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La naturaleza de la guerra prehispánica temprana: La perspectiva desde Chankillo 1 lvan Ghezzi /11troducció11 Entre todas las manifestaciones culturales humanas, ninguna tiene un impacto más profundo que la guerra: ha evolucionado a tal punto que se ha convertido en la amenaza más grande al futuro de la humanidad - un peligro mayor que el cambio climático o las catástrofes naturales. La causa de la guerra es un tema con implicancias filosóficas, a juzgar por el aún vigente debate entre Hobbes y Rousseau, sobre la naturaleza intrínsecamente violenta o pacífica del hombre primitivo (Hobbes 2004; Rousseau 1987). El origen de la guerra tiene implicancias mayores aún, pues mientras algunos sostienen que nació con la especie huma- na, para otros fue una invención cultural de hace sólo unos miles de años. Si la guerra tuviera un origen que no es biológico y ancestral, sino cultural y relativamente reciente ¿podríamos pensar en su desaparición? Dada la trascendencia de esta pregunta, no sorprende que muchas disciplinas, de la biología a las ciencias políticas, le den un gran énfasis a su estudio. Entre las disciplinas que abordan el tema, sólo la arqueología permite examinar patro- nes de desarrollo de la guerra en circunstancias muy distintas a las actuales. Si só lo nos guiáramos por la historia o la etnografía, cuyo alcance temporal es limitado, concluiríamos, con graves consecuencias geopolíticas, que la guerra es omnipresente e inevitable (Haas 2001 ). Por ejernplo, el registro etnográfico, fuente principal de la concepción general sobre la Una primera versión de este texto, escrita en el 2004. fue publicada en Andean Archaeology 111 (lsbell y Silverman 2006). La versión ac tu al ha s ido significativamente revisada y aumentada. Nº 44, primer semestre del 2007 199

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La naturaleza de la guerra prehispánica temprana: La perspectiva desde Chankillo1

lvan Ghezzi

/11troducció11

Entre todas las manifestaciones culturales humanas, ninguna tiene un impacto más profundo que la guerra: ha evolucionado a tal punto que se ha convertido en la amenaza más grande al futuro de la humanidad - un peligro mayor que el cambio climático o las catástrofes naturales . La causa de la guerra es un tema con implicancias filosóficas , a juzgar por el aún vigente debate entre Hobbes y Rousseau, sobre la naturaleza intrínsecamente violenta o pacífica del hombre primitivo (Hobbes 2004; Rousseau 1987). El origen de la guerra tiene implicancias mayores aún, pues mientras algunos sostienen que nació con la especie huma­na, para otros fue una invención cultural de hace sólo unos miles de años. Si la guerra tuviera un origen que no es biológico y ancestral, sino cultural y relativamente reciente ¿podríamos pensar en su desaparición? Dada la trascendencia de esta pregunta, no sorprende que muchas disciplinas, de la biología a las ciencias políticas, le den un gran énfasis a su estudio.

Entre las disciplinas que abordan el tema, sólo la arqueología permite examinar patro­nes de desarrollo de la guerra en circunstancias muy distintas a las actuales . Si só lo nos guiáramos por la historia o la etnografía, cuyo alcance temporal es limitado, concluiríamos, con graves consecuencias geopolíticas, que la guerra es omnipresente e inevitable (Haas 2001 ). Por ejernplo, el registro etnográfico, fuente principal de la concepción general sobre la

Una primera versión de este texto, escrita en el 2004. fue publicada en Andean Archaeology 111 (lsbell y Si lverman 2006). La vers ión actual ha sido significativamente revisada y aumentada.

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guerra, procede de una etapa tardía en la historia, durante la cual las soc iedades humanas en todos los rincones del planeta han estado involucradas en un sistema-mundo (Wallerstein 1974). La globalización de los estados-nación desde el s. XVI trajo consigo el imperialismo, y con éste, guerra en a lgunas áreas y paz duradera en otras. En las zonas periféricas del s istema-mundo, o "zona tribal" el contacto con Occidente por lo general transformó, intens i­ficó , o generó la guerra (Ferguson y Whitehead 1992). Aunque ésta obviamente existió mucho antes del contacto, en general cualquier inferencia sobre la misma a partir del estudio etnográfico de la extensa y violenta zona tribal está marcada por las circunstancias externas y relativamente recientes impuestas por el sistema-mundo moderno.

La arqueología ofrece una alternativa ante este problema epistemológico (Haas 2001 ), por su enfoque en etapas anteriores al nacimiento del sistema-mundo moderno. Sus fuentes revelan una gran variabilidad de la guerra en el tiempo y el espacio: de su ausencia a la guerra total, de ataques furtivos a conquistas imperiales. Las circunstancias materiales y estructuras sociopolíticas que acompañan las evidencias arqueo lógicas de la guerra nos proveen abundan­tes datos para teorizar sobre sus orígenes, evolución, causas y consecuencias (Otterbein 1999).

Sin embargo, la arqueología no es ajena a las limitaciones en el estudio de la guerra ni a sus conflictos teóricos: en la actua lidad, dos escue las de pensamiento se enfrentan en un debate álgido sobre su naturaleza, origen y evolución . Por un lado, muchos sostienen que la guerra tiene una base biológica, que surgió con nuestros antecesores hace millones de años, y que ha caracterizado a todas las sociedades en todo el planeta (Kee ley 1996). Entre los arqueólogos, LeBlanc es uno de los grandes defensores de esta postura en esta batalla intelectual (LeBlanc y Register 2003 ). Al otro lado de las trincheras, se sostiene que la guerra surge mucho más tarde, con la civilización, y que las sociedades pre-estatales carecen de organización militar y sus combates son rituales. En los Andes , podemos mencionar a John y Theresa Topic, quienes sostienen que la guerra ritual o tinkuy era característica en las sociedades prehispánicas tempranas (Topic y Topic 1997). Estos paradigmas son responsa­bles por interpretaciones completamente opuestas de la evidencia: muchos arqueó logos se resisten a reconocer funciones ceremonia les, domésticas, o sociales en sitios defensivos; otros no pueden aceptar que efectivamente hubo culturas prehistóricas involucradas en conflictos violentos. En los Andes, por ejemplo, se debate intensamente si las cabezas trofeo Nazca, o los restos humanos mutilados entre los Moche, constituyen casos de guerra real o sacrificio ritual de prisioneros.

La distinción entre guerra ritual y total está profundamente enraizada en la antropolo­gía, y se remonta a los orígenes de la disciplina. Desde los primeros esquemas evolucionistas se planteó, más por lógica evolutiva que evidencias, la distinción entre la guerra ritual o primitiva, y la guerra real practicada por sociedades civi lizadas (Otterbein 1999; Turney-High 1949). La primera genera lmente se define como una fonna limitada y tecnológicamente senci­lla de hacer guerra. Es considerada una forma de interacción social en la que la conservación del enemigo es más importante que su destrucción. La guerra real, por el contrario, sería tecnológicamente más avanzada, con un alto costo en vidas, y fuertemente determinada por objetivos pragmáticos.

Actualmente, un enfoque que separe los aspectos rituales y reales de la guerra en categorías excluyentes es rechazado: la guerra, como institución cu ltural , es multidimensional , y no se puede reducir a categorías dicotómicas . Más bien, en sociedades tradicionales tiene

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aspectos seculares y rituales, y hay una interconexión compleja entre ellos. La etnografía muestra gran variabilidad entre los extremos de batallas rituales y guerras de aniquilación (Redmond 1994 ). Pese a las limitaciones en escala, tecnología, y organización social, la guerra en sociedades tradicionales puede ser extremadamente cruenta. A su vez, la guerra entre sociedades estatales tiene aspectos rituales y simbólicos, incluso en Occidente (Carman 1999). Entre estos dos extremos hay gran variabilidad en motivación, participantes, armas, tácticas y consecuencias de la guerra.

La mayoría de andinistas rechaza posturas estrictamente materialistas y reconoce la naturaleza profundamente religiosa de las sociedades prehispánicas, cuyas acciones esta­ban condicionadas por premisas existenciales sobre la vida, la muerte y lo sobrenatural. La guerra como concepto estaba íntimamente ligada a creencias religiosas, y el combate estaba altamente ritual izado. Existió un continuum de violencia, de las danzas con azotes hasta las batallas y guerras de conquista. El tinkuy, y los duelos entre parejas de guerreros se encuen­tran entre estos extremos (Topic y Topic 1997). Entre los Incas, por ejemplo, se practicaba observaciones astronómicas, se consultaba oráculos y se sacrificaba animales antes de una batalla, para predecir el resultado o influir en el mismo. Según la ideología religiosa imperante, los dioses-ancestros, o huacas, intervenían directamente en los asuntos mundanos, inclu­yendo por supuesto el resultado de una batalla. Más aún, la guerra era a menudo percibida como una rivalidad ritual izada entre huacas, que medían su poder y competían por el favor de los fieles. Las huacas iniciaban guerras santas cuando se aparecían en sueños a los líderes de las comunidades y lideraban la campaña cuando sus estatuas, incluso las momias mismas, eran llevadas al campo de batalla. De manera que a menudo el objetivo era derrotar y destruir o capturar la huaca de un líder o de un grupo étnico enemigo, demostrando públicamente poseer mayor fuerza y el favor de un dios más poderoso. Por supuesto, la guerra era orquestada por el calendario: las batallas se iniciaban o cesaban de acuerdo al ciclo de la luna, y la posición de Venus era usada para pronosticar su resultado (Pease 1978, 1992; Ramírez 2005 ; Rostworowski 1999; Rowe 1946, 1982; Spalding 1984; Ziólkowski 1996).

Pero esta "'guerra santa" andina, pese a que su motivación partía del plano ideológi­co, no estuvo divorciada de objetivos políticos y materiales. Gracias a la relación de paren­tesco entre las huacas y su congregación, una derrota necesariamente implicaba la sumisión de toda la comunidad, y el acceso a su trabajo y recursos . Así, la guerra santa tuvo una justificación tanto ritual como secular, y a menudo la meta principal de la batalla fue atacar, capturar o destruir la huaca. sea esta una divinidad o un centro de poder, enemiga. Ziólkowski ( 1996) ha sugerido que estas características de la guerra andina tuvieron probablemente raíces muy antiguas. Por esta razón, es productivo enfocarse en la costa nor-central , donde aparecen durante el Horizonte Temprano los primeros signos inequívocos de conflicto.

El horizonte temprano en Casma

El fin ~el Horizonte Temprano en e l área andina central fue una época de grandes cambios posteriores al colapso de la civilización Chavín, alrededor del siglo 111 aC (Burger 1995). Por ejemplo, muchos centros ceremoniales fueron abandonados; en algunos casos, sus áreas rituales fueron ocupadas por asentamientos domésticos . La esfera de interacción centra­da en Chavín de Huántar se desintegró, y el "estilo de horizonte" Chavín fue reemplazado por

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múltiples estilos locales. Esta ruptura profunda de tradiciones culturales que habían perdurado por cientos de años sugiere una reestructuración radical del ambiente sociopolítico.

Una característica de este periodo es que el regionalismo que siguió al colapso de Chavín estuvo acompañado de un gran nivel de conflicto (Topic y Topic 1978, 1987; Wilson 1987). En el valle de Casma, por ejemplo, se construyó por primera vez un buen número de fortalezas (Wilson 1995). Los guerreros fueron conmemorados en el ar1e, y fueron provistos de vestimenta elabora­da y ornamentos, annas especializadas y protección corporal (Ghezzi 2006). Estos cambios sugieren que el concepto de guerra tuvo por primera vez un impacto significativo en la organiza­ción de la sociedad, el patrón de asentamiento y el destino de la mano de obra pública.

La más grande fortificación de esta época es el enonne edificio en la cima de la colina del sitio arqueológico Chankillo, en el desierto costero del ramal sur de la cuenca hidrográfica del río Casma-Sechín (Figura 1 ). Diecisiete fechados radiocarbónicos AMS calibrados ubi­can la ocupación del sitio en el rango 320-200 CalBC, a fines del Horizonte Temprano (Figura 2). Los primeros cinco fechados (AA57020-25) fueron obtenidos, aplicando principios dendrocronológicos, de dinteles de algarrobo (Prosopis sp.) aún asociados a la arquitectura del sitio. El resto se obtuvo de restos (semillas, fibras) de plantas de vida relativamente corta. Así, el problema de la ''madera vieja" en el fechado fue reducido o eliminado.

Este edificio se ha interpretado en la literatura como fortaleza, reducto, centro ceremo­nial, o templo enclaustrado (Burger 1995; Cisneros 1980; Fung y Pimentel 1973; Lumbreras 1980; Makowski 1997; Middendorf 1973; Moseley 2001 ; Pozorski y Pozorski 1987; Squier 1877; Tello 1956; Thompson 1974; Topic y Topic 1987, 1997; Wilson 1995). Muchos observa­dores ofrecen una interpretación directa de su ubicación y atributos arquitectónicos, al considerarlo como fortaleza o refugio. Otros, aunque aceptan esta interpretación, conside­ran también funciones simbólicas y rituales. Finalmente, Topic y Topic, en una interpretación muy influyente entre los arqueólogos, sugieren que algunas de las fortalezas del Horizonte Temprano no podían cumplir un rol estratégico en la defensa de recursos, territorio o pobla­ciones, y urgen a considerar Chankillo como un escenario de batallas rituales.

Estas interpretaciones contrapuestas sobre la función de Chankillo reflejan la dicoto­mía entre guerra ritual y real que aqueja a la interpretación de las evidencias de guerra en la arqueología andina. Por lo tanto, es necesario en primer lugar clarificar la función de los edificios considerados defensivos, y otros indicadores de guerra, como base para la discu­sión teórica. Así, revisaremos a continuación los indicadores principales de conflicto en la literatura arqueológica (ver síntesis en Haas 2001; ver síntesis en LeBlanc y Register 2003), y contrastarlos con la evidencia recuperada en Chankillo.

Uno de los indicadores más obvios en el registro arqueológico es la evidencia directa de violencia física que se encuentra en los esqueletos humanos: hallazgos de proyectiles de piedra, metal, madera y hueso incrustados en los huesos; fracturas en el cráneo, brazo, y otras partes del cuerpo causadas por el golpe de un objeto contundente; decapitación, mutilación, canibalismo, etc . Sin embargo, los casos aislados pueden reflejar violencia do­méstica u homicidio, mas no la guerra. En este sentido, las fosas comunes, en las que se encuentra un gran número de individuos con huellas físicas de una muerte violenta, son un indicador importante de guerra. También es muy convincente la presencia de un sesgo estadístico en los cementerios contra los individuos masculinos jóvenes, que de perecer suelen ser enterrados en el lugar mismo del conflicto.

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Figura 1. Mapa del Complejo Arqueológico Chankillo (Casma). Las coordenadas están expresadas en el sistema UTM, Zona l 7S, Datum WGS 1984.

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Figura 2. Fechados C14 calibrados de Chankillo (Ghezzi y Ruggles 2007). La columna izquier­da representa el código de identificación (NSF-ArizonaAMS Lab). El área sombreada

representa la distribución de probabilidades en los puntos de intersección del fec hado con la curva de calibración. Las líneas hori zontales representan los rangos delerror.

AA57020 2270±33B P

AA57022 2 177±3613P

AA57023 2222±33BP .... AA 57024 22 l 8±32BP ••• AA57025 2239±328P -••-AA600l0 2212±3 7BP

AA600 11 2 l 79±37BP

AAó001 4 2 172±488P

AA600 15 2239±5813l'..P -------!l!!!!!!!!!!!!!!'~- -­

AA600 16 222 1±37BP

AA600 l 7 2 199±681ll'e_ ____ t41t~!!!!M!!!!l~----AA60020 222 1±37BP ~

AA60021 2 19 1±37BP • M

AA60026 2275±35 BP

IOOOCalAC 500Ca1AC CalACiCalDC SOOCalDC

Fecha Calibrada

En cuanto a los artefactos, la existencia de parafernalia militar es un indicador impor­tante de guen-a. El annamento debe ser claramente especializado para el combate, no la caza de animales. Las armad uras y escudos son también un indicador convincente. A diferencia del Viejo Mundo, en los Andes, la metalurgia tuvo un impacto limitado en la tecnología bélica (Makowski 1997). El armamento típico del guerrero fue la porra de piedra o metal, la estó lica, y la honda. En los sitios defensivos, los proyectiles de honda a menudo se almacenaban en anticipac ión al ataque, y este es un indicador de función para los edificios en que se encuen­tra estas acumulaciones (Makowski 2002; Topic 1989). El arte visual, sea rupestre, mural o en soportes menores como cerámica, textiles, metal, etc . a menudo representa la guen-a y honra a sus líderes (Ghezzi 2006).

El patrón de asentamientos es también un buen indicador de guen-a, pues a menudo éstos se encuentran en ubicaciones defensivas, altas y aisladas, y están protegidos por muros, mura llas, palizadas, fosos , trincheras, puestos de control , etc. Se puede detectar una

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aglomeración de los asentamientos en una posición estratégica, dispersos de forma que exista una alta inter-visibilidad, y así, la comunicación inmediata, por sonidos, humo, fuego, etc. , sea posible. Estas aglomeraciones a menudo están separadas por vastas zonas desocu­padas, consideradas tierra de nadie.

Entre los tipos de sitio que se puede encontrar en una región, las fortificaciones, con sus murallas, parapetos, fosos, bastiones, ingresos restringidos y ubicación defensiva, se encuentran entre las evidencias más claras de conflicto. A menudo, las fortificaciones y/o los asentamientos domésticos tienen signos físicos de un ataque, como la quema generalizada o enfocada en los espacios de mayor importancia, la destrucción deliberada de los edificios, etc.

Por supuesto, esta lista debe ser considerada tan sólo una guía para el investigador, y no puede, de ninguna manera, tomarse de forma absoluta. Puede haber muchos otros indicadores, y ninguno es suficiente por sí mismo; pero como regla general se puede esperar que en tiempos de guerra las manifestaciones arqueológicas de la misma serán numerosas (Haas 200 1 ).

Evidencia arqueolágica

El edificio de fonna ovalada en la cima de la colina en Chankillo se ubica a una altura de 180 m sobre el nivel del valle (Figura 3). Está compuesto por murallas concéntricas macizas y altas; en algunos sectores éstas aún mantienen una altura de 8 m y un ancho de 6,5 m. Las murallas tienen grandes accesos restringidos, cuya ubicación responde a desventajas crea­das por la topografía: al este, se ubican frente a hondonadas que facilitan el acceso a la cima, y al oeste enfrentan un terreno aún más elevado que el edificio mismo. Los accesos entre distintas murallas forman pares, con la aparente intención de que la muralla interna sirva de respaldo a la externa en caso sea superada. En cada ingreso se encuentra cajuelas, o peque­ños nichos en los que una laja vertical se encuentra atada firmemente a la construcción, y que probablemente servían para atar puertas de madera y controlar el acceso (Figura 4) . Al entrar, los estrechos pasajes se encuentran bloqueados por muros de cierre muy altos, que crean un efecto tipo laberinto y previenen el acceso directo e impiden la visibilidad . El muro interior, a menudo considerado una muralla, es en realidad el muro de contención de una platafonna al centro del edificio, que rodea dos estructuras de planta circular y una rectangular. El edificio rectangular tiene un atrio frontal y varios recintos posteriores; las estructuras circulares están compuestas por dos muros concéntricos con entradas restringidas (Figura 3).

A pesar de sus atributos defensivos, la interpretación de Chankillo como fortaleza ha sido hábilmente cuestionada (Makowski 1997; Topic y Topic 1997). Los Topic definen una fortificación como una estructura específicamente construida por razones defensivas u ofensi­vas. A partir de una prospección sistemática de fortificaciones en la costa y sierra (Topic y Topic 1978), lograron definir los atributos típicos de dichas estructuras: parapetos, proyectiles de honda, fosos extramuros, ubicación defensiva, y accesos restringidos. Consideraron que los parapetos v' proyectiles de honda son los indicadores más inequívocos de una fortifica­ción. Dominar la parte alta otorga claras ventajas en ténninos de visibilidad y el uso de proyec­tiles, por lo que la ubicación de estructuras en colinas aisladas o cerros empinados sería un indicador también de su función militar. Sin embargo, este indicador por sí mismo sería insufi­ciente (Topic y Topic 1987). En Chankillo, los Topic no encontraron parapetos, annamento, ni

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Figura 3. Mapa del edificio sobre la cima de la colina en Chankillo.

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Figura 4 . ) lustración de uno de los accesos, mostrando sus elementos principales, entre ellos las cajuelas y los dinteles de algarrobo.

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Figura 5. Dibujo en corte del parapeto sobre el muro de retención de la plataforma.

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depósitos de alimentos, consideraron excesivo el número de entradas, y que la ubicación externa de las puertas sea contraria a la lógica estratégica. Su ubicación defensiva dejaría asentamientos. campos de cultivo y fuentes de agua sin protección alguna. Por lo tanto, sugirieron que se trata más bien de un centro ceremonial y escenario para batallas rituales.

Por el contrario, las investigaciones recientes en Chankillo identificaron claramente atributos de fo11ificación (Ghezzi 2006). El muro de contención interno está constituido por muros adosados que forman un parapeto : el segmento externo tiene varias hiladas más que el interno, formando así las partes alta y baja del parapeto, del que se preserva sólo 50 cm. A juzgar por el colapso asociado, éste habría alcanzado hasta I m de alto (Figura 5). Se puede hallar restos similares, muy mal preservados, en ambas murallas . Es probable que todo su perímetro estuviera protegido por parapetos, a juzgar por las escalinatas de acceso a la parte superior de las murallas (Figura 3). Segundo, se descubrió una colección de figurinas de cerámica adosadas a vasijas caladas con el motivo del escalonado que representan edificios públicos (Figura 6). Se trata de parejas de gueJTeros armados en duelo; portan símbolos de su status ( camisa, tocado, nariguera, collar y ornamentos de pecho). Las armas identificadas ( lanza, estól ica, dardos, honda y escudo) conforman un repertorio claramente especial izado para el combate (Figura 7). La vestimenta y los ornamentos, además de indicar status, pudie­ron también funcionar como protección, especialmente al tomar en cuenta que se cubre toda la parte superior del cuerpo, incluyendo el cuello (Figura 7a).

En los Andes, la honda era el arma de largo alcance más efectiva, y por lo tanto formaba parte de cualquier estrategia bélica (Topic y Topic 1987). En Chankillo, aunque los hallazgos indican su uso (Figura 7h), no se ha recuperado ninguna. Sin embargo, sí se encuentra miles de cantos rodados dispersos entre las laderas de la colina donde se encuen­tra el edificio fo11ificado. Ninguno de estos cantos rodados mostró evidencias macroscópicas de uso como herramienta; gran proporción de los estudiados (70%, n= 186) presenta fractura parcial o total producida por impacto con el terreno u otros obstáculos. Este patrón es consistente con proyectiles de honda usados (Topic 1990).

Los cantos rodados proceden del río Casma, a 2 km: no pudieron llegar a Chankillo de modo natural, debieron ser transportados. Korfinann (Korfmann 1973) ha sugerido que cuando se halla cantos rodados en acumulaciones, y no hay evidencias de uso como herramientas, se clasifican como proyectiles. Topic añade que los proyectiles son seleccionados por un tamaño específico y su forma esférica, y que generalmente se encuentran apilados en muros con parapetos (Topic 1989). En cambio, los cantos rodados de Chankillo, aunque asociados a algunas cabezas de porra, se hallaron dispersos. Aun así, ¿es posible que los numerosos cantos rodados de Chankillo sean proyectiles de honda? Para verificarlo, debemos estudiar su distribución y forma y compararlos con cantos rodados normales, y con proyectiles claramente identificados. Así, se recogió muestras aleatorias de cantos rodados, tanto del sitio arqueológico como del río Casma. La historia geomorfológica del área indica un alto grado de transporte de sedimentos, que impactó la distribución actual de los cantos rodados (Wells y Nollq 1999). Sin embargo, se halló una pequeña acumulación junto al muro externo del edificio, y otra justo donde la colina se convierte en terreno plano. La primera probable­mente deriva de los parapetos colapsados; la segunda se encuentra en el lugar en que uno esperaría que los cantos rodados se depositen naturalmente después de ser usados o aban­donados, y transportados por la gravedad y la erosión.

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Figura 6. Reconstrucción artística de vasijas decoradas con figurinas de cerámica representando guerreros en combate a duelo. Ilustración de José Luis Díaz Carranza.

Figura 7. Figurinas y tipología de armamento: a) Figurina cerámica de guerrero ; b) lanza; c), d) y e) porras: f) estólica; g) dardos: h) honda: i) escudo.

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En cuanto a los atributos. se midió la masa (g), volumen (mi), largo (mm) y ancho (mm), y se calculó el índice de esfericidad . La escala de este índice es de O a 1; un valor de 1 representa una esfera (Krumbein y Sloss 1963). Aunque los cantos rodados de Chankillo se encuentran dentro del rango normal de variación de la muestra comparativa del río (Tabla 1 ), es claro que el centro (moda) y la dispersión (rango) de ambas muestras son significativamente distintas: los cantos rodados de Chankil lo tienden a ser más grandes y esféricos. En cada variable, la dispersión es muy alta para las muestras de l río, pero pequeña para las del sitio, lo que sugiere que estos cantos rodados fueron seleccionados del río sistemáticamente, buscando un tamaño y forma específicos.

Tabla 1. Comparación entre los cantos rodados de Chankillo y del Río Casma.

Masa Vo lumen Largo Ancho Índice de (g) (mi) (mm) (mm) Esfericidad

MocJa 114 34 50 36 .77 Chankillo

Origen cJc k1 Rango 49 1 203 57 43 .44

muestra Moda 16 4 36 18 .53 Río Cas111a

Rango 1271 507 276 87 .86

Figura 8. Diagrama de caja compuesto que compara el índice de esfericidad en los cantos rodados de Chankillo, Pueblo Viejo y el Río Casma.

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Origen de la Muestra Río Casma

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Una confirmación adicional se obtiene al comparar estos cantos rodados con los de sitios como Ostra, Galindo y Pueblo Viejo, en los que no queda duda de su función como proyectiles: en Ostra y Galindo los cantos rodados se encontraron apilados a intervalos regulares, cerca de murallas y fosos defensivos ; en Pueblo Viejo se hallaron en acumulacio­nes, asociados a cabezas de porra (Makowski 2002; Tapie 1989). Los cantos rodados de Chankillo tienen un tamaño y dispersión muy semejantes a los de Ostra y Gal indo. Finalmen­te, los cantos rodados de Pueblo Viejo, que fueron estudiados usando la misma metodología que en Chankillo (Sara 2005), muestran una semejante distribución de forma , especialmente cuando se los contrasta con la muestra del río (Figura 8) . Podemos definitivamente concluir que los cantos rodados de Chankillo son proyectiles, y que en algún momento estuvieron almacenados sobre o cerca de las murallas .

En síntesis, las evidencias indican que el edificio en la cima de la colina en Chankillo tiene los atributos arquitectónicos y artefactos asociados que se puede esperar en una fortificación. ¿Qué clase de fortificación? ¿Fue ésta su función principal? ¿Cuál fue el propó­sito de una inversión tan grande en seguridad? Para responder estas preguntas, excavamos en la estructura rectangular a l interior de la forta leza, con el propósito de revelar su función , actividades, e historia de ocupación.

Excavaciones en el Templo de los Pilares

Los edificios al interior de la fortaleza están protegidos y/o segregados del exterior por sus grandes murallas. La reconstrucción de las act ividades que tuvieron lugar en ellos contiene la clave para comprender las razones para tal inversión social en defensa. Entre los edificios, se seleccionó para excavación, tomando en cuenta su forma y conservación, la estructura de planta rectangular, a la que se denominó Templo de los Pilares, por razones que se comprenderá más adelante .

La ubicación y orientación del Templo de los Pilares fue cuidadosamente elegida a lo largo del eje principal de Chanki llo, el cual está orientado al sureste (acimut 118º) y apunta a la posición de salida del so l en el solsticio de diciembre . Uno de los aspectos más extraordi­narios de este sitio es el observatorio astronómico formado por las Trece Torres y edificios aledaños (Ghezzi y Ruggles 2007). Las torres son una hilera de construcc iones de piedra de forma cúbica, dispuesta en un eje norte-sur a lo largo de una colina baja al este de la fortaleza . Por su posición e levada respecto a edificios aledaños, las torres forman un horizonte artifi­cial con picos y valles a intervalos regulares . La porción del cielo visible cubierta por este horizonte artificia l corresponde con gran precisión al movimiento estacional de salida y puesta del sol durante el año (Figura 9) .

Al este de las torres hay un gran complejo de patios y recintos, una plaza y otros edificios (Figura 1 ). La plaza no está cercada ni definida por edificios en todos sus lados; sin embargo, se distingue claramente por la modificación artificial (nive lación, relleno, limpieza de escombros) del terreno. En ella se halló ofrendas de antaras de cerámica y mullu (Spondylus prínceps sp. ), mientras que en basurales a su a lrededor se halló numerosos restos de vasijas de servir, antaras de cerámica, y restos de maíz. La plaza fue probablemente un escenario público para grandes reuniones, en las que se celebraba banquetes rituales directamente re lacionados al pasaje estaciona l del sol. De e ll a se divisa todos los componentes de Chankillo

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- a excepción del observatorio astronómico al oeste de las torres- , incluyendo un conjunto de pequeños geogli fos geométricos (F igura I O) . La ubicación de los geoglifos, en medio del desierto pero justo en un lugar visible desde la plaza, es indicadora de su función : se trata de elementos planos, solo visibles cuando se desarrollaba actividades en ellos. Tomando como modelo los geoglifos de Nasca, para los que existe evidencias de su uso por grupos de personas en procesiones, danzas u otras ceremonias (Lambers 2006), es posible afirmar que los geoglifos de Chankillo sirvieron de escenario para actividades, probablemente rituales, en interacción con otras actividades que ocurrían en la plaza.

Figura 9. Interpretación astronómica de las Trece Torres de Chankillo.

El criterio de visibilidad tambi én permite comprender la función del Templo de los Pilares. Este fue construido en el punto más elevado ele la fortaleza, desde el que se controla visua lmente las torres, el observatorio astronómico, la plaza, y otros edificios. Esto se debe a su posición,

1y a que el lacio este de las murallas se construyó a pa11ir de una posición

relativamente baja en el terreno. Mientras del lacio oeste, las murallas impiden totalmente la visibi lidad desde el exterior, al este, penniten la visibilidad entre los edificios al interior de la forta leza y la plaza y otros edificios ubicados a su alrededor (Figura I O). Esta planificación tiene como consecuencia que, por un lado, durante los graneles banquetes celebrados en la

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Figura I O. Mapa de Visibilidad del Complejo Arqueológico Chankillo.

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plaza, el Templo de los Pilares hubiera sido un escenario privilegiado para rituales. Por otro lado, en el Solsticio de diciembre, los peregrinos en la plaza pueden ser testigos de la puesta del Sol sobre el Templo de los Pilares, creando una poderosa afirmación visual de su relación con el astro. Finalmente, el diseño y ubicación de la fortaleza compromete su función defen­siva a favor del rol ceremonial, indicando que la seguridad fue una consideración muy importante, pero no la principal en la construcción de la fortaleza de Chankillo.

El Templo de los Pilares se compone de un atrio frontal y cuatro recintos interconectados posteriores (Figura 1 1 ) . El nivel más bajo del atrio es una platafonna rectan­gular elevada, con dos escalinatas laterales e inscritas. El nivel superior es una plataforma en forma de U, construida sobre el nivel inferior, con escalinatas laterales inscritas alineadas a las del nivel inferior. La platafonna superior está coronada por una galería de pilares rectan­gulares, que originalmente soportaban un techo construido con materiales perecibles . Una pequeña entrada, alineada con las escalinatas que se encuentran al sur, lleva a un estrecho corredor, que a su vez conecta el atrio con los recintos posteriores a través de un acceso restringido.

Figura 11. Mapa del Templo de los Pilares .

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Los recintos posteriores se encuentran interconectados por entradas directas. El Recinto 3 destaca por ser más grande, y comparte con el atrio la presencia de una plataforma con galería de pilares. El patio del Recinto 3 es pequeño; una pequeña escalinata lo conecta con la plataforma, y dos entradas directas lo conectan con otros recintos . En la plataforma. ocho pilares de piedra y barro definen una galería, que se encontraba techada por una estructura liviana, de caña, soguil la y barro, que era soportada por los pilares. El basamento de estos pilares, a modo de zapata corrida, se encuentra en realidad bajo el piso, a lo largo de la ga lería, por lo que no era visible.

En el muro este del patio, las excavaciones revelaron restos de un bajo-relieve mal preservado (Figura 12). Podemos presumir que se extendió por todo el muro, y es probable que existieran bajo-relieves similares en el resto del edificio . Representa dos rostros antropomorfos, alternados, con posibles atributos de ave y araña. El rostro de este ser sobrenatural domina el diseño, y su cuerpo está simplificado. Los detalles técnicos de su manufactura sugieren que fue copiado de un textil.

Uno de los pilares de la platafonna estaba mejor preservado, y pennitió apreciar el diseño de elementos escalonados (Figura 13). Este diseño frecuentemente se asocia a seres sobrenaturales, creencias religiosas, y poder en los estudios de iconografia andina (Makowski 2000). Una cuidadosa observación de los demás pilares en la galería, no tan bien preserva­dos, indican que todos tuvieron una decoración similar. En las excavaciones se recuperó numerosos fragmentos de barro modelados, con pintura blanca y amari ll a, que indican que los pilares estaban decorados con modelado y pintura, representando figuras que se han perdido.

La excavac ión del Recinto 3 indica que el Templo de los Pi lares fue construido en suelo estéril. Para la construcción de la plataforma se colocó un relleno de gravil la y bloques de piedra, soportado por el muro de contención, y coronado por un grueso piso de batTO. En este piso no se halló evidencias de actividades domésticas. Por el contrario, las plataformas con galerías fueron probablemente escenarios para ceremonias. Pero mientras desde el atrio había visibilidad directa con las congregaciones reunidas en las plazas del sitio, el espacio ritual del Recinto 3 fue mucho más restringido, y posiblemente sirvió para las actividades rituales de una audiencia más selecta.

El Templo de los Pilares se halló enterrado bajo un grueso desmonte, compuesto por esquisto, tierra y barro, mezclado con fragmentos de colapso de los muros y pilares cercanos; el esquisto componen el 60% del vo lumen de este relleno. Debido a que este material no se usó en la construcción, debió ser transportado intencionalmente como parte del desmonte.

Este desmonte es el resultado de la destrucción intencional y enterramiento del edificio, lo que marca el fin de la ocupación de Chanki llo. Fueron sistemáticamente destruidos todos los pilares decorados, y algunas paredes, posiblemente aquellas con bajo-relieves, fueron des­manteladas. En los casos de entierro ritual de edificios prehispánicos se comparte el uso de rellenos limpios, depositados para preservar una estructura temprana, y construir un nuevo nivel arquitectónico (Bonnier 1997; Burger y Salazar-Burger 1980; Grieder, et al. 1988; lzumi y Terada 1972; Shimada 1986; Uceda, et al. 1997). Por contraste, en el Templo de los Pilares, el fin de su ocupación se debe a una profanación, un esfuerzo intencional por destruir el templo y borrarlo para siempre de la memoria colectiva de toda una sociedad. Probablemente, esta fue la imposición de una fuerza externa, como resultado de un conflicto violento.

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Figura 12 . Bajo-relieve de una representación sobrenatural en e l muro este del Recinto 3, Templo de los Pilares .

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Figura 13. Pilar decorado con un motivo de doble escalonado de tres peldaños.

Co11clusio11es

Las evidencias de prospección, excavación y análisis de artefactos presentadas su­gieren que el edificio sobre la cima de la colina en Chankillo fue un templo fo11ificado. Sus murallas pudieron tener un carácter simbólico, ya que las fo11alezas generalmente represen­tan poder y liderazgo para forasteros y locales; pudieron también servir como una restricción al acceso de tipo social y ritual. No obstante, a la luz de las múltiples evidencias, como la ubicación, arquitectura defensiva, armas asociadas, representaciones artísticas de combate, y destino final del Templo de los Pilares, es claro que se trata de murallas erigidas principal­mente para garantizar la seguridad del templo.

Los argumentos usados por algunos investigadores para cuestionar la función de­fensiva de edificios en ubicaciones altas están basados en su aparente incapacidad estraté­gica para defender las poblaciones o sus territorios, debido a la distancia excesiva respecto de asentamientos, campos de cultivo y fuentes de agua. En efecto, existen numerosas forta­lezas menores de este periodo en Casma (Wilson 1995) que bien pudieron servir como refugio para una población dispersa en caso de ataques, a expensas de la seguridad de sus casas y cosechas .

Sin embargo, la evidencia presentada sugiere que el principal propósito, no sólo del templo en la cima de la colina sino de todo el complejo arqueológico, fue su uso ceremonial, no como refugio. Las necesidades materiales para actividades ceremoniales son mínimas en com-

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paración con las de un asentamiento o refugio. Por otro lado, la concurrencia de personas para pa11icipar en ceremonias debió ser alta: las numerosas entradas del templo fortificado y la ubicación de las puertas en la paite externa lo prepararon para cumplir esta función. El lado este de las murallas se construyó a pa11ir de una posición más baja en el terreno, brindando seguri­dad pero a la vez permitiendo la visibilidad entre los edificios al interior de la fo11aleza y los espacios públicos y ceremoniales alrededor de las Trece Torres. Así, durante los grandes ban­quetes celebrados en la plaza, el Templo de los Pilares hubiera sido un escenario privilegiado para rituales de culto al sol. Esto significa que en el diseño y ubicación de la fortaleza la función ceremonial es primordial , y aunque existe una preocupación con la seguridad, reflejada por la gran cantidad de energía inve11ida en erigir las murallas, ésta no fue la consideración más impo11ante. Por estas razones, los argumentos enumerados por varios autores para cuestionar, incluso descaitar una función defensiva en Chankillo, entre los que se incluye la ubicación aislada, la falta de depósitos, el número de entradas y la ubicación externa de las puertas, pueden ser rechazados con las nuevas evidencias . Mientras se pensara, erróneamente que cualquier inversión social en segu ridad sólo puede estar destinada a la protección directa de vidas humanas y propiedades frente a guerras de conquista, no se podía apreciar el evidente carácter defensivo de sus grandes murallas. Esto resalta lo inadecuado de separar aspectos seculares y rituales de la gue1Ta en los Andes, y la consecuente clasificación de sitios en ceremoniales o defensivos, como categorías mutuamente exclusivas. La guerra ritual y real no deben verse como categorías mutuamente exclusivas, sino complementarias. Los templos fo11ificados, como el de Chankillo, cie11amente requieren una re-interpretación integral, basada no sólo en recono­cimientos superficiales sino en evidencias recogidas en un trabajo de campo sistemático.

¿Qué pistas tenemos sobre la sociedad que ocupó Chankillo? Las Trece Torres de Chankillo, y las plazas y edificios adyacentes, brindaron el marco apropiado para grandes rituales públicos y banquetes directamente relacionados a la observación e interpretación del pasaje estacional del sol. En contraste, las excavaciones indican claramente que el acceso a los observatorios astronómicos y al Templo de los Pilares habría sido privilegio de muy pocos (Ghezzi 2006, 2007). Los individuos con acceso a este conocimiento y/o espacios sagrados hubieran sido los conductores de ceremonias públicas muy importantes, vincula­das al movimiento del sol, y habrían concentrado el poder para regular el tiempo, la ideología y los rituales calendáricos que integraban a esta sociedad.

En este contexto, es interesante considerar la representación de guerreros. Estos po11an armas especial izadas, pero también símbolos de su rango, como tocados elaborados, variedad de camisas, y ornamentos de cuello, torso, y nariz que cumplen una función tanto decorativa como defensiva, indicando una preocupación por su integridad física. El tipo de armamento representado implica la importancia del combate cuerpo a cuerpo y del estatus social que de esta deriva. Así, el culto al sol así como la excelencia en el combate hubieran sido soportes de la jerarquía soc ial establecida legitimando la autoridad de los líderes, como ocurrió entre los Incas casi dos milenios más tarde.

¿Qué n'ivel de conflicto, y sobre todo qué clase de guerra pudo caracterizar el valle de Casma a fines del Horizonte Temprano para justificar la fortificación de templos? Construir fortificaciones es un modo de asignar recursos anticipadamente al problema de la inseguri­dad (Hassig 1992), lo que revela un alto grado de preparación para la guerra. La magnitud del esfuerzo invertido en la construcción de murallas, parapetos, entradas indirectas , y el alma-

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cenamiento de armamento es un indicador significativo de un alto nivel en la escala e inten­sidad de las amenazas.

El templo fortificado en Chankillo es el producto más significativo de 11a fuerza de

trabajo pública de la época en el valle. El esfuerzo estuvo dirigido a proteger el espacio ceremonial, y los asentamientos aparentemente habrían estado desprotegidos. Esto indica que los asentamientos de la población tuvieron menor prioridad en la asignación de recursos para obras defensivas. Así como la justificación de la guerra santa se da a menudo en el plano ideológico, sin por ello estar exenta de causales pragmáticas, a menudo la meta enunciada de la batalla es derrotar, capturar y destruir el centro de poder enemigo, o incluso tan sólo sus símbolos. lsbe ll y Silverman (lsbell y Si lverman 2006) han comentado que Chankillo repre­sentaría, al igual que la piedra del rayo en Tiwanaku (Chávez 1984; Stanish 2003), un antece­dente de la ·'captura de la huaca" en la que la conquista del centro de poder religioso o su símbolo provoca la derrota y sumisión de la comunidad (Rowe 1982).

Esto sugiere que estamos ante una guerra santa, luchada en un escenario sagrado, centrada en la captura o destrucción de los símbolos más preciados, organizada en torno a las ambiciones de los líderes políticos, y, finalmente , justificada y hasta alentada por la ideología religiosa imperante. En Chankillo, hubo un enorme esfuerzo, a la larga infructuoso, para garantizar la seguridad del Templo de los Pilares, posiblemente el centro de poder religioso y político. La amenaza de una derrota total de la sociedad a través de la destrucción de sus símbolos pudo ser clave para justificar el liderazgo basado en la capacidad militar, y la movilización de la fuerza de trabajo pública a fortificaciones destinadas a proteger a los dioses y sus templos de los peligros de un mundo en el cual se libraban vio lentas guerras santas para destruirlos.

Agradecimientos

Un gran número de arqueólogos y vo luntarios participaron en el Proyecto Chankillo. Una mención especial merecen Alcides Álvarez, Reymundo Chapa, Martha Palma, y Alejan­dra Salinas, quienes realizaron las excavaciones en el Templo de los Pilares. Gabriel More y César Cornejo realizaron el levantamiento planimétrico con equipos proporcionados por KrzysztofMakowski (PUCP). Martha Bell y Adam Stack estudiaron los proyectiles de honda de Chanki llo . Manuel Perales lideró la excavación de las figurinas de cerámica, éstas fueron tratadas gracias a la generosidad de N ice Piaggio y el equipo de conservadores de Futuro Anterior. Ronald Towner y Kevin Anchukaitis (LTRR, University of Arizona) extrajeron mues­tras para fechados bajo principios dendrocronológicos. National Science Foundation finan­ció todos los fechados AMS. Vale University, Pontificia Universidad Católica del Perú, National Science Foundation, Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research, Field Museum, Schwerin Foundation, and Earthwatch lnstitute han financiado diversos aspectos de las investigaciones en Casma y Chankillo.

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