conclusión general

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Conclusión general Puede uno, al final de este estudio, interrogarse acerca de la especificidad actual de los campos que acabamos de describir. La ruina de los agricultores de laderas, la promoción de las Ilanuras litorales, el desarrollo del turismo y del riego son temas comu- nes alrededor del Mediterráneo. Los caracteres tan particulares de ciertos fenómenos -cultivos sobre arena, producción de frutas tropicales, etc.- ^son en sí mismos algo más que curiosi- dades locales, detalles técnicos que no definen en absoluto la individualidad profunda de los sistemas en cuestión? Los término ŝ específicos de la vida rural tradicional en la Andalucía mediterránea escán . estrechamente ligados -recor- démoslo- a dos fenómenos importantes: el peso de una naturá- leza aplascante y la atomización de la sociedad agraria. EI hecho montañés, de entrada, condiciona rigurosamente toda la actividad agrícola y le impone una marca muy original. La génesis y evolución de los campos han debido tener en conside- ración los datos físicos apremiantes y sus formas modernas de- penden de ellos en gran medida. Región de tiránicas pendientes y de pobres suelos, la Andalucía mediterránea es ante todo el dominio de la agricultura de vertientes, mediocre, difícil. Pero, gigantesca solana con clima privilegiado al .tiempo que reserva hidráulica, la montaña es también madre de fecundidad. De aquí el carácter ambiguo en apariencia de la vida agrícola, a la vez extraordinariamente próspera en algunos lugares y profunda- mente teñida de pobreza en otras partés. Los campos de la Andalucía mediterránea forman un rompecabezas con piezas vivamente contrastadas: altás tierras, laderas y llanuras litorales sostienen sistemas variados que el rigor de los umbrales físicos separa radicalmente. La complejidad de e.rte mo.raico, la violencia de la.r opo.ricioner individuulizan potentemente ya a la Andalucía medi- terránea en el .reno del Sur ibérico. Radicalmente diferente a la Andalucía del Guadalquivir, rica y uniforme bajo sus grandes llanuras de trigo y sus blandas colinas de olivos, ella es distinta también a las comarcas del sudeste árido donde la sequedad fuerza frecuentemente a la agricultura a dejar de lado las pen- dientes. En definiciva, el predominio de la arborícultura de vertientes constituye sin duda la marca personal más evidente de 581

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Conclusión generalPuede uno, al final de este estudio, interrogarse acerca de la

especificidad actual de los campos que acabamos de describir. Laruina de los agricultores de laderas, la promoción de las Ilanuraslitorales, el desarrollo del turismo y del riego son temas comu-nes alrededor del Mediterráneo. Los caracteres tan particularesde ciertos fenómenos -cultivos sobre arena, producción defrutas tropicales, etc.- ^son en sí mismos algo más que curiosi-dades locales, detalles técnicos que no definen en absoluto laindividualidad profunda de los sistemas en cuestión?

Los términoŝ específicos de la vida rural tradicional en laAndalucía mediterránea escán . estrechamente ligados -recor-démoslo- a dos fenómenos importantes: el peso de una naturá-leza aplascante y la atomización de la sociedad agraria.

EI hecho montañés, de entrada, condiciona rigurosamentetoda la actividad agrícola y le impone una marca muy original. Lagénesis y evolución de los campos han debido tener en conside-ración los datos físicos apremiantes y sus formas modernas de-penden de ellos en gran medida. Región de tiránicas pendientesy de pobres suelos, la Andalucía mediterránea es ante todo eldominio de la agricultura de vertientes, mediocre, difícil. Pero,gigantesca solana con clima privilegiado al .tiempo que reservahidráulica, la montaña es también madre de fecundidad. De aquíel carácter ambiguo en apariencia de la vida agrícola, a la vezextraordinariamente próspera en algunos lugares y profunda-mente teñida de pobreza en otras partés. Los campos de laAndalucía mediterránea forman un rompecabezas con piezasvivamente contrastadas: altás tierras, laderas y llanuras litoralessostienen sistemas variados que el rigor de los umbrales físicossepara radicalmente. La complejidad de e.rte mo.raico, la violencia dela.r opo.ricioner individuulizan potentemente ya a la Andalucía medi-terránea en el .reno del Sur ibérico. Radicalmente diferente a laAndalucía del Guadalquivir, rica y uniforme bajo sus grandesllanuras de trigo y sus blandas colinas de olivos, ella es distintatambién a las comarcas del sudeste árido donde la sequedadfuerza frecuentemente a la agricultura a dejar de lado las pen-dientes. En definiciva, el predominio de la arborícultura devertientes constituye sin duda la marca personal más evidente de

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la Andalucía mediterránea, más incluso que el exotismo curiosode las fórmulas de vegas litorales. Pero siempre la montaña estáen el origen de la especificidad regional.

EI campesinado y la atomización extraordinaria de las estruc-turas sociales constituyen rasgos no menos fundamentales deestos campos. En el mismo corazón de un Sur que se ha caracte-rizado demasiado esquemáticamente por el latifundismo, la An-dalucía mediterránea e.c un ba.rtión de microfundi.rmo. Esta «excep-ción» norable a la escala de toda una región debe ser puesconsiderada como un tipo particular de organización agrariaandaluza, como una de las facetas mayores -demasiado frecuen-temente olvidada- de la vida rural del Sur ibérico que noresponde al estereotipo del gran dominio de las «campiñas».

Sin embargo, el pequeño campesinado y las pendientes exce-sivas se encuentran asociadas a muchas otras regiones del con-torno mediterráneo, desde la Kabilia a las montañas griegas y aCórcega, desde el Riff al «emparrado ligur» y a los Alpes marí-timos franceses. Pero estos caracteres tan frecuentes están aquíexacerbados y acusan los rasgos más personales de una agricul-tura campesina de vertientes. Es de esta exageración de los datosfísicos y sociales añadidos de donde nace la originalidad brutaldel mundo agrario mediterráneo andaluz, hecha de excesos, deuna yuxtapo.rición de realidades diversas pero .riempre exagerada.r:riqueza y pobreza, fórmulas de policultivo alimentario de lasmás cerradas y monocultivos especulativos de lo más absolutos.

El hundimiento de los sistemas de vertiente y el desarrollode las actividades litorales resumen la evolución del últimocuarto de siglo. El refuerzo de la oposición entre laderas omontañas venidas a menos y]lanuras costeras en expansiónconsŝ tuye un fenómeno ordinario en el mundo mediterráneomoderno. Nuestra región no escapa en absoluto al destino co-mún y pierde aquí ciertamente una buena parte de su originali-dad.

Por todas partes, el tema de la emigración domina de ahora enadelante la vida rural de la.r regiane.r de vertiente.r uniformizadas porcomportamientos idénticos. Por otra parte, la intensidad de lacrisis es magistral. Es la brutalidad del descenso demográfico loque, tal vez, define mejor la personalidad actual de las comarcas

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de vertientes de la Andalucía mediterránea. La rapidez de ladecadencia es estremecedora: en dos decenios, comarcas enterasse han vaciado de su población, han abandonado lo esencial desus actividades. La Alta Alpujarra =sobre todo al este- y laSerranía de Ronda registran verdaderos records de despobla-ción. En conjunto, la Andalucía mediterránea de los vertientesrepresenta ciertamente uno de los polos principales de la emi-gración española, el foco de repulsión donde ésta se impone másviolenramente. Exodo definitivo, migraciones temporales y parti-das estacionales se suman para hacer del género de vida migrato-rio la realidad fundamental de estas regiones. La Andalucíamediterránea pierde aquí su personalidad, que ya no se mani-fiesta más -por un cierto tiempo- que por la agudeza extremade la crisís.

EI desarrollo de lo.r litorale.r reposa, en ausencia de vocaciónindustrial, en la promoción exclusiva de dos tipos de actividades:el turismo y la agricultura moderna.

La vía del gran turismo internacional emprendida brillante-mente por la Costa del Sol malagueña no expresa en absolutouna elección determinada por las aptitudes o las necesidadesparticulares de la Andalucía mediterránea. Como en la mayorparte de los litorales mediterráneos re ŝientemente promovidosal rango de grandes focos balnearios, no es sino la expresión deun fenómeno en gran medida exterior a la región, como incrus-tado en la comarca.

El desarrollo turístico no es ya el producto de los hombresde la región, sino el de intereses exteriores más potentes. Sinembargo, las características del medio humano autóctono no hansido en absoluto indiferentes. La pobreza de una economíaagrícola exclusiva, la debilidad de una sociedad rural menuda,supercargada de hombres, han constituido otros tantos factoresfavorables al crecimiento acelerado del turismo. La abundanciade mano de obra, indispensable para la puesta en marcha de losgrandes trabajos de equipamiento, el aislamiento de un micro-campesinado sin defensa, deslumbrado por el anzuelo de ganan-cias fáciles que le parecían fabulosas, han servido en gran me-dida a la ambición de los promotores del turismo: el escaso costedel suelo y del trabajo les garantizaba beneficios en incremento.El «subdesarrollo» local, el microfundismo han podido ser,

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desde este punto de vista, elementos importantes del desarrolloespectacular de las funciones turísticas. No obstante, la especifi-cidad del.medio socio-económico regional no ha podido ser sinoun factor favorable aunque no determinante de este tipo decrecimiento. La comarca y sus hombres no sirven sino de marcocómodo, de componentes útiles pero marginales de un fenómeno «deslo-calizado», sin especificidad regional. Tal fenómeno puede por otraparte parecer normal hoy: es común en todo caso a la mayorparte de las regiones nuevamente conquistadas para el granturismo internacional. ^

Desde ahora se comprende que los resultados de la expan-sión balnearia responden mal a las necesidades de la región.Producido por fuerzas exteriores, el turismo no se enraiza en laregión y no le aporta sino beneficios pronto decepcionantes. Dehecho, sus consecuencias más evidentes proceden de un meca-nismo rigurosamente lógico, desfavorable a largo plazo para losintereses regionales:

- Asfixia de las funciones preexistentes por un crecimientoturístico que confina a la monoactividad, desvía en su únicobeneficio las ventajas de todas las fuerzas del progreso, inhibe eldesarrollo agrícola e industrial y conduce finalmente a un dese-quilibrio económico temible.

- Marginación de los hombres de la región reducidos en suinmensa mayoría a tareas subalternas o efímeras (la construc-ción).

El crecimiento balneario es, en el fondo y en gran medida,independiente del medio regional del que se nutre por un ciertotiempo, sin fecundarlo verdaderamente.

^Consecuencias habituales, de hecho! Son éstas las quesiempre proceden de la irrupción de potentes actividades mo-dernas, importadas sin precauciones en un medio demasiadodébil paia asimilarlas, para controlarlas. Traumatismo sufrido portoda economía subdesarrollada, demasiado brutalmente confrontadacon funciones demasiado sofisticadas... La Andalucía mediterráneano aporta, en este caso, sino una ilustración suplementaria de losriesgos engendrados por un proceso de carácter «colonial». EIturismo, en efecto, no puede resultar fecundo para las poblacio-nes locales sino a coridicíórŝ de insertarse en un medio socio-ecoñómico lo suficientemente evolucionado como para saber

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sacar partido de él, lo suficientemente sólido como para resistira sus exigencias más excesivas. EI problema se resume, de he-cho, en una relación de fuerzas que aquí era particularmentedesfavorable al mundo regional: agresividad máxima de un cre-cimiento turístico demasiado brutal y masivo para poder serintegrado en el medio local, insigne debilidad por el contrariode una sociedad campesina demasiado pobre para asumirlo.

Impotente, la Andalucía mediterránea ha sufrido el granturismo sin poder retirar de él los medios de un desarrolloduradero. Semejante desgracia no le es exclusiva, sin embargo.La inayor parte de las regiones recientemente conquistadas porel gran turismo de masas han sufrido, en diversos grados, perjui-cios comparables: las costas españolas principalmente -las Ca-narias sobre todo-, pero también las de numerosos países conestructuras socio-económicas retrasadas.

La singularidad de la Costa del Sol obedece únicamente a laparticular mediocridad del balance turístico para la región, a laextrema modestia de sus efectos positivos (trabajo estacional,aligeramiento oportuno de las estructuras del empleo en unaépoca crucial) en relación con la importancia de sus consecuen-cias negaŝvas (bloqueo del desarrollo industrial, freno a la mo-dernización agrícola, reflujo dramático del empleo paraturísti-co, etc. ). Es éste, sin duda,el resultado de un desequilibrio particu-larmente acusado, de partida, entre agentes exteriores y resis-tencia local. De aquí la inferioridad de la Andalucía mediterrá-nea en comparación con otros focos turísticos donde, cada vezque este desequilibrio inicial se ha revelado menos grave, losbeneficios regionales del crecimiento balneario han sido muchomás considerables.

Así la Costa del Sol no puede, desde este punto de vista, serasimilada a los más antiguos focos turísticos mediterráneos, a laRiviera italiana o a la Costa Azul, a pesar de un aparato balnea-rio comparable hoy por su volumen. Sin duda la función balnea-ria es también exclusiva alrededor de Niza o de San. Remo,como alrededor de Málaga, pero su crecimiento ha sido muchomás progresivo y espaciado en el tiempo: ha sido al mismotiempo incomparablemente menos agresivo, integrándose pocoa poco en el medio hasta animar realmente a la vida regional. Eltraumatismo turístico ha afectado, sin embargo, duramente tam-

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bién al equilibrio de los Alpes marírimos franceses, la urbaniza-ción «insular» de la Costa Azul ha pociido precipirar el declivede la zona del interior y rener consecuencias esrerilizantes. Noparece, a pesar de todo, que el desarrollo balneario haya tenidoallí una agresividad ran grande, tan brural como en la Cosra delSol. La Costa Azul y su población, los Alpes marítimos en suconjunto incluso, viven hoy del rurismo. No es éste el caso a laspropias puerras de la Cosra del Sol donde la población andaluza,perturbada en sus actividades personales, no se ha beneficiadoen absoluto en contraparrida de un empleo turístico de sustiru-ción capaz de asegurar su porvenir.

Finalmenre, la Cosra del Sol se distingue igualmenre demuchos otros focos balnearios españoles que pertenecen comoella no obstante a la misma generación, muy reciente, del granturismo internacional. Se piensa sobre todo en las cosras catala-nas, en la Costa Brava, en las Baleares. Aquí, por el contrario, laviralidad de la economía preexistente al rurismo, la solidez ma-yor de las sociedades rurales han limitado considerablemente losefecros más negativos del desarrollo balneario: las poblacioneslocales han podido retirar de él, con frecuencia, duraderos ysustanciales beneficios. Los beneficios del turismo han podidoincluso relanzar la economía agrícola, facilitar su modernización:el campesino del centro de Mallorca, el de Ibiza también -laisla sin embargo más sometida a la invasión inmobiliaria exte-rior-, ambos estacionales «en la costa», han podido financiarasí el riego de nuevas tierras a pesar de la ayuda insuficienre delos organismos de crédito agrícola. El turismo ha sido allí elfermenro de un progreso efectivo.

En el término de quince años de crecimienro espectacular, elturismo de la Costa del Sol no ha engendrado en absoluto eldesarrollo en profundidad calculado para la Andalucía medi-rerránea. Queda para el porvenir de las poblaciones locales elsuperar el traumarismo de la irrupción balnearia y esperar elreequilibrado de las estructuras de una economía demasiadodependienre. La promoción de nuevas acrividades de relevo-agrícolas, industriales- al servicio de los hombres de la re-gión aparece hoy como una necesidad imperativa.

La vía de la agricultura moderna, la que se eñcuentra sobretodo a lo largo de las costas orientales, ofrece por el contrario

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más originalidad y más seguridad. El éxito es menos espectacularque el del gran turismo, la fachada menos brillante, pero losefectos incomparablemente más positivos. La agricultura mo-derna -huertos «tropicales», cultivos sobre arena-, al contra-rio de las actividades balnearias, representa a la vez una víaoriginal de la Andalucía mediterránea y una base notable para sudesarrollo.

La especificidad regional de las nuevas agriculturas se marcatanto más netamente, en efecto, cuanto que ella ha surgido de lacombinación inimitable de los caracteres más personales delmedio mediterráneo andaluz. Ella resulta primera y fundamen-talmente de los privilegios térmicos excepcionales que procurael abrigo de la montaña: es significativo a este propósito que loshuertos «tropicales» o los cultivos sobre arena desaparezcan encuanto se esfuma la montaña y termina la Andalucía mediterrá-nea. Pero ella resulta tanto del cultivo profundamente campe-sino que caracteriza estas comarcas. Las nuevas fórmulas deri-van, en lo esencial, de procedimientos locales muy antiguos y,en el fondo, de un perfeccionamiento ingenioso de técnicaso de producciones tradicionales: así para el chirimoyo comopara el enarenado. Sobre todo, tales sistemas no son apenasconcebibles, sino en el marco exclusivo del microcampesinadoy de prácticas puramente manuales en la línea recta de la tra-dición.

También y porque precisamente nace del alma regional y seintegra perfectamente a sus tradiciones, la nueva agriculturarepresenta una base extremadamente sólida para el desarrolloeconómico y social de la Andalucía mediterránea. Puesta apunto por los hombres de la región, dirigida por ellos y en subeneficio, ella constituye una fuente real de enriquecimientopara la región, una oportunidad inesperada de promoción paralos más menesterosos y un exutorio formidable para las pobla-ciones expulsadas de la montaña.

Tal éxito resulta ciertamente ejemplar. Tal vez es inclusosusceptible de abrir horizontes nuevos a otros medios agrícolasretrasados dotados de algunos privilegios térmicos y de un cam-pesinado abundante, de servir de modelo de desarrollo aplicableen otros lugares. Factores fundamentales de éxico, las ventajastérmicas y la presencia de una numerosa mano de obra habi-

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tuada al trabajo manual no son suficientes sin embargo paraasegurar el éxito. Para explicar este úhimo, tales condicionesindispensables deben todavía apoyarse en algunos prerrequisitosque juegan un papel muy importatite: prerrequisiros materiales-dotaciones hidráulicas y equipamientos-, requisitos mentalesfinalmente -una voluntad innovadora, pionera-, cuya influen-cia es decisiva.

1. Una política hidráulica de la que se ha querido hacer lapalanca fundamental, incluso exclusiva, del progreso agrícola, noes suficiente por sí sola para asegurar el desarrollo con éxito detales economías. Es indispensable aunque no determinante. EIejemplo de la Hoya dé Málaga nos proporciona una demostra-ción aplastante. Pese a su envergadura notable, la empresa deriego del Plan Guadalhorce no ha suscitado en absoluto un éxitoagrícola a la medida de las posibilidades locales. EI menor éxitodé los perímetros malagueños no hace sino subrayar, una vezmás, la insuficiencia de la política hidráulica como único mediode desarrollo. El agua no e.r un remedio ab.roluto para los proble-mas de la agricultura mediterránea, ni incluso un medio forzo-samente eficaz de su promoción. La conclusión no es nueva enabsoluto. Desde hace algunos años, otros autores han venidoinsistiendo en este aspecto, notablemente a propósito de losdestinos del riego del Languedoc, de la política hidráulica espa-ñola o del Levante murciano. EI agua no es realmente eficaz másque si es bien utilizada y sirve para promover sistemas lo sufi-cientemente remuneradores como para estimular el afán de pro-greso.

2. La.c farma.r de la colonización agraria revisten, desdeahora, una importancia capital y garantizan, en definitiva, eléxito de la empresa. Pues bien, la amplitud de las infraestructu-ras necesarias así como las condiciones -siempre delicadas-del cambio de sistemas agrícolas -del secano al regadío, de lotradicional a lo moderno- suponen en la mayoría de los casos laintervención tutelar de organismos públicos, únicos capaces deasegurar la realización de tales operaciones. Las modalidades dela ácción oficial -la del IRYDA en el caso de nuestras regio-nes- juegan pues un papel preponderante en cuanco al resul-tado de la empresa. Su éxito depende fundamencalmente de laactitud de parcicipación activa del campesinado en cuestión.

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Desde ahora, los medios propios para escimular el dinamismo delos hombres no pueden ser olvidados.

La esperanza en un verdadero éxico económico es, de prime-ras, el factor esencial del entusiasmo individual, el motor ac-tuante. Pues bien, se reprocha frecuentemence a la colonizaciónespañola el haber creado demá:siadas explocaciones con medio-cre rentabilidad, el haber escablecido una clase de colonos fre-cuentemence decepcionados y poco progresiscas. El análisis delPlan Guadalhorce nos lleva, en este sencido, a conclusionescomparables a las que han sugerido con frecuencia los escudiosanteriores sobre el Plan Badajoz o las zonas de colonización dela Baja Andalucía, las de Viar o del Guadalcacín:

- La insuficiencia de las atribuciones fundiarias es general-mente alegada para explicar el mediocre balance de la coloniza-ción oficial. En Málaga, Cádiz o Badajoz, las nuevas explotacio-nes son demasiado pequeñas para poder proporcionar beneficiosinteresantes mientras que, muy frecuencemente, subsiscen vastosdominios preservados de toda redistribución. La colonizaciónoficial ha querido hacer -equivocadamente sin duda- «la eco-nomía de una reforma agraria» (Bethemont). Esce no es sinembargo el problema clave en lo que concierne a la Andalucíamediterránea: la rareza de la gran propiedad reduciría aquí con-siderablemente el alcance de una nueva redistribución fundiaria;

- la «superintensificación» puede por el contrario resolverel problema de las pequeñas tenencias de colonos gracias a lasvencajas climáticas excepcionales de la zona. Pues bien, en Má-laga, contrariamenté a Almería, el error principal del I.N.C. esciertamente el no haber sabido favorecer ia eclosión de talesfórmulas e incluso el haber ocultado sus perspectivas preconi-zando producciones (agrios) inadecuadas dencro del marco de lamicroexplotación. Sin duda se encuentra aquí un factor capitaldel problema: la concepción de un marco eficaz.

Para los organis^nos de tutela, la preocupación por preservarla espontaneidad creadora de los agricultores consciruye cierta-mence uno de los elementos centrales que condicionan el éxito.Este úlcimo no se da sin una cierta flexibilidad del siscema quedeje a los interesados la libertad para emprender y asumir losriesgos. En el fondo, el éxito de la colonización, que es anre ,codo creación de espacios nuevos, de una sociedad y de una

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economía nuevas, no se da sin una cierta mentalidad pionera. EIejemplo del Campo de Dalías está aquí para probarlo como, porel contrario, el del demasiado «clásico» Plan Guadalhorce. Elcaso del Campo de Dalías podría, por el contrario, servir comoreferencia para una colonización eficaz. EI se define esencial-mente como la asociación de los principios de intervencióndirecta del Estado y de la libertad ampliamenre ofrecida a lasacciones espontáneas. La fórmula obtiene su eficacia en el apoyomutuo que se prestan estos dos elementos aparenremente anti-nómicos.

La inrervención del Estado ha sido indiscutiblemente deter-

minante. Sin ella, toda tentativa hubiera sido vana o hubiera

estado condenada a resultados limitados, pues sólo los poderes

públicos disponen de recursos suficientes para crear la infraes-

tructura necesaria a una colonización de cierta amplitud. La

empresa privada individual ha consrituido, por el contrario, el

motor decisivo de la conquista agrícola, propiamente dicha. Li-

bre de limitaciones en la mayor parte del Campo, exenta de

todo control fundiario del I. N. C., el empuje pionero resulta

sobre todo de una proliferación espontánea de pequeñas empre-

sas individuales. La repartición de lotes de las tierras, el pobla-

miento y la puesta en explotación han sido aseguradas ante todo

por iniciativas privadas.

Está claro que el resorte determinante de la acción pionera,en el marco de una economía de mercado, es la atracción por losgrandes beneficios individuales que únicamente suscitan el entu-siasmo indispensable a ral empresa. En este contexto, el papel dela especulación es ciertamente decisivo: la eficacia de la coloni-zación reposa en el éxito de un cultivo típicamente especulativocuyos beneficios importantes permiten la amortización rápida delas pesadas deudas contraídas por los explotantes; por lo mismo,el juego de la plusvalía fundiaria favorece la redisrribución es-pontánea de las tierras. Admitir la eficacia de tales motivacionesimplica que toda latitud sea dejada a los hombres: libertad en ma-teria de cultivos, así como en materia de transacciones fundiarias.

EI dirigismo estrecho, por el contrario, se ve privado de lapalanca esencial del entusiasmo pionero. Opone la prudenciarealista del planificador a la aventura individual. A1 limitar lasresponsabilidades privadas, se encarga de la totalidad de los

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riesgos de la operación y, por ello, se condena a una prudenciaparalizante que no utiliza sino imperfectamente las energíasdisponibles. Seguros, razonables, los culcivos preconizados conmayor frecuencia permiten a los colonos alcanzar uñ nivel devida decenre, indiscutiblemente, superior al estado de subdesa-rrollo donde se enconrraban antes; por el contrario, apenasautorizan sino beneficios modesros y confinan a los interesados aun porvenir mediocre, exento de miseria aunque desprovisto delatractivo de un éxito pleno. EI empuje pionero está ausente, porfalta de motivaciones suficientes, y el alcance regional de lacolonización queda con frecuencia limitado.

La experiencia ha demostrado suficientemente la iinportanciade tales defectos como para que un intervencionismo más flexi-ble prevalezca por todas partes hoy. Sin duda es demasiadotarde, no obstante, para relanzar útilmenté el Plan Guadalhorceque -es cierto- apenas se ha beneficiado de una coyunturafavorable: la colonización en Málaga ha visto sus deficienciasdesgraciadamente amplificadas por el éxito simultáneo de unaactividad balnearia demasiado atractiva. EI pleno éxito de lacolonización del tipo Campo de Dalías supone con seguridad untremendo despliegue de energía, una suma gigantesca de esfuer-zos individuales difícilmente compatibles con la existencia deotras actividades dinámicas donde el éxito pueda parecer másfácil. EI éxito de las nŝevas agriculturas ^no se ve así condicio-nado por la ausencia de otras salidas que obligue a los hombres asuperarse e hipotecado, a la inversa, por la concurrencia de otrasfunciones más brillantes, tales como el turismo?

^Gran turismo o nueva agricultura? Uno y otra ejercen ac-

rualmente una atracción equivalence en la Andalucía medicerrá-

nea. Su radio de influencia interviene en espacios de las mismas

dimensiones (fig. 35) habitados hacia 1950 por poblaciones rura-

les de la misma magnitud. En definitiva, el peso regional relativo

de una y otra vía es cuantitativamente muy comparable.

Pues bien, estas fuerzas equivalentes parecen excluirse es-pontáneamenre. En efecto, una de las verificaciones más curio-sas que se obtiene observando la distribución de las nuevasactividades cosreras es la separación geográfica rigurosa de susáreas de desarrollo, turismo en el oeste, agricultura en el este.

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^Azar, capricho de la geografía? La incompatibilidad entre estos dostipos de crecimiento resulta más bien del antagonismo de sus necesida-des respectivas. El desarrollo del gran turismo y el de las nuevas ^agriculturas apelan a los mismos medios, a las mismas energías:su desarrollo simultáneo en lugares comunes es, pues, difícil sinuna concurrencia peligrosa que afectaría a la plena expansión decada uno de los protagonistas. La concurrencia en el espacio, enel agua no es, sin duda, la más limitativa. Por el contrario, la quese ejerce con los hombres es ciertamente decisiva. Para insta-larse y crecer, el gran turismo necesita la participación masiva dela mano de obra local o regional que, entonces, no queda yadisponible para tareas tan duras como las de la conquista agrí-cola. EI problema es, más fundamentalmente aún, el de uncambio de mentalidad: el turismo, al proponer muy rápidamenteganancias relativamenfe fáciles, al ofrecer la aparente promociónde un género de vida urbano, ejerce una atracción más vivasobre las poblaciones, sobre los jóvenes especialmente, y sttscitafinalmente el rechazo de la vida agrícola. Esta última parece muchomás ingrata en efecto: no se da sin penas, sin obstinación, sinriesgos. La nueva agricultura supone, en el fondo, este espíritupionero que, por el contrario, el turismo tiende a paralizar. Porun lado, la aventura agrícola, por el otro, la actitud pasiva deempleados sometidos a una función turística que les desborda.

Sin duda, en otros lugares o en un contexto diferente, laincompatibilidad no resultaría forzosamente fatal, ni la eleccióntan necesariamente absoluta. Un turismo más modesto y mejorenraizado en la comarca y una agricultura moderna menos exi-gente en energía podrían cohabitar en espacios menos reduci-dos. Pero, en la Andalucía mediterránea, cada una de las dos víasde crecimiento es, de alguna manera, demasiado «totalitaria»,para poder admitir una repartición del espacio y de las fuerzashumanas que, en un punto dado, ella absorbe integralmente. Deaquí la especialización estrecha de las secciones del litoral, únicoemplazamiento aceptable y sin amplitud para las actividadesmodernas regionales.

;Gran turismo o nueva agricultura? El campesino debiera, anuestro parecer, continuar siendo el agente esencial del desarro-Ilo de la Andalucía mediterránea y quien garantice el manteni- ^mieñto de su personalidad.

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