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Provided by Tumores Renales. Nefroblastoma (Tumor de Wilms) Lead contributors: Jaume Mora, MD Hospital Saint Joan de Deu Barcelona, España A. Introducción El año 1877 el Dr. Thomas Jessop (1837–1903) realizó con éxito la primera nefrectomía a un niño de 2 años con hematuria debida a un gran tumor de su riñón izquierdo. En 1899 el también cirujano Max Wilms (1867–1918) describió por primera vez 7 niños afectos de un tumor que él denominó nefroblastoma, lo que ha venido a conocerse posteriormente como el tumor de Wilms. Sabemos ahora que el nefroblastoma, o tumor de Wilms, es la neoplasia del riñón más frecuente durante el desarrollo (85%), aunque no la única. El tumor de Wilms era una neoplasia inexorablemente fatal a principios del siglo XX pero con el desarrollo de las técnicas quirúrgicas y, sobretodo, el descubrimiento de su gran radiosensibilidad y la introducción de la quimioterapia, cambiaron drásticamente las posibilidades de curación. Hoy día, con supervivencias superiores al 90%, la prioridad en el estudio del tumor de Wilms es la disminución de las secuelas relacionadas con el tratamiento manteniendo el elevado índice de curación.

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Tumores Renales. Nefroblastoma(Tumor de Wilms)

Lead contributors:

Jaume Mora, MDHospital Saint Joan de Deu

Barcelona, España

A. Introducción

El año 1877 el Dr. Thomas Jessop (1837–1903) realizó con éxito la

primera nefrectomía a un niño de 2 años con hematuria debida a un gran tumor

de su riñón izquierdo. En 1899 el también cirujano Max Wilms (1867–1918)

describió por primera vez 7 niños afectos de un tumor que él denominó

nefroblastoma, lo que ha venido a conocerse posteriormente como el tumor de

Wilms. Sabemos ahora que el nefroblastoma, o tumor de Wilms, es la neoplasia

del riñón más frecuente durante el desarrollo (85%), aunque no la única. El

tumor de Wilms era una neoplasia inexorablemente fatal a principios del

siglo XX pero con el desarrollo de las técnicas quirúrgicas y, sobretodo, el

descubrimiento de su gran radiosensibilidad y la introducción de la

quimioterapia, cambiaron drásticamente las posibilidades de curación. Hoy día,

con supervivencias superiores al 90%, la prioridad en el estudio del tumor de

Wilms es la disminución de las secuelas relacionadas con el tratamiento

manteniendo el elevado índice de curación.

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A.1 Epidemiología

El tumor de Wilms (TW) afecta aproximadamente a de cada 10,000 niños

menores de 15 años, lo que supone una incidencia anual de 7,6 casos por

millón de individuos por debajo de los 15 años de edad o unos 600 nuevos

casos en USA y 30-40 en España. El tumor de Wilms representa un 6% de todos

los tumores en esta franja de edad, o la cuarta neoplasia del desarrollo después

de la leucemia, los tumores del sistema nervioso central tomados en su

conjunto y el neuroblastoma. Su incidencia ha permanecido estable durante los

últimos 30 años, y de hecho se utiliza su estabilidad para medir los cambios de

frecuencia en otras neoplasias infantiles, que si parece que cambian. El tumor

habitualmente aparece en un solo riñón antes de los 5 años de edad, con la

misma frecuencia para los dos géneros. La media de edad de presentación en

los casos unilaterales es de 43 meses y de 31 para los casos bilaterales. Su

presentación antes del año de vida es rara y debe sugerir condiciones genéticas

predisponentes (ver abajo) y después de la pubertad, excepcional. Por la edad

de presentación, sus características histológicas y su recapitulación de los

procesos embriológicos que describimos a continuación, hacen del tumor de

Wilms uno de los ejemplos más emblemáticos de los llamados tumores

embrionarios propios del desarrollo.

A.2 Embriología

El TW es un tumor que recapitula de manera asombrosa el complejo

proceso de la formación del riñón. El metanefros, o riñón definitivo, es el

principal órgano de filtración del organismo y su desarrollo embriológico

requiere de la interacción de varios tejidos que a su vez padecen múltiples

transformaciones morfogenéticas. La inducción de la formación del metanefros

ocurre por la interacción recíproca entre el componente epitelial, o ducto

mesonéfrico (o Wolffiano), y el mesénquima metanéfrico (o blastema).

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Las nefronas se forman continuamente en el córtex del riñón en desarrollo

a partir de células precursoras del mesénquima (blastema) metanéfrico no

inducido. Estas células del blastema metanéfrico se encuentran en el córtex del

riñón en desarrollo muy cerca de la cápsula renal y presentan características

propias de una célula madre (stem cell): sus descendientes pueden mantenerse

indiferenciadas o diferenciar a cualquiera de los distintos tipos celulares que

conforman el riñón maduro, por lo tanto son células con capacidad

multipotencial. La inducción de la formación de nefronas debe estar finamente

ajustada para evitar la masiva transformación de la población del mesénquima

blastémico en nefronas. A su vez, los defectos en la inducción de la

formación de nefronas lleva a la persistencia de restos nefrogénicos, a los que

se considera como las lesiones precursoras del tumor de Wilms. Los restos

nefrogénicos ocurren de manera infrecuente en riñones normales, pero en

pacientes con TW más de un tercio de los riñones intervenidos quirúrgicamente

contienen restos nefrogénicos.

Estos restos se clasifican como perilobares o intralobares. Los perilobares

son habitualmente multifocales y consisten histológicamente de blastema y

túbulos. Los intralobares son habitualmente unifocales y están compuestos

habitualmente de un estroma predominante con presencia acompañante de

blastema y túbulos. Los perilobares se asocian a síndromes de hipercrecimiento

como la hemihipertrofia y el síndrome de Beckwith-Wiedemann, mientras que

los intralobares se encuentran habitualmente en los síndromes WAGR (Wilms

tumor-aniridia-genital anomaly-mental retardation) y Denys-Drash (DDS). Ambos

tipos de restos, y los síndromes asociados, están causados por alteraciones en

vías moleculares características que se describen a continuación y se sintetizan

en la Tabla 1.

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Tabla 1

Mutaciones de WT1 LOIIgF2

Restos nefrogénicos Intralobares Perilobares

Localización Profunda Periférica

Nefrogénesis Alteración precoz Alteración tardía

Diagnóstico Precoz (16 meses) Tardío (36meses)

Peso al nacer normal/bajo alto

Genéticaacompañante

Mutacions de B-catenina

Hipermetilaciónde H19

Sindromesasociados WAGR y DDS BWS y

hemihipertrofia

Histología Tumoresrabdomiomatosos

Tumoresblastematosos

WT1inmunohistoquímica ausente/citoplasmática Nuclear

Respuesta a laquimioterapia Baja Buena

Tratamiento CirugíaCirugía +

quimioterapia+/-Radioterapia

Riesgo Nuevos tumores adquisición deresistencias

B. Etiopatogenia

B.1 Genética y biología molecular

La predisposición a desarrollar nefroblastoma es bien conocida en

algunos raros síndromes hereditarios por lo que rápidamente se sospechó que

existían factores genéticos involucrados en la patogenia del TW. Un primer

grupo de síndromes están caracterizados por anomalías en el desarrollo

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genitourinario (como el WAGR y DDS) y el otro por sobrecrecimiento (como el

Beckwith-Wiedemann). En el primer grupo se ha descrito el gen WT1 y en el

segundo WT2 como los genes predisponentes primarios. No obstante, en los

últimos años se ha descubierto que múltiples genes contribuyen a la formación

del TW, unos como alteraciones primarias que predisponen al desarrollo del

tumor y otros como eventos secundarios asociados a la progresión maligna.

Ya en la descripción original del modelo de cáncer de A. Knudson basado

en la doble mutación (germinal y somática) se utilizó el retinoblastoma, el

neuroblastoma y el TW como paradigmas. En ese modelo, basado en estudios

epidemiológicos, las formas tumorales bilaterales o multicéntricas

corresponden a casos hereditarios, que reciben la primera mutación de las

células germinales. Hoy sabemos, sin embargo, que sólo un 10% de los TW son

bilaterales, y sólo una fracción de éstos se asocian a síndromes genéticos

predisponentes y los casos de TW familiar son extraordinariamente raros

(estimado en <1% de los casos diagnosticados de TW).

B.1.1 WT1

El análisis citogenético de los individuos afectos de WAGR mostró

deleciones en el cromosoma 11p13, una región que posteriormente se

demostró que alberga el locus contiguo de los genes PAX6, uno de los genes

que causan aniridia, y WT1, uno de los genes primarios que predisponen al

desarrollo de TW (Figura 1). WT1 codifica un factor de transcripción que es

clave para el desarrollo normal del riñón y las gónadas.

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Figura 1*

*Silván, Ana María. Aniridia and Wilms Tumor, Oncopedia #289. Released on Oncopedia: 05/11/2009.URL: https://www.cure4kids.org/ums/oncopedia/case_detail/?id=289

WT1 es necesario para la inducción del mesénquima metanéfrico y tiene

una función clave en la formación y diferenciación final de nefronas y

podocitos. Por ello, la pérdida de la función de WT1 durante el desarrollo del

riñón causa un bloqueo en la diferenciación de los precursores nefrogénicos

dejándolos en un estado de célula multipotencial.

La adquisición añadida de mutaciones en otros genes que estimulan el

crecimiento sería aún necesaria para el desarrollo final del TW.

Así, en la mayoría de casos con mutaciones de WT1 se encuentran también

mutaciones en el gen β-catenina, una proteína clave en la vía de WNT. Las

mutaciones de β-catenina afectan habitualmente a la región que codifica para la

señal de degradación por lo que suelen conllevar una acumulación patológica

de la proteína en el núcleo. Dicha acumulación conlleva la activación

transcripcional aberrante y muy probablemente a la promoción de la

proliferación de las células precursoras y con ello al desarrollo del TW.

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Muy recientemente se ha descubierto WTX, un nuevo gen mutado en al

30% de los TW. WTX es una proteína que se asocia con β-catenina y promueve

su degradación. Una vez más, mutaciones de genes que causan una

acumulación de β-catenina promueven la proliferación de células precursoras

tumorales favoreciendo el desarrollode TW. WTX es el primer gen supresor de

tumores que se aísla en el cromosoma X, del cual tanto los hombres como las

mujeres sólo tienen una copia funcional del gen, así una sola mutación es

necesaria para su inactivación. Curiosamente la mutación germinal de WTX

predispone a una displasia ósea hiperostótica pero no predispone a la

formación de tumores ni a TW, lo que muestra cómo las alteraciones en la vía

de WNT deben darse de manera coordinada en la célula precursora y durante la

nefrogénesis para

causar TW.

El síndrome Denys-Drash (DDS) está causado por una mutación en la

región de WT1 que se une al DNA lo que da lugar a una proteína con efecto

dominante negativo. Clínicamente DDS se caracteriza por la presencia de

pseudohermafroditismo, glomerulopatía, fallo renal, y una probabilidad de

desarrollar un TW del 95%. Las mutaciones homocigotas de WT1 se encuentran

en alrededor del 18% de TW esporádicos y sólo una minoría de pacientes con

TW (<5%) tienen mutación germinal de WT1.

Las mutaciones de WT1 se manifiestan a nivel histológico por una tinción

inmunohistoquímica para WT1 anormal o citoplasmática, en comparación con la

tinción normal nuclear (Figura 2).

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Figura 2

B.1.2 WT2

El síndrome de Beckwith-Wiedemann (BWS) es un trastorno de

hipercrecimiento que se manifiesta con peso elevado al nacimiento,

macroglosia, organomegalia, hemihipertrofia, hipoglicemia neonatal, defectos

de la pared abdominal, anomalías de la oreja, y predisposición al desarrollo de

TW (5%) y otras neoplasias. La anomalía genética del BWS se localiza en el

cromosoma 11p15, un locus que se denomina WT2, porque la pérdida de

heterocigosidad en este locus se ha detectado en TW. En este locus se localiza

un cluster de genes que tienen un mecanismo de regulación transcripcional

común y se encuentran de manera normal imprintados. Entre los genes del

cluster se encuentran el insulin-like growth factor 2 (IGF2), H19, y p57Kip2. Los

estudios citogenéticos de pacientes con BWS demuestran tanto la duplicación

del locus 11p15 derivado del padre (trisomía paterna) como la presencia de 2

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copias del cromosoma 11 paterno sin secuencias del cromosoma materno

(isodisomía uniparental). Estos hallazgos demuestran que el silenciamiento de

los alelos maternos y la concomitante expresión doble de los alelos paternos es

determinante para la expresividad del síndrome. IGF2, es un factor de

crecimiento que normalmente se expresa únicamente4 del alelo paterno, y

cuando se sobrexpresa en animales causa hipercrecimiento.

Otro de los genes del locus, H19 está adyacente a Igf2 pero se expresa

de manera opuesta, esto es, sólo se expresa el alelo materno, y actúa como gen

supresor de tumores en modelos animales. Tanto IGF2 como H19 tienen

mecanismos de regulación comunes y los tumores con pérdida del imprinting

(LOI) de IGF2 a menudo tienen hipermetilación de H19 lo que conlleva su

silenciamiento.

Aparte de la relación entre el locus 11p15 y BWS en cuanto al riesgo de

TW, hay que señalar que en algunos tumores de Wilms esporádicos se

encuentran pérdidas de la región 11p15 sin alteraciones en la región

centromérica de WT1 en el locus 11p13. Curiosamente el LOH en 11p15 en

estos casos también muestra un significante sesgo hacia la pérdida de alelos

maternos, una vez más sugiriendo que el fenómeno de imprinting en esta

región está implicado en la tumorigenésis del TW.

B.1.3 FWT1 y FWT2

La predisposición familiar para padecer TW es rara y sólo afecta a un 1-5%

de los pacientes con TW. El análisis citogenético de los pedigrís de familias

afectas ha desvelado 2 nuevos locus: FWT1 (Familial Wilms’tumour 1) en

17q12–q21 y FWT2 en 19q13.4.

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B.1.4 Otros genes

En TW se han descrito otras alteraciones genéticas secundarias como el

LOH en 1p (en 10% de casos) y en 16q (20%), así como ganancias en 1q. Las

pérdidas en 1p y 16q se asocian a mal pronóstico. Otras alteraciones que

también comportan mal pronóstico son la expresión de la telomerasa y TRKB, y

mutaciones en la proteína TP53 que se encuentra en un 5% de tumores de

Wilms. Las mutationes en TP53 se han identificado en el 75% de los TW que

presentan anaplasia (ver más adelante) y específicamente en las áreas donde

los signos histológicos de anaplasia son evidentes. Parece claro pues que el

desarrollo de anaplasia, que está claramente relacionada con mal pronóstico,

depende en gran parte de la adquisición de mutaciones en TP53.

C. Anatomía patológica

La mayoría de los TW son lesiones únicas pero un 6% son bilaterales

(afectan los 2 riñones) y un 12% multifocales en un mismo riñón. El TW clásico

está compuesto por una proporción variable de tipos celulares (trifásico): el

blastema, el estroma, y el epitelial, que como hemos descrito, recapitulan los

diferentes estadios del desarrollo renal (Figura 3).

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Figura 3*Nefroblastoma Tipo Mixto: Se observan áreas de blastema puro, blastemadiferenciando a epitelio, estructuras epiteliales más maduras de tipo glomeruloides, yademás algo de componenete estromal.

Figura 3a*Estructuras glomeruloides a mayor aumento (componente epitelial mas diferenciado)

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Figura 3b*Componente epitelial menos diferenciado

Figura 3c*Componente estromal, y abajo a la derecha estructuras

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Figura 3d*Blastema, nidos de diferentes tamaños rodeados de histiocitos.

*Imágenes cerca Dra Laura Galluzzo, Hospital JP Garrahan, Buenos Aires, Argentina

Sin embargo, no todos los TW son trifásicos; algunos son bifásicos y otros

tienen un patrón monofásico. Los TW monofásicos blastematosos suelen ser

muy invasivos y desde el punto de vista histológico presentan dificultades para

distinguirlos de otros tumores embrionarios de la categoría ”small round blue-

cell tumours”, como son el tumor neuroectodérmico primitivo (PNET), el

neuroblastoma, el sarcoma de

Ewing y el linfoma. Igualmente, los TW monofásicos indiferenciados se

pueden confundir con sarcomas como el sarcoma de células claras del riñón, el

nefroma mesoblástico congénito o el sarcoma sinovial. Los patrones

monofásicos epiteliales (raros) pueden ser puramente tubulares o papilares y

pueden ser difíciles de distinguir del carcinoma papilar renal.

Los TW con mutación de WT1 suelen contener en su histología

componentes epiteliales o estromales heterólogos como mucina o epitelio

escamoso, músculo esquelético, cartílago, tejido osteoide, o grasa. Algunos

casos muestran un patrón característico de diferenciación masiva hacia

músculo esquelético y se les conoce como TW rabdomiomatoso o

rabdomioblástico.

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La distinción entre TW con histología favorable o desfavorable se basa en la

presencia de signos histológicos nucleares de anaplasia. Ya hemos descrito que

estos cambios morfológicos del núcleo de las células tumorales se

correlacionan con la adquisición de mutaciones en TP53.

Los criterios para el diagnóstico de anaplasia incluyen:

a) figuras mitóticas multipolares o poliploides;

b) tamaños nucleares aumentados al menos 3 veces

los de las células circundantes; y

c) hipercromasia como reflejo del aumento del

contenido de cromatina.

La presencia de anaplasia puede ser focal cuando puede delimitarse bien

la zona del tumor que contiene los signos de anaplasia y no se encuentra en

ninguna región afecta fuera del parénquima renal, o difusa cuando más de

dos zonas están afectas, se encuentra fuera del riñón o bien cuando una sola

biopsia tomada al azar presenta signos de anaplasia. La presencia de anaplasia

se correlaciona con la resistencia a la quimioterapia y no con la agresividad del

tumor. Así, es muy rara en los TW de niños menores de 2 años (estos son

tumores que aparecen en los casos asociados a mutaciones de WT1 y con

histología predominantemente estromal) y va aumentando hasta un 13% en los

TW de niños mayores de 5 años.

Curiosamente, la anaplasia es significativamente más frecuente en

pacientes de raza negra que en los caucásicos. Otros tumores del riñón que

pueden darse en la edad pediátrica, más infrecuentemente, son: el sarcoma de

células claras (Clear cell sarcoma of the kidney o CCSK) que es el tumor más

frecuente después del TW, con un especial tropismo para metastatizar en el

hueso y con un pronóstico más desfavorable; el carcinoma renal (una tercera

parte con translocaciones genéticas características que implican el cromosoma

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Xp11.2 y dan lugar a fusiones del gen TFE3); el nefroma mesoblástico

congénito, que es el tumor renal más frecuente en el recién nacido, y que

presenta 2 formas histológicas, la variante clásica y la celular, ésta última con

una translocación específica, t(12;15)(p13;q25) causando la fusión del gen

ETV6 en el cromosoma 12 con el gen NTRK3 en el cromosoma 15; y el tumor

maligno rabdoide renal caracterizado por la inactivación del gen supresor de

tumores HSNF5/INI-1 en el cromosoma 22q dando lugar a una total ausencia en

la tinción inmuno histoquímica para la proteína INI-1 que es diagnóstica para

esta entidad.

C.1 Clinicas

La forma de presentación más común del TW es una masa abdominal

(85%) que por otra parte no causa ningún otro síntoma (Figura 4).

Figura 4*

*Caballero, Emilse. Is Chemotherapy Necessary in a Small, Favorable Wilms Tumor?Oncopedia #100.Released on Oncopedia: 02/08/2008.URL: https://www.cure4kids.org/ums/oncopedia/case_detail/?id=100

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Un tercio de los pacientes con la masa abdominal presentan además, dolor,

anorexia, vómitos, malestar general o alguna combinación de éstos. En general,

contrasta la discrepancia entre un tumor grande en el abdomen con el estado

general, relativamente bueno, de muchos de estos pacientes con ausencia de

dolor. En alguna ocasión puede aparecer fiebre que suele ser irregular y pocas

veces elevada. Pueden existir molestias abdominales en forma de dolor sordo,

variable, en posible relación con la micción, por compresión de la masa tumoral

sobre la vía urinaria. A la exploración física se puede detectar hipertensión

arterial en el 25% de los pacientes y anomalías congénitas como aniridia,

malformaciones genitourinarias, hemihipertrofia, o signos de sobrecrecimiento

en el 13–28% de los niños con TW, dependiendo mucho si tienen enfermedad

uni o bilateral. Un 30% de los pacientes presentan hematuria microscópica y

menos del 10% tienen coagulopatía. Se han descrito casos de hipercalcemia

tumoral y poliglobulia por estimulación renal de la síntesis de eritropoyetina.

Cuando el tumor invade la vena renal izquierda y la vena espermática

puede aparecer un varicocele izquierdo. La palpación del abdomen demuestra

la localización de la tumoración en la fosa lumbar con tendencia a crecer hacia

atrás, ocupando la fosa renal, con cierta movilidad que da lugar al “contacto

lumbar”, que sirve para diferenciarlo de la esplenomegalia; también crece hacia

arriba y abajo, adoptando una forma redondeada y ovalada.

La tumoración rara vez sobrepasa la línea media abdominal. La superficie

tumoral es dura, lisa y de bordes redondeados. Ante la sospecha de un TW

debe siempre tenerse en cuenta la precaución de realizar la palpación con

suavidad, para evitar su rotura, y los exámenes complementarios necesarios

con la mayor rapidez. A veces la enfermedad se manifiesta en forma de

abdomen agudo por hemorragia intratumoral, que puede ser espontánea, o

provocada por un traumatismo.

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C.2 Evaluación diagnóstica y estadiaje

La mayoría de pacientes con TW pueden evaluarse al diagnóstico con

ecografía abdominal y TAC con inyección de contraste intravenoso. Las ventajas

de la RNM (Figura 5) con respecto la TAC para la evaluación inicial de los

pacientes con TW no están claras.

Figura 5*

*Nirenberg, Damian. Hemihypertrophy and Wilms Tumor, Oncopedia #087. Released on Oncopedia 10/05/2007.URL:https://www.cure4kids.org/ums/oncopedia/case_detail/?id=87

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El TW consiste en una masa sólida intrarenal con una pseudo cápsula que causa

una distorsión del parénquima renal y el sistema colector de tipo intrínseco. El

tumor típicamente crece por extensión directa desplazando las estructuras

adyacentes y característicamente no engloba o eleva la aorta abdominal, a

diferencia del neuroblastoma. Puede haber invasión de la vena renal o cava

inferior con extensión a veces hasta la aurícula derecha. Raras veces el tumor

llega a comprimir el uréter lo que causa entonces una gran dilatación piélica,

con hidronefrosis.

El patrón de metástasis es característico y cuando están presentes

aparecen en los pulmones (85%), hígado, y ganglios linfáticos regionales.

En la ecografía, la masa suele ser heterogénea por la presencia habitual de

sangre, grasa, necrosis, o calcificación. El examen de la vena cava inferior es

imperioso para evaluar la extensión del tumor. En la TAC se demuestra la

heterogeneidad de la masa y los ganglios linfáticos regionales así como las

áreas de calcificación y grasa. La inyección del contrate intravenoso sirve para

detector las metástasis hepáticas y ganglionares, la extensión del tumor en la

vena renal o cava inferior, la presencia de un tumor sincrónico contra lateral, y

la presencia de restos nefrogénicos asociados. La imagen del TW por RMN se

caracteriza por una baja señal en T1 y alta señal en T2. La RNM permite

evaluar la presencia de enfermedad multifocal y la permeabilidad de la vena

cava (Figura 5). La evaluación de los restos nefrogénicos o los casos de

nefroblastomatosis generalizada son complejos. La TAC y RNM son claramente

superiores a la ecografía en estos casos.

En la TAC los restos nefrogénicos aparecen como nódulos con baja

atenuación periférica con respecto al parénquima normal. Por RNM los nódulos

presentan una baja señal tanto en T1 como en T2 (a diferencia del TW).

La TAC permite estudiar también la presencia de metástasis hepáticas o

pulmonares. Para descartar afectación ósea en pacientes con metástasis

hematógenas evidentes o con formas histológicas desfavorables, se debe

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realizar una gammagrafía ósea. Una diferencia fundamental con el

neuroblastoma es que las metástasis del TW en médula ósea son excepcionales.

Los análisis de sangre en los pacientes con TW suelen mostrar un hemograma

normal, salvo en los casos asociados a hemorragia intratumoral, y una función

renal generalmente sin alteraciones. Por otra parte, no existen marcadores

tumorales para el diagnóstico o seguimiento de posibles recidivas. En el análisis

de orina es posible encontrar, incluso sin hematuria macroscópica, algunos

hematíes, leucocitos y piocitos; en muy contadas ocasiones, han sido

demostradas células tumorales.

D. Estadiaje

El TW se estadia en función de la extensión anatómica sin

consideraciones de tipo biológico o genético. Actualmente se utilizan dos

sistemas de estadiaje (y manejo) del TW: uno basado en la cirugía inicial antes

de ningún tratamiento con quimioterapia, desarrollado por el National Wilms’

Tumor Study Group (NWTSG) en USA, y el otro basado en la respuesta a la

quimioterapia previa a la cirugía desarrollado por el International Society of

Pediatric Oncology (SIOP) en Europa. Ambos sistemas de estadiaje han

demostrado su capacidad para estratificar la terapia y clasificar a los pacientes

en función del pronóstico. Hay que resaltar, sin embargo, que las diferencias

en el tiempo quirúrgico en ambos sistemas confunde las comparaciones estadio

por estadio en ambos sistemas.

D.1 Estadio 1

NWTSG: El tumor se encuentra confinado en el riñón y se reseca

completamente sin afectación de la cápsula renal o de los vasos del seno renal.

El tumor no se rompe antes de su extracción.

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SIOP: El tumor se encuentra confinado en el riñón. La cápsula puede estar

afectada pero su superficie externa está libre de tumor y se reseca

completamente. El tumor puede protruir en la pelvis y el uréter pero no los

infiltra. Los vasos del seno renal no están invadidos.

D.2 Estadio II

NWTSG: El tumor se extiende más allá del riñón pero se puede resecar

completamente. Hay extensión regional del tumor bien en el seno renal o la

cápsula. Los vasos del parénquima renal o seno renal pueden estar invadidos. El

tumor se desparrama durante la biopsia o la extracción pero la diseminación se

confina al flanco, sin afectar el peritoneo. No hay evidencia de enfermedad más

allá de los márgenes de resección (los ganglios linfáticos regionales biopsiados

deben ser microscópicamente negativos). Se efectúa biopsia del tumor antes de

la resección quirúrgica.

SIOP: El tumor se extiende más allá del riñón pero se puede resecar

completamente (márgenes de resección “libres”).

Los vasos del parénquima renal o seno renal pueden estar invadidos así como

los ganglios linfáticos y los órganos adyacentes como la vena cava, pero son

resecados completamente.

D.3 Estadio III

NWTSG: Después de la cirugía queda tumor en el abdomen y su origen no

es por diseminación hematógena:

A. Ganglios linfáticos patológicos en abdomen o pelvis;

B. El tumor penetraba a través de la superficie peritoneal; C. Implantes

tumorales en la superficie peritoneal;

D. Queda tumor micro o macroscópico en el abdomen después de

la cirugía;

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E. El tumor se considera inoperable por infiltración de órganos vitales;

F. El tumor se desparrama más allá del flanco.

SIOP: Después de la cirugía queda tumor en el abdomen y su origen no es

por diseminación hematógena:

A. Resección incompleta que se extiende micro o macroscópicamente más allá

de los márgenes de resección;

B. Ganglios linfáticos patológicos en abdomen o pelvis;

C. Ruptura del tumor antes o durante el acto operatorio; D. El tumor penetraba

a través de la superficie peritoneal;

E. Trombo tumoral presente en los márgenes de resección de los vasos o

uréter, trans-seccionado o resecado en fragmentos;

F. El tumor se ha biopsiado quirúrgicamente antes de la quimioterapia

preoperatoria.

D.4 Estadio IV

NWTSG y SIOP: Presencia de metástasis hematógenas (pulmón, hígado, hueso,

cerebro) o ganglios linfáticos fuera de la cavidad abdomino-pélvica.

D.5 Estadio V

NWTSG y SIOP: TW bilateral.

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E. Tratamiento

El manejo del TW históricamente ha sido diferente en Europa (el grupo

SIOP) y en los EE.UU. (el grupo NWTS). Excepto en los pequeños tumores en los

que puede iniciarse el tratamiento con la intervención quirúrgica, el grupo

Europeo ha recomendado en todos los demás estadios una quimioterapia

reductora, sin biopsia, antes de la intervención quirúrgica. Una vez practicada la

extirpación, se valora el estadio nuevamente y se determina el riesgo asociado

al tipo histológico (grado de respuesta a la quimioterapia preoperatoria).

Por su parte, el grupo americano ha promovido la práctica de la intervención

quirúrgica o la biopsia al diagnóstico pues considera imperativo la obtención

del diagnóstico histológico y el estadiaje.

La estrategia SIOP se ha fundamentado históricamente en 1) evitar el

riesgo quirúrgico de la nefrectomía inmediata al diagnóstico pues los tumores a

menudo son grandes en su presentación; y 2) disminuir las posibilidades de

diseminar el tumor en la zona del flanco por la biopsia. La estrategia SIOP es

controvertida pues pacientes con imágenes típicas y características clínicas

sugestivas de TW se tratan con quimioterapia sin confirmación histológica. Los

resultados de las series SIOP demuestran que un 1% de casos tratados tienen

patologías no cancerosas y un 12% tienen otras neoplasias. Por otra parte, los

estudios más recientes demuestran que la biopsia percutánea con aguja

fina no afecta el estadiaje del tumor ni el tratamiento.

La ventaja más importante de la estrategia SIOP ha sido que la

quimioterapia preoperatoria reduce efectivamente el volumen del tumor en la

mayoría de los casos, diminuyendo las posibilidades de rotura del tumor y

diseminación y además, bajando el estadiaje postoperatorio. Así, en los

estudios SIOP más recientes menos pacientes recibieron radioterapia local en el

flanco comparado con el último estudio del NWTS-5.

La segunda ventaja de la estrategia SIOP ha sido comprobar que la

respuesta a la quimioterapia preoperatoria constituye un factor pronóstico

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significativo. Otra diferencia notable entre los grupos NWTSG y SIOP ha sido el

manejo de las metástasis pulmonares. En el último estudio del NWTSG los casos

con imágenes nodulares compatibles con metástasis, pero visibles sólo en la

TAC, se trataron con radioterapia pulmonar. La supervivencia de estos

pacientes en el NWTS-4 fue del 81%.

En los estudios SIOP, sólo se valoraban como metástasis pulmonares las

lesiones pulmonares visibles en la radiografía simple de tórax. Si las lesiones

pulmonares desaparecían completamente con la quimioterapia, o se resecaban

quirúrgicamente, los pacientes no recibían radioterapia pulmonar. Así, la

supervivencia a los 4 años reportada para estos pacientes en el estudio SIOP

más reciente fue del 83%. Estos resultados ponen en cuestión la necesidad de

radioterapia pulmonar en los casos con buena respuesta a la quimioterapia.

A pesar de las diferencias históricas en el manejo del TW, no existen

diferencias significativas en los resultados entre ambos grupos y hoy en día

también el grupo SIOP promueve en todos los casos la biopsia al diagnóstico.

F.1 Cirugia

La exéresis del tumor deberá ser practicada en todos los casos. El

tratamiento quirúrgico de elección es la nefrectomía completa (Figura 4). Las

nefrectomías parciales están indicadas en menos del 5% de los casos, incluso

después de la reducción del tamaño tumoral con quimioterapia preoperatoria,

pues la mayoría de los TW son muy grandes o localizados centralmente.

Técnicamente se recomienda un abordaje transperitoneal para permitir una

exposición adecuada para realizar el estadiaje quirúrgico local. Ello incluye

la mobilización e inspección del riñón contralateral para excluir enfermedad

bilateral, antes de realizar la nefrectomía. Permite, además, la inspección de los

ganglios linfáticos regionales y del hilio renal que deben siempre biopsiarse

cuando aparezcan sospechosos pues constituyen un elemento clave para el

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estadiaje. La resección del tumor infiltrando parcialmente órganos como

pueden ser el diafragma, hígado, o el músculo psoas debe realizarse si se

consigue una resección completa con poca morbilidad. Ello permite convertir

un estadio III en estadio II, si los márgenes están libres, con la consiguiente

reducción de la terapia citotóxica. La extensión del tumor en la vena renal o

cava inferior próxima al riñón puede resecarse habitualmente en bloque

con el riñón. La resección de la cava inferior hasta el hilio hepático o la aurícula

derecha incrementa notablemente la morbilidad quirúrgica y no debería hacerse

en el mismo procedimiento inicial. En estos casos la quimioterapia

preoperatoria disminuye el tamaño y extensión del tumor y el trombo tumoral,

sin que aumente su adherencia a la pared vascular, facilitando la resección

quirúrgica.

F.2 Tratamiento Citotóxico (Quimioterapia y radioterapia)

Tres fármacos han demostrado una efectividad indisputada en el

tratamiento del TW desde los años 1950s y 1960s la actinomicina-D y la

vincristina, que son los pilares del tratamiento, y la doxorubicina que se añadió

en los años 1970s. A lo largo de las décadas la combinación de estos tres

fármacos, la duración del tratamiento y la manera de administrarlas se han

refinado para maximizar la supervivencia de los pacientes a la vez que se han

reducido los efectos secundarios agudos y a largo término. Otros cuatro

quimioterápicos se utilizan en pacientes de alto riesgo, que recaen o no

responden inicialmente a la combinación de actinomicina-D, vincristina, y

doxorubicina, son la ciclofosfamida, la ifosfamida, el carboplatino, y el

etopósido.

En el caso de aplicar el protocolo SIOP, la quimioterapia prequirúrgica

consiste en actinomicina D y vincristina semanales, durante 4 semanas.

Después de la cirugía, el tratamiento citotóxico oscila desde finalizar el

tratamiento en caso de estadio Ipostquirúrgico con bajo riesgo, a pautas de

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tiempo variables (de 4 a 34 semanas) según los estadios y riesgos histológicos,

con vincristina y actinomicina D asociadas o no a adriamicina, etopósido,

ciclofosfamida y carboplatino. Cuando persisten restos tumorales o la

histología es desfavorable, se añade radioterapia en el lecho tumoral.

La radioterapia continua siendo importante en el tratamiento del TW. Los

protocolos estándar de radioterapia incluyen la irradiación del flanco abdominal

con 10,8 Gy en seis fracciones para los estadios III con histología favorable y

estadios II–III con anaplasia difusa. La radioterapia pulmonar se administra si

tras el primer ciclo de quimioterapia postquirúrgica siguen visibles las

metástasis. Los enfermos con estadio IV (metástasis hematógenas) reciben

pautas de quimioterapia más prolongadas y agresivas. En algún caso de

metástasis pulmonar localizada, en uno o ambos pulmones, es posible la

exéresis quirúrgica, conservando al máximo el tejido pulmonar sano.

La enfermedad refractaria y las recidivas se tratan combinando cirugía,

radioterapia y quimioterapia.

Combinaciones de quimioterápicos como ICE (ifosfamida, carboplatino,

y etopósido), han conseguido mejorar la supervivencia después de recaídas de

manera significativa hasta niveles del 50%–60%. En los pacientes que responden

a la quimioterapia de rescate, es posible emplear tratamientos de consolidación

con autotrasplante de células progenitoras hematopoyéticas.

Alrededor del 6% de los pacientes con TW se presentan al diagnóstico con

tumores simultáneos (sincrónicos) en los dos riñones. Aunque más del 70%

sobreviven, estos niños tienen un gran riesgo para desarrollar fallo renal

terminal. Este riesgo ha hecho que las pautas de manejo del estadio V de Wilms

recomienden un estadiaje bilateral, cada riñón por separado, sin resección

quirúrgica inicial, seguido de quimioterapia para reducir el tamaño de los

tumores y así facilitar procedimientos quirúrgicos que puedan ser más

conservadores dejando parénquima renal sano. El tratamiento se hace en

función del estadio local de cada riñón y de la histología. Después de 6–8

semanas de quimioterapia se revalúa el paciente y la posibilidad de resección

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quirúrgica conservadora. En algunos casos un procedimiento de second-look

puede estar indicado para evaluar la posibilidad de resecar el tumor

preservando tejido renal. Más quimioterapia o radioterapia pueden ser

necesarias pero en general la cirugía definitiva debería realizarse no más allá de

las semanas 12–16 del diagnóstico para evitar la aparición de resistencias.

Las supervivencias alcanzadas por los grandes grupos cooperativos para

los pacientes con cualquier estadio e histología favorable son iguales o

superiores al 80% (95% para el estadio I y 80% para el estadio IV). Para los

pacientes con anaplasia, sin embargo, los estudios más recientes, como el

NWTS-5, muestran una supervivencia a los 4 años para los pacientes con

anaplasia difusa del 55% y para la anaplasia focal, del 75%. Los pacientes con

estadio II, III, y IV con anaplasia y nefrectomía inmediata tuvieron una

supervivencia del 82%, 68%, y 37%, respectivamente.

F.3 Secuelas

A medida que mayor porcentaje de niños con TW se curan, aparecen

nuevos datos en relación a las secuelas directa o indirectamente relacionadas

con la terapia. El tipo de secuelas depende de la edad y el sexo, el tipo de

cirugía practicada, los quimioterápicos utilizados, y la radioterapia. Los órganos

de mayor riesgo incluyen los riñones, el corazón, y las gónadas.

La causa más frecuente de fallo renal es la nefrectomía bilateral, y la segunda

el daño inducido por la radioterapia y las complicaciones quirúrgicas. La

frecuencia de fallo renal en los casos de TW bilateral ha evolucionado desde el

16% en la década de los 1980s hasta el 3-8% en el estudio NWTS-4 en los

1990s. El fallo cardiaco congestivo es una complicación conocida de la

administración de antraciclínicos (adriamicina) y el riesgo se incrementa con la

administración concomitante de radioterapia pulmonar. Consecuentemente, los

pacientes con TW que reciben adriamicina deben ser monitorizados a largo

término. La función pulmonar puede afectarse asimismo en aquellos pacientes

que reciben radioterapia pulmonar, sobretodo cuando se trata de forma

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bilateral. En estos pacientes, la capacidad pulmonar total puede reducirse hasta

en un 50–70%. La función gonadal puede afectase en las niñas que reciben

radioterapia abdominal por TW. Los estudios del NWTSG han demostrado que

estas mujeres están en mayor riesgo de padecer abortos o embarazos

complicados.

Finalmente algunos de los niños tratados por TW están en especial riesgo

para desarrollar segundas neoplasias, ya sea por el efecto carcinogénico del

tratamiento recibido o bien como resultado de una predisposición hereditaria a

desarrollar tumores. La incidencia acumulada de segundas neoplasias en los

estudios más recientes del NWTSG son del 1,6% a los 15 años. La mayoría de

estos tumores aparecen en zonas previamente irradiadas. El mayor factor de

riesgo es la radioterapia, aunque los pacientes que sólo recibieron vincristina y

actinomicina también tienen un riesgo más elevado cuando se les compara con

la población sana.

G. Otros tumores renales

Sarcoma de células claras del riñón. (Clear cell sarcoma of the kidney o

CCSK) es el tumor renal más frecuente después del TW, y representa un 5% de

las neoplasias renales infantiles. Tiene un especial tropismo para metastatizar

en el hueso (50% de los metastásicos) pero también en sistema nervioso

central. Su pico de incidencia es entre 1–4 años, predominantemente afectando

varones, y su forma de presentación más común es la masa abdominal. No se

han reportado casos de afectación bilateral. El pronóstico es más desfavorable

que el TW y el tratamiento habitualmente consiste en los regímenes diseñados

para el TW de alto riesgo.

El carcinoma renal supone un 2–5% de todos los tumores renales

pediátricos, siendo la neoplasia renal más frecuente en el adulto. La media de

edad al debut es entre los 9 y 15 años, claramente mayores que el TW. Los

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pacientes suelen presentar con hematuria, dolor, y una masa palpable, aunque

algunos pueden ser asintomáticos, una presentación similar al adulto. Las

metástasis al diagnóstico se detectan en un 20% de los casos, habitualmente en

los pulmones, hueso, hígado, o cerebro. Las presentaciones bilaterales y las

presentaciones en niños pueden asociarse a síndromes predisponentes como la

enfermedad de von Hippel-Lindau, el carcinoma renal papilar hereditario, el

oncocitoma familiar asociado con el síndrome Birt-Hogg-Dubey y el carcinoma

renal hereditario.En el carcinoma renal, una tercera parte de los tumores tienen

translocaciones genéticas características que implican el cromosoma Xp11.2 y

dan lugar a fusiones del gen TFE3.

La supervivencia de los pacientes con carcinoma renal depende en gran

medida de la posibilidad de realizar o no una nefrectomía radical, con una

supervivencia global del 64–87%. A los 5 años, la supervivencia para el estadio I

es del 90%, 50–80% para estadios II–III, y menos del 10% para la enfermedad

metastásica o estadio IV.

El nefroma mesoblástico congénito (tumor de Bolande), es el tumor renal

más frecuente en el recién nacido, y tiene un comportamiento, en general,

benigno. Existen 2 formas histológicas, la variante clásica y la forma celular,

ésta última con una translocación específica, la t(12;15)(p13;q25) que causa la

fusión del gen ETV6 en el cromosoma 12 con el gen NTRK3 en el cromosoma

15. El tratamiento es principalmente quirúrgico y debe ser radical para evitar

posibles recidivas.

El tumor teratoide-rabdoide maligno del riñón, representa un 2% de los

tumores renales del niño, y es el más agresivo de todos ellos. Afecta

predominantemente a niños menores de un año. El tumor maligno rabdoide

está caracterizado por la inactivación del gen supresor de tumores HSNF5/INI-1

en el cromosoma 22q dando lugar a una total ausencia de expresión en la

tinción inmunohistoquímica para la proteína INI-1 que es diagnóstica para esta

entidad.

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Debe descartarse en estos casos una alteración constitucional del gen

HSNF5/INI-1, que predispone a la aparición de la neoplasia, tanto en el riñón

como en otros órganos, principalmente el sistema nervioso central. El

tratamiento debe ser radical, combinando cirugía, radioterapia y quimioterapia,

a pesar de lo cual la supervivencia no supera el 25% a los 4 años.

Incluso los casos con resección quirúrgica completa y ganglios linfáticos

negativos tienen una supervivencia sólo del 50% con los tratamientos derivados

de protocolos de TW.

Recientemente se han diseñado protocolos específicos para tumores

rabdoides con más intensidad de agentes alquilantes y antraciclinas, y parece

que consiguen mejores respuestas iniciales.

Los tumores benignos, aunque raros, pueden presentarse en el riñón en

desarrollo. Debe recordarse, entre otros, el quiste hidatídico, el hamartoma

fibromatoso, el angiolipoma, el hemangioma, el adenoma, el teratoma y las

malformaciones quísticas renales.

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