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Las piedras están tan asociadas a la cultura que los dos
más largos periodos de la historia de la humanidad son
designados en función de las tecnologías líticas de cada
etapa: Paleo-lítico y Neo-lítico. Nada menos que hace
500.000 años ya eran utilizadas lascas de piedra por nues-
tros primeros antecesores. Los ho-
mínidos y las piedras han
mantenido una relación intensa
incluso antes de la existencia de
nuestra especie: el homo sapiens.
De hecho, es probable que la pie-
dra haya tenido una importancia
trascendental como herramienta
en el proceso de hominización.
Desde aquellos primeros chopper
paleolíticos hasta la modesta sí-
lice imprescindible para la infor-
mática y la digitalización, las
piedras han sido útiles para escar-
bar, cortar, golpear...; las grandes
rocas y sus oquedades han ser-
vido como protección contra las
inclemencias climáticas o contra
las fieras (humanas o inhumanas)
y las grandes montañas se han
erigido en referencia espacial singular y en soporte de creen-
cias e intensas vivencias espirituales.
El valor simbólico de las piedras
Los seres humanos han prestado especial atención a las pie-
dras con características particuares: de color, transparencia,
textura, dureza (o blandura), brillo, capacidad
para hacer fuego u otras. Estas piedras pueden
ser utilizadas como adornos o pueden coleccio-
narse y, por tanto, son susceptibles de tener un
valor simbólico. Otras piedras pueden tener un
uso instrumental para el trabajo recolector o
para la caza: lascas, hachas, raederas, etc.; son
útiles y por la importancia de su utilidad pueden
adquirir un valor simbólico, valor que puede su-
brayarse y enriquecerse cuando se le añaden incisiones o
pinturas decorativas. Además, hay piedras pequeñas o gran-
des, incluso montañas que pueden sugerir por su forma la fi-
gura de animales, personas o plantas, y entonces adquieren
un especial valor simbólico ya que “representan” a otros ob-
jetos, o propiedades singulares de los mismos. Con diversos
nombres –piedras para ver, piedras artísticas, piedras objeto,
etc.- las piedras singulares han sido apreciadas, colecciona-
das, admiradas e incluso veneradas. Posiblemente ya los Ne-
andertales coleccionaban
conchas y piedras singulares. Y
los homo sapiens supieron en-
contrar (quizás porque lo busca-
ron) ciervos y bisontes en los
resaltes de las paredes de la ca-
verna.
Recreación de paisajes
Los suiseki japoneses son pie-
dras encontradas en la natura-
leza que son susceptibles de
sugerir paisajes –montañas,
islas, costas, cascadas, lagunas,
grutas-; objetos –casas, puentes,
barcas-; animales –tortugas, pá-
jaros, ranas-, personas y/o senti-
mientos concretos.
En la China de la dinastía Han
(hace más de 2.200 años) algu-
nos hombres sabios ya utilizaron grandes piedras-paisaje en
sus jardines. Su objetivo no era simplemente decorativo,
estas piedras representaban en miniatura las islas de los in-
mortales (Penglai). El arte del bonsái surgió como necesario
complemento de las piedras paisaje para la creación de Pen-
jing, verdaderos paisajes en miniatura. El siguiente paso fue
seleccionar piedras más pequeñas (gongshi) adecua-
das para su uso en el interior de las viviendas, donde
eran contempladas y utilizadas como soporte para la
meditación.
Las antiguas civilizaciones coreanas de Kokuria y
Baekje importaron de China, junto con el taoísmo,
las gongshi, hace unos 2.100 años. Allí se conocen
con el nombre de suseok, donde su significa “longe-
vidad” y seok significa “piedra”; por lo tanto suseok
significa “piedra de larga vida” o, menos literalmente, “piedra
con forma inmutable”. Se exhiben en soportes especiales de
cerámica llenos de arena o agua (suban), o en soportes de
madera cuidadosamente tallada (daiza).
En la China dela dinastía Han,
hace 2.200años, ya habíapiedras-paisajeen los jardines
Las piedras iconoEl arte milenario del suiseki se basa en la capacidad de evocación de las piedras
Entre el 22 y el 24 de octubre, la sede del Instituto Cervantes de Alcalá de Henares acogerá por primera vez la Exposición de
bonsái y suiseki organizada anualmente por la asociación complutense Círculo del Bonsái. La muestra, que este año celebra
su duodécima edición, pretende dar a conocer las propiedades éticas, espirituales y ornamentales de dos manifestaciones
artísticas ancestrales. Además, esta actividad pone de relieve el diálogo intercul-
tural y la relación entre cultura y medio ambiente, dos de los ejes de actuación
del Centro de Investigación y Documentación del Instituto Cervantes (CIDIC). Una
veintena de suiseki y cuarenta bonsáis compondrán la exposición, en la que se
ofrecerán explicaciones sobre las piezas exhibidas y los cuidados necesarios para
su mantenimiento. Con motivo de la muestra, este artículo desvela algunas claves
de los orígenes del suiseki y su evolución.
Fechas: Del 22 al 24 de octubre.
Horario: De 10 a 14 horas y de 17 a 20 horas
(días 22 y 23). De 10 a 14 horas (día 24).
El día 22, a las 19 horas, se realizarán visitas
guiadas (Inscripción: [email protected]).
Acceso gratuito.
Jesús Jiménez Segura
Uno de los suiseki que se expondrán en el IC de Alcalá de Henares.
Boletín del Centro de Investigación y Documentación del Instituto Cervantes (CIDIC) Nº 3 Octubre 2010 [email protected]
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A diferencia de los suiseki japoneses, los suseok coreanos
no admiten ningún tipo de modificación sobre la piedra origi-
nal. Un auténtico suiseki japonés debe haber sido formado
exclusivamente por fuerzas de la naturaleza, pero se admite
algún tipo de intervención mínima que ayude a distinguir al-
gunos detalles.
Hace unos 1.400 años llegaron a Japón los primeros Penjing
y gongshi desde la corte imperial china. Estas piedras verti-
cales que representaban las impresionantes montañas y
acantilados de China se hicieron populares entre la aristocra-
cia nipona durante cientos de años. En Japón se desarrolló
un arte singular denominado suiseki, literalmente “piedra”
(seki) y “agua” (sui). Probablemente este nombre tiene que
ver con la filosofía china del
yin-yang. Para los creyentes
en el yin-yang (in-yo en ja-
ponés), una piedra con un
paisaje en miniatura sobre
el agua simbolizaba las dos
fuerzas del universo. La pie-
dra representaba las carac-
terísticas yang -la dureza, la
solidez, lo implacable, lo
seco, lo caliente, lo bri-
llante, lo fuerte, el carácter
y lo penetrante-; mientras
que el agua representaba
las características yin -lo
suave, el vacío, lo que
cede, lo húmedo, lo frío, lo
oscuro, lo misterioso, lo
débil, lo pasivo, lo delicado,
lo sensible y lo receptivo-.
Para los sintoístas, las pie-
dras especialmente configuradas por la naturaleza (así como
otros elementos, tales como el sol, la luna o los árboles sin-
gulares) servían de morada para los dioses o poderosas fuer-
zas espirituales (kami). Para los taoístas las piedras
simbolizaban Horai, el paraíso. Y para los budistas, las pie-
dras simbolizaban el Monte Shumi, una mítica montaña sa-
grada que se creía situada en el centro del mundo. Con la
influencia del budismo Zen, el suiseki más apreciado era el
más sutil frente al más obvio en su figuración, en consonan-
cia con las enseñanzas del budismo respecto a la austeridad
y la meditación.
Propiedades del suiseki
El suiseki clásico se caracteriza por tres propiedades básicas:
la expresividad, el color y el equilibrio. La expresividad es
esencial para distinguir el suiseki de calidad y se materializa
en su capacidad de evocación, ya sea de una escena, de ani-
males, etc. El color, por una parte sugiere la luminosidad de
los objetos representados y, por otra, puede ser portador de
un valor simbólico. Por último, el equilibrio es generado por
la relación dinámica y armoniosa entre sus componentes
opuestos y/o complementarios: cóncavo/convexo, suave/ás-
pero, amplio/estrecho, cla-
ridad/oscuridad, etc.
Existe una cuarta caracte-
rística, el yugen, impor-
tante concepto de la
estética japonesa aplicado
inicialmente a la poesía
waka y más tarde al teatro
Noh por su fundador
Zeami Motokiyo. Motokiyo
usaba imágenes de la na-
turaleza como una metá-
fora constante, por lo que
el yugen subraya el sentido
misterioso y profundo de la
belleza del universo. La
clasificación de suiseki se
hace en función de diver-
sas pautas: por su aspecto
formal, su color, su origen
geográfico, etc.
En cuanto a su percepción, o más bien interpretación, está
en gran parte determinada (o ayudada) por la palabra, por el
nombre con que se designa el suiseki. El recolector o colec-
cionista intenta traducir a palabras su percepción del suiseki
que, evidentemente, no es una percepción verbal. De esta
manera, el nombre dado al suiseki contribuye a anclar su en-
tidad, a simplificar la compleja experiencia no solo visual,
sino también táctil y espiritual, que supone la relación pro-
funda con el suiseki.
La Piedra Negra, reliquia musulmana que se encuentra en la esquina oriental de la
Kaaba, la construcción cúbica de piedra hacia la que los musulmanes se orientan para
orar, en el centro de la Gran Mezquita de La Meca. Ubicada en una hornacina de plata,
la Piedra Negra indica el punto de partida para la vuelta ritual alrededor de la Kaaba.
Seki significa “piedra”
y sui signifia “agua”
El uso de las piedras comenzó
hace 500.00 añosHace 1.400 años llegaron a
Japón las piedras-paisaje
¿Sabías que...?
Bonsái es un término japonés formado por los signos bon,
“maceta” o “bandeja”, y sai, “planta” o “árbol”. El arte de
los bonsáis se originó en China hace unos 2.000 años,
como un objeto de culto para los monjes taoístas. Para
ellos, el árbol simbolizaba la eternidad, un puente entre lo
divino y lo humano, entre el cielo y la tierra. Durante siglos,
la posesión y el cuidado de los bonsáis estuvo ligado a no-
bles y personas de la alta sociedad y se buscaba reproducir
estos árboles según los existentes en las altas montañas.
Llegó a Japón hace setecientos años y allí se desarrolló
hasta convertirse en el arte botánico actual.
Boletín del Centro de Investigación y Documentación del Instituto Cervantes (CIDIC) Nº 3 Octubre 2010 [email protected]