la tumba del nino eugenio prado

149

Upload: osmorrison

Post on 19-Feb-2016

241 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Un condenado a muerte escapa del furgón que lo trasladaba para ser fusilado y se adentra en un solitario páramo huyendo de la policía. Allí descubre un pueblo abandonado en el que ve el refugio perfecto. Pero pronto descubrirá el misterio que encierra aquel lugar

TRANSCRIPT

Page 1: La tumba del nino eugenio prado
Page 2: La tumba del nino eugenio prado

Un condenado a muerte escapa delfurgón que lo trasladaba para serfusilado y se adentra en un solitariopáramo huyendo de la policía.Allí descubre un pueblo abandonadoen el que ve el refugio perfecto.Pero pronto descubrirá el misterioque encierra aquel lugar y queescapar de la ley será el menor desus problemas.'La tumba del niño' es una historiade terror de las que es mejor nocontar demasiado. Atmosférica ysorprendente, hará que nuncavuelvas a ver a un niño con los

Page 3: La tumba del nino eugenio prado

mismos ojos.

Page 4: La tumba del nino eugenio prado

Eugenio Prados

La tumba delniñoePUB v1.2

AlexAinhoa 30.01.13

Page 5: La tumba del nino eugenio prado
Page 6: La tumba del nino eugenio prado

Título original: La tumba del niño© 2012, Eugenio Prados

Editor original: AlexAinhoa (v1.0 - v1.2)Corrección de erratas: AlexAinhoaePub base v2.1

Page 7: La tumba del nino eugenio prado

Capítulo 1

El preso

El preso saltó del furgón en marcha conla luna como único testigo y el asfalto lorecibió con un golpe seco. Con lasmanos esposadas cubriéndose la cabezay las piernas encogidas, rodó variosmetros y quedó estirado todo lo largoque era. Luego se puso en pie y comenzóa correr, sin la certeza de si lo hacía enla dirección correcta.

Las voces a sus espaldas gritándole

Page 8: La tumba del nino eugenio prado

«¡quieto!» «¡alto!» y «¡fuego!» leindicaron que la suerte le acompañaba.Los disparos que le rozaron la oreja, elcostado y la entrepierna, le advirtieronde que tal vez no por mucho tiempo.

Escuchó cómo el furgón giraba y seenfilaba hacia él. La carretera se abríainvisible, distinguiéndose solo las líneaspintadas sobre la calzada que aparecíanbajo sus pies como fantasmas. No habíaningún coche en el carril contrario.Tampoco farolas ni señales. Solo lospotentes faros del furgón acercándose yalumbrando todo como un amanecer.

Con las manos unidas balanceándosejunto al pecho, el preso avanzó en las

Page 9: La tumba del nino eugenio prado

tinieblas como si dentro de ellas seencontrara su salvación. Los músculosde las piernas le ardían, pero siguiócorriendo, expulsando gotas de sudorque eran engullidas por el brillo de losfaros.

«Tendría que estar muerto», pensó.El vehículo solo tenía que acelerar unpoco y lo atropellaría. ¿A qué esperaba?Descubrió el motivo cuando los farosiluminaron mejor el camino. No estabacorriendo, como creía, por el centro dela carretera, sino por el borde.Demasiado en el borde. Miró hacia elvacío y observó la boca de unprecipicio sin fin. El furgón temía dar un

Page 10: La tumba del nino eugenio prado

acelerón y despeñarse, por eso lepresionaba para que se apartara de allí.

Desde el vehículo unas vocesgritaron «¡alto en nombre de la ley!»;«¿pero es que te has vuelto loco?»; «¡noempeores las cosas!». Otras le aullaronque era hombre muerto, que a ellos noles jodía nadie, que cuando lo atraparanlo matarían y lo enterrarían bajo unaroca. Los primeros censuraron aquellaspalabras. Los segundos replicaron.Empezaron a discutir entre ellos.Entonces uno sacó la mano por laventanilla empuñando una pistola, yzanjó la discusión disparando cuatrotiros en dirección al preso.

Page 11: La tumba del nino eugenio prado

La noche se tragó las balas y elcuerpo del fugitivo. El furgón frenó enseco y las ruedas dibujaron una firma derabia en el asfalto. Bajaron los cuatroagentes, y con unas linternas y los farosdel vehículo como única luz, recorrieronel borde de la carretera que daba alprecipicio. Miraron hacia abajo y dandopuntapiés a las piedras calcularon laprofundidad de la caída. Negaron con lacabeza, y antes de enzarzarse de nuevolos unos contra los otros, dijeron que deahí no se salvaba ni Dios.

—¿Pero cómo ha escapado? —preguntó el primero de los agentes—.¿Cómo ha conseguido abrir la puerta?

Page 12: La tumba del nino eugenio prado

—Tú eras el encargado de cerrarla,¿no? —replicó el segundo.

—Por eso mismo. Lo hice nada másmeterlo dentro.

—Pues lo hiciste mal.—Oye, no permito que me hables

así.—Solo te digo que no la cerraste

bien.—Lo hice.—¿Y qué más da? —dijo el tercer

agente—. Ese desgraciado ya estámuerto. Le he dado y ha caído por elprecipicio.

—¿Y tú por qué has disparado? —dijo el segundo policía.

Page 13: La tumba del nino eugenio prado

—Era un condenado a muerte —respondió el tercer agente con tonocansado—. Lo trasladábamos a lacárcel. Lo iban a fusilar dentro de tresdías. Era un asesino. Sólo hemosadelantado su ejecución.

—Pero la ley —tartamudeó elprimer agente—… Dios, nos vamos ameter en un buen lío.

El tercer agente iba a replicar,cuando el cuarto policía, que mientraslos demás discutían no había hecho otracosa que permanecer quieto en el bordedel abismo, dijo:

—Tenemos que encontrarlo.—¿Ahora? —protestó el tercer

Page 14: La tumba del nino eugenio prado

agente—. ¿En medio de la noche? Yavendremos mañana. Un cadáver es uncadáver. Ya te he dicho que le healcanzado y…

—Ahora. Vivo o muerto. Y túabrirás el camino. Buscaremos unabajada. Tiene que haberla. E idpensando en una buena historia paracuando lo encontremos.

Protestando, los agentes comenzarona andar, cuando el cuarto policía, eljefe, que con su sola presenciacontrolaba a los demás, paró los pies alprimero de ellos.

—Tú te quedarás aquí y vigilarás elfurgón.

Page 15: La tumba del nino eugenio prado

La vergüenza por su despiste,aunque él estaba seguro de habercerrado bien la puerta, y un súbito temora pasar las siguientes horas recorriendoaquel solitario paraje, hizo que elpolicía solo expulsara entre dientes unleve:

—Mierda.—Sí, mierda —respondió el jefe, y

comenzó a caminar junto al resto de sushombres, alejándose del furgón yperdiéndose en la noche.

Seis metros bajo los policías, elpreso los escuchaba agazapado en una

Page 16: La tumba del nino eugenio prado

roca. Esta sobresalía del despeñaderono más de cuatro palmos y allí habíacaído cuando escuchó el primer disparo.Se lanzó al vacío sin pensarlo, chocandode boca contra la dura piedra.

La densa oscuridad lo habíaocultado de la luz de las linternas y nomovió un músculo hasta que escuchóalejarse los pasos. Después recorrió conlas manos esposadas su cuerpo en buscade alguna herida de bala. Por suerte,todo estaba en orden. Palpó luego lasuperficie de la roca que se abría a cadalado. No sabía qué había más allá dedonde estaba acurrucado. Tal vez solose había salvado de los disparos para

Page 17: La tumba del nino eugenio prado

acabar en un lugar aún peor: un salienteaislado en la pared de la montaña; unpedazo de roca sin escapatoria dondemoriría de hambre.

La vista se acomodó a la falta de luz.No veía la luna, pero su pálido reflejose proyectaba sobre el paisaje ydibujaba siluetas que su imaginación seencargó de completar. Miró hacia elabismo sobre el que flotaba y distinguióunas formas. Parecían unos arbustos, otal vez rocas cubiertas de vegetación. Ala izquierda, el negro más absoluto.

Unos minutos más tarde, observóunos débiles parpadeos. De nuevo laslinternas de los policías. A unos

Page 18: La tumba del nino eugenio prado

seiscientos metros de donde seencontraba los vio descender por eldespeñadero. Lo hacían a tal velocidadque parecía que levitaban. Habíandescubierto un sendero. Los siguió conla mirada, viéndolos caminar en mediode la noche, como una Santa Compañaen su busca y captura.

Tenía que hacer algo rápido. Intentóadivinar la forma de la senda que lesquedaba por recorrer. Los giros, losrequiebros, dibujando en el abismo unposible camino.

Dedujo que el sendero pasaría justopor delante de su refugio, atravesaría losarbustos y se dirigiría hasta el lugar de

Page 19: La tumba del nino eugenio prado

extrema oscuridad. Se movió hasta elborde de la plataforma rocosa. Midió aojo la caída y se dijo que era la perfectapara partirse el cráneo. Era eso o morirfusilado. «Huye de la luz», le susurró depronto un pensamiento.

Y eso hizo. Cerró los ojos, alzó lasmanos encadenadas, y abrazando la máshorrible oscuridad saltó.

Page 20: La tumba del nino eugenio prado

Capítulo 2

El páramo

EL páramo era frío y desangelado, perolo acogió en su seno como a un niñodesamparado. Los matorrales dondecayó se deshicieron bajo su peso ychocó contra el suelo sintiendo unterrible dolor. Se alegró de aquello. Esosignificaba que seguía con vida. Unviento helado lo envolvió de pronto ycomenzó a expulsar vapor por la boca.De la carretera no se distinguía nada,

Page 21: La tumba del nino eugenio prado

salvo el reborde rocoso por el que habíacaído y que delimitaba el espacio entrelas dos alturas como una frontera.

Se alzó con un nuevo crujido de lavegetación, y al girar la cabeza divisóunas lágrimas de luz que seaproximaban. Al escuchar el rumor delas pisadas, comenzó a correr, y no paróhasta que un dolor en el costado leobligó a detenerse.

La luna se divisaba, ahora sí, alta enel cielo, brillante como el ojo de unbúho, y el preso caminó decidido en sucamino hacia ninguna parte. El páramoera un lugar inmenso, rodeado porplantas de pequeño tamaño —brezos,

Page 22: La tumba del nino eugenio prado

tojos, helechos—, acostumbradas a viviren aquel duro clima. Intentó que surastro no quedara reflejado en lavegetación, y caminó en círculos,girando y cambiando de ruta variasveces en un intento de despistar a losagentes.

Salvo el sonido de sus pasos y el desu respiración no escuchaba nada más.Tras andar durante casi una hora, susmaltrechos pies pisaron una roca que lehizo sobresaltarse creyendo que era unanimal. Entre la hierba, unas piedrasgruesas y planas sobresalían del terrenocomo escamas de lagarto. Caminó através de aquel pedregoso campo sin

Page 23: La tumba del nino eugenio prado

atisbar un horizonte. El viento fríoatravesaba las hendiduras de las rocas ycomponía una sinfonía de silbidos ygemidos. El preso se sintió cobijadoentre aquellas voces inhumanas.Cualquier cosa, pensó, antes que seratrapado por los agentes. Sabía que cadaminuto que transcurriera los volveríamás locos, más sanguinarios, olvidandopor completo la ley, y aumentando losdeseos de impartir su propia justicia. Losalvaje y lo primitivo dominaban aquelparaje, y el modo en que cada uno loutilizara sería la diferencia entre lalibertad y el ser ejecutado; entre la viday la muerte.

Page 24: La tumba del nino eugenio prado

El preso pensó entonces en suscrímenes. Porque los tenía. Habíamatado. Y había sido condenado amuerte por ello. Pero él no seconsideraba un asesino. Asesino es elque asesina, pensaba, el que mata sinremordimientos, sin sentimientos, sinimportarle la vida del otro, o por algúnoscuro placer. Algo innato en un alma.Él mató para defender su vida. Para queaquellos dos prestamistas que leamenazaban sino pagaba la deuda quehabía contraído no lo liquidaran. Poreso actuó él antes, aunque la verdad esque recordaba muy poco de lo sucedido.Cuando lo hizo, un odio ciego lo

Page 25: La tumba del nino eugenio prado

dominaba por completo; como si unabestia se hubiera apoderado de su ser yle hubiera obligado a matar. Ahoracargaba con una condena mucho peorque la de morir fusilado: pensar duranteel resto de sus días en que tendría quehaber actuado de otra forma. Y tener laconvicción de que jamás volvería aatacar a otro ser humano.

Con las esposas tintineando en susmuñecas, se llevó las manos hacia elcostado dolorido y vomitó. Limpiándosela boca miró alrededor. El terreno habíavuelto a cambiar. El color gris de lapiedra granítica había cambiado a unverde pálido, el del liquen, el del

Page 26: La tumba del nino eugenio prado

musgo. La humedad se filtraba a travésdel suelo y sobresalía a la superficie enforma de pequeño riachuelo. Sediento,colocó las manos en forma de cuña y sellevó agua a la boca; después siguió laorilla del raquítico río, descubriendo laextraña vida de aquel lugar.

Escuchó la llamada de un avenocturna; luego el asustadizo corretearde un conejo. Caminó un poco más yentonces, a menos de diez metros, vio aun ser de cuatro patas anclado en latierra. Quedó paralizado. ¿Qué era? ¿Uncorzo? ¿Un lobo? No, era aún másgrande.

El animal agachó la cabeza y la

Page 27: La tumba del nino eugenio prado

volvió a levantar. Lo miraba. El presose acercó y sintió la fortaleza de suspatas y el enorme tamaño de su cabeza.Descubrió lo que era cuando avanzó unpoco más y un relincho rompió elsilencio del paisaje. Un caballo.

Un maldito caballo, se dijo el presorecuperando el aliento. Como unasombra difuminada entre la tierra dondepastaba, el animal retrocedió ante supresencia. El preso se fijó en quellevaba la brida puesta. ¿Dónde estabasu dueño? Estiró las manos paraalcanzarla, pero el corcel volvió aretroceder y con un resoplido huyótrotando hacia la oscuridad.

Page 28: La tumba del nino eugenio prado

—¡Espera! —Gritó el preso.No iba a dejarlo escapar. Lo siguió

a distancia con la esperanza de queregresara al lugar de donde había salido.Caminó detrás de sus herraduras durantelargo tiempo, hasta que delante delhocico del animal aparecieron unassombras. Al principio creyó que eranrocas hundidas en la tierra, comomenhires prehistóricos. Luego observóque eran construcciones más recientes.Un puñado de casas, apenas una docena,por donde el caballo se introdujo ydesapareció.

El preso quedó a las puertas delpueblo. Ninguna luz se atisbaba dentro

Page 29: La tumba del nino eugenio prado

de las viviendas. Estaban todasabandonadas.

Se armó de valor y caminó hacia elinterior, con la inconsciencia comoúnica arma y la desesperación delperseguido como única guía.

Page 30: La tumba del nino eugenio prado

Capítulo 3

El pueblo

Recorrió las calles del pueblo, pero noencontró al caballo. No escuchaba eltraqueteo de sus herraduras, ni suinquieto relinchar. Giró en cada esquina,pero solo encontró soledad y silencio.Intrigado, entró en una de las casas, queen realidad era un comercio. Unapanadería.

Eso es lo que dedujo al ver elpequeño mostrador, las balanzas y los

Page 31: La tumba del nino eugenio prado

carteles indicando ofertas: tres barras alprecio de una; tartas por encargo; precioespecial en el pastel de carne. Deaquellos manjares no quedaba ni rastro.Penetró en el interior y vio el hornodonde se cocía el pan y utensilios comorodillos, jarras medidoras, batidoras yamasadoras. Pero ninguna persona.Abrió varios cajones y en uno de ellosencontró un cuchillo. El mango estabaalgo suelto, pero la hoja de acero, largay estriada, parecía en buen estado. Unoscuro sentimiento cruzó su mente. Unrecuerdo que no logró concretar.

Allí, con la ayuda del filo giratoriode las hojas de una batidora, logró abrir

Page 32: La tumba del nino eugenio prado

las esposas.Con el cuchillo colgado del cinturón,

recorrió la panadería sin comprenderqué había sucedido para que los dueñosdel establecimiento, y el resto dehabitantes del pueblo, hubierandesaparecido. No quedaba ni una migade pan que llevarse a la boca, pero todolo demás seguía en su lugar.

Pensar en pan recién hecho hizo queel preso dejara a un lado el misterio delpueblo y sus habitantes y se centrara ennecesidades más primarias. Rebuscó portoda la tienda en busca de algo quecomer, pero solo encontró una solitariamagdalena. Se abalanzó sobre ella y le

Page 33: La tumba del nino eugenio prado

hincó el diente. Un terrible dolorrecorrió su boca al tiempo que sucolmillo derecho salía volando por losaires. La magdalena estaba tan duracomo la roca contra la que habíachocado al lanzarse al vacío.

Abatido, el preso se sentó en elsuelo, sin saber si reír o llorar.

Un ruido en el exterior le despertóde sus lamentaciones e hizo que sedirigiera hacia la entrada de lapanadería. Con los dedos rozando elmango del cuchillo, asomó la cabeza porla puerta y miró hacia la calle. El vientosilbaba junto a otro sonido más pausadoque se perdía calle abajo, casi al final

Page 34: La tumba del nino eugenio prado

del pueblo.«Por Dios que sea el caballo»,

pensó saliendo de la tienda. En menosde cinco minutos atravesó el pueblohasta llegar a una destartalada casa depiedra en las afueras. Recubierta por elmusgo, parecía más una pequeña colinaque un hogar. Tampoco se veía en ellaluz alguna, ni ningún atisbo de vida.

Junto a la casa se intuían las formasde un establo. La puerta de entradaestaba rota. El preso se acercó y tragósaliva.

—Eh… eh… —susurró a laoscuridad—. Caballo…

Un movimiento extraño dentro del

Page 35: La tumba del nino eugenio prado

establo. Unos segundos de silencio.Después un relincho.

El preso se sobresaltó, para despuésalegrarse por haberlo encontrado. Sintióque el caballo lo había reconocido, ydespués de unos instantes de inquietudsu respiración se había normalizado.

Giró el preso entonces la vista haciala casa y pensó que era muy probableque los dueños del caballo hubieranhuido dejando allí al animal. Algoextraño, dedujo, porque en aquel lugarlejos de cualquier carretera un caballoera sin duda el mejor medio paradesplazarse.

Miró por las ventanas y al no ver

Page 36: La tumba del nino eugenio prado

nada fue hasta la puerta principal y laempujó.

La puerta crujió y entró. El silencioera sepulcral. Solo la luz de la lunailuminaba la estancia. Era una casa deuna sola planta, amplia, con dosdormitorios y un salón principal queservía como cocina y comedor. No sedistinguían muebles ni cuadros, pero elpreso notó que estaban allí, petrificadosen el tiempo como el resto de aquelpueblo. Al fondo de la casa había unachimenea.

Se acercó porque había vistomoverse algo dentro de ella. Al llegardonde reposaban las cenizas el

Page 37: La tumba del nino eugenio prado

estómago le dio un vuelco: había unaluz. Unas brasas que brillabanintermitentes entre los leños calcinados.Imposible. Entonces, a ambos lados desu cuerpo, sintió la presencia de dospersonas. Las brasas resplandecieron, yel brillo de dos pares de pupilas, unassituadas a su derecha y otras a suizquierda, se distinguieron en laoscuridad. Un escalofrío recorrió suespinazo. Me han atrapado, pensó. Sonlos policías. Me llevan de vuelta alfurgón. Luego el fusilamiento. La muerte.

Pero lo que escuchó le demostró loequivocado que estaba.

—Noapte bună. —Dijeron dos

Page 38: La tumba del nino eugenio prado

voces a la vez.Y el miedo que hasta ahora había

sentido se multiplicó por mil.

Page 39: La tumba del nino eugenio prado

Capítulo 4

El hombre y la mujer

EL fuego de la chimenea revivió al caerun tronco sobre las brasas y una vivallama iluminó la vivienda dentro de laimpenetrable noche. Sentado en unasilla, el preso acercó las manos al fuego,y mientras fingía calentárselas, porquemás que el cuerpo lo que tenía heladaera la sangre, apartó la mirada de losojos que sin pestañear lo observaban yla dirigió hacia el mobiliario que

Page 40: La tumba del nino eugenio prado

iluminaba la lumbre. La inquietud volvióa apoderarse de él.

Desde la chimenea, y recorriendotodas las paredes, había colgadasdecenas de cruces. Estaban unas encimade otras sin orden alguno; y además dedistintos materiales y tamaños —enormes, diminutas, de madera, dehierro, de piedra, de plata—, las habíade diversas formas, la mayoría con la dela cruz latina, pero también había deCaravaca, ortodoxas, de San Andrés,hasta una celta. Cada una proyectando supalpitante sombra ante el fuego.

—Va place carnea? —preguntóentonces una de las voces, la más grave.

Page 41: La tumba del nino eugenio prado

Apartó el preso la vista de lascruces y miró a los dueños de la casa.No respondió. Primero, porque noentendía una palabra de lo que le decían,y segundo porque aún no había tenidotiempo de asimilar todo lo sucedido. Elsalto del furgón, la caída por elprecipicio, la persecución de la policía,la larga caminata, el caballo, el puebloabandonado. Demasiadas emociones entan poco tiempo. Y ahora ellos. Dospersonas que habían salido de la nada yque lo miraban con los ojos másprofundos que jamás había visto. Unhombre y una mujer, sentados frente a él,de espaldas al fuego.

Page 42: La tumba del nino eugenio prado

—Va place carnea? —Repitió elhombre.

—No entiendo —respondió elpreso, intentando descifrar lo que lepreguntaba. Vio que el hombre sellevaba la mano a la boca—. ¿Comer?¿Me ofreces comida?

—Da! —exclamó el hombre—.Comer. Da!

Y antes de que el preso dijera más,el hombre se levantó y se dirigió haciael pequeño rincón donde se encontrabala cocina. Con gran alboroto sacó unaparrilla de metal y empezó a colocarunas cosas sobre ella, girando de vez encuando la cabeza hacia el preso y

Page 43: La tumba del nino eugenio prado

sonriéndole. Este enseguida comprendióque el hombre estaba nervioso, y que sutorpe amabilidad solo acentuaba esasensación. Luego el hombre se dirigióhacia la chimenea y allí, calmando unpoco el fuego, colocó la parrilla.

En pocos segundos se escuchó elchisporroteo de la carne. El hombre, yasin la sonrisa, volvía a mirarlofijamente. La mujer no había dejado dehacerlo ni un segundo. El preso, turbado,se sorprendió ante el aspecto de ambos.

El hombre y la mujer, el matrimonio,según dedujo al ver sendos anillos ensus dedos, eran dos personasterriblemente envejecidas para su edad.

Page 44: La tumba del nino eugenio prado

Parecían rondar los cuarenta años, peroaparentaban muchos más. Sus rostrosestaban ahogados en arrugas, con la pielrecorrida por surcos que marcaban confuerza sus frentes, sus párpados y susbocas. El hombre lucía una barba canosay llevaba colocado un grueso abrigoabrochado hasta el cuello. En la mujer,entre los estragos que el tiempo habíahecho en su persona, se distinguían losrasgos de una pasada belleza: una bocade labios carnosos y rojizos, cejas bienperfiladas, y un mechón de cabellocastaño que sobresalía bajo el pañuelonegro que cubría su cabeza. Y entre eltorrente de arrugas, unos ojos color

Page 45: La tumba del nino eugenio prado

avellana que fulguraban con unaintensidad mayor que las ascuas de lachimenea. El preso se sintió vencido poraquella mirada y bajó la cabeza. ¿Quiénera esta gente?

El olor a carne asada se hizo másfuerte. El hombre volvió a levantarse yun minuto más tarde le acercó un platocon lo que parecían unas salchichas. Lasaliva comenzó a acumularse en su bocanada más verlas.

—Mititei, mititei —le indicó elhombre acercándole un cuchillo y untenedor.

Mititei era el nombre de esassalchichas, pero el preso lo entendió

Page 46: La tumba del nino eugenio prado

como una indicación para que se lascomiera, y apartando los cubiertos lascogió con las manos y empezó aengullirlas. Estaban deliciosas. Sintió elsabor de la carne de cerdo, el picor delajo y la pimienta y de otras especias queno logró descifrar. Después el hombre leofreció una cerveza, que aunquecaliente, el preso se la bebió como sifuera agua de manantial. El matrimoniotambién tomó su ración de salchichas ylos tres compartieron un momento desilenciosa intimidad.

Terminada la cena, el preso intentóestablecer comunicación con la pareja.Pero tras varias preguntas solo

Page 47: La tumba del nino eugenio prado

consiguió saber de qué país provenían.—Suntem români —respondieron.

Somos rumanos.Sonrieron levemente y luego

regresaron a su fija expresión.«No saben nada de ti, no saben que

has escapado, no saben lo que hashecho, no tienes nada que temer», serepetía el preso mientras buscaba unaforma de sacar ventaja de la situación.Si pasaba la noche allí estaría a salvodel frío, pero permanecer demasiadotiempo era igual que aguardar a que lospolicías lo atraparan.

Fue entonces cuando dirigió un gestoal matrimonio tan claro y universal que

Page 48: La tumba del nino eugenio prado

les indicó de manera perfecta susintenciones.

Bostezó.—Oh! —dijo el hombre saltando de

nuevo de la silla—. Vă este somn?El preso asintió restregándose los

ojos.El hombre susurró algo y miró a su

mujer. Esta, tras unos segundos desilencio, hizo un gesto con la cabeza,como dándole permiso.

Encendiendo una vela, el maridoacompañó al preso hasta uno de losdormitorios. Las cruces colgadas en lasparedes siguieron apareciendo en elcamino hasta la pequeña cama que le

Page 49: La tumba del nino eugenio prado

aguardaba. Junto a los crucifijos, elpreso descubrió que la casa tambiénestaba llena de estampas de santos,rosarios y biblias. Al llegar a lahabitación el hombre se despidió y cerróla puerta, llevándose la vela.

Palpando en la oscuridad, el presollegó hasta la cama y se tumbó. Escuchólos pasos del hombre alejándose yregresando al salón junto a la mujer. Losescuchó hablar. Era un murmullocontinuo e incomprensible. Pero aunqueno entendía, estaba claro que la mujerera quien llevaba la voz cantante. Elhombre le intentaba explicar algo, peroella siempre le interrumpía. Luego

Page 50: La tumba del nino eugenio prado

bajaron la voz hasta hablar casi en unsusurro. El preso saltó de la cama ycolocó la oreja junto a la puerta. ¿Dequé hablaban? ¿Qué ocultaban? ¿Teníanalguna sospecha?

Se dirigió hacia una ventana enbusca de luz. Al abrirla, el claro de lunabañó el dormitorio y el preso distinguiómejor el lugar donde iba a pasar lanoche. Allí, qué sorpresa, había máscruces. Por lo demás era una habitaciónsencilla, con una cama, una mesita, unarmario y…

Una cuna.El preso se acercó a ella. Alargó la

mano y la tocó. Al hacerlo, la cuna se

Page 51: La tumba del nino eugenio prado

balanceó. Se acercó más y miró en suinterior. Estaba vacía.

Regresó a la cama y se metió con laropa puesta, los ojos como platos, y eloído pendiente del cuchicheo delhombre y la mujer.

Con cuidado, se llevó la mano alcinturón y desabrochándose la camisaextrajo el cuchillo que había tomado dela panadería y lo guardó bajo elcolchón.

—Por si las moscas —dijo fijandola mirada en la cuna, que aún se movíadébilmente a la luz de la luna, y antecuyo movimiento acabó por ceder yquedar dormido.

Page 52: La tumba del nino eugenio prado

Fue una noche apacible para elpreso. La primera en mucho tiempo.También fue la última.

Page 53: La tumba del nino eugenio prado

Capítulo 5

La tumba

La mañana siguiente, nada másdespertar, después de haber dormido deun tirón y con la mente fresca ydespejada, el preso se dirigió al salónpero no encontró a nadie. La casa,iluminada por el sol, parecía distinta:relucían las paredes de piedra, y hastalos crucifijos, santos y biblias que lorodeaban todo tenían un aspecto menosamenazador.

Page 54: La tumba del nino eugenio prado

Al salir al exterior, la diferenciaentre el páramo de la noche anterior y elque veía ahora era espectacular. Frentea él, un valle ondulado con infinitostonos de verde se perdía en el horizonte.Nubes esponjosas recorrían el cielo yproyectaban sus sombras en la tierra. Asus espaldas el pueblo abandonado; consu docena de casas derruidas o a puntode serlo, en un silencio perpetuo solointerrumpido por bandadas de pájarosque se posaban sobre los deterioradostejados y piaban.

Encontró al matrimonio en elestablo. El hombre cepillaba al caballomientras la mujer ordeñaba una cabra.

Page 55: La tumba del nino eugenio prado

Había también un par de gallinas y unenorme cerdo, cuyas presencias el presono había descubierto hasta ahora.

—Bunã dimineata! —saludóamistoso el hombre.

El preso le respondió con unainclinación de cabeza, sorprendido alver cómo también la mujer paraba deordeñar y le dirigía una amable sonrisa.

Estaban viejos, muy viejos, y solos,pero por algún motivo esa mañana seencontraban alegres. Tal vez lo quehablaron a escondidas la noche anteriortenía algo que ver; tal vez fingían, perosus ojos miraban de forma distinta,estaban llenos de un sentimiento más

Page 56: La tumba del nino eugenio prado

puro. Tenían esperanza.El preso desayunó en el establo

tomando un vaso de leche directamentede la cabra. Luego se acercó al marido,que seguía acicalando al caballo, y ledijo:

—Quiero aprender a montar.—Scuzat'i-mã —dijo el marido—.

Nu înt'eleg.—Aprender. Montar. Caballo —le

dijo el preso; e imitó a un jinetegalopando.

—Tu?—Yo.El hombre, algo apurado, miró de

reojo a su mujer. Ella hizo un pequeño

Page 57: La tumba del nino eugenio prado

gesto con la cabeza y se metió en lacasa. Otra vez aquel gesto.

Entonces metieron agua y comida enun macuto, subieron en el animal y sealejaron.

El preso, agarrado a la espalda delhombre que conducía el caballo,ascendió una empinada colina mientrasel viento chocaba contra su cara. «Deboescapar esta noche», se dijo. Para él,aquel paraje era una trampa. Salvoalgunos montículos aislados, todo eratan plano como un mar en calma. Estabademasiado expuesto. Al llegar a la cima,

Page 58: La tumba del nino eugenio prado

se ocultó tras la figura del hombre por sidistinguía las siluetas de los policías alotro lado. Pero no vio a nadie.

El hombre bajó del caballo y le pasólos estribos. Mediante gestos, le enseñócómo tomar las riendas, qué hacer paraque echara a andar, cómo guiarlo aizquierda y derecha. El preso aprendiórápido, y al poco descendió sin esfuerzola otra cara de la colina.

Cabalgaron durante todo el día.Mientras el animal pastaba, comieron ybebieron bajo un solitario árboldeformado por el viento. Despuéscontinuaron por turnos, corriendomientras el sol giraba poco a poco hacia

Page 59: La tumba del nino eugenio prado

el oeste.Al atardecer, cuando las primeras

estrellas asomaron en el cielo, los dos,exhaustos, se sentaron de nuevo en lacolina donde habían comenzado lajornada. Entonces, el preso le preguntóal rumano:

—¿Qué queréis de mi?—Uh? Nu… Nu înt'eleg…—No me tomes por tonto. Si llevas

en este país tanto tiempo como parece,estoy seguro de que me entiendes. Asíque respóndeme: ¿qué queréis de mí?Aparezco una noche en vuestra casa y nosospecháis nada, no preguntáis nada,sino todo lo contrario: me ofrecéis cama

Page 60: La tumba del nino eugenio prado

y comida, y hasta me enseñáis a montara caballo. Pero al mismo tiempo noparáis de cuchichear y de clavarme losojos en la nuca. Es… es como sisupierais que iba a aparecer. Como sime estuvierais esperando. Pero ¿paraqué?

El hombre se llevó la cantimplora ala boca y dio un largo trago. Gotas deagua quedaron suspendidas en su barba.

—¿Vas a contestarme o qué?Permaneció en silencio largo rato,

hasta que, finalmente, en un susurro,dijo:

—Radu.El caballo relinchó.

Page 61: La tumba del nino eugenio prado

—¿Radu? ¿Qué significa?El hombre abrió su abrigo. En el

cuello llevaba colgadas siete cruces. Deun bolsillo interior sacó una cartera, yabriéndola se la mostró al preso.

—Radu… Radu…En la cartera había una fotografía.

En ella aparecían el hombre y la mujerjunto a un niño. Un bebé. Lo teníanapoyado en sus rodillas y los dossonreían observándolo. Estaban muchomás jóvenes, como si la fotografía sehubiese tomado hace décadas.

—¿Radu era el nombre tu hijo? —dijo el preso.

El hombre asintió. Tenía las pupilas

Page 62: La tumba del nino eugenio prado

humedecidas.Los silencios. Las cruces. La cuna.

¿Todo era por aquel niño?—¿Cuándo se tomó esta foto?—Şapte ani —dijo el hombre, siete

años, y le dio la vuelta a la fotografía.En el dorso había escrita una fecha:Veinte de Febrero.

—¿Murió ese día?El hombre no respondió.—¿Mañana, es decir, a partir de esta

noche, es el aniversario de su muerte?El hombre siguió sin hablar.—¿Me comprendes? Esta

medianoche será veinte de Febrero.¿Fue cuando él murió? Cuando la

Page 63: La tumba del nino eugenio prado

muerte…—¿Muerte? —exclamó de pronto el

hombre, hablando por primera vez en elidioma del preso—. ¿Qué es muerte?

Y llevándose las manos a la caracomenzó a llorar desconsolado.

El preso no sabía qué hacer. Le diounas palmadas en la espalda, pero sincomprender lo que le había queridodecir; quedando más aturdido aúncuando el llanto desapareció y elhombre comenzó a reír. Una risaestridente que se escuchó por todo elpáramo y que le heló la sangre. Luego lovio levantarse y dirigirse al caballo. Sesubió en él y llamó al preso para que

Page 64: La tumba del nino eugenio prado

hiciera lo mismo. Este, más confundidoque nunca, pensó en salir corriendo,pero ante la mirada extraviada delrumano le siguió la corriente.

Regresaron a la casa con la luna yaalta en el horizonte. Allí la mujer lesesperaba con la cena preparada: otravez salchichas. El preso, asqueado,inventó una excusa y fue directo a suhabitación. Pasó las siguientes horasenvuelto en una rara excitación. ¿Qué esmuerte? le había dicho el rumano, y lafrase no paraba de darle vueltas en lacabeza. ¿Había querido asustarlo? Miróbajo el colchón, y ver el cuchillo en elmismo lugar donde lo había dejado lo

Page 65: La tumba del nino eugenio prado

tranquilizó. Colocó la oreja sobre lapuerta e intentó escuchar, pero esta vezno oyó nada.

No fue hasta medianoche cuandosintió que la puerta de entrada se abría yvolvía a cerrarse. El hombre y la mujersalían. Miró por la ventana y los viocaminar en dirección al pueblo. Miró lacuna. Pensó en el niño. Veinte deFebrero.

Decidió seguirlos.

Todo transcurrió como si estuvieradentro de una pesadilla. Las siluetas delhombre y la mujer entre las calles del

Page 66: La tumba del nino eugenio prado

pueblo en ruinas; el preso detrás deellos, ocultándose en las esquinas parano ser visto; la luna en el cieloobservándolos a todos, indiferente.

O, preafericite,sfinte si facatorulede minuni ParinteStelian, primindaceasta putinarugaciune ce seinalta intru laudata, mijloceste laBunul Dumnezeupentru noi cei ce tecinstim pe tine,…

Page 67: La tumba del nino eugenio prado

El matrimonio rezaba. A medida quecruzaban el pueblo lo hacían con másfuerza.

Al llegar a la entrada, giraron a laderecha y tomaron un sendero. En campoabierto, avanzaron hacia una manchablancuzca que destacaba a quinientosmetros de distancia. Una iglesia.Alrededor de ella pequeñas losassobresalían del suelo. El presocomprendió enseguida que se trataba deun cementerio. Observó que el maridollevaba una pala cargada al hombro.

…iertare de pacate sa nedaruiasca, sanatate noua si copiilor

Page 68: La tumba del nino eugenio prado

nostri, pace lumii si liniste caselornoastre,…

Se detuvieron al lado de una de laslápidas. Con la pala, el hombre apartó lamaleza muerta que la cubría.

…ale celor ce slavim pe Dumnezeusi cantam: Aliluia!

Dijeron una vez.

Ale celor ce slavim pe Dumnezeu sicantam: Aliluia!

Repitieron arrodillándose.

Ale celor ce slavim pe Dumnezeu si

Page 69: La tumba del nino eugenio prado

cantam: Aliluia!

Gritaron una tercera vez y quedaronen silencio.

Pobres locos, pensó el preso,intentando racionalizar lo que veía. Erandos padres trastornados por la muerte deun hijo. Dos dementes que solo habíanencontrado el consuelo en los rezos y enlas cruces.

Vio cómo ambos apoyaban lasmejillas en la tierra. La mujer, en unsusurró, pronunció el nombre del hijo:Radu… Radu… mientras permanecíacon la oreja pegada. Radu…, siguiódiciendo, hasta que su voz quedó

Page 70: La tumba del nino eugenio prado

cortada de golpe. Empezó a gritarle algoal marido. Los dos se levantaron y elhombre alzó la pala y la clavó en latierra.

El preso no creía lo que estabaviendo. El hombre había comenzado aexcavar. En un estado de delirio yanimado por los gritos de la mujer abrióun agujero. Unos minutos después unsonido le indicó que había llegado alféretro. Se arrodillaron de nuevo ycomenzaron a limpiarlo con sus manos.

—¡Enfermos! —dijo el preso en vozalta—. ¿Pero qué estáis haciendo?

Corrió hacia el marido yagarrándolo por el hombro lo lanzó

Page 71: La tumba del nino eugenio prado

hacia atrás, tirándolo al suelo. Iba ahacer lo mismo con la mujer, cuandoella clavó sus ojos en él y le hizo pararen seco. ¿Qué era aquello? La mujersonreía, pero no como lo haría unalunática, sino como alguien cuerdo,sereno, feliz. El hombre, riendo también,se levantó, y tomando de nuevo la palala clavó en un costado del ataúd.

El preso se sintió enfermo. Noquería ver aquella escena. En un actoinstintivo, se llevó el brazo a la narizpara no respirar el olor que saldría alabrir el féretro. La mujer saltaba dealegría a su lado mientras el maridohacía fuerza con la pala. Saltaron los

Page 72: La tumba del nino eugenio prado

clavos del ataúd. Imaginó unos huesosapareciendo y un hedor impregnandotodo el cementerio.

La tapa se abrió. Estaba a punto dedesmayarse. Presionó con más fuerza elbrazo contra la nariz, pero el olor no fuelo que le hizo sentir el mayor de losterrores. Fue un llanto. Un llanto de bebéque salía del interior del féretro.Conmocionado, sus brazos cayeron aambos lados del cuerpo y respiró.

El aire no olía a tierra podrida, ni adescomposición, ni a muerte.

Olía a rosas.

Page 73: La tumba del nino eugenio prado

Capítulo 6

El niño

Regresaron los tres a la casa. El hombreentró primero y se dirigió a la chimeneapara encenderla; la mujer llegó después,con el niño acurrucado en su hombro. Elpreso fue el último en entrar, pálido ycon la mirada perdida.

La mujer despejó una mesa y colocóen ella al bebé, que seguía llorando. Concuidado, le desprendió de la mortaja quellevaba puesta. De un armario sacó

Page 74: La tumba del nino eugenio prado

pañales, juguetes y algo de ropa. Estabavieja y gastada. Los pañales parecíanllevar también bastante tiempoguardados. Le besó las manos y los pies.La temperatura ascendió gracias al fuegoy poco a poco el niño se calmó.

El hombre colocó cruces alrededordel pequeño Radu, procurando queninguna lo tocara.

El preso veía todo como si se tratarade una obra de teatro que serepresentaba ante sus ojos. Eran solodos padres cuidando de su hijo, perocon la particularidad de que ese hijohace unos minutos estaba muerto yenterrado. Confundido, retrocedió unos

Page 75: La tumba del nino eugenio prado

pasos hasta sentarse en una silla. Allísintió cómo el agradable olor quedesprendía la criatura envolvía toda lacasa.

El hombre y la mujer, tras vestir alniño, guardaron la mortaja y rezaron denuevo. Todo parecía formar parte de unritual repetido muchas veces. Luego, conlas pupilas dilatadas por la oscuridad,miraron al preso.

—¿Quieres tomar? —chapurreó lamujer mientras cogía al niño.

«¡No!» gritó con fuerza el alma delpreso. Pero de su boca no salió más queun torpe balbuceo. La mujer se acercócon el niño. Se lo iba a dar cuando el

Page 76: La tumba del nino eugenio prado

marido recordó algo. Se llevó la manoal cuello y desabrochó un par de crucesde las que llevaba puestas.

Cuando quiso colgárselas, el presole agarró con fuerza la mano y le gritó:

—¡No quiero esas cruces! ¡No voy acogerlo! ¡Jamás voy a tocar a ese… ser!

Haciendo caso omiso, el hombre nocedió hasta colocarle las cruces. Luegola mujer hizo lo mismo y le puso el bebéen los brazos.

La impotencia invadió al preso que,al tocar la piel del niño, sintió la mismasensación que si estuviera sentado en lasilla eléctrica. Se resistía a mirarlo. Noquería ver su cara. Ni tocar su piel. No

Page 77: La tumba del nino eugenio prado

quería comprobar que todo aquel malsueño era una realidad.

Pero la curiosidad acabó porvencerlo.

Lo miró.Era lo más bello que había visto en

mucho tiempo.No tenía más de cuatro meses. Carita

redonda y sonrosada, nariz puntiaguda,pelo castaño y boca de piñón. Se fijó enque si del padre había heredado el sexoy la forma de la cara, todo lo demás erade la madre. El pelo, la nariz, los ojos.Sobre todo los ojos. De ese coloravellana con los que le atravesaba y conlos que el bebé también le miraba

Page 78: La tumba del nino eugenio prado

fijamente.Con una mano rozó su piel. Estaba

caliente. Después, con disimulo, le tomóel pulso. Su corazón latía. Sonrióestupefacto. El niño le respondió conotra sonrisa. Entonces el preso abrió laboca y le sacó la lengua; el niño leimitó, babeando sonriente.

—Esto es un acto de Dios —dijoemocionado mirando a los padres—.Una bendición del cielo. Un milagro…

Pero el hombre y la mujer norespondieron.

A la mañana siguiente, apareció

Page 79: La tumba del nino eugenio prado

muerto el cerdo.El preso jugaba al aire libre con el

niño cuando la mujer entró en el establoseguido del hombre, que portaba unacarretilla. El niño jugaba a coger lascruces que llevaba puestas, riendo acarcajadas cada vez que lo conseguía.El vínculo entre ellos se había hechomás fuerte. Por petición de los padres,había dormido en la cuna que seencontraba en su habitación.Maravillado, lo escuchó dormir toda lanoche, sintiendo cada movimiento ycada respiración de aquel niño renacido.

Diez minutos después salió delestablo el marido empujando la

Page 80: La tumba del nino eugenio prado

carretilla; dentro iba el cerdo. Sinpronunciar palabra, se dirigió hacia elpáramo.

—¿Qué ha pasado? —preguntó a laesposa—.

La mujer no respondió. Se acercó alniño y lo tomó en brazos. Se sentó enuna de las sillas que habían sacado alexterior y se desabrochó uno de lostirantes del vestido. El preso fue testigode otro milagro: el bebé comenzó amamar del pecho de la mujer. Era comosi el curso de la naturaleza se hubieseinterrumpido y ahora volviese a sucauce.

La madre acercó algo al preso.

Page 81: La tumba del nino eugenio prado

Una cruz y una estampa.—No las necesito.La mujer insistió hasta que las

aceptó. Se colocó resignado la cruz yobservó la desgastada estampa: SanFrancisco de Padua tomando en brazosal niño Jesús.

La mujer meció al niño hasta quequedó dormido. Entonces le habló alpreso: lo hizo en rumano, ayudándosecon gestos y dibujando en el aire figurasy fechas. Todo en un susurro, como si noquisiera que el bebé lo escuchara. Elpreso comprendió lo que le estabacontando. Era su historia.

Hacía casi ocho años que ella y su

Page 82: La tumba del nino eugenio prado

marido habían llegado a aquel pueblo,aunque en aquel momento estaba repletode vida. Habían emigrado de su país enbusca de trabajo, y lo encontraron allí,gracias a que buscaban parejas jóvenesque ayudaran a aumentar la población.Solo tres meses después la mujer quedóembarazada, y a comienzos del añosiguiente nació Radu. El pueblo enterocelebró una fiesta en su honor. Leshicieron regalos y el niño se convirtióen la alegría de sus habitantes. Loterrible es que esa alegría solo durócuatro meses.

Radu murió una mañana de finalesde Febrero. El médico del pueblo habló

Page 83: La tumba del nino eugenio prado

de muerte súbita, pero el hombre y lamujer no le creyeron. El niñosimplemente había dejado de existir,como si su alma se hubiera escapado desu cuerpo con un suspiro y no hubieraencontrado el camino de vuelta.

Todo el pueblo acompañó a lospadres el día del entierro.

Luego la normalidad retornó paratodos salvo para los padres, cuyo dolorjamás remitió. La madre soñaba cadanoche que el niño volvía a la vida yobsesionada con esa idea permanecíahoras y horas junto a su marido en elcementerio esperando algo imposible.

Hasta que una noche ocurrió. Un año

Page 84: La tumba del nino eugenio prado

exacto después de su muerte, mientrasrezaban junto a la tumba, escucharon unllanto emergiendo de la tierra.Asustados, excavaron con sus propiasmanos en el suelo hasta llegar al ataúd.Lo abrieron y allí estaba… vivo… comosi el tiempo no hubiera transcurrido.Llorando de miedo y de alegría, tomaronal niño y corrieron al pueblo para dar labuena noticia. ¡El alma de su hijo habíaregresado! ¡Había encontrado el caminode vuelta! Pensaron que todos sealegrarían, que celebrarían una nuevafiesta. Pero entre la gente lo que seextendió fue el horror más absoluto.

La ruptura de las leyes de la vida y

Page 85: La tumba del nino eugenio prado

la muerte los sumió en la confusión y elespanto. Temerosos, veían al niño comoun trozo de carne que respiraba. Nodecían «Dios lo ha resucitado», sino «elDiablo lo ha traído de vuelta». Sintierontanto miedo que no los expulsaron delpueblo, sino que fueron ellos los quehuyeron. En menos de veinticuatro horasabandonaron el lugar como si en suinterior se hubiera desatado la peste. Sinsaber que lo más extraño ocurrió altercer día.

El veintitrés de Febrero, solo tresdías después de su resurrección, el niñovolvió a morir. Lo hizo igual que laprimera vez: simplemente dejó de ser.

Page 86: La tumba del nino eugenio prado

Solos y sin ayuda, lo trasladaron denuevo a su tumba. Había dolor en susrostros, aunque en el fondo sus almasestaban serenas. Era como si de prontohubieran comprendido el mecanismo quehacía que su hijo volviera a la vida.Decidieron permanecer en el pueblo. Seapropiaron de los animales que la gentehabía dejado en su partida y plantaronun huerto. Trabajaron y esperaron. Hastael siguiente veinte de Febrero.

Ocurrió lo que esperaban.Incorrupto, congelado en el tiempo,siempre con la misma apariencia y edad,el niño los llamó desde dentro de latumba, mientras ellos eran invadidos por

Page 87: La tumba del nino eugenio prado

una alegría histérica. Durante todo elaño se hacían preguntas, intentabancomprender, pero todas las dudas sedisolvían cuando tocaban al bebé ynotaban su palpitante corazón. Tres díasde vida por cada año de muerte. Esa erala única regla.

En esos tres días la felicidad y laamargura se confundían en un mismosentimiento. Ver la vida limitada pero ala vez eterna de su hijo les calmaba y ala vez les hería en lo más profundo.¿Siempre sería así? ¿Su hijo resucitaríauna y otra vez durante los siguientesaños? Comprendió entonces el preso elavejentado aspecto de los padres. Tanto

Page 88: La tumba del nino eugenio prado

era el amor que tenían a su hijo quenunca podrían abandonarlo. Durante losdías que viviese estarían a su lado,sacrificando sus vidas en favor delpequeño Radu.

Así habían transcurrido los últimossiete años. Siempre de la misma forma.Hasta ahora.

—¿Qué ha cambiado esta vez? —preguntó el preso cuando terminó dehablar la mujer.

Ella sonrió.—Tu.Regresó el marido. La carretilla

estaba vacía. De nuevo fue hacia elestablo y soltó una exclamación. El

Page 89: La tumba del nino eugenio prado

preso fue hasta él. La mujer permaneciósentada. Al entrar en el establo, vio alhombre santiguarse ante tres puñados deplumas tirados en el suelo. Se acercó.Eran las tres gallinas. Estaban muertas.

El preso tragó saliva. El hombretomó otra vez la carretilla.

Fuera el niño se había despertado…y reía.

Page 90: La tumba del nino eugenio prado

Capítulo 7

El hambre

Primero consumió las esencias mássimples, las de las plantas. Luego la delos animales. Siempre había sido así,pero los padres hasta entonces se lohabían ocultado al preso. De ahí lascruces y los santos, la insistencia en queestuviera protegido. El bebé vivíagracias a la vida de los demás. Lasuccionaba igual que la leche de sumadre; imagen que ahora se tornaba

Page 91: La tumba del nino eugenio prado

mera apariencia: el niño no necesitabacomer, solo necesitaba vida, queengullía con apetito insaciable. Despuésdel cerdo y las gallinas, murió la cabra.Al final del segundo día solo quedabacon vida el caballo. Petrificado en unade las esquinas del establo, no movía niuna pezuña.

Fuera todo estaba marchito y gris. Lavegetación que rodeaba la casa se habíasecado, convirtiendo cada tallo en unacarcasa vacía, y el musgo que cubría lafachada en sombras color cenizadibujadas sobre la pared.

Pisando la hierba seca, el presorecorrió los alrededores con la cabeza

Page 92: La tumba del nino eugenio prado

abarrotada de pensamientos. Queríaborrar las imágenes de los animalesmuertos mezcladas con la cara sonrientedel bebé. Pero lo que encontró fue másseres cuya vida había sido arrancada:lagartijas, ratones, conejos, un zorro…

Un halcón volaba alto cuando elpreso vio cómo caía bajo el yugo delniño. De trazar círculos en el aire, pasóa volar de forma errática; de pronto susalas dejaron de moverse, y su cuerpo,como si estuviera relleno de plomo,cayó en picado a tierra. El preso corrióy lo tomó, solo para comprobar que nose movía.

Por vez primera, tomó las cruces que

Page 93: La tumba del nino eugenio prado

llevaba al cuello y murmuró algoparecido a una oración. Pensó en elcaballo. Su única vía de escape.

Al anochecer, cuando regresó a lacasa, los ojos de Radu se clavaron en élnada más entrar por la puerta. Le dio labienvenida con un gritito de alegría. Elpreso fingió no haberlo visto, pero algomás fuerte que su voluntad hizo queacabara acariciándolo mientras el niñomovía brazos y piernas de purafelicidad. ¿Por qué no lo odiaba? ¿Porqué acariciaba a aquella abominación, aun ser que nunca tendría que habersalido de la tumba, a una presencia quetraía la muerte igual que una plaga? Con

Page 94: La tumba del nino eugenio prado

gran esfuerzo, se apartó del niño, que deinmediato se puso a llorar.

En la cocina, el hombre y la mujercontaban las provisiones de las quedisponían: la comida había comenzado apudrirse. La leche, las verduras, lacarne. Su retoño engullía la energía detodo. Pasarían toda la noche y el últimodía de vida de Radu sin poder llevarsenada a la boca. Los dos le indicaron alpreso que se hiciera cargo del bebémientras intentaban salvar todo loposible. No tuvo más remedio quetomarlo en brazos y salir al exterior.

El llanto se detuvo.La noche era fría y el preso encontró

Page 95: La tumba del nino eugenio prado

el páramo más silencioso que decostumbre. Su cuerpo se estremeció alpensar que tal vez no había ningúnanimal con vida en varios kilómetros ala redonda. Nadie excepto el caballo,que sobrevivía de forma milagrosa.

Sintió lástima de los padres,atrapados en un eterno bucle de vida ymuerte del que jamás podrían salir. Elno quería acabar así, pero ¿cómoescapar? Si se separaba del niño, estecomenzaría a berrear. Intentó dormirlo.Le susurró nanas, y lo balanceó hastaque poco a poco fue cerrando los ojos.Tardó quince eternos minutos, pero loconsiguió. Con gran tristeza, una tristeza

Page 96: La tumba del nino eugenio prado

que no sabía si era real o parte delpoder de sugestión del niño, dejó albebé junto a la puerta y se digirió alestablo donde se subió al caballo. Elcorcel movió una pata, otra, pero muydespacio. Estaba débil y aterrado. Elpreso le propinó varios golpes, perosalvo un relincho no se movió.

—¡Chisst! —le dijo al oído yacariciando su cuello—. Por tu bien ypor el mío más vale que no lodespiertes.

Con paciencia infinita logrócalmarlo; lo colocó de cara a la salidadel establo, y con un firme golpe en losflancos, le indicó que saliera a todo

Page 97: La tumba del nino eugenio prado

correr.El caballo obedeció. Se deslizó

como una bala por la puerta y salióhacia el páramo.

A los pocos minutos la casa solo erauna sombra a sus espaldas.

Ya está. Así de fácil.Según se iba alejando, su cerebro ya

trabajaba para que dentro de unos días,cuando se preguntara sobre lo que habíavisto, recordara todo como algo lejano ysin sentido. ¿Un pueblo abandonado?¿Un niño que renacía? ¿Animales quemorían? ¡Tonterías!

Detuvo el caballo y miró alrededor.No sabía qué camino tomar para volver

Page 98: La tumba del nino eugenio prado

a la civilización.Rodeado por la oscuridad, buscó

una luz, el comienzo de alguna carretera,pero aquel mundo inerte se extendía entodas direcciones. Galopó en línea rectadurante varios minutos, topando siemprecon las mismas piedras y los mismosmatojos, en una carrera donde noparecía avanzar ni retroceder.

El caballo comenzó a tambalearse ytuvo que desmontar.

Intentó sosegarlo, pero sin efectoalguno. Al animal se le escapaba la vidapor momentos. El caballo hincó lasrodillas en tierra y ya no se levantó.

Tiró el preso de las riendas, pero

Page 99: La tumba del nino eugenio prado

con un pavoroso bufido la cabeza sedesplomó sobre el suelo.

A lo lejos aparecieron tres luces.Estaban situadas a unos cincuenta

metros del caballo y recorrían deizquierda a derecha el páramo. Las tresse convirtieron en una al descubrir elcuerpo del animal.

Un gemido de horror se alzó hasta lagarganta del preso. Se tapó la boca conlas manos y se lanzó contra el costadodel caballo.

«Son ellos. Son ellos. Son ellos.»Los policías.Escuchó sus voces y sus pasos

aproximándose.

Page 100: La tumba del nino eugenio prado

No podía hacer otra cosa salvo huir.Contó hasta tres y se levantó. Su

cuerpo quedó iluminado por laslinternas y echó a correr.

Unas voces le gritaron que sedetuviera.

Pero no lo hizo. Esquivandovegetación y piedras, volvió sobre suspasos en dirección al pueblo. Sintiócómo sus zapatos se deshacían a cadapaso y su piel se desgarraba.

La casa en el horizonte. Las botas delos oficiales pisándole los talones.

Llegó hasta la puerta y entró.Se encontró de nuevo en el salón. El

niño ya no estaba en la puerta, donde lo

Page 101: La tumba del nino eugenio prado

había dejado, sino en brazos de sumadre.

Bañado en sudor, miró a los padres,que a su vez también lo miraron con unamezcla de sentimientos que no fue capazde descifrar. No sabía qué hacer, quédecir. Había ocurrido todo tan deprisa.

Les explicó que había visto a unoshombres con aspecto sospechosomerodear por los alrededores y queahora se dirigían hacia la casa. Mientrashablaba, buscaba un lugar dondeesconderse. ¿En el establo? ¿En elpueblo?

Su habitación. Allí había algo que lesería útil.

Page 102: La tumba del nino eugenio prado

—No abráis la puerta —dijo casi enuna súplica.

Los rostros de los rumanos noreflejaron respuesta alguna.

Angustiado, fue hasta la habitación ymetió la mano bajo el colchón, en buscadel cuchillo que allí guardaba. Noestaba.

El sudor que recorría su cuerpo setornó hielo.

Tres golpes resonaron contra lapuerta.

Dando un crujido, la puerta se abrió.Era el sonido de su perdición.

Page 103: La tumba del nino eugenio prado

Capítulo 8

La visita

—Señores, acogen en su casa a unasesino —pronunció el líder de lospolicías, acomodándose en el salónjunto a sus dos compañeros—.¿Comprenden lo que les estoy diciendo?

El fuego de la chimenea iluminabalas caras del matrimonio y un brillotemeroso se reflejó en sus ojos.

—Estoy convencido de que sí… —dijo de nuevo el policía, escupiendo al

Page 104: La tumba del nino eugenio prado

suelo.Los días de infructuosa búsqueda

habían convertido a los agentes en tresdespojos humanos. Sus uniformesestaban llenos de mugre, había barro ensus botas y roña en sus caras. Habíanrecorrido de arriba abajo el páramo sinencontrar ni una pista sobre el paraderodel preso. En un par de ocasionesdistinguieron las formas de un pueblo alo lejos, pero, como si una manoinvisible confundiera sus rumbos,cuando llegaban allí no encontrabannada. Sobrevivieron bebiendo encharcos y comiendo carroña. Solo elorgullo les impidió desistir. Cuando ya

Page 105: La tumba del nino eugenio prado

daban todo por perdido, vieron al presosalir de detrás del caballo muerto yentrar en aquella casa. Ahora lo sacaríande allí, por las buenas o por las malas.

En el fondo deseaban que fuera porlas malas.

—Sabemos que lo esconden aquí —continuó el jefe—. Pero estoy seguro deque han actuado con la mejor de lasintenciones. ¿Qué tipo de personasdejarían a su suerte a un hombredesamparado que necesita ayuda? Sucara de no haber roto nunca un plato lesterminó de convencer ¿me equivoco? —Observó los crucifijos colgados en lasparedes—. Seguramente para ustedes

Page 106: La tumba del nino eugenio prado

fue como encontrar una oveja extraviadadel rebaño de Dios. Pero lo que nosaben es que bajo la piel de esa oveja seesconde un lobo. Y ya saben lopeligrosos que son los lobos. Este enconcreto además es muy listo: sabeutilizar armas. Un cuchillo. —Sonriótorciendo la boca—. Un lobo con uncuchillo, qué imagen, ¿verdad? Pues estelobo armado con su cuchillo mató a dospersonas. Dos seres humanos que,aunque no eran de lo mejor de suespecie, merecían mejor suerte queacabar con el cuello rajado. Los apuñalórepetidas veces y después los degolló.Deberían ver las fotos cuando… no,

Page 107: La tumba del nino eugenio prado

mejor no las vean. Solo sepan que eselobo, que estoy seguro de que ahora estáescuchando mis palabras, tiene que sersacrificado. Así lo ha dictado la ley, yasí la vamos a hacer cumplir. Así que,señores, no empiecen a hablarme comosi no hubieran entendido una palabra delo que les he dicho; solo levanten undedo y señalen, por su futuro y el de suhijo, precioso, por cierto, dónde seencuentra ese lobo que hay quedespellejar.

Tras el monólogo del policía soloquedó el sonido del viento chocandocontra las ventanas. Los otros dosoficiales miraban al matrimonio. No

Page 108: La tumba del nino eugenio prado

sabían si habían entendido algo de loque su jefe les había dicho.

Dentro del dormitorio el preso lohabía escuchado todo. El recuerdo de sucrimen renació en su interior. El brillodel cuchillo, los gritos, la sangre… Solorecordaba fragmentos, como si fueraparte de un sueño, pero con tal nitidezque sintió náuseas. Aún se preguntabacómo había sido capaz. Eran dosmiserables, dos prestamistas que sehabrían deshecho de él sin pestañear,pero aún así…

Corrió hacia la ventana e intentóabrirla. Estaba atascada. Alguien lahabía atrancado desde el exterior.

Page 109: La tumba del nino eugenio prado

En el salón, los rumanos alzaron sudedo índice y señalaron el dormitorio.Los rostros demacrados de los policíasse iluminaron como si hubieranpresenciado un milagro. Se alzaron desus asientos y se colocaron frente a lapuerta. Las manos cerca de las porras yde las pistolas. El líder alzó su bota. Elmatrimonio bajó la mirada. El oficialdescargó un sonoro golpe y la puerta seabrió.

Al preso solo le dio tiempo a ver lasombra de una porra estrellándosecontra su cara. Luego tres moles seabalanzaron sobre él. Uno le colocó lasmanos detrás de la espalda y lo esposó;

Page 110: La tumba del nino eugenio prado

el otro lo colocó de rodillas; y el tercerole propinó una patada en el estómago.Agarrándolo de las axilas, lo arrastraronhasta el salón. Rieron y se felicitaronmientras seguían golpeándole: «este porlos tres días que hemos tenido quedormir a la intemperie». «Este porhacernos comer entrañas de oveja». «Tevamos a dejar con la sangre justa parallegar al pelotón de fusilamiento,cabrón.»

Entre el jolgorio, aparecieron losrumanos. El hombre portaba una botellay la mujer, con una llamativa sonrisa,invitaba a los policías de nuevo asentarse. El preso estaba demasiado

Page 111: La tumba del nino eugenio prado

dolorido por dentro y por fuera comopara mirarlos.

—¡Tuica! —dijo el hombre llenandolos vasos con el líquido con ese nombre.

—¡Gracias! ¿Cómo se dice «salud»en su idioma? —preguntó uno de losagentes.

—Noroc! —respondió el rumano,alzando el vaso.

—¡NOROC! —repitieron todos ybebieron.

El ruido despertó al bebé. La mujer,con él en los brazos, apartó la manta quelo envolvía y lo mostró a los agentes.

Los policías exclamaron todo tipode alabanzas al verlo.

Page 112: La tumba del nino eugenio prado

—Es realmente guapo, señora —dijo el jefe—. No sabe el bien que le hahecho colaborando con nosotros. Leprometo que hablaré con mis superiorespara que tengan una recompensa porayudarnos en la detención de esteindeseable. Por cierto, me he dadocuenta de que viven solos en estepueblo. ¿Cómo han llegado a estasituación? ¿No han pensado alguna vezen viajar a la ciudad y buscar allí…?

La mujer interrumpió al policíaacercándole al niño. El marido a su vezcomenzó a dar palmas, animando a losdemás a que lo siguieran, dando aentender que era una de las cosas que

Page 113: La tumba del nino eugenio prado

más le gustaba a su hijo. Los policías,embriagados por el éxito y el alcohol,siguieron el juego. El líder tomó albebé, aunque al poco se lo pasó a uno desus compañeros. Radu los miraba atodos intensamente. De pronto comenzóa reír. El ruido de las voces, laspalmadas y el balanceo en las rodillasde los policías hizo que estallara encarcajadas. Alzaba los brazos pasandode uno a otro. De los policías a supadre, luego a su madre, de esta denuevo a los policías, en un círculo sinfin.

El preso miraba la escenasobrecogido. Vio al padre levantarse e

Page 114: La tumba del nino eugenio prado

ir hacia la chimenea. Allí descolgó unade las cruces y la depositó en el suelo.Luego descolgó otra, y otra. Losoficiales siguieron jugando con el niño,cuya sombra, agrandada por la luz delfuego, bailaba una danza sobre lasparedes cada vez más desnudas.

La mujer sirvió más tuica. Losagentes estaban tan achispados que serieron hasta del extraño comportamientodel hombre, que seguía retirando cruces,santos y biblias.

—¡Está borracho! —gritó uno deellos—. ¡Ya no cree en Dios! ¡Solo creeen el alcohol!

A medida que las cruces caían, el

Page 115: La tumba del nino eugenio prado

preso deseó tener las manos libres parapoder aferrarse con fuerza a las quellevaba colgadas al cuello. Cada gritode alegría del niño presagiaba algoinminente y horrible.

Uno de los agentes empezó a sentirsemal. Se levantó, y sin poder evitarlo,vomitó en una esquina.

—Algo me ha sentado mal… —dijocreyendo que había sido a causa de labebida, pero cuando vio que el vómitoera de color rojo, soltó un alarido.

—¿Qué ocurre? —dijo el jefehaciendo ademán de levantarse; pero sedetuvo al ver que la cara de su otrocompañero, que sostenía ahora al bebé,

Page 116: La tumba del nino eugenio prado

se había vuelto blanca. El compañeroaflojó las manos y el bebé estuvo apunto de caer, pero el jefe lo agarróantes de que se golpeara contra el suelo.Volvió a mirar al agente y vio que norespiraba. Tenía la cabeza echada haciaatrás, la boca abierta y los glóbulosoculares totalmente negros; como sihubieran reventado dentro de susórbitas.

Al girarse hacia el que vomitaba, loencontró tirado en el suelo, cubierto desangre.

—¡Nos habéis envenenado! —Gritóhorrorizado.

El hombre tomó de la mano a su

Page 117: La tumba del nino eugenio prado

mujer y la alejó del policía. Este miróconfundido alrededor, y luego se fijó enel bebé que aún llevaba en brazos. Unosojos color avellana lo miraban, mientrasunas manitas jugaban a agarrarle lanariz.

—No puede ser…Sintió una presión en el pecho. Su

respiración se detuvo. Una parte de suser le gritó que se apartara de aquelniño. Que lo lanzara lejos. Otra lesusurró que solo era un niño inofensivo.Pero ver los cadáveres de suscompañeros hizo que una de sus manosse separara del bebé y se acercara a supistola.

Page 118: La tumba del nino eugenio prado

El preso, arrodillado y esposadodetrás de él, vio su oportunidad. Selevantó con esfuerzo, y dobló su espaldahasta que su cabeza quedó en direccióna la espalda del policía, corrió hacia ély lo embistió con todas sus fuerzas.

El policía perdió el equilibrio. Lapistola cayó a un lado, el niño a otro. Lamadre cogió al asustado bebé queempezó a llorar. El agente, tumbado enel suelo, sentía que sus fuerzas seevaporaban. Como si la energía de todassus células escapara de su cuerpo yfueran llevadas a otro lugar…

El preso se colocó frente a él. Unodio irrefrenable le invadía por

Page 119: La tumba del nino eugenio prado

completo. El mismo que sintió cuandoatacó a los dos prestamistas. Un impulsode crueldad, una sed de sangre. Levantóun pie, dolorido aún por la carrera hastala casa, y lo estampó contra la cara delpolicía. Luego lo hizo otra vez. Siguióhaciéndolo mientras el niño lloraba asus espaldas. Atrapado dentro de aquelsueño que le cegaba la razón.

Al cabo de unos minutos, todo quedóen silencio. La negrura del exteriorinvadió también el interior de la casa.Los crucifijos yacían tirados por elsuelo junto a los dos hombressacrificados por el niño. El tercero eraun ser casi sin cabeza. El bebé se calmó

Page 120: La tumba del nino eugenio prado

mamando leche de su madre. Su serestaba repleto de almas, pero aún asíseguía bebiendo.

Las brumas del sueño se disiparon yel preso comenzó a vislumbrar de nuevola realidad. Sintió un terrible mareo ycayó al suelo. Antes de perder elconocimiento, pensó que el día siguienteera el último de vida del niño. Luego lollevarían de nuevo a su tumba y todoquedaría en calma. Del crimen que habíacometido contra el policía no recordabanada.

Page 121: La tumba del nino eugenio prado

Capítulo 9

La decisión

Una sensación angustiosa le despertócerca del amanecer. Imágenes cruzaronrápidamente su mente. Se vio a sí mismogolpeando al policía hasta la muerte.¿Había matado otra vez? Quisolevantarse, pero se detuvo al ver alhombre y a la mujer sentados a los piesde la cama.

Eran dos siluetas, él a su derecha yella a su izquierda, iluminadas por la

Page 122: La tumba del nino eugenio prado

pálida luz del sol que despuntaba en elhorizonte. Entre los dos, dentro de sucuna, el niño.

—Gracias —dijo el preso viendoque volvía a tener las manos libres sinlas esposas—… Gracias por ayudarmey… perdón. Nunca debí de habertomado el caballo. Si no lo hubierahecho, los policías jamás habrían pisadovuestra casa, y Radu —alzó la vista endirección a la cuna—… ¿Está dormido?

La mujer negó con la cabeza.—Os ayudaré a ocultar los cuerpos.Esta vez fue el hombre quien negó.

Él y su carretilla se habían encargado detodo.

Page 123: La tumba del nino eugenio prado

—Perdonadme… solo os pido eso.Los rumanos mantuvieron un

profundo silencio. Parecían más viejos ycansados que nunca. La mujer entoncesabrió los pliegues de su falda y sacóalgo de su regazo. Estiró la mano y se loacercó al preso.

El brillo de aquel utensilio aceleróel corazón del fugitivo. Era el cuchillo.El que había ocultado en la habitación yque después había desaparecido. Lohabían tomado ellos. Todos sus erroresestaban saliendo a la luz. Ya no era esehombre perdido que una noche aparecióen su casa; ahora sabían que era unprófugo, un perseguido por la ley, un

Page 124: La tumba del nino eugenio prado

condenado a muerte. Había robado sucaballo y ocultado un arma. Y habíamatado a un hombre. Lo había hechodelante de ellos, ahora lo recordabaperfectamente, poseído por ese ladosalvaje que había jurado una y mil vecescontrolar.

La mujer le acercó más el cuchillo.El preso, lentamente, alargó la mano

y lo tomó. Entonces ella, con ojosvidriosos, le dijo:

—Aveţi de a ucide Radu.Un temblor sacudió al preso. No

entendía sus palabras, pero estaba clarolo que la mujer le pedía. Cuchillo.Matar. Radu. Saltó de la cama

Page 125: La tumba del nino eugenio prado

apartándose del matrimonio einterponiendo el cuchillo entre ellos.

—¡Jamás!—Am făcut ceva pentru tine —

continuó la mujer—. Acum, trebuie săfaci ceva pentru noi

El hombre tradujo la frase casi alunísono:

—Nosotros hemos hecho algo por ti.Ahora, tú tienes que hacer algo pornosotros.

El pacto era claro; y en el fondojusto. Se lo había dicho la mujer deforma clara cuando le narró su historia:la única diferencia en los siete añosdesde la primera muerte y resurrección

Page 126: La tumba del nino eugenio prado

de Radú era su presencia. Desde elcomienzo lo consideraron la llave paraliberarlos de su hijo.

—Pero hoy morirá —replicó elpreso—. Y durante un año permaneceráasí. Podéis abandonar el pueblo. ¿Quésentido tiene…?

Pero sabía que no huirían. Jamás sesepararían voluntariamente de él.Envejecerían y morirían en aquel lugarcon tal de poder verlo unos pocos díascada año. Solo una mano ajena eracapaz de romper el ciclo. La mano de uncriminal, de un asesino. Su mano.

—Tienes que hacerlo antes demedianoche. Cuando aún vive —le dijo

Page 127: La tumba del nino eugenio prado

el hombre—. No se puede matar lo queestá muerto. Solo lo vivo puede morir.

Cada frase martilleaba suconciencia. Sentía que todas lasposibles decisiones que podía tomar seiban reduciendo solo a una. Comprendióque la verdadera encrucijada no laestaba sufriendo él ante la idea de unposible asesinato, sino el matrimoniocon el infinito dolor con el que le pedíanque lo hiciera.

—Lo haré —dijo bajando elcuchillo—. Pero no aquí.

Una lluvia fina calaba el páramo

Page 128: La tumba del nino eugenio prado

cuando el preso salió de la casa con elniño en brazos. En medio del pálidoamanecer, la humedad había creado unaneblina que hizo desaparecer las figurasdel hombre y la mujer cuando el presohabía avanzado solo unos pocos pasos.Escuchó los tristes suspiros del padre yel llanto desconsolado de la madre.

Le indicaron el camino de regreso ala carretera. A pesar de que no veía unpalmo por delante de sus narices, lorecorrió con facilidad, como si lo quehasta ahora había convertido el páramoen un lugar sin principio ni fin, y quehabía confundido tanto a él como a lospolicías, hubiera desaparecido. Al cabo

Page 129: La tumba del nino eugenio prado

de una hora, topó con el sendero queascendía hasta la carretera.

Durante todo el trayecto no habíadejado de observar al niño, quedespierto también lo miraba con ojoscuriosos. Él lo tapaba con la manta paraque no se mojase y le sonreía,sintiéndose enfermo ante la sola idea dehacerle daño.

Según subía, la niebla se hizo menosespesa y enseguida vislumbró el asfalto.Ocultó al niño entre la vegetación. Miróhacia la carretera, pero igual que lanoche en la que escapó, ningún cochepasaba por allí. Con mano temblorosatomó el cuchillo.

Page 130: La tumba del nino eugenio prado

—¡Vamos! —se dijo—. ¿No eres unasesino? ¿No has matado ya a trespersonas? ¿No eres lo más abyecto queha pisado la tierra? ¡Pues mátalo! Elloste han salvado de la policía, y ahora tútienes que salvarlos de este crío.¡Mátalo y descuartizalo! ¡Y entierracada parte en un lugar! ¡Vamos! ¡Hazlo!¡Hazlo! ¡Hazlo!

Se arrodilló, cogió el cuchillo conambas manos, cerró los ojos y lo alzóhacia el cielo, y con un gritodesgarrador lo bajó con todas susfuerzas hacia el cuerpo del bebé.

El filo rozó la ropa del niño y luegoretrocedió. Entre las gotas de lluvia, el

Page 131: La tumba del nino eugenio prado

cuchilló voló por los aires y se perdióentre la hierba. Luego se escuchó ungemido. Era el preso, llorando yabrazando al niño. No podía hacerlo. Noquería hacerlo. El pacto consistía en quelos rumanos iniciaran una nueva vida,pero para eso no necesitaba matarlo. Selo llevaría lejos, decidió, muy lejos, y loenterraría en algún lugar donde nadiepudiera descubrirlo cuando resucitarade nuevo. Se sintió entusiasmado ante laidea. Se sintió dueño de sus acciones. Elprimer paso para controlar el ladoirracional de su mente. El comienzo deuna nueva existencia libre y…

—Quieto.

Page 132: La tumba del nino eugenio prado

Una voz, y la sensación de algopresionando su cráneo, congelaron lospensamientos del preso. Quiso girarse,pero la voz le dijo:

—Muévete un milímetro y tus sesosacaban decorando este lugar. Maldiraescoria… ¿Dónde están miscompañeros?

La persona que le apuntaba era elcuarto policía, el que habían dejado acargo del furgón. Había permanecidoallí el mismo tiempo que suscompañeros, sintiéndose solo yculpable; recordando una y otra vezcómo había cerrado la puerta delvehículo cuando introdujo al preso, y

Page 133: La tumba del nino eugenio prado

devanándose los sesos intentandoaveriguar cómo había escapado.

—Te he hecho una pregunta ¿Dóndeestán mis…? Un momento ¿qué es eso?

Avanzó el policía hasta ver porencima del hombro del fugitivo, ydescubrió una gruesa manta queenvolvía algo.

—Es…—Sí —dijo el preso—. Es mi hijo.—¿Cómo?—Por favor, no le hagas daño. Ven y

míralo.En la cabeza del policía se

amontonaron de pronto las preguntas.—Quería verlo una última vez —

Page 134: La tumba del nino eugenio prado

dijo a continuación el preso—. Por esoescapé. Pero si vas a detenerme tendréque dejarlo en el suelo y tomará frío.Mejor acércate y tómalo tú.

El policía se colocó frente al preso,que arrodillado le ofreció su retoño. Loagarró con una mano, mientras con laotra lo seguía apuntando con la pistola.Al pasar de uno a otro, el niño gimoteó,pero al ver la cara del agente comenzó areir sonoramente.

El preso también rió. Unos pocosminutos más, pensó, y caería muertocomo el resto de sus compañeros.Cogería sus llaves y escaparía en elfurgón.

Page 135: La tumba del nino eugenio prado

—Su madre quería abandonarlo —dijo para hacer tiempo—. Desde elmomento que conoció mi condena amuerte rompió todos los lazos conmigo.No quería ser la esposa de un asesino.Repudió todo lo que antes nos habíaunido, incluído nuestro hijo. Queríadarlo en adopción. Por eso al escaparfui directamente hacia nuestra casa. Estápor allí, cerca de un pequeño pueblo, yle dije que me haría cargo de él. Nisiquiera me preguntó cómo habíaescapado. Pasé unos días allí y despuésella me dijo que me lo llevara.

El preso siguió hablando, añadiendomás datos a su historia, a la vez que se

Page 136: La tumba del nino eugenio prado

ponía cada vez más nervioso ante laaparente salud del policía.

—¿Y tengo que creérmelo? —lepreguntó el policía mientras acariciabala mano del bebé—. Entonces, si haspermanecido siempre en el mismo lugar,¿cómo es posible que el resto de losagentes no te hayan encontrado? Llevantres días buscándote.

—Lo sé. Pero no los he visto. Lojuro.

El policía negó con la cabeza.—Mira, no sé qué parte de tu

historia es verdad, y cuál no. Solo séque te he atrapado, que mis compañerosestán ahí fuera, y que este niño va a

Page 137: La tumba del nino eugenio prado

tomar una pulmonía si sigue bajo estalluvia. Así que vamos a acelerar lascosas. Pon las manos detrás de laespalda.

—¿Qué? ¡No! Espera un momento…—No te levantes y coloca las manos

detrás de la espalda —le ordenódejando al niño a sus pies y empuñandocon las dos manos la pistola.

—¡Espera un minuto!—No hay nada que esperar. Mi

única obligación es llevarte hasta lacárcel, y eso es lo que voy a hacer. Elresto se comprobará a su debido tiempo.

—Tienes que creerme. Es mi hijo.—Te creo, pero eso no te va a librar

Page 138: La tumba del nino eugenio prado

de la condena. Las manos atrás.El preso obedeció tembloroso. ¿Por

qué no se moría? Tendría que estar yaagonizando. ¿Llevaba alguna cruzencima? No, se había fijado, y no lallevaba. Rezó todo lo que supo para queantes de que le colocara las esposascayera fulminado.

Rrrrr CLAC. Rrrrr CLAC.Las esposas se cerraron.El niño rió con más fuerza.—¿Por qué no acabas con él? —

murmuró desesperado—… ¿Por qué nolo matas?

El agente le obligó a levantarse ehizo que andara hacia el furgón.

Page 139: La tumba del nino eugenio prado

—No dejes al bebé en el suelo.Recógelo, por favor.

—No hasta que estés dentro delfurgón. Y no estés tan preocupado.Míralo, parece contento.

Radu seguía riendo mientras gotitasde lluvia le mojaban la cara. Al preso letemblaron de pronto las piernas.

—No quiere matarlo… —se dijo—.No va a hacerlo. Por eso se ríe.

—¿Qué murmuras?—Dejará al policía con vida… y yo

acabaré en el cárcel —las fuerzasvolvieron a flaquearle y casi cayó alsuelo—. Se ha burlado de mí, se haburlado de todos, se ha burlado…

Page 140: La tumba del nino eugenio prado

Con la ayuda del policía subió alfurgón.

—Tienes que calmarte. Nosotroscuidaremos de él. ¿Entendido?

Se apoyó en la puerta del vehículo.Entonces, en tono confidente, le dijo:

—Solo una cosa antes de irnos:¿cómo lograste abrir la puerta? Porqueaún no me lo explico.

El preso, paralizado, pálido,cadavérico, y recorrido por el terrormás absoluto, balbuceó:

—Simplemente… se abrió.El policía chasqueó la lengua

disgustado.—Increíble. Al final mis

Page 141: La tumba del nino eugenio prado

compañeros tenían razón en que no lacerré bien. ¡Seré estúpido!

Y cerró la puerta con un granestruendo. Se escuchó el cierre de lospestillos de seguridad, y todo quedó aoscuras dentro del furgón.

Page 142: La tumba del nino eugenio prado

Capítulo 10

El patíbulo

EL preso fue fusilado dos días mástarde.

La mañana anterior lo visitaron elsacerdote, cuya presencia rechazó nadamás ver la biblia y el rosario queportaba, y la de un funcionario, que lecomunicó la terrible noticia: su hijo, alque habían acogido desde el momentode su detención, había enfermado derepente y había fallecido hacía solo unas

Page 143: La tumba del nino eugenio prado

pocas horas. Un enfriamiento,diagnosticó el médico de la prisión, quederivó en un problema respiratorio. Elpreso, con ojos turbados, solo respondió«gracias» y el funcionario, ante la totalcalma con la que se lo dijo, pensó quehabía perdido la cabeza.

Varias cosas desconoció el preso enel tiempo que permaneció en la celda.Nunca supo que se inició una búsquedapara encontrar a los tres agentes depolicía destinados a encontrarle y quenunca aparecieron. Patearon el páramo ysolo encontraron los restos de un puebloabandonado. Registraron casa por casa,pero salvo una vivienda a las afueras

Page 144: La tumba del nino eugenio prado

mejor conservada que las demás, nodieron con ellos, ni con ninguna personaque les proporcionara una pista.

Lo mismo hicieron con el niño:nadie encontró a la supuesta madre, ni sehabía denunciado una desaparición.Solo el preso clamaba su paternidad, ycuando al amanecer del segundo día,mientras lo llevaban al paredón,preguntó dónde lo enterrarían, lecontestaron:

—A su lado. En la misma tumba. Laley es algo confusa en este aspecto, perodado que usted no tiene familiares quese hagan cargo de su cuerpo, y porconsiguiente tampoco de el del niño, se

Page 145: La tumba del nino eugenio prado

seguirá la tradición de enterrarlo en elcementerio de la prisión. De este modo,usted y su hijo descansarán juntoseternamente.

El preso sonrió de manera boba.Ahora que ya nada importaba, locomprendía todo. El niño, o la voluntadinterior que lo controlaba, se habíacansado del hombre y la mujer, deaquella casa y de aquel páramo.Deseaba expandir su territorio. Por esola puerta abierta del furgón; por eso lallegada justo el día anterior a queresucitara. Él había sido elegido comoinstrumento para sacarlo de allí. Suspensamientos, sus acciones, todo había

Page 146: La tumba del nino eugenio prado

sido previsto hasta este mismo instante,donde su ayuda ya no era necesaria.

Le taparon los ojos con una venda.—¡Carguen!Comenzaba la siguiente fase. Dentro

de unos segundos, su cuerpo caeríaabatido. Luego él y el niño seríantrasladados al cementerio. Después unasolitaria misa a cargo del sacerdote.Palabras inútiles sobre la inmortalidad,ante una aún más inútil cruz; sin saberque la verdadera inmortalidad reside enel interior de un bebé de cuatro meses.

—¡Apunten!Su cuerpo dentro del atáud y el de

Radu sobre su pecho. Luego paladas de

Page 147: La tumba del nino eugenio prado

tierra, recuerdos durante un par de días,y después el olvido. Nuevos crímenes secometerán, habrán nuevos fusilamientos,se llenarán más tumbas. Un año mástarde, alguien, un funcionario, mientrashace su ronda de noche por elcementerio de la prisión, escuchará unlamento. Un gemido procedente de unatumba. La inicial incredulidad dará lugara la sorpresa, la sorpresa al pasmo. Enpoco tiempo, decenas de personasrodearán el sepulcro. Decidirán abrirlo.Lo harán, y todos quedarán invadidospor un olor celestial que nublará susmentes.

—¡Fuego!

Page 148: La tumba del nino eugenio prado

Mirarán dentro del féretro. Dentrohabrá un montón de huesos. Los delpreso. Y acurrucado entre ellos un bebéque llorará desconsolado. Será el bebémás bonito que jamás hayan visto.Alguien lo tomará en brazos y lointentará calmar. Mirará sus ojos coloravellana y de la forma más inocentepreguntará:

—¿Estará hambriento?El niño parará de llorar y sonreirá; y

sacará su pequeña lengua. Relamiéndosede gusto por el sabor de sus almas.

Page 149: La tumba del nino eugenio prado