federico_fernandez_tratado de geografía humana 5

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En: Hiernaux, Daniel y Lindón, Alicia [coordinadores] (aceptado para su publicación, 2005), Tratado de Geografía Humana, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, México. GEOGRAFIA CULTURAL 1 Federico Fernández Christlieb 2 Llamamos geografía cultural a una manera de estudiar el espacio y no a una rama de las ciencias geográficas. Mediante la geografía cultural no sólo se estudian los aspectos culturales del espacio sino también al espacio visto a través de los cristales de las diferentes culturas. Más que un área del conocimiento, es una posición desde la cual observa el investigador. De este modo el espacio, sea boreal o austral, boscoso o desértico, llano o abrupto, urbano o rural, insular o continental, antiguo o contemporáneo, puede ser estudiado con un enfoque cultural. Dicho de otro modo, el objeto de estudio de la geografía cultural no es distinto que el de la Geografía a secas. Pero a diferencia de otros, el enfoque que privilegia la óptica cultural intenta mantener unido el objeto de su estudio: el espacio, sin separar los componentes naturales de los sociales. Para el enfoque cultural no hay peor atentado contra la integridad del espacio que el de dividir a la disciplina en geografía física y geografía humana y tratarlas hacia objetivos separados. El enfoque cultural asume que la realidad espacial es compleja y que todo espacio es producto tanto de los fenómenos de la naturaleza como de la actividad de los grupos sociales. En este capítulo explicaremos cómo se enfocan los problemas territoriales con esta óptica comenzando por hacer la historia misma de la geografía cultural a partir de las inquietudes decimonónicas de la geografía alemana. Hemos comenzado ahí, en la tradición germánica, porque para adoptar la posición que exige la geografía cultural en sus observaciones, hace falta ser romántico. El romanticismo alemán se caracterizó, entre otras cosas, por su curiosidad sobre los pueblos lejanos en el espacio y en el tiempo. Desde el arte y desde la ciencia, el romanticismo se preguntó por la alteridad. Para descifrarla intentó “ponerse en los pies del otro”. Hoy en día, esta curiosidad es el motor de la geografía cultural y su método consiste precisamente en tratar de ponerse en los pies ajenos. Una parte de la escuela norteamericana de Berkeley retomó esta idea y con ella se renovó una tradición que duró buena parte del siglo XX. Otras escuelas geográficas han empleado este enfoque hasta nuestros días; de ellas daremos cuenta en la primera sección. En la segunda estableceremos las definiciones básicas y las consideraciones metodológicas que debe tener presentes el investigador según las versiones más actuales de este enfoque. Aquí incluiremos también algunos planteamientos novedosos. Por último, la tercera sección del capítulo comprende una reflexión sobre la especificidad de este enfoque en América Latina, un área geográfica 1 Agradecemos a Alicia Lindón, Daniel Hiernaux, Juan Pedro Rivera, Hermes Medina, Ana Chávez y Dulce Labastida por la obtención de algunas de las fuentes bibliográficas empleadas para este artículo. 2 Federico Fernández Christlieb es licenciado en geografía y maestro en historia por la UNAM y doctor en Geografía por la Sorbona de París. También siguió estudios en el Instituto Superior de Arquitectura La-Cambre de Bruselas y en el University College de Londres. Es profesor en las facultades de Arquitectura y Filosofía y Letras de la UNAM e investigador titular en el Instituto de Geografía de la misma universidad. Su línea de investigación comprende la geografía cultural e histórica de México entre los siglos XVI y XX.

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  • En: Hiernaux, Daniel y Lindn, Alicia [coordinadores] (aceptado para su publicacin, 2005), Tratado de Geografa Humana, Universidad Autnoma Metropolitana-Iztapalapa, Mxico.

    GEOGRAFIA CULTURAL1

    Federico Fernndez Christlieb2 Llamamos geografa cultural a una manera de estudiar el espacio y no a una rama de las ciencias geogrficas. Mediante la geografa cultural no slo se estudian los aspectos culturales del espacio sino tambin al espacio visto a travs de los cristales de las diferentes culturas. Ms que un rea del conocimiento, es una posicin desde la cual observa el investigador. De este modo el espacio, sea boreal o austral, boscoso o desrtico, llano o abrupto, urbano o rural, insular o continental, antiguo o contemporneo, puede ser estudiado con un enfoque cultural. Dicho de otro modo, el objeto de estudio de la geografa cultural no es distinto que el de la Geografa a secas. Pero a diferencia de otros, el enfoque que privilegia la ptica cultural intenta mantener unido el objeto de su estudio: el espacio, sin separar los componentes naturales de los sociales. Para el enfoque cultural no hay peor atentado contra la integridad del espacio que el de dividir a la disciplina en geografa fsica y geografa humana y tratarlas hacia objetivos separados. El enfoque cultural asume que la realidad espacial es compleja y que todo espacio es producto tanto de los fenmenos de la naturaleza como de la actividad de los grupos sociales. En este captulo explicaremos cmo se enfocan los problemas territoriales con esta ptica comenzando por hacer la historia misma de la geografa cultural a partir de las inquietudes decimonnicas de la geografa alemana. Hemos comenzado ah, en la tradicin germnica, porque para adoptar la posicin que exige la geografa cultural en sus observaciones, hace falta ser romntico. El romanticismo alemn se caracteriz, entre otras cosas, por su curiosidad sobre los pueblos lejanos en el espacio y en el tiempo. Desde el arte y desde la ciencia, el romanticismo se pregunt por la alteridad. Para descifrarla intent ponerse en los pies del otro. Hoy en da, esta curiosidad es el motor de la geografa cultural y su mtodo consiste precisamente en tratar de ponerse en los pies ajenos. Una parte de la escuela norteamericana de Berkeley retom esta idea y con ella se renov una tradicin que dur buena parte del siglo XX. Otras escuelas geogrficas han empleado este enfoque hasta nuestros das; de ellas daremos cuenta en la primera seccin. En la segunda estableceremos las definiciones bsicas y las consideraciones metodolgicas que debe tener presentes el investigador segn las versiones ms actuales de este enfoque. Aqu incluiremos tambin algunos planteamientos novedosos. Por ltimo, la tercera seccin del captulo comprende una reflexin sobre la especificidad de este enfoque en Amrica Latina, un rea geogrfica 1 Agradecemos a Alicia Lindn, Daniel Hiernaux, Juan Pedro Rivera, Hermes Medina, Ana Chvez y Dulce Labastida por la obtencin de algunas de las fuentes bibliogrficas empleadas para este artculo. 2 Federico Fernndez Christlieb es licenciado en geografa y maestro en historia por la UNAM y doctor en Geografa por la Sorbona de Pars. Tambin sigui estudios en el Instituto Superior de Arquitectura La-Cambre de Bruselas y en el University College de Londres. Es profesor en las facultades de Arquitectura y Filosofa y Letras de la UNAM e investigador titular en el Instituto de Geografa de la misma universidad. Su lnea de investigacin comprende la geografa cultural e histrica de Mxico entre los siglos XVI y XX.

  • caracterizada por el contacto entre dos universos culturales. Hablaremos de los avances de este enfoque en nuestros pases y abordaremos especficamente la aplicacin del enfoque cultural para la comprensin del momento en que se da el encuentro cultural entre Occidente y Amrica antigua. Haremos uso de las definiciones dadas en la segunda parte para abordar un problema histrico fundacional. Sin embargo, no nos quedaremos en el anlisis histrico, sino que haremos una breve introduccin hacia el estado que guarda la geografa cultural en Amrica Latina. Los motivos que hacen pertinente un captulo especfico sobre la geografa cultural en un tratado de geografa humana son, al menos, dos. El primero radica en la confusin entre ambos trminos e incluso la tendencia que existe, particularmente en los Estados Unidos, de emplear geografa cultural y geografa humana como sinnimos (Blij, 1998; Norton, 2000:12); aqu deslindaremos una de otra. Como segundo motivo hallamos el siguiente: muchos especialistas consideran que la geografa humana, que haba perdido peso entre las ciencias sociales del siglo XX, hoy se halla en un profundo proceso de renovacin gracias al enfoque cultural en Geografa. En palabras del gegrafo francs Paul Claval: el actual giro cultural nos hace comprender que la cultura no constituye un sector particular de la vida, sino que desempea un papel en todos los dominios de la Geografa (Claval, 2001a:11). De ah que los coordinadores del presente volumen hayan contemplado este captulo. 1.-Desarrollo histrico de la geografa cultural Al comenzar el siglo XX, la teora occidental de la Geografa estaba profundamente marcada por los trabajos realizados en Alemania durante el siglo anterior. Tanto en Francia como en Inglaterra y los Estados Unidos, los gegrafos respondan todava a los planteamientos formulados por sus colegas alemanes. En este ltimo pas se recuper, despus de la Primera Guerra Mundial, parte de la tradicin alemana que en Europa pareca tener cierto rechazo. En la dcada de 1920, Carl O. Sauer, catedrtico de la Universidad de California en Berkeley, abri la lnea de geografa cultural. Es importante decir que Sauer es hijo de inmigrantes alemanes y que buena parte de su formacin bsica se desarrolla en Alemania, de manera que estamos ante un conocedor de la lengua y de los autores de ese pas (Speth, 1999:vii-xiii). Estamos tambin, ante el gegrafo que revitaliz el inters por estudiar reas culturalmente lejanas desde una ptica romntica. En el trabajo de Sauer se ve un distanciamiento con la geografa norteamericana en boga y una atencin a los trabajos de los alemanes Otto Schlter, Alfred Hettner, August Meitzen, Hermann Wagner, Eduard Hahn y Siegfried Passarge, sin descontar a clsicos como Humboldt, Ritter y Ratzel (Sauer, 1982:351). La sensibilidad del romanticismo alemn Alexander von Humboldt haba establecido que el estudio del entorno permita descifrar la existencia de relaciones entre la materia animada e inanimada (Humboldt, 2000, t.I:346). Con el objeto de explicar la diversidad ambiental, particularmente en lo concerniente a las especies vegetales (Capel, 1988:22-26), Humboldt haba introducido el concepto de medio (Claval, 1996:53). Carl Ritter fue quien aplic dicho concepto a la relacin entre la naturaleza y los grupos humanos (Stoddart, 1988:169-170), mientras que, dcadas despus, Friedrich Ratzel utiliz estas nociones para explicar la

  • distribucin de las diferentes culturas en el ambiente y su movilidad en los territorios (Ratzel, 1987). A l debemos el trmino Kulturgeographie acuado en 1875.3 Ratzel adems, responda a los trabajos del naturalista ingls Charles Darwin quien en 1859 haba publicado El origen de las especies y planteado las nociones de seleccin natural y de supervivencia del ms apto (Darwin, 1985). Con ellas propona que las especies compiten por el espacio y por el sustento y slo sobreviven aquellas capaces de adaptarse a las condiciones ambientales a lo largo de las generaciones. Ratzel extrapol estas ideas y las aplic a la lucha por el espacio vital entre los grupos humanos y, ms precisamente, entre los estados (Ratzel, 1987:73-115). Al campo de investigacin de las relaciones entre sociedad y naturaleza lo llam antropogeografa y le impuso cuatro tareas: la primera consista en estudiar la influencia del medio en el cuerpo y espritu humanos; la segunda en establecer las causas de la distribucin de los grupos sociales sobre la superficie terrestre; la tercera en determinar la movilidad de dichos grupos y la ltima en cartografiar las reas donde viven los humanos (Claval, 1995:10-12). Impregnado del espritu de su siglo, Ratzel quera establecer una teora cientfica sobre la ocupacin del espacio por la humanidad, es decir, quera establecer la relacin causal entre la naturaleza y la sociedad. En realidad, como veremos en seguida, Ratzel privilegi el anlisis en una sola direccin: la de la adaptacin de los humanos a su medio y la expresin poltica resultante. En el trnsito del siglo XIX al XX, la geografa alemana desarroll la discusin de las relaciones naturaleza-sociedad en ambas direcciones: cmo el medio influa en el hombre y cmo el hombre modificaba las reas que habitaba. En este panorama, el gegrafo alemn-norteamericano Franz Boas resulta un autor clave para entender los estudios que relacionan hombre y naturaleza a travs del paisaje durante el siglo XX (Speth, 1999:127-151; Crang, 1998:101). Como muchos especialistas de esta tendencia, Boas estudi primero las complejidades naturales. As que, aunque Boas tuvo una slida formacin en geografa, en fsica y en matemticas, sus grandes aportaciones fueron realizadas en el campo de lo que hoy conocemos como antropologa (Monk, 1964:7). En su obra ms importante traducida al castellano como Cuestiones fundamentales de Antropologa Cultural, revela sus reflexiones tras aos de estudio con distintos grupos tnicos indicando que cada uno de ellos se ubica a s mismo en el centro de toda explicacin y que la idea de que hay razas superiores e inferiores carece de fundamento (Boas, 1964). A esta corriente de la antropologa se le llam relativismo cultural y en su fundamento hay una fuerte dosis de romanticismo. Boas en particular, pugn entre sus colegas por la tolerancia hacia otras formas de civilizacin y por el respeto a la diversidad cultural. A Franz Boas debemos, al menos parcialmente, el sentido de compromiso que caracteriza a la geografa cultural. Siguiendo con la tradicin humboldtiana, Hermann Wagner seal en 1920 la importancia de que la geografa siguiera vinculada al estudio del medio fsico. Para Wagner no haba duda de que la geografa es una ciencia natural (Wagner, 1983:55). Lo mismo expuso Alfred Hettner en 1927, e incluso se detuvo a criticar la idea de que Ratzel era el padre de la geografa del hombre pues cmo podra serlo si en su Antropogeografa subestimaba la importancia del ambiente natural. Hettner concluye que la antropogeografa floreci slo despus de que la geografa fsica haba creado 3 Norbert Elias ha profundizado sobre el significado exacto del trmino Kultur en el contexto alemn y sobre el carcter de los alemanes a la luz de su historia como estado-nacin (Elias, 1999: 6-28 y 151-204)

  • una slida base para posteriores investigaciones (Hettner, 1983:68). Esta idea de que la geografa no existe sin sus inseparables componentes natural y social fue compartida por casi toda la escuela alemana y de algn modo fue asumida ms tarde por Sauer para desarrollar sus mtodos de descripcin. Respecto de Ratzel, la escuela alemana de principios del siglo XX hizo crticas como la de Hettner, pero nunca dej de reconocer sus aportaciones. Wagner seal que la gran aportacin de Ratzel haba sido desviar la mirada de los gegrafos de Europa al resto del globo. En consecuencia, Wagner abogaba por hacer investigacin sobre el hombre en general bajo las condiciones de su habitat natural en los lugares donde se encontrase y advirti sobre la importancia de entender, con visin histrica, los procesos locales que modifican el espacio (Wagner, 1983:54-55). Sauer tambin recibi este legado y enfoc sus estudios de caso hacia las sociedades originarias de Amrica (Sauer, 1970). Para Sauer, haba dos cuestiones metodolgicas que no deban perderse de vista: la primera consista en entender al paisaje como un objeto fsico y la segunda implicaba hacer, en toda investigacin, un riguroso trabajo de campo. Esta ltima cuestin la aprendi posiblemente de Franz Boas y, desde luego, de Bronislaw Malinowky. La historia de la antropologa considera a Malinowski como el pionero del mtodo conocido como observacin participante, hoy tan socorrido en geografa cultural. A diferencia de los autores que hemos venido mencionando, Malinowski es de origen polaco y su formacin la complet en la Gran Bretaa. Tras una estada de cuatro aos en las Islas Tobriand, confeccion el mtodo que consista en introducirse por largas temporadas a una comunidad y dejar que los individuos de ella se acostumbraran a verle hasta tal punto que actuaran de nuevo como si el observador no estuviera. Tambin consista en trabajar con ellos, en acompaarles en sus jornadas, en participar de sus fiestas y ritos hasta la medida de lo pertinente (Malinowsky, 1973). Ms adelante volveremos a Sauer y a estas dos preocupaciones suyas. La geografa francesa tambin fue sensible a los razonamientos iniciados en Alemania. Dos acadmicos siguieron con atencin estas discusiones metodolgicas y estudiaron casos que reforzaron y complementaron la idea del paisaje: el gegrafo Jean Brunhes y el historiador Marc Bloch. Ambos fueron alumnos de Paul Vidal de la Blache y como tales aprendieron a utilizar la nocin de genres de vie (formas o gneros de vida) que consista en contrastar las actividades anuales de los pobladores de una comarca con las variantes estacionales de su ambiente (Vidal, 1994). Como resultado, los alumnos de Vidal, podan mostrar cmo se iban conformando los hbitos locales, la manera de trabajar, de descansar, de utilizar herramientas y tcnicas y, finalmente, la manera en la que modificaban el paisaje en el que estaban inscritos (Brunhes, 1984:100-104; Claval, 1995:23; Trochet, 1998:6). Bloch adems, estuvo atento a los estudios alemanes sobre la conformacin del paisaje rural y vincul los procesos espaciales con la evolucin histrica (Bloch, 1988; 34-41). Ello le vali fundar, junto con Lucien Febvre, la escuela historiogrfica ms prestigiada de Francia, la de los Annales, donde ms tarde Fernand Braudel concretara como veremos sus intereses por la geografa (Lacoste, 1988:171-224). Cabe advertir que la escuela francesa prefiri hablar de geografa humana en lugar de geografa cultural, pero que buena parte de su visin fue francamente compartida con la de sus vecinos alemanes (Meynier, 1969: 17-97; Claval, 1998:119-150).

  • En sntesis, el razonamiento alemn de principios del siglo XX plante que los diferentes pueblos se especializan mediante la concepcin de herramientas, tcnicas y mtodos para adaptarse al medio. Muchos de sus autores hicieron nfasis en el proceso mediante el cual estos conocimientos se difundan en el espacio de un rea cultural a otra (Blaut, 1994: 173-190). La mayora de los mencionados llegaron a la conclusin de que los procesos histricos mediante los cuales los pueblos modifican su entorno y son modificados por ste, quedan grabados en el terreno. Dicha porcin de terreno que constituye la sntesis espacial donde ha quedado este proceso registrado fue llamada Landschaft (paisaje). La disciplina cientfica que lo estudiara sera el Landschaftskunde (conocimiento sobre el paisaje) (Sauer, 1995:95). Aqu es necesario regresar unos siglos para ubicar el origen del trmino Landschaft. Traducido como paisaje en alemn moderno, Landschaft puede descomponerse en dos partculas: la primera, Land, hace referencia a la tierra, es decir, a la parte natural, al relieve, al suelo, al ambiente original. La segunda, schaffen, refiere al modelado que, ya sea la naturaleza misma o el hombre, dan al terreno (Haber, 1995:38-41). En ingls los componentes son los mismos. Land tiene la misma acepcin explicada que en alemn y la partcula scape deriva de la misma raz germnica scapjan, que significa originalmente crear, trabajar u ocuparse. Esta raz evolucion a schaffen en alemn conservando el significado de creacin o modelado, mientras shape en ingls, cambi un poco el nfasis, del acto formador, por la forma resultante (Haber, 1995:38). El trmino en estas lenguas qued acuado hacia finales del siglo XVI, misma poca en la que prolifer precisamente la pintura paisajista en los pases de cultura germnica (Cosgrove, 2002:64; 2003:249). En aquel entonces, el Landschaft era una suerte de registro de la ley que rega sobre una demarcacin que estaba depositada en las costumbres de sus pobladores (Olwig, 1995:634), de modo que la pintura en un lienzo cumpla las mismas funciones que un mapa: representaba el territorio de un pas. En la pintura de una Land (tierra), es decir, en un Landschaft (paisaje), podan leerse datos tales como los lmites extremos del territorio, las subdivisiones al interior de la demarcacin, los caminos y senderos, los usos del suelo, las actividades agrcolas y ganaderas que estaban autorizadas, las reas urbanas y rurales, las zonas de bosque, las fuentes de agua, en fin, todo aquello que era relevante para el manejo adecuado del territorio segn la concepcin germnica de entonces. Sauer y el estudio del paisaje Carl Sauer tambin recogi el concepto de Landschaft en su versin traducida al ingls y lo desarroll en las dcadas en que dirigi sus investigaciones en Berkeley. Como hemos sealado, Sauer tuvo muchas de las caractersticas que marcaron a los gegrafos alemanes del siglo anterior, por ejemplo, la de formarse primero en disciplinas ms orientadas al estudio de la naturaleza. En su caso Sauer, estudi geologa (Bosque, 1995:91). La manera de proceder en el estudio de las rocas y de los otros componentes geomorfolgicos, fue empleada por Sauer para describir la morfologa del paisaje. Fue as como titul su obra pionera publicada en 1925: Morphology of Landscape. De la misma manera que un gelogo describe los afloramientos rocosos, su origen y sus caractersticas, Sauer propuso que la Geografa deba describir el paisaje visible formado por los elementos tanto de origen natural como cultural (Mitchell, 2000: 26-29). En particular, todos aquellos objetos o rasgos del paisaje elaborados por humanos seran tema de la geografa cultural. Una de las referencias de Sauer, Alfred Hettner, haba embestido dos aos antes contra la vieja idea de Varenio expuesta en 1650 de que

  • la Geografa es una disciplina que busca generalizar y emitir leyes universales sobre el comportamiento de los fenmenos de la superficie terrestre (Varenio, 1980). Por el contrario, Hettner afirm en 1923 que era imposible realizar la idea de una ciencia general de la tierra; la Geografa slo puede ser una ciencia independiente en tanto que disciplina corolgica, es decir, en calidad de estudio de la variada expresin de las diferentes partes de la superficie terrestre. La Geografa no es la ciencia de la Tierra sino el estudio de las tierras (Sauer, 1995:95). En Morfologa del Paisaje, Sauer (1925) no slo cita esta idea de Hettner sino que la refuerza afirmando que toda tradicin de la Geografa concuerda con esta preferencia por el conocimiento sinttico mediante el estudio de reas o paisajes, en vez de formular leyes cientficas generales para la Tierra. El carcter cientfico de la Geografa, replica Sauer a las tesis tanto de Varenio como de los positivistas del siglo XIX, consiste en que su objeto de estudio el paisaje es una seccin de la realidad importante, sinceramente dada, por lo que el gegrafo halla su campo de accin en el paisaje que se basa en la realidad significativa de la relacin corolgica. (Sauer, 1995:95). Dicho en otras palabras, Sauer propone que el inters de la Geografa est en estudiar reas bien determinadas llamadas paisajes y que en dichas reas se analizan las relaciones entre los fenmenos que las definen. Los fenmenos que componen un rea [dice Sauer] no slo se clasifican, sino que estn asociados o son interdependientes. Descubrir la conexin de los fenmenos y su orden es una tarea cientfica, que segn nuestra postura es la nica a la que debe dedicarse la Geografa (Sauer, 1995:96). En estas afirmaciones Sauer expone uno de los planteamientos que la geografa cultural de las dcadas posteriores hubo de revisar: al decir que el paisaje es real y agregar que cualquier inteligencia que se preocupe por la observacin de la naturaleza podra identificarlo, Sauer est ubicando al observador en una posicin universalista contraria a la que defiende el relativismo cultural. Para Sauer la inteligencia es algo subyacente a todas las culturas y, por lo tanto, todos los paisajes si bien diferentes podran ser ledos de la misma manera por un investigador, idea que la antropologa de fines del siglo XX se encargar de desmontar. Seis aos despus de la publicacin de Morfologa del Paisaje, Sauer escribe lo que pudiera ser el acta de nacimiento de la geografa cultural. Se trata del clebre artculo de Sauer titulado precisamente Cultural Geography y aparecido en 1931 en la Enciclopedia de Ciencias Sociales McMillan publicada en Nueva York (Sauer, 1982). En l sintetiza los conceptos tanto de la escuela alemana como aquellos desarrollados en sus propios trabajos anteriores. El este artculo, Sauer confirma la pertenencia de la geografa cultural al campo de la geografa fsica, incluso reconoce que la primera ha sido engendrada por la geomorfologa y que su tarea consiste en estudiar las expresiones del aprovechamiento humano [...] sobre la superficie, es decir, los rasgos visibles que se hallan en el espacio. La unidad espacial que estudia la geografa cultural es el paisaje o rea cultural. Sauer tambin deja en claro que toda rea cultural es resultado de un proceso histrico en el que han participado sucesivas culturas y que ello hace necesario que el investigador recurra a mtodos especficamente histricos. As, los testimonios escritos, los arqueolgicos y los etnogrficos se hacen de primera utilidad para el gegrafo quien se ver forzado a acudir directamente al rea de estudio a realizar trabajo de campo.

  • La geografa cultural implica, por tanto, un programa que est unificado con el objetivo general de la Geografa: esto es, un entendimiento de la diferenciacin de la tierra por reas. Sigue siendo en gran parte observacin directa de campo basada en la tcnica del anlisis morfolgico desarrollada en primer lugar en la geografa fsica. Su mtodo es evolutivo, especficamente histrico hasta donde lo permite la documentacin, y, por consiguiente, trata de determinar las sucesiones de cultura que han tenido lugar en un rea. [...] Los problemas principales de la geografa cultural consistirn en el descubrimiento de la composicin y significado de los agregados geogrficos que reconocemos de forma algo vaga como reas culturales, en poner ms de manifiesto cules son los estadios normales de su desarrollo, en interesarse por las fases de auge y de decadencia, y de esta forma, en alcanzar un conocimiento ms preciso de la relacin de la cultura y de los recursos que son puestos a su disposicin (Sauer, 1982:354).4

    En sntesis, la geografa cultural de la escuela de Berkeley afirmaba que era indispensable estudiar la especificidad de las diferentes reas culturales describiendo, en la medida de lo posible, los rasgos visibles y su evolucin en el tiempo. Para ellos, la cultura era una realidad superior que se impona a los individuos quienes poco podan hacer para modificarla (Claval, 2001a:6). Autores posteriores irn matizando las propuestas de Sauer. La modificacin ms clara es aquella que atena la afirmacin de que la geografa cultural nicamente se dedica a estudiar los rasgos visibles, pues ms adelante se ver que la cultura tambin se expresa en paisajes simblicos que, de cualquier manera, tienen un sustento fsico (Cosgrove, 2003:249-268). Otro de los grandes problemas a los que se enfrent la geografa cultural hacia fines de los aos 1960, fue el de la mundializacin de las tcnicas que dejaban su impronta en los paisajes (Santos, 1990). Ahora lo llamaramos globalizacin, pero an en la actualidad habra que ser cauteloso en la utilizacin del trmino pues no se trat, ni entonces ni ahora, de un proceso de intercambio multidireccional sino en una simple transferencia tecnolgica de unos pases ricos a otros ms pobres (Baricco, 2002:15-37). Lo cierto es que muchas de las tecnologas occidentales de produccin agrcola e industrial as como de comunicaciones y transportes, se extendieron en mbitos culturales muy distintos de manera que los paisajes comenzaron a tener cada vez ms similitudes. Este hecho desalent los estudios sobre cultura local y la geografa prefiri analizar el espacio a travs de otros mtodos. Fue entonces que los gegrafos se volcaron sobre los enfoques cuantitativos por dos razones: para hallar la especificidad de un paisaje y poderlo diferenciar de otro en el que se utilizaban las mismas tcnicas era necesario geometrizarlo y crear valores numricos que los distinguieran (Hugill et al, 1994:14-15). La segunda razn por la que aun los estudiosos de paisajes locales prefirieron abocarse a la matematizacin de su objeto de estudio tena que ver con la pureza cientfica de sus investigaciones (Hagget, 1965). Como veremos adelante, en los aos 1960 se pens que para hacer ciencias geogrficas era necesario hacer uso de mtodos universalmente probados y formular teoras y modelos de valor general (Pini, 1992:557-576; Beguin, 1992: 516-531). El estudio de las variantes locales fue visto entonces como algo demasiado parcial y subjetivo que jams conducira a la formulacin de leyes cientficas. Para satisfacer esta bsqueda, fue necesario bajar la escala hasta fragmentar el paisaje en pequesimas porciones y someter sus muestras a pruebas de laboratorio. 4 Hemos utilizado como base la traduccin presentada por Josefina Gmez Mendoza et al. (1982). Sin embargo hemos arreglado mnimamente la redaccin para hacerla ms comprensible.

  • Fue entonces que la ecologa se apoder del trmino paisaje aunque para ellos fuera una nocin que nada tena que ver con la produccin cultural del espacio. La Nueva Geografa Cultural

    El enfoque cultural en geografa parece renovarse hacia finales de los aos 1970 y lo hace reflexionando, no sobre las colectividades, como lo hicieron Brunhes (1984), Sauer (1925) o los gegrafos marxistas (Harvey, 1969; Shurmer-Smith, 2002), sino sobre los individuos que las conforman (Johnston, 1997:268). Ya para entonces un gegrafo cuantitativista, el sueco Torsten Hgerstrand, haba virado hacia la geografa cultural proponiendo sistematizar las biografas cotidianas al interior de una comunidad urbana. El anlisis que propona buscaba identificar las actividades espaciales de las personas como si fuesen geografas individuales y trazar, a partir de los recorridos realizados por dichos individuos, mapas espacio-temporales que hablaran de la experiencia territorial de una colectividad (Hgerstrand, 1968; Giddens, 1998:143-148; Buttimer, 2004:166-167). Aqu debemos reconocer el trabajo previo del arquitecto Kevin Lynch quien en 1960 haba publicado su famoso libro La imagen de la ciudad en donde analizaba la estructura urbana con base en la percepcin sensorial que los habitantes tienen de ella (Lynch, 1974:). Poco despus de la publicacin de Hgerstrand, en su libro La regin, espace vcu, Armand Frmont insisti en las geografas indivuduales como la mejor manera de aproximarse al espacio vivido (Frmont, 1976). Por su parte, Peter Gould aport sus ideas sobre la manera en la que se podan cartografar esas geografas urbanas individuales a travs de lo que defini en 1974 como Mapas mentales (Gould, 1992). Quiz sin percibirlo entonces, se dieron las condiciones para dar un salto en la disciplina. Digamos que se trat entonces de aplicar un mtodo ms fino y laborioso para descifrar los usos del espacio de un grupo social. Recordemos que, a lo largo de casi todo el siglo XX, los gegrafos haba sostenido que la cultura era una realidad superior a la vida cotidiana de los individuos y su objetivo era describirla y diferenciarla por reas sobre la superficie terrestre. En palabras del gegrafo estadounidense James Duncan (1980), la cultura de aquellos aos era como un superorganismo que dominaba la voluntad de los individuos de una manera poco clara (Claval, 2001a:6). En los pases de habla inglesa se critic esta definicin de lo cultural dando inicio a la aplicacin de un nuevo enfoque que se centraba, como hemos dicho, en las percepciones del individuo. Duncan mismo seal a lo largo de esa dcada que la cultura es resultado de procesos de transmisin, de interiorizacin, de evaluacin y de reinterpretacin en los cuales la experiencia individual juega un papel decisivo (Duncan, 1980; 1990; 1992). En el Reino Unido, Denis Cosgrove y Peter Jackson coincidieron con esta tendencia en el aspecto de que las representaciones individuales son fundamentales para comprender las reas culturales (Cosgrove, 1984; Jackson, 1995). Con esta visin, varios gegrafos del mbito anglosajn abordaron estudios de caso. James Duncan se sumerge en la cultura cingalesa para descubrir que el paisaje puede ser ledo como un texto en el que los rasgos arquitectnicos constituyen breves citas de la literatura sagrada que fcilmente reconocen los pobladores de Sri Lanka. Sus resultados fueron publicados en el libro The City as a Text (Duncan, 1990). Al respecto, Mike Crang (1998:59) asegura que la tarea de la geo-grafa es, como lo sugiere su etimologa, el estudio de las inscripciones hechas por los pueblos en la superficie terrestre. Un procedimiento similar al de Duncan es utilizado por Allan Pred (1990) para explicar cmo los habitantes de algunas ciudades suecas de los siglos XVIII y XIX perciben su medio. En esos aos, Anthony Giddens publica The constitution of society

  • (1984) afinando la propuesta de Hgerstrand y hacindola menos neutra, es decir, sociolgicamente ms verosmil en el sentido en que los actores son menos mecnicos, menos predecibles (Giddens, 1998). Al darse cuenta de la convergencia de sus esfuerzos en la segunda mitad de la dcada de 1980, estos investigadores comenzaron a hablar de una Nueva Geografa Cultural (Claval, 1995:42; Norton, 2000:14) Por su parte, En Francia, Jol Bonnemaison (2000) publica sus estudios sobre el paisaje sagrado de los habitantes de Vanuatu mientras que Augustin Berque (1986; 2000) describe la relacin entre los japoneses y su medio en Le sauvage et lartifice. A diferencia de los pases de habla inglesa, los franceses no abandonaron del todo la riqueza de la descripcin de los paisajes, en particular de aquellos del medio rural. As podemos hablar del nacimiento de una etnogeografa que hace referencia a la manera en que los distintos pueblos ordenan y reordenan su territorio (Claval, 1995:43). Resumiendo: en qu consisti la renovacin de la dcada de los 80? Paul Claval lo dice as: Los estudios culturales cambian de escala: no disponemos de los medios para aprehender la cultura china o la cultura rabe pero a cambio es fcil observar cmo se construyen las categoras utilizadas por un grupo particular en un ambiente dado (Claval, 2001b:34). El cambio de escala permite estudiar sutilezas de la cultura impresas en el espacio y renunciar, de una vez por todas, a la conformacin de grandes teoras generales o de sntesis ambiciosas. Ahora se sistematiza el estudio de una persona que pertenece a un pequeo grupo de un barrio marginal en una ciudad y se aspira, a lo ms, a verificar la manera en que esta persona, y las que le son culturalmente afines, producen sus paisajes, a comprender el uso de sus espacios. Para Peter Jackson, la Nueva Geografa Cultural se interes ms en la cultura de grupos marginales que en las grandes civilizaciones, en las expresiones populares ms que en la corriente de elite (Jackson, 1995:xi). En Maps of Meaning, un libro que se ha vuelto referente sobre esta etapa, Jackson agrega que los gegrafos se vieron obligados a salir de su desciplina para abrevar en los estudios culturales de Raymond Williams, Clifford Geertz y Claude Lvi-Strauss, rompiendo as con las fuentes utilizadas por la generacin de Sauer (Jackson, 1995: 25-46). De este acto innovador surgieron las posibilidades de ensanchar la discusin terica sobre la geografa cultural (Luna Garca, 1999:76-79) y de estudiar de manera aun ms interdisciplinaria aspectos nuevos vinculados al paisaje: cultura y pobreza, cultura y gnero, cultura y sexualidad, paisaje urbano, cultura y poltica, cultura y racismo y, desde luego, las lecturas derivadas de un nuevo enfoque en donde no todos los objetos culturales son materiales.5 El Giro Cultural de la Geografa y la Ola Posmoderna. La Nueva Geografa Cultural signific un replanteamiento que tom en cuenta no slo las expresiones materiales de la cultura sobre un rea dada sino tambin el simbolismo que para los habitantes tenan algunos de los rasgos del paisaje. A partir de fines de los aos 1980, los especialistas en geografa cultural ya no se limitaron en describir, como sus antecesores en Berkeley, la manera en que los diferentes pueblos marcaban fsicamente su territorio y los elementos antrpicos del paisaje. Tambin se dedicaron a comprender el significado de lo representado por los individuos y el modo en el que perciban y comprendan su ambiente. Por primera vez en muchas dcadas, la Geografa pareca cobrar una nueva vida pues se desprenda de los enfoques macroeconomicos y 5 No todos los gegrafos dedicados al estudio de la cultura estuvieron de acuerdo en llamar nuevo al enfoque de los aos 1980. Para una sntesis de las crticas ver: Johnston (1997:201-208).

  • sociolgicos para hacer propuestas de lectura metdica de los paisajes. Las ciencias sociales miraran de nuevo el conocimiento geogrfico como un conocimiento estratgico. El enfoque cultural fue evaluado por algunos gegrafos como una suerte de oxgeno puro para su disciplina. La renovacin que se observaba no slo favoreca a los interesados en las diferencias culturales entre pueblos sino a todos los gegrafos en la medida en que la Geografa se sacuda de su inercia y anquilosamiento. De pronto se comenz a hablar de un cambio de direccin, de un viraje, de un giro de la Geografa que valoraba ms que nunca el enfoque cultural. En ingls se le llam The Cultural Turn in Geography, mientras que los franceses, tras analizar los avances de sus colegas britnicos y norteamericanos, lo llamaron Le tournant culturel en gographie. A nuestro parecer, la frase que sintetiza este esfuerzo en castellano es El giro cultural de la Geografa. No es que la cultura se haya convertido en el objeto de moda que los gegrafos quieran estudiar sino que la cultura como concepto permite entender mejor la construccin del espacio. Siguiendo a Cosgrove y Jackson, William Norton subraya cmo, la cultura es ahora vista como el medio a travs del cual la gente transforma el mundo material en un mundo de smbolos a los que da sentido y a los que se la atribuye un valor. Si bien esta definicin no es del todo novedosa, lo cierto es que el nfasis que se le otorga a la cultura como vehculo para estudiar a las colectividades formadas por individuos se refuerza al finalizar el siglo XX. Se estudia entonces el espacio con su significado a veces escondido as como el comportamiento de la gente en l (Norton, 2000:14). El resultado de este tipo de estudios nos revela paisajes nicos llenos de aparentes contradicciones. La llamada ola posmoderna prospera bajo estas condiciones en donde definir el espacio resulta un ejercicio de altsima complejidad. En Postmodern Geographies, Edward Soja retoma muchas de las ideas desarrolladas durante el siglo XX por la geografa cultural para reinsertar el concepto de espacio en el anlisis crtico sobre el fenmeno social, en particular en mbitos urbanos. Para este gegrafo, lo primero que se necesita para estudiar el espacio es un lugar (Soja, 2001: 224). Dicho de otro modo, el enfoque cultural (posmoderno segn su terminologa) requiere de lugares concretos y no de nociones espaciales abstractas. Despus de haber estudiado muchos casos en frica, Soja se aboc al estudio de la ciudad en la que trabaja: Los ngeles, California. De ella advierte que es imposible realizar una descripcin totalizadora y que sus resultados son necesariamente eclcticos, fragmentarios, incompletos y frecuentemente contradictorios, adjetivos que tambin revelan cmo es la ciudad de Los ngeles (Soja, 2001: 247). En su anlisis se sirve del concepto de paisaje y de la nocin de que su caso estudiado es un microcosmos producto de la idea que los habitantes tienen de s mismos y de las influencias culturales externas. Plantear as un anlisis, como veremos en la segunda parte de este captulo, es identificarse con los postulados del enfoque cultural, razn por la cual los especialistas asocian la ola posmoderna con el giro cultural en geografa. Recientemente, los gegrafos britnicos Kay Anderson, Mona Domosh, Steve Pile y Nigel Thrift, reunieron 31 ensayos en su Handbook of Cultural Geography que podra ser un buen ejemplo de la situacin actual del giro cultural de la Geografa, al menos en el mbito de habla inglesa. El planteamiento que cobija estos trabajos, a nuestro juicio, explota en grado nunca antes visto el potencial del enfoque cultural en trminos de su libertad para hallar temas susceptibles de ser estudiados por la geografa y de apreciar la diversidad cultural del planeta. Para ellos, las definiciones deben ser abiertas como lo es

  • el espacio. As, en su versin, la geografa cultural es un estilo de pensamiento que rene una amplia variedad de cuestionamientos y de maneras de responder a ellos [...]. Lo cultural ha modificado lo geogrfico, haciendo posible estudiar cada vez ms cosas, pero tambin, sometiendo cada vez ms cosas a escrutinio. De alguna manera pues, se trata de la democratizacin del entendimiento, de la posibilidad de mirar el mundo por las diferencias que coexisten en l y de aprender de ello (Anderson et al, 2003:xix). La geografa cultural es pues un controvertido terreno para el debate [...]. Resulta mejor que la entendamos como una serie de compromisos intelectuales y de suyo polticos- con el mundo [...]. Dicho terreno no est cerrado ni impone lmites precisos al esfuerzo acadmico, sino que ms bien est abierto y constituye un comprometido estilo de pensamiento (Anderson et al, 2003:2). El giro cultural incluida la ola posmoderna retoma con gran fuerza una de las tradiciones ms valiosas del romanticismo alemn: la curiosidad por el otro. Para los gegrafos que emplean el enfoque cultural, cada vez es ms claro que la cultura occidental se ha impuesto sobre el resto de las percepciones del mundo y que lo ha hecho de una manera violenta e irrespetuosa. Ahora se acepta con facilidad que la diversidad humana y natural de la Tierra ha sido leda con ojos eurocentristas. El giro cultural implica salir de una buena vez de ese eurocentrismo, pero ms an, implica descubrir que el otro tambin es nuestro vecino. Dicho de otro modo, la cultura occidental ha excluido tambin las diferencias al interior de su misma sociedad: ha marginado no slo a las minoras tnicas y a las clases sociales desfavorecidas, que ha sido bien estudiado, sino a otros grupos fuera de norma como los jvenes, los homosexuales, los desempleados, los analfabetas, los discapacitados, los indocumentados o los ancianos, entre otros (Soja et al., 2002: 379-389). Partiendo de lo anterior, las dcadas de 1990 y de 2000 han sido fecundas en estudios sobre gnero, sobre marginacin laboral, sobre distribucin electoral, sobre nuevas formas de racismo, sobre respuestas juveniles, sobre la nueva violencia intertnica (Monk, 1992). Varias revistas acogieron las contribuciones de los gegrafos preocupados por estos problemas; de ellas podemos destacar Ecumene, publicada en el mbito anglfono y conocida actualmente con el ttulo de Cultural Geography, as como la revista francesa animada por Paul Claval: Gographie et Cultures. Con base en la descripcin histrica que hemos desarrollado en esta primera seccin sobre la evolucin de la geografa cultural, esbozaremos en seguida una visin actual sobre el enfoque que nos ocupa, en la cual se intentan recoger las lneas generales en las que coinciden diversos autores. No obstante, hemos introducido algunas ideas nuevas que se derivan de nuestra propia investigacin en casos concretos. 2.- El enfoque cultural en geografa Antes de avanzar en las especificidades del enfoque cultural, es imprescindible hacer una definicin ms clara del concepto espacio que aquella provista por los diccionarios especializados. Tomando en cuenta que dicho concepto es el objeto de estudio de la Geografa, resulta muy pobre sealar que espacio es aquello que ocupan los objetos como resultado de su volumen, o bien, el vaco que queda sin ellos (Witherick, 2001:293; Cabanne, 1992:448; Clark, 1998:454; Mayhew, 1992:249). Comencemos pues, por ampliar y precisar los lmites de este concepto.

  • Complementario a las definiciones habituales, desde la geografa cultural se debe entender que el espacio es una de las dos dimensiones de la realidad; la otra es el tiempo. Espacio y tiempo no deben ser observados por separado aunque, en su anlisis, el investigador puede privilegiar una de las dos dimensiones para abordar su estudio: los gegrafos suelen privilegiar la dimensin espacial mientras los historiadores suelen hacerlo con la dimensin temporal (Braudel, 1997:27-28; Trochet, 1998:5-8). Las dems disciplinas plantean estudios temticos que recurren al anlisis temporal y espacial segn sea su necesidad. Ahora bien, el espacio tiene nombres precisos: se llama regin, territorio, sitio, lugar, ciudad, municipio, pas, frontera, rea, planicie, montaa, etc. (Soja, 2001: 224). Comprender que el espacio no es un objeto de estudio en s, sino una dimensin, simplifica mucho la comprensin de la Geografa como disciplina. A menudo, los estudiantes de Geografa se adentran en discusiones interminables sobre la definicin de espacio precisamente porque no le ponen nombre preciso a lo que quieren estudiar. Del mismo modo que el historiador no estudia el tiempo en general, el gegrafo no estudia el espacio en general. Ambos eligen temas de estudio en el que concurren las dos dimensiones. En Amrica Latina, los historiadores han tenido claro su objeto de trabajo y han desarrollado estudios de gran relevancia para conocer ciertos aspectos de nuestras sociedades. Por su parte, los gegrafos han sido menos eficaces porque se pierden con frecuencia en una definicin que suena interesante pero que tras un riguroso examen parece un tanto hueca. As podemos ser ms precisos diciendo que el objeto de estudio central de la Geografa es la dimensin espacial, y que esta dimensin hace referencia a espacios concretos que llevan incluso nombres propios (la regin Andina, la ciudad de Asuncin, el territorio Hondureo, la zona del Canal de Panam, la cuenca del ro Amazonas, la frontera Mxico-estadunidense, etc.). Esta precisin no obsta para seguir utilizando el aceptado trmino de espacio como objeto de estudio de nuestra disciplina. Simplemente recordemos que el espacio es una dimensin genrica, no una porcin de la superficie terrestre.6 Como se ha reconocido, la geografa cultural estudia frecuentemente el espacio mediante la definicin de unidades llamadas paisaje (Berque, 1992 y 1990: 67; Matless, 2003: 227-232; Plachter et al, 1995:15-18). Aqu definimos paisaje como una representacin de un espacio preciso, o bien, como tal espacio preciso analizado por un observador. En seguida quedar clara esta doble acepcin cuando entendamos cmo se produce un paisaje y cmo se le estudia una vez producido. La produccin de un paisaje Debemos en gran parte a la Antropologa, a la Arqueologa, a la Etnologa e incluso a la Biologa, el estudio de la manera en que los primeros pueblos entienden su entorno y organizan su espacio (Child, 1971; Levi-Strauss, 1955; Eliade, 1965; Dubos,1975; Copans, 1996; Ruffi, 1983; Gentelle, 1992; Leakey, 1993; Butzer, 1994). Fue as que los gegrafos robustecieron su definicin de paisaje. En este artculo es imposible hacer una revisin de los trabajos de esos especialistas pero researemos el sentido

    6 Ms adelante veremos que espacio proviene del latn spatium, que significa extensin para ser recorrida (Corominas, 1983:248). En cambio, el diccionario de la Real Academia de la lengua espaola lo define como continente de todos los objetos sensibles que existen y como parte de este continente que ocupa cada objeto sensible (RAE, 1992, v.1:888). Con estas definiciones que retratan a toda la epidermis de la Tierra, como la llam Olivier Dollfus (1971:5), se explica la dificultad de los estudiosos de la Geografa para poder delimitar su campo de trabajo.

  • general de su propuesta. Para ello es til imaginar a un grupo social neoltico que, tras observar pormenorizadamente el comportamiento de los ciclos naturales en un sitio, decide asentarse en l de manera definitiva o al menos por una larga temporada (Garanger, 2002: 682-712). Es entonces que comienza a sistematizarse un lento proceso de adaptacin al ambiente local, simultneo a otro proceso en que dicho grupo empieza a transformar ese ambiente. Estos dos procesos en realidad son uno mismo: el de la produccin de un paisaje en donde se advierten rasgos impresos por los humanos y metforas de las fuerzas naturales llevadas al terreno de la explicacin ontolgica del propio grupo (Harvey, 2003:532-543). Dicho de otro modo, el clima, el relieve, la vegetacin, la hidrografa, la fauna, la posicin de los astros y dems elementos del medio, son los ingredientes con los que se tendr que formar la cultura del grupo (Arnold, 2000). Cada individuo de la colectividad en cuestin, tiene una manera particular de percibir sensorialmente su ambiente. Son la vista, el odo, el tacto, el gusto y el olfato los principales sentidos que captan ese clima y ese relieve (Claval, 1995). Quiz haya otras formas de percepcin que enriquezcan la idea que individualmente nos formamos del espacio, pero para la geografa cultural, la versin que cuenta es aquella que se basa en los acuerdos tcitos o explcitos de toda la colectividad local. No importan las percepciones individuales sino las afirmaciones de grupo (Claval, 2001a). No es relevante para el gegrafo probar o desmentir la existencia de un dios en una cueva sino lo que importa es la afirmacin popular de que existe un dios en tal cueva. Esta afirmacin colectiva es parte de la cultura local y por tanto es un elemento del paisaje que se puede ver: la prueba de la existencia del dios es la existencia de la cueva. Aqu estamos hablando de la importancia de las representaciones simblicas en el paisaje. Al mismo tiempo que los humanos perciben el entorno y arman con esos estmulos su idea del mundo, el grupo social modifica el medio, por ejemplo, protegiendo el acceso a un abrigo rocoso, deforestando una ladera, labrando el suelo, levantando una empalizada, represando un arroyo, construyendo una torre. Para operar esta modificacin, el grupo social disea cuatro tipos de recursos: a) tcnicas y habilidades que les permiten obtener sustento y protegerse de las contingencias del medio; b) herramientas para defenderse y para facilitar sus labores de sobreviviencia; c) instituciones polticas, administrativas, religiosas y sociales de varios tipos que les permitan organizarse de acuerdo a su propia realidad; y d) arquitectura que favorezca las condiciones de vida buscadas por el grupo. Este ltimo recurso puede ser tan elemental como la penetracin de las familias en un refugio natural para celebrar un ritual (Kostof, 1995: 21). Paul Claval dice que, para que opere este proceso, el grupo social que se ha establecido en un lugar tiene que reconocerse en l, orientarse a partir de l, marcar su territorio, nombrarlo e institucionalizarlo (Claval, 1995:154-180). Explicando estas cinco acciones que bien pueden ser simultneas, comprenderemos mejor la manera en la que se produce un paisaje: 1.- Reconocerse en un sitio o lugar implica tal vez descubrir las races que nos ligan con l. El reconocimiento resulta de una relacin sensorial con el espacio que se recorre a pie en todas direcciones y que va ms all del crculo familiar (Claval, 1995:158). Reconocerse como grupo en un lugar es comenzar a tejer una identidad entre sociedad y espacio. 2.- Orientarse implica saber hacia dnde moverse al interior de ese espacio en el que nos reconocemos. Tambin implica saber dnde estn unos objetos con respecto a otros al interior y al exterior del territorio inmediato. En muchas sociedades septentrionales,

  • para orientarse se traza un eje que une el sitio de observacin (de fundacin de una residencia, por ejemplo) con otra eminencia del paisaje natural y con la estrella polar, que es el punto en torno al cual giran todas las dems estrellas del firmamento. A partir de estos elementos tenemos ya un eje norte-sur y otro perpendicular este-oeste, es decir, 4 puntos cardinales (Levinas, 2000: 25). Pero no todos los pueblos se orientan del mismo modo. Los Yurok, del norte de California en los E.U.A., viven en un universo tubular que est dado por el ro Klamath, a partir del cual se derivan cuatro direcciones en el espacio: ro arriba, ro abajo, hacia el ro, opuesto al ro (Claval, 1995:159). En el antiguo Egipto el universo era percibido de una manera similar y el ro estructurador era el Nilo (Hacyan,1999:18-20). El siguiente paso despus de fijar dos ejes, como lo hemos hecho en Occidente, consiste en trazar paralelos y perpendiculares estableciendo una cuadrcula de coordenadas que nos da la oportunidad de ubicar cualquier punto. 3.-Marcar el lugar es una actividad que consiste en imponer sobre el espacio rasgos artificiales que permitan hacer ms evidente el sistema de orientacin, cualquiera que ste sea. Tambin pueden hacerse mojoneras, seales, bardas o lneas fronterizas para delimitar el territorio del que se ha tomado posesin. 4.-Nombrar el lugar consiste en generar una toponimia que habla en ocasiones de las propiedades del sitio, de su historia o de las leyendas y asociaciones que la gente tiene con dicho lugar. Nombrar los lugares es impregnarlos de cultura y de poder (Claval, 1995:166). Al nombrar el lugar, el grupo social se est dando tambin un nombre aunque en ocasiones es el nombre del grupo el que pasa a convertirse en topnimo (Foucault, 1988:126-163). 5.-Institucionalizar el lugar quiere decir conferirle un significado colectivo, fundarlo mediante un ritual, festejarlo mediante la repeticin de ese ritual cada ao, racionalizarlo para su administracin y aprovechamiento. Tambin significa clasificarlo, confeccionarle una historia o leyenda, dotarlo de una memoria, imponerle un gnero y una connotacin donde est asentado su orgullo identitario (Snchez, 1990:71-109; Illich, 1990:118-156; Halbwachs, 1968:130-166; Bender, 1995). Institucionalizar el lugar implica institucionalizar tambin al grupo social, distribuir cargos dentro de una jerarqua, establecer funciones, sistematizar un lenguaje, disear un icono, componer un canto comn, cocinar un platillo con ingredientes locales, etc. Como resultado de estas cinco acciones a menudo simultneas, el lugar escogido pasa a ser un pas en el sentido en que dicho trmino encarna a la tierra entraable que un pueblo ocupa y a la que est indefectiblemente ligado por tradicin e identidad. O bien, pasa a ser, en trminos de la geografa cultural, un paisaje, que tambin ha sido definido como lo que se ve del pas (Brunet et al, 1992:337). Antes de concluir con la definicin de paisaje, que es fundamental para la geografa cultural, hace falta sealar algunas de sus caractersticas. Veamos cinco que son centrales:

    a) Al ser producido intelectual y materialmente por el grupo social que lo habita, el paisaje forma parte de una cosmovisin completa y constituye el centro de un universo imaginado por los habitantes. A menudo, el paisaje es pensado como una reproduccin en miniatura del cosmos; es decir, es un microcosmos (Eliade, 1965:47-52; Lpez Austin, 1989: I, 55-98; Soja, 2001: 223; Vallega, 2003:116-120). Esto nos habla del razonamiento inverso en el que el mundo entero no puede ser muy diferente que el paisaje habitado, de modo que en realidad el mundo es un macrocosmos de dicho paisaje.

  • b) Al ser producido por un grupo social cuyos individuos se suceden generacin tras generacin, el paisaje es una entidad de larga duracin en donde aparecen rasgos, elementos y objetos de diferentes pocas (Braudel, 1996: 60-106; Crang, 1998:22; Baker, 1992; Andreotti, 2005:251-257). Mientras los individuos y las generaciones mueren, los paisajes se modifican y permanecen.

    c) El paisaje es un espacio modelado tanto por fenmenos de la naturaleza como por la accin humana (Plachter, 1995: 15; Hinchliffe, 2003:207-225).

    d) El paisaje es una unidad fsica, (Sauer, 1982:353) esto es, sus objetos y elementos son, si no tangibles, al menos visibles, olfatibles, audibles, degustables (Cosgrove, 2002; 2003). Lo anterior no obsta para decir que los componentes fsicos del paisaje tengan adems un significado cultural haciendo del paisaje un rito, una composicin de puntos sagrados o un almacn de recursos disponibles, entre otras lecturas subjetivas que pudieran hacerse sobre dicha unidad (Berque, 1990: 48; Vallega, 2003:226-230).

    e) El paisaje posee una escala humana. Adems de que sus objetos son visibles a simple vista, sus distancias son recorribles a pie. Recordemos que la etimologa latina de espacio, spatium, que es de primordial importancia para la Geografa, da cuenta de esta caracterstica: segn ella, espacio es aquello que se mide con pasos (Brunet et al, 1992:179). Por lo tanto, sus confines no pueden ir ms all de lo que puede caminar un adulto sano en una jornada de marcha. Para darnos una idea, diremos que una caminata de 5 horas (de ida y 5 de regreso) en terreno relativamente plano permite recorrer un radio de 25km (o como se deca en tiempos coloniales, de 5 leguas), de manera que obteniendo el rea de esa circunferencia abarcable por los pies humanos,7 tendramos un resultado de casi 2000km!. Aqu es importante reflexionar sobre los medios de locomocin (Claval, 1995:158). Un asno o un caballo estn a la misma escala que el ser humano. Un ferrocarril no. El tren, como el avin, no pueden ser conducidos por un individuo sino que requieren de una coordinacin entre el punto de partida y el punto de llegada. Particularmente los aeropuertos no tienen escala humana y de ello nos hablan las distancias imposibles de recorrer entre una sala y otra por un nio o un anciano maletas en mano. El automvil, el medio de desplazamiento por excelencia en la mitad del planeta, es un vehculo que presenta ambas escalas. En la ciudad, por ejemplo, suele recorrer distancias caminables conducido por una sola persona. Sin embargo, en la misma ciudad o ms an, en las carreteras y autopistas, el automvil pierde su escala aparentemente humana en la medida que acelera y el espacio que ocupa deja de ser percibido. Ya dijimos que la produccin del paisaje es resultado de una experiencia sensorial; pues bien, arriba de los 10 o 15 km/h, el oido no oye lo mismo, la vista capta mucho menos detalles y los aromas y sabores del medio no son perceptibles, adems de que el sentido del tacto no puede ejercerse fuera de la cabina del conductor (Fernndez, 1992:97-115). Hablar de escala humana implica tambin rechazar las microescalas propias de la ecologa. Para el

    7 El clculo geomtrico arroja una cifra de 1963.5km! (" x r!), lo cual hace referencia a un individuo que se desplaza, sin carga, a velocidad uniforme y sobre un espacio libre de obstculos, sin pendiente, sin tomar en cuenta ni la altitud, ni las condiciones atmosfricas o edficas ni la forma de caminar, es decir, se refiere a un individuo hipottico marchando sobre un espacio igualmente hipottico, lo cual es contradictorio con el espritu eminentemente corogrfico de la geografa cultural. No obstante, la cifra da una idea que nos permite decir que expresiones como paisaje globalizado son, en principio, contradictorias.

  • gegrafo, la diseccin de pequeas reas apenas mayores a un jardn domstico no permite realizar atinadas lecturas sobre la produccin del paisaje.

    Por comodidad, prrafos atrs hemos ambientado nuestro ejemplo con un grupo social neoltico que se ha sedentarizado. Pero la firmeza del planteamiento resiste extrapolarlo con ejemplos urbanos contemporneos. As, una banda juvenil cumple las mismas cinco acciones para producir su paisaje urbano, esto es, el espacio que le da sentido a su identidad como grupo social. Los miembros de la banda se reconocen en su barrio de origen o en los predios a los que han llegado a tomar posesin. Se orientan ubicando accesos, calles, horarios de riesgo, escondites; marcan con graffiti sus dominios alertando o retando a otras bandas vecinas; nombran su territorio y lo institucionalizan organizndose jerrquicamente, definiendo cdigos, inventando palabras, diseando ritos de iniciacin y castigos para sus miembros. Una vez cumplidas las acciones, el paisaje urbano, que no es otra cosa que una red de flujos y puntos de encuentro circunscrita a un terreno de dimensiones ms o menos precisas, queda fundado (Anderson et al, 2003:3). Esta fundacin implica que el paisaje obtiene el rango de territorio. El investigador y el enfoque cultural Despus de haber visto cmo se produce el espacio llamado paisaje, debemos pasar a revisar la manera actual en que el gegrafo debe estudiar dicha unidad espacial. Al comenzar este capitulo, afirmamos que la geografa cultural, ms que un rea epistemolgica, es una posicin desde la cual el investigador observa su objeto de estudio (Claval, 2001c). En tiempos del positivismo, se orill a los estudiosos del espacio a mirar objetivamente, es decir, desde afuera (desde una posicin neutra) el fenmeno que estudiaban. Pero tal posicin es ficticia puesto que no hay neutralidad en el observador sino juicios obtenidos desde un marco cultural ajeno al estudiado (Latour, 1995; Stengers, 1995; Chalmers, 1987). Por ello hemos evocado el romanticismo alemn y su afortunada curiosidad por comprender la alteridad mediante el intento siempre limitado de ponerse en los pies del otro (Tejera, 2002:26). La geografa cultural exige que el investigador se introduzca hasta los lmites de lo posible en la lgica territorial del grupo que estudia, sea ste una sociedad indgena o un reformatorio para jvenes delincuentes. Para comprender los paisajes, el investigador trata pues de seguir el mismo recorrido intelectual que el grupo social utiliz al producirlos. Por ello repite hipotticamente la operacin sealada por Paul Claval lneas arriba: se reconoce en el paisaje, se orientar a partir de l, identifica las marcas del territorio, averigua el origen del nombre asignado al lugar y enumera las instituciones ms visibles que lo caracterizan (Claval, 1995:154-180; 2001c:7-33 y 184-216). Del mismo modo, el investigador debe tener en cuenta las cinco caractersticas del paisaje que explicamos lneas arriba. A partir de ellas, el estudioso debe asumir que su paisaje de estudio es el punto ms importante del cosmos para el grupo que lo habita. Debe saber identificar el orden cronolgico de los objetos y de las formas del paisaje y, si lo necesita, hacer abstraccin de aquellas que no son del momento que quiere comprender; es decir, debe manejarse en escalas temporales distintas que sin embargo estn plasmadas en un mismo espacio (Andreotti, 2005: 251-252). El estudio de la historia (ambiental y humana) y de los mtodos geomorfolgicos, etnolgicos y antropolgicos es fundamental para dar calidad a su investigacin. Cuando intenta delimitar el paisaje que estudia, el investigador tiene presente que la escala a la que fue

  • producido es una escala humana. En consecuencia, el investigador echa mano del trabajo de campo pues el paisaje se lee con los pies, con las impresiones que el cuerpo humano recibe tras largas caminatas en busca de los lmites territoriales. Resulta ideal permanecer en el lugar de estudio durante temporadas lo suficientemente prolongadas para asimilarse con el medio y pasar relativamente desapercibido (Malinowski, 1973). Cada salida en trabajo de campo es una manera de dar frescura a la investigacin pues, como dice Ivan Illich, la cultura se hace visible slo para el recin llegado (Illich, 1990:81). Tambin trabaja con mapas y con otras representaciones espaciales. La cartografa a escalas humanas revela mucho del paisaje que se estudia: stas no son menores a la escala 1:50,000 y no son mayores a la de un plano en donde quepa adecuadamente representado el grupo estudiado.8 Puede sin embargo, emplear escalas ms grandes para vincular su zona de estudio con la regin a la que pertenece. Por ltimo, diremos que durante el curso de su investigacin, el gegrafo se siente tentado a tomar una posicin del lado de aquellas decisiones tendientes a beneficiar la diversidad cultural y la preservacin de las riquezas naturales (Lacoste, 1977; Bassols, 1985; Anderson et al., 2003). Esto no es un obstculo sino ms bien la consecuencia lgica de conocer suficientemente un problema y detectar los agentes que coadyuvan a su solucin y aquellos que la entorpecen. No obstante, el investigador se debe manejar con mesura y prudencia, distinguiendo sus deseos personales de aquellos propios de las comunidades estudiadas. A lo largo de su trabajo, el investigador obtiene sus conclusiones por empata. No puede ser de otro modo puesto que el observador no deja de ser quien es y carga consigo los filtros culturales con los que ha sido troquelado, de tal suerte que un buen resultado sera un informe lgico, verosmil, riguroso y completo, pero este resultado no es una verdad sino una interpretacin. Pareciera entonces que el enfoque cultural en Geografa es opuesto a la bsqueda de una objetividad cientfica (Claval, 2001c). Al respecto es fundamental hacer una reflexin sobre el orden en que aparecen las distintas instituciones en la historia del pensamiento. Volvamos a nuestro ejemplo en el que un grupo social neoltico observa su paisaje al tiempo en que se impregna de l. Hemos acordado que el paisaje se modela, adems de por las fuerzas propias de la naturaleza, por las actividades humanas y que estas actividades son producto de la experiencia del medio. Sin natura no hay cultura (Hinchliffe, 2003: 215-216). Para muchos cientficos actuales, la ciencia no parece ser un producto social o una institucin concebida por un grupo humano que ha obtenido su conocimiento a partir de la experiencia que le procura su entorno. La ciencia es, desde la visin positivista clsica, una entidad natural que exista antes de todos los tiempos, o ms an, una divinidad, como la llam Saint Simon, que se revela a los iniciados (Grange, 1982:95; Bernal, 1954). La geografa cultural ha rechazado esta postura positivista y ha preferido preguntarse en qu momento de la historia de Occidente se configura el pensamiento cientfico. Es decir, en qu momento la evolucin del pensamiento occidental acuerda que, para conocer la realidad, el sujeto observador debe desmarcarse del objeto observado. Sin duda este sorprendente razonamiento vino despus de que los primeros grupos humanos estuvieran asentados, tuvieran una idea del mundo y modificaran su entorno inmediato. Slo despus se invent la ciencia en los trminos en que la conocemos (Kuhn, 1993:20-32; Stengers, 1995). La ciencia es, como cualquier otra lgica estructuradora

    8 Recordemos que una escala pequea (por ejemplo la esc.1:4,000,000) representa una gran porcin del territorio pero con poco detalle, mientras que una escala ms grande (por ejemplo la esc. 1:20,000) representa una pequea porcin del territorio a un detalle mucho mayor.

  • del pensamiento, una creacin humana, una visin subjetiva en los mismos trminos en los que lo es el paisaje. Aceptar que el paisaje que se estudia depende de la subjetividad del observador, no significa que el enfoque cultural en geografa no sea riguroso. Mientras el lenguaje privilegiado de las ciencias exactas es matemtico, el de la geografa cultural prefiere ser gramatical (aunque a menudo tambin matemtico). Ambos lenguajes son rigurosos y siguen sus propias normas. Estas normas, junto con los lineamientos metodolgicos que describimos anteriormente, constituyen una mejor manera de definir la actitud cientfica. Es el rigor lo que debe definir a la ciencia actual y no slo la determinacin cuantificable (Sauer, 1995:94). Las ciencias exactas han contribuido sin duda a conocer mejor la realidad espacial pero es gracias a su rigor y no a la posicin (objetiva) del observador (del investigador) lo que les ha dado xito. Si aceptamos lo anterior, la geografa cultural representa una posicin cientfica. Si no lo aceptamos, de todos modos la geografa cultural constituye un enfoque riguroso que permite comprender la complejidad de los paisajes producidos por la humanidad y aplicar este conocimiento en la toma de decisiones. En sntesis, Con lo dicho hasta aqu, podemos acordar que el enfoque cultural en geografa estudia unidades llamadas paisaje y que tal concepto puede definirse como un espacio preciso compuesto de elementos fsicos no desintegrados ya sean de origen natural o cultural (cuando un grupo social lo produce) o bien, puede definirse como la representacin de un espacio preciso (cuando lo describe o lo cartografa un investigador). 3.- Aplicaciones y potencialidad del enfoque cultural en Mxico y Amrica Latina. Pocos saben que tres de los personajes centrales de la historia de la geografa cultural de tradicin alemana trabajaron en Mxico y reflexionaron sobre casos locales. Ellos fueron, Friedrich Ratzel (1878), Franz Boas (1991) y Carl Sauer (1970) y las respectivas estancias fueron realizadas a fines del siglo XIX y principios del XX. Sus aportes al conocimiento del pas quiz no tuvieron un peso decisivo en el contexto de su tiempo pero para nosotros es significativo que los tres hayan decidido venir a observar nuestros paisajes. Mxico ha ejercido un magnetismo singular para los estudios culturales debido a su composicin originada en dos universos distintos: Occidente y Amrica precolombina. Dicha riqueza cultural significa tambin riqueza natural, variables en el relieve, el clima, la vegetacin y la fauna. Por un lado tenemos el mbito mediterrneo en el que interactuaron culturas de muy distintos signos y procedencias (Attali, 1991; Braudel, 1997), y por el otro tenemos el Mxico antiguo, una sucesin de contrastes altitudinales en donde floreci Mesoamrica con toda su complejidad (Lpez Austin, 1989; De la Garza, 1992; Gruzinski, 1988 y 1999). Si bien esos tres gegrafos Ratzel, Boas y Sauer no son recordados por sus aportes al conocimiento de los paisajes mexicanos, s lo son por su reflexin terica en favor de la geografa cultural derivada de sus estancias en ste y otros ambientes. En la presente seccin recogeremos los planteamientos centrales que hasta aqu hemos expuesto para revisar no slo el caso de Mxico sino tambin el desarrollo de este enfoque en otros pases de Amrica Latina. Primeros paisajes biculturales

  • La mirada culturalista en Amrica Latina no es nueva. Si bien es cierto que por mucho tiempo la historiografa andina y mesoamericana, la virreinal y, en particular, la geografa de las reas indgenas contemporneas fueron desarrolladas desde una ptica absurdamente eurocentrista, los intentos por descifrar la dimensin espacial de las culturas locales ya tienen un trecho recorrido. El primer acierto ha sido desprenderse de las categoras de anlisis territorial y de los valores ticos de Europa para entender la especificidad del universo indgena americano. El segundo ha consistido en aceptar que despus del encuentro de esos dos mundos ajenos se comenz a tejer un nuevo universo bicultural definido por la produccin de paisajes en los que se podran detectar rasgos procedentes de sus culturas originales, pero tambin otros completamente inditos que comenzaran a crear la nueva identidad mestiza. Cinco siglos despus de la llegada de los europeos a las Antillas, la geografa cultural latinoamericana tiene por misin estudiar paisajes que siguen teniendo rasgos de dos culturas pero que son cada vez ms definidos por su nueva identidad. Para estudiar el momento presente, nos parece indispensable recorrer el proceso mediante el cual se fue definiendo la nueva territorialidad. Al llegar los espaoles a Mesoamrica, aplicaron su imaginario medieval-renacentista para interpretar la realidad espacial que se mostraba ante sus ojos (Gruzinski, 1988 y 1999). Ellos miraban un territorio marcado por algunas muy pocas ciudades (como Cempoala, Cholula, Tenochtitlan o Zaachila) y por extensas tierras de vocacin rural en las que viva buena parte de la poblacin. En la regin andina miraron algo parecido: pocas ciudades concentradas (como Cuzco, Cajamarca o Quito) y grandes extensiones de poblamiento disperso). Las aglomeraciones fueron reconocidas por ellos efectivamente como ciudades pero en el caso de las reas sin ncleos urbanos de alta densidad arquitectnica y demogrfica, su reconocimiento tuvo mayores problemas. Tomemos como ejemplo el rea nahua en el Mxico actual. En ella, todo asentamiento, desde una gran urbe como Tenochtitlan hasta un casero disperso como en Texcoco, reciban en nhuatl, la categora de altepetl (Licate, 1980; Crdova, 1997). Para un espaol del siglo XVI debe haber sido inconcebible la homologacin de estas dos realidades en una sola categora espacial, de manera que la traduccin de altepetl al castellano fue pueblo y fue tambin ciudad (Molina, 2001). Como veremos, los etnohistoriadores comenzaron a entender lo ocurrido casi cuatro siglos despus y particularmente han desarrollado avances sustanciales en los ltimos veinte aos del siglo XX y los primeros del presente siglo. No obstante, los gegrafos se haban mantenido al margen de la discusin, una discusin de suyo geogrfica en la medida que el tema se basa en el ordenamiento territorial y que invoca rasgos del paisaje. Esto ltimo se hace evidente al traducir textualmente las races que componen el trmino altepetl; ellas son: atl (agua) y tepetl (cerro). Con estos elementos del paisaje y con los conocimientos aportados por los historiadores, el enfoque cultural en geografa entra en accin; en un inicio sus exponentes no fueron gegrafos de formacin. Hagamos una breve reconstruccin de la manera en que los especialistas de diversas disciplinas fueron adentrndose en los pies del otro, metindose en los paisajes de los pueblos indgenas para entender la lgica de su organizacin territorial y diferenciarla de aquella acostumbrada en Espaa. En apartados anteriores hemos analizado la etimologa germnica de Paisaje (Landschaft) para entender cmo fue definido este concepto. En este apartado no podemos seguir sin revisar, as sea sucintamente, la etimologa latina del trmino para

  • entender cmo ha sido aplicado por los gegrafos que estudian reas de esa filiacin cultural. En lenguas latinas como el portugus, el francs y el italiano, el concepto de paisaje (paisagem, paysage y paesaggio respectivamente) aparece tambin a fines del siglo XVI y comienzos del XVII. En castellano, sin embargo, la representacin del pas en un lienzo o en un papel no se llam paisaje sino hasta 1708 (Corominas, 1983:433). Antes de eso, trminos equivalentes fueron segn seala el historiador Marcelo Ramrez el trmino pintura y la misma palabra pas (Ramrez, 2006). La etimologa de pas es pagus y se refiere al pago o terruo al que se est atenido (Brunet et al, 1992:336). En la Edad Media, el pago es en efecto un distrito agrcola pero es tambin sinnimo de pueblo o aldea (Corominas, 1983: 433). En las fuentes documentales sobre los dominios coloniales de Espaa en Amrica, el trmino pago es habitual (Ramrez, 2006). Aun ahora en pases como Argentina y Uruguay, pago es la tierra rural entraable a la que uno pertenece. Segn el gegrafo Roger Brunet, el pas es una unidad de vida, de accin y de relacin que corresponde ms o menos al antiguo territorio tribal (Brunet et al, 1992: 336). Es la tierra donde uno naci y donde estn enterrados los abuelos. Ahora bien, regresemos al momento en que los especialistas enfocan sus estudios al rea latinoamericana y comienzan a revelar algunos de los aspectos propios de esos paisajes. Varios pases latinoamericanos deben a Adolf Bandelier el inicio de las reflexiones sobre la alteridad cultural y sobre la comprensin de la organizacin territorial. A la luz de la historia de la geografa cultural que hemos hecho en la primera parte, no es extrao que Bandelier haya nacido en un pas de sensibilidad germnica (en Berna, Suiza) en un momento en el que el Romanticismo alemn ha llegado a su culminacin (1840). Como Franz Boas, Bandelier termin su formacin en los Estados Unidos y realiz sus investigaciones en la Amrica indgena. Las aportaciones ms reconocidas de Bandelier se refieren a sus estudios sobre los pobladores del lago Titicaca (Bandelier, 1910) pero antes de trabajar en Ecuador, Bolivia y Per, dej honda huella en Mxico. En este pas, el etnlogo de origen suizo defini por primera vez las extensiones que correspondan a las distintas entidades poltico-administrativas (calpultin) que componan el altepetl (Bandelier, 1878). Respecto de la comprensin del paisaje indgena, fue Zelia Nuttal quien propuso, en 1899, que los edificios mesoamericanos construidos en piedra (que llamamos genricamente pirmides) constituyen rplicas de montaas investidas de sacralidad. Ella propuso adems, los principios para entender los calendarios mesoamericanos en relacin a la posicin de los asentamientos, rasgo fundamental en la comprensin de la cosmovisin mesoamericana (Nuttal, 1970). Fue necesario esperar casi ochenta aos para ver aportaciones sustantivas tendientes a descifrar la territorialidad de los indios de Nueva Espaa. Los etnohistoriadores Edward Calnek (1974) y Rudolf van Zantwijk (1976) realizaron un anlisis pormenorizado de la periferia del ncleo urbano de Mxico-Tenochtitlan en donde qued clara la existencia de tales calpolli o barrios, asociados a dioses tutelares, y la importancia del tecpan o palacio. Charles Gibson (1975) y Pedro Carrasco (1976) hicieron estudios similares para otras regiones que permitieron hallar coincidencias. Mientras tanto, los arquelogos William Sanders (1981) y Frederic Hicks (1982) descubrieron que el territorio del altepetl posea igualmente reas rurales intercaladas con las urbanas. El avance cualitativamente ms importante se dio con los trabajos de Jack A. Licate (1980) Susan Schroeder (1991), Stephanie Wood (1991) y James Lockhart (1991; 1999), quienes clarificaron las caractersticas poltico-administrativas del altepetl: tener un

  • tlatoani, cierta soberana, una composicin pluritnica y una rotacin en la organizacin social. Asimismo enunciaron otos de sus elementos urbanos: el tianguis (mercado) y los calpolli o tlaxilacalli (barrios) entre otros (Bernal et al, 2006). Dcadas despus, a la luz de los trabajos de Mircea Eliade, la antroploga Doris Heyden (1981) ampli la propuesta de Nuttal tras estudiar el interior de la pirmide del Sol en Teotihuacan y llegar a la conclusin de que tambin las pirmides simbolizaban la montaa del origen llamada Culhuacan o Chicomoztoc, prominencia del relieve mtico donde los pueblos haban sido concebidos (Magaloni, 2003). Alfredo Lpez Austin, en su importante obra Cuerpo humano e ideologa (1989), explic la estructura del cosmos mesoamericano como una gran isla-montaa que emerge de las aguas primigenias y cuyo plano horizontal est dividido en cuatro rumbos, uno por cada punto cardinal. Nuevamente siguiendo a Mircea Eliade, los historiadores desprendieron la conclusin de que cada ciudad, cada pueblo, es un microcosmos que reproduce, a una escala urbana, la estructura general del cosmos (Eliade, 1965; Vallega, 2003). En ese sentido, los mejores paisajes para establecerse fueron aquellos que se definan geogrficamente por un cuerpo de agua (de preferencia un lago) en medio del cual haba una isla-montaa o bien, las condiciones ecolgicas y fisiogrficas para encontrar en el paraje todos los elementos necesarios para la sobrevivencia (Lpez Austin, 1999). Esta relacin ha sido estudiada con mayor profundidad por ngel Julin Garca Zambrano, quien ha analizado los ritos de fundacin de los asentamientos indgenas y las caractersticas topogrficas de los sitios seleccionados para establecer los pueblos y ciudades (Garca Zambrano, 1992). De sus trabajos se desprende la idea de que el paisaje cultural de los pueblos mesoamericanos fue un paisaje sacralizado en donde los cerros y los cuerpos de agua desempearon un papel fundamental en la explicacin del universo. Garca Zambrano ha propuesto incluso cierta esttica del paisaje recurrente en los sitios donde se asentaron los altepeme9: a una de estas formas del relieve la ha llamado rinconada y consiste en un paraje a manera de herradura protegido por elevaciones montaosas y bien irrigado (Garca Zambrano, 2000:23). Complementario a lo anterior, Anthony Aveny (1991), Johanna Broda (1991), Mara Elena Bernal (1993) e Ivan Sprajc (2001) propusieron que la ubicacin de los asentamientos prehispnicos tena una relacin clara con los movimientos del cielo y en particular con los del Sol, pues a partir de esa informacin astronmica se organizaba un calendario agrcola y urbano. Siguiendo el trabajo de ellos, el astrnomo Jess Galindo ha estudiado varios edificios prehispnicos para darles su contexto en el movimiento de los astros (Galindo Trejo, 2001). Con estas bases podemos hablar de toda una nueva generacin de especialistas que se han dedicado al estudio de los paisajes llamados altepetl, tanto del tiempo prehispnico como de la poca virreinal, momento en que se transformaron en pueblos de indios. Su enfoque coincide con el de la geografa cultural en la medida en que, para su estudio, se recurre a las prcticas enumeradas en la segunda seccin de este captulo: por principio de cuentas, se reconoce que los moradores desarrollan tcnicas, herramientas y obras de arquitectura que les permiten producir un espacio material propio. Para fundarlo, dichos moradores se reconocieron en el terreno, se orientaron, hicieron marcas

    9 Altepeme es una de las formas aceptadas para hacer el plural de altepetl.

  • sobre l, le asignaron un nombre y crearon instituciones. Adems, el altepetl fundado posee las cinco caractersticas reconocidas por el especialista para un paisaje cualquiera: a) el altepetl es un microcosmos que reproduce la estructura general del universo del que es centro (Soja, 2001:23). b) el altepetl es una entidad de larga duracin construida con el trabajo de generaciones y que revela rasgos de sus distintas etapas, incluso hasta convertirse en pueblo de indios (Andreotti, 2005). c) el altepetl es un espacio modelado tanto por la naturaleza como por la cultura (Sauer, 1982). d) el altepetl es una extensin fsica ms o menos medible con elementos igualmente constatables por medio de los sentidos (Cosgrove, 2002). e) el altepetl posee una escala humana, caminable. Aunque en la prctica no haya sido intencin de los especialistas detectar estas caractersticas propias del paisaje en sus estudios de caso, el hecho es que destacan varios trabajos que permiten conocer mejor el altepetl. Por ejemplo, el de Bernardo Garca Martnez (1987) sobre la Sierra de Puebla, el de Danile Dehouve (1995) sobre la Montaa de Guerrero, el de James Lockhart (1999) sobre los nahuas, el de John Sullivan (1996; 1999) sobre Tlaxcala, el de Ren Garca Castro (1999) sobre la provincia Matlatzinca, los de Cayetano Reyes Garca (2000) y Mara Elena Bernal (2005) sobre Cholula, el de Pedro Bracamonte (2003) sobre el Yucatn colonial, el de Gerardo Gutirrez (2003) sobre la Huaxteca y la Mixteca, el de Angel Garca Zambrano (2005) sobre Yecapixtla y los de Marcelo Ramrez (2002; 2006) sobre Tejupan. Asimismo debemos mencionar algunos de los importantes trabajos que analizan la relacin sociedad-naturaleza bajo el cristal de las culturas de tradicin indgena: adems de los mencionados Anthony Aveny (1991) y Johanna Broda et al. (1991; 2001), contamos con los trabajos de Gabriel Espinosa (1996) sobre la cuenca de Mxico, de Brigitte Bohem et al. (2002) sobre la cuenca Lerma-Chapala-Santiago, y Narciso Barrera Bassols et al. (2004), Sarah L. OHara (1993) y Christopher Fisher et al. (2000; 2003) sobre el lago de Ptzcuaro, entre otros. Investigaciones realizadas en otros pases ponen al descubierto que esta misma reduccin oper, por ejemplo en el rea andina. Nos referimos a que la territorialidad indgena fue sustituida por una europea y que slo siglos despus se comenz a rescatar el significado perdido. El caso de la llamada fortaleza de Chan chan, frecuentada por indios muchik, cupisnique, mochica, wari, chim e incas, qued sepultado por la importancia dada a la ciudad de Trujillo que ocup su lugar poltico en el virreinato del Per (Carrasco, 2006). Los paisajes del imperio Inca cuyo asiento nodal fue el Cuzco, en el actual Per, han sido interpretados de manera convincente por Brian S. Bauer mediante la determinacin de los llamados ceques que conforman un complejo sistema de organizacin geomtrica radial en torno a la vieja ciudad de los incas. Este autor parti de un documento fechado en 1653 en donde se exponen las bases del sistema de ceques aunque supone que la informacin, en realidad, se gener un siglo atrs, cuando la lectura de ese paisaje indgena estaba ms fresca en la memoria de las sociedades conquistadas (Bauer, 2000:13). En 1990, al momento de iniciar su investigacin, Bauer confront la informacin de sus fuentes con un meticuloso trabajo de campo en el que sus informantes le permitieron reconstruir las marcas que los incas haban dejado en el paisaje y que los espaoles haban pasado por alto si no es que las haban satanizado.

  • Estas marcas pueden ser rasgos geomorfolgicos como manantiales, prominencias rocosas y pasos montaosos o bien, rasgos artificiales como pozos, tumbas o templos. En todo caso, se trataba de un paisaje cultural con el que el cosmos se ordenaba sobre el plano terrestre mediante estas marcas llamadas, en lengua quechua, huacas (Bauer, 2000:24). El sistema consiste pues en una serie de haces radiales que dividen tanto el universo como el paisaje inca, en cuatro rumbos que juntos conforman el Tahuantinsuyo. El sistema de ceques del Cuzco [dice Bauer], jugaba un papel importante en la identidad de estos grupos, as como en la unificacin de la poblacin de la zona. Con esta afirmacin, Bauer pone de manifiesto la no-desintegracin del paisaje entre lo humano y lo natural al entender de los pueblos andinos. Y es que el sistema no fue privativo del Cuzco sino que fue practicado en otros paisajes tanto de Per, (por ejemplo Huanuco) como de Bolivia (por ejemplo Sajama) (Bauer, 2000:173). Las similitudes con la estructura del cosmos mesoamericano en donde el altepetl funciona como un centro a partir del cual el universo se divide en cuatro rumbos, son evidentes. Ante estas geometras csmicas, la cultura cristiana de los espaoles fue frecuentemente insensible. Otro estudio digno de mencin es el realizado por Alfredo Lozano Castro para entender, desde la ptica cultural, la historia prehispnica y colonial de Quito, en el Ecuador. Si tenemos presente el excelente estudio de Bauer para el Cuzco, es ms fcil comprender el publicado por Lozano aos atrs. En dicho estudio, Lozano expone que Quito fue igualmente el centro de un sistema en torno al cual se estructuraban cuatro rumbos csmicos que tenan tambin marcas sobre el plano terrestre para los indgenas pastos, quillacingas, quitos, caranquis y cayambes (Lozano, 1991:54). Sobre el macizo de Pambamarca, donde se ubica Quito, los grupos locales construyeron una serie de pucaras o fortalezas acomodadas en semicrculo, de manera que a partir de ellas, el autor intenta reconstruir un sistema muy similar al hallado en el caso peruano. Los casos andinos cumplen sin duda tambin con las cinco caractersticas arriba mencionadas que tiene el paisaje, objeto de estudio de la geografa cultural. La reconstruccin sobre paisajes histricos est perfectamente conectada con los estudios de paisajes culturales contemporneos. Al respecto se pueden destacar los trabajos de Wayne Joseph Robins sobre el Paraguay oriental para entender las prcticas agrcolas del los indgenas chirip en el contexto de su visin sobre el mundo. Igualmente ha movido a los investigadores la idea de contribuir a dotar de argumentos a dichos pueblos para la defensa de su patrimonio y de sus tierras, es decir, para preservar los paisajes que ellos han construido a travs de las generaciones (Robins, 1999). En el apartado siguiente veremos que la expresin cartogrfica ha producido conocimientos antes inalcanzables sobre la territorialidad de los pueblos indgenas en nuestros pases. Geografa y Cartografa acadmicas En Amrica Latina, existe un reconocimiento tcito al desarrollo de la geografa brasilea. A diferencia del resto de los pases del rea, en Brasil hay ms de 150 formaciones universitarias que se encaminan a licenciar gegrafos, adems de 25 maestras y 6 doctorados (Corra et al., 2004). Su produccin acadmica es una de las ms vastas destacando en ello los gegrafos de las universidades de So Paulo y Federal de Rio de Janeiro. No obstante, el surgimiento de un enfoque emparentado con la Nueva

  • Geografa Cultural no se da sino hasta la primera mitad de los aos 1990 en que se instituye el Ncleo de estudos e pesquisas sobre espao e cultura (NEPEC) en la Universidad Estatal de Ro, animado por Zeny Rosendahl, cuyas investigaciones se centran en la relacin entre espacio y religin. Se puede decir que el enfoque utilizado tanto en los artculos escritos por brasileos en la revista Espao e Cultura como en la coleccin de libros coordinada por el NEPEC, deriva de aquel utilizado por Paul Claval y otros gegrafos franceses (Corra et al., 2004:3). En temas de Geografa Humana, Brasil, como la mayora de los pases de Amrica Latina, se han dejado influenciar ms por Francia que por la geografa anglosajona aunque en el caso concreto que nos ocupa, debemos reconocer que tambin el impulso de la New Cultural Geography est presente. En otros pases latinoamericanos el desarrollo del enfoque cultural desde la geografa ha sido tambin reducido. En Per, se han hecho estudios sobre el espacio urbano que intentan describir la percepcin que los actores cotidianos tienen sobre l. En particular, algunos gegrafos de la Universidad Nacional de San Marcos han obtenido informacin sobre los aspectos percibidos como negativos o positivos por la poblacin que frecuenta las plazas mayores.10 En Colombia, donde, la geografa parece tener un nuevo impulso con la creacin de nuevas carreras universitarias (como en Montera) y de nuevas revistas (como Geotrpico), los trabajos sobre el tema han comenzado por realizar una versin de la historia que describimos en la primera seccin (Delgado, 2003; Rucinque, 1990). En Mxico, primer pas en donde se instituyeron ctedras de Geografa en el continente (Moncada, 2003:61) y cuya Sociedad de Geografa es una de las ms antiguas del mundo (Azuela, 2002), la geografa cultural no conoce un desarrollo destacable. Artculos aislados y poco estructurados evocan el tema pero no ofrecen un corpus sistematizado de conocimientos ni mtodos.11 Tampoco se tienen estudios de caso en donde se observe un fundamento geogrfico cultural de solidez.12 Quiz los trabajos de Alejandro Velzquez et al. (2003) sobre Nuevo San Juan Parangaricutiro y Antoinette Winkler Prins et al. (2004) sobre etnopedologa son ejemplos de excepcin. Otros especialistas ajenos a la geografa han contribuido sin embargo al conocimiento de la territorialidad mexicana. Gilberto Gimnez ha profundizado en la nocin de territorio desde la ptica cultural y en menor medida lo ha hecho Maya Lorena Prez (Gimnez, 1996; Prez, 2003: 156). Tambin sobresalen los trabajos sobre antropologa urbana realizados por estudiosos como Nestor Garca Canclini (2005), Mara Ana Portal (2001) y Miguel Angel Aguilar et al. (2001). En las reflexiones sobre antropologa urbana destaca la pluriculturalidad de los espacios en las grandes ciudades como Mxico o Guadalajara y en aquellas de las zonas fronterizas como Tijuana. A pesar de los trabajos destinados a describir el uso de los espacios por las distintos pueblos que conforman los pases latinoamericanos, los avances ms significativos en las ltimas dcadas han venido de la cartografa. Por un lado, el anlisis de los mapas y cdices pintados tanto en el siglo XVI como en pocas coloniales ms tardas reflejan, 10 Nos referimos a los estudios sobre Trujillo de Maria del Carmen Carrasco, sobre Arequipa de Katarzyna Goluchowska, sobre Cuzco de Nicole Bernet y sobre Lima de Hildegardo Crdova. 11 Algunos artculos que sugieren la temtica son: Romero Contreras (2000); Gmez Rojas (2001) y Lpez Levi (2003). 12 Dos estudios de caso que parten en principio de un enfoque geogrfico cultural son: el de Liliana Lpez Levi (1999) sobre Centros Comerciales y el de Federico Fernndez Christlieb (2002) sobre la Cuidad de Mxico en la poca neoclsica. Asimismo puede mencionarse el libro sobre Territorio y Cultura en la Ciudad de Mxico coordinado por los gegrafos Javier Delgado y Blanca R. Ramrez (1999).

  • al menos parcialmente, la manera en que los grupos indgenas entendan su espacio. Renglones atrs expusimos que la nocin de paisaje en el siglo XVI novohispano existi bajo los trminos pas y pintura. Pues bien, estos pases o p