abc sevilla 28.01.1989 pagina 043

1
7/23/2019 ABC Sevilla 28.01.1989 Pagina 043 http://slidepdf.com/reader/full/abc-sevilla-28011989-pagina-043 1/1 28 enero-1989 C  Hiera río ABC/VII Ensayo sobre lo cursi Ramón Gómez de la Serna Moreno-Avila Editores. Madrid, 1988 T ÍMIDAMENTE, como si hubiera miedo a aco meter  una aventura' editorial peligrosa, se están publicando, de un tiempo a esta parte, algunos de los libros de Ramón Gómez de la Serna, coincidiendo con  el año de su  centenario.  No se ha  cele brado tampoco el homenaje nacional  que se merece. Sería momento todavía de hacerlo. El silencio, inexplicable, que hay en torno del escritor habría que romperlo definitivamente, por  más que su memoria ya esté acostum brada a estos vacíos. Su actividad literaria fe cunda,  ejemplar  a uno y otro lado del mar  no fue nunca tenida en cuenta en la medida de sus  merecimientos. Ser  ramoniano era algo que  no se ha llevado nunca; es algo que no importa proclamarlo, aunque alguien ponga todavía el  grito en el cielo para decir: «Yo sí lo soy, y lo he sido siempre». Incluso en algu nos jóvenes, que se confiesan sus discípulos, sigue sin ser popular su magisterio. Si  ahora comienzan  a  reeditarse algunos de sus libros —cuyas primeras ediciones,  por otra parte, alcanzan cifras muy altas en los mercados  de ocasión— estas apariciones responden siempre a empresas minoritarias, a esfuerzos que parece que sirven a un autor casi clandestino e inencontrabte. Acaso su destino sea este de perderse en un momento en que le ha envuelto una afición —como diría Camilo José Cela— de valedores de se gundo orden. Pese a sus esfuerzos en vida por  intentar  ser un escritor popular, tanteó, ensayó, probó todos los medios de hacerse presente en la literatura, eso sí, sin acomodar sus  armas en ningún momento a exigencias bastardas. Su pureza estaba en su prodigali dad; su soledad se alimentaba con  su disper sión;  su aristocracia se basaba en su real gana para elegir  los  amigos,  que no  siempre eran los  lectores. Y de su triunfo estaba se guro;  al menos estimaba que el triunfo era ése de ser  elogiado o denostado sin dema siados aspavientos de crítica o de fidelidad a pesar  de que —como dice Francisco Ayala en el luminoso prólogo de estos retratos— «procuró abrirse camino denodadamente, po- niendo en juego toda clase de recursos para establecer su personalidad de innovador origi- nalísimo y crear esa imagen pintoresca en la que  se detuvieron las miradas sin penetrar hasta el fondo de lo que parecían actuacio nes  histriónicas, pero que, lejos de toda frivo- lidad, albergaban un significado, más allá de su  intención obvia de impresionar  y desafiar las  pautas convencionales de la burguesía». Y añadirá  en  seguida  el  gran novelista  y en- sayista que es Ayala; «Ramón es una de las figuras mayores en la historia de nuestra lite ratura,  un hito sin el cual apenas puede cap tarse bien lo que después de él se ha hecho y se hace». Lo  que ocurre es que este genio atrabiliario y disperso ofrecía, con voluntad, una máscara propicia al  comentario superficial y a la admi ración barata, que nada tenían que ver  con su  esencial talento literario. Recogió —acaso sin darse cuenta exacta de lo que hacía— la enorme convulsión de las vanguardias, cuando él  mismo era el vanguardista que había que  estudiar. Y puede ser  que el  des tino le haya reservado esta «nueva disper sión»  de su  obra,  y  que  a  Ramón Gómez  de la Serna no convenga leerlo en la totalidad de unas obras completas. Comentamos hoy dos de estas raras apari ciones.  En una de ellas se recogen tres de sus  más  interesantes ensayos: Ensayo sobre lo cursi, Suprarrealismo y Ensayo sobre las mariposas.  El primero de los estudios es un tratado de lo cursi, palabra y concepto que después de Ramón hay que considerarlos de otra manera. Porque  si el  propio Ramón hemos dicho que él  todo es una greguería, también podemos decir  que el escritor  es lo cursi en sí. ¡Cuidado, no la cursilería!... Ramón es lo cursi, una vez tratado por él. Leyendo este libro se aprende mucho sobre lo cursi y sobre sus extensiones positivas  y negativas. Porque Ramón sabe bien que lo que  a veces tenemos por  cursi no está preci samente en un vestido, en un objeto o en una decoración. Lo cursi puede ser  un esguince, un ademán un exceso o una contención. Lo cursi es igual una instantánea que un pro ceso. Suprarrealismo —Ramón se niega a em- plear  un término como surrealismo— es un ensayo verdaderamente extraordinario, que tantos  no  habrán leído  y, sin  embargo,  ha- brán ido  a beber  én fuentes .más precisas y menos creativas. Ramón es también un sur realista; pero sabe distinguir  entre surrea lismo —o suprarrealismo— y ramonismo, que  es lo que  el  hace a la perfección, de ma nera original y auténtica. Con esa originali dad, que le caracteriza, aquí es capaz de hacer  un cuento surrealista al  tiempo que ex- plica lo que él  entiende por  suprarrealismo. Ramonismo y suprarrealismo están muy cerca, pero no se confunden. No se tocan. O sí.  Ya dicen que las líneas paralelas  se unen en el infinito. El Ensayo sobre las mariposas lo consti tuyen unas pocas páginas, de las más delicio sas escritas por  Ramón Gómez de la Serna.  Alguien podría  objetar  que  el  tema  se  agota en las manos del escritor. Y que un autor —que no podría ser  otro que el propio Ra- món— sería capaz de seguir sobre él hasta el fin de los siglos. Verdad que esta prosa está hecha de gregue- • rías que se suceden, que nacen unas de otras, pero  que siempre se producen con un susto feliz, con una ines perada ingravidez. Su invención lleva  a  veces a extremos inconcebibles. Si  esto es fre cuente, triunfos de su talento y de su facun dia, aquí nos encontramos con ejemplos in- comparables,  y podemos leer: «Pacientemen te observé que cuando el Vesubio iba a en- trar  en erupción revoloteaba junto al volcán una mariposa color fuego, que auguraba las efusiones de la lava». Y también: «He estu diado la mariposa del clown, que tremola al final de un alambre delgado, mariposa opti mista que se alimenta de la luz de los circos y que es como una mariposa del espíritu sobre la gracia, del clown». Y quien pueda pensar  que para Ramón Gómnez de la Serna el acto de escribir tiene mucho  de  gratuidad  y  despilfarro irreflexivo, debe asomarse a ese otro libro que tengo sobre mi  mesa, en el que la intuición y el garbo del escritor  se acercan psicológica mente a un puñado de autores, estudiados a veces  por  otros biógrafos con mucha menos agudeza y «arte de ingenio». En estos Retra tos  de España nos cuenta Ayala aquella sa brosísima anécdota cuando Unamuno fue a dar  las gracias al rey por  haberle concedido la Cruz de Alfonso XIJ. «Vengo a presentarme ante Su Majestad porque me ha dado la cruz de Alfonso XII, que me merezco...». «Es ex- traño —repuso el Rey—, los demás a quie nes  he dado la cruz me han asegurado que no se la merecían». «Y tenían razón», cortó tajantemente don Miguel. Ramón  en su  ensayo ofrece unas páginas inteligentes sobre Unamuno, reproduce, ínte gro, el poema «Aldebarán» y elogia su pro vinciano apartamiento «fiel a su Salamanca y a sus santuarios». «¡Prodigioso poeta!»,  se atreve a decir. Y añade: «Su última época fue de lucha con todos, de disconformidad con los unos y los otros, como si quisiera evitar por algún medio lo que en lo profundo de su instinto de gran español ya presentía». De la Pardo Bazán escribe: «Vive con una sonrisa perpetua que es rendija de su luz interior, y, como es muy  corta de vista, sus  impertinen tes  de oro son la llave de lo que ve». De Ga briel Miró; «Había un desespero sediento en su alma, un deseo de desgarrarse con tal de encontrar  el verbo entrañable para esa hora del paisaje...».  De  Blasco Ibáñez  a  Maruja Mallo, un grupo de escritores de primera línea son tratados por Ramón con su prosa iniguala ble. Picasso, como Goya, «también entre dos siglos,  recapacita sobre las nuevas rutas». Ba- roja «se carga de hombros porque en su des dén  un poco anárquico por la vida ese aire cabizbajo y descuidado va bien al trotaca lles»... «Si Vicente Aleixandre se callase, se derrumbaría en el abismo que corre al lado de su poema»... Y así pasa la mirada ultraterrena, de Ramón, por  Benavente, D'Ors, Felipe Trigo, Cansinos,  Juan Ramón Jiménez, Manuel y An tonio Machado, Gerardo Diego, Falla, Dalí, Juan Gris... Alguien va a  preguntarse «¿Cómo no hemos conocido antes este libro singular  y hasta pedagógico?» José GARCÍA NIETO De la  Real Academia Española SEVILLA (Sevilla) - 28/01/1989, Página 43 ght (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los nidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los tos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.

Upload: neobarroco

Post on 13-Feb-2018

215 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: ABC Sevilla 28.01.1989 Pagina 043

7/23/2019 ABC Sevilla 28.01.1989 Pagina 043

http://slidepdf.com/reader/full/abc-sevilla-28011989-pagina-043 1/1

28 enero-1989 C Hiera río ABC/VII

Ensayo sobre lo cursiRamón Gómez de la Serna

Moreno-Avila Editores. Madrid,  1988

T Í M I D A M E N T E ,como si hubieramiedo  a  aco

meter   una aventura'editorial peligrosa, seestán publicando, deun tiempo a esta parte, algunos de los librosde Ramón Gómez  de la Serna, coincidiendo

con el año de su centenario.  No se ha  celebrado tampoco  el homenaje nacional que semerece.  Sería momento todavía  de hacerlo.El silencio, inexplicable, que hay en torno delescritor habría  que romperlo definitivamente,por   más que su memoria  ya esté acostumbrada a estos vacíos. Su actividad literaria fecunda, ejemplar  a uno y otro lado del mar  nofue nunca tenida en cuenta en la medida desus  merecimientos.  Ser  ramoniano  era algoque no se ha llevado nunca; es algo que noimporta proclamarlo, aunque alguien pongatodavía el grito en el cielo para decir: «Yo sílo soy, y lo he sido siempre». Incluso en algunos jóvenes, que se confiesan sus discípulos,sigue sin ser popular su magisterio.

Si  ahora comienzan  a  reeditarse algunosde sus libros —cuyas primeras ediciones, por

otra parte, alcanzan cifras  muy altas  en losmercados  de  ocasión— estas aparicionesresponden siempre  a empresas minoritarias,a esfuerzos que parece que sirven a un autorcasi  clandestino  e  inencontrabte.  Acaso sudestino sea este de perderse en un momentoen  que le ha envuelto  una afición —comodiría Camilo José Cela— de valedores de  segundo orden.  Pese  a sus esfuerzos en vidapor   intentar   ser un escritor popular, tanteó,ensayó, probó todos  los medios  de hacersepresente en la literatura, eso sí, sin acomodarsus  armas en ningún momento  a exigenciasbastardas. Su pureza estaba en su prodigalidad; su soledad se alimentaba con su  dispersión;  su aristocracia  se basaba en su realgana para elegir   los amigos, que no siempreeran  los lectores. Y de su triunfo estaba seguro;  al  menos estimaba  que el triunfo  eraése de ser  elogiado  o denostado  sin  demasiados aspavientos de crítica o de fidelidad apesar   de que —como dice Francisco Ayalaen  el  luminoso prólogo  de estos retratos—«procuró abrirse camino denodadamente, po-niendo en juego toda clase de recursos paraestablecer su personalidad de innovador origi-nalísimo y crear esa imagen pintoresca en  laque  se detuvieron  las miradas  sin penetrarhasta el fondo  de lo que parecían actuaciones histriónicas, pero que, lejos de toda frivo-lidad,  albergaban  un significado, más allá desu  intención obvia de impresionar   y desafiarlas  pautas convencionales de la burguesía».

Y añadirá  en seguida el gran novelista y  en-sayista que es Ayala;  «Ramón es una de  lasfiguras mayores en la historia de nuestra literatura, un hito sin el cual apenas puede captarse bien lo que después de él se ha hechoy se hace».

Lo que ocurre es que este genio atrabiliarioy disperso ofrecía, con voluntad, una máscarapropicia al comentario superficial y a la admiración barata,  que nada tenían  que ver   consu  esencial talento  literario. Recogió —acasosin darse cuenta exacta de lo que hacía— laenorme convulsión  de las vanguardias,cuando  él  mismo  era el  vanguardista quehabía que estudiar. Y puede  ser   que el destino  le  haya reservado esta «nueva disper

sión» de su obra, y que a Ramón Gómez dela Serna no convenga leerlo en la totalidad deunas obras completas.

Comentamos hoy dos de estas raras apariciones.  En una de ellas se  recogen tres de

sus más interesantes ensayos: Ensayo sobrelo cursi, Suprarrealismo  y Ensayo sobre lasmariposas. El primero  de los  estudios es untratado  de lo  cursi, palabra y  concepto que

después  de Ramón hay que considerarlos de

otra manera. Porque  si el  propio Ramónhemos dicho  que él todo  es una greguería,también podemos decir  que el escritor   es locursi  en sí.  ¡Cuidado,  no la  cursilería!...Ramón  es lo  cursi,  una vez tratado  por él.Leyendo este  libro se aprende mucho sobrelo cursi y sobre  sus extensiones positivas ynegativas. Porque Ramón sabe bien  que  loque a veces tenemos por  cursi no está precisamente en un vestido, en un objeto o en unadecoración.  Lo cursi puede  ser  un  esguince,un ademán  un exceso o una contención. Locursi  es igual  una instantánea  que un proceso.

Suprarrealismo —Ramón  se niega  a  em-plear   un término como surrealismo—  es unensayo  verdaderamente extraordinario, que

tantos  no habrán leído  y, sin embargo,  ha-brán  ido a beber  én  fuentes .más precisas ymenos creativas. Ramón es también  un surrealista; pero sabe distinguir   entre  surrealismo  — o  suprarrealismo—  y  ramonismo,que es lo que el hace a la perfección, de  manera original  y  auténtica.  Con esa originalidad,  que le  caracteriza, aquí  es capaz dehacer  un cuento surrealista al tiempo que ex-plica  lo que él entiende  por   suprarrealismo.Ramonismo  y  suprarrealismo están muycerca,  pero no se confunden. No se tocan. Osí. Ya dicen que  las líneas paralelas se unenen el infinito.

El  Ensayo sobre  las mariposas  lo constituyen unas pocas páginas, de las más deliciosas escritas por  Ramón Gómez  de la Serna.

 Alguien podría  objetar   que el tema  se agotaen  las manos  del escritor.  Y que un autor—que  no podría  ser  otro que el propio Ra-

món—  sería capaz deseguir sobre  él  hastael  fin de los siglos.Verdad que esta prosaestá hecha de gregue- •rías  que se suceden,

que nacen unas de otras, pero  que siemprese producen con un susto feliz, con una ines

perada ingravidez. Su invención lleva a vecesa  extremos inconcebibles.  Si esto  es  frecuente,  triunfos de su talento y de su facundia,  aquí  nos encontramos  con ejemplos in-comparables, y podemos leer: «Pacientemente observé  que cuando el Vesubio  iba a en-trar   en erupción revoloteaba  junto al volcánuna mariposa color fuego, que auguraba  lasefusiones de la lava». Y también:  «He  estudiado  la mariposa del clown, que tremola alfinal de un alambre delgado, mariposa optimista que se alimenta de la luz de los circosy  que es  como  una mariposa  del espíritusobre la gracia, del clown».

Y  quien pueda pensar   que para RamónGómnez  de la Serna el acto de escribir tiene

mucho  de gratuidad  y  despilfarro irreflexivo,debe asomarse  a ese otro  libro  que tengosobre  mi mesa,  en el que la intuición  y elgarbo  del escritor   se acercan psicológicamente a un puñado de autores, estudiados aveces  por  otros biógrafos  con mucha menosagudeza y «arte de ingenio». En estos Retratos de España  nos cuenta Ayala aquella sabrosísima anécdota cuando Unamuno  fue adar   las gracias al rey por  haberle concedidola Cruz de Alfonso XIJ. «Vengo a presentarmeante Su Majestad porque me ha dado la cruzde Alfonso XII, que me merezco...».  «Es ex-traño —repuso  el Rey—,  los demás  a quienes he dado  la cruz me han asegurado queno se la merecían».  «Y  tenían razón», cortótajantemente don Miguel.

Ramón en  su  ensayo ofrece unas páginasinteligentes sobre Unamuno, reproduce, íntegro, el  poema «Aldebarán»  y  elogia su provinciano apartamiento «fiel a su Salamanca ya  sus santuarios». «¡Prodigioso poeta!», seatreve a decir. Y añade: «Su última época fuede lucha  con todos,  de disconformidad conlos unos y los otros, como si quisiera evitarpor algún medio  lo que en lo profundo de suinstinto de gran español  ya presentía». De  laPardo Bazán escribe: «Vive  con una sonrisaperpetua  que es rendija  de su luz interior, y,como es muy corta de vista, sus impertinentes de oro son la llave de lo que ve». De Gabriel Miró; «Había  un desespero sediento ensu  alma, un deseo de desgarrarse con tal deencontrar   el verbo entrañable para esa hora

del paisaje...».  De Blasco  Ibáñez  a  MarujaMallo, un grupo de escritores de primera líneason tratados por Ramón con su prosa inigualable.  Picasso, como  Goya, «también  entre dossiglos, recapacita sobre las nuevas rutas». Ba-roja «se carga de hombros porque en su desdén  un poco anárquico  por la vida  ese airecabizbajo  y  descuidado  va bien  al  trotacalles»...  «Si Vicente Aleixandre  se  callase,  sederrumbaría en el abismo que corre al lado desu poema»... Y así pasa la mirada ultraterrena,de Ramón, por  Benavente, D'Ors, Felipe Trigo,Cansinos, Juan Ramón Jiménez, Manuel y Antonio  Machado, Gerardo Diego,  Falla,  Dalí,Juan Gris... Alguien va a preguntarse «¿Cómono hemos conocido antes este libro singular  yhasta pedagógico?»

José GARCÍA  NIETO

De la Real  Academia Española

SEVILLA (Sevilla) - 28/01/1989, Página 43ght (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de losnidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposiciónresúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de lostos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.