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ALVAR NUEZ CABEZA DE VACA Naufragios y Comentarios
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NAUFRAGIOS
DE
ALVAR NEZ CABEZA DE VACA
NAUFRAGIOS DE ALVAR NEZ CABEZA DE VACA Y RELACIN DE LA
JORNADA QUE HIZO A LA FLORIDA CON EL ADELANTADO PNFILO DE
NARVEZ
Aparte de lo que muestran los relatos de sus viajes, sabemos poco de la vida del gran viajeroespaol Alvar Nez Cabeza de Vaca. El mismo nos ha dejado dicho que era nieto de Pedro de
Vera, el que gan a Canaria, y su madre se llamaba doa Teresa Cabeza de Vaca, natural de Jerez
de la Frontera. Apenas si son ms los datos positivos acerca de su vida.
Con todo, de cada da se agiganta esta gran figura de explorador, aun cuando sus hazaas
sin par se ofrezcan confundidas en el incesante sucederse de nuestras grandes empresas de
descubrimiento y exploracin en el siglo XVI. Alvar Nez Cabeza de Vaca tom parte en la
expedicin del harto desdichado Pnfilo de Narvez a la Florida. Azares crueles y dramticos, queacabaron en comerse unos a otros los expedicionarios, redujeron la expedicin a cuatro personas
de las seiscientas que a 17 das del mes de junio de 1527 salieron del puerto de Sanlucar de
Barrameda. Con los cuatro salvados, el relator de la hazaa celebrrima, Alvar Nez Cabeza de
Vaca, comienza a recorrer el sur de los actuales Estados Unidos. Es el primer blanco y espaol que
explora su territorio, y a fe que lo ha de hacer cumplidamente, porque habr de caminar, en barca
primero y a pie despus, de la Florida a Sinaloa, del Atlntico al Pacfico.
En estas andanzas descubre el Mississip, el ro grande de la Amrica del Norte; descubreigualmente el bisonte americano, las vacas corcovadas de nuestros primitivos historiadores de
Indias, que entonces en rebaos de millones de cabezas pastaban en las grandes praderas del oeste
del ro Mississip. Tpase con tribus extraas y guerreras, como los semnolas terribles y flecheros,
y los sioux, feroces cazadores de bisontes. Cabeza de Vaca es por mucho tiempo su prisionero y su
esclavo.
Con Dorantes, con Maldonado y con el fiel Estebanico el negro, decide Alvar Nez escapar
del infierno de su esclavitud y peligro de muerte. Emprenden entonces, hechos a un tiempo mdicos
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y chamanes, esta odisea sin ejemplo. Cruzan el extenso territorio de Texas, Ro Grande del Norte,
Chihuahua y Sinaloa, y a cabo de ocho aos que salieron de Espaa, alcanzan a Mjico.
Dndose aqu el relato ntegro, siempre interesante, tierno y vibrador, se podr advertir cun
viajero y fino observador pudo ser Cabeza de Vaca, especialmente de pueblos y costumbres.Es difcil la labor de identificacin de los puntos por que Alvar Nez pasara. l confiesa
haber odo ms de mil lenguas diferentes. En lo posible se ha reconstituido su extenso recorrido, y
en los mapas que acompaan a esta edicin se seala su probable itinerario. Aumenta las
dificultades de la identificacin la desaparicin, ante las guerras implacablemente destructoras de
los blancos, de muchas de las tribus con que trat.
El crdito de sus hazaas lo elev ms tarde al rango de Adelantado del Ro de la Plata.
Explor entonces buena parte del Brasil meridional y el ro Paraguay hasta rebasar sus fuentes, nosin sostener luchas cruentas con las tribus indomables del Gran Chaco, pas de grandes selvas y
ros caudalosos desbordados. El relato de esta expedicin, con el pormenor de las rivalidades entre
los exploradores, nos ha quedado en los COMENTARIOS.
Todo espaol debiera leer los NAUFRAGIOS Y COMENTARIOS de Alvar Nez Cabeza de
Vaca, como valor ejemplar, como calidad: que en tiempos adversos no halla quien lo venza en
fortaleza, y en los prsperos, en sencillez magnnima.
CARTA I.-Probable itinerario de Alvar Nez de la Florida a Mjico
(Obs: Pulse sobre el texto resaltado para acceder a la imagen)
CAPTULO PRIMERO
En que cuenta cundo parti el armada, y los oficiales y gente que en ella iba.
A 17 das del mes de junio de 1527 parti del puerto de Sant Lcar de Barrameda el
gobernador Pnfilo de Narvez, con poder y mandado de Vuestra Majestad (1) para conquistar y
gobernar las provincias que estn desde el ro de las Palmas hasta el cabo de la Florida, las cuales
son en Tierra Firme; y la armada que llevaba eran cinco navos, en los cuales, poco ms o menos,
iran seiscientos hombres. Los oficiales que llevaba (porque de ellos se ha de hacer mencin) eran
1El Emperador Carlos I de Espaa y V de Alemania.
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estos que aqu se nombran: Cabeza de Vaca, por tesorero y por alguacil mayor; Alonso Enrquez,
contador; Alonso de Sols, por factor de Vuestra Majestad y por veedor; iba un fraile de la Orden de
Sant Francisco por comisario, que se llamaba fray Juan Surez, con otros cuatro frailes de la misma
Orden. Llegamos a la isla de Santo Domingo, donde estuvimos casi cuarenta y cinco das,
proveyndonos de algunas cosas necesarias, sealadamente de caballos. Aqu nos faltaron de
nuestra armada ms de ciento y cuarenta hombres, que se quisieron quedar all, por los partidos y
promesas que los de la tierra les hicieron. De all partimos y llegamos a Santiago (que es puerto en
la isla de Cuba), donde en algunos das que estuvimos, el gobernador se rehizo de gente, de armas y
de caballos. Suscedi all que un gentilhombre que se llamaba Vasco Porcalle, vecino de la villa de
la Trinidad, que es en la misma isla, ofresci de dar al gobernador ciertos bastimentos que tena en
la Trinidad, que es cien leguas del dicho puerto de Santiago. El gobernador, con toda la armada,
parti para all; mas llegados a un puerto que se dice Cabo de Santa Cruz, que es mitad del camino,
parescile que era bien esperar all y enviar un navo que trujese aquellos bastimentos; y para esto
mand a un capitn Pantoja que fuese all con su navo, y que yo, para ms seguridad, fuese con l;
y l qued con cuatro navos, porque en la isla de Santo Domingo haba comprado un otro navo.
Llegados con estos dos navos al puerto de la Trinidad, el capitn Pantoja fu con Vasco Porcalle a
la villa, que es una legua de all, para rescebir los bastimentos; yo qued en la mar con los pilotos,
los cuales nos dijeron que con la mayor presteza que pudisemos nos despachsemos de all, porque
aquel era un muy mal puerto y se solan perder muchos navos en l; y porque lo que all nos
sucedi fu cosa muy sealada, me paresci que no sera fuera del propsito y fin con que yo quise
escrebir este camino, contarla aqu. Otro da de maana comenz el tiempo a dar no buena seal,
porque comenz a llover, y el mar iba arreciando tanto, que aunque yo di licencia a la gente que
saliese a tierra, como ellos vieron el tiempo que hacia y que la villa estaba de all una legua, por no
estar al agua y fro que hacia, muchos se volvieron al navo. En esto vino una canoa de la villa, en
que me, traan una carta de un vecino de la villa, rogndome que me fuese all y que me daran los
bastimentos que hobiese y necesarios fuesen; de lo cual yo me excus diciendo que no poda dejarlos navos. A medioda volvi la canoa con otra carta, en que con mucha importunidad pedan lo
mismo, y traan un caballo en que fuese; yo di la misma respuesta que primero haba dado, diciendo
que no dejara los navos, mas los pilotos y la gente me rogaron mucho que fuese, porque diese
priesa que los bastimentos se trujesen lo ms presto que pudiese ser, porque nos partisemos luego
de all, donde ellos estaban con gran temor que los navos se haban de perder si all estuviesen
mucho. Por esta razn yo determin de ir a la villa, aunque primero que fuese dej provedo y
mandado a los pilotos que si el sur, con que all suelen perderse muchas veces los navos, ventase yse viesen en mucho peligro, diesen con los navos al travs y en parte que se salvase la gente y los
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caballos; y con esto yo sal, aunque quise sacar algunos conmigo, por ir en mi compaa, los cuales
no quisieron salir, diciendo que haca mucha agua y fro y la villa estaba muy lejos; que otro da,
que era domingo, saldran con el ayuda de Dios, a or misa. A una hora despus de yo salido la mar
comenz a venir muy brava, y el norte fu tan recio que ni los bateles osaron salir a tierra, ni
pudieron dar en ninguna manera con los navos al travs por ser el viento por la proa; de suerte que
con muy gran trabajo, con dos tiempos contrarios y mucha agua que haca, estuvieron aquel da y el
domingo hasta la noche. A esta hora el agua y la tempestad comenz a crescer tanto, que no menos
tormenta haba en el pueblo que en la mar, porque todas las casas y iglesias se cayeron, y era
necesario que anduvisemos siete u ocho hombres abrazados unos con otros para podernos amparar
que el viento no nos llevase; y andando entre los rboles, no menos temor tenamos de ellos que de
las casas, porque como ellos tambin caan, no nos matasen debajo. En esta tempestad y peligro
anduvimos toda la noche, sin hallar parte ni lugar donde media hora pudisemos estar seguros.
Andando en esto, omos toda la noche, especialmente desde el medio de ella, mucho
estruendo y grande ruido de voces, y gran sonido de cascabeles y de flautas y tamborinos y otros
instrumentos, que duraron hasta la maana, que la tormenta ces. En estas partes nunca otra cosa
tan medrosa se vi; yo hice una probanza de ello, cuyo testimonio envi a Vuestra Majestad. El
lunes por la maana bajamos al puerto y no hallamos los navos; vimos las boyas de ellos en el
agua, adonde conoscimos ser perdidos, y anduvimos por la costa por ver si hallaramos alguna cosa
de ellos; y como ninguno hallsemos, metmonos por los montes, y andando por ellos, un cuarto de
legua de agua hallamos la barquilla de un navo puesta sobre unos rboles, y diez leguas de all, por
la costa, se hallaron dos personas de mi navo y ciertas tapas de cajas, y las personas tan
desfiguradas de los golpes de las peas, que no se podan conoscer; hallronse tambin una capa y
una colcha hecha pedazos, y ninguna otra cosa paresci. Perdironse en los navos sesenta personas
y veinte caballos. Los que haban salido a tierra el da que los navos all llegaron, que serian hasta
treinta, quedaron de los que en ambos navos haba. As estuvimos algunos das con mucho trabajo
y necesidad, porque la provisin y mantenimientos que el pueblo tena se perdieron y algunos
ganados; la tierra qued tal, que era gran lstima verla: cados los rboles, quemados los montes,
todos sin hojas ni yerba. As pasamos hasta cinco das del mes de noviembre, que lleg el
gobernador con sus cuatro navos, que tambin haban pasado gran tormenta y tambin haban
escapado por haberse metido con tiempo en parte segura. La gente que en ellos traa, y la que all
hall, estaban tan atemorizados de lo pasado, que teman mucho tornarse a embarcar en invierno, y
rogaron al gobernador que lo pasase all, y l, vista su voluntad y la de los vecinos, invern all.
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Dime a mi cargo de los navos y de la gente para que me fuese con ellos a invernar al puerto de
Xagua, que es doce leguas de all, donde estuve hasta 20 das del mes de hebrero.
CAPITULO II
Cmo el gobernador vino al puerto de Xagua y trujo consigo a un piloto.
En este tiempo lleg all el gobernador con un bergantn que en la Trinidad compr, y traa
consigo un piloto que se llamaba Miruelo; habalo tomado porque deca que saba y haba estado en
el ro de las Palmas, y era muy buen piloto de toda la costa del norte. Dejaba tambin comprado
otro navo en la costa de La Habana, en el cual quedaba por capitn Alvaro de la Cerda, con
cuarenta hombres y doce de caballo; y dos das despus que lleg el gobernador, se embarc, y la
gente que llevaba eran cuatrocientos hombres y ochenta caballos en cuatro navos y un bergantn. El
piloto que de nuevo habamos tomado meti los navos por los bajos que dicen de Canarreo, de
manera que otro da dimos en seco, y as estuvimos quince das, tocando muchas veces las quillas
de los navos en seco, al cabo de los cuales, una tormenta del sur meti tanta agua en los bajos, que
podimos salir, aunque no sin mucho peligro. Partidos de aqu y llegados a Guaniguanico, nos tom
otra tormenta, que estuvimos a tiempo de perdernos.
A cabo de Corrientes tuvimos otra, donde estuvimos tres das; pasados stos, doblamos el
cabo de Sant Antn, y anduvimos con tiempo contrario hasta llegar a doce leguas de La Habana; y
estando otro da para entrar en ella, nos tom un tiempo de sur que nos apart de la tierra, y
atravesamos por la costa de la Florida y llegamos a la tierra martes 12 das del mes de abril, y
fuimos costeando la va de la Florida; y Jueves Santo surgimos en la misma costa, en la boca de una
baha, al cabo de la cual vimos ciertas casas y habitaciones de indios.
CAPTULO III
Cmo llegamos a la Florida
En este mismo da sali el contador Alonso Enrquez y se puso en una isla que est en la
misma baha y llam a los indios, los cuales vinieron y estuvieron con l buen pedazo de tiempo, y
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por va de rescate le dieron pescado y algunos pedazos de carne de venado. Otro da siguiente, que
era Viernes Santo, el gobernador se desembarc con la ms gente que en los bateles que traa pudo
sacar, y como llegamos a los buhos o casas que habamos visto de los indios, hallmoslas
desamparadas y solas, porque la gente se haba ido aquella noche en sus canoas. El uno de aquellos
buhos era muy grande, que cabran en l ms de trescientas personas; los otros eran ms pequeos,
y hallamos all una sonaja de oro entre las redes. Otro da el gobernador levant pendones por
Vuestra Majestad y tom la posesin de la tierra en su real nombre, present sus provisiones y fu
obedescido por gobernador, como Vuestra Majestad lo mandaba. Asmismo presentamos nosotros
las nuestras ante l, y l las obedesci como en ellas se contena. Luego mand que toda la otra
gente desembarcase y los caballos que haban quedado, que no eran ms de cuarenta y dos, porque
los dems, con las grandes tormentas y mucho tiempo que haban andado por la mar, eran muertos;
y estos pocos que quedaron estaban tan flacos y fatigados, que por el presente poco provecho
podmos tener de ellos. Otro da los indios de aquel pueblo vinieron a nosotros, y aunque nos
hablaron, como nosotros no tenamos lengua, no los entendamos; mas hacannos muchas seas y
amenazas, y nos paresci que nos decan que nos fusemos de la tierra, y con esto nos dejaron, sin
que nos hiciesen ningn impedimento, y ellos se fueron.
CAPTULO IV
Cmo entramos por la tierra
Otro da adelante el gobernador acord de entrar por la tierra, por descubrirla y ver lo que en
ella haba. Fumonos con l el comisario y el veedor y yo, con cuarenta hombres, y entre ellos seis
de caballo, de los cuales poco nos podamos aprovechar. Llevamos la va del norte hasta que a hora
de vsperas llegamos a una baha (2) muy grande, que nos paresci que entraba mucho por la tierra;
quedamos all aquella noche, y otro da nos volvimos donde los navos y gente estaban. El
gobernador mand que el bergantn fuese costeando la va de la Florida, y buscase el puerto que
Miruelo el piloto haba dicho que saba; mas ya l lo haba errado, y no saba en qu parte
estbamos, ni adnde era el puerto; y fule mandado al bergantn que si no lo hallase, travesase a La
Habana, y buscase el navo que Alvaro de la Cerda tena, y tomados algunos bastimentos, nos
viniesen a buscar. Partido el bergantn, tornamos a entrar en la tierra los mismos que primero, con
2En la edicin original dice "haba".
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alguna gente ms, y costeamos la baha que habamos hallado; y andadas cuatro leguas, tomamos
cuatro indios, y mostrmosles maz para ver si le conocan, porque hasta entonces no habamos
visto seal de l. Ellos nos dijeron que nos llevaran donde lo haba; y as, nos llevaron a su pueblo,
que es al cabo de la baha, cerca de all, y en l nos mostraron un poco de maz, que aun no estaba
para cogerse. All hallamos muchas cajas de mercaderes de Castilla, y en cada una de ellas estaba
un cuerpo de hombre muerto, y los cuerpos cubiertos con unos cueros de venados pintados. Al
comisario le paresci que esto era especie de idolatra, y quem las cajas con los cuerpos. Hallamos
tambin pedazos de lienzo y de pao, y penachos que parecan de la Nueva Espaa; hallamos
tambin muestras de oro. Por seas preguntamos a los indios de adnde haban habido aquellas
cosas; sealronnos que muy lejos de all haba una provincia que se deca Apalache, en la cual
haba mucho oro, y hacan sea de haber muy gran cantidad de todo lo que nosotros estimamos en
algo. Decan que en Apalache haba mucho, y tomando aquellos indios por gua, partimos de all; y
andadas diez o doce leguas, hallamos otro pueblo de quince casas, donde haba buen pedazo de
maz sembrado, que ya estaba para cogerse, y tambin hallamos alguno que estaba ya seco; y
despus de dos das que all estuvimos, nos volvimos donde el contador y la gente y navos estaban,
y contamos al contador y pilotos lo que habamos visto, y las nuevas que los indios nos haban
dado. Y otro da, que fu l de mayo, el gobernador llam aparte al comisario y al contador y al
veedor y a m, y a un marinero que se llamaba Bartolom Fernndez, y a un escribano que se deca
Jernimo de Alaniz, y as juntos, nos dijo que tena en voluntad de entrar por la tierra adentro, y los
navos se fuesen costeando hasta que llegasen al puerto, y que los pilotos decan y crean que yendo
la va de las Palmas estaban muy cerca de all; y sobre esto nos rog le disemos nuestro parescer.
Yo responda que me paresca que por ninguna manera deba dejar los navos sin que primero
quedasen en puerto seguro y poblado, y que mirase que los pilotos no andaban ciertos, ni se
afirmaban en una misma cosa, ni saban a qu parte estaban; y que allende de esto, los caballos no
estaban para que en ninguna necesidad que se ofresciese nos pudisemos aprovechar de ellos; y que
sobre todo esto, bamos mudos y sin lengua, por donde mal nos podamos entender con los indios,ni saber lo que de la tierra queramos, y que entrbamos por tierra de que ninguna relacin
tenamos, ni sabamos de qu suerte era, ni lo que en ella haba, ni de qu gente estaba poblada, ni a
qu parte de ella estbamos; y que sobre todo esto, no tenamos bastimentos para entrar adonde no
sabamos; porque, visto lo que en los navos haba, no se poda dar a cada hombre de racin para
entrar por la tierra ms de una libra de bizcocho y otra de tocino, y que mi parescer era que se deba
embarcar y ir a buscar puerto y tierra que fuese mejor para poblar, pues la que habamos visto, en s
era tan despoblada y tan pobre, cuanto nunca en aquellas partes se haba hallado. Al comisario leparesci todo lo contrario, diciendo que no se haba de embarcar, sino que, yendo siempre hacia la
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costa, fuesen en busca del puerto, pues los pilotos decan que no estara sino diez o quince leguas de
all la va de Pnuco (3), y que no era posible, yendo siempre a la costa, que no topsemos con l,
porque decan que entraba doce leguas adentro por la tierra, y que los primeros que lo hallasen,
esperasen all a los otros, y que embarcarse era tentar a Dios, pues desque partimos de Castilla
tantos trabajos habamos pasado, tantas tormentas, tantas prdidas de navos y de gente habamos
tenido hasta llegar all; y que por estas razones l se deba de ir por luengo de costa hasta llegar al
puerto, y que los otros navos, con la otra gente, se iran a lamisma va hasta llegar al mismo
puerto. A todos los que all estaban paresci bien que esto se hiciese as, salvo al escribano, que dijo
que primero que desamparase los navos, los deba de dejar en puerto conoscido y seguro, y en parte
que fuese poblada; que esto hecho, podra entrar por la tierra adentro y hacer lo que le paresciese. El
gobernador sigui su parescer y lo que los otros le aconsejaban. Yo, vista su determinacin,
requerle de parte de Vuestra Majestad que no dejase los navos sin que quedasen en puerto y
seguros, y as lo ped por testimonio al escribano que all tenamos. El respondi que, pues l se
conformaba con el parescer de los ms de los otros oficiales y comisario, que yo no era parte para
hacerle estos requerimientos, y pidi al escribano le diese por testimonio cmo por no haber en
aquella tierra mantenimientos para poder poblar, ni puerto para los navos, levantaba el pueblo que
all haba asentado, y iba con l en busca del puerto y de tierra que fuese mejor; y luego mand
apercibir la gente que haba de ir con l, que se proveyesen de lo que era menester para la jornada; y
despus de esto provedo, en presencia de los que all estaban, me dijo que, pues yo tanto estorbaba
y tema la entrada por la tierra, que me quedase y tomase cargo de los navos y la gente que en ellos
quedaba, y poblase si yo llegase primero que l. Yo me excus de esto, y despus de salidos de all
aquella misma tarde, diciendo que no le paresca que de nadie se poda fiar aquello, me envi a
decir que me rogaba que tomase cargo de ello; y viendo que importunndome tanto, yo todava me
excusaba, me pregunt qu era la causa por que hua de aceptallo; a lo cual respond que yo hua de
encargarme de aquello porque tenia por cierto y saba que l no haba de ver ms los navos, ni los
navos a l, y que esto entenda viendo que tan sin aparejo se entraban por la tierra adentro; y que yoquera ms aventurarme al peligro que l y los otros se aventuraban, y pasar por lo que l y ellos
pasasen, que no encargarme de los navos, y dar ocasin a que se dijese que, como haba
contradicho la entrada, me quedaba por temor, y mi honra anduviese en disputa; y que yo quera
ms aventurar la vida que poner mi honra en esta condicin. El, viendo que conmigo no
aprovechaba, rog a otros muchos que me hablasen en ello y me lo rogasen, a los cuales respond lo
3Pnuco, en Mjico, prximo a la desembocadura del ro San Juan, entre los Estados de Veracruz y Tamaulipas.Estaban, pues, mucho ms distantes de lo que imaginaban.
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mismo que a l; y as, provey por su teniente, para que quedase en los navos, a un alcalde que
traa que se llamaba Caravallo.
CAPTULO V
Cmo dej los navos el gobernador
Sbado 1 de mayo, el mismo da que esto haba pasado, mand dar a cada uno de los que
haban de ir con l dos libras de bizcocho y media libra de tocino, y ans nos partimos para entrar enla tierra. La suma de toda la gente que llevbamos era trescientos hombres; en ellos iba el comisario
fray Juan Surez, y otro fraile que se deca fray Juan de Palos, y tres clrigos y los oficiales. La
gente de caballo que con estos bamos, ramos cuarenta de caballo; y ans anduvimos con aquel
bastimento que llevbamos, quince das, sin hallar otra cosa que comer, salvo palmitos de la manera
de los de Andaluca. En todo este tiempo no hallamos indio ninguno, ni vimos casa ni poblado, y al
cabo llegamos a un ro que lo pasamos con muy gran trabajo a nado y en balsas: detuvmonos un
da en pasarlo, que traa muy gran corriente. Pasados a la otra parte, salieron a nosotros hasta
doscientos indios, poco ms o menos; el gobernador sali a ellos, y despus de haberlos hablado por
seas, ellos nos sealaron de suerte, que nos hobimos de revolver con ellos, y prendimos cinco o
seis; y stos nos llevaron a sus casas, que estaban hasta media legua de all, en las cuales hallamos
gran cantidad de maz que estaba ya para cogerse, y dimos infinitas gracias a nuestro Seor por
habernos socorrido en tan gran necesidad, porque ciertamente, como ramos nuevos en los trabajos,
allende del cansancio que traamos, venamos muy fatigados de hambre, y a tercero da que all
llegamos, nos juntamos el contador y veedor y comisario y yo, y rogamos al gobernador que
enviase a buscar la mar, por ver si hallaramos puerto, porque los indios decan que la mar no estaba
muy lejos de all. El nos respondi que no cursemos de hablar en aquello, porque estaba muy lejos
de all; y como yo era el que ms le importunaba, djome que me fuese yo a descubrirla y que
buscase puerto, y que haba de ir a pie con cuarenta hombres; y ans, otro da yo me part con el
capitn Alonso del Castillo y con cuarenta hombres de su compaa, y as anduvimos hasta hora de
medioda, que llegamos a unos placeles de la mar que paresca que entraban mucho por la tierra:
anduvimos por ellos hasta legua y media con el agua hasta la mitad de la pierna, pisando por encima
de ostiones, de los cuales rescibimos muchas cuchilladas en los pies, y nos fueron causa de mucho
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trabajo, hasta que llegamos en el ro que primero habamos atravesado, que entraba por aquel
mismo ancn, y como no lo podimos pasar, por el mal aparejo que para ello tenamos, volvimos al
real, y contamos al gobernador lo que habamos hallado, y cmo era menester otra vez pasar por el
ro por el mismo lugar que primero lo habamos pasado para que aquel ancn se descubriese bien, y
visemos si por all haba puerto; y otro da mand a un capitn que se llamaba Valenzuela, que con
setenta hombres y seis de caballo pasase el ro y fuese por l abajo hasta llegar a la mar, y buscar si
haba puerto; el cual, despus de dos das que all estuvo, volvi y dijo que l haba descubierto el
ancn, y que todo era baha baja hasta la rodilla, y que no se hallaba puerto; y que haba visto cinco
o seis canoas de indios que pasaban de una parte a otra, y que llevaban puestos muchos penachos.
Sabido esto , otro da partimos de all; yendo siempre en demanda de aquella provincia que los
indios nos haban dicho Apalache, llevando por gua los que de ellos habamos tomado, y as
anduvimos hasta 17 de junio, que no hallamos indios que nos osasen esperar; y all sali a nosotros
un seor que le traa un indio a cuestas, cubierto de un cuero de venado pintado: traa consigo
mucha gente, y delante de l venan taendo unas flautas de caa; y as, lleg do estaba el
gobernador, y estuvo una hora con l, y por seas le dimos a entender que bamos a Apalache, y por
las que l hizo, nos paresci que era enemigo de los de Apalache, y que nos ira a ayudar contra l.
Nosotros le dimos cuentas y cascabeles y otros rescates, y l di al gobernador el cuero que traa
cubierto; y as, se volvi, y nosotros le fuimos siguiendo por la va que l iba. Aquella noche
llegamos a un ro (4), el cual era muy hondo y muy ancho, y la corriente muy recia, y por no
atrevernos a pasar con balsas, hecimos una canoa para ello, y estuvimos en pasarlo un da; y si los
indios nos quisieron ofender, bien nos puedieran estorbar el paso, y aun con ayudarnos ellos,
tuvimos mucho trabajo. Uno de caballo, que se deca Juan Velzquez, natural de Cullar, por no
esperar entr en el ro, y la corriente, como era recia, lo derrib del caballo, y se asi a las riendas, y
ahog a s y al caballo; y aquellos indios de aquel seor, que se llamaba Dulchanchelin, hallaron el
caballo, y nos dijeron dnde hallaramos a l por el ro abajo; y as, fueron por l, y su muerte nos
di mucha pena, porque hasta entonces ninguno nos haba faltado. El caballo di de cenar a muchosaquella noche.
Pasados de all, otro da llegamos al pueblo de aquel seor, y all nos envi maz. Aquella
noche, donde iban a tomar agua nos flecharon un cristiano, y quiso Dios que no lo hirieron. Otro da
nos partimos de all sin que indio ninguno de los naturales paresciese, porque todos haban hudo;
mas yendo nuestro camino, parescieron indios, los cuales venan de guerra, y aunque nosotros los
llamamos, no quisieron volver ni esperar; mas antes se retiraron, siguindonos por el mismo camino
4Acaso es este ro el Suwanee, que vierte en la costa occidental de la Florida, junto a Cedar Keys.
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que llevbamos. El gobernador dej una celada de algunos de a caballo en el camino, que como
pasaron, salieron a ellos, y tomaron tres o cuatro indios, y stos llevamos por guas de all adelante;
los cuales nos llevaron por tierra muy trabajosa de andar y maravillosa de ver, porque en ella hay
muy grandes montes y los rboles a maravilla altos, y son tantos los que estn cados en el suelo,
que nos embarazaban el camino, de suerte que no podamos pasar sin rodear mucho y con muy gran
trabajo; de los que no estaban cados, muchos estaban hendidos desde arriba hasta abajo, de rayos
que en aquella tierra caen, donde siempre hay muy grandes tormentas y tempestades. Con este
trabajo caminamos hasta un da despus de San Juan, que llegamos a vista de Apalache sin que los
indios de la tierra nos sintiesen. Dimos muchas gracias a Dios por vernos tan cerca de El, creyendo
que era verdad lo que de aquella tierra nos haban dicho, que all se acabaran los grandes trabajos
que habamos pasado, as por el malo y largo camino para andar, como por la mucha hambre que
habamos padescido; porque aunque algunas veces hallbamos maz, las ms andbamos siete y
ocho leguas sin toparlo; y muchos haba entre nosotros que, allende del mucho cansancio y hambre,
llevaban hechas llagas en las espaldas, de llevar las armas a cuestas, sin otras cosas que se ofrescan.
Mas con vernos llegados donde desebamos, y donde tanto mantenimiento y oro nos haban dicho
que haba, parescinos que se nos haba quitado gran parte del trabajo y cansancio.
CAPTULO VI
Cmo llegamos a Apalache
Llegados que fuimos a vista de Apalache, el gobernador mand que yo tomase nueve de
caballo y cincuenta peones, y entrase en el pueblo, y ans lo acometimos el veedor y yo; y entrados,
no hallamos sino mujeres y muchachos, que los hombres a la sazn no estaban en el pueblo; mas de
ah a poco, andando nosotros por l, acudieron, y comenzaron a pelear, flechndonos, y mataron el
caballo del veedor; mas al fin huyeron y nos dejaron. All hallamos mucha cantidad de maz que
estaba ya para cogerse, y mucho seco que tenan encerrado. Hallmosles muchos cueros de
venados, y entre ellos algunas mantas de hilo pequeas, y no buenas, con que las mujeres cubren
algo de sus personas. Tenan muchos vasos para moler maz. En el pueblo haba cuarenta casas
pequeas y edificadas, bajas y en lugares abrigados, por temor de las grandes tempestades que
continuamente en aquella tierra suele haber. El edificio es de paja, y estn cercados de muy espeso
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monte y grandes arboledas y muchos pilagos de agua, donde hay tantos y tan grandes rboles
cados, que embarazan, y son causa que no se puede por all andar sin mucho trabajo y peligro.
CAPTULO VII
De la manera que es la tierra
La tierra, por la mayor parte, desde donde desembarcamos hasta este pueblo y tierra de
Apalache, es llana; el suelo, de arena y tierra firme (5); por toda ella hay muy grandes rboles y
montes claros, donde hay nogales y laureles, y otros que se llaman liquidmbares, cedros, sabinas y
encinas y pinos y robles, palmitos bajos, de la manera de los de Castilla (6). Por toda ella hay
muchas lagunas, grandes y pequeas, algunas muy trabajosas de pasar, parte por la mucha hondura,
parte por tantos rboles como por ellas estn cados. El suelo de ellas es arena, y las que en la
comarca de Apalache hallamos son muy mayores que las de hasta all. Hay en esta provincia
muchos maizales, y las casas estn tan esparcidas por el campo, de la manera que estn las de los
Gelves. Los animales que en ellas vimos, son: venados de tres maneras, conejos y liebres, osos y
leones, y otras salvajinas, entre los cuales vimos un animal que trae los hijos en una bolsa que en la
barriga tiene; y todo el tiempo que son pequeos los trae all, hasta que saben buscar de comer; y si
acaso estn fuera buscando de comer, y acude gente, la madre no huye hasta que los ha recogido en
su bolsa (7). Por all la tierra es muy fra; tiene muy buenos pastos para ganados; hay aves de
muchas maneras, ansares en gran cantidad, patos, nades, patos reales, dorales y garzotas y garzas,
perdices; vimos muchos halcones, nebls, gavilanes, esmerejones y otras muchas aves. Dos horas
despus que llegamos a Apalache, los indios que de all haban huido vinieron a nosotros de paz,
pidindonos a sus mujeres y hijos, y nosotros se los dimos, salvo que el gobernador detuvo un
5A partir de la poca cuaternaria toda la Florida meridional se ha formado por un lento proceso de formacin coralina.Los arrecifes coralinos que la constituyen son de forma y edades diferentes. Los hay vivos, que la accin de lascorrientes deforma y menoscaba; los hay muertos, y los hay hasta fsiles, en explicacin de levantamientos yhundimientos sucesivos de los fondos submarinos en que se apoyan. Tras la lnea costera de los keys de la Florida, latierra firme llena de lagunas, debidas a su gnesis peculiar, se va consolidando merced a un proceso de rpidasedimentacin. El mar en esta tierra llana invade en el flujo y descubre en el reflujo las tierras coralinas en vas deformacin. Los manglares costeros contribuyen a detener y consolidar las arenas y tarquines coralinos.
6Apenas si es preciso advertir que estos palmitos y dems especies vegetales que cita Cabeza de Vacason afines a las nuestras, pero no las mismas. El palmito a que aqu se refiere Nuez, o palmito deTierra Firme, es la especie Sabal Palmetto.Los keys de la Florida son sede en que prosperan los manglares, constitudos principalmente por la especie Rhizophora
mangle.7Este animal es la zarigeya, que Gonzalo Fernndez de Oviedo llam churcha, el P. Gumilla, fara, y Azara, micur. Seha dedicado la especie al gran naturalista espaol D. Flix de Azara, y as, se la llama Didelphis Azarae, Temm.
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cacique de ellos consigo, que fu causa por donde ellos fueron escandalizados; luego otro da
volvieron de guerra, y con tanto denuedo y presteza nos acometieron, que llegaron a nos poner
fuego a las casas en que estbamos; mas como salimos, huyeron, y acogironse a las lagunas, que
tenan muy cerca; y por esto, y por los grandes maizales que haba, no les podimos hacer dao,
salvo a uno que matamos. Otro da siguiente, otros indios de otro pueblo que estaba de la otra parte
vinieron a nosotros y acometironnos de la misma arte que los primeros, y de la misma manera se
escaparon, y tambin muri uno de ellos. Estuvimos en este pueblo veinte y cinco das, en que
hecimos tres entradas por la tierra, y hallmosla muy pobre de gente y muy mala de andar, por los
malos pasos y montes y lagunas que tena. Preguntamos al cacique que les habamos detenido, y a
los otros indios que traamos con nosotros, que eran vecinos y enemigos de ellos, por la manera y
poblacin de la tierra, y la calidad de la gente, y por los bastimentos y todas las otras cosas de ella.
Respondironnos cada uno por s, que el mayor pueblo de toda aquella tierra era aquel Apalache, y
que adelante haba menos gente y muy ms pobre que ellos, y que la tierra era mal poblada y los
moradores de ella muy repartidos; y que yendo adelante, haba grandes lagunas y espesura de
montes y grandes desiertos y despoblados. Preguntmosles luego por la tierra que estaba hacia el
sur, qu pueblos y mantenimientos tena. Dijeron que por aquella va, yendo a la mar nueve
jornadas, haba un pueblo que llamaban Aute, y los indios de l tenan mucho maz, y que tenan
frsoles y calabazas, y que por estar tan cerca de la mar alcanzaban pescados, y que stos eran
amigos suyos. Nosotros, vista la pobreza de la tierra, y las malas nuevas que de la poblacin y de
todo lo dems nos daban, y como los indios nos hacan continua guerra hirindonos la gente y los
caballos en los lugares donde bamos a tomar agua, y esto desde las lagunas, y tan a salvo, que no
los podamos ofender, porque metidos en ellas nos flechaban, y mataron un seor de Tezcuco que se
llamaba don Pedro, que el comisario llevaba consigo, acordamos de partir de all, y ir a buscar la
mar y aquel pueblo de Aute que nos haban dicho; y as, nos partimos a cabo de veinte y cinco das
que all habamos llegado. El primero da pasamos aquellas lagunas y pasos sin ver indio ninguno;
mas al segundo da llegamos a una laguna de muy mal paso, porque daba el agua a los pechos yhaba en ella muchos rboles cados. Ya que estbamos en medio de ella nos acometieron muchos
indios que estaban abscondidos detrs de los rboles porque no los visemos; otros estaban sobre
los cados, y comenzronnos a flechar de manera, que nos hirieron muchos hombres y caballos, y
nos tomaron la gua que llevbamos, antes que de la laguna salisemos, y despus de salidos de ella,
nos tornaron a seguir, querindonos estorbar el paso; de manera que no nos aprovechaba salirnos
afuera ni hacernos ms fuertes y querer pelear con ellos, que se metan luego en la laguna, y desde
all nos heran la gente y caballos. Visto esto, el gobernador mand a los de caballo que se apeaseny les acometiesen a pie. El contador se ape con ellos, y as los acometieron, y todos entraron a
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vueltas en una laguna, y as les ganamos el paso. En esta revuelta hubo algunos de los nuestros
heridos, que no les valieron buenas armas que llevaban; y hubo hombres este da que juraron que
haban visto dos robles, cada uno de ellos tan grueso como la pierna por bajo, pasados de parte a
parte de las flechas de los indios; y esto no es tanto de maravillar vista la fuerza y maa con que las
echan; porque yo mismo vi una flecha en un pie de un lamo, que entraba por l un geme. Cuantos
indios vimos desde la Florida aqu, todos son flecheros; y como son tan crescidos de cuerpo y andan
desnudos, desde lejos parescen gigantes. Es gente a maravilla bien dispuesta, muy enjutos y de muy
grandes fuerzas y ligereza (8). Los arcos que usan son gruesos como el brazo, de once o doce
palmos de largo, que flechan a doscientos pasos con tan gran tiento, que ninguna cosa yerran.
Pasados que fuimos de este paso, de ah a una legua llegamos a otro de la misma manera, salvo que
por ser tan larga, que duraba media legua, era muy peor: ste pasamos libremente y sin estorbo de
indios; que, como haban gastado en el primero toda la municin que de flechas tenan, no qued
con que osarnos acometer. Otro da siguiente, pasando otro semejante paso, yo hall rastro de gente
que iba delante, y di aviso de ello al gobernador, que vena en la retaguarda; y ans, aunque los
indios salieron a nosotros, como bamos apercibidos, no nos pudieron ofender; y salidos a lo llano,
furonnos todava siguiendo; volvimos a ellos por dos partes, y matmosles dos indios, y
hirironme a m y dos o tres cristianos; y por acogrsenos al monte no les podimos hacer ms mal ni
dao. De esta suerte caminamos ocho das, y desde este paso que he contado, no salieron ms indios
a nosotros hasta una legua adelante, que es lugar donde he dicho que bamos. All, yendo nosotros
por nuestro camino, salieron indios, y sin ser sentidos, dieron en la retaguarda, y a los gritos que di
un muchacho de un hidalgo de los que all iban, que se llamaba Avellaneda, el Avellaneda volvi, y
fu a socorrerlos, y los indios le acertaron con una flecha por el canto de las corazas, y fu tal la
herida, que pas casi toda la flecha por el pescuezo, y luego all muri y lo llevamos hasta Aute. En
nueve das de camino, desde Apalache hasta all, llegamos. Y cuando fuimos llegdos, hallamos
toda la gente de l, ida, y las casas quemadas, y mucho maz y calabazas y frisoles, que ya todo
estaba para empezarse a coger. Descansamos all dos das, y stos pasados, el gobernador me rogque fuese a descubrir la mar, pues los indios decan que estaba tan cerca de all; ya en este camino
la habamos descubierto por un ro muy grande que en l hallamos, a quien habamos puesto por
nombre el ro de la Magdalena. Visto esto, otro da siguiente yo me part a descubrirla, juntamente
con el comisario y el capitn Castillo y Andrs Dorantes y otros siete de caballo y cincuenta peones,
y caminamos hasta hora de vsperas, que llegamos a un ancn o entrada de la mar, donde hallamos
muchos ostiones, con que la gente holg; y dimos muchas gracias a Dios por habernos trado all.
8Eran semnolas, primitivos habitantes de la Florida. En tiempos de la conquista por los Estados Unidos (1830-1842),fu Oceola u Osceola su hroe de la independencia nacional.
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Otro da de maana envi veinte hombres a que conosciesen la costa y mirasen la disposicin de
ella, los cuales volvieron otro da en la noche, diciendo que aquellos ancones y bahas eran muy
grandes y entraban tanto por la tierra adentro, que estorbaban mucho para descubrir lo que
queramos, y que la costa estaba muy lejos de all. Sabidas estas nuevas, y vista la mala disposicin
y aparejo que para descubrir la costa por all haba, yo me volv al gobernador, y cuando llegamos,
hallmosle enfermo con otros muchos, y la noche pasada los indios haban dado en ellos y pustolos
en grandsimo trabajo, por la razn de la enfermedad que les haba sobrevenido; tambin les haban
muerto un caballo. Yo di cuenta de lo que haba hecho y de la mala disposicin de la tierra. Aquel
da nos detuvimos all.
CAPTULO VIII
Cmo partimos de Aute
Otro da siguiente partimos de Aute, y caminamos todo el da hasta llegar donde yo haba
estado. Fu el camino en extremo trabajoso, porque ni los caballos bastaban a llevar los enfermos,
ni sabamos qu remedio poner, porque cada da adolescan; que fu cosa de muy gran lstima y
dolor ver la necesidad y trabajo en que estbamos. Llegados que fuimos, visto el poco remedio que
para ir adelante haba, porque no haba dnde, ni aunque lo hubiera, la gente pudiera pasar adelante,
por estar los ms enfermos, y tales, que pocos haba de quien se pudiese haber algn provecho.
Dejo aqu de contar esto ms largo, porque cada uno puede pensar lo que se pasaria en tierra
tan extraa y tan mala, y tan sin ningn remedio de ninguna cosa, ni para estar ni para salir de ella.
Mas como el ms cierto remedio sea Dios nuestro Seor, y de ste nunca desconfiamos, suscedi
otra cosa que agravaba ms que todo esto, que entre la gente de caballo se comenz la mayor parte
de ellos a ir secretamente, pensando hallar ellos por s remedio, y desamparar al gobernador y a los
enfermos, los cuales estaban sin algunas fuerzas y poder. Mas, como entre ellos haba muchos
hijosdalgo y hombres de buena suerte, no quisieron que esto pasase sin dar parte al gobernador y a
los oficiales de Vuestra Majestad; y como les afeamos su propsito, y les pusimos delante el tiempo
en que desamparaban a su capitn y los que estaban enfermos y sin poder, y apartarse sobre todo del
servicio de Vuestra Majestad, acordaron de quedar, y que lo que fuese de uno fuese de todos, sin
que ninguno desamparase a otro. Visto esto por el gobernador, los llam a todos y a cada uno por s,
pidiendo parescer de tan mala tierra, para poder salir de ella y buscar algn remedio, pues all no lo
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haba, estando la tercia parte de la gente con gran enfermedad, y cresciendo esto cada hora, que
tenamos por cierto todos lo estaramos as; de donde no se poda seguir sino la muerte, que por ser
en tal parte se nos hacia ms grave; y vistos estos y otros muchos inconvenientes, y tentados
muchos remedios, acordamos en uno harto difcil de poner en obra, que era hacer navos en que nos
fusemos. A todos paresca imposible, porque nosotros no los sabamos hacer, ni haba
herramientas, ni hierro, ni fragua, ni estopa, ni pez, ni jarcias, finalmente, ni cosa ninguna de tantas
como son menester, ni quien supiese nada para dar industria en ello, y sobre todo, no haber qu
comer entretanto que se hiciesen, y los que haban de trabajar del arte que habamos dicho; y
considerando todo esto, acordamos de pensar en ello ms despacio, y ces la pltica aquel da, y
cada uno se fu, encomendndolo a Dios nuestro Seor, que lo encaminase por donde El fuese ms
servido. Otro da quiso Dios que uno de la compaa vino diciendo que l hara unos caones de
palo, y con unos cueros de venado se haran unos fuelles, y como estbamos en tiempo que
cualquiera cosa que tuviese alguna sobrehaz de remedio; nos paresca bien, dijimos que se pusiese
por obra; y acordamos de hacer de los estribos y espuelas y ballestas, y de las otras cosas de hierro
que haba, los clavos y sierras y hachas, y otras herramientas; de que tanta necesidad haba para
ello; y dimos por remedio que para haber algn mantenimiento en el tiempo que esto se hiciese se
hiciesen cuatro entradas en Aute con todos los caballos y gente que pudiesen ir, y que a tercero da
se matase un caballo, el cual se repartiese entre los que trabajaban en la obra de las barcas y los que
estaban enfermos; las entradas se hicieron con la gente y caballos que fu posible, y en ellas se
trajeron hasta cuatrocientas hanegas de maz, aunque no sin contiendas y pendencias con los indios.
Hecimos coger muchos palmitos para aprovecharnos de la lana y cobertura de ellos, torcindola y
adereszndola para usar en lugar de estopa para las barcas; las cuales se comenzaron a hacer con un
solo carpintero que en la compaa haba, y tanta diligencia pusimos, que, comenzndolas a 4 das
de agosto, a 20 das del mes de setiembre eran acabadas cinco barcas, de a veinte y dos codos cada
una, calafeteadas con las estopas de los palmitos, y bremoslas con cierta pez de alquitrn que hizo
un griego, llamado don Teodoro, de unos pinos; y de la misma ropa de los palmitos, y de las colas ycrines de los caballos, hecimos cuerdas y jarcias, y de las nuestras camisas velas, y de las sabinas
que all haba, hecimos los remos que nos paresci que era menester; y tal era la tierra en que
nuestros pecados nos haban puesto, que con muy gran trabajo podamos hallar piedras para lastre y
anclas de las barcas, ni en toda ella habamos visto ninguna. Desollamos tambin las piernas de los
caballos enteras, y curtimos los cueros de ellas para hacer botas en que llevsemos agua. En este
tiempo algunos andaban cogiendo marisco por los rincones y entradas de la mar, en que los indios,
en dos veces que dieron en ellos, nos mataron diez hombres a vista del real, sin que los pudisemossocorrer, los cuales hallamos de parte a parte pasados con flechas; que, aunque algunos tenan
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buenas armas no bastaron a resistir para que esto no se hiciese, por flechar con tanta destreza y
fuerza como arriba he dicho; y a dicho y juramento de nuestros pilotos, desde la baha, que pusimos
nombre de la Cruz, hasta aqu anduvimos docientas y ochenta leguas, poco ms o menos. En toda
esta tierra no vimos sierra ni tuvimos noticias de ella en ninguna manera; y antes que nos
embarcsemos, sin los que los indios nos mataron, se murieron ms de cuarenta hombres de
enfermedad y hambre. A 22 das del mes de setiembre se acabaron de comer los caballos, que slo
uno qued, y este da nos embarcamos por esta orden: que en la barca del gobernador iban cuarenta
y nueve hombres; en otra que di al contador y comisario iban otros tantos; la tercera di al capitan
Alonso del Castillo y Andrs Dorantes, con cuarenta y ocho hombres, y otra di a dos capitanes,
que se llamaban Tllez y Pealosa, con cuarenta y siete hombres. La otra di al veedor y a m con
cuarenta y nueve hombres, y despus de embarcados los bastimentos y ropa, no qued a las barcas
ms de un geme de bordo fuera del agua, y allende de esto, bamos tan apretados, que no nos
podamos menear; y tanto puede la necesidad, que nos hizo aventurar a ir de esta manera, y
meternos en una mar tan trabajosa, y sin tener noticia de la arte del marear ninguno de los que all
iban.
CAPTULO IXCmo partimos de baha de Caballos
Aquella baha de donde partimos ha por nombre la baha de Caballos, y anduvimos siete das
por aquellos ancones, entrados en el agua hasta la cinta, sin seal de ver ninguna cosa de costa, y al
cabo de ellos llegamos a una isla que estaba cerca de la tierra. Mi barca iba delante, y de ella vimos
venir cinco canoas de indios, los cuales las desampararon y nos las dejaron en las manos, viendoque bamos a ellas; las otras barcas pasaron adelante, y dieron en unas casas de la misma isla, donde
hallamos muchas lizas y huevos de ellas, que estaban secas; que fu muy gran remedio para la
necesidad que llevbamos. Despus de tomadas, pasamos adelante, y dos leguas de all pasamos un
estrecho que la isla con la tierra haca, al cual llamamos de Sant Miguel por haber salido en su da
por l; y salidos, llegamos a la costa, donde, con las cinco canoas que yo haba tomado a los indios,
remediamos algo de las barcas, haciendo falcas de ellas, y aadindolas; de manera que subieron
dos palmos de bordo sobre el agua; y con esto tornamos a caminar por luengo de costa la va del ro
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de Palmas, cresciendo cada da la sed y la hambre, porque los bastimientos eran muy pocos y iban
muy al cabo, y el agua se nos acab; porque las botas que hecimos de las piernas de los caballos
luego fueron podridas y sin ningn provecho; algunas veces entramos por ancones y bahas que
entraban mucho por la tierra adentro; todas las hallamos bajas ypeligrosas; y ans, anduvimos por
ellas treinta das, donde algunas veces hallbamos indios pescadores, gente pobre y miserable. Al
cabo ya de estos treinta das, que la necesidad del agua era en extremo, yendo cerca de costa, una
noche sentimos venir una canoa, y como la vimos, esperamos que llegase, y ella no quiso hacer
cara; y aunque la llamamos, no quiso volver ni aguardarnos, y por ser de noche no la seguimos, y
fumonos nuestra va; cuando amanesci vimos una isla pequea, y fuimos a ella por ver si
hallaramos agua; mas nuestro trabajo fu en balde, porque no la haba. Estando all surtos, nos
tom una tormenta muy grande, porque nos detuvimos seis das sin que ossemos salir a la mar; y
como haba cinco das que no bebamos, la sed fu tanta, que nos puso en necesidad de beber agua
salada, y algunos se desatentaron tanto en ello, que spitamente se nos murieron cinco hombres.
Cuento esto as brevemente, porque no creo que hay necesidad de particularmente contar las
miserias y trabajos en que nos vimos; pues considerando el lugar donde estbamos y la poca
esperanza de remedio que tenamos, cada uno puede pensar mucho de lo que all pasara; y como
vimos que la sed cresca y el agua nos mataba, aunque la tormenta no era cesada, acordamos de
encomendarnos a Dios nuestro Seor, y aventurarnos antes al peligro de la mar que esperar la
certinidad de la muerte que la sed nos daba; y as, salimos la va donde habamos visto la canoa la
noche que por all venamos; y en este da nos vimos muchas veces anegados, y tan perdidos, que
ninguno hubo que no tuviese por cierta la muerte. Plugo a nuestro Seor, que en las mayores
necesidades suele mostrar su favor, que a puesta del Sol volvimos una punta que la tierra hace,
adonde hallamos mucha bonanza y abrigo. Salieron a nosotros muchas canoas, y los indios que en
ellas venan nos hablaron, y sin querernos aguardar, se volvieron. Era gente grande y bien dispuesta,y no traan flechas ni arcos. Nosotros les fuimos siguiendo hasta sus casas, que estaban cerca de all
a la lengua del agua, y saltamos en tierra, y delante de las casas hallamos muchos cntaros de agua
y mucha cantidad de pescado guisado, y el seor de aquellas tierras ofresci todo aquello al
gobernador, y tomndolo consigo, lo llev a su casa. Las casas de stos eran de esteras, que a lo que
paresci eran estantes; y despus que entramos en casa del cacique, nos di mucho pescado, y
nosotros le dimos del maz que traamos, y lo comieron en nuestra presencia, y nos pidieron ms, y
se lo dimos, y el gobernador le di muchos rescates; el cual, estando con el cacique en su casa, a
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media hora de la noche, spitamente los indios dieron en nosotros y en los que estaban muy malos
echados en la costa, y acometieron tambin la casa del cacique, donde el gobernador estaba, y lo
hirieron de una piedra en el rostro. Los que all se hallaron prendieron al cacique; mas como los
suyos estaban tan cerca, soltseles y dejles en las manos una manta de martas cebelinas, que son
las mejores que creo yo que en el mundo se podran hallar, y tienen un olor que no paresce sino de
mbar y almizcle, y alcanza tan lejos, que de mucha cantidad se siente (9); otras vimos all, mas
ningunas eran tales como stas. Los que all se hallaron, viendo al gobernador herido, lo metimos en
la barca, y hecimos que con l se recogiese toda la ms gente a sus barcas, y quedamos hasta
cincuenta en tierra para contra los indios, que nos acometieron tres veces aquella noche, y con tanto
mpetu, que cada vez nos hacan retraer ms de un tiro de piedra. Ninguno hubo de nosotros que no
quedase herido, y yo lo fu en la cara; y si, como se hallaron pocas flechas, estuvieran ms
provedos de ellas, sin dubda nos hicieran mucho dao. La ltima vez se pusieron en celada los
capitanes Dorantes y Pealosa y Tllez con quince hombres, y dieron en ellos por las espaldas, y de
tal manera les hicieron hur, que nos dejaron. Otro da de maana yo les romp ms de treinta
canoas, que nos aprovecharon para un norte que hacia, que por todo el da hubimos de estar all con
mucho fro, sin osar entrar en la mar, por la mucha tormenta que en ella haba. Esto pasado, nos
tornamos a embarcar, y navegamos tres das; y como habamos tomado poca agua, y los vasos que
tenamos para llevar asimismo eran muy pocos, tornamos a caer en la primera necesidad; y
siguiendo nuestra va, entramos por un estero, y estando en l vimos venir una canoa de indios.
Como los llamamos, vinieron a nosotros, y el gobernador, a cuya barca haban llegado, pidiles
agua, y ellos la ofrescieron con que les diesen en que la trajesen, y un cristiano griego, llamado
Doroteo Teodoro (de quien arriba se hizo mencin), dijo que quera ir con ellos; el gobernador y
otros se lo procuraron estorbar mucho, y nunca lo pudieron, sino que en todo caso quera ir con
ellos; as se fu, y llev consigo un negro, y los indios dejaron en rehenes dos de su compaa; y ala noche volvieron los indios y trajronnos muchos vasos sin agua; y no trajeron los cristianos que
haban llevado; y los que haban dejado por rehenes, como los otros los hablaron, quisironse echar
al agua. Mas los que en la barca estaban los detuvieron; y ansi, se fueron huyendo los indios de la
canoa, y nos dejaron muy confusos y tristes por haber perdido aquellos dos cristianos.
9
Parece se trata aqu de las pieles del castor (Castor fiber), que, en tiempos del descubrimiento de Amrica del Norte,ocupaba un rea inmensa desde Alaska y la baha de Hudson hasta California y Arizona, aun cuando ahora estconfinado en la parte norte.
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CAPTULO X
De la refriega que nos dieron los indios
Venida la maana, vinieron a nosotros muchas canoas de indios, pidindonos los dos
compaeros que en la barca haban quedado por rehenes. El gobernador dijo que se los dara con
que trajesen los dos cristianos que haban llevado. Con esta gente venan cinco o seis seores, y nos
paresci ser la gente mas bien dispuesta y de ms autoridad y concierto que hasta all habamos
visto, aunque no tan grandes como los otros de quien habemos contado. Traan los cabellos sueltos
y muy largos, y cubiertos con mantas de martas, de la suerte de las que atrs habamos tomado, y
algunas de ellas hechas por muy extraa manera, poque en ella haba unos lazos de labores de unas
pieles leonadas, que parescan muy bien. Rogbannos que nos fusemos con ellos y que nos darian
los cristianos y agua y otras muchas cosas; y contino acudan sobre nosotros muchas canoas,
procurando de tomar la boca de aquella entrada; y as por esto, como porque la tierra era muy
peligrosa para estar en ella, nos salimos a la mar, donde estuvimos hasta medioda con ellos. Y
como no nos quisiesen dar los cristianos,y por este respeto nosotros no les disemos los indios,
comenzronnos a tirar piedras con hondas, y varas, con muestras de flecharnos, aunque en todos
ellos no vimos sino tres o cuatro arcos.
Estando en esta contienda el viento refresc, y ellos se volvieron y nos dejaron; y as
navegamos aquel da, hasta hora de vsperas, que mi barca que iba delante, descubri una punta que
la tierra haca, y del otro cabo se vea un ro muy grande (10), y en una isleta que hacia la punta hice
yo surgir por esperar las otras barcas. El gobernador no quiso llegar; antes se meti por una baha
muy cerca de all, en que haba muchas isletas, y all nos juntamos, y desde la mar tomamos agua
dulce, porque el ro entraba en la mar de avenida, y por tostar algn maz de lo que traamos, porque
ya haba dos das que lo comamos crudo, saltamos en aquella isla; mas como no hallamos lea,acordamos de ir al ro que estaba detrs de la punta, una legua de all; y yendo, era tanta la
corriente, que no nos dejaba en ninguna manera llegar, antes nos apartaba de la tierra, y nosotros
trabajando y porfiando por tomarla. El norte que venia de la tierra comenz a crescer tanto, que nos
meti en la mar, sin que nosotros pudisemos hacer otra cosa; y a media legua que fuimos metidos
en ella, sondamos, y hallamos que con treinta brazas no podimos tomar hondo, y no podamos
entender si la corriente era causa que no lo pudisemos tomar; y as navegamos dos das todava,
10Sin duda el ro Mississip y su delta digitado, cuyas aguas dulces, con su menor densidad y gran velocidad, flotansobre el mar un largo trayecto.
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trabajando por tomar tierra, y al cabo de ellos, un poco antes que el Sol saliese, vimos muchos
humeros por la costa; y trabajando por llegar all, nos hallamos en tres brazas de agua, y por ser de
noche no osamos tomar tierra, porque como habamos visto tantos humeros, creamos que se nos
podia recrescer algn peligro sin nosotros poder ver, por la mucha obscuridad, lo que habamos de
hacer, y por esto determinamos de esperar a la maana; y como amanesci, cada barca se hall por
s perdida de las otras; yo me all en treinta brazas, y siguiendo mi viaje, a hora de vsperas vi dos
barcas, y como fu a ellas, vi que la primera a que llegu era la del gobernador, el cual me pregunt
qu me paresca que debamos hacer. Yo le dije que deba recobrar aquella barca que iba delante, y
que en ninguna manera la dejase, y que juntas todas tres barcas, siguisemos nuestro camino donde
Dios nos quisiese llevar. El me respondi que aquello no se poda hacer, porque la barca iba muy
metida en la mar y l quera tomar la tierra, y que si la quera yo seguir, que hiciese que los de mi
barca tomasen los remos y trabajasen, porque con fuerza de brazos se haba de tomar la tierra, y esto
le aconsejaba un capitn que consigo llevaba, que se llamaba Pantoja, dicindole que si aquel da no
tomaba la tierra, que en otros seis no la tomara, y en este tiempo era necesario morir de hambre.
Yo, vista su voluntad, tom mi remo, y lo mismo hicieron todos los que en mi barca estaban para
ello, y bogamos hasta casi puesto el Sol; mas como el gobernador llevaba la ms sana y recia gente
que entre toda haba, en ninguna manera lo podimos seguir ni tener con ella. Yo, como vi esto,
pedle que, para poderle seguir, me diese un cabo de su barca, y l me respondi que no haran ellos
poco si solos aquella noche pudiesen llegar a tierra. Yo le dije que, pues va la poca posibilidad que
en nosotros haba para poder seguirle y hacer lo que haba mandado, que me dijese que era lo que
mandaba que yo hiciese. El me respondi que ya no era tiempo de mandar unos a otros; que cada
uno hiciese lo que mejor le paresciese que era para salvar la vida; que l as lo entenda de hacer, y
diciendo esto, se alarg con su barca, y como no le pude seguir, arrib sobre la otra barca que iba
metida en la mar, la cual me esper; y llegado a ella, hall que era la que llevaban los capitanes
Pealosa y Tllez; y ans, navegamos cuatro das en compaa; comiendo por tasa cada da medio
puo de maz crudo. A cabo de estos cuatro das nos tom una tormenta, que hizo perder la otrabarca, y por gran misericordia que Dios tuvo de nosotros no nos hundimos del todo, segn el tiempo
hacia; y con ser invierno, y el fro muy grande, y tantos das que padescamos hambre, con los
golpes que de la mar habamos recebido, otro da la gente comenz mucho a desmayar, de tal
manera, que cuando el Sol se puso, todos los que en mi barca venan estaban cados en ella unos
sobre otros, tan cerca de la muerte, que pocos haba que tuviesen sentido, y entre todos ellos a esta
hora no haba cinco hombres en pie; y cuando vino la noche no quedamos sino el maestre y yo que
pudisemos marear la barca, y a dos horas de la noche el maestre me dijo que yo tuviese cargo deella, porque l estaba tal, que crea aquella noche morir; y as, yo tom el leme, y pasada media
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noche, yo llegu por ver si era muerto el maestre, y l me respondi que l antes estaba mejor y que
l gobernara hasta el da, Yo cierto aquella hora de muy mejor voluntad tomara la muerte, que no
ver tanta gente delante de m de tal manera.
Y despus que el maestre tom cargo de la barca, yo repos un poco muy sin reposo, ni habacosa mas lejos de m entonces que el sueo. Y acerca del alba parescime que oa el tumbo de la
mar, porque, como la costa era baja, sonaba mucho, y con este sobresalto llam al maestre, el cual
me respondi que crea que ramos cerca de tierra, y tentamos y hallmonos en siete brazas, y
parescile que nos debamos tener a la mar hasta que amanesciese; y as, yo tom un remo y bogu
de la banda de la tierra, que nos hallamos una legua della, y dimos la popa a la mar; y cerca de tierra
nos tom una ola, que ech la barca fuera del agua un juego de herradura, y con el gran golpe que
di, casi toda la gente que en ella estaba como muerta, torn en s, y como se vieron cerca de la
tierra se comenzaron a descolgar, y con manos y pies andando; y como salieron a tierra a unos
barrancos, hecimos lumbre y tostamos del maz que traamos, y hallamos agua de la que haba
llovido, y con el calor del fuego la gente torn en s y comenzaron algo a esforzarse. El da que aqu
llegamos era sexto del mes de noviembre.
CAPTULO XI
De lo que acaesci a Lope de Oviedo con unos indios
Desque la gente hubo comido, mand a Lope de Oviedo, que tena ms fuerza y estaba ms
recio que todos, se llegase a unos rboles que cerca de all estaban, y subido en uno de ellos,
descubriese la tierra en que estbamos y procurase de haber alguna noticia de ella. El lo hizo as y
entendi que estbamos en isla, y vi que la tierra estaba cavada a la manera que suele estar tierra
donde anda ganado, y parescile por esto que deba ser tierra de cristianos, y ansi nos lo dijo. Yo le
mande que la tornase a mirar muy ms particularmente y viese si en ella haba algunos caminos que
fuesen seguidos, y esto sin alargarse mucho por el peligro que poda haber. El fu, y topando con
una vereda se fu por ella adelante hasta espacio de media legua, y hall unas chozas de unos indios
que estaban solas, porque los indios eran idos al campo, y tom una olla de ellos, y un perrillo
pequeo y unas pocas de lizas, y as se volvi a nosotros; y parescindonos que se tardaba, envi
otros dos cristianos para que le buscasen y viesen qu le haba suscedido; y ellos le toparon cerca de
all y vieron que tres indios; con arcos y flechas; venan tras l llamndole, y l asimismo llamaba a
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ellos por seas; y as lleg donde estabamos, y los indios se quedaron un poco atrs asentados en la
misma ribera; y dende a media hora acudieron otros cien indios flecheros, que agora ellos fuesen
grandes o no, nuestro miedo les haca parecer gigantes, y pararon cerca de nosotros, donde los tres
primeros estaban (11). Entre nosotros excusado era pensar que habra quien se defendiese, porque
difcilmente se hallaron seis que del suelo se pudiesen levantar. El veedor y yo salimos a ellos y
llammosles, y ellos se llegaron a nosotros; y lo mejor que podimos, procuramos de asegurarlos y
asegurarnos, y dmosles cuentas y cascabeles, y cada uno de ellos me di una flecha, que es seal de
amistad, y por seas nos dijeron que a la maana volveran y nos traeran de comer, porque
entonces no lo tenan.
CAPTULO XII
Cmo los indios nos trujeron de comer
Otro da, saliendo el Sol, que era la hora que los indios nos haban dicho, vinieron a nosotros,
como lo haban prometido, y nos trajeron mucho pescado y de unas races que ellos comen, y son
como nueces, algunas mayores o menores; la mayor parte de ellas se sacan de bajo del agua y con
mucho trabajo. A la tarde volvieron y nos trajeron ms pescado y de las mismas races, y hicieron
venir sus mujeres y hijos para que nos viesen, y ansi, se volvieron ricos de cascabeles y cuentas que
les dimos, y otros das nos tornaron a visitar con lo mismo que estotras veces. Como nosotros
vamos que estbamos provedos de pescado y de races y de agua y de las otras cosas que pedimos,
acordamos de tornarnos a embarcar y seguir nuestro camino, y desenterramos la barca de la arena
11Los indios en cuestin eran dakotas o sioux, arrogantes tipos de raza india, y que constituan tribus
guerreras e indomables, habitantes del oeste del Mississip, en la regin de las grandes praderas. Lacaza del bisonte influa grandemente en su vida y creencias. Alvar Nez Cabeza de Vaca hacereferencias a dicha caza en pginas siguientes. Tenan curiosas pictografas en pieles de bisonte.Sus creencias religiosas eran animistas (el wakanda, misterio omnipresente, resuelto en seres yespritus innmeros). El perro (empleado como alimento y bestia de arrastre) era sacrificado enceremonias rituales. Haba danzas anuales de invocacin al Sol: los iniciados en las sociedadessecretas de la gran medicina, reunidos en la cabaa comunal y ceremonial, presididos por loschamanes, danzaban, desnudos y tiznados en torno de postes sagrados de que pendan amuletos. Enlos ltimos das, por penitencia o propiciacin, los devotos se atravesaban las masas musculares dehombros y pechos con recios palos y se colgaban de vigas para que su propio peso desgarrase suscarnes.
Se subdividan en numerosos grupos y bandas, pero constituyendo siete grupos principales (los siete fuegos delConsejo). Los jefes subordinados siempre al Consejo superior eran electivos. Practicaban la poligamia y e1patriarcado.
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en que estaba metida, y fu menester que nos desnudsemos todos y passemos gran trabajo para
echarla al agua, porque nosotros estbamos tales, que otras cosas muy ms livianas bastaban para
ponernos en l; y as embarcados, a dos tiros de ballesta dentro en la mar, nos di tal golpe de agua
que nos moj a todos; y como bamos desnudos y el fro que haca era muy grande, soltamos los
remos de las manos, y a otro golpe que la mar nos di, trastorn la barca; el veedor y otros dos se
asieron de ella para escaparse; mas sucedi muy al revs, que la barca los tom debajo y se
ahogaron. Como la costa es muy brava, el mar de un tumbo ech a todos los otros, envueltos en las
olas y medio ahogados, en la costa de la misma isla, sin que faltasen ms de los tres que la barca
haba tomado debajo. Los que quedamos escapados, desnudos como nascimos y perdido todo lo que
traamos, y aunque todo vala poco, para entonces vala mucho. Y como entonces era por
noviembre, y el fro muy grande, y nosotros tales que con poca dificultad nos podan contar los
huesos, estbamos hechos propria figura de la muerte. De m s decir que desde el mes de mayo
pasado yo no haba comido otra cosa sino maz tostado, y algunas veces me vi en necesidad de
comerlo crudo; porque aunque se mataron los caballos entretanto que las barcas se hacan, yo nunca
pude comer de ellos, y no fueron diez veces las que com pescado. Esto digo por excusar razones,
porque pueda cada uno ver qu tales estaramos.
Y sobre todo lo dicho haba sobrevenido viento norte, de suerte que ms estbamos cerca de
la muerte que de la vida. Plugo a nuestro Seor que, buscando los tizones del fuego que all
habamos hecho, hallamos lumbre, con que hicimos grandes fuegos; y ans, estuvimos pidiendo a
Nuestro Seor misericordia y perdn de nuestros pecados, derramando muchas lgrimas, habiendo
cada uno lstima, no slo de s, mas de todos los otros, que en el mismo estado van. Y a hora de
puesto el Sol, los indios, creyendo que no nos habamos ido, nos volvieron a buscar y a traernos de
comer; mas cuando ellos nos vieron ans en tan diferente hbito del primero y en manera tan
extraa, espantronse tanto que se volvieron atrs. Yo sal a ellos, y llamlos, y vinieron muy
espantados; hcelos entender por seas cmo se nos haba hundido una barca y se haban ahogado
tres de nosotros, y all en su presencia ellos mismos vieron dos muertos, y los que quedbamos
bamos aquel camino.
Los indios, de ver el desastre que nos haba venido y el desastre en que estbamos, con tanta
desventura y miseria, se sentaron entre nosotros, y con el gran dolor y lstima que hobieron de
vernos en tanta fortuna, comenzaron todos a llorar recio, y tan de verdad, que lejos de all se poda
or, y esto les dur ms de media hora; y cierto ver que estos hombres tan sin razn y tan crudos, a
manera de brutos, se dolan tanto de nosotros, hizo que en m y en otros de la compaa cresciese
ms la pasin y la consideracin de nuestra desdicha.
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Sosegado ya este llanto, yo pregunt a los cristianos, y dije que, si a ellos parescia, rogara a
aquellos indios que nos llevasen a sus casas; y algunos de ellos que haban estado en la Nueva
Espaa respondieron que no se deba hablar en ello, porque si a sus casas nos llevaban, nos
sacrificaran a sus dolos; mas, visto que otro remedio no haba, y que por cualquier otro camino
estaba ms cerca y ms cierta la muerte, no cur de lo que decan, antes rogu a los indios que nos
llevasen a sus casas, y ellos mostraron que haban gran placer de ello, y que espersemos un poco,
que ellos haran lo que queramos; y luego treinta de ellos se cargaron de lea, y se fueron a sus
casas, que estaban lejos de all, y quedamos con los otros hasta cerca de la noche, que nos tomaron,
y llevndonos asidos y con mucha priesa, fuimos a sus casas; y por el gran fro que hacia, y
temiendo que en el camino alguno no muriese o desmayase, proveyeron que hobiese cuatro o cinco
fuegos muy grandes puestos a trechos, y en cada uno de ellos nos escalentaban; y desque van que
habamos tomado alguna fuerza y calor, nos llevaban hasta el otro tan apriesa, que casi los pies no
nos dejaban poner en el suelo; y de esta manera fuimos hasta sus casas, donde hallamos que tenan
hecha una casa para nosotros, y muchos fuegos en ella; y desde a un hora que habamos llegado,
comenzaron a bailar y hacer grande fiesta, que dur toda la noche, aunque para nosotros no haba
placer, fiesta ni sueo, esperando cundo nos haban de sacrificar; y la maana nos tornaron a dar
pescado y races, y hacer tan buen tratamiento; que nos aseguramos algo y perdimos algo el miedo
del sacrificio.
CAPTULO XIII
Cmo supimos de otros cristianos
Este mismo da yo vi a un indio de aquellos un rescate, y conosc que no era de los que
nosotros les habamos dado; y preguntando dnde le haban habido, ellos por seas me
respondieron que se lo haban dado otros hombres como nosotros, que estaban atrs. Yo, viendo
esto, envi dos cristianos y dos indios que les mostrasen aquella gente, y muy cerca de all toparon
con ellos, que tambin venan a buscarnos, porque los indios que all quedaban les haban dicho de
nosotros, y stos eran los capitanes Andrs Dorantes y Alonso del Castillo, con toda la gente de su
barca. Y llegados a nosotros, se espantaron mucho de vernos de la manera que estbamos, y
rescibieron muy gran pena por no tener qu darnos; que ninguna otra ropa traan sino la que tenan
vestida. Y estuvieron all con nosotros, y nos contaron cmo a 5 de aquel mismo mes su barca haba
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dado al travs, legua y media de all, y ellos haban escapado sin perderse ninguna cosa; y todos
juntos acordamos de adobar su barca, y irnos en ella los que tuviesen fuerza y disposicin para ello;
los otros quedarse all hasta que convaleciesen, para irse como pudiesen por luengo de costa, y que
esperasen all hasta que Dios los llevase con nosotros a tierra de cristianos; y como lo pensamos, as
nos pusimos en ello, y antes que echsemos la barca al agua, Tavera, un caballero de nuestra
compaa, muri; y la barca que nosotros pensbamos llevar hizo su fin, y no se pudo sostener a s
misma, que luego fu hundida; y como quedamos del arte que he dicho, y los ms desnudos, y el
tiempo tan recio para caminar y pasar ros y ancones a nado, ni tener bastimento alguno ni manera
para llevarlo, determinamos de hacer lo que la necesidad peda, que era invernar all; y acordamos
tambin que cuatro hombres, que ms recios estaban, fuesen a Pnuco, creyendo que estbamos
cerca de all; y que si Dios nuestro Seor fuese servido de llevarlos all, diesen aviso de cmo
quedbamos en aquella isla, y de nuestra necesidad y trabajo. Estos eran muy grandes nadadores, y
al uno llamaban Alvaro Fernndez; portugus, carpintero y marinero; el segundo se llamaba
Mndez, y el tercero Figueroa, que era natural de Toledo; el cuarto Astudillo, natural de Zafra:
llevaban consigo un indio que era de la isla.
CAPTULO XIVCmo se partieron los cuatro cristianos
Partidos estos cuatro cristianos, dende a pocos das sucedi tal tiempo de fros y tempestades,
que los indios no podan arrancar las races, y de los caales en que pescaban ya no haba provecho
ninguno, y como las casas eran tan desabrigadas, comenzse a morir la gente; y cinco cristianos que
estaban en rancho en la costa llegaron a tal extremo, que se comieron los unos a los otros, hasta que
qued uno solo, que por ser solo no hubo quien lo comiese. Los nombres de ellos son stos: Sierra,
Diego Lpez, Corral, Palacios, Gonzalo Ruiz. De este caso se alteraron tanto los indios, y hobo
entre ellos tan gran escndalo, que sin duda si al principio ellos lo vieran, los mataran, y todos nos
viramos en grande trabajo. Finalmente, en muy poco tiempo, de ochenta hombres que de ambas
partes all llegamos, quedaron vivos solos quince; y despus de muertos stos, di a los indios de la
tierra una enfermedad de estmago, de que muri la mitad de la gente de ellos, y creyeron que
nosotros ramos los que los matbamos; y tenindolo por muy cierto, concertaron entre s de matar
a los que habamos quedado. Ya que lo venan a poner en efecto, un indio que a m me tena les dijo
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que no creyesen que nosotros ramos los que los matbamos, porque si nosotros tal poder
tuviramos, excusramos que no murieran tantos de nosotros como ellos van que haban muerto sin
que les pudiramos poner remedio; y que ya no quedbamos sino muy pocos, y que ninguno hacia
dao ni perjuicio; que lo mejor era que nos dejasen. Y quiso nuestro Seor que los otros siguisen
este consejo y parescer, y ans se estorb su propsito. A esta isla pusimos por nombre isla de Mal
Hado. La gente que all hallamos son grandes y bien dispuestos; no tienen otras armas sino flechas y
arcos, en que son por extremo diestros. Tienen los hombres la una teta horadada de una parte a otra,
y algunos hay que las tienen ambas, y por el agujero que hacen, traen una caa atravesada, tan larga
como dos palmos y medio, y tan gruesa como dos dedos; traen tambin horadado el labio de abajo,
y puesto en l un pedazo de la caa delgada como medio dedo. Las mujeres son para mucho trabajo.
La habitacin que en esta isla hacen es desde octubre hasta en fin de hebrero. El su mantenimiento
es las races que he dicho, sacadas de bajo el agua por noviembre y diciembre. Tienen caales, y no
tienen mas peces de para este tiempo; de ah adelante comen las races. En fin de hebrero van a
otras partes a buscar con qu mantenerse, porque entonces las races comienzan a nascer, y no son
buenas. Es la gente del mundo que ms aman a sus hijos y mejor tratamiento les hacen; y cuando
acaesce que a alguno se le muere el hijo, llranle los padres y los parientes, y todo el pueblo, y el
llanto dura un ao cumplido, que cada da por la maana antes que amanezca comienzan primero a
llorar los padres, y tras esto todo el pueblo; y esto mismo hacen al medioda y cuando anochece; y
pasado un ao que los han llorado, hcenle las honras del muerto, y lvanse y lmpianse del tizne
que traen. A todos los defuntos lloran de esta manera, salvo a los viejos, de quien no hacen caso;
porque dicen que ya han pasado su tiempo, y de ellos ningn provecho hay; antes ocupan la tierra y
quitan el mantenimiento a los nios. Tienen por costumbre de enterrar los muertos, si no son los que
entre ellos son fsicos, que a stos qumanlos; y mientras el fuego arde, todos estn bailando y
haciendo muy gran fiesta, y hacen polvo los huesos; y pasado un ao, cuando se hacen sus honras,
todos se jasan en ellas; y a los parientes dan aquellos polvos a beber, de los huesos, en agua. Cada
uno tiene una mujer, conoscida. Los fsicos son los hombres ms libertados; pueden tener dos, ytres, y entre stas hay muy gran amistad y conformidad. Cuando viene que alguno casa su hija, el
que la toma por mujer, dende el da que con ella se casa, todo lo que matare cazando o pescando,
todo lo trae la mujer a la casa de su padre, sin osar tomar ni comer alguna cosa de ello, y de casa del
suegro le llevan a l de comer; y en todo este tiempo el suegro ni la suegra no entran en su casa, ni
l ha de entrar en casa de los suegros ni cuados; y si acaso se toparen por alguna parte, se desvan
un tiro de ballesta el uno del otro, y entretanto que as van apartndose, llevan la cabeza baja y los
ojos en tierra puestos; porque tienen por cosa mala verse ni hablarse. Las mujeres tienen libertad
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para comunicar y conversar con los suegros y parientes, y esta costumbre se tiene desde la isla hasta
ms de cincuenta leguas por la tierra adentro (12).
Otra costumbre hay, y es que cuando algn hijo o hermano muere, en la casa donde muriere,
tres meses no buscan de comer, antes se dejan morir de hambre, y los parientes y los vecinos lesproveen de lo que han de comer. Y como en el tiempo que aqu estuvimos muri tanta gente de
ellos, en las ms casas haba muy gran hambre, por guardar tambin su costumbre y cerimonia; y
los que lo buscaban, por mucho que trabajaban, por ser el tiempo tan recio, no podan haber sino
muy poco; y por esta causa los indios que a m me tenan se salieron de la isla, y en unas canoas se
pasaron a Tierra Firme, a unas bahas adonde tenan muchos ostiones, y tres meses del ao no
comen otra cosa, y beben muy mala agua. Tienen gran falta de lea, y de mosquitos muy grande
abundancia. Sus casas son edificadas de esteras sobre muchas cscaras de ostiones, y sobre ellos
duermen en cueros, y no los tienen sino es acaso; y as estuvimos hasta en fin de abril; que fuimos a
la costa de la mar, a do comimos moras de zarzas todo el mes, en el cual no cesan de hacer sus
areitos y fiestas.
CAPTULO XV
De lo que nos acaesci en la isla de Mal Hado
En aquella isla que he contado nos quisieron hacer fsicos sin examinarnos ni pedirnos los
ttulos, porque ellos curan las enfermedades soplando al enfermo, y con aquel soplo y las manos
echan de l la enfermedad, y mandronnos que hicisemos lo mismo y sirvisemos en algo;
nosotros nos reamos de ello, diciendo que era burla y que no sabamos curar; y por esto nos
quitaban la comida hasta que hicisemos lo que nos decan. Y viendo nuestra porfa, un indio me
dijo a mi que yo no saba lo que deca en decir que no aprovechara nada aquello que l sabia, hasta
(13) las piedras y otras cosas que se cran por los campos tienen virtud; y que l con una piedra
caliente, trayndola por el estomago, sanaba y quitaba el dolor, y que nosotros, que ramos
hombres, cierto era que tenamos mayor virtud y poder. En fin, nos vimos en tanta necesidad, que lo
12Los indios con que ahora se topa Alvar Nez Cabeza de Vaca pertenecan a las tribus Criks, de la familia Muskoki.Cada clan o linaje posea su territorio y su cementerio en tmulo donde guardar, tras limpios, los restos de sus muertos.Practicaban el matriarcado y estaban, a la fecha de su descubrimiento, en la edad de la piedra pulimentada. Tenan una
fuerte organizacin militar y construan una Casa de Consejo, casa grande y comunal. Los semnolas eran una ramaderivada de estas tribus guerreras.13En el original dice "ca las piedras".
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hobimos de hacer, sin temer que nadie nos llevase por ello la pena. La manera que ellos tienen en
curarse es esta: que en vindose enfermos, llaman un mdico, y despus de curado, no solo le dan
todo lo que poseen, mas entre sus parientes buscan cosas para darle. Lo que el mdico hace es dalle
unas sajas adonde tiene el dolor, y chpanles al derredor de ellas. Dan cauterios de fuego, que es
cosa entre ellos tenida por muy provechosa, y yo lo he experimentado, y me suscedi bien de ello; y
despus de esto, soplan aquel lugar que les duele, y con esto creen ellos que se les quita el mal. La
manera con que nosotros curamos era santigundolos y soplarlos, y rezar unPater nostery unAve
Mara, y rogar lo mejor que podamos a Dios Nuestro Seor que les diese salud, y espirase en ellos
que nos hiciesen algn buen tratamiento. Quiso Dios nuestro Seor y su misericordia que todos
aquellos por quien suplicamos, luego que los santiguamos decan a los otros que estaban sanos y
buenos; y por este respecto nos hacan buen tratamiento, y dejaban ellos de comer por drnoslo a