infancia y dictadura: la expresión de la violencia en dos...

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1 Faculteit Letteren en Wijsbegeerte Annelies Wijnant Infancia y dictadura: la expresión de la violencia en dos novelas argentinas postdictatoriales: Pequeños combatientes Raquel Robles Una muchacha muy bella Julián López Masterscriptie ingediend tot het behalen Promotor: Prof. dr. Ilse Logie van de graad van Master in de Taal- en Letterkunde: Engels Spaans Academiejaar 2014 - 2015

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Faculteit Letteren en Wijsbegeerte

Annelies Wijnant

Infancia y dictadura: la expresión de la violencia en

dos novelas argentinas postdictatoriales:

Pequeños combatientes – Raquel Robles

Una muchacha muy bella – Julián López

Masterscriptie ingediend tot het behalen Promotor: Prof. dr. Ilse Logie

van de graad van Master in de Taal- en

Letterkunde: Engels – Spaans

Academiejaar 2014 - 2015

2

Agradecimientos

En esta parte deseo agradecer a todas las personas que me han ayudado y apoyado durante la

escritura de esta tesina. Nunca hubiera sido posible sin su asistencia.

En primera instancia, agradezco a mi profesora y directora de tesina Prof. Dr. Ilse Logie por

despertar mi interés en la literatura argentina contemporánea. Tanto sus comentarios como sus

revisiones relevantes fueron imprescindibles para el desarrollo de esta tesina.

A mis padres y a mi hermano, por aguantar mis quejas y motivarme en tiempos de dificultad.

A todos mis amigos, simplemente por siempre estar a mi lado. Por las varias discusiones que

hemos tenido sobre nuestras tesinas y por hacer este largo proceso más fácil.

Muchas gracias a todos.

3

Índice

Agradecimientos

1. Introducción .............................................................................................................................. 5

2. El tema de la violencia.............................................................................................................. 8

2.1. La violencia como componente del pasado argentino reciente: la guerra sucia 1976-1983 .... 9

2.2. Una manifestación clave de la violencia dictatorial: la desaparición .................................... 10

3. La Postdictadura .................................................................................................................... 13

4. Los hijos de desaparecidos: los efectos de una infancia en dictadura ............................... 15

4.1. El trauma ............................................................................................................................... 15

4.2. La crisis de identidad ............................................................................................................. 18

4.3. La crisis de memoria ............................................................................................................. 21

5. La violencia en la literatura ................................................................................................... 26

5.1. Una estrategia clave para (no) representar la violencia: Elipsis ............................................ 27

6. Pequeños combatientes – Raquel Robles .............................................................................. 32

6.1. Introducción ........................................................................................................................... 32

6.2. La elipsis de la desaparición .................................................................................................. 34

6.3. Las referencias a la desaparición ........................................................................................... 36

6.4. La vida cotidiana después de la desaparición: el trauma reprimido ...................................... 42

6.5. La identidad y la violencia .................................................................................................... 45

6.6. La problemática de la memoria ............................................................................................. 49

7. Una muchacha muy bella – Julián López ............................................................................ 54

7.1. Introducción ........................................................................................................................... 54

7.2. La elipsis de la desaparición .................................................................................................. 55

7.3. Las referencias a la desaparición ........................................................................................... 58

7.4. El trauma del abandono maternal .......................................................................................... 66

7.5. El recuerdo a la infancia del protagonista adulto .................................................................. 70

8. Conclusión ............................................................................................................................... 73

9. Bibliografía ............................................................................................................................. 76

9.1. Bibliografía primaria ............................................................................................................. 76

9.2. Bibliografía secundaria .......................................................................................................... 76

(29219)

4

“The origin of a story

is always an absence”

J. S. Foer

5

1. Introducción

En 1995 se fundó la agrupación de los H.I.J.O.S, abreviación de “Hijos e Hijas por la

Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio.” Su objetivo principal es definido por

sus miembros como la recuperación de la presencia de los padres desaparecidos en la esfera

pública por medio de la acción política. (Portela, 170) La mayoría de los miembros - si se

descarta a algunos hijos de exiliados y algunos jóvenes con otros familiares desaparecidos-

son descendientes directos de desaparecidos. (Portela, 170) Los padres de estos hijos,

militantes de la izquierda en lucha contra el terrorismo de Estado de la última dictadura en

Argentina, desaparecieron como consecuencia de un método de represión efectuado por este

régimen totalitario. Los efectos traumáticos de este período sangriento se han transmitido a la

segunda generación. (Portela, 169) Por causa de múltiples factores, muchos victimarios aún

no han recibido un castigo apropiado por su apoyo a la violencia estatal. Organizaciones

humanitarias como H.I.J.O.S. siguen luchando contra esta impunidad, un objetivo que se

posibilitó con la anulación de la Ley de Punto Final y la Ley de Obediencia debida en 2003,

cuando esas leyes fueron declaradas anticonstitucionales. (Portela, 169)

En el arte contemporáneo, y más específicamente en el campo de la literatura, observaremos

la presencia de los hijos de padres desaparecidos como autores que utilizan su experiencia

traumática para convertirla en una obra estética. Utilizan su condición de ser hijo para escribir

sobre la última dictadura militar. Una de las mayores dificultades que se les presenta es el alto

grado de violencia ejecutada por el régimen totalitario: por una parte, en la realidad de los

hechos, ya que el horror fue tan incomprensible y traumático y, por otra parte, a la hora de

representarlo a través de la ficción, ya que ¿Cómo se puede representar en palabras lo que no

se puede captar dentro del marco cognitivo humano?

En esta tesina, trataremos la expresión de la violencia en dos novelas argentinas

postdictatoriales escritas por autores contemporáneos: Pequeños combatientes de Raquel

Robles y Una muchacha muy bella de Julián López. Pertenecen a la segunda generación

porque vivieron la última dictadura militar pero de manera indirecta e inconsciente, siendo

niños durante el período de la dictadura, etapa que se marca por la inocencia, la sencillez y

más que nada por un marco cognitivo limitado. Analizaremos la presencia de un tipo

específico de violencia, la violencia dictatorial –política – ideológica, efectuada por el Estado,

y trataremos más en profundidad su culminación: la desaparición.

6

Para mayor claridad, el presente trabajo se dividirá en dos partes: en primer lugar,

investigaremos cómo el autor logra captar y representar la desaparición de los padres en su

obra. Resultará que en ambas obras, se denota una crisis de representación: la desaparición

está ausente en el discurso. Esta paradoja, el hecho de que el núcleo de las novelas, es decir

las circunstancias que realmente dieron lugar a su existencia, no se inserta, es un caso que

explicaremos a través del uso de una figura retórica fundamental: la elipsis - una de las

muchas técnicas que le permiten al autor hablar sobre lo indecible. Más adelante en esta

tesina, abordaremos su definición y daremos razones para su empleo. No obstante, no es

porque la desaparición no se represente literalmente en el discurso, que el autor no señale al

lector su existencia. En realidad, los relatos están impregnados de la presencia de esta

desaparición. Investigaremos por tanto cómo (a través de qué procedimientos) y dónde (en

qué lugares textuales) esa elipsis fundamental de la desaparición – la ausencia omnipresente

dentro de las novelas –se compensa dentro de las obras señaladas. En nuestra segunda parte,

exploraremos los efectos de la violencia – la desaparición – en la vida de la segunda

generación al que pertenecen los autores. Argentina en su totalidad es marcada por las heridas

que ha dejado esta última dictadura militar y en las vidas personales de muchos argentinos

observaremos múltiples problemáticas. Visto que los hijos de desaparecidos toman

protagonismo en esta tesina trataremos los efectos de una infancia en dictadura desde sus

perspectivas. Empezaremos con un apartado que trata las problemáticas de los hijos de

desaparecidos: el duelo que sufren durante una infancia en dictadura, especial atención será

dada aquí tanto al aspecto traumático como a la influencia en la identidad de los niños. Otra

dificultad que se les presenta es la crisis de memoria, ya que los recuerdos fragmentarios

constituyen parte de su identidad. A hacer abordado los problemas existenciales de estos hijos

de desaparecidos, veremos brevemente de cuales maneras se los trasladan en su literatura: en

el caso de la niña en Pequeños combatientes y en el caso del niño y más tarde adulto en Una

muchacha muy bella, o sea los dos protagonistas.

Antes que nada, abordaremos el tema de la violencia en general. Su contenido problemático

será evaluado. Dentro de la discusión acerca de la violencia en el pasado argentino,

hablaremos de la Guerra Sucia puesto que este constituye el marco dentro del cual se sitúan

las novelas de los hijos. Mencionaremos las fechas clave y los eventos principales que

tuvieron lugar. Después comentaremos una de las manifestaciones violentas de las que el

régimen totalitario se hizo culpable, es decir la desaparición de los militantes de la izquierda o

los “subversivos” mediante la cual se deshace de su oposición política y que simultáneamente

7

reprime la sociedad para mantener su poder ilegítimo. En una tercera parte, se revisará la

situación después de la Guerra Sucia que se denomina la postdictadura. Trataremos la política

del olvido por parte del Estado y la importancia de los Derechos Humanos en su solución.

Ahora, para entrar en el pasado reciente sangriento que marca la historia Argentina con una

violencia de tipo dictatorial – política – ideológica, empezaremos con la pregunta siguiente:

¿En qué consiste precisamente la “violencia”?

8

2. El tema de la violencia

El concepto de la violencia es problemático por causa de su carácter multiforme. En el ensayo

“Violencia, sociedad y política: la definición de la violencia” de Aróstegui, el autor discute la

dificultad del tema de la violencia:

No hay una “ciencia” ni una “disciplina” de la violencia. Esta característica del

comportamiento humano tiene tan multipolares manifestaciones que no hay una forma

operatoria de poder dar cuenta de ellas, hasta hoy, con una focalización única. No

resulta fácil la descripción completa de las manifestaciones violentas, porque no lo es su

conceptuación unívoca. Es indudable que la primera dificultad para el análisis social e

histórico del fenómeno de la violencia es la de formular un concepto preciso y suficiente

de lo que debe entenderse por ella. Por lo pronto, una larga disquisición sobre las

formas de definirla corre el riesgo de encerrar en sí misma todo el tratamiento del tema,

tejiendo una maraña de elucubraciones de la que sea muy difícil salir mejor informados

que al entrar. (21)

Si revisamos la historia del ser humano, aun generalmente, se observa que la violencia está

omnipresente. Parece ser que la violencia es una característica intrínseca de la humanidad en

cada época, un componente fundamental de su identidad. La violencia, según Aróstegui,

contiene y responde en realidad a muchas disciplinas, como en efecto a la etología o las

ciencias de conducta y a la historiografía, sino también a la psicología, a la ética, a la

politología y a lo simbólico-cultural. (19) Como señalado antes, la violencia es un concepto

que se expresa bajo múltiples formas: explícita o implícita, consciente o inconsciente,

doméstica o urbana, física, psíquica, sexual, política, social, ideológica, en realidad la lista de

formas de violencia es prácticamente infinita.

En la segunda mitad del siglo XX, la violencia traspasó los límites de la imaginación humana:

Auschwitz - la Shoah en hebreo – es la catástrofe final que demuestra que incluso una

comunidad tan civilizada como Europa puede caer en una bestialidad extrema. Alemania

fundó campos de concentración como método de represión, estrategia que veremos también

durante la última dictadura en Argentina. Sin embargo, no es posible igualar las dos

situaciones: en al caso argentino, no se habla de una ideología absolutamente genocida ya que

se dirigía principalmente contra los partidarios de otro ideario político en vez de a un grupo

minoritario específico. Asimismo, la escala del secuestro organizada sistemáticamente se sitúa

9

en un plano menor y los militares no apelan al uso de instrumentos modernos de tortura o

matanza, como las cámaras de gas. (Buchenhorst, 66) La semejanza es que en ambos casos

observaremos al mismo culpable: un poder autoritario que ejecuta una violencia estatal.

Ambos sistemas convirtieron en anónimas a las víctimas y desplazaron la culpa a la sociedad,

y de este modo nadie escapaba del terror del Estado. (Buchenhorst, 66) Mostraremos de este

modo que, con el evento del Holocausto cuya violencia extrema es casi insoportable y la

continua repetición de este tipo de violencia estatal en todos los territorios del mundo – ya de

escala más pequeña y con particularidades propias – se justifica decir generalmente que la

violencia es omnipresente en cada espacio, tiempo y población.

2.1. La violencia como componente del pasado argentino reciente: la

guerra sucia 1976-1983

De 1976 hasta 1983, Argentina sufrió la represión violenta de un régimen totalitario militar.

Empezó el 24 de marzo de 1976, cuando las Fuerzas Armadas de la Argentina bajo el mando

del general militar Jorge Videla tomaron el poder a través de un golpe de Estado. Duró hasta

el 10 de diciembre de 1983, cuando la dictadura abandonó el poder, por causa de la derrota en

la Guerra de Malvinas. (Mallimaci, 1) A partir de la primera golpe militar que destituyó al

presidente Juan Domingo Perón en 1955, se agudizó aún más la polarización ya existente

dentro de la sociedad argentina entre izquierda y derecha. La presencia de la violencia en la

sociedad aumentó e incluso se normalizó con el paso del tiempo, hasta su culminación en

1976 con la destitución de la presidenta Isabel Perón por el general Videla de orientación

derechista. Este pretendió poner fin al caos que estaba viviendo el país y que el régimen

totalitario atribuyó a los guerrilleros de grupos armados de izquierdas, uno de los cuales, el de

Montoneros, se inscribía en la continuación de las ideas en defensa de Perón. (Logie, 24)

El dominio de este régimen totalitario militar se pudo mantener por tantos años con la ayuda

de dos cómplices: por una parte, de modo paradójico, la iglesia católica, y por otro los Estados

Unidos. La unión de estas fuerzas posibilitaba la estabilización y perpetración de una

violencia estatal.

Con el fin de desacreditar a la izquierda dentro de la sociedad, una estrategia típica que se

aplica por el régimen totalitario – método que se observa efectuado por los estados

autoritarios en general – es torcer la lengua para que cumpla con los propios objetivos: la

10

extrema derecha usaba el eufemismo del “Proceso de Reorganización Nacional”, sostenía que

hacía falta “limpiar” la sociedad a fin de eliminar el “mal” y para que se pudiera crear orden

en un país caído en el “caos.” Obviamente, las definiciones de estos términos estaban

prescritas por el Estado, que deshumanizó al enemigo político de la izquierda o simplemente a

cada persona que se opuso al régimen. Calveiro, doctora en ciencias políticas quien también

fue una detenida- desaparecida, observa que el golpe militar de 1976 fue presentado como un

auténtico “proyecto de salvataje” (11) en el cual los militares se responsabilizaron de este

objetivo.

Como ya hemos dicho, el uso de los eufemismos es una estrategia literaria típica de los

regímenes totalitarios. El objetivo consiste en esconder la verdad de la violencia cometida

como victimarios. Paradójicamente, se observa esta estrategia de camuflaje también en la

literatura de la segunda generación o hijos de desaparecidos: para ellos, esconde la verdad de

la violencia sometida, ya que son las víctimas indirectas de la violencia estatal. Veremos más

adelante su manifestación en las novelas.

2.2. Una manifestación clave de la violencia dictatorial: la desaparición

“un muerto es una tristeza, un millón de muertos es una información”

Todorov, 301

Durante la Guerra Sucia, el país fue arrasado por un terrorismo de Estado extremo: el régimen

totalitario combatió a los guerrilleros de grupos armados de izquierdas, los llamados

“subversivos”, usando estrategias que iban más allá de la imaginación humana: la

desaparición o el secuestro, el lanzamiento de cuerpos al mar, el encarcelamiento y tortura en

campos de detención clandestinos, los asesinatos y aún más terrible la liquidación de mujeres

embarazadas cuyos bebés se robaron, la apropiación. (Mallimaci, 7)

Como ya se ha señalado, el régimen totalitario usaba múltiples métodos de represión para

defender su poder ilegítimo. Entre ellos, la desaparición de grandes grupos de “subversivos”

fue la estrategia por excelencia para librarse de la oposición política y también para difundir

una sensación de inseguridad y de miedo en la sociedad. La desaparición, en palabras de

1 Véase Calveiro, Pilar. Poder Y Desaparición: Los Campos De Concentración En Argentina.

Buenos Aires: Colihue, 2006.

11

Calveiro, no es un eufemismo sino una alusión literal: “una persona que a partir de

determinado momento desaparece, se esfuma, sin que quede constancia de su vida o de su

muerte. No hay cuerpo de la víctima ni del delito. Puede haber testigos del secuestro y

presuposición del posterior asesinato pero no hay un cuerpo material que dé testimonio del

hecho.” (26) Un desaparecido se liga a una situación trágica: por falta de información, se

complica el entendimiento y se impide el duelo por parte de los familiares visto que la

desaparición ni afirma ni niega a la muerte, se sitúa realmente en un “estado de ambigüedad y

paradoja.” (Turner, 71)2

En adición de la privación de la vida a los desaparecidos, el régimen totalitario también

insertó otro nivel de crueldad: el desaparecido se convirtió en un número dentro de una

cantidad inmensa; se anularon su individualidad, su vida personal y la presencia de familia y

amigos, subrayándose solamente su convicción política. (Calveiro, 30) Por lo tanto, a partir de

1980, aparecieron las publicaciones de listas de desaparecidos en múltiples periódicos

argentinos, hechas posibles con la financiación de organismos de Derechos Humanos.

(Calveiro, 30) Esta táctica dejó una impresión impactante en la sociedad, ya que “el nombre y

apellido hacían el desaparecido, el muerto, más cerca, más individual, el grado de

identificación se intensifica”, lo que frustraba al poder militar. (Calveiro, 30) Otra estrategia

para devolver la identidad a los detenidos-desaparecidos fueron las manifestaciones que

tenían lugar cada jueves en la Plaza de Mayo por las Madres de la Plaza de Mayo. Estas amas

de casa, no comprometidas políticamente, son las madres biológicas de hijos desaparecidos

por causa de la represión del Estado. Este gran colectivo manifestaba pacíficamente con

pañuelos blancos en los cuales se inscribían los nombres y se presentaban fotos de sus hijos

desaparecidos con la intención de reclamar su pérdida. Fueron convertidas internacionalmente

en símbolos de resistencia.

El destino del desaparecido depende de los casos, pero es seguro que muchos terminaron en

los campos de detención, creados clandestinamente por el régimen dictatorial. Su creación fue

el plan más claro del poder para encerrar y desaparecer a todo aquello que escapara de su

control. (Calveiro, 113) En estos espacios horrorosos, se torturaba, se extraía información, se

aterrorizaba y en la mayoría de los casos también se mataba. (Calveiro, 32) De este modo, el

poder creó una sociedad ordenada, controlada pero aún más aterrorizada. (Calveiro, 11) El

2 Marina Panizo, Laura. Muerte, Desaparición Y Memoria: El Caso De Los Desaparecidos

De La Última Dictadura Militar En Argentina. Historia, Antropología y Fuentes Orales. No.

42, VERDUGOS Y VÍCTIMAS (2009), pp. 71-84. Print.

12

ejemplo más famoso de un campo de detención es la ESMA, la Escuela Mecánica de la

Armada en pleno centro de Buenos Aires. Durante la presidencia de Néstor Kirchner se la

transformó simbólicamente en una institución de conmemoración. (Ros, 23)

Actualmente, según Moreira, la figura del detenido – desaparecido funciona “como una figura

activa que lejos de sellar el pasado provoca su emergencia en el presente, y se desplaza como

promesa de justicia hacia el futuro.” (68) Durante la transición, las organizaciones de

Derechos Humanos representaban a los desaparecidos como “víctimas sufrientes, objetos de

piedad y de compasión” (Moreira, 69) Sólo es a partir de los años noventa, con la entrada en

escena de los H.I.J.O.S., que se empezaban a cuestionar aspectos importantes de la narrativa

de los derechos humanos y sus efectos. En concreto, la sociedad optó por matizar la imagen

del detenido-desaparecido como “víctima inocente” para presentarlos como militantes

políticos y “revolucionarios.” Muchos hijos prefirieron a presentárseles como hijos de una

generación que luchó por una sociedad mejor en vez de hijos de víctimas. (Ros, 28) Por

consiguiente, se definen a los padres desaparecidos como “portadores de valores, prácticas e

ideologías revolucionarias “(Moreira, 69)

Hasta hoy en día, muchos argentinos sufren del dolor de la pérdida de un familiar por causa

de la táctica de la desaparición. Según Panizo, forman por consecuencia “un grupo específico

de lucha que refuerza los vínculos de solidaridad.” (73) Al mismo tiempo, existe una

categoría legitimada y socialmente aceptada para el reconocimiento de los desaparecidos. Así,

el desaparecido recibe una sepultura simbólica y la familia puede continuar con su vida bajo

el nombre de “Familiares De Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas.” (Panizo 76)

Las cifras de víctimas ligadas a esta violencia extrema ejecutada por la dictadura de los

militares son enormes: según organizaciones humanitarias, hubo unos 30 000 muertos.

(Nuestra Traducción, Baumers) Las huellas de la Guerra Sucia estarán presentes y visibles por

largo tiempo en la vida privada de muchos argentinos y en la sociedad: la búsqueda de

familiares desaparecidos continúa.

13

3. La Postdictadura

El 20 de septiembre de 1984, se publicó el Informe de la CONADEP - Comisión Nacional

sobre la Desaparición de Personas - en el libro Nunca más. Se recogen aquí numerosos

testimonios sobre la dictadura. No obstante, el Nunca más es percibido por Bietti como “un

discurso sedante” que pretende “virginizar” el presente con el eslogan que “no pasará más.”

(4) De este modo, el trabajo niega de cierto modo el cómo y el porqué del horror de la última

dictadura militar, pretendiendo que solamente confirmarlo evitará su reaparición en el futuro.

En Nunca más, se defiende una perspectiva que fue llamada “la teoría de los dos demonios.”

En esta teoría, usando de nuevo un lenguaje bélico, los eventos trágicos son atribuidos a los

líderes de dos grupos opuestos, por una parte la izquierda de los guerrilleros y por otra la

derecha de la Junta Militar, como dos “demonios.” Se convierte a la sociedad en una víctima

pasiva de la violencia, alejada de sus ideologías extremas. (Ros, 16) Esta percepción se

estableció en la primera etapa después de la caída de la última dictadura militar en 1983 en el

inicio de la transición cuando el político democrático Raúl Alfonsin fue elegido presidente.

A partir de 1989, cuando las nuevas elecciones fueron ganadas por Carlos Menem cuyo poder

se extendió hasta 1999, la perspectiva de la teoría de los dos demonios cambió gradualmente,

en especial bajo la influencia de las Organizaciones de Derechos Humanos. Son ellas también,

entre las cuales destacamos a las Madres de la Plaza de Mayo, las Abuelas de la Plaza de

Mayo e H.I.J.O.S., quienes iniciaron los “procesos de verdad” en los cuales se pudiera

condenar a los culpables. (Ros, 20) Todas las intenciones de estas organizaciones para dar

justicia a las víctimas fueron derrotadas con la aprobación de una nueva ley que se llamaba la

Ley de Perdón, que dio amnistía a los militares. De este modo, el presidente Menem perdonó

a los victimarios antes de que recibieran un castigo apropiado. (Ros, 20) La acción más

criticada del presidente Menem es especialmente el perdón que otorgó a los líderes militares

de la dictadura, como a Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Leopoldo Galtieri, todo bajo la

farsa de “una conciliación nacional.” La única ventaja que ofreció fue que el tema de la última

dictadura militar y las preguntas éticas ligadas al asunto fueron estimuladas. (Ros, 20)

Cuando Menem abandonó su posición como presidente, Argentina se encontró en una época

de recesión a causa de las medidas tomadas bajo su mando. (Logie, 30) El nuevo gobierno de

Fernando de la Rúa no fue capaz de rectificar los errores y estalló una crisis económica y

política. Es sólo a partir de la presidencia de los últimos dos presidentes, Los Kirchner,

primeramente Néstor de 2003 hasta 2007 y su esposa Cristina que actualmente aún es

14

presidenta, que la situación empezó a mejorar paso a paso. Esta pareja luchó contra la

impunidad y a favor de la conmemoración de la Historia reciente de Argentina, asunto que

anteriormente fue ignorado en la escena política. El presidente Néstor Kirchner se identificó

abiertamente con el ideario de los militantes de la izquierda y para darles justicia anuló la Ley

de Perdón y bajo su gobierno, se volvieron a abrir las sentencias de los victimarios. Atacó la

violación de los derechos humanos por parte de los militares durante la última dictadura

militar. (Ros, 22) A partir de 2007, la viuda de Kirchner, llamada Cristina Kirchner, continúa

el trabajo de su marido. (Ros, 23) La presidenta actual efectúa el establecimiento de procesos

a gran escala por toda Argentina y desarrolla la investigación de posibles culpables para que

reciban su castigo. (Ros, 23) Con el paso del tiempo, Argentina ha sido transformada en una

democracia en la que la lucha por la justicia frente al pasado dictatorial continúa hasta este

momento en el campo de la memoria: “Hay una memoria colectiva que registra lo que se ha

grabado en el cuerpo social.” (Ros, 158)

15

4. Los hijos de desaparecidos: los efectos de una infancia en dictadura

El duelo de la violencia estatal usado durante el secuestro de los padres es uno que afecta a la

vida de sus hijos permanentemente. Los hijos que aparecen en nuestras novelas no son

testigos de la desaparición, no la han observado con sus propios ojos ni la han vivido en carne

propia. No protagonizaban el hecho traumático de la desaparición por el régimen totalitario,

sin embargo sufren el duelo directo de la pérdida de los padres y como consecuencia de una

infancia normal. En resumen, vivieron una infancia en dictadura, hecho que tiene efectos

profundos: no sólo la pérdida de los padres, sino también la vida en una sociedad reprimida

por un régimen totalitario constituye parte de la experiencia dolorosa de los niños.

En las tres partes que siguen, investigaremos las consecuencias de la infancia en dictadura en

la cual los niños perdieron a sus padres por causa de la estrategia militar de la desaparición,

hecho que les inserta en la identidad colectiva de hijos de padres desaparecidos. Trataremos

en primera instancia el trauma, después hablaremos de la crisis de identidad para terminar con

la crisis de memoria, tres problemáticas que atormentan la existencia de los hijos de

desaparecidos tanto en la realidad como en la ficción donde hijos de desaparecidos toman un

papel principal.

4.1. El trauma

Como ya señalado, los hijos de desaparecidos perdieron a sus padres como estrategia del

régimen totalitario, trauma principal que deja huellas profundas en la comprensión tanto del

niño como del adulto: ¿Cuál fue su manera de morir? ¿Les interrogaban, les torturaban, qué

les pasó exactamente después del momento trágico? ¿Dónde están sus cuerpos?

Son unas de las preguntas que dominan la existencia de los hijos de desaparecidos, y aún más

importante ¿Cómo se puede continuar con la vida con esta falta de información?

Un método para intentar superar el trauma de la pérdida de los padres y la falta de

información que la rodea es convertir esta experiencia traumática en un trabajo de arte: hacer

literatura para hacer frente el duelo, transformar lo feo y violento en un asunto maravilloso y

hermoso. En la siguiente parte, trataremos el trauma y su representación en la literatura,

refiriendo a unas nociones del trauma que las víctimas pueden confrontar tanto en la realidad

como en la ficción que se ve dominada por el trauma que intenta representar.

16

Estudios de trauma o “trauma studies” florecieron en EEUU a partir de los años noventa por

causa del giro ético en los ochenta con investigadores respetables como Cathy Caruth,

Shoshana Felman, Dori Laub y Dominick LaCapra. (Logie, 6) La primera aplicación de los

estudios del trauma fue al evento más brutal del siglo xx: la Shoah o el Holocausto. Durante la

segunda guerra mundial se estableció una violencia extrema que afectó y sigue afectando

tanto al nivel personal como al nivel colectivo el mundo del siglo XXI. La teoría del trauma

fue y aún es un modelo popular para analizar artefactos culturales producidos durante y

después del Holocausto, por víctimas y victimarios. En este sentido, como Argentina durante

la Guerra Sucia también conoció un tipo de violencia inhumana - no obstante de un tamaño

más pequeño - parece interesante aplicar algunas nociones con respecto al trauma a la

literatura postdictatorial argentina. Ya hemos dicho que no es posible igualar los dos casos

que ocurrieron en otro espacio y otro tiempo, sin embargo se encuentra un paralelo entre los

efectos del trauma provocado por la violencia de un poder autoritario. A partir de los años

ochenta, con relación a la Guerra de Vietnam, se reconoció el trauma y sus consecuencias

como un “herido psicológico” (Freud) por tanto médicos y psicólogos y los efectos fueron

definidos con el término del trastorno de estrés postraumático o “post-traumatic stress

disorder.” (Logie, 6)

Según la RAE, un trauma se define como “un choque emocional que produce un daño

duradero en el inconsciente.” La experiencia traumática no se asimila ni se capta en el

momento que sucede puesto que la imaginación humana no la puede comprender ni anticipar

por su ruptura de lo “normal.” Sólo es tardío, que puede variar entre unas semanas hasta unos

años, que la experiencia traumática vuelve como una posesión constante: “to be traumatized is

precisely to be possessed by an image or event.” (Caruth, 4-5) Los efectos del trauma sólo se

manifiestan visiblemente después un período de latencia inherente (“inherent latency”):

la fase entre el no captar y el reconocimiento del trauma. (Caruth, 7) Caruth señala que el

impacto del evento traumático precisamente se halla en este “belatedness,” en su refugio de

límites del tiempo y espacio. (8 -9) Como consecuencia de la distancia temporal entre el

evento traumático y su reaparición, Dori Laub propone que un trauma masivo psíquica, como

la dictadura y su represión, no admite su registración: (Laub, 1991:6) “History was taking

place with no witness.” (Laub, 7) Según la interpretación de Freud, una víctima nunca es

plenamente consciente durante una experiencia traumática y por eso, durante el

acontecimiento real, la víctima no puede representarse como testigo. (7) Por eso, Dori Laub

proclama que toda experiencia traumática se define por la ausencia de testigos. (7)

17

Un trauma reaparece en otro momento y espacio cuando el peligro físico o mental del trauma

en el primer momento ha desaparecido. De este modo, la víctima puede reinterpretar el primer

evento traumático con la estimulación de un segundo evento que lo incita. Cuando el trauma

se presenta a la superficie y se expresan los efectos secundarios; la víctima puede reaccionar

de distintas maneras y algunos de estos comportamientos serán analizados en las novelas. Por

consecuencia, podemos estimar que el trastorno de estrés postraumático (“post-traumatic

stress disorder”), como mencionado previamente, se manifiesta de distintas maneras

dependiendo del trauma y del traumatizado.

Según LaCapra, continuando el camino psicoanalítico de Freud, una víctima reacciona al

trauma de dos formas: en primera instancia, el traumatizado permanece en un estado

melancólico que denomina la fase de la repetición compulsiva o “acting out” y cuando el

traumatizado acepta la situación y está de luto se la denomina la fase de la perlaboración o

“working through” (126) No son dos oposiciones binarias sino complementos: un

traumatizado pasa por el “acting out” para finalmente llegar al “working though.” No

obstante, conscientemente o inconscientemente, es posible que un traumatizado no alcance la

aceptación e integración del trauma como parte de la identidad. Pero para continuar con la

vida normal del presente y futuro es necesario combatir y aceptar los demonios del pasado,

para que los efectos secundarios del trauma no finalicen en la destrucción mental o incluso

física. Por eso, es necesario procesar el trauma e integrarlo en un marco cognitivo que “le

otorgue sentido dentro de una historia de vida”. (Logie, 7)

Un traumatizado debe seguir un proceso de distintos pasos antes de que “working through”

sea posible. Primeramente, durante el “acting out”, se observan distintas estrategias del

traumatizado para escapar del horror. Es posible que un trauma influencie la identidad y

provoque MPD (Mult. Pers. Disorder), a continuación llamado DID (Dissociative Identity

Disorder), un desorden mental en el que un traumatizado crea otras identidades o

personalidades para sí mismo al que puede transferir la carga traumática. (Codde, s.p.)

En el caso de los hijos de desaparecidos cuyo trauma es la pérdida de los padres y el

conocimiento de su posible tortura y muerte, otro tipo de actitud puede ser provocada: sienten

una extrema identificación con el dolor de sus familiares precedentes, sus padres, y la

violencia que sufrieron durante su desaparición. Cuando la identificación es de forma

extrema, LaCapra habla de “empathic unsettlement”, una experiencia virtual de tipo insano

porque adopta experiencias de otras personas en su propio marco cognitivo. (125)

Finalmente, si el traumatizado desea llegar a la fase de “working through”, Freud propone

18

“the talking cure” como la solución más efectiva. Caruth afirma que la historia del trauma

sólo puede tener lugar a través de la escucha por un oyente. (11) El traumatizado debe

formular lo inexpresable en la interacción comunicativa con un oyente que funciona como

“una pantalla blanca al que se escribe el evento por primera vez” (Dori Laub, s.p.) a través de

la comunicación se proyecta una historia dolorosa que se transforma en un relato racional.

De esta manera, los recuerdos traumáticos, que son inaccesibles y aparecen sin voluntad, se

pueden convertir en recuerdos narrativos, una memoria que el propietario puede recoger,

ordenar y más importante dominar conscientemente. (Pierre Janet) Otro modo de comunicar,

si bien sin oyente, es a través del arte, la creación de una obra estética en la literatura, como

hacen tanto Robles como López. El interlocutor, el lector de la novela, está ausente; no

obstante ayuda al autor a pasar de “acting out” a “working through.” El arte en general posee

una función terapéutica. (Codde, s.p.)

El trauma es una experiencia que afecta tanto a una sociedad como a una persona individual y

por eso hacemos una distinción entre el trauma colectivo de Argentina y el trauma personal de

sus ciudadanos. En las dos novelas, el trauma personal de un niño/a protagoniza la historia

pero en extensión se trata del trauma general de la segunda generación de los hijos de

desaparecidos. Una característica que comparten tanto Pequeños combatientes como Una

muchacha muy bella es el hecho de que ambas son de índole íntima, es decir que lo doméstico

y lo personal es subrayado en vez de la violencia. La perspectiva de los niños protagonistas

toma el primer plano y nos enfocaremos en su trauma primordial: la pérdida de un(os)

pariente(s). Trataremos sus tipos de trauma en el análisis.

4.2. La crisis de identidad

Según el Diccionario de estudios culturales latinoamericanos, la palabra identidad es una que

se deriva del vocablo latino identitas, cuya raíz es el término ídem, el cual significa “lo

mismo.” Es un concepto que se aplica tanto al individuo en particular como a la colectividad

en términos socio-culturales: ¿Quiénes somos como personas y como sociedad? A través del

lenguaje de la identidad, según Gandsman, se establece un enlace importante entre lo

individual y lo colectivo, lo íntimo y lo público. Observa un paralelo entre la búsqueda por

parte de un individuo y por parte de una sociedad. (458)

19

Como persona, la identidad nos destaca de los demás y nos hace “otro” – con un nombre, una

nacionalidad y una historia. Es una construcción que se basa tanto en elementos fijos como en

elementos variables. Por lo tanto, la identidad es una entidad inestable, se define como una

tarea o un proceso que pide “cultivación personal” y que “nunca logra certeza.” (Gandsman,

455) Su única constante - el fundamento de cada ser humano – es la genética, es decir el

origen y precedentes de alguien. (RAE) Los lazos biológicos conectan las generaciones y

unen familiares en grupos particulares que comparten tanto elementos físicos como mentales.

La presencia de circunstancias excepcionales – como seguramente fue la última dictadura

militar en Argentina – causa una crisis de identidad a los ciudadanos y a la sociedad. La

segunda generación o los hijos cuyos padres desaparecieron como método de la represión

sufren de un vacío en la identidad. Dentro de la generación de los hijos destacaremos a

aquellos criados con familiares y aquellos que fueron apropiados, o sea sacados a sus madres

para ser entregados a familias militares o a familias que apoyaban abiertamente el régimen

totalitario. (Gandsman, 441) Su búsqueda de identidad es diferente por eso pero comparten el

sentimiento de ser huérfano, los primeros casi inmediatamente y los otros con el

descubrimiento de la verdad con la ayuda de una organización de Derechos Humanos: las

Abuelas de la Plaza de Mayo.

En el caso de los niños que aparecen en las novelas, se trata de dos ejemplos de hijos que no

fueron ofrecidos a familias falsas y que llegaban a otros familiares, como los tíos o los

abuelos. La niña en Pequeños combatientes crece en la casa de sus tíos y en el caso del niño

en Una muchacha muy bella no tenemos seguridad con quien permanece, probablemente con

la vecina Elvira, pero como la vida adulta empieza inmediatamente después de la

desaparición, esta información queda confusa – otro vacío como es tan omnipresente en la

literatura que toma hijos de desaparecidos como protagonistas. Estos niños también perdieron

a sus padres, aunque tuvieron la suerte de no caer en manos de la dictadura a contrario de los

niños otorgados a familias falsas que sufren de una pérdida doble: pierden tanto a sus padres

biológicos como a los padres que pensaban que eran sus padres verdaderos. (Ros, 26) No

obstante, la crisis de identidad es una problemática que deja huellas profundas en la existencia

de todos los hijos de desaparecidos, a pesar de su situación posterior.

La desaparición cambia la supuesta relación con los padres y les roba de cierto modo la propia

historia, ya que la desaparición de los padres es omnipresente en su vida cotidiana.

El hijo de desaparecidos realmente se siente un extranjero en el mundo de los padres, sus

20

fuentes de procedencia, y “vive una distancia que los separa de su lugar de origen que es un

quiebre radical imposible de cruzar.” (396, Waldman) Todo el grupo de los hijos, tanto los

apropiados como los que crecieron con familiares, sienten el fuerte anhelo de buscar a los

padres desaparecidos y conocer a su identidad: su vida privada como pariente y su vida

pública como militante de la izquierda. Con este objetivo, se basan en la información que

derivan de relatos de terceros y objetos mediadores como documentos, cartas, anécdotas y

fotos.

Para que un hijo pueda lamentar la ausencia de los padres, debe primeramente “saber quiénes

eran: sienten el anhelo de encontrarles para luego, paradójicamente, perderles de nuevo. Por

fin, todo se convierte en una búsqueda por la propia identidad: quién es y quién desea ser.”

(Ros, 31) La problemática de los hijos es la formación de la propia identidad, empezando con

tantos vacíos en la memoria, pero su crisis parte también de la impuesta identidad: son todos

miembros de un grupo traumático cuya vida cotidiana es dominada por relatos y personas del

pasado.

En la búsqueda por la identidad, los hijos seguramente se ven confrontados con la siguiente

pregunta: ¿Eligieron el compromiso político o mí? Los padres sabían asimismo que luchar

significaba morir y abandonar los ideales políticos vivir, no obstante optaron por ser

guerrillero de la izquierda al lado de su papel de pariente. Son realmente las dos partes de la

identidad de los padres: al nivel público eran guerrilleros de la izquierda que usan la violencia

para defender sus ideales políticos y al nivel privado son padres normales que quieren ofrecer

a sus hijos una infancia normal. Los hijos pueden experimentar un sentimiento de abandono,

inferioridad frente a la importancia de lo político, una mezcla de sentimientos contradictorios.

Las propias historias personales de los hijos pueden ser desplazadas y aun dominadas por las

decisiones de sus predecesores. La vida de los padres muertos controla la vida cotidiana de los

hijos y estos tienen el sentimiento que deben ser felices, vivir lo más posible, para compensar

su muerte injusta. De este modo, el hijo nunca puede tener una identidad enteramente propia

ya que la conexión perdura para siempre. Están realmente atormentados por “ausencias

omnipresentes.”

Para terminar, volveremos a la cita de Gandsman que observa un paralelo entre la búsqueda

de la identidad del individuo y la sociedad. La búsqueda por la identidad de estos hijos es

aplicable a la búsqueda de identidad de Argentina en general: al igual que una persona debe

saber la verdad sobre su propia persona y su identidad, Argentina debe saber la verdad sobre

21

lo que ocurrió durante la dictadura, en especial las acciones crueles del régimen totalitario,

para sobrepasar el duelo. (Gandsman, 457) Concluye que “Neither individuals nor nations can

live without a clear view of the past.” (Gandsman, 457) En este sentido, los juicios de los

victimarios y los trabajos de memoria forman un componente crucial en el proceso de

sobrepasar el trauma colectivo dentro de la sociedad argentina.

4.3. La crisis de memoria

La memoria, que se define como la facultad psíquica por medio de la cual se retiene y

recuerda el pasado (RAE), es un elemento constituyente de la identidad. (Pollak, 81) La crisis

de memoria de los hijos de desaparecidos es efectuada por una infancia traumática en la cual

perdieron a los padres y al mismo tiempo es debida a la joven edad que tenían durante la

dictadura: el marco cognitivo de un niño es limitado en perspectiva por falta de sabiduría y

experiencia. Disponen de una memoria problemática, ya que no pueden recordar todo de su

infancia, y lo que si se acuerdan es borroso y fragmentario. Aún si fueran capaces de basarse

en la memoria completa, se verían confrontados al hecho que en general se define la memoria

como una entidad inestable y poco fiable: posee un carácter selectivo que elige no olvidar

todo ni tampoco recordar todo. (Waldman, 388) Como consecuencia, confiar en los recuerdos

como fuente de verdad es problemático: en su totalidad se basan en la memoria subjetiva de

un individuo cuya percepción es realidad. Los hijos recuerdan su pasado infantil en función de

los intereses del presente: una búsqueda múltiple para la identidad, la memoria e incluso para

sacar de información sobre los padres y su desaparición.

En las novelas, en las que el tema de la memoria está omnipresente, encontramos las historias

de dos niños que perdieron a sus padres – sólo la madre en Una muchacha muy bella – al

desaparecer durante la dictadura militar en Argentina. En el caso de Robles, la autora de

Pequeños combatientes, nos vemos confrontados a un género híbrido en el que el testimonio

constituye una influencia importante. En el campo de la memoria, con la caída del régimen

totalitario, se confiaba esencialmente en los testimonios como acceso indudable a la verdad

sobre el pasado. Como ya hemos señalado, el Nunca más en 1984 recogió los testimonios de

víctimas como fuente de verdad que resolvería todos los problemas del pasado. Los

testimonios realmente adquirieron un lugar privilegiado en los debates por la memoria.

(Diccionario de estudios culturales latino, 176) Sin embargo, a los hijos, les parece que el

22

mero testimonio es insuficiente: deben reelaborar la memoria y llenar sus vacíos causados por

la poca edad y el trauma de la infancia. Dentro de su literatura, se representan en un yo que es

tanto personaje principal como narrador, ambos basados en grandes líneas en la propia

memoria e identidad. Optan por añadir una dimensión complementaria a esta realidad: el uso

de la ficción con el objetivo de tomar distancia, para acercar mejor e interpretar el propio

pasado con un ojo más objetivo y crítico y esencialmente para llenar los vacíos con

imaginación. De esta manera, el relato encuentra sus raíces en el testimonio con el que

comparte su carácter autobiográfico, pero al mismo tiempo se crean nuevas formas de narrar

el pasado con la adición de la ficción. En el caso de López encontramos un pacto narrativo

distinto; un hecho que será aclarado en la introducción a la novela Una muchacha muy bella.

La segunda generación, los hijos como autores contemporáneos, sufren la distancia temporal:

los hechos de la última dictadura militar en Argentina datan ya de hace muchos años y eso

complica acceder a ellos. Además estos autores vivieron los hechos siendo bebé o niño.

Resulta que intentan escribir sobre un período que vivieron de manera inconsciente. En su

literatura que tiene la última dictadura militar como tema central, los hijos empiezan con la

intención de completar la propia memoria como base del relato. Sin embargo, tanto en la

realidad como en la ficción, deben confiar en recursos complementarios para emprender su

múltiple búsqueda: la memoria de terceros - la familia y la sociedad - y objetos mediadores

les ofrecen la oportunidad de explorar el pasado.

Como ya señalado, los hijos basan su relato en la memoria individual que aun poseen de la

infancia. Ya indicamos la importancia del uso de la imaginación como recurso auxiliar dentro

de su literatura. Con respecto a esta estrategia literaria, referimos a “la Posmemoria”, término

desarrollado por Marianne Hirsch para hablar de los hijos de sobrevivientes del Holocausto.3

Según Hirsch, “la Posmemoria caracteriza la experiencia de aquellos que crecieron

dominados por las narrativas que precedieron su nacimiento, aquellos cuyas propias historias

y relatos son desplazados por los relatos e historias de la generación previa, modelados por

eventos traumáticos que ellos no pueden ni comprender cabalmente ni recrear.” (394-395) “Es

una forma poderosa de memoria precisamente porque su conexión con su objeto o fuente está

mediada no a través del recuerdo, sino a través de un esfuerzo creativo y de imaginación.”

(1996:420) Los vacíos en la memoria de los hijos son imposible de reconstruir fielmente y

3 Hirsch, 1996: señala que la Posmemoria también puede ser útil para describir la memoria de

segundas generaciones de otras experiencias traumáticas, culturales y colectivas

23

para sobrepasar esta problemática emplean el recurso de la imaginación tanto en su vida

personal como en su literatura para llevar con el dolor de la crisis de memoria.

Hemos mencionado anteriormente que los hijos también pueden basarse en la memoria de

terceros - la familia y la sociedad - para reconstruir su memoria. Con respecto al paso de una

memoria individual a una memoria colectiva, Halbwachs distingue en sus estudios sobre la

memoria la idea de marcos sociales. Para empezar, plantea la interrelación entre memoria

individual y colectiva al proponer la reflexión que uno nunca recuerda solo, sino con la ayuda

de recuerdos de otros. El grupo y la sociedad son las condiciones, los “marcos sociales de la

memoria.”(Halbwachs, 78)4 La memoria consiste de múltiples facetas y Halbwachs señala

dentro de la memoria colectiva la distinción entre lo comunicativo, que es “lo biográfico, lo

individual de una familia o un grupo” y “lo cultural, lo nacional y lo político”, separando así

recuerdos más afectivos de recuerdos más públicos y generales. (109) Ambos tipos pueden ser

transmitidos a la siguiente generación pero de manera distinta: por una parte, pueden ser

transmitidos por familiares a través de la experiencia encarnada que se llama

“intergeneracional” o por otra parte, pueden ser no mediados por experiencias o prácticas

encarnadas pero solamente a través de sistemas simbólicos lo que se llama

“transgeneracional.” (Assman, 110)5 Para solucionar la crisis de la memoria, los hijos entran

tanto en la memoria de la familia – importantísimo en las novelas que son de índole íntima –

como en la memoria de la sociedad sobre la última dictadura militar en Argentina. El lenguaje

de la familia es una forma de expresión que según Hoffman es más directo y brutal que la

elocución social y pública, (112) pero para completar la búsqueda de memoria, identidad y

verdad es necesario entrelazarlos.

La problemática en el caso de los hijos es el vacío que se sitúa en la cadena generacional: la

ausencia de los padres. Como consecuencia, los papeles entre familiares se cambian: nietos y

primos se convierten en hijos, abuelos y tíos en padres, todos traumatizados por el recuerdo de

la desaparición violenta de los padres de los niños. Al lado de la propia memoria

fragmentaria, los hijos se apoyan en los relatos de estos familiares que eran mayores y

vivieron por eso más conscientemente la dictadura. Desgraciadamente, como ya señalado,

estos familiares también sufren de una crisis de memoria por el alto grado de violencia que les

4 Véase: Hirsch, Marianne. The Generation of Postmemory. Poetics Today 29.1 (2008): 103–

128. 5 Véase: Hirsch, Marianne. The Generation of Postmemory. Poetics Today 29.1 (2008): 103–

128.

24

rodeaba durante la dictadura y les afectaba directamente con la desaparición. Sufren el trauma

que les provoca una crisis de la lengua – hecho que veremos también en la ficción con la

inserción de la elipsis en nuestras dos novelas: salen de una ausencia omnipresente e intenta

contar lo traumático que suele terminar en una crisis de representación. El enmudecimiento, el

silencio y el rodeo del trauma provocan la imposibilidad de volver al pasado, hecho peligroso

porque al nivel público de la sociedad puede provocar una crisis de verdad ya que no se

reconocen los hechos violentos de la guerra sucia, negando así su existencia.

Después de la caída del gobierno militar y la derrota de los campos de concentración, el difícil

camino de confrontar la memoria traumática se inició. Waldman resume la situación

postdictatorial de manera siguiente: “la existencia de restricciones de tipo jurídico y

normativo establecidas en tiempos de la dictadura actuó como escudo protector de las Fuerzas

Armadas. El escenario político golpeó a la memoria, y el olvido dejó sin historia a muertos,

torturados y desaparecidos. El consenso restó sentido al pasado y la democracia se construyó

en base al silencio.” (389) De este modo, como consecuencia de la estrategia de silenciar a la

población a favor del régimen totalitario, la sociedad argentina también sufre una crisis de

memoria, hecho que ya hemos tratado en el tercer apartado sobre la postdictadura. Según Ros,

los hijos de desaparecidos son los primeros miembros de la generación postdictatorial en

participar en la lucha por la memoria. (25) Establecieron la presencia de una nueva generación

en la política de la memoria rompiendo el tabú de la participación política de sus padres –

combaten su representación como víctimas - y presentan la justicia como objetivo

incontestable y realizable. (Ros, 29) La fundación de los H.I.J.O.S. muestra la convicción de

la segunda generación de combatir públicamente la crisis de memoria que domina la sociedad.

Un último recurso a disposición de los hijos al buscar cómo sobrellevar sus múltiples tipos de

crisis son los objetos mediadores que remiten al pasado. En el caso de nuestras dos novelas, se

trata de un libro de cuentos en Pequeños combatientes y una foto en Una muchacha muy

bella. En la cita siguiente, Hirsch habla de fotos familiares o el aspecto familial de la

Posmemoria:

[..] When we look at photographic images of a lost world we look not only for

information and confirmation, but also for an affective connection that might get the

effective quality of events across: Photographs thus become screens- spaces of

projection and approximation, and of protection. Small, two-dimensional, delimited by

their frame, photographs minimize the disaster they depict, and screen their viewers

25

from it. But in seeming to open a window to the past, and materializing the viewer's

relationship to it, they also give glimpse of its enormity and its power. (425-426)

El anhelo de los hijos de reconstruir una conexión afectiva con sus padres perdidos se nutre a

través de objetos mediadores. Desgraciadamente, ninguno de los métodos mencionados – la

imaginación y posmemoria, los relatos de terceros y los objetos mediadores – parecen

suficientes para la reconstrucción satisfactoria de la memoria. Es imposible sustituir el

conocimiento directo de los padres. (Ros, 26)

26

5. La violencia en la literatura

Argentina sigue el discurso sobre la Shoah en las secuelas de la última dictadura militar y en

el campo estético muchos autores se encuentran problemáticas parecidas de representación.

En ambos casos, se trata de una violencia extrema estatal cuya interpretación es casi elusiva

en la realidad y como consecuencia aún más difícil de trasladar al campo del arte. Ser capaz

de poner la violencia en palabras dentro de la literatura significa captarla, entenderla, es decir

ponerla en el marco cognitivo humano y aceptar su realización en la realidad. Actualmente, en

el discurso de la memoria que intenta reconstruir tanto teóricamente como estéticamente la

violencia estatal, se encuentra la paradoja de contar una historia que parece incontable, se

trata de la representación de lo irrepresentable debido a la naturaleza inalcanzable del trauma.

(Buchenhorst, 65)

En general, el arte ligado a la representación de la violencia, sea cual sea su tipo, resulta

problemático. Tanto como el concepto mismo, la violencia no se deja captar fácilmente en

palabras dentro de la ficción. La violencia es lo malvado, lo perverso, un horror inenarrable

que provoca una verdadera crisis de representación. Como consecuencia, se encuentra en la

literatura muchas estrategias literarias para representar la violencia, o por lo menos para hacer

un intento. Depende de caso a caso, es decir de cual tipo de violencia se trata y quién la narra

– o sea desde la perspectiva de una víctima o un victimario, ya que significa otra ética y

percepción de la realidad que determina la representación.

En esta tesina, tratamos la expresión de la violencia desde la perspectiva de las víctimas,

personas y autores de la segunda generación después del régimen totalitario en Argentina,

cuyos protagonistas son niños durante la violencia estatal del régimen autoritario. Estos niños

guían el relato tanto como personaje principal y como narrador y poseen una relación intensa

con su autor: comparten elementos autobiográficos, conectando así realidad y ficción. No

obstante, los relatos son completados en todos sus aspectos – también los personajes - por la

imaginación personal del autor para llenar los huecos del trauma, de la memoria y de la

identidad – nociones que todavía fueron tocadas en el caso de los hijos de desaparecidos.

En la literatura de los “hijos”, en nuestro caso de Raquel Robles quien es en efecto hija de

desaparecidos y la novela de Julián López que vivió la dictadura militar como niño pero cuya

madre murió de muerte civil y no por motivos políticos, no obstante adopta la perspectiva de

un hijo de una desaparecida en su ficción, se observa el fracaso de intentar tratar la violencia

27

estatal directamente. Los autores disponen de muchas estrategias literarias para representar la

violencia, entre ellas se destaca el rodeo, el eufemismo que volverá también en nuestras

novelas y otras técnicas. En esta tesina, trataremos, aunque parezca una paradoja, una

estrategia literaria para no representar la violencia, es decir para evitar su expresión y omitir

su presencia en palabras: la elipsis. Nuestra investigación tratará, como ya señalado en la

introducción, de demostrar cómo el autor logra captar y representar la desaparición de los

padres en su obra y por eso discutiremos las escenas donde se sitúa la desaparición, aunque

ausente en palabras, en detalle. Al elaborar el tema de la elipsis, examinaremos dónde y cómo

se encuentran referencias a la desaparición que revelan que este hecho realmente ocurre

dentro de las novelas.

5.1. Una estrategia clave para (no) representar la violencia: Elipsis

¿Cómo transformar la violencia del secuestro de los padres – la ausencia omnipresente para

sus hijos – en una escena estética si es tan incomprensible y horrorosa? Esta problemática está

presente en la literatura de los hijos. En las dos novelas - tanto en Pequeños combatientes

como en Una muchacha muy bella – el secuestro de los padres no se encuentra en el discurso

aunque constituya su núcleo. Los autores disponen de otras posibilidades literarias para

transponer la violencia estatal a la ficción; entre otros se destaca el rodeo y figuras literarias

como la metáfora. Es llamativo que en las dos novelas que analizamos, la de Robles y la de

López, no se represente la desaparición. En esta tesina, trataremos la crisis de representación

de la violencia estatal – el secuestro de los padres - a través del uso de la elipsis.

Según Villanueva, la elipsis se define como “una técnica narrativa que consiste en omitir en el

discurso sectores más o menos amplios del tiempo de la historia, lo que implica una

configuración del lector implícito tendente a suplir esa información no dada sobre personajes

y acontecimientos.” (188) La elipsis es una figura literaria que realmente omite un evento de

la narración por completo. (Herman, 576-577)

Para mayor claridad con respecto a la definición de Villanueva, aclararemos algunos

términos: tanto la distinción historia – discurso como el concepto de lector implícito. En 1966,

el narratológico francés Todorov formuló la distinción historia – discurso y posteriormente

muchos narratólogos la adoptaron. (Herman, Jahn & Ryan, 566) Usando las palabras de

Villanueva, cabe decir que la historia se distingue del discurso porque representa “el plano del

28

contenido”, mientras que el discurso se sitúa en “el plano de la expresión.” (187-188). Dicho

de otro modo, la historia es lo que se cuenta mientras que el discurso se refiere al modo de

transmitir la historia. (Herman et al, 566)

Villanueva define al lector implícito como “la instancia inmanente de la recepción del

mensaje narrativo configurada a partir del conjunto de lagunas, vacíos y lugares de

indeterminación que las diferentes técnicas empleadas en la elaboración del discurso van

dejando, así como por aquellas otras determinaciones de la lectura posible del mismo que van

implícitas en procedimientos - la ironía, la metáfora, la parodia, la elipsis, etcétera.” Como se

puede observar, existe una conexión entre la elipsis y el concepto de “lector implícito.” Ya

que la elipsis es “un vacío informacional” (Herman, et al, 591), el lector observante debe

rellenar estos vacíos en el discurso de la novela para entender el relato. Para hacerlo, los

lectores construyen el mundo ficcional y llenan los vacíos por la similitud con la propia

realidad experiencial. (Herman et al, 477) En el caso de la literatura de los hijos, referimos

también a la noción de “Gapping” de Wolfgang Iser, que remite al hecho de que los textos no

proveen toda la información necesaria para su interpretación. (Herman et al, 193) Los “gaps”

o huecos en el discurso provocan “gaps”, lagunas, en el mundo narrativo, (Herman et al, 241)

y los lectores deben valerse de sus conocimientos del contexto argentino y de su imaginación,

tanto como el autor debe usar la ficción – la posmemoria – para llenar los vacíos en la

memoria.

En la narratología clásica de Genette, la elipsis se relaciona con la duración, un asunto difícil

de definir. Designa la relación entre el tiempo de la historia y el tiempo del discurso, que se

representa como una subcategoría del tiempo. La duración se basa en la relación compleja

entre el tiempo y el espacio; la relación entre el tiempo que se necesita supuestamente para

formar la historia y el espacio textual – que se mide en líneas, apartados, páginas y capítulos –

que se dedica a su narración. En la norma teórica, el tiempo de la historia y del discurso

equivalen. (Herman et al, 576) La elipsis cambia la “velocidad” o el “ritmo” de la narración.

Forma parte del tiempo que al lado de la voz y del modo forman los elementos constituyentes

de un relato. Veamos ahora la elaboración por parte de nuestros dos autores – Robles y López

- de sus novelas, el modo en que han convertido la historia de la infancia en un discurso

ficcional.

Con respecto a la voz, los autores optan por un relato homodiegético o la narración en primera

persona. El modo tiene que ver con la distancia y la perspectiva: sus relatos ofrecen la

29

mímesis de la realidad histórica – aparte de la adición de la ficción como estrategia principal

para llenar huecos de la memoria. Los relatos son focalizados desde la perspectiva de un

narrador niño/ a que equivale al personaje principal. No obstante, el autor que escribe la

novela sabe más que este narrador/personaje que es su representación mimética con adición

ficcional, o sea que al narrador infantil se superpone en ambos casos un narrador adulto. Las

novelas se escriben en retrospectiva: los autores miran al pasado traumático para abrir un

camino hacia el futuro – “working through” para aplicar la noción de LaCapra. Tanto el

narrador como el personaje niño son construcciones literarias de un autor adulto que adopta

rasgos de diferentes géneros: el testimonio, la autobiografia, la novela – la convierte en

autoficción. Al lado de las categorías de la voz y del modo, la categoría que más nos interesa

es el tiempo: se la subdivide en orden, duración y frecuencia. Con respecto al orden, se habla

de anticipación o prolepsis cuando se mira al futuro (flashforward) y de retrospección o

analepsis cuando se mira al pasado. (flashback) Las dos obras en su totalidad son analépticas

puesto que utilizan la memoria para describir la infancia. La frecuencia tiene que ver con la

pregunta si un relato es singulativo, repetitivo o iterativo. En el caso de Pequeños

combatientes, veremos la repetición del motivo de la desaparición de los padres. La elipsis de

la desaparición se sitúa al completo inicio de la novela, no obstante la niña se ve

repetidamente confrontada con la desaparición, en la acepción amplia del término – como

veremos más en profundidad en nuestro análisis – lo que muestra que aunque no se cuente la

desaparición, nunca se puede escapar de sus efectos. Con respecto a la elipsis, como ya hemos

señalado, la duración es el factor más importante. Dentro de la duración, se destacan cuatro

relaciones posibles que marcan el ritmo: el resumen lo acelera, la pausa lo frena, la escena

deja al ritmo inalterado y la elipsis constituye una supresión completa. El resultado es que el

autor de una misma historia necesita menos espacio textual para construir una novela. Eso

podría explicar también la brevedad de las novelas bajo análisis, que sólo tienen una extensión

de 150 páginas cada una. Sin embargo, si el autor desea llegar a un buen entendimiento de su

relato por el lector, es necesario que proporcione información para que este lector pueda llenar

el vacío de la elipsis. De este modo, los elementos que el autor prefiere insertar en el discurso

son muy importantes para la interpretación de “lo no dicho” o “lo no formulado.” Estos

procedimientos de compensación ofrecidos por el autor permiten al lector llenar la elipsis y el

relato en su totalidad.

¿Cuál es el objetivo de los autores al incluir la omisión? Ofreceremos algunas suposiciones

que podrían explicar su presencia, o más bien ausencia. En primer lugar, como ya hemos

30

señalado, el alto grado de la violencia ejecutada por los militares durante el secuestro de los

padres rebasa las palabras. Para los hijos, se trata de un horror incomprensible que no se

puede imaginar y como consecuencia provoca una crisis de la representación dentro de su

literatura. Otra suposición es el hecho que nadie realmente estaba presente durante el

secuestro, solamente las víctimas y los perpetradores, ya que los testigos están muertos o

prefieren mantener el silencio. Por lo tanto, la representación de la escena del secuestro es

problemática y el autor debe explorar maneras para decir lo no vivido. Hemos mencionado ya

que la desaparición forma el núcleo de la narración, dio lugar a su existencia. A través de su

omisión, se pone énfasis en el hecho y se instala una relación íntima entre el autor y el lector

que debe llenar este vacío crucial. El lector debe estar al corriente del contexto histórico-

político que hemos ofrecido en nuestra introducción sobre la historia argentina. Otra hipótesis

que permite explicar la omisión de la desaparición puede ser que el autor use la ficción para

ofrecer segundas oportunidades a sus personajes. En la ficción, podemos cambiar la historia,

lo que realmente ocurrió. El autor muestra su intenso deseo de detener la desaparición,

omitirla en la ficción como si nunca hubiera sucedido. Es un intento desesperado del autor de

salvar a los padres; parece que no contar la desaparición provocará su aparición.

Desgraciadamente, veremos que escapar del pasado y su destino es imposible: aunque no se

cuenta la desaparición, los efectos persisten en la narración. El intento de cambiar la historia

del pasado a través del discurso es un fracaso. La elipsis de las escenas violentas también

puede querer resguardar la índole íntima, doméstica y familiar de las novelas. Muestra que el

foco no se pone en la violencia estatal y que su presencia no domina la vida cotidiana. De

nuevo, desafortunadamente, parece un fracaso: la violencia del secuestro sí deshace la vida

cotidiana de los hijos, pero al no mencionarla los autores parecen querer mostrar que han

sobrevivido, que la violencia nunca controlará su existencia, es un acto de rebelión. Los

militares y su violencia no merecen un espacio textual en la novela tanto así no merecen un

espacio normal en la sociedad: deben ser castigados y su castigo textual es la omisión. Una

última suposición para el uso de la elipsis es que el autor desea subrayar la importancia de la

contribución imaginativa por parte del lector. Sobre nuestra novela Una muchacha muy bella

de Julián López Favia Pittella ha señalado “la ausencia de golpes bajos durante toda la

historia.” Se podría, en extensión, aplicarla a la ausencia de escenas importantes en la novela,

como ciertamente es la desaparición. Ella lo explica de la siguiente manera:

31

Esta novela describe de manera muy poética y uno, como lector, agradece que no lo

vapuleen, que lo dejen imaginar y pensar en su propia escena. (s.p.)6

En el análisis más adelante de Pequeños combatientes y Una muchacha muy bella,

investigaremos la presencia de la elipsis: dónde se la sitúa y por qué constituyen la primera

preocupación de su lector puesto que dominan por completo la narración. Exploraremos

también dónde y cómo se hace referencia a la elipsis del secuestro – no es un hecho que cae

del cielo ni un hecho sin consecuencias profundas. En cuanto a los efectos de la desaparición

y una infancia en dictadura en general, volveremos al trauma y la crisis de tanto identidad

como memoria, nociones que ya hemos discutido en el apartado sobre los hijos de

desaparecidos. Estas tres problemáticas se manifestarán también en el caso de los personajes

principales dentro de las novelas, asunto que analizaremos también al finalizar la

investigación de la elipsis y sus indicaciones.

6 http://www.clarin.com/espacio-clarin/Julian-Lopez-presento-muchacha-primera_0_1081092263.html

32

6. Pequeños combatientes – Raquel Robles

6.1. Introducción

Raquel Robles nació en Santa Fe, Argentina en 1971. El cinco de abril de 1976, sus padres

fueron secuestrados y desaparecieron de acuerdo con el método de represión del régimen

totalitario7. El duelo de la pérdida de los padres tuvo como consecuencia una infancia

fracasada desde los apenas cinco años de Robles. Posteriormente, esta experiencia incitó a

Robles a dedicarse a la militancia en H.I.J.O.S. En la parte contraportada de Pequeños

combatientes, se menciona literalmente que la autora “es miembro fundador de la

organización H.I.J.O.S. y se ha consagrado intensamente a la lucha contra la impunidad.” Al

mismo tiempo, es docente especializada en la gestión de instituciones educativas y escritora.

Antes de publicar en 2013 Pequeños combatientes, novela que analizaremos en la presente

tesina, salieron Perder y La dieta de las malas noticias. (2012) Perder se relaciona también

con el trauma de la autora sobre su infancia en dictadura y el tema de la desaparición.

Con Pequeños combatientes, Raquel Robles escribió una novela que adopta rasgos de

distintos géneros: ya hemos mencionado su pertenencia a la categoría del testimonio puesto

que cuenta sobre la propia vida, tiene el valor del “yo estuve allí” y traslada una experiencia

personal perturbadora – la desaparición de sus propios padres – que posee al mismo tiempo

una dimensión colectiva.8 Al mismo tiempo; hemos visto que incorpora elementos ficcionales,

empleando la estrategia de la posmemoria, para llenar los vacíos del trauma, de la identidad y

de la memoria pero más obviamente porque se trata de un relato novelesco cuya definición

incorpora un fondo ficcional. Por lo tanto, el libro puede ser considerado una “autoficción”,

término con que se designa una mezcla de autobiografía y ficción. La autora recurre a

elementos autobiográficos que se derivan de sus propios recuerdos infantiles en dictadura,

pero al mismo tiempo incorpora un nivel ficcional a esta memoria. La profesora Badagnani de

la Universidad Nacional de Mar del Plata aclara el uso de la autoficción como un método que

“ofrece a la autora la oportunidad de distanciarse de la propia existencia y convertirla en una

obra literaria.” (7) El lector de este tipo de obra literaria debe ser observante y crítico en su

lectura y, lo que es aún más importante, debe aceptar que no existe una línea fija entre la

realidad y la ficción ya que se entrelazan intensamente.

7 Véase 2.2. 8 Puesto que se trata de un trauma que se aplica a los hijos de desaparecidos en general

33

La historia se centra en dos temáticas esenciales: la desaparición de los padres de la

protagonista y la militancia. El secuestro pone en marcha el relato y ya ha sucedido antes del

primer capítulo. A medida que avanza la novela, Robles reelabora el lenguaje de la militancia

de la izquierda como “una forma de apropiación del legado paterno” (Badagnani, 1) Toda la

historia es representada desde la perspectiva de una niña de unos seis años que cuenta en

primera persona sobre su vida diaria después de la desaparición de los padres. La militancia,

es decir los métodos de acción, sus formas de comunicación, el lenguaje etcétera, no pierde

importancia por causa de esta perspectiva infantil: como el título indica, la niña se siente “una

pequeña combatiente” que lucha como sus padres al lado de la Resistencia. Es obvio que ha

internalizado el discurso ideológico de su entorno. Con respecto a esta voz infantil,

señalaremos que el lector debe tener en cuenta que en ella confluyen tres personalidades

superpuestas: la de la autora, la de la narradora – ambas adultas - y la de la protagonista. De

este modo, la voz infantil es la reconstrucción del pasado doloroso personal desde la visión

renovada del presente de Robles. Pequeños combatientes cuenta la historia de esta niña y de

su hermanito, que después de la desaparición de los padres van a vivir en casa de los tíos, que

comparten también con sus dos abuelas: la abuela de la ventana, que llora todo el tiempo, y la

abuela judía, que “usaba unos zapatos enormes y decía cosas locas.” (14)

La dedicación de la niña a la militancia realmente domina el relato por completo: sus ideas,

convicciones, acciones y decisiones se basan principalmente en el ideario del peronismo, más

específicamente el de los Montoneros, al que estaban afiliados sus padres. La autora, quien es

como ya hemos señalado una de las figuras principales en H.I.J.O.S., celebra de esta manera

la herencia de la militancia, aunque también condena el alto grado de la violencia usado por la

izquierda y, al copiar algunos elementos de la jerga peronista, se muestra en ocasiones crítica

frente a este discurso. Hay que considerar este compromiso de la niña como un gesto de

lealtad a los padres: quiere seguir siendo fiel a sus convicciones. Además, esta fe en la lucha y

en la victoria final permite que la niña no pierda la esperanza de un regreso de sus padres.

Pese a ello, el tema de la dictadura militar y su estrategia de la desaparición de la que han sido

víctimas los padres militantes de la protagonista constituye un hecho muy problemático para

los hijos, un hecho muy difícil de trasladar al arte por el alto grado de la violencia que

contiene. Por lo tanto, trataremos en primera instancia la escena dónde se sitúa la elipsis de la

desaparición para luego ver las referencias al hecho a lo largo de la novela. Consideraremos

también su impacto traumático y la crisis de identidad y memoria que llevó consigo este

secuestro en la vida del personaje (y de la autora en la vida real). Dedicaremos sobre todo

34

atención a la niña protagonista que es el trasunto de la autora, porque representa una hija de

desaparecidos dentro de la ficción.

Cabe decir que la novela se subdivide en veintidós capítulos y que referiremos a ellos con

números para mayor claridad. Discutiremos algunos capítulos con referencia a cada tema,

como botones de muestra ya que la riqueza de la novela nos impide hacer un análisis

exhaustivo. Hemos seleccionado las partes que nos parecen las más significativas: son las que

aparecerán en el análisis que presentamos a continuación.

6.2. La elipsis de la desaparición

La novela empieza con la evocación de los efectos de la desaparición, al que precede la

elipsis. El lector está sumergido directamente en el discurso de la niña protagonista, quien

entiende las consecuencias de la situación terrible y nos las explica:

Yo sabía que estábamos en guerra, que había habido alguna clase de combate y que

ellos estarían en alguna prisión helada peleando por sus vidas. (11)

Robles desplaza al lector inmediatamente en la situación problemática de la niña y de entrada

siembra lagunas informacionales (“gaps”): el lector debe deducir a través de su lectura que

sigue quiénes son “yo” y “ellos” y por qué estos últimos están en la cárcel. Como hemos

dicho anteriormente en 5.1. , la autora espera un trabajo de reposición por parte de un lector

observante. Si está al corriente del contexto histórico-político de Argentina y conoce la

estrategia de la desaparición por parte del régimen totalitario, el lector podría estimar ya desde

la primera frase que “ellos” son defensores de la izquierda o llamados “subversivos.” O sea

que la niña hace ya desde la primera frase una referencia indirecta a la desaparición de sus

propios padres. Al leer el primer capítulo que analizaremos aquí, el que precede la elipsis de

la desaparición, veremos que la niña nos presenta sus suposiciones personales sobre lo que

pasó con sus padres. Podemos decir que para una niña tan pequeña, está al corriente de mucha

información: entiende la lucha revolucionaria de sus padres, que son militantes montoneros.

La niña como reconstrucción en parte real y en parte ficticia de la propia Robles conoce el

compromiso político de los padres y visto que Robles tanto celebra como condena los

métodos violentos de la militancia de la izquierda – y por eso también a sus propios padres -

se muestra una niña que internalizó la ideología política de los padres hasta el punto de

35

parecer adoctrinada. Su ignorancia infantil se sitúa en la esperanza de que los padres regresen,

y de que con su vuelta acabe cumpliéndose la revolución. Tal como se desprende de la cita,

está convencida de que los padres están encarcelados pero aún están vivos y que su estado

encerrado es sólo temporal. Entretanto – desde la elipsis de la desaparición de los padres y el

primer capítulo que señala sus efectos hasta el entendimiento en el último capítulo de que los

padres nunca regresarán - la niña reflexiona sobre su tarea personal dentro de la militancia

montonera.

Como ya hemos dicho, el primer capítulo muestra que la niña sabe que la desaparición

sucedió. Como lector, podemos figurarnos de qué manera se efectuó el secuestro, basándonos

en nuestra propia imaginación y conocimientos del método totalitario, o podemos seguir las

suposiciones que la niña nos ofrece:

Habían venido a mi casa, muchos, es cierto, había habido gritos, desorden, horas de

interrogatorio, y luego se los habían llevado. (11)

La niña nos señala que ella no ha sido testigo de la desaparición y como consecuencia no

puede contar con seguridad lo que realmente pasó en aquel momento violento. La niña estaba

durmiendo durante el secuestro y cuando se despertó por la mañana, los efectos secundarios

de la violencia estaban allí:

Despertarse a la mañana y ver a mi abuela desencajada, tratando de ordenar la casa con

su cuerpo enorme y disfuncional, repitiendo entre ahogos “se los llevaron, se los

llevaron”, fue horrible. ¡Ellos habían luchado durante la noche y yo había estado

durmiendo! (11)

El hecho de que la niña no estaba presente durante el secuestro de los padres puede ser la

razón por la cual Robles, quien era esa niña en su infancia cuando la desaparición sucedió, no

puede contar ni representarla, simplemente porque no estaba presente. Al mismo tiempo, es

una escena horrorosa para imaginar, sobre todo si se trata de seres queridos. La niña se siente

muy culpable por su ausencia durante el secuestro, pero probablemente sólo hubo un sólo

testigo: la abuela de la ventana. Podemos suponer que era el único testigo y puesto que la

novela no adopta su perspectiva, por eso quizá tampoco adopta su representación. No

obstante, incluso sin ser ella la narradora de la novela, podemos observar que el evento ha

tenido un efecto traumático en ella: “[…] mi abuela que alternaba entre llorar contra el vidrio

de la ventana y mirar la televisión [...]” (14)

36

Es su comportamiento a lo largo de la novela y se envuelve en el silencio, quiere refugiarse en

la fantasía para escapar de las imágenes de la violencia contemplada.

La niña piensa que ella misma también estaba presente durante el secuestro pero cree que los

secuestradores le han causado alguna laguna en su memoria: “Pero yo… Seguramente me

habían asestado un golpe y había perdido la memoria, y mi abuela, pobrecita, me contaba esa

otra historia para no traumarme.” (12) La abuela quiere evitar que el mismo duelo también

afecte a la niña y como consuelo inventa historias. Como veremos en 6.6. , la niña realmente

necesita la luz de la verdad para procesar el trauma de la pérdida. La familia, como por

ejemplo la abuela con sus historias consoladoras, la dejan en la oscuridad de la mentira que

impide su entendimiento y aceptación. La niña manifiesta su deseo de conocer la verdad:

Cuando me pareció que tenía edad suficiente como para que me viera como un

interlocutor menos frágil le pedí que me dijera de una vez la verdad. Y la verdad pareció

ser esa: nada de balas, nada de barricadas, nada de granadas ni armas largas. Mis padres,

los combatientes, convertidos en dos vecinos, un matrimonio, un hombre y una mujer,

encapuchados, subidos a los empujones a un Falcon verde oliva. (12)

Durante el resto del primer capítulo, veremos que la niña reflexiona sobre el cambio de

estrategia de su militancia y razona que para el “súmmum del camuflaje, había que

disimular.” (12) La importancia de disimular es un motivo que vuelve repetidamente a lo

largo de toda la novela. Se la puede relacionar con la estrategia literaria de la elipsis, visto que

ambas tienen que ver con esconder y camuflar. En la narrativa, la elipsis disimula las

palabras, lo que se nota en la forma de la novela – se usan menos páginas – mientras que la

estrategia de disimular que adopta la niña como pequeña combatiente influye en el contenido

de la historia.

6.3. Las referencias a la desaparición

La desaparición no se encuentra en el discurso – es una elipsis. No obstante, veremos la

repetición del motivo de la desaparición a lo largo de la novela. La niña se ve repetidamente

confrontada con todo tipo de desapariciones e indicaremos dónde y cómo en la parte

siguiente. Así se señala la imposibilidad de escapar de la desaparición en la literatura – lo que

prueba el fracaso del intento de elipsis - y que sus efectos secundarios dominan el relato por

37

completo. Muestra la imposibilidad de cambiar el pasado, una opción que tampoco cabe en la

ficción dominada por el trauma.

En Pequeños combatientes, Robles inserta ciertos procedimientos de compensación para que

el lector pueda llenar el vacío de la desaparición. En este sentido, referimos a la figura retórica

de la metonimia que según la Rae se define como “un tropo que consiste en designar algo con

el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el

signo por la cosa significada, etcétera.” Existe una relación de proximidad o contexto entre las

dos cosas que se relacionan, y es a partir de este principio de contigüidad que trataremos las

escenas que tienen una relación con el tema de la desaparición.

En primer lugar observaremos que el evento de la desaparición se desplaza a los vecinos en el

capítulo ocho. El ambiente, el modo de actuar por el ejército, todo se describe en esta escena.

De esta manera, Robles no debe tratar directamente la desaparición de los padres y se puede

alejar mediante una proyección en otras personas. En la casa enfrente de los tíos vive una

nena rubia Claudia, con su mamá, papá, su hermano menor y su perro lanudo y blanco. La

niña describe esta familia como una entidad perfecta, quizá pensando que es un reflejo de la

propia familia que tuvo con los padres: “Todos eran perfectos y se veían siempre muy

contentos.” (51) La niña perdió a su propia familia “perfecta” y ahora vive en una familia

traumatizada y dominada por el silencio. Se establece un paralelo entre las dos familias:

Sobre todo porque al lado de ellos nos veíamos como unas sombras. Ellos eran pura luz,

nosotros no. (51)

Observamos la distinción entre la propia familia que se sitúa en la oscuridad, en el silencio, en

sus múltiples crisis y el trauma de la pérdida de queridos que no pueden manejar, todos están

en la fase de “acting out.” La otra familia, al contrario, parece vivir en la luz, un espacio

donde la verdad domina y los familiares son sanos tanto mental como físicamente. Después de

esta descripción y comparación, veremos el desplazamiento de la desaparición de los padres

al capítulo ocho:

Una tarde estábamos en la casa de los tíos tomando la leche y la abuela de la ventana

entró en cocina corriendo, lo más rápido que pudo sosteniéndose de las paredes del

pasillo, y con un grito agudo dijo: “¡Vinieron!” Los tíos se levantaron tan rápido que se

cayeron las sillas. Las persianas del comedor estaban bajas, pero siempre quedaba una

pequeña rendija por donde la abuela miraba hacia afuera. Los tíos se quedaron

petrificados espiando con la luz apagada. Las dos abuelas nos agarraron a mi hermano y

38

a mí tan fuerte que después nos quedaron los hombros todos moretoneados. Ahí me di

cuenta de que de verdad no había armas en la casa, porque si las hubiera habido ese era

el momento ideal para sacarlas: afuera había una fila larga de soldados armados con

fusiles. (52)

Robles describe el sentimiento de su familia antes de que el ejército invada la casa y secuestre

a los familiares. Todos están llenos de miedo pero resulta que no vinieron por ellos:

[…] Veíamos a los soldados que, con una rodilla en tierra, apuntaban a la casa de

Claudia. Enseguida vimos cómo toda la familia salía con los brazos en alto. (52)

Los soldados vinieron seguramente con la intención de secuestrar a supuestos subversivos –

iban con “un auto verde”, (53) los Fords Falcons usados por el ejército para secuestrar.

Controlan los papeles de la familia y parece que se han equivocados: “Así como llegaron, se

subieron a un camión que estaba estacionado en la esquina y se fueron.” (53) En esta escena,

aunque no se secuestra efectivamente a los vecinos, no obstante se describe el ambiente que

impregna tales escenas: el miedo, los gritos de los soldados, los vecinos que tienen que

levantar las manos por orden del ejército, el coche verde, la interrogación, toda la violencia

relacionada con la desaparición son todos elementos que se ponen en palabras esta vez. La

niña sigue comparando la situación personal con la de los vecinos, en especial el hecho de que

ellos no fueron secuestrados y sus padres sí: “No entendía cómo habían hecho para que no se

los llevaran. Si la cosa hubiera sido tan fácil como tener unos papeles mis padres habrían

sabido.” (53) Por esta razón, su relación con los vecinos cambia y lucha con sentimientos

contradictorios: “Ya no me parecían tan perfectos.” (53) Como consecuencia, la niña rompe el

contacto y el motivo de la desaparición aparece de nuevo ya que los vecinos y en especial su

amiga Claudia desaparecen de su vida:

[...], ya no me gusto más ir a esa casa. Mi hermano insistía, él siempre perdonaba todo

más rápido, pero yo no pude. (54)

De esta manera, vemos que el motivo de la desaparición se repite: la niña se despide de

muchas personas hasta el final de la novela. No se trata del mismo tipo de desaparición que el

de los padres, sino de otros modos de desaparecer de su vida. Por ejemplo, en el capítulo

once, la niña entabla amistad con otra nena que también tiene un secreto. Su padre se esconde

porque ha sido acusado de robo y la policía le está buscando. La madre de la nena le visita de

vez en cuando durante las noches y como la nena echaba de menos a su padre, la protagonista

39

le propone seguir a la madre como parte de una “Operación” secreto. La niña está convencida

de que la historia del robo ha sido inventada y que el padre de la nena es en realidad un

compañero al que ella debe ayudar como “pequeña combatiente”: “Entonces le pregunté: ¿Tu

papá es revolucionario? ¿Lo buscan por comunista, por peronista o por guerrillero?” (79) La

nena niega esta suposición – “A mi papa lo busca la policía porque roba.” (79) – y continúa la

persecución de la madre hasta que la nena ve a su padre. Al final, cuando su “Operación” ha

terminado, la protagonista pregunta si a la nena le ha gustado ver a su papá y ésta responde:

“No, creo que es peor haberlo visto, ahora lo extraño más.” (82) Esta reacción de la nena

enfada a la protagonista: “A mí me dieron ganas de pegarla. Ella no entendía de verdad qué

era peor. Nada era peor que Lo Peor.” (82) Lo Peor es el eufemismo mediante el cual la niña

refiere a la desaparición de sus padres. Está enfadada porque la nena ha podido ver a su padre,

todavía vive con su madre y el padre está vivo en otro sitio, suertes todas que le han sido

negadas a la protagonista. Como consecuencia, la niña rompe bruscamente todo contacto con

la nena y de nuevo una persona desaparece de su vida:

No le dije nada. Me quedé callada todo el día. Decidí no ayudarla más. Si prefería no

verlo más, allá ella. En los recreos me fui a jugar con mi hermano y a la salida la saludé

sin mirarla. Después de unos días se me pasó la bronca, pero cuando me hablaba del

padre yo hacía todo lo posible para cambiar el tema. […] Ella se cambió de escuela (se

mudaron) y no nos vimos más. (82)

Esta reacción contribuye a aumentar la soledad en la que la niña vive, hecho que trataremos

más adelante: “Me gustaba no sentirme tan sola en esa escuela donde todos parecían tan

normales, tan diferentes de nosotros.” (83) Trataremos la identidad y la violencia en 6.5.

En el capítulo trece, se nos explica que la niña tiene la intención de aprender inglés. Como

consecuencia, los tíos la ponen en contacto con una profesora de inglés. Era una mujer muy

triste pero los dos establecen un tipo de amistad y entendimiento: la madre de la profesora

murió cuando ésta tenía diez años y por eso conoce el duelo de la pérdida. Un día, la

profesora dice que tienen que romper su contacto y la niña entiende el porqué: “[...] me hizo

entender claramente que era porque yo pertenecía a una familia a la que le había pasado Lo

Peor y su familia era una familia de policías.” (92) De nuevo, la niña pierde una persona: la

profesora de inglés desaparece de su vida y no vuelve a mencionarse en el relato.

En el capítulo quince, cuando la abuela judía rompe de nuevo la cadera, debilidad física que

sufre repetidamente, los tíos deciden mandarla a Tucumán, junto con la niña, el hermanito y la

otra abuela, adonde vive la otra tía, la hermana del papá. La niña expresa su miedo de

40

separarse de la abuela, ya que no quiere sufrir otra pérdida de un ser querido: “Yo también

tuve miedo de que nos separaran. Nunca habíamos vivido sin esa abuela y la idea de vivir sin

ella me hacía doler el pecho como si me clavaran un punzón.” (109) También tiene miedo de

que sus tíos no quieran seguir cuidando de ella y su hermanito, que pierda de nuevo a los

padres “sustitutos”, los tíos en Buenos Aires. Ir a Tucumán, el lugar de nacimiento del papá,

abre de nuevo el duelo de la pérdida: “Me sentí mal por estar yendo sin él, pero después pensé

que siempre podíamos volver juntos, cuando la guerra terminara.” (111) La niña todavía no

acepta que la pérdida de los padres es para siempre. En resumen, en este capítulo se pone de

manifiesto el miedo que domina a la niña: no quiere la “desaparición” de otros familiares en

su vida.

Desgraciadamente, la niña deberá enfrentarse con otra desaparición: la muerte natural de la

abuela de la ventana. En el capítulo diecisiete, leemos que la abuela de la ventana todavía está

en Tucumán y que “escribía cartas muy lindas.” (131) La niña y el hermanito quieren visitarla

cuando están de nuevo en casa de sus tíos en Buenos Aires, pero la tía los sienta en la cama y

les explica que la abuela había muerto. “Los dos lloramos.” (133) El capítulo cierra con una

conversación dolorosa entre la niña y su hermanito, ya que los dos quieren que la desaparición

de queridos se acabe:

[…] Nos miramos y él me preguntó: ¿Por qué nos pasa todo esto? Yo no supe qué

contestarle, pero le prometí que algún día se iba a terminar. No sé si me creyó, aunque

él siempre me creía todo. Tal vez me faltó convicción. (133)

La supuesta militancia de la niña contribuye en gran medida a la “desaparición” de personas

en su vida. También impide la entrada de nuevas personas o la “aparición.” En el capítulo

dieciséis se observa que la niña se enamora de Diego Moyano que no es un compañero. La

niña se siente muy culpable ya que es alguien que no está al corriente de la “Resistencia” y la

“Revolución.” Por esa razón, cree que una relación amorosa es imposible y que es mejor que

Diego desaparezca de su vida. Puede ser que Diego sea un enemigo y la niña no puede tomar

este riesgo. Pide consejo tanto a la abuela judía como a la tía, pero sus respuestas son

parecidas: no se puede hacer nada contra el enamoramiento. Como seguramente no es un

compañero, parece mejor que desaparezca: “[…] de todos modos nunca me iba a casar con él:

sólo me miraba para reírse de mí.” (129) Como tantos otros compañeros de clase y en la

escuela en general, Diego se burla de la niña, hecho que veremos en 6.5.

41

En el capítulo dieciocho la despedida vuelve a cobrar un papel central en la vida de la niña,

pero en este caso se trata del perrito Mario. Con los tíos y el hermanito, la niña pasa el final

del verano en Quequén. Cuando están en la playa, la niña y el hermanito encuentran un perrito

al que llaman Mario. Pasan las vacaciones jugando con el perrito, hasta cuando tienen que

regresar a Buenos Aires: “Cuando terminaron las vacaciones lloramos por tener que dejarlo,

pero entendimos que Buenos Aires no era para él.” (143-144) La niña describe los

sentimientos que la despedida del perrito despierta en ella, y son aplicables a la desaparición

de seres queridos en general:

El corazón nos quedó más lleno y más vacío después de Mario. Como siempre que se

encuentra a alguien y después hay que dejarlo: un dolor de perderlo y una alegría por

haberlo conocido. (144)

Por último, cabe referir al último capítulo, el capítulo veintidós. La novela abre con la elipsis

de la desaparición y el primer capítulo que hace referencia a este conocimiento y es llamativo

que el último capítulo también contenga referencias a este hecho:

En la tele el Enemigo publicó una lista con los “subversivos” muertos en combate. Mis

padres no estaban en esta lista. (151)

El hermanito estaba loco de contento ya que “si no estaban entre los muertos, estaban vivos.”

(151) Con esta frase, Robles hace una referencia directa al estado paradójico en el que se

sitúan los desaparecidos. Observamos que la niña entiende la situación de la desaparición y

es consciente de que les pasó “Lo Peor”, eufemismo usado constantemente por la niña para

referir a la desaparición de sus padres. La novela termina con la “aceptación” de la

desaparición que permite a la niña continuar con la vida o entrar en la fase de la perlaboración

(“working through”):

Yo le dije (al tío) que seguramente habían vivido cosas horribles, pero que ahora

estaban – y entonces la palabra fantasma fue dicha – muertos. (151)

La novela cierra con una alusión a Robles y a su militancia en H.I.J.O.S. La niña dice al

hermanito que la única cosa que pueden hacer es hacer la Revolución, es decir continuar con

la militancia. Eso es exactamente lo que la autora hace como miembro fundador de H.I.J.O.S:

quiere luchar contra la impunidad y hacer que los padres desaparecidos vuelvan a

incorporarse al escenario público como guerrilleros en vez de como víctimas.

42

6.4. La vida cotidiana después de la desaparición: el trauma reprimido

“Podíamos parecer niños cualquiera, o incluso niños perturbados,

pero nosotros éramos pequeños combatientes.” (16)

Con la desaparición de los padres, el trauma se instala tanto en la niña protagonista como en

sus familiares: el hermanito, los tíos y las abuelas. Como ya hemos expuesto en el capítulo

sobre el trauma, una experiencia traumática no se asimila ni se capta en el momento en que

ocurre por el sobrepaso de la normalidad que la imaginación humana no puede manejar. Entre

tanto, la traumatizada que es en nuestro caso la niña protagonista, se sitúa en un período de

latencia inherente (“inherent latency”) y repetición compulsiva (“acting out”) en el que no

reconoce el dolor y como consecuencia no lo puede procesar. Durante esta fase temporal, que

se inicia con el comienzo de la novela hasta su final cuando acepta la situación – la fase de la

perlaboración (“working through”) - la niña está perseguida por su memoria traumática. En

este sentido, referiremos de nuevo a la distinción entre la memoria traumática frente a la

memoria narrativa9 cuya operatividad mostraremos a través del capítulo diez en la novela.

“Una vez estábamos en el cumpleaños de un vecinito, […]” (70) cuenta la niña el día cuando

el trauma de la pérdida de los padres se hace visible en comportamiento. En este caso se trata

claramente de una memoria traumática, ya que aparece de repente sin intención,

desencadenada por el “trigger” que es un objeto que lleva la niña al pasado, un globo violeta:

[...] De repente frente a mí apareció una nena que sostenía un globo violeta, pero no era

un globo común de cumpleaños, era un globo de esos que se van hacia arriba. Fue como

si me hubieran tirado de un empujón hacia el centro de mi recuerdo y de pronto me

encontré en el cuarto de mi mamá y mi papá, viendo cómo se pegaba al techo un globo

violeta. (70)

Al mismo tiempo, aparece un payaso en la fiesta y de nuevo la niña es catapultada al pasado:

Entonces escuché claramente la voz de mi papá que me explicaba que los payasos, los

zancos y los malabaristas estaban mal porque ese día en la Plaza de Mayo había que

celebrar a los Trabajadores porque era el Primero de Mayo. (70-71)

9 Pierre Janet

43

En los dos fragmentos vemos que la niña recuerda involuntariamente a los padres y sus

consejos, que forman parte de la memoria traumática porque son inaccesibles

conscientemente y quedan bloqueados. El trauma es una herida mental10 que afecta al

traumatizado y, por extensión, la niña también sufre de un dolor físico. A lo largo de toda la

novela, podemos observar que la niña sufre de un dolor físico en las piernas, probablemente

como un efecto secundario del trauma, y en este apartado empieza a llorar sin parar ya que la

impresión espontánea de los padres es insoportable:

El corazón me empezó a latir de una manera muy rara y me puse a llorar de una manera

tan inesperada para mí que me caí al suelo. (71)

La niña se niega a admitir la verdadera razón y proclama que es un dolor en la panza y con los

tíos y el hermanito se corre al hospital. La niña siente vergüenza por mentir y aún más por

haber dejado el camuflaje como parte de su “militancia”: “‘Ya me pasó’, pero en ningún

momento me dejaron de salir lágrimas de los ojos. Todas las prácticas para controlar mis

sentimientos, todo el entrenamiento frente al espejo, todo eso había quedado desbaratado por

un globo violeta.” (71) La niña se siente culpable porque como “pequeña combatiente” no le

permite a sí misma actuar así y también porque hace triste al hermanito. La niña reflexiona

después sobre su recuerdo que sabemos ha sido traumático:

Cuándo querés acordarte de algo, por más que intentes toda la noche no pasa nada, y

cuando estás en cualquier otra cosa, ¡zas!, aparece uno y es como si un desconocido te

pegara un cachetazo en plena calle sin ningún motivo. (72)

En este sentido, los recuerdos de la niña, que es tanto la protagonista como la narradora, se

distinguen de la memoria de la autora de la novela que comparte características con las

primeras dos. La memoria de Robles es una memoria narrativa: es una autora adulta que

reconstruye su propia memoria traumática de la desaparición. Con la ayuda de la escritura,

Robles ha llegado a una fase de “working through” y puede reconstruir en retro perspectiva

sus recuerdos de una infancia en dictadura marcada por la desaparición. Al escribir esta

novela, Robles tenía acceso a sus recuerdos traumáticos voluntariamente: los puede ordenar y

transformar en un relato, son convertidos en recuerdos narrativos. Pero ya que es imposible

tener toda la información a su disposición, Robles emplea el método de la ficción para llenar

los huecos en su memoria.

10 Freud

44

Como es tan característico de la identidad colectiva de los hijos de desaparecidos en general,

según hemos visto en la sección 4.2., la niña protagonista sufre también su propia crisis de

identidad. La niña sufre de “dissociative identity disorder,” pensando que como pequeña

combatiente forma parte de la identidad colectiva de los guerrilleros de la izquierda al que

pertenecían los padres. Parece casi adoctrinada por el discurso político de sus padres durante

su breve vida y de este modo la niña cae en lo que La Capra ha llamado “empathic

unsettlement”, una identificación vicaria con la experiencia de los padres. La niña se atribuye

rasgos a sí misma que no le corresponden: la militancia de la izquierda era un compromiso

político de los padres pero ella imita a los padres para recordar y honrarlos.

Durante todo el relato, la niña adopta una actitud de “acting out”: para evadir el horror de la

pérdida de los padres quiere salvarlos adoptando su identidad. Al inicio de la novela; todavía

cree que sus padres regresarán y que por eso les toca continuar la militancia hasta su vuelta:

Los orfanatos son para los huérfanos, para los niños que eran abandonados por sus

padres o que tenían a sus padres muertos, y que a nosotros no nos había pasado ni una

cosa ni la otra. (60)

Es claro que no vive su infancia como una niña normal, algo imposible con su infancia en

dictadura marcada por la desaparición. Ha perdido una parte de sí misma con la pérdida de los

padres y se niega a reconocerlo: rechaza crear una identidad original, una identidad propia,

incorpora la identidad de una combatiente de la izquierda, dulcemente llamada una “pequeña”

combatiente por causa de su joven edad. Prefiere pensar que otros militantes van a contactarla

y que debe contribuir a la lucha revolucionaria hasta que los padres vuelven. No obstante, no

es su deber, no es su tarea de ser una combatiente de la izquierda, es sólo una niña que no

entiende el horror de la realidad hasta el final de la novela.

Otro factor que influye en su identidad es la soledad, hecho que vuelve también en Una

muchacha muy bella. La niña y su hermanito están solos, no tienen muchos amigos por su

“secreto” - la militancia. Puesto que en realidad no son combatientes de la izquierda, no es

necesario distanciarles de los otros niños en la escuela, no obstante “Cada recreo mi hermano

y yo, que nos extrañábamos horriblemente, nos dábamos cita.” (15) La soledad de la supuesta

militancia excluye aún más a la niña y su hermanito de la sociedad, al lado de la identidad ya

‘marginal’ de la familia a la que pertenecen, como veremos en el apartado 6.5.

45

Acabamos de decir que el trauma reprimido de la niña se ve reforzado por el ambiente de

silencio que domina en la casa de los tíos con las abuelas. La niña vive en una familia

disfuncional y todos contribuyen recíprocamente a la permanencia del trauma. Los tíos están

traumatizados por la pérdida de sus familiares y no acostumbrados a cuidar niños pequeños

porque sus hijos ya son adultos. Por lo tanto, no cumplen muy bien con el papel de ser padres.

Al mismo tiempo, deben cuidar a dos abuelas también traumatizadas: la abuela de la ventana

es único testigo de la desaparición, un trauma directo que provoca que no pueda parar de

llorar y que viva en una angustia constante, y que la única solución es huir en su fantasía para

escapar al dolor de la pérdida. La otra abuela, la abuela judía, también sufre del trauma de la

pérdida de su hijo porque se ha vuelto loca. En resumen, veremos que todos los personajes

reaccionan al trauma de la pérdida de los seres queridos de una manera distinta. Un factor que

realmente agrava el trauma y lo hace omnipresente es su represión y el silencio que le rodea.

Como hemos visto en la parte del trauma, “the talking cure” (Freud) es el método más

efectivo para tratar un dolor mental. Si el trauma sigue siendo reprimido y el traumatizado no

reconoce su existencia, es imposible tratarlo y aceptarlo – llegar a la etapa de “working

through”- que Robles alcanza con esta novela.

6.5. La identidad y la violencia

En este apartado, vamos a detenernos en un factor recurrente, independientemente del tiempo

y del espacio, dentro de sociedades bajo el poder de un régimen totalitario: la conversión por

el Estado de grupos específicos, o un grupo particular, en ser(es) marginal(es), excluidos de la

sociedad. El Estado atribuye con el método de la propaganda características negativas a estos

grupos, adoctrina a la sociedad en una operación que hace que ciertos grupos sean vulnerables

ante la violencia. El régimen totalitario determina la percepción de estos grupos “marginales”:

los presenta como cosa sucia, una enfermedad, animales o insectos que deben ser destruidos

para “salvar” a la sociedad. El Estado tuerce la lengua con el objetivo de influenciar a la

sociedad y deshumanizar al enemigo, o sea, este grupo marginal, hasta que su persecución

parezca inevitable. Es una estrategia que observamos durante tanto el Holocausto como la

Guerra Sucia: la propaganda de Goebbels frente a los judíos influyó en la sociedad alemana

hasta el punto que se empezó a creer en su maldad y a apoyar su eliminación. En el caso de la

Guerra Sucia observamos la recurrencia de este método de torcer la lengua para lograr los

propios objetivos: a la izquierda se la llama “los subversivos” de los que el Estado se debe

46

“limpiar” para “ganar la guerra contra el peligro del Estado.” Tanto como a los judíos, el

régimen totalitario en Argentina representó a los guerrilleros de la izquierda como una

enfermedad sucia que degenera a la sociedad y debe ser combatida inmediatamente con

métodos duros.

En Pequeños combatientes, a los padres de la niña protagonista se les inflige la desaparición

como método de represión del régimen autoritario. Pero observamos como circunstancia

agravante, que al lado de su inserción en el grupo de la izquierda que combatió el régimen de

orientación ultraderechista, toda la familia de la niña pertenece a grupos marginales dentro de

la sociedad: en resumen, los padres son peronistas, los tíos comunistas y la abuela judía, todos

grupos expuestos a la violencia en este período, hecho que discutiremos con más profundidad

en la parte próxima. Formaban parte de Montoneros, un grupo guerrillero que combatió al

Estado derechista para defender sus ideales políticos. Es esta la identidad colectiva que la niña

adopta como “pequeña combatiente11.” Después de la desaparición de los padres, la niña y su

hermanito deben mudarse a la casa de los tíos que no son peronistas, pero que no obstante

también se identifican con una ideología perseguida: el comunismo. Desde la perspectiva de

la niña, Robles nos ofrece una descripción del comunismo y lo compara con el peronismo de

los padres:

Los tíos nunca nombraban a Perón por la sencilla razón que no eran peronistas. Era

como con la religión, no parecían están en contra de Perón, simplemente no existía. En

la casa de los tíos no existían ni dios ni Perón. Los tíos eran comunistas. (47)

Ser comunista era parecido en algunas cosas a ser peronista, aunque un poco más serio,

más ordenado. Ser peronista era más desesperado, en cambio los comunistas parecían

tener más tiempo y más paciencia. (47)

Si tenemos en cuenta la situación contextual de la Guerra Sucia12, sabemos que la derecha es

anticomunista y cristiana, ambas convicciones rechazadas por los tíos. Hay que situar esta

constelación dentro del marco de la Guerra Fría (1945-1989) en la cual los EEUU con su

sistema capitalista se opusieron sistemáticamente a la Unión Soviética. Los EEUU apoyaron

al régimen totalitario en Argentina por miedo de que el comunismo se extendiera por

Hispanoamérica y también para defender sus intereses económicos. Una consecuencia lógica

es que el régimen totalitario argentino se identifica con el comportamiento de su aliado, o sea

11 un hecho que hemos discutido en la parte sobre trauma 12 Véase 2.1.

47

en contra del comunismo. El segundo aliado que apoyó al régimen totalitario era la iglesia

católica, hecho que también explica por qué los tíos no creen en dios, como se ha mencionado

en la cita más arriba. El no tener una religión es un rasgo que comparten con el peronismo:

Los tíos, si bien no parecían tener idea de quién era Perón y sus métodos de lucha eran

muy poco audaces, estaban tan en contra de la religión como mis padres. (29)

Como consecuencia lógica, la niña protagonista y su hermanito tampoco tienen religión, un

aspecto que refuerza su exclusión de la sociedad. Podemos observar el aspecto del “otro” que

tienen en la escena en el capítulo tres:

En la escuela, a pesar de que íbamos con guardapolvo blanco y se suponía que la

educación – como nos recordaba periódicamente la tía – era obligatoria, laica y gratuita,

todas las mañanas había que rezar. Una vez por semana, además, había clases de

catecismo. Los únicos niños que teníamos derecho a perdernos esa clase éramos mi

hermano y yo y otros dos que eran Testigos de Jehová. (30)

Los testigos de Jehová “eran respetados porque eran de otra religión” (30), pero la niña y su

hermanito sufren la exclusión en la escuela ya que no tienen religión propia. Indica de nuevo

que la violencia se dirige contra los “otros”: los niños en las escuelas imitan la conducta de

sus padres en la sociedad. En primera instancia, para enfrentar las preguntas incómodas de los

otros niños, la niña piensa en decir que es judía, como la abuela, pero razona que sería mala

idea por su asociación con los rebeldes del gueto de Varsovia o la rebeldía en general. La niña

entiende la connotación negativa de la palabra “rebelde” y no quiere agravar su situación pero

debe encontrar otra solución. Uno de sus múltiples métodos de camuflaje, para disimular, y

también para evadir la exclusión por sus compañeros de clase, consiste en que la niña inventa

su propia religión, “la religión de la Naturaleza”, ya que no tener religión se considera extraño

y quizá también porque en general ofrece consolación en tiempos difíciles, situación en la que

la niña se sitúa claramente. Es una religión falsa e inventada pero dentro de su religión

“éramos sacerdotes, místicos, traductores de la voluntad de la Diosa Naturaleza” (32), ofrece

a la niña y su hermanito un sentimiento de pertenencia que anhelan pero que se los anula por

el secreto de su supuesta militancia que los llevan a la soledad.

Mencionamos también que una de las dos abuelas con las que vive la niña es judía –“[...] Mi

abuela hablaba ídish y era judía [...].” (21) De este modo, la podemos relacionar directamente

con la persecución de los judíos durante la segunda guerra mundial. No sería imposible,

48

sabiendo que se trata de una abuela y por eso es de una edad ya avanzada, que huyó de

Europa a Argentina para escapar del horror del nazismo. De esta manera, la abuela ya sufre de

un trauma antes del trauma de la desaparición de sus familiares. Es posible que su cerebro ya

no soporte más dolor y que se vuelva loca por eso: “Todos decían que mi abuela estaba

loca.”(21) No obstante, a pesar de su estado mental, la niña cree que la abuela es la única

persona que realmente entiende la profundidad de la violencia que se ha instalado en la

sociedad argentina, puesto que ya se vio confrontada con una situación similar en el pasado:

“Incluso con sus lagunas mentales era la única que entendía de verdad lo que estaba pasando.”

(21) Pequeños combatientes está lleno de referencias a la segunda Guerra mundial, lo que

lleva a una superposición de violencias históricas dentro del libro.

La violencia que tiene lugar en la vida pública de la sociedad se refleja también en las

relaciones de poder entre los niños dentro de escuelas. La niña, contrariamente a muchos de

sus compañeros de clase, está en contra del consumismo y del materialismo, aspectos del

capitalismo del aliado norteamericano a la Junta Militar:

Yo quería ser fuerte y no interesarme por la moda o por otras cosas superficiales

impuestas por el mundo capitalista para convertirnos en consumidores, [...] (89)

Su convicción se ve reflejada en su manera de vestir, lleva ropa creada por la abuela, de nuevo

subrayando así que es “otra” - “Todos tenían equipos azul marino, y algunos portaban las

preciadas tres rayas blancas. Pero yo tenía un equipo naranja estridente con vivos negros.”

(90) – De nuevo, la niña se ve excluida de la clase, tanto como sus padres fueron excluidos de

la sociedad. Observamos que sus compañeros de clase la molestan, que utilizan la violencia

del mismo modo en que el régimen totalitario con sus métodos represivos:

Cuando jugábamos al Quemado el objetivo parecía consistir en pegarme a mí, no solo

para dejarme afuera del juego, sino pegarme para bajarme, como si estuviéramos en una

kermes y yo fuera el patito al que hay que tirar para ganarse el muñeco de peluche. Mi

conjunto naranja terminaba siempre adornado por redondeles empolvados donde la

pelota había dado en blanco. (90)

De este modo, Robles muestra la inevitabilidad de la penetración de la violencia en las

siguientes generaciones que imitan a sus precursores y el hecho que la violencia es

omnipresente en todas partes. La violencia no solamente es un tema del pasado sino también

del presente y por eso es necesario recordarlo para evitar su reaparición en el futuro.

49

Como último punto del apartado sobre la relación entre la identidad y la violencia, referiremos

brevemente a un aspecto que la protagonista comparte con el niño en Una muchacha muy

bella. Como el protagonista de López, la niña menciona su pelo pelirrojo cuando se compara

con una figura ficcional de un libro:

Verónica tenía el pelo rojo [...], siempre les estaban diciendo que los pelirrojos eran

poco confiables, que eran seres del demonio. Eso me hacía sentir mucha solidaridad con

ella. Mi pelo no era exactamente rojo, pero siempre llamaba mucho la atención. (58-59)

En general, por ser tan pocos dentro de la especie humana, los pelirrojos reciben la

connotación de ser “diferente” y de nuevo la niña se distingue en su aspecto, al lado de la ropa

y la idea de ser una pequeña combatiente. La cita subraya la negatividad de pertenecer al

grupo de los pelirrojos, un prejuicio universal, y de nuevo la niña forma parte de la categoría

estigmatizada de los “otros.” La suma de todos estos elementos físicos subraya la pertenencia

de la niña a un grupo excluido de la sociedad, a lo que se añade su supuesto peronismo, todo

lo cual la conduce a la soledad.

6.6. La problemática de la memoria

“Mi voluntad erró su blanco y olvidé lo uno en contra de mi voluntad,

mientras quería olvidar lo otro.”

Sigmund Freud

Esta cita previa se reproduce en la introducción de Pequeños combatientes. A través de las

palabras de Freud, Robles muestra la dificultad de tratar la propia memoria en su tentativa de

convertir los recuerdos de una infancia en dictadura - en la cual perdió a sus padres por causa

de la desaparición -en una obra estética. Pequeños combatientes de Robles es un trabajo de

conmemoración, dedicado a la memoria de sus padres y sus tíos, a su marido Juan y a

Mariano, “el único compañero en la Guerra popular prolongada de mi infancia.”

Dentro de la novela, la niña protagonista confronta de misma manera la problemática de la

memoria, hecho explícitamente citado en la página setenta del capítulo diez:

50

A mí me gustaba acordarme de mi mamá y mi papá. Me gustaba sentarme en la cama

antes de dormir, con la espalda apoyada en la pared, cerrar los ojos y recordar algunos

momentos. Los pasaba como si estuviera mirando un álbum de fotos, y cuando me

parecía que ya tenía bastante, abría los ojos y pensaba en otra cosa. A veces me

desesperaba darme cuenta de que las caras se me iban borroneando y las voces se me

confundían en la memoria. Por eso trataba de no pasar más de un día sin repasar mis

recuerdos, para no olvidarme de ellos. (70)

En un momento determinado, la niña incluso proclama que “los recuerdos son jodidos, hacen

lo que quieren.” (72) En el capítulo sobre los hijos de desaparecidos, hemos evocado los

distintos métodos que aplican estos hijos para intentar llenar los huecos de la memoria.13 Para

la niña, la memoria se comporta como una serie de fotos que se reproduce internamente. La

foto toma gran importancia con respecto a los objetos mediadores para recordar el pasado y

será mostrada en Una muchacha muy bella.

En Pequeños combatientes, se encuentra un personaje crucial en quien la niña puede apoyarse

para conseguir información sobre su pasado y, más en particular, sobre sus padres. Se trata de

una amiga de los padres, una militante también, que pasa sus fines de semanas con la niña y

su hermanito. Dentro de la colectividad militante de la izquierda había una afinidad intensa

por los ideales políticos y el enemigo compartido, y quizá por eso, para mostrar gratitud y

respeto a sus amigos desaparecidos, la amiga es tan honesta frente a los dos niños. Vamos a

detenernos en el capítulo catorce que empieza con: “La amiga de mi papá y mi mama volvió

un viernes.” (95)

Con respecto al carácter de la amiga, la niña nos revela que “[...] para ella la verdad era muy

importante.”(96) Es casi el único personaje dentro de la novela que no es dominado por el

secreto y la mentira, consecuencias del miedo impuesto a la sociedad por la represión

dictatorial. En ese sentido, es importante referir a la distinción entre la luz y la oscuridad, una

oposición que aparece por ejemplo en la presencia de las persianas (bajadas o subidas) que

podían ser usadas como método de comunicación entre los militantes. La vida en la

clandestinidad implicaba una vida en la oscuridad, con las persianas cerradas, hecho al que

volveremos en Una muchacha muy bella. La oscuridad puede equipararse con el mal de la

dictadura cuyas mentiras dominaron la vida pública mientras que la luz se puede ver como

una metáfora del bien y de la verdad. Romper el silencio significa abandonar la oscuridad y

13 Véase 4.3. La crisis de memoria

51

admitir la verdad de la realidad, que consiste desgraciadamente en el uso de la violencia

contra miles de personas, pero al mismo tiempo posibilita, frente a la noción de trauma, la

fase del “working through:” aceptar la pérdida, asumirla y abrir un camino nuevo hacia el

futuro. De este modo, por duro que sea, la verdad es necesaria para los hijos, la niña y su

hermanito, ya que todavía se encuentran en la etapa de la denegación: “[...] – y que no

teníamos miedo porque sabíamos que nuestros padres vendrían de un momento a otro.” (19)

Es sólo a partir del final de la novela cuando la niña puede dejar la oscuridad de la negación o

del “acting out” para llegar a la luz de la aceptación o al “working through”: “Y pensé por

primera vez que tal vez esa vida que estábamos viviendo no fuera un mientras tanto sino un

para siempre.” (146) Al lado de revelar la verdad a la niña, hecho tanto doloroso como

liberador – “Era como la verdad de la que siempre me hablaba la amiga de mi papá y mi

mamá. Siempre sus verdades eran terribles, pero después del frío paralítico que sentía cuando

las escuchaba, me sentía mejor.” (146) - la amiga también se comporta como un verdadero

pariente: cocinan y juegan juntos, van al parque y ayuda en los deberes, realmente siente un

amor intenso por estos niños. También es casi la única persona que menciona directamente a

los padres, no ignora con silencio su ausencia sino que los hace recordar: “Si mama y papa

pudieran ver los cuadernos estarían muy orgullosos, estarían locos de contentos con ustedes

dos.” (96)

La amiga de los padres, al lado de ser un pariente sustituto que revela la verdad, también

devuelve un objeto del pasado al presente: “Cuentos para soñar,” un libro de cuentos que

contaba la madre a la niña y su hermanito antes de ir a dormir. Es un objeto mediador para

volver al pasado y que, por la desaparición inesperada de los padres, la niña no pudo llevar

consigo cuando bruscamente tuvieron que abandonar la casa natal. Aparte de los padres

mismos, perdió también la casa natal que se vincula con un sentimiento de seguridad y

pertenencia, bruscamente destruido por el régimen totalitario. El libro de cuentos se asocia de

este modo con la casa natal y la madre en una época de felicidad. Por eso, es un objeto de un

valor incomparable cuya pérdida duele a la niña. La amiga de los padres entiende este duelo y

para consolar a la chica recoge el libro de cuentos de la casa natal, misión peligrosa para una

“subversiva”. La niña se siente tan feliz que no puede parar de llorar, una escena que

realmente conmueve al lector. A través del discurso de la amiga, descubriremos también los

efectos secundarios de la violencia de la desaparición:

La casa está bien, aunque un poco desordenada, no fue fácil encontrar este libro porque

todos los libros estaban tirados. Los animales no estaban, así que supongo que se los

52

llevó algún vecino. La ropa, los papeles, todo estaba revuelto; pero revolvieron por

revolver, porque en el ropero encontré el arma del papá de ustedes, y ellos ni siquiera la

vieron. Pero bueno, al final, cuando creí que no iba a aparecer, debajo de la cama estaba

el libro. Acá está. [..] Yo sé que nunca les voy a contar estos cuentos como la mamá de

ustedes, pero lo puedo leer tantas veces como ustedes quieran. (106)

En resumen, podemos decir que la amiga de los padres es realmente la persona que le hace

falta a la niña para procesar su trauma, y para vencer su crisis de identidad y memoria, ya que

la luz de su verdad la salva. Del mismo modo en que la niña se nutre de relatos de la amiga de

los padres para realizar su “working through”, Robles se basa en relatos de terceros para

construir este libro que viene a ser su tarea pendiente de “working through.”

En el capítulo veintiuno Robles nos ofrece una escena nostálgica en la que la niña describe la

casa familiar en la que vivía con los padres y su hermanito antes de la desaparición. En este

episodio, la niña recuerda la casa natal y su ubicación – “La calle de mi casa era de tierra. De

tierra dura, llena de imperfecciones.” (149) Recuerda cómo la madre cuidaba a sus hijos

cuando cayeron con sus triciclos, lavándoles las piernas y diciendo palabras de consuelo –

“Sana, sana, colita de rana / si no sana hoy, sanará mañana.” (149) Después, comieron con el

papá, la mamá, todos en la cama donde los niños se instalaron después de sus juegos: “Esa

noche dormimos todos juntos, apretados, incómodos, pero contentos.” (150) Es el recuerdo

del último momento de intimidad entre los hijos y los padres antes de que Lo Peor –

eufemismo que emplea la niña para hablar de la desaparición -sucediera. Es realmente una

escena muy dulce que muestra que la infancia en dictadura también puede tener sus

momentos bellos y no sólo es un combate. No obstante, la frase que termina este capítulo

muestra de nuevo que el dolor de la ausencia de hijos de desaparecidos es omnipresente y

permanecerá para siempre:

El tiempo pasaba y nosotros crecíamos. Y ella no estaba. (150)

Por último, queremos establecer un paralelo entre el tratamiento de la memoria por parte de la

autora frente a dos personajes en la novela, es decir la niña y su abuela de la ventana. En el

capítulo nueve, la niña dice que “La abuela de la ventana era una genia tejedora” (61) y al

aprender, “Nada lograba tranquilizarme tanto como tejer.” (61) Es particularmente

significativa la frase que cierra este párrafo: “[…] en esos días extrañaba mucho sentarme en

silencio con la abuela a mirar por la ventana mientras tejíamos de memoria.” (62) Tejer es

tanto para la niña como para la abuela de la ventana una forma de manejar el trauma de la

53

desaparición de la generación intermedia. Para Robles, escribir esta novela es una forma de

manejar el trauma de la pérdida de sus padres en su infancia. Tal como la niña y la abuela de

la ventana tejen de memoria para dejar atrás sus recuerdos traumáticos y el duelo en general,

la autora Robles “teje” simbólicamente su memoria en esta novela para quitarse de encima

estas mismas problemáticas. Además, es posible hacer una analogía con un episodio de la

mitología griega, es decir con la historia de Penélope y Ulises. En este mito, Penélope teje un

sudario para Ulises que desaparece durante su vuelta de la Guerra de Troya.14 Con esta

novela, Robles también hace un sudario para los padres en su caso personal y para los

desaparecidos en Argentina en general. De la misma manera que Penélope espera con lealtad

el regreso de Ulises, es fiel en el matrimonio que la lleva a la soledad, la niña espera leal el

regreso de sus padres, pero fiel a la militancia que también conduce a la soledad. En resumen,

a través de la imagen de la afición al tejer de la niña y la abuela de la ventana, de Penélope en

el mito y de la escritura de esta novela por Robles, todos intentan procesar el duelo de la

desaparición de (un) querido(s).

14 Ulises vuelve después de veinte años, contrariamente a los desaparecidos de la dictadura

que no volverán

54

7. Una muchacha muy bella – Julián López

7.1. Introducción

Julián López es un escritor, actor y periodista argentino que nació en Buenos Aires en 1965.

Su primera novela se titula Una muchacha muy bella, editada por Eterna Cadencia y se

publicó en 2013. Al contrario de Robles, López no milita en H.I.J.O.S y, lo que es más,

rechaza su visión. En realidad, López no es hijo de padres desaparecidos, contrariamente al

niño - y el adulto más tarde – que encarna tanto al personaje principal como al narrador en la

ficción. No obstante, como ya hemos señalado anteriormente, López perdió a su madre quien

murió de muerte civil cuando era niño y por lo tanto conoce el dolor de la pérdida de un

pariente.

La novela presentada aquí exige otro “pacto de lectura” entre el autor y el lector: el nivel de

imaginación es mayor que en Pequeños combatientes, aunque trabaje también con elementos

personales. Una muchacha muy bella representa una entrada en la vida de un hijo de

desaparecidos, tratando así el dolor de la pérdida de los padres que todos los hijos de

desaparecidos comparten y los une en una colectividad. Transforma el trauma colectivo de la

desaparición en Argentina en una obra estética que repiensa poéticamente los años setenta a

partir de una visión doméstica.

En resumen, es posible dividir la novela en dos partes: la historia de la vida cotidiana que

comparten un niño y su madre, una militante que desapareció durante la dictadura militar

argentina en los años setenta, focalizada por el niño narrador como protagonista; seguido por

una segunda parte en la que se adopta la perspectiva de este mismo niño ya adulto, quien

cuenta sobre la propia vida cotidiana después de la desaparición de la madre. El autor emplea

en la primera parte la construcción del narrador niño que cuenta sobre los momentos íntimos

compartidos entre madre e hijo. Repetitivamente, el autor empieza sus frases con el verbo

“recordar”, señalando así que todo el relato se basa en la memoria del personaje adulto de la

segunda parte quien reflexiona nostálgicamente sobre la infancia con la madre amada. A

partir de la segunda parte el adulto habla desde la perspectiva del presente y se enfoca en la

cotidianidad de la propia vida. Observaremos que los recuerdos de la infancia y sobre todo los

de la madre influencian en gran medida las acciones del adulto.

55

Entre las dos partes, el lector encuentra un vacío de unos dieciocho años: el niño de unos siete

años se convierte en un adulto que ya tiene veinticinco años. Es una gran elipsis que salta los

años en los cuales el niño se convierte en un adolescente durante la ausencia omnipresente de

la madre desaparecida. No obstante, el vacío fundamental – la elipsis de la desaparición –

cuyos efectos traumáticos dominan tanto la forma como el contenido de la novela se

encuentra en el último capítulo que cierra la primera parte. Analizaremos esta escena en la

parte siguiente.

7.2. La elipsis de la desaparición

A lo largo de nuestra lectura de la novela, observaremos que es una historia de “puertas

adentro:” imagina la vida militante de la madre y su hijo de manera personal e íntima. Ni la

violencia del Ejército ni la de los militantes desempeña un papel principal ya que los

momentos afectivos entre la madre y su hijo toman el protagonismo. Por lo tanto, la violencia

de la desaparición no se cuenta y se encuentra una elipsis en el último capítulo de la primera

parte donde se representan los efectos posteriores del secuestro. Analizaremos este capítulo a

partir de la escena en Elvira, la vecina de la madre y del niño que va a buscar al niño a la

escuela, un cambio que “No era para nada habitual […]” (127) Elvira tiene una apariencia

triste y los dos caminan en silencio hacia casa:

Cuando estábamos alcanzando la esquina vi a un policía parado en la vereda y no sé por

qué las piernas se me dispararon. (127)

El niño entiende que algo terrible sucedió y sufre los efectos físicos de este conocimiento:

“Yo sabía algo. Sabía. Corrí desaforado, apretando fuerte la valija con mis cuadernos de la

escuela, para no perderla, y sabía algo. Yo sabía.” (128) Aunque se trata de un niño de solo

siete años, siente instintivamente que algo pasó con la madre. El niño observó a lo largo de la

historia la actitud extraña de la madre aunque nunca supiera la razón – el hecho que era

militante – no obstante sabía siempre que un día algo terrible sucedería.

Cuando llegué al umbral de nuestra casa, […] vi que la puerta de abajo estaba abierta.

[..] En el palier me enfrenté a la escalera y empecé a subir. La puerta de nuestro

departamento también estaba abierta y de ahí salía una luz blanca, brillante y nubosa.

Una luz que no creo haber visto. [..] Llegué al rellano de esa luz demasiado brillante y

56

me enfrenté al hueco de la puerta abierta. Los ojos me dolieron de tanto resplandor que

entraba por la persiana levantada hasta el cielo, como jamás la levantábamos, como si

ya no hubiese persiana, como si ahora fuese nada más que un agujero. (128)

De la cita previa se deduce que, debido a la militancia de la madre y como consecuencia de

una vida en clandestinidad, el niño y su madre casi siempre vivían en la oscuridad con las

persianas cerradas. Como ya hemos visto en Pequeños combatientes, la separación entre la luz

y la oscuridad –por el uso de las persianas – tiene un significado simbólico. Literalmente se

usan las persianas para que el Ejército no pudiera ver lo que pasaba dentro de la casa y para

mantener el secreto que la madre era una militante. Al mismo tiempo, es un modo de

comunicación entre los militantes. En su significado metafórico, la oposición entre la luz y la

oscuridad se puede relacionar a la oposición entre la izquierda y el régimen derechista, o

víctima y victimario: tradicionalmente, se relaciona “el bien” con la luz y “el mal” con la

oscuridad. De este modo, se liga el régimen totalitario con el mal que se instaló y que

alimentó la violencia en la sociedad.

Ya habíamos encontrado una referencia a la oposición entre la luz y la oscuridad en un

capítulo anterior15, que se relaciona intensamente con la desaparición. En este capítulo se hace

una referencia previa a la desaparición – y su elipsis - que llegará más tarde. López describe

todas las circunstancias silenciadas con respecto a la desaparición en este capítulo, lo que no

se hace en el último capítulo de la primera parte donde se sitúa la elipsis. Aquí, la madre tuvo

la suerte de no ser secuestrada – la primera vez escapó. Por lo tanto, si queremos comentar la

elipsis de la desaparición, podemos referir a este capítulo previo para saber cómo fue el

ambiente. Leemos que Elvira y el niño salen de la lucha de los Titanes y al volver a casa,

“Había algo raro cuando salimos en la calle.” (103) Toda la avenida parece estar en el

silencio. A continuación, López describe la presencia del Ejército. Desplaza las circunstancias

violentas de la desaparición a un capítulo anterior al capítulo donde se produce la elipsis de la

desaparición:

Cuando estábamos casi en la esquina paramos de golpe: un convoy de coches y grandes

camionetas verdes doblaba veloz para tomar la avenida. Elvira se agachó, me abrazó y

me subió a upa. Nos quedamos petrificados ante la cercanía de esa caravana. [..] En la

parte de atrás de los furgones iban muchos soldados con fusiles a media asta, no

15 El capítulo anterior empieza en la página 87 y el capítulo al que referiremos con respecto a

la distinción entre la luz y la oscuridad comienza en la página 107

57

apuntaban pero tampoco estaban en descanso. [...] El convoy terminó de pasar y atrás

siguieron algunos coches de la policía con las sirenas mudas. (104)

En el capítulo siguiente16, observamos los efectos secundarios de la violencia – el miedo de la

madre militante que todavía está presente y aún no ha sido secuestrada. Elvira y el niño la

encuentran aterrorizada: “Mi madre era una muchacha muy bella, pero cuando empujamos la

puerta la encontramos hecha un ovillo en el sillón, la cara escondida entre las rodillas, la

persiana completamente baja, […].” (107) Probablemente, los secuestradores habían entrado

en la casa puesto que “Cuando llegamos, vimos (Elvira y el niño) que la puerta de nuestro

departamento estaba mal cerrada.” (107) Ni López ni la madre revelan algo sobre lo que

ocurrió y el relato continúa su paso – de nuevo hay un vacío. Cuando, al leerlo, contemplamos

los efectos secundarios de la violencia, la oposición entre la luz y la oscuridad de nuevo llama

nuestra atención. Se encuentran muchas referencias – no sólo aquí pero a lo largo de la novela

– a la oscuridad que reina en la casa:

La luz oscura venía del televisor encendido, mudo. Mi madre parecía no escucharnos y

Elvira se apresuró a tirar de la cinta para levantar la persiana. – No la levantes – dijo mi

madre con voz firme pero desmayada, sacando la cabeza de entre la cueva de sus

rodillas; estaba pálida. (107)

Tal como en Pequeños combatientes, sería posible conjeturar que la oscuridad de la casa

equivale al silencio y al “no saber” que reina adentro y la luz de la verdad que no puede entrar

visto que las persianas deben estar cerradas permanentemente. Sea lo que sea, la oposición

entre la luz y la oscuridad por las persianas es un motivo recurrente a lo largo de la novela.

Volvamos ahora al capítulo en el que la madre realmente desapareció:

Todo estaba en otro sitio, todo estaba revuelto. No había más postales de viajes

extraordinarios, ni soles aztecas con barbas de colores, ni había más un hombre y una

mujer en la foto que había mandado mi tío. Ni había un novio con boina de estrella roja

con barba y un cigarro. No había más sillón ni había cama. Ni velador a un costado para

sumergirse en la tarde de los libros. No había más centurias de soledad, ni había más

ramas doradas. No había parquet desvencijado ni mascotas embalsamadas en los

anaqueles del modular. No había. Mi casa estaba rota. (128-129)

16 Empieza en la página 107

58

El niño describe la desaparición de la madre a partir de todos los objetos en la casa de ella que

desaparecieron también. Su casa está rota y eso es también cómo el niño se siente: la pérdida

de la madre deja un vacío en su interior. Con la desaparición, el niño entiende que realmente

tenía razón al pensar que su madre se metió en prácticas misteriosas. Las persianas están

abiertas, puesto que ya, no era necesario mantenerlas cerradas ya que el secreto fue revelado

al régimen totalitario que la secuestró. La luz entra casi por primera vez en la casa: “Levanté

los ojos una vez más y una vez más vi una luz blanca y nubosa. Una luz como no creo haber

visto. Vi mi casa rota.” (129) La luz posibilita al niño contemplar mejor la destrucción de la

casa. La luz del saber entra y se revela a su conocimiento que nunca volverá a ver a la madre

amada.

El capítulo se cierra con el niño que proclama: “No voy a volver a leer, nunca, pensé mientras

Elvira me abrazaba desde atrás.” (129) Como veremos más adelante17 y podemos leer en la

novela, la madre era una mujer culta y civilizada que se dedicaba a la lectura en su

pasatiempo. Con la pérdida de la madre, el niño también pierde su amor por la lectura, ya que

esta actividad será relacionada para siempre a la memoria de ella.

7.3. Las referencias a la desaparición

Tal como en Pequeños combatientes, es posible detectar referencias a la desaparición. Ya

hemos señalado el capítulo en el que López describe el convoy del ejército y el ambiente de

miedo, seguido por la vuelta a casa donde la madre todavía está, aunque aterrorizada. Se

encuentran también otras referencias más temprano y López, quien es en primera instancia

poeta, inserta metáforas para anticipar lo que sucederá en el futuro. Un ejemplo es la metáfora

de una madre pájara y su bebé en el inicio de la novela. El niño cuenta que la madre “temía a

los pájaros que anidaban en los fresnos que daban su verde a nuestras dos ventanas.” (10) Un

día, la madre pájara había arrojado al pichón del nido y visto que la madre no quería salir de

su madriguera por miedo, el niño remueve el pequeño pájaro, quién “terminara sus jadeos

directamente en la calle.” (11) Refiere tanto a la relación entre la madre y el niño como al mal

– la desaparición – que los espera: las aves en general son considerados como presagios para

un evento en el futuro.

17 Véase 7.4.

59

“No tenía plumas y tenía los párpados sellados pero había sido desairado por su madre y

temido por la mía: ya se podía morir.” (11) López emplea esta metáfora para hablar

indirectamente sobre lo que sucederá también en el caso del niño protagonista: con la

desaparición de la madre en el futuro – que ya llegó para el narrador protagonista adulto de la

segunda parte – el niño que fue este adulto muere simbólicamente; está traumatizado y es

claramente un hombre quebrado por la pérdida de la madre. Al igual que el pajarito se ve

echado del nido por la madre pájara, el niño se ve abandonado por la madre por causa de la

desaparición. También puede tener la sensación que la militancia de su madre era una tarea

más importante que la maternidad, del mismo modo en que el pájaro prefiere no criar a su

cría.

Como todavía estamos hablando del presagio de las aves que podrían predecir eventos del

futuro, referiremos también a otro sentido en el que López representa al símbolo de las aves,

más específicamente en el capítulo que empieza en la página 51. Una vez cuando el niño

estaba en el campo al sur de la provincia de Buenos Aires con el tío Rodolfo – probablemente

un militante él también ya que desaparece de repente del relato – y dos peones, descubren

algunos pajarracos18.

Uno de los peones tomó su revólver y sin más disparó al ave que murió. A través de esta

escena, López puede tratar la dicotomía entre la civilización y la barbarie, un tema recurrente

en la literatura argentina –menciona el “paisaje gaucho argentino y los paisanos indios” (64) –

y, más importante en nuestro caso, puede hablar sobre el tema de la violencia. El otro peón

tomó un cuchillo para enfilar al pájaro y el niño se preocupaba por ver algunos de los

“familiares” del pájaro que podrían vengarse o para velar “al compañero caído,” (65)

referencia indirecta a la desaparición o muerte de un compañero militante de la izquierda.

Observa que no es así, que el pájaro se queda solo, de la misma manera que los militantes -

como la madre – estaban solos durante el secuestro y su muerte. Lo que sigue es una escena

muy violenta en la que se desentraña al pájaro, que adentro está lleno de lombrices blancas,

parásitos. Como ya sabemos, el régimen totalitario utilizaba la lengua – propaganda con

especial predilección por el eufemismo - para describir a los militantes de la izquierda. El

término “parásitos” se utilizó también para referir a la “suciedad” que se debe eliminar de la

sociedad para restablecer el “orden”: la izquierda. Con el cuchillo, el peón elimina “el mal” o

“la enfermedad” tal como el régimen totalitario utiliza el método de la desaparición para

18 Una especie de pájaros

60

liquidar el “mal” o, pues, a los subversivos. Es casi una referencia médica pero al revés:

utilizan el cuchillo para matar al ave, no para sanar y eso es exactamente lo que hace el

régimen totalitario: emplean estrategias – el secuestro, la tortura, el asesinato - para eliminar

el “mal” y provocar la muerte en vez de, como un verdadero médico, curar. No es la primera

vez que el niño aprende sobre lo que es en realidad un parásito, ya que menciona: “Ahí conocí

a los parásitos que mi madre odiaba y esa fue una imagen que hubiera preferido borrar de mi

mente, una imagen que hubiera preferido no conocer.” (65) El niño piensa que “los ñandués

comen muchas golosinas” (66) visto que esta escena es un recuerdo que sale a la mente

cuando está volviendo con la madre a casa y pasan por un kiosco donde ella compra unas

golosinas para su hijo, algo que normalmente nunca hace: “Mi madre siempre trataba de

mantenerme lejos de las golosinas, decía que lo dulce trae parásitos y que los parásitos son lo

peor de lo peor [...].” (62) Para el niño, eso es una señal de algo grave sucedió puesto que la

madre se comporta extrañamente. La madre odia los parásitos pero es descrita ella misma

como una parásita por el régimen totalitario, lo que parece paradójico.

Otra “paradoja” que parece encarnar la madre es su afición a la limpieza. Como sabemos,

“limpiar” la sociedad del mal es de nuevo un eufemismo para hablar de la liquidación de los

subversivos. Tanto la madre como el régimen totalitario desean “orden”: ella en la higiene

personal pero el régimen totalitario en la “higiene” de la sociedad. A lo largo de la novela,

observamos que la madre realmente está obsesionada por la limpieza, se lava repetidamente la

cara con agua fría para purificarse y el niño la describe cuando está limpiando la casa en

general, una actividad que se describe repetidamente. “A mí también me dieron ganas de

ordenar [...]” (89): el niño adopta la actitud de la madre y el “orden” se instala como un

motivo recurrente en la novela.

El capítulo donde la elipsis de la desaparición se instala es precedido por una escena que

designamos como casi “bíblica-apocalíptica,” cuando el narrador adulto recuerda sus últimas

vacaciones como niño con la madre tan querida en San Antonio de Areco donde van a

acampar.

En primera instancia, explicaremos a qué precisamente nos referimos cuando hablamos del

elemento bíblico y apocalíptico. El mito fundacional del apocalipsis o “la revelación profética

de San Juan” es el último libro en el Nuevo Testamento. En su sentido general, el término

griego refiere a la “revelación” - “la acción de desvelar lo oculto y lo secreto.” (Fabry et al,

12) La desaparición es lo oculto tanto en la historia ligada a la dictadura como en el contenido

61

de nuestra novela, y también en la forma realmente se esconde a través del recurso de la

elipsis. Metafóricamente, el método de la desaparición es desaparecido en toda la novela por

el autor, subrayando así el silencio que le rodea pero al mismo tiempo indica su gran

importancia: a través del no decir, López pone más énfasis.

En las culturas occidentales, se creía que el tiempo pasaba de manera lineal o

“teleológicamente”, es decir: empezando en un cierto punto en la historia hasta el momento

final cuando todo terminará. (Fabry et al, 12) Un día, el mundo antiguo como lo conocemos

será destruido y se revelará las verdades esenciales del mundo y del hombre. (Fabry et al, 12)

Finalmente, Dios se revela como “el Señor de todo”, puesto que él es “Rey de reyes y Señor

de los señores” (Ap. 19, 16): Dios y los suyos triunfarán19.

El apocalipsis predice un acontecimiento destructor para la humanidad que inaugura el fin de

tiempos. Enseguida, la destrucción es seguida por un nuevo mundo, que desgraciadamente es

una felicidad negada dentro de la novela. En paralelo, encontraremos en nuestra escena la

lluvia como presagio del mal, es decir el acontecimiento destructor de la desaparición de la

madre por el régimen totalitario que inaugura simbólicamente el fin del mundo para el niño,

puesto que la pérdida de la madre le convierte en un hombre quebrado para siempre. En el

apocalipsis, en paralelo con en el contexto histórico-político del establecimiento de una

dictadura en Argentina, las fuerzas del mal – el régimen totalitario – vencen a las del bien, en

el Nuevo Testamento descrito como un “gran cataclismo cósmico.” (Fabry et al, 13) En la

novela, este gran cataclismo cósmico es representado por una inundación.

Después de la elipsis de la desaparición, el lector está metido en un mundo “post

apocalíptico”, provocado por la catástrofe de la pérdida de la madre. En el Nuevo Testamento,

el apocalipsis lleva en sí una profecía básica y constante, siendo así que “siempre habrá

persecuciones de los buenos por parte del Mal. Pero el Mal será castigado y los buenos

triunfarán al final. Dios vencerá el Mal.20” Los creyentes del cristianismo tienen el consuelo

que Dios solucionará todo al final si rinden culto al Señor. En el caso de la madre y el niño en

la novela, es imposible tener este apoyo. Una escena central de la novela se dedica a la

celebración de Navidad, pero es más como una distracción del mal que realmente una

conmemoración del nacimiento de Jesucristo. El niño llama a Navidad repetidamente “La

mentira más escandalosa de Occidente” (118) y dice “Ya somos dos contra la Iglesia, mami

19 http://www.homilia.org/preguntash/qapocalipsis.htm 20 http://www.homilia.org/preguntash/qapocalipsis.htm

62

[…] (118) Como en Pequeños combatientes, es obvio por qué los padres no veneran a la

religión católica, visto que la iglesia católica es una de los dos aliados del régimen totalitario.

Es imposible apoyar a la religión de la iglesia católica que ayuda a la dictadura y como

consecuencia ni la madre ni el niño – o el adulto más tarde – pueden usar la religión y Dios

como consuelo para el dolor.

En el mundo moderno del siglo XX – en especial por la posibilidad de catástrofes de la

magnitud de Auschwitz y, más tarde, por la aplicación de otros métodos violentos como la

desaparición en Argentina y la violencia extrema como fenómeno universal – es como si Dios

estuviera ausente. Parece que el final de la civilización ha llegado, lo que es simbolizado en la

novela por la desaparición de la madre que representa la civilización como mujer culta y

educada. La novela cierra con un adulto quebrado y parece que no hay esperanza ni un Dios

en este mundo violento contemporáneo. En la cita siguiente, López muestra tanto su

desaprobación de la religión católica como la permanencia de la ausencia omnipresente

dejada por los desaparecidos en los familiares y, por extensión, una sociedad traumatizada:

No hay ningún hombre nuevo volviendo de entre los muertos. Ni entonces ni hace dos

mil años. Hay una muchacha bella perdida para siempre en el espanto y un quebrado

que se ahoga y no puede distinguir cuál es su recuerdo. (150)

Volvamos ahora a la escena en la que se sitúa lo apocalíptico – la inundación o el diluvio en

términos bíblicos - que indica la desaparición futura de la madre. La lluvia funciona como un

presagio del mal y ya se anuncia al inicio: “Llegamos al camping al mismo tiempo que la

lluvia. Primero fue un olor fuerte que subió desde el piso y después fueron las gotas más

gordas que recuerdo.” (124) Entretanto, la madre está repitiendo constantemente “Que no

llueva”, casi como una súplica para detener la lluvia, aparentemente sabiendo que es un

presagio del mal que desea detener. La lluvia se convierte en una inundación total que

terminará las últimas vacaciones pasadas conjuntamente por la madre y el niño. La lluvia no

hace más que empeorar:

Nos metimos en el quincho, que era un griterío de gente jugando a las cartas, al lado, a

la generala, y nos quedamos solos frente a una de las ventanas, mirando las burbujas

que hacía la lluvia sobre la superficie del río. (124)

63

Al asociar al tío Rodolfo con el río, López indica indirectamente que, este personaje, que

anteriormente ha protagonizado la escena con los ñandúes, ya ha desaparecido – “Yo miraba

la corriente y pensaba en mi tío Rodolfo.” (125) – puede ser que su cuerpo haya sido arrojado

al Río de la Plata durante uno de los vuelos de la muerte ejecutados por el régimen totalitario.

Con la lluvia, López refiere de nuevo a la limpieza21 - práctica que se relaciona con el método

de la desaparición ya que de este modo se “limpia” a la sociedad del mal – y aquí la

inundación “limpia” también:

Y sí, va a llover largo; que llueva de una buena vez y que limpie todo - […] (125)

La fuerza de la inundación destruye tanto la tierra – tiene efectos secundarios para el ambiente

en general – como estropea las vacaciones de la madre y niño: “Creo que nuestras vacaciones

terminaron antes de lo previsto porque apenas se corrían un poco las nubes y aparecía un rato

de sol, una contraofensiva indestructible volvía a llenar el aire de gotas.” (125)

López señala el miedo de la madre ante la “oscuridad” del cielo, metafóricamente hablando

ante la oscuridad que se equivale con el régimen totalitario y su método de la desaparición:

Creo que mi mayor temor era que la lluvia empapara a mi madre, que la hiciera lágrima:

las muchachas muy bellas suelen apesadumbrarse mucho ante un horizonte oscuro.

(125)

Este recuerdo termina con la vuelta a casa y el niño cuenta: “Supongo que con el correr de los

días el otoño nos acostumbró a la normalidad y por eso no recuerdo nada más hasta una tarde

de principios de junio.” (127) Aquí, se encuentra una elipsis de cierto tiempo y también la

elipsis de la desaparición debe situarse aquí, puesto que lo que sigue trata los efectos

secundarios de la violencia de la desaparición que ya hemos discutido en 7.2.

Con la desaparición de la madre en la novela, tratada en sintonía con el apocalipsis en el

Nuevo Testamento, el narrador se distancia del mundo antiguo – es un paraíso perdido. En el

caso del niño, el paraíso perdido son los momentos amorosos entre su madre y él mismo: ella

que le envía postales ficticias del extranjero para educarle, tomar el té y comer budín inglés, el

amor compartido por los libros, sus paseos en Buenos Aires - “[…] Y me llevaba a almorzar a

Bambi o al cine y después tomar el té a Steinhauser o a la Casa Suiza.”(18) o “mi madre me

llevaba bastante seguido al Jardín Botánico.” (21) La constante glorificación de la madre por

21 Ya hemos discutido el tema de limpiar más arriba en cuanto a la obsesión de la madre por la

limpieza.

64

el hijo - “¿Dije ya que mi madre era una muchacha muy bella?” (10) – muestra que para el

niño, la pérdida de la madre equivale al fin del mundo que bíblicamente es efectuado por el

apocalipsis.

El agua como señal de la violencia de la desaparición vuelve a aparecer en la segunda parte de

la novela, pero ahora con referencia al buceo. Podemos interpretar la afición del protagonista

adulto al buceo como un intenso anhelo de encontrar a la madre, de la que se deja entender

que probablemente fue echada al Río de la Plata como método violento para desaparecerla.

Con el buceo, el protagonista quizá pueda volver a encontrar su cuerpo y, por lo tanto, cerrar

el duelo22. En el agua, el protagonista se siente unido con la madre perdida a quien desea

encontrar o quizá incluso salvar:

Adoro bucear, en ese universo todo parece unido. (151)

En el agua - “ese mundo sumergido” (151) – el protagonista se muestra fascinado por

“suspenderse ante el abismo.” (151) La metáfora del abismo se relaciona de nuevo con el fin

del mundo, el apocalipsis en el Nuevo Testamento, que es representado por la muerte de la

madre. Al mismo tiempo, puede referir al abismo interior del protagonista, es decir su

subconsciencia: los sentimientos contradictorios por la ausencia omnipresente de la madre que

le llevan al punto de una depresión. Se siente traumatizado por la pérdida y lo que le duele

sobre todo como adulto es la conciencia de que la madre murió más joven que él: “No puedo

ser el hijo de esa mujer menor que yo ante ese abismo.” (151-152)

Otra metáfora empleada por López, y que se sitúa en la continuación del campo semántico del

agua, es la comparación que se establece entre las sirenas y la madre perdida. La criatura

fabulosa de la sirena es un ser híbrido entre mujer y pez que vive en el mar y engaña a los

navegantes con su gran belleza y la bondad de su canto. La madre, la muchacha muy bella que

también incorpora una hermosura infinita y cuyo cuerpo probablemente se sitúa ahora en el

Río de la Plata23, se equivale con estas figuras legendarias que residen asimismo en el abismo

del mar. En los sueños del niño, recordados por este niño adulto, las sirenas aparecen para

hablar indirectamente sobre la madre.

22 Como hemos visto en 2.2. : una manifestación clave de la violencia estatal: la desaparición;

los familiares del desaparecido no pueden estar de luto por la ausencia del cuerpo que deja al

desaparecido en un estado entre vida y muerte puesto que no hay seguridad sobre su destino

ni evidencia de su muerte. 23 Como ya hemos mencionado, el régimen totalitario organizó los vuelos de la muerte para

desaparecer a los cuerpos de los subversivos en el Río de la Plata.

65

Me despertaron las sirenas de los buques en el agua de la noche. (53)

Las sirenas despiertan al niño durante la noche como el recuerdo de la madre despierta al

adulto en sus pesadillas. López sitúa la elipsis de la desaparición en el momento en que refiere

al tío Rodolfo24 - “Sí el tío se mudó tan lejos que hace tanto que no viene.” (127) – y cuando

remite a la ausencia de las sirenas: “Supongo que hacía mucho tiempo que no escuchaba a las

sirenas en el alta mar de la noche.” (127) Cuenta indirectamente sobre la desaparición de la

madre con una referencia a la ausencia del tío en el plano de la realidad y la ausencia de las

sirenas en los sueños del niño, para que el lector entienda lo que ocurre durante esta elipsis.

De esta manera, López indica que el tío probablemente era también un militante de la

izquierda.

Una última referencia que haremos a la muerte futura de la madre se observa indirecta pues

metafóricamente, cuando madre e hijo visitan el Jardín Botánico en Buenos Aires. El autor

menciona que aquí se sitúan estatuas que “A mi madre se le llenaban los ojos de lágrimas ante

la vista de cada escultura.” (22) La madre es una mujer muy culta que se interesa por el arte

europeo. El niño, rodeado por las esculturas y afectado por la admiración que la madre

profesa hacia ellas, dice que “En medio de tantas Venus me encendía” (23) Dentro del niño,

un deseo sexual se despierta. Desea “Que me eligieran por sobre su belleza eterna. Que me

miraran y volvieran a la vida.” (23) El autor hace un paralelo entre Venus, la diosa del amor y

de la belleza, y la madre amada descrita por el niño como una entidad casi “divina.” Venus es

una metáfora para hablar de la madre puesto que ambas comparten su belleza eterna y un

amor infinito. Además, Venus y la madre comparten un vínculo con el agua: según la

mitología griega, la diosa Venus nació del mar, creciente de la espuma producido por los

genitales del castrado Urano. Como ya hemos señalado repetidamente, la madre - como era el

destino de muchos desaparecidos - probablemente fue echada al Río de la Plata25. De este

modo, el cuerpo de la madre está en el mismo lugar donde el cuerpo de Venus apareció por

primera vez, por lo que se conecta intensamente a las dos figuras. Desgraciadamente, Venus

es una figura mitológica que se encuentra en el Jardín Botánico como estatua, una

reproducción del original europeo. El niño desea que Venus cobre vida, del mismo modo en

que desea que esto suceda con la madre: el narrador adulto que habla sobre la propia infancia

en retro-perspectiva revela su fuerte anhelo de tener una madre todavía viva.

24 Hemos hablado del tío Rodolfo con relación al presagio de las aves y los parásitos. 25 Los vuelos de muerte que fueron organizados por el régimen totalitario para desaparecer a

los subversivos, véase más arriba también.

66

Desafortunadamente, sabemos que la madre está muerta cuando él habla, es decir que la

desaparición ya sucedió. Como la estatua de Venus, la madre está tampoco “ni muerta ni

viva” como el estado de los desaparecidos en general. Terminaremos con una cita que muestra

metafóricamente el deseo de que vuelva la madre expresado por el protagonista a través de

una escena en la que el niño está en la playa con su madre que “desaparece” en el mar:

Ella se daba vuelta o se desvanecía, dejaba de mirarme y desaparecía en el mar, pero al

rato su cabeza de Venus volvía a emerger casi en el mismo lugar, una secuencia que me

convertía en un decidor de salmos, en un rabí ahogado en su murmuración sicótica: que

aparezca, que aparezca, que aparezca. (81)

7.4. El trauma del abandono maternal

La desaparición de la madre provoca un vacío perpetuo en la vida del niño que se extiende

hasta la edad adulta – se instala el trauma de una ausencia omnipresente: la pérdida de la

madre. No obstante, ya antes del trauma del abandono maternal el niño perdió a un pariente,

es decir la ‘desaparición’ del padre quien abandonó su familia. El niño cuenta con respecto a

esta problemática:

Mi madre era una muchacha muy bella y me amaba. Pero no es difícil suponer que de

ser una muchacha bella, enamorada de un hombre increíblemente apuesto que le

proponía romance perpetuo, a convertirse en una madre abandonada hay un largo

trecho. (16)

El padre es la primera ausencia omnipresente en la vida del niño pero a través de la apariencia

se encuentra una conexión entre los dos: “Al contrario de ella yo soy pelirrojo. Mi pelo es una

cantidad infinita y desbocada de esquelas que recuerdan a mi progenitor.” (17) Como la niña

en Pequeños combatientes, el protagonista es pelirrojo. De este modo, el niño se distancia de

la apariencia de la madre y recuerda constantemente al padre perdido. La madre es su

contrario total:

Mi madre era una muchacha bella. Tenía la piel pálida y opaca, hasta podría

aventurarme a decir que azulina, un destello que la hacía única y de una aristocracia

natural, lejana de toda trivialidad mundana. Tenía el piel negro; claro, ya dije que era

67

una muchacha bella, lacio pero pesado y con un diseño de caballera como no creo haber

visto. (9)

De la cita previa podemos deducir fácilmente que este niño adora a la madre, descrita como

un ser casi sobrenatural. No obstante, lo que extraña es que un niño de solo siete años la

describa como “una muchacha muy bella”, al mismo tiempo el título de la novela. Aunque, si

se considera que el niño es una construcción del mismo adulto que todavía tiene veinticinco

años en la segunda parte, parece menos sorprendente: muy probablemente, el adulto ha

sobrepasado la edad de la propia madre cuando murió. Otra explicación se relaciona al hecho

que - debido a la soledad a la que condujo la militancia de la madre y el abandono por el

padre – el niño ha desarrollado un complejo de tipo “Edipo”: está constantemente y casi

solamente en la presencia de su madre. Según este complejo, un hijo siente un amor intenso y

casi incestuoso por la madre y un odio frente al padre26. La presencia de la madre despierta

una atracción sexual:

Sentado en el hueco de mi madre, abrazado por las piernas de esa muchacha bella,

acariciado por sus manos de piel de habas, a merced del aroma dulce y lábil de su pelo

negro, tan cerca de la piel pavorosamente húmeda y sugerente de su cuello […] (115)

Este momento le provoca una erección:

De eso no creo recordar nada, pero el momento tengo una memoria única acerca de la

calidez, la liviandad y la cercanía de un cuerpo palpitante. (115)

A partir de la segunda parte, cuando el niño todavía adulto toma la palabra en el presente, las

consecuencias del estrés postraumático (“post-traumatic stress disorder”), causado por el

trauma del abandono maternal, salen a la superficie. El narrador adulto está convencido que

“No voy a tener hijos.” (133) Dadas las circunstancias personales, no es de sorprender que

teme el papel de padre: nunca tuvo un ejemplo y perdió a la madre amada, un dolor que le

destruye y quizá desee evitar el mismo destino para los propios descendientes27. Al mismo

tiempo, puede ser una manera de llegar a una fase de perlaboración (“working through”) a

través del distanciamiento a la madre:

26 Según la definición de Freud, el complejo de Edipo es “un interés sexual o un amor intenso

del hijo para la madre combinado con odio hacia el padre.”

http://www.woorden.org/woord/oedipuscomplex 27 La pérdida por muerte civil u otra causa que también instala un gran dolor casi insuperable

68

No voy a tener hijos. No sé cómo lo sé, no sé que lo supe tanto, y tal vez el comienzo

del té fue el final de esa certeza: cambio descendencia por rito propio. (133)

Como veremos más adelante en 7.5. , donde explicaremos también la importancia del té que

se menciona en esta cita, el protagonista adulto desea alejarse del dolor de la pérdida y, sobre

todo, crear un espacio propio. No quiere ser un pariente como sus padres actualmente

ausentes. Su vida siempre ha estado dominada por el duelo de la pérdida de los padres y para

diferenciarse de ellos, debe romper la cadena generacional: no será un pariente y como

consecuencia el duelo terminará con su muerte. A pesar de que el protagonista no desea tener

hijos, tiene una relación amorosa con Fabiana. No obstante, veremos que la relación no

funciona muy bien, han descubierto su propia manera de convivir:

Fabiana salió del cuarto lastimada. Era nuestra costumbre, nuestra manera de seguir

juntos. Ella me pescaba y hacía referencia a mi silencio. Yo me enfurecía y nunca le

decía nada. (134)

El protagonista está traumatizado y su reacción durante la fase de “acting out” es el silencio.

Prefiere la soledad de su escritorio en vez de en compaña de su novia. La quiere de verdad -

“No me imagino sin Fabiana. Cogemos bien y resuelve todo.” (134) – pero añade también:

“Pero no la extraño, nunca la extraño.” (135) Reduce la relación a una que es casi solamente

basado al sexo, al instinto bestial sin sentimientos. No se encariña con Fabiana como la

pérdida de la madre ya le ha hecho sufrir tanto que no puede soportar una pérdida más, por

eso ha inventado su propia manera de amar. Para manejar su trauma huye también en libros

ficcionales para “olvidar”:

Me gusta leer porque es un ejercicio brutal de desmemoria: cada frase tacha la anterior,

inscripción tras inscripción tras inscripción. Todas las letras son una letra, un borrón en

el abecedario de manchones. Cada vez que cierro un libro lo olvido. (137)

Por otro lado, la afición a los libros se liga de nuevo a la memoria de la madre. Como

podemos observar durante nuestra lectura, la madre era una mujer culta quien se dedicaba a la

lectura. De este modo, el protagonista imita una costumbre de la madre para conmemorarla.

Relacionaremos este asunto más adelante al ritual del té en 7.5.

Para volver al pasado, el protagonista visita frecuentemente a Elvira, la vecina que tuvieron la

madre y él en su infancia. Es la única persona que conoció también a su madre y con quien

mantiene una relación igual de intensa y afectuosa. Hay más intimidad entre el protagonista y

69

Elvira que entre él y Fabiana. Se puede explicar por el intento desesperado del protagonista de

encontrar a un sustituto de la madre y una conexión con el pasado. También compartieron

mucho tiempo durante la infancia del protagonista, lo que provoca una adoración recíproca.

En el geriátrico, el trauma de la pérdida domina el ambiente entre el protagonista y Elvira:

No hablamos. Supongo que ninguno de los dos quiere echarse a llorar. (139)

El geriátrico también evoca otro recuerdo, un secreto que el protagonista guarda como “Ese

secreto es otra cosa mía” (139), algo de sí mismo. No obstante, de nuevo se encuentra un

enlace entre este recuerdo “secreto” y la memoria de la madre que domina su existencia e

identidad. Un día Desiré, la hermana de Elvira, estaba también en el geriátrico para visitarla.

Ya en la infancia, el niño sentía cierta atracción física por esa mujer de edad parecida a la

madre. Cuando celebraron la Navidad juntos, Elvira invitó a su hermana Desiré en Buenos

Aires y el niño cuenta:

Desiré me sorprendió: no sabía por qué, comparada con las mujeres que yo conocía, esa

mujerona casi rústica me parecía extraordinariamente hermosa. [..] Desiré me parecía

hermosa, una matrona con la geografía estampada, la geografía de un mapamundi que

yo desconocía. (119)

Sigue una larga descripción de Desiré, en la cual el niño expresa su fascinación por ella. De

nuevo, como antes tuvo con la madre, el niño siente un deseo sexual y tiene una erección:

Me tuve que esconder, la tela del pantalón de mi pijama era poco telón para ocultar la

fanfarria que Desiré había desatado en mi entrepierna. [..] Toda la sangre de mi cuerpo

se la disputaban las mejillas y el pito duro, parado, ansioso por salir a mostrarse ante esa

preciosura de hembra navideña. (120)

En la segunda parte; cuando el niño ya es adulto, se vuelve a encontrar con Desiré como ya

hemos dicho y los sentimientos sexuales de la infancia se vuelven a despertar:

Yo vi a la misma mujer, tal vez más vieja, pero era esa misma redondez impertinente.

[..] En todo caso el pudor me tomó a mí, también colorado y con la pija dura al instante.

(140)

70

El protagonista y Desiré toman el té juntos y el deseo sólo aumenta – “Estaba caliente como

nunca. Caliente como esa sola vez, completamente enamorado.” (140) Finalmente, los dos se

acuestan. El deseo sexual del protagonista por Desiré se considera como un gesto que forma

parte del “acting out”: muestra de nuevo el anhelo de volver por la madre a través del

establecimiento de un “amor” con una mujer de edad parecida a ella. Desgraciadamente,

termina en un fracaso, ya que después del acto sexual, el protagonista no se siente mejor en

absoluto: “Una vez en la vereda ya no había nada entre nosotros, nada. Una tristeza enorme,

tal vez.” (142) Su intención desesperada de encontrar de nuevo a un sustituto de la madre ha

fracasado – “No nos vimos más. Desde esa mañana y tras la noche entera del amor más puro

que guardé desde la infancia todo terminó. Haberme aventurado a la selva me dejó más

dolorido de lo que podía recordar.” (143) El protagonista todavía no puede manejar y procesar

la pérdida de la madre, el vacío en su vida, la “muchacha muy bella” a la que nadie puede

reemplazar.

7.5. El recuerdo a la infancia del protagonista adulto

López presenta al narrador adulto como un hombre quebrado, alguien que se siente destruido

por la violencia del Estado, sobre todo por la desaparición de la madre, y como consecuencia

del dolor es atormentado por la imposibilidad de construir una vida “normal”. A través de la

memoria, el adulto de la segunda parte reconstruye fragmentos de la propia infancia que se

ofrece en la primera parte. La pérdida de la madre incita al adulto a volver nostálgicamente al

pasado compartido con ella para revivir el amor incondicional.

Como ya hemos mencionado en 4.3.28 , los hijos de desaparecidos se sirven de objetos

mediadores para establecer una conexión afectiva con los padres desaparecidos. Hemos

señalado la gran importancia de la fotografía. El adulto emplea una foto para regresar al

pasado: “Una foto en la que el viento vuela el espeso pelo negro de esa muchacha de piel

pálida y hace de su cara un gesto difícil de entrever.” (152) En la foto el adulto contempla a sí

mismo como niño pero, lo que es aún más importante, la foto refleja la hermosura de la madre

perdida. Recuerda en detalle el tiempo y el espacio, o sea las circunstancias en las que se sacó

esta foto pero sobre todo estimula el resurgimiento del amor para la madre. La foto es un

medio que posibilita recordar con más facilidad el pasado y la aparición de esta muchacha 28 4.3.: la crisis de memoria

71

muy bella. A través de la foto, se estimula de nuevo la conexión íntima entre una madre y su

hijo, perdida para siempre.

La foto se encuentra en el escritorio del adulto donde se refugia casi todo el tiempo. Al lado

de esta foto enmarcada, “hay poca cosa y el té heredado.” (149) El té también se relaciona

afectivamente con la conmemoración de la madre desaparecida:

En el platito de la taza había un saquito de té usado y esa imagen, las manos de Elvira,

la taza, las galletitas, el mismo saquito, me trajeron la película completa: recordé que a

mi madre, cuando estaba en casa, le gustaba tomar su té oscuro, casi hirviendo, con

azúcar, cortado con leche fría. Mi té no era mío, mi té nunca fue mío. Yo era solamente

un hijo, nada más, un hijo. (145)

La segunda parte, que empieza después de una elipsis de unos dieciocho años, abre con una

referencia directa al té y a la manera de tomarlo: “En mi escritorio hay poca cosa y al lado una

taza de té. Hebras de una lata “earl grey” cuando es posible. Negro.” (131)

Inconscientemente, el adulto bebe su té de la misma manera que la madre y de este modo no

puede considerarlo como una costumbre suya, no es un atributo original de su personalidad.

En la primera parte durante la infancia, el niño nos cuenta que: “Si estábamos en casa a mi

madre le encantaba el té bien negro, con el agua bien caliente pero no hirviendo, con una

cucharada gorda de azúcar, con un chorrito de leche cruda y fría.” (109) En realidad, la

primera parte está llena de referencias a la afición de la madre por el té negro y,

paralelamente, en la segunda parte se encuentran muchas alusiones a la imitación por el adulto

de la madre en su preferencia del té, quizá como una manera de mantener viva su memoria.

A eso se añade que se observa un fenómeno similar con respecto a la lectura y el amor por los

libros, de nuevo una afición compartida entre madre e hijo como manera de conmemoración,

un hecho que ya hemos mencionado en 7.4. Del pasaje antes citado en la página 145 se ha

desprendido el fuerte anhelo del adulto por encontrar un espacio propio, una costumbre suya,

una manera para alejarse de cierta manera de la madre. Desea construir su propia identidad en

la que se sitúan elementos propios y originales que le convierten en una persona quien es más

que “[...] solamente un hijo, nada más, un hijo.” (145) En la cita que sigue, se refiere también

al dolor de los familiares con respecto a sus sentimientos de inseguridad acerca del estado del

desaparecido, ni vivo ni muerto, hecho al que hemos aludido en 2.2. :

72

No quiero ser el hijo de ese cuerpo en los días entre el secuestro y el final. No lo

aguanto, no lo puedo llevar en mí, no puedo haber sobrevivido a esa muchacha bella y

saber todo lo que no sé. (151)

Con el recuerdo a la infancia del protagonista adulto, se revalúa la conexión íntima entre

madre e hijo, pero al mismo tiempo el adulto se da cuenta de que la ausencia omnipresente de

la madre no debe dominar su vida para siempre. Además, su identidad no debe limitarse a la

condición de ser solo un hijo de una madre desaparecida por el régimen totalitario en

Argentina en los años setenta, ser solo alguien que pertenece a la colectividad de los hijos de

padres desaparecidos en la sociedad en general. Por lo tanto, para construir un marco propio y

para alejarse de la madre perdida, como método de “working through”, el protagonista se

dedica a la actividad de la escritura.

73

8. Conclusión

En esta tesina, hemos intentado responder dos grandes preguntas de investigación: por una

parte, hemos discutido la figura retórica de la elipsis y la (no) representación de la violencia

que efectúa en el discurso de dos novelas postdictatoriales argentinas, Pequeños combatientes

de Raquel Robles y Una muchacha muy bella de Julián López. A continuación, hemos

señalado dónde y cómo se encuentran estrategias de compensación de la elipsis de la

desaparición dentro de la ficción. Por otra parte, hemos hablado de las múltiples crisis de los

hijos de desaparecidos, es decir el trauma, la crisis de la identidad y la crisis de la memoria,

que los afecta en la vida real y también en la ficción donde toman protagonismo.

En suma, hemos tratado el tema de la violencia y sus efectos tanto en la realidad, en la historia

de Argentina y en la vida de los hijos de desaparecidos, como en la ficción de autores

contemporáneos argentinos pertenecientes a la segunda generación. Resulta que la expresión

de la violencia es imposible y que los autores insertan una elipsis para tratar la escena más

violenta: el secuestro de los padres.

De nuestra investigación podemos concluir que el pasado colectivo de Argentina, es decir la

última dictadura militar de 1976-1983, ha dejado heridas profundas en sus ciudadanos tanto al

nivel colectivo como personal. Hemos visto que en el período postdictatorial la tarea de

recordar el pasado y castigar a los culpables ha resultado ser un proceso largo y difícil.

La segunda generación, aquellos que solo eran niños o aquellos que no han vivido la dictadura

en carne propia, sufren las consecuencias dolorosas en el presente: el trauma, la crisis de

identidad y la crisis de memoria marcan su existencia. La literatura en la que estos hijos de

desaparecidos toman protagonismo se ve dominada por estas problemáticas, lo que se refleja

tanto en el contenido como en la forma, también en las dos novelas que han constituido

nuestro corpus.

Tanto en el caso de Pequeños combatientes como en el de Una muchacha muy bella, se trata

de niños protagonistas/narradores que han perdido a los padres militantes (o a una pariente) de

orientación izquierdista por causa de la desaparición efectuada por los militares de una

dictadura derechista. En el caso de Robles, al contrario de López, se trata de una obra

autoficcional porque mezcla elementos autobiográficos con la ficción. López solo es hijo de

una madre que murió de muerte civil pero comparte con Robles el hecho de que ha vivido su

infancia en dictadura. Por eso, ambos autores toman la época de la última dictadura militar en

Argentina como proscenio pero presentan una perspectiva de “puertas adentro” o sea, son

74

historias personales e íntimas dedicadas a la narración de lo cotidiano, lo banal en vez de la

militancia de los padres y la violencia en general. Evoca la infancia vivida en dictadura y, lo

que es aún más importante, la relación afectiva perdida entre (una) pariente(s) y un(a) hijo/a

toma protagonismo desde la construcción de una voz infantil por un autor adulto.

En Pequeños combatientes, Robles nos presenta una niña parcialmente basada en su propia

persona. La desaparición de sus padres no se cuenta – es la elipsis – pero al mismo tiempo la

historia es dominada por la desaparición en todas sus formas posibles: la despedida, la

pérdida, la muerte o su actitud como “pequeña combatiente” que impide la “aparición” de

nuevas personas en su vida. La estrategia textual compensatoria principal para llenar la elipsis

es el uso de la figura retórica de la metonimia, que descansa en el principio de contigüidad.

Robles evita hablar de la violencia pero resulta inevitable: la niña es confrontada con la

violencia por causa de su identidad: en primer lugar su actitud extraña como pequeña

combatiente pero también por el hecho de que no tiene religión y por su apariencia distinta.

Este conjunto de factores conduce la niña a la soledad. A lo largo de la novela, la niña

enfrenta también problemas con la memoria puesto que se trata de una memoria traumática.

Aunque no admite la pérdida de los padres, sufre las consecuencias de su ausencia. Es solo al

final del libro que reconoce su muerte pero entretanto intenta reprimir su trauma, lo que

resulta imposible visto que casi todo recuerda la niña a los padres perdidos. A través de

relatos de terceros – la amiga de los padres – objetos mediadores – el libro de cuentos – y la

imaginación, mantiene una relación afectuosa con los padres ausentes.

En conclusión, la omnipresencia de la desaparición, la violencia contra la niña en general por

su identidad y los efectos de la violencia como es el trauma reprimido de la muerte de los

padres, muestran la imposibilidad de escapar en la ficción que es dominada por ellas. La

literatura es un medio que normalmente ofrece segundas oportunidades pero en este caso ha

fracasado. Tal como en la realidad, los hijos de desaparecidos deben confrontar la violencia y

sus efectos. La única oportunidad que la escritura de esta novela para la autora puede ofrecer

es que ayuda a procesar el trauma personal.

En Una muchacha muy bella, López presenta también al lector un hijo de una desaparecida

aunque no es un elemento autobiográfico. La elipsis de la desaparición se encuentra entre el

pasado y el presente o el niño y el adulto. Del mismo modo que en Pequeños combatientes, se

muestra la imposibilidad de evadir la desaparición a través de la figura retórica de la elipsis

puesto que el libro está lleno de referencias al evento. Observamos que los términos

empleados por el régimen totalitario para describir a los militantes de la izquierda surgen en el

75

discurso. De este modo, López establece una conexión entre el vocabulario del régimen

totalitario y los personajes que aparecen en la ficción. Hemos señalado también la dimensión

bíblica-apocalíptica escondida en el discurso para relacionar la pérdida de la madre con el fin

del mundo, el amor entre madre e hijo como un paraíso perdido. La madre incorpora una

dimensión mitológica a través de las comparaciones metafóricas hechas por el narrador, con

Venus y las sirenas.

Puesto que se trata de una novela en la que un hijo de una desaparecida toma protagonismo,

volvemos a encontrar temas como la crisis de identidad, la crisis de memoria y el trauma del

abandono maternal. En especial la relación íntima entre la madre perdida y el niño recibe

mucha atención, lo que indica que el trauma dejado por la violencia es muy profundo y casi

insuperable. La búsqueda del protagonista adulto por un sustituto de madre controla la

narración a partir de la segunda parte, a través de la conexión íntima que guarda con su

antigua vecina Elvira y la unión sexual establecida con Desiré. Tanto la crisis de memoria

como la crisis de identidad se establecen a causa del vacío que ha dejado la madre. El uso de

la foto familiar, la afición por la lectura y la costumbre de tomar el té “bien negro” despiertan

sentimientos nostálgicos en el protagonista puesto que todos remiten a la madre perdida. La

memoria de la infancia con la madre amada atormenta su existencia y marca la identidad para

siempre como “hijo de una madre desaparecida.” Lucha contra la restricción de ser solamente

este hijo y establece para sí mismo un lugar propio a través de la escritura, en donde su

identidad puede ser completamente suya y original. Podemos concluir que su intento de

distanciarse de la memoria de la madre y escapar de la influencia del pasado traumático en su

identidad del presente son ambas tareas problemáticas que fracasan.

De nuevo, tal como en Pequeños combatientes, la ficción tampoco puede escaparse de la

violencia, ni en el contenido ni en la forma. La expresión de la violencia a través de la elipsis

no impide la omnipresencia de referencias a la desaparición y tampoco “desaparecen” de esta

manera sus efectos como el trauma, la crisis de identidad y la crisis de memoria.

Al contrario, son las temáticas que dominan la narración por completo en ambas novelas.

76

9. Bibliografía

9.1. Bibliografía primaria

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