revista empresa 183

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SUMARIO EMPRESA Tarifa Reducida Concesión Nº 1453 Franqueo Pagado Concesión Nº 1277 Número 183 Abril / Mayo 2007 Publicación de ACDE Buenos Aires Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa Afiliada a la Federación ACDE UNIAPAC de Argentina Director Carlos G. Garaventa Consejo de Redacción Eduardo Aceiro Celso Enrique Arabetti Pablo Bevilacqua Viviana Morandi Héctor Mario Rodríguez Consejo Editorial Horacio Bolaños Enrique Del Carril Horacio Diez Gabriel Mayor Secretario de Redacción Eduardo Otsubo Asistente de Dirección Patricia D’Agostino Premio Santa Clara de Asís 2002 Los artículos reflejan el punto de vista del autor y no necesariamente el de ACDE Registro Propiedad Intelectual 522.706 Precio del ejemplar: $12.- (S/envío postal) Suscripción anual (seis números, incluye envío postal) Buenos Aires, Interior: $ 70.- Países Limítrofes: U$S 60.- Resto de América: U$S 70.- Europa: U$S 80.- Suscripción estudiantes: $ 50.- Suscripción donación: $ 200.- Bolívar 425 - (C1066AAI) Buenos Aires República Argentina Tel./Fax: (54 11) 4331-0251 E-mail: [email protected] www.acde.org.ar 4 Editorial Proceso Electoral: “De mansos y pusilánimes...” 6 Reportajes Rafael Braun El valor de la esperanza puesta en los valores humanos 13 Empresa La organización modular Horacio Meléndez 24 Reflexión La crisis del principio de autoridad Diario La Nación 27 Reflexión La cuestión ética, ante el futuro del Estado democrático Antonio María Rouco Varela 33 Economía La importancia de preservar el superávit fiscal Nicolás Gadano 37 Contribución de las cadenas agroindustriales pecuarias al desarrollo de la Argentina Ing. Marcelo Regúnaga 44 Reflexión El espíritu del capitalismo Luis Sánchez de Movellán de la Riva 46 Trabajo ¿Qué significa para Ud. el éxito en su carrera profesional? Bernardo Hidalgo 48 Empresa Cuatro poderes en la empresa Roberto Estévez 55 Documento El compromiso ciudadano y las próximas elecciones Conferencia Episcopal Argentina 58 Del archivo Los cristianos y la política

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Nº 183 de la Revista EMPRESA de ACDE - Abr-May 2007

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Page 1: Revista EMPRESA 183

SUMARIOEMPRESA

Tarifa ReducidaConcesión Nº 1453

Franqueo PagadoConcesión Nº 1277

Número 183Abril / Mayo 2007

Publicación de ACDE Buenos AiresAsociación Cristiana de Dirigentes de Empresa

Afiliada a la Federación ACDEUNIAPAC de Argentina

DirectorCarlos G. Garaventa

Consejo de RedacciónEduardo Aceiro

Celso Enrique ArabettiPablo BevilacquaViviana Morandi

Héctor Mario Rodríguez

Consejo EditorialHoracio Bolaños

Enrique Del CarrilHoracio Diez

Gabriel Mayor

Secretario de RedacciónEduardo Otsubo

Asistente de DirecciónPatricia D’Agostino

Premio Santa Clara de Asís 2002

Los artículos reflejan el punto de vista del autor y no necesariamente

el de ACDERegistro Propiedad Intelectual 522.706

Precio del ejemplar: $12.- (S/envío postal)

Suscripción anual(seis números, incluye envío postal)

Buenos Aires, Interior: $ 70.- Países Limítrofes: U$S 60.- Resto de América: U$S 70.- Europa: U$S 80.- Suscripción estudiantes: $ 50.- Suscripción donación: $ 200.-

Bolívar 425 - (C1066AAI) Buenos Aires

República ArgentinaTel./Fax: (54 11) 4331-0251

E-mail: [email protected]

4 Editorial Proceso Electoral:

“De mansos y pusilánimes...”

6 Reportajes Rafael Braun El valor de la esperanza puesta

en los valores humanos

13 Empresa La organización modular Horacio Meléndez

24 Reflexión La crisis del principio de autoridad Diario La Nación

27 Reflexión La cuestión ética, ante el futuro

del Estado democrático Antonio María Rouco Varela

33 Economía La importancia de preservar

el superávit fiscal Nicolás Gadano

37 Contribución de las cadenas agroindustriales

pecuarias al desarrollo de la Argentina Ing. Marcelo Regúnaga

44 Reflexión El espíritu del capitalismo Luis Sánchez de Movellán de la Riva

46 Trabajo ¿Qué significa para Ud. el éxito

en su carrera profesional? Bernardo Hidalgo

48 Empresa Cuatro poderes en la empresa Roberto Estévez

55 Documento El compromiso ciudadano

y las próximas elecciones Conferencia Episcopal Argentina

58 Del archivo Los cristianos y la política

Page 2: Revista EMPRESA 183

CENTRO DE EDUCACIÓN EMPRESARIA

Sede Capital: 25 de mayo 586, Ciudad de Buenos Aires - Campus: Vito Dumas 284, Victoria, Buenos Aires

Más información en:

www.udesa.edu.ar/[email protected]. 4725-7011

Programas Abiertos e In Companyde EDUCACION EMPRESARIADirector: Ernesto GoreDirector Ejecutivo: Gabriel Aramouni

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TRANSFORMAR CONOCIMIENTO EN ACCIÓN

Pensar, reflexionar,

inspirar

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Page 3: Revista EMPRESA 183

E d i t o r i a l

Abril / Mayo 2007 Página 3

Proceso Electoral: “De mansos y pusilánimes...”

“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la Tierra”Mateo 5,4

Frente al proceso electoral local y nacional podemos sumirnos, una vez más, en el enfrenta-miento sectario con su consiguiente falta de respeto y demagogia populista barata...

O bien, pueden los candidatos tener una actitud diferente capitalizando la oportunidad para generar un debate racional, honesto, abierto y transparente con propuestas serias. Un debate orientado a consensuar valores y políticas de Estado, que permita disentir sin des-calificar, competir con el adversario sin catapultarlo como enemigo, triunfar sin humillar o perder con hidalguía.

Hace falta mansedumbre, la que modera la pasión de la ira y hace al hombre rey, dueño de sí mismo. Mansedumbre no es debilidad sino firmeza de carácter y seguridad interior. No implica pusilanimidad frente a las amenazas, sino respeto por las ideas del otro. Significa escuchar y tratar de extraer lo bueno que subyace en las opiniones de los que piensan diferente, buscando consensuar valores, políticas y acciones, construyendo entre todos el rumbo para hacer de nuestra Patria un país mejor e inclusivo para todos. Es un sano equili-brio ajeno a toda iracundia o pusilanimidad.

La mansedumbre practicada desde el Poder implica contener las tendencias hegemónicas que alimentan la discordia entre los argentinos y crispan la convivencia y la paz social me-diante la imposición -de manera autoritaria- de un pensamiento único. El fin nunca debiera justificar cualquier medio para lograrlo, especialmente cuando con prácticas prebendarias y clientelismo se compran voluntades, o con la inflación y su deliberada incorrecta medición se atenta contra la dignidad de seres humanos, en especial de los pobres e indigentes, to-dos creados a imagen y semejanza de Dios.

A su vez la mansedumbre impone advertir que el proceso eleccionario en curso represen-ta una oportunidad para construir una oposición madura, imaginativa, realista, creativa en sus propuestas, franca, valiente y libre de personalismos mezquinos; una oposición unida por valores e ideas básicas y con vocación de permanencia; o sea, una oposición que cum-pla con su misión de actuar como contrapeso del Poder trayendo moderación y mesura, y que pueda generar la alternancia política necesaria para una sólida democracia republicana como garantía para todos.

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Página 4 EMPRESA Nº183

A su vez los empresarios debemos exigir a los políticos la competencia honesta y trans-parente propia de una sociedad pluralista. En ese contexto debemos apoyar a quienes representen nuestros legítimos intereses, como ser, la defensa de la libre iniciativa; reglas de juego claras, previsibles, estables y transparentes; la construcción de un Estado que genere confianza, fuerte, eficiente y efectivo en sus funciones esenciales; una Justicia in-dependiente; seguridad física y jurídica; mantenimiento de la paz interior y logro de un bienestar general. Sólo así podemos invertir con tasas de retorno más razonables para la población porque enfrentaremos el riesgo empresarial, pero no la incertidumbre, fruto de la inseguridad. De esta forma podrá generarse en el país confianza y un buen clima de negocios.

Como empresarios somos concientes que dependemos del bienestar general para invertir y prosperar en nuestros legítimos negocios. No podemos hacerlo de manera sostenible con pobreza, exclusión social, e indigencia generalizadas ya que no encontraremos el marco propicio ni nuestra seguridad física bajo estas condiciones. Nuestros legítimos intereses y nuestro testimonio cristiano requieren además un valiente compromiso, unido al liderazgo empresarial y social, para poder exigir de los candidatos, como correlato también, un fuerte compromiso y liderazgo político.

CUATRO SON LOS PILARES BÁSICOS PARA LA RECONSTRUCCIÓN DE NUESTRA PATRIA:

Primero, una profunda transformación moral que enfrente la patológica tendencia generali-zada y autodestructiva de la sociedad argentina, exteriorizada desde hace ya largo tiempo en una falta de respeto por sí misma, según afirma el prestigioso sociólogo José Enrique Miguens citando las palabras que pronunciara Karl Deutsch en 1971, en la Universidad de Harvard.

Miguens considera necesario que rescatemos nuestra identidad (sin idolización de lo pro-pio) y que “dejemos de apoyar a los sepultureros de nuestra historia, de nuestros próce-res, de nuestras tradiciones, de nuestro pueblo y de nuestra Patria; a los demoledores de nuestra sociedad, que la están llevando a su destrucción con nuestra indiferencia...” la cual también ha permitido “un grado intolerable de bajeza moral en nuestros hábitos políticos”. No se trata de “reclamos económicos ni ideológicos” sino de exigir “políticamente una transformación moral de nuestro sistema político” (La receta política del Profesor Deutsch, La Nación, 12/3/2007).

Segundo, el fortalecimiento institucional democrático, republicano y federal cuyas deficien-cias son la causa de nuestros peores males y su persistencia, el factor que impide el afianza-miento de nuestras instituciones.

Tercero, inclusión social de todos los argentinos lo que, además de ser una premisa para nuestro desarrollo económico, es una exigencia de Justicia.

Cuarto, una gestión efectiva y eficiente del Estado, lo cual requiere a su vez y necesaria-mente el fortalecimiento institucional democrático, republicano y federal,y la reconstruc-ción del Estado.

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E d i t o r i a l

Abril / Mayo 2007 Página 5 Diciembre 2006 / Enero 2007 Página 5

La “voz del empresario” debe hacerse sentir. No podemos darnos el lujo de volver a las elecciones en donde el país se jugaba a cara o cruz y su resultado implicaba el ensalza-miento del caudillismo y sus acólitos, y la descalificación absoluta de quienes piensan dife-rente, mientras continúa la decadencia argentina en el contexto mundial.

Necesitamos cambiar el “espejo”, que ya no puede reflejar ni los años setenta ni los noventa sino la imagen de un futuro nuevo, basado en el consenso sobre los grandes temas, sin excluidos, y en el que todos deberemos ceder algo para que el mañana nos pertenezca a todos.

“Con fe lo imposible soñaral mal combatir sin temortriunfar sobre el miedo invencibleen pie soportar el dolor[...]y la estrella alcanzar” (de El hombre de la Mancha)

Mansos, sí, ¡pero que no nos confundan!

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Página 6 EMPRESA Nº183

R e p o r t a j e s

Rafael Braun

El valor de la esperanza puesta en los valores humanos La capacidad de centrarse en el corazón de las cuestiones empresariales e iluminarlas con una visión humana y trascendente, ha sido un rasgo distintivo de la labor pastoral de Rafael Braun en ACDE. Su aporte enriqueció y actualizó el pensamiento doctrinario de la asociación, invitándonos a un continuo examen de conciencia acerca de la misión como dirigentes de empresa en la propia entidad y en la sociedad en general.

En lo personal, Raffy fue para muchos socios de ACDE un compañero infaltable en el camino de la vida. En épocas de turbulencias o de logros alcanzados siempre mantuvo su generosidad en la escucha, su mirada profunda sobre las cosas y un hablar claro y sin medias tintas que nos invitaba a pensar, a reflexionar y a recogernos en la oración.

Quienes tuvieron y tienen el gusto de conocerlo más en profundidad, descubren en él a un hombre emprendedor, apasionado de su tiempo y de una exquisita ternura.

Su tiempo de siembra ha finalizado en ACDE, y nuevas responsabilidades lo llevarán por otros caminos, pero la cosecha de estos tantos años, sin duda, ha sido fructífera.

Sacerdote de la Arquidiócesis de

Buenos Aires. Licenciado en

Teología (UCA). Doctor en Filosofía

(Universidad de Lovaina, Bélgica).

Rector de la Iglesia y del Centro de

Atención Espiritual de Santa Catalina

de Siena. Su tarea de pastor

en ACDE se inicia en 1987, siendo designado

formalmente como Asesor Doctrinal en

1990. Este año lo sucede en el cargo el Pbro. Alejandro

Llorente.

Page 7: Revista EMPRESA 183

Abril / Mayo 2007 Página 7

R e p o r t a j e s

Vivimos en una economía del

conocimiento donde la brecha es

enorme y lo que es peor aún, los

perdedores no son circunstanciales o

coyunturales como se daba en el pasado.

Estos 20 años de vida pastoral en ACDE han dejado huellas en tu vida sacerdotal y humana...

Braun: - Mi inicio en ACDE se remonta a la visita de Juan Pablo ii a la Argentina, en 1987, y su memorable mensaje a los empresarios en el Luna Park.

La experiencia a lo largo de estos años fue riquísima por acompañar a dirigentes de empresa, la institución que caracteriza a la sociedad contemporánea. Ellos son, sin duda, los actores privilegiados de este tiempo.

No ha sido fácil para un sacerdote estar públicamente en la asesoría de un mundo empresario cuando en la propia Iglesia hubo y hay una desconfianza enorme hacia este sector. Los empresarios, que son la clave de la vida social, habitualmente no son convocados en la pastoral social para reflexionar y participar. En este sentido podría hablar de una cierta experiencia de soledad en este camino recorrido.

- Justamente, una de tus primeras reflexio-nes en ACDE hizo foco en la persona del empresario

- Reivindicaba el valor del empresario, en ese tiempo percibido con un alto grado de desprestigio. Pero hay una realidad incon-trastable: no puede haber una economía libre sin empresarios, más allá de que natu-ralmente sean personas imperfectas como somos todos.

Desde el punto de vista sacerdotal y hu-mano fue una vivencia enriquecedora frecuentar hombres capaces y comprome-tidos, y entablar amistad con muchos de ellos a lo largo del tiempo. Me gustaría subrayar un dato más que interesante que pude comprobar en estos veinte años: el ejemplo de ACDE para renovar a su Presi-

dente, centrándose siempre en una franja de edad que va de los 40 a los 50 años. Este no es un hecho menor si entendemos que los vertiginosos cambios del mundo ameritan la presen-cia de una persona con la capacidad para asimilarlos con naturalidad, y sin que se constituyan en un obstáculo para esa mirada a largo plazo, que ha lle-vado a esa capacidad de anticipación tan característica de la asociación a lo largo de su historia.

Este recambio generacional debía también acompañarse, luego de estos años, por la renovación de la figura de su asesor doc-trinal.

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Página 8 EMPRESA Nº183

R e p o r t a j e s

¿Cuáles han sido las principales problemáti-cas que el dirigente de empresa ha viven-ciado en este tiempo?

- Claramente la historia reciente del hom-bre de empresa y de la sociedad argentina quedó encuadrada en dos crisis profundí-simas: la hiperinflación de 1989 -recuerdo

que solo en el mes de julio de ese año hubo 200% de inflación, y tres veces por días se remarcaban los precios- y la crisis de 2001/2002.

Estos dos momentos que vivió el país dieron origen a tres grandes problemáti-cas:

-¿… Raffy no va a venir más a ACDE?-No, ahora se va a dedicar a Santa Catalina.-Eso es lo que él se cree…

Éstas eran algunas de las bromas que le decían al padre Braun en su despedida.

Son muchos años de recibir periódicamente sus charlas profundas, certeras, siempre mirando hacia adelante, obligándonos a pensar. Ese pensar, dete-nerse, tan poco común en nuestra tarea diaria, en la que somos como esos cowboys que disparan rápido de la cintura para sobrevivir. Muchas veces recibíamos de él una visión del deber ser de nuestro cristianismo, recordándonos el compromiso asumi-do al entrar en ACDE, remarcando la importancia de la “C”, que da esa identidad distintiva a nuestra asociación empresarial.

Quiero destacar algunos aspectos personales que van más allá de su reconocida capacidad como Asesor Doctrinal. Siempre me asombraron su hu-mildad y disposición para el diálogo respetando a sus interlocutores, independientemente de su opi-nión. Raffy escucha atentamente a quien habla con él, y en ningún momento el interlocutor siente que sus comentarios no son tomados en cuenta. En mi caso, muchas veces me he dado cuenta de esto, recibiendo a mis preguntas siempre respuestas muy humildes, empezando con “yo creo…” o “me parece que…”

Los que tuvimos la suerte de asistir a los retiros de matrimonios de ACDE a los que Raffy les dio una

forma tan original, siempre recordaremos esos en-cuentros como un oasis que nos permitía cargar las baterías y compartir vida. Y como algunos recuerdan las payadas que dije al final de ellos, aquí va esta cortita:

El padre Raffy se alejaHabiendo mucho aportadoA nosotros socios de ACDEDejándonos apenados

Él seguirá abriendo surcosPues la labor no terminaPara todos los que vayanAllá a Santa Catalina

Queremos agradecertePor poner tanta pasiónNos ayudaste a formarnosY a romper el cascarón.

Mariano BravoVicepresidente de ACDE (1990-1993)

SU HUMILDAD Y DISPOSICIÓN PARA EL DIÁLOGO

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R e p o r t a j e s

• La inflación y la hiperinflación, que de-rivaron en la escalada de precios y luego en la convertibilidad;

• La cada vez peor distribución del ingre-so, es decir, la desigualdad; y

• La aparición de una desocupación es-tructural inédita en la Argentina, en la que se incluye la pérdida de la seguridad del empleo jerárquico.

A estas problemáticas se suma una cuarta, que es una llegada demorada al proceso de globalización y a introducir en la vida em-presaria todas las reformas que ocurrieron -sobre todo en la década de los setenta– en otros países.

ACDE vivió este tiempo, consolidando un cambio profundo como entidad, que fue dejar de ser un “club de amigos” para constituirse en una ONG de eje-cutivos.

Un proceso vivido en el contexto de un mundo globalizado y transformador de paradigmas…

- Diría que con la preeminencia de un pa-radigma que viene de los Estados Unidos, que ha sido muy negativo para la cultura organizacional. “Si no sos el número uno no sos nadie”, es la práctica de guerra que se plantea tanto entre las empresas como dentro de la organización.

Esta manera de pensar y de actuar, en vez de fomentar la colaboración, promueve una competencia feroz. Lo que no se tiene en cuenta es que en una competencia los que ganan constituyen solo el 10, el 5 o el 3% de los que participan.

- El símbolo de lo nuevo es el récord…

- Ciertamente. Pero ¿qué significa ser el primero, el segundo o el tercero? Nada, simplemente que puede acceder a un bonus más abultado y ganar más plata. Pero la vida no es solo la obtención de dinero. En definitiva, esta visión de un mundo solidario está siendo re-emplazada por un mundo no solidario, competitivo, que no se complementa sino que se articula en base a guerras comerciales. La realidad nos indica que

Raffy acompañó de manera muy especial

al fortalecimiento de los grupos de jóvenes

de ACDE.

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Página 10 EMPRESA Nº183

R e p o r t a j e s

del mismo modo que aumenta la riqueza lo hace la desigualdad, pero no sólo en los ingresos sino también la desigualdad en el trato.

- Sumado a esto un proceso de globali-zación financiera, que despersonaliza el control de las empresas

- La globalización financiera refleja un proceso de capitalización por parte de fon-dos de inversión, que no tienen dueño, y que compran todas las empresas y grandes emprendimientos por 50, 60 u 80 mil mi-llones de dólares.

Ni el Estado nacional ni autoridad mundial alguna pueden controlar este proceso. La realidad es que la persona se desayuna al leer el diario o al llegar a la empresa con que la compañía en la que trabajaba se vendió y pertenece a un fondo sin nombre. Y en un marco de menor transparencia no puede acceder a los detalles de la compra o la venta, al tiempo que la empresa estará en poder del Fondo o a los lineamientos de una nueva gestión. Todo esto conforma un cuadro de verdadera irresponsabilidad, en el sentido de que nadie responde por nada.

¿Cómo impacta este proceso en las relacio-nes laborales?

- De manera tremenda, pues se ha perdi-do en las organizaciones el contrato de confianza recíproca entre empleador y empleado.

Veníamos del ejercicio de una conduc-ta más bien europea donde, desde una formación cultural humanista, el de-sarrollo profesional se vinculaba a una historia de vida y de crecimiento en la misma empresa. Con la reforma de los años ochenta en Estados Unidos y los años noventa en nuestro país, y con

UN ASESOR Y COMPAÑERO DE LOS HOMBRES DE EMPRESA

Haciendo memoria, no puedo de-jar de referirme a la inquietud del querido Padre Moledo que, como Uds. Saben, era el Asesor Doctrinal de ACDE desde su fundación, más de 30 años atrás, por encontrar a su sucesor, lo cual habla de su visión y generosidad.

Recuerdo que fuimos con el Padre Moledo, G. Gotelli y A. Monterroso a verlo a Raffy a su casa y nos sorprendió que no sólo tenía una computadora sino que además, la usaba.... mu-chos de nosotros hace 20 años no teníamos una computadora y menos aún la usábamos. Esto fue solamente una muestra de la visión moderna y global de Raffy para enfocar los temas y usar una herramienta como la computadora que era poco frecuente en esa época.

Raffy aceptó “probar” un tiempo cómo se sentía en ACDE. Junto con el Padre Moledo asistieron a distintas reuniones y encuentros. A mediados de 1988, luego de la muerte del Padre Moledo, asume Raffy Braun y ya pasaron cerca de 20 años.

Además de la mencionada visión globalizadora y moderna acerca de los temas que nos preocupan en ACDE, Raffy supo y sabe sacar de los empresarios lo mejor de nosotros, ayudándo-nos a comprender nuestro rol, enriqueciéndolo con su amistad y actuando como un verdadero asesor.

En épocas de crisis muy serias nos acompañó y contuvo, sin invadirnos jamás, pero iluminándonos en la toma de decisiones cruciales.

Sumamente riguroso con él mismo, prepara sus temas con precisión (en tiempo y forma).

Haberlo conocido y haber convivido con él tantos años, ha sido y es un lujo y una bendición. En nombre de todos noso-tros, gracias Raffy por tu acompañamiento y amistad.”

Luis M. BameuleEx presidente de ACDE 1987-1990

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R e p o r t a j e s

el auge de un pensamiento “práctico”, la gente que había trabajado toda su vida en una misma organización quedaba a los 45 ó 50 años fuera del sistema laboral.

Hoy la permanencia en un lu-gar de trabajo promedia los dos o tres años. Ya no hay relacio-nes de confianza porque nadie sabe si el que ingresa viene a interiorizarse de los secretos de la compañía para luego copiar-los o venderlos.

Volviendo al tema de la des-igualdad, y de los ganadores y perdedores, ¿qué respuesta po-demos encontrar frente a una brecha que parece insalvable?

- Vivimos en una economía del conoci-miento donde la brecha es enorme y lo que es peor aún, los perdedores no son circunstanciales o coyunturales como se daba en el pasado. En la mano de obra nos identificamos todos los seres humanos, en el cerebro de obra no. La cultura cobra cada vez más un papel mayor y esta proble-mática aún no tiene una respuesta clara de resolución.

Hace un tiempo, relacionado con los re-cursos naturales, el paradigma del hombre rico era David Rockefeller; en épocas de la industria, el más representativo fue Henry Ford; hoy en día, en la era de los servicios digitales, el paradigma del hombre rico es Bill Gates, o Carlos Slim ¿Qué puede te-ner como inversión de capital, Bill Gates? Nada. Un capital circulante que son las personas.

Hoy en día la mano de obra intensiva no sirve para la economía. Y estos cambios estructurales en los procesos y relaciones

de producción no tienen aún una res-puesta.

¿Qué diferencia se advierte entre el camino de santidad que propone la vida cristiana y el de excelencia en el mundo empresario, planteada en esta actual concepción com-petitiva?

- Excelencia empresaria significa ser el mejor en todos lados, e implica un actitud comparativa constante. La santidad no es comparativa, no hay un santo más santo que el otro. Es ejemplaridad de vida, es servicio; no poder.

Esta cultura empresaria basada en la com-petencia, no en la colaboración, es una cultura de por sí sumamente conflictiva. Ninguna empresa, ningún producto o ser-vicio, ningún dirigente, tiene asegurado el futuro para siempre. Porque hay una com-petencia permanente de otras empresas, de otros productos, de otros servicios y de otros dirigentes, que aspiran a ocupar el lugar que nosotros ocupamos. Por lo tanto,

La apertura al diálogo y su generosidad

en la escucha marcaron su vida de pastor en la Asociación.

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Página 12 EMPRESA Nº183

R e p o r t a j e s

la esperanza tiene que estar puesta en va-lores humanos que trasciendan los valores económicos.

Y aquí cobra valor la presencia de ACDE…

- El crecimiento de la asociación es en gran medida reflejo del hambre de im-plementar las prácticas empresariales a la luz de los valores, orientados a la búsqueda de una cultura del bien y la verdad.

ACDE es hoy una catacumba cultural. No tiene ningún poder más que la especifici-dad de su mensaje y la capacidad de con-vocatoria a toda la sociedad. ACDE pasó a ser fermento en la masa. Y ha conservado su identidad.

A través de un mensaje dirigido a la acción en la propia organización empresaria...

- Las buenas obras de un dirigente de em-presa no son principalmente las que realiza en sus tiempos libres donando su tiempo o dinero, sino las vinculadas con su voca-ción empresaria.

Lo cristiano es poder ejercer prácticas empresariales dentro de la organización. Por eso desde ACDE se crearon los programas del Prodiem y Em-presa y Valores, con el objetivo de relacionar estas prácticas con el ejercicio cotidiano de las virtudes.

Raffy, finalmente, ¿qué le dirías a un nuevo socio que se acerca a ACDE?

- Que la espiritualidad cristia-na no es una cuestión estética de sentimientos espirituales, es una vocación simple, para personas simples pero fuertes,

dispuestas a ser testigos de la Palabra.

Que una buena espiritualidad se asemeja más a la imagen de un árbol que tiene tronco sólido y raíces profundas, pero que cuanto más alto suben sus ramas, más flexible es. Por eso la verdad y los principios cristianos no son cosas mono-líticas, cerradas de una vez para siempre. Es necesario tener esa inteligencia de la fe para saber qué es lo esencial y qué es lo accidental.

Que como cristianos tenemos que cre-cer para poder convivir con el trigo y la cizaña sin contagiarnos, pero sin recluir-nos temerosos del pecado presente en la sociedad.

Finalmente, que los cristianos y hombres de empresa no alumbran el mundo por las palabras sino por las buenas obras. Pues bien, que Cristo los ilumine y que sus buenas obras iluminen a nuestros hermanos.

Eduardo Otsubo

Su invitación a pensar y a ser “testigos de

nuestro tiempo” fue una constante en sus

reflexiones ante los hombres de empresa.

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Abril / Mayo 2007 Página 13

E m p r e s a

Horacio Meléndez

La organización modular

“El concepto de empresa extendida –prolongación real de los límites físicos de las compañías– es el resultante de la concepción del diseño modular de las organizaciones.

Capturar esta idea es comprender que la sinergia de valor a alcanzar por medio de alianzas y asociaciones es la clave del éxito de una red, por ser el mecanismo que

permite alcanzar escala y alcance en forma eficiente y abrumadora”, señala Meléndez.

Para el autor, en el contexto de un mundo globalizado, la flexibilidad de las redes permite una adaptación mucho más veloz y apropiada a empresas tradicionalmente

rígidas y lentas. Hecho novedoso que permite superar la limitación indicada, alterando el diseño organizacional y la forma de hacer negocios.

Introducción

La aceleración del cambio en un mundo globalizado ha afectado sin duda la vida de las empresas y su relación con el entorno, lo que hace necesario tratar de interpretar las formas en que aquellas responden a la dinámica en las que se ven envueltas. La cooperación entre unidades empresariales de diferente magnitud es evidente, sin embargo, para la gerencia es un desafío novedoso y sin muchos precedentes en la historia de los negocios.

Las formas frecuentes de cooperación son: a) la tercerización de etapas productivas (outsourcing), b) la incorporación de ter-ceros dentro de las propias etapas produc-tivas internas (insourcing), c) el desarrollo de tercerización fuera de los países de origen (offshoring) y d) las alianzas que no son producto de las formas señaladas en los puntos anteriores. Estos modos de co-laboración han cambiado el paisaje en la actividad diaria de las empresas.

Para abastecer estas nuevas vías de orga-nización económica, surge la figura de las empresas nucleadas en redes, que plantean la necesidad de estructuras modulares de diseño organizacional.

Licenciado en Administración de Empresas, Contador Público y Doctor en Administración (UCA). Strategy for the Americas Program. Sloan School of Management. MIT. Director del Doctorado en Administración y del MBA – UCA.

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Página 14 EMPRESA Nº183

E m p r e s a

Las razones de estas verdaderas arquitec-turas modulares se originan en la nece-sidad de la disminución de costos, tanto de capital como de mano de obra, por un lado, como las exigencias por otro lado, de mayor variedad de productos finales, casi a medida, para satisfacer las necesidades cambiantes y emergentes de los consumi-dores.

En definitiva, a estas razones, subyacen el manejo de la complejidad y la búsqueda de un adecuado nivel de competitividad por parte de las empresas.

La arquitectura modular y la deconstrucción de las cadenas de valor

La arquitectura modular con la que se di-seña una organización muestra las formas que toma estructuralmente una empresa por la incorporación de terceros, o bienes de terceros, en distintas etapas de su cade-na de valor.

A partir del entendimiento de: a) la dife-rencia entre precio y valor1, b) la necesi-dad de equilibrar la adaptabilidad al medio en función de una tasa de cambio interno que sea al menos igual a la tasa de cambio del entorno externo, c) la mecánica de los costos de transacción, y d) la cooperación como elemento esencial para la mejora del valor final entregado por el conjunto en diferentes niveles de las redes, pode-mos comenzar a comprender la lógica de la deconstrucción y reconstrucción de las cadenas de valor sobre la que se asienta la arquitectura modular.

Originalmente la idea de la empresa en red aparece como opuesta a la vieja fór-mula de la empresa piramidal, jerárquica e integrada verticalmente. En efecto, los ci-clos transformadores, corriente arriba o co-

rriente abajo de una industria, reconocen históricamente una jerarquía procesal dada por la parte de la cadena transformadora más lenta e irreemplazable en el flujo de las cadenas productivas, que con las redes pierde importancia.

A partir de la relación creciente entre las empresas, se comienza a inferir con cierta nitidez que estas tendrán que jugar uno de dos roles en el entramado de sus co-nexiones: integradoras o especialistas. Los dos tipos de organizaciones forman parte de una red coordinada por el integrador, que compite contra otras redes coordina-das de la misma forma.

El integrador puede basar su ventaja en el gran poder de distribución, una gran base de clientes, patentes o la escala; el espe-cialista, en cambio, en sus habilidades y el costo. A escala global, la competencia entre redes se puede definir como la com-petencia entre constelaciones.2

Los especialistas juegan en diferentes redes al mismo tiempo, y ellos eligen sobre cual pondrán más esfuerzo, afiliación o compro-miso. El integrador deberá decidir como configurar una matriz de relaciones, de acuerdo con un programa preestablecido de alianzas y compromisos, que le permita competir a través de fuentes de ventaja competitivas sustentables en el tiempo. Esta forma de separación en unidades pro-veedoras de bienes y servicios de las cade-nas de transformación productiva, para su reconstrucción selectiva y variable, puede denominarse como el proceso de decons-trucción de las cadenas de valor.

El proceso de deconstrucción opera desde la lógica económica de los eslabones sucesivos o etapas integrantes de las cadenas de valor. Esta lógica señala que las actividades trans-formadoras en algún punto se convierten en actividades autónomas y separables3.

1. Debe entenderse en nuestro discurso que en una transacción precio es lo que se paga, valor lo que se recibe. De donde surge que el concepto de precio es objetivo y general, mientras que el de valor es subjetivo e individual.

2. Gomes Caseres, Ben-jamín. Competing in Alli-ances Constellations. Sixth International Conference on International Management. Carnegie-Bosch Institute, Carnegie Mellon Univer-sity. October 2-4, 2003.

3. La separación de las diferentes etapas o eslabones es posible cuando los conjun-tos de procesos contenidos en una etapa se segregan teniendo en cuenta las etapas anteriores y posteriores, res-petando los inputs y outputs de las mismas. La idea es no cortar una etapa de la cadena en forma parcial sino en forma integral.

4. Ver Hax, Arnoldo y Wilde II, Dean. The Delta Project. Palgrave. 2001. N.Y.

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E m p r e s a

La separación de las actividades en etapas independientes permite la construcción de nuevas cadenas, que a su vez serán de-construidas y reconstruidas, una y otra vez, en función de las necesidades de valor a entregar.

Debe destacarse que para un cliente la cuestión modular o de deconstrucción no es una percepción de importancia, él captura el producto o servicio (offerings) al final de la cadena como valor único. No es relevante para un cliente, ni siquiera le preocupa saber si los pistones de un auto fueron armados dentro o fuera de la empresa automotriz. Esta es la razón por la que el integrador juega dos juegos, al mismo tiempo, que deben ser tenidos en cuenta. El primer juego se relaciona con la captura de clientes objetivos, realizando una correcta política de customer targeting y generando fuertes lazos con aquellos (bonding)4.

El otro juego es la selección de los espe-cialistas por parte del integrador. Debe

tenerse en cuenta que existen ciertas restricciones que operan a favor o en contra de los especialistas. La primera de ellas es la jerarquía del servicio o producto que prestan dentro del proceso transformador o la prioridad que tienen estos en las preferencias del cliente. Por otro lado funcionan, influyendo en el proceso de selección, el principio de escasez de opciones, la cantidad de oferentes con la misma calidad, y la dis-ponibilidad geográfica. La suma de estos factores genera diferentes grados de ca-pacidad negociadora entre el integrador y los miembros de la red.

Al mismo tiempo obliga al integrador a diseñar y desarrollar un portfolio de incen-tivos de diferente orden para ser utilizados dentro de cada proceso negociador, rubro de prestación o espacio geográfico. Debe quedar claro que la mezcla de incentivos no es constante ni guarda la misma efi-ciencia, ambos términos de la ecuación surgen naturalmente de cada proceso ne-gociador.

La flexibilidad de las redes permite

una adaptación mucho más veloz y

apropiada a empresas tradicionalmente rígidas y

lentas. Hecho novedoso que permite superar

la limitación indicada, alterando el diseño

organizacional y la forma de hacer

negocios.

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Página 16 EMPRESA Nº183

Aspectos a considerar como consecuencias de la arquitectura modular

1. Red de valorEl concepto de empresa extendi-da –prolongación real de los lími-tes físicos de las compañías– es el resultante de la concepción del diseño modular de las organizaciones. Capturar esta idea es comprender que la sinergia de va-lor a alcanzar por medio de alianzas y asociaciones es la clave del éxito de una red, por ser el mecanismo que permite alcanzar escala y alcance en forma eficiente y abrumadora.

La extensión del alcance de una

empresa le permite diseñar modelos de negocio con mayor capacidad para la ge-neración de valor. La participación de la compañía en un conjunto amplio de re-laciones configura una verdadera de red de valor, que permite una mayor oferta de valor para el cliente y la posibilidad cierta de apropiación de éste para los ac-cionistas.

2. GobernabilidadLas redes, como cualquier otro tipo de relación entre organizaciones, necesita de un marco institucional adecuado que: a) minimice los costos de transacción evitando el oportunismo generador de

incertidumbre, b) asegure el cumpli-miento de los contratos y, c) defina en forma correcta los derechos de propie-dad.

Dentro de la relación entre empresas de-ben diferenciarse las reglas y las normas. Las reglas son más estrictas y formales, aparecen codificadas a través de conve-nios y contratos. Las normas, en cambio, tienen que ver con la convivencia natural que se da por la interacción frecuente, construyéndose en el tiempo, además, como resultado del aprendizaje de com-portamientos pasados.

El diseño de normas y reglas, y su acep-tación, es lo que dota a aquella relación de un marco institucional determinado, operando al mismo tiempo como reglas de juego para los participantes. Lo que debe discutirse es quién fija las reglas y cómo se las hace cumplir. El poder sancionatorio es relativo, el acatamiento de éste para cualquier miembro dependerá de factores tales como su importancia en el ciclo transformador, tamaño de la empresa, de-pendencia de los otros miembros, impor-tancia estratégica, entre otros.

En este contexto, las instituciones –de acuerdo con la definición de Douglass North,entendidas como reglas del juego o restricciones que regulan la conviven-cia social– aparecen como los incentivos naturales que permiten la eficiencia en la asignación de recursos en una economía en la cual se desenvuelven y prosperan las organizaciones.

Desde otro ángulo, las instituciones –si-guiendo a O. Williamson5, consideradas como mecanismos de gobierno– aportan la estabilidad y el rumbo necesario para que las redes operen como mecanismos reguladores intermedios entre las estruc-turas y el libre mercado.

La construcción de redes de

cooperación plantea, en la actualidad,

verdaderos dilemas en las economías

de los países centrales, en los que,

a partir de la subcontratación y

tercerización, se desarrollan verdaderas

discusiones respecto de la pérdida de

puestos de trabajo frente a compañías

instaladas en países emergentes, con

costo de capital y mano de obra

sustancialmente inferiores.

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Se puede apreciar el acento puesto en el enfoque institucional. En efecto, no es una cuestión accidental, menos aún trivial, considerar el marco de las instituciones y las formas de gobernancia organizacional determinantes en el juego de las relacio-nes entre empresas. En defi nitiva éstas, como las demás organizaciones sociales, incluyendo los gobiernos, pujan por la apropiación de los recursos comunitarios; por ello es necesaria la enunciación y con-validación de reglas del juego claras y de cumplimiento estricto por todos los actores sociales.

3- Los costos de transacciónLas organizaciones vistas como estructu-ras de gobierno, siguiendo a Williamson, son jerarquías que reemplazan al mer-cado –bajo ciertas condiciones6- como reguladoras de las relaciones contrac-tuales. Las redes encuentran un espacio intermedio entre el mercado y dichas jerarquías, denominados híbridos por el autor. Para Williamson las jerarquías son la continuación de las relaciones de mercado por otros medios, parafraseando a Clausewitz en su famosa fórmula: La guerra es la continuación de la política por otros medios. 7

A medida que los costos de transacción de un sistema económico bajan, las ventajas de las empresas de integrarse verticalmente disminuyen. Los costos de transacción funcionan de forma tal, que cuando el costo de producción de un bien es al menos igual que el costo de adquisición en el mercado, es acon-sejable optar por esta última alternativa, salvo que razones estratégicas indiquen lo contrario.

Las redes son instrumentos idóneos fren-te a costos de transacción razonables. Bajos costos de transacción muestran mayor seguridad en el cumplimiento de los contratos y el respeto por las reglas establecidas, condiciones que facilitan la integración, el desarrollo y el gobierno de las redes.

Conclusiones

La posibilidad de construir verdaderas redes de valor permite a empresas de posi-ción dominante serlo aún más. Las fuentes de su dominancia –base de clientes, tecno-logía, manejo de proveedores u otras– se exacerban por el diseño de estructuras

5. North, Douglass. Institu-tions. Journal of Economic Perspectives. Volume 5, Number 1.Winter 1991.

6. Williamson, Oliver. Comparative Economic Organization: The analysis of discrete structural alterna-tives. Administrative Sci-ence Quarterly. 36. 1991. pag 269-296

7. Ver además a William-son, Oliver. Mechanisms of Governance. Oxford University Press. 1996

8. Textual op.cit en 6: “ In parallel with von Clausewitz views on war. I maintain that hierarchy is not merely a contractual act but is also a contractual instrument, a continuation of market rela-tions by other means.”

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modulares que le suman flexibilidad y va-riedad.

La flexibilidad de las redes permite una adaptación mucho más veloz y apropiada a empresas tradicionalmente rígidas y lentas. Hecho novedoso que permite superar la li-mitación indicada, alterando el diseño or-ganizacional y la forma de hacer negocios.

La baja de los costos de transacción en la economía promueve la conformación de estructuras horizontales y de subcontrata-ción, en sentido opuesto a la tradición de integración vertical. Para facilitar la im-plementación y el desarrollo de políticas de integración competitiva, se observa que las grandes unidades empresariales han comenzado actividades de capacitación a terceras empresas para asegurar calidad y costo, aún incluyendo transferencia de tecnologías no estratégicas.

Una consecuencia interesante de estos movimientos es el cambio del origen de la

innovación en procesos y productos, en los que el tercero adquiere relevancia.

Desde el punto de vista socio-político la construcción de redes de cooperación plantea, en la actualidad, verdaderos di-lemas en las economías de los países cen-trales, en los que, a partir de la subcontra-tación y tercerización, se desarrollan ver-daderas discusiones respecto de la pérdida de puestos de trabajo frente a compañías instaladas en países emergentes, con costo de capital y mano de obra sustancialmente inferiores.

Hasta el momento la situación no es de alarma, la mayoría de las subcontra-taciones se realizan entre empresas de igual nacionalidad; las empresas de países emergentes todavía no han alcanzado la calidad y eficiencia requeridas. Sin em-bargo las previsiones para los próximos quince años muestran caídas preocupan-tes del uso de mano de obra local en los países señalados8.

9. Berger Suzanne and the MIT Industrial Perfor-mance Center, How we Compete. Doubleday. 2006.USA.

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Bajos costos de transacción muestran

mayor seguridad en el cumplimiento de los

contratos y el respeto por las reglas establecidas,

condiciones que facilitan la integración, el desarrollo y el gobierno de las redes.

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La crisis del principio de autoridad“Si somos capaces de recomponer el principio de autoridad desde sus raíces morales, habrá República para mucho tiempo en la Argentina. Habrá convivencia en paz. Y habrá -de cara a la celebración del Bicentenario- un país en marcha hacia la recuperación de los ideales que presidieron, hace casi dos siglos, su nacimiento a la vida independiente”.

Nos es común en la revista EMPRESA reproducir el editorial publicado por un medio de comunicación, en este caso un diario de la capital, pero en razón de su contenido -que se corresponde con el aporte al debate que ACDE promulga y promueve con vistas al desarrollo de una visión para la Argentina- decidimos su reproducción.

“La crisis del principio de autoridad”, La Nación, 2/04/2007, Editorial. El presente artículo ha sido subtitulado.

El principio de autoridad genuina está hoy, en la Argentina, debilitado. Está en crisis, en primer lugar, la autoridad de la ley, que en un régimen institucional republicano es, sin lu-gar a dudas, la más importante de todas. Allí donde la ley no es respetada, los derechos de los ciudadanos no están debidamente garantizados y la convivencia pacífica, valor supremo de toda sociedad organizada, se en-cuentra permanentemente en riesgo.

La autoridad de la ley es desconocida por una razón a la vez simple y grave: falta en el país la voluntad de cumplirla y de hacerla cumplir. Estamos en falta los ciudadanos, que no nos preocupamos por respetar las normas de derecho vigentes. Y está en falta el Estado, que no se preocupa por asegurar la primacía del orden legal. La anomia -es decir, la ausencia de disposiciones jurídicas con efectiva vigencia- es una de las enferme-dades más devastadoras que puede sufrir una sociedad. La Argentina padece esa enferme-dad y nada indica que estemos en camino de empezar a combatir ese inquietante mal.

No sólo está debilitada la autoridad de la ley. Está en crisis también la autoridad de los poderes públicos, que se enfrentan

unos con otros, y vulneran y avasallan sus respectivas esferas de competencia. Por un lado, se reiteran violaciones del principio que garantiza la independencia del Poder Judicial, provenientes casi siempre de los responsables del poder político. Por el otro, existe también un permanente desco-nocimiento de la autoridad del Poder Le-gislativo, debido a que el Poder Ejecutivo no cesa en sus desembozados avances sobre aquellas esferas de responsabilidad que la Constitución nacional consideró exclusi-vas del Congreso de la Nación.

Está en crisis, asimismo, la propia majestad de los órganos de la rama ejecutiva para fi-jar los límites de la protesta social median-te el ejercicio responsable y ponderado del poder de policía. Como consecuencia de esto último, la autoridad policial care-ce hoy del poder necesario para impedir que la calle sea ocupada por los grupos que salen a manifestar su descontento y a peticionar y presionar a las autoridades. Ninguna instancia institucional se siente hoy con fuerza para poner un límite a los desbordes y afectación de los derechos del resto de los ciudadanos con que piqueteros y manifestantes acompañan sus reclamos.

Diario La Nación

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Desde luego, está en crisis también, por descontado, la capacidad de las estructuras policiales para reprimir el delito y para ofrecer a la población niveles mínimos de protección ante los embates de una ola de criminalidad cada día más agresiva y per-versa. Esto se patentiza y se evidencia con la sola observación de la realidad cotidia-na y con la lectura atenta de las crónicas policiales de los medios de comunicación. Desde esta columna editorial hemos recla-mado muchas veces del poder público el restablecimiento de la seguridad individual y colectiva en los ámbitos urbanos y rura-les de todo el territorio nacional.

La falta de acatamiento de las normas de tránsito -y su principal consecuencia: el elevado índice de mortalidad que se re-gistra en las rutas y en las calles- debe ser mencionada también como un ejemplo contundente y concreto de la situación que estamos atravesando los argentinos.

El principio de autoridad y la acumulación del poder

La superposición de la crisis del principio de autoridad con la tendencia de la adminis-tración a la acumulación de poder -simulta-neidad, en verdad, paradójica- constituye un fenómeno que puede ser atribuido a diferen-tes motivaciones históricas y sociales. Acaso el Estado esté pagando las consecuencias de los dilatados períodos de autoritarismo político que sufrió la Nación. La destrucción de los controles establecidos para garantizar la transparencia del sistema de gobierno republicano determinó -de 1930 en adelan-te- que las Fuerzas Armadas se incorporaran de hecho al sistema institucional argentino, mediante la virtual institucionalización de los golpes de Estado. En múltiples oportuni-dades -en 1930, en 1943, en 1955, en 1962 y en 1966-, las instituciones armadas se adueñaron del poder político, consolidando

la supremacía de las vías de hecho por encima de los prin-cipios que consagra-ban la legalidad y el orden democrático. En más de un caso, por cierto, la suble-vación militar fue una respuesta a no-torias desviaciones previas del sistema institucional impe-rante. Tal fue el caso de la revolución de 1955, que derrocó -como es sabido- a un gobierno perso-nalista y dictatorial. Pero, por un camino u otro, la autoridad del sistema se vio irreparablemente mellada.

Hacia la década del 70, la irrupción del terrorismo subversivo en la escena nacional determinó que la sociedad argentina se vie-ra sometida trágicamente al fuego cruzado de una sangrienta ofensiva criminal, con apoyo en los polos opuestos del extremismo ideológico. El desenlace a que condujo esa explosión de violencia es conocido: el go-bierno militar instalado en 1976 llevó a un período de nuevas violencias y nuevos abu-sos. Como resultado de todo ese descontrol, se precipitó a la Nación en una guerra irra-cional en el Atlántico Sur, con las conse-cuencias que todos conocemos, sin olvidar que a fines de 1978 estuvimos al borde de un enfrentamiento bélico con Chile.

Ese largo proceso causó sensibles daños en la estructura moral argentina. Y de-terminó que una propaganda insidiosa, maliciosamente impulsada desde sectores ideológicos extremos, provocara un cre-

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Hay que dejar de buscar culpables

históricos o institucionales. El principio

de autoridad debe retornar de la

mano de la reconciliación, de la

superación de los enconos del pasado,

del encuentro de cada argentino con

su propia esencia y con sus mejores

tradiciones históricas. Necesitamos

volver a ser un país que cree en sus

propios valores y confía en su propia

capacidad de recuperación.

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Página 26 EMPRESA Nº183

ciente descrédito del concepto mismo de la autoridad y de todo poder institucional, incluido no sólo el de las órbitas militares y policiales, sino también el de las esferas de la vida civil. Es probable que en la base del fenómeno que condujo al deterioro del principio de autoridad hayan gravitado factores psicosociales de profunda inciden-cia, estimulados con insidia desde sectores políticos interesados.

La tarea de reconstruir la autoridad

No es fácil reconstruir las estructuras de la autoridad pública allí donde se han desinte-grado. La autoridad -ya se sabe- tiene siem-pre una base de sustentación que toca las fibras espirituales de una sociedad. El poder de las instituciones reposa, básicamente, en su ascendiente moral. En la base del respeto que sus integrantes inspiran hay siempre un sedimento vinculado con la esfera de las relaciones psicológicas y morales.

Toda reconstrucción institucional comien-za con la recomposición de un prestigio y una autoridad que sobrepasa lo material. Los argentinos tenemos por delante, en ese sentido, una dura tarea. Hay que re-construir la autoridad en el núcleo mismo de la vida familiar. Hoy el sistema de cos-tumbres padece las consecuencias de la falta de autoridad en los grupos familiares. Y no es que la autoridad tradicional de los padres haya sido reemplazada en todos los casos por el diálogo que acerca y dig-nifica a todas las partes. En muchos casos, lo que se advierte es el avance de nuevas formas de incomunicación y una distancia intergeneracional que nadie sabe cómo se debería acortar.

Hay que reconstruir, asimismo, la autoridad en el campo educativo. Cuando en el aula no existe la disciplina necesaria para que el trabajo conjunto de maestros y discípulos

fructifique y progrese en un ámbito de au-téntica armonía y de fecundo entendimien-to, la educación queda herida en el núcleo mismo de su estructura creativa y se desva-nece su principal fuente de energía moral.

Hay que reconstruir, desde ya, la autoridad de las fuerzas policiales, de modo que la seguridad pública quede garantizada y la lu-cha contra la delincuencia sea librada con el rigor necesario. Que la Argentina vuelva a ser un país confiable y que la presencia policial en las calles vuelva a ser una garan-tía de tranquilidad y protección para todos los habitantes. Que esa misma policía sea capaz de asegurar la paz y la convivencia social en todo el territorio de la Nación y que el espacio público vuelva a estar a total disposición de los ciudadanos, libre de las interferencias que impiden el libre tránsito de las personas o el libre desenvolvimiento de las actividades privadas.

Esas tareas de reconstrucción no están se-paradas unas de otras. Forman parte de un proceso de recomposición integral con el cual deberemos comprometernos todos los argentinos sin excepción. Hay que dejar de buscar culpables históricos o institucio-nales. El principio de autoridad debe retor-nar de la mano de la reconciliación, de la superación de los enconos del pasado, del encuentro de cada argentino con su propia esencia y con sus mejores tradiciones his-tóricas. Necesitamos volver a ser un país que cree en sus propios valores y confía en su propia capacidad de recuperación.

Si somos capaces de recomponer el princi-pio de autoridad desde sus raíces morales, habrá República para mucho tiempo en la Argentina. Habrá convivencia en paz. Y habrá -de cara a la celebración del Bi-centenario- un país en marcha hacia la re-cuperación de los ideales que presidieron, hace casi dos siglos, su nacimiento a la vida independiente.

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La cuestión ética, ante el futuro del Estado

democráticoLos derechos fundamentales de la persona humana, especialmente los más

significativos y decisivos, como son el derecho a la vida, a la libertad religiosa y de conciencia y el Derecho al matrimonio y a la familia, junto con el principio y el valor del

bien común o, lo que es lo mismo, el postulado ético de la solidaridad, se encuentran en profunda crisis tanto en el plano nacional como internacional. Crisis que puede

arrastrar consigo –quiérase o no– la crisis del Estado mismo de Derecho tal como fue surgiendo y consolidándose en la segunda mitad del siglo XX.

Bajo este supuesto, el arzobispo de Madrid apela a reconstituir procesos y cauces de intercomunicación entre los grupos y agentes que crean pensamiento en orden al

reconocimiento, lo más amplio y hondo posible, de los principios éticos y los valores normativos de los que depende la suerte del hombre y de la Humanidad.

Arzobispo de Madrid. Doctor Honoris Causa por la Universidad CEU San Pablo. De la exposición realizada en ocasión de esta distin-ción, que fue publicada por el semanario Alfa y Omega (Junio de 2006).

Haciendo memoria de mi ya lejana dedica-ción universitaria, me pareció oportunoy, en nuestros días urgente, llamar la aten-ción sobre la necesidad de iniciar una re-flexión acerca de la cuestión ética ante el futuro del Estado democrático de Derecho.

La evocación de la Historia

En el capítulo de la historia del Estado y de las teorías políticas que lo han susten-tado en los dos últimos siglos, marcados por la Ilustración, la cuestión del control jurídico del ejercicio de la autoridad públi-ca ha ocupado un lugar sistemáticamente preeminente. La superación efectiva de la idea y de la realidad misma del poder ab-soluto, propio de las monarquías europeas del Antiguo Régimen, había constituido el objetivo por excelencia del pensamiento

y de la acción política de todos los ilustra-dos europeos, antes y después de la gran convulsión histórica representada por la Revolución Francesa.

El instrumento conceptual y teórico-jurídico que se emplea, bien conocido de todos, es el de la teoría de la división de poderes –el legislativo, el ejecutivo y el judicial– y de su mutuo control, expresado en un nuevo ordenamiento constitucional del Estado. El posible significado de la conciencia moral en la forma de asumir y de ejercitar la autoridad, fuese por medio de las leyes, de las decisiones de Gobierno o de la jurisprudencia, quedaría relegado progresivamente a un plano sin re-levancia positivo-jurídica, cuando no negado escéptica y/o irónicamente.

La concepción del poder político se auto-nomiza cada vez más como una categoría

Antonio María Rouco Varela

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Página 28 EMPRESA Nº183

amparada, en el mejor de los casos, por la fuerza sociológica. El respeto a las exi-gencias más básicas y elementales de la justicia, tal como las percibían el sentido común y el instinto ético del pueblo, se creían y se esperaban encontrar salvaguar-dadas a través del primado jurídico de la ley u ordenamiento constitucional, al que habrían de someterse todos los poderes del Estado, y del principio formal de la sobera-nía popular.

No hizo falta lle-gar a las tragedias históricas del constitucionalismo centroeuropeo del primer tercio del siglo xx, del cual es ejemplo excepcio-nal la Constitución de la República de Weimar, para que se llegase a la con-clusión práctica de

que no hay seguridades jurídico-formales suficientes que puedan impedir por sí mis-mas, automáticamente, las transgresiones y las crisis constitucionales.

Ante las inmensas ruinas materiales, espiri-tuales y morales que dejó detrás de sí la Se-gunda Guerra Mundial y su relativo fracaso histórico, desde el punto de vista de la de-rrota total de los totalitarismos políticos –la Unión Soviética los continuaría encarnando dentro de ella misma y en sus Estado-satélites durante cuarenta y cuatro largos y ominosos años, hasta 1989, si bien con intensidad de-creciente–, la pregunta que se alzaba laceran-temente ante la opinión pública mundial, al filo de los años cincuenta del pasado siglo, era cómo salvar y garantizar un orden de justicia en todos los Estados u ordenamientos políti-cos capaz de librar al hombre de la violación sistemática de sus derechos más elementales, y a la Humanidad de la guerra y de la lucha

del todos contra todos: de la terrible máxima del homo homini lupus.

Se creyó encontrar la respuesta en un nue-vo desarrollo jurídico-positivo del Derecho internacional en torno a la Organización de las Naciones Unidas y a su Declaración Universal de los Derechos Humanos. El Estado democrático de Derecho encontra-ría su último y efectivo sostén en el Dere-cho internacional.

¿Habría finalmente triunfado la doctrina sobre el valor universal del derecho de gentes –del ius gentium– con la que los maestros de la Escuela de Salamanca responden en los siglosxvi y xvii al doble y formidable reto del descubrimiento del Nuevo Mundo y del nacimiento de los Estados nacionales, a renglón seguido de la crisis irreversible de la cristiandad europea? Tristemente, no. Los maestros salmantinos fundaban su teoría del ius gentium en el derecho y la ley natural, inscrita por Dios en el ser personal y social del hombre, y reconocible objetiva-mente por éste en el sagrario de la conciencia como una exigencia ética primordial.

Las Naciones Unidas, en cambio, y las teo-rías políticas y jurídicas que las inspiraban no pretendían –ni parece que pretendan hasta el momento– superar el plano doctri-nal y moral del puro positivismo jurídico, de la teoría pura del Derecho –la reine Rechts-lehre– de Hans Kelsen.

El proyecto y el programa de las Naciones Unidas suponía, con todo, un avance con-siderable en el camino de la paz y de una nueva civilización digna del hombre; pero claramente insuficiente, como se ha puesto de manifiesto a la luz de lo que ha venido ocurriendo en el escenario político del mundo en las últimas décadas.

En los umbrales del nuevo siglo y del nuevo milenio resulta inevitable hacer

No hay seguridades jurídico-formales

suficientes que puedan impedir por

sí mismas, automáticamente, las

transgresiones y

las crisis constitucionales.

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dos constataciones: los derechos funda-mentales de la persona humana, especial-mente los más significativos y decisivos, como son el derecho a la vida, a la liber-tad religiosa y de conciencia y el Derecho al matrimonio y a la familia, junto con el principio y el valor del bien común o, lo que es lo mismo, el postulado ético de la solidaridad, se encuentran en profunda crisis tanto en el plano nacional como internacional.

Crisis que puede arrastrar consigo –quié-rase o no– la crisis del Estado mismo de Derecho tal como fue surgiendo y conso-lidándose en la segunda mitad del siglo xx. Porque no se trata sólo de infracciones y de incumplimientos de sus contenidos básicos, cometidos y/o o consentidos en la práctica con peor o mejor conciencia, sino de su puesta en duda intelectual y cultural, y hasta de su negación teórica. Es decir, nos encontramos ante su cuestionamiento no sólo de hecho, sino de su razón de ser: de su cuestionamiento doctrinal.

Presupuestos éticos, pre-políticos

Ya en los años sesenta del siglo pasado, un famoso teórico alemán del derecho, luego magistrado del Tribunal Constitu-cional de Alemania, Ernst Wolfgang Böc-kenförde, planteaba la pregunta de «si el Estado libre y laico –secularizado– no se alimenta de presupuestos normativos, que él mismo no puede garantizarse». Los ecos de ese interrogante han llegado con creciente resonancia hasta nuestros días: hasta el ya famoso diálogo Jürgen Haber-mas–Joseph Ratzinger, que tuvo lugar, el 19 de enero de 2004, en la Academia Católica de Baviera.

Ambos autores coinciden en que el Es-tado democrático de Derecho precisa para su subsistencia de fundamentos que

trasciendan un desnudo formalismo jurí-dico, máxime en un momento histórico –que Habermas califica como post-secu-lar– caracterizado por el hecho de que en las sociedades más prósperas, es decir, las euro-americanas, se está asistiendo a un fenómeno cultural sorprendente: el del dominio de las respuestas inmanentistas y agnósticas, en el debate intelectual y en la realidad social vivida, que comienza a ser relevado por un pluralismo de visio-nes del hombre y del mundo, en el que la religión ocupa un puesto creciente en la estima popular, aunque a veces aparezca planteada, más allá incluso de la metafí-sica, en forma de nostalgia o de búsqueda inquieta de una solución trascendente para los grandes interrogantes de la exis-tencia, es decir: en la forma de una res-puesta genuinamente religiosa.

La irrupción del fundamentalismo islámi-co en el marco social, político y cultural de las sociedades, otrora cristianas y luego laicistas, viene a reafirmar a los dos pen-

Es un momento histórico, que Habermas (foto)

califica como post-secular, caracterizado

en las sociedades más prósperas por

el dominio de las respuestas inmanentistas

y agnósticas, en el debate intelectual y en la realidad social vivida, que comienza a ser relevado

por un pluralismo de visiones del hombre y del

mundo, en la búsqueda inquieta de una solución

trascendente para los grandes interrogantes

de la existencia, es decir : en la forma de una

respuesta genuinamente religiosa.

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sadores antes citados en la tesis acerca de la necesidad de un proceso comunicativo y de formación de la conciencia pública en el que deben intervenir la razón y la fe al unísono y, consiguientemente, la expe-riencia secular y la vivencia religiosa de la vida para llegar a precisar los contornos éticos mínimos e irrenunciables de los que significan los principios sustentadores de la dignidad de la persona humana, de sus derechos fundamentales y de sus deberes de solidaridad en función del bien común nacional e internacional. Para lograrlo, habrían de evitarse lo que Benedicto XVI llama las patologías de la razón –bien manifiestas en la historia social, política y cultural del siglo XX– y, también, las pa-tologías de las religiones, patentes hoy, sobre todo en el fundamentalismo islámico.

Detrás del lúcido diagnóstico histórico y, sobre todo, del análisis del presente euro-peo, que emerge del diálogo de Habermas y del hoy Santo Padre, se esconde una evi-dente preocupación de cara al futuro del Estado libre y democrático de Derecho.

Por parte de la opinión pública europea, especialmente de sus sectores dirigentes, ¿se ha caído en la cuenta de la nueva y agudizada aparición de esos factores inte-lectual y políticamente disolventes, a los que hemos aludido, capaces de poner de nuevo en peligro el orden jurídico cons-truido sobre el respeto a la dignidad invio-lable de la persona humana, a sus derechos fundamentales, anteriores al poder del Estado y a su ordenamiento constitucio-nal, y sobre la defensa y promoción libre y solidaria del bien común?

De nuevo circulan y se propugnan teorías antropológicas y visiones del mundo y de la vida en las que no queda sitio, no ya para una tabla de valores normativos in-discutibles sobre los que fundamentar la convivencia y la cooperación social, sino que tampoco lo hay para una concepción o una idea elementalmente nítida de la verdad del hombre. ¿Qué es ser hombre? ¿Quién es hombre? ¿Cuándo comienza y en qué consiste el ser humano, la persona humana?

Lo único que vale para estas nuevas an-tropologías sociales, de un positivismo y pragmatismo radicales, es el uso práctico de una metodología social que averigüe e imponga lo que conviene a los más fuertes; es decir, el método sociológico de la dicta-dura del relativismo, como denunciaba en su famosa y clarividente homilía de aper-tura del Cónclave en abril del pasado año Benedicto XVI.

El riesgo máximo para la subsistencia de un ordenamiento libre y democrático de la comunidad política llega cuando esa teoría del absoluto relativismo ético se constitu-ye en doctrina justificadora de la actuación del Estado, dispuesto a convertirse en la última instancia de los principios norma-tivos de la ética pública, cuando no de la moral privada. Si, además, trata de ense-

Martín Heidegger, el filósofo del más

autosuficiente existencialismo intelectual,

tenía que reconocer al final de su vida, en 1976:

Nur Gott kann uns noch retten (Sólo Dios puede

todavía salvarnos).

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ñarlos por obligación a través del sistema educativo, por encima de los derechos de los padres y de los alumnos, el peligro re-sulta extraordinariamente preocupante.

Urgencias de la hora presente

Ante esta situación, la apelación intelec-tual y el reclamo social de reconstituir pro-cesos y cauces de intercomunicación entre los grupos y agentes que crean pensamien-to, formas de ver la vida y hábitos cultu-rales –entre los que hay que contar inelu-diblemente a las instituciones religiosas–, en orden al reconocimiento lo más amplio y hondo posible de los principios éticos y los valores normativos de los que depende la suerte del hombre y de la Humanidad, y sobreponiéndose a las pretensiones del po-der y de las veleidades y modas sociológi-cas, son de una urgente y vital importancia para el futuro de las sociedades europeas; y, no en último lugar, de la española.

En Europa –y, por supuesto, en Espa-ña– parece evidente que los dos grandes protagonistas de ese imprescindible proce-so de diálogo cultural, en el amplio sentido de la expresión, han de ser el pensamiento laico –que no es el laicismo ideológico– y el pensamiento cristiano: situados ambos ante el desafío históricamente formidable del fundamentalismo islámico, que les afecta al menos por igual.

Presupuesto jurídico y político ¡conditio sine qua non!, para que este método dia-logal pueda llevarse a cabo y fructificar en la configuración de la conciencia social y en el ordenamiento constitucional de la comunidad política, es el respeto escrupu-loso al derecho a la libertad religiosa y al de todas sus connotaciones individuales, sociales e institucionales, que incluyen y presuponen, naturalmente, la libertad ge-neral de opinión y de expresión públicas;

salvo el límite último de las exigencias de lo que la tradición filosófico-jurídica más común llama el orden público.

Y, desde luego, si no se impone un freno dialéctico o se excluye expresamente el tema del debate y la discusión intelec-tual del problema, se llegará con toda se-guridad –la que se sigue de la lógica más auténtica– a la cuestión de Dios como fundamento último del orden moral, en el que, a su vez, están insertos y descan-san el Derecho y el Estado.

Juan Pablo II, en su libro póstumo Memoria e iden-tidad, una honda y comprometida reflexión teológica sobre la historia del siglo xx al hilo de la experiencia espiritual y pastoral de la propia vida, expresada en el género literario de la conversación –al filo de dos milenios, lo subtitula él–, llega al siguiente juicio sobre el racionalismo antropológico y jurídico inmanentista: «Todo esto, el gran drama de la historia de la Salvación, desapareció de la mentalidad ilustrada.

El hombre se había quedado solo; solo como creador de su propia historia y de su propia civilización, solo como quien deci-de por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo, como quien existiría y continuaría actuando etsi Deus non daretur, aunque Dios no existiera. Pero si el hombre por sí solo, sin Dios, puede decidir lo que es bue-no y lo que es malo, también puede dis-poner que un determinado grupo de seres humanos sea aniquilado.

El riesgo máximo para la subsistencia

de un ordenamiento libre y

democrático de la comunidad política

llega cuando esa teoría del absoluto

relativismo ético se constituye

en doctrina justificadora

de la actuación del Estado.

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Determinaciones de este tipo se toma-ron, por ejemplo, en el Tercer Reich por personas que, habiendo llegado al poder por medios democráticos, se sirvieron de él para poner en práctica los perversos programas de la ideología nacionalsocia-lista, que se inspiraba en presupuestos racistas.

Medidas análogas tomó también el Partido Comunista en la Unión Soviética y en los países sometidos a la ideología marxis-ta». ¡Un texto memorable para esa nueva andadura ética y religiosa que necesitan urgentemente Europa y, sin duda alguna, España!

El futuro de la democracia libre y solida-ria como marco cultural y jurídico para la construcción de una Unión Europea políticamente sólida y para el destino de una España unida humana, espiritual y socialmente, depende en una decisiva medida de saber volver a sus raíces cris-tianas, en diálogo abierto con el laicis-mo de la mejor tradición humanista, no

ausente de la historia contemporánea de España, como no lo ha estado de la de Italia, con la que compartimos situacio-nes culturales, espirituales y religiosas muy semejantes. Véase, si no, la otra obra, fruto del diálogo entre el profesor Pera y el mismo cardenal Ratzinger, de mayo de 2004: Senza radici. Europa. Re-lativismo. Cristianesimo. Islam.

Martín Heidegger, el filósofo del más au-tosuficiente existencialismo intelectual, tenía que reconocer al final de su vida, en 1976: Nur Gott kann uns noch retten: Sólo Dios puede todavía salvarnos.

Recurrir a la oración para despejar y abrir generosa y magnánimamente mentes y corazones, a la hora de proponerse sin de-mora, alcanzar ese objetivo históricamente urgente e ineludible de poner renovados fundamentos éticos a la sociedad y al Es-tado entre nosotros, europeos y españoles del siglo xxi, es un medio de probada efica-cia al alcance de todos.

De nuevo circulan y se propugnan teorías

antropológicas y visiones del mundo y de la vida

en las que no queda sitio para una concepción o

una idea elementalmente nítida de la verdad del

hombre.

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La importancia de preservar

el superávit fiscal

E c o n o m í a

Nicolás Gadano

Licenciado en Economía (Universidad de Buenos Aires). Master en Economía (Universidad Torcuato Di Tella). Ex subsecretario de Presupuesto de la Nación. Economista del Servicio de Estudios Repsol-YPF en Argentina.

Si bien el escenario económico favorable continuará jugando a favor de la recaudación de impuestos, para Galano no será fácil detener el crecimiento acelerado del gasto.

La dinámica inflacionaria, que exigirá nuevos ajustes de haberes a empleados y jubilados; el cumplimiento de la ley de financiamiento educativo, que demandará recursos de la Nación y las Provincias; la renovada presencia del Estado en materia de infraestructura, que se suman a los gastos corrientes dirigidos a evitar aumentos de tarifas, parecieran ya confirmar para el año próximo un nuevo deterioro del resultado fiscal primario.

En este sentido, aboga por la necesidad de tener en orden las cuentas públicas que eviten que siga debilitándose el superávit fiscal en la Nación y en las Provincias, permitiendo de este modo asegurar una trayectoria de crecimiento económico sostenido.

En los últimos veinte años, los argentinos hemos sufrido dos severas crisis económi-cas: la hiperinflación de fines de los años ochenta, y la crisis generalizada del 2001, aún fresca por sus graves consecuencias institucionales y sociales. En ambos casos, la cuestión fiscal ha jugado un rol central a la hora de explicar los orígenes de las crisis.

La hiperinflación puso fin a un esquema de financiamiento sistemático de los des-equilibrios fiscales mediante la emisión monetaria. La crisis del 2001 fue el resul-tado de una administración de las cuentas fiscales y de la deuda pública inconsis-tente con el rígido esquema macroeconó-mico, implementado algunos años antes para frenar la inflación.

Las lecciones de las crisis económicas

Afortunadamente, la dimensión fiscal de estas crisis parece haber dejado lecciones a la sociedad argentina. La necesidad de mantener las cuentas fiscales en orden, an-tes una bandera de la “ortodoxia económi-ca”, es hoy una preocupación de todas las fuerzas políticas, y constituye uno de los pilares de la política económica en curso. La bandera del superávit fiscal es hoy im-portante, no sólo por su impacto sobre la solvencia del sector público, sino también por su rol fundamental en el esfuerzo por mantener el tipo de cambio elevado.

El cambio estructural en relación con la cuestión fiscal no sólo se percibe en

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Página 34 EMPRESA Nº183

el discurso, sino también en los hechos. Tras décadas de desequilibrios fi scales recurrentes, la Argentina post crisis pue-de exhibir con orgullo cuentas fi scales superavitarias, que junto con los procesos de reestructuración de la deuda, han per-mitido reencauzar al sector público en un sendero de solvencia.

Inicialmente, la mejora de las cuentas fi scales fue el resultado de dos fenómenos. Por un lado, los gastos primarios quedaron rezagados frente al avance de los precios y del tipo de cambio, y su participación en el PIB se redujo. Paralelamente, los ingresos públicos fueron reforzados con la incorporación de nuevos gravámenes: el impuesto al cheque, y las retenciones a las exportaciones, estas últimas dirigidas en su totalidad al fi sco federal.

El ajuste fi scal posterior a la crisis llegó a su punto máximo en 2004, cuando el superávit primario consolidado alcanzó un valor máximo equivalente al 5,3% del

PIB. No sólo el fi sco federal alcanzó un resultado superavitario (3,9% del PIB), sino que las fi nanzas provinciales, defi ci-tarias durante la década anterior, apor-taron un superávit de 1,4 puntos del PIB adicionales.

La realidad de un acelerado crecimiento del gasto

A partir del 2004, sin embargo, la persis-tente mejora de los ingresos derivada del fuerte crecimiento económico ha sido su-perada por la trayectoria acelerada de cre-cimiento del gasto, erosionando las cuen-tas públicas. En el año 2006, los gastos nacionales crecieron un 28% interanual, dos puntos más que los recursos. El supe-rávit fi scal primario –en base caja- sumó 23 165 millones de pesos, equivalentes a 3,5% del PIB.

El deterioro fue más marcado en las pro-vincias, que en el 2006 alcanzaron un

E c o n o m í a

RESULTADO FISCAL PRIMARIO

En

% d

el P

IB

4

3

2

1

0

-1

-2

Nación Provincias

1995 1997 1999 2001 2003 2005 2007p

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superávit primario cercano a los 3200 millones de pesos, apenas 0,5% del PIB. La fuerte incidencia de los gastos salaria-les (docentes, médicos), relativamente más importantes en las provincias que en la Nación, explica en parte este com-portamiento.

Las cifras correspondientes a los primeros meses del 2007 confirman la tendencia al deterioro de los números fiscales. En el plano de la Nación, el gasto público continúa en alza impulsado principal-mente por las erogaciones de capital, por los aumentos en la seguridad social (por incrementos en las jubilaciones y en la cantidad de beneficiarios) y por las trans-ferencias a las provincias.

En el primer trimestre, el gasto del sector público nacional en base caja muestra una tasa de crecimiento muy alta (42% res-pecto al mismo período del año anterior), alcanzando niveles récord en términos del PIB. Si bien los ingresos también cre-cieron en forma significativa (35% inte-ranual, impulsados principalmente por los aportes a la seguridad social), el resultado primario se mantuvo en niveles nominales similares a los del 2006, sufriendo una caí-da en la serie expresada en términos reales o en relación al PIB.

La proyección del superávit primario

Con las elecciones nacionales en el hori-zonte, parece difícil que esta tendencia se modifique en lo que resta del año. En conse-cuencia, para todo el 2007 se proyecta un su-perávit primario nacional que rondará los 25 000 millones de pesos, equivalentes a 3,2% del PIB (0,3 puntos por debajo del 2006).

Es altamente probable que las provin-cias, tomadas en conjunto, vuelvan a

exhibir cuentas primarias defici-tarias, fruto de superávits muy pequeños en algu-nas jurisdicciones, y déficits en otras, principalmente la provincia de Buenos Aires. La suba del gasto en sueldos, donde se destaca la presión de los docentes, provocada por el aumento general del salario mínimo dispuesto por el Gobierno Nacio-nal, ha impactado severamente en las finanzas de algunas provincias.

Si pensamos en el 2008, el escenario económico favorable continuará jugando a favor de la recaudación de impuestos, pero no será fácil detener el crecimiento acelerado del gasto. La dinámica inflacio-naria exigirá nuevos ajustes de haberes a empleados y jubilados, estos últimos incrementados por los regímenes de jubi-lación anticipada. El cumplimiento de la ley de financiamiento educativo también demandará recursos de la Nación y las Provincias.

En materia de infraestructura, la renova-da presencia del Estado impone fuertes desembolsos en inversión, principalmen-te en materia energética, que se suman a los gastos corrientes dirigidos a evitar aumentos de tarifas. Por lo tanto, po-demos imaginar un ejercicio 2008 con un nuevo deterioro del resultado fiscal primario, que podría ubicarse por debajo del 3% del PIB.

E c o n o m í a

Gadano: “El consenso social alcanzado en

relación a la importancia de tener en orden las

cuentas públicas debe traducirse en acciones concretas, que eviten

que siga debilitándose el superávit fiscal en

la Nación y en las Provincias.”

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Página 36 EMPRESA Nº183

El problema de la deuda pública

Finalmente, es necesario hacer mención al problema de la deuda pública. Hasta aquí hemos hablado de gasto y superávit primario, sin mencionar a los intereses de la deuda y al resultado financiero. Como fue mencionado, el peso de la deuda, que llegó a ser agobiante a fines de la década anterior, se encuentra hoy notoriamente aliviado.

En el 2001 los pagos por intereses absor-bían más del 20% de los ingresos públicos, mientras que hoy están por debajo del 10%. La reestructuración permitió esti-rar notablemente los plazos de pagos, y reducir los intereses de los nuevos bonos. Luego del pago de intereses, el resultado fiscal financiero se ubica en torno a 1,5% del PIB.

Sin embargo, el stock de deuda sigue sien-do elevado (equivalente al 60% del PIB), y existen pasivos contingentes (juicios en el CIADI, bonistas que no ingresaron

al canje y demandaron a la Argentina) que pueden incrementarlo aún más. Las favorables condiciones hoy existentes en materia de deuda deben ser interpretadas como una oportunidad para reducir signifi-cativamente la relación deuda / PIB en los próximos años. De otro modo, los servicios de la deuda podrían volver a ser un proble-ma en el futuro, cuando debamos afrontar las amortizaciones, y el costo de la deuda tienda a parecerse al que surge de opera-ciones voluntarias en el mercado, siempre volátil y riesgoso.

En síntesis, el consenso social alcanzado en relación a la importancia de tener en orden las cuentas públicas debe traducirse en acciones concretas, que eviten que siga debilitándose el superávit fiscal en la Na-ción y en las Provincias. Este esfuerzo será una acción que contribuirá a asegurar una trayectoria de crecimiento económico sos-tenido, única forma de revertir el deterioro social que nos han dejado las crisis de los últimos años.

E c o n o m í a

La suba del gasto en sueldos, donde se

destaca la presión de los docentes, provocada por el aumento general

del salario mínimo dispuesto por el Gobierno

Nacional, ha impactado severamente en las finanzas de algunas

provincias.

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Abril / Mayo 2007 Página 37

Contribución de las cadenas agroindustriales

pecuarias al desarrollo de la Argentina

Frente a un contexto internacional que brinda excelentes oportunidades para que la producción pecuaria contribuya nuevamente a un desarrollo económico sostenido,

basado en el comercio exterior de alimentos, el Ing. Regúnaga comparte los resultados de un estudio1 realizado para evaluar en qué medida las cadenas pecuarias pueden

contribuir a dicho proceso.

Ingeniero Agrónomo (UBA). Magíster Scientiae en Economía Agraria (UBA-ULP– INTA) Coordinador Académico y Profesor Universitario. Director Ejecutivo de la Fundación Agronegocios y Alimentos. Consultor de empresas. 1. El estudio fue realizado por un equipo de especialistas de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, de la Unidad de Agronegocios e Industria Alimentaria de la Universidad de San Andrés, y de la Fundación Agronegocios y Alimentos, con la coordinación de Marcelo Regúnaga, Hugo Cetrángolo y Gustavo Mozeris, en 2006.

Una gran parte de la sociedad argentina no tiene claras las contribuciones que realizó el sector pecuario y, las que puede realizar en el futuro, para el crecimiento económico, la generación de empleo y la consolidación del tejido social del interior del país. El vigoroso desarrollo económico registrado desde mediados del siglo xix hasta los años treinta estuvo estrechamen-te vinculado al crecimiento pecuario. La producción de carne vacuna fue una de las primeras actividades industriales, que se destacó por sus elevados estándares técni-cos y comerciales, tanto en la etapa prima-ria como en la industria frigorífica (la más moderna del mundo en esa época).

Ante las circunstancias adversas del esce-nario internacional durante la Segunda Guerra Mundial y los años subsiguientes, y el contexto desfavorable de las políticas públicas vigentes en las décadas poste-riores, el sector pecuario argentino fue perdiendo relevancia en la economía na-cional y global. En los últimos cincuenta

años, las principales actividades registra-ron un limitado crecimiento y moderniza-ción, perdiendo la posición de liderazgo en el comercio mundial de carnes a favor de Brasil, Uruguay, y otros países.

E c o n o m í a

Ing. Marcelo Regúnaga

Page 38: Revista EMPRESA 183

Página 38 EMPRESA Nº183

El contexto internacional vigente y las proyecciones para las próximas décadas, brindan excelentes oportunidades para que la producción pecuaria contribuya nuevamente a un desarrollo económico sostenido, basado en el comercio exterior de alimentos. En este artículo comento los resultados de un estudio realizado para evaluar en qué medida las cadenas pecua-rias pueden contribuir a dicho proceso.

La Argentina tiene un alto potencial de crecimiento de la producción y del empleo en las cadenas agroindustriales pecuarias

Las buenas perspectivas del comercio inter-nacional de los alimentos protéicos para el

próximo decenio brindan una oportunidad para que nuestro país pueda consolidar el proceso de recuperación económica logra-do en los últimos cuatro años, sustentado en actividades que tienen alto potencial y competitividad para acceder al mercado mundial, como es el caso de las produccio-nes de carnes y de lácteos. de Argentina.

El dinamismo previsto para el consumo de los países industrializados y, especial-mente, el aumento del poder de compra de los países en desarrollo contribuirán a aumentar la demanda mundial de todas las carnes. Por razones de disponibilidad de recursos naturales, productivas y organiza-cionales, Argentina y Brasil son los países que presentan el mayor potencial y las me-jores condiciones competitivas para cubrir

GRÁFICO 1. PROYECCIONES DE CRECIMIENTO DEL VALOR BRUTO DE LA PRODUCCIÓN DE LAS CADENAS AGROINDUSTRIALES PECUARIAS(en millones de pesos, de 2004)

VBP

(en

mill

ones

de

pes

os d

e 20

04)

70000

60000

50000

40000

30000

20000

10000

0

Bovino Lácteos Aves (carne de Pollo) Porcinos (fi ambres, etc.) Otros 2004 2014 h1 2014 h2

Fuente: Regúnaga, M. Hugo Cetrángolo, et al.

E c o n o m í a

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Abril / Mayo 2007 Página 39

una parte sustancial de este crecimiento de la demanda.

El sector lechero argentino también tiene excelentes oportunidades, porque se pro-yectan aumentos significativos en la de-manda de los países emergentes (especial-mente China) y de la OECD, y se prevén limitaciones en la oferta de algunos países clave, por las restricciones resultantes de las reformas en la Política Agrícola Euro-pea y porque Nueva Zelanda, el líder en el comercio mundial, tiene poca capacidad de expansión.

Argentina tiene la ventaja de ser uno de los principales productores y exportadores de maíz y harinas protéicas a precios muy competitivos. El subsector pecuario puede agregar valor a esa producción de granos, transformándolos en carnes de ave, vacuna y porcina, y en lácteos. Esta alternativa se ha desarrollado en varios de los países competidores con gran éxito (EE.UU., Australia, etc.). Nuestro país inició un proceso similar en años recientes, con la incorporación del engorde a corral, la in-tensificación de la producción lechera y el notable crecimiento de la producción de pollos. Este proceso podría intensificarse si el contexto de políticas públicas lo permi-tiera, como está aconteciendo en los países vecinos (Brasil, Chile y Uruguay).

En el estudio realizado se analizaron las posibilidades de crecimiento de la pro-ducción y las exportaciones basadas en la tecnología existente en el país, por lo que los resultados tienen un sólido fundamen-to técnico, económico y comercial. Ellos indican que:

• El Valor de la Producción de las agroin-dustrias pecuarias puede duplicarse en 10 años. Es decir que el subsector puede crecer a una tasa acumulativa del 6-7% anual durante la próxima década y cons-

tituir uno de los pilares del crecimiento genuino y sostenido de la economía ar-gentina (Gráfico 1).

• Por sus efectos multiplicadores de pro-ducción, en una década se generarían ingresos adicionales en el resto de la economía por un valor de 17 a 24 mil millones de dólares.

• El valor proyectado de las exportaciones de las cadenas pecuarias aumentaría a 7-9,5 mil millones de dólares, con tasas de crecimiento acumulativo del 9 al 12% anual.

• La demanda adicional de empleo que pueden generar las cadenas pecuarias en una década (incluyendo a los proveedo-res de sus insumos), se estima entre 300 mil y 430 mil puestos de trabajo (Cua-dro 1). Si sólo se consideraran los em-pleos directos e indirectos de las etapas primaria e industrial, se crearían entre 180 mil y 260 mil puestos de trabajo; esos aumentos implican cifras sensible-mente mayores a los puestos ocupados

No se puede pretender que los distintos sectores

económicos crezcan en forma sostenida con

diferencias abismales en los niveles de protección

/ desprotección comercial. La intervención del

gobierno implica exigir a la producción de lácteos

o de carnes que sea 40% o 50 % más competitiva que la de automotores o

la de la industria textil.

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en la actualidad en las principales ramas de la industria.

Reflexiones finales

Si existe este enorme potencial de au-mento de la producción, el empleo y la distribución regional del ingreso en las principales cadenas pecuarias, basados en la alta competitividad argentina y la fuer-te demanda internacional, y si nuestros vecinos y otros países competidores están aprovechando estas oportunidades, no resulta fácil aceptar que en Argentina la producción esté cayendo y que se tengan dudas si tan sólo alcanzará para abastecer el consumo interno.

No se puede pretender que los distintos sec-tores económicos crezcan en forma sostenida con diferencias abismales en los niveles de protección / desprotección comercial. La intervención del gobierno implica exigir a la producción de lácteos o de carnes que sea 40% ó 50 % más competitiva que la de auto-motores o la de la industria textil. Peor aún es responsabilizar a los sectores desprotegidos de la falta de crecimiento de la oferta.

Hace algunas décadas Australia y Nueva Zelanda diseñaron un sendero de creci-miento basado en aquellas actividades en las que contaban con ventajas competiti-vas para el comercio exterior, otorgándoles reglas de juego similares al resto de los sec-tores. Y los resultados están a la vista.

CUADRO 1. EMPLEOS ADICIONALES QUE SE PUEDEN GENERAR EN UNA DÉCADA POR EL CRECIMIENTO DE LAS CADENAS AGROINDUSTRIALES PECUARIAS(en miles de puestos de trabajo y en porcentajes)

Total empleos año 2003

Nuevos puestos Hipótesis 1

Nuevos puestos Hipótesis 2

Empleo directo

Carnes 393 133 192

Lácteos 167 56 80

Cueros 204 32 47

Subtotal directo 764 221 319

Empleo Indirecto

Carnes 151 51 74

Lácteos 63 21 30

Cueros 32 5 7

Subtotal indirecto 246 77 111

Empleo total 1010 298 430

Fuente: Regúnaga, M. Hugo Cetrángolo, et al.

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Página 44 EMPRESA Nº183

Luis Sánchez de Movellán de la Riva

El espíritu del capitalismoEl capitalismo es, o debería ser, sinónimo de democracia económica, puesto que la libertad de empresa, cuando funciona bien, ofrece a todos oportunidades económicas.

Doctor en Derecho. Profesor en la Universidad de San Pablo-CEU Artículo reproducido de Análisis Digital, página electrónica de la Funda-ción García-Morente (12 de abril de 2007).

El capitalismo, como se nos recuerda con frecuencia, es el sistema económico de mayor éxito que se haya creado jamás. El capitalismo ha venido a dominar las eco-nomías del mundo puesto que ningún otro sistema ha podido generar crecimiento económico a largo plazo en los doscientos años transcurridos desde el comienzo de la revolución industrial.

El capitalismo es, o debería ser, sinónimo de democracia económica, puesto que la libertad de empresa, cuando funciona bien, ofrece a todos oportunidades econó-micas.

La virtud espiritual de la justicia, la estruc-tura espiritual de la democracia y el flujo espiritual de la abundancia son los ingre-dientes fundamentales del condimento secreto de la libre empresa.

El capitalismo opera correctamente cuan-do encarna el principio de la justicia, pues de lo contrario estaríamos ante la corrup-ción del propio capitalismo.

Todo sistema económico viene con sus propias características genéticas. Los ma-los genes del capitalismo no se pueden separar de los buenos, puesto que ambos provienen del hecho de que el capitalismo aprovecha la codicia que parece ser parte integral del ser humano. Pero, ¿qué es la

codicia? Pues simplemente para muchos el deseo de tener más, por más que uno ya tenga; es el deseo humano que hace fun-cionar el capitalismo.

Estas afirmaciones que, en parte, son ver-dad y muchos economistas han suscrito, no creemos que sean toda la verdad. Es cierto que algunos individuos se enredan en la codicia, pero creemos que ésa no es razón para afirmar taxativamente que la misma es el fundamento del capitalismo, sobre todo si se considera que la psicología moderna nos muestra a personas sanas que pasan a actividades más satisfactorias.

Si uno está de acuerdo en que la meta del capitalismo es invertir capital para crear más capital, eso no necesita codicia. Au-topreservación, quizás; interés propio, sin duda, pero codicia creemos que no. Interés propio y codicia no son los mismo, pese a que personas inteligentes que debieran saberlo parezcan no percibir la diferencia, sobre todo cuando la conversación gira en torno al capitalismo.

El interés propio es preocupación por la ventaja o el bienestar de uno mismo. Co-dicia es un deseo excesivo o censurable de adquirir casi compulsivamente.

No pretendemos sugerir que no guarden relación. La codicia es interés propio des-

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ordenado y cuando se impone, quedamos desequilibrados. Sacrificamos todo lo de-más a nuestro egoísmo, y, como resultado, nuestro propio interés sale perjudicado en lugar de beneficiado, si no inmediatamen-te, sí más adelante.

Aun cuando uno insista en que la codicia estimula al capitalismo, al menos en parte, tiene que reconocer que hay muchas otras motivaciones más interesantes e inspi-radoras, como la realización, el éxito, la satisfacción, la seguridad y el hacer la vida mejor para su familia.

Hay dos grandes opciones clásicas que se ofrecen al homo oeconomicus: codicia, ca-pitalismo y éxito, o altruismo, socialismo y fracaso. Pero algo cambió, algo alteró la composición clásica y surgió la conciencia. Algo sucedió para superar la etapa en la que nos dominaba el ansia de ganancias a toda costa y llegar al anhelo de un juego económico más inteligente.

Existen quienes creen que codicia y al-truismo son mutuamente excluyentes y que el altruismo no ha inspirado un prós-pero sistema económico.

Ahora bien, si entendemos que el capita-lismo se basa en el propio interés y no en la codicia, hay un puente moral, espiritual e in-telectual que salva la distancia al altruismo. Es el concepto de autointerés iluminado, núcleo práctico del capitalismo consciente.

La historia muestra que el autointerés ilu-minado, en manos de diestros fraguadores de la política, genera tanta prosperidad como la codicia jamás creó. Recordemos, por ejemplo, el Plan Marshall o las refor-mas del New Deal.

El Plan Marshall de postguerra (1948-1952), que invirtió 13.000 millones de dólares en bienes y ayudas para el arrasado

continente europeo, produjo prósperas relaciones de comercio e inversión, así como nuevos mercados. A su vez, el New Deal, al estimular la creación de sindicatos obreros en virtud de la Ley Nacional de Relac iones Laborales, creó una amplia clase media acomodada, a la que las grandes empresas podían vender sus bienes.

Cada una de estas políticas contribuyó con un elemento fundamental para el éxito del capitalismo en el sigloxx y para sentar las bases del capitalismo del xxi.En ninguna de ellas aparece la codicia, ni eran tampo-co altruistas.

Estas brillantes iniciativas exploraron más bien el terreno moral del autointerés ilumina-do en una suerte de “tercera vía” económica.

Si nos preguntáramos, ¿cuál es l a filosofía del capitalismo moderno? y nos interrogára-mos acerca de si el capitalismo debe sobre-vivir y prosperar, quizá la respuesta fuera la creación de empresas valiosas a largo plazo, en las cuales las ganancias fueran el produc-to natural de un organismo sano.

La virtud espiritual de la justicia, la

estructura espiritual de la democracia

y el flujo espiritual de la abundancia

son los ingredientes fundamentales del

condimento secreto de la libre empresa.

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Página 46 EMPRESA Nº183

Bernardo Hidalgo

¿Qué significa para Ud. el éxito en su carrera profesional?

Licenciado en Relaciones Industriales (UADE). Maestría en Negocios. Profesor de Posgrado y Maestría. Presidente del Grupo Hidalgo, Consultores en desarrollo de personal. Presidente de Portal rh.com.

Hace unos días, un amigo mío aficiona-do a la historia me contó una anécdota divertida. Se dice que en la Europa Me-dieval, hubo un señor feudal que se negó a suceder al rey, recientemente fallecido. A pesar de los consejos de los nobles, no deseaba hacerse cargo de un reino, al que consideraba demasiado grande para él. Su pequeña finca le resultaba suficiente para ser feliz. Presionado por los distintos grupos de poder, finalmente, accedió a ocupar el trono. Según dicen, esto ocurrió en España, y el rey fue co-ronado con el nombre de Alfonso (no recuerdo si v o vi).

Más allá de la veracidad de estos hechos (dudosa, por cierto) lo que rescato de ellos es la moraleja. Todos estaban convencidos del honor que significaba asumir el cargo de Rey, a excepción del principal interesa-do. Este heredero, que se sabía hábil para administrar sus tierras, no quería ocupar la posición de gobernante. Sin embargo, nadie quiso escucharlo porque prejuzgaban que la realización de todo señor feudal consistía en acceder al trono.

Mil doscientos años después, hemos hecho algunos progresos: se abolieron los dere-chos del señor feudal para con sus vasallos, y se crearon las políticas de recursos huma-nos, por poner dos ejemplos. Sin embargo,

a la hora de evaluar un ascenso, el “favo-recido” carece de voz y voto. Rechazar un nuevo destino dentro de la compañía, es por lo general, el equivalente a una renun-cia. La mayoría de los planes de carrera, presuponen que quien se desempeña en una empresa sólo desea conseguir mayores responsabilidades, y sus consecuentes au-mentos en la remuneración.

¿Cuál es el inconveniente que encuentro en muchos Planes de Desarrollo? Lamen-tablemente existen profesionales que olvidan una premisa básica para trabajar con recursos humanos: la subjetividad de cada individuo. Una política es una re-gla general, para ser aplicada a todos por igual. Sin embargo, en lo que a recursos humanos respecta, las reglas deben esti-pular una manera objetiva de actuar, que permita capitalizar las características pro-pias de cada colaborador. Es decir: cuan-do partimos de la premisa que concibe el crecimiento profesional y económico como motivador principal de todo traba-jador, corremos el riesgo de “castigar” con un ascenso no deseado a empleados que han demostrado un excelente desempeño en su última posición.

Cuando por ejemplo, un gerente general recibe una asignación regional o inter-nacional, su vida sufre un cambio muy

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importante. El traslado geográfico de su hogar, o los permanentes viajes que debe realizar, repercuten directamente en su vida familiar y personal. Este gerente general, que ya poseía una situación económica y de reconocimiento social importante, puede sentir que no obtiene ningún beneficio extra, sino que por el contrario, sólo ganó problemas.

Desde todo punto de vista resulta an-tieconómico promover a quien no está convencido del cambio. Porque es muy probable la aparición del “Efecto Rey Alfonso”: baja motivación, estrés labo-ral, eventualmente desgano, producidos por las nuevas tareas no deseadas. En el mejor de los casos, el colaborador pro-movido puede adaptarse (a costa de un gran esfuerzo) y desempeñar sus nuevas funciones de manera más o menos co-rrecta, como supuestamente le ocurrió al monarca español. Y en otros, el desempe-ño resulta ser pobre y obliga a la empresa a prescindir de la persona ascendida. En ambos casos, se ha desperdiciado la opor-tunidad de tener dos posiciones ocupadas por profesionales que obtendrían exce-lentes resultados: la abandonada por el colaborador ascendido, y aquella a la cual esta persona fue promovida sin presentar alta performance. Y en las organizaciones de hoy, no podemos darnos el lujo de per-der dos puestos.

Por eso, a la hora de diseñar el Plan de Carrera, no basta con comparar las des-cripciones de los puestos y los aspectos formales de sus ocupantes (capacitación, experiencia, etc.), sino que es funda-mental relevar las competencias reque-ridas para el puesto a ocupar, a fin de compararlas con el candidato. Además, es fundamental analizar el potencial de crecimiento, en términos de expectati-vas de cambio, de aquellas personas que han sido señaladas como candidatas a ser

promocionadas. No olvidemos que si bien la mayoría de las compañías dan prioridad a la hora de seleccionar a su gente, a los candi-datos con amplia flexibilidad para el cambio en su carrera y deseo de creci-miento, (materiali-zándolo en eslóganes como “Going up or going out”), existen todavía muchos puestos en los cuales estas características no son necesarias. Y es en las personas que los ocupan, don-de debemos concentrar nuestros esfuerzos para evitar el “Efecto Rey Alfonso”. Por-que pensar en la gente a la hora de tomar decisiones no es demagogia.

A la hora de diseñar el Plan de

Carrera, no basta con comparar las

descripciones de los puestos y los

aspectos formales de sus ocupantes

(capacitación, experiencia, etc.),

sino que es fundamental relevar las

competencias requeridas para el

puesto a ocupar, a fin de compararlas

con el candidato.

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Roberto Estévez

Cuatro poderes en la empresaEl autor nos propone analizar la empresa, como fenómeno de mayor amplitud y profundidad que un negocio. Su reflexión se origina en el hombre, y a partir de una serie de aproximaciones, concluye en la existencia de cuatro poderes que, según él, es conveniente que el director general de una organización descubra en elarte de gobernar: poder tener, poder crear, poder amar y poder creer.

“La plenitud humana –sostiene Estévez– no se agota en las dimensiones que puede asimilar la empresa. Es mucho más lo que el hombre necesita tener, crear, amar y creer. Si esta realidad no se descubre, la empresa corre el riesgo de competir con la familia, los amigos, la sociedad y aun la religión de sus miembros, reduciendo al hombre que está fuera de ella, a un ser pobre en dimensiones.

Licenciado en Ciencias Políticas y Abogado (Universidad Católica Argentina). Doctor en Ciencias Políticas (Universidad del Salvador). Master en Dirección de Empresas (IAE Universidad Austral). Profesor universitario. Al presente artículo se le han omitido las citas.

Esta reflexión surgió a partir de observar la posibilidad de distintos modelos en el gobier-no de la empresa, sugiriendo la existencia de sistemas parciales y sistemas con vocación de totalidad. El análisis intenta mostrar la insuficiencia de todos los sistemas parciales y la duda de si un sistema total, en el supuesto que fuera posible, es deseable.

a. La analogía de la nave

Alcanzamos a comprender la amplitud del término “gobierno” cuando, dejando de lado sus resonancias de luchas políticas inmediatas, reencontramos su sentido como arte de conducir la nave a buen puerto. Esta imagen debería remitirnos a un sencillo velero, donde la pericia del capitán y su equipo permite alcanzar el objetivo, manejando elementos tan au-tónomos y heterogéneos como la nave, la tripulación, las aguas y los vientos.

Siguiendo con la imagen, alguien podrá agregar que un buen capitán también

cuenta con los fondos marinos, los faros (canales y demás regulaciones) y las res-tantes embarcaciones. Es cierto, y parte de la analogía entre nuestra sociedad y “Jura-sick Park” deviene de este olvido.

Es evidente que un director general es el capitán; pero la empresa, ¿es sólo la nave? ¿Existe algo a lo que podamos llamar em-presa? ¿Tiene esa realidad límites precisos? ¿Es la empresa una institución? ¿Es la empresa una organización? ¿Es un negocio cuyo fin último es desaparecer al concre-tarse? ¿Es una aventura individual? ¿Es una prolongación de su propietario? ¿Tiene propietario la empresa?

Sin duda, estas preguntas, podían ser res-pondidas con toda claridad hace sólo algu-nos años. Pero hoy, según el progresivo de-sarrollo de la nueva complejidad y la nueva sensibilidad, la empresa ha ido creciendo en la búsqueda del poder y de los fines.

Las empresas no son una realidad aislada. Desde los estudios sociológicos de Daniel

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Bell a nuestros días las sociedades se han ido deslizando, casi sin saberlo, a una nue-va complejidad. El capitalismo triunfó a pesar, o por sus “contradicciones cultura-les”, y lo que advino no fue una “sociedad posindustrial” sino un acelerado proceso de cambio de época.

La nueva complejidad ha traído una nueva sensibilidad y está modelando una nueva estructura social. Cualquiera sea su resultado, hay un principio fundamental a tener presente: las sociedades, como las empresas, constituyen un ente accidental (no en sí misma, sino en otros entes) de la categoría de relación.

Todos los agregados sociales viven en el continuo de las personas que los com-ponen. Es el hombre quien puede tener, crear, amar y creer; y lo que puede solo, lo puede también con otros.

Nuestro modelo social, marcado por los afanes de la modernidad racionalista, ha ido separando al hombre de las realida-des de la vida extramental. Entre otras experiencias, la crisis juvenil de los años sesenta nos recordó que el hombre no es sólo razón.

Estos procesos de reducción y de reacción, tan claramente evidenciados por la arqui-tectura y el urbanismo, se han dado en todas las dimensiones de la vida. Desde la casa exterior hasta esa otra que es la inte-rioridad.

b. Límite y sentido

La vida en este tiempo de cambios se caracteriza por una cierta presión. Sin embargo, no es claro qué es lo que presio-na. Todos están de acuerdo en que sobran cosas, pero,a la hora de enumerarlas, sólo nos quedan carencias, indigencias, que

cuanto más tratamos de precisarlas, las descubrimos más esenciales.

Se trata de verdade-ras reducciones de nuestra humanidad. Este tiempo está siendo denomi-nado por muchos como posmoder-nidad, pero ¿Lo es realmente o se trata sólo de una modernidad tardía que participa de sus reduccionismos?

El hombre es capaz de unir la energía a la intención generando esa increíble realidad que conocemos como poder. La reducción, a la que hacíamos referencia, es la misma voluntad de poder querida directamente, como objetivo autojustifi-cante (fin). Y lo verdaderamente nuevo

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La dimensión social de la empresa nos

muestra que el hombre puede crear.

Al asentarse en esta nueva realidad, la

empresa se convierte en una colmena

benéfica, un cierto orden capaz de

desarrollar a sus miembros con un

alto impacto creador y modificador de

relaciones sociales.

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de nuestro tiempo es la búsqueda, la vo-luntad de sentido.

La sola voluntad de poder trajo la im-potencia que casi nos reduce a cenizas, mientras que la voluntad de sentido, para la vida personal, tiene la virtualidad de devolvernos el poder.

Como herencia de otro siglo, el poder se limita porque no reconoce límite. En la vivencia del lí-mite se nos muestra el carácter ilimita-do de lo humano. El hombre se revela a sí mismo como una finitud profun-damente herida de infinito. En nuestro “poder” encontra-

mos la humana posibilidad de desafiar el límite y de “ganarle” a la muerte.

Los límites más inmediatos a nuestra ex-periencia se corresponden así con nuestro poder: ser incompletos (poder tener), ser dados (poder crear), ser uno (poder amar), ser dependientes (poder creer).

Poder tenerDesde el surgimiento del capitalismo me-dieval italiano, la primera evidencia de la empresa ha sido la dimensión económica en su expresión más simple, casi eventual: el negocio, tal como lo recrea Shakespeare en El mercader de Venecia.

En el negocio, el beneficio absorbe las energías propias de fin y muchas veces se identifica con el margen bruto de una operación. La empresa se reduce entonces a una estructura formal que rendirá en la medida de los recursos técnicos, económi-cos y financieros de que disponga.

El hombre será entonces objeto, un “insumo”, un “recurso humano”. Y el “hombre de ne-gocios”, quien “comprende” (en un sentido relativo) que debe disponer de la gente en función del negocio ya. Si acierta con el pro-ducto y con quienes tienen necesidad del pro-ducto, todos podrán tener lo que necesitan.

Las acciones del “hombre de negocios” se fundamentan en las preguntas dónde y cómo ganar dinero. En las realidades más complejas, dónde y cómo competir. A partir de estas preguntas, formulará sus po-líticas (salariales, de bienestar, de flexitime, de equipos y herramientas, de información y de organización formal).

El resultado de esta política se evalúa se-gún lo posible (oportunidades / amenazas, recursos / necesidades). De ellas se espera el valor subjetivo de la eficacia a partir de la satisfacción de necesidades materiales por motivos predominantemente extrín-secos, es decir los bienes instrumentales: económicos (dinero en cuanto su capaci-dad de compra, confort, patrimonio, etc.) y físicos (salud, fuerza, vigor físico, belleza corporal, placer de los sentidos, etc.).

La dimensión económica de la empresa se asienta en esa primaria característica diferencial del hombre: puede tener, y esto convierte a la empresa en una bacteria be-néfica con capacidad de crear y distribuir riqueza, que ha generado al satisfacer ne-cesidades con bienes y servicios.

La empresa se concreta por cuanto, en alguna forma de justicia, tiene y permite tener. Sin embargo, esta dimensión por sí sola no hace a la empresa una realidad estable.

Poder creara. La organizaciónDesde fines del siglo xix comienzan las demandas por el reconocimiento de una

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No toda dimensión humana,

que puede asimilar la empresa,

es legítimo que sea asimilada, existe

una esfera privada y de interioridad

que debe ser preservada.

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segunda dimensión de la empresa: su rea-lidad social. Se trata del ordenamiento de los individuos por un fin externo a ellos: la organización. En la misma, el benefi-cio debe ser sostenible en el tiempo y los activos adquieren una significación que prolonga los horizontes.

El hombre será entonces un “capital” inte-grante del “capital humano”. En la medida en que alguien siente satisfacción por el trabajo que realiza, tiene cierta predispo-sición a poner en juego su capacidad crea-dora y de iniciativa. Esta comprobación (finalmente formalizada por la escuela de las “relaciones humanas”) requiere un manager que “sabe”, que debe disponer de la gente en función de la planificación del negocio futuro.

Las acciones del manager se funda-mentan en una pregunta: ¿Desde qué bases crecer? En las realidades más complejas,¿desde qué bases competir? A partir de estas preguntas formulará sus políticas (de desarrollo de capacidades, de dirección por objetivos, de job enri-chement, de grupos de gestión, de círcu-los de calidad, de calidad total).

El resultado de estas políticas se evalúa según lo sostenible (fortalezas / debilida-des) y de ellas se esperan los valores sub-jetivos de la atractividad a partir de la satisfacción de las necesidades psicoso-ciales por motivos predominantemente intrínsecos: reconocimiento social (re-muneración económica no en cuanto al monto, sino en cuanto a su magnitud re-lativa, poder, éxito, aceptación del gru-po, carrera desarrollada, posición social o cargo ocupado, reputación o prestigio por cualidades, honores, etc.) y bienes psíquicos (sentimientos de autoestima, autoevaluación, autoafirmación, senti-mientos de solidaridad, confianza en uno mismo).

La dimensión social de la empresa nos muestra que el hombre puede crear. Al asentarse en esta nueva realidad, la empre-sa se convierte en una colmena benéfica, un cierto orden capaz de desarrollar a sus miembros con un alto impacto creador y modificador de relaciones sociales.

b. La creatividadUno de los fines de la vida social (desde la perspectiva de Sto. Tomás de Aquino) es precisamente propiciar la creatividad: “No es posible que un hombre solo alcance por su razón todas las cosas [...]. Es necesario vivir entre otros muchos, para que unos a otros se ayuden, y unos se ocupen de in-ventar unas cosas y otros otras”.

“El tiempo es un buen cooperador. No ciertamente porque por sí mismo haga algo, sino porque afecta el contenido de nuestros descubrimientos. Si, en efecto, alguno se entrega, según la marcha del tiempo, a la investigación de la verdad, es sostenido temporalmente en el esfuerzo de su espíritu, ya por el sentido de que cada hombre descubre lo que antes no

E m p r e s a

La pericia del capitán y su equipo permite alcanzar el objetivo,

contando con elementos tan autónomos y

heterogéneos como la nave (negocio), la

tripulación (organización) y las aguas (institución).

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veía, ya colectivamente, porque nutrido con las invenciones de sus predecesores progresa más allá. Es de esta manera como se aumentan los progresos de las ciencias: de un modesto descubrimiento inicial, se progresa poco a poco hasta los grandes conjuntos; compete a cada hombre desa-rrollar lo que en las consideraciones de sus predecesores era deficiente”.

Fácilmente se observa, con todo lo valioso que tiene, la imposibilidad del trabajo en la “colmena” para contener este poder creador. Este se caracteriza, históricamen-te, por su capacidad de romper las catego-rías “sociales” de la propia colmena.

El hombre no sólo se informa con el patrimonio de los saberes here-dados, sino que permanentemente recrea su propia organización de la convivencia y, más aún, tiene la posibilidad de recrear su vida, de abrir “nuevos hori-zontes”. Esta posi-bilidad de realizar más al hombre, -un “horizonte” que excede la or-

ganización descripta- requiere un clima comunitario que cuente con lo creado y con lo producido por las anteriores gene-raciones.

La empresa fundada en relaciones de justicia nos ha permitido el nacimien-to de un orden: la organización. Ahora observamos que el fin introduce una posibilidad de armonía superadora de los equilibrios precarios, a la que siempre se la ha llamado paz.

Poder amarLas dos guerras mundiales dejaron un nue-vo sentimiento: el mal no sólo es posible, sino que como observaba Hanna Arendt frente al juicio de Heichmann, es casi tri-vial en sus agentes. Inicialmente se plan-teó que debía evitarse el mal, pero con el tiempo fue desarrollándose la conciencia de que primero era necesario obrar el bien.

El otro se me imponía en todo su riesgo y potencial, comienza a reconocerse una realidad humana social. Los individuos unidos exigen la organización al servicio de una idea: la institución.

En la institución el beneficio debe tener un sentido en el tiempo y en la actualidad, no les basta existir para justificarse. El hombre será entonces un “miembro” inte-grante del “factor humano” de una comu-nidad de personas que trabajan, cuyo fin, a la vez que los implica, los trasciende.

Lo propio de las empresas como institu-ción es crear las condiciones (justicia, orden y paz) para que surja del sujeto la imagen en él impresa: poder tener, poder crear, poder amar. Para el desarrollo de sus capacidades de conocer, querer, sentir, ser, hacer y tener.

Al hacer esto las empresas deben tomar conciencia que definen y realizan (con otros) el Bien Común siendo capaces de ga-rantizar su propia autarquía y continuidad.

Como explica Tomás de Aquino: “To-das las cosas creadas se comparan con Dios como la obra de arte se compara con el hombre”. Es claro que la creati-vidad humana se diferencia de la divina por la falta de “causación total” y por la “no dependencia” de la obra de arte. Sin embargo hay un único caso límite, la propia causación del hombre sobre el hombre, conocida como libertad. Cuan-

E m p r e s a

La empresa fundada en relaciones de

justicia nos ha permitido el nacimiento

de un orden: la organización. Ahora

observamos que el fin introduce una

posibilidad de armonía superadora

de los equilibrios precarios a la que

siempre se la ha llamado paz.

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do el hombre produce el mundo, autén-ticamente “crea”: Se recrea a sí mismo como obra.

El trabajo es una auténtica recreación de la persona, desde esa misma persona y por las potencias de esa persona. En un sentido último, sólo en comunidad se crea, porque sólo en comunidad se trabaja. ¿Hemos al-canzado una realidad total de la empresa? ¿La comunidad define una entidad antro-pológica integral? ¿O casi sin darnos cuen-ta estamos saliendo de la empresa?

Poder creerAl finalizar estas líneas, mantengo de modo persistente una inquietud. Es claro que uno de los fines de la vida social es precisamente propiciar la creatividad. Es claro, también, que la creatividad humana se diferencia de la divina por la falta de “causación total” de la obra de arte, pero en el caso de la “no dependencia”, la pro-pia causación del hombre sobre el hombre conocida como libertad introduce algunos interrogantes.

Cuando el hombre produce se recrea a sí mismo como obra, en su “imagen y se-mejanza” opera con una operación que se vuelve sobre sí mismo transformándolo a él. En la empresa coexiste una realidad económica, una realidad social y una rea-lidad política. Pero, lo propio de ella es trascender el trabajo, haciendo surgir del sujeto la imagen en él impresa: la propia persona y las demás personas. Verdaderos bienes intrínsecos (valiosos en sí mismos y por sí mismos).

Hemos reencontrado el sentido del gobier-no como arte de conducir la nave a buen puerto. La pericia del capitán y su equipo permite alcanzar el objetivo, contando con elementos tan autónomos y heterogéneos como la nave (negocio), la tripulación (organización) y las aguas (institución).

Siguiendo con la imagen, el buen capitán (director general) también cuenta con los fondos marinos (fuerzas profundas emergentes en la cultura), los faros (regu-laciones estatales y supranacionales) y las restantes embarcaciones (cooperadores / competidores).

Llegados a este punto “final” es donde volvemos a la inquietante pregunta de si alcanzamos una explicación “total” del po-der en la empresa. Si ya está el repertorio completo. En síntesis, si verdaderamente se trata de una visión que ha podido agotar lo humano.

La respuesta sólo puede ser negativa. Lo sustancial es el hombre: la empresa es un accidente de relación, todavía hay hombre fuera de la empresa, todavía hay hombre que debe ser dejado fuera de ella y todavía hay poder del hombre que debe ser visto en la empresa.

Existe una pregunta que supera el para qué y es ¿Por qué? Se trata de una pregunta que en sentido último es respondida por la

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El hombre no sólo se informa con el

patrimonio de los saberes heredados, sino que

permanentemente recrea su propia organización de la convivencia y más aún,

tiene la posibilidad de recrear su vida, de abrir

“nuevos horizontes”.

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teología. Hay una respuesta teológica para la empresa. Y esto es así porque existe una realidad teologal. Entonces, al ver las em-presas debemos entenderlas también como verdadero ámbito que trasciende lo físico y metafísico.

Esta realidad teolo-gal nos muestra que hay hombre fuera de la empresa: la plenitud humana no se agota en las dimensiones que puede asimilar la empresa. Es mucho más lo que el hom-bre necesita tener, crear, amar y creer. Si esta realidad no se descubre, la em-presa corre el riesgo de competir con

la familia, los amigos, la sociedad y aun la religión de sus miembros, reduciendo al hombre que está fuera de ella, a un ser po-bre en dimensiones.

En segundo lugar, la realidad teologal nos recuerda que hay hombre que debe ser de-jado fuera de la empresa: no toda dimen-sión humana, que puede asimilar la em-presa, es legítimo que sea asimilada, existe una esfera privada y de interioridad que debe ser preservada. No puede la empresa conceder a sus miembros menos derechos que los que sus religiones y sus estados les conceden.

En tercer lugar, la realidad teologal nos re-cuerda que hay poder del hombre que debe ser visto en la empresa: el hombre que hay fuera de la empresa y el hombre que debe ser dejado fuera de la empresa completan (desde la empresa) un espacio existencial multidimensional que se introduce en la empresa, con la creatividad de un espacio

existencial de solidaridad para el bien y para el mal. No puede la empresa dejar de ver esa realidad.

Epílogo para empresarios

La vida no necesita razones, está allí... A nosotros no se nos ha preguntado si que-ríamos sumergirnos. Nacimos en ella. Si la vida es previa a la razón, no resulta re-levante preguntarnos por las razones para vivir, sino por el sentido de nuestra vida.

Lanzados a la existencia (como estamos), todo interesa: cómo competir, dónde competir, desde qué bases competir, para qué competir. Sin embargo, al descubrir nuestra medular incapacidad de no ser, interesan sobre todo las preguntas relativas al por qué estamos navegando.

Como le gustaba decir a Lacordaire, “Somos inocentes de nuestra inmortali-dad”. Nos queda sin embargo una opción primordial: decidir cuál será el objeto de nuestra voluntad. Allí el río se bifurca en caminos sinuosos, entre ellos la alternativa de la voluntad de poder o la voluntad de sentido.

Ninguna persona humana escapa total-mente a esta alternativa; sin poder respon-derla directamente en esta vida. Es esta la verdadera división, no entre los hombres y las mujeres de todo el mundo, sino de todas las épocas.

Desde su experiencia en los campos de concentración, Viktor Frankl nos dice: “Nuestra generación ha descubierto como ninguna otra qué es el hombre, el hombre es el ser capaz de construir las cámaras de gas y de entrar en ellas musitando una ora-ción”. El hombre, todo hombre, también el empresario y cada miembro de su equi-po, puede dar la vida o destruirla.

E m p r e s a

Las acciones del “hombre de negocios”

se fundamentan en las preguntas

dónde y cómo ganar dinero. En las

realidades más complejas, dónde y

cómo competir. A partir de estas

preguntas formulará sus políticas.

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Documento

Conferencia Episcopal Argentina

El compromiso ciudadano y las

próximas eleccionesAl término de la 93.ª Asamblea Plenaria, la Conferencia Episcopal Argentina dio a

conocer una exhortación pastoral acerca del compromiso ciudadano y las próximas elecciones, en la que llama a realizar un examen serio del comportamiento social,

a analizar el cumplimiento de los deberes y la exigencia de los derechos como ciudadanos, a descubrir la vocación por el bien común, y a pasar de la condición de

habitantes a ciudadanos, corresponsables de la vida social y política del país.

En su declaración los obispos expresan que “una sociedad no crece necesariamente cuando lo hace su economía, sino sobre todo cuando madura en su capacidad de diálogo y en su habilidad para gestar consensos que se traduzcan en políticas de

Estado, que orienten hacia un proyecto común de Nación”.

A continuación transcribimos el documento.

Exhortación pastoral presentada por la Conferencia Episcopal Argentina (28 de abril de2007)

La Pascua y la vocación del cristiano en el mundo

La fe en Jesús resucitado, que celebramos más intensamente en este tiempo de Pas-cua, nos impulsa a renovar nuestra vida, viviéndola con verdad, libertad, justicia y solidaridad en la Iglesia y en la sociedad política de la que formamos parte. Somos miembros de las dos, y en las dos la fe nos llama a vivir nuestra vocación.

En estas circunstancias históricas, la fe nos exige crecer aún más en nuestro compro-miso ciudadano. Somos conscientes de los pasos dados para superar la crisis en la que habíamos caído. Sin embargo, no podemos dejar de atender a la profundidad de la misma. Ésta, si bien tuvo consecuencias económicas y sociales muy graves, viene

de vieja data, y tiene sus profundas raíces en el individualismo y en el relativismo que distorsionan la concepción de la vida humana y de la convivencia.

De allí la necesidad urgente que todos los argentinos, y especialmente los cristianos, descubramos mejor nuestra vocación por el bien común, y así nos convirtamos “de habitantes en ciudadanos”, corresponsa-bles de la vida social y política, a lo que nos ayuda el conocimiento y la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia.

Las próximas elecciones

Este año, marcado de manera particular por las elecciones, es una ocasión propi-cia para que hagamos un examen serio

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de nuestro comportamiento social, y analicemos cómo es el cumplimiento de nuestros deberes y la exigencia de nuestros derechos, sea como simples ciudadanos, sea como autoridades llamadas a ejercer la función para la que son elegidas.

El acto eleccionario requiere el conoci-miento de las propuestas y el pleno ejer-

cicio de la libertad del ciudadano. Esto compromete al que se postula, quien debe definir claramente su programa de acción política, y al que debe votar, a informarse debidamente de la probidad de los candi-datos y de la dimensión ética de sus pro-puestas.

La trascendencia del acto eleccionario exige una gran transparencia, que lo aleje de prácticas demagógicas y presiones in-debidas, como el clientelismo y la dádiva, que desvirtúan su profundo significado y degradan la cultura cívica. Por otra parte, es obligación del ciudadano controlar la gestión del gobernante.

Algunos desafíos a tener presentes

Son muchos los desafíos que debemos en-frentar. Señalamos algunos que nos pare-cen más significativos y nos comprometen como ciudadanos:

a) la vida: es un don de Dios y el primero de los derechos humanos que debemos respetar. Corresponde que la preserve-mos desde el momento de la concepción y cuidemos su existencia y dignidad has-ta su fin natural;

b) la familia: fundada en el matrimonio entre varón y mujer, es la célula básica de la sociedad y la primera responsable de la educación de los hijos. Debemos fortalecer sus derechos y promover la educación de los jóvenes en el verdade-ro sentido del amor y en el compromiso social;

c) el bien común: es el bien de todos los hombres y de todo el hombre. Debemos ponerlo por sobre los bienes particula-res y sectoriales. Su primacía sustenta y fortalece los tres poderes del Estado, cuya autonomía, real y auténtica, se

Documento

La trascendencia del acto eleccionario exige una gran transparencia,

que lo aleje de prácticas demagógicas y presiones

indebidas, como el clientelismo y la dádiva,

que desvirtúan su profundo significado

y degradan la cultura cívica. Por otra parte, es

obligación del ciudadano controlar la gestión del

gobernante.

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hace imprescindible para el ejercicio de la democracia. Dicho bien común se afianza cuando la autoridad sanciona leyes justas y vela por su acatamiento. También el ciudadano está obligado en conciencia a cumplirlas, salvo que se opongan a la ley natural;

d) la inclusión: debemos priorizar me-didas que garanticen y aceleren la inclusión de todos los ciudadanos. La pobreza y la inequidad, no obstante el crecimiento económico y los esfuerzos realizados, siguen siendo problemas fundamentales. Toda gestión social, política y económica debe estar orien-tada al logro de una mayor equidad, que permita a todos la participación en los bienes espirituales, culturales y materiales;

e) el federalismo: tenemos que promover el verdadero federalismo, que supone el fortalecimiento institucional de las Provincias, con su necesaria y justa autonomía respecto del poder central. Los poderes del Estado se ennoblecen cuando consolidan la estructura federal y republicana del País;

f) políticas de Estado: la experiencia nos ha enseñado que una sociedad no crece necesariamente cuando lo hace su economía, sino sobre todo cuando madura en su capacidad de diálogo y en su habilidad para gestar consensos que se traduzcan en políticas de Es-tado, que orienten hacia un proyecto común de Nación. Este sigue siendo un fuerte desafío para nuestra demo-cracia.

Nuestro país sufre todavía fragmentación y enfrentamientos, que se manifiestan tanto en la impunidad, como en desencuentros y resentimientos. Nos queda pendiente la deuda de la reconciliación. En este sen-

tido, el Papa nos recuerda que “las condiciones para establecer una paz verdadera son la restauración de la justicia, la recon-ciliación y el per-dón”.

Nuestro más vivo deseo es que el período de con-memoración del bicentenario, que celebraremos entre el 2010 y el 2016, nos encuentre for-talecidos en un es-píritu común, don-de la reconciliación de los argentinos genere finalmente un ambiente de verdadera paz y amistad social.

Al concluir nuestra 93.ª Asamblea Ple-naria, compartimos con ustedes estas reflexiones, que son nuestra preocupación y, a la vez, nuestra esperanza para el futuro de la Patria.

Que María Santísima, nuestra Madre de Luján, nos acompañe con su intercesión, en este camino del pueblo argentino.

Documento

Nuestro país sufre todavía

fragmentación y enfrentamientos,

que se manifiestan tanto en la

impunidad, como en desencuentros y

resentimientos. Nos queda pendiente

la deuda de la reconciliación. En este

sentido, el Papa nos recuerda que “las

condiciones para establecer una paz

verdadera son la restauración de la

justicia, la reconciliación y el perdón”.

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Página 58 EMPRESA Nº183

Los cristianos y la políticaHace casi un cuarto de siglo nuestra nación se reencaminaba al proceso de institucionalidad, lo cual despertó en todos sus ciudadanos una gran expectativa, no solo por la participación en lo político y la cosa pública, sino también por el formal y correcto funcionamiento de las instituciones que nuestra Constitución establece.

Un interrogante surgió entre los hombres de ACDE: si este entusiasmo persistiría cuando comenzáramos a vivir el juego real de la política de la incipiente democracia. Hoy tendríamos la repuesta que, considero, bien puede ser tema de un análisis profundo para otra ocasión…

En esta edición traemos de nuestro archivo lo que publicáramos en el número 66 de EMPRESA, (abril-mayo de 1984), acerca de la experiencia de Italia, un país que comenzó a transitar hace tres décadas el camino de la democracia y en el que los católicos desempeñaron un papel predominante en la función de gobierno. (“Hacer política como cristianos”, La Civiltà Católica, cuaderno n.º 3192, Editorial).

En un año en el que ha dado comienzo la contienda electoral con características muy particulares, he considerado oportuno este documento que contiene, fundamentalmente, conceptos que nos pueden llevar a la reflexión y a rescatar el hecho, de que si bien no existe oposición entre Evangelio y política, no significa que sea fácil unirlos en la practica sin una gracia particular de Dios.

Selección y prólogo de Celso Enrique Arabetti, Publicado en la revista EMPRESA N.º 66

¿Vale la pena que los católicos se comprometan en política, aunque sea en un partido de fi-liación cristiana, si entendemos que la política es sucia por naturaleza, como lo demuestran los escándalos cotidianos? Cuándo los cristianos entran en el juego político, ¿estarían obli-gados a someterse a sus reglas, a ceder al compromiso, a ensuciarse las manos y el alma? ¿No es más justo, entonces, que el cristiano que quiere actuar –como es su deber– en la realidad mundana evite el compromiso político y busque otro modo de estar presente?

Como se ve, las cuestiones que se formulan son sustancialmente: una, de orden histórica, referida al juicio sobre la validez cristiana del accionar de los católicos en el campo político; y otra de orden teórico, concerniente a la posibilidad misma de actuar como cristianos en la vida política.

Pero en lo que respecta a la primera cuestión, es necesario recordar cuál es el deber espe-cífico del cristiano que hace política, sea individualmente, en un eventual partido político de inspiración cristiana, o en otros partidos.

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El deber específico del cristiano que actúa en política no es el proselitismo religioso sino la promoción del bien común de la sociedad

En primer lugar, es necesario destacar que se trata de un deber político y no religioso. Es decir, el cristiano en política no se propone la tutela o la promoción de los intereses espi-rituales y temporales de la Iglesia, ni la promoción de la vida cristiana, sino que tiene como fin propio el bien temporal de la comunidad civil, el logro del objetivo mismo del Estado que es el bien común, vale decir el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cua-les los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección (Gaudium et spes, n.º 74). Por cierto, la realización del bien común recta-mente entendido–como promoción de la persona humana en todas sus dimensiones (por consiguiente, también en la espiritual y religiosa que le son esenciales)- favorecerá la misión de la Iglesia y el desarrollo de la vida religiosa; pero no es éste el objetivo directo del cris-tiano que se compromete en política.

El objetivo político del cristiano no es construir un Estado confesional sino un Estado y una sociedad humana

En segundo lugar, el cristiano que se dedica a la política no se pro-pone construir un Estado confesional, una sociedad cristiana, sino edificar un Estado y una sociedad que sean humanos, en los cuales, por lo tanto, se respeten la dignidad y la libertad de la persona, se promuevan todos sus valores y derechos inalienables. Ciertamente, un Estado más justo y una sociedad más fraternal y menos con-flictiva, son condiciones favorables para acceder a la fe, dado que el hombre está tanto más abierto a Dios y a la gracia en tanto se hace más plenamente hombre; pero el cristiano que hace política no se propone directamente la conversión a la fe o la adhesión re-ligiosa al mensaje moral del Evangelio.

Para juzgar los logros y los errores políticos hay que con-siderar las condiciones en que se debió actuar

En realidad, si la validez cristiana de lo obrado por los católicos políticamente comprometidos se debe juzgar tomando como criterios de valoración, no los valores propiamente religiosos, sino los valores humanos de la persona, de la libertad, de la justicia, de la solidaridad y de la paz, entonces el problema se formula en estos términos: en los últimos treinta y cinco años los ca-tólicos que han hecho política, ¿han logrado crear un país más libre, más justo, más solidario, más pacífico, una sociedad más respetuosa de la dignidad y de los valores de la persona?

La respuesta a esta pregunta no puede ser tan expeditiva como algunos quisieran. En efec-to, se debe tener en cuenta no sólo aquello que se ha hecho o se ha dejado de hacer, sino también las condiciones en las cuales se ha tenido que actuar y que han podido favorecer u obstaculizar el trabajo.

La justa denuncia de los errores no debe excluir el justo reconocimiento de las metas alcanzadas

El cristiano está llamado a inspirar

su actividad política no en la lógica

del poder, sino en la lógica

de la caridad, que es la única

verdaderamente evangélica.

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El resultado político de las acciones de los católicos está ante los ojos de todos. Permanecen, por cierto, situaciones de desigualdades injustas, de mucha pobreza y de subdesarrollo; pero las mismas han disminuido con respecto al pasado y, sobre todo, hoy se las combate y se las siente como inaceptables. Otros fenómenos negativos, como las nuevas for-mas de pobreza (las llamadas pobrezas posmaterialistas): la desocupa-ción creciente, las crisis de la familia y del mundo juvenil, el crecimiento de la delincuencia, los gravísimos fenómenos del terrorismo, la droga y el aborto, son desgraciadamente dolorosas y afligen a la civilización moderna y a todos los países del bienestar, y no se pueden atribuir a la responsabilidad de un partido, sólo porque está en el gobierno.

Indudablemente, se les puede reprochar muchas cosas a quienes, en estos años, han tenido mayores responsabilidades políticas: ma-los hábitos administrativos, comportamientos escandalosos, formas de proselitismo y de usufructo del Estado, arribismo y sed de po-der; pero la justa denuncia de esas desviaciones no debe impedir el justo reconocimiento de las metas alcanzadas.

¿ES POSIBLE EVANGELIZAR LA ACTIVIDAD POLÍTICA?

La segunda cuestión, más delicada, concierne a la posibilidad de hacer política como cristia-nos, o sea vivir el mensaje evangélico en la actividad política. Existen, a este propósito, algu-nas tendencias en el mundo cristiano, que parecen aplicar una respuesta negativa.

LA POLÍTICA, ¿APUNTA SÓLO A CONQUISTAR EL PODER?

Una primera tendencia ve en la política el lugar de lo demoníaco y el mal radical. Según esta corriente, la política no sería otra cosa que la actividad que apunta sólo a conquistar el poder y, una vez conquistado, a ejercerlo. Ahora bien, el poder –se quiera o no- tendría un rostro demoníaco, porque la pasión del poder impulsa a recurrir a todos los medios, aun a los más deshonestos y crueles, para conquistarlo y mantenerlo; y, sobre todo, porque el ejercicio del poder conlleva el dominio sobre los demás, su sometimiento y explotación, el recurso a la mentira y al engaño, estimula el orgullo, la prepotencia, el considerarse supe-rior a las leyes, según la norma del princeps legibus solutus. El poder, así, sería corrupto, enga-ñable y engañoso; sería la negociación radical el derecho, la justicia y la verdad.

EL ÉXITO EN POLÍTICA, ¿EXIGE TENER POCO ESCRÚPULOS MORALES?

Una segunda tendencia –más difundida que la primera- ve en la política algo sucio, en el sentido de que para tener éxito en el campo político habría que tener pocos escrúpulos morales. La política –dicen los sostenedores de esta tendencia- es una lucha áspera en la que se combate con todos los medios contra los propios adversarios para la conquista y la gestión del poder; si se quiere tener éxito, se deben dejar de lado los principios morales,

El cristiano que se dedica a la política

no se propone construir un Estado

confesional, una sociedad cristiana, sino

edificar un Estado y una sociedad que

sean humanos, en los cuales, por lo tanto,

se respeten la dignidad y la libertad de

la persona, se promuevan todos sus

valores y derechos inalienables.

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recurrir a la mentira, al uso desprejuiciado del dinero, al transformismo, a las promesas que se sabe que no se podrán mantener, a la intriga. Una confirmación de esta visión negativa de la política es el hecho de que muchas personas honestas y sinceras, para no tener que ensuciarse las manos, se vieron obligados a renunciar a ella.

La política es una realidad humana, por lo tanto querida por Dios, cuyo fin es organizar la sociedad civil para lograr el bien común.

Es evidente que si la política fuese sucia por naturaleza no sería posible practicarla como cristianos, o sea como personas que quieren ser fieles al Evangelio. Pero, ¿es realmente así? Con certeza, no. La política es una realidad humana, por lo tanto querida por Dios. La razón de ello es que tiene la finalidad de organizar la sociedad civil, para que pueda lograr el bien común.Al haber querido la sociedad humana, Dios ha querido también la política;y ya que el poder es el instrumento del cual la sociedad se sirve para organizarse en vista de lograr el bien común, al haber querido la política, Dios ha querido el poder, la autoridad. Es evidente pasar guión abajo -destaca Gaudium et spes, n.º 74- que la comunidad política y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana y, por los mismo, pertenecen al orden previsto por Dios. Es lo que afirma con claridad San Pablo, cuando escribe a los romanos que no hay autoridad (exousia) si no viene de Dios; y que aquellas que existen son estable-cidas por Dios (Rom. 13,1).

En cuanto realidades humanas queridas por Dios, la política y el po-der son de por sí cosas buenas: no pueden ser sucias y demoníacas. Si se convierten en eso, es por culpa del hombre. En realidad, en el plan de Dios, la política, en cuanto se hace cargo del bien común y del interés general, es la más alta y la más divina entre todas las realidades humanas, porque -según una profunda expresión de San Ignacio de Loyola- el bien cuanto más universal es tanto más divino. Según el perfil evangélico, entonces, puede convertirse en un ejercicio de la más alta virtud cristiana:la caridad. La política –ha afirmado Pío XI- es el campo de la más vasta caridad, la caridad política, de la cual sólo se podría decir que, con la única excepción de la religión, es superior a todas las otras. Pablo VI, por su parte, ha escrito que la política es una manera exigente –aunque no la única- de vivir el compromiso cristiano al servicio de los otros (Octogesima adveniens, n.º 46).

Por ello, una visión radicalmente pesimista de la política, que lleve a percibirla como un he-cho directamente inmoral, no es cristiana.

ENTRE EVANGELIO Y POLÍTICA NO HAY CONTRADICCIÓN, PERO NO ES FÁCIL VIVIR EL EVANGELIO EN EL CAMPO POLÍTICO

Sin embargo, esto no significa que sea fácil vivir el Evangelio en el campo político. Es posible, porque entre Evangelio y política no hay contradicción; pero no es fácil; más aún, aplicar a la política las palabras de Jesús acerca del peligro que constituye la riqueza para la salvación: “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios”.

Una visión radicalmente pesimista

de la política, que lleve a percibirla

como un hecho directamente inmoral,

no es cristiana.

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Pero a los discípulos espantados, Jesús les agrega: Imposible para los hombres, pero no para Dios. ¡Porque todo es posible para Dios! (Mc. 10, 23-27). En efecto, no menos que la riqueza, la política constituye para el hombre un peligro y una tentación. La cosa es clara.

Para hacer política hay que tener el poder; pero para tener el po-der hay que luchar para conquistarlo y para mantenerlo. Es aquí donde aparece el riesgo de que el justo deseo de poder se trans-forme en ambición y en voluntad de poderío, en deseo desenfre-nado de autoafirmarse, de dominar sobre los otros, de aplastarlos y someterlos. Sobre todo, aparece la tentación de recurrir a medios ambiguos o deshonestos, a la calumnia, a la corrupción, al atropello moral del adversario, a los manoseos, a las intrigas, a la ayuda de personajes equívocos y extorsionadores, que abundan en el tras-fondo de la política.

Por otra parte para hacer política hay que ejercer el poder. Se da entonces el peligro de que el mismo se ejerza no en interés de la na-ción y en vista del bien común, sino en el interés personal y del pro-pio partido o de grupos particulares. Sobre todo, interviene la tenta-ción de abusar del poder, vale decir, de aprovechar la posición de la cual se goza para enriquecer a los propios amigos o a los afiliados al propio partido. ¿No es quizás por haber cedido a esta tentación que los partidos de nuestro país se han apoderado de las instituciones del Estado -aun de aquellas que en mayor grado deberían haber

permanecido fuera de la política (como la magistratura, el ejército, las fuerzas del orden)-, y las han repartido como premios de lotería, no sólo nombrando a los propios hombres en los puestos claves de la administración pública, sino sobre todo, creando estructuras paralelas a las instituciones, con el fin de controlarlas y volverlas dóciles a las directivas del partido?

¿PERMITE NUESTRO TIEMPO VIVIR UNA ESPIRITUALIDAD DE LA POLÍTICA?

Esto significa que para hacer política como cristianos, para vencer las tentaciones a las que expone el poder, sobre todo para realizar positivamente y con eficacia este importante servicio al país, es necesario vivir una verdadera y propia espiritualidad de la política, cuyas líneas guías pueden ser las siguientes:

LA POLÍTICA NUNCA PUEDE CONSTITUIR UN ABSOLUTO AL QUE SE LE SACRIFIQUE TODO

Ante todo, para un cristiano la política nunca puede constituir un absoluto, al cual se deba subordinar todo y, si es necesario, sacrificar todo; nunca puede exigir el sacrificio de la con-ciencia y del orden moral; no puede jamás convertirse en el valor supremo y, por lo tanto, el criterio último para evaluar todo lo demás; no puede convertirse en el fin último de la existencia y el no vivir más que para ella. Por consiguiente, se desacraliza y relativiza la política

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En el plan de Dios, la política,

en cuanto se hace cargo del

bien común y del interés general,

es la más alta y la más divina entre

todas las realidades humanas, porque

-según una profunda expresión de

San Ignacio de Loyola- el bien cuanto

más universal es tanto más divino.

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porque por encima del César está Dios, y por encima del orden político (que pertenece al reino de los medios) existe el orden moral y religioso (que pertenece al reino de los fines); porque para un cristiano, aunque el reino de Dios no está todavía en su plenitud, sin embargo ya está presente y operante en la historia humana.

EL PODER SÓLO SE JUSTIFICA SI ES UN SERVICIO

En segundo lugar, la política para un cristiano debe ser un servicio. Ese es el carácter esencial y distintivo de una espiritualidad de la política. Por esta razón, para el cristiano, el poder se justifica sólo si es ser-vicio, si es querido y buscado para ampliar un servicio, si se ejercita en espíritu de servicio. La política es, por consiguiente, servicio pú-blico. Pero, ¿servicio a quién? Con seguridad a toda la comunidad, al Estado en cuanto artífice y garante del bien común. El sentido del Estado –es decir, la capacidad de atender los intereses generales y el negarse a someter al Estado y sus instituciones a los intereses corporativos de los partidos, de los grupos, de las clases- forma parte de una genuina espiritualidad de la política.

Pero en el servicio político, el cristiano debe saber conjugar el sentido del Estado con algunas elecciones prioritarias. Ante todo, con la elección preferencial de los pobres, los humildes, los últimos, dándoles el primer lugar en las decisiones políticas; luego, con la elección de colaborar con todos aquellos que, aún partiendo de premisas ideológicas diversas, quieran el verdadero bien de la comunidad y estén dispuestos a defender y promover los grandes valores humanos, propios de la dignidad de la persona; finalmente, con la elección de la paz como objetivo políti-co que se perseguirá a cualquier costo, tanto en el plano interno como a nivel internacional.

El compromiso primero y esencial de la política es servir a la paz que se fun-da sobre la justicia, la libertad y la verdad.

Nos parece, en realidad, que el servicio de la paz debe constituir uno de los ejes centrales de la espiritualidad de la política. Desgraciadamente, la historia demuestra que la política ha estado casi siempre al servicio de la guerra; ésta, por lo demás, ha sido definida por C. von Clausewitz como la continuación de la política con otros medios, o mejor, la política misma que abandona la pluma y empuña la espada. Contra esta cínica aberración es necesario afirmar que la política es, y debe ser, el arte de la paz; este debe constituir su compromiso primero y esencial.

El cristiano que escoge vivir la propia fe en la vida política no puede dejar de hacer suyo este compromiso y de dedicarle todos los esfuerzos, recordando sin embargo que la paz verdadera es la que se funda sobre la justicia, la libertad y la verdad y que, por consiguiente, se construye día a día, obrando la justicia sea en la propia nación, sea en la comunidad in-ternacional, expandiendo el campo de la libertad, luchando contra la mentira; es decir, con-tra todas las tentativas de enmascarar la verdad, de disfrazar el engaño con la apariencia de lo verdadero, de hacer pasar por bueno lo que es malo y por malo lo que es bueno.

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Para el cristiano, el poder se justifica

sólo si es servicio, si es querido y

buscado para ampliar un servicio,

si se ejercita en espíritu de servicio.

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En política, la caridad se manifiesta, ante todo, en honestidad y lealtad hacia los propios adversarios políticos

Otro carácter esencial de una espiritualidad de la política debe ser la caridad. En efecto, la lucha política fácilmente puede degenerar en odio, y en considerar a los adversarios como enemigos. Pero el cristiano no puede odiar a nadie, no puede tener enemigos; y si algunos se declaran sus enemigos o se comportan como tales, no puede odiarlos sino, más bien, según el mandato de Jesús, debe amarlos: Amad a vuestros enemigos (Mt. 5,44) y hacerles el bien: Hacer el bien a aquellos que nos odian (Luc. 6,27).

En este punto estamos, cier tamente, frente a uno de los esco-llos más difíciles de la espiritualidad de la política, porque la lu-cha política es despiadada y llega hasta arruinar y destruir a una persona en su dignidad y en su honor de una manera bastante más grave que un revólver. Piénsese en los casos, para nada raros y tristemente famosos, de personas honestas, aplastadas bajo el peso de acusaciones infames, que han debido sufrir la vergüenza de la cárcel o retirarse de la vida política. Y bien, tam-bién en casos como estos, así como en toda la vida política, el cristiano debe testimoniar siempre la caridad, que es ante todo honestidad y lealtad también hacia los propios adversarios polí-ticos, evitando usar sus métodos inmorales de lucha, de hacerles mal con retorsiones y extorsiones, mostrando en cambio amor y generosidad hacia todos, ausencia de rencor y de espíritu de

venganza, grandeza de ánimo en el perdón de las ofensas.

En otras palabras, el cristiano está llamado a inspirar su actividad política no en la lógica del poder, sino en la lógica de la caridad, que es la única verdaderamente evangélica.

Hacer política como cristianos es testimoniar la fuerza creadora y renovado-ra del Evangelio en las difíciles condiciones actuales

Una espiritualidad de la política, por consiguiente, que la rescate de sus miserias (cuando la política se reduce a mezquinos juegos de poder, a forcejeos interminables y a un jeu de masacre de personas y de gobiernos, o bien se hace para servir a la satisfacción de ambiciones personales y a enriquecimientos ilícitos), y le dé nobleza y dignidad, de modo tal que aquellos –especialmente los jóvenes– que se sienten llamados a vivir y a realizar los ideales cristianos en el servicio político no se sientan descorazonados, sino más bien impulsados a realizarlo.

¿Es posible en la situación actual? La respuesta la deben dar, con sus vidas, aquellos que han elegido hacer política como cristianos, tomando sobre sí la responsabilidad de testi-moniar la fuerza creadora y renovadora del Evangelio, también en las difíciles condiciones de nuestro tiempo.

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El cristiano en política tiene

como fin propio el bien temporal

de la comunidad civil, el logro

del objetivo mismo del Estado

que es el bien común.