los ojos de judas
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OBRA LOS OJOS DE JUDAS
RESUMEN
El puerto de Pisco aparece en mis recuerdos como una mansísima aldea cuya belleza
serena y extraña acrecentaba el mar. Tenía tres plazas. Una, la principal, enarenada, con
una suerte de pequeño malecón barandado de madera, frente al cual se detenía el carro
que hacia viajes “al pueblo”; otra, la desolada plazoleta donde estaba mi casa, que tenia
por el lado de oriente una valle de toñuces; y la tercera, al sur de la población, en la que
había de realizarse esta tragedia de mis primeros años”.
Así describe Valdelomar su entrañable Pisco, ciudad que es el fondo esencio donde se
desarrolla la mayoría de su obra narrativa. Esta tragedia a que alude el poeta Iqueño esta
referida al encuentro que tuvo cuando era niño con una mujer blanca, en la playa cerca del
puerto de San Andrés.
Se acostumbraba en ese entonces armar una torre de cañas en la plazuela del castillo,
donde los marineros quemaban a Judas, el criminal que había traicionado a Cristo. La
hoguera se llevaría a cabo el sábado de gloria. La mujer blanca interrogo varias veces al
pequeño Abran sobre el hecho de si el perdonaba a Judas.
Abran muy decidido contestaba que no lo perdonaba, por que Dios se resentiría con el. Ya
era tarde, la noche empezó a caer y las luces de los barcos se anunciaron débilmente en la
bahía.
Cuando llegaron a la altura de su casa, Abran fue besado en la frente por la mujer blanca,
quien le dijo adiós. Entrada la noche, oyó ruido, carreras, voces y lamentaciones. ¡Un
naufragio!, gritaba la gente. El pueblo se preparaba.
Estaba reunido alrededor de la orilla, alistaba febrilmente sus embarcaciones, algunos
habían sacado linternas y farolillos y auscultaban el aire. Repentinamente el barco empezó
a retirarse y los reflectores y el piteo cesó.
Nadie comprendía porque el barco se alejaba; pero cuando este se perdía hacia el sur, todo
el pueblo, pensativo, silencioso e inmenso, regreso hacia la plaza en que Judas iba a ser
sacrificado.
Abraham y sus padres fueron a verle. A los pies de Judas ardía una enorme hoguera que
hacia nubes de humo y que iluminaba por dentro el deforme cuerpo del condenado. Sus
grandes ojos se iluminaban de un tono casi rosado. Abran busco a la mujer blanca entre la
multitud congregada pero no la ubicó.
Los ojos de Judas tornaronse rojos y toda la multitud sigue su mirada que fue a detenerse
en el mar. ¡Un ahogado!, ¡Un ahogado! Gritaron por ahí. A los pocos minutos el cuerpo de
una mujer fue sacada en la plaza, y colocado cerca de la hoguera que consumía a Judas.
¡”Papa, papa, si es la señora Blanca! ¡La señora blanca, papa!...” Abran creyó que el
cadáver lo reconocía, que Judas ponía sus ojos sobre el y dio un segundo grito mas fuerte y
terrible que el primero: “ si, perdona a Judas, señora blanca, si lo perdono!...”.
Su padre lo cogió y lo apretó contra su pecho mientras que Abram, con los ojos muy
abiertos, veía los ojos de Judas rojos y sangrientos, acusadores, siniestros y terribles, que
miraban por última vez mientras el pueblo retornaba a sus casas y unos cuantos hombres
se inclinaban sobre el cadáver blanco.
ESTRUCTURA
El cuento está dividido en seis secciones o capítulos cortos, numerado con dígitos romanos
y de extensión muy variable. El más largo es el último capítulo.
A continuación, un resumen por capítulos del cuento:
I.- El narrador, es decir, Abraham, empieza rememorando su infancia en el puerto de Pisco,
cuyas imágenes pinta con trazos nostálgicos y de triste dulzura. Cuenta además cómo se
levantaba temprano, tomaba el desayuno y se iba a la escuela. Volvía a casa al mediodía y
en el trayecto se distraía paseando por la orilla del mar, recogiendo conchas y otros
objetos.
II.- El narrador describe a sus padres. Su padre trabajaba en la aduana y volvía a casa al
atardecer pero a veces retornaba muy tarde, pues debía quedarse a recibir las
embarcaciones que llegaban al puerto. Luego cuenta cómo su madre lo llevaba a él y a su
hermanita a la orilla a ver la puesta del sol. A esa hora ocurría en el muelle lo que llamaban
la “procesión de las luces”: un marinero llegaba conduciendo un carro lleno de faroles, los
cuales iba colocando en los postes del muelle. Luego la familia retornaba al hogar donde
les esperaba la cena servida por la criada.
III.- Una noche el padre tuvo que volver tarde. Abraham recordaba que en aquella ocasión
despertó sobresaltado, como a las dos de la madrugada, y escuchó a sus padres que
hablaban sobre la tragedia familiar de una señora llamada Luisa. Abraham se sintió
asustado y rezó por aquellas personas; luego se volvió a dormir.
IV.- Al día siguiente Abraham se fue a caminar por la orilla del mar, tal como era su
costumbre habitual, pero esta vez se alejó más, yendo por el camino que iba hacia el sur,
hacia la aldea de San Andrés de los pescadores. De pronto le sobrevino un sopor, por lo que
se acostó en la arena, y en eso vio la silueta de una mujer que se acercaba pero no vio más
pues se quedó dormido.
V.- Al despertar Abraham se levantó y regresó a casa. Al día siguiente retornó a la playa y
vio de nuevo a la mujer, quien era muy blanca y hablaba con mucha dulzura y bondad.
Conversaron largo rato. Cogidos de la mano, y amigablemente, retornaron a la población
donde vieron que unos hombres preparaban el castillo de la quema de Judas. La mujer
preguntó a Abraham, si él perdonaría a Judas. Abraham contestó que nunca; luego la mujer
lo besó en la frente y se despidió.
VI.- Durante el resto de la semana Abraham no volvió a la playa. Pero al llegar al día
Sábado de Gloria, salió a dar su habitual paseo por la tarde. Se encontró otra vez con la
mujer, quien de nuevo le preguntó si perdonaba a Judas. Abraham reiteró su negativa.
Luego la mujer se despidió, no sin antes decirle que vendría a ver la quema de Judas y que
recordara bien su rostro para que lo reconociera. Abraham volvió a casa, ya entrada la
noche, y de pronto oyó ruidos en la calle y unas voces que alertaban un naufragio. Todos
fueron a la carrera a la playa. Efectivamente, un buque había naufragado. Luego de un rato
la muchedumbre se disolvió y todos fueron a la plaza para ver la quema de Judas. Abraham
y su papá hicieron lo mismo. De pronto una voz alertó desde la playa: «¡Un ahogado! ¡Un
ahogado!» A los pocos minutos el cadáver de una mujer era sacado del mar y llevado a la
plaza. A la luz de la hoguera Abraham reconoció a la señora blanca y dio un grito de terror,
diciendo que si perdonaba a Judas. El padre cargó a Abraham y se lo llevó, mientras el niño
veía por última vez los ojos de Judas, que parecían mirarle amenazadores.
PERSONAJES
PRINCIPALES
El niño-narrador, es decir Abraham Valdelomar, quien relata un episodio aterrador que
vivió en su lejana niñez ambientada en Pisco. Iba por entonces a la escuela del puerto,
situada cerca de su casa y solía pasearse por la orilla del mar, tanto en el trayecto de
ida como en el de vuelta.
La señora blanca, una mujer muy blanca, vestida de blanco, con la que Abraham se
encuentra en la playa reiteradamente, y con quien conversa largo rato. Era una señora
que hablaba con mucha dulzura y parecía atormentada por alguna tristeza oculta. Su
identidad la desconocía Abraham pero luego su cadáver aparece en el mar empujado
por las olas, siendo visto por todo el pueblo. Aunque el relato no lo dice de manera
explícita, se trataría de la señora Luisa, que poco antes había protagonizado un
escándalo en el puerto: por salvar a su hijo había delatado a su esposo Fernando,
buscado por la justicia como sospechoso de un asesinato; al final perdió tanto a su
esposo, que fue encarcelado, como a su hijo, que le fue arrebatado.
SECUNDARIOS
El padre, que era empleado en la Aduana y quien, físicamente “tenía un hermoso tipo
moreno. Faz tranquila, brillante mirada, bigote pródigo”. Se levantaba temprano a
trabajar y volvía a casa al atardecer, aunque a veces debía quedarse hasta muy tarde
en el trabajo, para despachar o esperar a algún barco.
La madre, ama de casa, a quien se la describe como “dulcemente triste”. Se
preocupaba mucho por su familia y solía inquietarse cuando su esposo tardaba de
volver del trabajo. Muy devota, solía orar ante una imagen de la Virgen María.
La hermanita menor. No se menciona su nombre. Tampoco se mencionan a otros
hermanos.
La criada del hogar.
La gente del pueblo. Se mencionan a los marineros, los trabajadores del muelle, los
cargadores de la Estación, y el resto de los vecinos del puerto, quienes asisten en masa
a la quema de Judas.
ESCENARIOS
La acción transcurre en el puerto de Pisco. Los escenarios son:
La casa de la familia de Abraham, frente al mar.
El muelle o embarcadero.
La playa
La plazoleta del Castillo, una de las tres plazas de Pisco, donde se realizaba la quema
del muñeco de Judas, durante el Sábado de Semana Santa.
FICCIÓN Y REALIDAD
El relato, como ya queda dicho, es autobiográfico. Los escenarios, la casa de la familia en
Pisco Playa, los paseos del niño Abraham por la orilla del mar en su trayecto hacia la
escuela del puerto, la costumbre de Semana Santa de quemar a un muñeco de Judas en la
plaza, el trajín habitual en el muelle, el naufragio ocasional de algún buque, todo ello es
verídico. Suponemos también que la historia trágica de la señora Luisa debe tener algún
fondo de realidad, tal vez fue fruto de unos rumores que corrieron en el puerto a fines del
siglo XIX, y que Abraham recordaba aunque ya distorsionados por el paso del tiempo. Pero
es indudable que el relato tiene una fuerte dosis de fantasía, tal como el mismo autor lo
confiesa a su madre en una de sus cartas que conservamos, fechada en 1913.
Al comenzar el cuento el narrador dice:
“El puerto de Pisco aparece en mis recuerdos como una mansísima aldea, cuya belleza
serena y extraña acrecentaba el mar… En el puerto yo lo amaba todo y todo lo recuerdo
porque allí todo era bello y memorable. Tenía nueve años, empezaba el camino sinuoso de
la vida, y estas primeras visiones de las cosas, que no se borran nunca, marcaron de
manera tan dulcemente dolorosa y fantástica el recuerdo de mis primeros años que así
formóse el fondo de mi vida triste.”
Aunque Valdelomar afirma explícitamente que en ese entonces tenía 9 años, en realidad
debía estar por cumplir 11 años, si tenemos en cuenta la costumbre del escritor de quitarse
2 años de edad.4 Podemos pues, fechar tentativamente el relato en la Semana Santa de
1898 ó 1899. Por entonces, eran cinco los hermanos que formaban el hogar de los
Valdelomar: Rosa, Abraham, Jesús, Héctor y María. Los mayores, José y Roberto, trabajaban
fuera de Pisco, y Anfiloquio se había trasladado a Lima en 1897, para cursar la secundaria
en el Colegio Guadalupe. A comienzos de 1899, la familia se trasladó a Chincha.
ANÁLISIS ESTILÍSTICO
En este relato se reconocen muchas de las características propias de los celebrados
cuentos criollos del autor, de los que forma parte también El caballero Carmelo. Entre esas
características están:
El lenguaje claro y sencillo, ya alejado del artificio y cultismo extremo de la prosa
modernista de las primeras obras del autor. Se enmarca dentro del llamado
posmodernismo.
Su marcado carácter autobiográfico y que hace que el relato sea una evocación muy vívida
de sucesos ocurridos durante la niñez del autor.
Tiene un manifiesto carácter nostálgico y evocador de un pasado ya lejano y perdido: el
amor hogareño, la saludable infancia aldeana en medio de personas sencillas y laboriosas,
teniendo como fondo un escenario situado entre el valle y el mar, describiendo la belleza
de un paisaje a veces sereno, a veces tormentoso.6
ANÁLISIS TEMÁTICO
Técnica y artísticamente, por la expresión y por el sentido, éste es sin duda uno de los
cuentos más logrados y admirables de Valdelomar. El escritor mantiene el interés
dosificando las informaciones, y mostrando de modo gradual el paso de la inocencia a la
revelación de un niño de 9 años, en una atmósfera angustiosa. El nudo de la trama es la
tragedia familiar de la “señora blanca”, quien ve un reflejo de su desdicha en la figura de
Judas que simbólicamente es ajusticiado en la plaza pública en Semana Santa. La señora
blanca ha querido salvar a su hijo sacrificando a su esposo, pero al final pierde a ambos.
Del mismo modo Judas, ha cometido un acto de traición pero solo a cambio de eso es que
puede ocurrir la Redención de la humanidad. El niño-narrador niega el perdón que, de
modo indirecto, la mujer le estaba pidiendo cuando insistentemente le preguntaba si
perdonaría a Judas. Cuando, al final del cuento consiente en dárselo, es ya tarde: la señora
blanca, es ahora solo un cadáver sacado de entre las olas, del mismo punto del mar hacia
donde miraban los ojos iracundos del muñeco de Judas que en eso momentos ardía en la
plaza…
MENSAJE
El mensaje central que nos trasmite este cuento es muy sublime: frente a la creencia
generalizada de que existen faltas o pecados que son imperdonables, nos enseña que no
debemos ser recalcitrantes o reacios a perdonar, mas aun cuando muchas veces las
apariencias pueden engañarnos y que un acto aparentemente malo en realidad puede
haber sido hecho en aras de un bien mayor. Si bien es cierto que el concepto del perdón
proviene del cristianismo, el autor va más allá e incluso nos da entender que hasta el
mismo traidor por antonomasia, Judas, merece una rehabilitación, pues su acto fue
necesario para que se realizara la Redención de la humanidad.
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