corpus christi presentación

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Ciclo A

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Spiritual


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Ciclo A

Cuando decimos “Eucaristía” estamos pensando en el amor inmenso de Jesús hacia nosotros, que no sólo murió y resucitó para darnos la verdadera vida, sino que se quedó permanente en la Eucaristía para mejor ayudarnos.

Hoy es la fiesta

especial de la

Eucaris-tía.

Que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo; que le podemos recibir como el mejor alimento para la vida eterna; y que sabiendo que está realmente presente entre nosotros, le podemos adorar y con ello aumentar nuestro amor.

De la Eucaristía podemos

decir muchas cosas

grandiosas

En esta fiesta del Corpus (del Cuerpo y Sangre de Cristo) nos fijamos de una manera especial en su presencia. Y por ello se organizan solemnes procesiones, donde a través de ropas, arcos y flores queremos con alegría

vivir esa presencia, como cuando le cantamos:

Automático

a Cristo Redentor

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Cuando llevamos en procesión la imagen de la Virgen o de un santo, queremos venerar a la Virgen o un santo que está en el cielo.

Y con ello queremos indicar que deseamos seguir sus pasos para ir al cielo.

Pero en la procesión con el Santísimo nosotros le adoramos, porque sabemos que está realmente presente.

En este año, ciclo A, las lecturas de la misa insisten más en la necesidad de alimentarnos con el Cuerpo y Sangre de Cristo y lo que esto significa para nuestra vida religiosa actual y futura. El evangelio es una parte de la proclamación de la eucaristía, cuando estaba Jesús en Cafarnaún. Dice así:

Juan 6,51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo." Disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre."

Jesús, para ayudarnos mejor, nos da a comer su propio Cuerpo. Lo llama “pan de vida”. El pan es, además de alimento, un símbolo de bondad. Cuando una persona es buena se suele decir: Es más bueno que el pan. Dios es más bueno, más generoso y tierno que el pan. Dios se deja comer como el pan. Es el pan de la vida bajado del cielo.

Yo soy el pan de la vida, pan

bajado del cielo.

Automático

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Jesús al anunciar el “pan de vida” hace una comparación con el maná que los israelitas comieron por el desierto. El maná fue un alimento transitorio, que les ayudó en aquel periodo de su vida. La Eucaristía es un alimento que nos da la verdadera vida, una vida que será para siempre. De ese maná les recordaba Moisés al final de su vida para que lo agradeciesen a Dios. Así nos lo dice la 1ª lectura: Dt 8,2-3.14b-16a

Moisés habló al pueblo, diciendo: "Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no. Él te afligió haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios. No te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres."

Si los israelitas debían agradecer a Dios por ese pan

provisional, ¡Cuánto más deberemos

nosotros hacerlo por este Pan de vida! El

hombre puede alimentarse de Dios. Es fuerza y energía para nuestra vida. Sobre todo la vida importante, la del

espíritu.

En varias ocasiones, para que quede claro que es fuerza y energía, Dios ha concedido a algunas personas mantenerse también en el cuerpo sin tomar otro alimento durante largas temporadas o en varios años. Algunas de estas personas han sido declaradas santas, otras no; pero han vivido con intensidad su fe.

Cuando uno toma un alimento, este alimento llega a mezclarse con nuestra naturaleza llegando a hacerse

parte de nosotros mismos. Pero cuando nos alimentamos del Cuerpo y Sangre de Cristo, como es un

alimento tan superior, tiende a que nosotros nos convirtamos en Cristo, nos cristifiquemos.

Pero ello depende de lo que dejemos actuar al mismo

Jesucristo que viene a nosotros. Porque Dios no nos fuerza,

respeta nuestra libertad. Dios

siempre actúa con amor. Quiso valerse

del pan para significar su amor a

los hombres, un amor misericordioso y oblativo, un amor que busca saciar el principal hambre: el

hambre de Dios.

El ser humano tiene muchas clases de hambres. Hay hambres de vida, de verdad, de libertad, de belleza, de bondad. En el fondo es hambre de Dios, porque el hombre no se puede llenar de nada si no es con Dios.

Pero Dios está dispuesto a saciar a sus

hijos. Por eso se hace Pan, para

darlo gratis y en abundancia.

Con este Pan de vida podemos conseguir la entrada para el cielo. El maná sólo valía para esta vida. Este Pan, que es el Cuerpo de Jesús, tiene valor para la vida eterna. Esta es una primera gran verdad para apreciar cada vez más la grandeza de la comunión sacramental.

Otra segunda gran verdad es que el Pan de Cristo nos debe llevar a una unión más íntima con todos los demás. Nos debe llevar a compartir más con misericordia, con entrega como Jesús. Cuerpo de Cristo son también los pobres. Cuando uno lo siente de verdad se debería uno poner de rodillas ante los pobres.

Se dice de la vida de san Juan Pablo II que en cierta ocasión, al dar la comunión a unos niños enfermos pobres de la India, sintiendo grandemente este mensaje, se puso de rodillas adorando allí a Cristo no sólo por estar en la Eucaristía, sino por estar en los pobres enfermos.

Y de rodillas para hacerse como ellos, y

de rodillas también para

pedirles perdón.

No es que tengamos que ponernos de rodillas, sino que vivamos más lo que significa la comunión, que no es sólo, aunque ya es bastante, el podernos unir cada vez más con Jesucristo en su vida y sentimientos, sino que la comunión es signo de unidad universal y es autora de esa unidad que debemos tener con los demás.

Hoy en la segunda lectura san Pablo nos habla de esa unidad por medio de la comunión. Nos dice que todos somos parte del Cuerpo Místico de Jesucristo. Pero lo mostramos y realizamos al comer el mismo alimento, que es el mismo Cuerpo de Jesús.

Dice así:

1Corintios 10,16-17

Hermanos: El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.

En la eucaristía encontramos el gozo de la fraternidad. Está el encuentro con Dios a niveles muy profundos o sublimes; pero está la urgencia de caridad. Una verdadera fraternidad no se puede dar si no hay un compromiso de entrega. A la Eucaris-tía, donde todos recibimos el mismo “Pan”, debemos ir con el compromiso de “compartir”.

Automáti

co

todo el mundo en tu

corazón

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Como la Eucaristía es lo más grandioso en entrega y amor, este

día del Corpus en muchas partes es el

día propio de la caridad; es el día en

que se busca no sólo compartir buenos sentimientos, sino compartir con las

manos y con nuestras pertenencias materiales.

La comunión es común unión, pues aun siendo muchos, somos un solo pan y un solo cuerpo, pues todos participamos de un solo pan, como nos ha dicho san Pablo. La unión profunda en Cristo nos lleva a la unión entre los comensales.

Ese banquete

es alimento, pero es también lugar de

encuentro.

El sacramento de la unidad nos hace solidarios y fraternales. De tal manera que, como nos dice el mismo Jesús, si vas a comulgar teniendo en tu corazón un odio contra algún hermano, no puedes comulgar. San Pablo nos diría: “comes y bebes tu propio castigo”.

Recordemos que el amor no se debe expresar sólo con buenas palabras y sentimientos, sino que se debe expresar con obras. De esta manera quiere la Iglesia que participemos en el día del Corpus.

En este día, en que hemos acentuado “el Pan de vida”, terminamos pidiendo a Dios que nos dé a cada uno este su pan, el pan que da la vida.

Automáti

co

Comida y alimento, banquete de alegría.

Tu pan: el

mismo cuerpo nacido

de María.

Cuerpo donde vivieron amores

y fatigas.

Es tu historia

de amor, el pan

que resucita.

Comida y alimento, banquete de alegría.

AMÉN