los treinta judas

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    LOS TREINTA JUDAS

    ELLOS Y NOSOTROS

    (Sin prembulo)

    (I)

    Hay quien equivocadamente cree que el treintismo arranca a partir de la publicacin delmanifiesto de los treinta que vio la luz pblica en septiembre de 1931. Nada ms lejos de la realidad. El treintismo, o sea mejor dicho, el reformismo dentro de la CNTtiene su origen en el preciso momento que en el Congreso del Teatro de la Comedia deMadrid en 1919 la CNT hizo la declaracin de principios, haciendo constatar en su cartaconfederal que iba definitivamente a la destruccin del Estado y del Capitalismo por medio dela Revolucin Social, para implantar el Comunismo Libertario.Esta tendencia retardataria hoy ms que nunca, era en 1919 sustentada y defendida aunqueen distinta forma y procedimiento por el camarada Segu.Segu pretenda que la CNT an conservando su independencia completamente al margen dela poltica, mantuviera estrecha y franca relacin con los partidos y los elementos polticos mso menos liberales, para realizar una accin de conjunto frente al panorama reaccionario que yaen 1920 se manifestaba con caracteres bien pronunciados a los ojos de los que como lexaminaban en su verdadero contenido sustancial.A ms de eso pretenda Segu, que de la relacin que nuestra Organizacin sostuviera con el

    elemento liberal del pas, pudiera llega a la influencia decisiva nuestra en dichos sectores hastallegar a provocar un estado de opinin tal, que pudiera determinar la Revolucin Social.Esta opinin del camarada Segu que en los aos 1920 a 1930 podan tener algn fundamentoy algunos visos de realidad, despus de haber pasado por la prueba de la dictadura y de laimplantacin en Espaa de la Repblica, ya no hay ni que hablar.Hemos podido comprobar hasta la saciedad que en Espaa no hay polticos de izquierda ni dederecha, que todos son unos villanos dispuestos siempre a ametrallar al pueblo cuando stepide pan y justicia.La colaboracin de clase poda tener hasta cierto punto una justificacin en 1919 y 1922cuando a todas luces se vislumbraba de una manera irrecusable la posibilidad de un golpe deEstado que diera como consecuencia con la instauracin de una dictadura militar, como as ocurri.Entonces Segu, de una manera personal, puramente particular, sin comprometer a laOrganizacin, sostuvo en todos momentos relaciones amistosas con polticos y militares, perocon su modo franco de proceder, nunca comprometi para nada a la Confederacin por la cuallo dio todo, hasta la vida.No queremos prejuzgar en este momento lo que hoy sera Segu de no haber sido vilmenteasesinado. No queremos hacer el papel ridculo, de profeta para no caer en la idiotez.En 1919 no solamente exista lo que hoy se llama treintismo encarnado en la persona delmalogrado camarada Salvador Segu, sino que tambin exista el fasmo y el extremismo apesar de que la FAI an no exista.

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    El que en 1919 sustentaba la tendencia extremista, fasta como la llamaran hoy los

    treintistas, frente a la tendencia reformista de Segu, era, asombraros, Angel Pestaa. Pestaa fue en 1919 el contradictor, el opositor ms encarnizado e intransigente que tuvo elNoi del sucre en todos los momentos. Frente al reformismo de Segu se levant siempre lapersonalidad de Pestaa que no lo dejaba resollar un solo momento.Con Pestaa y sus teoras defendidas con ahnco estaban todos los anarquistas de Barcelona yde Espaa, que de cerca o de lejos se preocupaban de la marcha de la lnea recta que tenaque seguir la CNT.

    &&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

    La situacin anormal que durante varios aos vivi la CNT forzada por los acontecimientospolticos y represivos de nuestro pas, neutraliz un tanto ese encono de tendencias que en elfondo no haba desaparecido an, sino que se haba transformado.

    Segu muri asesinado por las hordas salvajes al servicio de la burguesa y de la reaccincatalana, y con l muri aquella aspiracin que entonces, como ya hemos dicho, poda teneruna justificacin, ya que Segu contemplaba el panorama poltico de Espaay presenta lo que iba a ocurrir poco ms tarde. La Dictadura.Por regla general, las imitaciones son malas, y suelen siempre adolecer de imperfeccionesvisibles que no logran escapar a la mirada del observador profundo.Es el caso del treintismo El treintismo, no es, no puede ser bajo nin gn concepto, la continuacin del reformismopreconizado por el camarada Segu, porque el treintismo est completamente desplazado deuna realidad fundamentada.El treintismo, ms que una necesidad apremiante del momento; ms que una apreciacinhistrica del presente, es una cuestin de jefatura, de predominio, de estmago.Vamos a probar que cuanto decimos es cierto.Los primeros aos de dictadura pasaron sin grandes trastornos y con pequeas variantes. Laopinin pblica, fcil de engaar, crey en la posibilidad de que Primo de Rivera lograra, comodeca, moralizar, limpiando los organismos del Estado de todo el latrocinio de que estabaninfectados.Fueron detenidos algunos concejales y secretarios de pequeos ayuntamientos y perseguidoslos inofensivos raterillos del erario pblico. Aquello trajo un enorme revuelo y en principiocaus una buena impresin entre la clase ciudadana menesterosa.Hubo incluso suicidios y huidas precipitadas de algunos pobres diablos que no estaban deltodo limpios, y que, aterrados por lo que aconteca, crean que haba llagado la hora de pagarlas culpas. No queran caer en manos de la justicia histrica porque saban que sta slocondena a los pequeos delincuentes.Fue ese el nico momento de verdadero inters pblico que tuvo la ridcula dictadura dePrimo de Rivera. Mientras ocurra cuanto acabamos de resear, la Organizacin ObreraConfederal, ya entonces en manos de los treintistas, no dejaba sentir su actuacin e influenciaen la opinin pblica del pas, que permaneca completamente indiferente ante laOrganizacin debido ms que nada al abandono a la cobarda de sus dirigentes.

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    Fue ese el motivo principal el por qu Primo de Rivera no arremeti desde el principio contrala CNT. Por otra parte la Confederacin era temida, y los dictadores esperaban desarticular contiempo y tacto para luego darle definitivamente la batalla.Primo de Rivera, que en materia social como en conocimientos generales era una verdaderanulidad, tuvo necesidad de asesorarse por expertos en materia social para as tener unaorientacin fija en su marcha hacia lo desconocido.All estaba Martnez Anido, que por experiencia conoca a la CNT y saba como deba actuardesde el Ministerio de la Gobernacin frente a ella.Por otra parte, contaba tambin la dictadura con el apoyo desinteresado de los socialistas,que tambin guiaban en sus pasos a los verdugos de todas las libertades y de todos losderechos del pueblo espaol.As fue como Primo de Rivera, debidamente orientado por Largo Caballero, fue tocando lospuntos neurlgicos de nuestra organizacin y cuando los hombres que estaban en los cargosrepresentativos de ms responsabilidad se dieron cuenta de la verdadera situacin que les

    haba creado la dictadura, ya todos los esfuerzos fueron intiles. No exista ya ni la posibilidadde realizar un movimiento de fuerza de conjunto que hiciera recular a los dictadores en sumarcha devastadora contra la CNT.Se hicieron una serie de leyes absurdas y draconianas denominadas sociales. Seimplantaron los Comits Paritarios, engendro castrador de energas, parido por lamentalidad calenturienta de Largo Caballero. Se declar ilegal el derecho a la huelga.Y, en fin, se pisotearon todos los derechos sociales que se haban conquistado trasincesantes luchas y enormes sacrificios por parte de los explotados.La perspectiva de un prximo futuro halagador no se vislumbraba por ninguna parte. El

    panorama que se divisaba en torno a la realidad latente del momento, era negro comouna noche de niebla. Nada sealaba la posibilidad de un cambio poltico o social queretornara al pueblo todos sus derechos conculcados por la dictadura que lo habapisoteado todo sin pudor ni vergenza.Las crceles y presidios estaban abarrotados de trabajadores y hombres liberales por elslo delito de manifestar su criterio en contra del rgimen imperante. El Dictador no sedetena ante nada ni ante nadie. Para l era igual el escndalo nacional e internacionalcomo una juerga de las que realizaba con frecuencia inaudita.Como es natural, los hombres de la C.N.T., que no haban logrado escapar del alcance

    de los tiranos gubernamentales, emigrando a otros pases, o haciendo una vida privadacompletamente reservada, fueron a la crcel.Todos esperaban desde las ergstulas carcelarias el anhelado da de su libertad. Nadiepens ni por un slo momento pedir al Dictador, benevolencia, ni trato ni favor. Nadie,menos unos cuantos. Muy pocos por cierto.Esos pocos que pidieron al Dictador trato de favor, en un documento pblico. Trato nibenevolencia que nadie ms que ellos pidi en ningn momento, fueron los que hoy seconocen con el nombre de los treintistas, que fomentan las mil veces criminalescisin dentro de la C.N.T.

    An lo recuerdo como si fuera hoy mismo. Iba yo conducido por una pareja de laguardia civil desde San Sebastin a Madrid. Era eso a mediados de junio del ao 1926.

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    La pareja que relev en Medina del Campo a la otra que nos conduca desde Mirandame di a leer la noticia. Era el documento ntegro que los treintistas haban elevadoa Primo de Ribera y que la prensa burguesa adicta al rgimen dictatorial habareproducido con gran regocijo.

    Aquel fue el primer paso en falso, tortuoso, que Pestaa, Peir, Espinal y demsbomberos dieron desde la crcel de Barcelona par a lograr la libertad que en aquellosmomentos era muy difcil de conseguir sin caer en la vergenza, en el oprobio dehumillarse al Dictador.Poco tiempo despus, los citados individuos, desde la misma crcel, redactaron ypublicaron un manifiesto contra los camaradas que estaban presos por acusarles lapolica y los jueces de atracadores.En el documento en cuestin no se hacan excepciones de ninguna clase, midiendo atodos por el mismo rasero, en cuanto que haba casos que a todas luces se denotaba la

    venganza ruin de la polica y de los confidentes, para hundir para siempre en presidio amuchos bravos y excelentes luchadores de la sufrida C.N.T.Ese papel repugnante de acusadores privados lo hicieron ya durante la dictadura lostreintistas de hoy, mien tras los tribunales llamados de justicia de Espaa,presionados por la dictadura, suprimido el Jurado Popular y constituidos en Tribunal deDerecho, estaban condenando a todos los que tenan la desgracia de sentarse en elbanquillo de los acusados, fueran o no culpables del delito que se les acusaba.Pocos das despus, mientras la juventud luchadora rebelde e idealista, vanguardia dehonor de la C.N.T., liaba el petate para emprender el camino del presidio con

    terribles e infamantes condenas en sus e spaldas, los treintistas de hoy eran puestosen libertad.Ello era indudablemente la recompensa, el premio de gratitud concedido por elDictador.As se escribe la historia.Durante casi todo el perodo de la dictadura los treintistas tuvieron un trato de favorpor parte de las autoridades. Saban de sobra que eran inofensivos.No ocurra igual con la juventud dinmica, ya que aparte de las condenas infamantesdel Tribunal de Derecho haba muchos centenares de presos gubernativos que sepasaron en la crcel varios aos sin estar sometidos a procedimiento judicial.Hernndez Malillos, Jefe Superior de Polica de Barcelona, saba bien a quien tena quetener miedo y retener en la crcel durante aos y aos.Y mientras ocurra todo eso, los treintistas, que no se resignaban a vivir la vida delatropellado, buscaban la forma de continuar siendo los lderes. Los que habansido antes de la Dictadura.Como la organizacin en aquellos momentos no exista de hecho, y para volverla arehacer era imprescindible aceptar los Comits Paritarios, que eran lo mismo que sonhoy las Comisiones Mixtas, y ello era la negacin ms rotunda de la razn de ser de laC.N.T., los treintistas buscaron por todos los medios ruines hacer la vida imposible a

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    los camaradas que en aquellos momentos estbamos dispuestos a no pasar por lavergenza que nos queran imponer los dictadores para dejarnos vivir legalmente.La voluntad, o sea mejor dicho, la traicin de los treintistas se logr imponer enparte durante los ltimos aos de dictadura.

    En Barcelona lograron constituir al margen de la C.N.T., aceptando los ComitsParitarios, la Asociacin del Arte Fabril y Textil. Tambin se constituy la llamadaFederacin de Entidades del Puerto de Barcelona, decan sus orientadores que una vezla C.N.T., volviera otra vez a actuar de nuevo, ingresaran en ella en bloque.Ms tarde esa Federacin, en vez de ingresar en la C.N.T. ingres en la U.G.T.,declarando la guerra sin cuartel a cuanto proceda de la C.N.T.A ms de esas dos organizaciones mencionadas, tambin se intent constituir aquellatriste clebre Unin Local de Sindicatos de Barcelona, que gracias a la entereza de loscamaradas que formbamos la Federacin Local de Sindicatos afectos a la C.N.T.

    logramos destruir antes de nacer.En esa misma fecha en Manresa tambin se constituyeron varios Sindicatos por partede los treintistas. Sindicatos que aceptaban de una manera vergonzosa lasimposiciones draconianas de la Dictadura.Para vergenza mayor de los treintistas, todo eso ocurra en el preciso momento quePestaa, Massoni, Marco, Lpez y otros, todos treintistas de hoy, formaban parte delComit Nacional de la C.N.T., organismo que actuaba en toda Espaaclandestinamente.Hubiese sido lgico y natural que Pestaa y los dems treintistas que componan el

    Comit Nacional de la C.N.T. estuvieran, como obligacin que tenan de ello, al lado delos Sindicatos de la nacin que actuaban clandestinamente de la manera que podan,contra las mltiples dificultades que les planteaba la dictadura.No fue as. Mientras la organizacin confederal era perseguida encarnizadamente ysus militantes ms activos poblaban las crceles y presidios de Espaa, los miembrosdel Comit Nacional orientaban y alentaban a los sindicatos profesionales,adormideras, que con su actuacin vergonzosa estaban dando por buena la polticadictatorial, la cual acataban, aceptando los Comits Paritarios.La traicin fue bien manifiesta. Representar a la C.N.T. nada menos que desde elComit Nacional por una parte y por otra parte orientar a los desertores de esaorganizacin, perseguida y ultrajada, que con su actuacin condenaban a ladesaparicin de nuestra querida C.N.T.Ante la denigrante actitud de Pestaa y sus comparsas frente al organismo confederal,del cual era su mxima representacin Juan Peir, que hasta entonces habapermanecido en actitud expectante, se levant airadamente desafiando a todos lostartufos que desde el Comit Nacional, emboscados, estaban apualando los principiosbsicos y fundamentales de la C.N.T.

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    Peir, desde las columnas de Accin Social Obrera, de San Feliu de Guixols,emprendi una viril y retadora campaa contra los traidores, desafiando a Pestaapara que contestara a cuanto l se vea obligado a preguntarle.An recordamos en estos momentos aquel formidable artculo publicado por Peir en

    Accin Social titulado El deber de las Vestales. Tampoco se han borrado an denuestra mente los dems artculos que precedieron al mencionado, titulados Des lindede campos. Aquella campaa, o ms que campaa desafo, de Peir a todos los traidores de laC.N.T., le vali la estima ms franca de todos los buenos luchadores, captndose lasimpata y confianza de los militantes que vieron en Peir al hombre viril y sincero quese enfrentaba en los momentos ms difciles con todos los judas que pretendanentregar a la C.N.T. prostituida en brazos de la dictadura y del capitalismoPestaa y los que le seguan, cogidos infraganti por Peir, ante la traicin manifiesta;

    no contestaron como era su obligacin ni aclararon nada de cuanto Peir habaevidenciado. Slo Pestaa escribi un pequeo artculo en Despertar de Vigo,vacilante y sin contenido, en el cual acababa diciendo que no se crea obligado encontestar a Peir y que l slo dara cuenta de su actuacin a la organizacin cuandosta se lo pidiera.Desde entonces en adelante se entabl entre Peir y Pestaa que dur hasta pocotiempo antes de publicarse el manifiesto de los treinta. En ese ambiente de con fusionismo y traiciones por parte de los treintistas llegamos,no sin tener fuertes choques con los legalistas -paritarios, hasta la cada de Primo de

    Ribera y la subida de Berenguer al poder.El nuevo dictador, viendo que sera imposible gobernar contra la C.N.T. opt por dejarque los Sindicatos volvieran a actuar dentro de la ley, dndoles una libertad relativapara que la C.N.T. volviera a reorganizarse.Es indudable que entonces haba llegado el momento ms oportuno para liquidar deuna vez y para siempre la vergenza de todo un periodo de traiciones. La lgicaaconsejaba en aquellos momentos que los militantes activos, los hombres que habansido en todos los momentos fieles intrpretes del ideario de la Confederacin seconstituyeran en tribunal acusador de todos los traidores de la C.N.T., quellamndose libertarios haban cometido traicin tras traicin, contra el organismo quedecan amar tanto.Si entonces se hubiera expulsado ya del seno de la C.N.T. a todos los judas, ms tardela lucha no se hubiera planteado con la agudeza que se plante.Fue una falta de visin y de sentido prctico por parte de los que entonces noestbamos en la crcel o en el extranjero y conocamos la nefasta actuacin de losbomberos. No obstante, a pesar de que hoy tenemos que lamentar la falta de energa quetuvimos ayer con los reformistas treintistas de hoy, no es menos cierto que yaentonces se logr higienizar los medios confederales.. Los que durante la dictadura

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    haban servido de instru mentos a los responsables treintistas, al ver que susorientadores, sus jefes, llegados los momentos de relativa tranquilidad lesabandonaban. Vindose solos, no vieron otro camino de salvacin que el de la poltica.Y se hundieron en ella sin dejar entre los que haban engaado el menor recuerdo.

    Pestaa, que es un zorro de siete suelas, viendo que de nuevo se acercaba el momentode ocupar un cargo retribuido dentro de la CNT, y encontrndose tremendamentedesmoralizado ante los trabajadores y sobre todo, ante los militantes, debido a lacampaa llevada a cabo por Peir desde las columnas de Accin social Obrera, quisoy espero el momento de jugarle una mala partida que dejar en mal lugar lapersonalidad y la seriedad de Peir.Los momentos de la cada de Primo de Ribera del Poder, se presentaroninopinadamente y fue tan grande la confusin, que todo bicho viviente se crey en elderecho de tirar de la manta.

    Se haban aflojado las amarras de la nave dictatorial y ya quin ms quin menos secrey en el derecho de conspirar contra el rgimen imperante. Todas las fraccionespolticas que haban permanecido totalmente muertas durante la estancia de Primo deRibera en el Poder volvieron a levantar cabeza. De todas partes se observaban, nuevasmanifestaciones de actividad, que hasta entonces haban permanecido totalmenteahogadas. Los manifiestos se sucedan unos a otros y as todo lo dems.En ese plan de vibraciones desencadenadas como consecuencia lgica de siete aos deuna tirana sistemtica, hubo un acercamiento momentneo de los ms variadoselementos, que por una necesidad comn les obligaba a mancomunar los esfuerzos

    y actividades, para as lograr lo ms pronto posible acabar definitivamente con ladictadura.Un grupo de polticos izquierdistas catalanes, redact tambin un manifiesto tituladoInteligencia Republicana, con el propsito de lanzarlo a la publicidad, firmado portodas las fracciones polticas y obrerasQue estuvieran de acuerdo con el contenido en l expuesto.Dichos seores polticos, como es natural, se dirigieron a la CNT para ver si dichaorganizacin estaba tambin dispuesta a firmar dicho documento.Uno de los primeros en ser consultados a tal fin, fue Angel Pestaa, Pestaa lescontest a los polticos izquierdistas catalanes que la CNT no poda, por principios,firmar aquel documento (documento que l consideraba muy interesante), y les dijoque tena la conviccin moral de que muchos destacados militantes de la CNT, lofirmaran individualmente de conocer su contenido.Entonces, los polticos le preguntaron si l tendra algn inconveniente en firmar elmanifiesto de una manera individual y Pestaa dijo que no tena inconveniente algunoen hacerlo, pero que antes deban consultar con Peir, Pedro Foix (Delaville), MartnBarrera, y otros para ver cual era su opinin.Efectivamente. Fueron consultados los nombres indicados por Pestaa para ver sifirmaban el manifiesto. Peir pregunt a los polticos si haban consultado a Pestaa y

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    stos contestaron afirmativamente, aadiendo que Pestaa se haba comprometidocon ellos a firmar el manifiesto de Inteligencia Republicana. Entonces, Peir firm el manifiesto. Tambin lo firmaron (Delaville) y Martn Barrera. Una vez firmado el manifiesto poltico por los mencionados militantes de la CNT los

    polticos visitaron de nuevo a Pestaa, para que ste, con arreglo al compromisoverbal que haba contrado con ellos firmara tambin.Pestaa, que haba logrado lo que se propona, que no era otra cosa que comprometery embarcar a Peir, dijo a los polticos que con las firmas que haba ya era lo suficientepara que el manifiesto saliera con el aval de varios destacados militantes de la CNT.Peir, sin darse cuenta, haba cado en el cepo. Era aquello una broma pesada que lehaba gastado Pestaa para colocarlo en un trance difcil frente a la opinin confederal.Pestaa no haba olvidado un solo momento que Peir le haba descubierto ante laopinin en general de ser un traidor, por eso esper el momento de vengar aquella

    ofensa.Aquella firma, estampada por Peir en el manifiesto de Inteligencia Republicana, leocasion muchos disgustos, el cual ms serio. Uno de ellos y que fue de gran calibre,fue recibido en el Teatro Nuevo de Barcelona, el da del primer mitin que dio la CNTdespus de varios aos de no hacer sentir su voz.Peir tena que hablar en dicho mitin y cuando Masoni, que presida el acto, anunci aPeir, muchos espectadores protestaron ruidosamente contra l por haber firmado elmanifiesto poltico. El auditorio no estaba dispuesto a dejar hablar a Peir si ste norectificaba antes pblicamente la firma que haba estampado en el aludido manifiesto.

    Peir habl bajo promesa de rectificar pblicamente, cosa que hizo ms tarde parapoder desempear el cargo de d irector de Solidaridad Obrera. Igual ocurri con Delaville que tambin tuvo que retirar su firma para poder serredactor del diario de la Regional Catalana. Por lo expuesto, se ve claramente que todolo que ahora ha resultado ser paja mojada, gente arr ibista y vividora del enchufe, yaantes de ahora no era todo trigo limpio. Son coincidencias un tanto sospechosas de lavida.Es indudable que la dictadura logr con su brazo de hierro, estrangular y hundir en ellodazal de la inconsecuencia a muchos hombres que prometan un futuroesperanzador, por ser excelentes y bravos luchadores. Es esa una realidad quedebemos reconocer en buena lgica, ya que los hechos han hablado de ello con hartaelocuencia.A pesar de todo, no es menos cierto que durante la dictadura tambin naci un plantelde jvenes entusiastas, que unos en crceles y presidios, otros en el destierro, y nopocos bajo el negro manto de la tirana imperante, lograron edificarse una concienciapropia, que, ms tarde tenan, indudablemente,, que poner al servicio de loshambrientos de pan y de justicia. Esta juventud ha suplido por doquier con creces lossupuestos abandonados por los vencidos y cobardes del ideal.

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    Los viejos vencidos sin energas ni vitalidad para la lucha, tenan el deb er deabandonar satisfechos los puestos que ocupaban en las avanzadas, dejando va libre alos pioneros de los nuevos tiempos presentes.No fue as. Los que se creyeron, no sabemos a santo de qu, imprescindibles, en el

    puesto que desde haca tanto tiempo ocupaban indebidamente, en vez de orientar enla lucha diaria a los jvenes hurfanos de esa tan necesaria orientacin, los recibierona su lado con hostilidad manifiesta, como se recibe a los intrusos, y desde entonces enadelante se establecer se estableci la pugna, la dualidad de criterios, que al chocarlos unos con los otros tenan que producir efectos contraproducentes.

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    RESPONSABLES E IRRESPONSABLES

    Son estos unos calificativos que desde hace algn tiempo se emplean con hartafrecuencia por parte de los que tienen un concepto un tanto mezquino de laresponsabilidad. Nos referimos a los treintistas. Cuando los treintistas se ocupan de nosotros, y eso lo hacen en todo s los momentosy lugares, siempre nos catalogan con el adjetivo de irresponsables. Segn ellos,nosotros somos los irresponsables de la FAI. Ellos son los responsables, el alfa y

    omega. La bondad personificada. Hablaremos de todo eso para dejar las cosas en su lugar.Implantada la Repblica en Espaa, no por medio de una revolucin poltica como se

    ha dicho, sino por mediacin del sufragio universal en las urnas, y conseguida unalibertad prematura, solo circunstancial, la CNT que an se encontraba en perodo dereorganizacin, convoc el congreso extraordinario que se celebr en el Teatro de delConservatorio de Madrid, los das del 11 al 16 de junio de 1931.Hay que proclamar bien alto, que all fuimos los jvenes con ansias vehementes dedepurar el ambiente en extremo enrarecido debido a las concomitancias imprecisasque muchas veces haban tenido los hombres representativos de la CNT con loselementos polticos.Haba en la orden del da del Congreso algunos puntos de discusin que se prestaban atorcidas interpretaciones y otras que eran del todo sospechosos. Ello contribuyindudablemente de una manera poderosa a sembrar la desconfianza de laorganizacin confederal hacia los elementos del Comit Nacional de la CNT queentonces estaba compuesto, como casi siempre, en su gran mayora por lostreintistas. Aquello de la Posicin de la CNT ante las Cortes constituyentes, unido alas manifestaciones hechas por el Comit Nacional tambin, en un manifiesto pblicoque deca en uno de sus prrafos que la CNT apoyara la convocatoria de una Cortesconstituyentes haba llevado a los delegados del congreso en un estado de nimo talque era muy difcil, y as fue, coordinar los esfuerzos y mancomunar las voluntades dela organizacin confederal.

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    En dicho Congreso ms que nada, ante las mltiples desviaciones sufridas se iba aplantear y plante, la cuestin de principios.La Confederacin se encontraba al borde del principio colaboracionista y poltico yhaba que arrancarla de su falsa posicin, fuera como fuera y costara lo que costara.

    Los polticos encubiertos en el seno de la CNT trataban por todos los medios de unamanera solapada, desviar a sta de su trayectoria concreta y bien definida delapoliticismo tratando de hundirla en el lodazal del colaboracionismo primero y de lapoltica despus, cosa que no consiguieron a pesar de los grandes esfuerzos que paraello realizaron emboscados en los cargos de ms responsabilidad.Hubiera sido lgico y natural que los treintistas, fracaso en su intento de desv iacin,se hubieran retirado como militantes de la Confederacin dejando paso a lascorrientes innovadoras que ya se manifestaba de una manera impetuosa en la mdulade la CNT.

    No fue as. Se resistieron a ello, volviendo de nuevo a ocupar los cargos de los comitsllamados superiores, desde donde continuaron su obra nefasta contra la organizacinque de nuevo les haba ratificado la confianza, creyendo ingenuamente que en losucesivo cumpliran fielmente los mandatos que les haba conferido la organizacin enpleno en sus Congresos.Peir, que haba sido nombrado director de Solidaridad Obrera, en una conferenciaregional celebrada por los sindicatos de Catalua en Barcelona, en vez de ocuparsedesde la columnas del diario de los trabajadores, de cuestiones sindicales ideolgicas yrevolucionarias como era su deber y obligacin, ya que ese era el mandato y la

    voluntad de los trabajadores de Catalua, se ocup casi solamente de la cuestinpoltica, tratando a este respecto de forma partidista hasta llegarse al extremo deverse la CNT poco menos que confundida con la Esquerra Republicana de Catalunya. Tal campaa de propaganda electoral Encubierta, se vio con profundo desagrado por parte de muchos elementos de la CNTmilitantes, que no compartamos el criterio absurdo de Peir y de los demscomponentes de la redaccin, ya que todos ellos eran treintistas. Cuando en el Congreso extraordinario del Conservatorio se le afe a Peir su conductapor la labor confusionista que haba realizado desde las colu mnas de SolidaridadObrera, contest Peir que aquello lo haba hechos tan solo con el inters de que notriunfara en las elecciones la reaccin. A ms, reconoci que haba cometido en ello unlamentable error.El Congreso crey que Peir era un hombre sincero, un hombre que se dejabaimpresionar demasiado fcilmente por las cuestiones superficiales y creyndoloingenuamente sincero, le ratific de nuevo en el cargo, volviendo de nuevo al diarioregional, bajo promesa de combatir a la poltica y a todos los polticos.Peir volvi a Solidaridad Obrera bajo palabra de rectificar su tortuosa conducta yuna vez de nuevo posesionado en el cargo, no cumpli la palabra dada a laorganizacin en pleno reunida en Madrid.

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    Ya entonces, muchos de nosotros, los irresponsables, sospechbamos que entreciertos elementos de la CNT, o sea, dicho ms claro, que entre los treintistas y lospolticos de la Esquerra de Catalunya exista no solamente una relacin ntima delmomento, sino que incluso haba compromisos adquiridos de una gravedad tal de los

    cuales la organizacin tendra, indudablemente, un da que salir muy mal parada decontinuar tolerndolo.Como lo que queda dicho solo era una sospecha ms o menos fundamentada endatos inconcretos, tuvimos la necesidad de esperar a que los hechos nos demostraranalgn da que no estbamos equivocados.Efectivamente No nos habamos equivocado, los compromisos haban llegado ms allde lo inconcebible. Los treintistas se haban comprometido con Companys,gobernador entonces de Barcelona,, a no plantear a la Repblica ningn conflicto decarcter social durante tres meses, hasta que el nuevo rgimen estuviera consolidado.

    Excusamos decir que ese pacto qued roto antes del tiempo prefijado por expresavoluntad de los trabajadores, que viendo que la Repblica no abordaba los problemassociales en la forma debida y viendo tambin que cuantas promesas se haban hechohaban quedado incumplidas, se sintieron engaados y traicionados.Al da siguiente, La Tierra de Madri d, daba la sabrosa noticia y deca que loselementos de la CNT haban estado en la Generalitat de Catalunya a ofrecerse al seorMaci en todo lo que fuera necesario para combatir a la reaccin.Ni Peir, ni nadie de los que con l fueron al Ayuntamiento de Barcelona, llamados porlos polticos, tenan ya entonces ningn cargo representativo en los comits ni en los

    peridicos de la CNT.Como sea que de los Comits confederales, no haba ido nadie a la Generalitat ni alAyuntamiento, a la maana siguiente La Tierra , de Madrid, publicaba la rectificacindel comit Nacional de la CNT, rectificacin que haba mandado telegrficamente, enla cual deca, que no era cierto que ningn elemento de la CNT hubiera ido a ofrecerseal seor Maci, ya que la CNT se bastaba as misma, para actuar cuando el caso lorequiera de la forma que lo creyera ms oportuno, siempre con arreglo a sus principiosy a su finalidad. Deca adems el comunicado, que si alguien haba hecho tal visita, ra almargen de la CNT y que,, por lo tanto, quedaba desautorizado por la misma.A pesar de todas las realidades, la relacin entre los treintistas y los polticos de laGeneralitat de Catalunya continuaron en lo sucesivo y continan hoy con msprofusin que nuncaNo les ha dicho nada, ni les interesa en lo ms mnimo a los treintistas, la actuacinnefasta y suicida de la Generalitat de Catalunya contra la CNT. Es ms, nosotrossospechamos que esa poltica de la Esquerra contra la confederacin es hoyaconsejada por los ex anarquistas Sebastin Clar, Pedro Foix, Martn Barrera, yalgunos de los escisionistas de la CNT.Mientras ocurre esto, la poltica predominante en Catalua, por mediacin de susrganos en la prensa, sale a la calle emponzoada cada da ms, falseando la verdad,

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    Peir tuvo una extensa conferencia telefnica con Aguad y es de suponer quehablaron de los acontecimientos graves que se estaban desarrollando en muchaspartes de Espaa y que amenazaban acabar trgicamente.Terminada la conferencia de Peir con Aguad, Peir march de nuevo a Matar,

    donde por lo visto tena algo urgente que solucionar. El viaje lo realiz con el autooficial del Ayuntamiento de Barcelona acompaado de los mismos seores que horasantes lo haban ido a buscar. Momentos despus, Peir, esta vez acompaado ademsde Marcarell, salan de nuevo para Barcelona y fueron al Ayuntamiento a completar loque, por lo visto, haba quedado en el aire.Cuando los treintistas, an tenan los cargos de la organizacin en su poder ydisfrutaban indebidamente de las cuestiones internas de la organizacin. Cuando anestaban emboscados en Solidaridad Obrera, lanzaron a la luz pblica aqueldocumento clebre conocido por el manifiesto de los treinta.

    Joaqun Corts, firmante del mismo, me entreg uno en la plataforma de un tranva.No lo le en el momento y cuando lo hice, sin meditar profundamente sobre elcontenido de dicho manifiesto, lo primero que me vino a la memoria fue la falta deoportunidad de aquello que yo consideraba un exabrupto.A cuantos me pidieron mi parecer sobre dicho documento, les dije lo mismo. Es uncaso de ceguera de despecho.Los hechos han demostrado ms tarde que no estaba equivocado, sino que, por elcontrario, haba sido yo un tanto benigno al enjuiciar el contenido de aquel abortomental.

    Ms tarde me enter por fuente fidedigna que se haban celebrado varias reunionesde los treintistas en el Sindicato del Transporte de Barcelona, sede entonces deltreintismo, que conspiraba contra la CNT. Tambin me dijeron que Pestaa haba sido el encargado de redactar el manifiesto yque redact dos que fueron unnimemente rechazados por los conjurados contra laCNT por creerlos insidiosos, torpes y doblemente mal intencionados.Ms tarde me he hecho yo mismo esta conclusin. Si el tercer manifiesto, que fue elque sali a la luz pblica, fue lo que result ser. Que no seran los dos primeros.Es de suponer que la inmensa mayora de los que firmaron el manifiesto de lostreinta, no saban en el fondo, lo que aquello representaba contra la Confederacin.De haberlo meditado, seguramente no lo hubieran avalado con su firma, y lo habrandesechado como haban hecho con los dos redactados anteriormente.Los otros s, los capitostes saban perfectamente lo que hacan. Saban que demomento ya no iran ms a la crcel, como as ha ocurrido, ya que se zafaban de todaresponsabilidad de cuanto pudiera ocurrir en la organizacin confederal, frente a lospoderes constituidos y frente a la burguesa. Por eso sealaban a las autoridades a losotros para que lo tuvieran en cuenta. A los irresponsables de la FAI .

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    No tuvieron la delicadeza de abandonar los cargos que ocupaban en la organizacin,ni tuvieron la gallarda de arrastrar la responsabilidad que la lucha del momento lesobligaba a aceptar.Esperaron que la organizacin plenamente convencida de que era un lastre, una

    rmora para triunfo de la revolucin que se est gestando, los echara por la borda unotras otros porque se iba comprobando cada da cada da ms que eran unosaprovechados de la organizacin.Hay que convenir que el manifiesto de los treinta, en el primer momento logrinteresar a mucha gente por diferentes motivos. Ocurri igual que con la dictadura dePrimo de Ribera en sus principios.En los medios confederales, los medros, los pusilnimes, los cansinos y, en fin, todoslos viejos de alma y pensamiento, que ignoraban la maldad que en s encerraba elcontenido del manifiesto, creyeron en la buena fe, en la sinceridad de sus

    animadores, ya que muchos de estos eran conocidos de todos por sus largasactuaciones pasadas.Los camaradas de las dems regiones de Espaa, siempre susceptibles de recoger lasinnovaciones surgidas en Catalua, o mejor dicho, en Barcelona, creyeron ver en elmanifiesto otra cosa de lo que era en realidad, y en muchos sitios se lleg a laconfusin ms lamentable. En Levante, algunos elementos que como los treintistasen Barcelona, tenan cierta solvencia y algunos en ejecutoria nada sospechosa tambinemprendieron el camino tortuoso que ms tarde, siguiendo la misma trayectoria de lostraidores de Barcelona, se han hundido en el fango de la escisin.

    Claro est que en Levante, en principio, las cosas revestan una caracterstica muydistinta a Barcelona, sobre todo en Valencia.No quiere decir ello que los treintistas de Levante fueron ms razonables y mssinceros que los de Catalua. Nada de eso.Sin embargo, hemos de reconocer que la culpa de que el treintismo, en Levante,tuviera cierto mbito favorable, fue ms que otra cosa por la falta de visin de ciertosbuenos camaradas que queriendo terminar pronto con la lepra treintista, en vez deser metdicos y precavidos, con sus intemperancias, slo lograron agriar ms lacuestin, envenenando el ambiente de una forma tal que lo que en principio era fcilextirpar ms tarde las dificultades cada da se multiplicaban en proporcionesalarmantes.De haberse ajustado ms a la realidad de los hechos, los camaradas de Levantehubieran logrado fcilmente lo que se logr en Barcelona echar de los sindicatos a lospolticos encubiertos. A los eternos vividores sanguijuelas de las cuotas de lostrabajadores.Esa gentuza, en Levante como en Catalua, slo hubieran logrado controlar alguno queotro sindicato de pueblo de escasa importancia, control que hubieran perdido amedida que se hubiera manifestado su imperdonable traicin.

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    A pesar de todo no creemos que los camaradas de Levante tarden mucho en logrardefinitivamente desplazar por completo de sus guaridas a los eternos arribistas que,con el espejuelo del revolucionarismo, pretenden escalar los altos sitiales delmentidero Poltico.

    Es el caso ocurrido en Barcelona con Martn Barrera, actualmente ministro de Trabajode la Generalitat, Delaville, Clar y otros que le siguen.Tambin en Andaluca tuvo sus albores en principio la lepra treintista. En Sevilla, algunos excelentes y activos militantes de la CNT, llegaron a contagiarse deese morbo confederal, pero, afortunadamente, slo fue un momento que quedtruncado, destruido en lo ms ntimo de la conciencia de nuestros bravos y queridoscamaradas.El hecho sintomtico que descorri el velo de la traicin treintista en Andaluca,ocurri en Huelva.

    En Huelva se refugi un treintista de Barcelona que omito su nombre, porque merepugna nombrarlo. Ese sujeto hizo all una labor nefasta de envenenamiento quelleg hasta la degradacin moral de todos los que le escucharon y le siguieron.Enterado el Comit Regional de Andaluca y Extremadura de lo que ocurra en Huelva,quiso armonizar la situacin de los elementos confederales de dicha ciudad. Para talefecto, se destac una Comisin de la Regional andaluza, la cual acompaada de dosmiembros del Comit Nacional de la CNT, camaradas Ramos y Marcos Alcn, setrasladaron a Huelva.Llegada la Comisin, inmediatamente se convoc una asamblea para que los

    trabajadores de la localidad, reunidos, vieran la forma de zanjar las diferenciasexistentes.Una vez reunidos, primero los que seguan a los treintistas, acusaron con palabrasinadecuadas y groseras de cuanto quisieron a los camaradas que ostentaban cargos enlos Comits confederales. Cuando estuvieron cansados de difamar, entonces larepresentacin confederal que haba aguantado toda clase de insultos y vejmenes,pidi la palabra para poder informar y refutar cuantas difamaciones y acusaciones seles haba hecho por parte de quienes haban hablado.Todo fue pedir la palabra nuestros camaradas como principiar un formidable alborotoacompaado de insultos y adjetivos, todos propios de gentes de burdel.La consigna estaba dada. Primero difamar, luego a la hora de la defensa el alborotopara evitar que los dems hablaran y se defendieran.En aquellos momentos, la situacin era en extremo difcil, para la Confederacin y susmilitantes, y los camaradas que haban ido a Huelva, corran el peligro de caer enmanos de la polica si sta se enteraba de que estaba all.Pues bien, como nuestros camaradas delegados, tenan necesidad de hablar en dichaasamblea, insistieron en usar de ese derecho y, entonces vino algo inconcebible. En elinterior del local principiaron a sonar pitos de alarma y entonces, los delegados, no

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    tuvieron ms remedio que salir a la calle corriendo, ya que de no hacerlo as, hubierancado en manos de la polica, que ya acuda corriendo al local.Una vez en la calle, nuestros camaradas principiaron veloz carrera para librarse de lasgarras de la policial. El treintista cataln de marras, desde la esquina de una calle,

    sealaba con la mano a la polica a los que corran, que era, como ya hemos dicho, losmiembros de los comits Regional y Nacional.A raz de este hecho repugnante, fue cuando los camaradas de la regin andaluza sedieron cuenta del papel indigno que estaban representando los responsablestreintistas. Podemos afirmar que aquel hecho fue uno de los golpes ms rudos quesufri el treintismo en Andaluca. En Asturias tambin en principio pareci que el treintismo iba a tener algn imitador.Afortunadamente, no ocurri nada que pusiera en peligro la unidad de los elementoslibertarios dentro de la CNT. Los camaradas asturianos, dando una vez ms, pruebas de

    su acrisolada consciencia anarquista y revolucionaria, supieron descubrir a tiempo lamaniobra encubierta que animaba a los treintistas catalanes, que residen enCatalua, que no es otra que el despecho y el medro personal.Slo el camarada Eleuterio Quintanilla parece no haberse dado cuenta de cuantosignifica para la CNT la obra nefasta y criminal de los escisionistas emparentados conla Esquerra de Catalua. No es extrao. El camarada Quintanilla vive un tantoalejado de las contingencias del momento actual, que vibran en lo ms hondo de losnuevos valores, que se agitan en la mdula misma de nuestra indestructible centralsindical.

    Es posible que, despus de haber ocurrido algunos de los hechos que han venido adescubrir lo que an no pareca verse claro, el camarada Quintanilla sabrsuficientemente apreciar el valor y la razn que asiste a cada cual.En Galicia, fuera la influencia de Villaverde y alguno que otro amigo de dichocamarada, lo dems todo se mantiene en una posicin bien definida. Ignoro la posicinconcreta del camarada Villaverde con respecto a los ltimos virajes del treintismo enCatalua, que acepta los jurados mixtos y fomenta la escisin en la CNT. De todosmodos, tengo la conviccin moral de que Villaverde no abandonar tal actitud, ya quede lo contrario, como los treintistas sera un hombre perdido para la CNT. El ltimo Pleno de la Regional Galaica fue la garanta ms absoluta, ya que en l sedeslindaron bien los campos y se marc inconfundiblemente la trayectoria de la CNT,frente a cuantos pretenden desviarla de su verdadero camino que es el delComunismo Libertario.En el resto de las Regionales se puede decir que virtualmente no existe el problema deltreintismo.

    ********************************************

    Enterada la Asociacin Internacional de Trabajadores (A.I.T.), que en el seno de laC.N.T. existan divergencias bien pronunciadas entre las dos corrientes que en ella se

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    manifestaban, esper el momento oportuno para interceder en dicho pleito, ya quela C.N.T. pertenece a dicha Internacional.Pestaa en la fecha a que nos referimos, a ms de Secretario General de la C.N.T.ostentaba tambin la representacin directa de la A.I.T. en Espaa. Era delegado

    adjunto de la de la C.N.T. Seccin de la A.I.T.Agustn Souchy, Secretario entonces de la A.I.T., estuvo en Espaa para asistir a unPleno Internacional que se celebr en Madrid.De regreso a Berln, Souchy, se detuvo en Barcelona y por encargo de la A.I.T. convoca una reunin de todos los militantes activos de la C.N.T., reunin que paradenominarla de alguna forma la denominaremos de concordia.El motivo de la reunin no era otro que el de ver la forma de poner de acuerdo atodos, para una futura actuacin de conjunto, ya que segn la A.I.T. los momentos queviva Espaa as lo requeran de una manera imperiosa. La reunin se convoc en el

    Sindicato de la Metalrgia.A la hora indicada se encontraba en el local la casi totalidad de elementosirresponsables convocados. De los treintistas slo acudi Peir y otro, y nadie ms. Ante la incomparecencia de los responsables, se tuvo un cambio de impresiones y seacord que se volviera de nuevo a convocar otra reunin. As se hizo.Como es fcil comprender, esta reunin de concordia haba despertado gran intersentre los militantes activos de Barcelona.El da y hora indicada para la reunin,, el saln de actos del Sindicato Metalrgico seencontraba completamente ocupado de camaradas que acudan a ver los resultados

    de la misma.Agustn Souchy que era el que por encargo de la A.I.T. haba convocado la reunin,abri el acto, y con sentidas frases transmiti el ruego de la A.I.T. a unos y otros, paraque todos pusieran el mximo inters de su parte para ver si de aquella reunin sala laconfraternidad de criterios tan anhelada por todos.Dijo adems que la A.I.T. vea con profundo dolor lo que estaba ocurriendo en el senode la C.N.T. y abrigaba la esperanza de que todo quedara resuelto definitivamente enbien de la prxima revolucin social internacional, la cual se reflejaba cual faroluminoso en el movimiento emancipador de Espaa controlado y orientado por laC.N.T.A continuacin hablaron todos cuanto quisieron, cada uno desde su punto de vista.Hubo el mximo de respeto y tolerancia de unos a otros. Se discutieron principios,tcticas y finalidad de nuestra Central Sindical. Se discutieron ideas y en el fondoparecan estar todos de acuerdo en la finalidad.Cuando la discusin ya declinaba su inters, por hacer ya muchas horas que sediscuta, se acord por unanimidad redactar un manifiesto que sera sometido a ladiscusin y aprobacin en una nueva reunin y caso de ser aprobado se lanzara a laopinin pblica firmado por todos, treintistas y extremistas.

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    Tal acuerdo representaba de momento, la solucin del problema planteado, en esperade que la futura actuacin de conjunto, lograra borrar los antagonismos existenteshasta entonces.Se convino que el manifiesto lo redactara un camarada que no perteneciera a ninguna

    de las dos tendencias en pugna, ya que hacindolo as haba la posibilidad de que elmanifiesto no rozara en lo ms mnimo la susceptibilidad de nadie.Efectivamente, el encargado de redactar el manifiesto de concordia fue el camaradaEusebio Carb.Agustn Souchy, por reclamarlo sus obligaciones como Secretario de la A.I.T., tuvo quemarchar a Berln que era donde tena su residencia.. En el momento de marchar dichocamarada dijo al Comit Nacional de la C.N.T., que se marchaba satisfecho ya que porla forma que se haban enfocado las cosas era de esperar, visto el buen deseo detodos, que la cuestin quedara resuelta despus de redactado el manifiesto de

    concordia.Mientras se realizaban los ltimos trmites de redaccin del manifiesto y de laconvocatoria de la reunin, los elementos del grupo de los treinta se reunieron porseparado, para determinar la actitud a seguir, en la reunin de conjunto, que sehaba de celebrar para discutir el manifiesto.Los acuerdos tomados por los treinta fueron definitivos e invulnerables. Unos das ms tarde la Federacin Local de Barcelona que haba quedado de hacerlo,convoc la tan deseada reunin.Si las primeras reuniones haban despertado inters entre los militantes activos de

    Barcelona, excusamos decir la ansiedad despertada por la que se consideraba reunindefinitiva.Lstima, nos decamos nosotros, los irresponsables, que estas reuniones no secelebraran en uno de los salones ms grandes de Barcelona para que pudiese acudirall todo el pueblo de Barcelona, ese pueblo que palpita y se preocupa por las cosasntimas de la C.N.T.Entonces se convenceran los trabajadores de parte de quien est la razn.Abierto el acto de la reunin, la Federacin Local explic los trabajaos realizados hastaentonces por ella y recomend a todos los reunidos acierto, para ver si de una vez sellegaba a la solucin del problema planteado.El manifiesto de concordia redactado como ya hemos dicho por el camarada Carb,fue ledo por ste ante todos los reunidos.Deca as:

    EL PRESENTE Y EL PORVENIR DE NUESTRAS LUCHAS

    A los trabajadores.- A los hombres capaces de pensar.- A las conciencias honradas.- Amodo de prembulo.

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    Las circunstancias porque Espaa atraviesa y la ra pidez con que los acontecimientosse suceden de unos meses a esta parte, nos imponen el deber ineludible de tomar lapalabra.Al propio tiempo que de afirmar una vez ms nuestros principios de una manera

    categrica, sentimos necesidad de poner trmino a un equvoco que enrarece elambiente y podra ser daosos para la Confederacin.Aquellos que piden siempre las ms duras sanciones para cuantos se atreven a fijar lamirada en el maana de los destinos humanos y se esfuerzan por romper el statu quoen que se ahogan las libertades y los derechos individuales, forman hoy el cuadrocontra nuestros organismos revolucionarios y contra sus militantes. Arrastrados por elfurioso torbellino de las pasiones autoritarias y de los odios de clase, y afanosos demermar por el desprestigio la nica fuerza que en un prximo maana dar efectividadreal a las aspiraciones de los sometidos y de los hambrientos, conquistando para ellos

    la libertad y el pan, los enemigos del proletariado desatan contra la ConfederacinNacional del Trabajo un cicln de vileza y de ignominia.Y contando con la gran prensa, cuyo nico ideal consiste en servir a los que pagan,atribuyen a nuestro por tantos conceptos glorioso organismo la responsabilidad deuna situacin engendrada por la ceguera, por la cobarda y por la impotenciamanifiesta de los que mandan, servidores incondicionales, hoy como ayer y aqu comoen todas partes, de los que poseen.

    LAS ESPERANZAS DE AYER

    La forma en que son enfocados en el seno de la C.N.T. los problemas sociales ypolticos, dio firmeza a las consideraciones en que se apoyaba el escepticismo de lostrabajadores frente al Parlamento, y su funcin especfica.Sin embargo, ocurri en el mes de abril lo que sucede en todas partes al registrarseuna mutacin poltica como la que tuvo lugar en nuestro pas. A pesar de susprevenciones, de sus recelos, de su desconfianza basada en la historia de tantos aos,y en la repeticin de tantos hechos, los trabajadores concedieron un amplio crdito deconfianza al rgimen naciente y a las Cortes que haban de estructurarlo. Es esta unaverdad que nadie puede negar, La prueban las elecciones de junio. En las de 1922, elnmero de votantes se elev, en Catalua, al 33% del censo. En las de 1931 se haelevado al 98%.La Confederacin y acaso sea ste el ms grave de cuantos errores se han cometidode veinte aos a esta parte-, no hizo absolutamente nada para evitar ese fenmenoque desviaba en sentido negativo la trayectoria del proletariado espaol, y de manerams acentuada la del cataln.Se haba prometido solemnemente a los trabajadores, y ellos, siempre perseguidos,siempre victimados, siempre uncidos al potro infamante y torturador de la miseria,necesitaban creerlo, que el nuevo rgimen rectificara la conducta bochornosa que

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    deshonr al antiguo y fue principal causa de su muerte. Necesitaban creer que lasluchas por la conquista de mejoras econmicas, morales y polticas cuyo valor semide en nuestros das por el grado en que permiten articular los factores de ordenvario que han de intervenir en la transformacin social inevitable-, podran

    humanizarse, devenir menos cruentas.Estaban cansados, y no hay porqu negarlo, de que el ms insignificante pleitodegenerara en una especie de pugilato entre canbales. Tienen un concepto noble yelevado de las contiendas sociales, y no podan resignarse a que por el capricho de unaclase a la que hasta ahora no se ha reclamado ms que una parte infinitesimal delpatrimonio que detenta indebidamente, al amparo de la fuerza, se les condenara a uncontinuo tejer y destejer, as como a escribir con su propia sangre la fecha de todas lasquerellas y de todas las conquistas.Debido a esas y a otras consideraciones anlogas, se esperaba de nuevo. Renaca

    aquella fe que nuestras propagandas haban destruido.

    EL LENGUAJE DE LOS HECHOS

    Pero esa fe fue muy pronto derrotada por la conducta de los nuevos gobernantes y porla domesticidad parlamentaria. La realidad tiene ms fuerza que las ilusiones de unmomento.Ni una sola de las promesas de libertad, de bienestar, de respeto, ha sido cumplida.Los trabajadores ahora son tratados ahora ni ms ni menos que antes. No pueden

    levantar la frente sin que se les conteste con la crcel o con los fusiles de la guardiacivil. La injusticia se ceba en ellos con ferocidad salvaje. Son vctimas a diario deatropellos sublevantes, de parcialidades innobles, de rdenes draconianas. Susesperanzas y sus rebeldas son ahogadas en sangre por los que mandan La saa con que la violencia es ejercida contra ellos, las persecuciones sistemticas deque se les hace objeto, el trato de favor que se reserva a los grandes delincuentes, elamancebamiento repulsivo de la Constitucin en vigor con las prisiones de Estado yotras vergenzas de idntico jaez, ponen de relieve el contenido social que puedetener el nuevo rgimen, a cuyo advenimiento es necesario proclamarlo en alta voz -,contribuyeron ms que nadie los trabajadores de la Confederacin.Y la clase obrera, asistiendo a lo de San Sebastin, a lo de Crdoba, a lo de Granada., alo de Mlaga, a lo de Sevilla, a lo de Barcelona, a esa serie de tragedias que ponen enauge bajo la Repblica los procedimientos seguidos por Martnez anido bajo lamonarqua sin que surja un solo representante del pueblo con el valor cvico necesariopara romper la camisa de fuerza de la disciplina de partido esa disciplina que obligaa hacerse cmplice de todas las vilezas -, y afirmar que el nuevo rgimen se deshonra yse suicida si no hace un alto en el camino, por lo mismo que est condenado a muertecualquier sistema que se haya hecho odioso a quienes pudiendo determinaranormalidades irreparables en el aparato econmico, tienen en sus manos la

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    estabilidad de todas las situaciones polticas, viendo todo esto, decimos, lostrabajadores se dan cuenta, esta vez ms clara que nunca, de que el Parlamento esimpotente en absoluto para resolver ninguno de los problemas relacionados con elporvenir del pueblo y de que el rgimen presente es la equivalencia matemtica del

    rgimen pasado.

    LA REALIDAD DE SIEMPRE

    Esos elementos que forman la trama de la brusca mutacin que se ha operado en elestado anmico de las multitudes, confirma nuestros asertos de siempre. Lademocracia gobernante no es otra cosa que el instrumento utilizado por el capitalismopara mantenerse en el disfrute de sus privilegios econmicos y para robustecer sudominacin poltica. Sin esa dominacin aquellas diferencias sociales, que son

    absurdas, que niegan la equidad y que constituyen nuestra principal justificacinrevolucionaria, no podran subsistir. Esos privilegios econmicos y esas dominacionespolticas se determinan recprocamente, y es misin especfica del Estadomantenerlos. De donde resulta que el Estado, independientemente del marchamo queostente, es el primer enemigo del pueblo. Representa la consagracin histrica de suesclavitud y su miseria.Es ahora cuando recobran su valor aquellas palabras que hemos repetido tantas veces.Los trabajadores no deben fiar a ningn partido ni poder alguno la obra de sumanumisin, que ha de ser la obra magna de su propio esfuerzo. Es ahora cuando los

    hechos dan valor definitivo a cuantos afirmbamos el mismo da que la Repblica salide las urnas,, un rgimen que no adviene escoltado por el pueblo con las armas en lamano, bajo el crepitar estruendoso de la metralla, est fatalmente condenado adefraudar las esperanzas depositadas en l por los trabajadores y a dejar las cosas tal ycomo estaban antes. Por otra parte ya no se trata de pedir ms libertades, ms pan yms derechos, sino de la total reconquista del patrimonio que se nos usurpa desdehace siglos al amparo de la fuerza.La revolucin francesa del siglo XVIII derroc el feudalismo aristocrtico, entronizandoa las oligarquas capitalistas. La rusa cambi por el rojo el despotismo blanco, dejandoen pie todas las servidumbres y todas las cadenas. La espaola que se est gestandoahora, ha de socializar la tierra y todos los medios de produccin y de cambio.. Ha deconvertir la igualdad de condiciones en base inconmovible de la libertad. Ha deestablecer una forma de convivencia social en la que se realice la plenitud de todaslas soberanas individuales formando concierto en el goce de todos los derechos y enla armona de todos los intereses. Ha de sentar las bases, en una palabra, delComunismo Libertario.Eso decamos ayer y lo repetimos hoy, porque es la verdad de siempre

    LA SITUACIN ACTUAL Y LOS DEBERES QUE NOS IMPONE

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    El panorama que ofrece Espaa en estos momentos es aterrador. El malestar setraduce en rebeldas desbordantes. La falange de los sin trabajo va creciendo. Lamiseria va ganando cada da en extensin y en intensidad.

    Las ansias de justicia social se mascan en el ambiente. Andaluca, Extremadura,Aragn, Catalua y otros centros de la vida viva, principales resortes dinmicos de lasfuerzas proletarias, son hervideros de inquietudes.El malestar econmico y el descontento poltico que caracterizan el actual momento,seran insuficientes para determinar la posibilidad de un movimiento transformador.Pero cuando a esos factores objetivos se incorporan, completndolos y acreciendo sueficiencia, los factores subjetivos vibran hoy con tanta fuerza como los restantes. Losconstituyen el divorcio indubitable, absoluto entre el pueblo y el rgimen en que, alnacer, meca sus rosadas esperanzas, por una parte, y por otra la influencia cada da

    ms acentuada de las propagandas anarquistas.Y nosotros, teniendo conciencia plena de nuestras responsabilidades, hemos credoque si en tiempo normal es lcito el cultivo de aquellas pequeas cuestiones que aveces nos separan, en momentos difciles, cuando las circunstancias nos asignan unalabor grandiosa de preparacin y de ejecucin de los postulados que son la entraaviva de nuestras luchas, cuando todos los enemigos de la Confederacin forman elcuadro dispuestos a destrozarla y a destrozarnos para apagar una antorcha, destinadatal vez estrechando cada vez ms, sera un delito no arrojar por la borda sin titubeosaquellas pequeas cuestiones. Sera indigno de nosotros no fijar la mirada, con todo el

    ardor y con toda la pasin de que seamos capaces, en los principios que siempretuvieron la virtud de unirnos estrechamente.

    CONCLUSION

    Un examen detenido del estado de cosas que han forjado los acontecimientos de estosltimos meses, demuestra que vivimos un perodo de intensidad revolucionaria acasonunca igualado.El estallido general puede producirse en cualquier momento, el calor de determinadascircunstancias, sin que haya medio de sealarle plazo. Por consiguiente, a fin de novernos sorprendidos y de estar en condiciones de aprovechar la primera coyuntura,tarde ms o tarde menos en presentarse, es indispensable que desde ahoraarticulemos debidamente nuestras posibilidades de todo orden.El ordenamiento de las nuevas formas de convivencia, la reconstruccin que ha derealizarse inmediatamente despus del hecho negativo, no pueden confiarse a laespontaneidad. Es indispensable preparar el mayor nmero posible de los elementosque han de intervenir en ella.De acuerdo todos en esos extremos principales, daremos un cauce comn a nuestrasactividades, robusteciendo todava ms, con nuestra voluntad y con nuestra pasin por

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    el ideal, un baluarte indestructible que resume las aspiraciones de los esclavos quequieren emanciparse de todas las tutelas, y aceleraremos el ritmo de nuestra marchahacia la realidad de esa vida libre que ha soado nuestra mente y que la ConfederacinNacional del Trabajo tiene la misin histrica de establecer, por medio de un

    movimiento cuyo poderoso empuje sea capaz de poner trmino a la existencia delcapitalismo y del Estado.Viva la C.N.T.!Viva la Revolucin Social!Viva el Comunismo Libertario!

    Barcelona. 2 de enero de 1932

    Una vez ledo el manifiesto, Pestaa pidi la palabra y dijo que el manifiesto estabamuy bien, pero que no vea por parte alguna la utilidad de firmarlo en conjunto, pero

    que no vea por parte alguna la utilidad de firmarlo en conjunto, ya que lo queproceda era, que hubiera un amplio respeto mutuo entre todos, para que cada unopudiera cumplir su misin.Entonces el camarada Carb y otros camaradas recordaron a Pestaa que en lareunin anterior, ante el secretario de la A.I.T. y ante ms de 150 militantes de laorganizacin de Barcelona, se haba comprometido a firmar el manifiesto que acababade rechazar, a pesar de que, segn l, lo encontraba muy bien.Ante este recordatorio, Pestaa neg rotundamente que l hubiera adquirido talcompromiso. Haba olvidado, en el corto espacio de ocho das, que haban mediado de

    una a otra reunin, su compromiso y haba olvidado tambin que la reunin indicadala haba presidido el camarada Souchy.Las palabras pronunciadas por Pestaa fueron textualmente las siguientes:Bueno, lo firmar. Y adems de firmarlo, dar prueba de fidelidad a lo pactado. Yaveremos si otros saben hacer lo propio. Ocho das ms tarde, como queda dicho, Pestaa, en el mismo local que habapronunciado las palabras anteriores, negaba haber dicho tal cosa y negaba tambin laeficacia del manifiesto.Las palabras de Pestaa, pronunciadas de una manera fras, heladas como la muerte,causaron una impresin tan dolorosa en todos los reunidos que no estbamos en lainterioridad de lo que ya en principio haban acordado por separado los treintistas,que ya nadie crey en la necesidad de hablar.Aquellas palabras contenan todo un poema. Los treintistas, contra todos los quede buena fe, sinceramente crean, se poda llegar a la concordia. La A.I.T. haba sidoescarnecida de una manera ignominiosa por parte de los treintistas que de aquellaforma tan villana destruan toda posibilidad de una unificacin de esfuerzos dentro dela C.N.T.Como ya hemos dicho, el manifiesto estaba encima de la mesa, y nadie ms que elcamarada que lo haba redactado conoca su contenido.

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    Cmo, pues, los treintistas, sin conocer el contenido del manifiesto,, habanacordado rechazarlo negando sus firmas?Los treintistas con aquel gesto repugnante, haban logrado atraerse para s toda laantipata y todo el desprecio de los militantes de Barcelona que acudieron a las

    mencionadas reuniones.Aquella noche qued virtualmente hundido para siempre el treintismo. La formidable reaccin contra el treintismo op erada en el seno de todos lossindicatos barceloneses, as lo confirm plenamente ms tarde.

    Las descalificaciones, expulsiones y relajamiento de los treintistas, fue la consecuencia de loque sealamos.

    A la reunin que acabamos de resear y que fue la ltima, asistimos varios miembros delComit Nacional de la C.N.T. del cual yo tambin formaba parte entonces.

    Solventada la reunin ante la imposibilidad de hacer nada prctico los camaradas del ComitNacional, en nmero de 8 o 9, nos reunimos y cambiamos impresiones.

    Convenimos todos, sin una sola excepcin, que Pestaa, no poda, no deba ser un da mssecretario de la C.N.T., ya que de aquella manera tan ignominiosa haba saboteado las ansiasde la A.I.T. y las esperanzas de la C.N.T., apualando de aquella forma la tan deseada unidadconfederal.

    As lo convenimos todos para llevarlo a la prxima reunin de comit, donde se exigira aPestaa dejara la secretara aquella noche misma.

    Yo no asist a aquella reunin, porque tuve que ausentarme de Barcelona, pues tuve que ircomo delegado del comit Nacional al congreso de Levante celebrado en Murcia y Alicante.

    El caso fue, segn me contaron los camaradas del Comit Nacional a mi regreso, que Pestaa,cuando el comit en pleno le exiga la dimisin del cargo de secretario, l amenaz con haceruna campaa contra no s qu, la cual, segn Pestaa, traera graves consecuencias paratodos.

    Ante esas amenazas que yo califiqu de tontas e idiotas, los compaeros optaron por respetar

    otra ocasin, que no tardara mucho en presentarse para echar a Pestaa del cargo queostentaba indebidamente y contra la voluntad del Comit Nacional mismo.

    Los miembros del Comit Nacional, que no desperdicibamos ninguna ocasin para demostrara Pestaa nuestro profundo descontento hacia l, quisimos probar hasta donde llegaban losescrpulos de Pestaa, comprobando plenamente que Pestaa era un cretino sin pudor niamor propio en cuestiones de organizacin.

    Por lo visto, por encima de todo, estaban las 72 pesetas semanales que representaba el cargoretribuido de la secretara del Comit Nacional.

    El manifiesto de concordia era un documento digno de mejor suerte, que de ir al cesto de lospapeles intiles. Por tal motivo el Comit Nacional entendi deba darse a la publicidad, a

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    pesar de que Pestaa, por encargo de los treinta, lo haba apualado despus de haberseledo en la ltima reunin.

    Tal acuerdo representaba tcitamente, con toda lgica, la dimisin del secretario del ComitNacional, ya que, hacindose suyo el Comit el documento en cuestin, lo descalificaba para

    continuar desempeando el cargo de secretario.

    Nada de lo que se esperaba ocurri. Pestaa continu en el cargo de secretario y el manifiestovio la luz pblica firmado por el Comit Nacional de la C.N.T., sin que Pestaa, por decoro y porvergenza, presentara la dimisin del cargo..

    As era como actuaban en la C.N.T. los responsables treintistas antes de ser expulsados deella.

    Andando las cosas a ese tenor, se present el histrico movimiento del Alto Llobregat, dondeen varios pueblos, por vez primera en la historia de las grandes gestas proletarias, se implantel Comunismo Libertario por unos breves y memorables das.

    En honor a la verdad diremos que Pestaa, en aquella ocasin, no sabemos por qu, estuvosiempre de acuerdo con las aspiraciones del resto del Comit Nacional, que era responderadecuadamente segn aconsejaban aquellos momentos culminantes; es decir, empujar atodos los pueblos de Espaa hacia la revolucin social triunfante.

    Pasaron los acontecimientos y vino el fracaso material del movimiento libertador; comoconsecuencia, vino tambin la represin brutal, la venganza gubernamental contra losrebeldes.

    El Buenos Aires estaba ya preparado en el puerto de Barcelona esperando las vc timas quems tarde tenan que ir a poblar las tierras inhspitas del Sahara.

    La Organizacin Confederal en toda Espaa, y particularmente en Catalua, por afectarle msdirectamente, estaba esperando de un momento a otro intervenir protestatariamente paraevitar que se consumara la monstruosidad de las deportaciones.

    Los trabajadores conscientes estaban dispuestos, a costa de lo que fuera, a impedir que elgobierno llevara a trmino la amenaza, que durante varias semanas penda de ejecucin,contra los detenidos, y que si no se haba llevado a efecto era, sin duda, debido al ambiente y ala efervescencia que exista entonces contra tal monstruosidad.

    El Comit Nacional era frecuentemente visitado por comisiones de compaeros que leexponan los fundados rumores de que el buque iba a partir de un momento a otro con rumbodesconocido. Todos los indicios y preparativos as lo daban a entender.

    El barco haba cargado carbn ms que suficiente para poder emprender un largo viaje. Porotra parte,, las calderas haca unos das que estaban ya encendidas.

    En vista de ello, el Comit Nacional determin informar a toda la organizacin de Espaa de

    cuanto ocurra con los camaradas presos y al mismo tiempo lanzaba la iniciativa de realizar un

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    movimiento nacional de protesta para presionar al gobierno a que no llevase a cabo lasdeportaciones.

    Las Regionales, con la urgencia que el caso requera, fueron contestando una tras otra.

    La mayor parte de las contestaciones recibidas eran todas favorables al movimientoprotestatario para evitar la monstruosidad.

    Pestaa, desde la secretara del Comit Nacional, iba recibiendo las contestaciones de lasRegionales. El Comit cambiaba impresiones todos los das, adems de celebrar cuantasreuniones eran preciso con arreglo a la urgencia de los casos que se presentaban.

    El caso de todo esto fue que Pestaa, antes que contestaran todas las Regionales, y sin poderpor tanto apreciar en definitiva si se deba o no ir al movimiento de protesta, y, adems sinreunirse el Comit Nacional en pleno para examinar cual era la voluntad de los consultados,Pestaa, sin contar para nada con la totalidad de los delegados del Comit Nacional, como eraobligado para resolver una cosa de tanta trascendencia, por su propia cuenta, para ganartiempo, curs una circular a las Regionales diciendo que la mayora de las Regionales habancontestado negativamente a la pregunta hecha por el Comit Nacional, que, como ya hemosdicho, era la de si se crea oportuno ir a un movimiento de protesta en toda Espaa para evitarse llevaran a efecto las deportaciones.

    No quiero creer que Pestaa hiciera tal cosa intencionadamente con premeditacin, ya que, deser as, se hubiera hecho acreedor de que se le arrastrara a la cola de un caballo por las callesde Barcelona; pero el caso fue que esa circular cursada por Pestaa por su propia cuenta, fueel motivo principal de que el Gobierno se decidiera llevar a trmino las deportaciones, ya quede antemano saba que la Organizacin Confederal no se levantara airadamente en todaEspaa contra el fascismo imperante.

    Pestaa y con Pestaa el gobierno,, se haban equivocado. Los trabajadores de Espaa toda,tanto de las ciudades como de los pueblos y aldeas, se levantaron virilmente, gallardamente,en airada protesta, cuando tuvie ron conocimiento de que el Buenos Aires haba partido conrumbo desconocido cargado con militantes de la C.N.T. y de la F.A.I.

    Algn tiempo despus del movimiento nacional de protesta contra las deportaciones, elComit Pro-Presos de Catalua le sugiri la idea de visitar al ministro de la Gobernacin para

    recabar el inmediato retorno de los deportados a la Pennsula. Para llevar a efecto tal acuerdo,acuerdo que el Comit Pro-Presos tom por su propia cuenta, sin consultar a la organizacinpara nada, se entrevist con Pestaa y le propuso que l, como elemento destacado de laOrganizacin Confederal, les acompaara a Madrid, para as facilitar la realizacin de talgestin acerca del ministro.

    Pestaa, que actuaba responsablemente igual que el Comit Pro-Presos, march a Madridsin consultar con el Comit Nacional abandonando la secretara por espacio de varios das.

    Al da siguiente, la prensa burguesa que no pierde ripio cuando se trata de poner en ridculo a

    la C.N.T., en grandes titulares publicaba que el secretario del Comit Nacional de la C.N.T.,

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    acompaado de una comisin, haba visitado al ministro de la Gobernacin para pedirle elregreso de los deportados a Villa Cisneros.

    Tratada esta cuestin en el seno del Comit Nacional, se convino por unanimidad, pedirestrecha cuenta a Pestaa de su viaje a Madrid cuando regresara a Barcelona.

    Dos das despus, el Comit se volvi a reunir y Pestaa, ya de vuelta de Madrid, acudi a lareunin.

    Los delegados planteamos la cuestin a Pestaa, ya que lo que haba hecho era unaextralimitacin y Pestaa contest que l haba ido con el Comit Pro-Presos a visitar alministro en carcter particular.

    Como esa contestacin no fue satisfactoria, ni explcita, por la importancia del caso, el Comitpidi a Pestaa que aquella misma noche se diera por dimitido. Pestaa no tuvo otro remedioque acatar la determinacin del Comit Nacional.

    Aquella noche cay Pestaa para siempre. Uno de los miembros del Comit, propuso, que,para disimular ante la opinin la destitucin del secretario que acababa de acordarse, elComit en pleno pusiera los cargos a disposicin de los respectivos sindicatos.

    Esta proposicin fue acordada por mayora de votos, haciendo constar su voto en contra variosde los delegados que no estuvieron de acuerdo con tal proposicin.

    As fue como Pestaa dej de ser secretario del Comit de la C.N.T. donde haba cometidotantas inmoralidades.

    Pestaa, despus de lo que acabamos de resear, y que es el fiel reflejo de la verdad desnuda,an intent que su Sindicato (Metalurgia), lo ratificara en el cargo de delegado al ComitNacional. Eso que Pestaa saba sobradamente que los dems camaradas de Comit, que seles haba ratificado en su puesto, no lo queran a su lado.

    Hasta donde llega el sacrificio de cierta gente por la organizacin, o sea por los cargosretribuidos.

    A partir de entonces, Pestaa perdi los estribos y ya no par un solo momento deenvenenar el ambiente confederal. Pestaa y los que le siguen, muchos de ellos expulsados

    por inmorales de los sindicatos, se lanzaron de lleno a la difamacin descubierta de cuantoselementos les haban sido hostiles en su nefasta actuacin de responsables.

    *******************************************

    Si en el terreno moral orgnico, los treintistas, llevaron una actuacin desastrosa, en elterreno administrativo fue an peor.

    Ellos ocuparon los cargos representativos de la organizacin durante el perodo cuando an la

    crisis del trabajo no se haca sentir.

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    Los trabajadores acudieron en masa a los sindicatos, sin necesidad de que nadie les llamara ylos ingresos eran cada da ms crecido. En poco ms de un ao la Confederacin volvi acontar con una organizacin numricamente superior a los aos 1919 y 1920.

    Martn Barrera, burgus impresor, conocido por todos los viejos militantes de la C.N.T.,

    ntimo amigo de los treintistas era el que haca todo el material confederal para laorganizacin de Catalua y mucho tambin para las Regionales.

    Gracias a la C.N.T., Barrera logr en poco tiempo renovar la maquinaria y ampliar los talleres.El nuevo burgus impresor, tambin haca todos los trabajos de imprenta del Comit Nacional,compuestos en su mayora de treintistas, los cuales apenas controlaban, en inters de laorganizacin, los pedidos y pagos de material confederal.

    Resultado de todo ello fue, que cuando se renov casi por completo el Comit Nacional yfuimos a l los irresponsables extremistas de la F.A.I., nos encontramos que slo el Comit

    Nacional adeudaba a Barrera por trabajos de imprenta, cuarenta y dos mil pesetas.El nuevo Comit Nacional, ante tal inmoralidad administrativa, no quiso discutir la legitimidadde aquella deuda, cosa que fundamentalmente hubiera podido hacer, ya que no exista elmenor comprobante y sabamos, a ms de eso, que el grupo Solidaridad, que eran losmismos treintistas, haban tirado varias publicaciones en casa de Barrera que nada tena quever con ello la Confederacin.

    Nosotros, que estbamos dispuestos a terminar con aquella anormalidad administrativa, nosentrevistamos con Barrera al efecto de enjugar la deuda que la organizacin tena con l y que,como hemos dicho, era de cuarenta y dos mil pesetas.

    A tal efecto acordamos que el Comit Nacional, en un tiempo prudencial, habra liquidado conBarrera, como vena hacindolo, la deuda contrada por los responsables; pero no fueposible hacerlo, a pesar de la buena voluntad que nos animaba a todos.

    Barrera que se haba enriquecido a costa de la Organizacin Confederal, que haba adquiridoun nombre gracias a ella, ya no le preocupaba lo ms mnimo conservar su amistad. Di laespalda y se entreg de lleno a la poltica, dando por bueno cuanto los polticos hacan contrala C.N.T.

    Poco tiempo despus Barrera era elegido por la Esquerra a las Cortes Catalanas, con el sueldode mil pesetas mensuales, aparte de los enchufes que el cargo llevaba en s aparejado.

    A partir de entonces, el Comit Nacional, y con l toda la Organizacin Confederal, rompi porcompleto la relacin y los compromisos contrados con Barrera el trnsfuga.

    Con la administracin de Solidaridad Obrera y sus talleres ocurri algo parecido a lo queacabamos de resear gracias a los responsables treintistas.

    Despus de hacer la compra descabellada de una mquina rotativa que es poco menos que unmontn de hierro viejo, un trasto intil, la instalacin de los talleres cost a la organizacin

    de Catalua ms del doble que si se hubiera hecho por mediacin de presupuesto.

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    Las consecuencias de esta falta de inters y de visin tcnica an les est tocando hoy el diariode los trabajadores. Si los trabajadores de Catalua y Espaa, quieren tener unos talleres quegaranticen la salida diaria de Solidaridad Obrera, tendrn que pensar muy en breve, enadquirir una nueva rotativa que sea una garanta de ello.

    De la Administracin ni hablar. Con decir que no se puede hacer la revisin ni balance decuentas, debido a que no haba ningn libro en regla, est dicho todo. Eso que laAdministracin, la Redaccin y Consejo de Administracin estaba en manos de los elementosresponsables, los treintistas.

    La nueva Administracin conjuntamente con el Consejo de Administracin de los talleres, sehan visto precisados como irresponsables de la F.A.I., segn los treintistas, a ponerlo todoen regla.

    *********************************

    Era necesario que todos los Sindicatos de Catalua que estaban afectados directa oindirectamente por el morbo treintista, reaccionaron hasta llegar de una manera definitiva adepurar el ambiente que estaba excesivamente enrarecido.

    Las reuniones de concordia como ya hemos indicado ms arriba lograron en Barcelona aclararpor completo el horizonte confederal desplazando por completo de los cargos representativosde los Sindicatos a todos los arribistas investidos hipcritamente con la indumentariarevolucionaria.

    El mismo viraje que los Sindicatos de Barcelona tomaron, la casi totalidad de los Sindicatos deCatalua a partir del ltimo Pleno Regional, donde las delegaciones pudieron darse perfectacuenta de parte de quien estaba la razn.

    All se vio el espritu de transigencia que siempre anim a unos y la intransigencia de lostreintistas que en todo momento fueron de mala fe.

    Los delegados de muchos pueblos que haban acudido al Pleno de marzo ltimo con el intersde comprobar detalladamente cuanto ocurra en el seno de la Confederacin, pudieronapreciar plenamente que los llamados irresponsables de la F.A.I. haban jugado limpio entodos los momentos y haban ganado la partida a los treintistas responsables en buena lid.

    El dictamen de la ponencia que daba la solucin a la cuestin de los Sindicatos de Sabadell,redactado con un espritu ecunime y de mxima transigencia, fue aprobado por una mayoraaplastante de los Sindicatos de Catalua. La Organizacin catalana en pleno supo fallar en

    justicia sin rencores, olvidando el pasado borroso por no calificarlo de otra forma, de algunoselementos de Sabadell.

    Ni an as fue posible solucionar el problema de los Sindicatos de Sabadell.

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    No es extrao que tal ocurriera. Los elementos que los orientaban, muchos de ellos estaban yaexpulsados de sus respectivos Sindicatos., que aqu val decir que no volveran a ser lo quehaban sido para la Organizacin de Barcelona, de Catalua y de Espaa.

    Se trataba ms que nada de una cuestin de despecho. Los respectivos Sindicatos vieron en los

    despechados treintistas de Barcelona desahuciados de sus respectivos Sindicatos vieron enlos Sindicatos de Sabadell, irreductibles, el fortn de sus intrigas, desde donde podranconstantemente torpedear a la Organizacin Confederal de Catalua y de Espaa, que de unamanera tan brusca haba prescindido de ello que se crean imprescindibles.

    Fallado definitivamente el pleito de los Sindicatos de Sabadell, que no quisieron acatar losacuerdos de la Organizacin catalana, reunida en Pleno, colocados dichos Sindicatos, almargen de la C.N.T. entonces, tanto los de Sabadell, como sus hermanos los treintistas, sedejaron arrastrar por la pasin, rodaron por la pendiente hasta hundirse en el fangoignominioso de la difamacin de nuestra central sindical y de sus principios comunistas

    libertarios.

    Declararon la guerra sin cuartel a todos los que no estaban con ellos y desde sus publicaciones,desde la tribuna, en el caf, en la calle y hasta en los centros polticos, colmaron dedifamaciones, que fueron en aumento cada da, hasta llegar a la ms grande indignidad.

    La prensa burguesa, las autoridades y todos los lacayos del rgimen capitalista y estatal,tambin gritan con ellos contra la C.N.T. y la F.A.I.

    Los treintistas, colocados sobre la pendiente resbaladiza de su propia inconsciencia, hanperdido el control de s mismos, llegando en su carrera desenfrenada de odios, hasta loinconcebible.

    En tal de combatir a la C.N.T., de restarle fuerza, lo han hecho todo.

    Se han unido en frente nico con la Esquerra y los escamots, con el Bloque Obrero yCampesino, con la Unin Socialista de Catalua, y en fin con todos los a ventureros de lapoltica. Van con ellos del brazo tan slo para combatir a la C.N.T. que no los quiere porque nolos necesita para nada.

    A pesar de todos los equilibrios que han venido realizando hasta el presente, el truco les ha

    salido muy mal. Ahora resulta, que los comunistas del Bloque Obrero, con los cuales se unieronpara combatir a la C.N.T., les ha cogido la delantera, y hoy son estos los que predominan en elseno de los Sindicatos de la oposicin que en total slo suman unas docenas de afilia dos,porque ni esas masas han podido controlar los treintistas afectos a ellos.

    A tenor de la forma que se van desarrollando los acontecimientos en las interioridades de losescisionistas barceloneses, estamos preveyendo claro como la luz meridiana, que dentro demuy poco das, habr una nueva escisin entre los escisionistas. Est claro, si los

    Sindicalistas Libertarios de la escuela de Pestaa, Peir y compaa, no se declaran enbreve comunistas estatales.

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    Esto ltimo no parece probable, a pesar de que Pestaa dijo hace unas semanas en unaconferencia que dio en la Escuela del Trabajo de Barcelona, conferencia que fue radiadaoficialmente, que l estaba de acuerdo con el Marxismo porque el pueblo no estabacapacitado para vivir en comunismo libertario.

    Por otra parte hay que tener en cuenta tambin, que los Sindicatos Libertarios, siguiendo latrayectoria de siempre, slo aspiran a las jefaturas, a los cargos retribuidos, y en Catalua,como en el resto de Espaa, en los medios comunistas est atales, los que sabrn sus jefes,para desempear jefaturas y lo que faltan son masas que se sigan, cosa que ni tienen nitendrn debido a que los trabajadores espaoles que se preocupan de su situacin moral yeconmica no es una masa aborregada p ara obedecer sino que es una multitud conscientede s misma, que por idiosincrasia aspira a ser libre en el ms puro sentido de la palabra.

    En todo esto, hay una cuestin concreta que resume todo lo ocurrido y expuesto.

    Los treintistas, dieron el salto en el aire, en el abismo. Perdido ya el pudor y desmoralizadospor completo les vemos metidos en un berenjenal de donde ni ellos mismos ven la salidaairosa.

    El traspaso del servicio de Orden Pblico por el gobierno central de Madrid al de laGeneralidad de Catalua seala una futura actuacin. No sabemos cual ser la posicin de laGeneralidad frente la C.N.T. aunque es fcil preverla. La incgnita que nos reserva quedaflotando en el ambiente. A pesar de todo dejaremos que el tiempo con su elocuencia hable pornosotros.

    Lo que s podemos asegurar a ojos cerrados porque todo el mundo lo conoce es, que todos loselementos de izquierda como de derecha coinciden y se unifican para arrear contra nosotros.

    Con ellos van tambin los treintistas.

    Nosotros estamos aqu para hacer frente a todos. Lo que no logr Martnez Anido y Arleguitampoco lo conseguirn ellos. No desapareceremos porque nosotros representamos larevolucin social libertadora, tanto en el terreno moral como econmico.

    Mientras tanto, el pueblo honrado e imparcial que nos juzgue a todos.

    La obra de cada cual est a la vista de todos, a ella nos remitimos.

    Ricardo Sanz

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    Manifiesto de los Treinta

    A LOS CAMARADAS, A LOS SINDICATOS, A TODOS.

    Un superficial anlisis de la situacin por que atraviesa nuestro pas nos llevar adeclarar que Espaa se halla en un momento de intensa propensin revolucionaria, delque van a derivarse profundas perturbaciones colectivas. No cabe lugar la trascendenciadel momento ni los peligros de este periodo revolucionario, porque quirase o no, lafuerza misma de los acontecimientos ha de llevarnos a todos a sufrir las consecuenciasde la perturbacin. El advenimiento de la Repblica ha abierto un parntesis en laHistoria normal de nuestro pas. Derrocada la Monarqua; expulsado el rey de su turno;proclamada la Repblica por el concierto tcito de grupos, partidos, organizaciones eindividuos que haban sufrido las acometidas de la Dictadura y del periodo represivo deMartnez Anido y de Arlegui, fcil ser comprender que toda esta serie deacontecimientos haban de llevarnos a una situacin nueva, a un estado de cosas distintoa lo que haba sido hasta entonces la vida nacional durante los ltimos cincuenta aos,desde la Restauracin ac. Pero si los hechos citados fueron el aglutinante que noscondujo a destruir una situacin poltica y a tratar de inaugurar un periodo distinto alpasado, los hechos acaecidos despus han venido a demostrar nuestro aserto de queEspaa vive un momento verdaderamente revolucionario. Facilitada la huida del rey yla repatriacin de toda la chusma dorada y de "sangre azul", una enorme exportacin decapitales se ha operado y se ha empobrecido al pas ms an de lo que estaba. A lahuida de los plutcratas, banqueros, financieros y caballeros del cupn y del papel delestado sigui una especulacin vergonzosa y descarada, que ha dado lugar a una

    formidable depreciacin de la peseta y una desvalorizacin de la riqueza del pas en uncincuenta por ciento.

    A este ataque a los intereses econmicos para producir el hambre y la miseria de lamayora de los espaoles sigui la conspiracin velada, hipcrita, de todas las cogullas,de todos los asotanados, de todos los que por triunfar no tienen inconveniente enencender una vela a Dios y otra al diablo. El dominar, sojuzgar y vivir de la explotacinde todo un pueblo al que se humilla es lo que se pone por encima de todo. Lasconsecuencias de esta confabulacin de procedimientos criminales son una profunda eintensa paralizacin de los crditos pblicos, y por tanto, un colapso en todas lasindustrias, que provoca una crisis espantosa, como quiz jams se haba conocido ennuestro pas. Talleres que cierran, fbricas que despiden a sus obreros, obras que separalizan o que ya no comienzan; disminucin de pedidos en el comercio, falta de salidade los productos naturales; obreros que pasan semanas y semanas sin colocacin;infinidad de industrias limitadas a dos o tres y muy pocas a cuatro das de trabajo. Losobreros que logran la semana entera de trabajo, que pueden acudir a la fbrica o al tallerseis das, no exceden del treinta por ciento. El empobrecimiento del pas es ya un hechoconsumado y aceptado. Al lado de todas estas desventuras que el pueblo sufre, se notala lenidad, el proceder excesivamente legalista del gobierno. Salidos todos los ministrosde la revolucin, la han negado apegndose a la legalidad como el molusco a la roca, yno dan muestras de energa sino en los casos en que de ametralla