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9 NÓMADAS LAS GUERRAS CONTEMPORÁNEAS L A GUERRA, LA POLÍTICA, LA NACIÓN

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9NÓMADAS

LAS GUERRASCONTEMPORÁNEAS

LA GUERRA, LA POLÍTICA, LA NACIÓN

NÓMADAS10

PAZ Y GUERRA*

Eric Alliez* *

Antonio Negri* **

Traducción de Ernesto Hernández****

Hemingway ha escrito: “el mundo es un bello lugar por el que vale la pena batirse”.Yo estoy de acuerdo con la segunda parte.

Se7en

La paz “postmoderna” al ser absolutamente contem-poránea de la guerra y de la barbarie, se constituye enuna institución “postdemocrática” de un estado de ex-cepción permanente. La paz es, entonces, la continua-ción de la guerra por otros medios, es la reducción de lasoberanía al desequilibrio del terror según el principio dedistinción entre amigo y enemigo. Los autores nos pro-ponen el “Combate contra la guerra” como el caminoque se debe recorrer para destruir el sistema de eviden-cias de la falsa paz social, y así abrirnos a la construcciónde un nuevo mundo posible para las singularidades cual-quiera. Mundo posible como un en-común, como co-munidad por venir.

“Post-modern” peace, as a coetaneous of war andbarbarian, becomes a “post-democratic” institution in apermanent State of Exception. Peace is, then, a mainte-nance of war by other means; is the reduction of the no-tion of sovereignty to the terror disequilibrium on theprinciple of distinguishing friends from enemies. The au-thors present the “Combat against the war” as the rightway to destroy the false social peace system of evidences,in order to construct a new possible world to any singular-ity. A possible world understood as an in-common world,as a community to come.

Palabras clave: Guerra, paz, éxodo, arte.

* Este texto se escribió para la exposición Frieden Weltwärts organizada por ElisabethSamsonow por petición del Österreichisches Studienzentrum für Frieden undKonfliktlösung y el Europäisches Museum für Frieden (Burg Schlaining, 4 de mayo al 31de octubre de 2002). La exposición presentó obras de James Burell (USA), BirgitJürgenssen (Austria), Tal Adler (Israel), Benedikt Schiefer (Alemania). El texto fueproyectado (en sus versiones al inglés y al alemán) en una sala de la exposición y sereprodujo en el catálogo. Se publicó en la revista Multitudes, No. 11, de 2003. Losderechos de publicación en español fueron cedidos por los autores a Nómadas porgestiones de Ernesto Hernández quien además tradujo el texto.

** Francés. Doctor en filosofía. Profesor asociado en la Universidad del Estado de Río deJaneiro y Director del programa en el extranjero del Colegio Internacional de Filosofía.

*** Italiano. Licenciado en Filosofía de la Universidad de Padua. Fue catedrático de Teoríadel Estado y director del Instituto de Ciencias Políticas. También fue Profesor de CienciaPolítica en la Universidad de París VIII y fundador de la revista Future antérieure. Es unode los filósofos marxistas más importantes de la segunda mitad del siglo XX.

****Fundador y director de la revista El vampiro pasivo y Sé cauto; traductor de los cursos deDeleuze (www.webdeleuze.com); Ingeniero de sistemas. E-mail: [email protected]

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1. Guerra y paz: en su formaclásico-moderna, la conjunción dela guerra y de la paz preserva elvalor disyuntivo implicado en elquiasma de esas nociones comunesmostrando la imposibilidad de pro-ducir, histórica y conceptualmente,una definición positiva de la paz.La paz, como el desarme, designanegativamente un estado social ca-racterizado por la ausencia de gue-rra. Es la paz por el desarme, comosostiene Raymond Aron: “se dice –escribe él– que la paz reina cuandoel comercio entre las naciones noimplica formas milita-res de lucha” [RaymondAron, Paix et guerreentre les nations, 1962].Ni esencial, ni existen-cial, la paz no excluyelas luchas y los conflic-tos (los desmilitariza)puesto que su principio“no es diferente del delas guerras: las paces es-tán fundadas sobre elpoder” [íbid], y esto enun mundo al que ahorahay que considerar, elimperativo de seguri-dad pública así lo exige,como un todo entero(Aotus orbis). De esen-cia aseguradora, estaprimera forma laica de mundia-lización política es indisociable de laantinomia Guerra/Paz que someteel “derecho de las gentes” (jus gen-tium) a la perspectiva universal delpoder (potestas). Antinomia –es lapalabra usada por el viejo Proud-hon para explicar que “la paz de-muestra y confirma la guerra”,mientras que “la guerra, a su vez,es una reivindicación de la paz”[ P.J. Proudhon, La guerra y la paz, In-vestigaciones sobre el principio y laconstitución del derecho de gentes,

adentro ni afuera, donde “el co-mercio entre las naciones” ha en-mascarado la paz exterior con lamundial desagregación del vivir-en-conjunto (la “paz interior”), pazy guerra están tan asombrosamen-te entremezcladas que simplemen-te forman el derecho y el envés deun mismo tejido proyectado sobreel planeta. La paz, dicho de otra ma-nera la guerra… lo que es menos hi-pótesis que hecho constatado portodos, lo de esta identidad híbridaque lanza a “todo el mundo” en unameta-política en la que la paz pa-

rece solo ser la continua-ción de la guerra por otrosmedios. Alteridad, de he-cho relativa, de una acciónde policía ejercida conti-nuamente sobre la polisglobalizada bajo la jurisdic-ción de excepción de unaguerra infinita. La paz es de-ducida como instituciónde un estado de excepciónpermanente.

3. En el alba de lostiempos modernos, cuan-do los paradigmas de lasoberanía y del Estado-nación están en gesta-ción, Hobbes cuenta lahistoria de la humanidad

como el gran relato de la salida delestado de guerra de cada uno con-tra todos que identifica al estadode naturaleza. Fundada sobre la di-solución de las relaciones de na-turaleza y la alienación del deseoin-definido de poder de los indivi-duos, la institución política de lasoberanía inventa el Derecho co-mo principio de sí misma y garan-tía de la paz civil. Pagado el altoprecio de la alienación, sin retri-bución, de la libertad en la obe-diencia al soberano, la paz es la

1861.]–. A pesar de la sorprenden-te actualidad de esta última fórmu-la, Proudhon describe así lo que élllama “las condiciones alternativas dela vida de los pueblos”, sometidos ala alternancia histórica, “fenomeno-lógica” de los estados de paz y delos estados de guerra, en un mundoen el que la lógica nacional de lacentralización estatal implica y ex-plica la propensión a las confronta-ciones militares.

2. Paz y guerra: en su formaimperial hiper-moderna, la conjun-

ción entre la paz y la guerra debeser comprendida según el valor sus-titutivo que toman los dos térmi-nos, absolutamente contemporáneos,comenzando por invertir sus funcio-nes y sus relaciones “clásicas”. Mien-tras la guerra significa la regulaciónde los poderes constituidos y la for-ma constituyente del orden nuevo,la paz es solo una ilusión engañosaque sostiene el poder de desordeny su amenaza, urbi et orbi, contra laseguridad del mundo. Al final su-cede como si, en ese mundo sin

Teodoro De Bry, “Un prisionero entre sus verdugos...”, 1592,grabado, Grandes Viajes: América

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única contra-partida de un pactode sumisión (transferencia de po-tencia) del que el absoluto jurídi-co (transferencia de derecho) escondición real del cuerpo políti-co. El soberano es absoluto en laobediencia de los sujetos al solo be-neficio de la seguridad; la “seguri-dad del pueblo” es condición derealidad del poder (del) soberanode “juzgar lo que es confor-me a la razón y lo que no loes”, según la fórmula del Le-viatán, XXVI. Tendrá en lasmanos la espada de la justi-cia por la cual conserva lapaz interior y la espada de laguerra, por la cual asegura ladefensa exterior y castiga alrebelde que declara su volun-tad de desobediencia (non jureimperio sive dominio, sed jurebelli: el enemigo interior re-leva del derecho de guerraporque “la rebelión es sim-plemente el retorno al esta-do de guerra” [Leviatán,XXVIII] que dirige a “la mul-titud contra el pueblo” [DeCive, XII, VIII]). Así la gue-rra se presenta como la con-dición negativa de la paz;representa la razón de Esta-do que determina el volun-tario sometimiento al Amode la Ley. Pues es necesariala omnipresencia de la gue-rra y de sus representacio-nes para crear un Orden quehaga de una multitud dispersa uncuerpo único sometido, con elnombre vacío de Pueblo, al “po-der absoluto” de la voluntad deuno… El Estado moderno nace deesta representación política que sesostiene por la guerra monopolizan-do, a nombre de la paz, la lógica deacumulación de poder sustraído a la“confusión primitiva” de las multitu-

des. La Guerra de los Treinta Añosno está, para nada, asociada al na-cimiento de la soberanía moderna:concluye por una paz que sella lavictoria definitiva de la moral jurí-dica de la fuerza sobre la politeiacomo “justa” distribución del po-der (Hobbes percibe lo justo griegocomo una escuela de sedición).Pero, ¿hemos creído en esta paz sin

justicia que atraviesa los paisajes dela masacre sobre la carreta de MéreCourage? Entre 1618 y 1648, Ale-mania pierde la mitad de sus habi-tantes… la paz lograda por el Estadomoderno es un ideal desgarrado en-tre la teoría de la guerra justa(Grotius) y el programa de una pazuniversal a la cual conviene dar elnombre de utopía (Tomás More).

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4. En la edad de una posmoder-nidad reivindicada, en la cual elcuadro planetario está mucho me-nos fijado por la Organización delas Naciones Unidas –lejana here-dera de los proyectos de paz perpe-tua– que por la OrganizaciónMundial del Comercio, la guerra hadevenido potencia de orden autori-zándose el carácter de “más allá” de

la conquista territorial. Adiferencia de la edad clási-co-moderna que había con-cebido una idea reguladorade la paz por la comunidadinternacional, asociando lapráctica de los intercambiosy del comercio (usus com-merciorum) a la voluntad so-berana de los Estados, la pazsolo acierta expresarse, bajoel vocablo de Peace Research,en la guerra y por una lógi-co-logística de guerra. Argu-mentando la “situación deexcepción” para sustituir larelación internacional defuerzas por un poder unita-rio mundial. La guerra comomanutención de la paz, guar-diana de la policía de la paz.La diferencia respecto almito fundador de la moder-nidad política se manifiestaen la inversión de la relaciónentre Guerra y Paz. Paz yguerra: liberada de la utopíasecularizada de la Repúblicacristiana, la paz ya no es la

“solución” de la guerra construidasobre un equilibrio (relativo) de lasfuerzas o sobre una hegemonía “ra-zonada” (del lado de la guerra) –lapaz es la condición de procedimien-to inherente a la conducta de la gue-rra fundada sobre la distinción entreamigo y enemigo–. En ese contexto,que es necesario llamar de opacifi-cación, el decisionismo schmitniano,

Coriolano Leudo, Gonzalo Jiménez de Quesada, óleo, s. XX

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que pone en movimiento la produc-ción de soberanía, anima al impe-rio. La noción de política, en suúltima afirmación del vacío de suverdadero estado frente a las ana-logías teológicas de la realidad delEstado, sólo vale para hacer coin-cidir soberanía y decisión en unamegalo-política imperial en la cualel eje hace girar al mundo entero,totus orbis, alrededor del poder so-berano que decide continuamentesobre la “situación excepcional”.(Según la célebre apertura de la pri-mera Politische Theologiede Carl Schmitt: “Souve-rän ist, wer über den Aus-nahmezustand entscheidet”(es soberano quien deci-de sobre la situación ex-cepcional [del estado deexcepción]). Evitaremos,entonces, ironizar sobre elEje del mal –o el juicio deDios– para tomar encuenta la hipermoderni-dad de una situación quemarca un desplazamientocompleto respecto delmodelo hegemónico de lapax romana, tal como sedeja percibir en el precep-to del “Si vis pacem, parabellum”. No se trata enton-ces de preparar la guerrapara tener la paz (este es el princi-pio de la disuasión), sino de hacerla paz en la guerra en función de unadestrucción continuada (inversión delescenario teológico “progresista” dela creación continuada) reduciendola soberanía al desequilibrio del terror.¿La paz es el nombre postmodernode la guerra? Un proyecto para volverperpetua la guerra en el mundo, un pro-yecto de guerra mundial perpetua.

5. La literatura moderna, cuan-do se ocupa de la guerra, siempre

pone en escena ese momento en elcual el hombre descubre su soledadsobre el campo de batalla. Grim-melshausen, Tolstoi, Stendhal, Cé-line o Hemingway muestran a estehombre milagrosamente indemne oherido, estupefacto por el ruido yel furor, y más aún por el hecho deque la luna y el sol puedan brillartodavía. El retorno a la paz es res-tauración natural de la presentaciónsensible del mundo, restauraciónestética del ser-en un afuera. La pre-gunta se convierte ahora en: ¿po-

demos aproximarnos interiormentea la paz cuando lo postmodernodesigna la anestesia de la vida de-vuelta al vacío, el duelo de nuestraafinidad con el plasma espacio-tem-poral y su mercantilización genera-lizada, la disposición del mundocomo teatro de operación para unaguerra total que apunta a una paztotal? ¿Cómo sustraerse a lo inmun-do de la guerra cuyo fin es la supre-macía definitiva de una “seguridadglobal”?, ¿la paz misma habría al-canzado su edad nihilista sometién-

dose al reinado de un “humanita-rio” tan monstruoso como la gue-rra (según la fórmula propuesta porRancière: “la categoría de lo hu-manitario como el doble de la Real-politik de los Estados”)? ¿Dóndeencontrar la paz, sino en un despuésde la guerra en el que la disuasióncivil de una post-democracia habríatomado el relevo de la “estrategiaanti-Ciudades”, de la disuasiónnuclear?, ¿basta alcanzar lo impre-visto, un nuevo monstruo segura-mente, para liberarnos de la miseria

ordinaria de esta paz y deesta guerra tele-actuadasen los giros del nuevo or-den imperial? Ya no se tra-ta de poder imaginar nidescribir un campo debatalla después de la ma-sacre que sobrecoge deestupor al ser aún vivien-te, no se trata, entonces,de sentir-se-viviente al bor-de de la muerte.

6. “Hicieron el desier-to y lo llamaron paz”, es-cribe Tácito. Y antes de él,Tucídides. Los historia-dores son poetas hiper-rea-listas. No experimentanningún malestar al consi-derar la fuerza bruta como

la palanca del orden político. Colo-cándose bajo el signo de la pura ob-servación de las modalidades de lopolítico en su realidad histórica,Maquiavelo describe escrupulosa-mente las acciones militares y lasguerras que se intentan con el fin deimponer la paz de las armas. Se hade comprender: la paz conquistadapor las armas que simbolizan la virtuddel pueblo reunido en la afirmaciónpolítica de su potencia (representa-da). La paz descubre aquí su valortransitorio, que solo la guerra pue-

De Bry, “Vertieron oro fundido a los capitanes por su crueldad,codicia y tiranía...”, América, Libro Cuarto

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de “realizar” como vector del siste-ma general de las relaciones de fuer-za, del que la verdad niega cualquierdiferencia distinta de la formal entreel tiempo de paz y el tiempo de gue-rra. Salvo la de precipitar el reposoen la ociosidad y en el desorden queconducen al Estado a su ruina, Esta-do que se ha olvidado de la perma-nencia de la guerra, el príncipe “nopueda confiarse de lo que ve entiempos apacibles” (El príncipe, IX).Pues el príncipe, entonces, sucum-biría al más peligroso de los señue-los: el amor a la paz–cuando le es necesariovivir, en todos sus as-pectos, la paz en el pen-samiento de la guerra.Realismo y cinismo seunen aquí en un discur-so que identifica la gue-rra con una condiciónde verdad de cualquierorden político. Pero, ¿laafirmación maquiavé-lica, de inspiración “ro-mana”, según la cual laguerra es creadora deorden, tiene sentido enun mundo con un espí-ritu tan poco “cívico”como el nuestro?, ¿sehabrá convertido ella, a su vez, enun señuelo vehiculado por el esta-do de urgencia de una comunica-ción sin ser-común? La realidadgeo-estratégica del ilusionismo gue-rrero del pentágono-capitalismo –como lo llama Virilio– dispensa decualquier retórica suplementaria. Enadelante la guerra, la paz y la barba-rie interactúan en una sola y mismahistoria sin otra regla que el sentidocomún de lo inmundo. Los grandespacifismos –sea el pacifismo cristia-no o el pacifismo comunista– apre-hendían la guerra como un sacrificiopara construir la paz: era necesario

hacer la guerra con el pensamientoy el deseo de la paz “a fin de condu-cir, por la victoria, al enemigo a lasventajas de la paz” (San Agustín,carta 189 al conde Bonifacio). Afe-rrado a esta idea “liberal” de la pazcomo meta de la guerra y de la gue-rra como medio necesario a la paz–“se debe querer la paz y hacer laguerra solo por necesidad [… ] paraobtener la paz. Se sigue siendo paci-fico, aún combatiendo…” (ibid)–,idea que solo se deja concebir en laverdad reconciliada (en Dios o en

la humanidad) de un sujeto univer-sal, llegando el pacifismo a encarnarsolamente en la eficacia de un pro-yecto de paz. Paz y guerra: el paci-fismo ya no puede deducir suautoridad de una cronología oteleología que sea capaz de llevar-nos de la guerra a una paz separada.No pudiendo desear la paz, sino conun deseo nostálgico, la resistencia ala guerra como máquina constitu-yente del orden nuevo, se enuncia:“guerra a la guerra”. O, mejor, com-bate contra la guerra –en el sentidoen que Deleuze opone la guerracomo voluntad de dominación fun-

dada sobre el sistema del juicio (“unjuicio de Dios que hace de la des-trucción algo ‘justo’”) al combate quemoviliza las fuerzas contra los pode-res de la dominación (G. Deleuze,“Para terminar con el juicio”, enCrítica y clínica, 1993)–.

7. ¿Qué significa la “voluntad dearte” y la producción de actos es-téticos en esta hibridación mundialde la guerra y de la paz? ¿Dónde seinscribe el arte cuando las nuevasconfiguraciones de la experiencia

rehúsan a consignarsede un lado o del otro?¿Qué significa la “gue-rra a la guerra”, el Com-bate contra la Guerra,para el artista contem-poráneo que se oponea la pobre dramaturgiadel pensamiento delduelo y del desencan-tamiento? Evidente-mente la potenciaestética de sentir sólohace fondo sobre la ex-presión de la indistin-ción, que constituyetoda la violencia de laera del espectáculo ensu loco aguante. El ar-

tista debe, entonces, pasar por el hí-brido absoluto, por esa inmersiónen un presente donde termina porabismarse la autonomía del arte almismo tiempo que afecta la hete-ronomía de sus potencias de vida.Habitando la esfera de los purosmedios en la asunción de algo sin-gular, el artista hace la fantas-magoría de la paz y de la guerracomenzando por realzar sus marcascomunes sobre el cuerpo de las co-sas. Invistiendo esta zona opaca delo indiscernible, el artista se apro-pia el régimen expropiado de la po-lítica en un combate contra la

De Bry, “Deseo que derraméis la sangre del enemigoasí como hago con el agua”, grabado

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Guerra que destruye el sistema deevidencias sensibles de la falsa pazsocial. Esta es, quizás, la razón pri-mera de la peligrosidad social delarte contemporáneo: adhiere direc-tamente a la división de las identi-dades regulando las implicacionespolíticas de la relación entre lo de-cible y lo visible, el aparecer, el sery el hacer. Lo que no puede hacerpor la verdad, es decir fuera de lamediación académica, sin situarseen el tener-lugar de lo que quieredes-montar para invertirlo –si-tuándose, colocándonos, en-tonces, en y “después del pasode la vida a través de laprueba del nihilismo”(Agamben)–. Esta tópica,que responde al régimenmediático hegemónicode la imagen por unaampliación de la nociónde obra de arte, instru-ye la distinción del artis-ta en su esfuerzo porextraer de la expresiónde lo inmundo –por unacaída caósmica en lasmaterias de sensación– laconstrucción de un mundode nuevo posible. Pertene-ce al régimen contemporá-neo de las artes el que laexperiencia de lo posible, comocategoría estética del mundo, solohaga obra, por sustracción materiala lo inmundo colectivo, en tantoque el desobramiento de la comunidadse revierte en foco de relanza-miento procesual para las singula-ridades cualquiera que somosen-común, fuera de cualquier iden-tidad representativa. Exponer estaposición que ya no se deja, de unamanera común, representar en laanticipación estética de un por-venir comunista; exponerse aldesgarrón de lo sensible en la so-

bre-exposición de la paz a la gue-rra, tal es la nueva dirección del arte,dirección que traza su diferencia enla máquina común de una alteridadde la guerra, dirección que ya nopuede sostenerse de ninguna me-moria de ser de la paz. (Imposibili-dad de pensar su “hecho” como una“libertad”: la paz ya no está dispo-nible como existencia sobre el “fren-

te de guerra” contra la imagen me-diática del mundo).

8. En ese mundo abandonado ala comunicación de una factualidadciega, el artista o el “anartista” im-pone –v.g. pone en la inmanenciade ese mundo sin-afuera-ni-aden-

tro– el éxodo como único aconte-cimiento creativo posible. El éxodofuera de la obediencia a la regula-ción de las identidades decibles yvisibles, el exilio en la desmesuraabierta por la desregulación de lasformas a priori de la guerra y de lapaz que nos arrastra al combate.Pues el éxodo, la secesión y el comba-te contra la guerra son una sola y mis-ma cosa que no conduce a ningunaotra parte que no sea siempre aquí,con la condición de una desterri-

torialización extrema que decidaacerca del telos común. El fugi-

tivo no huye del espectáculodel mercado sin convertirlo

en un poder an-nihilantecontra el estado gestio-nario del nihilismo; nodeserta de la guerra sinatacar las apariencias depaz en provecho de es-pacios comunes ycooperativos nuevos.Invirtiendo el desplaza-miento mesiánico del“por todas partes” en“aquí” para construir una

movilidad y una tempo-ralidad nuevas, Éxodo es el

nombre de la transmu-tación de los valores de

resistencia en potencia cons-tituyente de una bio-política

diferentemente post-moderna.Partiendo, hacer secesión quiere de-cir destruir todas las barreras tras-cendentales que dan su sentido ala lógica de dirección de la repre-sentación política para re-apropiar-se la movilidad “global”; partiendoconstituyendo significa investir la ge-neración contra la corrupción, opo-ner las hibridaciones cosmopolitasdel mundo de la vida a la hibrida-ción policíaca de la paz en laguerra. En la exposición de la des-mesura que le es propia, la singula-

Anónimo, Zaque de Hunza. Jefe militar ypolítico. Hunza (Tunja)

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ridad del arte nos enseña que el pro-ducto de la generación es siempreun “monstruo” que implica lo “co-mún” (de los cuerpos, de los len-guajes y de las máquinas), en unabio-política del éxodo y de lasecesión.

9. Combate contra la Guerra: lapaz ya no es condición de vida, lapaz debe ser re-inventada en el éxo-do del mundo sin Dios, que la “Ciu-dad de los hombres” debe poner enjuego para salir de lo inmundo. Enausencia de una pazque pueda valer comoethos del mundo, eléxodo es combate,guerrilla y creación exnihilo de la paz. Paz porinventar como salidadel nihilismo, comodispositivo mundiallocalmente creador desentido, sentido de he-cho de una ecosofía delas multitudes que ha-cen virtud de la ideadiferencial de lo co-mún y de sus genera-ciones metamórficasdel mundo. Lo contra-rio de una utopía: ladesutopía abierta ytotal de un Combate contra la Gue-rra. Trabajo largo, complejo, mili-tante: la paz es tanto intuicióncomo la obra abierta; la paz, comoarte, es captación de las fuerzas enun devenir que enriquece eso de loque se adueña (lo contrario de unapacificación forzada: “una paz sinfuerza semeja la muerte”, escribeMarie José Mondzain). De ahí quela paz no se pueda concebir sin atra-vesar la guerra que combate, paradestruir la miseria de la que se nu-tre, y afirmar las fuerzas de vida quese construyen sobre la reservas de

la violencia. El éxodo es aperturade ese camino que no puede con-ducir a la “tranquilidad del alma”del estoico sin hacer obra, obra depaz, del hecho de atravesar el caosde los hombres (analogía, entonces,de la obra de la paz y de la obra dearte que no podría sostenerse porsí misma sin la caósmosis de las fuer-zas que implica). Éxodo, pues nohay más-allá ni por todas partes enun mundo sin afuera. Éxodo delmundo, entonces, como construc-ción colectiva del ser, trabajo vivo

del mundo y mundialización del tra-bajo viviente lanzado contra la do-minación trascendente del “trabajomuerto” mientras que este últimosolo puede recomponerse en la gue-rra, condición primera (para el es-tablecimiento de la policía delderecho) y estadio último de la for-ma-Estado (con el por-fuera-del-derecho de la policía mundialsoberana). El éxodo es transforma-ción de las pasiones en la vita activadel conocimiento cuando desplie-ga su potencial generador en tantoque cooperación desmesurada, con-

siderando cualquier pensamientopolítico de la medida y de la uni-dad, considerando la ilusión tras-cendental de la comunidad. Desdeel punto de vista de un materialis-mo radical, no es entonces la paz,sino la cooperación constituyentede las multitudes singulares, lo quecrea la existencia común del mun-do –en la especie de una comuni-dad no-orgánica, de una comunidadactuante, desterritorializada ydesterritorializante–, que es necesa-rio pensar como ontológicamente an-

terior y superior a ladistinción trascenden-tal de la guerra y de lapaz, distinción trascen-dental por la cual“decide” el poder sobe-rano. La prueba es enel límite del tiempo: escontra este que aque-lla “decide” sobre lamonstruosa hibrida-ción de la guerra y dela paz marcando así laidentificación definiti-va de la soberanía conla policía. Consecuen-cia en el límite del ser:la paz ya no está a laaltura para dar las con-diciones de vida a las

cuales está atado el nombre de éti-ca. Relacionada con la realidad dela composición y de la des-compo-sición de las relaciones, la ética esel envés, la asimetría operatoria dela situación de paz-guerra como“combate entre Sí, [… ] entre lasfuerzas que subyugan o las que es-tán subyugadas, entre las potenciasque expresan esas relaciones defuerza” (Deleuze), precipitación delos átomos y lucha de las pasiones,cristalización de diferencias en elcaos multitudinario de las singula-ridades y emisiones de potencias

Anónimo. Soldados de Jiménez de Quesada durante una expediciónen busca de oro, grabado

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nuevas que forman constelacionesindisociablemente afectivas y pro-ductivas por inclinación de las di-ferencias. No hay ética sin eseclinamen que orienta la materia delcomún hacia el éxodo como tran-‘sitividad constructivista del mun-do. Pero también, no hay estéticasin la decisión de “hacer aparecerla conexión real de las existenciascomo su sentido real” (Nancy).Que no sea imposible invocar aquí,a la manera de Félix Guattari, un“nuevo paradigma estético” trans-versalista haciendo fondo sobre la

creatividad social que recuerdaque el arte es el Vigilambulo de eseproceso que afronta la guerra (enlugar de huir hacia una paz iluso-ria) para liberar la vida hecha pri-sionera de sus representaciones. Laobra de arte es transmutación vi-tal de las condiciones de muerteque nos son impuestas comúnmen-te, potencialización de lo comúnen una teleología de la liberación quees maquinación creativa de losafectos, de los que las intensida-des son irreductiblemente singula-res y plurales.

10. Concentrado al extremo: siel arte es la proyección colectiva quemuestra que la guerra es impoten-ciante frente a las construcciones sin-gulares del mundo que ella intentahacer añicos, en el arte contempo-ráneo, desde el inicio del juego, enel no-lugar que le es impartido, porlas “instalaciones” que se construye,se debe demostrar que la paz puedeser re-inventada como condición bio-política de la vida, resistencia comúnque une, en la constelación multime-dia de los cuerpos, el Eros con elGeneral Intellect de las multitudes.

De Bry, “Los indios rebeldes hicieron rodar los árboles montaña abajo sobre los españoles”, América, grabado, Libro Quinto