zamora, 2016 · queremos acompañarte en tu dolor y acercarnos a los hombres y las mujeres ... para...
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Zamora, 2016
El papa Francisco nos ha invitado a meditar
y vivir las obras de misericordia
espirituales y corporales durante este año
en que la misericordia ocupa el centro de
nuestra reflexión y de nuestra vida creyente.
El tiempo de Cuaresma es un tiempo
especial para ejercer este apostolado y el
viacrucis un momento privilegiado para
orar y comprometernos con el Señor. Él
sufre en el camino de la cruz y con él sufren
los hombres y las mujeres de nuestro mundo
que, como hermanos, reclaman nuestra
respuesta y nuestra acción misericordiosa.
Medita despacio este viacrucis y saca un
propósito concreto para crecer en el amor.
P. Miguel Ángel Hernández Fuentes
Sacerdote feliz de trabajar con la comunidad
hispana del Bronx, NY entre 2011 y 2015
SALUDO INICIAL
V/ En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo
R/ Amén
ORACIÓN INICIAL
Señor Jesús,
nos hemos reunido para contemplar tu pasión,
para confesar la fe en comunión con la Iglesia
y contemplar el mundo que nos rodea.
Queremos acompañarte en tu dolor
y acercarnos a los hombres y las mujeres
que sufren a nuestro lado,
en nuestro pueblo, en nuestra casa.
Danos entrañas de misericordia
para mitigar tu dolor
en quienes sufren a nuestro lado.
Danos valor para vivir las obras de misericordia
en aquellos que nos rodean.
Te lo pedimos a ti que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
R/ Amén
:
Jesús es condenado a muerte
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 22-23-26
Pilato les preguntó: «¿y qué hago con Jesús,
llamado el Mesías?»
Contestaron todos: «¡que lo crucifiquen!»
Pilato insistió: «pues ¿qué mal ha hecho?»
Pero ellos gritaban más fuerte: «¡que lo
crucifiquen!»
Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús,
después de azotarlo, lo entregó para que lo
crucificaran.
Visitar a los presos
La condena es cruel y cae implacable sobre el
justo. Jesús padece la injusticia y es llevado a la
muerte. Ha pasado una noche violenta de
prisión y de azotes y ahora escucha la sentencia
con profundo dolor. Es la imagen de Jesús
preso cuyo rostro se hace presente en muchos
detenidos y encarcelados. Quizá ellos no sean
tan inocentes, pues han caído en las redes de la
droga, de la delincuencia o de la violencia. Son
culpables, pero siguen siendo personas. Han
arruinado su vida tomando un camino
equivocado y ahora necesitan una mirada de
afecto que les ayude a retomar el sendero. Jesús
nos invita a no cerrarles el corazón y a
ofrecerles nuestra visita: «estuve en la cárcel y
vinisteis a verme».
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Acompaña a tu Dios, alma mía,
cual vil asesino llevado ante el juez;
y al autor de la vida completa
por ti condenado a muerte cruel.
Dulce redentor,
para mí era la pena de muerte.
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
Jesús carga con la cruz
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo. San Mateo 27, 27-31
Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús
al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la
compañía. Lo desnudaron y le pusieron un manto
de color púrpura y trenzando una corona de
espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una
caña en la mano derecha. Y doblando ante él la
rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, Rey
de los judíos!». Luego lo escupían, le quitaban la
caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y
terminada la burla, le quitaron el manto, le
pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
Burlas, insultos, salivazos y golpes. Así sufría
el Señor con paciencia y entereza el mal
comportamiento de quienes le rodeaban. Y así,
con su propio ejemplo, Jesús nos enseña a
sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
No es tarea fácil. Con frecuencia nos irritamos
y respondemos mal ante determinadas
situaciones. Nos resulta difícil aceptar los
defectos de quienes nos rodean. Queremos,
exigimos que los demás sean perfectos,
mientras que nosotros caemos una y otra vez.
Ayúdanos Jesús a tener comprensión y
serenidad, te lo pedimos a ti que así nos lo
enseñaste: «Aprended de mí que soy manso y
humilde de corazón».
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Con la cruz de tus culpas cargado,
exhausto de fuerzas camina tu Dios.
Y a subir la pendiente le impelen
por fuera sayones por dentro tu amor.
Dulce redentor,
mi pecado esos hombros oprime.
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
Jesús cae por primera vez
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Isaías 53, 4-6
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado,
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Enseñar al que no sabe
La ignorancia es terrible. Muchas de las
reformas en la historia han comenzado por un
intento por mejorar el nivel educativo. «Todas
nuestras locuras proceden de tener los
estómagos vacíos y las cabezas llenas de aire»,
le decía un loco a otro en El Quijote. Mucha
gente deambula sin criterio, sin formación, sin
ideales. Y Jesús te ha puesto ahí para
susurrarles una palabra, dejarles un libro o
gritarles a voces que estas crisis mundiales son
crisis de santos. Jesús ha caído y se levanta, tú
y yo nos levantamos con él y nos proponemos
formar mejor nuestra fe, tener siempre abierto
el evangelio y un libro de formación cristiana
para poder llevar la luz de Dios a quienes nos
rodean.
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Con sus alas de nieve los ángeles,
pasmados de espanto cubrieron su faz,
bajo el tosco y pesado madero
en tierra caído su Dios al mirar.
Dulce redentor,
por mis yerros caísteis en tierra,
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
Jesús encuentra a su Santísima Madre
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Lucas 2, 34-35.51
Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel
caigan y se levanten; Y será como un signo de
contradicción: así quedará clara la actitud de
muchos corazones. Y a ti, una espada te
traspasará el alma».
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Dar buen consejo a que lo necesita
Jesús se encuentra con su madre, con quien le
enseñó a caminar, a hablar, a crecer como un ser
humano. Cuántos consejos le daría en la infancia
y ahora, en la via Dolorosa, ambos se miran cara
a cara: madre e hijo. Jesús nos invita a poner un
poco de luz en medio de la oscuridad de
muchos. A dar un consejo a quien lo necesite,
pero aconsejar es un ejercicio que debemos
hacer con mucha humildad, de corazón a
corazón, nunca creyéndonos mejores. Cuando
alguien se acerca con el corazón abierto y ofrece
una palabra, esta se recibe y se acoge, pero
cuando se mete el dedo en la llaga el consejo
genera rechazo. Abuelos aconsejad a vuestros
nietos sobre la vida, padres orientad a vuestros
hijos y dedicadles el tiempo que necesitan.
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Del Calvario subiendo a la cumbre,
el reo divino a su madre encontró,
y una espada de filos agudos
del Hijo y la Madre hirió el corazón.
Dulce redentor,
yo esa herida causé a vuestra madre.
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
Simón de Cirene
ayuda a llevar la cruz de Jesús
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 32; 16, 24
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene,
llamado Simón, y lo forzaron a llevar su cruz.
Jesús había dicho a sus discípulos: «El que
quiera venir conmigo, que se niegue a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga».
Dar posada al peregrino
Un hombre caminaba por las calles de Jerusalén
y se encontró con la comitiva. Le obligaron a
llevar la cruz de Jesús. No lo hizo
voluntariamente, pero este encuentro cambió su
vida. Sabemos que algunos miembros de la
primera comunidad eran de la familia del cirineo.
Jesús llama hoy a nuestras puertas para que
acojamos a los que deambulan o no tienen una
calidad de vida asegurada. Para ellos existen
hogares de acogida, residencias de ancianos y
centros de desintoxicación de la droga o del
alcohol. La caridad es hermosa, pero es cara
porque necesita profesionales e instalaciones.
Necesita de tu apoyo y Jesús te espera: «cada vez
que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos
más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40).
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Porque al monte con vida llegase,
los duros escribas, con saña infernal,
a Simón Cirineo alquilaron
que a Cristo ayudase la cruz a llevar.
Dulce redentor,
yo también quiero ser cirineo.
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
La Verónica limpia
el rostro de Jesús
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Salmo 26, 8-9
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor.
No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me rechaces, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Visitar y cuidar a los enfermos
Una mujer se acerca Jesús y con un paño limpia
su semblante. En el camino de la amargura se
tropezó con un varón dolorido y su corazón se
enterneció. Rompió el cerco que rodeaba a
Jesús y se acercó a enjugar su cara. En su paño
se impregnó el rostro del enfermo que Jesús nos
invita a cuidar y a visitar. A acercarnos con
humildad no para ofrecer recetas fáciles, sino
para compartir nuestro tiempo, nuestro afecto y
nuestra compañía. Los enfermos nos esperan en
sus casas, en las residencias de ancianos, en
nuestra propia familia, donde Jesús nos llama
«Estuve enfermo y me visitasteis» (Mt 25, 36). Él
espera que tú y yo seamos como la Verónica y
nos acerquemos para enjugar sus rostros.
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Con ternura y piedad la Verónica
el rostro sangriento de Cristo enjugó
y en tres pliegues del lienzo por premio
grabada la imagen llevó del Señor.
Dulce redentor,
en mi pecho gravad vuestra imagen.
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
Jesús cae por segunda vez
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Mateo 11, 28-30
«Venid a mi todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo
sobre vosotros y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón y encontraréis
descanso para vuestras almas. Porque mi yugo
es llevadero y mi carga ligera».
Corregir al que yerra (al que se equivoca)
Jesús vuelve a caer por el peso de la cruz. Tú y
yo caemos una y otra vez en nuestros propios
errores. Somos débiles y lo sabemos; nos
confundimos, fallamos y caemos. Jesús se
levanta y con la luz de la verdad pretende
iluminar nuestro camino. Muchos son los que
viven en la oscuridad del error y Jesús nos dice
«vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5, 15).
Estamos en medio de la sociedad para iluminar,
y no podemos escondernos. Todos nosotros
debemos sentir la urgencia de hablar de Dios a
quienes nos rodean. Hemos de ser humildes,
pero también valientes y audaces para formar
nuestra fe y aportar la luz del evangelio a
quienes están confundidos y caminan lejos de
Dios.
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Otra vez el Señor de los cielos
volvió fatigado el polvo a besar,
y otra vez los esbirros crueles
en él desfogaron su ira y crueldad.
Dulce redentor,
nunca más caeré ya en pecado.
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
Jesús consuela
a las mujeres de Jerusalén
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Lucas 23, 27-28
Lo seguía un gran gentío del pueblo y de
mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban
lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les
dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí,
llorad por vosotras y por vuestros hijos».
Consolar al triste
En el camino al Calvario Jesús consuela a unas
mujeres que se acercaban a él llorando.
Consolar es sintonizar con la persona que sufre
y son muchos los que padecen a nuestro lado
distintos tipos de tristeza: hombres y mujeres
marcados por la soledad, adolescentes que
sufren el acoso de sus compañeros, madres que
ven a sus hijos distantes o perdidos, viudos que
han quedado sin la pareja con la que han
compartido gran parte de su vida, personas
sumidas en la depresión o la enfermedad. La
tristeza impide salir adelante y nuestra
respuesta no puede ser el consejo fácil, sino la
empatía; saber ponernos en la piel del que
sufre, participar de su pena y aportar un poco
de luz y esperanza a su vida.
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Vio Jesús que unas cuantas mujeres,
movidas a lástima, lloraba por Él,
y les dijo: «Llorad por vosotras,
piadosas mujeres, por mí no lloréis».
Dulce redentor,
vuestras penas taladran mi pecho.
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
Jesús cae por tercera vez
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lucas 22, 28-30
«Vosotros sois los que habéis perseverado
conmigo en mis pruebas, y yo preparo para
vosotros el reino como me lo preparó mi Padre
a mí, de forma que comáis y bebáis a mi mesa
en mi reino».
Dar de comer al hambriento
En el camino del Calvario Jesús se exprime y
se da totalmente hasta la extenuación y con su
ejemplo nos marca el camino. Dar, darnos;
entregar, entregarnos hasta que duela. Sí, hasta
que suponga una sacrificio hecho por amor. Si
solo damos lo que nos sobra no tenemos mérito
porque solo nos comprometemos
superficialmente, pero no nos estamos
implicando. Hemos de dar para generar vida.
Hoy podemos tener una comida austera, más
barata de lo normal, más sencilla; podemos
ahorrarnos ese café que tanto ansiamos o ese
aperitivo que nos gusta y entregar a cambio el
dinero a una organización caritativa o a un
pobre; «porque tuve hambre y me disteis de
comer».
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Con sus duras caídas, cristiano,
las tuyas pretende Jesús resarcir.
A tu Dios por tercera vez mira
de polvo y de sangre cubierto por ti.
Dulce redentor,
vuestro amor del infierno me libre.
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
Jesús es despojado
de sus vestiduras
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 33 -36
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que
quiere decir de «La Calavera»), le dieron a
beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero
no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se
repartieron su ropa echándola a suertes y luego
se sentaron a custodiarlo.
Vestir al desnudo
Al llegar al Calvario, los soldados arrancan las
vestiduras del Señor y lo dejan desnudo y
desvalido. Ante el cuerpo indefenso y ultrajado
del Señor, nosotros queremos cubrir su imagen
como también queremos tapar la desnudez de
tantos que exhiben su cuerpo y comercian con
él como si se tratara de una mercancía que se
somete al negocio de la pornografía o a las
redes de la prostitución. Nosotros no podemos
cubrir y vestir esas imágenes, pero sí podemos
apartar nuestra mirada de aquellas fotos o
escenas que cercenan nuestra capacidad de
amar y nos reducen a un puñado de instintos. Y
además, podemos hacer el propósito de no
vestirnos nunca de manera provocativa o
escandalosa.
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Con furor los vestidos quitaron
del monte en la cumbre al
paciente Jesús,
y por no iluminar tanta afrenta,
las puras estrellas negaron su luz.
Dulce redentor
ya no más liviandad ni impureza.
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
Jesús es clavado en la cruz
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 37-41
Encima de la cabeza colocaron un letrero con la
acusación: «Este es Jesús, el rey de los judíos».
Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la
derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban,
lo injuriaban y meneando la cabeza, decían:
«Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes
en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de
Dios, baja de la cruz». Igualmente los sumos
sacerdotes con los escribas y los ancianos se
burlaban también de él.
Perdonar las injurias
En la cruz Jesús sufre el insulto y la provocación;
pero cumple lo que tanto predicó con su palabra:
«si amáis a los que os aman ¿qué mérito tenéis?»
(Lc 6, 33). Y así, su voz se eleva y grita: «Padre
perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,
34). El Señor pronuncia esa palabra que tanto nos
cuesta decir: «perdón». Muchas veces surgen los
enfrentamientos en la familia, entre amigos o
compañeros. Queremos tener siempre la razón y,
cuando esto ocurre, la reconciliación se hace
difícil. No quieras quedar siempre por encima de
los demás; trata más bien de restaurar las
relaciones perdidas, algo que solo puede hacerse
con el poder sanador del perdón: «perdona
nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden» (Mt 6, 9).
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Ya, alma mía, en la cruz duro lecho,
sus miembros sagrados extiende tu bien;
y con clavos agudos taladran
los viles soldados sus manos y pies.
Dulce redentor,
yo esos clavos clavé en vuestros
miembros.
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
Jesús muere en la cruz
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 45-50. 54
Desde el mediodía hasta la media tarde
vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A
media tarde Jesús gritó: «Elí, Elí lamá
sabaktaní», es decir: «Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?» Al oírlo
algunos de los que estaban por allí dijeron: «A
Elías llama éste». Uno de ellos fue corriendo;
enseguida cogió una esponja empapada en
vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de
beber. Los demás decían: «Déjalo, a ver si
viene Elías a salvarlo». Jesús, dio otro grito
fuerte y exhaló el espíritu.
Dar de beber al sediento
Poco antes de entregar su espíritu, Jesús gritó
desde la cruz: «Tengo sed» y los soldados le
ofrecieron una caña con una esponja empapada
en vinagre para mitigar su dolor. Este es el grito
de muchas personas que en el mundo no tienen
acceso al agua potable. Resulta fácil abrir el grifo
para beber o para lavarnos las manos. Un gesto
sencillo que muchos no pueden hacer. Catholic
relief services y otras organizaciones financian
proyectos para que el agua llegue a todos. No son
muchos los sedientos que viven en nuestro
entorno, pero hay muchos necesitados de agua en
el mundo a los que unos dólares entregados con
amor pueden ayudarles a mitigar su sed. Y cuando
beben ellos, Cristo mismo se sacia, «porque Tuve
sed y me disteis de beber» (Mt, 25, 35).
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Tiembla el orbe y el sol se obscurece
al ver en un palo expirar a su Dios.
Rompe en llanto también tú, alma mía,
pensando que muere Jesús
por tu amor.
Dulce redentor,
mis pecados os dieron la muerte,
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
Bajan a Jesús de la cruz y lo entregan a su madre
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 54-55
El centurión y sus hombres, que custodiaban a
Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba
dijeron aterrorizados: «Realmente éste era Hijo
de Dios». Había allí muchas mujeres que
miraban desde lejos, aquellas que habían
seguido a Jesús desde Galilea para atenderle.
Rogar a Dios por vivos y difuntos
En la cruz Jesús termina su vida en oración y allí
pronuncia sus siete últimas palabras, siete frases
que le ponen en diálogo con su Padre Dios. Él nos
invitó a orar en muchas ocasiones y nos enseñó el
valor de la oración; pero una oración generosa
que no piensa solo en uno mismo, sino que abre
el corazón a los demás y pide por las necesidades
de todos los hombres. Nunca dejes la oración
diaria: «mucho puede la oración insistente del
justo» (St 5,16). Tú y yo confiamos en el poder de
la oración. Cuantos corazones se han ablandado
con la fuerza misteriosa de una plegaria sincera y
constante. No sabes qué hacer ante determinado
asunto: ora; estás feliz: da gracias. En cualquier
ocasión ponte delante de Dios y habla con él:
pregúntale, pídele, agradécele, ámale.
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
De Jesús el cadáver sagrado
María en sus brazos llorando tomó;
Y con voz de dolor le decía:
¿Quién muerte te ha dado,
mi bien y mi amor?
Dulce redentor,
respondedle que aquí está el culpable.
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
:
El cuerpo de Jesús es puesto en el sepulcro
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 59-61
José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió
en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro
nuevo que se había excavado en una roca, rodó
una piedra grande a la entrada del sepulcro y se
marchó. María Magdalena y la otra María se
quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.
Enterrar a los muertos
Tras una vida desgastada por los caminos de
Galilea y tras una durísima jornada de pasión y
muerte, el cuerpo de Señor descansa en las
entrañas de la tierra. Sus discípulos lo
depositaron en un sepulcro y también nosotros,
en una fosa del cementerio, colocamos a
nuestros difuntos. Esta es una obra de
misericordia, la última. Al atardecer de la vida,
nuestro cuerpo débil perece y debe ser enterrado
porque es templo del Espíritu. Ha sido bañado
por el agua del bautismo, ungido por el óleo de
la confirmación y alimentado por el pan de la
eucaristía. El cuerpo es parte de nuestro propio
ser y, por ello, en la última hora es honrado en el
funeral y enterrado en el cementerio esperando la
resurrección de la carne.
Padrenuestro.
Avemaría.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
En un frío y profundo sepulcro
los restos sagrados guardáronse ya.
Triste madre, cuán sola te quedas;
seré yo el consuelo de tu soledad.
Dulce redentor,
yo a la Madre privé de su Hijo.
Ya lloro mis culpas
y os pido perdón.
Madre afligida,
de pena hondo mar,
logradnos la gracia
de nunca pecar.
El viacrucis termina
en el sepulcro pero la
vida del Señor
termina en la pascua:
¡Ha resucitado! Tras
acompañar la cruz, signo del cristiano, nos
volvemos ahora al sagrario donde está presente
Cristo resucitado y confesamos nuestra fe.
Tú nos dijiste que la muerte,
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos
carne de un ciego destino.
Tú nos hiciste, tuyos somos.
Nuestro destino es vivir
siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.
Padre nuestro
Ave María
Gloria
Nos proponemos hacer una buena confesión a
lo largo de esta semana y recibir la comunión
eucarística para ganar la indulgencia plenaria
prometida a quienes piadosamente recen el Vía
crucis.
V/ Que el Señor nos bendiga, nos guarde de
todo mal y nos lleve a la vida eterna
R/ Amén
¿Cuáles son las obras de misericordia?
Hay catorce obras de misericordia: siete
corporales y siete espirituales.
Obras de misericordia corporales:
1) Visitar a los enfermos
2) Dar de comer al hambriento
3) Dar de beber al sediento
4) Dar posada al peregrino
5) Vestir al desnudo
6) Visitar a los presos
7) Enterrar a los difuntos
Obras de misericordia espirituales:
1) Enseñar al que no sabe
2) Dar buen consejo al que lo necesita
3) Corregir al que se equivoca
4) Perdonar al que nos ofende
5) Consolar al triste
6) Sufrir con paciencia los defectos del
prójimo
7) Rezar a Dios por los vivos y por los
difuntos.
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
P. Miguel Ángel Hernández
The Bronx, NY
Y ZAMORA (España)
2016, Año de la
Misericordia
https://www.facebook.com/SacredHeartBronx/