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    La justicia no puede ser el resultado de una

    votacin democrtica1. La justicia siempre ha sido un tema mayor de la reflexin poltica, aunque ahora ms que nunca:

    para los antiguos era una virtud cardinal, es decir, una virtud trasversalque afecta a los actos que tienen que ver con el otro. Hoy es algo ms: el fundamento moral de lasociedad. La sociedad moderna, democrtica y liberal se legitima en tanto en cuanto se base en

    principios de justicia.

    Para visualizar el cambio entre los antiguos y modernos se distingue entre lo bueno y lojusto. Sin pretender de momento hacer un juicio de valor sobre este celebrado paso o pasaje de loantiguo ("lo bueno) a lo moderno ("lo justo"), s procede sealar las diferencias entre una y otraconcepcin

    Para los antiguos la justicia es, en primer lugar, una virtud, es decir, un tipo de accin conun recorrido limitado puesto que lo suyo es mediar entre las exigencias de la naturaleza y larealizacin de su finalidad. En segundo lugar, importa el otro. Para ser justos hay que atender alotro, dar al otro lo suyo. En tercer lugar, su materialismo. Para que haya justicia tiene que haberreparacin integral, ad aequalitatem. La igualdad se refiere a bienes, no a personas. Sealara uncuarto aspecto por lo extico que resulta: hablan de una justicia general. La justicia no es solodistributiva, sino que tambin se refiere a la creacin del bien comn. Para entender la originalidadde esta justicia, que ha desaparecido totalmente de la circulacin, pensemos un momento en quconsistira la injusticia contra la justicia general. Una forma de injusticia sera, claro, negarse a

    pagar impuestos, pero tambin la privacin del talento de cada cual o, mejor, el no desarrollo de lomejor de cada cual, pues sin ese desarrollo la comunidad queda privada de muchos bienes comunes

    que podran redundar en el bien de todos.La justicia de los modernos tiene otra lgica, porque asume de entrada que hay que impartir

    justicia en una sociedad plural en la que circulan muchas ideas, legtimas, pero diferentes yopuestas, sobre lo que es justo o injusto. Para que en una sociedad as la justicia tenga sentido hayque conseguir que los criterios para discernir lo justo o injusto sean entendidos y asumidoslibremente por todos. La justicia tiene estas caractersticas: en primer lugar, cambio de virtud afundamento moral de la poltica. En segundo lugar, cambio de acento: si para los antiguos loimportante era el dao hecho al otro, aqu lo que importa es que nosotros decidamos lo que es justoe injusto. La tercera caracterstica diferenciadora se refiere al contenido de la justicia. Para que la

    justicia sea vlida para todos, tiene que ser decidida por todos. Un desplazamiento del contenido, de

    lo que sea justo o injusto, al procedimiento, esto es, al modo de decidir entre todos los criterios conlo que juzgar lo justo o injusto.

    La experiencia de la justicia

    2. Si proyectramos una mirada sincrnica, es decir, si aplicramos la lupa no ya a la historia de las

    teoras de la justicia, sino a cada momento histrico, descubriramos una constante duda en suarranque. Es como si ya el punto de partida fuera una encrucijada de caminos que apuntan endirecciones diferentes. El prestigioso jurista italiano Gustavo Zagrebelsky dice que esas dudas o

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    bifurcaciones se deben a que hay dos abordajes posibles de la justicia: uno que pone el acento en laespeculacin como si fuera el razonamiento el que produjera en su reflexin los contenidos de la

    justicia. Y otro que pone el acento en la experiencia de la injusticia. La justicia, incluso la reflexintericade la justicia, sera eminentemente reactiva.

    Lo que domina en las teoras modernas de la justicia es la estrategia especulativa, mientras

    que la que tiene que ver con la experiencia es evitada como un exceso moral, difcilmentecompatible con la universalidad de la razn.

    Hay que tomarse en serio este fenmeno de indecisin, tan pertinaz, so pena de regionalizarla justicia. Yo creo que esas dudas se deben a un "equvoco originario" . Ese sera la causatraumtica de esta divisin constante en el tratamiento de la justicia. El equvoco en cuestin serefiere a que no est claro a qu nos referimos cuando hablamos de justicia: A las injusticias? Alas desigualdades? A las dos? El equvoco viene del trmino "injusticia" que designa lo injusto ytambin lo desigual. Son asuntos muy distintos: la desigualdad habla de diferencias sociales queestn ah y que incomodan a la conciencia moral moderna porque nadie se merece ser pobre, porejemplo; la injusticia, sin embargo, aade a la desigualdad la culpabilidad o la responsabilidad, no

    por supuesto en el sentido de que el pobre sea culpable de su pobreza. La culpa se refiere al origende la desigualdad. Las injusticias no estn ah como los ros o las montaas, productos del azar, sinoque han sido causadas y/o heredadas por el hombre. No es lo mismo una cosa que la otra: si el temade la justicia son las desigualdades, entonces quien hace teora de la justicia o quien la imparte

    puede ser sujeto de la justicia, puede hacer justicia; si las desigualdades son injusticias, entonces elque piensa la justicia o acta es parte de la realidad y no puede ser juez ni puede pensarsoberanamente la justicia.

    Este es el equvoco originario. Damos por hecho que hablar de desigualdad es lo mismo quehablar de injustica. Interpretamos la justicia como un deber de ayuda al desigual, pero no lofundamos en el derecho que puede tener el pobre sobre lo nuestro, sino en el hecho casi natural,

    pero intolerable, de que haya seres desiguales.

    El equvoco originario nunca ha sido debidamente aclarado, ni conjurado. Hemos afinadomucho en lo que a la equidad e imparcialidad se refiere, pero no en la genealoga de la desigualdad.

    De lo bueno a lo justo

    3. Deca que el paso de lo "bueno" a lo "justo" supuso un gran cambio en los contenidos quetambin fue celebrado como un gran avance moral puesto que la justicia -y no el poder o el xito ola competitividad- era erigida en el fundamento moral de la sociedad.Aclaremos que el cambio era obligado porque la Ilustracin introduca en la historia un tipo desujeto que no poda tolerar los lmites antropolgicos que conllevaba la filosofa de la virtud, asaber, las exigencias de una naturaleza y la voluntad de concordia de la virtud (aquello de in mediovirtus).

    El sujeto moderno, al estar construido sobre el concepto de autonoma, de libertad, no

    puede aceptar esos lmites. Esto tambin afecta a la justicia, que tiene que ser pensada desde laautonoma del sujeto, sin que pueda entonces escaparse al "politesmo de los valores" queacompaa fatalmente a esa misma autonoma moderna. Una vez reconoca la prioridad de la

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    autonoma del sujeto es inevitable que cada cual se haga una idea de lo justo en funcin de susideologas o visiones del mundo: para un marxista, la justicia est en funcin de sociedad sin clases;

    para un nacionalista, en funcin de la idea de pueblo. Que el valor sea el pueblo o la sociedad sinclases, es una decisin imposible de demostrar racionalmente.

    Son opciones distintas que no cabe desestimar o jerarquizar. Sobre ese politesmo slo cabe

    la mirada liberal, que dira van Parijs. El liberalismo en cuestin se niega aestablecer un ranking de calidad entre las distintas teoras de la justicia. Todas, dicen, merecen elmismo respeto porque emanan de la autonoma del sujeto y no hay por qu entrar en sus contenidos.

    La mirada liberal o el politesmo de los valores tienen el inconveniente, sin embargo, de nopoder responder a la exigencia de universalidad propia de la tica en general y de la justicia enparticular. Esto es mortal para la justicia, pues de poco servira una teora de la justicia que no dijeranada al otro o del otro.

    Todo esto se lo saben muy bien los modernos tericos de la justicia, de ah la necesidad deplantearse el tema de la justicia, de lo justo, a un nivel superior al de esas teoras "particularistas"

    tan lastradas por sus pre-juicios ideolgicos. Ese nivel es el de la reconciliacin entre autonoma delsujeto y universalidad de sus propuestas. El modelo es el imperativo categrico kantiano: "Actaslo segn una mxima que puedas querer, al mismo tiempo, que sea ley universal", es decir, queser bueno aquello que uno estima que es bueno para s y para todos.

    Sobre la grandeza de este planteamiento hay mucho escrito; sobre sus lmites, tambin. Elneokantiano Hermann Cohen ya llam la atencin sobre lo problemtico que resulta el hecho de quefuera uno mismo el que salvara la universalidad de la mxima al pensar por los dems. Mal asunto.Cohen propuso sindicar la decisin: que los dems dijeran lo que pensaban que era bueno y que ladecisin fuera de todos. Como bien sabemos esta correccin a Kant fue lo que le llev a hablar de"socialismo tico". Es una buena pista, pero poco elaborada, porque si se ve cmo superar elautismo kantiano convocando a los dems no se ve cmo compaginar las distintas voluntades en elcaso probable de que piensen distinto. No convendra en esto confundir universalidad con mayoras.La justicia no puede ser el resultado de una votacin democrtica.

    De esto son conscientes contemporneos como Rawls y Habermas cuando se plantean launiversalidad de lo justo en una sociedad moderna necesariamente plural porque est habitada porel politesmo de los valores. En vez del rudo plan de Cohen proponen un modelo mucho msrefinado: que intervengan todos en igualdad de condiciones. Como eso so no es lo que se lleva, esdecir, como en la vida real cada cual va a lo suyo pisando al otro, proponen someter al ser humano aun experimento: crear la ficcin de un "estado originario", es decir, someter a ese sujeto real egosta

    y lleno de prejuicios a la presin de un estado en el que se comporte como un individuo racional.Eso del "estado originario" tiene antecedentes. Rousseau, por ejemplo, tambin propone la

    ficcin de un "estado natural" para ver cmo era y se comportaba "el buen salvaje". El habitante del"estado originario" no es el "buen salvaje" sino el "racional puro". Lo que Rousseau pretende es verlo que hemos perdido al pasar al estado social, mientras que al colocar Rawls al hombre en el"estado originario" lo que busca es rescatar lo que caracteriza al ser social. El "estado natural" deRousseau es una prdida; el "estado originario" de Rawls es una revelacin.

    Estamos pues ante dos experimentos: en el laboratorio del estadounidense lo que se va ainvestigar es lo que decidira un ser humano, si tuviera que hacerlo, abstrayendo de sus "intereses

    comprensivos" (los malos) pero guiado, eso s, de los intereses propios de un individuo racional alestado puro (los buenos). El experimento arroja un gran resultado, es decir, dos grandes principios.Decidiramos o estaramos de acuerdo en estos: a) que la libertad es intocable. Prioridad de la

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    libertad; b) que hay que tratar mejor a los peor tratados por la vida. Principio de la diferencia.

    En el laboratorio del alemn los resultados son ms modestos: no consigue producirprincipios o leyes de la justicia. Lo que descubre son las reglas para dar con un modo racional detomar decisiones justas: convocar a toda la humanidad; simetra entre los que participan en ladecisin; comprometerles a que decidan en razn del argumento ms convincente.

    La justicia no consiste en luchar contra la tirana o las torturas, ni siquiera en decir sitorturar es justo o injusto. La justicia consiste en decir cmo decidir sabiamente si este caso es justoo injusto. Pero que no se le pida a esa concepcin de lo justo que se ocupe de o que diga algo sobre"los grandes males de nuestra existencia: el hambre y la miseria en el Tercer Mundo; las torturas yla violacin de los Derechos Humanos en Estados sin derecho; el creciente desempleo o la injustadistribucin de la riqueza en los pases industrializado; la carrera armamentstica y la amenazanuclear".La reduccin de la justicia a mero procedimiento no satisface, sin embargo, al propio autor.

    Habermas es, en efecto, adems de filsofo de gabinete, un intelectual activo que toma parte en losconflictos de su tiempo -defendiendo la singularidad de Auschwitz en el debate de los historiadores,

    por ejemplo- sin que espere a lo que diga la comunidad de comunicacin para saber qu decir.

    Reparto equitativo del pan

    4. Estas teoras, llamadas procedimentales, han dado la vuelta al mundo y se han impuesto en todoel orbe. Por supuesto que no le han faltado crticos. De entre las crticas quisiera subrayar, por suagudeza, dos que vienen del campo hispanohablante. La primera es de Carlos Nino, el eminentefilsofo argentino del derecho. Se pone tanto el acento en la libertad, dice, que la justicia acabasiendo "un reparto igualitario de la libertad. Lo decisivo en esta justicia es la decisin libre, laigualdad en la libertad a la hora de decidir. Pero la justicia siempre haba sido un reparto equitativodel pan, de bienes materiales. Pan y libertad no son incompatibles, por supuesto. Van juntos. Perocon un orden. Dice Bloch: "El estmago es la primera lamparilla en la que hay que echar aceite".Tienen que ir juntos pero en ese orden: primero el pan.

    El mexicano Luis Villoro, el autor hispanohablante ms penetrante en temas de justicia,hace el segundo apunte crtico. Dice que esas teoras de la justicia, basadas en el consenso racional

    logrado por sujetos iguales, puede funcionar en sociedades desarrolladas donde ya hay de hecho unnivel aceptable de distribucin de riquezas. En sociedades con profundas desigualdades sociales, sinembargo, ese consenso es impensable, ms an, inimaginable, y slo cabe entender la justicia comorespuesta a la injusticia.

    Crtica pues a la contaminacin liberal, en el caso de Nino, y a la imposicin en los pasespobres de un modelo pensado en, por y para los pases ricos, en el caso de Villoro.

    Pero en vez de proseguir ese doble trazado crtico, prefiero concentrarme en las crticas quehan salido de sus propias filas, ms en concreto, las crticas que hace Amartya Sen, Premio Nobelde Economa, autor de Ideas de la Justicia, libro dedicado precisamente a John Rawls. Sen plantea

    una enmienda a la totalidad: "La pregunta por la sociedad justa no es un buen punto de partida parauna teora til de la justicia. A eso hay que aadir la concusin adicional de que puede no sertampoco un buen punto de llegada". Sen cuestiona el punto de partida y el de llegada.

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    Cuestiona, en primer lugar, el punto de partida. Dice Sen muy solemnemente: "tengo queexpresar mi considerable escepticismo sobre la muy especfica tesis de Rawls sobre la eleccinnica, en la posicin original, de un particular conjunto de principios para las justas institucionesque se requieren para una sociedad justa". Lo que no ve claro es que el experimento funcione, esdecir, que de la posicin original salga una posicin consensuada que verse adems sobre esos dos

    grandes principios. El experimento no puede funcionar porque est mal diseado. El alma delmismo es la imparcialidad: si los actores son imparciales, podemos dar con criterios equitativos.Pero en el experimento las partes no slo no son imparciales sino que ni siquiera muchos son partede a decisin.Que por qu? por dos razones: a) porque no todos los afectados por las decisiones

    pueden decidir. No olvidemos que los que pueden intervenir en el experimento del estado originariono es toda la humanidad sino un grupo humano, ms exactamente "los que nacen en la sociedad enla que viven". No caben por ejemplo los emigrantes; b) porque los que deciden no lo hacenlibremente, es decir, no lo hacen liberados de los prejuicios comunes, por eso Sen reivindica lafigura del "observador imparcial" que l toma de Smith, pero que tambin encontramos en Simmelo en Mannheim. Ese observador que viene de fuera posee una mirada inquietante, como ClintEastwodd en Infierno de cobardes que conmueve los tpicos y tabes de la comunidad.

    Tambin cuestiona el punto de llegada, porque no es de utilidad alguna. No sirve a la causade la justicia lograr definir la quintaesencia de lo justo. Trae un ejemplo de la historia del arte paraexplicar la inutilidad del modelo. Imaginemos que La Gioconda sea el ideal de la pintura. Serviraeso para decir si es mejor un Picasso que un van Gogh?

    Por eso mismo el objetivo que persigue Rawls no es un buen punto de llegada. Lo quemueve a cuantos se ocupan de la justicia, incluso al mismo Rawls, es la mejora de la situacin. Lacausa de la justicia es la lucha contra la injusticia. Para lograr este objetivo el planteamiento tieneque ser otro. El arma adecuado para esa lucha es una "teora de la eleccin social", inspirada en latradicin ilustrada "comparatista" que a) pone el nfasis en lo comparativo y no slo en lotrascendental; b) que reconoce la pluralidad de principios que pueden rivalizar entre s, perocontribuir a la causa; c) que acepta soluciones parciales o medidas concretas que aminoren lainjusticia; d) que no deja atrapar por el provincianismo del grupo dando cabida en la decisin aotras voces; e) que se tome en serio el debate pblico sobre la mejor decisin sin fiarse deexperimentos imaginados.

    Este es un gran cambio. Desde luego, hay poderosas razones para plantear la justicia comorespuesta a la injusticia. Est, por un lado, el sentido comn que nos dice que la preocupacin por la

    justicia aparece como respuesta a situaciones inaceptables. Y, en segundo lugar, porque hay ms desentido de la justicia en el grito existencial de un "no hay derecho" que en lo que contengan todas

    las leyes juntas imaginables y todos los sabios tratados de justicia que en el mundo han sido.5. Sen acaba donde empez Rawls, entendiendo la justicia como respuesta a la injusticia. La luchacontra el desorden existente, las desigualdades sociales, la pobreza, la miseria, era tambin lamotivacin de partida de Rawls y de Habemas. La pregunta es por qu pierde de vista ese punto devista cuando se ponen manos a la obra? Por qu, para elaborar una teora de lo justo, hay que hacerabstraccin de la miserable situacin real e imaginarse un estado originario de bienaventurados ouna comunidad ideal de dilogo sobre la que Javier Muguerza ironizaba, con razn, llamndola "lacomunin de los santos"? Esa operacin de abstraccin que tiene lugar en el experimento es de lamayor importancia. Se pide a todo el mundo que no se fije en lo que le pasa. Se pide al rico y al

    poderoso que no hagan valer su situacin de privilegio y, al pobre, que no se lamente de susmiserias. Altura de miras. Pero esa abstraccin es muy asimtrica: para el rico es garanta de que no

    se va a cuestionar su riqueza; para el pobre, que no va a poder hacer valer las causas de su miseria.Pero por qu hacer abstraccin de la realidad en vez de atenerse a ella?.

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    Si Rawls fuera aristotlico podra invocar en su favor la tesis de que la injusticia es carenciade justicia y de ser. Es un no-ser, como dice Aristteles en su Metafsica, y del no-ser, aade, no hayciencia. Claro que Rawls no es aristotlico.

    No hay necesidad de ir hasta los griegos. La respuesta est en el equvoco originario, esdecir, en reducir la injusticia a desigualdad. Rawls no puede hablar de injusticias, ni puede tomarse

    en serio las experiencias de injusticia, ni reconocer significacin propia a la injusticia. Que porqu? Pues porque para reconocer entidad a la pregunta habra que reconocer que hubiera alguien alque pedir cuentas porque tiene que ver con el origen de los hechos y que hubiera algo de lo que darcuenta porque son sus hechos o ha heredado sus consecuencias.

    Pero Rawls no est dispuesto a adentrarse por esos andurriales. l est dispuesto a dejarseinterpelar por la miseria del mundo, pero slo en tanto en cuanto lamiseria hiere a su sensibilidad moral, no porque los hechos tengan algo que decirle. Para neutralizarla capacidad interpelante de los hechos, declara a las desigualdades existentes, cosas de la fortuna.

    La fortuna puede tomar la forma de nacimiento, naturaleza o destino. Ahora bien, lo que

    haga la naturaleza "no es justo ni injusto, como tampoco es injusto que las personas nazcan en unadeterminada posicin social. Esos son hechos meramente naturales. Lo que puede ser justo o injustoes el modo en que las instituciones actan respecto a estos hechos". Nada que decir, por ejemplo,sobre la fortuna de los hijos de Gadafi. Si las desigualdades son naturales, son neutros moralmente.Dice McIntyre que la justicia en Rawls se parece a una isla desierta a la que llegan unos nufragosque se encuentran con otros tambin llegados por casualidad. Nadie tiene la culpa de las desgraciasque cada uno ha vivido. La justicia se centra en el presente, en resolver los problemas que ahorasurgen, sin preocuparse de lo que ha llevado a ese momento, ni de cmo ha llegado cada cual. La

    justicia se concentra "en las reglas que salvaguarden mximamente a cada uno en tal situacin". Lamoralidad est del lado de nuestras convicciones, no de las exigencias o derechos derivados de loshechos.

    Nada podemos pues contra el origen de las desigualdades puesto que escapan a la voluntaddel hombre. Ahora bien, como ese desigual punto de partida va a condicionar poderosamente eldesarrollo de cada cual, ah s podemos intervenir con el fin de evitar que las desigualdades deorigen se mantengan o reproduzcan. Por eso aade que lo que puede ser justo o injusto es cmorespondan las instituciones. Podemos intervenir porque nada impide que con un buen plan de becasun nio dotado, pero pobre, pueda ser ingeniero, igual que un hijo de buena familia. Pero por quhabra que hacerlo? Por un prejuicio moral moderno que nos lleva a tratar igual a todo el mundo.Para el hombre moderno, que vive al amparo de la utopa de la igualdad, las desigualdades deorigen no son merecidas. Nadie se las ha merecido y por eso hay que hacer algo.

    La consideracin de las desigualdades existentes como caprichos de la fortuna, es unmomento fundamental de la teora rawlsiana. Eso le permite desentenderse del origen de lasdesigualdades ya que lo que haga la naturaleza "no es justo ni injusto". El moralista nada tiene quedecir sobre cmo se han creado las desigualdades. El problema empieza a la hora de ver quhacemos con ellas.

    Con esta interpretacin de las desigualdades Rawls toma una decisin que es clave paratoda su construccin terica. Si las desigualdades no son injusticias porque nada tienen que ver conla libertad del ser humano, su tratamiento de la justicia tendr ms que ver con la generosidad de losque tienen que con los derechos de los que no tienen. Ese gesto terico que rebaja la injusticia a

    desigualdad es lo que convierte su teora de la justicia en una ideologa liberal, es decir, en unateora que aborda la justicia desde el prisma de la dominacin (que atenta a la libertad) y no delempobrecimiento (que atenta a la igualdad).

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    Declarar a las desigualdades hijas del azar es una ingenuidad que no resiste el menoranlisis. No hay ms que ver cmo se han hecho las fortunas. Cuando Sancho trata de consolar a suseor, derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, invocando a la caprichosa fortuna, le replicaDon Quijote: Lo que s decir, es que no hay fortuna en el mundo... cada uno es artfice de suventura. Unos heredan las fortunas y otros los infortunios. Se podr hablar de fortuito a propsito

    de quien hereda, no en cuanto a la naturaleza de lo heredado. La cnica teora de Anatole France -"elrobo es un delito y el producto del robo, sagrado"- es insostenible.Al plantearse la justicia como reaccin de un conciencia moderna (habitada por el principio de laigualdad) ante las desigualdades moralmente neutras (sin que la pobreza ni la riqueza sean en smismas significativas), la justicia se reducir a compensar la pobreza de los pobres, pero no acuestionar la riqueza de los ricos. Lo que pone en movimiento a la justicia no est del lado del"objeto" (la desigualdad real) sino del "sujeto" (nuestra sensibilidad igualitarista que no tolera laexistencia de la pobreza

    por ser inmerecida). Se invisibiliza la culpabilidad que causa la injusticia y se magnifica laresponsabilidad ante la desigualdad presente.

    Quisiera terminar trayendo a colacin dos reflexiones finales sobre Rawls y Habermas.Dice Rawls que "las personas en la posicin original no tienen ninguna referencia respecto a qugeneracin pertenecen". Estamos ante una consideracin atemporal de la desigualdad. Habermasdice algo parecido cuando reduce la racionalidad comunicativa slo a los sujetos presentes capacesde argumentar. La fuerza argumentativa queda remitida al uso del lenguaje que hacen los hablantesque hablan. La racionalidad de los de "antes" slo vale en tanto en cuanto es metabolizada por los

    presentes, es decir, en cuanto potencia mi capacidad argumentadora, pero en s mismo ese pasado esmudo. Justo es reconocer que este planteamiento asusta al propio autor que se pregunta: "No serobsceno que los beneficiarios de normas que slo se justifican por los efectos positivos que

    producirn despus soliciten de los aplastados y humillados un consentimiento imaginado?". Loobsceno es que sufrimientos pasados pueda ser justificados por el beneficio que nos reportan anosotros, nacidos despus. Parece duro pedir a las vctimas de los campos que acepten su sacrificio

    porque es el precio de la paz y bienestar de las generaciones siguientes. Pero eso es lo que pide sumodelo discursivo. En l el pasado se hace presente a travs del uso argumental que hagan lasgeneraciones presentes.

    Esta atemporalidad es lo que impide entender la desigualdad como injusticia. El problemade la justicia es el tiempo. La injusticia es una desigualdad que tiene en cuenta el tiempo porque eshistrica. Por eso hay que ver lo que hay detrs del espejo, lo que se esconde tras la apariencia, loolvidado por la presencia. Estamos hablando de la memoria. Queda abierta entonces la relacinentre memoria y justicia, entre olvido e injusticia.

    Este texto es un resumen del que fue pronunciado en las XX Conferencias Aranguren de Filosofa,impartidas el autor en La Residencia de Estudiantes los das 29 y 30 de marzodel 2011. Ser publicada ntegramente en la revista Isegora. Un amplio desarrollo de lo que en ellas

    podr encontrarlo el lector en el libro Tratado de la Injusticia (Editorial Anthropos).

    Reyes Mate es filsofo y escritor, dedicado a la investigacin de la dimensin poltica de la razn,

    de la historia y de la religin y en concreto de la memoria, los vencidos y el papel de la filosofadespus del Holocausto y Auschwitz. Entre sus libros destacan La razn de los vencidos;Auschwitz. Actualidad moral y poltica; Medianoche en la historia y La herencia del olvido.

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    Primo Levy, el testigo. Por Reyes Mate.A veinte aos de la desaparicin de Primo Levi, Reyes Mate traza su semblanza e insiste en laimportancia de su testimonio, que es una advertencia de total actualidad ante las "seales de

    peligro".

    Letras Libres. Julio 2007

    1. Primo Levi es el testigo. Mientras estuvo en el Lager luch no para sobrevivir sino paratestimoniar. La experiencia del Lager cambi su vida. Si yo no hubiese vivido el episodio deAuschwitz, probablemente nunca habra escrito1. Despus de la liberacin del campo volvi, esverdad, a su oficio de qumico, pero tom la pluma y no para firmar proyectos industriales sino parallamar la atencin sobre una siniestra seal de peligro que l conoca muy bien y a la que losdems podran no dar importancia. Esa seal se llamaba Auschwitz.

    Concienzudo como era, prepar su testimonio como mejor pudo en las duras condiciones delcampo. Tomaba notas con el riesgo de su vida, a sabiendas de que la memoria poda luego jugarlemalas pasadas. Cuando dice en el prlogo a Si esto es un hombre que ningn dato ha sidoinventado hay que creerle. A Levi no hay manera de cogerle en un renuncio. Todo lo que ocurrien el campo fue tan extremo que a veces se exagera pensando que todo vale. Pero precisamente poreso, porque todo es tan extremo, hay que ser escrupuloso con la verdad. Si se testifica tiene que sercon la verdad por delante y sin concesiones. Nunca estuve en Birkenau antes de 1965 (Levi,1987, p.201), dice para sorpresa de quienes falsamente identifican un campo de trabajo con uno deexterminio.

    Habla pensando en el lector y en el oyente. No abusa de recursos retricos, dosifica la informacinque transmite y se pone a la altura del lector. Para escribir este libro he usado el lenguaje mesuradoy sobrio del testigo, no el lamentoso lenguaje de la vctima... creo en la razn y en la discusin

    como supremos instrumentos de progreso y por ello antepongo la justicia al odio (Levi, 1987,p.185).

    Para expresar el horror no recurre al dramatismo de un Jean Amry, por ejemplo. Prefiere ser sobrioy consigue ser ms eficaz. Cuando registra la cobarda de los deportados, incapaces de quitarse lagorra en seal de respeto por quien va a morir gritando compaeros, yo ser el ltimo, escribe:no nos hemos descubierto la cabeza ms que cuando el alemn nos lo ha ordenado... ya no quedanhombres fuertes entre nosotros. El ltimo pende ahora sobre nuestras cabezas y para los dems

    pocos cabestros han bastado. Pueden venir los rusos: no nos encontrarn ms que a los domados, anosotros los acabados, dignos ahora de la muerte inerme que nos espera. Destruir al hombre esdifcil, casi tanto como crearlo: no ha sido fcil, no ha sido breve, pero lo habis conseguido,

    alemanes. Henos aqu dciles bajo vuestras miradas: de nuestra parte nada tenis que temer: ni actosde rebelda, ni palabras de desafo, ni siquiera una mirada que juzgue (Levi, 1987, p.157).

    2. Dimensin educativa del testimonio.

    Levi da testimonio y reflexiona sobre lo que cuenta movido por una intencionalidad que no esmeramente esttica o literaria. No pretende hacer grandes revelaciones sino desentraar el sentidode un acontecimiento que l interpreta como una siniestra seal de peligro (Levi, 1987, p.9).Auschwitz no se consumi en el campo polaco, sino que es una seal de peligro, de un peligro que

    amenaza a los contemporneos del escritor, es decir, a nosotros. Hay en el escritor/testigo unaintencionalidad educativa. Quiere hablarnos documentadamente del pasado para que nosotrosaprendamos a descifrar el peligro que corremos.

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    Ahora que Espaa ha honrado por fin sus compromisos internacionales introduciendo en primaria ysecundaria la educacin del holocausto, bien se puede decir que Levi satisface al programaeducativo ms exigente. Tenemos en l al testigo que relata en Si esto es un hombre; al testigo quereflexiona en Los hundidos y los salvados. Ah estn todos los temas que cabe plantearse en torno aAuschwitz. Sin olvidar al poeta que hace poesa teniendo presente el desafo de Adorno cuando se

    preguntaba si era posible la belleza del arte despus del horror de Auschwitz.

    Levi se hace escritor por exigencia del testimonio. Entendi que su testimonio slo poda cristalizaren memoria colectiva si mediaba la escuela. Visitaba centros docentes, buscaba la comunicacincon los jvenes porque era consciente de que l y su generacin pronto abandonaran este mundo yera necesario que nuevas generaciones tomaran el relevo, o mejor el testigo, como se dice en ellenguaje deportivo, para que hubiera memoria de las injusticias pasadas y por tanto siguiera viva laexigencia de justicia.

    Esa preocupacin se hace patente en los retratos que hace Levi de los nios. Habla de Hurbinek y susobrina Emilia, hija de Aldo Levi de Miln, desaparecida en la noche que lleg a Auschwitz. Levi

    est contando que sobrevivir es un asunto de suerte:

    Entraban en el campo los que el azar haca bajar por un lado del convoy; los otros ibandirectamente a las cmaras de gas. As muri la pequea Emilia, de tres aos de edad, tan evidenteera a los ojos de los alemanes la necesidad histrica de matar a los hijos de los judos... Era una niacuriosa, ambiciosa, alegre e inteligente a la cual, durante el viaje en el vagn atestado, su padre y sumadre haban conseguido baar en un cubo de zinc, en un agua tibia que el degenerado maquinistaalemn haba consentido en sacar de la locomotora que nos arrastraba a todos a la muerte (Levi,1987, p.21).

    La pintora Sofa Gandarias, autora de una serie extraordinaria de cuadros sobre Primo Levi, se hainspirado en la fotografa de la nia delante de una pared blanca para expresar poderosamente lainocencia de la vctima y su indefensin bajo smbolos del terror: la bota de la que mana sangre, elojo nazi que convierte todo en campo, el reloj implacable que seala la hora de la muerte.

    Pero ser la historia de Hurbinek, un nio de tres aos, los mismos que su sobrina Emilia, la quequede como ejemplo de la actitud pedaggica. Hurbinek es un nio hurfano, seguramente no judo(los nios judos no eran admitidos en el Lager, sino asesinados al llegar), gitano o polaco,abandonado en aquel infierno sin nombre ni lenguaje, pero con el nmero de prisionero tatuado ensu minsculo antebrazo, enfermo y lisiado, sin haber conocido un rbol ni un lenguaje materno.Nadie se haba preocupado por ensearle, pero la necesidad de la palabra brotaba con una fuerza

    explosiva, dice Levi2.Nadie se haba preocupado de introducirle en el mundo salvo Henek, un joven y robusto hngaro dequince aos que le arreglaba sus mantas, le llevaba de comer, le lavaba sin repugnancia y que lehablaba amorosamente su lengua, el hngaro.

    Al cabo de una semana entre ellos, Hurbinek, reaccionando como ser humano al gesto humano deljoven hngaro, dijo una palabra que en aquel Babel de lenguas nadie comprendi: masskl. Lefalt tiempo para hacerse comprender, slo pudo balbucear su voluntad de comunicacin. Hurbinekmuri en los primeros das de marzo de 1945, libre pero no rescatado. No qued nada de l. l datestimonio a travs de mis palabras. Levi presta su voz a un ser abandonado, no para robarle la

    palabra, sino para hacerla elocuente: ese sonido indescifrable, masskl, seala el lmite de nuestrolenguaje, incapaz de entender la hondura del sufrimiento que en l se esconde.

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    Muchos han visto en este relato la quintaesencia de la educacin:

    Un nio, Hurbinek, que aparece entre los humanos totalmente desvalido.

    Henek, que no trata de engaar al nio como en La vida es bella.

    Sino que le reconoce como sujeto, por eso le habla en su lengua, el hngaro, aunque Hurbinek nole entienda. Es igual: la palabra que t no comprendes, le viene a decir Henek a Hurbinek, es por mi

    parte reconocimiento de la humanidad que la vida te ha negado.

    Y Hurbinek termina por responder, aunque no se entienda lo que dice. No importa. Hay queaceptar el hecho de no entender la palabra del otro. Henek le da su dignidad al reconocerlo comosujeto y por esta misma razn no le dicta lo que debe responder3.

    Si educar es querer hacer surgir una palabra en el otro que sea verdaderamente suya, yo no tengopor qu imponrsela.

    El recorrido pedaggico por los campos slo tiene un objetivo poltico, es decir, de presente: evitarla ms pequea humillacin del nio ms pequeo. Auschwitz es un proyecto demencial concebido

    por mentes enloquecidas, pero fue posible por la complicidad de muchas actitudes violentas. Contraellas contra el mito de la seguridad que genera actitudes de sometimiento al ms fuerte, contra el

    prestigio educativo de la dureza y la indiferencia ante el sufrimiento, contra la mana de dar msimportancia a las cosas que a las personas y contra las novatadas humillantes se dirige estaevocacin de la infancia asesinada en los campos de Auschwitz.

    3. La definicin del testimonio

    Definir es poner lmites, es decir, acotar el mbito de validez de su palabra. Levi seala dos: lapalabra del superviviente limita, en primer lugar, con el silencio del musulmn. Primo Levi se

    presenta como testigo de la verdad. Estamos muy acostumbrados a que, en un juicio, sean citadostestigos por parte de la acusacin y de la defensa. Su testimonio es capital para establecer la verdadde los hechos. Esto que es tan habitual en derecho, no lo es en filosofa ni tampoco en la ciencia.Para el cientfico o el filsofo, una sentencia es tanto ms verdadera cuanto ms responda a loshechos y menos a los sentimientos o afectos de las personas. Cuando hablamos de verdad pensamosen objetividad, en distancia de los sujetos. Nada contamina tanto la exposicin de la verdad de unhecho histrico como los testimonios o las memorias de las personas. Habr tanta ms verdadcuanto menos subjetividad aparezca.

    Por ah no van las cosas segn Primo Levi. Si queremos conocer la verdad de nuestro mundo o loque sucedi en Auschwitz, o en qu consiste una poltica verdadera o una tica basada en la razn, o

    si queremos construir una teora de la justicia, entonces tenemos que contar con algo tan subjetivocomo los testimonios, es decir, con las experiencias de las personas.

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    Levi reconoce una autoridad al testigo a la hora de enunciar la verdad en cualquier orden que sea.De dnde le viene esa autoridad ? No desde luego de que sepa ms, ni de que sea mejor, sinosencillamente de que ha experimentado el lado oculto de la realidad, ese lado al que hasta ahoranadie daba importancia porque pensbamos que era una parte natural, inevitable e ineludible de larealidad: el sufrimiento. Un historiador del arte, un arquelogo puede contar maravillas sobre las

    pirmides de Egipto. Valorar su novedad, el genio que las cre, los logros en tcnica y arte que

    supuso su creacin, pero slo quien acarre las piedras y levant los sillares y vio cmo moran deagotamiento los que all trabajaban, slo ese tendr la llave de la verdad de las pirmides.

    El testigo de la verdad es el que apura el cliz del sufrimiento. Ellos, los judos, llamabanmusulmanes a quienes tocaban fondo y no volvan, o volvan mudos. Dice Levi: Lossobrevivientes somos una minora anmala adems de exigua: somos aquellos que por sus

    prevaricaciones o su habilidad no han tocado fondo. Quien lo ha hecho, quien ha visto a la Gorgona,no ha vuelto para contarlo, o ha vuelto mudo; son ellos los musulmanes, los verdaderos testigos,aquellos cuya declaracin hubiera podido tener un significado general4. Los sobrevivientes son losque han escrito y han hablado, aqullos, pues, mediante los cuales hemos sabido lo que ocurridentro, es decir, los que nos han dado los testimonios que conocemos. Pues bien, ellos no son los

    verdaderos testigos ya que por suerte, habilidad o astucia se evitaron apurar el cliz delsufrimiento5. Eso fue, sin embargo, lo que s tuvieron que experimentar un tipo determinado de

    prisioneros, los llamados musulmanes. sos han visto a la Gorgona, figura mtica provista de unahorrible cara femenina que provocaba la muerte en quien la miraba. Quien ha visto a la Gorgona novuelve para contarlo. sos son los verdaderos testigos.

    El musulmn representa el ltimo grado de deterioro fsico y psquico del ser humano. En losestudios realizados por Zdzislaw Ryn y Stanislaw Klodzinski sobre la evolucin del prisionero hastallegar a ese momento, distinguen una primera fase de adelgazamiento general, con astenia musculary prdida progresiva de energa, aunque sin daos psquicos. Pero una vez que se ha perdido untercio del peso, el aspecto fsico cambia radicalmente, visible en la cara y en la piel que queda amerced de cualquier infeccin. En ese momento el enfermo se hace indiferente a la vida y a lamuerte6. Llegados a ese punto de abandono no posea ya un resquicio de conciencia donde bien ymal, nobleza y vulgaridad, espiritualidad y no espiritualidad se pudieran confrontar. Era un cadverambulante, un haz de funciones fsicas en su agona7. Un agotamiento del cuerpo que acarreaba ladegradacin moral pues el prisionero alcanzaba un grado de sufrimiento allende el cual pierdentodo su sentido (no slo) categoras como dignidad y respeto, sino incluso la propia idea de unlmite tico8.

    Primo Levi lo define con su precisin y sobriedad habitual: Su vida es breve pero su nmerodesmesurado; son ellos los mselmnner, los hundidos, los cimientos del campo; ellos, la masa

    annima, continuamente renovada y siempre idntica, de no-hombres que marchan y trabajan ensilencio, apagada en ellos la llama divina, demasiado vacos ya para sufrir verdaderamente. Se dudaen llamarles vivos: se duda en llamar muerte a su muerte, ante la que no temen porque estndemasiados cansados para comprenderla9.

    Aceptaban su suerte porque todas sus fuerzas interiores estaban paralizadas o haban sido yadestruidas; indiferentes a la vida y a la muerte, como si el experimento de deshumanizacin no

    pudiera ir ms lejos; despreciados por los verdugos a quienes su sola vista ofenda, evitados por losmismos prisioneros pues vean en ellos su propio fatal destino, eran vivos murientes o muertosvivientes que haban traspasado la frontera de la dignidad y del respeto de s; un deshecho humanoque quedaba fuera, segn Jean Amry, de cualquier consideracin tica o racional.

    Primo Levi considera al musulmn, es decir, a ese desecho humano, insensible a la vida y a lamuerte, que va mansamente, por su propio pie, hasta las llamas del horno crematorio sin necesidad

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    de cmara de gas, testigo integral, un concepto harto paradjico. El testigo integral es el querealmente sabe pero no nos lo puede comunicar10. sa es la gran paradoja del testimonio: quien haapurado la experiencia del campo no puede dar testimonio porque ha perdido la palabra al perder lavida o ha quedado mudo si an vive.

    Levi es, pues, consciente de los lmites de su testimonio. l puede hablar del Auschwitz que tena

    lugar en el campo de trabajo llamado Buna Monowitz, donde gente como l, una fuerza cualificadade trabajo, penaban y moran de hambre, de agotamiento o de fro pero con un mendrugo ms depan, que era el lmite fatal entre la vida y la muerte. Era un privilegiado, un salvado, dicho en sujerga, pero eso no poda significar que tuviera que callarse. Tena que dar testimonio de lo que vio yvivi procurando, eso s, que su palabra no ocultara el silencio de los que no podan hablar. Ladiscrecin de Levi responde al convencimiento de que su palabra debe remitir al silencio del que no

    puede hablar, pero consciente de que una cosa es guardar silencio, algo que l no puede, y otraguardar al silencio, que es lo que l debe. Valen para l las palabras que dedica a otra testigo, LianaMillu: El autor aparece rara vez en primer plano: una mirada penetrante, una concienciaadmirablemente atenta registran y transcriben en un lenguaje siempre digno y mesurado esosacontecimientos que, sin embargo, rebasan toda medida humana 11 .

    Levi pone un tope a la calidad de su testimonio. No puede desvelar toda la verdad, todo el horrorvivido, porque se es el secreto de los que han bajado al infierno y no han vuelto. Pero lo que dicenes vital para comprender lo que all ocurri y tambin para hacer elocuente el silencio de los que no

    pueden hablar.

    4. comprender y conocer

    Segundo lmite del testimonio: no podemos comprender pero debemos conocer. Hay otro lmite alconocimiento derivado no ya del comunicante sino del hecho mismo que se quiere comunicar. A lremite Levi con su habitual honestidad: Quiz dice no se pueda comprender todo lo que sucedi,o no se deba comprender, porque comprender es casi justificar... En el odio nazi no hayracionalidad: es un odio que no est en nosotros, est fuera del hombre, es un fruto venenoso nacidodel tronco funesto del fascismo, pero est fuera y ms all del propio fascismo. No podemoscomprenderlo, pero podemos y debemos conocer [l dice comprender] dnde nace y estar enguardia. Si comprender es imposible, conocer es necesario, porque lo sucedido puede volver asuceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo: las nuestras tambin (Levi,1987, p.208).

    No podemos comprenderlo porque eso sera como justificarlo, pero debemos conocerlo. Qu estqueriendo decir? Entiende por comprender aducir causas que expliquen adecuadamente loocurrido o, ms exactamente, que la explicacin que demos del proyecto nazi detecte una causafinal capaz de convencernos de que para conseguir ese objetivo haba que poner en marcha toda esafbrica de muerte. Al hablar de causa final estamos hablando de una explicacin racional y moral,como compete a la razn prctica, de ah que Primo Levi estime que comprender es justificar. Peroqu racionalidad o moralidad puede haber en explicar el genocidio porque el pueblo judo era unaraza inferior contaminante o que controlaba los hilos del poder en el mundo o que haba llenado lavida de exigencias morales excesivas?

    La incomprensividad del holocausto judo tiene que ver con su singularidad. Por supuesto que lahumanidad ya haba conocido muchos genocidios, pero ninguno es comparable por una razn: steera, en la mente de los nazis, un proyecto de olvido. Nada deba quedar. Los cuerpos deban ser

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    quemados, los huesos triturados y las cenizas aventadas en las corrientes de los ros o transformadasen abonos de los campos. Ningn rastro fsico del crimen para que la humanidad no pudierarecordar. Se buscaba el exterminio fsico de un pueblo y tambin el exterminio moral, es decir,

    borrar de la conciencia de la humanidad la aportacin del pueblo judo a la cultura del mundo. Eneso es nico y por eso hubo que crear una figura jurdica nueva que de alguna manera se hicieracargo de la inmensidad del crimen. As entr en el moderno derecho el crimen contra la

    humanidad.

    Pero que no podamos comprenderlo no significa que no podamos y debamos hablar de ello.Podemos conocer cmo ocurri y sacar consecuencias muy ilustrativas para un estudio sereno dealgunos aspectos del alma humana (Levi, 1987, p.9).

    Hubo, efectivamente, sagaces avisadores del fuego que supieron leer en su tiempo la catstrofeque se avecinaba, pero ni siquiera ellos pudieron pensar lo que ocurri. Lo que ocurri fueimpensado e impensable, y cuando lo impensable ocurre se convierte en lo que da que pensar.Auschwitz es un laboratorio del mal y su importancia consiste en que ah podemos descubriraspectos del mal que actan en otras muchas circunstancias pero disimuladamente. Auschwitz no

    rebaja la importancia de otros genocidios. Al contrario, pone de manifiesto toda su gravedad porquesaca a la luz algo que siempre ha estado ah y nunca le habamos dado importancia: las vctimas. EnAuschwitz las vctimas se hacen visibles y se convierten en piedra angular de la justicia humana y,

    por consiguiente, de una concepcin moral de la poltica.

    5. El significado de las vctimas

    El testigo que l es es una vctima, de ah la importancia de su palabra para adentrarnos en elsignificado de las vctimas.

    La ltima tregua de ETA llen las calles de manifestaciones protagonizadas por vctimas. Esinnegable que las vctimas se han hecho visibles. Cierto es, sin embargo, que esa presencia estllena de confusin: las vctimas del terror aparecen divididas por razones polticas; de vctimas sehabla en las filas de los victimarios que, como es sabido, dominan el discurso victimista, si por elloentendemos la utilizacin poltica de supuestos agravios cometidos a antepasados ms bien mticos.

    Para poner orden en este potente y confuso concepto de vctima, la referencia a Primo Levi puedeser esclarecedora.

    a) Hay vctimas y hay verdugos. Hay una tendencia, bien manifiesta en muchas comisiones de laverdad y de la reconciliacin, a pasar pgina invocando que todo el mundo tiene algo de quarrepentirse o que qu hubiramos hecho en sus circunstancias. Levi se rebela contra esasimplificacin de los hechos. Por muy degradadas que hayan sido las vctimas; por ms queaparentemente parezca que son cmplices del crimen, unos son vctimas y otros verdugos. Paraexplicar su tesis Levi se adentra por esa zona oscura en la que se difuminan las diferencias entrevctimas y verdugos. Me refiero a sus anlisis de la zona gris, poblada por los judos miembros delos Sonderkommandos, encargados de las labores ms terribles del campo: preparar a los suyos parala muerte, conducirlos a las cmaras de gas, extraerles luego los dientes de oro, quemar sus cuerposy tirar las cenizas. La conclusin de Levi es contundente: No s ni me interesa si en mis

    profundidades anida un asesino, pero s que he sido una vctima inocente y que no he sido unasesino; s que ha habido asesinos y no slo en Alemania... y que confundirlos con sus vctimas esuna enfermedad moral (Levi, 1987, p.42).

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    Por qu una enfermedad moral? Porque el sufrimiento de la vctima es injusto mientras que el delverdugo no lo es. La vctima es inocente, por eso el dao que sufre es una injusticia. Confundir esosdos tipos de sufrimiento atenta a la esencia misma de la moral, por eso afirma que quien niegue esadiferencia es un enfermo moral.

    ste es un punto capital con el que no transige Primo Levi, por eso conviene detenerse en l. A estefino observador no ha escapado el inters que tenan los verdugos por borrar la diferencia. Elhombre nuevo al que aspiraba el hitlerismo tena como precio la deshumanizacin, un precio que,segn el testimonio de Himmler, ellos pagaban gustosamente. Como contrapartida exigan ladeshumanizacin de la vctima, y a ello se aplicaban con todas sus fuerzas. Levi ilustra estaestrategia nazi analizando un partido de ftbol entre los ss y miembros de un Sonderkommando

    junto a los hornos crematorios de Auschwitz.

    John Huston estren en 1981 la pelcula Evasion o victoria, interpretada por Sylvester Stallone,Michael Caine y el propio Pel. La accin transcurre en el campo de concentracin de Gensdorff.Un oficial nazi, entusiasta del ftbol, decide organizar un encuentro entre carceleros alemanes y

    prisioneros. Los prisioneros engatusan a los nazis, dejndose ganar en la primera parte para, duranteel descanso, llevar a cabo la fuga prevista. Es una pelcula. Ese partido tuvo lugar de hecho enAuschwitz. Da fe de ello Levi en Los hundidos y los salvados12, que se lo oy contar a Miklos

    Nyiszli, un mdico judo hngaro que trabajaba a las rdenes de Mengele. Fue un partido entre lasss que estaban de guardia en el crematorio y miembros de un Sonderkommando, encargados de lastareas ms miserables. Por un momento olvidan su condicin inhumana y se entregan a la pasindel juego, a la camaradera de la competicin, a las bromas y chanzas del lance, a cruzar apuestas deigual a igual con sus verdugos.

    Es un juego macabro pues en esa prdida momentnea de su condicin de vctima ven los verdugosel momento de mximo triunfo. Dice Levi: Nada semejante ha ocurrido nunca, ni habra sidoconcebible, con las dems categoras de prisioneros, pero con ellos, con los cuervos delcrematorio, las ss podan cruzar las armas, de igual a igual o casi. Detrs de este armisticio

    podemos leer una risa satnica: est consumado, lo hemos conseguido, no sois ya la otra raza, laantirraza, el mayor enemigo del Reich Milenario; ya no sois el pueblo que rechaza a los dolos. Oshemos abrazado, corrompido, arrastrado al polvo como nosotros. Tambin vosotros como nosotrosy como Can, habis matado a vuestro hermano. Venid, podemos jugar juntos, comenta Levi (Levi,1989, p.48).

    Los nazis festejan que el abismo moral que debe separar a vctimas y verdugos se desvanezca derepente. Unos y otros parecen hermanados en la misma iniquidad. Ahora bien, si eso fuera as, si los

    nazis hubieran conseguido borrar la diferencia entre el mal y el bien, si las vctimas acabaraninteriorizando el punto de vista del verdugo, entonces habra que despedir al hombre que hemosconocido, la poltica sera la ley del ms fuerte y Hitler tendra razn. Camus vio bien el peligro deese partido de ftbol: cuando desaparece la idea de inocencia en el inocente mismo, se imponedefinitivamente el diktat de la violencia (la valeur de puissance) en un mundo desesperado13.

    Esa partida, que segn Agamben no ha terminado14, no la podemos perder pues lo que est enjuego es la distincin entre vctimas y verdugos, entre mal y bien, es decir, est en juego laposibilidad de la tica. Es una partida difcil que vamos perdiendo porque seguimos pensando quepodemos ser buenos mirando hacia otro lado, sea hurgando en nuestra conciencia o respetandoprincipios que nosotros mismos nos damos. Para ganar hay que cambiar de tctica: tenemos que

    tener en cuenta al otro o, como dice Levi, tenemos que responder a si esto es un hombre. Si lasvctimas estn deshumanizadas, nosotros, espectadores lejanos, tambin. No hay ms camino dehumanizacin que hacernos cargo de la inhumanidad del otro.

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    Eso significa que no todo el que sufre es vctima. Sufrieron los nazis una vez derrotados, pero esossufrimientos suyos no son suficientes para incluirlos entre las vctimas (Levi, 1987, p.43) porqueno eran inocentes. Lo mismo cabe decir de los presos etarras o del sufrimiento de sus familiares:son sufrimientos derivados de una culpabilidad. Hay que tener mucho cuidado con la invocacin delsufrimiento plural o la equidistancia respecto a los sufrimientos, porque eso lleva a afirmar que

    todos los sufrimientos son iguales y, al final, que todos somos vctimas, es decir, todos vctimas yverdugos.

    b) Para hacer justicia a las vctimas hay que tener en cuenta los pliegues del dao, es decir, lasdistintas injusticias que se concitan en la produccin de vctimas.

    Para entender los pliegues del dao conviene tener en cuenta que los nazis no estn interesados sloen matar sino en expulsar antes al judo de la condicin humana, en degradarle. Hay que distinguirentre el dao fsico (muerte, tortura, hambre, trabajos agotadores, etctera) y otro dao quetrasciende lo fsico y alcanza la dignidad y la ciudadana, es decir, cuestiona la pertenencia a unacomunidad poltica y a la condicin humana.

    El dao fsico inferido a la persona del deportado es el ms visible porque es el primero que salta ala vista. Quisiera llamar la atencin sobre el dao meta-fsico. A l se refiere Jean Amry,compaero de barraca de Primo Levi: con el primer golpe... cae lo que nosotros llamamos

    provisionalmente la confianza en el mundo... Aquel que ha sido sometido a la tortura es desdeentonces incapaz de sentirse en casa en el mundo. El ultraje del aniquilamiento es imborrable...Haber visto a su prjimo volverse contra l engendra un sentimiento de horror para siempreincrustado en el hombre torturado (Amry, 2001, p.90). Ese dao es indeleble y eso podra explicarel suicidio de Jean Amry o del propio Levi.

    Pero antes de llegar ah, qu sentido podan tener las humillaciones y crueldades con gente que ibaa morir? Antel-me esboza la respuesta: Era necesario que furamos totalmente despreciables. Esoera vital para ellos... tenan que degradarnos15 Y Levi avanza una primera razn: Antes de morirla vctima debe ser degradada con el fin de que el asesino sienta menos el peso de su falta... es lanica utilidad de la violencia intil (Levi, 1989, p.108). Haba que degradarlos para calmar la malaconciencia del verdugo. No es lo mismo matar a un insecto o a un ser humano reducido a esacondicin, que a otro semejante a la apariencia que ellos tienen.

    Pero hay ms. Lo que se busca con esa degradacin es expulsar al deportado de la comunidadpoltica y tambin de la condicin humana. Podemos interpretar este atentado a la dignidad comouna negacin del carcter ciudadano de la vctima. Se le est diciendo que no forma parte de la

    comunidad poltica, que carece de la condicin de ciudadano.Este doble dao (fsico y meta-fsico) conviene tenerlo muy presente a la hora de hablar de memoriade las vctimas. Si queremos que esa memoria sea algo ms que recuerdo de lo que pas, es decir, sientendemos la memoria de las vctimas como afirmacin de una injusticia cometida, entonces hacermemoria es hacer justicia, y eso significa reparar el dao personal y tambin reconocer su carcterciudadano. Memoria es reparacin de lo reparable y reconocimiento de su ser ciudadano.

    Qu significa el reconocimiento de la ciudadana a seres humanos declarados y tratados como in-humanos? Significa entender que no podemos pensar ya la poltica con exclusiones; que no

    podemos aceptar una lgica poltica que produzca vctimas. En una palabra, que no podemos hacer

    poltica con violencia, cualquiera que sta sea. Cuando Levi dice que l quiere dar testimonio antenosotros es para ayudarnos a detectar lo que hay de violencia larvada en nuestra lgica poltica.

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    Estas reflexiones deberan acabar con las simplezas que tanto abundan en el debate espaol sobrehistoria y memoria. El empeo de muchos en reducir la memoria a un asunto privado y sentimental,

    privando a la memoria de su valor poltico y cognitivo, se cae por su base en este preciso momento:la memoria no es recuerdo subjetivo de cmo este o aquel individuo vivi un acontecimiento,Auschwitz por ejemplo, sino la proyeccin de esa experiencia sobre el presente. Esa proyeccinquiere ser pblica porque afecta a la condicin humana o a los peligros presentes, como dice

    Levi.

    Debera quedar claro de una vez que la memoria histrica no es la evocacin de cmo le fue acada cual en la Guerra Civil o en la posguerra, sino poner sobre la mesa de nuestra reflexin polticauna violencia pasada sobre cuyo olvido se ha construido el presente. Si queremos cancelar ese

    pasado, si queremos una poltica que no marche sobre nuevas vctimas, tenemos que asumir comopropia la responsabilidad histrica, el hacerles justicia.

    c) En esta reflexin sobre el significado de las vctimas hay un tercer factor que no debemos perderde vista: lo realmente significativo no son sus ideas ni sus creencias, ni siquiera su conducta, sino elhecho objetivo de padecer violencia siendo inocente.

    Levi es de un crudo realismo cuando reconoce que los compaeros en desventura... salvo en casosexcepcionales, no eran solidarios: se encontraba uno con incontables mnadas selladas, y entre ellasuna lucha desesperada, oculta, continua (Levi, 1987, p.33). Y ms adelante: Es ingenuo, absurdoe histricamente falso creer que un sistema infernal, como era el nacionalsocialismo, convierta ensantos a sus vctimas; por el contrario, las degrada, las asimila a l, tanto ms cuanto msvulnerables sean ellas, vacas, privadas de un esqueleto moral o poltico (Levi, 1987, p.35). Lossalvados de Auschwitz no eran los mejores, los predestinados al bien, los portadores de un mensaje;cuanto yo haba visto y vivido me demostraba precisamente lo contrario. Preferentementesobrevivan los peores, los egostas, los violentos, los insensibles, los colaboradores de la zonagris, los espas. No era una regla segura... pero era una regla. Yo me senta inocente, pero enroladoentre los salvados, y por lo mismo en busca permanente de una justificacin, ante m y ante losdems. Sobrevivan los peores, es decir, los ms aptos; los mejores han muerto todos (Levi, 1987,

    pp.71-72).

    Pero eso no empece a su significacin de vctimas: seres inocentes objetos de violencia. Esto esimportante a la hora de hablar de justicia de las vctimas. No se debe confundir la justicia de lasvctimas con la idea de que sean las vctimas las que decidan la poltica sobre el terrorismo, sinoque la poltica que se haga tenga como centro de gravedad una poltica que se haga cargo de losdaos que se ha hecho a las vctimas, es decir, una poltica que sea reparacin, reconocimiento yreconciliacin.

    6. justicia y memoria y "suerte tica"

    Quisiera detenerme en dos cuestiones de la mxima actualidad: la relacin entre justicia y memoriay la suerte tica.

    a) Justicia y memoria.

    Primo Levi responde a unos jvenes deseosos de hacer algo: los jueces sois vosotros ( Levi, 1987,p.185), un encargo extrao porque qu justicia puede impartir el lector?

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    Slo se me ocurre una explicacin: sin testigo no hay constancia de la injusticia y por tanto, sintestigos no hay justicia. La generacin de testigos directos se est acabando y si queremos que hayaconstancia de las injusticias pasadas, es necesario que alguien recoja el testigo que los testigosdejarn el da que mueran. Eso es lo que pide Levi al lector: memoria de la injusticia comocondicin de la justicia.

    Pero de qu justicia estamos hablando? No de una justicia divina, porque eso implicara considerarcomo asunto de la justicia devolver la vida a un asesinado. Estamos hablando de una justiciaterrenal y, ms exactamente, de una justicia poltica, es decir, de un modo justo de hacer poltica o,si se prefiere, de una poltica basada en la justicia.

    Para poder hablar de poltica justa la poltica tendra que empezar por hacerse memoria para hacerpresente las injusticias pasadas. Esto es de la mayor importancia para una teora poltica y no slopara una tica con sentido de la responsabilidad histrica. Expliquemos bien este punto. Hacerpresente y hacerse cargo de las injusticias cometidas por nuestros abuelos o a nuestros abuelos esuna exigencia tica que parece comprensible si desplegamos el sentido de la solidaridad no slohacia adelante sino tambin hacia atrs. Pero es sobre todo capital para una comprensin moral de

    la poltica actual, porque gracias a esa memoria podemos comprender sobre qu bases estconstruido nuestro presente: una historia sembrada de vctimas, decisiones violentas, lecturastriunfalistas de la historia, olvidos imperdonables y memorias manipuladas. Si queremos que la

    poltica actual, la que nosotros estamos haciendo, no se base en la violencia ni la reproduzca,entonces tenemos que cambiar de lgica poltica, no podemos continuar la trayectoria recibida

    porque eso significa caminar sobre nuevas injusticias.

    El lector convertido en testigo, si quiere ser consecuente, tendr que proclamar la vigencia de unainjusticia pasada, proclamacin que se substanciar en ese doble gesto de responsabilidad hacia el

    pasado y cambio de lgica presente.

    b) La suerte tica.

    Los testimonios coinciden en sealar que sobrevivir fsicamente era cuestin de suerte. Semprn:Sobrevivir no era una cuestin de mrito, era una cuestin de suerte. O de mala suerte, segn lasopiniones de cada cual. Vivir dependa de cmo haban cado los dados, de nada ms. Eso es lo que,

    por lo dems, significa la palabra suerte. Los dados me haban sido favorables, eso era todo16.Lo mismo Levi: entraban en el campo los que el azar haca bajar por un lado del convoy; los otrosiban a la cmara de gas (Levi, 1987, pp.20-21).

    Pero Levi va ms lejos. Para sobrevivir moralmente tambin haca falta suerte17. Dice Levi:

    Muchsimos han sido los caminos imaginados y seguidos por nosotros para no morir: tantos comoson los caracteres humanos. Todos suponen una lucha extenuadora de cada uno contra todos, ymuchos, una suma no pequea de aberraciones y de compromisos. El sobrevivir sin haberrenunciado a nada del mundo moral propio no ha sido concedido, si exceptuamos aquellos casos enlos que la fortuna ha intervenido de una manera directa y poderosa, ms que a poqusimosindividuos superiores, de la madera de los mrtires y de los santos (Levi, 1987, pp.98-99).

    Su suerte se llamaba Lorenzo, el obrero italiano que durante seis meses le proporcion pan y sopasin nada a cambio: Es a Lorenzo a quien le debo el estar todava vivo a da de hoy, no tanto por suayuda material como por haberme recordado constantemente con su presencia, con su manera tansimple y tan fcil de ser bueno, que exista todava, fuera del nuestro, un mundo justo. Gracias a la

    bondad de Lorenzo vala la pena conservarse vivo... Es a Lorenzo a quien le debo el no haberolvidado que yo era un hombre (Levi, 1987, pp.129).

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    Qu significa exactamente eso de la suerte tica? En qu sentido el encuentro con Lorenzo lesalv de la degradacin moral? No desde luego porque el albail Lorenzo fuera un maestrosocrtico que le obligara a un curso sobre virtudes a cambio del pan que reciba gratis.

    Para entenderlo recordemos que estamos hablando en y desde el Lager, un lugar del ultraje y de ladegradacin moral en el que la dignidad era posible slo hasta un determinado momento de

    sufrimiento a partir del cual era impensable. Wiesel lo dice de una manera muy elocuente: Lossantos son los que mueren antes del final18.

    Esta situacin obliga a cuestionar la idea tan asumida de que el fundamento de la tica moderna esla dignidad, porque si en Auschwitz no hay dignidad o condenamos al deportado a la inmoralidad onos lo pensamos de otra manera. Ese fundamento moral hay que desplazarlo ms bien hacia lavctima degradada. Si nos fijamos bien lo que sale de la vctima es una pregunta, una vieja

    pregunta: si esto es un hombre, que dice el poema que da ttulo al libro de Levi, o no son stosacaso hombres?, que deca Antn Montesinos a modo de protesta por el trato de los conquistadoresespaoles a los indios. Luc Nancy ha tematizado esta pregunta bajo el trmino ecceitas, que tomasu nombre de otro episodio en el que el sufrimiento de un inocente se convierte en interpelacin:

    Ecce Homo19.

    La ecceitas muestra al hombre desprovisto de todos sus atributos, como puro objeto a disposicinno de un sujeto sino de una orden. El contenido de la ecceitas sera un ah, entendido comoabandono, un espacio sin sujeto que puede tener dos destinos: a) ser ocupado por el poder queimpone una orden o b) ser entendido como la condicin histrica del ser humano, esa pobreza odesnudez que demanda acogida para su realizacin. La ecceitas sera una forma histrica ohistorizada de la alteridad levinasiana.

    La tica consistira entonces en responder de esa inhumanidad que se nos pone delante. La actitudtica a la altura del campo consiste en hacerse cargo de la inhumanidad del otro. En esaresponsabilidad humanitaria nos constituimos en sujetos morales.

    El taln de Aquiles de este planteamiento es que la tica derivada de la ecceitas nos afecta anosotros, a los prjimos, a los que estamos fuera del campo, no al de dentro. Por eso hay que

    preguntarse qu significa ser sujeto moral al cado, al deportado, a Levi. Porque hasta ahora sloaparece valga la paradoja como sujeto de la inhumanidad. Quien vive la ignominia queda tocadoen su humanidad, de ah la inhumanidad en la que se encuentra.

    Es aqu donde aparece la suerte tica. Levi salva su dignidad gracias al gesto humanitario deLorenzo. Es Lorenzo el que le permite encontrarse con la humanidad, es decir,

    -Que nuestro gesto de responsabilidad no slo nos beneficia a nosotros, al constituirnos en sujetosmorales.

    -Sino tambin a la propia vctima, que como en el caso de Levi con Lorenzo le reconcilia con lacondicin humana.

    Que Levi llame a esto suerte denota hasta qu punto la humanidad es algo extrao no slo alinterior del campo, sino al mundo exterior al campo. Si hubiera fuera del campo ms gestoshumanos como los de Lorenzo, muchos ms habran salvado su dignidad de seres humanos.

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    7. El suicidio del sobreviviente

    El ultraje del aniquilamiento es imborrable haba escrito Jean Amry. Aunque Levi no cesaba dedecir, de acuerdo con Amry, que la ofensa es incurable, l pareca curado, pero no era as: muri deuna enfermedad contrada cuarenta y tres aos antes llamada Auschwitz. Como el deca, su vidaantes y despus de Auschwitz estaban en blanco y negro, pero Auschwitz en tecnicolor20. Cay

    por el hueco del ascensor en su casa de Turn un 11 de abril de 1987.

    Del suicidio haba hablado l, como Kertesz, como Semprn. Deca que en el Lager pocos sesuicidaban porque la inminencia constante de la muerte no deja tiempo para concentrarse en laidea de la muerte. El morir era tan familiar que no haba posibilidad de vivir la muerte. Parasuicidarse hay que estar libre.

    En Los hundidos y los salvados habla del suicidio de Amry y pasa deprisa diciendo que para stecomo para cualquier otro suicidio hay una multitud de explicaciones, pero comenta los suicidiosfuera del Lager y habla del sentimiento de una falta cometida por sobrevivir. La vergenza delsobreviviente que se incrusta en uno como un gusano: no se la ve desde el exterior, pero carcome.

    Bruno Bettelheim, otro superviviente, seala que las ganas de vivir que se cultivan en el campo paradar testimonio pierden esta razn de ser despus de la liberacin. Que por qu? Puede ser que

    porque todo lo que tenan que decir est dicho. En unas conversaciones con Giovanne Tesio Levilamentaba ya no tener ms que decir. Pero tambin porque el espectculo del sufrimiento y de lamuerte de las personas se vuelve intolerable (Bettelheim). Intolerable porque es la prueba de quesu sufrimiento en el campo es intil. La historia sigue con la misma lgica. De nada han servido sustestimonios. Al contrario, hasta ellos mismos han sido devorados por esa lgica implacable. Esterrible su reencuentro con Lorenzo: Beba para salir del mundo. El mundo, l lo haba visto, no lequera. Muri en el hospital en soledad. l, que no era un deportado, muri del mal de losdeportados21.

    Sofa Gandarias cierra el conjunto de su obra sobre Levi con una pintura que le representa cubiertopor una tela de araa, una pesadilla que atorment efectivamente a Levi en sus ltimos aos. Estambin una forma de llamar la atencin sobre el olvido que amenaza a pasados peligrosos. Si esoocurriera quedaramos a merced del panptico nazi que disputa a la mirada de Levi la iluminacindel campo de visin. O vemos el mundo con los ojos del testigo o con los del verdugo. La tela dearaa que ensombrece la mirada penetrante de Primo Levi es un aviso del olvido que amenazaincluso a nuestra forma de recordar. ~

    1 Primo Levi (1987), Si esto es un hombre, Muchnik, Barcelona, p.210. Recomendable para unestudio sobre Primo Levi y problemas relacionados con la educacin despus de Auschwitz es J.F.Forges, Educar contra Auschwitz, Anthropos, 2006, pp.197-223.

    2 P. Levi (1988), La tregua, Muchnik, Barcelona, pp.21-22.

    3 Ver el comentario en J.F. Forges, 2006, p.208.

    4 Primo Levi (1989), Los hundidos y los salvados, Muchnik Editores, Barcelona, 73.

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    5 Declaraciones de Paul Steinberg al diario El Pas, 2 de octubre de 1999. Steinberg es el duroHenri, descrito por P. Levi en Si esto es un hombre, autor de Crnicas del mundo oscuro,Montesinos, Barcelona, 1999. Jean Amry se aplica con particular crudeza a desmitificar alsuperviviente: En Auschwitz no nos hemos hecho ms sabios... tampoco en el campo hemosllegado a ser ms profundos... ni siquiera nos hemos hecho mejores, ms humanos, msfilntrpicos, ni ms maduros moralmente... Del campo salimos desnudos, expoliados, vacos,

    desorientados, y tuvo que pasar mucho tiempo antes de que reaprendiramos el lenguaje cotidianode la libertad, Amry, 2000, p.79.

    6 Citado por Philippe Mesnard y Claude Kahan, Giorgio Agamben lpreuve dAuschwitz,Editions Kime, Paris, 2001, p.45.

    7 J. Amry, Ms all de la culpa y de la expiacin, Pre-textos, Valencia, 2001, p.63.

    8 G. Agamben, Lo que queda de Auschwitz, Pretextos, Valencia, 2000, p.64.

    9 P. Levi, Si esto es un hombre, Muchnik, Barcelona, 1988, p.96. Poco antes ha escrito en una nota

    al pie de pgina: con el trmino musulmn, ignoro por qu razn, los veteranos del campodesignaban a los dbiles, los ineptos, los destinados a la seleccin, p.94.

    10 El relato quiz ms sobrecogedor del musulmn lo ofrece Trudi Birger, Ante el fuego. Unamemoria del Holocausto, Aguilar, Madrid, 2000, p.115.

    11 Prlogo de Levi a Liana Millu, La fume de Birkenau, Le Cerf, Paris, 1993, pp.7-8.

    12 Primo Levi, Los hundidos y los salvados, Muchnik, 1989, p.46.

    13 Albert Camus, Lhomme revolt, Gallimard, Pars, 1951, p.22.

    14 Pero ese partido no ha acabado nunca, es como si todava durase, sin haberse interrumpidonunca. Representa la cifra perfecta y eterna de la zona gris, que no entiende de tiempo y est entodas partes, en G. Agamben, Lo que queda de Auschwitz, Pretextos, 2000, p.25.

    15 Antelme, R., Lespce humaine, Gallimard, Pars, 1957, p.105.

    16 Jorge Semprn, La escritura o la vida, Tusquets, Barcelona, 1995, p.156.

    17 Hay que agradecer al libro de J.M. Gonzlez La diosa fortuna. Metamorfosis de una metfora

    poltica, Machado Libros, Madrid, 2006, la atencin al costado moral de la fortuna, particularmentepp. 468-493.

    18 Elie Wiesel, Le Jour, Seuil, Pars, 1961, p.57. Por supuesto que hubo excepciones: la amistad deJean el Pikolo, de sus amigos franceses Charles y Arthur. Ha inmortalizado a su amigo Alberto y harecordado al bueno de Lorenzo. Pero lo que domina, lo normal, es la eficacia de la tarea dedeshumanizacin llevada a cabo por los nazis.

    19 J.L. Nancy, Limperatif catgorique, Flammarion, Pars, 1983.

    20 Myriam Anissimov, Primo Levi, p.480

    21 Primo Levi, en el cuento La vuelta de Lorenzo, en Lilith, pp.78-79