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DE LA CONTRACULTURA AL ESTUPOR l. En el verano de 1973 Quim Monzó, acompañado del ci- neasta Albert Abril, decide irse a pasar el mes de agosto al sudeste asiático. Son los últimos días de la guerra del Viet- nam y en las calles de Phom Penh y Saigón se respira un cambio de época. En las crónicas que escriben para el dia- rio tefe/eXprés, siguiendo el modelo del nuevo periodismo americano, Monzó y Abril retratan el ambiente de la calle, ven las guerreras y latas de comida militar en venta en el mercadillo y constatan que la ofensiva final sobre Cambo- ya ya no generará obras de arte, poemas ni baladas. La carrera literaria de Monzó empieza ahí, con la quie- bra del modelo contestatario de los sesenta, y se desarro- lla paralelamente a las aventuras culturales de la Barcelo- na que en los últimos años del franquismo vive también un cambio de época. Entre 1973 Y 1977 toma parte en todo tipo de iniciativas, vinculadas a la literatura experi- mental y a la prensa marginal. Su nombre figura entre los colaboradores de la revista Ajoblanco, que empiezaa pu- b1icarse en octubre de 1974 (Monzó es el diseñador de la primera cabecera, con las letras que parodian el10gotipo de la cocacola). Sus intervenciones buscan siempre la provocación y la paradoja. En la revista Tecstual publica un «Capítulo de novela» que es una simple traducción de una novela del oeste de Marcial Lafuente Estefanía. En la 7

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DE LA CONTRACULTURA AL ESTUPOR

l.

En el verano de 1973 Quim Monzó, acompañado del ci-neasta Albert Abril, decide irse a pasar el mes de agosto alsudeste asiático. Son los últimos días de la guerra del Viet-

nam y en las calles de Phom Penh y Saigón se respira uncambio de época. En las crónicas que escriben para el dia-rio tefe/eXprés,siguiendo el modelo del nuevo periodismoamericano, Monzó y Abril retratan el ambiente de la calle,

ven las guerreras y latas de comida militar en venta en elmercadillo y constatan que la ofensiva final sobre Cambo-ya ya no generará obras de arte, poemas ni baladas.

La carrera literaria de Monzó empieza ahí, con la quie-bra del modelo contestatario de los sesenta, y se desarro-

lla paralelamente a las aventuras culturales de la Barcelo-na que en los últimos años del franquismo vive tambiénun cambio de época. Entre 1973 Y 1977 toma parte entodo tipo de iniciativas, vinculadas a la literatura experi-mental y a la prensa marginal. Su nombre figura entre loscolaboradoresde la revistaAjoblanco,que empiezaa pu-b1icarse en octubre de 1974 (Monzó es el diseñador de la

primera cabecera, con las letras que parodian el10gotipode la cocacola). Sus intervenciones buscan siempre la

provocación y la paradoja. En la revista Tecstualpublicaun «Capítulo de novela» que es una simple traducción deuna novela del oeste de Marcial Lafuente Estefanía. En la

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sesuda Revista de literatura,reproduce, como si se tratarade un exquisito texto experimental, una de las plantillasde texto figurado en latín macarrónico utilizadas en el di-seño gráfico. También colabora en la prensa política (Ca-nigó)y musical (Discoexprés),con viñetas y fotografías ma-nipuladas, al estilo de los cómics situacionistas o de loscollages del Monty Phyton's Flying Circus, y con una se-rie de relatos semipornográficos protagonizados por una

jovencita llamada Tutifruti. Con el mismo espíritu provo-cador participa como guionista et¡.la película de AntoniMartí, Hic Digitur Dei, un musical sobre la muerte deFranco, en el que el marqués de Villaverde -Xabier Elo-rriaga- opera al Caudillo entre enfermeras descocadas(más tarde, en el funeral, las águilas de los escudos tienenla cara del Pato Donald).

Este primer Monzó -gamberro, irreverente y burlón- esel Monzó esencial. Literariamente bebe de fuentes muy

diversas. En uno de sus primeros cuentos, «Enfilall»«<Sar-ta»), enumera sus afinidades artísticas y literarias, que en

esta época van de Julio Cortázar a Woody Allen, de JoanBrossa a Robert Crumb y de Samuel Beckett a Frank Zap-

pa. Su primera novela, publicada en 1975, L'udoldelgrisoalcairedeks clavegueres[El aullido del gris al borde de las cloa-cas], es la historia de un grupo de jóvenes revoluciona-rios, que dividen su tiempo entre la música, el cine y la po-lítica. La historia principal -las primeras escapadas por elbarrio chino, los recuerdos de Londres, París y Dar es Sa-laam, la vida cotidiana en Barcelona y la evocación del

amigo muerto- está salpicadade brevessketchessurrealis-tas, protagonizados por Jean Seberg y Jean-Paul Belmon-do, Bob Dylan, Peter, Paul & Mary, Groucho Marx y otrosiconos de la cultura popo En 1977 publica sus primeroscuentos en un volumen escrito a cuatro manos con el ma-

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llorquín BielMesquida, Selfservice(1977). Mientras que lanovela está construida a partir de episodios encadenados,con diálogos directos e insertos de frases lapidarias, comoen las películas de Jean-Luc Godard, los cuentos se dila-tan por improvisación y tanteo. El estilo busca el máximoartificio a través de largas secuencias de frases abarrocadas

que envuelven al lector en un carnaval abrumador de imá-genes pop o psicodélicas, realistas y oníricas al mismotiempo, como pinturas de aerógrafo.

Entre 1973 y 1978, entre el final de la guerra del Vietnam

y las primeras elecciones democráticas, Barcelona vive unperíodo de gran intensidad creativa. Surge una cultura li-bertaria que, a partir del modelo del mayo del 68 Y la con-tracultura norteamericana, propone un cambio en las for-

mas de vida, y que a través de la imitación de formas yestilos, anticipa los nuevos aires de la posmodernidad.Monzó es uno de los protagonistas de este momento, jun-

to a dibujantes como Mariscal o Nazario, artistas comoRobert Llimós o Perico Pastor, escritores como Marcelo

Cohen o Enrique Vila-Matas, cineastas como Bigas Lunao Francesc Bellmunt, periodistas como Jordi Vendrelly Ra-mon Barnils, que anuncian un cambio de mentalidad, des-de el compromiso antifranquista, hasta un nuevo indivi-dualismo, que en el caso de Monzó conlleva una toma de

posición radical ante cualquier tipo de consigna gregaria.El cuento que da título a esta antología, «Splassshf», es

muy significativo. Relata las vivencias de un joven enLloret de Mar, en la Costa Brava, desde que a media tar-

de se cansa de la playa y se va a dar una vuelta por el sa-lón recreativo, hasta que por la noche, con sus amigos,

consigue ligar con unas chicas del extrarradio barcelo-nés. Monzó utiliza un procedimiento similar al de TomWolfe en «El coqueto aerodinámico roncanrol color ca-

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ramelo de ron». Se recrea en la manera de hablar de los

personajes, una jerga personal plagada de onomatopeyasy extrañas combinaciones de palabras. Los nombres delas chicas, las bebidas, las músicas que suenan en el to-cadiscos: todo es de lo más chabacano. La intención se

ve mucho mejor cuando se sabe que Monzó lo escribiópara un número especial de Ajoblancodedicado al viaje.A mediados de los setenta, las revistas contraculturales

como Ajoblancoo Star acostumbraban publicar almana-ques y números especiales deditados a los viajes de mo-chila. El destino de estos viajes eran ciudades comoArnsterdam y París, o lugares exóticos de Marruecos oTurquía, Katmandú, India o Ceilán. Los protagonistas de«Splassshf», en cambio, veranean en la Costa Brava de lasangría y los bloques de hormigón. Monzó se burlaba asídel componente elitista y esnob de la contracultura. Peroal mismo tiempo definía como objetivo fijar la contem-poraneidad, con insobornable realismo.

Un golpe suave, de color naranja

Uf,dijoél (1978), representa una estilización de los proce-dimientos de esta primera etapa contracultural. Algunosde los cuentos del libro, como «Historia de un amor», pro-ponen una carnavalización de la realidad. Los personajes-dos amantes dispuestos al coito- llegan a la mansión enun carruaje, vestidos con indumentarias extremadas yanacrónicas. Aceptada la convención del vestuario, el ca-rruaje y los salones, la historia sigue sus propias reglas,rompiendo todas las leyes de espacio y tiempo. Otros re-latos, como el que da título al libro -«Uf, dijo él»-, partendel tedio cotidiano (un hombre y una mujer aburridos

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mastican abúlicos pedazos de tarta y discuten por nada).Un gesto fuera de control «<Ellatiró la cucharita sobre la

mesa y el golpe fue suave, blando, de color naranja») abreuna grieta en este mundo gris. Cuando termina el pro-grama de televisión, mientras duermen en los sillones,entran en la habitación palomas rosadas, gallos de ca-ñamiel, ciervos dorados, gaviotas de lapislázuli, hiedrasmulticolores y jirafas de heliotropo: es el triunfo de lafantasíafrente al sopor. «Lacreación»,el último texto deUf, dijo él seleccionado para esta antología, es la parodiade un relato bíblico. A partir de un pretexto mínimo,Monzó pone en juego asociaciones de ideas y juegos depalabras, el cuento encadena a toda velocidad imágeneschocantes y situaciones absurdas. La referencia final al«oratorio de La creaciónde Haydn» remarca la distanciaque separa mentalmente a Monzó del «gran Arte».

Su segundo libro de relatos, Olivetti,Moulinex, Chaffo-teaux et Maury (1980), representa un paso más en el ca-mino que le aleja de los grandes ideales y de las causascolectivas, ahora a partir de un realismo de línea clara.

«Redacción» pone al descubierto el desajuste entre larealidad y el lenguaje. La redacción escolar saca a la luzuna verdad oculta, que nada tiene que ver con las fanta-sías de palacios y pájaros multicolores de «Uf, dijo él». Seha producido un asesinato, pero la manera de explicarlo,siguiendo las convenciones de la narración escolar, tien-de a enmascarar los hechos, que sólo conocemos a tra-vés de deslizamientos de sentido. El cuento plantea unapreocupación subyacente en toda la obra de Monzó: elniño que relata cándidamente una realidad atroz repre-senta al escritor en su afán de explicarse el mundo, dedominarlo a través de las palabras. Pero es la realidad laque domina, las palabras son simplemente un placebo.

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En «Thomson, Braun, Corberó, Philishave...» o en «En

punto», Monzó crea un personaje, desbordado por lamecánica de la existencia cotidiana, indefenso ante las si-

tuaciones a las que se expone por el mero hecho de vivir.Ambos cuentos parten de un planteamiento humorístico(los electrodomésticos en fuga, y las entradas y salidas delos amigos volubles e impuntuales, provocan una seriede situaciones de comedia cinematográfica). El plan seestropea, todo se complica y, ante el desorden, el prota-gonista se siente incapaz de escribir una página o de cul-minar un encuentro. El joven Monzó pretendía cambiarel mundo, y ahora el mundo le zarandea como al pobrehombre de las películas mudas. Desde un punto de vistaparecido, «Cacofonía» relata la conversión de los idealesde antaño en una monería. Después de una de sus deri-vas por la ciudad, el escéptico A llega a su cita con la im-penitente B. Siempre ha deseado subir en contradirec-ción una de las calles principales. Cuando por fin sedecide a contravenir la norma (B se ha pasado la nochehablando de las claudicaciones de amigos y conocidos),cogen el coche, suben en contradirección, es muy tarde,de madrugada la calle está casi desierta y no pasa nada.

No esté tan seguro

Uf, dijo él y Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et Maury repre-

sentan el anverso y el reverso de una misma situación. Enel primer libro, Monzó describe un mundo encasquilla-do, que encuentra una vía de fuga en el sueño, en la ima-ginación o en el amor, que transportan a los personajes aespacios de maravilla. En el segundo, describe una reali-dad alienada, sometida a un mecanismo grosero, contra

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lel cual nada se puede hacer. Una estancia en Nueva York,en 1981, agranda la brecha. Los protagonistas de su no-vela Gasolina(1983)son dos artistas catalanesque se ins-talan en Nueva York. Helena Sorrenti, la galerista demoda, les monta una exposición y les catapulta al estre-llato. En este momento de máxima expectación estalla lacrisis creativa. Cada una de las dos partes de la novela seinicia con un sueño angustiante que abre un período devagabundeo en busca del orden perdido (HeribertJulia seinterroga sobre el nombre que corresponde a cada cosa,la obsesión por la exactitud desemboca en la parálisis;Humbert Herrera se lanza a un vértigo de intuicionescreativas incompatible con cualquier tipo de realizaciónconcreta). Una vez más, los personajes de Monzó fraca-san en su intento de dominar el mundo a través dellen-

guaje, y ante la imposibilidad de abarcar su complejidad,vuelven a empezar desde cero, aprendiendo a utilizar denuevo las palabras y a realizar los gestos más sencillos.

A mediados de los ochenta, Monzó ha creado un estilo

personal, reconocible para la mayoría de los lectores. Sushistorias captan el espectáculo de la vida urbana a travésde personajes corrientes, con un ligero toque excéntricoque disimula su ejemplaridad. Monzó sabe despertar lacuriosidad mediante detalles y maneras de decir intere-santes, con una absoluta precisión en el control del tiem-po narrativo. Sus cuentos tienen la virtud de captar latransformación en las costumbres siguiendo las recomen-dacionesde TomWolfeen Elnuevoperiodismo,cuando ani-maba a los escritores a fijarse en los detalles que definenel estatus personajes, para que el lector pueda reconocer«sus propias ambiciones, inseguridades, deleites, desastres,además de las mil y una humillaciones y golpes que sucondición recibe en la vida cotidiana». Sin proponérselo,

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Monzó escribe la crónica del paso de la utopía contracul-tural al individualismo y al escepticismo. Pero trasciendelas experiencias de su generación y extrae de ellas ense-ñanzas universales. Algunos cuentos llevan títulos de tra-tado moral o de manual de urbanidad «<Sobrela no com-

parecencia a las citas», «Sobre la volubilidad del espírituhumano», «Sobre la futilidad de los deseos humanos»).

Son títulos irónicos, claro está, pero tras el humorismobenigno, subyace el deseo de definir nuevas categorías deI

comportamiento. La mayoría de estos relatos se puedenleer como historias ejemplares sobre el amor y la amistad,sentimientos que en los cuentos de Monzó no pueden se-pararse del interés o el capricho.

Este equilibrio entre realismo y fabulación, entre la si-tuación tomada directamente del natural y la historiaejemplar que expresa una moral destilada, da a los librosde relatos de Monzó su arquitectura característica.La isladeMaians (1987) presenta distintos tipos de cuen-tos, distribuidos en apartados y subseries, siguiendo unorden minuciosamente estudiado. El cuento que abre ellibro, «Barcelona», transcribe y comenta la conversaciónentre un hombre y una mujer, él emplea a fondo el do-ble lenguaje del amor interesado. «La calidad y la canti-dad», en cambio, se basa en una situación típica de co-media, con dos vecinos que se observan por la ventana ycompiten sexualmente. Junto a estos relatos, que partende observaciones más o menos directas de la realidad,Monzó cultiva el cuento fantástico, con vocación filosó-

fica, a la manera de los clásicos, Gógol, Kafka, Stevensono Wells, o de la serie de televisión «The Twilight Zone».Monzó se sirve de metamorfosis, saltos temporales y va-gas reminiscencias animistas para crear historias que re-presentan en lo individual lo que los mitos para lo co-

lectivo. El protagonista de «Casa con jardín» es el típicoempleado que al regresar a su hogar descubre que todoha cambiado, la casa le resulta extraña, no encuentra a su

familia. Las cosas son tan rutinarias que todo lo quecompone nuestro entorno es intercambiable, parece de-cir Monzó ¿Todo? La perspectiva de acostarse con unamujer desconocida dispara el deseo. En «Halitosis» o«No esté tan seguro», el mal olor de boca o la capacidadde leer el pensamiento se exageran. Las metáforas delapestado y el vidente nos hablan de dos fenómenos para-lelos: la inadaptación a la sociedad y el acceso a las cimasde poder, como formas de individualismo extremo. En di-versos momentos de la trayectoria de Monzó el sabersediferente dará origen a personajes singulares, en el límitede la exclusión social, a causa de una erección vergon-zante (La magnitudde la tragedia)o de una altura muy su-perior a la media «<Anteel rey de Suecia»).

En La isladeMaians, incorpora por primera vez versio-nes modernas de cuentos tradicionales y clásicos de la li-teratura, historias que forman parte del imaginario co-lectivo, a las que todo el mundo recurre cuando se hablade la justicia, la honestidad, la nobleza o la astucia. Mon-zó las manipula y las expande, las actualiza y las con-fronta a la realidad, inventa continuaciones y segundaspartes, que cuestionan su moral complaciente. En Elpor-qué de las cosas(1994), elabora un arte de amar a partir deobservaciones de la realidad y de versiones contempo-ráneas de cuentos como «La bella durmiente» o «La ce-

nicienta», que utiliza para desmontar la leyenda de labondad y el amor puro. «La fe», «La sensatez» o «Los ce-los» plantean las relaciones entre hombres y mujeres entérminos de posesión y violencia, de engaño y disimulo.La insistencia en estos valores, que rigen las relaciones

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Tentre hombres y mujeres desde tiempos ancestrales, !

pone en entredicho el nuevo orden familiary la revolu- ~

ción sexual.«Lamicología»,«Elsapo»o «Lamonarquía» ~

hablan de la incapacidad de elegir, del desencanto y la in-fidelidad, que se dan también en condiciones ideales, en-tre seres perfectos.

Todo es óptimo en el mejor de los mundos posiblesI

A diferencia del cuento, que desarrolla un episodio ce-rrado, un sketcho una conversación recortada, las no-velas de Monzó, Gasolina y La magnitud de la tragedia(1989), describen un ciclo completo. A partir de una re-velación inicial (un sueño premonitorio o la apariciónde una vedette deslumbrante en un enorme cartel de

teatro), la acción se dispara, sigue un período de granexcitación, un vagabundeo acelerado, que rompe todoequilibrio, la euforia desemboca en una crisis de identi-dad que puede acarrear la muerte. En cierto modo, la

trayectoria completa de Monzó como escritor encaja eneste esquema. Empieza con una primera etapa de viajesy exploraciones que culmina en Uj dijo él.A principiosde los ochenta con Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux etMaury, Gasolinay La isla deMaians se fragua un cambiode valores que afecta la relación con el mundo y la pro-pia creación. Con La magnitud de la tragediay Elporquédelas cosas,su literatura alcanza un clímax voluptuoso ycarnal, aunque al final, la propia aceleración le empujaal vacío. Guadalajara(1996) escenifica el ocaso, el decli-ve, el laberinto sin salida que insinúa la muerte. Loscuentos se suceden al ritmo de la ranchera que suenamachaconamente en ascensores y restaurantes. Los más

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realistas tratan de un deseo fugaz o de una ocasión per-dida. Las fábulas plantean angustiosas situaciones sinsalida en laberíntico s inmuebles y macabras celebracio-nes familiares. Las versiones de la historia del caballo de

Troya o de la metamorfosis de Kafka hablan de cálculoserróneos y falsas expectativas, del acomodo en la rutinay de una profunda insolidaridad. En este clima de tedio

sostenido, «El día de cada día» representa una afirma-ción del poder, la ficción frente a la vulgaridad de lavida. Guadalajaracierra un ciclo. Poco después Manzóreescribe y reordena todos sus cuentos, a la manera de

los grandes narradores norteamericanos, en Ochentayseis cuentos(1999).

Con El mejorde los mundos (2001), su mejor libro, en-cuentra una salida a esta situación de impasse.A partirde una lectura del Cándido de Voltaire, vuelve a plan-tearse la relación entre la realidad y el lenguaje. Cándi-do es un joven que toma al pie de la letra la lección delfilósofo Pangloss. «Todo es óptimo en el mejor de losmundos posibles», dice el maestro. Ante las mayoresadversidades (la expulsión de un castillo, la condenade la Inquisición, la pérdida de un rebaño), Cándidoaplica sin dudar la receta: todo está bien empleado, lascosas son como son y no podrían ser mejores. Da lomismo que la experiencia cotidiana desmienta a cadapaso la~ promesas de los amantes, los discursos de lospolíticos y las zalamerías de los padres. Para cada acci-dente existe un enunciado que lo justifica y embellece,y que funciona como una eficaz herramienta de controlsocial.

Nunca como hasta ahora Monzó se había mostrado

tan cruel y desesperado. Sus cuentos describen un mun-do del que ha desaparecido cualquier piedad. La historia

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del chico disecado o la del feto en la bolsa de plástico deel Corte Inglés, están contadas con naturalidad aparentepara conseguir el mayor impacto sobre el lector. Supera-do el primer shock,funcionan como una metáfora sobrela dependencia, el lastre del pasado personal y las ilusio-nes perdidas. Atrapado por la imperfección, indefensoante inercias superiores, el individuo difícilmente podrápreservarse. El personaje que en «Thomson, Braun, Cor-beró, Philishave...» se encontraba a merced de los elec-

trodomésticos, como Chaplin en fa fábrica de Tiemposmodernos,es el mismo que aparece en «El accidente» va-puleado y mutilado por la horda.

«Mamá» es un cuento característico de esta manera de

ver las cosas que atribuye al lenguaje la capacidad de mo-delar la realidad. Por creer las palabras de un amigo, elprotagonista entra en una espiral de sospechas, desconfíade 10 que ve, y porque el amigo le ha llamado «hijo deputa» piensa que su madre realmente es puta. La historiaconfirma plenamente 10que en un primer momento erauna simple proyección mental. Si «Redacción» tendía a

ocultar la realidad tras los convencionalismos de la prosaescolar (inútilmente: el lector podía seguir el relato, a tra-vés de un negativo, hasta el desenlace), en «Mamá» laspalabras están dotadas de un poder taumatúrgico, inci-den y modifican la visión del mundo y el mundo mismo.En los cuentos de El mejorde los mundos protagonizadospor niños y adolescentes -«Mi hermano» o «Mamá»-, el

lenguaje sugiere un fondo escabroso, un aspecto de la rea-lidad abominable, como en la famosa obra de Dalí, El es-

pectrode SexAppeal, en la que el niño vestido de marinerocontempla en la playa la aparición de una carroña.

Todos venimos de ese cielo de pipermint

A 10 largo de los últimos treinta años, Monzó ha tenidouna presencia constante en la vida cultural de Catalunya.Sus cuentos han contribuido a recuperar el gusto por lanarrativa breve conectando con los corrientes más mo-

dernos de entreguerras. En Ochentay seis cuentosha refi-nado su lenguaje desde el barroquismo inicial hasta for-mas de decir esenciales, y ha marcado un hito en elcatalán literario, que en sus obras y traducciones alcan-za registros plenamente contemporáneos. Las valoracio-nes críticas en torno a su obra sacan a relucir los nom-

bres de Fran<;oisRabelais y Truman Capote, Franz Kafkay Adolfo Bioy Casares. Monzó se sitúa en un cruce de in-fluencias entre la literatura europea y norteamericana,descubre continuamente libros, películas y programas detelevisión, realiza lecturas originales y las adapta a supropia personalidad.

Las novelas de Monzó, que han obtenido un éxitocomparable al de sus libros de cuentos, están en cierto

modo por descubrir. Representan uno de los principalesintentos de actualizar el género, adaptando su tiempo in-terior al ritmo de la vida de hoy. Sus artículos periodísti-cos, desde las primeras tentativas contraculturales a las

colaboraciones que publica regularmente en La Vanguar-dia, revelan una curiosidad universal que anula las fron-teras entre la alta y la baja cultura, entre la literatura decreación y el comentario de actualidad. Reunidos enocho volúmenes desde El dia delsenyor(1984) hasta Eltema del tema (2003), retratan el paso de la desobedienciadivertida a la contemplación resignada, de la utopía al es-tupor. Gracias a una labor continuada como guionista ycolaborador en radio y televisión, Monzó ha desarrollado

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una extraordinaria capacidad para la comunicación lite-raria, que le permite escribir al margen de cualquier eli-tismo, de manera inteligente y respetuosa con el lector.Sus reportajes sobre Israel durante la segunda intifada osobre Nueva York después del ll-S -publicados en Ca-torce ciudadescontandoBrooklyn (2004)-, introducen unamirada sin prejuicios sobre aspectos desatendidos de lacrónica política. Su literatura ha conseguido tirajes inha-bituales y ha sido traducida a numerosos idiomas. En el

caso de Monzó, esta repercusión internacional es algomás que una floritura en el currículo. Sus libros se reedi-

tan y generan lecturas que 10 interpretan en el contextode distintas tradiciones críticas. Monzó ha sido un mode-

lo para los jóvenes escritores y un maztrea penserpara lassucesivas generaciones salidas del franquismo que en-contraron en sus libros 10que no ofrecía una sociedad li-teraria esclerótica, más interesada en obtener privilegiosde un montaje editorial sobredimensionado que de abrirnuevas vías para abordar la realidad contemporánea.

«A estas alturas daría por bueno 10que ha pasado has-ta ahora a cambio de ver, otra vez, el cielo color de pi-permint y las estrellas que chisporrotean en el cesto detus ojos», se lee en el encabezado de «Historia de un

amor», que abre también esta antología. Parafraseando10que escribió Dostoievski a propósito de «El capote» deGógol: todos venimos de ese cielo de pipermint.

JULIA GUILLAMON

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