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Verdad y Libertad Asociación Persona y Familia Pág. 1 Cuando todavía no se ha callado el eco de ese profundo grito de amor que lanzó Juan Pablo II en Santiago a la vieja Europa: “Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes, aviva tus raíces. Revive aquellos valo- res auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes”, Benedicto XVI grita de nuevo, en la misma Catedral de Santiago veintiocho años después, y para remover a la misma vieja Europa de ese nihilismo atroz que la corroe: “Es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cie- los de Europa”. Quien viene siguiendo la estela llena de luz de este padre de la Iglesia, como ya se le está llamando, de su magisterio pontificio, y de su pensamiento y pre- dicación aún antes de que fuera nombrado sucesor de Pedro, puede afirmar sin ningún género de dudas que, para esta ingente tarea a la que lanza a la vieja Europa para que Dios vuelva a resonar bajo sus cielos, y, por lo tanto, a la que nos lanza a los cristianos como protagonistas, no nos propone el uso del discurso, ni de la mera reacción con la pobre intención de construir una nueva “cristiandad” a base de cruzadas contra el supuesto “enemigo”. No; este es el Papa que habla, y nos enseña a hablar, al corazón del hombre, a sus necesi- dades, sus deseos y sus oscuridades, y nos enseña cómo estar presentes en un contexto antropológico cultural nuevo; un Papa que sabe que la forma de afrontar el relativismo no es hacer un discurso similar desde el punto diame- tralmente opuesto, sino acudiendo al testimonio y al diálogo, al diálogo de la fe con la modernidad, de la fe con la laicidad; es el Papa de la relación de la fe y la razón, y en este sentido es histórico el discurso en Westmister Hall, pero está brillantemente precedido por los de Ratisbona, La Sapienza y el Colegio de Bernardinos; es el Papa que se expone personalmente, como lo hizo Cristo, que no tiene ningún miedo en medirse con el hombre del siglo XXI, que senci- llamente anuncia el Evangelio, que no pierde el tiempo en lamentarse de la maldad de los tiempos, sino que anuncia a Cristo, que propone a la razón y a la libertad del hombre moderno Su Presencia histórica en la Iglesia, y que con ella “se pone en camino acompañando al hombre que ansía la plenitud de su ser... para ser cada vez más, en medio de los hombres, Presencia de Cristo”, como nos indicó nada más poner pie en el aeropuerto de Santiago. Un Papa que anuncia, en definitiva, la belleza de ser cristiano aquí y ahora. BENEDICTO XVI, PEREGRINO EN ESPAÑA El templo de la familia, icono de la belleza divina Julián Huete* Nº 22 Año 2010 diciembre * Julián Huete. Licenciado en Derecho. Director del Centro de Orientación Familiar “San Julián” de Cuenca. Especialista Universitario en Pastoral Familiar por el P.I. Juan Pablo II. FOTO: Miguel Castaño

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Verdad y

Libertad

Asociación Persona y Familia Pág. 1

Cuando todavía no se ha callado el eco de ese profundo grito de amor que lanzó Juan Pablo II en Santiago a la vieja Europa: “Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes, aviva tus raíces. Revive aquellos valo-res auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes”, Benedicto XVI grita de nuevo, en la misma Catedral de Santiago veintiocho años después, y para remover a la misma vieja Europa de ese nihilismo atroz que la corroe: “Es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cie-los de Europa”. Quien viene siguiendo la estela llena de luz de este padre de la Iglesia, como ya se le está llamando, de su magisterio pontificio, y de su pensamiento y pre-dicación aún antes de que fuera nombrado sucesor de Pedro, puede afirmar sin ningún género de dudas que, para esta ingente tarea a la que lanza a la vieja Europa para que Dios vuelva a resonar bajo sus cielos, y, por lo tanto, a la que nos lanza a los cristianos como protagonistas, no nos propone el uso del discurso, ni de la mera reacción con la pobre intención de construir una nueva “cristiandad” a base de cruzadas contra el supuesto “enemigo”. No; este es el Papa que habla, y nos enseña a hablar, al corazón del hombre, a sus necesi-dades, sus deseos y sus oscuridades, y nos enseña cómo estar presentes en un contexto antropológico cultural nuevo; un Papa que sabe que la forma de afrontar el relativismo no es hacer un discurso similar desde el punto diame-tralmente opuesto, sino acudiendo al testimonio y al diálogo, al diálogo de la fe con la modernidad, de la fe con la laicidad; es el Papa de la relación de la fe y la razón, y en este sentido es histórico el discurso en Westmister Hall, pero está brillantemente precedido por los de Ratisbona, La Sapienza y el Colegio de Bernardinos; es el Papa que se expone personalmente, como lo hizo Cristo, que no tiene ningún miedo en medirse con el hombre del siglo XXI, que senci-llamente anuncia el Evangelio, que no pierde el tiempo en lamentarse de la maldad de los tiempos, sino que anuncia a Cristo, que propone a la razón y a la libertad del hombre moderno Su Presencia histórica en la Iglesia, y que con ella “se pone en camino acompañando al hombre que ansía la plenitud de su ser... para ser cada vez más, en medio de los hombres, Presencia de Cristo”, como nos indicó nada más poner pie en el aeropuerto de Santiago. Un Papa que anuncia, en definitiva, la belleza de ser cristiano aquí y ahora.

BENEDICTO XVI, PEREGRINO EN ESPAÑA El templo de la familia, icono de la belleza divina

J u l i á n H u e t e *

Nº 22 Año 2010 diciembre

* Julián Huete. Licenciado en Derecho. Director del Centro de Orientación Familiar “San Julián” de Cuenca. Especialista Universitario en Pastoral Familiar por el P.I. Juan Pablo II.

FOTO: Miguel Castaño

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AL HILO DE LA NOTICIA � nº 22 � Año 2010 � diciembre

Pág. 2 Asociación Persona y Familia

“...Que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa...” Hemos recibido, por lo tanto, una invi-tación del sucesor de Pedro, expresa, clara y sin complejos, a que cada cristiano empiece a construir “templos”, “catedrales”... obras impregnadas de belleza que apunten a la Belleza con mayúsculas, una invitación a ser en el siglo XXI otros Pierre de Craon, el constructor de catedrales de la inmensa obra de Paul Claudel La Anunciación a María. Porque es la belleza la que salvará al mundo como anunciara Dostoievsky, porque es “la belleza la gran necesidad de hombre”, como nos recordara hace muy pocas semanas Benedicto XVI en su inolvidable vista. Y, como todo buen maestro, el Santo Padre ha dado el primer paso de este camino que nos indica para la recons-trucción y regeneración de Europa, con la dedicación del Templo de la Sagrada Familia, señalando la belleza de la obra de Gaudí, el Pierre de Craon constructor de catedrales del siglo XX, ese “arquitecto genial y cristiano consecuente, con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término de su vida, vivida en dignidad y austeridad ab-soluta...”: “En el corazón del mundo, ante la mirada de Dios y de los hombres… levantamos una inmensa mole de materia, fruto de la naturaleza y de un inconmensurable esfuerzo de la inteligencia humana, constructora de esta obra de arte. Ella es signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la Luz y de Aquél que es la Luz, la Altura y la Belleza misma”. Y más tarde, en la misma magnífica homilía pronunciada en la Misa de dedicación del Templo de la Sagrada Fa-milia, añadía explicando la obra de Gaudí: “Introdujo piedras, árboles y vida humana dentro del Templo, para que toda la creación convergiera en la alabanza divina, pero al mismo tiempo sacó los retablos afuera, para po-ner ante los hombres el misterio de Dios revelado en el nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesucris-to”.¿Cómo no ver en estas palabras dirigidas a la enorme obra de Gaudí, este Templo de la Sagrada Familia, este es-pacio de belleza, de fe y de esperanza en medio de la ciudad de Barcelona, una clara imagen y referencia a la fa-milia, esa iglesia en miniatura, ese templo cuya belleza y verdad llevan al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma? El templo de la familia... imagen de la Santísima Trinidad; el templo de la familia, lleno por dentro de vida humana, santuario de la vida humana, que invita a la alabanza divina por el don de la vida, por el don del Don que reciben los padres,… el templo de la familia espléndido, lleno de belleza también por fuera, en sus acciones, en su misión evangelizadora, para poner ante los hombres la belleza del Amor Hermoso. “Desde siempre, el hogar formado por Jesús, María y José ha sido considerado como escuela de amor, oración y trabajo”, afirmaba el Santo Padre en la misma homilía, añadiendo cómo la intención de los pa-trocinadores del templo fue precisamente mostrar al mundo el amor, el trabajo y el servicio vividos ante Dios, tal como los vivió la Sagrada Familia de Nazaret. Este templo que es la familia, su belleza que hiere, que anuncia y apunta a la fuente del Amor, necesita atención, protección y ayuda, y así lo recordó el Santo Padre en el Templo de la Sagrada Familia. Hay que seguir constru-yendo el templo de la familia, y la primera y fundamental piedra, y así nos lo recordó el Santo Padre, es el amor generoso e indisoluble de un hombre y una mujer, el marco eficaz y el fundamento de la vida humana en su ges-tación, en su alumbramiento, en su crecimiento y en su término natural. Sólo donde existen el amor y la fideli-dad, nace y perdura la verdadera libertad. Y desde aquí, Benedicto XVI, hizo un llamamiento a todos sin ex-cepción para ir colocando el resto de piedras del edificio de la familia: “Por eso, la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización; pa-ra que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia sean decididamente apoyados por el Estado; para que se defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción; para que la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente. Por eso, la Iglesia se opone a todas las formas de negación de la vida humana y apoya cuanto promueva el orden natural en el ám-bito de la institución familiar”. Un edificio así construido, el edificio de la familia, podrá ser “icono de la belleza divina, una llama ardiente a la caridad, cauce para que el mundo crea en Aquél que Dios ha enviado”. Este es el gran servicio que la Iglesia puede y debe prestar a la humanidad, nos lo dijo el Santo Padre en Barcelona, y es por lo tanto la misión de la iglesia doméstica que es la familia. Como Gaudí, ante las innumerables dificultades que tiene que afrontar la fa-milia, diremos con plena confianza en la Providencia: “San José acabará el templo”. Presentamos en este nuevo número de “Al hilo de la noticia” un monográfico sobre la visita del Santo Padre a Santiago y a Barcelona, testimonios e imágenes que quieren ser el eco de sus palabras que no dejan indiferente a nadie, y el agradecimiento por el abrazo paterno que ha dado a España y, en ella, al mundo entero. ¡Gracias, San-to Padre!�

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Pág. 3 Asociación Persona y Familia

ENTRE BARCELONA Y BAGDAD M a n u e l d e l o s R e y e s *

Como una novia que se adorna para su esposo

Gaudí, ante las innumerables dificultades que tuvo que afrontar, exclamaba lleno de confianza en la divina Providencia: «San José acabará el templo». Inmensa confianza la de Gaudí, esculpida en piedra, que se cumple para las generaciones posteriores a la suya. Tal vez leyese Gaudí más de una vez esa cita del Apocalipsis (21,2): “Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo”. Esa nueva Jerusalén estaba exultante, en el día de la Dedicación de la Basílica de La Sagrada Familia, el 7 de noviembre de 2010, ante Benedicto XVI y ante los miles de fieles que abarrotaban el templo, y decenas de miles que rodeaban como en un inmenso abrazo, sus aledaños. La nueva Jerusalén esculpida en piedra, signo visible del Dios invisible, que anticipa su Luz, su Altura y su Belleza misma. Un signo esplendoroso del encuentro entre la realidad de Dios y la humanidad del hombre, y que Gaudí multiplica en innumerables perspectivas, donde pasan las hojas en mística lectura del libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la Liturgia; belleza para hombres y mujeres que raramente alzan su mirada por encima de sus concretos y aburridos intereses, o tal vez no sea así, y en medio de tanto desconcierto, Gaudí haya encontrado la clave interpretativa,

que pone en la Sagrada Familia, percibida a través de la piedra y de la luz, la esperanza de los hombres: “San José acabará el templo”. ¿Dónde comienza y dónde acaba el templo? Habrá vida dondequiera que llegue la corriente, dice la Escritura; porque son aguas que brotan del Santuario de la vida. Es Agua que salta hasta la vida eterna. Hay muchas formas de edificar, pero ninguna que prescinda de sus cimientos y perdure en el tiempo; Gaudi se ha convertido para nosotros en el Maestro que nos invita a volvernos de cara hacia Dios, se adentra en el Misterio hasta hacerlo palpable, atractivo, insuperable. Nos invita a recorrer de nuevo el camino de Galilea, con ese “extraño” capaz de revelar las Escrituras y de conmover hasta las piedras. “¿No es verdad que ardía nuestro corazón?”.

“Sanctus, Sanctus, Sanctus, Sanctus…” Caminar cansino el de muchas gentes, que no saben ni de dónde vienen ni hacia dónde van, en esa ciudad cosmopolita que es Barcelona; ¡no más preguntas! es el imperativo presente. Y sin embargo, en la Sagrada Familia de Gaudí, se nos muestran cúpulas, atrevidas en su verticalidad, que afirman para una sociedad secularista: “Sanctus, Sanctus, Sanctus, Sanctus”, es lo que se lee en ese ascenso vertiginoso de la mirada hacia las alturas en un conjunto de ellas.

* Manuel de los Reyes Díaz.. Master en Ciencias del matrimonio y la familia por el P.I. Juan Pablo II (Madrid)

Dos acontecimientos se han hecho universales para la Iglesia recientemente, el itinerario de Be-nedicto XVI, con escala en Santiago y en Barcelona, y el horror de Bagdad al interior de la la catedral siro-católica de Bagdad. De fondo dos testimonios admirables y elocuentes, el de Gaudí en Barcelona y el de dos sacerdotes y una comunidad cristiana en Irak.

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Pág. 4 Asociación Persona y Familia

No es una reactividad frente a los antisistema y ¡antiBenedicto! lo que se ha percibido en esa concentración innumerable de fieles, amantes de la Belleza reunidos en torno a la Sagrada Familia y a la figura de Benedicto XVI. Ha habido muchos hombres que han hecho posible ese milagro de piedra y templo: la infatigable vida de Gaudí, y los arquitectos y constructores que le han secundado, los componentes del Patronato de la Sagrada Familia, los miles de donantes, que han apostado por la verticalidad de un templo que ya es el corazón de la ciudad, el apoyo de la Iglesia y de la ciudad de Barcelona. La capacidad expresiva y la técnica arquitectónica mostradas en la Sagrada Familia evocan la Fuente suprema de toda belleza. Benedicto XVI salió conmovido y lo recordaba días después desde Roma: “riquísima en simbología religiosa, preciosa en el entretejido de las formas, fascinante en el juego de luces y colores”, es “casi una inmensa escultura en piedra, fruto de la profunda fe, de la sensibilidad espiritual y del talento artístico de Antoni Gaudí”. Verticalidad de la arquitectura y de la mirada, que nos dirigen al verdadero santuario “el lugar del culto real, el Cielo, donde Cristo entró para aparecer ante Dios en nuestro favor”. Esa verticalidad en el doble sentido que simboliza, ascendente y descendente, es anhelo de divinización y consumada encarnación en el mundo y presencia de un pueblo en el común devenir de la ciudad. Dos aspas, las del crucificado, que aman lo divino y lo humano, como expresión admirable del Misterio de la Iglesia, que es signo, don y acontecimiento de una gracia inenarrable entre los hombres. Gaudí supo también “representar admirablemente el misterio de esa Iglesia, a la que los fieles son incorporados con el Bautismo como piedras vivas para la construcción de un edificio espiritual”. Esto es lo admirable en Gaudí, que su obra no es distinta de su vida; en busca de la belleza se encontró con Cristo, y obra y vida se entrelazaron. “Desde el momento en que aceptó el encargo de construcción de esa iglesia, su vida fue marcada por un cambio profundo”, donde ya no había distinción entre la piedra labrada y el templo de su cuerpo tocado y transformado por el Misterio insondable de Dios. Por eso hoy está camino de los altares.

“Quien tiene al Hijo tiene la vida”

Desde que la Encarnación del Hijo de Dios ha irrumpido en el tiempo, todo ha cambiado. La infinita distancia entre el tiempo y la eternidad ha saltado por los aires, puesto que podemos tocar y palpar lo que antes era ignoto y desconocido. El ha venido para que

tuviéramos vida abundante, esa vida que echábamos en falta, como pez fuera del agua que se agita estremecido. El apóstol San Juan, que reposó la cabeza en su pecho, en rasgada escritura, cuando han pasado ya muchos años, con los ojos tal vez humedecidos, escribe para nosotros: “Quien tiene al Hijo tiene la vida” (cf. 1 Jn 5,12). El es el fundamento de la realidad, la resolución del enigma de la condición humana, que esclarece con una luz nueva y definitiva la pregunta que el hombre moderno es incapaz de responder: ¿Quién soy yo? Sin esa respuesta, que nace en la relación humilde del hombre con el Misterio, cualquier otra tentativa está abocada a la aniquilación de lo humano.

(Continúa en la página 5)

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Pág. 5 Asociación Persona y Familia

Esa luz de la vida ilumina lo que somos, tiene que ver con nuestra existencia y con nuestro amores, con nuestras fidelidades cotidianas, con los pequeños y menudos calvarios que entretejen lo humano en su discurrir. San Juan, en el Apocalipsis, se dirige a la Iglesia de Éfeso, compadecido de una comunidad que habiendo hecho tanto por la causa del evangelio, se ha rendido al cansancio, no soporta a los malvados, pero ha perdido la primera caridad, causa de todos sus males: “Eres tenaz, has sufrido por mi y no te has rendido a la fatiga; pero tengo en contra tuya que has abandonado el amor primero. Recuerda de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a proceder como antes” (Ap. 1 y 2). Esa es la llamada de la Sagrada Familia, templo expiatorio desde su dedicación, invitación a poner nuestra humanidad caída en manos del crucificado, en Cristo, único mediador eficaz ante el Padre, para que nuestras heridas sean restañadas y nuestro corazón sanado.

“Y si muero, otros hombres continuarán mi tarea” Unos días antes de la dedicación del templo de la Sagrada Familia, una tragedia asolaba a la comunidad cristiana de Bagdad. Robert Jarjis fue compañero de pupitre en el seminario del Padre Taher, asesinado mientras celebraba la Misa en la catedral siro-católica de Bagdad Ntra. Sra del Perpetuo Socorro el pasado 31 de octubre 2010, junto con otro sacerdote y más de cuarenta de sus feligreses, hombres, mujeres y niños. En una entrevista realizada en los días siguientes lo

confirmaba: “Estaba celebrando la Eucaristía, su sangre se ha mezclado con la de Cristo en el altar”. El periodista le pregunta a Jarjis ¿No tiene miedo? Y él responde: “Soy un ser

humano. A mí también me pueden matar y eso me da miedo, pero Cristo estará siempre a mi lado. Y si muero, otros hombres continuarán mi tarea”. En los días siguientes un denso silencio cubrió los espacios informativos. Profundo dolor de este nuevo calvario, muertes martiriales que se hacen nueva semilla que germinará en paz, en justicia y en libertad, porque Jesucristo es la paz en la vida y en la muerte. Sin necesidad de que lleguen esos momentos, en que uno puede jugarse la vida por testimoniar la fe, deberíamos estar en condiciones de repetir: “Y si muero, otros hombres continuarán mi tarea”. Esa decisión del corazón a ofrecerse por una sociedad y un pueblo secularizado y descreído, está al alcance de todo creyente. La sociedad está enferma porque los cristianos estamos enfermos, nuestro martirio particular es más asequible y necesario de lo que pensamos: asumir el destino y la vocación, consagrada,

matrimonial, humana que a cada uno le ha tocado vivir, con un corazón enamorado que implora del Espíritu Santo el don de la fortaleza cristiana. Entre ambos ejemplos, el de Gaudí, que no aspira a acabar su obra, («San José acabará el templo») porque entiende que no es obra suya y el de la comunidad cristiana masacrada en la catedral siro-católica de Bagdad, al frente de sus pastores, existe, sí, un hilo temporal de proximidad y conexión, pero tanto en un caso como en el otro hay un “fiat” confiado a una voluntad amorosa, que es mucho más significativo. Uno es el que siembra y otro es el que siega, unas veces como escultor consumado y otras como cordero inmolado. Testimonio de la piedra, de la carne, del trabajo y de la vida lograda, que es siempre semilla de una nueva civilización del amor.�

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Pág. 6 Asociación Persona y Familia

LA OBRA La Obra Benéfico-Social Niño Dios, ha sido y es un testigo del que los laicos católicos han podi-do realizar bajo la guía de la iglesia de Barcelona y de las Hermanas Franciscanas de los Sagra-dos Corazones. Sanidad, educación, trabajo, médicos, educadores, patronos y benefactores junto con las religio-sas franciscanas han llevado a cabo un esfuerzo conjunto durante estos más de cien años, por crear, mantener y mejorar día a día la Obra, especialmente dedicada en la actualidad a la educa-ción y tratamientos médicos de niños y adultos con disminuciones físicas y psíquicas y ancianos en soledad.

HISTORIA La "Obra benéfico-social del Nen Deu (Niño Dios)" tiene su origen a finales del siglo XIX, el año 1892, en Barcelona, creada a impulsos de per-sonas católicas colaborantes con las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones, la funda-dora Beata de los cuales Carmen González del Ni-ño Jesús, trajo a esta ciudad, comunidades de sus religiosas para asistir a la infancia necesitada. Para cuidar de la salud de estos niños ya acogidos en la guardería del barrio del rabal, inició con la bendición del Obispo Jaime Catalá y la colaboración de señoras caritativas el denominado en-tonces "Hospital del Niño Dios", la sede del cual pasó sucesivamente por tres domicilios hasta que el año 1923 adquirió un inmueble en el cruce de las calles Mallorca y Dos de Mayo, dónde ha prestado sus servicios hasta poder construir el año 2008 un nuevo edificio más amplio y mo-derno con su Instituto ortopedagógico para educar a discapacitados y Consultorios Médicos con todas las especialidades. La atención a la infancia ha ido evolucionando conforme a las situaciones de la época. Por esto desde el año 1951 habilitó sus dependencias para discapacitados desde jardín de infancia hasta su formación escolar prolongada a los veinte años de edad y transformando nuevas dependencias en Tiana, gracias a la generosidad de las Franciscanas de los Sagrados Corazones, que desde la fun-dación sirven las secciones de la Obra y ahora con pabellones para taller ocupacional y la cesión de un inmueble allí mismo para residencia de los que son huérfanos

PATRONATO La Obra Benéfico Social del Niño Dios es una fundación benéfica de la Iglesia Católica consti-tuida el año 1892 declarada de beneficencia particular . Como fundación benéfica no tiene afán de lucro y se financia con los recursos fundacionales y patrimoniales propios, donativos, heren-cias y legados, subvenciones y remuneraciones a precio de coste, de los servicios que ofrece. Es administrada por un Patronato y en ella trabajan 109 personas y colaboran en los consultorios 40 médicos, de reconocido prestigio, en distintas especialidades.

Más información: www.obsnendeu.com

OBRA BENÉFICO-SOCIAL DEL NEN DEU

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AL HILO DE LA NOTICIA � nº 22 � Año 2010 � diciembre

Pág. 7 Asociación Persona y Familia

He tenido la gran oportunidad de poder fotografiar de cerca a Benedicto XVI, en la Catedral de Santiago en su peregrinación a la misma. He de decir que, desde el día que me comunicaron lo cerca que iba tener al Papa para poderlo fotografiar, me empezó a preocupar el semblante del Papa, pues en una gran mayoría de fo-tos que había visto de él lo veía siempre como una persona que fotográficamente me parecía complicada en sus gestos. Cuando lo tuve enfrente de mí, durante todo el recorrido que hizo en su visita a la Catedral y durante el acto que en ella hubo, mi preocupación por sus gestos y su cara desaparecie-ron totalmente. Desde que le vi entrar en la Catedral, con-templé un rostro sereno y apacible, un semblante lleno de paz y serenidad, una agradable y constante sonri-sa y unos gestos tiernos hacia las personas que conseguían acercarse a él. Durante el recorrido por los diferentes puntos de la Catedral, entre los huecos que me iban dejando los de seguridad y la prensa propia del Vaticano, veía el sereno sem-blante del Papa iluminado por la Luz del que es Luz para todos, que ponía tranquilidad en mi corazón en medio del ajetreo y las carreras dentro de la Catedral. Mientras esperaba en la puerta de la Capilla del Santí-simo, el Papa pasó a escasos centímetros de mí. Viví la certeza de que alguien muy especial pasaba a mi lado. Al verle arrodillado delante del Sagrario, solo pero seguro, supe que en su corazón estábamos todos. Al salir de la capilla continuó el recorrido, que nos llevó, después de pasar por el Pórtico de la Gloria y de recorrer la nave central de la Catedral, a la Plaza de la Quintana. Allí le esperaban dos señoras que le habían preparado una “esclavina” para esta ocasión; cuando el Santo Padre las vio con la esclavina en la mano, su rostro se convirtió casi en el rostro de un niño al ver su regalo. ¡Qué momento tan sencillo, lleno de cariño

y simbolismo! Vi en el Papa la alegría de la admira-ción y el agradecimiento. Entramos de nuevo en la Catedral, y en esta ocasión -como un peregrino más- por la Puerta Santa. Desde allí, a la tumba del Após-tol: otro momento especial y de profunda oración. Se-guidamente, el abrazo al Apóstol. Y, a continuación, ya en el presbiterio, saludó a todos los que estábamos

en la Catedral: su cara expresaba la alegría del encuentro con los que allí estábamos; su semblante no dejaba de estar sereno, alegre. Su alegría y tranquilidad ponían paz y serenidad en mi corazón. Durante las palabras de D. Julián pude observar y fotografiar en va-rias ocasiones como acogía con alegría aquellas palabras; y con serenos parpadeos que en ocasio-nes se convertían en unos ojos ce-rrados que denotaban -estoy segu-ro- oración, pues eran ojos cerra-dos que indicaban “recogimiento”. Al terminar las palabras de D. Ju-

lián, vino el tierno saludo entre ambos y la mirada de complacencia y agradecimiento del Papa. Después, vinieron las palabras del Papa, firme y seguro, sin titu-beo alguno. Al final, el Botafumeiro. En el ir y venir del mismo de un lado para otro, pude observar como su mirada recorría pausadamente a derecha e izquierda su recorrido y, como a intervalos, sus ojos permanecí-an cerrados, como si estuviese orando en esos momen-tos, y luego abiertos, elevados de frente, a lo alto, con una tierna sonrisa en su cara y con un gesto agradeci-do. Antes de dar la Bendición, acogía los aplausos con agrado, abriendo sus brazos como queriendo abra-zarnos a todos.A todas las personas que me han preguntado sobre lo que he vivido en el Catedral en ese día les digo lo mis-mo: he encontrado en la cara del Papa un gesto sereno lleno de paz, una tierna sonrisa y esa Luz especial que brilla en él. En resumen: he visto en el sereno sem-blante de Benedicto XVI, el rostro sereno de Cris-to.�

“CONTEMPLÉ UN ROSTRO SERENO” Miguel Castaño, fotógrafo

FOTO: Miguel Castaño

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AL HILO DE LA NOTICIA � nº 22 � Año 2010 � diciembre

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Benedicto XVI llegó a Barcelona el sábado por la no-che, esperado por multitud de fieles en la plaza de la Catedral con una vela en la mano. De modo inesperado y saltándose el protocolo, salió a saludar y bendecir a los jóvenes. Era una primicia de lo que iba a suceder el día siguiente, y de lo que ya estaba sucediendo: la emoción de ver cómo el Papa había decidido de modo imprevisto un viaje a Santiago y Barcelona, queriendo dedicar la Sagrada Familia en persona. Sobre las seis de la mañana del domingo, la gente ya empezaba a acceder a los espacios habilitados para se-guir el acto con pantallas enormes que retransmitirían el evento y sillas. Sobre las ocho se empezaron a oír los cánticos del pueblo cristiano que esperaba al suce-sor de Pedro. Sobre las nueve y media de la mañana salía Benedicto XVI de la sede episcopal rumbo a la Sagrada Familia. Este hecho es importante ya que el acto de dedicar la Sagrada Familia simboliza la entrega del edificio de la Sagrada Familia para que la Iglesia, como Cuerpo de Cristo y unión de los creyentes haga uso de ella, es decir, sirva para que el pueblo pueda redimirse y alabar públicamente al Señor. Un poco an-tes de las diez entraba Benedicto XVI en el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, ahora ya Basílica, dispuesto a consagrarla. Las imágenes que nos llegaron fueron una abundancia de colores, formas, música de una belleza impresio-nante. Hasta ahora conocíamos las dos fachadas de la Sagrada Familia, especialmente la del nacimiento, pero el siete de noviembre muchos descubrieron el interior, el corazón del Templo. Gaudí había previsto realizar un gran bosque, simbolizando la Iglesia tal como nos la relata el Apocalipsis y un espacio dónde se le hiciese familiar al hombre en encuentro con Dios. Lo que vi-mos durante la dedicación fue cómo el espacio de la Sagrada Familia empezaba a funcionar para la finali-dad por la cual ha sido hecho: manifestar la Belleza de la liturgia y de la experiencia cristiana a los participan-tes de la dedicación y mediante la televisión, a todo el mundo. En su homilía, Benedicto XVI, resaltó cómo Gaudí había unido la conciencia humana y la cristiana, como de la belleza de las cosas había encontrado a Dios

como Belleza. Gaudí fue una persona que vivió pro-fundamente su humanidad, con sus límites y sus pre-guntas, y al encontrarse con la Iglesia viviente (poetas cristianos, mártires, santos que dijo el Papa) vio cómo sus preguntas cobraban un sentido mucho más amplio: vivir la relación que nos constituye, la relación con Dios, a través de la naturaleza, nuestra humanidad y el pueblo cristiano en un abrazo que recibimos y que damos. De hecho la Sagrada Familia, con sus co-lumnas y arcos, representa el hombre que se eleva, pe-ro al mismo tiempo, la iluminación cenital, los hiper-boloides del techo, representan el abrazo de Dios, de la Iglesia a los hombres. Gaudí quiso representarlo con una gran belleza, para provocar nuestra experiencia humana y cristiana. La familia humana será grande si mira la familia cristiana, la Iglesia, empezada por Ma-ría, José y Jesús. Benedicto XVI afirmó la familia po-niéndonos antes delante toda la belleza de la experien-cia cristiana para mostrarnos cuál es el horizonte al cual estamos llamados, para que seamos testigos de esta belleza. Por la tarde fue a visitar el Hospital del Nen Déu, una obra benéfico-social para niños y adultos con disminu-ciones físicas y mentales. Benedicto XVI se dirigía a los menos valorados por la sociedad, pero a la vez las personas más conscientes de la necesidad de ayuda, para extender a ellos especialmente el abrazo de la Iglesia y del Señor, siempre cercano a los necesitados. En la despedida del aeropuerto se despidió de las auto-ridades para despegar de nuevo hacia Roma. Especial-mente significativa fue la actitud de Juan Carlos I, asis-tiendo a la dedicación y sin perder la pista de Benedic-to XVI en ningún momento. De hecho fue como cada uno de nosotros, cautivados por la Belleza de una humanidad cambiada por Cristo como la del Papa, pre-ocupado por sostener y afirmar los elementos de huma-nidad y Belleza que encontraba. Para la ciudad de Bar-celona fue un ejemplo y un testigo privilegiado, deján-donos lugares bien concretos donde mirar. Benedicto XVI se fue, pero las imágenes de él y la Sagrada Fami-lia han quedado en nuestra mente y nuestro corazón, como un gran lugar por dónde empezar de nuevo.�

BENEDICTO XVI EN BARCELONA Joan Aicart, Asociación “Trencadis Gaudí”

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¿POR QUÉ UNA ESCUELA DE PADRES? M ª d e l C a r m e n G o n z á l e z R i v a s *

Actualmente los grades cambios y las dificulta-des que presenta nuestra sociedad no solo nos están afectando personal-mente sino al ámbito que más importante ha sido y será siempre en nuestra vida: La familia. Cuando volvemos la vista atrás nos damos cuenta que ha sido gracias a ella en don-de hemos aprendido co-mo una verdadera escuela de vida. Sin embargo pa-rece que la cuidamos po-co, mientras que cada vez más dedicamos nuestros esfuerzos a obtener títulos profesionales para alcanzar un trabajo en donde nos sintamos valorados. A todo ello por supuesto hay que añadirle las dificultades so-ciales y como no las antropológicas que cada vez más nos desorientan. De esta manera obser-vamos como muchas familias han perdido el rumbo por no estar arraigadas en unos funda-mentos propios: los padres cada vez más pier-den su autoridad, los hijos crecen sin referentes, y los matrimonios se van desgastando en medio de toda esta situación.

Desde ahí nos damos cuenta como la familia sufre en su propia raíz, ha perdido su esencia y necesita recurrir a otros, en su mayoría psicólo-gos que les ayuden cuando todo parece desbor-dado. Cuando contemplo esta realidad me acuerdo de las palabras que repitió Juan Pablo II en su exhortación apostólica Familiaris Con-sortio, ¡Familia sé lo que eres, sé tu misma! La familia nace de la unión entre el hombre y la mujer, son ellos los que un día decidieron pro-meterse amor eterno en la expresión de su alianza matrimonial. Fruto de su unión acogen la vida, convirtiéndose en padres y asumen una misión sagrada de custodiar y educar a sus hijos, porque a ellos corresponde dar continui-dad a esta vida nacida de su amor, asegurando con su cuidado y su afecto la construcción y

formación de la personalidad total del niño. “Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tie-nen la gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que reconocerlos como los primeros y princi-pales educadores de sus hijos”. (F.C) Cuando los padres acogen la vida adquieren una nueva identidad “la paternidad”, se convierten en padres pero aprender a ser padres es a

veces complicado. Vemos como en muchas ocasiones no resulta fácil su tarea, parece que hay que echarles una mano, para que sean ellos mismos los que ayudados de una formación específica les acompañen en su tarea educativa. Aquí es donde nos damos cuenta de que es ne-cesaria y urgente una formación para padres o comúnmente lo que conocemos como una “escuela de padres”.

¿Pero qué es una escuela de padres y para qué sirve? Es primordial considerar que una escuela de padres sea aquella que se fundamente en la comprensión de la naturaleza humana, en el amor humano y en una antropología adecuada que permita una mayor comprensión de la rela-ción hombre y mujer. Esto es lo que ayuda a sentar las bases para construir una escuela de padres, pues desde ahí es donde podemos ad-quirir una verdadera comprensión del ser huma-no y ayudarles para que sus hijos descubran su identidad o comúnmente a lo que están llama-dos a ser facilitando una educación integral.

De esta manera vemos como es necesario que una escuela de padres contemple varias dimen-siones: educativa, psicológica, médica y espiri-tual. Esto a veces no resulta fácil pues vemos

(Continúa en la página 12)

Mª Carmen González Rivas, es Licenciada en Psicología y antigua alumna del Master en Ciencias del Matrimonio y la Familia del P.I. Juan Pablo II en Madrid. Trabaja en orientación y terapia familiar en el Centro de atención psicológica y familiar Vínculos, de Badajoz. (Para comentarios o sugerencias sobre este artículo, dirigirse a: [email protected])

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Benedicto XVI vino como peregrino a nuestra tierra. Comenzó en Santia-go, el final del camino del Apóstol que nos trajo la fe y terminó en la Sa-grada Familia, con la consagración, ¡por fin! de la “catedral de los po-bres”. En ambos lugares, las familias del master se hicieron de nuevo peregri-nas, yendo al encuentro del Sucesor de Pedro. Rostros de alegría, de espera, de acompañamiento… que reflejan y dejan el testimonio de las familias, en este número que sale en los días en que recordamos y celebramos el mayor acontecimiento de la Humanidad: el nacimiento de Jesús.

“A todos aquellos que con dedicación apasionada buscan nuevas epifanías de la belleza para donarlas

al mundo en la creación artística”. (Juan Pablo II. Carta a los Artistas, 1999)

“Pintar y esculpir me apaciguan sin más. Mi alma se vuelve hacia el amor divino que ac-

túa para prendernos, los brazos en cruz”. (Miguel Ángel, siendo ya anciano)

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"Ante la sacralidad de la vida y del ser humano, ante las maravillas del universo, la única actitud apropiada es el asombro”

(Juan Pablo II. Carta a los Artistas, 1999)

“No todos están llamados a ser artistas en el sentido específico de la palabra. Sin embargo, según la expre-sión del Génesis, a cada hombre se le confía la tarea de ser artífice de la propia vida; en cierto modo, debe hacer de ella una obra de arte, una obra maestra”.

(Juan Pablo II. Carta a los Artistas, 1999)

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como mayoritariamente algunas dimensiones no se tienen en cuenta y simplemente se orienta a dar pautas de com-portamiento para con los hijos con las cuales los padres pueden llegar a frustrarse aún más por no poderlas apli-car. Es por eso que reclamamos la intervención de distin-tos sectores por una parte los padres como principales educadores, el colegio por ser fuente de referencia para ellos de la educación que reciben sus hijos y la Iglesia como parte de un continuo que favorece esa dimensión catequética para la vida. Todo ello enmarcado en un hilo conductor con una es-tructura y temática que pueda asentarse en la realidad que viven los padres día a día para convertirse en acicate y fuente de estímulo para atraerlos hacia la escuela de pa-dres y favorecer su continuidad en la medida que se sien-tan coparticipes y no sean meros receptores pasivos. En este sentido hay que orientar a los padres a convertirse

ellos mismos en agentes de cambio, empezando por ellos, que es lo que olvidan muchas escuelas de padres. De esta manera es necesario que antes de dar pautas de comporta-mientos para el cambio de sus hijos, se favorezca un cli-ma de confianza por el cual se sientan acogidos, sosteni-dos y alcancen esa seguridad y fuerza necesarias para su tarea educativa. Ya no solo porque hay un equipo de for-madores ayudándoles sino por la misma riqueza que se crea entre los demás padres como grupo, el poder com-partir experiencias o expresar sentimientos sin ser juzga-dos. Solo desde ahí podremos conocer que es lo que ne-cesitan, que les preocupa, como se sienten como padres, etc. Y ayudarles a reconocer o a recuperar sus virtudes y fortalezas a la vez aceptar sus propias limitaciones. Por todo ello concluimos que lo que pretende una escuela de padres es procurar una ayuda para mejorar la vida de familia, para valorarla y promocionarla convirtiéndoles en ejemplo y modelo de la sociedad en la que vivimos.�

(Viene de la página 9)

La libertad vertical de Etsuro Sotoo

Etsuro Sotoo nacido en Fukuoka, Japón. Escultor. Visiting Professor, Kyushu University User Science Institu-te, School of Engineering Main Bldg (Japón) y Ambassador of Kesennuma, Rias Sanriku (Japón). Desde 1978 trabaja en el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona, y está finalizando la Fachada del Naci-miento. Entre otras esculturas ha realizado las figuras de los ángeles músicos, así como las cestas de frutas que coronan los pináculos del templo. Ha diseñado las puertas que se instalarán en la Fachada del Nacimiento, de aluminio policromado y cristal, decoradas con vegetación, insectos y pequeños animales. Ha restaurado las es-culturas de la Puerta del Rosario. Trabaja en el diseño de las campanas tubulares que Gaudí pensó instalar en las torrescampanario de las tres fachadas de la Sagrada Familia. Ha dicho: «Quería ser fiel al espíritu de Gaudí, pe-netrar su esencia. Después me di cuenta de que, aun con toda mi buena voluntad, sólo podía llegar hasta cierto punto. Entonces me di cuenta de que no debía mirar a Gaudí, sino mirar hacia donde él miraba». Además, es autor, entre otros, de un monumento conmemorativo del 150 aniversario de la firma Louis Vuitton en Barberà del Vallès, así como de la escultura de san Josemaría Escrivá de Balaguer para la iglesia de Montalegre de Bar-celona. En Japón es autor de El Viejo y la niña y Nacimiento en el Chohachi Art Museum de Matsuzaki, así co-mo Cinco elementos en el Instituto de Fukuoka.�

TÍTULO La libertad vertical

SUBTÍTULO Conversaciones sobre La Sagrada Familia

AUTOR Etsuro Sotoo

FOTOGRAFÍA Marc Llimargas

ISBN 978-84-9920-062-0

PÁGINAS 194 pp

EDITORIAL Ediciones Encuentro

MATERIA ARTE

ENCUADERNACIÓN Cartoné al Cromo con sobrecubierta.

TAMAÑO 27 x 27 cm

PVP 42 €