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| 9 LA FUENTE DEL TIANGUIS DE SAN JUAN DE MéXICO-TENOCHTITLAN Y EL SEGUNDO ACUEDUCTO DE CHAPULTEPEC BARBARA E. MUNDY* L a primera noticia acerca del proyecto del nuevo acueducto de Chapultepec se encuentra en las Actas del Cabildo de la Ciudad de México. El 28 de ju- nio de 1575 don Antonio Valeriano, gobernador de México-Tenochtitlan, junto con dos alcaldes, don Martín de la Cruz y don Martín Hernández, y un grupo de otros nobles y funcionarios del gobierno indígena de México- Tenochtitlan comparecieron frente al ayuntamiento español de la ciudad. 1 Se ofre- cieron a construir un nuevo acueducto desde Chapultepec a lo largo de la calzada existente de San Juan. Su fin era abastecer primero San Juan Moyotlan, la parcialidad indígena más populosa de toda la ciudad, y segundo, San Pablo Teopan, que, como San Juan, carecía de aguas potables. 2 Este no sería el famoso acueducto de Santa Fe, cuya construcción se había iniciado en 1572. 3 Era otro, y según la propuesta, al igual que su an- tecedente, se aprovecharía de los manantiales que fluían de San Miguel Chapultepec. 4 La fuente del tianguis de San Juan de México-Tenochtitlan y el segundo acueducto de Chapultepec Para mejor entender el papel de la comunidad indígena y las percepciones indígenas de la ciudad de México a finales del siglo XVI, este ensayo analiza el acueducto de Cha- pultepec que propuso el gobierno indígena de la ciudad en 1575, y que fue construido por mano de obra indígena. Su enfoque es respecto a las imágenes indígenas, que nos permiten reconstruir importantes relaciones espaciales dentro de la ciudad, relacio- nes que a la vez son ideológicamente cargadas. Vincula la construcción del acueducto con el antiguo concepto del altepetl . Palabras clave: Chapultepec, tianguis, acueducto, agua, Valeriano, altepetl . * Department of Art History and Music, Fordham University. Agradezco a John Fabián López y a Luis Peláez por la invitación a participar en este número, a los dictaminadores por sus extensas y valiosas críticas, y a María Castañeda de la Paz y a Salvador Guilliem Arroyo por compartir conmigo sus ideas acerca de la ciudad indígena. 1 Ignacio Bejarano (ed.), Actas de cabildo de la Ciudad de México, México, Aguilar e hijos, 1889 (28 de junio, 1575). 2 Alfonso Caso, “Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco”, Memorias de la Academia Mexicana de la Historia 15, 1956, pp. 7-62. 3 Raquel Pineda Mendoza, Origen, vida y muerte del acueducto de Santa Fe, México, IIE-UNAM, 2000. 4 Investigaciones clave respecto al segundo acueducto son Manfred Sasso Guardia, “El acueducto prehispánico de Chapultepec”, tesis de licenciatura, México, ENAH, 1985; Ricardo Armijo Torres, “Arqueología e historia de los sistemas de aprovisionamiento de agua potable para la ciudad de México durante la época colonial: los acue- ductos de Chapultepec y Santa Fe”, tesis de licenciatura en Arqueología, Cuicuilco, D. F., 1994; Raquel Pineda

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la fuente del tianguis de san juan de méxico-tenochtitlan y el segundo acueducto de chapultepec

barbara e. mundy*

La primera noticia acerca del proyecto del nuevo acueducto de Chapultepec se encuentra en las Actas del Cabildo de la Ciudad de México. El 28 de ju­nio de 1575 don Antonio Valeriano, gobernador de México­Tenochtitlan, jun to con dos alcaldes, don Martín de la Cruz y don Martín Hernández, y un grupo de otros nobles y funcionarios del gobierno indígena de México­

Tenochtitlan comparecieron frente al ayuntamiento español de la ciudad.1 Se ofre­cieron a construir un nuevo acueducto desde Chapultepec a lo largo de la calzada existente de San Juan. Su fin era abastecer primero San Juan Moyotlan, la parcialidad indígena más populosa de toda la ciudad, y segundo, San Pablo Teopan, que, como San Juan, carecía de aguas potables.2 Este no sería el famoso acueducto de Santa Fe, cuya construcción se había iniciado en 1572.3 Era otro, y según la propuesta, al igual que su an­tecedente, se aprovecharía de los manantiales que fluían de San Miguel Chapultepec.4

La fuente del tianguis de San Juan de México-Tenochtitlan

y el segundo acueducto de Chapultepec

Para mejor entender el papel de la comunidad indígena y las percepciones indígenas de la ciudad de México a finales del siglo xvi, este ensayo analiza el acueducto de Cha­pultepec que propuso el gobierno indígena de la ciudad en 1575, y que fue construido por mano de obra indígena. Su enfoque es respecto a las imágenes indígenas, que nos permiten reconstruir importantes relaciones espaciales dentro de la ciudad, relacio­nes que a la vez son ideológicamente cargadas. Vincula la construcción del acueducto con el antiguo concepto del altepetl.Palabras clave: Chapultepec, tianguis, acueducto, agua, Valeriano, altepetl.

* Department of Art History and Music, Fordham University. Agradezco a John Fabián López y a Luis Peláez por la invitación a participar en este número, a los dictaminadores por sus extensas y valiosas críticas, y a María Castañeda de la Paz y a Salvador Guilliem Arroyo por compartir conmigo sus ideas acerca de la ciudad indígena.1 Ignacio Bejarano (ed.), Actas de cabildo de la Ciudad de México, México, Aguilar e hijos, 1889 (28 de junio, 1575).2 Alfonso Caso, “Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco”, Memorias de la Academia Mexicana de la Historia 15, 1956, pp. 7­62.3 Raquel Pineda Mendoza, Origen, vida y muerte del acueducto de Santa Fe, México, iie­unam, 2000.4 Investigaciones clave respecto al segundo acueducto son Manfred Sasso Guardia, “El acueducto prehispánico de Chapultepec”, tesis de licenciatura, México, enah, 1985; Ricardo Armijo Torres, “Arqueología e historia de los sistemas de aprovisionamiento de agua potable para la ciudad de México durante la época colonial: los acue­ductos de Chapultepec y Santa Fe”, tesis de licenciatura en Arqueología, Cuicuilco, D. F., 1994; Raquel Pineda

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boletín de monumentos históricos | tercera época, núm. 32, septiembre-diciembre 2014

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Desde allí, el agua se conduciría en una ruta este­oeste, paralela al acueducto existente de Chapul­tepec que corría a lo largo de la calzada de Tacuba, hasta llegar primero al gran tianguis de San Juan Moyotlan y entonces por cañería subterránea a la parcialidad adyacente de San Pablo Teopan.5 Una fuente para servir al tianguis de San Juan ya se había contemplado desde 1558, pero nunca se había llevado a cabo.6 Para convencer al cabildo español de aprobar esta obra pública, Valeriano ofreció de parte de su gobierno proporcionar toda la mano de obra y la piedra, y también pagar la mitad del sueldo del maestro español para super­visar la obra. El cabildo español de la ciudad, por su parte, pagaría por la cal, un ingrediente crucial para la albañilería, con fondos que se sacarían de la sisa del vino, un impuesto provisional sobre la venta del vino. El virrey don Martín Enríquez de Almanza (1568­1580) respaldó el proyecto, y fue aprobado por el cabildo español.7

La visita de Valeriano al cabildo fue tan extraor­dinaria como el acueducto que era su resultado. En las Actas de Cabildo raramente se encuentra re­gistro de nobles indígenas que comparezcan ante este cuerpo administrativo de la ciudad, así que la mayoría de las negociaciones del gobierno indíge­na durante este periodo fueron con los oidores de

la Audiencia, que supervisaron la administración de justicia, o con el propio virrey. Por otra parte, la propuesta de Valeriano para un proyecto conjunto de obra pública también fue extraordinario, ya que los proyectos destinados a suministrar a una ciu­dad cada vez más desesperada de nuevas fuentes de agua potable, como el acueducto de Santa Fe, se iniciaron y supervisaron por el propio cabildo, con el pueblo indígena que proporcionaba la mano de obra. Que esto fue entendido como un proyecto a cargo de la comunidad indígena es confirmado por una orden virreinal de 1591 que le da autoridad a dos alcaldes indígenas para proteger el acueducto y ordenó que sus salarios fueran proporcionados por la caja de comunidad, es decir, sacado de fondos in­dígenas.8 Debido a su origen indígena, este segun­do acueducto de Chapultepec y la fuente pública que alimentaba fue una insólita obra pública para la ciudad de México del siglo xvi. Los sistemas para el abastecimiento de agua para la sedienta ciudad han sido cuidadosamente documentados, y el segundo acueducto de Chapultepec se ha discutido en rela­ción con otros proyectos iniciados por el virrey o por el cabildo español.9 Pero para mejor entender el papel de la comunidad indígena en la ciudad del siglo xvi, en este ensayo se pretende subrayar la importancia de este acueducto y su fuente para el gobierno indígena de la ciudad y sus habitantes indígenas. Estas aguas del segundo acueducto es­taban destinadas principalmente para beneficiar a los habitantes de la ciudad que vivían en las zonas del sur, en las dos parcialidades indígenas de San Juan Moyotlan y San Pedro Teopan, y no a la po­blación española, los beneficiarios habituales de obras públicas del siglo xvi en la ciudad de México. Aquí se intenta establecer la importancia de este acueducto y su fuente, principalmente mediante

Mendoza, op. cit., pp. 33, 41­45; José Luis Bribiesca Castrejón, “El agua potable en la República Mexicana”, Ingeniería hidráulica en México, parte 2, vol. 12, núm. 4, octubre­diciembre de 1958, pp. 51­62. Se pasa por alto la historia temprana de este segundo acueducto en su libro esencial acerca de los sistemas de agua en la cuenca de México, Alain Musset, De l’eau vive à l’eau morte: en-jeux techniques et culturels dans la vallée de Mexico (xvie-xixe siècles): 1492-1992, París, Editions Recherche Sur les Civilisations, 1991.5 La cañería a San Pablo aparece en el Códice Aubin, f. 63v.6 Luis Chávez Orozco (ed.), Códice Osuna: Reproducción facsi-milar de la obra, México, Instituto Indigenista Interamericano, 1947, p. 117. Para los términos, sigo las definiciones dadas en Leonardo F. Icaza Lomelí, “Glosario de términos hidráulicos”, Boletín de Monumentos Históricos, tercera época, núm. 16, Méxi­co, inah, mayo­agosto de 2009, pp. 192­215.7 Barbara E. Mundy, The Death of Aztec Tenochtitlan, the Life of Me-xi co City, Austin, University of Texas Press, 2015, pp. 190­193, 199.

8 Archivo General de la Nación (agn), México, Indios, vol. 5, exp. 958, f. 316 [246]v.9 Raquel Pineda Mendoza, op. cit., pp. 33, 41­45.

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la fuente del tianguis de san juan de méxico-tenochtitlan y el segundo acueducto de chapultepec

el uso de imágenes, un recurso que ha sido utili­zado por otros investigadores, en particular Sonia Lombardo de Ruiz, para mostrar otras característi­cas del desarrollo urbano de la ciudad de México.10 Debido a la fecha temprana de la construcción de la fuente y del acueducto, los archivos (como el Ar­chivo Histórico del Agua) ofrecen pocos recursos para el estudio de sus orígenes. Las imágenes son fundamentales porque nos permiten reconstruir importantes relaciones espaciales dentro de la ciu­dad, relaciones que a la vez son ideológicamente cargadas. Además, las historias indígenas del siglo xvi tenían como manantial la tradición de escritura pictográfica, y sus escritores contaban con imáge­nes como soportes vitales de información. Por tan­to, un enfoque en las imágenes permite compren­der mejor las percepciones indígenas de la ciudad de México a finales del siglo xvi.

Valeriano y el altepetl

El gobernador de la parcialidad indígena de México­Tenochtitlan, don Antonio Valeriano (quien gober­nó de 1573 a 1599), fue un personaje extraordinario en la historia de la ciudad.11 Cuando Valeriano asu­mió el cargo de gobernador en 1573, la población indígena en las áreas que él controlaba, es decir, las cuatro parcialidades de San Juan Moyotlan, San Pa­blo Teopan, San Sebastián Atzacoalco y Santa María Cuepopan, era todavía mayor que el número de re­sidentes españoles en la ciudad, o el creciente nú­mero de mestizos y negros.12 La larga tradición del gobierno indígena en la ciudad de la que él fue par­

te continuaría al siglo xix.13 Valeriano era un gran favorito de los poderosos franciscanos de la ciudad; había trabajado con Bernardino de Sahagún en la creación del Códice Florentino, y había enseñado ná­huatl a Juan de Torquemada, autor de la Monarquía indiana. El franciscano Gerónimo de Mendieta te­nía muy buena opinión de él, presentándole como ejemplo del valor de la educación de las elites indí­genas, lo que repercutió en que resultaran mejores gobernantes:

Y de esto buen ejemplo tenemos presente en D. An­

tonio Valeriano, indio gobernador de la ciudad de

México, que habiendo salido [del colegio franciscano]

buen latino, lógico y filósofo, sucedió á los religiosos

sus maestros arriba nombrados, en leer la gramática

en el colegio [de Santa Cruz, ubicado en Santiago Tla­

telolco] algunos años, y aun á religiosos mancebos en

su convento, y despues de esto fue elegido por gober­

nador de México, y há poco menos (y no sé si mas)

de treinta que gobierna aquella ciudad, en lo que toca

á los indios, con grande aceptacion de los vireyes y

edificacion de los españoles.14

El cronista Francisco Cervantes de Salazar escri­biría en 1554 acerca de cómo los estudiantes indí­genas en el colegio franciscano de Santa Cruz en Tlatelolco: “tienen un maestro de su propia nación, llamado Antonio Valeriano, en nada inferior a nues­tros gramáticos, muy instruido en la fe cristiana, y aficionadísimo a la elocuencia”.15 Además de latín, Valeriano hablaba y escribía español con fluidez.

Sus credenciales entre la elite mexica del valle de México eran impecables. En sus Anales, el his­10 Sonia Lombardo de Ruiz et al., Atlas histórico de la ciudad de

México, México, Smurfit Cartón and Papel de México, 1996.11 Ignacio Bejarano, op. cit., Acta 24, septiembre de 1582.12 Cifras de Charles Gibson, The Aztecs under Spanish Rule, Stan­ford, Stanford University Press, 1964, pp. 378­381; él extrapoló la cifra de la población indígena por el número de tributarios (p. 575, n. 49); Gibson estimó: “it appears likely that the Indian population of the city outnumbered the Spanish by ten to one in the middle sixteenth century”, p. 380.

13 Andrés Lira González, Comunidades indígenas frente a la ciu-dad de México, México, El Colegio de México, 1995.14 Gerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, 2a. ed., Joaquín García Icazbalceta (ed.), México, Porrúa, 1993, libro 4, cap. 15, p. 416.15 Francisco Cervantes de Salazar, México en 1554, trad. de Joa­quín García Icazbalceta, México, unam, 1984, p. 70.

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toriador nahua Chimalpahin lo describió como “un sabio y un erudito” (tlamatini momachtiani), y él utilizó un término, tlamatini, que estaba reservado para ancianos que poseen extraordinaria sabiduría y juicio y que proporcionan consejo para las siguien­tes generaciones.16 Valeriano había sido nombrado gobernador de México­Tenochtitlan después de un interregno difícil de casi ocho años, que comienza con la muerte de su primo tercero don Luis de San­ta María Cipactzin (que gobernó desde 1563 hasta 1565) en diciembre de 1565. Valeriano había nacido dentro de una familia elite en Azcapotzalco, y por el lado de su padre, él era el bisnieto de emperador Axayácatl (que reinó de 1468 a 1481) y su esposa fue doña Isabel de Moctezuma, la nieta de Moctezu­ma II (quien reinó desde 1502 hasta 1519).

Valeriano habría sido muy consciente de la esca­sez de agua potable en las parcialidades indígenas que eran sus dominios, pero teniendo en cuenta que los derechos de todas las aguas, como las tierras de Nueva España, pertenecía a la Corona en virtud de la conquista, no tenía derecho directo de cons­truir un acueducto y una fuente pública.17 Por tan­to, habría necesitado la aprobación del virrey antes de proponer cualquier obra. El ofrecer su colabo­ración al cabildo español de la ciudad era también una jugada políticamente astuta de su parte, ya que fue este cuerpo el que normalmente controlaba el suministro de agua en la ciudad, con la capacidad de otorgar mercedes a las partes interesadas.18 Lo

que Valeriano podría ofrecer al cabildo, además de mano de obra dispuesta, era el conocimiento téc­nico necesario para la construcción del acueducto. Como es bien sabido, los acueductos de la ciudad fueron construidos en la época prehispánica, y la mayor parte de la infraestructura del siglo xvi en la ciudad de México, en particular el suministro de agua, reutilizaba el sistema de agua implementada por los mexicas en Tenochtitlan y Tlatelolco. Esta reutilización de los sistemas de agua prehispánicos siguió un patrón visto en Andalucía y en otras par­tes de España, donde los sistemas de agua de la ciu­dad musulmana servían a los habitantes españoles en el siglo xvi.19

Si bien el suministro de agua potable a la ciudad de México tuvo un inmenso valor práctico para los habitantes urbanos, los lagos de los alrededores y los suministros de agua potable también fueron par­te integral de la cosmovisión de los mexicas, como Gabriel Espinosa Pineda ha demostrado amplia­mente.20 En particular, el agua que fluye era parte integral del concepto de altepetl, palabra que signi­fica “montaña aguado”. Según Federico Navarrete Linares,

[…] el concepto altépetl hace alusión directa a dos

elementos esenciales para cualquier entidad política

16 Domingo Francisco de San Anton Muñón Chimalpahin Quauhtlehuanitzin, Annals of His Time, James Lockhart, Susan Schroeder y Doris Namala (ed. y trad.), Stanford, Stanford Uni­versity Press, 2006, pp. 140­141; Elizabeth H. Boone, “In Tlamati-nime: The Wise Men and Women of Aztec Mexico”, en E. H. Boone (ed.), Painted Books and Indigenous Knowledge in Mesoamerica: Manuscript Studies in Honor of Mary Elizabeth Smith, New Orleans, Middle American Research Institute, Tulane University, 2005, pp. 9­25.17 Israel Sandré Osorio y Martín Sánchez (coords.), El eslabón perdido: acuerdos, convenios, reglamentos y leyes locales de agua en México, 1593-1935, México, ciesas, 2011, p. 16.18 Alain Musset escribe que “Pour obtenir une concession, on

pouvait s’adresser au vice­roi, si on le connaissait personnelle­ment, ou bien a la municipalité. La ville avait leprivilège de ven­dre les mercedes de agua et les fonds lui revenaient en propre, main le vice­roi conservait un droit de regard sur cette source de revenus”, Alain Musset, op. cit., p. 186.19 Beatriz Blasco Esquivias, ¡Agua va! La higiene urbana en Ma-drid (1561-1761), Madrid, Caja Madrid, 1998, p. 12. Blasco Esqui­vias anota que Madrid era “rica en aguas subterráneas que se extraían para su aprovechamiento directo mediante un sistema de pozos desarrollado en la época de dominio árabe”; véase María Isabel del Val Valdivieso y Olatz Villanueva Zubizarreta (coords.), Musulmanes y cristianos frente al agua en las ciudades medievales, Cuenca, Universidad de Castilla­La Mancha y San­tander/Universidad de Cantabria, 2008.20 Gabriel Espinosa Pineda, El embrujo del lago. El sistema lacus-tre de la cuenca de México en la cosmovisión mexica, México, iih­iia­unam, 1996.

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la fuente del tianguis de san juan de méxico-tenochtitlan y el segundo acueducto de chapultepec

mesoamericana: el cerro sagrado que era considerado

el lugar de residencia de la deidad patrona, y muchas

veces de los antepasados, y el manantial, u otra fuen­

te de agua, que permitía la subsistencia física y agrí­

cola de sus pobladores.21

Para los fundadores de la ciudad mexica, como en otras ciudades de la cuenca de México, el altepetl no era sólo una abstracción, sino una idea que necesitaba ser expresada físicamente. Las pirámides eran mon­tañas simbólicas, y el Templo Mayor representaba la colina sagrada de Coatepec, como ha demostrado Eduardo Matos Moctezuma.22 En el recinto sagrado del Templo Mayor, se unió el tepetl representado por la pirámide al agua.23 Al lado del palacio de Moctezuma y el Templo Mayor, albercas sagradas evocando los si­tios primordiales de la fundación de la ciudad fueron alimentadas en su día por los manantiales de Chapul­tepec.24 En este caso prehispánico, la conjunción de la alberca y el templo creó el símbolo del altepetl sagrado, esta “montaña de agua” que significó una comunidad autónoma a lo largo de Mesoamérica.25 Aunque ha

habido una tendencia en las investigaciones sobre la ciudad de México de soslayar la persistencia de las tradiciones indígenas tras el siglo xvi, vale la pena su­brayar que durante casi todo el siglo, los habitantes indígenas de la ciudad en gran medida superaron en número a los españoles y criollos, y sus costumbres tradicionales influían las modas de la vida urbana.26 Y fuera de la ciudad de México están bien establecidas las continuidades entre los asentamientos prehispáni­cos y sus contrapartes coloniales. En su estudio de los rituales de las fundaciones, Ángel García Zambrano destacó esas continuidades. De particular interés es su hallazgo de que, como parte de la fundación de un altepetl colonial, “otro acto esencial fue la construcción de los acueductos que trasladarían el líquido desde los manantiales ubicados en las montañas sagradas, cardinalmente situadas, hasta el centro del poblado”.27 En lo que sigue, se pretende situar la construcción del nuevo acueducto en el contexto de la idea antigua del altepetl.

Agua potable para las parcialidades

Irónicamente, a pesar de que la ciudad de México en el siglo xvi estaba rodeada de agua, el agua dulce era un recurso escaso (figura 1). Los habitantes más afortunados de la ciudad tenían agua entubada direc­tamente en sus hogares a través de conductos subte­rráneos, pero la gran mayoría dependía de fuentes públicas. Hasta el siglo xvii toda el agua dulce de la ciudad provenía tanto de los pozos como a través del sistema del acueducto antiguo mexica. Hasta 1582 sólo había un conducto para llevar agua dulce de Chapultepec al centro de la ciudad. Corría a lo largo

21 Federico Navarrete Linares, Los orígenes de los pueblos indíge-nas del valle de México, México, unam, 2011, pp. 24­25.22 Eduardo Matos Moctezuma, “The Templo Mayor of Tenoch­titlan: History and Interpretation”, en Johanna Broda, David Ca­rrasco y Eduardo Matos Moctezuma (eds.), The Great Temple of Tenochtitlán: Center and Periphery in the Aztec World, Berkeley, University of California Press, 1987, pp. 15­60.23 María Elena Bernal­García, “The Dance of Time, the Pro­cession of Space at Mexico­Tenochtitlan’s Desert Garden”, en Michel Conan (ed.), Sacred gardens and landscapes: ritual and agency, Dumbarton Oaks Colloquium on the History of Land­scape Architecture 26, Washington, D. C., Dumbarton Oaks Research Library and Collection, 2007, pp. 69­114; María Elena Bernal García y Ángel Julián García Zambrano, “El altepetl colo­nial y sus antecedentes prehispánicos: contexto teórico­historio­gráfico”, en Federico Fernández Christlieb y Ángel Julián García Zambrano (coords.), Territorialidad y paisaje en el altepetl del siglo xvi, México, Instituto de Geografía­ unam/fce, 2006, pp. 31­113.24 Bernardino de Sahagún, Florentine Codex: General History of the Things of New Spain, 13 vols., trans. de Arthur J. O. Anderson y Charles E. Dibble, Santa Fe, Nuevo México, School of Ameri­can Research and University of Utah, 1950­1963, libro 2, p. 178.25 Sobre la discusión de la ideología del agua en la ciudad indíge­na, véase también Manfred Sasso Guardia, op. cit., p. 109.

26 Una investigación importante que muestra vínculos entre la ciudad prehispánica y la ciudad virreinal es la de Roberto Mo­reno de los Arcos, “Los territorios parroquiales de la Ciudad Ar­zobispal”, en Gaceta Oficial del Arzobispado de México, México, septiembre­octubre, 1982, pp. 151­182.27 María Elena Bernal García y Julián García Zambrano, op. cit., p. 61.

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14 | de la calzada de Tacuba, hoy día San Cosme, y luego, en el límite oriental de la Alameda, donde el agua “cae de lo alto con gran estruendo sobre las canoas que se ponen debajo.”28 En el siglo xvi los vendedores en canoas así aprovisionados se movían por los ca­nales de la ciudad para suministrar el agua a los resi­dentes. El agua dulce tenía un precio: los barqueros y otros vendedores de agua que llenaban sus cántaros en la fuente pública y la llevaban a sus alrededores con mulas o utilizando carretillas pequeñas, cobra­ban por su servicio. Si bien siempre se podía recoger el agua de la fuente pública, habría sido una carga considerable llevar el agua a la distancia extra, casi 1.5 km, para los hombres y mujeres que compraban comestibles y otros productos diariamente en el tian­guis de San Juan, donde propuso Valeriano ubicar la nueva fuente. El establecimiento de otra fuente de agua gratis era un servicio público inmenso.

Antes de 1582, en contraste con el tianguis de San Juan que servía a los residentes de México­Tenochtitlan, sabemos, por el mapa de la ciudad de México, ca. 1537­1555, que se conserva en la Bi­blioteca de la Universidad de Uppsala, Suecia, que representa a la ciudad alrededor de 1540 (figura 2),29 que el centro urbano de Santiago Tlatelolco tuvo una fuente de agua pública. Esta pintura in­dígena muestra un flujo abundante de agua dulce que alimenta a un receptáculo cuadrado —quizá una sencilla alberca— en la gran plaza al este del monasterio, una plaza marcada por el escribano del mapa como “Mercado”. Esta fuente habría sido cau­sa de envidia por parte de los líderes de México­Te­

28 Francisco Cervantes de Salazar, op. cit., p. 55.

29 Edward Calnek argumenta una fecha alrededor 1540, en “Tenochtitlan­Tlatelolco: The Natural History of a City”, en W. T. Sanders, A. G. Mastache y R. H. Cobean (eds.), El urbanismo en Mesoamérica/Urbanism in Mesoamerica, vol. 1, México, inah/University Park, Pennsylvania State University, 2003, pp. 149­202. Sobre el abastecimiento de agua de Tlatelolco, José Antonio Urdapilleta Pérez, “Las obras hidráulicas prehispánicas y colo­niales en Tlatelolco”, en Boletín de Monumentos Históricos, terce­ra época, núm. 16, México, inah, mayo­agosto de 2009, pp. 57­73.

figura 1. plano de la ciudad de méxico, siglo xvi, elaborado por olga Vanegas.

figura 2. la fuente de tlatelolco, mapa de la ciudad de méxico, detalle, ca. 1537-1555. biblioteca de la universidad de uppsala, suecia. autor desconocido.

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nochtitlan, que siempre competían con sus vecinos del norte. Después de que se elaboró el mapa de la ciudad de México, se construyó una fuente con surtidor en Tlatelolco, y su fecha está sugerida por el Códice de Tlatelolco, que muestra una fuente en la sección que anota los acontecimientos del año de 1555. La base de esta fuente es hexagonal y la columna central del surtidor tiene la forma de un pájaro (figura 3). Dos corrientes de agua fluyen por dos caños que salen del cuerpo de esta escultura aviar. Aunque no es seguro que esta imagen se re­lacione con tal fuente en Tlatelolco, y no con una fuente en otra parte de la ciudad, es muy probable que así sea, ya que el códice registra los eventos de importancia directa para Tlatelolco y sus elites. Así, la aparición en este registro histórico puede indicar que este fue el año en que esta fuente elegante fue construida para servir a la comunidad de Tlatelolco. Además, las excavaciones en Tlatelolco realizadas por el arqueólogo Salvador Guillem Arroyo reve­laron una extraordinaria caja de agua al lado de la iglesia y monasterio franciscano, que estaba a su vez junto al tianguis de Tlatelolco.30 Aunque esta caja

descubierta no se parece a la imagen en el Códice de Tlatelolco y hubiera tenido otra función, la eviden­cia de abastecimiento de agua pública en Tlatelolco, ciudad mayoritariamente indígena en el siglo xvi, revela las preocupaciones respecto al suministro de agua por los gobiernos indígenas urbanos. Además, se plantea la pregunta: ¿si el gobierno indígena de Tla te lol co fue tan activo en el aprovisionamiento de su pueblo con el agua dulce, que hizo el gobierno indígena de México­Tenochtitlan?

El acueducto y la fuente según historiadores indígenas

Mientras que en las Actas de Cabildo se relata breve­mente la génesis del acueducto, su construcción y la terminación exitosa se subrayaron en dos fuentes indígenas importantes. La inauguración de la fuen­te en diciembre de 1582 fue descrita largamente por el cronista Chimalpahin, que escribió de la llegada de las aguas, empleando las fechas indígena y cris­tiana:

[…] xii tochtli xihuitl 1582. ypan in yn iquac ypan

metztli ynic xxii. mani Julius. ypan ylhuitzin Sancta

maria magdalena yquac acico yn aotli Sant Juan auh

yn ipan metztli ynic xxxi. mani deciembre yn huetzi­

co atl tianquizco acaxic; yquac mochalli yn acaxitl yn

tianquizco mani chiquacenxiuhtica yecahuico […].31

30 Salvador Guillem Arroyo, “La pintura mural de la caja de agua

del Imperial Colegio de la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco”, en Anales del Museo de América 15, Madrid, 2007, pp. 39­53; Salva­dor Guillem Arroyo, “La caja de agua del Imperial Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, pintura mural de los albores novo­hispanos”, en Estudios de cultura náhuatl 38, México, 2007, pp. 15­32.31 “[12 Tochtli, año 1582. En este año y mes, en el día 22 de julio, en la fiesta de Santa María Magdalena, apareció el acueducto de San Juan. Y en el día 31 de diciembre vino a caer el agua en la alberca; entonces se estrenó la alberca que está en el tianguis, y [la obra] duró seis años”, Domingo Francisco de San Anton Muñón Chimalpahin, op. cit., pp. 26­27. Trad. del náhuatl de Bar­bara E. Mundy.

figura 3. la fuente de tlatelolco, Codex Tlatelolco, sección seis, detalle, ca. 1565. biblioteca nacional de antropología e historia, méxico. reproducción autorizada por el instituto nacional de antropología e historia. autor desconocido.

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Teniendo en cuenta que la crónica de Chimal­pahin subraya eventos que eran importantes para la comunidad indígena de la ciudad, esta relativa­mente larga descripción es una clara indicación del papel central que el acueducto y la fuente tenía en su historia. El Códice Aubin, que ahora se encuen­tra en el British Museum,32 ofrece más evidencia de su importancia y revela la gran lucha por parte de la comunidad indígena, bajo el liderazgo de Va­leriano, para llevar agua potable a la ciudad. Estos anales ofrecen un relato de los sucesos anuales de los mexica, comenzando por su éxodo de Aztlán. Cuenta con dos partes; la primera trata de la histo­ria mexica (fs. 1r­69r) hasta 1608, y el segundo (fs. 70r­79r) es una lista de los gobernantes de Tenoch­ti tlan, que termina en 1607. En la segunda sección, cada disco redondo es la imagen de un mosaico de turquesa, signo para representar un año, para mos­trar una cuenta de los años, junto con la imagen y el nombre de cada soberano (figura 4). Por ejem­plo, la parte superior izquierda del f. 78v comienza con un disco que representa a 1568 y muestra a su lado a don Francisco Jiménez, quien supervisó el gobierno indígena entre 1568 y 1572. En el centro superior de la página está una figura con vírgulas re­presentando la palabra, identificado como el virrey Martín Enríquez. En la parte superior derecha de la página el año numerado 1573 está unido por una línea de puntos a una figura que se identifica como “don ant[oni]o valeriano juez azcapotzalco chane”. En esta sección generalmente no incluyen los acon­tecimientos que ocurren durante los reinados de los gobernantes de Tenochtitlan, pero la excepción a la regla es Valeriano. Tres imágenes marcan los even­tos de su tiempo en el cargo. Se adjunta al año de 1575 el primero de los eventos notables, señalado por un rectángulo dividido verticalmente en tres sec cio nes, con una línea ondulada en el centro; este es el icono de un acueducto. Un segundo evento

se muestra por una línea vertical que se extiende hacia abajo desde 1576 y llega a 1578, donde un cadáver envuelto está unido al disco de turquesa. El ca dá ver no representa un personaje; en cambio simboliza el gran número de muertes causadas por una de las más graves epidemias de cocoliztli, una fiebre hemorrágica, que la ciudad empezó a sufrir a partir de junio de 1576. A pesar de las dificultades que Valeriano y el pueblo indígena enfrentaron con la epidemia, la construcción del acueducto continuó, abarcando desde 1579 hasta 1582; está representado otro canal vertical, pero éste termina en la parte in­ferior en una caja cuadrada que representa la fuen­te, para mostrar la conclusión exitosa del acueducto.

Las pinturas en el Codex Aubin (f. 78v) expresan lo importante que eran para el reinado de Valeria­no el acueducto y la epidemia, porque los escritores 32 Codex Aubin, British Museum (Am2006, Drg.31219).

figura 4. Codex Aubin (am2006, drg.31219), f. 78v, ca. 1576.1608. © trustees of the british museum. autor desconocido.

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del libro optaron por incluir sus imágenes en esta sección del libro, donde hay una carencia gene­ral de eventos. La sección anterior, que se dedica a acontecimientos, ofrece aún más detalles acerca de la construcción del acueducto, y su inclusión en esta sección también se debe tomar como una me­dida de su trascendencia para los habitantes de la ciudad, dado el nivel de importancia de otros even­tos seleccionados para incluirlos, como la llegada de un virrey o la muerte de un arzobispo, similar a su inserción en la obra de Chimalpahin. El Códice Aubin no hace mención de la visita de Valeriano al cabildo, pero sí registra sus resultados. En 1575, el texto se lee: “In omopevalti motenextema[n] Sant Miguel Ayotli axcan viernes ye iiii dias del mes de noviembre”.33 La imagen muestra un icono similar a la que se encuentra en el folio 78v: una barra ra­yada en forma de L al revés con cuatro divisiones, pero con dos bandas onduladas en el medio, y pin­tado con un azul intenso (figura 5).

En 1582 aparece una imagen similar (f. 63r), esta vez una sin la curva, pero con cuatro divisiones verti­

cales y dos líneas ondulantes (figura 6). En este caso las dos bandas exteriores son de color blanco, mien­tras que el centro se llena con un pigmento azul­gris. El texto es breve y precisa: “Yn ovetzico atl axcan viernes a xiiii deziembre 1582 anos”.34 Los artistas del Códice Aubin hacen distinciones al representar acue­ductos: están bordeados con líneas blancas, probable­mente con la intención de mostrar el revestimiento de estuco del acueducto. En contraste, un canal, llamado acallotli, adecuado para tráfico de embarcaciones, se presenta sin el revestimiento blanco, como en el folio 58r, donde el texto y la imagen representan los cana­les rectilíneos de la parcialidad de San Juan Moyotlan, como una banda similar dividida en el centro con una línea ondulante, pero que carecen del marco blanco. El blanco con banda para el acueducto (en distinción con el canal) se repite en el folio 58r del Códice Aubin, en donde se representa el acueducto de Santa Fe. La frecuencia con que los canales y acueductos aparecen en el Códice Aubin es una medida de su importancia para los escritores del libro. La decisión de hacer hin­capié en que la construcción del acueducto de San

33 “Se empezó, que se encaló el acueducto de San Miguel [Cha­pultepec], hoy viernes el 4 de noviembre”. Trad. de Barbara E. Mundy.

34 “Hoy, viernes 13 de diciembre de 1582, se cayó el agua.” Se empleó un verbo común (huetzi, “caer”) para describir agua co­rriendo.

figura 5. Codex Aubin (am2006, drg.31219), f. 59v, ca. 1576-1608. © trustees of the british museum. autor desconocido.

figura 6. Codex Aubin (am2006, drg.31219), f. 63r, ca. 1576-1608. © trustees of the british museum. autor desconocido.

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Juan y la fuente tuvo lugar durante el gobierno de Va­leriano en el folio 78v, es otro signo de la importancia para su administración.

El icono que se utiliza en el Códice Aubin sugiere que, en partes, el acueducto era una zanja abierta, con la superficie de estuco mencionada en el texto para prevenir la absorción en el suelo. Una obra más tardía, el plano de la ciudad de México, dibujado por Juan Gó­mez de Trasmonte, muestra su origen y su ruta exacta a la ciudad (figura 7). En la parte inferior del mapa se puede distinguir la delgada línea del acueducto que se origina en el lado oriental de la colina de Chapul­tepec. Desde aquí corría a lo largo de la calzada que unía Chapultepec a San Juan Moyotlan, bordeado por una delgada línea dentada. La copia litográfica que se reproduce muestra la ruta con color azul, como si fue­ra una zanja abierta, y la “Planta y Sitio”, ahora en la Biblioteca Nacional de Francia, que es un original de la mano de Trasmonte de 1628, identifica que el agua del segundo acueducto de Chapultepec corría en un “caño de agua”, al menos en el tramo que se acercaba a la ciudad; este caño se había construido por reparti­miento de indios (figura 8).35

El plano de Trasmonte (copia litográfica) no re­vela la ubicación precisa de los manantiales que ali­mentan este segundo acueducto de 1582, ni el pla­no de la Biblioteca Nacional de Francia. El abasto de agua del manantial requirió una intensa inversión de mano de obra porque este recurso natural no fluyó de las obras hidráulicas existentes, sino que requería un colector totalmente nuevo que se cons­truiría a partir de los manantiales de Chapultepec. Desde la época prehispánica existían tanques en la base del cerro de Chapultepec, donde el agua se acumulaba con el fin de aumentar la presión a un nivel suficiente como para impulsarla a lo largo de los acueductos de la ciudad. La arqueología de res­cate limitada que se llevó a cabo bajo la dirección del arqueólogo Rubén Cabrera Castro en 1975 —que

35 agn, Indios, vol. 2, exp. 96, f. 24v; agn, General de Parte, vol. 2, exp. 1006, f. 217v.

figura 7. juan gómez de trasmonte, “forma y levantado de la ciudad de méxico”, 1628, copia litográfica, orientado al este. detalle del acueducto de chapultepec, cuyas aguas corren del oeste (abajo) hasta el este (arriba); el tianguis de san juan con su fuente ovalada aparece arriba. litografía publicada por francisco del paso y troncoso, florencia, 1907.

figura 8. juan gómez de trasmonte, “planta y sitio de la ciudad de méxico”, orientado al este, 1628. detalle del acueducto de chapultepec. bibliotheque nationale de france, parís.

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se analiza en las tesis de maestría de Manfred Sasso y Ricardo Armijo Torres— reveló al menos seis eta­pas constructivas, y cada reconstrucción destinada a aumentar la presión del agua que entraba en el sistema.36 La mayoría de ellas se fechan en la época colonial, siendo las últimas después de la Indepen­dencia. Sin embargo, dos de dichas etapas datan de la época prehispánica. Antes de 1575 este sistema abastecía el acueducto norte, que transcurría a lo largo de la calzada de Tacuba.37 No es claro si para suministrar al nuevo acueducto que alimentaba al tianguis de San Juan, los indígenas de la ciudad hu­bieran construido otro sitio de recolección de Cha­pultepec; las excavaciones de Rubén Cabrera Castro muestran que esta alberca abastecía a los dos acue­ductos, el viejo y el nuevo. El nuevo se asentaría en la calzada construida en el siglo xvi, después de la conquista, sobre la zona pantanosa entre Chapulte­pec y la isla de México, conocido hoy como la Ave­nida de Chapultepec, y en el siglo xvi como “Calzada que va de Chapultepec a San Juan (o San Pablo)”. Se encuentra evidencia de la construcción de esta se­gunda calzada en las Actas de Cabildo de la ciudad.38

El acueducto de San Juan y la peste de cocoliztli

El acueducto —que fue construido durante siete años para suministrar agua al tianguis de San Juan, el co­razón de la parte indígena de la ciudad— a menudo merece una pequeña nota en la historia del agua en la ciudad virreinal, a la sombra de un proyecto mucho mayor para llevar el agua desde los manan­tiales lejanos de Santa Fe. Sin embargo, los gastos del cabildo español en la cal sólo para el acueducto

al tianguis fueron mayores que la totalidad de sus gastos en otras obras hidráulicas a lo largo de dicho siglo, incluyendo el fracaso del primer acueducto para traer agua desde Santa Fe.39 A modo de com­paración, el cabildo gastó 44 122 pesos, casi todo ello en la cal, en el acueducto de San Juan, mientras que gastó sólo 27 855 pesos y 5 gramos de oro en las herramientas y materiales en el proyecto inicial del acueducto Santa Fe en la década de 1570.40 La importancia del proyecto, y la tenacidad de los ha­bitantes indígenas de México­Tenochtitlan en com­pletarlo, se entiende claramente si se analiza esta obra hidráulica en su contexto histórico. En junio de 1576, justo un año después de que el proyecto del acueducto comenzara, llegó el primer golpe de coco-liztli. La ciudad se estremeció con esta segunda epi­demia que cobraría la vida de alrededor de 45% de la población durante sus dos años de virulencia.41 El franciscano Gerónimo de Mendieta, que vivía en la ciudad durante la epidemia, escribió: “el año de setenta y seis vino otra general pestilencia, de que murió grandísima suma de gente por todas partes, y fué de pujamiento de sangre, como las demás, y daba en tabardillo”.42 Los trabajos en el acueducto se detuvieron en gran parte durante años, mientras que la comunidad indígena se enfrentaba a la plaga y sus consecuencias, lo que explica los seis años ne­cesarios para su realización.

La fuente y el tianguis

El plano de Trasmonte (copia litográfica) muestra que al entrar a la ciudad, el nuevo acueducto se prolon­

36 Rubén Cabrera Castro, “Informe de las excavaciones en el bos­que de Chapultepec”, México, Archivo Técnico del inah, informe 311.41, 1975; Armijo Torres, op. cit., p. 125; Manfred Sasso Guar­dia, op. cit., pp. 169­172.37 Ricardo Armijo Torres, op. cit.38 Ignacio Bejarano, op. cit., acta del 17 de diciembre de 1540.

39 Barbara E. Mundy, op. cit., pp. 198­199.40 Raquel Pineda Mendoza, op. cit., pp. 108; sobre el fracaso, véa­se pp. 109­121; Ignacio Bejarano, op. cit., acta de agosto 21, 1573.41 Rodolfo Acuña­Soto, Leticia Calderón Romero y James H. Maguire, “Megadeath and Megadrought: Large Epidemics of Hemorrhagic Fevers in Mexico, 1545­1815”, en American Journal of Tropical Medicine and Hygiene, 62, núm. 6, Deerfield, Illinois, 2000, pp. 733­739.42 Gerónimo de Mendieta, op. cit., libro 4, cap. 36, p. 515.

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gaba bajo tierra por una red de tuberías. Estos tubos subterráneos llevaban el agua dulce al gran tianguis de San Juan, y aquí se ve una fuente redonda con surtidor. Imágenes —en este caso los planos—per­miten localizar la fuente dentro del tianguis y di­cen algo de su tamaño. Pero en primer lugar vale la pena revisar los datos del tianguis de San Juan, sitio que ha sido mal entendido por los historiadores mo­dernos, para explicar por qué era tanto una decisión práctica y simbólica colocar la fuente allí.

El tianguis de San Juan fue el corazón de la ciudad indígena, y se ve en el mapa de la ciudad de México, ca. 1537­1555, donde se nombra como “Mercado” (figura 9). Este tianguis estaba en el mismo sitio que el gran tianguis prehispánico de Tenoch titlan. Después de la conquista se había tras­ladado brevemente, entre 1524 a 1533, a otro sitio cerca de la actual Alameda, tiempo durante el cual se le llamó “tianguis de Juan Velázquez”. En 1533 el tianguis de Juan Velázquez fue abandonado, y el tianguis se restableció en la esquina suroeste de la ciudad, y se mantuvo como tianguis principal de la ciudad para los alimentos y productos de fabrica­ción local (ropa, canastas, barro) hasta las grandes

inundaciones de 1629.43 En las fuentes españolas se llamaba el tianguis de México o el tianguis de San Juan, debido a su ubicación adyacente a la parcia­lidad indígena de San Juan Moyotlan, en la zona suroeste de la ciudad (figura 1). Debido a que en su famosa Relación Bernal Díaz del Castillo discutía la importancia del tianguis de Tlatelolco, en la zona norte de la isla, con la del antiguo tianguis de Te­nochtitlan, y su sucesor virreinal, el tianguis de San Juan, vio ensombrecida su grandeza. Pero si se observa la valiosa fuente literaria de mediados del siglo xvi que describe la ciudad, los diálogos latinos de Francisco Cervantes de Salazar, el autor subrayó la importancia de este otro tianguis. Contaba con los alimentos y los bienes que sustentaban la vida indígena en la ciudad. El narrador del texto de Cer­vantes, después de entrar en el tianguis de San Juan a través de su esquina noreste, decía:

Allí cerca tienen los indios un amplísimo mercado,

en cuyo centro tocan una campana puesta en alto.

Al lado está la horca, a la que se entra y sube por una

puerta con su escalera; y a causa de su elevación se

descubre desde lejos. ¡Qué gran número de indios de

todas clases y edades acuden aquí para comprar y

vender! ¡Qué orden guardan los vendedores, y cuán­

tas cosas tienen, que nunca vi vender en otra parte!44

Su compañero recalcó que era a este mercado donde vendedores indígenas llegaban a vender pro­ductos para el consumo de los indios: ají, frijoles, aguacates, guayabas, mameyes, zapotes, camotes, xocotes, atole, chían, zozol, ogitl, zoquitl, oquilin, etcéte­ra. Cervantes de Salazar no mencionó una fuente de agua dulce en el mercado, sólo una horca elevada.

Hoy en día, la ubicación del gran tianguis de San Juan a menudo se confunde con la del Mercado de

43 Respecto a la historia y ubicación del tianguis, véase Barbara E. Mundy, op. cit., pp. 80, 84­94.44 Francisco Cervantes de Salazar, op. cit., p. 63.

figura 9. tianguis de san juan, mapa de la ciudad de méxico, orientado al oeste, ca. 1537-1555. biblioteca de la universidad de uppsala, suecia. autor desconocido.

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San Juan de la ciudad moderna. Actualmente parte de la superficie original del tianguis de San Juan está ocupado por el Colegio de las Vizcaínas, pero este gran edificio ocupa sólo una parte del área to­tal del tianguis. Su superficie original fue mucho mayor y su tamaño por sí demuestra su importan­cia. Como se verá más adelante, en el siglo xvi su límite sur llegó hasta la calle José María Izazaga, su límite occidental al Eje Central Lázaro Cárde­nas, su límite norte a la calle de las Vizcaínas, y su límite oriental a la calle Bolívar. En un plano moderno, el Guía Roji, con una escala de 1:10 000 m, este espacio mide aproximadamente 250 m (O­E) x 240 m (N­S), es decir, 60 000 m2; en el mismo plano, el Zócalo mide 200 m x 200 m, o 40 000 m2. Hoy en día el Zócalo es una de las plazas urbanas más grandes del mundo, pero el tianguis de San Juan fue aún más grande.

Confirma su ubicación precisa y dimensiones el plano de 1588 hecho por el alarife mayor Cristóbal de Carballo, y conservado en el Archivo General de la Nación en la ciudad de México (figura 10).45 El plano fue creado como parte de un pleito sobre la propiedad y el usufructo de los lotes dentro del tianguis de San Juan. El gobierno indígena afirmó que el tianguis de San Juan era propiedad de la co­munidad nativa y que el derecho de repartir sus lo­tes pertenecía solamente a su gobierno, mientras que otros ocupantes de tierras dentro del tianguis argumentaron que los mismos lotes eran su propie­dad privada. Como resultado del pleito, la Real Au­

diencia de Nueva España ordenó a Carballo crear un plano detallado del tianguis de San Juan, con las propiedades en disputa marcadas en él. El plano re­sultante es la representación cuidadosa de Carballo de ese espacio impugnado. En particular hay tres elementos en el mapa que permiten correlacionar su lado oeste, sur y extremo noreste con lugares co­nocidos, y por tanto corroborar su ubicación y esca­la. El plano muestra que el tianguis era un espacio amurallado; la pared oriente muestra dos salidas, una que está marcada “entrada de la comunidad a la tianguis”. En documentos del siglo xvi “la comuni­dad” es a menudo sinónimo de la sede del gobier­no indígena, un palacio también conocido como el Tecpan. El Tecpan se ubicó en la esquina de las calles conocidas en el siglo xix como la calle de San

45 agn, Tierras 35, exp. 2, Mapoteca núm. 280, Cristóbal de Car­ballo, Plano del Tianguis de San Juan, orientado al oeste, 1588; Kubler escribe que según Heinrich Berlin, el plano muestra el tianguis de Juan Velázquez, pero este mercado indígena ya no existía en los años ochenta del siglo xvi, y la documentación en el legajo corrobora que el plano es del tianguis de San Juan; George Kubler, Mexican Architecture of the Sixteenth Century, vol. 1, núm. 64, New Haven, Yale University Press, 1948, p. 206. Se incluye un boceto del plano en María de la Luz Velázquez, Evo-lución de los Mercados en la Ciudad de México hasta 1850, México, Consejo de Crónica de la Ciudad de México, 1997, p. 33.

figura 10. cristóbal de carballo, plano del tianguis de san juan, orientado al oeste, 1588. agn, tierras 35, exp. 2. mapoteca, núm. 280.

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Juan y la calle de Salto de Agua, y hoy como el Eje Central e Izazaga. Por tanto esta intersección fue la frontera suroeste del mercado. En el mapa de 1588 la frontera sur también se nombra como “calzada de Chapultepec a San Pablo”, que es la calle conocida hoy como Izazaga. La esquina noreste del tianguis se define en este plano por los portales construidos por el oidor Lorenzo de Tejada en la década de 1540. Ellos corresponden a la calle de Vizcaínas, cerca de Bolívar, un lugar que desde el siglo xviii se conocía como “Portal de Tejada”, como se ve en un plano de la ciudad de 1867 (figura 11).46 Debido a estas correspondencias es posible sobreponer la superfi­cie del tianguis sobre un plano de 1867 y otro plano contemporáneo. Carballo apuntó las medidas cui­dadosamente, como era práctica común para un alarife mayor, y según sus medidas el tianguis de San Juan medía 254 varas y 15 brazas (cada vara 84 cm, cada braza 1.85 m) en su eje norte­sur, es decir,

240 m, que corresponde precisamente a la medida en el Guía Roji.47

Otro plano perteneciente a la colección de la Bi­blioteca Nacional de Francia (bnf) que muestra el tianguis de San Juan, permite explorar aún más la importancia de este espacio urbano (figuras 12 y 13). Es una copia de un original de mediados del siglo xvi desconocido, y presta más atención a cons­trucciones no permanentes o divisiones espacia­les que el plano de Carballo, que muestra sólo las estructuras permanentes. Alrededor del borde del tianguis de San Juan están estos edificios frente a las puertas del mercado, y su disposición general se corresponde estrechamente con el plano de Carba­llo: hay dos salidas a la calle a lo largo del lado oeste, una en la esquina sureste, y otra a lo largo del lado oriental (el mapa de Carballo sólo presenta dos). Ambos mapas muestran cuidadosamente la estruc­tura permanente y más importante del tianguis en su borde noreste: los Portales de Tejada, con peque­ños círculos en los planos respectivos que mues­tran en planta los pilares que conforman la fachada arqueada de este edificio. Sin embargo, el original

46 Ethelia Ruiz Medrano, Gobierno y sociedad en Nueva España: segunda audiencia y Antonio de Mendoza, Zamora, Michoacán, El Colegio de Michoacán/Gobierno del Estado de Michoacán, 1991; George Kubler, op. cit., vol. 1, p. 204.

47 Respecto a medidas, Rubén Rocha Martínez, “La vara”, en Bo-letín de Monumentos Históricos, tercera época, núm. 28, México, inah, mayo­agosto de 2013, pp. 64­79.

figura 11. luis espinosa y j. m. Álvarez, Plano de la Ciudad de México, 1867. detalle con el área del antiguo tianguis de san juan tocado de luz, orientado al oeste. mapoteca manuel orozco y berra, 1230-cge-725-a, servicio de información agroalimentaria y pesquera, sagarpa.

figura 12. plano del tianguis de san juan, orientado al sur; copia de siglo xix de un original de siglo xvi. ms. mexicain 106. bibliotheque nationale de france, parís.

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del plano de la bnf fue probablemente hecho por un artista o escribano indígena, dado que las glosas de la copia existente están en náhuatl y van acom­pañadas de pequeños iconos que se asemejan a la pictografía indígena. La copia marca lo que a prime­ra vista parecen tres líneas pintadas al azar en su superficie. A pesar de ellas, el tianguis es un lugar de buen orden: ocho pasillos rectos irradian de la fuente central, para crear ocho bloques, cada uno lleno de los puestos individuales para vendedores. La apariencia de la fuente en el centro es algo di­ferente a la del plano de Carballo, que es circular; ésta aparece con planta hexagonal. Se observa como la pieza central de la plaza del tianguis organizado, que, cabe señalar, fue dominado por los vendedores y compradores indígenas.

El plano de la bnf representa un elemento cru­cial que aparece sólo como una mención textual en el plano de Carballo. A lo largo del borde oeste del plano se ve un boceto del Tecpan de México­Te noch ti tlan, y desde este edificio gobernó don Antonio Valeriano. En la descripción que ofreció Cervantes de Salazar, dice que frente al tianguis “está el magnífico palacio de su gobernador”.48 Se

distingue en este mapa un portal arqueado y cuatro discos a lo largo de su línea de techo, los marcado­res convencionales de los edificios gubernamenta­les indígenas. Según la escala proporcionada por el plano de Carballo, y en comparación con los planos modernos, la fachada que daba al tianguis hubiera tenido unos 80 m de largo. La identificación de este edificio permite entender las tres líneas rectas pin­tadas en la superficie del plano como no comple­tamente al azar. Más bien se traza la vista desde la entrada del Tecpan tras el mercado (hoy, la calle de San Jerónimo) y otra, la vista desde el Tecpan hasta los Portales. Cervantes de Salazar comenta: “Es tal la muchedumbre de indios tratantes que concurren a este mercado, que llegan a veinte mil y aún más”.49 Estos compradores y vendedores que acudían a este mercado, en particular los que llegan a la ciudad desde los puntos del sur y oeste a lo largo de la cal­zada de la Piedad y la calzada de Chapultepec, ten­drían que encontrarse primero la fachada de Tec­pan, la sede del gobierno indígena, antes de entrar en el tianguis, donde, desde 1582 en adelante, las aguas fluían de la fuente en el centro. Así, la fuente tenía una estrecha relación física y conceptual de la sede del poder indígena en la ciudad.

Visto en el centro del plano de 1588 como un simple anillo de color gris, la fuente estaba ya en funcionamiento, lo que corrobora el relato de Chi­malpahin. Aunque Carballo no apuntó las medidas de la fuente, la escala del eje norte­sur en su plano es precisa, y si se utiliza para calcular el diámetro de esta fuente, se concluye que era grande, de unos 35 m. Otra fuente de la ciudad sirve de muestra para comprender cómo una gran fuente funcionaba. Esta imagen proviene de un biombo decorado con una pintura detallada de la Plaza Mayor de la Ciudad de México de finales del siglo xvii en el Museo de Amé­rica (figura 14). La fuente es un nexo clave en la Pla­za Mayor, como puede verse por los vendedores de

48 Francisco Cervantes de Salazar, op. cit., p. 70. 49 Idem.

figura 13. croquis del tianguis de san juan, según ms. mexicain 106, bibliotheque na-tio nale de france, parís.

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boletín de monumentos históricos | tercera época, núm. 32, septiembre-diciembre 2014

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agua que se han reunido para recoger el agua dulce de sus caños. Se cargaban los burros con barriles llenos de agua o se ponían las vasijas en carretillas pequeñas para distribuirlas por la ciudad. Se puede ver un muro bajo de protección contra los anima­les. En el biombo, el arriero levanta su látigo para golpear una mula que intenta invadir esta reserva. El agua más selecta, protegida de los animales o los seres humanos, procedía de los caños en lo alto de la fuente, y es a partir de aquí que el vendedor de agua a la izquierda y la mujer a la derecha reco­gen el agua. Si la fuente dentro del tianguis de San Juan funcionaba de la misma manera, la zona de 35 m fue probablemente el muro bajo perimetral. Dado el tráfico de animales llevando sus cargas en el tianguis, la protección contra animales invadien­do la fuente habría sido una necesidad importante.

Las fuentes documentales indígenas y el plano de Carballo sugieren que al principio la fuente tenía la forma de una alberca, en forma redonda (plano de Carballo) o hexagonal (plano de la bnf). El término na­hua que empleó Chimalpahin es acaxitl (“contenidor

de agua”, “alberca”). Aunque él y el escritor del Códice Aubin dijeron que el agua “cayó” (huetzi) o “llegó ca­yendo” (Aubin: ohuetzico), parece que tiene el sentido de agua que llega de un lugar más alto (como Cha­pultepec), y no caer de un surtidor. Además, el Códice Osuna50 muestra una sencilla alberca, no una fuen­te con surtidor que, sin duda, hubiera sido notable al pintor indígena y hubiera merecido una imagen. Parece que la fuente (nuevo parágrafo) con surtidor que aparece en planos del siglo xvii del tianguis de San Juan fue obra de principios de ese siglo. Juan de Torquemada —en Monarquía indiana (1615)— descri­bió una nueva fuente como una “mui hermosa e de­leitosa pila”.51 En los mapas creados por Juan Gómez de Trasmonte en 1628, se ve una fuente circular con un surtidor central de dos niveles, con una cruz en la parte superior. El biombo de finales del siglo xvii en la colección del Museo Franz Mayer también muestra una fuente con una base baja hexagonal o circular, con un surtidor elevado. Mientras que la fuente en el tianguis de San Juan no era tan elegante o elaborada como la fuente erigida en la Plaza Mayor, lo que hizo eco. A finales del siglo xvii esta fuente parece que te­nía una base hexagonal y un surtidor, así como una cruz u otra escultura en la parte superior, y su cons­trucción merece más investigación, aunque cae fuera de los objetivos de este ensayo,52 y como su homólo­ga en la Plaza Mayor, compartió un papel central en la vida cotidiana de esta plaza urbana.

Conclusiones

Dada la tenacidad del liderazgo indígena en con­tinuar con la construcción del acueducto a pesar del trauma de la epidemia cocoliztli, es útil tener en

50 Luis Chávez Orozco, op. cit.51 Juan de Torquemada, Monarquía indiana, México, Porrúa, 1986, libro. 3, cap. 26, vol. 1, p. 300.52 El biombo en la colección del Museo Franz Mayer muestra la cruz, pero en el biombo del Museo de América en Madrid no aparece.

figura 14. biombo con una vista del palacio del virrey en la ciudad de méxico, finales del siglo xvii, detalle. museo de américa, madrid. autor desconocido.

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la fuente del tianguis de san juan de méxico-tenochtitlan y el segundo acueducto de chapultepec

cuenta que el suministro de agua dulce a un cen­tro urbano tenía valor práctico y simbólico para los habitantes indígenas de México­Tenochtitlan, y se vinculó con otros testimonios visibles de buen gobierno que se encontraban en la ciudad. Desde la fuente en el tianguis se podía ver fácilmente el Tec pan, o palacio del gobierno indígena, un edificio de dos pisos con un patio amplio que lindaba con el límite occidental del tianguis. Y los gobernantes indígenas, como don Antonio Valeriano, que se considera como patrocinador de la fuente, podrían haberse detenido en el balcón del segundo piso del edificio para supervisar tanto el tianguis como su fuente.

Al llevar un acueducto al tianguis y construir una fuente para que el suministro pudiera ser com­partido con el mayor público en el mercado, el go­bierno indígena de don Antonio Valeriano aprovi­sionaba a residentes de la ciudad, muchos de ellos indígenas, bajo su regla. Esta relación del edificio cívico indígena con las albercas de agua recreaba la que una vez existió en el centro de la ciudad prehis­pánica. También restauró el conjunto de elementos necesarios para la idea del altepetl una vez encon­trado en el Templo Mayor, donde un canal de agua dulce corría directamente de Chapultepec al recin­to del templo y llenaba las albercas, y se logró que el centro ceremonial se convirtiera en un microcos­mo del altepetl. Mientras que tales expresiones de la cosmovisión mexica son ampliamente aceptadas para el periodo prehispánico, su transformación en la época colonial ha recibido menos atención. Si

bien se podría argumentar que la construcción del acueducto y su fuente terminal tenían una función puramente práctica, la perseverancia del gobierno indígena durante una de las epidemias más devas­tadoras del siglo xvi sugiere que una unidad ideoló­gica poderosa acompañó a la práctica. La idea de que las fuentes y pilas de agua públicas eran más que algo práctico se confirma en las excavaciones de Salvador Guilliem de la caja de agua de Tlatelolco. Él y su equipo de investigación han evidenciado que la caja de agua fue un lugar mágico, lleno como estaba de pinturas visibles por aquellos que se acercaban a llenar sus jarras de cerámica. Era un paraíso acuáti­co, lleno de abundancia de peces y la vida acuática que se extendía por debajo de la línea de pinturas para mostrar la superficie del agua, y por encima los pescadores y los navegantes se aprovechaban de la generosidad de la naturaleza. No se sabe si pinturas similares hubieran aparecido en la fuen­te original de México­Tenochtitlan en el tianguis de San Juan, pero es posible imaginar que la fuente de agua dulce era rica en significados para aquellos atraídos por él. Las huellas de esta fuente del tian­guis de San Juan que se encuentran en los mapas y planos de la ciudad revelan algo de su apariencia física precisa, y su presencia continua en una serie de documentos pone de manifiesto su importancia. Si algún día se llevaran a cabo excavaciones en esta zona, como ha sucedido en Tlatelolco, tal vez ayu­darán a entender mejor estas valencias ideológicas de los vecinos indígenas cuando construyeron la nueva ciudad virreinal.