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UAS/DGEP

Comprensión y produCCión de textos i

Vicente A. Gutiérrez CastilloArmida López HerediaPamela Herrera Ríos

Luis G. Ibarra Ramírez

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Comprensión y produCCión de textos i

Vicente A. Gutiérrez CastilloArmida López HerediaPamela Herrera RíosLuis Guillermo Ibarra Ramírez

Primera edición, julio de 2011 Segunda edición, agosto de 2012

Diseño editorial y de portada: Leticia Sánchez Lara

onCe ríos editores, Río Usumacinta 821 Col. Industrial Bravo, Culiacán, Sin.Tel-fax: 01(667) 712-2950

Esta edición consta de 16 000 ejemplares

Registro en trámite

Impreso en MéxicoPrinted in México

Gutiérrez Castillo, Vicente A.; Armida López Heredia, Pamela Herrera Ríos y Luis G. Ibarra Ramírez. (2012). Comprensión y producción de textos I. Culiacán, Sinaloa, México, Dirección General de Escuelas Preparatorias-uas

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La lectura es una actividad abierta. Cada quien establece sus mecanismos y sus estrategias para lograr una mejor comprensión de los textos. Si Hubiera reglas únicas, para acceder de una manera más adecuada al significado,

seguramente la lectura no sería un acto tan complejo y tan enriquecedor para el ser humano. De ahí que un texto pueda tener diversas interpretaciones y com-plementaciones por parte de los lectores. Ésta es por lo menos una de las ideas básicas del libro de Comprensión y produCCión de textos i.

Durante este tercer semestre de tu bachillerato elevamos el nivel de la com-prensión lectora y de la lecto-escritura en el área de comunicación. El fin de esto es que desarrolles la comprensión en textos de mayor complejidad, y que ello, a la vez, repercuta de manera favorable en la “producción de textos coherentes y cohesionados en cualquier situación comunicativa y lingüística”.

No es en vano que en este texto encuentres tipologías de lectura que te pueden ser útiles a la hora de abordar el texto. Estos diversos tipos de lectura cumplen funciones y pueden cubrir necesidades de acuerdo a tu forma de uti-lizar el tiempo y los espacios de lectura. Las estrategias aquí planteadas puedes seguirlas al pie de la letra; puedes modificarlas; pueden motivarte a que generes otras, en el entendido de que cada lector es un universo abierto a los textos.

Lo que se presenta en este libro cubre las necesidades de lectura académica de nuestros tiempos. Hace énfasis, a la vez, en el ejercicio de la lectura como una forma de placer que te lleva a descubrir mundos y adquirir nuevos conocimientos.

El libro está compuesto por cuatro unidades de aprendizaje (comprensión lectora, tipología de la lectura, textos informativos, textos recreativos). Se abordan en la primera mitad del libro dos capítulos destinados a las a los procedimientos estratégicos de lectura.

La otra mitad está enfocada a la lectura de dos variantes textuales. La elección no es azarosa. Constituye una forma de acercarnos a la función referencial en caso de los textos informativos, y a la función poética en el caso de los textos re-creativos. Dos formas comunicativas complementarias de representar la realidad.

Esta obra está acompañada de una serie de lecturas y actividades. El docente puede seleccionar algunas, en la medida de sus tiempos y la planificación que realice del curso de la asignatura. A fin de cuentas, el objetivo es desarrollar un buen nivel en la comprensión y producción de textos, sobre todo, informativos y recreativos.

Presentación

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Agradecimiento ...............................................................................................................................5Presentación .....................................................................................................................................7

UNIDAD IComprensión leCtora

Introducción ..................................................................................................................................18Actores de la comprensión de lectora ........................................................................................19

Lectura 1. La bicicleta, de Julio Torri ......................................................................20

Componentes de la lectura ..........................................................................................................22Acceso léxico ........................................................................................................................22 Lectura 2. Prevén a China como la principal economía del mundo en menos de 25 años ....................................................................................23Proposiciones del texto .......................................................................................................24 Lectura 3. Corazón de barro, de Felipe Garrido .....................................................25Integración de la información ............................................................................................26 Lectura 4. Narcotráfico y terrorismo, de Jorge Suárez Vélez ...................................26

Principios básicos de la comprensión ........................................................................................30Conocimientos previos ........................................................................................................30Elaboración de significado ..................................................................................................30 Lectura 5. La oveja negra, de Augusto Monterroso...............................................31 Lectura 6. Pueblerina, de Juan José Arreola ...........................................................31 Lectura 7. Atropellados por la ambulancia, de Guillermo Sheridan .......................34 Lectura 8. Libertad, de Victoria Camps .................................................................36

Contenido

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Comprensión y produCCión de textos i dGep

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UNIDAD IItipología de la leCtura

Introducción ..................................................................................................................................44 Tipos de lectura ....................................................................................................................45

Tipologías de la lectura desde la intencionalidad .............................................................45Lectura de recreación o de ocio .........................................................................................45Lectura de información .......................................................................................................46 Lectura 1. Los mayores avances en la lucha contra el sida, en los pasados 2 años ........................................................................................47Lectura de investigación ......................................................................................................49Lectura de consulta ....................................................................................................50Tipología de la lectura desde su aplicación.......................................................................51Lectura de exploración ........................................................................................................52El Índice ................................................................................................................................55 Lectura 2. Petróleo, drogas e instituciones débiles, de Lorenzo Meyer .......................56

El concepto de lectura eficaz ......................................................................................................61Lectura de Velocidad ...........................................................................................................62 Lectura 3. Bucaneros, corsarios: piratas al servicio del rey ............................................63Visión ....................................................................................................................................67Campo visual .........................................................................................................................69Visualización .........................................................................................................................71Lectura auditiva .....................................................................................................................74Aplicación de lectura de velocidad ...................................................................................74Ejercicios recomendados según el progreso de la lectura ..............................................75 Lectura 4. La lectura en Corea y Japón .......................................................................76

Lectura con voz .............................................................................................................................78 Lectura 5. Acuerdos de San Andrés ...........................................................................80 Lectura 6. La verdadera ciencia de la vida...................................................................81Lectura de análisis ................................................................................................................82Lectura comentada y comentario de textos .....................................................................83 Lectura 7. El triunfo de Andrés Manuel en el 2012 ...................................................86

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DGEP ComPrEnsión y ProDuCCión DE tExtos i

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UNIDAD IIItexto informativo

Introducción ..................................................................................................................................96Ubicación del texto informativo en el proceso de la comunicación .....................................97

La noticia ...............................................................................................................................98 Lectura 1. Cochoapa El Grande, de Sergio Ocampo .............................................99 Lectura 2. EU detuvo en mayo a 2 mil 400 indocumentados con antecedentes........... 100La crónica.............................................................................................................................. 103 Lectura 3. Las voces del temblor, de Elena Poniatowska ...................................... 104 Lectura 4. Crónica del 8 de mayo: Campanas, Marcha, Causas, ¡Ya Basta! de Jenaro Villamil ................................................................................ 105Elaboración de una crónica ............................................................................................. 109El artículo ........................................................................................................................... 110 Lectura 5. Diálogo en la superficie, de Macario Schettino .................................... 111Textualización .................................................................................................................... 114La entrevista ....................................................................................................................... 115 Lectura 6. Jorge Román Lagunas formula algunas preguntas a Sábato (Entrevista), ............................................................................ 117 Lectura 7. Entrevista a Maradona. Viví cuarenta años pero valen por setenta ......................................................................................... 120Reportaje ............................................................................................................................. 124 Lectura 8. Neza. El callejón sin salida, de Miriam Moreno ................................ 125

UNIDAD IVlos textos reCreativos

Introducción ............................................................................................................................... 140 Lectura 1. Los ojos culpables, de Ah’med Ech Chiruani ..................................... 143Características externas del texto recreativo: prosa, verso, diálogo ........................... 145 Lectura 2. El sennin, de Ryunosuke Agutagawa ................................................ 146Textos recreativos y género literario ............................................................................... 150 Lectura 3. Después de 20 años, de O. Henry ........................................................ 151 Lectura 4. Conciencia breve, de Iván Egüez .......................................................... 155 Lectura de poemas ................................................................................................ 158 Lectura 5. No volveré, de Manuel Esperón.......................................................... 159 Lectura 6. Poemas ................................................................................................. 161 Lectura 7. Bodas de sangre (1933), de Federico García Lorca ........................... 163 Lectura 8. Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Marquez ......... 170

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UBICACIÓN GRÁFICA DE LA ASIGNATURA

Universidad Autónoma de Sinaloa

Dirección General de Escuelas Preparatorias Bachillerato General

Programa de la asignatura

Comunica-ción oral

y escrita II

Comprensión y producción de textos I

Comprensión y producción de textos II

Comunica-ción oral y escrita I

Todas las asignaturas que se imparten en el bachillerato

Literatura

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Comprensión leCtoraunidad i

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Unidad I

Comprensión lectora

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Saberes a desarrollar

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Saberes conceptuales• Ubica cada uno de los componentes que intervienen

en el proceso de lectura.• Establece los pasos para una mejor comprensión

lectora.

Saberes procedimentales• Integra los conocimientos adquiridos en la lectura

a la redacción de cualquier escrito.• Aplica los pasos de la comprensión lectora en la

lectura de todo tipo de textos

Saberes actitudinales-valorales• Muestre actitud de respeto y colaboración en las

actividades propuestas.• Establece la lectura como un acto de disciplina

favorable para el estudio o para cualquier actividad social y cultural.

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Introducción

La dinámica de nuestros tiempos es cambiante, fragmentada, líquida y ágil. Desde el lugar más privado recibimos numerosas historias, establecemos diálogos con personas situadas en regiones lejanas, nos

sumergimos en un mundo plagado de símbolos y de información que es necesario seleccionar, comprender e interpretar; leemos un mundo en cons-tante movimiento. Por lo mismo es necesario estar dotado de un conjunto de herramientas que nos permitan comprender textos de diversas comple-jidades, desde los mensajes que nos comparten compañeros de grupo sobre una situación de la vida diaria, hasta los textos expositivos en donde una celebridad científica nos da a conocer su nueva propuesta de investigación.

De hecho estos textos están en todas partes. Con los avances de la tecno-logía, por ejemplo: en internet, estamos sumergidos en un mundo textual y de imágenes que parecen no tener fin. En la red ya es factible encontrarnos con las grandes bibliotecas del mundo, tener al alcance todos los clásicos de literatura, las revistas indexadas, los periódicos de todas las latitudes, las producciones musicales de todas las épocas y un sinfín de satisfactores simbólicos a los que hace veinte años difícilmente teníamos acceso.

El mundo al que tenemos acceso es vasto, pero tienes que ser selectivo, analítico, crítico y ágil para interpretarlo. Por lo mismo, hacemos énfasis en un aspecto: una actividad que resulta esencial para saber sumergirnos en estos nuevos contextos es la lectura. Quien no sabe leer, comprender e interpretar textos tendrá obstáculos para armar el rompecabezas de los nuevos tiempos.

Acorde a estos delineamientos, hemos denominado a esta primera uni-dad “Comprensión lectora”. La elección de esta temática subraya un hecho importante para este ciclo central de tu bachillerato: la comprensión lectora tiene diversos niveles de acuerdo a los requerimientos del lector mismo y del tipo de texto que se lee. Además llegamos a una etapa del bachillerato en donde el uso de nuevos tecnicismos, textos con frases de mayor difi-cultad, relatos con lenguaje metafórico novedoso, no debe frenar el placer en el estudio y la lectura, contrario a ello debe impulsarte al ejercicio de un pensamiento de mayor complejidad y creatividad.

Durante los semestres anteriores establecimos una serie de estrategias de lectura y redacción a partir del enfoque comunicativo. Es necesario tomarlas en cuenta para nuestra práctica de lectura en esta unidad.

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El escritor Ambrose Bierce.

Actores de la comprensión de lectora

Cuando leemos un texto leemos una representación de nuestra realidad. Esa representación es realizada por alguien que tiene ideas, pensamientos, formas de ver el mundo y una manera muy

particular de utilizar y estructurar el lenguaje. Podemos establecer aquí primeramente la diferencia entre la realidad y aquello que está conte-nido en los textos escritos. Entender la realidad que nos circunda y la realidad representada en los textos implica muchas veces complejidades diferentes. El texto funge como intermediario, “es un puente que nos separa o nos acerca a la realidad percibida, nos permite conocer algo más de ella a través de la palabra. Nos acerca a aquello que el autor nos quiere proponer a su manera” (Gómez Macker). Si nosotros leemos la frase: “El hombre recorrió las calles de la ciudad con paso cansado”, estamos ante el fragmento de una historia, una idea o un conjunto de sensaciones verbales, ordenadas por un autor mediante una serie de palabras elegidas por él. Al leer esta frase nosotros leemos la representación que el autor hace de la realidad.

Si la realidad sucede de manera simultánea y algunas veces caótica, el lenguaje establece un orden. Este orden lo constituye la claridad del texto, el uso adecuado de la sintaxis, entre otras cosas. Por ejemplo leemos la siguiente definición de Ambrose Bierce, rescatada de su divertido libro El diccionario del diablo:

La definición construida por Ambrose Bierce es una re-presentación de su realidad. Una idea, una síntesis de lo que él considera una persona con estas características. Tal vez al leer esa definición resolviste algunas dudas que tenías respecto a esa palabra o tal vez tenías otra idea respecto a lo que era una persona abstemia. Con esto podemos llegar a una primera conclusión: el acto de leer es aprendizaje, adquisición de conocimiento y un puente para reconocer la realidad por medio de lo que piensan y representan otros autores, es además la posibilidad de enriquecer nuestra capacidad crítica por medio de un uso adecuado del lenguaje.

Abstemio, s. Persona de carácter

débil, que cede a la tentación

de negarse un placer. Abstemio total

es el que se abstiene de todo, menos

de la abstención; en especial, se abstiene

de no meterse en los asuntos

ajenos.

ACTIVIDAD 1• Por equipos realicen su propia definición de la palabra “abstemio”.

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Algo muy importante en este proceso comunicativo de la lectura es comprender lo que un emisor o bien un autor nos trata de decir por medio de sus textos escritos. Si no comprendemos lo que leemos, nuestro tiempo dedicado a la lectura lo habremos tirado al vacío.

Debemos destacar que el proceso de comprensión de un texto es previo al proceso de entendimiento. Así nos lo explica Habermas (1997): “sólo podemos descifrar las partes de un texto, si somos capaces de anticipar de alguna manera el todo. Y, al revés esa anticipación sólo po-demos corregirla a medida de que vamos explicando las distintas partes”.

Para desarrollar la actividad de comprensión se cuenta con un acervo acumulado de conocimientos que se guardan en la memoria y a los cuales se recurre para poder leer. El cúmulo de ideas actúa como mediadores en el proceso de lectura. El lector sabe lo que son las letras, lo que son los textos, por dónde y cómo empezar a leerlos. A medida que se entrena en la lectura y se lee más, el dominio del proceso de lectura se facilita. Es por eso que se debe entrenar y practicar en forma sistemática.

►Practiquemos un poco la lectura.

COMPRENSIÓNSe parte de los conoci-

mientos previos.

ENTENDIMIENTOProceso de lectura. Se entiende lo que se lee y se relaciona con los conocimientos previos.

COMPRENSIÓN Se generan nuevos es-quemas de relación y nuevos conocimientos.

Lectura 1

La bicicleta Julio Torri

Es un deporte que para practicarlo no necesita uno compa-ñeros. Propios para los misántropos, para orgullosos, para

insociables de toda laya. El ciclista es un aprendiz de suicida. Éntrelos peligros que lo amenazan los menores no son para desestimarse: los perros, enemigos encarnizados de quien anda aprisa y el desgaite; y los guardias que sin gran cortesía recuer-dan disposiciones municipales quebrantadas involuntariamente.

Desde que se han multiplicado los automóviles por nuestras calles, he perdido la admiración con que veían antes a los toreros y la he reservado para los aficionados de la bicicleta.

En ella va uno como suspendido en el aire. Quien vuela en aeroplano se desliga del mundo. El que se desliza por su

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superficie sostenido en dos puntos de contacto no rompe amarras con el planeta.

El avión y el auto no guardan proporción por su velocidad con el hombre, que es mayor de la que él necesita. No así la bicicleta.

Raro deporte que se ejercita sentado como el remar. Todos los intentos para compartirlo con los otros han sido frustráneos.

Lo exclusivo de su disfrute la hace apacible a los egoístas. Llegamos a proferirle sentimientos verdaderamente afectuosos.

Adivinamos sus pequeños contratiempos, sus bajas necesidades de aire y aceite. Un leve chirrido en la biela o en el buje ilustra suficientemente nuestra solícita intención de hombres sensibles, comedidos, bien educados. Sé de quienes han extremado estos miramientos por su máquina, incurriendo en afecciones que sólo suelen despertar seres humanos. Las bicicletas son también útiles, discretas, económicas.

El actor norteamericano Paul Newman en bicicleta.

ACTIVIDAD 2. 1. A partir de la lectura de Julio Torri, responde las siguientes preguntas.

• ¿Comprendiste el texto de Julio Torri?

• ¿En qué época fue escrito el texto?

• ¿Las ideas de Julio Torri sobre la bicicleta coinciden con las tuyas?

• Comenta alguna dificultad que hayas tenido para comprender el texto.

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Componentes de la lectura

Durante el primer semestre, en la asignatura de “Comunicación oral y escrita I”, revisamos las tres etapas de la lectura (prelectura-lectura- poslectura). En esta ocasión nos daremos a la tarea de

integrar a ese proceso de lectura un nuevo tema: los componentes de la lectura. Estos componentes marcan una serie de niveles que, aún sin dar-nos cuenta, muchas veces los practicamos a la hora de leer un texto. Por lo pronto hablaremos de tres niveles: acceso léxico, proposiciones del texto e integración de la información.

Acceso léxico

Este elemento es sumamente necesario. Es prácticamente el punto de partida del proceso de lectura. Este comienza con la percepción visual. Al leer, una vez que nosotros percibimos un conjunto de rasgos gráficos, letras o palabras, rápidamente reconocemos por medio de nuestra memoria inmediata un conjunto de términos y palabras que nos son familiares. A este reconocimiento se le denomina acceso léxico directo. Es inmediato, de un golpe de vista reconocemos ese conjunto de palabras que leemos, incluso no nos damos cuenta de este proceso. El acceso léxico se presenta también de manera indirecta. Esto sucede cuando nos encontramos ante términos desconocidos o bien tecnicismos que implican una dificultad en nuestra lectura. Rápidamente probamos algunas estrategias de segmentación o contextualizamos esa palabra desconocida para continuar nuestra lectura. Lo que importa es darle agilidad a nuestro acceso léxico.

Para continuar te recomendamos leer el siguiente texto:

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leCtura 2

Prevén a China como la principaleconomía del mundo en menos de 25 años

En el año 2035, China superará a Estados Unidos al convertirse en la mayor economía del mundo. A final de 2050, el país asiático sería, en

este ámbito, 37 por ciento mayor que el norteamericano y 10 veces más grande que el Reino Unido, detalló Zirahuén Villamar Nava, catedrático de la Facultad de Economía (fe) de la unam.

Al dar sus impresiones sobre la colección de ensayos La huella global de China. Interacciones internacionales de una potencia mundial, recalcó que, para 2050, China aportaría el 25 por ciento del Producto Interno Bruto (pib) mundial, frente al siete por ciento que registró en 2008; EU, contribuiría con el 19 por ciento e India con el nueve por ciento.

De acuerdo a escenarios proyectados por especia-listas de diversas nacionalidades e instituciones, entre ellas el Banco Mundial, se calcula que para 2050, el pib per cápita chino podría alcanzar el 90 por ciento del de la Unión Americana.

En el auditorio del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CeiiCh), explicó que las predicciones también señalan que, para 2015, la fuerza laboral china comenzará a declinar debido el envejecimiento de su población.

Pero, destacó, para 2050 empleará a casi 700 millones de personas, mientras la fuerza laboral en Estados Unidos será 3.5 veces menor.

El ahorro, agregó, se reduce si aumenta la población adulta mayor, fenómeno que se disparará en este país en los siguientes años; por tanto, su ahorro disminuirá, aunque la inversión se mantendrá estable.

Acompañado del especialista del CeiiCh y organizador del encuen-tro, Jorge Eduardo Navarrete, señaló que, para 2035, la acumulación de capital chino será superior a la de eu.

A su vez, la productividad de la energía seguirá alta en los países desarrollados, inclusive ambas naciones tendrán escalas similares en relación con su uso.

Asimismo, subrayó que dentro de las previsiones se calcula a la educación como el principal motor de convergencia de la pro-ductividad total de los factores. “En este sector, China avanzará considerablemente, pero no alcanzará a eu.

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ACTIVIDAD 3. 1. En las siguientes líneas realiza un resumen del contenido del texto que leíste.

2. Menciona dos términos que te hayan parecido complicados a la hora de leer el texto e intenta definirlos. 1.

2.

Proposiciones del texto

Según la Real Academia de la Lengua una proposición es “una oración considerada desde el punto de vista semántico. Se trata, pues, de una uni-dad semántica formada por la unión de un predicado (prototípicamente, un verbo) y sus complementos, de los cuales predica una propiedad. El término de proposición, no obstante, no presenta un uso unívoco en todos los autores: mientras que algunos estudios distinguen entre ora-ción —unidad gramatical— y proposición —unidad de significado—, otros usan indistintamente ambos términos”. Por lo pronto nosotros trataremos de definirlas como unidades de significado.

La comprensión de estas unidades se debe a la manera en que se van relacionando unas con otras, arrojándonos contenidos e información, y una serie de elementos subjetivos que tienen que ver con aquellos conocimientos previos que tenemos como lectores. De este proceso no nos damos cuenta, ya que se presenta de manera automática mientras leemos de manera fluida.

Por ejemplo si nosotros leemos el siguiente texto: El hombre salió de su casa al amanecer. Recorrió los mismos caminos

de todas las mañanas. Iba con el mismo cansancio de todos los días.Para encontrarle un sentido general al texto es necesario realizar una

lectura atenta; lo cohesión entre una y otra proposición, la claridad de la

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Comprensión leCtoraunidad i

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estructura del texto, nos ayudará a comprenderlo con mayor facilidad. Subrayamos que la comprensión en este nivel se presentará de manera automática.

leCtura 3

Corazón de barro

Felipe Garrido

Una noche tuve un sueño maravilloso. Soñé que estaba a la orilla del mar en una playa rocosa. Las olas reventaban y la

espuma me salpicaba. Comencé a oír una canción; la canción más hermosa que he escuchado jamás. La cantaba una sirena que tocaba su guitarra en el agua, cerca de la orilla.

A la mañana siguiente me levanté tempranito. Era domingo y todos dormían. Me vestí sin hacer ruido, para no despertar a mi hermano; baje las escaleras, atravesé el patio y entré al taller. ¡Qué quieto, qué callado estaba! Hacía un poquito de frío. Junto a la ventana, en una repisa, había un montón de barro cubierto con un trapo mojado. Puse un poco en uno de los tornos, me eché agua en las manos y comencé a trabajar.

Dentro de mí yo seguía viendo a la sirena que cantaba. Cerraba los ojos y la veía tan claramente como en mi sueño. Comencé a copiarla con pedacitos de arcilla. Trabajé mucho tiempo, sin moverme de mi lugar. Le puse su corona de plumas, su guitarra, sus collares, su gran cola de pescado. Luego la vi completa, mi sirena, y me gustó. Al final le puse, por fuera, también de barro, un corazón.

--eres un artista—me dijo el abuelo al rato, cuando la vio. La llevamos al horno. Luego la pinté. La puse en mi cuarto, arriba de la mesa. En las noches, cuando me estoy quedando dormido, como que la oigo cantar.

Felipe Garrido.

ACTIVIDAD 4. 1. Comenta el texto en el grupo. Realiza un breve texto con tus conclusiones

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Integración de la información

La integración de la información suministrada por el texto es un nivel superior. Al leer ligamos una serie de proposiciones u oraciones que for-man una representación coherente de la realidad y las asimilamos como un todo. Este nivel se da de manera consciente. Los estudiosos de este tema lo consideran un macroproceso, porque nosotros englobamos de una manera sintetizada la totalidad de un texto por medio de la relación de las ideas de éste.

Podríamos mencionar dos aspectos esenciales para que sea posible la comprensión del texto en este nivel: el conocimiento general que el lector tiene del mundo, o los conocimientos generales que tenga sobre aquello que está leyendo; y también el conocimiento y la familiaridad con la estructura del texto que se está leyendo. Jamás podremos inte-grar la información de un texto que leemos si no tenemos un mínimo conocimiento sobre el tema que trata. Tampoco podremos integrar la información si el texto tiene una estructura compleja con la que no estamos familiarizados.

Lectura 4

Narcotráfico y terrorismo*

Jorge Suárez Vélez

La reciente ejecución de Osama Bin Laden nos debe hacer pensar acerca de la estrategia moderna para pelear guerras no convencionales.

Eso tienen en común las guerras contra el terrorismo y el narcotráfico: implican enfrentarse a un enemigo sofisticado, bien armado, que no se su-jeta a regla alguna, esencialmente inmoral, y capaz de mimetizarse con su entorno. Después de diez años de presencia militar en Afganistán, miles de vidas sacrificadas y cientos de miles de millones de dólares gastados, es oportuno cuestionar si los objetivos originales de la invasión fueron alcanzados y si los medios utilizados fueron los adecuados. Igualmente, podemos preguntarnos si la lucha contra el narcotráfico se ha dado haciendo uso de recursos idóneos para alcanzar las metas propuestas.

La incursión original en Afganistán intentaba castigar a Al Qaeda y a Osama Bin Laden, su líder. Toda estrategia implicaba represalias para el régimen del Talibán, que había solapado y permitido la presencia del grupo terrorista en ese país, a pesar de que el Talibán jamás intentó medi-

* Texto tomado de la página web de la revista letras libres. www.letraslibres.com, 25/05/2011.

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da alguna contra objetivos occidentales, y su medieval represión buscaba exclusivamente definir la forma de vida cotidiana de la población local.

A diferencia del Irak de Hussein, un país altamente centralizado, Afganistán siempre ha sido un país que es una suma de tribus en valles aislados, con una paupérrima población que se ha defendido de incur-siones de grandes poderes coloniales, desde Alejandro Magno y los Mongoles en la antigüedad, hasta ingleses, soviéticos y estadounidenses en las últimas décadas.

Es importante notar que una de las principales fuentes de conflicto de la población local con el Talibán provino de la prohi-bición que este régimen intentó hacer de la siembra de amapola, una de las principales fuentes de ingreso de la población. Por décadas, la principal exportación de la diminuta economía afgana -que produce un PIB de apenas 16.6 mil millones de dólares o 553 dólares al año per cápita (mil dólares si ajustamos por paridad de poder adquisitivo)- ha sido la amapola, base para la producción de opio y derivados como la morfina y la heroína. El tráfico de drogas derivado de la producción afgana ha estado principalmente controlado por las poderosas mafias de Rusia y Europa oriental que las transportan hasta mercados en Asia y Europa, a través de Rusia e Irán.

Llama la atención ver que el deseo estadounidense de ganar “los corazones y las mentes” de la población local ha llevado a que el cultivo de amapola haya “florecido” en las zonas dominadas por las tropas de Estados Unidos. La práctica permisiva, quizá reminiscente de las guerras de opio de 1839, ha tenido el poco deseable efecto hacer demasiado accesible la heroína para los soldados estadounidenses, y muchos de ellos han vuelto a casa con severos problemas de adicción, al igual que lo que ocurrió en los ochenta con los soldados soviéticos.

Estados Unidos tendrá poco que mostrar como resultado de una década de invasión en Afganistán. Si bien el Talibán ha sido políticamente marginado, es altamente probable que vuelvan al poder en el instante en que la intervención militar concluya. Cada vez son más las voces en la diplomacia estadounidense que se han resignado a simplemente ne-gociar con este grupo y asumir que cualquier deseo que previamente se manifestó de empoderar a las mujeres y establecer una base sólida para educación y democracia, son sólo “sueños de opio”.

¿Y Al Qaeda? Sus militantes están en Pakistán. Según el propio Ge-neral Petraeus, el general a cargo de las fuerzas armadas estadounidenses en Afganistán y futuro jefe de la Cia, hay quizá cien combatientes de esta organización en Afganistán. Como dice el columnista George Will (“Times Change”, Pittsburgh Tribune, mayo 3 de 2011), si asumimos que hay 140 mil soldados estadounidenses ahí, y que cuesta alrededor de un millón de dólares al año desplazar y mantener ahí a cada soldado,

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el costo de las tropas estadounidenses equivale a mil quinientos millo-nes de dólares por cada combatiente de Al Qaeda en Afganistán (estoy seguro de que por una mínima fracción de esa suma estarían dispuestos a deponer las armas, rasurarse, ponerse traje, y hasta convertirse a la religión de nuestra elección).

¿Y Bin Laden? Bin Laden acaba de ser asesinado por fuerzas de élite del ejército estadounidense que incursionaron en territorio pakistaní. Sin duda, lleva seis años siendo huésped del frágil y cuestionable gobierno de ese país, reforzando la idea de que el elemento más valioso de la guerra moderna es la inteligencia. Los marinos que atacaron la guarida de Osama provienen de una unidad que cuenta con “pocos” cientos de soldados basados en Dam Neck, Virginia, y son parte de Devgru (Gru-po naval para el desarrollo de enfrentamientos bélicos especiales), una especie de fraternidad que es la élite de la élite y que se autodenominan “profesionales silenciosos”. Simplemente ejecutaron exitosamente una misión que estuvo basada en cuatro años de inteligencia y trabajo prin-cipalmente policiaco. Una de las pocas defensas que le quedan a quienes siguen creyendo en la necesidad de movilizar grandes batallones es que para la obtención de esa información se requiere de esa presencia física.

Estados Unidos disfrutará por un rato de haber logrado ponerle una bala en la cabeza al nefasto Bin Laden. La misión fue un éxito y el presidente Obama cosechará las mieles de una victoria que no estaba exenta de riesgos significativos. Sin embargo, ahora viene la decisión de qué hacer con las tropas en Afganistán, cuyo retiro ya estaba previa-mente programado. Es un hecho que ese país quedará, en el mejor de los casos, igual que como estaba antes de la multimillonaria invasión que tantas vidas ha costado. El Talibán vendrá seguramente de regreso, y Al Qaeda continuará como estaba, pues Bin Laden difícilmente tenía una importancia logística real dentro de la organización. Es arduo mantener

liderazgo sin tener presencia alguna real o virtual; su importancia era meramente simbólica.

Los derechos de las mujeres afganas seguirán siendo inexis-tentes (solo una de cada ocho sabe leer), y el fundamentalismo religioso seguirá arraigando. El tráfico de drogas seguirá viento en popa, y los bolsillos del crimen organizado se seguirán hin-chando a partir de la materia prima que proveen los paupérrimos agricultores afganos. ¿Y qué habría tenido que pasar para que el desenlace fuese diferente? Tuvo que haberse establecido una base social real donde la gente recibiera educación, se invirtiera en infraestructura y se ofreciera una red social de apoyo, acceso a salud y condiciones de vida dignas. En diez años, algo pudo haberse logrado. Estimados conservadores indican que la guerra en Afganistán le ha costado más de 400 mil millones de dólares

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a Estados Unidos, alrededor de 25 veces lo que esa economía produce al año. Quizá pudo hacerse algo muy diferente con esos recursos, algo que permitiera sembrar las semillas para que esa sociedad eventualmente se desarrolle y termine en forma endógena con los extremismos que la aquejan. Considerando el peso que tiene el complejo militar industrial en la economía y política estadounidense, es quizá inocente siquiera sugerirlo.

¿Y qué tiene que ver esto con el narcotráfico en países como México? Todo. Es aun más ingenuo que yo piense que algún día será el ejército quien erradique al narcotráfico. La lucha contra este cáncer comienza por la educación, el desarrollo de un estado de derecho, el combate a la corrupción, el desarrollo de infraestructura y condiciones que en conjunto ofrezcan la posibilidad de que los jóvenes tengan acceso a empleos dignos sin tenerle que vender su alma al diablo (es decir, a los narcos). Igualmente, México tiene que contar con la sofisticación de la inteligencia estadounidense para asestarle golpes estratégicos al crimen organizado, y para hacerlo se tiene que incrementar la cooperación con ese país, emprendiendo campañas de relaciones públicas que sean efec-tivas y que dejen claro que México no es el problema sino la víctima del consumo estadounidense.

La solución a problemas tan complejos no se da de la noche a la mañana, y difícilmente se resuelve a punta de balazos. La inteligencia, en el sentido más amplio de la palabra, tiene que acabarse imponiendo a la fuerza.

ACTIVIDAD 5. 1. Realiza una síntesis del texto que leíste.

2. Menciona una duda, un dato o un elemento del contenido del texto que desconocieras.

3. Comenta como resolviste esa duda. (Investigando, contextualizando, comparando, etc.)

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Principios básicos de la comprensión

Todos podemos desarrollar la capacidad de leer textos de largas extensiones; leerlos por tiempos prolon-gados. Esto se logra por medio de hábitos y por la

aplicación de estrategias de lectura adecuadas. Ello nos permite ir aglutinando ideas semejantes o ir sintetizando ideas principales. Apropiarnos y aplicar estrategias adecua-das, aunque no sea de manera consciente, nos dará mejores resultados en nuestra competencia lectora.

Conocimientos previos

Al entrar información procedente del texto a nuestra mente se activan los conocimientos previos. Es así como se empiezan a relacionar con los contextos, los motivos y los intereses que tienes como lector. La lectura va configurando ideas nuevas sujetas a nuevas relaciones de conocimientos.

El lector se adapta continuamente a la información que va recibiendo y a utilizar eficientemente los recursos de almacenamiento y procesamiento que se tienen. Aprender a utilizarlos será una buena base de la competencia lectora.

Elaboración de significado

Jorge Luis Borges dijo en alguna ocasión: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído.” Aquellas palabras del escritor argentino nos muestran que la lectura es conocimiento pero también es una pasión. Cuando leemos un texto descubrimos un mundo,

una representación del mundo. Rescatamos nuevas ideas a las que le damos un nuevo significado. En cierta forma comprendemos cuando le damos un sentido a aquello que leemos. Podemos leer la fra-se de Maquiavelo: “el fin justifica los medios” y le damos un sentido de acuerdo a nuestra experiencia o al contexto en el que fue escrita. Cada texto tiene para cada individuo un sentido diferente. Por eso uno de los requerimientos esenciales para que se logre un buen nivel de lectura es darle un sentido o un significado a aquello que leemos.

“Que otros se jacten de las páginas

que han escrito; a mí me enorgullecen

las que he leído” dijo el gran Jorge

Luis Borges.

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leCtura 5

La oveja negra

Augusto Monterroso

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le

levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

leCtura 6

Pueblerina

Juan José Arreola

Al volver la cabeza sobre el lado derecho para dormir el último, breve y delgado sueño de la mañana, don Fulgencio tuvo que hacer un gran

esfuerzo y empitonó la almohada. Abrió los ojos. Lo que hasta entonces fue una blanda sospecha, se volvió certeza puntiaguda.

Con un poderoso movimiento del cuello don Fulgencio levantó la cabeza, y la almohada voló por los aires. Frente al espejo, no pudo ocultarse su admiración, convertido en un soberbio ejemplar de rizado testuz y espléndidas agujas. Profundamente insertados en la frente, los cuernos eran blanquecinos en su base, jaspeados a la mitad, y de un negro aguzado en los extremos.

Lo primero que se le ocurrió a don Fulgencio fue ensayarse el som-brero. Contrariado, tuvo que echarlo hacia atrás: eso le daba un aire de cierta fanfarronería.

Como tener cuernos no es una razón suficiente para que un hombre metódico interrumpa el curso de sus acciones, don Fulgencio emprendió

El escritor Augusto Monterroso.

ACTIVIDAD 6. 1. Discute en el grupo qué nos quiso decir el autor en este texto. A partir de

la lectura el docente generará algunas preguntas.

El escritor mexicano Juan José Arreola

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la tarea de su ornato personal, con minucioso esmero, de pies a cabeza. Después de lustrarse los zapatos, don Fulgencio cepilló ligeramente sus cuernos, ya de por sí resplandecientes.

Su mujer le sirvió el desayuno con tacto exquisito. Ni un solo gesto de sorpresa, ni la más mínima alusión que pudie-ra herir al marido noble y pastueño. Apenas si una suave y temerosa mirada revoloteó un instante, como sin atreverse a posar en las afiladas puntas.

El beso en la puerta fue como el dardo de la divisa. Y don Fulgencio salió a la calle respingando, dispuesto a arremeter contra su nueva vida. Las gentes lo saludaban como de cos-tumbre, pero al cederle la acera un jovenzuelo, don Fulgencio adivinó un esguince lleno de torería. Y una vieja que volvía de misa le echó una de esas miradas estupendas, insidiosa y desplegada como una larga serpentina. Cuando quiso ir contra ella el ofendido, la lechuza entró en su casa como el

diestro detrás de un burladero. Don Fulgencio se dio un golpe contra la puerta, cerrada inmediatamente, que le hizo ver estrellas. Lejos de ser una apariencia, los cuernos tenían que ver con la última derivación de su esqueleto. Sintió el choque y la humillación hasta la punta de los pies.

Afortunadamente, la profesión de don Fulgencio no sufrió ningún desdoro ni decadencia. Los clientes acudían a él entusiasmados, porque su agresividad se hacía cada vez más patente en el ataque y la defensa. De lejanas tierras venían los litigantes a buscar el patrocinio de un abo-gado con cuernos.

Pero la vida tranquila del pueblo tomó a su alrededor un ritmo ago-biante de fiesta brava, llena de broncas y herraderos. Y don Fulgencio embestía a diestro y siniestro, contra todos, por quítame allá esas pajas. A decir verdad, nadie le echaba sus cuernos en cara, nadie se los veía siquiera. Pero todos aprovechaban la menor distracción para ponerle un buen par de banderillas; cuando menos, los más tímidos se conformaban con hacerle unos burlescos y floridos galleos. Algunos caballeros de es-tirpe medieval no desdeñaban la ocasión de colocar a don Fulgencio un buen puyazo, desde sus engreídas y honorables alturas. Las serenatas del domingo y las fiestas nacionales daban motivo para improvisar ruidosas capeas populares a base de don Fulgencio, que achuchaba, ciego de ira, a los más atrevidos lidiadores.

Mareado de verónicas, faroles y revoleras, abrumado con desplantes, muletazos y pases de castigo, don Fulgencio llegó a la hora de la verdad lleno de resabios y peligrosos derrotes, convertido en una bestia feroz. Ya no lo invitaban a ninguna fiesta ni ceremonia pública, y su mujer se quejaba amargamente del aislamiento en que la hacía vivir el mal carácter de su marido.

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A fuerza de pinchazos, varas y garapullos, don Fulgencio disfrutaba sangrías cotidianas y pomposas hemorragias dominicales. Pero todos los derrames se le iban hacia dentro, hasta el corazón hinchado de rencor.

Su grueso cuello de Miura hacía presentir el instantá-neo fin de los pletóricos. Rechoncho y sanguíneo, seguía embistiendo en todas direcciones, incapaz de reposo y de dieta. Y un día que cruzaba la plaza de armas, trotan-do a la querencia, don Fulgencio se detuvo y levantó la cabeza azorado, al toque de un lejano clarín. El sonido se acercaba, entrando en sus orejas como una tromba ensordecedora. Con los ojos nublados, vio abrirse a su alrededor un coso gigantesco; algo así como un Valle de Josafat lleno de prójimos con trajes de luces. La congestión se hundió luego en su espina dorsal, como una estocada hasta la cruz. Y don Fulgencio rodó patas arriba sin puntilla.

A pesar de su profesión, el notorio abogado dejó su testamento en borrador. Allí expresaba, en un sorprendente tono de súplica, la voluntad postrera de que al morir le quitaran los cuernos, ya fuera a serrucho, ya a cincel y martillo. Pero su conmovedora petición se vio traicionada por la diligencia de un carpintero oficioso, que le hizo el regalo de un ataúd especial, provisto de dos vistosos añadidos laterales.

Todo el pueblo acompañó a don Fulgencio en el arrastre, conmovi-do por el recuerdo de su bravura. Y a pesar del apogeo luctuoso de las ofrendas, las exequias y las tocas de la viuda, el entierro tuvo un no sé qué de jocunda y risueña mascarada.

ACTIVIDAD 7. 1. Realiza un comentario escrito en torno a la forma en que el autor desarrolla

el tema –idea central– en este texto. Comparte con tu grupo el comentario.

Como te habrás dado cuenta, los comentarios que han realizado en tu grupo respecto al texto de Juan José Arreola han sido de lo más diversos. Así es el significado que le damos a lo que leemos. A pesar de que es necesario tomar en cuenta conceptos, valores y una serie de ele-mentos de análisis, el sentido de nuestra lectura puede ser original y diferente, ya que estará un tanto cargada de subjetividad.

En retrospectiva podemos decir que un texto se comprende cuando somos capaces de construir un significado. Este significado lo elaboramos al relacionar esas ideas relevantes que sustraemos de la lectura con las nuestras. Por lo mismo podemos decir que interactuamos con el texto, por medio de nuestro pensamiento y nuestro lenguaje. Eso es la comprensión lectora.

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leCtura 7

Atropellados por la ambulancia

Guillermo Sheridan

La pregunta “¿qué hacer ante los abrumadores y descomunales pro-blemas que sacuden a la Patria” trae respuesta de opción múltiple:

a) educación, b) educación, y c) educación. No es difícil. Como los indi-cadores y mecanismos de evaluación nacionales y –sobre todo– inter-nacionales evidencian que la educación nacional es de muy baja calidad,

lo difícil es responder la pregunta que sigue: “¿qué hacer para que mejore?”

La respuesta ya no correcta, sino siquiera verosímil, se petrifica ante la complejidad del problema Elba Esther Gordillo, mandamás que controla la educación oficial mexicana con una fuerza derivada del férreo control que ejerce hace 20 años sobre un sindicato cuyos 1.4 millones de miembros, y el promedio de familiares que dependen de ellos, aportan 4 millones de votantes.

Que cuatro millones de votos puedan ser inducidos por una sola persona avería, claro, el espíritu de nuestra

temblorosa democracia. Demuestra que no todos los votos valen lo mismo y que, por tanto, no todos somos iguales ante la ley. Es una cantidad de poder político que, concentrado en sus manos, hace de esta señora una suerte de “príncipe elector” (y al Sacro Imperio Mexicano una suerte de monarquía electiva sexenal). La dueña de un poder político subastable, acomodaticio, negociable y chantajeante que, encima, opera desde la educación, la más inexpugnable de las coartadas.

Y encima también, desde luego, sobre el inalienable derecho de los trabajadores para organizarse en sindicatos. Esta suma de fuerza sindical y poder político engendró en México un corporativismo que hasta el 2000 condicionó la “democracia” del PRI y, desde entonces, condiciona la democracia sin comillas. Mientras los líderes sindicales hagan de los sindicatos un lucrativo negocio familiar a fuerza de ejercer la corrupción hacia adentro, y prestar servicios políticos hacia afuera, muchos cambios políticos y sociales serán cosméticos y terminarán en paradoja gatoparda.

Desde luego, sería iluso suponer que el partido al que sirven (y de los que se sirven) haga una diferencia en ese esquema: entre los líderes sindicales de cualquier partido las banderías “ideológicas” son irrelevan-tes mientras que los modi operandi son idénticos: los cargos vitalicios, la creación de castas de poder bien aceitadas con prebendas, corruptelas,

El polémico escritor Guillermo Sheridan.

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vasallajes. ¿No reelección? Bah. Eso es para mortales, no para compañe-ros líderes. Cuando despertamos de las elecciones del 2000 el dinosaurio todavía estaba ahí: no ya el tiranosaurio obeso y depredador, pero sí el fósil intocado que poco a poco ha ido recuperando mus-culatura y ya vuelve a retemblar en sus centros la tierra rumbo al 2012.

No dudo que existen maestros esforzados y ejem-plares que padecen esta sumisión forzada a un sindicato corrupto de alta definición. Pero sería iluso suponer que la vocación del magisterio no ha sido sustituida, en decenas de miles de casos, por la ambición de la carrera política magisterial, mucho más redituable, y en el consecuente enviciamiento de su sentido final: es mejor ser líder de maestros que maestro.

Que la solución a nuestros problemas sea la educación, y que la educación esté en la bolsa (Vuitton, claro) de una ciudadana revestida de poderes absolutos me recuerda aquella paradoja que narra Anthony Burgess en La na-ranja mecánica: la ambulancia que atropella gente para llevarla al hospital. El pueblo, obviamente, se enoja y quiere quitarle las ambulancias a esos choferes. Pero sólo los choferes tienen las llaves y el monopolio de su operación. Y la gente termina por resignarse porque, si la atropellan… ¿quién la lleva al hospital?

ACTIVIDAD 8.

Responde a las siguientes preguntas.1. ¿Qué piensa el autor respecto a los sindicatos?

2. ¿Según el autor, qué cambios surgieron a partir del año 2000?

3. ¿Qué nos quiere decir el autor con la anécdota final?

Escenario de la película

La naranja mecánica de Stanley Kubrick.

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leCtura 8

Libertad

Victoria Camps

Entre las primeras cosas que hemos dicho que aprende el niño, una de ellas es decir “¡No!”. Es el grito de la libertad ante el agobio y

la represión de las reglas y las normas, los horarios y las limitaciones –“Esto no se toca”, “Por ahí no se va” “Estáte (Estate) quieto”- que encorsetan al niño. No se puede vivir con otros sin normas comunes y una actitud madura y adulta ante ellas. El fin de las normas es el auto-

dominio: que las normas se interioricen y sea el propio sujeto el que se las imponga a sí mismo. A eso llamamos “libertad”, que no es la ausencia de normas, sino la aceptación autónoma, libre, de lo que se debe hacer. Decía Montesquieu: “El hombre, en tanto que ser físico, está gobernado por leyes invariables. En tanto que ser inteligente, viola sin cesar las leyes que Dios ha establecido, y cambia aquellas que establece él mismo.”

No es así, sin embargo, como suele entenderse la libertad. Menos aún en nuestro tiempo, habituados como estamos a ver en la libertad el derecho más intocable e indiscutible. Identificamos la libertad con la posibilidad de hacer lo que uno quiere o decir lo que uno piensa, con la ausencia de normas. Y la libertad no es exactamente eso. Para entender la libertad y, sobre todo, para poder enseñar a alguien a ser libre, hay que partir del supuesto de que la libertad no está reñida con las normas, sino que ambas se

relacionan de un modo especial. No es fácil, pero intentaré explicarlo. El niño -lo hemos venido diciendo- nace sin saber casi nada y tam-

poco sabe la cosa adecuada y conveniente de hacer cada cosa. La vida en sociedad -sea esa sociedad la familia, la escuela, la pandilla de amigos o el barrio- también necesita una organización, que se plasma en contratos v reglas que señalan su cumplimiento. “La libertad de unos empieza donde acaba la libertad de otros”, decimos los filósofos desde que lo dijo Kant por primera vez. Esta frase lapidaria significa que, efectivamente, somos libres, pero no para hacer siempre y en cada momento lo que se nos antoje y venga en gana. No podemos ponerle un cohete a la barbacoa del vecino cuando su humo entra en nuestra casa, ni saltamos los semáforos rojos porque vamos con prisa, ni defender a golpe de pistola nuestras ideas. Si así fuera, los más fuertes y poderosos tendrían, en efecto, toda la libertad del mundo, pero a costa de la libertad del resto. La sociedad sería el escenario de “esa guerra de todos contra todos” en la que pensó

Victoria Camps

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Hobbes precisamente para justificar la necesidad de las leyes y del Estado. Dicho brevemente: la convivencia exige vivir organizadamente. El

niño empieza a darse cuenta de que es así con la socialización, escolar. En casa la permisividad es mayor, pero en la escuela la cosa cambia. Hay más niños y el peso de las normas se tiene que notar más. Por eso, algunos niños se vuelven agresivos cuando empiezan a ir a la escuela. Defienden lo que pensaban era su territorio exclusivo. Los primeros años de la vida de un niño cstán repletos de normas. Son necesarias no sólo para que haya orden, sino para que el niño se sienta seguro entre los demás, para que sepa a qué atenerse. Pero llegará un momento en que las normas irán desapareciendo de su vida. Podrá empezar a salir de casa solo, a re-gresar más tarde, tendrá que organizarse él solo los estudios, dispondrá de algún dinero. ¿Quiere decir que se han acabado las normas? Nada de eso: quiere decir que se han interiorizado las normas que uno necesita y que aplica cuando juzga que son ne-cesarias. El niño se ha convertido en un ser «autónomo», que es algo más que un ser libre. Un ser autónomo es un ser que se da a sí mismo la ley o las normas. Lo que decía Montesquieu que hace al ser humano con las leves que son cambiables y modificables. Las cambia, pero no vive sin leyes.

La nueva pedagogía hace tiempo que hizo suyo con entusiasmo el eslogan de «educar para la libertad». ¿Qué significa? ¿Es posible educar, dirigir y, al mismo tiempo, dar libertad? Es posible si se entiende bien. Si se entiende que «educar para la libertad» no es dejar al niño a su aire para que descubra lo que buenamente pueda. Educar siempre es enseriar cosas, y enseñarlas de modo que el niño las haga suyas hasta el punto de que vaya necesitando menos la coacción de la norma.

Hay que aprender a ser libre, porque la libertad no consiste en decir sistemáticamente a todo que no, ni en transgredir cualquier norma por el simple hecho de serlo. Ésa es, en todo caso, la libertad del niño pequeño. El adulto moral distingue entre el «no” que es afirmación de uno mismo v rechazo de una realidad indigna de mostrarse complaciente con ella, y el «no» que es puro capricho o frivolidad. Según Spinoza, filósofo al que hemos citado a menudo, el hombre libre se distingue del esclavo en esto: el esclavo es que se deja guiar por los afectos y las opiniones, mientras el libre se guía por la razón. Ya me he referido en otro momento al «tener uso de razón» como signo del indicio de la madurez: saber usar la propia razón es saber ser libre.

Los padres de hoy tienen que vencer dos tentaciones que no ayudan a trasmitir esta idea de libertad. En primer lugar, tienen que evitar que el afán de proteger a sus hijos límite indebidamente la capacidad de éstos

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El filósofo Espinoza.

de aprender a tomar decisiones y hacer las cosas por su cuenta. En el mundo desarrollado y en las sociedades donde se vive medianamente

bien, los padres cada vez pueden ofrecerles más oportunidades a sus hijos. La economía de mercado, por su parte, incita a consu-mir desmesuradamente. En medio de este mundo rebosante de ofertas se desarrollan mal el esfuerzo personal y el sentido de la responsabilidad. Uno crece creyendo que todo le debe ser dado gratuitamente y que todo tiene que estar al alcance de la mano, cuando el ser libre y autónomo es el que será capaz de responder -él, no sus padres o sus maestros- del resultado de sus actos.

La otra tentación de nuestro tiempo es confundir la libertad con el «todo vale». Venimos de épocas más autoritarias, que recordamos y sentimos como muy cercanas. Nuestros padres, por lo general, nos permitían hacer pocas cosas. Y si ellos eran más permisivos, no lo era la sociedad, que juzgaba cantidad de

comportamientos como desviados. La decencia, la modestia, el decoro, para las mujeres, respondían a criterios inequívocos. Las películas eran «aptas», «no aptas» o «altamente peligrosas» para el alma de quienes se atrevían a verlas. A las mujeres les estaba prohibida la entrada en la iglesia si no se cubrían con un velo, si llevaban pantalones o un traje con escote. Las prohibiciones eran diáfanas y había muchas. Hoy es distinto. Nos hemos librado y liberado de represiones anacrónicas. Pero el cambio ha sido rápido, nos ha pillado un tanto desprevenidos y hemos chutado balones fuera. Lo que debía ser libertad ha acabado pareciéndose más al simple dejar hacer.

Un capítulo importante de la libertad y de la confusión de ésta con el dejar hacer es el inevitable tabú de la educación sexual. Los intentos de encauzar ese aspecto de la educación suelen caer en dos extremos

opuestos e igualmente equivocados. Uno de ellos consiste en revestir la tarea de informar o formar sexualmente a los hijos de una solemnidad especial. Es el padre -o la madre- que se inviste de la autoridad que el caso requiere y decide un día explicarle a su hijo qué es y de qué va el asunto del sexo. Lo más seguro, dados los tiempos que corren, es que el hijo ya esté suficientemente enterado y las explicaciones paternas lleguen a destiempo, pues los chavales siempre saben más de

lo que sabían sus padres a su edad. El otro extremo erróneo es trivia-lizar la cuestión considerándola tan natural que no merece comentario alguno. Lo ideal sería que el sexo no fuera sino un tema más, del que se habla cómo se habla de cualquier otra cosa en una familia. El caso es que no lo es ni posiblemente llegue a serlo nunca. De ser una cuestión oculta y misteriosa, ha pasado a esta omnipresente, pero sigue siendo una cuestión difícil, quizá porque no pueda ni deba perder del todo su

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misterio. A pesar de los cambios, el pudor en padres e hijos se mantiene. La complicidad y la confianza absoluta no se darán nunca, porque la sexualidad es uno de los aspectos más íntimos de la persona y, además, uno quiere aprender estas cosas por sí mismo. Por eso, quizá, tratar de encontrar el término medio entre solemnizar y trivializar el asunto, saliendo al paso del mismo cuando, en cada caso, parezca oportuno, sea la única forma de abordarlo. La habilidad de los padres ha de consistir en proporcionar a sus hijos toda la información que necesitan para poder comportarse con criterio y responder de lo que hacen.

Kant propuso un ejemplo para explicar su concepción de la libertad, que debe ser también la nuestra. La paloma, cuando vuela, piensa que si no hubiera aire que ejerciera presión sobre sus alas podría volar mejor. La paloma, sin embargo, se equivoca, pues sin aire no podría volar. La libertad, en efecto, no es absoluta, no podría darse si careciéramos de restricciones, que son las que la hacen posible.

ACTIVIDAD FINAL

1. A partir de la lectura del texto realiza un esquema, un mapa.

2. Realiza un comentario respecto a las ideas que tiene la autora sobre el tema de la libertad.

3. Realiza un esquema o un mapa sobre lo visto en la unidad.

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Unidad II

Tipologia de la lectura

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Saberes a desarrollar

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Saberes conceptuales• Ubica cada uno de los diversos tipos de lectura.• Define la lectura a partir de los diversos uso que

hace de ella

Saberes procedimentales• Integra los diversos tipos de lectura a sus prácticas

académicas y sociales. • Aplica diversas estrategias según la situación y la

finalidad de la lectura

Saberes actitudinales-valorales• Es consciente de la utilidad de la lectura• Practica con actitud positiva y crítica la lectura

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Introducción

El acto de leer tiene variados intereses y objetivos. Tiene a la vez grados de profundidad y diversas respuestas del lector: leemos para realizar un trabajo, para elaborar una reseña, para cultivarnos, para entretenernos,

para estar al tanto de las cosas que suceden en nuestro mundo. También podemos agregar que la lectura tiene también diferentes espacialidades o ámbitos. Se lee en el salón de clases, en el estudio, en la recamara —previa-mente a dormirnos—, leemos en nuestra computadora, al caminar por la calle, al esperar a alguien, al ver una película subtitulada, en las bibliotecas.

Todo esto nos permite ver que la lectura es un ejercicio dinámico y abierto, que implica el dominio de ciertos recursos sistemáticos, pero que a la vez goza de libertad. De ahí que las preguntas: ¿Por qué leemos? ¿Qué es lo que buscamos al intentar dar significado a eso que otros representan por medio de palabras?, tengan respuestas inagotables.

Intentando dar un ordenamiento o bien una jerarquización, se han establecido los tipos de lectura. Tipificación que se implanta a partir de estas situaciones que hemos mencionado anteriormente. Queremos decir que en esta clasificación no hay líneas rígidas absolutas, que al igual toda clasificación --y más tratándose de la lectura – es arbitraria.

Cada tipo de lecturas requiere abordarse con técnicas diferentes, sin embargo éstas no son incompatibles.

El dominio de estas técnicas constituyen estrategias adecuadas de intervención que aplicarás según el tipo de texto que leas. El dominio de los pasos es lo que logra un buen desarrollo de la competencia y es efectivo en la medida de que alcanza el resultado esperado: gozar con el texto, comprender el texto y darle un significado.

Biblioteca de Nueva York.

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Tipos de lectura

Las definiciones respecto a los tipos de lectura existen-tes son de lo más variadas. Ya que estos dependen de la visión de los autores y de la intención de la lectura

misma. La división que te ofrecemos a continuación no es la única, simplemente trata de sintetizar y sistematizar un conjunto de posturas y estrategias. Lo que nos interesa es dar una orientación estratégica con el fin de que desarrolles una mejor comprensión lectora de las diversas situaciones que te sea necesario. Estas estrategias que te entregamos puedes retomarlas al pie de la letra, puedes modificarlas, puedes inclusi-ve generar otras a partir de ellas; lo importante es que logres un mejor resultado en la lectura de tus textos.

Tipologías de la lectura desde la intencionalidad

¿Qué intención o que motivación tienes a la hora de leer un texto? ¿Qué producto tienes que lograr después de la lectura? ¿Es por obligación o por placer la lectura que realizas? Esta primera división intenta dar respuesta a estas preguntas. Es por supuesto una respuesta inacabada, pero por lo menos es un primer hilo conductor para guiar esta segunda unidad.

Lectura de recreación o de ocio

La lectura de recreación se realiza por diversión o entreteni-miento. Se propicia en distintos espacios y situaciones: en la espera que hacemos para una consulta médica, en la sala de una terminal de autobuses o en el aeropuerto. En ocasiones se realiza también cuando se tiene tiempo libre o por el simple gusto que produce la lectura. Este tipo de lectura la podemos observar en muchas personas que son aficionados a la lectura de cuentos y de novelas. En este tipo de lectura no es indispensable anotar, subrayar el texto o sustraer apuntes. Simplemente se lee, se pasa un tiempo agradable en el que se divierte y entretiene el lector. Puede ser que al leer por simple recreación se motive para cambiar de tipo de lectura, oriente su interés más allá de la simple recreación.

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Aquí te queremos aclarar lo siguiente: hay lectores que solamente practican la lectura de recreación y desarrollan una excelente cultura general y, sobre todo, literaria. Esto nos hace pensar que la literatura de recreación no es una lectura para el olvido sino que de una u otra forma enriquece el vocabulario y la formación humanística. Incluso el escritor argentino Jorge Luis Borges llegó a referir en alguna ocasión que leía por placer.

ACTIVIDAD 1.• Comentar de manera libre, ante el grupo, la trama de algún cuento o de

alguna novela que hayas leído y te haya gustado.

Lectura de información

La información es algo consustancial al individuo, pues la toma de deci-siones y la resolución de problemas depende, en parte, de la información que se maneja. La lectura de información nos permite sustraer datos, situaciones, fechas, enumeraciones, con los cuales podemos comple-mentar o construir conocimientos. Hay personas que leen con el fin de informarse y eso, además las recrea. Por lo mismo hay ocasiones que no es posible separar estos dos tipos de lectura. Obtener información por medio de la lectura puede causar placer y entretenimiento; y a la vez, recrearse por medio de la lectura es un acto que no está exento de sustraer datos e información que se graban en nuestra memoria.

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leCtura 1

Los mayores avances en la lucha contra el sida, en los pasados 2 años

Periódico La JornadaMartes 31 de mayo de 2011, p. 2

Washington, 30 de mayo. La carrera contra el sida ha cobrado impulso en los dos años pasados, a medida que los científicos

parecen acercarse a su objetivo de detener su propagación después de casi tres décadas de que se supo de ese mal.

El virus de inmunodeficiencia humana (vih) ataca las defensas natu-rales del cuerpo, y en los pasados 30 años los científicos han estudiado la forma en que se transforma, se reproduce y se esconde en el cuerpo.

Los científicos están aprendiendo más sobre cómo el virus se infiltra en las células, y cómo aprovechar las defensas naturales del cuerpo para protegerse contra él con la esperanza de acercarse a las nuevas vacunas, tratamientos fuertes de prevención y, posiblemente, una cura.

Hemos visto la luz al final del túnel, dijo Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos y líder de larga data en la lucha contra el sida.

Según Seth Berkley, presidente de Iniciativa Internacional para la Vacuna contra el Sida (iivs), los dos años pasados han sido los más emocionantes porque los investigadores han hecho los mayores avances en vacunas y prevención.

Anticuerpos neutralizantesA la cabeza de la lista está el trabajo sobre anticuerpos ampliamente

neutralizantes, potentes anticuerpos creados por entre 10 y 20 por ciento de las personas que simplemente nacen con mejores defensas naturales contra el vih.

Los científicos han aislado 15 de estos anticuerpos y están haciendo lo imposible para encontrar la manera de obligar al sistema inmune humano a producirlos. Cuando dos se combinan, han demostrado bloquear 90 por ciento de las cepas conocidas del vih.

La idea es que si pudiéramos identificar una estrategia para que el huésped humano sea engañado para producir anticuerpos ampliamente neutralizantes, sería un gran paso hacia la fabricación de una vacuna, dijo Myron Cohen, destacado investigador del sida de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.

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El uso de medicamentos como forma de prevenir la transmisión del vih también ha cobrado impulso con una serie de importantes ensayos clínicos.

A principios de mayo, un estudio sobre parejas principalmente hete-rosexuales halló 96 por ciento menos riesgo de transmisión a la persona no infectada cuando la terapia antirretroviral (tar) se inició antes del

avance de la dolencia en la enferma.En noviembre de 2010, un estudio referencia en

cuatro continentes mostró que una dosis diaria de una pastilla oral antirretroviral, Truvada, redujo 44 por cien-to el número de infecciones por el vih entre hombres homosexuales sexualmente activos.

El estudio se centró principalmente en hombres que tienen sexo con hombres, y encontró que quienes toma-ron fielmente la pastilla en 90 por ciento o más de los días tenían una tasa de infección 73 por ciento inferior.

Sin embargo, meses después un estudio en 2 mil mujeres en África se detuvo antes de tiempo porque no

se observaba ningún beneficio. La institución que realizó los ensayos, Family Health International, calificó el resultado de sorprendente y decepcionante, teniendo en cuenta una serie de investigaciones ante-riores que sugieren la promesa de la profilaxis prexposición (prep) con antirretrovirales.

El análisis está en curso para determinar por qué los resultados fueron tan diferentes a los de la prueba con los hombres homosexuales.

Mientras tanto, enfocar la atención en los tejidos en los que es más probable que ocurra la transmisión también ha sido un área prometedora para los investigadores.

El uso de geles antirretrovirales aplicados vía vaginal o rectal ha de-mostrado algunos efectos positivos en la prevención, y en 2006 un par de pruebas en África mostraron que los hombres circuncidados tenían entre 48 y 53 por ciento menos probabilidades de infectarse con el vih.

Investigadores alemanes fueron noticia el año pasado con el anuncio de que un paciente con sida que recibió un trasplante de médula ósea para combatir la leucemia se mantuvo libre de virus durante tres años, lo cual sugirió que podía haberse alcanzado la primera cura.

A pesar de que el llamado paciente de Berlín se sometió a una ope-ración radical que es demasiado arriesgada para la mayoría, los investi-gadores examinan cuidadosamente su caso en busca de pistas sobre la forma de bloquear el vih entre las células.

El paciente de Berlín recibió un trasplante de un donante con una mutación genética rara que es naturalmente resistente al vih. Aproxi-madamente una de cada 100 personas caucásicas, o uno por ciento de

Luc Montagnier. Gran científico y pionero de las investigaciones del VIH.

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la población, tienen la mutación, conocida como Delta 32, que impide que la proteína CCr5 aparezca en la superficie celular.

Debido a que el vih entra en la célula por medio de moléculas de CCr5, cuando éstas están ausentes el vih no puede penetrar.

Aunque los investigadores dicen que probablemente pasará una década o dos antes de que se pueda hallar una verdadera cura, sienten que se están acercando a algo grande.

Cuando pones todos esos modelos de prevención juntos y en com-binación, estamos cada vez más cerca de poder decir que podemos ser capaces de dar un giro a la epidemia, dijo Fauci.

ACTIVIDAD 2• A partir de la lectura anterior, sustrae lo que consideres la información

más importante.

Lectura de investigación

La lectura de investigación tiene un objetivo claro, la bús-queda de un cierto tipo de datos, acontecimientos, o de cualquier tipo de información relacionada con una teoría, un conocimiento o una hipótesis de trabajo. Este tipo de lectura se aplica fundamentalmente cuando realizamos un trabajo de creatividad, de investigación, una tesis o cuando elaboramos un ensayo. En la lectura de investigación se trabaja para sintetizar la ideas de los autores, sistematizarlas y poderlas utilizar en la elaboración de un nuevo texto. Este

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tipo de lectura exige rigurosidad, sobretodo porque no es conveniente tergiversar los significados, ni colocar “en boca de otros” nuestras ideas o conclusiones. De ahí la importancia de leer bien. Entender lo que el autor dice e interpretarlo adecuadamente. Quién lee para investigar debe auxiliarse de la lectura de explo-ración y de velocidad, tipos de lectura que permitirán no sólo ser eficaz, sino también eficiente. En algunos

de los apartados siguientes revisaremos algunas de estas estrategias para que logres trabajos de mayor calidad y en el menor tiempo posible.

Lectura de consulta

Esta se puede considerar también una lectura de investigación muy específica. Esta lectura trata de resolver dudas inmediatas, el significado de una palabra o complementar algún dato que descono-cemos o sobre el que queremos conocer un poco más a la hora de realizar una lectura.

A la hora de leer un libro, si la contextualización de un término o de un acontecimiento presente en la lectura misma no nos satisface, es necesario recurrir a este tipo de lectura.

Para realizar este tipo de lectura es muy común recurrir a diccionarios o enciclopedias, o a alguna página web. Cuando utilices este último recurso verifica que las páginas sean indexadas, que tengan seriedad académica. Muchas universidades tienen en sus portales revistas indexadas que te pueden ser de gran utilidad.

Los clásicos diccionarios de consulta también los podemos encontrar en algunos portales de in-ternet. Entre estas interesantes páginas electrónicas se encuentra la de la Real Academia Española, la cual te puede ser de gran utilidad para consultar términos y dudas sobre el español.

Muchos de los libros del escritor Umberto Eco tienen como eje conductor la lectura de investigación.

De mucha utilidad resulta la página de la Real Academia Española.

Otro libro clásico de consulta es la Enciclopedia Británica, que ahora aparece en su moderna presentación de DVD-ROM.

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ACTIVIDAD 31. Indaga quién fue el autor de la Teoría de la relatividad. Escribe lo que

investigaste.

2. Investiga cuál fue la última obra que publicaron los siguientes escritores.• José Saramago• Carlos Monsiváis• Carlos Montemayor

3. ¿Cuál es la noticia más importante de los diarios locales el día de hoy?• Escribe los titulares de mayor interés

4. Investiga el significado de las siguientes palabras• Adarga ________________________________________________• Conspicuo ______________________________________________• Dicotomía ______________________________________________

5. Comenta el tipo de lectura que se realizó en cada una de los ejercicios an-teriores.

Tipología de la lectura desde su aplicación

Estos tipos de lectura los podemos ubicar desde su utilidad, su aplicación, también desde las exigencias temporales y espaciales que en muchas ocasiones se nos presentan.

Por ejemplo, si un maestro nos encarga realizar una investigación, debemos tener una estrategia adecuada para ingresar a una biblioteca, o bien para introducirnos a algunas páginas de internet y hacer una re-visión ágil de los textos que necesitamos. En algunas ocasiones se nos presenta la necesidad de leer una cantidad determinada de textos para un ensayo o una tesis y la cantidad de tiempo que disponemos nos exige una habilidad y una rapidez para sacar adelante ese trabajo. Otras veces tenemos el compromiso de realizar una lectura frente a un público. Esto nos exige cierto tipo de dominio técnico que es necesario desarrollar.

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Esta clasificación que te presentamos ahora te permitirá salir adelante en tus compromisos académicos, culturales y, a veces, hasta personales, en donde la lectura sea el eje conductor.

leCtura de exploraCión

La lectura de exploración es una técnica de aproximación a un texto. A través de una serie de pasos estratégicos obtenemos datos que nos darán una mejor orientación y más puntuales expectativas para rescatar información o para realizar una lectura de mayor profundidad.

En este tipo de lectura leemos atentamente los datos más impor-tantes del material a través del reconocimiento de sus indicadores o señalizadores.

Explorar es un proceso de reconocimiento que permite establecer comparaciones entre lo conocido y lo desconocido. Una vez hecha la comparación, nos permite recordar y relacionar los conocimientos pre-vios con lo que se espera obtener.

Primeramente, en el caso de cualquier material, es leer el título. El título nos permite acercarnos a la idea que maneja el texto, de

tal forma que nos dispone para la comprensión lectora mediante me-canismos de asociación. (Por lo anterior resulta muy importante que aprendamos a titular apropiadamente nuestros trabajos). Títulos como Mecánica celeste, El origen de las especies, Fenomenología del Espíritu, Las musas de Darwin, La reina del sur, etcétera, nos preparan para una lectura que

tiene que ver con la idea que sugiere el título. Hay títulos complejos que utilizan cierto tipo de metá-

foras. Por ejemplo El laberinto de la soledad, Las trampas de la fe. No hay que desesperarse cuando te encuentres en esa situación. Intenta descifrar lo que nos dice el autor en ese primer nombre de la portada. Recuerda que un título con una buena carga de creatividad es un buen síntoma, un buen inicio.

Tanto el nombre del libro como el del autor generan una primera expectativa. A este proceso de inferencia de los contenidos a partir de los títulos se le conoce también como predicción.

En todos los materiales, el título de la obra y el autor o autores, son imprescindibles. Sin embargo hay trabajos y libros clásicos de la literatura que no tienen autoría, que son anónimos. En el caso de los libros, el título y el autor

se hallan en la tapa o pasta —también llamada cubierta— y en la portada. En esa parte del libro también podemos encontrar el nombre de la casa editora y, en algunos casos, la colección y el número de colección del

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material correspondiente. Es importante familiarizarse con los nombres de las editoriales. En el mundo de la ciencia, muchos investigadores pre-fieren ciertas editoriales por el cuidado que éstas tienen para preparar sus ediciones, escoger a los autores y los temas de sus libros.

En esta lectura de exploración no está de más hacer una revisión a la página de los Derechos reservados o de copy right. Ésta generalmente va detrás de la portada. Los datos que contiene arrojan pistas sugerentes a los lectores. Una página de los Derechos reservados se reconoce por el símbolo ©. En ella se consignan los siguientes datos: a) Título original, si la obra fue traducida de otro idioma. Ejemplo: La

aventure semiologique. Obra traducida del francés al español como La aventura semiológica. En este caso no hay problema, existen otros casos donde no es posible reconocer el título, sea por que se cambió al traducirse o por provenir de un idioma con el que no estamos familiarizados.

b) El nombre de la editorial original que publicó el libro. Este dato nos familiariza con las editoriales prestigiosas de otros países.

c) El nombre o nombres del traductor. Para los especialistas esto es muy importante pues saben que de un traductor a otro puede haber interpretaciones muy diferentes. Algunas de ellas son fieles a la frase latina tradutore taidore. Un buen traductor es sinónimo de veracidad en la traducción. Algunos traductores, al encontrar un término confuso o imposible de traducir, prefieren conservar la palabra original en el texto entre paréntesis o en nota de pie de página.

d) En esta misma página se anota, algunas veces, el diseñador de la pasta o tapa.

e) Por costumbre más que por otro motivo estos datos se ubican en la parte superior de la página de los Derechos reservados, colocándose en la parte inferior los siguientes datos:La edición, la cual se indica con un número ordinal. Esto es impor-tante, un libro que tiene varias ediciones nos indica que es un libro ampliamente leído. Otras veces se indica el número de impresión. La diferencia entre una edición y una reimpresión es, generalmente, que en la edición hubo cambios y en la reimpresión sólo se ha vuelto a reproducir el material de forma idéntica. Un libro que lleva muchas reimpresiones también indica el interés que ha causado en un núme-ro determinado de lectores. Al terminar de explicitar el número de edición o reimpresión, se anota el año, lo que indica la fecha en que se hizo tal reimpresión o edición. Saber el año es muy importante para determinar la actualidad de los contenidos del libro o la revista. En cuanto investigaciones, publicación con una fecha reciente nos indica que el contenido no ha perdido actualidad, por el contrario una fecha alejada nos puede alertar —en algunas ocasiones— de la obsolescencia del contenido.

La novela El perfume de Patrick Suskind,

se ha reeditado centenares de ocasiones y se ha

traducido a casi 25 idiomas.

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Se acostumbra escribir alguna leyenda que deje constancia de que por ley el material presenta exclusividad. Anotamos aquí un ejemplo:

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier método o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo.

Se anexa enseguida la dirección y razón social de la editorial que tie-ne los derechos reservados, cuando la editorial es multinacional, se incluyen las razones sociales de ellas.

Aparece también en esta página el International Standard Book Number o isbn, éste es un registro internacional que por acuerdo se ha establecido para lograr la clasificación de los libros a nivel mundial. Después de las iniciales isbn, contiene un número que indica: el país donde se imprime el libro, en seguida el número asignado a la editorial, luego el número de catálogo del libro y, por último, un dígito clasificador. Este último puede ser un caracter romano.

Ejemplo: isbn: 84-7509-581-x Donde el 84 pertenece a España, el 7509 a la editorial Paidós, el 581-x al número de ca-tálogo del libro. Las revistas llevan un registro similar mediante el issn. (International standard serial number)

Se anexa el depósito legal hecho ante registro de autor con un número similar a este: B-33.727/1997.

Otros aspectos que pueden agregarse son la dirección del impresor y el lugar donde se imprime. Algunas ediciones llevan el número de ejemplares editados, otros lo especifican en el colofón.

El colofón es una página que se anexa al final del libro y debe ser puesta por ley de Derechos de autor. En este se consignan el lugar donde se imprime y el número de ejemplares que se tiraron, así como la fecha cuando finalizó la impresión.

Como se puede leer, la página de los Derechos reservados es la que contiene la mayoría de los datos de impresión del libro, mismos que son utilizados para llenar las fichas bibliográficas y las referencias biblio-gráficas. Sobre estos instrumentos de recolección de datos hablaremos más delante.

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El índice

Una vez que ha sido consultada y leída rápidamente la página de los De-rechos reservados, se pasa a leer el índice del libro, que en las ediciones actuales se halla al comienzo.

Fue una costumbre anterior mandar al final el índice, pero la necesidad planteada por la lectura de exploración ha modifi-cado dicha costumbre y se ha optado por anotarlo al inicio, en las primeras páginas.

En el índice nos damos cuenta de la forma como se exponen las ideas, los temas y los subtemas contenidos en el libro. Nos permite tomar una decisión con respecto a si debemos o no utilizar el libro. O bien que parte de ese libro nos puede servir para realizar un trabajo o nuestros intereses inmediatos.

Lo ideal es leer la totalidad del libro, sin embargo hay ocasiones que al realizar un trabajo de investigación tenemos que se-leccionar los capítulos que vamos a leer. Es importante mencionar que con los avances de la tecnología, cada vez es más fácil recu-rrir al hipertexto. Esto es la concatenación de textos de acuerdo a diferentes criterios de clasificación. El hipertexto empieza a revolucionar nuestra forma tradicional de lectura lineal y secuenciada. Los libros mismos están siendo sujetos de tales cambios, no se diga las revistas. Lo anterior empieza a generar un nuevo estilo de lectura, una hiperlectura que entraña diferentes estrategias de aproximación, procesamiento y codificación.

Después del índice de contenido es importante revisar si el libro cuenta con índice temático u onomástico, de ser así, sabremos que la localización de información determinada será más fácil. También es conveniente observar si tiene bibliografía. Saber con base en que escritores y obras se sus-tenta el contenido del material que estamos explorando, sobre todo si tratamos de leer el material con fines de investigación.

Una vez que se han revisado las secciones, conviene dar una hojeada al libro a fin de ver el tipo de letra, si contiene ilustraciones, si los párrafos son extensos; si contiene es-quemas, tablas estadísticas, anexos, notas de pie de página, etcétera. Tener una visión completa del material que vamos

Un momento muy importante

en la exploración de un texto

lo constituye la lectura de índices.

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a leer es sumamente importante. Claro que hay cierto tipo de libros que no necesitas realizar una exploración tan amplia, pero es muy útil que conozcas que existe todo este conjunto de elementos, que al ubicarlos con agilidad permitirá que seas un lector más competente.

ACTIVIDAD 4.• Realiza lectura de exploración de diversos libros. Sobre todo de tus textos

escolares. Haz la exploración frente a grupo y contesta las preguntas sobre el mismo: autor, editorial, fecha de edición, contenido, qué tipo de índices contiene.

leCtura 2

Petróleo, drogas e instituciones débiles*

Lorenzo Meyer

Jueves, 09 de Septiembre de 2010

Una forma de entender el daño que las divisas que ingresan al país por el tráfico de drogas

le están causando a la sociedad mexicana, es echar mano de un par de hipótesis desarrolladas para explicar otra cosa. La primera es de Emile Durkheim, (1858-1917), el gran sociólogo francés. Su concepto de anomia (sin normas) sostiene que cambios súbitos en la situación individual –por caso, el enriquecimiento repentino- destruyen su patrón original de conducta sin darle tiempo

Lorenzo Meyer.Académicoy analista político.

*Tomado de la página: http://www.infored.com.mx/articulos/petroleo--drogas-e-instituciones--por-lorenzo-meyer.html.

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a construir otro, lo que puede desembocar en su autodestrucción, (El suicidio, 1897).

Otra hipótesis que aborda los efectos dañinos de la riqueza súbita fue elaborada por una estudiosa norteamericana, Terry Karl, que mostró como la riqueza producto de la exportación en gran escala de petróleo desde países subdesarrollados —Nigeria, Irán, Venezuela, Argelia, Indonesia o México—, tiende a crear distorsiones econó-micas y sociales de tal magnitud, que acaban por dislocar su débil estructura institucional, (The paradox of plenty. Oil booms and petro-states, The University of California, 1997). En el caso de México y durante el gobierno de José López Portillo, ese descontrol institucional desembocó en la autodestrucción misma de su proyecto nacional.

Pues bien, el ingreso extraordinario de divisas como resultado del tráfico de drogas ilícitas ha generado, en países como México, con notorias y antiguas debilidades institucionales, presiones, contradicciones y anomalías tan significativas que han hecho fallar o casi al Estado mismo, con efectos tan desastrosos como trágicos.

Una nación como Noruega puede recibir ingresos extraordinarios de la producción y exportación de su pe-tróleo sin que le surjan problemas, al contrario, se le resuelven, pues los recursos están bien manejados y no se usan para financiar el consumo corriente ni proyectos absurdos sino que, incluso, se invierte para cuando al país se le hayan agotado sus hidrocarburos. Sin embargo, cuando los receptores son naciones como la nuestra, un auge exportador de petró-leo suele terminar en crisis económico-políticas como la que en 1979 acabó con el Sha en Irán, la que casi llevó a la guerra civil en Argelia, la que terminó con el sistema tradicional de partidos en Venezuela o la que abrió la puerta a los golpes militares en Nigeria.

La Droga en un Sistema Fuerte: el Caso del Estado Norteamericano. Por definición, la contabilidad de las exportaciones de drogas prohibidas sólo la conocen parcialmente muy pocos y nadie el total. Sin embargo, los cálculos de Naciones Unidas suponen que en 1997 el valor del comer-cio mundial de drogas ilícitas fue de unos 400 mil millones de dólares, (United Nations World Drug Report).

El país con el principal mercado de las drogas es, obviamente, Estados Unidos; ahí operan todos los carteles de la droga que existen. De acuerdo con el documento de la presidencia norteamericana —National Drug Control Strategy de 2010—, son 20 millones los norteamericanos que ingieren drogas y, de ellos, 7.6 millones son consumidores “duros”. De los 2 millones de norteamericanos en la cárcel, la mitad son consumidores de éstas. Finalmente, el monto extraído por las bandas criminales norte-

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americanas a sus clientes se calcula en 62 mil millones de dólares anuales (Abt Associates, “What America’s Users Spend on Illegal Drugs 1988-2000”, Washington: Office of National Drug Control, Diciembre 2001, p. 2.). Para hacerle frente a este problema hay 34 agencias del gobierno federal y muchas estatales y el gasto del gobierno norteamericano en su lucha contra las drogas asciende a 15 mil millones de dólares anuales. Se pueden añadir más indicadores, como casos de corrupción de fun-cionarios, para mostrar lo serio del asunto, pero finalmente también se puede concluir que pese a la importancia del negocio de la drogas en el país del norte, ese fenómeno no impide ni ha impedido al Estado norte-americano funcionar dentro de la normalidad, cumplir razonablemente con sus tareas y mantener a Estados Unidos como la mayor potencia mundial. Y esto contrasta, y mucho, con el caso mexicano.

De acuerdo con un cálculo publicado recientemente en la prensa, los carteles mexicanos de la droga operan ya en 2500 ciudades norte-americanas y tienen ingresos calculados en 39 mil millones de dólares anuales, lo que equivale al 20% del presupuesto del gobierno federal y a un monto superior al valor de la exportación de petróleo, de las re-mesas de los mexicanos en el extranjero o a más del doble del superávit que produce la exportación de la industria automotriz mexicana. Del poco más de un cuarto de millón de efectivos del ejército y la armada, alrededor de 45 mil están dedicados a la guerra contra el narcotráfico en 18 estados; a esta fuerza hay que añadir la de la policía federal y la local. Por otro lado y desde finales del 2006, la violencia ligada al tráfico de drogas ha cobrado más de 28 mil vidas, (Los Angeles Times, 8 de agosto y 4 de septiembre).

Aunque oficialmente Washington ha calificado al tráfico de drogas como una amenaza a la seguridad nacional de su país, los hechos no avalan esa conclusión. Desde la desaparición de la URSS las acciones efectivas del gobierno de Washington se han dirigido a rehacer el mapa político del Medio Oriente y a combatir no al narcotráfico sino a Al Qaeda.

En contraste, en México la actividad de los carteles de la droga si afecta el corazón mismo del aparato estatal. Los señores de la droga dis-ponen quizá de once mil sicarios bien armados y tan sólo para abastecer al mercado interno emplean a tantas personas como efectivos tiene el ejército, (Aguayo, Sergio, México, todo en cifras, Aguilar, 2008, p. 208). La capacidad de los narcotraficantes para penetrar el aparato de seguridad del Estado llegó al punto que en 1985 el gobierno tuvo que disolver a su policía política –la Dirección Federal de Seguridad- porque estaba ya muy infiltrada. En 1986 se creó dentro del ejército el Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (gafe) como unidad de élite para enfrentar al narcotráfico, pero justamente de sus bien preparados miembros surgie-ron los tristemente célebres “zetas”, asesinos brutales contratados por

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los narcotraficantes y que ahora ya formaron su propio cartel. En 1997 el general de división José de Jesús Gutiérrez Rebollo, responsable del Instituto Nacional para el Combate a la Drogas, fue arrestado, acusado de estar al servicio del Cartel de Juárez. El mes pasado se tuvieron que dar de baja 3,200 miembros de la policía federal –el 10% de esa élite policíaca- porque simplemente no eran confiables. Un estudio del Senado acaba de concluir que las policías municipales están tan mal preparadas y penetradas por el narco que son parte del problema, no de la solución, (Reforma, 6 de septiembre).

A todo lo anterior hay que agregar la corrupción que los narcotrafi-cantes han fomentado en los de por sí corruptos ministerios públicos, en las estructuras políticas, especialmente a nivel local, en el sector empresarial privado que les ayuda a lavar sus ganancias e incluso en poblaciones enteras, donde los capos de las drogas son aceptados como benefactores de la sociedad.

En los petro-estados, los gobiernos reciben rentas extraordinarias que les facilita expandir su campo de acción pero que debilita la autoridad del Estado porque los funcionarios y los intereses privados ligados a ellos se vuelven excesivamente poderosos y sólo tienen incentivos para continuar con la búsqueda de beneficios rápidos y fáciles por lo que posponen indefinidamente las reformas necesarias para hacer más eficaz al Estado y a la economía y más justa a la sociedad. El petróleo desata la corrupción a una escala inédita, la naturaleza del gasto se distorsiona y la cohesión social se debilita. Cuando ese ingreso extraordinario disminuye en esos países, la herencia de la petrolización es una estructura gubernamental llena de agujeros. Lo mismo ocurre en los narco estados pero de peor manera; el carácter ilegal de esa actividad golpea de forma más brutal a todas las partes débiles del Estado y de la sociedad.

Nadie sabe cómo acabar con el mercado de las drogas, pero una manera de acotar el daño es reformar al Estado y a la estructura social para recuperar así la institucionalidad.

ACTIVIDAD 5.

Esta actividad se divide en dos partes. 1. Realiza un resumen del texto que leíste.

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2. De acuerdo a la problemática abordada por Lorenzo Meyer, realiza una lectura de exploración en dos libros que traten de temas similares, ubicando autor, editorial, fecha de edición y contenido, de acuerdo a una primera revisión de los índices.

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El concepto de lectura eficaz

Una lectura eficaz rescata la mayor cantidad de información de lo que leemos. Para algunos autores, en este tipo de lectura, se conjuga el hecho de rescatar una buena cantidad de información, en una

menor cantidad de tiempo (eficiente). Este tipo de lectura es muy útil, si consideramos que permite actuar de frente a las necesidades de información que en algunas ocasiones tiene el lector. Recordemos lo que señalábamos al principio de la unidad: vivimos en un mundo que maneja un cúmulo de información inmenso que se acrecienta a una velocidad inimaginable.

Definiremos la lectura eficaz como el proceso de interpretación de símbolos que permite en-tender, distinguir y comprender un texto escrito de forma plena. De la misma forma, pudiéramos definir una lectura eficiente, como el proceso que permite leer un texto con menos esfuerzo, con menos tiempo, con ahorro de recursos.

Lograr desarrollar estas habilidades te permitirá ser un buen lector en todo tipo de situaciones.

Para sacar adelante estas exigencias es necesario utilizar un método ade-cuado. La lectura puede ser un acto como la respiración: fácil de dominar y de lograr.; sin miedo a las acechanzas de textos extensos y complejos. Como lectores debemos lograr el dominio de una técnica audiovisual y de concentración que nos permita no ser los desertores de la lectura.

Durante mucho tiempo se creyó que leer de manera lenta era sinónimo de mayor comprensión. Las nuevas inves-tigaciones han demostrado lo contrario: se puede leer con fluidez, con una óptima ve-locidad y lograr una adecuada comprensión de los textos.

En el caso de la lectura de velocidad, podemos establecer metas. Por ejemplo leer de 250 a 300 palabras —o más— por minuto. Realizar la hazaña de leer de un tirón una novela entera. Leer con cierta velocidad permite regular nuestra lectura, de acuerdo a los momentos, a las diversas situaciones y al tipo de texto que vamos a leer. Por supuesto que no vamos a leer un poema o un cuento de Jorge Luis Borges a una velocidad de lectura desenfrenada; esto sería un desperdicio y un insulto para el gran escritor argentino. Sin embargo podemos aplicar una lectura rápida a algunos textos que necesitemos para realizar una investigación.

Leer con cierta velocidad permite regular nuestra lectura, de acuerdo a los momentos, a las diversas situaciones y al tipo de texto que vamos a leer. Por supuesto que no vamos a leer un poema o un cuento de Jorge Luis Borges a una velocidad

desenfrenada; esto sería un desperdicio y un insulto.

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Lectura de velocidad

Algunos autores le tienen desconfianza a la lectura de velocidad o diná-mica, incluso yo me cuento entre ellos. Sin embargo hay que señalar que hoy en día, hay una necesidad apremiante para practicarla. La vertiginosi-dad con que se publican materiales textuales y cambian las ideas, implica que debemos estar preparados para ser buenos receptores y lectores de estos acontecimientos y cambios. No hay que satanizar, los que no leen tendrán sus causas para hacerlo. Pero si estamos metidos en esta dinámica escolar y del conocimiento, si queremos tener una visión más amplia de nuestra realidad, no está de más ser capaces de leer un diario local y un diario nacional todos los días; las revistas de divulgación cien-tífica de publicación semanal, quincenal o mensual. También debemos estar ejercitados para recopilar y leer información desde internet, leer por diversión o por conocimiento novelas y poesía, y otras cosas más.

Hoy en día se publica una gran cantidad de información, aún con todo nuestro tiempo disponible para la lectura no alcanzaríamos a leer ni la milésima parte de esos demasiados libros de los que hablaba Gabriel Zaid.

Volviendo a la lectura de velocidad, diremos que un alumno prome-dio lee 150 palabras por minuto. Quizá para él sea suficiente, y está en su pleno derecho de considerarlo así si ello resuelve sus problemas de lectura. Sin embargo puede resultar muy enriquecedor para su dinámica de estudio mejorar la velocidad de su lectura. Nos proponemos aquí, señalar las bases de lo que es la lectura de velocidad o dinámica y plan-

tear ejercicios que permitan que los estudiantes del nivel medio superior y superior alcancen lecturas por arriba de las 600 palabras por minuto y puedan llegar tan lejos como quieran.

El alumno puede irse planteando metas. Si no se cree que sea posible o si no se quiere lograr, lo que se diga o plantee sale sobrando. Contamos pues con que el alumno quiere llegar a leer más palabra que lo que logra actualmente. Por ello debemos entender que la lectura es un problema de modelos o paradigmas. La gente aprende paradigmas o modelos y luego que se casa con ellos, le es muy difícil mirar de forma diferente. Quien cree que sólo se pude leer despacio y que sólo leyendo despacio se puede comprender un texto le será muy di-fícil aceptar que quien lee más rápido comprende mejor

lo que lee. Esta es una premisa que nos lleva a la reflexión de que el fin último de la lectura es, al fin y al cabo, la comprensión. De nada sirve decir que se lee si al final de la lectura no se comprende y en el peor de los casos no se recuerda nada de lo leído. Lo peor del caso es cuando se

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leyó despacio y de todas maneras no se comprendió nada o muy poco. Es, pues, necesario contrarrestar esta tendencia propiciando la lectura de velocidad con un alto nivel de comprensión. Lo bueno sería leer mil o más palabras por minuto con un 100% de comprensión. Siendo ésta una meta posible, hay que ver cuánto leemos en un minuto.

Sigue las indicaciones en el orden que se plantean y solicita el apoyo de tu profesor. Recuerda que de entrada no te será posible aumentar la velocidad y este debe ser un trabajo paulatino y sistemático.

Te advertimos que esta es una propuesta de lectura. Como toda pro-puesta puedes tomarla, mejorarla o desecharla. Sin embargo nosotros te sugerimos que no la hagas a un lado.

►Lee el siguiente texto. Pide a tu profesor que te cuente el tiempo de lectura y al finalizar anótalo.

leCtura 3

Bucaneros, corsarios:piratas al servicio del rey

Cuando los reyes consolidaron su poderío, cayeron en la cuenta que los navíos civiles armados eran una buena solución para atacar el

comercio del enemigo y privarlo de recursos. Casi ningún rey tenía una flota permanente, sino que se limitaba a contratar navíos civiles y armar-los. Si los civiles corrían con los gastos –y los riesgos– de la sanciones contra el enemigo, ¿por qué no apoyarlos?, y si el rey favorece a unos piratas, ¿por qué no obtener beneficios a cambio?

Esto dio origen a las caras o patentes de corso. Consistían en una autorización real a un civil para combatir al enemigo y destruir sus pro-piedades y las de sus aliados allá donde se encontrasen. A cambio de la protección otorgada por la corona, el pirata se comprometía a respetar los barcos, las personas y propiedades del país y sus aliados y retribuir a la corona con una parte de los ingresos obtenidos por las capturas. Los piratas que combatían con la patente real se llamaban corsarios.

Además de puertos amigos, la corona también facilitaba la comer-cialización de los productos obtenidos en la guerra de corso, barcos capturados incluso, lo que les garantizaba el cobro de su parte.

No todos los corsarios fueron piratas. En los agitados días de las empresas coloniales, había constantes y periódicas guerras, lo que favo-recía que los piratas se convirtiesen en corsarios, además de obtener el perdón real a condición de combatir al enemigo y pagar su parte al rey.

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Desgraciadamente, cuando terminaba la guerra, como no sabían hacer otra cosa, volvían a sus antiguas costumbres. Era frecuente que dota-ciones reclutadas como corsarias para combatir en guerras prolongadas,

se pasaran a la piratería una vez finalizado el conflicto pues no sabían practicar otro oficio.

Gracias a los corsarios, los ingleses obtenían su-ficientes ingresos para armar sus flotas y ejércitos. Durante las guerras de independencia americana, los rebeldes no tenían flota con la que afrontar a la for-midable flota inglesa de más de mil barcos, salvo los corsarios, que infestaron los mares de todo el mundo en busca de barcos británicos, causando gran daño a su comercio, desviando recursos y dificultando el su-ministro y refuerzo a las tropas expedicionarias.

Lo mismo ocurrió en Estados Unidos, los estados del sur durante la Guerra de Secesión, donde los cor-sarios sudistas adquirieron fama y protagonismo.

Era frecuente que a veces los corsarios actuaran contra los piratas pillando los barcos del propio país; unas veces por error y otras para adquirir riquezas o

simplemente sobrevivir. En América era frecuente que todos los barcos civiles coloniales llevasen varios salvoconductos falsificados de todas las naciones que pudiesen en un momento estar en guerra contra ellos y estar previstos para cualquier eventualidad.

Además, aunque no hubiese guerra cuando se zarpaba, puede que se declarase al poco tiempo y, en las Indias, las noticias tardaban mucho en llegar. Los corsarios sabían esto, enarbolaban banderas de un país contrario al suyo; si el otro barco presentaba una bandera y un salvo-conducto de ese país enemigo, era una presa segura, aunque luego se comprobase que era falso.

El ataque a buques mercantes por otra marina en guerra se denomina «guerra de corso»

La colonización española nunca pudo abarcar la inmensidad de los nuevos territorios conquistados, de modo que era imposible tener pre-sencia en todas las islas del Caribe. Sólo se ocuparon de las mayores islas y, de manera incompleta, como la isla de la Española que sólo estaba ocupada en su mitad sur.

Por otra parte, las duras condiciones impuestas por Felipe II al co-mercio colonial, cuyo monopolio correspondía a Castilla, originó una carestía que fue suplida por los contrabandistas –más tarde corsarios, como Francis Drake– , quien adquiría productos del nuevo mundo y proporcionaban a los colonos herramientas y telas más baratas que el precio oficial. Con el paso del tiempo estos contrabandistas se asentaron

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en las islas no ocupadas por los españoles, a los que se unieron los fugi-tivos de otras colonias, restos de las colonias fallidas, aventureros y otras gentes que por diversas causas se vieron obligados a vivir en el Caribe.

Mientras esto ocurría, sin depredadores que limitaran su número, los animales asilvestrados, huidos o de granjas abandonadas, se repro-ducían en zonas despobladas, de forma que había abundante comida a disposición de quien pudiese cazarla. Como necesitaban proveerse de herramientas, telas, armas y pólvora, comerciaban con la carne que cazaban y vendían de contrabando o preferentemente a corsarios, pira-tas y contrabandistas para proveer a sus barcos. De ahí viene la palabra bucanero, que deriva de la palabra araucana «buccan» que representa una parrilla de madera verde sobre la que se ahumaba a fuego lento la carne de las vacas y cerdos salvajes.

La caza era la principal actividad del bucanero. Para ello estaba equi-pado con un potente mosquete, una espada de doble filo y un cinturón que corría en diagonal a lo largo de su pecho; integraba el conjunto de sus ropas una camisa de lino, unos pantalones de lona o tela fuerte y gruesa que nunca se lavaban y, que al acumular la sangre, grasa y otros desperdicios, era tan impermeable como el hule. Esto era lo que heredaba el compañero de un bucanero a la muerte de su amigo, pues al no haber mujeres, el matrimonio se sustituía por la camaradería.

No tenían morada fija. Vivían en el campo y se reunían para cazar. Cuando sentían la llamada del mar, envia-ban mensajeros a lo largo de la costa, en embarcaciones que ellos mismos cons-truían para viajar, contrabandear o realizar expediciones piratas. Los beneficios los gastaban en bebida obtenida de los barcos a los que proveían, generalmente brandy, que bebía como los españoles el agua.

A medida que se hacían más intrépidos y numerosos, empezaron a llamarse «La hermandad de la costa», término acuñado hacia 1640, que refleja la unidad con la que se veían a sí mismos, aliados contra el enemigo común –los españoles–. Con el tiempo, su refugio favorito fue la isla de la Tortuga, al noroeste de la Española. Fácilmente defendible debido a la fortificación que domina la isla y que los españoles sólo pudieron tomar una vez para abandonar enseguida. Desde aquí podían plantarse fácilmente en cualquier punto del Caribe o esperar el paso de los barcos españoles.

Antes de finalizar el siglo, la isla de la Tortuga fue sustituida por Port

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Royal, en Jamaica, de la que un día fue gobernador el famoso bucanero Sir Henry Morgan.

Por ese tiempo, los tenaces bucaneros eran feroces, oportunistas como lobos y crueles hasta la barbarie. Para finalizar contaremos la his-toria del bucanero que despertó la codicia y sueños de los desheredados de Europa atrayendo a un verdadero aluvión de aventureros en busca de fortunas fáciles. Pierre le Grand, era un jefe bucanero que había salido al mar en busca de presas. Sin embargo, la suerte no lo acompañaba y después de varios intentos fallidos y muchos días de mar todos estaban cansados y deseosos de abandonar la aventura. Así estaban cuando una tarde de 1630 avistaron un galeón español y decidieron atacarlo. Cuando desde el galeón avistaron la embarcación de los piratas, se dio aviso al capitán, quien al ver la embarcación de los piratas reprendió seriamente a los guardias por haberle molestado por una tontería: ¿qué podía hacer un pequeño navío de menos de treinta toneladas contra un hermoso galeón que desplazaba más de diez veces ese peso? Y se retiró dando órdenes que nadie le molestase.

Los tripulantes del lanchón pirata remaron hasta el anochecer, completando con su fuerza el impulso de las velas. Al caer la noche se situaron debajo de la proa del galeón y se dispusieron al abordaje. An-tes de hacerlo, el bucanero y sus veintiocho hombres juraron vencer o morir. Abrieron una vía de agua en su embarcación para imposibilitar la huida. Unos se dirigieron a la sala de armas del galón apoderándose de todo el armamento portátil, aniquilando a los pocos españoles que se encontraron en el camino. Otros fueron hasta el camarote del capitán, donde jugaba a las cartas con los oficiales. Quedaron tan sorprendidos de la irrupción de los piratas que alguien gritó con asombro «¡Bendito sea Dios! ¿Son demonios?»

Le Grand consiguió un botín que los cronistas de aquel tiempo calificaron de magnífico. No se sabe mucho más de él, pero parece que después de repartir el botín la mayoría regresó a su país de origen, donde vivieron en la opulencia, difundiendo historias de las riquezas del nuevo mundo y la facilidad con que un puñado de hombres intrépidos y valientes eran capaces de apoderarse de tesoros fabulosos.

(1439 palabras)Tomado del libro

Como leer velozmente y recordar mejor.

Después de leer, divide las 1439 palabras entre los minutos. Así tendrás el promedio de lectura por minuto. Si la lectura fue de menos de 350 palabras por minuto significa que no se lee con la técnica de la lectura de velocidad. Ahora veamos, paso a paso, por qué.

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Visión

En la lectura intervienen varios factores importantes, uno de ellos es el de la vista. El primer problema que debemos comprender es la capa-cidad de visión que se tiene y utilizarla correctamente. La mayoría de los lectores tradicionales se concretan ver palabra por palabra (lectura tubular) desperdiciando su capacidad de ver más allá de esos límites. Cuando hablamos de lectura tubular nos referimos a la lectura que se hace siguiendo el renglón y leyendo palabra por palabra, como si tuviéramos un tubo que nos impide ver varias palabras y varios renglones al mismo tiempo. Vamos a explicar esto con el siguiente dibujo

Siendo el campo visual tan amplio, no se debería leer palabra por palabra.

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Por lo que, lo primero es disponernos a leer con amplio campo visual. Para comenzar a ampliar nuestro campo visual y entrenar al ojo para abrir su manera de enfrentar el texto, se recomienda el uso de un apoyo que nos permita entrenar al ojo para que amplíe su campo de visión

ACTIVIDAD 6.

1. Lea un texto recomendado por el docente, utilizando el apoyo de una pluma o un lápiz. Deslícelo sobre el renglón y procure que el ojo siga la trayectoria del apoyo, al aumentar la velocidad del apoyo, el ojo se irá acostumbrando a leer más rápido, pero sobre todo a eliminar los defectos de la lectura tubular.

Aparte de la eliminación de la lectura tubular, algunos autores pro-pone corregir dos defectos:

• El primero: detenerse cuando se lee y algo no se entiende. Así vemos que muchas personas que leen lo hacen con infinidad de pausas que, de hecho, son innecesarias.

• El segundo problema a corregir es el de regresarse en la lectura para recuperar el sentido. Lo anterior, es un defecto producido por el mal hábito.

Estos dos defectos debemos evitarlos, sobre todo porque son mo-tivados por la falta de concentración. Si realizas de manera adecuada tu lectura no debes caer en esa mala costumbre. Te aclaro lo siguiente: no hay que ser tampoco un autómata, hay momentos que leemos un texto de cualquier tipo y que nos llamó la atención una frase o un párrafo, puedes detenerte. Puede darse el caso también que nos regresemos a checar un dato importante. Lo malo es cuando esto lo realizamos como vicio y que se llega a presentar como un obstáculo constante en nuestra lectura.

Aparte de la corrección de esos vicios, te podemos dar una serie de recomendaciones, que si bien no son inamovibles en mucho ayuda tomarlas en cuenta

Para esto vamos a seguir las siguientes recomendaciones:1. Siempre que se lea, hacerlo con un apoyo. El apoyo debe ser

por principio un lápiz o pluma. El apoyo se debe deslizar por la línea que se lee procurando al mínimo detenerse o regresar en la lectura. (Ya que domines esta técnica, puedes omitir el uso del lápiz o de la pluma).

2. Se debe permanecer bien sentado.3. Se deben pasar las hojas del libro de preferencia con la mano

izquierda tomando la hoja que se va a pasar por el extremo su-perior con los dedos índice y pulgar.

Una recomendación importante: trate de aumentar la velocidad del

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apoyo sobre la página. Con este ejercicio se habrá empezado a entrenar la vista para que se mueva más rápido. Si se hacía demasiado lento posiblemente se sienta una pequeña molestia en la vista al inicio pero eso es normal.

Antes de pasar a otro punto, quisiéramos precisar que la lectura con apoyo nos permitirá aumentar nuestra velocidad. Nos permitirá aumentar el campo visual. Evitará que la lectura por saltos de vista sea tan corta. Pero no garantiza que superemos la lectura auditiva, de lo cual trataremos líneas después.

Campo visual

El paso siguiente consiste en entrenar la vista para lograr ampliar el campo visual el cual la mayoría de las veces en los lectores poco entrenados llega a ser de cuando mucho dos palabras por golpe de vista.

El golpe de vista es el conjunto de palabras que podemos ver y leer al mismo tiempo. El campo visual, si observas la imagen, te demostrará la ca-pacidad que se tiene de percibir objetos. Ya no digamos la página de un libro. El golpe de vista permite ver un paisaje, una pantalla en el cine, una persona de forma global.

Aquí debemos entrenar para ver toda la página, comenzando por una línea hasta lograr ver perfectamente toda la página. Es decir, acabar con la lectura tubular. Para eso se requieren varios ejercicios y constancia.

Lo anterior nos remite a dos tipos de paradigma de lectura. La lectura tra-dicional que desplaza la vista de izquierda a derecha (recuérdese que los textos árabes se leen de derecha a izquierda) y el paradigma de la lectura vertical, de arriba hacia abajo, al estilo de los caracteres orientales, lo que permite mayor velocidad.

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Se trata de entrenarnos para alcanzar a ver en cada golpe de vista varias palabras, varios renglones e incluso varios párrafos. A continuación reproducimos dos ejercicios que ejemplifican lo que se puede realizar.

En la siguiente pirámide de palabras, se traza una línea por en medio que debe conducir la lectura. Quien lee, debe fijar la vista en la línea y desde ahí, alcanzar a visualizar y de ser posible leer la línea completa. Inmediatamente que termines empieza desde el inicio. Haz el ejercicio durante un minuto contado. Al terminar checa cuantas veces recorriste el escrito en ese tiempo. Se trata de ver dos, tres o cuatro palabras en un solo golpe de vista.

Otro ejercicio que se sugiere es deslizar una tarjeta sobre

un texto, procurando que cubra todo el renglón. Mirar al centro del texto, tratando que los ojos acostumbren ver todo al mismo

tiempo. Algunas personas sugieren incluso, una tarjeta ranurada

que permita eliminar distractores. Lo que debemos hacer

es entrenar la vista por un tiempo en el alcance

horizontal, pero luego eliminar la tarjeta para lograr

el avance vertical.

Por la línea puedes deslizar el apoyo o bien, una tarjeta que vaya descubriendo los caracteres.

Lalectura

es un procesocomplejo. Lo

anterior se evidencia, si se piensa el tiempo que tarda

una persona en aprender a leer.En un primer momento, quien aprende a leerrecibe las formas de las letras; en un segundomomento, las convierte en ideas. Es decir se

generan imágenes en el cerebro.

el•

conejo•

con apetito•

come hierba•

porque no probó•

bocado en semanas•

debido a la enfermedad•

que le contagió un amigo suyo

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A medida que corriges tus problemas de visión y aumenta tu velo-cidad de lectura, trata de no disminuir bajo ninguna circunstancia esta velocidad cuando leas. Se trata de no repetir errores y corregir los que tenemos por lo cual no hay que regresar a ellos. Por ahora recuerda que estamos tratando de corregir errores visuales y no de leer con un máximo de comprensión. Si no logras comprender del todo lo que lees por ahora, no te preocupes.

Debemos hacer algunas consideraciones sobre el campo visual. El campo visual de una persona se considera los límites de las imágenes que alcanza a registrar su cerebro. El campo visual es, como se muestra en la figura uno, muy extenso. Si vemos venir a una persona o vemos un paisaje, la cantidad de ideas que entran son muchas y todas las codifica la mente. Si vemos una lectura, no sólo podemos ver una línea, sino incluso una página completa y no sólo una página, sino todo el libro y todo el espacio que lo rodea y el cerebro lo registra. La pregunta aquí es ¿Por qué entonces no podemos leer todas las palabras al mismo tiempo? Quienes sí pueden son capaces de leer una página completa de un solo golpe de vista. Pero ese problema no se debe a los problemas de visión, sino de visualización.

Visualización

Cuando hablamos de visualización nos referimos a la capacidad que tiene el individuo de transformar en ideas los símbolos impresos. El resultado final de una lectura es, sin duda, las representaciones mentales que nos quedan al final y las relaciones que hacemos con dichas repre-sentaciones mentales. A esta acción es lo que llamamos memorización y comprensión.

La memorización es un proceso de almacenamiento de la información, de tal forma, que podamos recurrir a ella y restablecer las relaciones que ella nos ocasiona, de manera voluntaria y automática. La memoria es un auxiliar muy importante del aprendizaje y de la lectura. Si aprendemos a leer es precisamente por la capacidad de memoria que tenemos. En la lectura cada palabra nos trae a recuerdo una idea, la forma diferente de combinar esos recuerdos utilizando las palabras conocidas es lo que constituye la lectura.

La visualización a que hacemos referencia es la posi-bilidad mental que tenemos de convertir una palabra en una idea almacenada en la memoria. Si leemos la palabra

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manzana, la imagen que podemos construir a partir de ese signo, es una visualización. Leer es visualizar.

Pero leer es también comprender, es establecer relaciones de la idea con otras ideas, de tal forma que no sólo surgen las ideas, sino también los conceptos. Los conceptos son la base de la comprensión. Entramos pues a la definición de comprensión lectora.

La visualización como resultado de la lectura nos remite a la posi-bilidad de leer a través de imágenes sugeridas por las mismas palabras, pero no por el sonido de las palabras. Un ejercicio de visualización es ver palabras tratando de imaginar los objetos a los que hace referencia.

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ACTIVIDAD 7.

Lee las siguientes palabras, trata de imaginar el objeto o fenómeno al que hacen referencia. No imagines el sonido.

SombrillaManzanaElefante

CasaRatónRío

NubeLluviaNieblaCaballoMujer

EscuelaÁrbolAzul

CiclónAñoSol

PájaroRojo

NaranjaPiñataBisturíCarroLibroSelva

TormentaEdifico en ruinasIncendio forestal

Postre casero

Después de practicar este ejercicio nos damos cuenta de una situación: palabra leída, nos remite al objeto, sin pasar por el sonido. Expliquemos esto a continuación.

Manzana ---------------------------------------------------------------

Verde ---------------------------------------------------------------

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Lectura auditiva

Se conoce como lectura auditiva al proceso mediante el cual la persona que lee se ve precisada a repetir el significante o imagen acústica del símbolo o letra, como condición necesaria para poder construir la idea o visualización. El método tradicional de aprendizaje de las ideas a través de las palabras se logra repitiendo los sonidos y en seguida construyendo la idea. Al leer a través de sonidos, lo cual se puede comprobar por la necesidad que tienen algunos de mover los labios o subvocalizar la palabra como requisito para entender lo que se lee, o bien, por la necesidad que tienen otros de leer en absoluto silencio, corremos el riesgo de ir muy lentos y perder la concentración muy fácilmente.

Al concebirse de esta manera la lectura, sub-vocalizada, la velocidad de lectura estaría supeditada a la repetición mental de los sonidos.

►Retomando el ejemplo anterior, esto implicaría leer de esta manera:

Manzana __________ /m//a//n//z//a//n//a/_________

Verde __________ /b//e//r//d//e/_________sonido

En la medida en que dejes de leer repitiendo sonidos y sustituyas cada palabra por una imagen (visualización), las posibilidades de aumentar la velocidad serán mayores, la memoria mejorará y la capacidad de relacionar una idea con otra (comprensión) aumentará.

Aplicación de lectura de velocidad

La lectura de velocidad se sustenta en lo señalado anteriormente. Por un lado, entrenar la capacidad visual que en la mayoría de los casos se encuentra subutilizada; por otro lado, en la posibilidad de eliminar la lectura auditiva sustituyéndola por una lectura a través de imágenes, la tercera, logrando prácticas de concentración rápida y eficaz que se apoye en una amplia visualización. Lo más importante es quizá la necesidad de practicar constantemente y lograr una amplia capacidad de comprensión.

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Ejercicios recomendados según el progreso en la lectura.

▪ Ejercicio 1. Dispóngase a leer cinco minutos. Coloque correctamente su lectura. Lea utilizando su apoyo (pluma o lápiz), deslícelo en el sentido del movimiento uno, según la figura 1 de esta misma página. Al mismo tiempo que lee prenda la radio o televisión y trate de escuchar al mismo tiempo (imagine los contenidos que lee). Haga este ejercicio hasta llegar a trescientas palabras por minuto.

▪ Ejercicio 2. Dispóngase a leer cinco minutos. Coloque correctamente su lectura. Lea utilizando su apoyo (dedo índice), deslícelo por la página en el sentido del movimiento dos de la figura 2. Al mismo tiempo que lee encienda la radio o televisión y escuche canciones. (Imagine los con-tenidos que lee). Haga este ejercicio hasta llegar a quinientas palabras por minuto.

▪ Ejercicio 3. Dispóngase a leer cinco minutos. Coloque correctamente su lectura. Lea utilizando su apoyo (dos o tres dedos juntos), deslícelos en el sentido del movimiento tres como lo ilustra la figura 3. Al mismo tiempo que lee prenda la radio y escuche música ligera (imagine los contenidos que lee). Haga este ejercicio hasta llegar a ocho-cientas palabras por minuto.

▪ Ejercicio 4. Dispóngase a leer. Utili-ce su apoyo (la palma de la mano hacia abajo). Deslícela a lo largo de la página como se muestra en la figura 4. Escuche música. Haga este ejercicio siempre que sienta que baja la velocidad de la lectura. Lea aumentando cada vez más su velo-cidad. ¡Hágase un campeón de lectura!

Recomendación: Nunca baje la ve-locidad de su lectura. Si ya alcanzó un número de palabras por minuto y se enfrenta a una lectura que no compren-de del todo, léala varias veces, pero no regrese a sus malos hábitos. Recuerde. Este es un paradigma de lectura dife-rente.

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leCtura 4

La lectura en Corea y Japón

Paralelamente a las escuelas europeas y americanas de lectura rápida que enseñan métodos análogos al explicado en este curso, ha surgido

recientemente en Japón una escuela muy interesante, basada en un tipo de adiestramiento que ya era practicado en Corea. Se trata de la escuela de Yokohama (población de la periferia de Tokyo), donde se obtienen unos resultados realmente extraordinarios, facilitados tal vez por la escritura japonesa, basada en ideogramas y no en símbolos fonéticos abstractos, como la escritura occidental.

Este método de lectura rápida, articulado en cuatro niveles, tiene como objetivo la lectura de cien mil caracteres por minuto, gracias a un sistema verdaderamente singular. Se trata, ante todo, de aprovechar las técnicas de relajación y de aprender a inducir en uno mismo el ritmo alfa.

El alumno comienza a entrenar los ojos (y la mente) fijando la mirada durante largo rato sobre un punto negro en una hoja blanca. De esta forma amplía su campo visual y consigue percibir una imagen completa de la página. El resultado esperado de este entrenamiento es la utiliza-ción de apenas tres puntos de fijeza por cada doble página de libro. El sistema de visión es idéntico al que se utiliza para observar un paisaje, con un único punto de referencia para toda la imagen.

Según las orientaciones de esta escuela oriental, el cerebro debe ser capaz de comprender frases enteras. Nosotros estamos acostumbrados a detenernos repetidamente para comprender porciones limitadas de un texto. Sin embargo, como indica Yoshimoto, administrador de la asociación, la permanencia de la mente en el estado alfa permite asimilar de forma pasiva todo un libro, aunque se trate de un texto de doscientas páginas, en tan sólo uno o dos minutos. A continuación, dejando que la mente pase del nivel alfa al nivel beta, llega el momento de repasar mentalmente todos los temas que se han leído.

Los experimentos japoneses permiten afirmar que en ese momento se comprende el significado del texto leído y se experimentan los estados de ánimo que la lectura sugiere.

Para superar los cuatro niveles previstos por el método y obtener el grado de capacidad descrito, es preciso dedicar tres años al aprendizaje de este sistema, con entrenamientos de cuarenta minutos diarios. Los ejercicios realizados revisten una importancia general para la mente y el cuerpo, ya que adiestran la memoria, potencian las capacidades de reconocimiento del cerebro y mejoran la elasticidad y el tono de los

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músculos oculares, con los consiguientes beneficios para la vista. La vertiginosa velocidad de cien mil caracteres por minuto, alcanzada por algunos alumnos de esta escuela, deja de ser una hazaña si la comparamos con los resultados obtenidos por las escuelas coreanas. En una de ellas, un alumno considerado el campeón mundial de esta disciplina llegó a leer doscientos mil caracteres por minuto.

Estos asombrosos resultados no deben desalentarnos, sino más bien estimularnos para seguir adelante, ya que demuestran que existe la posibilidad teórica de superar nuestros ritmos habituales de lectura

Si en este curso cada uno obtiene determinado resultado, cuantificable con las tablas y los tests de comprobación, también es cierto que el lector se ve condicionado cuando se indican límites hipotéticos de setecientas, ochocientas o mil palabras por minuto.

Con los ejercicios adecuados, aplicando estas técnicas y combinán-dolas con los ejercicios de relajación, concentración, flexibilidad mental, desarrollo de la imaginación y memoria, es posible leer cinco, diez, veinte o cincuenta mil palabras por minuto, lo importante es creer que esos resultados son posibles.

Las estrategias para la lectura rápida que te hemos presentado, es una opción que te puede servir en tus estudios de bachillerato, en tus estudios superiores, en tus lecturas cotidianas de placer. Estas estrategias las puedes utilizar también en muchas dinámicas de trabajos posterior en las que requieras leer muchas páginas en poco tiempo. Estas estra-tegias las puedes adaptar a tus requerimientos. Si dominas una lectura de velocidad y quieres leer a un ritmo más lento, por ejemplo leer un texto literario en donde desees paladear el sonido de una bella prosa, puedes hacerlo; recuerda que sobre lectura no hay una última palabra escrita; lo que aquí te damos es un conjunto de opciones que tú puedes ir adaptando a tus requerimientos como estudiante y como lector. Lo que más nos interesa es que llegues a tener la mejor compren-sión posible de aquello que lees.

El hecho de que implementemos una lectura de velocidad no implica despojar a la lectura de su elemento de placer. A la lectura por utilidad o por placer no debemos ponerle fronteras ni divi-siones, recordemos que leer para realizar un ensayo o una investigación puede ser una labor placentera. A la vez te podemos decir que leer una novela puede ser, además de lectura placentera, una lectura de utilidad.

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Lectura con voz

Esta lectura tiene por objeto comunicar lo que dice un texto escrito por medio de voz alta ante un público o auditorio. Lo correcto es llamar a esta forma de lectura con voz alta, como la conocida colección de

audio de poetas y escritores de la unam. La lectura con voz alta se puede desarrollar frente a una persona o una

multitud. Sería un acto de comunicación diverso. Para cada uno de los actos dependiendo del público a quien se dirija, se necesitan diversos ajustes. Por principio de cuentas diremos que la lectura con voz alta cumple con un fin informativo y comunicativo, por lo que va más allá de la lectura personal, introyectiva.

Puede resultar una obviedad decirlo, pero para que se logre a cabalidad esta lectura, de-bemos conquistar un efecto comunicativo en quien escucha; buscar que responda de una manera satisfactoria a eso que comunicamos.

En la lectura en voz alta podemos transmitir nuestro texto escrito, sin embargo, la mayoría de las veces nos convertimos en un mediador que comunica ideas de otros autores.

Uno de los elementos necesarios para que se logre una buena lectura en voz alta, es trans-mitir los contenidos de un escrito con claridad y precisión.

Al leer en voz alta debemos vencer cualquier tipo de resistencias, ya que éstas propician que muchas veces tergiversemos el texto que leemos. Un error muy común es suprimir letras, propiciando que el oyente no entienda el texto.

Por eso vale la pena resaltar que algunos problemas como la falta de seguridad, la vergüenza, la angustia, la falta de emoción, debemos vencerlos por medio de una concentración y un buen dominio escénico. Esto con el fin de lograr una mejor comunicación de la lectura.

El poeta español Miguel Hernández leyendo en voz alta.

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Cada quién se adapta a sus formas de lectura en voz alta, sin embargo es importante tomar en cuenta los siguientes elementos de la voz.

VolumenUn volumen adecuado es el que permite a todos los oyentes escuchar correctamente lo que se lee. Debe ser el volumen adecuado para sobre-ponerse a los tipos de ruidos sonoros y visuales que puedan interferir el proceso.

EntonaciónLa entonación está dada por la correcta acentuación de la palabra al momento de leerla. De aquí se desprende la importancia que tiene que la palabra esté adecuadamente acentuada. No se debe exagerar la ento-nación.

ModulaciónEn la modulación se transmiten situaciones y estados de ánimo. La modulación depende también de la puntuación y los signos de escritura como las comas, los puntos, puntos suspensivos, de admiración e inte-rrogación, etcétera. Si no sabemos leer los signos de puntuación y los signos admirativos e interrogativos, corremos el riesgo de dar a nuestra lectura una modulación inadecuada.

Velocidad Este aspecto tiene que ver con la atención y la comprensión. Una velo-cidad adecuada es agradable al oído, por el contrario, demasiada lentitud o mucha rapidez, dificultan el proceso de comprensión.

DicciónLa dicción es la pronunciación de los fonemas en forma tal, que permita que la palabra no se confunda con otra o genere una confusión semántica.

La recomendación de que tengas un buen dominio de la lectura en voz alta no implica que vayas a ser locutor de televisión o de radio. Im-plica que desarrolles una competencia que te va ser muy necesaria en los diversos ámbitos en los que te desenvuelvas; tanto en tu vida estudiantil, como social y laboral.

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►Realiza en voz alta la siguiente lectura.leCtura 5

Acuerdos de San Andrés

(Fragmento)

La historia confirma que los pueblos indígenas han sido objeto de formas de subordinación, desigualdad y discriminación que les han

determinado una situación estructural de pobreza, explotación y exclu-sión política. Confirma también que han persistido frente a un orden jurídico cuyo ideal ha sido la homogeneización y asimilación cultural. Confirma, finalmente, que para superar esa realidad se requieren nuevas acciones profundas, sistemáticas, participativas y convergentes de parte del gobierno y de la sociedad, incluidos, ante todo, los propios pueblos indígenas.

Se requiere una nueva política de Estado, no de coyuntura, que el actual gobierno federal se compromete a desarrollar en el marco de una profunda Reforma del Estado, que impulse acciones para la elevación de los niveles de bienestar, desarrollo y justicia de los pueblos indígenas, y que fortalezca su participación en las diversas instancias y procesos de toma de decisiones, con una política incluyente.

Se requiere el concurso de todos los ciudadanos y organizaciones civiles, que el actual gobierno federal se compromete a propiciar, para desterrar mentalidades, actitudes y comportamientos discriminatorios hacia los indígenas, y para desarrollar una cultura de la pluralidad y la tolerancia que acepte sus visiones del mundo, sus formas de vida y sus conceptos de desarrollo.

Se requiere la participación de los pueblos indígenas, que el actual gobierno federal se compromete a reconocer y estimular, para que sean los actores fundamentales de las decisiones que afectan su vida, y reafirmen su condición de mexicanos con pleno uso de derechos que por su papel en la edificación de México tienen ganada por derecho propio.

En síntesis, se requiere un nuevo esfuerzo de unidad nacional, que el actual gobierno federal, con la participación de los pueblos indígenas y el conjunto de la sociedad, se compromete a impulsar, para que no haya mexicanos con potencialidades restringidas, que debe servir para que México

se engrandezca asumiendo con orgullo la historia milenaria y la riqueza espiritual de los pueblos indígenas y para que desarrolle a plenitud todas sus potencialidades económicas, políticas, sociales y culturales.

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leCtura 6

La verdadera ciencia de la vida

Anónimo hindú

Cuentan que en una ciudad en donde se enseñaban todas las ciencias, vivía un joven que era gallardo y estudioso, y aunque nada faltaba a

la felicidad de su vida, tenía el deseo de aprender siempre más.Un día, merced al relato de un mercader viajero, supo que en cierto

país muy lejano, existía un sabio y santo que poseía él solo tanta ciencia, sabiduría y virtud como todos los sabios del siglo reunidos.

Se enteró de que aquel sabio, a pesar de su fama, ejercía sencillamente el oficio de herrero que su padre y su abuelo habían ejercido antes que él.

Cuando hubo oído estas palabras, entró en su casa, tomó sus san-dalias, su alforja, y su báculo y abandonó inmediatamente su ciudad y a sus amigos.

Se encaminó al país lejano en que vivía el santo maestro, para poner-se bajo su dirección y adquirir un poco de su ciencia y de su sabiduría. Anduvo durante cuarenta días y cuarenta noches y después de muchos peligros y fatigas llegó a la ciudad donde vivía el herrero.

Al punto fue al barrio de los herreros y se presentó a aquel cuya tienda le habían señalado todos los transeúntes. Después de besarle la orla del traje, quedó en pie ante él en actitud de respeto.

El herrero que era hombre de edad y de rostro beatífico, le preguntó:—¿Qué deseas, hijo mío? —Aprender ciencia –contestó el joven.El herrero por toda respuesta, le puso en las manos la cuerda del

fuelle de la fragua y le dijo que tirara de ella.El nuevo discípulo se puso a tirar de la cuerda hasta la puesta del sol.

Al día siguiente se dedicó al mismo trabajo. Y así los días posteriores, durante semanas, meses y todo un año, sin que nadie en la herrería, ni el maestro, ni los numerosos discípulos, cada uno de los cuales tenía una tarea tan ruda como la suya, le dirigiesen una sola vez la palabra. Así pasaron cinco años.

ACTIVIDAD 8.

1. Relee de nuevo el texto en voz alta. Mientras lees el texto levanta la vista estableciendo un contacto visual con tus compañeros. Realiza varias veces el ejercicio hasta que obtengas un dominio en tu lectura en voz alta.

2. Se recomienda también para practicar la lectura en voz alta el siguiente texto.

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Un día el discípulo se aventuró a decir:—¡Maestro!El herrero interrumpió su trabajo, y ansiosos todos los discípulos

hicieron lo mismo. El maestro dijo a su vez:—¿Qué quieres?—¡Ciencia!—Tira la cuerda...Sin pronunciar una palabra más reanudó su trabajo. Y transcurrieron

otros cinco años, durante los cuales, desde la mañana hasta por la noche el discípulo tiró de la cuerda del fuelle sin interrupción.

Cuando algún discípulo tenía necesidad de preguntar algo, escribía la demanda y la presentaba al maestro, por la mañana, al entrar a la herrería.

El maestro, sin leer lo escrito, lo arrojaba al fuego o lo guardaba entre los pliegues de su turbante. En el primer caso era porque la pregunta no merecía respuesta. En el segundo caso, el discípulo que había pregun-tado, encontraba por la noche la respuesta escrita con letras de oro en la pared de su celda.

Pasados diez años, el viejo herrero se acercó al joven y le tocó el hombro. Por primera vez, después de aquel tiempo, el discípulo dejó la cuerda del fuelle, sintiendo una gran alegría.

El maestro dijo:—Hijo mío, ya puedes volver a tu país y a tu morada llevando en tu

corazón toda la ciencia del mundo y de la vida, puesto que has adquirido la virtud de la paciencia. Y le dio un beso en paz.

El discípulo regresó a su país con el espíritu iluminado. Era sabio y santo porque era paciente y perseverante.

Lectura de análisis

Otro tipo de lectura –más activa– es la lectura de análisis. Analizar es una actividad intelectual que tiene por objeto considerar un todo, separarlo en sus partes, establecer la relación de las partes entre sí y encontrar las reglas o leyes que rigen dichas relaciones. Cuando leemos, generalmente llevamos a cabo una separación de ideas, por lo que la lectura de análisis se haya presente aunque no nos demos cuenta.

En una lectura lo que leemos va generando ideas en la mente las cuales van estableciendo una relación. A este proceso de relación le llamamos comprensión. La separación de las ideas para distinguirlas unas de otras, le llamamos análisis. Una lectura de análisis prepara el material para el estudio, separando las ideas principales de las secundarias, estableciendo la secuencia de las ideas en un texto, determinando la profundidad de las mismas, etcétera. De este trabajo intelectual es del cual hablaremos.

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Muchas veces para este tipo de lectura se establecer modelos, sin embargo aquí lo importante es que tú mismo generes comparaciones, establezcas un sentido a esas partes que componen un texto.

Para realizar esta lectura vale la pena que recuerdes algunas de las estrategias de estudio analizadas con anterioridad: entre las que vale la pena mencionar el subrayado, le elaboración de esquemas, la síntesis, mismas que te servirán para el mejor análisis de la lectura.

Lectura comentada y cometario de textos

Con respecto a lo anterior entonces podemos decir que muchas ocasiones vamos más allá de lo que dice el texto. Intentamos darle un sentido con nuestras propias palabras. Hacemos participar un conjunto de valores y de experiencias para realizar comentarios sobre aquello que leímos. Acciones como comentar, analizar, criticar entran aquí en juego. Al optar por este tipo de lectura dejamos evidencias por escrito. Así es como se vuelve la lectura un proceso circular; Leer se transforma en un buen pretexto para escribir, para probar nuestra capacidad crítica y de análisis.

Referimos primero lo que sería la lectura comen-tada, la cual genera un comentario textual. Este tiene características muy variadas. Esto depende mucho del tipo de escrito que nos disponemos a leer o de la profundidad con que lo vamos a abordar. Sin embargo una de las finalidades del comentario es encontrar esas peculiaridades que tiene el texto como tal. ¿Qué es lo que dice el texto?, ¿cómo lo dice?, ¿qué opino de las ideas presentadas?, son algunas de las preguntas que intentamos responder a la hora de elaborar nuestros comentarios.

Resolver estas respuestas y darles un orden adecuado será un factor clave para la calidad de nuestro escrito.

Mencionamos algunas de las características propuestas por Gracida Juárez en torno al cometario de textos:a) Responde a los propósitos que tiene el maestro desde la selección

del texto.b) Incluye la interrelación de habilidades de lectura y escritura que

permiten al alumno conocer, resumir y parafrasear el texto leído y formular ideas propias motivadas por el diálogo con ese texto.

c) Se pone en práctica la lectura antes que la escritura, se ubican ideas, temas y subtemas del texto.

Un comentario de textos

es un escrito de tipo expositivo, pero con cierto acento crítico

en el que alguien hace referencia a algún texto leído.

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d) Se escribe en tercera persona, pero también se acepta la primera persona para algunas opiniones.

e) El texto se organiza de manera convencional con introducción, de-sarrollo y conclusión.

f) Tiene un título que delimita el comentario. Además hace referencia bibliográfica o hemerográfica al texto leído.

Realizar un cometario de textos nos permite tener una posición crítica de aquello que leemos. Además desarrollar las habilidades de escritura, motivan las expresiones propias sobre temas polémicos y de interés.

Es importante previo a la lectura saber qué aspectos del texto se van a considerar para la elaboración del comentario. A la vez no está de más conocer datos generales del autor y del texto que vas a comentar. Lo primero nos da mucha luz sobre las ideas u otros trabajos que tenga publicados. Lo segundo nos sitúa de una manera más precisa en un contexto determinado

ACTIVIDAD 9Relee la Lectura 2 de la unidad y responde las siguientes preguntas:

1. ¿Qué plantea el autor sobre el problema de las drogas y el petróleo?

2. ¿En qué se basa el autor para desarrollar los temas?

3. ¿A qué conclusiones llega?

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Para tener un mejor acercamiento crítico a nuestro texto, Gracida Juárez recomienda tomar en cuenta los siguientes aspectos:a) Contar con una idea general del contenido.b) Identificar la información obtenida del tema a comentar. Además

cómo se desarrolla en el texto leído.c) Captar la posición del autor sobre el tratamiento del tema principal.

Si es tema polémico, reconocer si está a favor o en contra.d) Realizar una interpretación personal de lo que dice el texto.

Al realizar este proceso hay un conjunto de estrategias que no debes dejar de lado. No olvides subrayar y hacer notas al margen. Estas son muy importantes a la hora de realizar tu comentario. Puedes realizar también toma de notas en tu cuaderno, elaboración de pequeños resúmenes, de paráfrasis, estos te serán muy útiles para tus comentarios.

La estrategia para la escritura del comentario de textos es la misma que vimos en la clase de Comunicación oral y escrita. Recuerda que hay que planificar, hacer acopio de ideas, organizarlas, escribir un primer borrador, corregir hasta que queda un texto final.

►Esquema para la redacción de comentarios de textos

Partes y funciónIntroducciónInicia el escrito presentando el texto que se comenta.

ContenidoInformación bibliográfica del autor, datos sobre el texto a comentar.

DesarrolloConstruye un diálogo personal con el texto leído.

Ideas y opiniones propias de carácter crítico y re-flexivo sobre el tema que se comenta en el texto.

Conclusiones Cierra y finaliza el texto escrito

Aspectos concluyentes derivados de la lectura del texto.

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leCtura 7

El triunfo de Andrés Manuel en 2012*

Arturo Borja

Finalmente, cerca de las 11 de la noche de ese domingo de elecciones presidenciales de 2006, Andrés Manuel subió al estrado para pronun-

ciarse sobre el anuncio que recién había hecho el consejero presidente del ife. Luis Carlos Ugalde había declarado que el programa de resultados preliminares (prep) indicaba una diferencia mínima entre los candidatos del pan y del prd. Dado que la diferencia entre los dos caía dentro del margen de error estadístico del prep, no era posible, en ese momento, declarar un ganador. Recomendaba prudencia a los dos candidatos a presidir el Ejecutivo mexicano por los siguientes seis años. Les pedía no emitir proclamaciones de triunfo hasta que el ife, unos días más tarde, pudiera anunciar resultados definitivos.

Si bien por un margen que se había ido reduciendo aceleradamente en las semanas previas a la elección, algunas de las encuestas seguían dándolo como ganador. La expectativa en todo el país por escuchar su reacción ante el anuncio del ife era enorme. Medio México pendía de los televisores para escuchar sus palabras. La agresividad y golpes bajos que habían caracterizado a buena parte de la campaña, especialmente en su fase final, hacían esperar a muchos un discurso subido de tono en el que el candidato perredista seguramente cuestionaría el anuncio de la autoridad electoral y se proclamaría ganador en la contienda.

Había sido un domingo muy largo. Pese a todo, su semblante era el de un hombre tranquilo cuando se acercó al micrófono. Para sorpresa de todos los televidentes e incluso del círculo cercano que lo había acompañado en la campaña, esa noche, con las palabras que pronunció, Andrés Manuel se consagró como todo un demócrata, y un verdadero pilar de la transición mexicana para dejar finalmente atrás la larga no-che del autoritarismo priista. La autoridad electoral se ha pronunciado, inició su intervención, nos ha informado que no es posible hoy y no será posible por unos días más, conocer el nombre del ganador de esta elección presidencial. Debo confesar, continuó, que mi reacción inicial fue de incredulidad y desconfianza por las tropelías, abusos e ilegalida-des que se cometieron contra nuestro partido a lo largo de la campaña.

* Texto publicado en la revista nexos del mes de junio del 2011

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Dichas maniobras no hacen más que reflejar el temor que muchos sec-tores de las clases medias y altas, de la burguesía de este nuestro amado país, tienen al verdadero cambio político y económico. Al cambio que busca hacer de México una sociedad más justa en la que hayamos erra-dicado la pobreza. Al cambio que, por fin, después de la larga dictadura de partido que padecimos bajo el pri y las expectativas frustradas que nos ha producido el primer gobierno de la alternancia, le dé una voz y representación política en el Legislativo y el Ejecutivo a los sectores marginados de México, a los pobres que están hartos ya de promesas incumplidas de los gobiernos del pri y del pan.

Después de una marcada pausa, mientras la expectativa crecía, con-tinuó. Y, sin embargo, queridos compatriotas, después de esa reacción inicial de coraje y enojo, he llegado a la conclusión de que, justo en momentos como éste es cuando los partidos debemos reconocer que por encima de los intereses de grupo, de facciones o de líderes, está el bien común, está México y están las instituciones democráticas que con tanto esfuerzo nos ha llevado construir. Sería un error histórico imper-donable para el prd y para mi persona, atentar en este momento contra las instituciones y la legalidad democrática. Por mi parte, entonces, aun cuando los sondeos a boca de urna conducidos por mi partido indican que vamos adelante en la elección por un pequeño margen, he decidido esperar a que la autoridad electoral legalmente constituida haga el anuncio oficial de los resultados de esta elección presidencial. Confío plenamente en nuestro triunfo, pero debemos esperar a que esto sea confirmado por el ife. Espero que el pan y su candidato sean también respetuosos de la legalidad electoral democrática que, después de tantos sacrificios, hoy tenemos en el país. Confío en que, como buenos demócratas, ellos también entiendan que por encima de los intereses de los partidos y los candidatos, está el interés nacional y la importancia de preservar nuestras instituciones democráticas.

En todo México se hizo un silencio. Mu-chos, especialmente aquellos que habían votado en contra de Andrés Manuel, no daban crédito a lo que acababan de escuchar. Casi todos ellos tenían serias dudas acerca de la vocación de-mocrática del candidato de la izquierda. Él acababa de demostrarles lo equivocados que estaban. Lo habían juzgado como un líder peligroso para México, que seguiría –muchos temían– el camino de Hugo Chávez en Venezuela y terminaría alterando la Constitución para perpetuarse en la silla presidencial y controlar los hilos de poder en el Congreso y en la Suprema Corte.

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Apenas abandonó el estrado, lo rodearon sus colaboradores más cercanos. La mayoría de ellos con la misma cara de incredulidad de los televidentes. Ellos se habían preparado psicológicamente para proclamar el triunfo de su candidato esa misma noche. Algunos lo increpaban, re-prochándole no haber proclamado su victoria. No entendían qué estaba pasando. En los meses y semanas previos a la elección, se asumían ya formando parte del nuevo gobierno encabezado por Andrés Manuel. Tranquilo, él los atajó y les pidió silencio para expresarse. Entiendan compañeros, les dijo, ni hemos perdido la elección ni se acabará aquí nuestro proyecto de cambio, nuestra visión para México. Si acaso en unos días más el ife muestra cifras claras y convincentes que confirmaran nuestra derrota, aceptaremos el resultado como buenos demócratas de izquierda. Adoptaremos una estrategia de oposición constructiva, que promueva una agenda de cambio y justicia social en México. Desde el Congreso nos aseguraremos que las leyes y las políticas públicas se orienten al beneficio de las mayorías, de los marginados, de los pobres. Evitaremos que el gobierno federal siga beneficiando sólo a unos cuantos y reproduciendo el modelo económico-social neoliberal que tanto daño le ha hecho al país en las últimas décadas.

Ocho días más tarde el ife finalmente dio su veredicto, terminando así con la enorme expectativa que se había generado en todo el país. El

candidato del pan sería el siguiente presidente de México. Había triunfado en la elección ¡por menos de un punto por-centual! Difícil de creer para muchos, pero todo indica que, en la recta final, la alianza que el candidato del pan había concertado con el poderoso y, sobre todo, numeroso, sindi-cato de maestros, le había permitido alcanzar esas décimas de punto que hicieron la diferencia.

La frustración en la izquierda fue mayúscula. Los comités estatales del prd en Guerrero, Zacatecas y, sobre todo, en el Distrito Federal, clamaron fraude. Se negaban a reconocer al candidato del pan como presidente legítimo. Las “tribus” más radicales del partido adoptaron la consigna de “voto por voto, casilla por casilla” y exigían al ife la revisión de la

elección. Aseguraban que el recuento de los votos seguramente le daría el triunfo a Andrés Manuel. En las semanas que siguieron al anuncio de los resultados, el grito de “voto por voto, casilla por casilla” resonó hasta el cansancio por todos los rincones de México.

A pesar de las tremendas presiones que enfrentó en esas semanas dentro del partido, Andrés Manuel se mantuvo firme. En su círculo de asesores, y en el partido, muchos compartían las sospechas de fraude elec-toral. El candidato recibió de ellos fotos, videos, entrevistas, testimonios y otros materiales que documentaban el fraude que se había cometido.

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Él llegó a dudar, pero, después de pensarlo seriamente, mantuvo firme su convicción de que, en el largo plazo, para él y su partido resultaría mucho más rentable aceptar la autoridad del ife y evitar la ruta del enfrentamiento desconociendo el resultado de la elección. Después de todo, él era un candidato joven y saludable como un roble. Seguramente tendría otra oportunidad que le permitiría aprender de sus errores para, esta vez, asegurar la victoria. No tenía sentido atentar contra las institu-ciones y, al hacerlo, echarse encima a amplios sectores sociales (incluidos algunos que, seguramente, habían votado por él).

El punto de quiebre que consolidaría su liderazgo en la izquierda mexicana y explica la gran unidad que la ha caracterizado en años pos-teriores, se dio en pleno corazón de la capital del país. Miembros de las “tribus” radicales del partido, que se negaban a aceptar la cerrada derrota electoral, decidieron bloquear por tiempo indefinido la avenida Reforma. El caos vial que se experimentó en la ciudad esos días fue terrible. Igual fue el daño económico a los comercios y hoteles de esa zona, así como a taxistas y empleados de esos negocios, muchos de ellos miembros del prd que habían votado por Andrés Manuel. A los cinco días de iniciado el plantón él se presentó acompañado de un numeroso contingente de seguidores entusiastas. Tomó el estrado desde el cual, en los días previos, se habían pronunciado numerosos discursos arengando a la sociedad a desconocer los resultados de la elección presidencial. El que Andrés Manuel pronunció fue breve y genial. Terminó demostrando, una vez más, por qué él tenía la capacidad, inteligencia y carisma para convertirse en el líder indiscutido de la izquierda. Debemos ver hacia delante, dijo, hay que dejar atrás lo ocurrido en esta elección de 2006. El tiempo nos dará la razón y tarde o temprano llegaremos a la presidencia. Porque mientras cerca de la mitad de la población de México esté en la pobreza y no tenga las mismas oportunidades de acceso a educación y servicios de calidad, nuestro proyecto de cambio se impondrá y será aprobado en las urnas por la mayoría de los mexicanos. ¿Hay alguien acaso que no quiera un México más justo, uno de oportunidades iguales para todos? Terminó su discurso invitando a las “tribus” de su partido a levantar el plantón y a empezar a trabajar en el proyecto de gobierno que, desde la izquierda, proponga leyes para el cambio y los posicione para las elec-ciones del futuro.

El resto es historia bien conocida. Como nunca antes, la izquierda en México logró una sólida unidad en torno a la figura de Andrés Manuel. El nuevo presidente decidió enfrascarse en una infructuosa e intensa lucha contra el narco. Andrés Manuel y su partido no perdieron el tiempo. Paso a paso fueron definiendo la agenda política nacional. Con el apoyo de las facciones de izquierda del pri –que gradualmente terminarían dejando a ese partido y emigrando al prd– lograron primero la aprobación de una

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verdadera reforma fiscal. Redefinieron los impuestos sobre la renta para empresas y personas físicas. Otorgaron fuertes incentivos para que el comercio informal dejara de serlo y pagara impuestos. El incremento en la recaudación ha permitido que los recursos destinados a los programas para el combate a la pobreza –que ya habían demostrado su efectividad desde los sexenios anteriores– se incrementen considerablemente. Por otra parte, imitando a Lula, el ex presidente de Brasil, el Congreso aprobó una iniciativa que vino del círculo de Andrés Manuel para extender la edad de retiro de 65 a 67 años en el imss y en el issste, lo cual representa un gran paso en la solución financiera de largo plazo al problema de los sistemas de pensión de estos dos organismos.

Una vez que había logrado claramente la iniciativa en la agenda legislativa, el prd, bajo el liderazgo de Andrés Manuel, propuso una reforma energética que le dio viabilidad financiera y capacidad de in-versión a Pemex. La aprobación de la reforma, que también abrió las puertas a la participación de otras empresas en la exploración petrolera en el Golfo de México, llevó al anuncio, cerca de un año después, del descubrimiento del yacimiento más importante en México después del de Cantarell en los años setenta. La tecnología aportada por Petrobras para este proyecto –que no hubiera ocurrido sin la aprobación de la reforma– fue fundamental para convertir nuevamente a México en un exportador importante de petróleo en el siglo xxi.

Cuando se inició la campaña para la elección presidencial de 2012, pocos votantes en México tenían alguna duda de quién iba a ganarlas. Andrés Manuel. La izquierda unida, bajo su liderazgo visionario, había impuesto, desde la oposición constructiva, su agenda política. El gobier-no de Calderón, hasta el final de su sexenio, seguiría empecinado en la guerra contra el narco, a pesar del incremento exponencial en el número de muertos y la inseguridad y miedo que esto producía en la sociedad.

Hoy, en diciembre de 2012, seis años después de aquella decisión estratégica de Andrés Manuel de aceptar, como todo un demócrata, los resultados de la elección presidencial a pesar de lo apretado de los mismos, acudimos a su toma de posesión como presidente de la Re-pública. Por primera vez desde 1997, cuando el pri perdió la mayoría en el Legislativo, tendremos un presidente cuyo partido tiene también una amplia mayoría en el Congreso. Los numerosos jefes de Estado y enviados del extranjero que han acudido a celebrar la toma de posesión del nuevo presidente coinciden en señalar que pocos países emergentes tienen un futuro tan promisorio como el de México. No en vano, desde hace un par de años, los briCms pasaron a ser briCms. ¡Enhorabuena México! ¡Felicidades Andrés Manuel!

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►Leamos ahora un comentario del texto anterior

El texto El triunfo de Andrés Manuel en 2012 de Arturo Borja fue publi-cado en la revista política-cultural Nexos. En éste se recogen, con cierto sarcasmo, algunos momentos que se vivieron en las elecciones del 2006 y en los años posteriores.

El texto se desarrolla presentando de manera irónica aquello que no hizo Andrés Manuel López Obrador después de aquella contienda electoral. Se describe la existencia de un candidato muy cercano a la conciliación y al pacto. El que a pesar de haber visto conductas directivas del presidente de la República Vicente Fox no tardó en reconocen su derrota. Un Andrés Manuel, del que sus seguidores esperaban reacciones radicales que convulsionaran al país, y que sin embargo opta por participar de manera firme e institucional en los cambios políticos y económicos del país. Este aspecto propositivo del candidato, aunado a las fallas en la estrategia del plan de seguridad del Presidente Felipe Calderón, hacen que el autor sustente que Andrés Manuel sería el candidato ideal para el año 2012. El texto, aunque tiene cierto grado de originalidad, tiene un aspecto que yo consideraría muy débil: no abre una crítica a las ins-tituciones que participaron en el proceso y no subraya de manera más contundente la injerencia de la investidura presidencial de Vicente Fox en el proceso; focaliza sólo su crítica hacia la figura de López Obrador.

Aunque el texto está bien desarrollado y presenta a un político idea-lizado, creo que no está de más recalcar los errores de las instituciones en los procesos políticos, ya que muchas de estas fallas propiciaron en Andrés Manuel actitudes radicales.

Ahora te toca a ti hacer algo parecido.

ACTIVIDAD 10

1. Realiza un comentario de la lectura de un texto de alguna de tus asignaturas.

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Unidad III

Texto informativo

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Saberes a desarrollar

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Saberes conceptuales• Ubica los diversos textos informativos • Enumera las diversas funciones de cada texto in-

formativo

Saberes procedimentales• Planea la redacción de textos informativos • Desarrolla los pasos para la elaboración de textos

informativos

Saberes actitudinales-valorales• Valora las posibilidades del texto informativo en la

difusión y solución de problemáticas de su entorno. • Valora la necesidad de expresar los hechos de ma-

nera objetiva por medio de las formas textuales informativas.

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Introducción

Durante la primera unidad revisamos algunas estrategias que tenían como finalidad lograr una mejor comprensión lectora. En la unidad que concluimos pusimos en práctica algunos niveles de lectura a

partir de las necesidades que tenemos con respecto al acto de leer. a nuestra disposición tenemos entonces un conjunto de herramientas que nos pueden ser útiles para cualquier situación de nuestra vida personal y académica.

En esta unidad continuaremos desarrollando nuestra capacidad para la comprensión y la producción de textos. En esta ocasión nuestras estrategias estarán focalizadas hacia el desarrollo de nuestras habilidades para una mejor lectura y producción de textos informativos.Para iniciar, es necesario revisar la definición del texto informativo y su especificidad en el esquema del proceso comunicativo. Este tipo de textos tiene como objetivo principal el dar a conocer e informar a un público determinado, los acontecimientos que suceden en diversos contextos sociales, culturales y geográficos, tanto locales como nacionales e internacionales. En este tipo de textos importa sobre todo lo que se informa más que la manera en qué se informa. Se busca, sobre todo, dar una orientación a los lectores sobre aquello que acontece en una comunidad determinada.

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El nuevo periodismo propuesto en los años cin-cuenta y sesenta por Tom Wolfe y Truman Capote, buscaba el rigor estético y una gran precisión y objetividad en aquello que se investigaba.

Ubicación del texto informativo en el proceso de la comunicación

Revisemos el siguiente esquema:

ConativaReceptor

EmotivaEmisor

Referencial

Poética

Fática

Metalinguística

Contexto

Mensaje

Canal

Código

Texto informativo

Una primera ubicación del texto informativo, lo situaría, sobre todo, en la función referencial. Por el hecho de considerar el contexto de los acontecimientos como su sustancia básica. Sin

embargo no hay que casarnos del todo con esa idea. Ya que, como veremos más adelante, hay géneros informativos donde participa un poco más el temperamento del autor, su análisis y su capacidad crítica; textos en los que se representa la realidad y se comenta con respeto a ella. Inclusive a raíz de algo que se denominó en Norteamérica el nuevo periodismo, se consideró que ciertas formas informativas podrían elaborarse con un mejor acabado estético.

Por lo tanto, en el texto informativo, a pesar de estar finca-do en la función referencial puede relacionarse con la función poética –en el caso de su búsqueda estética–, e incluso con la función emotiva.

Actualmente, podemos ver que en el texto informativo se utilizan un conjunto de lenguajes integrados. La comunicación verbal es muy común verla acompañada por el respaldo de la imagen; tomar la forma de un texto discontinuo.

El texto informativo utiliza como respaldo y como canal de difusión los medios masivos. Desde hace más de 15 años hemos visto como en internet ha tenido un nuevo refugio, que le ha permitido reorientar, agilizar, sus formas de expresión.

Si hablamos de que el texto informativo nos da a conocer un conjunto de acontecimientos, te advertimos lo siguiente: no debes ser un lector pasivo de esos textos; debes convertirte en un lector analítico de esos textos.

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ACTIVIDAD 1• Lee un texto de la página editorial y uno de la primera plana local y establece

las diferencias. Coméntalas en grupo.

La noticia

La noticia se puede definir también como un relato periodístico recien-temente ocurrido que es del interés de los lectores. Este relato debe ser oportuno, veraz y objetivo. Una de las características es que el periodista nunca va a mostrar su opinión, hacer una crítica o un comentario. Sin embargo, algunos autores afirman que en el periodismo no todo es objetividad.

Algunos teóricos del periodismo recomiendan «redactar notas infor-mativas siguiendo la estructura de la pirámide invertida. Con una entrada que resuma lo más importante de la noticia; se les solicita la precisión y la concisión en el lenguaje y que no utilicen la primera persona en el relato» (Lourdes Romero). Esta entrada aportará los datos mínimos suficientes para que el lector se entere: ¿qué pasó?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿quién proporcionó el informe o efectuó la declaración? Posterior-

mente en el desarrollo de la noticia se presentarán otros detalles que responderán a preguntas: ¿cómo ocurrió o fue dicho?, ¿qué dijo la contraparte implicada?, ¿qué consecuencias tuvo el hecho o la declaración?

Algunos teóricos del pe-riodismo como Alex Grije-lmo, han dicho que la «pi-rámide invertida está en desuso» ya que gracias a la

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computadora se puede cortar, mover o reescribir el texto de una noticia para acomodarlo al espacio o tiempo disponible en el medio. Alex Gri-jelmo agrega además a las seis preguntas básicas las siguientes: ¿según quién?, ¿para qué?, ¿cuánto?

A pesar de las polémicas o debates que se puedan suscitar, y que son necesarios, respecto al uso de la pirámide invertida, consideramos que es necesario utilizarla como punto de partida para la elaboración de noticias.

Lee la siguiente noticia. Aplica todas las estrategias de lectura que recuerdes.

leCtura 1

Cochoapa el grandeEl municipio más pobre de América Latina, reporta la onu

Sergio Ocampo

Chilpancingo, 19 de marzo. De acuerdo con un reporte de la Orga-nización de las Naciones Unidas (onu), el municipio de Cochoapa

el Grande, ubicado en La Montaña alta, es el más pobre de la entidad y de América Latina, categoría en la que ha desplazado al de Metlatónoc, informó Crispín de la Cruz Morales, secretario de Asuntos Indígenas del gobierno del estado.

Entrevistado en esta capital, el funcionario señaló que según este reporte, Cochoapa el Grande rebasó a Metlatónoc en lo que se refiere a marginación y subdesarrollo; «es difícil reconocerlo, pero en la estadís-tica nacional se reportaba que en Guerrero se encontraban nueve de los municipios clasificados entre los más pobres del país, aunque tenemos entendido que en estos últimos días se menciona que ya son 12 los que cuentan con menor desarrollo humano».

De la Cruz Morales reconoció que en tan sólo un año el número de municipios pobres en Guerrero se incrementó 25 por ciento, «lo cual es algo muy preocupante».

Recordó que esta situación obligó a 35 mil jornaleros agrícolas a emigrar a estados del norte del país «y, según cálculos, para el 2007 la cifra ya se incrementará a más de 40 mil jornaleros».

Explicó el funcionario estatal que Metlatónoc dejó de ser el municipio más pobre del país, a partir de que el Congreso del Estado aprobó la creación de Cochoapa el Grande el 10 de noviembre del 2002; «ahora la Organización de las Naciones Unidas (onu) nos dice que ese es el municipio más pobre del estado».

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«Entre Cochoapa el Grande, Metlatónoc y Tlacochistlahuaca forman un triángulo que colinda con el vecino estado de Oaxaca, en donde se concentran altos niveles de pobreza, a pesar de que todavía existen recursos como agua, tierra y bosque, elementos que se pueden manejar como fortalezas para impulsar acciones para reconstituir el tejido social», señaló el encargado de los asuntos indígenas de Guerrero.

La noticia que leíste, condensa prácticamente lo más importante en el primer párrafo. En el desarrollo de la noticia se van dando a conocer algunos aspectos más específicos que sustentan en cierta forma lo que ya se dijo. Al final hay un párrafo al que se denomina remate y se encarga de puntualizar o reiterar algún dato.

No hay que olvidar que hay dos elementos muy importantes de ini-cio en la noticia: estos son el título y el sumario. El primero sintetiza el tema de la noticia. El segundo señala uno o dos aspectos importantes que se dirán en ella.

En el periodismo se le denomina pirámide invertida a la estructura de la noticia, ya que es contraria a la estructura del relato policiaco. En este tipo de relatos se van develando de manera paulatina los acontecimientos (por ejemplo el culpable del crimen aparece hasta el final en el relato clásico) y en la noticia lo sustancial del hecho se da a conocer desde la primer párrafo.

leCtura 2

EU detuvo en mayo a 2 mil 400indocumentados con antecedentes

Realizó un operativo de 7 días a escala nacional en el programa Comunidades SegurasMúltiples quejas por la expulsión del país de inmigrantes que no han cometido ningún delito

Periódico La JornadaMiércoles 22 de junio de 2011.

Washington, 21 de junio. El gobierno estadunidense anunció este martes la detención de más de 2 mil 400 inmigrantes con an-

tecedentes penales o fugitivos de la justicia en una operación a escala nacional realizada en mayo. El operativo duró siete días y todos los de-

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tenidos tenían antecedentes penales, señaló la Agencia de Inmigración y Fronteras (iCe, por sus siglas en inglés). De los aprehendidos, 22 por ciento tenía orden de deportación.

Los resultados de esta operación subrayan el compromiso del iCe de arrestar a los criminales extranjeros convictos que dañan nuestras comunidades, aseguró el director de la agencia, John Morton. La iCe tuvo que presentar la semana pasada cambios en su principal programa de arresto y deportación de indocumenta-dos con antecedentes penales, debido a las críticas de gobernadores, policías y asociaciones civiles.

El programa Comunidades Seguras, que empezó hace dos años, compara las huellas dactilares de los detenidos por un crimen con las bases de datos migra-torios del Departamento de Seguridad Interior (dhs por sus siglas en inglés) para saber si están en el país legalmente, y si no, iniciar su deportación.

A partir de ahora, ninguna víctima de un crimen podrá ser sometida a procedimientos de deportación, y las detenciones para verificar el estatus migratorio serán de un máximo de 48 horas.

El dhs detuvo a 517 mil extranjeros durante el año fiscal 2010 (oc-tubre de 2009 a septiembre de 2010), de los cuales, 83 por ciento eran mexicanos. Las deportaciones ascendieron a 387 mil, de las cuales 169 mil eran inmigrantes con antecedentes. Entre los dos mil 500 detenidos hay convictos por narcotráfico, pederastia, abuso de menores, robo a mano armada, lesiones agravadas y falsificación de documentos, precisó la iCe en un comunicado difundido este martes.

La operación de mayo pasado es considerada la más grande desde diciembre de 2009, precisó el informe. En la semana del operativo intervinieron más de 500 agentes de la iCe apoyados por la oficina de inspección del servicio postal, el servicio de seguridad diplomática, la oficina de protección fronteriza y aduanera, policías estatales y locales, y la oficina de alguaciles federales.

En el contexto de la reforma integral de migración, que fue una de las promesas de campaña del presidente, Barack Obama, y en vísperas del año electoral, el gobierno de Estados Unidos anunció el pasado viernes las reformas al polémico programa que busca deportar criminales, ante las crecientes críticas de gobernadores, policías y organizaciones que denuncian violaciones de derechos civiles y la expulsión de personas que no enfrentan cargos.

Morton informó en teleconferencia una serie de modificaciones al

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programa Comunidades Seguras para responder a las preocupaciones latentes. Aseguró que el programa está enfocado a expulsar a quienes hayan cometido delitos graves y explicó que criminales representan 70 por ciento de los deportados.

Pero en las últimas semanas se multiplicaron las denuncias de expul-siones de personas que no enfrentaban cargos o incluso de víctimas que al denunciar un crimen eran detenidas y, al no tener papeles, deportadas. Al coro de críticas de organizaciones, se unieron legisladores de origen latino del Congreso y tres estados: Illinois, Nueva York y Massachusetts, que decidieron no participar en el programa.

Además, Morton anunció la creación de un comité asesor que estará integrado, entre otros, por defensores de los derechos de los migrantes y fiscales, para que evalúe las mejoras que se le pueden hacer al programa.

El primer asunto sobre el que se les pedirá opinión será qué hacer con indocumentadas que sólo hayan incurrido en infracciones de tránsito.

Organizaciones de defensa de los migrantes saludaron las modifica-ciones, pero señalaron que no eran suficientes. El programa tiene serios problemas al ser puesto en práctica y erosiona la confianza entre las comunidades y las policías, dijo Ali Noorani, director del Foro Nactional de Inmigración.

El gobierno de Obama defiende una reforma migratoria integral que regularice la situación de los 11 millones de indocumentados en Estados Unidos, la mayor parte latinos, pero afirma que mientras tanto debe cumplir las leyes migratorias, aunque en materia de deportaciones el acento debe ser puesto en la expulsión de criminales.

ACTIVIDAD 2

• Contesta algunas de las preguntas que se te dan a conocer en esta noticia:1. ¿Qué sucede o qué se cuenta en la noticia?____________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

2. ¿Quién lo dijo?_________________________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

3. ¿Dónde sucedió? ________________________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

4. ¿Quién informó? ______________________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

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ACTIVIDAD 3

• A partir de un acontecimiento de tu escuela o de tu comunidad redacta una noticia.

5. ¿Cómo ocurrió o fue dicho? ______________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

6. ¿Qué consecuencias tuvo el hecho o la declaración?__________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

7. ¿Qué piensas al respecto?__________________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

La crónica

Sobre lo que es la crónica nos dice el escritor mexicano Juan Villoro: “La crónica tiene un contrato irrenunciable con la verdad (o con aquello que el cronista considera verdadero). No puede falsear los datos, depende de ellos. Una de las características de una buena crónica es que en algún momento debe llamar la atención sobre su importancia periodística, es decir, debe decir cuál es la noticia que justifica el texto… El cronista tiene que establecer empatía con su tema, ganarse la confianza de sus testigos, procurar la objetividad”. (Suplemento cultural La Jornada).

Utilicemos como ejemplo una crónica de Elena Poniatowska donde nos representa un fragmento de la tragedia del terremoto ocurrido en la Ciudad de México en el año de 1985.

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leCtura 3

Las voces del temblor

Elena Poniatowska.

Y la ciudad se divide, gente que lo sabe y que no lo sabe…gente que, a toda prisa, desaloja las aulas porque la escuela se derrumba….

gente que termina su ejercicio matutino y se apresta a la ducha. Parques y jardines quedan vacíos. Y gente que enfrenta la tragedia: que remueve escombros, que rescata cuerpos sin vida, que salva existencias, que con trapos y franelas desvía el tránsito de las zonas aledañas. Gente que lucha dentro de las llamas.

Antes de las cuatro de la mañana, la malla de la ciudad se aprieta de cargueros, autobuses y transportistas que van cubriendo la zona metro-politana. 2,500 metro cuadrados son recorridos de una punta a otra en pesero, combi, minibús, ferrocarril suburbano, autobús foráneo o urbano, metro, moto o bici, de aventón o como se pueda, por hombres y mujeres que van a la chamba, niños y niñas que van a la escuela; la red vial lo atrapa todo.

Tres cuadras más hacia el centro se desploma el edificio de la pro-curaduría y en la calle Victoria, la Central de teléfonos. En la Avenida Juárez, el Hotel Regis, el Conalep en Humbolt cercano a Balderas, el hotel Romano es un gigantesco mil hojas. La ciudad está cubierta por el polvo, que raspa la garganta, sale de cientos de edificios; asfixia el polvo, lo cubre todo. Aterrados, los madrugadores tratan de abrirse

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leCtura 4

Crónica del 8 de Mayo: Campanas, Marcha, Causas, ¡Ya Basta!

Jenaro Villamil

A las 16 horas del soleado domingo 8 de mayo tañen las campanas de la Catedral metropolitana. Es el saludo, es el llamado a la homilía

cívica, es la innegable presencia de una corriente cristiana comprometida que acompaña al contingente que encabezan Javier Sicilia, Olga Reyes

paso en medio de esa neblina café, terrosa. De pronto esa voz: “está ardiendo el Regis”. Alguien ha prendido un radio de transistores, en un coche estacionado. El locutor anuncia: “se acaba de caer una parte del conjunto Pino Suárez”.

Texto tomado del libro Nada, nadie. Las voces del temblor de Elena Poniatowska

Si la raíz etimológica de crónica se refiere a los sucesos narrados por orden de tiempo, veremos que el texto que leíste sigue una coherencia temporal, ese es uno de los requerimientos esenciales de la crónica. El cronista debe ser un buen observador de su reali-dad, tomar en cuenta todos esos pequeños detalles que configuran y representan la importancia que puede tener un acontecimiento. Un buen pretexto para realizar una crónica puede ser una marcha, un mitin, un concierto, la forma en que una sociedad de un determinado espacio geográfico se dirige a su trabajo todas las mañanas. La crónica puede repre-sentar —intentando ser fidedigna— acontecimien-tos, costumbres, rituales de un determinado grupo social o de un ciudad. En México tenemos grandes cronistas: Juan Villoro, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, son tan sólo algunos de los ejemplos. Éste último ha escrito crónicas sobre una infinidad de temas. El caos en la ciudad de México, los movimientos del 68, los gustos de la cultura popular, el temblor del 85, las conductas corruptas de los políticos han sido algunos temas de sus excelentes crónicas.

Carlos Monsiváis fue uno de los grandes cro-nistas de lengua hispana de los últimos 50 años.

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y decenas de activistas más que partieron tres días antes de Cuernavaca, Morelos para aglutinar a miles de personas en la Marcha por la Paz, la Justicia y la Dignidad que entra al Zócalo capitalino.

En torno a la convocatoria de Sicilia, escritor, poeta, analista y ahora cabeza visible de este movimiento en ciernes se entrelazan como en un crisol de pluralidades, múltiples causas, agravios, ciudadanos insumi-sos, encabronados con los efectos de esta guerra con 40 mil muertos (según cifras oficiales), miles de desaparecidos, miles de “levantados”, golpeados, torturados por esos mismos que el gobierno federal insiste en presentarnos como “los buenos” que luchan contra “los violentos”.

Ahí vienen sobre las calles de 5 de mayo, de Madero, de 16 de Sep-tiembre los que se unieron al contingente que partió de Ciudad Univer-sitaria, después de la jornada electrizante del sábado 7 de mayo, con el Réquiem de Mozart como trasfondo espiritual y emotivo de quienes no conciben la protesta sin arte.

Sobre la avenida del Eje Central marcharon los indígenas de San Juan Copala, Oaxaca, con sus trajes rojos, elegantes, fuertes como árboles del tiempo; comunidades indígenas de Morelos, de Michoacán y de Guerrero, víctimas de la reciente ola de violencia racista y narcotizada; también el contingente de madres de jóvenes asesinadas en Ciudad Juárez, con su emblemática cruz rosada de protesta contra los feminicidios.

También marchan la familia Le Barón que se enfrentó a la doble violencia de los cuerpos policiacos y criminales en Chihuahua, portando

el lábaro patrio; las víctimas de Tamaulipas, estado castigado por la barbarie, la renuncia anticipada de la razón ante el terrorismo persistente; los padres de los niños asesina-dos por la negligencia oficial en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora; las viudas de los mineros de Pasta de Conchos, Coahui-la; un movimiento de presos políticos de Tlaxcala; quienes portan un enorme cartel demandado “Justicia para Betty Cariño Iyri Jaakola”, entre decenas de contingentes.

Con los agraviados directos los solida-rios y activistas: desde los estudiantes de la unam, los maestros de Chapingo, hasta

integrantes de Amnistía Internacional, Unión de Vecinos 15 de Septiem-bre, México Unido contra la Delincuencia, artistas con performances, sanqueros y hasta quienes portan unas máscaras de Carlos Salinas, Vicente Fox y Marcelo Ebrard y piden la legalización de la mariguana.

Banderas, pancartas, carteles, consignas que gritan en silencio por todos lados: “¡Calderón ya incendiaste a la nación!”, “Sí a la Guerra,

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porque la Paz no es Negocio”, “Estamos hasta la madre de chivos ex-piatorios, Caso Tlaxcala, expediente 01/2011”, “Sí a la Educación, no a la Militarización”, “¡No más Sangre!”, “¡Basta ya!”, “La comunidad indígena de Cher-an, Michoacán exige seguridad y paz”, “sin derechos humanos no hay seguridad”, “¡Esto no es una guerra, es un negocio!”, decenas, cientos, miles de consignas. Incluso, un señor que porta un cartel de la Iglesia dialéctica que “está en todas partes”.

La imagen del emblema “¡No más Sangre!”, creado por los cartonistas más críticos y leídos de la prensa mexicana (Rius, El Fisgón, Helguera, Hernández) se ve en todas partes, en especial, alrededor de la explanada del palacio de Bellas Artes donde familias enteras y jóvenes capitalinos se reúnen desde las 11 de la mañana en el taller ciudadano de carteles de protesta. Como telón de fondo, las fuentes de Salto del Agua y de Bellas Artes teñidas de rojo, protesta visualmente impactante en toda la Ciudad de México.

“¡Estamos hasta la madre!” y “¡No más Sangre!” son las frases más vistas en esta marcha que miles de ciudadanos le expropiaron al gobier-no, a los partidos y a las televisoras. ¿Dónde está la Iniciativa México y su parafernalia? ¿Dónde está la cobertura de las grandes cadenas nacio-nales? Sólo cortes informativos en Forotv, de Televisa, o Mileniotv, de Televisa, y en menor grado en tv Azteca para que no digan que invisibilizaron la protesta más numerosa y simultánea (33 ciudades de la República y del extranjero) hasta ahora contra la estrategia de guerra contra el narcotráfico.

Pioneros y pioneras de éstas y otras muchas causas están presentes también. En la pared del palacio de Bellas Artes, doña Rosario Ibarra de Piedra, senadora e incansable luchadora de los desaparecidos, a sus 84 años, hace manifiesta su protesta de más de treinta y cinco años del Comité Eureka!:

“La exigencia debe ser clara. No queremos la militarización. Las fuerzas armadas que, pasando encima de la Constitución, realizan labores policiacas deben regresar a sus cuarteles y que, pasando encima de la Constitución, realizan labores policiacas deben regresar a sus cuarteles y junto con ello acabar con la impunidad, castigar a los culpables de estos crímenes y presentar a los desaparecidos. Obviamente lograr lo anterior requiere, en vez de un acuerdo con el actual gobierno, un cambio radical cuyas posibilidades ya anuncia esta gran movilización nacional”, se lee en el comunicado que reparte doña Rosario.

En sus palabras, la senadora y ex candidata presidencial de 1982, tiempos de picar piedra, también hay una crítica a la estrategia que algu-nos integrantes de la marcha han planteado.

“¡Fuera Calderón!”, Fuera García LunaHago un sondeo con los amigos, los ciudadanos con quienes me

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encuentro y percibo que el mensaje televisado de Felipe Calderón, el miércoles 4 de mayo, más su discurso belicoso de la Batalla de Puebla, generó mayor malestar y sentido de agravio. Un presidente que regaña, que se pone a la defensiva, incapaz de asumir una mínima autocrítica o de anunciar el menor cambio a su “estrategia” es un presidente que se distancia de los gobernados.

Por eso no es casual ni resultado de una conjura radical que al filo de las 17 horas, cuando inicia la primera ronda de discursos y entre las palabras de Javier Sicilia, retumbe en la explanada del Zócalo el grito: “¡Fuera Calderón!”, “¡Fuera Calderón!” e, incluso, los más enfurecidos exclaman: “¡Muera Calderón!”.

¿De qué se extrañan los guardianes de las buenas fórmulas del servi-lismo gubernamental? ¿Qué querían como respuesta de estos ciudadanos encabronados ante un presidente incapaz de la mínima rectificación? ¿Querían acaso, que gritaran “¡Fuera el Chapo Guzmán!” cuando todo mundo sabe, intuye o sospecha que el capo del Sexenio ha penetrado en las estructuras encargadas de combatirlo?

Javier Sicilia, en un rapto de claridad y de audacia, improvisa en su discurso el reclamo de la renuncia de Genaro García Luna, el incom-bustible secretario de Seguridad Pública, el mismo que ha prometido siete años más de sangre, dolor e impunidad para “saber que vamos por buen camino”.

“Queremos oír un mensaje, con la renuncia (de Genaro García Luna) un mensaje del presidente de la República, diciendo que sí nos oyó. La violencia nos va a llevar a más violencia. Estamos pidiendo esta renuncia para evitar más violencia”, arengó.

Fue en ese momento que muchos de los miles de asistentes (más de 100 mil para distintos observadores) gritaron: “¡Fuera Calderón!” y hasta “¡Muera Calderón!”. Sicilia replicó: “Que no muera; que lo despidan”. Un peculiar diálogo que no puede evitar el equívoco.

Horas después de la marcha, el gobierno federal dio su respuesta. Un comunicado de la Secretaría de Gobernación, tan burocrática como insensible pretendió dar lecciones de certeza:

“Los efectivos militares, navales y de la Policía Federal no generan violencia”, dice la primera frase del séptimo párrafo (seguramente se desplazan repartiendo flores y globos blancos a lo largo de la República, diría la R. de Monsiváis).

“Su presencia hoy es indispensable ante la falta de capacidades de diversas corporaciones policiacas estatales y municipales para enfrentar con eficacia la delincuencia” (entonces es la carencia y no la eficacia lo que nos condena a aguantar la militarización policiaca, ¡vaya diagnóstico garcíalunesco!).

“Su compromiso y desempeño permiten la reconstrucción de las

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instituciones locales en la convicción de una seguridad duradera y autén-tica será sólo posible cuando las autoridades municipales y estatales estén en posibilidades de cumplir con su primera responsabilidad: la seguridad ciudadana” (¿Alguien entendió la sintaxis de este párrafo? ¿Será que los habitantes de Tamaulipas, Nuevo León, Chihuahua y Guerrero se pondrán de pie con la convicción de que los efectivos militares, navales y policiacos han traído paz y han reconstruido instituciones locales?).

Nadie sabe, a ciencia cierta, a quién quieren convencer con esta parrafada.

El mitin transcurre. Hay contingentes que se retiran esperando la convocatoria a una nueva movilización. Es el inicio de algo que demanda un ejercicio de claridad, persistencia y pluralidad en un país atenazado por la guerra sucia discursiva, publicitaria y real durante el último lustro.

ACTIVIDAD 4• Aplica alguna estrategia de lectura al texto de Jenaro Villamil.

Elaboración de una crónica

Para elaborar una crónica implica ser un buen observador, además de saber manejar una serie de recursos narrativos y descriptivos. Lo primero porqué en nuestro tema u objeto de escritura no debemos omitir elementos ni detalles, lo segundo porque debemos saber ordenar y narrar de una manera coherente y cohesionada aquellos acontecimientos de nuestra crónica. Muchas veces al elaborar una crónica debemos sabes describir una calle, a una persona, describir una conducta o sintetizar la conducta que tienen un conjunto de individuos en determinado momento. Tener en claro que la crónica va a ser una síntesis textual organizada de manera cronológica de un acontecimiento o de un aspecto relevante de nuestra sociedad.

El proceso de composición de una crónica es muy similar al de otro tipo de textos. Sin embargo, aquí se le agrega otro elemento que es de suma importancia: el hecho de salir y observar sobre aquello que se quiere escribir. Por eso para hacer una buena crónica es necesario:a) Realizar un conjunto de interrogantes sobre eso que vas a escribir:

¿Sobre qué voy a escribir? ¿Qué extensión va a tener mi texto? ¿Quié-nes serán mis posibles lectores? etcétera.

b) Tomar notas sobre aquello que quieres escribir c) Hacer acopio de ideas

Juan Villoro es en la actualidad uno de los mejores cronistas de

México.

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d) Ordenar esas notas y esas ideas de manera cronológica, ubicando los posibles párrafos.

e) Elaborar un primer borradorf) Revisar y corregirg) Replantear el texto si es necesarioh) Elaborar un texto final

ACTIVIDAD 5• Elabora una crónica.

Tanto Elena Poniatowska como Jenaro Villamil son grandes observadores de la realidad. Al igual que ellos, puedes realizar una crónica a partir de algún acontecimiento ocurrido en tu escuela, en tu colonia o en cualquier parte de tu ciudad. No te olvides de tomar notas, hacer acopio de tus ideas, planear tu texto, ela-borar un borrador y corregir las veces que sean necesarias.

El artículo

En algunas ocasiones queremos que aquello representado en un texto noticioso vaya un poco más allá del acontecimiento mismo; pasar esas barreras de nuestra intención, representar los hechos de la manera más fidedigna; hacer participar un conjunto de valoraciones críticas para ver de otra forma nuestra realidad; expresar nuestras ideas sobre un acon-tecimiento por medio de un lenguaje que persuada y orientar al lector.

A veces no basta con decir que el primero de enero de 1994 sucedió el levantamiento zapatista armado, o que el 23 de marzo de ese mismo año asesinaron a Luis Donaldo Colosio. Queremos también comentar el acontecimiento, dar a conocer nuestras hipótesis sobre las repercusiones que puede tener un suceso. Es entonces cuando la estructura de la noticia es limitada y recurrimos a un tipo de texto informativo que permite la participación de nuestro ejercicio argumentativo y crítico para observar un suceso. Esta posibilidad nos la entrega un texto informativo que se denomina el artículo. El artículo es un texto en donde se presenta una postura personal frente a un acontecimiento, o un problema de actualidad que despierte el interés de una comunidad de lectores. Este tipo de textos por lo regular están presentes en la sección editorial de un periódico. Leamos el siguiente artículo.

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leCtura 5

Diálogo en la superficie*

Macario Schettino

MéxiCo, d.f. (apro).- Muchas reacciones ha provocado el diálogo que este jueves sostendrán Felipe Calderón y un grupo represen-

tativo de víctimas de la guerra que el presidente declaró hace casi cinco años y que a la fecha ha generado 40 mil muertes, 10 mil desaparecidos y miles de desplazados en todo el país.

Lo más sorprendente es que muchas de las reacciones negativas sean de agrupaciones sociales que inicialmente se sumaron al movimiento ciudadano encabezado por Javier Sicilia y que ahora quieren desconocerlo porque no enarboló las causas de estos grupos, que son más políticas que de justicia a las víctimas.

Hasta antes de finales de marzo, cuando se registró el asesinato del hijo del poeta en Cuernavaca, Morelos, los movimientos existentes en contra de la guerra declarada por Calderón, como el de “No más sangre”, estaban encaminados a exigir la desmilitarización de la estrategia oficial de combate al narcotráfico y de la violencia que ésta ha generado, ocasionando miles de muertes; también en la demanda de investigar el paradero de los miles de desaparecidos que hay desper-digados por todo el país, principalmente en el norte y el Pacífico.

A principios de enero, Eduardo del Río (Rius) y otros cartonistas, como Rafael Barajas, El Fisgón, y Antonio Helguera, lanzaron la cam-paña “¡Basta de sangre!” bajo la consigna de manifestar el repudio a la guerra de Calderón.

“Queremos hacerle ver al gobierno que ya estamos hasta la madre de vivir esta situación de angustia y temor generalizado. Esperamos que la gente se una a esta campaña y deje de estar cruzada de brazos viendo a ver cuándo se le ocurre al gobierno parar esta absurda guerra que no está sirviendo de nada”, dijo Rius en entrevista con Cnn-México.

Desde entonces realizaron una cruzada mediática y social de pegotes y cartulinas invitando a la ciudadanía a colocar el logo de “No + sangre” en sus casa, negocios y autos.

No tenían otra consigna y no se trataba de un movimiento de víctimas como sí lo era el que organizó la diócesis de Saltillo, a cargo de Raúl Vera, con las Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fun-dec) que, desde diciembre del 2009, fue la primera instancia ciudadana en comenzar el registro de las desapariciones forzadas que, de acuerdo con

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la Comisión Nacional de Derechos Humanos (Cndh), suman más de 5 mil de 2006 a principios de año, pero que extraoficialmente podría ser el doble. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, es su lema de lucha.

Otras agrupaciones de Chihuahua, principalmente en Juárez, también ya estaban trabajando con muchos esfuerzos y valentía con familiares de muertos y desaparecidos, dando asistencia psicológica, física, de salud y seguridad.

Y activistas como el padre Oscar Henríquez, del Centro de Dere-chos Humanos “Paso del Norte”, se decidieron a dar la atención que el

gobierno del estado –y el federal–, les negaban a todas estas familias.

Mientras en el sur destacaba el trabajo del padre Alejandro Solalinde, al frente del albergue para migrantes “Hermanos en el Camino”, ubi-cado en Tehuantepec, Oaxaca, pero abarcando Chiapas y Guerrero.

Con su propio trabajo y con muchos riesgos, el padre Solalinde se ha dedicado a proteger y denunciar el abuso, extorsión, asesinatos, desapa-

riciones y vejaciones de que son objeto los migrantes de Centro y Suda-mérica por parte de autoridades y de grupos del crimen organizado. Sin embargo, no había un movimiento que los articulara o que los vinculara bajo una misma preocupación y objetivo: la justicia para los miles de muertos y desaparecidos, así como la exigencia al gobierno federal y de los estados de atención a sus familias que se quedaron en el desamparo.

Con muchos errores y tropiezos, falta de organización y retrasos, a finales de marzo comenzó a gestarse en Cuernavaca el Movimiento de Paz con Justicia y Dignidad que hoy encabeza Sicilia. Las primeras ma-nifestaciones de este grupo ciudadano se dieron incluso sin la presencia del poeta, quien se encontraba en Filipinas, pero desde entonces sus integrantes exigían justicia para las víctimas.

Esta demanda se ha mantenido en el curso de las dos marchas rea-lizadas en abril y mayo, así como en la caravana de seis días que salió de Cuernavaca y culminó en Juárez. En todo este tiempo y en cada oportunidad, así como en reuniones internas de trabajo, el poeta Sicilia ha mantenido la posición de que este es un movimiento de víctimas, sin pretensiones políticas o electorales.

Aunque también ha manifestado que para que la sociedad tenga he-rramientas de defensa legal, es necesaria la reforma política que incluya la inclusión del referéndum, plebiscito, revocación de mandato, voto blanco y candidaturas ciudadanas.

Desde el inicio de las movilizaciones, Sicilia no se negó a estable-cer un diálogo con Calderón e incluso los tuvo en dos ocasiones de

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manera privada. Pero después de la megamarcha del 8 de mayo, cuando exigió la renuncia del secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, ante la invitación de reunirse nuevamente en privado en Los Pinos, el poeta contestó que el encuentro tendría que ser público, con las víctimas y para discutir los temas de justicia, cambio en la estrategia militar de combate al narcotráfico y la reforma política.

Hoy, luego que con muchos pro-blemas se acordó el encuentro con Calderón, el movimiento ha tenido muchos roces con agrupaciones sindicales, estudiantiles, sociales e incluso con algunos grupos intelectuales que acusan a Sicilia de no haber segui-do su agenda de no dialogar con el panista, a quien desconocen como presidente o a quien acusan como responsable de las miles de muertes y desapariciones, exigiendo incluso su juicio político.

A través de las redes sociales, algunos incluso amenazan con “expulsar” a Sicilia de su propio movimiento sin tomar en cuenta que él le dio forma y contenido, a través de las manifestaciones, marchas y la caravana que fueron apoyadas en más de 30 ciudades en todo el país y en el extran-jero. Esas organizaciones y personalidades, si en algún momento vieron al movimiento ciudadano como la oportunidad para cris-talizar su propia agenda, al fracasar en sus pretensiones seguramente retirarán el apo-yo que dieron inicialmente y dejarán solas a las víctimas en su demanda de justicia.

Y los únicos beneficiados con esta atomización serán los grupos del crimen organizado y el gobierno federal. Los primeros porque seguirán imponiendo su

atmósfera de terror y el segundo porque se quitará de encima el riesgo de que la sociedad alcanzara mayores niveles de organización, con el impulso de acciones de resistencia civil como el voto blanco en las elecciones presidenciales de 2012.

Así, una vez más, estaremos observan-do otro capítulo de la fragmentación de la sociedad civil mexicana que, en contraste con otros pueblos o países igualmente en crisis, no ha logrado el suficiente consenso para caminar unida, sino ir por caminos separados, bajo la complacencia y bene-plácito del gobierno en turno, al que se le hace más fácil gobernar una sociedad dividida y desorganizada, preocupada por sus propios intereses, que a una ciudadanía coordinada y unida.

*Publicado en el semanario el 22 de junio del 2011 en el semanario Proceso.

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En la lectura del texto que realizaste, se informa sobre el encuentro por la paz que mantuvieron Javier Sicilia y Felipe Calderón. Durante la primera parte del texto se sintetizan algunos aspectos relacionados con este evento. En la parte escrita a dos columnas, el autor del artículo re-flexiona y da su postura personal sobre este tema, sobre las repercusiones que puede tener el movimiento por la paz en un futuro.

ACTIVIDAD 6• En esta actividad se recomienda que rescates algún tema, acontecimiento

o problemática de relevancia. Toma notas, haz acopio de ideas para la realización de un artículo.

Con el fin de realizar una mejor planeación de tu artículo y lograr un texto con una mejor cohesión y coherencia, te presentamos algunas estrategias de textualización.

Textualización

Vale la pena puntualizar que una estrategia adecuada para la realización de tus escritos es la textualización. Textualizar es la acción de tejer ideas. La textualización escrita, implica plasmar las ideas a través de símbolos. Esto es lo que llamamos escribir.

Textualizar es el acto de escritura a través de estructuras culturalmente determinadas (superestructuras y macroestructuras) que evolucionan con el tiempo. Hoy en día, se utiliza el párrafo como una estructura de textualización. Sabemos que eres capaz de identificar los párrafos y ahora pretendemos que los utilices correctamente, tanto para comprender la lectura como para propiciar textos correctamente escritos.

La práctica de la textualización parte del plan de composición que se elabora previo a la escritura. Ahí se define el número de ideas que se trabajarán, si estas ideas se trabajarán todas juntas, cada una por separado o cada una formará una estructura más compleja (capítulo o apartado).

Pongamos un ejemplo:

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ACTIVIDAD 71) A partir del acopio de ideas de la actividad anterior, elabora un esquema

en donde sintetices la idea que vas a desarrollar en cada párrafo. Recuerda que por ser un artículo, tienes que destinar algunos párrafos a desarrollar tu postura personal respecto al tema.

2) Posteriormente realiza el primer borrador de tu artículo.3) Realiza una primera revisión de tu escrito y corrige.4) Presenta tu artículo en limpio.

Si se parte de un esquema o cuadro sinóptico, se puede generar un texto donde cada idea del esquema o cuadro sinóptico se convierta en un párrafo. Para lo cual es necesario desarrollar y perfeccionar la cons-trucción de escritos por medio de párrafos.

Si en un esquema como el del ejemplo, hay nueve ideas, por lo menos debemos tener nueve párrafos de contenido.

La entrevista

Entrevista tiene la finalidad de dar a conocer a un lector o a un espec-tador aquello que piensa una persona sobre un tema o un problema determinado. En ella el periodista utiliza una serie de recursos narrati-vos y descriptivos para situar de una manera más precisa al personaje y al ambiente. El entrevistado puede ser algún personaje reconocido o cualquier persona. Interesa que el entrevistador sepa sacar de él algún aspecto que se considera relevante para quien lee la entrevista.

Así el entrevistador formula preguntas que estimulan al sujeto en cuestión para que se explaye, de manera que estos datos sirvan para cons-truir una imagen más o menos clara de su personalidad. “Precisamente la habilidad de un entrevistador no está en el número de preguntas que sea capaz de plantear, sino en aquéllas pocas que motiven a hablar al entrevistado. Sobre todo debe conducir el diálogo de tal forma que las intervenciones del sujeto sean significativas.”

Hay dos aspectos esenciales para lograr una buena entrevista: saber escuchar y lograr que nuestras preguntas sean interesantes y sugerentes. Una mala pregunta puede distorsionar el sentido de nuestra entrevista, la puede hacer lenta y aburrida. Ignorar el tema sobre el que queremos hacer nuestra entrevista, así como interrumpir a nuestro entrevista-do, son también dos errores que son imperdonables en este género

El periodista Julio Scherer entrevista al subcomandante

Marcos.

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informativo. En los medios masivos de comunicación todos los días vemos y escuchamos entrevistas. Éstas son por supuesto de la más diversa calidad.

Algunos estudiosos del tema, dividen la entrevista en dos tipos bá-sicos:a) Entrevista de personaje: en ellas se intenta rescatar la personalidad

del entrevistado, lo que piensa, hace y cree. Se puede indagar tam-bién sobre su pasado, su formación y sus expectativas. este tipo de entrevistas se les realizan a algunos artistas, profesionistas o gente reconocida en algún medio, sin embargo también pueden entrevis-tarse a héroes anónimos, a gente que es tal vez poco conocida, pero importante en el desarrollo de una sociedad.

b) Entrevista informativa o de noticia. Aquí el interés se centra en la participación de la persona en el acontecimiento noticioso, o bien, en obtener sus opiniones sobre el mismo. “Se utiliza con frecuen-cia porque representa el factor humano dentro de un hecho, y nos presenta los puntos de vista contrarios, para darnos un panorama objetivo de los acontecimientos.”

Para lograr un trabajo de calidad es recomendable que te prepares para ello siguiendo tres aspectos básicos:1) La búsqueda de información sobre el tema o el personaje que se va

a entrevistar. aquí no se vale tratar de conocer al personaje a última hora.

2) Hay que seleccionar ese aspecto del personaje que más le pueda interesar al público.

3) Hay que realizar un listado de preguntas. Tal vez durante la entrevista surjan algunas preguntas nuevas o bien se omitan algunas de las que ya llevabas preparadas.

Leamos ahora el siguiente ejemplo:

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leCtura 6

Jorge Román Lagunas formula algunas preguntas a Sabato

(Entrevista)

1) Usted ha declarado lo siguiente: “Yo escribo para no morirme de tristeza en este país desdichado”, ¿Por qué “desdichado”?

... La Argentina es un país de inmigrantes y probablemente el fenó-meno sociológico y espiritual de Buenos Aires, que pasó en medio siglo de 200 mil habitantes a 8 millo-nes es único en el mundo. El crecimiento violento y tumultuoso de esta urbe, la llegada de centenares de miles de seres esperanzados y su casi siempre inevi-table frustración, la nostalgia de la patria lejana, el resentimiento de los nativos contra los invasores, la sensación de fragilidad y de transitoriedad, la sustitu-ción reiterada de jerarquías, todo ha provocado esta mentalidad problemática y angustiada del argentino. Si el hombre es transitorio en Roma o en Cuzco, aquí lo es por partida doble, ya que tenemos la sensación de vivir en medio de un campamento, sin ese respaldo de eternidad que allá es la tradición milenaria. Esta problemática se ve hasta en el tango, ese suburbio de la literatura. Me refiero, claro está, a los tangos “filosó-ficos”, del género de “Cambalache”.

2) ¿Qué tiene en común y qué no la problemática argentina con la de los otros países latinoamericanos?

... En parte ya mi primera respuesta responde a esta segunda que usted me hace. Pero quizá pueda agregar algo, todavía. El mundo entero

Ernesto Sabato (1911), comparte con Julio Cortázar el cetro de la no-vela argentina actual. La traducción francesa de su última obra -Sobre héroes y tumbas- ha obtenido una máxima atención en Europa: al fin -afirman los europeos- América Latina nos da la gran novela barroca que esperábamos; es soberbia y angustiosa, supera a “El tambor de hojalata” de Guenther Grass. Sólo ha publicado dos novelas: El túnel, en 1948, y Sobre héroes... en 1962. La última ha superado los cien mil ejemplares de tiraje. Otras obras -de ensayo- han sido: Uno y el universo (1945), Hombres y Engranajes (1951), Heterodoxia (1953), El escritor y sus fantasmas (1963). Nuestro colaborador don Jorge Román Lagunas visitó a Sabato en Buenos Aires y nos ha entregado esta entrevista exclusiva.

El escritor argentino

Ernesto Sabato.

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está conmovido por una crisis total de sus valores, no sólo económi-cos, sino políticos y espirituales. Como integrantes de la civilización que sufre ese cataclismo tenemos un primer motivo de angustia. Como pertenecientes a una de las líneas de fractura espacial de esa misma civilización (ya que no somos ni Europa propiamente dicha, a causa de la inmigración masiva) tenemos un segundo motivo que es específicamente nuestro. Estamos en el fin de una civilización y en uno de sus confines. Sometidos a una doble quiebra en el tiempo y en el espacio, parecemos destinados a una terrible experiencia. Un habitante de París tienen un único motivo. También un habitante del Cuzco. En esta región de fractura estamos doblemente problemati-zados.

3) ¿Cómo ve usted el futuro de nuestros países, y en particular el de la Argentina? ... Si nos confederamos, podemos llegar a ser una potencia mundial

decisiva, con una lengua y una literatura y una ciencia que puede marcar rumbos en un mundo convulsionado. Si nos separamos por nuestros resentimientos y, nuestros odios provinciales, nos podre-mos contar en esta formidable catástrofe universal. En lo que a mi país en particular se refiere, hemos empezado a ser maduros y a tener conciencia de que a pesar de ser una zona de fractura, como dije antes, pertenecemos por nuestra historia, nuestro territorio y nuestros problemas básicos, al continente latinoamericano. Hemos terminado por advertir a nuestros hermanos más pobres de América, y, con todos los defectos que nos caracterizan, pueden estar ustedes seguros de que las nuevas generaciones consideran con comprensión y amor el destino de los pueblos fraternos. Tenemos muchas fallas de que avergonzarnos y es un rasgo de maduración el que de verdad nos avergüencen, al menos en sus espíritus más altos, que son los que siempre marcan rumbos.

4) ¿Es Argentina un país que lucha con su existencia para lograr su esencia? ... Sí, por lo que dije en mis dos primeras respuestas.

5) ¿Debe el escritor comprometerse políticamente? En particular en nuestra América, ¿debe su obra reflejar el drama de nuestros pueblos?

... Un intelectual lúcido y generoso no puede sino propugnar la li-beración y la unificación de América Latina. La justicia social y la elevación de los pueblos miserables constituyen un imperativo que ningún escritor puede soslayar bajo pena de convertirse en un litera-to apócrifo. Pero debemos ponernos en guardia contra el disparate del “arte social”, principio en virtud del cual es más grande escritor Howard Fast que William Faulkner. Una novela se escribe con todo

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el cuerpo, con la sangre, con la piel, con la cabeza. Con la concien-cia, pero también con los dictados de ese universo oscuro que está debajo de los niveles de conciencia. Por eso expresa la realidad total del hombre y su circunstancia: realidad desgarrada y ambigua. Y por eso, si es auténtica, constituye el más cabal testimonio de la condición humana. A un novelista, pues, no se le debe solicitar (como tantas veces hacen los beatos del catolicismo y del comunismo) que haga propaganda en favor de la Iglesia o de los Soviets, que demuestre tal o cual tesis, que sirva para edificar el alma o para construir el socialismo. Una genuina novela no sirve para esos menesteres. Para eso hay mejores instrumentos: el panfleto, la conferencia de ateneo, el discurso de barricada, el libro de política o sociología, el sermón o el affiche. No la novela. Y aunque esa novela sea áspera y aparen-temente negativa es en todo caso el testimonio de su época y sirve para sacudir las conciencias, para despertarlas y enfrentarlas con los grandes dilemas de la condición humana.

6) Una pregunta que el público siempre espera: ¿podría contarnos algo sobre sus próximas publicaciones?

... “El viento y la muerte”, novela que aún me llevará unos dos años. “Dialéctica de la novela contemporánea”, ensayo sobre la novela y la crisis total del hombre.

Como te habrás dado cuenta, una entrevista se le puede hacer a todo tipo de personajes. Desde los personajes muy conocidos hasta los héroes casi anónimos. De hecho una periodista como Cristina Pacheco les presta más atención a estos últimos. Sus entrevistas claramente nos recuerdan que la sociedad está conformada también por obreros, por taxistas, por gente que sale a la calle todos los días a sobrevivir por medio de su trabajo.

También hay algunos periodistas que van más allá y llegan a realizar entrevistas con cierto grado de riesgo. Aquí vale la pena recordar el caso de Julio Scherer, un periodista que no ha puesto reparos en realizar entrevistas a Presidentes de México, al subcomandante Marcos, a La Reyna del Pacifico, o al “mayo” Zambada. Esta última, por cierto, tuvo una repercusión en muchos ámbitos de la vida social mexicana cuando se publicó en la Revista Proceso.

Te invito a leer la siguiente entrevista al jugador de futbol Diego Armando Maradona. Fíjate muy bien en las preguntas que realiza el reportero pero también en la ubicación que hace del deportista en la introducción

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leCtura 7. entrevista a maradona

“Viví cuarenta años pero valen por setenta”

Los alrededores del complejo La Pradera tienen algo de suburbio, de Gran Buenos Aires: corralones, enormes depósitos con maquinaria

oxidándose al aire libre, las calles con cráteres llenos de agua, un pasto que de tan olvidado se gradúa de yuyo, alguna casa sin puerta, y decenas de trabajadores cubanos que como todos los días esperan el transporte o hacen dedo. Aunque pasaron apenas cinco años desde que abrió, el Spa La Pradera podría pasar por un complejo de veraneo de los 70 en temporada baja: hay poca gente, la cancha de tenis tiene la red floja y el olor a humedad gana por nocaut.

En la casa 1 se estaciona el siempre cuestionado entorno marado-niano: Guillermo Coppola, Carlos Ferro Viera, Evi (una chica amiga de Coppola), el casero cubano Eduardo y una perrita cocker llamada Sofi. A diez metros está la casa 2. Es fácil darse cuenta porque tiene pintada al frente “La Bombonerita” en azul y amarillo. Es la casa de Diego. Mientras en la primera el teléfono no para de sonar y la gente va y viene, en la segunda no vuela una mosca. Persianas bajas, silencio: “Diego descansa”.

Las semanas de Maradona tienen ciclos: de golpe el hombre se encierra, pasa mucho tiempo adentro, solo, mirando por tv todo el fútbol del mundo, durmiendo eternidades, dándole de comer a la fantasía ajena. ¿Qué hará? ¡Qué no hará! De golpe se levanta y arma una revolución en un par de horas: fútbol, pileta, gimnasio en el Havana Club, alguna polémica de peso completo por tv, alguna escapada nocturna a cenar, o al boliche Macumba.

Qué tan largo pueda ser un lapso o el otro depende del ánimo. Cuando está bien se lo ve de acá para allá. Cuando anda medio caído, no se lo ve. El último mes y medio de Diego tuvo mucho de encierro. Tanto es así que su médico argentino, Alfredo Cahe, admite que ya no le preocupa tanto su corazón como esa melancolía: “Siempre la tuvo, pero antes jugaba al fútbol y vivía ro-deado de gente. Ahora le da por estar solo. Es un hábito que no tiene que ver necesariamente con su adicción”.

Coppola, acaso el único con libre acceso a ese santuario de la sole-dad, jura que el espacio de Diego es tan sagrado que hasta él, que es su

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hermano, golpea la puerta antes de entrar. Y le promete a Clarín que Diego estará levantado para dar la nota a la tardecita.

A la hora señalada una tormenta tropical está en el colmo de sus energías. Grueso aguacero, relámpagos, truenos. El aire se espesa; la ropa se hace caldo. Coppola les pone las pilas a los demás. Los demás se mueven. Ferro Viera atiende el teléfono –cuesta imaginarlo como una influencia nefasta viéndolo tan hacendoso y subordinado–, Evi prepara las mudas de ropa de Diego para la sesión de fotos.

En plena sinfonía de truenos, un Maradona con diez kilos menos y cara de pibe entra en escena. Le falta un mes para los cuarenta, pero esa cara que vemos no tiene tiempo. Deshinchada, deja vislumbrar mejor aquella sonrisa de Argentinos Juniors, Boca, la Selección. El cuerpo va bien encaminado. Diego recuerda con una mueca el puntapié inicial de esta dieta: “Dalma me dijo: ¡No te soporto más así!”.

De arranque está lento, como sacándose la almohada de la cara. Pero pronto seduce con esas ocurrencias tan magistrales que parecen venir de la zurda. Está posando bajo la lluvia, y pronostica al ver un rayo: “En cualquier momento, Maradona se convierte en Pelé”. Al rato, una defi-nición hilarante: “Tiene más arrugas que frenada de gusano”, dice sobre un periodista de tv con el que lleva años peleado. Enseguida dirime en tres palabras una pulseada ancestral respecto de las armas de seducción: “Billetera mata galán”. Recordando otras memorables de su cosecha (“Me cortaron las piernas”, “se le escapó la tortuga”), le preguntamos si tiene guionista. Por toda respuesta toca su cabeza: “Salen”. Lejos de la pelota, acaso en esas frases esté la nueva magia de Diego. Son la marca de su sensibilidad, y escapan a su propia caricatura. Esa del tipo difícil, que se fastidia cuando le apoyan una mano en el hombro; que despotrica a veces sin ton ni son; que pide ayuda y no se deja ayudar.

Cuando le recordamos que se peleó con todo el mundo del fútbol, replica igual que Pedemonti, uno que se hizo famoso parodiándolo: “¡Son todos unos caretas!”.

Y sólo se pone serio frente al grabador. –Con todo lo que te pasó, para vos no corre eso de “la vida empieza

a los 40”.–¡Déjate de hinchar! Con la palma que tengo no puedo empezar de

nuevo. Escuchame: yo viví 40 años pero valen por 70. Me pasó de todo. Como digo en el libro: de una patada fui de Fiorito a la cima del mundo y ahí me tuve que arreglar solo.

–En el libro se te nota un poco peleado con la Argentina. ¿Es con la gente?

–No. Con la gente de la calle estoy fenomenal porque es la que sabe que si tengo una enfermedad, la tengo yo. Y no salgo por la calle con una bandera a decir “Viva la droga”. Por eso los padres están tranquilos.

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Aparte el ejemplo no es Maradona, el ejemplo son los padres. Sí me mo-lestan los que creen que yo ensucio al país, que el país tiene problemas por culpa mía.

–¿Por qué le dedicás el libro a Menem, con quien estuviste peleado?–Mirá, Menem se jugó por mí cuando estaba suspendido. El habló

con Havelange para que me levantara la sanción. Y se lo agradezco. Lo que nunca le voy a perdonar es el indulto: estoy a muerte con las madres de esos chicos.

–¿Sabés que mandaron unos 25 mil e-mails a la afa pidiéndole que permita tu despedida oficial con la Selección?

¡Nooo! Me parece genial. ¡Uyyy!, eso sería fantástico, porque aunque parezca mentira yo oficialmente no tengo tantos partidos con la Selec-ción en Buenos Aires.

–¿Es la despedida que soñás?–No, yo sueño en una despedida con mis amigos del fútbol, si es que

se da. Pero la despedida oficial... ¡Ma-rí-a!–¿Cómo?–¡Ma-rí-a!, que me encantaría. Yo cuando digo María es porque toco

el Cielo.–¿Cómo estás en Cuba?–Te voy a contestar de una sola manera. Estamos sin familiares. Es-

tamos solos. Porque lo hemos elegido nosotros y porque no podemos decirle a la gente que venga, pero nos jode que no vengan a vernos. Después, a los que dicen que estamos de joda, si yo elijo un país para joder, elijo Jamaica o Ibiza, no Cuba. Que con todo el respeto que me merece Fidel, un día me tuve que bañar dos veces con agua fría.

–¿Por qué no vienen a verte?–Porque no hay cine, porque no hay shopping, porque se aburren.

Ojo: como nos aburrimos nosotros a veces. Algunos me dan un golpe de teléfono. Amagan, amagan, pero no vienen. Por eso yo le doy valor a Rodrigo, que me vino a ver de una.

–¿Cuánto tiempo más te ves en Cuba?–Mucho tiempo, mucho tiempo...–¿Te hace bien estar acá?–Sí, la historia es con mis hijas.–¿Vienen poco?–Eso lo maneja la madre.–¿Cómo vas a festejar los 40?–Voy a ir a una isla solo, con Guillermo.El humor de Diego vira hacia la impaciencia. Sin malos modales,

se levanta y vuela hacia su casa. La charla se corta. Queda flotando una pregunta sobre el tratamiento para el otro día.

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Pero tres horas después sonaba el celular de Coppola. Era Diego. Bajo una lluvia torrencial, estaba perdido con su Mitsubishi Montero 4×4 azul metalizada en la otra punta de La Habana. Iba a visitar a unos amigos cubanos buceadores que conoció en una escapada a Varadero. “No veo un corno y hay cada pozo”, le explicó a su amigo. Sabiendo que no suele manejar precisamente al ritmo de un taxi desocupado, Coppola le preguntó: “¿Tenés puesto el cinturón?”. Diego lo llevaba puesto, según su costumbre, pero se lo hizo poner a Ferro Viera, que lo acompañaba. Venían escuchando a Rodrigo. Tres minutos después, se estrelló contra el frente de un micro que se le apareció en una boca de lobo. Eran las 22.45. No se mató de milagro. “Pasé tanto tiempo atrapado que hice mi diagnóstico: fractura de fémur, tibia y peroné”, le contó a Clarín después.

Otra tormenta. Otra vez el entorno atentando contra la vida del ídolo. “Si no estaba Fierrito, ¡salía igual!”, explota Coppola. “Tiene 40 años, independencia económica y las llaves del auto en el bolsillo.” Fue una desgracia con suerte para los ocupantes y para el bolsillo de Diego: un día antes, Coppola había renovado de casualidad el seguro de la 4×4. El chiste podría haber costado 60 mil dólares.

El choque quebró a la fuerza el ostracismo dominante. Lo visitó Fi-del Castro, lo visitó Claudia, recuperó un poco el humor. Como si cada tanto necesitara un sacudón tremendo para abrir los ojos.

ACTIVIDAD 8.• Elabora un conjunto de preguntas para realizar una entrevista a un per-

sonaje público conocido. Puede ser desde un político, un deportista, un artista, etc. Discute las preguntas en equipos y léelas frente al grupo.

ACTIVIDAD 9• Realiza una entrevista a cualquier personaje de tu ciudad (un maestro, un

profesionista, un obrero, un artista, etc). Posteriormente redacta la en-trevista ubicando espacios y características del entrevistado en una breve introducción.

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Reportaje

Sin lugar a dudas el más completo de los géneros periodísticos es el reportaje, según Vivaldi es un relato periodístico «esencialmente infor-

mativo, libre en cuanto a tema objetivo en cuanto a modo y redactado preferentemente en estilo directo en el que se da cuenta de un hecho o suceso de interés actual y humano». Autores como Vicente Leñero y Carlos Marín aseveran que en tal género es posible contemplar “las revelaciones noticiosas, la vivacidad de una o más entrevistas, las notas cortas de la columna y el relato secuencial de la crónica, lo mismo que la interpretación de los hechos, propia de los textos de opinión”. Es un género periodístico en el que están inmersos todos los géneros. Los reportajes bien investigados y cuidadosamente escritos, según Raymundo Riva Palacio, “aportan contexto, origen y efecto de los mismos eventos, al entregar una visión más de conjunto, a distancia, sobre un tema en particular, resaltando así su propia importancia”.

Un reportaje por lo regular no se realiza de manera in-mediata como el caso de la noticia, ya que exige una investigación más a fondo de los hechos; adentrarse en ellos por medio de entrevistas, de lecturas, de comparaciones de opiniones con el fin de entregar al lector un cuerpo noticioso y crítico más completo. Los reportajes los podemos leer en los diarios, en las revistas, en algunos programas noticiosos de televisión. Al igual que los otros géneros noticiosos hay reportajes de mayor y de menor calidad. Esto dependerá por supuesto de la manera en que el periodista se adentre en los hechos y la forma en que los re-presente por escrito. Un buen reportaje deberá ser un acontecimiento bien investigado y bien escrito.

Lee ahora el reportaje de Miriam Moreno sobre ciudad Netzahual-cóyotl y realiza las actividades siguientes:

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leCtura 8.

Neza. El callejón sin salida

Miriam Moreno

El gigantesco suburbio que conforma Ciudad Netza-hualcóyotl es paradigma de la violencia, la impunidad y la desolación que habita en el cinturón de la capital y se desparrama por todo el Valle de México. Este caleidosco-pio de historias es una muestra de sus problemas.

El empresario

Sócrates fue un prominente empresario de la vida nocturna en Neza. Pero desde hace tiempo vive lejos, por seguridad. En Neza existen

tres centros nocturnos, bares, cantinas y cervecerías –con y sin registro– por cada escuela pública. Y todos tienen una clientela asidua. Por este motivo, dice Sócrates, muchos se niegan a cerrar sus negocios a pesar de vivir bajo el yugo de dos mafias: la policía y el crimen organizado.

Sócrates es joven pero ha encanecido rápidamente. Dice que las preocupaciones no lo dejan dormir tranquilo, que lo han amargado. Advierte que la zona norte del municipio no es un lugar seguro para él, pero asegura que no le importa: necesita hablar. Me pide que no lo interrumpa porque solo tenemos treinta minutos. Cierra los ojos, bus-cando el principio de la historia, la misma que han vivido decenas de comerciantes y empresarios en Nezahualcóyotl.

El de Sócrates es un diagnóstico abrumador: “La policía te amenaza con hacerte un operativo, como los del año pasado, cuando cerraron como 77 antros en varios municipios conurbados del Estado de México. Te exigen una cuota mensual de alrededor de treinta mil pesos para no sembrarte droga, menores de edad o prostitución. Lo paradójico es que estos salen de tu negocio y al poco tiempo entran otros: los supuestos integrantes de la Familia Michoacana, y estos son peores: te convierten en delincuente porque te obligan a permitir la venta de droga en tu ne-gocio. Y si uno quiere mantenerlo abierto, nada más te queda agachar la cabeza y ser cómplice, porque si les niegas el pago... ellos no amenazan. Ahí no acaba el asunto. Si por azares del destino en un operativo se des-cubre la venta de drogas en tu bar, estás acabado, porque además de que seguirá un proceso legal en tu contra, como dueño del local, el crimen organizado te penaliza con cantidades superiores a los doscientos mil pesos porque ellos pierden una fuente de ingreso.”

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“¿Sorprendida?”, me pregunta. Ríe mientras asegura que no es paranoico, “sino lo que le sigue”. Un rechinar de llantas lo ha puesto nervioso. Bebe agua e indica que partirá antes de lo previsto: no se siente

seguro. “¿Qué clase de víctimas del crimen somos si los empresa-rios, para no perder también, nos convertimos en delincuentes?” Esta premisa lo orilló a dejar el negocio de la noche. Porque nada garantiza la seguridad, ni siquiera una denuncia ante las autoridades: todos desconfían de ellas. El presi-

dente municipal de Nezahualcóyotl, Edgar Navarro Sánchez, reconoce que comerciantes de la localidad han tenido que cerrar sus negocios porque son extorsionados por integrantes del crimen organizado, que les piden dinero a cambio de protección. Sin embargo, señala, “no se sabe con certeza cuántos establecimientos mercantiles han pasado por esto porque los afectados no presentan denuncias por ese delito”.

En abril de 2010, el director de Desarrollo Económico de Nezahual-cóyotl, Antonio Bribiesca, declaraba ante la prensa que las amenazas hacia los comerciantes y empresarios provenían de gente que se identificaba como la Familia Michoacana y los Zetas, que al principio solo los dueños de los llamados “giros rojos” eran extorsionados, pero que desde hacía unos meses “todos los establecimientos que funcionan en el municipio tienen que pagar cuota a los miembros del crimen organizado”.

Sócrates, que aún tiene relación con el sector económico del muni-cipio, se atreve a asegurar: “Noventa por ciento de los giros rojos pagan cuotas tanto a policías como a miembros del crimen organizado.” Ade-más, algunos dueños de establecimientos mercantiles ubicados entre las avenidas Pantitlán y Texcoco, sobre la avenida López Mateos, aseguran que prácticamente todos pagan cuota mensual a la Familia Michoacana.

Sócrates lo vivió en carne propia. Solo un par de minutos después, abandona la mesa y me invita a acompañarlo hasta su automóvil, donde finaliza el encuentro describiendo el modus operandi de este tipo de extorsiones: “Un día cualquiera un par de sujetos bien vestidos llegan a tu negocio o tu casa, te hablan amablemente y te enseñan un puñado de fotografías de todos los miembros de tu familia con un listado de horarios de escuela, trabajo y actividades. Después se acaba la amabilidad y viene la amenaza. Te dan 72 horas para juntar montos superiores a los cien mil pesos, para no matarte o secuestrar a tus seres queridos. No te privan de la libertad físicamente, pero sí secuestran tu vida. Pagas, pero la amenaza no cesa: te advierten que volverán pronto por más.”

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DJ

“La vida es bien cabrona. De noche soy el rey de la fiesta, el perrón de los antros reguetoneros, pero de día me pierdo. Soy un méndigo, como todos.” dj es reguetonero, muy popular entre lo que él llama “la raza chiquita”, jóvenes de entre doce y veinte años que han adoptado la moda tepiteña que invadió la “tierra de coyotes hambrientos” desde hace ocho años aproximadamente. dj no se anda con rodeos: se describe como un descarado, unvalemadres. Aun así, se dice preocupado por lo que pasa en las calles de Neza, donde creció. Entre rola y rola, en una fiesta ca-llejera, me invita a prestarle atención sin desviar la mirada del candente baile reguetonero al que llaman “perreo”, en el que las jóvenes restriegan rítmicamente sus nalgas contra el pene de sus compañeros de baile.

De jueves a domingo va de antro en antro llevándose una buena paga, bebiendo gratis y acostándose con adolescentes. Pero de lunes a miércoles, el alma le pesa: “Me parece que cabrones como yo, y otros más maleados, nos estamos aprovechando de un puñado de chavitos ávidos de experiencias al límite –como todos fuimos alguna vez–; lo canijo es que estamos patrocinando su muerte temprana.”

En los últimos años, dj ha observado cómo la transformación de los cholos, raperos y hiphoperos enreguetoneros elevó el monto del dinero invertido por los jóvenes en su atuendo y cuidado personal. Las mar-cas caras de línea internacional –ya sean originales o imitaciones–, los cortes de cabello y la depilación de cejas cuestan un dinero que no está al alcance de un adolescente de Nezahualcóyotl. dj ofrece un ejemplo. Se trata de un niño de no más de doce años que entra en ese momento a la fiesta callejera. dj calcula que el muchacho lleva encima dos mil pesos solamente en ropa. “Qué bueno por él”, dice escéptico: “¿dónde consigue la lana para seguir el ritmo de esa moda? Porque además de buenos trapos, estos escuincles traen motoneta, carros –si no del año, sí bien adornados y modificados– y billetes en la cartera para disparar chelas, el activo o la mota, lo típico que se consume en los antros y en las tardeadas de reguetón.”

No todos los reguetoneros siguen esos pasos, dice, pero no puede negar haber visto la metamorfosis de los que pasaron de fumar tabaco made in China a fumar mariguana. Y de beber micheladas de sabores a inhalar estopas con activo rociadas con jarabes de vainilla, chocolate o mango. Y del activo que se compra por litro en las tlapalerías, pasan a la piedra, la coca o las metanfetaminas. Le consta que esa dinámica ha orillado a muchos a robar, a servir de espía a los narcomenudistas de la zona, a vender droga y a extorsionar. Una vida que los transforma en jóvenes violentos. Apuesta que el festejo callejero va a terminar mal porque no hay noche de reguetón que no empiece o termine con una

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riña y, por ende, con heridos o por lo menos con un muerto. Pero ni siquiera eso es igual: antes se peleaba con los puños, navajas, pistolas hechizas y cadenas; ahora, los jóvenes traen armas nueve milímetros, cuernos de chivo y hasta granadas. La noche es joven, pero dj ya antici-pa el desenlace de la fiesta en Neza: “Ya sabemos cómo terminan esas dinámicas. Es como si una película musical se desarrollara en el antro. Y yo gano porque si prendo a la banda fomento el consumo. Ser dj me abrió las puertas del infierno”.

El procurador

La extorsión de autoridades policíacas municipales y estatales a giros rojos es reconocida por el procurador de Justicia del Estado de México, Alfredo Castillo. No le sorprende. Dice que ningún policía por sí solo está facultado para determinar qué lugares serán objeto de operativo o inspección, y mucho menos puede cerrar un bar. También sabe de la

“otra” extorsión, la de los criminales. Por desgracia, al no existir denuncias formales es imposible intervenir y proteger a las víctimas. Pero la inves-tigación, en el fondo, importa poco. En Neza, todos son unánimes sobre quién está detrás de las extorsiones: la Familia Michoacana. Sus calles, sus negocios y su gente se han convertido en un gran monedero, una fuente in-agotable de dinero. El procurador del

Estado de México corrobora que en el municipio se tiene identificada, principalmente, la operación de células ligadas con la Familia Michoa-cana y, en menor medida, con los Zetas. La presencia de la Familia tiene sustento en la aprehensión, el 23 de diciembre de 2010, de Alejandro Yáñez, alias “el Incorregible” o “el Fantasma”, quien según declaracio-nes ministeriales desertó de las filas de la organización michoacana para formar su propia banda criminal y controlar la venta de droga en los municipios de Los Reyes, La Paz y Neza.

A él se le atribuye haber sido autor material de al menos doce ho-micidios, en los que degolló a sus víctimas, y de ser el cerebro de gran parte de las extorsiones y secuestros que se registraron durante el 2010 en ambos municipios. Además, el 9 de marzo la procuraduría mexiquense anunciaba la aprehensión de Juan Carlos Vasconcelos, “el Canas”, quien según las investigaciones actuaba como jefe de sicarios de una célula de la Familia Michoacana y a quien se le imputan tres homicidios múltiples

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entre los meses de enero y febrero de este año en Nezahualcóyotl y la delegación Iztapalapa, en los cuales murieron en total veintitrés jóvenes menores de treinta años. A estos hechos se suma la detención, también en marzo, del asesor y secretario técnico del municipio, Jorge Cisneros. En la averiguación previa pgr/mex/neza-i/1182-a/2011 se especifican delitos contra la salud y portación de arma de uso exclusivo del ejército y se le acusa de estar vinculado con la delincuencia organizada que opera en la zona oriente del Estado de México, específicamente con la Familia Michoacana, y en actos de extorsión a la población del municipio. La noticia corroboraba los rumores entre los nezahualcoyotlenses: el crimen había infiltrado a las autoridades; únicamente así se podía entender tanta impunidad.

Las organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico han diver-sificado su modus operandi, ampliando su espectrode financiamiento, reconoce el procurador Alfredo Castillo, de ahí que la trata de personas, el secuestro y la extorsión sean delitos cada vez más comunes en las zonas donde se asientan los narcos.

En Neza, por ejemplo, existen 68 mercados públicos peleando por sobrevivir. El mercado Maravillas, que lleva el nombre de la colonia que lo vio nacer hace más de 35 años, es el mejor ejemplo: si uno vive en Neza, no tiene de otra: coopera porque coopera.

Maravillas es más que un mercado popular: es la tradición misma del barrio. Todavía sobrevive la carbonería que durante décadas ha expendido el combustible para los anafres, y la pequeña sastrería repleta de trabajo pendiente lidia con el humo de los comales de gorditas y quesadillas. Hay tiendas de abarrotes pequeñas pero bien surtidas, comida casera. Por los estrechos pasillos se ve desfilar a cientos de amas de casa, siempre con prisa pero deteniéndose de vez en cuando para contestar el saludo de los locatarios. Los murmullos de la cotidianidad del mercado abren un paréntesis cuando la bocina de una grabadora vieja se niega a transmitir con claridad la frecuencia que un viejo intenta sintonizar dando golpes al gancho que funciona como antena.

Es difícil saber, a simple vista, cuán presionados viven los locatarios del mercado. Parece que ahí no pasa nada, cuando desde febrero pasa de todo. Un grupo que se identifica como parte del cártel de la Familia Michoacana decidió irrumpir en la larga historia del mercado al cobrar una cuota a cada vendedor. Una “mochada” a cambio de no atentar contra ellos o sus familias y dejarlos trabajar.

Todos conocen la amenaza, pero pocos hablan del asunto. Muchos han optado por el anonimato de internet, donde cientos de denuncias se reproducen semanalmente. El 2 de marzo el cibernauta acamposg escribió: “Buenas tardes. Por medio de la presente quiero denunciar que la colonia Maravillas se está convirtiendo en una zona muy peligrosa,

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porque hay una red de extorsionadores. Tan solo en mi calle en menos de un mes ha habido diez robos, extorsiones a los comerciantes del mercado Maravillas. Pedimos colaboración de la policía municipal y de migración.” Lo más probable es que, por comprensible temor al contu-bernio entre extorsionadores y autoridades, nunca se atreva a denunciar lo que ve y sufre.

La mayoría de los comerciantes enfrentan un dilema imposible: cerrar la cortina o pagar hasta perder el local y la dignidad. Así fue para un hombre al que llamaremos “Tres San-tos”. Protegido por el anonimato se atreve a asegurar que los comerciantes de Maravillas están sufriendo una ex-torsión masiva y no pueden siquiera negarse o tratar de bajar el monto porque ya les dieron un escarmiento. Lo cuenta despacio. A principios de febrero de 2011, cuando comenzaron

a circular los mensajes amenazantes, alguien decidió colgar una manta que decía “no a la extorsión”. Al día siguiente el secretario del mercado fue secuestrado y asesinado; su cuerpo apareció en Chalco. Para dejar aún más claras sus intenciones, los extorsionadores se presentaron en la celebración de la misa de cuerpo presente.

“La amenaza es real, y ¿quién no ama la vida?”, suspira Tres Santos. Resignado, asegura que los quinientos, seiscientos o mil pesos que

tienen que pagar a los criminales como cuota no representan un gran sacrificio, porque es a cambio de su seguridad y la de su familia. “Son las reglas del juego y hay que acatarlas.” No es un cobarde, dice, pero tampoco un ingenuo. Alguien, en algún momento, denunció los hechos. Las consecuencias, el homicidio del secretario del mercado Maravillas, no dejaron lugar a dudas: “las corporaciones policíacas están infiltradas por el crimen”.

Expandillero

Manuel es expandillero. Hace años dejó la banda para trabajar en un taxi pirata. Siente melancolía al recordar cómo era la vida en su barrio, cuando hasta los perros callejeros identificaban a los más bragados de Neza. A su juicio, las armas de gran calibre están extinguiendo al pandillero. El territorio ya no se defiende ni se controla desde la idea de “la banda”, que entre otras cosas significaba construir una identidad en el barrio, compartir el botín del atraco, solidarizarse en las buenas

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y en las malas, tomar decisiones entre los miembros de la pandilla. No ser un individuo, en definitiva, sino parte de un clan. Esa dinámica ha cambiando, explica: “Hay puras traiciones entre los chavos del barrio. Familias enteras dedicadas al crimen –al narcomenudeo, al robo y a la producción de piratería al mayoreo. Expandilleros como yo ya nada más vemos cómo los jóvenes están siendo reclutados por el crimen organizado. Les garantizan un salario semanal y los proveen de armas de fuego de alto poder para que además ellos puedan ganarse su lana como quieran por su lado, siempre y cuando no les den problemas. Y cuando cometen errores o quieren independizarse, les mandan a otros chavitos igual que ellos para ajustar cuentas.”

No se atreve a mencionar el nombre de la organización criminal que está detrás de esto, porque ha identificado imitadores que dicen “soy de la Familia Michoacana o los Zetas” para aterrorizar a los habitantes de las colonias. Pero lo que sí se atreve a declarar, porque lo vivió de cerca, es que ahora algunos jóvenes son llevados a los estados norteños a trabajar para el narco: “Se los llevan donde necesitan matones a sueldo, carne de cañón, criminales desechables. Que un joven entre a una banda de esas que están dominando Neza es muy fácil. No los coopta un desconocido en la calle, ¡ni madres! Siempre es un carnal, primo o padre quien los acerca. Pura recomendación directa. Yo al principio les daba consejos para que no se clavaran en ese mundo, les decía ‘véanse en este espejo’, pero más tardaba en abordarlos y empezar el rollo que ellos en mentarme la madre, y algunos hasta amenazarme de muerte. Están migrando para ganar lana y vivir como reguetoneros puertorriqueños. Se van en busca del sueño mexicano: nacidos para morir jodidos. La verdad yo no sé por qué se van tan lejos si aquí igual se pueden morir, aunque lentamente.”

Las dos sudaderas

El lunes 7 de marzo, alrededor de las 9:30 de la noche, los tres encargados de la patrulla 037 de Nezahualcóyotl vieron a dos menores de edad que caminaban solos sobre la avenida Carmelo Pérez. Les resultaron sospechosos. Los detuvieron.

Mientras los cateaban, los uniformados comenzaron un breve interrogatorio: “¿De dónde vienen?” Dijeron ser hermanos y llamarse Alexis y Brian. Iban a comprar perfumes a la casa de su tía. Los muchachos no podían ocultar los nervios. No era para menos. En Neza se sabe que los patrulle-ros también abusan: la anécdota de que hasta un funcionario de derechos

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humanos africano, en el mes de febrero, fue mantenido en cautiverio durante tres días por dos policías municipales, para extorsionarlo, aún está fresca, y se comenta para ejemplificar que nadie está exento de los abusos de autoridad.

–¿Dónde viven? –prosiguieron los oficiales.–En la Perla –respondieron casi al mismo tiempo.–¿A qué se dedican?–Somos comerciantes, vendemos verdura en los tianguis.–¿Por qué se visten así?–Porque nos gusta la... Antes de terminar, los oficiales los subieron a empujones a la parte

trasera de la patrulla.

Entre golpes, los llevaron rumbo al Bordo de Xochiaca. Alexis, el mayor, memorizó el número de la patrulla. Quería levantar la cabeza para pedir ayuda: sabía muy bien que las posibilidades de salir ilesos del Bordo eran casi nulas.

El Bordo tiene su fama y un buen nezahualcoyotlense la conoce de sobra. Son aproximadamente siete kilómetros en los que impera la deso-lación, la escasa iluminación y los basureros. Desde los ochenta la zona se volvió una especie de cementerio clandestino de la policía. Golpeadores, violadores y asesinos buscaban cobijo en el Bordo. Ahí no hay testigos.

Alexis estaba nervioso. Dice que su prioridad era proteger a Brian, su hermano menor. Ideó mil y una maneras para defenderlo cuando llegara el momento. Pero no pudo. Hoy Alexis busca ayuda: delgado y de ojos negros, con el cabello a rape, transpira impotencia: “¿Por qué nos hicie-ron esto?” Dos días después del atraco policíaco, aún trae en la espalda las marcas de las botas de sus agresores. Alexis tiene la certeza de que sus agresores eran policías, no vio al chofer pero los que los sometieron a él y a su hermano portaban uniforme –en medio de la desesperación observó que uno de ellos vestía todo de azul y otro traía un pantalón con “manchitas como de vaca”. En el Bordo continuó la golpiza y al final vaciaron sobre las cabezas de los hermanos botellas de activo que traían en la troca. Eso les quemó la piel y la esperanza de sobrevivir.

Alexis continúa: “Y todavía nos robaron; a mí me sacaron la cartera con ciento cincuenta pesos y a mi carnal le quitaron trescientos cincuenta pesos y su celular Nokia. Pero lo que realmente querían esos malandros era nuestras sudaderas. Sabían que eran de marca: la mía era una goga & co y la de mi carnalito una Hollister. Las compramos bien caras, en ochocientos pesos, en Tepito.” Alexis dice indignado que les partieron el alma por su ropa. Pero también está consciente de que pudo haber sido peor. Caminaron un trecho y un patrullero de la policía estatal que pasaba por el Bordo de Xochiaca los auxilió.

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unidad iii TexTo informaTivo

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De inmediato acudieron al ministerio público de la Perla para levantar el acta, pero les dijeron que no podían ayudarlos porque estaba fuera de sus facultades, que era un asunto de policías, por lo tanto les sugirieron que se trasladaran a las oficinas de la policía en el palacio municipal y buscaran al comandante en turno que coordina los sectores policíacos. Así empezaba su peregrinar en busca de justicia y nacía el odio de Alexis hacia la autoridad: “Nos recibió un comandante, que de cierto modo fue amable, pero porque un vecino nos echó la mano y movió un conecte en la presidencia municipal.” El comandante, que no dijo su nombre a los denunciantes, ordenó traer la patrulla 037 y vía radio explicó a los patrulleros que estaban siendo acusados de robo y lesiones. Mientras esperaban su llegada, señaló que probablemente no encontrarían a sus agresores porque es práctica común que los policías delincan cambian-do los números de las patrullas: mandan hacer cartulinas con números falsos y las pegan en las puertas con imanes, y así cometen asaltos fuera de los sectores que les son asignados.

Esta explicación tuvo el mismo efecto en Alexis que el activo que les ronda los pulmones: “El jefe sabe cómo se mueve la mafia de uniforma-dos y no hace nada. Cuando vimos llegar la patrulla 037, nos sorprendi-mos al ver que venían seis policías y no tres, como los que nos asaltaron. Se bajaron y nos pidieron reconocerlos. Mi carnalito dudó con uno y le pidió que se pusiera lentes oscuros porque así andaba el que lo golpeó y dijo: ‘¡Ese sí es! No lo reconocía sin lentes, ¡pero sí es!” El comandante preguntó si estaban seguros porque no se valía acusar sin pruebas, y, si el de los lentes resultaba inocente, el asunto podría revertirse. Esto los hizo sentirse intimidados y prefirieron desistir de cualquier acusación. No serían los primeros ni lo últimos: en su calle, les ha sucedido lo mismo a tres jóvenes más y hasta ahora ninguno ha levantado un acta.

Alexis recuerda que hacía dos meses le habían quitado otra sudade-ra, pero esa vez fueron policías estatales. “Lo único que queremos es recuperar nuestras sudaderas. Trabajamos todos los días en el tianguis para comprarnos nuestros gustos y vestir bien, a la moda reguetonera, con marcas originales. Es lo que nos late. Pero ahora resulta que ni eso podemos hacer en Neza. Mira, no me drogo, ni ando de pandillero, y me duele que mi carnal haya pasado por esto”.

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Comprensión y produCCión de textos i dGep

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ACTIVIDAD 10• Responde las siguientes preguntas:

1. ¿Cuál es el tema abordado por el autor?_______________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

2. Menciona tres problemáticas o subtemas que se aborden _________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

3. ¿Cuántas entrevistas realizó el autor del reportaje? ¿A quiénes? _____ _____________________________________________________ _____________________________________________________

4. ¿Qué se te informa en este reportaje? _______________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

5. ¿Cuál es punto de vista del autor respecto a lo que sucede en Ciudad Neza?

_____________________________________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

6. ¿Te interesó el reportaje? ¿Por qué?___________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

7. ¿Coincide con problemáticas propias de tu ciudad? Menciona cuáles. __ _____________________________________________________ _____________________________________________________ _____________________________________________________

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unidad iii TexTo informaTivo

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El reportaje es un género muy completo. Por medio de su lectura nos damos cuenta de las problemáticas de diversas sociedades, de la manera en que están conformadas las diversas culturas del planeta. Para ejercitarte en la lectura de este género puedes recurrir a autores como Kapuscinski, Gabriel García Márquez, Julio Scherer García.

También debemos señalar que el reportaje se está realizan-do con apoyo visual de manera excelente en algunos programas de televisión, o con un sesgo de denuncia y de gran aportación artística por medio del documental cinematográfico.

ACTIVIDAD INTEGRADORA DE LA UNIDAD III

• Basándonos en el tema “Expectativas de los jóvenes en el siglo xxi” realiza por equipos un reportaje escrito (de 3 a 4 páginas a doble espacio). No te olvides planear tu texto, realizar borradores y correcciones.

• Si el tema mencionado no te convence, puedes optar por otro tema.

Kapuscinski es conside-rado el mejor periodista del siglo xx. Si hay un periodista que representó con un gran genio artístico y objetivo las diversas culturas por medio

de sus reportajes fue él.

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Unidad IV

Textos recreativos

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Saberes a desarrollar

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Saberes conceptuales• Ubica los diversos textos informativos • Enumera las diversas funciones de cada texto in-

formativo

Saberes procedimentales• Planea la redacción de textos informativos • Desarrolla los pasos para la elaboración de textos

informativos

Saberes actitudinales-valorales• Valora las posibilidades del texto informativo en la

difusión y solución de problemáticas de su entorno. • Valora la necesidad de expresar los hechos de ma-

nera objetiva por medio de las formas textuales informativas.

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Introducción

Sin goce y sin placer no hay lectura que pueda funcionar de manera efectiva. Seguramente eso lo has probado cuando lees alguna novela que cumple tus expectativas imaginativas, al leer un libro en el que te

adentras en un nuevo conocimiento, o bien al memorizar un poema que te servirá para entablar una nueva relación con alguna persona. Como inicio realizaremos la siguiente actividad que tiene que ver con tu experiencia de lectura recreativa.

ACTIVIDAD 1.• Comenta a tus compañeros tu experiencia de lectura de novelas y cuentos.

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Durante la unidad anterior, tuviste oportunidad de leer y escribir algunos textos informativos. Recordemos que ese tipo de tex-tos subrayaban sobre todo su función referencial. Representar

e informar sobre determinados hechos era su objetivo principal. Este rasgo se alteraba un poco y se enriquecía en los artículos y en algunos rasgos del reportaje, en donde participaba de una manera un poco más abierta el sentido crítico del autor.

En esta unidad abordaremos los textos recreativos. Con ellos debe-mos sostener que la recuperación objetiva y análisis de los hechos no es la única forma de representar la realidad. Elementos como el juego, la imaginación, la fantasía, pueden jugar un papel fundamental en la forma de ver el mundo. Con ellos pode-mos entrever mundos e historias de lo posible, podemos adentrarnos en el temperamento, en las ilusiones y en los sueños de personajes ficticios.

Un primer acercamiento a los textos recreativos, nos diría que estos son textos que tienen el propósito de deleitar y de entretener al lector por medio de un lenguaje sugerente y novedoso. Sin embargo esta idea sería un tanto limitada a la función que tienen éstos en la recepción del lector. Ya que podríamos enriquecerla haciendo mención de otros aspectos que pueden relacionarse con este tipo de textos: por ejemplo el autor utiliza recursos literarios y poéticos para representar de manera ficticia el mundo que lo rodea. El hecho de que este tipo de textos pueden ser literarios, en el sentido aca-démico y canónico, o bien puedan ser populares. Además en el proceso comunicativo están más inclinados a la función poética y a la emotiva.

Hace ya mucho tiempo, el escritor mexicano Alfonso Reyes presen-taba de la siguiente manera, una división de algunos textos a partir de sus funciones o características: “Sumariamente definidas las principales actividades del espíritu, la filosofía se ocupa del ser; la historia y la ciencia del suceder real, perecedero en aquella, permanente en ésta; la literatura, de un suceder imaginario, aunque integrado claro a los elementos de la realidad, único material que disponemos para nuestras creaciones. 1. proposición filosófica, que se ocupa del ser: “El mundo es voluntad y representación.” 2. Proposición histórica: “Napoleón murió tal día

Julio Verne fue autor de grandes novelas.

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en Santa Elena”, el suceder es real y perecedero, fenece al tiempo que acontece, y nunca puede repetirse. 3. Proposición científica: “El calor dilata los cuerpos”, suceder real y permanente. 4. Proposición poética: “Como un rey oriental el sol expira”. No nos importa la realidad del crepúsculo que contempla sino el hecho de que se le ocurra proponerlo a nuestra atención y la manera de aludirlo.”

En el último ejemplo por medio de una comparación el autor nos propone la relación entre dos elementos, dándole al mensaje un senti-do diferente al que lo tuviera si este estuviera cifrado solamente en lo referencial. Los textos que abordaremos en esta unidad tienen entre sus características, este sentido sugerente y figurativo.

Si tomamos en cuenta el proceso comunicativo diremos entonces que los textos recreativos están más relacionados a la función poética y a la función emotiva, sin olvidar por supuesto su vinculación con otras funciones.

Diremos entonces que en esencia los textos recreativos tienen el propósito de deleitar y entretener al lector. Que en ellos se presentan experiencias recreadas, mundos posibles a partir de enunciaciones no-vedosas.

Revisemos el siguiente esquema:

Conativa

Receptor

Emotiva

Emisor

Referencial

Poética

Fática

Metalingüística

Contexto

Mensaje

Canal

Código

Textos recreativos

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TexTos recreaTivosunidad iv

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► Lee los siguientes textos:

leCtura 1.

Los ojos culpables

Ah’med Ech Chiruani

Cuentan que un hombre compró a una muchacha por cuatro mil denarios. Un día la miró y echó a llorar. La muchacha le preguntó

por qué lloraba; él respondió: —Tienes tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios. Cuando quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese

estado el hombre se afligió y le dijo: —¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor. Ella le respondió: —No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios. A la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía: —La muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumentó para

nosotros y te la hemos tomado. Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La

muchacha estaba muerta.

La confesión

Manuel Peyrou

En la primavera de 1232, cerca de Aviñón, el caballero Gontran D’Orville mató por la espalda al odiado conde Geoffroy, señor del

lugar. Inmediatamente confesó que había vengado una ofensa, pues su mujer lo engañaba con el Conde.

Lo sentenciaron a morir decapitado, y diez minutos antes de la eje-cución le permitieron recibir a su mujer, en la celda.

—¿Por qué mentiste? —preguntó Giselle D’Orville—. ¿Por qué me llenas de vergüenza?

—Porque soy débil —repuso—. De este modo simplemente me cortarán la cabeza. Si hubiera confesado que lo maté porque era un tirano, primero me torturarían.

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Poema

Jaime Sabines

El mar se mide por olas El cielo por alas, Nosotros por lágrimas. El aire descansa en las hojas, El agua en los ojos, Nosotros en nada. Parece que sales y soles, Nosotros y nada.

Enseñanza

Main Sauza Vargas

Era una maestra que odiaba tanto a sus alumnos, que les enseño todo al revés.

Refrán popular

Agua que no has de beber déjala correr.

ACTIVIDAD 2.• Después de realizar la lectura cometa de manera oral los textos en la clase.

Puedes partir de las siguientes preguntas: ¿Qué nos quiso decir el autor? ¿Qué lo motivo a escribir lo anterior? ¿Qué diferencias tienen los textos que leíste?

Te diste cuenta que los diversos temas o situaciones que se presentaron en los textos anteriores son de lo más variado. Tienen que ver con el humor, con lo trágico, con la cosmogonía, con el amor, o bien con un conjunto de pasiones humanas que estarán presente en este tipo de textos. Lo que se persiste en todos estos textos es la capacidad del autor para recrear una realidad.

Para realizar tal proeza creativa ya hemos dicho que el autor echa mano de la función poética. Por medio de ella, el autor es capaz de llegar a un lector o un enunciatario y propiciar en él el placer y el goce. El objetivo de

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TexTos recreaTivosunidad iv

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ACTIVIDAD 3.• Establece las diferencias entre el texto informativo y el texto recreativo. ________________________________________________________ ________________________________________________________ ________________________________________________________ ________________________________________________________ ________________________________________________________ ________________________________________________________ ________________________________________________________ ________________________________________________________

la función poética es realizar el mensaje con fines estéticos, transgredir intencionalmente la norma del lenguaje con el fin de propiciar un nuevo sentido a las palabras.

Te aclaro que para llegar a la función poética no es necesa-rio utilizar palabras complejas ni difíciles, hay combinaciones de palabras con las que se logra un sentido y una musicalidad novedosa. Por ejemplo, en el poema de Sabines por medio del verso: “el aire descansa en las hojas” rápidamente nos materializa el aire como una entidad o un elemento diferente al que comúnmente pensamos. Y de hecho esta será una de las características de los textos recreativos: por medio de una función poética llegará a ser diferente, presentará con otras palabras algunas situaciones que suceden en la vida diaria.

La función poética está relacionada con una propiedad del lenguaje denominada connotación. En ella, el enunciador a partir de la combinación de diversas realidades propicia en el receptor un efecto de estar ante algo totalmente nuevo, al leer un conjunto de palabras con variantes de significado.

La connotación será polisémica, sugerente, contrario a la denotación, la cual otorgará a las palabras un significado objetivo, preciso y directo.

Características externas del texto recreativo: prosa, verso, diálogoAnalicemos algunas de las características esenciales de este tipo de textos. Estas características por supuesto que no están ausentes en los textos abordados en la unidad pasada, sin embargo, en este tipo adquieren un carácter muy especial de acuerdo a la forma en que se utilicen.

Por lo pronto mencionaremos tres de ellas: prosa, verso, diálogo.

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La prosa según la Real Academia de la lengua es la forma natural que toma el lenguaje para expresar conceptos, situaciones, argumentaciones, etc. No está sujeta a medida y a cadencia determinada. El verso, por el contrario, será una unidad que estará sujeta a medida y a cadencia, o sólo a cadencia.

Comúnmente, se ubica la prosa en oposición al verso, supuestamente porque aquella no tiene ritmo métrico, ni formas fijas ni rima, sin em-bargo la prosa no está exenta de estos elementos. Incluso ciertas formas de oralidad se caracterizan por tener ritmo, repetición y periodicidad.

En cuanto al diálogo, este será una plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos. este recurso será muy utilizado en las obras literaria, y será presentado tanto en prosa como en verso.

ACTIVIDAD 4.• Ubica si los ejemplos de la Lectura 1 están escritos en prosa o en verso,

o si utilizan diálogo. Si están escritos en verso, precisa que cantidad de versos tiene cada ejemplo.

leCtura 2.

El sennin

Ryunosuke Agutagawa

Un hombre que quería emplearse como sirviente llegó una vez a la ciudad de Osaka. No sé su verdadero nombre .lo conocían por el

nombre de sirviente, Gonsuké, pues él era, después de todo, un sirviente para cualquier trabajo.

Este hombre (que nosotros llamaremos Gonsuké) fue a una agencia de ColoCaCiones para Cualquier trabajo, y dijo al empleado que estaba fumando su larga pipa de bambú.

–Por favor, Señor empleado ,yo desearía ser un sennin. ¿Tendría Ud. la gentileza de buscar una familia que me tome de sirviente y me enseñara el secreto de serlo, mientras trabajo como sirviente?

El empleado atónito, quedó sin habla durante un rato, por el pedido ambicioso de su cliente.

–¿No me oyó usted, Señor Empleado? –dijo Gonsuké– Yo deseo ser un sennin. ¿Quisiera usted buscar una familia que me tome de sirviente y me revele el secreto?

–Lamentamos desilusionarlo –musitó el empleado, volviendo a fumar

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su pipa— pero ni una sola vez en nuestra larga carrera comercial hemos tenido que buscar un empleo para aspirantes al grado de sennin. Si usted fuera a otra agencia, quizás....

Gonsuké se le acercó más, rozándolo con sus presuntuosas rodillas, de pantalón azul, y empezó a argüir de esta manera:

–Ya, ya, señor, esto no es muy correcto. ¿Acaso no dice el cartel ColoCaCiones para Cualquier trabajo? Puesto que promete cual-quier trabajo, usted debe conseguir cualquier trabajo que le pidamos. Usted está mintiendo intencionalmente si no cumple.

Frente a su argumento tan razonable, el empleado no censuró tan explosivo enojo:

–Puedo asegurarle señor forastero, que no hay nin-gún engaño. Todo es correcto –se apresuró a alegar el empleado–; pero si usted insiste en su extraño pedido, le rogaré que se de una vuelta por aquí mañana. Trataré de conseguir lo que nos pide.

Para desentenderse, el empleado hizo esa promesa, y logró momentáneamente, que Gonsuké se fuera. No es necesario decir, sin embargo, que no tenía la posibilidad de conseguir una casa donde pudieran enseñar a los sir-vientes los secretos para ser un sennin. De modo que al deshacerse del visitante, el empleado acudió a la casa de un médico vecino.

Le contó la historia del extraño cliente y le pregunto ansiosamente:–Doctor, ¿Qué familia cree usted que podría hacer de este muchacho

un sennin?, con rapidez?Aparentemente la pregunta desconcertó al doctor. Quedó pensando

un rato, con los brazos cruzados sobre el pecho, contemplando vaga-mente un gran pino en el jardín. Fue la mujer del doctor, una mujer muy astuta, conocida como la Vieja Zorra, quien contestó por él al oír la historia del empleado.

–Nada más simple. Envíelo aquí. En un par de años lo haremos sennin.

–¿Lo hará usted realmente, señora? ¡Sería maravilloso! No sé como agradecerle su amable oferta. Pero le confieso que me di cuenta desde el comienzo que algo relaciona a un doctor con un sennin.

El empleado, que felizmente ignoraba los designios de la mujer, agradeció una y otra vez, y se alejo con gran júbilo.

Nuestro doctor lo siguió con la vista; parecía muy contrariado, luego volviéndose hacia la mujer, le regañó malhumorado:

–Tonta, ¿Te has dado cuenta de la tontería que has hecho y dicho? ¿Qué harías si el tipo empezara a quejarse algún día de que no le hemos

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enseñado ni una pizca de tu bendita promesa después de tantos años?La mujer, lejos de pedirle perdón, se volvió hacia el y graznó.–Estúpido. Mejor no te metas. Un atolondrado tan estúpido como

tú, apenas, podría arañar lo suficiente en este mundo de te comeré o me comerás, para mantener alma y cuerpos unidos.

Esta frase hizo callar al marido.A la mañana siguiente, como había sido acordado, el empleado llevo

a su rústico cliente a la casa del doctor. Como había sido criado en el campo, Gonsuké se presentó aquel día ceremoniosamente vestido con haori y hakama, quizás en honor de tan importante ocasión. Gonzuké aparentemente no se diferenciaba en manera alguna del campesino co-rriente: fue una pequeña sorpresa para el doctor, que esperaba ver algo inusitado en la apariencia del aspirante a sennin. El doctor lo miró con curiosidad, como a un animal exótico traído de la lejana India, y luego le dijo:

–Me dijeron que usted desea ser un sennin, y yo tengo mucha curio-sidad por saber quien le ha metido esa idea en la cabeza.

–Bien, señor, no es mucho lo que puedo decirle-replicó Gonzuké-Realmente fue muy simple. Cuando vine por primera vez a esta gran ciudad y miré el gran castillo, pensé de esta manera: que hasta nuestro gran gobernante Tayko , que vive allá ,debe morir algún día; que usted puede vivir suntuosamente, pero aun así volverá al polvo como el resto de nosotros. En resumidas cuentas, que toda nuestra vida es un sueño pasajero...justamente lo que sentía en ese instante.

–Entonces –prontamente la Vieja Zorra se introdujo en la conver-sación—. ¿Haría usted cualquier cosa con tal de ser un sennin?

Sí, señora, con tal de serlo.–Muy bien. Entonces vivirás aquí y trabajaras durante veinte años a

partir de hoy y, al término del plazo, serás el feliz poseedor del secreto.–¿Es verdad señora? Le quedare muy agradecido.Pero –añadió ella–, durante veinte años usted no recibirá de nosotros

ni un centavo de sueldo. ¿De acuerdo?–Sí, señora. Gracias señora. Estoy de acuerdo en todo.De esta manera empezaron a transcurrir los veinte años, que pasó

Gonzuké al servicio del doctor. Gonzuké acarreaba agua del pozo, cortaba leña, preparaba las comidas y hacia todo el fregado y el barrido. Pero eso no era todo; tenia que seguir al doctor en sus visitas, cargando en sus espaldas el gran botiquín. Ni siquiera por todo este trabajo Gon-zuké pidió un solo centavo. En verdad, en todo el Japón, no se hubiera encontrado mejor sirviente por menos sueldo.

Pasaron por fin los veinte años y Gonzuké, vestido otra vez ceremo-niosamente con su almidonado haori como la primera vez que lo vieron, se presentó ante los dueños de la casa.

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Les expresó su agradecimiento por todas las bondades recibidas durante los pasados veinte años.

–Y ahora señor –prosiguió Gonzuké–, quisieran ustedes enseñarme hoy como se llega a sennin y alcanzar juventud eterna e inmortalidad?

–Y ahora ¿qué hacemos?-suspiro el doctor al oír la petitoria. Después de haberlo hecho trabajar durante veinte largos años por nada ¿Cómo podría en nombre de la humanidad decir ahora a su sirviente que nada sabia respecto al secreto de los sennin? El doctor se desentendió diciendo que no era él sino su mujer quien sabía los secretos.

–Usted tiene que pedirle a ella que se lo diga-y se alejó torpemente.La mujer, sin embargo, suave e imperturbable, dijo:–Muy bien, entonces se lo enseñare yo; pero tenga en cuenta que

usted debe hacer lo que yo le diga, por difícil que le parezca. De otra manera, nunca podría ser un sennin, y además, tendría que trabajar para nosotros otros veinte años sin paga, de lo contrario, créame, el Dios Todopoderoso lo destruirá en el acto.

–Muy bien señora, haré cualquier cosa por difícil que sea -contestó Gonzuké- Estaba muy contento y esperaba que ella hablara.

–Bueno –dijo ella–, entonces trepe a ese pino del jardín.Desconociendo por completo los secretos, sus intensiones habían

sido simplemente imponerle cualquier tarea imposible de cumplir para asegurarse sus servicios gratis por otros veinte años. Sin embargo, al oír la orden, Gonzuké empezó a trepar el árbol, sin vacilación.

–Más alto –le gritaba ella– más alto, hasta la cima. De pié en el borde de la baranda ella erguía el cuello para ver a su

mejor sirviente sobre el árbol; vio su haori flo-tando en lo alto, entre las ramas más altas de ese pino tan alto.

–Ahora suelte la mano derecha.Gonzuké se aferró al pino lo más que pudo

con la mano izquierda y cautelosamente dejó libre la derecha.

–Suelte también la mano izquierda.–Ven, ven, mi buena mujer –dijo al fin su

marido, atisbando las alturas–. Tú sabes que si el campesino suelta la rama, caerá al suelo. Allá abajo hay una gran piedra y tan seguro como que soy doctor, será hombre muerto.

–En este momento no quiero ninguno de tus preciosos consejos. Déjame tranquila. ¡He! ¡Hombre! Suelte la mano izquierda. ¿Me oye?

En cuanto ella habló, Gonzuké levantó la vacilante mano izquierda. Con las dos fuera de la rama ¿cómo podría mantenerse sobre el árbol? Después, cuando el doctor y su mujer retomaron aliento, Gonzuké y

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su haori se divisaron desprendidos de la rama ,y luego.....y luego...Pero ¿qué es eso? ¡Gonzuké se detuvo!¡se detuvo! En medio del aire, en vez de caer como un ladrillo, y allá arriba quedó, en plena luz del mediodía, suspendido como una marioneta.

–Les estoy agradecido a los dos, desde lo más profundo de mi co-razón. Ustedes me han hecho un sennin –dijo Gonzuké desde lo alto.

Se le vio hacerles una respetuosa reverencia y luego comenzó a subir más alto, dando suaves pasos en el cielo azul, hasta transformarse en un puntito y desaparecer entre las nubes.

ACTIVIDAD 5.• Comenta la lectura anterior, a partir de lo visto en clase.

En los textos recreativos se establece por lo regular una división; ésta por supuesto no la debemos tomar como la última palabra. Se habla de géneros literarios y de textos populares. Los primeros van a pertenecer a una categorización casi canónica y académica. Los segundos fincarán algunos rasgos de su esencia en la trasmisión oral, en el arraigo de lo masivo, en su sencillez tanto en su forma como en su contenido. Es un tipo de textos que no tiene demasiados artificios, es espontáneo como la expresión y el sentir general. Sin embargo presenta una efectividad poética que en muchas ocasiones sorprende. Hay que recordar que compositores populares como el “Chava” Flores, José Alfredo Jiménez, realizaron obras en las que podemos decir que hay una fuerte carga de comunicación estética y emocional.

Por lo mismo hay que insistir en que esta división no puede ser rígida e inamovible. Por ejemplo libros que hoy se consideran canónicamente literarios, como Las mil y una noches o El Decamerón, fueron textos popu-lares. entonces diríamos que en la clasificación hay una circularidad que va retroalimentándose a lo largo del tiempo.

Textos recreativos

Literarios Cuento, Novela, Poema, Drama, Entremés, Etc. Populares Chiste, Refrán, Canción, Adivinanza, historieta.

Textos recreativos y género literario

Seguramente te diste cuenta de los rasgos ficticios en el texto anterior, sin embargo no están ausentes algunos rasgos que tienen que ver con

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TexTos recreaTivosunidad iv

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ACTIVIDAD 6.• Investiga por equipos las variantes de los géneros narrativos, poéticos y

dramáticos. Presenta ante grupo lo investigado.

el sentir humano. A esto hay que agregar lo más importante: que este cuento es capaz de entretenernos y de sorprendernos por su final. Cual-quier moraleja o conocimiento que nos deje llegará de manera accesoria.

En cuanto a los textos recreativos estableceremos una línea divisoria de estos a partir de una serie de características internas. Estas caracterís-ticas propician algo que se denomina funciones o en géneros literarios. Esto lo revisarás de manera más profunda en tu curso de Literatura del próximo ciclo.

Por lo pronto establecemos la existencia de tres grandes géneros literarios: el narrativo (épico), el poético (lírico) y el dramático, géneros en donde se representará las grandes pasiones y los conflictos humanos de todas las épocas.

El género narrativo relata una historia ficticia o real en la que el autor puede o no estar directamente involucrado. En este género podemos hacer referencia a un relato que consta de una serie de sucesos (la histo-ria), a través de la representación humana (el narrador, los personajes) y con posibles comentarios, implícitos o explícitos, sobre la condición humana (el tema).

El género poético se considera el más puro y literario de los géneros. Por medio de éste se transmiten los sentimientos, los pensamientos y las emociones más profundas. En él participan mayormente la subjetividad y los sentimientos del autor; aquello que se denomina el “yo” poético. Este género por lo regular se vincula con la poesía.

El género dramático será escenificable: En éste, mediante el diálogo, se representará un conflicto humano.

leCtura 3.

Después de 20 años

O. Henry

El policía efectuaba su ronda por la avenida con un aspecto imponente. Esa imponencia no era exhibicionismo, sino lo habitual en él, pues

los espectadores escaseaban. Aunque apenas eran las 10 de la noche,

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las heladas ráfagas de viento, con regusto a lluvia, habían despoblado las calles, o poco menos.

El agente probaba puertas al pasar, haciendo girar su porra con mo-vimientos artísticos e intrincados; de vez en vez se volvía para recorrer el distrito con una mirada alerta. Con su silueta robusta y su leve contoneo, representaba dignamente a los guardianes de la paz. El vecindario era de los que se ponen en movimiento a hora temprana. Aquí y allá se veían las luces de alguna cigarrería o de un bar abierto durante toda la noche, pero la mayoría de las puertas correspondían a locales comerciales que llevaban unas cuantas horas cerrados.

Hacia la mitad de cierta cuadra, el policía aminoró súbitamente el paso. En el portal de una ferretería oscura había un hombre, apoyado contra la pared y con un cigarro sin encender en la boca. Al acercarse él, el hombre se apresuró a decirle, tranquilizador:

–No hay problema, agente. Estoy esperando a un amigo, nada más. Se trata de una cita convenida hace 20 años. A usted le parecerá extraño, ¿no? Bueno, se lo voy a explicar, para hacerle ver que no hay nada malo en esto. Hace más o menos ese tiempo, en este lugar había un restau-rante, el Big Joe Brady.

–Sí, lo derribaron hace cinco años –dijo el policía. El hombre del portal encendió un fósforo y lo acercó a su cigarro.

La llama reveló un rostro pálido, de mandíbula cuadrada y ojos perspi-caces, con una pequeña cicatriz blanca junto a la ceja derecha. El alfiler de corbata era un gran diamante, engarzado de un modo extraño.

–Esta noche se cumplen 20 años del día en que cené aquí, en el Big Joe Brady, con Jimmy Wells, mi mejor amigo, la persona más buena del mundo. Él y yo nos criamos aquí, en Nueva York, como si fuéramos hermanos. El tenía 20 años y yo, 18. A la mañana siguiente me iba al Oeste para hacer fortuna. A Jimmy no se le podía arrancar de Nueva York; para él no había otro lugar en la tierra. Bueno, esa noche acor-damos encontrarnos nuevamente aquí, a 20 años exactos de esa fecha y esa hora, cualquiera fuese nuestra condición y la distancia a recorrer para llegar. Suponíamos que, después de 20 años, cada uno tendría ya la vida hecha y la fortuna conseguida.

–Parece muy interesante –dijo el agente–. Pero se me ocurre que es mucho tiempo entre una cita y otra. ¿No ha sabido nada de su amigo desde que se fue?

–Bueno, sí. Nos escribimos por un tiempo -respondió el otro-. Pero al cabo de un año o dos nos perdimos la pista. Usted sabe, el Oeste es muy grande y yo vivía mudándome de un lado a otro. Pero estoy seguro de que Jimmy, si está con vida, vendrá a la cita; siempre fue el tipo más recto y digno de confianza del mundo, y no se va a olvidar. Ya viajé mil quinientos kilómetros para venir a este sitio, pero habrá valido la pena si él aparece.

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El hombre sacó un hermoso reloj, con pequeños diamantes incrus-tados en las tapas.

–Faltan tres minutos –anunció–. Cuando nos separamos, a la puerta del restaurante, eran las 10 en punto.

–A usted le fue bastante bien en el Oeste, ¿no? –preguntó el policía. –¡A no dudarlo! Espero que Jimmy haya tenido la mitad de mi suerte.

Bueno, muy inteligente no era; trabajador sí, y muy buen tipo. Yo he tenido que vérmelas con gente muy avispada para llenarme el bolsillo. Aquí, en Nueva York, la gente se estanca. Hay que ir al Oeste para po-nerse en forma.

El policía balanceó la porra y dio un paso o dos. –Tengo que seguir la ronda –dijo–. Espero que su amigo no le falle.

¿No piensa darle unos minutos de tolerancia? –¡Por supuesto! –afirmó el otro–. Le daré cuanto menos media hora.

Por entonces Jimmy tendrá que estar aquí, si está con vida. Hasta luego, agente.

–Buenas noches, señor –saludó el policía. Y prosiguió su ronda, probando los picaportes

al pasar. Había empezado a caer una llovizna helada; las

ráfagas inciertas se transformaron en un viento constante. Los pocos peatones se apresuraban, incómodos y silenciosos, con los cuellos vueltos hacia arriba y las manos en los bolsillos. Y en la puerta de la ferretería, el hombre que había viajado mil quinientos kilómetros para cumplir con una cita, insegura hasta lo absurdo, con su amigo de la juventud, fumaba su cigarro y seguía esperando.

Esperó unos 20 minutos. Al cabo, un hombre alto, de sobretodo largo y cuello subido hasta las orejas, cruzó apresuradamente desde la vereda opuesta para acercarse al hombre que esperaba.

–¿Eres tú, Bob? –preguntó, vacilando. –¿Jimmy Wells? –gritó el hombre de la puerta. –¡Bendito sea Dios! –exclamó el recién llegado, aferrando al otro por

los dos brazos-. ¡Claro que eres Bob, qué duda cabe! Estaba seguro de encontrarte aquí, si vivías. Bueno, bueno, bueno... Veinte años es mucho tiempo. El viejo restaurante ya no existe, Bob; ojalá no lo hubieran de-rribado, así habríamos podido cenar otra vez aquí. Y dime, viejo, ¿cómo te ha tratado el Oeste?

–Fantásticamente. Me dio todo lo que le pedí. Pero has cambiado muchísimo, Jimmy. Te hacía cinco o seis centímetros más bajo.

–Bueno, crecí un poco después de los 20 años. –¿Te va bien en Nueva York, Jimmy? –Más o menos. Tengo un puesto en uno de los departamentos de la

El escritor O. Henry (1862-1910)

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Municipalidad. Vamos, Bob; iremos a un sitio que conozco para charlar largo y tendido sobre los viejos tiempos.

Los dos echaron a andar por la calle, del brazo. El hombre del Oeste, aumentado su egotismo por el éxito, empezó a esbozar un relato de su carrera. El otro, inmerso en su sobretodo, escuchaba con interés.

Cuando llegaron a la esquina, donde las luces eléctricas de una far-macia iluminaban la calle, cada uno de ellos se volvió para mirar la cara de su compañero.

El hombre del Oeste se detuvo bruscamente, apartando el brazo. –Usted no es Jimmy Wells –masculló–. Veinte años son mucho

tiempo, pero no tanto como para que a uno le cambie la nariz de recta a respingada.

–A veces es bastante para transformar a un hombre bueno en malo –dijo el desconocido–. Estás arrestado desde hace diez minutos, Bob,

alias “Sedoso”. A los de Chicago se les ocurrió que podías andar por aquí y enviaron un cable diciendo que querían charlar contigo. No te vas a resistir, ¿verdad? Así me gusta. Ahora bien, antes de llevarte a la comisaría te daré esta nota que me entregaron para ti. La puedes leer aquí, en la vidriera. Es del agente Wells.

El hombre del Oeste desplegó el pedacito de papel que acababa de recibir. Cuando empezó a leer su mano estaba serena, pero al terminar le temblaba un poquito. La nota era bastante breve.

Bob: Llegué a nuestra cita a la hora justa. Cuando encendiste el fósforo te reconocí como el hombre que buscaban en Chicago. Como no pude hacerlo personalmente, fui en busca de un agente de civil para que se hiciera cargo.

New York a fines del siglo XIX.

ACTIVIDAD 7.• Realiza un comentario de la obra. Ubícala en alguno de los géneros literarios

que investigaste.

Conflictos humanos

Ya hemos visto que los textos mantienen cierto tipo de construcción. Primero una introducción, después un desarrollo y por último una con-clusión. Algunos textos recreativos del género dramático y narrativo, tienen un esquema que se va generando de manera muy parecida, sin embargo este tipo de textos plantean en muchas ocasiones conflictos.

Presentan una situación inicial, en donde hay una ubicación del

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espacio, de alguno de los personajes, un rompimiento del equilibrio, en donde se establece un conflicto, un desarrollo de la historia y una resolución del conflicto. Por ejemplo leamos con atención el siguiente texto.

leCtura 4.

Conciencia breve

Iván Egüez

Esta mañana Claudia y yo salimos, como siempre, rumbo a nuestros empleos en el cochecito que mis padres nos regalaron hace diez años

por nuestra boda. A poco sentí un cuerpo extraño junto a los pedales. ¿Una cartera? ¿Un ...? De golpe recordé que anoche fui a dejar a María a casa y el besito candoroso de siempre en las mejillas se nos corrió, sin pensarlo, a la comisura de los labios, al cuello, a los hombros, a la palanca de cambios, al corset, al asiento reclinable, en fin. Estás distraído, me dijo Claudia cuando casi me paso el semáforo. Después siguió mascu-llando algo pero yo ya no la atendía. Me sudaban las manos y sentí que el pie, desesperadamente, quería transmitir el don del tacto a la suela de mi zapato para saber exactamente qué era aquello, para aprehenderlo sin que ella notara nada.

Finalmente logré pasar el objeto desde el lado del acelerador hasta el lado del embrague. Lo empujé hacia la puerta con el ánimo de abrirla en forma sincronizada para botar eso a la calle. Pese a las maromas que hice, me fue imposible. Decidí entonces distraer a Claudia y tomar aquello con la mano para lanzarlo por la ventana. Pero Claudia estaba arrimada a su puerta, prácticamente virada hacia mí. Comencé a deses-perar. Aumenté la velocidad y a poco vi por el retrovisor un carro de la policía. Creí conveniente acelerar para separarme de la patrulla policial pues si veían que eso salía por la ventanilla podían imaginarse cualquier cosa.

–¿Por qué corres? Me inquirió Claudia, al tiempo que se acomodaba de frente como quien empieza a presentir un choque.

Vi que la policía quedaba atrás por lo menos con una cuadra. Entonces aprovechando que entrábamos al redondel le dije a Claudia saca la mano que voy a virar a la derecha. Mientras

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lo hizo, tomé el cuerpo entraño: era un zapato leve, de tirillas azules y alto cambrión. Sin pensar dos veces lo tiré por la ventanilla. Bordeé ufano el redondel, sentí ganas de gritar, de bajarme para aplaudirme, para festejar mi hazaña, pero me quedé helado viendo en el retrovisor nuevamente a la policía. Me pareció que se detenían, que recogían el zapato, que me hacían señas.

–¿Qué te pasa? –me preguntó Claudia con su voz ingenua. –No sé, –le dije–, esos chapas son capaces de todo. Pero el patrullero

curvó y yo seguí recto hacia el estacionamiento de la empresa donde trabaja Claudia. Atrás de nosotros frenó un taxi haciendo chirriar los neumáticos. Era otra atrasada, una de esas que se terminan de maquillar en el taxi.

–Chao amor, –me dijo Claudia, mientras con su piecito juguetón buscaba inútilmente su zapato de tirillas azules.

Si intentamos sintetizar el desarrollo de la historia del cuento que leímos diríamos que se presenta de la siguiente manera:

Situación inicial: Claudia y el personaje del narrador tienen diez años de casados. En una de tantas mañanas la lleva a su trabajo.

Rompimiento del equilibrio: El pn siente un objeto extraño en las partes del pedal del carro. Piensa que puede ser un objeto dejado por María, a quien fue a dejar y con quien tuvo un escarceo la noche anterior.

Desarrollo: El personaje intenta sacar el objeto extraño del carro sin que lo note Claudia.

Resolución: Finalmente lo logra, sin embargo al bajarse Claudia busca su zapato de tirillas azules.

En este cuento tan breve se plantea un conflicto humano: el de la conciencia humana y el temor. Esto es algo que con frecuencia se va a presentar en este tipo de textos: que los seres humanos no pueden estar en armonía y que el conflicto y los problemas va a ser una esencia de lo humano.

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ACTIVIDAD 8.• Realiza un final diferente al cuento Conciencia breve de Ivan Güez o bien

dale continuidad al cuento. Lee en clase tu ejercicio.• Complemente el siguiente cuadro a partir de las lecturas 2 y 3

parte de la historia

el sennin después de 20 años

Situación inicial

Rompimiento del equilibrio

Desarrollo

Resolución

Historia y discurso

La historia es la sucesión cronológica de acontecimientos que suceden, mientras que el relato o discurso narrativo consta de los mismos hechos en el orden en que el autor los da a conocer. Simplificando se suele afirmar que la historia es lo que se cuenta y el discurso cómo se cuenta.

Personaje. Ésta es una de las construcciones discursivas más comple-jas del relato y funciona como el motor de toda narración, su esencia está conformada básicamente a través de las palabras, es nuestra imaginación lo que lo dota de una existencia. El nombre es el primer rasgo que lo conforma, pero también su aspecto, su comportamiento, sus palabras, sus relaciones con el entorno así como las palabras y los juicios que formulan de él otros personajes.

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ACTIVIDAD 9.• Redacta un cuento a partir de sus estructuras básicas. Recuerda poner en

práctica la textualización, la elaboración de borradores con el fin de que logres un mejor trabajo.

Lectura de poemas

En el género poético es donde se hace más evidente la desviación a la norma con el fin darle al lenguaje un sentido estético. Este género a lo largo de las civilizaciones ha tenido una infinidad de usos religiosos, ceremoniales, e incluso políticos. Está presente en diversas manifestacio-nes genéricas, desde las más cultas y literarias hasta las más populares. Se puede hablar de sonetos de elevado nivel de complejidad en el lenguaje o de sencillas canciones y adivinanzas.

Podemos hablar por lo pronto de dos formas de lenguaje, uno que se desvía o transgrede la norma del leguaje normal o cotidiano; mediante el uso de metáforas, exageraciones. Por ejemplo:

Una escuálida manifestación de personas llegó hasta la arteria de principal de la ciudad.

Se puede hablar de lenguaje común o cotidiano, en el cual no se transgrede la norma:

Muy poca gente había en la manifestación que llegó hasta el Boulevard Reforma.

Sin embargo cabe hacer una aclaración, hay ocasiones que el lenguaje cotidiano también puede esconder rasgos o sorpresas poéticas y a la vez hay lenguajes metafóricos que se transforman en lugares comunes, incluso para el habla cotidiana.

Para ver un ejemplo revisemos la siguiente Canción de Manuel Es-perón. Si puedes escucharla cantada mucho mejor.

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leCtura 5.

No volveré

Manuel Esperón

Cuando lejos te encuentres de mícuando quieras que esté yo contigono hallaras un recuerdo de míni tendrás más amores conmigote lo juro que no volveréaunque me haga pedazos la vidasi una vez con locura te améya de mi alma estarás despedida.

No volveréte lo juro por Dios que me mirate lo digo llorando de rabiano volveréno pararéhasta ver que mi llanto ha formadoun arroyo de olvido anegadodonde yo tu recuerdo ahogaré.

Fuimos nubes que el viento apartófuimos piedras que siempre chocamosgotas de agua que el sol resecóborracheras que no terminamosen el tren de la ausencia me voymi boleto no tiene regresolo que tengas de mí te lo doypero no te devuelvo tus besos.

ACTIVIDAD 10.• Comenta los versos en donde se utilice lenguaje connotativo.

Aunque en tu curso de Literatura revisaremos más a fondo estos elementos no está de más que te vayas familiarizando con ellos.

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Aliteración: Figura que consiste en la repetición de ciertos sonidos. Éstos se usan con el fin de que se tenga un efecto musical y énfasis en el ritmo. Las repeticiones pueden ser por medio de sílabas o vocales o ambas.

El sabido sabor de la saliva (xavier villaurrutia)

Poesía aún y poesía poesíaPoética poesía poesíaPoesía poética de poético poetaPoesíaDemasiada poesía (viCente huidobro)

Comparación: Figura en la que se establece una semejanza entre dos términos: uno inmediato y otro alejado; uno real y otro imaginario.

Extraño como párroco en un burdel (Joaquín Sabina)

Crujen las ruedas de la tierraY voy andando en caballo por mi muerteVoy pegado a mi muerte como un pájaro en el cieloComo una flecha en el árbol que crece como el hombre en la carta que envío… (viCente huidobro)

Metáfora: En esta figura se nombra un objeto por otro a partir de una relación de semejanza. Se traslada el sentido particular de un término a otro con el que se relaciona a partir de algún tipo de contacto en su significado.

Tu pelo, silencioso río solar, otoño espeso, caída de hojas doradas. (oCtavio paz)

Tus pechos dos iglesias donde oficia la sangre sus misterios paralelos. (oCtavio paz)

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leCtura 6.

Poema

Juan Gelman

Qué lindos tu ojosy más la mirada de tus ojosy más el aire de tus ojos cuando miran lejosen el aire estuve buscando:

la lámpara de tu sangresangre de tu sombratu sombrasobre mi corazón.

Fantasma

Francisco Hernández

Amo las líneas nebulosas de tu cara,tu voz que no recuerdo,tu racimo de aromas olvidados.Amo tus pasos que a nadie te conducen y el sótano que pueblas con mi ausencia.Amo entrañablemente tu carne de fantasma.

El amigo ido

Salvador Novo

Me escribe Napoleón:“El Colegio es muy grandenos levantamos muy tempranohablamos únicamente ingléste mando un retrato del edificio...”

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Ya no robaremos juntos dulcesde las alacenas, ni escaparemoshacia el río para ahogarnos a mediasy pescar sandías sangrientas.

Ya voy a presentar sexto año;después, según todas las probabilidades,aprenderé todo lo que se deba,seré médico,tendré ambiciones, barba, pantalón largo...

Pero si tengo un hijoharé que nadie nunca le enseñe nada. Quiero que sea tan perezoso y felizcomo a mí no me dejaron mis padresni a mis padres mis abuelosni a mis abuelos Dios.

ACTIVIDAD 11.• Realiza la lectura comentada de los poemas. Identifica algunos elementos

en ellos. De manera individual y grupal elaboren poemas, utilizando figuras. Se recomienda también realizar lectura de poemas más amplia, utilizando la sala audiovisual de la escuela.

ACTIVIDAD 12.• El docente explica el contenido de la obra Bodas de sangre, al género al que

pertenece y organiza grupos para su representación. Es recomendable que realice la lectura de la obra completa o que se vea una buena adaptación fílmica o la representación teatral.

• El alumno establecerá comparaciones entre lo que sucede en la obra y lo que sucede en su contexto social, es decir: ¿Hay conflictos parecidos?

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leCtura 7.

Bodas de sangre1933

Federico García Lorca

Poema trágico en tres actos y siete cuadros

PersonajesMadreNoviaSuegraCriadaVecina Muchachas

LeonardoNovioMozosMujer de LeonardoLunaPadre de la noviaMuerteLeñadores;Mozos

Acto primeroCuadro primero

Habitación pintada de amarillo.

Novio: (Entrando) Madre.

Madre: ¿Qué?

Novio: Me voy.

Madre: ¿Adónde?

Novio: A la viña. (Va a salir)Madre: Espera.

Novio: ¿Quieres algo?

Madre: Hijo, el almuerzo.

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Novio: Déjalo. Comeré uvas. Dame la navaja.

Madre: ¿Para qué?

Novio: (Riendo) Para cortarlas.

Madre: (Entre dientes y buscándola) La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el bribón que las inventó.

Novio: Vamos a otro asunto.

Madre: Y las escopetas, y las pistolas, y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los bieldos de la era.

Novio: Bueno.

Madre: Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados...

Novio: (Bajando la cabeza) Calle usted.

Madre: ... y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle una pal-ma encima o un plato de sal gorda para que no se hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni cómo yo dejo a la serpiente dentro del arcón.

Novio: ¿Está bueno ya?

Madre: Cien años que yo viviera no hablaría de otra cosa. Primero, tu padre, que me olía a clavel y lo disfruté tres años escasos. Luego, tu hermano. ¿Y es justo y puede ser que una cosa pequeña como una pistola o una navaja pueda acabar con un hombre, que es un toro? No callaría nunca. Pasan los meses y la desesperación me pica en los ojos y hasta en las puntas del pelo.

Novio: (Fuerte) ¿Vamos a acabar?

Madre: No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre y a tu hermano? Y luego, el presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos lle-nos de hierba, sin hablar, hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios... Los matadores, en presidio, frescos, viendo los montes...

Novio: ¿Es que quiere usted que los mate?

Madre: No... Si hablo, es porque... ¿Cómo no voy a hablar viéndote salir por esa puerta? Es que no me gusta que lleves navaja. Es que.... que no quisiera que salieras al campo.

Novio: (Riendo ) ¡Vamos!

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Madre: Que me gustaría que fueras una mujer. No te irías al arroyo ahora y bordaríamos las dos cenefas y perritos de lana.

Novio: (Coge de un brazo a la madre y ríe) Madre, ¿y si yo la llevara conmigo a las viñas?

Madre: ¿Qué hace en las viñas una vieja? ¿Me ibas a meter debajo de los pámpanos?

Novio: (Levantándola en sus brazos) Vieja, revieja, requetevieja.

Madre: Tu padre sí que me llevaba. Eso es buena casta. Sangre. Tu abue-lo dejó a un hijo en cada esquina. Eso me gusta. Los hombres, hombres, el trigo, trigo.

Novio: ¿Y yo, madre?

Madre: ¿Tú, qué?

Novio: ¿Necesito decírselo otra vez?

Madre: (Seria) ¡Ah!

Novio: ¿Es que le parece mal?

Madre: No

Novio: ¿Entonces...?

Madre: No lo sé yo misma. Así, de pronto, siempre me sorprende. Yo sé que la muchacha es buena. ¿Verdad que sí? Modosa. Trabajadora. Amasa su pan y cose sus faldas, y siento, sin embargo, cuando la nombro, como si me dieran una pedrada en la frente.

Novio: Tonterías.

Madre: Más que tonterías. Es que me quedo sola. Ya no me queda más que tú, y siento que te vayas.

Novio: Pero usted vendrá con nosotros.

Madre: No. Yo no puedo dejar aquí solos a tu padre y a tu hermano. Tengo que ir todas las mañanas, y si me voy es fácil que muera uno de los Félix, uno de la familia de los matadores, y lo entie-rren al lado. ¡Y eso sí que no! ¡Ca! ¡Eso sí que no! Porque con las uñas los desentierro y yo sola los machaco contra la tapia.

Novio: (Fuerte) Vuelta otra vez.

Madre: Perdóname. (Pausa) ¿Cuánto tiempo llevas en relaciones?

Novio: Tres años. Ya pude comprar la viña.

Madre: Tres años. Ella tuvo un novio, ¿no?

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Novio: No sé. Creo que no. Las muchachas tienen que mirar con quien se casan.

Madre: Sí. Yo no miré a nadie. Miré a tu padre, y cuando lo mataron miré a la pared de enfrente. Una mujer con un hombre, y ya está.

Novio: Usted sabe que mi novia es buena.

Madre: No lo dudo. De todos modos, siento no saber cómo fue su madre.

Novio: ¿Qué más da?

Madre: (Mirándole) Hijo.

Novio: ¿Qué quiere usted?

Madre: ¡Que es verdad! ¡Que tienes razón! ¿Cuándo quieres que la pida?

Novio: (Alegre) ¿Le parece bien el domingo?

Madre: (Seria) Le llevaré los pendientes de azófar, que son antiguos, y tú le compras...

Novio: Usted entiende más...

Madre: Le compras unas medias caladas, y para ti dos trajes... ¡Tres! ¡No te tengo más que a ti!

Novio: Me voy. Mañana iré a verla.

Madre: Sí, sí; y a ver si me alegras con seis nietos, o lo que te dé la gana, ya que tu padre no tuvo lugar de hacérmelos a mí.

Novio: El primero para usted.

Madre: Sí, pero que haya niñas. Que yo quiero bordar y hacer encaje y estar tranquila.

Novio: Estoy seguro que usted querrá a mi novia.

Madre: La querré. (Se dirige a besarlo y reacciona) Anda, ya estás muy grande para besos. Se los das a tu mujer. (Pausa. Aparte) Cuando lo sea.

Novio: Me voy.

Madre: Que caves bien la parte del molinillo, que la tienes descuidada.

Novio: ¡Lo dicho!

Madre: Anda con Dios.

(Vase el novio. La madre queda sentada de espaldas a la puerta. Aparece en la puerta una vecina vestida de color oscuro, con pañuelo a la cabeza).

Madre: Pasa.

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Vecina: ¿Cómo estás?

Madre: Ya ves.

Vecina: Yo bajé a la tienda y vine a verte. ¡Vivimos tan lejos...!

Madre: Hace veinte años que no he subido a lo alto de la calle.

Vecina: Tú estas bien.

Madre: ¿Lo crees?

Vecina: Las cosas pasan. Hace dos días trajeron al hijo de mi vecina con los dos brazos cortados por la máquina (Se sienta).

Madre: ¿A Rafael?

Vecina: Sí. Y allí lo tienes. Muchas veces pienso que tu hijo y el mío están mejor donde están, dormidos, descansando, que no expuestos a quedarse inútiles.

Madre: Calla. Todo eso son invenciones, pero no consuelos.

Vecina: ¡Ay!

Madre: ¡Ay! (Pausa) Vecina: (Triste) ¿Y tu hijo?

Madre: Salió.

Vecina: ¡Al fin compró la viña!

Madre: Tuvo suerte.

Vecina: Ahora se casará.

Madre: (Como despertando y acercando su silla a la silla de la vecina). Oye.

Vecina: (En plan confidencial) Dime.

Madre: ¿Tú conoces a la novia de mi hijo?

Vecina: ¡Buena muchacha!

Madre: Sí, pero...

Vecina: Pero quien la conozca a fondo no hay nadie. Vive sola con su padre allí, tan lejos, a diez leguas de la casa más cerca. Pero es buena. Acostumbrada a la soledad.

Madre: ¿Y su madre?

Vecina: A su madre la conocí. Hermosa. Le relucía la cara como un santo; pero a mí no me gustó nunca. No quería a su marido.

Madre: (Fuerte). Pero ¡cuántas cosas sabéis las gentes!

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Vecina: Perdona. No quisiera ofender; pero es verdad. Ahora, si fue decente o no, nadie lo dijo. De esto no se ha hablado. Ella era orgullosa.

Madre: ¡Siempre igual!

Vecina: Tú me preguntaste.

Madre: Es que quisiera que ni a la viva ni a la muerte las conociera nadie. Que fueran como dos cardos, que ninguna persona los nombra y pinchan si llega el momento.

Vecina: Tienes razón. Tu hijo vale mucho.

Madre: Vale. Por eso lo cuido. A mí me habían dicho que la muchacha tuvo novio hace tiempo.

Vecina: Tendría ella quince años. Él se casó ya hace dos años con una prima de ella, por cierto. Nadie se acuerda del noviazgo.

Madre: ¿Cómo te acuerdas tú?

Vecina: ¡Me haces unas preguntas...!

Madre: A cada uno le gusta enterarse de lo que le duele. ¿Quién fue el novio?

Vecina: Leonardo.

Madre: ¿Qué Leonardo?

Vecina: Leonardo, el de los Félix.

Madre: (Levantándose) ¡De los Félix!

Vecina: Mujer, ¿qué culpa tiene Leonardo de nada? Él tenía ocho años cuando las cuestiones.

Madre: Es verdad... Pero oigo eso de Félix y es lo mismo (entre dientes) Félix que llenárseme de cieno la boca (escupe), y tengo que escupir, tengo que escupir por no matar.

Vecina: Repórtate. ¿Qué sacas con eso?

Madre: Nada. Pero tú lo comprendes.

Vecina: No te opongas a la felicidad de tu hijo. No le digas nada. Tú estás vieja. Yo, también. A ti y a mí nos toca callar.

Madre: No le diré nada.

Vecina: (Besándola) Nada.

Madre: (Serena) ¡Las cosas...!

Vecina: Me voy, que pronto llegará mi gente del campo.

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Madre: ¿Has visto qué día de calor?

Vecina: Iban negros los chiquillos que llevan el agua a los segadores. Adiós, mujer.

Madre: Adiós.

(Se dirige a la puerta de la izquierda. En medio del camino se detiene y lentamente se santigua).

T e l ó n

ACTIVIDAD INTEGRADORA FINAL.• Lee la siguiente novela de García Marquez títulada Crónica de una muerte

anunciada y realiza una lectura comentada de ella.• El texto de tu comentario será de alrededor de dos cuartillas y debe tener:

- Introducción.- Síntesis de la historia del texto.- Comentario personal de la lectura.- Conclusión.

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leCtura 8.

Crónica de una muerte anunciada

Gabriel García Márquez

g abriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1928) es la figura más representativa de lo que se ha venido a llamar el “realismo mágico”

hispanoamericano. Periodista, cuentista y novelista, alcanzó la fama tras la publicación en 1967 de Cien años de soledad (novela ya publicada por El Mundo en la colección Millenium I), donde recrea la geografía imaginaria de Macondo, un lugar aislado del mundo en el que realidad y mito se confunden. Otras obras memorables son:

El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera y varias colecciones de cuentos magistrales. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura.

Crónica de una muerte anunciada, novela corta publicada en 1981, es una de las obras más conocidas y apreciadas de García Márquez. Relata en forma de reconstrucción casi periodística el asesinato de Santiago Nasar a manos de los gemelos Vicario. Desde el comienzo de la narración se anuncia que Santiago Nasar va a morir: es el joven hijo de un árabe emi-grado y parece ser el causantede la deshonra de Ángela, hermana de los gemelos, que ha contraído matrimonio el día anterior y ha sido rechazada por su marido. “Nunca hubo una muerte tan anunciada”, declara quien rememora los hechos veintisiete años después: los vengadores, en efecto, no se cansan de proclamar sus propósitos por todo el pueblo, como si quisieran evitar el mandato del destino, pero un cúmulo de casualidades hace que quienes pueden evitar el crimen no logren intervenir o se de-cidan demasiado tarde. El propio Santiago Nasar se levanta esa mañana despreocupado, ajeno por completo a la muerte que le aguarda.

La fatalidad domina todo el relato: el crimen es tan público que se hace inevitable. García Márquez se esfuerza en demostrar que la vida, en ocasiones, se sirve de tantas casualidades que hacen imposible con-vertirla en literatura. Su prosa escueta, precisa y pegada al terreno logra envolver de credibilidad lo exageradamente increíble, inventando una tensión narrativa donde ya no hay argumento, volviendo del revés el tiempo para que revele sus verdades, dejando una duda en el aire que acabará por destruir a los protagonistas de este drama, que fue adaptado a la gran pantalla en 1987, dirigido por Francesco Rosi e interpretado por Rupert Everett, Ornella Muti y Gian Maria Volonté.

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La caza del amor es altanería viCente gil

El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. “Siempre soñaba con árbo-les”, me dijo Plácida Linero, su madre, evocando 27 años después los pormenores de aquel lunes ingrato. “La semana anterior había soñado que iba solo en un avión de papel de estaño que volaba sin tropezar por entre los almendros”, me dijo. Tenía una reputación muy bien ganada de intérprete certera de los sueños ajenos, siempre que se los contaran en ayunas, pero no había advertido ningún augurio aciago en esos dos sueños de su hijo, ni en los otros sueños con árboles que él le había contado en las mañanas que precedieron a su muerte.

Tampoco Santiago Nasar reconoció el presagio. Había dormido poco y mal, sin quitarse la ropa, y despertó con dolor de cabeza y con un sedimento de estribo de cobre en el paladar, y los interpretó como estragos naturales de la parranda de bodas que se había prolongado hasta después de la media noche. Más aún: las muchas personas que encontró desde que salió de su casa a las 6.05 hasta que fue destazado como un cerdo una hora des-pués, lo recordaban un poco soñoliento pero de buen humor, y a todos les comentó de un modo casual que era un día muy hermoso. Nadie estaba seguro de si se refería al estado del tiempo. Muchos coincidían en el recuerdo de que era una mañana radiante con una brisa de mar que llegaba a través de los platanales, como era de pensar que lo fuera en un buen febrero de aquella época. Pero la mayoría estaba de acuerdo en que era un tiempo fúnebre, con un cielo turbio y bajo y un denso olor de aguas dormidas, y que en el instante de la desgracia estaba cayendo una llovizna menuda como la que había visto Santiago Nasar en el bos-que del sueño. Yo estaba reponiéndome de la parranda de la boda en el regazo apostólico de María Alejandrina Cervantes, y apenas si desperté con el alboroto de las campanas tocando a rebato, porque pensé que las habían soltado en honor del obispo.

Santiago Nasar se puso un pantalón y una camisa de lino blanco, ambas piezas sin almidón, iguales a las que se había puesto el día anterior para la boda. Era un atuendo de ocasión. De no haber sido por la llegada del obispo se habría puesto el vestido de caqui y las botas de montar con que se iba los lunes a El Divino Rostro, la hacienda de ganado que

Gabriel García Marquez.

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heredó de su padre, y que él administraba con muy buen juicio aunque sin mucha fortuna. En el monte llevaba al cinto una 357 Magnum, cuyas balas blindadas, según él decía, podían partir un caballo por la cintura. En época de perdices llevaba también sus aperos de cetrería. En el armario tenía además un rifle 30.06 Mannlicher-Schönauer, un rifle 300 Holland Magnum, un 22 Hornet con mira telescópica de dos poderes, y una Winchester de repetición. Siempre dormía como durmió su padre, con el arma escondida dentro de la funda de la almohada, pero antes de abandonar la casa aquel día le sacó los proyectiles y la puso en la gaveta de la mesa de noche. “Nunca la dejaba cargada”, me dijo su madre. Yo lo sabía, y sabía además que guardaba las armas en un lugar y –es-condía la munición en otro lugar muy apartado, de modo que nadie cediera ni por casualidad a la tentación de cargarlas dentro de la casa. Era una costumbre sabia impuesta por su padre desde una mañana en que una sirvienta sacudió la almohada para quitarle la funda, y la pistola se disparó al chocar contra el suelo, y la bala desbarató el armario del cuarto, atravesó la pared de la sala, * pasó con un estruendo de guerra por el comedor de la casa vecina y convirtió en polvo de yeso a un santo de tamaño natural en el altar mayor de la iglesia, al otro extremo de la plaza. Santiago Nasar, que entonces era muy niño, no olvidó nunca la lección de aquel percance.

La última imagen que su madre tenía de él era la de su paso fugaz por el dor-mitorio. La había despertado cuando trataba de encontrar a tientas una aspirina en el botiquín del baño, y ella encendió la luz y lo vio aparecer en la puerta con el vaso de agua en la mano, como había de recordarlo para siempre. Santiago Nasar le contó entonces el sueño, pero ella no les puso atención a los árboles.

–Todos los sueños con pájaros son de buena salud –dijo. Lo vio desde la misma hamaca y en la misma posición en que la encontré

postrada por las últimas luces de la vejez, cuando volví a este pueblo olvidado tratando de recomponer con tantas astillas dispersas el espejo roto de la me-moria. Apenas si distinguía las formas a plena luz, y tenía hojas medicinales en las sienes para el dolor de cabeza eterno que le dejó su hijo la última vez que pasó por el dormitorio. Estaba de costado, agarrada a las pitas del cabezal de la hamaca para tratar de incorporarse, y había en la penumbra el olor de bautisterio que me había sorprendido la mañana del crimen.

Apenas aparecí en el vano de la puerta me confundió con el recuerdo de Santiago Nasar. “Ahí estaba”, me dijo. “Tenía el vestido de lino blanco lavado con agua sola, porque era de piel tan delicada que no soportaba el ruido del almidón”. Estuvo un largo rato sentada en la hamaca, masticando pepas de cardamina, hasta que se le pasó la ilusión de que el hijo había vuelto. Entonces suspiró: “Fue el hombre de mi vida”.

Yo lo vi en su memoria. Había cumplido 21 años la última semana de enero, y era esbelto y pálido, y tenía los párpados árabes y los cabellos rizados de su padre. Era el hijo único de un matrimonio de conveniencia que no tuvo un solo instante de felicidad, pero él parecía feliz con su padre hasta que éste

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murió de repente, tres años antes, y siguió pareciéndolo con la madre solitaria hasta el lunes de su muerte. De ella heredó el instinto. De su padre aprendió desde muy niño el dominio de las armas de fuego, el amor por los caballos y la maestranza de las aves de presas altas, pero de él aprendió también las buenas artes del valor y la prudencia. Hablaban en árabe entre ellos, pero no delante de Plácida Linero para que no se sintiera excluida. Nunca s e les vio armados en el pueblo, y la única vez que trajeron s u s halcones amaestrados fue para hacer una demostración d e altanería en un bazar de caridad. La muerte de su padre l o había forzado a abandonar los estudios al término de la e s -cuela secundaria, para hacerse cargo de la hacienda familiar. Por sus méritos propios, Santiago Nasar era alegre y pacífico, y de corazón fácil.

El día en que lo iban a matar, su madre creyó que él se había equivocado de fecha cuando lo vio vestido de blanco. “Le recordé que era lunes”, me dijo. Pero él le explicó que se ha- b í a vestido de pontifical por si tenía ocasión de besarle el anillo a l obispo. Ella no dio ninguna muestra de interés.

–Ni siquiera se bajará del buque –le dijo–. Echará una bendición de compromiso, como siempre, y se irá por don- d e vino. Odia a este pueblo.

Santiago Nasar sabía que era cierto, pero los fastos de la iglesia le causaban una fascinación irresistible. “Es como el cinc”, me había dicho alguna vez. A su madre, en cambio, lo único que le interesaba de la llegada del obispo era que el hijo no se fuera a mojar en la lluvia, pues lo había oído estornudar mientras dormía. Le aconsejó que llevara un paraguas, pero él le hizo un signo de adiós con la mano y salió del cuarto. Fue la última vez que lo vio.

Victoria Guzmán, la cocinera, estaba segura de que no había llovido aquel día, ni en todo el mes de febrero. “Al contrario”, me dijo cuando vine a verla, poco antes de su muerte. “El sol calentó más temprano que en agosto”. Esta-ba descuartizando tres conejos para el almuerzo, rodeada de perros acezantes, cuando Santiago Nasar entró en la cocina. “Siempre se levantaba con cara de mala noche”, recordaba sin amor Victoria Guzmán. Divina Flor, su hija, que apenas empezaba a florecer, le sirvió a Santiago Nasar un tazón de café cerre-ro con un chorro de alcohol de caña, como todos los lunes, para ayudarlo a sobrellevar la carga de la noche anterior. La cocina enorme, con el cuchicheo de la lumbre y las gallinas dormidas en las perchas, tenía una respiración sigi-losa. Santiago Nasar masticó otra aspirina y se sentó a beber a sorbos lentos el tazón de café, pensando despacio, sin apartar la vista de las dos mujeres que destripaban los conejos en la hornilla. A pesar de la edad, Victoria Guzmán se conservaba entera. La niña, todavía un poco montaraz, parecía sofocada por el ímpetu de sus glándulas. Santiago Nasar la agarró por la muñeca cuando ella iba a recibirle el tazón vacío.

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–Ya estás en tiempo de desbravar –le dijo. Victoria Guzmán le mostró el cuchillo ensangrentado. –Suéltala, blanco –le ordenó en serio–. De esa agua no beberás mientras

yo esté viva. Había sido seducida por Ibrahim Nasar en la plenitud de la adolescencia.

La había amado en secreto varios años en los establos de la hacienda, y la llevó a servir en su casa cuando se le acabó el afecto. Divina Flor, que era hija de un marido más reciente, se sabía destinada a la cama furtiva de Santiago Nasar, y esa idea le causaba una ansiedad prematura. “No ha vuelto a nacer otro hombre como ése”, me dijo, gorda y mustia, y rodeada por los hijos de otros amores. “Era idéntico a su padre –le replicó Victoria Guzmán–. Un mierda”. Pero no pudo eludir una rápida ráfaga de espanto al recordar el horror de Santiago Nasar cuando ella arrancó de cuajo las entrañas de un conejo y les tiró a los perros el tripajo humeante.

–No seas bárbara –le dijo él–. Imagínate que fuera un ser humano. Victoria Guzmán necesitó casi 20 años para entender que un hombre acos-

tumbrado a matar animales inermes expresara de pronto semejante horror. “Dios Santo –exclamó asustada–, de modo que todo aquello fue una revelación”. Sin embargo, tenía tantas rabias atrasadas la mañana del crimen, que siguió ce-bando a los perros con las vísceras de los otros conejos, sólo por amargarle el desayuno a Santiago Nasar. En ésas estaban cuando el pueblo entero despertó con el bramido estremecedor del buque de vapor en que llegaba el obispo.

La casa era un antiguo depósito de dos pisos, con paredes de tablones bastos y un techo de cinc de dos aguas, sobre el cual velaban los gallinazos por los desperdicios del puerto. Había sido construido en los tiempos en que el río era tan servicial que muchas barcazas de mar, e inclusive algunos barcos de altura, se aventuraban hasta aquí a través de las ciénagas del estuario. Cuando vino Ibrahim Nasar con los últimos árabes, al término de las guerras civiles, ya no llegaban los barcos de mar debido a las mudanzas del río, y el depósito estaba en desuso. Ibrahim Nasar lo compró a cualquier precio para poner una tienda de importación que nunca puso, y sólo cuando se iba a casar lo con-virtió en una casa para vivir. En la planta baja abrió un salón que servía para todo, y construyó en el fondo una caballeriza para cuatro animales, los cuartos de servicio, y tina cocina de hacienda con ventanas hacia el puerto por donde entraba a toda hora la pestilencia de las aguas. Lo único que dejó intacto en el salón fue la escalera en espiral rescatada de algún naufragio. En la planta alta, donde antes estuvieron las oficinas de aduana, hizo dos dormitorios amplios y cinco camarotes para los muchos hijos que pensaba tener, y construyó un balcón de madera sobre los almendros de la plaza, donde Plácida Linero se sentaba en las tardes de marzo a consolarse de su soledad. En la fachada conservó la puerta principal y le hizo dos ventanas de cuerpo entero con bolillos torneados. Conservó también la puerta posterior, sólo que un poco más alzada para pasar a caballo, y mantuvo en servicio una parte del antiguo muelle. Ésa fue siempre

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la puerta de más uso, no sólo porque era el acceso natural a las pesebreras y la cocina, sino porque daba a la calle del puerto nuevo sin pasar por la plaza. La puerta del frente, salvo en ocasiones festivas, permanecía cerrada y con tranca. Sin embargo, fue por allí, y no por la puerta posterior, por donde esperaban a Santiago Nasar los hombres que lo iban a matar, y fue por allí por donde él salió a recibir al obispo, a pesar de que debía darle una vuelta completa a la casa para llegar al puerto.

Nadie podía entender tantas coincidencias funestas. El juez instructor que vino de Riohacha debió sentirlas sin atreverse a admitirlas, pues su interés de darles una explicación racional era evidente en el sumario. La puerta de la plaza estaba citada varias veces con un nombre de folletín: La puerta fatal. En realidad, la única explicación válida parecía ser la de Plácida Linero, que contestó a la pregunta con su razón de madre: “Mi hijo no salía nunca por la puerta de atrás cuando estaba bien vestido”. Parecía una verdad tan fácil, que el instructor la registró en una nota marginal, pero no la sentó en el sumario.

Victoria Guzmán, por su parte, fue terminante en la respuesta de que ni ella ni su hija sabían que a Santiago Nasar lo estaban esperando para matarlo. Pero en el curso de sus años admitió que ambas lo sabían cuando él entró en la cocina a tomar el café. Se lo había dicho una mujer que pasó después de las cinco a pedir un poco de leche por caridad, y les reveló además los motivos y el lugar donde lo estaban esperando. “No lo previne porque pensé que eran habladas de borracho”, me dijo. No obstante, Divina Flor me confesó en una visita posterior, cuando ya su madre había muerto, que ésta no le había dicho nada a Santiago Nasar porque en el fondo de su alma quería que lo mataran. En cambio ella no lo previno porque entonces no era más que una niña asus-tada, incapaz de una decisión propia, y se había asustado mucho más cuando él la agarró por la muñeca con una mano que sintió helada y pétrea, como una mano de muerto.

Santiago Nasar atravesó a pasos largos la casa en penumbra, perseguido por los bramidos de júbilo del buque del obispo. Divina Flor se le adelantó para abrirle la puerta, tratando de no dejarse alcanzar por entre las jaulas de pájaros dormidos del comedor, por entre los muebles de mimbre y las macetas de helechos colgados de la sala, pero cuando quitó la tranca de la puerta no pudo evitar otra vez la mano de gavilán carnicero. “Me agarró toda la panocha –me dijo Divina Flor–. Era lo que hacía siempre cuando me encontraba sola por los rincones de la casa, pero aquel día no sentí el susto de siempre sino unas ganas horribles de llorar”. Se apartó para dejarlo salir, y a través de la puerta entre-abierta vio los almendros de la plaza, nevados por el resplandor del amanecer, pero no tuvo valor para ver nada más. “Entonces se acabó el pito del buque y empezaron a cantar los gallos –me dijo–. Era un alboroto tan grande, que no podía creerse que hubiera tantos gallos en el pueblo, y pensé que venían en el buque del obispo”. Lo único que ella pudo hacer por el hombre que nunca había de ser suyo, fue dejar la puerta sin tranca, contra las órdenes de Plácida

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Linero, para que él pudiera entrar otra vez en caso de urgencia. Alguien que nunca fue identificado había metido por debajo de la puerta un papel dentro de un sobre, en el cual le avisaban a Santiago Nasar que lo estaban esperando para matarlo, y le revelaban además el lugar y los motivos, y otros detalles muy precisos de la confabulación. El mensaje estaba en el suelo cuando Santiago Nasar salió de su casa, pero él no lo vio, ni lo vio Divina Flor ni lo vio nadie hasta mucho después de que el crimen fue consumado.

Habían dado las seis y aún seguían encendidas las luces públicas. En las ramas de los almendros, y en algunos balcones, estaban todavía las guirnaldas de colores de la boda, y hubiera podido pensarse que acababan de colgarlas en honor del obispo. Pero la plaza cubierta de baldosas hasta el atrio de la iglesia, donde estaba el tablado de los músicos, parecía un muladar de botellas vacías y toda clase de desperdicios de la parranda pública. Cuando Santiago Nasar salió de su casa, varias personas corrían hacia el puerto, apremiadas por los bramidos del buque.

El único lugar abierto en la plaza era una tienda de leche a un costado de la iglesia, donde estaban los dos hombres que esperaban a Santiago Nasar para matarlo. Clotilde Armenta, la dueña del negocio, fue la primera que lo vio en el resplandor del alba, y tuvo la impresión de que estaba vestido de aluminio. “Ya parecía un fantasma”, me dijo. Los hombres que lo iban a matar se habían dormido en los asientos, apretando en el regazo los cuchillos envueltos en periódicos, y Clotilde Armenta reprimió el aliento para no despertarlos.

Eran gemelos: Pedro y Pablo Vicario. Tenían 24 años, y se parecían tanto que costaba trabajo distinguirlos. “Eran de catadura espesa pero de buena ín-dole”, decía el sumario. Yo, que los conocía desde la escuela primaria, hubiera escrito lo mismo. Esa mañana llevaban todavía los vestidos de paño oscuro de la boda, demasiado gruesos y formales para el Caribe, y tenían el aspecto devastado por tantas horas de mala vida, pero habían cumplido con el deber de afeitarse. Aunque no habían dejado de beber desde la víspera de la parranda, ya no estaban borrachos al cabo de tres días, sino que parecían sonámbulos desvelados. Se habían dormido con las primeras auras del amanecer, después de casi tres horas de espera en la tienda de Clotilde Armenta, y aquél era su primer sueño desde el viernes. Apenas si habían despertado con el primer bramido del buque, pero el instinto los despertó por completo cuando Santiago Nasar salió de su casa. Ambos agarraron entonces el rollo de periódicos, y Pedro Vicario empezó a levantarse.

–Por el amor de Dios –murmuró Clotilde Armenta–. Déjenlo para después, aunque sea por respeto al señor obispo.

“Fue un soplo del Espíritu Santo”, repetía ella a menudo. En efecto, había sido una ocurrencia providencial, pero de una virtud momentánea. Al oírla, los gemelos Vicario reflexionaron, y el que se había levantado volvió a sentarse. Ambos siguieron con la mirada a Santiago Nasar cuando empezó a cruzar la plaza. “Lo miraban más bien con lástima”, decía Clotilde Armenta. Las niñas

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de la escuela de monjas atravesaron la plaza en ese momento trotando en desorden con sus uniformes de huérfanas.

Plácida Linero tuvo razón: el obispo no se bajó del buque. Había mucha gente en el puerto además de las autoridades y los niños de las escuelas, y por todas partes se veían los huacales de gallos bien cebados que le llevaban de regalo al obispo, porque la sopa de crestas era su plato predilecto. En el mue-lle de carga había tanta leña arrumada, que el buque habría necesitado por lo menos dos horas para cargarla. Pero no se detuvo. Apareció en la vuelta del río, rezongando como un dragón, y entonces la banda de músicos empezó a tocar el himno del obispo, y los gallos se pusieron a cantar en los huacales y alborotaron a los otros gallos del pueblo.

Por aquella época, los legendarios buques de rueda alimentados con leña estaban a punto de acabarse, y los pocos que quedaban en servicio ya no tenían pianola ni camarotes para la luna de miel, y apenas si lograban navegar contra la corriente. Pero éste era nuevo, y tenía dos chimeneas en vez de una con la bandera pintada como un brazal, y la rueda de tablones de la popa le daba un ímpetu de barco de mar. En la baranda superior, junto al camarote del capitán, iba el obispo de sotana blanca con su séquito de españoles. «Estaba haciendo un tiempo de Navidad», ha dicho mi hermana Margot. Lo que pasó, según ella, fue que el silbato del buque soltó un chorro de vapor a presión al pasar frente al puerto, y dejó ensopados a los que estaban más cerca de la orilla. Fue una ilusión fugaz: el obispo empezó a hacer la señal de la cruz en el aire frente a la muchedumbre del muelle, y después siguió haciéndola de memoria, sin malicia ni inspiración, hasta que el buque se perdió de vista y sólo quedó el alboroto de los gallos.

Santiago Nasar tenía motivos para sentirse defraudado. Había contribuido con varias cargas de leña alas solicitudes públicas del padre Carmen Amador, y además había escogido él mismo los gallos de crestas más apetitosas. Pero fue una contrariedad momentánea. Mi hermana Margot, que estaba con él en el muelle, lo encontró de muy buen humor y con ánimos de seguir la fiesta, a pesar de que las aspirinas no le habían causado ningún alivio. “No parecía resfriado, y sólo estaba pensando en lo que había costado la boda”, me dijo. Cristo Bedoya, que estaba con ellos, reveló cifras que aumentaron el asombro. Había estado de parranda con Santiago Nasar y conmigo hasta un poco antes de las cuatro, pero no había ido a dormir donde sus padres, sino que se quedó conversando en casa de sus abuelos. Allí obtuvo muchos datos que le faltaban para calcular los costos de la parranda. Contó que se habían sacrificado cuarenta pavos y once cerdos para los invitados, y cuatro terneras que el novio puso a asar para el pueblo en la plaza pública. Contó que se consumieron 205 cajas de alcoholes de contrabando y casi 2.000 botellas de ron de caña que fueron repartidas entre la muchedumbre. No hubo una sola persona, ni pobre ni rica, que no hubiera participado de algún modo en la parranda de mayor escándalo que se había visto jamás en el pueblo. Santiago Nasar soñó en voz alta.

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–Así será mi matrimonio –dijo–. No les alcanzará la vida para contarlo. Mi hermana sintió pasar el ángel. Pensó una vez más en la buena suerte

de Flora Miguel, que tenía tantas cosas en la vida, y que iba a tener además a Santiago Nasar en la Navidad de ese año. “Me di cuenta de pronto de que no podía haber un partido mejor que él”, me dijo. “Imagínate: bello, formal, y con una fortuna propia a los veintiún años”. Ella solía invitarlo a desayunar en nuestra casa cuando había caribañolas de yuca, y mi madre las estaba haciendo aquella mañana. Santiago Nasar aceptó entusiasmado.

–Me cambio de ropa y te alcanzo –dijo, y cayó en la cuenta de que había olvidado el reloj en la mesa de noche–. ¿Qué hora es?

Eran las 6.25. Santiago Nasar tomó del brazo a Cristo Bedoya y se lo llevó hacia la plaza.

–Dentro de un cuarto de hora estoy en tu casa –le dijo a mi hermana. Ella insistió en que se fueran juntos de inmediato porque el desayuno estaba

servido. “Era una insistencia rara –me dijo Cristo Bedoya–. Tanto, que a veces he pensado que Margot ya sabía que lo iban a matar y quería esconderlo en tu casa”. Sin embargo, Santiago Nasar la convenció de que se adelantara mientras él se ponía la ropa de montar, pues tenía que estar temprano en El Divino Rostro para castrar terneros. Se despidió de ella con la misma señal de la mano con que se había despedido de su madre, y se alejó hacia la plaza llevando del brazo a Cristo Bedoya. Fue la última vez que lo vio.

Muchos de los que estaban en el puerto sabían que a Santiago Nasar lo iban a matar. Don Lázaro Aponte, coronel de academia en uso de buen retiro y alcalde municipal desde hacía once años, le hizo un saludo con los dedos. “Yo tenía mis razones muy reales para creer que ya no corría ningún peligro”, me dijo. El padre Carmen Amador tampoco se preocupó. “Cuando lo vi sano y salvo pensé que todo había sido un infundio”, me dijo. Nadie se preguntó siquiera si Santiago Nasar estaba prevenido, porque a todos les pareció impo-sible que no lo estuviera.

En realidad, mi hermana Margot era una de las pocas personas que toda-vía ignoraban que lo iban a matar. “De haberlo sabido, me lo hubiera llevado para la casa aunque fuera amarrado”, declaró al instructor. Era extraño que no lo supiera, pero lo era mucho más que tampoco lo supiera mi madre, pues se enteraba de todo antes que nadie en la casa, a pesar de que hacía años que no salía a la calle, ni siquiera para ir a misa. Yo apreciaba esa virtud suya desde que empecé a levantarme temprano para ir a la escuela. La encontraba como era en aquellos tiempos, lívida y sigilosa, barriendo el patio con una escoba de ramas en el resplandor ceniciento del amanecer, y entre cada sorbo de café me iba contando lo que había ocurrido en el mundo mientras nosotros dormíamos. Parecía tener hilos de comunicación secreta con la otra gente del pueblo, sobre todo con la de su edad, y a veces nos sorprendía con noticias anticipadas que no hubiera podido conocer sino por artes de adivinación. Aquella mañana, sin embargo, no sintió el pálpito de la tragedia que se estaba gestando desde las

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tres de la madrugada. Había terminado de barrer el patio, y cuando mi hermana Margot salía a recibir al obispo la encontró moliendo la yuca para las cariba-ñolas. “Se oían gallos”, suele decir mi madre recordando aquel día. Pero nunca relacionó el alboroto distante con la llegada del obispo, sino con los últimos rezagos de la boda.

Nuestra casa estaba lejos de la plaza grande, en un bosque de mangos frente al río. Mi hermana Margot había ido hasta el puerto caminando por la orilla, y la gente estaba demasiado excitada con la visita del obispo para ocuparse de otras novedades. Habían puesto a los enfermos acostados en los portales para que recibieran la medicina de Dios, y las mujeres salían corriendo de los patios con pavos y lechones y toda clase de cosas de comer, y desde la orilla opuesta llegaban canoas adornadas de flores. Pero después de que el obispo pasó sin dejar su huella en la tierra, la otra noticia reprimida alcanzó su tamaño de escándalo. Entonces fue cuando mi hermana Margot la conoció completa y de un modo brutal: Ángela Vicario, la hermosa muchacha que se había casado el día anterior, había sido devuelta a la casa de sus padres, porque el esposo encontró que no era virgen. “Sentí que era yo la que me iba a morir”, dijo mi hermana. “Pero por más que volteaban el cuento al derecho y al revés, nadie podía explicarme cómo fue que el pobre Santiago Nasar terminó comprometido en semejante enredo”. Lo único que sabían con seguridad era que los hermanos de Ángela Vicario lo estaban esperando para matarlo.

Mi hermana volvió a casa mordiéndose por dentro para no llorar. Encon-tró a mi madre en el comedor, con un traje dominical de flores azules que se había puesto por si el obispo pasaba a saludarnos, y estaba cantando el fado del amor invisible mientras arreglaba la mesa. Mi hermana notó que había un puesto más que de costumbre.

–Es para Santiago Nasar –le dijo mi madre–. Me dijeron que lo habías invitado a desayunar.

–Quítalo –dijo mi hermana. Entonces le contó. “Pero fue como si ya lo supiera –me dijo–. Fue lo mismo

de siempre, que uno empieza a contarle algo, y antes de que el cuento llegue a la mitad ya ella sabe cómo termina”. Aquella mala noticia era un nudo cifrado para mi madre. A Santiago Nasar le habían puesto ese nombre por el nombre de ella, y era además su madrina de bautismo, pero también tenía un paren-tesco de sangre con Pura Vicario, la madre de la novia devuelta. Sin embargo, no había acabado de escuchar la noticia cuando ya se había puesto los zapatos de tacones y la mantilla de iglesia que sólo usaba entonces para las visitas de pésame. Mi padre, que había oído todo desde la cama, apareció en piyama en el comedor y le preguntó alarmado para dónde iba.

–A prevenir a mi comadre Plácida –contestó ella–. No es justo que todo el mundo sepa que le van a matar el hijo, y que ella sea la única que no lo sabe.

–Tenernos tantos vínculos con ella como con los Vicario –dijo mi padre. –Hay que estar siempre de parte del muerto –dijo ella.

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Mis hermanos menores empezaron a salir de los otros cuartos. Los más pequeños, tocados por el soplo de la tragedia, rompieron a llorar. Mi madre no les hizo caso, por una vez en la vida, ni le prestó atención a su esposo.

–Espérate y me visto –le dijo él. Ella estaba ya en la calle. Mi hermano Jaime, que entonces no tenía más de

siete años, era el único que estaba vestido para la escuela. –Acompáñala tú –ordenó mi padre. Jaime corrió detrás de ella sin saber qué pasaba ni para dónde iban, y se

agarró de su mano. “Iba hablando sola –me dijo Jaime–. Hombres de mala ley, decía en voz muy baja, animales de mierda que no son capaces de hacer nada que no sean desgracias”. No se daba cuenta ni siquiera de que llevaba al niño de la mano. “Debieron pensar que me había vuelto loca –me dijo–. Lo único que recuerdo es que se oía a lo lejos un ruido de mucha gente, como si hubiera vuelto a empezar la fiesta de la boda, y que todo el mundo corría en dirección de la plaza”. Apresuró el paso, con la determinación de que era capaz cuando estaba una vida de por medio, hasta que alguien que corría en sentido contrario se compadeció de su desvarío.

–No se moleste, Luisa Santiaga –le gritó al pasar–. Ya lo mataron. Bayardo San Román, el hombre que devolvió a la esposa, había venido por

primera vez en agosto del año anterior: seis meses antes de la boda. Llegó en el buque semanal con unas alforjas guarnecidas de plata que hacían juego con las hebillas de la correa y las argollas de los botines. Andaba por los treinta años, pero muy bien escondidos, pues tenía una cintura angosta de novillero, los ojos dorados, y la piel cocinada a fuego lento por el salitre. Llegó con una chaqueta corta y un pantalón muy estrecho, ambos de becerro natural, y unos guantes de cabritilla del mismo color. Magdalena Oliver había venido con él en el buque y no pudo quitarle la vista de encima durante el viaje. “Parecía marica –me dijo–. Y era una lástima, porque estaba como para embadurnarlo de mantequilla y comérselo vivo”. No fue la única que lo pensó, ni tampoco la última en darse cuenta de que Bayardo San Román no era un hombre de conocer a primera vista.

Mi madre me escribió al colegio a fines de agosto y me decía en una nota casual: “Ha venido un hombre muy raro”. En la carta siguiente me decía: “El hombre raro se llama Bayardo San Román, y todo el inundo dice que es en-cantador, pero yo no lo he visto”. Nadie supo nunca a qué vino. A alguien que no resistió la tentación de preguntárselo, un poco antes de la boda, le contestó: “Andaba de pueblo en pueblo buscando con quien casarme”. Podía haber sido verdad, pero lo mismo hubiera contestado cualquier otra cosa, pues tenía una manera de hablar que más bien le servía para ocultar que para decir.

La noche en que llegó dio a entender en el cine que era ingeniero de trenes, y habló de la urgencia de construir un ferrocarril hasta el interior para antici-parnos a las veleidades del río. Al día siguiente tuvo que mandar un telegrama, y él mismo lo transmitió con el manipulador, y además le enseñó al telegrafista

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una fórmula suya para seguir usando las pilas agotadas. Con la misma propiedad había hablado de enfermedades fronterizas con un médico militar que pasó por aquellos meses haciendo la leva. Le gustaban las fiestas ruidosas y largas, pero era de buen beber, separador de pleitos y enemigo de juegos de manos. Un do-mingo después de misa desafió a los nadadores más diestros, que eran muchos, y dejó rezagados a los mejores con veinte brazadas de ida y vuelta a través del río. Mi madre me lo contó en una carta, y al final me hizo un comentario muy suyo: “Parece que también está nadando en oro”. Esto respondía a la leyenda prematura de que Bayardo San Román no sólo era capaz de hacer todo, y de hacerlo muy bien, sino que además disponía de recursos interminables.

Mi madre le dio la bendición final en una carta de octubre. “La gente lo quiere mucho –me decía–, porque es honrado y de buen corazón, y el domingo pasado comulgó de rodillas y ayudó a la misa en latín”. En ese tiempo no estaba permitido comulgar de pie y sólo se oficiaba en latín, pero mi madre suele hacer esa clase de precisiones superfluas cuando quiere llegar al fondo de las cosas. Sin embargo, después de ese veredicto consagratorio me escribió dos cartas más en las que nada me decía sobre Bayardo San Román, ni siquiera cuando fue demasiado sabido que quería casarse con Ángela Vicario. Sólo mucho después de la boda desgraciada me confesó que lo había conocido cuando ya era muy tarde para corregir la carta de octubre, y que sus ojos de oro le habían causado un estremecimiento de espanto.

–Se me pareció al diablo –me dijo–, pero tú mismo me habías dicho que esas cosas no se deben decir por escrito.

Lo conocí poco después que ella, cuando vine a las vacaciones de Navidad, y no lo encontré tan raro como decían. Me pareció atractivo, en efecto, pero muy lejos de la visión idílica de Magdalena Oliver. Me pareció más serio de lo que hacían creer sus travesuras, y de una tensión recóndita apenas disimulada por sus gracias excesivas. Pero sobre todo, me pareció un hombre muy triste. Ya para entonces había formalizado su compromiso de amores con Ángela Vicario.

Nunca se estableció muy bien cómo se conocieron. La propietaria de la pensión de hombres solos donde vivía Bayardo San Román, contaba que éste estaba haciendo la siesta en un mecedor de la sala, a fines de setiembre, cuan-do Ángela Vicario y su madre, atravesaron la plaza con dos canastas de flores artificiales. Bayardo San Román despertó a medias, vio las dos mujeres vestidas de negro inclemente que parecían los únicos seres vivos en el marasmo de las dos de la tarde, y preguntó quién era la joven. La propietaria le contestó que era la hija menor de la mujer que la acompañaba, y que se llamaba Ángela Vicario. Bayardo San Román las siguió con la mirada hasta el otro extremo de la plaza.

–Tiene el nombre bien puesto –dijo. Luego recostó la cabeza en el espaldar del mecedor, y volvió a cerrar los ojos. –Cuando despierte –dijo–, recuérdame que me voy a casar con ella. Ángela Vicario me contó que la propietaria de la pensión le había hablado

de este episodio desde antes de que Bayardo San Román la requiriera en amores.

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“Me asusté mucho”, me dijo. Tres personas que estaban en la pensión confir-maron que el episodio había ocurrido, pero otras cuatro no lo creyeron cierto. En cambio, todas las versiones coincidían en que Ángela Vicario y Bayardo San Román se habían visto por primera vez en las fiestas patrias de octubre, durante una verbena de caridad en la que ella estuvo encargada de cantar las rifas. Bayardo San Román llegó a la verbena y fue derecho al mostrador atendido por la rifera lánguida cerrada de luto hasta la empuñadura, y le preguntó cuánto costaba la ortofónica con incrustaciones de nácar que había de ser el atractivo mayor de la feria. Ella le contestó que no estaba para la venta sino para rifar.

–Mejor –dijo él–, así será más fácil, y además, más barata. Ella me confesó que había logrado impresionarla, pero por razones con-

trarias del amor. “Yo detestaba a los hombres altaneros, y nunca había visto uno con tantas ínfulas –me dijo, evocando aquel día–. Además, pensé que era un polaco”. Su contrariedad fue mayor cuando cantó la rifa de la ortofónica, en medio de la ansiedad de todos, y en efecto se la ganó Bayardo San Román. No podía imaginarse que él, sólo por impresionarla, había comprado todo los números de la rifa.

Esa noche, cuando volvió a su casa, Ángela Vicario encontró allí la ortofóni-ca envuelta en papel de regalo y adornada con un lazo de organza. “Nunca pude saber cómo supo que era mi cumpleaños”, me dijo. Le costó trabajo convencer a sus padres de que no le había dado ningún motivo a Bayardo San Román para que le mandara semejante regalo, y menos de una manera tan visible que no pasó inadvertido para nadie. De modo que sus hermanos mayores, Pedro y Pablo, llevaron la ortofónica al hotel para devolvérsela a su dueño, y lo hicieron con tanto revuelo que no hubo nadie que la viera venir y no la viera regresar. Con lo único que no contó la familia fue con los encantos irresistibles de Bayardo San Román. Los gemelos no reaparecieron hasta el amanecer del día siguiente, turbios de la borrachera, llevando otra vez la ortofónica y llevando además a Bayardo San Román para seguir la parranda en la casa.

Ángela Vicario era la hija menor de una familia de recursos escasos. Su pa-dre, Poncio Vicario, era orfebre de pobres, y la vista se le acabó de tanto hacer primores de oro para mantener el honor de la casa. Purísima del Carmen, su madre, había sido maestra de escuela hasta que se casó para siempre. Su aspecto manso y un tanto afligido disimulaba muy bien el rigor de su carácter. “Parecía una monja”, recuerda Mercedes. Se consagró con tal espíritu de sacrificio a la atención del esposo y a la crianza de los hijos, que a uno se le olvidaba a veces que seguía existiendo. Las dos hijas mayores se habían .casado muy tarde. Ade-más de los gemelos, tuvieron una hija intermedia que había muerto de fiebres crepusculares, y dos años después seguían guardándole un luto aliviado dentro de la casa, pero riguroso en la calle. Los hermanos fueron criados para ser hombres. Ellas habían sido educadas para casarse. Sabían bordar con bastidor, coser a máquina, tejer encaje de bolillo, lavar y planchar, hacer flores artificiales y dulces de fantasía, y redactar esquelas de compromiso. A diferencia de las

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muchachas de la época, que habían descuidado el culto de la muerte, las cua-tro eran maestras en la ciencia antigua de velar a los enfermos, confortar a los moribundos y amortajar a los muertos. Lo único que mi madre les reprochaba era la costumbre de peinarse antes de dormir. “Muchachas –les decía–: no se peinen de noche que se retrasan los navegantes”. Salvo por eso, pensaba que no había hijas mejor educadas. “Son perfectas –le oía decir con frecuencia–. Cualquier hombre será feliz con ellas, porque han sido criadas para sufrir”. Sin embargo, a los que se casaron con las dos mayores les fue difícil romper el cerco, porque siempre iban juntas a todas partes, y organizaban bailes de mujeres solas y estaban predispuestas a encontrar segundas intenciones en los designios de los hombres.

Ángela Vicario era la más bella de las cuatro, y mi madre decía que había nacido como las grandes reinas de la historia con el cordón umbilical enrollado en el cuello. Pero tenía un aire desamparado y una pobreza de espíritu que le auguraban un porvenir incierto. Yo volvía a verla año tras año, durante mis vacaciones de Navidad, y cada vez parecía más desvalida en la ventana de su casa, donde se sentaba por la tarde a hacer flores de trapo y a cantar valses de solteras con sus vecinas. “Ya está de colgar en un alambre –me decía Santiago Nasar–: tu prima la boba”. De pronto, poco antes del luto de la hermana, la encontré en la calle por primera vez, vestida de mujer y con el cabello rizado, y apenas si pude creer que fuera la misma. Pero fue una visión momentánea: su penuria de espíritu se agravaba con los años. Tanto, que cuando se supo que Bayardo San Román quería casarse con ella, muchos pensaron que era una perfidia de forastero.

La familia no sólo lo tomó en serió, sino con un grande alborozo. Salvo Pura Vicario, quien puso como condición que Bayardo San Román acreditara su identidad. Hasta entonces nadie sabía quién era. Su pasado no iba más allá de la tarde en que desembarcó con su atuendo de artista, y era tan reservado sobre su origen que hasta el engendro más demente podía ser cierto. Se llegó a decir que había arrasado pueblos y sembrado el terror en Casanare como comandante de tropa, que era prófugo de Cayena, que lo habían visto en Pernambuco tratando de medrar con una pareja de osos amaestrados, y que había rescatado los restos de un galeón español cargado de oro en el canal de los Vientos. Bayardo San Román le puso término a tantas conjeturas con un recurso simple: trajo a su familia en pleno.

Eran cuatro: el padre, la madre y dos hermanas perturbadoras. Llegaron en un Ford T con placas oficiales cuya bocina de pato alborotó las calles a las once de la mañana. La madre, Alberta Simonds, una mulata grande de Cura-zao que hablaba el castellano todavía atravesado de papiamento, había sido proclamada en su juventud como la más bella entre las 200 más bellas de las Antillas. Las hermanas, acabadas de florecer, parecían dos potrancas sin sosiego. Pero la carta grande era el padre: el general Petronio San Román, héroe de las guerras civiles del siglo anterior, y una de las glorias mayores del .régimen con-

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servador por haber puesto en fuga al coronel Aureliano Buendía en el desastre de Tucurinca. Mi madre fue la única que no fue a saludarlo cuando supo quién era. “Me parecía muy bien que se casaran –me dijo–. Pero una cosa era eso, y otra muy distinta era darle la mano a un hombre que ordenó dispararle por ,la espalda a Gerineldo Márquez”. Desde que asomó por la ventana del automóvil saludando con el sombrero blanco, todos lo reconocieron por la fama de sus retratos. Llevaba un traje de lienzo color de trigo, botines de cordobán con los cordones cruzados, y unos espejuelos de oro prendidos con pinzas en la cruz de la nariz y sostenidos con una leontina en el ojal del chaleco. Llevaba la medalla del valor en la solapa y un bastón con el escudo nacional esculpido en el pomo. Fue el primero que se bajó del automóvil, cubierto por completo por el polvo ardiente de nuestros malos caminos, y no tuvo más que aparecer en el pescante para que todo el mundo se diera cuenta de que Bayardo San Román se iba a casar con quien quisiera.

Era Ángela Vicario quien no quería casarse con él. «Me parecía demasiado hombre para mí», me dijo. Además, Bayardo San Román no había intentado siquiera seducirla a ella, sino que hechizó a la familia con sus encantos. Ángela Vicario no olvidó nunca el horror de la noche en que sus padres y sus herma-nas mayores con sus maridos, reunidos en la sala de la casa, le impusieron la obligación de casarse con un hombre que apenas había visto. Los gemelos se mantuvieron al margen. “Nos pareció que eran vainas de mujeres”, me dijo Pablo Vicario. El argumento decisivo de los padres fue que una familia digni-fica da por la modestia no tenía derecho a despreciar aquel premio del destino. Angela Vicario se atrevió apenas a insinuar el inconveniente de la falta de amor, pero su madre lo demolió con una sola frase:

–También el amor se aprende. A diferencia de los noviazgos de la época, que eran largos y vigilados, el de

ellos fue de sólo cuatro meses por las urgencias de Bayardo San Román. No fue más corto porque Pura Vicario exigió esperar a que terminara el luto de la familia. Pero el tiempo alcanzó sin angustias por la manera irresistible con que Bayardo San Román arreglaba las cosas. “Una noche me preguntó cuál era la casa que más me gustaba –me contó Ángela Vicario–. Y yo le contesté, sin saber para qué era, que la más bonita del pueblo era la quinta del viudo de Xius”. Yo hubiera dicho lo mismo. Estaba en una colina barrida por los vientos, y desde la terraza se veía el paraíso sin límite de las ciénagas cubiertas de anémonas moradas, y en los días claros del verano se alcanzaba a ver el horizonte nítido del Caribe, y los trasatlánticos de turistas de Cartagena de Indias. Bayardo San Román fue esa misma noche al Club Social y se sentó a la mesa del viudo de Xius a jugar una partida de dominó.

–Viudo –le dijo–: le compro su casa. –No está a la venta –dijo el viudo. –Se la compro con todo lo que tiene dentro. El viudo de Xius le explicó con una buena educación a la antigua que los

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objetos de la casa habían sido comprados por la esposa en toda una vida de sacrificios, y que para él seguían siendo como parte de ella. “Hablaba con el alma en la mano –me dijo el doctor Dionisio Iguarán, que estaba jugando con ellos–. Yo estaba seguro que prefería morirse antes que vender una casa donde había sido feliz durante más de treinta años”. También Bayardo San Román comprendió sus razones.

–De acuerdo –dijo–. Entonces véndame la casa vacía. Pero el viudo se defendió hasta el final de la partida. Al cabo de tres noches,

ya mejor preparado, Bayardo San Román ,Volvió a la mesa de dominó. –Viudo –empezó de nuevo–: ¿Cuánto cuesta la casa? –No tiene precio. –Diga uno cualquiera. –Lo siento, Bayardo –dijo el viudo–, pero ustedes los jóvenes no entienden

los motivos del corazón. Bayardo San Román no hizo una pausa para pensar. –Digamos cinco mil pesos –dijo. Juega limpio –le replicó el viudo con la dignidad alerta–. Esa casa no vale

tanto. –Diez mil –dijo Bayardo San Román–. Ahora mismo, y con un billete en-

cima del otro. El viudo lo miró con los ojos llenos de lágrimas. “Lloraba de rabia –me

dijo el doctor Dionisio Iguarán, que además de médico era hombre de letras–. Imagínate: semejante cantidad al alcance de la mano, y tener que decir que no por una simple flaqueza del espíritu”. Al viudo de Xius no le salió la voz, pero negó sin vacilación con la cabeza.

–Entonces hágame un último favor –dijo Bayardo San Román–. Espéreme aquí cinco minutos.

Cinco minutos después, en efecto, volvió al Club Social con las alforjas enchapadas de plata, y puso sobre la mesa diez gavillas de billetes de a mil to-davía con las bandas impresas del Banco del Estado. El viudo de Xius murió dos años después. “Se murió de eso –decía el doctor Dionisio Iguarán–. Estaba más sano que nosotros, pero cuando uno lo auscultaba se le sentían borbori-tar las lágrimas dentro del corazón”. Pues no sólo había vendido la casa con todo lo que tenía dentro, sino que le pidió a Bayardo San Román que le fuera pagando poco a poco porque no le quedaba ni un baúl de consolación para guardar tanto dinero.

Nadie hubiera pensado, ni lo dijo nadie, que Ángela Vicario no fuera virgen. No se le había conocido ningún novio anterior y había crecido junto con sus hermanas bajo el rigor de una madre de hierro. Aun cuando le faltaban menos de dos meses para casarse, Pura Vicario no permitió que fuera sola con Bayardo San Román a conocer la casa en que iban a vivir, sino que ella y el padre ciego la acompañaron para custodiarle la honra. « Lo único que le rogaba a Dios es que me diera valor para matarme -me dijo Ángela Vicario-. Pero no me lo dio.» Tan

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aturdida estaba que había resuelto contarle la verdad a su madre para librarse de aquel martirio, cuando sus dos únicas confidentes, que la ayudaban a hacer flores de trapo junto a la ventana, la disuadieron de su buena intención. «Les obedecí a ciegas -me dijo- porque me habían hecho creer que eran expertas en chanchullos de hombres.» Le aseguraron que casi todas las mujeres perdían la virginidad en accidentes de la infancia. Le insistieron en que aun los maridos más difíciles se resignaban a cualquier cosa siempre que nadie lo supiera. La convencieron, en fin, de que la mayoría de los hombres llegaban tan asustados a la noche de bodas, que eran incapaces de hacer nada sin la ayuda de la mujer, y a la hora de la verdad no podían responder de sus propios actos. «Lo único que creen es lo que vean en la sábana», le dijeron. De modo que le enseñaron artimañas de comadronas para fingir sus prendas perdidas, y para que pudiera exhibir en su primera mañana de recién casada, abierta al sol en el patio de su casa, la sábana de hilo con la mancha del honor.

Se casó con esa ilusión. Bayardo San Román, por su parte, debió casarse con la ilusión de comprar la felicidad con el peso descomunal de su poder y su fortuna, pues cuanto más aumentaban los planes de la fiesta, más ideas de delirio se le ocurrían para hacerla más grande. Trató de retrasar la boda por un día cuando se anunció la visita del obispo, para que éste los casara, pero Ángela Vicario se opuso. «La verdad -me dijo-es que yo no quería ser bendecida por un hombre que sólo cortaba las crestas para la sopa y botaba en la basura el resto del gallo.» Sin embargo, aun sin la bendición del obispo, la fiesta adquirió una fuerza propia tan difícil de amaestrar, que al mismo Bayardo San Román se le salió de las manos y terminó por ser un acontecimiento público.

El general Petronio San Román y su familia vinieron esta vez en el buque de ceremonias del Congreso Nacional, que permaneció atracado en el muelle hasta el término de la fiesta, y con ellos vinieron muchas gentes ilustres que sin embargo pasaron inadvertidas en el tumulto de caras nuevas. Trajeron tantos regalos, que fue preciso restaurar el local olvidado de la primera planta eléctrica para exhibir los más admirables, y el resto los llevaron de una vez a la antigua casa del viudo de Mus que ya estaba dispuesta para recibir a los recién casados. Al novio le regalaron un automóvil convertible con su nombre gra-bado en letras góticas bajo el escudo de la fábrica. A la novia le regalaron un estuche de cubiertos de oro puro para veinticuatro invitados. Trajeron además un espectáculo de bailarines, y dos orquestas de valses que desentonaron con las bandas locales, y con las muchas papayeras y grupos de acordeones que venían alborotados por la bulla de la parranda.

La familia Vicario vivía en una casa modesta, con paredes de ladrillos y un, techo de palma rematado por dos buhardas donde se metían a empollar las golondrinas en enero. Tenía en el frente una terraza ocupada casi por completo con macetas de flores, y un patio grande con gallinas sueltas y árboles frutales. En el fondo del patio, los gemelos tenían un criadero de cerdos, con su piedra de sacrificios y su mesa de destazar, que fue una buena fuente de recursos do-

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mésticos desde que a Poncio Vicario se le acabó la vista. El negocio lo había empezado Pedro Vicario, pero cuando éste se fue al servicio militar, su hermano gemelo aprendió también el oficio de matarife.

El interior de la casa alcanzaba apenas para vivir. Por eso las hermanas ma-yores trataron de pedir una casa prestada cuando se dieron cuenta del tamaño de la fiesta. “Imagínate –me dijo Ángela Vicario–: habían pensado en la casa de Plácida Linero, pero por fortuna mis padres se emperraron con el tema de siempre de que nuestras hijas se casan en nuestro chiquero, o no se casan”. Así que pintaron la casa de su color amarillo original, enderezaron las puertas y compusieron los pisos, y la dejaron tan digna como fue posible para una boda de tanto estruendo. Los gemelos se llevaron los cerdos para otra parte y sanearon la porqueriza con cal viva, pero aun así se vio que iba a faltar espacio. Al final, por diligencias de Bayardo San. Román, tumbaron las cercas del patio, pidieron prestadas para bailar las casas contiguas, y pusieron mesones de carpinteros para sentarse a comer bajo la fronda de los tamarindos.

El único sobresalto imprevisto lo causó el novio en la mañana de la boda, pues llegó a buscar a Ángela Vicario con dos horas de retraso, y ella se había negado a vestirse de novia mientras no lo viera en la casa. “Imagínate –me dijo–: hasta me hubiera alegrado de que no llegara, pero nunca que me dejara vestida”. Su cautela pareció natural, porque no había un percance público más vergonzoso para una mujer que quedarse plantada con el vestido de novia. En cambio, el hecho de que Ángela Vicario se atreviera a ponerse el velo y los aza-hares sin ser virgen, había de ser interpretado después como una profanación de los símbolos de la pureza. Mi madre fue la única que apreció como un acto de valor el que hubiera jugado sus cartas marcadas hasta las últimas consecuencias. “En aquel tiempo –me explicó–, Dios entendía esas cosas”. Por el contrario, nadie ha sabido todavía con qué cartas jugó Bayardo San Román. Desde que apareció por fin de levita y chistera, hasta que se fugó del baile con la criatura de sus tormentos, fue la imagen perfecta del novio feliz.

Tampoco se supo nunca con qué cartas jugó Santiago Nasar. Yo estuve con él todo el tiempo, en la iglesia y en la fiesta, junto con Cristo Bedoya y mi hermano Luis Enrique, y ninguno de nosotros vislumbró el menor cambio en su modo de ser. He tenido que repetir esto muchas veces, pues los cuatro habíamos crecido juntos en la escuela y luego en la misma pandilla de vacacio-nes, y nadie podía creer que tuviéramos un secreto sin compartir, y menos un secreto tan grande.

Santiago Nasar era un hombre de fiestas, y su gozo mayor lo tuvo la víspera de su muerte, calculando los costos de la boda. En la iglesia estimó que habían puesto adornos florales por un valor igual al de catorce entierros de primera clase. Esa precisión había de perseguirme durante muchos años, pues Santiago Nasar me había dicho a menudo que el olor de las flores encerradas tenía para él una relación inmediata con la muerte, y aquel día me lo repitió al entrar en el templo. –No quiero flores en mi entierro–, me dijo, sin pensar que yo había de

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ocuparme al día siguiente de que no las hubiera. En el trayecto de la iglesia a la casa de los Vicario sacó la cuenta de las guirnaldas de colores con que adornaron las calles, calculó el precio de la música y los cohetes, y hasta de la granizada de arroz crudo con que nos recibieron en la fiesta. En el sopor del medio día los recién casados hicieron la ronda del patio. Bayardo San Román se había hecho muy amigo nuestro, amigo de tragos, como se decía entonces, y parecía muy a gusto en nuestra mesa. Ángela Vicario, sin el velo y la corona y con el vestido de raso ensopado de sudor, había asumido de pronto su cara de mujer casada. Santiago Nasar calculaba, y se lo dijo a Bayardo San Román, que la boda iba costando hasta ese momento unos nueve mil pesos. Fue evidente que ella lo entendió como una impertinencia. “Mi madre me había enseñado que nunca se debe hablar de plata delante de la otra gente”, me dijo. Bayardo San Román, en cambio, lo recibió de muy buen talante y hasta con una cierta jactancia.

–Casi –dijo–, pero apenas estamos empezando. Al final será más o menos el doble.

Santiago Nasar se propuso comprobarlo hasta el último céntimo, y la vida le alcanzó justo. En efecto, con los datos finales que Cristo Bedoya le dio al día siguiente en el puerto, 45 minutos antes de morir, comprobó que el pronóstico de Bayardo San Román había sido exacto.

Yo conservaba un recuerdo muy confuso de la fiesta antes de que hubiera decidido rescatarla a pedazos de la memoria ajena. Durante años se siguió ha-blando en mi casa de que mi padre había vuelto a tocar el violín de su juventud en honor de los recién casados, que mi hermana la monja bailó un merengue con su hábito de tornera, y que el doctor Dionisio Iguarán, que era primo hermano de mi madre, consiguió que se lo llevaran en el buque oficial para no estar aquí al día siguiente cuando viniera el obispo. En el curso de las indagaciones para esta crónica recobré numerosas vivencias marginales, y entre ellas el recuerdo de gracia de las hermanas de Bayardo San Román, cuyos vestidos de terciope-lo con grandes alas de mariposas, prendidas con pinzas de oro en la espalda, llamaron más la atención que el penacho de plumas y la coraza de medallas de guerra de su padre. Muchos sabían que en la inconsciencia de la parranda le propuse a Mercedes Barcha que se casara conmigo, cuando apenas había terminado la escuela primaria, tal como ella misma me lo recordó cuando nos casamos catorce años después. La imagen más intensa que siempre conservé de aquel domingo indeseable fue la del viejo Poncio Vicario sentado solo en un taburete en el centro del patio. Lo habían puesto ahí pensando quizás que era el sitio de honor, y los invitados tropezaban con él, lo confundían con otro, lo cambiaban de lugar para que no estorbara, y él movía la cabeza nevada hacia todos lados con una expresión errática de ciego demasiado reciente, contes-tando preguntas que no eran para él y respondiendo saludos fugaces que nadie le hacía, feliz en su cerco de olvido, con la camisa acartonada de engrudo y el bastón de guayacán que le habían comprado para la fiesta.

El acto formal terminó a las seis de la tarde cuando se despidieron los invi-

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tados de honor. El buque se fue con las luces encendidas y dejando un reguero de valses de pianola, y por un instante quedamos a la deriva sobre un abismo de incertidumbre, hasta que volvimos a reconocernos unos a otros y nos hundimos en el manglar de la parranda. Los recién casados aparecieron poco después en el automóvil descubierto, abriéndose paso a duras penas en el tumulto. Bayardo San Román reventó cohetes, tomó aguardiente de las botellas que le tendía la muchedumbre, y se bajó del coche con Ángela Vicario para meterse en la rue-da de la cumbiamba. Por último ordenó que siguiéramos bailando por cuenta suya hasta donde nos alcanzara la vida, y se llevó a la esposa aterrorizada para la casa de sus sueños donde el viudo de Xius había sido feliz.

La parranda pública se dispersó en fragmentos hacia la media noche, y sólo quedó abierto el negocio de Clotilde Armenta a un costado de la plaza. San-tiago Nasar y yo, con mi hermano Luis Enrique y Cristo Bedoya, nos fuimos para la casa de misericordias de María Alejandrina Cervantes. Por allí pasaron entre muchos otros los hermanos Vicario, y estuvieron bebiendo con nosotros y cantando con Santiago Nasar cinco horas antes de matarlo. Debían quedar aún algunos rescoldos desperdigados de la fiesta original, pues de todos lados nos llegaban ráfagas de música. y pleitos remotos, y nos siguieron llegando, cada vez más tristes, hasta muy poco antes de que bramara el buque del obispo.

Pura Vicario le contó a mi madre que se había acostado a las once de la noche después de que las hijas mayores la ayudaron a poner un poco de orden en los estragos de la boda. Como a las diez, cuando todavía quedaban algunos borrachos cantando en el patio, Ángela Vicario había mandado a pedir una maletita de cosas personales que estaba en el ropero de su dormitorio, y ella quiso mandarle también una maleta con ropa de diario, pero el recadero esta-ba de prisa. Se había dormido a fondo cuando tocaron a la puerta. “Fueron tres toques muy despacio –le contó a mi madre–, pero tenían esa cosa rara de las malas noticias”. Le contó que había abierto la puerta sin encender la luz para no despertar a nadie, y vio a Bayardo San Román en el resplandor del farol público, con la camisa de seda sin abotonar y los pantalones de fantasía sostenidos con tirantes elásticos. “Tenía ese color verde de los sueños”, le dijo Pura Vicario a mi madre. Ángela Vicario estaba en la sombra, de modo que sólo la vio cuando Bayardo San Román la agarró por el brazo y la puso en la luz. Llevaba el traje de raso en piltrafas y estaba envuelta con una toalla hasta la cintura. Pura Vicario creyó que se habían desbarrancado con el automóvil y estaban muertos en el fondo del precipicio.

Ave María Purísima –dijo aterrada–. Contesten si todavía son de este mundo. Bayardo San Román no entró, sino que empujó con suavidad a su esposa

hacia el interior de la casa, sin decir una palabra. Después besó a Pura Vicario en la mejilla y le

habló con una voz de muy hondo desaliento pero con mucha ternura. –Gracias por todo, madre –le dijo–. Usted es una santa. Sólo Pura Vicario supo lo que hizo en las dos horas siguientes, y se fue a

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la muerte con su secreto. “Lo único que recuerdo es que me sostenía por el pelo con una mano y me golpeaba con la otra con tanta rabia que pensé que me iba a matar–, me contó Ángela Vicario. Pero hasta eso lo hizo con tanto sigilo, que su marido y sus hijas mayores, dormidos en los otros cuartos, no se enteraron de nada hasta el amanecer cuando ya estaba consumado el desastre.

Los gemelos volvieron a la casa un poco antes de las tres, llamados de urgencia por su madre. Encontraron á Ángela Vicario tumbada bocabajo en un sofá del comedor y con la cara macerada a golpes, pero había terminado de llorar. “Ya no estaba asustada –me dijo–. Al contrario: sentía como si por fin me hubiera quitado de encima la conduerma de la muerte, y lo único que quería era que todo terminara rápido para tirarme a dormir”. Pedro Vicario, el más resuelto de los hermanos, la levantó en vilo por la cintura y la sentó en la mesa del comedor.

–Anda, niña –le dijo temblando de rabia–: dinos quién fue. Ella se demoró apenas el tiempo necesario para decir el nombre. Lo buscó

en las tinieblas, lo encontró a primera vista entre los tantos y tantos nombres confundibles de este mundo y del otro, y lo dejó clavado en la pared con su dardo certero, como a una mariposa sin albedrío cuya sentencia estaba escrita desde siempre.

–Santiago Nasar –dijo. El abogado sustentó la tesis del homicidio en legítima defensa del honor, que

fue admitida por el tribunal de conciencia, y los gemelos declararon al final del juicio que hubieran vuelto a hacerlo mil veces por los mismos motivos. Fueron ellos quienes vislumbraron el recurso de la defensa desde que se rindieron ante su iglesia pocos minutos después del crimen. Irrumpieron jadeando en la Casa Cural, perseguidos de cerca por un grupo de árabes enardecidos, y pusieron los cuchillos con el acero limpio en la mesa del padre Amador. Ambos estaban exhaustos por el trabajo bárbaro de la muerte, y tenían la ropa y los brazos empapados y la cara embadurnada de sudor y de sangre todavía viva, pero él párroco recordaba la rendición como un acto de una gran dignidad.

–Lo matamos a conciencia –dijo Pedro Vicario–, pero somos inocentes. –Tal vez ante Dios -dijo el padre Amador. –Ante Dios y ante los hombres –dijo Pablo Vicario–. Fue un asunto de

honor. Más aún: en la reconstrucción de los hechos fingieron un encarnizamiento

mucho más inclemente que el de la realidad, hasta el extremo de que fue ne-cesario reparar con fondos públicos la puerta principal de la casa de Plácida Linero, que quedó desportillada a punta de cuchillo. En el panóptico de Rio-hacha, donde estuvieron tres años en espera del juicio porque no tenían con que pagar la fianza para la libertad condicional, los reclusos más antiguos los recordaban por su buen carácter y su espíritu social, pero nunca advirtieron en ellos ningún indicio de arrepentimiento. Sin embargo, la realidad parecía ser que los hermanos Vicario no hicieron nada de lo que convenía para matar

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a Santiago Nasar de inmediato y sin espectáculo público, sino que hicieron mucho más de lo que era imaginable para que alguien les impidiera matarlo, y no lo consiguieron.

Según me dijeron años después, habían empezado por buscarlo en la casa de María Alejandrina Cervantes, donde estuvieron con él hasta las dos. Este dato, como muchos otros, no fue registrado en el sumario. En realidad, San-tiago Nasar ya no estaba ahí a la hora en que los gemelos dicen que fueron a buscarlo, pues habíamos salido a hacer una ronda de serenatas, pero en todo caso no era cierto que hubieran ido. “Jamás habrían vuelto a salir de aquí”, me dijo María Alejandrina Cervantes, y conociéndola tan bien, nunca lo puse en duda. En cambio, lo fueron a esperar en la casa de Clotilde Armenta, por donde sabían que iba a pasar medio mundo menos Santiago Nasar. “Era el único lugar abierto”, declararon al instructor. “Tarde o temprano tenía que salir por ahí”, me dijeron a mí, después de que fueron absueltos. Sin embargo, cualquiera sabía que la puerta principal de la casa de Plácida Linero permanecía trancada por dentro, inclusive durante el día, y que Santiago Nasar llevaba siempre consigo las llaves de la entrada posterior. Por allí entró de regreso a su casa, en efecto, cuando hacía más de una hora que los gemelos Vicario lo esperaban por el otro lado, y si después salió por la puerta de la plaza cuando iba a recibir al obispo fue por una. razón tan imprevista que el mismo instructor del sumario no acabó de entenderla.

Nunca hubo una muerte más anunciada. Después de que la hermana les reveló el nombre, los gemelos Vicario pasaron por el depósito de la pocilga, donde guardaban los útiles de sacrificio, y escogieron los dos cuchillos mejo-res: uno de descuartizar, de diez pulgadas de largo por dos y media de ancho, y otro de limpiar, de siete pulgadas de largo por una y media de ancho. Los envolvieron en un trapo, y se fueron a afilarlos en el mercado de carnes, don-de apenas empezaban a abrir algunos expendios. Los primeros clientes eran escasos, pero veintidós personas declararon haber oído cuanto dijeron, y todas coincidían en la impresión de que lo habían dicho con el único propósito de que los oyeran. Faustino Santos, un carnicero amigo, los vio entrar a las 3.20 cuando acababa de abrir su mesa de vísceras, y no entendió por qué llegaban el lunes y tan temprano, y todavía con los vestidos de paño oscuro de la boda. Estaba acostumbrado a verlos los viernes, pero un poco más tarde, y con los delantales de cuero que se ponían para la matanza. “Pensé que estaban tan borrachos –me dijo Faustino Santos–, que no sólo se habían equivocado de hora sino también de fecha”. Les recordó que era lunes.

–Quién no lo sabe, pendejo –le contestó de buen modo Pablo Vicario–. Sólo venimos a afilar los cuchillos.

Los afilaron en la piedra giratoria, y como lo hacían siempre: Pedro soste-niendo los dos cuchillos y alternándolos en la piedra, y Pablo dándole vuelta a la manivela. Al mismo tiempo hablaban del esplendor de la boda con los otros carniceros. Algunos se quejaron de no haber recibido su ración de pastel, a pesar

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de ser compañeros de oficio, y ellos les prometieron que las harían mandar más tarde. Al final, hicieron cantar los cuchillos en la piedra, y Pablo puso el suyo junto a la lámpara para que destellara el acero:

–Vamos a matar a Santiago Nasar –dijo. Tenían tan bien fundada su reputación de gente buena, que nadie les hizo

caso. “Pensamos que eran vainas de borrachos”, declararon varios carniceros, lo mismo que Victoria Guzmán y tantos otros que los vieron después. Yo había de preguntarles alguna vez a los carniceros si el oficio de matarife no revelaba un alma predispuesta para matar un ser humano. Protestaron: “Cuando uno sacrifica una res no se atreve a mirarle los ojos”. Uno de ellos me dijo que no podía comer la carne del animal que degollaba. Otro me dijo que no sería capaz de sacrificar una vaca que hubiera conocido antes, y menos si había tomado su leche. Les recordé que los hermanos Vicario sacrificaban los mismos cerdos que criaban, y les eran tan familiares que los distinguían por sus nombres. “Es cierto –me replicó uno–, pero fíjese que no les ponían nombres de gente sino de flores”. Faustino Santos fue el único que percibió una lumbre de verdad en la amenaza de Pablo Vicario, y le preguntó en broma por qué tenían que matar a Santiago Nasar habiendo tantos ricos que merecían morir primero.

–Santiago Nasar sabe por qué –le contestó Pedro Vicario. Faustino Santos me contó que se había quedado con la duda, y se la comu-

nicó a un agente de la policía que pasó poco más tarde a comprar una libra de hígado para el desayuno del alcalde. El agente, de acuerdo con el sumario, se llamaba Leandro Pornoy, y murió el año siguiente por una cornada de toro en la yugular durante las fiestas patronales. De modo que nunca pude hablar con él, pero Clotilde Armenta me confirmó que fue la primera persona que estuvo en su tienda cuando ya los gemelos Vicario se habían sentado a esperar.

Clotilde Armenta acababa de reemplazar a su marido en el mostrador. Era el sistema habitual. La tienda vendía leche al amanecer y víveres durante el día, y se transformaba en cantina desde las seis de la tarde. Clotilde Armenta la abría a las 3.30 de la madrugada. Su marido, el buen don Rogelio de la Flor, se hacía cargo de la cantina hasta la hora de cerrar. Pero aquella noche hubo tantos clientes descarriados de la boda, que se acostó pasadas las tres sin haber cerrado, y ya Clotilde Armenta estaba levantada más temprano que de costum-bre, porque quería terminar antes de que llegara el obispo.

Los hermanos Vicario entraron a las 4.10. A esa hora sólo se vendían cosas de comer, pero Clotilde Armenta les vendió una botella de aguardiente de caña, no sólo por el aprecio que les tenía, sino también porque estaba muy agrade-cida por la porción de pastel de boda que le habían mandado. Se bebieron la botella entera con dos largas tragantadas, pero siguieron impávidos. “Estaban pasmados –me dijo Clotilde Armenta–, y ya no podían levantar presión ni con petróleo de lámpara”. Luego se quitaron las chaquetas de paño, las colgaron con mucho cuidado en el espaldar de las sillas, y pidieron otra botella. Tenían la camisa sucia de sudor seco y una barba del día anterior que les daba un aspecto

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montuno. La segunda botella se la tomaron más despacio, sentados, mirando con insistencia hacia la casa de Plácida Linero, en la acera de enfrente, cuyas ventanas estaban apagadas. La más grande del balcón era la del dormitorio de Santiago Nasar. Pedro Vicario le preguntó a Clotilde Armenta si había visto luz en esa ventana, y ella le contestó que no, pero le pareció un interés extraño.

–¿Le pasó algo? –preguntó. –Nada –le contestó Pedro Vicario–. No más que lo andamos buscando

para matarlo. Fue una respuesta tan espontánea que ella no pudo creer que fuera cierta.

Pero se fijó en que los gemelos llevaban dos cuchillos de matarife envueltos en trapos de cocina.

–¿Y se puede saber por qué quieren matarlo tan temprano? –preguntó. –Él sabe por qué –contestó Pedro Vicario. Clotilde Armenta los examinó en serio. Los conocía tan bien que podía

distinguirlos, sobre todo después de que Pedro Vicario regresó del cuartel. “Parecían dos niños”, me dijo. Y esa reflexión la asustó, pues siempre había pensado que sólo los niños son capaces de todo. Así que acabó de preparar los trastos de la leche, y se fue a despertar a su marido para contarle lo que estaba pasando en la tienda. Don Rogelio de la Flor la escuchó medio dormido.

–No seas pendeja –le dijo–, ésos no matan a nadie, y menos a un rico. Cuando Clotilde Armenta volvió a la tienda los gemelos estaban conver-

sando con el agente Leandro Pornoy, que iba por la leche del alcalde. No oyó lo que hablaron, pero supuso que algo le habían dicho de sus propósitos, por la forma en que observó los cuchillos al salir.

El coronel Lázaro Aponte se había levantado un poco antes de las cuatro. Acababa de afeitarse cuando el agente Leandro Pornoy le reveló las intencio-nes de los hermanos Vicario. Había resuelto tantos pleitos de amigos la noche anterior, que no se dio ninguna prisa por uno más. Se vistió con calma, se hizo varias veces hasta que le quedó perfecto el corbatín de mariposa, y se colgó en el cuello el escapulario de la Congregación de María para recibir al obispo. Mientras desayunaba con un guiso de hígado cubierto de anillos de cebolla, su esposa le’contó muy excitada que Bayardo San Román había

devuelto a Ángela Vicario, pero él no lo tomó con igual dramatismo. –¡Dios mío! –se burló–, ¿qué va a pensar el obispo? Sin embargo, antes de terminar el desayuno recordó lo que acababa de de-

cirle el ordenanza, juntó las dos noticias y descubrió de inmediato que casaban exactas como dos piezas de un acertijo. Entonces fue a la plaza por la calle del puerto nuevo, cuyas casas empezaban a revivir por la llegada del obispo. “Re-cuerdo con seguridad que eran casi las cinco y empezaba a llover”, me dijo el coronel Lázaro Aponte. En el trayecto, tres personas lo detuvieron para contarle en secreto que los hermanos Vicario estaban esperando a Santiago Nasar para matarlo, pero sólo uno supo decirle dónde.

Los encontró en la tienda de Clotilde Armenta. “Cuando los vi pensé que

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eran puras bravuconadas –me dijo con su lógica personal–, porque no estaban tan borrachos como yo creía”. Ni siquiera los interrogó sobre sus intenciones, sino que les quitó los cuchillos y los mandó a dormir. Los trataba con la misma complacencia de sí mismo con que había sorteado la alarma de la esposa.

–¡Imagínense –les dijo–: qué va a decir el obispo si los encuentra en ese estado!

Ellos se fueron. Clotilde Armenta sufrió una desilusión más con la ligereza del alcalde, pues pensaba que debía arrestar a los

gemelos hasta esclarecer la verdad. El coronel Aponte le mostró los cuchillos como un argumento final.

–Ya no tienen con qué matar a nadie –dijo. –No es por eso –dijo Clotilde Armenta–. Es para librar a esos pobres mu-

chachos del horrible compromiso que les ha caído encima. Pues ella lo había intuido. Tenía la certidumbre de que los hermanos Vi-

cario no estaban tan ansiosos por cumplir la sentencia como por encontrar a alguien que les hiciera el favor de impedírselo. Pero el coronel Aponte estaba en paz con su alma.

–No se detiene a nadie por sospechas –dijo–. Ahora es cuestión de prevenir a Santiago Nasar, y feliz año nuevo.

Clotilde Armenta recordaría siempre que el talante rechoncho del coronel Aponte le causaba una cierta desdicha, y en cambio yo lo evocaba como un hombre feliz; aunque un poco trastornado por la práctica solitaria del espiri-tismo aprendido por correo. Su comportamiento de aquel lunes fue la prueba terminante de su frivolidad. La verdad es que no volvió a acordarse de Santiago Nasar hasta que lo vio en el puerto, y entonces se felicitó por haber tomado la decisión justa.

Los hermanos Vicario les habían contado sus propósitos a más de doce personas que fueron a comprar leche, y éstas los habían divulgado por todas partes antes de las seis. A Clotilde Arrnenta le parecía imposible que no se supiera en la casa de enfrente. Pensaba que Santiago Nasar no estaba allí, pues no había visto encenderse la luz del dormitorio, y a todo el que pudo le pidió prevenirlo donde lo vieran. Se lo mandó a decir, inclusive, al padre Amador, con la novicia de servicio que fue a comprar la leche para las monjas. Después de las cuatro, cuando vio luces en la cocina de la casa de Plácida Linero, le mandó el último recado urgente a Victoria Guzmán con la pordiosera que iba todos los días a pedir un poco de leche por caridad. Cuando bramó el buque del obispo casi todo el mundo estaba despierto para recibirlo, y éramos muy pocos quie-nes no sabíamos que los gemelos Vicario estaban esperando a Santiago Nasar para matarlo, y se conocía además el motivo con sus pormenores completos.

Clotilde Armenta no había acabado de vender la leche cuando volvieron los hermanos Vicario con otros dos cuchillos envueltos en periódicos. Uno era de descuartizar, con una hoja oxidada y dura de doce pulgadas de largo por tres de ancho, que había sido fabricado por Pedro Vicario con el metal de

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una segueta, en una época en que no venían cuchillos alemanes por causa de la guerra. El otro era más corto, pero ancho y curvo. El juez instructor lo dibujó en el sumario, tal vez porque no lo pudo describir, y se arriesgó apenas a indicar que parecía un alfanje en miniatura. Fue con estos cuchillos que se cometió el crimen, y ambos eran rudimentarios y muy usados.

Faustino Santos no pudo entender lo que había pasado. “Vinieron a afilar otra vez los cuchillos -me dijo- y volvieron a gritar para que los oyeran que iban a sacarle las tripas a Santiago Nasar, así que yo creí que estaban mamando gallo, sobre todo porque no me fijé en los cuchillos, y pensé que eran los mismos”. Esta vez, sin embargo, Clotilde Armenta notó desde que los vio entrar que no llevaban la misma determinación de antes.

En realidad, habían tenido la primera discrepancia. No sólo eran mucho más distintos por dentro de lo que parecían por fuera, sino que en emergencias difíciles tenían caracteres contrarios. Sus amigos lo habíamos advertido desde la escuela primaria. Pablo Vicario era seis minutos mayor que el hermano, y fue más imaginativo y resuelto hasta la adolescencia. Pedro Vicario me pareció siempre más sentimental, y por lo mismo más autoritario. Se presentaron juntos para el servicio militar a los 20 años, y Pablo Vicario fue eximido para que se quedara al frente de la familia. Pedro Vicario cumplió el servicio durante once meses en patrullas de orden público. El régimen de tropa, agravado por el mie-do de la muerte, le maduró la vocación de mandar y la costumbre de decidir por su hermano. Regresó con una blenorragia de sargento que resistió a los métodos más brutales de la medicina militar, y a las inyecciones de arsénico y las purgaciones de permanganato del doctor Dionisio Iguarán. Sólo en la cár-cel lograron sanarlo. Sus amigos estábamos de acuerdo en que Pablo Vicario desarrolló de pronto una dependencia rara de hermano menor cuando Pedro Vicario regresó con un alma cuartelaria y con la novedad de levantarse la camisa para mostrarle a quien quisiera verla una cicatriz de bala de sedal en el costado izquierdo. Llegó a sentir, inclusive, una especie de fervor ante la blenorragia de hombre grande que su hermano exhibía como una condecoración de guerra.

Pedro Vicario, según declaración propia, fue el que tomó la decisión de matar a Santiago Nasar, y al principio su hermano no hizo más que seguirlo. Pero también fue él quien pareció dar por cumplido el compromiso cuando los desarmó el alcalde, y entonces fue Pablo Vicario quien asumió el mando. Ninguno de los dos mencionó este desacuerdo en sus declaraciones separadas ante el instructor. Pero Pablo Vicario me confirmó varias veces que no le fue fácil convencer al hermano de la resolución final. Tal vez no fuera en realidad sino una ráfaga de pánico, pero el hecho es que Pablo Vicario entró solo en la pocilga a buscar los otros dos cuchillos, mientras el hermano agonizaba gota a gota tratando de orinar bajo los tamarindos. “Mi hermano no supo nunca lo que es eso –me dijo Pedro Vicario en nuestra única entrevista–. Era como orinar vidrio molido”. Pablo Vicario lo encontró todavía abrazado del árbol cuando volvió con los cuchillos. “Estaba sudando frío del dolor –me dijo– y

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trató de decir que me fuera yo solo porque él no estaba en condiciones de ma-tar a nadie”. Se sentó en uno de los mesones de carpintero que habían puesto bajo los árboles para el almuerzo de la boda, y se bajó los pantalones hasta las rodillas. «Estuvo como media hora cambiándose la gasa con que llevaba en-vuelta la pinga», me dijo Pablo Vicario. En realidad no se demoró más de diez minutos, pero fue algo tan difícil, y tan enigmático para Pablo Vicario, que lo interpretó como una nueva artimaña del hermano para perder el tiempo hasta el amanecer. De modo que le puso el cuchillo en la mano y se lo llevó casi por la fuerza a buscar la honra perdida de la hermana.

–Esto no tiene remedio –le dijo–: es como si ya nos hubiera sucedido. Salieron por el portón de la porqueriza con los cuchillos sin envolver, per-

seguidos por el alboroto de los perros en los patios. Empezaba a aclarar. “No estaba lloviendo”, recordaba Pablo Vicario. “Al contrario –recordaba Pedro–: había viento de mar y todavía las estrellas se podían contar con el dedo”. La noticia estaba entonces tan bien repartida, que Hortensia Baute abrió la puer-ta justo cuando ellos pasaban frente a su casa, y fue la, primera que lloró por Santiago Nasar. “Pensé que ya lo habían matado –me dijo–, porque vi los cu-chillos con la luz del poste y me pareció que iban chorreando sangre”. Una de las pocas casas que estaban abiertas en esa calle extraviada era la de Prudencia Cotes, la novia de Pablo Vicario. Siempre que los gemelos pasaban por ahí a esa hora, y en especial los viernes cuando iban para el mercado, entraban a tomar el primer café. Empujaron la puerta del patio, acosados por los perros que los reconocieron en la penumbra del alba, y saludaron a la madre de Prudencia Cotes en la cocina. Aún no estaba el café.

–Lo dejamos para después –dijo Pablo Vicario–, ahora vamos de prisa. –Me lo imagino, hijos –dijo ella–: el honor no espera. Pero de todos modos esperaron, y entonces fue Pedro Vicario quien pensó

que el hermano estaba perdiendo el tiempo a propósito. Mientras tomaban el café, Prudencia Cotes salió a la cocina en plena adolescencia con un rollo de periódicos viejos para animar la lumbre de la hornilla. “Yo sabía en qué andaban –me dijo– y no sólo estaba de acuerdo, sino que nunca me hubiera casado con él si no cumplía como hombre”. Antes de abandonar la cocina, Pablo Vicario le quitó dos secciones de periódicos y le dio una al hermano para envolver los cuchillos. Prudencia Cotes se quedó esperando en la cocina hasta que los vio salir por la puerta del patio, y siguió esperando durante tres años sin un instante de desaliento, hasta que Pablo Vicario salió de la cárcel y fue su esposo de toda la vida.

–Cuídense mucho –les dijo. De modo que a Clotilde Armenta no le faltaba razón cuando le pareció

que los gemelos no estaban tan resueltos como antes, y les sirvió una botella de gordolobo de vaporino con la esperanza de rematarlos. “¡Ese día me di cuenta –me dijo– de lo solas que estamos las mujeres en el mundo!” Pedro Vicario le pidió prestado los utensilios de afeitar de su marido, y ella le llevó la

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brocha, el jabón, el espejo de colgar y la máquina con la cuchilla nueva, pero él se afeitó con el cuchillo de destazar. Clotilde Armenta pensaba que eso fue el colmo del machismo. “Parecía un matón de cine”, me dijo. Sin embargo, él me explicó después, y era cierto, que en el cuartel había aprendido a afeitarse con navaja barbera, y nunca más lo pudo hacer de otro modo. Su hermano, por su parte, se afeitó del modo más humilde con la máquina prestada de don Rogelio de la Flor. Por último se bebieron la botella en silencio, muy despacio, contemplando con el aire lelo de los amanecidos la ventana apagada en la casa de enfrente, mientras pasaban clientes fingidos comprando leche sin necesidad y preguntando por cosas de comer que no existían, con la intención de ver si era cierto que estaban esperando a Santiago Nasar para matarlo.

Los hermanos Vicario no verían encenderse esa ventana. Santiago Nasar entró en su casa a las 4.20, pero no tuvo que encender ninguna luz para llegar al dormitorio porque el foco de la escalera permanecía encendido durante la noche. Se tiró sobre la cama en la oscuridad y con la ropa puesta, pues sólo le quedaba una hora para dormir, y así lo encontró Victoria Guzmán cuando subió a despertarlo para que recibiera al obispo. Habíamos estado juntos en la casa de María Alejandrina Cervantes hasta pasadas las tres, cuando ella misma despachó a los músicos y apagó las luces del patio de baile para que sus mulatas de placer se acostaran solas a descansar. Hacía tres días con sus noches que trabajaban sin reposo, primero atendiendo en secreto a los invitados de honor, y después destrampadas a puertas abiertas con los que nos quedamos incompletos con la parranda de la boda. María Alejandrina Cervantes, de quien decíamos que sólo había de dormir una vez para morir, fue la mujer más elegante y la más tierna que conocí jamás, y la más servicial en la cama, pero también la más severa. Había nacido y crecido aquí, y aquí vivía, en una casa de puertas abiertas con varios cuartos de alquiler y un enorme patio de baile con calabazos de luz comprados en los bazares chinos de Paramaribo. Fue ella quien arrasó con la virginidad de mi generación. Nos enseñó mucho más de lo que debíamos aprender, pero nos enseñó sobre todo que ningún lugar de la vida es más triste que una canea vacía. Santiago Nasar perdió el sentido desde que la vio por primera vez. Yo lo previne: Halcón que se atreve con garza guerrera, peligros espera. Pero él no me oyó, aturdido por los silbos quiméricos de María Alejandrina Cervan-tes. Ella fue su pasión desquiciada, su maestra de lágrimas a los 15 años, hasta que Ibrahim Nasar se lo quitó de la cama a correazos y lo encerró más de un año en El Divino Rostro. Desde entonces siguieron vinculados por un afecto serio, pero sin el desorden del amor, y ella le tenía tanto respeto que no volvió a acostarse con nadie si él estaba presente. En aquellas últimas vacaciones nos despachaba temprano con el pretexto inverosímil de que estaba cansada, pero dejaba la puerta sin tranca y una luz encendida en el corredor para que yo vol-viera a entrar en secreto.

Santiago Nasar tenía un talento casi mágico para los disfraces, y su diver-sión predilecta era trastocar la identidad de las mulatas. Saqueaba los roperos

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de unas para disfrazar a las otras, de modo que todas terminaban por sentirse distintas de sí mismas e iguales a las que no eran. En cierta ocasión, una de ellas se vio repetida en otra con tal acierto, que sufrió una crisis de llanto. “Sentí que me había salido del espejo”, dijo. Pero aquella noche, María Alejandrina Cervantes no permitió que Santiago Nasar se complaciera por última vez en sus artificios de transformista, y lo hizo con pretextos tan frívolos que el mal sabor de ese recuerdo le cambió la vida. Así que nos llevamos a los músicos a una ronda de serenatas, y seguirnos la fiesta por nuestra cuenta, mientras los gemelos Vicario esperaban a Santiago Nasar para matarlo. Fue a él a quien se le ocurrió, casi a las cuatro, que subiéramos a la colina del viudo de Xius para cantarles a los recién casados.

No sólo les cantamos por las ventanas, sino que tiramos cohetes y reventa-mos petardos en los jardines, pero no percibimos ni una señal de vida dentro de la quinta. No se nos ocurrió que no hubiera nadie, sobre todo porque el automóvil nuevo estaba en la puerta, todavía con la capota plegada y con las cintas de raso y los macizos de azahares de parafina que les habían colgado en la fiesta. Mi hermano Luis Enrique, que entonces tocaba la guitarra como un profesional, improvisó en honor de los recién casados una canción de equí-vocos matrimoniales. Hasta entonces no había llovido. Al contrario, la luna estaba en el centro del cielo, y el aire era diáfano, y en el fondo del precipicio se veía el reguero de luz de los fuegos fatuos en el cementerio. Del otro lado se divisaban los sembrados de plátanos azules bajo la luna, las ciénagas tristes y la línea fosforescente del Caribe en el horizonte. Santiago Nasar señaló una lumbre intermitente en el mar, y nos dijo que era el ánima en pena de un barco negrero que se había hundido con un cargamento de esclavos del Senegal frente a la boca grande de Cartagena de Indias. No era posible pensar que tuviera algún malestar de la conciencia, aunque entonces no sabía que la efímera vida matrimonial de Ángela Vicario había terminado dos horas antes. Bayardo San Román la había llevado a pie a casa de sus padres para que el ruido del motor no delatara su desgracia antes de tiempo, y estaba otra vez solo y con las luces apagadas en la quinta feliz del viudo de Xius.

Cuando bajamos la colina, mi hermano nos invitó a desayunar con pescado frito en las fondas del mercado, pero Santiago Nasar se opuso porque quería dormir una hora hasta que llegara el obispo. Se fue con Cristo Bedoya por la orilla del río bordeando los tambos de pobres que empezaban a encenderse en el puerto antiguo, y antes de doblar la esquina nos hizo una señal de adiós con la mano. Fue la última vez que lo vimos.

Cristo Bedoya, con quien estaba de acuerdo para encontrarse más tarde en el puerto, lo despidió en la entrada posterior de su casa. Los perros le ladraban por costumbre cuando lo sentían entrar, pero él los apaciguaba en la penumbra con el campanilleo de las llaves. Victoria Guzmán estaba vigilando la cafetera en el fogón cuando él pasó por la cocina hacia el interior de la casa.

–Blanco –lo llamó–: ya va a estar el café.

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Santiago Nasar le dijo que lo tomaría más tarde, y le pidió decirle a Divina Flor que lo despertara a las cinco y media, y que le llevara una muda de ropa limpia igual a la que llevaba puesta. Un instante después de que él subió a acostarse, Victoria Guzmán recibió el recado de Clotilde Armenta con la pordiosera de la leche. A las 5.30 cumplió la orden de despertarlo, pero no mandó a Divina Flor sino que subió ella misma al dormitorio con el vestido de lino, pues no perdía ninguna ocasión de preservar a la hija contra las garras del boyardo.

María Alejandrina Cervantes había dejado sin tranca la puerta de la casa. Me despedí de mi hermano, atravesé el corredor donde dormían los gatos de las mulatas amontonados entre los tulipanes, y empujé sin tocar la puerta del dor-mitorio. Las luces estaban apagadas, pero tan pronto como entré percibí el olor de mujer tibia y vi los ojos de leoparda insomne en la oscuridad, y después no volví a saber de mí mismo hasta que empezaron a sonar las campanas.

De paso para nuestra casa, mi hermano entró a comprar cigarrillos en la tienda de Clotilde Armenta. Había bebido tanto, que sus recuerdos de aquel encuentro fueron siempre muy confusos, pero no olvidó nunca el trago mortal que le ofreció Pedro Vicario. “Era candela pura”, me dijo. Pablo Vicario, que había empezado a dormirse, despertó sobresaltado cuando lo sintió entrar, y le mostró el cuchillo.

–Vamos a matar a Santiago Nasar –le dijo. Mi hermano no lo recordaba. “Pero aunque lo recordara no lo hubiera creído

–me ha dicho muchas veces–. ¡A quién carajo se le podía ocurrir que los gemelos iban a matar a nadie, y menos con un cuchillo de puercos!” Luego le preguntaron dónde estaba Santiago Nasar, pues los habían visto juntos a las dos, y mi hermano no recordó tampoco su propia respuesta. Pero Clotilde Armenta y los hermanos Vicario se sorprendieron tanto al oírla, que la dejaron establecida en el sumario con declaraciones separadas. Según ellos, mi hermano dijo: “Santiago Nasar está muerto”. Después impartió una bendición episcopal, tropezó en el pretil de la puerta y salió dando tumbos. En medio de la plaza se cruzó con el padre Amador. Iba para el puerto con sus ropas de oficiar, seguido por un acólito que tocaba la campanilla y varios ayudantes con el altar para la misa campal del obispo. Al verlos pasar, los hermanos Vicario se santiguaron.

Clotilde Armenta me contó que habían perdido las últimas esperanzas cuan-do el párroco pasó de largo frente a su casa. “Pensé que no había recibido mi recado”, dijo. Sin embargo, el padre Amador me confesó muchos años después, retirado del mundo en la tenebrosa Casa de Salud de Calafell, que en efecto había recibido el mensaje de Clotilde Armenta, y otros más perentorios, mientras se preparaba para ir al puerto. “La verdad es que no supe qué hacer –me dijo–. Lo primero que pensé fue que no era un asunto mío sino de la autoridad civil, pero después resolví decirle algo de pasada a Plácida Linero”. Sin embargo, cuando atravesó la plaza lo había olvidado por completo. “Usted tiene que entenderlo –me dijo–: aquel día desgraciado llegaba el obispo”. En el momento del crimen se sintió tan desesperado, y tan indigno de sí mismo, que no se le ocurrió nada más que ordenar que tocaran a fuego.

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Mi hermano Luis Enrique entró en la casa por la puerta de la cocina, que mi madre dejaba sin cerrojo para que mi padre no nos sintiera entrar. Fue al baño antes de acostarse, pero se durmió sentado en el retrete, y cuando mi hermano Jaime se levantó para ir a la escuela, lo encontró tirado boca abajo en las baldosas, y cantando dormido. Mi hermana la monja, que no iría a esperar al obispo porque tenía una cruda de cuarenta grados, no consiguió despertarlo. –Estaban dando las cinco cuando fui al baño–, me dijo. Más tarde, cuando mi hermana Margot entró a bañarse para ir al puerto, logró llevarlo a duras penas al dormitorio. Desde el otro lado del sueño, oyó sin despertar los primeros bramidos del buque del obispo. Después se durmió a fondo, rendido por la parranda, hasta que mi hermana la monja entró en el dormitorio tratando de ponerse el hábito a la carrera, y lo despertó con su grito de loca:

–¡Mataron a Santiago Nasar! Los estragos de los cuchillos fueron apenas un principio de la autopsia in-

clemente que el padre Carmen Amador se vio obligado a hacer por ausencia del doctor Dionisio Iguarán. “Fue como si hubiéramos vuelto a matarlo después de muerto –me dijo el antiguo párroco en su retiro de Calafell–. Pero era una orden del alcalde, y las órdenes de aquel bárbaro, por estúpidas que fueran, había que cumplirlas”. No era del todo justo. En la confusión de aquel lunes absurdo, el coronel Aponte había sostenido una conversación telegráfica urgente con el gobernador de la provincia, y éste lo autorizó para que hiciera las diligencias preliminares mientras mandaban un juez instructor. El alcalde había sido antes oficial de tropa sin ninguna experiencia en asuntos de justicia, y era demasiado fatuo para preguntarle a alguien que lo supiera por dónde tenía que empezar. Lo primero que lo inquietó fue la autopsia. Cristo Bedoya, que era estudiante de medicina, logró la dispensa por su amistad íntima con Santiago Nasar. El alcalde pensó que el cuerpo podía mantenerse refrigerado hasta que regresara el doctor Dionisio Iguarán, pero no encontró nevera de tamaño humano, y la única apropiada en el mercado estaba fuera de servicio. El cuerpo había sido expuesto a la contemplación pública. en el centro de la sala, tendido sobre un angosto catre de hierro mientras le fabricaban un ataúd de rico. Habían llevado los ventiladores de los dormitorios, y algunos de las casas vecinas, pero había tanta gente ansiosa de verlo. que fue preciso apartar los muebles y descolgar las jaulas y las macetas de helechos, y aun así era insoportable el calor. Además, los perros alborotados por el olor de la muerte aumentaban la zozobra. No habían dejado de aullar desde que yo entré en la casa, cuando Santiago Nasar agonizaba todavía en la cocina, y encontré a Divina Flor llorando a gritos y manteniéndolos a raya con una tranca.

–Ayúdame –me gritó–, que lo que quieren es comerse las tripas. Los encerramos con candado en las pesebreras. Plácida Linero ordenó más

tarde que los llevaran a algún lugar apartado hasta después del entierro. Pero hacia el medio día, nadie supo cómo, se escaparon de donde estaban e irrum-pieron enloquecidos en la casa.

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Plácida Linero, por una vez, perdió los estribos. –¡Estos perros de mierda! –gritó–. ¡Que los maten! La orden se cumplió de inmediato, y la casa volvió a quedar en silencio.

Hasta entonces no había temor alguno por el estado del cuerpo. La cara había quedado intacta, con la misma expresión que tenía cuando cantaba, y Cristo Bedoya le había vuelto a colocar las vísceras en su lugar y lo había fajado con una banda de lienzo. Sin embargo, en la tarde empezaron a manar de las heridas unas aguas color de almíbar que atrajeron a las moscas, y una mancha morada le apareció en el bozo y se extendió muy despacio como la sombra de una nube en el agua hasta la raíz del cabello. La cara que siempre fue indulgente adquirió una expresión de enemigo, y su madre se la cubrió con un pañuelo. El coronel Aponte comprendió entonces que ya no era posible esperar, y le ordenó al padre Amador que practicara la autopsia. “Habría sido peor desenterrarlo después de una semana”, dijo. El párroco había hecho la carrera de medicina y cirugía en Salamanca, pero ingresó en el seminario sin graduarse, y hasta el alcalde sabía que su autopsia carecía de valor legal. Sin embargo, hizo cumplir la orden.

Fue una masacre, consumada en el local de la escuela pública con la ayuda del boticario que tomó las notas, y un estudiante de primer año de medicina que estaba aquí de vacaciones. Sólo dispusieron de algunos instrumentos de cirugía menor, y el resto fueron hierros de artesanos. Pero al margen de los destrozos en el cuerpo, el informe del padre Amador parecía correcto, y el instructor lo incorporó al sumario como una pieza útil.

Siete de las numerosas heridas eran mortales. El hígado estaba casi seccionado por dos perforaciones profundas en la cara anterior. Tenía cuatro incisiones en el estómago, y una de ellas tan profunda que lo atravesó por completo y le destruyó el páncreas. Tenía otras seis perforaciones menores en el colon trasverso, y múl-tiples heridas en el intestino delgado. La única que tenía en el dorso, a la altura de la tercera vértebra lumbar, le había perforado el riñón derecho. La cavidad abdominal estaba ocupada por grandes témpanos de sangre, y entre el lodazal de contenido gástrico apareció una medalla de oro de la Virgen del Carmen que Santiago Nasar se había tragado a la edad de cuatro años. La cavidad torácica mostraba dos perforaciones: una en el segundo espacio intercostal derecho que le alcanzó a interesar el pulmón, y otra muy cerca de la axila izquierda. Tenía además seis heridas menores en los brazos y las manos, y dos tajos horizontales: uno en el muslo derecho y otro en los músculos del abdomen. Unía una punzada profunda en la palma de la mano derecha. El informe dice: “Parecía un estigma del Crucificado”. La masa encefálica pesaba sesenta gramos más que 1a de un inglés normal, y el padre Amador consignó en el informe que Santiago Nasar tenía una inteligencia superior y un porvenir brillante. Sin embargo, en la nota final señalaba una hipertrofia del hígado que atribuyó a una hepatitis mal cura-da. “Es decir –me dijo–, que de todos modos le quedaban muy pocos años de vida”. El doctor Dionisio Iguarán, que en efecto le había tratado una hepatitis a Santiago Nasar a los doce años, recordaba indignado aquella autopsia. “Tenía

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que ser cura para ser tan bruto –me dijo–. No hubo manera de hacerle entender nunca que la gente del trópico tenemos el hígado más grande que los gallegos”. El informe concluía que la causa de la muerte fue una hemorragia masiva oca-sionada por cualquiera de las siete heridas mayores.

Nos devolvieron un cuerpo distinto. La mitad del cráneo había sido destro-zado con la trepanación, y el rostro de galán que la muerte había preservado acabó de perder su identidad. Además, el párroco había arrancado de cuajo las vísceras destazadas, pero al final no supo qué hacer con ellas, y les impartió una bendición de rabia y las tiró en el balde de la basura. A los últimos curio-sos asomados a las ventanas de la escuela pública se les acabó la curiosidad, el ayudante se desvaneció, y el coronel Lázaro Aponte, que había visto y causado tantas masacres de represión, terminó por ser vegetariano además de espiritista. El cascarón vacío, embutido de trapos y cal viva, y cosido a la machota con bramante basto y agujas de enfardelar, estaba a punto de desbaratarse cuando lo pusimos en el ataúd nuevo de seda capitonada. “Pensé que así se conservaría por más tiempo”, me dijo el padre Amador. Sucedió lo contrario: tuvimos que enterrarlo de prisa al amanecer, porque estaba en tan mal estado que ya no era soportable dentro de la casa.

Despuntaba un martes turbio. No tuve valor para dormir solo al término de la jornada opresiva, y empujé la puerta de la casa de María Alejandrina Cervantes por si no había pasado el cerrojo. Los calabazos de luz estaban en-cendidos en los árboles, y en el patio de baile había varios fogones de leña con enormes ollas humeantes, donde las mulatas estaban tiñendo de luto sus ropas de parranda. Encontré a María Alejandrina Cervantes despierta como siempre al amanecer, y desnuda por completo como siempre que no había extraños en la casa. Estaba sentada a la turca sobre la cama de reina frente a un platón babilónico de cosas de comer: costillas de ternera, una gallina hervida, lomo de cerdo, y una guarnición de plátanos y legumbres que hubieran alcanzado para cinco. Comer sin medida fue siempre su único modo de llorar, y nunca la había visto hacerlo con semejante pesadumbre. Me acosté a su lado, vestido, sin hablar apenas, y llorando yo también a mi modo. Pensaba en la ferocidad del destino de Santiago Nasar, que le había cobrado 20 años de dicha no sólo con la muerte, sino además con el descuartizamiento del cuerpo, y con su dis-persión y exterminio. Soñé que una mujer entraba en el cuarto con una niña en brazos, y que ésta ronzaba sin tomar aliento y los granos de maíz a medio mascar le caían en el corpiño. La mujer me dijo: “Ella mastica a la topa tolon-dra, un poco al desgaire, un poco al desgarriate”. De pronto sentí los dedos ansiosos que me soltaban los botones de la camisa, y sentí el olor peligroso de la bestia de amor acostada a mis espaldas, y sentí que me hundía en las delicias de las arenas movedizas de su ternura. Pero se detuvo de golpe, tosió desde muy lejos y se escurrió de mi vida.

–No puedo –dijo–: hueles a él. No sólo yo. Todo siguió oliendo a Santiago Nasar aquel día. Los hermanos

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Vicario lo sintieron en el calabozo donde los encerró el alcalde mientras se le ocurría qué hacer con ellos. “Por más que me restregaba con jabón y estro-pajo no podía quitarme el olor”, me dijo Pedro Vicario. Llevaban tres noches sin dormir, pero no podían descansar, porque tan pronto como empezaban a dormirse volvían a cometer el crimen. Ya casi viejo, tratando de explicarme su estado de aquel día interminable, Pablo Vicario me dijo sin ningún esfuerzo: “Era como estar despierto dos veces”. Esa frase me hizo pensar que lo más insoportable para ellos en el calabozo debió haber sido la lucidez.

El cuarto tenía tres metros de lado, una claraboya muy alta con barras de hierro, una letrina portátil, un aguamanil con su palangana y su jarra, y dos camas de mampostería con colchones de estera. El coronel Aponte, bajo cuyo mandato se había construido, decía que no hubo nunca un hotel más humano. Mi hermano Luis Enrique estaba de acuerdo, pues una noche lo encarcelaron por una reyerta de músicos, y el alcalde permitió por caridad que una de las mulatas lo acompañara. Tal vez los hermanos Vicario hubieran pensado lo mismo a las ocho de la mañana, cuando se sintieron a salvo de los árabes. En ese momento los reconfortaba el prestigio de haber cumplido con su ley, y su única inquietud era la persistencia del olor. Pidieron agua abundante, jabón de monte y estropajo, y se lavaron la sangre de los brazos y la cara, y lavaron además las camisas, pero no lograron descansar. Pedro Vicario pidió también sus purgaciones y diuréticos, y un rollo de gasa estéril para cambiarse la ven-da, y pudo orinar dos veces durante la mañana. Sin embargo, la vida se le fue haciendo tan difícil a medida que avanzaba el día, que el olor pasó a segundo lugar. A las dos de la tarde, cuando hubiera podido fundirlos la modorra del calor, Pedro Vicario estaba tan cansado que no podía permanecer tendido en la cama, pero el mismo cansancio le impedía mantenerse de pie. El dolor de las ingles le llegaba hasta el cuello, se le cerró la orina, y padeció la certidumbre espantosa de que no volvería a dormir en el resto de su vida. “Estuve despierto once meses”, me dijo, y yo lo conocía bastante bien para saber que era cierto. No pudo almorzar. Pablo Vicario, por su parte, comió un poco de cada cosa que le llevaron, y un cuarto de hora después se desató en una colerina pestilente. A las seis de la tarde, mientra le hacían la autopsia al cadáver de Santiago Nasar, el alcalde fue llamado de urgencia porque Pedro Vicario estaba convencido de que habían envenenado a su hermano. “Me estaba yendo en aguas –me dijo Pablo Vicario–, y no podíamos quitarnos la idea de que eran vainas de los turcos”. Hasta entonces había desbordado dos veces la letrina portátil, y el guardián de vista lo había llevado otras seis al retrete de la alcaldía. Allí lo encontró el coronel Aponte, encañonado por la guardia en el excusado sin puertas, y desaguándose con tanta fluidez que no era absurdo pensar en el veneno. Pero lo descartaron de inmediato, cuando se estableció que sólo había bebido el agua y comido el almuerzo que les mandó Pura Vicario. No obstante, el alcalde quedó tan impresionado, que se llevó a los presos para su casa con una custodia especial, hasta que vino el juez de instrucción y los trasladó al panóptico de Riohacha.

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El temor de los gemelos respondía al estado de ánimo de la calle. No se descartaba una represalia de los árabes, pero nadie, salvo los hermanos Vicario, habla pensado en el veneno. Se suponía más bien que aguardaran la noche para echar gasolina por la claraboya e incendiar a los prisioneros dentro del calabozo. Pero aun ésa era una suposición demasiado fácil. Los árabes constituían una comunidad de inmigrantes pacíficos que se establecieron a principios del siglo en los pueblos del Caribe, aun en los más remotos y pobres, y allí se quedaron vendiendo trapos de colores y baratijas de feria. Eran unidos, laboriosos y cató-licos. Se casaban entre ellos, importaban su trigo, criaban corderos en los patios y cultivaban el orégano y la berenjena, y su única pasión tormentosa eran los juegos de barajas. Los mayores siguieron hablando el árabe rural que trajeron de su tierra, y lo conservaron intacto en familia hasta la segunda generación, pero los de la tercera, con la excepción de Santiago Nasar, les oían a sus padres en árabe y les contestaban en castellano. De modo que no era concebible que fueran a alterar de pronto su espíritu pastoral para vengar una muerte cuyos culpables podíamos ser todos. En cambio nadie pensó en una represalia de la familia de Plácida Linero, que fueron gentes de poder y de guerra hasta que se les acabó la fortuna, y que habían engendrado más de dos matones de cantina preservados por la sal de su nombre.

El coronel Aponte, preocupado por los rumores, visitó a los árabes familia por familia, y al menos por esa vez sacó una conclusión correcta. Los encontró perplejos y tristes, con insignias de duelo en sus altares, y algunos lloraban a gritos sentados en el suelo, pero ninguno abrigaba propósitos de venganza. Las reacciones de la mañana habían surgido al calor del crimen, y sus propios protagonistas admitieron que en ningún caso habrían pasado de los golpes. Más aún: fue Suseme Abdala, la matriarca centenaria, quien recomendó la infusión prodigiosa de flores de pasionaria y ajenjo mayor que segó la colerina de Pablo Vicario y desató a la vez el manantial florido de su gemelo. Pedro Vicario cayó entonces en un sopor insomne, y el hermano restablecido concilió su primer sueño sin remordimientos. Así los encontró Purísima Vicario a las tres de la madrugada del martes, cuando el alcalde la llevó a despedirse de ellos.

Se fue la familia completa, hasta las hijas mayores con sus maridos, por ini-ciativa del coronel Aponte. Se fueron sin que nadie se diera cuenta, al amparo del agotamiento público, mientras los únicos sobrevivientes despiertos de aquel día irreparable estábamos enterrando a Santiago Nasar. Se fueron mientras se calmaban los ánimos, según la decisión del alcalde, pero no regresaron jamás. Pura Vicario le envolvió la cara con un trapo a la hija devuelta para que nadie le viera los golpes, y la vistió de rojo encendido para que no se imaginaran que le iba guardando luto al amante secreto. Antes de irse le pidió al padre Amador que confesara a los hijos en la cárcel, pero Pedro Vicario se negó, y convenció al hermano de que no tenían nada de que arrepentirse. Se quedaron solos, y el día del traslado a Riohacha estaban ten repuestos y convencidos de su razón, que no quisieron ser sacados de noche, como hicieron con la familia, sino a

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pleno sol y con su propia cara. Poncio Vicario, el padre, murió poco después. “Se lo llevó la pena moral”, me dijo Ángela Vicario. Cuando los gemelos fueron absueltos se quedaron en Riohacha, a sólo un día de viaje de Manaure, donde vivía la familia. Allá fue Prudencia Cotes a casarse con Pablo Vicario, que apren-dió el oficio del oro en el taller de su padre y llegó a ser un orfebre depurado. Pedro Vicario, sin amor ni empleo, se reintegró tres años después a las Fuerzas Armadas, mereció las insignias de sargento primero, y una mañana espléndida su patrulla se internó en territorio de guerrillas cantando canciones de putas, y nunca más se supo de ellos.

Para la inmensa mayoría sólo hubo una víctima: Bayardo San Román. Supo-nían que los otros protagonistas de la tragedia habían cumplido con dignidad, y hasta con cierta grandeza, la parte de favor que la vida les tenía señalada. Santiago Nasa, había expiado la injuria, los hermanos Vicario habían probado su condición de hombres, y la hermana burlada estaba otra vez en posesión de su honor. El único que lo había perdido todo era Bayardo San Román. “El pobre Bayardo”, como se le recordó durante años. Sin embargo, nadie se había acordado de él hasta después del eclipse de luna, el sábado siguiente, cuando el viudo de Mus le contó al alcalde que había visto un pájaro fosforescente aleteando sobre su antigua casa, y pensaba que era el ánima de su esposa que andaba reclamando lo suyo. El alcalde se dio en la frente una palmada que no tenía nada que ver con la visión del viudo.

–¡Carajo! –gritó–. ¡Se me había olvidado ese pobre hombre! Subió a la colina con una patrulla, y encontró el automóvil descubierto frente

a la quinta, y vio una luz solitaria en el dormitorio, pero nadie respondió a sus llamados. Así que forzaron una puerta lateral y recorrieron los cuartos iluminados por los rescoldos del eclipse. “Las cosas parecían debajo del agua”, me contó el alcalde. Bayardo San Román estaba inconsciente en la cama, todavía como lo había visto Pura Vicario en la madrugada del lunes con el pantalón de fantasía y la camisa de seda, pero sin los zapatos. Había botellas vacías por el suelo, y muchas más sin abrir junto a la cama, pero ni un rastro de comida. “Estaba en el último grado de intoxicación etílica”, me dijo el doctor Dionisio Iguarán, que lo había atendido de emergencia. Pero se recuperó en pocas horas, y tan pronto como recobró la razón los echó a todos de la casa con los mejores modos de que fue capaz.

–Que nadie me joda –dijo–. Ni mi papá con sus pelotas de veterano. El alcalde informó del episodio al general Petronio San Román, hasta la última

frase literal, con un telegrama alarmante. El general San Román debió tomar al pie de la letra la voluntad del hijo,

porque no vino a buscarlo, sino que mandó a la esposa con las hijas, y a otras dos mujeres mayores que parecían ser sus hermanas. Vinieron en un buque de carga, cerradas de luto hasta el cuello por la desgracia de Bayardo San Román, y con los cabellos sueltos de dolor. Antes de pisar tierra firme se quitaron los zapatos y atravesaron las calles hasta la colina caminando descalzas en el polvo

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ardiente del medio día, arrancándose mechones de raíz y llorando con gritos tan desgarradores que parecían de júbilo. Yo las vi pasar desde el balcón de Magdalena Oliver, y recuerdo haber pensado que un desconsuelo como ése sólo podía fingirse para ocultar otras vergüenzas mayores.

El coronel Lázaro Aponte las acompañó a la casa de la colina, y luego subió el doctor Dionisio Iguarán en su mula de urgencias. Cuando se alivió el sol, dos hombres del municipio bajaron a Bayardo San Román en una hamaca colgada de un palo, tapado hasta la cabeza con una manta y con el séquito de plañideras. Magdalena Oliver creyó que estaba muerto.

–¡Collons de déu –exclamó–, qué desperdicio! Estaba otra vez postrado por el alcohol, pero costaba creer que lo llevaran

vivo, porque el brazo derecho le iba arrastrando por el suelo, y tan pronto como la madre se lo ponía dentro de la hamaca se le volvía a descolgar, de modo que dejó un rastro en la tierra desde la cornisa del precipicio hasta la plataforma del buque. Eso fue lo último que nos quedó de él: un recuerdo de víctima.

Dejaron la quinta intacta. Mis hermanos y yo subíamos a explorarla en no-ches de parranda cuando volvíamos de vacaciones, y cada vez encontrábamos menos cosas de valor en los aposentos abandonados. Una vez rescatamos la maletita de mano que Ángela Vicario le había pedido a su madre la noche de bodas, pero no le dimos ninguna importancia. Lo que encontramos dentro parecían ser los afeites naturales para la higiene y la belleza de una mujer, y sólo conocí su verdadera utilidad cuando Ángela Vicario me contó muchos años más tarde cuáles fueron los artificios de comadrona que le habían enseñado para engañar al esposo. Fue el único rastro que dejó en el que fuera su hogar de casada por cinco horas.

Años después, cuando volví a buscar los últimos testimonios para esta crónica, no quedaban tampoco ni los rescoldos de la dicha de Yolanda de Xius. Las cosas habían ido desapareciendo poco a poco a pesar de la vigilancia empecinada del coronel Lázaro Aponte, inclusive el escaparate de seis lunas de cuerpo entero que los maestros cantores de Mompox habían tenido que armar dentro de la casa, pues no cabía por las puertas. Al principio, el viudo de Xius estaba encantado pensando que eran recursos póstumos de la esposa para llevarse lo que era suyo. El coronel Lázaro Aponte se burlaba de él. Pero una noche se le ocurrió oficiar una misa de espiritismo para esclarecer el misterio, y el alma de Yolanda de Mus le confirmó de su puño y letra que en efecto era ella quien estaba recuperando para su casa de la muerte los cachivaches de la felicidad. La quinta empezó a desmigajarse. El coche de bodas se fue desbaratando en la puerta, y al final no quedó sino la carcacha podrida por la intemperie. Durante muchos años no se volvió a saber nada de su dueño. Hay una declaración suya en el sumario, pero es tan breve y convencional, que parece remendada a última hora para cumplir con una fórmula ineludible. La única vez que traté de hablar con él, 23 años más tarde, me recibió con una cierta agresividad, y se negó a aportar el dato más ínfimo que permitiera clarificar un poco su participación en el drama. En

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todo caso, ni siquiera sus padres sabían de él mucho más que nosotros, ni tenían la menor idea de qué vino a hacer en un pueblo extraviado sin otro propósito aparente que el de casarse con una mujer que no había visto nunca.

De Ángela Vicario, en cambio, tuve siempre noticias de ráfagas que me inspiraron una imagen idealizada. Mi hermana la monja anduvo algún tiempo por la alta Guajira tratando de convertir a los últimos idólatras, y solía detenerse a conversar con ella en la aldea abrasada por la sal del Caribe donde su madre había tratado de enterrarla en vida. “Saludos de tu prima”, me decía siempre. Mi hermana Margot, que también la visitaba en los primeros años, me contó que habían comprado una casa de material con un patio muy grande de vientos cruzados, cuyo único problema eran las noches de mareas altas, porque los retre-tes se desbordaban y los pescados amanecían dando saltos en los dormitorios. Todos los que la vieron en esa época coincidían en que era absorta y diestra en la máquina de bordar, y que a través de su industria había logrado el olvido.

Mucho después, en una época incierta en que trataba de entender algo de mí mismo vendiendo enciclopedias y libros de medicina por los pueblos de la Guajira, me llegué por casualidad hasta aquel moridero de indios. En la ventana de una casa frente al mar, bordando a máquina en la hora de más calor, había una mujer de medio luto con antiparras de alambre y canas amarillas, y sobre su cabeza estaba colgada una jaula con un canario que no paraba de cantar. Al verla así, dentro del marco idílico de la ventana, no quise creer que aquella mujer fuera la que yo creía, porque me resistía a admitir que la vida terminara por parecerse tanto a la mala literatura. Pero era ella: Ángela Vicario 23 años después del drama.

Me trató igual que siempre, como un primo remoto, y contestó a mis pregun-tas con muy buen juicio y con sentido del humor. Era tan madura e ingeniosa, que costaba trabajo creer que fuera la misma. Lo que más me sorprendió fue la forma en que había terminado por entender su propia vida. Al cabo de pocos minutos ya no me pareció tan envejecida como a primera vista, sino casi tan joven como en el recuerdo, y no tenía nada en común con la que habían obli-gado a casarse sin amor a los 20 años. Su madre, de una vejez mal entendida, me recibió como a un fantasma difícil. Se negó a hablar del pasado, y tuve que conformarme para esta crónica con algunas frases sueltas de sus conversaciones con mi madre, y otras pocas rescatadas de mis recuerdos. Había hecho más que lo posible para que Ángela Vicario se muriera en vida, pero la misma hija le malogró los propósitos, porque nunca hizo ningún misterio de su desventura. Al contrario: a todo el que quiso oírla se la contaba con sus pormenores, salvo el que nunca se había de aclarar: quién fue, y cómo y cuándo, el verdadero cau-sante de su perjuicio, porque nadie creyó que en realidad hubiera sido Santiago Nasar. Pertenecían a dos mundos divergentes. Nadie los vio nunca juntos, y mucho menos solos. Santiago Nasar era demasiado altivo para fijarse en ella. “Tu prima la boba”, me decía, cuando tenía que mencionarla. Además, como decíamos entonces, él era un gavilán pollero. Andaba solo, igual que su padre,

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cortándole el cogollo a cuanta doncella sin rumbo empezaba a despuntar por esos montes, pero nunca se le conoció dentro del pueblo otra relación distinta de la convencional que mantenía con Flora Miguel, y de la tormentosa que lo enloqueció durante catorce meses con María Alejandrina Cervantes. La versión más corriente, tal vez por ser la más perversa, era que Ángela Vicario estaba protegiendo a alguien a quien de veras amaba, y había escogido el nombre de Santiago Nasar porque nunca pensó que sus hermanos se atreverían contra él. Yo mismo traté de arrancarle esta verdad cuando la visité por segunda vez con todos mis argumentos en orden, pero ella apenas si levantó la vista del bordado para rebatirlos.

–Ya no le des más vueltas, primo –me dijo–. Fue él. Todo lo demás lo contó sin reticencias, hasta el desastre de la noche de

bodas. Contó que sus amigas la habían adiestrado para que emborrachara al esposo en la cama hasta que perdiera el sentido, que aparentara más vergüenza de la que sintiera para que él apagara la luz, que se hiciera un lavado drástico de aguas de alumbre para fingir la virginidad, y que manchara la sábana con mercurio cromo para que pudiera exhibirla al día siguiente en su patio de recién casada. Sólo dos cosas no tuvieron en cuenta sus coberteras: la excepcional resistencia de bebedor de Bayardo San Román, y la decencia pura que Ángela Vicario llevaba escondida dentro de la estolidez impuesta por su madre. “No hice nada de lo que me dijeron –me dijo–, porque mientras más lo pensaba más me daba cuenta de que todo aquello era una porquería que no se le podía hacer a nadie, y menos al pobre hombre que había tenido la mala suerte de casarse conmigo”. De modo que se dejó desnudar sin reservas en el dormitorio iluminado, a salvo ya de todos los miedos aprendidos que le habían malogrado la vida. “Fue muy fácil –me dijo–, porque estaba resuelta a morir”.

La verdad es que hablaba de su desventura sin ningún pudor para disimular la otra desventura, la verdadera, que le abrasaba las entrañas. Nadie hubiera sospechado siquiera, hasta que ella se decidió a contármelo, que Bayardo San Román estaba en su vida para siempre desde que la llevó de regreso a su casa. Fue un golpe de gracia. “De pronto, cuando mamá empezó a pegarme, empecé a acordarme de él”, me dijo. Los puñetazos le dolían menos porque sabía que eran por él. Siguió pensando en él con un cierto asombro de sí misma cuando sollozaba tumbada en el sofá del comedor. “No lloraba por los golpes ni por nada de lo que había pasado –me dijo–: lloraba por él”.

Seguía pensando en él mientra su madre le ponía compresas de árnica en la cara, y más aún cuando oyó la gritería en la calle y las campanas de incendio en la torre, y su madre entró a decirle que ahora podía dormir, pues lo peor había pasado.

Llevaba mucho tiempo pensando en él sin ninguna ilusión cuando tuvo que acompañar a su madre a un examen de la vista en el hospital de Riohacha. Entraron de pasada en el Hotel del Puerto, a cuyo dueño conocían, y Pura Vicario pidió un vaso de agua en la cantina. Se lo estaba tomando, de espaldas

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a la hija, cuando ésta vio su propio pensamiento reflejado en los espejos repe-tidos de la sala. Ángela Vicario volvió la cabeza con el último aliento, y lo vio pasar a su lado sin verla, y lo vio salir del hotel. Luego miró otra vez a su madre con el corazón hecho trizas. Pura Vicario había acabado de beber, se secó los labios con la manga y le sonrió desde el mostrador con los lentes nuevos. En esa sonrisa, por primera vez desde su nacimiento, Ángela Vicario la vio tal como era: una pobre mujer, consagrada al culto de sus defectos. “Mierda”, se dijo. Estaba tan trastornada, que hizo todo el viaje de regreso cantando en voz alta, y se tiró en la cama a llorar durante tres días.

Nació de nuevo. “Me volví loca por él –me dijo–, loca de remate”. Le bastaba cerrar los ojos para verlo, lo oía respirar en el mar, la despertaba a media noche el fogaje de su cuerpo en la cama. A fines de esa semana, sin haber conseguido un minuto de sosiego, le escribió la primera carta. Fue una esquela conven-cional, en la cual le contaba que lo había visto salir del hotel, y que le habría gustado que él la hubiera visto. Esperó en vano una respuesta. Al cabo de dos meses, cansada de esperar, le mandó otra carta en el mismo estilo sesgado de la anterior, cuyo único propósito parecía ser reprocharle su falta de cortesía. Seis meses después había escrito seis cartas sin respuestas, pero se conformó con la comprobación de que él las estaba recibiendo.

Dueña por primera vez de su destino, Ángela Vicario descubrió entonces que el odio y el amor son pasiones recíprocas. Cuantas más cartas mandaba, más encendía las brasas de su fiebre, pero más calentaba también el rencor feliz que sentía contra su madre. “Se me revolvían las tripas de sólo verla –me dijo–, pero no podía verla sin acordarme de él”. Su vida de casada devuelta seguía siendo tan simple corno la de soltera, siempre bordando a máquina con sus amigas como antes hizo tulipanes de trapo y pájaros de papel, pero cuando su madre se acostaba permanecía en el cuarto escribiendo cartas sin porvenir hasta la madrugada. Se volvió lúcida, imperiosa, maestra de su albedrío, y vol-vió a ser virgen sólo para él, y no reconoció otra autoridad que la suya ni más servidumbre que la de su obsesión.

Escribió una carta semanal durante media vida. “A veces no se me ocurría qué decir –me dijo muerta de risa–, pero me bastaba con saber que él las esta-ba recibiendo”. Al principio fueron esquelas de compromiso, después fueron papelitos de amante furtiva, billetes perfumados de novia fugaz, memoriales de negocios, documentos de amor, y por último fueron las cartas indignas de una esposa abandonada que se inventaba enfermedades crueles para obligarlo a volver. Una noche de buen humor se le derramó el tintero sobre la carta ter-minada, y en vez de romperla le agregó una posdata: “En prueba de mi amor te envío mis lágrimas”. En ocasiones, cansada de llorar, se burlaba de su propia locura. Seis veces cambiaron la empleada del correo, y seis veces consiguió su complicidad. Lo único que no se le ocurrió fue renunciar. Sin embargo, él parecía insensible a su delirio: era como escribirle a nadie.

Una madrugada de vientos, por el año décimo, la despertó la certidumbre

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de que él estaba desnudo en su cama. Le escribió entonces una carta febril de veinte pliegos en la que soltó sin pudor las verdades amargas que llevaba podridas en el corazón desde su noche funesta. Le habló de las lacras eternas que él había dejado en su cuerpo, de la sal de su lengua, de la trilla de fuego de su verga africana. Se la entregó a la empleada del correo, que iba los viernes en la tarde a bordar con ella para llevarse las cartas, y se quedó convencida de que aquel desahogo terminal seria el último de su agonía. Pero no hubo respuesta. A partir de entonces ya no era consciente de lo que escribía, ni a quién le escri-bía a ciencia cierta, pero siguió escribiendo sin cuartel durante diecisiete años.

Un medio día de agosto, mientras bordaba con sus amigas, sintió que alguien llegaba a la puerta. No tuvo que mirar para saber quién era. “Estaba gordo y se le empezaba a caer el pelo, y ya necesitaba espejuelos para ver de cerca –me dijo–. ¡Pero era él, carajo, era él!” Se asustó, porque sabía que él la estaba viendo tan disminuida como ella lo estaba viendo a él, y no creía que tuviera dentro tanto amor como ella para soportarlo. Tenía la camisa empapada de sudor, como lo había visto la primera vez en la feria, y llevaba la misma correa y las mismas alforjas de cuero descosido con adornos de plata. Bayardo San Román dio un paso adelante, sin ocuparse de las otras bordadoras atónitas, y puso las alforjas en la máquina de coser.

–Bueno –dijo–, aquí estoy. Llevaba la maleta de la ropa para quedarse, y otra maleta igual con casi

dos mil cartas que ella le había escrito. Estaban ordenadas por sus fechas, en paquetes cosidos con cintas de colores, y todas sin abrir.

Durante años no pudimos hablar de otra cosa. Nuestra conducta diaria, dominada hasta entonces por tantos hábitos lineales, había empezado a girar de golpe en torno de una misma ansiedad común. Nos sorprendían los gallos del amanecer tratando de ordenar las numerosas casualidades encadenadas que habían hecho posible el absurdo, y era evidente que no lo hacíamos por un anhelo de esclarecer misterios, sino porque ninguno de nosotros podía seguir viviendo sin saber con exactitud cuál era el sitio y la misión que le había asignado la fatalidad.

Muchos se quedaron sin saberlo. Cristo Bedoya, que llegó a ser un cirujano notable, no pudo explicarse nunca por qué cedió al impulso de esperar dos horas donde sus abuelos hasta que llegara el obispo, en vez de irse a descansar en la casa de sus padres, que lo estuvieron esperando hasta el amanecer para alertarlo. Pero la mayoría de quienes pudieron hacer algo por impedir el crimen y sin embargo no lo hicieron, se consolaron con el pretexto de que los asuntos de honor son estancos sagrados a los cuales sólo tienen acceso los dueños del drama. «La honra es el amor», le oía decir a mi madre. Hortensia Baute, cuya única participación fue haber visto ensangrentados dos cuchillos que todavía no lo estaban, se sintió tan afectada por la alucinación que cayó en una crisis de penitencia, y un día no pudo soportarla más y se echó desnuda a las calles. Flora Miguel, la novia de Santiago Nasar, se fugó por despecho con un teniente

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de fronteras que la prostituyó entre los caucheros de Vichada. Aura Villeros, la comadrona que había ayudado a nacer a tres generaciones, sufrió un espasmo de la vejiga cuando conoció la noticia, y hasta el día de su muerte necesitó una sonda para orinar. Don Rogelio de la Flor, el buen marido de Clotilde Armenta, que era un prodigio de vitalidad a los 86 años, se levantó por última vez para ver cómo desguazaban a Santiago Nasar contra la puerta cerrada de su propia casa, y no sobrevivió a la conmoción. Plácida Linero había cerrado esa puerta en el último instante, pero se liberó a tiempo de la culpa. “La cerré porque Divina Flor me juró que había visto entrar a mi hijo –me contó–, y no era cierto”. Por el contrario, nunca se perdonó el haber confundido el augurio magnífico de los árboles con el infausto de los pájaros, y sucumbió a la perniciosa costumbre de su tiempo de masticar semillas de cardamina.

Doce días después del crimen, el instructor del sumario se encontró con un pueblo en carne viva. En la sórdida oficina de tablas del Palacio Municipal, bebiendo café de olla con ron de caña contra los espejismos del calor, tuvo que pedir tropas de refuerzo para encauzar a la muchedumbre que se precipitaba a declarar sin ser llamada, ansiosa de exhibir su propia importancia en el drama. Acababa de graduarse, y llevaba todavía el vestido de paño negro de la Escuela de Leyes, y el anillo de oro con el emblema de su promoción, y las ínfulas y el lirismo del primíparo feliz. Pero nunca supe su nombre. Todo lo que sabemos de su carácter es aprendido en el sumario, que numerosas personas me ayudaron a buscar veinte años después del crimen en el Palacio de justicia de Riohacha. No existía clasificación alguna en los archivos, y más de un siglo de expedientes estaban amontonados en el suelo del decrépito edificio colonial que fuera por dos días el cuartel general de Francis Drake. La planta baja se inundaba con el mar de leva, y los volúmenes descosidos flotaban en las oficinas desiertas. Yo mismo exploré muchas veces con las aguas hasta los tobillos aquel estanque de causas perdidas, y sólo una casualidad me permitió rescatar al cabo de cinco años de búsqueda unos 322 pliegos salteados de los más de 500 que debió de tener el sumario.

El nombre del juez no apareció en ninguno, pero es evidente que era un hombre abrasado por la fiebre de la literatura. Sin duda había leído a los clásicos españoles, y algunos latinos, y conocía muy bien a Nietzsche, que era el autor de moda entre los magistrados de su tiempo. Las notas marginales, y no sólo por el color de la tinta, parecían escritas con sangre. Estaba tan perplejo con el enigma que le había tocado en suerte, que muchas veces incurrió en distracciones líricas contrarias al rigor de su ciencia. Sobre todo, nunca le pareció legítimo que la vida se sirviera de tantas casualidades prohibidas a la literatura, para que se cumpliera sin tropiezos una muerte tan anunciada.

Sin embargo, lo que más le había alarmado al final de su diligencia excesiva fue no haber encontrado un solo indicio, ni siquiera el menos verosímil, de que Santiago Nasar hubiera sido en realidad el causante del agravio. Las amigas de Ángela Vicario que habían sido sus cómplices en el engaño siguieron contando

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durante mucho tiempo que ella las había hecho partícipes de su secreto desde antes de la boda, pero no les había revelado ningún nombre. En el sumario declararon: “Nos dijo el milagro pero no el santo”. Ángela Vicario, por su par-te, se mantuvo en su sitio. Cuando el juez instructor le preguntó con su estilo lateral si sabía quién era el difunto Santiago Nasar, ella le contestó impasible:

–Fue mi autor. Así consta en el sumario, pero sin ninguna otra precisión de modo ni de

lugar. Durante el juicio, que sólo duró tres días, el representante de la parte civil puso su mayor empeño en la debilidad de ese cargo. Era tal la perplejidad del juez instructor ante la falta de pruebas contra Santiago Nasar, que su buena labor parece por momentos desvirtuada por la desilusión. En el folio 416, de su puño y letra y con la tinta roja del boticario, escribió una nota marginal: Dadme un prejuicio y moveré el mundo. Debajo de esa paráfrasis de desaliento, con un trazo feliz de la misma tinta de sangre, dibujó un corazón atravesado por una flecha. Para él, como para los amigos más cercanos de Santiago Nasar, el propio comportamiento de éste en las últimas horas fue una prueba terminante de su inocencia.

La mañana de su muerte, en efecto, Santiago Nasar no había tenido un instante de duda, a pesar de que sabía muy bien cuál hubiera sido el precio de la injuria que le imputaban. Conocía la índole mojigata de su mundo, y debía saber que la naturaleza simple de los gemelos no era capaz de resistir al es-carnio. Nadie conocía muy bien a Bayardo San Román, pero Santiago Nasar lo conocía bastante para saber que debajo de sus ínfulas mundanas estaba tan subordinado como cualquier otro a sus prejuicios de origen. De manera que su despreocupación consciente hubiera sido suicida. Además, cuando supo por fin en el último instante que los hermanos Vicario lo estaban esperando para matarlo, su reacción no fue de pánico, como tanto se ha dicho, sino que fue más bien el desconcierto de la inocencia.

Mi impresión personal es que murió sin entender su muerte. Después de que le prometió a mi hermana Margot que iría a desayunar a nuestra casa, Cristo Bedoya se lo llevó del brazo por el muelle, y ambos parecían tan desprevenidos que suscitaron ilusiones falsas. “Iban tan contentos –me dijo Meme Loaiza–, que le di gracias a Dios, porque pensé que el asunto se había arreglado”. No todos querían tanto a Santiago Nasar, por supuesto. Polo Carrillo, el dueño de la planta eléctrica, pensaba que su serenidad no era inocencia sino cinismo. “Creía que su plata lo hacía intocable”, me dijo. Fausta López, su mujer, comen-tó: “Como todos los turcos”. Indalecio Pardo acababa de pasar por la tienda de Clotilde Armenta, y los gemelos le habían dicho que tan pronto como se fuera el obispo matarían a Santiago Nasar. Pensó, como tantos otros, que eran fantasías de amanecidos, pero Clotilde Armenta le hizo ver que era cierto, y le pidió que alcanzara a Santiago Nasar para prevenirlo.

–Ni te moleste –le dijo Pedro Vicario–: de todos modos es como si ya estuviera muerto.

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Era un desafío demasiado evidente. Los gemelos conocían los vínculos de Indalecio Pardo y Santiago Nasar, y debieron pensar que era la persona adecuada para impedir el crimen sin que ellos quedaran en vergüenza. Pero Indalecio Pardo encontró a Santiago Nasar llevado del brazo por Cristo Bedoya entre los grupos que abandonaban el puerto, y no se atrevió a prevenirlo. “Se me aflojó la pasta”, me dijo. Le dio una palmada en el hombro a cada uno, y los dejó seguir. Ellos apenas lo advirtieron, pues continuaban abismados en las cuentas de la boda.

La gente se dispersaba hacia la plaza en el mismo sentido que ellos. Era una multitud apretada, pero Escolástica Cisneros creyó observar que los dos amigos caminaban en el centro sin dificultad, dentro de un círculo vacío, porque la gente sabía que Santiago Nasar iba a morir, y no se atrevían a tocarlo. También Cristo Bedoya recordaba una actitud distinta hacia ellos. “Nos miraban como si lleváramos la cara pintada”, me dijo. Más aún: Sara Noriega abrió su tienda de zapatos en el momento en que ellos pasaban, y se espantó con la palidez de Santiago Nasar. Pero él la tranquilizó.

–¡Imagínese, niña Sara –le dijo sin detenerse–, con este guayabo! Celeste Dangond estaba sentado en piyama en la puerta de su casa, burlán-

dose de los que se quedaron vestidos para saludar al obispo, e invitó a Santiago Nasar a tomar café. “Fue para ganar tiempo mientras pensaba”, me dijo. Pero Santiago Nasar le contestó que iba de prisa a cambiarse de ropa para desa-yunar con mi hermana. “Me hice bolas -me explicó Celeste Dangond- pues de pronto me pareció que no podían matarlo si estaba tan seguro de lo que iba a hacer”. Yamil Shaium fue el único que hizo lo que se había propuesto. Tan pronto como conoció el rumor salió a la puerta de su tienda de géneros y esperó a Santiago Nasar para prevenirlo. Era uno de los últimos árabes que llegaron con Ibrahim Nasar, fue su socio de barajas hasta la muerte, y seguía siendo el consejero hereditario de la familia. Nadie tenía tanta autoridad como él para hablar con Santiago Nasar. Sin embargo, pensaba que si el rumor era infundado le iba a causar una alarma inútil, y prefirió consultarlo primero con Cristo Bedoya por si éste estaba mejor informado. Lo llamó al pasar. Cristo Bedoya le dio una palmadita en la espalda a Santiago Nasar, ya en la esquina de la plaza, y acudió al llamado de Yamil Shaium.

–Hasta el sábado –le dijo. Santiago Nasar no le contestó, sino que se dirigió en árabe a Yamil Shaium y

éste le replicó también en árabe, torciéndose de risa. “Era un juego de palabras con que nos divertíamos siempre”, me dijo Yamil Shaium. Sin detenerse, San-tiago Nasar les hizo a ambos su señal de adiós con la mano y dobló la esquina de la plaza. Fue la última vez que lo vieron.

Cristo Bedoya tuvo tiempo apenas de escuchar la información de Yamil Shaium cuando salió corriendo de la tienda para alcanzar a Santiago Nasar. Lo había visto doblar la esquina, pero no lo encontró entre los grupos que empe-zaban a dispersarse en la plaza. Varias personas a quienes les preguntó por él le dieron la misma respuesta:

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–Acabo de verlo contigo. Le pareció imposible que hubiera llegado a su casa en tan poco tiempo,

pero de todos modos entró a preguntar por él, pues encontró sin tranca y entreabierta la puerta del frente. Entró sin ver el papel en el suelo, y atravesó la sala en penumbra tratando de no hacer ruido, porque aún era demasiado temprano para visitas, pero los perros se alborotaron en el fondo de la casa y salieron a su encuentro. Los calmó con las llaves, como lo había aprendido del dueño, y siguió acosado por ellos hasta la cocina. En el corredor se cruzó con Divina Flor que llevaba un cubo de agua y un trapero para pulir los pisos de la sala. Ella le aseguró que Santiago Nasar no había vuelto. Victoria Guzmán acababa de poner en el fogón el guiso de conejos cuando él entró en la cocina. Ella comprendió de inmediato.

“El corazón se le estaba saliendo por la boca”, me dijo. Cristo Bedoya le preguntó si Santiago Nasar estaba en casa, y ella le contestó con un candor fingido que aún no había llegado a dormir.

–Es en serio –le dijo Cristo Bedoya–, lo están buscando para matarlo. A Victoria Guzmán se le olvidó el candor. –Esos pobres muchachos no matan a nadie –dijo. –Están bebiendo desde el sábado –dijo Cristo Bedoya. –Por lo mismo –replicó ella–: no hay borracho que se coma su propia caca. Cristo Bedoya volvió a la sala, donde Divina Flor acababa de abrir las ven-

tanas. “Por supuesto que no estaba lloviendo –me dijo Cristo Bedoya–. Apenas iban a ser las siete, y ya entraba un sol dorado por las ventanas”. Le volvió a preguntar a Divina Flor si estaba segura de que Santiago Nasar no había entrado por la puerta de la sala. Ella no estuvo entonces tan segura como la primera vez. Le preguntó por Plácida Linero, y ella le contestó que hacía un momento le había puesto el café en la mesa de noche, pero no la había despertado. Así era siempre: despertaría a las siete, se tomaría el café, y bajaría a dar las instrucciones para el almuerzo. Cristo Bedoya miró el reloj: eran las 6.56. Entonces subió al segundo piso para convencerse de que Santiago Nasar no había entrado.

La puerta del dormitorio estaba cerrada por dentro, porque Santiago Na-sar había salido a través del dormitorio de su madre. Cristo Bedoya no sólo conocía la casa tan bien como la suya, sino que tenía tanta confianza con la familia que empujó la puerta del dormitorio de Plácida Linero para pasar desde allí al dormitorio contiguo. Un haz de sol polvoriento entraba por la claraboya, y la hermosa mujer dormida en la hamaca, de costado, con la mano de novia en la mejilla, tenía un aspecto irreal. “Fue como una aparición”, me dijo Cristo Bedoya. La contempló un instante, fascinado por su belleza, y luego atravesó el dormitorio en silencio, pasó de largo frente al baño, y en-tró en el dormitorio de Santiago Nasar. La cama seguía intacta, y en el sillón estaba el sombrero de jinete, y en el suelo estaban las botas junto a las espuelas. En la mesa de noche el reloj de pulsera de Santiago Nasar marcaba las 6.58. “De pronto pensé que había vuelto a salir armado”, me dijo Cristo Bedoya.

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Pero encontró la magnum en la gaveta de la mesa de noche. “Nunca había disparado un arma –me dijo Cristo Bedoya–, pero resolví coger el revólver para llevárselo a Santiago Nasar”. Se lo ajustó en el cinturón, por dentro de la camisa, y sólo después del crimen se dio cuenta de que estaba descargado. Plácida Linero apareció en la puerta con el pocillo de café en el momento en que él cerraba la gaveta.

–¡Santo Dios –exclamó ella–, qué susto me has dado! Cristo Bedoya también se asustó. La vio a plena luz, con una bata de alon-

dras doradas y el cabello revuelto, y el encanto se había desvanecido. Explicó un poco confuso que había entrado a buscar a Santiago Nasar.

–Se fue a recibir al obispo –dijo Plácida Linero. –Pasó de largo –dijo él. –Lo suponía –dijo ella–. Es el hijo de la peor madre. No siguió, porque en ese momento se dio cuenta de que Cristo Bedoya no

sabía dónde poner el cuerpo. “Espero que Dios me haya perdonado –me dijo Plácida Linero–, pero lo vi tan confundido que de pronto se me ocurrió que había entrado a robar”. Le preguntó qué le pasaba. Cristo Bedoya era consciente de estar en una situación sospechosa, pero no tuvo valor para revelarle la verdad.

–Es que no he dormido ni un minuto –le dijo. Se fue sin más explicaciones. “De todos modos –me dijo– ella siempre

se imaginaba que le estaban robando”. En la plaza se encontró con el padre Amador que regresaba a la iglesia con los ornamentos de la misa frustrada, pero no le pareció que pudiera hacer por Santiago Nasar nada distinto de salvarle el alma. Iba otra vez hacia el puerto cuando sintió que lo llamaban desde la tienda de Clotilde Armenta. Pedro Vicario estaba en la puerta, lívido y desgreñado, con la camisa abierta y las mangas enrolladas hasta los codos, y con el cuchillo basto que él mismo había fabricado con una hoja de segueta. Su actitud era de-masiado insolente para ser casual, y sin embargo no fue la única ni la más visible que intentó en los últimos minutos para que le impidieran cometer el crimen.

–Cristóbal –gritó–: dile a Santiago Nasar que aquí lo estamos esperando para matarlo.

Cristo Bedoya le habría hecho el favor de impedírselo. “Si yo hubiera sa-bido disparar un revólver, Santiago Nasar estaría vivo”, me dijo. Pero la sola idea lo impresionó, después de todo lo que había oído decir sobre la potencia devastadora de una bala blindada.

–Te advierto que está armado con una magnum capaz de atravesar un motor –gritó.

Pedro Vicario sabía que no era cierto. “Nunca estaba armado si no llevaba ropa de montar”, me dijo. Pero de todos modos había previsto que lo estuviera cuando tomó la decisión de lavar la honra de la hermana.

–Los muertos no disparan –gritó. Pablo Vicario apareció entonces en la puerta. Estaba tan pálido como el

hermano, y tenía puesta la chaqueta de la boda y el cuchillo envuelto en el

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periódico. “Si no hubiera sido por eso –me dijo Cristo Bedoya–, nunca hubiera sabido cuál de los dos era cuál”. Clotilde Armenta apareció detrás de Pablo Vicario, y le gritó a Cristo Bedoya que se diera prisa, porque en este pueblo de maricas sólo un hombre como él podía impedir la tragedia.

Todo lo que ocurrió a partir de entonces fue del dominio público. La gente que regresaba del puerto, alertada por los gritos, empezó a tomar posiciones en la plaza para presenciar el crimen. Cristo Bedoya les pre-guntó a varios conocidos por Santiago Nasar, pero nadie lo había visto. En la puerta del Club Social se encontró con el coronel Lázaro Aponte y le contó lo que acababa de ocurrir frente a la tienda de Clotilde Armenta.

–No puede ser –dijo el coronel Aponte–, porque yo los mandé a dormir.

Acabo de verlos con un cuchillo de matar puercos –dijo Cristo Bedoya.

–No puede ser, porque yo se los quité antes de mandarlos a dormir –dijo el alcalde–. Debe ser que los viste antes de eso.

–Los vi hace dos minutos y cada uno tenía un cuchillo de matar puercos –dijo Cristo Bedoya.

–¡Ah carajo –dijo el alcalde–, entonces debió ser que volvieron con otros!

Prometió ocuparse de eso al instante, pero entró en el Club Social a confirmar una cita de dominó para esa noche, y cuando volvió a salir ya estaba consumado el crimen. Cristo Bedoya cometió entonces su único error mortal: pensó que Santiago Nasar había resuelto a última hora desayunar en nuestra casa antes de cambiarse de ropa, y allá se fue a buscarlo. Se apresuró por la orilla del río, preguntándole a todo el que encontraba si lo habían visto pasar, pero nadie le dio razón. No se alar-mó, porque había otros caminos para nuestra casa. Próspera Arango, la cachaca, le suplicó que hiciera algo por su padre que estaba agonizando en el sardinel de su casa, inmune a la bendición fugaz del obispo. “Yo lo había visto al pasar –me dijo mi hermana Margot–, y ya tenía cara de muerto”. Cristo Bedoya demoró cuatro minutos en establecer el estado del enfermo, y prometió volver más tarde para un recurso de urgencia, pero perdió tres minutos más ayudando a Próspera Arango a llevarlo hasta el dormitorio. Cuando volvió a salir sintió gritos remotos y le pa-reció que estaban reventando cohetes por el rumbo de la plaza. Trató de correr, pero se lo impidió el revólver mal ajustado en la cintura. Al doblar la última esquina reconoció de espaldas a mi madre que llevaba casi a rastras al hijo menor.

–Luisa Santiaga –le gritó–: dónde está su ahijado. Mi madre se volvió apenas con la cara bañada en lágrimas. –¡Ay, hijo –contestó–, dicen que lo mataron! Así era. Mientras Cristo Bedoya lo buscaba, Santiago Nasar había

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entrado en la casa de Flora Miguel, su novia, justo a la vuelta de la es-quina donde él lo vio por última vez. “No se me ocurrió que estuviera ahí –me dijo– porque esa gente no se levantaba nunca antes de medio día”. Era una versión corriente que la familia entera dormía hasta las doce por orden de Nahir Miguel, el varón sabio de la comunidad. “Por eso Flora Miguel, que ya no se cocinaba en dos aguas, se mantenía como una rosa”, dice Mercedes. La verdad es que dejaban la casa cerrada hasta muy tarde, como tantas otras, pero eran gentes tempraneras y laborio-sas. Los padres de Santiago Nasar y Flora Miguel se habían puesto de acuerdo para casarlos. Santiago Nasar aceptó el compromiso en plena adolescencia, y estaba resuelto a cumplirlo, tal vez porque tenía del ma-trimonio la misma concepción utilitaria que su padre. Flora Miguel, por su parte, gozaba de una cierta condición floral, pero carecía de gracia y de juicio y había servido de madrina de bodas a toda su generación, de modo que el convenio fue para ella una solución providencial. Tenían un noviazgo fácil, sin visitas formales ni inquietudes del corazón. La boda varias veces diferida estaba fijada por fin para la próxima Navidad.

Flora Miguel despertó aquel lunes con los primeros bramidos del buque del obispo, y muy poco después se enteró de que los gemelos Vicario estaban esperando a Santiago Nasar para matarlo. A mi hermana la monja, la única que habló con ella después de la desgracia, le dijo que no recordaba siquiera quién se lo había dicho. “Sólo sé que a las seis de la mañana todo el mundo lo sabía”, le dijo. Sin embargo, le pareció inconcebible que a Santiago Nasar lo fueran a matar, y en cambio se le ocurrió que lo iban a casar a la fuerza con Ángela Vicario para que le devolviera la honra. Sufrió una crisis de humillación. Mientras medio pueblo esperaba al obispo, ella estaba en su dormitorio llorando de rabia, y poniendo en orden el cofre de las cartas que Santiago Nasar le había mandado desde el colegio.

Siempre que pasaba por la casa de Flora Miguel, aunque no hubiera nadie, Santiago Nasar raspaba con las llaves la tela metálica de las ven-tanas. Aquel lunes, ella lo estaba esperando con el cofre de cartas en el regazo. Santiago Nasar no podía verla desde la calle, pero en cambio ella lo vio acercarse a través de la red metálica desde antes de que la raspara con las llaves.

–Entra –le dijo. Nadie, ni siquiera un médico, había entrado en esa casa a las 6.45

de la mañana. Santiago Nasar acababa de dejar a Cristo Bedoya en la tienda de Yamil Shaium, y había tanta gente pendiente de él en la plaza, que no era comprensible que nadie lo viera entrar en casa de su novia. El juez instructor buscó siquiera una persona que lo hubiera visto, y lo hizo con tanta persistencia como yo, pero no fue posible encontrarla. En el folio 382 del sumario escribió otra sentencia marginal con tinta

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roja: La fatalidad nos hace invisibles. El hecho es que Santiago Nasar entró por la puerta principal, a la vista de todos, y sin hacer nada por no ser visto. Flora Miguel lo esperaba en la sala, verde de cólera, con uno de los vestidos de arandelas infortunadas que solía llevar en las ocasiones memorables, y le puso el cofre en las manos.

–Aquí tienes –le dijo–. ¡Y ojalá te maten! Santiago Nasar quedó tan perplejo, que el cofre se le cayó de las manos, y

sus cartas sin amor se regaron por el suelo. Trató de alcanzar a Flora Miguel en el dormitorio, pero ella cerró la puerta y puso la aldaba. Tocó varias veces, y la llamó con una voz demasiado apremiante para la hora, así que toda la fa-milia acudió alaranada. Entre consanguíneos y políticos, mayores y menores de edad, eran más de catorce. El último que salió fue Nahir Miguel, el padre, con la barba colorada y la chilaba de beduino que trajo de su tierra, y que siempre usó dentro de la casa. Yo lo vi muchas veces, y era inmenso y parsimonioso, pero lo que más me impresionaba era el fulgor de su autoridad.

–Flora –llamó en su lengua–. Abre la puerta. Entró en el dormitorio de la hija, mientras la familia contemplaba absorta

a Santiago Nasar. Estaba arrodillado en la sala, recogiendo las cartas del suelo y poniéndolas en el cofre. “Parecía una penitencia”, me dijeron. Nahir Miguel salió del dormitorio al cabo de unos minutos, hizo una señal con la mano y la familia entera desapareció.

Siguió hablando en árabe a Santiago Nasar. “Desde el primer momento comprendí que no tenía la menor idea de lo que le estaba diciendo”, me dijo. Entonces le preguntó en concreto si sabía que los hermanos Vicario lo bus-caban para matarlo. “Se puso pálido, y perdió de tal modo el dominio, que no era posible creer que estaba fingiendo”, me dijo. Coincidió en que su actitud no era tanto de miedo como de turbación.

–Tú sabrás si ellos tienen razón, o no –le dijo–. Pero en todo caso, ahora no te quedan sino dos caminos: o te escondes aquí, que es tu casa, o sales con mi rifle.

–No entiendo un carajo –dijo Santiago Nasar. Fue lo único que alcanzó a decir, y lo dijo en castellano. “Parecía un pajarito

mojado”, me dijo Nahir Miguel. Tuvo que quitarle el cofre de las manos porque él no sabía dónde dejarlo para abrir la puerta.

–Serán dos contra uno –le dijo. Santiago Nasar se fue. La gente se había situado en la plaza como en los

días de desfiles. Todos lo vieron salir, y todos comprendieron que ya sabía que lo iban a matar, y estaba tan azorado que no encontraba el camino de su casa. Dicen que alguien gritó desde un balcón: “Por ahí no, turco, por el puerto viejo”. Santiago Nasar buscó la voz. Yamil Shaium le gritó que se metiera en su tienda, y entró a buscar su escopeta de caza, pero no recordó dónde había escondido los cartuchos. De todos lados empezaron a gritarle, y Santiago Nasar dio varias vueltas al revés y al derecho, deslumbrado por tantas voces a la vez.

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Era evidente que se dirigía a su casa por la puerta de la cocina, pero de pronto debió darse cuenta de que estaba abierta la puerta principal.

Ahí viene –dijo Pedro Vicario. Ambos lo habían visto al mismo tiempo. Pablo Vicario se quitó el saco, lo

puso en el taburete, y desenvolvió el cuchillo en forma de alfanje. Antes de abandonar la tienda, sin ponerse de acuerdo, ambos se santiguaron. Entonces Clotilde Armenta agarró a Pedro Vicario por la camisa y le gritó a Santiago Nasar que corriera porque lo iban a matar. Fue un grito tan apremiante que apagó a los otros. “Al principio se asustó –me dijo Clotilde Armenta–, porque no sabía quién le estaba gritando, ni de dónde”. Pero cuando la vio a ella vio también a Pedro Vicario, que la tiró por tierra con un empellón, y alcanzó al hermano. Santiago Nasar estaba a menos de 50 metros de su casa, y corrió hacia la puerta principal.

Cinco minutos antes, en la cocina, Victoria Guzmán le había contado a Plácida Linero lo que ya todo el mundo sabía. Plácida Linero era una mujer de nervios firmes, así que no dejó traslucir ningún signo de alarma. Le preguntó a Victoria Guzmán si le había dicho algo a su hijo, y ella le mintió a conciencia, pues contestó que todavía no sabía nada cuando él bajó a tomar el café. En la sala, donde seguía trapeando los pisos, Divina Flor vio al mismo tiempo que Santiago Nasar entró por la puerta de la plaza y subió por las escaleras de buque de los dormitorios. “Fue una visión nítida”, me contó Divina Flor. “Llevaba el vestido blanco, y algo en la mano que no pude ver bien, pero me pareció un ramo de rosas”. De modo que cuando Plácida Linero le preguntó por él, Divina Flor la tranquilizó.

–Subió al cuarto hace un minuto –le dijo. Plácida Linero vio entonces el papel en el suelo, pero no pensó en recogerlo,

y sólo se enteró de lo que decía cuando alguien se lo mostró más tarde en la confusión de la tragedia. A través de la puerta vio a los hermanos Vicario que venían corriendo hacia la casa con los cuchillos desnudos. Desde el lugar en que ella se encontraba podía verlos a ellos, pero no alcanzaba a ver a su hijo que corría desde otro ángulo hacia la puerta. “Pensé que querían meterse para matarlo dentro de la casa”, me dijo. Entonces corrió hacia la puerta y la cerró de un golpe. Estaba pasando la tranca cuando oyó los gritos de Santiago Na-sar, y oyó los puñetazos de terror en la puerta, pero creyó que él estaba arriba, insultando a los hermanos Vicario desde el balcón de su dormitorio. Subió a ayudarlo.

Santiago Nasar necesitaba apenas unos segundos para entrar cuando se cerró la puerta. Alcanzó a golpear varias veces con los puños, y en seguida se volvió para enfrentarse a manos limpias con sus enemigos. “Me asusté cuando lo vi de frente –me dijo Pablo Vicario–, porque me pareció como dos veces más grande de lo que era”. Santiago Nasar levantó la mano para parar el primer golpe de Pedro Vicario, que lo atacó por el flanco derecho con el cuchillo recto.

–¡Hijos de puta! –gritó.

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El cuchillo le atravesó la palma de la mano derecha, y luego se le hundió hasta el fondo en el costado. Todos oyeron su grito de dolor.

–¡Ay mi madre! Pedro Vicario volvió a retirar el cuchillo con su pulso fiero de matarife, y

le asestó un segundo golpe casi en el mismo lugar. “Lo raro es que el cuchillo volvía a salir limpio –declaró Pedro Vicario al instructor–. Le había dado por lo menos tres veces y no había una gota de sangre”. Santiago Nasar se torció con los brazos cruzados sobre el vientre después de la tercera cuchillada, soltó un quejido de becerro, y trató de darles la espalda. Pablo Vicario, que estaba a su izquierda con el cuchillo curvo, le asestó entonces la única cuchillada en el lomo, y un chorro de sangre a alta presión le empapó la camisa. “Olía como él”, me dijo. Tres veces herido de muerte, Santiago Nasar les dio otra vez el frente, y se apoyó de espaldas contra la puerta de su madre, sin la menor resistencia, como si sólo quisiera ayudar a que acabaran de matarlo por partes iguales. “No volvió a gritar –dijo Pedro Vicario al instructor–. Al contrario: me pareció que se estaba riendo”. Entonces ambos siguieron acuchillándolo contra la puerta, con golpes alternos y fáciles, flotando en el remanso deslumbrante que encontraron del otro lado del miedo. No oyeron los gritos del pueblo entero espantado de su propio crimen. “Me sentía como cuando uno va corriendo en un caballo”, declaró Pablo Vicario. Pero ambos despertaron de pronto a la realidad, porque estaban exhaustos, y sin embargo les parecía que Santiago Nasar no se iba a derrumbar nunca. “¡Mierda, primo –me dijo Pablo Vicario–, no te imaginas lo difícil que es matar a un hombre!” Tratando de acabar para siempre, Pedro Vicario le buscó el corazón, pero se lo buscó casi en la axila, donde lo tienen los cerdos. En realidad Santiago Nasar no caía porque ellos mismos lo estaban sosteniendo a cuchilladas contra la puerta. Desesperado, Pablo Vicario le dio un tajo horizontal en el vientre, y los intestinos completos afloraron con una explosión. Pedro Vicario iba a hacer lo mismo, pero el pulso se le torció de horror, y le dio un tajo extraviado en el muslo. Santiago Nasar permaneció to-davía un instante apoyado contra la puerta, hasta que vio sus propias vísceras al sol, limpias y azules, y cayó de rodillas.

Después de buscarlo a gritos por los dormitorios, oyendo sin saber dónde otros gritos que no eran los suyos, Plácida Linero se asomó a la ventana de la plaza y vio a los gemelos Vicario que corrían hacia la iglesia. Iban perseguidos de cerca por Yamil Shaium, con su escopeta de matar tigres, y por otros árabes desarmados y Plácida Linero pensó que había pasado el peligro. Luego salió al balcón del dormitorio, y vio a Santiago Nasar frente a la puerta, bocabajo en el polvo, tratando de levantarse de su propia sangre. Se incorporó de medio lado, y se echó a andar en un estado de alucinación, sosteniendo con las manos las vísceras colgantes.

Caminó más de cien metros para darle la vuelta completa a la casa y entrar por la puerta de la cocina. Tuvo todavía bastante lucidez para no ir por la ca-lle, que era el trayecto más largo, sino que entró por la casa contigua. Poncho

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Lanao, su esposa y sus cinco hijos no se habían enterado de lo que acababa de ocurrir a 20 pasos de su puerta. “Oímos la gritería –me dijo la esposa–, pero pensamos que era la fiesta del obispo”. Empezaban a desayunar cuando vieron entrar a Santiago Nasar empapado de sangre llevando en las manos el racimo de sus entrañas. Poncho Lanao me dijo: “Lo que nunca pude olvidar fue el terrible olor a mierda”. Pero Argénida Lanao, la hija mayor, contó que Santiago Nasar caminaba con la prestancia de siempre, midiendo bien los pasos, y que su rostro de sarraceno con los rizos alborotados estaba más bello que nunca. Al pasar frente a la mesa les sonrió, y siguió a través de los dormitorios hasta la salida posterior de la casa. “Nos quedamos paralizados de susto”, me dijo Argénida Lanao. Mi tía Wenefrida Márquez estaba desescamando un sábalo en el patio de su casa al otro lado del río, y lo vio descender las escalinatas del muelle antiguo buscando con paso firme el rumbo de su casa.

–¡Santiago, hijo –le gritó–, qué te pasa! Santiago Nasar la reconoció. –Que me mataron, niña Wene –dijo. Tropezó en el último escalón, pero se incorporó de inmediato. “Hasta tuvo

el cuidado de sacudir con la mano la tierra que le quedó en las tripas”, me dijo mi tía Wene.

Después entró en su casa por la puerta trasera, que estaba abierta desde las seis, y se derrumbó de bruces en la cocina.

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Comprensión y produCCión de textos iVicente A. Gutiérrez Castillo

Armida López HerediaPamela Herrera Ríos

Luis G. Ibarra Ramírez

Se terminó de imprimir en el mes de agosto de 2012 en los talleres gráficos de Servicios Editoriales Once Ríos, Río Usumacinta 821

Col. Industrial Bravo, Culiacán, Sin.

Esta edición consta de 16 000 ejemplares

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