geografía y ambiente

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Investigaciones Geográficas, Boletín del Instituto de Geografía, UNAM, No. 50, 2003, pp. 92-120 Elena Vázquez Vázquez. Historiadora en el Instituto de Geografía, contribuyó con sus trabajos en el área de la geografía histórica hasta su jubilación hace algunos años. Su principal campo de estudio era el análisis de cuestiones religiosas y el de los movimientos armados del siglo XIX. Capítulo III: Estudio geográfico, histórico y económico* Elena Vázquez Vázquez El ambiente. La explicación del hecho histó- rico, fenómeno humano indiscutible, debe hacerse en función de las condiciones am- bientales mas no a base de un determinismo geográfico a la manera de la escuela ale- mana de Ratzel o en la posición contraria de la escuela francesa de La Blache, para la que la acción del hombre transforma a la Na- turaleza, sino que debe hacerse tomando en cuenta un término medio. No cabe duda que el hombre y la geografía están intima-mente ligados, pues ésta no es únicamente la descripción de un conjunto de rasgos fisio- gráficos, sino el escenario en que tos hechos tienen lugar. De aquí que no baste con situar al hecho temporalmente, sino que es nece- sario ubicarlo espacialmente, pues de lo con- trario, resultaría incompleto su sentido, su explicación. La realidad geográfica de nuestro territorio ofrece los más marcados contrastes. Por una parte resulta sumamente accidentado, surcado de grandes barreras montañosas, como la Sierra Madre Oriental y la Sierra Madre Occidental, desiertos, como el Bolsón de Mapimí, el Bolsón de los Lipanes, etc., que dificultaban el traslado, ríos caudalosos como los del sur de Veracruz y Tabasco hacían muy difíciles las comunicaciones. Sin embargo, corrientes navegables como el Gri- jalva, los lagos como el de Cuitzeo, Pátz- cuaro y Chapala las ayudaron grandemente. Los pueblos prehispánicos se localizaban en recintos rodeados de montañas y se comuni- caban unos con otros por ciertas vías natura- les que más tarde sirvieron para trazar los caminos de la Colonia. Los conquistadores llevaron a cabo una des- trucción sistemática de muchos documentos indígenas, por esta razón es difícil decir hasta qué grado de perfección llegaron los antiguos mexicanos en el trazo de cartas geográficas y cómo eran dichas cartas. Solamente por el conocimiento de la vida de esos pueblos puede deducirse que el trazo de itinerarios y de mapas debió de ser indis- pensable para los comerciantes mexicanos (pochteca), quienes como en el caso de los aztecas, necesitaban, por una parte, fijar sus rutas y por otra, cumplir con uno de los as- pectos de su profesión, es decir, el de explo- radores semioficiales que tenían el deber de informar al gobierno de Tenochtitlán, de la si- tuación y otras condiciones geográficas de las provincias que tocaban en sus dilatados viajes. En esta forma el gobierno azteca debe haber poseído un archivo importante de mapas que abarcaban precisamente las zonas que visi- taban los comerciantes. Hernán Cortés proporciona en sus Cartas de Relación datos referentes a la confección de un mapa en el que aparecían descritos la costa y el río que le sirvió para proteger los navios. También, cuando llevó a cabo su expedición a Honduras, dice en su 5 a Carta de Relación, que al llegar a la Villa del Espíritu Santo en la Provincia de Coatzacoal- co envío mensajeros a Xicalango para que le trajesen noticias de aquellas partes y en respuesta llegaron unos informantes, que le dieron la información pedida, no sólo de viva Publicado en: Vázquez V., E. (1965), Distribución geográfica y organización de las órdenes religiosas en la Nueva España [siglo XVI], Instituto de Geografía, UNAM, México, 1965, pp. 2950.

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Page 1: Geografía y ambiente

Investigaciones Geográficas, Boletín del Instituto de Geografía, UNAM,No. 50, 2003, pp. 92-120

Elena Vázquez Vázquez. Historiadora en el Instituto de Geografía, contribuyó con sus trabajos en elárea de la geografía histórica hasta su jubilación hace algunos años. Su principal campo de estudio erael análisis de cuestiones religiosas y el de los movimientos armados del siglo XIX.

Capítulo III: Estudio geográfico, histórico y económico*

Elena Vázquez Vázquez

El ambiente. La explicación del hecho histó-rico, fenómeno humano indiscutible, debehacerse en función de las condiciones am-bientales mas no a base de un determinismogeográfico a la manera de la escuela ale-mana de Ratzel o en la posición contraria dela escuela francesa de La Blache, para laque la acción del hombre transforma a la Na-turaleza, sino que debe hacerse tomando encuenta un término medio. No cabe duda queel hombre y la geografía están intima-menteligados, pues ésta no es únicamente ladescripción de un conjunto de rasgos fisio-gráficos, sino el escenario en que tos hechostienen lugar. De aquí que no baste con situaral hecho temporalmente, sino que es nece-sario ubicarlo espacialmente, pues de lo con-trario, resultaría incompleto su sentido, suexplicación.

La realidad geográfica de nuestro territorioofrece los más marcados contrastes. Poruna parte resulta sumamente accidentado,surcado de grandes barreras montañosas,como la Sierra Madre Oriental y la SierraMadre Occidental, desiertos, como el Bolsónde Mapimí, el Bolsón de los Lipanes, etc.,que dificultaban el traslado, ríos caudalososcomo los del sur de Veracruz y Tabascohacían muy difíciles las comunicaciones. Sinembargo, corrientes navegables como el Gri-jalva, los lagos como el de Cuitzeo, Pátz-cuaro y Chapala las ayudaron grandemente.Los pueblos prehispánicos se localizaban enrecintos rodeados de montañas y se comuni-caban unos con otros por ciertas vías natura-les que más tarde sirvieron para trazar loscaminos de la Colonia.

Los conquistadores llevaron a cabo una des-trucción sistemática de muchos documentosindígenas, por esta razón es difícil decirhasta qué grado de perfección llegaron losantiguos mexicanos en el trazo de cartasgeográficas y cómo eran dichas cartas.

Solamente por el conocimiento de la vida deesos pueblos puede deducirse que el trazode itinerarios y de mapas debió de ser indis-pensable para los comerciantes mexicanos(pochteca), quienes como en el caso de losaztecas, necesitaban, por una parte, fijar susrutas y por otra, cumplir con uno de los as-pectos de su profesión, es decir, el de explo-radores semioficiales que tenían el deber deinformar al gobierno de Tenochtitlán, de la si-tuación y otras condiciones geográficas delas provincias que tocaban en sus dilatadosviajes.

En esta forma el gobierno azteca debe haberposeído un archivo importante de mapas queabarcaban precisamente las zonas que visi-taban los comerciantes.

Hernán Cortés proporciona en sus Cartas deRelación datos referentes a la confección deun mapa en el que aparecían descritos lacosta y el río que le sirvió para proteger losnavios. También, cuando llevó a cabo suexpedición a Honduras, dice en su 5a Cartade Relación, que al llegar a la Villa delEspíritu Santo en la Provincia de Coatzacoal-co envío mensajeros a Xicalango para que letrajesen noticias de aquellas partes y enrespuesta llegaron unos informantes, que ledieron la información pedida, no sólo de viva

Publicado en: Vázquez V., E. (1965), Distribución geográfica y organización de las órdenes religiosas en la NuevaEspaña [siglo XVI], Instituto de Geografía, UNAM, México, 1965, pp. 2950.

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voz, sino que le proporcionaron una figura entela de algodón en que pintaron los pueblosque se encontraban desde la región de Ta-basco y Chiapas hasta cerca de Panamá endonde gobernaba Pedro Arias de Ávila.

Por lo anteriormente dicho se infiere que lospintores mexicanos deben de haber tenidouna gran habilidad para ejecutar esas des-cripciones con toda claridad y rapidez. Des-graciadamente esas muestras de planos ode mapas han desaparecido y sólo se con-servan algunos realizados después de laconquista (Guzmán, 1943:79-94).

Rutas comerciales. Prácticamente en lostiempos cercanos a la conquista, todo elterritorio mexicano estaba ligado por lazoscomerciales. Los mercaderes mexicas (poch-teca) efectuaban el comercio con pueblosque se hallaban más allá de las fronteras delImperio Azteca. El único caso que constituyeuna excepción con respecto a este comercioexterior era el que hacían los pochteca conla provincia de Xoconusco en la zonamexicano-guatemalteca. Los productos lle-gaban a la Gran Tenochtitlán en calidad detributos que eran transportados por estoscomerciantes.

Los pochteca tenían como centros de opera-ciones, regiones geográficas perfectamentedefinidas.

En el Golfo de México se localizaban dichospuntos de intercambio comercial desde unlugar situado en el actual estado de Veracruzhasta Xicalango en el extremo occidental dela Laguna de Términos.

Numerosas rutas convergían en varios pun-tos de intercambio de Xicalango. Los viajeslos hacían generalmente en canoas. Los co-merciantes procedentes del norte llevabanartículos de lujo; de los poblados y minas delos tzotziles, zoques y tzeltales de las sierrasdel sur y del este llevaban piedras preciosasy plumas. Seguían otras rutas fluviales del

oeste y bajaban por el río de la Candelariadesde Acalan e igualmente del Golfo deHonduras. Por el este, en el Golfo de Méxicobordeaban las costas hasta llegar a Cam-peche.

Los principales lugares de intercambio eran:Xoconusco en el Pacífico y Xicalango en elGolfo de México y con destino a ellos salíancomerciantes de diferentes sitios del Valle deMéxico cargados de telas y mantas bella-mente tejidas, madejas de pelo de conejo,peines y cuchillos de obsidiana, cascabelesde cobre, ornamentos, huestes de oro. Re-corrían grandes distancias y caminaban enfila por las veredas montañosas.

El viaje tenía una etapa primera que ter-minaba en Tochtepec situado en la parte surdel Imperio y en la parte noreste del actualestado de Oaxaca. En este lugar el grupo sedividía en dos partes y una se dirigía a travésde la sierra hasta la lejana provincia mexicade Xoconusco y la otra, descendía a la zonapantanosa de la costa del Golfo.

Región del Golfo de México. A. Chapmanseñala cinco grupos de puertos de inter-cambio en la región del Golfo de México:1. Xicalango en el extremo occidental de laLaguna de Términos; 2. La ciudad de Poton-chán en la desembocadura del Grijalva;3. Los pueblos de la Chontalpa; 4. Las ciu-dades de tierra adentro de Cimatán; 5. Lospueblos de la desembocadura del río Coat-zacoalcos.

1. Xicalango era el punto principal para elcomercio azteca. A toda la zona del Golfole daban el nombre de Anáhuac-Xicalango yel pueblo, como ya dijimos, se localizaba enla parte oeste de la Laguna de Términosy manejaba un tráfico muy intenso conAcalan, el Valle del Usumacinta y el Golfo deHonduras.

La provincia de los zoques estaba situada enlas estribaciones de la sierra en los actuales

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estados de Chiapas y Tabasco y en las tie-rras bajas hacia el Golfo de México producíacacao, confeccionaba telas, contaba conminas de ámbar o topacio amarillo y tambiénproducía cochinilla.

En la región de Zinacantán en las tierrasaltas chiapanecas habitada por el grupotzeltal-tzotzil abundaban el ámbar y el cualtal vez se exportaba hacia el Golfo deMéxico, Yucatán y Valle de México.

2. Potonchan también traficaba con Acalan,el Valle del Usumacinta y el Golfo de Hon-duras hasta la costa oriental de Yucatán

3. La Chontalpa, al este de la ciudad nahuade Cimatán, tenía una fuerte densidad depoblación y una gran producción de cacao.Chapman dice que se le daba el nombre dela Chontalpa a un conjunto de pueblos loca-lizados en su mayoría en las tierras bajasentre el Río Nuevo o González y el DosBocas (hoy Río Seco) y otros al oeste deeste río y otros más al oriente del núcleoprincipal.

4. Cimatán, la ciudad que gracias a su posi-ción tan ventajosa tenía el control de dos ru-tas de suma importancia para el comercio: ladel valle de México y la de las sierras detierra adentro.

5. Coatzacoalcos, ciudad de la costa del Gol-fo de México.

La costa del Pacífico (Xoconusco). Xoconus-co, llamado Anáhuac-Ayotlán, produjo fuerteatracción en los comerciantes por sus fértilescampos de cacao y tal vez por las plumas dequetzal y diversos productos de las sierras.No obstante, como zona comercial su impor-tancia no fue muy grande debido a que susríos navegables no eran numerosos.

Zona interior (Acalan). La provincia de Aca-lan situada en el río Candelaria Superior(Chapman, 1959:55),1 tuvo una posición de

privilegio en el tráfico comercial debido a sulocalización sobre una red fluvial entre elGolfo de Honduras y el de México; sinembargo, esta prosperidad decayó hacia losaños 1524-1529.

Los comerciantes de Acalan se desplazabanhacia el Golfo de Honduras a través de lastierras pantanosas del norte de Guatemala.

Golfo de Honduras. Las zonas del GolfoHonduras y el de México estaban unidas porla provincia de Acalan y de la red fluvial delUsumacinta y en uno y en otro golfo con-vergían las rutas comerciales.

Estas regiones producían enormes cantida-des de cacao e importaban una serie deartículos y metales provenientes del Vallede México.

También Chapman señala cuatro importan-tes zonas de intercambio próximas a cuatrograndes ríos: el Sarstún, el Dulce, el Monta-gua y el Ulúa.

1. El río Sarstún fue una ruta por la que sehacía el tráfico a base de canoas rumbo alGolfo de México.

2. Próximo a la desembocadura del río Dulceestaba el puerto de Nito.

3. El río Montagua era navegable hasta losrápidos de Gualán. Cerca se hallaba el cen-tro minero de Zacapala, productor de obsi-diana Abundaba el cacao.

4. En la región del Ulúa inferior y del Chal-mecón se localizaba un gran centro produc-tor de cacao.

Hay indicios de que existían dos rutas co-merciales sumamente extensas: una terres-tre desde el Valle de México y otra marítimadesde la desembocadura del río San Juanen Nicaragua hasta el Golfo de Méxicocosteando Yucatán (Ibid.:66-67). Además,

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había rutas para el comercio entre totonacasy huaxtecos, mayas y mexicas, zapotecasy mixtecos, con el centro de México, entre elOccidente y el altiplano, etc. (Acosta, 1945;Garibay, 1961; Piña, 1959:921-932).

Los indios, que precedieron durante muchossiglos a los europeos por lo que se refiere alcontacto con el medio geográfico americano,poseían un conocimiento práctico que sirviócomo guía a los nuevos inmigrantes. Pero,por su parte, estos inmigrantes venían aAmérica con medios de transporte y coninstrumentos bélicos, científicos y técnicosen general más desarrollados que los de losindígenas.

La falta de animales de tiro impidió el apro-vechamiento de la rueda y la invención delcarro, no obstante que los pueblos prehis-pánicos tuvieron conocimiento de las ruedasen sus juguetes.

El indígena fue el que llevó a cabo el trans-porte de las mercaderías y para ello seformaban grupos perfectamente organiza-dos con el fin no sólo de transportar dichasmercaderías, sino también de protegerse(Piña, 1959:931).

El medio geográfico (relieves, suelos, ríos,bosques) determinaba las rutas, las veredasy por lo tanto, el transporte a su vez tuvo queadaptarse a las mismas. Existieron princi-palmente el transporte terrestre y marítimo.

En la Gran Tenochtitlán había una gran can-tidad de mercados y el abastecimiento de ali-mentos se hacía por medio de numerosascanoas que llegaban a la ciudad.

En la zona maya era muy intenso el trans-porte marítimo y terrestre; para este últimose contaban con caminos o rutas transitablesdesde tiempo atrás, simples veredas que te-nían que estarse constantemente abriendo ycalzadas a las que se les daba el nombre desacbé y las cuales estaban pavimentadas

para facilitar el paso por los suelos pantano-sos y los bosques. Generalmente se cons-truían estas calzadas a la entrada de lasgrandes ciudades (Ibid.:931).

Estos caminos pavimentados alcanzabancon frecuencia una longitud como el deCobá, Quintana Roo que llegaba hastaChichén Itza. Los había también en Izamal,Dzibilchaltún, Chichén, Kabah, entre otros(Ibid.).

Para el comercio marítimo se utilizaban ca-noas que hacían recorridos entre lugares dela costa del Golfo y del este de Yucatán,tocando Honduras, Nicaragua, Veracruz, Co-zumel, Bahía de la Ascensión, Isla Guanaja,etc.; además había comunicaciones internasa través de los ríos como el Grijalva, Usuma-cinta, San Pedro, Candelaria, entre otros.

Algunos pueblos hacían uso de puentes col-gantes para pasar los ríos, de balsas, depalos y también calabazas que los hacíanflotar.

En cambio los europeos, gracias a sus caba-llos y a sus ganados, poseían un radio deacción más amplio que los indios. Sus carre-tas, sus caminos y sus puentes favorecieronsus comunicaciones y facilitaron la extensiónde sus dominios. De la misma manera, en elmar, a causa de sus embarcaciones y de susconocimientos e instrumentos náuticos, loseuropeos podían emprender viajes que hu-bieran sido imposibles para los nativos ame-ricanos.

Uno de los resultados más sobresalientesde esas diferencias es el hecho de que laszonas de colonización europea fueron másextensas que las que llegaron a abarcar lascivilizaciones precolombinas.

LOS GRUPOS INDÍGENAS ANTE LACOLONIZACIÓN EUROPEA

Los pueblos indígenas por haber vivido du-

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rante siglos en contacto con el medio geo-gráfico americano, habían logrado desarro-llar ciertas adaptaciones biológicas que semanifestaban por ejemplo, entre los habitan-tes del Altiplano que se habían acostum-brado a las grandes alturas o al clima cálidode la Mixteca Baja. Los conquistadores y losmisioneros tuvieron que adaptarse a estascondiciones, completamente nuevas paraellos.

Otro aspecto en que el contacto prolongadode los indígenas con el medio geográficoamericano había de dejar huellas profundassobre la penetración de los conquistadoresy misioneros, es el de las migraciones y loscaminos. Los conquistadores y misioneroscomo se ha dicho repetidas veces, estabancapacitados para llevar a cabo grandes re-corridos, pues los conquistadores poseíanpara ello medios de transporte y navegaciónmucho más avanzados; sin embargo, envarios desplazamientos del periodo de colo-nización y evangelización, los conquista-dores y religiosos siguieron las rutas y cami-nos abiertos por los indios.

La distribución prehispánica de la poblaciónindígena estuvo íntimamente ligada a la ma-yor o menor importancia de los indios en lasdiferentes zonas de colonización y evangeli-zación europeas. Los distintos grados decultura de los indios ejercieron una fuerteinfluencia sobre ambas. Por ejemplo, en laszonas ocupadas por grupos sedentarios ycultivados se nota una ocupación másintensa y, por el contrario, en las zonas habi-tadas por los indios hostiles o poco culti-vados ofrecieron menos interés; tanto paralos colonizadores como para los misioneros,fueron mucho más difíciles de colonizar y deevangelizar.

Entre los grupos indígenas existieron dife-rencias físicas y culturales, las cuales tu-vieron una relación directa con sus ambien-tes geográficos y a esto hubo que agregarlos diferentes métodos con que misioneros y

colonizadores se enfrentaron a las relacionescon los indios.

Las zonas con una gran densidad de pobla-ción indígena proporcionaron a su vez unaabundante mano de obra a ambos grupos.En las zonas ocupadas por una población in-dígena sedentaria, se formaron grupos híbri-dos y al mismo tiempos se combinaron dife-rentes niveles de cultura; en cambio, en laszonas de indios nómadas y belicosas, la fu-sión fue de poca importancia, lo mismo quela evangelización. Algunas culturas indíge-nas ocupaban una extensión territorial pe-queña; otras, como la azteca comprendía di-versos grupos y una gran extensión terri-torial. Por lo que toca a la superioridad téc-nica de los españoles, ésta les permitió con-quistar zonas bastante extensas en las quequedaron incluidos grupos con culturas ylenguas diferentes. Los conquistadores euro-peos, al entrar en contacto con grupos indí-genas numerosos y avanzados, pudieronamortiguar el impacto del choque de ambasculturas mediante el mestizaje y la doctrinacristiana.

No obstante la gran resistencia que opu-sieron los indígenas a la penetración de losconquistadores, podría decirse en un sentidogeneral que el contacto de siglos del indiocon el ambiente geográfico de nuestrastierras, constituye toda una aportación deexperiencias o de adaptación que los misio-neros y conquistadores recibieron a su llega-da y los cuales la aprovecharon en unaforma amplia y profunda.

Los conquistadores españoles se encontra-ban en una posición geográfica favorablepara entrar en contacto con regiones densa-mente pobladas y de cultura más compleja.La influencia que ejercieron los indígenassobre los recién llegados fue muy diversa, deacuerdo con los lugares. Los españoles vi-vieron entre los indios mesoamericanos y semezclaron con ellos; pero sostuvieron unafuerte lucha con los indios bárbaros del

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Norte. La expansión colonizadora y evange-lizadora no afectó a todos los grupos indíge-nas en forma simultánea, ni en el mismogrado.

La presencia del indio explica el carácterhíbrido de un gran sector de la sociedadnovohispana, la coexistencia de niveles cul-turales diferentes y la necesidad de que seformulara una legislación civil y religiosa, conel fin de regular las relaciones mutuas sobrelos diferentes grupos y cultura.

El trabajo del indio fue aprovechado en laagricultura, las minas, los trabajos públicos,la edificación de iglesias y conventos, etc., ylas instituciones relacionadas con el trabajomanual tenían su apoyo en bases indígenas.La reforma de las costumbres y la educaciónfueron grandes ideales del cristianismo,que trajeron los evangelizadores; por másque esto no se logró completamente. Ciertosaspectos de la vida de los indios fueronmodificados gracias a las ideas y técnicaespañola. Fueron vías de hispanización de lavida indígena las escuelas, los hospitales,las ciudades, las misiones, los conventos,etc. El arte cristiano aprovechó como ya sedijo, la mano de obra del indio, pero tambiénadoptó en algunas ocasiones sus técnicas.

Aspecto económico. La economía indígenade la Nueva España tuvo una influencia muyimportante sobre la colonización europea yaun sobre la distribución de las ÓrdenesReligiosas. Las plantas cultivadas por los in-dios siguieron ocupando varias extensionesde nuestro territorio, por ejemplo, el tabaco,el maíz, el cacao, etc. A partir de cierto mo-mento, el cultivo de algunas plantas seextendió a otros lugares. La economía indí-gena ayudó, frecuentemente, a sostener alos conquistadores, a las misiones, mientrasllevaban a cabo las exploraciones y ocupa-ban estas tierras.

El comercio o el intercambio entre españolese indios existió en todas las zonas de colo-

nización. Algunos de los productos de Méxi-co llegaron a ser artículos importantes en elcomercio ultramarino, y se les tenía en granaprecio en Europa, lo mismo que en la Nue-va España, por ejemplo, las maderas tintó-reas, el cacao y el tabaco.

Por otra parte, las relaciones comercialestransoceánicas introdujeron en México ele-mentos de riqueza de origen no americano,como el azúcar, el arroz, el gusano de seday los distintos tipos de ganado (equino, bovi-no, ovino y porcino).

Agricultura. Al momento de la conquista, lospueblos que habitaban México cultivabanuna amplia variedad de vegetales, entre losque pueden mencionarse: maíz, frijol y cala-baza (muchas variedades), chile, maguey,tomate, jitomate, aguacate, camote, huauhtlio amaranto, mandioca (yuca), cacao, caca-huate, algodón, tabaco, nopal, chía, copal,vainilla, ticomate, así como una gran varie-dad de frutas como guayaba, papaya, piña yvarios otros del género de la anona.

Esa variedad de plantas de importancia parael hombre, demuestra que la agricultura es-taba bastante desarrollada en México en elsiglo XVI (Millón, t.11:1005).

Si se estudia la historia de la conquista, seve claramente la actividad extraordinaria conque los españoles del siglo XVI extendieron asu vez el cultivo de los vegetales europeos.Los eclesiásticos, y en particular los frailesmisioneros, contribuyeron mucho en esta ta-rea. Las huertas de los conventos y de locuras han sido otros tantos criaderos de don-de han salido los vegetales útiles, moderna-mente connaturalizados. El convento francis-cano de Tlaxcala contaba con una huertaplantada con árboles frutales de la tierra y deEspaña; otros conventos como Acolman,México, Tepetlaoztoc contaban con huertosbien cultivados. En el convento de Cuerna-vaca se intentó el cultivo del dátil (Ricard,s/f:277). Un dominico enseñó a los indios de

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la Mixteca el cultivo metódico del nopal parala cría de la cochinilla (Dávila, 1596:210).Los agustinos enseñaron a los indios asembrar trigo y también mejoraron el cultivodel maíz, introdujeron el cultivo de flores ylegumbres, mandaron traer árboles frutalesde Castilla (Grijalva, 1624:222). Fray Juan deSan Miguel mandó plantar en Uruapan grancantidad de árboles frutales; mameyes, na-ranjos, plátanos, chicozapotes, entre otros(Rea, 1643:110).

Los dominicos intentaron el cultivo de laseda en la Mixteca, por más que los textosdifieren en cuanto si fueron los primeros o noen hacerlo en esa región; sin embargo, sí sellevó a cabo la siembra de moreras enYanhuitlán y se enseñó a los indios la críadel gusano de seda. En Achiutla también sehizo lo mismo, pero esta prosperidad que al-canzó este cultivo duró poco, debido a quedespués de la conquista de las Filipinas, vinouna enorme competencia con el consumo dela seda china. De los cereales europeos, losnaturales sólo beneficiaron bastante el trigoen las tierras propicias para su cultivo, porejemplo, en la Mixteca. El cultivo de algunasotras plantas introducidas en la agriculturaindígena, apenas sí salió del área de lashuertas; la caña de azúcar y el plátano enlas regiones bajas o calientes; y en las altaso templadas, los árboles frutales y las horta-lizas, y más para vender los productos a losespañoles que para el consumo propio. Encambio, en la economía agraria hispana enMéxico, sólo dos especies agrícolas reinan eintegran el núcleo fundamental de la misma:la caña de azúcar y el trigo. Gran parte deltrigo y de la caña de azúcar era producido entierras de excelente rendimiento por unida-des agrarias de tipo capitalista, por extensasy bien organizadas haciendas que teníancontingentes numerosos de esclavos negros,las azucareras o de peones indígenas, lastrigueras (Jiménez y Miranda, 1963).

Los dominicos desde su llegada adquirierontierras. Lograron constituir una serie de pro-

piedades a base de compras y principal-mente de donativos; indudablemente la másimportante era la del ingenio azucarero deCuautla-Amilpas.

Por lo que se refiere a los agustinos, aman-tes de los templos y retablos suntuosos, semostraban inclinados a considerar las ha-ciendas rurales como medio indispensablepara el sostenimiento de las iglesias y mi-siones. Fray Diego de Basalenque dice queuno de los religiosos de la Orden deseabaabandonar su priorato al cual calificaba co-mo "el mejor de la sierra" debido a que la re-gión carecía de "disposición de hacienda".Este mismo cronista menciona los ingeniosde azúcar, trapiches, molinos, crías de mu-las, hatos y haciendas diversas que poseían.Las propiedades eran muy numerosas y degran importancia.

Estas posesiones pertenecían o bien a unconvento o bien a la provincia de la Orden yse localizaban en los alrededores de México,Puebla, Oaxaca, la Huasteca y sobre todoen Michoacán. Hacia 1580 se hizo un ensa-yo de "silo" para guardar el grano en una delas haciendas, cerca de Tlalnepantla. Algu-nos religiosos trabajaron activamente en elcampo y fundaron haciendas como la de SanNicolás, cerca de Yuriria. Al comenzar el si-glo XVII, esta hacienda contaba con "400bueyes de labor y 150 mulas para el trans-porte y venta de las cosechas; producíahasta 10 mil fanegas de trigo y dejaba uningreso neto de 16 mil". Más tarde, la ordenadquirió, gracias a estos ingresos, los mara-villosos retablos de oro de Salamanca.

Irrigación. Para la irrigación, los españolesintrodujeron los sistemas árabes del sur de laPenínsula, considerados entonces como losmás adelantados del mundo, por más que almomento de la Conquista se utilizaba lairrigación en cientos de lugares del centro deMéxico, de hecho la irrigación se usó enáreas del altiplano, en donde la variabilidadde la caída de la lluvia no es generalmente

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un serio problema, como en ciertas áreasmeridionales del valle de México. Por su par-te, los misioneros emprendieron una gran la-bor a favor del regadío de las tierras, porejemplo, fray Juan de San Miguel en Urua-pan captó y canalizó las aguas de los ríosvecinos (Rea, 1643:111). En la Mixteca frayFrancisco Marín dirigió los trabajos de riego(Dávila, 1596:304). En las plazas públicasde los pueblos había siempre una fuente.Los agustinos en Tiripitío llevaron el aguapor medio de canales desde una distanciade dos leguas hasta las fuentes públicas,convento y hospital (Basalenque 1673; Esco-bar, 1890:145). También edificaron los acue-ductos de Charo y de Yuriria (Escobar,p. 772). Los franciscanos hicieron otro tantoal llevar el agua a la fuente de Tepeaca(Paso y Troncoso, v:280); el franciscano frayFrancisco Tembleque construyó un acue-ducto de casi 45 kilómetros para llevar elagua de los manantiales de Cempoala hastaOtumba el cual fue terminado en 1550(Ricard, p. 282).

Los españoles también trajeron consigo lastécnicas e instrumentos agrícolas europeos:la rotación de cultivos, el abono animal, elarado, la azada, etc.; emplearon como enEuropa, animales y carretas para la traccióny el transporte que tanto facilitaría las labo-res de los trabajadores del campo.

La agricultura progresó bastante a lo largode la época colonial y algunos miembros dela órdenes religiosas trabajaron mucho afavor de ella; sin embargo, Humboldt señalaque no deja de sorprender el ver el grannúmero de conventos que desde el siglo XVIse fundaron en todos los puntos de laAmérica Española, todos fueron amontona-dos en el centro de las poblaciones. Dise-minados en los campos, edificados en ellomo de las cordilleras, habrían podidoejercer sobre la agricultura la influenciabenéfica que se hizo sentir en el norte deEuropa, en las márgenes del Rhin y en lacordillera de los Alpes. Agrega este escritor

que esto se debió a que los frailes del tiempode Felipe II en nada se parecieron a los sigloIX, pues el lujo de las ciudades y el climade las Indias se oponían a la austeridad decostumbres y al espíritu de orden que carac-terizaron las primeras instituciones monásti-cas, y se lamenta este ilustre viajero de noencontrar asilos al atravesar los desiertosmontañosos de México, como los hay enEuropa y Asia (Humboldt, 1941:170-171).

Ganadería. Los españoles introdujeron todaslas especies de ganado que ellos criaban ensus tierras, el vacuno, lanar, caballar, cabríoy de cerda; las tres primeras fueron las quemás se extendieron y mayores beneficiosprodujeron. Su aclimatación fue fácil y prontay así los ganados cubrieron los campos delsuelo mexicano en corto tiempo. A finesdel siglo XVI era frecuente encontrar rebañosde vacas y ovejas cuyo número de cabezasascendía a diez mil o veinte mil. Por lo quetoca a los Religiosos también fomentaron lacría de ganados; fray Domingo de SantaMaría fundó en la Mixteca estancias y otrosmiembros de la Orden de los Dominicoshicieron esfuerzos para difundir la cría deganado menor.

Los colonizadores españoles y los misione-ros encontraron ya organizados los mediosde transporte en muchas zonas, sobre labase de la fuerza humana. Ellos emplearontambién esta fuerza de trabajo; pero lasleyes españolas y las simples razones deconveniencia contribuyeron a la introducciónde bestias de carga traídas de Europa, juntocon carretas y otra clase de equipo.

Caminos. Los pueblos de México comercia-ban con una gran cantidad de productos, deChiapas se obtenían: pieles, ámbar, alma-gre, sal, añil, turquesa, cacao, vainilla, plu-mas de quetzal, etc.; de Yucatán: plumas deánade, grana, cera, algodón, henequén,palmas, copal, palo del Brasil y de Campe-che, pedernal, cerámica y productos alimen-ticios como maíz, frijol, miel, sal, pescados

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secos o salados, etc.; de Tabasco: cacao,conchas de tortuga, esclavos, etc.; de Gua-temala: plumas de quetzal, de guacamayo,de loros, copal, liquidámbar, añil, jade, lavavolcánica, cerámica, chía, vainilla, sal, ca-cao, etc.; de Oaxaca: cobre, oro, plata, pelode conejo, grana o cochinilla, etc.; de Hondu-ras: copal, lava volcánica, alabastro, cacao,obsidiana; vía Centroamérica llegaban: co-bre, oro, plata, cerámica, mientras que de laCosta del Golfo y Altiplano de México seobtenía: jade, cristal de roca, obsidiana, ala-bastro, cerámica, sal, pirita, almagre, cobre,oro, conchas y alumbre.

En México se vendían productos como: san-dalias, cuerdas, pieles de jaguar, puma,zorra y venado; plumas de águila, gavilán,halcón; alimentos como: maíz, frijol, cacao,chile, semillas oleaginosas, mucilaginosas,como la chía, legumbres, hierbas medici-nales; carnes de pavo, conejo, liebre, vena-do, pato, perros cebados, etc.; frutas, ca-motes, miel, almíbar de caña, pulque, sal;colorantes para teñir las telas; pinturas:cochinilla, índigo; vasijas de barro, vasos yplatos de madera; cuchillos y navajas depedernal o de obsidiana, hachas de cobre;maderas para construcción; leña, carbón demadera; pedazos de ocote para alumbrarse;papel de corteza; pipas de carrizo o de barro;tabaco, peces, ramas, ahuactli o larvas deinsectos como vaciar, esteras, sillas obancos y braseros.

En la zona maya se vendían: pieles dejaguar y de venado; plumas de quetzal yotros pájaros preciosos; pelo de conejo, gra-na o cochinilla; mantas de algodón, collares,pectorales y otras joyas; bezotes, espejos,broches de cinturón; pinturas y colorantes;metales; navajas y cuchillos de pedernal;mosaicos de turquesa; cascabeles, anillos yotros objetos de cobre; artículos de oro,vasos de alabastro; cerámica de gran colori-do; hachas y cinceles de serpentina o cobre;esclavos; sal; gran cantidad de alimentoscomo: maíz, frijol, miel, pescado, calabaza,

carnes de guajolote, faisán, iguana, venado,pato, etc.; frutas y raíces; plantas medici-nales.

Este comercio tan importante se hacía a tra-vés de rutas y veredas que el medio geográ-fico determinó y que los colonizadores ymisioneros aprovecharon en su expansiónen nuestro territorio, como ya se ha dichoanteriormente.

Más tarde, para trasladarse de un lugar aotro los habitantes de la Colonia utilizaron loscoches y los caballos o las mulas; y para laconducción de mercancías u otros objetosemplearon los carros o carretas y las bestiasde carga. El burro fue muy utilizado, conambos fines, por los indios; el modesto ani-mal liberó a muchos indígenas del oprobiosoy agobiante menester de cargador o tame-me. Salvo en el Norte, los carros y los co-ches sólo pudieron ser aprovechados entrayectos cortos, pues no hubo caminos quesirvieran para ello. Por eso casi todo eltransporte de mercaderías se hizo mediantearrias o recuas.

No hubo caminos verdaderamente tales,excepto en la proximidad de ciudades impor-tantes, los que en la época colonial llevaronese nombre, apenas merecían hoy el debrechas o el de sendas. Entre los caminosde que se habla en esa época cuatro tienengran importancia: el de Veracruz a México,por Jalapa o por Orizaba, el de Acapulco aMéxico; el de México a Oaxaca y Guatemala;y el de la tierra adentro, que iba de Méxicoa Chihuahua, pasando por Durango y delque salían ramales hacia Valladolid, haciaGuadalajara y hacia Monterrey (Jiménez yMiranda, 1963:262; Bravo, 1941:188).

El camino de Veracruz fue siempre el demayor importancia. Hernán Cortés lo mandóabrir en 1522. Álvaro López ejecutó la obra.Sebastián de Aparicio lo transformó en ca-rretero en 1531. Don Antonio de Mendoza lohizo reparar cuidadosamente.

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Don Antonio de Mendoza inició el camino aAcapulco que fue construido por don Luis deVelasco. También el virrey de Mendoza abrióel camino de Guatemala hasta Oaxaca yTehuantepec y el de México a Guadalajaraen 1535.

El auge creciente de las minas de Zacatecashizo necesario que se abriera un camino queacortara la distancia de México a Zacatecasy esto se hizo por los pueblos de San Juan yQuerétaro, siguiendo por San Miguel haciadonde más tarde se asentaría San Felipe,y de allí, finalmente, hasta las ricas minas.Sebastián de Aparicio llevó sus carretas deMéxico hasta Querétaro.

Esa ruta de México a Zacatecas se hizoimportante porque a lo largo de ella y para suseguridad, se edificó, en substitución delpueblo de San Miguel, destruido por loschichimecas, la villa de españoles que llevóel mismo nombre, cuya existencia arrancade 1555. Siete años después se fundó la deSan Felipe, y una y otra surgieron en los pri-meros años de la terrible lucha contra loscuachichiles, iniciada ya desde 1550, y quesólo concluyó cuarenta años más tarde.Asaltaban de continuo esos indios indómitoslas caravanas que iban de México a Zaca-tecas y los españoles en vano trataron deimpedirlo (Jiménez, 1958:57-58).

Minería. Mucho tiempo antes de la llegadade los españoles, los indígenas de Méxicoconocían y utilizaban varios metales; y no secontaban con aquellos que en su estadonatural se encuentran en la superficie de latierra, especialmente en el lecho de los ríos yen las quebradas o barrancas formados porlos torrentes, sino que emprendían tambiénobras subterráneas, para beneficiar las ve-tas; sabían abrir galerías y perforar pozos otiros de comunicación y ventilación y teníaninstrumentos a propósito para cortar las ro-cas. Hernán Cortés dice en su Relación his-tórica, que en el gran mercado de Tenochti-

tlán se vendía oro, plata, cobre, plomo yestaño. Los habitantes de la zona zapotecay de la Mixteca, especialmente los habitantesde las antiguas ciudades de Huaxyacac(Oaxaca), Cojolapan y Atlacuchahuayan, se-paraban el oro lavando las tierras. Estospueblos pagaban sus tributos de dos mane-ras: ya reuniendo en sacos de cuero o encanastillos de juncos muy delgados, las pe-pitas o granos de oro nativo, ya fundiendoel metal en barras. Ya en tiempo de Mocte-zuma, los naturales beneficiaban las vetasde plata de Tasco o Tlachco y las que atra-viesan las montañas de Zumpango.

Los conquistadores, en su primera entradaen Tenochtitlán, admiraron la habilidad delos plateros mexicanos, como los de Azca-potzalco y de Cholula. Cuando Moctezuma,seducido por su extrema credulidad, creyóver en llegada de los hombres blancos y bar-bados el cumplimiento de la profecía mis-teriosa de Quetzalcoatl, y forzó a la noblezaazteca a rendir homenaje al rey de España,se calculó la porción de metales preciososofrecido a Cortés en 162 000 pesos de oro:

... Sin contar (dice el conquistador) to-das las joyas de oro y plata y pluma-jes y piedras y otras muchas cosas devalor que para vuestra sacra Majestadyo asigné y aparté, que podrían valercien mil ducados, y más suma; lascuales de más de su valor, eran tales,y maravillosas, que consideradas porsu novedad y extrañeza, no teníanprecio, ni es de creer, que algunode todos los príncipes del mundo, dequien se tiene noticias, las pudiesetener tales, y de tal calidad. Y no leparezca a V. A. Fabuloso lo que digo,pues es verdad, que todas las cosascriadas, así en la tierra, como en elmar, de que el dicho Moctezuma pu-diese tener conocimiento, tenía con-trahechos muy al natural, así de oro yplata, como de pedrería y de plumas,en tanta perfección, que casi ellas mis-

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mas parecerían: de las cuales todasme dio para V. A. mucha parte sinotras que yo le di figurada, y él lasmandó hacer de oro, así como imáge-nes, crucifijos, medallas, joyeles y co-llares, y otras muchas cosas, de lasnuestras, que le hice contrafacer. Cu-pieron asimismo a V. A. del quinto dela plata que se hubo, ciento y tantosmarcos los cuales hice labrar a losnaturales, de platos grandes y peque-ños, y escudillas y tazas, y cucharas; ylo labraron tan perfecto, como se lopodíamos dan a entender.

Los pueblos mexica extraían antes de laConquista el plomo y el estaño de las vetasde Tasco, al norte de Chilpancingo y de Ixmi-quilpan; y el cinabrio, que servía de colorantea los pintores, de las minas de Chilapa. Elcobre era el metal más comúnmente usadoen las artes mecánicas y reemplazaba hastacierto punto al hierro y al acero: los arcos, lashachas, los cuchillos y todos los utensilios sehacían con el cobre de las montañas deZacatitlán y de Cohuixco.

Los escultores mexicanos hacían grandesobras con la diorita, con el pórfido basáltico ycon otras rocas más duras. Los joyeros cor-taban y horadaban las esmeraldas y los ja-des, por medio de un instrumento de metaly de unos polvos de sílice.

Los instrumentos cortantes de los mexicanoseran unos de cobre y otros de obsidiana, lacual se beneficiaba en grande, tal parece,por el gran número de tiros abiertos en lamontaña de los Cuchillos, cerca del puebloindio de Atotonilco el Grande (Humboldt;1941:183).

Además de los sacos de cacao, cada uno delos cuales contenía tres xiquipilli o 24 000granos; además de los patolquachtli o far-ditos de tela de algodón, los antiguos mexi-canos empleaban algunos metales, comomoneda, es decir, como signos representati-

vos del valor de las cosas. En el gran mer-cado de Tenochtitlán se compraban génerosde toda especie, cambiándose por polvosde oro contenidos en cañones de plumas deaves. Era necesario que estos cañones fue-sen transparentes, para poder reconocer elgrueso de los granos de oro. En muchos lu-gares usaban una moneda corriente, piezasde cobre, a las que se les había dado laforma de T. Hernán Cortés intentó fundirunos cañones en México y para ello envíocomisionados para descubrir minas de esta-ño y de cobre y se enteró de que en lasinmediaciones de Tlachco o Tasco los indí-genas se valían para sus cambios de piezasde estaño fundidas, las cuales eran tan del-gadas como las monedas más pequeñas deEspaña (Ibid.:185).

Hasta aquí las noticias un tanto imperfectasque los primeros historiadores proporcionansobre el uso que los indígenas del oro, de laplata, del cobre, del estaño, del plomo y delas minas de mercurio. Ha sido necesario en-trar en estos pormenores, no sólo con el finde dar una idea de la antigua cultura de estatierras sino principalmente, para señalar quelos colonos europeos, en los primeros añossiguientes a la Conquista, no hicieron sinoseguir las indicaciones de minas que lesdaban los indígenas. Tal parece que los fru-tos de esta primera cosecha no fueron muyabundantes, pero gracias a ella dispusieronlos españoles de un medio de cambio queles permitió iniciar tratos mercantiles con Es-paña y adquirir ganados, semillas y aperosde labranza para el aprovechamiento de latierra. Con base en el oro empezó a marcharla economía de la Nueva España y duró eseperiodo en que impera el oro hasta la cuartadécada del siglo XVI, pues después comien-zan a ser beneficiadas las primeras minas deplata descubiertas en Taxco y que ya en1532 daban buenos rendimientos y por fin en1546 se descubre la mina de Zacatecas.

Al terminar el siglo XVI la minería colonialestá plenamente cuajada. Los principales fo-

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cos se localizan en las provincias norteñasincrustradas en sierras frías; pero los másimportantes son Zacatecas, Guanajuato ySan Luis Potosí en torno de los cuales habíaotros.

La minería produjo incalculables beneficios ala Colonia, a España y a Europa; pero lo quea nuestro estudio interesa es el beneficioque produjo a la Iglesia, pues se edificaronespléndidos templos con las generosas do-naciones de los dueños de las minas. Ade-más, cabe señalar que en los reales deminas había generalmente una iglesia parro-quial con un cura y vicario cuyo estipendiopagaban los misioneros, como en las minasde Tetela, Cuautla, etc. (Díez de la Calle,s/f:141). Por lo que toca a los hospitales enalgunos casos la institución se hallaba es-tablecida por la dotación que le hacía un par-ticular y que la ponía en posesión de minascomo en el caso del hospital de Tiripitío alque le fueron cedidas las minas de Curu-cupaseo (Escobar, 1890:159), por más queesta dotación parece que la compartía con laiglesia conventual (Ibid.: 74-77).

La existencia de minas promovía la aperturade los caminos como ya lo hemos señaladoanteriormente.

Población y medio geográfico. Las fundacio-nes monásticas se extendieron, general-mente, en grandes centros indígenas comoel Valle de México y la región de Puebla;pero también se acumularon con frecuenciaen regiones cuya vida era fácil, abundantey agradable como Tzintzuntzan, Pátzcuaro,Uruapan, etc. En cambio, en el norte, senota una ausencia muy marcada de esosagrupamientos, pues a los religiosos se lesdificultaba ir a esas tierras, ya que se vivíaen continua guerra con los indios bárbaros.En la región que se encuentra al sur de laSierra de Tamaulipas, por ejemplo, y enla que por la abundancia de las lluvias, losríos tienen un gran caudal y han tallado en lasierra grandes barrancas, no hay esos

amontonamientos de conventos, además enlas partes bajas de esa región situada al surde la Sierra de Tamaulipas, una selva suma-mente cerrada ocupa grandes extensiones.Tampoco pudieron establecerse en las llanu-ras de Tabasco, precisamente por ser regio-nes muy húmedas; así podríamos citar ungran número de ejemplos en que las condi-ciones del ambiente geográfico impiden laabundancia de fundaciones que sí apareceen las regiones citadas anteriormente.

Si comparamos el mapa de Barlow y el deCook and Simpson (Barlow, 1949; Cook ySimpson, 1948), que marcan los grandescentros tributarios del Imperio Culhua Mexicay los grandes centros de población en elsiglo XVI respectivamente con el que hemoselaborado acerca de las fundaciones con-ventuales de las tres órdenes en el siglo XVI,notamos la coincidencia de las zonas másdensamente pobladas, con los lugares enque se erigieron dichas instituciones. Por lotanto, hay que tener en cuenta las zonasmás densamente pobladas y las zonas mejordotadas geográficamente para comprenderel movimiento evangelizador.

Por lo que se refiere a la población deMéxico, ésta era a la llegada de los espa-ñoles (Muriel, 1956:279):

9 030 000 (según datos clericales)8 950 000 (según datos militares)

10 500 000 (según datos posteriores).

En estas cifras no se incluía la Nueva Gali-cia, pues con ella alcanzaba el número de11 000 000 (Cook y Simpson, 1948:18-38). Aesto había que agregar la población españo-la, después de la negra y, posteriormente,todas las mezclas resultantes de ellas.

Puede decirse que a partir de la llegada delos españoles se observa un descenso de lapoblación india y a medida que transcurre elsiglo XVI este fenómeno se va acentuando.Las causas entre otras, fueron las siguientes:

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la guerra, el exceso de trabajo a que lossujetaron los conquistadores y los frailes, mi-llares de esos operarios sucumbieron sinduda al edificarse los formidables edificios-semejantes algunos a castillos feudales- delas iglesias-fortalezas (Jiménez y García,1962:41), la miseria, el desplazamiento delos indígenas a otros climas, y la ordende agruparlos en pueblos que los expuso alos contagios propios de la vida urbana(Othón, 1939: 324-328) y por último la peste(Muriel, 1956:279).

Régimen de la propiedad. En la época pre-hispánica no hubo propiedad individual en elamplio concepto que de la misma llegarona formar los romanos (Lucio Mendietay Núñez), que es absoluta. La propiedadagraria fue clasificada fundamentalmente enla forma siguiente (Mendieta 1923; Simpson,1952):

Tecpantlalli, o sea la propiedad territorial quepertenecía al rey, era adquirida por conquistao por ocupación. La corte utilizaba sus pro-ductos. Estas tierras podían cederse tempo-ralmente a otras personas, pero los produc-tos eran destinados a necesidades de la cor-te y terminada la posesión temporal las tie-rras entraban otra vez al dominio directo delrey. No podían ser vendidas ni arrendadas.

Pillalli. Era la tierra de propiedad privadaconcedida por donación o regalo del rey alos nobles, para que con sus productos pu-dieran mantener su jerarquía, y a los guerre-ros, como compensación a sus servicios.Eran donaciones en lo general, pero el reytenía derecho a revocarlas o a dejarlas sinefecto, y en este caso volvían a su dominio.Podía el pillalli dejarse en herencia a loshijos, o enajenarse, o venderse.

Con esta denominación se comprendíantambién las tierras con que obsequiaba, paraque pudiesen vivir con dignidad, al rey tem-poralmente, a funcionarios y a empleados decategoría.

El Teopantlalli, era la tierra con cuyos pro-ductos se fomentaba el culto, y el Milchimalli,la guerra. La educación del pueblo era cos-teada de la misma manera.

El Calpulli, eran tierras comunales obtenidasen forma de parcelas; Calpulli significabacongregación de callis o casas. Podían tras-mitirse derechos, uso y goce de estas tierrasa los hijos; pero se imponía la condición deque fueran cultivadas constantemente du-rante dos años, pues de otro modo las tierrasvolvían a la comunidad.

Con el tiempo evolucionó la organización degobierno hacia la forma de Estado y al pa-rentesco familiar de los que integraban elcalpulli, se sumaron otros nexos de ordenpolítico y religioso.

El calpulli es la cédula de la colectividad enla organización social de los aztecas. Se se-meja al ejido del sistema actual, pues la su-ma de parcelas ejidales de una zona agrícolaes la forma de distribución de la tierra en elrégimen presente. Sin embargo, en el Cal-pulli existen lazos de sangre, políticos y reli-giosos, y está unido al conjunto social de laorganización de los aztecas. El caso no seobserva en sistema alguno de propiedadterritorial. Conservó, desde la organizacióntribal, la unidad social y religiosa del grupo.

El concepto de la propiedad dominante entrelos españoles fue muy diferente al del indio.

En el momento en que los conquistadoresempezaron a establecerse en México, granparte de las tierras estaban sin cultivar y deella surgieron las mercedes hechas a loscolonos. El desmedido afán de riqueza y po-der de los españoles infundía a su propie-dad enorme fuerza expansiva. A medida quese van apoderando de esas tierras, éstascomienzan a escasear y entonces presionanfuertemente sobre el territorio de los indí-genas. Se dicta una serie de disposicionesreales, con el fin de defender la propiedad

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indígena; pero los españoles se valen deuna gran cantidad de artimañas para evadir-las. Por su parte, los indios defendieron sustierras con gran tenacidad y no obstante losdespojos que sufrieron, en algunos casos lo-graron mantener casi indemnes sus tierrascomunales; además, ese patrimonio terri-torial en ciertas ocasiones se vio aumentadopor las mercedes de tierras o ensanchamien-tos que obtuvieron en el siglo XVI.

1. Propiedad de los indígenas. La Corona deEspaña no sólo reglamentó la propiedadindígena sino que la defendió. La reglamentóde acuerdo con el sistema español, es decir,la dividió en comunal, que correspondía ausos comunes o colectivos e individual, quecorrespondía a la parcela o milpa que antesposeían los indios en usufructo; la propiedadde la nobleza se convirtió en propiedad pri-vada o individual. Las autoridades españolastuvieron que transigir ante la fuerte oposiciónde los indígenas a estos cambios, puestoque continuaron apegados a su antiguo régi-men de propiedad o sea colectiva con usu-fructo individual. También se opusieron aque los nobles indígenas disfrutasen de lastierras que los macehuales cultivaban desdeantes de la Conquista. La protección que laCorona otorgó a esas tierras de los puebloses como sigue:

a) Se le fijó un espacio reservado que, deacuerdo con la terminología posterior, seríael fundo legal y que correspondía "a un círcu-lo que se demarcaba tirando, desde la iglesiadel pueblo, una circunferencia con un radiode seiscientas varas" (Jiménez y Miranda,1963:243).

b) Se prohibió a los españoles que sustierras de labor o estancias de ganados es-tuviesen en las inmediaciones de los pue-blos indígenas; solamente podían acercarlas"hasta mil cien varas medidas desde la igle-sia de dichas poblaciones" (Ibid.:243).

2. Propiedad de los españoles. El régimen

de propiedad dominante entre los españolesfue el individual o de dominio absoluto, detipo romano. Tuvo su origen en la propiedadde la tierra, obtenida por donación de laCorona o por el derecho de vecindad. Cuan-do se fundaba un pueblo, las tierras que elrey le otorgaba eran divididas en varias par-tes, de las cuales se distinguen las siguien-tes:

a) La parte que se reservaba a los vecinosdándosele a cada vecino un solar para lacasa, una o dos caballerías de tierra parala agricultura, excepcionalmente, una estan-cia para ganados.

b) Una parte consistente en montes, dehe-sas y ejidos que estaba destinada para eluso común, es decir, para el pasto de gana-dos, saca de maderas, etcétera.

c) Parte que conservaba el municipio en cali-dad de bienes propios y de los que obteníauna utilidad que se aplicaba al pago de losgastos públicos.

Las donaciones que la Corona otorgaba sellamaron mercedes de tierras y de las cualeshubo gran diversidad; sin embargo, las demayor importancia fueron: las de caballeríade tierra, estancia de ganado menor y estan-cias de ganado mayor.

Ahora bien, por lo que se refiere a la natura-leza y caracteres del régimen de la pro-piedad de la tierra en los pueblos que losmisioneros dirigían y organizaban, no es fácilprecisarlos. Tal parece que existieron la pro-piedad individual y colectiva. Los jefes defamilia poseían una casa pequeña con unterreno que la rodeaba o que se encontrabaen las afueras de la población (Ricard, s/f:283), y que explotaba para la manutenciónde la misma familia. Junto a esta propiedadse hallaba la propiedad colectiva. Para lamejor comprensión de lo anterior, Ricardejemplifica esos tipos de propiedad de lamanera siguiente:

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1. La casa o el sitio que ésta ocupa, loscorrales que se hallaban detrás de ella y lamilpa o terreno de cultivo. La milpa podíaestar alejada, pero se le consideraba comoun todo con lo anterior.

2. Milpas de labor, es decir, lotes cedidos alos particulares por la municipalidad y que endeterminado momento si esos lotes no secultivan, pueden ser recuperados por la pro-pia municipalidad, aun cuando los que losposean y gocen les den el trato de propiedadindividual.

3. Los tlazololli parecidos a las tierras delabor, pero que se hallan en los terrenosde montaña de propiedad común. Los terre-nos destinados al cultivo, pero que por en-contrarse en terrenos montañosos no tienenun periodo prolongado de rendimiento por-que se deslavan pronto.

La propiedad colectiva comprende los terre-nos destinados al aprovechamiento de frutossilvestres y pastos y que rodean a la milpa.Estos terrenos son la parte de tierras co-lectivas, altepetlalli que no ha pasado a serpropiedad privada y que constituye el ejido(Bravo, 1941:190).

La propiedad de tierras colectivas estaba ín-timamente ligada a la institución que recibeel nombre de cajas de comunidad, cuyocarácter era muy diferente del que tenían lasestablecidas con un carácter oficial y civil.Estas cajas aun cuando no estaban total-mente dirigidas por los religiosos, sí se en-contraban bajo su vigilancia.

Estas cajas tenían como objeto ahorrar y evi-tar a los indios pobres tributos desmesura-dos en los gastos de carácter general y en elsostenimiento de los misioneros. Las cajasde comunidad tuvieron diferentes modali-dades, en unos casos las fuentes de ingresofueron el producto que se obtenía de lasmoreras y la cochinilla, en otros del producto

de ganados, canteras, etcétera.

A mediados del siglo XVI las cajas de co-munidad que habían sido fundadas con lasmejores intenciones, habían degenerado porla mala administración de parte de particula-res y por qué no decirlo, de los religiosos.

I

Aprovechamiento de las vías naturales.Establecimiento de las órdenes religiosas enlugares importantes por sus recursos econó-micos y en centros densamente poblados. Elestudio de las relaciones entre las zonasgeográficas de la Nueva España y los esta-blecimientos coloniales y fundaciones mo-násticas de los europeos, requiere no sóloun examen de los recursos naturales, desi-gualmente distribuidos, sino también un estu-dio aunque sea a grandes rasgos de esaszonas de ocupación, de los intereses y capa-cidades de los ocupantes de la tierra, facto-res todos ellos que determinaron la explota-ción y la circulación de la riqueza.

En el trazo de la red misionera concurrierondiversos elementos y notables esfuerzos: losindios que habían establecido rutas comer-ciales; los capitanes de la Conquista quefueron ensanchando con sus caballos los ho-rizontes del país; los frailes de pie desnudo eimpetuoso amor que dejaron a la vera de loscaminos su labor extraordinaria; los mineroscuyo insaciable afán de metales preciososllegó a donde nadie; los agricultores y losganaderos que iban oteando por las tierrasde México para descubrir los lugares másfecundos y los pastos más jugosos; los co-merciantes que cambiaban los bienes de loslugares distantes y tendían los lazos del bie-nestar material de los hombres; los soldadosque en lucha o en paz exploraron siemprenuevas regiones. En la tarea de la misiónapostólica cada elemento tuvo su parte.Unos conquistaron a costa de sangre, otrosconsolidaron.

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Por lo que se refiere a los religiosos de lastres órdenes, al desembarcar en Veracruzles acogían sus tierras con su tibieza o sucaliente y abrumadora humedad; pero tam-bién les acometían fiebres desconocidas, alir ascendiendo a la Altiplanicie. Encontrabanun cielo más puro y un medio más sano enapariencia y bien pronto se enfrentaron alfrío insoportable con bruscas oscilaciones detemperatura, el aire rarificado y agobiadordel organismo, ya que el Valle de Puebla sehalla a 2 000 metros sobre el nivel del mar,el de México a 2 200 metros y el de Toluca a2 500 metros. Los religiosos generalmenteviajaban a pie, introduciéndose por las vere-das de las montañas que en muchos casosutilizaron anteriormente los pochteca o co-merciantes aztecas o por los flancos mismosde los nevados volcanes. Existían numero-sos ríos y Motolinía, por ejemplo, contó vein-ticinco en un tramo de diez kilómetros; sinembargo, estos ríos con frecuencia dificulta-ban el camino y en otros casos lo facilitaban.Al encontrarse con tortuosos torrentes seveían obligados a dar enormes rodeos; y sibien evitaban estos obstáculos, a la postre,iban a parar a la selva o bien a los desiertos.Otro obstáculo hacía difícil la travesía: lasfieras, los reptiles, los insectos, el ataque delos indios indómitos, las inundaciones y losterremotos.

En las regiones cubiertas de bosques dezona templada no se presentaron, para lapenetración de los misioneros, obstáculoscomparables a los que ofrecían las selvashúmedas y tropicales. Los religiosos avan-zaron a lo largo de los ríos y lagos comoocurrió con los franciscanos y agustinos quesiguieron la vía fluvial del Lerma-Santiagoy de los lagos Sayula, Pátzcuaro, Cuitzeo,etc., y se empeñaron en el dominio de estasregiones.

Las altiplanicies y los valles ejercieron unapoderosa atracción sobre los conquistadoresy los religiosos debido, en parte, a su clima,a sus riquezas minerales y al hecho de que

eran más salubres que las regiones cálidasy húmedas de muchas zonas costeras. Ade-más, había allí, en los valles, densas pobla-ciones de indios, cuyo trabajo manual podíaser aprovechado por los conquistadoreseuropeos y miembros de las tres órdenesreligiosas.

A partir de 1524 los franciscanos fundaronconventos en dos regiones, que habían deser de primordial importancia en su actividadapostólica: los Valle de México y de Pueblaen donde se encontraban grandes centrosindígenas.

El Valle de México, al que realmente debedársele el nombre de Cuenca de México, selocaliza en lo alto de la Altiplanicie Mexicanaentre los paralelos 20°09' y 19°01'18" lati-tud norte y los meridianos 99°09'52" y98°31 '58" longitud oeste de Greenwich.

Las corrientes de agua que corren en ella seoriginan en las serranías que la circundan.

Una serie de lagos y lagunas ocupaban elfondo del inmenso Valle: Zumpango, Xalto-can, San Cristóbal por el norte; hacia el surde Xochimilco y Chalco vaciaban sus aguasdulces sobre las de Texcoco.

Por todos los rumbos queda cerrada la cuen-ca por las serranías que forman el vasto anfi-teatro. Por el oriente la limita la SierraNevada donde se destacan los dos majes-tuosos volcanes del Popocatépetl de 5 438metros de altura sobre el nivel del mar, y elIztaccíhuatl de 5 286 metros.

Esta sierra se liga hacia el sur a la del Ajus-co. Al poniente sigue el cordón montañosocon la Sierra de las Cruces, por medio de uncontrafuerte bajaba cubierto de bosqueshasta la colina de Chapultepec, con los Mon-tes Bajo y Alto. Hacia el norte cierra el cir-cuito la sierra aislada del Tepeyac cuya narizintroducía en el lago junto a Tepeaquilla.

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Un crecido número de esquifes y de trajine-ras surcaban las aguas del lago central y susagregados al sur. En las riberas había nume-rosos poblados: Chalco, Mixquic, Tláhuac,Xochimilco, Culhuacán, Chapultepec, Tacu-ba, Azcapotzalco, Tepexpan, Chimalhuacány hacia el NE Texcoco.

En medio de las aguas emergía la GranTenochtitlán, capital del Imperio Azteca, quetenía una gran actividad política y econó-mica: en ella se encontraban los productosvenidos de todos los puntos en donde teníatributarios; a ella convergían las vías decomunicación; a ella afluía un gran númerode personas para el arreglo de negocios oasuntos políticos.

Diversas corrientes descienden de las sie-rras para concentrar sus aguas en los puntosmás bajos. En la parte norte se halla el ríomás importante, es decir, el Cuautitlán quetiene su origen en la Sierra de las Cruces ycuyo desagüe natural lo constituía el lago deZumpango. Además, en la región norte selocaliza el río de las Avenidas de Pachuca.De las faldas de los volcanes desciendennumerosas corrientes, entre las que secuentan los ríos de Tenango y Tlalmanalco,y de la Sierra del Ajusco baja con direcciónal sur el río de la Magdalena.

Estos ríos en su mayor parte son de régimentorrencial. Durante gran parte del año estánsecos y cuando llegan las lluvias recogengran cantidad de agua, de tal manera quecon gran facilidad salen de cauce para derra-marse en las tierras planas que se en-cuentran alrededor. Las aguas que caíancada año descendían hacia las partes másbajas y por tal motivo se acumulaban for-mando un gran lago, del que se separabanotros de menor superficie.

El recinto montañoso carece de salida natu-ral que llevara el agua fuera del mismo, laque se acumulaba en la época de lluviasdisminuía en la época de secas por diversas

causas. El aumento o disminución de laslluvias provocaba cambios en el nivel y su-perficie de los lagos y al mismo tiempo crea-ba condiciones muy especiales para la ve-getación.

El clima de la Cuenca de México subtropicalde las altas mesetas, templado, sin estacióninvernal bien definida, presenta dos épocasperfectamente separadas: la de lluvias queabarca los meses de mayo a octubre y la desecas que comprende el resto del año.

La extensión de la Cuenca y sus condicionesorográficas dan lugar a una serie de variacio-nes climáticas, y por lo tanto, a una vegeta-ción muy variada: esteparia de chaparral;árboles diversos que anteriormente domina-ron el paisaje como los encinos achaparra-dos, el "palo loco". A medida que se ascien-de en las laderas aparecen árboles de mayortalla. En las partes más altas se hallan lospinos, oyameles, etc., y por fin, en las ma-yores alturas están los cedros o sabinos(Beltrán, 1958:21).

Numerosos son los animales propios de laCuenca de México y cuya carne comían sushabitantes: jabalí, perro, conejo, sarigüeya,venado, topo, comadreja, iguana y huevosde iguana, serpientes, hormigas voladoras,chapulines, gusanos de maguey, ranas,sapos, por mencionar algunos. Tanto el lagocomo los ríos proporcionaban gran cantidadde pescado blanco, camarón, salamandras,caracoles, tortugas y sus huevos, ostionesde río, renacuajos y angulas. Abundaban lasaves acuáticas como patos, grullas, etc.Había patos y guajolotes domésticos, avesde caza como faisán, perdiz, codorniz y otrasmuchas.

Por lo que se refiere a los cultivos antes dela Conquista, eran muy variados: maíz, cala-baza, frijol negro y bayo que eran base de laalimentación, chayóte, jitomate verde, agua-cate, camote, jicama, cebolla silvestre; tam-bién se cultivaban los frutos siguientes:

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Capitulo III: Estudio geográfico, histórico y económico

zapote blanco, capulín, tejocote, etcétera.

El área de cultivo más intenso se localizabaen el sur, es decir, a orillas del algo deXochimilco.

Esa es la Cuenca de México, asiento dela Gran Tenochtitlán centro de la gran zonacultural de Mesoamérica y después de laCiudad de México en la época colonial. Yprecisamente en ella se hicieron las primerasfundaciones franciscanas al mismo tiempoque en la Región de Puebla con centros tanimportante como Tlaxcala, Huejotzingo,Cholula, etcétera.

La Región o Valle de Puebla ocupa la partemás elevada de la Cuenca del Balsas conuna altitud media de 2 000 metros. Está si-tuada entre la Sierras Nevada (Popocatepetle Iztaccíhuatl) por el norte y noroeste y laMalinche por el este. Comprende los llanosque rodean la ciudad de Puebla, los de Cho-lula, Texmelucan, Atlixco, Tepeaca y Teca-machalco. Pequeños volcancitos interrum-pen la continuidad del Valle.

El clima es el mismo que el de la Cuenca deMéxico; su hidrografía está representada porlos ríos Zahuapan, San Martín y Atoyac quefertilizan estas comarcas y que determinabanuna agricultura intensa manifestada en cul-tivos de cereales y árboles frutales. Los pue-blos que se localizan en esta región alcan-zaron también una gran importancia debido aque se encontraban en una zona de tránsitoentre la Altiplanicie, la vertiente este de laSierras Madre Occidental, el Escudo Mixtecoy el Valle de Tehuacán.

Cholula está situada a los 19°3'45" de latitudnorte y 98°18'15" de longitud oeste deGreenwich, a la altura de 2 165 metros sobreel nivel del mar.

Tal parece que esta ciudad con sus de-pendencias, tuvo al inicio de la Conquista40 000 vecinos, veinte mil casas y de acuer-

do con Hernán Cortés, 400 templos o teo-callis; en el año de 1581 la población habíadisminuido notablemente debido a la guerray a las epidemias.

Fray Agustín de Vetancurt nos dice:

La ciudad de Cholula que dista dosleguas de la de Puebla hacia el Po-niente, y cuatro de Tlaxacala al Medio-día, está situada en un espaciosocampo que de toda la comarca se di-visa, y tiene un río que pasa por defuera con su puente. Tenía cuando losespañoles vinieron, más de cuarentamil vecinos y veinte mil casas.

En esta ciudad, que según el cronista citadogozaba "de temple ameno" se construyó elconvento franciscano de tipo fortaleza aligual que el de Huejotzingo y Tepeaca.

Huejotzingo, cuyas coordenadas geográficasson 19°9'28" de latitud norte y 98° 24'9" delongitud oeste de Greenwich, está a 2 280metros sobre el nivel del mar. Su clima estemplado y a veces frío. Las corrientes deagua son esporádicas; y bajan en formatorrencial de las montañas vecinas en laépoca de lluvias. La tierra es fértil y producevariedad de frutos.

El primer asiento de Huejotzingo, el de losindios, se encontraba en la falda del Iztaccí-huatl, posteriormente fue trasladado al lugaren que ahora está.

El primer sitio estuvo muy poblado ya que elmismo Vetancurt asegura que tenía 40 000vecinos a la llegada de los españoles.

Con los ejemplos anteriores se demuestracómo coincide la fundación de conventosfranciscanos con la existencia de centrosindígenas con un fuerte núcleo de población;sin embargo, esto no ocurre nada máscon los franciscanos sino también con losdominicos y agustinos a quienes encon-

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(Benavente, 1903).

Tanto los franciscanos como los agustinosse concentraron en las zonas situadas sobreel Eje Volcánico y que ocupan las cuencaslacustres de Pátzcuaro y Cuitzeo y gran nú-mero de pequeñas cuencas. Los pobladosmás importantes fueron Valladolid (hoy Mo-relia), Tzintzuntzan, Zinapécuaro, Zacapu,Cuitzeo, Tiripitío, por mencionar algunos.

En la cuenca de los pequeños lagos deSayula, Zapotlán y Atoyac, situada al estede la Sierra de Tapalpa se encuentran pobla-dos en los que se fundaron conventos fran-ciscanos como el de Zapotlán (hoy CiudadGuzmán), Atoyac, Zacoalco y Cocula.

De gran importancia agrícola fue la regiónsituada al norte del Bajío y que comprendíala parte de la cuenca del río Lerma próximaal lago de Chapala, las riberas del lago y laregión que riega el Río Santiago a su salidade Chapala (Instituto de Geografía, 1962:23)y en la que se fundaron Guadalajara, Oco-tlán, Poncitlán, Tonalá y Tlajomulco.

Los misioneros en su dispersión apostólicautilizaron la vía natural del lago de Chápalaque es uno de los tres elementos que formanla amplia unidad geográfica del sistemaLerma-Santiago, y las pequeñas cuencas deSayula, Cuitzeo y Pátzcuaro.

Abundan las descripciones del medio geo-gráfico de los cronistas de ambas órdenes yen las que se proporciona una excelente in-formación detallada e interesante sobre lariqueza, fertilidad, habitantes, etc., de esosterritorios. Por ejemplo, el franciscano frayAlonso de la Rea en su crónica, una de lasmás completas, describe la tierra michoaca-na refiriéndose al sitio y lugar en el que fuefundada la Provincia de Michoacán y dice:

Cae aquesta provincia o reino deMichoacán, hacia el Poniente, en unsitio tan apacible que el cielo, aire,

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ca do

tramos establecidos en Oaxaca en el Valledel Atoyac, en Yanhuitlán en la Mixteca Alta,en Tzintzuntzan, en Pátzcuaro, respectiva-mente.

También se preferían las regiones fértilescomo sucede con el caso de Atlixco, princi-pio de la Tierra Caliente y que da nombre alValle y propicio para el cultivo de los frutosque los españoles trajeron: lima, limón, gra-nada, naranja, etc.; con bosques con ma-deras tintóreas, tepehuaje, palo blanco, etc.(Palacios, 1917:184), y en que se recogíacebada, garbanzo y frijol, y en el que los frai-les agustinos y dominicos tenían sus tierras ysus molinos. Fray Toribio de Benavente oMotolinía se refiere a las excelencias de estaregión de la manera siguiente:

A cuatro leguas tiene esta ciudad (dePuebla) un vago que se llama Valde Cristo, á do los moradores de losÁngeles tienen sus viñas, huertas deagro, granadas, etcétera, á do se ha-cen extremadamente bien. Aquí tienenlabranzas de pan, que lo cogen todo lomás del añol, que en tierra fría no seda más de una vez, como en España;mas aquí donde digo, como es tierracaliente o que no le perjudica la hela-da, como tiene este valle mucho aguade pie, siembran y cogen cuando quie-ren muchas veces.

Lo que más ricas hace estas hereda-des son los morales que tienen pues-tos y cada día ponen, ca en esta vegahay muy grande aparejo para criarseda. Es tan buena esta vegaesta este vago que digo de val deCristo, que dubdo haber otras mejorni tan buena en toda la Nueva España,porque buenos maestros y que sabenco-nocer la buena tierra, dicen deesta vega que es mejor que la vegade Granada y mejor que la deOrihuela, por lo cual sería bien deciralgo de suma de tan buena cosa

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Capítulo III: Estudio geográfico, histórico y económico

aguas y temperamentos, acreditan sufelicidad.

.. El sitio, lugar y disposición, es tanhúmedo y llueve a tan lindos tiempos,que tiempla el calor y refresca losaires y así el temple es de los mejoresdel reino; ... En algunas partes de estaprovincia no hiela, y sí de ordinario seestá cogiendo trigo.2 Es provincia muycorta; pero fértilísima.

Este autor agrega que los ríos son tan nume-rosos que le parece interminable contarlossólo:

por la parte del Mediodía, respecto deMichoacán, cae el Río Grande, cuyonacimiento está en el valle de Toluca,es muy caudaloso y hondable; hace sucurso de Oriente a Poniente y entran-do por aquesta provincia, parte térmi-no con los otomíes y chichimecas.Desde que entra este río por estastierras hasta que sale es de infinitoprovecho para los ganados,3 que soninfinitos los que repastan en susvegas. Riéganse con él los valles deGuatzindeo y Santiago, donde secogen al pie de cincuenta mil fanegasde trigo. Y hay parte, que en dos le-guas de distrito se hacen siete sacasde agua muy cuantiosas, sin presasde cal y canto, por correr el agua tan amano que excusa los embarazos delas presas. Júntansele otros muchosríos, con que de grande se hace ma-yor; particularmente el que llaman deÁngulo, muy caudaloso, que en com-petencia parece que el uno al otrose hacen encontradizos en el pueblode Santiago de Conguripo, en donde,incorporado con el grande, hace de sucurso a la gran laguna de Chápala,cuyo golfo bojea sesenta leguas encontorno; tiene mucho pescado y lasaguas dulces. Sale de este golfo ydiscurre hacia el Norte. A la parte sep-

tentrional cae otro muy caudaloso quellaman Tepalcatepec; tiene su naci-miento de las serranías de Peribán, yhay en él muchos caimanes, por lacorpulencia de las aguas, y hambrien-tos, suelen matar algunas personas;hace su curso hacia el gran rio de Za-catula, donde incorporado se derrotana la mar del Sur. El río de Valladolid,Jacona y el de San Gregorio, son muycaudalosos y se cogen bagres y tru-chas, siendo las aguas muy lindas ylas arboledas muy amenas y copiosas.

Fray Alonso de la Rea señala como lagunaprincipal de esta Provincia la de Pátzcuaroen cuyo contorno se encontraron en unprincipio grandes centros de población puesen el momento que hace la reseña de laProvincia se nota un gran descenso de habi-tantes. En Tzintzuntzan, Pátzcuaro, Eronga-rícuaro, San Andrés Isirondaro (sic), SanGerónimo Purenchécuario se construyeronlos mejores conventos de la Orden de SanAgustín y San Francisco. La laguna tienegran profundidad y en la que se cogía pes-cado blanco, muy sabroso y saludable. Senavegaba en ella en canoas.

Hacia el norte se halla la laguna de Sirahuénnos dice el mismo cronista. También es su-mamente profunda y en ella se cogía muchopescado blanco; pero no era navegable. Aloriente de ésta, agrega, se ve la laguna deCuitzeo, la cual tenía gran extensión debidoal caudal que recibía de las vertientes de loscerros que la circundan y no es muy profun-da. En el pueblo de Cuitzeo los agustinosedificaron su convento. Por el sur se halla lalaguna de Yurirapúndaro (sic) en la que sehacía gran acopio de pescado para abaste-cer a los chichimecas. Rumbo al ponienteestá la de la Magdalena con mucho pes-cado, y cerca aparece la de Quitupa muyprofunda.

En la ciénega de Tzacapo hay lagunas conmucho pescado; además dice el mismo autor

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que abundaba la caza de patos, es decir,que la provincia era sumamente fértil y pródi-ga tanto en caza como en pesca.

La provincia de Michoacán producía frutosde la tierra en gran cantidad: maíz, chile,frijol, cera, miel y algodón; había gallinas dela tierra, infinita caza de liebres, conejos,venados y muy variadas frutas. Además, laprovincia resultó también muy propicia paralos cultivos traídos por los españoles: comoel trigo que se sembró con gran éxito en elValle de Chilchota, Tarímbaro, Maravatío,Guatzindeo, etc. Se sembraron: uva, mem-brillo, durazno, granada, pera, naranja y lima,limón real, cidras y toronjas; ciruelas deCastilla, naranjas de China tan grandes co-mo un melón, ates o chirimoyas, mameyes,chicozapotes, piñas y melones. Se recogíamucho cacao y achiote, caña y caña dulcepor lo que había muchos ingenios y trapichespara la fabricación de azúcar que enriquecíael comercio de Michoacán.

El mismo religioso habla de la sierra deMichoacán de la que dice:

... es tan larga que corriendo de Nortea Sur es tradición muy común queatraviesa toda la Nueva España, y desólo el primer término o raya que se-ñala esta provincia y parte jurisdiccióncon otras, al otro que le corresponde,tiene montes tan elevados que pare-cen suben al cielo a poblarlo con suspinos, y cañadas tan profundas quecon la espesura desmienten la luz deldía y parecen a la noche.

En la sierra hay pinos muy altos, en algunaspartes aparecen las encinas. Se utilizabanlas maderas del ébano y el tapintzirán tannegro y duro como el anterior del que sehacían infinitas curiosidades. De la del aya-quecueramo se fabricaban después las cru-ces de cristos.

Más tarde se explotaron el oro y la plata.

Una de las minas más ricas fue la delMorcillo descubierta en 1525 y también lofueron las de Tlalpujahua de las cuales toda-vía se sacaba gran cantidad de plata cuandoescribió el cronista franciscano fray Alonsode la Rea (Rea, 1643).

En cuanto al territorio de la Nueva Galicia,también los cronistas nos dejan testimoniosmuy valiosos en sus Relaciones en las quelas descripciones geográficas tienen un lugarmuy importante, así, entre otras, de la Pro-vincia de Sentipac se dice:

Es la mayor de todas las de aquellatierra y en un muy hermoso asiento dellanos é muy fértil región, é de muchasy hermosas pesquerías de ostias élenguados é otros pescados. Hay mu-chas liebres de la manera de las Cas-tillas é muchos generos de frutas, émuy abundante de mahíz é legum-bres, assí como frésoles de muchasmaneras; é finalmente, es buena tierraé rica de oro é plata, por lo que sevio que los indios usaban é traían porarreo de sus personas (INAH,1963:259).4

Y precisamente allí se fundó el conventofranciscano perteneciente a la ProvinciaFranciscana de Michoacán.

Podríamos ofrecer todavía mayor número deejemplos de descripciones geográficas quese encuentran en las crónicas y que nospermiten apreciar aunque sea a grandes ras-gos la riqueza y fertilidad de esas tierras quesirvieron de asiento a las fundaciones fran-ciscanas y agustinas; pero queremos ocu-parnos ahora de otra región de gran interése importancia en nuestro estudio o sea la deOaxaca en la que los dominicos alcanzaronsu mayor expansión y esplendor. Evangeli-zaron los valles de Teposcolula y Yanhuitlánen la Mixteca y también en la zona zapotecallevaron su apostolado lo mismo que a Oco-tlán, Antequera, Etla, Cuilapan, Ixtepeji, etc.

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Estos religiosos al igual que los ya citados,difundieron su doctrina hacia grandes cen-tros de población como en el caso de los dela Mixteca (Dahlgren 1954:27) y regioneseconómicamente fuertes.

La región Mixteca se localiza aproximada-mente entre los paralelos 16°y 18°15' norte,y entre los meridianos 97° y 98°30' oeste.

El centro de la Mixteca o Alta Mixteca estáocupado por el Escudo Mixteco que está si-tuado al sur del Eje Volcánico entre la SierraMadre Oriental y la Sierra Madre del Sur. Elnúcleo montañoso es sumamente plegado ydestacan en él las sierras de la Mixteca Alta,por el oeste la de Coycoyán y en dirección alsureste la de Chicahuastla e Itundujia. Todala zona está cruzada por una serie de vallesmuy fértiles e importantes como los de Te-poscolula, Coixtlahuaca, Juxtlahuaca, No-chistlán, Yanhuitlán yTlaxiaco.

Los ríos más importantes son el río Mixtecoafluente del Balsas y el río Yolotepec afluen-te del río Verde.

De acuerdo con las fuentes, tal parece quela Mixteca era un área densamente pobladaantes de la Conquista. Concretamente en elcaso de Yanhuitlán situado en esta zonaentre Nochistlán y Teposcolula, Burgoa ase-gura que en su periodo de auge la cabeceracontaba con 12 000 vecinos; por más quesegún Jiménez Moreno (Jiménez, 1940:3)hacia 1550 había en la provincia alrededorde 15 000 a 16 000 habitantes. En una tasa-ción que en el año de 1591 se cita comoanterior a tal fecha, se anota la cifra de 4 195contribuyentes para todo el distrito; perootros datos aportan la cantidad de 3 354tributarios hacia 1597-1598.

Yanhuitlán se encontraba en el centro deuna de las regiones más prósperas, propiciapara la encomienda y además, con un fuertenúcleo de población para la catequización.Los tributos que entregaban los indios eran

muy variados y consistían en gran cantidadde oro en polvo, maíz en menor proporción,frijol, cacao, trigo, chile, sal, huevos, avesque los españoles trajeron y aves de la mis-ma tierra, miel, cera, leña, etc. La listaanterior aun cuando sea a grandes rasgosnos da una idea de la riqueza de esta pro-vincias pues según Jiménez Moreno, "biense podría decir que los tributos de estacabecera eran compendio y símbolo de losde toda la comarca" (lbid.:3). Y allí se asen-taron los dominicos.

Burgoa nos dice:

Tenía este pueblo doce mil vecinos defamilia, sola la cabecera, con muchaabundancia de las semillas de sussustento, y abundante de frutas detierra fría para su regalo; la tierra esmuy suelta, de lindo migajón; vístensesus llanos de flores olorosas, y yerbasmedicinales; brota el pericón llamadocentaura en españa, el quinquefolim,mirtos, retama, y otras innumerables; yvenidos los religiosos que les ense-ñaron a los naturales a sembrar trigo ya criar seda, grana, instruyéndolos enfundar estancias de ovejas y cabras ybeneficiar sus frutos, que han sido conreconocida abundancia, y con ellos sedan otras semillas, para el regalo de lavida. Es fecundísima de aves, y sobra-da de animales cuadrúpedos, bueyes,caballos y muías que en pocos añostrajeron la casta de España se hanmultiplicado con grandes ventajas a loque allá se ve en las haciendas denacencia. El temple es frío; y secoaunque tiene fuentes, y arroyos bas-tantes para el sustento de la gente, yganados; los aires son saludables, elhorizonte muy claro y despejado, sinque los vapores turben la mediaregión, etc. (Burgoa, 1934:286-290).

Sin embargo, Ricard no es de la mismaopinión en cuanto a las condiciones de

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la Mixteca, ya que se refiere a la aridez de lamisma.

Los dominicos llevaron su apostolado tam-bién a la zona zapoteca y se establecieronen diferentes lugares: en lo que fue la villade Antequera situada en el valle del Atoyac;Etla, etc. Tanto las relaciones geográficas delos mixtecos como Burgoa hacen hincapiérepetidas veces en que la nación zapotecaera menos numerosa que la mixteca; noobstante, las fuentes ponen de relieve comoen el caso de la villa de Antequera lascondiciones inmejorables del buen sitio y co-marca en que estuvo asentada; sus buenasentradas y salidas, sus montes de madera yleña, sus pastos, ríos, hermosos valles,cerros y cañadas y tierras de cultivo; sehabla de la existencia de oro en la villa y entodas sus comarcas, de sus magníficos airesy de su ambiente templado; de la magníficacría de todos los ganados, de la siembra deárboles, trigo, vides y la abundancia de lascosas traídas de Castilla (Paso y Troncoso,11:89).

Si bien es cierto que los centros densamentepoblados ejercieron poderosa atracción so-bre los misioneros para su apostolado, tam-bién lo es que en el momento en que se des-cubren centros mineros de la importancia deZacatecas, los capitanes y los evangeli-zadores comenzaron a explorar la llanura ylos montes, hasta entrar a Durango y llegar,finalmente, a Chihuahua y Nuevo México. Eldistrito minero de Zacatecas fue uno de losprimeros y más importantes que iniciaron ysostuvieron gran parte de la producción mi-nera del país desde tiempos de la Coloniahasta nuestros días. Esas minas riquísimasque aseguraron la estabilidad del pobla-miento hispánico en México, atrajeron unaoleada de caravanas de aventureros. Fueronpunto de apoyo de la colonización norteña.De aquí, del naciente mineral de Zacatecaspara el norte, el camino fue abriendo susúltimas terminales: Santa Bárbara y San Bar-tolomé, hoy Allende. Más allá, a través del

desierto, las grandes expediciones y losfrailes intrépidos fueron avanzando poco apoco hasta llegar a Paso del Norte, hoyCiudad Juárez, tras una serie de tanteos, deaventuras y de hazañas. La segunda porcióndel avance -de México a Zacatecas- resultóhasta cierto punto más fácil hacia Querétaro:de esta ciudad rumbo al norte fue necesariovencer la astucia y la barbarie de los chichi-mecas ya creando distintas rutas, ya eri-giendo poblaciones de avanzada que, comoSan Miguel Allende, San Felipe y Ojuelos,formaron un arco de protección al norte delcamino. No fue en este tramo el camino obrade grandes expediciones como en el norte:aquí más que la fuerza que muchas vecesno encontraba frente abierto; la que triunfófue la obra de un hombre, Sebastián deAparicio, el glorioso carretero franciscano,fue quien hizo entroncar la gran ruta en Za-catecas pasando por Querétaro, Guanajuato,en ocasiones San Luis Potosí y Aguascalien-tes. Mientras nutridas caravanas de minerosy comerciantes sucumbían en la sierra gua-najuatense a manos de los bárbaros. Apari-cio puso en juego su habilidad abriendo elcamino y dejando tras de sí la huella im-borrable de sus carretas.

II

Creación de provincias económicamente su-ficientes, así como de custodias, etc. Losfranciscanos se organizaban en provincias alas que se subordinaban las Custodias, esdecir, las misiones fijas que contaban conpocos conventos. En un principio la OrdenFranciscana de Nueva España fue sola-mente una Custodia de la Provincia de SanGabriel o Extremadura.

En el Capítulo que se celebró en Niza en1535, fue erigida en Provincia con el nombre"del Santo Evangelio". Sus Custodias fueron:Michoacán, Yucatán, Jalisco, Zacatecas, yfuera de nuestro territorio Guatemala, Perú,Florida y Nicaragua, por más que esta últimarealmente aparece unida más tarde a la de

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Guatemala.

La provincia franciscana de México, sedividió después en 11 provincias, al transfor-marse en tales y subdivisiones las Custodiascitadas.

La Provincia de Michoacán y Jalisco en suscomienzos formaban una sola: pero en 1565en el Capítulo de Valladolid se erigió en talcon el título de San Pedro y San Pablo.

Ya hemos señalado que Michoacán y Jaliscoque fueron asiento de esa provincia de evan-gelización eran regiones sumamente fértilesy ricas; no obstante, que la población habíadisminuido en la región de Michoacán acausa de las pestes, no el comercio que loera de todo el reino, no cesaba la contra-tación de todos los géneros de la provincia yde la tierra. Era tan fuerte el movimientoeconómico que había en todas partes, nosólo de la sierra sino de tierra afuera, queobligó al pueblo a que introdujera todos losdías el tianguis al que los europeos llamabanferia y en donde se compraba y vendía des-de las cinco de la tarde hasta las nueve de lanoche.

Las minas de Tlalpujahua alcanzaron tantaimportancia en su primera época, que a suamparo se fundó una serie de pueblos: SanLorenzo, San Francisco, Los Remedios,Santa María Tlacotepec y Tlalpujahuila (Bar-galló, 1955:56-57).

En la Nueva Galicia se descubrieron entiempos de Cristóbal de Oñate las minas deplata de Etzatlán (estado de Jalisco), lasde oro de Xaltepec cerca de Autlán (estadode Jalisco).

Entonces, era natural, que esa gran activi-dad económica que había en esas tierras amediados y fines del siglo XVI, repercutieraen la organización de la Custodia y provo-cara su erección en Provincia, puesto quecontaba con los recursos suficientes para

subsistir en forma independiente.

Por su parte, los agustinos organizados endos provincias: la de México, llamada delDulce Nombre de Jesús, que dependió hasta1545 de la Provincia de Castilla; y la deMichoacán o de San Nicolás Tolentino quese desprendió de la de México en 1602,alcanzó esta última su mayor esplendor enMichoacán con un grupo numeroso de con-ventos.

Otro tanto podríamos decir acerca de laOrden de los Dominicos cuya provincia másantigua fue la de Santiago o de México.Siguióle en 1551 la de Chiapas y Guatemalabajo la advocación de San Vicente y en 1592la de Oaxaca o de San Hipólito Mártir, la cualcontó, como hemos apuntado, con un terri-torio en el que se localizaban Yanhuitlán,Teposcolula, Cuilapan, Etla, entre otros.

Por lo que se refiere a Zacatecas, ésta jugóun papel muy importante desde que sedescubrieron sus minas en 1546, pues fue elpunto de partida de la colonización del norteque recorrían bandas de indios nómadas.En 1574 se creó, sujeta a la Provincia delSanto Evangelio de México, la Custodia deZacatecas4 y en 1604 quedó formalmenteconvertida en Provincia.

Con el auge de sus minas dio principio unaépoca histórica de gran relevancia en laminería, no solamente del actual estado deZacatecas y de México, sino del mundo yaque en cuatro siglos han producido minera-les diversos valuados en miles de millonesde pesos (González, 1946:3).

Durante la época colonial hubo activo comer-cio entre Zacatecas y Saltillo que sirvió paradarle un lugar preponderante después deMéxico.

Justamente las zonas pobres en mineralesno tenían atractivo económico que impulsaraa las autoridades a respaldar con toda ampli-

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tud la obra apostólica. Esto ocurre con laCustodia de San Salvador de Tampico fun-dada por fray Andrés de Olmos en 1530-32,pero que quedó instalada en forma definitivahasta 1554 (Meade, pp. 417-422).

Varias de las fundaciones realizadas en laszonas mineras atendían espiritualmente, depreferencia, a los colonos allí establecidos ya la vez sirvieron de avanzada en las re-giones de difícil acceso.

III

Fundaciones grandes y suntuosas y su por-qué, así como de las pobres y humildes. Porlo que toca a las primeras fundaciones con-ventuales de la Nueva España no se tienennoticias ciertas de cómo fueron (Toussaint,1962:14). Desde luego que esas cons-trucciones se realizaron en muchos casossin seguir una regla fija, a base de propor-ciones desmesuradas y sobre todo, utili-zando la numerosa mano de obra que habíaen las zonas densamente pobladas: Cholula,Huejotzingo, Pátzcauro, Tzintzuntzan, Yan-huitlán, etc., y en donde se encontraba mate-rial en abundancia. No siempre se siguióesa tendencia ya que se tienen algunossumamente modestos y pobres: Huexotla yTecomitl (Ibid.:14).

Franciscanos, dominicos y agustinos dejaronla huella de su paso por varias regiones deMéxico, en los grandes conventos queedificaron para acometer la evangelizaciónde aquellos lugares; sin embargo, como yahemos dicho, no todos construyeron suntuo-sos edificios, ya por obedecer el espíritu desus constituciones, ya por los recursos ma-teriales y económicos de que disponían.

La Orden Franciscana levantó vastos con-ventos tipo fortaleza, pero de austera arqui-tectura; la Orden Dominica y Agustina menospaupérrimas, rivalizaron entre sí en la magni-ficencia de sus fundaciones; sin embargo,los monasterios de los dominicos son menos

suntuosos que los de los agustinos y másque los franciscanos.

Los agustinos que no tuvieron la limitacióndel voto de pobreza de la Orden Fran-ciscana, ya que la Corte les proporcionabagran ayuda en sus trabajos, hicieron de cadaconvento un artístico conjunto donde brilla-ron en todo su esplendor y riqueza las mani-festaciones más selectas del arte.

Probablemente la suntuosidad de los monas-terios responde en parte también, al deseode los religiosos de que el culto tuviese unmarco adecuado ya que los indígenas, comodice Ángulo, eran muy afectos a la pompa. Apesar del espíritu de pobreza que animaba alos franciscanos, éstos en ciertos casos, nolograron escapar a esa preocupación y asítenemos el convento de Cholula. Los domi-nicos levantaron el de Santo Domingo deOaxaca y Cuilapan. Los agustinos lograronsus máximos galadornes con el de Yuriria,Ucareo, Metztitlán y Valladolid (hoy Morelia).

Ahora bien, lo cierto es que esos importantesedificios gravitaban sobre los indios ya queéstos pagaban a los operarios que se uti-lizaban en las construcciones o bien losmismos prestaban su mano de obra abando-nando por completo sus labores. Los obrerosindígenas fueron quienes levantaron desdeel primer momento, pero sobre todo a partirde 1550, los innumerables templos erigidosdurante la Colonia y millones de ellos sucum-bieron, sin lugar a duda, al edificarse lasenormes moles, semejantes a castillos feu-dales, de las iglesias-fortaleza.

Junto a estos edificios suntuosos encontra-mos algunos verdaderamente miserablescomo ocurre con el convento agustino dePahuatlán del que se decía:

En este pueblo de Pavatlan, que es lacabecera, está un convento de nuestropadre San Agustín el cual a veinteaños que se fundó en él, y hasta el día

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de hoy, está por hacer; hay solascuatro celdas sin otra oficina alguna,las cuales están cubiertas con pajacon gran peligro de fuego; hanse dehacer por la flojedad y pereza de losnaturales; pasan gran trabajo los reli-giosos que en él están por falta decasa, que no hay donde estar, ni me-nos donde poder rezar el oficio divino:no hay claustro ni otra cosa algunaque pueda parecer monasterio; lasdemás cosas están de este mismomodo (Paso y Troncoso, v:280).

Pueden citarse también los de Huexotla,Oztoticpac, Otumba, Cuernavaca y algunoscercanos a Puebla. Los dominicos nosiempre construyeron edificios suntuososcomo Santo Domingo de Oaxaca o Cuilapan,ya que nada tienen de excesivo los deAmecameca, Etla o Oaxtepec.

Según Ricard, Acolman y Actopan, conven-tos agustinos, deben considerarse como demedianas proporciones comparados con losenormes monasterios europeos (Ricard, s/f:325). La comarca que sirve de asiento a esteúltimo convento se describe así:

Es toda esta comarca, tierra sequísi-ma, que en algunas partes no tienenagua para beber sino la traen de una ydos leguas, dase pocas veces pam(sic) por falta de pluvia (lluvia); esgente otomí, casi toda gente muypobre en todo, de muy civiles casas yde muy poco comer, sustentándosemucha parte del año con tunas y conlas hojas, y con algunas yerbezuelas,y con el zumo del maguey de queabundan en estos secadales (Paso yTroncoso, v:68).

IV

El medio geográfico y sus recursos comobase para la explicación de riqueza yesplendor de las fundaciones o de pobreza.

Desde antes de la Conquista, se aprove-charon ciertos materiales, como rocas paraconstrucciones y adorno. Las utilizaron losindígenas en la edificación de sus magníficasobras arquitectónicas: ruinas de MonteAlbán, Oaxaca; pirámides de Teotihuacán ylos grandiosos edificios mayas de la penín-sula de Yucatán.

Los materiales de construcción que se utili-zaron entonces eran muy variados, de acuer-do con la región geográfica de nuestroterritorio. Por ejemplo, en Zacatecas se em-plearon basaltos, riolitas y tobas riolíticas; encambio en Yucatán fueron calizas.

En la época colonial se intensificó el apro-vechamiento de las rocas como materialde construcción al multiplicarse el número demonumentos coloniales. Se usaron tambiénotros materiales: mármoles, granitos, etc. Secomenzó a utilizar en gran cantidad y de pre-ferencia en el centro del país, la cantera, lacantera riolítica, ya que debido a sus propie-dades físicas permitían darle hermosos la-brados y hacer bellas filigranas arquitectóni-cas y ornamentales en las numerosos igle-sias, conventos, casas que se levantaron,etcétera

En la Ciudad de México se emplearon enlas edificaciones tezontle y basamentos debasalto (González, 1956:461). En Totime-huacán tenían canteras de mármoles.

El medio geográfico proporcionó en cadaregión, como ya dijimos, el material que másabundaba como base de las construccionesconventuales. En Oaxaca se utilizó la tobaandesítica verde y las crónicas nos hablande las grandes cantidades de piedra y elladrillo que se hacía para edificar (Paso yTroncoso, ll:89). En Michoacán, centro deactividad de franciscanos y agustinos, habíaprincipalmente pórfidos basálticos, granitos,etc. La construcción del convento deActopan podría sintetizarse así:

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... dimientos y muros de maniposteríade piedras irregulares, con argamasade cal y arena; bóvedas nervadas condovelas de piedra aparajeda; bóvedasde cañón con materiales aglomeradoscon mortero de cal; elementos orna-mentales, marcos de puertas y ven-tanas, columnas, etc., ejecutados conpiedra de talla; pavimentos embaldo-sados o revestidos con hormigón puli-do, etc. (MacGregor, 1957:9).

Los materiales que se emplearon se obtuvie-ron casi en su totalidad del Valle de Actopany sus cercanías. En el actual estado deHidalgo se encuentran abundantes materia-les para construcción tales como: mármoles,granitos, basaltos, tobas, etc. (Instituto deGeología, 1973a:16).

Tanto los franciscanos como los dominicosagruparon sus monasterios en el actualEstado de México en el que abundan lasrocas ígneas llamadas por los canteros"chiluca" y canteras (Instituto de Geología,1973b.:12), que por su resistencia y hermosoaspecto fueron aprovechadas en los edifi-cios.

Muy apreciada fue la cantera multicolor quese encuentra en diferentes lugares: Guana-juato, Querétaro, Michoacán, San Luis Poto-sí, por mencionar algunos.

Para terminar queremos agregar lo siguiente:así como en unos casos el medio geográficoproporcionó los elementos necesarios paralas grandes fundaciones monásticas, encambio en otros, esos elementos no se en-contraron, tal como ocurrió en la Provincia deTabasco en la que había gran número, máso menos entre los años 1559-1562, de"iglesias de paja y techos de palmera ripiadacon barro y techo de guano" (Gurría,1952:71). Esto nos da una idea de la pobre-za de las construcciones religiosas; pero pormás que se quisiera no se podían levantariglesias de piedra y ladrillo; y no se lograba

debido a que los pueblos se encontraban enlugares situados en pura arena y en los quehabía ausencia de piedras y tierra para hacerladrillo (Ibid.:71).5 Así que por una parte elclima insalubre y por otra, la falta de materialadecuado en Tabasco, hacen que el panora-ma en cuanto a las grandes construccionescambie. El mismo Ángulo hace la observa-ción de que el paisaje cambia en Yucatán enrelación con el resto del país y para ello sebasa en las palabras del padre Ponce quehizo un recorrido por los conventos del sigloxvI Ángulo, 1955:250) y que dicen:

Es toda tierra baja y llana, más muypedregosa, no de piedras movedizassino de lajas muy largas y continua-das, por las cuales se andan en algu-nas partes, cuatro y seis y más leguas,sin mezcla de tierra sino y poca. Esmontuosa de árboles muy espesos ytan iguales, que parece que los cor-taron todos con tijera y de un tamaño.

El obispo Toral, treinta años antes, habíaescrito al rey (1564) que "la tierra es todallana, muy caliente toda una capa de piedra,sin río ni fuente en toda ella, que tendrá cien-to cincuenta leguas de largo y casi cien deancho".

NOTAS

1 Esta autora se basa en un texto chontal del sigloXVI descubierto por Sholes en los archivos deSevilla.

2 Este autor se refiere al trigo en esta formaporque él escribe en el siglo XVII.

3 Los españoles, como ya se ha dicho, intro-dujeron los ganados en estas tierras de la NuevaEspaña.

4 Relación hecha de viva voz por el alférezFrancisco de Arceo, al capitán e historiadorGonzalo Fernández de Oviedo en Crónicas dela conquista del Reino de la Nueva Galicia enterritorio de la Nueva España. Guadalajara, H.Ayuntamiento de la Ciudad de Guadalajara,

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Instituto Jalisciense de Antropología e Historia,(Serie de Historia 4), INAH.

5 Este autor se basa en la carta del obispo JuanIzquierdo de fecha 5 de junio de 1599 y dirigida aS. M.

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