capítulo 5.3 - ojitos adorables€¦ · ¿qué era? - preguntó cris. - obviamente mi miedo no es...

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Capítulo 5.3 - Ojitos Adorables

Cojeaba, y cada poco tiempo tenía queapoyarme en el hombro de Akira si no queríacaerme. Todo el seminario se encontraba en unterrible silencio. Mateo no nos acompañó, sinoque se quedó en aquella habitación, esperandoa que lo salvásemos. No nos había dicho cómoliberar al seminario de aquel hechizo, nitampoco lo vimos muy dispuesto a ello. Lo quemás le urgía era que nos enfrentásemos anuestros miedos. Luego quizá se nos aparecía ynos revelaba algún secreto. O no…

Caminamos, fallándole la linterna a Chorro,quedándonos con poca luz alumbrando.Deseábamos que se hiciera de día cuanto antes.Lo primordial era salir afuera, algo que seríaimposible de hacer, y esperar a que asomase elsol para luego buscar la biblioteca y despuésromper el hechizo. Pero eso no sucedería. Antesde llegar a la primera planta se escucharon los

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gritos del gigante que anhelaba cazarnos. Misamigos se estremecieron: yo no.

- Es mi miedo, ¿no? Yo iré a por él. - sonreí.Miré a Akira. Le guiñé un ojo. Asintió con lacabeza.

Los pasos se acercaban. Cada vez más cerca denosotros. Pero no teníamos miedo. Nuestrocorazón no albergaba dudas, o temor, sinodisposición para la lucha. Cristina y Chorro nosalumbraban. Me giré hacia ellos, amplié misonrisa, que los tranquilizó, y al volver agirarme la cabeza del gigante asomó de entre laoscuridad. No más dudas, no más temor. Mequedé quieto, enfrentándome a él, pero alzó elbrazo, dispuesto a atravesarme en dos con él.Lo esquivé a tiempo para que su puñetazo sequedase atascado en la pared. Le vaciamos,entonces, los cargadores para inutilizarlo delotro y de las piernas. Las balas se ibandesintegrando y saliendo de su cuerpo,momentos que aproveché para quitarme el

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colgante y ponérselo alrededor del cuello, perono salió bien. Aun con diez balas en el brazoconsiguió moverlo para apartarme. El colgantecayó a varios metros de mí. No, no… Sin él yome convertía en otro demonio más. Tantamagia negra usada sobre mí volvió. Oscuros yretorcidos sentimientos me invadieron. Mordími labio superior con mis dientes inferiores.Gruñí un poco. Volví a coger el colgante, peroya con la rabia en mí fui decidido hacia él.

- ¡Ánimo! ¡Sólo es miedo! - dijo Cris. - ¡Vence almiedo de tu corazón, y desaparecerá! ¡Notemas, te apoyamos, y te queremos!

¿Era eso en verdad un "te quiero"? Ablandó unpoco mi corazón, pero no lo suficiente comopara evadir mi concentración en la lucha.Esquivé al gigante y seguí peleando contra él.Arrancó la pared e intentó atacarme con subrazo. Caí al suelo, a punto de ser derrotadopor él, pero lancé mi colgante a Akira, quien loagarró y fue a ponérselo alrededor del cuello,

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pero era demasiado alto.

- ¡A la pierna! ¡Engánchaselo ahí!

Iba a aplastarme con toda su fuerza cuandoAkira se lo encajó en la pierna. Al tenerla tangorda se quedó ahí paralizado, y fuequemándose, para luego pasar todo ese fuegoal resto de su cuerpo, y explotar, salpicándonosa todos de su inmunda y asquerosa sangre.Agradecí tener las heridas cubiertas.

- Pero… si el fantasma dijo que no lucháramos…- dijo Cris.

- Habríamos muerto. Mateo está con ellos.Cuando dije que nos íbamos ni se molestó endecirnos cómo romper el hechizo, así que tantomiedo no tiene por estar aquí, ni tandesesperado está por salir, porque tampocoaceptó el destierro que le propuse. Era todo unengaño. ¿Lo sabías, Akira?

- Me lo temía, pero como siempre captas esoconfié en ti.

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Asentí con la cabeza. De un momento para otrorealizamos un hechizo de destierro. Mateoapareció, gritando:

- No, ¡no podéis hacerlo! ¡Moriréis! ¡Vendréis alInfierno conmigo! - pero no fue capaz de hacermás, porque se desvaneció.

- Error de novatos: hicimos el primer hechizo enla planta baja. - dije cuando sólo quedó humode él. - Al parecer, cuando un lugar es tangrande hay que ir haciéndolo planta a planta,pero hacía tanto que no nos pasaba… Casitodos se quedan en pisos, o en el hall deentrada.

- A mí también se me fue la pinza, tío. - dijoAkira.

- Pero, ¿y el gigante? ¿Qué era? - preguntó Cris.

- Obviamente mi miedo no es un gigante tanfeo, y al no decir ninguno de vosotros cuálesson vuestros miedos pues supuse que lo quedecía no era verdad. No lo sé, y la niña tampoco

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sé lo que es, pero debemos enfrentarnos a ellapronto. - recogí el medallón.

- ¿Y los perros? ¿Y volver todo el rato al mismositio? - preguntó el cura.

- No sé, te dije que hay cosas que no sé.

- Ahí estáis. - dijo la voz rasgada de la niña.Miramos a todos los lugares, pero no la vimos.Su voz sonaba como si estuviera a nuestro lado,entre nosotros. Nos juntamos hasta pegarnospor completo, y los rugidos de la niña seguían.¿Dónde estaba? Sólo había oscuridad, y dondeiluminábamos no veíamos nada, hasta que seme ocurrió apuntar hacia el techo. ¡Bingo! Saltóhacia nosotros. Me enzarcé con ella en unapelea. Caímos rodando. Ella tenía las uñaslargas y sentir cómo me desgarraba la piel conellas me resultaba repugnante. Akira fue aquitármela de encima cuando ella lo empujóhacia atrás con algún tipo de poder psíquico.Saqué el agua bendita del bolsillo de mipantalón y se la rocié encima. Su piel ardió. Era,

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sin duda, un demonio. Se apartó de mí y huyócorriendo, pero Chorro estuvo rápido. Disparó asus piernas, haciéndole caer. Recargué mipistola con el último cargador disponible yapunté a la niña.

- ¿Quién eres? - pregunté.

- Todos se paralizan por el terror y mueren sinque puedan reaccionar…

- Pero al ver que nosotros reaccionábamosmejor que el resto le dijisteis al fantasma quenos dijera que nos enfrentáramos a vosotrossin luchar para pillarnos desprevenidos.

- Sí. Eres más listo de lo que pensaba.

- Repito, ¿quién eres?

- Un demonio muerto. Poseí a esta chica, leshice creer a los curas que estaba muerta, yluego los asesiné a todos, menos al fantasmaque visteis.

- ¿Por qué?

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- Se suicidó para mantener este sitio encantado.Era el forense que dijo que yo estaba "muerta".

- ¿Por qué me lo cuentas todo?

- ¿Viste la mole? Era un cuerpo construido conpartes de varios cadáveres y reanimado como siun animal se tratase. Llamadlo zombi.

- ¿Y los perros? ¿De dónde salieron?

- Oh, cariño, hay un aquelarre de brujasintentando invocar a un demonio mayor, ¿deverdad crees que eran perros demoníacos? Losadiestran y los sueltan. Las brujas deben deestar cerca.

- Pero si no había escalera para subir, ¿cómocoño lo hicieron?

- Hay otra oculta en una habitación.

- Nos desorientamos muchas veces y por esocreímos que estaba maldito todo, y sólo fueefecto de nuestras mentes. Hay algo decoherencia en lo incoherente, al fin y al cabo.

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- Y las cucarachas, bueno, efecto de la suciedady el tiempo. ¿Alguna pregunta más?

- ¿Por qué me lo cuentas?

- Quiero que resucitéis a mi amo. Id a Alemania,al norte, hay un pequeño pueblo dondeencontraréis más respuestas.

- ¿Qué pueblo?

- Ya lo sabréis. - me extrañó.

- ¿Por qué no luchas? ¿Por qué te rindes?

- Es parte del plan. Ahora… adiós…

La niña se desplomó en el suelo. Su rostrohorrible fue borrándose. Su piel ya no parecíamuerta y podrida, sino más colorida. Estaba…¿volviendo a ser lo que era? Me miró con susojitos marrones adorables, triste, desorientada,y confusa.

- ¿Dónde estoy? ¿Papá…?

La niña… era humana de nuevo. Todo ese plan

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me mareó porque era incapaz de darle unsentido lógico, y la niña me desarmó todavíamás. Se levantó. Por fortuna, antes de que eldemonio se fuera la bala de plata había salidode su cuerpo. Estaba bien, sin heridas. Cris fuea acercarse a ella para socorrerla, pero antes deque lo hiciera alcé mi pistola y le volé la tapa delos sesos.

- ¡¿Qué cojones?! - gritó Akira.

La niña se quedó de pie, aún, sin caer. Teníamedia cabeza reventada. La cabeza estabaechada hacia atrás. La inclinó hacia delante yme sonrió. Le arrojé más agua bendita ypronuncié el exorcismo. Antes de que eldemonio se desvaneciese dijo:

- Tenía que intentarlo. Como dije, eres más listode lo que pensaba.

- No era inteligencia, era precaución. - dije confrialdad. Sí, si la niña hubiera sido humana yohabría asesinado a un ser inocente. No lo

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pensé, sólo me dejé llevar. La oscuridadrodeaba mi corazón. ¿Sería por los momentosque pasé sin el collar? Entonces lo pensé mejor.Antes de acabar mi oración y de que eldemonio desapareciera lo rodeé con elcolgante. Un exorcismo lo expulsaba. Micolgante… Su rostro cambió de uno sonriente auno serio y desesperado.

- No, no, ¡quítamelo! ¡Por favor! ¡Te lo contétodo, por favor!

- Quisiste matarme, a mí y a mis amigos. Muere.

También se desintegró. Pudo verse un líquidosombrío caer de la boca de la niña. Era eldemonio derretido que estaba dentro. Derraméagua bendita sobre él y sobre el cuerpo. Ya nose quemaba. Estaba muerto. Recogí el colgantey me lo puse.

- Deberíamos instalarle un dispositivo que allanzarlo sobre los enemigos se quede pegado aellos y así… - iba diciendo cuando Akira me

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propinó un puñetazo en la cara que me tumbó.

- Cada día te reconozco menos, M…

La frase me dolió más que el puñetazo. Miré aCristina, y entonces dije:

- Prefiero protegerla a ella, que arriesgarme yperderla.

Vaya, parecía que, poco a poco, me ibaenamorando…

Ella se quedó ensimismada observándome.Parecía que ella también. Sólo quise besarla enese momento, cuando recordé que podríahaber más peligros. Nos marchamos y pasamosla noche fuera. Apenas fueron unas horas. Nodormimos nada. Llevábamos demasiado sustoencima. Por la mañana volvimos, y con la ayudadel sol buscamos la biblioteca. Entonces nospusimos manos a la obra. Con hambre,cansancio y aún algo de terror, pasaron lashoras hasta que Cris encontró algo.

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- ¿Será esto?

Lo miré. Sí, sí que era eso.

Al parecer, mi colgante le había pertenecido aun ángel caído en la batalla celestial contra Dioscuando los ángeles bajaron a procrear con lashumanas. Luego pasó a ser heredado por unode sus hijos nefilim, y, ahogado en el diluvio, seperdió. Se dice que protege de la magia y decualquier ser demoníaco, pero el ángel, altransformarse en demonio, le resultó a símismo hiriente, por eso se lo dejó a su hijo.

- ¿Y por qué lo tengo yo? ¿Cómo llegó hasta mí?

- Hay más objetos de ángeles. - dijo ella. - Algúnarma, joyas, instrumentos…

- Rymadi'el… Así se llamaba el ángel. Eh, y aquíhay una nota… Es… Mierda, es el pueblo deAlemania al que tenemos que ir.

- ¿Será una trampa? - preguntó Akira.

- Estoy seguro de que sí, pero parece ser

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nuestro próximo movimiento.

- Un segundo. - dijo Chorro. - El demonio dijoque iba a resucitar a su amo, ¿no?

- Yo también lo pensé. - dijo Cris. - ¿Será su amoel ángel del colgante?

- Así que es una trampa para que vayamos yluego nos lo quiten y lo invoquen, ¿cierto? -dijo el cura.

- Entonces nos pillarán preparados. - dije. - ¡¿Aquién le apetece una salchicha Frankfurt y unacerveza?!

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