8 america como conciencia

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1 Leopoldo Zea, América como conciencia. México: UNAM, 1972. 133 pp. (Primera edición: México: Cuadernos Americanos, 1953) I Justificación de una tarea 1. Críticas a la búsqueda de una filosofía americana Numerosos estudiosos de la filosofía en esta América, al hacer un balance sobre las orientaciones que ésta sigue en nuestros países, han realizado acerba crítica a quienes orientan sus investigaciones por el camino de la historia de las ideas o de las posibilidades de una filosofía americana. En este balance se ha presentado una corriente como si se orientase hacia lo que llaman el camino de la universalidad, mientras otra es presentada como si sólo se preocupase, con abandono de la tradición, por tareas de tipo limitado, por ende, poco filosóficas. Una corriente aparece como fiel seguidora de la gran tradición filosófica occidental, persiguiendo fielmente la solución de los problemas que de acuerdo con esta filosofía forman la temática de lo que se considera auténtica filosofía. La otra, por el contrario, parece sólo preocuparse por temas que más bien pertenecen a la historia, la sociología o la psicología. La primera, como se ha dicho, es calificada de universalista, la segunda de historicista. Los estudiosos de la filosofía en México son colocados, al menos provisionalmente, dentro del grupo que se orienta por la segunda corriente. Su historicismo, patente en varias obras y publicaciones de carácter filosófico, es visto como una peligrosa desviación del camino que, se considera, conduce a un auténtico filosofar. Sin embargo, aunque no creo sea necesario esta aclaración no está de más hacerla: no todos los estudiosos de la filosofía en México siguen la corriente indicada. Todo lo contrario, son muchos, quizá los más, los que están preocupados por seguir las corrientes de lo que se ha llamado el universalismo filosófico. Entre nosotros hay estudiosos que siguen al tomismo, la filosofía de los valores, la filosofía crítica, la fenomenología, etcétera. También los

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    Leopoldo Zea, Amrica como conciencia. Mxico: UNAM, 1972. 133 pp.

    (Primera edicin: Mxico: Cuadernos Americanos, 1953)

    I

    Justificacin de una tarea

    1. Crticas a la bsqueda de una filosofa americana

    Numerosos estudiosos de la filosofa en esta Amrica, al hacer un balance

    sobre las orientaciones que sta sigue en nuestros pases, han realizado

    acerba crtica a quienes orientan sus investigaciones por el camino de la

    historia de las ideas o de las posibilidades de una filosofa americana. En este

    balance se ha presentado una corriente como si se orientase hacia lo que

    llaman el camino de la universalidad, mientras otra es presentada como si slo

    se preocupase, con abandono de la tradicin, por tareas de tipo limitado, por

    ende, poco filosficas.

    Una corriente aparece como fiel seguidora de la gran tradicin filosfica

    occidental, persiguiendo fielmente la solucin de los problemas que de acuerdo

    con esta filosofa forman la temtica de lo que se considera autntica filosofa.

    La otra, por el contrario, parece slo preocuparse por temas que ms bien

    pertenecen a la historia, la sociologa o la psicologa. La primera, como se ha

    dicho, es calificada de universalista, la segunda de historicista. Los estudiosos

    de la filosofa en Mxico son colocados, al menos provisionalmente, dentro del

    grupo que se orienta por la segunda corriente. Su historicismo, patente en

    varias obras y publicaciones de carcter filosfico, es visto como una peligrosa

    desviacin del camino que, se considera, conduce a un autntico filosofar.

    Sin embargo, aunque no creo sea necesario esta aclaracin no est de ms

    hacerla: no todos los estudiosos de la filosofa en Mxico siguen la corriente

    indicada. Todo lo contrario, son muchos, quiz los ms, los que estn

    preocupados por seguir las corrientes de lo que se ha llamado el universalismo

    filosfico. Entre nosotros hay estudiosos que siguen al tomismo, la filosofa de

    los valores, la filosofa crtica, la fenomenologa, etctera. Tambin los

  • 2

    mexicanos han discutido apasionadamente en torno a estas dos actitudes que

    se pueden tomar en filosofa. Pero, hay que agregar algo ms, que la

    preocupacin en torno a los problemas de una posible filosofa americana y la

    realizacin de una historia de nuestras ideas, es algo que se encuentra tambin

    en pensadores y estudiosos de otros pases de nuestra Amrica. La bibliografa

    sobre estos temas, como lo podr comprobar un lector atento, crece da a da.

    La filosofa, se dice a modo de crtica, es algo universal y eterno; no se la

    puede someter a determinaciones geogrficas y temporales. De acuerdo, el

    que esto escribe ha dicho en otra ocasin: "Esta tarea de tipo universal y no

    simplemente americano, tendr que ser el supremo afn de esta nuestra

    posible filosofa. Esta nuestra filosofa no deber limitarse a los problemas

    propiamente americanos, a los de su circunstancia, sino a los de esta

    circunstancia ms amplia, en la cual estamos insertos como hombres que

    somos, la llamada humanidad. No basta querer alcanzar una verdad

    americana, es menester, adems, tratar de alcanzar una verdad vlida para

    todos los hombres, aunque de hecho no pueda lograrse. No hay que considerar

    lo americano como un fin en s, sino, por el contrario, como un lmite y punto de

    partida para un fin ms amplio. De aqu la razn por la cual todo intento de

    hacer filosofa americana, con slo la pretensin de que sea americana, tendr

    que fracasar. Hay que intentar hacer pura y simplemente filosofa, que lo

    americano se dar por aadidura".

    2. Hacemos autntica filosofa?

    Ahora bien, lo primero que debemos preguntarnos es si hasta ahora hemos

    hecho autntica filosofa, filosofa sin ms. Esto es, si los problemas que nos

    planteamos o nos hemos planteado dentro de ese terreno que llamamos la

    universalidad son autnticos problemas, aporas, "callejones sin salida", a los

    cuales hemos tratado de dar una solucin. Sentimos los problemas que nos

    planteamos como los filsofos clsicos han sentido los suyos? Al plantearnos

    un problema nos jugamos, en la solucin de ste, todo nuestro ser, tal como se

    lo han jugado todos los filsofos en sus soluciones? Sentimos la filosofa, el

    afn de saber, en nuestra alma, en nuestra carne? O, en otras palabras, los

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    problemas de nuestro filosofar son nuestros, en la medida en que lo han sido

    para cada uno de los grandes maestros de la filosofa?

    Los grandes filsofos, nos ensea la historia de la filosofa, se han puesto

    simplemente a filosofar, sin ms. Esto es, se han puesto a resolver una serie

    de problemas que su circunstancia les reclamaba. Las soluciones que

    ofrecieron fueron filosficas, como lo fueron los problemas, por su afn de dar a

    stos soluciones de validez permanente. Para los filsofos nunca fue un

    problema la originalidad de estas soluciones. Filosofaban pura y simplemente.

    Nunca un filsofo griego habl de una filosofa griega, ni un francs de una

    filosofa francesa, ni un alemn de una filosofa alemana. Su filosofar

    trascenda todas estas limitaciones espaciales y temporales. Lo griego, lo

    francs y lo alemn de su filosofa les fue dado por aadidura, sin que lo

    hubiesen pretendido, se les dio a pesar suyo. Ms que lo griego, lo francs y lo

    alemn se les dio lo humano con todo lo que esto significa. Por qu entonces

    los americanos hablamos sobre la posibilidad y aun la necesidad de una

    filosofa que podamos considerar como propia?

    La necesidad de esta filosofa ha venido a ser la natural consecuencia de

    nuestra actitud anterior, siguiendo ese camino que hemos llamado de la

    universalidad. Ms que filosofar nos ha preocupado coincidir, aunque fuese por

    la va de la imitacin, con lo que llamamos filosofa universal. No hemos

    filosofado con autntica pureza. No hemos hecho filosofa sin ms. Nos

    preocupaba la filosofa como oficio y no el filosofar como tarea. Para nosotros

    filosofar equivala a reflexionar sobre lo reflexionado por otros, o encuadrar

    nuestro pensamiento a los sistemas con los cuales nos encontrbamos. Ms

    que filsofos hemos sido expositores de sistemas que no haban surgido frente

    a nuestras necesidades. Nos hemos conformado con ser buenos profesores de

    filosofa. Los problemas de la filosofa han sido nuestros en la misma forma que

    lo pueden ser los problemas que plantean el teatro y el cinematgrafo (en la

    pantalla). Nos interesan, pero no podemos siempre sentirlos como propios.

    Slo nos interesan porque sabemos que eso es filosofa. En cuanto un

    problema aparece fuera del cuadro de lo que estamos acostumbrados a llamar

    filosofa, lo desechamos considerndolo como no filosfico. No filosofamos,

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    nicamente nos preocupamos por repetir eso que llamamos filosofa. La

    filosofa se nos convierte en letra muerta, en forma sin sentido. Nos hacemos

    reflejo de ajena vida, como ya nos criticara alguna vez Hegel.

    Mientras el autntico filsofo nunca se ha preocupado por hacer filosofa, sino

    por filosofar, nosotros nos preocupamos especialmente porque esta actividad

    nuestra pueda llevar el nombre de Filosofa. Nuestras discusiones no han

    girado tanto en torno al problema de si estamos o no en el camino de la verdad,

    sino en torno al problema de si somos o no filsofos. Si nuestro oponente en la

    discusin no acepta los postulados del sistema que hemos adoptado, lo

    acusamos en el acto, no de que se encuentra en un error sino de que no es un

    filsofo. Como si a los autnticos filsofos les hubiese importado alguna vez

    ser o no llamados filsofos! Pero que alguien nos pregunte qu es filosofa,

    para que de acuerdo con lo que sea podamos distinguir al verdadero filsofo

    del que no lo es, entonces vienen los apuros, porque la filosofa se nos

    presenta como siendo de diferentes maneras, ninguna de las cuales nos es

    propia, salvo que nos sumemos a uno de sus establecidos puntos de vista.

    3. Filosofar es hacer autntica filosofa

    Si queremos hacer filosofa, lo primero que tenemos que hacer es filosofar.

    Filosofar sin ms, sin preocuparnos porque esta actividad nuestra sea o no

    reconocida como filosofa. No debemos empearnos tanto en hacer filosofa

    como en filosofar. Esto es, debemos empearnos en dar solucin a nuestros

    problemas en forma semejante a como los filsofos clsicos se han empeado

    en dar solucin a los problemas que su mundo les fue planteando. Se

    plantearon problemas que les eran propios, sin que este serles propio fuese

    para ellos una limitacin para que aspirasen a dar a sus soluciones un alcance

    universal y eterno. Ahora este afn, han reconocido los mismos filsofos, es un

    afn intil, sin que lo sean, por lo mismo, las soluciones para que fueron

    hechas. No debemos, por esto, preocuparnos mucho por la universalidad o

    limitacin de nuestras soluciones, como tampoco por su eternidad o

    temporalidad. Simplemente debemos preocuparnos porque nuestras

    soluciones sean autnticas soluciones. Soluciones para el hombre de carne y

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    hueso que la solicita desesperadamente. Aspirar, siempre, a que nuestras

    soluciones lo sean de una vez y para siempre, pero conscientes de que esta

    aspiracin, o pasin nuestra, es y ser siempre una pasin intil.

    As, hablar sobre las posibilidades de una filosofa americana no tiene ni puede

    tener otro sentido que el de hablar sobre la necesidad de que nosotros los

    americanos hagamos autntica filosofa. Esto es, sobre la necesidad de que

    filosofemos en forma semejante a la forma como lo han hecho los autnticos

    filsofos. Sobre la necesidad de que nos planteemos autnticos problemas

    para dejar de ser eco y reflejo de ajenas vidas, tal como nos reprochaba Hegel.

    Los problemas deben ser nuestros, no slo en la medida en que se nos dan

    como americanos, sino en la medida ms universal en que se nos dan como

    hombres. Para un europeo no tiene sentido plantearse el problema sobre una

    filosofa europea, ya que ste hace filosofa sin ms, aspirando en cada caso a

    encontrar lo universal. Para un americano s tiene sentido plantearse este

    problema porque no ha hecho autntica filosofa. Los problemas que hasta

    ahora se ha planteado, lo han sido en un sentido profesional, acadmico, le

    preocupan simplemente porque han sido planteados por la filosofa europea.

    Partiendo de este punto de vista nuestra filosofa, si as vamos a llamarla,

    aparece como un mal reflejo de la europea. Y no es que se niegue la

    posibilidad de que los problemas y soluciones de esta filosofa no puedan

    tambin serlo nuestros; de lo que se trata es de no ser racionalista,

    simplemente, porque est de moda el racionalismo; ni de sentirnos angustiados

    simplemente porque sea una moda el existencialismo. Si hemos de ser

    racionalistas o existencialistas ha de ser porque estas posturas resuelven o nos

    dan los elementos de una posible solucin de nuestros problemas.

    4. Menosprecio de lo propio

    "Si Bello hubiera sido escocs o francs dice Jos Gaos, su nombre

    figurara en las historias de la filosofa universal como uno ms en pie de

    igualdad con los de Dugald Stewart y Brown, Roger Collard y Jouffoy, si es que

    no con los de Reid y Cousin. "Lo que se dice de Andrs Bello podra tambin

    decirse de todos los clsicos de nuestro pensamiento. Analizando con cuidado

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    la obra de stos se podr encontrar, sin mucha dificultad, un gran porcentaje de

    originalidad en la nica forma que se puede ser original, en la forma como se

    enfocan determinados problemas. Forma que tiene su origen en la situacin

    propia del autor que realiza el enfoque. Sin embargo, poco o nada es lo que

    nos interesa este pensamiento. Antes de que nos tomemos la molestia de

    conocerlo ya damos por supuesto que se trata de una "mala copia" de lo

    realizado por la filosofa europea. Para qu leer a Andrs Bello si podemos

    leer a Cousin? Para qu leer a Gabino Barreda o a Jos Victorino Lastarria si

    podemos leer a Augusto Comte? Para qu leer a Antonio Caso si podemos

    leer a Bergson? Y si acaso leemos a estos pensadores americanos, siempre

    tenderemos a encontrar que su pensamiento se halla muy lejos de parecerse a

    sus modelos o a lo que suponemos sus modelos. Este hecho no viene a ser

    sino una prueba ms de lo que consideramos nuestra incapacidad como

    americanos para pensar en forma semejante a los europeos. Lo que est ante

    nuestros ojos no son sino "malas copias" de Cousin, Comte y Bergson. Con

    esta actitud no hacemos sino reflejar nuestra situacin como pueblos dentro del

    concurso de naciones, nuestra situacin de pueblos coloniales.

    Mientras Europa valora y revalora la obra de sus pensadores, artistas y

    hombres de ciencia, la obra de los hombres que dan realce a su cultura,

    potenciando esta obra, nosotros los americanos partimos del prejuicio de que

    todo lo hecho por los nuestros en los mismos campos slo es una mala

    imitacin de lo realizado por los europeos o, lo que puede ser peor, un conjunto

    de disparates y absurdos, producto de nuestra calenturienta mente "tropical".

    Por ello es menester observar a Europa y dentro de ella especialmente a

    Francia. A sta nada o casi nada escapa, en el campo de la cultura, a su

    valorizacin potencializadora. All estn sus historias de la filosofa en donde

    encontramos, al lado de los grandes genios de la filosofa universal, a figuras

    secundarias, incluyendo, muchas veces, a simples expositores. En esas

    historias cada uno tiene su puesto, lo mismo el genio creador que el expositor

    que explica y hace comprender la obra de este genio. En estas historias nada

    falta ni nada sobra. Lo mismo podemos decir de sus historias de la literatura, la

    ciencia, etctera. Todas las figuras all expuestas tienen un papel importante en

    la formacin de la cultura del hombre europeo. Todas ellas le ofrecen la ms

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    segura de las bases. Sobre esta base el europeo puede sentirse seguro y

    firme. En ella los grandes maestros creadores toman de un todo indiscriminado

    el material con el cual continuar su obra creadora. Nunca se les ha planteado el

    problema de si una parte de este todo es o puede ser una mala imitacin de

    otra cosa. Este peligro no existe; en la valorizacin que continuamente se

    realiza, las malas copias no pueden ser potenciadas, de hecho, no existen.

    5. Revaloracin de lo propio

    El temor a ser simplemente una sombra o un eco de otra cultura es slo propio

    de pueblos coloniales como los nuestros. Mientras el europeo ha venido

    partiendo, hasta ayer, de la segura creencia en la universalidad de su cultura,

    nosotros hemos estado partiendo de la no menos segura creencia de la

    insuficiencia de la nuestra. Mientras Europa crea y recrea a sus clsicos

    nosotros ignoramos a los nuestros. Y los ignoramos porque partimos del falso

    supuesto que nos ofrece la comparacin de lo nuestro con lo europeo.

    Partiendo de este supuesto nos empeamos en no tener nuestros clsicos,

    sino los clsicos que nos ofrece Europa. Nos estamos quejando de las malas

    imitaciones que realizan nuestros pensadores porque quisiramos "imitaciones

    perfectas". Nos quejamos, por ejemplo, de que varios de nuestros pensadores

    no sean otra cosa que malos imitadores de Cousin, Comte y Bergson. Y nos

    quejamos porque los encontramos distintos de sus modelos. O lo que es lo

    mismo, nos quejamos de que, a pesar de que se apoyen en estos pensadores

    resulten originales. Nos quejamos porque tienen personalidad, porque a pesar

    de que siguen a un determinado pensador europeo su obra resulta distinta. Nos

    negamos a tener nuestros clsicos porque no son semejantes a los clsicos

    europeos. Nos negamos a tener un pensamiento americano porque no es

    semejante al europeo. Esto es, no negamos como cultura tratando de ser eco y

    sombra de una cultura ajena.

    De aqu la ya urgente revalorizacin o valorizacin de nuestro pensamiento,

    ese pensamiento que se resiste a ser semejante a los que consideramos sus

    modelos. Es menester ir a este pensamiento, a nuestros pensadores, a

    nuestros clsicos; pero ir con otros ojos distintos a los que hemos llevado hasta

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    ahora. No hay que ver ya "malas copias" de algo que, si bien les pudo servir de

    modelo no tiene por qu ser imitado. Hay que ver a este pensamiento de

    nuestros clsicos como algo distinto, diverso, de sus modelos. Es eso, lo que

    les hace distintos, acaso contra la voluntad de nuestros pensadores, lo que ha

    de formar el acervo de nuestra cultura filosfica original. En eso est lo que nos

    es propio, lo nuestro. Si en algo hemos de imitar a Europa es en su capacidad

    para sentirse siempre original, fuente de toda universalidad, aun en aquello que

    imita, que por este hecho mismo se universaliza.

    De hecho, en todo lo humano la imitacin perfecta, aun la consciente, es

    imposible. Siempre aparece la perspectiva, el punto de vista personal, la actitud

    desde una determinada situacin. Esto es algo a que no escapa obra humana

    alguna. Sealar este hecho ha sido uno de los ms grandes aciertos de la

    filosofa europea contempornea, el historicismo y el existencialismo. Europa

    ha sido siempre consciente de su originalidad desde los orgenes de su cultura

    y recientemente de los lmites de esta originalidad elevada a universalidad. En

    cambio nosotros slo lo hemos sido de nuestros lmites para crear cultura

    original. Europa ha podido hacer de esta su originalidad algo universal;

    nosotros, de nuestras limitaciones slo hemos podido abstraer nuestra

    insuficiencia. Se dan as dos actitudes frente a algo que nos es comn a

    europeos y americanos, frente algo que nos es propio porque es humano.

    Pensadores nuestros han podido captar ya nuestra capacidad y predisposicin

    para lo universal, en su ms amplio sentido. Tanto Jos Vasconcelos como

    Alfonso Reyes han insistido muchas veces en este hecho. Vasconcelos en su

    idea de una "raza csmica". Reyes en sus ideas sobre la "inteligencia

    americana". Amrica, especialmente Hispanoamrica, arrastrada por un

    sentimiento de insuficiencia ha procurado asimilarse diversas corrientes

    culturales en sus no menos diversos aspectos. Actitud que le ha llevado o le

    llevar, aun sin proponrselo a la formacin de una cultura mestiza, que por

    serlo, representar una sntesis universal de culturas. Europa, por el contrario,

    apoyada en ese sentimiento de seguridad y suficiencia que le da el saberse

    original, pone, en muchos casos, cerco a influencias que podran enriquecerla.

    Europa da, pero est poco dispuesta a recibir. "Ante el americano medio dice

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    Alfonso Reyes, el europeo medio aparece siempre encerrado dentro de una

    muralla china, e irremediablemente, como un provinciano del espritu. Mientras

    no se percaten de ello y mientras no lo acepten modestamente, los europeos

    no habrn entendido a los americanos".

    De esta forma se deduce que el universalismo de que siempre hace gala

    Europa, no es sino una forma de justificacin localista con exclusin de otras

    corrientes culturales que no se adaptan al punto de vista europeo. Este

    universalismo resulta ser mejor expresado por Amrica. Si quisiramos cambiar

    el signo negativo que hace ver en nuestra actitud simple y puramente una

    insuficiencia, podramos cambiar a esta misma en un signo positivo. Podramos

    decir, que esa insuficiencia que parece caracterizarnos, no es sino el resultado

    de la conciencia que tenemos sobre la inmensidad de lo que es menester

    asimilar culturalmente para alcanzar una autntica cultura universal. Slo se

    alcanzara esta suficiencia si se alcanzase lo universal. En cambio, la misma, a

    la manera como la puede tener el europeo corriente, no es sino una forma de

    limitacin, un saberse perfecto con lo que se tiene imaginndose que ya se

    tiene todo; que lo que se tiene es lo universal. El sentimiento de suficiencia

    europeo no viene a ser sino el sentimiento que se puede tener dentro de una

    muralla perfectamente cerrada; una muralla cuyo interior no pueda ser alterado

    por nada exterior. De esta manera lo propio, lo que est dentro de la muralla,

    puede ser presentado como lo universal por excelencia. Se trata de una

    universalidad bien cerrada y redonda. Slo pueblos con moldes hechos pueden

    ver a otras culturas desde el punto de vista de estos moldes para rechazar todo

    lo que no se adapte a sus medidas.

    stos son, precisamente, los moldes que el americano se ha empeado en

    aplicar a sus propias obras. No ha querido ver a travs de sus propios ojos,

    sino a travs de ojos ajenos, de ojos a los cuales concede una dimensin

    universal. Ojos que poseen una extraa universalidad porque en vez de ampliar

    recortan, dicen qu es lo universal y qu no es. Son estos moldes ajenos los

    que han hecho que sintamos lo propio como una "mala copia" de un

    determinado modelo, como algo reducido e insuficiente. Tarea urgente es

    cambiar este punto de vista; pero no para caer en una especie de falso

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    nacionalismo o simple localismo, que no vendra a ser otra cosa que expresin

    de una actitud igualmente insuficiente. Esto equivaldra a caer en ese punto de

    vista limitado que aqu criticamos. La universalidad debe ser una de las

    aspiraciones de nuestra cultura; pero partiendo siempre de nuestra realidad. La

    universalidad debe dar a nuestras obras una inseguridad creadora; la realidad,

    la seguridad de lo creado. En esta forma todo lo que hemos realizado, por poco

    que sea, tendr siempre algo que decirnos. Ser expresin de nuestra realidad,

    expresin de lo que nos es ms inmediato y propio. La valorizacin de esta

    realidad nuestra depende, as, de nuestra propia actitud frente a ella.

    6. La dependencia, problema cultural de Amrica

    El sentido de dependencia, causa y origen de las actitudes negativas atrs

    sealadas, es un problema ceidamente americano. Slo a los americanos se

    nos presenta este problema de la dependencia y, por ende, el de la

    independencia, como un problema entraable. La cultura europea es nuestro

    ms inmediato pasado; pero an no hemos sido lo suficientemente capaces

    para asimilarlo y hacerlo nuestro. La beatera frente a la cultura europea que

    nos caracteriza es el ms claro signo de que no hemos asimilado esta cultura.

    El europeo, que se sabe heredero de la gran tradicin cultural de Occidente, no

    se siente nunca amilanado frente a su pasado y es capaz de enfrentarse a l si

    se le presenta como obstculo para su futuro. El pasado est siempre all,

    como pasado que es; como algo que le es propio, pero en la medida en que

    representa lo que ha sido. Pero este haber sido es ya una garanta de que no

    tiene que volver a ser. A los americanos nos falta esta dimensin. Nuestro

    pasado est siempre presente, sin decidirse a ser autntico pasado.

    Europa, ha mostrado muy bien Hegel, ha seguido siempre en su historia un

    movimiento dialctico. Movimiento mediante el cual toda superacin es a un

    mismo tiempo negacin y conservacin. Dentro de esta dialctica negar no

    significa eliminar, sino asimilar, esto es, conservar. Negar significa ser algo

    plenamente para no tener necesidad de volver a serlo. De aqu que las culturas

    que asimilan plenamente no sientan lo asimilado como algo ajeno, estorboso y

    molesto. Lo asimilado forma parte de su ser, sin estorbar su seguir siendo. Este

  • 11

    haber sido forma parte de la experiencia que permite el seguir siendo. Cuando

    se asimila bien no se tiene necesidad de volver a repetir experiencias ya

    realizadas. La historia viene a ser la expresin objetiva de esta asimilacin o

    negacin dialctica. Es sta la historia de la cultura occidental, la historia del

    hombre occidental, la historia cuyo movimiento dialctico ha dibujado

    magistralmente Hegel. sta es tambin la historia que Amrica ha de negar

    como punto de partida para realizar una cultura que sindole propia ha de ser

    tambin universal.

    De aqu la urgencia, para los americanos, de esta asimilacin. Es menester,

    por una serie de razones sociales, histricas y polticas, que Amrica asimile su

    pasado dentro de una dimensin dialctica. Tenemos que negar este pasado

    nuestro con la mejor de las negaciones, la histrica. Si no queremos repetir la

    experiencia de nuestros antepasados vivindola, es menester que la

    convirtamos en historia, en autntica experiencia. Tal es lo que ha hecho

    siempre Europa, y sta es la mejor leccin que podemos aprender de su

    cultura. sta ha sido la tarea de sus historiadores y filsofos. La historia de la

    cultura europea no la forman los puros hechos, sino, adems, la conciencia

    filosfica que de ellos se tiene. Esto es, la relacin que se ha sabido encontrar

    a estos hechos como conjunto que expresa un modo de ser propio del hombre

    que los crea. Ningn hecho histrico, por pequeo que sea, carece de sentido

    en la cultura europea. Este sentido se hace patente en todas las formas de su

    expresin, aun en las que, aparentemente, se presentan como las ms

    abstractas, tales como las llamadas ideas, el pensamiento o la filosofa. Todos

    los motivos que puede mover a un individuo o a una nacin como conjunto de

    individuos, a enfrentarse a sus circunstancias para adaptarlas o adaptarse, se

    hacen patentes en esta historia. Estos motivos pueden ser econmicos,

    polticos o religiosos. La conciencia de estos motivos es lo que forma la

    conciencia histrica de un pueblo.

    7. Toma de conciencia y comprensin histrica

    Cuando se tiene la conciencia, anteriormente sealada, se ha alcanzado la

    comprensin histrica. Comprender, desde este punto de vista, es tener

  • 12

    capacidad para colocar un determinado hecho en el lugar preciso que le

    corresponde en el presente. En este caso su lugar es el de una experiencia

    realizada que, por la misma razn, no tiene por qu volver a realizarse. Cuando

    se comprenden los motivos por los cuales en una determinada poca se

    realizaron determinadas formas de expresin histricas, se comprenden

    tambin los motivos por los cuales estas mismas formas no pueden repetirse

    en el presente, salvo negando la historia, esto es, la capacidad del hombre

    para progresar sirvindose de sus propias experiencias. Tal es el papel del

    historiador.

    Por lo que se refiere a nuestra Amrica esta labor se va haciendo consciente

    tanto a nuestros historiadores como a nuestros filsofos. Ha surgido en nuestro

    medio el historiador de nuestras ideas que se ha impuesto la misin de

    comprender y hacer comprender ese pasado nuestro que ha de ser asimilado

    para que sea un hecho nuestra historia. Pero a este historiador corresponde

    una tarea ms: la de hacer patente el espritu que es comn a nuestra Amrica

    en medio de sus mltiples divergencias y distinciones. Comprender el pasado

    es comprender tambin el presente. Comprenderse es tener una clara idea de

    s mismo. De aqu que sea una de nuestras ms urgentes tarea la de captar,

    mediante esta comprensin, la idea que nos es propia. Primero en forma

    relativamente circunstancial, comprendernos como mexicanos, argentinos,

    peruanos, chilenos, etctera. Dentro de nuestras mltiples diferencias como

    individuos concretos es menester captar lo que nos caracteriza como pueblos

    determinados; esto es, qu es lo que hace de un mexicano un mexicano o de

    un argentino un argentino, caracterizndole como tal dentro del conjunto de

    hombres. Y, a continuacin, qu es lo que hace que un mexicano o un

    argentino o cualquier otro hispanoamericano, sea adems de mexicano o

    argentino, un hispanoamericano? Esto es, dentro de las mltiples diferencias

    que pueden tener entre s los hispanoamericanos, qu es lo que hace posible

    darles este nombre genrico. O, en otras palabras, cul es la idea propia de

    Hispanoamrica. Y, a continuacin qu es lo que tiene de comn un

    hispanoamericano con un brasileo. Qu es lo propio de Iberoamrica. Y, para

    culminar, qu tienen de comn los iberoamericanos con los norteamericanos,

    qu tiene de comn la Amrica Ibera con la Amrica Sajona. Preguntarse si

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    existe una idea propia de Amrica, sin ms. Pues bien, esta idea slo podr

    alcanzarse mediante una tarea de comprensin histrica. Abstrayendo de la

    historia de las ideas, el pensamiento y la filosofa de cada uno de los pueblos

    americanos, el conjunto de ideas, pensamientos y filosofas que les sean

    comunes.

    sta es la tarea que se han impuesto a s mismos varios de los estudiosos de

    nuestras ideas y estudiosos de la filosofa. Tarea que podr aparecer como

    ambiciosa y pretenciosa. Pero nunca hay tarea pretenciosa si est motivada

    por hechos como los que aqu se han sealado: primero, la necesidad, ya

    urgente, de tomar conciencia de nuestro pasado, con el fin de asimilarlo en

    forma tal que no llegue a representar una amenaza para nuestro futuro;

    segundo, la necesidad, igualmente urgente, de tomar clara conciencia de

    nuestro sitio o situacin dentro de ese conjunto de pueblos al cual

    pertenecemos, y que lleva el nombre de Amrica. Primer paso para

    comprender, igualmente, nuestra situacin dentro del conjunto de pueblos que

    forman la llamada humanidad. Primero es menester que nos comprendamos a

    nosotros mismos como pueblos concretos para despus saber comprender a

    otros pueblos como nuestros semejantes.

    8. La historia de las ideas en Amrica

    El estudio de la historia de las ideas, el pensamiento y la filosofa en Amrica

    es algo que ha ido tomando un inters cada vez ms creciente en nuestros

    pases, tanto en Norteamrica como en la Amrica Ibera. Por lo que se refiere

    a esta ltima no se quiere decir que, antes de ahora, no haya interesado este

    tipo de investigaciones. No, lo que se quiere decir es que ahora los citados

    estudios se encuentran estimulados en una forma bien peculiar. Hasta se

    podra asegurar que los mueve cierto dramatismo, parece como si con ellos se

    estuviese jugando, nada menos que el futuro de nuestra Amrica. Estos

    estudios son vistos como una tarea especial, necesaria y urgente. De ellos, ya

    se ha dicho antes, depende la toma de conciencia de esta Amrica y, con la

    misma, el reconocimiento de nuestras posibilidades, esto es, nuestro futuro.

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    La preocupacin por la historia de las ideas en Amrica ha partido, en general,

    del campo de los estudiosos de la filosofa con la explicable desconfianza de

    parte de los estudiosos de la historia. Desconfianza que se ha ido borrando

    hasta el grado de que esta preocupacin ha prendido en las nuevas

    generaciones de historiadores americanos. Ahora la historia de las ideas es un

    tema que se incluye en las reuniones de historiadores concedindosele una

    atencin especial. No es menester decir que la misma desconfianza se

    encontr y, aun, la hostilidad, en el campo de los estudiosos de la filosofa que

    seguan considerando a sta como una tarea abstracta y ajena a lo temporal,

    esto es, a la historia. Los estudiosos de nuestras ideas se han encontrado

    prcticamente entre dos fuegos: el de los historiadores que encontraban su

    labor demasiado abstracta y el de los profesores de filosofa que la

    encontraban demasiado concreta. La historia de las ideas era vista como una

    labor hbrida que no alcanzaba a ser ni historia ni filosofa.

    Sin embargo, el tiempo, nuestro tiempo, ha venido a justificar esta

    preocupacin en los dos campos: el de la historia y el de la filosofa.

    Historiadores y filsofos se han encontrado en nuestros das como ayer se

    haban encontrado telogos y filsofos, cientficos y filsofos. La historia se ha

    convertido en una preocupacin vital en la misma forma como ayer lo fue la

    ciencia y en otra poca la religin. Con la historia tropiezan en nuestros das

    hombres de ciencia, religiosos, polticos, literatos y filsofos. La historicidad se

    hace patente y penetra en todas las formas de expresin de lo humano. La

    filosofa, su mxima expresin, en tanto que trata de dar una explicacin ltima

    y total de su modo de ser, no poda permanecer ajena a esta su ms patente

    dimensin, lo histrico. En el siglo xix, con Hegel a la cabeza, se inicia la

    preocupacin de la filosofa por la historia. El marxismo, el positivismo y el

    historicismo son expresiones de este filosofar sobre la realidad cambiante que

    forma la historia. El primero, el marxismo, vino a ofrecer un mtodo de

    interpretacin de la historia a partir de un substrato econmico, del cual no

    vendran a ser, todas las formas de la cultura, otra cosa que superestructuras.

    La metodologa marxista permiti desenmascarar lo que se ocultaba tras lo que

    se ha dado el nombre de ideologa, esto es, manera o forma de pensar propia

    de determinado grupo o clase social. Intereses materiales, concretos, tan

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    concretos como lo pueden ser los intereses econmicos, se ocultan tras una

    serie de ideas o formas de pensamiento aparentemente abstractos.

    Ms tarde este mtodo de interpretacin de la realidad sera recogido y

    ampliado por la Sociologa del conocimiento de Karl Mannheim y la Sociologa

    del saber de Max Scheler; buscando, en esta ocasin, la explicacin de lo

    histrico en otros substratos adems de los econmicos. Por otro lado, el

    positivismo se enfrent tambin al problema de la interpretacin de la historia,

    pero sirvindose de un mtodo de interpretacin demasiado simplista, ya que

    trat de aplicar a la historia el mismo mtodo que se aplicaba al llamado campo

    de las ciencias naturales, partiendo del hecho de que el mismo haba obtenido

    un gran xito en el mundo natural. Guillermo Dilthey, creador del llamado

    historicismo, trat, por su lado, de encontrar un mtodo apropiado al campo de

    las ciencias de la historia o del espritu. Un mtodo que evitando todo

    simplismo tratase de comprender todas las formas de expresin de lo histrico.

    En este campo el problema no era explicar, como se haca en el campo fsico,

    sino comprender. Comprender es saber ponerse en una situacin ajena a la

    propia. Es saberse colocar en la situacin de los otros, nuestros semejantes.

    Todos los hechos histricos poseen un sentido; pero ste es slo asequible al

    que sabe comprender, al que sabe situarse dentro de determinados hechos

    ajenos como si fueran propios. Este mtodo ha dado origen a obras maestras

    en el campo de la historia de las ideas como los trabajos de Bernard

    Groethuysen sobre La formacin de la conciencia burguesa en el siglo XVIII;

    los de Huizinga sobre la Edad Media y el Renacimiento; los de Werner Jaeger

    sobre la cultura griega y, desde luego, los realizados por Dilthey. En nuestros

    das la filosofa tiene necesariamente que ocuparse, en forma muy principal, de

    la historia.

    La filosofa europea ha venido as a justificar el trabajo que ahora se realiza en

    Amrica sobre la historia de las ideas. Arturo Ardao, investigador uruguayo a

    quien se deben dos magnficos estudios sobre la historia de las ideas en su

    pas, ha dicho: "La relacin existente entre el historicismo contemporneo y la

    actual preocupacin por la autenticidad de la filosofa americana, explica, por

    otro lado, que dicha preocupacin derive al estudio del pasado filosfico de

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    Amrica". Con esta tarea se inicia una toma de conciencia de lo que es la

    autntica realidad americana. Conciencia que permitir a esta Amrica actuar

    en todos los campos de la cultura haciendo a un lado toda clase de complejos,

    los mismos que hasta ahora le han impedido el conocimiento de su propia

    realidad. A partir de este reconocimiento ser posible una labor creadora plena

    y consciente.