero también estoy asustada. Gemma no es grande en hablar de sus sentimientos o cosas personales. Ella deja su pared hacia abajo sólo cuando realmente tiene que hacerlo. El hecho de que piense que esta es una de esas veces hace que mi piel estalle en una piel de gallina bajo mi suéter.

–De todos modos. –Ella sopla aire a través de sus labios. –Pensé que estaba tratando de conseguir que le invitara a una copa, pero me compró una en su lugar, y empezamos a hablar. Él era muy diferente esa noche. Más agradable. Fácil de hablar. Maldita sea dulce, de verdad. – Ella niega con la cabeza, pero mantiene sus ojos en los dedos. Ni siquiera puede mirarme. No deja duda de que esta historia va a ser tan mala como lo que es familiar.

Un dulce Dylan. Más agradable. Fácil de hablar.

Un nudo se levanta en mi garganta, pero me obligo a tragar un sorbo de café. Sentí el alma de Romeo en mi cuerpo ayer cuando las cosas llegaron gritando. Él sabe de las almas perdidas y el hombre de mis sueños, y sé que su historia no es una mentira. Dylan no podía hacer algo tan elaborado.

–Le dije cosas que nunca he contado a nadie, ni siquiera a ti– Gemma continúa.

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–Y él me dijo un montón de cosas también. Acerca de su padre y el amigo de quién era su padre... hizo cosas para él. Lo tocó y esas cosas. Cuando él era pequeño.

Enhebra sus dedos juntos y hace un puño apretado. Una pequeña gota de rojo aparece cerca del borde de su dedo índice, donde ha arrancado la cutícula tan profunda, que está empezando a sangrar. Miro el mar de fondo líquido rubí, y trato de no pensar en nada.

Si me permito empezar a pensar, voy a pensar en cosas peligrosas.

Traducido por Jesica

Corregido por GiovannaAMV

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é que nunca te dije...— finalmente levanta su rostro, pero me doy cuenta de lo difícil que es para ella.

Gemma probablemente se siente tan desnuda y aterrorizada, como lo hice cuando le dije a Dylan sobre las voces locas en mi cabeza. Quiero llegar y tomar su mano, pero su lenguaje corporal no deja ninguna duda de que no quiere que la toquen.

Ella toma una respiración irregular. —Cuando estaba en primer grado, mis padres tenían una de sus grandes fiestas de la cosecha después de la caída. Yo estaba en el sótano en mi casita de muñecas del castillo, y mi tío bajo y... cosas malas pasaron.

—Dios— le susurro mientras mi estómago colapsa. Quiero decir algo más, pero no puedo. No sé si tengo las palabras para ello.

—Ni siquiera entendía lo que estaba pasando al principio— dice—. Él era el tío Steve y... confié en él. Hasta que fue demasiado tarde. Traté de llamar a mi madre, pero la música estaba tan alta arriba. Nadie me escuchaba.

S

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—Gemma. — Tomo la mano. Para mi sorpresa, me permite que la sostenga con fuerza por un momento antes de soltarla. —Te quiero. Lo siento mucho.

—Sí. Yo también. Te amo, también. — Sonríe y deja escapar un suspiro más fácil. —En realidad, se siente bien decirte. Sabía que no podrías pensar que era grave ni nada, pero…

— ¡Por supuesto que no!

—Lo sé. — Ella se encoge de hombros y llega a su café. —Supongo que los viejos hábitos tardan en morir. No se me permitía hablar de ello por un tiempo laaarrrgo. Incluso cuando empecé a volverme loca y mis padres me enviaron a la terapia, sólo me dejaron hablar con un terapeuta que confiaban en que no delataría al tío Steve. Y un terapeuta en tomar es peor que ningún terapeuta. Sólo me hizo sentir peor. Así que lo dejé.

Niego con la cabeza, sin querer entender lo que está diciendo. Pero lo hago. Y eso me hace tan...

Cierro los ojos, tire soltando el aire, y lo dejó escapar largo y lento. No puedo permitirme tener un episodio en estos momentos. Pero si dejo ponerme más furiosa, sé que lo haré. Me tomo un momento para centrarme en mi corazón, deseando que se desacelere. Me imagino mi sangre enfriándose en mis venas y mi aliento sale helado. Estoy tranquila, fría, tan inmóvil y conectada a tierra según las gigantescas estatuas de Buda de piedra en China.

Cuando me tengo junta, abro los ojos y digo lo que hay que decir.

— ¿Tus padres lo sabían y no hicieron nada?

—Oh, hicieron algo— dice, con la voz tan amarga que hace que mi lengua se rice detrás de mis dientes.

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—Dejaron de invitar al tío Steve a fiestas y se aseguraron de que no se le permitiera beber, en Acción de Gracias o Navidad. O sentarse en mi lado de la mesa. No es que importara. Todavía podía mirarme. — Ella tomó un sorbo de su café, estableciendo la taza en la mesa un poco demasiado duro. —Me di cuenta de que nunca se arrepintió de lo que hizo ni por un segundo.

—Todavía...— lucho con las ganas de vomitar. —No es serio.

—Yo soy. Quiero decir, Steve es un muy buen tipo cuando no está borracho. Fue solo un error, y no vale la pena enviar a un hombre a la cárcel o manchar el nombre de los Balandra, con el abuso de menores. — Ella hace una imitación tan perfecta de la voz de su madre, que me hace temblar. Me puedo imaginar a la señora Sloop decir estas cosas a Gemma una y otra vez, acumulando vergüenza a la vergüenza que hasta Gemma fue enterrada viva bajo ella. —Eso no sería bueno para las ventas de vino. O la campaña del papá del Senado.

Respiro profundamente. Respiro profundamente.

No voy a enojarme. En cambio me centro en lo triste que es que las personas que deberían haber protegido a Gemma, han pasado doce años protegiendo al hombre que la violó.

—Te merecías algo mucho mejor.

— ¿Eso crees?

—Lo sé. Eras una niña, y lo que hizo era enfermo. Tu mamá y tu papá deberían haber hecho todo lo posible para conseguir enviarlo a la cárcel.

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Ella sonríe, una sonrisa secreta que estoy empezando a reconocer. —Eso es lo que dice Mike.

—Tiene razón. —Otra respiración profunda. Mantengo mis manos aún sobre la mesa, asegurándome de mantener la calma incluso cuando digo—: Y si no le podían meter en la cárcel, deberían haberte cuidado de él ellos mismos.

Gemma levanta una ceja. — ¿Qué significa?

No dudo.

—Deberían haber enterrado su cuerpo en algún lugar donde pudieran ir a ver dónde se está pudriendo. En caso de que alguna vez olvidara lo lejos que iría para asegurarse de que nunca te lastimara así de nuevo.

—Wow. — Ella traga—. Eso es bastante intenso, Ree.

—Tanto como lo es abusar de un niño de seis años de edad— le digo, ignorando el ácido que se produce en serie, en mis entrañas de sólo imaginar a una persona lo suficientemente enferma, como para violar a alguien así, especialmente a un bebé que apenas había aprendido a escribir su nombre, jugando en su casita de princesa.

—Si fueras mi familia, el tío Steve se habría convertido en el tío Cadáver hace mucho tiempo.

—Eres realmente una loca— dice con evidente afecto. Sus ojos se llenan, y las lágrimas se desbordan, rayando lo que queda de su delineador de ojos.

No sé si alguna vez le he visto llorar. Hace que mis costillas se contraigan hasta que apenas puedo respirar. —Me preocupo por ti.

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—Yo también. Acerca de ti. — Me alcanza, y envuelva mis brazos apretados a su alrededor, abrazándola con todas mis fuerzas —me alegro de que estés aquí. Es increíble que hayas vivido a través de esto y salir semi-bien por el otro lado. Estoy tan contenta de que Mike te haga sentir amada.

Si me hubiera dado cuenta de la gente odiosa que los padres de Gemma eran, me hubiera esforzado más para asegurarme de que ella sabía que yo también la quería. No importa qué tan desigual nuestra amistad ha sido a veces, ella siempre ha sido una de las personas más importantes en mi vida.

Finalmente nos separamos y alcanzamos el rollo de toallas de papel sobre la mesa, al mismo tiempo, riendo cuando nuestras manos chocaron.

—Permíteme. — Ella saca una toalla para mí, y luego otras para ella.

—Gracias— le dije, devolviéndole la sonrisa mientras seco mi cara.

—No hay problema. He estado llorando mucho más últimamente, pero creo que es una buena cosa— dice, encogiéndose de hombros. —A Mike no le importa. Sus padres son ambos consejeros, por lo que lo alentaron en la materia sentimental cuando él estaba creciendo.

—Bien por ellos.

—Sí. Los padres de Mike molan. Ellos viven en Los Ángeles. Fuimos a visitarlos cuando nos fuimos, y vinieron a la corte cuando nos casamos. Ellos se casaron muy jóvenes, pero todavía están juntos, así que...— sonríe su sonrisa por Mike.

—Creo que Mike y yo tenemos una buena oportunidad. Nunca pensé que ser feliz podía ser tan fácil. Lo amo tanto.

—Lo puedo decir.

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—Él es auténtico. — Hace una pausa, y en el silencio su sonrisa se desvanece.

Cuando ella me mira de nuevo, puedo decir que estamos de vuelta a los acontecimientos más actuales.

—Pero Dylan no lo es. Está mintiendo, Ree. No sé lo que dijo para convencerte de dormir con él, pero es una mentira.

Lamo mis labios, odiando la duda que pruebo allí.

—No, Gemma. Realmente no lo creo.

— ¿Sabes lo que me dijo Dylan a mí?— pregunta, ese brillo obstinado en sus ojos. —Él me dijo que este amigo de su padre, le ha tocado todo el tiempo cuando era pequeño. Incluso lloró sobre ello. Supongo que sabía que iba a llegar a mí como nada más lo haría.

— ¿No crees que él estaba diciendo la verdad?

—Sé que él no lo estaba. O tal vez estaba y decidió decir que era una mentira más tarde. No sé lo que pasa por su cabeza enferma, pero no importa. Sé que es un hecho de que actuó de una manera por las pocas semanas cuando estábamos pasando el rato en el bar, y una forma completamente diferente después de que lo hicimos un par de veces.

Gemma y Dylan dormían juntos. Debería asustarme, pero no era así. Tengo cosas más importantes sobre las que flipar. Como si el chico que me gusta es una mentira.

— ¿Qué ha cambiado?— La duda y la mezcla de nervios en el estómago, por lo que me siento como si hubiera tragado veneno.

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—De repente, él no era más tan dulce — dice—. Un día fui a su casa y me abrió la puerta, pero no me pidió que entrara. Él dijo que estaba aburrido, y que todo lo que él me había hablado de un amigo de su padre era una mentira. Dijo que yo era una niña rica quejumbrosa patética y una mierda en la cama, y luego cerró la puerta.

En el momento en que termino, su rostro era pálido y su voz temblorosa. Puedo decir que esta incómoda y avergonzada, y prefiere tener sus uñas arrancadas que contar esta historia.

Conozco a Gemma. Sé lo difícil que es para ella decirme cualquier historia donde no sale como el gran ganador. Compartir esto debe matarla, pero ella lo hace de todos modos. Por mí. Soy su mejor amiga, y ella no quiere que yo sea herida la misma forma en que fue herida. Ella no puede saber que es demasiado tarde, y que si lo que dice es cierto, voy a estar tan lejos de perjudicarme, no voy a entender más el significado del bien. Voy a estar destrozada en el interior, como la carne cruda emocional que cada sentimiento picará como el fuego.

—Después de eso, cada vez que nos encontrábamos con los demás en la escuela, él era un imbécil. Le di una mierda de vuelta, pero lo único que podía pensar era en lo estúpida que era por confiar él. — Ella tira un pedazo de su cabello con fuerza suficiente para herirse, un poco de castigo por algo que no era su culpa.

—Quiero decir, ¿quién se preocupa por el sexo? he tenido relaciones sexuales con un montón de chicos que no se preocupan por mí, pero yo confiaba en él con el secreto más grande de mi vida. Y demostró que aún era demasiado estúpida para saber distinguir a los chicos malos de los buenos. No creo que le dijera a ninguno de sus amigos perdedores otra cosa que echar un polvo, pero...— deja caer sus manos en su regazo. —Todavía me estropeo por un largo tiempo.

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—Lo siento mucho— le digo, sin saber a quién se lo estoy diciendo. ¿Ella? ¿Yo? O ¿Ambas?

Dios. ¿Y si...? ¿Y si...? no puedo ni siquiera pensar en ello. No puedo ni voy a perder mi temperamento, mi mente, mi corazón, mi alma. Todo. Todo se irá. Para siempre. No habrá regreso, no cambiare de opinión como lo hice la noche casi me saqué el coche de Dylan de la carretera.

—No lo hagas. — Gemma agita una mano en el aire, ajena a la crisis tratando de empezar en mi interior. —Estoy tan harto de ello. Estoy con Mike y yo estoy muy bien. Y tú vas a estar genial.

No, no voy a estarlo. Si Romeo es una mentira, siempre será grande.

—Encontrarás a alguien increíble, Ree. — Gemma empuja la bota con su zapato tenis. Me esfuerzo para centrarme en su cara, con la esperanza que le ayudará a aplacar los sentimientos frenéticos. —Eres una persona de puntapiés en el culo, y alguien mejor que Dylan va a ver eso. Y cuando lo haga, vas a mirar hacia atrás Stroud y sentir lástima por su patética, sociópata, y mala personalidad. Lo harás. Lo prometo.

—Yo... yo...

No puedo. No lo haré. No voy a sentir pena por él, yo lo odio. Para siempre. Yo lo odio tanto, voy a tener que hacer lo que sus padres deberían haber hecho a su tío. Voy a tener que matarlo. Porque tienes razón, yo estoy loca y no puedo tener algo como esto. Me va a romper, y cuando este rota, voy a romper el mundo.

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Agarro mi café y lo aprieto fuerte, dándome una sacudida severa. No puedo empezar a pensar de esta manera. Tengo que tener fe.

Tomo una respiración profunda y me concentro en el camino la voz de Romeo quebrándose esta mañana cuando me dijo que me amaba. Eso fue real. Él es real, y no importa lo que hizo Dylan, porque Romeo no es Dylan. No lo es.

—No me gusta lo que te hizo— por fin me las arreglo para decir.

—Pero…

—No lo hagas, Ree. No dejes que te use nunca más.

Aprieto la taza tan duro, que me duelen los dedos. —Sé que probablemente suena estúpido, pero yo creo que es diferente a nosotros. Creo que realmente…

—Bueno, yo no quería decir esto, pero hablamos de que una vez— dice ella, con los ojos parpadeando alrededor de la cocina, aterrizando en nadie más que yo.

—Le dije que nunca habías besado a un chico, y hemos hecho apuestas sobre si tendrías o no tu primer beso antes de que nos graduáramos. Aposté a que no. Apostó a que sí y me preguntó si pagaría cien dólares si estaba en lo cierto. Yo dije que sí. Pensé que estaba bromeando, pero... tal vez él decidió inclinar las probabilidades a su favor.

Una apuesta. Otra apuesta. Esta vez con mi mejor amiga. Por cien dólares.

—Lo siento mucho— dice—. Yo no sé por qué hablé de ti de esa manera. No debería haberlo hecho. Era el otoño pasado, y yo estaba teniendo un día realmente malo. Me sentía miserable y demasiado ocupada con mi propia mierda mental, para cuidar de cómo afectaba a otras personas.

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Yo solía hacer mucho eso, pero estoy tratando de no hacerlo más. Hablé con un nuevo terapeuta un par de veces, mientras que Mike y yo estábamos en LA, y me voy a encontrar a alguien en Washington. Voy a directamente, y te prometo que voy a ser una mejor amiga de aquí en adelante. A partir de ahora.

Ella toca mi mano, pero apenas puedo sentirla. Estoy entumecida, y estoy contenta que lo esté. No quiero que se derrita y tengo que tomar una decisión acerca de lo que siento. No quiero sentir nada.

—Me encantaría creer que Dylan ha cambiado sus malos caminos y está tan enamorado de ti como pretende hacerlo— dice ella—. Pero sé qué asusta lo bueno que es mintiendo.

Fingir. Cuentos de hadas. Brujas. Deseos. Maldiciones. Sueños.

¿Qué tan fácil sería yo para leer? ¿Con mi subconsciente que cuelga en las paredes de mi habitación y mi debilidad saliendo de mi boca cada vez que la dejo abierta? Pero, podría realmente... ¿Todo eso? ¿Incluso el beso? ¿Incluso ese tirón en su voz?

—Cuando estabas con él...— le digo. — ¿Te dijo que te amaba?

—Todo el tiempo. — Ella me mira a los ojos, con una expresión tan sin sentido del humor como la que he visto. —Y yo le dije de nuevo. Y durante un tiempo, pensé que lo decía en serio, porque él era tan fácil de amar. Hizo en todo lo que podía ver que quería, y luego se alejó cuando él sabía que me lastimaría más.

Eso es todo. Lo suficiente como para hacer que toda la historia se derrame. Todo, desde el aprendizaje de su apuesta con Jasón y los otros muchachos, para tratar de sacar el coche fuera de la carretera, al extraño cambio de la personalidad y la explicación más extraña aun.

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Le digo a Gemma acerca de los episodios y hablo de Dylan sobre la magia y lo bien que me hizo sentir imaginar que no estaba loca, pero maldita. Le hablo de la bruja y de la historia Shakespeare desapareciendo y Romeo y Julieta.

Mayormente Romeo. Romeo, Romeo, Romeo.

Oh, Romeo, por favor, que no sea una mentira. Por favor, que no sea una mentira. Por favor, por favor...

A pesar de que yo derrame mi tripa, una voz dentro de mí está orando por un milagro. La magia tiene que ser real. Si se muere, yo no sé lo que haré.

—Mierda— dice Gemma cuando termine. —Qué cabrón retorcido. Yo diría que eres batshit loco para comprar nada de eso, pero lo sabe. Podía hacerse pasar ser poseído por el alma de otra persona creíble.

Mi cara —encantadora— se arruga. Encantadora. Yo también creía eso. Yo creía que Romeo pensaba que era hermosa y valiosa y digna de ser amada como a una princesa de un cuento de hadas, las cicatrices y brotes psicóticos y todo. Pero no hay Romeo. Hay Dylan, el mentiroso más dotado que el mundo jamás haya conocido. Dylan, a quien dije a todos mis secretos. Dylan, a quien dejé dormir en mi cama y tocar cada parte de mí y arrebatando mi corazón aun latiendo fuera de mi pecho.

—No puedo creer esto— murmuro. —No puedo... yo...

—Ree, no te rindas. — Ella le da los brazos flácidos una sacudida. —Un buen mentiroso puede hacer creer todo tipo de cosas salvajes. Como ese tipo cienciólogo que convenció a las estrellas de cine que están siendo atacados espiritualmente por las almas desencarnadas de los extranjeros muertos o lo que sea.

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Eso es una locura, pero es una religión verdadera, y hay un montón de gente ahí fuera que pierde sus vidas adorando algo un poco de ciencia-ficción que el empollón sacó de su culo en la década de 1950. Sus vidas enteras. — Ella me sacude de nuevo y trata de sonreír, pero puedo ver que está asustada. Algo en mi cara debe estar diciéndole que esto no va bien.

—Esto es sólo la virginidad. Estabas segura ¿no?— Pregunta. Asiento con la cabeza, y sus hombros caen. —Bueno. Así que, realmente, al final del día, esto no es la gran cosa.

—No es eso— le susurro, sonando tan rota como me siento.

Ella suspira. —Lo amabas.

—Lo hice.

Lo hago. Todavía lo hago. No puedo detenerme, aunque sé que Gemma dice la verdad. Me ha jugado. Espectacularmente. Estúpidamente. Odiosamente.

Lo odio. Y lo amo. Lo odio. Voy a perder la cabeza. Puedo sentir los hilos que sostienen cosas juntas comenzar a tirar fuerte y rasgar, rasgar, rasgar... pop.

—Está bien. Vas a hacerlo a través de esto. — Gemma aprieta mis manos. —Yo te ayudaré. Vamos a buscar la manera de hacer que ese psico-culo lamente esto. Vamos a traerlo tan bajo, que nunca será capaz de hacer esto a nadie, nunca más.

—Sí. Quizás. — Venganza. Es un consuelo, pero al menos es algo en qué concentrarse para no caerse a pedazos. —Tengo algo. Él me dejó tomar un video.

— ¿Qué tipo de video?— Pregunta—. Algo incriminatorio y que inspira vergüenza, espero.

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—Yo creo que sí. Al menos para el verdadero Dylan sería.

—No hay Dylan real— dice—. Es sólo una gran bola de forrado estúpido y falso en podrido.

—De acuerdo. — Lo es. Pero mi corazón todavía duele mucho, no estoy segura de que voy a vivir a través de él. Y tal vez no lo haré tampoco. Tal vez lo mataré.

—Vamos a empezar con el video e ir de allí— dice Gemma. —Vamos a poner un poco más de cafeína en mí, así puedo pensar mis pensamientos más perversos. — Ella coge su taza de café y se dirige a la olla para una recarga.

—Probablemente deberíamos ir a otro lugar. Mi mamá trabajaba hasta tarde, pero podría volver pronto. Si te ve, va a llamar a tus padres.— Estoy sorprendida de que puedo pensar pensamientos lógicos, y sin mencionar hablarlos. ¿Y cómo puedo sonar tan normal cuando la mitad de mi mente está ocupada pensando en maneras de salirse con la suya?

—De acuerdo. — Ella pone su dedo en mi dirección y fija su taza sobre el mostrador. —Podemos llegar en coche, a través del café. Puedes conducir, yo esconderé mi rostro. Voy a estar en el coche de Mike, ¿de acuerdo? Es un viejo negro Subaru Forrester. Aparqué vuelta de la esquina.

—Voy a recuperar mi mochila y bolso y enseguida salgo— le digo, aceptando el abrazo de Gemma que se apresura a través de la cocina para darme.

—No te preocupes, chica. — Ella acaricia mi espalda antes de girar hacia la puerta. —Vamos a llegar a lo bueno.

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Sonrío al igual que ha hecho que me sienta mejor. Pero ella es así. Nada puede y nada lo hará. Incluso hacerle daño no va a hacer esto mejor. Pero al menos es un comienzo. En primer lugar voy a hacer que desee estar muerto. Y luego, si todavía me siento traicionada y horrible y vacía... tal vez voy a hacer su sueño realidad.

Traducido Jesica

Corregido GiovannaAMV

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os Mercenarios la tienen.

En el momento en que suene la campana final, estoy seguro de ello y estoy tan seguro de que no voy a sobrevivir a perderla.

En mi viejo cuerpo, en la niebla, en un paraíso lleno de luz dorada, no importa dónde pase la eternidad si sé que he fallado a Ariel. La primera vez que yo la maté con mis propias manos, pero esto no es tan

diferente. He dado a los Mercenarios la oportunidad que necesitaban. Y ahora la tienen y la van a torturar hasta destruir todo lo hermoso, valiente e inocente.

Nunca debí haberla dejado sola.

Camino más rápido, empujando a los niños perezosos, estúpidos hablando de lo que van a llevar al baile, y quien recoge a quien en qué tipo de limusina. Su parloteo feliz es más sin sentido que nunca. Debido a que Ariel se ha perdido, robado mientras estaba haciendo lo que creía que tenía que hacer para protegerla, y sin lograr nada.

La Enfermera de Julieta no era tan fácil de engañar como yo había supuesto que era. Ella debió de ver a través de mí anoche.

L

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En el momento en que llegué a la cueva, no había nada allí, pero un persistente olor a podrido, como el interior de un cubo de basura que acababa de ser vaciado.

Vacía. Ido. Perdido.

Estúpido. Imbécil. Tonto.

Rompo a correr.

—Baje la velocidad, Stroud —el director grita, pero ya estoy en el camino de hormigón en dirección a la playa de estacionamiento.

Corro para el coche, ni idea de a dónde voy, pero sabiendo que tengo que llegar rápido. Ya he comprobado la casa de Ariel durante el almuerzo. No había nadie en casa y su celular suena y suena sin ningún tipo de respuesta. Volví a la escuela con la esperanza de que iba a estar allí, pero la tarde transcurrió sin ningún signo. Ahora, yo no sé ni por dónde empezar a buscar, pero voy a conducir cada camino de vuelta en el valle buscando si tengo:

Espera. En el coche de Dylan, inclinada sobre el capó, garabateando en un pedazo de papel. Su espalda es para mí y ella llevaba una sudadera gris con la capucha sobre la cabeza, pero me gustaría ver esas caderas delgadas en cualquier lugar.

Es ella. ¡Ella está aquí!

Corro por el asfalto — ¡Ariel!

Ella gira, ojos azules, cara tan pálida que parece un fantasma de sí misma. Algo terrible ha sucedido, pero por lo menos ella está aquí. Juntos vamos a encontrar una manera de mantenerla a salvo.

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Ella abre los brazos y la abrazo, aplastándola contra mí. Su cuerpo es cálido y entero y precioso, duele.

—Estaba muy asustada— susurra. —Pensé que Gemma podría haber llegado a ti mientras yo estaba en su casa recibiendo sus cosas. — Sus brazos se aprietan alrededor de mi cuello. Le atraigo más cerca, temblando de alivio.

— ¿Es Gemma, entonces?— Sospechaba que los Mercenarios vendrían arrastrándose con alguien cercano a Ariel. Me maldije de nuevo por dejarla sola.

Ariel asiente. —Ella es una de ellos. No vas a creer lo que estaba diciendo.

—Ahora estás a salvo. —No gracias a mí. —Prometo que no verán…

—No puedo creer que esto esté pasando— solloza. —Me odio a mí misma.

—Esto no es tu culpa.

—Mi mejor amiga ha muerto y algo malo está viviendo en su cuerpo —dice ella, parpadeando ojos llenos de lágrimas. —Y es mi culpa. ¿Por qué los Mercenarios están detrás de mí? ¿Qué es lo que quieren?

—Ellos quieren tu alma.

Miro a mi alrededor, sintiéndome expuesto. Otros estudiantes han llegado a

la orilla de la playa del estacionamiento. Podría haber más Mercenarios escondidos en su interior. Es lo mejor para Ariel si no la ven. —Pero lo que pasó entre tú y Gemma podría darnos una idea de cómo protegerte. Vamos a conducir y ver qué podemos averiguar.

Ella asiente con la cabeza, pero toma varios segundos para desenrollar sus brazos de mi cuello.

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Conozco el sentimiento. Ahora que estoy abrazándola otra vez, no quiero, nunca volver a dejarla ir. En un impulso, me inclino para besarla, pero ella se estremece lejos

— ¿Qué tiene de malo?

—Vas a odiarme— dice ella, la voz gruesa. —Yo iba a hacer algo horrible. A ti. Al principio yo creí todo lo que Gemma dijo, y yo…

Yo ahueque su cara en mis manos. —Te amo. Yo no te odio.

—Yo no estoy tan segura de eso.

—Yo sí. —La beso para sellar mi promesa y para llegar a la puerta del pasajero. —Entra. Hablaremos mientras conduzco.

Después de un momento, ella se acomoda en el asiento. Cierro la puerta, preparándome para lo que tengo que decirle. Me puedo imaginar qué tipo

de "horrible" es lo que estaba planeando. Sé cómo funcionan los mercenarios y lo que se necesita de Ariel para que ella se convierta en uno de ellos.

Enciendo el coche y giro hacia afuera del espacio estrecho, disparo a través del estacionamiento y por el camino que nos llevará a la playa así nos alejamos lo suficiente.

—Te dije que solía ser un Mercenario— le digo, comprobando el espejo retrovisor para asegurarme de que no nos están siguiendo. —Yo sé cómo pueden torcer tu mente en nudos hasta que no sabes lo que es correcto.

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Este es el momento en que debo confesar todo, le digo que me torturaron y engañe a mi mujer. Julieta se clavó el cuchillo a través de su propio corazón, pero bien podría haberlo hecho yo mismo. Yo la maté. Y entonces me atormentó durante otros 700 años.

Pero no puedo hacer que las palabras vengan, incluso cuando Ariel se cubre el rostro y confiesa—: Estoy tan avergonzada.

Le saco la capucha hacia abajo y coloco una mano en su cabello, deseando poder absorber su dolor y dejar su corazón tan limpio como lo era antes.

—No lo hagas. No dejes que lo feo se ponga entre nosotros.

Ella gime bajo en su garganta. —Yo estaba... tan enojada. Quería matar.

—Pero no lo hiciste. —Tomo su mano, aprieto con fuerza.

—No lo entiendo. Yo tenía un plan —dice ella—. Gemma y yo nos metimos en la cafetería de hoy, alrededor de las diez, cuando los trabajadores tomaban su descanso. Queríamos castigar... castigar a Dylan. —Ella traga—. Mientras estábamos allí, escondí la 22 de mí abuelo en la sala de almacenamiento que están usando como guardarropa para el baile. Me hizo subir a uno de los cuadrados del techo y se la deslice. Iba a esperar hasta que estuvieras en el escenario esta noche e ir por ti y... —Trataba de sacar su mano de la mía. Cuando me negué a dejarla ir, sus dedos se relajaron. —Yo no sé si lo habría hecho, pero yo estaba tan...— Ella aspira una bocanada de aire irregular y cuando vuelve a hablar, su voz es apenas un susurro. —Te odiaba. Por mucho que te quería ayer por la noche.

Nos dirigimos en silencio. Sé lo que quiere decir, pero no quiero precipitarme.

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Quiero que sepa que ella ha sido escuchada y comprendida y que todavía estoy eligiéndola para mantener mi mano en la suya. Acaricio con mi pulgar su suave piel.

—Te amo.

— ¿Cómo?— Ella se ahoga—. Yo te traicioné. Incluso si en realidad no te dispare, estaba considerándolo seriamente. Estaba tan segura de que estabas

mintiendo, a pesar de que me habías advertido sobre los Mercenarios. Que Gemma pueda cambiar mi mente tan rápidamente demuestra que soy un mal horrible…

— ¿Y qué dijo la cosa dentro de Gemma para convencerte de que tenía que morir?— Sé que esto es en lo que deberíamos centrarnos. Ella fue manipulada. No fue de amarme por la mañana a querer matarme por la tarde sin ayuda.

—Ella dijo que Romeo era una mentira— susurra—. Dijo que eras realmente Dylan y que todo lo que dijiste acerca de la maldición y la magia era más que otra manera de que me acueste contigo y ganar la apuesta. Dijo que le dijiste mentiras para hacer que se acueste contigo también y que tú y Gemma hicieron una apuesta por mí, cuando estabas con ella...

Suspiro. Bueno... mierda. —Ella estaba diciendo la verdad. Sobre algunos de ellos, por lo menos. Dylan le mintió a ella e hizo una apuesta— lo confieso, preguntándome si Ariel podría estar equivocada. Quizás Gemma no es un

Mercenario. Tal vez es sólo un amigo preocupado incapaz de creer una historia extraordinaria. Lo siento, no te lo dije. Yo no quiero que te duela, y no vi que lo que pasó con Dylan y Gemma importaba. Porque no soy Dylan y todo lo que te he dicho es la verdad. Te lo juro.

Ella asiente con la cabeza y siento que empieza a relajarse.

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—Lo sé. Cuando finalmente se le escapó a Gemma, me puse a pensar y yo... yo no podía verte cómo Dylan, yo sabía que ibas a ser lo suficientemente inteligente como para inventar una historia así. Las cosas que me has dicho son demasiado increíbles no es verdad. Y entonces, cuando yo estaba en la casa de Gemma consiguiendo sus cosas, me acordé de lo que dijiste sobre los

Mercenarios, y cómo no sería capaz de decir la diferencia entre uno de ellos y la persona que amaba hasta que fuera demasiado tarde. Es por eso que te estaba escribiendo la nota. Quería encontrarte en algún lugar y hablar antes de ir a dar a Gemma sus joyas. No es que yo supongo que tengo más. — Ella

cierra los ojos, suspira un suspiro triste. —El interior Mercenario de ella no va a necesitar dinero para ir a Seattle.

Freno el coche, tirándolo al lado de la carretera y el desplazamiento en el parque. ¿Qué tengo que decir que no es el tipo de cosa que compartir en un vehículo en movimiento?

—Ariel, no estoy seguro...— Me preparo. No tengo más remedio que hablar, no importa lo mucho que voy a hacerle daño. —No creo que Gemma sea un mercenario.

Sus ojos se abren. — ¿Qué?

—No podemos saber a ciencia cierta, así que es mejor evitarla, pero suena como si estuviera sólo preocupada por ti.

—Qué... —Su rostro pálido se hace cada vez más pálido. — ¿Qué quieres decir?

—Dylan fue cruel con Gemma. Parece como si estuviera tratando de protegerte de una experiencia similar— le digo suavemente. ¿Sabía lo de la pistola en la cafetería?

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—No... no lo hace. Estaba ocupada con el equipo audiovisual. Yo, yo no se lo dije... —Ella está tranquila, y por una vez sus dedos todavía. —No me engañó— dice finalmente, la voz plana, adormecida. —Yo iba a cometer un asesinato por mi cuenta.

—No me habrías matado.

—Oh no. Tal vez sí. —Ella llega a su puerta, pero la detengo con una mano alrededor de su muñeca.

— ¿A dónde vas?

—Déjame salir.

—No.

— ¡Déjame salir! — me da una bofetada en la mano, pero me agarra los brazos y tira hacia sí.

—No te vayas— le susurro a escasos centímetros de su cara. —Por favor.

— ¿No te das cuenta?— Solloza. —Yo soy una psicópata. Y no soy lo suficientemente buena para…

—Eres lo mejor que me ha pasado— le digo, con voz temblorosa. —No me importa si tienes planeado matarme. No me importa si lo hubieras hecho. Hubiera valido la pena. Tú vales la pena.

—Estás loco.

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—Te lo dije la noche que nos conocimos. —Trato de sonreír, pero no puedo, no cuando está tan molesta. —Te amo. Yo te perdono.

Por un momento, el único sonido es el ruido del coche al ralentí por debajo de nosotros.

—Eso es lo que yo siempre siento que debo decirte— dice finalmente. —En mis sueños.

—Necesito perdón también. —Me acerco más, hasta que puedo sentir la calidez seductora contra mis labios. —Más de lo que puedes imaginar. Tal vez lo único que necesito es más que perdonar a alguien más, así que sé que mucho perdón es posible.

—Realmente...— Sus manos cepillan sobre mi corazón antes de deslizarlas a la altura de mis hombros.

—En serio. Y nada va a hacerme cambiar de opinión.

—No sé qué decir. —Su respiración se corta cuando capturo su cintura y cavo mis dedos en la gruesa tela de sus pantalones vaqueros.

—No digas nada. —Me inclino, besándola con todo en mí y ella da todo de vuelta. Es hermoso, terrible... perfecto.

Por el momento nos separamos, respirando rápido, nuestras frentes apretadas los ojos cerrados, estoy mareado deseando poder seguir girando en ella y olvidar que este es el último día. Estas son las últimas horas y nunca tendremos un último baile. O uno primero.

O tal vez... Tal vez...

—Vamos a ir a tu casa— le susurro—. Come algo. ¡Prepárate para el baile!.

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—No. —Ella niega con la cabeza—. No podemos. Cuando Gemma y yo estábamos en la cafetería hoy, se metió con el archivo de la presentación de diapositivas. Va a reproducir el video que quiero y aprovechar cuando sea tu turno para cantar. No sé cómo cambiarlo, y no…

—No me importa. Deja que se reproduzca el vídeo. Tú eres lo único que me importa.

—Pero ¿qué pasa con los Mercenarios reales? ¿No deberíamos estar escondiéndonos de ellos?

—Los Mercenarios no me van a matar delante de una sala llena de gente. No les gusta a la audiencia.

Se muerde el labio. —Así que ¿estarás más seguro... en el baile?

—Exactamente. Y tengo una canción para cantar. Y quiero ver las series que pintaste todo iluminado.

—Yo sólo quiero estar a solas contigo —dice ella, con lágrimas llenando sus ojos de nuevo.

—Yo también, pero esto es importante. —Cepillo su pelo detrás de la oreja. —Sólo tengo hasta la medianoche. Y quiero que recuerdes, no importa lo que Dylan diga o haga cuando vuelva, esta noche era real. Éramos reales.

Las lágrimas se deslizan por sus mejillas.

—No es tiempo suficiente. —Ella aprieta los dedos en la parte trasera de mi cuello hasta que me estremezco. Su toque me perseguirá para siempre. Incluso cuando sea polvo, voy a recordar la sensación de su piel.

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—Lo siento—. Mucho más de lo que nunca lo entenderá.

Se da la vuelta, encontrando mis labios otra vez.

—Te perdono— dice ella, besándome con las palabras, haciendo que me duela por otra noche. Sólo una más. Mentir a su lado, abrazándola mientras ella duerme. Pero no tenemos otra noche. Tenemos sólo unas pocas horas, y se están escapando.

—Odio tener que decirlo, pero…

—Debería ir— termina con una sonrisa que adelgaza sus labios.

—Tienes razón. Y yo creo que...— Se aclara la garganta, se instala completamente hacia atrás en su asiento. —Tienes razón. Acerca de Gemma. Debería llevar sus joyas al hotel.

—Déjame ir contigo. En el caso de ella…

—No. Gemma no es un Mercenario, pero todavía te odia. Ella no va a entender por qué estás conmigo. — Ella deja caer su rostro entre las manos, frotándose los ojos con un suspiro cansado. —Especialmente después de todo lo que hemos hecho hoy.

—Yo no quiero dejarte sola. Todo el día me pareció que los Mercenarios te tenían y que era mi culpa. Era una tortura.

—Lo siento— susurra.

—No te arrepentirás. —Cerré mis dedos alrededor de su muñeca. —Déjame mantenerte a salvo.

Ella deja caer sus manos a su regazo.

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—Está bien. Puedes llevarme al hotel y esperar en el coche. Vamos a encontrar un lugar con una vista de la puerta de Gemma. No debe tomar más que unos minutos.

—Diez minutos. No más, o iré por ti.

Ella asiente con la cabeza. —Eso debería ser suficiente. No puedo quedarme mucho tiempo de todos modos. Gemma llamó a la oficina fingiendo ser mi mamá esta mañana y dijo que estaba enferma otra vez, pero la escuela puede haber llamado con el mensaje de ausencia. Tengo que volver y comprobar antes de que mamá vuelva a casa. Ella nunca me dejara ir al baile si sabe que me salté.

—Un destino que debe ser evitado. —Cambio el coche en la unidad y salgo de nuevo a la carretera. —Necesito verte con ese vestido.

—Es hermoso— dice en voz baja.

—Eres hermosa.

—Gracias a ti.

—No, no…

—Sí. Gracias a ti. No discutas— dice ella.

No lo hago. Conduzco. Porque sigo siendo un ser egoísta en el corazón. Quiero creer que le he dado su belleza y que va a ser algo para ella y tenerla cerca cuando el chico que ama es un monstruo demasiado horrible para mostrar su rostro a la ventana.

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Pero si hay alguna manera de manejarlo, yo estaré allí, escondido en las sombras, haciendo todo lo posible para protegerla de la oscuridad.

Traducido por Jesica

Corregido por Malú

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onrisa y mentira, Sonrisa y mentira, Sonrisa y mentira. El mantra es una mano para sostener mientras cruzo el estacionamiento del motel Knight and Day.

Puedo sentir sus ojos en mí, mirándome desde donde aparcó a la sombra, decidido a no dejarme salir de su vista ni un segundo más de lo necesario. Porque él se preocupa tanto.

Cuidado. Amor. Como si él supiera absolutamente algo acerca de cualquiera de los dos.

La nube negra que bulle dentro de mí zumba fuerte, un enjambre furioso de sentimientos que ha ahogado incluso las cosas que gritan. No hay lugar en mi cabeza para ellos ahora. No cuando estoy tan furiosa que mi corazón está en llamas, que se mueven a través de una espesa niebla sofocante de odio mientras me dirijo a la habitación de cincuenta y tres y levanto el puño para llamar a la puerta.

Casi de inmediato aparece Gemma, entrecerrando los ojos contra el sol.

— ¡Hey! Mike no está aquí. Condujo hasta San Luis para tomar algunas cosas de su antiguo apartamento— ella dice.

S

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— ¿Qué pasa? ¿Qué hiciste...— Sus palabras se arrastran lejos y su sonrisa se marchita.

— ¿Qué pasa, Ree?

Trago saliva y trato de sonreír, pero no puedo. Mi cara se ha olvidado de cómo moverse de esa manera. Puedo fingir para él, pero no para ella, no después de todo lo que su madre me dijo.

—Oh dios. Algo salió mal, ¿no? Mierda. — Ella suspira y se apoya por delante de mí para explorar el estacionamiento antes de agarrar mi mano y tirando de mi al interior. —Vamos. Deja que te traiga una Coca—Cola. Puedes decirme todos los detalles sangrientos.

La habitación está a oscuras, las cortinas corridas contra ojos curiosos. A nuestra izquierda se encuentran dos camas dobles, una con la colcha verde bosque todavía escondido en firme, la otra con hojas arrugadas y un montón de almohadas smooshed en la parte superior central. Parece que Gemma y Mike duermen cerca, enclavados en el centro de la cama. Al igual que Romeo y yo lo hicimos anoche.

Mis ojos se cierran deslizándose, y unos sonidos de gorjeos ahogados en la garganta. El dolor es peor que cualquier cosa que hubiera podido imaginar, incluso peor que esta mañana, una montaña de miseria derrumbándose encima de mí, inmensa y aplastante e ineludible.

— ¿Ree? Ree, me estás volviendo loca— dice Gemma.

Abro los ojos y me la encuentro de pie frente a mí, sujetando suavemente mis manos entre las suyas. Apenas puedo sentir su tacto. Mi piel es insensible otra vez, una concha, una armadura impenetrable que voy a utilizar para protegerme mientras lucho.

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Pero primero tengo que asegurarme de que mi único amigo está seguro.

—Lo siento. —Dejé que me guiara en una de las sillas cerca de la pequeña mesa en una esquina. Ella aparece en la parte superior con una Coca—Cola y la coloca delante de mí, mientras meto la mano en el bolsillo de mi sudadera y saco la bolsa de plástico. —Aquí están tus cosas. —Las puse en la mesa y las deslizo hacia ella con un movimiento de mis dedos. —Lo puse en una bolsa de plástico y lo llevé en mi bolsillo. Olvidé mi mochila.

—Gracias— dice Gemma, pero no alcanza la bolsa. Ella está demasiado ocupada mirándome. —Entonces, ¿qué pasó? ¿Estuvo mi papá allí? ¿Mi madre te atrapo o…

—Ella lo hizo.

— ¡Mierda!

—Pero estuvo bien. —Porque ella no era tu mamá, añado silenciosamente, sabiendo que sería inútil decirle a Gemma lo que está pasando. Ella no podría creer que el cuerpo de su madre está habitado por otra alma, un

Embajador de la Luz enviado para protegerme a mí, más de lo que me creía Romeo.

Pero por una vez en mi vida, yo tenía razón. Romeo es real. Y mi ira cuando pensaba que estaba fingiendo Dylan es nada comparado con la furia de saber que todo lo que Romeo dice es verdad.

— ¿Ree? ¿Ariel?

Excepto la parte de amarme. Eso sigue siendo una mentira. La forma en que debería haber sabido que era desde el principio.

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Romeo ha venido aquí para engañarme, y tan pronto como se dé cuenta que ha fallado, me va a matar, como lo hizo la primera vez. Lo he visto, lo sentía, sabía lo que es tener el empuje de una bala en la frente y alojándose en el cerebro.

Miré su cara iluminarse con satisfacción mientras disparaba la pistola. Él lo

disfrutaba. Podía verlo en sus ojos. El Embajador en el cuerpo de la señora Sloop me enseñó todo. Ella me tomó de la mano y envió visiones del reinado de terror de Romeo de la danza a través de mi mente, me ahorro de convertirme en una de sus víctimas por segunda vez.

Ella me mostró toda la gente que asesinó, innumerables hombres y mujeres que ganaron más, con mentiras ingeniosas, sólo para que se conviertan en

asesinos y monstruos, como él. Sigue siendo un Mercenario, aunque un maldito. Se molestó con su jefe porque si no encuentra una chica que le

encante y sacrifique a la causa Mercenaria, se convertirá en una de las almas perdidas que gritan en mi cabeza. Me ha estado seduciendo a la masacre. Pero, por desgracia para él, el Embajador de Julieta llegó a tiempo.

Ahora voy a ser la que tome venganza. En cuanto a mí, por Julieta, y por todas las personas cuyos corazones y almas y vidas Romeo ha desgarrado.

—Será mejor que empieces a hablar, Ree— dice Gemma, con la voz temblorosa.

Miro hacia arriba, registrando el brillo en sus ojos marrones. Está a punto de llorar. Me hice llorar por él, para que mis mentiras fueran más convincentes, pero no voy a llorar de verdad nunca más. Estoy demasiado llena de odio para sentir otra cosa.

—Si no lo haces, voy a llamar a tu madre— advierte.

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—Eso no puede suceder— murmuro en un tono plano y hueco. Sueno vacía, aunque estoy tan llena de rabia, siento que voy a explotar en cualquier momento. —Eso lo arruinaría todo.

—No me importa. ¿Qué te pasa? Me estás asustando.

—Yo... lo siento.

Me siento más derecha, tratando de enfocar a través de la neblina de furia. Pero es tan difícil. Cada vez que parpadeo, las imágenes de la pistola de mi abuelo parpadean detrás de mis ojos. Por enésima vez me gustaría que no la hubiera escondido en la cafetería. Me gustaría poder ir a casa y hacer las cosas bien ahora, antes de cuidar de mi problema y me sobra la agonía de fingir y la tortura de soportar el toque de Romeo, su beso.

Su beso.

Los picos de furia otra vez y estoy poseída por el deseo de rasgar sus labios mintiendo en su cara, ellos cuelgan delante de él, mientras que él grita. Pero no puedo. Tengo que esperar por la pistola. No estoy segura de que soy lo suficientemente fuerte para hacer el trabajo de otra manera.

Gemma llega a su bolsillo. —Está bien, Ariel. Yo…

Mi mano sale de repente para agarrar su muñeca, deteniéndola de sacar a su teléfono.

—Estoy bien— dije, obligándome a tirar juntos. —Fue sólo difícil hablar con tu mamá. Después de todo lo que me dijiste... Era difícil mirarla siquiera a ella.

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Gemma suspira. —Tal vez no debería habértelo dicho. He estado pensando en ello desde que regresamos de la escuela, y…

—No, estoy contenta de haberlo hecho. — Agarro la Coca—Cola y tomo un largo trago fuerte, azucarado, disfrutando de la forma en que se quema en la garganta. —Estoy contenta de haber conocido la verdad. Acerca de todo. Estoy harta de mentiras bonitas. Y mentiras feas.

—Y las mentiras moderadamente atractivas con sonrisas bonitas— dice ella, pero su broma cae al vacío. Yo no estoy de humor para bromas. Sus ojos se encuentran con los míos y el parpadeo de distancia. —Está bien. Pues bien, vamos a ver lo que tenemos. —Coge la bolsa de plástico y se descascara al abrir la parte superior arrugada.

—Es todo lo que hay, ¿verdad?

—Sí, creo que sí— dice ella, cavando a través de los anillos, las pulseras y los rollos bien envueltos de billetes de veinte dólares. —Déjame ver si mamá tomó algo.

Estaba tan fuera de mí en el momento en que fui a hacer las cosas de Gemma, que apenas puedo recordar volcar la caja en la bolsa de Albertsons

blanco del Embajador presionado en mis manos. Le temblaban las manos en ese momento también. Era difícil para ella, mostrarme todas las cosas horribles, y aún más difícil de mostrarme el chico.

Ella lo tenía atado en el establo. Como un animal. Pero eso es lo que es. Un animal mudo con una cara bonita, una que Romeo usará de nuevo tan pronto como le mate. Mi muerte pagará su camino en el hermoso cuerpo de mi hijo en la colina. Al igual que la muerte de Julieta pagada por su inmortalidad.

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—Monstruo.

— ¿Qué? — Gemma pregunta, levantando la vista de la joyería que está colocando sobre la mesa.

—Nada. —Abro mi boca y la cierro de nuevo, tratando de desterrar parte de la tensión de la mandíbula. Me siento como si pudiera masticar los diamantes en las manos de Gemma por la mitad.

Respiro lentamente y exhalo por la nariz. Todo va a estar bien. El Embajador va a ocultar el cuerpo de Romeo en el congelador de la cafetería de la escuela esta tarde. Será allí, drogado con su magia, atado y esperándome. Cuando llegue el momento, lo voy a agarrar y con mi arma y poner fin a Romeo, es el

camino que el Embajador me dijo. Él nunca cambiara la vida de otra chica de nuevo.

—Todo está aquí. —Gemma barre todo de nuevo en la bolsa con un suspiro. —Muchas gracias. No tienes ni idea del peso que me quitas de encima.

—No hay problema. Yo estaba feliz de ayudar.

Ella levanta la vista con una sonrisa maliciosa. —Yo también. No puedo esperar a ver esta noche la cara de Dylan.

—Quería hablar contigo acerca de eso. —Esto es lo que vine a buscar. Tengo que lograr que Romeo pueda ir a prepararse para el baile. Para que yo pueda matarlo de la manera que le dije que lo iba a matar y ver su cara de tonto mentiroso, cuando se dé cuenta de que lo golpearon en su propio juego.

—Yo no quiero que vengas esta noche.

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— ¿Qué?— Gemma se ríe y empuja la palma de mi mano con un dedo. — ¿Estás loca? No hay manera de que falte a esto.

—No. Es demasiado peligroso. Alguien te verá y llamará a tus padres. Todavía están fingiendo que te perdiste. Tu madre no lo hizo…

— ¡Pfft! — Agita una mano, descartando mi preocupación. —Nadie me va a ver. Me pondré la capucha negra de Mike y me esconderé en las cortinas detrás del escenario hasta el gran momento.

—Pero…

—Ree, en serio. Cuando el video comience, todo el mundo estará demasiado distraído para notar un poco a mi viejo yo— continúa—. Voy a deslizarme hacia fuera, mirar a Dylan estrellarse y quemarse y escapar por la puerta trasera en la noche. Mike le estará esperando en el estacionamiento. Nos vamos para Seattle justo después. Ya lo tengo todo planeado.

Ella tiene planes. Pero yo tengo demasiados planes.

—No. Te tienes que ir. Ahora. Tan pronto como Mike vuelva.

Ella niega con la cabeza, la confusión en sus ojos. —Ariel... ¿qué pasa? Pensé…

—Yo no quiero que te hagan daño. Si te quedas aquí, tu vida está en peligro.

Ella me mira fijamente. — ¿Qué?

—Dylan es una persona aún peor de lo que pensábamos— le digo, la mentira

que preparé, sabiendo que no va a creer que hay Mercenarios invadiendo los cuerpos de la gente que quiero. —Me enteré de algunas cosas acerca de él hoy.

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— ¿Qué tipo de cosas?

—No puedo decirte. Yo no quiero ponerte en peligro más de lo que lo he hecho— le digo.

—No podría perdonarme si fuera la razón por la que perdieras la vida.

—Mierda. —La voz de Gemma tiembla. — ¿Hablas en serio?

—Completamente en serio. Tienes que irte. Y no vuelvas nunca más.

—Pero, ¿qué hay de ti? Si Dylan es peligroso, entonces…

—No te preocupes. Voy a cuidarme de él.

Sus ojos se estrechan por un momento antes de que se amplíen en la comprensión.

—Ariel Dragland... No estás pensando lo que creo que estás pensando.

—No puedo decir nada más. No me hagas más preguntas.

—No, no, no— dice ella, saltando a pasearse por la pequeña mancha de la alfombra de flores al lado de la mesa. —Esto no está bien. Sé lo que hemos hablado hoy con mi tío y esas cosas, pero si Dylan ha hecho algo digno de matarlo, pero tienes que ir a la policía. Si haces algo…

—Gemma, ¡para! — Ella estremece ante la intensidad de mi tono. —No voy a decir nada más. Nosotros ya fuimos a la cafetería juntas. Si me atrapan, lo mejor es que no hayas hecho otra cosa que podría hacer que la gente piense de ti como un accesorio.

—Un accesorio... —Ella se lame los labios, deja escapar un largo suspiro.

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—Ariel, yo…

—Ve, Gemma. —Yo estoy, frente a ella. —Prométeme que saldrás tan pronto como Mike vuelva.

—No— susurra. —Vas a arruinar tu vida.

—Mi vida ya está arruinada.

—No, no lo está, Ariel. —Extiende la mano, los dedos rozando el codo, vacilante y cauteloso, como si ella tuviera miedo, que incluso con un toque amable me haga explotar. —Puedes sentir como que ahora, pero te prometo que Dylan no vale la pena…

—Cállate— le digo.

—Está bien, está bien. —Ella saca su celular del bolsillo, pero lo arrebato y tirándolo por el cuarto, satisfecha cuando he oído que se rompe en pedazos. — ¿Qué…

—No lo entiendes— le digo—. Nunca vas a entender, así que no me hables como si yo soy el que es estúpido.

Ella parpadea. Luego vuelve a parpadear. A continuación, se dirige a la puerta. Camino delante de ella, bloqueando la salida con mi cuerpo.

—No puedes ir por ahí.

—Yo, sí puedo—dice en voz baja. —Voy a la oficina y voy a llamar a tu madre.

—No.

—Sí. Tú no sabes lo que estás…

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Ella llega a la puerta, pero toco su mano. — ¡Él está ahí fuera! En el coche.

Ella niega con la cabeza. — ¿Quién?

—Dylan.

— ¿Por qué? — Levanta las manos, los dedos extendidos en el aire sobre ella. — ¿Qué demonios estás haciendo?

—No tiene importancia. No puedo dejar que te vea. Especialmente molesta.

Gemma pasa una mano por su pelo.

—No estoy molesta, Ree. Estoy asustada. Joder. Jodidamente asustada. —Ella traga, y puedo ver el miedo en la forma en que su garganta funciona. Ella tiene miedo. De mí.

—No lo hagas—. Me tiemblan los labios. Los muerdo para hacer que se detengan. Yo no quería que las cosas terminen así con Gemma. —Por favor— le ruego, rogando que me escuche a mí mientras camino a la izquierda, cerca de la mesa en la esquina y la lámpara en la parte superior de la misma. —Llamar a mi mamá no va a ayudar en nada. Si realmente quieres ayudar, haz lo que te pedí. Vete con Mike y ponte a salvo y feliz. Eres mi mejor amiga. Tú eres la única amiga verdadera que he…

—Y tú eres mía— dice ella, con lágrimas brillando en sus ojos. — ¿No lo sabías? Quise decir lo que dije esta mañana, Ree. Te quiero, y no voy a dejar que hagas algo que sabes que te arrepentirás.

—No me voy a arrepentir.

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—Sí, lo harás— dice ella, con esa mirada obstinada en el rostro, la que me hace saber que no se echará para atrás. Que no tengo otra opción. —Pero voy a asegurarme de que no tengas que hacerlo. —Ella se dirige hacia la puerta, me acerco a la lámpara. Las roturas del cordón de la base se elevan por encima de mi cabeza y la bajo.

Duro. Más difícil de lo que yo pretendía.

Gemma gime y cae al piso y se encuentra allí. Todavía. No se está moviendo. No habla. No parpadea. Dejo caer la lámpara y una bofetada estrecha la mano a la boca para ahogar el grito que trata de escapar de mis labios.

Me arrodillo junto a ella. Hay una gran cantidad de sangre, corriendo de su cabeza, cortando un camino sinuoso por su mejilla. Pero su respiración es suave, respiraciones poco profundas que crecen más aún cuanto más tiempo paso agachada junto a ella escuchándola.

Finalmente me siento lo suficientemente valiente como para poner dos dedos tentativos para la garganta y sentir su pulso. Lento y constante. Rítmico. Ella va a estar bien. Inconsciente por un tiempo, que es lo que yo esperaba que sucedería, pero bien.

—Gracias a Dios—le susurro, mi mano temblaba mientras la saco de su piel. Me apresuro al baño y tomo algunas toallas. Las posiciono suavemente debajo de la cabeza de Gemma. La otra la enrollo y extiendo sobre su herida. Se absorbe parte de la sangre, pero no toda. Algunas todavía corren por su rostro, goteando fuera de su mejilla, haciendo pequeñas marcas rojas de salpicadura de la toalla debajo de ella. Pero está desacelerando. Ella va a estar bien.

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—Ella va a estar bien— me aseguro de acomodarle los brazos y las piernas torcidas para hacerla lo más cómoda posible.

Tuve que hacer esto. Es la única manera de asegurarme de que Gemma estará segura. Si está inconsciente, no puede llamar a mi mamá. Y si ella me tiene miedo, ella no se atreverá a venir al baile. Ella va a salir y seguir adelante con su vida, y no voy a tener a nadie conmigo.

Ya he enviado a mi madre una larga carta, explicando que tengo que dejarla para siempre, pero que la amo y quiero que sea feliz. Me gustaría que no fuera hora de irse y poder dejarle a Gemma una carta, pero no la hay. Ya he estado aquí más tiempo que los diez minutos acordados con Romeo. Muy pronto vendrá a buscarme, y no puedo dejarle ver Gemma en el suelo.

Me conformo con una breve nota sobre algunos membretes del hotel que encuentro en la oficina.

Lo siento. Vete y se feliz. Te lo mereces.

Con Amor, Ree.

P.D: No vuelvas a mirar hacia atrás.

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Meto la nota en sus dedos suavemente curvados, y susurro—: Adiós.

Me pongo de pie, paso mis manos por mi cabello, agito mis brazos hasta que me siento un poco más tranquila y pongo una sonrisa tranquila mi cara.

Y luego salgo por la puerta, a la luz del sol a través de la bruma de odio hacia el monstruo que amaba.

El monstruo que voy a matar antes de que la noche termine.

Traducido por Jesica

Corregido por Malú

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e quedo en la sombra fuera de la habitación de almacenaje trastero, chequeando con mis manos juntas firmemente, escuchando a uno de los otros miembros del espectáculo del

coro, cantando acerca de la suerte de ser una dama, mientras espero a mi amor desafortunado.

Ariel insistió en usar abrigo largo y negro de su madre sobre su vestido. Ella incluso lo llevó a su habitación cuando se preparaba para no echar un vistazo al vestido hasta que estuviéramos en el baile, hasta que salió a la oscuridad manchada con la bola de discoteca en toda su gloria. Aprecio su gusto por lo dramático, pero aquí de pie esperando un destello blanco, imaginando lo hermoso que va a ser, sólo me está haciendo más miserable.

Me siento como un novio esperando a su novia, pero pronto me iré y Ariel vivirá para amar a alguien más.

O ella va a morir, antes de que llegue la oportunidad. Gracias a ti.

Atrapo la carne de mi mejilla entre los dientes mordiéndola, hasta que el dolor es lo suficientemente molesto. Viviendo en mis errores no va a hacer ningún bien Ariel. La he advertido ya largamente y con gran detalle, sobre el tipo de personas que van a venir por ella después de que yo me haya ido, y lo que van a hacer si la atrapan.

M

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He ayudado para su fuga, y compartí cada consejo de supervivencia aprendido, en años de robar cuerpos de los muertos. Todo lo que puedo hacer es esperar que yo la haya preparado... así como cualquier persona puede estar preparada para el mal sobrenatural.

—Bonito esmoquin, Stroud. — El chico pelirrojo se ríe mientras saca su cita en la pista de baile.

—Es vintage. — Obligo una sonrisa mientras exploro la cafetería.

En el lado opuesto de la presión de los cuerpos que se mecen en la oscuridad, el escenario se ilumina en un suave azul y blanco. Detrás de la muchacha que da su versión de blues de —Luck Be a Lady— flash de imágenes de la clase senior, en una pantalla suspendida sobre telones de fondo pintados por Ariel, pinturas gigantes de cachemira con intrincados patrones, como la alheña en la parte posterior de la mano de una mujer india. Son preciosas. Es una pena que pronto todos los ojos estarán mirando a Dylan Stroud hacer el ridículo de sí mismo, en lugar de su hermoso trabajo.

Estoy más allá de la vergüenza humana, lo he estado durante siglos, pero preferiría pasar mis últimas horas con Ariel y no alteradas por el drama de mi striptease sin duda. Quiero mantenerla en la oscuridad, con las estrellas de plata colgando del techo centellando en torno a nosotros, y pretender que esto es nuestra eternidad, donde siempre hay más que un aliento.

Respiro. Ella entra por la puerta, y no tengo ninguna. Ella es... indescriptiblemente hermosa.

Su cabello, de un tono más oscuro que el vestido, cae sobre los hombros, cada rizo sedoso besando a un trozo de piel desnuda.

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Las correas delgadas destacan la elegante arquitectura de sus huesos, y el corpiño se aferra firmemente a sus curvas antes de unas capas de gasa flotando que caen en cascada, hasta llegar a sus pies. El ramillete blanco que lleva, una cosa barata que recogimos en una tienda de comestibles por el camino, completa el cuadro, la flor marchita pronto magnífica ya que se encuentra en su muñeca.

Es una diosa, y por primera vez en cientos de años, me acuerdo de lo que se siente al ser humillado por la belleza. No soy digno, soy imperfecto, corrupto y lleno de agujeros, pero cuando ella me mira, soy algo mejor, algo más.

— ¿Bueno?— Ella pregunta, una nota tímida en su voz que me hace sonreír.

Niego con la cabeza, en una pérdida de palabras para decirle lo perfecta que es.

— ¿Tú…? ¿Sin palabras?— Ella se ríe mientras sus ojos se caen al suelo.

—Baila conmigo.

Alza la vista a través de sus pestañas, su sonrisa desvaneciéndose.

—Nunca he bailado con nadie. Alguna vez. Me di cuenta cuando estaba en el

guardarropa... Gemma y yo solíamos jugar Revolución Dance-Dance cuando éramos pequeñas, pero…

—No te preocupes. — Le extiendo mi mano—. Yo iré delante.

— ¿No tienes que estar listo para cantar?

—Todavía no. Tengo que tocarte. — En el momento en que dejaron las cosas de Gemma y fuimos a la casa de Ariel, su madre estaba en casa.

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No había un mensaje de la escuela, por lo que a Ariel se le permitía salir, pero la pérdida de nuestra última oportunidad de estar solos, se sentía como una muerte en la familia.

Ya son las nueve. En el momento en que bailemos, y cante, y lleguemos a la ponchera, serán las diez y el baile casi se habrá terminado. Entonces voy a tener que llevar a Ariel a la estación de bus y volver a los bosques detrás de la escuela para hacer frente a la Embajadora.

Tal vez voy a ser capaz de convencerla para que me quede aquí, en mi viejo cuerpo. Tal vez ella tendrá mi fantasma con ella y voy a ser capaz de hacer contacto y tomar la decisión de sus manos. Si es así, tengo la intención de seguir a Ariel a Las Vegas, arrastrar mi cadáver descompuesto por el desierto, si eso es lo que se necesita, y hacer todo lo posible para protegerla.

Pero si no lo consigo, al menos, estará lejos de aquí en la carrera, lo que hará más difícil para los Mercenarios para encontrarla.

Supongo. Espero.

Estoy harto de la incertidumbre, de estar a merced de los deseos de todos,

pero el mío. Ahora mismo no quiero pensar en Embajadores o Mercenarios. Quiero estar aquí, con Ariel en mis brazos.

—Baila conmigo. Por favor.

—Está bien— susurra.

Tomo su mano, muy consciente de cada turno de músculo y hueso que se necesita para enhebrar mis dedos con los de ella. No puedo recordar haber estado tan nervioso. Me siento como un niño otra vez, pero peor.

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En aquel entonces no tenía ni idea de los preciosos momentos como este, que estarían en mis muchas vidas de maldad y dolor. Ahora lo hago, y eso hace que mis manos tiemblen con Ariel, y encuentro un lugar vacío en la aglomeración de cuerpos balanceándose y tiro hacia sí.

La canción de la diosa fortuna ha terminado, y ahora una niña en un vestido negro ceñido que le hace ver como una bola, con ocho piernas gime sobre la búsqueda de su amor al fin. Es una canción desgarradoramente feliz, con alza de violines y tambores de disparo, y la chica trabaja cada nota de una manera que se pone en la piel prestada.

Prestado. Robado. Casi desaparecido. Estoy a punto de expirar, y cada momento con Ariel es cada vez más valioso.

—Sonríes, sonríes— la chica canta en el escenario. Pienso en la primera vez que vi una sonrisa de Ariel, aquella noche por la orilla de la carretera, cuando todavía era lo suficientemente estúpido como para pensar que estaba en control. La sostengo con fuerza, mientras la hago girar en círculo, haciendo que se aferre a mi cuello y su aliento salga corriendo.

Cuando la puse de vuelta en sus pies, agacha la cabeza.

—La gente está mirando— murmura contra mi hombro.

—Déjalos. — Mis dedos separados en la parte baja de la espalda, hipnotizado por el calor que se filtra a través de la tela. Esta tan viva. No puedo imaginarla de otra manera. No lo haré.

—Prométeme que seguirás moviéndote. No más de unos pocos días en Las Vegas, y no llamar a nadie. Nos vemos el domingo, si puedo. Si no, compraras un billete y subirás a un autobús. No esperes por mí. Si me sostengo por alguna razón inesperada, me voy a encontrarte más adelante.

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Ella suspira. —Mi madre va a estar tan molesta. Va a perder la cabeza.

Mis dedos se doblan. Sé que Ariel no quiere dejar a su madre, pero no hay otra opción. No hay garantía de que voy a estar aquí para protegerla. Correr es la mejor oportunidad de Ariel para la supervivencia.

—Si te quedas, va a estar más que molesta— le digo—. Ella va a estar muerta. Y tú también.

—Lo sé— susurra.

—Yo no quiero asustarte, yo solo...— obligo a mis dedos a relajarse—. No. Eso es mentira. Quiero que te asustes. Quiero que estés tan asustada que nunca, nunca dejes de correr. Incluso años a partir de ahora, cuando te imagines que la caza de criaturas debe haber dirigido su atención a otra parte. No tendrán. Son antiguos. Un año, diez años, veinte años, no es nada para ellos. Ellos te cazarán hasta el día de tu muerte. Prométeme que harás lo que hemos planeado.

Se queda tranquila durante un largo minuto, inquietante. Trato de llamar su atención, pero no quiere mirarme. Se queda mirando las luces de la bola de discoteca como renacuajos nadando por el suelo, la tensión girando la boca en una línea torcida.

—Por favor. — Me paro en seco, asqueado por la idea de que ha cambiado de opinión—. Si tengo que irme sin saber que estás a salvo, yo no sé qué...— No lo sé. Me volveré loco. —Por favor. Si me quieres, haz lo que sea necesario.

Ella levanta la barbilla, y veo preguntas tácitas en los ojos, pero no dice una palabra.

— ¿Qué pasa?— Silencio y por un momento parece más plana, hueca, como una foto de ella en lugar de estar viva, respirando por la persona que he conocido. Pero luego parpadea y Ariel está de vuelta.

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—No hay nada de malo. Quiero decir... que todo es malo, pero tienes razón. — Ella está de puntillas y se cepilla los labios contra mi recién suave mejilla, la que me ayudó a afeitarme con su navaja de afeitar de color rosa. —Voy a seguir con el plan. Te lo prometo.

Beso la piel cerca de su oído. —Gracias.

—No tienes que darme las gracias. Sólo... dime que me amas de nuevo.

—Te amo— le digo, deseando saber cuánto más esas tres palabras significan para mí ahora que lo he conocido. —Más que nada.

Una triste sonrisa lame los bordes de los labios.

—Será mejor que te vayas. — La niña cantando el número de Etta James termina su canción, y un niño con el pelo muy gelificado inicia una versión inspirada en el campo de la —María— de West Side Story.

—Sigues después de Logan, ¿verdad?

—Sí. — Aprieto su mano—. Ven conmigo. Espera en el escenario. Quiero verte cuando este allá arriba.

—Está bien. — Ella baja la barbilla, ocultando su rostro, cuando hilo de nuestro camino a través de los parejas en la pista de baile.

Una leve oscilación con rigidez de ida y vuelta, pero los más atrevidos están bailando de una manera que no deja lugar a duda de lo que van a hacer después. Caderas rosándose y manos vagando, y de repente no puedo dejar de pensar en la noche anterior, sobre las largas piernas de Ariel envueltas alrededor de mí.

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Echo un vistazo por encima del hombro, preguntándome lo que está pensando, pero sigue buscando sus pies, los hombros encorvados.

Está demasiado ocupada preocupándose por el futuro, en vez de centrarse en nuestros últimos momentos felices. Pero puedo hacer algo al respecto. He visto la forma en que me mira cuando canto. Voy a cantar como nunca he cantado antes, entonces voy a tirar de ella de nuevo en la pista de baile y vamos a bailar como la gente se supone que baila, salvaje y desenfrenada y libre, hasta que nos olvidemos todo, solo ella y yo y la música.

—No te muevas. — Libero su mano en un lugar suficientemente oscuro para que se sienta cómoda, pero lo suficientemente claro para poder verla desde el escenario.

—No lo haré. — Ella acepta el beso que presiono en su mejilla, pero no levanta la vista. Su mirada sigue fija en algo nada distante, con los brazos colgando sin fuerzas a los costados. Una vez más, me da esa sensación de que está más vacía de lo que era antes.

— ¿Estás bien?

Se encuentra con mis ojos, pero todavía le queda algo... fuera. — No. Pero voy a estarlo. — Alisa el cabello lejos de la cara—. Ahora ve. Es tu señal.

Asiento con la cabeza, pero la sensación descentrada me sigue a través de las cortinas en la zona de detrás del escenario, por lo que mi mandíbula esta apretada, mientras tomo el micrófono que la señora Mullens ofrece, y cruzo a la zona de espera.

Me recuerdo a mí mismo que dejar la familia de uno y establecerse solo en el mundo, es suficiente para que cualquiera este en shock, pero no creo que esa sea la razón de la expresión vacía de Ariel.

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Incluso antes de que la chica de sudadera negra con capucha se deslice de su escondite en las cortinas, me pregunto si hay algo más que tenga la culpa.

Y luego veo el rostro de Gemma, sus ojos atormentados, y sé que mis problemas son mucho más grandes de lo que creí.

— ¿Qué estás…?

—Cállate, Stroud. No tenemos tiempo para tu estupidez— sisea Gemma—. Eres un mal ejemplo de persona y te odio como al cáncer, pero no quiero que mueras.

Morir. La palabra aterriza en mi interior y se establece allí como una bomba a punto de estallar, pesada y llena de potencial terrible. Antes, cuando yo era un Mercenario, era casi imposible de destruir, pero ahora...

Ni siquiera soy un Embajador. Si me matan mientras estoy en el cuerpo de Dylan, no sé a dónde voy a ir, pero no me imagino que será un buen lugar. Tal vez voy a llegar a las brumas del olvido y pasear allí por la eternidad,

como los Embajadores que maté, o tal vez voy a pasar por alto la putrefacción

lenta que mi creador Mercenario había planeado, e ir directamente a ser una de las almas perdidas que aúllan en la mente de Ariel. De cualquier manera, voy a ser inútil, incapaz de proteger y servir a nadie.

—No puedes subir al escenario. — Gemma agarra la manga de mi chaqueta y me mantiene con fuerza. —Sé que piensas que estoy loca, pero confía en mí, no vayas allí. Furtivamente al otro lado de las cortinas, sal por la puerta de atrás, y…

— ¿Por qué?— Niega con la cabeza.

—Te creeré— insisto—. Te prometo que lo haré.

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Ella duda, pero entonces la música cambia y veo que ella decide que no hay tiempo para discutir. La canción está a punto de terminar.

—Cuando Ariel me trajo mi joyería esta la tarde, me dijo que no quería que yo viniera al baile. Dijo que tenía miedo de que me puedan ver. — Gemma suelta el aliento, y continúa con evidente esfuerzo. —Le dije que no me importaba, yo no iba a dejar de ver como consigues lo que te mereces. Nos colamos en la cafetería el día de hoy y…

—Sé lo del video.

Su mandíbula se cae. — ¿Qué?

—No me importa— le digo, mirando por encima de mi hombro. —No es gran cosa.

Gemma me agarra del codo y me sacude hasta que me vuelvo hacia ella.

— ¿Qué hay de esto? ¿Esto no es gran cosa?— Ella tira de la capucha de su cabeza, dejando al descubierto una herida sangrienta en la sien. La sangre se ha secado en un ocre oscuro, pero la herida está fresca. —Cuando le dije a Ariel estaba actuando como loca, y yo estaba llamando a su mamá, lo perdió. Ella me dijo que dejara Solvang y no volviera, o que iba a terminar muerta. O cómplice de asesinato. Y entonces me golpeó con una lámpara.

El tiempo se ralentiza, la música de las tuberías a través de los altavoces sale torcida y extraña. Apenas puedo respirar. Ariel dijo que ella y Gemma compartieron una Coca-Cola, y se separaron con la promesa de mantenerse

en contacto. Pero ella debe haber estado mintiendo. Ella tiene que estar mintiendo, porque no hay manera de que Gemma lo esté. El dolor y el horror en su rostro son demasiado reales.

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Y sólo hay una razón por la que Ariel me mentiría.

Una de las razones de pesadilla.

—Perdí el conocimiento por un rato. No sé cuánto tiempo. — Gemma pasó la manga de la sudadera sobre su nariz. —Mike regresó a la sala hace una hora y me despertó. Trató de convencerme de que me vaya, pero le dije que no podía irme sin avisarte.

— ¡Dylan! Prepárate, es el momento— la señora Mullens susurra a mis

espaldas. Las últimas notas del eco —María— a través de la cafetería, y Logan se desliza a través de la cortina. Ella tiene razón. Es el momento. Tengo que salir y afrontar las consecuencias. Y la chica. Y el mal que casi ha ganado la batalla por su alma.

Doy un paso adelante, pero Gemma se prende a mi brazo.

—No— dice ella—. No puedes. Creo que es ahora cuando ella va a hacerlo. Lastimarte. Tal vez incluso matarte, no lo sé.

—Está bien—. La música de la introducción comienza a sonar. —Me tengo que ir.

Gemma gime de frustración.

— ¡Por favor! ¡No lo hagas! Soy la que dije a Ariel que debe vengarse de ti. Si estás herido, va…

—No te preocupes. Ella me ama, y la amo. — Me doy vuelta y abrazo a Gemma contra mí, un apretón rápido que la deja en silencio. —Debes dejarme pasar. Ahora. — Doy un paso hacia la abertura de la cortina. Esta vez, ella me deja. —Encuentra a Mike, vete a Washington, y mantente alejada de Ariel.

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—No sabía que estaba realmente loca— susurra.

—Ella no lo está. — Antes de que Gemma pueda responder, pongo mi micrófono a la posición de encendido y salgo al escenario en el momento de cantar las primeras palabras de la canción de Dylan. Busco las sombras donde dejé a Ariel, pero no estoy sorprendido de encontrarlo vacío.

Devastado, pero no sorprendido.

Ariel no está loca. Ella está haciendo lo que tiene que hacer para ganar una

posición como uno de los chicos malos finales. Los Mercenarios han llegado a ella. Sus mentiras de esta tarde le inspiraron, para el tono perfecto que incluso alguien con cientos de años de excelencia en el arte de no ver a través de ellas. La forma en que colorea cada mentira con una pizca de verdad...

Excepcional. Incluso cuando le dije que los mercenarios no me atacarían en público, ella no se inmutó, aunque sabía que iba a acompañar a la muerte al baile de mi brazo.

Tal vez planea matarme ahora, como ella confesó. Tal vez va a esperar hasta más tarde, cuando estemos solos en el camino a la estación de autobuses. De cualquier manera, jugó perfectamente, la forma en que jugué con cientos de niñas bonitas, que querían creer que el amor y puede conquistarlo todo. Ella hizo un tonto de mí, un empapado, tonto soñador.

Pero, ¿quién soy yo para juzgarla?

He hecho lo que ha hecho, he sido en lo que se convertirá. Incluso ahora, ya que la habitación se llena de risas cuando el vídeo comienza a pasar y me pregunto si Ariel está ahí lista para usar esta distracción para destruirme, no puedo odiarla. Todavía la amo. Es inútil, pero es real.

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Pero no todo fue una mentira. Durante uno día o dos que me amaba y yo la amaba. Ella me ha cambiado, y nunca voy a ser el mismo.

Tomo un respiro y sigo cantando, las personas más cercanas al escenario dejan de reír.

—Hasta que me entierren... enterrado en la tumba.

Enterrado. Este sería un momento poético. Ariel es una romántica con un toque de presentación. Ella va a traer terrible belleza de su trabajo.

Sólo la forma en que lo hice.

—Oh traerla a mí. — Levanto mi brazo a un lado, un gesto de rendición, una ofrenda. —Con su dulce amor…

El disparo rompe a través del aire, cortando la música, inspirando una oleada de gritos que se convierten en una ola de terror cuando el tirador dispara de nuevo y hace añicos la bola de discoteca. Astillas de vidrio llueven sobre la pista de baile. Los estudiantes se cubren la cabeza y corren. Los profesores y acompañantes se apresuran a abrir las puertas, y las parejas se agarran las manos y corren hacia las salidas. Mrs. Mullens corre por el escenario, gritando hacia mí

— ¡Corre!— Pero no lo hago.

Ella lo ha hecho. Se ha acabado. Soy Julieta en el piso de la tumba, con un cuchillo en el corazón y la persona que amo a quien culpar. Ariel no me ha tocado todavía pero lo hará, y no me atrevo a correr y esconderme.

Dejo caer el micrófono, el ruido es sordo cuando golpea el suelo haciendo eco a través de la habitación.

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Aprieto los puños, preparándome para el dolor. Que voy a sentir que en

cualquier momento, el golpe de la bala, el fuego cuando la piel y los órganos y huesos den pasó a la sangre para derramarse.

Esto es justicia poética en su máxima expresión. Se trata de los residuos más tristes del mundo. Yo la quise, y estúpidamente pensé que sería suficiente. Todavía estoy esperando que pueda verla de nuevo, ella se toma el tiempo para mirarme a la cara antes de...

Allí... frente a la puerta del guardarropa. Justo donde dijo que estaría.

Se apoya en el marco de la puerta, la luz de la habitación detrás, destacando su silueta a través de la tela de gasa de su vestido. No puedo ver su cara, pero sé que ella está mirando en mi camino. Puedo sentir sus ojos sobre mí, inspirando una mezcla vertiginosa de miedo, miseria, y un toque de vieja y simple lujuria.

La realización me hace sonreír. Parece que no me he convertido en un buen chico, después de todo. Todavía estoy tan enfermo, como para ser encendido por una chica que está tratando de matarme.

— ¿Vas a hacerlo?— Grito—. El suspenso me está matando.

—Suspenso sería demasiado suave— dice.

Lo ha hecho, confirmó mis sospechas. Ella es una tramposa y una mentirosa y está sosteniendo una pistola humeante en una de las delgadas manos escondidas detrás de la espalda. Aun así, no puedo creer que esto vaya a ser fácil para ella, y no puedo creer que me odie, al menos no del todo.

—Estás haciendo un gran trabajo. — Doy un paso más cerca de la orilla del escenario. —Tu primer asesinato, y ya dominas las bromas ingeniosas. Date un par de semanas y…

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— ¡Romeo!— El susurro viene detrás de mí, la urgencia en la voz de la mujer que hace sospechar que no es la primera vez que dice mi nombre. Me vuelvo

a encontrar al Embajador escondido detrás de las cortinas, con un ojo marrón y un lado blanco mirando a través. En la mano, ella sostiene un arma.

Un arma de fuego. Pero pensé que... yo...

Me la ofrece a mí. —Tómala. Ya sabes lo que tienes que hacer.

Me quedo mirando el arma por un momento antes de mirar a Ariel. Ella todavía está en la puerta, un blanco perfecto, todo iluminado. Soy un excelente tirador. No hay duda, voy a dejar mi marca con la primera bala. Ya me puedo imaginar la forma en que la red va a estallar en su estómago, manchando la tela blanca como una flor comiendo su interior para alimentar a su flor.

—Ella está más allá de la salvación. — El Embajador tira el arma. Aterriza en mis pies y gira en un círculo perezoso. —Es mejor que muera rápidamente. No podemos permitir que ella tome los votos Mercenarios.

—Yo...— Me vuelvo a Ariel. ¿Por qué está de pie tan quieta? ¿Por qué no corre o tira de su propia arma? ¿Hay una parte de ella que todavía se preocupa? ¿Que está esperándome para darle una razón para detener la locura?

Hubo un tiempo en que habría estado de acuerdo que la muerte de Ariel

que fuera lo mejor, si ha llegado tan cerca de convertirse en un Mercenario, no habrá vuelta atrás. Pero mirándola ahora, en las elegantes líneas de su cuerpo y la punta de la barbilla y el auge y caída de los hombros, mientras ella suelta aire...

—No puedo— le digo.

—No. No puedo— susurra el Embajador.

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—Está prohibido por mi magia, pero puedes matar. Si lo haces, te prometo que te haré uno de nosotros. Será tu último asesinato, un noble sacrificio por el bien común.

Noble sacrificio. Bien mayor. Noble. Bueno. Sacrificio.

Las palabras del remolino en mi cabeza, impactantes en su semejanza con lo que el Mercenario que me creó, dijo aquella noche en el monte.

Al parecer, la luz y la oscuridad tienen más en común de lo que yo creía.

Me agacho, cojo la pistola, y me muevo lentamente hacia el borde del escenario, una sospecha que se forma en mi mente.

Traducido Jesica

Corregido GiovannaAMV

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uedo ver sus dedos enroscarse alrededor de la pistola, pero no estoy herida o triste nunca más. Ni siquiera estoy aliviada de ver la

evidencia, de que el Embajador tenía razón, y Romeo es realmente un asesino con algún cómplice oculto detrás de la cortina.

Todo lo que siento es rabia. Afilada y mortal.

Levanto la barbilla y agarro mi pistola más apretada. Tengo que tener cuidado de él, antes de que llegue la gente a la que dirigía el llamado de ayuda, antes de que Romeo me dispare, o quien está ayudándolo, salga con

su propia arma. El Embajador me advirtió que Romeo tendría otro Mercenario observándolo, pero que su colega abandonará a Romeo, cuando esté claro que ha fallado, cuando le ponga fin a él con una bala en el corazón, en ambos de sus cuerpos, uno prestado y uno casi comprado.

Dylan está delante de mí, el viejo cuerpo de Romeo está atado en la sala de atrás.

El Embajador cumplió su palabra y me está esperando en el congelador en la parte trasera de la cocina. Durante el alboroto, que el striptease de Dylan hiso, ni siquiera nadie se dio cuenta de que llevaba al chico de ojos vacíos en sus ropas hechas jirones, en el guardarropa y cerraba la puerta.

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Nadie me vio atarlo, o subir las bandejas de almacenamiento para ir a buscar la pistola de mi abuelo desde el techo. Y ahora todos los testigos se han ido. Estamos sólo Romeo y yo.

Ha llegado el momento. Ahora. Ahora.

Levanto la pistola, mi pulso se acelera tan rápido, puedo ver que salta en mi muñeca, palpitando entre los músculos tensos para mantener el arma pesada.

— ¡Espera!— grita Romeo—. Por favor—. Él salta del escenario a la pista de baile, donde los charcos de plata son todo lo que queda de las luces de la bola de discoteca. Golpee tanto el sistema de sonido y la bola del disco en mis primeros intentos. Al parecer, yo soy una buena tiradora. Debería ser capaz de matar a Romeo antes de que pueda levantar el arma en la mano.

Mi dedo aprieta el gatillo. Más apretado, más apretado... —Habla conmigo— me suplica.

—Ya he terminado de hablar. Yo sé lo que eres. —Levanta una mano en el aire, la que no sostenía el arma.

—Ya te he dicho lo que soy.

—Sé que todavía eres un Mercenario.

—No, yo…

—Cuando fui donde Gemma, había un Embajador en el cuerpo de su madre. Ella me ha dicho todo— le digo incapaz de resistir arrojarle la verdad en su cara. —Ella me enseñó cómo me mataste. ¡Cómo me disparaste!

Bengalas culpa en sus ojos. —Por favor, Ariel. No lo entiendo. Yo…

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—Cállate.

— ¡Por favor!

—Te lo dije, he terminado de hablar.

—Entonces no tenemos que hablar. — Da un paso cauteloso hacia adelante.

Puedo cambiar mi cuerpo, bloqueando su visión del chico escondido detrás de mí. No puedo dejar que lo vea, no hasta que esté lista para disparar contra los dos.

—Sólo escucha. Julieta estaba habitando tu cuerpo la primera vez que nos conocimos. Yo le disparé, pero sólo porque no tenía otra opción. Era la única forma de protegerla de…

—Ya he tenido suficiente de tu protección, y no quiero escuchar tus mentiras.

—No son...— se calla, el miedo evidente en rápido ascenso y la caída de su pecho. Él se está dando cuenta de la verdad. Que estoy más allá de su alcance. Eso está a punto de morir. De una vez por todas—. Por favor, sólo déjame decirte lo que siento. Una última vez.

—Amor... sí...— susurra el viejo cuerpo de Romeo, haciéndome saltar y sacar el dedo fuera del gatillo.

Echo una ojeada atrás para verlo balanceándose de lado a lado, su sonrisa tan inocente y feliz, me dan ganas de llorar. Es más patético que dar miedo. Él es tan guapo como el chico de mis sueños, pero vacío por dentro, algo dañado, no pensé que podía hablar. Él estaba extrañamente tranquilo hoy en el granero, tan silencioso y quieto, que al principio pensé que estaba muerto.

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El Embajador me dijo que él es el alma del fantasma Romeo. Cuando el alma de Romeo fue a vivir en el interior de los muertos, esto fue lo que quedó atrás. Romeo no ha vivido dentro de este cuerpo durante cientos de años, pero quiere. Pensaba matarme para ganar el privilegio.

En su lugar, voy a matarlo. Si el anfitrión de Romeo y su fantasma se matan, en unos momentos el uno del otro, el reinado de terror de Romeo va a terminar. Él no será capaz de habitar en un cuerpo nuevo. Él va a estar realmente muerto, de una vez por todas.

Pero también lo hará esta pobre criatura. Míralo. Es como matar a un cachorro.

Aprieto los dientes y vuelvo a Romeo, apuntándole al recordar la forma en que le dio a cada parte de mi cuerpo y alma, mientras que él trazaba mi muerte. Pienso en los rostros sorprendidos, traicionados de todas las otras personas que dio vuelta o asesinó. Me acuerdo de la muchacha en la tumba, sus ojos se cerraron de dolor mientras su sangre se filtraba por el suelo.

Si alguien merece morir, es Romeo. Y no estoy realmente cometiendo asesinato. Dylan ya está muerto y Romeo debería haber muerto hace cientos de años. Esto es justicia, no importa lo mal que se sienta el apuntar un arma de fuego en el corazón de alguien.

—Te quiero, Ariel— dice, con la voz quebrada.

—La madre de Gemma dijo que dirías eso. Ella dijo que nunca admitirías que estás mintiendo. Porque necesitas que te amé, para que mi muerte valga la pena.

—Matar nunca estaba en mi agenda. Nunca.

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—Mrs. Sloop dijo que dirías eso, también.

—Mrs. Sloop...— él se acerca con pasos lentos y estables. — ¿No sería una pelirroja por casualidad? ¿Ella? ¿Bonita? ¿De unos cuarenta? ¿Lleva un montón de color caqui?

Su pregunta me confunde, y la pistola cae unos cuantos centímetros hacia el piso.

—La piel pálida, ojos café oscuro— continúa. — ¿Huele a vainilla?

—Sí, pero…

— ¡Ella es la bruja que me ha enviado aquí!— sus ojos brillan de emoción. Él realmente cree que voy a creer más en su mierda. —Ella no es una bruja, es

un Embajador, pero no importa. Fue la que me dio esta arma, y sólo puedo imaginar lo que te dijo esta tarde. Está tratando de volvernos uno en contra del otro…

—Cállate.

—Ariel, por favor...— parece que va a llorar, como si se le estuviera rompiendo el corazón al ver lo mucho que le odio—. Puedo explicarlo todo. Aún te amo—. Levanta las manos a los costados—. He estado en todas partes, y yo…

—Yo sé dónde has estado. — Me imagino que toda la sangre que ha derramado, gotea de las manos suplicantes. —Vi a todas las personas que murieron. Vi cómo te reías mientras los destrozabas con tus propias manos.

—Yo solía ser un bastardo brutal, enfermo. Te dije eso, pero yo…

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—No me dijiste que mataste a Julieta. Cuando eras joven y ella te amaba. Confiaba en ti.

Su cara palidece, pero no deja de tomar pasos cuidadosos hacia mí. Tengo un minuto, tal vez menos. Tengo que concentrarme en la verdad, no el dolor en sus ojos o la forma en que una parte loca de mí, quiere creer que realmente le importo.

—He visto la forma en que la engañaste. Ella te habría matado si hubiera sido lo suficientemente fuerte como para tirar el cuchillo de su pecho.

—Tienes razón. Yo debería haberte dicho eso, y un montón de otras cosas, pero yo...— traga—. Lo siento. Necesitaba que me amaras. Yo no lo sabía en ese momento, pero necesitaba amarte también. Yo...

Sirenas sonaron en la distancia. Fije el arma en su corazón. Tengo que hacer esto. Antes de que él se burle de mí una vez más.

—Por favor Ariel— dice con una voz que imita el cuidado a la perfección—. Mírame. Sabes que he dicho la verdad sobre todo lo que importa.

Está lo suficientemente cerca para tocarlo, pero me parece que no puedo apretar el gatillo. Se inclina hasta que el cañón de la pistola besa su pecho y su olor me llega, conectando con algo dentro de mí. A algo blando, humano. Aprieto los dientes y voy a los lugares más suaves otra vez.

—Esto es por la gente que has herido y por las personas que no vivirás para hacerles daño—. Mi brazo entero tiembla, y mi mano comienza a sudar—. Esto es por…

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—El bien mayor— dice al mismo tiempo que yo. Mis espasmos del codo y mi brazo se tornan fláccidos, la pistola cae entre nosotros.

—Eso es lo que el Embajador en el interior de la madre de Gemma me dijo, cuándo me dio esta arma— dice señalando por encima del hombro a los escenarios.

Echo un vistazo detrás de él, pero no veo nada. Las cortinas están cerradas. Pero aun así, dentro de lo más profundo, empiezo a dudar. ¿Qué pasa si...

—Ella dijo que matarte sería para el bien mayor, un noble sacrificio. Piensa que es mejor que mueras, a que te conviertas en una fuerza para el mal. Pero yo no lo creo. — Da un paso tan cerca, tengo que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos—. Nunca voy a creer que matarte, es bueno o noble. Te quiero y sé que eres una persona mejor de lo que soy. No dejes que los Embajadores o los Mercenarios te conviertan en algo que no eres.

—No soy…

—No eres una persona que piensa que está bien golpear a su mejor amigo dejándolo inconsciente.

Mi boca se seca. — ¿Cómo…

—Ella vino aquí. Para avisarme. Está preocupada por ti.

—Yo estaba tratando de protegerla— le digo, pero he oído la mentira en mis palabras.

—No lo creo. Un poco más de lo que crees que estaba bien para disparar un arma de fuego en una cafetería llena de gente. O que está bien matar a la persona a la que amabas— añade en voz baja.

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—No cuando está de pie delante de ti, con la promesa que es lo mejor que le ha pasado a él.

Sus ojos brillan. Sé que debería odiarlo por sus falsas lágrimas y sus palabras falsas, pero no lo hago. Todo lo que siento es confusión y tristeza y poseída por el deseo casi abrumador de poner mi mejilla contra su pecho.

Si, él es un mentiroso, él es muy bueno en eso, para mí ver a través de él. Si él está diciendo la verdad...

Bueno, todavía es demasiado bueno, y yo soy tan estúpida como lo he sido nunca.

—Voy a poner mi arma— dice—. El Embajador que habita a la señora Sloop, dice que no puede hacerte daño, ya que va en contra de su magia, pero no me arriesgaría. Corre por la puerta lateral y escóndete donde nadie te encontrará. La policía estará aquí en cualquier momento. Les diré que no vi lo que pasó—. Se limpia la pistola en la camisa y la tira. El sonido mientras aterriza en el suelo me hace saltar.

Dejó caer su arma. Él no me va a matar. Ni siquiera va a defenderse. Por primera vez desde que presencie mi propio asesinato esta tarde, el zumbido de cólera se queda en silencio y mi mente se siente como si fuera la mía de nuevo.

Lo primero que registro es alivio y luego... horror. Horror completo, y absoluto.

—Oh mi dios—. Dejo caer mi arma, estremeciéndome cuando golpea el suelo a mis pies—. Yo... yo casi

—Pero no lo hiciste. — Él envuelve sus brazos alrededor de mí, y me tira contra él por un momento fuerte, antes de que me empuje hacia la puerta.

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— Ahora corre. Date prisa. Te amo…

—No. No lo entiendo. — Las sirenas son fuertes ahora, pero no puedo dejarlo aquí. —Ella me dijo cómo matarte para siempre. Se suponía que debía dispararte, a continuación disparar al otro chico.

— ¿Qué otro chico?

—El... que... Está ahí. Ella hizo algo en él con la magia. Le ataron.

Señalo a la habitación detrás de nosotros, mi brazo tembloroso, la locura del día alcanzándome, haciéndome sentir como si estuviera literalmente, por desmoronarme.

Todo es tan frágil. Mi cuerpo, mi mente, la línea entre el bien y el mal, el bien y el mal. No puedo creer que hiciera daño a Gemma. No puedo creer que disparara un arma, o que casi mató a alguien. Asesino a Romeo. Quién me ama. A quien amo. Oh mi dios, me…

— ¿Quién está ahí, Ariel? Tienes que…

—Eres tú. La forma en que te veía en la colina— murmure. —Ella dijo que ibas a morir por toda la eternidad si te disparaba, luego dispararía al fantasma de tu alma después.

Romeo no se mueve, pero veo las ruedas girando detrás de sus ojos. Mira... excitado, y estoy más confundida que nunca.

— ¿Ha salido de detrás de la cortina?

Echo un vistazo por encima del hombro. —No.

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—Vamos. ¡Date prisa!— Agarra mi mano y tira de mí hacia el guardarropa, mientras las sirenas aúllan y los cuernos suenan a todo volumen más cerca que nunca. Los vehículos de emergencia han llegado al estacionamiento de la escuela. La policía estará aquí en cualquier momento.

—Espera, tenemos que…

Él envuelve su brazo alrededor de mi cintura y me levanta de mis pies, mientras se precipita hacia adelante.

—Este cuerpo es lo que estaba buscando para esta mañana. Si lo toco, puedo volver a su interior y quedarme contigo.

— ¿Qué?

—Sé que es horrible, y yo nunca te pediría que…— se tambalea a través de la puerta, pero se congela en el interior de un paso. Su boca cae abierta. Para una persona que dijo que no sabía qué estaba aquí, él se ve bastante sorprendido.

— ¡Vamos!— la cosa de abajo, se ilumina cuando ve a Romeo. Él llega a sus brazos como un niño, los restos de la ropa todavía cubrían su cuerpo delgado aleteando con su emoción.

—No puedo creer esto. — El brazo de Romeo se afloja a mí alrededor—. Esto no es... esto es...

—Lo siento. — No sé por lo que estoy pidiendo disculpas, sólo que lo siento, parece como la cosa más inadecuada que he dicho. Todavía estoy medio adormecida, pero una vez que el efecto de la anestesia se va, conozco la reacción mental, va a ser horrible. Estoy más loca de lo que pensaba, una perdedora crédula, que no sabe a quién o qué creer.

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—No lo entiendo. — Se vuelve hacia mí, una sonrisa estira su cara. —Mi cuerpo está entero. Estaba podrido y deshaciéndose. Yo…

—Y lo volverá a estar.

La señora Sloop sale de repente detrás de nosotros. Giramos para verla de pie en la puerta, con las manos apretadas entre sí y aprovechando la luz dorada entre sus manos.

—No voy a dejar que tengas esto. No me importa lo bonita que tu alma se ha convertido. No mereces la libertad, y no mereces la vida. Se necesitó menos de un día para tentarla para asesinar. Los dos son peligrosos y yo…

— ¡Ariel, corre!— Romeo se zambulle a sus piernas. Por un segundo, creo que va a noquearlo. Me imagino agarrándolo y tirando de él hacia la puerta en el gimnasio, pero su pie se destella en el último segundo, la captura de él en el estómago, dejándolo de nuevo en el estante contra la pared.

— ¡Alto!— ruego, pero ya es demasiado tarde.

Ella abre las manos y la bola de luz salta hacia delante, dirigiéndose directamente a Romeo.

Él ha empujado los estantes pesados de su espalda y se puso de pie, pero nunca va a salir del camino a tiempo. Ella va a golpearlo, le hará daño, incluso lo matará. Antes de darme cuenta, me estoy moviendo, lanzándome a mí misma en el camino de la magia, llegando a mis brazos hacia fuera, fuera, fuera... no sé distinguir entre el bien y el mal, el bien del mal, pero sé que es más fácil morir, por lo que Romeo era, que matarlo.

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Como los golpes de luz, enviándome a estrellarme en Romeo y el envío de los dos nos arrastra hacia la pared donde los aullidos de su viejo cuerpo dan miedo, espero que eso signifique algo.

Espero estar mejor de lo que podría haber estado. O por lo menos soy mejor de lo que hubiera sido sin él.

Trato de dar la vuelta y mirarlo a los ojos, pero mi pecho arde. Abro la boca para gritar, pero el fuego se propaga a mis pulmones y a la garganta y boca, y el mundo se desvanece en una prensa de asfixia gris.

Traducción Jesica

Corrección Mayte008

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nvuelvo mi brazo alrededor de ella y arranco un puñado de jirones de la camisa vieja de mi espectro alma, agarrándome con fuerza a mi amor, y la fuerza de nuestro impulso combinado, nos lanza contra la

pared en un nudo de brazos, piernas y dolor.

Tal vez no sea demasiado tarde. Tal vez tocando el espectro será suficiente, y

voy a ser capaz de entrar en mi cuerpo viejo y proteger a Ariel. El Embajador dijo que no podía matar. Cualquiera que sea la magia que ella está acostumbrada a usar, no debe ser mortal.

Todavía tengo esperanza, un poco, pero entonces.

Nos cierra de golpe a una parada. Miro hacia abajo justo a tiempo para ver de cerca los ojos de Ariel y su espalda se pone flácida. Te juro que sentí el

momento en que su alma pasa de su cuerpo. Trato de gritar al Embajador, para mendigar que Ariel regrese, pero no puedo hacer un sonido. Me estoy cayendo a pedazos, en ruinas como las paredes se funden y el piso debajo de nosotros desaparece.

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Cierro los ojos, y la barrera de la piel de Dylan se afina y se desvanece. Ariel sangra en mí, y yo sangro a mi antiguo yo, y todo en el mundo es maleable y transparente, y finalmente lo veo como lo que siempre ha sido. Una mentira. Una mentira muy curvada, hecha de luz y fe en la solidez de las cosas que no son sólidas. No hay ni principio ni fin, y las fuerzas separando aquí y ahora, aquí y allá, son tan frágiles como telas de araña que se apartan con manos temblorosas.

Sólo hay una cosa lo suficientemente sólida para sostener y es ella. La amo. Ella es mi otra mitad, mi segunda oportunidad, la única en el mundo, que podría haber aprendido a ser más que un monstruo. Su debilidad me mostró mi fuerza, su fe me hizo creer, su amor me sanó. Nunca la olvidaré, y no voy a dejarla ir.

El aire se pone más caliente y más caliente, y la materia se reorganiza en carne y hueso, y un piso áspero, sucio debajo de mi mejilla. Pero todavía me aferro, mis dedos se acalambran. Y entonces... alguien gime junto a mí.

Mis ojos se abren. Es ella. Ariel.

Ella está mintiendo a mi lado, en esta sala con el suelo áspero y el aire lleno de polvo gris. Es... increíble. Extiendo la mano para alisar el pelo enmarañado de su cara, y encuentro algo aún más increíble. Mi mano. Mi mano real. Ya estoy de vuelta en mi propio cuerpo, la vida, la respiración, tos, asfixia. Me tapo la boca con la manga y toso hasta que mi garganta se

siente con sangre. El gris en el aire no es polvo, es humo. Hay un incendio. El edificio está en llamas. Tenemos que salir.

—Ariel— toso de nuevo, ya que llego a mis manos y rodillas, la crudeza en la garganta que me dice que he estado respirando el aire lleno de humo demasiado tiempo ya. — ¡Ariel, despierta! Nosotros…

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La grieta de la madera astillada estalla detrás de mí, fragmentándose en el aire. Me giro para ver una madera ardiente estrellarse abajo, en filas de bancos de madera sencillos. Por encima de ellos, una vidriera refleja la continuación retorciéndose de naranja y rojo. Atrapo la mirada de una Virgen vestida de azul, con un bebé con cara extraña, y experimento un momento de lucidez terrible.

Conozco esta iglesia. No sé cómo hemos acabado aquí, pero sé dónde estamos. Es la iglesia en la que crecí, en la que me removí durante horas en los mismos bancos duros, en uno Benvolio me dijo en broma, que el bebé en la vidriera tenía la cara arrugada igual que nuestro tío abuelo, la iglesia a la que yo deseaba poder haber tomado refugio, después de que engañe a Juliet en quitarme la vida en la tumba, a menos de cien metros de su puerta principal. El que se quemó con Romeo Montague atrapado en el interior, en una versión alternativa de la historia. Esta versión de la historia.

—Julieta. — Una sensación extraña, a medio camino entre la esperanza y el terror, salta dentro de mí.

Julieta todavía podría estar viva. Ella podría estar en la tumba, lo suficientemente cerca como para oler el humo. Si yo la puedo sacar...

Me vuelvo sobre mis rodillas, tomando en el resto de la iglesia. El fuego está en todas partes, bloqueando la entrada y las ventanas más bajas en el lado izquierdo. Las llamas no han llegado a la parte delantera de la iglesia, donde Ariel, me encuentro cerca de la estatua de piedra de Jesús en la cruz, pero pronto lo harán. Tenemos que salir.

— ¡Ariel! ¡Despierta! —la tire a mi regazo y agite suavemente, deseando que sus ojos se abrieran. No sé cómo he llegado a estar de vuelta aquí, y tengo aún menos idea, de cómo la traje conmigo, pero necesito que ella abra los ojos.

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Podemos ser capaces de salir, hay un camino estrecho a través de los bancos a nuestra derecha que no ha comenzado a arder, pero no sé si me la voy a llevar. Si no nos quedamos cerca del suelo, vamos a ser superados por el humo.

— ¡Por favor, Ariel!— le susurró al oído, besando la suave piel cerca de su mejilla. Tan suave y lisa y...

Las cicatrices.

Me tiro hacia atrás para buscar su rostro. Las cicatrices han desaparecido, desaparecido, junto con la barra de labios y sombra de ojos brillante, que se alisaba en el baile. Su cara está limpia y sin marcas, y su pelo es más largo, cayendo en ondas más allá de la cintura, de un vestido hecho de una tela gruesa tejida gris. No se parece a nada que haya visto en cientos de años. Miro a mí mismo, una parte de mí no está sorprendido al ver el mismo manto que llevaba puesto, el día que tenía que encontrarme con fray Lorenzo en la carretera, a las afueras de Verona. Pero no hay sangre en las mangas.

No he engañado a Julieta. Todavía no he vendido mi alma a la oscuridad.

Me pongo más cerca de Ariel, planificando para arrastrarla por el suelo si tengo que hacerlo, pero un destello de movimiento me llama la atención. Me dirijo a tiempo para ver a una mujer con el pelo rojo, resbalando detrás de la pantalla de metal, donde el sacerdote espera para hacer frente a sus feligreses.

Es ella. La Embajadora. Ella ha hecho esto.

— ¡Ayuda! ¡Ayúdanos! —grito. Señalo con el dedo hacia ella, pero permanece impasible. No es ninguna sorpresa que nos quiere a ambos muertos, pero seguro que puede ver que esto no es justicia.

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— ¡Si usted está realmente en el lado del bien, no puede dejar que muera! No tiene sentido. Ella no hace daño a nadie aquí.

— Subestimas la capacidad de la niña para el mal. Y el tuyo propio. Oigo su voz en

mi cabeza, una sensación perturbadora que me hace estremecer.

—No es mala— le susurro, pero sé que la Embajadora puede oírme. —En este momento, la mujer es propiedad de su padre o su marido o de la Iglesia. Ella no va a tener el poder o la libertad.

— Las mujeres tienen su propio poder, Romeo. Mira cómo ella te ha hecho su esclavo.

— ¡Tú eres quien me hubiera hecho un esclavo!— grito, aunque sé que este argumento no tiene sentido. Sólo hay una cosa más que decir que pudiera moverla. —No importa lo que creas, va en contra de tus votos, al ver a dos personas morir y no mover un dedo para ayudar.

— Mis votos me impiden hacer daño a ningún ser viviente, dice con una nota

maliciosa en su voz, que me recuerda a mi creador. Pero no había seres vivos en esta iglesia cuando comenzó el fuego.

Sacudo la cabeza, con más repulsión que sorprendido.

— Me entristece que tenga que terminar así, Romeo.

La ignoro, y reúno a Ariel en mis brazos. Vamos a tener que subir las escaleras de la torre del campanario. Es nuestra única opción. El camino

hacia la ventana baja, la está alcanzando el fuego y la Embajadora se interpone entre nosotros y el más cercano escape.

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— Si ofrece algún consuelo, voy a salvar a Juliet. Voy a sacarla de la tumba y darle

otra eternidad de felicidad y luz.

— ¡Otra eternidad de esclavitud!— escupo mientras me tambaleo sobre mis pies. Ariel no puede pesar más de cincuenta kilos, pero ella es peso muerto, y el humo está haciendo girar mi cabeza.

— Julieta no será una esclava, será una salvadora del mundo.

Si no me estuviera ahogando, me reiría de la ilusión en su voz. Está loca. Tan loca y asesina como lo fue una vez, y no voy a permitir que tenga a Julieta si puedo evitarlo.

Vuelvo la espalda y tropiezo hacia las escaleras, mi mente cuenta las posibilidades. Los escalones del campanario son de madera, pero la propia torre es de piedra.

Esperemos que el fuego no se extienda tan rápidamente allí. Si puedo encontrar algo fuerte, puedo cortar la cuerda atando las campanas y utilizarlo para bajar a Ariel al suelo. La voy a seguir hacia abajo y la esconderé en algún lugar seguro. Entonces voy a encontrar a Julieta y…

—Romeo. Ahí lo tienes —dijo una voz baja hablando desde la oscuridad en el interior de la puerta de la torre, haciéndome gritar y casi caer en mi prisa por alejarme. Conozco esa voz. Lo sé, incluso antes de sentir los pasos del fraile en las sombras con el cuchillo que utilizamos para asesinar a Julieta, sostenido en su mano.

—No.

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— ¿Dónde has estado escondido? Te esperé en la carretera durante horas — dice sin dejar lugar a dudas, que este es el fraile como yo lo conocía, cuando

estaba habitado por un Mercenario y él me engañó para destruir a chica a la que amaba.

—He buscado en todos los lugares habituales, pero era como si hubieras... desaparecido de la faz de la tierra.

Dejé escapar un suspiro tembloroso. Él está hablando en italiano medieval y no parece saber acerca de nuestro pasado. O futuro. O lo que sea, ahora que me he enrollado de nuevo en mi larga vida y vengo una vez más al momento en que mi eternidad de maldad comenzó.

—Ven— dice señalándome más cerca—. Tenemos negocios. Todavía hay tiempo para pasar por las llamas, si nos damos prisa.

—Vete— le susurro como un niño, con un perro salvaje encontrado en el camino. Pero este hombre no quiere escuchar más de lo que lo haría un perro. Él es inalcanzable por la razón o por la súplica u oración, que sólo hace la cruz colgando de su cuello mucho más irónica. Sus ojos estrechos, al pasar de mí a Ariel y viceversa.

—Julieta estaba diciendo la verdad, entonces. Has tenido un cambio de corazón.

—Deja a Julieta sola. Es inútil para ti.

Él sonríe, agita una voluta de humo lejos con una mano serena.

—Estas en lo correcto. No hay necesidad de preocuparse por Julieta. Ella no es la persona que amas, es ella —tiene el cuchillo, el mango en primer lugar.

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— Toma contigo la torre. Derrama la sangre de la niña antes de que se despierte. Será simple y sin dolor. Estaré allí pronto para administrar los votos.

Él se acerca, al presionar el cuchillo en los dedos curvados alrededor de las rodillas de Ariel. Entonces toma mis mejillas en sus manos parecidas al papel y se inclina para besar mi frente, inspirando una oleada de temor tan puro, que despeja mi mente y mi cuerpo, debilitados llenándolos de fuerza.

Si pudiera correr lo haría, pero bloquea el camino hacia el único lugar seguro. Me recuerdo a mí mismo, que soy el que tiene el cuchillo, pero sé que no va a hacer una diferencia.

El fraile puede matar con un dedo, un pensamiento, una sonrisa. He sentido las manos en mi cara, cavando debajo de mi piel como gusanos de afeitar con punta. Se ha disparado un pensamiento asesino a través de mi mente, enviando a mi cerebro explotando al otro lado, y me mantuvo con vida a sufrir las consecuencias.

Él es cada pesadilla, que nunca quise que Ariel soñara, y aquí está, lo suficientemente cerca como para que yo huela la amargura de su aliento.

—Ésta te ama. Su corazón está en llamas con él — susurra contra mi piel. —Y tu aura brilla para ella, tan brillante como siempre lo hizo por Julieta. Más brillante, incluso. —Él sonríe y mueve sus ojos en un punto por encima de mi hombro. —Una vez conocí a un amor así. Mi esposa y yo fuimos por caminos separados, pero ella ha estado poniendo su dedo en mis asuntos de la tarde. Eso no es algo que se tolera Romeo, incluso en mi enemigo favorito.

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Sigo su mirada a través de las llamas, para donde la Embajadora está detrás de la pantalla.

Su esposa.

Una vez este terror y la bruja detrás de mí estaban unidos por el amor. Ahora lo único que queda, es la magia y el odio. Puedo verlo en su cara, todas las cosas que piensa hacer, para cuidar de Julieta si puede llegar a ella, antes de que ella encuentre una salida.

—Por favor... no lo hagas. — Cierro mis ojos por un momento y espero que alguna fuerza real de bondad escuche mi oración.

—No voy a hacer nada. Tú lo harás. — Él me da palmaditas en el brazo y me pasa más cerca de los escalones de piedra—. Has este sacrificio, y tú serás mi hermano en todos los sentidos.

—No. No lo haré.

—Lo harás— dice—. Eres un chico inteligente, Romeo. Estás desterrado. Esta es tu única salida. Cuando las llamas lleguen a la cima de las escaleras, estarás listo con ese cuchillo y enviaras a tu amor a la danza con los ángeles. Luego vendré a llevarte. Vamos a caminar hasta el cementerio de la colina, y yo te enseñaré todos mis secretos maravillosos.

Niego con la cabeza, el recuerdo del horror pudriéndose, cubriendo la tumba de piedra llena mi mente. Aprieto la mandíbula contra una oleada de náuseas.

—Ve. —Él levanta su mano, y siento la fuerza de su voluntad empujar en mis hombros. Doy un paso atrás en respuesta, un títere para ser controlado por su poder. Todavía puede influir en mí.

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Tal vez lo suficiente como para tomar la decisión, de si se debe sacrificar a Ariel sin ninguna opción en absoluto. Me estremezco y la agarro con tanta fuerza a mi pecho, que ella gime de nuevo.

El fraile sonríe. —Obtened un poco de aire, y has tu trabajo. Me reuniré contigo en un momento.

Tan pronto como se vuelve hacia la Enfermera de Julieta, me giro y me tambaleo por las escaleras, demasiado listo para escapar de su presencia, sabiendo que cada segundo cuenta. Tengo un cuchillo. Voy a ser capaz de cortar la cuerda que sujeta las campanas y hare un vendaje para bajar a Ariel al suelo.

Entonces puedo arrastrarme hacia abajo después y liberar a Julieta de su

tumba. Si yo puedo manejar todo antes del que el Mercenario me encuentre otra vez, habrá una oportunidad para todos nosotros de escapar. Si no es así, tengo el cuchillo, y voy a hacer lo que tengo que hacer.

No quiero morir, pero me niego a vivir haciendo daño.

—Ariel, por favor— hablo en inglés cuando subo—. Despierta. Ariel, despierta, despierta.

— ¿Romeo?— murmura con voz áspera y cruda. Mis brazos tiemblan. Nunca he sido tan feliz de escuchar mi nombre. Por lo menos ahora ella será consciente mientras yo la bajo, y capaz de correr de la iglesia, incluso si no puedo reunirme con ella. Y puedo decirle que la quiero una vez más. Quizás esta vez me va a creer. — ¿Romeo? Es…

—Estamos vivos, pero estamos en peligro. Hay un incendio.

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— ¿Qué? No lo entiendo— dice en un perfecto italiano medieval. Ella debe haber asimilado el lenguaje durante el cambio, como yo siempre asimilo el lenguaje de cualquier país, que pasó al encontrarme a mí mismo dentro.

—Estamos en peligro— repito en mi lengua natal, sorprendido por lo natural que se siente después de tantos cientos de años, fuera de práctica.

— ¿Qué?— Atontada recorre sus brazos alrededor de mi cuello. — ¿Dónde estamos?

—Estamos en una iglesia. — No quiero decirle demasiado. Ella ya está confundida. La mención de dónde estamos, podría confundir lo que queda de su mente. —Pero hay un incendio y…

—Me tienes que dejar.

—Si piensas que puedes…

—Bájame. Esto no está bien. Sobre todo en la iglesia. —Ella empuja en mis manos, y yo no tengo más remedio que ajustar sus pies en el suelo. Tengo cuidado de la navaja, pero lo atrapa el dobladillo de su falda cuando yo lo tiro lejos, haciendo una rasgadura en la tela.

— ¡Mi vestido!— exclama, como si hubiera cometido un delito imperdonable.

Me quedo mirando por un momento sin habla. —Ariel, hay un incendio— repito con toda la paciencia que puedo manejar—. Tu vestido es la menor de nuestras preocupaciones.

—Pero la gente va a pensar…

— ¿De qué estás hablando? ¿Qué gente?

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— ¿Estás loco?— ella presiona la espalda contra la pared. — ¿Dónde está tu cabeza?

—Ariel, vamos a ser quemados vivos si no conseguimos salir de aquí.— Por no hablar de que hay un hombre que está abajo conspirando para obligarme a llevar un cuchillo a través de tu corazón, tan pronto como termine de torturar a su ex esposa.

—Podemos hablar más cuando lleguemos a la cima de la torre—. Le extiendo mi mano, pero ella sólo se encoge más cerca de las piedras—. Ariel, por favor…

— ¿Qué estás diciendo?

— ¡Ariel! ¡Escúchame!

— ¿Por qué me llamas así?

Me congelo, mis manos flotando en el aire como si hubiera arrojado una barrera invisible entre nosotros.

—Es tu nombre.

—Romeo, me asustas— dice ella, sus grandes ojos azules llenos de lágrimas—. Tú sabes mi nombre. Nos conocemos desde que éramos niños.

Mis manos amasan el aire, buscando algo a qué aferrarse. —Yo... yo no…

—Soy yo, Rosaline— dice ella. — ¿No te acuerdas?

Rosaline. Ariel. Rosaline. Ariel no se parece en nada a Rosaline, pero obviamente ella piensa que es Rosaline De Sare. O a lo mejor es Ariel Rosaline ahora. Al igual que...

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—Benvolio— susurro, pensando en aquel día en la calle, en el siglo XXI, cuando Benvolio estaba tan seguro de que era otra persona. Y si el... Y si Ben Luna...

— ¿Tu primo?— Rosaline pide—. ¿Está aquí?

— Y si... ¿Podría él y Ben...? ¿Podría Ben?...

—Romeo, por favor. Vamos a ver a Fray Lawrence. Él puede ayudar. Yo sé que él es tu amigo y confidente.

Sus palabras me sacan de mis pensamientos. No importa quién es quién o qué ha cambiado y por qué. Hay algunas constantes muy importantes a considerar. El incendio se enfurece en la iglesia, y dos criaturas sobrenaturales nos quieren muertos. Si perdemos tiempo clasificando nuestros pensamientos, tendremos un cerebro en la cabeza dejando de pensar.

Tomo la mano de Ariel... Rosaline y sostengo, mi agarre suave pero firme.

—Lo siento si te he asustado. El humo que me ha afectado. Estoy mejor ahora.

— ¿Lo estás?

—Lo estoy. Pero hay un fuego abajo. Vamos a quemarnos si bajamos las escaleras. Nuestra única esperanza es llegar a la cima de la torre y te bajare hasta el suelo con una cuerda.

Sus ojos vuelan anchos. — ¿Todo el camino hacia abajo? ¿Desde lo alto de la torre? Pero yo no puedo.

—Es necesario.

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—Es demasiado alto. — Ella trata de alejarse, pero yo la sostengo apretada. —Me asusta la muerte.

—Rosaline, por favor. Es la única manera. ¿Vas a confiar en mí? ¿Me dejas que te ayude?— Miro fijamente a sus ojos y trato de no pensar en lo doloroso que es ver a su manera... el cambio.

Ella es sincera, dulce y buena, pero no es Ariel. Ella no es mi chica feroz con la cabeza llena de dolor y su corazón lleno de pasión. Ella no es la persona que escuchaba mis secretos en una forma que yo nunca he tenido a nadie más escuchando.

Ella no es el amor que yo tenía en mis brazos y he memorizado la forma en que respiraba. Esta chica con su mano en la mía no es Rosaline, pero ella no es mi Ariel, tampoco. Ella no respira de la misma manera. No besa de la misma manera, o hace el amor de la misma manera, o el odio de la misma manera, o el sentimiento, o sueño, o esperanza, o la ira, o risa de la forma en que mi Ariel lo hizo.

Hace que me duela el corazón, pero no hago caso de eso, tampoco. Yo sabía que Ariel podría haberse ido, pero su cuerpo y alguna versión de su alma todavía están aquí, y no hay tiempo para llorar lo que se ha perdido.

—Por favor. Date prisa conmigo. No quiero hacerte daño, y sé que tus padres estarían devastados al enterarse de tu muerte.

—Mi...— sus labios se fruncen. —Está bien.

Asiento con la cabeza y empiezo a subir las escaleras, esperando no hayamos perdido demasiado tiempo.

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Me concentro en la sensación de la madera crujiendo bajo mis botas de cuero y el olor del humo a la deriva por la escalera, negándome a pensar en lo que se ha perdido.

Traducción Serenity953

Corrección Mayte008

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sta vez soy la que grita, el intruso con la voz que nadie más puede oír.

¡Estoy aquí! ¡Por favor! ¡Déjame salir! ¡Romeo! ¡Estoy aquí! ¡Por favor! Por favor, por favor, por favor…

Grito y grito, pero Romeo no me escucha. Tampoco Rosaline, esta persona usando mi cuerpo y mi boca para hablar un lenguaje que no puedo entender. Pero puedo entender sus pensamientos y miedos, sus estúpidas preocupaciones sobre su vestido rasgado y el decoro, su modestia y lo que su padre pensará cuando ella llegue a casa.

He oído sus pensamientos. Incluso siento sus emociones, pero no es como que los sienta como si fueran míos. Es como cuando se duerme tu pie y el hormigueo bloquea algo de la información, viajando de tu pie a tu cerebro. Todavía soy consciente de ir a través de los movimientos, caminando y hablando y sosteniendo la mano de Romeo en la mía, pero la sensación no es todo allí.

No soy todo aquí. No estoy aquí para nada. No soy nada. Sólo una voz gritando en la oscuridad en el interior de una mente que no puedo incluso…

E

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Rosaline dice algo, y mi mano vuela a mi frente. Por primera vez realmente siento mi frente. Sus dedos… mis dedos… están fríos. Se estrechan a medida que presiona contra mi sien. Ella está preguntando… está comenzando a…

Ella…

Ella no es una ella. Sé que el pensamiento podría no tener sentido para nadie más, pero para mí es una revelación. Estoy conectada de repente — mente, cuerpo y alma. Todavía no estoy en control, pero soy una parte de eso. Rosaline no es otra persona; es una diferente versión de… mí.

Profundo en el fondo, dónde los secretos de sangre y hueso determinan lo que es una persona y que llegarán a ser, Rosaline y yo, somos lo mismo. Rosaline es lo que yo podría haber sido, si hubiera nacido en una época diferente, criada de diferente forma, enseñado diferentes cosas. Si mi papá hubiera pegado alrededor, si mi mamá no me hubiera tenido sola, si hubiéramos tenido una familia para ayudarnos, si nunca hubiera sido quemada o vista como bicho raro, si nunca hubiera oído de las cosas gritando y aprendido demasiado sobre el miedo y la furia, si hubiera gastado mi tiempo soñando sobre el éxtasis espiritual en lugar del tipo de carne y sangre que tenía con Romeo.

En cierto modo, es reconfortante. Puedo sentir cuán fácil podría ser relajar mi dominio sobre Ariel Dragland y dejarme convertirme en una parte de Rosaline. Ella podría absorberme como una esponja. No sería como morir sólo… olvidar. Sería lo que deseaba que el doctor, pudiera haber hecho por mí, cuando era pequeña. Cuando visite por primera vez al psiquiatra infantil. Pensé que ella iba a arreglarme, borrar todas las malas cosas en mi cabeza y hacerme normal.

Estaba desbastada cuando aprendí que ella no tenía ese poder.

Pero ahora podría tener mi deseo. Todo lo que tengo que hacer es soltar mi agarre y caer dentro de la bienvenida oscuridad de Rosaline. Podría dejarme ir y olvidar, y esto sería como si todas las cosas malas en mi vida nunca pasaron.

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Hace una semana habría saltado al olvido sin pensarlo. Pero ahora… no puedo. Porque olvidar todas las cosas malas, significarían también todas las cosas buenas. Olvidaré a mamá y lo mucho que me ama. Olvidaré a Gemma y nuestra defectuosa, pero preciosa amistad. Olvidaré a Romeo y lo mucho que lo amo. Olvidaré todo lo que él significa para mí, y cómo él me amo lo suficiente, para perdonarme cuando no merecía ser perdonada. Nunca conseguiré decirle que lo perdono también, y él vivirá el resto de su vida con la mirada atormentada en sus ojos. Él está en su viejo cuerpo ahora, pero está lleno con el alma de la que me enamoré. Sé que es él, así como él sabe que la chica a su lado no soy yo.

Él piensa que me fui. Tal vez incluso muerto. Puedo verlo en la forma en que él me mira, se siente cuando cepilla el cabello de mi rostro y me ruega que ¨Por favor siga adelante¨.

—Déjame que te lleve si no puedes caminar. No hay tiempo.

—Yo… no puedo— dice ella temblando, mientras presiono contra la delgada pared separándonos a las dos. Puedo entenderla ahora, e imaginar cómo mis labios se moverían al hablar ese lenguaje.

—Me siento… mal.

Por favor. Déjame salir, ruego. Él me necesita. Tú me necesitas.

Envío sentimientos de fuerza corriendo a través de nuestro cuerpo. Ella no tiene que estar asustada del mundo o la vida o crecer más.

Ella no tiene que esconderse en un convento. Tiene otra elección, y el coraje para descubrir todas las cosas que están fuera de los muros de la finca de su padre, más allá de la ciudad de Verona, fuera en el ancho mundo que es tan espantoso como ella se imaginaba, pero también maravilloso.

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Hay cosas horribles en la vida, pero también hay esperanza y belleza, arte y aventura y… Romeo.

Si ella tomará la oportunidad, puedo mostrar su magia, las altas y bajas y todo el potencial asombroso del corazón humano. Podemos pintar y reír y jugar y bailar y hacer lo mejor de cada momento con el chico que amamos, sin importar los momentos contados que son.

—Estoy asustada— susurra y sé que ella no está hablando más con Romeo.

Y eso es la única cosa que tiene que perder, digo suavemente. No hay necesidad de gritar. La verdad es tan fuerte como un susurro a un grito.

Ella ha pasado su vida encerrada por el miedo – el miedo de su padre, de su honor siendo comprometido, el miedo de su madre, de perder a su única hija, su propio miedo de dejar a los padres que la han amado demasiado firmemente, para que ella sepa quién es sin ellos. Puedo ver sus caras amables en su mente – un hombre con una barba roja de un tono más oscuro que su cabello, y una mujer rubia, tan pálida como mi madre. Pero ella no es mamá. Ella no lo es.

Mamá. Nunca la veré de nuevo. Mi instinto me dice que no hay forma de regresar de dónde Romeo y yo hemos viajado. Incluso si sobrevivimos al fuego y me hago con el control de este cuerpo, nunca sentiré los brazos de mi mamá alrededor de mí, nunca pasaré por uno de nuestros torpes abrazos. Nunca seré capaz de decirle que estoy bien, o cuánto la amo.

Dolor y perdida tuerce mi corazón, y mi dominio sobre Rosaline resbala. Antes de que pueda recuperarme, su miedo me hace a un lado.

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Ella me obliga a volver a los lugares más recónditos de su mente, hasta que no puedo sentir nuestro cuerpo compartido más. Solamente puedo ver a través de sus ojos, mientras comenzamos a correr de nuevo. Subimos las escaleras, dando vueltas y vueltas hasta llegar a la parte superior y una habitación apenas lo suficientemente grande como para estar de pie. Antiguas, oxidadas campanas cuelgan en el centro. Hay tres, todas atadas con una cuerda gruesa, cubierta con una capa amarilla pegajosa.

Romeo me deja… a Rosaline… junto a la pared y se apresura a la campana más cercana. Él empieza a ver la cuerda con el cuchillo en su mano, atrás y adelante, atrás y adelante, tan rápido como puede. Él debe estar planeando usarlas para bajar por el lado de la torre.

Pero ¿dónde consiguió ese cuchillo? parece familiar, algo que he visto en un sueño. La hoja brilla como relámpago, pero el mango es de un negro tan profundo, que absorbe la luz de la habitación ya tenue.

La luz de la luna brillando a través de las tres ventanas estrechas, no es suficiente para mí, para ver el rostro de Romeo nunca más, pero puedo ver su silueta moverse con esfuerzo y puedo oírlo maldecir y tirar el aliento desesperado. El corte de la cuerda no va bien. Y ahora es demasiado tarde. Su plan va a fracasar.

Porque el hombre en la túnica de mis pesadillas es real.

Y acaba de entrar en la habitación.

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—Veo que ella aún está viva.

El fraile. Ya está aquí. Siento como si me asfixio en mi corazón. He fallado. Tomo mucho tiempo el subir las escaleras, y la maldita cuerda está cubierta de resina o brea o algo…

—No te preocupes, hijo mío— dice en esa suave voz que habla a mi corazón en mi pecho, sin mi consentimiento. —Todavía corta a través de la piel y hueso con bastante facilidad.

— ¡Maldito sea el infierno!— lanzo el cuchillo al centro de la campana de la torre, hacia el interior de la llamas que comenzaban a deslizarse por las escaleras.

El fraile debe haberlo hecho segundos antes de que la madera empezara a arder. Ahora el tercio inferior de la torre es intransitable. No hay manera de que él sea capaz de poner sus manos en el cuchillo.

Se acabó. No voy a matar por él — o a alguien más – nunca más. Moriré primero. Dejaré morir a Rosaline, si tengo que hacerlo. Es lo mejor para ella, a que muera a manos de un extraño que la desangré, sabiendo que alguien en quien ella confiaba era un demonio. Lo menos familiar del mal, lo más fácil de soportar.

—Mentira. La tortura es tortura y él, te torturara, a los dos. Ella estará mejor si la

tiras por la ventana.

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Paso una mano temblorosa por mi cabello. Puedo verlo, la forma en que sus ojos se ensanchan con la traición y sus brazos y piernas se batirían mientras su cuerpo se precipita hacia el suelo.

No puedo hacerlo, no puedo. No puedo matar a nadie más, ni siquiera en nombre de la misericordia. He tenido suficiente muerte para durar diez hombres una docena de vidas. Estoy tan lleno, se levanta en mi garganta como una enfermedad.

—Venid a mí, Rosaline— dice el fraile, su burla de bondad me hace aún más enfermo—. Aléjate de Romeo.

— ¿Fraile Lawrence?— susurra Rosaline. — ¿Qué está pasando? ¿Por qué…?

—Venid a mí. Te mantendré a salvo.

— ¡No, Rosaline!— me alejo de las campanas, colocándome entre ellos. —No le creas. Es un mentiroso.

—No lo escuches, pequeña. El pobre chico se ha vuelto loco. Me temo que algún mal espíritu ha tomado posesión de su alma.

— ¡Fraile! ¡Estoy tan asustada!— solloza Rosaline.

—Ven, dulce niña. Te daré paz.

—Paz— repitió ella, su voz quebrándose a media palabra, como si no hay nada en el mundo que ella quisiera más. Él ya ha llegado a ella. Con una palabra. ¡Una miserable palabra!

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—Sí, hija— dice él—. Tendrás paz.

Ella da un paso adelante, pero mi brazo sale empujándola de regreso a la pared, con toda la fuerza de mi terror. Oigo su cabeza golpear las piedras y gemir de dolor y miedo, y sé que he cometido un error.

Ella nunca confiara en mí ahora. Rosaline es tan devota como cualquier otra persona que haya conocido. Se habría necesitado un milagro, para hacer que ella me eligiera sobre un hombre de la tela, y ahora que la he dañado…

—Ten cuidado— dice el fraile, su preocupación palpable. Sería más fácil creer en él, incluso sabiendo sin duda, que cada palabra es falsa.

—Romeo no es él mismo. Él ha estado hablando en lenguas y…

— ¡Déjala sola!— grito, ahogando las mentiras tranquilizadoras. — ¡Por favor!— apuño mis manos juntas enfrente de mí, rogándole a él. —Te daré cualquier cosa. Te daré mi alma por el resto de la eternidad. Puedes encerrarme lejos y

torturarme, y traer a tus jóvenes Mercenarios para observar. Cualquier cosa. Haré cualquier…

—Venid, Rosaline— el fraile extiende sus brazos. — ¡Date prisa ahora!

Me vuelvo un momento demasiado tarde. Rosaline ya ha girado alrededor del otro lado de la torre. Ahora ella está sólo a pocos pasos del fraile, corriendo hacia él como si él sostuviera su vida en sus manos.

Lo que él hace. Y pronto hará con ella, lo que quiera.

El tiempo se detiene y mis pensamientos se aceleran.

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Tal vez él la matará rápidamente – el mejor para pasar a la vuelta de mi dolor. O tal vez lo hará lentamente, obligándome con su magia, y forzarme a observarla sufrir, hasta que ruegue morir y yo pida matarla simplemente, para terminar con su sufrimiento. Y luego cometeré el mismo, imperdonable pecado de nuevo. Y será como siempre ha sido y caminaré en la oscuridad por el resto de mis días, hasta que no pueda recordar la sensación del sol en mi rostro, o la seguridad y la dicha de sostener a mi amor en mis brazos.

Mi amor. Ariel.

Ella se ha ido y estoy solo, y Rosaline morirá en esta torre y Julieta morirá en su tumba, y esta historia tendrá un final incluso más trágico, de lo que fue la primera vez y…

– Yo. He. Fallado.

Traducción Aldebarán

Corregido Mayte008

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alle, falle, falle, y ella está casi allí, y sus brazos están abiertos y una sonrisa demente está en su horrible cara.

La idea me golpea hasta que el peso de mi fracaso se siente como si me obligase atravesar las tablas debajo de mí y voy a caer y romperme y quemarme en el fuego crepitante de abajo y finalmente… Finalmente.

Romperme. Quemarme.

Ella está ahora en sus brazos, sus dedos se cerraron alrededor del cuello, pero no es demasiado tarde.

No pienso en ninguna otra cosa, por miedo a que vaya a leer mis intenciones en mi rostro. Me muevo. Rápidamente. Acorto distancia en el tiempo que lleva a las pestañas de Rosaline barrer hacia abajo. En el momento en que barren de nuevo, estoy tan cerca que puedo oler el humo en la sotana del fraile, puedo contar las arrugas en su frente, puedo ver la luz en los ojos de Rosaline.

Ariel. Veo su ascenso en Rosaline, pero no dudo ni pregunto ni temo. Sonrío. Porque conozco a mi niña dulce y salvaje. Y ella me conoce.

F

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Me muevo y ella se mueve, y nuestros cuerpos funcionan en perfecta sincronía, como si fuéramos parte de la misma criatura. Nuestros dedos agarran su túnica, nuestras rodillas se doblan, y nos dejamos caer en la tierra unos segundos antes de que el fraile barriera sus manos sobre nuestras cabezas.

Y entonces lo volcamos por encima del hombro, empujándolo hacia el espacio vacío en el centro de la torre, está cayendo, cayendo, gritando, cayendo...

Me volteo a mirar, pero todavía no lo podía creer. Incluso cuando veía el shock en sus ojos, incluso cuando su traje besaba las llamas calientes y subía como la hierba seca, aun cuando el grueso negro de su cuerpo tocaba el suelo y el contorno de un hombre se desdibujaba y comenzaba a desaparecer, todavía estoy apretando mis puños, esperando que se levante y venga a mí otra vez.

—Los Mercenarios no pueden sobrevivir a un incendio. Es una de las pocas cosas que les pueden destruir —le digo, tanto por mi propia comodidad como la de Ariel.

Ariel.

Me vuelvo hacia ella, aterrorizado de que ella se fuese de nuevo. Antes de que pueda decir su nombre, sus brazos están a mi alrededor, sus labios sobre los míos. Nos agarramos el uno al otro apretados entre sí, cada movimiento sellándonos tan cerca, que nadie nos separaría de nuevo.

El pensamiento trae consigo el aumento de las viejas palabras dentro de mí—. Ponme como un sello sobre tu corazón —le susurro contra sus labios—. Porque el amor es tan fuerte como la muerte.

Ella se aleja con lágrimas en los ojos— ¿Shakespeare?

—No. Un salmo

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—Es hermoso

—Y es cierto. No sé de qué otra manera explicarlo... —ahueco su cara en mis manos—. Pensé que te había perdido. Pensaba que eras otra persona, la chica con la que hablé cuando yo…

—Rosaline. Lo sé —ella deja escapar un suspiro tembloroso—. Ella no era otra persona. Ella era yo. Sólo una... distinta. Al principio pensé que estaría atrapada en el interior de su versión, pero entonces oí al fraile diciendo las mismas cosas que decía en mis sueños, y me empujé con suficiente fuerza y ella... —hace una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Ella se desvaneció. En mí. No amaba nada de la manera en que amo. Ella no podía. Ella todavía tenía miedo.

—Y no es así. Ya no es así.

—Por ti —susurra, sus ojos se llenan de nuevo—. Y lo digo en serio esta vez. Confío en ti, no importa qué. No más mentiras. Nunca.

—Nunca —la beso y la esperanza se levanta dentro de mí como una ola vertiginosa. El fraile ha muerto. Hemos ganado, y ahora vamos a corregir todos los males. Yo. Ella. Julieta, también. Por primera vez en mi vida, tengo fe. Tengo fe en el amor y la magia que puede funcionar.

Termino el beso y agarro su mano. —Vamos a salir de aquí

— ¿Cómo? —Ella echa una mirada nerviosa hacia el centro de la torre—. Las escaleras están en llamas, y no tenemos un cuchillo para cortar la cuerda de la campana.

— ¿Confías en mí?

—Por supuesto —dice con una humilde intensidad—. Siempre

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—Quítate el vestido —le digo, tirando de mi propia capa y la camisa.

Tomo el borde de la túnica con las manos y tiro duro, más duro, más duro,

hasta que finalmente se da con un gran rrrrip. Ato los extremos del manto juntos y veo que el rostro de Ariel se ilumina, con comprensión. Se pone de pie junto a mí con una camiseta suelta que las mujeres de este tiempo llevan bajo su ropa, ya no lleva su vestido.

Porque ella confía en mí. Tanto como yo confío en ella.

La locura de los Mercenarios y los Embajadores está detrás de nosotros. Cuando veo su rostro, grandes ojos azules, su nariz perfilada, labios demasiado delgados que se sienten tan perfectos contra los míos, lo veo todo yo era demasiado estúpido para querer durante tanto tiempo, cada simple, milagroso secreto en el universo revelado en la magia de su sonrisa.

Ella es mía, yo soy de ella, y esta vida que me han dado para compartir con ella se llenará con más encanto que los últimos setecientos años combinados.

—Te amo —lo digo de nuevo, sabiendo que no puedo decirlo demasiadas veces, y que incluso esas palabras nunca serán suficientes para expresar lo mucho que significa para mí.

Ella pone su mano en mi mejilla, un contacto fugaz que me deja tibio hasta mis pies.

—Yo también. Ahora dime como tengo que romper esto. Quiero vivir para oírte decirlo unas cuantas miles de veces más.

Me vuelvo a mi camisa, atando la funda a un extremo de la capa.

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—Si podemos conseguir veinte o veinticinco metros de cuerda, vamos a ser capaces de caer el resto del camino —le digo—. Voy a bajar primero, así te puedo coger cuando caigas.

—Así podrás mirar hacia arriba mis movimientos, es más como eso.

—Eso también —le guiño un ojo y ella entorna los suyos, y me pregunto cómo es posible sentirse tan lleno de vida con la muerte rugiendo debajo de nosotros, con columnas de humo que se elevaban lentamente hacia la habitación.

—El padre de Rosaline va a estar muy molesto de tener a su hija de vuelta en casa con nada más que su ropa interior —comienza a donde mi cuchillo accidentalmente rompió su falda y rasga el vestido en un patrón circular, más y más hasta que siento que la última de la preocupación agrupada en mi cuello se desvanece. Esto va a ser suficiente. Vamos a hacerlo—. Nunca he tenido un padre antes, pero supongo que la cabeza de alguien va a rodar.

Tomo el extremo de la falda y la anudo con fuerza al otro extremo de la capa. —Todo es parte del plan, mi amor.

— ¿Ya tienes un plan? —ella me mira atar las mangas de su vestido alrededor de la parte superior de la campana más cercana y tirar nuestra cuerda de ropa rasgada por la ventana.

— ¿Esperarías algo menos? —puse mi brazo alrededor de su cintura, y ella pasa alrededor de mi cuello.

—No. No lo haría —ella mira hacia mí con esos ojos viejos suyos—. Pero a partir de ahora quiero que me cuentes acerca de tus planes. Y te diré los míos.

—En el segundo que estemos en tierra —me alejo y paso a la ventana—. Envuelve la pierna en la cuerda —le digo, mostrándole cómo—: De esa manera, si pierdes tu agarre, todavía estarás enredada en ella y no caerás tan rápidamente.

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Ella asiente con la cabeza. —Antes teníamos que subir una cuerda en la clase de gimnasia. No tengo miedo.

Realmente no lo tiene. Ojalá no tuviera miedo por ella.

—Nos vemos en el suelo —le digo con una sonrisa. No quiero dejarla, pero esto es lo mejor. Ella todavía va a llegar a tierra mucho antes de que el fuego llegue a la parte superior de la torre. Y así voy a estar ahí para atraparla. Por si acaso.

Me deslizo hacia abajo, mano sobre mano, con sólo un infartante momento cuando se rasga mi camisa un poco antes de coger en una costura. Pronto llego al final de nuestra cuerda improvisada y arriesgo mi primera mirada hacia abajo.

El incendio en la nave de la iglesia ilumina la tierra dura debajo, ayudándome a juzgar la distancia para dejarme caer. Sólo diez pies. Doce, a lo sumo. No será un aterrizaje suave, pero siempre y cuando tenga mis rodillas dobladas...

Me solté, y el terreno se elevó hasta mi encuentro con un golpe que me quito el aliento. Incluso con las rodillas dobladas, el impacto es suficiente para enviarme al suelo. Ruedo a través de la suciedad, tosiendo, rizando mis rodillas, tocando mi palpitante columna para asegurarme de que no hay nada roto. Pero te juro que se siente como si mis huesos aún se estuvieran sacudiendo y retumbando, bud–a–bump, bud–a–bump, bud–a–bump...

El sonido se hace más fuerte, la expansión fuera de mi cuerpo, dominando el rugido del fuego en la iglesia. Lo acabo de reconocer por lo que es, caballos más de dos o tres, cuando la voz de un hombre a través de la noche crepitante.

— ¡Romeo Montesco! ¡Usted está bajo arresto, por orden del príncipe!

De repente, el suelo está lleno de cascos pateando. Miro hacia arriba, atrapando destellos de gris y morado en la luz del fuego.

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La librea del príncipe, su guardia del castillo. Sé que han recibido la orden de acompañarme a la cárcel si soy sorprendido violando los términos de mi destierro.

Maté a Tybalt el primo de Julieta. Yo soy un enemigo del príncipe y sus amigos, los Capuleto, y ahora sus hombres van a llevarme y esperar hasta que decidan sobre los detalles de mi ejecución. Si tengo suerte, podría ser un asunto privado con sólo el círculo íntimo del príncipe en la asistencia. Si tengo suerte, van a arrastrarme a la plaza y me colgaran hasta la muerte, mientras la ciudad entera mira.

Mientras Ariel mira, sin poder hacer nada para salvarme de los pecados de mi vida pasada.

— ¡Por favor! ¡Yo estaba en camino hacia Mantua! —Grito—. Pero vi el fuego, y fui a ayudar. Rosaline DeSare es…

— ¡Lo más que probable es que iniciaras el fuego! —grita un hombre, mientras que otra voz le ordena…

— ¡Sube! ¡Consiga que cada hombre físicamente capacitado ayude! ¡Diles que podrían evitar que el fuego se propague a los árboles en el cementerio si trabajamos rápido!

El hombre que me ha acusado de incendio premeditado vuelve a su montura hacia la ciudad y sale, levantando una nube de polvo. Cuando se disipa, pongo mi primera mirada clara en el hombre a cargo. Es Adolfo, un guardia anciano cuya familia se sentó solo a un banco de la mía en esta misma iglesia.

— ¡Adolfo! ¡Por favor! Rosaline DeSare está atrapada en la torre de campana —le grito—. Y Julieta Capuleto está viva en su tumba. ¡Necesitan ayuda!

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Pero él no está mirándome. No me ha oído, o tal vez simplemente no le interesa escuchar los desvaríos de un asesino. Miro a la torre, con la esperanza de ver a Ariel subiendo por la ventana, pero la cuerda de ropa está vacía. Mi sangre corre más rápido. ¿Dónde está? ¿Qué ha pasado? ¿Ha sido superada por el humo?

— ¡Por favor! —levanto mi voz, gritando tan fuerte que Adolfo se ve obligado a girar en mi camino. Salto en el momento, sabiendo que podría ser mi única oportunidad—. ¡Rosaline está en el campanario! ¡Ella está atrapada! Y Julieta Capuleto ha sido enterrada viva en la tumba Capuleto. Ha habido un terrible error —yo estoy en mis rodillas. Mendigando. Por favor, por favor, que vea que estoy diciendo la verdad—. Átame y déjame, pero usted tiene que enviar hombres a…

Un grito atraviesa la noche. Y luego otro, y otro, un coro de voces resonantes sorprendidas desde el frente de la iglesia, donde algunos de los hombres han traído palas del cuidador para arrojar tierra sobre el fuego antes que se extienda sobre la hierba. Pero cuando miro en su dirección, están cayendo las palas y alejándose de la figura que tambaleante camina hacia ellos desde el cementerio.

— ¡Un fantasma! —grita uno. Pero se equivoca.

Es Julieta. En su verdadero cuerpo. Fuera de su tumba. ¡Viva! El vestido azul que lleva puesto esta arrugado y sucio, con el pelo largo y castaño cae en el medio, silvestres rizos enredados alrededor de sus hombros, y ella esta tan

débil que apenas puede caminar, pero ¡está viva! Salto a mis pies para ir a ella, y encuentro las botas de Adolfo en mi pecho.

—Por favor —gruño—. Ella necesita ayuda. Y lo mismo ocurre con Rosaline —me giro, mi estómago revolviéndose cuando veo que la ventana de la torre sigue vacía.

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—Ella está en el campanario. Las escaleras son intransitables. Ella va a morir quemada si no…

—Bonfilio, Marzio —grita Adolfo. Dos de los hombres más cercanos se voltean, la voz de su líder es más convincente de lo que es una chica resucitada de la tumba. Adolfo apunta a la torre. —Hay una chica viva en la torre del campanario. Pasen al cuartel a buscar las escaleras. ¡Rápido, ahora! ¡El resto de ustedes, de espaldas al fuego! —comienza a gritar más nombres, dando a cada hombre una tarea específica en un intento de organizar la confusión.

Aprovecho la distracción y huyo, cruzando el patio hacia Julieta, mi corazón haciendo cosas extrañas en mi pecho a la vista de ella. Estoy tan feliz de verla con vida, tan lleno de culpa y remordimiento, tanto miedo que voy a tener que romper su espíritu de nuevo.

Estamos casados. Ella me ama. Yo soy su alma gemela. O por lo menos eso era... antes de que me enamorara de alguien más.

Voy a tener que contarle lo de Ariel. No... Rosaline. Maldita sea. Julieta sabe que cortejaba a Rosaline antes de conocernos. Ella no va a entenderlo. Se sentirá traicionada, desconsolada. No hay manera de que vaya a creer la verdad escandalosa, pero tengo que decírselo. Voy a confesar todo y espero que crea lo suficiente, como para estar contenta de librarse de mí. Nadie más

que el fraile y su Enfermera sabían de nuestro matrimonio. Su Enfermera no la va a traicionar, y el fraile está muerto. Mientras que mantenga la boca cerrada, no se arruinará.

Y voy a mantenerla cerrada. No quiero hacerle daño. Quiero solo cosas buenas para ella. Yo... la amo, aunque no de la manera que la amaba antes.

Aun así, es amor. Cálido y real. La alegría de que ella haya quedado exenta de la miseria que traje sobre ella en otra vida hace que mis pies sean ligeros.

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Corro más rápido, llegando a ella, queriendo ayudarla a estar segura, para encontrarle agua, para enviar a alguien a buscar a su padre mientras consigo a Ariel…

— ¡Alto! —Julieta levanta una mano temblorosa. A la retorcida luz del fuego, sus ojos se ven positivamente locos. Por supuesto, ha sido enterrada viva durante al menos veinticuatro horas, quizás más, dependiendo de qué día es hoy.

La vergüenza me quema por dentro, evaporando la alegría que sentí al verla entera. A lo mejor no es todo. Tal vez su mente está dañada sin posibilidad de reparación y soy el culpable de su ruina por segunda vez.

—Julieta —me detengo a un metro de donde ella se balancea sobre sus pies. Se ve como si estuviera a punto de caerse. Mi mente grita para acercarme lo suficiente para atraparla, pero su expresión me mantiene donde estoy. Se ve aterrorizada, casi como si no lo recordara... —Soy yo —le susurro—. Romeo.

—Lo sé. No he olvidado tu verdadero rostro —su voz es ronca, asolada de su tiempo en la tumba—. Tienes un cuerpo vivo una vez más. Yo no lo podía creer cuando ella me lo dijo, pero... aquí estás.

Mi cabeza se sacude aturdida. No. No puede ser. Ella no puede...

Sin embargo, aquí estoy yo, con todos mis recuerdos del pasado y el futuro todavía intactos. Pero he sido enviado aquí por arte de la magia de Embajador. ¿Podría ella…?

— ¿Tu Enfermera te envió aquí? —Le pregunto, un nuevo odio hacia el

Embajador, estaba creciendo dentro de mí por hacerme creer que Julieta se había perdido—. ¿Sabía que estaba viva?

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—No sé quién o qué me envió aquí. Después de que me disparaste, me estaba muriendo. Me acerqué a mi fantasma, lista para la paz. En lugar de eso desperté en la tumba —ella se asusta, agarrando el vestido a medida que más hombres a caballo traquetean hasta la iglesia para unirse a la lucha. Sus ojos se deslizan hacia atrás y adelante de los hombres, a la iglesia, y viceversa, por fin parecía darse cuenta de que hay un incendio, y estamos en el camino.

—Vamos —le digo, tendiéndole una mano. Echo un vistazo a la torre del campanario una vez más, la esperanza se desata en mí, cuando veo un destello de pelo blanco por la ventana. ¡Ariel! Pero ella se está escondiendo por alguna razón... ¿Por qué?

El impulso de correr a través del patio, gritar por Ariel subir por la cuerda de seguridad, es casi abrumador. Pero Julieta sigue balanceándose sobre sus pies, sin hacer ningún movimiento para salir fuera del camino de hombres y caballos que se vierten en el patio, no muchos de ellos viendo el suelo como deben, en su prisa por llegar al fuego.

—Vamos —le digo con más firmeza—. Hay que moverse —me alejo de las llamas. Después de un momento, ella comienza a seguirme, pero tropieza con su falda sucia. Extiendo la mano para cogerla, pero sus manos resbalosas y pegajosas palmean la mía lejos, dejando en claro que prefiere derrumbarse en el suelo, en lugar de aceptar mi ayuda.

— ¿Qué pasó? —pregunto—. ¿Estás herida?

—Estoy bien —murmura.

—Pero vuestras manos. Están…

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—Estoy bien —ella está en mis pies, viéndose tan pequeña acurrucada en el suelo, que algo dentro de mí se rompió.

—Julieta —me pongo de rodillas delante de ella, descanso mis dedos tan suavemente como siempre en sus hombros—. Por favor, perdóname. Si pudiera tomar todo el sufrimiento en mí mismo, te lo ahorraría, lo haría.

—Mi Enfermera ha muerto. Ella estaba en el cuerpo de otra mujer, una mujer con el pelo rojo y... Pero yo sabía que era ella —la respiración de Julieta tiro y sus hombros temblaron, pero no sacudió mi mano—. El fraile le cortó la garganta, pero de alguna manera llego a la tumba, y apartó la piedra. Ella dijo... Ella... murió. En mis brazos —con su cabeza aún inclinada, levanto las manos. Se ven negras a la luz del fuego, pero sé que no lo son. Son de color rojo. Húmeda con la sangre de la mujer que la había salvado, la condenó—. Ella pidió perdón también.

—Es lo que debería haber hecho.

—Y entonces me rogó que os matará a ti, y a Ariel. Ella dijo que ambos tienen que morir o el mundo estará perdido —levanta su rostro, y por un momento me sorprendió por su belleza.

Incluso cubierta de suciedad y mugre, Julieta es extraordinaria, con sus labios carnosos y suaves ojos marrones y la piel tan clara y hermosa. Objetivamente es tres veces la belleza que Ariel jamás podría ser. Pero en mi corazón, Ariel es la cosa más hermosa del mundo. El suyo es el rostro que me quita el aliento.

Y ahora Julieta ha recibido la orden de matarla.

—Ella es inocente —le susurro—. Mátame si quieres, pero por favor…

—Tú la amas.

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—Sí —le digo, esperando que pueda leer la verdad en mi cara.

—Mi Enfermera dijo que ibas a encontrar el amor y la felicidad. Me dijo que yo la tendría también, pero... —parpadea, como tratando de enfocar sus pensamientos a través de una bruma—. Ella cambió las cosas con lo que hizo —susurra—. Dándote una oportunidad de convertirte en un Embajador.

—Lo siento.

—No importa —ella mira fijamente el fuego, la tristeza en su rostro tan profunda, que me quita el aliento—. Se ha ido.

—Yo… —me muerdo el labio. No puedo decir que lo siento de nuevo. No es suficiente—. Yo pensaba que estaba haciendo lo correcto, realmente lo hice, pero yo…

—Prométeme algo —Julieta se volvió hacia mí, con los ojos calmados y enfocados por primera vez.

—Lo que sea.

—Prométeme que vas a vivir una vida digna —dice ella—. Se bueno, Romeo. Realmente bueno. Demuéstrame que estaba equivocada.

—Yo no soy realmente bueno —le digo, incapaz de mentirle—. Dudo que alguna vez lo sea. Pero voy a ser amable. Y voy a hacer lo que pueda para traer luz al mundo. Te lo juro.

Después de un momento, ella asiente con la cabeza, al parecer satisfecha con mi respuesta —Entonces ve. Busca a Ariel y sal de aquí antes de que alguien se acuerde de que se supone que te llevarán a la cárcel.

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Me levanto para irme, pero me detiene cuando Julieta dice en voz alta otra vez.

— ¿Y, Romeo?

— ¿Sí? —mi pecho duele cuando veo empujarse débilmente a sus pies, deseando que hubiera algo que pudiera hacer para devolver lo que le he robado.

—Te perdono.

Mi respiración se apresura, su bondad me golpea como un puño en el estómago.

—Pero no vuelvas. Incluso si el príncipe te concede un indulto —continúa—. No obstante, no quiero volver a ver tu cara vil de nuevo.

Sonrío. Porque yo soy vil a veces. Pero ella me perdona. Y Ariel está esperando en la torre y ella me ama y…

— ¡Romeo! ¿Estás loco? ¿Qué has hecho? —una voz familiar desde la carretera me hace voltear a ver a mi primo Benvolio montando hacia mí.

Benjamín Luna en lo alto, vestido con la ropa de mi primo, hablando nuestra lengua materna.

Estoy sorprendo al mismo tiempo de corazón y para nada sorprendido en absoluto. Porque ¿dónde más podría estar Ben Luna? ¿Si la chica que ama está aquí? Estoy empezando a pensar que hay una sola verdad que importa, y el tiempo y el espacio y realidades alternas, son tan insignificantes como las telarañas metafóricas que me empujaron a un lado, cuando Ariel y yo viajamos juntos a este lugar.

Ben, niega con la cabeza mientras su caballo trota cerca. — ¿Por qué eres…?

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— ¿Ben? —Julieta murmura, el miedo y la esperanza y todo lo profundo que siente por él la mezcla en su nombre—. ¡Ben!

Pero Ben no se desliza de su caballo. Él frunce el ceño, claramente confundido por la intimidad de la voz de Julieta. Al igual que Ariel cuando llegamos aquí, y Benvolio la conoció en el futuro, no parecen conocer las cosas que Julieta y yo conocemos. No tiene ni idea de que él la amaba, tantos cientos de años en el futuro.

— ¿Julieta? —Incluso su nombre es desconocido en la boca—. Pero pensé... que... Tus padres te enterraron. Hace dos días.

— ¿Ben? ¿No... Soy yo? —Julieta se balancea. Extiendo la mano para cogerla cuando ella se cae, medio esperando que aleje mis manos de nuevo, pero ella no lo hace. Deja que la guie hasta el suelo, sin fuerzas para repeler mi tacto.

Ben-Benvolio, baja de su caballo y se arrodilla junto a nosotros un momento después. — ¿Se encuentra bien?

—Por supuesto que no —me rompo, encontrando que no siento cariño por él, nada más que el que sentía en el siglo XXI. Gracias a Dios he sido

desterrado y no tendré que llamarlo "primo" cada día. —Ella ha sido enterrada viva.

—Dios mío —él cepilla el pelo de Julieta de la frente con tanta ternura que conozco. Yo sé que la ama, incluso antes de que murmurara—. Tú, pobre niña —con tanto sentimiento, que trae una sonrisa a la cara cansada de Julieta.

—Ben —ella toma su mano y se aferra, aunque es obvio que está cada vez más débil por el momento.

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—Mi madre me llama así —dice Benvolio, se pregunta en su voz—. ¿Se lo dijiste? —me pregunta.

—Yo no le dije nada —coloque a Julieta en brazos de Ben, sabiendo que no pasará mucho tiempo antes de que se acuerde de que ella pertenece allí—. Ella necesita agua. Y descanso. Y un protector. Llévala a la propiedad de sus padres. No dejes que los Capuleto la tengan en sus manos hasta que ella está bien, especialmente su madre. No dejes que nadie la lastime.

—No —promete, con los ojos fijos en el rostro de Julieta incluso cuando dice—: Debes irte, primo. Toma mi caballo. Allí ya se habla de un ahorcamiento. Escuché a los soldados en el camino.

—Lo haré, pero primero yo…

— ¡No! ¡No iré! ¡Déjame morir! —el grito proviene de la torre, alto y desesperado por encima del rugido de las llamas.

Giro alrededor a tiempo para ver a Ariel…

e asomo a la ventana y empujo la escalera, sacudiéndome a pesar de que está sofocante en la torre.

Eso era Julieta y Romeo, estaba hablándole antes de que el otro muchacho montara en su caballo. Tiene que ser.

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Había algo entre ellos, amor y odio, lamento todo mezclado. Realmente se conocen el uno al otro, incluso si odian el conocimiento. Al menos Julieta lo hace. Romeo parecía que estaba sonriendo allí durante un minuto...

Supongo que debería estar celosa, pero no lo estoy. Estoy segura del amor de Romeo en una forma que nunca he estado segura de nada, y estoy demasiado asustada para estar celosa.

Oí gritar a los hombres la primera vez que cabalgaron hasta la iglesia. Quieren llevar a Romeo a la mazmorra. No sé mucho acerca de la Italia medieval, sólo unos pocos rituales diarios de los recuerdos sobrantes de Rosaline, pero puedo imaginar lo que un calabozo del siglo XIV será. Las ratas y las torturas y la enfermedad y la muerte. Romeo nunca va a salir con vida.

Tengo que salvarlo, o el futuro que hemos soñado nunca va a suceder.

—Rosaline —Romeo está en la base de la torre ahora, ayudando a los hombres a tomar la escalera de la tierra—. ¡Por favor! Deja la escalera. Voy a subir y te ayudaré a bajar.

Me inclino por la ventana y grito con la lengua de Rosaline, tan agradecida de que la capacidad se quedó conmigo aunque su personalidad fue absorbida por la mía—. No puedo —me encuentro con los ojos de Romeo, deseando que él vea que estoy tramando algo, silenciosamente rogándole que me siga el juego—. Estoy muy avergonzada.

—No tengas vergüenza —dice, la confusión en su mirada teñida con curiosidad—. Te amo.

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—También, te amo — solloza—. Yo siempre lo haré.

—Entonces baja. ¡Por favor!

Los hombres que miran nuestro intercambio se dan vuelta para mirarlo, luego a mí, y eso es cuando levanto mi pierna sobre el borde de la ventana y comienzo a recorrer la cuerda, esperando que la distracción con la que bromeé con Romeo sobre la voluntad, me compre unos minutos para planear. Al dar bandazos hacia abajo, reúno toda la fuerza que Romeo me ha ayudado a encontrar, y lo enfoco. Lo amo, y no voy a dejar que nadie se lo lleve. Creo que sé qué decir, la mentira que podría salvar a Romeo de la cárcel.

Soy Rosaline DeSare, una chica conocida por su dulzura y piedad, pero incluso las chicas dulces pueden caer por el chico malo local. Y a veces, cuando caen, caen duro y rápido y lejos, y sólo hay una forma para ellos de ser redimido, al menos en este momento.

A medida que la cuerda se acaba y empiezo el descenso que remueve mi estómago, me permito creer mi propia historia. Las lágrimas queman mis ojos y se aprietan en mi garganta y mi aliento viene lo suficientemente rápido como para que me maree.

Mis primeras palabras cuando soy capturada por varios pares de manos fuertes, incluyendo a Romeo, al que encuentro y me aferro a él como si fuera mi última esperanza del mundo, es—: Por favor, no se lo lleven. Él es el padre de mi hijo.

Traducción Aldebarán

Corregido GiovannaAMV

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ero tú estabas mintiendo, mamá. ¿No eras tú? No estaba en tu vientre todavía. —Gemma se inclina hacia adelante en su sillita, sus mejillas regordetas rojas, sus ojos brillan con la anticipación, cuando Ariel

alcanza el final de la historia familiar.

Nuestra niña tiene mis ojos, oscuros y llenos de problemas, pero el cabello rubio, casi blanco de su madre y la piel pálida. Ella es sorprendentemente hermosa. Podría mirarla todo el día y nunca cansarme de ella. Cuando nació primero, estuve viéndola encima de su cuna por horas, estupefacto por su propia existencia, por el milagro de esta pequeña persona que era mía para proteger.

Ella es perfecta, inolvidable, lo más impresionante que he visto en mi vida.

A excepción de su madre.

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Capturo la mirada de Ariel. Ella sonríe, como si supiera lo que estoy pensando. Cosa que probablemente hace.

—Sí, yo estaba mintiendo —dice—. Pero tenía que hacerlo, o papá nunca habría logrado salir de Verona con vida.

Gemma deja escapar un suspiro tembloroso y vuelve a mirarme, dando un movimiento de cabeza grave de lo que sé es su perdón, otra vez por no ser siempre el buen padre que ella conoce.

No le hemos dicho la verdad entera, sólo que papá hizo algo tonto y equivocado cuando era joven y es por ello que no podemos nunca volver a Verona. Le tuve que decir algo. Ella había comenzado a preguntar por qué el abuelo y la abuela DeSare siempre vienen a nosotros en Mantua, y por qué no podía ir a su finca, donde hay caballos y patos y el retrato de mamá cuando era pequeña.

Gemma sólo tiene siete años pero es curiosa, con una imaginación que devora todas las historias que su madre le dice. Sobre hadas y dragones, y el troll que vive bajo el puente, y las más extraordinarias de su madre y yo y el futuro, y nuestro viaje a través del tiempo y el espacio. Ariel excluye las partes de miedo, pero guarda bastante entusiasmo para hacer nuestra historia la favorita de nuestra hija. Ella sabe cada palabra de memoria, pero pide escucharla una y otra vez. Especialmente la parte siguiente.

— ¿Y entonces, mamá? ¿Qué pasó después?

—Abracé a papá fuertemente y no lo dejé. Dije a los hombres que el Fraile Lawrence había prometido casarnos, pero cuando llegamos a la iglesia, él se volvió loco y trató de matar a tu padre —Ariel dice, compartiendo la versión de los hechos que hemos acordado, hasta que Gemma tenga la edad suficiente para saber sobre los Embajadores y a los Mercenarios.

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—Seguí diciéndoles lo que sucedió una y otra vez, y finalmente los hombres comenzaron a creerme. Y así el capitán de la Guardia envió por el abuelo, que vino a sacarnos de inmediato.

—Dos horas más tarde, tu madre y yo fuimos casados por el párroco del pueblo de al lado. — Junto a Gemma en mi regazo y la abrazo fuertemente—. Antes de que el sol, incluso hubiera llegado.

—Cargamos uno de los carros del abuelo con los muebles que me había dado para mi dote, y salimos de Mantua, después del desayuno —dice Ariel—. Planeamos quedarnos con mi tía y mi tío hasta que pudiéramos encontrar una casa propia.

—Incluso aunque su tía abuela Mary estuviera menos que conmovida por las circunstancias que rodean nuestro matrimonio —añado.

Gemma arruga la nariz y entrecierra los ojos, haciendo una cara de ciruela tan completamente a su tía María, que tengo que luchar contra el impulso de reír. Trato de no animarla.

Parcialmente.

—De acuerdo. — La sonrisa en el rostro de Ariel no deja ninguna duda de que ella ha visto la impresión de Gemma también.

—Por lo tanto, estábamos preocupados por la recepción que habíamos recibido, pero aun así muy felices de estar juntos. Pensamos que lo peor de todo estaba detrás de nosotros. —Ariel viene a sentarse junto a Gemma ya mí en el sofá, el blando relleno de lana que hicimos en el estudio detrás de la casa, al no haber superado el gusto por ciertas comodidades modernas—. Pero entonces, no a tres millas fuera de la ciudad, un hombre entró a caballo detrás de nosotros.

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—Y tú pensaste que era un asaltante de caminos. — Gemma grita, tirando de sus rodillas equilibrando su barbilla en la parte superior.

—Lo hicimos —Ariel dice—. Pero a medida que se acercaba, pudimos ver que llevaba el escudo de la familia Capuleto. Y en su mano llevaba un título de propiedad de una pequeña finca en las afueras de Mantua, firmado por el padre de Julieta, Lord Capuleto, para Romeo. Había también una nota de Julieta Capuleto para mí. Ella dijo:

“gracias por el pasado que me diste en el futuro. Por favor toma…esto como una muestra de mi eterna gratitud.”

—Gemma termina con una risita—. ¡Debido a que ella ya estaba enamorada del primo de papá, y se casaron dos años más tarde y tuvieron cientos de bebés!

—No, centenares de bebés. —Cosquilleo sus costillas, convirtiendo su risita a una risa chirriona.

— Cinco es ni cerca un centenar.

— ¡No, es noventa y cinco menos de cien! —Gemma dice.

—Chica inteligente —dice Ariel.

—Lo soy. —Gemma está de acuerdo con un suspiro—. Soy tan maravillosa en matemáticas. — Ella irradia sobre la alfombra a nuestros pies. Yo aprovecho para deslizarme más cerca de mi esposa, la meto bajo mi brazo y huelo ese lugar irresistible donde su cabello cubre su cuello. Flores y pintura, justo como siempre. Las flores se mezclan en nuestro jabón, y la pintura que se ha vuelto una parte tan importante de nuestra vida en común.

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A pesar de los desafíos que enfrentan a las mujeres artistas en este tiempo, Ariel ha encontrado trabajo en Retratos de algunas de las familias más adineradas de la ciudad. Mientras ella se abstiene de competir con la Alianza de artistas masculinos que no permitirán que una mujer, no importa cómo de experta sea, se una a sus filas, de las comisiones más lucrativas en las catedrales y palacios, ella se queda sola.

Mi padre murió hace cuatro años, y me heredó su fortuna, pero en nuestros primeros días, sus retratos de niños ricos ponían comida en la mesa, lo que me permitió pasar mis días cuidando nuestro jardín y los animales, y, más tarde en la enseñanza de Gemma, todo el tipo de cosas que una chica no se supone que debe aprender en el siglo XIV.

Ariel se burla de mí, sobre ser el primer papá hogareño del mundo, pero me da igual. De todas las cosas he sido, un marido y un padre, son por mucho los mejores.

—Me gustaría tener hermanos y hermanas. —Gemma deja caer sus pies en mi regazo, una invitación para que tire de sus pequeños dedos de los pies, algo que ella ha amado desde que era apenas capaz de caminar.

—Entonces no tendrías tu propio cuarto — Ariel dice, sin un indicio de tristeza en su voz.

El nacimiento de Gemma fue difícil, y ninguno de nosotros se sorprendió cuando no llegaron más hijos. No estuvimos disgustados, tampoco. Tenemos a una chica asombrosa, una vida juntos, libertad de todas las cosas de Mercenarios y de Embajadores, y el uno al otro.

Es... todo. Mejor que la eternidad o el poder sobrehumano. Esto es magia de verdad, y yo vivo y respiro todos los días.

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—Yo podría compartir —dice Gemma—. Soy pequeña.

—No, no lo eres. —Ariel aprieta sus talones—. Eres la chica más alta en todo el camino entero.

Gemma sonríe con una sonrisa soñolienta—. Lo soy. Voy a ser la chica más alta de toda la ciudad cuando sea grande. Y voy a ser un pintor como mamá, pero sólo voy a pintar animales. Sobre todo a los caballos.

—Suena como un plan excelente. — Ariel sonríe a ella, esa sonrisa de amor que la hace aún más hermosa. Y entonces se vuelve para mirarme con esa misma mirada en sus ojos, y me derrito como yo siempre lo hago. Soy el hombre más afortunado en cualquier mundo, un alma transformada, que se apartó del abismo y bendecido con el amor más fuerte que el mal, la muerte, el tiempo o el espacio o cualquiera de las reglas.

—Te amo —le susurro.

Ella sonríe—. Dos mil y veinticuatro —dice ella, y entonces me besa. Y sigue siendo el mejor beso.

Y pronto vamos a poner a Gemma en la cama, y cuando ella está durmiendo, vamos hasta el arroyo detrás de la casa con una botella de vino y ninguna de nuestras ropas y recordaremos el uno al otro, que aun en medio de tanta bondad hay formas deliciosas de ser malvado. Y vamos a nadar y reír y besarnos y las estrellas brillarán, hermosas y brillantes, pero Ariel siempre brillará mucho más.

Al menos para mí.

Traducción Hanna Marl

Corrección Mayte008

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TRADUCCIÓN

Moderadora: Jesica

Traductoras: Jesica, Dracanea, Je_tatica, Secrethummingbird, Serenity953, Aldebarán,

Mayte008

CORRECCIÓN

Moderadora: Mayte008

Correctoras:

Vericity, Aldebarán, Malú, Nhayely, Maia8,Giovanna AMV, Mayte008

REVISIÓN Y RECOPILACIÓN

Mayte008

DISEÑO

Clyo

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Acerca del Autor.

tacey Jay es el autor de la serie —You Are So Undead

To Me— y varios otros libros para adultos jóvenes.

Vive en California con su esposo, dos hijos y unos

pocos amigables fantasmas quien dice que no se preocupa

por las mascotas.

staceyjay.com Visítala en:

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Traducido, corregido y diseñado en:

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