lisandro otero- la situación

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PR.EMtO CASA DE LAS,{IvIEI{ICAS

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Page 1: Lisandro Otero- La Situación

PR.EMtO CASA DE LAS,{IvIEI{ICAS

Page 2: Lisandro Otero- La Situación

Inscripción Nq 32133Pó¡tada y diagramación:José Messina - Francisco Moreno

K - 5¿ 'oq5

LisandroOtero

LA$TUACIONI

P¡DUIO DE ¡QYILA 1CO9

OItAlrO OOnCÚr6o L¡TEB AIO C^ÉA Dt I/13 aMIC^a GgEl

qrffi-!IEJ

EDITORA SANTIAGO

Page 3: Lisandro Otero- La Situación

Lt(tqq9g)t ta Q88

AL DECIIIO ANIVERSARIO

DEL 26 DE JULIO

Page 4: Lisandro Otero- La Situación

cido...

Hemingway

"El país avanza, señores, ésa e¡ lasituación".

De un discu¡so deJ senador GabrielCedrón.

I

Page 5: Lisandro Otero- La Situación

,l

DOMTNGO, P6 DE AGOSTO DE l95rEl horizonle estó enrojecldo y no lengo conclencla del tlcm-

po. Esloy aqul en Varadero, frenle a esle largo muelle deKawama y ax¡slo. Mi nombre es Luis Dascal, son diez le-lras, un s¡gno conyenclonal, uña marca de fábrlca para dis-linguir un produclo elaborádo; no dlce, no quiere decir ab-solutamenle nada: Luls Dascal. Eslo es el qulnlo o ssrdo¿scoch, no recuerdo. Ahora lermina la larde, el sol va aocullarse. Sólo en Cuba se ye asl. Es una larlela poslal demal guslo. El lmar eslá lranqu¡lo y el sol es lmporlanle. Sehace angusliosamenle necesarla esla plenilud del sol. Nohay que apegarse a las cosas. El escoch debe lomarse conagua porque coñ sda llena más, bloquea el eslómago. Esuna buena beblda escocesa que hace olvidar la insoporlabley conslanle disyunliva. No hay que eleg¡r con el ulskl (nlcon el ron ni cl coñac), porqug abre un solo camlno al quopuede el hombre abandonarse; que nos lleva a aceplar co-mo inmejorables lodas las sltuaciones. Esla es la hora delcóclel y aparocen el ruido y las luces del bar de Kawama..Todos eslán ahí. Se habla: Yonl l¡ene un tan lremendo, leconlrasla con los oJos azules <omenlarlo femenino, La chl-quila Cárdenas liene una lendencia a dorarse el pelo con elsol, Ie queda bien de largo <omenlario mascullno. Ahoralos del Kawama hacen combinaciones para pasar agradable-menle la noche. Debe ser una gran noche porqüe es la ú¡iiiláde la temporada. Mañana es Iunes y todos vuelven a L¡lHabana y en los primeros días de sepl¡embre comlenza elcolegio, la unlversidad, la oficina, la compra de ropa ln-vernal, la lemporada de lnvierno con los conc¡erlos de ProArle, la Filarmónlca, la ópera en el Audllorium y las fieslasde diciembre en los clubes organizadas por los Arellano,

Page 6: Lisandro Otero- La Situación

cuando Broadway seYachl o al Billmore.ga fila de aulos. Loslos f¡nes de semana

coch corre un inslanle anles de ser absorbldo; el hllo, anleitransparenle, oscurece el polvo fino con el que se mezcla.

ínlima salisfacclón que es como un calor apagado denlro y

2

Mc aiénlo bien. Los lragos me han dado un sopor tran',quilo y esloy en medio de una campana al vacío que melnsensibiliza y me prolegei a Prueba de balas puedo lart'zarme a las mayores audacias sin lemor a represalSas. Haoscurecido comptelamenlc y sigo aquf en la arena, sólo co'mo un Idlola; además, se me acabó el uiskl. Vuelvo al bar.

Ei bar de Kawama es dl mejor de Varadero. Posee u4a almós'fera discrela muy dislanle de la prelenslón barroca de olro¡

'lugares de su rango. Las lardes de invierno, cuando ya halerminado la lemporada, son las mejores para beber en Ka-wama. Se escucha el gemido de los pino¡ de la Playa y el'suave sllbldo del vienlo al deslizarse por la ranura de lorcrislales que dan a la lerr¡za. El bar eslá solo enloncr¡.',Kawama reluce en la noche desde esla arena cn penumbra-'€sos arcos de piedra de canlcría poseen la inmutabilidadfellz de una clase que 3e sabe segura en su posiclón. EnKawama se respira dinero.

Camlno. Los mocasines se hunden en la arena. Llevo aún'el vaso en la mano. Lo lanzo al mar. Enconlraré al grupqde siempre: Yoni, Anita, Francisco Javier, Tina, Margarllay los olros. Se ríen mecánlcamenle, produclendo son¡do3 vl'tales, profundos; es una risa deslinada a agradar, no I ex'presar agrado. Es necesario reír con discreclón empleando

1os lonos que sen de buen guslo. El que rie en si soslenidocasi siempre es un arriblsla. Los muslos de Anlta son un ca-polavoro (una ondulación ¡iempre es ef principio de la gra'cia): la plel tersa surgiendo de las ingles sobre la vigorosa

-solidez de la carne y los músculot, lraza una curva suavoque lerm¡na en las rodillas, redondas, pulldas; las líneas seábren de nuevo para crear las piernas, la dulce plenilud de

'las panlorrillas, y coinciden de nuevo con los lobillos eslre-chos. Los muslos loslados de sol con sus breves vellos ru-

-bios contraslan con el blanco del chort y el pelo rubio, lacio,cae ordenadamenle sobre la blusa rola.

enleros son la elegancia de Kawama. Losla nola de folklore, la reminiscencia y laa, pero el color sin alenuanles, el color

I

Page 7: Lisandro Otero- La Situación

Sar¡ía Santos: Alejanüo y Cristina' Carlos llega a Ka- :,

wafna.Dascal siente ta necegid¿d de iaforurar e Ga¡fos de le

oul-ao-"a¿"t -Tú ves a ese tipo, es caPaz de eonven-

;;;; .ús.iera. El evolueionisno reformi*t¡ es cl oe..i"t Je ro. iaminos. "D¡€rdla en un Biuti'Res, glorifique

;r ;tñ;. en la magia acok da de un" ' mient¡as el:

mundo ayarr.* h¿cii un futuro ñ€ior"' H¿y o$o eo-mercial aún: "Los hombres son buenos, Este es eI m*ior de los mundos' Dadles un poco de t¡emPo y q ry-iurarez¡ hatá mllagros: Este ea un mensaie cortesía dc

The Panghss Company y \a Pink Glasses lncarpor6e!"Cuando

-Hevia sea Presidente leeremos sin inqub'taraoe

".t.-"o"""io en la edición dominical del N¿nr York Ti-

m¿s: "Sea feliz. Vaya a Cuba y no piense"' Gran anuo-

cio, ¿verdad? H grán sueño de la clase media' sin con-

mociónes, oi boleheviques hirsutos,. ni sangre' El sena-

¿"i ó"áiO" recogerá todas las cédulas que desee sic

pi"o"np"t* por lós cañ, arrerales en llamas' Lo más gr&-

ve es que puede tener razón.

-VamoJ con el gruPo -dice

Ca¡los'Dascal sie¡te la necésidad de seguir informsndo de

lo que sucede: -Espérate, ahora lo r¡eo todo claro-

Esta es una tierra wlgar y no vale la pena hacer ¡ad¡Dorque el clima es insoPortable.' jv"tttos con el grupo

-dice Carlos.

Dascal siente la necesidad de seguir informando de

lo que sucede: -Espérate,

aho¡a lo veo-tods claro' Es-ta es una tierra vulgar y no vale la pena hacer nada pol-que el clima es insoPortable.

-Vamos con el gruPo -dice

Carlos'Dascal se deió llevar y se acercaron a las mesas usr-

das, del otro ládo de la areada interior, donde el gnrpo'

se divertía'Diversos instn¡mentos en eI grupo que incluye des<la

ta voz de falsete del oboe basti el contrabaio que afir-ma la rnasculinidad'

{barli, ol-boY, ¿cómo andas?

-Jecyy, ¿qué dice la'brn¡a ge¡tc?

-€arlitos, andabas petdidtr.Era una buena oportunid¿d de estar junto a Char-

Iic-old-boy porque a su al¡ededor se esparoía una aureo-la de prestigio que hacía rcsplandec.er a quien s€ acer-cara. Luis Dascal resplandocía abora a ¡rsar de ser eltipo cse que anda con Carlitos, lo conozco de vista,¿quién es ese neurótico?

Temas vatios, tónos coffiast{ntes: 'Oye, Charlie, es-lábamos discuüendo el plan de mañana. No, el de hoy.Quipi, mañana podemos it en tu barco hasta la punta deHicacos. El problema eg hoy, ¿a dónde vamos hoy? Ac¡sE de las Sánchee. No puede ser, Ia abuela está en-ferma y la han traÍdo a descansar a la playa. ¡Que re-vlente la vieja! (Risas.) Me voy a jugar a la bolera,cuando se decidan me avisan. Llámame tú, Yoni. ¿Ypor qué no vamos al Kastillito? iAy, a ti siempre tegucta la chusma! Marni dice que las muchachas no po-demos ir ahí. A mí se me ocurre que podemos ir a ca-r!, como si fuéramos a jugat Monopoly o algo y po-ncmos el tocadiscos y cuando mami se entere ya tenemoscl guateque formado. Chévere, eso mismo. Te la comiste.Cualquier cosa menos ir a casa de las Sánchez, esas ni-ñ¡¡ son atacantes. Atacantfsimas, sl. El otro día saca-ron una tn¡sa... Como marrboletas. ¿A qué hora fue?Me perdí eso. Anita, ¿ya ti€nen entradas para la inau-guración del Payret? Creo que mami compró. Van alrae¡ a Aurora Bautista. A mí me gustó mucho en Lo-cura de Amor. Tienes gustos de gallega, htja. A ese ci-no nada más van las socias de Hijas de Galicia. Perovicne en persoDa, es ñuy bonita. ¿Quien aprendió abeilar el Baile del Pingüino? Eso es muy bobo, Francis-co Javier. Se diviene uno. (Demostración. Saltos bre-vc¡ ugando los pies como resortes. Brazos junto al cuer-po y manos salientes, cómo ale¡ones). 1Ay, qué mal loh¡ccsl (Risas.) Tinita" mañana ior vemos en tu casa parabañarnos. Bueno. Voy a hacer como Pepe Angulo. (Ri-me).

Page 8: Lisandro Otero- La Situación

Canción: Yo me llamo PePe Angulo

Y cuando me mclo en el mará agua me da en la rodillacuando ma melo en el mar'No, no, no, eso no Pega'No, no, no, cso no Pega'Deia que suba la marea"'

mar lemPesluoso.

a

Carlos te puso una mano en el hombro: "¿Te abu-rriste?" Dascal dejó su vaso sobre una mesa: "Si es al-canzar la condición del burro, Eí". "Ahl vienen los vie-jos", dljo Carlos.

Alejandro Sarrla y Cri¡tina Santo¡. Señores en Du-pont. Propletarios de Landaluze y de la plsclna. Anfitrio-nes de Da¡cal. Se acercan sonrientet, toetados, sólido¡'

También por la teftaza, la aguda vlsión que Daecalsiente como un fino estllete sobre el pccho abriendo lavla a una briosa ansiedad que pnonto se ve ¡eforzada por

nombrele avivanítido, Y

sombra

complementaria de la masa oscura del cabello' Carlos lodice'ahoral "María del Carmen Cedrón"' "La hija del

convinscnte senador Cedrón"' "La hija"'

niza gris clara. El encuenro. Preguntas y r€s1u€stas'

"¿Se áivierten?" "Está casi todo el mundo ahí"'La entrada de los Sarrla en Kawama siempre prodt'L-

ce expectación y la dorada presencia hace resplande-

ccr todos los rostros. Dascal se siente poderoso ahora'

saludó. Cedrón se acercó con un vaso en la mano.

-¿Qué pasa, Gabrie'ito? -dijo Alejandro'Cedrón extendió su mano a Cristina.

-¿Cómo andas, Cristina?

2.- La Situaotón

Page 9: Lisandro Otero- La Situación

-iOYe, Ya te vio rni abogado?

-i'-uá-il. allá, pero no pude ¿itenderlo con los ¡o-

tloi que tenemos ahora'""-iEtt"t"is, qué? -preguntó

Alejandro'

-La semanu qrrc ni"'í" -;tt*t""t"t'

eso' Déiame sa-

lir de unas cuantas cosas'

-Es mejor así. Vó

-iambién estoy medio enredado

estos días.-"

-it J.l periódico es importarite y' hay que

.dedicarle

opinión pública.

-gss¡s, nos vemos seguro la semana. próxima'

-;.ü-iú--"i""" a.i utü d* hoy en el Teatro orlen-

do, movía el Panorama

-Me acuerdo "tuJo andábamos iuntos en el treinta

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y tres. Era buena gente pero siempre fue un desquiciado.Ultirnamente llegó a extremos intolerables.

-De todas maneras se suicidó porque quiso. Yo noculpo a Aureliano -dijo Aleiandro.

-Era un demagogo sin escrúpulos, un loco, un Per-turbador -dijo Cedrór-, y perdónenme por hablarasí de un muerto.

-Tiene usted ra2ón, senado¡ -dijo Cristina-. Pero

estas cosas las resuelven ustedes solos que están capacita-

dos para la ley 'del'más fuerte. ¿Me acompañas, Luls?

Salieron a le terraza y- ,otra vez el vaho caliente asal'

tó la piel y la drenó hasta extraer unas g¡ue.s?s y relu-cientes perlas que marcaron como balizas las aperturas

de cada poro.

-Hace calor -dijo Cristina.

-Por eso se viene a Varadero, porque hace calor -dijo Dascal.

Cristina no es bella. No es bella por su bocio des-

arrollado y sus arrugas pr€maturas. Pero el halo tira ha-cia ella. El halo está compuesto por la frivolidad como

una joya iridiscente, ; el ca-

bello'lacio, terso, oo laquea-

da donde es dificíl todo, el

cabello color de miel, de inadera recién cortada.

-No es sólo por eso.

-Es la excusa -dijo Dascal.

-Es una agradable excusa para actividades agrada-

bles.

-Hasta donde puedan ser llevadas.

-Siempre debe irse hasta el final.

-Si se tiene el valor. Si el aburrimiento proporcio-ta la fierza necesaria.

El aburrimiento no. Es una fea palabra. La nostal-gia, .. otras cosas.

El trío de guarachero.s con sus mangas de vuelos y laexpresión mecánica de la alegría prefabricada entró al

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bar: dos guitarras y un par de maracas' Las voces lle-

;;;r; ioi¿io", venclerido lq resistencia de las puefas

de crlatql,

La múcura cslá cn el su;lo,momá, no Puodo con Qlla"'

-Yo tengo un gato qu9

-se llama Dickeoi y me €n-

tretiene muóho -diio cristina.

-No es suflciente. Con é1 no puedes ir hasta el fi-nal.

-4ontigo Podría llegar, ¿no? -

-ns póiuie. Habría que Prob-ar' -

-Dickens es una gran coripañía' Es elegante' Todo

blanco salvo la cara y unos mitones negros'

... Y es que no Puedo con ellame la tlevo a la cabeza'mamá, no Puedo con ella"'

-LDe raza?

:no al cue--Siamés'

Le he puesto un brazalete en toI

I'o v luce bien. Uno de TiffanY'' "-1nlL-ül"tló.ute: Dickins, Siamés de Tiffanv'

-Si quieres sustituirlo.

-Ño--" quedan bien los brazaletes en el cuello'

--Sin brazaletes.

-¿Totalmente libre?

-Sólo Por el Placer'El trío se ocuPaba en otro tema:

Ya los majases no lienen cuevaFeliPe Blanco se las laPó"'

Alejandro salió del bar'

-Ño sé cómo aguantan el calor de aquí afuera'

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:d vsss5 hay que huir del aire acondicionado -di-jo Cristina.

-Vamos Para casa. Recuerda que esta noche tene-mos una comlda en casa de los Selgas'

-Cuando tú quieras.

-¿Y ustedes? -preguntó

Aleiandro.

-No sé, deja ver qué quiere hacer Carlos -tijoDascal-. Comeremos por ahí. Esta noche hay variospartis.

Luis Dascal volvió al bar pero el barman no lo aten-dió porque estaba muy ocupado. Dascal hizo cbocar dos

vasos con fuerza. El barman lo miró con detenimiento,pero no se atrevió. El núevo whisky con agua ya no te-nía sabor. Carlos conversaba con Francisco Javier. Elgrupo se había evaporado. María del Carmen también.

Óe¿ión abandonó su tribuna alcohólica. Se acercaba lahora de la comida y las mesas estaban vacías. Las ni-ñas dorada" se retiraron para cambiar el color deporti-vo de la hora del cóctel por la sobriedad apropiada para

la noche. La nueva oleada comenzaía a afluir alrededorde las nueve. Los guaracheros continuaron creando laatmósfera.

La playa estaba vacía ahora. Dascalmuelle y se detuvo junto al mar. Eraoscuridad anónima. El whisky lo habPor las venas le rodaban perdigones que entrechocabancon un ruido endeble, de pequeña audacia. Se acostósobre la arena y colocó el vaso iunto a sí.

Ahora reposo y dlsmlnuye el caos. Me llamo Lult Dercal,csloy aqul, en Varadero, y no sé por qué. Llega eslc Alc-Jendro Sarría con su Alfa y su Omega, su plano para olrt.vesar el laberinlo, lodas lac calegorlas en su lugar, su l¡n'ra de San Jorge, su pledra folosofal, llevando con llgerorlla pesada carga del Sanlo Grlal y demueslra que pucdcalravesar lodos lo¡ mares cln lemgr lempe3lades. ¿Gúmodlsfrular ese oclo de dudas? La arislocracla azucor€ra, lolcuslodíos de la tradlclón. ¡illerda la lradlclónl Segqro ylranquilo lobre su larro, con 3u¡ cualro ldeac blen sabld¡¡

Page 11: Lisandro Otero- La Situación

y la buena hembra de su mujer gue se aburre a su ladoéomo una pula en un coleglo de monjas,

Hablan db política que es el arle de la supervivencia. Ghar-lalanes comó lodos los artesanos. En otra época ha sldociencla de dirección. Por enclma de la hiioputada máximá,

Blanco es un idiola.

Minlslro.

L415

Page 12: Lisandro Otero- La Situación

ORO BLANCO

noche|.-"¿Y la guefta?", preguntó mientras ¿' Duque de To-

Page 13: Lisandro Otero- La Situación

ledo londeaba en

pués de la últimapaña liene el Pietierra en una chalotros pasaieros, bultos de rohospedó en el Hote'l Teléginlorntarse de la salida de'éLto

¿t Armona le respondieron que al üa siguíente

saldría el vapor a Cdrdenas' Pagó cuatro pesos oro con

veínticinco Pot su boletolla y un vaso de tinto.Ia c-ama, No quería vertencias impropias en un ho

El vapo)cito de línea golpeó él muelle de pasaieros -de

U iiuiáa de Cdrdenas y iobre eI tablado, entre rollos

i, "irrio y caias vacíis, Cayetano vio un hombre got-

ilo, con un 6raie de pana, que miraba .ansioso a los pa-.

ioirro". Át suuir po, io ,o*io se dirigió 9 é!' su tío abrló

lo's brazos ma:,íiicamente y lo estrechó sin entusiasmo'

Cayetano sintió el bigote espeso que leoré¡a. Camínctron en silencio por el esp

,^bn,a, en una Plaza de Pocos árboles'

úe la riendc dos caballos cansados' Su tío le indicó que

Áontoro y envió al negro por dl ba'úI' AI paso, por las

calles. reitos de Cdrdenas le instruyó de sus numerosqs

ob:lígaciones y escasas recompensas' En el camino encoh

trorén un iiiete que apretaba sus piemas a una briosa

yegua crioila' Eri un vieio elegante ettr su traie de ho-

toi¿o "on

ihaleco ombiliguero y 'ca a la fran'cesa. Con este encuentro-víno el prí "No imi-

tes o.ése. Muere.mendigando". La aba 4 tres'iáÁi ," caballo de f,aso vívo' Llei'garon al anochecer'

Et tío le señaló ttna'esqtdna, ffas el mosftador' donde

poiii oi^", ét catre. "Mañana te levantai a las cinco'

Espero'que seas agradecido' En adelante ftabaiar y aho'

,iái'. ényrtono Sarría se durmió escüchsndo los gri-

llos.

18

UN PADRE DE LA PATRIA

Al saberse que Españe había rendido sus drmas, todaslas puertas volcaron un gentío en algazara y los volun-tarios se encerraron iunto a la tropa en Cl cuartel. Lossomerciqn'tes españoles temían los saqueos y la viola-ción de sus hijas. Las horas posaron y en las calles se-guía el balloteo y no sucedío otro cosa, Entonces loscomerciantes sdlieron de sus casas y lormaron unct co-misión que marchó en busca de los mambises.

Los encentraron en el luerle El Vigrta donde ondea-ba la nueva bande¡a de Ia isla. Al volver a Sagua loscomerciantes v.isitaron el cuartel y 'las tropas de Españase reliraron esa misme tarde en dirección a la capital.Al dia siguiente Íue la enlrada de los mambises. Hubodos jornados de fiesta.

El padre de Gabrielito enftó ,con eI Ejército Liberta-dor: vigoroso sobre su caballo de sulargo machete y su p,istola al cinto, ue_rrero limpia ¡, sus ,patillas largas, c s aazucena,

Cuailro años después Íue de otra manera. Gabrielitolos vío llegar con todo aquello que los hacía inmensosy distantes, sus mulas gordas y los fusiles relucientes,Eran rubios y hablaban como si tuviesen la lengua endu-recida. A'lzaron sus tiendas en el potrero.

Page 14: Lisandro Otero- La Situación

Ento enderadaba

do el asta'ira de las estrellitas la ban-

yó con una voz sollozante: "l'"iririrí¡i"'lo-v¡o iáo' cuundo la nueua bandera on'

deaba se'limpió los ^iiit io" la mano y los mezcló a un

puñado de tierra n'" 'i,;isi¿ de la calle y su-po que estabd

viviendo un lta que habia de contor cuando fuera gran-

de.Con aquello comenzoron los buenos tiempos para los

Cedrón.

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ORO BLANCO

El tío enviudó sin hiios y no se deió tentar otta, vezpor la coyunda, Con el tiempo, Cayetano se lue ente'rando. El tío poseía colonias de caña, cerca de Matan-zas, y fincas de buenos pastos con ganado de ceba. Tam-bién supo que en una casa que miraba al mar teníamansión una guajira joven que había concebido de su s!'miente. Con los años y las carantoñas del veiigo, el tíoIe daría nombre. Era seguro.

Cayetano trabajaba desde el amdnecer hasta que el solera un recuerdo. El tío peinaba los iampos cort su cd-

ballo manso, prestando a los guaiiros. Tomaba en gct-

rantía la cosecha y refaccionaba con interés. Le deia-ba más que la bodega, que Cayetano atendía en las fre-cuentes ausencias,de su protector.

Por la zona andaba un bandido conocido por Matagáy el tío, que ctcostumbraba enteftor el dinero en una bo-tija dl pie de una ceiba, abrió una cuenta en eI Bancode Cárd.enas y compró un Winchester 44 que portaba enuna lunda de cuero iunto d la montura..

Page 15: Lisandro Otero- La Situación

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ba de la nuc(t. Lo encontraton por'la mañana picoteado

por las auras. \' En cárdenas se oruró "rr?"y,,r¡t:fuiirrJsir!,"Ti'i;

yetano tralos pocosceo andab;;p;;i¿ tropas aI Departamento oriental'

Cayetano, que no en'tendía la pofr-tica de la síempre

Íiel ísla. compró ooi'iá'ltio eoi et dinero que el rto'¿iió en' el Banco de Cárdenos'

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1

COMIENZA EL INVIERNO :

La corbata no oe pliega elegantemente eir ei nudoy Dascal la deshace por segunda vez. Nuevo intento,La corbata es nueva y se resiste, su forma intactasurge triunfante de la estrecha prisión entre las puntasdel cuello; otra vuelta, cierra el nudo y une las patas;un suave tirón y la corbata queda domada por unanoche.

En el ascensor enciende un cigarro. Sopla el primernorté en la calle. napiOa hasta el garage. Acelera variasveces, el motor está frío. Conduce distraídament€ porlas calles del Vedado. Se detiene en una bodega porunas pastillas de menta.

El edificio de piedra gris comienza a aparecer entrelos álarrtos. El portero, en azul de Prusia, le indica mien-tras abre la verja: "Están en la terraza, junto al co-medor de verano".

Caminó por la senda bordeada de arecas hasta elportal de mármol. Caja blanca, espejeante. Un Iabe-rinto de bronce sobre la puerta abierta y al pasar alvestíbulo, el distante murmullo, los sonidos: \oces, jazz,Ellington. Un largo espejo de marco dorado rozaba eltecho y dos cortinas de terci.opelo vino separaban elsegundo sa!ón, rectangular con retratos al óleo. Sobreuna robusta mesa de ébano, una bandeja de plata y

Page 16: Lisandro Otero- La Situación

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I

24

ceballo y nedlo que crea la asepsla y la clvilizada congela'ción y el almuerzo consisle en un iugo de naranja, un filelea la plancha y un vaso de yogurl, después de una ducha he'lada, y por la larde se deja caer Por el Vedado Tenisy sl no liene nada mejor que hacer se entrena con el equl-po de fútbol. Así sea por los siglos de los siglos. Amén.Aparlarse, rebelarse, consenlir. Todos somos responsables.No hay inocenles. Se es culpable, lamblén, por lolerancla.Un rebelde no éntiende su absurdo. Como lampoco enllendelá hormiga que quiere lrasladar la pledra. Allas no me lraenada. Que olros lleven a su espalda el peso del mundo. Siem'pre nos queda el consenlimlenlo para segulr viviendo, la pa'sividad cónscienle. Uno es cobarde y la sumlsión es cómoday los ascos pasan y para los lres monos de iade la vida esexcelenle: no oigo, no veo, no hablo. Y con la amable lole-rancla uno se casa y liene hijos y cobra un cheque a fin de

do la siesla al mediodía. El rlnlcoonces, es la digeslión, porque el ca-hígado. También está ahi ese que

ambién ese que quiere vivir con elsudor de su porlañuela: un braguelazo efeclivo y sólo lraba-Jará de noche conslruyendo sensaclones en la hetedéra.Salvando los casos de excepción, que llenen su misler¡o, losdemás son de una chalura que espanla. He ahl nueslra cla-se dirlgente del fuluro. Todo un grupo humano con.menlall-dad de Danublo A2ul. Es morlificanle esla energfa queemerge, que pugna por salir. En el esfuerzo por laponarlaqueda uno como asfixiado. Enlonces llegamos a Crislina.Crislina es diferenle. Conoce bien los lres lomos de la His-loria del Arle y siempre liene en su mesa de noche el últl-mo ejemplar de Realitó. También conoce de memoria elEmlly Posl's que pone en prácllca en esla caserón de pledragrls. La casa de Don Cayelano que fue conslrulda con unasolldez que desafiara los siglos y ampllada por Aleiandroen el mismo eslilo indefinido y prelencioso y rodeada deun parque lnglés para los garden parlis. La casa debe serabandonada cada verano por Cannes, París, San Sebaslián oVaradero y siempre Niu York. Todo reposa sobre un grucsopaquele de bonos, acciones, tílulos y las humeantes chime-neas de los cenlrales. Por eso eslas hermosas adolescenlessiemenudepsudoderáobliga a permanecer en é1. Cristina es olra cosa. Puede ser

3.- La Situación

Page 17: Lisandro Otero- La Situación

frccuenfada y oblener de ella el mismo poderlo sin hacer

una conccslón fundar enlal.

PancheteRosales,consumacrocefaliaysusojossalto.

"d;;;i;; sus ¿ientes ennegrecidos-.de nlcotina cuan-

¿"'t*f" I mastica un taUaó que lleva a un lado de

tu Uo"" y ,n g" de la comlsura como un cañón humean'

;.;üád;"Sarrla .t p"tiao v suave 1 el ^t1aie

cortado

en Oscar, de buen puío, togiu presentar como esbelta

una figura humana que comienza a elmacenar grasa en

los lugares convencionales,

-No me has comprendido, no .habl9 fe un partido

"r o.o-"iño ei euténtico o el Liberal, 19 su9 .qufro

., ü "tg".ltación

de ciertos elementos -dic'e Alejandro'

-ExPlícame eso mejor'

-Desgraciadamente-'cada gobierno es más demagó-

ni"o qu;el anterior. A Prío ie quedan aún resabi'os de

i"-ir"l'"lt"ioo J.t ttti"to y tres' Claro que si lo dejan

toUui toao va bien, pero hace falta una garantía mayor'

"nl ttg"ti¿ud cierta y palpable para el desarrollo eco-

nómico.--ianchete Rosales larga un salivazo carmelitoso y

Alejandro arquea las cejas al observar la mancha so-'

bre el mármol.

-Es impredictible -continuó Alejandro- actúa por

capricho o por politiquería. !9I .lo sabemos nunca

"J'-o nu u 't"trnitt"r úna conciliación obrero-patronal'

-Bso ies verdad. Siempre anda lúno c¡uzando la

cuerda floja.-":i f"éeo .r" Chibás que se Puso a soliviantar a

todo el mundo.

-Un alborotador. Suerte que ya muno'

-i"l"t-q"" le siguen son igualitos d" uí::tl1tl-,-^

-Sí, yu te entiendo, es la anarquía por ese camlno

-dice Rosales'

tr.n la oérsola. al oeste del jardín' Ana Mendoza y

Vu-rgotít"'Ño-uol,' aún bronceadas de la temporada en

26

Varadero. Simples diseños para coctel de Melly y co-pia de Balenciaga en chiffon y rasmir. Cada frase es

comenzada en un tono agudo y termina €n grave:

"Aquí los partis siempre quedan bien, pero la casa es

espantosa. No tanto, es que Cristina ha cargado la ma-no. ¿Viste esas cortinas de la entrada? Eso es del año

de la nanita. Es que esta casa era de sus suegros y todoestaba ahí. Yo lo habría quitado ¿Qué tal Franciscofavier? Tú sabes que es muy agradable, el que es poss-

dlsimo es Carlos. Yoni si €s muy chévere. Prefiero a

Francisco favier, hace unos martinis teffibles, el añopasado tumbó a todo el mundo en casa de las Sánchez,

én Varadero. ¿Te enteraste de su flert tremendo conSilvia? ¡Ay, no, cuéntamel Nada. que estuviero¡ salien-do y él estaba de los más embullado y la cosa por po-co termina en boda y todo. No me extraña, Silvia es

una interesada tremenda, ella sabe lo de F¡ancisco Ja-

vier. No. hija, el problema fue más gordo".

Alejandro Sarría se mira las Punteras de sus zapatosy queda satisfecho con el brillo. Sobre eso ha dado ins-trucciones específicas a su valet: ni espejeantes, ni ma-te. Panchete Rosales sigue atento.

-Es que en Cuba no hay un programa para nada.

El otro día lel en Ortega y Gasset. . .

-Ortega y ¿qué? -pregunta

Panchete.

-Y Gasset.

-¿Aleman?-No, español.

-¡Qué lástima! Los alemanes son organizados. Noshacen falta unos miles de alemanes.

-Hablando del gobierno español de la segunda ¡e-

pública, decía que su actuación se reducía a escaparsedc los problemas de cada momento, que no resolvían¡lno se escapaban del problema a costa de lo que fueray con eso acumulaban mayores problemas para la horapróxima.

-¿Aquí?

Page 18: Lisandro Otero- La Situación

-No, del gobierno ese que hablaba' ' ' en España'

Pero es lo mismo que no$ sucede a nosotros'

-¿Y qué Podemos hacer, Alejandro?

Esiaban bóiendo un Pi k Gin Collins -y "J :qo'roo áet üquido era el complemento &l farol chino

sobre el bombillo de la pérg-ola' Margarita distrutaba'

Srr"ontru, a alguien qo" "útt-to

conociera el chlsme ]tener dime' Pa-

rece endo a lamadr está acos-

tumb dijo a lacon Fran-

que se le escaPara Y

así Y Silvia emPezója se hizo de la vista

Parece que se estaban

osos".

-Mira, Panchete, el gobierno de Prío- está lleno de

chusma. Si no es po. -"t

Machadato' Roosevelt y la

ó;;;" Mundial nuñca habrían subido a Palacio' No-

s-otros tenemos el poder real, lo tenemos de verdad'

E.u .. la causa de nuestra altura de miras'

-Js ¡q, Yo no. A mí me interesa lo mío'

-Tú erés'como nosotros, Panchete' No eres igual

a esa gente.

-Bueno ¿Y qué hacemos?

-En el *u"áo de hoy el liberalismo está muriendo'

-¿El Partido Liberal?

-Ño, el liberalismo. Convivlr son el enemigo es

una demostración de debilidad. Por eso te hablaba de

'una organización que vaya facilitando nuestra tarea'

-¿Qué tarea?

-É,i poder, Panchete, el poder político' Nosotros

qn"r"*o. lo mejor para todos' -V^t-no.l .a ponerlo en

plia.ti.". Tambiéi ei necesaria la justicia social por-

ü"e "t pueblo acorralado es venenoso' El Papa kón

Trece habló de eso muY claramente'

-¿El PaPa también?

oo

-Sí, el Papa. La cuestión es que la dirección del

Estado quede en las manos más capacitadas: las nues-

tras.

senatorial.

-Hola -dice Dascal. Blandenguería, pero no quie-

re desfallecer, continúa-. No te había visto desde Va-radero.

Ella no quiere decir su palabra. Arin no sabe si se

trata de la rutina, el anzuelo, el puente, la frase de

siempre para ocasiones habltuales. IJna intiloducción,la vinguaidia toma contacto con el objetivo.

-Una tarde.., en Kawama.Kawama abre el opérculo de entrada a una imagen

y se desatan las asociaciones.

-¿En Kawama?

-pregunta María del Carmen.

-A fines de agosto.

-Sí, yo estuve por allá.

-El domingo, el tiltimo domingo.

-No me acuerdo bien.

-Yo sí me acuerdo -insiste

Dascal.

-¿Por qué?

-Porque me vino a la memoria un cuento.

-¿Un cuento?

-Un cuento.Ana propuso ir al ladie's y Margarita aceptó. Era

necesario airearse. Media hora en la pérgola y nadiese había acercado. Demasiado retirada.

Donde terminan de narrarse las desventuras senti-mentales y sociales de Silvia y se comentan las conse-

Page 19: Lisandro Otero- La Situación

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cuencias morales de actos descab,ellados: "Estoy azo-

rada con todos esos cuentos, No, y era ahí mismo, en

el carro de Francisco Javier. No me explico cómo hay

creo nada de eso. Lo que pasa es que lo mejor de LaHabana se confiesa con él y le tienen envidia. Yo no

me confieso con él porque elcasa, pero el mío es tan bueno

¿Y qué pasó con Silvia? Nada,dio un atracón tan grande que INo me digas, ¿él fue el que cortó? El mismo. Por eso

yo trato de evitar los mates; aparte del problema morallos muchachos se cansan de una. No, y la fama que tedan. Después que una se casa eso se va olvidando.Depende de lo que se haya hablado. Mira a Zita Be'renguer, va por el segundo hijo y todavía se recuerdalo suyo. Peto Zita se pasó, acuérdate cómo la sorpren-dieron debajo del muelle del Yat. Eso depende muchode la educación. Y de lo que veas en tu casa, tú cono-ces lo de la madre de Zita. Quién no conoce eso eo

Cuba".

-Alejandro Sarría va acercando la presa al lazn !

aguarda tenso a que coloque una extremidad en el área

de aprehensión.

-psr ¡oto lo más importante es tener un periódico.

-Pero eso cu€sta mUcho.

BO

-No tantg, Panchete. Es importante un periódico.Debemos reuhirnos y conversar sobre esto.

-¿Cuánto nos cuesta?

-Uno es gran cosa, tú puedes.

-Tú no conoces mi situación.

-La conozco muy bien, por €so te he hablado delproyecto. Hay otros amigos interesados.

-¿Quiénes?-Ihzarra, Mendoza, Noval, Bermúdez, Sánchez-

Morris.

-Ese es un buen respaldo.

-Hay otros muchos perp ése es el núcleo principal,incluyéndonos tú y yo, desde luego.

-¿Ellos saben que me has hablado?

-Me designaron para €so.

-¿Y cuánto...?

-No te preocupes, no te vas a arruinar. Es que túno estás al día. Además de la industria y el comercioexisten la prensa, la radio, la televisión, la propaganday además la política. No te va a costar más de lo quedas en limosnas.,

-Eso es otra cosa, el temor a Dios €s otra cosa.

El hombre que no teme a Dios está perdido.

-Claro, la religión debe estar €n primer lugar.También hay que atraerse a la clase rnedia que estácon la Ortodoxia. Mucha gente que no €ncuentra otrocamino puede estar con nosotros. Para empezar hayque ofrecer una orientación y para eso, el periódico...

-T'ambién es importante presentar una plataforma

política.

-En Cuba nadie vota por los programas sino porlos hombres. Cuando nos ocupemos del partido ya en-contraremos figuras atractivas.

-Bueno, yo estoy con ustedes -dice Panchete y

busca en su bolsillo su Ronson para encender el tabasoapagado.

-No te arrepentirás, Panchete. Vamos a acabsr deuna vez en Cuba con la violencia y la demagogia.

31

Page 20: Lisandro Otero- La Situación

Maria del Carmen sonrie.nica, fresca, efectiva.

-¿Cómo un cuento?

He aouí una nueva téc.//

-Un cuento -repitió Dascal.

-Dímelo.-Es así. Había una vez un monje que vivía en un

monasterio situado en un valle muy rico, lleno de ani-males y árboles. El monje meditaba cada mañana en

el jardín sobre el Paraíso, no pensaba en otra cosa.

Un día vio posado en una rama a un hermoso pájarocon plumas doradas y un cantar muy dulce. El páiarovoló al bosque y el monje lo siguió, El pájaro continuóallí su canto y el monje lo escuchó durante un largorato. El pájaro voló de nuevo y el monje volvió alegeal monasterio. Mientras se acercaba vio que la porta-da y el claustro habían cambiado mucho. Cuando en-tró no conocía a ninguno de los monjes, que tampocolo conocían a é1. Dijo su nombre y buscaron en los li-bros y descubrieron que había vivido trescientos añosantes. Eso es lo que había durado el canto del páiaro.Creyeron que se trataba de una trampa del Diablo yla Inquisición lo sometió al martirio de la rueda y fi-nalmente lo quemaron vivo. Mientras comenzaba a arider la pira el monje moribundo dijo: "Este es el precioque he pagado por ver el Paraíso".

-¿Eso es todo?

-Eso es todo.

-Es un cuento triste.

-¿Porque acaba mal? Piensa en la alegría que tuvo

en el bosque.

-Pe¡o no pudo conservarla.

-Ea es la cuestión. La primera vez que sintió in-tensamente, esa breve sensación lo destruyó.

--Si uno no siente ¿es indestructible?

-Así es.

-f,nfs¡¡s€s no da gusto nada.

-No importa. El pájaro era falso, el pájaro no va-lía la pena.

3g

-Yo ha!¡ía hecho lo que el monje.

-¿Estás s'ugura?

-{reo que sí .

-Eso me gusta.

-¿Por qué te gusta?

-Me gusta la gente que puede llegar donde yo nopuedo.

Margarita y Ana, sentadas ante el espejo del ladie's,te¡minaban de retocar el maquillaje. pícolos haciendoescalas: "¿No tienes una aspirina ahí? No, no traje. ¿yaprobaste este color de creyón? No, ¿cuál? Oranch blo-

María Luisa lo usa y¿A qué colegio va? Aluna hija la mando al

los mandaría a Belén.Belén no me gusta, loslos míos irán a La Salle.Merici, lo mejor va ahí.jor está en el Sagr,ado C

tu madre no es muy rigurosa. ¿Qué tú quieres decir? Note ofendas, es que ella no s€ preocupa por los detalles.Mi madre me supervisa en todo, desde la ropa hasta lashoras que voy al club. Es una perseguidora insoportable,mami no s€ preocupa tanto. ¿Ves lo que te digo? Miraeste vestido que me puse hoy, me lo escogió ella. Es bo-nito ¿quién te lo hizo? Meli. Es un poco carera. Mamidice que €n ropa €s poco todo lo que se gaste',.

Jazz en el tocadiscos de la terraza: variante cool. Elviento norte es débil al cruzar el jardín porque la caso-na de piedra gris protege de las ráfagas moderadas, eue-da un frío seco, extranjero. La noche es morada, de nu-

Page 21: Lisandro Otero- La Situación

blazón. Los criados con guantes blancos, lerminan de

"ii"t"t la plata y la porcelana sobre la ,)árga mesa de

cristal.

-¿Por qué estabas aquí?

-pregunta Dascal'

-¿Dónde?-Aquí,

detrás del seto, aPartada'-

-Esiaba fatigada -dice

María del Carmen'

-Fatigada ¿de qué?

-Las voces, la gente. . .

-Se supone que €so no debe fatigarte' Se supone

que debes estar acostumbrada''-Y sin embargo me fatiga.

-A veces esto puede ser desagradable -dice Dascal'

-d Ysgs5, Pero no siemPre '

-Hav que Dertenecer. . .

-ltt'"U"' ah?, oyéndolos a todos y de pronto sentí

otr gt* ""otuttlio,

como si estuviera haciendo lo mis-

mo desde hace mil años'

-Pero tú Perteneces.

-¿A qué?

-A eso, a ellos. Yo no. . .

-¿Tú no...?

-Ío tto. . . No voy a Varadero durante las regatas

ni el domingo al Contri Clob. No tengo un convertibie

ni hago remos; ningírn deporte. No compro mi ropa

en Miéres. No conozco los teatros de Broduei ni puedo

conversar sobre los últimos pleis. Mi padre no juega

golf y mi madre no juega bridch. No tengo aire acondi-

iionado en mi cuarto ni cuenta abierta en ningún res-

taurante: no firmo en El Carmelo.

-No te he preguntado nada de eso' Eres muy acom-

plejado.' -f.i eres socia del Bilmor, estudias filosofía en Ia

Universidad de Villanueva y perteDeces al equipo de

sof-bol.

-¿Cómo sabes eso?

-i.o el Liblo de Oro de Alvarez de Cañas y las

memorias de fin de curso. Son mis lecturas favoritas'

34

Los leo todas las noches antes de aeostarme, En vezde rczar hago eso. 'fodo el mundo debía haser lo mis-mo.

En la mesa de cristal sobre el césped, dos fuentes deplata contenían el pudín de pescado y la gelatina depavo, con la simétrica decoración de la cocina france-sa. En el centro, un gran bowl de cristal tallado brilla-ba con la dulce masa de la ensalada de frutas cubiertade nueces y crema. Junto a ella, el aüoz a la milanesa.Más allá, el mousse de chocolate y el baba al roh. Enuna mesa auxiliar, los platos de porcelana Minton ylos cubiertos de plata Gorham, modelo Renaissance, ylas servilletas de hilo y encaje de Bruselas con el mo-nograma S S bordado en un óvalo barroco.

Margarita, Francisco Javier, Anita y Carlos comíanen torno a una de las mesas de hierro blanco, juntoa la rosaleda: "A mí me gustó mucho é1, es un tiroese tipo. Es verdad que Marlon Brando está muy bienpero Vivien Lig es insuperable. El que escribió la pe-lícula tiene que ser tremendo loco. Se llama Winches-ter, algo... Tenesi Williams. Ese mismo, no se en-tiende bien lo que pasa pero es impresionaute. ¿Y quéme dices de la escena en que la vieja viene a veiderflores para los muertos? Yo me ericé. No sé de dóndehan sacado a ese Marlon Brando, pero es un tipazo.Lo que es muy bueno (Carlos), es la forma €n queanuncian la película: ella quería ser buena pero unahora de pasión cambió su destino. (Pausa dilatada.)Eso es cierto (Margarita), ella querla ser bueoa.., Pe-ro una hora de pasión... (Carlos). I¿ verdad es queél debió tratar mejor a la pobre loca, por eso se vol-vió loca, digo era loca pero él la puso peor".

-¿Tú crees que el monje estaba satisfecho con elprecio del paraíso?

-pregunta María del Carmen.

Page 22: Lisandro Otero- La Situación

-No sé. Nadie puede saber. ¿Por qué viniste esta

tengan razón.

-¿Tú cre€s que el monje hizo bien?

-No sé. A veces pienso que sí, pero no estoy se-

guro -dice

Dascal.

-¿Harías como él?

-El monje tenía varios caminos. Primero' Pudo no

darse a pett.ar en el Paraíso y seguir la rutina de laorden como todos los demás. Eso le habría evitado pro-blemas.

-Pero no habría exPerimentado. . .

-Segundo. Pudo haber rechazado al pájaro cuan-

do lo vio, pudo encerrars€ en su celda hasta que latentación hubiese Pasado'

-Eso sería una cobardía.

-Terc€ro. Pudo entregarse a la experiencia cons-

ciente de que era una extraña aventura y un gran pla-

cer que le traería su condenación.

-Y aceptar el suPlicio Y la muerte'

-Sí, aceptarlos a sabiendas.

-Habría- que conocer si el instante en el bosque

valía la pena.

-No ie gusta el riesgo. ¿Por qué viniste hoy?

-Me invitaron. Acuérdate que yo Pertenezco,..

-dice María del Carmen sonriendo.

-No es suficiente.

-Sí es; no tenía nada mejor que hacer.

-¿Quieres comer?

-pregunta Dascal.

La niña del estrecho y sencillo vestido negro y el

ioven arquitecto con un traje gris de corte italianoi.rm"n Chesterfields con gestos estudiados

-advertidos36

de que esta noche habrá fotos para la propaganda delcigarro-, a la luz tenue de los globos blancos y en-

drogados por el cool que aporta languideces. Pero eljazz no es digestivo y se cambia el disco. Danzón conpiano, ahora. Romeu. Los furnadorcs exquisitos alte-ran sus movimientos y son terráqueos: se dirigen haciala mesa servida.

Margarita, Francisco Javier, Anita y Carlos sitúanleves cargas de pavo o pescado en la punta de sus te-nedores y apenas mueven las mandíbulas. El diálogopuede fluir libre de estorbos materiales: "Esta semanaestrenan una buena, Ambiciones que Matan. Esa laanunciarl como "besos inolvidables". (Carlos). Pero es

de Elizabet Teilor y esa niña es atacante. Bueno, lo im-portante ahora es la Navidad, hay que hacer planes.

Yo voy a Niu Yor. No te pierdas Col mi Madam, EzelMerman está estupenda. Acaban de estrenar, además,una película muy agradable de Yin Keli y una france-sita nueva que baila, Lesli Caron. Tiene un balet bas-tante bueno al final. Lo que voy a hacer es comprar-me todos los libros de Miqui Espilein. El otro día ter-miné Ai di Yuri; es un tiro. ¿Uno solo?, preguntó Car-los. ¿Cómo uno? Entonces no es un buen policiaco.

¡Qué gracioso! Te digo que es muy bueno. Hay un de-tective que se llama Maik Jamer que siempre anda conunas rubias estupendas y las patea una tras otra. ¿Pe-ro no es la justicia? ¡Qué iusticia! Es un detective.También están poniendo Quo Vadis, no te la pierdas,con Rober Teilor y Debora Kar. Por cierto que allá se

hacía un chiste muy bueno. Le preguntan a uno: ¿Juearar yu goin? Y uno respondía: Tu di muvis. Te pre-guntaban otra vez: ¿Juat ar yu goin tu sii? Tú contes-tabas: Quo Vadis y te decían: Tu di muvis tuu. (Pau-sa). ¿No entienden? Quo Vadis quiere decir '¿a dóndevas?' Yo pasaré las Navidades con la familia (Marga-rita). Papi no me dejará hacer otra cosa".

María del Carmen se despide. Está cansada y quie-re acostarse temprano. Cuando ella se ha marchado

37

Page 23: Lisandro Otero- La Situación

-¿Cómo anda Dickens?

-El siemPre es elegante'

-Pero no es suficiente'

-Ya eso te lo había dicho' Te lo he dicho muchas

veces.' -

-Todo esto ¿tampoco es suficiente?

-¿Qué?-Esto.

La casa, el jardín, la gente'

-No es suficiente. 3i tto exisiiera también !o ne-

cesitaría.

-Pero no lo necesitas ahora'

-Ahora necesito un trago'

Dascal chasquea los dedós: un sonido de maderas

"ntru"tto"u¿ur' Ür,

"u-utero acude, escucha la voz pre-

cisa, suave Y se retira'

-Yo también lo estaba necesitando -dijo

Dascal'

-¿Esto?-El

trago. Todo'

-Entoncles ¿estás de acuerdo?

-No sé, creo que sí'

-HaY que aPurars€, el tiemPo Pasa'

-Para mí Pasa menos'

Cristinagiraconvelocidadparamarcharseytropie-za con el cama¡ero. La bandija se balancea pero los

38

:.'

dos vasos no llegan a... "Perdón, señora", dice elcamarero.

-No es n&da, no es nada --dice Cristina.Dascal toma los vasos y le extiende uno a Cristina.

El camarero se ¡eti¡a confuso,

-Perdón, señora -dice Dascal.

Cristina lo invade con intimidad.

-Perdón -repite Dascat.

-No sé qué hacer.

-Te he pedido perdón.

-Eso puede continuar. No quiero que me bagandaño. Todo lo que se refiere al dolor me mortifica mu.cho.

-No habrá dolor.

-Así es como tiene que ser. Eso debe estaf claro.

-Está claro.Dascal bebe y apoya su índice en el compacto fon-

do de cristal del vaso de Cristina.

-Tú también.Cristina bebe.

Arturo Méndez Sarría, masa de corpulencia y tor-peza, guayabe.rra sudada, pelo en la frente, jaibol en lamano; ante ellos.

-Tía, creo que hay alguna gente que quiere irse aTropicana.

-No sé si Alejandro querrá.

-Dile. a tío que no sea aguafiestas.

-¿Tú vienes, Luis? -pregunta Cristina.

-No tengo compañera.

-Puedo conseguirte una.

-Es que €stoy un poco cansado.Cristina se marcha cuidando de no enterrar sus afi-

ludos tacones en el césped.

-Esta noche tenemos una timba de madre en elyate. Dale el esquinazo a lo de Tropicana.

-No pensaba ir.

-Entonces ven con nosotros.

Page 24: Lisandro Otero- La Situación

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40

ORO BLANCO

Cayetano Sarría no conocía la guerra. Su abuélo tuesodado en el eiército de Fernando Séptimo y su p4'dre marchó con los requetés en la segunda guerra carl'ls-ta. Escuchó en su cctsd historias terribles iunto al tue'go queoiolrrttaba en invíerno.

Y ahora había guerra en Cuba. De una porte estt'ban los mambíses con los que no tenía nada que ver,

eran cubanos y que/tan 'líbertar la isla. De otrt parte

andaban los españoles, Ios suyos, queríendo conservarla colonia.

Cayetano o el mar Para hacer di-

nero en esta fierra. La muerte de su

tío le traio lo esPerado. Ahora de'bía awnentarlo. Nada más. Y procurar que la guerta

no le aportase rnengud de sus capitales.Para-no andarse con roñerías se inscríbió en el Cuer'

po de Voluntarios, dando te de fidelída'd a su bandera,pero habló con el coronel del batallón de Matanzas pa'ra que lo eximiera de las obligaciones nlilitares.

P:or ta noches comenciaba con los mambíses, ofre-

Page 25: Lisandro Otero- La Situación

I

Corúan los üos de la Insus candeladas de haciendasGómez volvla bcos a los e

aconíasde

a marchas forzadas. AcamP

;;;-ror.;rí Alvarez dio oiden de conliscar ganado pd'

ra alimentar la troPa,- u;" avanzadilla """0 o'unyoírf#"of2,,iíir":f'í;CaYen'que lle'seguida

umbre'ronél Alvarez aJ que ofre'coronel sonrió. Los 84tu'

deros confiscados Pornegociaciones' AcePtó

coronel salió con ven

pl4Tarse Y'las reses eran un'

í';;;út'lirupn* por debaio de -su .precio'

Aquello estuvo printo en iodas -Ias -bocas

y Ia gentc

"'i"Zi';;" """;;áá"í ti habítiitait det igyey sartta para

los asuntos ddt comelcia' El coronel Oieda' de los Vo'

Iuntarios, rle aYisadoz

-iLas sangre Y Íuegot

Coyetan habrla Perdido Ia mí-

tad de los animdles'

{¿

UN PADRE DE LA PATRIA

Todo estaba preparado para las fiestas del oníver'sario del Veinte de Mayo en Sagua, Por la noche tcn'clrían baile de ponerse moños, guante y 'corbata blancaen el Liceo. Por la tarde, el tarneo de cínta a caballo.

Gablielito entró apresurado en la farmacia del doc'tor Sendajo, en la calle Sant¿ Ta. Compró el pachuVt

para su madre y volvíó por h calle Reína Isabel paracruzur lrente a le casa de Terc.

A las cuatro de 'Ia tarde los jinetes haitan mdrcarel paso a los caballos en la CentrdJ. Les tiraban de las

riendas para que retlocedierún en caracoleo y 6rr4n'caban de pronto €orr €l suave, acomposado ffote de lospotros crkillos.

(Jn mulato gritó y se golpeó los muslos con un som-hrero de yarey y todos los caballos salieron a la vez.

Qq/6 jinete llevaba snt'largd puya baio el brazo. Alllnal de la calle, d¿ una soga tendida, colgabcn las ar'¡¡ollas con cintas de colores,

Los ilnetes gritaban y 'la gente los animaba y sal-lahs entusiasta. Casi iunto 4 la soga picaron aún más

y Íostuvieron con firmeza las vards, ^puntando

al arorcÍlalqdo de color que se balanceaba ante ellos. Cruza'ron balo la soga ensartando el aire con gran rugido de

Haügsntas. Cascos, puyas y bros se conlundieron en una

10

Page 26: Lisandro Otero- La Situación

drón sobresaliendo de la enorme tina y su rnadre 'Io es'

los compases inicíales, las otras pareias se fueron unien'

do a li Primera Autoridad. Eugení.a, con gran desplie'gue de sobrefalda buena, se-movía eleganteme I Cedrón'

Despuéi tte la una Pol'*a. Át turminar serv'lr el

ponche que utenuó el sofoco' Para los que gustaban de

11

lo fuerte, habia vino de btrica y aguardiente. Las sc'ñoras propensas a los vahídos soportaban meior los azu'carillos y pannles y el agua del tiempo. Al linalizar elbaile d.e cuadrilla se sirvieron licores en copas de Bohe'mia.

El baile lue muy 'lwcído y cortesano y duró hnsta que

se consumieron las cien bujías protegidas por fanalcsde cristal azul zafiro, que ardían en la lómpara dcl cen'tro.

Esa lue la noche del incidente, tan comentado, cuan'do 'la señorita Antúnez se negó o bailu con el Direc'tor de Impuestos y éste llamó al Vocal de Recreo paraque revisara el carnet de batle.

La pesqílsa demostró que el Director de Impuestosestaba ircuito paro el vals del país. Se aplicó Cl regla-mento y la señorita Antúnez no pudo, como aspiraba,bailar piezas seguidas con el Teniente Querejeta, que

la estaba,corteiando. Tanto lue su disgusto que se mor'chó del baile agitando sus mangqs de etrcaie en undesesperado aleteo.

El Director de Impuestos se excusó del incidente di'oíendo que las reglas eran las reglas y que qué sucede-ría en esta República si a poco de empezar ya estába'mos burlándonos del orden e,stablecido. La gente mur'muró después que Ia Antúnez y el Teniente 8e enten'dían.

También dio que hablar'la nueva btoma de Rebollatque le embarró de miel la montura a Don Críspulo.Con eso todos recordaron que en un baile anterior re'gó con polvos d.e pica'pica eI salón del Liceo, Eso lecostó un destierro de un mes en Santa Clqra.

Rebollqr era así.

46

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EL DOMINGO

Arturo golpeó la puerta.

-Ya tri eitá' aquí otra vé', muchacho; tú tiene' fue-go en tu pipí.

La negra gorda enroscaba su mano prieta y callosa

en el pomo de la cenadura.

-Ñapoleona, mi amor, ¿dónde está Angelita?

La Napoleona se fue balanceando sus enormes nal-gas. Arturo se acostó en el sofá.

-Ponte cómodo, esto es mío.

Una sucia cortina con flores separaba el pasillo de

la sala. Angelita alú la cortina con sus dedos ensorti'jados. Conseryaba una cintura de avispa que en sus

iiempos fue tema de conversación. Arturo la besó ca-

riñoso, en la mejilla. El mercado¡

-Mira, cotazón, el problema es que necesito tres

mujeres para esta noche <omienza Arturo.

-Ni hablar del peluquín, hijito. Espero gente gorda.

-Mándalos a otra Parte.

-Ni hablar.

-Yo soy cliente aqul ¿no?

-Son yónis. Los yonis traen el dólar sato.

-Soy capaz de no venir más Por aquí.

-No verás a la Berta.

Page 28: Lisandro Otero- La Situación

-La Éerta rne importa ün carajo. No efes la únlc¡en La Habana.

-iQué se le va a hacer! Busca por otro lado.

-Oye, vieja, si m€ rompes esto de hoy te echo a la

policía. Palabra.

-Trata.-Lo hago.

-Trata.Dascal interrumpió:

-Vámonos, Arturo.

-No me voy.

-Angelita, y pagando un precio extra ¿no serla po-

sible? -dijo Dascal.

-Es que ese niño es un acelerado. No la deja hablara una.

-Ah, con que ése era el problema. Yo sabía...¿Cuánto?

Angela guardó los bilietes en uD bolsillo de la batamientras gritaba: "¡Niñas, salóoon!"

Seis mujeres, Una trigueña, de moderada adiposidad,saludó a Arturo.

-Tú no sales a la arena, Bertica, tú bienes conmigo.Dascal y Carlos asienten, seleccionan. "¿Cómo te lla-

mas? Susi. Aquéllas son Lulú y Rosa". Bertica, sobre las

rodillas de Arturo, recibe en el vientre la cálida palmade la mano que se desliza hacia la pelvis y Bertica salta

de las rodillas, "me voy a vestir", desaparece; la corti-na se balancea, pesada por el churre y la humedad.

El zumbido agudo piovoca a La Napoleona: "¡Vaaal"Abre la puerta y encuentra a Francisco Javier, muy se-rio, en el umbral.

-Ustedes se me están yendo para adentro, ¡feasl

-dice Arturo-. Vístanse rápido -y a Francisco Ja-vier-: ¿Tú no fuiste a Tropicana con el resto de lagente?

-Fuimos a Montmartre. Dejé a la gente esperándo-

me.

rlB

Arturo se rie con espashos y una flema espesa leinterrumpe la alegría.

-Para venir con nosotros ¿no?

Francisco Javier camina hasta el sofá donde estáCarlos, Hay una pausa quemante, moros&. FranciscoJavier dice que quiere hablar con Carlos. Van hacia lacalle. Se detienen bajo el farol de la esquina. Del barLa Victoria llega un bolero siruposo: "Por quée te fuis-teee, mi amor de siempreee...?" Nadie sabe por qué.Nadie responde.

-¿Vas a ir con esta gente?

-preguntó Francisco Ja-

vier.

-Sí {ijo Carlos.

-¿Sabes lo que estás haciendo?

-st.-No sabes nada. No sabes lo que haces,

-Sí, yo sé.

-Entonces es más grave.

-No es nada.

-Tú estás jalado.

-Un poquito.

-Piensa en ésto: vas a pecar y tendrás que arre-

pentirte.

-No m€ importa.

-¡Estás loco! Peor, estás borracho. Te has conver-

tido en un borracho. Te dejas tentar por la carne. Ofen-des a Dios. ¡Qué dirán en la Agrupación!

-La gente de la Agrupación viene por aquí también,Los he visto.

-Si dejas quejamás la virtud.

-Yo sé biencosas.

-¿Cómo que no puedes cambiar? ¿Eres un hombre

o una bestia? Cada sacrificio que haces, cada renuncia,es una ofrenda a Cristo. Vuelve a tu casa, ven con nos-otros a Montmartre. Debes permanecer en la castidad.

-No voy porque en Montmartre bailando me doy

tu cu€rpo te gobierne no alcanzarás

todo eso, pero no puedo cambiar las

Page 29: Lisandro Otero- La Situación

unos calentones de madre y esas niñas no üle los qul-

tan. Esas niñas no lp quitan los calentones a nadie. S9lunas calientapoyas. Son doctoras en la ilustre ciencia de

ü calientapoialogfa. Además, yo no .soy ca-sto'---ye tarnfocJto fui en un tiempó, me dejé confun-dir, pero ahora he vuelto a Dios. Te pido, te ruegq que

pienses tú también.

-¿Por qué?

-fotqrró agradas a Dios. Empieza por el sexo, des'

pués podrás ayunar.- -Fluco

y ojeroso. ¿Así es como agrado a Dioe?

-No te hagas el idiota. Sabes bien de lo que hablo'

-\4fi¡¿, Francisco Javier, esta noche tengo unos tra-

gos arriba, yo no me ialo a menudo, hoy es una exseP-

ción, déjame seguir y mañana discutimos.

-No, mañana es tarde, ya habrás pecado. ¿Qué di'rán en la AgruPación?

-En la Ágrupación nadie va a enterarse de nada si

tú no lo dices.

bre la mejilla de Carlos'

-¡R€sP€ta a Dios, coño!

no -fu

pu"tta, Arturo, Marcos, D-asca], .La Napoleo'

"ü r"fri, mirán hacia el cono de luz bajo el farol de

la esquina.

-¡Le metió! --dijo Lulú.

-iQuC es lo de ése?

-preguntó La Napoleona'

60

Cuando Carlos echó a andar hacia la casa todos 'ocu'paron sus asientos en la sala.

-No importa, por el camino nos olvidamos -díjoArturo.

-El cerco de la virtud -dijo Dascal.Y La Napoleona:

-Bu€no, mi hijo, esto es un velorio ¿o qué?

El San Ignacio se deslizó suavemenüe por las aguasen calma del río Almendares. Pasó con facilidad baioel puente de Pote: la obra muerta no era elevada. En-tró en la ancha ría de la desembocadura acompañadodel runrún de los motor€s y del agua alborotada traslas hélioes. Frente al Castillo de La Chorrera, Juanito,el patrón, respondió a las señales lumínicas con el re-flector de proa. Salieron al mar.

-üQué rumbo?

-Preguntó Juanito.

-Proa a Miami -dijo Arturo.

El San Ignacio aumentó su velocidad. Se desplazaba

sólidamente cortando las aguas con la proa afilada. Das-Y húmedo de

Y hierro avan-que emanaba

imPusieron su

ritmo y la una. Sólo era

necesario un r la imPresión

y Dascal se donde no ba-

tía el vientoLa Habana era una línea luminosa en el horizonte'

Arturo se acercó y le entregó un jaibol.

--Dice tu mujer que no la atiendes, que si tú eres

maricón o qué..-¿Cómo. . . qué?

--Que si no tienes ganas de pasar el rato.

--Sí, sí. Es que me quedé medio adormecido aquí.

-¿Y Carlos?

-Míralo allá.Carlos había permanecido en la popa mirando el

Page 30: Lisandro Otero- La Situación

egua oscura y aremolinada que surgla del casco y for'maba una larga huella sobre el mar.

',

Una de hJ muchachas abrió la puerta de la cabina 'l

y se sentó cuidadosamente sobre una de las sillas do

óubierta, temiendo romperla. Vestía un short rojo y un

ajustado pullover de dibujos geométricos., La ropa, com-prada heiha, le abultaba donde no debía y mostraba

iierta tirantez en los sitios más rotundos. Vulgar, tleuna vulgaridad ofensiva que ella llevaba con buen aire

y hasta agresividad,

-¡Carlos! -llamCarlos vino en seg To-mó a la del short roio y la sentó en sus piernas. Co-menzaron a jugar de rnanos de una forma mecánica 'yafectada: oprmiAo un botón que marcaba el movi-miento deseádo. Catlos bebió su jaibol rápidamente Y

carg6 a la mujer, abrió la puerta de la cabina de una

oatada v Arturo la cerró riendo.' -¿Y

tú? -preguntó

a Dascal.

-Ahora, ahora...

Bertica había subido por la escotilla de proa y esta-

ba sentada junto al bote salvavidas mientras el viento le

agitaba violentame sentarso

junto a ella. Juan rco, au-

sente de lo que s Practicaun oficio bien sab Estaban

rodeados de una inmensa oscuridad. En el horizonte las

.tnte. tttas bajas reflejaban el resplandor de la ciudad

distante. La Éabana ie ocultaba tras de un bloque de

aire denso, frío, masticable y una masa negra de agua

batida.La tercera salió de la cabina.

-Qué pasa

-saludó'-Hola -resPondió

Dascal'

-¿Ya está ocuPado todo el mundo?

-Falto Yo.

-¿Quieres venir Ya?

-¿Cómo te llamas?

62

-Susi.-Ven, Susi, para que veas el mar desde aquí arri-

ba.Susi terminó de subir los escalones y se situó en el

puente de mando. Devolvió el saludo de Juanito y mi-ró en derredor.

-¿Qué es esa nube blanca tan grande?

-Esa es La Habana -dijo Dascal.

-¿Cómo. La Habana?

-El reflejo de ella en el cielo.

-¡Mira eso! Nunca lo habla visto. Es la primera vezque estoy asl, tan lejos. . .

EI San Ignacio comenzaba a cortar la corriente delGolfo y su oscilación aumentaba cada instante. Dascalvio a Bertica y a Arturo desnudos, abrazados dentro delbote amarrado a la cubierta de proa y bañados por elagua de mar que se deshacía con fuerza sobre ellos.

-Están locos -dijo Dascal.

-Arturo ss ¿si -s6mentó

Juanito.

-¡Qué divertido! exclamó Susi.Susi tenía los labios pintados de un rojo sombrío y

unos aretes de argollas. Dascal le tomó la cabeza entresus manos y la miró fijamente. Era miserable y vulgary escuálida y vulnerable.

-¿Vamos ahora?

-preguntó Susi.

-No, me voy a dormir.

-¿Y yo?

-Puedes conversar con Juanito para que no se duer-

fna.Dascal abrió la puerta de la cabina. La cama grande

del primer camarote estaba ocupada por Carlos y unade las mujeres. En la semioscuridad vio un movimientoconfuso de sábanas y piernas y brazos, había olor a car-ne, a sudor. Abrió la puerta del segundo camarote. Eramás pequeño y tenía una litera de dos pisos. Se acostóvestido.

Al amanecer tocaron a la puerta. Dascal abrió soño-

Page 31: Lisandro Otero- La Situación

liento aún. Era Arturo con unas galletas preparadas con

jamón y queso.

-¿Quieres comer?

o""tüf tomó las galletas y se sentó en el borde de la

litera. Arturo se alejó entonando vigorosamente un arra

áe Verdi con letra de su invención' Dascal abrió la bo-

; i A-""" mordida arrancó la mitad' Masticó lenta-

-.ít"; los ojos entornados por el sueño' Por la clara-

boya entraba una luz Pálidbu"rrdo terminó de come entró al

baño. Se lavó la cara Y se bien la

carrrisa dentro del pantilón abina'-;;¡ll;;taba ai timón Bertica'

Ñ- "p*,"á^ a ¿1, ouserva brúiula'

üi'rut"iiluu de popa Carlos y la tercera muier conver-

üban. Susi, sená¿a en la borda' metía una mano en

orro. A babor' el Palacio de

La Chorrera' El San

dares disminuYendo la

nte de Pote, comenzaban a

cruzar los primeros autos' Arturo entregó el timón a

;;;;. -;;á

il maniobra de atraque' El San Ignacio

chocó pesadamente contra €l muelle y todos se apretu-

iaron en la PoPa Para desembarcar''--I-u" .uif"t ¿^A

-Ve¿a¿o estaban desiertas al amane-

""iáet domingo. Dascal trató de no hacer ruido al en-

trar en su casa y cerró las ventanas de su cuarto antes

de acostarse.--Á.il-iot ojos después del mediodla' Ent¡ó al baño

u * áio una ducha ]ría. Se sintió fresco y despejado'

É" i"-;;.i;; teimin"¡an dt hacer el almuerzo' Dascal

pilg""t" poi tot padres' El viejo estaba -en su cuarto

á"1-r¿" la pelota pór radio. La madre había ido a misa'"'ó"l""itárió ; t tenaza y tomó el Diario de la Ma-

ti;-;; ástaba abierto sobre un revistero de mimbre''s'" -"ü1""áo; ;; sillón y comenzó a hojear el periG

dico.

54

Fiden las Fuerzas Vivas a la Cáma¡a' que se opongan a la Agencia de Comercio

MANTENDRAN LOS ALIADOS TODAS SUS FUERZASEN ASIA AUN CUANDO SE FIRME EL ARMISTICIO

EN COREA

El fashion showdel Country Club

El Día del Médico en Fin de Siglo. Diciembre 3

La gratitud a su médico irá expresada muyfinamente en obsequios como éstos

EXCURSION AL CONGRESOEUCARISTICO

autorizada por su EminenciaCarder.al Manuel Arteaga

Fantasía de Nieveen el Tarará Yacht Club

EFREM KURTZ EN LA FILARMOMCA

Cine América / Mañana

AMBICIONES QUE MATAN

con Elizazeth Taylory Montgomery Clifü

Hoy / LOS CUENTOS DE HOFFMAN. Con L. Tcherina

YA ESTAN SANTA CLAUS Y LOS REYESEN EL ENCATITO

Lectura de Domingo por Eladio Secades

Salvador Salazar fue ün maestro grande, feeundo,profundamente humano, afirmó Blanca Dopico.

st

Page 32: Lisandro Otero- La Situación

Boilas Y comPromisos de HoY

Editorial: LA EXPLOTACION Dl LA-MENDICIDAD-V-I.A FALSA INDIGENCIA

De la Sociedad de Conciertos

Vea en nuestro supJemento SIETE DIAS:

-+ff il,fl%i;"d:","t::rffsf *:"9?l;,Tif; 3á'Jo""*ítica'

MUÑEQUITOS / El Ratón {ieue]ito' EI Tío Remus

Y el Pato Donald

La Boda González del Valle-Llansó

MANUEL ASPURU Y FAMILIA EN EGIPTO

Dascalcerróelperiódicoylodejócaeralpiso.

sobre azul'

-Caballero, se me había olvidado darl€ esto que

ll"nóiliu-uttéd cuando se estaba bañando'-""ñurt"?itu'ü¿

"i ro¡r". La letra era apretada pero sen-

¡0

Desde que perdí el amor por él sólo he tenido experien-cia amorosa. Ya terminó. Asunto archivado. Abora leguardo un gran respeto y una gran amistad. Es decir,tú eres el único ser vivo en medlo de muchos fantasmaspara los que guardo un afectuoso recuerdo. Es precisoque nos veamos con frecuencia. ¿Por qué no vienes es-ta noche a casa? Te beso muy tiernamente".

No tenía firma.Dascal fue al cine América a ver Los Cuentos de

Hoffman. Al terminar la película exhibieron un cartónde Pluto y el notic;ero Paramount con vistas de las con_vsrsaciones de armisticio en Corea. Cuando salió, co_menzaba a oscurecer y !a temperatura había bajado cua-tro o cinco grados. Decidió caminar un poco por LaHabana. Al pasar junto a las vidrieras de AlmacenesInclán una gorda señalaba al marido unos modelos ce-ñidos a maniquíes de pasta muy esbeltos. El cojo de labocina vociferaba pidiendo dinero. Una familia en supaseo dominical llevaba a la niña con una gigantescama,riposa rosada sobre la cabeza.

Dascal entró a un café, descolgó el auricular del te-léfono público, introdujo un medio en la ranura y mar-có un número. Cristina le respondió con una voz pas-tosa (¿ha dormido una siesta?). Dascal dijo que habíarecibido la carta y que iría esa noche. Cristina respon-¿ió que Alejandro y Carios no estarían en la casa: "Ha-ré unos hordevres".

Había oscurecido completamente y comenzaba a caetuna lluvia menuda. Dascal caminó en dirección a Agui_la, donde había parqueado. Encendió un cigarro mien-tras marcaba el paso con energía sintiendo el sólido ce-mento bajo sus suelas.

La Situación

Page 33: Lisandro Otero- La Situación

iit!

ORO BLANCO

La guerra había terminado y la República se instau-ró con grandes Ílestas. Capilán General y Presi'dente

eran lo mismo para Cayetano. Su u,ída seguía igual: vi-vía sobre el caballo; vivía es correcto: vivía.

Ctrn ,cinco bodegas esparcidas por el norte de Matan-zas se desplazaba íncesanlemente para atenderlas, Lanoche lo encontraba adormecido sobre el cuadrúpedomientras atravesaba montes y cañaveroles, cruTaba arro-y,¡s y escalaba lomas. Esa Íue'la época en que ManoloEstrada entró a su servicio. Manolo lo acompañaba enlas'largas caminatas siguiéndolo armado a cincuents pa'Jo,t.

A Córdenas íba una vez pot semana para deposltaren el Banco y correr tránlites. Cayetano sóIo se quedabaen la ciudad él tiempo necesorio pdra ponq las cosas

en negro sobre blanco, No quelta deiarse tentar por las

mundanidades, Tenía un obietivo preciso: crear unimper,lo, multiplicar su dinero, hacerlo trabaiar para que

engendrara cosas que a Eu vez engendraran nuettas co-sas. En el centro de este universo estaría él ordenándo-Io todo. Era sólo un agente de un mundo que estaba

Manollo Estrada estaba casado con unct buena mujerde caderas anchas y moño en la nuca que nunca le dío

59

Page 34: Lisandro Otero- La Situación

un hijo por ciertos trastornos en la menstruación. Estra'da llevaba dos años al servicio de Cayetano cuando s¿

hizo necesaíia una operación a su muier. Le pidió cienpesos para la atendión médica y Cayetano se las negóporque no tenía "nada de valor que olrecer en garan'tía". Ahí se separaron y Manolo se fue a trabaiar conMister Ken dl Cental Unión,

Coyetuno Sarría sóIo se permitía dos distraccionestuna guajiru que visltaba und vez por semana

-prertoarreglo con el padre-, y el tdbaco, Fumaba unas tagarní-nas de a meclio que Mister Ken detestaba. El americano,un día que discutían sobre un derecho de paso, le o'fre'ció un buen torcldo de Vuelta Abaio y Cayetano Io re-chazó porque "sí me acostumbro a lo bueno nunca mós

podré volver a mis tagarnínaf',Los años le pasaron en el caballo. Cuando Menocal

comenzaba su primer período en la Presidencia, Caye'tano reunió sus ahorros y abrió un almacén en CoIón.Allí conoció a Dolores Mena, una costurera que le sur-cia los pantalones gastados por 'la montura, Lola Menaera mujer de ambiciones; siempre deseó abandorwr lacostura y vívir en la capital. Cayenato la h'lzo su queriday cuando les nació un hijo comprÓ L,na casita cerca deldlmacén. Al muchacho lo bautizaron en la catedral de

San Carlos de Matanzas con los nombres de AleiandroCayetano de lesús. La boda se celebró un üa antes enuna palroquia de Cdlón.

El azúcar estaba en alza y deiaba buen dinero- Caye-

tano había dividido sus fincos en cuartones pdro la s:em-bra de tabaco, caña de azúcar, ,café y lrutos menores'Cuando los precios dél azúcar comenzaron a subír, or-denó arrasar todos los sembrados: la tala y la quema de

los montes y arbolados de sus tierras. Había que abrírespacio a'la caña.

Vino Io de Saraievo y comenzó la guerra y los precíostlel azúcar subieron ntás aún. En Colón todo el mundodiscutía que si el Kaiser, que si el Mariscal Foch, pero

Cayetano no perdía el tiempo en conversaciones, Veía

60

crecer a A'lejandrito y le compraba polvos de arroz dLola para que se montuviera hermosa y por las nochescontaba sus onzas y doblones, centenes, luises y escu-dos.

Una mañana salió para La Habana con un maletín re-pleto de títulos y e;ccrlturas. En la estación de Vilta-nueva tomó un coche hasta el Banco d.el Comercio. Eladminlstrador, viejo sonocido,"lo recibió en seguida. Dis-cutieron hasta enfiada la noche. Cayetono se hospedóen el Hotdl Inglnterra. Al dÍa sigalente volvie,ron a con-versar delante de una mesa llena de papeles donde ano-taban cifras. Al tercer día Ia conyersa:,ión tuvo lugqrdelante de un nolario, Esa noche tomó el ten de vuehaa Colón. Se acostó en cuanto llegó a la casa porque eEtaba fatigado sin decir a Lola en Io que andaba.

Una semana después volvió a la capitdl. En el Ban_co del Comercio le esperabqn tres señores -y\s 6!¿

ellos el conocido General Osorio-, junto al notarb y eladministrador. Firmaron ¿l endoso de varias escriturasy un contrato, Cayetano hipotecaba el almacén, las bo-degas y algunas lincas al Banco. Con ese dinero pagabauna opción de compra al Centrdl Curujey. El GeneralOsorio quería deshacerse de él porque le dejaba pérdi-das.

AI retornar a Colón se loasustó de ta:nto albotroto. Allió para Curujey, cerca de Cel pellejo sobre la tie'rra, siaquello adelante.

61

Page 35: Lisandro Otero- La Situación

UN PADRE DE LA PATRIA

Ese año Gabrielito dio un gran estitón. Su cuerpo ga-nó en solidez y enronqueció lígeramente. Tere se lueuna larga temporada a Santa Clara con sus abu¿los.

Cunndo volvió, apents pudo reconocerla. Era otra cosa'

estnba más algo, un no sé qué. Gabrielito no supo decirlohasta que encontró la palabra: Tere era femenina.

Entonces sucedió aqudllo que nunca pudo disolver-

se en su memoria que persistió durante afios como unallaga ulceros:a abriéndose ante cada estímulo y dejón-dole un recuerdo agridulce que lo ensombreúa en sus

horas de pena, No pudo cancelar esta visión recurrentehasta que deió atrás Ia adolescencia.

Era un cciluroso sábado de iulio y Gabrielito hasliadode moscas y sudores, decidió relrescarse en el río Sa'gua, Caminó hacia las afueras, donde un meandro, pro-nunciado, el agua clara y la fronda, hacen grata Ia co-rriente. Se quitó la ropa deiándola iunto a un gran ia'güey y se lanzó desnudo aI agua. Cuando mayor era su

entusiasmo, pateandot, zambtllléndose pclf,a desenlprcarguijarros del lecho fangoso, haciéndose el muerto para

flotar; vio venir a Tere que se qAito los zapatos y hun-dió los pies en el agua y chapoteó a Eu gusto. Gabrie-lito se mantuvo inmóvil tras unas ramas qtte se inclinabansofue Cl río, Tere se arrimó al iagüey, se quitó Ia saya

63

Page 36: Lisandro Otero- La Situación

y Gabrielito vio sas rnuslos tarsos y alargados; se quitó lablusa y de'jó aI aire dos pa:kitos duros y redondos co¡rcnaranjas. '.,

Gabrielíto observó algo, en ese iwtante, de cuya exís-tencía no tenía ideu entre las piernas de Tere crecíaun en:respado y negro follaie muy similar al que éI paseía. Gabrlelito nunca había oído decir que las muie-res femeninas teníen ¿se ¡ambién. Tere salió del círcu-lo de sombra en torno aI jagüey paro acercarse al agua.Gabliellto vio mejor; era Ltn vello lino y oscuro quele cubría el pubis contrastando con Ia piel blanca de su

vientre, pero no había otra cosa alh, Esa era la diferen'cia entre 'las mujeres femeninas y é1. Gabrielito suspi-ró.

Tere se miró desnuda en el agua reposadd del mean-dro y se vio relleiada y se acaricíó los muslos, el vien'tre, los senos y descendló de nuevo las manos hasta que

el vello se le enroscó en los dedos. Entro lentamente alrío.

Ahí vio a Gabrielito con los ojos muy abiertos y dloun grito y salió a toda correra. Gabrielito le vio las nal-gas firmes, dos semicírculos y'lenos asomados como unbalcón sobre el dorso de 'los muslos, mlentras ella selía ¿IeI agua gritando que se lo iba a decir a su mamó.

Las setnanas siguientes Gabriélito no pado verla perohabló en el parque con su amiga Clotilde y supo queTere amdaba muy preocupa.da porque ahora podía tenerun kljo de Gabrielito, que la había visto desnuda. Cosasde las monjas, que le enseñaron que todo lo relerentedl sexo era pecado y que cl Díablo ponía eso entre laspiernas para condenar a los humanos.

Tres meses después Tere se suicidó rociándose conalcohol y acencando und vela encendida e su vestdo.Desapareció sin quejarse en medio de una antorcha quedespedÍa un gran hedor a sebo deruetido.

Se supo que al comenzarle la mewtruacíón descubríécon horror sus ropcts manchadas de sangre y sintió ascode la impurezc de su cuerpo, una tePugnoncia crecien-

04 05

te, incontenibh, y tanscunía muchas horas rezando en

la iglesia.Todo llegó o conaterse después que reposaba Pora

siempre iunto a un laurel del Cementerio Vieio, porque

Teri compartía sus temores con su amiga Clotilde, que

no era de lengua quieta.

Page 37: Lisandro Otero- La Situación

NAYIDADES DE 195I

En el bar del Hotel Presidente la luz apenas dejar ver€l paso entre las mesas. Dascal troPieza, escucha uncristal roto y un endeblo murmullo de protesta. Nadiealzaría una voz airada, nadie insultaría aquí; hay mu-chos compromisos secretos y citas junto a la esfinge,bajo siete llaves: un substratum de laberintos pecamino-sos; ningún miembro de Ia secta osaría descorrer el ve-lo. Además, es muy temprano y no hay borrachos.

Un camarero le toma del brazo y lo conduce a unamesa vacía mientras se siente en la blandura irresponsa-ble de los ciegos. Sus ojos se habithan a la oscuridad.El bar solitario. Es temprano para empezar a beber. Souexactamente tres parejas, tres mesas. A las cuatro de latarde su presencia indica con exactitud a dónde van, loque hacen. Ninguno de ellos se imagina estar desnudo en

un escenario y disfruta su falso incógnito.

-No deseo nada, gracias. Espero a alguien'

Quiere mantenerse lúcido y con plenas energías esta

tarde. Hasta ahora toda la maniobra se reducía a jue-gos de salón: una caricia en la tercaza mientras Alejan-dro busca un trago, cosas así, Esto de ahora es defini-tivo.

El cantinero limpia los vasos a la luz de un tubofluorescente, semioculto en una canal de made¡a. Se

está bien aquí: el aire acondicionado es intenso y el

frío obra como estimulante. Enciende un cigarro. In-

0?

Page 38: Lisandro Otero- La Situación

hala el humc profundamente mientras juega con el fós-foro apagado entre el índice y el pulgar. El estómago sele contrae y es en ese instante cuando advierte que estáexcitado, ligeramente excitado, no llega al torbellino, nisiquiera a la ince¡tidumbre: es una pequeña alteraciónde la mediocre normalidad. Por ahora se ha olvidado dela insatisfacción que siempre se le clava a un costado yle lleva a paso doblq. Piensa algo exótico: los musulmalnes. Entre los musulmanes esto no debe existir. Este lí-mite a una mujer, la acción vedada, la agradable im-presión de acometer lo prohibido, un reto a la socie-dad, la rebeldía.

Sea Maruja. Maruja fue la primera sensación. Le ayu_dó a salir del mundo protegido de su familia donde aveces habitaba en el vi€ntre de una caguama. Maruja esla experiencia adolescente. Maruja hacía las camas, ba-rría. Trece años. El, t¡Ece años. Las amigas de la ma-dre aconsejaron: "Cuidado con esas virulillas que só_lo quieren enganchar un muchacho bien, sabes".

Maruja era distante y digna; por el día llevaba elcabelio en una trenza única sobre la espalda y al atar-decer, después del baño, cuando se ponía su vestido degrandes soltaba el pelo que le llegabahasta la Tenía la piel muy blanca y al-gunas p z. Bl la veía moverse ágilmen-te por I su sensualidad. Con ella inau-guró las primeras masturbacion€s y cigarros clandesti-nos.

Sea Maru Toma cuerpode nuevo y nte recuerdlo,vive en la f En la tarde,una tarde si terraza. I¡n_tamente acercó sus manos a los hombros desnudos, len-tamente. Cuando su piel entró en contacto con la otrapiel la excitasión saltó al delirio y al temblor. Marujatenía una revista de modas en las manos y pasó un p7-gina. Las manos descendieron sintiendo la tantas vec€sintuida suavidad de aquella p,iel. Las yemas de sus

tr

dedos palparon la depresión de las axilas y sus dedoss3 enroscaron en los vellos de la pubertad y de allí seorientaron, en movimientos convergentes, hasta rozar laligera insinuación en la base de los senos pequeños y du-ros, y tímidamente continuó escalando hasta hacer triun-far su expedición sobre los pezones. Maruja se estreme-ció mientras fingía leer la revista. El sonido del llavínorientándose hacia la cerradura lo alertó y fue a sentarsecon rapidez en un sillón de la sala tomando al paso unperiódico con el que disimuló su erección. Cuando suhermano cruzó hacia su cuarto lo saludó aparentandoindifereneia,

Nuevos encuentros, en !a azotea y en el lavadero y enel cuarto de criados. Maruja siempre temiendo y nr¡Dcafue consumado. Entonces la madre dijo: "hay que des-pedir a esa muchachita que es muy sata" y él sintió queenrojecía, en la mssa, delante de toda la familia y nosupo si sabían.

El día que hizo las maletas no quiso verla. Se fu€de la casa por la mañana y no torné hasta la noche. Lafamiiia, al fondo, en el comedor, revolvía las migajasdel mantel mientras conversaba. Sentado un largo ratoen el portal a oscuras. No quiso ver a nadie. Luego sefue a su cuarto y se acostó en la cama y vestido aúnse durmió pensando en Maruja.

Ahora el frío no es tan intenso. Al entrar era unaopresión gélida que, claro, la luz dura de afuera, el vahodel asfalto en las horas que siguen al mediodía. . .

Las tres y media. No se produce el quebranto de laepístola de San Pablo. El que hizo la ley hizo la tram-pa, pero ella no se decide a romper la aparente asepsiade su medio, su visión ideal de sí misma; esto de unbar, una cita así, como todo el mundo,. pero ella loquiso porque quería detener el tiempo.

La ve cuando abre la puerta y vacila en la oscuridad.Dascal se acerca y la toma del brazo y siente la pielpegajosa de sudor y un músculo distendido que se ba-lancea como una hamaca entre el codo y la axila.

09

Page 39: Lisandro Otero- La Situación

-¿Hace mucho que esp€ras?

---:Treinta minutos, exactamente.

-|rfs ss por coquetería, es que Alejandro no ter'minaba de irse.

Las mismas cosas siempre, todo se repite. Al cama'fero:

-Dos martinis secos, por favor'Permanecen en silencio durante unos instantes. Am'

bos se precipitan a destruir este indicio de mutua in-comodidid, ias primeras sílabas chocan y se deshacen

antes de ser palabras. Y de inmediato:

-No, dime tú -dice

Cristina.

-No, no, habla, habla.

-Quería saber algo -se palpa el lóbulo de una

oreja antes de continuar-. ¿Ha cambiado Carlos rllti-mamente?

-No... de verdad, no creo... ¿Por qué?

-Hoy rne dijo una cosa muy rara. Quizás se esté

dando cuenta de algo.

-¿De qué?

-Carlos siempre ha sido. extraño.

-Es muy sensible, es inteligente'. '

-Sí; es extraño. Itroy estaba desayunando en micuarto. Abrió la puerta, me miró fijamente y me dijo:"Tú sabes, mamá, que cuando el tiempo pasa y no se

le conoce al pasar, uno se pone en ridículo y le hace

la vida miserable al prójimo". Dijo eso, más o menos.

Y se fue,El camarero trae los martinis,

-Cristina, tú eres una mujer 'inteligente.

-Creo que sí. Siempre he vivido con sensatez y sen'

tido comúrr y creo que ésa es la base de la inteligencia'Mi marido y mi hijo tienen una casa bien atendida'

Claro que t€nemos los medios, pero. . .

-No; me refería a otra cosa.

-Si, yo sé, Carlos siempre ha sido un poco filósofo.

-No.- Quizás no sea muy cort(s al decirlo pero tú

aparentas menos años de los que tienes.

r70

Cristina no contesta durante unos segundos y dice:

-Vamos a beber por nuestro eneuentro,

--Salud -dijo Dascal.

-¿Tú crees que eso es lo que quiso decirme?

-Es posible.

Es evidenle, un fo pa. Siernpre me suceden eslas cosas yenlonces querría eslar muy lejos del lugar. Se le olvidará,pero e_s lo clerlo, El liempo la deslruye y ella se resisle, An-dará en la lreinlena, comienza a perder la frescura de losvelnle, las palas de gallo se insinúan en la cornisura de losoJos y sln embargo manliene su cuerpo con elaslicidad Ju-venil y lleva el pelo oro Tiziano recogido en una lrenza quese enrosca sobre la sulura enlre el parielal y el fronlal, enel centro mismo del cráneo, como una corona. No praclicadeporle alguno, pero es acliva: subir y bajar escaleras esbueno para las pantorrillas, abrir y cerrar la porlezuefadel aulo manliene los dedos flexibles. La masajisla y los ba-ños {s v¿p6¡ conlribuyen, naluralmenle. En un diálogo con-vencibnal de salón la calificarían de interesante. Es intere-sanle. Tamblén podría decirse que es de una ágil y discrelarnadurez. Desnuda en una cama ha de lucir muy bien. Losabré, La definición de Flober: obscenidad: loda palabracienlífica dé oriEen griego o lalino esconde una obscenidad.El novelisla morsa se burlaba del horror de la burguesíafrancesa del diecinueve hacia el malerlalismo; la maleriaes deleznable, el sexo es maleria, por tanto... nuestra clasemedia aún no se ha despojado de sus prejuicios heredados.Nunca lo hará porque enionces dejaría de ser clase mediay harían su ingreso lriunfal en la inleligencia, la inteligen-cia de la clase media, con olro lipo de prejuiclos heredados.y conversaciones de buen lono sobre lemas prohibidos enla clase media, como el adullerio, por ejernplo. Soy un pe-queñro burgués, el más pequeño de los pequeños burgueses:soy un enano burgués; ni siquiera del burgo, que es villade irnporlancia, sino e[ caserío, de la aldea. Reclifico: soyhn enano aldeano. Crislina es una dama que pgrlenece a lernonde, el nueslro, un poco primilivo, que comienza a pulir-se y fijar tradiciones, pero que ya es le monde y lo sabeny.aclúan con conciencia de su membresía. Entre ellos hayalgunos cerebros, Cerebros como quesos. Blandos y suculen-los como el Camamber. Lujosos, envuellos en papel platea-do y malolienles como el Roqfor. Ahueéados y siempre encompañía como el Gruyer. Redondos y discrelos Or" ." Oat-

o,,%d

7tá

Page 40: Lisandro Otero- La Situación

-Te estoy preguntando -dijo Cristina'

-' ' ' ¿Qué?

-Te pregunto qué te pareció el parti de la otra

en casa.

-No sé, como todos los partis de tu casa'

son iguales.

72

noche

Todos

-No, no todos son iguales. Los hay brillantes, mus-tics, elegantes, aburridos; hay muchas clases.

-Todos son iguales. Siempre es más o menos agr&

dable no pensar y aturdirse {ijo Dascal.

-Agustín no la pasó muy bien.

-Agustín es un neurótico.

-Adoro a los neurótipos, son gente deliciosa.

-Es el mal de la época.

-Sí, ser neurético es elegante. La normalidad es abu-rrida. ¿Viste a los Blázquez? Son normales y muy abu-rridos. Ella lo domina enteramente.

Dascal terminó su martini y ordenó dos más al ca-marero. El bar del Presidente estaba vacío ahora.

-No es nada taro, en Cuba la mujer siempre do-mina -dijo ella.

-El gran Matriarcado de América.

-El hombre es de una apar€nte agresividad, des-

viste con la mirada a cada muier que pasa pero si

una de ellas se le ofreciera correría a su casa iunto alcalcr de su mujer legítima.

-Yo tú, no apostaría por eso.

-Claro que a la mujer le pasa igual. Es provoca-

tiva, usa ropa ajustada. Dadas las condiciones entraráen un retozo agradable, pero si se ve presionada a irhasta el final, huirá como quien ve al Diablo'

Las cuatro y diez. Gentileza del cantinero: de una

escondida bocina emerge una versión s,ruposa y dul-zona de "That Old Black Magic".

-Yo tú, no estaría tan seguro de eso -insistió

él'sí, sl, positiva. Los cubanos son maestros de los

preliminares pero aprendices de los fundamentos..

-¿Eso €s un reto o una teoría?

-preguntó Dascal'

Cristina rió: té del domingo en el Country Club.,-Una teoría. Enteramente cierta. La muier no es

sólo narcisista, de ella dependen en Cuba muchas cosas'

Aquí un hombre sale eleóto alcalde ftorque es buen ti-po, un Presidente llega al poder porque otorga el voto

?86.- La Situació4

Page 41: Lisandro Otero- La Situación

a la mujer. Dentro de la familia cubana es la mujer laque dirige.'

-Es -una tradición. Desde que Isabel de Bobadilla

quectó sola gobernando este país...--Es un fenómeno cubano -dijo ella.

-O americano: la Malinche, la Perricholi; o europeo:

la Maintenon, la DubarrY.orías.es ser consis-

teprobó el suYo.

-Este es menos fuerte que el otro.

-Es seco, igual.

salir y mantiene su presión hasta que el auto se airea

en la marcha,

-¿A dónde vamos? -Pregunta

Dascal.

-Ño sé -dice Cristina. Y se hunde en su asiento,

perdida la lucidcz de la brillante anfitriona, adolescen'

te ternerosa.

Vacas GordMenocal, Yascenso de

s políticos e

está allí.El túnel. El arbolado de Miramar es un sedante a

la opresión del mediodía: el verde oscuro' verde ama-

tin.íO u".de cluto de los laureles y los pinos, alivia

la sc¡focante Presencia del sol.

74

Ayanza hasta Tercera, dobla a la derecha y al lle.gar a Cero, a la izquierda, Distingue la casa semiocul-ta entre las hojas del platanillo que rozan las tejas ana-ranjadas del portalón del costado. Disminuye la veloci-dad y hace girar el timón para entrar al garage.

-¿A dónde vamos?

-pregunta Cristina.

-Aquí. A esta casa.

-Yo no puedo entrar ahl.Dascal frena, hace retroceder el auto y continúa por

Cero.

-¿Por qué no? ¿Qué te pasa?

-No me gusta. ..Una vuelta para dilatar la decisión.

-Déjate de boberías. Tú no er€s un niña. . .

Cristina no responde. Luego su rebeldía se debilita,murmura confusamente. El prejuicio es endeble y me.rece la derrota que le sobreviene en seguida. Dascal seac€rca nuevamente a la casa y hace ent¡ar el auto enel garage. Avanza por una estrecha calle hasta el pa-tio, donde parquea junto a otros autos.

El cuarto es desagradable. Dascal cierra la puertay corre las cortinas de la ventana creando una íntimapenumbra. Mueve el regulador del aire acondicionadoa Dyna-Cool. Se acerca a Cristina y la besa en el cue-llo. Ella lo separa con una suave presión de sus brazosy se sienta en la butaca.

-Perdóname, es que no estoy acostumbrada. . .

-No encontré otro lugar.

-Siempre hay amigos. La próxima vez trata de con-

seguir un apartamiento.

-La próxima vez será otra vez.Dascal se echa sobre el colchón y enciende un ci-

garro. Inhala profundamente el humo y lo exhala confuerza. Cristina, de pie ante el espejo, deshace su largatrenza.

-Este es un país agradable -dice Dascal-. Sfi!ñüb" ¡;ro.

con facilidad.

$rüoop¡¡ 1i

8¿',d-Es cierto que la vida aquí es agradable.

Page 42: Lisandro Otero- La Situación

vlvir a la ihternperle y desñud$ todo el dño alimeri-tándonos con frutas y agua de coco. El clima es lo. que

haoe fácil este pals.

-En la Riviera también es agradable -dijo Cris-tina.

-No debe ser tanto como aquí' En ningún país

el clima es tan bueno como aquí.Cristina sonríe y entra al baño' Dascal habla:

-Somos los inventores del sol y el ron añejo, la

brisa, el arroz con frijoles, el azul del mar, el petice-tro del Vuelta Abajo, el abanico de guano, el café ne-gro, el sillón con balances, la cintura estrecha en lamujer, el zapato de puntera en dos tonos y la guayabera.

La presión cede. Las rajaduras del techo y- las -mar-cas dá lápiz en la puerta comienzan a ser familiares.

-¿Sabes lo que deberíamos hacer? --dice Dascal'

-No, ¿qué cosa?

-Irnos a Varadero y vivir desnudos alimentándo-

nos de cangreios.

-Estás delirando.

-¿Por qué no?

-En el- verano es la temporada y todo el mundo

me conoce. En invierno Alejandro va a menudo'

-Es buena gente Alejandro -dice Dascal'

Cristina sale del baño envuelta en una toalla. El pe-

lo, suavemente dorado, le cubre un hombro. Los mus-los sólidos, largos, de contorno preciso, tostados de sol,

se mueYen hacia la cama.

-Hace tiempo que Alejandro y yo no hacemos nada.

-Es difícil que pueda resistir.

-Estamos muy alejados. El matrimonio acaba con

todo.Dascal aprieta el cigarro contra el cenicero y se vuel-

ve hacia ella acariciándole el cabello.

-Tienes un pelo muY fino.

-Es difícil áe peinar. Mi peluquera siempre se está

quejando.Dascal la besa en la mejilla.

76

-Tri sabes, Luis, que úo es mi costumbre hacer esto.

Nunca antes. . .

-Está bien, está bien, yo lo sé

-susurró Dascal.

-No quiero esto solamente, necesito algo más.

Dascal la besa en un hombro y desliza sus labios so-

bre la piel hasta alcanzar el cuello y la oreja.

-Algo más... más importante... que esto.

-Sí, sí -dice é1.

Había oscurecido cuando salieron. Dascal abrió el

radio del auto y movió pl dial hasta encontrar una me'lodía adecuada. La ducha lo había refrescado y se sen'

tía ligero, vivo, con todos los poros abiertos al mundoque ló rodeaba. Cristina iba adormecida con la cabeza

apoyada en el asiento.^ 'Tlabanaaa, sirena bonita dormida a la orilla del

maaar...", cantaba en el radio una voz grave.

-¿Te-Gro Y añadió-:

Sí, muy He Perdidodiez años esta tarde.

Dascal fue a "El Carmelo", después de dejar a Cris'tina en la modista. Mientras estudiaba la carta, JimmyBuigas le dio un manotazo en la espalda deseándole

"Merri Crismas". Dascal notó entonces las bolas de

colores y los trineos blancos y los Santiclós diminutosy la nieve de celulosa y recordó el calor que había su-

irido durante todo el día. Pidió una langosta Thermi-dor y un helado de fresas. Llamó a su casa para decirqu€ no iba a comer y compró el último número de Lifeque hojeó, de vuelta a la mesa, mientras esperaba ser

servido.Era temprano cuando terminó y fue al Trianón por-

que exhibían algo de Humphrey Bogart sobre el asaltoa un Banco.

17

Page 43: Lisandro Otero- La Situación

IIN PADRE DE LA PATRIA

El abuelo paterno fue pescador de La Isabela y su

mujer enronquecía pregonando pescado con una gran

cesta de mimbre a Ia cabeza' El abuelo murió man-samente una tarde, después que regresó con los an'Tuelos limpios de un viaie de diez días a los cayos;sólo pudo decir que algo se le partía en el pecho, in'clinó la cabeza y quedó como dormido en Ia stlla, míen'tras la vieja le colaba el ,café en una med'iq lavada. Des'pués Ie tocó el turno o 'la abuela que siempre fue del-gada y padecía de unas fiebres lánguidas. Murió escu'piendo los pulmones en una palangana.

El padre de Gabrie:lito comenzó siendo pescador co-

mo eI abuelo y el padre del abuelo y eI abuelo del abue'lo pero no quiso seguir en el mar que traía rñiseria; bus-có oficio y entró de aprendiT en una talabartería; era

poco pero seguro a fin de mes y no dependía de los ca-prichos del mar.

Cuando empezó Ia guerra se Íue al monte "porque

sí": ahí estaba el Íuturo; era algo contra los españo-

les que I.o poseían todo en Sagua. Pronto andaba deca'pitaido soldados de'la Corona y se precipítaba furioso-conxo

un centauro formando un cuerpo eon su cabal-gadura cuando eI clarln ínc,ltaba el degüello.

Entró en Sagua de noche en varias ocasiones mien-

tras estuvo alzado para visitar a Eugenia, la hiia del ie-

7S

Page 44: Lisandro Otero- La Situación

fe de estación del Íenocarril de Caguagua, y se alegrómucho cuando ella le díjo que estabo encinta.

Al terminar la guerra lue nombrado ionceial por losameicanos y en las prlmerars élecciones, ratiliccido porvotación. Se casó con Eugenia que ya tenía tu emba-razo adelantado. A'lquiló un solar a censo por cinco pesosal año, y construyó sobrc él una caso con dinero quele prestó el gallego de lq fundición. Cercó veinte cabdlle-rías y 'las inscrtbió a su nombre. Por aquel entonces sedejó crecer la barba y se afeitó hs patillas. Usaba botasmuy lltstradas para paseqrse por los portales. Los do-mingos alquilaba un coche para p$ear con Eugenia yGabriélito.

Sagua era el centro de una 4o'na próspera. Tenía ensu jurisdicción q los centrales San Rafael, San Pedro,Panchita, Ramona, Caridad, San Vicente y Reyes. Porlas t,ierras de pasto andaba un ganado traído de Colom-bia que era de buen rendimiento.

Es cierto que un empleado municipa! gctnabo cuutenta pesos al mes y eI Alcalde, cien, pero no es menoscierto que una botella de aguardiente,costaba dos cuqr-tillos y un doblón daba paru vivir muchos üas.

Los obreros de la fund,ición y de'la talabartería no go-naban tanto y pasaban sus estrecheces, pero no eranpersonc¿s de condición. Entre los miembros dél Liceo,donde estaba todo lo que vale y brilla, no había quiensultiera quebrantos y en el juego de teslllo'relumbrabansobre el tapete verde las onzas,'los centenes y los lu,ises.

Esa lue la época en que su vída se divldió, o másbien, terminó una vlda y comenzó otra, porque Gabrieli-to, en los años que vínieron, nunca cesó de añorar elbuen tíempo viejo de los bailes de la soaledad, las bro-mas de Rebollar, el sortWo alegre del órgano de cilin-dro, el cabello castaño de Tere que se atormentaba, conla visión del pecado, eI paso grócil del caballo de su pa-drei un cuadro difuso de memorias que le ornobanmelancólico en las horas lentas.

80

I

\i

ORO BLANCO

EI mosquíto volaba en círculos en torno a su cobe-xa. Ascendió trozd.ndo una esp'iral y ge'lanzó hacia aba-io en una limpia vertical para posarse en su pórpado.Cayetano se dio un manotazo que slntió desde Ia frentea Ia mejilla. Al retirar Ia. mano vio aI mosquito con susdelicados lilamentos y patas enroscados en me'dio deuna pequeña mancha de sangre.

Lola Mena dormía a su lado. Estaba atractiva con surefajo rosado. Quiso despertarla, pero pensó que al díasiguiente tenía mu:ho que trabajar y se decidió por eltabaco que arüa en el cenicero. i

La casa t,lvienda de Curujey era cómoda. El centrdlmarchaba bien: ls caña daba buen rendimiento y losprecios del azúcar eran altos. Con el dinero de esta za-lra Cayetano tenía planeado redimir de la hipoteca alalmacén y las bodegas. Había liberado primero'las fin-cas porque nece'sitaba espacio para sembror má.s caña.

Sintió que una sabrosa placidez lo ínvadía. A vecessoñaba con un campo enorme en que só16 veía cañas,un rufi de cañas, una selva de cañas, un cielo de cañas,cañas hqsta eI infinito surgiendo de la tierra robustas yverdes, cañas nuevas cada rminuto, cada hora, cada mes.Apretó il tabaco contra el cenicero, apagó la lu7 ydescolgó el mosquitero,

A las cinco de la mafianq estaba en el baño lavándo-

Page 45: Lisandro Otero- La Situación

se la cara y Loto te llev6 el caté. Termlnando de vwltr'se le aviswon que eI iele de campo lo csperabn. Erqde noche aún cuando Cayetano saludó a Ermidio' Sa-

l,leron del batey al paso de los caballos y el amanecer

los sorprendió-en la colonia Gumó. Ctletano conversó

con el mayoral y siguió hacia La Paslora.

Durante toda lq mañana avanzó a ttv¿s de un ho'rizonte de cañas. A las diez y media tenía vísitdascuatro colonias y sabía cómo iba el corte. En eI batey

de La Lulsa se detuvieron para almorzar.Ermidio iba a pagar su slmuerzo en Ia bodega de

la colonia cuando ell mayorql lo invitó a un buen arrozcon pollo que tenía. Buscó a Caye,tano para invitarlotambién. Lo encontraron lras la bodega, sentado en lc

en la cil-un peda-

na botellae La Luü

sa repitió su invitación

-Ño, no; déieme, déieme -diio Cayetano. Y le dio

una mordida al pan con sardinas,

AI medioüa emprendieron el regreso al central, Al en-

foto amarillenta dCl Central Curuie:y tomnda poco des'pués de su fundación y una foto del general OsorioLn un marco dorado, que Cayetano no quería retirarhasta haberle pagado eI último centa'vo.

Guardíola, el iele de administración, entró lenta'rnente, sin hacer ruido, temieüo mdlestarlo.

-¡Adelante, adelante! -diio Cayetano,

Guardiola puso unt hoia sobre el buró. Cayetano exa'

92

miñó rápido las cilras de producción en socos del üaanterior.

-¿Cómo anda lo dc los comuneros de Nueva Paz?

-Regular.-Explícate,

Guardidla.

-Bueno, señor, algunos han aceptado h compensa-

ción, pero hay un grupito que dice que no,

-¿Quieren más?

-No, quieren quedarse en su tierra.

-¿Cómo su tierraT Es mi tierra. La he comprado.

-Sí, perdone. Es una manera de hablat.

-Les doy doscientos pesos pot cada caballerla qucdesalojen y los empleo a mi servício. Les ofrexco unbuen trato. ¿Qué más pueden pedirT

-Dicen que si trabaian por su cuentct ganaríon más.

-Puede que ganen más, es cierto, y puede que se

arruinen en un año. Uno nunca sabe. Conñlgo estánseguros.

-Es que como el azúcar estd en dlza,..

-Pero eso no va a durar toda la vlda. ¡Qué eslúpi-

dos!Cayetano Sanía mojó la pluma en el tintero y tomó

una hoja en blanco,

-Guardiola, sí esa gente no se va, voy a tener que

ser duro. ¿Hay otra cosa?

-El sargento quiere verlo.

-Dile que ahora no. Pot ahora no,

83

Page 46: Lisandro Otero- La Situación

EN ENERO COMIENZA EL AÑO 195P

El viernes se dijo que la gente del Comité Estudian-til Democrático acumuló palos y cabillas en el sótanode la B.b'ioteca. Alguno llegó a decir, alarmado, que viopistolas. El C.E.D. imprimió un manifiesto para repar-tir en el mitin. Un fin de semana de'intensa preparación.

El Comité Estudiantil Democrático había convocadoel mitin para el lunes al mediodía en la Plaza Cadenas.La Agrupación Nacionalista Universitaria había amena'zado con impedirlo. Todos los estudiantes que se lla-maban a sí mismos progresistas estaban en el C.B.D.,quc se proclamaba continuador de la revolución antima-chadista. Los de la A.N.U. eran acusados de sumisos, ca-toliqueros, hijos de su casa. En el C.E.D. eran reos depandillismo y politiquería.

Luis Dascal subía la escalinata de la Universidad mi-rando el Alma Mater que abría sus brazos en lo alto dela colina. Había terminado de desa¡rnar y el café conleche le bailaba en el estómago. Saltaba los escalonesde dos en dos y los descansos los obviaba en pasos lar-gos. Al atravesar el portal del Rectorado miró el reloj:las nueve: perdida la prirnera clase. Apresuró el paso yuna carrera final le permitió escuchar las últimas frasesdel profesor de Derecho Romano.

En el receso le entregaron e1 grandilocuente manifies-

It

Page 47: Lisandro Otero- La Situación

:,# ¿?jfi ;,ltf,ii1t

Íñ T::fl,: a:,i,: 1*r" a16 _--"u.ro a Ma¡cos V"r*"r"

Primero habló Nenévi.¡n premaiuro, *oii.o 1". dc

:"'ó 1 rc" liiiui'Á'?ri"l , 'l;los-mártires del 71, de Mella y de Trejo. Mientras ha_bl*": u3_ grupo de estudiantes iba distribuyendo el ma-nifiesto ideológico del C.E.D.__

El segundo en turno fue Titico Llanos que declaróllcgado el momento de comenzar

""" ;;;;¿-;:lra los fascistas que pretendían ofrecei --i"i-.tir"io-..-rru ros-rasclstas que pretendían ofrecer misa diariamen_tc en la Escalinata. Ao¡lelb imaop- ¡an+Á t^ :-^-:-^Aquella imagen captó la imagina-:ió,1

d.,lo. efudiante-s v "" "r"moi;; ;lrió;derosJ"dil_;

I

de .la plaza. Nené Mirón era dado a la hi-storia y a laretórica. Titico Llanos iba lirecto at tema-usando ejem-plos. muy vivos y exageran lo la situación para rodearlade dramatismo.

Un estudiante con espejuelos de aro dorado y mejillaschupadas ----el aire de un _semina.ista_,-gritóí {e'isto:leros!" IJn- deportista, con la U del equipi universitario

^"1,_ty ;rnotaa, lo. empujó por un hombio y en seguida lecruzo. ta cara golpeándole con el puño cnerrado sobre elmenlón y con el codo en un pómulo. El áe espejueloscay6 al suelo con la boca sangrante.

Titico Llanos intemrmpió -Ju discurso para gritar:

_iN9 .. r.nueva nadie, compañeros, es una piouocaciórrl,,El deportista_lo ayudó a lelantarse; "i otio insistía entantear el suelo buscando sus .espejuelos rotos. El depor-tista se los alcanzó. Dos estudiairtés lo cargaron ¡etirán-dolo hacia el portal de la Bibioteca.

--'-o--

Dascal mi¡ó a Ma¡cos:

-¡Esto cs una oorouería! No hay raz6n para pegarle._ _Marcos movió la

"áb"r . Dascal'atan¿ot-el mitin yMarcos lo siguió. Fueron al Bodegdn á.

-iáo¿oro.

I

Page 48: Lisandro Otero- La Situación

-¿Estás o no estás con el Comité? -preguntó

Mar-

cos.--lyo sí, firmo todos los papeles que.me dan y ayudo

en lo que puedo, pero está oiol"nci" innecesaria no la

Daso.^ Pidieron dos Coca-Colas.jsr ru política' A lo mejor tienes razón' pero er8

necesario callar a ése."-:;¡ tú con qué moral hablas? -dijo

Dascal'

Marcos Malgor no respondió y Dascal supo que se

había excedido.

-Perdona, pero es que los abusos me llonen al pa-

rir.- Mareos decidió que ahora se ofrecla una buena opor-

toii¿uo puiu t t*inar la antipatía que Dascal le de-

mostraba.^-

-t; quisiera explicarte, Luis, mis razones' Hay mg'

cha g.n1" que me ira enten¿i¿o mal en la Universidad:

amigós qu€ Ya no me saludan'_-jÑoi¿ pot qué. Fuiste líder en Derecho y abando-

naste la lucha en un momento duro, eso es todo' Cada

uno escoge su camino. No puedes evitar que eso repug-

ne a los qu€ no tienen el

-Contado así, a la liger

mal parado. En este País Isar v nada le gusta tanto-

-No mc irás a decir

-tt¿itn, Luis, el problema aquí es qu€ uno bobea Y

..o V u"á por ahí en la Univeriidad y tiene su novieci-

ta y'se da su mate en 'el Parque Lídice y arma sus ter-

iofut-." la Plaza Cadenas y asl se te pasa el tiempo' Vas

Porque tienes que

as Por qué. Un día

Problema. ¿Qué es

idad? ¿Qué camino

Marcos subrayó el alll extendiendo el brazo hacia el

muro gris.

80

-Yo sí.

7.- La Situación

Page 49: Lisandro Otero- La Situación

I

li

gado de curso' y me €ligieron' A-1 añ3 siguiente fui pre-

ii¿.rt" ¿" esóuótu. ¿Qué tn quieres? Es agradable esa

oooulari¿a¿ ¡,no? Un día la vieja se me enfermó y la

Í.iá "r

ttotpiitut calixto García y me la atendieron muy

bien porque yo era quien era' Cuando entré en el ter-

.", u^ño áe la carrera empecé a abrir los ojos' Aquello

*-*r u."tuba cuando saliera de la Universidad' Y des-

pués ,',quét Mi padre es empleado público' trabaja en el"üt"tr;#; ¿"

-clrn"rcio. La vieia cose para afuera' Ahí'

en tercer año, comprendl oue no todo ira el relumbrón

;;" ;. tenía cegadt. ¿Qr¡é iba a hacer'cuando me gra-

áuá."i En los bútetes grandes"no p-odía trabajar' Un día

i"l " ru"" y Cubas piáiendo trabáio y po-r Poco se ríen

de mí. Para ellos era un agitador.de la Universidad' un

atolondrado: las clases vivas le teme.n'a la gente como

"o. iólo me quedaba abrir una oficirrita en la calle Rei-

;; ;;;; ul""á.t divorcios, fianzas v-ladrones de galli-

.r".. frra dura la cosa, fue dura' Me pasé un tiempo

pensando y renuncié en lasiva ¿e la AgruPación. Yocha gente cree que me le a

Me fui por la comida, Porno

"..o ^.n

nadie y estaba de mingo allí'

-No sé; quizás tienes razón -dijo Dascal-' Me

imagino que e.s inútil " Lo tuYo

lució mu5' feo desde

-Ahoia es diferente, ngo relacio-

."".. ff" pertlido algunos a le va a ha-

cer, todó tiene su precio Por. lo que

;;i*;.-Trabajo coñ el s Puedo subir

mucho.--¿Mucho? ¿Cuánto es mucho?

-El CaPitolio, Palacio.

-r.,Eso es mucho?

-ii,s 1o que a mí me interesa, Luis'

-No sé. . . tienes raz6¡" ' a tu manera tienes ra-

zón. No puedo decirte nada porque yo mismo no sé'

Vü " deiar la carrera' no me interesa. el Derecho'

rioo

\

I

-¿Qué vas a hacer?

-No sé, cualquier cosa. A lo mejor me pongo a ha-cer poemas hasta que tenga huevos para niezclirme entodo esto.

-¿En qué?

-En esto, en lo que pasa aquí.

-Hay que endurecerse, Luis.

-Eso es lo que hago.Silvia Lejarza y sus amigas salieron saludando a Mar-

cos.Esa es otra solución -dijo Marcos, devolviendo el

saludo.

-¿Cuál?-El braguetazo.

-Siempre que trato de meterme hay algo que Íre

empuja de rechazo. Por ejemplo, ese muchacho golpea-do. . . No había por qué pegarle.

-Pero es la política, Luis, la política es dura.

-No había por qué pegarle.

-En los mítines siempre pasa algo así.

-No era un provocador, no tenían por qué haberlepegado. Tenía derecho a €xpresarse. Fue un golpe su-cio, con el codo. El tipo ni siquiera se defendió. ño .ruun provocador.

-Mira, I.uis, aquí todo el mundo esperaba que hoys€ armara la de San Quintín. No ha pasado nada. Uncomemierda con la boca rota. No ha pasado nada. Esocs bueno.

-Yo no sé si es bueno pero no debieron pegarle.

-¿',Estás o no estás con el Comité?

-Sí estoy. Estoy de acuerdo con todo lo que dicenrlc la reforma agraria y la república española y todo eso,pcro no estoy de acuerdo con que le peguen a la gente.

-¿Tú sabes lo que pasaría si la Agrupación se-apo-tlern de la F.E.U.?

-Los jesuitas se meterían aquí con sus niños biton-lot.

9l

Page 50: Lisandro Otero- La Situación

-Eso mismo, los jesuitas y los muchachones

'le pipl

en alfombra."'^-]No-_-" gusta eso _-dij

con el Comité, Pero looegando a la gente' rt^tañ a los de ia.AgruPaquleres saber cÓmo v'v

al campo. . .

del Comité' Pero no que

debe Pegar a nadie ui en

montaña pero no quieres romperte la ropa haciéndolo'No, mi hijo. Cualquier cosa que hagas exige que uno

se ensuc'e, en política o en eualquier otra parte, porquetodo está'sució. Si te interesarJ de Yerdad mejoraf elmundo en que vives, a mí no me interesa, te lo con-fieso; no te' importaría mezclarte en todo, sudar, en-

fangarte, romperte' al final tendrías algo útil y preciosoque siempre te mantendría limpio.

-Prefiero no meterme en nada.

-Esa es la típica man€ra de hablar de un bebé bien

protegido. No quieres abandonar tu tibieza, la seguri-

áad de mamá y papá. Yo he tenido que fajarrne más

duro que tú y me he ensuciado porque no me quedabaotro camino.

-Pero al final has renunciado a la pelea: te dedicas

a construirte un futuro ¿ves cómo tengo razón? Esta re-batiña de todos los días acaba a la gente, no imPorta en

nombre de qué te mezcles a la mierda.El sol atenuaba el frío ligero que trajo el primer vien-

to norte de enero. El Bodegón de Teodoro comenzó a lle-narse con los que venían del mitin. Marcos preguntó- a

uno que pasabi y le respondió que ya estaba terminado'

-Si tú quierés. .. cómenzó a decir Marcos cuando

escucharon los disparos.Primero fueron áishdos, uno, otro, y otro más. En se-

guida se sintieron en bloque, una masa de sonido, man-

n en la Universidad Por laEl ti¡oteo era en la Plazaal Aula Magna caminaron

mo.En la escalinata de Ciencias unos Yeinte estudiantes se

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I

una idea general de

v en la humanidad Y

ii meior de lo que vr

una gamuza. -..

".'"'i""p"irti"a -diio Dascal- no

ouiero hacer carrera t;;;'ni 'iquiero un militante de

;;;. ñ PreocuPa la vida' es también

";fffi,1ilt?.1""i3"*' ' re intere-

san los fines Pero no lo escalar una

92

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Page 51: Lisandro Otero- La Situación

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movían cotlio un enjanibre, tensos, unidos' Los {rltimos

disoaros se escucharon en Das-

cal'abandonó la Biblioteca Pla-

"u. I-ou de Ciencias gritaban ido!"

Una estudiante sollozaba t no"tenía amoratados.

Titico Llanos estaba sobre un charco de sangre en el

portal de Ciencias. La sa mo me-

lado, se había coagulado suave Y

humedad sobre el mármol. cerrados

y no daba la impresión de sentir dolor alguno: en la ca-

ioi*, .rou gran mancha de púrpura oscura sobre el

vientre.(Jna voz: "Ya viene la ambulancia". Otra voz: "¡Es-

tá mal herido, hay que lleva¡lo rápido al Calixto Gar-cíal" Los del C.E.D. formaban una muralla de protec-

ción en torno a Titico. "¡Déjenlo respirar, compañeros,

abran campo!" Los estudiantes corrían por la Plaz'a Ca-Alma Mater, a la calle; hacia la Facul-

s. Las voces: "¡Fue €l sargento Rivero'es que no respira. No, fueron los de lasargento Rivero estaba de civil con otros

esbirros".La ambulancia se anunció con el quejido agudo de la

sirena. El médico, de blanco, se arrodilló junto a Titicocuidando no €nsuciars€ los pantalones con la sangre pe-

gajosa. Le alz6 un párpado cofl el pul8al. "¿Cómo es-

i6, do"tor?", pteg.tttió Ñené Mirón' "Está muerto", di-jo el médico y subió a la ambulancia junto al chofer'

Ñadie habló. Uno del Cor é comenzó a llorar y se

sentó en la escalera. Dascal se alejó del grupo caminan-

do hacia el Rectorado.

¿Por qué este resorte que ahorl oprime ha de perder

su"fueá? La justicia eslaba allí, junto al cadáver de

un orador de mitin improvisado, de un muchacho de

Jovellanos que vivía en La Habana en un cuarto con

ventana al iatio de tender la ropa en una pensión de

sesenta peso^s al mes y visiiaba a una novia en la calle

94

I

Ma{1 y después se acostaba cón üna puta de a pÉsogg Paiarito y leía a Martí y a Lenin, a Ingenieros y aMariátegui; con unos padres que vivían ¿eI retiro iivily ahora vendrían a La HabanJpara velar el cadáver sinentender por qué había muerto su hijo y todo eso pa-ybu. y se olvidaba- porque la capacidad de percepc^ióndisminuye con el tiempo I las sensaciones d-ismiiuyeny mañana todos sentirían menos esta urgencia de acclóny pasado mañana menos aún y en unas semanas nadiese acordaría.de esto y Titico Llanos sería un vago re-cuerdo mencionado como una cosa vacía en los discur-sos de Ia Escalinata.

Quería tener un arma en la mano para buscar al sar-gento Rivero. Había que ensuciarse en la sangre y en lamierda y en el pus y en el vómito y destruir, boriar, ex-terminar a todos los sargentos Rivero y en ese momen-to habría dedicado su vida a golpear, acuchillar, dispa-rar. Le quemaba la cólera y sintió que los ojos se le ile-naban de lágrimas y tenía algo en el estómago que lesubía hasta los labios y hubiera querido gritar pero nopudo porque siempre algo lo contenía.

Atravesó el Recto¡ado y descendió por la Escalinata.El sol se había ocultado por unas rápidas nubes grises.El aire perdió así su cálido contacto. tUn suave vientofrío soplaba ahora sobre la colina universitaria, Abajo,los viejos autobuses anaranjados pasaban cargados depasajeros dejando una estela de bumo negro.

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IIN PADRE DE LA PATRIA

El Coronel Cedrón andaba muy metido en política yel General losé MiguCl Gómex, que era gobernador de

Santa Clara, le distinguía y contaba con su apoyo' Io-sé Miguel organizaba entonces eI Partido Liberal paraoponerse al Partido Moderado de Esffada Palma.

Los ntoderados querlan una prórroga en el poder ytrataron de acdllar las protestas con tnano fuerte. Vi'lluendas lue asesinado en Cienfuegos y Estrada Palma

nombró un Gabinete de Combate con mlnislros de ace'ro que destituyeron a los alcaldes y conceiales desafectos

en toda la isla. El coronel Cedrón estaba entre los de-

puestos.

Iosé Miguel estaba convencido de que el Partido Li'beral ganaría las elecélones y no quería torzar las cosas'

EI Corone'l Cedrón opínaba que si eI gobierno lalseabalos escrutiníos habrla que alTarse otrt vez.

El día de las clecciones el Cotonel permaneció con'linado en su casct. Gabrielito vio a través de las persia'nas al Teniente Quereietct que se paseaba por Ia calle,

ante su cgsa, con un grdn revób¡er a la cintura, seguido

de cuatro números con Qrmas latgas.AI día síguíente Gabrielito vio salir a su padre muy

de mañana y regresar abatido dl mediodía. Los libera-

Page 53: Lisandro Otero- La Situación

címañadasles habian sido deruotaáos por ilrnasyo de fusiles.

cok Apo'

EI Coronél Cedrón cercó treinta caballerías más, co'mo desahogo por el lracaso y las inscribió a su nom-bre. El Alcalde, que ero de Estrada Palma, no se o,tre'vió a oponerse. En la nueva finca Gabrielito disponíade un potrlco y unc¿ fina montura con incrustaciones deplato.

Un día de junio, medíado el verano de 19O6, Gabrie-lito fue llamado por su padre. Era el hombrón precisoy decidido de siempre con todos los atributos de lu so'Iidez: el revóIver, las botas, la fusta en la mano. Le ha'bló, le habló al hijo: se iba lejos porque hacía lalta y alo peor nunsa volvía a verlo. Quería que supiera que

cuanto hizo era por el bien de'la familia, nvestfa Ílmi'lia, y de la patria.

-Si yo muero, te deio uno grun propiedad y el amorde tu madre. Tu abuelo yd está hnblado y cuidará de lomío hasie que puedas hacerte corgo. Si me ves con vidaotro vez, estaremos mejor que nunca,

A Gabrielito le asomaron unas lágrimas y su padredíjo que no había que preaeuparse.

-Voilveré pronto a darte otro beso grande.

Y se fue.Dos meses más tarde, al rctornar Gabrielito de la es'

cuela, vio al abuelo Sandalio en la casa. Estaba muy se'rio y su voz era un murmullo mientras'hablabe con suhija Eugenia acariciúndole und mano. Callaron al vet aGabrielíto y Eugenia entró en su cuorto. Sqndalío lo lla'mó y le habló muy suave.

-Tú sabes, muchacho, este país ha nacido al rcvés.

Primero fuero¡¡, los españoles y luego 'los americanos ydespués los moderados y parece que ahora volverdn losamericanos y quién sabe lo que vendró después' Yo creoque siempre habrá alguien ieringueando, por eso es que

han matado a tu padre, por la ambición de lo bueno.Aquí hay que hacer como 'la caña, que se dobla cusndoel viento sopla.

9B

ii

Gabrielito tuvo miedo. Sintió lisicantente que el pisode la cssa se balanceabq y pensó que el mar revuelto setragaría un día su casa, todas las casas, Saguo, la hla;y su abuelo y é1, co¡ns su padre ahora, desaparecerían sindeiar hüello de su paso por este mundo.

Mósen Laescribíaalzadoque se llamó "Le Guerrita de Agosto',, y que Íue sor-prendido por los rurdles cerca de San pedro de Maya-bón y muerto de un balazo que le vació los sesos.

Los americanos se lueron y hubo otas elecciones yel General losé Miguel subió a la Presidencia. Cuidóm.ucho la provincia de Santa Clara que era su base po-frtica y se ocupó de ellos, 'los Cedrones. Sandalio, suabuelo, lue ascendido de jele de estación a administra-dor de los lerrocarriles dél norte. Porque losé Miguetse preocupó de aumentar los ramales del camino de hie-rro. EI tren de Caguagua, por ejemplo, abrió su reco-rrido hasta Quemado de Güines pasando por RanchoVeloT y Corralillo. Las sucesivas a:propiaciones de te-rreno realizadas por su padre lueron legaliTadas desdeLa Habana. Las fíncas eran procluctivas y los camposde caña dorados al sol junto a los humeantes centrdleseran el paisaie obliga:do de Sagua, de la isla toda. Loscompañeros de su difunto padre en la manigua dabanlas órdenes ahora. "Es el progreso", dacíq el abuelo San-dalio.

Una tarde de domingo, con un luerle olor a garde-nias que veníq del jardín, Gabrielito descubrió que aúnexislía el dolor. Escuchó a Chachq, la cocinera, lloran-clo en el patio del fondo. La vieja negra le contó queDon Críspulo, el bodeguero, le habío suprimido él prés-lamo a, Pancho, su marido. No podría hacer la próxi-tna zafra y perdería su tierrita. No había otÍs personaque pudiera refaccionarlo porque sólo los bodegueros lolrucían. Gabrielito le habló aI abuelo Sandalio para quc

Page 54: Lisandro Otero- La Situación

dyudara a la Chacha, pero el abuelo se negó porque "elque suelta lo que tíene, a pedir se queda".

Poco después de subir Menocal d la Ptesidencia. Eu'genia y Sandallio decidieron enviar al machacho al pu'pilaje de "La Gran Antilla", el mejor colegio de Lg Ha'bana; donde lo harían bachiller.

Así fue como cambió su vida, comenzando de nue'vo como si el instante en que lue puiado hacia la'luzentre babas y gelatinas no hubiese ocurrido.

Ahora era Gabriel Cedrón, llana y simplemente, y se

vio, extranlero en la gran cludad, en rnedio de aquellaabundancia a 'la que llamaron Las Vacas Gordas,

100

ORO BLAI{CO

Le tliio que le tenía une noticia y Cqyel^no no respon'

dió.

-iQué te pasa? -Preguntó

Lola.

-Nada, los problemas del central-

-Qalnlaa¿, yo tambíén quiero saber.

Cayetano Ie diio que Io había visitado el inspector de

impuestos y que esta vez le exigió más dinero que la

anterior por ocultar que de los cuarenta y nueve tr$s'bordadores del ingenio s6lo pagaba al Fisco por chrco.

Eso le había costado nxucho, pero siempre era

que pagar el impuesto por Ia totalidad'

-Entonces ¿de qué te queias? -le

diio Lola.

-Es que el dinero es eI dinero, muier.

También tuvo problemas con unos precarístas y el sar'gento los sacó de la Íínca a plan de tnachete y hubo al'gunos heridos.

-[s¿ suvg¿nto es muy bruto. No sabe actuar con dis'cra:ión ---eomentó CaYetano.

Pero eso no era grave. Peor era el problemL que le-nía con los colonos que lmenazaban con declararse en

Page 55: Lisandro Otero- La Situación

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huelga. Les estaba sítuando cinco y media libras de azú-car por cada cien de caña que Ie entregaban, Además,les descontaba eI envase: cincue'nta centdvoE por saco yles cobraba el dace por ciento de ínterés por el dineroque les daba para la refacción.

-¿Y qué les pasa? -preguntó

Lola.

-Nada, que ganan mucho dinero y quieren ganar

más, Son así. Es verdad que esas condiciones estón unpoco duras. Si insisten en la protesta estoy dispuesto arebajarles el interés al díe7 y ponerles los sacos o cuq-renla y síete.

-Entonces no habrá problema.

-No sé, los colonos están descontentos.

-Lo que sucede es que 'les tíenen envídia a los ha-cendados.

Lola quiso darle su noticia paia alegrarto. Visitó aImédico del pueblo porque tenía una sospecha y era cíer-la: dos meses de embarazo, Cayetano quedó en silencioun momento y luego dijo..

-Bueno. A alguien hay que dejarle todo esto. ¿Có-mo anda eI niño?

-Estó dormido -respondió

Lola, molesta.La cocinera avis6 que la comida estaba servída.Por la noche Cayetano ,rev'ísó los reportes de rendi-

miento en el laboratorio. A las diez vo'lvió a la casa yse metió en la cama.

-¿Sabes una cosa? -le dijo a Lola-. Me voy a

meter en el Manuelita,.

-¿Con todos los prob'lemas que tienes?

-Hay que ser audaz. Ese ingenio es bueno, Io he es-tado estudiando. Con estd zaÍra termino de pagarle alGeneral Osorio y liquido todas las hipotecas.

-¿Vas a quitar su fotograÍía de la oficina?

-Sí, voy a quitarla.

-¿Y qué vas a poner en su lugar?

-¿En su'lugar? Nada. ¡Qué cos(N se te ocurren! ¿Por

qué hay que poner algo en su lugar?

-¿Nos mudamos para el Manuelita?

7M

-No, voy a abrir una olicina en La Habana.

-i-Ay-, qué bueno, viejo, qué alegría!Lola Ie dío un beso.

. -Tendremos que comprat una cc$a allá. En el Ve-dado -diio Ldla.

-Si ttú quieres...

-¿Un chalet?

-¿Por qué no?Lola volvió a besarlo.

-No seas empalagosa -dijo Cayetano_. (Jna cosaes una ínversi6n. Siempre puede alquilarse si viene:nIiempos malos.

Se durmieron gada vino a des-pertarlo Ermidio candela en la fin-ca Tres'Hermancontrorar. to y no se podía

-¿Qué hatemos? -preguntó

Ermidio_. podemos in_tentar de nuevo la contacandela, aunque con este bri-sote. . .

_dijo Cayetano erguido en su ca_r_. Deia que arda todo, así habrácaña.

-¿Y la gente?

-Busca caballos y sácalos de ahí.

-Para seguir con la tala y Ia quema, Don Cayetano,

vamos ct tener que esperar que se calme este viento deCuaresma.

-No esperes nada. Si esperamos no nos dará tiem_po pora poner en rendimiento esa tierra en 'la próximazalra. Sigue quemando.

El in días y dieT noches. El reportedel jele reve: treinta kilómetros cuadra-dos de idos,

Page 56: Lisandro Otero- La Situación

Tres días después Cgyetano salió hncia La llabanaAlmorzó con Mister Morris, gerente de Iq Caribbean

Sugar Company, que le prestó él dinero para Ic ope-

rolión drt ManueTita. Durante el almuerTs el ameri-

eano le diioz

-Con el Manuelíta y dl Curuiey y las colonias us-ted controla un sector importante de ln industria azu'carera. Nosotros queremos compr*rle su azúcar.

-Cuando usted quiera hablatnos, Mister Morrls;

-Usted sabe que el Íuturo del azúcar depende del

mercado americano,

-Sl, lo sé -d'iio CaYetdno,

De vuelta a Curuley le anunció a Lóla que habla ce-

rrado la operaclón del Manuelita,

-Lola, ¿ttl sabcs que soy mlllonario? Varias veces

millonario.

-f!6s¿ tiempo que me lo imagiruba. ¿Por qué?

-No sé. Nunca se me ocurrió antes pensar que po-

úa llamarme millonario. Qué cosa' Me parece que fue6yer que desembarqué ett La Habana.

-f6 fiass tiemPo.

-Hace mucho tiempo. He trabaiado mucho'

-Tú trabaias mucho, Yo siempre te lo digo.

-fls6 ¿s bueno -diio Cayetano-. El '¡rabaio es

bueno. i

104 8.- La Situacidn

JUEVES, P4 DE ENERO DE 1952

Cristina Santos enroscó sus dedos largos en el cabe-llo untado d,e grasa perfumada.

-No debías usar grasa. Es vulgar -dijo.Tengo el pelo rebelde -respondió

Luis Dascal.

-Déjate nattual, es mejor. Tú tienes algo de mula-

to.

-Es posib'.e. Todo el mundo en Cuba tiene de ne-gto.

Cristina fue a Ia cocina a buscar más hieilo. Dascalse estiró en el sofá y encendió un cigarro. Fue a la ven-tana y mi¡ó los tejados del Vedado.

-Es agradable este apartamiento, Cristina. ¿Quiénte lo prestó?

-No té preocupes ---contestó ella desde la cocina-si fuera por ti aún estaríamos yendo a esos horrendoslugares.

-No tengo tantos fecursos como tú.Cristina volvió con un bowl con cubos de hielo.

-Tómate el trago. Es Vat 69.

-Me gusta ese Vat.

-Hay otros mejores, pero vine rápido y ése fuc elúnico que pude conseguir.

Habrá otros mejores, pero éste me gusta.Dascal volvió a acostarse en el sofá colocando su

cabeza en las piernas de Cristina.

Page 57: Lisandro Otero- La Situación

Está oscureciendo Jijo ella.

-Es la hora más agradable. Me siento bien conti-go, Cristina. Nunca me he atrevido a decirle nada a

áinguna mujer. Soy un tímido sexual.

-Conmigo no lo eres.

Contigo yo me siento muy bien. Hoy me siento ca-

paz de óuaiquier audacia. Te haría el amor en la mis-

ma cama en que duermes con tu marido.

-El duerme en otra habitación.Cristina s de la saya Y tomó su

cartera par Encendió un Parliament'Dascal,

^en inó su vaso de un golPe.

-Ve a vestirte.

-Sí, señora. En seguida, señora- Mi dulce y buena

y suspírante y sabrosa señora del éxtasis 1ápid9'.' -Si fuera a un siquiatra te haría un diagnóstico rá-

pido. Lo tienes a flor de Piel'

-¿Cuál?-IJn estaclo agudo de inseguridad y un profundo

sentimiento de inferioridad.

-Está bien. Yo puedo andar con los dos, mis bue-

nos amigos, Puedo andar con cualquier complejo' Miamigo inferioridad y mi amigo inseguridad' ' . con to-dos los amigos complejos. No, rnejor con los comple-jos amigos.

-Tienes el tono muY fuerte.

--Tú lo querías, ¿no? Trajiste a Vat para estimular-

me las glándulas. Yo no necesito que nadie me estimu-le mis glándulas. Funcionan solas. Muy bien. Tú losabes.

-No empieces con tus groserías.

-Ahora soy grosero. Pero cuando soy grosero en la

cama no dices nada.

-Mejor sería que dejaras el escoch.

-t,lo. St señoi Vat 69 también es un buen amigo'

Cuando él llega se van el amigo inseguridad y el amigoinfrerioridaC. No me siento solo Porque Vat es una gran

compañía: sabe conversar.

106

Deló el vaso sobre el mármol de la cémoda y fue ha-cln el baño. Cristina escuchó el percutir de las gotas dela ducha sobre los azulejos. Se preparó un trago y re-cogló la escudilla con restos de maníes, el bowl con hie'lo y el vaso vacío. Los dejó en el fregadero de la coci-nn. Entró al cuarto y se sentó ante la coqueta. Extra-

fo dc la carteracn y comenzó aformeg el Beautyrr¡ cutis en champagne". Cuando terminó bebió un sor-bo de whisky y iomenzó a aplicar sobre sus labiqs el

oóliclo naranja del l6piz Revlon nrlmero cinco'Dascal entró al cuarto anudándose la corbata.

-¿Estás lista?

-Casi. Acuérdate de ir esta noche a casa.

-¿A soportar a esos camajanes? No, gracias.

-No -seas

majadero. Es una excelente oportunidad'Vun a invertir mucho dinero. La posición que te ofre-ccn es elegante.

-¿Qué he ofrecen? Ninguno de ellos sabe siquie-

rr cuál es mi nombre,

-Sigue mi consejo.

-Gracias a tus intrigas de salón.

-Cuando te conozcan sabrán apreciarte igual quo

yo.

-No en el mismo sentido.

-Otra vez grosero.. . Es una gran oportunidad que

se te presenta.

-Que me presentas tú.

-Cuando hables con ellos reconocerán tu inteligencia.

-El pequeño genio desconocido va a uncirse al po-ctcroso carro de los mogoles.

-¿Vas a ir? ¿De veras?

-No sé.

-Tengo que saber ahora paia ponerüe

-Bueno. Iré por los tragos.

-A las ocho.

-Vámonos ya.

Page 58: Lisandro Otero- La Situación

Cristina bajó en cuanto le informaron que Dascal es-

taba en el vestíbulo.

-Eres puntual. Todavía no han llegado.

-Dame un trago.

-¿Has seguido tomando?

-Dame un trago.

Pasaron a la letaz.a de invierno. Butacas y sofás

mullidos, tapizados en calistrón blanco' Mesas de alu-minio con bordes niquelados. Cigarreras, ceniceros yfosforeras de plata. Buscar siempre la ausencia del co-lor. Decoración de un film de Jean Harlow, 1936' Cris-tina sirvió dos whiskies con agua. Vestía un traje negro

de cocktail. Dascal vio el escote entreabierto y el na-cimiento de los senos blancos y firmes. Se acercó a

etla y la besó en la piel entre los senos'

-lquieres suicidarte?

-preguntó C¡istina mientras

daba un paso atrás.

-Sí. tengo una glan confesión que hacerte. Soy

cobarde. Estoy en una caja de c¡istal. Si no fuera co-barde me zambulliría en medio de la vida y me daba ungran baño de excremento. ¿Dónde está Alejandro?-

-En su cuarto, terminando de vestirse.

-¿lQué haría yo si Alejandro hubiese entrado con

un pistola en la mano mientras te besaba?

-No sé.

-La violencia por todas partes. Es necesario violen-tarse uno mismo, quebrar el cascarón. ¿Alejandro es

violento?

-No, es tranquilo, es un hombre de hábitos r€gulares.

-Hay que glorificar los hábitos regulares en un mun-

do de violencia. Es una lástima que yo no crea enDios, siempre envidio a los que van todos los domin-gos a misa.

-Los hábitos regulares no se hicieron Para gpnte

como nosotros.

-Los hábitos regulares dan respetabilidad. ¿No tegustaría ser respetable, Cristina?

-Yo soy respetable.

108

_:Parl aspirar ul éo]o lay que tener escudos f€spé-tables: Honor, Dios, patria, plmilia.

la e trabajar. Alejandro dice que

y ta sería ,.¡eue vivas en Cuba

-En reaAzar, Sensual rr#""]";t:veza Hatuey. de Sísifo:la piedra arri

- -Siempre queda la respetabilidad

-dijo Cristina_.La familia nos da respetabilidad. La famiia Santos esSantos esrespetable.

spetables, es sencillo, si tenemosFamilia. En esta isla las palabraseué quiere decir Honor, Dios, pa_

-_No sé, ¡tú no lees los periódicos?

-En el Diario de la Marina dan una explicación so-bre eso, y en el Colegio de Belén. pero no saben l,oque quiere decir. Nadie lo sabe. Sin embargo todo elmundo sabe lo que es colgar el bicho. La charada esreal.

-Yo nunca juego -dijo Cristina.

-Para qué vas a jugar. Se cuelga el bicho y te dicen:

un papalote que se empina $olo, la paloma, el 24; lasilla que camina, el caballo, el 1; rpsá que ioAo pe'rtu_nta, el muerto, el 8.

-¿Quién se murió?

-Preguntó Alejandro Sarría mien-

trns entraba con Gabriel Cedrón. Cristina se puso de¡rie para saludarlo.

-Senador, ¡qué gusto! ¿Usted conoce a Luis Dascal?

-No tengo el placer.

-Yo conozco a su hija; de Varadero -dijo Dascal.. -Ah, sí, Varadero. Es una playa agradable, TodosIos extranjeros nos envidian Varadero.

Alejandro Sarúr saludó a Dascal y preguntó al senadore¡uó deseaba tomar: pidió whisky. Alejandro se situó tras

109

Page 59: Lisandro Otero- La Situación

el bar de aluminio y prqnré los tragos' Mientras de¡n

"ot"no¡u una botella Oi íohnny Walker preguntó:

-¿Y de qué muerto hablaban?

-il "tdtno, Alejandro; hablaba de supersticiones

no hay nada así.----go..tu, noches -saludó

con timidez Carlos Sa-

¡ria-. Perdonen que llegue tarde pero me demoré en

las prácticas ¡!e remos.- j¿Y no tienes que dormir en la casa de botes? -pr€'

mo.

110

-El será el <Iirecqor -dijo Alejandro.

-Ya me lo dijo. Es una experiencia Dueva paraél . Está como muchacho con zapalos nuevos.

-Ahí tienen nu€stra fuerza -dijo Dascal.

-¿Dónde? -preguntó Alejandro.

-¿No querían una palanca para mover a Cub,a? La

tenemos: la trompetilla.

-¿La trompetilla? -indagó

Cedrón.

-Se reconoce su fuerza cuando se escucha una bue-na trompetilla, cargada de sonoridad, sabrosamente de-dicada a un blanco merecido, regurgitando en ondu-laciones irónicas. Hemos eliminado mitos a fuerza detrompetillas.

-¿Y qué tiene que ver la trompetilla con Panchete?

-preguntó el senador.

-La trompetilla se inspira en la mediocridad con-ragrada ---concluyó Dascal.

Cristina se levantó apresuradamente.

-Los tragos están aguados. Hay que preparar tra-gos fresoos. ¿Puedes ayudarme, Luis?

Mient¡as alineaba los vasos sobre la plancha de éba-no C,ristina murmuró:

-No sigas así. Lo estás €stropeando todo.

-¿Por qué no pones música? Es mejor que este diá-

logo idiota. Tú conoces la fórmula: sof laits an suitmiusic.

-¡Noo!Dascal dcjó caer un cubo de hielo en cada vaso.

-Dame un beso.

-¡Estás lqse!

-susr¡rró Cristina.

Alejandro Sarría hablaba de las elecciones con el se.rra<ilor p€drón. Del otro lado de la tetraz,a CarloEhojeaba The New Yorker.

-No estoy loco porque pienso. Si piensn no es-toy loco.

-Piensas como Clavelito -dijo Cristina sonriendo

mientras venía en los vasos el Johnny Walker.

-Con vaso de agua sobre el radio.

Page 60: Lisandro Otero- La Situación

I

../////

Jomo ehvelito. ' ./"'-Pon

tu pelsamiento en mí y hqrás que gfi.este mo'mento mi fuerza de pensamiento ejCrza el tlien sobre ti----canturreó Dascal.

-A ti no te sirvo, has tomado demasiado hoy.

-Por la tarde anduve en compañía ds Vat 69 y aho-

ra de Mister Yoni Woker. Miste,r Woke¡ uos acompaña

esta noche. Dame un beso.

-Alejandro está mirando hacia aquí -dijo Cristina.

-¿Está armado?

-No tiene armas.

-Hace mal.

-Estate quieto.

-No puede destruir.--Tú sl puedes d'estruir -dijo Cristina '

-No es mi culpa si te destruyes.

-Ven mañana y destrúYerne.

-No voy a destruile más. Hay cosas que no ne-cesitaban ser dest¡uidas y han sido destruidas.

-Yo te necesito. Tú sabes todas las razones -dijoquedamente mientras servía dos whiskies colr agua ydos con soda. Salieron del bar y Dascal la ayudó a repartir los tragos frescos.

Panchete Rosales entró detrás de una larga y hu'meante fuma que sostenía firmemente entre sus dien-tes. Cedrón le dio un enérgico apretón de mano y Ale-janüo Sarría le palmeó, afectuoso, en el hombro.

-¿Qué tal va la zafta?

-preguntó Alejandro.

Panchete saludó a Cristina, que le presentó a Das-cal.

-Va bien, va bien -respondió

Panchete mientrasagitaba una mano en dirección a Carlos.

-No tan bien. ¿kíste las cotizaciones de hoy enLondres?

-preguntó Alejandro.

-Nunca leo esas cosas. Son muy complicadas. De

eso se ocupa mi y€rno.Cristina apretó un botón junto al bar.

-Hablábamos del periódico -dijo Cedrón.

tt2

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, -Y-S estanlos terminándolo todo. óomo hacendaribiesultó, vqmos a ver qué tal me va en csto.

No te'preocupes, no tendrás que hacer nada _di_. -l.y rE prcusupes, no rendras que hac€r nada _di_¡o Alejandrd-. Es tu nombre lo que cuenta; el trabajolo harán un equipo €n torno a ti.

Un criado de chaqueta blanca se acercó a Cristinaque le instruyó sobre la mesa.

-Como sub a Gustavo Duarteque ya ha sido ima Hora" y de ,.LaNación"

-dijo con nosotros de ca_beza y corazón. hace dos días a ulti-

Cristina y Dascal se retiraron a un sofá al otro extre-mo de la tetaza.

-óDe qué hablas?

-preguntó Crisrina.

-De los fetiches. Míralos. Ahí tienes a tres feti_ches conversando y ellos tienen a sus fetiches.

-¿Qué cosa €s un fetiche?

-Ellos son fetiches para mucha gente __{ijo Dascalscñalando el grupo con un dedo.

Page 61: Lisandro Otero- La Situación

la normalidad feliz'

-Sí, pero ant€s realizan un €sfuerzo para obtener-

la.Cristina que se acercó al

algo Y Cristina desaPareció

una bandeja de anchoas Ytó en la mesa de aluminio

Dascal.

-¿También las anchoas son un fetiche?

-preguntóCristina.

-Un talismán, no tienen tanta categoría'

-Un talismán ¿Para qué?

-Para que las comidás íntimas salgan bien' Obser-

va a Cedrón que hoY sust

oor el casimir de invier'como el fetiche que loscos han usado varios feticde la RePública <ilePositaba

tón de cocomacaco como la beata en su rosario' Aho-

ra los fetiches son más costosos: el Cadillac cola de

pato está sustituyendo al dril c'ien'

ejem-he delel fe-

etiche de la Yema de huevo

114

oon Maltina, el fetiche del nelajo, el feticbs rlel puestopúblico, el fetiohe del azúcar, el fetiche de las nalgasgordas.

-¿Y ellos?

-No sé... el fetiche de la zafra, el fetiche de las$ecciones....

El mismo sirviente de chaqueta blanca apareció conla quietud de la vez ante¡ior y dijo con una voz imper-

sonal, neutra: "La mÉsa está a su disposición, s€ñora".Cristina invitó a pasar al comedor.

Mientras atravesaban el gran salón C¡istina le susu-rró a Dascal: 'fifrata de impresiorrarlos pero no ssasamargo".

Cristina y Alejandro pcuparon las cabeceras de la me-sa. El senador Cedrón y Panchete Rosales se sentaron aambos lados del centro y Carlos y Dascal llenaron eIvacío. Las paredes del comedor estaban revestidas decnoba clara en paneles lisos y orlados con tallas. Lasboiseries se alternaban con vitrinas empotradas con fi-guras de jade.

-¿Y de qué hablaban ustedes? -preguató

Alejan-dro.

1

-De la suerte, del juego -dijo Cristina.

-Hablábamos de los fetiches; que €s parecido, pero

n<¡ es lo mismo.

-Luis tiene una teoría sobre los fetiches -dijo Cris-tina.

Sirvieron la vichysoisse.

-Háblanos de los fetiches, Luis -dijo Alejandro.

-¿De cuáles? ¿Los vegetales, los minerales, los hu-

manos? El fetiche humano es interesante.

-En este país todo el mundo cree en brujerías -dijoel senador Cedrón.

-De los humanos.

-Es muy simple: el caudillo es el fetiche hurnano

-dijo Dascal-. José Miguel Gómez y Mario Menocallrnn sido fetiches. El gallo y el. arado del Partido Libe-ri¡l son fetiches también, pero de otra clase. En un tiem-

Page 62: Lisandro Otero- La Situación

\

su esc yIa gen m-

pre se Y

hasta al

relajo.

-El choteo es antijerárquico --dijo Alejandro-' Al

retirar los platos. Dos sirvientes que flotaban sobre el

piso ofrecieion cangrejos rellenos en.su co¡cha'' -Aquí

el dolor dura poco -dijo Alejandro-' Elcubano es suPerficial

-Bse qs utt l.tgat común en el que no creo -dijoDascal-. Es cierto que existe una intensa vida por los

116

-¡Luis! -llamó Cristina. El sirviente aguardaba conla bandeja extendida.

tt7

Page 63: Lisandro Otero- La Situación

ya sabmos que en la administración pública no se tra-

t"¡".-Áqui todo es moral excepto estar fuera del pre-

supuesto.

-No estoy de acuerdo -diio

Dascal-' Todos aspi-

ran a ha[ar un sueldo donde lo encuentren'

-No rn a ganar un sueldo con el

mínimo

-El -dijo Car-

lor-l-po, eso la botella es stinción' Haye tienen Por-

¿No cree usted, senador?

misma raZón que no creo

derecho a llamarse hacen-

llamen te¡ratenientes' Loque todo el mundo es muygo.

ó de este Paíseto "El Juegb'

niéndole un Peso fijo a la

dice Aleiandro -afirmó Cris-

tina- todo es ocio, '"n'uuiidud'

Ño cutpo a nadie' el

calor es resPonsable.-'-Bi "fioñu

i"t"t"iene en nuestra sensualidad -diioDascal- Pero eso no el

acción. Li guitarra arrullala maraca, la clave Y la

o se endureció Para quitarse

vocasión de felicidad'

llE

-_Tampoco eucontró la felicidad sin el poder oolonlal-dijo Carlos.

-Las revoluciones --dijo Alejandro enérgico_ noson. más.que la explosión de los ámargu¿ár, to, descon_lcntos y los frustrados.

-Nosotros hicimos en el treinta y tres una bonita re-volución -dijo el senador.

-¿Usted cr€e en las revoluciones, Luis? _preguntóAlcjandro.

C¡istina miró a Dascal mientras qontraía tos labiosnguardando tensa su respu€sta.

.- -Mi problema es que yo no creo en casi nada _dijol)¡rscal.

-Esa es la base do la madurez _dijo Alejandro_.Cuurdo yo tenía su edad también m" ioiáitátán los ra_

110

Page 64: Lisandro Otero- La Situación

dicalismos, pero los años lo. aclaran a uno' Es agrada-

ble ver a un ioven asentado.

-Igual que Carlos -dijo Cristina'

-Ño, a

'Ca.lot no le inieresan estas cosas; le ha dado

que yo decía.

-ps¡e ése no es el camino de nuestra realización co-

rno ,t*ión. El camino está en los campos de caña' en

nuestra industria azucar€ra -dijo Alejandro'

t20

-Recuerden que "sin azicar no hay país" ----comentó

Cedrón.

-Las calderas rugientes de los centrales, las cañascimbreandt¡ con el vieuto. ¡J qué más?

-preguntó Das-

cal.

-¿Qué más?... Nada más

-dijo Cristina.

-La diversificación industrial, la eliminación del mo-nocultivo, ¿de eso hablas, Luis?

-dijo Alejandro.Panchete Rosales dormitaba en el sofá.

-No sé. Hay quien dice que jamás podremos ser unpaís industrial porque no tenemos acero ni carbón -di-jc Dascal.

-Eso es cierto -afirmó

Cedrón.

-Si Cuba no pu€de ser poderosa por su economla

puede serlo por su espíritu. Aquí tenemos una riquezaque sólo necesita ser definida y organizada.

-¿Los subproductos de la caña? -preguntó

Ale-iandro.

-No -continuó Dascal-. Los tranvías, el sombre-

ro de jipi, el embrujo de la ceiba, el poder de Changó,lcs patios de las quintas del Cerro, el dulce de guayaba,las mamparas del zaguán, las calles adoquinadas, la pal-mera en el paisaje, la guayabera, el zun-zún, la cadenade oro al cuello, el danzón, el zapato de puntera estre-cha, los baños de mar, el arroz con pollo. . .

-¿Y cómo podemos envasar eso? -preguntó

Ale-jand'o.

-BuenrJ, hemos regalado al mundo a Brindis de Sa-

Ias, Alfredo de Oro, Kid Chocolate, Capablanca, Gavi-ián. Podemos dar mucho más. Ellos son la resultante de€so que no s€ envasa.

-Escríbalo y haná un buen libro de poemas. Nada

más puede sacarse de esas fantasías -dijo Alejandro.

-La cultura no es sólo una esencia imponderable.La cultura francesa fueNapoleón, la culturapor los altos hornos de

9.- La Situación

Page 65: Lisandro Otero- La Situación

gran pintura en el mo¡n€nto en que sus barcos c,onocían

todos los mar€s.

-¿Más coñac, Gabriel?

-preguntó Alejandro'

El senador negó con un gesto de la cabeza.

-f,¡f6¡sss, señores, redoble de tambores para mar-

car el paso haci ijo Dascal'

-La hojarasc los años aPren-

derá a distinguir iatres, de los cas-

tillos en el aire Cristina, gue loconoce bien, nos ha asegurado que sería usted un exce-

lente secretario de direCción para el nuevo periódico'

Carlos dice 1o mismo. Después de lo que hemos habla-

do creo que no tiene usted nada que el tiempo no pue-

da arreglar. Por eso le pregunto si accptaría usted'

Dascil dejó su copa sobre una mesa y buscó los ci-garros en sus bolsillos. Cristina lo observó atenta'

-Yo... con mucho gusto... p€ro no sé si serviría'

-Trabajaría con Panchete' Duarte hará el trabajo

pesado.

-Pues sí. . . le agradezco mucho. . .

Dascal encendió un cigarro. Inhaló el humo profun-'

damente.

-No se [¿!ls más -dijo Alejandro mientras abría

una caja de Corona--Sí,'gracias -di

To-mó un tabaco y lo a'

Alejandro sacudió des-

pertó balbuceando incoh€rencias.

-Nosotros tenemos todavía algunas cosas que hablar

-dijo Alejandro mientras señalaba al senador y a

Panchete.

-Yo quería acostarme temprano. -9iio.

Dawal'

-Te aiompaño a la puerta -dijo Cristina.Dascal dio la mano a los tres y salió de la biblioteca'

Al cruza¡ el salón dejó su copa sobre la mesa de már-mol . Cristina cerró sus dedos sobre el brazo de Luis:

-No te vaYas.

-Tengo que irme, Ya me he desPedido.

-Es temprano.

-¿Y Alejandro?

-No importa, está acostumbrado.

-¿A trasnochar o a los tarros?

-No m'¿ humilles, Luis, no tienes necesidad de hu-nlillarme. Tengo que mendigar, pero no me humilles,'l'ú también necesitas tus fetiches. Necesitas tu Vat 69y me n,ecesitas a mí para no ser demasiado pequeño.

No necesito a nadie. Ni siquiera a esos amables me-Soterios que se acaban de alimentar.

Cristina tomó la copa abandonada y bebió de un sor-ho el sobrante de coñac.

-¿Quieres otro trago?

-No, gracias -dijo Dascal.

-Siempre andas destruyendo cosas.

-En el siglo dieciséis podía irse de La Habana aSmtiago por el centro de la isfa sin ver el sol una solevcz. Lo cuenta el Padre Las Casas. Así era nuestrafrondosidad. Eso ha sido destruido.

-¿Lo leíste en un almanaque?

-No, en Selecciones. Edición cubana.

-Yo me conforme contigo -dijo Cristina.

-¿Y todo esto? -Dascal

señaló el salón con un am-plio movimiento de su brazo.

-Algo hay que hacer por la mañana.

-¿Y por la tarde?_Tú.

-Así es qu€ soy un paréntesis.

-No es así, no es así. Siempre me cambias lo guerligo, i

Dascal se acercó a un candelabro de bronce y alabas-lnr sn cuya base un león rampante sosienía un escudorlc rrmas en policromía.

*Esto es lo fundamental para ti, Cristina -dijo se-ñul¡rndo el candelabro.

-Antes, ahora no.

-No, si está bien, está bien. No te lo critico. Tú tie-

r2¡l

Page 66: Lisandro Otero- La Situación

nes €sto y los negros tienen su palma ! su ceiba' Todo

el mundo debe tener algo'

-Yo te tengo a ti'

-+"t* una-caja de música y un reloj luis XV'Dascal alz6 la tapa de "tt

pibuttto {e. Joza de Pe¡rin

"oo "" nui"ro entrándo en puerto y dejó caer adentro

su tabaco humeante.-- Este es mi paisaje -dijo

Cristina'

-Que cada uno tenga e[ suyo' Paisaje .con palillero

de par-Áas' Paisaje ls de ceiba' Ceitras con Iro-

ká y palmeras co reY del mundo que se

i'irt" ¿" punzó, el bonito que come can-

á.lu'. pu'." Ciistina Santos parafernalia es su ma-

""i"'¿" ptctica¡ la licantr el totemismo' la magia

y la hechicería'

-Vamos a la tertaza -dijo Cristina'

-\,r¿6e3 al vestíbulo'

-Allí no se €stá cómodo'

-EstoY más cerca de la calle'

-Si quieres Puedes irte.

-Eso estoy tratando de hacer'

.ltávesato" el salón. tascal apartó las cortinas d-

terciopelo vino para permitir -et P"io. ," Cristina y cruz5

;;;;-ái"- bajo ei agoüiante plisado del material'----Recuerda -dijo

Dascal- que Orula enloque y que

Ová cástiga los genitales' No dejes que te artastren'

l.legaban a la Puerta'

-É.. .. el único castigo que no

. perdonarías' Luis'

-No hay que perdonarlos' Son dioses' son omnlpo-

tentes -Britó Dascal

los esca'lones del Portal.:¡rrancando al Paso ut jazperaba al Portero. La Pesiriar ae goanes Y Dascat

álamos del Vedado.

ORO BLANCO

Ahora que esos muchachos andaban alborotando erail ttu¡mcnto de víajar, Lo'la insistió en ir a París, pero élqueúa volver a España para visitu la aldea de Esque-rrol, donde naci6.

Dn Cuba las cosas andaban revuehas. Durante unulmuerzo en eI Yacht, Céspedes le diio confidencial-,nente que el hombrv no duraría, Ferrara le habíe ose-¡¡urado lo contrario. Ndie sabía en realidad cómo ter-ntinaría el General Machado su perlodo presidencial.

Abordaron el "Mauretanid' en Nueva York. En Elllo,re lomaron el expreso a París, que vieron fugaz-,nctrle a través de la ventanilla de un taxi mientras ibanilt la Gare du Nord a la de Austerlitz pwa tomar eI ní-pltlo o Madríd.

I:n Esquerrdl le hicieron grandes Í:estas y reibió laulnúración debida al indiano. La última noche lue delnilc con goita y voladores y se consumieron treinta ba'rrlt'as de tinto que Cayetano pagó. Fue lanta la excita-tkin que Lola insistió en descansar' en la Riviera fran-t'(ttfl antes de ir a París y Lorüres.

Ilehito Suárez estuvo contando chismes toda la tardeen t:l har del Carlton, en Cannes, a los Quesada, IosSutircz y los Sarría. Curruca Sánchez lo interrumpia con

t25

Page 67: Lisandro Otero- La Situación

lrecuencia para a,ñadir detqlles que Bebito olvidaba. Ca'

muJer cow un vaporoso vestido, que se'cubñd con untparnelo curvadd, sobre su Írente.

(Jn vecino de mesa lela "Paris Soi/', con un¿ Íolo en

prímera de Lotd Baden Powell en traie de Boy Scout'l un cintillo "Mussolini abre conversaciones con el Quai

D'Orsoy".

-Me despido por un rato 4iio Coyelano.

-¡Pero este hombre estó \Ioco, deiarnos osí!

-excla-mé Bebito.

-Deje eso, Cayetono 4iio Pepe Quesada-, aquíno se viene a trabainr.

Cayetano recibió la mirada suplicante de Lola' Re'alra pediría re'facción al Bancoel padre de Bebito. Escuchó

Quesada lque era el General

Quesadal, propietario del cenlral La Dalia, vecino aCurujey. Desistió de su retirada.

Bebito contó dos anécdotos, frescos de La Habqna.Maúas' Acevedo, dueño de la Tabacalera La Inesita,

era conoció mu-

ier licinas de lacall con una se'cre da Y de her-mosas plernas aunqu de caderas,

Matíos supo que rade estaba vivíendocorc st¿ secretaría, " como es Charli An-drade", comentó Bebito con utut-sonrisa. Matíos abrió

joyas I le puso una case. Fue su plimera aventura. Tc-

t26

nla sesenta años y'la emoción la mató un año después,¡Qué curioso! -4ijo Curruca Sánche,z-. Actuó co.

n o uru marldo burlodo sín serlo.

-Ahí está la cosa -dijo Bebito.

El otro cuento se refería a Andresito Mederos, cono-<'ido homosexual que se pibciaba de haber tenido rel¿-ciones solamente con hombres muy masculinos, Un linde semana llevó a la finca de su madre, en pinar'delRío, a un robusto empleado del central.

De,spués de dos ltas de excesos, al emprender el re-por la le exigióito dijo gado y noahora. y Andre-

ito siguló negóndose. Entonces el hombre arrastó aÁndtlesito hasta el gran espejo de la sa.la y lo instó porúl4ima vez a que b pagdra. Andresito siguió firme. Elempledo hundió una nano o un<:reyón de labios y se pilúó los bido,thl mismo, delante de Andresi

-No me gustan esos cuentos -dijo pepe euesocla.

-Es muy sutil -diio Bebito-. ¡euién iba a esperartn¡ de un empleado-de batey? ¡Vengarse 6i..,1

Entonces hablaron de jugar bridge. Cayetano se des-pidió de nuevo y es:a vez le permitieron marcharse. Lo-h .dijo que subilta en un instante.

Cayetano contempló La Croisette a lrbvés de las per-sianas del cuarto. Los bañistas iugaban con las olas en-lundadas en sus trwsas de peÍnerct hasta la rodilla. El'yil no era tan íntenso como el de Cuba.

Cayetano cotttempló La Croisette a través de la mesau)n sus papeles. Abrió las cartas que le habían remitido¡le sus olicinas en La Habana. Las noticias eran malas:rn Cuba atravesabon una depresíón. Hasta ohotV no leulrctaba gravemente porque estaba muy abierto en susltvcrsiones.

Oayetano Sarría siemptre tuvo un olfato espa:ial queIr odvertía a tiempo de las tempestades. La quiebra delt'cintinueve no le produjo grandes quebrantos porque

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tenía su dinero en bancos extranjeros: el del Canadá yel Cityz nunca confió en esa prolusión de pequeñosbancos cubano's que surgieron cuando las Vacas Gordas.Después del desplome de New York el mercado se re-cuperaba lento y seguro. No era probúle que se repí-liese un nuevo pánico.

En una carta le informaban de hs últimas accionesadquiridas de acuerdo con sus instrucciones: once ac-ciones cle mil libras esterlinas cada una lcon cargo a lacuenta especiall, de los Ferrocarriles Unidos; ciento diezacciones de 'la Heneqr,tenera Yumurí; cínco acclones dequinientos pesos de la Compañía Agrícola luragua;trescientos treinta y ocho rcciones nbeneficiarias'1, de laAtlantic Sugar Company y diez de a mil fttreferidas'1, dela Ramona Sugar Co'mpany.

Cayetano tomó papel y pluma y com,enzó o contestarla carta recibida el úa anterior del Coronel Angel Cer-vera, que se encontraba en el Savory de Londres.

"Querido Angel: Contesto tu carta del día 7 de julio.Mucho celebro el nacimiento de tu nueva sobrina. Lo deRoosevelt ,ne preocupa. tanto cgmo a ti, Espero la reac-ción del azúcar. Cuba'no sólo depende económicamentesino poÉticamente de los Estados Unidos y no sé hastaqué punto las ventajas que tenentas en Cuba con elazúca,r pueden ser contrawestadas eon una serie de leyeseconómicas y sociales que se le ocurran a Roosevelt pa-ra su país y que casi iwnediatamente se rellejarían enCuba. Tú sabes que no creo en la social-democracia co-mo sistema pofrtico, no porque no sea justa sino porqueIos extremistw del mundo entero la ven sólo como unmedio para logrer un fin: eI poder. No dudo que Roo-sevelt triunle y tiemblo cada vez eue I.o píenso. Másmiedo tengo a su sucesor. Cuatro años se pasan prontoy entonces tendúamos a lohn L. Lewis que sería terri-ble. En ltaúia Mussolini hace expelimentos interesantesque quizíu seam una so,lución. Habrd que esperar y ver.La poÉtica de Rusia, y de los comunistas de todo el

t28

t¡ttttulo sigue inspirdnlose en el odio e lo esroblecido,

Dscribió Ia dire escudo del('ullton. Apretó el b voz deLola desde el bañ e,scribía.

,,rqng(N COn

solá.

-¿,Necesitos algo, Cayetano?

'- -Es

un-a.carla que quiero que salga rdpida.Lola salió del baño envuetlta

"n ino bata de anchasribete,s de e,trcaies y se deió

"or, ,n

-Estoy agotada.Cayetano

-¿Qué t ? -preguntó.

-iCómo-Sí, ¿tú crees que eslán bien? Digo... bien. Es una

prcgunta,

estd terminando su colech ypt Y la niña no puede estar,tt ón.

-No,, no es eso, Pensabat,(tt o tener. Van a heledarYtt no le he dedicado muchor,¡ la verdad. Polta haberle e

lrcocupo por el mundo en que van a vivir.

-El mundo siempre seró mundo, vie.jo.

-Sí, pero hay que saber arreglárselasi.

LN

Page 69: Lisandro Otero- La Situación

I

MIENTRAS EL INYIERNO CONTINIIA

-Yo no vuelvo más allá.Ernesto Dascal miró a su hijo con la severidad acos-

tumbrada. Hundió el tenedor en la loma de picad,illo yarroz blanco y lo extrajo colmado; se 1o llevó a la boca,y masticó cou lentitud con los ojos fijos en el sudorosovaso de agrra mientras sus sienes se movían al ritmo dela mandítr¡la.

_ -Aquello no val€ la pena, papá -dijo Luis y vio

cómo engordaba una vena que atravesaba la frente de supadre y supo que ya no estaba disfrutando de la comida.El viejo calculaba su próxima explosión. Luis temía queun día una embolia lo abatiese por aquella costumbrerjc discutir du¡ante las comidas. Ernesto Dascal üróviolentamente el tenedor sobre el plato.. -Haa

lo que te dé la gana con tu vida, siempre has¡ido un anormal.

-Un anormal no, papá, es que no aguanto aquello.

-Sí, un anormal, un anormal. Un hombre que no

liene capacidad para ganarse la vida, que no sabe en-frcntarse a nada. ¿Tú sabes lo que yo he tenido quep[sar para llegar aquí?

Dascal temió que su padre comenzas€ de nuevo lacxt€nsa na¡ración de sus privaciones y sacrificios.

-A mí no me importa lo que seas. óyelo bien, no

Page 70: Lisandro Otero- La Situación

me importa; lo único que exijo es que seas el primero.Si quieres ser zapat€ro, allá tú, pero tienes que ser elmejor zapatero del mundo. Por lo menos, el mejorzapatero de Cuba.

-Pero a mí no me interesa ser el primero. En este

país es muy fácil ser el primero. Cualquier analfabetoanda encaramado por ahí con un poco de audacia yfalta de escrúpulos.

-Esos que tu llamas "analfabetos" han peleado muy

duro para establecerse en una posición social.

-Después de todo, papá, el periódico €s una po-

sición social.

-¡Mira que abandonar la carrera! ¡Dejar la Uni-

versidad! Eso sí, te lo advierto, no cuentes conmigopara nada.

Ernesto Dascal se puso de pie reti¡ando con violen-cia la silla por un golpe de corvas.

-l¿ s¿¡¡s¡¿ de Derecho es el camino sano de unhombre de bien. Esa gente con la que te has mez-clado no son como tú.

-Papá, en Cuba todo el mundo cojea de una Pata

o de la otra.

-Encarnación, ¿estás oyendo?

Encarnación Seguí se escurrió por el pasillo en di'rección al cuarto para evitar la ira de su marido. Ennesto Dasc ¿l fue a su cuarto. Al oírlo acercándoseEncarnaciór r entró al baño y salió por la otra pu€rtaal pasillo. En el comedor encont¡ó a Luis que bacíabolitas con las migajas de pan.

-Tienes que hacerle caso a tu padre, él sabe lo que

dice.

-No sabe nada, mamá, es un imbécil.

-El tiene sus prontos y €so, pero en el fondo es

bueno. ¿Por qué no sigues en la Universidad?

-Hay muchos abogados en Cuba. La carrera no

me gusta.

-!us¡e, haz la que te parr,zo^. A Roma se llega

por más de un camino.

t32

flrncsto Dascal se cambió su pijama por un trajecolrlr lubaco. Colocó su pluma Parker en el bolsillortt¡rerior del saco, se ajustó al cinturón la argolla conel nt¡rzo de llaves, tomó la presilla plateada con los bi-llelcn y salió dando un portazo.

l,tris terminó su almuerzo con desgano y se acostóen su cama escuchando la GMBF basta adormecerseco¡r la música sedante. Cuando abrió los ojos eran ca-¡l lns cuatro. Llamó a Cristina para demorar Ia citalr¡r¡¡tn las cuatro y media. Se dio una ducha y descol-gtl cl traje de franela gris. A las cuatro y treinta yclnco estaba esperándola.

Cristina le dijo que seguramente le iba a agradar.Vivfu en medio de sus objetos que le traían imágenesrlel pasado. El prestigio familiar había comenzado conel bisabuelo, médico santaclareño que elaboró una fór-rrrulr de zarzaparrilla muy gustada, que alivió a Isabel IIrlc un herpe y le ganó el nombramiento de gentilhom-lrrc de Cámara de Su Majestad. Años más tarde desa-¡rrllló una tesis sobre las úlceras del cuello del úteroerr mujeres vírgenes que fue muy discutida en la Uni-vcrsidad de París y le valió un papel de reconocimien-l() que llegó de Francia con sellos de lacre y cintas deretla. Ahí co[lenzaron los Santos a ser gente bien yllcvaban siéndolo más de un siglo.

I-a casa de los Santos, en Ia Calzada del Cerro, erarrrr viejo cascarón que atravesó indemne la ruina de lallrnilia. Fue residencia de esplendor en el siglo die-cinueve y abora permanecía empolvada, con sus per-Niirnas entornadas todo el día y ciega al tráfico de la('llzada. Dascal golpeó la aldaba de bronce en el por-Irin de madera con grandes clavos de hierro oxidado,Abrió una mulata uniformada con un traje azul derlyas finas que saludó con cariño a la señora Cristi-rrir. Atravesaron el zaguán y un portal interior cercadoc()n cante¡os de rosas blancas y rojas y pasaron al re-t:,bidor. Doña Luisa Hernández, vestida de negro, abriókrs brazos a su hija. Extendió con elegante languidez

130

Page 71: Lisandro Otero- La Situación

su brazo a Dascal que le estrechó la mano con suaü-dad. Cristina hizo las presentaciones y doña Luisa losinvitó a pasar a la sala.

Cuatro grandes espejos de marco dorado y azoguedesvaído alternaban el espacio con vitrinas atestadas deminiaturas de porcelana. Doña Luisa al crurl;r frente a

un espejo se miró sus flacas canillas y se bajó el ves-tido para que cubriese el refajo qu€ sobresalía.

-Conozco a la familia de tu madre -dijo doña

Luisa-. Sobre todo a tu tío Enrique Seguí y a su mu-jer, Pupucha Castell, la hija de don Remigio, el deHolguín. Gente de mucho valer. Tu tío era tan buenmozo qu,e una pestañeaba si lo mi¡aba seguido. ¡Yqué bailarín!

-Sí, tío Enrique está. . . -intentó

decir Dascal .

-Y a tu abuelo también lo conocí -prosiguió

doñaLuisa- de cuando él iba a lo del Marqués de Villa-pando, yo era niña entonces. El le llevaba los bienesal Marqués.

-Mamá me ha contado. . .

-Aquellos eran los tiempos. Ahora, en cambio...

Siempre cierro las ventanas para que no se me em-polven los muebles. Hace calor, ¿verdad?

Doña Luisa llamó a la mulata eue abrió las ven-tanas de un costado de la casona. El jardín silvestrerodeaba una fuente sin agua de agrietada pied,ra gris.

-Esta casa fue €n otro tigmpo algo de valer.

Para doña Luisa "de valer" era la máxima condición.

-Ahora nos queda p@o, se ha vendido mucho.Aunque Cristina nos ayuda hacen falta grandes recur-sos para mantener en forma este cas€rón.

-Mamá, a Luis no le interesan €sas cosas.

-La lámpara es de los tiempos buenos. Los cane-lones son de baccarat, fíjate. Nosot¡os lo perdimos to-do con la República, sólo nos quedó el cafetal que ad-ministraba mi hijo Aurelio y eso se lo llevaron las Va-cas Gordas. Mi hijo Aurelio trabaja en la oficina deAlejandro. ¿No lo conoces?

134

*No lengo el gusto.Doñn Luiea se acercó a una de las vitrinas... Ml r¡buelo era marino de la corona. Mandaba un

¡IHn htrqtre con dieciséis cañones: "La Bjzar¡a". ElPapa lo condecoró. Garibaldi fue un hombre trastor-nnrlo quc hizo un gran alboroto en Italia y le quitó elpoder tenrporal al Papa. Te voy a enseñar la condeco-fEc{ón.

Ahrió ln puerta de cristnl grabado al ácido con unar.rilnltco¡rir de flores y frutas. Extrajo una medalla os-ctllcckln por el tiempo.

. linlonces Francia y España enviaron dos naves aRrtrrr¡¡ ,r,,r" proteger al Papa. Este era un hombre bue-lrrr¡ n() rccuerdo su nombre. Después lo hicieron san-io, nrc lo dijo el párroco. Así es que puedo decir quentl nhuclo fr¡e condecorado por un santo.

lllr l¡r medalla estaba grabada la corona papal conrlrrn lltvcs cruzadas bajo ella.. l,)l I'apa no hizo la guerra para no derramar san-gtc, Visitó los barcos y cuando subió al de mi abue-lo rt¡ .trd.n ' que disparasen ciento un cañonazos, como¡e lr¡rcíl con los monarcas. Contaba que los barcosIts¡rirlrrron y hubo cristales rotos. Su Santidad en per-rrritu prcndió esta medalla en el pecho de mi abuelo.

l)oñr Luisa devolvió la medalla a la vitrina y loslllvltrl a sentarse con un leve movimiento de la mano.

' .¿,IXnde está papá? -preguntó

Cristina."-lin el baño. Ahora viene. Ya le avisaron que lle-

gnlle -doña Luisa continuó-: Esos eran los buenos

llorrr¡ros en que vivían personas de mucho valer cuandolrrr primeros ahor¡os se gastaban en un piano o en unqrrltrln. Nosotros teníamos una carretela muy hermosatlue guardábamos en el zagtán, era de lanzas largas y¡torlfir llcvar cuatro caballos. Nosotros le poníamosrftr¡ , l-os caballos los teníamos en el establo, al fondo.l,ircgo le €ns€ñaré la casa.

l)oñ¿r Luisa llamó a la mulata para qu€ hiciera café

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y preguntó a Luis si prefería otra cosa, una copita de

licor quiás. Dascal dijo que el café estaba bien'

-Esos muebles donde estás sentado son una réplica

de los que tenía el Capitán General en el Palacio de

Gobierno. De palisandro; no los ataca el comején, igualque Ia caoba. El Capitán General ordenaba los domin-gos por la noche una retr€ta en la Plaza de Armas conmúsica militar. A veces íb,amos, si no, los del Cerro nospaseábamos por el Parque de Tulipán.

Francisco Santos se acercó arrastrando los pies '

-Ahí está mi esposo -dijo doña Luisa-. Te lovoy a presentar... Francisco, éste es Luis Dascal Se-

guí, el hijo de Encarnación Seguí.

-¿Es gente buena?

-Claro, si no cómo iba a venir con tu hija.

Cristina besó a su padre en la rnejilla. Dascal asis.tía a un rito elaborado por la costumbre; la emociónestaba ausente. Francisco Santos se dejó caer en unsillón y permaneció en silencio observando fijamentea Dascal que dejó €rrar sus ojos sobre los detalles acu-mulados,

-Veo que se interesa usted en los platos ' Son

las viejas familias del Cerro. Cada una tenía su

pia vajilla en la que servían los días de solemnidades.Costaba una fortuna hacerlas en Francia, InglaterraEspaña.

Los platos fijados a la pared tenían escudos eD ver-des deiicados o en azules que nunca alcanzaban el vi-gor de Wedgwood y el fondo blanco poseía casi siemprg'

una calidad opaca que no llegaba a la porcelana de'leche.

Trajeron el café en tacitas y Cristina se adelantóservirlo para eximir a su madre de hacerlo. Mientrrevolvía el azúcar del f,ondo con la cucharita de plata;Dascal comentó por hacer conversación:

-Deben cuidar bien esos platos. Alguna vez, ert

futuro, podrían donarlos a un museo.

136

lrruncisco Santos abrió su boca macilenta dejando ver;uB ensías rojizas.

-¿Usted cree en el futuro, joven?

l)nscal no contestó y buscó a Cristina en demandade orieritación.

--Nosotros los viejos -dijo doña Luisa- estamoslnn cerca del gran viaje que creemos que todo el mun-rftr nndu igual. F;rancisco piensa que todo va a acabar-id con la bomba atómica.

lrruncisco no respondió y su boca, con las comisuraslrrrcin abajo, indicaba su desagrado ante el extraño. Do-firr l-uisa no permitió que el pequeño rapto de amargu-tn lc nrrebatase las delicias de su baedeker casero.

- -Ahí, en €sa pared, tenemos a todo el que era al-grricn

-comenz6 a señalar-: Conde de Peñalver, Mar-

r¡rrús tlc Bejucal, Marqués de Pinar del Río, Conde deSunlovenia, Marqués de la Real Proclamación, Marquésrlc ln Gratitud, Conde de Villanueva, Conde de Fer-l¡utrlina. Vivían en el Cerro, eran de valer, Todos es-

l¡rhnn en el muelle cuando llegó la Infanta Eulalia. Muyrirtrpática. Vivió en el Palacio del Capitán General, pe-l'o visitó mucho el Cerro y cuando su quitrín pasaba

¡ror la Calzada iba tirando onzas a los negritos que co-lrfnn tras el coche. Le dimos un gran baile. En aquellrromcnto el Parque Central se llamaba Plaza de IsabelSogunda y la calle Reina, calle de San Luis Gonzaga ycl Paseo del Prado, Alarneda de Extramuros. Ot¡alicsta grande fue la que dio el Conde de Santovenia alf'rfncipe Alejo de Rusia, hijo del Zar.

-Mamá -interrumpió Cristina el alud-, (recibis-

tr; ll canasta de frutas que t€ mandé?

--Sí, a tu padre le gustaron mucho los mameyes.

¿Vcrdad, Francisco?---Sí, muy buenos. Yo me voy a mi cuarto. Mucho

¡¿rrsto, joven -dijo

y se alejó arrastrando los pies.

-Pobre Francisco, cree que pronto va a estallar la

ltucrra. Las pasiones del mundo son ahora más inten-

f,a Situación 13?

Page 73: Lisandro Otero- La Situación

I

sas. En nrrestro tiempo todo era mrís tranquilo¡ noscomprendíamos m€jor.

-¿Nadie se odiaba? ¿No había muertes?

-preguntóDascal.

-En las buenas familias eso no estaba permitidolSucedían cosas desagradables, pero eran la excepción.Por ejemplo, cuando la guerra de España, Juan Bru-no Zayas estaba alzado en la manigua y su familia vi-vía aquí cerca, en la Calzada. Juan Bruno venía disfra-zado de lechero a visitar a su madre y los celadores loreconocían y lo saludaban por su nombre y nunca fuedenunciado. La guerra no era en serio,

-Si la gu€rra no era €n serio habla cosas que eranen serio.

-Naturalmente: el honor, la famiüa, la religión, la

moral ,

-Todos creían en eso.

-J6d6s, ésa era nuestra ley,

-Debe ser agradable vivir tan protegido -dijoDascal.

-Le contaré algo para que vea -dijo doña Luisa-.La nobleza de Castilla podía usar leones de piedra fren-te a su casa. Aún en la Repútrlica,.podían v€r$e losleones frente a las casas de la Calzada. Los Carvajalvivían frente a los Fernandina. Don Leopoldo Gonzárlez de Carvajal tenía una fábrica de tabacos con la quese enriqueció, pero la vieja nobleza del Cerro le llama-ba despectivamente El Tabaquero. El Conde de Fernan- :,

dina era otra cosa, un gran señor de vieja alcurnia, po- I

seía una hacienda de ciento dieciséis caballerías con una,numerosa dotación de esclavos. Carvajal fue a Españay dio dinero en botijas, es un decir, para obras piado-sas de la Corona. Entonces le dieron el título de Mar-qués de Pinar del Río. Cuando volvió de su viajemandó colocar frente a su casa dos leones de mármol.La Condesa de Fernandina, indignada por la audaciadel Tabaquero, ordenó retirar los suyos para que no su-friesen la afrenta de contemplar día tras día a los les-

ll8 139

ffi rupurlor do Carvajal. Pasaron los años. Los mu-Ehehe¡ otocl.ron y sucede un día que el hijo de los

:¿Y quó pasó, después? -preguntó

Dascal.:Nedn.

, =:¿No rc casaron?

-No. país se hab¡ían fugad,o o é1, desesperadose habría dejado caer sob¡e una espada,envenenado en un pacio suicida. En Cu-

s nada.

, - l,rl¡ hijos de la gente de valer siempre son obe-dlenlr'¡,

===lX lotlas maneras, la historia termina mal.drElnn r¡l final .

No hay

--'l¡,n l¡r Calzada del Cerro, joven, sl drama es deffinl grrslo.

Ínllle.Alrrrvcsaron el comed,or donde la larga mesa ova-

hrln ertuba cubierta por un gastado tapete de peluchefcln y adornada con una salvilla de loza bhnta. AIt¡v& de una puerta de persianas salieron a la bóvedado cnredaderas.

:-Disculpa el jardín que está muy mal cuidado -di-fe dollu Luisa.

l,ar plantas crecían sin orden. El jardín estaba ocul-lO dc lu calzada por una cerca de lanzas de hierro a la

Page 74: Lisandro Otero- La Situación

que habían áñadido planchas de zinc. Cerca de allícluzaba la Zania Real. Doña Luisa llamó la atenciónsobre dos bancos de mármol que fueron regalo del Mar-qué de la Real Froclámación. La -senda les llevó a uncinador de madera con entablamiento de arabescos. Do-ña Luisa quiso reposar allí un instante para disfrutar de

la brisa que turbaba los tallos silvestres. Desde allí ve-

ían la galiría del fondo de la casa, de un azul desvaídopor las lluvias.

Una risa sofocada. La mulata retrocedió por Iapuerta de la cocina y salió a la galería. Don Francis-óo Santos la abrazí de nuevo por la cintura y le intro-dujo una mano por el La mulatasonreíayforcejeabac stratabadearreglarse su unifo.rme. no haberlos

visto.

-Aquí tenemos muchas matas: iazmín de cinco ho-

jas, estefanote, pétrea, galán de noche, madreselva, cun-

diamor. ¿Quieres llevarle a tu madre iazmtn de cinco

hojas? Hace un buen cocimiento.Volvieron a la casa bajo la misma bóveda vegetal .

Cristina se detuvo en el comedor con su madre y rogó

a Luis que las €xcusara un instante. Dascal fue a sen-

tarse a la sala, en ún sillón de palisandro, y se entre-

tuvo en observar su imagen oscilante en los espejos. Através de las mamparas con los vitrales geométricos lellegaron las voces.

-Está decrépito, mamá ' Es inconcebible eso que

hace.

-Tú lo has visto bién claro ' Yo no puedo hacer na-

da. ¡Ay, mi hija, qué amargura! Se pasa el día eri labodega'tomando ron con todo el barrio. No recuerda

lo que hemos sido.

-Hay que evitarlo. Enciérralo.

-No se- puede. Recuerda que está muy enfermo, se

va a morir pronto, déjalo hacer. Y con esa mujer" '¡Ay, mi hija!

Doña Luisa sollozaba '

140

={dlmalo, mamd.:A veco¡ por la noche la acuesta en nuestra carrlá-

tongo que ir a otro cuqrto. ¡Es asqueroso, as-

Por favor, no le digas nada a Aurelio. Se

f¡r cn la cocina con esa rnujer.pldclal

:=tlr lguul . Lc hace regalos, le da dine¡o.lluñe l,t¡is¿r ll¡oraba con un quejido agudo y extra-

ñu qrc fucsc emitido por un instrumento' Los pasos

lc nielnrrtrr h¿rcia las habitaciones. Cristina volvió al

€g¡rlo do hora.- Mcnr6 te ruega que la perdones, has visto el dra-

,nil,Fnrcul no quiso hacer comentarios. El reloj con los

q$ruhlner clc la saleta indicaba las seis. Salieron. La€elrnrln del Ccrro estaba ahogada en el tráfico del atar-á$et, l,on nutobuses cruzaban con grandes ruidos me-llllgo¡, F,l hurno negro del petróleo quemado formabañUbÉr ¡obre las fachadas descascaradas. Era muy di-ferentc rlc los grabados de Mialhe que describlan la€¡lc$rln n mediados del siglo diecinueve como una víalñ€huto¡u y screna, con negras gordas de sayón amplioy €x.llavos cnrgados de maloja, algunas auras €n el cie-

fu y lrn c¿rsonas reventando de ostentación, coronadas

lñ le¡ uzolcns con grandes copas de loza.Clll¡llnu lo dejó en el periódico. Dascal oprimió en

ll n¡eo¡rsor cl botón del quinto piso. AIlí estaba ladlreeslón. Todo el edificio tenía aire acondicionado ytñ sqtln ¡rusillo había un bebedero. Entró en la oficina

I rnlrrrlti n Dorita y a Carmen. El señor Rosales noó¡t¡n*r, tll señor Duarte no estaba. Dascal dijo: "Ell€ñ+rr l)uscnl está". Se sentó en la butaca giratoria ta-plHdn en cu€to carmelita y revisó los papeles que te-ñh err el buró. No sentía ganas de trabajar y se en-

F¡luvn en pintar barquitos y casas y palmeras €n unll€el c,'n un buen lápiz de punta suave. A ratos ob'llfYnhe ¡t l)orita y a Carmen €n sus movimientos. Eran

¡ftllHr y llevaban impecables blusas almidonadas que

141

Page 75: Lisandro Otero- La Situación

combinaban coü sayas oscuras de sólido tejldo. Las s¿-yas se ajustaban sobre las caderas señalando una gra-ciosa curva. Dascal no sabría por cuál decidirse en milaños de pasiva cont€mplación.

Carmen era poseída por un vital inter6 en el mundode los negocios: era seria y eficienüe y su principal vir-tud consistía en Ieer la correspondencia de una manerainteligente y llevar las respuestas hechas a la firma delseñor Duarte. Dascal Ia había visto en varios conciértosde la Filarmínica y en las funciones del patronato delTeatro. Aspiraba, con el tiempo y la experiencia, a unaposición ejecutiva, Dorita era graduada de la HavanaBusiness Academy, se interesaba por las revistas de mo-das, usaba un complicado maquillaje y gastaba una bue-na parte de su cheque en peluquerías; atendía muchasllamadas telefónicas y no se perdía una verbena del Cu-baneleco ni un domingo bailable del Casino Deportivo.Durante el verano vivía todo su tiempo libre en el ClubNáutico. Dascal prefería la natural vitalidad de Doritaal calculado arribismo de Car¡nen.

El trabajo en el periódico no era tan desagradablecomo había .supuesto. Panchete Rosales iba una vez porsemana, conversaba una hora con Duarüe y se marcha-ba. Gustavo Duarte llegaba a la oficina alrededor delas diez de la mañana y perman€cía hasta la una. Ca-si siempre su almuerzo era una cita política o de ne¡.gocios. Volvía sobre las cuatro y Jrabajaba hasta lasocho. A veces retornaba en algún momento entre lasdiez y la medianoche para revisar las pruebas de pla-na. Duarte cultivaba dos tipos de relaciones: políticosy anunciantes. En su oficina tenía dos diplomas: unode Ia Asociación de Industriales y otro de la Asocia-ción de Anunciantes d.e Cuba; y un retrato de pan¡chete Rosales. Era socio del Biltmore y pasaba allí losdomingos, "Los negocios,, hoy en día, acostumbrabadecir, se hacen en el campo de golf o €n trusa, en unyato". También decía con frecuencia que "un hígadoeD buen estado es más importante para hacer dinero quo

142

ffi* nentelidad matemática". Duarte creía que Dascal

tlFhlbe A una mención reiterada en las crónicas so-lith¡, al blcnestar, a una posición. Entre ellos exis-dE un nexo de maestro a discípulo. Dascal lo dejólE ru error porque nunca comprendería de qué $e tra-6b¡,

Dn¡cnl nbrió alguno$ sobres y comenzÁ a leer car-h¡ nhurridos. A las siete Duarte llamó para decir que

ÉF volvetlu hoy porque tenía una comida esa noche.Gilrcnl nprovechó para irse. Se despidió de Carmené€ñ ttn ñnludo neutro y conv€ncional y le dedicó unal€hfl¡n dc complicidad a Dorita qu€ se retocaba con un'llplr de ccjas ante el diminuto espejo de su vanity.

Itl rrpurtamiento de Bracho Sánchez, en el Vedado,Ff6 pequcño y barroco. Bracho lo había llenado de plan-

llr ltepudoras porque eran "obsesivas y sofocantes".Btneho crtl obsesivo y sofocante tambien. Dascal habíathllnrlo r¡na de sus exposiciones y reconoció a Pisasso

É[ qqucllos lienzos satu¡ados de óleo espeso aplicadoCott cs¡lfrtula; pero no pudo determinar qué período co-plnltn.

('urrrrtlo Dascal entró, la pequeña sala estaba llenade N¡rtc y todo el mundo hablaba a la vez, A¡lguienlh prrro un vaso con ron en la mano. bascál cruzó jun-lo s un grupo que discutía sobre la revista Raíces. Los

Qlte hnbíun podido publicar en ella la defendían y los

Qlto l'ucron rechazados la atacaban. Todos aspiraban a

pttlrllcnr en Raíces. Bracbo iba a editar, con otros pin-lrlrts y con el grupo de escritores apolíneos, una nu€vafevlxln. Bracho, que era tosco y gtueso, sxplicaba sus

plopéritos en el centro de una densa concentración hu-mntt¡t, junto al balcón. "La cuestión es tener algo pa-fh exprcsarse. Vamos a hacer esto sin ideologías, sinlrnxrn; que cada cual haga lo que qui€ra". El poetaEtnrítrlcz era escéptico: "Después de todo nadie va alecrlr¡; nosotros mismos no vamos a leerla". Bracho con-lfnnlrc(r: "¡No hay lugar en mi revista para los incrá

14¡

Page 76: Lisandro Otero- La Situación

dulos! Solo Con una fe telú¡ica se mueven las monta-ñas".

Dascal continuó hacia la cocina. Carlos Sarría es-taba apoyado en el fregadero escuchando un diálogoentre dos compositores sobre Eric Satie. Carlos le ha-bía dicho ¡ecientemente que pensaba aprender a tocarla guitarra. Lo saludó con la mano, pero no pudo lle-gar hasta allí. Las conversaciones continuaban entr€mez-clándose, confundiendo el aire lleno de humo consonido de voc€s: Sindogaraydadaísmomussolinimarine-ttihegelantonio guiterasmate¡ialismodialécticosondelalomaju-díosenalemaniatom ásmoroalarrivierafrancesalamuertedetiti-coXl anoslaseleccionesagramo4telaconvenciónconstituyentes -hostakovichlazafrajeanpaulsartre. . .

Escuchó al poeta Ermúdez que decía: "A mí me conta-ron una cosa el otro día que es muy sintomática de lareacción social a la creación. Está un pintor dibujandoen el Parque Central y se acerca un joven y le preguntaqué está haciendo. El pintor responde que está captan-do una manifestación concreta en la medida que la in-tuye subjetivament€ y fijándola en la materia a través delíneas, volúmenes y planos. Y el joven le responde : Sí, sí,ya sé, cosas de maricones". Algunos rieron c"on la histo-ria y otros permanecieron en un des,olado silencio.

Alguien puso un disco que cqmenzaba con Mamá Inésy continuaba con Danzonete y Las Perlas de tu Boca. Elruido era insoportable ahora. Dascal trató de abrirse pa-so hacia la puerta cuando vio entrar a María del CarmenCedrón. Estaba muy atractiva esta noche con un vestidorojo muy simple y ajustado y el cabello negro más negroaún por el contraste con el rojo.

-Es imposible estar aquí -gritó

Dascal.

-Pero yo vine para quedarme

-respondió María del

Carmen.

-Ya ves como está. Vamos a sentaxnos afuera.Salieron al pasillo y ocuparon un €scalón, no lejos de

la puerta de Bracho, en la escalera prineipal del edificio.

t41

¡llf e¡ouchaban el bullició y la música"y partici-th la elcgrla sin aturdirse en ella.o ful¡to nl cam-faier de la otra noche- dijo Ma-

Hr de' Ca¡men.:No pudc ¡r por el trabajo.

-Mg dljinte por teléfono que no tenías nada quehá€er, qrrc lrfas.

=. l,uegrt se me presentó eso otro...= Slgue$ ncomplejado, por €so no fuiste.lln¡trnl vio a su voluntad alejándose con precipita-

€lón y crcyó estar al borde de la entrega total, desnudo

I Elarlo nntc una mirada burlonamente benévola. Un¡fnn erf'uerzo le permitió rehacer la fachada. Pretentlló l¡rl h¡rber oído.

-'..Yn te conté que comí con tu padre -dijo Dascal.. Yn mc lo contaste. Pe¡o no te dije entonces lo im-

prerlonutla que estaba con tu importancia.[1ta dlrccto y fuerte y doloroso.-=¿Quicres burlarte de mí? Ahí dentro hay mucha

lenle quc sirve para eso --{ijo Dascal.No, quiero que s€as menos almidonado cuairdo

€rlf r conmigo.= ¿,Almidonado? ¿Yo?

Sf, tú. Como el día que me contaste lo del monje.¡Ahl ¿Te acuerdas del parti ese?Mo acuerdo..¿Y fc has decidido a ver el Paraíso?.¿,No me ves aquí?lt¡¡ru mí está en otra parte.

*- ¿lXnde?--l1s muy complicado.- llúscalo.:- lln eso ando.

Suclta las neuras.= llno es más difícil.

Ylvo, Con eso me siento

Yo mismo no lo sé bien.

Eso es lo que me mantienolatir, aunque rnolestan.

-=¿l)or qué no vas por el Yacht? Podíamos conver-Fl rtllÍ.

Page 77: Lisandro Otero- La Situación

/Un tibio y €sp€so jarabe le inunda el torso y le co.

rre hacia el vient¡e y los muslos: un afecto tierno ysosegado que brota con fluidez. Hay que reaccionaren contra.

rEso está fuera de mis límites.

-¿Lo ves? Sigues acomplejado.

-¿Por qué no aprendes la guitarra, como Carlos?

-¿Para qué?

-Para darle salida al esnobismq al amateurismo in-

telectual. Así me dejas tranquilo.Maúa del Carmen se ¡ió mostrando los dientes per-

fectamente alineados por dos mil pesos de tratamientosde ortodoncia en Giquel. Sabía que esa risa específicala había ensayado otras veces ---€ra mortalmente atrac-tiva. Dascal estaba siendo apaleado con brutalidad. Bus-có una salida.

-¡Vámonos a otra parte!

-No puedo. Margarita y Cristy me están esperan-do allá adentro. Además luce agradable este parti.No estaremos muoho rato, a las nueve tenemos unacomidita.

Dascal la acompañó a la puerta y descendió la es-calera con rapidez, apoyando el peso de su cuerpo so-bre los brazos, en el pasamanos, y tocando con los za-patos cada tercer o cuarto escalón.

Al llegar a su casa fue directamente a su cuarto y seacostó vestido en la cama y se sintió solitario y enclaus-trado. I¿ llegaban hasta allí los sonidos y los oloresde la jungla social allá afuera y deseó estar en ella y sesintió importante por no estar en ella, por no s€r comolos otros y la ansiedad aguda y mortificante, insacia-ble, insatisfecha, inagotable le invadió de nuevo y todaslas imágenes mórbidas, brillantes, esbeltas, frescas, ele-gantes, perfumadas desfi,laron oscilantes y detestó lacarrera de obstáculos a que estaba condenado. Enton-ces vio un cosmos revuelto y cruel, poéticamente desor-denado, hermoso en su brutalidad, donde el hombreera metódicamente aplastado. En ese instante podía re-

146

cdades en un minuto de tiempo tr)otqueentregaba una gigantesca síntesis en quepor el hombre gravitaba en un espacio

- h¡manccló un largo rato con los ojos abiertos enh crsu¡ldad y se durmió temprano.

t41

Page 78: Lisandro Otero- La Situación

IIÍ\I I'AI)ITE DE LA PATRIA

l'n¿nltt Curuso debutó en el Teotlo Nacio¡ul, a ochopen+ hr luneto, Gúb/iel Cedrón estuvo toda Ia no-¡ha ltr¡tte al teaho imaginando lo que estarla pdsando¡¡ lt¡ rsct'na. No le intercsdba la ópera como (tte sino¡tttutt t;íntbolo d.e un estdo socidl. La posibilidad de6*lttlr ptreclale' el colmo de las vcnturds humanas.

,4 ht salida obseryó el brillo de las botonaduras dehillhntrs en las pecheras almidonados de los fracs y lasbnlrhtrlus y el lamé dorado y las tfutas y el talle largoale l,'t troies de noche con el que las mujeres pasaban

Fut ¡,t,t(ctos magnílicdos por un grch lente. EI tem-blh ,1,, los senos con el pdso breve de las criollas leÍtan ltttl,u un íntranquilo deseo de posesión que sublim*bn untr los suaves reflelos del nácar y la. temblorosaFet ihn'ión de las plumas de ave del pardso de los aba-ñll rr,r'.

lin u¡ches claras de La Habdna había vagado por elFni,lnr Central cruzando ftente a la estrción de VilI*Ntt'vt lmsta el Campo de Marte y la luente de La In-dht, tttut le pdrecía algo muy bello, y deseó poseer al-pttn dítt unct cctsa llena de estdtucts y cosos hern2e^sgt;*

;rtttt,, uquéIld.t,|vt lie la época en que ocurrió el incidente áú" Ír" -^. .t,

ttttttrntwlo en los periódícos con grdn

Page 79: Lisandro Otero- La Situación

151

_ Gabriel estaba recibien administrados Iecuclrto en Ia casa de

!.:^!"ot!* _35 y "o^A en una fonc

í*'j,;::í #,;;:Í:,1,:;:x*":_?'::c,o se te iba enra' ir a la fJnivcr, ) o^-^?_

il : .ta Unívers---i. p"ri "e:I! todo, decír todo es todo,

lfu¿s,

f::!:!! ditjgmente et p

El prirnet plesidente de Lq Soctedd fuc lqcntta150

nutnca habrla,eyridg -que sa .odr, ,"

"o_!",2:,,:::^::!eyto

si titi iÁ.i.],u¿¡"^ ¿"- y seguram e*vw"v üt tera os oeriódicos de

atrqtso,, pero los leía. ente su mdre los le?a; con algún

. Ilattnln Gómez poseía un alamüque en la calle deld Ittnl,t londc labrícqba el Ron

-Gómez. Estaba en

Hlenilnt il¿ nds, cuandoh t'l¡ltó fu dedicar LaEuleiltt¡l e ¡ a cambiotpelbtuh

lüryntllhtrc,s ,:;::;:Rtm (itio ¡,,,,, ,ífT;firr t, ,rr,¿r de anís cada semana.

l\tr nqucllosEhen'htt supo qrlnltt Luis queEtüttitt. Iiue a

l','tt lu cubierta Marinita les presentó a la señora B.

leilil con el primer oficial).lllulnita usaba ligas rojas y, por la evidencía, la se_

fltttit l). no Ord todo lo respetable que parecía. pachencho

Page 80: Lisandro Otero- La Situación

las llevó a trabaiar a Gloria Tres que era la casa'má¡elegante de o4uellos tiempos. ¡Qué clíentelat Ningunode los asiduos tenía menos de cuafenta y dos de cinturay cubrlan sus protuberancías con chalecos de buen pañoquzados de leontinas de oro.

" Pachencho y Gabriel conocieron oú a las otras mú-chachas y pronto toda la Sociedad compwrta con lascortesonas mds bellas de La Habana.'Decidieron queera necesario aumtentar ld cuota de Ramón Gómez. Pa-ra ello era necesartb un golpe sensacional. Aú. se acor-dó lo del teatrb.

Acudleron ternpra:no a la función del Nacíonol y es-peraron en el Parque Central la saltde del público.briel Cedrón ocupó un banco futnando nervioso susgarros Susini y recordó que había leído en "La Lucque la noche ambrtor hubo un gran tiroteo en elfé "Los Mosqultod' con el resultado de dos hombres i,un caballo heridos. Qulzás esta noche polta suceder alntgo similar. Nunca sabe uno cwíndo va a tener undente con un coro,nel de Ia manigua armado de un pa-voroso revólver vizcdno.

Al oumentar de intensidad las luces dcl vestíbulodos se pusieron en atención y atravesaron la calle.cieron como que leían las carteleras y prontoaay'pn a dpdtecer los trajes de lamé y los fracs bienplanchados. Como el que no quiere la cosa loschos comenzcron a pegar sus anuncios del Ronen las espaldas de lo's caballeros, en los quitrines yckards espeieantes que aguardabaa' en las paredes,las clfilsterds.

Fue un gran eséándalo, como todos espera,ban. S

hubo que lamentar que el senador Ponce le fracturébrazo a luaníto Díaz de un bastonazo.

AI día síguiente el eminente cronista Ricardo Dolzdicó su "Nota del Día" a la groma. Aquetlo coincüíócon la aparición masiva en todos los muros de lade los papel,itos engomados del Ron Gómez. Lasaumentaron y Don Ramón les subió la cuota a doce

t<a La Situación

lcllat ¡te ron y ocho de anís. Las Ííestas de La Sociedadhleleron época. Gabriel Cedrón lantentó que su madreeiln{lelese de todo esto pues le escribió u'na larga cdrtahahldrukile de las malos compañías.

T'unlit sc divlrtíeron en aquellos tiempos que Gobtielumtpró dos pa.tcntes pa,ra fortalecetse: el licor de Berrov el lillxtr de Kola', Coca, Quina y Glicero'fosfatos deldoclor Bastlda. Lo's domíntgos tomaba el tranvíd para eI

lurpl,t vktje hasta "El Progreso", en eI Vedado, donde se

t'lltvluha con los baños de agua sctlob,'e. Iuanito Dídzttulttró pronto y pudo aco'mpañorlc>s en las liestas

-ile La!iln'l¿lwl donde hizo aludes de ingeníosa alegtía.

(inhricl ,'ecordaba siem)pre ¿l 6snse:io de su pa:dre; éste'rl'il ,t,t país de generd'les y doctores, y nunca dcscuidó

hn eiluclios. En las noches de verano iba con Pachencho

t ht Accra del Louvre d tornal helados de frutos y olftt,el.I' fi Ia juventud dorada de la República'. Bebito Echar-le, Icnarito de la Vega, Iorge Bombalier, Pepito lzquler-út, Arluro Taquechel, Bequico Pehíez: la flor y nata''l'ttnthiún admiró en slts poseos domín'icales por eI Prado

It "l,t¡ Muerta Víva", que trawcurría en su coche sin con'

It'iler un músculo, con el rosto cubierto de cascarilla que

tr'(nluaha la blancura cle su piel: su vetsíón de la o'fernv lo clemanda. En su cama habían dormldo los apellidosnúl ilustres.

l,as luces d.e La Habana, que lo deslumbraron a sa lle-

¡¡nlo, ya le eran habituales. Ni síquleru frecuentaba lc¡ttnil¡rerería de Enrique para ver eI aietreo de las he"-

t¡uxas. Estudió con méto'do' Leía diariamente los períó-

ilicos y un aumento en su mesada Ie permitíó ver a Ta,-

nmki Miura en "Madame Butlerfly" y a Eugenid Zúffolit, a Enrique Borrás; arte sefio.

Eran iempos de esplendor y eI dinero corrtd. Por eso,

ttl morir el abuelo Sandallo, se negó a respondet d lla-tnado de su madre para que administrara lds fín:cas' G+hriel le eso'ibió aconseiándole que contratara un mayo'ral. La gran ciudad se olrecía al alcance de su mano ycstaba decidido a conquistarla.

Page 81: Lisandro Otero- La Situación

ONO BLANCO

El Génesk

Venlón de 1932 según fue impuesta a Cayetano Sanlapor la obstinación de Lola Mena

lin eI principio creó ldort,Y tu FiÍth Avenue vrcía, Y lds

llnleblus estaban sobre I Espíritu de

Ilktt se movía sobre HYde Park.Y dtjo Dios: Sea Tiffany: y fue un Pagaré.

Y vio Dios que el Hors d'Oeuvre era bueno y separó

Nltu de [email protected] llamó Dios al Mertinl Very Nice y al Globe trotler

lltun,l Cause'ur: y lue la tarde y Ia mañana un üa'Y dijo Dios: Haya expawión en medio de los Trusts,

v separó el Deba del Haber.Ii hizo Dios la expansión, y aPdrtó los Intereses que e8'

lnfutn debajo de la expansión, de lu Obligociones que es'

lulnn sobre la expansión: Y fue o'1.

Y Uamó Dios a la expansión Stack Exchange: y fueht lurde y la mañana el úa segundo.

Y dijo Dios: Júntewe los Menús que están sobre lal'luec Vendome en un lugar, y descúbranse A la Catto '

Y luc osí.

155

Page 82: Lisandro Otero- La Situación

Y llamó Dios a Wall Stret Solo para Caballerot y areunión de Huelgas llamó Bolcheviques: y vio Dio,rera bueno.

Y diio Díos: Produzca eI Cocktail Hour, DaiquiríIado, y él Five O'Clock de simiente de Asistirés; laquera de fruto qae dé lruto según su 7,afra, que sumiante esté en é1, sobre el Habana Ydcht Club: y fue

Y produjeron los Macheteros al Colono, Colonoda simiente g¿:gún su natura.Ieza, y Tacho que dacuya simlente eslá en é1, según su Clearing House: yDios que erd bueno.

Y fue'la tarde y la mañana del día tercero.Y dijo Dios: Sean Tips en la expansión de las Bolte

Nuits para dpartat el lta y la noche; y sean pory pdrct las Seasons, y pdra dÍos y años; y Say ít withwers en h expawión de las floreríos para alumbra.rR..S.V.P.: y fue así.

E hizo Díos las dos grandes calles: la calle mayorque señorease en h noche, y la calle nTenor para queñotease ¿n el lta; hizo tdmbién las Vedettes.

Y púsolos Dios en Ia expawión Continental parúNo hay suficientes fondos.

Y a la calle mayor llamóla Broadway y a la calle me-nor Ia llamó Rue de lo Paíx: y vio Dios que era buerw.

Y lue la tarde y Ia mañatu eI [ta cuarto.Y dijo Dios: Produzcqn los Ingeníos Relacciones y

tras Protestdas que vuelen sobre las Notarlas en laia expa,nsiSn de los Códígos.

Y creó Dios a kts grandes Morgan y Rockeleller ytia cosa viva que anda arrustrando tras ellos, que el Acat protlujo según su género y todo Ledger según su epecie: y vio Dios que era bueno.

Y Dios los bendijo diciendo: Fructillcad yy henchid los Bonos de la República y que lastrotas se multipliquen en Ia tierra.

Y fue la tarde y la mnñana el día quinto.Y dijo Dios: Produzca la ZnÍra según s u especie

Dunhill y Sulka y Chanel según su género: y fue así.

156

fftll¡ lllr¿¿s v l-ox Trot lo's qeó.

f l rr hcncliio Dios; y üioles Dios: Fructilicad y mul-

druY e dado este For he is a

irltl ts OÍt a" Pesar del On'Uli¡ de Luxe que os he en'

lftptxh rcros ln Para comer Y beber.

Y 6 l1clos los ll/elcome de la tierra y a todos los Ettlo que fuma Corona de latodo lo que dice I like nryst la vie, anarquistas, mamiel Yacatiotts Abroad: Y lue

¡t,,Y vlt¡ Dios todo lo que había hecho y quedó muy tver'

pÍtttiluht por ello. Y fue en la tarde y la mañand del úa,ttltt'

Y lucron acabados los cielos y la tierra, y todo su ortnailrcnto.

Y tcabó Dios en el [ta séptímo su obra que hizo, y r*pwó el üa séptímo de toda su obta que había hecho.

15?

Page 83: Lisandro Otero- La Situación

FN I.'IEI}NDRO DEL 5P

l'l st't¡u(lor Cabriel Cedrón besó a Ritica' Estaba jun-

iu ¡r l¡r pucrta y se despedía. Fue un húmedo beso de

vte¡,t, ttdrón íotaba que decaía co¡- Ritica'- I¡ reco-

lleirrlnron un concentrado chino del que debía beber

tl¡ttttttr gotas con agua después de. las comidas' Y siem-

pr-e t¡rrctlnba el viejo remedio: glándulas de carey, os-

i1,,,,**, ccrcbro de mono. No era grave la situación; co-

lller¡r,rrllrt un proceso.lloy <Ieb?a irse temprano; en el Capitolio se reunía

el Se¡l¡rúo. Cedrón siempre encontraba tiempo para vi-r¡lrrr r Ritica y fumarse un tabaco mientras conversaba

¡Jrrrr l¡r muchacha. Ritica fue mecanógrafa en las ofici-llnq (lcl Capitolio. Cedrón la conoció cuando estaba pre-r¡rr¡¡rrrtlo la lev de p¡otección a la flota mercante que tan-in ¡r.rpularidad le ¿io. Los periódicos no -hablaron do

llrrr cosa mientras se discutii la ley: "Comienza a cum-pllrsc nuestro destino marítimo. Cuba, isla aislada, tien-rlu rrn puente sobre el mar". No faltó uno que comparó

n (lcdrón con el Almirante Nelson. Ritica se conmovióclrr lu importancia de aquel hombre que le dictaba lar-gos pár'rafos mientras mascaba un Corona nílmero uno.

tlrrhíi que el senador tenía sueldo, gastos de representa-

r'lón, cólecturías en la Renta de Lotería, botellas y nó-rnirurs fantasmas, que le producían unos cinco mil pesos

159

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160 161

tltensuales. Utilizó, en ios dias de La Ley Maritima, urr&blusa negra que le dejaba los hombros al aire. Natural-mente el senador la invitó un día a tomar un trago enEl Palacio de Cristal, ahí mismq cerca del Cap'itolio,casi una prolongación de las horas de trabajo. y se vie-ron otra vez un sábado por la noche 9ue él le dio citaen la Terraza de Cojímar para comer un arroz con ma-riscos. De ahí fueron a una posada en Guanabo. Cedrón

cuarto en que vivían (Nemesia había ido a entregar unvestido), a causa de Próspero Trosto que tenía un añom€nos. As.stió a clases en la Escuela Normal, pero noterminó. A los dieciocho comenzé a trabajar en el TenCent de Galiano; lucía bien y el americano que le diotrabajo la llevó a la posada de Rayo. Ritica decía: ,.Diosme lo puso en el medio, pa' mi remedio". En el depar-tamento de flores artificiales la conoció el Representan-te Alderete que la hizo su querida y al abandonarla lallevó a trabajar al Capitolio. Nunca Ritica disfrutó tan-to como ahora. Gabriel Cedrón era viejo, casi viejo, yIa mimaba. No era muy exigente. Venía diariamenté,pero trabajar, realmente trabajar, sólo tenía que hacerlouna vez cada diez días más o menos. Lo otro era con-

za, sangre de gallo, reales de plata, ceniza, caña brava,aguardiente con pimienta y un bejuco. Todo esto meti-

tliÉa, ayudaba a la intervención esotérica, habtándo-Í tgnador de lo bien que estarían casados. Cedrón ya

lOnln por su mujer siquiera un afecto distante. Fara€fnemlna Guiral era algo tan ajeno como el billetero

€Ul tlUnc¡r Ie perdonaría el divorcio. La otra batalla delllle¡ er¡r por el convertible. Primero pidió un cola deplln y (lctlrón se rió: "Ni siquiera mi mujer tiene uno,l€ tlte mtlevo en un Biuik Roudmaster". Ritica puso €nfÉ nrlrn cl Chevrolet, un Chevrolet convertible amarillo.

F¡hfn qrre cso lo conseguiría con el tiempo. Cedrón ba-l¡neeabn lt cabeza, los ojos se le ponían chinos con la¡tlnll¡n, pcro no decía que no cuando Ritica insistía. Por¡f,otn cogía mucha máquina de alquiler por{ue Cedrónk nhrf¡¡ e I bolsillo todo lo que ella quería. Así las cosas,

E€n cl licnrpo y un palito, pensaba Ritica.Ctuntlo el senador se fu€, Ritica entró a su cuarto.

& qultó cl ceñido slack negro y la marinera italiana, lafnlu tle lustex y los ajustadores maid€n form. Desnuda¡É rcnló al borde de la cama y se descalzó las ballerinas.& tr¡lró cn el espejo. Estaba bien, muy bien. "DespuésS lotlo con 23 años se engancha lo que se quiera".Abrló cl closet y se puso un viejo refajo, metió los pies

lñ trnrrs chancletas de madera, s€ €chó un par de chicles

€ñ ll hoc¿ y encendió un Carnel. Se fue a la cocina, y sa-iil tlel refrigerador una Materva que sirvió en un vasoion hiclo. En la te¡raza puso el vaso sobre la mesita de

lflrlrrl y el cigarro en el cenicero de Murano que com-Ffó cn Fin de Siglo. Tomó una "Bohemia" d:l revistero yh lrojcó sin atender lo que hacía.

l,n sesión comenzó en calma porque todo el mundod¡hu lt ley por hecha. A Gabriel Cedrón le habían pro-helllo su parte en la nueva compañía y había calcula-do qrrc la tajada no se le apeaba de veinte mil pesos. I-e

Uno cncu€ntra €n la esquina. Claro que el Epellido:lcmprc ayudaba. No es lo mismo estar casado

&iñ Etncntlnn Guiral que con Ritic¿ Silva, pensaba elr ftñ¡dor y niempre lo detenía su hija María del Carmen

do en una jícara grande que Ritica ponía debajo de la Icama cuando Cedrón se acostaba. Ritica, con los pies,i

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mortificaba tener que oponerse, pero era cosa deza mayot. El propio P¡esidente Prío le contó la entfe-vista que tuvo en Palacio con el Embajador.

Cuando Cedrón insinuó que Cuba no estaba en con-diciones de tener una marina mercante y que aquellaLey era plematura los otros senadores lo mi¡aron asom-brados, temiendo que hubiese perdido la raz6n. Luego,los senadores Veitía, Sánchez Herring, Toledo y Már-quez apoyaron lo que decía Cedrón. La situación co-menzÁ a esclarecerse. Esa oposición sólo podía signifi-car una de dos cosas: o Palacio babía matado la Ley olos senadores querían más por aprobar la percha. En unrec€so se le acercó a Cedrón el senador Mario Cabrera,del Partido Liberal.

-Oye, viejo, cómo es la cosa, porque yo no estoy

enúerado de nada.

-La Ley no Ya.

-¿Córno que no va?

No va -repitió

Cedrón.

-Bueno, ponme en el insai.

-Costaría mucho manten€r una flota mercante en

condiciones..

-Déjate de rodeos. ¿Qué pasa? Tú sabes que tene-

mos uD compromiso. ¿No es bastante lo que se ha ofre-cido? Tienes el dos por ciento. Se ha trabajad,o muchoen esto para tirarlo así.

-ffii¡¿, Macuto, tú eres mi amigo y no puedo enga-ñarte. Olvídate de esto, piensa en otra cosa.

-Asl no, yo le meto dos tiros al que me desbarate.este pasodoble

-gritó Macuto Cabrera y atrajo la aten-ción de los otros senadores,

-Cálmate, Míster Big dice que no

ayer el mismo Presidente en Palacio.beando. Esto me int€r€sa tanto como a ti. Ya oíste aToledo, a Yeitia, a Márquez y a Sánchez Herring; esta-mos de acuerdo.

-¿Qué Mister, el Embajador?

-El mismo.

va.Yo

Me lono estoy

=¡Nor Jorlimosl

-Nl hublar. Desde el momento que situemos la pri-fffn rtrrlcn a un astillero, nos quitan el servicio de lafuln pnnnrncña, la griega y la americana. Nos queda-ñttr urrrr los almacenes cargados de az'úcat,

:-¿Quó clase de torped,o nos han colado! ¡Y pensarb que truhnjamos en esta percha!' : l'ue¡ ya sabes.

. ¿Y nlrora qué?

- Nrdu, hay que votar en contra alegando que nues-bs deurrrollo insuficiente impide la ¡ealización de un

Ff{ly€clo tan ambicioso.:Oye, Gabriel, pero ¿ni un barquito?*Nl uno, viejo.Ln ¡n¡ión comenzó con tres cuartos de hora de atra-

lg y hr l¡y de la Marina Mercante fue rechaz¿da. Ce-dtón y Sónchez Herring telefonearon a la Secretaría deIt ilresidencia para informar. Cedrón fue después a laPlerilcncia del Senado y conversó un rato, firmó dos olh¡ tr¡untos pendientes y se fue a los Aires Libres.

lhr lll Dorado s€ €ncontró con Márquez, pidieronHmrr juiboles y se dirigieron al quiosquito de ostiones.

* ,¿Qué, tú también necesitas refuerzo? -preguntólrlárqucz.

*=-l.t edad, la edad -respondió

Cedrón sonrienüe.(jetlrón paladeó la resbalosa masa con el gusto a mar,

¡l punto ácido del limón y la declarada sabrosura dellrtchup. Volvieron al ancho mostrado¡ de caoba a gus-h¡ tl,¡t ron añejo. Dos sargentos políticos del barrio deAlrrén se les unieron.

*¿Y qué dicen los señores?--¿Qué pasa, caballería?

- ---¡Coño, Felipito! ¿Tú por aquí? Tómate algo -dijof,lárquez.

Page 86: Lisandro Otero- La Situación

-Déjeme presentarle a mi correligionario Ulpiano Es-

tévez. j

El mulato gordo, con un sombrero de jipi que movíanervioso €ntre sus manos, saludó a los senadores res-petuosamente.

-Ulpiano Estévez, para servirle. Ulpiano Estévez, pa-

ra servirle.Felipito y Ulpiano ordenaron dos cervezas.

ron de las pr'óximas elecciones y del tumbóndieron a la asamblea ortodoxa en Atarés.

-Allí arrasamos. Dilo tú, Ulpiano.

-Arrasamos, alrasamos.

Alguien dijo: "Ortiz sí es un pelotero". El ruido de

los autobuses que doblaban por Teniente Rey apagabaa intervalos la discusión de una mesa donde alguiengritó: "¡Es un cocainómano y un ladrón!" Cedrón mi-ró inquieto hacia la mesa. No podía permanecer inac-tivo si se ofendía al Presidente en stl presencia peroiampoco podía dejarse atrapar en una discusión de café.Decidió volver al Capitolio en cuanto terminara su trago.

Un billetero se acercó a los senadores y les most¡ósus números. Márquez los examinó y luego lo despi-dió con un gesto de la mano. Un mulato flaco echóun níquel en la victrola y empujó un botón. El cafése llenó con la voz nasal y plana del cantante que hB.blaba en una guaracha de traición de amores y de mu-jeres pérfidas.

Junto a la victrola un limp.abotas esperaba clientesrnientras llevaba el ritmo de la guaracha golpeando sucajón con el cepillo. El billetero pidió un café y mojóla punta de un tabaco antes de tomárselo.

Un Oldsmobile azul se detuvo junto a la acera ydos hombres se bajaron, caminaron hasta el mostradory pidieron dos gaseosas. El más pequeño se abrió losdos últimos botones de la guayabera y extrajo una Lugerde su cintura. Su acompañante retrocedió hasta la vic-trola. Desde alll dominaba todo el café. Ulpiano Es-tévez advirtió primero €l arma empuñada y dijo: "¡Qué

164

Habla-que le

S€1" En es€ instante sonaron los disparos. El ca-quo volvía con las gaseosas, las tiró al frega-

y $ echó al piso. El limpiabotas se ocultó tras lafala, Hubo gran ruido de mesas y sillas caídas y

, l1l senador Márquez, al tirarse al suelo, s€ \'olcórurrn cscupidera. El billetero se agarraba un bra-

y ¡fllilbn; "¡Mamá, carajo, mamá, carajo, ay, mam6,

{BáFáb, cnrnjo, carajo, mamá, carajo, ay, mamita, cara-

lgl" l)el llrazo le manaba abundante sangre.' 6nhr lcl Cedrón trató de sostenerse de la barra del

E€lltndor pero no pudo y se deslizó lentamente mien-il lfár trqtrrhn aírn de ponerse de pie, pero siguió desli-

, S4dore ltasta quedar horizontal con la cabeza apoyada3ñ el rotloPiés.

F,l honrbre que estaba junto a la victrola disparó unáf_lfe¡a $t techo con una Star 45 y retrocedió hasta el€ldrmobilc que los esperaba con el motor en marcl¡a.€uendo cl chiquito vio caer a Cedrón retrocedió tam-blén, Subieron al auto con toda calma y desaparecie-

lglt crln ttn acelerón.t)os hombres salieron corriendo desde las mesas don-

* ¡e hnbían parapetado y al salir pisotearon la sangrequ€ rrrrrgía incontenible del vientre de Gabriel Cedrón.Hátr¡ucz se incorporó a tiempo de ver al mulato fla-eo rluc trataba de quitarle a Cedrón el solitario de bri-llenlcs que usaba en el dedo meñique. Esgrimió con

lepldcz un Bull-dog 38 y gritó: "¡Al que lo toque loFlnlol" Del fondo del café salió una voz: "Tanta guapería!hol'¡r". El dueño d'e El Dorado llarnaba por teléfono a

ln ¡rolicía, Aún se escuchaba la guaracha con una estri-&trlc lanfarria de trornpetas. A'lguien detuvo la victrola.El billctero, en una silla ahora, seguía gritando. Entonces¡€ escucharon las sirenas de las perseguidoras.

M¡rría del Carmen descendió del taxi frente al Hos-pllrrl dc Emergencias. No quiso avisarle a su madrefJUuntlo Márquez le habló por teléfono, temiendo alsoruzón débil de Ernestina Gui¡al. Subió las escaleras

1oti

Page 87: Lisandro Otero- La Situación

'i

enjugándose las lágrirnas y en el vestlbulo encontró alsenador Sánchez Herring que la abrazó. Varios perio-distas y fotógrafos trataron de abordarla, Sánchez He-rring accedió a las fotografías, para las que posó conuna atribulada máscara, negtó las entrevistas y la acom-pañó al ascensor. Arriba le infoímaron que el senadorCedrón estaba aún en el salón de operaciones y no ha-bía noticias de su estado. En un cuarto del primer pi-so dormía el senador Márquez al que le habían inyecta-do un sedante. María del Carmen se sentó en un bancode madera y lloró en silencio mientras mordisqueaba unpañuelo de encaje.

Ritica dormfa la siesta cuando Nemesia s€ acercó Isu oama.

-¡Han matado a Gab¡iell

-lQué tú dices? -pregrntó

soñolienta, sin compren-der aún.

-iQue te han matado a Gabriel!

-je catriett

-Lo acabo de oír en Radio Reloj .

Ritica saltó de la cama y comenzó a vestirse.

-¿Dónde está?

-En Emergencias.

Luis Dascal trabajaba en el periódico cuando Feli-pito empujó la puerta con la bandeja del café con le-che y dijo que le acababan de hacer un atentado alsenador Cedrón; Dascal sintió que la vieja angustia re-nacía: había que enfrentarse y compararse a un mundo.Llamó a casa de Ma¡ía del Carmen. La señorita habíasalido primero y más tarde la señora. Dascal preguntósi conocían lo ocurrido al senador. La criada dijo que

ya se sabía la novedad del caballero y que estaba enEmergencias. Dascal dijo a Carmen que s€ ausentaríapor una hora.

En el Hospital de Emergencias el Jefe de la Policíapresentó sus condolencias personales y las del Presi-dente de la Repriblica a Ma¡la del Carmen. Bl senador

166

fobh ¡nlldo del quirófano. María del Carrnen no pudo?iflo al pesar porque estaba cubierto hasta el rostro porEñr tdbnna. El médico le dijo que tenía perforaciones in-l¡rllnale¡ y en el peritoneo. Había qué €sperar veinti-lUllro horas para saber si resistiría. No obstante, avan-üár mtlchos casos similares habían sobrevivido. MaríaÉll Carmen no lloraba ya. El vestíbulo del segundo pi-

lftr ¡rrbfa las escaleras del hospital pensaba en lo quedirln. Al ver el vestíbulo lleno de personalidades, el hu-mo (lc los tabacos de medio peso, las conversaciones¡onto rrna gran masa de sonido, pensó en retroceder,Felo ¡" obligó a continuar hasta María del Carmen.Le .l¡,t Ia mano y nada más.

Rlllcn llegó a Emergencias con una blusa de nylon quele lnnrcaba los pezones y una apretada saya n€gra.Ftrc seguida de murmullos y comentarios. euiso eñtrarll cr¡nrto de Cedrón, y cuando se lo impidieron dio unSrnn grito y comenzó a sollozar con desesperación. Ma-lfs rlcl Carmen no supo al principio quién era aquella

corrrprcndió.ntrtjcr jove-n que lloraba por su padre, pero en seguidagolttnrcndió. Llamó a Vesa- homhre rf. ennfio."i .tola Vega, hombre de confianza del¡énrrdor, y le suplicó que distrajeso a aquella muchachat¡rro daba una nota tan fuera del orden establecido parac¡krs casos. Vega consiguió, no sin vencer cierta resis-tencirr, apartar a Ritica del vestíbulo.. l{itica bajó el primer piso y de allí llamó por te-ldlirno a Nemesia.

Page 88: Lisandro Otero- La Situación

-Vteja, ven a buscarme a Emergencias, consigue

Estanislao Trinidad, si no, lo pierdo todo.Vega le entregó a María del Carmen algunos tele

rnu* y l. avisó de varias llamadas telefónicas. MaríaCarmen no quiso at€nder ninguna, le dijo a Vega

tomase nota y diera las gracias ' Eran de amisl

de la familia, del Biltmore, del Yacht, que no consi

ban apropiado acudir a Emergencias' pero que más tar.¿e traiíari la visita cuando el ilustre paciente fuese tras'

ladado a la Clínica Miramar, al Centro Médico Quifrúrgico o a la Funeraria Caballero. Ernestina Guiralfue recogida por su hermano que le explicó loErnestina quiso ir a Emergencias pero su hermano insistió en qu€ no debía. La llevó a su casa' donde ya

habían llamado al doctor Castillo que le dio unte. Ernestina Guiral dormía en el cuarto de su cuña'

da; frente a su ventana cruzaba el tráfico elegante de

Quinta Avenida de Miramar'María del Carmen le pidió a Vega que buscase

Dascal . Vega lo encontró fumando un cigarro en el

sillo de los servicios sanitarios.

-h¡is, quiero que me averigües por qué le han

cho esto a papá.

-¿Yo? pero... ¿cómo?

-tú sa-bnás. Tienes amigos en la Universidad,

los grupos revolucionarios, averigua porqu€ yo no

tiendo, no entiendo nada.Lloró de nuevo y Luis Dascal encendió otro c

rro, le puso una mano en el homb-ro y se marchó'.Desdi el bar de la esquina telefoneó a Marcos

gor que ya sabía la noticia.

-No sé por dónde €mpezar, Luis, tú sabes que

no corto el bacalao con €sa g€nte.

-Pero los conoces, yo ni eso. María del

qur€re. . .

-Voy a ver qué Puedo hacer. Yo estoY

tado de la A.R.D., no tengo nada que ver con ellos

-Conoces a alguna gente, ¡pregunta, por favor!

168

-¿Dónde puedo llamarte?

Ritica se encontró con Nemesia en el bar "El Va-por" al fondo de Emergencias.

-¿Localizaste a Estanislao?

-Nos espera €n su casa.'l'omaron una máquina de alquiler y fueron a la ca-

lle cle la Reina. Estanislao vivía en un solar limpio.('omcnzaba a oscurecer y aún no habían encendido lasItlccs del patio. La ropa blanca colgaba en las tendede-mn. Trinidad abrió en seguida la puerta de su cuarto.llh una esquina, la cama; del otro lado un gran €sca-prr¿rte, una m€sa y dos taburetes. El área del piso es-lnlin reducida a la mitaC por la gran cantidad de ofren-rl¡rs ante el altar de Santa Bárbara que, adosado a unapnred, llegaba casi al techo.

-Trinidad, me tienes que salvar a Gabriel -dijo Ri-

tlcr¡.--t¡ ha pasado una gran desgracia, lo sé.

-Comfllácela, Trinidad -pidió Nemesia.

listanislao Trinidad tomó una cazuela nueva de ba-tto y la colocó ante el altar del gran Changón. Conttnn tiza trazó en el fondo un círculo, dos flechas y cua-lro cruces pequeñas. Echó adentro aguardiente y aguahcndita, miel de abeja, albahaca, mejorana y romero,un poco de agua de lluvia recogida en el patio, plumasrle tiñosa, "para que vuele sin miedo", y un clavo dehcrradura. I

--En las yerbas está el monte y en el yerro, el fon-rlo de la tierra; la miel que aplaca y el agua que emFpuja y el agua que proteg€.

'l'rinidad fue a su escaparate y sacó de una gaveta, en-vr¡clto en un saquito, un hueso pequeño, como de una fa-lnnge de dedo humano, y lo echó tamtrién a la cazuela.

-Ahora sólo nos falta su sangre.

-¿Cómo? -preguntó Ritica.

-Nemesia, vete al hospital

tiil sangre.

ll.- La Situqción.'¿^ -.\'\?'"¡r¿ t $/

Page 89: Lisandro Otero- La Situación

-¡Corre, mamá, ve!

Trinidad se arrodilló ante el altar y comenzó a mu-sitar oraciones; Ritica, exhausta, se sentó en uno de lostaburetes.

-Ahora, Ritica, te tienes que desnudar -dijo Tri-

nidad.

-¿Yo?-¿No

quieres?

-Cuando llegue mamá.

--Gabriel se te va a morir.

-\9, ¡9.

Ritica se quitó la ropa con rapidez y quedó desnuda

ante Trinidad que la miró detenidamente.

-Ahora párate ahí, frente a Changó y repite:

-Changó de los fuegos...

--Changó de los fuegos. . .

-dueño de la centella. . .

-dueño de la centella. . '

-de ti todo bien espero. . '

-de ti todo bien espero. . .

-abre camino para tu hija...

-abre camino Para tu hija...

-apártame la pólvora y la sangre. . .

trini¿a¿ repetíá sus versos mecánicamente mientras

observaba con cuidado el cuerpo de la muchacha.

Dascal se apoyó con fuerza sobre el timbre de los

Sarría hasta que el portero abrió.Caminó en círculo por el vestíbulo mientras una cria-

da llamaba por teléfono al piso alto. Carlos ordenóque lo dejaran subir.

El cuarto de Carlos Sarría Santos tenía un gran eS-

tante de libros, cuatro cartas antiguas de la Isla de Cu-ba en marcos de oro desvaído, una m€sa de trabajo conuna brillante lámpara en bronce, y la cama empotradacn un nicho de madera que se continuaba €n los closets.

Carlos estaba en una butaca leyendo poemas de E.E.Cummings.

178

-.-¿Yn te enteraste? -preguntó

Dascal.

-Sf, imagínate, lo de siempre.

-No sé cómo ha pasado. LIamé a Marcos para queñl nvcriguara.

*.¿Cómo anda María del Carmen?**l ,rt pobre, muy mal. Estaba tumbada en un si-

Uón.llnrcul se sentó en la eama y encendió un cigarro;

tttnú tlc la mesa un cenicero que acomodó en una almo-h¡dn,_ --llute país no se va a calmar jamás

-dijo Carlos.Vlvlmos de una en otra.

.*F¡ verdad.;,llnp6 decía la otra noche que si Cuba sigue así

It n lt ruina en diez años.llucno, tú sabes qu€ esas quejas no valen mucho.

- - l¡rp6 es de los que m€nos hablan y está amplián-doro y abriendo nuevas cosas.

*-. lnvcrtir y quejarse, siempre hacen lo mismo.--No, el viejo lo que dice es que este Prío es rnel-

dhr rlcmagogo, p€ro en el fondo sabe que hay garan-llnr.

- l.o único quq queda es la ágitación. La agitación y laprlllicu: las guerras de pandillas, los petarditos, un aten-hrht casi todos los días y todo eso porque a un revolu-Slrrtlnt'io del treinta y tres le negaron dos o tres botellas.

*A lo mejor lo de Codrón es algo así. ¿T\l no crees?

-dlJo Carlos.**Puede ser. Quiás una v€nganza... no sé, pueden

tst ntuchas cosas.

--'¿Por qué no llamas a esa gente?

' -¿Dónde está el teléfono?l)¡¡scal estuvo unos minutos en el vestíbulo de la plan-

ll nllt, hizo varias llamadas, hablaba con rapidez; vol-Yld ll cuarto.

'*-Marcos habló con un amigo de la A.R.D. y ledlJo qrre hicieron el atentado porque Cedrón es un trai-for n la ¡evolución del 33.

L7l

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-¿Del 33? ¿Quién s€ acuerda de eso?

-Habló con otro amigo y le dijo que era una

vocación, que el atentado no €ra para Cedrón. Catrl ahora.

-No sé, pero m€ luce que la última versiónde ser la cierta.

-La verdad que descubrir a estas horas que

es un traidor me parece un poco idiota.A lo mejor se lo dijo uno flor lucirse, por Parecer

rado.

-Puede ser, entre esa gente hay mucho postalita

En la Universidad siempre andaban dando jamónpistola.

--Seguramente fue una equivocación.

-Lo que jode es no saber qué hacer en medio

esta confusión.

-No hay nada que hacer -dijo

Carlos-. Loco sensato es ponersre a un lado del camino parala procesión.

-ps¡s algo puede hacerse. ¿Nos vamos a pasarvida así, con los brazos cruzados?

-El mundo tiene su orden en medio del desordenTodo te¡mina igual que empezó.

-Si eso fuera cierto estaríamos todavía en las

v€rnas -dijo Dascal.

-f,us¡s, ¿a ver? ¿qué harías tú aquí?

-No sé, eso es lo que me fastidia, que no sé.

María del Carmen habló con el cirujano que le iformó que su padre no había experimentado crisisguna y que las posibilidades de una recuperaciónrecían buenas. Llarnó a Ernestina Guiral, queentontecida por los sedantes, apenas pudo hablar.za, hija mía, teza muoho", fue su consejo y volviódormirse.

A las diez una enfermera obligó a salir a todosvisitantes. Cerca de la medianoche el hospital

172 173

lli prenumbras; el único n€xo con la vida eran lac lu.H veludoras en los pasillos y el paso silencioso de al-pFl enfermera. María del Carrnen entró al cuarto de

E pErlrc que respiraba trabajosarnente en una cámaraÜ orlgeno. Se tiró vestida en la pequeña cama del3€mpuñunte.

¿Qulón cra aquella mujer que había llorado anle la puer-h dr ¡u padre? ¿Era poslble? Sí, era posible. Nunca habl¡Fnr¡do. Todo su mundo, sr¡ casa, sus amigos, su club, lodo$r len o¡lable. Ahora hacía lrrupclón un mundo suclo, vio-halo, ¿Por qué dispararon confra su padre? Gabriel CedrónSi un hombre bueno, bueno, bueno, de los buenos. La lla-ñlbr Marfa y le acariciaba el pelo y le decia: "Lo que lúl0hnr, ml hijila". Record nle es-ll¡chÓ ¡ ¡u padre comenlar "A ésehly qur malarlo para que ll' t€ñho llorar. Cómo era posib Baila-tf[ Junlo¡ el prlmer vals el día que cumplió los quince enl¡¡ ¡ll¡ vlstió de blanco. Algunos domingos hasla la habíalGomprñedo a misa. La Madre Azcárale le dljo muchas ve-Ctt on lo3 corredores del Sagrado Corazón que su padre eralña columna de la sociedad: los Cedróni ella era una Ge-llin, una familia con la que habia que conlar. ¿No eranllclo¡ de todos los clubes? Ahí eslaba la evidencia: su padreÍr odlado por alguien hasla el extremo de lnlenlar su des-llrrlclón; acabarlo, suprlmirlo, con fuego y plomo y san-lrt, Un hombre lan bueno. En la casa, con su bala de casa,iI¡ prnluflas de casa de suave plel de becerro, su vida enf¡ crra; respelaba a Erneslina Guiral y era consideradoI h bcraba en la frenle cuando llegaba. éQué hacfa aquellalñuJ.r all¡? Su padre en eso. Aquella mujer como ella, delI rdad, con sus medidas, los senos desnudos bajo la blusa.lu padro que besaba a aquella muJer, no con el beso ho-llraño en la frente sino con un beso de baba, de ansiedadlróllco; vlejo impolenle que quería prolongar el éxlasis.Orbrlcl Cedrón, un viejo cáreludo con varlas vidas. ¡No, nol?r o¡ol ¿En qué falló ella o su madre? ¿Qué fue lo que noh dlcron? Querían malarlo, alguien ha sufrido mucho enllgun¡ parle para querer malarlo. Su padre era incapaz deilc¡r daño. ¿Era? El viejo senador revolcándose en unaltma con una chiquita Joven, persiguiendo algo que se leirbla ldo: la piel lersa, fresca, invllanle de aquella mu-Chrcha, Joven como ella. Su padre, el viejo aquel, desnudo,lubl¡rto de saliva, con su vienlre proluberanle, la lengua

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afuera y los ojos c€rrados, Jadeando, succlonando,mordiendo. Y sl lo malan es porque ha malado. Tonyera igual, seria igual. Ahora con su vida sana y susde leche y su deporle y su sol y sus mocasines conblancas y sus ajuslados panlalones color nalural lucíay era considerado y bueno, bueno. Todo en su medida.inleresaba lambién en algo lan leJano y sucio y corcomo su padre? ¿Se inleresaba Tony Sllva? La querlaella para lenerla llena de b-aba, como su padre amuchacha de los grllos fuera de lugar. La quería pa¡ay eso y eso. Todo el llempo eso. Lo sucio era sucio yLo violenlo era suclo lamblón.

Una enfermera tocó suavemente a la puerta parasa¡le que tenía una llamada en el teléfono. Bra Das-cal.

-No saben nada, María del Carmen. Dicen queuna confusión.

-¿Confusión?-Una confusión. ¿Me oyes?

-Oigo bien.

-Dicen que algo del treinta y tr€s. Una venganza

o algo.

-¿Quién te lo dijo?

-Qsnfg, amigos. No es bueno hablar de eso ahora.

-Es algo más; seguro, pregunta más.

-No puedo. Ya pregunté a los que conocía.

-Pregunta a los qu€ no conoces.

-No es bue¡o ahora, la policía.. .

-La policía no hará nada; yo quiero saber por qué.

-No hagas nada, María del Carmen; quédate ahíquieta.

-No haré nada si pr€guntas.

-¿A quién? Ya vi a todos los qu€ conozco.

-f,uss¿ otra gente.

-¿Cómo está tu padre?

-Mejor.-¿Pien?-Mejor.

El médico dice que se salvará.

-Eso es bueno, María. Duerme bien.

174

UN PADRE DE LA PATNA

(luhriel leyó en los periódicos el nuevo alzamiento ilehné Miguel Gómez y su rendición en Caicaje. Recor-iló t¡ue su padre había muerto en una de estas aventu¡fitr, ltné Miguel, decían los editoríales, se rin@ó porqueal Mlnistlo de Eslados Unidos en Cuba hizo saber enuilil pnrclama que su país no reconocería una vlctoriatet'tt'lu¡:ionaria. Eso decidíó la cosa a favor de Menocd,.lu.' lrudo reelegírse sin dificultades. El azúcar alcanzóa,thtnces eI precio de veintidós centavos Ia libra,

litt 1921 subió a la Presidencía Alfredo Tnyas -mien-Irul rl precio del azúcar comenzaba a declinar-, grt

FhK n un ltaude ordenado pot Menocal. Gabriel sintl,.ttlz,ó con 7,oyas y no entendió muy bien aquella "Pro-lctln da los Tre'ce" en que se acusaba al Presidente denufuts ntaneios en la comprkventa del Convento deliunlu Clara.

lh la Universidad conoció a Ferna.ndo Orozcolilrnuto Menéndgz, Orozco pe oponía dI ordenl¡lerklo y a menudo provocaba Ia irritación de Gabriel.l'¡tnt Orozco todo esto,ba mal hecho: "Es necesario co-nrnlilr a balrer en San Antonio y termlrnr en Md¡f'.

(itiltricl creía que cada hambre debla poseer uno eF¡uht de valores a respetar. "Pero esta gente no tienelllt'u, ni valores, ni un corajo.

-decía Fernand*. Son

yaesta-

Page 92: Lisandro Otero- La Situación

ükd partida de descaradol'. Gabriel se enturecla eñtas conversactone's que Io dejaban sin Nderos,por dentfo,

Ernesto Menéndez era otro cosa, Gabriel se sen{tamús a gusto con él porque era hijo de un ex minis-tro del gabinete de losé Miguel y esto creaba una ofi-nidad entre dos vástagos ddl mismo clan: eI PartidoLtberal; y porque ambos compartían una visión del mun-do: nada es perfecto en esta vida y todo lo bueno ven-drta con una reforrna de las costumbres públicas, sincontnoclones p etiudiciales.

GabrteL Fernando y Ernesto se reunían en casa delos Menénde7, en el Vedado. En el amplio portal, c6modos en lo's sillones blancos, discutian durante horasolvidando los textos. Unss semanas antes de los exóm:e-nes recordaban Ia Universtdod y se sumcrgían en la Teo-ría General del Estdo y el Derecho Cfvil.

Después de la graduaclón -habían

hecho planes-,trabajartan en el Bufete Menéndez y, aparte de ganarsela vida, fiaturlan de relormar al país con discursos, psn-fletos y ensayos.

Por ese liempo reclbió Gabriel una mala noticia deSagua. Su madre le e'scribió que durante rnucho tienfpo eI mayoral le había estado reportando eI relrocesode los lindero,s de las líncas por hombres a caballo quevenían de noche. No había querido adverúrselo parano preocuparlo. Ahora era más grave: la obligaban avender la coktnía. Si se negaba le suprimían el agua deregado que le venía de una finca vecina. Era un talTorres de la Cuban Land Company, que a¡tdaba com-pran:do toda Ia tierra de por alÉ. Gabriel le respondióque vendierE y no pensara. en é1, que ya se abriría c*mitw en Ia capila,l. Ella poúa vivir con Io que tenía enel Banco y la pens!ón de su padre. Así perdieron sustíertas los Cedrón.

El General Machado lue h respuesta ct todo Io queanhelaba Gabriel, al iniciarse en la Presidentia. EI 'le-

ma "Agucs, Ca.minos y Escuelas" de su ccúmpa,ña elec-

t76

klel n,, tra sólo palabras. Había alí una autoritaria{lrlsnrlu que construyó la Canetera Central, el Capito-lbi rc ltucla algo.

El tneslnato de Armando Anlré lue una sacudida.te ¿tht quc el propio Machado ordenó su muerte di$Hülml¡t con la oposición que le hacía eI periodista. Esd}ry{'h4 conversaron hasta muy tarde en el portal de Iaffi{tu tlr Ernesto. Fernando hab6 de Emlliano Zapato,de l+lm'ñ, de Lenin y de la Enmienda Platt. EriestoItlcnt'htntl a lasé Ingenieros y la lucha contra el hotn-htp tttrtliocle. Se habló de socialismo, de imperialismo.EÍlrthnn de acuerdo en ser anticonformistas.

It'ltteskt insisúa que el mejor camíno era eI de Ia re-lin'nm ,y no el de la:, revolución. Llegaron a un acuerdttl f+,lttchado era eI punlo débil en una generación osi-lhuh que le permitiría a los nuevos lanzarse a la tomadel yrler para reformar a Cuba. En la Universidad, úsCtrll .,t, ninguna otra pctrte se nolaban los vientos nue-l'ar,i,

(it¡l¡riel pensó mucho en la discusión mientras volvíañ ltt llabana en el tranvía. El nieto de pescador, níetodp tulrcrculosa, nieto de ferroviario, híio de patriarcalluw, ltijo de muerto inútil, hijo de caudillo de amb$tltln lrustrúa, hijo de terrateniente mutilado, desechof,p ¡¡úlago, excrecencía de liberal campechano, víctimaalp u¡nservador arrogante, el que quiso y no pudo, aho-Nt, linalmente, en el umbral de la madurez, en su tiem-1il, (xacto, iba a ser alguien en Cuba. El tiro de Sanl'ttlnt de Mayabón no quedaría sin consecuencia.

,\rntado en su cama consumió muchos cigarros mlen-Itu.r pensaba y se durmló poco antes del aXba,

L7?

Page 93: Lisandro Otero- La Situación

ONO BLANOO

-¿Le he contodo a usted, doctor, de la prtmera vezt¡ttc lui a Niuyor?

-preguntó Cayetano Sarría.

-No, no me ha contado.

-Todavía me río. Llegué a Tiffany, la ioyería, yt¡nndé que me sacaran los mejores brillantes. Le cotn.prt un cdllar a Lola que me costó cuarenta mil dólo-n's. Me lo iban a poner en un estucAl¡ú un cartucho que llevaba con orrht dentro. Eso fue allf. por el añottlrte, no recuerdo bien. Lo híce para darle une lecci,ónu lt¡dos esos lijosos. Se quedaron tan azo,rados que erctprtr4 retratarlos.

El doctor Cardenal sonrió.

-No me gu.stan estos atardeceres, me ponen triste.l,u noche no me gusta tampoco -dijo Cayetano-. Merlanto solo.

El doctor Cardenal estiró su brazo hasta alcanzar laItrnte de Cayetano.

No tiene usted fiebre. Seguramente se trata de unaItnligestión. Avísele a la coctnera que no comeró estailt¡clte.

-Ya se lo he dicho,

-Un vasito de jugo y nada más.Comenzó a soplar una brisa húmeda cargada de olo-

1?9

Page 94: Lisandro Otero- La Situación

I

res de tierra mojada. Había llouüo dulqnte toda la tar-de y la lluvia cesó abruptamente al llegar el crepúscr4lo. Cayetana Sanla y el doctor Cardenal se balancea-ban en dos sillones blancos en el portal de le casa vl-vienda del Centrd Curuiey.

-¿Y ese milagro que Lola no está aquí?

-Anda con Ia niña por La Habane preparándole laboda. No he querído molestarl.a, Alejandrito esld m+tído en una de sus liestas en ¿l Yat, seguramente. Paraqué traerlos aquí por achaques de viejo.

Cayetano extraio un tabaco del bolsillo superior desu guayabera y olreció otro aI doctor Cardena:l. Losencendieron lentam¿nte, volteándolos entre los labiospara que ordier'an con uniformidad.

-¿Qué le parece la Constituyente?

-He leído pocos discursos -dijo Cayetano-. Loúnico que sé es que Batista saldró Presidente en laiselecciones. Y esfá bien. Batista es un hombre bueno. Esautoritario y a este país le hace lalta eso. A veces se leha ido la mano por falta de experiencia, pero a medidaque posen los años setú un gobernante mejor. ñ[e gus-ta Batisla, ¿A usted no?

-Bueno... a mí. Yo creo que tiene algunos cosasmalas.

-Nadie puede ser perfecto, doctor.

Un criado de lilipina blanca abrió la puerta. Traíauna bandeja con dos tazns de café muy caliente. Ca,yetano Ie pasó la suya al doctor antes de tomar su caléa pequeños sorbos.

-Esui bueno. Esto tonifica. Si no tuviera dos o tres

boberlas que hacer por aquí estaría en La Habana.

-Usted trabaja mucho -dijo el doctor Cardenal,

-Es mí responsabilidad. Yo he hecho este país. yosoy uno de los hombres que ha ayudado a hacer estepaÉs. Lo he construido con mís manos.

-Ha trabajado mucho -insistió

el doctor.

-Yo lo he hecho con diez o doce más. Le hemosdado cuerpo. Lo hemos attwvesado de feruocarriles, le

180

henns llenado eI horízonte de chimeneas y de caña,le hcmos dado vlda. A veces me veo con Cuba comorl médico que le da la nalgada al recién nmido. Ese hail¡lt¡ n¡i papel: llenarle los pulmones de oxígeno a esta

lilo.---Es clerto, don Cayetano. Alguna gente ha suÍrido

l,(t'o usted ha hecho una gran obra.

-Sí, alguno's han sufrido. ¿Quién se acuerda de lostillones que mató Pasteur?

-Es que 'los ratones de este cuento. . . han sido mu'

rlns.

-Usled ha estado leyendo algo que no debe, doc'

Itr, Piense lo que es crear algo donde no había nada.I,legar a un campo que es marabú y m-onte nada másy vetlo aI cabo de un tiempo sembrado y lleno de bo'hÍos y un central en el medío chacatachá, chacalachá.

-Es impresíonante. Yo lo he visto también'.-¿Se acuerda cuando nos conocímos, doctor? Usted

rftr un nrcdiquíto recién graduado.

-Alutra soy un mediquito con muchos afios de gra-

Iuodo.

-No, usted ha venido a este Central porque yo lolhmé y ha salvado muchas vídas. Si no lo hubiera trd-ilo, mucha gente aquí habría muerto.

-He vísto muchas cosas...

-Claro y las que le laltan pol ver, Eslamos empe-

ittndo nada más. Algún lta veremos todos estos centra-hs electrificados y el azúcar corriendo por tubefias ha-t'iu lt¡s barcos.

Ahora la brisa era suave y movía delícadamenle laspluntas que frotaban las hojas entre sí creando un mu/-tttullo en el iarún. Había oscurecido y conversaban enIu penumbra del portd.

-¿Dónde estará metida Lola? ¿Por qué no encien-

len Ia luz? - díjo Cayetano y deió cder su tabaco...en -'! '-,,.,t'tndido. ,i ¡' ' \

-¡Cuidado, que se quema!

-dijo et doctor barde-..',,, I I:." i..;'..

'J"ql ,''' . tl.',';.'.

Page 95: Lisandro Otero- La Situación

\

nal incorpordndose para tumar el tabaco que arlta so_bte el pantalón de dril blanco.Tenía la cabeza tnclínalg sobre el pecho cuando qui-

so entregarle su tabaco. El doctor Cirdenal le tomi elpulso.Cayetano Satríq estabq muefto.

t82

EN PTNNE DE LA PATRIA

(tahrlel Cedrón visitaba a Fernando Orozco en su

lñ twtdre eI presupuesto habría llegado iadeante a los

k nono. Pasaban las tardes de Domingo en paseos por

18¡,

Page 96: Lisandro Otero- La Situación

"¡Este pds es tan lindo!', _dijo Laurita_ y la gen_te es. huena; da gusto haber nacldo ojri;. cotrrrl "n,ese instante tomó conclencía de oqu"ito f:rase que eraun evangelio públlco. Esta era su tierra y e,ra hermosa

2,:.o?n con sus defectos, estaba agtbdeciáo a la casua-lidad que Ie permítió nacer aquí.-nn "ri ^o^ento

.slntque no le importaría morirse-para oyudar a eliminarescoria que impeúa la alegría total.",¿ti, ai- borde deisla, en el Matecón soteadá, fr""t, oi-liL""rí"rí"¡#," Jl,_r!:-ro,t,tu"ños de.grande2a' aet vie¡o--Tldrai;n , ,o "npuela del orlgen miserable. tternandi-tr"lo ,"iAí.'" ""-

Machado había relormado la Co^i¡tl"¡,¡n en l92gp-ara poder permdnecer en el poder ltasi tgll . Era ü!:::!::,:; nj z,o de .!it2 .aeí zg t"i- i""-i,i"";í,,;,oficial. Machado recibió detegacionei ¿l i.¿Z i kpara, comp'lacer su manía de grandeza. La síluaciónttómlca comenzaba a delerioiarse.

Gabriel se mudó de la casa de huéspedes de N,tuno para otra, en la calle San Lázaro,-más respecomo conyenía a un abogado ioven. Acuüa con frtcla a las tertulías del café ,,Vista Alegre,,, muy foro,das por los estudiantes.

En l93O se decretó una rebaja de salarios y en tla policía atacó a tiros, en Artemísa, un mitin de

gnf,n de tercíopelo. Gabriel salió del baño en camiseta,

Flrnando le dijo que si querít, hoy poclita ir a una reu-ñldn, Gabriel entró al cuarto y se vistió rápidamente.

I.n reuwión era en und casa del Vedado -ftt¿i¿¡on

an

l6rp r,faje ¿n ¡vqnvit-, el vieio casetón del prolesor

Hlplnk¡ Martel VeIó. Los lle.varon a un cuarto lleno de

llbnn at londo @ Ia casa. Fernando le presentó.a los

Ettlttlruñeross "Songo" TuIIar, Carlos Ríos, Ramón Bas'lldn, SaúI Broa, "Titico!' Petrillo, René Dellón ! "To-¡1y" Arcona. Había un obietivo inmediatoz agitar, ma-

d'unr las condiciones para la revolución' Hablaron -deilelmdro Sánchez Arbaqo, que les orientó sobre la tdc'llea, poco antes de embarcot clandestinamente huyen'Cu o la persecución de los cxpertosi era necesa,rio ganar

lil nsociaciones de alumnos en la Universidad y llevarlas

ñ wr el ínstrumento dírigente de Ia lucha. Mientraserrnttcrcabdn tocaron en la puerta. El tímbre sonó una,

¡lttt, lres veces. Todos quedaron en silencio, atentos, es-

Vetuntlo la entrada violenta de los expertos. Martel Ve-hl lue a abrir. Era "Sellén" Gutiérrez, que se habíailtt¡nraclo. Rieron y bromearon un rato para disipar latauúin. La reuníón termlnó a medianoche.

Gahriel se ftte integrando lentamente a la revolución./,tistió a mt¿chas reuníones. Fernando pasó a los grupos

¡lt ac:c'ión. Atquiló un garage que convlrtió en centro de

tpt,raciones. Por las noches se encerraba a limar niples

l¡¡tra rcllenarlos de dinantita. Gabriel se resístía a la vio-It'ttcia.

La persecuc!ón era mds intensa, Las córceles estaban

lfunas. Fernando salla cada noche a poner bombas' Lle-t,ul¡a una breva de "Romeo y lulieta" entre los labios yron ella encenúa las mechas de lres minutos' La tensiónIr lncía masticar el tabaco y a Ia tercera bomba que plan'Ittba tenía una brocha deshilachada ente las dientes que

lc hacía escupir con flecuencia' Luego, eI orgasmo del

t'slallido Io liberaba de Ia presíón en eI pecho. Gabríelromenzó a acompañarlo en estas caminqlas.

En la úItima caminata de Septiembre Fernando Ie diio

nacionalistas.

Trls .,seryanry después de aquella conversactón F,nando llegó a la casa de huéspides de San- iózaro. Gbriel te estaba bañando, habíá ilegado-iri lt"rc

antes...-Fernando esperó en la salá, sentado en elenrejillado bajo la imagen del Sagrado Cirozón, iuniá184 13.- La Situación

Page 97: Lisandro Otero- La Situación

que se había constituido el Directorio Estudiantil querf,ej orea2isnto -dirtgente de la lucha ,Jiudiant¡t,- y

el Martes 3O harían ina manilestación a clasa deIosé Varona.

sangte, pero con movimientos desorganízados y lángul:dos.

Estaba orgulloso de sí mismo,, de sus arnígos, hasta deaquellos transeúntes que asumían el papel fasivo y co_rrían por los portales, hasta las a:mas- di "^o qu"ban las puertas con celeridad provocando.un cont,

iado con un luerte golpe en las costillas, perdíó eI equinlibrio y coyó al pavlmento. El aire entrabá con diiicultná

18?

Page 98: Lisandro Otero- La Situación

,lli

ilAITZtI IIS EL PREAMBULO

. €nrkrs lo invitaba a la fiesta de Ana Mendoza. Das¡

iil ronrió; la voz le llegaba lejana y providencial. NoFnln disfraz y el baile era de época. Carlos insistió:

Élo l.rs cxhibicionistas irían en dieciochesco' Bien, de

tñtok ing, entonces. Colgó.(luslr¡vo Duarte le pidió que pasára a las cinco por

l5 (\rnrpañía de Electricidad a recoger un sobre confi-tlcnci¡rl quc le enviaba Mister Wheeler. De vuelta en su

Efleln¡r Dascal hojeó la prensa del día. En la página cin-0o rlcl Diario de La Marina leYó:

FRANCIA EN EL SIGLO DIECIOCHO

l)c r¡na inusitada brillantez promete ser el baile "Francia en

ll lilglo Dieciocho" que se celebrará esta noche en la ¡esidencia

dc lon esposos Mendoza de la Guardia. Las invitaciones de Wins-

lutr Mcndoza, el conocido "sportman" y su esposa A¡a de la(lrrlrdia, tan gentil, vienen circulando en nuestras mejores fa-

llllllls desde hace unas semanas.

(ir¡ndcs ¡neparativos se efectúan pa¡a asistir a esta "clou de

lB rr¡ison". El decorado cs obra del g¡an afista Mario Arellano;

quo hr lograclo reproducir un ambiente f¡ancés en la tesidencia

ds los Mendoza, en el exclusivo "faubourg" de Alturas de Mi-Ít¡lllttr.

189

Page 99: Lisandro Otero- La Situación

Las seño¡itas de nuestranes de trajes de la épocatros más exclusivos talle¡es deconocido ,.coutu¡ier", ha creadMadame Maintenon, MadameMeltw lq av^,,:-:¿^ , ,.

Los "Chavales de Espafia,, serán otro importante aporr,e a e

"il.rr"-1^.1.L Sus conocidas y susfártq( ñar^á?^- .--.- las decias de los "happy fss,',. as, . Ia!

dosciaLnente para esta ocasión porñad^ l^ r:L-- Sel

:1,11 t [brea de los pajes de Luis XV para lo.

"ooo.i"¿.jltrstas españoles.

Mell¡ la exquisita modista, p¡epara una María Antonieta quese¡á un verdade¡o *succés,,.

Los esposos Mendoza de Ia Guardia ofrecen esta eleg:ante re-cepción a nuestro sraD mundo en honor ;; ;-hü* Ana, que segraduó recienremenre en ,,The sac¡ed Hr;;,;;;';chesne, New

,"r"r:#,misma página, tres colu¡nnas a la dereoha, Das-

EL COMPROMISO CEDRON_{SILVA

, Ans rle ln Guardia tomó el auricular y habló con el

Ekf dtt lil Carmelo: todo estaba en orden, el buffet ter-lñinntlo etperaba los camiones. Colgo y chequeó en lalfbf€|fl lr:s asuntos pendientes haciendo breves marcas conÚñ lxrlfgnrfo doraáo. Anita, en la peluquoría, colocabalH cehello cn un orden complicado que comespondiese

i ¡il ve¡lido. Ana llarnó a la peluquería y habló con su

h[n, 'l\rtlo iba bien. Suspiró tranquila y subió a su cuar-

lÉ n rlescunsar.[,rr¡ úllirnos días fue¡on un enloquecido ir y veni¡. Aún

hdy ln .uro era un atareado centro. Los carpinteros ter-ftlnnlrrrn de colocar dos tapices de Beauvais, con cace-

flnr lenlcs, alquilados en Antigüedades Candas. En el

fatdln colocaÍon unos grandes vasos de terracota, orna-dtt¡ rle guirnaldas de rosas, préstamo de la Condesa delVnllo de Rojas que los hizo traer de su finca de Matan-lg: crpccialmente para la ocasión. En el techo de la sala

fuc nituada una araña de bronce y cristal de roca.Anr¡ do la Guardia entró un instante al cuarto d€ su

hlll prrrn ojear por última vez el traje que la niña lleva-fln cs¡r noche: una reproducción en seda del vestido de

Mrrrhrnre Berg€ret de Grandcour según la retratara Fran-grrlrr lloucher: todo en blanco excepto un gran laz.o anilpálklo en el corpiño y los pequeños lazos en las man-

3nr, Slería una gran noche.llntaba satisfecha. Todo había salido tal como fue pla-

neutlo. Después de todo ¿para qué es el dinero sino paraertos pequeños placeres de la vida? Winston se quejabade todos los cheques que había firmado, pero la niñal+ntlría su fiesta, una gran fiesta, la mejor de la tempo.tnrln; quizás su nombre sería conservado a través delllenrpo en los anales sociales: El Baile de los Mendozarle ln Guardia junto al Baile Rojo del Country, el Bailerle lns Piedras Preciosas y todos los demás. Era impor-l[ntc en la edad de Anita relacionarse con la mejor gen-lc. Después de esta fiesta sería invitada a todas las re-c€pcioD€s, cocteles, comiditas y bailes de importancia yrcguiría ampliando el círculo de sus amistades. Con el

/i"jri,

l.itr

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101

Page 100: Lisandro Otero- La Situación

l9:193

ti.empo se casaría, bien.lo sabía ella, y debía casars€

ili^::'^Í: jelf::ntació, y,. ¿po. qúc ""r, ¿" SiiDicen que el dine¡o ,ro,lru.e'laielirihu¿; p"J" ayuda mrcho a conseguirla. Habian gastado un dine¡al "o "ru

Jña: la institutr,z francesa, el colegio, iu lopu, .f cf|1 cllse¡ cre piano, de _inglép, d. ;;";ir;

"i'uiuj. u Ilia, el Sagrado Corazón- d; ilü;.;;; :.b;encontrar un marido con medios que continuas€ manteniéndola sin carecer de nada. eii"-r;.Áfrl ., rop::í:,u Anita:

.tu padre y yo no somos inieresados,ca-sarás con el hombre que elija tu

"o.urO.r, uunqu"

l?0..::: qr: el dinero ., tun irnpórt.-üqu"luoi,rá tu atención si no está neppald'aOo uni.1ir"u.oo.jóvenes muy interesantes úábían erta¿'o }r""rr"nr¡,últim¿¡1t.tr1., Carlos Sa¡ría Sunto,

- y

-ir-u*isco JVdlejo; correctos, formales y

"on uo sóti¿o futuro.rían excelentes maridos. No'había ;;"-f;;. a la niBien claro le advirrió a Anita q""^;;dí";cidir lib

mente entre los dos. Esa noche la acompaña¡ía Franciscoliy]::: lt 9"¡o cosró porqug esas cosas no pueden decirseabiertamente, no es óuoiio' dr;;;;-;l írl¿f;;;¿_l1,:,"ci.tjl:^:^FliTij.:_ Javier, ¿qui".r" á"ornpunu, aAnita a nu€srro baile?_No,

"" ;"ii;i;i; o" "r"l"fiüill*::1"^^t"J1bla1.con Rosário camuiu'fr.i-que eua h¿"

l]:-.: :*. peter .Figueroa para ñ'¿i ffiñ;;;'fi;l:

:,,::: i:Ir_r-r".^{,L1.":.?T".nje, Tuy discreramente, sugi,riera la invitación. Satió bieá. F;r.il;J;;;1il;Anita para ofrecerse de compañero. Luego hizo una .

sita para arreglar los detalles. Nutu.J."-ni";;"TJf;acordar

_su traje al de Anita. Escogieron .i t.u:ó del C;;;de de-Meulan, según D¡ouais: -Z¿i"r-¡i"".;'r" "j".s3:::: "t",:"::11 -

n1*1tÍ" y. casaca ""e'"r,

^pra", vgueras de encaje, cuello y bordes de ju Éui*u

dos en plata: algo sobrio y brillante " lu uu.

al baño y se abrió el cigris. El corset requiriótejido adiposo de su pri:

exnaro un suspiro, se ¡ascó .:?'td.ij'lT,'"*? yJ"':¿ffi

tttt lurgo camisón ¡osado. Todo salía bien, admi'tle bien. ¡Qué bendición este mundo, Dios Mío!

¡tilo le quedaba su prolongada siesta diaria para

}l¡t clr .pic a las seis revisando los últimos detalles. Se

lfolnrló en seguida.

Utt ¡rrrjc, librea de Luis XV, recogía las invitaciones

lñ el pot't¡tl. Carlos y Dascal'saludaron a Winston Men-€c*n ,irrc, con un jaibol en la mano, estrechaba la mano

¡ lur quc llcgaban y decía frases ingeniosas. Atravesaron

b'eu*,, y salieron al jardin acercándose al bar que es-

t¿bn Junto a una barre¡a de arecas. Pidieron dos esco-

tsler cttn agua.

lloreutino Cossío explicaba a Ismael Aguirre un ne-trataba de cienrmar una onesartos. El mi-ñía de los uno

I [¡e(lio para los enguajes. El resto les quedaba limpioi elklr para empezar a operar. Ismael Aguirre escuchaba

¡lgnlo. No era cosa de decidirse en el momento, acon-

ftjalrrr lrlorentino, esas cosas hay que consultarlas con lallDtuhuda.

'l'uny Montalvo conversaba a respetuosa distancia conYuyi Cruz aunque todo el mundo sabía que vivían jun-

l€r, Cuando Bernabé Garoz se marchaba por la tarde al

SEtruo Comercial, Tany, su amante esposa, visitaba el

¡trnrt¿rmiento de Yuyi. Los dom,ngos Yuyi y Bernabé ju-¡nlrln póker en el Vedado Tennis. Esto resultaba muy

ffeeioso para todo el mundo.

Ultimamente se decía que Yuyi Cruz practicaba el

ofcciu Alvarez y organizaba orgías en su casa en las que

Page 101: Lisandro Otero- La Situación

A todo lo que se cuenta en una mesa canaster/ hay¡v rlus ss luerrr¿t EI] una IIr sa canastera navque rebajarle la, mitad, decía César palacio, aunq{re to_

participaba Lucrecia qu€, según un extendido rumor. eralesb.ana. I

pñ rgrttlo y la a, casi grave. Aquello €ra una evidente

€Fguelorln, el preámbulo de un flirt.

Erhncr piso del club, Cecilia y su complaciente efebo

ie buña-ban en la piscina acariciándose a la vista de

lorlos.

F,r¡ conocida la anécdota sobre Fabio, cuando al re-haberse casado conque obviamente loera ella por haber

t.,u fiesta era un éxito y Ana de la Guardia estaba

mtlsfecha. Todo el que , Bacardí, Cru-t€llrrs, Gómez Mena, , Azqueta,. En-

lrhrlgo, del Valle, Cá estaba allí esa

noclie. También había que no lleva-hun esos apellidos Perel tiempo. Para sublrrle cllos. Como decíanctee en circulación".

dos sabían, en Ia mesa donde hablaba, que Césai que_ría disipar las habladurías sobre la reciente fiesta en sufinca Mirador, donde se bañaron desnudas en la pisclna todas las coristas del cabaret Bellevue.

Había. dos fompadours, una Dubarry, un Con¿e Fersen y:Juancito Solís se apareció e Robeipierr" p.io

"u¿ü lál

hizo caso porque era rnuy exhibici-onista.'Tany Montalvo respondió al saludo de César pa

lacio con un énfasis determinado. pu¿o fraUer sido u"Hola" seco, donde la o fuese tonalmente más bajala a; quizág un "Ilolaa" afectuoso pero maquinal, elqe da siempre; o un ,.Hooola,' amistoso, demostratide simpatía sin trascender ese estado de relación. peTuny Montalvo dijo .,Hoola": las oo prolongadas ftron emitidas en una escala descendente tn que la o e

194

Page 102: Lisandro Otero- La Situación

con Florentino Cossío en la barra del yacht, mañanapodría venderle un buen seguro en su oficina,

Carlos Sarría fue a sentarse en la mesa de Anita Men_doza y Dascal no quiso acompañarlo. Desde el bar vioa Cristina, del brazo de Alejandro, m,,entras caminabanpor el césped saludando de mesa en mesa. Cr,stina lu-cía bien hoy. Esa mujer podía lucir increíblemente bien.Tenía sus días. Hoy podría hacer el amor con ella agusto. ¿Ella o el whisky? porque fea más un martiniigual agtiva másaun sinllamarlaesta noche, Dascal entró a la casa y se sentó en un sofáde la sala.

_ La bella Cecilia Agüero entró precipitadamente y sedejó caer en el sofá, junto a Dascal.

-

-¡D'e la que rne escapé!

-¿De qué?

-preguntó Dascal._-El pesado de Tacho Gómez que ha estado persi_

guiéndome. Es un bofe.

-Sí, eso dice todo el mundo.

-Está agradable esto. Allá afuera está haciendo frío.No sé como Fabio lo aguanta.

. -Fabio es un gran hombre -dijo

pascal- una granfigura pública. Debes estar orgullosa de ser su €sposa.

-¿Tú crees? -Cecilia sonrió.

-'Iodo el mundo lo dice.

-No sé. Antes de casarnos yo creía eso, pero desdeque le vi una v€rruga así de gorda

-señaló con los de-

dos-, que tiene en una nalga no pu,edo tomarlo enserio. Además, usa calcetines largos con ligas. ¿Tú usascalcetines largos?

-Cecilia se inclinó y levántó urra per-

nera del pantalón de Dascal-. ¿Ves? Tú eres moáer-no.

-Eso lo sabías cuando te casaste.

-Pero ahora la gente me respeta. Un hombre ma_yor sabe proteger.

196

--1,Oómo te respetan?

. -'=No sé, se inclinan para saludarme y cosas así. EsBl¡o qtre siento.

-¿,'l'c gusta ser respetada?* Sl, que me r€spete la gente importante. Eso me

lu¡fn.*¿'[e gusta que yo te respete?-:No, tú no, tú eres igual a mí. Nosotros debemos

dlwrtlrnos.--Tú te diviertes bastante, Cecilia.

-A veces sí, a veces no. Cuando a Fabio le da porl¡tar con sus amigos en casa es aburridísir¡o, entre to-dot ouman siglos.

*Bn el Tenis es r4ás divertido, ¿no?*-Sí, en el Tenis es más divertido.*-¿En la piscina?---E,n cualquier parte -{ecilia evadió una respues-

la n la alusión.'-¿Te gustaría que nos divirtiéramos juntos?* -Si me gustaras, si.

-¿Te caigo mal?- -Tampoco, pero €res muy estirado..--¿,Cómo, estirado?---Eso se siente. Te he visto. Andas con Ia cara seria

! no sabes contar un chiste. ddemás, no eres mi tipo.Cecilia abrió los ojos mientras miraba hacia el jar-

rllrr.--Por ahí viene Tacho. Si te pregunta dile que no

ntc viste.Cccilia Agüero se dirigió a la lenaza y desapareció

It'¡rs la celosía de bambú que separaba el comedor devcf itno.

No era Tacho, Johnny Díaz vino a ocupar el lu_gnr de Cecilia. Encand,ó un cigarro. "¿Te diviertes?",prcguntó, "Como de costumbre", respondió Dascal, "Yot¡o. Esto está aburrido", dijo Johnny. Infinita y profundapicdad. (Johnny Díaz es un rcy por estar en casa deIos ¡4.odor". Johnny finge una pose blasé para colmar

rl

10?

Page 103: Lisandro Otero- La Situación

su pretendida elegancia). Carlos Sarría le había contudo lo de Johnny que no era tal Johnny, no tenla dere-cho a ese título. En su casa le llamaban fuanito, erahijo de un comerciante de Muralla y quería forzar supaso al gran mundo. Juanito era socio del Casino Es-pañbl y obtenía con frecuencia invitaciones para elYacht y el Biltmore. No había podido convencer a supadre, un castellano enriquecido en el trasiego de se-derías, a presentar su planilla en ninguno de los clu-bes selectos. Era mencionado con frecuencia en la cró-nica porque estaba en todas partes. Según Tanque Ordó-ñez, Juanito aspiraba a dar un braguetazo. Desde quecomenzó a hablarse de la fiesta de los Mendoza, inició suasedio a Carlos para que le obtuviese una invitación.Carlos lo hizo €sperar dos semanas antes de darle unarespuesta. No queriendo llevar su crueldad hasta loslímites, lo invitó finalmente. No, Juanito estaba muy con-tento de estar allí y de ser Johnny. Dascal pensó queJohnny era una parte de sí mismo y trató de salir deeste irritante espejo, Terminó su high ball y se despidiócon un gesto cortante. Volvió al bar para renovar el t¡a-go.

María del Carmen Cedrón recibía junto a Tony Silvalas felicitaciones por el compromiso y las inquisicionessobre la salurl de su ilustre padre. "Muy bien, ya estáen casa. No, no hemos fijado fecha todavía". Tony scseparó de Ma¡ía del Carmen después de hablarle al oí-do, Dascal aprovechó para acercarse.

-¿Y ese milagro? -exclamó

María del Carmen.

-¿Qué milagro? Milagro uno: que esté en esta casa.

Milagro dos: que haya venido a saludarte.

-Es que me sorprendí al verte, así de pronto.Leí en los periódicos la noticia y quería felicitarte.

-Gracias --dijo contrayendo levemente la nariz enun g€sto estereotipado y agradable.

-Tony Silva es nadador ¿no?

-Remero. No es nada de lo que imaginas. Muy bue-

na gent€. Es un hombre.

198

*-¿Y qué me imagino?- No sé, que es un pepillo de esos.*-No imagino nada. He perdido la capacidad deirrrrrginar. En este país la reaiidad supera tódo lo que¡rrrcrlc ser imaginado.

-*Por lo m€nos, quedas tú para salvar a Cuba.- -No te burles..--No es una burla -dijo María del Carmen insistien-

rlo cn la ironía-. Es bueno saber que quedas tú, tran-qrrilo, juzgándonos a todos.

. No juzgo a nadie. Al menos déjame el derecho a lalr¡cirlez cuando tenga acceso a eilá. Tú también debis_le conseryarte lúcida.

-Nunca Io he estado tanto.

-No de mujer de Tony Silva.- -Hoy necesitas un buen siquiatra.

-Quizás sea cierto.

-Seguro que lo necesitas. ¿eué tiene de malo scr la

nttrjcr de Tony Silva?--Nada, que has renunciado a la lucidez. No impor-

lu. para.firmar cheques no hay que p€nsar.--Quédate para que lo conozcas. Se te van a caer to-

rl¡rs tus teorías.

-No, gracias. Ya hoy llené mi cuota de accionesrlcsngradables; aunque es bueno saber que tú misma teIrrrs convencido.

l)ascal se alejó con paso rápido para alejar el ins_l¡urte turbador. Al cruzar junto a la fuente Tanque Or-rlóñcz lo saludó.

-Oye, viejo. ¡Qué clase de paquete!

- ¿Qué cosa? -preguntó

Das€al.

-El parti éste. El viejo lo quiere todo en orden, nokr deja a uno divertirse.

-¿Qué viejo?--Winston Mendoza. Nosotros nos vamos por ahí.

¿,1'or qué no vienes?

. l)ascal aceptó, Se reunieron en el parqueo. ya esta-lrrrn allí Zubiarre, Johnny y Sapo. Caónarro demoró en

r99

Page 104: Lisandro Otero- La Situación

llegar, escuchaba a Los Chavales en Feuilles Mortes.Subieron al Mercury convertible de Cacharro. "¿A dón-de vamos? A casa de La Prieta. No, eso está muy le-jos. Vamos a Sans Soucí. Algo mejor que eso. La Prie-ta, chico, La Prieta. Ahí hay un buen elem€nto".

Decidieron ir donde La Prieta. Encontraron la casaa oscuras. Un día sin clientes. La Prieta envió a dor-mir temprano a sus muchachas. Golpearon la puertahasta que Amarilis les abrió: un mulatico delgado queusaba camisas estampadas. Lo empujaron al entrar yAmarilis protestó: "Todas están durnliendo. ¡Niñoss!¿Qué cossa es essto?" ffanque gritó: "¡Prieetaaaaal"Johnny abrió el radio a todo volumen. Cacharro comen-zó a hacer pr€ss y clean and jerk con una pesada lám-para de pie; el Sapo le corregía el estilo: "No vale, do-blaste la rodilla en el klin. Ahora jorobas la espada enel pres",

La Prieta salió envolviéndose en una bata de casa. Tan-que le pidió que despertara a las niñas y La Prieta dijoque se largaran, mlentras hacía un nudo enérgico alcordón de la bata. Zubiarre abrió el refrigerador de lacocina y se sirvió un vaso de leche. La Prieta le gritó através del patio que saliera de allí y ZLlbiarre dijo quelos tragos le daban acidez.

Cacharro seguía en su levantamiento de pesos y Ama-rilis se sentó para ver con detenimiento el vigor en des-pliegue de los muchachos. Entonces, un grito. Una deIas muchachas entró en la sala con el pelo en desorden.Zubiarre se había metido en su cama despertándola conbrusquedad. "Amarilis, ¡llama a la policía!", dijo LaPrieta. Amarilis no se movió y La Prieta tomó ella mis-ma el teléfono. Amarilis dijo: "¡Ay, que ssalassión!" Caicharro sugirió que era mejor irse porque la cosa ibaponerse fea. En la puerta La Prieta les gritó: "il-léva;telos, viento de agua!".

Subieron al Mercury y decidieron ir a los cafés de Iplaya. "Estamos muy borrachos", dijo Johnny y Tanque respond'ió: "Bueno ¿y qné?"

200

Bn los cafés de la playa la estridente música de lasvlctrolas lo invadía todo con voces nasales y flautaslnnzadas en escalas ondulantes. Por la .acera se despla-uub¿r una corriente hurnana excitada en busca de un ob-Jcto que la despersonalizara. El ruido de los disparos enel tiro al blanco. Los mostradores llenos de botellas decerveza. Las mulatas de nalgas protuberantes y vestidosnjustndos iban acompañadas por mulatos que hacíanrestallar sus labios al ritmo de la música mecánica (conpuntalones de tubo y sombreros de ala corta y plumi-lln cn la cinta de fantasía).

'l'anque tenía en las manos un viejo rifle calibre 22y rr¡runtaba a la vela. "No le das", dijo Sapo. Tanqueoprimió el gatillo y apag6 la vela. Todos lo felicitaron:(lncharro, Johnny, Zubiarre, emltiendo sonidos de he-roicas resonancias. Tanque s€ volvió hacia la calle concl herrumbroso Winchester en sus manos. El del tiro alhlnnco lo sacudió por un hombro: "Oiga; aquí, aquí".Tnnque hacía girar el cañón en círculos concéntricostnlcntras buscaba un blanco movible.

IJna guagua se acercaba. Tanque miró el bulto tem-hroroso de hojalata craqueante y desintegrable y fijó lanritilla en la rueda. El blanco giraba, giraba y el Win-chcster se movía imperceptiblemente coordinado por unaItnnginaria línea de puntos suspensivos con la unidadBtnorosam€nte producida por Mister Firestone. La balarnlió.

lll ruido del disparo se confundió con otros ruidosrlc disparos de otros tiradores y con las guarachas y eltrompeteo de los mambos y las risas de las mulatas ale-grcs y la goma de la guagua se desinfló con gran exhala-ci(rn de aire. Los pasajeros comenzaron a descendernlicntras el chofer inspeccionaba la goma. El grupo ob-tervaba la pequeña hazaia en un expectante silencio.'l'nnque estaba decidido a arrancarles el coro de alaban-zns. Apretó el gatillo de nuevo. La bala se hundió co-nro un cuchillo en blanda mantequilla en la carroceríadc naranja ahumado. "¡Coño, están tirando!", gritó el

14.- La, Sitqación W

Page 105: Lisandro Otero- La Situación

chofer. Un negro vestido de blanco, qud descendía, per-dió el equilibrio en su apuro por llegar a tierra y cayó'sob¡e un bache lleno de fango aguado y quedó allí re-signado y lastimero sin saber cómo salir dé aquella pes-tilente depresión del asfalto como el que ha sufrido unagran desgracia y vacila entre llamar a la funeraria oecharse a llorar.

"¡Vámonos de aquí, rápido!", dijo Sapo.Corrieron a través del gentío arremolinado ante los

cafés en zigzagueantes trayectorias. Doblaron en tresesquinas antes de detenerse junto al Pennsylvania. Das_cal sentía que el corazón le batía violentamente, ridículoen la absurda situación: corriendo por una maldad deniño grande, evitando a la policía. Se contagió con laalegría elemental de los otros. El portero los invitó aentrar trazando líneas sinuosas con sus manos como sidescribiese la superficie de un objeto curvo mientrasguiñaba un ojo y terminó besándose golosanxente todoslos dedos unidos.

Entraron. Estaba muy oscuro. Fueron a la barra ytodos pidieron whisky con agua. Un redoble seguido deun platillazo anunció que el espectáculo com€nzaba."¡Muy buenas noches, damas y caballeros! La gerenciadel cabaret Pensilvania tiene sumo gusto en presentar suprimer chou de esta noche.. ." El anunciador tenía un

y una gorda papada. Repitió:and gentlernen! Pennsylvania's

ñÉrlco y comenzó a golpearla frenéticamente. Cuqui seVb obligada a exageradas contorsiones para seguir elñlrcvo rllmo desbocado. Ramón no encajaba allí con suHlllo rlo rumba fina. Tanque entró a la pista de bailef h hizo pareja a Cuqui, que usaba unos pantalonesñtlll cortos. El anunciador mi¡aba aquello consterna-d6, per., los músicos de la orquesta se reían y disfru-l¡han con los espontáneos como si siempre hubiesen dc-l€rlntftr a Ramón. Sapo siguió batiendo el parche y Tan-qu€ dcscoyuntándose con Cuqui, y Johnny, Zubiarte,c'tchnrro y Dascal siguiendo el ritmo a palmadas desdetl borde del tabloncillo hasta que Tanque se cansó yVolvló al bar secándose el sudor mientras escuchaba loslplauroe.

l)r¡ncal se sintió fuera de órbita, falso en cada gesto

I en cacla palabra, gravitando en una atmósfera en-f¡lecldfl que le era extraña. Todo aquello era idiota,irelulto.

"A dónde vamos? No sé, ¿qué tú dices, Tanque? Nolen¡o idea, pregúntale a Luis. ¿Tú sabes de algún buenlugar, Luis? Yo vuelvo a la fiesta. ¿Cómo, a la fiesta?".=-No oeas aguafiestas. ¡vamos!

**No, no; es que me han caído mal los tragos."*llntonces ¿para qué vuelves?

-Bstamos cerca de los Mendoza, ¿Alguien puedednrmc botella hasta allí?

*-Déjalo, Johnny. El sabe lo que quiere, no varnos¡ obligarlo.

=:Nosotros te dejamos.**No se molesten, yo tomo un taxi.

l,rr sala estaba desierta, el bullicio distante se origi-nálll on el jardín. Luis se desplomó €n una butaca. En

poblado bigote"Good evening,

negroladies

night club management proudly presents the first eve-ning show.. ."

El primer número fue una canción: el propio anuncia-dor cantaba Valencia con grandes sostenidos, empeña-do en demostrar que su calidad musical residía en unmaratón de ejercicios respiratorios. EI segundo fue anun-ciado como "Doris and Luigi, bailes internacionales".Bebieron hasta el final del espectáculo con miradas oca-sionales hacia la pista ilum,inada por un reflector vio-leta. El último número era "Cuqui y Ramón, rumberosque han recorrido los mejores esceqariog del r¡g¡1ds"r:

ZM20a

Page 106: Lisandro Otero- La Situación

la mesa adjunta, bien emplazado para subrayarle lanidad: el Libro de Oro de la Sociedad Habanera.zó a hojearlo y se detuvo en una página:

SARRIA MENA, Alejandro - Cristina Santos dedado.Oficina: Mercaderes 217. Tel.: M-1313Calle 13 entre A y B, Vedado. Tel.: 8-3246.

HIJOSCarlos

Los Chavales tocaron In the Mood, a petición. Blbaile fue diversión al iniciarse la fiesta con

Dascal los vio desde la Iefiaza adonde había salidopara refr€scarse. Mientras obseryaba a la parejade una sólida respetabilidad, escuchó una risaen el jardín del costado de la casa, separado delde la fiesta por una doble muralla de arecas La te

timulante a la sensualidad. Las parejas bailaban sin mo-;verse mucho, con las mejillas unidas y mirándose a in-tervalos a los ojos.

María del Carmen y Tony bailaban muy unidos. Alterminar Blue Moon. Tony pidió un whisky Y un Ale-xander en la barra, Bebieron mientras caminaban porel césped. Tony dijo que la canoa dos era la que teníamás chance. Casi al terminar el entrenamiento el coachharía un equipo con los mejores de las dos canoas. Lasemana próxima los internaban en la casa de botes. ElTennis hacía años que no ganaba y Don Pepe había pro-

y pasodobles. Después de la medianoche comenzaron losb,lues y los boleros y el baile no era diversión sino un es:

metido levantar el techo del V.T.C., con una gran fies-ta si ganaban. El V.T.C. tuvo a los mejores mttchos añosseguidos. Luego vinieron años que sí y años que no. Rs-te año haclan un gran esfuerzo. María del Carmen eg-

cucbaba aburrida.

se extendía hacia allí y Dascal avanzó sus pies por

lfenlto lustroso usando su malsana curiosidad de cortt-buttlblc.

Cecilia Agüero lo dejó hacer: estaba agradablementeSinhrirgnba por el alcohol añejo y aromatizado, por lañttlrlc¡, las luces, los trajes elegantes y los perfumes.llmrrry Buigas aprovechó este abandono: la besó en eleuollo, en la boca, la atrajo suavemente estrechándola porlF eitttura. Cecilia sintió que la cremallera de su espaldatlg¡condla y el broche de presión cedía con un tenue clicy lt presión del ajustador disminuyó y vio que tenía los¡Fnon desnudos. Con un gran suspiro Jimmy comenzós herurla, apartando con una mano los molestos encajesdo ru traje de Luis XV que pe interponían.

^:Luis. . . Luis.l,u voz demoró en llegar a su conciencia concentra-

dn, Cristina le sopló en una oreja y Dascal se golpeóel lóhulo con un dedo mientras se volvía.

*--No te he visto en toda la noche -dijo Cristina.Ahora surgía como la vieja pegajosa, mortificante,

clrlclc masticado, chinche succionante y obsedida, estafulnu obstinada en no r€conocerse.

*¿Y por qué teníamos que vernos?-.-Porque tú sabes que a mí me gusta verte.--¿Y desde cuándo tienes un opción.de compra? En

lorkl caso ya me ves. ¿Qué quieres?--'lb advertí bien claro, desde un principio, Luis,

quc no quería que me hicieras daño: no puedo soportarol tlolor.

l,n imagen vulgar y despreciable se desvanece y denttcvo hay una persona en su lugar. Después, está lo delperiódico y todo lo demás. Hay que aprender a embri-tlnl lus emociones, en eso consiste la madurez.

.*lls que tengo cierto malestar. Parece que los tra-

f(rfl me han hecho daño -dijo Dascal.

-Vcte a dormir. Vine a despedirme, Alejandro meGtpcr¿r en la puerta.

Ahora quiere reparar los destrozos, oprimir hasta qu€

ln cruedad con el semejante se desvanezca ante la nue-

Page 107: Lisandro Otero- La Situación

va ternura. Se acetca a Cristina y la besa en la meji-lla. En ella se opera la voluptuosidad alcohólica y pus

labios se desplazan succionantes siguiendo la llnea de lamandíbula hasta que en su boca busca la lengua conla lengua y la saliva se torna en un caldo amoroso, ti-bia y dulce miel que comienza a desesperarla y €n 8s-censo el leve martirio es cortado por la voz.

Alejandro está en la terraz.a y sostiene la estola que de-be envolver a Cristina en su r€torno a casa. Alejandrotrata de escapar de la ridícula sorpresa con ademanerseguros, ovbiamente teatrales, que no lo conrrcncen doihaber mantenido su elegante dominio de la eircunstan-,cia. Para escuchar su voz:

-El auto nos está esperando.Cristina se acerca a él con torpeza y se ecba la es-

tola sobre los hombros. Mirada discreta a Dascal quotrata de detener el tiempo y la acción, no mover el aireque lo circunda hasta que su fijeza disperse la posibleirritación. Alejandro toma a Cristina del brazo y la con-duce por la terraza de vuelta a la sala. No ha sabidomantener el aire de la hidalguía ofendida que tanto lecuadraba. Es un hombrecito de todos los días infeliz yconmovido. La situación, que ha sido congelada y es-tática, comienza a devolver al tiemFo su fluir. Dascalse vuelve hacia el jardín. Cecilia y Jimmy han desapa.:recido. Hay de nuevo un ritmo de las cosas. El aire se

Dascal busca en las mesas a Carlos Sarría. Lo en-cuentra en una amable conversación y le pide la llavE,del carro porque siente un leve malestar por los tragos.,

Veloz por la Quinta Avenida; las fachadasde las residencias que custodian la tradición sonsas imágenes en la ventanilla. Llegando a La Copaa Johnny, Zabiarre, Cacharro, el Sapo y Tanquetados en el parque cantando Adelita.

Están borrachos, piensa Dascal, todos erfumoschos.

206

I

rl

UN PADRE DE LA PATRIA

I tttpresiones diversas en Gabri¿l Cedrón

f,n porfecta Lorelei apenas peina sus cabellos de oro y losdispone en inocentes or¡das en torno a su rostro

Mendieta hecho prisionero en Río VerdeDesembarco en Gibara

KARIKATO, nuevo semanario polltico

l,)l capitán Carlos García Sierra murió ayer en cumplimientodcl deber. Al abrir la gaveta de un armario, en una casa

que le fue notificada como sospechosa, se produjouna violenta explosión

CUBA ES I'N JARDIN DE FLO&ES

El ABC está por... "si te sobra comlda dáselaa un perro; pero no ct un negro. . ." la Mediacíón

IIAY CINCO MIL MARINES EN KEY WEST LISTOSPARA EMBARCAR HACIA CUBA

l,)1, doctor Clemenüe Vásquez Bello, Presidente d,el Senadoy rlcl Partido Liberal, iba en su auto del Habana Yacht(llr¡b a su casa, todavía en traje de marinero, se le aparejó

Page 108: Lisandro Otero- La Situación

otro auto y los estudiantes le hicieron una deseargále destrozó la columna vertebral, Murié en el acto.

¡Viva la O.C.R.C.!

En tanto hiere, déspota, arrebatala honra, la fe, la libertad, la vida,tu misión es matar, sáciate, mata,mata y báñate en sangre fratricida.

EXISTE UNA COMPLICIDAD ENTREMACHADO Y GUGGENHEIM

Mary Duncan, una de las más temibles y celebradasvantpiresas de 'la pantalla. Ahora pueden verlq

en el cine Prado

Los hermanos Freyre de Andrade han sidoasesinados por l\{achado

"A la ingeren:ia exffaña, la virtud doméstlca"

...y en el cuartel, tambores y cornetasestaaan, tocaan, doadianaaa,..

EL PLAN CHADBOURNE PERJUDICA ALOS COLONOS CUBANOS

El astuto Ferrara

EI Partido Comunista llama a las masas oprimidasa la lucha contra la explotación

La falda larga, muy ldrga en este inviernoNo muy sanitaria pero sí muy chic

Ceci c'est La Havane...port de mer.Mer toujours bleusous un cielencore plus bleu

208

El capitán Calvo, Jefe de losExpertos, recibió una descar-ga cerrada que le dejó muertocon tres de sus acompañantes.

WELLES OFRECE MEDIAR EN LA CRISIS POLITICA

Ih las lúgubres y hediondas mazmorras de La Cobañaperecierbr¿ torturados, previamente por sus

esbirros, cientos de obreros y estudiantes

LA LEY DE FUGA NO HA SIDO APROBADAEN EL CONGRESO

éQué Congreso?

"Con Zayas tuvimos libertad sin orden. Con Machado,orden sin liberta"d. Con Menocal

ninguna de las dos cosas".

¡Estudiantes camagüeyanos! No olvidemos jamás quecuando se es asesinado como lo han sido nuestros

-

compañeros que sonreían al caer.,.

Cuando en la playa, rni bella Lola,Tu esbelto talle luciendo vasLos marineros se vuelven locosY hasta el piloto pierde el compás

lrr revista de avance,cl afro-cubanismo,cl vanguardismo,cl grupo minorista...

EN LOS PUÑOS DE KIDCHOKOLATE ESTA LA

MADERA DE LOSCAMPEOI{ES

EL AVION DE MACHADO YAATERRIZO EN NASSAU

SE ALQUILA EL PALACIO PRESIDENCIAL

Hevía, Céspedes, ¿qué más da! con tal, que seauna persona decente, un caballero

REPUDIAMOS LA ENMIENDA PLATT

Grau, Carbó, Irisarri, Portela y FrancaPenta quiere decir cinco

N

Page 109: Lisandro Otero- La Situación

EL SARGENIO TAQUIGRAFO FULGENCIO BATISTA'QUE DESDE AHORA ES CORONE¡,

La Compoñía Cubana de Electricidai no *'o4 Antonio Guiteras

¡Bombardeen el Hotel Nacional! ¡lVIe- ametrallan' á toOo el que resista en el Castillo de Atares!

Pedraza ha puesto a los cubanos a acostarsea-las nueve de la noche

El Isottaitaliano, hFarlna yDe venta

EL GENERAL MEI{DIETA LE ARRA\ICO-LA CABEZAA UN GALLO, DE UNA MORDIDA

PORQUE NO PELEABA BIEN

Si a tu ventana llegaUna paloma,Trátala con cariñoQue es mi Persona...

iVerdugos, vuestra hora se aproxima!

21027t

IO DE I,.ARZO DE 1952

Ios conjurados -capitanes y tenientes de la guarniciónde Columbia- recibieron con muestras de entusiismo a su

El timbre de la puerta sonó incesante, agudo, irri-lante.

-Mira a ver quién es, Ritica -dijo el senador Ce-drón-. Abre con cuidado.

Cedrón se paseaba por la sala, llegaba hasta !a terra-za y la luz intensa reflejada en las blancas,baldosas delu terraza lo ¡echazaba. Retrocedía a grandes pasos has-ta la puerta del cuarto y giraba allí. Mascaba un largoCorona número uno sin encender. En el sofá, los sena_dores Veitía y Sánchez Herring miraban en silencio el iry venir.

-Es Márquez -dijo Ritica.

El senador Márquez entró con el mismo aspecto atri-bulado de sus colegas,

-Parece que todo se ha consumado. No hay nada

que hacer.

Page 110: Lisandro Otero- La Situación

-¿Y el Presidente? ¿eué se sabe del presidente?

-preguntó Veitía.y me dijeron que se fue a las pro_fuerte con los regimientos leales

_-¡Eso es absurdó! ---+omentó Sánchez Herring-.¡Es la guerra civil, la sangre!

-Este es un momento en que se juega el todo por eltod-g, O_ se es digno hoy o pe deja de sJrlo para siimpre

-dijo Márquez.

-No hables boberías -dijo Cedrón- hay que serrealistas.

-..-\l rgalid3_d es que Batista ha tomado el poder _dijo Sánchez Herring.

-Todavía no se sabe. parece que Margolles en Orien-

te y Martín Elena en Matanzas siguen fieles a la lega-lidad -dijo Veitía.

a. La legalidad es el poder.ella el poder. De ahoia en

santificado por la legalidad

Ritica preguntó si querían café y todos respondie-ron afirmativamente. Hubo un largo silencio en el quetodos meditaban. Sánchez Herring encendió un cigarro.y chupó con ansiedad.

-Señores, existe un pueblo. ¿Qué le decimos a ese

pueblo? -preguntó Márquez-. ¿Cómo vamos a en_

f¡entarnos con la opinión pública si hoy no actuamosde acuerdo con nuestra historia?

-iQué historia? -contestó Sánchez Herring.

-Vamos a no exaltarnos -dijo Cedrón-, la ver-

dad es que ante los tanques no hay pueblo ni opiniónpública que importe

¿Qué sugieres, Márquez? -preguntó Veitía.

-Vámonos al Capitolio y con,stituyámonos allí eri.

sesión para desaprobar el golpe de Estado.

-Tampoco habrá quórum esta vez. Hoy menos que

nunca -dijo Sánchez Herring.

212

-No importa, con unos cuaritos basta. Es una pro-lestn simbólica.

-Ni hablar -Cedrón

encendió el tabaco-, antes

dc salir de casa €sta mañana llamé allá: el Capitolioe¡tó rodeado por la policía. Además yo m€ siento maltotluvía, no estoy para acrobacias.

-La verdad es que yo no sé cómo has podido mo-vertc con tu operación reciente -dijo Veitía.

-¿Qué querías, que me quedara en casa y me pren-

tllcran?

-A lo peor ya andan cazándonos por ahí -es-

¡rccutó Sánchez Herring.

-No creo -dijo Márquez-, la forma en que Batis-ln ha desarrollado el golpe indica que no quiere san-gre,

Si se le se le saldrá la bestia -di-lo Sánche eso me Pr€ocuPa que el

itrcsidcnte a encabezar los regimien-krs leales. señores, aquí hay sólo dos

cuminos: el exilio o el pacto. El poder ha cambiado de

nlnnos y no hay marcha atrás.

-¿Y si Prío se levanta en el interior? ¿No crees que

llutista se asuste y retroceda? -preguntó

Márquez.

-Se ve que no conoces a Batista -respondió

Sán-chcz.

-¿Qué pasa con el café?

-preguntó Veitía'

*Voy a ver -dijo Cedrón.Ritica, en la cocina, terminaba de colar.

-Ayúdame a preparar las tazas -dijo a Cedrón que

enlraba.El senador abrió un anaquel de madera y tomó una

pequeña bandeja dorada colocando sobre ella cuatrolrtz,us pequeñas.

-Gabriel, acabo de hablar con mi primo Mayito, el

-¿,Estuvo aqul?

-No, por teléfono.--¿Le dijiste que yo estaba aquí?

Page 111: Lisandro Otero- La Situación

. -Oye mi consejo. Manda a todos ésos para el cara-jo y vete para Columbia.

-No, no, las cosas no son así, Además ¿tú no tedas cuenta que ellos están ansiosos como yo de buscaruna salida a su situación!

mi¡ó su reloj que descansabadio una ducha y se puso unavez este año que usaba gua-

necesaria.No había periódicos porque era lunes y Dascal se en-

tretuvo en mirar las fotos de una viejá revista mien_,.tras le preparaban el desayuno.

Fina salió de la cocina con la humeante taza de café

bios.aún puede haber cam-

con leche,

-Caballero, ¿se ha enterado? Dicenmetió en Columbia.

que Batista so

. -No hagas caso, Fina. Son bolas. Siempre bay bo.las.

-No. Dice que Columbia está llena de gent€. Todo elmundo está allí, todo el mundo está habl-ando con Ba-tista y uniéndose a é1, ¿por qué no vas trl también?

-¿Estás loca? yo me debo a un partido. Además

Ia situación no está clara todavía, aún piede haber cam_

. -No caballero, es verdad. Mientras venía para acála guagua vi las estaciones de policía con müchos mJdias afuera. Hay movimiento. todo el mundo dice-Batista dio un golpe.

Dascal encendió el radio y recorrió varias estaciones.Sólo música. En lugar de los noticieros maünales se esicuchaban guarachas y danzoneg. l:

-¿Ya están levantados los viejos?

-Todavía no.

Dascal tocó en Ia puefa del cuarto. La voz enra-tr'cida de su padre Ie contestó "¿Qué hay, qué pasa?".

-Soy yo, papá. Dicen que Batista dio un golpe dellrlr¡do.

Ilscuchó el ruido del bastidor y su padre salió en-vuclto en una bata de casa.

---¿Cómo? ¿Eso es cierto?--No sé, pero las estaciones no dan noticias.l)ascal llamó a María del Carmen:'-María ¿es verdad lo que se dice?--Sí. A papá, le avisaron de madrugada y se fue.-¿Y ahora qué va a pasar?

--No sé. Nadie sabe nada. Aquí el teléfono se caetrhirjo ds gente que pregunta lo mismo.

l)lscal llamó a Marcos Malgor. La madre respondiótullo¿o-.n," que Marcos se había ido temprano a laI l rr iversidad.

l)ascal colgó el teléfono y salió.--¿A dónde vas, Luis? Hoy no es bueno andar por

¡rl rl.--Voy un momento a la Universidad.

¡trrrlujo un saldo de dos muertos y varios heridos.

Sc movían como hormigas, zigzagueando, disparán-du¡c decididamente hacia una dirección para retroce-tlfr cn seguida y buscar dg nuevo, dudando, tentando

at4 210

Page 112: Lisandro Otero- La Situación

-¿Qué sabes de nuevo? -preguntó Marcos al verlo.

-No sé siquiera lo viejo. Vengo a enterarme detodo.

-No sé. nadie sabe nada. Hay que esperar. Batis_ta ha avanzado demasiado para que'lo qu" ," intenteahora pueda resultar.

-¿Para qué intentarlo, entonces? _preguntó Dascal.

-_ No sé, hay que hacer algo,

Caminaron hacia la plaza -Cadenas y Marcosgor dio la noticia a un grupo de esiudiantes.aplauso y gritos y un poco de-entusiasmo.

-- A nadie le gusta morir -dijo l\,f¿¡sqs- p"ro oo .l

tendrán la oportunidad.

_.Marcos y Dascal fueron a la cantina de Derecho.Pidieron dos Coca-Colas.

-¿Quién trae las armas?

-preguntó Luis.

-El senador Tejera. prío mismó se lo ordenó.

-¿Y qué van a hacer con las armas?

-No sé, hacernos fuertes aquí. Armar un alboroto.

-_No podrán con los tanque,s ni con las perseguidoras.

-Nadie va a intentar fajarse con ellos.

I2l6

Mal-Hubo

-¿Para qué quieren las armas?

-Para ttádu, pnra tenerlas, para hacer algo.

-Algo, ¿qué cosa es algo? Se intenta un contra-golpe o nada. ¿Quién dirige esto?-

-Nadió dirige nada. Los muchachos estÉn excita'

¡los. Eso es todo.

-No te entiendo, Marcos. Primero no entiendo qué

hnces aquí. No hace mucho me diiiste que ya habías

luperado todo esto.

-¿Y tú que haces aquí?

-Viñe por curiosidad, a enterarme de cosas'

-¿No vas a Pelear?

Da"scal dudó un instante antes de responder'

-|r[e, ¡s voy a Pelear.

-¿Por qué no vas a Pelear?

-Porque creo que es inútil. Lo mismo da una cosa

que otra, Prío quó Batista, es la misma mierda'

-¿No será Por otra ru26n2

-¿A qué te refieres?

-A nada.

-Nunca he tenido un arma en mi mano'

-Eso es fácil.

-Quizás es potque sea poco cobarde' ¿Es eso lo que

quería-s decir? ^quj yo soy cobarde.. lued3 ser cierto'

jnor qué negarló? Ño me gusta la violencia' A lo me-

for toy un cobarde. ¿Tú no eres cobarde?

-No -dijo Marcos.

-Debe ser bueno saberlo, haberlo demostrado' En

realidad no me interesa esta lucha.

-Tú siempre estás apartado de todo' Es tu manera

de sentirte séguro: estar por encima de las cosas' no

mezclarte.

-Sea lo que s€a, es más contradictorio que tú estés

aquí. Eso no lo entiendo.

-¿Sabes que hay gente que está yendo hacia Co-

lumbia a sumarse al golPe?

-No lo sabía. Me lo imagino.

16.- La Situación 2t7

Page 113: Lisandro Otero- La Situación

-Son unos bandidos. En un día como hoy todo e1

mundo- debía dejar a un lado los egoísmos.

-¿Y tú por qué estás aquí, Mar-cos?

-Estoy aquí porque Cuba rne necesita, hoy me ne_cesila.

-Es una mierda. todo esto es una mierda.

-No me entiendes.

-¿Y si muere algún estudiante? Ahí hay gente quecree.

-No va a morir nadie.

dijo que no las daba -dijo el gordito_ perohay.alglnos que hablan de quitárselas por la fuérza:¿Qué tú crees?

-No sé, vamos a ver eso de cerca.

Marcos Malgor los reconoció y se detuvo.

-V:q9r a quedarnos_aquí. ¡Lagarto, lagarto! _dijo.-¿:,Qué? -preguntó Dascal.El gordito continuó y se mezcló al grupo que rodea-

ba a los recién lleg,ados.Ese es Masferrer. El otro es El Campesino.

-¿El de la guerra de España?

-No sé no fuera hoy.sería muy enemigos. Ei'eso no m€Una parte I grupo y fue

218

I lGnleruc en la escalinata de Ciencias. Masferrer, El€rmpollno y sus hombres avanzaron hacia el portal del

fleelorndo.:Mq voy -dijo Dascal.:¿Por qué te vas? Probablemente ni siquiera ven-

!|n lár nrmas que prometió Prío.

-Torlo está liquidado -dijo Luis- todos son unosctrmcnricrdas. En este mom€nto el único en Cuba que

luhc lo que está haciendo es Batista.tJn estudiante cruzó corriendo y Marcos lo detuvo

prtt ttn brazo.*lQué pasa? ¿Por qué corres?

. -*,Dicen que los regimientos de Matanzas y Oriente' eaycron ya. Batista lo controla todo.

-Yo me voy -dijo Dascal.-*Quédate, aquí por lo menos se entera uno de co-

lEt,--No; me voy.

Pcrmaneció algunos minutos en el garage, en la mismaactltud vacilante, hasta que resolvió tomar un automóvil deehnpa particular. A su lado ocuparon asientos su hermanoAntonio y los legisladores Tej,era y Megías. Detrás marchóel nutomóvil con chapa oficial número 49, con miembrosrlt' lu cscolta personal del Presidente.

Uno de los altos oficiales, junto al ascensor preguntó siel Presidenle depuesto dejaba algunas instrucciones sobreel, Palacio.

--Sf -respondió el contraalmirante-. Dijo que no se re-¡lellcra ninguna agresión.

-Ahora debías arrepentirte de no haber aceptadocl pacto con el P.A.U. cuando te lo propuso GarcíaMontes -dijo Ritica.

-Eso no es nada -respondió

el senador Cedrón-Itrira a Castellanos...

-¿El alcalde?

-Sí, .. tenía un pacto con Batista y lo rompió hace

ale

Page 114: Lisandro Otero- La Situación

pocos días. Ese sí esbá chivado porque el mulato es r€n-coroso y su veneno no perdona.

-¿Y tú cómo andas con él?

-Ni bien ni mal. Nos conocemos. Siempre me ha

saludado con afecto. Nunca me he enfrentado a é1.

-B¡f6¡gqs tienes chance.

-Creo que sí.

-¡El cafeeee!

-gritó Márquez.

Cedrón volvió a la sala.

I,o cierto y evidente es que como resultado de todo ello,se ha derogado una Constitución que nos costó mucho tra-bajo hacer y a cuya adopción concurrimos los mandatariosde todo el pueblo cubano. Lo cierto es que se ha frustradouna gran ilusión de la voluntad popular. Me siento por den-tro una gran desolación de ciudadano. Les hablo en nombrede todos los cubanos que no tienen esa facr.lidad de que yodispongo para decir su anhelo donde todos lo oigan,

Luis Dascal caminó por la calle L en dirección a 23.Nada sucedía en la calle. Los autobuses se cruzaban ,l

cargados de pasajeros y la gente los esperaba en las es-quinas y los billeteros exhibían sus billetes y vendíana veces y las cafeterías estaban abiertas y la gente be-bía refrescos; el sol no estaba muy alto y aún no habíacomenzado a arder sobre la piel y era muy temprano enel año para que lo hiciera, de todas maneras. Todo es_taba tranquilo y las cosas transcurrían normalmente,como todos los días y Dascal subió a una Ruta 26 enla esquina de L y 23. Nadie hablaba: los pasajeros ibanen silencio y aún el chofer y el conductor no intercam-biaban sus comentarios habituales, un esfuerzo notabledada la circunstancia.

Dascal se entretuvo en l€er los anuncios en el techo: ,

Optica El Anteojo, Foto Núñez, Tome Kresto. Abandonó el texto y se entretuvo con los colores y las líneasde los anuncios hasta que el autobús se detuvo en Pa-seo y Línea. Echó a andar con el calor del incipienteverano que le exprimía las costillas.

?2Q 221

Bc rlctuvo en ün café y llamó por teléfono a Óarlos'

He qttellt ir a casa de los Sarría por temor.a €ncontrar'

¡3 a Alcjtndro o a Cristina. Desde el incidente, si se

b prrdlu llamar así, en casa de los Mendoza, no había

lla¡irndo n Cristina y ella tampoco daba evidencia de

lntcr€rarsc cn é1. Carlos le dijo que se encontrarían en

El Carmclo.fle ¡lrescntó con un grueso yolumen bajo el brazo y

Darcnl lcyó el título furtivamente al ponerlo sobre la66¡6: "l)el New Deal a Pearl llarbor". Hablaron degolpo y Carlos le informó que se sintió mal cuando se

lRteré dc la noticia, pero que habló con su padre duran-le ol tlcsayuno y tenía razón: el relajo era demasiado

¡f6n(lc cn Cuba y ya era hora de que alguien terminasecfrR erc estado de cosas: el ganstelismo, el robo del te-Nro público, la demagogia obrera; todo eso estaba ha-

€ienrlo imposible el desarrollo del país. Batista traía lapüu y lil tranquilidad para tista res-

¡relnht las tradiciones. B defecto:;l lendencia a gobernar c dada larlluución del país ese defe,cto se convertía en virtud.l)rwcll dijo que a él le daba lo mismo uno que otro yque cl golpe de Estado venía por lo menos a sacudir laIullnu diaria. Decidieron dar una vuelta en el auto de(lurlos para ver cómo lucía La Habana.

lll tráfico era desviado frente a las estaciones de

policía. Los guardias llevaban la chaqueta desabrocha-dr¡ como señal de adhesión al golpe. Cruzaron por Pra-do cn dirección al Parque Central y vieron los carrosrlc nsalto frente al Palacio Presidencial. Varias perse-

¡uitloras bloqueaban el acceso al Capitolio. Para retor-ttur al Vedado tomaron por Reina hasta Infanta y do-hlnrcln por San Lázaro. Frente a la Universidad aguar'rlrrb¡r un grupo de perseguidoras con sus hocicos de lata[puntando amenazantes hacia la colina, arrullados porcÍ murmullo de los radios en los autos policíacos que

enrilían órdenes y cifras para los mensajes en clave.

Junto al Alma Mater un altavoz gritaba consignas con

Page 115: Lisandro Otero- La Situación

tra el golpe de Estado que ¿penas eran escuchadas potla gente que pasaba apresurada por la calle San Lázaro.Los policías rieron cuando el altavoz escupió enérgico:"¡Batista, asesino de Guiteras!"

Carlos lo invitó a su casa para tratar de enterarse denuevas noticias. Dascal mintió diciendo que iría al pe-riódico para tratar de informarse. Hacía varios días queno iba por allí pretextando una enfermedad y hacía quesu madre enviara recados al señor Duarté informin-dole del progreso de "un fuerte ataque gripal',. Mientrasconducía por el Malecón, Carlos le dijo que pensabairse a New York para aprender pintura. Iba a ingresaren una academia de artes plásticas y salir de todo esteambiente, Su padre no le demosiraba confianza, lo mira-ba extrañamente por su vocación artística. No se sen-tía bien aquí. Ultimamente su madre y su padre anda-ban embrollados, no se hablaban. La situación en la

ra colmo, el mu_Dascal dijo seca-a a New York y

men. de María del Car

El "Journal of Comrnerce", la conocida publicación mer.-cantil neoyorquilq, ha expresado su optimismo de que elesllblecimiento del régimen de Batista ón Cuba puedá sig-nificar la adecuada coyuntura para la revisión de las tañ_fas arancelarias negociadas en la Conferencia de Torquayque garantizaron la existencia de la industria textil cr¡biná.

-¿Y qué hago yo aquí? -preguntó

Sánchez He-rfing perplejo-. Porquel yo no soy un delincuente, '/

¿qué hago aquí como un perseguido? yo soy un s€:

Éldur de la República, tengo una investiduta pública,

U¡teUel también. ¿Qué hacemos aquí? Vamos a pensar.

Hg¡te nhora no hemos recibido ni una noticia, pero niBññ role* de que un senador haya sido detenido. Existe9ñ nuevo poder Por encima del deber partidista tene-mo¡ un deber con el oficio público: ¡somos senadores!

:E¡u nueva modalidad del estado -dijo Márquez-lnoluyo la supresión del Poder kgislativo.

-Mtry bien, entonces al lugar qug nos indiquen.Entl¡ln formará otra cosa, una Cámara de Consejeros,Uñ L-'uerpo de Asesores, algo, Ahí debemos estar noso-tfo¡ pnra ayudar a ori€ntar a la República.' -*l,Qué sugieres?

-preguntó Cedrón.

'*Nada, ir a Columbia, ver cómo está la situación.--No, eso no, por lo menos ahora no -dijo Cedrón.*Pr¡es ir entonces a la casa y esperar a que nos

llenton.:Bntlsta no nos llamará. En este momento sólo va a

Oonlnr con los suyos -dijo Veitía.

-¡Pero algo hay que hacer! No podemos quedar-not nquí todo el día.

''=-Vamos a esp€rar a ver qué hace Prío -dijo Márquez'*Prfo es un idiota

-respondió Sánchez Herring'

*-Un hombre que no ha sabido defender el poder.

8o lo han quitado como se le quita un caram€lo a unIrlflo ¿No nos dijeron que estaba ,endrogado en La Cha-le cuando le dieron la noticia?

*No sabemos si eso es verdad -dijo Veitía.

-Hagan lo que quieran. Yo me voy -dijo Sánchezllcrrlng poniéndose su jipi y ajustándose los espejue-

lol calobares.JVamos a esperar un poco más -dijo Cedrón.

-No, no, ¡me voy!Sdnchez Herring abrió la puerta y se marchó sin ce-

flnrlo.

-¿Y ahora qué? -preguntó

Veitía.

-Ahora... nada -dijo Cedrón.

Page 116: Lisandro Otero- La Situación

-Yo me voy también -dijo Veitía-. Estaré en ca-sa. Me llaman para lo que quieran.

Márquez registró sus bolsillos hasta encontrar untabaco y lo encendió con la larga llama de una fos-forera mientras lo hacía girar para que ardiera conuniformidad.

-Vamos a esperar, Gabriel. Algo saldrá de todo€sto.

-¿Algo saldr'á -pleguntó Cedrón-. De aquí lo

único que saldr,á somos nosotros. ¡Rita, dame un uiskitRita salió del cuarto protestando:

-Tú no puedes. . .

-¡Dame el trago, coño, y no me discutasl

-Otro para mí -pidió Márquez.

Si la serenidadmfnimo de alardeque a reserva delograr la cordurade Ia balanza la t

se sentía intimidado, como otras veces, por la preten-ciosa decoración; el golpe de Estado había rebajado el es-plendor de los Cedrón. Dascal abnió la puefa de labiblioteca. Sobqe un estante de libros dos bustos: Ma_quiavelo y Napoleón. Se sorprendió a sí mismo actuan-

2i2A

María del Carmen hablaba por teléfono cuando Das- ,,

biarse. Dascal recorrió la casa mientras esperaba. No ,

cal entró. Aún vestía un pijama de nylon y una batade casa. Dijo que hablaba con su padre y que no habl¿ '

noticias claras de la situación. pidió permisó para cam- ;

Ce dodo una posición de fuerza: el golpe de Bstado lo€Fñlagl¡ba todo, se extendía o los palacios del gobierno,t l¡ culle, a la conciencia. Permitiéndose satisfacer esta

éUllotl*J¡d se convertía €n un secuaz de Batista. Si en6ltnr ocasiones no se habría permitido este espontáneoprt€o ¿por qué hoy? ¿Por qué precisamente hoy? ce-lló ln puerta y volvió al pasillo y por él a la terraza deltondo como otras veces. Se apresuró temiendo s€r sor-ptcnd¡do en su profanación de la intimidad.

Bncendió un cigarro. Carlos no había querido acom.pnñnrlo. Ca¡los quiso volver a su casa y esperar lallcgn¡l¡ de pu padre para escuchar noticias. Carlos viveOon el cordón umbilical intacto, pensó Dascal, y el cor-rlón umbilical lo une no sólo a la madre sino al padrelnmblén y a la casa del Vedado y a los recuerdos en ca-da rincón de la casa y a los primos y tíos y a la casaquo construyó el abuelo en el Central Manuelita. Tam-blén lo une la inseguridad del que nunca ha construidonndo con sus manos. En este momento en que se havlol¡¡do el orden establecido, Carlos acude al criteriodel orden establecido para encontrars€, para saber dón-do cstá pisando; no puede, no quiere pensar.

María del Carmen entró con unos slacks ajustadosy una blusa.

-¿No has sabido nada nuevo? -pr€guntó

Maríadcl Carmen.

-No, lo mismo que tú creo. . . lo que se dice.

-Es terrible esto.

-¿La falta de noticias?

-El golpe, lo que ha hecho Batista. Ha retrasado a

Cuba veinte años.

-¿Tú crees?

-¿Tú no crees?

-No sé.

-¿No te das cuenta? Con Batista desapareco la li-bcrtad. Batista es el asesinato, la violencia. Ahora vol-veremos a estar como cuando Machado. Había costadomucho tiempo el rescaüe del poder civil.

Page 117: Lisandro Otero- La Situación

' ¿Qué poder civil?

-El poder civil, el gobierno civil. Ahora rnandanlos militares, ahora viene el poder de los brutos y zo-quetes: de la casta militar.

-En Cuba no hay casta militar. Hablas como sifuera lAlemanfa. Aquí llay isargen[icos aprirvechados,oficiales con mentalidad de chuchero de barrio.

-Pero crean un estilo de gobierno: la fusta, el pal-macristi.

-En el fondo es lo mismo. Grau y prío daban botellas y mandaban a asesinar,

-Aquí había {,ibprtad, se podía hablar. Esto erauna democracia.

-Batista también será una democracia. La democra-

cia es un nombre, Cualquier nombre es bueno.

-Batista no dejará hablar.

-Sí dejará hablar; lo que le conviene, como Grauy Prío.

-No, uno de los errores de Grau fue el libertinaje,el exceso de libertades.

-No hagas castillos en el aire, María, la legitimidades consecuencia de la audacia. Lo que empieza siendouna nota disonante termina armonizando. El cristianis_mo era perseguido en Roma y ya ves, dura desde haceveinte siglos co os apóstatasdel siglo quince Oe ias igte-sias protestantes la democra-cia y esto y lo ilevados alpotro de tortura en el siglo dieciocho por los noblesfranceses. Toda intención ilegítima termina siendo la le-galidad si insistes en eltras bastantes buenas rque todos los reyes noresocazadoresalosrreros y en la guerra han demostrado cualidades ex-cepcionales que los han llevado al reinado? piensa enla monarquía británica, santa y buena, estable, sólida,respetable, tradicional hasta el exceso, el colmo de la

226

[¡llldad; bueno, pues detrás de todo eso hay asesins-kl¡ lrelclones, parricidios, incestos, conspiraciones. To-lh hcrojfa termina siendo ortodoxia. Bl poder es laHdn porque ennoblece lo que toca.

:B¡o es cinismo, maquiavelismo... no sé. La mo-lll no o¡ tan relativa como todo eso.

*Desde el punto de vista de la moral absoluta lapolítlcn es inmoral, el poder lo corrompe todo. Na-dle hn podido gobernar a los hombres s,in p€rder unpttco dc sí mismo, sin negar algo de lo que antes creyó.

. *lh cierto que los ideales de la Revolución del 33no ¡c han llevado a cabo del todo, pero una parte se

hn cumplido. Grau y Prío hicieron un gobierno liberal,'do lzquierda, de servicio al pueblo.

-.¿De veras crees eso, María del Carmen? ¿No tra-llr tle engañarte? Grau y Prío hicieron lo mismo queharó Batista, lo mismo que hioieron todos en Cubadolde Diego Yelíuquez y lo mismo que harán todosfllontras el mundo sea mundo.

-!rfs s¡ss, de veras. Tú eres muy pesimista.

-No soy pesimista, pero tú tratas de justificar alu pudre, perdona que te diga eso, tratas de encontrartazoncs para respetarlo. ¿No es él la Revoluc;ón del 33?

-No; yo creo en el Hombre.

-No me hagas reír. La condición humana es inva-rlcble.*¿Qué crees tú que debe hacerse ante el golpe deF'¡lado?

-Nada... mejor dicho: adaptarse a la nueva si-Ittación, Seguir viviendo igual que siempre bajo nuevaslnaneras. Batista impone un estilo de gobierno. Parafugnr hay que aprender las reglas del juego.

-No, Luis, no, no. Hay que resistir con todo lopOlble. Si no oponemos una resistencia seremos cul-pnbler del golpe.

-Yo no soy culpable de nada, yo no contribuyo a

nnda,

-Pero tampoco impides.

Page 118: Lisandro Otero- La Situación

-Lo que yo haga no lo impediría.

-Pero mucha gente sí pu€de tumbarlo.

-¿Hoy?-No, el golpe está consumado. La lucha empieZa

ahora.

-Ahora lo que empieza son las carreras para insta-larse en el jamón. Sinceramente apruebo a toda esagente que está corriendo hacia Columbia. Si yo fuerapolítico baría lo mismo.

-Eso es mentira; lo dices, quizás lo piensas, pero ,'

no lo harías,

-¿Y tú qué vas a hacer?

-Yo no sé, pero algo habrá que hacer. Todavía nohe podido localizar a Tony -dijo María del Carmen,que comenzaba a irritarse con Dascal y puso un énfasisapasionado et el algo. Dascal intuyó el surgimi€nto va-cilante de la llama sagrada conopida por patriotismocon la que no tenía nada que ver y deseó una excelentecombustión purificadora para María y no quiso hablarmás. No sabía qué decir y jugó con un cenicero deloza. María del Carmen se excusó y salió un instantey al volver dijo que el almuerzo estaba servido, que siquería comer con ellos. Dascal dijo que no y prometióque llamaría si se enteraba de algo y se marchó.

Batista dijo a los reporteros de las agencias cablegráficasque su gobierno era "transitorio y que propiciarla unaselecciones justas y honestas inmediatamente que la situa-ción fuese normalizada".

Una de las primeras medidas adoptadas por el GeneralBatista fue la de aumentar los sueldos a policías y soldadosa 150 y 1ü) pesos respectivamenüe.

Puede decirse que luego del golpe de Estado la maquina-ria administrativa se detuvo: la basura se acumu,la en mu-chas calles, las obras públicas están paralizadas, la asis-tencia escolar es muy pobre.

Singular tónica acusó Ia radio hasta la una de la tarde:ni una sola notícia ni un solo comentario, sólo música. Cadaesüación de radio fue ocupada por policías con armas largas.

w

Fa¡cul nlmorzó en su casa y durmió una si€sta. Se

d¡rperló s eso d€ las cuatro y buscó los periódicos

*l dumingo y encontró en los anuncios un buen pro'lf¡ma cq el Trianón. Llegó al cins cuando abrían IaIequllln, compró un cartucho de bombones y se sentó

3ۖ lnn luces encendidas a observar la pantalla blanca

flU€ lcnfa un imperceptibe desgarramienlo en una es-

¡iulna, t.os luces se apagaron y apareció el león de laHelro y se olvidó de todo.

A lus ocho de la noche salió del cino y vio un gru'É€ c(tnversando en la esquina de Línea y A y caminóhr:le allf. Eran periodistas. Conocfa a Antonio Telles

Atrrn. tle Ia redacción de "Información' y le preguntó.. Ptlo ¡c habla asilado hacía un rato en la Embaiada

€c México y estaban esperando por si concedía alguna

lñlrevista o entregaba declaraciones. El resplandor de

Un flnsh iluminó la calle. Dascal siguió caminando ha-

¡l¡ ott casa. Detuvo a un vendedor de periódicos, com-pló uno y leyó los titulares bajo un farol:

DEPUESTO CARLOS PRIO Y SU GOBIERNOPOR UN GOLPE MILITAR QUE ENCABEZO

BL GENERAL FULGENCIO BATISTA

El Presídente Carlos Púo deióPalacío a las 9 de la mañana

EL DESARROLLODEL MOVIMIENTOEN EL INTERIOR

Cabrera, Soca y Urlallegaron a Miami

€n un avión militar

REITERASE QUE NO VOLVERAN LOSCOMUNISTAS A CONTROLAR LA CTC

Todo indica que EE. UU. reconoceráen seguida al régimen de Batista

229

Page 119: Lisandro Otero- La Situación

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se nos va.Aquí no ha pasado nada.

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290

iIN I¡AI)RE DE LA PATRIA

Ali ttlttscurrió la hora de los verdugos, así sucedióaqnrll,t'. confuso, vidlento, poderoso, un mar embrav,eci-d¡ ttrntn::ando a mordidas los arrecifes: así era Ia em-bs¡¡thltt utxo negra humareda que ascendía al cidlo de-lñuh' lu tierra cubierta de cisco; el gran torbellino bes-llul t¡ttr lo arrastraba todo a su vórti:e de sangre. (Jna¡áltyt da una hora, de cinco años,

litthritl. Cedrón vívió durante'la Revolución, hizo laRtt',,lurkjn y ahora una masa conlusa de impresionesilit¡,rr,rrt:;, una rálaga diluida se Ie escapaba. ¿Cuándolhi,i tlc Sagua? ¿Ayer? ¿Hace treinta años? ¿Cuóndo¡'1t¡¡t,t'i,i a Laurita? ¿Cudndo vio morir a Trejo? ¿Quiéngr¡¡ t¡ttitttt a 'la hora de Ia muerte? La hora de la muer-le, l¡¡ l¡¡¡¡a de los verdugos y los mártires, Ia hora dehti tttios que pasdn sín sentirse, la hora de luto, de 'la

dlrgritt. de Ia vida, la hora de la Revolución.I',)¡ltt cra una hora diferente. Comenzaba dl buen año

dr l').'1,5 y ha.bía que responsabilizarse. Cedrón se detu-t\t rtt rl Salón H. de la Manzana de Gómez y pídió unlyg' lr piña bien frío. Eran las once menos cuarto ylatt¡t, (lrtc hacer tiempo para llegar en punto a la citatnil tlon Ernesto Menéndez.

lirrtntndo Orozco habrla dicho que eso era claild{-Fet,, l,t't'o Fernqndo no podía decir nada ahora poi

Page 120: Lisandro Otero- La Situación

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estaba muerto. Muerto, muerto, bien muerto. Gabrielb vio con el vientre lleno de aguieros perfectamenleredondos y la cabeza rpposando- en urut mancha desdngre oscura y los pórpados abiertos mostrando elhlanco del globo ocular y la pa7 en su rostro,,la paz.

Se habían citado una tarde en un calé de Ia iaileZnnja, Gabriél bebía un coñac cuando vio venir a Fer-nando y supo en su gesto que lo venían siguiendo. Fer-nando plsó rápído junto a su nTesa y le dijo: ,,¡En elChangaí!"

El Teatro Shanghai tenía ent cartelera, como slem,pre, un pésimosu luneta ,en lade Fernando. Edas se contoneclceaba su vientre adiposo con movímientos lascivos,cuando Fernando se sentó junto a ét y Ie puso un pa-quete en sus manos. "Me eslíán slguiendo, Tiene dina-mita. ¡Desaparécelo!1,' Y se fue.

Gabriel aguardó cinco mlnutos antes de deior el p*quete en los servicios, junto al inodoro, Cuando saüaescuchó los disparos y siguió caminondo y una cuadramós alla vió a Fernando muerto.

Sumner Welles ayudaba a delrocar a Machado porqueeI caos islefio no agradaba en lüashington.

Después de la muerte de Fernando no se alrevló enIa casa de 'la calle Gervasio ylloró al verlo y la madre de

lloTan¿q "¡Mi hiio, mi hijo!"

82

l¡)l dla que cayó Machado ranwió la calles' Lahyel¡a gen*al revolucionaria lubía llegado a derrocar

el Tlrano.'l'ttntó rcna máquina de alquílet an San Lázaro y se

dI(ó en él Parque Znyas, Contempló un largo rato eI

Fnltx'kt Presiden:cial y al pueblo enfurecido. Caminó

dequés por toda La Habana donde

lanizaba con'los soldados Y vio lasdw y el entusíasmo de la gente le

euúpido.Durante ese verano conoció a Ernesiina Guiral en

Gabriél deió de vet a Laurita y comenzó a frecuen'tur a Erneslina, Erne'slina estaba ansiosa de escapar de

lu padre y se casaron en dioiembre. Don Ernesto le

uuttientó eI sueldo y diez meses después, exactamente

ll 15 de Octubrg de 1934, nació María del Carmen'

Aquello to aleió aún más de'la actividad revolucionaria

,v r¿husó colaborar con los grupos que preparaton la

habían renacído las ambiciones' La muerte de su sue-

gro, cuando ocurriese, le dDon Erne'sto lo recibíó

Siempre le gustaba drama

Irraciones se¡ias. Entló enbriel era un buen muchacho. Con sus más y sus menos

16.- I,4 Situa,ciórl FS

Page 121: Lisandro Otero- La Situación

males ínevitables, como el sarampión y Ia tosPero ya era hora de sentar cabeza: "A Ernesto,hijo, lo he asocíado al bufete. Tú eres buen amigoé1. Han hecho la cdrrera iuntos. Has compartidotra me'sa. Te has casa:do con una muchacha de efamíIia. Gente honrada y trabajadora. Tienesrelaciones, No eres tonto y eI matrimonio domesticamás cerrero", En suma, era hora de que Gabriel Cformase parte del bufete. En adelante seriay Cedrón. El se retiraría en breve y aunque ellogban al tunto de mucho, aún había asuntos que lestaba por conocer.

Tocó una campanilla de plata y entró Ernesto lunior,que le dio un gran abra7,o. Fernando estaba muerto,

Esto era el inicio. Un bulete como eI de Menénde4daba contactos, prest,ígío. Estaba en circulación en eImundo de los negocíos. Haría dinero. Y no hctbíaqué estur separado cte la pdlítica. Quizás algún díapostularía pd"ra representante, para senador, o sería ministro, ¿por qué no? Era posible que sus amigosantimachadismo lueran poder, Seguían siendo susgos y ninguno podía reprocharle nada. Casi todos

ya tenía diel años en el bufete. Claro que huboetapa de locura que más vale no hd.blor de ella,somos revdlucionarios y socialistas en la juventud.

ban haciendo lo mismo que él: preparándose un futuro;No se puede ser comemierda toda la vida. Su suegratendría que morir. Con el tiempo podría comprarse unchalet en el Vedado. Viajaría todos los veranos a New,York con Ernestina. Alguna vez se llegaría a parís, Hay.que ve,r París aunque sea una vez. María det Cañse casafia con alguien que fuese alguien.

Gabriel entró en su oficina. La ventana estaba abier-,ta sobre el Parque Centrdl. El aslalto reverberaba conel intenso cdlor. La cúpula darada del Capitolio brilla-ban al sol. A'lgunos autos cruzaban frente aI CentroGallego y se perdían por Prado. Abajo, las figuras di-m¡inutas de los peatones, con sus traies de dril blanco,

w4 296

cnn lantllud, Estaba en el camino' Todo era

de llcm\o y lrabaio. La cíudad era suya-

ftéfrld anle 8u mesa, hoieó'la conespondencia qcu'

¡ de I¿ tntñana, y comenzó a firmarla: Con unrwr¡llat, Ssbrlel Cedrón. Con un saludo cordial,

Eedrtln, Con un saludo cordidl, Gabriel Cedrón'

Page 122: Lisandro Otero- La Situación

IFlclto Da'I'EMPoRADA

Rancho BoYero

tlH ñooher do ene

elneo ¡rcdos sobreÉi¡fttltaba cle diecItmblén, cnpecialmente en el aeropu€rto: la pista de

Ctr€?€lo re recalienta con el sol y despide un vaho€tlelnnntc u través del cual se v€n los objetos distantes

eam¡l detrfls de un recipiente con agua. Muy raras ve-

iÉt, Gtl loc meses de verano, una brisa viene a refrescar

ál n¡oblo'A e¡to dcbe un'i¡se el ruido de altavoces, la vocin-

lbtla dc los pasajeros y el poderoso eslruendo de los

holrlrcr, Sería un lugar desagradable si no tuviese a

¡H favor la deliciosa sensación de aventura que unvlnlo plovoca. Además, pos€e un bar refrigerado con

¡rnrrtlcr ventanales de cr;stal teñido que permiten ver

El movimiento de los aviones. En este bar, con un dai-

qrrlrf lrelado en tlna mano y un maletín en la otra, unopuerlc sentirse un pequeño Marco Polo en vísperas de

In prrtlda a CataY.(lnbriel Cedrón estaba en el bar del aeropuerto do

Fnncho Boyeros con un daiquirl en una mano, Ritica

hrhfn también un daiquirí. El altavoz anunció la salida

ilul vuclo 462 de National Airlines con destino a New

?31

Page 123: Lisandro Otero- La Situación

York. Ritica vestía un traje sastre de pequeños cuadrosblancos y negros. En la blusa, un pasador de brillantesobviamente reales.

Cedrón habló del calor porque no quería hablar delo otro. Dijo que allá afuera el calor debía ser inso-portable. Su guayabera blanca de hilo, muy almidonaday recién puesta, no tenía arrugas aún. Comenzo a ju-gu€tear con el pasaporte y lo abrió de golpe. Sobre elpapel azul, un nombre: Rita Silva, y al lado su fotogra-fía, de excelente calidad para la premura con que fuehecha. Cedrón dejó caer el pasaporte sobre la mesa yRitica lo recogió colocándolo junto a la cartera y losguantes. Cedrón acarició los guantes grises de cabritilla.

-Estás muy elegante -dijo el senador.

-Hay que ponerse así para viajar.

-Las mujeres se culdan mucho para los viajes.

-Todos los cuidados no son suficientes.

-Llevan guantes y todo.

-Para tratar alguna gente habría que llevar guan-

tes siempre.Cedrón hizo señas al camarero para que trajera dos

daiquirís frescos.

-Estás amargada.

-Amargada no, desilusionada.

-Pero ésta es tu gran oportunidad.

--Mi gran oportunidad ya pasó.

-Quizás encuentres otra.

-Trataré.-Tú entiendes lo que ha pasado ¿no? -Dijo Oe-

drón arqueando las cejas coR una expresión de inocen-cia muy cercana a la de un niño que se aventura porprimera vez en el misterio de la Eucaristía.

-¡Gabrielito, viejote!

-exclamó un hombre obeso

de gruesos bigotes y espejuelos oscuros mientras le es-tremecía la espalda con un sonoro manotazo. GabrielCedrón se puso de pie.

-La seño¡ita Silva, el senador Vargas.

238

*Bx renador. Ahora soy consejero cÓnsultiYo'

QUá hnces Por aquí, Gabrielón?=

-Despedía a la señorita Silva.:¿'l'o ent€raste de lo de Placetas?*Ho oldo algo.

:¡.'fú crees que a mí me hace falta secuestrar a

doÉgo¿os de ia municipal? Si yo fundé el P'A'U'vloJo,

JTú controlas bien ese término.

. -*Claro quo no me hace falta. ¡Secuestrar! Como si

t|no fuera un delíncuenfe o algo.

-Trl no eres un delincuente.

-Claro que no soy un delincuente, pero me tratan

esf. No te freocupes, a sombrerazos gano' Deja que el

Oenoral se entere de esto.- -S"guto

que ganas, ese término siempre ha sido tuyo'

-¿Virdatli Tú conoces bien. Tú eres perro viejo'

Bl camarero sirvió los daiquirís con el hielo licuado

dc¡bordando la coPa.

-¿No tomas nada? -invitó

Cedrón.

-Ño, tengo que irme. Mi mujer y mis hijas se van

¡rnrn Míami de óomp.us y ya están en el Gueit Dos'

Vlna u comPrar unos tabacos nada más' Encantado, se-

florita, Tem?stocles Vargas para servirla. ¡Hasta luego'(Jnbrielote, viejo!

-Es buena gente est€ tipo -comentó

Cedrón'

-¿También puso bombas en el treinta y tres? -pre-

guntó Ritica.

-Sí, también.

-Todos tus amigos pusieron bombas en el treinta y

tres, Siempre están hablando de eso.

-Es lo único decente que han hecho en su vida.

-¿Tú también? ¿Es eso lo único decente que has he-

cho?

-Mi reputación es distinta, tú lo sabes.

-Eres un cubano cordial con una familia de la jai.

¿Y

losallí

Page 124: Lisandro Otero- La Situación

-Te molesta mi familia.

-Es mi rival. Mi rival me ha ganado. ¿Cómo quie.res que me sienta?

-Ahora tienes una buena oportunidad.

-Comienzo una carrera; eso es todo.

-Tienes buena voz.

-Hay que ver si le gusta a los venezolanos. Me van

a anunciar como "Rita Silva, la voz at€rciopelada deltrópico". Sería menor que me llamaran ,'La tos mediopelada del cómico".

-Tienes buena voz

-Gabriel sonrió.

-¡Está bueno ya, chico! ¿Qué quieres? ¿Que te agra-

dezca esto: el pasador de brillantes, el contrato en Ca-racas y el pasaje en avión? Me has despedido como auna criada.

-Ni digas eso, Rita, mi amor. Tú me gustas mucho.

-P6¡ sss me embutes en un avión.

-Es que desde lo del hospital María del Carmen está

muy distinta conmigo. Me mira de otra manera, no m€habla apenas.

-Después de lo que he hecho por ti.

Cedrón no respondió y trató inútilmente de recordarlo que Rita había hecho por é1.

-Has hecho mucho por mí -dijo Cedrón.

-¿No fui yo quien te aconsejó que te arreglaras con

Batista? El mismo diez de marzo te lo dije. Ya ves. Tearreglaste y te ha ido bien.

-No me he arreglado con Batista. Estoy fuera delgobierno. Lo que pasa es que tengo amigos que ahoraestán aniba.

-Tienes amigos en todas partes, hijo. Siempre te va

bien.

-También quiero que mi hija sea mi amiga.

-¿Y tú mujer también?

-A Ernestina la respeto. Tú lo sabes.

-A ella no, al dinero que le dejó el alpargatoso desu padre. A ella no.

-¡Si te pones así me voy pa'l carajo! -gritó Cedrón.

con d€stino a Caracas, Venezuela, y convocó a los pa.rnjeros ante la salida uno.

-Perdóname, viejo. He pasado muy buenos ratos con-

ligo.

-Siento mucho esto. Lo siento mucho, de ve¡dad-dijo Cedrón.

-¿Vas a escribirme?

l¡rs. Caminaron hasta la puerta número uno.

-¿Cómo se llama el empresario amigo tuyo? _pre-

guntó Ritica.

-Carral; anótalo para qu€ no se te olvide: Carral.

-No, yo me acuerdo.

-No te preocupes, te estará esperando en el aero-puerto. Le puse un telegrama.

Los pasajeros formaron una fila y Ritica ocupó su lu-g0r.

-Bueno, chino, perdóname si me puse así. No seas

nrnlo, escríbeme. Acuérdate que yo eitoy bajo tu pro.tccción y tú eres protegido de Changó. No me olvidis antnmá. Nemesia te quiere.

Cedrón asintió a rodo. La fila avanzaba, Los pa-Nr¡jeros mostraban sus billetes a un empleado de im_pccable camisa blanca y corbata negra. Faltándolerólo un turno, Ritica salió de la fila y -besó a Cedróncn la boca. Gabriel sintió por última vez el contactohúmedo y suave de los labios de la muchacha. Riticalo abrazó y le susurró al oído: ,.Tú ere¡ mi macho.Slempre serás mi macho".

ALL

Page 125: Lisandro Otero- La Situación

-llamó el emPleado en la Puerta de

I

emPujó'unaallí agitó unente con los

ristal: "Es-

crí-be-me".

-¿A dónde, senador?

-[ s¿s¿, Chicho. Vamos para casa.

más?... ¿qué más?...

Gabriel Cedrón entró secándose cl sudor y Brnestina

242

frío. Ernestina le dijo a Ena que pusiera hielo en unacubeta y subiera el carrito bar al piso de arriba.

Cedrón se quitó la ropa y la dejó en desorden sobreuna butaca tapizada de satín coral. Apartó el cubrepiés yse acostó en la cama. La aguja de control del aire acon-tlicionado estaba al rnáximo: Dyna Cool, y el cuarto serefrescó rápidamente.

Cedrón observó detenidamente la lámpara del techo:los brazos bronceados del candelabro se deshacían encanelones y estrellitas de cristal; los bombillos estabancircundados de unas pequeñas pantallas color naranja.Nunca le gusto esa lámpara. Vio todo el cuarto comosi fuese la primera vez: el cubrecama de damasco ver-de doblado a su pies, las cortinas de seda verde for-nrando un marco en torno a las ventanas, las dos lám-paras veladoras: pájaros de alas abie¡tas antes de alzarvuelo, de porcelana de Meissen (eso lo recordaba bien,lo pagó muy caro), el cuadro con motivos chinos enla pared opuesta a la cama, el Sagrado Corazón sobresu cab€za, el gran espejo que cubría los closets (Er-nestina mantenía abierto el de la derecha mientras col-gaba la ropa), el gav€tero laqueado en negro, el juegóde cepillos con sus iniciales sobre la cómoda.

Ernestina comenzó a hablar mient¡as colgaba el sa-co en el perchero. No se detuvo un instante y encontrócosas que decir y habló definiendo los contornos de lamuerte que siempre le preocupaba: "Ahora es Pro-cholón, nuqca saben ¿qué van a mandar? (Todo se su-pone que sea 'lujo

-pensó Cedrón-, es luio esa seda

y esos espejos y no entregan nada; yo he dado de mípara eso), "El doctor Simson es más considerado por-que Díaz Henríquez ya no m€ hacía caso, me r€cetabansí como así, sin analizarme bien, Simson es mejor".(Es lo único decente qu:e hemos hecho: tfuar píedrascontra Machado). "Claro que las radiografías me sa-

Page 126: Lisandro Otero- La Situación

cuidadosamente. Recordó a Laurita cuando era-bella.Gabriel no repondió y Ernestina ce¡ió Ia puertav

a

, Ernestina abrió la puerta para que Ena ent¡asc conel carro bar.

-{lui está tu trago, Gabriel. ¿Te lo preparo?

-Hazme el favor,

Gabriel bebió acostado mientras el frío creciente lecalmaba el ardor de la piel. Ernestina terminó de orde-nar el cuerto y al salir dijo:

-De ahora en adelante, cuando te sientas algo irása Simson. ¿Me oíste? Simson es lo mejor que ha-y aquí.

-Sf, guárdalo. Si acaso salgo llamo una máquina dealquller.

-'Bntonces ¿me puedo ir?'-Sí, Vuelve mañana temprano,Chicho dio las gtacias y se iba a marchar cuando el

*nndor le preguntó si tenía novia. Chicho dijo que sf;pcnsaba casarse pronto. "¿Y qué harás deqpués de lahotla? Tratar de servir an senador lo mejor posible.¡Chichoo, Chiichoooo, no seas adulón. Ctrictrol Todoshrs Chichos que siwen a los Cedrones ¿son así? Son así.Yo seré la sombra fiel del senador si me ayuda a su-hir. ¿A subir? Eso quieres entonces, Chisito, ¿subir?

.¡,Subir a dónde?" Oedr,ón dijo que le agradecía su leal-tnd y que lo ayudaría después qu€ s€ casara. Chichoclijo que hacía tiempo quería pedirle, pero no se atre-vfn, no sabía si era un descaro suyo, la jefatura de unncgociado en la Renta de l-otería que se había entera-tlo por un primo segundo de su futura que trabajabaallí

-quedaría vacante dentro de poco... si el sena-

rlor pudiera. No, a á no le era fácil darle ese puesto;que ahora ya no era como antes y que él ya no e¡a s€-nador y debía quitarse la costumbre de llamarlo sena-clor. "¿No te interesa estudiar, Chicho? ¿Ir a la Uni-vcrsidad? ¿Ser un doctor? Sí, ésas son las cosas que di-ce la maestra cuando uno está en la escuela, pero des-pués no sirven: después uno crece y anda por la vida ycsas cosas no sirven; se quedan en los libros de lecturanl lado de la imagen en colores de José Martí. Desdeln Iotería podía servir muy bien los intereses del sena-tlor, perdón, del caballero. Mis intereses. ¿Cuáles sonlnis intereses? Sus interEses políticos. Ya no tengo in-tcreses políticos. La política no es importante. lvfire,scnador, no quiero hablar, yo Io respeto a usted. No,habla, habla. Usted está aquí con un trago en la manocn este cuarto muy bueno con aire acondicionado ycuando salga de aquí yo m€ voy para un cuarto en un¡olar. Yo quiero vivir mejor. Eso es así, es natural, pe-rn hay gue vivir mejor por un camino mejor. El cami-

244 UE

Page 127: Lisandro Otero- La Situación

I

I

l\

no-miás corto €s la política. de la potfti-ca? De- la política. Yo no ando eia jo-ven quise arreglar el mund ? Ni yo, nilos otros, pudimos arreglar mundo eramás fuerte que nosotros. Entonces fuimos como él que-ría que fuésemos. ¿Quién? El mundo, como el mundonos quería. El mundo, la vida, no la política. pero yoquiero vivir mejor, quiero ser alguien, y si usted diceque ya probó y no pudo... Si llego a jefe de ese ne-gociado viviré atento a lo que usted quiera. Estudia,Chicho, ayuda a tu patria. ¿Qué patria? Esta; la bande-ra... no sé la definición. A mí me gusta más el Cadi-llac. ¿Nunca te ha preocupado Cuba? Cómo no, todoslos Veinte de Mayo agarro tremendo jalao. Desde lasonce de la mañana empiezo a tomar láguer. Entonces,la patria es cerveza. Hay que poner eso en los librosescolares: Ia patria es cerveza; cada ciudadano debemanejar un Cadillac; política es el arte de no vivir enun solar. Yo, en el treinta y tres, cuando el Machada-to. . . Pero esos eran otros tiempos, senador. Otros!i.Tnor, estos tiempos. Todos los tiempos son iguales.Todos los tiempos son diferentes. Cervela en el ireintay tres y ceryeza ahora. ¿Puedo retirarme, senador? Sí,puedes. Oye, cómo se llama el jefe de ese negociado.Mañana mismo se lo averiguo, senador. Está 6ien. Teayudaré en eso".

con sus cacortinas dere fresco ytranscurrido

t

-Ya está el almuerzo, viejito, puedes bajar,

-¿No rne da tiempo para uná ducha r,ápida?

-Se te enfría la comida. ya está servida-. Te bañas

por la tarde.

246

ncstina mientras se envolvía en la bata azul'

María del Carmen, sentada en la cama cubriéndose

puso el pijama rosa pálido de nylon que en su transpa-

i.n.io -oÁttaba la c-oloración y turgencia de los pezo-

ncs. Tomó el auricular. Era TonY'

-¿Cómo estás, mi amor?

-preguntó Tony'

-iutuy bien, igual que cuando me dejaste hace un

rtto.

-Te llamaba para confirmar la hora: a las seis paso

a buscarte.

-Llegaremos a Va¡adero de noche.

-No importa, vamos directo a casa de las Sánchez,

scguro quelsta noche hay algo armado allí'--Si..pr" dan unos partis agradables cuando comien-

za la temPorada.

-Son muy chéveres. ¿A las seis, entonces?

-Sí, a esa hora estaré lista.

Colocó con cuidado el auricular en el gancho para

Page 128: Lisandro Otero- La Situación

tragos. Se bañó en la piscina con A¡a y Margarita,además de Tony, y había un sol espléndiáo. Despue,el la taquilla, se demoró mucho ante el erpejo del ioca-dor porque conversraron sobre las cosas dé la boda: loque tenía y lo que le faltaba. Tony las invitó a almorzara las tres, pero Maía del Carmen rompió el grupo por-que prefería descansar en la casa antes de salir pára

-Va-

radero.

La boda era en dos meses y ella no sabía bien cómoresultaría el matrimonio. Había oído chisrnes sobre los

a Tony y besarlo cuando llegara de Ia oficina. f¿ gus"taba eso; y estar los sábados y los domingos en el Bilt-mor€ con otros matrimonios jóvenes y tomar unos coc-teles por la noche, en días entrs g€rn¿¡¿, en casa delos amigos y escapars€ en el verano al extranjero por-que los viajes reposan. No tenla nada contra eso y no ,

sabía cómo alguna gente podía €star contra el matri-monio. Sólo la gente que estaba contra todo, como esepobre amargado de Luis, perdido €n un laberinto quela tentó una v€2. Ahora, recuperado su buen iuicio, de- Itestaba a los neuróticos,

Ernestina Guiral abrió la puerta: "María del Carrnen,baja a almorzar. Tu padre te está esperando,".

La oficina estaba en orden. El rimero de sobres, ali-neados por sus bordes r€ctos; las presillas, formando re- ,

molinos metálicos en pozuelos de cristal; los cestos depapeles, vacíos; los lápices afilados y los sacapuntas,limpios de virutas; las tijeras y el abrecartas, paraielos ala escribanía de bronce; las máquinas de escribir consus tapacetes; las gavetas del archivo, cerfadas con lla-ve. Dascal estaba solo. Se ¡eclinó en su butaca ob-

Qa.8 La Situación

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250

1

l

¡utrdr dc los monarcas británicos. Julia repitió sus con-@n€or Bpoyada por un clarinete y el bongó, y d€ proD-lo, con un golpe de platillos, se lanzó a una rumba muymlplcada de golpes de pelvis y menear de hombros.

"llulia, quítate ei mosquitero!", gritó Gay Lussac.lulle donrinaba el estilo exótico: no se agachó en nin-¡ún momento, ni recogió con los dientes pañuelo al-luno. Manejaba con habilidad el largo velo: poniendorl dc¡cubierto por un instante uno de sus gru€sos mus-lor para esconderlo en seguida y repetir la operación.

Nunca podía verse a Julia en su totalidad.

Al tcrminar la rumba, con un seco golpe del bon-ló, Julle dejó caer su velo. Estaba casi desnuda, cu-brlcndo ¡us inmensos s€nos con un estrecho ajustadorde lcntcJuelas: la carne se desbordaba poderosa¡ y un cu-b¡oroxo mlnimo de donde brotaban enérgicos sus vo-lumlnogoe muslos. Gay Lussac se lanzó con un grito a

la plcta y cay6 de rodillas ante Julia abrazándola y lemordió ferozmente el muslo en la región adiposa cerca-nn e la ingle. Julia dejó escuchar un alarido histeroidemlcntras le tiraba del pelo al marinero. El bongocerorsltó de su silla y lo golpeó de un rodillazo sobre laorcja sin poder arrancarlo de su presa. Dascal vio cla-tamcnte que de los dientes del marinero borracho surgíauna bocanada de sangre. El bongocero le d;o una pa-tnda dejando el cuadriculado de la suela sobre la merJlllo de Gay Lussac. Las luces del Hollywood se encen-dlcron en el momento en que el marinero abría la bo-ce dejando escapar a Julia, sollozante, con el muslo en-rnngrentado y el peinado deshecho y dejando sobre la¡rlsta varios rollos de cabello artificial . Mientras se lle-vnban a Gay Lussac, el bongocero trataba de agredirlonucvamente y pudo lanzarle una patada al estómago.

Dascal se alejó del Hollywood caminando hacia el tro-to en ¡uinas de la antigua muralla de La Habana. Serofitó sobre la tierra del cantero junto al bastión carraomldo y encendió un cigarro. Un policía se acercó:

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IiI, ULTIMO DIA

Matanzas es una ciudad noble y principal cruzadapor tlos ríos, el Yumurí y el San Juan; situada en el fon-do de un valle rodeando una anchurosa bahía de aguasenlmss y cercada de elevaciones, una de las cuales, lla-nlncln La Cumbre, permite apreciar el valle del Yumurí,que es una hermosa visión cuando una luz essasa en-tresaca los matices de la tierra y de la vegetación: tem-prono en la mañana o por la tarde, poco antes de po-nerse el sol.

Ouando se viene de La Cumbre, la ciudad apar€cercposade enroscándose en torno al mar. Allí funda¡onlon siboneyes una aldea a Ia que llamaron Yucayo y losespnñoles cercaron la zona para corral de vacas desti-nudas al sacrificio. De ahí el nombre de Matanzas. Fueun el año de 1693.

I¿ ciudad parec€ haber sldo construida dentro de unaproporción común, porque apenas hay edificios que quie-brcn la unidad que se advierto en todas las calles. Ma¡tnnzas no prosperó hasta 1¿ segunda mitad del siglo die-clnueve al concentrar en sus tierras la mitad de la pro-tlucción de azicar de toda la isfa. Los prósperos ciurtlndanos comenzaron €n esos años felices, alrededor deItl?S, a amontonar piedra sobre piedra.

Dascal se detuvo en Madruga para tomar un café

253

Page 131: Lisandro Otero- La Situación

del musgo,de otro tiempo. El patio seopuesto al zaguán con un enjalbegado

.

a la fuente crecían ar,ecas, palmas ina-

- La habitación era pequeña y estaba mal iluminada.La ventana daba sobre la casas del fondo del hotel.

2U

El eléftrno era una vieja pieza de gancho al aire. Das-eul pldié el trcscientos cuar€nta y seis raya dos en Va'rnderrl.

['Llellnn dijo que estaba sorprendida de este timbra-arr d6 Inldrugada; por suerte Alejandro se había que-tf¡rdo en La Habana. Dascal dijo que quería verla, que

Éhhfi on Matanzas y que saldría en seguida para Vara-detu, Sb ncgó a recibirlo y dijo que ella iría a Matan-pilil cn nre¡lia hora estaría allí.

l)urcul sc sirvió un trago y lo bebió de un golpe.Agtrnrrló un cuarto de hora y bajó para esPerarla. En-cénrlló un cigarro bajo la marquesina de cristal opaco de

ln enlrr¡da. El parque estaba vacío y muy bien ilumina-rhr. Cristina llegó en un Oldsmobile convertible, azul

r,ul ¡c echó sobr€ la cama apoyando su espalda €n lacubeccra de hierro.

*¿Quieres un trago? -preguntó

Dascal.'-A esta hora no.

-'l'c lo puedo suavizar con agua.

-No, gracias.Dnscal se sirvió el coñac y bebió un pequeño sorbo.

--Es una bobería esto -dijo Cristina.

-¿Por qué?

-Este es un pueblo pequeño, la gente se fija.

-Nadie te conoce.

-Nunca se sabe.

-Alejandro está lejos.

-Los comentarios van lejos.*Antes no te preocupabas tanto por eso.:-Alejandro no sabía... -dijo Cristina y deseando

€nllrr en materia añadió-: ¿Qué es lo que pasa?

-*Nada; hacía tiempo que no te veía. Tenía ganas

rle vcrte.

2,t5

Page 132: Lisandro Otero- La Situación

-Pero ya son más de las tres.

-Quería verte ahora. ¿Cuándo nos vimos por últi_ma yez, Cristina?

-¿f,a no te acuerdas?

--Sí, claro que me acuerdo.

-Después he pasado un mal rato. . . una crisis.

-¿Por mí o por Alejandro?

-Por los dos. Pero ya eso pasó.

-¿Por qué? Podemos seguir juntos. Como antes...

-Como antes, no. Ya eso pasó

-dijo Cristina.

-Te has olvidado pronto de todo lo gue disfrutabas.

-El placer no lo es todo.

-Es una parte importante del todo.

-No. Hay otras cosas. Si no se tienen esas otragcosas no puede disfrutarse d€ nada. Esa es la ve¡da_dera base.

-¿Tus vajillas, tus antigüedades?

-Eso es también parte del todo Jijo Cristina ycon una risa deliberada-: Me he divertido muc,ho enestos días porque me he enterado que Alejandro tieneuna mujercita. Su sec¡etaria o algo así.

-Razón de más para nosotros.

-No. La dejará pronto. Alejandro ha tenido ot¡asqueridas pero no le duran mucho; hace muy mat elFapet.

-Alejandro volverá al hogar.

-Siempre vuelve. Eso es s€guro, estable, permanente.

-Tú has becho lo mismo ¿no, Cristina? Volver a lo es-table y permanente.

-Esa es la base.

-Todo el mundo en este país se clava desesperada-mente a lo seguro.

-No todo el mundo. Carlos ha tenido valor.

-¿Cómo está?

-Ayer recibí una carta. Se ha matriculado en unaacademia de pintura. Se pasa el día ensuciando lien-Zos.

t¿68

-lla tcnido valor. Tiene más valor que tú para de-

¡rflcr lo convencional.*¿Qué tal lo del periódico?

-preguntó Cristina'

-Me han dejado fuera.

-Ya Io sé.

-¿Por qué Preguntas?

*Forqur puáiera tener relación con este viaje' esta

llnmnda.

-¿Mi pasión...?

-'I'u ambición.

-Nosotros somos gente extraña -dijo

Dascal..-No, somos como todo el mundo.

-Como todo el mundo de nosot¡os. Hay otra gen-

l€.

-Esos no cu€ntan. Ahora no entiendo nada. Esto

hr¡ sido muy extraño, Luis. Si me pusiera a contarlotodo sería una historia muy elxtraña.

-lrls, sería una historia banal. Ha sucedido mu'ehos veces.

-No te entiendo.

-Vamos a dar una vuelta, Hace calor -invitó

Das-

crl.

-Sí. Me ayudará a dormir mejor.Caminaron en silencio por las calles de la ciudad.

tll Parque Milanés era un agradable rincón. Estabamalamente alumbrado por viejas farolas y rodeado de

una cerca de pieüa adornada con copas de hierro. Laluz miserable dol parque solitario perrnitía sPr€ciar elfarallón cariado de la Cateüal de San Carlos. La texl-

tura del s Y oquedades, le Pres-tuban su e de la fe. Continua¡ron por desembocar frente alSauto.

-Ahí tienes al Teatro Sauto Jijo Dascal- que

fue, en su buena época, el segundo de la isla, después

dol Tacón de La Habana. Según Pezuela, en sus tiem-pos "era digno de cualquier capital europea"-

-Es austero y elegante. Me agrada su elegancia.

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-Lo construyó un italiano: Daniel Delaglio.

-No es italiano, es aust€ro.

-Lo hiz,o un italiano que padecía de la vesícula.

-Cristina se. ¡ió mientras mi¡aba fijafnente a, Das¡ca,l .

_ Primero fue una sonrisa que fue eitendiéndose has-ta abrirse en una risa plena.

-¿D€ mí? -preguntó

Dascal.

-Pienso que €res muy poco italiano. Te verías muy

mal con un traje napolitano; cintas de colores, unu gui-tarra y todo lo demás.

-Vamos a quedarnos en el Sauto. No tengo nada

en la vesícula.

-Si quieres. . .

-Ti9ne muy buenas condiciones acústicas porque fueconstruido junto al mar y el patio de lunetas está sobreuna profunda furnia. El pisoiirve como parche de tam_bor.

.Tomaron por la calle del Río y salieron a la de Nar-váez. El río San Juan corría p.iezorame.rte junto a lacalle de Narváez.

-Fíjate en estas casas -dijo Dascal_. Son muy pa_¡ecidas a las que bordean los canales veoecianor.-S^onlas casas de la ribera izquierda del San ¡uan. pescuUrl

::to u1 día y después lo leí en Hazard. Me agradó eso.Ilazard lo había dicho en lg65 y yo vi lo mismo anfesde leerlo.

Algunas parejas de enamorados se escondieron a supaso €n los vanos de las puertas. El antiguo puente deBailén, ¡ebautizado en la República con -J

nombre de9n eeleral- de la independencia, extendía su débil son__Dra.sob¡e las aguas del San Juan, que por la escasez delluyia alcanzaba fatigado el ma¡.

excitante la permanencia de estas cosas _dijoDascal.

-¿Eso te entusiasma?

-Me enfusiasma su obstinación, su fuerza,

-Son bellas.

-Son bellas por su determinación de quedarse.

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-No -dijo C¡istina-. Son bellas porque son bellas.'l'lenen dentro la belleza,

-El tiempo no puede contra eso, a menos que seandcetruidas.

-Los tiempos cambian Jijo Cristina.

-Para uosotros también cambian.

-Sl, para nosotros también.

-Tú has intentado permanecer en la belleza y dete-ncr el tiempo y no has podido

-dijo Dascal.

-Me imagino que sí.

-Es desagradable. Podíamos intentarlo de nuevo.

-No -dijo Cristina-. Ya eso pasó. Los tiemposcsmbian.

Se acercaban al hotel y Dascal la acompañó al Olds.mobile.

-¿Te llamo otra vez? -preguntó

Dascal.

-No me llames más. Somos amigos. Si algún díanecesitas algo...

-No necesitaré nada. Gracias.El cuarto estaba lleno de luz ahora. Dascal se incor-

poró sudoroso en la cama. Había dormido muy intran-quilo. Se inclinó ante el lavamanos y se echó agua enla cara y en el.cuello. Mientras se vestía pudo ver locltcchos de Matanzas a través de la ventana. Eran los mis-mos tejad,os de toda la isla: naranjas, rojos quernados,ocres. Bajó a desayunar.

El comedor tenía un artesonado de gtuesas vigas. Lasn¡amparas que daban a la calle eran azules y blancas ylas del corredor, de vidrio violáceo grabado al ácido,con copas desbordando flores. En las esquinas, cuatroestatuas de mármol oscurecido simbolizaban las estacio-nes. Pidió café con leche y pan con mantequilla.

k dejó una buena propina al camarero y pagó lanota del hotel. El viejo le preguntó si deseaba que ba-jaran sus maletas. Dascal dijo que no había traídoequipaje. El viejo lo recordó, de la noclrc anterior, yle preguntó si había dormido bien. Dascal dijo que sl.

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. La luz cegante, en la. carretera, lo obligó a ponerselos espejuelos oscuros mientras t.átuúu-á" ¡nantener ladirección con la otra mano. El camiio áe retorno fueuna sucesión de palmeras y bohíos y g.ruji.o. a caballocon catauros eu la grupa llenos de'viándas. Cuandoc¡uzaba ce¡ca de un central era el oloi a gu,arapo y tascañas que crecían flexibles, batidas pá, "f

iirpi,, "i.rtáque venía del mar. En los puentÁi, nio.o los tablo-nes resonaban con ritmo de illá y en los puent€s de con-creto las gomas siseaban al despega¡se dei astalto ablan_dado por el calor. Oe tos plaian+les, con sus blandas

los girasoles y los c on la alegría de

t¡ataban ¿. .úu.irti, ... do en un ",;" ,Y*11, "rll,?¡ios caballos co¡¡ían libres por uou ,uiu"u abanicán-dose con el rargo plumero der rabo. EL aire carcfnadoque entrab¿ por la ventanilla lo intoxicaba con la vi-sión.en ráfaga que cruzaba aote sus o¡-orJ

"oo el olora sol quemando cuanto c¡ece sobre ta U..í".

Dascal pensó en la vida convulsa y errática de 6s-ta ^^ r^ ^^'^co en la gente que la habían

so i¿r:l,t:ffi,":"iX?l,,lil;vcia, plenos de alegría de vcia y fantasía, que sabían IuD mamey y las tonalidadesen un día de scia de una palinventados porempacho, la erisipela, losvenéreas, las ñáñaraq lassó que toda la vida e¡a unazas y que aun la muerte no podría detener est€ combate.Era domingo y las calles I --dras antiguas-v r'"r- ujto, sus Pie-zadas poi *í ;;";;;" eran cru-

encontió u ru puñr"-Ly el periódico "o

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y u su madre tejiendo en su habitación, junto al alto€rcnparat€ de la ropa blanca y los recuerdos familiares.Dnscal entró a su cuarto y se enjabonó la cara en ellnvnbo y encendió el calentador para darse una ducha.

Su pndre lo llamó. En la terraza crecían en mac€tas,

formundo una barrera hacia la calle, las matas de palitos

chlnos y de lengua de vaca.--Quería saber si ya has pensado bien lo que vas s

hacer -dijo Ernesto Dascal.

-No, no he pensado nada.

-Debes volver a la Universidad.

-¿Para qué, papá? ¿Para qué?

-Encarnación, ¿estás oyendo? -gritó Ernesto Das"

-No vamos s discutir. Si quieres vuelvo a la Uni-versidad.

-Eso es ot¡a cosa. Me alegro que 1o hayas comfprcndido. Allí te harás un hombre de bien.-

-Me da igual. Me da igual allí o en otra parte

-dijo Luis y volvió a su cuarto.

-No vayas a salir ahora -le dijo el padre mien-

rras iba por el pasillo- que hoy vamos a almorzar tem-

Prano,

201

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INDICE

Domlngo, 26 de Agosto de l95lORO BLANCOI,JN PADRE DE LA PATRIAORO BLANCO(\nilenza el inviernoOITO BLANCOUN PADRE DE LA PATRIAEl domingoORO BLANCOUN PADRE DE LA PATRIANavlddes de I95tUN PADRE DE LA PATRIAORO BLANCOIin Enero'comienza el año 1952UN PADRE DE LA PATRIAOI(O BLANCOlueves, 24 de Enero de 1952oRO BLANCOMientras el invíerno continúaUN PADRE DE LA PATRIAORO BLANCOlin Febrero del 52UN PADRE DE LA PATRIAORO BLANCOUN PADRE DE LA PATRIAMarzo es eI preámbuloUN PADRE DE LA PATRIAl0 de Marzo de 1952UN PADRE DE LA PATRIAlnicio de temporadaDl úItimo úa

t7l92l234t434759636719818597

1011051251311491551591751791831892072lt23t237253

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En el Concurso convocado por la Casa delas Américas, de La Habana, en J963, el ju-rado compuesto por Alejo'Carpenlier, JulioCorlázar, Rubén Azócar y Edmundo Des-noes, confirió el Premio Unico de Novela aLA SITUACION, del escrilor cubano Lisan.dro Otero.El aulor nació en 1932.'Residió en París du-ranle dos .años. En esla ciudad publicó suprimer libro de cuenlos: TABACO PARA UNJUEVES SANTO. En 19ó0 publicó el libro ti-tulado CUÉA Z.D.A., largo reporlaje en elque hacía un recuenlo del primer año delnuevo gobierno. En 1962, la Casa de las Amé-ricas le ediló un breve y penelranle ensayosobre Hemingway.Acerc¡ de LA SITUACION, Alejo Carpen-lier ha dicho lo que sígue: "Mucho se ha -

explolado, en América, el género de la no-vela rural, regional, nalivisla. No digo conello que el lránsito haya sido vano: nos ayu-dó a precisar los conlornos de cierlos pai-sajes; universallzó cierlos arquelipos básicosde las pampas, maniguais o alliplanos. Perohabía llegado el momenlo, para'nosolros, depenelrar en el mundo de la novela urbanay de p¡nlar, en ella, una burguesía cuyoscomporfamlenlos difieren lolalmenle de losque caraclerizan las burguesías európeas".,"Creo -agrega Carpenlier- que' Lisandro'Qlero ha elegido una buena lemálica y' seha entendido [ien con ella".