resena historica de la inaguracion de la iglesia de san ignacio de loyola de manila en 1889

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Compilation of Homilies during the Inauguration of the Church of Saint Ignatius of Loyola in Intramuros, Manila

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  • RESEA HISTRICA

    DB SAN IGNACIO DE LOYOLA

  • Fototipia, Suc. Ramrez y CB.rcr-fon.t

    VISTA EXTERIOR DEL TEMPLO DE SAN IGNACIO DE LOYOLA, DE MANILA

  • AU MAJOBEM DEI GLORIAM "3^rcr"'

    L\s//!&.

    DE LA INAUGURACIN DE LA IGLESIA

    DE SAN -'IGNACIO DE BOYOLA

    DE MANILA

    EN 1889

    MANILA IMPRENTA Y LITOGRAFA DE M. PREZ, HIJO

    San Jacinto, 30.Binando

    1890

  • INDICE.

    Introduccin pg. 9 Principio de la Iglesia 15 Su descripcin 17 Seccin religiosa 2 9 Da 27 de julio dedicado los BB. MM. de Inglaterra . . 31 Sermn de los BB. MM 3 7 Da 28 dedicado S. Alfonso Rodrguez 5 3 Sermn de S. Alfonso Rodrguez 57 Da 29 dedicado S. Juan Berckmans 77 Sermn de S. Juan Berckmans 81 Da 30 dedicado S. Pedro Claver 97 Sermn de S. Pedro Claver 102 Da 31 fiesta de S. Ignacio de Loyola 117 Sermn de S. Ignacio de Loyola 121 Sermn de accin de gracias 139 Seccin de festejos da 27 155

    da 28 1 ^y da 29 161 da 30 163 da 31 165

    Conclusin 185 Apndice final 191

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  • 10 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    nones en el Colegio de San Ignacio de Manila y Cro-nista de la Compaa en Filipinas. Fu dedicado el nue-vo templo al glorioso Patriarca San Ignacio de Loyola, pocos aos antes canonizado.

    Los reveses y contratiempos humanos, por permitirlo as la Divina Providencia, vinieron ms tarde dejar des-amparada y sin sus dueos legtimos aquella joya del arte, y la inclemencia del tiempo derrumb en el espacio de un siglo el templo que tantas fatigas haba causado sus constructores.

    La Compaa de Jess hubo de salir de Filipinas, al parecer, para no volver ms, pero Dios N. S. lo dispuso de otra suerte y los treinta aos de su nueva residencia en Manila, precisamente en el mismo da 27 de Julio, se inaugur el templo dedicado San Ignacio de Loyola, como el anterior, pero de estructura y posicin diversas, porque aquella perteneca al gnero plateresco, al paso que la actual es de arquitectura Greco-Romana, y la si-tuacin de aquella en la calle Real (hoy Palacio), es-tando la que es objeto de esta resea en la del Arzo-bispo, muy cerca del Palacio del Excmo. limo. Me-tropolitano de las Islas.

    De un artculo publicado por D. Manuel Walls y Me-rino en La Voz de Espaa el sbado 27 de Julio de 1889, da primero de las fiestas, tomamos el siguiente resumen de las condiciones que embellecan la antigua Iglesia.

    El eje de la nave principal de la Iglesia est orien-tado del S. E. al N. E.; (1) tiene 204 pies geomtri-cos; la latitud es de 90 y 12 dedos (de los comunes tiene ms). La elevacin hasta el tholo es de 111 pies; las paredes tienen 9 pies de ancho. Es de tres naves; el hueco de la principal es de ms de 40 pies.

    (1) LO entrecomado es copia del libro del P. Murillo.

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA I I

    El coro estaba sobre una bveda elptica, que an se conserva, permitiendo ver en las carcomidas piedras el tra-bajo esmeradsimo de su labor con detalles arquitectnicos que prueban que por aquel tiempo haba ya en Manila ope-rarios adiestrados en el trabajo de cantera, y as lo refiere el P. Murillo. Doce hermossimas pilastras paraleleppe-das mantienen esta suntuosa, soberbia mquina, corpu-lentas con proporcin. Dividen, cuanto hermosean, el es-capo, canaliculas, estras y resaltos, y rematan en jnicos vistosos capiteles. De una pilastra otra corre un perfecti-simo arco de medio punto con bellsimas labores; de los mismos postes corren las paredes principales del templo otros arcos igualmente perfectos y labrados, que forman bellsimas, fuertes y vistosas bvedas de piedra.

    Sobre estas, corran espaciosas tribunas que permi-tan la cmoda asistencia al numeroso gento que sola acudir en tiempo de Misiones, de Cuaresma y las so-lemnes festividades: su techo, tambin de bvedas, apo-ybase del lado de la nave central en arcos circulares, arrancando de un segundo orden de pilastras cuyos ejes correspondan con los de las principales antes citadas. El aspecto general de esta disposicin y sus detalles de-ban formar un conjunto severo y agradable, que con precisin y entusiasmo describe el P. Murillo como sigue: La donosura, gracia y pulcritud, que dan la majestad del Templo los dos rdenes de bvedas y arcos sobrepuestos los arcos y bvedas inferiores; las cpulas de ambas bvedas formadas de segmentos; el delicado tejido de labores; el ornato vistoso de las impostas; las molduras bien distribuidas de las cornisas, descaecen en la pluma, si se pintan, y slo la energa de los ojos (que sepan distinguir de sombras y colores), puede ha-cer justicia al mrito de su hermosura.

  • RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    El crucero era espacioso y le cubra esbelta cpula ochavada, en la que haba rasgados ocho vanos de justas proporciones que daban claridad al templo.

    Era el titular de ste el Fundador de la Compaa, San Ignacio de Loyola, cuya imagen de gran tamao es-taba colocada en un nicho del segundo cuerpo de los cuatro que formaban el retablo ricamente dorado del altar mayor: tena ste frontales de plata primorosamente labrados, y sus costados y distribuidas por las naves ha-ba gran nmero de preciosas lmparas del mismo metal.

    Al lado del crucero, en las naves laterales y debajo del coro, haba altares dedicados la Virgen Santsima bajo las advocaciones de los Dolores y de la Santa Casa de Loreto; al glorioso Patiarca San Jos y San Fran-cisco Javier; San Francisco de Rgis y San Luis Gonzaga; San Juan Nepomuceno y San Joaqun.

    En lo interior y exterior del Templo se ven be-llamente repartidos varios escudos, pechinas, follajes, metopas, triglifos, escocias, boceles, filetes, colarinos, fes-tones, cornisas, capiteles y dems adornos.

    Al describir las fachadas, hace notar el P. Murillo que, la que mira la actual calle de Palacio (que por cierto la denomina Real) y comprende toda la longitud de la Iglesia, se hizo tal como el P. Campin la dise, siendo digna concha de la perla que incluye, y rtulo que declara lo que encierra. Pero en la principal falt la direccin del esclarecido arquitecto, y el que le sus-tituy, seguramente con el deseo de adornarla ms, la recarg de molduras, relieves y otros adornos que resul-taron impropios de la majestad que imprima carcter al resto de la obra. Al comentar este hecho lo hace el cro-nista en las siguientes frases tan discretas como opor-tunas: De ms arte necesita muchas veces el que cor-

  • DE LA IGLESIA DE S. IGKAGIO DE LOYOLA 13

    rige, que el que inventa. Por esto debe la prudencia reprimir el deseo impertinente de aadir, enmendar perfeccionar las obras de los que el estudio y ejercicio gradu de primeros en el arte; porque se arriesga al des-acierto y se expone al ludibrio de los inteligentes.

    En la construccin de los cimientos hubo gran es-mero y precaucin: se hicieron muy profundos, y tan anchos, que cogen todo el espacio de las naves de pi-lar pilar. Para los muros y machones se emple pie-dra trada de Antipolo, y dada la inmensa cantidad que de ella se consumiera, es de admirar la fuerza de vo-luntad y energia que debi exigir el organizar el trabajo de explotacin de las canteras, y ms an para traspor-tar su producto Manila.

    El justo temor los terribles desastres que ocasionan los temblores de tierra, decidi al P. Campin no em-plear la piedra en la construccin de la cpula y de la bveda de la nave central. Hzolas de esqueleto de ma-dera de excelente calidad, con piezas enlazadas con in-teligencia, siendo el trabajo de mano de lo ms perfecto en su clase. Escribi su libro el P. Murillo trascurrido ms de un siglo desde que se hizo la obra y, enco-miando su bondad, dice: que no ha sido necesario to-car las armaduras de cpula y can, ni en tan dilatado tiempo ha desmentido el nivel, ni los repetidos temblo-res han desenlazado las maderas, ni las lluvias ni las muchas intemperies del pas.

    Pero sea porque durante algn tiempo estuviera des-cuidado el entretenimiento del templo, porque las ma-deras llegaran naturalmente grave estado de deterioro, lleg un dia aciago en que la obra del P. Campin se derrumb debido en parte los sacudimientos terrestres: era el ao de 1852.

  • H RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    Abandonados desde entonces, ha venido siendo pau-latina la destruccin de los muros y restos de las b-vedas, ya por la inclemencia del tiempo, ya por la mano del hombre

    Hoy slo quedan en pie restos de la fachada en que est la entrada principal, y de las dems fbricas, for-mando un conjunto de ruinas, que cubren abundante ma-leza, arbustos y an rboles que lozanos entre aquellas se desarrollan

    Deba permitrsenos la insercin de los precedentes datos que enlazan de un modo singular la existencia del templo actual con la desaparicin del antiguo, y am-bos poda dedicarse el bello soneto que D. Toms C-^ raves public en el mismo da 27 y en el mismo n-mero del peridico La Voz de Espaa.

    FE Y CARIDAD

    Habl la fe, y su divino cuento La hermosa caridad tendi la mano; Traza el artista inimitable plano Y en tierra arraiga el colosal cimiento.

    El rbol tosco que agitaba el viento, La ruda piedra del grosero grano, Forma reciben del cincel humano, Del arte vida y del artista aliento.

    Digno remate de la mole santa, Ya de Jess la ensea redentora En el azul se mece y se agiganta, Y parecen decir quien la adora: Ven este templo que tu fe levanta, Que doy mi amor al que en su altar me implora!

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA j

    La nueva Iglesia de San Ignacio de Loyola vena sustituir la antigua, cuyo principio tuvo lugar como diremos:

    Su principio.Confise el proyecto al reputado arqui-tecto de Manila D. Flix Rojas, cuando al comenzar el ao 1878 comenzronse tambin los trabajos preparato-rios, despus de haber sido aprobado el referido pro-yecto que es objeto de la presente relacin. La planta de la Iglesia tiene la figura tan comunmente empleada de una cruz latina, comprendida en un rectngulo de 42*40 metros de longitud y 20 metros de anchura, di-vidido en sentido de su longitud por dos filas de co-lumnas intermedias que forman una nave central y dos laterales, la primera de io'6o metros de anchura, y de 4*70 metros las segundas, teniendo las tres la longitud total de 25 metros hasta el crucero, desde la puerta de entrada. El crucero es de planta rectangular de 8'10 me-tros de lado, con dos capillas laterales que se extienden con el ancho correspondiente las naves laterales, y el pres-biterio con la anchura de la nave central tiene 9'3 o me-tros de profundidad. La altura total medida desde el pa-vimento la parte ms elevada del crucero es de 17*20 metros, reducindose en la nave central i6'8o metros, y en las naves laterales se divide por el piso de las ga-leras, contar desde las cornisas que une las columnas del cuerpo bajo, dejando 9/40 metros de altura dichas naves laterales, y 7'8o metros las galeras superiores, lo mismo que al coro situado los pies de la Iglesia, con la anchura del primer intercolumnio.

    El da 9 de Febrero del mismo ao 1878 fu de sa-tisfaccin para el Excmo. limo. Sr. Arzobispo D. Fr. Pedro Payo, y los RR. PP. de la Compaa de Jess, por ser el designado para la colocacin de la piedra pri-

  • i6 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    mera que deba servir de base al nuevo templo: colocse aquella en el ngulo de la izquierda que forman las dos paredes de la sacrista, y que corre, la una por el tes-tero de la Iglesia, y la otra lo largo de la misma. Reunironse al efecto los Padres de la Casa-Misin, los Profesores del Ateneo Municipal y los de la Escuela Normal de Maestros, numerosas comisiones de alumnos internos de ambos Establecimientos de enseanza, alum-nos externos y buen nmero de personas particulares que asistieron al acto. A las 5 de la tarde de dicho da, el Excmo. Sr. Arzobispo acompaado del P. Provisor, varios Sres. Cannigos y Capellanes de Cmara, bendijo la primera piedra que fu bajada al sitio en que deba co-locarse con las ceremonias prescritas por la Iglesia. Los nios tiples de la Metropolitana amenizaron tan solemne acto con sus armoniosos acentos.

    La inscripcin colocada para perpetuar la memoria del hecho es la siguiente.

    A mayor gloria de Dios, de la

    Bienaventurada siempre Virgen Maria y de N. S. Padre San Ignacio de Loyola:

    en esta Ciudad de Manila el sbado dia 9 de Febrero del ao de 1878,

    gobernando la Iglesia de Dios nuestro SSmo. Padre Po IX. (1)

    ocupando el trono de Espaa D. Alfonso XII de Borbn, siendo Gobernador General de estas Islas Filipinas

    el Excmo. Sr. D. Domingo de Moriones y Murillo, Prepsito General de la Compaa de Jess

    el M. R. P. Pedro Beckx,

    ola del editor:(1) Para Manila era un hecho histrico verdadero la existencia de su Santidad el Papa Po IX en el da expresado en esta inscripcin; pero nueve das despus anunciaba el telgrafo, en Filipinas, la muerte de aquel So-berano Pontfice tan amado de los catlicos, participando haber ocurrido el da 7 precedente.

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA 17

    Provincial de la Provincia de Aragn el R. P. Romn Vigordn y Superior de la Misin de Filipinas y Rector de este Ateneo Municipal

    el R. P. Juan B." Heras, El Excmo. llimo. Sr. D. Fr. Pedro Payo

    de la Orden de Predicadores, Arzobispo de Manila, bendijo y puso la primera piedra

    de la nueva Iglesia de la Compaa de Jess, que se ha de dedicar su Fundador, N. P. S. Ignacio de Loyola, en presencia de los Padres y Hermanos que formaban las dos Comunidades del Ateneo Municipal y de la Escuela Normal, asistiendo los alumnos internos y externos de ambos colegios y muchas personas distinguidas

    que se dignaron honrar este solemne acto.

    Comenzronse, pues, las obras bajo la direccin del expresado arquitecto, mas habiendo venido la muerte arrebatar su laboriosa vida, continu la ejecucin de su proyecto bajo la direccin del Hermano de la Compa-a de Jess, Francisco Riera, quien ha podido verlo ter-minado con la cooperacin de los distinguidos artistas que le han acompaado en la ejecucin del templo de-dicado al ilustre Fundador y Patriarca de la Orden que pertenece.

    Descripcin de Ja Iglesia.La arquitectura general del templo es greco-romana, percibindose en ella el sabor propio del siglo XVI, en el que naci la Compaa de Jess. Presntase majestuosa la nave central al ojo del expectador, formada por un intercolumnio de orden co-rintio, que, terminado por una simple cornisa, sirve de base al cuerpo alto de dicha nave, formando las galenas de acceso al coro. Sobre las columnas de este cuerpo alto descansa el entablamento y escocia que sostienen el techo plano artesonado dividido en casetones, cuya ornamentacin es rigurosamente propia del orden indi-cado.

    Ntese, sin embargo, que, asi los capiteles de las co-lumnas como los de las pilastras colaterales, no estn

    3

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    formados de hojas de acanto, sino de las llamadas de olivo, siendo los fustes y cuerpo de unas y otras, es-triadas. Vense adems en los tmpanos del intercolum-nio, preciosos medallones de relieve orlados de palmas y hojas de roble, smbolo de la fortaleza y victoria de los Santos, representando varios de la Compaa de Jess.

    Otras dos naves laterales de menor anchura, corren paralelas la central, con techo abovedado para formar el pavimento de las galeras, las cuales tienen, como la nave central, techo artesonado, aunque de casetones me-nores que los del principal, pero guardando el mismo orden arquitectnico.

    Pasando de la nave central al crucero, se admiran nuevos detalles que revelan gusto exquisito de orna-mentacin inteligencia artstica. ambos lados del mismo estn situados dos altares, destinado el de la izquierda del expectador al S. Corazn de Jess, y el de la derecha la Inmaculada Concepcin: los retablos en cuyos nichos descuellan ambas imgenes de escultura acabada, pertenecen al mismo orden corintio. El rec-tngulo central correspondiente al techo del crucero os-tenta gran riqueza de arte, pues adems de los hermo-sos tallados que adornan la moldura principal, destcanse diez medallones que contienen los bustos de los diez compaeros de San Ignacio al fundarse la Compaa de Jess en tiempo del Sumo Pontfice Paulo III, figu-rando en los chaflanes de los cuatro ngulos del rectn-gulo las iniciales A. M. D. G. que representan el lema pro-pio de San Ignacio y su Compaa, mayor gloria de Dios.

    Si del crucero pasamos al presbiterio, una escalinata de mrmol blanco con balaustrada de madera tallada, de orden corintio, da acceso al mismo: tiene una en-trada central y dos laterales para facilitar el paso los

  • DE LA. IGLESIA. DE S. IGNACIO DE LOYOLA 19

    alumnos del. Ateneo en ios das de Comunin general. Sobre embaldosado de mrmoles blanco y negro en ar-mnica combinacin, levntase del centro, con majes-tad, el retablo principal altar mayor, cuya base de mrmol blanco, primorosamente labrado, ostenta el fron-tal en el que se ve esculpida en alto relieve la cena del Salvador que ideara el insigne artista Leonardo de Vinci. En el retablo est colocada la bella imagen de San Ignacio de Loyola, uno de los primeros ornamentos escultricos de la Iglesia que descubrimos. Se le ve, sobre nubes sembradas de ngeles y Querubines ele-varse hacia el cielo, y su rostro, elevado tambin hacia la mansin de los justos, nos recuerda aquel dicho his-trico que conmemora el bigrafo contemporneo de San Ignacio, el P. Pedro de Ribadeneyra, por el cual el vulgo le distingua de los dems compaeros, con estas palabras: aquel Tadre que siempre mira al cielo. La inspirada expresin que el autor supo dar al rostro del Santo, revestido de los ornamentos Sacerdotales, nos revela la magnanimidad de su corazn encendido en amor de Dios, y el ardiente anhelo de extender su gloria por el mundo por medio de la Compaa de Jess, cuyas Constituciones lleva apoyadas sobre el antebrazo izquierdo, indicando con la mano derecha el santo Nombre de Jess en el cual deba acometer sus gloriosas empresas. El estar compuesto el retablo por dos cuerpos, ha dado elevacin suficiente al nicho en que est puesta la imagen, permitiendo desarrollar conve-nientemente la figura del Santo y colocar el Sagrario al pie de la base en que ste descansa. Excusado fuera repetir que la ornamentacin tallada de este altar perte-nece tambin al mismo orden corintio. Rico artesonado cobija el presbiterio, en el centro del cual destcase la

  • 20 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN'

    Paloma, imagen del Espritu Santo, orlada de rayos de gloria, rodeados de esbelta y acabada moldura filigranada.

    Dos tribunas laterales del mismo orden y gusto ar-quitectnico sirven para las Autoridades y Comunidades religiosas.

    Quien visitare la nueva Iglesia de San Ignacio de Loyola, no podr pasar por alto los relieves que figuran al pie de las imgenes del Sagrado Corazn de Jess Inmaculada Concepcin, representndonos el primero la aparicin de Nuestro divino Salvador, en Paray-le-Monial, la B. Margarita M.a de Alacoque, y el segundo la con-soladora escena que nos describen las Sagradas Letras en el Gnesis, cuando, despus del pecado de Adn y Eva, el Eterno Padre les dej entrever el Misterio de la Inmaculada Concepcin de Maria, por la que Satn seria humillado. Otros relieves alegricos acompaan los mencionados nichos, segn el objeto principal del altar en que estn colocados.

    Cerca del de la Pursima y en el extremo derecho de la nave central, admrase otra joya artstica de sin-gular mrito y belleza: nos referimos al pulpito.

    Rene el pulpito de la nueva Iglesia gran conjunto de riqusimos detalles. Sin dejar de pertenecer en su to-talidad al orden general del templo; descuella en l, de un modo particular, el gusto del siglo XVI. Formado por un cuadrado con los ngulos achaflanados, presenta en dos de las caras principales otros tantos elegantes relieves, en el primero de los cuales se ve el descenso del Espritu Santo sobre el Colegio Apostlico, y en el segundo domina la figura del Salvador en el momento de confiar los Apstoles la misin de predicar el Evan-gelio: tres estatuas de tamao proporcional, que presen-tan la Fe, la Esperanza y la Caridad, ocupan igual n-

  • DE LA. IGLESIA DE S. IGN'ACIO DE LOYOLA 21

    mero de nichos colocados en los tres chaflanes expeditos y visibles, unidos por pilastras de igual orden. El tor-navoz afecta la misma forma del pulpito, descansando las pequeas pilastras que unen tambin las caras menores con las mayores sobre lindos Querubines, al paso que el remate inferior parte baja est compuesto por seis ngeles rodeados de nubes.

    La baranda de la escalera merece por cierto la aten-cin del aficionado observador. Hllase sostenida desde la planta baja hasta unirse con el pulpito propio sea la copa, por seis hermosas columnas estriadas cuyas bases y capiteles respectivos se ven como aplanados en direc-cin oblicua. En los espacios intercolumnares, se hallan dulcemente esculpidos en medios relieves los cuatro Evangelistas ocupando el ltimo superior lugar el Prin-cipe de los Apstoles, de expresin sublime y muy cor-recto dibujo. Todo este precioso lienzo se apoya en grave faja de magcon. El conjunto descansa en un gra-nado torzal de roble que parecen querer sujetar graciosas cintas entrelazadas y que parte (as como el pasamanos) desde la primera base de la columna inferior hasta ar-riba dando la vuelta al pulpito. Cuan propia y arm-nicamente estn esculpidas las imgenes y los cuadros que acabamos de mencionar, verse por las observacio-nes que nos atrevemos proponer la consideracin del lector, cuya vista de ellas, deducir lo difcil que fuera otro artista menos conocedor de las cosas que D. Agustn Sez, inventor de la obra, la sustitucin de cualesquiera otras figuras de las mencionadas. Porque, la verdad, la ctedra del Espritu Santo debe serlo de la verdad, y sta nos vino copiosa y esplndidamente re-velada por Jesucristo nuestro Seor, el Unignito del Padre, que alumbra todo hombre que viene este

  • 22 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    mundo; y como esta misma verdad se halla contenida en los Sagrados Evangelios, era natural y muy propio que aparecieran los cuatro sagrados Evangelistas. San Pedro, Cabeza visible, por Cristo, de la Iglesia, nos dice que la doctrina predicable, para ser segn las enseanzas evan-glicas, debe estar en armona con las de la Iglesia, nues-tra madre, cuyo Supremo Jerarca incumbe declarar y definir infaliblemente ex Cathedra en materia de fe y costumbres y apacentar las ovejas confiadas su cuidado con pasto abundoso y saludable de celestial doctrina. Los otros dos bellsimos relieves, de que hemos hecho mrito ms arriba, joyas valiossimas del arte, nos ofrecen, el pri-mero, el origen de la predicacin de la divina palabra en el mandato que da Cristo los Apstoles cuando los en-va en su nombre al universo mundo, y el segundo, la comunicacin del don de lenguas, para el cumplimiento del mismo mandato, en el Colegio Apostlico al des-cender sobre l el Espritu Santo en forma de lenguas de fuego el da de Pentecosts. Estos dos cuadros son, no nos cansaremos de repetirlo, dos miniaturas escultricas de un mrito extraordinario, respecto de las cuales no sabe uno qu admirar ms, si la tenaz paciencia que tuvo el indio ejecutor de la obra que se le confiara, su inteligente sentimiento al interpretar los tan com-plicados dibujos. El acabado torzal de roble, de hojas, al parecer movedizas, tambin nos indican la constancia y fortaleza que deben acompaar al orador en todo tiempo, as al subir la ctedra, como al bajar de ella. Finalmente y para no ser prolijos, las tres estatuas de la Fe, Esperanza y Caridad, en las tres hornacinas de los chaflanes recuer-dan las tres fundamentales virtudes, principio, sostn y coronamiento de la justificacin y perfeccin cristianas.

    Toda la ornamentacin de esta preciosa pieza es de

  • DE LA IGLESIA DE S. IGKACIO DE LOYOLA o 2

    talla de maderas varias y escogidas, que aparecen con su color natural realzado por un ligero barniz, lo mismo que los altares y balaustrada del presbiterio.

    Al descender el expectador desde el altar mayor hasta la puerta de entrada, ve dos ngeles parecidos al otro par, que en el presbiterio sostienen dos elegantes lmparas de plata, que iluminan el Santsimo Sacramento reser-vado en el sagrario: dichos ngeles estn colocados en los dos ngulos que forma la nave principal con la par-te baja del coro, y modifican la dureza que resultara de su unin: presenta uno de ellos el cliz con la Sa-grada Forma y el otro un libro en el que se leen las iniciales A. M. D. G.

    Todas las puertas interiores de la Iglesia tienen me-dios puntos de escultura por coronamiento de ellas, con grupos de ngeles que ostentan diversos atributos.

    Si grata es la impresin que deja en el nimo el in-terior del artstico templo, no es menor la que produce la fachada del edificio. Compuesta de dos cuerpos que. guardan la severidad greco-romana, revstese el primero de la elegante solidez del orden jnico, as como el se-gundo se levanta engalanado con la riqueza del Corin-tio; destacan las columnas de entrambos, por ser de mrmol blanco, sobre la construccin de ladrillo y de hierro, acompaadas de las jambas y arquivoltas de las puertas y ventanas que son tambin del mismo mr-mol. Las puertas que dan entrada la Iglesia sea la central y dos laterales, estn divididas por casetones de adorno tallado, debindose distinguir la primera de las segundas por los relieves que ms tarde representa-rn algunos episodios de la vida de S. Ignacio.

    Una elegante verja de hierro labrada en Manila, cierra el atrio que media desde la lnea de la calle la fachada,

  • 2 4 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    vindose en la parte exterior del templo la misma cons-truccin de hierro y ladrillo sometida al mismo gusto arquitectnico que la anterior.

    'Bendicin de campanas.Dos lindas torres deben servir de remate la fachada, juzgar por la nica que est co-locada, y que sirve de campanario. Cuatro campanas corres-ponden los lados principales del octgono que forma.

    Bendijronse el da i. de Julio del ao actual por el Illmo. y Rmo. Sr. Vicario Apostlico Obispo de Bi-blios dimisionario del Tun-king Central, D. Fr. Bernab Garcia Cezn de la Orden de Predicadores. Colocadas y en-galanadas de antemano en el atrio que da paso, desde la porteria de la Casa-Misin la sacristia de la antigua Capilla, empez la bendicin y consagracin de dichas campanas, segn las ceremonias del Pontifical Romano. Asistieron al acto los PP. Profesores del Ateneo y una Comisin de los de la Escuela Normal, los alumnos in-ternos y externos, con algunos pocos concurrentes por no permitir mayor nmero la estrechez del local.

    A la campana mayor se le impuso el nombre de Jess, llevando esculpido en su exterior el monograma de la Compaa y los siguientes dsticos latinos:

    Insignita sacro, Manilae, Nomine Jesu, Jure prius, laudo, voce sonante, Deum.

    Gaudia post celebro, defunctaque corpora plango, Christiadasque voco ad limina sancta Dei.

    que vertida al castellano dice:

    Aqu en Manila, de Jess el sacro Nombre me dieron; al Seor excelso Justo ser que sin cesar primero

    Cante festiva.

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA 25

    Al hombre anuncio las sagradas fiestas, Lloro en su muerte, y sus tiempos clamo Para que el pueblo de su Dios al templo

    Frvido corra.

    La segunda recibi el nombre de Mara, leyndose en su superficie el otro distico que dice asi:

    Virginis excelsae praeclaro Nomine dicor, Ipsius et clamo, ut nomen adoret homo.

    que traducido dice as: El dulce Nombre de Mara llevo: Por esto al aire mis acentos lanzo, Para que un nombre tan sagrado alaben

    Todos los hombres.

    Distinguise las dos restantes con los nombres de Jos Ignacio, y todas, los dos das de bendecidas y consagradas, fueron colocadas en sus lugares respectivos.

  • ^ICHOSJL

  • Fototiph, Suc. Rarnirm y C Barcelona

    ARTESONADO DE LA NAVE CENTRAL En el Templo de San Ignacio de Loyola, de Manila

  • V ^ T -o %6 -^m^^

    SECCIN RELIGIOSA

    S7 ESI J S ^ ^ i M O haban celebrado an en Manila los PP.

    T l ^ t S l T d e la Compaa de Jess, la reciente Bea-TmSvW/ tificacin de los cinco Mrtires de Inglate-J L S ^ i k rra, ni la Canonizacin de los Santos Pedro ^r ?&SK$FKI"" Claver, Juan Berchmans y Alfonso Rodri-F twt gue t *t^PrL guez. Nada por lo tanto ms propsito

    1 para inaugurar la nueva Iglesia que aquellas fiestas, las cuales, como glorioso remate, haban de tener la del Santo Fundador y Titular del nuevo templo. La facultad de Roma para prorogar su plazo permiti que se fijaran para los das 27, 28, 29, 30 y 31 del mes de Julio de 1889.

    Para mayor realce los PP. de la Compaa solici-taron del Illmo. Cabildo, del Excmo. llimo. Sr. Den Gobernador de la Mitra (sede vacante) D. Eugenio Ne-tte^ de los MM. RR. PP. Provinciales de las rdenes Religiosas y del Superior de los PP. de la Misin de S. Vicente de Pal, que se dignasen tomar parte en las proyectadas fiestas, encargndose con singular bene-volencia de un da cada Corporacin.

    Asimismo fu presentada una instancia al Excmo. Ayuntamiento de Manila para que se dignase man-dar una comisin de su seno que le representase en

  • 3 KlSliA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    cada uno de los das indicados, la cual contest con suma deferencia el Municipio que, en sesin celebrada bajo la presidencia del Excmo. Sr. Gobernador Civil, se haba acordado por unanimidad, la asistencia del Cabildo Municipal, bajo mazas.

    Preciso era bendecir la Iglesia que iba ser morada del Altsimo, ceremonia que se verific el da 25 de Julio las siete de la maana. Los alumnos internos del Ate-neo Municipal formados en el atrio del nuevo tem-plo, aguardaron la Comunidad de PP. de la Compa-a de Jess que, con cruz levantada, se dirigi desde la antigua Capilla la puerta principal de la Iglesia, la cual, siguiendo el Ritual Romano, estaba cerrada, des-nuda de todo ornato y vacia. Bendijose primero la parte exterior entrando luego la Comunidad en el interior, y mientras los alumnos se dirigan al coro, terminronse las sagradas ceremonias revestidas de la majestad con que siempre las ennoblece el culto catlico.

    El R. Superior de la Misin de la Compaa de Je-ss en Filipinas, P. Pablo Pastells, cuyo cargo estaba la bendicin, dijo la primera misa en el altar mayor senci-" llmente adornado, abiertas las puertas y expuesta ya la Iglesia la pblica veneracin. Numeroso fu el concurso que durante todo el da acudi admirar las bellezas artsticas del templo de S. Ignacio, aumentando progre-sivamente el da 26 hasta tal punto, que fu preciso ce-rrar las puertas para facilitar los preparativos de las fiestas.

    las 12 del da un repique de campanas alegraba el vecindario de intramuros, anunciando con su cla-moreo la Beatificacin de los BB. MM. de Inglaterra cuyos solemnes cultos deban celebrarse el siguiente da.

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA 3 1

    D I A 2 7

    dedicado la gloria de los BB. MM. PP. Edmundo Campiano, To-ms Woodhouse, Juan Nelson, Alejandro Briant y Toms Cttam.

    Al amanecer otro repique de campanas sigui al to-que del ngelus renovando el regocijo del da anterior. La narracin fiel de esta fiesta la hace La Oceania Es-paola, Diario de Manila, en su nmero del da 28, de esta suerte:

    Ayer dieron comienzo en la Iglesia de San Ignacio los solemnsimos cultos con que los RR. PP. de la Compaa de Jess, la par que solemnizan la inaugu-racin del nuevo templo, celebran la elevacin los altares de ocho Santos de la Orden.

    Desde muy temprano vease el templo invadido por numerosa concurrencia, en la que se hallaban al lado de aristocrtica dama, la sencilla indgena, junto la acau-dalada mestiza, la modesta colegiala: grupos de personas de todas las clases sociales, pobres, ricos, ignorantes, doc-tos, religiosos y sacerdotes, militares y paisanos, en fin todo cuanto encierra Manila, se haba dado cita en el arts-tico templo, para dirigir sus plegarias al Altsimo y recor-dar las glorias de aquellos que por la fe catlica derramaron su sangre en Inglaterra durante el reinado de Isabel.

    El magnfico templo, cuya descripcin conocen ya nuestros lectores, sin galas de ningn gnero, pre-sentaba un soberbio golpe de vista: en el altar ma-yor se haba colocado un grandioso elegante cuadro al leo, que representaba la apoteosis de los cinco Mrtires, entre los cuales sobresala la figura del caudillo de aque-llos hroes, el Beato Edmundo Campiano.

  • 2 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    En las gradas de mrmol del altar se haban co-locado seis jarrones con flores de color blanco plata, y hasta catorce diez y seis elegantes candelabros de metal blanco con hermosas velas; la mesa cu-bierta por lujoso mantel de pina con bordados blan-cos, en cuyo centro se vea, bordado en oro, el mo-nograma de la Compaa, realzaba de una vez ms la belleza del conjunto.

    En los altares laterales, adornados de un modo an-logo al altar mayor, se hallaban colocadas las im-genes de la Pursima y del Sagrado Corazn de Jess.

    En el centro de la nave central ocuparon sus asien-tos el Excmo. Ayuntamiento, que asisti bajo mazas, presidido por el Sr. Corregidor, y los Alcaldes de i.a y 2.a eleccin. Asimismo se hallaba el Cabildo Catedral, cuyo cargo estaba encomendada la festi-vidad.

    la derecha del altar mayor y bajo dosel se ha-llaba el Excmo. Illmo. Sr. Obispo de Biblios, el cual ofici de pontifical asistido por los cannigos se-ores Ballesteros y Fuentes Martnez como dicono y subdicono; como presbteros de honor los prebenda-dos Seores Anaya y del Rosario, y el Excmo. Sr. Den como presbtero asistente. Bajo la direccin de su autor se cant la misa de D. scar Camps y So-ler, Profesor de msica del Ateneo Municipal.

    A la terminacin del Evangelio, ocup la Ctedra Sagrada el Cannigo Magistral de esta Catedral, Licen-ciado Sr. D. Faustino Snchez de Luna, quien estaba encargado del panegrico de los beatos mrtires.

    Conocidas son las sobresalientes dotes de este orador, y como se esperaba, pronunci un notable discurso, en el que, despus de un brillante exordio, dio una

  • DE LA IGLESIA DK S. IGNACIO DU LOYOLA

    rpida ojeada por la historia de la Compaa y del cristianismo y dedujo, como consecuencia, que el he-rosmo en religin es de mayor estima y mucho ms laudable que el herosmo por la patria, y asi prob que el demostrado por Edmundo Campiano y sus cuatro compaeros mrtires, los elev los altares.

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    DE LOS BEATOS MRTIRES DE

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  • Fototipia, Suc. Ramrez y C,* Barcttonn

    ARTESONES DEL CRUCERO Y BSIDE En el Templo de San Ignacio de Loyola, de Manila

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    SERMON pronunciado por el Sr. Licenciado D. Faustino Sn-chez de Luna, Cannigo Magistral de la Santa Iglesia

    Metropolitana. M-

    Puto quod Deus nos Apostlos novissi-mos ostendit tamquam morti destinatos, quia spcctaculum lacti sumus mundo, angclis et hominibus.2 ad Cor. 49.

    SxQJVtOt S R ,

    c| DUCADO en mis primeros aos la som-#bra de un castillo do un joven capitn, de-ofendiendo la Patria, recibiera heridas que -ble tuvieran largo tiempo postrado; oyendo ? cada momento el cambio verificado en las

    upjf ideas y aspiraciones del hroe de Pamplona al meditar sobre la nada de la grandeza hu-mana y el insensato delirio que obliga

    llevar el hacha destructora por la tierra para satisfacer ambiciones sin medida; viendo que renuncia un por-venir brillante para cubrirse de andrajos, hacindose como el ludibrio de las gentes, y que tras cambio tan radical es el jefe y padre de nuevos soldados de la Cruz, mi corazn, como el de todo navarro, reciba as como un bautismo de gloria provincial, pues la gran-deza de Ignacio de Loyola, como aquel castillo conver-

  • 38 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    tido en Capilla, son considerados como perlas engarza-das en nuestros anales y como ornamento de nuestra Capital. Y cuando abriendo la historia de los ltimos tiempos he visto desfilar esa Compaa de Jess siem-pre dispuesta al combate para salvar las almas y lle-var la civilizacin catlica con todos los ramos del saber humano por toda la tierra sin jamas abandonar la trinchera; ser victimas de la impiedad y brillar, sin embargo, como brilla el sol en el zenit, renaciendo siem-pre con igual espritu y la misma vida, cuando pa-reca todo terminado, entonces como ahora, he sen-tido el mismo impulso que me mueve dirigir un cntico de admiracin y de respeto los hijos del noble guipuzcoano y manifestar que slo un senti-miento ha dominado en mi alma, justo es decirlo, y es que la pequenez de mis talentos y mi propia debi-lidad no me hayan permitido ser el ltimo soldado de ese ejrcito de sabios, de hroes, de santos y de mrtires.

    No os admire por lo tanto mi emocin, porque con estos sentimientos y en momentos tan solemnes como la inauguracin de este templo, grandioso es-fuerzo de la inteligencia y de la fe catlica de los hijos de Ignacio, y al rendir homenaje de veneracin los mrtires sus hermanos que la autoridad infali-ble del Soberano Pontfice acaba de elevar los alta-res, no es el talento ni la imaginacin quienes de-ban responder, sino el afecto y el corazn, siendo tanto mas expresivos cuanto ms el fro ambiente de las sociedades modernas intente apagar aquellos senti-mientos vivificadores que alma y vida fueron para re-generar los pueblos, darles formas sociales confor-mes con el espritu de Dios y sostenerlos en las ba-tallas de la vida para que no retrocediesen la bar-

  • DE I.A IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA 39

    barie de donde el catolicismo los arrancara. Digo el afecto y el corazn, no porque deje de humillarme ante el saber y la ciencia, sino porque aquellos me-jor que stos disponen la caridad, y los que ms fcilmente nos acercan al divino modelo Jesucristo para dar como l la vida por nuestros semejantes. Gus-toso me rindo ante San Agustn como ante el Anglico Doctor y tantos genios como cuenta nuestra eclesistica historia pero... permitdmelo decir. El batallar cons-tante por llevar la verdad catlica todas partes, segu-ros de hallar cada momento peligros y soledad; el incesante afn de salvar las almas extraviadas y traer nuevas gentes al redil de la Iglesia teniendo delante de nuestros pasos la persecucin, el odio el anun-cio de la muerte; defender lo que la injusticia, la bar-barie el poder combaten y hacer de antemano el sacrificio del bienestar y de la vida, es tan superior las fuerzas humanas y hacen salir al hombre tanto de su esfera de accin que, veces ni cuenta sabemos darnos de tanta grandeza de corazn. Y no digis, Se-ores, que asi obran tambin los que saben sacrificarse por la Patria; no, pues, por grande que sea el sacri-ficio que admiramos en nuestro eterno Dos de Mayo, en Zaragoza y Gerona, como all en Sagunto y Numancia, no se parece al herosmo de los hijos y defensores de la fe catlica. Alli el amor, la necesi-dad y la gloria forman la grandeza del corazn del patriota; aqu en nuestra Iglesia, la caridad, la abne-gacin, el desprecio de s mismo, la renuncia de lo temporal y la fe en Jesucristo forman la voluntad y el herosmo. All la esperanza del porvenir y el bien-estar de la familia un nombre en la historia; aqu, Seores, quiz, quiz una muerte ignorada el olvido de los que viven. All en fin todo es por el mundo

  • 40 RKSliA HISTRICA Mi I.A INAUGURACIN'

    y los hombres; aqu todo por Dios y por el bien de la humanidad.

    Ya veis cuan diferente es en sus motivos y fines el herosmo catlico del herosmo del ciudadano. El uno busca la tierra, el otro el cielo, como nos cuenta S. Pablo.Q/me sursum sant qiiaeritc.Este es pues el he-rosmo que admiramos en los Beatos, objeto principal de los presentes cultos, que les ha hecho merecer la sancin de una gloria y de una grandeza que no termina con la existencia, sino que es gloria de la eter-nidad. Gloria y exaltacin la mas sublime, la que eleva la criatura hasta el Criador; gloria en que, si de un lado resalta la invariable y eterna Justicia de Dios; de otro aparece el mrito y la santidad que hace conse-guir ser llamado grande, segn la promesa de Jesu-cristo.Oui fecerit ct docuerit, hic magnas vocabitur in regno coclorum.

    Con gran consuelo de mi alma referira, Seo-res, la grandeza de los Beatos Toms Woodhouse, Juan Nelson, Alejandro Briant, y Toms Cttam, pero me estendera demasiado y slo por incidencia os ha-blar de ellos, pues debo concretarme especialmente, se-gn se me ha ordenado, encomiar primero y prin-cipalmente ese astro brillante de la Iglesia Catlica en Inglaterra, ese hroe de abnegacin y acrrimo defensor de la doctrina Catlica y del Pontificado, cuyo nombre aparece ya en vuestros labios, el Beato Edmundo Campin.

    Ilustre Beato, si poseyera en estos momentos la ri-queza de vuestra elocuencia, la profundidad de vues-tros conocimientos y la grandeza de vuestra fe, que fue-ron vuestro distintivo en las luchas de la vida; si un solo ravo de vuestro fervor anidase en mi alma, sa-bria, conmoviendo mis oyentes, convencerles al par

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA 41

    de que el ministerio Apostlico marchando en el mundo por un terreno lleno de espinas y abrojos tiene por tr-mino de su misin un hermoso campo sembrado de flores y que la aridez de la vida se suceden las deli-cias del cielo porque no hay mayor grandeza que la que procede del heroismo de la fe, causa de vuestra glorificacin y motivo bastante para la nuestra, que es l objeto que me propongo demostrar. Ave Mara.

    Jesucristo al encomendar sus Apstoles la misin de evangelizar el mundo les habia dicho: ved que yo os envo como ovejas en medio de los lobos y pre-ciso era que una fuerza superior al humano poder asis-tiera los enviados para que no palideciese su fe y en la batalla de la enseanza no se quebrantase su es-pritu. Si el divino maestro tiene por trmino de su misin la muerte de cruz, qu ser de los discpu-los? Si no tuviera, Seores, el catolicismo otra prueba de su divinidad que los innumerables creyentes que han derramado la sangre,- como ovejas entregadas- la muerte, en su defensa, bastante seria, en opinin de- un sabio enemigo, para hacerla creble como tal. Porque no es difcil, cuando estamos rodeados de felicidad y de ven-tura tener fe y tener convicciones; ser esforzados en nuestras creencias, si un quieto bienestar es la atms-fera de nuestra existencia, amar cualquier delirio, por insensato que sea, en el seno de nuestro tranquilo ga-binete; per.o sentir el rayo sobre nuestras cabezas la tierra temblando nuestros pies; ver la espada y el tormento amenazando nuestra existencia, la desgracia y el infortunio pesando sobre nosotros y al odio v al desprecio sirvindonos de alimento y no obstante tener nimo sereno, corazn tranquilo, conciencia de

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  • 42 UESEA HISTRICA DE I.A INAUGUKACIN

    nuestros actos y fe en lo que la ruina y la muerte nos puede proporcionar, esto, Seores, es, ms que va-lentia, es el heroismo, que cuando se relaciona con la doctrina, se llama, no dudarlo, el heroismo de la fe. Y ved el distintivo de los Mrtires Ingleses que hoy celebramos y sobre todos brillando, como flgida estrella, Edmundo Campin.

    Nacido en Londres en 1540, cuando aquel mons-truo, llamado Enrique VIII, se habia constituido en jefe de la Iglesia anglicana, y habia roto los lazos y la obediencia al sucesor de Pedro, robado los templos y saqueado toda la fundacin catlica, y cuando sin freno, respeto ni pudor llevaba al patbulo los catlicos como sus propias esposas, apareciendo, como crimen de lesa nacin, las creencias catlicas; Edmundo empezaba la vida respirando aquella atmsfera que hace presa-giar grandes desventuras y vuelve los espiritus ms serios y pensadores cuando se vive entre guerras ci-viles religiosas. Muy joven todava perdi su pa-dre, mas la providencia, que no desampara al desgra-ciado, hizo que el gremio de mercaderes tomase su cargo el cuidado y educacin del joven hurfano. Un talento no vulgar y fcil disposicin para el estudio se observ en l desde los primeros momentos, hizo pre-sagiar sus protectores que Edmundo habia de ser con-veniente con su ilustracin para iluminar el caos en que la nacin vease envuelta. El tiempo, Seores, se hizo cargo de dar cumplimiento este vaticinio, pues tantos progresos realiz y tan pensador y profundo era su genio que, muertos Enrique VIII y el infausto Eduardo VI y entronizada la Catlica Maria hija de aquel Enrique y de nuestra Catalina de Aragn, mereci ser elegido para felicitar la Reina su entrada en Londres, en repre-sentacin de todas las escuelas, y fu tal la expresin

  • DE LA IGLESIA DE S. IGXACIO DE LOYOLA 43

    con que habl, tan natural la accin, tan melodiosa y enrgica la entonacin, y demostr tanta elocuencia que, asombrado el Corregidor, Toms Witte, de los talentos del joven Edmundo, le concedi una de las primeras plazas del colegio que, aprovechando el cambio reli-gioso que en favor del catolicismo se iba verificar con la reina Maria, fund en Oxford para formar en 61 como una nueva juventud educada en la doctrina catlica que, pudiera ser con su virtud y sus luces fundamento de la reconstitucin religiosa y social de Inglaterra y defensora del dogma catlico y del Papado tan duramente combatidos por el protestantismo-

    Acertado fu el pensamiento de Witte, pues, Oxford lleg ser centro de los ingenios ingleses y plantel de una juventud tan llena de virtud como de saber bajo la direccin de maestros catlicos, brillando sobre todos Edmundo por la rectitud de su criterio, la pro-fundidad de sus conocimientos y una elocuencia tan arrobadora que le hizo merecer ser Jefe de una seccin que se honraba con su nombre, llamndose Campio-nistas. Los estudios filosficos fueron el afn de sus aspiraciones y tantos lauros alcanz que fu conside-rado como una legitima gloria de la nacin Inglesa. Poco, Seores, dur el reinado de la Catlica Maria, y la adulterina hija de Enrique y de Ana Bolena, contra todo derecho, vino ocupar el trono y producir nue-vos trastornos en Inglaterra. Tan hipcrita para ocul-tar sus creencias como sanguinaria, ya en el poder vio en el pueblo catlico la espada de la justicia impidin-dola ocupar lo que ni el derecho ni la conciencia po-dan consentir, y abrazada la hereja, declar cruda guerra al catolicismo, separse de la obediencia del Pon-tfice y llevando el hacha del verdugo y la sagaz ra-pia por todas partes donde brillar se vieran funda-

  • 44 UKSF.XA HISTRICA DU 1.A IXACGUKACIOX

    cioncs piadosas creencias catlicas; mas eran tales su falacia y su astucia que, crmenes de Estado no de re-ligin las declaraba. Edmundo en tanto se dedicaba al estudio de los SS- Padres y controversias y llamado pronunciar el elogio fnebre de la infortunada Amy Robsaat fu tal la admiracin que produjo su elocuen-cia que, de entonces declarse el conde favorito, Lei-cester, su protector, como lo fuera despus la misma Isa-bel al oirle en la universidad de Oxford una brillan-tsima discusin filosfica, donde la grandeza del es-tilo iba unida la irresistible lgica, alcanzando por este motivo los 26 aos de edad ser nombrado pri-mer Orador y Vicc-Cancillcr de dicha universidad.

    Seores; dificilsima es la situacin en que se halla co-locado nuestro Edmundo. Joven lleno de talento y de saber tiene ante s abierto el camino de los honores y de elevadas posiciones. Una reina y un favorito le empujan para allanarle el ascenso. El nuevo orden de cosas hace mas fcil la subida y un Obispo, tan sagaz y sabio como hipcrita, quiere ganar este genio para consolidar la obra de Isabel. La lucha debe ser terri-ble. De un lado la grandeza, de otro la persecucin el destierro la muerte. El catolicismo representa para Edmundo el trmino de su carrera, la hereja el prin-cipio de su grandeza; pero si Edmundo parece vacilar, al fin oye su conciencia catlica y huye Irlanda y despus Flandes para buscar en el colegio Donay aquella ciencia teolgica, apenas vislumbrada, resuelto en su nimo volver Inglaterra llevando muy le-vantada la bandera de la verdad catlica. No puedo detenerme detallar los incidentes de su vida durante sus estudios, ni su toma de sotana para pertenecer la familia de Ignacio, ni las demostraciones de su pie-dad en Roma, ni de sus trabajos en el profesorado

  • DE LA IGLESIA DE S. IGXACIO DE LOYOLA 45

    en Praga. Vedle volviendo Inglaterra como un Aps-tol, dispuesto luchar por el triunfo de la verdad catlica.

    Pero no temblar Edmundo sabiendo que sus her-manos Toms Woodhouse y Juan Nelson han sufrido horribles tormentos y espantosa muerte por defender esta doctrina? Ah no. Miradle en Londres rodeado de algunos catlicos dando principio sus trabajos con una energia y una oportunidad que encantan. Asi como el prncipe de los Apstoles levantaba la voz en Jc-rusaln y deca sin temor ni vacilacin varones de Ju-dea, sabed que aquel quien habis crucificado es Dios con el Padre; as Edmundo para combatir la reforma protestante pone por tema de su primer sermn el divino Tu es Petras etc. y hace una enrgica defensa del Pontificado y como consecuencia de la verdad que ensea la nica y sola Iglesia que tiene recibida auto-ridad del divino Fundador. Imposible, Seores, es seguirle en aquella campaa de misionero y de catequista en Inglaterra. Su voz se oye en todas partes; sus cartas se difunden entre catlicos y herejes como una luz pursima; y si le veis evitar el peligro es para vivir produciendo mayor bien y fortificar los buenos cre-yentes. Va de un lado otro lado sembrando, como en tierra nueva, el evangelio fertilizando la fe que es tmida ante el peligro; desenmascara la hipcrita fa-lacia de los herejes y hace patentes sus- errores y sus inconsecuencias; y si' grandiosa es siempre su elocuen-cia, son mas grandes su humildad y su perseverancia.

    Cuando he ledo sus trabajos Apostlicos, cuando le veo cambiando de disfraces cada momento para no ser conocido de los enemigos y poder ser til los catlicos, cuando le he visto perseguido sin cesar y sin un momento de reposo; he credo ver S. Pablo en

  • 46 RESI'A HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    una nueva vida no menor en sufrimientos la del gran Apstol de las gentes. Seguro, sin embargo, de su misin no teme la hereja, pues, como l dice, podr ser muerto, pero no vencido, equidem occidi posstim, superan non possum. Con razn, dice, que podr ser muerto. Jams Seores, se ha visto en la historia de la humanidad persecucin de peor carcter que la promo-vida por la crueldad de Isabel. Las confiscaciones como el patbulo; el espionaje ms sagaz y los tormentos ms terribles; las sentencias ms injustas y las ms asque-rosas muertes y profanaciones; el despedazamiento de los cuerpos todava vivos; la inocencia y la virtud con-sideradas por jueces vendidos al poder tirano, como cr-menes, forman la historia del reinado de aquella Isabel que se ofreca al infierno por un reinado de 40 aos. Leed al protestante Cobbett y veris que jams los Em-peradores romanos inventaron para sus circos y perse-cuciones tanta crueldad ni tanta perfidia unidas tanta hipocresa. El supuesto delito de lesa majestad era, di-gmoslo as, la capa que cubra toda sentencia autorizada por la ms sanguinaria, lasciva y cruel de las reinas y, sin embargo, aquellos mrtires moran orando por su Patria y por su Reina, y Reina y Patria perdonaban tanta injusticia y tanta crueldad. Por esta razn Edmundo para disipar toda duda y hacer ver el objeto de sus tra-bajos, as como el carcter de su misin en Inglaterra, su amada Patria, escribe aquella sublime manifestacin bastante por s sola para patentizar el mvil verdadero de la persecucin que se hace los catlicos. Yo con-fieso, dice Campin, que aunque indigno, soy clrigo de la Iglesia catlica y por la misericordia de Dios ha ya ocho aos que hice voto y tom hbito en la santa Compaa de Jess y entr en una nueva milicia bajo la bandera de la obediencia, renunciando todo inters y

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA 47

    honra como toda vanidad felicidad humana. Mi oficio es predicar el Evangelio, administrar sacramentos, ensear los ignorantes, desengaar los engaado?, dar luces y armas contra los vicios y el error en los que veo sumergidos muchos de esta mi amada Patria. Jamas tuve intencin ni puedo en manera alguna tratar cosas concernientes al Estado y Gobierno del Reino, ya porque son agenas mi vocacin, ya por expresa prohi-bicin de nuestro General, que para mi, representa Cristo. Deseo dar audiencias pblicas delante de los doctores y letrados de. las Universidades, juristas y ca-nonistas, delante de la Reina y de su Real Consejo y me ofrezco dar razn de m y confirmar la fe de nuestra Santa Iglesia catlica, con argumentos invenci-bles de sagrada escritura, padres y doctores, historia y razn natural y moral. Tengo nimo y esfuerzo para llevar cualquiera cruz por pesada que sea y padecer crcel, tormentos y muerte por la salvacin de vuestras almas. L'a cuenta est hecha, la empresa comenzada, la causa es de Dios quien nadie puede resistir. Con san-gre se sembr la fe de Jesucristo y con sangre se ha de restituir.

    Ahora bien, Seores, es esta la voz de un trastornador del orden puramente social? Hay algo en esa mani-festacin que ataque al poder real? No, Seores, no. Esa voz es la de un apstol, es la voz de San Pablo, es la voz de los mrtires del Evangelio y de la Iglesia catlica. Mas como si no fuese bastante esta prueba de sinceridad, y como no fuese aceptada la conferencia pro-puesta los doctores, crey Edmundo un deber dar p-blica esplicacin de su doctrina y escribi su famoso librito intitulado.Las die^ razonesque son una de las ms brillantes apologas del catolicismo y que ha me-recido ser colocado al lado del de Tertuliano. Imposible

  • 43 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    me es, y lo siento, no poder manifestaros la belleza de diccin, la claridad de lenguaje y la grandeza y oportu-nidad de pruebas y testimonios que encierra aquel li-brito que, como es consiguiente, produjo inmensa sen-sacin lo mismo en Inglaterra que en todas partes, pues, en l se oia ms que la palabra de un hombre, la voz de Dios y de la conciencia humana. Libro que daba golpe de gracia al protestantismo quien slo el odio, el orgullo la ambicin podan sostener.

    No os admire por lo tanto que su autor fuese per-seguido por el hertico poder y acosado como una fiera, y que las crceles se llenasen de inocentes victimas y lleva-dos al tormento y al suplicio cuantos no quisieran dar cuenta de Edmundo; y el espionaje se multiplica y el odio crece y la persecucin es incesante hasta que un traidor hace prisionero en el castillo de Lyfort nuestro hroe. Llevado en triunfo Londres se le pone un rtulo en el sombrero que dice: Campin, el jesuila y alborotador. Desisto, Seores, de comentar este ultraje la virtud, pues, vuestro criterio ver cunto puede la saa de un enemigo impotente para luchar, contra la verdad incapaz de oponer razones contra razones. Tampoco puedo de-tenerme en hacer historia sobre el nimo sereno y tran-quilo de Edmundo, sobre la dulzura que manifiesta ha-blando los estudiantes de Oxford yendo prisionero, ni de su tan humilde como risuea expresin en el peor de los calabo/os de la Torre de Londres. Vedle delante de la Reina Isabel y su corte; oid aquella clebre frase que pronuncia respondiendo las promesas que se le hace si abraza el protestantismo.Seora, antes que ingls soy cristiano catlico.Tanta firmeza en el que era reputado como una gloria nacional y enemigo de la religin del Estado debia fomentar el odio de la hereja y no os estraar si os digo que Edmundo colocado en

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA 49

    el tormento vise todo magullado, arrancadas las uas y hecho el blanco de la ira de aquella reina cruel. No por eso pierde la serenidad de su alma y en sus labios se hallan unidas las verdades del catolicismo y la sonrisa del hroe que no teme la muerte por defenderlas y que se gloria en verse, como apstol, destinado la muerte y hecho espectculo del mundo, de los ngeles y de los hombres. Spectaciilunl etc.

    Por fin parece que la razn responde la pasin, en aquella lucha de un trono contra un hombre y en la Iglesia de la Torre ( donde es conducido Edmundo) unidos algunos doctores al Den de San Pablo diri-gen nuestro hroe algunas acusaciones, permitin-dosele tan slo defenderse y hcenle un interrogatorio tan" capcioso como inoportuno. Creis que Edmundo, todo herido, puede ser sorprendido por la astucia de sus acusadores que el temor puede amenguar la grandeza de su inteligencia el valor de su corazn? No, Seores, en esta como en posterior conferencia su elocuencia es la misma que manifestaba en Oxford, en Dubay y en Praga; su firmeza estriba en la certeza de su doctrina y habla con la seguridad del Doctor y la inspiracin del Profeta; arguye con tal concisin y tan slidos argumen-tos aduce que, ms que un hombre, parece el espritu de verdad que anunciaba Jesucristo y al que no se podra resistir; espritu de verdad que hace cantar al pueblo ingls, Rija ya la razn, cese el tormento. No era posible tras de estas derrotas que la cruel reina y sus consejeros dejasen tranquilo nuestro Edmundo y as fu, Seores. Isabel y sus secuaces creen posible destruir el catolicismo dando muerte los catlicos y un tribunal vendido al poder real llama nuestro Edmundo, quien otro hijo de Ignacio de Loyola, Toms Briant, el sacerdote Sewin y otros muchos acompaan acusndoles de trastornadores

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  • 50 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    del orden y enemigos de la Reina. Examinad, les dice Campin, nuestros actos sacerdotales y estaris ciertos de nuestros hechos y veris que cuantos estamos presen-tes slo por ser catlicos, si asi lo queris, nos confe

  • DE I-A IGLESIA DE S. IGN'ACIO DE LOYOLA C I

    riturus te scilutodice una imagen de la Virgen hallada en su camino y olvidada quiza por los herejes, y vol-vindose al pueblo que le seguia..Dios os salve, les dice, Dios os bendiga, Dios os haga catlicos. Colocado des-pus sobre un zarzo para ser arrastrado por el lodo, re-cuerda las palabras de San Pablo los Corintios. Somos hechos, dice un espectculo al mundo, los ngeles y los hombres.... l perdona su Reina y sus perse-guidores yMuero, dice, como Sacerdote catlico y por la defensa de la fe de Cristo en que he vivido y por ella doy gustoso mi viday poco despus, Seores, cum-plise aquella horrible sentencia dictada contra Edmundo Campin y compaeros en todas sus partes; y el que en vida era una de las brillantes estrellas del Catolicismo en Inglaterra, vino ser con su muerte una perla preciosa en la historia de la Compaa de Jess y ornamento de la Iglesia Universal.Basta, Seores.

    Estos mrtires, como el ilustre Cttam, nos de-muestran que el ministro de Jesucristo debe estar, semejanza del divino Maestro, dispuesto dar la vida por la salvacin de sus semejantes para hacer triunfar en la tierra el reinado de la verdad y el reinado de la caridad que son el reinado de Dios. Hoy, es verdad, no tememos los tormentos, ni la muerte se cierne sobre nosotros al propagar nuestra doctrina, pero una guerra semejante la de la serpiente tentadora en el Paraso, lleva entre sombras y celajes el hacha destructora las inteligencias y el fro de la muerte al corazn.Eritis sicnt diiseris como dioses, dice el racionalismo, si sacuds todo yugo, si despreciis antiguallas, si os creis perfec-tos, si no reconocis autoridad que llegar pueda vues-tra conciencia, si sois libres con satnica libertad. Alerta pues, soldados de Cristo, alerta, porque ese criterio del mundo moderno seduce los incautos y hace vacilar

  • 52 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    los creyentes, y hora es de levantar la voz como nues-tros mrtires ingleses sin temor ni la ignorancia que se viste de harapos, ni la vana ciencia cubierta con el manto del filsofo, ni la soberbia con su ropaje de prpura. Una es la verdad y una la doctrina, una la fe y uno el bautismo y una la cabeza de la Iglesia, el Romano Pontfice. Esa es nuestra bandera, como fu la bandera de Woodhouse, Nelson, Briant Cttam y Ed-mundo Campin y con ella podremos obtener el reino de los cielos que todos os deseo.

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA 53

    D A 2 8 dedicado S. Alfonso Rodrguez.

    En el altar mayor se coloc en elegante marco un gran cuadro al leo en el que estaban representados los tres Santos canonizados por el Sumo Pontfice Len XIII en 1888. S. Alfonso Rodrguez, S. Juan Berckmans y S. Pedro Claver.

    La decoracin era la misma del da precedente y la concurrencia numerosa.

    Los oficios de este da estaban confiados los RR. Pa-dres de la Orden de Santo Domingo, y la hora sea-lada la Reverenda Comunidad de PP. Predicadores, ocup el distinguido sitio que le perteneca. Ofici la Misa el M. R. P. Prior de Sto. Domingo asistido de los PP. Her-nndez y vila, catedrticos de Sto. Toms. El Excelen-tsimo Ayuntamiento de Manila presidia la funcin. Can-tse la misa del maestro D. Jos Espi y Ulrich.

    Ocup la ctedra del Espritu Santo el M. R. P. Fray Norberto del Prado quien con la elocuencia que le es propia pronunci el siguiente sermn.

  • PANEGRICO DE SAN ALFONSO RODRGUEZ

  • Fototipia, Suc. Ramrez y C.a Barcelona

    ARTESN PARCIAL DEL CENTRO En el Templo de San Ignacio de Loyola, de Manila

  • WSB&fSSSffBBSSUBSg

    S E R M N panegrico de San Alfonso Rodrguez, por el M. R. P. Fr. Norberto del Prado, Catedrtico de Teologa de la

    Universidad de Manila.

    Mihi autem absit glorian, nisi in Cruce Domini nostri Jesu-Christi: per quem mihi mundus crucifixus est, et ego mundo.Ad Galat. Cap. 6. v. 14.

    &G2K.Qo

    c| MI lbreme Dios de gloriarme sino en la Crit^ # de Nuestro Seor Jesucristo por quien el mundo a est muerto y crucificado para mi, y yo lo estoy

    para el mundo-. Estas palabras que compen dian la ciencia de los Santos, cayeron de ^ la boca del Apstol, como un orculo del

    cielo, y recogidas con avidez por cuantos se determinaron abrazarse con la Cruz de

    Jesucristo, han recorrido la tierra sirviendo de divisa todo verdadero cristiano. Que no solo los santos las es-cribieron como lema en su bandera, sino que deben to-marlas tambin por norma de conducta cuantos deseen hacer cierta su eleccin por medio de buenas obras. En

    8

  • 58 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    grado ms menos perfecto, necesario es que se verifi-quen estas dos crucifixiones, la de nosotros para el mundo y la del mundo para nosotros.

    Y de qu manera el mundo estar crucificado para nosotros, y nosotros lo estaremos para el mundo? Pues no glorindonos sino en la Cruz de Ntro. Sr. Jesucristo. Esta dice el Seor: No se glorie el sabio en su saber, ni se glore el valeroso en su valenta, ni el rico se glorie en sus riquezas; mas el que quiera gloriarse, glorese en cono-cerme y saber que yo soy el Seor, ( i ) En conocer Dios con un conocimiento que llegue hasta el corazn, en amar, digo, Dios sobre todas las cosas, en esto debe gloriarse el hombre; que toda otra gloria es flor de un da que se marchita, humo que en los aires se desvanece, polvo que el viento barre, ola de agua que arrollada por el empuje de otras olas se estrella contra un grano de arena y se deshace. Vanidad de vanidades y todo vani-dad, menos el amar Dios y vivir consagrado su servicio.

    Amar Dios: he aqu el supremo deber del hombre, y en este deber se fundan, como sobre piedra angular, to-dos nuestros derechos. Hemos nacido para ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto, y lo esencial de esta perfeccin aqu en la tierra consiste en amarle sobre todas las cosas; y todo lo que este amor no vivifique y or-dene, no merece en ltimo resultado sino el nombre de vanidad. Por el contrario, hasta las cosas de menos valer cobran mrito de vida eterna, si las dora con sus rayos esa luz del amor de Dios, que hermoseando el corazn del hombre convierte al pecador en justo, y multiplicando el resplandor de las buenas acciones hace del justo un santo;

    )i) Jerem., cap. 9. v. 23.

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA 59

    pues, santo no es ms que el hombre justo, cortado la medida de aquella perfeccin de nuestro Padre que est en los cielos, que los santos llevan proporcionalmente con el herosmo de sus virtudes. Y as cuando la Igle-sia ve ese herosmo del amor Dios, demostrado por los hechos de una vida irreprensible y comprobado ade-ms por el poder divino mediante milagros, coloca los santos en los altares, para que nos sirvan de ejemplo, y nosotros imitando sus virtudes invoquemos su patrocinio.

    Quien Dios ama, tiene cumplidos todos los preceptos de la ley. Tkiiitudo ergo legis dikctio. Y no se admiten en el amor de Dios excepciones, porque todos sin excepcin somos de Dios que nos cri y nos conserva. Pretender exceptuarse de cumplir lo que Dios y su Iglesia mandan5 equivale querer ser exceptuado de la entrada en el reino de los cielos. Todos, lo mismo en la juventud que en la vejez, de igual modo fuera que dentro del claustro, en todos los estados, debemos observar una conducta digna del nombre cristiano: verdad, que prcticamente nos en-sea con su larga vida S. Alfonso Rodrguez, cuyo pa-negrico dividir en dos partes, la primera de las cuales abarcar el tiempo que vivi en el mundo, y la segunda comprender desde su entrada en la Compaa de Jess hasta su dichosa muerte.

    No glorindose sino en la Cruz de Ntro. Sr. Jesucristo, S. Alfonso Rodrguez, lo mismo antes que despus de ser religioso, se nos ofrece como un modelo perfecto de esa mutua crucifixin de nosotros para el mundo y del mundo para nosotros.

    Invoquemos los auxilios de la divina gracia por media-cin de la que es Madre del Verbo Encarnado y Dispen-sadora de todos los dones del Altsimo. ^Ave, Maria, gratia plena.

  • JO RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    I

    Existen en el amor Dios, como en la claridad de las lumbreras del cielo, diversos grados de perfeccin y de brillo. Medir y graduar la pureza y virtudes de los san-tos, eso lo reserva para si la sabidura infinita. Slo el Seor es quien examina los corazones y avalora los' es-pritus, y nicamente su mano sabe manejar la balanza donde se aprecia el peso de las almas, ese peso que nos inclina con su fuerza de gravedad hacia Dios, y en el cual estriba el orden del mundo espiritual y se funda esen-cialmente la santidad, ( i )

    Mas allende esta variedad que slo disciernen los ojos del Seor, hay entre los santos otra que podramos lla-mar histrica, pues atae, no ya lo interior de sus al-mas, sino lo exterior de su vida en la tierra. Sin salir de la nclita Compaa de Jess cuan diversa aparece nuestra consideracin la vida de los santos Luis Gonzaga, Estanislao de Kostka y Juan Berckmans y la vida de San Alfonso Rodrguez! Aquellos tres angelicales jvenes pa-san por este mundo modo de espritus puros, descendi-dos del cielo, brillan un momento en la tierra la cual no parecen pertenecer, y son luego arrebatados de entre los hombres, como si los ngeles estuvieran impacientes de verlos junto s ocupando un trono en los coros de sus jerarquas. Lirios inmaculados de pureza, la mano del Se-or se da prisa trasplantarlos al Paraso de delicias, en la maana de la vida, cuando an estn cubiertos con el roco de la primera gracia, fin de que la permanencia en este valle de pecado no empae la blancura de su can-

    ( i ) Appendit autcm corda Dominus... Spirituum ponderator est Dominus.Pro-verb. cap. 16, v. 2, cap. 21, v. 2.

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA l

    dor inocencia. No bien han llegado al uso perfecto de la razn, la gracia que santifica, los iguala en belleza con los ngeles; y apenas la gracia ha esparcido en sus al-mas los resplandores de Dios, cuando la gloria viene poner el sello de su hermosura la obra de la gracia san-tificante. En la flor de sus aos se alistan entre los hijos de S. Ignacio, y en la flor de sus anos admiran por su rara santidad, y en la flor de sus aos van recibir la corona que Dios guarda reservada para sus elegidos. No se puede recordar la pureza de estos tres jvenes santos sino alabando la bondad de Dios. Solos sus nombres inspiran cario, y no los articula la lengua, sin que el co-razn los ame.

    Tambin inspira piedad y causa admiracin la vida pe-nitente y contemplativa de San Alfonso Rodrguez; pero nuestro Santo llegar una edad muy avanzada, y no le veremos pisar los umbrales del claustro, sino despus de largos rodeos por el desierto del mundo. La gracia del Seor que no cesa de guiar sus pasos, le trae y conduce desde lejos, para manifestarnos que en todos los estados puede el hombre vivir amando Dios, y que la virtud de suyo se aviene amigablemente con cualesquiera oficios y empleos. Testimonio brillante de esta verdad, Alfonso Ro-drguez fu siempre un hombre recto, sencillo y temeroso de Dios, y que se apartaba del mal.

    La devocin la Santsima Virgen pareca haber na-cido con l, la mam los pechos de su cristiana madre; que nada hay tan influyente, como el buen ejemplo de una madre, en los sentimientos y educacin de los hijos. Desde muy nio, cuando an no tenia juicio de razn, profesaba filial afecto la Madre de la divina gracia tanto que, nos dice l mismo, si poda haber alguna oracin de nuestra Seora, luego se la meta en el seno. Se haba impuesto, como un sagrado deber, el rezarle el

  • (2 KHSEN'A IIISTUICA DE LA IXAl'GL'RACI'N

    Rosario todos los das, y k Madre de Dios corresponda la devocin del santo joven con favores extraordinarios, entre los cuales figuraba el ver delante de s en el aire, mientras rezaba el Rosario entero de nuestra Seora cada da, cada Pater noster una muy linda rosa encarnada, y cada Ave Mara otra blanca de igual belleza y fragancia, smbolos de la eficacia de esa oracin, de lo acepto que es Dios, y agradable su Madre Santsima, y de los dones y mritos con que enriquece el alma de quien con humil-dad, confianza y perseverancia le rezare. En la devocin la Santsima Virgen, seal caracterstica de los escogidos para el ciclo, hemos de reconocer el origen y la raiz de esas costumbres puras intachables que se advierten en l conducta de Alfonso, aun antes de ingresar en la Com-paa de Jess.

    Alfonso Rodrguez fu en su juventud un modelo de hijos de familia; en el estado del matrimonio, un. esposo ejemplar; en su oficio de comerciante, un d'echado de hon-radez. Estudiante en Alcal, huye de las malas compaas, evita con cuidado toda peligrosa diversin, y acordndose de sus padres, piensa en la obligacin que tiene de apro-vechar el tiempo para responder con filial gratitud lo que por l hacen para darle honrosa carrera. No busquis al joven escolar donde veis pendencias y rias, ni donde se dan cita los entregados al vicio del juego, ni en otros lugares en que la aficin las letras se pierde y la ino-cencia de costumbres naufraga: tales reuniones nunca concurri el joven Alfonso, ah jams se le vio; donde de ordinario asiste y sin falta le hallaris, es en el templo en la Universidad, orando leyendo, con todos respe-tuoso y deferente, entre todos de los primeros en cumplir sus deberes de estudiante y de cristiano. La virtud y las letras, lejos d andar reidas, se hermanan maravilla prestndose reciproca claridad. Ya dijo uno de nuestros

  • DE LA IGLESIA DE S. IGXACIO DE LOYOLA 63

    clsicos y el ms ingenioso de nuestros escritores que letras sin virtud son perlas en el muladar.

    No era sin embargo la carrera de las letras por donde el Seor quera llevar nuestro Santo. La muerte del Pa-dre y las lgrimas de la madre, viuda y con once hijos, le obligaron ponerse al frente del comercio de que pen-da el sustento de la familia; y ms tarde, por consejo de su madre, tom por esposa honesta doncella de su mis-mo estado y condicin. Es el matrimonio obra de bondad y de grandeza, porque es obra de Dios. La ley natural y la ley divina le sirven de sancin, y Jesucristo al restaurar todas las cosas lo elev la dignidad de sacramento, con lo cual qued purificado el principio de la sociedad do-mstica, constituido con ms estable firmeza el funda-mento de la sociedad civil, acrecentado el honor de la mujer, ennoblecido el varn, santificado el hogar, y la familia entera regenerada. Serios v graves pensamientos deben llenar el alma de los esposos, cuando se acercan al altar para entregarse solemnemente el uno al otro su pro-pio corazn. Sacramento es ste, grande, dice S. Pablo (1); y por lo mismo que en l se simboliza la unin de Jesu-cristo con su Iglesia, la unin sacramental de los esposos debe reflejar parecidos caracteres de santidad, de perfeccin y de limpieza. El esposo ha de mirar en su esposa la ima-gen de si mismo, y amarla con amor sincero, grande y santo, como Cristo ama su Iglesia; y la esposa debe obe-decer al esposo, y profesarle amor y reverencia, como la Iglesia ama Jesucristo y le obedece y est sujeta. Es el marido cabeza de la mujer, y la mujer corazn del ma-rido; y hay en el padre y madre de familias con respecto

    (1) Sacramentum hoc magnum est: ego autcm dico in Christo et in Ecclcsia... Sicut Ecclesia subjecta est Christo, ita et muliercs viris suis in cmnibus. Viri, diligite uxores vestras, sicut Christus dilexit Ecclesiam. Ad Ephcs. cap. 5.0

  • 64 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    sus hijos una asi como sombra de la Divinidad. El hom-bre es imagen de Dios y gloria de Dios, y la mujer es imagen del hombre y gloria del hombre. Expresin de estas grandes y nobles relaciones entre el esposo y la es-posa ha de ser el amor y reverencia que reciprocamente deben profesarse, amndose el uno al otro y amando al mismo tiempo Dios, como si tuvieran un solo corazn y una sola alma; pues de Dios, del amor Dios y de su gracia proviene el carcter de pureza, el encanto de espiri-tualidad que vivifica y realza el lazo de amor que une entre si los casados. La conducta de Alfonso, como es-poso, estuvo siempre exacta y fielmente ajustada estas sublimes enseanzas del Apstol; y la vez que modelo de esposos y de padre de familias en su casa, en la casa de su cristiana madre, la sombra bienhechora del hijo en-jugaba las lgrimas que la muerte del padre hicieron de-rramar.

    Y en su oficio de comerciante habase hecho prover-bial entre los habitantes de Segvia su rectitud y equidad. Alfonso era el varn justo que vive sin mancilla y obra rectamente; que habla la verdad que tiene en su corazn, y no ha forjado ningn dolo con su lengua; que no hace mal sus prjimos, ni consiente que sean infamados; que si hace juramento su prjimo no le engaa; que no da su dinero usura, ni se deja cohechar contra el inocente; y que en todo su porte no aparta los ojos del Seor, to-mando por regla de conducta su Santa ley. (2) Viva, en cuanto era compatible con su estado, muerto y crucificado para el mundo, obrando-contra sus mximas de srdido inters y de desordenada ambicin, de ruin envidia y de lujo desmedido, de insaciable afn de goces materiales y

    (2) Psalm. 14.Job cap. i. et 2.0

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA 65

    de diversiones nada honestas que no caen bien en un cris-tiano. Y para decirlo todo en una sola palabra, Alfonso se gloriaba en la Cruz de Jesucristo.

    Quin no pensar con esto que el Seor colmaria de bendiciones su familia y hara prosperar los negocios de su comercio? Pero ah! que muchas veces esconde Dios sus bendiciones en una nube de trabajos, y el hombre no echa de ver su Dios que se digna visitarle. Las bendi-ciones de Dios, aquellas bendiciones que llegan hasta la vida eterna, vienen ordinariamente precedidas de una cruz, de esa cruz en que habernos de estar crucificados para el mundo y el mundo lo debe estar para nosotros. No faltar nunca para la frente del justo una corona de espinas; pues es conveniente que, imitacin de Cristo, padezcamos todas estas cosas y entremos as en su gloria. Las aguas de la tribulacin, aunque amargas al alma, recibidas con cristiana paciencia, franquean con la misma creciente de sus avenidas la entrada en el reino de los cielos. Semejan-te lenguaje no lo entiende el hombre mundano, pero no necesita de explicacin para los que se glorian en la cruz de nuestro Seor Jesucristo. Alfonso Rodrguez vio des-aparecer una en pos de otra las personas ms queridas de su corazn: muere su madre; muere su esposa y sus hijos, y mueren casi todos sus hermanos. estas desgracias de familia, sobreviene la prdida de bienes de fortuna, decaen los negocios de su comercio, sufren quebranto notable sus intereses y su casa qued medio arruinada. El corazn de los Santos es muy sensible: La gracia no amengua ni destruye los nobles y legtimos efectos de la naturaleza, antes purificndolos, los aviva. Por lo cual los Santos al gloriarse en la cruz de Jesucristo, sienten hondamente las amarguras de la afliccin; si bien la afliccin misma los acerca ms Dios, por cuanto la gracia los sostiene y for-tifica.

    9

  • ( $ 5 U E S E S A HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    Sostenido y alentado por la gracia nuestro Santo y proveyendo la. subsistencia de dos hermanas suyas, que murieron despus en olor de santidad, al verse desligado de todos los lazos de familia, solo en el mundo donde tanto habia padecido, amaestrado por la tribulacin en los caminos del bien, y aspirando mayor perfeccin en la virtud, la edad de cuarenta aos, sale de la ciudad de Segvia, su patria, pensando en Dios y en la eternidad. Apenada el alma: Si recibimos, deca con el Santo Job, los bienes de la mano de Dios por qu no recibiremos tambin los males? Desnudo sali del vientre de mi madre y desnudo volver al seno de la tierra. El Seor me lo dio todo; el Seor me lo ha quitado: se ha hecho lo que es de su agrado: bendito sea el nombre del Seor. Y desde esta fecha empieza una nueva fase en la vida de nuestro Santo.

    II

    Dos hombres, con no mucha diferencia de tiempo, pi-dieron ser admitidos en el Instituto religioso, recin fun-dado por San Ignacio de Loyola, el cual, como todas las rdenes monsticas en sus comienzos, llamaba ya nota-blemente la atencin por la fama de santidad de sus hijos. Cierto que el Espritu de Dios no cesa de animar esas grandes instituciones seculares, blanco preferente de los odios de la impiedad, pero gloria y ornamento de la Igle-sia y cuerpos de ejrcito en orden de batalla apercibidos para ocupar en las luchas de la verdad contra el error los puestos de mayor peligro; mas si en todo tiempo a-lienta la virtud y el saber en el seno de esas Instituciones vivi-ficadas por el Espritu de Dios, es sin embargo ley provi-dencial que regula su existencia el que en los principios

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA 67

    derrame el Seor sobre ellas con larga mano k abundan-cia de sus dones. Tienen tambin las rdenes Religiosas, como la Iglesia misma de Jesucristo de cuyo Corazn pro-ceden, tienen, repito, su da de Pentecosts, en que sobre-viene del cielo un ruido manera de viento impetuoso que sopla y llena toda la nueva Corporacin y acumula dentro de ella el espiritu de vida que con vigor y fortaleza se ha de desarrollar, manifestndose lo exterior, en el transcurso de los siglos. En ese dia que suele ser el tiem-po que inmediatamente precede y sigue c la muerte del Santo Fundador, se ven aparecer unas como lenguas de fuego que se reparten y se asientan sobre cada uno de sus hijos. Entonces son llenados todos del Espritu Santo y comienzan hablar en diversas lenguas palabras que el Espiritu Santo pone en su boca. Es esta la poca de los grandes sacrificios y de las grandes empresas, en que las Ordenes Religiosas cuentan sus Santos por el hmero de sus individuos. jDichosas las Corporaciones cuyos hijos no dejan caer en el olvido estos tiempos heroicos de su existencia! Porque el secreto de la fuerza y vida d-e toda Corporacin religiosa se encierra en esa especie de mirada permanente hacia las figuras .sublimes y venerandas de los Santos Patriarcas que las fundaron.

    Pues, por este glorioso periodo de su existencia atra-vesaba la Compaa de Jess, cuyos hijos los vio en el cielo entonces Santa Teresa con banderas blancas en las manos (1), cuando llamaron sus puertas dos hombres diversos y parecidos que, huyendo de este mundo en que todo pasa, buscaban en la soledad del claustro un momen-to de reposo para detenerse pensar en los aos eternos. Descenda el uno de familia, perteneciente la primera

    (1) Lib. de la Vida, cap. 38.

  • 6 8 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    nobleza del reino, y entre sus ascendientes contaba al ca-tlico monarca Fernando de Aragn. Educado en la corte del Emperador Carlos V que poco despus se retir tam-bin al monasterio de Yuste, haba ejercido el cargo de Virrey en Catalua; y cuando Isabel de Portugal pas mejor vida, l fu el escogido para custodiar y conducir el cadver de la Emperatriz la ciudad de Granada- Al colocarlo en el sepulcro pudo ver cul haba parado la muerte el rostro de su Reina. Es ste, exclam, aquel rostro de tan ponderada belleza? Oh flor de un da que an no habas llegado la tarde, y ya ests marchitada! Y derramando lgrimas sobre aquel desfigurado rostro, presa de la corrupcin, y orando por el perpetuo descanso del alma que lo haba animado, jur no vivir en adelante consagrado al servicio de otro rey que de Aquel sobre quien, siendo Rey de reyes, no tiene poder la muerte y cuya hermosura es inmutable y eterna.Perteneca el otro la clase media de la sociedad, hijo de familia acomo-dada en bienes de fortuna haba recibido cristiana educa-cin, y estudiado all cuando joven humanidades en Al-cal, y el resto de su vida lo haba pasado al frente de una de aquellas fbricas de paos de Segvia tan celebradas ert el siglo XVI. La desgracia le visit; y en la escuela del in-fortunio que suele ser gran maestro, aprendi el comer-ciante la misma saludable leccin que el magnate haba ledo en el rostro de una reina, ya cadver. Los dos ha-ban estado casados; los dos, cada uno en su clase, haban observado conducta intachable, digna ciertamente del nombre de cristiano; y los dos, desligados de los lazos de la tierra, abrigaban los mismos ardientes deseos y aspira-ciones las riquezas del cielo. Admitidos por fin entre los hijos de San Ignacio, ambos maceraron su cuerpo con prolongados ayunos y aspersimas mortificaciones, y no perdonaron trabajos ni sacrificios para vencerse s mis-

  • DE LA IGLESrA DE S. IGXACIO DE LOYOLA 69

    mos; y aunque animados uno y otro por el ms profundo espritu de humildad, uno tuvo que ascender al sacerdocio y el otro con grande contenta y satisfaccin de su alma quedse entre los hermanos legos, llamados coadjutores temporales. Segundo sucesor aqul de San Ignacio en el gobierno general de la Compaa, y ocupado ste en los quehaceres ms ordinarios de su Colegio Casa religiosa all en la Isla de Mallorca, ambos dos engrandecieron con sus virtudes la Compaa de Jess, y los dos vene-ramos como Santos en los altares. Fu uno de ellos el cuarto Duque de Ganda, y hoy se llama San Francisco de 'Borja, Ei otro es aquel hombre, entrado ya en aos, que abrazado con la cruz de Jesucristo vimos salir de la ciu-dad de Segvia, pensando en Dios y en la eternidad; y hoy ensalzamos la modestia de su vida, hoy recordamos la gloria de sus hechos, hoy le aclamamos feliz y bienaven-turado bajo el nombre de San Alfonso T^odrigue^.

    Y qu arduas empresas pensis que llev cabo para llegar ser Santo? cules fueron en el mundo sus haza-as? Imaginis acaso que, como San Francisco de Borja, sostena amistosas relaciones con reyes y principes, y ocupado seriamente en formar planes de gobierno y pres-criba los medios ms conducentes para su ejecucin, tra-bajaba da y noche en extender la Compaa de Jess, enviando religiosos Polonia, Mjico, al Per, y las islas ms remotas del mar; que, cual otro Francisco Ja-vier, dobla el cabo de las tormentas, recorre la India, toma tierra en Ceiln, arriba Malaca, y de isla en isla toca en Borneo, y volviendo sobre sus pasos intenta penetrar en el imperio de China, y franqueada luego las puertas del Japn entra como conquistador de almas en aquellas apar-tadas regiones, y con su palabra que el cielo inspira y la cual Dios comunica poder lo mismo para cautivar cora-zones que para resucitar muertos, arrastra en pos de si

  • 70 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    islas y continentes haciendo que doblen su rodilla ante a cruz cien y cien pueblos y adoren Jess crucificado mu-chedumbre de tribus que no se pueden contar, para morir despus lejos de su patria pobre y desnudo, estrechando fuertemente contra su pecho un crucifijo, elevados los ojos en el cielo, all en un pen solitario, azotado por las olas del Ocano? Oh! si todo el cuerpo fuese ojos dnde esta-ria el odo? Y si todo fuese oidos dnde estaria el olfato? Ni puede decir el ojo la mano: ccNo h menester tu ayu-da. Ni la cabeza los pies: No me sois necesarios., ( i ) No existe ningn oficio vil ni bajo en la casa del Seor, y los que desempean los quehaceres ms nfimos, pueden lograr el mrito de los ms ilustres doctores de la verdad y de los ms ejemplares prelados, y de los ms celosos pro-pagadores del Evangelio. Nada ms sencillo y ordinario que la vida de San Alfonso, si atendis lo que por de fuera aparece. Todo el curso de su vida en la Compaa, que fueron cuarenta y siete aos, lo pas, dice la Bula de su Canonizacin, desempeando el oficio de portero del Colegio de Montesin en Palma de Mallorca. Totwn vita curriculum janiloris officia, quoad poiuit, functus exphvit. Y abriendo y cerrando las puertas de su colegio el humilde hermano lego escal las cumbres de a santidad como aquel sacerdote de nobilsima prosapia, General que fu de la Compaa, Francisco de Borja, y como aquel heroico mi-sionero, Apstol de las Indias Orientales, Francisco Javier.

    No es fcil reducir breves trminos Lis maravillas de su vida interior y la perfeccin de sus virtudes llevada hasta el herosmo. Por esas misteriosas vas en que el alma sube hasta la unin estrechsima con Dios, nadie, si Dios no le guia, sabe andar, y las altas cumbres de la espiritualidad.

    (i) I. ad Corinth. cap. 1,2.

  • DE LA IGLESIA DE S. IGNACIO DE LOYOLA y I

    estn reservadas para las guilas de la contemplacin. Por tan sobrenaturales vas anduvo el Hermano Alfonso Ro-drguez y esas cumbres altsimas le hizo subir el Seor que gusta de tratar con los humildes, y comunicarles manos .llenas los dones de su gracia. El caminar del alma (son palabras de nuestro Santo) para alcanzar la santidad, es el mortificarse y ayudarse de la oracin. La oracin y la mortificacin son las dos alas con las cuales, y la gracia de Dios, vuela y llega el alma al monte de la perfeccin.

    Mediante estas dos alas del alma ascendi con vigoroso empuje-el humilde Hermano hasta las cimas de la santi-dad. La oracin elevaba su mente; la mortificacin repri-ma sus pasiones. La oracin trasfiguraba su alma, y en sus no interrumpidos coloquios con el cielo su corazn adquira tal limpieza de afectos, tales deseos de padecer por Jess, tan ardiente sed de exponerse- por su amor todos los trabajos, y de derramar por la gloria de su nom-bre hasta la ltima gota de su propia sangre, que todo lo interior de su alma se rejuveneca con lumbre del cielo y quedaba envuelto en la claridad de Dios. La mortificacin sujetaba su cuerpo mortal y corruptible al alma rejuvenecida, reduca lo inferior bajo el imperio de lo superior del hom-bre, y concretando sus ltimas expresiones la porcin de ser que tenemos de comn con los irracionales, ensan-chaba cada vez ms la esfera de accin esa parte nobil-sima de nuestra naturaleza por la que confinamos con los ngeles; y all, entre continuos ayunos, y prolongadas vi-gilias, y maceraciones terribles, y enfermedades frecuen-tes con alegra soportadas, negando siempre su propia vo-luntad y sacrificndola en aras del amor Dios y sus prjimos, San Alfonso Rodrguez satisfaca sus deseos de padecer por Jess y apagaba los ardores de la sed que le de-voraba por extender la gloria de su Santo Nombre. La ora-cin era el monte Tabor donde su espritu se tornaba puro

  • 72 RESEA HISTRICA DE LA INAUGURACIN

    y resplandeciente con la blancura de los ngeles. La mor-tificacin era el monte Calvario, donde abrazado estrecha-mente con la cruz de Jesucristo vivia crucificado para el mundo y el mundo estaba muerto para l. As con vida de tanta austeridad y en trato y comunicacin continua con Dios, la humildad del Santo Hermano, su castidad, su po-breza, sus ejercicios de oracin y penitencia, su amor tier-nsimo la Santsima Virgen, su incesante ntima medi-tacin en la Pasin de nuestro Seor Jesucristo, de donde provena su caridad ferviente para con el prjimo y un laudable aborrecimiento de si mismo: todas estas manifes-taciones de su virtud fueron, dice la Bula de la Canoniza-cin, tan sobrasaren tes y extraordinarias y con tan sobe-rana luz resplandeci