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Revista El Informador Arquidiocesano en su edición 209.

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CONTENIDO

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HOMILÍA EN LA ORDENACIÓNDE PRESBÍTEROS

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“APASIONARME POR JESÚS”Por: Jorge Alonso Buitrago, Pbro.Vicario Parroquial Santo Cura de Ars40

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RENOVAR LA VIDALITÚRGICAPor: + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Por: + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Arquidiócesis de Medellín / Noviembre 2013 / 209 / 1.200 Ejemplares / ISSN 1909-9584ARZOBISPO DE MEDELLÍN. FRANQUICIA POSTAL. DECRETO No. 27-58 1955

Delegado: P. Germán Andrés Bustamante Tamayo

DECRETOS DEL ARZOBISPO

DESDE LA CONFERENCIA EPISCOPAL43

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ES EL TIEMPO DE LA FAMILIA,¡RENOVEMOS NUESTRO AMOR!Por: Jorge E. García Gómez. Pbro. Delegado Arzobispal para la Pastoral Familiar

LA NOTICIA DEL DOMINGO

¡ VEN CON NOSOTROSA CAMINAR!

Por: Jairo Alberto Henao Mesa, Pbro. Docente U.P.B.

Por: Fernando J. Bernal Parra, Pbro. Docente U.P.B.

LAS VISITAS PASTORALESPor: Mons. Luis F. Rodríguez Velásquez. Vicario General

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Al lado de diversas formas de oración, la liturgia tiene una identidad propia y un lugar especial porque es verdadera actualización, mediante signos, de cuanto Dios ha hecho para la salvación de la humanidad.

Por: + Ricardo Tobón RestrepoArzobispo de Medellín

RENOVAR LA VIDALITÚRGICA

El próximo 4 de diciembre, se cumplen cincuenta años de la promulgación hecha por Pablo VI de la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la sa-grada liturgia. Manifestaba, entonces, el Papa el regocijo de la Iglesia con estas palabras: “Exulta nuestro ánimo por este resultado…. Dios en el pri-mer lugar, la oración nuestra primera obligación. La liturgia es la primera fuente de la vida divina que nos ha sido comunicada, la primera escuela de nuestra vida espiritual, el primer don que podemos hacer al pueblo cristiano, que con nosotros cree y ora”.

Con la Sacrosanctum Concilium, llamada por Juan Pablo II “primicia del Vaticano II”, se destacó el va-lor central de la liturgia en la vida de la Iglesia y en la vida del cristiano. Al lado de diversas formas de oración, la liturgia tiene una identidad propia y un lugar especial porque es verdadera actualización, mediante signos, de cuanto Dios ha hecho para la salvación de la humanidad. Hoy, a cincuenta años de distancia, se pueden apreciar los numerosos fru-tos que ha producido este propósito de renovar y acrecentar en la Iglesia la vida litúrgica.

Podría decirse que este documento tuvo una lar-ga preparación, comenzada desde mediados del siglo XIX, con el llamado “movimiento litúrgico”, que fue abriendo horizontes a la comprensión de la naturaleza de la liturgia, que explicitó su puesto en la Iglesia como actualización del misterio de la salvación y que promovió un impulso de renovarla profundamente y hacerla más comprensible para el pueblo de Dios. Por eso, el primer esquema que se

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presentó al iniciar el Concilio maduró rápidamente y su redacción final fue aprobada, casi unánimemen-te, con 2158 votos a favor y solamente 4 en contra.

No puede pensarse, sin embargo, la Sacrosanctum Concilium como un documento menor que surgió sin esfuerzo. El debate fue amplio y vivo sobre te-mas de fondo como la actuación del Espíritu Santo en la liturgia o el sacerdocio común de los fieles y sobre otros tópicos que generaban dificultad como la aprobación de la lengua vernácula o la conce-lebración. Esta constitución, finalmente, resultó ser un auténtico punto de partida del Concilio, un mo-mento de verdadera renovación eclesial y una pau-ta decisiva para los siguientes debates y para los demás textos que luego fueron promulgados.

Criterios de la reforma litúrgica según la Sacro-sactum Concilium

A cincuenta años de la promulgación de esta Cons-titución podemos comprender mejor el sentido au-téntico de la reforma que promovió y el espíritu que la inspiró. Los autores que la han estudiado ofrecen diversas listas de los criterios con que procedió. A partir del mismo documento se pueden señalar los siguientes:

1. Por medio de la liturgia “se ejerce la obra de nuestra redención”. La novedad de este prin-cipio estriba en que, por primera vez en un tex-to oficial de la Iglesia, la liturgia es presentada como acontecimiento salvífico; no es, como se decía antes, un elemento de la piedad o un ejer-cicio de la virtud de religión, sino un verdadero momento de la obra de nuestra redención, cuyo centro y punto culminante es el misterio pascual de Cristo. Por tanto, la liturgia aparece siempre como ejercicio del sacerdocio de Cristo, que está presente continuamente en la Iglesia y la asocia a su obra de salvación (SC 7).

2. La liturgia es “cumbre y fuente de la activi-dad de la Iglesia”. Toda la vida de la Iglesia se ordena a que los hombres, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el Bautismo, se reúnan

para alabar a Dios y participar en el banquete del Señor, en donde se obtiene con la máxima eficacia la santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios a la que se orientan como a su fin las demás obras de la Iglesia (SC 10,11). Es la cumbre a la que tiende y la fuente de donde mana su fuerza (SC 40). De otra parte, se advierte que la liturgia, acción sagrada por excelencia cuya eficacia no la iguala otra acción eclesial, no agota la actividad de la Iglesia (SC 7,9).

3. La liturgia debe tener en cuenta la plena y acti-va participación de todo el pueblo. La Cons-titución habla de una participación “consciente, activa y fructuosa” en la liturgia, pues ella es “la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cris-tiano”. Para evitar el riesgo de un posible “abso-lutismo litúrgico”, advierte que “la participación en la sagrada liturgia no abarca toda la vida espiritual” y recomienda los ejercicios piadosos que estén en conformidad a las normas de la Iglesia y que estén muy unidos a la liturgia, de modo que “deriven de ella y a ella conduzcan”, ya que la liturgia está muy por encima de ellos (SC 11,12,13,14).

4. La reforma litúrgica debe conservar la tradi-ción y estar abierta al legítimo progreso. Este principio orienta todos los cambios, siguiendo tres vías concretas: En primer lugar, debe pre-ceder siempre una concienzuda investigación teológica, histórica y pastoral, acerca de cada una de las partes que se han de revisar; luego, es necesario tener en cuenta no sólo las leyes generales de la estructura y la mentalidad litúr-gicas, sino también la experiencia adquirida; y, finalmente, mantener una continuidad orgánica evitando cambios innecesarios o sin fundamen-to (SC 23).

Algunas dimensiones esenciales de la reforma litúrgica

En la Sacrosanctum Concilium encontramos una

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serie de temas recurrentes que son como sus lí-neas maestras o dimensiones fundamentales:

1. Dimensión trinitaria y pascual: La liturgia es actualización de la historia de la salvación, sa-cramento de la obra redentora, memorial del misterio pascual, lugar privilegiado de la múltiple presencia de Cristo y, en definitiva, obra de la Trinidad y de la Iglesia (nn. 1-7).

2. Dimensión sacramental de la Palabra: La pro-clamación de la Palabra de Dios hace parte in-tegral de la liturgia. Por eso, se pide que tenga un puesto primordial y que se ofrezca con más abundancia. Hacer que la liturgia sea también “mesa de la Palabra” es uno de los logros más importantes de la renovación conciliar.

3. Dimensión eclesial de la celebración: Sólo en una Iglesia comunión tiene todo su sentido la presencia y el misterio de Cristo resucitado que da su Espíritu y realiza la salvación. Por eso, las acciones litúrgicas son patrimonio de todo el Cuerpo de la Iglesia. La Iglesia es a la vez sujeto, mediación y objeto de la celebración (SC 26).

4. Dimensión personal: Si bien la liturgia implica un contexto comunitario exige también la parti-cipación y el compromiso de cada persona, que debe acoger el misterio en la fe. Los sacramen-tos “suponen, expresan y alimentan la fe” de cada persona (SC 59).

5. Dimensión visible: El principio de la encarna-ción conduce a que la salvación se integre y se vea en la vida de los hombres. Por tanto, la litur-gia debe expresarse a través de palabras y de signos que sean inteligibles y debe adaptarse, en sus expresiones verbales y simbólicas, a la men-talidad, cultura y costumbres de los pueblos (SC. 34,35,37,38,40,44).

6. Dimensión evangelizadora y santificadora: La liturgia debe contribuir a suscitar la fe y a ma-durar la vida cristiana por la calidad mistagógi-ca de la celebración, por los textos y signos que

emplea, por la exposición de la Palabra de Dios y, sobre todo, por la experiencia del misterio de Cristo que actualiza (SC 24).

7. Dimensión escatológica: En la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en la liturgia que se celebra en el cielo y a la cual nos dirigimos como peregrinos. La liturgia crea una contempo-raneidad entre lo presente y lo eterno. La comu-nión entre la Iglesia del cielo y la de la tierra se verifica de modo especial en la Eucaristía, pues siempre la celebramos en espera de la consuma-ción definitiva (SC 8,38).

Retos y propósitos

Llevamos cincuenta años tratando de asumir, en el espíritu del Vaticano II, la reforma de la liturgia. Se han confrontado, en este tiempo, diversas visiones y experiencias. Después de todo, se ve la necesi-dad de poner en la liturgia más catequesis, más espiritualidad, más vida. La liturgia no es rito, no es magia, no es espectáculo; es misterio de sal-vación. Al final, más que el movimiento y el ruido, cuenta lo que sirva para tener una experiencia de Dios y de su amor. Desearía, por consiguiente, que la conmemoración de este cincuentenario nos llevara a plantearnos algunos desafíos y a asumir algunas conclusiones que tienen que ver con la pastoral litúrgi-ca, pues si bien se han alcanzado buenos frutos que-da siempre un camino por recorrer. Quisiera destacar lo siguiente:

1. Debemos descubrir cada día más el sentido profundo de la liturgia en la vida de las perso-nas y de las comunidades. Es verdad que ella, como advierte el Concilio, no agota la actividad de la Iglesia; pero en la celebración litúrgica debe aparecer y potenciarse todo lo que se profesa por la fe, se vive en la comunidad, se realiza en el servicio y se anuncia a través de la evangelización. Por eso, debemos mantener el propósito, como está establecido en nues-tros Programas Pastorales, de trabajar por una ordenada y sistemática formación litúrgica de todo el pueblo de Dios. No se llega a tener una

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liturgia encuentro con Cristo, una liturgia frater-na y una liturgia significativa sin una catequesis permanente, antes, durante y después del mo-mento celebrativo.

2. Ciertamente se han hecho muchos esfuerzos para obedecer al Concilio que pidió la participa-ción de los fieles en la liturgia. Pero esa parti-cipación es un acto múltiple que nunca se aca-ba de cumplir perfectamente. La “participación activa” no es solamente la comprensión de la Palabra y de los ritos, el cumplimiento de de-terminados servicios, el tomar parte en las res-puestas y en el canto, sino, sobre todo, adorar el misterio de Cristo y acogerlo dentro de la pro-pia vida cotidiana. Allí es cuando realmente se comprende lo que se celebra y la participación litúrgica se vuelve salvación.

3. Es un desafío permanente que tanto los minis-tros ordenados como los files laicos preparemos cuidadosamente la liturgia, la celebremos debi-damente y saquemos de ella el mejor provecho espiritual. En esto ayuda mucho, siguiendo los Programas de Pastoral de nuestra Arquidióce-sis, reavivar en los sacerdotes, en los religio-sos, en los seminaristas y en los fieles la es-piritualidad litúrgica. Urge, especialmente, que los sacerdotes nos renovemos constantemente en esta área tan central de nuestro ministerio. Igualmente, resulta muy importante conformar o consolidar en cada parroquia un equipo, que se ocupe de la preparación y animación de las celebraciones litúrgicas.

4. En estos cincuenta años, la Iglesia ha avanza-do en el empeño de preparar adecuadamente para la recepción de los sacramentos con cate-quesis, convivencias y cursillos. Sin embargo, hoy esto no es suficiente. Se requiere, siguien-do también nuestros Programas de Pastoral, lo-grar que los fieles, como verdaderos discípulos, vivan el misterio y la salvación de Cristo que, por la acción del Espíritu Santo, se realiza en los sacramentos de la iniciación cristiana, me-diante un itinerario catequético, litúrgico y espi-

ritual, que ayude a madurar la vida de fe en el seno de la comunidad eclesial.

5. En la espiritualidad y pastoral litúrgicas es ne-cesario darle un lugar central a la celebración del Día del Señor. No debemos ahorrar esfuer-zos para ayudar a descubrir y vivir la importan-cia y capitalidad de la “fiesta primordial de los cristianos”, haciendo realmente del domingo el día consagrado al Señor, el día del encuentro de la Iglesia, el día de la alegría, el día del des-canso. Así mismo, urge fomentar la catequesis sobre el valor, el sentido y el modo de vivir el Año Litúrgico, el cual, a través de los diversos tiempos y fiestas, nos ofrece una gran riqueza y una admirable pedagogía para comprender y vivir el misterio de Cristo.

6. Es necesario desarrollar mucho más la llamada mistagogía litúrgica, que se expresa más con los símbolos que con explicaciones. Los sím-bolos mueven más la totalidad de la persona, hablan mejor al corazón; sin embargo, por faci-lismo o por falta de formación se renuncia a al-gunos signos o a realizar bien los que tenemos y así se cae en un excesivo funcionalismo o en un cierto racionalismo. El cuidado de todos los elementos de la liturgia no se hace por propiciar un espectáculo o por mero gusto estético, sino por favorecer lo esencial de la liturgia, es decir, la comunicación con Dios, guiada por el Espí-ritu Santo, para que Cristo continúe haciéndo-se presente entre nosotros hoy y realizando en nuestra vida su salvación.

7. Otro campo que nos reta es el de la música li-túrgica. La Constitución conciliar estableció que los cantos estuvieran inspirados en la Palabra de Dios o en los textos de la misma liturgia y que fueran aprobados por la Conferencia Epis-copal, pero esto no se ha cumplido. La falta de una experiencia adecuada y una buena organi-zación ha llevado a un despliegue incontrolado de iniciativas que, por una parte, han ayudado al canto de la asamblea, pero, por otra, han pro-ducido una gran dispersión y cantos de dudosa

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calidad. La música litúrgica debe distinguirse de las demás formas de música por su espirituali-dad, su bondad y su universalidad; debe favo-recer la oración, la participación de la asamblea y el clima festivo de la celebración.

8. Muchas personas viven la liturgia como una evasión; buscan sólo de un modo emocional el encuentro con la trascendencia y lo sobrenatu-ral, sin ninguna referencia a la humanidad y a la realidad del mundo. Más aún, les molesta que se les motive a un compromiso concreto. Ante esta visión de una religiosidad vaga y a veces desencarnada, es preciso que se reafirme y se exprese con signos que la vida litúrgica remite constantemente a la persona y a la enseñan-za de Jesús, que es siempre una llamada a la conversión, a la fraternidad y a la solidaridad con los más necesitados. Una genuina pastoral litúrgica lleva a comprender que la celebración de los misterios de Cristo impulsa a conectar fe y vida, a plasmar en la realidad de cada día lo que Cristo hizo y enseñó.

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Homilía En la Ordenación de Presbíteros

Num 11,11 ss; Ps 89; Jn 1,35-42

El texto evangélico que acabamos de escuchar nos relata cómo Juan y Andrés comenzaron el se-guimiento de Jesús. El encuentro se da en la tra-ma de los acontecimientos cotidianos y en el lugar donde ordinariamente se desarrolla la vida. Cuan-do Jesús ve que lo siguen les pregunta: “¿Qué buscan?”. La iniciativa es siempre de Cristo, es decir, de Dios; ella se implanta sobre un anhelo y una búsqueda que la persona humana guarda en el corazón. A partir de esa llamada se va haciendo un descubrimiento progresivo: “Vengan y verán”. Aun la sucesión de los títulos cristológicos usados por el evangelista indica este progreso, desde una primera creencia hasta la experiencia del misterio divino: Cordero de Dios, Maestro, Mesías. Los discí-pulos empiezan buscando y encuentran, comienzan por seguirlo y terminan quedándose con él.

La vocación es, por tanto, un diálogo entre dos libertades que se unen para realizar un proyecto común. No es la invitación a seguir una idea o un principio abstracto, sino a entrar en relación con una persona. No es la adhesión genérica a un par-tido o a una asociación, sino un compromiso vital que transforma la mente, la voluntad, el corazón. El movimiento de la vocación es triple. Parte de una iniciativa divina que nos saca de la frivolidad cotidiana para lanzarnos a un gran acontecimien-to; es, por tanto, abandono del pasado y lanza-miento al futuro. El segundo movimiento es el de

la respuesta libre y gozosa que lleva la persona a entrar en comunión con Cristo y a recorrer un camino con él. El tercer movimiento construye una transformación en la propia vida; nos da un nuevo nombre, nos hace creaturas nuevas, nos pone en una nueva misión.

En esta experiencia, es fundamental y decisiva la presencia y la ayuda de alguien que orienta y acompaña. Es Juan el Bautista que muestra al Cordero de Dios, es Andrés que lleva a su her-mano a Jesús. Sólo con la ayuda de maestros y guías los pasos en el camino de la vocación pue-den ser seguros y ágiles. Este acompañamiento es indispensable pues en cada uno la vocación es algo inédito y produce algo original. Dios no llama a una masa anónima a algo común, sino a cada uno, de un modo personal y único. Esa llamada, a su vez, implica una respuesta personal y total, en una misión particular que es dada a cada uno de un modo también nuevo. Es una llamada que re-quiere un acompañamiento porque exige conquis-tar la propia libertad y hacerse capaz de un cambio radical de vida y de destino.

Lo que nos ha relatado el Evangelio lo estamos viviendo hoy. Por caminos diversos, James Orley, Juan Rodrigo, Wilson, Benjamín, Héctor William, Jairo Antonio y Luís Gabriel se encontraron con el Señor. Intuyeron que en él estaba la plenitud de la vida y comenzaron a seguirlo. Fueron y vieron. Los acompañaron sus familias, sus formadores en

Por: + Ricardo Tobón RestrepoArzobispo de Medellín

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los distintos seminarios, tantos precursores que les fueron mostrando al Cordero que quita el pe-cado del mundo, hasta que Cristo se hizo el centro de su existencia por el que, como Pablo, juzgaron que valía la pena sacrificarlo todo (cf Fil 3,8). Un especial papel ha tenido la Iglesia arquidiocesana de Medellín que los ha acogido; ha respondido por su discernimiento vocacional; los ha integrado, he-chos diáconos, a su vida y a su misión; y, ahora, los recibirá de Dios como presbíteros para que co-laboren en el anuncio de que “hemos encontrado al Mesías”, a fin de que muchos se queden con él.

Queridos diáconos que van a ser ordenados: todo lo que hasta ahora han vivido los ha conducido a esta celebración solemne en que, después de haber sido configurados con Cristo por el Bau-tismo, son de nuevo conformados con él, Pastor que da la vida por los demás. Qué transformación tan admirable les espera. Por eso, puedo decir-les con palabras del Evangelio: Ustedes son la luz del mundo, Ustedes son la sal de la tierra, Uste-des son el fermento de la sociedad, Ustedes son los dispensadores de la palabra y de la gracia de Dios, Ustedes son la fuerza y la esperanza de las almas, Ustedes son los que deben sostener a los pobres y a todos los que sufren, Ustedes son los que pueden llevar a quien ha pecado a la recon-ciliación y a la paz, Ustedes son los que tienen la luz y la fuerza para renovar el mundo y la historia (cf Mt 5,13-16; Lc 13,18-21; 2 Cor 4,1; Jn 20,23).

Pero este no es un don que simplemente se reci-be y se tiene; es necesario cuidarlo, acrecentar-lo, hacerlo propio, hacerse apto para entregarlo a los demás. Por tanto, hoy no termina nada; todo comienza de nuevo. Comienza el esfuerzo per-manente de santidad; el sacerdocio exige y ge-nera santidad. Comienza la entrega en la caridad pastoral; es preciso dar la vida para encontrarla, para engendrarla. Comienza la lucha por la nueva evangelización; hay que ser capaz, en las dificul-tades y posibilidades de hoy, de dar el tesoro del Evangelio. Comienza la esperanza de un mundo nuevo; que hay que hacer realidad con un trabajo social serio y con un anuncio gozoso de la vida eterna. Comienza una mayor identidad con Cristo;

siempre Cristo incorporado a la propia vida y en-tregado a los demás: Cristo conocido, Cristo ama-do, Cristo seguido, Cristo anunciado; hasta poder decir, con verdad, “mi vivir es Cristo” (Fil 1,21).

Los invito a todos a dar gracias por quienes aho-ra serán ordenados presbíteros. Den gracias las familias, pues el Señor ha visitado sus hogares escogiendo a uno de los suyos para su especial servicio. Den gracias los Seminarios, pues en es-tos diáconos ven cumplida su importante misión eclesial. Den gracias los sacerdotes pues, mien-tras se renueva hoy en nosotros la alegría de la ordenación, vemos la ayuda que recibimos para el anuncio del Evangelio. Dé gracias la Asociación de Misioneros de Santa Laura, pues con dos nue-vos presbíteros podrá vivir mejor el propósito con-gregacional de sentir y calmar la sed de Cristo. Dé gracias la Asociación Misionera de San José, pues Dios la bendice con otro apóstol para ir más allá de nuestras fronteras diocesanas llevando la alegría de la fe cristiana. Dé gracias toda la comunidad arquidiocesana, pues Dios sigue reproduciendo a su Hijo, Pastor bueno, entre nosotros para la ex-tensión de su Reino.

Unámonos todos para encomendar estos nuevos sacerdotes a la Santísima Virgen María. Ella, por obra del Espíritu Santo, ha concebido a Cristo y después de llevarlo en su seno lo ha dado a luz en Belén. También el sacerdote, ungido y consa-grado por el Espíritu Santo en la ordenación, está llamado a llenarse de Cristo para luego darlo a luz y hacerlo nacer en las almas, mediante el anun-cio de la Palabra y la administración de los sacra-mentos. La aportación personal común a María y al sacerdote se resume en la fe, pues María como escribe san Agustín, “por fe concibió y por fe dio a luz”. Que, con la fe de quien ha dicho un sí en nombre de toda la humanidad y es feliz porque ha creído, estos nuevos sacerdotes puedan quedarse para siempre con Cristo y puedan ir en su nombre a sembrar en el mundo la alegría y la esperanza del Evangelio.

Medellín, 23 de noviembre de 2013

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LA NOTICIA DEL DOMINGO

Por: Jairo Alberto Henao Mesa, Pbro. Docente. U.P.B.

“SED SANTOS COMO YO YAHWH SOY SAN-TO” (Lv 19,1).

El mes de noviembre se abre con dos festividades muy significativas para la Iglesia: La Solemnidad de todos los santos y la Memoria de todos los fie-les difuntos. Quiero referirme a este tema de la santidad, desde la narración bíblica, memoria de la experiencia de Dios en el Pueblo de Dios y por lo tanto presupuesto fundamental de nuestra re-flexión teológica.

La noción de santidad referida a Yahvé, y de forma más sistemática, aparece en el libro del Levítico 19,1. Este capítulo es el corazón de lo que se lla-ma el Código de Santidad, el cual inicia desde el Lv 17 y se extiende hasta el Lv 26. Se trata de la versión levítica del relato de los 10 mandamientos de Dios en el libro.

De hecho, en el Pentateuco hay tres versiones de los 10 mandamientos: La versión del Éxodo (Ex 20), la versión del Deuteronomio (Dt 5) y ésta ver-sión levítica que mencionamos (Lv 19). Quiero por lo tanto explicar ése llamado a la santidad desde el contexto particular en el cual se sitúa el llamado.

Encabezamiento de los 10mandamientos.

Pocas veces le prestamos atención a las palabras con las cuales comienzan los 10 mandamientos.

Todo el año litúrgico es un caminar detrás de Jesús para desenmascararnos (visión pesimista) y para construirnos desde la experiencia de Dios (visión optimista); para morir a todas nuestras modalidades de evasión, de huída, en insolidaridad, de intolerancia.

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Esas palabras son las más importantes. Sin ellas lo demás se pierde en la oscuridad de las interpre-taciones gratuitas, entre las cuales ésta: Los 10 mandamientos son tales porque Dios nos los orde-nó cumplir… Partamos de una pregunta: ¿Cómo inician los relatos de los mandamientos?

• En el Éxodo: “El Señor pronunció estas Pala-bras: Yo soy YHWH, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud” (Ex 20,1).

• En el Deuteronomio: “Él dijo: Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud” (Dt 5,6).

¿Cuál es la importancia de este encabezamiento que nosotros hemos descuidado en nuestras in-terpretaciones? Se trata del hecho fundamental que hace posible y razonable la existencia de un acuerdo o alianza, expresado en forma apodíctica, y sobre el que se sostiene la vida del pueblo de Dios, la vida de cada persona, la vida de cada fa-milia, el respeto por el fruto del trabajo, el respeto por el buen nombre, el cuidado por todo tipo de deseo.

Los mandamientos realmente versan sobre tres acuerdos:

• Los mandamientos referidos a Dios.• Los mandamientos referidos a la Familia. • Los mandamientos referidos a las relaciones

que hacen la Comunidad.

Y estos tres acuerdos fundamentales expresan tres grandes experiencias:

• Dios es quien da sentido a la vida de Israel. Por eso no puede ser una realidad manipula-ble, visible, reductible a la ritualidad que tienen los demás pueblos. Dios es lo totalmente otro, como lo dijera R. Otto. Cuando Israel hace o dice algo en relación con Dios, lo debe hacer con sumo cuidado. Por ello los primeros man-damientos tratan de establecer una cantidad de límites en torno a Dios, para que no sea el

Dios amañado de la comunidad, o de los líde-res religiosos, o de los líderes políticos: Estos dos últimos son tanto o más peligrosos que el mismo pueblo con sus costumbres: No existirá otro Dios, por fuera de mí; No te harás ninguna representación de nada existente, ni siquiera de Dios; No te arrodillarás delante de esas hechuras humanas; No levantarás vanamente con tus labios el nombre de Dios (culto - pro-fecía – ley – negocios). ¿Quién es este Dios, que la comunidad percibe así? Es el Dios que los ha sacado de la esclavitud de Egipto, que se ha enfrentado al significado de Egipto y el Faraón, que los ha conducido por el desierto, que les inspira el deseo de la vida en condi-ciones de libertad y de la tenencia de la tierra. Eso hace distinto a YHWH. Su presentación más elaborada está en el Ex 6,1-13.

• La familia es el primer círculo de la vida de Israel. Aquí hay una motivación natural, apor-tada por la biología: Los padres dan la vida a los hijos, los padres envejecen y los hijos asumen las riendas de la vida clánica o tribal. Como lo explica el Eclo 3,1-16, los hijos han de aprender esta primera lección de sabiduría, que nace en la gratitud y reconocimiento hacia los padres: La vida es un don y la mediación de ella han sido los padres. Pero hay un se-gundo mandamiento que eleva la dignidad de la familia al acto creador de Dios (Ex) o al acto redentor de Dios (Dt), este es la observancia del sábado. Contrario a lo que siempre hemos pensado o se nos ha transmitido, el sábado tiene una dimensión familiar, es para la fa-milia, para el hombre (decía Jesús). El man-damiento del sábado está dirigido al “Padre de Familia”, el cual debe procurar ser como YHWH en cada ambiente familiar, haciendo la libertad y el gozo para cada uno de los miem-bros: el hijo, la hija, el siervo, la sierva, el buey, el asno, el forastero y todo el que habite en la casa. Hacer una familia no es repetir la his-toria de los conejos o los animales que no se cansan de parir. Hacer una familia es crear el primer círculo de la vida en Israel. Si existen

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familias sólidas, existirá la comunidad. Existirá con quien empoderarse de la tierra, con quien defender la tierra, con quien darle sentido al trabajo en la tierra. Los griegos, particularmen-te los socráticos pensaron en esto también, pero nos alegra que Israel lo haya pensado primero. La familia, en definitiva, es la primera experiencia de la Creación y de la Liberación. Por eso el padre de familia debe preocuparse por ella, construirla con todos los miembros, ambientar en ella: El gozo, el descanso y la acción de gracias a YHWH. Lo que se vive en el sábado tiene que ser distinto a lo vivido en los otros días de la semana, en los cuales se trabaja, se hace dinero, se suda, se combate. El sábado es principalmente de gozo familiar, en el sábado no se busca ninguna ganancia, en el sábado se integra a Dios en la mesa fa-miliar, porque de él viene todo. Así sábado y familia, sábado y libertad, familia y construc-ción de la mentalidad de libertad, son cosas afines, se reclaman.

• La vida social y comunitaria. Las personas y las familias interactúan con otras personas, eso se llama vida social, económica, lúdica, afectiva, jurídica… Esta relaciones comunita-rias deben observar unos cuidados elementa-les: La vida de las personas, el derecho a la propia familia, el derecho al fruto del trabajo, el derecho al buen nombre y el cuidado en los deseos desbordados que generan violencia. Mirados así, los mandamientos apodícticos (no… no… no… no…) encierran lo más obvio de la convivencia humana. Eso permite que no seamos depredadores mutuos. Eso indica que existe una comunidad, un proyecto común, un futuro común y promisorio. También son ex-presión de la dignidad de las personas y de la liberación causada por YHWH.A nosotros nos han transmitido lo apodíctico sin explicárnoslo: No mates, no cometas adulterio (en realidad nos enseñaron otra cosa), no robes, no jures en falso, no codicies. Eso así se queda en una cuestión deontológica. En un deber - ser fun-damentado en que alguien superior lo ordenó.

Ese no es el sentido. Lo apodíctico es una for-ma literaria, algo estilístico. La Palabra está en lo que significa;si hemos de formar una comu-nidad de la Alianza, hemos de entender que todos nos comprometemos razonablemente con: la vida propia y ajena, la familia propia y ajena, el fruto del trabajo propio y ajeno, el buen nombre propio y ajeno, el deseo legítimo frente a las cosas que decimos necesitar para vivir. La vida social en todas sus dimensiones es también expresión de la liberación causada por Yahvé.

• Los mandamientos que faltan. Con esto quiero decir que no todo está allí. ¿Cuántas cosas no deberíamos agregar que explican nuestra naturaleza humana, nuestra convi-vencia, nuestros anhelos más profundos? Los maestros de la ley no eran tan necios como los consideramos. Ellos lograron entender que todo aquello que surgía de la experien-cia de YHWH se convertía en una especie de mandamiento. Llegaron a contar 613 manda-mientos. Quizás el problema es que esto se volvió en un legalismo asfixiante. Pero en el fondo la idea es buena. Supongamos que hoy decimos: El Señor dice, ¡cuidarás el medio ambiente! ¿Quién no reconocer en ello algo necesario para que el futuro sea posible, y no simplemente una imposición de alguna auto-ridad?

Bueno, así explico los tres acuerdos fundamen-tales. ¿Cuál es la relación de los mismos con el preámbulo de los 10 mandamientos que citamos al inicio de esta reflexión? Es decir, el Ex 20,1 y Dt 5,6. La relación es asombrosa:

• Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto: Si vamos a hablar de Dios, de Él sólo podemos hablar como el garante de la libertad de Israel. Él es lo totalmente opuesto a Egipto y Faraón y todo lo que ambos significan: Ne-gación de la vida, negación del derecho a la tierra, negación del derecho a la procreación, negación de la ciudadanía y la libertad, opre-

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sión, justicia discriminatoria, envilecimiento del trabajo, hambre, restricción…

• Que te saqué de la casa de esclavitud: El pueblo que se sienta a fundar su vida y su fu-turo como una Alianza con YHWH no puede ser un pueblo con mentalidad servil, mentali-dad de esclavo, amamantado por las cadenas que lo atan, por los miedos, por la postración del cuerpo y la voluntad. Los hombres y muje-res con mentalidad de esclavos son incapaces de Dios, porque Dios es libertad y esto pesa mucho en las mentes y vidas enajenadas. Los mandamientos sólo son posibles cuando se ha salido de la casa del faraón, cuando se ha atravesado el desierto y, en todo caso, antes de llegar a la Tierra Prometida, porque incluso ella, si no es entendida antes, se puede con-vertir en enajenación, en causalidad de una nueva esclavitud. Ese es el sentido del Dt 8, que invito a leer.

Última pregunta: ¿Cuál es la relación de todo esto con el Levítico 19,1 que dice: “Sed santos, como yo Yahvé soy santo”? Lo que es el preámbulo de los mandamientos en Éxodo y Deuteronomio, ape-nas referido, es la expresión “sed santos, como yo YHWH soy santo” para la versión de los manda-mientos en el Levítico.

Y les expongo las razones, que son fundamental-mente dos:

• Primera: Si leemos el libro del Levítico 19 nos daremos cuenta que una vez proclamado el preámbulo o la exhortación que estudiamos, empieza a enumerar los mandamientos. Inclu-so va más allá: Aparecen unas nociones her-mosísimas que centran al israelita en el verda-dero sentido del culto, la tenencia de la tierra, la recolección de las cosechas, el trato del obrero, el trato del indigente, la administración de la justicia, el cuidado con el buen nombre, el amor a los hermanos, el cuidado con las especies para cosechas o crianza de anima-les, el cuidado con los subalternos, el cuida-

do con la piedad popular y abuso de la magia religiosa, la responsabilidad en las relaciones afectivas…. Todo de una magia, de un sentido común, de un sentido social, sencillamente im-presionante. La santidad de YHWH no es pues abstracción de la realidad, abstracción de la cotidianidad, ensimismamiento, quietismo, es-tulticia piadosa, sino asumir la realidad como auténtica experiencia de YHWH.

• Segunda: El gran sueño de Dios es expresa-do en el libro del Génesis 1,28. Y para explicar esto refiero unas palabras que vía email me llegaron de un grupo de estudio del hebreo lla-mado “Eteachergroup.com”.“Al principio de la biblia se nos dice que los seres humanos son una parte muy importante de la creación de Dios. De hecho, ¡se nos dice que Dios creo el hombre en su propia imagen! La palabra hebrea para imagen es “tzelem” que es derivada de otra palabra hebrea, más breve, “tzel” que significa “sombra”. Cuando los rayos de sol iluminan cualquier objeto, una sombra (tzel) aparece jun-to a ello. Según la biblia, el ser humano es nada menos que la imagen de Dios porque en mu-chos aspectos el/ella maravillosamente reflejan/sombrean la perfección y belleza de la divinidad. Otra curiosa manera en que podemos ver esta relación se refleja en el nombre “Bezaleel”. Lite-ralmente, Bezaleel (Betzalel) significa “a la som-bra de Dios”. Betzalel fue la persona encarga-da por Dios a crear el Tabernáculo y todos sus utensilios (Ex. 31). El Tabernáculo y todo lo que había a dentro permitió a los antiguos israelitas acercarse a Dios en el culto. Según la biblia, cuando un ser humano rinde culto al Dios del cielo y la tierra, es como si la persona entra en la sombra de Dios convirtiéndose en parte de ella, lo que refleja la perfección divina y su belleza”.

Quiero dejar las cosas planteadas de esta manera para suscitar la reflexión en quien nos lee. No obs-tante, finalizo citando un texto de San Mateo que hace, a su modo, referencia al sentido de todo lo dicho. Luego de que ha presentado el sermón de las bienaventuranzas y de explicar cómo la Ley se

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debe interpretar por medio de la vida de Jesús, cita esta expresión del Señor: ¡Sed perfectos (teleioi) como mi Padre celestial es perfecto! (Mt 5,48).

La palabra griega “teleios” más que perfección sig-nifica “tener propósito”, “finalidad”. Y por como en-tendemos perfección en nuestra cultura, algo que no se gasta, algo que no se corroe, algo que no tiene error, algo que no suelta olor, algo intocable, algo que es de otro –mundo-, me resulta insopor-table. Se me parece al ensimismamiento que de-nuncia el Papa Francisco.

Tener propósito significa otra cosa: Ser histórico, comprometerse, untarse, construir, transformar la realidad, avanzar. Eso es lo que Jesús hace entre el Sermón de las Bienaventuranzas y los versos dedicados a su hermenéutica de la Ley (Mt 5-7). Es decir, Él tiene delante de sí unas personas, unas leyes, una forma de entender la vida, de en-tender a Dios, pero no se queda quieto sino que reformula, hace ir más allá, interviene la realidad. En Jesús no hay hedonismo moralizante ni hedo-nismo espirituoso. En Jesús, como comienza el sermón, hay vida por medio del Espíritu (Mt 5,3). Y ese “dejarse mover” por el Espíritu implica la ins-tauración del reinado de Dios, que transforma todo y hace una Nueva Creación.

DOMINGO XXXI TIEMPO ORDINARIO.LECTIO.

Primera Lectura del libro de la Sabiduría11, 22-12, 2

Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañane-ro que cae sobre la tierra.

Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hom-bres, para que se arrepientan.

Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.

Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubie-ses querido?¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado?

Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.

Todos llevan tu soplo incorruptible.Por eso, corri-ges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en tí, Señor.Palabra de Dios.

MEDITATIO.El libro de la Sabiduría es un gran esfuerzo de la comunidad creyente en la diáspora alejandrina. Quieren mostrar la Ley de Dios como Sabiduría de Dios y de este modo asemejarla a la belleza de la reflexión filosófica de los griegos. Ellos buscaban el Ser, los padres de nuestra Fe, lo encuentran en la Sofía de Dios, con la que hizo el mundo y liberó a Israel de Egipto, con la que creó a Israel y con la que nos llama a todos a ser sus Hijos en la Comu-nidad de la Alianza.

Particularmente esta lectura de hoy utiliza unos verbos muy sugestivos de cuánto Dios es sabio y a qué sabiduría nos llama: Compadecerse, amar, perdonar, corregir, recordar, reprender, dar tiempo a la comprensión y arrepentimiento, dar la opor-tunidad de acercarnos a él por la fe. Esto es otra dinámica de la vida… Yo he visto y escuchado que personas sabias son las que tienen muchos datos o tienen cabello blanco, acumulan años y se con-fortan en su barba…. Pero aquí mismo, hoy, veo al sabio Dios y al sabio hombre desde unas acciones muy concretas: La compasión, el amor, el arrepen-timiento y perdón, la memoria, la corrección, la capacidad de asombrarnos por Dios y acercarnos a Él en la humildad de la fe.

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LECTIO.

Segunda Lectura de la segunda carta del após-tol san Pablo a los Tesalonicenses 1, 11-2,2

Hermanos:

Pedimos continuamente a Dios que os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuer-za os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe; para que así Jesús, nuestro Señor, sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.

Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima.Palabra de Dios.

MEDITATIO.La “tarea de la fe” y la “venida del Señor”, los dos temas de esta lectura nos brindan la oportunidad de esta reflexión: La fe no es la especulación sino la construcción de la vida desde la experiencia de Dios.

San Pablo es un testigo de esa maduración que las comunidades primitivas tuvieron que hacer en el sentido de pasar de un ambiente apocalíptico a un ambiente realista de construcción de la comu-nidad, de fiarse del actuar de Dios en la historia hasta el momento en que nos llame a todos.

Las comunidades cristianas, sobre todo comuni-dades donde falta la información, la sindéresis, el equilibrio, la contextualización, el discernimien-to, han sido fácil presa de los apocalípticos fun-damentalistas y de sus nuevas versiones “fin del mundo”, en apariciones, miedos y angustias co-lectivas. Mal servicio a la fe la que hacen. El final es un tema que hay que mirar eclesialmente y que todavía hoy muchos teólogos nos ayudan a refres-

car para alimentar la esperanza. Pero no faltan los que se aprovechan de los faltos de información, de los atemorizados por la vida, de los carentes de carácter sólido.

Nuestra preocupación en el Sacramento de la Igle-sia tiene que ver con la construcción de nuestra historia como experiencia del Reino de Dios. A eso llega san Pablo cuando dice: “Para que así Jesús, nuestro Señor, sea glorificado en vosotros, y vo-sotros en él”.Cabod, doxa o resplandor de Dios. Cada uno de nosotros, cada comunidad eclesial debe buscar configurar un rostro, el de Dios Padre acercándose en Jesús, el de Jesús acercándose a cada hombre y mujer e insertándolo en la dinámi-ca del Reinado de Dios; un rostro que tiene un “ya” y un “todavía no”. Un “ya”, porque nuestra historia tiene que ser de salvación, es decir, nuestra vida sigue las huellas del maestro de Nazaret; un “to-davía no”, porque su plenitud está en Dios mismo, es decir, que hay una partecita que la hace Dios mismo. Esto no es llenar el vacío con otro vacío. Es vivir con responsabilidad histórica y asidos en esperanza a Dios Padre - Creador, a Cristo Resu-citado, al Espíritu que nos santifica y llena de vida.

LECTIO.

Evangelio según san Lucas 19, 1 - 10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atrave-saba la ciudad.Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:- «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»

Él bajó en, seguida y lo recibió muy contento.Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:- «Ha en-trado a hospedarse en casa de un pecador.»

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Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor:- «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»

Jesús le contestó:- «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.Por-que el Hijo del hombre ha venido a buscar y a sal-var lo que estaba perdido.»Palabra del Señor.

MEDITATIO.El evangelista Lucas finaliza el gran segmento del viaje de Jesús, desde Galilea hasta Jerusalén (ciudad de su gran testimonio) (9,51-19,28), con dos relatos monetarios: El relato de Zaqueo (19,1-10) y el relato de las minas (19,11-28). A lo largo del viaje se han dado los grandes aprendizajes de los discípulos; ellos han visto actuar al maestro y han escuchado sus mejores y más profundas pa-labras: La iconografía del samaritano, el Espíritu compartido a los 70 o 72 discípulos como lo hi-ciera Moisés, el mandamiento mayor, la oración, el Padrenuestro, las parábolas de la misericordia, las enseñanzas sobre las riquezas materiales y el compartir, las parábolas de la conversión y vigi-lancia, la cuestión de los pobres en la comunidad, la fe de los discípulos, los anuncios de la pasión – muerte y resurrección.

A grandes rasgos se nos ofrece tres grandes no-ciones:

• Una imagen de Dios que debemos discernir constantemente.

• Una imagen del proyecto de ser humano, dis-cípulo que sigue las huellas del Maestro.

• Una imagen muy clara sobre la fe como praxis que no solo exalta a Dios sino que rehabilita a los seres humanos.

Al escuchar el pasaje de Zaqueo es imposible no pensar en la palabra liberación, la misma que se escuchó en la Sinagoga de Nazaret: “Yo he veni-do para liberar a los cautivos” (4,18-21). Zaqueo es de alguna manera el último milagro de Jesús y va direccionado a liberar a la comunidad cristia-

na de todos esos apegos malsanos por el dinero, por vivir como príncipes en mundos paralelos, por desconocer los retos de solidaridad que tenemos con los más necesitados, por hacernos más res-ponsables de todo lo que somos y tenemos y con ello hacer el camino de la humanización de nues-tras vidas y de la vida de los demás.

Dar cuatro veces más no es dar limosna, es ir más allá de las obligaciones que tenía un israelita. No hay una solidaridad de mínimos sino de máximos, que consiste no en dar mucho sino en despojarse de mucho. Como lo decía el simpático Francisco: “Necesito poco y lo poco que necesito lo necesito poco” (citación desde mi memoria).

Hoy cuando escribo estas líneas ya leí el periódico local (nov 1) que nos cuenta la caída en la imagen del discutido Presidente de la República de Colom-bia. Se habla de cómo lo afectó la repartición de la prima extraordinaria de 8.000.000 de pesos para los congresistas, pagando así los favores de una agen-da legislativa impúdica que tiene que ver con la sa-lud, el referendo por la paz y otros asuntos que no nos dan a conocer. Sobre esa base salarial de casi 24.000.000 de pesos se taxa el salario de los magis-trados de las altas cortes y de los altos dignatarios del Estado. Por eso nadie de ellos dice nada, nadie protesta, porque entre ellos se saben repartir la torta del dinero y lo que a uno toca, también al otro llega.

El Papa Francisco no ha escrito demasiadas co-sas, ojalá no lo haga. Porque lo que escribe lo está haciendo con una “tinta” y un “papel” que son como la piedra misma. Está haciendo encíclicas todos los días con su ejemplo, con su postura sen-cilla y clara sobre lo que ha de ser la vida de los cristianos y sobre quienes ejercen el liderazgo de las comunidades. Y despierta tal entusiasmo por la fe, que le empiezan a dar títulos enormes, como este que escuché a un periodista alemán: “El papa que le está devolviendo la pertinencia histórica a la Iglesia”. Sí, porque se está convirtiendo en un signo de aquello que quería Jesús: Que fuésemos más humanos, que no viviésemos en mundos pa-ralelos, que fuésemos la gran familia de Dios.

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Si comparamos a los dos líderes, porque ambos lo son, nos queda esto: Mientras el uno intenta que-darse en nuestra memoria historia porque reparte dinero a sus compinches, el otro está haciendo historia a base de vivir una vida con radicalidad, desprendimiento, amor y solidaridad con los seres humanos. Adivinen quién construye más la comu-nidad…

El Evangelio, la Buena Noticia, no es un asunto de hacer curas y monjas. Es un asunto de construir Hijos de Dios, Discípulos, Personas. Y la Palabra, con mayúscula que hoy escuchamos, dice: Somos todos llamados a no atarnos, a no anclarnos en las cosas que generan desprecio, inhumanidad, in-satisfacción, desconcierto, desesperanza, fastidio, individualismo. La fe nos hace libres, nos hace en-tendernos para la libertad y para liberar a otros; en esta línea la Escritura de Israel es fundamental, por-que se trata de construir al hombre en sí mismo, al hombre en su relación con otros, al hombre en su relación con la creación y de esta forma en su rela-ción con Dios. Zaqueo es el último discípulo porque deja entrar en su Casa a Jesús y por la fuerza de esa presencia descubre su propia esencia, se descubre como un ser para la libertad; y descubre la esencia del otro, el respeto que el otro merece, la solidaridad que se le debe prodigar; y descubre cuál es la ver-dadera forma de relacionarse con lo efímero, con lo que es injusto, con lo que de alguna manera estará siempre manchado, el dinero y el poder.

DOMINGO XXXII TIEMPO ORDINARIO.

LECTIO.

Primera Lectura del segundo libro de los Maca-beos 7, 1-2. 9-14

En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y ner-vios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohi-bida por la Ley.

Uno de ellos habló en nombre de los demás:«¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos

a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres.»El segundo, estando para morir, dijo:- «Tú, mal-vado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna. »

Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente:- «De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; es-pero recobrarlas del mismo Dios. »

El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos.Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto.

Y, cuando estaba para morir, dijo:- «Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida.»Palabra de Dios.

MEDITATIO.El libro de los Macabeos no pasó al canon oficial hebreo por ser una obra escrita en ambiente grie-go, en lengua griega; además por no estar haber sido escrito antes del tiempo de la última gran re-forma hebraizante, la Esdras y Nehemías. Noso-tros lo conocemos y tenemos en nuestro canon bíblico porque la tradición judía alejandrina de los LXX le incluyó en su canon y por esta vía el mundo del Nuevo Testamento le utilizó. Una de las razo-nes para pensarlo es que la mayor parte de las citaciones bíblicas que encontramos en el Nuevo Testamento proceden de la Biblia de los LXX. Es la vía de la Tradición la que hace que algo juegue un rol canónico o no, dentro de la comunidad.

Pese a toda la discusión de si Dios habla en he-breo o griego, el texto de los Macabeos es hermo-sísimo. Da cuenta del carácter de esta familia de apellido Macabeo. Ellos son un ejemplo de las mu-chas familias que en Israel vivieron la experiencia de Dios, expresada en el atarse a una identidad, a unas prácticas estructuradoras de la vida. Noso-

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tros estamos muy rallados con aquella expresión paulina de que la Ley es para los esclavos y, al ab-solutizar esta hermenéutica del apóstol, dejamos otra hermenéutica, aquella que nos indica que la Ley de Dios es un acuerdo, una Alianza entre Dios y la Comunidad. Dios se revela en la historia y en el corazón de las familias de Israel, así Israel des-cubre la Ley escrita en el alma. Esas leyes no son una imposición desde afuera, son la identidad, son la forma de ser personas humanas y no otras co-sas. Además, ninguna de ellas cayó del cielo como un meteorito sino que son el fruto de la experiencia social, familiar, personal, humana y de Dios en el único Sinaí posible: La historia.

Es cierto que entre las leyes de Dios hay algunas que son de mayor calado, por eso aparecen en la teofanía del Sinaí. Hay otras que son consuetu-dinarias, pero no por ello dejan de ser muy inte-resantes. Hoy, por ejemplo, nos encontramos con una ley consuetudinaria que consiste en “no comer la carne del cerdo”. Ley que estaba prevista en el libro del Levítico 11. En sí misma, esta ley tiene que ver con la praxis ancestral, de no comer carne de animales carroñeros. Despreciar el cerdo, para un judío, se compararía con nuestro despreciar la carne de gallinazo en un buen sancocho… ¿Quién se lo come?

Sin embargo, la cuestión de esta ley, aquí en el pasaje actual de la liturgia, nos lleva a otro plano: El rey Antíoco IV está sometiendo al país judío (si-glo II a.C), porque necesita dinero para sus faenas militares en Mesopotamia, Siria y el Mediterráneo, cuando los romanos comienzan a expandirse. El pasaje es una bella representación de este so-metimiento a los judíos. Está imponiendo una ley consuetudinaria que someta el espíritu y altivez de los hijos de Israel. Es la misma sensación que nos da a muchos cuando nos imponen leyes de corte sajón, debatidas en círculos cerrados europeos, por la vía de la modulación de la ley, en la Corte Constitucional de Colombia. El libro de los Maca-beos muestra cómo las gentes estaban hastiadas de tanto sometimiento. Una cultura no puede ve-nir a someter a otra. Eso es el acto más violento

que ocurre entre dos pueblos. Y los reyes antío-cos, que gobernaron la zona siro-palestina en el s. II a.C., fueron un eslabón más de esta tragedia nacional. La cuestión de fondo del libro de los Ma-cabeos no es la carne de cerdo, es la identidad, es la memoria de la propia cultura, es la esencia de una comunidad.

Los hermanos Macabeos están firmes. Defien-den sus tradiciones porque ellas son su identidad. Ellas significan que son seres libres que viven de la experiencia de Dios. Dios es otra cosa muy dis-tinta a los poderes de turno. No se arrodillan. No se someten. Entregan hasta la vida misma. Ante estos ejemplos nos preguntamos: ¿Quién es ca-paz de morir hoy por algo valioso? ¿Quién es ca-paz de no dejarse arrebatar su memoria histórica? ¿Quién es capaz de no dejarse seducir por el me-jor postor?

Nuestra sociedad es una comunidad de personas que se están levantando sin haber forjado el ca-rácter. Cambiamos de parecer como se cambian los pañuelos en una gripa. Cambiamos de amo-res. Cambiamos de amigos. Cambiamos de igle-sia. Cambiamos y cambiamos, no como signo del crecimiento y progreso sino como signo de la debi-lidad, de la falta de lealtad, de la falta de sacrificio, dela falta de memoria, de la falta de identidad.

Toda esta situación que hemos descrito llevó a una reflexión adicional que tiene relación con el sentido último de la vida. Los hermanos Macabeos se apean a la experiencia de Dios. Si Dios es el motor de la historia, Dios será el sentido último de ella. Los platónicos como el Doctor Gonzalo Soto dirían: “Si Él es el A priori fundamental, será tam-bién el A posteriori fundamental”. De este modo, de la mano de la memoria, de la mano de la es-peranza, de la forma como se vive la vida, brotó una forma de entender la existencia, no desde el absurdo, sino desde la resurrección, desde la con-sumación de todo ideal en la presencia del Señor Eterno de la Vida, que daba sentido a la historia, al cómo la vivimos, y al resultado final.

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LECTIO.

Segunda Lectura de la segunda carta del após-tol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 16-3, 5

Hermanos:Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas.

Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos||.

El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os libra-rá del Maligno.Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado.Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis constan-cia de Cristo.Palabra de Dios.

MEDITATIO.En el mes de noviembre dirigimos un pensamiento noble, nostálgico y sentido por todos nuestros di-funtos: Un padre, una madre, un hermano, un hijo, un ser querido que ya ha terminado este peregri-naje. Nuestra cultura occidental no nos enseña a morir. Me llamó mucho la atención, algún día en la universidad, que una persona dijese que esperaba simplemente “dormir” a la hora de morir. La vi tran-quila, desinhibida, sin muchas palabras para este momento definitivo de la existencia.

La muerte hace parte de la estructura humana. To-dos vamos a morir. Y aunque la cultura urbana nos ponga en un frenesí de “no morir”, lo que será… será. Los textos del Nuevo Testamento, escritos muchas veces en ambiente apocalíptico, dieron cuenta de ciertas creencias que se transmitían en el ambiente, como que la muerte era un castigo de Dios por los pecados de los primeros hombres.

Un ejemplo vivo de esta forma de pensar nos lo ofrece el Libro de Enoc, fuente del libro de Daniel y de muchos pensamientos neotestamentarios. No siempre se pensó así en el mundo del Antiguo Testamento. De hecho, la gran línea de pensa-miento, al respecto, es la de morir como un dormir.La muerte del Señor Jesús fue interpretada en aquella línea del premio - castigo. Pero también encontramos una cierta línea joánica y sinóptica que muestra la muerte del Señor como la conse-cuencia lógica de su ser en medio de nosotros. Ha decidido dar la vida por todos nosotros. Y la asu-me como el último logos del Padre, realizándose en Él, de tal forma que todos “creamos” en Él (Jn), o nos hagamos “discípulos” y llevemos la Buena Noticia a todos los pueblos (Sinópticos), de tal for-ma que “entremos en la vida eterna” (Jn) o “cons-truyamos con Él, el reinado de Dios” (Sinópticos).El acontecimiento de Nuestro Señor Jesucris-to agrega un elemento definitivo a toda esta re-flexión, porque no sólo ha dado la vida sino que ha resucitado en el Padre y viviendo en Él, vive también en nosotros. Él es primicia, es primogé-nito, es esperanza, es victoria anticipada sobre el vivir y el morir mismos. Nuestra fe cristiana recibe y acepta el testimonio apostólico sobre la vida, pa-sión, muerte y resurrección del Señor.

Todas estas ideas eran recurrentes, también, en la comunidad de Tesalónica. Fundamentalmente el apóstol se preocupa de tres cosas: la suerte de los difuntos, la unidad comunitaria y la vida en el Es-píritu. Por eso escribe el apóstol Pablo su prime-ra epístola, la Carta a los Tesalonicenses. Y para motivarlos a continuar adelante en la vida de fe, el apóstol les recuerda la centralidad de Jesús-Cris-to, el Señor, a partir del cual construimos nuestra historia y esperamos lo que acontece más allá de la historia. Dice, entonces, dos cosas preciosas:

• “El Señor… os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas”. Porque uno necesita referentes para poder seguir en la lucha.

• “El Señor… dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis constancia de Cristo”.

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Porque nuestro referente más importante es Cristo, el cual nos sitúa en el escenario de Dios.

LECTIO.

Evangelio según san Lucas 20, 27-38

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos sa-duceos, que niegan la resurrección, y le pregun-taron:

- «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, habla siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete mu-rieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casa-dos con ella.»

Jesús les contestó:- «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dig-nos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, por-que participan en la resurrección.

Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»Palabra del Señor.

MEDITATIO.¿Quiénes son los Saduceos? unos que creyeron que Dios era un corpus textual: La Torá o, en pa-labras nuestras, el Pentateuco. Y cuando uno se mutila en el pensamiento de esa forma, todo lo demás es imposible y lo que sería posiblese tor-nainaceptable. Si Dios es sólo lo dicho en el Pen-tateuco entonces la historia ha terminado y nada

más tiene que acontecer, nada más se puede de-cir, nada más se puede saber o vivir.

¡Dios no es un libro! Me gozo diciendo esto desde hace mucho rato, y me alegró mucho que el Sí-nodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios (Cfr. Verbum Domini) dijese muchas veces: ¡No somos la religión del libro!¡Dios no es un libro!

Hay una diferencia abismal entre estas dos ex-presiones: “Maestro, Moisés nos dejó escrito” y el “Jesús les contestó”. Porque lo primero es una forma de argumentar que impone un “bozal”, el de que Dios nos mandó unas razones desde el cielo y que son inamovibles. Muchos viven en ese mundo. Mientras que la respuesta de Jesús pertenece al escenario de que de Dios hablamos a partir de la experiencia cotidiana, de lo razonable de la vida. Jesús no deja a Dios en un libro, sino que lo deja hablar en la vida, en las experiencias de todos los días. Recuerdo una frase de Einstein que decía: “La mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a tener su tamaño original”.

Los cristianos todos deberían estudiar la teología para que hagamos posible, entre todos, aquello que dice la Dei Verbum: “El mayor crecimiento en la comprensión de las cosas reveladas” (DV 8).Yo veo una gran necesidad en que todos estudiemos la Palabra de Dios en los estudios teológicos. Por dos razones fundamentales…

• Primero: Porque la reflexión teológica de la Iglesia Católica es uno de sus mayores patri-monios, si hacemos comparaciones odiosas con otros credos; porque es la reflexión per-manente sobre lo que creemos; porque se lo correlaciona con los demás saberes;porque se le permite a las personas hacer preguntas; porque se intentan respuestas; porque se le imprime el ejercicio lógico y porque después de todo se da el paso de la fe en Dios Padre, en Jesús Cristo y en su Espíritu que aletea en nosotros.

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• Segundo: Porque la teología debe tener sólo un propósito: Formar a los Hijos de Dios, a los Discípulos de Jesús.

El salmo de hoy dice: “Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor”. Eso es lo que mueve a Je-sús… despierta cada día y nos despierta; se sacia y nos sacia del semblante de Dios que se va mos-trando en la historia humana, historia de fe y de increencia, historia de aciertos y caídas, historia de saberes e ignorancias, historia de pesimismos y esperanza. Tal es el escenario donde Jesús nos enseña que todo es pasajero, menos el sentido de la vida en Dios. Y de que todo lo que una vez nos sirvió para crecer, quedará atrás, menos cada uno en la presencia de Dios.

DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO.LECTIO.

Primera Lectura de la profecía de Malaquías3, 19-20a

Mirad que llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré el día que ha de venir - dice el Señor de los ejérci-tos -, y no quedará de ellos ni rama ni raíz.Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas.Palabra de Dios.

MEDITATIO.El sufrimiento y la frustración de ver la tierra ane-gada por los tiranos invasores y porque las cosas no siempre salen como se sueñan, hicieron que los profetas post-exílicos se plantearan un día de la “venganza de Yahvé”. Es lo más natural desear-lo, sobre todo cuando se ha hecho tanto bien y otros han hecho tanto mal, que Dios venga y dé a cada quién su merecido. Esa teología atraviesa muchos libros de la Biblia y se llama “teología de la retribución”.

Cuando escribo esto, estoy viendo las fotos de alias Rodrigo Granda y otros guerrilleros sobre un Yate en las aguas del Mar Caribe, “descansando”

como decía el mismo Granda (3 de noviembre de 2013). Veo también las mil explicaciones de los gobernantes de turno diciendo que nada de eso nos debe alterar…. No les faltó sino el muy co-loquial nuestro “pobrecitos”. Es normal que uno desee el castigo; que las personas que no hacen las cosas bien sean tratados con dureza para que su cerviz altanera se quiebre. Entre querer la ven-ganza para el malvado y perdonar nos movemos todos los días.

Un día Jesús llegó a la Sinagoga de Nazaret e inauguró ese día, pero en vez de decir que era el “día de la ira de Yahvé” dijo: “he venido a pro-clamar el año de la gracia del Señor”. Nadie en-tendió nada. Nadie parece entender nada. Porque Jesús en vez de ira habla de gratuidad. Y la prime-ra acción fue llamar a los discípulos para que lo siguieran en ese instaurar el “año de la gracia del Señor”. A cambio de la venganza, trae la luz, la li-beración, el apoyo, la humanización. Ser discípulo es ante todo ser testigos de la gratuidad de Dios, de la humanización.

Tenemos nuestras instituciones legítimas para saber tomar decisiones con respecto a los crimi-nales. Unas veces aplicará la sociedad castigos vehementes, otras veces la comunidad aplicará amnistías e indultos. No me gusta este proceso de paz, porque comenzó con una mentira oculta; porque el líder principal es falto de carisma y dejó atrás su promesa de campaña y se concentró en algo que tenía como “as” bajo la manga. No obs-tante, respeto la idea de que es mejor construir la paz que hacer la guerra. Ojalá todos los que se sienten con derecho a opinar pongan en primer lu-gar el respeto por la vida, la dignidad de los seres humanos, la sacralidad de la libertad, la búsqueda del bien común, el derecho a la tierra, la rehabili-tación de las víctimas, el derecho a la verdad, la contrición de corazón, el propósito de enmienda… y no simplemente el taparle los ojos a la gente para que no vean que el futuro se construye en el largo plazo y no en las elecciones presidenciales de uno que se quiere reelegir con el tema de la paz.

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La paz tiene que ver con la salud y nuestro Es-tado ha hecho de ello un negocio vagabundo. La paz tiene que ver con la justicia para todos y sobre todo para los más pobres, y nuestras cortes están plagadas de políticos y corruptos que están pen-sando en cómo pensionarse con altas sumas de dinero. La paz es educación para todos, especial-mente para los niños y lo jóvenes, y si el Estado es inepto con el sistema de educación, la cultura imperante en las escuelas y universidades des-arraiga a los jóvenes de sus valores familiares y personales más lindos y necesarios para la vida. La paz es hacer que el sistema económico funcio-ne para todos y no sólo para pagar las altas me-sadas de los ejecutivos, de los parlamentarios, los magistrados y los semejantes en el alto gobierno. La paz tiene que ver incluso con la cultura misma, que sea de humanización y espiritualización del hombre y no esta siembra de codicia y vejación en la que todos estamos participando.

Esa es una aplicación en términos de la cotidiani-dad, que hago, consciente de las limitaciones de mi discernimiento. De lo que sí tengo certeza es que el tema de la “ira de Yahvé” fue superado por Jesús con su “año de la gratuidad de Dios”.

Y que nuestra misión es la de humanizar, huma-nizar y humanizar este mundo, esta cultura, esta comunidad que es la nuestra. El proyecto de toda comunidad tiene que estar soportado en unos pro-pósitos comunes que todos defendamos. Acabo de ver una película interesantísima sobre las “chu-zadas” que el sistema de inteligencia de los Esta-dos Unidos ha realizado a tantos gobiernos y per-sonas en el mundo entero. Hay un diálogo donde una persona dice a otra “¿Qué está en juego con todo esto?” y viene la respuesta: “la verdad y la justicia…. Las bases sobre las que se ha fundado nuestra sociedad”.

En la sinagoga de Nazaret, primera predicación de Jesús, según el evangelista Lucas que escucha-mos y compartimos durante todo este año litúrgi-co, el propósito fundamental de la inauguración del reinado de Dios es este: “El Espíritu del Señor está

sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado a llevar la Buena Noticia a los pobres, la libertad a los cautivos, la vista a los ciegos y la liberación a los enajenados, para proclamar el año de la gra-tuidad del Señor” (Lc 4,16-22). Es nuestra respon-sabilidad la mayor comprensión de estas palabras de Jesús. Implementarlas, entregar la vida en ello, hacer en la vida la misa de esto mismo.

LECTIO.

Segunda Lectura de la segunda carta del após-tol san Pablo a los Tesalonicenses 3, 7-12

Hermanos:

Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que traba-jamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie.

No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar.Cuan-do vivimos con vosotros os lo mandamos: El que no trabaja, que no coma.Porque nos hemos ente-rado de que algunos viven sin trabajar, muy ocu-pados en no hacer nada.

Pues a esos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan. Palabra de Dios.

MEDITATIO.Una de las preocupaciones de Pablo en su Carta a los Tesalonicenses era la unidad dentro de la co-munidad. Aparecen, por lo tanto, ciertas recomen-daciones que intentan animar a los miembros de la comunidad a vivir unidos, a corresponsabilizarse mutuamente, a dar buen ejemplo en los hábitos y costumbres. No deberíamos mirar las cartas pau-linas como recetarios de penosa obligación. Más bien deberíamos fijarnos en el activismo comuni-tario que nace de la experiencia de la fe en Cristo Resucitado. Una fe que se traduce en obras de comunión, de solidaridad, de responsabilidad.

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De la misma forma nuestras comunidades debe-rían tener espacios de reflexión comunitaria sobre el influjo de la cultura en los hábitos y costumbres. Lo propio de una sociedad madura es el debate de las ideas. Lo propio de una sociedad sin desarrollo es la inercia y la ausencia de los debates. Esto comienza en los hogares. Sigue en las escuelas y universidades y se debe prolongar en la plaza pública.

La cultura actual en que vivimos nos arrebata constantemente el deseo del diálogo, de la escu-cha, del debate, del compartir sano. Nos hemos acostumbrado a estar aislados dentro de las fa-milias, a pasar por la escuela para escribir en los cuadernos lo que otro dice, a aprender de memoria conceptos y datos sin correlacionarlos con la rea-lidad. Así, lentamente, nos vamos empobreciendo ante la ausencia de argumentos que orienten la cosmovisión que cada uno dice tener.

San Pablo apela a su ejemplo de ser un hombre trabajador. Más allá de la ley del trabajo, que es connatural a todo hombre, me fijo es en el hecho de plantearse el apóstol un tema crucial para la unidad comunitaria a la luz de su fe en Cristo Re-sucitado.

LECTIO.

Evangelio según san Lucas 21. 5-19

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvo-tos. Jesús les dijo.

- «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»Ellos le preguntaron:- «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?»

Él contestó:- «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, di-ciendo: “Yo soy”, o bien: “El momento está cerca”; no vayáis tras ellos.

Cuando oigáis noticias de guerras y de revolucio-nes, no tengáis pánico.Porque eso tiene que ocu-rrir primero, pero el final no vendrá en seguida.»

Luego les dijo:- «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre.Habrá tam-bién espantos y grandes signos en el cielo.

Pero antes de todo eso os echarán mano, os per-seguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cár-cel, y os harán comparecer ante reyes y goberna-dores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sa-biduría a las que no podrá hacer frente ni contra-decir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía.Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vues-tra perseverancia salvaréis vuestras almas.»Palabra del Señor.

MEDITATIO.La apocalíptica nació en el pueblo judío hacia el siglo II a.C. Varias cosas motivaron su aparición: La internacionalización a gran escala de la cultura persa y griega, la subida al gobierno sirio de los reyes antíocos, el evidente fracaso de la historia secular visto por el judaísmo, la mitologización de lo escatológico en Israel. Como producto final todo el siglo I está bajo el influjo de pensamientos, ideas, imágenes apocalípticas. Los evangelios en algunos de sus apartes no están exentos de este influjo.

La apocalíptica es una manera de ver la historia. Esta no es la serie de acontecimientos desconec-tados que se suceden sino que es la TOTALIDAD de los acontecimientos. Es un proceso que co-mienza con los primeros hombres (Adán y Eva) y encuentra su culmen en un acto decisivo que restablece al mundo en sus comienzos. Este es el elemento mítico de los escatológico: Que el princi-

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pio y el fin se encuentran, que todo comienza justo donde todo se acaba. Un mundo pasa y otro llega. Un eón se va y el otro arriba.

Algunos pasajes de los evangelios hacen la lectu-ra del Misterio Mesiánico de Jesús en estos térmi-nos, implicando también a la Iglesia. La muerte de Jesús en la cruz, su último logos, es el momento más escatológico suyo porque resucita en el Pa-dre, el cual le da sentido a toda su misión. Pero es también el momento más apocalíptico (Ap 12-14), porque la muerte de Cristo y su resurrección es mira-da como una victoria sobre el Mundo, sus mentiras, sus engaños, su corrupción (Jn 12,20-36).

Los discípulos de Jesús somos implicados en su momento más apocalíptico: Vencer el mundo con otras armas, con otra estrategia, darle sentido desde el testimonio de la Buena Noticia. Sobre las ruinas que la cultura y el sistema deja, somos invi-tados a florecer como esperanza, como auténtico sentido de la existencia de humana. De esta for-ma, cada comunidad en cada momento de la his-toria, hará visible que sobre la cruz ha comenzado al Resurrección del Señor.

La pregunta hecha a Jesús sobre la destrucción del Templo, parece haber quedado sin respuesta. ¡No es así! La respuesta está en la persecución de que son víctimas los hijos de Dios en todo mo-mento de la historia. Es verdad que el Templo de Jerusalén fue destruido por Tito en el 70 d.C. pero el paradigma narrativo quedó consignado en el re-lato: Cada vez que los persigan…. Cada vez que los hijos seas pisoteados… Cada vez que sea ne-gada la dignidad humana experimentaremos una especie de final. No obstante somos invitados a levantarnos de esas cenizas. Una de las razones de ser de la Iglesia como institución es hacer bro-tar flores en las cenizas de la humanidad.

Si la literatura apocalíptica convirtió lo escatológi-co en un entramado de imágenes abruptas, somos invitados a convertir lo apocalíptico de nuestro presente, con sus realidades grotescas y abruptas en oportunidad escatológica, oportunidad para dar

sentido y vida a un mundo nuevo desde la expe-riencia de Dios.

DOMINGO XXXIV TIEMPO ORDINARIO: JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO.

LECTIO.

Primera Lectura del segundo libro de Samuel 5, 1-3

En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y le dijeron:

- «Hueso tuyo y carne tuya somos; ya hace tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey, eras tú quien dirigías las entradas y salidas de Israel. Además el Señor te ha prometido: “Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Is-rael.”»

Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.Palabra de Dios.

MEDITATIO.Las tribus de Israel siempre temieron que quien fuera rey de Israel terminara por sentirse distinto, se convirtiese en un déspota y apagara los sueños tribales de ser la comunidad de la Alianza, en tor-no a Yahvé.

Varios pasajes de la Historia Deuteronomista (Jo-sué-Jueces-Samuel-Reyes) nos permiten verlo:

• Dt 17,14-20: Es la apuesta por la elección de un rey en Israel, que esté sometido a la Pala-bra del Señor. Su mayor acción es hacer una copia de la Ley que está en manos de los Sa-cerdotes. Debe ser hermano de todos y sus mayores riquezas no se deben medir en tér-minos de infantería militar, dinero o esposas.

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• 1Sm 8: El profeta da su asentimiento en nom-bre del Señor a la elección del rey de Israel, pero advierte de todos los peligros que esta decisión trae consigo, siendo el más repro-chable, aquel de que el rey termine siendo un tirano y pierda en sentido de la fraternidad que idílicamente caracterizaba a las tribus de Israel.

El pasaje actual de la liturgia es una bella tradición histórica sobre la cumbre en Hebrón, para elegir rey a David.

¿Qué podemos decir del texto para que sea, en-tre nosotros, Palabra de Dios? Toda comunidad necesita un líder. Sus éxitos y fracasos serán tam-bién la ocasión para el éxito o fracaso de la comu-nidad. Cada institución o persona es un adminis-trador de una parte de nuestras vidas: El Estado, la Iglesia, la Familia, los Padres, los Maestros, los Sacerdotes, los que ejercen la Autoridad Pública, los que administran los eventos culturales….y un largo etcétera.

La primera idea más noble del reinado de David tiene que ser aquella de ser un hombre situado a la sombra de la Ley del Señor. No como negación de la personalidad o de la libertad del oficiante, sino como garantía de que se tiene conciencia, de que se tiene un apoyo o directriz, con base en el cual se actúa. La Ley del Señor no nació como una imposición extraña a la humanidad del Pueblo de Israel, por el contrario, surgió de la experiencia de Dios, de los acuerdos y descubrimientos sociales, de un permanente foguearse como comunidad, como seres en relación, como seres poseedores y administradores de la tierra, como seres económi-cos y políticos. A nosotros se nos ha quedado esa terrible imagen fundamentalista, que debió existir, de que a Dios se lo satisface cumpliendo unas leyes o mandamientos, de hecho muchos fuimos formados así. Pero esa no era la idea original. La Ley del Señor en su original acepción es Alianza, es autodescubrimiento, es camino de construcción de la comunidad, es posibilidad de relación e in-tercambio. Es lo que nos dice que el pueblo ya no

vive en Egipto, en la casa de la esclavitud (Ex 20,1 y Dt 5,6).

La Escritura es el testimonio de la Experiencia de Dios en el pueblo de Israel y en los discípulos de Jesús. Y ¿cómo damos cuenta de nuestra propia experiencia de Dios? O ¿Cómo damos cuenta de que nuestra administración de los aspectos deter-minantes de las vidas ajenas están siendo ilumina-dos por algo o por alguien?

Santiago Silva, columnista de El Colombiano, es-cribía recientemente: “Así, recuperar el honor se-ría un esfuerzo social, una dirección clara y nece-saria para el país, en donde todos los ciudadanos participen. Porque igual daño hace el político y el empresario corrupto que el transeúnte tramposo; violar las normas no es un asunto de posición, sus efectos son perjudiciales para todo el cuerpo so-cial, desde todas las esquinas sociales.” (El Co-lombiano, noviembre 7 de 2013).

La segunda idea más noble del reinado de David tiene que ser aquella se sentirse hermano de los que gobierna. En mi curso de Pentateuco le decía a los estudiantes: Fórmense primero como Hijos de Dios y como Discípulos de Jesús, entonces lo-grarán ser Sacerdotes. No formen conciencias de clérigos sino de seres humanos que caminan con otros seres humanos, que los acompañan en su experiencia de todo el misterio de Dios.

Viendo el panorama de todo lo que pasa a nivel nacional, en lo político, en lo económico, en lo intelectual, en lo religioso, en lo correspondiente a la justicia, pienso que una de las mayores pérdi-das que tenemos es el de NO sentirnos PERSO-NAS. No sabemos qué significa esto, por ello no nos sentimos comprometidos con los demás, con la comunidad, con el bien común, con el sano ejer-cicio de la administración. ¿Si no me entiendo yo en este mundo y vivo en un mundo paralelo, cómo voy a sentir mi dimensión de alteridad? ¿Cómo seré capaz de ayudar a otros a entenderse en esta historia? El Padre Humberto Jiménez nos decía en el aula de clase, por allá entre el final de los años

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-80 y principios de los años -90: “el problema del mundo hoy es un problema de identidad humana, nos hemos convertido en depredadores de todo. Pruebas de ello son la contaminación ambiental, las guerras y la marginalidad”. Y, creo, tenía razón.LECTIO.

Segunda Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 12-20

Hermanos:

Darnos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,por cuya sangre hemos recibido la redención, el per-dón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron crea-das todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles,Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.El es el principio, el primogénito de entre los muer-tos, y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.Palabra de Dios.

MEDITATIO.Tres expresiones muy significativas:

• Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas.• Él es la imagen del Dios invisible.• Él es la plenitud.

No fueron sus grandes discursos. Aristóteles es-cribió más. No fue su gran poder. Los emperado-

res romanos tuvieron más. No fue su gran riqueza. Creo que Zaqueo tuvo más. Fue él mismo como persona, como ser histórico, como persona que se dirigió a las gentes, que privilegió a los más des-afortunados, que tocó, escuchó, cenó, gritó, amó. A Él sus discípulos de entonces, que esperaban el Ungido de YHWH, el que recogiera en sí mismo toda la Historia de Salvación, vieron como LUZ, IMAGEN y PLENITUD de Dios.

LECTIO.

Evangelio según san Lucas 23, 35-43

En aquel tiempo, las autoridades hacían mue-cas a Jesús, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.»

Se burlaban de él también los soldados, ofre-ciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»

Habla encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»

Uno de los malhechores crucificados lo insul-taba, diciendo:- «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»

Pero el otro lo increpaba:- «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hici-mos; en cambio, éste no ha faltado en nada.»

Y decía:- «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»

Jesús le respondió:- «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»Palabra del Señor.

MEDITATIO.Miremos la secuencia de esta narración: unos ha-cen muecas, los otros se burlan, uno lo insulta…. Y Jesús responde amablemente a las palabras de

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aquel que lo defendió en la cruz, un criminal: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. No sólo le dirige unas palabras amables, sino que atiende genero-samente a su acto de conmiseración.

La cruz de Jesús es un pedazo de madera donde se da muerte. Pero, con la persona de Jesús allí muriendo, tiempo toma tres nuevas dimensiones de significación:

• Es un Púlpito: Porque es su logos más impor-tante. Allí condensa toda su vida y desde allí nos enseña definitivamente a mirar a Dios, al lado de los que dan su vida. Llamándonos a dar la vida. Es el púlpito donde se recoge el más profundo de sentido de sus palabras: No he venido a ser servido, sino a servir. El que quiera ser el primero, que sea de todos el úl-timo.

• Es un Taller: Porque desde allí empieza la construcción definitiva del reinado de Dios. Con este acto no se busca terminar la historia humana, sino darle un nuevo comienzo desde el amor. Desde que comenzó su actuar en la sinagoga de Nazaret, Jesús se enfrentó a todo tipo de personas y circunstancias: Las auto-ridades, la familia, los seguidores; la incom-prensión, la lisonja, la transgresión de la Ley. Su vida es una muestra de cómo hay que en-carnar grandes ideales, los que tienen que ver con el cuidado de los hombres, e ir muchas veces en contravía para poder dar sentido a la vida.

• Es un Altar: Porque si su sacrificio tiene algún sentido, desde Dios, entonces allí donde se entrega la vida está el altar para oficiar. El ver-dadero altar es donde se da la vida. El libro del Levítico tiene tres tipos de sacrificios a YHWH: Sacrificios de Comunión, los de Expiación y los de Reparación (Lv 1-7); en todos hay un animal que se sacrifica para satisfacer a Dios, como en la imagen del Gn 8,20-21. Esa ima-gen antigua de que Dios huele el humo de un animal sacrificado e incinerado es cambiada

por la persona de Jesús. Ahora no interesa eso. Interesa que cada uno haga de su vida el Altar de Dios, que su vida sea donación y fermento de vida para otras personas.

Para todos esos interlocutores de Jesús, en el Gól-gota, la salvación consiste en evadirse a sí mismo, escapar, huir. Para Jesús la salvación consiste en sembrar en la historia el reinado de Dios, construir una comunidad de discípulos y discípulas y ser leal a ellos (por eso la cruz), confiar en Dios como el verdadero cultivador de lo sembrado y esperar la victoria“del dar la vida” con valentía. San Juan, evangelista, en su narración logra el efecto de mostrar la cruz de Jesús como el verdadero juicio del mundo. Porque el mundo es vencido, porque la mentira de las estructuras humanas es desenmas-carada (Jn 12,31-32).

Todo el año litúrgico es un caminar detrás de Je-sús para desenmascararnos (visión pesimista) y para construirnos desde la experiencia de Dios (visión optimista); para morir a todas nuestras mo-dalidades de evasión, de huída, en insolidaridad, de intolerancia. Este es un bello día para evaluar cuánto de la siembra de la fe ha comenzado a dar frutos en cada uno de nosotros, en cada familia, en cada pequeña o gran comunidad. Nuestra per-tinencia en el mundo es la de ser “sembradores”, más que pregoneros de que Dios existe. Nuestro cometido tiene qué ser más el de ser testigos, que el de ser agoreros. Nuestro cometido es el Reino de Dios que hay que sembrar, regar y hacer bro-tar, para que cada generación goce de sus frutos, haga la experiencia de Dios.

BIBLIOGRAFIA• La Biblia. Versión Dios habla hoy. • Jairo Alberto Henao Mesa. Pentateuco. Ad

usum privatum tantum.• El Colombiano. Noviembre 1 de 2013 y No-

viembre 6 de 2013.

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¡ Ven con nosotros a caminar!1963 - 1964. Hacia la LumenGentium (8)

Somos muchísimos los católicos de habla castellana que aprendimos a entusiasmarnos con las increíbles aventuras teológicas y pastorales que supuso la ce-lebración, hace cincuenta años, del Concilio Ecumé-nico Vaticano II, a través de las páginas deliciosas, agradables y profundas a la vez, llenas de anécdotas sorprendentes y de atinadas síntesis teológicas, de la obra de ese excelente sacerdote y periodista español que fue José Luis Martín Descalzo.

Los cuatro volúmenes de “Un periodista en el Con-cilio” son un acertado resumen de cuanto ocurrió en los vericuetos, a veces increíblemente complejos, del quehacer ecuménico 1.

En nuestro último encuentro, a través de estas pági-nas, asistimos sorprendidos, desde un discreto rincón de la Basílica de san Pedro, a la votación del veinti-nueve de octubre de 1963, cuando una diferencia de sólo cuarenta votos, entre más de dos mil sufragios, definió la polémica bastante candente, excesiva po-dríamos decir, que dividió a los padres conciliares cuando se trató de definir el lugar que debía ocupar, entre los documentos del concilio, la reflexión sobre Nuestra Señora. ¿Un documento independiente o un capítulo al interior de la Constitución sobre la Iglesia?

No se trataba todavía de contenidos, la polarización era “simplemente” cuestión de ubicación.

1 Los cuatro volúmenes fueron publicados por la editorial “Propaganda Popular Católica”, PPC, de Madrid entre 1963 y 1965.

Ahora bien, ¿Cómo queremos a Nuestra Señora? ¿Allá en lo alto sobre todos los demás? ¿O, más bien, aquí en la calle, compartiendo las alegrías y los dolores, los trabajos y los afanes de los hombres que ponen a su Hijo en el centro mismo de la fe?

Por: Fernando J. Bernal Parra. Pbro.Docente. U.P.B.

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Martín Descalzo, con su agudeza y claridad habitual, nos ayuda a comprender el sentido del momento, caracterizándolo con una conversación que, según nuestro autor, tuvieron dos obispos, padres concilia-res, cuando en ese martes de octubre se dirigían a la Basílica Vaticana atravesando presurosos la Plaza de san Pedro. Citemos libremente: “Yo, decía uno de ellos, quiero darle a la Virgen una casa para ella sola, lo contrario sería minusvalorar sus títulos y pri-vilegios”. “Yo, contestaba el otro, quiero darle una habitación principal en la casa de todos”.2

Pero tratemos de aclarar aún más este tema fascinan-te, a través de otro expediente. En el centro histórico de Roma, un lugar obligado para los residentes y, espe-cialmente, para los turistas, es la “Plaza España”, con su fuente, su magnífica escalinata, sus flores y la igle-sia de la Trinidad de los Montes. Allí, en una altísima columna, por sobre todos los vehículos y transeúntes, se encuentra una imponente imagen de María la Ma-dre del Señor. Todos los años en la solemnidad de la Inmaculada los obispos de Roma, es decir, los papas, se llegan, junto con la multitud de los creyente y, segu-ramente, también de los curiosos, hasta la base de esa columna para rendirle a la Señora que está en lo alto, un homenaje filial y para implorar de ella la intersesión maternal ante Nuestro Señor Jesucristo. Ahora bien, ¿Cómo queremos a Nuestra Señora? ¿Allá en lo alto sobre todos los demás? ¿O, más bien, aquí en la calle, compartiendo las alegrías y los dolores, los trabajos y los afanes de los hombres que ponen a su Hijo en el centro mismo de la fe?

Son dos maneras de enfocar, son dos orientaciones llenas ambas de piedad y de buena voluntad. Pero en el concilio, cuarenta votos hicieron prevalecer la segun-da: una habitación para María en la casa de todos, una madre que vive con los suyos en vez de aislarse en altísimas columnas de títulos y de privilegios. Es la “hu-mildad de la esclava a la que le dirán bienaventurada todas las generaciones” como nos proclama la propia María en su cántico maravilloso.3 Al pie de la columna podríamos entonar la conocida exclamación: “Ven con nosotros a caminar”, como can-

2 Cfr. Martín Descalzo, José Luis. Un Periodista en el Concilio. 2° etapa, PPC, Madrid, 1963.

3 Lc. 1, 48.

ta la asamblea cristiana sin comprender totalmente, tal vez, la profundidad de su aclamación.

Está pues definida la ubicación. Ahora viene un cami-no que será arduo y complejo, no carente de intrigas y de altibajos, para definir el contenido del nuevo capítulo que, como resultado de la votación conciliar, se agre-garía al esquema sobre la Iglesia. Como quien dice, ya sabemos dónde ubicar nuestra reflexión mariana, ahora debemos decidir cuál será el contenido de esa reflexión.

Tal vez fue el abad Basil C. Butler, padre conciliar en su carácter de presidente de la Congregación Benedictina de Inglaterra, quien propuso el criterio básico orientador, al decir que era inútil repetir doctrinas ya definidas y que debía el concilio más bien orientarse hacia una profundi-zación de los datos de la Sagrada Escritura.4

Ya dijimos en nuestra anterior reflexión que el ilus-tre abad británico mereció, por esta propuesta, toda clase de insultos y de calumnias de parte de la pren-sa italiana más reaccionaria.5 Estamos en un campo ciertamente delicado debido a una excesiva sensibi-lidad. Pero no importa, Dom Butler estaba dando el golpe en el clavo.

Dos tendencias confluían en la redacción del proyec-to. Veamos:

La primera quería, ante todo, subrayar los privilegios de María y hacer del texto conciliar un desarrollo del magis-terio pontificio de los siglos XIX y XX.Tal vez, para comprender mejor la índole de esta pri-mera tendencia, se nos permita aquí retroceder en el tiempo y llegarnos el veintidós de septiembre de 1961 al “Antonianum”, facultad de Teología de los francis-canos en Roma, en donde ya, en la etapa preconci-liar, se discute sobre la futura reflexión sinodal sobre María. El padre Yves Congar es uno de los presentes y ese mismo día consigna en su Diario estas pala-bras: “Yo veo aquí el drama que me acompaña du-rante toda mi vida: la necesidad de luchar en nombre del Evangelio y de la fe apostólica, contra un desarro-

4 Cfr. Congar, Yves. Mon Journal du Concile I, p. 464. Melloni, Alberto. El comienzo del segundo período, el gran debate sobre la Iglesia, en Alberigo Giuseppe. Historia del Concilio Vaticano II, Vol. III, Sígueme, Salamanca, 2006, p. 99.

5 Cfr. Diario “Il Tempo” de los días 27, 28 y 29 de octubre de 1963.

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llo, una proliferación mediterránea e irlandesa de una mariología que no procede de la revelación y que se apoya únicamente en los textos pontificios”.6

La otra tendencia quería, ante todo, situarse en el con-texto del misterio de Cristo y de la Iglesia y recurrir a una fundamentación prevalentemente bíblica y patrís-tica de la mariología. Quería también tener, además, muy en cuenta las implicaciones ecuménicas de las posiciones conciliares. No claudicar de la identidad católica, pero tampoco levantar barreras innecesarias entre nosotros y las otras Iglesias.

¿Tendencias maximalista y minimalista? Estas deno-minaciones aparecieron con frecuencia, pero son cier-tamente inadecuadas para calificar la profundidad del debate mariológico.

Veamos también, no está por demás, la manera como John W. O´Malley, el historiador jesuita norteamerica-no, se refiere a estas dos tendencias: “Muchos obis-pos y teólogos esperaban un ulterior desarrollo de la doctrina mariana en el concilio, algunos pensaban en una nueva definición del papel de María como corre-dentora con Cristo”. Es la primera tendencia. Y así se refiere a la segunda. “Muchos pensaban que el con-cilio debía preocuparse sobre todo de centrar la pie-dad de los católicos en la Biblia y en la liturgia pública de la Iglesia y no tanto en las devociones, incluidas las prácticas devocionales marianas, que, a menudo, parecían tener una vida independiente de la Sagrada Escritura y de la liturgia”7.

Las dos tendencias estaban encarnadas, podríamos decirlo, en los dos teólogos que serán el centro de la subcomisión comúnmente llamada “De Beata Virgine Maria”, encargada por la Comisión Teológica de adelan-tar la redacción del texto que sería enviado a los padres conciliares y sometido más tarde al debate y al escrutinio de la asamblea sinodal. Son ellos Balic y Philips. Presen-temos al primero, recordemos al segundo.

Charles Balic era un fraile franciscano croata, profe-sor de mariología en el “Antonianum” de Roma y en la

6 Cangar, Yves. Mon Journal du Concile I, Cerf, Paris, 2002, p. 66 – 67.7 O´Malley, John W. ¿Qué pasó en el Vaticano II?, Sal Terrae, Santander, 2012, p. 253.

Universidad Lateranense, fundador y presidente de la “Pontificia Academia Mariana Internacional”8 y con-sultor del Santo Oficio.

Gérald Philips ya no necesita presentación en estas páginas. Sin embargo recordémoslo, con admiración, como profesor de la Universidad de Lovaina en Bélgi-ca y consultor del episcopado de ese país. Es el alma de la que fue llamada con frecuencia en el ambiente conciliar “La Escuadra Belga”. Pronto sería electo se-cretario adjunto de la Comisión Teológica. Allí jugaría un efectivo papel como contrapeso a las posiciones excesivamente escolásticas del jesuita Sebastián Tromp y a las posiciones claramente conservadoras de los cardenales Alfredo Ottaviani y Michel Browne.

Aunque seguramente con un mismo interés eclesial, nuestros dos teólogos, Balic y Philips, eran dos polos opuestos en el ámbito mariológico.

Muchas veces nos hemos “colado” en la Basílica de san Pedro, seamos hoy aún más indiscretos y subá-monos furtivamente al vehículo que conduce a los pa-dres Philips y Congar, en la tarde del lunes dieciocho de noviembre de 1963, hacia el Vaticano, para parti-cipar en la reunión de la Comisión Teológica. El belga cuenta al francés, podemos oírlo claramente, que esa misma mañana en la comisión “De Beata Virgine Ma-ria” se le ha pedido a Balic atenerse a un esquema que será redactado por Philips. Éste dice también a Congar, que en su texto será necesario tomar elemen-tos de las dos tendencias puesto que de otra manera sería muy difícil llegar a un acuerdo final.9

Pero las cosas no tuvieron un desarrollo rectilíneo. Hemos quedado interesados con la información ad-quirida en ese vehículo. Por eso volvemos a las an-dadas exactamente una semana más tarde, el lunes veinticinco de noviembre. Allí, otra vez polizones en el mismo vehículo, interceptamos de nuevo una con-versación de Philips y Congar, quien entonces está hospedado en el Colegio Belga.

8 La “Pontificia Academia Mariana Internacional” (PAMI) es hoy una de las siete academias coordinadas por el Pontificio Consejo de la Cultura. Balic la fundó en 1959 y la presidió hasta 1977.

9 Cfr. Congar, Yves. Journal du Concile I, Cerf, Paris, 2002, p. 543.

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El profesor de Lovaina comenta al teólogo dominico la reunión que se ha tenido esa mañana en la Casa Santa Marta (aunque muy transformada es el mismo lugar en donde hoy reside el papa Francisco y desde donde con su diaria homilía, ¡qué novedad! ilumina los pasos de la Iglesia). Allí, según escuchamos de labios de Philips, Balic quiere hacerlo pasar como patrocinador de un texto completamente ajeno a las líneas teológicas del profesor de Lovaina. Se trata entonces de apuntalar ideas ajenas a Philips en el prestigio que entonces el teólogo belga gozaba.10

Siendo así la dinámica no es de extrañar que la comi-sión trabajara muy lentamente.

Y así llegamos al final de la segunda sesión conci-liar, hace exactamente cincuenta años. El cuatro de diciembre de 1963 el papa Pablo VI promulgó los dos primeros documentos, las primicias del trabajo sino-dal: la Constitución “Sacrosanctum Concilium” sobre la Sagrada Liturgia y el decreto “Inter Mirifica” sobre los Medios de Comunicación Social. La primera ha-bría de producir el más visible impacto de la labor conciliar sobre los creyentes católicos “de a pie”, el segundo sería el más flojo de los documentos con-ciliares. El papa anunció ese día también, a los sor-prendidos padres sinodales, su propósito de peregri-nar a Tierra Santa entre el cuatro y el seis de enero de 1964 y de encontrarse allí con el Patriarca Ecumé-nico de Constantinopla, Atenágoras.Empieza entonces la segunda intersesión conciliar que habría de prolongarse desde ese cuatro de di-ciembre hasta el catorce de septiembre del año si-guiente, 1964, cuando el mismo pontífice inauguraría la tercera sesión conciliar.

Las intersesiones eran el espacio abierto para el ar-duo trabajo de las comisiones y subcomisiones. Así, en el mes de abril de 1964, todos los capítulos de la futura Constitución sobre la Iglesia habían sido ya discutidos, y las comisiones correspondientes esta-ban listas para el estudio de las precisiones y mo-dificaciones que fueran siendo presentadas, por los padres conciliares, en miras a la tercera sesión.Pero había una notable excepción y ésta se refería

10 Cfr. Ibidem. p. 572

precisamente a la subcomisión que en este momento nos interesa, la “De Beata Virgine Maria”, es decir, la que preparaba el capítulo referente a Nuestra Señora. Escuchemos estas reveladoras palabras de Evangelis-ta Vilanova, el ilustre monje benedictino de Montserrat y gran historiador de la teología: “Comenzó entonces un exasperante tira y afloje entre Philips y Balic”.11 Gérald Philips, siempre incansable, ha elaborado un nuevo proyecto para el capítulo durante el mes de diciembre, con estos criterios teológicos básicos: fun-damentar bíblicamente la doctrina mariana, situar a María en la historia de la salvación y en su relación con la Iglesia, afirmar el papel de la fe en la vida de Nuestra Señora.

Este texto fue presentado a la subcomisión en la reu-nión del veinte de febrero de ese año 1964. Empieza entonces el famoso “tira y afloje”, que habría de prolon-garse hasta el seis de junio, cuando se logró por fin un acuerdo sobre un proyecto en el que, desde el trabajo elaborado por Philips, se recogían también elementos de la línea mariológica representada por Balic.

Este proyecto quería evitar dos cosas: la pretensión de exponer la doctrina mariana completa y el llegar a decidir cuestiones que fueran aún objeto de contro-versia entre los teólogos. En el campo de la mariolo-gía las definiciones no eran ciertamente el propósito de la cita ecuménica.

Entonces, el tres de julio, el papa Pablo VI ordenó que el proyecto fuera inmediatamente enviado a to-dos los padres conciliares para que así estos, desde sus diócesis lejanas o cercanas, pudieran preparar el debate que habría de tener lugar en la tercera sesión, durante el otoño de ese año 1964.Debemos ahora suponer el interés con el cual el texto sería estudiado por todos aquellos que tenían derecho a voto en el debate ecuménico y, muy especialmente, por sus teólogos asesores. Guardemos nosotros pru-dente silencio y esperemos el debate que, como podía preverse, será bastante difícil, y que se llevará a cabo durante la tercera sesión que tendrá lugar entre el cator-ce de septiembre y el veintiuno de noviembre de 1964.

11 Vilanova, Evangelista. La Intersesión 1963 – 1964, en Alberigo Giuseppe. Historia del Concilio Vaticano II. Vol. III, Sígueme, Salamanca, 2006, p. 316.

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LAS VISITAS PASTORALES

A partir del segundo semestre del año 2013, se han dado inicio en nuestra Arquidiócesis de Mede-llín a las Visitas Pastorales que realizará el Arzo-bispo a las diferentes comunidades parroquiales. Es un plan que pretende en un lapso de tiempo de cinco años, abarcar en cuanto sea posible la totalidad de las parroquias, según lo establecen las normas canónicas.

Por la importancia de este hecho pastoral, y dado que para que algunos sacerdotes que han asumi-do la responsabilidad de ser párrocos y otros que comienzan su vida ministerial es posible que no hubieran tenido la experiencia de lo que son las visitas pastorales, he pensado que es de mucha utilidad conocer desde la fuente oficial de la Iglesia lo que son estas visitas, para así podernos aden-trar más y mejor en su significación más profunda, y de esta manera, vivir más y mejor, estas Visitas pastorales.

Primera parteORIENTACIONES MAGISTERIALES

1. La Pastores gregis:

El beato Juan Pablo II en la Exhortación Postsino-dal “PASTORES GREGIS sobre el Obispo servi-dor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo”, del 16 de octubre de 2003, aborda el tema de las visitas pastorales en un breve número, que luego habrá de ser ampliado por la Congre-

La Visita pastoral es un Kairós, un tiempo de gracia y una bendición, tanto para la parroquia como para la Iglesia particular.

Por: Mons. Luis F. Rodríguez Velásquez Vicario General

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gación para los Obispos en el Directorio para los Obispos. Dice así el Papa Juan Pablo II:

“La visita pastoral. 46. Precisamente en esta perspectiva resalta la importancia de la visita pas-toral, auténtico tiempo de gracia y momento espe-cial, más aún, único, para el encuentro y diálogo del Obispo con los fieles. El Obispo Bartolomeu dos Mártires, que yo mismo beatifiqué a los pocos días de concluir el Sínodo, en su obra clásica Sti-mulus Pastorum, muy estimada también por san Carlos Borromeo, define la visita pastoral quasi anima episcopalis regiminis y la describe elocuen-temente como una expansión de la presencia es-piritual del Obispo entre sus fieles.

En su visita pastoral a la parroquia, dejando a otros delegados el examen de las cuestiones de tipo administrativo, el Obispo ha de dar prioridad al encuentro con las personas, empezando por el párroco y los demás sacerdotes. Es el momento en que ejerce más cerca de su pueblo el ministerio de la palabra, la santificación y la guía pastoral, en contacto más directo con las angustias y las preocupaciones, las alegrías y las expectativas de la gente, con la posibilidad de exhortar a todos a la esperanza. En esta ocasión, el Obispo tiene sobre todo un contacto directo con las personas más po-bres, los ancianos y los enfermos. Realizada así, la visita pastoral muestra lo que es, un signo de la presencia del Señor que visita a su pueblo en la paz”.

2. El Directorio para el Ministerio pastoral de los Obispos:

La Congregación para los Obispos, en el Direc-torio para el Ministerio pastoral de los Obispos “APOSTOLORUM SUCCESSORES”, del 22 de febrero de 2004, en los números 220, 221, 222 y 224, enuncia lo que son las visitas pastorales, su componente y la forma de realizarlas. Dice así el Directorio:

“III. La Visita Pastoral

220. Carácter de la visita pastoral.

“El Obispo tiene la obligación de visitar la dióce-sis cada año total o parcialmente, de modo que al menos cada cinco años visite la diócesis entera, personalmente o, si se encuentra legítimamente impedido, por medio del Obispo coadjutor, o del auxiliar, o del Vicario general o episcopal o de otro presbítero”.

La visita pastoral es una de las formas, confirma-da por siglos de experiencia, con la que el Obis-po mantiene contactos personales con el clero y con los otros miembros del pueblo de Dios. Es una oportunidad para reanimar las energías de los agentes evangelizadores, felicitarlos, animarlos y consolarlos; es también la ocasión para invitar a todos los fieles a la renovación de la propia vida cristiana y a una acción apostólica más intensa. La visita le permite, además, examinar la eficien-cia de las estructuras y de los instrumentos desti-nados al servicio pastoral, dándose cuenta de las circunstancias y dificultades del trabajo evangeli-zador, para poder determinar mejor las prioridades y los medios de la pastoral orgánica.

La visita pastoral es, por lo tanto, una acción apos-tólica que el Obispo debe cumplir animado por la caridad pastoral que lo presenta concretamente como principio y fundamento visible de la unidad en la Iglesia particular. Para las comunidades y las instituciones que la reciben, la visita es un evento de gracia que refleja en cierta medida aquella es-pecial visita con la que el “supremo pastor” (1Pe. 5, 4) y guardián de nuestras almas (cf. 1Pe. 2, 25), Jesucristo, ha visitado y redimido a su pueblo (cf. Lc. 1, 68).

A la visita pastoral están sujetas “las personas, instituciones católicas, cosas y lugares sagrados que se encuentran en el ámbito de la diócesis”, incluidos los monasterios autónomos y las casas de los Institutos religiosos de derecho diocesano, teniendo en cuenta las limitaciones indicadas por las normas canónicas en lo referente a las iglesias y oratorios de los Institutos de derecho pontificio.

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221. Forma de realización de la visita pastoral a las parroquias.

En las visitas a las parroquias, el Obispo tratará de realizar, según las posibilidades de tiempo y de lugar, los siguientes actos:

• celebrar la Santa Misa y predicar la Palabra de Dios;

• conferir solemnemente el Sacramento de la Confirmación, posiblemente durante la Misa;

• encontrarse con el párroco y con los otros clé-rigos que ayudan en las parroquias;

• reunirse con el Consejo pastoral, o si no exis-te, con los fieles (clérigos, religiosos y miem-bros de las Sociedades de vida apostólica y laicos) que colaboran en los distintos aposto-lados y con las asociaciones de fieles;

• encontrarse con el Consejo para asuntos eco-nómicos;

• tener un encuentro con los niños y los jóvenes que realizan el camino de catequesis;

• visitar las escuelas y otras obras e institucio-nes católicas dependientes de la parroquia;

• visitar, si es posible, algunos enfermos de la parroquia.

El Obispo puede también escoger otros modos para hacerse presente entre los fieles, conside-rando las costumbres del lugar y la conveniencia apostólica: con los jóvenes, por ejemplo, con oca-sión de iniciativas culturales y deportivas; con los obreros, para compartir juntos, dialogar, etc.

En la visita no se debe omitir, finalmente, el exa-men de la administración y conservación de la pa-rroquia: lugares sagrados y ornamentos litúrgicos, libros parroquiales y otros bienes. Sin embargo, algunos aspectos de este examen pueden ser asignados a los vicarios foráneos o a otros cléri-gos idóneos, para que sean realizados en los días precedentes o sucesivos a la visita, de manera que el Obispo pueda dedicar el tiempo de la visita sobre todo a los encuentros personales, como co-rresponde a su oficio de Pastor.

222. Preparación de la visita pastoral.

La visita pastoral, programada con la debida antici-pación, requiere una adecuada preparación de los fieles, mediante especiales ciclos de conferencias y predicaciones sobre los temas relacionados con la naturaleza de la Iglesia, la comunión jerárquica y el episcopado, etc. Se pueden también publicar opúsculos y utilizar otros medios de comunicación social. Para resaltar el aspecto espiritual y apostó-lico, la visita puede estar precedida por una serie de misiones populares, que lleguen a todas las ca-tegorías sociales y a todas las personas, inclusive aquellas alejadas de la práctica religiosa.

El Obispo debe prepararse adecuadamente para efectuar la visita, informándose con anticipación sobre la situación socio religiosa de la parroquia: estos datos pueden serle útiles a él y a las seccio-nes diocesanas interesadas, para tener un cuadro real del estado de la comunidad y tomar las opor-tunas medidas.

224. Conclusión de la visita.

Concluida la visita pastoral a las parroquias, es oportuno que el Obispo redacte un documento que testimonie la realización de la visita a cada parro-quia, en el que se recuerde el desarrollo de la visita, se reconozcan los esfuerzos pastorales y se señalen los puntos para un camino más exigente de la comu-nidad, sin omitir las indicaciones sobre el estado de las estructuras físicas, de las obras pastorales y de otras eventuales instituciones pastorales”.

Segunda parteLAS VISITAS PASTORALES, UNA

BENDICIONPARA LA PARROQUIA Y LA IGLESIA

PARTICULAR

Conociendo lo que dice el Magisterio acerca de una tradición inveterada de la Iglesia como son las visitas pastorales, vale la pena detenernos en al-gunos aspectos más relevantes.

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1. Dimensión pastoral:

Las Visitas pastorales son ante todo una bendi-ción para las Iglesias particulares, pues entorno de ellas, se tiene una experiencia viva de lo que es la acción de Cristo Buen pastor, que a través del Obispo y sus colaboradores más inmediatos, hacen posible que toda la comunidad parroquial tenga la oportunidad de sentir más cercana la presencia del Señor. Es interesante lo que dice el Directorio para los Obispos al afirmar que el Obispo ha de considerar “la visita pastoral como quasi anima episcopalis regiminis, una expan-sión de su presencia espiritual entre sus fieles” (n. 223).

En los tiempos actuales en los que se habla tanto de la Nueva Evangelización, la Visita pastoral se convierte en un instrumento maravilloso para co-nocer, evaluar y proyectar la acción pastoral de las parroquias y con ellas, de toda la diócesis.

Para conocer. Esta es una dinámica de doble vía: para el Obispo, significa darse cuenta de cómo son sus parroquias; cuáles sus planes pastorales; cómo están organizadas; cuáles son sus fortale-zas y cuáles son sus debilidades; qué iniciativas de pastoral en los distintos campos son exitosas, etc. Para el párroco y su comunidad sirve para: identificar otras experiencias pastorales con las cuales puede enriquecer su acción evangelizado-ra, y a la vez, con las cuales puede él mismo ayu-dar a otras comunidades. El conocimiento en las visitas pastorales, al fin de cuentas, se vuelve una forma de comunicación cristiana de bienes y experiencias, todas orientadas a la mayor glo-ria de Dios y expansión del Reino de Dios y su justicia.

Para evaluar. Un aspecto muy importante y útil de las Visitas pastorales, consiste en evaluar, medir y cotejar, todos los esfuerzos pastorales y admi-nistrativos en las comunidades parroquiales. Este ejercicio puede partir de una sola pregunta: ¿está la parroquia logrando que el mandato del Señor de ir, bautizar y evangelizar, está propiciando una

verdadera conversión de los fieles, conversión que se vea reflejada en un estilo de vida en el que los valores humanos y cristianos sean su distintivo?

No nos puede dar miedo a ser evaluados, más aún, nos debe gustar, pues la mirada objetiva de otros nos sirven para ratificar lo bueno que se hace, o para identificar deficiencias que de pronto, por el ritmo y las múltiples ocupaciones, no son perceptibles por el párroco y sus colaboradores. La revisión de procesos, llámese administrativos en los despachos parroquiales, o pastorales, ayu-da a que seamos cada vez más eficientes en todo.

Para proyectar. La Visita pastoral no puede que-darse en un momento aislado y limitado en el tiem-po. Como momento de gracia, la Visita pastoral se vuelve punto de partida para dinamizar más y mejor la vida pastoral de las parroquias; para re-elaborar, si fuera del caso, algunos aspectos de los planes pastorales; para asumir nuevos retos evangelizadores; para hacer más fuerte la comu-nión del párroco, sus colaboradores y fieles en general, con el pastor diocesano y con la Iglesia en general. Como agente evangelizadora, la pa-rroquia, después de una Visita pastoral, queda evangelizada.

2. Dimensión administrativa:

Pero la Visita pastoral no se limita sólo a la dimen-sión espiritual y pastoral, implica también, como se ha visto anteriormente, los asuntos administra-tivos: “En la visita no se debe omitir, finalmente, el examen de la administración y conservación de la parroquia: lugares sagrados y ornamentos litúrgi-cos, libros parroquiales y otros bienes” (Directorio para los Obispos, 221).

Particularmente en los tiempos actuales, las exi-gencias de orden administrativo tanto los prove-nientes de la Iglesia, ad intra, como las que provie-nen de entes externos, sobre todo del Estado civil, ad extra, son cada vez mayores. Estas exigencias no deben verse como carga, sino como una opor-tunidad para hacer las cosas bien, propiciando el

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trabajo en equipo, y, por qué no, para motivar la confianza en el trabajo y servicio de los profesio-nales laicos.

Muchos de los procesos orientados a la calidad en otros campos y saberes pueden aplicarse perfec-tamente a la vida y acción pastoral y administrativa de las parroquias. Uno de estos procesos es la “rendición de cuentas”. Se trata, en resumen, de poner sobre la mesa, sintéticamente, pero con los soportes adecuados, los resultados buenos y ma-los de los planes propuestos. La acción pastoral se puede y se debe medir. Existen valiosas expe-riencias en este sentido.

La Visita pastoral sirve para que el párroco, como primer administrador de la parroquia, rinda cuen-tas, presente un informe global de su ministerio pastoral y de la forma como está administrando, sin olvidar que “Todos los administradores están obligados a cumplir su función con la diligencia de un buen padre de familia” (Código de Derecho Ca-nónico, c. 1284 &1).

El mismo Código, en el canon 1287, exhorta a los administradores a “rendir cuentas” -que es la expresión que utiliza- tanto al Ordinario del lugar, como a los fieles. Este ejercicio es de vital im-portancia, pues es la base, como se ha dijo, para identificar las fortalezas, descubrir o tomar con-ciencia de las debilidades, y para definir en con-junto las acciones para continuar creciendo o para implementar las mejoras.

Para esto se debe ser muy honesto, objetivo, hu-milde y valiente. Ambos, el Obispo y el párroco, deberán estar abiertos a este encuentro, dispues-tos a corregir lo que sea necesario, a cambiar lo que sea pertinente o a fortalecer lo que está bue-no.

Para realizar convenientemente este trabajo, una clave puede ser útil, y es que en los procesos de certificación de procesos (en las actuales Normas ISO, por ejemplo) o acreditación en los programas académicos, hay una fase que es la primordial, y

es la fase de la autoevaluación. El párroco, en este caso, respetando y aplicando los paráme-tros dados por la disciplina canónica general y las orientaciones diocesanas, define los campos de acción en los cuales trabajará, así como las metas y la metodología del trabajo. En este sentido, será el mismo párroco, con su equipo, quien le deberá hacer seguimiento permanente y en el camino, de-berá hacer los planes de mejoramiento que sean necesarios. Si esto se hace, cuando llega la Visita pastoral, no hay motivo de preocupación, pues de lo que se trata es compartir al Obispo, con suma sencillez, el trabajo que se lleva a cabo.

El Obispo, en la Visita pastoral, a manera de una visita de pares para la certificación o acreditación, lo que hace es asumir los planes específicos de cada parroquia, para conocerlos y evaluarlos, cada uno con su diferencia y particularidad. Por eso, la Visita pastoral cuando se realiza simultá-neamente en un grupo de parroquias, aunque ten-ga un esquema común, es diferente en cada una, y cada una deberá dar cuenta de su acción.

Esto es lo que hace valiosa la Visita pastoral, tanto para el Obispo, como para el párroco y sus co-munidades. Ese es el aporte que los procesos evaluativos dan a la Visitas que, finalmente, ha de quedar plasmado en el acta de cierre con los reconocimientos y recomendaciones que deberán cumplirse.

Conclusión:

La Visita pastoral es un Kairós, un tiempo de gra-cia y una bendición, tanto para la parroquia como para la Iglesia particular. Por eso ha de agrade-cerse a Dios y ha de aprovecharse al máximo. En nuestra Arquidiócesis de Medellín, hacemos pro-pia la descripción que hace el Papa Juan Pablo en la Exhortación Apostólica Pastores gregis: la Visita pastoral es “un signo de la presencia del Señor que visita a su pueblo en la paz” (PG, 46).

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ES TIEMPO DE LA FAMILIA, ¡RENOVEMOS NUESTRO AMOR!

El domingo 27 de octubre de 2013 se celebró en el polideportivo de la Universidad Pontificia Boli-variana, la Jornada de la Familia con el lema: ES TIEMPO DE LA FAMILIA, ¡RENOVEMOS NUES-TRO AMOR!.

Fue ésta una oportunidad para visibilizar las fami-lias, hacerlas presente y lograr sentir y transmi-tir que las familias siempre han sido, son y serán para la Iglesia una “comunidad de vida y de amor”.El Papa Juan Pablo II así lo definió en la Exhorta-ción Apostólica Familiaris Consortio (1981). Y el Papa Francisco también lo repitió en el encuentro de familias que se realizó en Roma, en el marco del año de la Fe, y decía que la comunidad no es la sumatoria de personas, sino el grupo de perso-nas que forman una comunidad y que por ello son una familia.

Para lograr conformarse como familia cristiana, es necesario la voluntad de los novios que asumen con libertad y conciencia un compromiso que es para toda la vida, “Hasta que la muerte los separe”. Y de ahí que la gracia que santifica este sacramento es el Amor.

Esta Jornada que realizó la Arquidiócesis de Me-dellín y la UPB, además de unirse espiritualmente a la peregrinación que hicieron a la tumba de San Pedro numerosas familias de más de 70 países del mundo, buscó llamar la atención de las familias de la Arquidiócesis que, animadas por los sacer-

Nos corresponde ayudar a RENOVAR EL AMOR de Dios en cada familia y tomar conciencia de que este amor no puede ser a medias, no puede ser tibio, sino que tiene que ser muy claro y decidido para que las familias estén fundamentadas en Cristo y puedan así dar testimonio de su amor.

Por: Jorge Enrique García Gómez, Pbro. Delegado Arzobispal para la Pastoral Familiar

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dotes que recibieron la invitación y la extendieron a sus comunidades parroquiales, atendieron al lla-mado y celebraron con fe, gozo y esperanza este encuentro en torno a la Eucaristía que presidió el Señor Arzobispo Mons. Ricardo Tobón Restrepo.Con el objetivo de hacer extensivo a todos uste-des las principales reflexiones que se abordaron en este encuentro, para que las multipliquemos en la pastoral interna de las parroquias, quisiera resu-mirlo en 3 grandes ideas:

En primer lugar, es necesario tomar conciencia de que estamos en un cambio de época. La sociedad cambió y nadie es ajeno a los efectos de estos cambios; incluso la familia y, por ende la Iglesia. De ahí la importancia de llamar la atención en este sentido, en cuanto que la mayoría de las personas no están preparadas para los cambios. Simplemente lo asumen sin darse cuenta de lo que pueda ocurrir.

La comparación la podríamos hacer con un tras-teo, donde las personas deben tomar elecciones sobre lo que se llevan y sobre lo que deben de-jar pues en el nuevo espacio no cabe todo lo que tenían. Es aquí cuando las familias actuales fre-cuentemente están confundiendo mejorar el nivel de vida con tener calidad de vida y por eso de

manera inconsciente, están dejando fuera, como desecho, cosas que son fundamentales para no perder el sentido de la vida familiar.

En todo cambio hay crisis, pero también surgen oportunidades. Hay renuncias, pero también se gana por el hecho mismo de desprenderse. Hay expectativa y un poco de miedo a lo desconocido, pero al mismo tiempo se despierta una creatividad animada por las ganas de lo nuevo. Sin embargo, no siempre este tipo de cambios garantizan lo que a nivel individual o colectivo se busca. Caso con-creto los habitantes del edificio Space que invirtie-ron de seguro una buena suma de dinero con la ilusión de tener un apartamento muy bien ubicado, en un prestigioso lugar de la ciudad y con un reco-nocimiento social por aquello de las estratificacio-nes sociales. Y, en minutos, todos fuimos testigos de la manera como los sueños de estas familias se desvanecieron, quedando en la calle y sin nin-gún soporte para recuperar si quiera algo. Por mu-cho que los apartamentos de ese lugar digan: SE VENDE, creo que ya poco llaman la atención.

Dolorosa esta situación pero es una realidad. Pa-radójicamente lo que hoy llamamos avance y de-sarrollo, pareciera que es lo contrario de lo que realmente la palabra significa.

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De la década de los 60 hacia acá son muchos los cambios que han transformado la sociedad y que han cambiado las relaciones humanas y sociales. El teléfono celular, el Ipad, la tablet, los buscado-res de internet, las redes sociales, en una palabra toda la revolución tecnológica y cibernética nos han agilizado muchas cosas, pero al mismo tiem-po han hecho menos cálidas las relaciones inter-personales.

Por esto, y por muchas cosas más, es que para la Pastoral Familiar son muy importantes las jor-nadas como la que hicimos en la UPB, para que todos tomemos conciencia de lo que no se debe negociar para no dejar de ser familia. Cuáles son aquellos intangibles que no se pueden quedar en el trasteo y que son fundamentales, para que la familia no pierda su identidad y su estructura.

Seguramente, hemos conocido familias que ante este tipo de cambios sociales, también se dejaron contagiar de los cambios de moda; y negociaron el tiempo para la familia pues estaban muy ocu-pados, consiguiendo dinero para darle a los hijos “todo lo que hoy ellos necesitan”, sin darse cuenta que les estaban quitando lo que realmente les ha-cía falta. Algo parecido ha sucedido frente a lo que es esencial en la relación de una pareja como es el afecto y el amor para mantener viva su alianza

matrimonial. Aquí, precisamente, es fundamental el acompañamiento de los sacerdotes para hacer caer en la cuenta a una pareja de esposos que en medio de esta oferta consumista, hay cosas que no deberían ser negociables en medio de este cambio cultural que estamos viviendo.

En segundo lugar, lo no negociable en un cambio es el sentido. Y hoy en día las familias podrían cam-biar muchas cosas, sin embargo lo que acabaría con su razón de ser es dejar de ser una comunidad de vida y de amor, pues la familia es fundamentalmente el soporte afectivo de sus miembros y sólo cuando lo hace adecuadamente, se convierte en célula vital para la sociedad, pues una familia sana gesta seres huma-nos equilibrados.

Y si este sentido lo iluminamos con la visión cris-tiana, donde todos los miembros de la familia vi-ven en función de los otros, ahí es donde se puede lograr una gran diferencia del encuentro con Cristo y es que toma sentido la vocación a conformar un hogar que se convierta en vientre para gestar seres humanos, donde todos sus miembros se acompa-ñan para lograr una humanización más plena. Por eso, es necesario aclarar que la formación no pue-de confundirse con querer diseñar al otro a su ama-ño y sus necesidades. Por el contrario, los padres acompañan a sus hijos, para encontrar en ellos el

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mejor ser humano que puede llegar a ser y en este acompañamiento, ellos también van encontrando un proceso de crecimiento y humanización. Y esto se logra en una comunidad de personas que comparten cuanto son, saben, hacen y poseen, con miras a un encuentro que se logra en familia.

Para la Pastoral Familiar es muy importante la la-bor del sacerdote en su acompañamiento y ministe-rio parroquial. Siguen siendo los sacerdotes refe-rentes de apoyo moral, de quienes las parejas y las familias esperan siempre una palabra, un con-suelo, un apoyo y sobre todo un gran testimonio.

La queja de los esposos es que la Iglesia los casa pero los deja solos. Se limita todo el acom-pañamiento a un momento sacramental que, en la mayoría de los casos, se convierte en un protocolo social; y, de ahí, hasta un próximo en-cuentro, ya sea para el cursillo pre bautismal u otro de iniciación cristiana. Son encuentros es-porádicos que no tienen ninguna secuencia y que llevan a que se celebren muchas cosas que son de la fe, pero que en ningún momento afian-zan el sentido cristiano.

El sentido de ser familia unido a la labor evangeli-zadora y pastoral de los sacerdotes debe llevar a construir una comunidad tanto al interior de los ho-gares como al exterior de los mismos, mediante el testimonio de hogares sanos y fuertes que hagan de cada comunidad parroquial, una Iglesia viva.

Cuando Jesús pasó por el mundo en su vida terre-na, lo que demostraba con sus dichos y hechos, es que el Padre estaba con él y su predicación lle-vaba siempre a comprometer a todos a que actue-mos incondicionalmente por el otro. Es lo mismo que debe hacer la familia: Trabajar hacia adentro y hacia fuera, para hacer de la familia una comuni-dad y de la comunidad una verdadera familia.

En tercer lugar, es necesario promover la Pas-toral Familiar Parroquial. Nuestra misión como Iglesia es lograr que la familia encuentre el senti-do, donde Cristo es el modelo.

El evangelio nos muestra que a Jesús le dolía el dolor del otro. Este es el verdadero amor, el que es capaz de dar la vida por el otro.

¿Cómo serían las familias si tuvieran como criterio de amor, el estilo de vida de Cristo?

Para lograr lo anterior hay que vivir como testigos, dando testimonio del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús con una donación incondicional que lleve a la familia a preocuparse por el otro, a estar atento a sus dificultades, a sus problemas, a sus temores.

Hoy, más que nunca, es urgente recuperar el afecto, la caricia, el reconocimiento del otro. Hoy es necesa-rio, animar a las familias para que vuelvan a evan-gelizar en sus hogares (más que con palabras con obras), recuperando esos espacios de encuentro que se han perdido: La sala que sólo es para las visitas, el comedor para los invitados y las habita-ciones se convirtieron en trincheras para quién sabe qué otras actividades menos para descansar. Espa-cios que antes eran amplios y que posibilitaban el encuentro, hoy son más reducidos y lo que menos generan es el compartir.

Por eso nos parece importante hacer esta re-flexión, después de haber vivido la Jornada de las familias, porque estamos convencidos que es TIEMPO DE LA FAMILIA y que como Iglesia tam-bién tenemos que aprovechar esta oportunidad para acompañar a los hogares, para que puedan afrontar todas las amenazas que trae este trasteo histórico como institución.

Nos corresponde ayudar a RENOVAR EL AMOR de Dios en cada familia y tomar conciencia de que este amor no puede ser a medias, no puede ser tibio, sino que tiene que ser muy claro y decidi-do para que las familias estén fundamentadas en Cristo y puedan así dar testimonio de su amor.

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“APASIONARME POR JESÚS”MONOGRAGÍA DEL NUEVO BEATOJESÚS ANIBAL GÓMEZ

El mártir, es aquel que se ha convertido en testigo inminente de la persona de Jesús, siguiendo cla-ramente lo que dice el evangelio “Si el grano de trigo, no cae en tierra y no muere, no tiene fruto, pero si muere da mucho fruto” (Jn 12, 24- 26) y “El que quiera ganar su vida, la perderá, pero el que la pierda por mí, y por el evangelio la salvará” (Mt 16, 25), renuncia a su propia realidad para abrazar el cielo y por ende la eterna salvación. Configura su vida, con el mismo Cristo, quién es el máximo exponente del martirio, despojándose de su rea-lidad divina, y tomar la categoría de siervo, para que con su Pasión, muerte y resurrección, sirviese de medio para la redención de la humanidad, des-atándola del pecado.

En la historia de la Iglesia, hay infinidad de relatos sobre las vidas de santos, que pasaron por esta realidad del martirio, un logro que alcanzaron por sus virtudes cristianas a tenor de las circunstan-cias sociales que violentaban desestabilizar, la vivencia fiel en Jesús. Es una demostración cer-tera de que el mal nunca triunfará, sino que es el bien que sale de Dios, el que dará una felicidad concreta. Ese es el verdadero fruto del cual, ha-bla Jesús. Por eso dice Tertuliano “La sangre de los mártires, es la semilla de nuevos cristianos”. No hay una sensación de fracaso, sino que es un signo de victoria. Cristo con su muerte cruenta en la cruz, ha vencido a la misma muerte, el pecado no tiene ya predominio en el existir del hombre, porque Cristo, con su preciosísima sangre, ha la-

Por ende los mártires al morir, no generan una lección escarmentada de los que asesinan o callan injustamente, sino que permiten vivir en los creyentes un analgésico o vitamina que da valor para conocer, amar y seguir al mismo Cristo, es revestirse del don de la fortaleza...

Por: Jorge Alonso Buitrago. Pbro. Vicario Parroquial Santo Cura de Ars

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vado todos los males que manchaban la humani-dad, revistiéndola de la luz admirable y llevándola a la tierra nueva de la tan anhelada salvación. Por ende los mártires al morir, no generan una lección escarmentada de los que asesinan o callan injus-tamente, sino que permiten vivir en los creyentes un analgésico o vitamina que da valor para cono-cer, amar y seguir al mismo Cristo, es revestirse del don de la fortaleza, un regalo que el mismo espíritu de Dios, da a los que en verdad viven en la verdad y en la fidelidad al evangelio.

En Colombia, ya el martirologio lo comenzaron a escribir los siete protomártires de la orden hospita-laria de San Juan de Dios, asesinados en la mis-ma época y en el mismo contexto del nuevo beato. En la España de la primera mitad del siglo XX y en un contexto bastante fuerte. La guerra civil (1936- 1939), un conflicto social, político y militar que lle-gó a repudiar la fe Católica del pueblo Español, más que todo del bando republicano, de carácter izquierdista, quién se había apoderado de ciertos territorios, tomando el control de ciudades, pue-blos y aldeas. Claro está que la persecución a la Iglesia, comenzaría en 1931, con un odio feroz a la Religión, argumentando los republicanos izquier-distas que la Iglesia debía ser laica, que España no tiene religión alguna y por ende no debe haber manifestación de culto. Los templos son cerrados y profanados por los republicanos (se detallan profanaciones sacrílegas a imágenes y objetos litúrgicos), Las instituciones religiosas son supri-midas, sobre todo aquellas que realizan el voto de fidelidad al Papa, hay un odio contra la moral de la Iglesia, promoviendo el divorcio y el matrimonio civil. A partir del 18 de Julio de ese fatídico año de 1936, hasta el 1 de Abril de 1939, se registra-ron el asesinato de 13 Obispos, 4266 Sacerdotes (Clero Secular), 2489 Religiosos (Clero Regular), 282 Religiosas y 249 Seminaristas, con un gran total de 7286.Los efectos de esta violencia, diri-gida no solo contra la Iglesia, sino contra todos aquellos que se consideraban identificados con la sublevación o, simplemente, enemigos de clase, o sea partidarios del gobierno.

La mayoría de las víctimas asesinadas fueron par-te del clero masculino y por fusilamiento en los llamados paseos, nombre eufemístico con el que se conoció al procedimiento y aplicación arbitraria del asesinato político, sin ningún tipo de juicio o tribunal previo. A imagen de otros numerosos epi-sodios de brutalidad en ambos bandos, hubo ca-sos en que las víctimas sufrieron torturas y otros abusos antes de morir. Tras el sangriento mes de agosto del 1936, diversos dirigentes del bando re-publicano realizaron declaraciones justificando la violencia anticlerical desde la perspectiva política, considerando que la Iglesia se había posiciona-do ella misma, por su apoyo al bando sublevado, como parte beligerante de la contienda y por lo tanto, enemigo de la República.

Este breve resumen, nos sitúa en el contexto del nuevo beato Colombiano y Antioqueño, nacido en Tarso (Suroeste Antioqueño), el 13 de Junio de 1914, en el seno del Hogar conformado por Ismael Gómez y Julia Gómez, creciendo en un ambiente meramente Cristiano y de posición económica pu-diente. En su casa todas las noches, se rezaba el Santo Rosario, y Jesús Aníbal desde niño, mostró dotes de santidad y de amor por Jesús. Pero había una fuerza que lo impulsaba a seguirlo, pero des-de el aspecto misionero.

A los 11 años de edad, Jesús Aníbal ingresa a la Comunidad Claretiana, tenían un Seminario recién fundado en la localidad de Bosa (Santa Fe de Bo-gotá) y realiza allí el bachillerato, el noviciado y la Filosofía, con excelentes notas de calificación y con un comportamiento impecable. Realiza allí sus votos perpetuos y ese día escribe lo siguien-te: “Soy ya vuestro apóstol, Corazón de mi Madre. No quiero la vida si no es para amarte”. Y como máxima suya eligió la siguiente: “Apasionarme por Jesús”.

En 1935, es enviado a España, para realizar la Teología y posteriormente Ordenarse Sacerdote. Lo hace a la edad de 21 años. Llega de un modo especial al Teologado Claretiano de Zafra (Extre-madura), pero la instancia aquí fue corta debido

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a que en 1936 se estallaría esta Guerra de per-secución contra la Iglesia, la comunidad es ame-nazada y posteriormente disuelta, por lo que se tuvieron que trasladar a Ciudad Real, terminando allí de una manera accidental la Teología. El 24 de Julio de 1936, el convento donde estaban fue asaltado y Jesús Aníbal junto con sus compañe-ros fueron hechos prisioneros en ese mismo lugar. Jesús Aníbal exponía claramente lo que acontecía con estas frasesescribiendo a los suyos: “No tene-mos huerta, y para el baño nos las arreglamos de cualquier modo...De paseo no hemos sali-do ni una sola vez desde que llegamos: Dehecho guardamos clausura estrictamente papal; así nos lo exigen las circunstancias. Por lo dicho, pueden ver que no estamos en Jauja y que algo tenemos que ofrecer al Señor”.

Las actas del Martirio, detallan que estando en el convento como prisioneros, les llevaron prostitu-tas vestidas con los Ornamentos Sagrados, para hacer caer en tentación a aquellos jóvenes valero-sos por Cristo. Había en ese lugar un ambiente de martirio, todos se estaban preparando para recibir la palma gloriosa, que los convertiría en Santos. Intentando salir de aquel lugar de suplicio, el Pa-dre Superior pudolograr salvoconductos para ir todosa Madrid oadonde les conviniera. La prime-ra expedición se preparó para el día 28 de julio. Fueron despachados en tren, allí iba Jesús Aníbal.Pero a 20 Km de aquel sitio en la estación de Fer-nán Caballero, los milicianos detuvieron el tren e hicieron bajar a los jóvenes seminaristas que se encontraban allí. Un viajero de aquel tren, cuenta de este modo lo que aconteció: Ordenaron a los frailes que bajasen, que habían llegado a su sitio. Unos bajaron voluntariamente diciendo: “Sea lo que Dios quiera, moriremos por Cristo y por Espa-ña”. Otros se resistían, pero con las culatas de los fusiles les obligaron a bajar.

Los milicianos se pusieron junto al tren y los frailes frente a ellos de cara. Algunos de los frailes exten-dieron los brazos, gritando “¡Viva Cristo Rey, Viva el Corazón de María, Viva España!”Otros se tapa-ban la cara. Otros agacharon la cabeza. Uno que

era muy bajito daba ánimos a todos. Empezaron las descargas y todos los frailes cayeron al sue-lo… Al incorporarse, algunos con las manos extendidas gritaban “¡Viva Cristo Rey!”; vol-vieron a dispararles y cayeron. Entre ellos, Jesús Aníbal Gómez Gómez, quién un mes antes había cumplido 22 años de edad. Los milicianos orde-naron seguir el tren, con los pasajeros que fueron testigos, de este horrendo espectáculo. Junto con Jesús Aníbal, morirían otros 13 Seminaristas Cla-retianos, todos ellos de origen Español.

Jesús Aníbal nos invita hoy, en este tiempo tan convulsionado por la violencia, la deses-peranza, el capitalismo, el hedonismo, las drogas, a creer que es posible para nosotros y para los jóvenes, abrazar el proyecto de Dios y encontrarle sentido a la vida, a dar una respuesta vocacional, a entregar nuestro tiempo para hacer posible otro mundo más humano y más justo a partir de actitu-des nuevas que transformen nuestro ser, nuestra forma de pensar y de actuar.

No tengamos miedo de comprometernos con Dios, arriesguémonos, Él nos necesita y nosotros tam-bién necesitamos de Él. Un mundo construido sin Dios va la destrucción, a la ruina, parece que no queremos darnos cuenta de eso, es necesario despertar para que la ambición de poder y de dine-ro no siga corrompiendo la conciencia y el corazón de los seres humanos, no siga engendrando más muerte y desesperanza.

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DESDE LA CONFERENCIA EPÍSCOPAL

COMUNICADO DEL PRESIDENTEDE LA CONFERENCIA EPISCOPAL

DE COLOMBIASOBRE LA ADOPCIÓN DE MENORES

DE EDADPOR PAREJAS CONFORMADAS POR

PERSONAS DEL MISMO SEXO

1. En próximos días, la Corte Constitucional pro-ferirá sentencia sobre la adopción de meno-res por parejas conformadas por personas del mismo sexo. Ante tal circunstancia, la Confe-rencia Episcopal de Colombia quiere reafirmar su posición para iluminar el debate abierto y democrático sobre esta delicada materia.

2. En primer lugar, es necesario evidenciar que la Iglesia Católica en Colombia está profunda-mente interesada en que sean reconocidos y tutelados los legítimos derechos de todos los ciudadanos, sin discriminación alguna. Con amor de madre, la Iglesia acoge a todos los hombres y mujeres, sea cual sea su condi-ción, consciente de que, con independencia de su orientación e incluso del comportamien-to sexual, toda persona goza de la misma dig-nidad ante Dios y ante el Estado.

3. Es precisamente por respeto a esa dignidad, de la que emanan todos los derechos funda-mentales de la persona, que la Iglesia Católi-ca se opone a que los niños y niñas puedan

ser confiados en adopción a parejas con-formadas por personas del mismo sexo. En efecto, es necesario tutelar, prioritariamente, la integridad física, psicológica y moral de los menores de edad. Ese es un deber inexcu-sable, que las instituciones del Estado deben asumir con responsabilidad e independencia frente a la creciente influencia de la ideología de género y las presiones de algunos medios de comunicación y grupos de interés.

4. La adopción, en el derecho internacional y en nuestra legislación, es considerada como una medida de protección al menor (cf. art. 61, Código de la Infancia) y nunca como un “derecho” de los adoptantes, sean éstos ho-mosexuales o no. Plantear jurídicamente la cuestión como un “problema de discrimina-ción”, supone hacer pasar por encima de los derechos prevalentes del menor, las reivindi-caciones de quienes desean adoptar.

5. Los menores de edad tienen derecho a una familia, fundada en el amor y el compromi-so entre un hombre y una mujer. Este es el principio que, con total evidencia, fue acogido en el artículo 42 de la Constitución Nacional y que impregna todo nuestro ordenamiento jurídico. Ordenamiento, que debe ser tutela-do por todas las instituciones del Estado y de modo particular por la Corte Constitucional, que no está capacitada para legislar o para

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modificar los preceptos constitucionales. No hay lugar a interpretaciones equívocas: los ni-ños y niñas tienen derecho a nacer, educarse y desarrollarse integralmente en el seno de una familia conformada por un padre y una madre, de sexos biológicamente distintos y complementarios.

6. Es deber del Estado Social de Derecho re-conocer los valores éticos y sociales de sus ciudadanos. Para tomar una decisión tan im-portante como la que atañe ahora a la Cor-te Constitucional, es necesario que se tenga presente y se valore suficientemente el hecho de que la inmensa mayoría de los colom-bianos se hayan manifestado contrarios a la adopción de menores por parte de parejas del mismo sexo. Precisamente por ello, la Iglesia considera que discusiones como la adopción de menores, y otras de ese tipo, deberían ser afrontadas en espacios políticos más abiertos a la sana discusión de ideas y más represen-tativos de los ideales democráticos del pueblo colombiano. La Corte Constitucional, en efec-to, no puede suplantar las funciones que co-rresponden a otros poderes del Estado, des-conociendo así el principio de participación ciudadana que sustenta nuestra democracia.

7. Además, es necesario tener presente que existen serias investigaciones que ponen en evidencia dudas y reservas sobre la idoneidad de las parejas homosexuales para brindar a los menores de edad un adecuado espacio de desarrollo psicoafectivo y de integración social. Tales estudios deben ser tenidos en cuenta a la hora de tomar decisiones que po-drían afectar el bienestar de nuestros niños y niñas.

8. La Iglesia Católica en Colombia, espera que los magistrados de la Corte Constitucional to-men una decisión plenamente conforme a los valores ciudadanos y constitucionales, que fundan y enriquecen la convivencia de nuestra Nación. Dada, sin embargo, la incertidumbre,

es necesario mantenerse vigilantes y atentos, prontos a defender la naturaleza auténtica de la familia y los derechos de los menores de edad, para que sean eficazmente tutelados por todas las instituciones del Estado.

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DECRETOS GENERALESAgosto 2012 - Septiembre 2013

1. Se concede al Presbítero José Luis OCA VELO la excardinación de la Arquidiócesis de Medellín, conforme a los Cánones 265 y 267 del Código de Derecho Canónico (Decreto N° 112G/13) 15-nov-13

2. Se prolonga por un nuevo periodo de tres años, la erección canónica del Colegio “San Francisco Javier”. Y se aprueban canónica-mente “ad experimentum”, por un periodo de tres años, los Estatutos del Colegio “San Fran-cisco Javier” (Decreto N° 111G/13) 15-nov-13

3. Se eleva a la categoría de Parroquia la Cuasi-parroquia “SAN JUAN EUDES”, en la vicaría episcopal del norte, en la zona pastoral N°. 2 (Nor-Occidental), en el arciprestazgo San Judas Tadeo Apóstol (Comuna 5. –Castilla + Comuna 6. Doce de Octubre), con la persone-ría jurídica que ya posee, y los límites estable-cidos cuando fue creada la Cuasiparroquia. Y se nombra como primer párroco al Presbítero GERMÁN ANDRÉS BUSTAMANTE TAMA-YO, de la Arquidiócesis de Medellín (Decreto N° 110G/13) 1-nov-13

4. Se eleva a la categoría de Parroquia la Cua-siparroquia “SANTA MARÍA MAZZARELLO”, en la vicaria episcopal de occidente, zona pastoral Nº 6 (Sur-Occidental), arciprestazgo San Bartolomé Apóstol (Comuna 16 – Be-lén),, con la personería jurídica que ya posee,

y los límites establecidos cuando fue creada la Cuasiparroquia. Y se nombra como primer párroco al Presbítero JHON JAIRO OSORIO ARANGO, de la Arquidiócesis de Medellín (Decreto N° 109G/13) 1-nov-13

5. Se establecen, para la Arquidiócesis de Me-dellín, las Normas Para la Protección de Me-nores (Decreto N° 108G/13) 8-nov-13

6. Se autoriza, al Instituto de Misiones Extranje-ras de Yarumal, establecer su domicilio prin-cipal y Casa General en la Arquidiócesis de Medellín, Diagonal 81B Nº 76 - 144, Barrio Robledo, Municipio de Medellín. Y se le con-cede tener allí un Oratorio con la Reserva del Santísimo Sacramento, guardadas todas las normas de Derecho y de Liturgia (Cfr. Canon 608, 733, 934, 936 del Código de Derecho Canónico) (Decreto N° 107G/13) 15-oct-13

7. Se concede a la sede de la empresa Bellanita de Transportes S.A., ubicada en la Carrera 59 N° 63 – 10 Bello, por el período de un año y bajo el cuidado del sacerdote nombrado por el Arzobispo de Medellín, la autorización de tener Oratorio con la Reserva del Santísimo Sacramento (Decreto N° 106G/13) 3-oct-13

8. Se adopta, para la Arquidiócesis de Medellín y las instituciones que la conforman, el Manual de Políticas de Tratamiento de Información y

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Protección de los Datos Personales cuya co-pia se adjunta al presente Decreto (Decreto N° 104G/13) 30-sep-13

9. Se aprueba la reforma de los Estatutos del Consejo Presbiteral de la Arquidiócesis de Medellín, se abroga todo lo que les sea con-trario, y se anexa copia de los nuevos Estatu-tos al presente Decreto (Decreto N° 103G/13) 27-sep-13

10. Se reestructura la Curia de la Arquidiócesis de Medellín en sus secciones administrativa, pastoral y judicial, tanto por lo que se refiere a sus servicios como a sus funciones, según el esquema que se adjunta al presente Decreto. (Decreto N° 102G/13) 17-sep-13

11. Profanación de la Capilla de la Casa de convi-vencias Nuestra Señora de la Paz de la Con-gregación Siervas del Santísimo y de la Cari-dad (Decreto N° 101G/13) 5-jul-13

12. Se concede al Presbítero José Antonio GUE-RRERO LUNA la excardinación de la Arqui-diócesis de Medellín, conforme a los Cánones 265 y 267 del Código de Derecho Canónico (Decreto N° 100G/13) 5-jul-13

13. Se modifica el nombre del Arciprestazgo Bea-ta Madre Laura por el de Arciprestazgo Santa Laura Montoya (Decreto N° 99G/13) 24-jun-13

14. Se erige, en la Arquidiócesis de Medellín, la Fundación Arquidiocesana para la Educación, con personería jurídica canónica y se aprue-ban sus Estatutos. (Decreto N° 98G/13) 13-jun-13

15. Se aprueba la conformación de la Junta del “Secretariado de Cursillos de Cristiandad”, para el nuevo período 2013 – 2014, a saber: Asesor Eclesiástico: Presbítero Edison Ren-dón Correa. Presidente: Señor José Luis Ca-david Aroca. Vicepresidente: Señor Jaime Sierra Gaviria. Secretaria: Señora Blanca

Irene Arboleda de Castellanos. Vocales: Se-ñora Sonia del Carmen Ochoa Colorado, Se-ñora Rocío Maldonado Franco, Señora Martha Helena Gaviria Pérez, Señor Hugo Armando Blandón Álvarez, Señor Jhon Esteban Cada-vid Osorno. Director Administrativo: Señor Ro-drigo Chica Rivera. Viceasesor eclesiástico: Diácono Jorge Iván Hurtado Garcés. El Re-presentante Legal del “Secretariado de Cursi-llos de Cristiandad”, es el Director Administra-tivo, en la actualidad el Señor Rodrigo Chica Rivera. (Decreto N° 97G/13) 3-may-13

16. Se concede a la Casa de la Misericordia, por el período de tres años y bajo el cuidado del Padre Capellán, la autorización de tener Ora-torio con la Reserva del Santísimo Sacramen-to, guardadas todas las normas del Derecho y de la Liturgia. (Decreto N° 96G/13) 29-abr-13

17. Se concede al Presbítero Luis Eduardo HE-NAO OCHOA la excardinación de la Arquidió-cesis de Medellín, conforme a los Cánones 265 y 267 del Código de Derecho Canónico (Decreto N° 95G/13) 26-abr-13

18. Se concede al Presbítero José Manuel CA-RRASCOSA MORENO la excardinación de la Arquidiócesis de Medellín, conforme a los Cá-nones 265 y 267 del Código de Derecho Canó-nico (Decreto N° 94G/13) 28-mar-13

19. Se declara profanado templo parroquial “San Anselmo” (Decreto N° 92G/13) 28-feb-13

20. Se nombra, como miembros de la Junta Di-rectiva de la Escuela Normal Superior Antio-queña, por un período de tres años a partir de la fecha de expedición del presente Decreto, a las siguientes personas: Mons. Manuel Ar-mando Santamaría Ortiz, Presidente. Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez. Docto-ra Didier Vélez Madrid. Licenciada Ana María Mondragón Múnera. Doctor Héctor Arango Gaviria. Doctor Héctor Londoño Franco. Doc-tor Gabriel Jaime Ángel Faraco. Doctor Álvaro

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Gómez Fernández. Pbro. Jairo Alonso Molina Arango (Decreto N° 91G/13) 25-feb-13

21. Se concede al Colegio San José de las Vegas por el período de un año y bajo el cuidado del Padre Capellán, la autorización de tener Ora-torio con la Reserva del Santísimo Sacramen-to, guardadas todas las normas de Derecho y de Liturgia (Decreto N° 90G/13) 25-fe-13

22. Se aprueban los nuevos Estatutos de la Uni-versidad Pontificia Bolivariana, que se anexan al presente Decreto, conforme a las reformas que han sido aprobadas por la Santa Sede. Se abroga todo lo que les sea contrario (De-creto N° 89G/13) 22-feb-13

23. Estatuto del Consejo Pastoral Parroquial en la Arquidiócesis de Medellín (Decreto N° 88G/13) 2-feb-13

24. Indulgencia año de la fe (Decreto N° 87G/13) 30-ene-13

25. Se concede a algunos presbíteros, como fa-cultad ordinaria, la Licencia para absolver la censura en la que se incurre por el delito del aborto (Decreto N° 86G/13) 30-ene-13

DECRETOS DE NOMBRAMIENTOSAgosto 2012 - Septiembre 2013

26. Se nombra al Presbítero Óscar Augusto ÁLVA-REZ ZEA delegado del Gran Canciller en el Con-sejo Directivo General de la Universidad Pontifi-cia Bolivariana (Decreto 713N/13) 18-nov-13.

27. Se nombra como Arcipreste del Arciprestazgo “San Juan de Ávila”, por el período que falta a los actuales Arciprestes, al Presbítero Jai-me Humberto MEJÍA JARAMILLO (Decreto 712N/13) 15-nov-13.

28. Se nombra como Arcipreste del Arciprestaz-go Nuestra Señora de Guadalupe, en la Vica-ría Episcopal del Oriente, por el período que falta a los actuales Arciprestes, al Presbítero Jairo Alberto CARDONA ÁLVAREZ (Decreto 711N/13) 29-oct-13.

29. Se nombra al Delegado Arzobispal para la Educación, Presbítero JAIRO ALONSO MOLI-

NA ARANGO, por un período de dos años a partir de la fecha de expedición del presente Decreto, Director de la entidad “ESCUELAS POPULARES EUCARÍSTICAS”, con todas las funciones, competencias y prerrogativas in-herentes a su cargo, y para todos los efectos tributarios y de administración financiera y ban-caria. (Decreto 710N/13) 17-sep-13.

30. Se nombra al Delegado Arzobispal para la Educación, Presbítero JAIRO ALONSO MOLI-NA ARANGO, Representante Legal y Síndico-Tesorero de la entidad “ESCUELAS CATÓLI-CAS”, con todas las funciones, competencias y prerrogativas inherentes a su cargo, y para todos los efectos tributarios y de administra-ción financiera y bancaria (Decreto 709N/13) 17-sep-13.

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31. Se nombra como miembro del Consejo de Ad-ministración de la Fundación Arquidiocesana para la Educación, por el período que falta a los actuales miembros, al Presbítero Car-los Mario GONZÁLEZ GONZÁLEZ (Decreto 708N/13) 23-oct-13.

32. Se nombra al Presbítero Fray Guillermo Ma-nuel CASALINS FONTALVO, OSA, de la Or-den de San Agustín, vicario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DEL BUEN CONSEJO” (Decreto 707N/13) 23-oct-13.

33. Se nombra como Arcipreste del Arciprestazgo San Matías Apóstol, en la Vicaría Episcopal del Occidente, por el período que falta a los actuales Arciprestes, al Presbítero Julio Cesar MARTÍNEZ GIRALDO (Decreto 706N/13) 15-oct-13.

34. Se nombra al Presbítero Ricardo TAMAYO CALDERÓN Capellán de la Clínica Medellín (centro) (Decreto 705N/13) 7-oct-13.

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