historia del raval

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El Raval Antes del siglo XIV el barrio del Raval era solo un campo abierto con tierras cultivadas que abarcaban la ciudad de Barcelona. En la Barcelona romana había caminos vecinales que dibujaron el contorno que el barrio tuvo más adelante. El monasterio de Sant Pere del Camp fue el primer núcleo importante del Raval, anterior al siglo X, en torno al cual hubo una pequeña villa medieval vinculada al monasterio. El crecimiento de Barcelona configuró al Raval en el espacio que toma forma de diamante entre el segundo cinturón de murallas (Jaume I el año 1268, la Rambla) y el tercero y último cinturón (Pedro el Ceremonioso, 1348, las rondas y la avenida del Paralel). El Raval estaba situado en los márgenes de los caminos principales: el Portal de los Tallers, por donde los campesinos entraban las mercancías que suministraban Barcelona; el Portal de Sant Antoni, el acceso más importante de la ciudad, y la Puerta de Santa Madrona, al lado de Drassanes, la única que queda en pie. La ciudad de Barcelona se encontraba ahogada por las murallas de Jaume I; Pere el Cerimoniós decidió levantar el tercer cinturón amurallado. Había que asegurar las expectativas de crecimiento urbano. Existía la tendencia general de muchas ciudades de la época de rodear dentro de las murallas la extensión de terreno suficiente para prever la subsistencia de los habitantes en tiempo de guerras y asedios. Otro motivo era localizar fuera del núcleo urbano los establecimientos, servicios y actividades más molestos o poco recomendables. Pero todas las expectativas de crecimiento de la ciudad fracasaron. A finales del siglo XIV y principios del XV, a causa de las dificultades económicas (el comercio marítimo se desplazaba hacia el Atlántico), políticas

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El Raval

Antes del siglo XIV el barrio del Raval era solo un campo abierto con tierras cultivadas que abarcaban la ciudad de Barcelona. En la Barcelona romana había caminos vecinales que dibujaron el contorno que el barrio tuvo más adelante. El monasterio de Sant Pere del Camp fue el primer núcleo importante del Raval, anterior al siglo X, en torno al cual hubo una pequeña villa medieval vinculada al monasterio. El crecimiento de Barcelona configuró al Raval en el espacio que toma forma de diamante entre el segundo cinturón de murallas (Jaume I el año 1268, la Rambla) y el tercero y último cinturón (Pedro el Ceremonioso, 1348, las rondas y la avenida del Paral·lel). El Raval estaba situado en los márgenes de los caminos principales: el Portal de los Tallers, por donde los campesinos entraban las mercancías que suministraban Barcelona; el Portal de Sant Antoni, el acceso más importante de la ciudad, y la Puerta de Santa Madrona, al lado de Drassanes, la única que queda en pie. La ciudad de Barcelona se encontraba ahogada por las murallas de Jaume I; Pere el Cerimoniós decidió levantar el tercer cinturón amurallado. Había que asegurar las expectativas de crecimiento urbano. Existía la tendencia general de muchas ciudades de la época de rodear dentro de las murallas la extensión de terreno suficiente para prever la subsistencia de los habitantes en tiempo de guerras y asedios. Otro motivo era localizar fuera del núcleo urbano los establecimientos, servicios y actividades más molestos o poco recomendables. Pero todas las expectativas de crecimiento de la ciudad fracasaron. A finales del siglo XIV y principios del XV, a causa de las dificultades económicas (el comercio marítimo se desplazaba hacia el Atlántico), políticas (Barcelona se arruinó debido a la guerra contra Juan II) y sociales (bajón demográfico por pestes y epidemias) paralizaron el crecimiento del Raval, que quedó como zona de actividad básicamente agrícola. Entre el siglo XV y la desamortización de Mendizábal en el año 1837, el Raval se convirtió en "tierra de conventos". La gran cantidad de suelo edificable dio pie a la instalación de órdenes religiosas en el marco de la Contrarreforma impulsada por el Concilio de Trento (1543-1563). A principios del siglo XVIII, las industrias empezaron a instalarse en medio de huertos, conventos y casas gremiales. La prohibición del año 1718 de

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importar tejidos estampados favoreció la aparición de la industria manufacturera. Entre 1770 y 1840 se produjo la industrialización definitiva del barrio del Raval. A partir de la segunda mitad de 1700 empezaron a aparecer nuevas calles con fábricas y viviendas para los trabajadores. Desaparecieron las casas gremiales o se subdividieron en muchas viviendas de alquiler para acoger a los numerosos campesinos que huían del hambre del campo (crisis agrícola de 1765-1766). Los trabajadores de las fábricas se quedaron a vivir en el Raval., cerca del trabajo. Este barrio se convirtió en el más denso de Europa y se aprovechó hasta el último metro cuadrado edificable. Entre los años 1783 y 1785, se instaló la industria Erasme Gònima y se levantó la mayor fábrica de tejidos, hilados y estampados de su tiempo. Las jornadas de los obreros eran de doce horas (desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche). En el año 1829, según el Padrón de Fabricantes, en el Raval había 74 fabricantes textiles, 2.443 telares y 657 máquinas de hilar. Destacaba la fábrica Bonaplata, instalada en la calle de los Tallers. Tenía entre 600 y 700 trabajadores y era la primera que se impulsaba con vapor. La culminación de todo este proceso fue la instalación conocida como casa-fábrica, donde coincidían las instalaciones fabriles, la representación institucional y la residencia del fabricante. Este es el caso de la España Industrial en el año 1839 en la calle de la Riereta. El Raval era el único lugar dentro de las murallas donde se podían edificar construcciones grandes, ya que era poco atractivo hacerlo en el exterior a causa de la inestabilidad política (Carlismo y bandolerismo). Además, estaba cerca de la salida natural de Barcelona como ciudad portuaria. El mantenimiento de unos sueldos bajos, unas largas jornadas laborales, el cierre de las fábricas como demostración de fuerza de los fabricantes, la supresión de la sopa de caridad y la persecución de las asociaciones obreras hicieron que el 2 de julio de 1855 estallara una huelga bajo la consigna general del derecho de asociación y la jornada laboral de diez horasLas revueltas obreras contra las mecanizaciones modernas y diversas epidemias de cólera llevaron a tomar la decisión de derribar las murallas en el año 1859 y permitir así la expansión urbana e industrial fuera de un núcleo urbano insalubre y fácilmente controlable por un movimiento obrero que empezaba a organizarse. El éxodo empresarial hacia la planura de Barcelona empezó a principios de los años sesenta. Una larga lista de fabricantes salían del barrio siguiendo las teorías higienistas de Ildefons Cerdà . En el nuevo modelo de ciudad, el Raval ocupó una situación periférica como barrio residencial obrero. A principios del siglo XX continuó teniendo una composición social eminentemente obrera. Los movimientos de los barrio alcanzaron una importancia que rebasó sus fronteras. En 1870 se celebró el Primer Congreso Obrero Español; el año 1871 el principal sindicato catalán de la época, el textil, se adhirió a la Primera Internacional, y en 1888, de la calle de los Tallers salió la convocatoria para reunir a todos los delegados del país para fundar la UGT en el mismo barrio. El Raval se fue convirtiendo cada vez más en un barrio de viviendas para las clases con menos poder adquisitivo, entre las cuales los inmigrantes (exposiciones universales de 1888 y 1929) eran una parte destacada. Esta extracción proletaria jugó un papel importante durante la Semana Trágica (26-31 de julio de 1909), durante la cual el Raval fue uno de los principales escenarios de la quema de conventos y del enfrentamiento con el ejército. El hacinamiento humano, una red viaria estrecha y tortuosa, la proximidad del puerto y la dedicación de muchos inmuebles a bares, salas de

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espectáculos y casas de tolerancia, acabaron configurando una zona en el sur del Raval que hacia el año 1925 el periodista Àngel Marsà bautizó con el nombre de Barrio Chino. Las destrucciones de la guerra y la miseria de la posguerra perjudicaron considerablemente la vida nocturna del barrio, en un proceso que acabó con el decreto de cierre de las casas de prostitución en el año 1956. Las primeras voces que reclamaron la mejora del barrio surgieron en los años treinta, durante la Segunda República 1931-1936, con las propuestas de los arquitectos del GATCPAC. El plan Macià ofrecía soluciones racionalistas e integradas en los problemas del barrio. Pero fueron las bombas de la Guerra Civil las que hicieron los primeros saneamientos urbanísticos en el sur del Raval (avenida de García Morato, hoy avenida de las Drassanes). Durante los años ochenta del siglo XX, la Administración impulsó una decidida política de reformas y rehabilitación de viviendas, de apertura de espacios y creación de equipamientos para la comunidad, que fue dejando en segundo término el nombre de Barrio Chino para recuperar la denominación histórica del Raval.

Conventos y Monasterios del raval.La piel del Raval está llena de cicatrices. Todas las plazas abiertas en su trazado urbano durante el siglo XIX, además de la zona conocida como l’Eixample del Raval, son el resultado de la destrucción progresiva en ese siglo de los conventos que constituían el centro de su vida urbana desde la Edad Media hasta el XVIII. No se puede entender la historia del Raval sin los conventos, ya que antes de la desamortización existían en su recinto treinta órdenes religiosas distintas (frente a ocho en el barrio de Sant Pere y doce en el resto de la ciudad). Una treintena de conventos, construidos en su mayoría entre los siglos XI y XVII, de los que hoy apenas quedan unos pocos fragmentos reciclados en forma de equipamientos institucionales.

Para entender por qué las órdenes de monjas y frailes poblaron el Raval hay que entender primero la naturaleza dual del lugar: parte de la ciudad pero al mismo tiempo fuera de la misma, extramuros hasta el siglo XV y sin urbanizar hasta finales del XVIII. Hay que pensar también que pese a quedar el Raval encerrado dentro de la Tercera Muralla –la que seguía el Carrer Tallers, rodeaba Sant Antoni y descendía hasta Santa Madrona–, la antigua muralla de las Ramblas subsistió hasta el XVIII.

La construcción de la Tercera Muralla no significó para el Raval una integración en la ciudad, sino al contrario. Se convirtió en el lugar donde se establecieron los establecimientos molestos para Barcelona. Acogió a los enfermos, los pobres y la prostitución marginal. Fundando una tradición que se extendería prácticamente hasta nuestros días, todo lo que no se quería en la ciudad era expulsado a poniente, al Raval. De esa manera fueron surgiendo allí la leprosería de Santa Margarida dels Mesells (1141), construida en el Raval para sacar a los leprosos de la ciudad; el Hospital del canonge Colom (1229), que se convertiría en el de la Santa Creu (1401), con su gigantesco manicomio; el asilo de pobres de la Casa de Misericòrdia (1583); la Casa de Caritat (finales del XVIII), lugar de acogida de mendigos, pobres y huérfanos. Y por fin el Casal d’Infants Orfes (1846) y la Casa de la Maternitat i Expòsits (1853), para los huérfanos y las madres solteras. Por

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no mencionar la prisión de mujeres del Carrer Egipcíaques y posteriormente la de la Plaça Reina Amalia.

Como es obvio, al adquirir la ciudad esa disposición dual, con su mitad freudianamente reprimida al oeste de la Rambla, la gente distinguida de la ciudad procuraba no pasar nunca por aquella zona, llena de cosas desagradables. Allí estaban también los patíbulos, las tabernas y las prostitutas, en una zona mayormente despoblada, compuesta de huertos y caminos. Los barceloneses de la Ribera (la ciudad al este de la muralla de Ramblas, o en otras palabras, el no-Raval) menospreciaban a los del Raval y los consideraban de condición inferior. A los riberenses nunca se les ocurriría irse a vivir al Raval.

Todo esto, por supuesto, no impidió que el Raval se terminara urbanizando, un proceso que tuvo lugar principalmente entre finales del XVIII y principios del XIX, a medida que los huertos se iban mudando fuera de la muralla, al Poble Sec y otras zonas de extramuros. Hasta ese momento, y desde la misma Edad Media, con las construcciones románicas de Sant Pau del Camp y Santa Margarida de Mesells, quienes se asentaron en el Raval fueron las órdenes religiosas. Se trataba de una verdadera Ciudad de Conventos. Las enormes Drassanes góticas eran prácticamente el único edificio laico de la zona, teniendo en cuenta que la Muy Ilustre Administración del Hospital de la Santa Creu se componía de dos canónigos de la Catedral y dos miembros del Consell de Cent. Y pese a que quedan pocos testimonios históricos de esto, el Raval fue una Ciudad de Conventos hasta hace muy poco. A principios del Siglo XIX todavía era un campo abierto lleno de huertos, alguna masía en los márgenes de los caminos y las rieras y sobre todo edificios religiosos.

La imagen de los conventos dentro del recinto amurallado le daba a la ciudad un aspecto monacal y tétrico. Josep Maria Poblet lo relata así: “La escasa iluminación pública ayudaba al recogimiento y los fanales solamente se mejoraban en fechas señaladas, siempre valiéndose de fogariles, unos fanales inaugurados un siglo antes, la víspera de Navidad de 1752. Así, la ciudad de las murallas al oscurecer, parecía un gran convento de clausura y cuando en una casa ponían cortinas negras en los balcones significaba que había habido alguna defunción. Como hemos visto, frailes, monjas y capellanes recorrían las calles, sobre todo por los lugares céntricos. Al divisarse tormenta, el tañir de las campanas la señalaba…”.

El barrio creció alrededor de los conventos y hospitales, aglutinándose alrededor de esos nodos de energía espiritual, creciendo alrededor de los centros de oración, estudio y caridad. La formación original de la zona, un entramado de caminos –en el eje norte-sur– y rieras –en el eje oeste-este–, dio paso a la Constelación de los Monasterios. En el mapa de la Barcelona de finales del periodo gótico, frente a la espesa retícula urbana de la Ribera, el Raval aparece vacío salvo por una decena de construcciones originales, de las cuales únicamente las Drassanes son de naturaleza laica. El Raval se desarrolla por tanto como conjunto de asentamientos religiosos. Centro espiritual de la ciudad, unido como un hermano siamés al centro político del otro lado de la Rambla. Es por eso que, cuando las desamortizaciones y la especulación con el suelo desmantelaron los monasterios durante el siglo XIX, el barrio no se transforma tanto como

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queda mutilado. Desde el punto de vista de la geografía psíquica, los edificios son derribados o reciclados, pero las líneas de fuerza permanecen.

Caminamos por el Raval moderno igual que moscas por un cuerpo mutilado. Ahora hay calles amplias y plazas, sol para los turistas y la Rambla del Raval. Pero lo que pisamos es tejido cicatrizado. Lechos de ríos perdidos. Igual que la fabulosa ciudad de templos megalíticos de Avebury, el lugar que pisamos era una ciudadela sagrada, una congregación de energías espirituales que no desaparecen. Están ahí, en los conventos convertidos en centros de arte. En las calles que todavía llevan el nombre de las órdenes que los poblaron y de los santos a los que veneraban.

Los grandes conventos medievales: Sant Pau del Camp

Los tres grandes conventos del Raval fundados en la Edad Media son el de Sant Pau del Camp, del que ya existe constancia a principios del siglo X; el del Carme de finales del siglo XIII y el de Sant Antoni Abat, de mediados del XV. En el Raval prácticamente despoblado del medievo, estos tres conventos eran los centros de la vida pública de la zona junto con las Drassanes y los hospitales de Mesells y de la Santa Creu.

El origen del monasterio de Sant Pau del Camp se pierde en la Antigüedad. En el siglo XVI se encontró en el monasterio la lápida sepulcral del conde Guifré Borrell, fallecido en 911. Eso ha hecho pensar que en aquel año debía existir un monasterio con suficiente entidad para que el conde de Barcelona se hiciera enterrar en él. La lápida todavía puede verse empotrada en el interior del templo, pero existen indicios de que el lugar es de una fecha muy anterior, como algunos restos funerarios romano-cristianos, así como dos capiteles merovingios en mármol blanco, aprovechados para el pórtico de la iglesia y pertenecientes acaso a los siglos VII-VIII. Hoy también sabemos que el emplazamiento de la iglesia es anterior a la época romana, y se corresponde con el emplazamiento de un pueblo y necrópolis neolíticos de la Edad del Bronce descubiertos durante las décadas de 1980 y 1990.

Hay diversos documentos benedictinos que atestiguan la presencia del monasterio durante los siglos X y XI, incluyendo la noticia de su destrucción a manos de los almorávides en el 1114. Tres años posterior es la lápida con los nombres de los cónyuges que restauraron el monasterio, Geribert Guitard y su segunda esposa Rotlendis, reconstrucción que termina el año 1127. El monasterio constaba de muchos edificios, de los que quedan pocos, aunque seguramente los más importantes: la iglesia con su claustro y la casa del abad, la primera convertida hoy en parroquia y la segunda en casa rectoral. La planta del templo es del siglo XII, aunque el pórtico con sus esculturas, columnas y tímpano, es del XIII. También es del XIII el claustro, cuyos muros están llenos de sepulcros de los antiguos protectores del monasterio. La casa del abad es del XIV.

Es cierto que Sant Pau del Camp no pasó nunca de ser un pequeño monasterio, sin demasiada vitalidad comparado con los del Carme o Sant Antoni Abad, pero cuenta con historias y peculiaridades fascinantes. Una de ellas fue la presencia de la urna con las reliquias de Sant Galderic, que

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llegaron en 1654 procedentes de Sant Martí del Canigó huyendo de la ocupación francesa, unas reliquias que en épocas de sequía eran llevadas en procesión hasta la catedral por su poder mágico para invocar las lluvias. Sant Galderic nació el año 820 en la aldea occitana de Vilavella, que hoy lleva su nombre, y está considerado protector de agricultores y de cosechas. Se lo representa iconográficamente acompañado de un par de bueyes arando y con un manojo de espigas de trigo. Tras su muerte en el 900, fue enterrado en el monasterio de Sant Martí del Canigó y canonizado por el Concilio de Carbona en el 990.

También estuvo en Sant Pau del Camp durante la Guerra de Sucesión el cuerpo de Santa Madrona, co-patrona de la ciudad, procedente de la capilla del mismo nombre de la montaña de Montjuïc. Posteriormente las reliquias estuvieron en varios lugares, Sant Agustí, Sant Jaume y la Catedral entre otros, hasta llegar a su iglesia titular, donde fueron destruidas durante la Setmana Tràgica.

 

El Convent del Carme

Los carmelitas se establecieron en Barcelona alrededor de 1292, en la misma época en que tuvieron que abandonar Palestina de forma definitiva y de forma casi simultánea a la fundación de los monasterios de Peralada (1293) y Girona (1295). Los terrenos para edificar su convento fueron elegidos fuera de las murallas, en el Raval, en el lugar conocido como Hort dels Lledoners. La zona se estaba empezando a edificar por entonces. Su llegada daría nombre al actual Carrer del Carme, que por entonces llevaba el nombre de Guillem Moneder, el antiguo dueño del enclave. Por el Carrer del Carme se accedía tanto al convento como a la iglesia, y la entrada principal estaba justo delante del Hospital de la Santa Creu, puerta con puerta. La iglesia y las dependencias conventuales, junto con su enorme huerto, llegaron a ocupar un extenso solar, limitado por las calles dels Àngels a poniente y del Carme a mediodía. El huerto llegaba hasta los jardines de las casas del carrer Xuclà por un lado y por otro a los jardines de la calle d’Elisabets. Hoy en día en aquel extenso solar parten formando una cruz las calles Doctor Dou y Pintor Fortuny.

No hay duda de que el siglo XIV fue el de la consolidación del convento, como lo demuestran dos hechos importantes de su primera época: la celebración de un capítulo general de toda la orden en 1324 y el que en 1333 se estableciera un Estudio General, así como el hecho de que en 1323 se alojara allí el rey Jaume II, en los últimos años de su vida, más o menos por la época en que conquistó Córcega para la Corona de Aragón.

La magnífica iglesia gótica del convento se iría construyendo durante el siglo XIV. Su construcción se suele atribuir al maestro Guillem Abiell, a quien también se atribuyen las iglesias parroquiales de Santa Maria del Pi y de Sant Jaume, así como la de Montsió y el Hospital de la Santa Creu. La iglesia, muy parecida a la de Santa Maria del Pi, tenía ábside poligonal y nave única de cinco tramos y otras tantas capillas de planta cuadrada entre los contrafuertes, todas con bóveda de crucería, como la nave y el presbiterio. El campanario sobresalía y se elevaba por encima de los edificios vecinos, y desde allí se divisaba perfectamente el mar. Los

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marineros desde sus barcos lo podían contemplar mientras se acercaban a Barcelona. Así arraigó la devoción de los hombres de mar por Nuestra Señora del Carmen, y cuando éstos vivían momentos de peligro hacían la promesa de ir de rodillas desde el puerto hasta el Convent del Carme si se salvaban.

Las dependencias del convento, de acuerdo con un plano que se conserva, estaban situados alrededor de dos grandes claustros. Uno era gótico, y se desconoce su fecha de construcción, aunque por el estilo debió de ser entre los siglos XIV y XV. Ese claustro gótico llegó a los tiempos de la exclaustración, y se conserva alguna muestra del mismo en museos. Parece ser que ya derribado el convento, este claustro antiguo se conservó durante una temporada en forma de glorieta en el Carrer Pintor Fortuny. El otro claustro, conocido como el Claustro Moderno, adosado a la iglesia, fue construido a finales del XVI y principios del XVII, la época de máximo esplendor del convento, en el lugar que ocupaba un edificio más antiguo, seguramente el primero que se construyó.

 

Sant Antoni Abat

El convento de Sant Antoni Abat se levantó a mediados del siglo XV, en pleno camino real, en el extremo más occidental de la ciudad, justo donde después estaría la puerta de la muralla y donde hoy todavía perdura el pórtico de la iglesia. En 1430 se fundó en ese emplazamiento una comunidad de Antonianos. Los Hermanos Hospitalarios de San Antonio o Antonianos fueron una congregación católica romana fundada hacia 1095, con el propósito de cuidar de aquellos que sufrían la enfermedad medieval, por entonces muy común, del Fuego de San Antonio. También llamada "fuego sagrado", "mal de los ardientes" o "fuego infernal", el nombre Fuego de San Antonio data del siglo XI, en que se fundaron los monasterios de la orden para atender a sus víctimas. Se trataba de una infección que fue epidémica en la Europa medieval, denominada ergotismo y causada por la ingestión de pan amasado con harina contaminada por el cornezuelo del centeno.

Desde el siglo IX al XIV y en menor grado hasta el siglo XI, se declararon epidemias de dicha enfermedad, cuyas consecuencias resultaban más temibles que las de la propia lepra. El fuego de San Antonio afectaba en la mayoría de los casos a los miembros. Los enfermos atormentados por dolores atroces lloraban en los templos y en las plazas públicas. La enfermedad les corroía los pies, las manos y la cara. Parecía que sus extremidades iban consumiéndose por un fuego interno, se tornaban negras, arrugadas y terminaban por desprenderse. La inmensa mayoría sobrevivía, quedando mutilados y deformados enormemente, a veces perdiendo los cuatro miembros. Para protegerse del Fuego de San Antonio, la gente rezaba, llevaba amuletos benditos e ingería infusiones de yerbas, pese a lo cual la enfermedad seguía arrasando vidas, lisiando y matando.

Hasta fines del siglo XVI, los enfermos peregrinaban a los hospitales de los Antonianos, donde recibían los cuidados de los frailes, que llevaban marcada como distintivo una Tav azul sobre el hombro de sus túnicas. Se

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trata de la última letra del alfabeto hebreo, que se corresponde con la Tau del alfabeto griego y también se conoce tradicionalmente como Cruz de San Antonio. Según algunas versiones, esa T simbolizaba las muletas que utilizaban quienes acudían en busca de sus cuidados.

En 1430 se inició la construcción del convento y hospital de Sant Antoni Abat del Raval, obra que se acabó en 1457. La iglesia tenía un atrio con tres arcos ojivales, mientras que el interior era de una nave con capillas laterales también cubiertas por bóvedas ojivales, de menor altura. La nave quedó destruida en la Guerra Civil, junto con el magnífico retablo de San Antonio, obra de Jaume Huguet. En el pórtico gótico de la iglesia de tres arcos ojivales, hoy convertido en un establecimiento comercial, todavía se puede observar esculpida en la piedra la letra Tau, símbolo de San Antonio, y los escudos de la ciudad, el de Alfons el Magnànim y su mujer María de Castilla.

Además de ser el lugar privilegiado por donde los visitantes ilustres entraban en la ciudad, como hizo el Papa Luna en 1409, era también el lugar donde los frailes celebraban cada año la festividad de San Antonio Abad, la antigua cabalgata medieval todavía hoy conocida como Els Tres Tombs. La tradición era, y todavía hoy es, bendecir ese día a los animales, sobre todo los caballos y las mulas, que, bien adornados por sus amos, pasaban tres veces por delante del pórtico de la iglesia. Els Tres Tombs tiene su origen en la tradición según la cual San Antonio Abad obró su milagro en Barcelona, porque el gobernador lo había hecho venir para curar a su hija. San Antonio estaba sentado en el portal de la casa donde se alojaba cuando se le acercaron unas cerdas heridas. El santo las bendijo y la curó, por lo cual se le considera el patrón de los animales. La ruta que seguían los caballos y sus jinetes pasaba por Sant Antoni Abat, subía a la muralla de tierra y proseguía por las calles de la Cera, Botella y Pedró y nuevamente llegaba a Sant Antoni Abat, hasta completar las tres vueltas.

El convento de Sant Antoni Abat fue desmantelado en 1803, fecha en que se prohibió acoger leprosos en la ciudad. Tres años más tarde el edificio sería cedido a los escolapios, que crearon la escuela más importante del Raval.

 

Otros conventos medievales del Raval

Monestir de Valldonzella y Priorat de Santa Maria de Natzaret, ambos cistercienses. El origen del monasterio de Valldonzella es la ermita de Santa Margarida, una pequeña iglesia románica situada en el valle boscoso de la sierra de Collserola. Posiblemente en el año 1147 ya existía allí una pequeña comunidad femenina, que en el año 1226 fue cedida a la orden del Císter, dependiente de Santes Creus, por el legendario obispo de Barcelona Berenguer de Palou, cruzado y aliado del rey Jaume I en sus conquistas. Es el 4 de noviembre de 1237 cuando se tiene constancia de la fundación del monasterio. La primera comunidad estaba formada por Berenguera de Cervera con once monjas.

Con motivo de la inseguridad del enclave original, en el año 1263 la comunidad obtuvo el permiso de Jaume I para trasladarse a Barcelona, en

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extramuros, al lugar conocido como la Creu Coberta, actual calle Valldonzella, hecho que se produjo en 1269. El traslado se hizo por creer que el monasterio estaba en un lugar solitario, peligroso y agreste. Este monasterio tuvo mucha importancia en los años siguientes y su comunidad fue ampliándose con la hijas de la nobleza ciudadana. Favorecido por el mismo Jaume I y sus sucesores, así como por los obispos de Barcelona, en el año 1308 contaba con treinta y cinco miembros. Como prueba de su prestigio en aquellos tiempos, en 1395 tuvo residencia en él el rey Joan el Caçador y en 1410 enfermó allí y murió Martí l’Humà, cuya viuda Margarida de Prades se retiró a él poco después. Durante la Guerra dels Segadors, las monjas abandonaron el monasterio, que quedó destruido en el asedio de Barcelona, y la comunidad pasó a vivir en 1674 al antiguo Priorat de Santa Maria de Natzaret, muy cerca de allí, que había desaparecido quince años antes. El priorat, cisterciense y dependiente de Santa Maria de Poblet, funcionaba desde el año 1312 cerca de la calle Valldonzella, donde hoy está el Centro Aragonés.

También del siglo XIV es el Convent de Montalegre de canónigas agustinianas, establecido en 1362 en el Raval, en el Barri dels Tallers, con monjas procedentes del priorato de Montalegre de Tiana. La comunidad se extinguió en el 1593. Poco después, en 1598, el lugar lo ocupó el seminario de Montalegre hasta el año 1770 y más tarde la Casa de la Caritat.

En 1453 se funda en la actual Plaça de la Gardunya el convento de monjas terciarias franciscanas de Santa Maria de Jerusalem, sobre la ruinas de un antiguo convento de dominicas construido en 1371 y abandonado desde hacía treinta años. La fundación se hizo por voluntad de Rafaela Pagès, natural de Sarriá, al regreso de su peregrinación a la ciudad de Jerusalén. En 1494 la comunidad de franciscanas adoptó la regla de santa Clara.

Veinte años antes, en 1475, se funda el Convent de Sant Maties, de Jerónimas, en la actual Plaça del Padró, aproximadamente donde está la Esglèsia del Carme. La tradición cuenta que en 1426, una joven noble barcelonesa, Brígida Terré, empezó una experiencia de vida comunitaria con otras tres jóvenes. A la muerte de Brígida, Catalina Ferré obtuvo del papa Sixto IV, el 19 de junio de 1475, permiso para fundar allí un monasterio de la Orden de San Jerónimo.

 

Conventos del Renacimiento y el Barroco

Durante los siglos XVI Y XVII, y hasta principios del XVIII, se fundan una veintena de conventos en el Raval. La importancia histórica de estos conventos renacentistas y barrocos es por lo general menor que la de los conventos medievales, aunque su numero formidable termina de conformar el paisaje del barrio durante el largo periodo de los Austrias. Aproximadamente media docena de estos conventos continúa en pie, transformado su uso, y puede visitarse. Por ejemplo, en la actual Plaça del Àngels, convertido en parte del complejo cultural municipal del MACBA-FAD, se pueden visitar algunas partes del Convent dels Àngels, convento de monjas dominicas construido el 1562-1568 en el lugar donde había anteriormente una ermita conocida como del Peu de la Creu.

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Concretamente la antigua iglesia del convento, situada en el Carrer dels Àngels 7, convertida desde 2006 en la sala de exposiciones Capella MACBA. El espacio incluye el templo del convento, construido la segunda mitad del siglo XV con formas góticas y que cuenta con la planta baja en cruz latina y el corazón en la planta superior y La Capella del Peu de la Creu, fechada en los años 1568-1569 y que constituye la única capilla de implantación renacentista en Barcelona.

Situado en la esquina de las calles Elisabets y Xuclá, y hoy desaparecido, estaba el Convent de Santa Elisabet, de monjas clarisas, fundado el 1564 a partir de un beaterio existente desde hacía diez años. Era, según testimonios históricos, un convento sencillo pero amplio y luminoso, con una iglesia también sencilla, de una sola nave con bóveda semicircular. El elemento más destacado del edificio era la fachada de sillares pulidos con pórtico de orden corintio. Desde el siglo XVI, el convento albergó una reliquia fabulosa, una sábana con la imagen de Cristo que según la crónica de la comunidad fue usada en una noche de tormenta por un peregrino que desapareció sin dejar más rastro que la sábana con la efigie milagrosa. La sábana sobrevivió la exclaustración y los distintos ataques anticlericales, y se conserva hoy en otra casa de la orden.

A pocos metros de allí, en la misma calle Elisabets, junto a la Casa de la Misericordia, se fundó en 1587 el colegio y convento de agustinos de Sant Guillem d’Aquitania. Las partes que continúan en pie del convento de Sant Guillem acogen hoy en día la Fundació CIDOB. Destacan los grandes ventanales de arco rebajado del edificio, mientras que la puerta de entrada de medio punto y el ojo de buey situado encima de ella, perfectamente visibles en la calle Elisabets, pertenecen a la fachada de la antigua iglesia del convento.

De la misma época, del 1593, es el colegio y convento de carmelitas de Sant Àngel, que estaba en la Rambla, para ser más precisos en la actual confluencia de la Rambla con Nou de la Rambla, delante de la Plaça Reial. Originalmente ocupó una casa noble remodelada, que se amplió en 1680. En 1599 se fundó en la esquina de Riera Alta con Carrer del Carme el convento de Santa Margarida la Reial, hoy desaparecido, a iniciativa de Àngela Margarida Serafina y con la ayuda de las clarisas de Santa Elisabet.

Del 1619 es el Convent de Santa Mònica, de agustinos descalzos, procedentes de la antigua capilla de Sant Bertran de Montjuïc, hoy todavía en pie en la Rambla y convertido en el Centre d’Art Santa Mònica. Del 1623 es el Convent de Jesús i Maria, de la orden de las mínimas, hoy desaparecido, que estaba en el lugar de la actual escuela Milà i Fontanals. También procedentes de Montjuïc, tras pasar por Sant Bertran y después por Santa Madrona, eran los frailes servitas del Convent del Bonsuccés, edificado entre el 1626 y 1635. Se encontraba en la actual Plaça de Vicenç Martorell, y del mismo se ha conservado una especie de torre de piedra del antiguo convento, de cinco plantas con una puerta decorada, que restaurada a finales de los cuarenta alberga la sede de la "tinença d'alcaldia", ahora consell de districte.

Entre 1633-1639 se levantó en la Rambla el convento de la Mare de Déu de la Bona Nova, de frailes trinitarios descalzos, justo delante de la Plaça dels Trinitaris, en el mismo solar donde más tarde se construiría el

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Teatre del Liceu. En 1649 se fundó el Convent de l’Encarnació, de monjas carmelitas, gracias a la voluntad de fray Martí Roman y a la aportación económica de Isabel Terré. El convento se levantó en el lugar de unas casas ruinosas con dos quintanas de tierra del Carrer Hospital, cerca de la Riera d’En Prim, entre las calles de la Cadena (actual Rambla del Raval), Bernardí Martorell y Sant Rafael. La ubicación se decidió también por su cercanía con el convento de carmelitas del Carme.

En 1668, en el actual Carrer de Sant Pau, se levantó el monasterio de dominicos de Sant Vicenç i Sant Ramon. De 1677 es la fundación del desaparecido convento de Santa Maria Egipcíaca, cerca de la esquina de las calles Riera Alta y Carme, posteriormente ocupado por las Capuchinas de Santa Margarida. La calle Egipcíaques, cuyo nombre recuerda el convento que estaba en ella, es una de las más antiguas de la zona y antes llevaba por nombre La Galera. En el siglo XVIII hubo allí la prisión de mujeres de vida ligera, regida por las monjas mínimas del convento de las Egipcíaques. La galera fue durante mucho tiempo un edificio nefasto, y corría la voz de que si una mujer tenía mal comportamiento, terminaría en ella. Para ingresar en las Egipcíaques había que confesar haber tenido malas costumbres y tener la intención de llevar una vida ejemplar como la de Santa María Egipcíaca, la prostituta que se convirtió en santa. Santa María Egipcíaca (Egipto, c. 345- Palestina, 421) fue prostituta en Alejandría desde una temprana edad. Su conversión tuvo lugar años después en Jerusalén, donde se le apareció la Virgen y como resultado de esa experiencia peregrinó al desierto de Judá, junto al río Jordán, y allí vivió durante cuarenta y siete años, rezando, meditando y haciendo penitencia. También cuenta la leyenda que allí le contó su historia a un monje, de donde viene el poema hagiográfico medieval Vida de María Egipcíaca (fines del s. XII-principios del s. XIII), traducción al primitivo aragonés de un original francés anterior.

Los Paúles, o misionistas, nombre con que son conocidos los capellanes de la Congregación de la Misión fundada en 1625 por San Vicente de Paúl, llegaron a Barcelona en 1704 y acto seguido se hicieron su residencia, que llamaron casa de Sant Sever, en la calle Tallers, de un Raval entonces en expansión.

El último monasterio en crearse en el Raval fue el llamado Convent de Sant Agustí Nou, en la calle Hospital casi al lado de la Rambla, con los agustinos calzados procedentes del convento de Sant Agustí Vell, situado en el Carrer Comerç y demolido en 1717 por orden de Felipe V para construir la Ciutadella. No fue hasta 1727 que los monjes de Sant Agustí Vell tomaron posesión del nuevo establecimiento, proyectado por Pere Bertran. La primera piedra del nuevo convento de Sant Agustí se puso 1728 y se inauguró en 1750. La fachada de la iglesia quedó inacabada, estado en que aún se encuentra. Tenía dos claustros, y la actual plaza de Sant Agustí formaba parte del convento, era un patio delantero de la iglesia.

Igual que el convento de agustinos de Comerç, muchos de los conventos del Raval sufrieron daños cuantiosos como resultado de los sitios de Barcelona de la Guerra de Sucesión, incluida la batalla final del 11 de Septiembre.

 

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La destrucción del tejido conventual

La reforma de la Ciutat Vella en el siglo XIX se caracterizó por dos fenómenos: por un lado la expropiación estatal de solares de la Iglesia por medio de decretos gubernamentales de desamortización. Por otro lado, las grandes obras de apertura de nuevas vías crearon una dinámica económica propia, ya que requerían empresas capaces de financiarlas y realizarlas técnicamente. Los dos fenómenos fueron dos caras de una misma moneda, puesto que el objetivo básico de las medidas desamortizadoras era eliminar grandes superficies de terreno que no servían para dar dinero y crear riquezas. Los conventos eran bienes amortizados, de mano muerta, lo que significa que estaban en poder de comunidades que no las podían vender. Cuando fueron desamortizados por las leyes que promovió Mendizábal, entraron en el mercado de compra-venta. El suelo del Raval, estigmatizado durante tantos siglos, de repente se volvió rentable por su centralidad, y por tanto objeto de especulación. Sin embargo, había un obstáculo para el afán mercantil de la pujante burguesía: la Iglesia.

En el siglo XVIII, la Iglesia era la principal propietaria de terrenos dentro de la ciudad. Conventos, iglesias, cementerios y colegios religiosos ocupaban cerca de un veinte por ciento de la superficie urbana. En varios momentos políticos se habían hecho intentos de desamortizar todos esos inmuebles, pero fue Juan Álvarez Mendizábal, ministro de finanzas de España, quien promovió a partir de 1835 la venta pública masiva de bienes eclesiásticos. De esta manera consolidó lo que tímidamente habían intentado los franceses y los políticos del trienio constitucional. El proceso fue rápido, y aprovechó como es obvio el enorme sentimiento anticlerical de una parte de la población, así como las destrucciones masivas de edificios religiosos que ya se habían producido en la revuelta de julio de 1835. En ese mismo mes se decretó la supresión de los conventos y monasterios de menos de doce religiosos; el 11 de octubre se amplió el alcance de la medida, y el 3 de marzo de 1836 se extendió a casi todos los conventos y monasterios religiosos de varones. A continuación se suprimieron los conventos y monasterios de religiosas. Pese a que un poco más adelante se produjeron ciertas devoluciones al subir los moderados al poder, los decretos y leyes del periodo comprendido entre 1835 y 1843 comportaron prácticamente la desaparición de todos los conventos y monasterios de la ciudad, salvo los correspondientes a las órdenes dedicadas a la enseñanza y la beneficencia.

Los resultados de la desamortización fueron desiguales. En algunos casos los solares se convirtieron en espacios públicos, cosa que mejoró notablemente las condiciones de vida. Muchos conventos fueron convertidos en cuarteles o dependencias de la administración. En otros muchos casos, sin embargo, los terrenos fueron vendidos a manos privadas, urbanizados y edificados. Pese a que inicialmente la apropiación pública de conventos se asociaba a un programa de reconversión urbanística que debía destinar los solares a servicios, equipamientos y espacios públicos, las dificultades crónicas de la hacienda pública obligaron a privatizar gran parte de esas propiedades, que se convirtieron en fábricas o viviendas. En el Raval, las nuevas áreas urbanizadas generaron núcleos de fábricas en la zona de las calles Sant Pau, Hospital y Plaça de Padró, por un lado, y por otro en la zona de Tallers y Valldonzella.

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Los grandes beneficiados del proceso, en última instancia, fueron la clase burguesa emergente, así como las constructoras y los políticos liberales. A partir de 1860, derribadas las murallas y aprobado el plan Cerdà, la ciudad empezó a crecer más allá del antiguo recinto amurallado. Había terreno de sobra para especular. Pero no por eso el interior del antiguo recinto dejó de ser un campo propicio para los negocios. Se empezaron a hacer reformas que traían nuevos solares al mercado inmobiliario y daban trabajo a las empresas de derribos, urbanización y construcción.

Debido al hecho de que la burguesía local nunca logró consumar una revolución burguesa propiamente dicha, el proceso desamortizador se perfiló como episodio clave de su ascenso político. Considerando el conjunto de la Ciutat Vella, es en este momento cuando la burguesía liberal levantó su ciudad triunfal, con la Rambla como epicentro. El Mercat de la Boqueria de Josep Mas i Vila, por ejemplo, solucionaba una necesidad funcional que era urgente en la ciudad, pero también lo hizo confiriéndole al nuevo mercado una arquitectura simbólicamente triunfal. Asimismo, el centro neurálgico de la nueva vida burguesa se ubicó en el antiguo solar dels Caputxins, que se transformó en la Plaça Reial (1847-8), y en el Gran Teatre del Liceu, construido en los mismos años sobre el Convent de la Bona Nova. El mismo proceso de transformación de centros religiosos en espacios burgueses tuvo lugar en otras partes de la ciudad, como el contiguo Convent de Framenors, que dio paso a la Plaça de Medinaceli, o la construcción del Pla de Palau al otro extremo de la Muralla de Mar. Otras operaciones de carácter estrictamente privado mostraron la misma tendencia hacia la rentabilización de los espacios más centrales y hacia la ocupación por parte de la burguesía de las antiguas áreas del clero y la aristocracia.

 

Los conventos que han dejado huellas

Buena parte de los edificios religiosos que se suprimieron en el XIX tenían poco valor arquitectónico, pero algunos eran joyas que fueron derribadas sin ningún tipo de sensibilidad. Preocupaba más el suelo como generador de movimientos de capitales privados que el patrimonio como riqueza colectiva. De los conventos históricos del Raval que no desaparecieron del todo, varios vieron como sus iglesias se convertían en parroquias, siguiendo un plan de reorganización parroquial hecho en 1835 o bien en etapas posteriores. Es el caso de Sant Pau del Camp, clausurado en 1836, cuyo templo se convirtió en parroquia, mientras que el resto de edificios pasó a propiedad pública. Se instaló sucesivamente una escuela y un cuartel. El claustro se pudo salvar y el 1896 se integró a la parroquia. También fueron desamortizados en 1836 Santa Mònica y Sant Agustí Nou. El primero, uno de los pocos que no fue quemado en 1835, se ha conservado íntegramente y hoy en día es el Centre D’Art Santa Mònica. Después de la desamortización, la iglesia se convirtió en la parroquia de Sant Josep. Quemada en 1937, ha sido reconstruida posteriormente. En cuanto a Sant Agustí, al decretarse la desamortización su iglesia se convirtió en la actual parroquia del mismo nombre. El convento fue demolido y a través de sus terrenos se abrió en 1859 una calle que se llamó Mendizábal, nombre que fue cambiado en 1942 por el de Junta de Comerç. En la biblioteca del

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convento se hizo el teatro Odeón, ya desaparecido, mientras que el resto fue comprado por la Sociedad Barcelonesa para la Fundición de Hierro y Construcción de Maquinaria. A partir de ahí se hizo el teatro Romea en 1863 y viviendas al lado.

El otro convento del Raval cuya iglesia de estilo neoclásico funciona hoy como parroquia es el de Sant Sever en Tallers. Los frailes gestionaron su venta a mediados del XIX y quedó definitivamente como hospital militar hasta que en los años cuarenta del S.XX se acabó haciendo el nuevo hospital de la Vall d'Hebron y el de la calle Tallers fue derribado. En su lugar se hizo la Plaça de Castella. La iglesia del convento, dedicada a Sant Sever, se respetó y una vez restaurada, se abrió al público en 1947.

El Convent dels Àngels sobrevivió como tal hasta el 1906, cuando se quemó en la Setmana Tràgica. Fue destinado a casa de corrección entre 1835 y 1846. La iglesia quedó cerrada hasta que en 1868 se convirtió en parroquia de Sant Antoni Abad y más tarde, vendida. Comprada por los Mateu, pusieron allí unos almacenes de hierro. Ahora ha sido restaurada e integrada al conjunto cultural municipal de la Plaça dels Àngels (MACBA,FAD, etc...). También sobrevive, restaurado, el Convent de Sant Àngel, aunque no el original del siglo XVI. En 1778 se abrió la calle Conde de Asalto (hoy Carrer Nou de la Rambla), que tenía que ser amplia y espaciosa, lo cual supuso la demolición de la iglesia y el convento. Con el dinero de la venta del solar, se hizo un nuevo edificio, entre 1786 y 1789. La iglesia, muy sencilla, de una nave y estilo grecorromano, daba a la Rambla. El convento y el claustro eran del mismo estilo. En 1835 los frailes se vieron obligados a abandonarlo definitivamente, pero el edificio fue respetado y pasó a manos de la Guardia Civil, de la policía y ahora de la Guardia Urbana.

 

Los conventos desaparecidos

Probablemente la pérdida arquitectónica más lamentable de todas las destrucciones de conventos fue la de la magnífica iglesia y convento del Carme, góticos, cuya demolición permitió el ensanchamiento de la calle dels Àngels y la apertura de las calles Doctor Dou y del Notariat y el trozo de calle del Pintor Fortuny, entre Xuclà y Els Àngels. Sin embargo, le quitaron al casco antiguo uno de sus monumentos arquitectónicos más interesantes. La iglesia gótica fue completamente destruida por los incendios anticlericales de julio de 1835. El convento también lo intentaron incendiar, pero sobrevivió a los disturbios y quedó en pie, abandonado. Tras ser desamortizado al año siguiente, se utilizó primero como cuartel. Más tarde se habilitó como universidad, donde se instalaron de forma provisional las facultades de Teología, Cánones y Leyes de la antigua Universitat de Cervera, hasta que la institución se trasladó en 1872. En 1874 empezó su demolición, que permitiría la apertura de la trama de calles nuevas y señoriales que se conoce como Eixample del Raval (la zona delimitada por el Carrer dels Àngels, Doctor Dou, Pintor Fortuny y Notariat, con sus calles amplias y sus casas señoriales). El pórtico gótico todavía se conserva en Sant Adrià de Besòs (Arc de Sant Adrià). 1875 es la fecha del derribo total y posterior urbanización del solar.

Los conventos de Sant Vicent i Sant Ramon y el de Sant Guillem

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d’Aquitània fueron exclaustrados en el 1835. El primero desapareció, mientras que del segundo se conserva una parte en la actual sede del CIDOB. El convento de la Mare de Déu de la Bona Nova fue desamortizado en 1836 y sirvió de cuartel hasta que en 1844 fue vendido a la sociedad Liceo Filarmonico de Isabel II, que lo derribó y construyó en 1845 el teatro del Liceu. En cuanto al Convent del Bonsuccés, desalojado en 1835, a partir de la desamortización se utilizó como dependencias militares. Durante la guerra civil fueron derribados el convento y la iglesia, cuyo solar es ahora la plaza de Vincenç Martorell. Sólo se ha conservado una especie de torre de piedra del antiguo convento, de cinco plantas y con una puerta decorada, que restaurada a finales de los cuarenta alberga la sede de la "tinença d'alcaldia", ahora consell de districte. Durante un tiempo también fue sede del Patronato Municipal de la Vivienda. Unida a esta torre se construyó a mediados de los cincuenta un edificio de cuarenta y ocho viviendas y quince tiendas, con bajos en porche, que ocupa tres lados de la plaza que en la misma época se urbanizó.

La exclaustración de Santa Maria de Jerusalem (1835) se prolongó hasta 1845, pero se respetó el inmueble.En 1868 tuvo lugar la destrucción del convento, hecho que obligó a la comunidad a refugiarse en Pedralbes. El lugar quedó convertido en un solar. En 1885, los terrenos destinados al mercado de la Boqueria fueron ampliados con el solar que quedó tras el derribo del convent de Santa Maria de Jerusalem, y eso dio lugar a la actual plaza de la Gardunya. En la actualidad la plaza se ha convertido en un enorme parking de coches situado en la parte de atrás de la Boqueria. Ese mismo año de 1885, el claustro fue salvado y remontado en el Eixample (en la calle Muntaner, entre Córcega y Rosselló), en el actual colegio de Sant Miquel.

Las demoliciones continuaron a lo largo de la segunda mitad de siglo. Cuando en 1874 se procedió al derribo del vecino convento del Carme, por viejo y ruinoso, las monjas de Santa Elisabet aprovecharon para vender el antiguo establecimiento, hecho que se produjo el 1877. En el solar del Carme ya se estaban abriendo las calles nuevas de Doctor Dou y Pintor Fortuny, y los terrenos de Santa Elisabet ya estaban siendo invadidos de casas. El mismo año exactamente se vieron obligadas a poner en venta su convento las monjas carmelitas de l’Encarnació. Por las mismas fechas, entre el 1869 y 1881, con el objetivo de reducir el número de establecimientos, las autoridades obligaron a unificar los conventos de Santa Margarida la Real de Barcelona y el de Mataró: las dos comunidades se reunieron en esta última ciudad, quedando libre el camino para derribar el del Raval y seguir edificando. Durante la Setmana Tràgica se incendiaron y abandonaron el convento cisterciense de Valldonzella y el convento de jerónimas de Sant Maties. Del primero queda el portal, en la calle Valldonzella, mientras que en el lugar del segundo se levanta la actual parroquia del Carme, en la calle Sant Antoni Abat.

De esta manera, en un espacio de setenta años, desde 1835 hasta la Setmana Tràgica, la Ciudad de los Conventos desapareció del mapa. En su actual configuración, el Raval, producto de las reformas de la burguesía industrial y de la decadencia de la misma, es un osario particularmente sutil. Los muros y las puertas de sus edificios religiosos fundacionales siguen asomando aquí y allí, mezclados con otras texturas y materiales. Auténticas construcciones fantasmagóricas, que entrando en el barrio por la

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ruta de Bonsuccés, Elisabets i Carrer dels Ángels asaltan los sentidos, piedras negras recicladas mil veces y cubiertas de símbolos místicos. Buscando el sentido del conjunto, la mente choca con un enigma. Hace mil años se empezó a levantar aquí una ciudad sagrada, donde los rezos, los himnos y las campanas resonaban a la luz de las antorchas y con el aullido de los lobos de fondo. Destruida en el siglo del progreso y las luces, de ella nos quedan grumos indescifrables, cicatrices quemadas, la Persistencia de las Piedras.

El Raval industrial A principios del siglo XVIII, las industrias empezaron a instalarse en medio de huertos, conventos y casas gremiales. La prohibición del año 1718 de importar tejidos estampados favoreció la aparición de la industria manufacturera. Entre 1770 y 1840 se produjo la industrialización definitiva del barrio del Raval. A partir de la segunda mitad de 1700 empezaron a aparecer nuevas calles con fábricas y viviendas para los trabajadores. Desaparecieron las casas gremiales o se subdividieron en muchas viviendas de alquiler para acoger a los numerosos campesinos que huían del hambre del campo (crisis agrícola de 1765-1766). Los trabajadores de las fábricas se quedaron a vivir en el Raval., cerca del trabajo. Este barrio se convirtió en el más denso de Europa y se aprovechó hasta el último metro cuadrado edificable. Entre los años 1783 y 1785, se instaló la industria Erasme Gònima y se levantó la mayor fábrica de tejidos, hilados y estampados de su tiempo.Las jornadas de los obreros eran de doce horas (desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche). En el año 1829, según el Padrón de Fabricantes, en el Raval había 74 fabricantes textiles, 2.443 telares y 657 máquinas de hilar. Destacaba la fábrica Bonaplata, instalada en la calle de los Tallers. Tenía entre 600 y 700 trabajadores y era la primera que se impulsaba con vapor. La culminación de todo este proceso fue la instalación conocida como casa-fábrica, donde coincidían las instalaciones fabriles, la representación institucional y la residencia del fabricante. Este es el caso de la España Industrial en el año 1839 en la calle de la Riereta. El Raval era el único lugar dentro de las murallas donde se podían edificar construcciones grandes, ya que era poco atractivo hacerlo en el exterior a causa de la inestabilidad política (Carlismo y bandolerismo). Además, estaba cerca de la salida natural de Barcelona como ciudad portuaria.El mantenimiento de unos sueldos bajos, unas largas jornadas laborales, el cierre de las fábricas como demostración de fuerza de los fabricantes, la supresión de la sopa de caridad y la persecución de las asociaciones obreras hicieron que el 2 de julio de 1855 estallara una huelga bajo la consigna general del derecho de asociación y la jornada laboral de diez horas

Las revueltas obreras contra las mecanizaciones modernas y diversas epidemias de cólera llevaron a tomar la decisión de derribar las murallas en el año 1859 y permitir así la expansión urbana e industrial fuera de un núcleo urbano insalubre y fácilmente controlable por un movimiento obrero que empezaba a organizarse. El éxodo empresarial hacia la planura de Barcelona empezó a principios de los años sesenta. Una larga lista de fabricantes salían del barrio siguiendo las teorías higienistas de Ildefons

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Cerdà . En el nuevo modelo de ciudad, el Raval ocupó una situación periférica como barrio residencial obrero

A principios del siglo XX continuó teniendo una composición social eminentemente obrera. Los movimientos de los barrio alcanzaron una importancia que rebasó sus fronteras. En 1870 se celebró el Primer Congreso Obrero Español; el año 1871 el principal sindicato catalán de la época, el textil, se adhirió a la Primera Internacional, y en 1888, de la calle de los Tallers salió la convocatoria para reunir a todos los delegados del país para fundar la UGT en el mismo barrio

AQUEL RAVAL INDUSTRIAL

El propósito de nuestro recorrido es captar lo que fue aquella Barcelona industrial, encerrada dentro de las murallas. Para ello proponemos un paseo por el Raval, que puede prolongarse por Sant Pere, los dos distritos que concentraron un mayor número de fábricas textiles.

Iniciamos el recorrido en los jardines de los Horts de Sant Pau, donde una simbólica chimenea nos recuerda el pasado fabril del barrio. Muy cerca se alza la antigua fábrica de Can Xatarra, que, restaurada, se ha convertido en un centro de formación profesional.

Frente a la plaza, en la calle de Sant Pau, vemos la entrada de la que fue una de las fábricas más importantes del Paval, La España Industrial, hoy cuartel de la Guardia Civil. Tomamos por la calle de la Reina Amalia, y en el nº 38 podemos ver una casa-fábrica, edificio que conjugaba la doble función de fábrica y residencia. Por las calles del Hort de la Bomba y de Santa Elena llegamos a la de la Riereta. Aquí se dió la mayor concentración de vapores del barrio, y sus vestigios se conservan bien; así los números 37, 35,13 y 10 brindan buenos ejemplos, fácilmente distinguibles por las aberturas cuadradas y regulares de las fachadas.

En el n0 10 se aprecia, en el extremo de la fábrica, la parte dedicada a viviendas, diferenciada por los balcones. La calle Riereta comunica con la de la Cera, donde estuvo el principal sindicato de la epoca, Las Tres Clases de Vapor. Por la calle del Hospital llegamos a la plaza del Pedró y desde allí, por Erasme de Janer y Riera Alta, desembocamos en la calle de la Lluna. Muchas de las calles de esta zona fueron abiertas alrededor de 1850 a expensas de los últimos huertos que quedaban junto a la muralla, y en los solares se edificaron casas de viviendas, ya que su urbanización tardía coincidió con la prohibición de construir más fábricas dentro del recinto amurallado. En la calle de la Lluna doblamos por la de Ferlandina y salimos a la plaza dels Àngels.

Durante el recorrido tendremos ocasión de ver numerosos ejemplos de casas de vecinos del siglo XIX. Unas, construidas sobre parcelas amplias, tienen dos viviendas por planta, con balcones con barandillas de hierro y fachada con puerta principal en el centro y tiendas a ambos lados; otras casas más estrechas, sólo tienen una tienda junto a la puerta. En ambos casos las escaleras son angostas, sin vestíbulo, y con peldaños de madera y obra. De la plaza dels Àngels tomamos la calle de Elisabets y doblamos por la del Doctor Dou. Esta calle fue una de las que se abrieron sobre el solar

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del antiguo convento de los carmelitas calzados, sede de la universidad desde que fue restituida a Barcelona en 1837, y derruido en 1871 para dar paso a la última remodelación urbanística llevada a cabo por la burguesía de la época en el Raval. Si observamos las casas, vemos que son bastante distintas de las que hemos estado viendo hasta ahora; evidentemente, se trata de casas pensadas para familias de clase media y alta, comparables a las que se habían edificado unos años antes en la calle Ferran o en la de Jaume 1.

Por las calles del Carme y de Jerusalem llegamos a la plaza de la Gardunya, desde donde entraremos en el mercado de la Boqueria o de Sant Josep, punto final de nuestro recorrido. Aquí habían dos conventos, el de las monjas de Jerusalén y el de Sant Josep, de los carmelitas descalzos. Tras la desamortización, el cenobio femenino se convirtió en biblioteca pública. Derruida en 1888, se abrió en su solar la plaza de la Gardunya. El monasterio carmelita, que daba a la Rambla, fue incendiado en 1835 y cinco años más tarde en su lugar se comenzó a construir una plaza pública neoclásica, con grandes columnas jónicas delimitando un espacio cuadrangular. Sin embargo, muy pronto el ayuntamiento pensó convertir esta plaza en un mercado estable, mucho más necesario. Las columnas jónicas perduran en el interior del mercado actual.

El Teatro Romea es una sala de espectáculos dedicada principalmente a funciones teatrales y ubicada en ell barrio del Raval de Barcelona. Fue construido en el solar dónde había habido la biblioteca del Convento de Santo Agustí, desaparecido el 1835 y dónde se levantaron varios equipamientos, entre ellos, dos teatros: el Teatro de Sant Agustí -después Teatro Odeon- y el del Hospital.

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LA VIVIENDA EN EL CENTRO HISTÓRICO DE BARCELONA. EL CASO DE LA RAMBLA DEL RAVAL

La vivienda en el centro histórico de Barcelona. El caso de la Rambla del Raval (Resumen) 

En los centros urbanos habitados por clases populares, la vivienda ha constituido tradicionalmente uno de los principales problemas; la degradación es un lastre que están acarreando numerosos barrios centrales. Éste es el caso del barrio barcelonés del Raval, donde los últimos años está teniendo lugar una intensa renovación urbanística impulsada por el ayuntamiento. La reciente apertura de la avenida llamada Rambla del Raval ha generado en su entorno unas expectativas urbanísticas de gran repercusión sobre el barrio y sus habitantes. Por un lado, se espera que la mejora económica que proporcionarán los futuros servicios de la zona impulse la inversión inmobiliaria, entre otros aspectos. Por otro lado, el derribo de manzanas de edificios enteras ha conllevado el desplazamiento de la población residente, desplazamiento que se verá intensificado si el capital inmobiliario invierte de modo significativo en la zona.

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Palabras clave: centro histórico, degradación, rehabilitación, gentrificación.

La vivienda constituye uno de los principales problemas de los centros históricos de las ciudades, en los numerosos casos en que estos centros son lugar de residencia de los grupos sociales más desfavorecidos, sean inmigrantes, gente con escasos recursos económicos o gente mayor. Además de la vivienda existenproblemas sociales, económicos, de seguridad ciudadana, entre otros muchos, que se presentan de manera interdependiente. En algún momento de la historia urbana, las autoridades se plantean intervenir en las áreas centrales degradadas. A grandes rasgos, las políticas urbanas destinadas a mejorar los centros intervienen no sólo en el aspecto residencial; también lo hacen en el económico, al intentar revitalizar las actividades lucrativas, y en lo que podríamos denominar el aspecto simbólico, ya que se pretende valorizar el carácter central de estas áreas y hacerlas atractivas para la ciudadanía. Esta complejidad hace que cualquier intervención sea objeto de análisis y de debate por parte de los ciudadanos.

El centro histórico de Barcelona, correspondiente al distrito de CiutatVella, se encuentra en una situación similar a la que hemos expuesto. Muchas zonas sufren importantes deficiencias en materia de vivienda, y desde las dos últimas décadas, sobre todo la de los 90, se está llevando a cabo una política urbanística que está cambiando profundamente la fisonomía de las áreas en las que se interviene.

En el distrito de CiutatVella, la intervención en el barrio del Raval afecta directamente a la vivienda, ya sea a través de la rehabilitación o, más frecuentemente, de la demolición. Uno de los ejes centrales de la intervención más reciente en el Raval es la llamada Rambla del Raval, nueva vía originada a partir de la demolición de las manzanas de edificios que separaban dos calles, la calle de SantJeroni y la calle de la Cadena. No trataremos exclusivamente sobre esta nueva vía, sino que abarcaremos algunas calles yespacios a su alrededor. Algunos de estos espacios colindantes están siendo radicalmente cambiados; éste es el caso del lugar antes ocupado por tres manzanas de edificios de viviendas, la llamada Illa Rambla del Raval, cuyo uso futuro será sólo en parte el residencial. Otras calles perpendiculares a la rambla serán objeto de futuras afectaciones, mientras que otras vías permanecerán sin intervención directa del planeamiento urbanístico.

La vivienda en un barrio popular

El centro histórico de Barcelona, el actual distrito de CiutatVella, constituyó el único espacio de la ciudad hasta mediados del siglo XIX, cuando se derribaron las murallas y se empezó a urbanizar el ensanche. La burguesía emigró desde el centro hacia este nuevo espacio, más abierto y salubre. El centro fue quedando como lugar de residencia para los más pobres.

El barrio del Raval, integrante del centro histórico, era en origen el arrabal de Barcelona. Estaba constituido por huertos, edificios religiosos (distintas órdenes religiosas tenían allí sedes conventuales) y edificios asistenciales (hospitales, casas de acogida). A partir del siglo XVIII, el barrio fue sede de

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actividades industriales y actuó como lugar de residencia de la población inmigrante que la industria requería, básicamente procedente del resto de Catalunya. La convivencia de la función industrial con la residencial supuso la creación de tipologías edificatorias propias del barrio, como las casas fábrica, formadas por un espacio industrial, situado generalmente en la planta baja, y viviendas en los pisos [1] .

Desde que Barcelona derribó sus murallas en 1854, la principal actividad constructora se trasladó fuera del centro urbano, sobre todo al ensanche. La industria también setrasladó, aunque en el Raval se mantuvieron las actividades de tipo industrial, como los talleres o los almacenes. El Raval, barrio obrero afectado por los problemas de salubridad derivados de la presencia de actividades fabriles junto a las residenciales, vio intensificados los problemas de sus viviendas por la falta de inversión. El capital inmobiliario prefería invertir en las nuevas zonas urbanas emergentes, con mayores perspectivas de futuro. 

En las primeras décadas del siglo XX, cuando la actividad industrial ya no era primordial en el barrio, el Raval recibió grandes oleadas de inmigrantes en busca de trabajo, ya que la industria y las obras públicas de la ciudad requerían mano de obra [2] . El régimen predominante de ocupación de las viviendas ha sido siempre el alquiler, y entonces los fenómenos del realquiler y el hospedaje, sobre todo protagonizados por inmigrantes, fue muy frecuente. La población se densificó de tal modo que las condiciones de vida eran muy deficientes. Antiguos edificios fabriles pasaron a convertirse en viviendas; otras veces se mantuvieron las funciones industriales en los bajos de los edificios, mientras que los pisos superiores estaban destinados a viviendas. Las viviendas cobijaban a muchos residentes. Se construyó por encima de las terrazas de los edificios y, siendo ya las calles estrechas, apenas quedaban espacios sin construir. Las pensiones y las denominadas casas de dormir, habitáculos sin condiciones higiénicas destinados a albergar a los más desfavorecidos, eran numerosas en el Raval.

A lo largo del siglo XX, en todo el barrio el estado de las residencias se ha caracterizado por la poca actividad de mejora [3] . Actualmente, el Raval sigue siendo un barrio con predominio de la función residencial, fundamental mente para las clases populares. En el barrio vivían 37.498 personas en el año 2000;según los datos municipales, en enero de 2003 un 47 por ciento de los habitantes del Raval son inmigrantesprocedentes del extranjero. Las nacionalidades pakistaní, filipina, marroquí y ecuatoriana son las predominantes, por este orden [4] . La superficie del Raval es de 1,09 km2; la densidad es, pues, de 34.401,8 hab/km2, muy elevada.

La superficie media de las viviendas en el Raval era en 1991 de 62,25 m2, mientras que la media de Barcelona era de 80m2. El porcentaje de viviendas de alquiler era entonces del 68,47 por ciento, cifra que para la ciudad de Barcelona era del 35,87 por ciento. El 87,05 por ciento de las viviendas del barrio fue construido antes de 1940, el 10,59 por ciento lo fue entre 1940 y 1980 y sólo el 2,36 por ciento después de 1980. En cuanto al precio de la vivienda, el dato más significativo a escala de barrio es la evolución del precio de la de segunda mano: en 1996 era de 866 euros/m2 y en el 2000 pasó a ser de 1585 euros/m2, casi se había multiplicado por dos. Del precio de la vivienda nueva tenemos datos a escala de todo el distrito de CiutatVella, no del barrio; en el 2001, cada m2 costaba en el

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distrito 2301 euros, mientras que en Barcelona costaba 2499,7 [5] . La vivienda del Raval está caracterizada, pues, por tener poca superficie, por el predominio del alquiler como régimen de tenencia, por la antigüedad de su construcción, y por tener un coste medio ligeramente más bajo que el de Barcelona en conjunto, pero con poca diferencia entre las dos medias.

La intervención urbanística en el barrio del Raval

Hay que considerar las distintas operaciones urbanísticas planeadas por su repercusión directa sobre la vivienda. La visión histórica, aunque sintética, es fundamental por el hecho de que algunos planteamientos actuales se inspiran en ideas proyectadas en el siglo XIX. 

Hasta el siglo XVIII prácticamente no se llevó a cabo ninguna reforma sustancial en el tejido urbano de Barcelona. A mediados de dicho siglo, la industrialización y el crecimiento demográfico conllevaron la reforma y ampliación de los edificios existentes; en el Raval aparecieron las primeras fábricas. A partir de entonces se llevaron a cabo actuaciones puntuales, como la apertura de algunas calles. Durante la primera mitad del siglo XIX, se realizaron operaciones de mayor envergadura; con las desamortizaciones de 1820-1823 y de 1836 se obtuvieron terrenos que permitieron abrir nuevas calles y plazas.

El planeamiento global del centro de la ciudad empezó en 1859, con el Plan de Reforma y Ensanche de Barcelona, obra del ingeniero IldefonsCerdà. La ciudad estaba derribando las murallas y había que planificar el crecimiento fuera del antiguo recinto amurallado e integrar la ciudad antigua en la nueva trama urbana. Para este último propósito, Cerdà planeó el trazado de tres vías que cruzaban el centro de la ciudad, dos perpendiculares al frente marítimo y una paralela, con el fin de comunicar el ensanche entre sí y con el puerto. La propuesta de Cerdà de abrir calles rectilíneas en el centro histórico muestra cierta inspiración en los trabajos de Haussmann en el París del XIX [6] . 

El plan de Cerdà no llegó a aplicarse, aunque se aprovechó la idea de las tres vías, con modificaciones en su trazado, por parte del arquitecto ÀngelBaixeras. Su plan fue aprobado en 1889, pero de éste sólo se realizó una de las tres vías, la ViaLaietana (1908-1913). La finalidad de esta calle era la de comunicar el ensanche con el puerto. Su apertura conllevó el derribo de calles medievales, edificios antiguos y casas señoriales [7] . El derribo de las viviendas de familias nobles y burguesas provocó el éxodo de sus residentes, que se trasladaron a vivir al nuevo ensanche. De este modo se aceleraba un proceso ya vigente desde la existencia del ensanche, la huida de las clases altas del centro urbano. J. Olives explica cómo a partir de entonces se aceleró la ya vigente degradación del barrio de SantCugat del Rec, plenamente afectado por la apertura de la ViaLaietana. El vacío dejado por los que abandonaron el barrio fue ocupado por estratos pobres de población y SantCugat sufrió abandono por parte de las instituciones municipales. La ViaLaietana actuó como una barrera física que dejaba marginado al barrio [8] .

La idea de abrir calles anchas en el centro de Barcelona ha seguido vigente en distintos planes urbanísticos a lo largo del siglo XX. Sin embargo, sólo se han realizado algunos tramos; en el barrio del Raval se abrió durante los

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años 60 la actual avenida de les Drassanes, con la cual está directamente conectada la reciente Rambla del Raval.

Prácticamente con la llegada de la democracia entraron en vigencia los Planes Especiales de Reforma Interior (PERI), que aplicados a los centros históricos tienen como objetivos la mejora de las edificaciones y de los equipamientos, y el cambio de actividades y funciones. El PERI del Raval, aprobado en 1985, propone la realización del llamado Pla Central, en una zona ya afectada por el planeamiento anterior, en el marco de la apertura de vías en el centro histórico. Elproyecto fue modificado en 1995; la fase principal de las obras terminó en el año 2000, aunque actualmente se están realizando los trabajos de una extensa área lateral afectada por las reformas, la llamada Illa (manzana de edificios) de la Rambla del Raval, cuyas características generales exponemos en el siguiente párrafo. Con la realización del Pla Central se han derribado las cinco manzanas comprendidas entre las antiguas calles de la Cadena y SantJeroni., Según los documentos oficiales, con la operación se pretendía crear un espacio público, como una plaza, de 58 m. de ancho por 317 m. de longitud, en el sentido mar-montaña, que enlazara con la avenida de les Drassanes y que absorbiera el tráfico del barrio, de manera que las calles más comerciales del Raval fueran zona preferente de peatones. Con la operación se quería renovar profundamente el tejido urbano sin expulsar a los residentes y crear una zona con usos urbanos diversos en un espacio reducido [9] . El resultado ha sido la creación de una avenida con árboles, como las que en las poblaciones mediterráneas de nuestras latitudes se conocen como ramblas, denominada Rambla del Raval. El espacio, pues, no cumple las funciones de una plaza, sino el de una avenida destinada en parte a absorber el tráfico del barrio.

Al lado de la Rambla del Raval, en lo que constituirá la llamada Illa Rambla del Raval, se están derribando actualmente dos manzanas de edificios y parte de otra manzana; de esta última sólo quedan en pie algunos edificios, ya que el resto fue derribado para construir una plaza hace más de una década. Estos últimos derribos corresponden fundamentalmente a viviendas. En el nuevo espacio urbanizado, que corresponde a una modificación del PERI del Raval aprobada en el 2001, habrá viviendas, un hotel de nivel medio-alto, oficinas, locales comerciales, espacios destinados a usos culturales y de ocio -tal vez salas de cine, aunque todavía no está confirmado-, y un aparcamiento subterráneo [10] .

Está previsto que en el futuro se abra una nueva vía perpendicular a la Rambla del Raval, que probablemente aprovechará el trazado de las calles de Sant Rafael -ya afectada en gran parte por las reformas anteriormente mencionadas-, SantPacià y Lleialtat, que en realidad son tres tramos de una misma calle. También se pretende conectar el ensanche con la Rambla del Raval, probablemente a través de la calle Joaquín Costa, que podría verse afectada en el futuro. Estas nuevas vías ya habían sido propuestas en los distintos planes desde finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, aunque su trazado había sido diseñado sobre distintas calles paralelas. 

La vivienda en torno a la Rambla del Raval

Las calles existentes antes de la apertura de la Rambla del Raval y las de su entorno fueron urbanizadas entre finales del siglo XVIII y principios del XIX,

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como la mayoría de las calles del barrio; sin embargo, una de las calles del sector, la calle Robador, ya estaba prefigurada en el siglo XIII. Los edificios de todo este sector, tanto los ya desaparecidos como los que permanecen en pie, pueden considerarse una muestra del pasado relacionado con la actividad industrial, tanto por la existencia de viviendas para obreros como por la presencia de almacenes. Un ejemplo de estas construcciones lo constituyen las llamadas casas fábrica, anteriormente mencionadas.

Por otro lado, estas calles participaron plenamente de las actividades relacionadas con los llamados bajos fondos durante prácticamente todo el siglo XX. La prostitución y la venta de drogas caracterizaron a prácticamente todas las calles afectadas por la Rambla del Raval y la futura Illa, así como a las calles vecinas. El hacinamiento propio de las primeras décadas del siglo XX, cuando el Raval soportaba enormes densidades de población, unido a este tipo de actividades marginales, se manifestaba en la existencia de pensiones y de lo que P. Villar denomina semipensiones, que suponemos debían reunir incluso menos condiciones que las pensiones de la época, así como también había algunas de las llamadas casas de dormir. De las actividades al margen de la ley quedan ya sólo algunas reminiscencias de lo que fueron. El auge y la desaparición de tales negocios están muy bien relatados y documentados en la obra de P. Villar; la intervención municipal ha jugado un papel decisivo en la extinción paulatina de estas actividades [11] .

Distinguiremos entre la situación de la vivienda de las zonas donde ya se ha intervenido urbanísticamente y la de dos calles vecinas, una de las cuales será objeto de intervención municipal por el ensanchamiento de la calle.

La vivienda en la Rambla del Raval y en la futura Illa Rambla del Raval

Las viviendas de las calles SantJeroni y Cadena, afectadas por la citada Rambla y de las cuales se mantiene en pie una de sus respectivas alineaciones de edificios, fueron construidas en dos períodos cronológicos. Los edificios de la calle SantJeroni se construyeron en la primera mitad del siglo XIX, probablemente hacia los años 1820 y 1830. Los de la calle Cadena lo fueron a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Según los autores del planeamiento municipal, se trata de "construcciones con un claro valor patrimonial e histórico"; por ello se están rehabilitando casi todos los 38 edificios, con 454 viviendas, de que consta la Rambla del Raval. Otras mejoras de las viviendas han afectado sobre todo los suministros de agua, gas, electricidad y la línea telefónica [12] .

Las manzanas de edificios derribadas para abrir la Rambla se caracterizaban, en muchos casos, por un mal estado general de las viviendas. Según datos del Ayuntamiento, los edificios derribados eran 62, que en total sumaban 789 viviendas y 140 locales. Para elevar el futuro conjunto de la IllaRambla del Raval, cuyas características generales se han citado anteriormente, se derribaron 50 edificios, según datos municipales. El derribo integral de los bloques ha suscitado polémica, por el hecho de que han desaparecido edificios de interés patrimonial histórico-artístico y arquitectónico. Según O. Alexandre, con estas operaciones urbanísticas se han destruido muestras valiosas de la construcción en el barrio, como casas fábrica, otros edificios residenciales que databan desde finales del siglo XVIII

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hasta principios del XX y edificios con esgrafiados. Según dicho autor, el proyecto diseñado anteriormente al que se ha realizado era más respetuoso con los edificios de interés patrimonial [13] .

El aspecto fundamental de estas intervenciones radica, según nuestra opinión, en el desplazamiento de los residentes de las viviendas desaparecidas; F. Magrinyà y G. Maza afirman que muchos deshauciados por el proceso de la Rambla del Raval se reinstalaron en las calles de SantRamon y Unió, que ellos califican como "calles traseras" del mismo centro [14] . En el espacio que constituirá la Illa existían algunas propiedades municipales -el local de un antiguo cine, una escuela de educación infantil, un local de uso público-, pero también había viviendas, algunas de las cuales aún permanecen en pie. Los residentes se han encontrado con el mismo problema que en el caso de la Rambla; algunos han sido realojados en pisos de protección oficial en la calle Santa Elena y en algunas otras promociones de vivienda protegida en el mismo barrio, pero no se ha dado cabida a la mayoría de ellos. Muchos de los que han residido toda la vida en el barrio han tenido que irse del Raval. La prensa se ha hecho eco de algunos de los problemas relacionados con expropiaciones e indemnizaciones.

Los principales afectados por estas reformas urbanísticas han sido gente de edad avanzada, que dispone de escasos recursos y que con frecuencia vive solaen pisos de bajo alquiler y sin condiciones adecuadas. A escala de barrio, en los casos de desalojo de personas mayores que se encuentran sin ninguna alternativa para residir, el ayuntamiento opta por otorgarles una vivienda en régimen vitalicio en edificios del barrio destinados a tal uso, pagando un alquiler bajo. Al morir la persona usufructuaria, la vivienda es ocupada por otra persona en la misma situación. 

La situación actual de la Rambla no ha mejorado las posibilidades para los residentes del Raval. Las viviendas de los edificios que han sido totalmente remodelados no son asequibles por parte de la mayoría de la gente del barrio. Algunos locales están ocupados por negocios básicamente de restauración, muchos de los cuales ya existían antes de las reformas y han sido renovados. En la alineación correspondiente a la anterior calle de SantJeroni, los bajos están ocupados por tiendas de pakistaníes; existe una decena de tiendas contiguas, en el extremo que limita con la calle SantPau. Según informa la asociación de vecinos Taula del Raval, se trata de establecimientos efímeros: están sujetos a contratos de arrendamiento de cinco años, con lo cual al vencer este plazo probablemente desaparezcan para ser sustituidos por otros comercios que requieran mayor inversión. La mencionada asociación cree que se instalarán sobre todo establecimientos con franquicia, muy abundantes en toda la ciudad y grandes uniformadores del paisaje urbano.

La apropiación de parte del espacio urbano por parte de grupos de inmigrantes procedentes del extranjero no sólo es vigente en los edificios, sino también en los espacios públicos, como la misma Rambla [15] , las calles adyacentes y la vecina plaza Salvador Seguí, que en el futuro formará parte del conjunto de la Illa Rambla del Raval. En esta plaza se organiza de noche una especie de mercado de objetos varios, cuyos vendedores y compradores son fundamentalmente inmigrantes. 

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En cuanto a las viviendas que se construyan en la Illa, entre 120 y 130 según el ayuntamiento, se prevé que un 25 por ciento de ellas esté sujeto a algún régimen de protección. Probablemente serán cedidas a cooperativas de viviendas sindicales, tal como se ha actuado en otras promociones de vivienda protegida en el distrito. Si se cumplen estas previsiones de protección, el 75 por ciento restante tendrá un coste elevado, ya que estarán situadas en un área emergente dentro del Raval. Ateniéndonos a otros casos de vivienda nueva en el barrio, creemos que la compra de estos pisos actuará como inversión inmobiliaria más que como respuesta a las necesidades de vivienda reales del Raval. 

La vivienda en las calles de Sant Rafael y Aurora

La calle de Sant Rafael, que tiene continuación por el lado de poniente en las calles de SantPacià y Lleialtat, está previsto que en el futuro comunique la Ronda de SantPau y la Rambla del Raval para el tráfico rodado. Poco quedará de esta calle, teniendo en cuenta que una parte ya ha desaparecido con la apertura de la Rambla y la Illa. Una de sus alineaciones de edificios, la del lado de mar, se verá afectada por esta operación. La calle de la Aurora permanecerá con el mismo trazado actual.

Las escasas reformas de las viviendas que caracterizan este sector urbano se manifiesta claramente en el estado de los edificios, tanto en el exterior como en el interior, y se confirma en los datos históricos referentes a las realizaciones de obras registrados en el archivo administrativo de Barcelona. En la calle de Sant Rafael se construyeron siete nuevas plantas entre 1899 y 1988, la última fecha de la que disponemos de datos para esta calle [16] . De estas nuevas plantas, cuatro corresponden a la construcción de cubiertos. Los cubiertos consistían en la elevación de un piso en las terrazas de los edificios, pero de menores dimensiones. Ante la imposibilidad legal de elevar el edificio, se construía fuera de la alineación de fachada. Los cubiertos se destinaban a la vivienda en épocas de fuerte presión demográfica, debida básicamente a la inmigración. Los de esta calle se construyeron en 1913, 1919, 1945 y 1961, correspondientes a períodos de inmigración en la ciudad. Desde 1897 se llevaron a cabo 28 obras deampliación, mantenimiento y mejora del saneamiento; son escasas si se considera que la calle contaba en origen con 38 números.

En el lado de montaña, que va a permanecer en pie, se han realizado reformas en algunas viviendas durante los últimos años. Un ejemplo lo constituye el edificio de viviendas de protección, en cuyos bajos se ha instalado la sede de un sindicato del trabajo que anteriormente estaba situado en una calle vecina (Riereta). El lado de mar está más abandonado; existe un almacén de carpintería en un antiguo edificio fabril -reminiscencia del pasado industrial del barrio. El futuro residencial de los habitantes de este lado de la calle seguramente será similar al que han tenido los de las áreas ya reformadas. 

Las viviendas de la calle de la Aurora, paralela a la anterior, actualmente participan en buena parte de las características de las de Sant Rafael, en cuanto a la degradación. En el archivo administrativo de Barcelona está registrada la construcción de seis nuevas plantas y un cubierto entre 1854 y 1960. De estas nuevas construcciones, dos corresponden a instalaciones industriales; uno figura como nuevo almacén industrial de 460m2,

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construido en 1945; otro figura como local industrial, que sustituyó en 1946 a otro anterior, sobre el cual se elevaron dos pisos, probablemente destinados a viviendas. Este edificio aún se mantiene con la misma estructura.

La construcción destinada exclusivamente a viviendas data de 1860, 1876, 1880 y 1960. Los edificios de 1860, 1876 y 1880 constaban de seis plantas; el de 1876 fue elevado sobre una planta baja ya existente, destinada a almacén. En 1960 se trataba de viviendas de renta limitada, sujetas a protección, promovidas por el Patronato Municipal de la Vivienda; constaba de cuatro plantas con diecinueve pisos, cuyas superficies útiles eran de 74 y 77m2. La planta baja estaba destinada a locales comerciales. Actualmente este edificio ya no existe, en su lugar está un solar para la práctica deportiva de los más jóvenes. El cubierto databa de 1922 y contaba con 34,50m2; seguramente fue destinado a vivienda. Los propietarios de los edificios residían en el mismo edificio -en las primeras plantas-, en el ensanche y también en calles del mismo barrio.

Las reformas que constan en el archivo consistían en la construcción de tabiques -probablemente para habilitar locales para destinarlos a vivienda-, reparar los desperfectos causados durante los bombardeos de la guerra civil española, y en 1960 se habilitó para pensión una planta baja y un entresuelo. En este caso, la disposición y características de las habitaciones muestran falta de ventilación. 

Las viviendas actuales de esta calle tienen características que han permanecido casi inalterables a lo largo del tiempo. Los edificios tienen una gran profundidad en relación con la superficie de la fachada; los planos de las viviendas que figuran en el archivo administrativo de Barcelona presentan una profundidad que triplica y cuatriplica la fachada, lo cual supone poca ventilación y luz natural. La función de tipo industrial coexistiendo con la residencial se mantiene en algunos edificios cuyos bajos están destinados a almacén y los pisos a vivienda. Apenas hay establecimientos en la calle; existen algunos bares y talleres, y una barbería. En algunos casos están regentados por inmigrantes procedentes del extranjero. 

Esta calle mantendrá su trazado y su anchura, que es de unos seis metros. En 1934 estaba previsto que fuera ésta la calle destinada a ensancharse para el tráfico rodado, pero no en el planeamiento actual. La inversión inmobiliaria está manifestándose a través de la reforma de algunos pisos, que se ponen a la venta a precios elevados en relación con el barrio. Sin embargo, dada la gran cantidad de viviendas con necesidades de reforma, la estrechez de la calle y el hecho de estar en una zona del Raval con problemas sociales y económicos, creemos que permanecerá durante bastante tiempo el mal estado de muchos edificios. 

Conclusiones

La intervención y mejora de la vivienda en un barrio con las características del Raval, que arrastraproblemas de marginalidad y de abandono institucional prolongado, es una tarea realmente difícil. Los problemas derivados de la expropiación aumentan sus consecuencias en un barrio con problemas sociales y económicos. Por un lado, en estos casos, a

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numerosospropietarios les interesa vender sus pisos en mal estado a cualquier precio, ya que no invierten en mantenimiento y los alquileres que cobran son bajos. Por otro lado, los inquilinos se llevan la peor parte. Además, la legislación nacional actualmente vigente autoriza actuaciones como las llevadas a cabo sobre los residentes de viviendas expropiadas.

Las operaciones urbanísticas han afectado a los antiguos residentes de la zona, que se han visto obligados a cambiar de residencia, sin que esto haya significado siempre una mejora de las condiciones de vivienda, ya que como se ha visto los pisos de protección oficial no alcanzan a cubrir todas las necesidades. Esto muestra cómo no se cumple una de las condiciones que se acordaron entre la administración y las asociaciones de vecinos al redactarse los PERI, que con las operaciones se evitara la expulsión de los residentes.

Creemos interesante citar un fragmento de un texto relativo a las consecuencias de las actuaciones sobre la vivienda popular: “Todo paisaje urbano, por hermoso o prosaico que sea, encierra en sí una profunda continuidad antropológica entre las personas, las calles y los edificios que las albergan. Cualquier destrucción conlleva radicalmente la ruptura de ese lazo de unión, creando un profundo efecto de extrañamiento. Esa indiscutible simbiosis entre los grupos sociales y su ambiente crea un sentido de continuidad que se apoya en el grupo social y que refuerza la conciencia de pertenencia a un lugar, por “banal” que éste sea. Desde ese punto de vista cualquier paisaje urbano,, y en especial, los paisajes residenciales “sin cualidad” son extremadamente útiles al mantenimiento de la vida en la ciudad, y son en definitiva patrimonio edificado en un sentido amplio, pero no por ello menos importante” [17] . 

Una vez hayan concluido las actividades de rehabilitación de los edificios de la Rambla, esta avenida puede constituir una especie de alineación de edificios pantalla, ya que muchos edificios de las calles adyacentes, sobre todo las del lado de poniente, presentan un estado deficiente. El planeamiento municipal afirma que, dado el coste de las inversiones, hay que "concentrar los esfuerzos en pocas operaciones", y que los "sectores periféricos, beneficiarios en un futuro inmediato, de los efectos multiplicadores a causa de la creación del nuevo espacio público, deberán ser objeto de una observación detallada que alerte de los peligros de una consolidación y densificación de una estructura urbana obsoleta" [18] . Sin embargo, se espera que las remodelaciones promovidas por la administración atraigan el capital inmobiliario en la zona. Este efecto creemos que será limitado, ya que el barrio no se considera atractivo para vivir por parte la mayoría de la población; en lugar de la multiculturalidad que preconizan las instituciones se percibe más bien inseguridad [19] . Con frecuencia, las inversiones inmobiliarias privadas en el Raval actúan como simples inversiones y no suponen una ocupación residencial efectiva.

Tampoco se está consiguiendo una revitalización de las actividades económicas del barrio. La mejora económica es más lenta que la residencial, tal como indica el planeamiento vigente, ya que hay que atender a los negocios que con el tiempo se vayan implantando en la zona. No obstante, vista la situación de la Rambla casi tres años después de que se inaugurara, tal vez haya que esperar los efectos del nuevo complejo de

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la Illa Rambla del Raval, que puede dinamizar el sector de los servicios a través de incentivar la ocupación en este sector.

Numerosas son las opiniones críticas con las actuaciones del planeamiento escala de barrio. M. Tatjer afirma que éstas tienen carácter urbanístico, en detrimento del aspecto de la vivienda y la rehabilitación social y económica [20] . Por su parte, M. Delgado constata que, en el marco de la política de mejora de imagen del Raval, el cierre de pensiones ha provocado la oferta clandestina de pensiones ilegales, cobertizos o patios interiores habilitados, alquiler de balcones e incluso armarios. Los usuarios de estas infraviviendas son sobre todo inmigrantes [21] .

Si se desea revitalizar el barrio, las actuaciones de la administración necesitan más coherencia. No ser puede pretender aumentar el atractivo del barrio a costa de sus residentes. El Raval es un barrio con unos valores de centralidad con muchas posibilidades,y con necesidades de intervención, pero ante todo es un barrio habitado. 

UN PASEO POR EL RAVAL

El recorrido que vamos a realizar pretende dar a conocer algunos de los edificios y lugares más significativos del barrio del Raval, que entre los siglos XIV y XV quedó incorporado al recinto amurallado de la ciudad.

Iniciamos el itinerario en Sant Pau del Camp, iglesia románica (S. XII) perteneciente al monasterio benedictino que ocupó este lugar desde el siglo X. La iglesia es de planta de cruz griega, con tres ábsides, y conserva un bello claustro del siglo XIII con arcos trilobulados.

Por las calles de les Carretes, de la Cera y de l'Hospital alcanzamos la plaza del Pedró. Antiquísimo cruce de caminos, se supone que aquí había un mojón indicador de la calzada romana conocida como Vía Augusta, y de ahí su nombre. En un rincón de la plaza se conserva parte de la iglesia románica de Sant Llátzer (S. XII), perteneciente al antiguo hospital de leprosos de la ciudad.

Por la calle del Carme y después de cruzar la de Egipcíaques, donde hubo un convento dedicado a la acogida de prostitutas, llegamos al antiguo hospital de la Santa Creu, que alberga la Biblioteca de Catalunya y el Institut d'Estudis Catalans. Se trata de un edificio gótico, que funcionó como hospital desde el siglo XV hasta 1929. Las dependencias de la biblioteca también ocupan la Casa de Convalescéncia del hospital, un edificio barroco (S. XVII) del que destacan el vestíbulo, la bóveda y el patio. Frente a la Casa de Convalescéncia está la antigua Académia de Medicina i Cirurgia, un edificio neoclásico de Ventura Rodríguez.

Por la calle dels Angels alcanzamos la plaza del mismo nombre, donde se levantaba el convento deIs Angels, del que se conserva la iglesia gótica (S. XVI).

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Si continuamos por la calle de Montalegre, vemos primero el espléndido edificio moderno del Museu d'Art Contemporani, obra del norteamericano Richard Meier, y a continuación el Centre de Cultura Contemporània. Ambas instituciones ocupan terrenos de la antigua Casa de la Caritat.

La segunda incluso aprovecha alguna parte antigua para dar lugar a un original contraste con la obra moderna La Casa de la Caritat, cuya fachada ocupaba prácticamente toda la calle de Montalegre, fue levantada el 1809 como hospicio. Su interior encierra el patio Manning (1743), recuerdo del antiguo seminario. Tras años de abandono, este viejo edificio ha pasado a ser uno de los centros culturales más importantes de la ciudad.

Si volvemos a la plaza dels Angels y seguimos la calle de Elisabets, encontraremos, primero la Casa dels Infants Orfes, fundada en el 1370 y que fue la primera maternidad establecida en Europa; después el antiguo colegio de Sant Guillem, fundado por los agustinos en el 1587, y luego la Casa de la Misericordia (S. XVI), donde una comunidad de monjas acogía a muchachas huérfanas y sin protección. Su antigua iglesia, con una nave gótica tardía, hoy se usa como local comercial. Por Elisabets llegamos a la plaza Bonsuccés, donde el antiguo convento de los frailes servitas (S. XVII) es hoy la sede del Distrito 1. Al derruirse parte del convento nació la plaza de Vicent Martorell, a la que se accede por la calle de les Ramelleres.