racionalidad e irracionalidad

Upload: manuel-espejo-lemarroy

Post on 17-Feb-2018

220 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    1/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    88

    El campo como hbrido de racionalidad e irracionalidad: tres estudios de casoacerca de la modernizacin reciente del medio rural en argentina

    Countryside as rationality and irrationality hybrid: three case studies about rural mediums

    recent modernization in Argentina

    Sebastian Gomez Lende

    Doctor en Geografa. Investigador Asistente de CONICET. CIG, FCHUniversidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

    [email protected]

    Artigo recebido para reviso em 16/08/2012 e aceito para publicao em 5/10/2012

    RESUMENEl espacio geogrfico, al igual que la accin humana, se compartimenta segn sus distintos nivelesde racionalidad. Surge as la posibilidad de distinguir a los llamados espacios de la racionalidad -

    aquellos alcanzados por el poder de contagio de la lgica dominante- de las reas irracionales -definidas por situaciones no razonables, divergentes del orden global-. El campo no contraviene esaley general; obstando la singularidad propia de cada actividad, la racionalidad hegemnica presenteen el medio rural atae al imperio de la agricultura cientfica globalizada como paradigma porexcelencia. En este trabajo se procura, pues, indagar acerca de la reciente racionalizacin del campoargentino: ello implica, en primer lugar, investigar sus caractersticas generales e identificar lafuncin dominante en derredor de la cual aqul se articula y reproduce; y contempla, en segundotrmino, desarrollar tres anlisis regionales de caso que, implicando el estudio emprico de losdiversos episodios de desestructuracin sufridos por algunas producciones marginales -algodn,caa de azcar, limn, yerba-mate, silvicultura-, conciernen a usos del territorio aglutinados por suincapacidad de incorporar a la lgica hegemnica en su forma pura, pero al mismo tiempoheterogneos, en virtud de las estrategias de adaptacin y reorganizacin ensayadas ante losvectores externos que, perturbando su desarrollo, imponen una tensin entre cambio y permanencia.

    Palavras-chave:espacio geogrfico; racionalidad; irracionalidad

    ABSTRACTThe geographic space, as the human action, is fragmented according to its different rationalitylevels, which turn possible to distinguish between called spaces of the rationality -those reached bythe dominant logics power of infection- and irrational areas -defined by non reasonable situations,divergent to the global order-. Countryside isnt avoid that general law; preventing the singularity of

    each activity, the rural mediums hegemonical rationality concerns to scientific and globalizatedagricultures empire paradigm. In this paper it is offered, then, to investigate about the recentArgentinean countrysides rationalization: it implies, in the first place, to inquiry about their generalcharacteristics and to identify the dominant function that articulates and reproduces it; andcontemplate, in second term, develop three regional analysis of case that, involving the empiricstudy of the diverse crisis moments suffered by some marginal productions -cotton, sugar cane,lemon, mate-herb, forestry-, implies to territory uses agglutinated by their inability of incorporatingto the hegemonical logical in its pure form, but singular, heterogeneous at the same time, in

    function of the diverse adaptation and reorganization strategies rehearsed against the externalvectors that, perturbing their development, impose a tension between change and permanency.

    Keywords:geographic space; rationality; irrationality

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]
  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    2/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    89

    1. INTRODUCCIN

    Siempre entendiendo al campo como unhbrido de racionalidad e irracionalidad, en estetrabajo se procura indagar acerca del reciente

    proceso de racionalizacin del medio rural enArgentina, distinguiendo entre los espaciosdevenidos sede de la lgica dominante y lasreas incapaces de subordinarse plenamenteante aquella. Necesario para la cumplimentacinde tal objetivo, el soporte tericocorrespondiente implicar la elucidacin de losconceptos de espacio geogrfico, medio tcnico-cientfico-informacional, acontecer jerrquico,homlogo y complementario, y crono-expansinde la frontera agropecuaria. El desarrollo

    emprico de la investigacin contempla dosinstancias: por un lado, la descripcin de losrasgos generales del campo argentino, as comotambin el estudio de sus cambios msrecientes, signados tanto por la difusin de lasdiversas manifestaciones del paradigma de laagricultura globalizada y cientifizada -concentracin de las tierras y la propiedad,

    penetracin de capitales extra-agrarios,propagacin de la siembra directa, imperio de labiotecnologa y la gentica, quimificacin

    exacerbada, etc- cuanto por la estructuracin yafianzamiento del cultivo de soja transgnicacomo funcin hegemnica por excelencia; porotro lado, los anlisis de caso propiamentedichos, los cuales, involucrando el estudio delos distintos momentos de crisis yreestructuracin de actividades emblemticas dediversos cotidianos regionales del norteargentino -como el cultivo de algodn enChaco, la produccin de azcar y limones enTucumn, la agricultura forestal y de la yerba-mate en Misiones y el nordeste correntino-,

    permitirn observar la segmentacin del campoargentino en reas racionales e irracionales, ascomo tambin la fragmentacin de lugares yusos del territorio segn su desigual

    permeabilidad a los datos propios del perodo.Se presentarn, finalmente, las principalesconclusiones a las que este trabajo ha arribado.

    2. ESPACIO GEOGRFICO, PERODOTCNICO-CIENTFICOINFORMACIONAL Y MEDIO RURAL

    Si lo real -entendido como unidad del

    fenmeno y de la esencia, de las apariencias yde los significados- es una totalidad (Kosic,1967), el espacio geogrfico forma un todo.Santos (1996a) define a ese espacio como unaforma-contenido, un conjunto indisoluble,solidario y contradictorio de sistemas de objetosy sistemas de acciones que, mediados por lasnormas, unen a la configuracin territorial y ladinmica social, a formas, funciones, estructurasy procesos; de ah las diferentes densidadestcnicas, informacionales y normativas del

    espacio, dadas en funcin de la diversidad degrados nacionales y regionales-locales deartificio material, de vinculacin con el exteriory de espesura de vectores regulatorios,respectivamente. Nunca completo, el espacio,

    pues, se renueva y perfecciona constantemente;objeto de lo que un filsofo como Sartre (1968)llama totalizacin, l se desprende de antiguascristalizaciones y, paralelamente, adopta rasgosms acordes a las lgicas imperantes en cadapoca, volvindose testigo y, al mismo tiempo,

    protagonista, de un movimiento dedespedazamiento, re-significacin y reunin.

    Segn Heidegger (1959), el espaciocontiene tiempo comprimido, de ah que aqulsea una acumulacin de tiempos (Santos,1996b). Son en tal sentido determinadas formasmateriales y no materiales de vida las que, al

    permanecer mutuamente integradas con arregloa las posibilidades que influyen sobre lasvariables tcnicas y polticas que definen ysingularizan a una poca (Santos, 1992;Silveira, 2004), configuran un perodo histrico.Sustentado en el auge del sistema de poderneoliberal, y conforme el papel estratgicoganado por los satlites, las telecomunicaciones,la informtica, la biotecnologa, la gentica, lasfinanzas y los servicios se vuelve ms

    preponderante, el perodo actual (el mediotcnico-cientfico-informacional) revela ciertasespecificidades, entre las que sobresalen laaceleracin de la circulacin, la consolidacin

    de la divisin del trabajo, la mayorespecializacin econmica, y la crecientetensin entre localidad y globalidad (Santos,

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    3/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    90

    1996b). La oposicin entre Estado y mercado, lointerno y lo externo, y lo antiguo y lo nuevo(Santos, 1992), heredada de pocas pretritas,asume ahora la forma de un contrapunto entreverticalidades -reglas egostas y utilitarias,

    solidaridades organizacionales que, articulandoa subespacios no necesariamente contiguos (mss regidos por una misma lgica econmica quehomogeneiza los aspectos tcnicos y polticosde las producciones hegemnicas), operanexclusivamente al servicio del mercado,desestructurando a los lugares donde se instalany fomentando el uso del territorio como recursoen beneficio de actores por lo general externos-y horizontalidades -solidaridades orgnicas, de

    base local, que, negando el orden global a partir

    de temporalidades diversas y valoraciones nohegemnicas del trabajo colectivo, forjan untejido continuo y heterogneo de modernidadesy obsolescencias diferentes en cuanto a edad yfuncionalidad- (ver Santos, 1996a; 1996b; 2000;Silveira, 1999; 2003a).

    Otro rasgo endmico del perodo tcnico-cientfico-informacional es el desplazamientodel eje de gravedad de la expansin del influjode la tcnica y, sobre todo, de la ciencia y lainformacin, desde las ciudades hacia un medio

    rural que renueva sus formas y contenidos concada vez mayor rapidez y plasticidad. Sabido esque el campo se configura, ciertamente, en reinode un acontecer homlogo, resultante de latendencia a la especializacin de los espacios(Santos, 1996a) de la agricultura y la ganadera,la cual se desenvuelve en un marco decontigidad territorial y similitud funcional;esas reas desempean una funcin homogneaen un espacio oportuno a las jerarquasmundiales de produccin, la cual, en virtud desu eficacia, rentabilidad y competitividad,conforma una productividad espacialdeterminada, relativa a un producto o a unacombinacin de productos (Silveira, 1999). Noobstante, las reas as configuradas yreproducidas no son impermeables a unacontecer jerrquico que, definido a partir deepisodios de racionalizacin emanados de unaescala superior y determinados porinformaciones externas e intereses distantes,

    procura hacer tabla rasa de la historia pretrita ylas herencias espaciales (Santos, 1996a;Silveira, 1999), impulsando la sustitucin de

    ciertos cultivos y prcticas, y la redefinicin delmites y funciones, a tal punto que, de un ao aotro, una produccin tradicional, histricamentearraigada, puede desaparecer sin dejar rastro,merced a las fluctuaciones de precios

    internacionales, la introduccin de innovacionesbiotecnolgicas y genticas, la acumulacinfinanciera y la penetracin del capitalextranjero. Obrando como intermediario entreambas instancias -por un lado, una vocacinhistrica regional (una funcin que permanece)y, por otro lado, un cambio o transformacinespacial (Silveira, 1999)-, se desenvuelve unacontecer complementario, animado por las mso menos profusas vinculaciones desarrolladasentre la ciudad y el campo (Santos, 1996a).

    Nunca antes, empero, la incidencia de losvectores del acontecer jerrquico haba sido tandecisiva en el medio rural como ahora, a tal

    punto que se ha tornado lcito hablar de lo queSantos (2000) llama agricultura cientfica

    globalizada, gobernada por las mismas leyesque pesan sobre el resto de la economa: unmercado lejano -y hasta cierto punto abstracto-,una competencia invisible y precios

    internacionales sobre los que no prosperaningn intento de control o regulacin local.

    Surge as un mundo rural sin misterios, queexige prever cada gesto y resultado (Santos,1996a), y donde la naturaleza, en virtud de losnuevos usos del territorio, es constantementereinventada a partir de una crono-expansin dela frontera agropecuaria basada en laacumulacin de tcnicas e informaciones, lacientifizacin del trabajo agrcola, laredefinicin de las relaciones entre superficie,calendario y productividad, y la aceptacin delos tiempos externos de la modernizacin y laglobalizacin (Silveira, 1999).

    Nacidas de los experimentos delaboratorios farmacuticos, fabricantes de agro-txicos y firmas biotecnolgicas, las simientesgenticamente modificadas constituyen la basey el ariete de esa crono-expansin de la fronteraagropecuaria. Inocentes slo en apariencia, esassemillas esconden dentro de s un complejo yeficaz circuito de mecanismos de subordinaciny dependencia -patentes biotecnolgicas,

    normas de sanidad y calidad, y sistemas tcnico-organizacionales (agroqumicos, maquinarias,regmenes de tenencia, modalidades de

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    4/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    91

    explotacin, asistencia financiera)-. Y como elcampo se revela cada vez ms apto para la

    proliferacin de nuevos paquetes tecnolgicos,las solidaridades organizacionales entabladasentre las empresas globales consiguen

    prosperar, tejiendo una intrincadainterdependencia entre datos y factores que enprincipio podran parecer inconexos, como lairrupcin de capitales extra-agrarios, el auge dela ingeniera gentica, la mayor especializaciny extroversin de la produccin, la crecienteinfluencia de los bancos, la concentracin de la

    propiedad y el vaciamiento demogrfico. Noobstante, toda vez que la llegada e implantacinde las nuevas divisiones del trabajo no implicanecesariamente la total y absoluta exclusin de

    sus predecesoras (Santos, 1996a), la tensinentre acontecer jerrquico y cotidianohomlogo, entre cambio y permanencia, entreverticalidades y horizontalidades, entrereestructuracin e inercia, se vuelveomnipresente, fracturando al medio ruralconforme a sus diversos niveles de racionalidad.

    3. CAMBIOS RECIENTES EN ELCAMPO ARGENTINO: UNA PRIMERAAPROXIMACIN GENERAL

    Incipiente, la globalizacin de laagricultura argentina revel sus primeros atisbosdurante la dcada de 1970, cuando pas a nutrirla constelacin de lo que Friedmann (1993) hadenominado los nuevos pases agropecuarios.

    Operando para reestructurar los calendariosagrcolas, la incorporacin del llamadogermoplasma mexicano forj una solidaridad

    tcnica y temporal entre las especies vegetalesque permiti que la siembra de oleaginosassucediera a la cosecha de trigo, coadyuvando alincremento de la produccin (Silveira, 1999).

    No obstante, esa autora seala que, pese a ello,la implantacin de un cultivo que luego sevolvera hegemnico -la soja- era todavaincipiente, no configurando an un cinturnagrcola propiamente dicho (Silveira, 2003b).La verdadera ruptura y metamorfosis en eldevenir del sector rural se produjo recin en ladcada de 1990. A raz de la entronizacin del

    sistema de poder neoliberal, regulacionespblicas como los precios mnimos y mximosy los cupos de siembra, cosecha y

    comercializacin fueron suprimidas;paralelamente, la coleccin de germoplasma delInstituto Nacional de Tecnologa Agropecuaria(INTA) fue enajenada, y numerosos entes

    burocrticos otrora destinados a regular el sector

    -entre ellos, la Junta Nacional de Granos y laCorporacin Nacional de Productores deCarnes-, desmantelados. Otrora comandado porgrupos empresariales familiares y ahorasometido como ningn otro sector a losvaivenes del mercado mundial, el campoargentino se convirti en escenario de disputainternacional del mercado agroalimentario,incorporando a su vez un know-howhomogneoy globalizado (Silveira, 1999). Lasagroindustrias, merced a la profundizacin de la

    integracin vertical de la produccin y a ladifusin de la agricultura bajo contrato y delllamado supermercadismo, ganaron poder

    sobre el sector; la agricultura familiar comenza menguar hasta casi desaparecer, en tanto quefactores externos -crisis sanitaria de laganadera, escalada del precio internacional dela soja, aumento de la demanda mundial de

    protenas vegetales- e internos -desregulacin,privatizaciones, reestructuracin econmica,cambios climticos, etc- pusieron fin a las

    tradicionales prcticas de rotacin entre siembray pastoreo, liberando -va la liquidacin masivade vientres- tierras frtiles aptas para eldesenvolvimiento del llamado boomoleaginoso.

    Sabido es que, por aadidura, el auge de labiotecnologa y de la ingeniera gentica afianzy aceler la globalizacin del campo argentino,

    permitiendo llevar al extremo la manipulacinde las leyes de la naturaleza y as acentuar sudoblegamiento ante la inflexible razninstrumental del comercio internacional. No esextrao que en tal sentido casi 800 OrganismosVegetales Genticamente Modificados(OVGMs) hayan sido liberados entre 1991 y

    2004 en laboratorios, invernculos, bioterios,invernaderos, campos de ensayo y reas

    productivas (CONABIA, 2006), y que, a raz deese fenmeno, Argentina se convirtiera en elsegundo productor mundial de cultivostransgnicos, con ms de 18 millones dehectreas sembradas (ISAAA, 2007), de las

    cuales la mayor parte corresponde a variedadesBt -resistentes a ciertas plagas- y RR -tolerantesa determinados agroqumicos-. La introduccin

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    5/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    92

    de la soja Round up Ready (RR) -creada por laempresa norteamericana Monsanto y difundida

    por sus licenciatarias Asgrow y Nidera, primeromediante mecanismos como el contrabandotransgnico y las plantaciones clandestinas,

    luego gracias a una controvertida aprobacingubernamental de la patente correspondiente-,se constituy en el hito-clave de ese proceso,conquistando el 99% de la superficie ocupada

    por esa oleaginosa; se trata de una variedaddotada de resistencia al glifosato de amonio, unherbicida que, tambin elaborado ycomercializado por Monsanto, aniquila a todoser viviente, a excepcin de la simiente

    preparada para tolerarlo. Suplantado por unaregulacin estrictamente qumica, el control

    cultural de malezas -antao responsable por el40% de los costos de produccin- fueabandonado; paralelamente, el silo-bolsa

    permiti a los productores especular con laconservacin del grano post-cosecha, evitandosu entrega inmediata al acopiador y fomentandosu retencin conforme a las oscilaciones de los

    precios de la Bolsa de Chicago.Solidaridades organizacionales tejidas

    entre esas variables determinaron que lasuperficie sembrada con ese cultivo pasara de

    apenas 37.000 hectreas en 1970 y 667.000hectreas en 1996 a 15.000.000 hectreas en2006, aumentando su rea un 470% entre 1988y 2002 (SAGPyA, 2007a). La soja RR, alrepresentar el 54% del rea implantada, la mitadde la produccin granaria y el 24,4% de lasexportaciones nacionales, convirti al pas en eltercer productor mundial, erigindolo en lder encuanto a la comercializacin de los aceites yharinas derivados, concentrada en manos deempresas hegemnicas como Cargill, Bunge &Born, Toepfer, Louis Dreyfus, ADM, Nidera,Vincentn y Grobocopatel. Sostenida ycreciente, la demanda de pases como China,India, Holanda, Irn, Pakistn, Bangladesh yJapn (Pierri, 2006) torn masiva la adopcindel nuevo paquete tecnolgico en la pampahmeda (Buenos Aires, Crdoba, Santa Fe,Entre Ros, La Pampa) y en el norte del pas(Santiago del Estero, Chaco, Salta, Catamarca,Formosa, Jujuy, Tucumn). Se asistira, en tal

    sentido, a una verticalizacin del campoargentino, manifestada a partir tanto de lahomogeneizacin espacial de sus formas y

    funciones cuanto de la adopcin de pautasglobales de accin y comportamiento.Otorgndole a la soja la potestad de resolvermgicamente problemas econmicos como laescasez de divisas, los desequilibrios de la

    balanza comercial, el dficit fiscal o elendeudamiento financiero, el Estado colaboracon la reproduccin y expansin de esa divisinterritorial del trabajo, ms disputa a losterratenientes la apropiacin de la renta agrariaresultante, imponiendo retenciones a lasexportaciones -25% en 2003, 35% en 2008- queno coadyuvan apenas al sostenimiento de lascuentas fiscales, sino tambin al pago puntualde los intereses de la deuda externa. La soja seconvirti, de ese modo, en vector del acontecer

    jerrquico y en smbolo del nuevo modelo.Necesarios para permitir el pleno

    desenvolvimiento de la nueva actividad ofuncin hegemnica, la llamada agricultura de

    precisin -basada en el uso de maquinariadotada de los ltimos atributos de la tcnica(GPS, SIG, banderilleros satelitales, monitoresde rendimiento cuantitativo y cualitativo, etc)-y, sobre todo, el paradigma de la siembradirecta, conquistaron -al comps de ladiseminacin de la soja RR- gran parte del

    territorio argentino; de hecho, la superficietrabajada por la siembra directa pas, entre 1991y 2001, de 500.000 a casi 10.000.000 hectreas(Domnguez y Sabatino, 2003), acaparando casila mitad (46,7%) del rea implantada (INDEC,2005). Se afianza, pues, la lgica delmonocultivo; entendida como un sistema deexplotacin que, en solidaridad con la supresinde las tareas de desmalezamiento, aprovecha losrastrojos de cultivos anteriores y reduce ellaboreo de los suelos a su mnima expresin, lasiembra directa permite extender temporalmentelos ciclos agrcola -obteniendo ya no una, sinodos cosechas anuales- y expandirterritorialmente la frontera agropecuaria,incorporando a tierras hasta entonces poco aptas

    para el cultivo oleaginoso. Y, como en unasuerte de efecto cascada, la forma de trabajo

    agrcola opera aumentando la quimificacin delcampo, sustituyendo a los graminicidas porherbicidas de accin global (Silveira, 2003b) -

    glifosato y glufosinato de amonio, atrazina-,exigiendo aplicaciones ms abundantes yfrecuentes de abono sinttico -fertilizantes

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    6/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    93

    fosfatados y nitrogenados- y suplantando altrabajo vivo por el trabajo muerto -la adopcinde esa tcnica implic un ahorro de fuerzalaboral que oscila entre el 28% y el 37%-.Impera as un sistema tcnico que, configurado

    sobre la base de la utilizacin de una nicasimiente, un nico agro-qumico y un nicomtodo de implantacin, funciona a partir de lanueva articulacin entre los calendariosagrcolas, el rea explotada y la productividadefectivamente alcanzada, azuzando la actualcrono-expansin de la frontera agropecuaria.

    No es un secreto, a su vez, que el auge detal suerte de agricultura profesional, con sus

    exigencias de tecnificacin y cientifizacin,aument la necesidad de capital adelantado en el

    medio rural, permitiendo al capital financieropenetrar con renovados bros en el campo; deah que el crdito agropecuario se incrementara,entre 1991 y 2001, un 193,9% (Ghezn, Mateos& Elverdn, 2001). Sin embargo, la lgica delendeudamiento bancario condujo a unasituacin de quebranto generalizado a mediadosde los aos noventa, pues determin ladesaparicin de 87.688 explotaciones en todo el

    pas (INDEC, 2005), esto es, casi la cuarta parte(24,5%) de las unidades registradas por el

    Censo Nacional Agropecuario de 1988. Teubal(2006) explica que, a raz de un crecimiento del1.300% en los valores originales de los crditoscontrados, casi 10 millones de hectreas fueronrematados, y otros 12 millones adicionales,hipotecados. Y, por aadidura, como el Estadonacional ya no interviene para mitigar ocompensar las fluctuaciones de los precios, laexclusin del sistema sufrida por parte de los

    pequeos agricultores se intensifica, aunque laproduccin aumente: la obtencin de la cosechams abundante de la historia argentina -ao2003- fue concomitante respecto de laimparable desaparicin, en plena pampahmeda, de tres establecimientos agropecuarios

    por da (Pengue, 2004).No obstante, el capital financiero es

    portador de otro importante dato, ntimamenteconectado con las variables anteriores: lamultiplicacin de la lgica del arrendamientoque, desenvolvindose al comps de la

    penetracin de capitales extra-agrarios, permitea conglomerados constituidos por Fondos deInversin y pools de siembra formados por

    bancos extranjeros, inversores forneos,agroindustrias, compaas de seguros, AFJPs,firmas de insumos, contratistas de maquinaria,escribanas y grandes productores, usufructuarlas tierras de aquellos estratos de pequeos y

    medianos productores cuyos campos todavasubsisten a la voracidad de sus acreedores. Sibien el Censo Nacional Agropecuario de 2002revela que la prctica del arrendamiento seimpone en aproximadamente el 11,5% de lasuperficie explotada (INDEC, 2005),actualmente se estima que, en la pampa hmeda,esos guarismos rebasan el 77%. Obediente tantoal cambio generacional de los agricultores(Pengue, 2004) cuanto al bajo valor de la tierra -en Argentina, su precio es, a igualdad de

    rendimientos, doce veces menor que en Europao Estados Unidos (Manzanal, 2000)-, ese

    proceso disea una nueva divisin del trabajoque, fundada en la diversificacin de los riesgosagro-climticos, las economas de escala y ladispersin geogrfica de los cultivos, permite alos agentes hegemnicos obtener de tierras deterceros casi la totalidad de su produccin,conseguir el mximo beneficio en el corto

    plazo, cubrir la prdida de determinadascosechas con otras producciones agrcolas y

    drenar sus ganancias hacia fondos agro-ganaderos o la especulacin financiera.Extractiva por definicin, esa racionalidad agotarpidamente los suelos, de tal suerte que los

    pequeos y medianos productores quedanimpedidos de reingresar al circuito productivocuando los actores involucrados se retiranraudamente; el endeudamiento preexistente, lasaltas tasas de inters y la destruccin de loscampos operan exacerbando la concentracin dela tierra, porque las otrora superficies alquiladasacaban cayendo en manos de los pools desiembra despus de los remates bancarios.

    Sabido es que la soja, en virtud de esacompleja trama de solidaridades tcnico-organizacionales, se convirti en el motor delcampo argentino, ms tambin en su principalvector de desestructuracin productiva, social yambiental; un vasto arsenal de datos empricosavala esta ltima aseveracin. Si el nmero totalde tambos se redujo a la mitad y la superficie

    destinada al arroz y el maz disminuy un44,1% y un 26,2% entre 1997 y 2002, el hatoganadero descendi a valores mnimos,

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    7/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    94

    expulsando a la actividad hacia reas marginales(Rofman et al, 2003) y alentando laconcentracin de animales en feed-lots (Garcaet al, 2008). Otrora abocadas al cultivo de papay batata, numerosas reas hortcolas slo

    producen, hoy da, soja; paralelamente, la caade azcar y el algodn acabaron siendoexpulsados hacia zonas marginales, o quedaronconfinados a las reas de mayor arraigohistrico. Y el man y el girasol -nicas

    producciones oleaginosas en las que Argentinadetenta una posicin dominante a nivelmundial- fueron despojadas del 29% y el 12,4%de la superficie implantada, respectivamente. Seasiste, pues, a un proceso de produccin deescasez en lo que respecta al desenvolvimiento

    de las funciones agropecuarias subordinadas yla produccin de alimentos bsicos tradicionalesy, paralelamente, de reforzamiento de laexclusin social -cada hectrea de soja generaapenas un puesto laboral (contabilizando elempleo directo e indirecto), en oposicin a lossesenta puestos directos generados por unahectrea de cultivos industriales-. La sojasupone una autntica verticalizacin del campoargentino, y se revela, adems, como una

    produccin innecesaria -segn la ptica

    marxista, una produccin orientada al exteriorajena a los intereses de la mayora de la

    poblacin, e incluso francamente opuesta astos-; de ah la paradoja de que, en el quinto

    pas exportador agroalimentario del planeta -capaz de satisfacer las necesidades de una

    poblacin diez veces mayor a la que posee-,perezcan cada ao 30.000 nios a raz decarencias nutricionales (Teubal, 2003), lo quelleva a la FAO a considerar a la Argentina comoel peor caso mundial de correlacin entre

    produccin y seguridad alimentaria.Originado en las postrimeras del Siglo

    XX, el nuevo patrn o modelo hegemnico demodernidad rural es, por definicin, excluyente.

    Nadie ignora que la necesidad de ampliacin dela frontera agrcola expulsa, en nombre del

    progreso, a campesinos y aborgenes de sustierras ancestrales, socavando las bases desustentacin de sus economas de subsistencia yempujndolos a migrar hacia las ciudades,

    donde pasan a engrosar los ya de por sabultados cinturones urbanos de pobreza ymiseria. Obtenidos con el beneplcito del poder

    poltico, ttulos apcrifos de propiedad ypermisos de deforestacin permiten a consorciosagropecuarios, grandes productores de la pampahmeda, grupos econmicos, complejosagroindustriales y empresas de desmontes

    concretar la llamada fabricacin de campos enel norte del pas; de ah que la tasa dedeforestacin anual de provincias como Salta(0,60%), Tucumn (0,68%), San Luis (0,82%) ySanta Fe (0,95%) duplique y tripliqueholgadamente, durante el lapso 1998-2002, a lamedia mundial (0,23%); a su vez, Santiago delEstero (1,18%) y Crdoba (2,93%) exhibanguarismos 1,51 y 3,75 veces superiores al

    promedio africano (0,78%). Y en lugar de seratenuada, tal situacin se agrav durante el

    quinquenio 2002-2006, lapso en cual la tasaanual de deforestacin argentina result un 42%superior respecto de las ya inquietantes cifrasverificadas en el lustro anterior, tornndoseextrema en los casos de Salta (113,5%) ySantiago del Estero (71,6%) (SAyDS, 2005;2007). Signado por la prdida de biodiversidad,el agotamiento de tierras otrora frtiles y elsignificativo aumento de los riesgos ycatstrofes por inundaciones que suelen asolaral norte argentino, he aqu un nuevo episodio

    del violento proceso de modernizacin rural.Otro factor a considerar son las

    fumigaciones areas y terrestres de glifosato,que no slo contaminan a otras plantaciones,degradan los suelos, emponzoan el aire y lasaguas superficiales y subterrneas, aniquilan lafauna y la flora y provocan la aparicin demalezas resistentes a ese agro-txico -lo cualobliga a aumentar las dosis, en tanto preparan elcamino para la comercializacin de productosanlogos an ms peligrosos, generalmente

    prohibidos en los pases centrales-, sino quegeneran, severos problemas de salud (lupus,alergias, afecciones inmunolgicas, cncer, etc)en los poblados y ciudades linderas a loscampos. Y, a su vez, la simbiosis de la siembradirecta con la soja RR, la falta de rotacin, lasobreexplotacin del suelo y el uso intensivo deagro-qumicos convierte a esa tcnica en unacicate a la desertificacin, resultante de lasalinizacin y compactacin de los suelos, e

    imprime nuevos bros a la generacin de Gasesde Efecto Invernadero (GEI); despus de la caade azcar, la soja es el principal cultivo

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    8/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    95

    implicado en la emisin nacional de GEI(Gmez Lende, 2008). Son las principalesconsecuencias derivadas del imperio del nuevomodelo agropecuario instaurado a partir de lairrupcin, en el territorio argentino, del medio

    tcnico-cientfico-informacional.

    4. ORDEN GLOBAL Y FUNCIONESREGIONALES: DE LAIRRACIONALIDAD A LARACIONALIZACIN

    Al igual que la accin humana, el espaciogeogrfico es compartimentado segn distintosniveles de racionalidad. Surge as la posibilidadde identificar a los espacios de la racionalidad,

    reas de ejercicio de actividades o funcionesracionales que sugieren una pronta y adecuada

    respuesta a las demandas de agentes desimilares caractersticas, permitiendo que elencuentro entre la accin pretendida y el objetodisponible se desarrolle con el mximo deeficacia; todo esto mucho depende de la tcnicacontenida en ambas instancias, lo cual revela el

    predominio de la lgica de la naturalezaartificializada, siempre deseosa de imitar ysuperar a la naturaleza natural (Santos, 1996a).

    No obstante, esa definicin de espacio racionales un tanto restrictiva y limitada, toda vez queella no apunta a cualquier racionalidad, sino a ladominante. Los espacios de la racionalidad sonaquellos donde la lgica hegemnica se ejercecomo un acto de imperio, desarrollando fuerzascentrfugas o expansivas, determinantes ydominantes que, gracias a su poder de contagio,conducen a la unificacin y homogeneizacinde formas y funciones (Santos, 2000). La sojatransgnica renen todo este conjunto de rasgos,lo cual sin duda le permite revelarse comoexpresin por excelencia del proceso deracionalizacin en el campo argentino. Y comola implantacin y diseminacin de objetosmodernos y acciones hegemnicas suelerealizarse a costa de la longevidad de funciones

    propias de otros tiempos, el territorio esreutilizado de modo tal que los vestigios del

    pasado acaban siendo borrados o apagados conlas letras de la historia del presente (Silveira,

    1999). Ora suprimidas, ora relegadas a reasmenos valiosas, las actividades ms antiguas

    suelen abandonar a los lugares que reservados alimperio de la nueva agricultura de exportacin.

    No obstante, la razn hegemnica sueleser nica; el consenso respecto a ella, limitado;y la produccin de paradojas y contradicciones

    opuestas a su predominio, mltiple. Otrassituaciones, llamadas irracionales por quienesdesearan ver como nica a la racionalidadhegemnica, emergen inexorablemente a la luzdel nuevo modelo, manifestndose comofuerzas que, relativamente divergentes de losdesignios del orden global, configuransituaciones no razonables, las cuales involucrana los pobres y a los excluidos, a las actividadesmarginales -tradicional o recientementemarginalizadas- y a las reas menos modernas

    (Santos, 1996a; 2000). Otras funcionesagrcolas, distintas de la soja y forjadas en elcurso de modernidades remotas, despuntancomo la contracara de la reciente expansinoleaginosa sufrida por el campo argentino; envez de difundirse masivamente en el pas, esasespecializaciones productivas permanecencircunscriptas a una escala geogrfica limitadageneralmente al mbito regional, revelndoseestratgicas slo para la estructuracin dealgunos cotidianos locales, y a veces -cuando se

    muestran relativamente envejecidas- constituyenfieles reproducciones de estructuras pretritas:los cultivos industriales -algodn, caa deazcar, yerba-mate-, la citricultura y la industriaforestal se expresan, en Argentina, como usosdel territorio diversos o distintos de laracionalidad hegemnica. Opuestas a launiformizacin sojera propugnada por la lgicadominante en estado puro, las regionescontinan as diferencindose, como pretendeRoca (1989), a partir de la estabilidad de sus

    prcticas agrcolas. No sobresalen aquvariables-clave del perodo actual, sinofunciones especficas, emblemticas de ciertoslugares, generalmente aquejadas por crisiscclicas de sobreproduccin y cuya genealogacorresponde a pocas distantes; todas ellascomponen hoy situaciones irracionales, frente ala prdida de mercados y la cada de precios.

    Si el anlisis se limitara estrictamente aesa cuestin, todo sera demasiado sencillo y

    lineal: desestructuradas por los embates de unmodelo social, econmico y espacial cada vezms excluyente, las actividades marginales

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    9/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    96

    deben, en aras de su subsistencia, ensayarestrategias de adaptacin y reorganizacin -otraforma de racionalizacin-, convirtindose ensede de un delicado contrapunto entre pasado y

    presente, lo global y lo local, verticalidades y

    horizontalidades; ellas se debaten entre sufidelidad a la historia y la voluntad desobrevivir. Sometidas a una lgica exgena quedetermina, en cuestin de pocos aos, su

    prosperidad u ostracismo, todas esas funcioneshan sido fragmentariamente reestructuradas,

    parcialmente globalizadas, incompletamenteracionalizadas. Oscilan, como en una montaarusa, en frgil equilibrio, a veces proclives a laracionalidad, la modernizacin y la

    permanencia, otras a la irracionalidad, la

    obsolescencia y la desaparicin, segn larelativa permeabilidad de sus formas ycontenidos a los datos del perodo. En eseesquema, algunas especializaciones expresanrupturas, en virtud de las cuales los espaciosderivados se tornan agotados y repulsivos parala actividad, merced al advenimiento de unanueva funcin y / o al envejecimiento de ciertossistemas tcnicos, lo cual trae aparejado, paralos lugares, una prdida de productividad(Silveira, 1999). Y como al mismo tiempo las

    relaciones de subordinacin externamenteimpuestas se vuelven internas, instaurando unatensin e incluso una competencia entre lasvariables hegemonizadas, ellas no slo sonsometidas, directamente o indirectamente, alimperio de la soja, viendo limitado sudesenvolvimiento y reproduccin, sino que

    pasan a entablar una disputa recproca por el usodel territorio: la citricultura avanz sobre lastierras abandonadas por la caa de azcar, y lasilvicultura se benefici con la crisis yerbatera.

    No obstante, aunque los casos aquanalizados denotan, desde una perspectiva msamplia, irracionalidades -se trata deactividades que persisten a pesar de los embatesdel modelo sojero e implican a lugares quesiguen definindose a partir su incapacidad paraabrazar completamente la lgica dominante(Santos, 1996a)-, esas situaciones sonsingulares, heterogneas, pues configuran unvariado mosaico de posibilidades: algunas,

    empujadas hasta el borde mismo de ladesaparicin, parecen diluirse progresivamentepese a sus recurrentes intentos por alcanzar la

    modernidad; otras continan reproducindosecon relativa regularidad; y finalmente otrasincorporan, con relativo bro y xito, los datosdel perodo actual. Necesario es, pues,identificar a las situaciones -producciones y

    lugares- que se muestran ms susceptibles departicipar de cada nomenclatura, distinguir entrelas funciones ms prsperas y las menosdinmicas, analizando los diferentes episodiosde racionalizacin experimentados por lasmismas -intentos que, a menudo, no son msque desesperadas (y a veces intiles) estrategiasde supervivencia-, y estudiar el complejo tapizde relaciones, nexos y solidaridades que a nivellocal-regional se ha tejido entre las diversasactividades involucradas.

    Expansin sojera y crisis algodonera:

    desestructuracin y fragmentacin en Chaco

    Originado en los albores de la conquistaespaola, el cultivo de algodn, propio delnordeste argentino -Chaco, Corrientes, Formosa,norte santafesino, etc-, siempre ha sufrido crisisrecurrentes. No fue sino en la dcada de 1980cuando la convergencia de la rpidadisminucin de las cotizaciones de la bolsa

    neoyorquina y las plazas financieraslondinenses, la masiva irrupcin, en el mercadomundial, de algunos materiales sintticos -nylon, polister, etc-, las contingenciasclimticas, el recrudecimiento de lacompetencia internacional -liderada por la

    produccin china, las exportacionesaustralianas, norteamericanas y europeas, y lossubsidios estadounidenses- y la agudizacin dela concentracin empresarial sumieron al sectoralgodonero domstico en uno de sus tpicoscolapsos cclicos; de ah la sensible retraccindel rea sembrada (especialmente en Chaco), yel sistemtico cierre de desmotadoras,hilanderas y aceiteras. Se acentu,

    paralelamente, la brecha entre los pequeosproductores -que se aferraron al algodn portradicin y seguridad respecto de la subsistenciade la unidad familiar- y los grandes propietarios-que comenzaron a rotar ese cultivo con laimplantacin de oleaginosas- (Valenzuela,

    2006). No obstante, entre 1988 y 1997 surgiuna poca de bonanza para el algodn en losmercados internacionales, a raz de un sostenido

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    10/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    97

    incremento de los precios de la fibra, el cualcondujo a un importante crecimiento de lasuperficie implantada, tanto en el pas (82,4%)cuanto en Chaco (90,6%), donde el reaalgodonera pas de 321.000 a 612.000

    hectreas, permitiendo la obtencin, en 1997, dela mayor cosecha de la historia provincial -622.700 toneladas- (SAGPyA, 2007a). Sinembargo, la imposicin, a partir de finales delSiglo XX, de las lgicas propias de unaagricultura de exportacin globalizada ycientifizada, implic que los ritmos deexpansin o retroceso del sector algodonerodejaran de obedecer slo a las fluctuaciones delos precios de la fibra, la cotizacininternacional del petrleo y sus derivados, los

    desastres climticos o la virulencia de lasplagas, para pasar a ser tambin cadenciados porla penetracin, en lo local, de otra variableexterna todava ms desestructurante: la sojatransgnica.

    Solidaridades entabladas y reproducidasentre la introduccin de la soja RR -asociada, en

    parte, a cambios suscitados en el rgimen delluvias, que convirtieron a tierras otroramarginales en suelos aptos para la expansinoleaginosa-, la cada de los precios de la fibra,

    las cuantiosas prdidas ocasionadas al sector porlas inundaciones y la plaga de picudo delalgodonero y el endeudamiento financieroderivado de los pagos a cosecha futura,condenaron al ostracismo a una funcin agrcola

    propia de otros tiempos; as pues, mientras lasuperficie chaquea destinada a la soja creca,entre 1997 y 2002, un 387,8% -pasando de123.000 a 600.000 hectreas-, el algodn perdael 84,8% de su rea, la cual qued reducida aapenas 93.000 hectreas, esto es, el 5% de lastierras ocupadas por ese cultivo cuarenta aosatrs: de ah que sea legtimo aseverar que almenos el 91,2% de la expansin sojera seconcret a expensas del algodn, cultivo quequed relegado a apenas algunos departamentos(INDEC, 2005). Estudiando la evolucin de laagricultura chaquea durante los ltimos aos,Valenzuela (2004) explica que algunos grandes

    productores cordobeses y santafesinosadquirieron o arrendaron la mayor parte de los

    campos provinciales cuya superficie rebasabalas 200 hectreas, aprovechando el menor valorrelativo de las tierras chaqueas: en efecto, y a

    pesar de que el precio por hectrea pas, entre1996 y 2006, de 100 a 500 dlares, ste eracuatro veces inferior al de la pampa hmeda -12.000 dlares por hectrea-; procurandoampliar la frontera oleaginosa y drenar sus

    cosechas hacia los centros agroindustriales deCrdoba y Santa Fe, algunos agenteshegemnicos impusieron una metamorfosisestructural a los campos chaqueos, que, segnesa autora (Valenzuela, 2004), pasaron a aportarel 11% de la superficie nacional capitalizada porla soja en los ltimos aos, toda vez que esecultivo absorbi la mitad -1.000 unidades- delas explotaciones otrora abocadas a la obtencinde fibra. No obstante, y aunque las cosechasalgodoneras se redujeron un 81,8% entre 1997 y

    2002 -cayendo a guarismos inferiores a las113.330 toneladas (SAGPyA, 2007a)-, las crisisde sobreproduccin del sector continuaronagravndose. Otrora cuarto exportador mundialde algodn, Argentina se vio obligada, a raz dela magnitud del colapso en que fue sumergido elsector, a importar fibra norteamericana y

    brasilea para as satisfacer el consumo interno.La soja continuaba, paralelamente, su

    implacable avance; alentados por un costo deimplantacin tres veces menor -227 dlares por

    hectrea para el algodn contra 80 dlares porhectrea para la soja-, los grandes y medianos

    productores sucumban a una racionalidadsignada por la reconversin hacia elmonocultivo oleaginoso, en tanto que elsegmento tradicionalmente algodonero tendahacia su inexorable desaparicin (Valenzuela,2004; 2006). Empirizado por los nuevossistemas de objetos y acciones encarnados por lallamada sojizacin y la siembra directa, elnuevo uso agrcola del territorio, propio de este

    perodo tcnico-cientfico-informacional, seesparca con inusitada rapidez en el mbitoregional: la superficie chaquea sembrada con

    soja creci un 1.289,0% entre 1990 y 2003 -locual equivale a decir que aumentaba a razn del40% anual, duplicndose cada dos aos ymedio-, y las cosechas obtenidas, un 1.045,2%,alcanzando en 2006 las 1.396.480 toneladas(SAGPyA, 2007a). Y los suelos que la soja noconquist en detrimento del algodn, lo hizo a

    expensas del bosque nativo; por eso la tasaanual de deforestacin de Chaco (0,57%)duplic, entre 1998 y 2002, a la media mundial

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    11/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    98

    (0,23%) (SAyDS, 2005). Obtenidos con elbeneplcito del poder poltico provincial, ttulosapcrifos de propiedad y permisos dedeforestacin sembraron la devastacin en lascomunidades aborgenes y campesinas,

    destruyendo a economas de subsistenciabasadas en la caza, la recoleccin y laagricultura orgnica. Y cuando la violenciasimblica de las normas jurdicas no basta paraamedrentar a sus legtimos propietarios,mecanismos ms explcitos de coercin ydominacin -desalojos, bloqueo al acceso delsuministro de agua, etc- los obligan a abandonarlas tierras. No es extrao, asimismo, que inclusovastas superficies sean vendidas con sus

    habitantes dentro. Otrora cubiertas por densos y

    frondosos bosques, grandes superficies delChaco son arrasadas con topadoras y luegocalcinadas, destruyendo as el medio de vida yla fuente de sustento de numerosas economascampesinas y comunidades aborgenes, eimpidindoles el aprovechamiento de la lea

    para acelerar su expulsin, todo lo cual losempuja a migrar masiva y compulsivamentehacia las ciudades y los pueblos ms prximos.

    Notable ha sido, en efecto, el rpidovaciamiento demogrfico del campo chaqueo,

    que expuls a ms de 68.000 personas entre1991 y 2001 (INDEC, 2003); engrosandoabultados cinturones urbanos de pobreza ymiseria extremas, los pueblos nativos se hallanen una crtica situacin, acorralados porenfermedades, sed, inanicin y desnutricin.

    Santos (2000) apunta que el modelohegemnico es por lo general planeado para ser,en su accin individual, indiferente a suentorno; de all a, literalmente, conspirar contrala propia vida, media un solo paso. Otrora un

    paraso algodonero, el poblado chaqueo deGancedo es la principal localidad provincialafectada por las fumigaciones areas conglifosato, merced a la inusitada presinoleaginosa, que empuja a los sembrados de sojatransgnica hasta el borde mismo del ejidourbano; pululan los casos de leucemia y otrostipos de cncer, as como tambin de lupus,

    prpura, alergias y enfermedades inmunolgicas(Valenzuela, 2004; Teubal, 2006). No obstante,

    esas funestas consecuencias alcanzan lmitesinsospechados en la faja nororiental chaquea,donde, segn Pasquis (2004), la convergencia

    de ciclos de lluvias ms intensos y la conversinde bosques y pastizales en campos agrcolasintensifican los riesgos derivados de lautilizacin intensiva de agro-txicos. He aqu unelocuente ejemplo emprico de cmo muchos de

    los usos del territorio se tornan, en lamodernidad actual, irracionales frente a losintereses de la mayor parte de la poblacin y lasociedad local (Santos & Silveira, 2001).

    No slo la soja atenta contra lareproduccin del algodn en Chaco; en efecto,la competencia que suponen los nuevos frentesalgodoneros surgidos en otros rincones del passe ha erigido, tambin, en un factor ciertamenteno desdeable en lo que concierne a laagudizacin de la crisis chaquea. Nadie ignora

    que el sector algodonero provincial siempre secaracteriz por la inestabilidad locacional delsegmento industrial del circuito -desmotadoras,hilanderas-, que a menudo privilegian aCorrientes en detrimento de Chaco, en funcinde determinadas ventajas fiscales y tributarias;lo novedoso es, sin embargo, el rediseo delreparto territorial de la actividad primaria: as

    pues, mientras el rea sembrada retroceda enChaco, aumentaba significativamente en LaRioja, Santiago del Estero y Salta, los llamados

    oasis del noroeste, cuya participacin en lacosecha nacional de algodn pas, en muy cortolapso, del 8,4% al 21,2% (SAGPyA, 2007a). Setrata de un fenmeno relativamente reciente,que obedece a los programas de diferimientoimpositivo que a finales de la dcada de 1990desarrollaron los gobiernos riojano,catamarqueo y salteo para fomentar la llegadade grandes inversiones de grupos econmicosvernculos y firmas extranjeras -Eurnekin,Ritex, Alpargatas, Grafa, Karatex, Tipoiti,Kayne-. Surgen as, con las nuevas plantaciones,islotes de modernidad agrcola que desde un

    principio se revelan claramente diferenciados delos antiguos y ms tradicionales cinturonesalgodoneros: nacen ya tecnificados ycientifizados; son explotaciones intensivas que,al conjugar la siembra con semillas de altorendimiento importadas desde los EstadosUnidos, la irrigacin va modernos sistemas poraspersin de pivote central y la adopcin de

    sistemas mecanizados de cosecha, protagonizanuna crono-expansin de la frontera agrcola quepermite obtener una produccin de calidad y

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    12/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    99

    rindes muy superiores a los de las clsicas reasde secano y, paralelamente, disputar posicionesen el mercado mundial con Israel y Australia.

    No obstante, y aunque el algodn se hayaconvertido en una expresin de manifiesta

    irracionalidad en lo que atae a la evolucin dela agricultura chaquea, al mismo tiempo seasisti al advenimiento de una tendencia a laracionalizacin regional o local de la actividadque, desarrollada a partir de la incorporacin dealgunos datos del acontecer jerrquico -extranjerizacin, biotecnologa, mecanizacin,etc-, consagr un nuevo modelo productivo,diseado para obedecer a un patrn cada msextrovertido de desenvolvimiento de dichafuncin. Si bien el pas perdi posiciones en los

    mercados internacionales, las exportaciones dealgodn argentino, en vez de desaparecer,aumentaron, incrementando su incidencia sobrelas cosechas -pas del 23% al 75%-: he aqu la

    paradoja de una especializacin agrcola cuyaproduccin, dbil, intermitente y escasa, essistemticamente drenada hacia el mercadomundial, sobre todo a Brasil, con arreglo a unsingular esquema en el que cuanto msreducidos son los saldos exportables, mayor esla participacin del vecino pas como destino

    del algodn argentino; y al mismo tiempo queArgentina vuelca al exterior su exange

    produccin algodonera, Brasil y el SudesteAsitico cooptan el mercado domstico,satisfaciendo la quinta parte del consumo textilnacional. No es extrao que, ante el imperio deesa lgica, el sector algodonero chaqueo hayaexperimentado una incipiente recuperacinentre 2002 y 2005, recobrando parte de lasuperficie perdida -sta creci un 171%,situndose en el orden de las 252.000 hectreas-e incrementando sustancialmente las cosechas -stas alcanzaron las 285.000 toneladas,aumentando un 151,7%- (SAGPyA, 2007a). Setrata de un episodio de racionalizacin: espaciosagrcolas antao gobernados por el consumointerno se vuelven ms permeables a lasexigencias externas dictadas por los vaivenes deuna demanda carioca en sostenida merma luegode la devaluacin del real.

    Originada en la contraccin padecida por

    el sector a finales del Siglo XX, y luegoafianzada a partir de su incompleta recuperacina principios de este milenio, la concentracin de

    tierras en el Chaco algodonero se consolid yexacerb, en virtud de las estrategias deintegracin vertical de la produccin yarrendamiento de campos desplegadas por lasgrandes firmas desmotadoras y los pools de

    siembra; segn el ltimo Censo NacionalAgropecuario, las grandes fincas -consuperficies que oscilan entre 1.000 y 3.000hectreas- explicaban en 2002 el 25,2% de lasexplotaciones y el 74,9% del rea implantada(INDEC, 2005). Otro dato, ntimamente ligadoal anterior, atae a la incorporacin del cambiotecnolgico, plasmada en la irrupcin y / o

    propagacin, segn el caso, de tres variablespropias de este medio tcnico-cientfico-informacional: la transgnesis, la siembra

    directa y la cosecha mecanizada. Introducidopor Gentica Mandiy -subsidiaria de la firmanorteamericana Monsanto- en el mercadodomstico, y producido en Catamarca y Chaco a

    partir de acuerdos de cooperacin entre elInstituto Nacional de Tecnologa Agropecuaria(INTA), Monsanto y Delta & Pine Land(Silveira, 2003b), el algodn Bt se esparcerpidamente en el territorio (INDEC, 2005);

    basta con decir que esta variedad -resultante deun proceso de ingeniera gentica que consiste

    en inocular en las simientes el gen de unabacteria (Bacillus thuringensis) que producetoxinas proteicas letales para varios grupostaxonmicos de insectos, entre elloslepidpteros como las orugas del capullo y lahoja del algodonero-, que en 1998 representabaapenas el 0,7% de la superficie sembrada, cincoaos despus ocupaba ms de la quinta parte(Roca, 2003). Y esa cientifizacin del trabajoagrcola, al exigir el aumento de la densidad delos cultivos, la aplicacin de controles de plagasms rigurosos, la adopcin de reguladores decrecimiento y defoliantes, la incorporacin devariedades de alto rendimiento y la existencia degrandes escalas de produccin, introduce lossistemismos portados por las innovacionesmateriales y organizacionales de la agriculturaglobalizada; por eso, aunque la siembra directaexplique apenas el 3,4% del rea implantada enChaco (INDEC, 2005), esas semillas forjan unaverticalidad, una regulacin externa que,

    imprimindose en las reas agrcolas, alumbrauna configuracin territorial coincidenterespecto del mapa de la cosecha mecanizada.

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    13/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    100

    La rpida propagacin de lascosechadoras mecnicas, equipadas con GPS,

    software mapeador y monitores instantneos derendimiento se erige en ariete de lamodernizacin del trabajo agrcola regional;

    segn Silveira (2003b), su nivel de penetracinasciende a una mquina cada mil hectreascultivadas. Esa maquinaria, encarnacin de unanueva camada de objetos tcnico-cientficos,consigui, gracias a su ms amplia capacidadoperativa -el ritmo de recoleccin es 100 vecesms rpido que el trabajo manual-, obtener el70% de la produccin algodonera y, porconsiguiente, desplazar a la mitad de los

    braceros golondrina, coadyuvando as al

    agravamiento de la crisis social chaquea y el

    xodo rural; con todo, esa modalidad derecoleccin es obligada a coexistir con las msantiguas formas de zafra, las cuales sedesarrollan en condiciones de casi absolutainformalidad, merced al imperio de laracionalidad del capital, que considera onerososa los contratos estables, en virtud de la

    prolongada porosidad de la jornada laboralagrcola. Todas las caractersticas previamentecitadas permitieron a las grandes fincaschaqueas adquirir, y a pesar de la decadencia

    del sector algodonero local, una jerarquaglobal, sobresaliendo por sus reducidos costosde produccin, situados entre los ms bajos delmundo (AACREA, 2004a). No obstante, esedato pretende ocultar la paradoja dada por eldeclive de la productividad agrcola: pese atodas las innovaciones tcnico-cientficasadoptadas, los rindes no han crecido, sino quecayeron un 4,1% entre 1988 y 2005 (SAGPyA,2007a).

    Solidaridades entabladas entre la irrupcinde las agroindustrias en las plantaciones, laconcentracin de tierras, la mecanizacin de la

    produccin, la comercializacin a granel y laexpansin de la agricultura bajo contrato operanagudizando el contraste entre la crecientecapacidad de comando ganada por las grandesfincas, las desmotadoras y las hilanderas, y elvaciamiento funcional de algunos cotidianoslocales, derivado tanto del desplazamiento delas cooperativas cuanto de la desaparicin de

    ciertos intermediarios comerciales tradicionales,como el llamado bolichero. Otrora importante,ese actor del circuito permanece actualmente

    relegado a apenas la zona oriental chaquea y agran parte de Formosa, donde el rgimen delluvias imposibilita el ingreso de lascosechadoras mecnicas; es, pues, un dato delmedio natural el que permite la reproduccin de

    una racionalidad ms antigua, a raz de la cuallos minifundios y las reas marginalessobreviven hoy da prcticamente intactas, consus bueyes y caballos, mochilas fumigadoras,arados de mancera y rastras de pas (Rofman,2000), recreando en pleno Siglo XXIcondiciones propias de inicios de la centuriaanterior. Aisladas de los circuitos globalizadosde una agricultura de exportacin tecnificada ycientifizada, esas economas campesinas

    participan, gracias a la persistencia de sus

    primitivos sistemas de trueque y su escasaarticulacin con las agroindustrias, de laconstruccin de una irracionalidad configurada

    por un conjunto de sistemas de objetos ysistemas de acciones propio de otros tiemposque, recreando las inercias del pasado, deformalos contenidos de la modernidad coetnea. Laagricultura chaquea se revela, as, comorecortes espaciales de un acontecer homlogoque, reelaborado para acoger a ciertas formas yfunciones hegemnicas, resquebraja la cohesinde un cotidiano regional histricamenteestructurado en derredor del tradicionaldesenvolvimiento de una funcin agrcolaantigua; paralelamente, ella revela el imperio deuna oleada racionalizadora signada porfenmenos como la contraccin territorial, ladecadencia econmica, la segmentacin

    productiva y la desestructuracin social.

    Oposicin y complementariedad en Tucumn:

    el complejo citrcola-azucarero

    Introducida en Latinoamrica y el Caribepor los conquistadores espaoles, la caa deazcar se arraig tempranamente en el noroesteargentino, especialmente en las provincias deJujuy, Salta y Tucumn. No obstante, el primerapogeo local de la actividad recin se suscit enel contexto del modelo agroexportador, cuandolas solidaridades tejidas entre la llegada delferrocarril -que privilegi a Tucumn en

    desmedro de Salta y Jujuy-, la prohibicin deimportacin del azcar brasileo y cubano y elaporte financiero de los bancos nacionales de la

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    14/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    101

    poca permitieron a las plantaciones yagroindustrias tucumanas alcanzar el mercadodel litoral, en un marco signado por laconcentracin de tierras y la reduccin delnmero de ingenios -de 82 a 34 entre 1881 y

    1887- (Calvo, 2008). Son, de hecho, tpicos dela historia del azcar en el norte argentino losfenmenos de crisis estructural del minifundio,clausura de agroindustrias, contraccin del reacultivada y concentracin de la propiedad;Tucumn ha sobresalido histricamente no tanto

    por sus rendimientos agrcolas e industriales -inferiores a los de Salta y Jujuy- como por larelativa atomizacin de la tenencia de la tierra,merced a la proliferacin de las llamadascooperativas caeras. Si bien la lgica

    burocrtica imperante durante el proceso deindustrializacin sustitutiva de importacionesdio lugar a la creacin de la Direccin Nacionaldel Azcar (DNA) -destinada a mitigar las crisisde sobreproduccin-, las dcadas siguientesfueron escenario de una importante acumulacinde stocks que decant en un segundo episodiode racionalizacin, esta vez plasmado en elOperativo Tucumn, de 1966; ste, al imponer

    cupos para la produccin, supuso la prdida de80.000 hectreas implantadas, el cierre de 11 de

    los 27 ingenios existentes y la expulsin de1.000 caeros y 50.000 obreros y cosecheros,todo lo cual redund en una masiva emigracincampo-ciudad y en un marcado retrocesodemogrfico provincial: de ah que la poblacintucumana se redujera un 17,6% entre 1965 y1970, pasando de 930.000 a 766.000 habitantes.

    No fue sino hasta los aos ochenta cuando lascooperativas caeras lograron resurgir, de lamano del sistema de maquila, producto de las

    nuevas relaciones establecidas entre ingenios yagricultores: los primeros acordaban con lossegundos la molienda exigiendo, encontrapartida, el 47% de la produccin.

    Otrora sometida a controles de preciosmnimos y cupos mximos de siembra ycosecha, la cadena azucarera experiment unanueva ruptura en las postrimeras del Siglo XX,derivada de la eliminacin de la DNA y laderogacin de la Ley Nacional del Azcar; as,los espacios de la produccin quedaron

    directamente librados a los vaivenes de lascotizaciones de la Bolsa de Londres. Surgaentonces una tercera fase de racionalizacin,

    fundada en el imperio del sistema de poderneoliberal y estructurada en derredor devectores externos como el ingreso de Argentinaal MERCOSUR y la implementacin, en esemarco, de un rgimen arancelario transitorio,

    orientado a permitir, en el corto plazo, lapenetracin del azcar brasileo en el mercadodomstico. Nadie ignora el papel hegemnicoque Brasil desempea en el sector: es el primer

    productor y exportador mundial, con uncaaveral 25 veces ms grande que eldomstico; slo el nordeste carioca produce eltriple de caa que todo el complejo azucareroargentino. Y como el azcar constituye, en elvecino pas, un sub-producto de un sistemasucro-alcoholero nico en el mundo -largamente

    desarrollado gracias a generosos subsidios yfrreas regulaciones-, Argentina siempre hacompetido en inferioridad de condiciones,siendo afectada por la hegemona brasilea en lafijacin de los precios internacionales. Noobstante, algunos obstculos jurdicos, como lassucesivas prrrogas otorgadas a los sistemas de

    proteccin comercial, la implementacin de underecho adicional de importacin destinado adesalentar el ingreso de la produccin carioca yla imposicin de normas que impiden la

    importacin subsidiada desde Brasiltestimonian, en principio, la persistencia dealgunas mtricas burocrticas pretritas, que si

    bien impiden o tornan menos fluida la difusinde la lgica del libre comercio, se revelandesfasadas con respecto a un escenario mundialen el que los principales pases productores -Brasil, India, Unin Europea, China, EstadosUnidos- no vacilan en proteger su mercadoazucarero con barreras arancelarias y sanitarias,cuotas de exportacin e importacin y subsidios

    para amortiguar las graves crisis desobreproduccin que aquejan al sector.

    La apertura del sector azucarero argentinodetermin que la superficie tucumanaimplantada con caa de azcar retrocedieraostensiblemente: sta cay un 22,7% entre 1990y 2005, pasando de 250.000 a 193.210 hectreas(SAGPyA, 2007a), sumergiendo a toda la

    provincia en un proceso generalizado dereconversin agrcola hacia cultivos ms

    rentables, como las oleaginosas y los ctricos;paralelamente, la soja expandi su rea un184,8%, y el limn, un 76,5% -pas de 19.220 a

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    15/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    102

    33.925 hectreas-, apoderndose, en este ltimocaso, del 26% de las tierras otrora implantadascon caa. Si bien la genealoga de la citriculturase remonta tambin a la poca colonial -conociendo su primer apogeo en la dcada de

    1940 y afianzndose a partir de 1970-, nadieignora que su expansin ms significativa se hadesarrollado en tiempos recientes, convirtiendoa Argentina en lder del sector a nivelinternacional -primer y tercer productor delimones y jugo de pomelo, respectivamente-; dehecho, Tucumn no se consagra apenas como la

    principal rea citrcola del pas -92,5% de lasuperficie implantada- (FEDERCITRUS, 2006),sino tambin en el primer productor mundial -25,0%- y el principal exportador nacional -63%-

    de limones (EXPORT.AR, 2005). De ah queeste ltimo cultivo explique, junto a la caa deazcar, no menos de las dos terceras partes delProducto Bruto Geogrfico tucumano(AACREA, 2004b): del milln de toneladas queanualmente se obtienen, un 30% se orienta asatisfacer el consumo interno, complementar lascosechas japonesas y europeas y satisfacer lademanda de pases no productores del sudesteasitico y Medio Oriente, en tanto que el 70%remanente se orienta a la elaboracin de jugos

    concentrados, jarabes, aceites esenciales,aromas y cscara deshidratada que, amn desatisfacer el consumo interno, abastecen afirmas globales productoras de aguas mineralesy bebidas gaseosas y a industriasagroalimentarias, cosmticas y farmacuticas deorigen europeo, asitico y norteamericano; hastalos residuos derivados del procesamientoindustrial del limn son absorbidos por pasescomo Rusia, Espaa, Holanda, Italia y Grecia,donde se utilizan como forraje para el ganado.

    Existe, pues, una relacin funcional deoposicin o contradiccin entre, por un lado, eldeclive de una funcin devenida, en principio,irracional -la actividad azucarera- y, por el otro,la concomitante expansin de otra funcin msracional -la citricultura-, ms permeable ainsertarse en el moderno mapa dibujado por lanueva divisin territorial del trabajo agrcola:

    por un lado, localidades como Lules, YerbaBuena, Taf Viejo y Burruyac son los nuevos

    frentes citrcolas globalizados, nacidos de unreciente proceso de refuncionalizacin regionaly metamorfoseados en sede de la sustitucin del

    modelo azucarero mercado-internista por unafuncin ms jerarquizada y extrovertida; porotro lado, departamentos tradicionalmenteazucareros, como Cruz Alta, Simoca, Leales,Monteros, Alberdi, Chicligasta, Famaill y Ro

    Chico, ensayan una diversificacin productivaorientada tanto a renovar las formas y funcioneslocales cuanto a reproducir la existencia de unadivisin del trabajo ms antigua. Tal situacinse reforz recientemente, a raz del nuevompetu ganado por el cultivo de caa de azcar,que pas ocupar, en 2007, 203.170 hectreas(Calvo, 2008), recuperando parcialmente susniveles de antao. Notable es, adems, laracionalizacin de esa actividad, dada a partir deun aumento en su nivel de extroversin;

    fomentada por el auge de la cuota azucareranorteamericana y la creciente demanda mundial

    de bio-combustibles, la octuplicacin de lasexportaciones argentinas entre 1989 y 2005determina que el comercio exterior pase aabsorber el 25% de la produccin nacional deazcar refinada (SAGPyA, 2007b). Son, pues,las exigencias del mercado mundial las queaniman ese retorno al modelo azucarero.

    El auge del limn supone una respuestaadaptativa a las recurrentes crisis de

    sobreproduccin y descapitalizacin delcomplejo azucarero (Tadeo et al, 2001), no sloen Tucumn, sino en todo el noroeste argentino:de ah que hasta los ms tradicionales ingeniosazucareros del noroeste argentino (San Martndel Tabacal, Ledesma) acaben incorporndoseal circuito productivo tejido por esa modernadivisin territorial del trabajo, imitando lasestrategias de integracin vertical de losconglomerados integrados (Macri, Expofrut,Citrusvil, Moo Azul, FAMA, Citromax) -grandes productores, modernas plantas deempaque, consorcios exportadores, industrias de

    jugos, aceites y jarabes-, que acaparan la mitadde la produccin citrcola del complejo, y el84% de la cosecha tucumana del limn; similarfenmeno ocurre en la propia cadena azucarera,donde las industrias tucumanas pasaron deconcentrar en 1988 la mitad de las cosechas aabsorber a comienzos del Siglo XXI las dosterceras partes: paralelamente, el 48,0% de la

    produccin nacional de azcar qued en manosde apenas tres ingenios -Concepcin, Ledesma ySan Martn del Tabacal- (AACREA, 2004b;

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    16/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    103

    2004c). Se acenta, paralelamente, el fenmenode la concentracin de tierras; en efecto, y pesea la histrica importancia que el minifundiosiempre ha ostentado en Tucumn, lasestadsticas oficiales revelan que el 41% de los

    pequeos productores desapareci y que elnmero de explotaciones medianas -10 a 100hectreas- retrocedi un 64% (INDEC, 2005),dejando a esa provincia en una situacin

    bastante similar a la de Salta y Jujuy, dondeapenas dos empresas explotan el 90% de las

    plantaciones. Y algunas firmas hegemnicas -Coca & Cola, Pepsi, Danone, Kraft Foods,

    Nabisco, Nestl, etc-, ante la necesidad deabastecerse regularmente de un insumoestratgico para la fabricacin de alimentos y

    bebidas, estrechan su comando sobre loscaaverales y protagonizan frecuentescreaciones y / o compras de ingenios.

    Otro rasgo a destacar, ciertamente comna ambas funciones agrcolas, atae a su

    permeabilidad en cuanto a la penetracin de losdatos propios de este perodo, concretada en unacrono-expansin de la frontera agropecuaria

    plasmada en un sustancial aumento de losrendimientos y, por consiguiente, en el imperiode una racionalidad abocada a obtener mayores

    cosechas en una menor arena de produccin:gracias a la implantacin de variedades delimonero de alto rendimiento -Eureka y Lisboa-(INDEC, 2005), la produccin creci un 128%entre 1991 y 2005 -pas de 500.000 a 1.140.057toneladas-, y los rindes por unidad de superficie,un 29,2% -pasaron de 26.015 a 33.605 kg/ha-(FEDERCITRUS, 2006). Solidaridades tejidascon otras variables, como el bajo ndice de usode agro-txicos y el control qumico -funguicidas- y biotecnolgico de plagas yenfermedades (cancrosis bacteriana, clorosisvariegada, greening o enfermedad del ctricoverdoso, mancha negra, mosca delMediterrneo, etc) -a su vez empirizadas a partirdel desarrollo de la termoterapia, la obtencinde plantas nucleares libres de virus a partir deindividuos enfermos y la aplicacin de tcnicasde micro-injerto de pices caulinares in vitro-,reflejan el imperio de la tcnica sobre lasfuerzas naturales, lo cual permite que Tucumn

    sortee las barreras paraarancelarias impuestaspor mercados otrora vedados a la produccinargentina, como Estados Unidos y Japn, y se

    inserte en un mapa mundial de producciones ydemandas que excluye a otras reas citrcolasdel pas -el noroeste correntino, por ejemplo-.

    Otra cuestin a subrayar es que la caa deazcar tampoco ha sido ajena a ese mismo

    proceso de incorporacin de contenidos de lamodernidad actual; a raz de la importacin devariedades de alto rendimiento (NA 63-90, LCP83-384) para la obtencin de melaza y laimplantacin de simientes transgnicasresistentes a herbicidas (CP 65-357 y 65-350),

    presentes en el 51,5% de los caaveralestucumanos (INDEC, 2005), la produccin seincrement ostensiblemente, an en el marco deun proceso de sensible retraccin del reasembrada: las cosechas aumentaron un 36,5%

    entre 1990 y 2005 -pasaron de 8.790.000 a12.000.000 toneladas-, lo cual impuls elcrecimiento de los rindes agrcolas -crecieron un46,7%, pasando de 42.347 a 62.138 kg/ha-(SAGPyA, 2007a) e industriales -hicieron lo

    propio en un 150%, gracias la modernizacindel equipamiento de los ingenios (mquinascentrfugas, trapiches, destileras, usinaselctricas, calderas)-. Y si bien el mayor nivelde integracin vertical, las grandes escalas deexplotacin agrcola, el alto grado de

    tecnificacin industrial y las condiciones agro-ecolgicas ms favorables, determinan que losrendimientos agrcolas y fabriles jujeo-salteossigan siendo, con todo, ms altos que lostucumanos, eso no impide a esta ltima

    provincia ganar una nueva jerarqua en el mapaagropecuario nacional, consagrndose como la

    principal productora nacional de etanol.Obstando sus diferencias y singularidades,

    tanto el sector azucarero cuanto citrcolacomparten un mismo problema: las recurrentescrisis de sobreproduccin, fenmeno queltimamente se ha vuelto ms notorio en el casode la citricultura, a raz de la saturacin delmercado de derivados del limn, que operaacentuando la subordinacin de las pequeasexplotaciones y los medianos productores nointegrados, ya de por s aquejados -en uncontexto de marcado predominio de los

    procesos de integracin vertical- por las rgidasnormas de calidad y entrega que los macro-

    actores del circuito les imponen para adquirirsus cosechas. En el circuito azucarero, encambio, la desregulacin de la produccin

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    17/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    104

    primaria gener intersticios aptos para sucolonizacin por parte del capital financieroque, en virtud de la ausencia de entes

    burocrticos que amortiguaran el impactocausado por el exceso de produccin, pas a

    operar como un regulador de los volmenes delas cosechas; financiando una parte de lasmismas, evitando la saturacin del mercadointerno y sosteniendo el precio del productodurante la evolucin de la zafra, los bancosensayan una moderna forma organizacionalcomo el warrant, y as pasan a comandar, comoagentes externos al sector agrario, los ritmos ytemporalidades de funcionamiento del circuito.

    Otro paralelismo se desprende del anlisisde los respectivos mercados laborales. Nadie

    ignora que, en la actividad azucarera, lamecanizacin de las cosechas atenta contra lareproduccin de las condiciones de existenciade la fuerza de trabajo rural. Son, sin embargo,regulaciones y tiempos externos los quecomandan esa tecnificacin del trabajo agrcola,

    pues la remocin de las listas de excepcin delMERCOSUR y la siempre latente e inminenteapertura del mercado argentino al ingreso delazcar brasileo penden como una verdaderaespada de Damocles sobre empresarios y

    trabajadores, alentando a los primeros a reducirsus costos, y obligando a los segundos a temer

    por su subsistencia y resignar susreivindicaciones laborales; as pues, lascosechadoras de ltima generacin -con susmtodos semi-mecnicos e integrales, segnMayo (1995), 400 veces ms rpidos y eficacesque la recoleccin manual-, al ser adoptadas enel 45,2% del rea caera tucumana y el 21,8%de las explotaciones provinciales, desplazan agran parte de los migrantes salteos, tucumanos,

    jujeos, santiagueos y chaqueos quetradicionalmente eran reclutados por los grandesingenios para una cosecha manual todava

    presente, empero, en el 18,1% de lasplantaciones y el 62,7% de las unidadesproductivas (INDEC, 2005). Obstando esaespecificidad, tanto el azcar como el limnmanifiestan rasgos comunes: extrema

    precarizacin, informalidad y discontinuidadlaboral, afianzamiento de la intermediacin por

    subcontratacin -va consultoras y cooperativas,evitando los contratos en relacin dedependencia- como prctica cada vez ms

    extendida, pago a destajo -que suele demandar,para cubrir las necesidades de reproduccin dela unidad familiar, la incorporacin de mujeresy nios al proceso productivo-, ausencia casiabsoluta de derechos bsicos -jubilacin, obra

    social, asignaciones familiares- y uso extorsivode los niveles locales y provinciales dedesempleo como mecanismo de control social ydisciplinamiento laboral; as, ambas funcionesacaban revelndose como hbridos, en los quelas solidaridades orgnicas derivadas de laarticulacin de los respectivos calendariosagrcolas y las migraciones estacionales a ellosasociadas sufren una desestructuracin overticalizacin, impuesta por un capital que sevale de la comunin de novedosas y antiguas

    estrategias para obtener un lucro mayor quecombina modernas pautas laborales con resabiosde relaciones cuasi-feudales o pre-capitalistas

    jurdicamente legitimadas por normaspretritas1. Objeto de un incompleto proceso deracionalizacin, tanto el circuito azucarerocuanto la cadena citrcola continan siendoincapaces de incorporar, en su forma pura, loscontenidos intrnsecos a la lgica hegemnica.

    Ocaso y resurreccin: yerba-mate y

    silvicultura en Misiones y el nordestecorrentino

    Si bien previamente desarrollado por laetnia guaran, el cultivo de yerba-mate no seconfigur en una especializacin agrcolaregional endmica de la provincia de Misiones yel norte correntino hasta la poca colonial. Y, a

    partir de los siglos XVI y XVII, dicha actividadse convirti en epicentro de las disputas libradasentre las misiones jesuitas y los encomenderosespaoles en aras del control de la poblacinaborigen y la explotacin de los yerbales; a razde la posterior expulsin de la citada ordenreligiosa, el desenvolvimiento de esa funcinqued en manos paraguayas primero y

    brasileas despus, estado de cosas que perdurhasta las postrimeras del Siglo XIX, cuando elEstado nacional alent un vigoroso proceso decolonizacin del nordeste, basado en la cesin, alos recin llegados inmigrantes centro-europeos,

    1 En efecto, los trabajadores agrarios, mucho menos protegidos que elresto, se rigen por una ley que data de 1980, que no reconoce la jornadalaboral de ocho horas ni un vnculo permanente con el empleador.

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    18/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    105

    de parcelas emplazadas en tierras fiscales, acondicin de plantar yerba en un porcentajedeterminado de la superficie asignada.Suplantando a las importaciones cariocas, esaactividad agrcola se volvi, empero, vctima de

    agudas crisis cclicas de sobreproduccin, lascuales condujeron a la creacin, en 1936, de laComisin Reguladora de la Yerba Mate(CRYM) y su correspondiente mercadoconsignatario, que introdujeron controlestendentes a restringir el cultivo a partir tanto dela imposicin de cupos de siembra y cosechacuanto de la garanta de un precio estatal opoltico de referencia; as pues, el Estado

    limitaba el avance del capital sobre laproduccin primaria, actuaba como

    contemporizador entre los interesesminifundistas e industriales, y operaba paraconsagrar la supremaca de los terratenientes dela pampa hmeda -los acuerdos rubricados conBrasil exigan el intercambio de trigo argentino

    por yerba carioca- (Gortari, 2008). No obstante,las crisis de sobreproduccin no desaparecierondurante el rgimen de acumulacin estructuradoen derredor de la industrializacin sustitutiva deimportaciones, sino que se manifestaron conmayor o menor crudeza, conforme los cupos de

    siembra eran ms rgidos o flexibles, segn laracionalidad burocrtica imperante en cada fase.

    No obstante, el primer episodio deracionalizacin de la actividad se produjo recinen los aos setenta, cuando, a partir de laeliminacin de algunos de los lmites estatalessobre siembra y cosecha, la superficieimplantada ascendi a 109.565 hectreas, y la

    produccin, a 133.436 toneladas (SAGPyA,2007a), coadyuvando as un significativodesplome de los precios: iniciando un procesodual de expansin y decadencia de la actividadque se extendi durante la dcada de 1980, lascrisis de sobreproduccin se volvieron an msagudas que antao, ocasionando un profundocolapso para los minifundios yerbateros.Segundo episodio de desestructuracinregional, la supresin de la CRYM y su

    mercado consignatario le asest en los alboresdel siguiente decenio el ms duro golpe a laactividad: el rea sembrada qued librada a los

    intereses y estrategias de los agentes mspoderosos del sector -molinos y secaderos-, yas la superficie implantada -que ya sumaba

    172.050 hectreas en 1990- alcanz las 209.550hectreas un quinquenio despus, casiduplicndose con respecto a los guarismosregistrados veinte aos atrs; paralelamente, la

    produccin creci un 67,9% -pas de 160.761 a

    269.970 tn (SAGPyA, 2007a)-, afianzando as alpas como primer productor mundial (50%).No tard en eclosionar la crisis frente a la

    convergencia de mltiples factores, como laentrada en plena produccin de las nuevas

    plantaciones nacidas a partir de ladesregulacin, el declive del escurrimiento de

    materia prima canchada hacia Brasil -el cuallleg a su tope en 1997- y el aumento de losrindes correntinos y misioneros, los cuales enconjunto redundaron en el acelerado desplome

    de la rentabilidad del sector, especialmente en elcaso de las pequeas y medianas explotaciones:segn Gortari (2008), el precio pagado porkilogramo de hoja verde cay en picada entre1991 y 2001, pasando de $0,20 a $0,02, nivelirrisorio, situado por debajo del valor de unasimple goma de mascar. No es extrao, pues,que con posterioridad se hayan suscitado la talarasa de los yerbales, la sustitucin de stos porcultivos anuales o, sobre todo, plantaciones de

    pino, la enajenacin de las desvalorizadas

    chacras a las grandes compaas forestalesextranjeras y, por consiguiente, la agudizacindel xodo rural; en 2002, la superficie dedicadaal cultivo de yerba-mate se haba reducido a187.400 hectreas, contrayndose, con respectoa su pico histrico (1995), un 8,8% paraMisiones y un 25,8% para el nordestecorrentino. Son los vectores del acontecer

    jerrquico, alentando la sistemtica y violentaracionalizacin de esa funcin agrcola local.

    Ensayada por algunas grandes empresasarticuladas a la molienda y la comercializacin,la integracin vertical de la produccin acentula lgica de la concentracin de la propiedad -los yerbales misioneros de mayor envergadura(hasta 500 hectreas) pasaron a representar msde la mitad del rea provincial (INDEC, 2005)-y la produccin, reforzando las desigualdades

    preexistentes: por un lado, los grandesproductores conseguan lucrar a expensas de losms pequeos, toda vez que su rentabilidad era,

    en ese marco, 30 veces mayor a la de estosltimos -el ingreso anual de un productor de 100hectreas ascenda a $108.000, contra los

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    19/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    106

    $8.100 de un chacarero de 10 hectreas y los$3.600 de un minifundista de 5 hectreas-; porotro lado, la participacin global de los

    productores en la renta yerbatera cay del 30%al 3%, pues con cada disminucin en 10

    centavos suscitada en el precio pagado porkilogramo de hoja verde, los molinos ehipermercados ganaban 90 millones de pesosanuales (Gortari, 2008). Se configuraba as unacadena soterrada de dominacin osubordinacin, de la cual los patrones deconsumo desplegados por los intermediarios quecontrolan los canales minoristas decomercializacin, las estrategias de molinos ysecaderos -que imponen condiciones especficasde produccin- y las asimetras reproducidas por

    las grandes plantaciones se revelaban comoeslabones externamente forjados queimpactaban de lleno sobre los agentes msdbiles. Se asisti, asimismo, a una notoriacontraccin en el segmento agroindustrial: lacrisis yerbatera, al eliminar a 140 de los 200molinos y secaderos preexistentes, afianz lahegemona de apenas doce empresas, las cuales

    pasaron a acaparar el 90% del mercado; slo lascinco ms grandes satisfacan la mitad de lademanda (AACREA, 2004d). Negando la fbulade la desregulacin, las nuevas solidaridadesorganizacionales impuestas por los macro-actores del sector permitieron a stos ejercer unms frreo comando sobre el desarrollo de laactividad.

    Sin embargo, dicha crisis no impidi lapersistencia de esa especializacin productiva,especialmente en Misiones, donde involucra al60% de las explotaciones y al 28,6% de lasuperficie agrcola provincial (INDEC, 2005). Yes que, a pesar de su aparente irracionalidad, esafuncin recientemente ha ganado nuevosdinamismos, amalgamando las lgicas del

    pasado y los imperativos del presente. En esaprovincia an imperan el minifundio y laagricultura familiar como formas dominantes de

    produccin, toda vez que las explotacionesinferiores a las 10 hectreas representan al81,7% de los agentes y al 48,7% del rea(INDEC, 2005), revelndose, por consiguiente,como rasgos arquetpicos de una funcin en

    gran medida todava gobernada por pautasheredadas de pocas pretritas. Otrascircunstancias, en cambio, fuerzan a la actividad

    a incorporar con bro los contenidos del perodoactual; sobresale entre ellas la vocacin demarcada extroversin adquirida por una funcinagrcola tradicionalmente orientada al consumointerno: si las exportaciones de yerba-mate se

    triplicaron entre 1989 y 1998, en 2005representaban el 13,1% de las cosechas (INYM,2007a). No es extrao que, ante la ausencia deuna accin burocrtica eficaz que amortige elimpacto de las crisis de sobreproduccin, losmercados internacionales -Siria, Brasil,Uruguay y, en menor grado, Chile, Bolivia,Paraguay y Lbano- despunten como unaregulacin externa a los espacios agrcolas; as

    pues, los cupos de siembra quedan, en ciertomodo, a criterio de la mano invisible del

    mercado, que absorbe los excedentes de unconsumo domstico relativamente constante.

    Quizs es por eso que la flamante creacindel Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM)se revela, tal vez, como un dato que refleja lainadecuacin de la accin pblica a lasdemandas de racionalidad de la modernidadactual; orientado a eliminar las crisis desobreproduccin y fijar los precios de la materia

    prima comercializada en los secaderos, esesegmento del Estado nacional pretende regular,

    sin xito, los intersticios de una divisinterritorial del trabajo comandada por grandesindustrias, cadenas concentradas de distribucininterna y grupos econmicos vinculados a laexportacin. El INYM -que funciona desdeinicios de este milenio bajo un marco normativosimilar al de la antigua CRYM, pero despojadode su correspondiente mercado consignatario-impone un precio poltico de referencia para la

    hoja verde y la yerba canchada situado en el 10-12% del valor del producto final. Y aunque el

    precio pagado por la produccin primaria hayacrecido exponencialmente en los ltimos aos -entre 2002 y 2007 pas de $0,04 y as loschacareros lograron nuevamente apropiarse del30% de la renta-, esa accin compensadora noconsigue suprimir los excedentes de produccinque, en solidaridad con mecanismos elusivos delcontrol estatal, como la comercializacininformal, el pago a plazos de hasta 180 das y ladescalificacin de la materia prima en fbrica,

    comprometen an ms la ya de por serosionada rentabilidad de los minifundios

  • 7/23/2019 Racionalidad e irracionalidad

    20/28

    ISSN 0103-8427 Caderno de Geografia, v.22, n.38, 2012

    107

    (Gortari, 2008). Al ser incompleta, esa mtricaburocrtica acaba volvindose ineficaz.

    Otro rasgo propio del ms recienteepisodio de racionalizacin de la actividadyerbatera apunta a la sostenida obtencin de

    cosechas crecientes en una arena menor deproduccin, sin verse en modo alguno influidapor los vaivenes verificados en el reaimplantada; de hecho, la superficie sembradacon yerba-mate ha crecido un 10,6% entre 1990y 2005, ms el volumen cosechado se expandiun 386,9%, de ah que los rindes por unidad desuperficie crecieran, en ese lapso, un 203,5% enMisiones y un 291,6% en Corrientes (SAGPyA,2007a). Son los resultados de la respuestaensayada ante las exigencias externas de

    aumento del volumen y la calidad de laproduccin, que obligaron a la adopcin deciertas innovaciones tcnicas; la inoculacin dehormonas -cido abscsico-, la implementacinde programas de mejoramiento gentico y el

    patentamiento de variedades de alto rendimientoresistentes a heladas, insolacin y sequas2 a

    partir de una clonacin in vitro basada en laimportacin de biorreactores franceses(MISIONES, 2002) despuntan como vectores decientifizacin de una agricultura que, renovada a

    partir de un moderno proceso de crono-expansin de la frontera agropecuaria, permitena los espacios de la yerba-mate ganar nuevas

    jerarquas en el mapa global de producciones.No obstante, y como contracara de esa

    modernizacin y de la superacin del momentoms lgido de la crisis yerbatera, la exclusinsocial directamente asociada a la actividad, envez de revertirse, se ha consolidado yexacerbado; dada la impotencia estatal pararegular eficazmente el sector yerbatero, lasituacin social de los llamados peones tareros

    se deteriora en vez de mejorar: ao tras ao,veinte mil trabajadores estacionales surcan laSelva Misionera para desplazarse hacia losyerbales y all desarrollar tareas de control demalezas, fertilizacin y cosecha. Sin embargo,los mtodos de recoleccin sistematizada ymecanizada, predominantes, sobre todo, en lasgrandes plantaciones, han reducidosustancialmente ese nmero, expulsando a

    2 En 1997, el INTA Cerro Azul patent la primera variedad registrada aescala mundial de yerba mate (CA 8/74), que permite rendimientos porunidad de superficie de hasta 18.000 kg/ha (INYM, 2007a).

    abundante fuerza laboral del procesoproductivo; paralelamente, el mercado detrabajo regional es fragmentado, por un lado,

    por las estrategias desplegadas por molinos ysecaderos -que incluyen mltiples mecanismos

    de precarizacin de las condiciones de trabajo,as como tambin la reduccin de lasremuneraciones a guarismos que apenas sigarantizan la ms elemental de lassubsistencias- y, por otro lado, por el augecobrado por la terciarizacin, que forja unnuevo eslabn en la cadena de explotacin -lossecaderos, al desembarazarse de un gran nmerode capataces, los obligaron a convertirse encontratistas rurales, que reclutan fuerza laboral

    para ellos-. Se asiste, pues, a un proceso de

    racionalizacin de los espacios locales de laagricultura que combina datos de este perodo yla reproduccin de inercias de pocas pretritas.

    Beneficiado por la crisis yerbatera, elsector forestal pas del ostracismo a la bonanza.

    Ni la agricultura forestal ni la industria a ellaasociada constituyen, en verdad, funcionesrecientes en Misiones y Corrientes; por elcontrario, su origen se remonta a la pocacolonial, cuando las misiones jesuticasfomentaron la constitucin de los primeros

    obrajes forestales. No obstante, eldesenvolvimiento de la agricultura forestal

    permaneci relativamente esttico hastamediados del Siglo XX; desde entonces, elimperio de una racionalidad desarrollista -fundada tanto en los crditos fiscales paraimplantacin arbrea e introduccin de especiesexticas otorgados por el Instituto NacionalForestal (IFONA) cuanto en la